EL CONCILIO VATICANO II, VOLVER A JESÚS DE...

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E L C ONCILIO V ATICANO II, VOLVER A J ESÚS DE N AZARET Proyecto de Jesús para el tercer milenio, Volumen.19 PROYECTO DE JESÚS EN EL TERCER MILENIO UNIVERSIDAD DE LOS AMIGOS EN JESÚS Volúmenes 1 a 11 Guías catequísticas para los 11 grados de educación básica y media Guía para comunidades avanzadas. Volúmenes 1º a 11º Discípulos que dan la vida por los amigos, 1, Convocación 2, Eclesía 3, Servicios y misión Una Introducción (Vol. 12) y siete períodos de teología genético transcultural (Vols. 13 a 19). Volumen 12: Discípulos de Jesús apasionados, hoy, en la Iglesia. Panoramas. Introducción general. Volumen 13 1er Período: La evolución, el milagro universal del Dios bueno. Volumen 14. Período: Antropología del Padre de Jesús. Volumen 15 3er Período: Y la palabra se hizo historia. Volumen 16 4º Período: Jesús y sus eclesías. Volumen 17 5º Período: Las eclesías postapostólicas. Volumen 18 6º Período: La Cristiandad. Volumen 19 7º Período: El Concilio Vaticano II, volver a Jesús de Nazaret Volumen 20 En búsqueda del Dios que existe. Volumen 21. El discípulo amigo y los amigos de Jesús. Volumen 22. El sermón de la montaña. Volumen 23. Liturgia de nuestra amistad en Jesús. Volumen 24. La comunidad, proyecto de Pablo en Corinto. Volumen 25. La Propuesta de Jesús real e histórico, 1 Volumen 26. La Propuesta de Jesús real e histórico, 2 Volumen 27. La Eulogía, El encuentro con Jesús real e histórico Volumen 28. El Viacrucis en las pequeñas comunidades Volumen 29 La Navidad en el tercer milenio. Diciembre con Jesús Volumen 30. Jesús de Nazaret sin mitologías. P. Fabián Ortega Volumen 31 Misión parroquial en videos, 1, 1 a 4 Volumen 32 Misión parroquial en videos, 2, videos 5 a 10 Volumen 33 Misión parroquial en videos, 3, 11 a 20 Volumen 34 Seamos amigos en Jesús. Círculos bíblicos, 1, 1 a 25 Volumen 35 Seamos amigos en Jesús, Círculos bíblicos, 2, 26 a 50 Volumen 36 Seamos amigos en Jesús. Círculos bíblicos, 3, 51 a 75 Volumen 37 Seamos amigos en Jesús, Círculos bíblicos, 4, 76 a 100 Volumen 38 Introducción a la Biblia para las pequeñas comunidades

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EL CONCILIO VATICANO II, VOLVER A JESÚS

DE NAZARET Proyecto de Jesús para el tercer milenio, Volumen.19

PROYECTO DE JESÚS EN EL TERCER MILENIO

UNIVERSIDAD DE LOS AMIGOS EN JESÚS

Volúmenes 1 a 11 Guías catequísticas para los 11 grados de educación básica y media

Guía para comunidades avanzadas. Volúmenes 1º a 11º Discípulos que dan la vida por los

amigos,

1, Convocación 2, Eclesía 3, Servicios y misión

Una Introducción (Vol. 12) y siete períodos de teología genético transcultural (Vols. 13 a 19).

Volumen 12: Discípulos de Jesús apasionados, hoy, en la Iglesia. Panoramas. Introducción

general.

Volumen 13 1er Período: La evolución, el milagro universal del Dios bueno.

Volumen 14. 2º Período: Antropología del Padre de Jesús.

Volumen 15 3er Período: Y la palabra se hizo historia.

Volumen 16 4º Período: Jesús y sus eclesías.

Volumen 17 5º Período: Las eclesías postapostólicas.

Volumen 18 6º Período: La Cristiandad.

Volumen 19 7º Período: El Concilio Vaticano II, volver a Jesús de Nazaret

Volumen 20 En búsqueda del Dios que existe.

Volumen 21. El discípulo amigo y los amigos de Jesús.

Volumen 22. El sermón de la montaña.

Volumen 23. Liturgia de nuestra amistad en Jesús.

Volumen 24. La comunidad, proyecto de Pablo en Corinto.

Volumen 25. La Propuesta de Jesús real e histórico, 1

Volumen 26. La Propuesta de Jesús real e histórico, 2

Volumen 27. La Eulogía, El encuentro con Jesús real e histórico

Volumen 28. El Viacrucis en las pequeñas comunidades

Volumen 29 La Navidad en el tercer milenio. Diciembre con Jesús

Volumen 30. Jesús de Nazaret sin mitologías. P. Fabián Ortega

Volumen 31 Misión parroquial en videos, 1, 1 a 4

Volumen 32 Misión parroquial en videos, 2, videos 5 a 10

Volumen 33 Misión parroquial en videos, 3, 11 a 20

Volumen 34 Seamos amigos en Jesús. Círculos bíblicos, 1, 1 a 25

Volumen 35 Seamos amigos en Jesús, Círculos bíblicos, 2, 26 a 50

Volumen 36 Seamos amigos en Jesús. Círculos bíblicos, 3, 51 a 75

Volumen 37 Seamos amigos en Jesús, Círculos bíblicos, 4, 76 a 100 Volumen 38 Introducción a la Biblia para las pequeñas comunidades

EL CONCILIO VATICANO II,

VOLVER A JESÚS DE NAZARET

50 AÑOS

CÉSAR HERRERA Y VICTORIANO GARCÍA MANZANEDO,

CON SU TESIS DOCTORAL: «CARISMA-MINISTERIO EN EL CONCILIO VATICANO II»

Formación de discípulos según la fe de los Apóstoles

en las pequeñas comunidades parroquiales

en la Tradición de la Iglesia Católica

«Fraternidad Misionera»

Medellín

2011

Título de la obra: El Concilio Vaticano II, volver a Jesús de Nazaret

Autores, César Herrera S. C.Ss.R. y Victoriano García Manzanedo, C.Ss.R.

© «Fraternidad Misionera del Redentor y la Palabra»

Medellín, 2011

Impresión: Impresos Calderón

Derechos reservados

ISBN 958 33 9761-X

Fraternidad Misionera del Redentor y la Palabra:

Medellín. Carrera 81A Nº48B-34. Teléfono 2 64 11 61

E-mail: [email protected]

www.unamigos.org

Nota: El empaginado que sigue a continuación corresponde al del libro impreso.

CONTENIDO

UNO

¡VOLVER A LAS FUENTES! LAS COMUNIDADES APOSTÓLICAS Y LAS ECLESÍAS

POSTAPOSTÓLICAS

1. El Concilio, don del Espíritu a la Iglesia del tercer milenio 11

2. Revisión de tareas. Diez tareas puestas por Jesús a sus discípulos, no cumplidas por la

cristiandad, y obligatorias para nosotros 15 3. Definir la Iglesia desde su fin, desde la misión, desde los destinatarios: todos los seres humanos y

sus culturas. 26

4. Modelos alternativos. Las eclesías de los siglos IIº y IVº, inspiración para las reformas del Concilio Vaticano II. 45

DOS

LA FE APOSTÓLICA COMO SE INCULTURÓ

EN LA IGLESIA DE LA CRISTIANDAD 71

Primera etapa de la Cristiandad: 73 De Constantino, año 313, a san Gregorio Magno, año 604

1. El punto de partida de la cristiandad, Constantino 74 2. El Espíritu que guía a la Iglesia en la cultura de la ley, el poder y la religión. 78

3. El Espíritu en la vida de fraternidad y de comunión 82

Segunda etapa de la cristiandad: De San Gregorio Magno, año 604

a la Reforma Gregoriana, año 1073. 87

1. El Espíritu en la cultura de la ley, el poder y la religión. 88

2. El Espíritu en la cultura y vivencia de la fraternidad 101 3. Los laicos

Tercera etapa de la cristiandad:

De la Reforma gregoriana (1073) al concilio de Trento (1545) 113

1. El Espíritu en la cultura de la ley, el poder y la religión114

2. El Espíritu en el amor fraterno y la comunión 118 Cuarta etapa de la cristiandad.

Del Concilio de Trento (1545)

a la desaparición del Estado Pontificio (1870) 121

1. El Espíritu en la cultura de la ley, el poder y la religión 122

2. El Espíritu santo en la unión fraterna y la comunión 128 Quinta etapa de la cristiandad. De la desaparición del estado Pontificio, 1870

hasta Pío XII, 1958. Último siglo antes del Concilio. 131

1. Inculturación de las eclesías de Jesús en el último siglo antes del Concilio. La institución

132 2. Clérigos y religiosos. 137

3. La liturgia y la teología antes del Concilio. 142

TRES

LOS GRANDES DEBATES DEL CONCILIO VATICANO II

Documentos sobre la revelación de Dios a los humanos y sobre la Iglesia, eje del

concilio, y debate que cambió la historia de la iglesia 153 1. Las tesis que fueron rechazadas 157

1.1 Las tesis que fueron rechazadas sobre la revelación de Dios a los humanos. Lectura de

la Biblia según la teología preconciliar: 158 1.2. Las tesis que fueron rechazadas sobre la Iglesia. . Autocomprensión de la Iglesia 164 2. Las nuevas tesis y debates 173

2.1Nuevas tesis y debates sobre la revelación. De las dos fuentes de la revelación a una

sola fuente: norma suprema de la fe cristiana. 175 Nuevas tesis y debates sobre la Iglesia.

1ª parte del debate de la Lumen Gentium. Hasta diciembre 1962. 183

2ª parte del debate de la Lumen Gentium 187 3ª Gran debate sobre la relación entre eclesía y ministerio. 188

4ª Debate hacia la 4ª redacción del texto sobre la Iglesia 194

3. La revolución copernicana 200 1 El gran viraje eclesiólogico de la cuarta redacción 201

2. Los fieles laicos y la vocación de todos a la santidad 205

3. La revolución copernicana se difunde por todos los documentos 210

CUATRO

LA IGLESIA COMO SALIÓ DEL AULA CONCILIAR.

1. Desarrollos de la Dei Verbum 219 1.1 Nueva afirmación del mundo. El mundo sacramento de Dios.

1.2 La hermenéutica para hoy: Los sentidos bíblicos 227

1.3 Comprensión evolucionística e histórica de la salvación y de la revelación 233

2. Desarrollos de la Lumen Gentium

en la vida de la Iglesia 239 2.1 Cristo y su Iglesia. Cristocentrismo eclesiológico 240

2.2. Jesús y sus eclesías. Eclesiocentrismo Cristológico.

La Iglesia, misterio central en el Vaticano II. 245

1.3 La Iglesia, pueblo de Dios en el Vaticano II. 248

2.5 La eclesiología de comunión para la misión 252

2.6 Comundiad escatológica 259

3. Desarrollos de la Gaudium et Spes 265 3.1 Dimensión dialógica personal del Vaticano II

La Iglesia en el mundo 266 3.2 Gaudium et Spes, constitución insospechada,

en la línea de Dei Verbum y Lumen Gentium. 269

3.3 La Iglesia en la historia que hacemos hombres y mujeres 272

3.4. El mundo en evolución y en progreso

y el hombre cocreador con su libertad. 276

3.5 Fe y vida: La familia 281

4. De la misión de proclamación al diálogo constructor

de la amistad en Jesús en el mundo 283

4.1 Los ateísmos 284 4.2 La libertad religiosa. 288

4.3 El ecumenismo en el Concilio Vaticano II 290

4.4 Hacia una teología transcultural. Como Diálogo intercultural, como Teología interreligiosa, como testimonio interreligioso y como Teología pública. 305

Conclusión:

La fe de los discípulos, según el Concilio Vaticano II,

en las estructuras actuales de la Iglesia 321 Notas 323 1 Apéndices. Sínodo evaluativo del concilio, 1985 329

2 Congreso internacional . 1985 332

3. Conferencia del Episcopado de América Latina

y el Caribe 2008. 333 4. Documentos del Concilio 334

5. Fechas y desarrollo del Concilio 335

6. Cuándo y cómo fueron votados los documentos conciliares 339 Unamigos, universidad de los amigos en Jesús 339

Bibliografía 343

SIETE PERÍODOS

EN LA BREVE HISTORIA DELTIEMPO

Para nuestra reflexión sobre el proyecto de Jesús en el tercer milenio,

convinimos en distinguir siete períodos en el proceso de creación y revelación de Dios.

Hemos abierto ya seis,

y nos disponemos a abrir la séptima ventana, que es la del futuro y la de nuestra responsabilidad

de amigos de Jesús fieles y valientes.

Este séptimo período es el último, y es el programa para nuestra acción, nuestra creatividad y nuestra entrega,

a fin de realizarnos en el amor fraterno en Cristo.

Con otra imagen, hemos volado seis etapas en el viaje del tiempo. La sexta etapa, por sus

muchas características históricas, se llama «de la cristiandad.» Ahora entramos en la etapa del futuro,

objeto de nuestra responsabilidad.

El Concilio Vaticano II revisó y evaluó la cristiandad, y nos mostró la tarea para el futuro. Nos ponemos a la escuela del

Concilio Vaticano II para edificar la Iglesia del futuro. Para el futuro, la Iglesia está proponiendo

una nueva evangelización.

UNO

¡VOLVER A LAS FUENTES!

¡REVISAR LAS TAREAS!

Las fuentes:

Jesús real e histórico

Las comunidades apostólicas

y las eclesías postapostólicas,

modelos alternativos

1. EL CONCILIO, Y ESTE LIBRO, ACTO DE FE

EN JESÚS MESÍAS Y EN LAS ECLESÍAS DE SUS AMIGOS, EN LA IGLESIA DEL TERCER

MILENIO

1. El Concilio Vaticano II es el don más grande para la Iglesia de hoy, la clave

para la teología del tercer milenio, e inmensa esperanza para la Iglesia del futuro.

Es el nuevo pentecostés para la misión de nuevo universal o católica.

El Concilio despertó una clamorosa esperanza en la Iglesia «¡Por fin los

cristianos aprenden de nuevo a esperar! La esperanza suscitada en el mundo por el

Vaticano II actualiza la esperanza que dio origen a la Iglesia después de los

acontecimientos de Pascua y Pentecostés.» Dice Monseñor León-Arthur

Elchinger, obispo coadjutor de Estrasburgo, al clausurarse la magna asamblea de

todos los obispos del mundo. 1

El mismo cuenta lo que un judío le escribía: «Juan XXIII ha sido uno de esos

hombres elegidos que, a fuerza de valor y de bondad, hacen irreversible la

historia. Ha tenido de tal modo confianza en los hombres, en todos los hombres,

que estos no podían menos de tener confianza en él. Sienten el deber y la necesidad

de convertir esa confianza en fidelidad activa al mensaje bendito de Juan XXIII.

Los hombres judíos de manera especial creen en los frutos que producirá ese

mensaje y profesarán a la memoria de Juan XXIII la veneración que se debe a los

justos, columnas del mundo».

Entre el pentecostés apostólico, que se fue prolongando hasta el siglo cuarto, y el

pentecostés del Vaticano II, hubo un giro epocal cuando la Iglesia se vio forzada a

acomodar la fe de los apóstoles e inculturarla para sustituir el imperio romano,

para bien del mundo entero. Ella se dejó fascinar por la urgencia de utilizar la

libertad y poderío que le ofreció Constantino y se dedicó a inculturar el evangelio

en la cultura grecorromana. Los grandes hombres de las iglesias se dedicaron a

elaborar una nueva teología adaptada a los nuevos tiempos que soplaban

impetuosos y benéficos.

El Concilio nos volvió al Evangelio, a renacer, a la esperanza. Elchinger compara

también la esperanza levantada por el concilio con la esperanza general que se

despertó en el siglo XIII cuando las órdenes mendicantes intentaron una reforma de

la Iglesia tratando de descubrir de nuevo el manantial primitivo de la fuente

evangélica. Las comunidades de frailes del pueblo fueron cuestionamiento para la

Iglesia monárquica.

Sin ella darse cuenta, por satisfecha de sí misma, la cristiandad tenía urgencia

extremada del Concilio.«Hay muchos que piensan que la iglesia hace ya mucho

tiempo no da ya su medida...En el curso de esta audiencia colectiva que el Espíritu

Santo concedió a su Iglesia en el Concilio, hemos vislumbrado mejor el camino a

seguir.» (Obispo Elchinger).

2. Concilio de transición no coyuntural sino epocal

Nuestro Concilio es de transición epocal, de la cristiandad medieval a los hombres adultos

y a las naciones creadoras, en la mesa redonda de la internet. Los documentos conciliares

son textos a veces de tanteo ante la novedad que se atrevió a afrontar, y a veces de

compromiso equilibrado entre lo antiguo y lo nuevo. Pero en general se puede decir que es

una buena guía para caminar en el tercer milenio de la Iglesia. La mayoría tradicional que

llegó a Roma se convirtió en minoría al final del Concilio, solo una décima parte en la

cuarta sesión. La mayoría progresista del Concilio se formó en medio de muchas batallas

en búsqueda de lo mejor. Destaquemos, con varios comentaristas, estos cuatro puntos

centrales que quiso decir la Iglesia a los fieles y al mundo.

1. La Iglesia quiere ser actual, porque Jesús resucitado la envía hoy a todas las

naciones. La Iglesia se había convertido con el paso de los siglos en guardiana de un

pasado. Por ejemplo, en lugar de fascinar a los chinos con la propuesta de Jesús, los

obligaba a engrosar la cristiandad europea. Y para mantener el inmovilismo se decía en

Roma que la mejor manera de tener principios actuales es conservar los principios eternos. Y otro

respondía «Si, con tal que no ocurra como a aquellos que tienen las manos puras, pero que no

tienen manos» (Péguy).

Unos no quieren cambiar por miedo: no creen en el Espíritu santo. Otros por

pura pereza: cambiar incomoda. El futuro pesa.

2. La Iglesia descubre de nuevo al hombre. La cristiandad, acostumbrada a mirar

desde Dios, veía siempre lo mismo. Había definido la verdad sobre el hombre, y

tenía delante una naturaleza humana y unas leyes naturales inmutables por creación.

Y Grecia le había repetido que las esencias son eternas e inmutables, y lo mismo las

verdades. El deber era habitar en el esplendor de la verdad. En el hombre veía almas

que salvar, redimir-las de las garras del dragón infernal, sometiéndolas a la

obediencia religiosa. Identificaba el cristianismo con la civilización occidental; en

América era lo mismo que en Asia, en Taipei que en Bogotá.

El mensaje cristiano se convirtió en un conjunto de doctrinas y de verdades para la

inteligencia. La Iglesia llegó a presentar un alimento que no alimentaba, a ofrecer

una vida amortiguada, y se exponía en ciertos países a ser un concierto sin auditorio,

una carta de amor sin destinatario, un banquete sin convidados.

La Iglesia aparecía opuesta al mundo, al que condenaba ya que los enemigos del

hombre son el mundo, el demonio y la carne, e intentaba ponerse fuera de él; pero

ahora, después del Concilio, está en el mundo, con un hombre nuevo que es el de la

modernidad actual. La Iglesia quiere hablar con el hombre moderno contemporáneo

como Jesús se sentó a conversar con la samaritana.

3. La Iglesia quiere ser comunión. Ella misma reconoce que antes era legalismo

y formalismo; era como un club o una institución educativa, para ingresar en la cual

había que saber ciertas verdades, practicar cierta moral, asistir a ciertos ritos, hacer

ciertas oraciones y recibir ciertos sacramentos de manos de la jerarquía que controla

la gracia. Era guardiana de lo no negociable, de las verdades y de las leyes de una

naturaleza creada por Dios al principio para siempre. ¡Guardiana de lo definitivo! «Ad

perpetuam rei memoriam!»

En cambio, todo en nuestro mundo nos habla de relatividad, no de cosas sino de sistemas,

de evolución, de comunicación, de integración, de globalización, y de la internet; y con

todo, la gente está sola, desolada y estresada, y vencida en su soledad, vive el subdesarrollo

afectivo. Y esto se puede deber a la pérdida de las fuerzas de comunión de la Iglesia. La

Iglesia, por el Concilio, se propone volver a ser la fuerza de comunión en el mundo. Así fue

a los comienzos de su historia. Los apóstoles insistían en la comunión de las personas.

«Eran un solo corazón y una sola alma y no había indigentes entre ellos.»

Nuestro individualismo teológico y nuestro juridicismo religioso y burocrático no

producen la comunión. La Iglesia no es un número indeterminado de personas que vienen a

ponerse al mando de la autoridad de la jerarquía, como hijos menores. No es el campo de

seguridad de un rebaño inactivo alimentado por sus pastores. No basta la comunión creada

por la unidad de credo y de catecismo y por la unidad de autoridad y disciplina. Falta la la

amistad dulcísima de Jesús con la familia de Lázaro el resucitado de Betania.

4. La Iglesia está comprendiendo que debe hacer discípulos adultos y creativos de todas

las naciones de la tierra. La Iglesia se creía dueña de la verdad y la única poseedora de la

capacidad de salvar. Ahora prefiere dialogar con las religiones no cristianas, con los

musulmanes, con los judíos, con las iglesias ortodoxas, con protestantes y con todas las

ideologías modernas. Incluso analiza por qué los hombres se hacen ateos y cuál es la parte

de culpabilidad que tiene la Iglesia en ese éxodo de fieles a otras religiones e ideologías, y

a la secularización. Y ella debería ser luz de las gentes, «Lumen Gentium.»

2. Revisión de Tareas.

Diez tareas puestas por Jesús a sus discípulos, no cumplidas por la cristiandad, y obligatorias para nosotros

El Concilio fue una revisión de las tareas cumplidas por las cristiandades de

Oriente y Occidente, a la luz del Nuevo Testamento, y de las culturas y ciencias de

hoy. A modo de ejemplo, miremos, con el Concilio, diez tareas puestas por Jesús a

sus discípulos, no cumplidas por la cristiandad, pero que siguen obligatorias para

nosotros los amigos de Jesús

El Concilio le dijo a la Iglesia. «Usted no es para sí misma. Jesús quiere ser luz

de las naciones, «Lumen Gentium cum sit Christus,» y usted debe ser sacramento,

signo e instrumento para ir a todos los pueblos. Rectifique todo lo que le impide

llegar a todos los hombres. Dios ha dicho su palabra «Dei Verbum, en Jesús, su

Hijo» para hablar a todos los hombres. Usted quite todas las trabas que le impiden

llegar a cada ser humano.» Estas dos constituciones dogmáticas fundamentales del

Concilio, «Lumen Gentium y Dei Verbum,» le están dando una orden a la Iglesia:

«Deshágase de lo que le impide cumplir su misión.» 2

Como discípulos de Jesús, al comenzar el tercer milenio, nos preguntamos ¿cuáles

son las misiones no cumplidas por la cristiandad? Y luego ¿Qué le impidió cumplir

esa misión durante tantos siglos?

Para ser muy objetivos, hacemos una evaluación, no sobre ideas o teorías, con

análisis teológico, sino sobre hechos. A partir de los hechos se comprenden mejor

las evaluaciones teóricas que, de otra manera, podrían tacharse de subjetivas. De manera

convencional, para fines pedagógicos, establecemos diez fracasos de la cristiandad

Las diez misiones de los discípulos de Jesús son perentorias y de obligatorio

cumplimiento para el amor, y es nuestra obligación remover los obstáculos que se

oponen, como Jesús rompió con todas las Leyes de Dios y todas las ideas sobre Dios

que se le opusieron a él. ¿Cuáles son las tareas que no ha podido cumplir la teología

y la acción pastoral de la cristiandad? Enumeramos diez hechos globales sobre los

cuales no existe discusión.

1. No evangelizó a los panteístas del Asia.

2. No evangelizó a los monoteístas judíos, ni a los musulmanes.

3. No evitó la violencia.

4. No logró la justa repartición de los bienes entre los cristianos.

5. No pudo mantener la unidad de la Iglesia entre Roma y Bizancio.

6. No pudo mantener la unidad de la Iglesia frente a la Reforma.

7 No respondió a los ideales de la revolución Americana y Francesa.

8. No respondió a los retos de la modernidad como adultez del hombre.

9. No respondió a los retos de la ciencia moderna de la evolución y del espacio-

tiempo en expansión y relatividad.

10. No responde a los retos de la globalización, y de la mesa redonda de la

internet que buscan una comunión universal.

Remitimos a dos libros de nuestra colección, donde se trata da manera muy sucinta

el mismo tema: Discípulos apasionados de Jesús, hoy, en la Iglesia, pg 77 a 107, y

La propuesta de Jesús real e histórico, 2, pg. 9 a 14.

1. No evangelizó a los panteístas del Asia.

La cultura grecolatina no logró comunicar el evangelio a grandes culturas y

religiones de Asia

Si hemos estudiado por siglos los éxitos en la historia de la Iglesia, debemos

también aterrarnos ante el inmenso fracaso de la cristiandad para llevar el Evangelio

a las grandes culturas del lejano Oriente: la mitad de la humanidad. La sola

comprobación de este fracaso rotundo debería bastar para cambiar, y buscar los

caminos adecuados para llegar a nuestros hermanos de Asia. El «fuera de la Iglesia

no hay salvación», entendido a la manera de la cristiandad como condena de los

demás, trajo infinitos males a la Iglesia y a la humanidad.

Un viaje por el Asia es suficiente para estremecer la conciencia de los apóstoles

ante la incapacidad de la inculturación del Evangelio en la cultura grecorromana

para implantar el Evangelio en todos estos países. Somos el 2%. Sobre todo si se

contrasta este fracaso con el éxito asombroso de la predicación del budismo que

partió de la India y se impuso, sin armas, en numerosas naciones. Gran éxito de

Buda y gran fracaso de la cristiandad en fascinar a la mitad de la humanidad en

Asia.

Si salimos del Asia y nos vamos al África y a América, con otra religiosidad,

tampoco hubo una verdadera evangelización como buena noticia para los pueblos

autóctonos. Fue necesaria la conquista como etapa previa a la evangelización. Se

evangelizaba a los vencidos.

2. No evangelizó a los monoteístas judíos y musulmanes

*La cristiandad frente al judaísmo

Las primeras comunidades mantuvieron un diálogo que atrajo a muchos

judíos a la fe cristiana. En cambio la época de la cristiandad fue también de

conflicto y lucha con los judíos. Y para resumir todo, la humanidad ha visto

despavorida el inmenso cataclismo dentro de la cristiandad que se llamó la

Sohá, el Holocausto, no ofrecido sacralmente por manos sacerdotales sino

cometido por cristianos criminales.

Si Pedro predicó con éxito el Evangelio de Jesús entre los judíos, ¿por qué la

cristiandad ha fracasado durante quince siglos? 9 ¿Cómo la cristiandad nos

enseñó a llamar a los judíos «pérfidos y deicidas?» Jesús, tal como lo presenta

la cristiandad, no es buena noticia para los judíos. Y Jesús debe ser el Mesías

Hijo de David.

*No evangelizó a los musulmanes.

Así como fracasó con los judíos, también fracasó con los musulmanes.

Cuando Mahoma escribió su libro, muy cercano al Antiguo Testamento, la

cristiandad estaba definida en sus rasgos esenciales, y la relación entre cristianismo

e islamismo fue conflictiva. Los cristianos no pudieron cumplir el mandamiento de

Jesús, de ir y hacer comunidades de discípulos con personas de todas las culturas.

No lo ha logrado la Iglesia católica, pero tampoco las otras iglesias cristianas. Los

sumisos a Dios, o islámicos, conquistan la tierra santa y zonas de la cristiandad

como el norte de África y España. Y la cristiandad los combate en Las Cruzadas, en

Lepanto, en Granada. Y se continúa hablando de la amenaza islámica sobre Europa.

San Francisco fue una voz solitaria. En cambio, toda la cristiandad se unió para

comprometerse con la batalla de Lepanto para ganar la guerra. Más aun, el símbolo

de esta alianza guerrera fue nadie menos que María Santísima, la servidora, como

Jesús, que se convirtió en nuestra señora de las Victorias y la Virgen del Rosario,

con el cual se obtiene el triunfo contra los enemigos.

Si Pablo se dedicó con tanto éxito a predicar el Evangelio entre los gentiles, ¿por

qué la cristiandad ha fracasado en proponer la alegría de la buena nueva a los

sumisos a Dios, discípulos del profeta Mahoma?

3. No pudo evitar la violencia en ella misma

La propuesta de Jesús consiste en dar la vida hasta perderla, no en defender la vida

en justa defensa eliminando al enemigo. Al enemigo ni podemos juzgarlo ni

condenarlo.

Hasta san Gregorio el grande se puede decir que se mantuvo la manera pacífica

de difundir el evangelio. Pero luego se fue imponiendo el método de la violencia

para confirmar la verdad, la cual tiene todos los derechos. El error no los tiene. La

historia de Europa es una historia de guerras entre los mismos cristianos. De

rivalidades y de celos. Esta historia de violencias se selló con dos guerras mundiales

y con noventa millones de muertos en la Europa cristiana. ¡Horrible holocausto de

cristianos masacrados por otros cristianos!

4. No logró la justa repartición de los bienes entre los cristianos

Antes de Constantino se luchó por el ideal de los Hechos de los Apóstoles: cada

eclesía era un solo corazón y una sola alma, con su obispo elegido por todos los

fieles y presbíteros, y no había indigentes entre ellos. Así se ve en la Tradición

Apostólica.

Con el método de la cristiandad, nunca se ha vivido la experiencia de comunión

de bienes sino en los monasterios. Basta repasar con la imaginación la Edad Media,

el Renacimiento, los siglos de las luces y del iluminismo y nunca se pudo ver una

cristianad modelo de convivencia en la justa repartición de los bienes. Y esta

incapacidad para implantar la justicia social originó el comunismo, pero dio origen a

la llamada doctrina social de la Iglesia.

Se mantuvo sí, con grande entusiasmo, el método judío de las obras de

misericordia. Basta leer la primera encíclica del actual pontífice sobre Dios es amor.

La segunda parte es un canto de alabanza a las obras de misericordia practicadas en

la historia de la Iglesia. Fue ilusión el orbe católico de paz, es ilusión la civilización

del amor o la opción de la Iglesia por los pobres, o la teología de la liberación.

5. No pudo mantener la unidad de la Iglesia entre Roma y Bizancio, las

dos partes del imperio.

*Pretensión de definir a Dios

Fascinados por la doctrina cristiana y por la clave ideológica de occidente (PJtm,

volumen 12), los grandes artífices de la cristiandad, en lugar de competir en repartir

los bienes, compitieron en formular el credo con espléndido brillo para el hombre

pasivo de la antigüedad: «Engendrado ante de todos los siglos. Incarnatus ex Maria

Virgine, natus, passus», sin expresar lo que hizo Jesús en su vida; y fueron

traduciendo el Evangelio a la nueva forma de verdades griegas. Una vez que el

griego y el latín se apropiaron del evangelio de Jesús, se convencieron de poseer la

verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo. Y cuando hablaban de las

palabras estaban convencidos de hablar de la realidad misma de Dios. Y así, con

toda naturalidad definieron a Dios y a la Santísima Trinidad. En América se

dedicaron a bendecir imágenes de la Trinidad santísima, bien definida.

Cada artículo del credo se explicó en teología con brillantes discusiones. Lo del

«Filioque» no fue sino la mecha que encendió el combustible acumulado, o el

florero de Llorente, según nuestro colombianismo, que rompió la cristiandad.

«Filioque:» El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

La pretensión de poseer la verdad y de definir a Dios desembocó en el estruendoso

fracaso de dividir la cristiandad. Occidente y Oriente, los Griegos y los Latinos, los

Ortodoxos y los romanos. La clave misma de la cristiandad, que es la definición de

la verdad, llevó a la cristiandad a mil años de doloroso cisma.

Sin duda, esta división no se explica solo por la pasión de definir la doctrina y el

dogma sino que implica el uso y abuso del poder y de ambiciones particulares.

Como consecuencia de la pasión por la verdad, la Iglesia se acostumbró a

condenar, con métodos desaconsejados en el Nuevo Testamento, a los que están

fuera de la comunión dogmática, pues lo que no está de acuerdo con lo definido es

heterodoxo.

Esa misma pretensión de definir se revela, por ejemplo, en la teodicea y en los

catecismos posteriores. Como muestra, recordemos las definiciones de Dios y del

fin del hombre en el catecismo del Padre Astete.

Esta convicción de poseer la verdad le trajo muchos males a la Iglesia hasta el

Concilio Vaticano II. La respuesta del Concilio es: Dios se revela en la historia de

amor en la eclesía. El Evangelio es una vida, no una «summa» de verdades. De Dios

no se dispone.

6. No pudo mantener la unidad de la Iglesia frente a los protestantes.

*Teología y Tradición en confrontación con la Biblia.

La reforma protestante, con sus prolegómenos y sus infinitas parcelaciones

subsiguientes, se hizo enarbolando la Biblia contra las tradiciones, la liturgia y la

teología escolástica. El Evangelio inculturado en la cultura de la cristiandad se vio

cuestionado por la misma Biblia, leída por el hombre que estrenaba mayoría de

edad, y se produjo otro inmenso desgarrón en la Iglesia, contra la voluntad de

Cristo. Y la culpa no está solo de parte de los que enarbolaban la Biblia.

El Concilio de Trento, de la contrarreforma, estableció como principio perenne

que la Biblia debía interpretarse según el común sentir de los padres. Se imponía

como dogma de fe que debíamos atenernos a la inculturación que del Evangelio

habían elaborado los grandes Padres latinos y griegos. Esta orden del Concilio estaba

orientada a impedir todo cambio en la inculturación de Evangelio.

El Concilio Vaticano II, en cambio, rectificó esta posición. La norma suprema de

la fe cristiana ya no es el común sentir de los Padres griegos y latinos ni la

inculturación de la cristiandad sino la Sagrada Escritura unida a la Tradición. Y el

Magisterio está sometido a la Sagrada Escritura, ha dicho el Concilio Vaticano II.

No fue solo la lucha de Oriente y Occidente, ni de la Biblia contra la metafísica,

sino el conflicto entre la verdad hebrea y la verdad griega en el seno de la

cristiandad.

7 No respondió a los ideales de la revolución americana y francesa.

El grito de libertad americana; el grito de «Liberté, egalité, fraternité,» de la

revolución francesa, el grito de libertad de nuestras naciones americanas contra el

monarca español, se hizo contra los poderes sostenidos por la Iglesia, se hizo contra

«l‟ancien régime» de la monarquía, sistema político ideal para la Iglesia y sus

aliados. La revolución fue contra la Iglesia, y, de todas maneras, a pesar de la

Iglesia. La cristiandad estaba apoyada en «el antiguo régimen», y viceversa. Pero

contra todo lo que representaba el catolicismo, se levantó la revolución francesa,

precedida y prolongada por las revoluciones americanas.

La monarquía, heredera del imperio romano, se consideraba como forma ideal de

gobierno, según el proyecto político de la cristiandad. El Concilio Vaticano II ha

declarado la libertad religiosa y definido la justa autonomía del orden creado frente a

la fe cristiana, de la cultura, las religiones, las ciencias, la política.

8. No respondió a los retos de la modernidad como adultez del hombre

La mayoridad del hombre se simbolizaba en el mundo antiguo y medieval por la

manumissio, mancipatio, o imposición de la mano, según el viejo derecho romano

del orden establecido. En la modernidad, dice Kant, la liberación y la adultez del

hombre se fundan en la valentía «para utilizar el propio entendimiento, sin dejarse

guiar por los demás». (Im. Kant, Was ist aufklärung, en Werke (Ed. W.

Weischedel, parte 9, Darmstadt,1963. Hombre emancipado y libre es el que en todo

momento hace uso de su entendimiento. La ilustración y la crítica de la religión

nacida de ella, Feuerbach, Marx, Freud, con la revolución francesa, son el principio

de la emancipación de la libertad: derechos humanos, abolición de la servidumbre,

democracia participativa, defensa de los minorías, derechos humanos en las nuevas

constituciones.

*Evangelio para América Latina

El descubrimiento, la conquista y la colonización de América Latina por los

ibéricos, españoles y portugueses, se cumplió con todos los ímpetus de la Edad

Media, al despuntar la Edad Moderna. La Iglesia se puso en marcha en el Nuevo

Mundo cuando estaba en todo su esplendor la cruzada contra la reforma protestante.

De modo que el faro que iluminó la inculturación del Evangelio en América Ibérica

fue el Concilio de Trento, de la contrarreforma.

La cultura europea del catolicismo se trasplantó a América. Vivimos durante estos

siglos en contra de la Reforma protestante, en contra de la modernidad en filosofía y

teología, en contra de los ideales de la revolución francesa, y en contra de la ciencia

moderna. Nuestro subcontinente es muy católico a la manera de la cristiandad pero

alejado del evangelio en su vivencia.

La modernidad, a partir de la revolución francesa, se fue expresando por ideologías

mesiánicas, con programas completos de bienestar para la humanidad: liberalismo,

socialismo, comunismo, nacional socialismo. El mismo cristianismo fue visto como

otra ideología más, que entró también en crisis, y se consumó, para honrar un

símbolo, con la caída del muro de Berlín.

Solo el Concilio Vaticano II planteó, a mediados del siglo XX, el cambio de

mentalidad de la Iglesia católica. El Concilio estableció la justa autonomía del orden

creado, de la cultura, la filosofía, y las ciencias humanas. El cristianismo no es un

proyecto político, aunque origina la mejor de las políticas. Le quita futuro a la

Iglesia su unión con un proyecto político determinado o con una ideología.

9. No respondió a los retos de la ciencia moderna de la evolución y del espacio-

tiempo en expansión.

Las religiones se expresaron con un universo simbólico de tipo mítico para el hombre

pasivo de la antigüedad. Por eso, al imponerse durante los últimos siglos la

mentalidad científica, la razón ilustrada por la ciencia desplazó la religión. Y en este

desplazamiento quedó involucrado también el cristianismo como religión.

La cristiandad también fracasó en sus relaciones con la ciencia y con el hombre

secular. Incluso la fe en Dios va perdiendo terreno, mientras la fe cristiana queda

marginada.

La metafísica y todo el universo ideológico de la cristiandad es opuesto al gran

paradigma de la ciencia que es la evolución permanente y infinita de la materia, de

la vida y de la historia humana, y de a relatividad. Evolucionan átomos, genes y

memes. Buena parte de los documentos de los pontífices en los últimos siglos se

dedican a condenar los errores que trae el libre pensamiento, y se mantienen en

conflicto con la ciencia, y solo en el concilio se oficializó la norma de la autonomía

de la ciencia y la fe.

10. No responde a los retos de la globalización, y de la mesa redonda de la

internet o la web, en alas de las radiaciones que circundan el universo.

El ideal de la Lumen Gentium es que la Iglesia sea servicio y comunión en su

interior, y para todas las naciones signo e instrumento de unidad. Pero la

cristiandad no ha conseguido ser ese sacramento e instrumento de comunión entre

todos los pueblos.

Parece ser que el signo y sacramento de unidad es una red misteriosa de

radiaciones, existente desde los prime-ros cinco mil millones de años luz, y que solo

ahora estamos utilizando para llevar nuestra voz, nuestros sentimientos y nuestras

imágenes a velocidades inimaginables, y que llamamos la internet. ¿Cómo puede

ser la Iglesia ámbito de comunión para los cristianos, y modelo de comunión para

los de fuera, el resto de la humanidad?

3. DEFINIR LA IGLESIA DESDE LA MISIÓN, DESDE LOS DESTINATARIOS: TODOS LOS

HOMBRES Y CULTURAS Jesús se deja definir desde sus interlocutores, desde los necesitados, desde sus

discípulos y sus amigos que le piden amor. Yo, como discípulo, me defino desde el

necesitado de mi amor, desde el que me pide que le lave los pies. Dios, como Dios para nosotros,

en Jesús, quiere definirse no desde Dios sino desde el destinatario de la salvación, los hombres y

mujeres.

1. Ante las tareas no cumplidas o mesianismos fracasados, cómo redefinir la

Iglesia.

Ante los fracasos, unos dicen: sigamos luchando para conseguir el éxito de la

misión, porque nuestras opciones se fundan en la fe que no se puede negociar. No

podemos claudicar, aunque no tengamos éxito. Nosotros hacemos lo nuestro. El

éxito lo da Dios. Prediquemos el evangelio con fe y demos la vida en el empeño,

como la han dado millones y millones de pastores y miles de santos canonizados,

durante quince siglos.

Otros dicen: pidamos perdón por las faltas cometidas y sigamos intentando

esfuerzos más vigorosos de evangelización que es intentar de nuevo lo mismo. La

nueva evangelización es otro colosal intento de insistir a tiempo y a destiempo con

el evangelio de la cristiandad.

Otros podemos decir: No nos extrañemos de los fracasos. Jesús nos enseñó a

aceptar los fracasos. Una teocracia, una pretensión de un orbe evangelizado, un

cambio general de estructuras pecaminosas e injustas, fracasó en manos de los

grandes profetas de Israel, y fracasó en manos de Jesús como mesías rey. Según el

programa vetero-testamentario, Jesús se llevó un rotundo fracaso. Y por aceptar este

fracaso y cambiar, lo asesinaron. Jesús reconoció y aceptó fracasar, y aceptó la

muerte voluntariamente. Sabía que si cedía, y bajaba de la cruz, para hacer milagros

y conquistar adeptos, no cumplía la voluntad del Padre, y no nos redimía.

*Jesús fracasó como Mesías

No queremos caer en la pretensión ingenua de juzgar a la Iglesia o a los santos. Lo

único que deseamos es ser discípulos de Jesús leales, según el Nuevo Testamento, y

fieles a la Iglesia del Concilio Vaticano II.

El primero que nos enseñó a mirar los fracasos de frente y a aceptarlos fue Jesús.

Como judío y como profeta, Jesús comprendió que el método de la alianza de

Moisés fracasa en el intento final. Sirve como pedagogía para una parte del proceso,

pero no culmina ni llega a dar los frutos que Dios espera. Basta leer la parábola de

los trabajadores que toman en alquiler la viña. Producen jefes asesinos. Los

legalistas y religiosos pueden convertirse en asesinos, y pensar que dan gloria a

Dios (Juan 16,1-3). En resumen, una teocracia produce algunos frutos pero no

produce los frutos que Dios quiere, a juicio de Jesús. La viña que fracasó en manos

de los labradores, se entregará a la eclesía que dará frutos finales deseados por Dios,

proclama Mateo. Solo las eclesías como reino de Dios querido por Jesús no

fracasan.

2. Es de asombrosa fecundidad el cambiar de pregunta sobre la Iglesia.

Antes del Concilio la pregunta era: ¿Qué decidió Dios sobre Jesús y sobre la

Iglesia, qué poderes le dio a Jesucristo y qué poderes le dio a la Iglesia, qué debía

mandar la jerarquía y qué debían obedecer los simples fieles? La respuesta era: todo

poder se le dio al Papa, sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

El Concilio cambió la pregunta: ¿A quiénes nos envió Jesús? Ahora partimos de la

misión: Cristo es luz para las naciones, “lumen gentium.” Miremos a las naciones.

¿Para quiénes es la Palabra de Dios: “Dei Verbum”? Es Palabra de un Padre para

todos los hombres y mujeres.

¿Para quiénes es la Buena Nueva de la salvación que Dios ofrece en Jesucristo

hoy? ¿Qué impide llegar a ellos? ¿Cómo cumplir hoy las tareas no cumplidas por

los discípulos en las cristiandades?

Los discípulos de Jesús, hoy, deben quitar todas las talanqueras y todos los muros

que impidan la llegada de la luz a cada hombre. Jesús lo que hizo fue derribar los

impedimentos que tenía el judaísmo para llagar hasta los más apartados. Jesús quiso

ser mesías, cumplir los deseos no solo de Israel sino de todas ls culturas. ¿Las

normas judías inspiradas por el Espíritu Santo, o los ritos, o las costumbres más

sagradas son impedimento? Suprímanse, dice Jesús. Lo mismo hicieron los

apóstoles en el primer concilio de Jerusalén, y lo mismo explicó Pablo de manera

maestra. Somos libres para el amor y el servicio.

3. Comunidad de contraste o alianza con los poderes

Los discípulos de Jesús ni se aliaron con el establecimiento judío ni con el imperio

romano, a fin de impulsar las eclesías. Si hubieran hecho una «joint venture»

también hubieran fracasado. La teología de las verdades y de las leyes y códigos,

que pretende construir un orbe católico, o la teología de liberación que, por la

opción por los pobres y las clases desheredadas, intenta cambiar las estructuras

injustas para construir una nación justa, es normal que fracasen. El fracaso de los

mesianismos es parte de nuestra fe y del misterio de la cruz. Pablo, en la carta a los

gálatas, llamaba malditos a los que querían seguir insistiendo en los esquemas

legalistas de autoridad y obediencia, de ley y de transgresión, propio de los judíos,

para imponerlo, desnaturalizando el evangelio de Jesús. Y escribió con vehemencia

las cartas a los Gálatas y a los Romanos, para exponer esta incompatibilidad,

después de haber regañado a Pedro, el cual no era coherente con el cambio de

sistema o alianza con Dios en Jesús y en el amor a los hermanos.

Con este libro, intentamos sintonizarnos con la Iglesia que, después de quince

siglos, se sometió a una autoevaluación en el Concilio Vaticano II, y celebramos el

acto de valentía con que ella deslumbró al mundo a mediados del siglo pasado.

La Iglesia puede renovarse si se mira a sí misma desde la misión, desde la fe

apostólica más normativa, y desde la filosofía, la cultura, la hermenéutica, la

teología y la práctica de hoy. Porque la Iglesia de hoy debe ser fiel a la fe

apostólica, fiel a la Iglesia querida por Jesús y fiel a los hombres y mujeres del tercer

milenio.

Nuestra tarea es mirar la humanidad con los ojos de la benevolencia del Salvador

enviado por el Padre, y vivo en su Iglesia, y proponer al interior de la Iglesia una

mesa redonda para compartir y debatir y crear los programas concretos de pastoral

del nuevo cristianismo. Hay que preguntar al hombre de la postmodernidad

occidental y a los hombres y mujeres de todas las culturas contemporáneas sobre lo

que esperan del Evangelio y de la Iglesia, y volver a hacer la pregunta al Nuevo

Testamento sobre lo que Dios ofrece, en Jesucristo y en la Iglesia, al hombre

posmoderno occidental, y a todos los hombres de todas las culturas actuales.

El Concilio Vaticano II expresó su conversión poniéndose la pregunta exacta: No

¿Cómo puedo ejercer los poderes que Cristo dio a Pedro? sino ¿Cómo puede ser

Jesús luz de las naciones, Lumen gentium, a través de la Iglesia actual? No partió

de lo que el Padre Dios ha hecho, ni de la encarnación de Hijo de Dios y de la

trasmisión de los poderes de enseñar, de gobernar y de santificar a la Iglesia, como

procedía la cristiandad, sino que partió del deseo de Jesús de llegar con su amor a

todos y cada uno de los hombres, mediante la Iglesia como signo, sacramento y

instrumento de salvación. Nosotros discriminamos la pregunta de los padres

conciliares en cuatro.

1. ¿Para quién es la Buena Nueva de Jesucristo en su Iglesia, hoy?. 2. ¿Cuál es

la oferta de la Iglesia según la fe de los apóstoles? 3. ¿Cómo se formula la fe de los

apóstoles según el Concilio Vaticano II? y 4. ¿Cómo se puede poner en acción

esta oferta de la fe de los apóstoles y de la Iglesia del Vaticano II en las estructuras

actuales de la Iglesia?

Una hermenéutica será válida solo si es respetuosa del hombre de hoy, fiel al

mensaje de Jesucristo, fiel a la Iglesia según el Nuevo Testamento y fiel al Vaticano

II.

La segunda pregunta la estamos respondiendo en otros libros; en especial en La

Propuesta de Jesús real e histórico, 1 y 2. El capítulo cuarto de esta primera parte

de este libro evoca la propuesta de Jesús vivida antes de la cristiandad. La tercera

pregunta se responde en el presente libro. La cuarta pregunta la hemos de

responder al finalizar este libro, en la página 319.

Por ahora damos algunos elementos para responder a la primera pregunta. ¿Para

quién es la Buena Nueva de Jesucristo en su Iglesia, hoy?

4. ¿Cómo puede ser Jesús la Buena Noticia para los hombres adultos, siete mil

millones, de toda la tierra? Desbandada religiosa.

Los fracasos de las cristiandades católicas y protestantes, el ocaso de las ideologías

y los cambios globales impuestos por la política y por la ciencia, que navega en las

radiaciones, han provocado una desbandada religiosa.

La filosofía moderna nos recordó que el hombre se liberó de la imagen de Dios,

fija e impuesta por los hombres, y empezó por conocerse a sí mismo y

responsabilizarse del mundo. Está ensayando ser adulto y no niño como en la

cristiandad. Y la ciencia abrió las ventanas para observar el universo, para que el

hombre se concentrara en la evolución y en su propia tarea creadora.

La teología hermenéutica se fue creando para responder a la modernidad en

Europa. Liberada del voto de obediencia a la cultura occidental y firme en la misión

que le confió Jesús, la Iglesia está dispuesta y alegre de estrenar catolicidad. Al fin

la Iglesia vuelve a redefinirse desde la misión. Se propone ser católica y presentar a

Jesús como Mesías para todos los hombres y culturas. El beneficiario en occidente

del amor de Dios, en la Evangelización nueva, es el hombre postmoderno, y deben

serlo todos los asiáticos.

Hemos comprobado que la cristiandad elaboró la inculturación del Evangelio para responder al

hombre de la premodernidad occidental. Ahora la misma Iglesia está gestando la respuesta fiel

para el hombre de la postmodernidad.

El desafío central, que la humanidad está planteando a la evangelización, es la

nueva comprensión que el hombre tiene de sí mismo, como fruto maduro del

universo en evolución, como persona humana, como proyecto existencial, como

cuerpo social creador de cultura y como protagonista en el fenómeno general de la

evolución. Es decir, el hombre con su nueva conciencia de historicidad y de

evolución.

De una concepción estática, del hombre y del mundo, estamos pasando al dinamismo de un

hombre consciente de su historicidad en el espacio-tiempo. Nuestra hermenéutica asumió

como tarea básica el recorrer de nuevo todo el proceso de la hominización. De la

obediencia como clave del hombre cristiano a la libertad en Cristo.

Una síntesis centralista sobre el hombre de la postmodernidad sería un

contrasentido y una burla para el espíritu de esta época, y por tanto, optamos por

describir con rasgos sobrios el mundo.

La propuesta de la cristiandad no fue hecha para el hombre moderno. Para la

cultura y religión tradicionales el hombre fue creado por Dios, pasivo, sin

mediaciones, en un momento. Para nosotros, los hombres se fueron haciendo unos a

otros, en mediación conflictiva, en procesos temporales inconmensurables, según la

ley de la selección natural. Para nosotros todo es distinto: concepto del hombre, de

Jesús, de la oración, etc.

5. El hombre adulto ante la oferta de la cristiandad. Mi hermano es mi ley

Esta parte puede leerse en una segunda lectura del libro.

El hombre contemporáneo, tanto de occidente con su ciencia como de Asia, se

desencanta de la propuesta de la cristiandad. ¿Por qué no logramos atraer al hombre

postmoderno con la fascinación de la Buena Nueva? ¿Por qué nuestra hermenéutica

pastoral de la Biblia no es acogida como Buena Nueva de salvación integral? ¿Por qué

tantas personas buscan lo que ofrecen los grupos religiosos libres o la Nueva Era?

¿Estamos ofreciendo en nuestras parroquias lo que el hombre actual espera?

Para empezar, interrogamos a los hombres de nuestro tiempo sobre sus expectativas y

temores. He aquí un posible esquema para analizar a nuestros contemporáneos

1. Campo económico

La acumulación escandalosa de los bienes, creados por Dios para todos los hombres, y la

pauperización progresiva, hasta la deshumanización, de grandes masas humanas,

estructuralmente marginalizadas, es un hecho que caracteriza nuestra situación. El

problema se va agudizando y los millones de pobres se van multiplicando año tras año en

América latina, según las estadísticas.3

La lucha económica Norte-Sur, el espiral de endeudamiento del tercer mundo, la

propiedad privada de la tierra y de los medios de producción, las industrias que más dinero

mueven, las armas para matar, la droga, el juego y la pornografía. Son dimensiones de la

inmensa brecha entre ricos y pobres. De ahí se sigue el irrespeto a los derechos de cada

persona: a la vida, a la salud, a la vivienda digna, al trabajo. Este irrespeto culmina en la

opresión de las personas y en la ofensa a su dignidad. 4

Esta situación, por otra parte, está sancionada y legitimada por las leyes e instituciones, y

está defendida por las armas oficiales, lo cual configura un estado que podría llamarse de

violencia institucionalizada.5 Y aquí está la vinculación indisoluble entre lo político y lo

económico con la corrupción inherente.

Este problema lo contemplamos en pueblos cristianos y católicos, de bautizados en la

Iglesia de Cristo. Los que esclavizan se dicen cristianos, lo mismo que los oprimidos. Esta

consideración intraeclesial no puede dejarnos olvidar que la inmensa mayoría de pobres del

mundo pertenece a otros credos, y que a través de todos los pobres del mundo nos interpela

el Señor. Los pobres del mundo entero nos están preguntando por qué los cristianos, que

han tenido en sus manos la dirección del mundo, no han vencido la injusticia, y al contrario

se han dejado vencer por el materialismo, el consumismo y el ateísmo práctico. Es el gran

reto de los pobres del mundo entero a los cristianos, que está pendiente al correrse el velo

del segundo milenio. 6

Las tremendas estructuras sociales, estatales, económicas, industriales y tecnológicas,

potenciadas por el cerebro electrónico, del capitalismo siempre redivivo, esclavizan tanto a

los pobres como a los ricos, y desembocan en recortes inhumanos al hombre y a su libertad

constitutiva, en manipulación incluso genética, en secularismo y en ateísmo práctico. Por

eso, en los grandes foros mundiales se tratan temas como la ecología o la revolución verde,

o la aplicación de la ingeniería genética a la agricultura.

Esta realidad sale a flote en tensiones como las siguientes, catalogadas por Pascal Lamy:

Tensión población < > crecimiento: nivel de vida y aumento demográfico;

Tensión entre la libre competencia < > la regulación del estado. La competencia regulada

crea conflictos que deben regularse;

Tensión medio ambiente < > desarrollo. El desarrollo no puede planearse en abstracto

sino de acuerdo con las necesidades de las masas;

Tensión preferencia individual < > preferencia colectiva. Es el gran dilema que afronta la

democracia, único sistema que regula los valores personales con el progreso colectivo. 7

La interpelación a la pastoral, de alcance inconmensurable, se puede resumir en esta

pregunta: ¿Ofrece Jesucristo un proyecto operativo de solidaridad para todos los hombres?

¿El único proyecto posible era la cristiandad?

2. Campo educativo-cultural

Lo cultural abarca todos los aspectos humanos, pero aquí consideramos el campo que,

antes, se llamaba cultural y educativo.

El mundo premoderno se caracterizó por la unidad cultural de los grupos sociales, en la

cual se insertaba la religión. Recordemos el adagio creado con esa mentalidad: “Cuius

regio eius et religio.” para cada región una religión. Esta unidad entre evangelización e

imposición de una cultura es nota característica de la evangelización en la premodernidad.

La unidad cultural, creada por la cristiandad, ha desaparecido y ha dado lugar al más

desconcertante e invaluable pluralismo cultural. La cultura está atomizada, pero, al mismo

tiempo, globalizada. Los grupos humanos que hoy reciben el Evangelio carecen de cultura homogénea,

aunque se denominen blancos, indios, mestizos o negros.

Los medios de comunicación constituyen una posibilidad inconmensurable de creación de

nuevas culturas, de difusión de las mismas y de enriquecimiento cultural. Los mismos

medios, que se difunden en alas de los satélites, los medios informáticos, por otra parte,

promueven arrollador coloniaje o invasión cultural. La informática se ha convertido en el

cerebro central de la nueva cultura. Y de ahí la carrera vertiginosa hacia la globalización.

3. Comunidad sociológica

La época premoderna se caracterizó por la estabilidad social y el domicilio permanente.

Todo el territorio de la cristiandad estaba parcelado para asegurar el ámbito comunitario.

La comunidad de base sociológica generaba la clara identidad de las personas y su

seguridad, como útero social generador de madurez personal en un estilo determinado. La

religión se integraba en este conjunto cultural y social, y la cristiandad se parcelaba en

diócesis y parroquias.

Las pequeñas poblaciones tradicionales de Europa y de muchas partes de América,

consolidadas alrededor del templo, eran verdaderas comunidades de base, con núcleo

religioso y con dimensiones económicas y políticas. La religión se incrustó en una

organización social y cultural que abarcaba todos los aspectos del hombre. Eran verdaderas

comunidades de base sociológicas y religiosas, y eclesiales según los casos. El individuo se

encontraba allí consigo mismo, con los otros y con el mundo en una cultura religiosa y en

familias inmensas y complejas.

En la sociedad actual, el individuo se aliena y frustra por la falta de familia y comunidad

de base. Los parámetros de identificación, los factores de moldeamiento de las personas

dentro del útero social, quedan a merced de la libertad individual o de presiones de otros.

Uno de los grandes problemas de nuestra época son las migraciones, que contribuyen a la

desubicación generalizada, creadora de neurosis. Y no solo del tercer mundo hacia

Occidente sino dentro de la misma Europa.

El hombre postmoderno sufre la enfermedad de la soledad, porque carece de comunidad

de base. Más aun, carece de hogar. Es lo que se ha llamado «pérdida metafísica del hogar»

(“homelessness”). El hombre postmoderno no logra sentirse en casa ni en la sociedad, ni

consigo mismo; podríamos decir que ni en el planeta tierra 8

4. Campo político

El hombre premoderno no ejercía la política como lucha por el poder. El poder estaba en

manos de la monarquía, considerada el sistema político ideal, avalado por la revelación

divina. El ideal cristiano en política era la monarquía. Esta se fundamentaba en el Dios

uno, a través de la imagen de la Iglesia. Al monoteísmo correspondía la monarquía, y, al

mismo tiempo, la virtud fundamental era la obediencia.

La época moderna provocó tremendas transformaciones en este campo con la irrupción de la democracia.

Lo refrescamos hace pocos años al celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa.

El contexto de la lucha por los derechos humanos fue el de la revolución liberal burguesa,

según el mismo J.Locke,11 orientada fundamentalmente a defender la propiedad privada

como base de la libertad.

El hombre postmoderno es político, aunque se ve abrumado por la magnitud del estado o

por la convicción de que no se puede cambiar nada. La persona humana está en juego ante

magnitudes de monstruosidad mítica. Los grandes foros políticos eran sobre la guerra y la

paz, pero ahora hemos entrado en un mundo cualitativamente nuevo, y los foros son más

bien sobre el desarrollo o el equilibrio ecológico global o regional.

5. Campo religioso y ético

El hombre premoderno centraba su mundo en Dios (dioses); y, a la luz de la fe cristiana,

en el Dios único ("De Deo Uno"). Este Dios se veía en la naturaleza: “Natura sive Deus”.

La revelación del Dios único la tenemos en la Naturaleza. La religión era la base de la

legitimidad del orden político, del orden moral y del orden social. Peter Berger llama esta

clave religiosa el baldaquino sagrado, en cuyo interior se desenvolvía toda la vida social.

También se ha hablado del encantamiento de la naturaleza.

El hombre moderno exalta la razón por encima de la vida pública, de la influencia

religiosa y del control de la Iglesia. Desmitizó la naturaleza: dejó de ver en ella una

revelación de Dios, y la consideró como campo de la propia acción y dominio. La

naturaleza ya no es Dios. Las explicaciones que le satisfacen no son las trascendentales sino

las científicas. Es la secularización. El desencantamiento de la naturaleza. En lugar del

baldaquino sagrado está la Jaula de Hierro, de Max Weber. 9 Los símbolos religiosos son

restos de superstición y deben ser reemplazados por las ideas claras y “distintas” (precisas,

decimos en castellano), de la modernidad.10

Pero los fundadores de la modernidad no eran ateos: Copérnico, Galileo, Kepler, Newton,

Descartes. El mismo Voltaire no era ateo. No iban contra Dios sino contra ciertas formas

de religión que algunos llamaban superstición.

6. El hombre y la mujer contemporáneos: claves de comprensión en un esquema

pedagógico

Continuemos con nuestra pregunta sobre el hombre contemporáneo.11 Es prematuro

definir al hombre contemporáneo, pues la posmodernidad se caracteriza por su

provisoriedad. La pretensión de definir y dogmatizar es propia del hombre premoderno y

moderno.12 Hoy, en lugar de las ideas claras y precisas de un francés, otro galo argumenta

en favor de «el pensamiento complejo», 13 y en lugar de los primeros principios

inconmovibles, un italiano nos predica «el pensamiento débil» 14 Los rasgos del hombre

postmoderno se van definiendo con la decadencia de los grandes proyectos sociales

surgidos de la modernidad, cuyo punto final es el año 1989. Sin embargo, para

entendernos, nos conviene caracterizar, en sus perfiles más claros, a ese hombre que nos

encontramos todos los días en nuestra acción pastoral, en las grandes ciudades de este

Continente. 15

Para organizar las ideas sobre el hombre contemporáneo, nos podemos servir del si-

guiente esquema de corte hegeliano, que reviste aspectos filosóficos, teológicos y

pedagógicos. Como hipótesis, imaginemos al hombre premoderno de la cristiandad como

si fuera la tesis, el moderno la antítesis y el contemporáneo, la síntesis. Esto al menos nos

sirve para organizar nuestras ideas de manera pedagógica.

1 Hombre premoderno: filosofía antigua (Tesis).

Durante unos veinticinco siglos, desde Homero o Moisés, los seres humanos se labraron

unas certezas sobre el mundo, sobre Dios y sobre el hombre. Durante los diez primeros

siglos, hasta el cristianismo, podemos decir que se encantó con el mito y, con las escrituras

sagradas.

En el siglo axial de la historia, 500 a.C., con Lao-tse, Confucio, los profetas de Israel, los

presocráticos y sus sucesores, los budistas, la humanidad superó el mito y quiso humanizar

la religión con el discurso y el logos. La inconmensurable conquista del hombre fue el

consignar, mediante la escritura y el alfabeto, las propias ideas en los libros escritos a

mano, que luego fueron conservados en monasterios, y se imprimieron y divulgaron al

final de la era premoderna. En los últimos quince siglos la cristiandad perfeccionó la

síntesis genial de la civilización occidental. Las doce grandes religiones se pueden

considerar definidas antes del siglo XVI, comienzo de la modernidad.

2 El hombre moderno (Antítesis).

La civilización occidental comenzó a cuestionarse desde el renacimiento. Los cinco últi-

mos siglos elaboran una especie de antítesis, con el predominio de la razón. El logos

desvaloriza los mitos, y los dioses huyen.

Podríamos establecer dos grandes épocas en filosofía de la Edad Contemporánea: (1ª) la

imposición de la razón y de la ciencia de lo observable, y (2ª) el proceso de creación de

los grandes proyectos políticos lanzados por la modernidad: socialismo, comunismo,

liberalismo, nacional socialismo. La clausura de esta época puede ubicarse en el año 1989,

derrumbamiento final de estos proyectos mesiánicos de dicha para el hombre.

El hombre moderno tiende a aceptar la secularización como un éxito del hombre, y

reforzar el receso de todo lo religioso. Cuestiona, como lo hace un gran sector de la

sociedad, la bondad de la religión tal como la proclaman las jerarquías oficiales de las

Iglesias. Esta es una de las características de la época posmoderna. Es el desengaño y

desilusión del ritual religioso practicado por siglos, pero aceptando a Dios como Creador y

ser Supremo, legislador moral y Remunerador. Cada uno decide su religión o su forma de

encontrarse con el Trascendente.

Sin duda, lo religioso le ofrece menos seguridades, y prefiere confiar en la ciencia, y

despreocuparse de la muerte, que lo tuvo asediado durante la época de la cristiandad.

3 El hombre postmoderno (Síntesis).

El hombre de la segunda mitad del siglo pasado está desencantado de la modernidad.

Testigos los acontecimientos de Europa en el 1989; pero tampoco se casa con los ideales

premodernos. Está abierto a una nueva síntesis, que se va gestando con optimismo; o toma

una dirección de escalada hacia el individualismo, de gozo en la transgresión de lo esta-

blecido, de indefinición y de versatilidad. He aquí algunos rasgos claros.

7. Rasgos generales del hombre contemporáneo

1 Caída de las hegemonías y opción por el pluralismo.

La premodernidad tenía tal hegemonía que se pudo hablar de una civilización occidental,

capaz de imponerse en todo el mundo. Esta hegemonía tenía diversas facetas como la

escritura como mitificación del símbolo, o la metafísica como mitificación del "logos". El

cristianismo perfeccionó la síntesis genial de la civilización cristiana occidental con el

dogmatismo, la tradición clásica, la filosofía perenne, la cultura occidental, etc. La

modernidad pretendió derribar esa hegemonía pero quiso imponer otros dogmas y otras

ideologías sociales muy seductoras.

El hombre postmoderno no acepta ni la hegemonía dogmática de la civilización

occidental ni las diversas hegemonías ofrecidas por la modernidad, y ha optado por el

pluralismo. Ha legitimado la alteridad, la “diferencia”, la «heterodoxia», y considera la

existencia como espacio cruzado de proyectos múltiples.

Así se explica el desencanto y la nostalgia. Los ideales creados por la premodernidad no

funcionan, pero los valores e ideologías de la modernidad tampoco. Queda la desilusión y

la añoranza. Estas actitudes tan profundas se somatizan y se traducen en stress, pesimismo, depresiones,

en neurosis que necesitan psiquiatra.

El contemporáneo es pluralista y provisorio, antidogmático y antihegemónico, mezcla la

permisividad con el fundamentalismo ético, el hedonismo con la responsabilidad ecológica,

el uso de la técnica con el odio contra los estragos de la supertecnificación.

De ahí su opción por una ética de la provisoriedad. El hombre posmoderno, al ubicarse en

semejante encrucijada de perspectivas y valores, carece de una ética definida y se casa con

la dependencia y el confort, con la seguridad.

Deja la metafísica porque siente mejor con el pensamiento «complejo», con el «pensiero débole,»

o el pensamiento «líquido.»

La consecuencia de esta revisión es la renuncia a planear el futuro. El fracaso de los

proyectos hegemónicos y dogmáticos ha llevado al hombre posmoderno a desistir del

futuro y a contentarse con el presente, y a relajarse pasando la existencia entretenido y

matando el tiempo con un revólver o con un televisor.

2 Individualista, personalista (celoso del respeto a la persona) y autónomo

En la era premoderna, el hombre descubre el valor de su pensamiento verbalizado y

escrito. En la moderna se exalta al hombre y su racionalidad lógica. Pero está sometido a

esa misma racionalidad. En la era postmoderna se siente liberado de los cánones de la diosa

razón, y se declara autónomo. Rechaza lo establecido, exige razones, se entrega a la

sociedad permisiva o hedonista, o al narcisismo que reduce la existencia a lo individual.

Los psicólogos quieren remediar los males del alma elevando la autoestima.

En la globalidad y hegemonía premoderna y en el racionalismo moderno se cultivó, de

manera arrolladora, el individualismo. Cada individuo era responsable ante Dios y ante la

autoridad humana. En la modernidad se decía: todos son iguales y libres ante la ley. Esta

forma de ser hombres imprimió carácter imborrable.

Este individualismo está caracterizando también al hombre postmoderno, como una

conquista de la propia autonomía racionalista. De ahí que rechace todo lo que pueda frenar

el autodesarrollo, se rebele contra el tejido social y el tejido institucional y se entregue a la

nostalgia de una sociedad hedonista y permisiva. Eso se puede llamar narcisismo, como

reducción de la existencia a la esfera de lo individual. El tema de los psicólogos es la

autoestima.

3 Sin entorno confiable, sin hogar, angustiado.

Las comunidades tradicionales que brindaban seguridad a cada individuo, se han res-

quebrajado. No hay ni «polis», ni pueblo, ni aldea, ni barrio, ni «familia» con

paterfamilias, ni siquiera parroquia, que le brinden ambiente confiable. No encuentra hogar

(“homelesness”) ni confianza..

Ha perdido las seguridades propias de la vida gregaria, tribal, feudal, monárquica. Hoy se

lo lanza a la vida y se le advierte: sálvese quien pueda. Las autoridades monárquicas ya no

cuidan de sus súbditos con paternidad responsable. El 50 % de los latinoamericanos está en

la pobreza, y vive en la angustia.

4 Fundamentalista

Veinticinco siglos de premodernidad parece que imprimieron “carácter” en el fenómeno

humano. Hicieron al hombre. Por eso es comprensible que el hombre postmoderno,

desencantado de lo moderno, quiera volver a lo premoderno, sin dejar de ser postmoderno.

La manera como lo premoderno se fijó para siempre fue el lenguaje, en sus múltiples

expresiones o modalidades, verbales o no verbales. Por lo mismo, la pretensión del hombre

para volver al mundo premoderno, se facilita aferrándose al lenguaje. Este fenómeno de la

postmodernidad ha recibido adecuadamente el nombre de fundamentalismo. Aquí se

inscriben los fundamentalismos islámicos o protestantes y los integrismos católicos.

El hombre premoderno buscó seguridad en su propia creación: el símbolo lingüístico

formulado, en el «mito» o en el "logos". Desde el punto de vista religioso, en las Escrituras

Sagradas. En la era moderna, el cristiano logró formular sus dogmas, valores y signos,

contra los racionalistas.

El postmoderno se siente inseguro y busca refugio en el fundamentalismo: así asistimos a

una racha de fundamentalismos en el Islam, en el Judaísmo, en el Protestantismo, y también

en el Catolicismo, etc.

Esta tendencia a mantener la religiosidad del hombre premoderno, en medio del mundo

postmoderno, sin buscar la síntesis entre la premodernidad y la modernidad, es clara en la

religiosidad salvaje que asume miles de formas, fuera y dentro de todas las iglesias, y se

caracteriza por el fundamentalismo. Se atiene a lo establecido y definido, sea en las

escrituras sagradas, sea en las tradiciones mantenidas a lo largo de siglos.

5 El reencantamiento

Como reacción contra el racionalismo y el enamoramiento de la modernidad por las ideas

claras y precisas ("distintas", Descartes), el espíritu postmoderno ha vuelto al hombre

premoderno, en ciertos aspectos fundamentales como el lenguaje simbólico: el hombre que

se proyecta en lenguajes y mitos. Pero el lenguaje simbólico-realístico de la

premodernidad, asume nuevas formas, como la ciencia-ficción, la novela-ficción, la droga

como viaje imaginativo, el espíritu iconoclasta que sustituye unas imágenes por otras. Así

regresa toda la semiótica de la religión. Volvemos a estar abiertos al mundo, a lo sensible y

al símbolo

Después del racionalismo, el hombre ha retornado al cuerpo, a lo sensible, al mito y al

símbolo religioso. Se habla ya del reencantamiento del mundo.

6 Creyente en Cristo

A Jesucristo lo ubica cada época. También la postmodernidad tiene su concepción de

Cristo. Es la tendencia a aceptar la secularización de la modernidad, pero con revisión

profunda en las fuentes de la revelación, para purificar la fe cristiana distinguiendo

Evangelio y cultura. La secularización, según esta tendencia, es querida por Dios, más

aun, guiada por la revelación de Dios que se realiza en la historia, y no solo en la natu-

raleza. Se complace en reconocer la justa autonomía del orden creado. 4 De ahí la

aceptación de la secularización como madurez del hombre, con conciencia crítica y

libertad filial delante del Padre. El hombre postmoderno se reconcilia con el lenguaje

simbólico, y así posibilita el retorno a lo religioso.

El protestantismo hace una buena síntesis entre individualismo, fundamentalismo y

cristianismo. Adolfo Harnack, también fruto maduro de la modernidad, pone la esencia del

cristianismo en la relación personal con Dios. El individualismo es condición del

protestantismo y fruto del mismo. En 1841 aparece el libro programático para un sector de

la modernidad, «La esencia del cristianismo», que se asume como una religión, proyección

del hombre, “Homo homini Deus”. de ahí, supresión de la religión, por el humanismo ateo

(Feuerbach), mediante el socialismo ateo (Marx), o por la ciencia atea (Freud). En 1900

aparece el libro de Harnack, La esencia del cristianismo.

7 Esquizofrenia religiosa

Al desvanecerse el ámbito de la cristiandad donde todo se explicaba mutuamente entre lo

religioso y lo civil, ahora se encuentra dividido: la religión queda para el ámbito personal e

individualista, y para el ámbito civil funcionan los valores del mundo. A veces cree en la

iglesia propia, a veces las iglesias han perdido la confiabilidad. El postmoderno cae

dividido en una nueva esquizofrenia.

8 La desbandada religiosa

Recordemos la clasificación que hicimos en el volumen 12, Panoramas, de todos los

participantes en la humanidad como buscadores de Dios, con cinco rumbos o cinco caminos

de los hombres hacia la propia beatitud y hacia el pleno sentido de la vida. Imaginemos así

la humanidad de hoy que busca su autorrealización por cinco caminos.

La cristiandad hace todo lo imaginable para interpelarlos y atraerlos con una generosidad

que no tiene límites; pero, con la misma radicalidad, la modernidad ofrece al hombre el

propio camino de felicidad. Y con todo, el hombre no encuentra su felicidad en los ideales

de la cristiandad ni en los de la modernidad, y emprende las cinco vías.

1. Los fieles a la Iglesia católica, renovados según el Concilio Vaticano II: Católicos

conciliares.

2. Los que prefieren la Iglesia tradicional, fieles a la inculturación realizada desde el

siglo quinto: Católicos integristas.

3. Los que quieren ser fieles a Jesús, según textos bíblicos, pero no en la Iglesia católica:

Fundamentalistas protestantes.

4. Los desencantados de las iglesias y cultores de las infinitas modalidades de la nueva

era: New agers.

5. Los que rechazan la religión y se entregan al materialismo cerrado: Materialistas

exclusivistas.

Esta tipología debemos completarla con un estudio amplio de las otras grandes religiones

como el budismo, del hinduismo, del islamismo, del jainismo, de los sichks y de todos los

demás. (Otra manera de tratar este asunto lo tenemos en la «Misión parroquial en medios

informáticos, videos 1 a 4»).

Después de escuchar lo que se dice del hombre postmoderno y contemporáneo,

retomemos el ritmo de pensamiento que iniciamos en los dos primeros períodos del

recorrido.

La filosofía, ya no ensimismada sino por la fuerza de las ciencias y tecnologías

modernas, nos está diciendo que lo repensemos todo desde el comienzo. Repasemos unas

pinceladas de lo que nos dicen las ciencias modernas, para que asimilemos las bases que

hemos puesto en el estudio de los seis períodos del proceso.

Nos estamos haciendo. Dios no hizo al hombre y la mujer sino que los está creando a

través de ellos mismos y en las relaciones que ambos ejercen entre sí y con el mundo.

La definición de los seres humanos como Dios los quiere apenas se nos está revelando.

El paraíso es un proyecto. El paraíso terrenal, y Adán y Eva que lo disfrutan, es una

aventura común de Dios con nosotros, que está en obra negra, y va avanzando en toda la

humanidad, pero solo en Cristo resucitado vivenciado en la comunidad de amor por el

Espíritu aparece terminado y listo, en cuanto es posible sobre la tierra.

Sobre este punto remito a los dos libros «La evolución, el milagro universal del Dios

bueno». y «La antropología del Padre Jesús» Volúmenes 13 y 1

4. MODELOS ALTERNATIVOS. LAS ECLESÍAS DE LOS SIGLOS IIº Y IVº, INSPIRACIÓN

PARA LAS REFORMAS DEL CONCILIO VATICANO II.

Al comprobar que muchas flaquezas de la Iglesia se explican por su doble alianza

con el poder del imperio romano y la metafísica griega, surge espontánea la

pregunta ¿Cómo cumplieron las tareas puestas por Jesús las eclesías de los siglos

IIº a IVº, antes de dichas alianzas? Esta antigua tradición apostólica puede inspirar

la puesta en práctica de las reformas del Concilio Vaticano II. 16

Como pastores de la religión católica, hagámonos con todo su dramatismo esta

pregunta: ¿Qué le ofrecemos nosotros a este hombre actual como Buena Nueva?

La siguiente pregunta lógica es : ¿Qué le ofrecería Jesús real e histórico? Como esta

pregunta solo se puede responder al final de nuestro estudio teológico, de

crecimiento personal y de pastoral, intentemos responder otra pregunta: ¿Qué

ofrecían a los humanos del ámbito del imperio romano las eclesías de los primeros

siglos? Esta pregunta comienza a tener respuesta en esta cuarta parte.

Para dimensionar el alcance tan grande de esta cuarta parte, quiero evocar cinco personas muy

estimadas: 17 El padre Ricardo Lombardi, con el Mundo Mejor, soñaba un mundo

transformado después del concilio; el papa beato Juan Pablo II pedía a la Iglesia que

le sugiriese cómo se podía ejercer el primado de Pedro; el padre Bernardo Häring

ansiaba que las cosas fueran de otra manera en la Iglesia actual; el padre Alfonso

Llano escribe su confesión de fe crítica después del Concilio Vaticano II, y el padre

Hans Küng sugiere grandes cambios a los obispos y a la Iglesia.

Si estudiamos en serio esta cuarta parte, le podemos responder al Padre Lombardi:

Sus sueños por una Iglesia nueva se superan con la realidad vivida por las

comunidades postapostólicas; al papa Juan Pablo II, le recordamos que mientras las

eclesías postapostólicas inundaban el imperio romano hasta la remota Anglia, no

había curia romana ni Ciudad del Vaticano ni el papa nombraba a los obispos; ni s.

Ambrosio, ni s. Agustín ni s. Cirilo de Alejandría, ni s. Basilio, ni s. Juan

Crisóstomo ni los Gregorio nacianceno y niceno ni mucho menos s. Ignacio de

Antioquía fueron nombrados por el Papa; el Padre Häring disfrutaría viendo la fe

cristiana vivida de otra manera; el Padre Llano vería cómo la fe en la encarnación,

en la resurrección, en el sacerdocio, en la Misa se expresaba en parte como la

sugiere su fe crítica, y para el Padre Hans Küng, la realidad de esas comunidades

supera la imaginación creativa posconciliar.

Lo que uno sueña con la renovación del Concilio Vaticano II ya se vivía de manera

espléndida en los primeros siglos de las eclesías cristianas. Es lo que vamos a

contemplar en las siguientes páginas, pero la dimensión completa solo se

comprenderá cuando nuestras parroquias se transformen en red de eclesías

apostólicas verdaderas.

Puede uno ver cómo se celebraba la eucaristía sin necesidad de centrar la atención

en la sangre del calvario, sin sentirse agobiados durante toda la celebración por los

pecados, por los cuales hay que ofrecer una víctima. Puede uno disfrutar de una

cristología desde abajo, centrada en el reconocimiento de Jesús como Mesías de

Israel, el «país: s» (siervo, muchacho hasta los 17 años) querido del Padre, el

Señor que nos da la salvación

*Carta a los Hebreos, 1ª de Juan, apocalipsis.

Hacia los años setenta y ochenta, el sermón a los hebreos le dice a la eclesía:

«Recuerden aquellos días primeros, cuando estaban recién iluminados y

soportaban contradicciones con valentía...No renuncien a esa valentía...» Como

quien dice, la norma de la fe es la vivencia de la comunidad primera. Y por los

años noventa y ciento, la Primera de Juan dice lo mismo con esa teología de los

cinco sentidos: «Lo que hemos visto con los ojos, y oído con los oídos, y palpado

con las manos, la experiencia de comunión fraterna original, eso es lo que les

predicamos.» La norma de la fe es la convivencia amorosa de los hermanos que se

aman y dan la vida los unos por otros. Esa es la palabra de vida. Lo mismo repite el

Apocalipsis cuando invita, hacia el año ciento, ¡a volver al amor primero!

Eso es lo que queremos predicar nosotros en esta cuarta parte. Queremos

examinar, al menos en visión panorámica, cómo vivían los cristianos la fe

apostólica, antes de Nicea (325), del Concilio primero de Constantinopla (381), del Concilio

de Éfeso (421) y del Concilio de Calcedonia (454).

Para los que vivimos el tiempo del Concilio Vaticano II, a mediados del siglo

pasado, el estribillo que más se repitió en el mundo entero, como la respuesta que

debíamos dar a todos los problemas, fue el volver a las fuentes. ¡Vuelta a las

fuentes!

Los textos preparados para el Concilio fueron esfuerzo espectacular de la curia

romana, hecho a plena conciencia y con la voluntad poderosa de imponerlo a toda la

Iglesia con la autoridad de un Concilio Ecuménico. El modelo era el sínodo romano

que reunió el beato Juan XXIII, previo al Concilio.

La Curia Romana, con los mejores hombres de las universidades, buriló, con

paciencia benedictina, la formulación adecuada de lo que pensaba la Iglesia de sí

misma, a la luz de los grandes padres de oriente y occidente, de la escolástica

esplendorosa encabezada por el Angélico doctor, y del Concilio de Trento, faro de la

cristiandad por los últimos cinco siglos. Este esfuerzo pasmoso culminó en la

basílica de San Pedro, aula conciliar, en diciembre de 1962. Tres meses serían

necesarios, según cálculos, para conseguir el voto de todos los obispos del mundo y

promulgar para siempre la cristiandad como única forma de expresar el seguimiento

de Jesús.

En la última parte de este libro contemplaremos a la Iglesia como salió espléndida

y renovada después de tres años de debates en la Basílica de San Pedro. En esos

tres años del Concilio, desde diciembre de 1962, fue fulminante, entre dolores de

parto, la reacción del Espíritu a través de las mejores inteligencias de teólogos y

obispos, para reorientar la santa Iglesia a la luz del Nuevo Testamento, a la luz de la

tradición o vida de las eclesías más antiguas que se reunían en el nombre del Señor

Jesús, y a la luz de los signos de Dios en la ciencia y tecnología en los cinco siglos de modernidad.

El concilio es un volver al amor primero

1. Artículos fundamentales de la fe, en las eclesías de los cuatro primeros siglos

En el siglo segundo, los cristianos continúan viviendo según el Nuevo

Testamento, extremadamente fieles a las opciones fundamentales de Jesús tal como

las captaron los discípulos y apóstoles. Nos maravilla el esfuerzo diario de estas

eclesías por ser fieles a las ideas, los sentimientos, las actitudes y la acción de

Jesús, de sus discípulos y de los primeros cristianos.

1. Relaciones interpersonales de amor y de servicio

Para la eclesía, creerle a Jesús es amarse mutuamente y, por lo mismo, no existían

cristianos solos. Prioridad absoluta y condición “sine qua non” era compartir con

otros hermanos. Jesús mandó: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”

Luego, sin el otro, no existo como cristiano. Pablo proclama: “Me hice todo para

todos,” ofrecí mi amor.

2. Grupo sociológico visible al mundo. Comunidad de contraste frente al entorno

sociológico

Y, según eso, vivían en eclesías o comunidades domésticas en cada lugar. “Los

apóstoles establecieron eclesías en cada lugar” profesa en el siglo II la Tradición

Apostólica. Y se reunían en una casa (“domus”) y, por ello, se llamaban

comunidades domésticas, no que un hogar fuera la eclesía sino como un grupo de

familias que se reunían en una casa. Eran comunidades plurifamiliares.

3. Nuevo culto, como el que ofreció Jesús a lo largo de su vida

Las eclesías no pensaban en lugares de culto ni en cosas o personas sagradas, o en

altares o sacrificios de cosas o animales para la honra de Dios. Dios no pide nada, ni

sacrificios ni dones para él. Su perdón es gratuito, sin necesidad de víctimas.

Tertuliano dice con toda claridad. “La oración de los cristianos es una ofrenda

espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios...”

“El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: “Llega la hora -dice- en que los

verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu y, por

esto, tales son los adoradores que busca. Nosotros somos los verdaderos adoradores y

verdaderos sacerdotes, ya que orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración,

la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.

Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe, cuidada con la verdad, íntegra por la

inocencia, limpia por la castidad, coronada con el amor, es la que debemos llevar al altar de

Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos,

seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos.” “Nosotros somos

los verdaderos adora-dores, los verdaderos sacerdotes...” En los primeros siglos las eclesías

queridas por Jesús estaban convencidas de que todos sus miembros eran sacerdotes, consagrados

en Cristo, queridos del Padre y en nueva alianza con Él.

“¿Qué templo se le puede construir a Él, al que hizo todo este mundo, que es obra de sus

manos, y a quien no puede contener? ¿No es mejor dedicarle nuestra mente y, en nuestra

intimidad, consagrarle nuestro corazón? La ofrenda que le agrada es un alma buena, una mente

pura y una palabra sincera. Quien cultiva la inocencia honra a Dios, quien practica la justicia le

da culto, quien se abstiene de fraude es agradable a Dios, quien libra al hombre de un peligro le

ofrece la mejor ofrenda. Estos son nuestros sacrificios, estas son las cosas sagradas de Dios. Así

pues, entre nosotros, el más religioso es el más justo.” (Minucio Felix, Octavius, XXXII,1-,3 PL

3,353-54)

Los griegos tenían como meta ver a Dios, buscar a Dios, ser espirituales, huir de

la carne. Querían imitar a Dios. El mundo y la materia, las pasiones y lo humano son

opuestos a Dios. En cambio los cristianos decían: “nada humano me es ajeno”

“Nihil humanum a me alienum puto.” Las eclesías no crean instituciones cristianas

o estados cristianos. El cristianismo es la religión verdadera, sin templos ni

imágenes sagradas, ni personas sagradas, el cristianismo es la verdadera filosofía.

Esto sirvió para la inculturación de la fe en el mundo, sin necesidad de instituciones

cristianas aparte. La gloria de Dios está en el hombre, la gloria de Dios está en

la eclesía.

Esto responde perfectamente con la convicción de Pablo tan repetida: “Por

eso ustedes están en el Mesías Jesús, en este ungido que Dios ha hecho para

nosotros sabiduría, justicia, santificación, y redención. Y así, como dice la

Escritura, el que se gloría que se gloríe en el Señor”(1Cor 1,30-31) Estamos

consagrados y santificados y justos, no necesitamos ofrecer víctimas por los

pecados. Lo dice con esas palabras la carta a los Hebreos: “Dios ha

declarado, por la vida de Jesús entregada al amor de los hermanos, no me

acordaré más de sus pecados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los

pecados. ” La eclesía cristiana ferviente en su fe tiene libre acceso al

santuario, luego no necesita ni sacerdotes ni ofrendas ni aplacar a Dios

(Hebreos 10,11-25). Esta situación de liberación del pecado la gozaban las

eclesías en cada celebración eucarística. 4. Ponían en común los bienes: “eucaristía o prosforá, oblata.”

El nuevo culto consistía en que cada uno se ofrecía hasta dar la vida por los

hermanos en servicio cotidiano Los directivos de la eclesía tenían como primera

responsabilidad el administrar las ofrendas o dones.

La Eucaristía se llamaba también “prosforá” (griego) u “oblata” (latín). Allí

Jesús estaba presente realmente a través del pan y el vino convertidos en su Cuerpo

y en su Sangre, para darlos o entregarlos a todos en donación de amor. Y todos

recibían la orden de hacer lo mismo, entregarse cada uno en servicio a los demás,

con el fin de imitar a Jesús. “Hagan esto como memoria mía.” Ya no imitan a Dios

como los griegos, sino a Jesús en su humanidad buena.

Por consiguiente se reunían, como se lee en Pablo, para compartir el pan que

bendecimos. Al celebrar, la convicción absoluta es que deben poner en común lo

que son y lo que tienen. Realizan con esmero el signo de comunión de bienes, y esa

es la oblata de Jesús y sus fieles.

5. Todos tenían la conciencia de ejercer el sacerdocio de Cristo, de ser

agradables al Padre y de vivir la nueva alianza por la fidelidad a Jesús.

En las eclesías como grupos de personas libres, habitaba la gloria de Dios, y todos

se consideraban sacerdotes porque al unirse a Cristo eran agradables a Dios: vivían

en alianza y comunión con Dios. No queda un oficio distinto para los ministros de

lo sagrado y divino. No empezaban la misa diciendo “Gloria al Padre al Hijo...”

sino “La gloria de Dios está ya en nosotros por su querido Hijo y por el Espíritu

Santo.” Y, por consiguiente, estaba fuera de lugar decir: “yo pecador me

confieso...por mi culpa...por mi culpa” o que Cristo derramó su sangre en la cruz

por nuestros pecados.

6 El ministerio

Para buscar la unidad en el amor, la eclesía debía tener animadores, ministros,

presbíteros. Al comienzo se llamaban apóstoles, profetas, misioneros, doctores.

Prevalecíó en el siglo segundo el nombre de presbíteros y obispos, que son nombres

no del mundo sacro sino profano, en la realidad sociológica de la historia humana

normal y diaria: obispo es vigilante y el presbítero es hombre maduro y de respeto,

laico y no sacerdote como en las sinagogas. Por eso al ofrecer las ofrendas todos

ejercen el sacerdocio de Jesús. El está presente y aporta su dinamismo real en su

Cuerpo y Sangre que se dan, y los fieles se ofrecen ellos mismos con sus carismas,

dones y bienes o “prosforá.”

Ya Clemente exige que haya un orden en la comunidad y que para ello se respete

al que preside y se llama ministro (1Cle 40,5), Los ministros ofrecen los dones de

manera irreprochable (1Cle 44,4). Pero ministro no es el que legisla y manda sino el

servidor, de “ministrare,” servir.

La Didajé habla del carácter sacrificial de la Eucaristía (Did 14,1-3) y llama a los

profetas “sumos sacerdotes,” lo que indica que en esas comunidades los profetas

eran los que presidían la eucaristía, y que todos los participantes eran sacerdotes.

(Did 13,3; 10,7). Pero ya indica que hay que elegir al obispo y a los diáconos que

administren el ministerio de los profetas y maestros. “Diakonein” es servir. (Did

15,1-2). “Solo se ha de tener por válida aquella eucaristía que se celebre por el

obispo o por el que tenga su autorización (...) Sin contar con el obispo no es lícito

ni bautizar ni celebrar la eucaristía.” Dice san Ignacio de Antioquía, sin el obispo,

sobre el cual está de acuerdo la comunidad que lo eligió, no se haga nada en la

comunidad.

San Justino, Apología 1,65-67, es más ambiguo, pero habla claramente de un

presidente, de ministros, los diáconos, y de que los apóstoles recibieron el mandato

del Señor de celebrar la cena. 18

7. Los carismas

Los cristianos tienen la convicción de que deben reunirse, tener un animador u

obispo, que sea instrumento de unidad y les ayude a todos a ser el cuerpo de Jesús,

la presencia total de Cristo. Así pueden poner en común armoniosamente todas las

capacidades y dones naturales de cada uno. Así se gozan en servirse unos a otros. La Tradición

Apostólica, en la estatua de Hipólito, se identifica con los carismas de todos los participantes.

Para la cristiandad desaparecieron los carismas de los simples fieles.

8. El obispo es elegido por la eclesía de los fieles

Cada eclesía tenía la suficiente madurez para ser autónoma. Esto suponía la

superación de las rivalidades que se dan en todo grupo humano. Los ministros

surgen de la comunidad y son para la comunidad. No son agentes de lo sagrado o

mediadores ante Dios; surgen de la comunidad, para su servicio. Dependen de la

comunidad, sin rango sagrado sino por vocación de servicio.

9. La comunidad no puede aislarse en sí misma: unidad apostólica

Jesús quiso que su ideal de comunión de personas reales en cada lugar tuviera el

mismo espíritu en todas partes. Elemento integrante de la fe era la necesidad de

estar unidos en amor fraterno. Para eso se necesita el apoyo y el consenso de otras

comunidades vecinas. El obispo de una eclesía debe ser ordenado por tres vecinos.

10. La misión por irradiación y fascinación. Principio de plausibilidad.

Cada comunidad debía irradiar con su espíritu y proponerse la creación de nuevas

eclesías, para lo cual debía ser plausible para el entorno sociológico. La comunidad

en lugar de incomodar y condenar, buscaba atraer y fascinar.

2. Eclesías cristianas en el siglo IIIº

1. Clero y laicos

En el siglo IIIº se van consolidando las evoluciones ministeriales. Desde finales

del siglo segundo y a comienzos del tercero se designa con el título de sacer-dotes a

los ministros de la comunidad cristiana.

Los primeros testimonios se dan en África del norte: El obispo o animador de la

comunidad es elegido por la eclesía, y Tertuliano lo llama sumo sacerdote. Es el

que administra el bautismo, e incorpora un nuevo miembro a la eclesía, en contexto

impregnado de alusiones al Antiguo Testamento. Tertuliano habla de las funciones

reservadas a los ministros ordenados. Cipriano sigue a Tertuliano, pero asocia el

obispo a los presbíteros, y quizá los llama sacerdotes.

Orígenes ya habla explícitamente de sacerdotes cristianos, obispos y presbíteros, y

traza un paralelo entre ellos y los levitas del Antiguo Testamento. (Tertuliano: De

Bautismo 17,1-2; De Praescriptione: 41,6.8; Cipriano Ep. 5,2; 63,14; 69,8)

A partir de la segunda mitad del siglo III, las eclesías de muchas partes llaman

sacerdotes a los obispos, y trazan paralelos entre estos y los sacerdotes del Antiguo

Testamento. Además contraponen las funciones sacerdotales a las de otros fieles

cristianos. Así se va estableciendo la separación entre clero y laicos.

2. De los dones puestos en común a la Eucaristía como sacrificio de una víctima

ofrecida a Dios

El paso de los administradores de los dones sagrados, obispos o diáconos, a los ministros

de lo sagrado, o sacerdotes, está unido con la evolución que se da en la Eucaristía. El

sacrificio personal es el modo originario de comprender la Eucaristía. Aparece como obra

sacerdotal de todos los fieles. Jesús habla de la entrega de su cuerpo y de su sangre como el servicio

que él presta: “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos.” El Padre se complace en

este amor, y el pecado queda suprimido. Incluso porque se suprime la ley

como medio salvífico. Todo san Pablo y todo san Juan están ahí, y la carta a

los hebreos. Ya en el siglo segundo se asocia la Eucaristía del cenáculo, con la muerte en cruz

de Cristo. En el siglo tercero ya se usa el futuro en la fórmula eucarística “Qui pro

vobis tradetur, pro vobis effundetur,” refiriéndose la Eucaristía a la sangre

derramada en la cruz, al día siguiente. El jueves santo y su escenario se trasladó

desde el primer momento al domingo, el día del Señor, no al viernes en el Calvario.

En el siglo III se comprende la muerte en Cruz de Cristo como un sacrificio ofrecido

a Dios, y se asocia con la Eucaristía, que es la nueva alianza y la acción de gracias

total al Padre.

Ya en las cartas de Ignacio, probablemente hacia la mitad del siglos II, se usa el

vocabulario sacrificial del Antiguo Testamento para referirse a la Eucaristía

(Efesios 5,2; Filadelfo 4,9; Tral 7,2; Magn 7,2). Pero la carta a los hebreos dice

que toda la vida de compasión de Jesús, desde que el Padre le dijo “Hijo mío eres tu,

Yo te he engendrado hoy,” es el sacrificio de la nueva alianza.

Justino compara la eucaristía con los viejos sacrificios bíblicos, a los que supera,

(Dial 41,1-3; 117,4) y también con los cultos mistéricos paganos. (Apol 1,66,4). Se

acepta que Jesús se entregó por nosotros, para el perdón de los pecados. Los

sacrificios judíos y paganos quedan anulados y superados por el de Cristo. 19

Es normal que se comience a llamar sacerdotes a quienes ofrecen el sacrificio de

una víctima al Padre. En todos los textos se compara el sacerdocio cristiano con los

sacerdocios judíos y paganos.

Cristo quiso la Eucaristía para sus eclesías, y animadores o ministros de las

mismas. Pero no insistió en que le Padre necesitaba una víctima para poder

perdonar. La insistencia de los sinópticos, de Pablo y de Juan está en la gratuidad

del Padre que tiene toda la iniciativa del perdón, como en el padre del hijo pródigo,

o en Jesús en la vocación de los discípulos o en la invitación de Zaqueo. Y el autor

de Hebreos insiste: donde hay perdón gratuito no hay necesidad de víctimas por el

pecado. Cuando la Eucaristía exigió ministros especiales, fueron los sacerdotes. Por eso

decimos que Jesús instituyó los sacerdotes.

En el siglo IIIº, la comunidad reconoce el sacerdocio de todos los fieles, quienes

lo ejercen en la celebración. Y, en consecuencia, el sacerdote no aparece como un

mediador entre Dios y la comunidad, sino como un servidor de la comunidad para

configurar la presencia de Cristo en su cuerpo que es la eclesía. En la ofrenda se une

el don de Cristo y el don de los participantes en una sola oblación o “prosforá.”

Cristo comunica su amistad y su amor y también su función ministerial, para el

bien de la eclesía, a los apóstoles, a los obispos, a través de la comunidad que los

elige, y a los presbíteros, para mantener el dinamismo comunitario de la eclesía; y

el sacerdote da continuidad a los gestos y palabras de Jesús al celebrar la eucaristía

según las rúbricas trasmitidas desde el comienzo por las eclesías en comunión

universal. El sacerdote obra en persona de Cristo y en persona de la eclesía (“in

persona Christi,” e “in persona Ecclesiae”), pero no en persona de Cristo separado

de la eclesía, ni mucho menos en persona Christi capitis, en persona de Cristo en

cuanto cabeza. El Concilio Vaticano II usa esta expresión pero en un caso que se

refiere a los laicos que obran in persona Christi capitis. Es evidente que si la eclesía

es el Cuerpo de Cristo, no tiene sentido que el sacerdote sea cabeza.

La reconciliación de los pecados está muy unida a la Eucaristía y al sacerdocio.

Los pecados están perdonados y los fieles están consagrados y son complacencia del

Padre, antes de empezar la celebración eucarística, y por eso inician diciendo que

son la gloria de Dios. El objetivo era vivir la vida de Jesús, de compasión y de

entrega por los hermanos, como la oblación redentora de Jesús

3. La Eucaristía celebrada en el siglo IIIº y IVº

Cada eclesía se expresaba y configuraba en la eucaristía o puesta en común de

dones, oblata. Por este motivo concentrémonos en vivenciar hoy lo que vivían nuestros

hermanos de los primeros siglos al celebrar la Eucaristía.

El Señor esté con ustedes, y con tu espíritu,

Levantemos nuestro corazón,

lo tenemos levantado hacia el Señor,

Demos gracias al Señor, (sin añadir, nuestro Dios)

Es digno y necesario.

“Te damos gracias, Dios, por tu querido niño o siervo, Jesús el Mesías ungido.”

Jesús es el hombre de Nazaret, el amigo entrañable, que está totalmente de

nuestra parte, como uno de nosotros, pero es el hijo, el niño, o el siervo de Dios. Y

es el ungido, el Mesías de Israel, descendiente de David, un humano, nacido de mujer. Y por

ese hijo le damos gracias a Dios. En él Dios se entrega a nosotros. Ya nos ha

perdonado.

Dios, el Padre todopoderoso, está arriba; Jesús es uno de los nuestros, y le damos

gracias a Dios porque al ser uno de los nuestros es Hijo de Dios. Este es el punto de

partida de la fe cristiana. Somos uno con Jesús, ante Dios.

1. “El cual cumplió tu voluntad reuniendo un pueblo:”

Asombra y complace oír a las eclesías de los primeros siglos confesar que la tarea

de Jesús, querida por el Padre, consistió en reunir una eclesía, como reino

convocado y continuador del pueblo de Israel.

La voluntad del Padre, que Jesús se esforzó en cumplir a lo largo de toda su vida, en

plena libertad de amor, era reunir unos amigos, varones y mujeres, como nueva

versión del pueblo. Y Jesús, en acto soberano de libertad y de amistad, decide

hacerse servidor de los hermanos, para convocar la eclesía, y así cumplir la

voluntad del Padre.

A la luz de este nuevo paradigma debe renovarse la eclesiología, la cristología, la

comprensión de la redención y de la Eucaristía, e innumerables devociones

tradicionales. Es el nuevo paradigma pastoral.

Muchos creíamos que Cristo había cumplido la voluntad del Padre al morir en la

cruz y derramar la sangre, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Jesús

es víctima por el pecado de todos los hombres, a la manera de las víctimas, solo que

es de valor infinito por ser Hijo de Dios. Y hablábamos del sacrificio del Calvario y

lo imaginábamos el viernes santo. El Padre está satisfecho por la expiación, la

reparación, la satisfacción de Cristo ensangrentado y muerto como víctima. No se

ve cómo esto se compagina con la gratuidad total del amor del Padre y con su

iniciativa total de salvación en Cristo Jesús.

En cambio, esta solemne profesión de fe que hacían las eclesías cristianas, cada

domingo, proclama con toda la claridad deseable que Jesús cumplió la voluntad del

Padre al convocar un pueblo, una eclesía. Y así fue el objeto de todas las

complacencias del Padre, y el que redime y salva.

Tenemos grabado que Jesús se encarnó para hacerse obediente hasta la muerte y

muerte de Cruz (Filipenses 2,6-55). Jesús al sufrir, padecer y morir cumplió la voluntad del

Padre. Se supuso que Dios envió a Jesús a la tierra a cumplir el mandato de sufrir y morir en la

cruz para la redención del hombre. El sufrimiento es el que redime. La obediencia de Jesús, según

la fe de las eclesías en los tres primeros siglos, consistió en hacerse unos amigos y hermanos, unos

discípulos y prójimos, en amarlos y servirlos hasta dar la vida por ellos, a fin de convocarlos a

vivir en comunidad de amigos y en eclesías de santos. Son incalculables las consecuencias de esta

definición en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia.

2 “Extendió las manos cuando ya sufría, para liberar del sufrimiento y de la pasión a los que

creen en ti.”

Creemos en ti, Dios, que nos quieres liberar del sufrimiento y del dolor,

provocados por los enemigos, como liberaste a los israelitas de los sufrimientos

causados por los poderes faraónicos.

Por la reconciliación, el amor, la compasión y la ternura de Jesús, que nos hace un

solo corazón y una sola alma, ahora nos liberas del sufrimiento y del dolor.

Los poderes judíos y romanos, civiles y religiosos, ya estaban haciendo sufrir a

Jesús. Y por la decisión de Dios en Jesús de liberar del sufrimiento y de la pasión

dolorosa a los seres humanos, convocó al seno dichoso de una eclesía a todos sus

discípulos

3. “El cual al entregarse voluntariamente a su pasión.”

Para implantar la experiencia total del amor fraterno en la eclesía, se deben

afrontar conflictos. Para superar el paradigma de autoridad y obediencia y los

rituales religiosos, refugio de los egoísmos humanos, es necesario estar preparados

para soportar los conflictos necesarios en la historia real de los egoísmos, de la

imitación y de la rivalidad entre los humanos. Este caer de los egoístas sobre

nosotros lo debemos soportar como Jesús soportó los tormentos. El no se bajó de la

cruz.

Jesús muere como un profeta asesinado o un justo perseguido, que debe soportar

la malicia humana de legalistas y ritualistas, que caerán contra la propuesta del reino

y de la eclesía de amor fraterno en el Espíritu.

Jesús no opone ni su poder humano ni su fuerza divina para defenderse contra los

agresores representantes de la ley y de la religión.

*Jesús no inventa una teoría especial sobre su muerte.

Jesús apostrofa a Jerusalén: “Tu, que apedreas a los profetas y asesinas a los que

te son enviados.” Jesús estaba convencido de que lo podían asesinar apedreándolo.

Nunca imagina que es una víctima expiatoria para la divinidad ofendida.

4. “Para vencer la muerte, romper los vínculos del diablo, conculcar el

infierno.”

El que vive en la eclesía convocada por Jesús, y hace la ofrenda de sí y de sus

bienes, en unión con él, de cualquier religión, raza o condición que sea, tiene

asegurada la vida eterna, porque complace al Padre.

Esa vida la estamos celebrando porque ya la tenemos, y perdura para siempre,

aquí en la tierra, y nuestra amistad y comunión se prolongará en toda la eternidad.

Por consiguiente, ya hemos muerto a las leyes y las transgresiones, a los egoísmos

y rivalidades del mundo normal en la historia y en las culturas, y estamos

disfrutando de la dicha escatológica.

Hemos muerto ya, y hemos resucitado ya. Hoy es el día de mi muerte al vivir esta

experiencia sagrada de comunión fraterna. Jesús vence el diablo y el infierno: Si no hay

transgresión, tampoco hay castigo, infierno o Diablo. Donde hay perdón, no hay ofrenda

por los pecados. (He 10,18) El Diablo pierde en la eclesía el poder que tiene sobre los

hombres transgresores que están fuera de ella.

Dentro de la eclesía reina la nueva ley de la amistad y del ágape fraterno. En la

eclesía no tiene ningún poder el Diablo, ni los santos podrán ser presa del infierno.

Todo lo que se opone a la salvación en Jesús, en la eclesía queda eliminado.

El perdón de los pecados se ha dado una vez para siempre por la ofrenda de Jesús

en comunión con la nuestra. La ofrenda de nosotros y de nuestros bienes, con la de

Jesús, nos purificó. Todos nos sentimos purificados por el amor mutuo y la ofrenda

de cada uno en favor de los demás miembros de la eclesía. La caridad efectiva entre

hermanos cubre la multitud de los pecados. La reconciliación se daba en la vida

cotidiana de amor, y era prerrequisito para la Eucaristía hasta varios siglos después.

5. “Para conducir a los santos,”

Los miembros de la eclesía son los santos, que son conducidos a la imitación del

gesto de Jesús, de compartir el cuerpo y la sangre, y de dar la existencia en favor de

los hermanos.

El camino del cristiano, la ética y la moral de la comunidad cristiana, es diverso

del camino ético general de la sociedad. El partir el cuerpo para entregarlo como

servicio a los hermanos es el eje de la ética de la comunidad. La ética de la eclesía es

eucarística porque es de gracia, recibida y donada, hasta dar la vida por los amigos.

Así la gloria de Dios está en la eclesía.

6. “Y para establecer la norma de la fe”

La norma de la fe cristiana es la eclesía y la eucaristía. La fe cristiana no es una

doctrina teórica o dogmática o unas verdades o el asentimiento a cosas que no

entendemos. La fe es la experiencia que se vive en la eclesía, la comunión divina,

la entrega mutua, la cual se da, de manera paradigmática, en la celebración con

Jesús.

La fe de los discípulos no se basa en apariciones ni en ángeles ni en revelaciones

sobrenaturales, ni tampoco en escritos: pero tampoco es creer en el poder de Dios

omnipotente o de intercesores poderosos. Ni siquiera se dice que la norma de la fe

sea la sagrada escritura como un libro de fórmulas o narraciones. La norma suprema

de la fe cristiana es la experiencia de comunión de los hermanos como experiencia

de Dios y de la dicha divina. La norma es la vivencia de la comunión fraterna como

el Nuevo Testamento, no los escritos.

*Así se comprende todavía mejor la definición dogmática del Concilio Vaticano II: “La norma

suprema de la fe cristiana es la Sagrada Escritura unida a la Tradición.” Es una sola fuente de

revelación, no dos.

7. “Y para manifestar la resurrección,”

Al convocar y congregar las personas en la eclesía, Jesús, con los carismas de su

Espíritu, está realizando la redención, la liberación, la nueva alianza, y la vida

eterna, y está mostrando a los hombres de fuera la gloria de la resurrección de Jesús.

La comunidad es escatológica, el día octavo, y manifiesta la resurrección..

De forma que la verdadera estatua o imagen del Resucitado, que debemos pasear,

en procesiones solemnes frente al mundo, son las eclesías, en el dinamismo del amor

fraterno. Los animadores de las comunidades de los primeros siglos no compraban

una imagen del resucitado para pasearlo por las calles sino que construían muchas

eclesías que retaran al entorno social. Edificar una auténtica comunidad es retar

todo el entorno social.

Jesús Resucitado fascinaba el mundo. Por eso dice: “para manifestar su

resurrección.”

8. “Tomando el pan te dio gracias, y dijo: Tomen y coman, esto es mi carne que

se rompe en favor de ustedes. Este es mi cuerpo que he partido para ustedes.

Se conserva la expresión de 1Cor 11,24: “Después de dar gracias lo partió y dijo:

Este es mi cuerpo en favor de ustedes.” “Mi cuerpo que por ustedes se reparte”

(

El uso del presente en labios de la comunidad griega proclama que lo que Jesús ha

estado haciendo a lo largo de su vida se continúa haciendo por los discípulos. El

presente indica una acción que se prolonga. No será la acción puntual de Cristo en

la cruz, el viernes, en el futuro, como víctima sangrienta.

Usa el verbo “confringere, confringetur, confríngitur”, que significa quebrar,

romper y es sinónimo de “frangere”: romper. La imagen indudable es que el pan se rompe

con las manos, como en el séder de los judíos, y se reparte entre los presentes. No se

refiere a la entrega en la cruz. Es pan de salvación y de gracia, que es Cristo

compartido en amistad. No se menciona la víctima.

“Tomen y coman, este es mi cuerpo que se parte” Confringitur Es el pan que

rompe con las manos, no con cuchillo, para repartir entre los presentes, para su

salvación. Es pan de salvación y de gracia para los miembros de la eclesía,

continuando la acción de Jesús.

Si miramos el aparato crítico, esta formulación, “confringitur” confringetur,”

tiene una abrumadora mayoría de testigos textuales. En cambio las versiones latinas

y la Vulgata “Este es mi cuerpo que será entregado” (“qui pro vobis tradetur”) nos

ponen a mirar a la entrega de Cristo en la cruz, en el escenario del calvario, donde se

realizó el triunfo del Pantocrator o la satisfacción por el pecado al Padre. Con esto

toda la teología de la redención se va por otros rumbos. Si Jesús está ahí presente en

la cena queda forzado imaginar que diga a sus discípulos: este es mi cuerpo que se va a entregar

al morir en la cruz, mañana viernes, por obra de bandidos. Entregado por el traidor a unos asesinos.

9. “Lo mismo tomando el cáliz dijo: Esta es mi sangre que se derrama a favor de

ustedes.”

Los primeros cristianos decían: “La sangre que se derrama en favor de ustedes”.

En cambio al decir: “esta es mi sangre que será derramada” (“effundetur.”)

concentró la atención religiosa, la teología y la piedad popular sobre la sangre

derramada por Cristo en la cruz por obra de asesinos. Así nació el viernes santo. También es

forzado que Jesús, que está ahí presente con toda su sangre, diga que en el cáliz está la

sangre física derramada en la cruz al día siguiente. El nuevo sacrificio, la nueva

alianza no necesita sangre de víctimas terrenas.

10. “Cuando hacen esto hacen mi conmemoración. Sigan haciendo esto

prolongando mi memoria.”

El compartir la presencia real de Jesús que reparte y comparte su cuerpo y su

sangre con nosotros es realizar la memoria de Jesús, la “anámnesis,” la

actualización de la suya con nuestra «prosforá.» Nos ponemos en contacto directo

con Jesús real e histórico, y se realiza nuestra redención, la salvación, la nueva

alianza, la resurrección y la vida eterna. Ahí está la complacencia total del Padre.

Estamos actualizando y continuando su presencia amorosa de amistad, su realidad

histórica y humana en la autonomía de nuestro mundo. Su amistad con los

discípulos llega hasta nosotros en este proceso de sucesión apostólica o de tradición

viva, en la autonomía de nuestro universo y de nuestra geografía.

En la Tradición Apostólica de los primeros siglos el escenario de la redención, la

salvación y la vida eterna, y el triunfo sobre lo que se opone a la comunión que es el

pecado, no es el calvario, sino la vivencia de la eclesía en la eucaristía. No el viernes sino el jueves.

Nótese que no se dice “hagan esto en memoria mía” sino “Cuando hacen esto

hacen mi memoria” ( se omite en memoria). Jesús dice “yo me estoy entregando,”

desde el principio, sigan ustedes haciendo lo mismo, continuando mi memoria y

guardando mi entrega en la entrega de ustedes.

Juan recalca esta necesidad de la entrega existencial y no litúrgica con un artificio

espectacular y arriesgadísimo: pone el lavatorio de los pies como el paradigma que

los discípulos deben repetir. “Ejemplo, “paradeigma”, les di para que ustedes lo

practiquen.” En cambio la liturgia nos deja la sensación de que el paradigma para

repetir es una función ritual sacramental, que realiza el sacerdote ordenado

legítimamente, como celebrante.

11. “Recordando, entonces, su muerte y su resurrección, nosotros te ofrecemos

este pan y este cáliz, dándote gracias por habernos juzgado dignos de estar ante tí y

estar ejerciendo nuestro sacerdocio. (“Anámnesis”)

No dice: estar en esta liturgia sino “ante ti.” Y “ejercer todos nuestro sacerdocio,” que es el de

Jesús. La comunidad tenía una conciencia clara de ser complacencia de Dios, de ejercer el

sacerdocio y celebrar la eucaristía. Esto se lee en la versión etiópica de la Tradición Apostólica. El

texto etiópico dice: “Quia nos dignos habuisti adstare coram te et tibi sacerdotium exibere”

Cuando Jesús está creando esta escena de inefable amistad muestra y pone en

escena el ideal de Dios sobre el hombre, y la continuación de este ideal en la

eternidad. En otras palabras, está viviendo previamente la muerte y resurrección.

La interactuación de los discípulos con Jesús es la vivencia de la muerte y

resurrección.

Esto nos advierte, en primer lugar, que la fe cristiana no nace a partir de la

muerte y resurrección, que sucederán después, en un kerigma proclamado como

palabra de Dios, ante la cual nos decidimos en la fe personal. Nace en la vida terrena de Jesús.

12. “Te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa

eclesía, reuniéndolos, da a todos el derecho de participar en tus santos misterios

para estar henchidos del Espíritu santo, para la afirmación de su fe en la verdad.

(“Epíclesis”)

Los participantes ponen en común las habilidades, los carismas y los bienes para

la subsistencia biológica, movidos por el Espíritu santo, para sellar la unidad de

todos. Esa es la fe en la verdad. Que todos los miembros de la eclesía sean uno

como Jesús con su Padre, como lo expresa la tradición del discípulo amado. El

espíritu actúa en la conversión de todos en favor de los hermanos y prójimos y amigos.

¡Qué lejos estamos de la verdad griega de la fides et ratio y de la fe como asentimiento a

verdades formuladas! Y ¡Qué lejos de la invocación del Espíritu para realizar el

milagro de la transubstanciación!

13. “Hacemos esta memoria de Jesús para que todos te glorifiquen y alaben,

porque a causa de tu niño Jesús el Mesías, la gloria y el honor están en la santa

eclesía, para ti, Padre, con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los

siglos. (“Doxología”)

Esta doxología se orienta a la eclesía, en la cual se manifiesta la gloria de Dios, la alabanza, la complacencia de Dios y el cumplimiento total de la voluntad divina. Y todo se

debe a Jesús, el niño querido de Dios, y al Espíritu Santo.

La gloria no es una alabanza, por gratitud de iniciativa humana, “para la mayor

gloria de Dios.” La gloria pertenece a Dios y lo constituye como Dios que se

muestra y revela por actos de poder. Ahora la eclesía confiesa que Dios ha hecho

descender su gloria sobre la eclesía para que resplandezca en el mundo. Lo mismo

puede decirse de la santidad y de la bendición. Dios muestra su poder glorioso y su

magnificencia divina al congregar, por medio de Jesús, una eclesía histórica y

dinámica en el mundo y una asamblea santa que celebra la eucaristía.

*En cambio la doxología latina tiene otra orientación: nosotros los hombres

damos gloria a Dios por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios, que es el único que

puede glorificar al eterno Padre.

Todos. “Hacemos esta memoria de Jesús para que todos te glorifiquen y alaben,

porque a causa de tu niño Jesús el Mesías, la gloria y el honor están en la santa

eclesía, para ti, Padre, con el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de

los siglos.

*Cada eclesía

Cada eclesía manifestaba la unidad de modo intenso en la celebración. Al

comienzo se pedía al obispo que diera él mismo la comunión a todos los miembros

de la eclesía. Más tarde fue imposible, y se pidió la ayuda de los diáconos. Luego se

enviaba el “Fermentum” a los miembros ausentes de la Iglesia local.

14. No existe un triduo sacro. No hay viernes santo.

Todo lo que aconteció en el cenáculo, el jueves de la despedida de Jesús, se ubicó

en el domingo porque Jesús dijo que comería con ellos del fruto de la vid en el

Reino. Resucitado, cumple la palabra en el domingo, el día octavo, que deben

celebrar todas las eclesías de discípulos. Del jueves de la vida terrena de Jesús de

Nazaret se pasa al domingo del mismo amigo resucitado y Señor, que está ya en el

día octavo, fuera de cronómetros.

Pero no se menciona el viernes santo como el día de la redención en la cruz, ni se

reserva el domingo para celebrar la resurrección ni se reduce la cena del jueves santo

para instituir a los ministros sacerdotes o dar el mandamiento del amor al prójimo.

Todo el misterio de la redención de Jesús está en la eucaristía de modo indisoluble.

Toda esta infinita riqueza que se vive al partir el pan queda oscurecida cuando se

reemplaza con una expresión: Cristo murió por nuestros pecados, como víctima para

satisfacer al Padre airado, en el altar de la cruz. Y la gratuidad del amor salvífico

del Padre se pone en duda.

15. Roma

Era una Eclesia o Iglesia muy importante y muy querida entre todas las eclesías

del mundo. Todas la eclesías del mundo miraban el ejemplo de ella. El obispo de

Roma se esforzaba por presentar al mundo un modelo de eclesía. El obispo de

Roma no era obispo de todo el mundo ni nombraba los obispos ni dictaba leyes;

era de verdad obispo de Roma, y así era roca firme de fe para todas las eclesías del

mundo entero. 20

NOTAS

1 Elchinger-Dubois-Dumée-Leuba-Thurian-Congar. Mirando al futuro después del Vaticano II. Valencia:

Comercial editoria de publicaciones, S.A. 1968. Pg 69ss 2 Luz par las naciones, Lumen Gentium, Palabra para todos, Dei Verbum, Diálogo con todos, sintonizando

con los gozos y esperanzas de todos, Gaudium et Spes. He ahí la nueva y gran orientación del concilio, que es

de bondad y de servicio: «yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.» Nuestra hermenéutica bíblica

deja insatisfechos a muchos. Sin entrar en detalles, consideremos los cien millones de católicos que se han pasado a los grupos cristianos libres en el ámbito protestante, en los últimos ochenta años, en América

Latina. 3 Es dramático que la magnitud de la brecha entre ricos y pobres en América Latina, y en especial en

Colombia, no se haya resuelto a pesar de los compromisos solemnes de la Iglesia de opción por los pobres. 4 En Puebla, nº 28, en Sollicitudo rei soscialis, 1ª parte, y en documentos sucesivos se vuelve a repetir la

misma descripción.

5 Es el llamado pecado estructural, en Medellín, Puebla, Santo Domingo.

6 Este tema ya se exponía en la India, en 1984, en una conferencia del P. M. Amaladoss.

7 Citado por Miguel Rubio en Cristianos hacia el siglo XXI, pg. 63.

8 Berger, P.L. Berger,B. y Kellner, H. Un mundo sin hogar. Santander: Sal Terrae. 1979 9 Una revolución que busque para cada uno una propiedad privada ilimitada es insuficiente.

10 Descartes, 1506-1650, uno de los fundadores de al modernidad.

11 Concilo Vaticano II, Gaudium et Spes, nº 36. 12 Marcuse H. El hombre unidimensional.

13 Filósofo Francés del pensamiento complejo, Edgar Morin.

14 Filósofo italiano del pensamiento débil, Vattimo. 15 Ante la ciencia Stephen Hawking dice; la filosofía está muerta. Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, El

Gran Diseño, Barcelona: Crítica.2010 pg 11

16 Los demás concilios ecuménicos partían de doctrinas actuales. El Vaticano II es el único que quiso partir

de las fuentes, de los manantiales del Nuevo Testamento, y hasta del texto original griego, dejando a un lado

la Vulgata en ciertos puntos decisivos. Por ejemplo: Vulgata: donum; griego: járisma. Lg 11, nota 7.

17 Ricardo Lombardi, Ejercitaciones por un mundo mejor, BAC 216; el beato Juan Pablo II, en Ut unum sint

(1995) pide un estudio para buscar la forma justa de que el ministerio petrino, sin renunciar a lo esencial de

su misión, se abra a una situación nueva y pueda realizar un servicio de fe y amor reconocido por todos;

Bernardo Häring, Las cosas podrían ser distintas, Alfonso Llano Escobar, Confesión de fe crítica. Bogotá:

Intermedio Editores. 2008. Hans Küng, en todos sus libros. Por ejemplo: Libertad conquistada, 2007, Verdad

controvertida. Memorias, 2009, Madrid: Trotta.

18 J.M. Tillard, La “qualité sacerdotale du ministère chrétien,” en NRT 95(1973) 481--514. Para un

contacto profundo con la Tradición Apostólica véase el volumen 27 de nuestra colección, La Eulogía, el

encuentro con Jesús real e histórico. 2011.

19 Ver sacrificio personal de Jesús en “La propuesta de Jesús real e histórico, 2” Pág 119ss

20 Todos estamos invitados a leer la Tradicion de los Apóstoles. Ver La Eulogía, vol 27.

DOS

LA FE APOSTÓLICA

INCULTURADA EN LA IGLESIA

DE LA CRISTIANDAD

SIN CONOCER LA CRISTIANDAD

NO SE COMPRENDE LA OBRA DEL CONCILIO,

QUE FUE UNA EVALUACIÓN DEL PASADO.

PRIMERA ETAPA DE LA CRISTIANDAD

DE CONSTANTINO, AÑO 313,

A SAN GREGORIO MAGNO, AÑO 604

1. CONSTANTINO

2. EL ESPÍRITU EN LA CULTURA DE LA LEY, EL PODER Y LA RELIGIÓN

3. EL ESPÍRITU EN LA VIDA DE FRATERNIDAD Y DE COMUNIÓN Para comprender la obra del Concilio hace falta conocer las fuentes de la fe cristiana,

puesto que la gran consigna fue ¡Vuelta a las fuentes!

Y las fuentes son ante todo el Nuevo Testamento y el Jesús real histórico y la vivencia de

las comunidades fundadas por los apóstoles y discípulos. Esta parte no la podemos

desarrollar por ahora: implica el estudio del Nuevo Testamento.

La otra fuente es la vida de las eclesías antes de la Cristiandad. Y a este tema ya dedicamos

la cuarta parte del capítulo anterior.

Este segundo capítulo es un acercamiento elemental a toda la cristiandad, en el aspecto de

los ministerios y carismas en la Iglesia. Muchos cristianos actuales vivieron la cristiandad o

la están viviendo.

Dividimos la cristiandad en cinco etapas, desde el año 313 hasta el Concilio Vaticano II.

En cada etapa distinguimos dos dimensiones de la obra del Espíritu en la Iglesia:

1º El Espíritu en el contexto de la ley, la autoridad y la religión.

2º El Espíritu en el contexto de la fraternidad y la comunión.

1. EL PUNTO DE PARTIDA DE LA CRISTIANDAD:

CONSTANTINO

Constantino, con su munificencia con el Papa Silvestre, a quien obsequió su

palacio lateranense y muchas basílicas, pone las bases para la conformación de la

cristiandad como manera de vivir y de proclamar el evangelio. Esta forma está

consolidada a la muerte de san Gregorio Magno. Desde este año 604, la modalidad

de la cristiandad se impone hasta la muerte de Pío XII en 1958. El declive empieza

con la desaparición del estado pontificio en 1870. El Papa, doblegado y vencido,

deja de ser un soberano más entre los príncipes de este mundo, y se recupera con las

figuras magníficas que son todos los pontífices siguientes como Pío IX y León XIII

y llega a su zenit con Pío XII.

El Vaticano II es un no rotundo a la cristiandad como modo de ser de la Iglesia para la

humanidad de hoy y del futuro. Para ser luz de las naciones, «lumen gentium,» Jesucristo necesita

una Iglesia que sea signo, sacramento e instrumento suyo, renovado con el «aggionamento»

conciliar.

1. Antes de Constantino

Tanto Jesús como los apóstoles y los discípulos realizaron la voluntad del Padre al

formar eclesías en cada lugar. La oposición al proyecto de Jesús, según los Hechos

de los Apóstoles, viene de cuatro fortísimos bastiones: el judaísmo, el helenismo, las

religiones paganas y el cesarismo. Las eclesías son firmes en el servicio mutuo

querido por Jesús, pero se matiza en Jerusalén con su hebraísmo, en Alejandría con

su helenismo, en Antioquía con su paganismo, en Éfeso con la gnosis dualista, en

Atenas con su filosofía, en Corinto con su inmoralidad y en Roma con la

omnipotencia del estado.

De las ciudades pasa a los «pagi», campos o aldeas. San Justino, a mediados del

siglo II, ve comunidades o eclesías en todo el mundo conocido.

La unión de todas las eclesías de entonces se realizaba por al amor de Cristo y la

fidelidad a la Tradición vivida según el evangelio del amor fraterno. 1 San Ignacio de

Antioquía habla de Roma como el centro de comunión en ágape de Cristo.

Tertuliano y otros reconocen la dignidad de Roma. San Ireneo habla de este amor

que une todas las eclesías, pero resalta a Roma «propter potentiorem

principalitatem.»

Para la renovación de la Iglesia hoy, volvemos a las fuentes al contemplar las

eclesías de los primeros siglos, en continuidad de amistad con Jesús real e histórico.

2. Roma cristiana a la sombra del imperio

Las eclesías se forman por el amor en Cristo en una red mundial, con actitudes amorosas

bellísimas como las que revela Ignacio de Antioquía. Se fueron agrupando en grandes

patriarcados como Alejandría, Antioquía, Éfeso, Corinto, Roma, Lyon, Cartago. La

Tradición Apostólica es un reflejo espléndido de esta vida. 2 Pero Roma y el Obispo de

Roma es en realidad, a lo largo de estos siglos, el centro del servicio de unidad: por el

amor a la sede de Pedro.

El modo de ser de las eclesías, implantado por los apóstoles y discípulos y practicado

durante los primeros siglos, se cambió con Constantino, y para imponerse, la cristiandad fue

transformándose de manera tan persistente y progresiva que durante la escolástica no se

concebía que la Iglesia pudiera existir de otra manera que con el sistema de las verdades y

del régimen de poderes entonces vigente.

Luego, en el Concilio de Trento, se declaró para siempre que la Sagrada Escritura debía

interpretarse a la luz de los grandes padres de la cristiandad, «según el común sentir de los

padres.» La norma de fe eran las dos fuentes: la Sagrada Escritura y la Tradición, pero la

Tradición eran los padres, y según ellos había que interpretar la Escritura. Luego la

norma real y «próxima» era la tradición de los padres y el magisterio.

La cristiandad debía considerarse como modelo de inculturación del evangelio para siempre, y

para todo el universo. «Ad perpetuam rei memoriam.» A partir de Constantino, Roma se va

convirtiendo en el centro de un dogma o fe ortodoxa (dogma), del culto (liturgia y rito

romanos), y de la disciplina para el apostolado. Jerusalén, como posible cabeza de la cristiandad,

desapareció. Lo mismo Antioquía, sede de Pedro, y Alejandría y Constantinopla.

Pero a través de estos siglos (604-1958) el poder civil y el poder eclesiástico, la

Iglesia y el Estado, -Emperadores, Reyes o Repúblicas-, se ayudan, se enfrentan y

pretenden la hegemonía del uno sobre el otro. Por lo que resulta muy difícil hacer un

esquema fijo y distinto. Servicio y poder egoísta se cruzan, se superponen, se

entrecruzan y se enredan tan laberínticamente que resulta muy difícil separarlos y

discernirlos.

Ninguna Diócesis de Oriente u Occidente ha pretendido identificarse, como Roma,

con la Iglesia Católica. Así lo enunciaba el epígrafe de las tres primeras redacciones

de la “Lumen Gentium,” en el nº 7 (antigua: «Aeternus Unigéniti Pater»): «Ecclesia

Romana est Mysticum Christi Corpus.» El párrafo explicaba: “Docet Sacra

Synodus et solemniter profitetur:...unicam veram lesu Christi Ecclesiam...unam,

sanctam, catholicam et apostolicam celebramus, quam Salvator...Petro et

Succesoribus tradidit gubernandam, quae sola iure Catholica Romana nuncupatur

Ecclesia.” «La Iglesia Romana es el cuerpo místico de Cristo. Enseña el Concilio y

confiesa solemnemente que solo la iglesia católica romana se llama con todo

derecho la única Iglesia de Cristo Jesús, la cual celebramos como una, santa,

católica y apostólica y la cual el Salvador entregó para que la gobernara a Pedro y

a sus sucesores.»

Está admitido por todos que ya en los siglos IIº y IIIº la organización de la Iglesia

de Roma era muy fuerte y eficiente, pero como Iglesia particular de Roma. Detalles

no se pueden dar porque la última persecución de Diocleciano acabó con toda la

documentación; pero era la organización de la diócesis de Roma, que nombraba su

propio obispo.

El obispo de Roma y la diócesis de Roma eran modelo para las demás iglesias,

pero no ejercían poder jurisdiccional de autoridad y sumisión en las otras grandes

iglesias. En las otras grandes ciudades ocurría algo semejante en organización e influjo.

Roma será, por consiguiente, el hilo conductor o la tónica en cuyo derredor iremos

colocando los acordes y disonancias en esta “Tradición del Ministerio,” hasta el

Concilio Vaticano II.

Para cumplir la tradición, de que solo la comunidad nombra a su obispo, el

derecho actual hace el malabarismo de convertir a todos los cardenales del mundo

en miembros de la iglesia local de Roma dándoles un templo de título, con derecho

de elegir al obispo de Roma.

Los catorce siglos de 604-1958 tienen tres cumbres: reforma gregoriana, reforma

tridentina, «conquista de Roma,» y Concilio Vaticano Iº. Una preparación y una

prolongación.

1. Preparación: formación y consolidación del Obispo de Roma como jefe de la

cristiandad (313-604)

2. De S.Gregorio Magno a la Reforma Gregoriana (604-1073).

3. De la Reforma Gregoriana al Concilio de Trento (1073-1545)

4. De Trento a la desaparición del Estado Pontificio (1545-1870).

5. Prolongación de la cristiandad hasta Pío XII (1870-1958).

Este libro estudia cómo ha expresado la Iglesia, en documentos y hechos, lo que

ha pensado de sí misma, y cómo hoy rectifica y nos dice que quiere revisarse a sí

misma mirándose al espejo de las Escrituras y de las fuentes, y que, sin miedo,

quiere volver a la fidelidad y al amor primeros.

2. EL ESPÍRITU QUE GUÍA A LA IGLESIA

EN LA CULTURA DE LA LEY, DEL PODER Y DE LA RELIGIÓN

1. Constantino y el obispo de Roma san Silvestre I

Esta es una época de transición, de las eclesías de comunión y creatividad

misionera inculturadas en cada lugar y lengua y con autonomía jurídica, al gobierno

universal de la eclesía de Roma como una sola Iglesia extendida por todo el

universo.

Constantino, desde 313, se considera el legítimo representante de la Divinidad, y

sumo pontífice del imperio. Con él coincide el obispo de Roma san Silvestre I (314

a 335), y con ambos a la cabeza, el servicio de unidad de Roma se enriquece, se

matiza y se resiente de la estructura peculiar de la Iglesia de Roma asociada con el

imperio. El derecho y la organización de éste va a configurar la Iglesia de Roma. El

corazón de Cristo no se sintoniza con el poder del imperio romano, pero la buena

voluntad de poder de los obispos de Roma se esfuerza por imponer el bien dentro y fuera de

las Iglesias y por mantener la unidad.

Las eclesías, con intensa vivencia de fe y amor fraterno, eran dinámicas, muy

arraigadas y extendidas no sólo en las capas humildes de la plebe, sino también en

las castas o linajes de alta categoría (“gentes”) de familias ilustres, en cuyas

mansiones y palacios se organizaban las “ecclesiae domesticae.” Las eclesías

hablaban todas las lenguas, y traducían las Escrituras a todas ellas. No le rendían

culto ni al hebreo ni al griego.

Las persecuciones anticristianas de Nerón y Domiciano golpearon e hirieron a

cristianos eminentes, altísimos funcionarios. La extraordinaria beneficencia y

esplendidez, por la que ya desde un principio se hizo famosa la Iglesia de Roma,

atestigua una disponibilidad de bienestar económico realmente extraordinaria, que

no se explica sino con la entrada en la Iglesia de grandes señores de la plutocracia

romana.

Lo prueba, entre muchos, el martirio del diácono San Lorenzo. La administración

de los bienes para los pobres fue en cierta manera la causa del martirio, pues el

prefecto de Roma buscaba las riquezas que manejaba el santo diácono.

2. El presbiterio de la iglesia de Roma

El ministerio en la Iglesia se fue organizando según las necesidades. 3 El pontífice

romano era ayudado por los presbíteros (“presbyterium”), que lo sustituían, en caso

de necesidad, en el servicio litúrgico, en la predicación y en el gobierno. Esta

necesidad se presentó urgente y a diario. Más aun, a estos presbíteros hubo que

añadir los diáconos, encargados de la administración de los bienes temporales y

del servicio a pobres y enfermos. Es muy probable que el “Presbyterium” romano

lo formaran las personas que tenían categoría jurisdiccional (los “titulares”) o

desempeñaban oficios públicos de prestigio e influencia, como notarios, archiveros,

administradores, con situación privilegiada para ejercer la colegialidad local

relacionada con la organización de la “oikoumene.” 4

3. La curia romana desde el Edicto de Milán

La documentación anterior desapareció. A partir del Edicto de Milán y para los

siglos IV y V tenemos datos más seguros y abundantes. Al gozar la Iglesia de

capacidad jurídica era también más fácil administrar los bienes, tanto los ocultados

en tiempos de persecución, como los que iban recibiendo en gran cantidad.

Constantino regaló a la Iglesia Romana en 313 la “Domus Faustae in Lateranis”,

que fue la residencia oficial del Pontífice hasta el siglo XIII. Allí se tuvo el primer

Concilio de Obispos para resolver litigios de la Iglesia de Cartago (313).

El Concilio de Nicea (325) fue convocado por el emperador, y no por el obispo de

Roma, en una ciudad lejana de Roma, lugar propio del emperador, en el pontificado

de S. Silvestre. Este se contentó con mandar su delegado y representante, el Obispo

de Córdoba, el prestigioso Osio. La Iglesia Romana, gracias al constante favor y

generosidad imperial, se embellecía con grandiosas construcciones sobre las tumbas

de los Apóstoles y de los mártires; dentro y fuera de las murallas surgían las iglesias

“Titulares” y se intensificaba la propaganda y apostolado para la conversión de los

paganos o habitantes del campo o pagos. 5

3. Un modo de ser fieles a la voluntad de Cristo en la mentalidad romana

Desde Constantino se consolida el poder del obispo de Roma. Bajo el

deslumbramiento del imperio romano, cada vez más se busca la unidad y la

centralización de todas las iglesias en una sola, partiendo de estas convergentes,

que para San León Magno son incuestionables y hasta como obsesivas en sus

sermones y cartas: l. Dios otorgó a Jesucristo todo poder (Mt 28,18).

2 Cristo dio esa potestad o poder a Pedro junto con la preeminencia sobre los demás

Apóstoles. (PL 54, 629, Epístola X.) 3. Pedro hizo de Roma una ciudad sacerdotal y regia porque allí colocó su cátedra. (PL 54,423.

Sermo 27,1).

4. El Obispo de Roma, sucesor de Pedro, tiene esa preeminencia y debe ser signo

de esa unidad, que la Roma de los Césares no alcanzó. «La Roma de Rómulo y Remo

no obtuvo lo que la Roma de Pedro y Pablo han conseguido: unificar el mundo.»

La Roma imperial fue preparación del plan divino. Este servicio de unidad es el

gran ministerio de la Diócesis de Roma, del Obispo de Roma, del Papa: unidad de

culto, unidad de apostolado, unidad de acción.

Estas verdades que se creían emanadas del mismo Cristo orientaban el constante

esfuerzo y tesón de la curia romana para prestar el servicio de centralización

progresiva. La tentación del poder temporal será siempre muy fuerte, y el papa

podrá aparecer más señor temporal que “Siervo de los siervos” de Cristo.

El Espíritu Santo actúa en ese proceso de universalización como aparece por la

buena voluntad y santidad de muchos pontífices y la eminencia de los santos Padres.

Ningún Papa alcanzará el portentoso equilibrio de S. Gregorio Magno, cuya

humildad sin parangón resplandece por ejemplo en su discurso a los obispos y en las

cartas, por ejemplo a san Leandro de Sevilla, a Juan Patriarca de Constantinopla, o a

Teotiste gran bienhechora y hermana del emperador Valentiniano IIIº. En sus cartas no está

defendiendo sus poderes sino disculpándose por sus deficiencias. Según lo expresa, vive en la

zozobra porque no sabe si está cumpliendo “pastoris officium an terreni próceris.” «No se si

cumplo el oficio de pastor o de prócer terreno.» ¡Cumplió a cabalidad ambos oficios! La Iglesia

se embarca en ejecutar la misión de unidad mundial que el imperio romano no pudo cumplir.

4. Declive del imperio romano El poder imperial declina progresivamente en Roma. Constantino y sus hijos la

abandonan, como sede central del mando. La pasan a Constantinopla, o a Milán o a

Ravena. Además ya no hay un único Emperador, sino en períodos aislados. Los

emperadores aparecen cada vez más divididos y corrompidos, y suplantados por los

generales. Abandonan Roma a su suerte. Su obispo, el Papa, con el equipo litúrgico-

apostólico-administrativo tiene que enfrentarse con lo material y lo espiritual, con

lo civil y lo eclesiástico.

La primera sacudida fuerte del tremendo terremoto que se aproxima es la

sublevación de los visigodos en el 376. En 391 el Cristianismo alcanza los honores

de Religión de Estado con Teodosio, que brilla con un postrer destello de único

soberano (394-395). Muy fugaz, porque los germanos, infiltrados en las legiones

romanas, levantan y derriban emperadores.

Al fin, estalla el volcán bárbaro que lanza el torrente de sus arrasadoras huestes

visigóticas sobre Italia, y el año 410 Roma es, por vez primera, aterradoramente

saqueada, destruida e incendiada por la chusma del rey visigodo Alarico.

Inútilmente el Papa Inocencio pide socorro a Bizancio. El emperador Honorio se

hace sordo, y ante la amenaza de Atila no queda enhiesta en Roma más que la figura

de San León Magno que logra contenerlo. En 476, con la deposición de Rómulo Augusto por

parte de Odoacro, se extingue el Imperio Romano de Occidente. Un Rómulo contempló

ilusionado el nacer de Roma y al ocaso asiste otro Rómulo. El poder imperial de Roma se ha

hundido.

3. EL ESPÍRITU EN LA VIDA DE FRATERNIDAD Y DE COMUNIÓN,

1. El Espíritu Santo guía a la Iglesia a través de carismas en las comunidades

vivenciales. Segunda dimensión: parroquias y vida monacal

El Espíritu Santo ha guiado a la Iglesia en la progresiva constitución de la

jerarquía, como entidad visible y de poder, moderada por la misión apostólica. Así

guió al pueblo de Israel por los mandamientos salvíficos y por la ley. Así nace y

se desarrolla la cristiandad.

Al mismo tiempo, el Espíritu Santo guía las eclesías hacia la vivencia de la caridad cristiana, en

las relaciones inter-personales amorosas en Cristo, como sistema biológico de carismas, en las

familias, las parroquias y los monasterios.

Se distinguen, pues, dos dimensiones de la Iglesia. Por una parte, la dimensión

de gobierno, de poder, de disciplina, de derecho y de mando. Y por otra parte, la

vivencia de la fe en la actividad cotidiana, en las familias, en las asociaciones de

fieles, en los monasterios que se multiplican en cada diócesis del mundo. Tanto las

diócesis respecto de las otras diócesis como los monasterios tenían intensa y vital

autonomía, mutuamente aceptada en el amor de Cristo. Los monasterios no

obedecían al poder central sino al amor mutuo común.

La Iglesia organizada como pueblo de Dios, sucesor de Israel, y del imperio

romano, acoge y recibe como una gracia, el pulular de grupos de cristianos que se

asocian para vivir la comunión de hermanos. Esta es una característica asombrosa

de la Iglesia y una de las claves de su supervivencia, el haber acogido y respetado

desde sus estructuras jerárquicas la presencia vivificante de comunidades de amor

y de comunión.

Si el Espíritu está en la cabeza visible de las diócesis, y en especial de Roma,

también es evidente que el Espíritu guía las eclesías en la base, invitando a los

mejores hombres a reunirse en comunidades pequeñas, con suficiente autonomía en

el contexto de la grande diócesis.

Recibimos las dos dimensiones de la acción del Espíritu como recibimos los dos

Testamentos: «Pari pietatis affectu suscipit ac veneratur,» en expresión de Trento.

La división territorial, primero de diócesis 6 y luego de parroquias,7 se impone ante

el crecimiento desmesurado de fieles. Pero durante muchos siglos, las parroquias

no tenían las dimensiones de hoy ni el modo de funcionar. Muchas eran auténticas

comunidades donde se vivía, concretado en práctica diaria, el mensaje bíblico

comprendido en la época. Muchísimas parroquias eran de menos de mil personas.

Dicha organización ha de estudiarse en una historia de la Iglesia. Junto a los santos

padres y los primeros concilios, mencionemos solo una primera síntesis teológica y

eclesiológica, que ha tenido mucho influjo en la Edad Media hasta nuestros días, la

de Dionisio Aeropagita. 8

2. El monacato

En la organización de la Iglesia se refleja la hermenéutica bíblica. El factor

decisivo, que afectó toda la interpretación de la Biblia, fue la experiencia de

comunidad, suscitada por el Espíritu al margen de la organización jurisdiccional de

diócesis y parroquias: el monacato. Ante unas diócesis o parroquias más y más

mundanizadas o veterotestamentarias, 9 fundadas en leyes, el Evangelio exigía el

seguimiento de Jesús neotestamentario con hermanos.

Aquí debe hacerse un estudio del monacato de oriente y de occidente, el cual está

marcado por San Basilio y San Benito (480-543) cuyos monasterios o casas son

centros de liturgia, de apostolado, de beneficencia, de cultura, hasta nuestros días.

Sin duda, también la vida monacal se encarna en el espíritu romano de derecho y

administración, de obediencia y de votos.

Esta experiencia monacal afectó mucho más a cada diócesis de ese tiempo que la

vida religiosa hoy. No imaginemos que los monasterios eran tan dispersos y tan

poco significativos como los conventos religiosos de hoy día. Los monasterios eran

realidades cercanas a todos los cristianos. Era una opción que estaba siempre a

mano. Numerosas personas, a veces más de doscientas, de alguna manera

pertenecían a la comunidad monástica, con un padre que era el abad. Todos los

alrededores estaban bajo la influencia del monasterio, no solo desde el punto de vista

espiritual sino también económico.

Además, los monasterios no se regían como las comunidades religiosas, hoy, desde

un poder central; cada monasterio era independiente y adaptado a las circunstancias

locales. Era vital la encarnación en el sitio. Así se encarnó e inculturó la Iglesia en

cada lugar.

La vida monástica era experiencia de comunidad fraterna en un contexto cultural

determinado. En la región de Bélgica, donde está el actual monasterio de

Maredsous, en una área abarcable por la vista, un hermano monje me contaba

catorce monasterios, antes de la revolución francesa. El actual es heredero de catorce

monasterios antiguos. La creatividad era una de las características de las eclesías vivenciales de

fieles, no dominadas por reglamentaciones jurídicas sofocantes y paralizantes.

3. Hermenéutica bíblica en la Iglesia unida al imperio: Formas del servicio

mutuo

En el siglo IV, con el paso de la multitud de “eclesías”, unidas alrededor del

ministerio de los obispos, a la Iglesia imperial, se crea una situación asombrosa e

inesperada, producto de un milagro de la Providencia divina, y los Padres, explícita

o implícitamente, se ven forzados a hacer una nueva hermenéutica de las Escrituras,

para iluminar el momento eclesial y político. Por ejemplo comienzan a usar el texto:

«Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra», con valor jurídico atribuido al

Papa.

Por una parte la Iglesia se organizó con un criterio de unidad conseguida por la

obediencia a la autoridad. El esquema de la Iglesia particular de Roma se asumió

para toda la Iglesia y el papa fue buscando la unidad por la sumisión a su poder

jerárquico.

4. San Antonio abad

En cambio muchos cristianos estaban insatisfechos y buscaron la autenticidad

cristiana en la fuga del mundo: “Fuga mundi”, fuga no solo de los vicios de la

sociedad civil sino de la misma iglesia mundanizada. El año 260 un joven rico de

Alejandría abandonó todo al oír el evangelio del joven rico. Se fue al desierto y se

encontró con otro anacoreta más viejo que él que se llamaba Pablo de Tebas. Este

tenía 113 años. Antonio fundó una verdadera colonia de anacoretas y monjes en

Fayun Tebaida. Murió en 356 y tenía 105 años.

San Pacomio formó cenobios («koinos bios: vida común». De ahí se extendió el

monaquismo a otras regiones de Egipto, Siria, Armenia, Mesopotamia. «Pantes

diakonomenon eisin:» omnes ministri sunt: todos son servidores. Se buscaba en el

servicio la esencia del evangelio.

4. Interacción creadora entre la vida de diócesis-parroquias y vida de servicio

común o vida fraterna.

Se va creando la espiritualidad de la fuga del mundo, con filosofía griega. La vida

monacal provocaba una santa envidia en los obispos y sacerdotes diocesanos, y los

obispos se acostumbraron a fomentar la vida monástica tenida en mucho honor en

toda la Iglesia, como se ve en los escritos de Dionisio Areopagita. Se puede decir

que la Iglesia cultivó con gran devoción la vida monástica y religiosa, y esta produjo

la inmensa mayoría de los santos canonizados, hasta el Concilio Vaticano II.

Llevaban vida en común, una sola mesa, para ser una sola alma. A su vez los

ministros de la Iglesia, en medio del mundo, implantaron en las catedrales prácticas

monásticas y el oficio divino. La espiritualidad de los monjes se convirtió en modelo

para toda la Iglesia.

5. Grandes obispos salidos de los monasterios.

Lo que admira es que las autoridades de la Iglesia fomentaban la vivencia

fraterna, y de estos ámbitos de fraternidad salían excelentes obispos. Esta interacción

entre los sistemas de poderes y los carismas de los hombres más fraternos es uno de los

secretos de la vitalidad de la Iglesia.

Sirva de ejemplo san Fulgencio de Ruspe. A los veintidós años pidió ser

admitido en un monasterio. En el año 499 una tribu de feroces guerreros de

Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de

Siracusa en Sicilia, y alcanzó a Roma. Luego volvió a su patria y fue nombrado

obispo de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente, con traje

desteñido y no comía carne. El obispo predicaba de modo tan extraordinario que

admiraba incluso a los otros obispos. Murió en enero de 533 a los 66 años.

Santa Brígida de Kildare, mujer del Ulster, de joven fabrica una celda bajo un

roble que recibió el nombre de Kildare o celda bajo el roble. Allí se le juntan otras

mujeres a vivir vida fraterna y su influencia se extiende a toda Irlanda. Murió en

525. Queda claro que antes de San Gregorio Magno la experiencia comunitaria era

inspiración del Espíritu en todas las naciones de la Iglesia.

SEGUNDA ETAPA DE LA CRISTIANDAD

DE SAN GREGORIO MAGNO, AÑO 604

A LA REFORMA GREGORIANA, AÑO 1073

1. EL ESPÍRITU EN LA CULTURA DE LA LEY, EL PODER Y LA RELIGIÓN.

2. EL ESPÍRITU EN LA CULTURA DE LA FRATERNIDAD Y EN ÁMBITO DE LAS PEQUEÑAS COMUNIDADES

3. LOS LAICOS

Ahora vamos a seleccionar algunos testimonios del despliegue del Espíritu de Dios

en la Iglesia durante la alta Edad Media.

Como en la primera etapa, nos concentramos en el Papado, como desarrollo

progresivo de la etapa anterior. El Espíritu que actúa en la jerarquía.

Luego observamos el Monacato en su asombroso desarrollo en todos los rincones de

la cristiandad. El Espíritu que actúa en la experiencia de fraternidad.

Escogemos dos dimensiones sobresalientes de la Iglesia, pero que no son las únicas.

Dejamos a un lado el estudio de muchos otros aspectos. Tal vez ni siquiera

sospechamos la inconmensurable cantidad de libros, en impresionantes bibliotecas,

sobre las vivencias cristianas en esta época.

1. EL ESPÍRITU EN LA CULTURA

DE LA LEY, EL PODER Y LA RELIGIÓN.

1. El primado romano en la alta Edad Media

El hecho más impactante en toda la vida de la Iglesia y en la teología es la

transición de las múltiples eclesías, fundadas por los apóstoles y misioneros en

cada lugar, con un obispo de Roma dedicado a crear un modelo de iglesia y con el

ejercicio de un primado de amor, de comunión y de consenso, a la cristiandad con

el primado universal del Papa que ejerce autoridad jurídica en cada eclesía del

mundo entero, con potestad de enseñar, potestad de gobernar y potestad de

santificar. Es espectacular el paso de las eclesías locales, unidas por el amor fraterno

y la comunión de hermanos, a la Iglesia, una, santa, católica, apostólica y romana,

jurídicamente gobernada según el principio imperial de autoridad y obediencia, de

mando y sumisión.

El Primado Romano se va imponiendo en Occidente como hecho, y es un oficio

admitido y reconocido por toda la Jerarquía de Oriente y Occidente. En los primeros

siglos la autoridad apostólica se ejerció de acuerdo con la nueva ley de amor fraterno

en el Espíritu, pero en la cristiandad se ejerció poco a poco en sentido jurídico,

según los principios del derecho romano de autoridad y obediencia o a la manera de

la antigua alianza judía de preceptos y transgresiones.

En Occidente, concilios y provincias eclesiásticas acuden a Roma para ratificar sus

decisiones o para resolver sus pleitos. En Oriente se da por descontado que Pedro

habla por su sucesor, el Obispo de Roma. Valga por tantos datos, el del Concilio de

Calcedonia (año 451), con asistencia de más de 630 obispos. Presidía un Legado del

Papa León I, que dirigió al Concilio un documento de tal claridad y profundidad que

expresaba perfectamente la fe de la Iglesia en las cuestiones o herejías monofisitas y

nestorianas. Después de escuchar la extensa relación, todos los presentes aprobaron

por unanimidad la decisión papal: ”Es la fe de nuestros padres, aclamaron, la fe de

los Apóstoles, es nuestra Fe! San Pedro ha hablado por boca de León!”

Hasta el cisma del s. XI, los orientales vieron al Papa de Roma como viva personificación de

Pedro, en una función totalmente religiosa, reforzada por la calificación que se daba el Papa

S.Gregorio “Siervo de los siervos de Dios.” En 869 el Concilio VIII de Constantinopla sancionó

la necesidad de la comunión con la Sede Apostólica de Roma. En Occidente, en los siglos XII-

XIII se dio a las decisiones del Papa la misma fuerza que a las del Concilio Ecuménico.

2. Primado romano al estilo de occidente: consistorio

Sin embargo el ejercicio del Primado Romano, durante el Medievo, se matizó

completamente como “occidental.” ¿De qué modo? Como los Papas necesitaban,

más que un sínodo, un equipo de presbíteros reducido y especializado, imitaron a su

modo la organización de la corte de Bizancio . Allí había un “Consistorium” o

“concilium Principis” del que eran miembros los “proceres sacri palatii,”

Análogamente en el Patriarcado de Letrán, el Papa se sirvió del consejo de los

cardenales que formaron un “Consistorio,” para ocuparse de las cuestiones de

comunión eclesiástica, dejando a un especial “auditorium” los líos judiciarios.

Este consistorio, que evolucionó en las Congregaciones de la Curia, cristalizó la

concentración progresiva del gobierno de la Iglesia en Roma, aunque por etapas

sucesivas, que podemos señalar:

1. Afirmación del Derecho de apelación a Roma y extensión de la reserva de la

jurisdicción pontificia.

2. Ejercicio del control pontificio sobre las iglesias locales por medio de Legados y

de una disciplina especial que Roma elaboró.

3. Los cardenales

Desde el siglo VIII se llamó “cardo -inis” la cátedra episcopal pues el obispo

asemejaba al eje o gozne sobre el cual giraba toda la diócesis. De hecho se llamó

“cardinales” a los sacerdotes que, por su ciencia y dinamismo apostólico, se

distinguían en las iglesias de Constantinopla, Milán, Nápoles, Tréveris...

León IX (1049-1055) decretó que se diera el título de “cardenal” al clero romano.

Pío V (1566-1572) reservó el nombre para el solo clero de la Urbe. Este es el título:

la realidad es antiquísima. ¿Cómo y por qué?

El “Liber Pontificalis” atribuye al papa S. Clemente (88-97) la división de Roma en siete

distritos o “regiones,” al estilo de la división regional del municipio, para cuidar de los pobres. De

aquí nació el primer clero regional. Por los convertidos y las necesidades, el trabajo se multiplicaba

en Roma vertiginosamente en todas las capas de la sociedad.

Según ese mismo “Liber Pontificalis,” el papa S. Clemente ordenó veinticinco

presbíteros para servir y atender tan extensas y variadas funciones. Ordenó también

un diácono por distrito y obispos. Este grupo formaba el Consejo Diocesano de

Roma. San Evaristo (112-121) dividió Roma en varias iglesias o títulos que fueron

“tituli cardinales” o subcentros, donde se cuidaban las iglesias y los cementerios.

El Papa S. Fabián (236-250) destinó al servicio de las regiones más diáconos.

Administraban las “diaconías” correspondientes a las iglesias del distrito, los bienes

muebles e inmuebles que daban o legaban, las limosnas y obras de beneficencia;

daban testimonio de la predicación del Obispo, recogían las actas de los mártires,

suscribían las actas de los Concilios y documentos, leían el Evangelio y asistían al

Papa en las funciones litúrgicas.

El poder papal, material y espiritual, crece cada vez más. Para la liturgia y el

consejo llaman a los obispos, que fueron designados “cardinales,” y son seis:

Albano, Frascati , Palestrina, Porto-Santa Rufina, Sabina-Poggio Mirteto, Velletri-

Ostia. El obispo de ésta última era el Decano. Los títulos de presbíteros eran 49 a

fines del s. V. En ese mismo tiempo el presbítero principal se empezó a llamar

“cardinalis.”

En el s. VIII se duplicó el número de “regiones” y de diáconos. Gregorio III (731-

741) añadió cuatro diáconos palatinos para servir en la Basílica de Letrán: ayudaban

al Papa en la Misa por turno en los días de la semana. El Papa Juan VIII (877-882)

hizo a estos Presbíteros-Cardenales, inspectores de la disciplina romana y aun

jueces. El Decano era el más anciano. Se les agregó a las cuatro Basílicas Mayores.

Tal es el Consejo Papal que irá creciendo en importancia más y más hasta alcanzar

en la jerarquía eclesiástica un puesto y categoría que ni soñó el Pseudo-Dionisio:

“Altos Dignatarios de la Iglesia Romana, designados por el Papa que forman el

Senado o Consejo de éste, le auxilian en el régimen de la Iglesia Universal y eligen

nuevo Pontífice en caso de “Sede vacante.”

4. Detallemos un poco más la Organización de las Oficinas romanas que sirven

de puente o enlace entre el Papa y las Iglesias locales.

Jurisdicción: Cuando Clemente Romano interviene en Corinto es, sin duda, porque

la Iglesia de Corinto lo ha requerido. Similar hipótesis debemos hacer en las

intervenciones de los Papas Víctor, Esteban y Dionisio. Con la fuerza de esta

costumbre, el Concilio de Sardes aprueba el derecho de los obispos de apelar a

Roma contra la decisión del Colegio Episcopal (343). En 378 Graciano respalda la

ejecución de estas decisiones papales con su poder imperial. Los obispos consultan a

Roma en cualquier duda. Las respuestas del Sucesor de Pedro (Decre-tales) a cada

caso se archivan y clasifican, y su colección, por obra de Dionisio el Exiguo, será el

germen del “Corpus luris.”

Otra etapa muy importante en esta afirmación de la centralización de la

jurisdicción romana fue la Inquisición Apostólica (s. XII). Surgió para garantizar un

mínimum de justicia en los procesos locales, al reservar al Papa algunas

competencias de los Obispos, con frecuencia contaminados de simonía y hasta de

herejía. La compra y venta entre señores, reyes y obispos, de poderes y privilegios

surge ya en el s. VI y se va intensificando más y más hasta los gravísimos

desórdenes de Europa y de la misma Roma en los siglos XV y XVI. No quita los

poderes al Obispo, sino que el Papa se reserva el proceder directamente “ex officio

et in loco.”

Inocencio III limitó el poder de los Obispos aun en la concesión de indulgencias.

Además los Papas del Medievo exigieron poder exclusivo suyo para dispensar en las

leyes emanadas de Roma o de los Concilios, y también para dispensar de las mismas

leyes episcopales.

Control disciplinar. La cristiandad se dio cuenta muy pronto que la Sede Romana

estaba atenta a cuanto exigía la “Comunión eclesial,” y cómo actuar cuando las

circunstancias particulares lo exigían, sobre todo al tratarse de la fe. En la Edad

Media intervinieron en la disciplina por medio de Legados.

La triste y vergonzosa situación de la Iglesia en los siglos X y XI obligó al Papa

Gregorio VII a una cirugía sin piedad y a una enérgica centralización. Son tan

grandes los abusos e intervenciones armadas en otras diócesis que el Papa se ve

forzado a ordenar que los obispos se mantengan en sus derechos sin extralimitarlos.

El Papa, por medio de sus Legados, interviene directamente sobre los obispos e

invade el área metropolitana, suplanta los organismos locales y ordena a los obispos

residenciales que gobiernen en sus diócesis, y no en otras, y menos en nombre del

Papa. Sin estas iniciativas habría sido ilusorio el querer influir con eficacia y

decisión.

Organización curial: El “Liber Pontificalis,” en la vida del Papa San Antero (238-

239) habla de un archivo bien organizado que la persecución de Diocleciano hizo

desaparecer. San Jerónimo habla del “Scrinium aposto-licum,” y S.Gregorio debía

tener su buen equipo de empleados para redactar sus cartas y decisiones. En el siglo

VI había ya unos “Notarii,” con estilo redaccional fijo e invariable. Más tarde el

“Cancellarius,” canciller, será el funcionario principal de la Curia. En tiempo de

San Bernardo todas las decisiones pasaban por sus manos.

La oficina administrativa, mientras tanto, fue cada día más importante. Ya en el s.

V, el Papa era el mayor propietario de Italia, aunque sin formar un Estado

independiente. En el s. VI hay intendentes, y aparecen en el s. VIII el tesorero

(Vestararius) que se desdobló en el “Arcarius” y el “Sacellarius,” para recibir y

dar los bienes de la Iglesia. En el s. IX tenemos el “Camerarius.”

La Cámara Apostólica es un verdadero ministerio de hacienda que debe

administrar, además de los bienes propios del Papado, otras propiedades, de los

monasterios y de los seglares, pequeñas y grandes, ducados y hasta reinos. Todos

éstos gozan de la protección del Papa, al que pagan lealmente las rentas que llaman

el “Dinero (óbolo) de San Pedro.” Otras sumas pecuniarias entraban también por

concepto de beneficios y nombramientos conferidos por la Santa Sede (Dataría).

En el s. XIII-XIV el Recaudador Apostólico recorría todos los pueblos y ciudades

de la Europa Central para exigir y percibir el pago de las contribuciones debidas a la

Santa Sede («Collecta Apostólica»), ya que los obispos y los Reyes usurpaban y se

embolsillaban estas sumas.

El Papa tenía el gobierno del Estado, pero lo delegaba de ordinario al “Praefectus

Urbis” . El papa debía hacer de todo; jefe espiritual, político y administrativo, para

salvaguardar la comunión eclesial, como explícitamente lo afirmaba Inocencio III y

que angustiaba al papa S. Gregorio Magno que no sabía si era “pastor” o “señor

temporal: «procer terrenus.»

Fiscalización, centralización, ejercicio del Primado, como funciones al servicio de

una Iglesia universal, que pretende la unidad por la autoridad, la obediencia y los

dogmas, avanzan parejos pero mezclados con pasiones demasiado humanas, ya que

son hombres y no ángeles quienes las ejercen.

5. La vida sacramental

El rito romano se fue imponiendo al mismo tiempo que el primado. La jerarquía

goza del poder de santificar. “Potestas docendi, regendi, sanctificandi” En este

tiempo toma forma la misa.

Con el espíritu de poder vertical y ritualista, al estilo del pueblo judío, se fue

configurado una forma de celebrar la misa, distinta de los primeros siglos.

Desdibuja el propósito del nuevo Testamento y de las primeras eclesías, de realizar

la comunión como gracia, y relieva al sacer-dote como el celebrante de la

eucaristía y como mediador entre Dios y la comunidad. Ya no se ve el ejercicio del

sacerdocio por parte de todos los fieles. De esta manera se asimiló mejor el

sacerdote católico a los sacerdotes judíos y a los paganos. La comunidad ya no es el

“Cuerpo de Cristo” y, en cambio, el sacerdote es otro Cristo, alter Christus.

En la sociedad romana religiosa, con sus sacerdotes, desde Constantino, sumo

pontífice, es normal que los responsables de las eclesías u obispos comiencen a tener

privilegios de jefes. El emperador era sumo sacerdote. En la sociedad, los sacerdotes adquieren

una posición especial.

San Ambrosio de Milán exhortaba a los clérigos a llevar vestidos decentes pero

comunes. y San Celestino escribía “Nos hemos de distinguir del pueblo o de los

demás en la doctrina, no en el vestido, en la vida, no en el hábito, en la pureza del

alma, no en el cuidado externo.” (Celestino I, Epist IV (ML 50, 429-31) Año 428.

También la tonsura, de origen monacal, comienza a ser distintivo del clero desde el

siglo VI. Fue una de las determinaciones importantes del sínodo romano que

precedió al Vaticano II.

*El celibato

Los sacerdotes antiguos se abstenían de relaciones sexuales durante el servicio del

templo, y en occidente se consideraba lo sexual como algo impuro o material, y,

por eso, desde el Concilio de Elvira se exige a los clérigos la continencia. Esto no

fue aceptado por el Concilio de Nicea y no se impuso en la parte oriental del

imperio, sino solo en el ámbito latino. En Tertuliano, san Ambrosio, Novaciano,

Metodio hay muchos testimonios de influjos del A.T. en la imposición del celibato.

10

Para la imposición del celibato a los clérigos se juntó la concepción espiritualista

griega, el negativismo respecto de lo material, la conveniencia financiera y

administrativa, la lucha contra el nepotismo y la búsqueda de la disponibilidad

evangélica para servir la comunidad. La continencia eucarística prohibía las

relaciones sexuales en la noche anterior a la comunión. La sexualidad es una

mancha. Como los sacerdotes comienzan a celebrar diariamente, deben ser célibes.

*Ministerio y comunidad

Obispos y presbíteros eran elegidos por y para una determinada comunidad. Los

concilios ecuménicos prohibían las transferencias de ministros. Si un presbítero se

cambiaba de comunidad, era recibido en la nueva comunidad como un fiel sin

ejercicio de presbiterado. Los obispos elegidos por la comunidad se empiezan a

considerar como en esponsales con su Iglesia. El ministerio es de la comunidad y

para la comunidad determinada. No es una dignidad personal.

Según Hipólito, en la Tradición apostólica, en los primeros siglos, el confesor en

las persecuciones no necesita ordenación para ejercer el presbiterado. Los

confesores comunicaban el perdón a otros laicos. Esta idea antigua de la igualdad

de todos los fieles, no obstante la diversidad de funciones, se va cambiando para

establecer una barrera infranqueable entre el clero y los laicos.

Esta mentalidad irá avanzando y produciendo otros frutos. Varios teólogos muy

conocidos demuestran que en el segundo milenio se generalizó la ordenación

absoluta de los presbíteros, para la Iglesia universal, ya no para la comunidad. No

“titulo communitatis” sino “título beneficii.” Fue creciendo en la Iglesia desde san

Agustín la idea del carácter impreso e indeleble por el orden a la manera del

bautismo.

Es bueno que conozcamos las palabras tan autorizadas de la Conferencia

Episcopal alemana.11

Se reconoce la introducción de elementos judíos en la visión del presbítero. Pero

dicen los obispos alemanes: “Sería totalmente ilícito ver en esta especie de plagio

terminológico exclusivamente o predominantemente una sacralización

impremeditada o una tendencia a un ritualismo anticristiano. Si bien es verdad que

no están ausentes algunos indicios de esta tendencia, su verdadero progreso

evolutivo solo llegará a abrirse camino bajo el influjo de diversos factores, a partir de los

siglos V y VI. Hoy estamos en mejor condición de apreciar las desventajas que

reporta esta vuelta a los términos tradicionales, ya que con ello puede quedar

oscurecida la ruptura radical con otros sacerdocios anteriores o ajenos al

sacerdocio cristiano. De ahí el legítimo esfuerzo de la teología actual por

acercarse de nuevo a las fuentes neotestamentarias.” En este sentido es muy valiosa

la nueva comprensión que ahora tenemos de la carta a los Hebreos.

En el siglo VI-VII, el sacramentario gelasiano recoge viejos formularios donde

la reconciliación de los pecadores se da en la celebración de la Eucaristía. La liturgia

copta así lo establece. La reconciliación queda así en su lugar natural, antes de la

Eucaristía. Los sacramentarios leoniano, gelasiano y gregoriano (siglos VI-IX)

mantienen el carácter penitencial de la celebración eucarística.

Solo los pecados más graves necesitaban la celebración explícita del sacramento

de la penitencia como independiente de la Eucaristía.

6. El poder temporal de los papas

El poder se conquista, se ostenta y se retiene En este período veamos la conquista

del poder por parte de la Santa Sede o del Papa. La conquista del poder temporal se

cifra y resume en dos palabras: estado pontificio.

Históricamente, el Estado Pontificio surge por una necesidad. Todas las diócesis

tenían sus bienes temporales, donaciones en bienes muebles e inmuebles, herencias

y legados. La diócesis de Roma, por su prestigio de heredera del Imperio, y por ser

fundada por San Pedro, tenía más bienes y recibía más donaciones que las restantes:

era el tremendo dilema para San Gregorio: ¿Pastor o Administrador temporal?

Roma, después del hundimiento del Imperio de Occidente, queda desmantelada y

es saqueada repetidas veces. ¿Qué hacer? Los terratenientes de la campiña romana

deciden unirse para defender intereses de todos y defender también el orden público

y sus mismas vidas. Inútil pedir ayuda a Constantinopla. Por esta defensa propia y

por resistencia a los enemigos, surge, a la mitad del s. VII, el “exércitus romanus”

(661) con su jefe o “dux”. “Las fuerzas armadas se constituían por la leva militar en

el lugar, mientras los oficiales salían de las familias terratenientes. Tal era el ejército

en la Italia bizantina con el nombre de la respectiva región. Por eso eran solidarios

con la masa popular en la aversión al monotelismo y fieles a la Iglesia de Roma en

la oposición a la ektesis de Heraclio, y tal solidaridad era particularmente sentida en

el ”Exércitus Romanus.” (Ottorino Bertolini, Enciclopedia Catolica X. Col 1143,

Ver cols 1137 a 1177.

El emperador Heraclio (610 al 661), vencedor de Crosroas y rescatador de la santa

Cruz, propuso una tesis teológica para calmar las pasiones entre ortodoxos, por un

lado, y monofisitas y monotelitas, por otro. Así captamos que formulaciones

teológicas se debieron a emperadores metidos de teólogos para objetivos políticos.

De los ejércitos locales surgieron los “Duces” y de ellos los “Ducados,” en todas

las ciudades de Italia, pues en todas se formó esa milicia para la defensa ciudadana.

En Roma el ducado, o representación del ejército, interviene, con el clero y el

laicado civil, en las decisiones y elecciones del obispo local de Roma.

Los Papas en todo este período eran jefes de la ciudad y pastores de la Iglesia

universal. «Urbi et Orbi»: para la ciudad y el orbe. El cuidado de la Iglesia recayó más en la

Curia Romana que en el mismo Sumo Pontífice, quien era en muchísimas ocasiones un maniquí

movido por las ambiciones y rivalidades de las familias aristocráticas romanas.

De los nueve Papas de fines del s. VII y principios del VIII, uno solo era romano,

los demás, de influjo bizantino o medio impuestos por Bizancio. En 728 Liutprando,

rey católico lombardo, para independizar de Bizancio al Papa, le regala la ciudad de

Sutri, junto a Viterbo, sometiéndola al dominio directo del Pontífice. Este es el

principio político del Estado Pontificio. Se suma después el Lacio, y los ducados de

Viterbo, Perugia, Ravena, Cesena y el Exarcado. Esteban II (o III) cree su deber arrancar sus

ovejas del influjo civil de Bizancio que es iconoclasta.

El rey lombardo Astolfo pretende invadir los incipientes «Estados Pontificios».

En ese momento el Papa acude a Pipino el Breve y, por vez primera en la historia, el

Papa cruza los Alpes buscando el apoyo francés. Va en nombre de la “Sancta Dei

Ecclesia rei publicae Romanorum,” La santa Iglesia de Dios de la república de los

romanos», corona a Pipino y le otorga el título de “Patricius Romanorum”. Pipino

se dirige a Italia, defiende al Papa y extiende su poder temporal sometiéndole varios

ducados más.

La caída del reino lombardo (754) y la coronación de Carlomagno, en la Navidad

del 800, aseguran el poder temporal de los Papas. Todo el siglo IX está dominado

por las poderosas familias de las fuerzas de la Iglesia, ”Familia Sti Petri” y las

familias aristocráticas romanas, y a merced de ellas con el “Exercitus Romanus.”

Se impone así el papado. «La carencia de una autoridad regia pone al papado a la

merced de la aristocracia romana. Poderosas familias se disputan el solio

pontificio, y veinticuatro pontífices se suceden y mueren con frecuencia en manos

de las facciones. Marozia, hija del conde de Túscolo, Teofilacto, hace nombrar papa a un

hijo de once años.» Atlante Storico Garzanti pg 134.

7. El peligro musulmán

Mientras tanto los mahometanos, en campañas relámpago y en nombre de Alá,

declaran la Guerra Santa: atacan Oriente, y en 718 asedian a Constantinopla; se

apoderan de toda la orilla sur del Mediterráneo desde Egipto hasta el Atlántico,

ocupan la península ibérica y llegan hasta las puertas de París, pero son rechazados

en Poitiers (732). En cambio saquean Sicilia, las costas del sur de Italia y llegan a

Roma, entran a saco hasta en las basílicas de S. Pedro y San Pablo “provocando

enorme impresión en todo el mundo católico,» y obligan al papa León IV a la

construcción de un muro protector elevado con la colaboración de varios

monasterios y “domusculae” y con la colaboración del trabajo de ciudadanos

distribuidos en “scholae.” En el año 849, en Ostia, es dispersada la flota enemiga

por las naves de varias ciudades meridionales reunidas en una liga bendecida por el papa.”

(Brezzi Paolo Encipledía Cattolica X, col 1154)

Pero la corrupción y licencia en Roma y en las cortes y reinos de Francia y

Alemania y demás naciones no tiene límites: reyes y duques y obispos luchan entre

sí por el poder y la prepotencia, el placer y el dinero, la simonía y la lujuria... Como

se acerca el fin del mundo -¡así lo pregonan los milenaristas!- la relajación de

costumbres en el mundo cristiano es general...!

2. EL ESPÍRITU GUÍA A LA IGLESIA

EN EL CULTURA Y VIVENCIA DE LA FRATERNIDAD

1. Dos dimensiones generales en la acción del Espíritu

El Espíritu Santo sigue guiando a la Iglesia en las dos dimensiones. Conduce al

pueblo de Dios en la organización como entidad visible y de poder moderado por la

misión apostólica. Pero, al mismo tiempo, guía las eclesías hacia la vivencia del

ágape fraterno en las relaciones interpersonales amorosas en Cristo, en las familias,

las parroquias y, en especial, en los monasterios.

La unidad de todas las eclesías se puede conseguir por elementos culturales

controlables por el poder de los hombres, las doctrinas dogmáticas impuestas, los

códigos de derecho y la administración. Se puede imponer una sola Iglesia

fundada en la unidad de fe u ortodoxia, la unidad de cultura religiosa y litúrgica y la

unidad de régimen de autoridad y obediencia

Este paradigma cultural es absolutamente legítimo para toda conciencia humana y

para los romanos que amaestraron a los bárbaros por el derecho. Para un romano,

seguidor de Cristo, es normal que se autoconvenza que Cristo dio todo su poder a

Pedro, y que este puede y debe imponer la unidad por la progresiva demostración de

los poderes en la Iglesia: potestad de regir, de santificar y de enseñar: Autoridad

para mandar, para administrar los sacramentos y mantener la ortodoxia dogmática

impuesta: potestas docendi, regendi, sanctificandi. Nada más lógico para un romano

que imponer la verdad y el bien. Para eso es el poder, que de Dios viene.

2. La vida fraterna y de comunión en ámbitos separados

Pero Jesús introdujo en el mundo un nuevo principio de unidad, centrado en las

personas y en el amor y las nuevas relaciones de las discípulos congregados en

eclesías o comunidades. Esta unión de los hermanos en caridad es la obra del

Espíritu y sus carismas.

Primero se introdujo en la Iglesia la división entre clero y laicos, y luego se marcó

la otra gran división entre papado y obispos como jerarquía y las comunidades

monacales, luego mendicantes, y, a partir del concilio de Trento, congregaciones

religiosas modernas. 1ª Clero <> laicos; 2ª Jerarquía <>vida común fraterna.

Signo de la acción del Espíritu en la Iglesia es la decisión de la Iglesia jerárquica

de fomentar la vida monástica. Fue tanta la acogida de la vida monástica que se la

llamó seguimiento de Cristo, «sequela Christi.» Más aun, se consideró oficialmente

como estado de perfección cristiana.

La renovación surge de los carismáticos que siempre han salvado la Iglesia en

épocas de grandes crisis: “Contra la secularización de la vida monástica, causada por el

surgimiento de la feudalidad eclesiástica; contra la injerencia de los laicos feudatarios que alegan

derechos sobre los entes eclesiásticos ubicados en sus dominios, se levanta el movimiento

cluniacense, que irradia desde la abadía de Cluny, fundada en el año 910, y de Gorze.» «Se

exige una reforma administrativa, el paso de la abadía bajo el amparo del Papa para que no

quede bajo el señorío del obispo, una rígida disciplina y una obediencia absoluta al abad. Se

conformó la unión de unas doscientas abadías en una congregación sometida al abad de Cluny.”

Un auténtico huracán de reforma sacude todos los monasterios de Europa, ante

tanta corrupción interna y tanto enemigo de fuera. Quieren vivir íntegramente,

radicalmente, la vida cristiana “dando a Dios lo que es de Dios, y al César (al poder

civil) lo que es del César!” El gran campeón de esta reforma es el monje

cluniacense Hildebrando, que en el mismo día de los funerales de Alejandro II

(1073) fue aclamado por el pueblo de su diócesis romana como “Papa” y tomó el

nombre de Gregorio VII. “Pidió y quiso que su elección fuera refrendada por los

Cardenales,” como lo fue. Aquí se nota el mutuo enriquecimiento entre el pueblo de

Dios jerárquico y las pequeñas comunidades de fraternidad.

La gran lucha de todo el pontificado de Gregorio VII, desde su proclamación

hasta su muerte en el destierro (25 mayo 1085), es una batalla titánica por la unidad

de la Iglesia y contra las tremendas plagas de entonces: las investiduras, la simonía y

la vida licenciosa de los eclesiásticos. ¡Lucha de siglos entre el Papado y el Imperio!

En un hombre como estos aparece el mismo Espíritu Santo que guía la Iglesia por

los canales del poder temporal y por la experiencia de comunión fraterna en los

monasterios. De estos surge el papa, aclamado por el pueblo, no por los cardenales.

3. Los lugares santos y las cruzadas

En pleno pontificado surge otro gran movimiento que sacude la conciencia de la

cristiandad: Jerusalén ha caído en manos de los infieles y hay que reconquistarla. Se

ponen en marcha las Cruzadas con las que el Papa Gregorio VII “se propone correr

en ayuda de los cristianos orientales a la cabeza de un ejército de caballeros

como Dux y Pontifex», como conductor de ejércitos y pontífice. En estos dos

últimos sustantivos tenemos resumida la actividad de papas y obispos durante siglos:

el servicio invertido en la Iglesia: el Obispo de Roma será “dux,” antes y más que

“pontifex”

El mismo Espíritu divino conduce las iglesias con dos poderosas fuerzas, la del

poder y la de los carismas de fraternidad y de comunión. Presentamos al lado del

caso de Gregorio VII, otros casos que se repetían en todas las diócesis de la

cristiandad. Son ejemplo de la interacción entre el ejercicio del poder eclesiástico y

la experiencia de vida fraterna en los monasterios.

San Ildefonso fue discípulo de san Isidoro de Sevilla. De joven tuvo dificultades

para seguir la vocación a que Dios lo llamaba. Huyó de casa y fue a la abadía de

Agalia. Cuando murió el arzobispo de Toledo, el pueblo entero pidió que fuera

Ildefonso su nuevo arzobispo. Durante los concilios de Toledo habló de la Virgen

María y defendió la maternidad divina de María. Pasó nueve años trabajando por

sus feligreses. Sus reliquias se conservan en la catedral de Zamora. Murió en el año

667 a los 61 años de edad.

San Pedro Damián nace en Ravena en 1007, después de ser profesor en Parma

entra en el monasterio de Fonte-avellana. Estuvo al lado de seis papas ayudando a

la reforma de los eclesiásticos, que con frecuencia eran simoníacos pues se

dedicaban a la compraventa de puestos eclesiásticos y, sobre todo, colaboró con

Hildebrando, papa Gregorio VII. Y fue nombrado cardenal y obispo de Ostia.

Murió ya anciano en Faenza.

4. Evoluciones en el distanciamiento clero-laicos

En los primeros siglos se insistió en la igualdad de todos los cristianos: son

discípulos, cristianos, fieles creyentes, hermanos, elegidos, iluminados, santos y

amados de Dios. Esto no impide que unos de entre ellos tengan ministerios

especiales y de gran importancia en la eclesía. Poco a poco se fue definiendo el

sacramento del orden, y evolucionó la manera de comprender a los ministros. Más

aún, los ministerios se fueron concentrando en el sacerdote. Así se consolida la

bipolaridad, clero-laicos.

En el primer milenio los sacerdotes se ordenaban para una comunidad, y de ella.

En el segundo milenio se generalizó la ordenación absoluta, para la Iglesia universal,

de los presbíteros. No “titulo communitatis” sino “título beneficii.” Estas

ordenaciones absolutas son el último desarrollo de la comprensión del sacramento

del orden sacerdotal a semejanza del carácter bautismal, según Agustín.

San Isidoro de Sevilla aplica la definición romana del sacerdote a los sacerdotes

cristianos. “El sacerdote es como el que da lo sagrado, así consagra y santifica”

“Sacerdos autem nomen habet compositum ex graeco et latino, qui sacrum dans,

sicut enim rex a regendo ita sacerdos a sanctificando vocatus est; consecrat enim et

sanctificat” Etim 12,21 (PL 82201-92. Los obispos, lo mismo. “Qui sacrum dant,

sicut episcopi.” Este influjo isidoriano domina todo el medioevo, hasta nosotros.

Pedro Lombardo dice: pertenece a los presbíteros confeccionar (confícere) el

sacramento del cuerpo y la sangre del Señor sobre el altar, decir las oraciones y

bendecir los dones. Y dice que todo esto acontece como en Aarón y los sacerdotes

instituidos en el Antiguo Testamento.

Desde el siglo VIII, proliferan las misas votivas y las que el sacerdote celebra por

sí mismo. Se hace común la misa diaria desde el siglo IX. Misa leída y con ritual

fijo y minucioso que practicaba el sacerdote solo o delante del pueblo. Desde el

siglo IX se desarrollan los altares laterales. En oriente se permanece fiel al altar

único. Los sacerdotes celebran misas y sacramentos, y perciben los estipendios.

Son muchos los curas de misa y olla.

Así se pasó de la misa celebrada por el obispo y concelebrada por los presbíteros, a

la misa privada. Antes se celebraba una sola misa aunque fuera para diversos

lugares. La metafísica les enseña que el primero que pronuncia la fórmula

sacramental es el que consagra. Los otros concelebrantes no. Fue problema hasta

hace poco.

Hasta el siglo IX solo un tercio de los monjes eran sacerdotes, los demás

hermanos. En el siglo X dos tercios de los monjes eran sacerdotes. Se clericalizan

los monjes. Hasta el siglo noveno el abad era el más sabio y ejemplar; desde

entonces se exige que sea un sacerdote.

Nótese que san Anselmo, padre de la escolástica, con toda su concepción

sacrificial de la misa, es contemporáneo de Hildebrando, el papa Gregorio VII.

5. Hechos y doctrinas teológicas sobre laicos y sacerdotes

En los primeros siglos todos los cristianos eran conscientes de ser sacerdotes.

Teófilo de Antioquía dice: «Para nosotros esta es la explicación de nuestro nombre

de cristianos: estamos ungidos por el óleo de Dios» (Ad Autolycum I, 12 SC 20,70.

Hesichius de Jerusalén dice: Los bautizados son ungidos por una acción sacerdotal.

El Espíritu Santo los unge.» San Agustín, «para vosotros soy obispo, con vosotros

soy cristiano,» citado en LG 32.

En este período las iglesias han ido evolucionando hasta aparecer como una

sociedad compuesta de clérigos y laicos. Por una parte están los obispos, máxima

autoridad de las eclesías, y los presbíteros, ambos sacerdotes en cuyas manos están

los sacramentos. El énfasis se lo lleva el carácter sacerdotal arraigado en el

sacramento del orden.

Los sacerdotes, como en Israel y como en la religión romana, tienen honores

sociales y religiosos. El ordo sacerdotal se sacralizó. El sacerdote es escogido y

sacado de entre el pueblo como los sacerdotes judíos, pero también como una

vocación para el servicio ministerial en la comunidad cristiana.

A esta evolución se debe el origen del concepto de laico. Al comienzo todos eran

iguales: todos eran cristianos o sea ungidos y consagrados como Cristo, sin

perjuicio de los ministros o servidores de la comunidad. La eclesía es toda ella

ministerial y sacerdotal. Todos son servidores pero algunos ejercen determinados

ministerios-servicios.

La condición cristiana de todos los fieles no cambia sino que los ministros

adquieren una condición especial. La Iglesia más y más se considera conformada

por el clero, y entonces se preguntan ¿Cómo llamar a un cristiano que no es ministro

o sacerdote? Se recurre el término laico. En la iglesia un laico es un cristiano que

no es sacerdote. El sacerdote es el que dirige y manda; el laico es el pasivo y

obedece.

En Roma el laico era el pueblo llano, el pueblo entendido como las clases

populares, contrapuestas a los dirigentes y a la los jefes. Entre los judíos, laico es el

profano, el no perteneciente al ámbito sagrado de levitas y sacerdotes. El que no

está consagrado a Dios.

En la cristiandad se usa laico para designar a los no ministros del culto. Como se

utilizó la terminología cultural sacerdotal para los ministros así se aplicó la

categoría de pueblo sencillo, a los no ministros, que más tarde se llamaron los

simples fieles. Los autores como Tertuliano (155-230), Cipriano, Clemente de

Alejandría y Orígenes que más hablan de los sacerdotes, son también los que más

utilizan el término laico para referirse a los no ministros. Tertuliano dice: «Dandi

baptismum etiam laicis ius est.» 12

Por esto es ambiguo el término laico. Por etimología puede significar el que

pertenece al pueblo: «Laos.» Toda la teología patrística usa esta palabra de pueblo

para referirse a todos los bautizados. Pero también se usa pueblo como

contrapuesto a los ministros y a la iglesia jerárquica. Así se usa en Tertuliano y

Cipriano.

Ya desde muy temprano se usa la palabra laico en sentido peyorativo, y por eso ya

en tiempo de san Agustín se defiende el sacerdocio de los laicos: Este dice: «Los

obispos y presbíteros son sacerdotes,» pero «Sed, propter mystitum chrisma, sic

omnes sacerdotes, quoniam membra sunt unius sacerdotis» (De Civ Dei XX,10).

«Scilicet ubi tres, ecclesia est, licet laici» (Tertuliano, De Exhortatione castitatis

7,3)

Lo fundamental de la cristiandad es que se pasa de las eclesías de hermanos y

discípulos a una división de la Iglesia en dos: la jerarquía que llegó a identificarse

con la eclesía en épocas posteriores, y los laicos. Se desvaloriza el sacerdocio

común de todos los fieles y, con él, la consagración bautismal. Así llegó a

oscurecerse toda la espiritualidad bautismal en favor de una espiritualidad monacal,

religiosa, clerical y sacerdotal, centrada en la digna recepción de los sacramentos.

Poco a poco se va intensificando la insistencia en la condición profana de los

laicos por oposición a los consagrados, sacerdotes y luego religiosos. Hasta después

del Concilio Vaticano II todavía hablamos de vida consagrada, como si los laicos no

estuvieran consagrados.

Sobre el término hermanos, leamos este texto de Joseph Ratzinger, hoy santo

Padre: «A partir del siglo III, lo más tarde, comienza a caer en desuso la palabra

«hermanos» como denominación de los cristianos entre sí. Es muy instructivo, para

apreciar la evolución interna de la Iglesia, ver la doble dirección que tomó el uso de

la palabra en esta época. La primera podemos comprobarla al observar que san

Cipriano nunca aplica la palabra hermano en singular al simple cristiano, sino a

los obispos y clérigos. Por tanto aquí ya no se trata de la antigua hermandad de los

creyentes, al contrario se muestra el conocido motivo profano de la hermandad de

los príncipes entre sí, motivo que posteriormente habría de tomar expresión tan

manifiesta en la graduación de los respectivos títulos de obispo, presbíteros y

laicos. La segunda dirección del empleo de la palabra «hermano» es la vida

ascética y monástica(...). Por tanto el concepto de hermano queda restringido a la

jerarquía y a los ascetas, a los que también se repliega en lo sucesivo la vida

propiamente eclesiástica. 12

Los laicos no estudiaban latín, la lengua de la cultura, y de la Iglesia, y de allí se

pasó a impedirles a los laicos el leer la Biblia. La lectura de la Biblia se convirtió en

peligrosa para los laicos. El clero estudiaba el latín, la lengua de la Iglesia y podía leer

la Biblia para interpretarla según la teología cimentada sobre la metafísica.

Bonifacio VIII dice: «La antigüedad nos enseña y la experiencia de los tiempos

presentes nos atestigua con evidencia que los laicos han sido siempre

extremadamente hostiles a los clérigos.». Así se pasa de relaciones fraternales a

relaciones paterno-filiales, de autoridad y obediencia, de adultos a niños.

Contraponemos lo que dice San Agustín: «Lo digo y lo repito tanto como sea

necesario: «Ceciliano (el obispo difunto) no es mi padre, ya que yo respeto la

palabra del Señor que dice que no llamemos a nadie padre en la tierra sino a

Dios.»

Por su parte, clero significa sortear y lo que ha tocado en suerte. La herencia es

cleronomía. Y nosotros los cristianos somos coherederos con Cristo. Todos los cristianos

somos herederos con Cristo de la vida eterna y de los dones de Dios. (He 20,32; Col

1,12; 1Pe 1,4; 5,1-39.

Desde el siglo III cuando se usa el término laico para una parte de la Iglesia, se

utiliza el término clero para designar a los ministros. San Jerónimo ya habla de que

los clérigos son llamados así porque son la herencia del Señor, o porque el Señor es

su lote. El Señor se ha reservado una tribu; como en el Antiguo Testamento.

San Cipriano da un paso decisivo: «Cuando in unum cum fratribus convenimus et

sacrificia divina cum Dei sacerdote celebramus.» Los fieles hermanos celebran todos.

En el siglo XIII esta concepción se cambia y se hace común la idea de que el

sacerdote es el que celebra misa, y los fieles asisten a la misa. En esta época nace

también lo que hoy se llama oración pública de la iglesia como es el breviario que

rezan los sacerdotes. Esto no existía en el primer milenio. La asamblea en la

eucaristía era toda ella orante. En el segundo milenio se impone el rito romano que

es incomprensible para el pueblo sencillo. El clero en el breviario ora con los 150

salmos del salterio hebreo, los fieles con 150 avemarías del rosario.

El breviario romano de los monjes según la reforma de san Benito de Aniano es

asumido como oración pública de los sacerdotes, y oración de la Iglesia.

Correlativamente se eleva a su apogeo la celebración de la religiosidad popular,

como respuesta a la clericalización de la Iglesia. Una es la oración de la Iglesia, en

latín, y otra las devociones populares de los laicos en lengua vulgar.

Desde el siglo IV, el canon cuarto del Concilio de Laodicea prohíbe a los laicos el

acceso al lugar donde son consagradas las especies eucarísticas. En Oriente las

barandillas que separan el presbiterio se van elevando hasta conformar el

iconostasio, pared con iconos. Casi como el santo de los santos de Israel. La

eucaristía se va ritualizando y es obra del sacerdote. Solo en el concilio de Trullo se

prohíbe a los laicos dar la comunión cuando haya sacerdote. Las liturgias son muy

variadas. La Tradición apostólica decía que el texto litúrgico ofrecía un ejemplo

para seguir pero que el obispo en la celebración «no debe ser como un niño que

repite la lección.»

Inocencio III en «De sacro Altaris mysterio.» culmina la reforma Gregoriana que

unifica las fórmulas litúrgicas y las hace absolutamente fijas. Los cambios en la

misa y en la liturgia han sido casi nulos desde comienzos del segundo milenio hasta

comienzos del tercero. En Trento se consolidó la liturgia como obra del sacerdote.

Los fieles asisten. Recordemos la formulación: obligación de oír o escuchar misa

todos los domingos y fiestas de guardar. El sacerdote es el que celebra como único

protagonista de la liturgia. Tenemos así la Misa leída, el .Breviario leído, con todas

las sílabas y letras. A esto contribuyó la invención de la imprenta.

De un pluralismo creativo se pasó a una uniformidad pasiva y ritualista. Todo

esto se relaciona con la designación de los ministros de la comunidad. Todo el clero

y el pueblo participaban en la elección de los obispos y de los presbíteros. El papa

León I proclama: «El que debe presidir a todos debe ser elegido por todos». Y

Celestino: «Ningún obispo debe ser instalado contra la voluntad del pueblo.» Esta

fórmula fue recogida en el decreto de Graciano. De modo que durante mil años el

papa no nombraba los obispos.

Gregorio IX (1227-41) ya declaró inválidas las elecciones episcopales realizadas

con intervención de los laicos. Solo el clero elegía. Por eso no se trasladaba un

obispo a otra sede, como indisoluble era un matrimonio.

También en el primer milenio los sínodos de la Iglesia contaban con participación

de laicos. Desde Trento en delante durante toda la contrarreforma se excluyeron

sistemáticamente los laicos.

En los sínodos visigóticos, y en los galos, que son auténticas asambleas del reino, tienen

participación el clero, la nobleza y el pueblo. Funciona un principio «Lo que afecta a todos debe

ser discutido por todos,» y esto era aceptado por papas, obispos y canonistas. El nombramiento

por el papa en la Iglesia occidental se va imponiendo poco a poco. Los sínodos fueron

monopolizados por los obispos.

Se llegó después del Concilio de Trento a la respuesta clásica durante cinco

siglos: «Eso no me lo pregunteis a mí, que soy ignorante. Doctores tiene la santa

Madre Iglesia que saben responder.» Padre Gaspar Astete (1590 a 1965). Hubo que

esperar el Concilio Vaticano II para que comenzaran a cambiar las cosas.

Terminemos con un dato de Pío X : «Únicamente en el cuerpo pastoral reside el

derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir todos los miembros hacia

el fin de la sociedad (o iglesia). Por lo que se refiere a la multitud, no tiene otro

derecho sino el de dejarse guiar y, como rebaño fiel, seguir a sus pastores» (Pío X,

Vehementer nos, 11 de Febrero de 1906). En el esquema preparado para el

concilio Vaticano I se decía, que la Iglesia es una sociedad desigual, en la cual Dios

ha destinado los unos a mandar y los otros a obedecer: clérigos y laicos. Esta

afirmación fue repetida por Pío IX, León XIII y Pío X. En el CIC había 44 cánones

sobre los laicos de los cuales solo uno contiene sus derechos, y estos pasivos: «Los

laicos tienen derecho a recibir del clero, conforme a la disciplina eclesiástica, los

bienes espirituales y especialmente los auxilios necesarios para la salvación»:

canon 682. 14

TERCERA ETAPA DE LA CRISTIANDAD

DE LA REFORMA GREGORIANA, 1073

AL CONCILIO DE TRENTO, 1545

La etapa de la reforma gregoriana culmina en el concilio de Trento. Ante el

cuestionamiento de la Reforma protestante, contra grandes ideales de la Edad

media, el Concilio de Trento acomete la grande obra de la contrarreforma, que

mantiene incólumes los valores de la cristiandad, sin escuchar en serio las

objeciones de la Reforma. El Concilio de Trento nos toca de cerca a nosotros, puesto

que durante los últimos cuatro siglos fue el gran faro que iluminó la vida de la

Iglesia. Por ejemplo, cuando hablamos de los seminarios conciliares en nuestras

diócesis nos referimos a los seminarios del concilio de Trento.

En el Concilio de Trento se define la teología, la comprensión de la Biblia, el

régimen de la Iglesia, la formación de los sacerdotes y la metodología pastoral

eucarística y sacramental que conocemos y practicamos en la Iglesia hasta el

Concilio Vaticano II.

Ya veremos que los documentos preparados por la curia romana para el Concilio

Vaticano II buscaban el objetivo de establecer como segunda fuente de revelación

todo lo inspirado por el Espíritu Santo a lo largo de la cristiandad, y definirlo como dogma

de fe para todo el futuro.

1. EL ESPÍRITU

EN LA CULTURA DE LA LEY, EL PODER Y LA RELIGIÓN

1. Continúa la lucha de poderes

La crisis religiosa, política, económica y cultural de Europa, desde la reforma

gregoriana, obligó a la Santa Sede a asumir responsabilidades cada vez mayores.

Mantener la fe y la paz y mejorar la sociedades es el objetivo de todo el proceso

de fiscalización y centralización e intervención en las diócesis, de y la lucha con los

poderes civiles. El ideal era el orbe católico, ofrecido como don de Cristo a toda la

humanidad. Jesús ofreció el amor fraterno, y la cristiandad le ofreció el orbe

católico, Orbis catholicus. Jamás la Curia ni el Papa protestaron cuando al frente de

las diócesis se colocaban hombres dignos, exentos de elementos simoníacos.

Destacamos unos puntos de este período:

·La implantación de la Inquisición Apostólica (que apuntamos en el periodo

anterior) es para servir la fe y defenderla de errores y abusos y de las decisiones

interesadas de tribunales diocesanos o civiles.

Mucho se ha exagerado la actuación de ese tribunal en Roma y sobre todo en

España. Piénsese ¿qué habría sido de toda Hispanoamérica católica, si en vez del

severo control inquisitorial de Sevilla, para mantener pura la fe, se hubieran dejado

exportar a las nacientes cristiandades de ultramar todas las herejías de Europa?

·Las luchas de Alejandro III (1159-1181), Inocencio III (1198-1216), Inocencio IV

(1243-1254) y Bonifacio VIII (1294-1303) no pretenden sino poner en práctica los

principios de la “reforma gregoriana.” Al afirmar su preeminencia sobre los reyes,

Gregorio VII busca la independencia de la Iglesia, sin disminuir la autoridad

temporal de los monarcas cuyo origen divino reconoce.

No busca el poder absoluto de los reyes que ostenta orgullosamente Felipe el

Hermoso, “rex ipse superiorem in temporalibus minime recognoscit. El rey no

renocnoce a ningún superior suyo en lo temporal,” pero sabe que detrás del

absolutismo político están agazapadas la codicia o lujuria de los reyes. Todos los

manejos diabólicos del rey francés contra Bonifacio VIII y todas las presiones sobre

el débil Clemente V (1305-1314) y demás Papas de Avignon tienen por único móvil

la insaciable codicia de Felipe. La supresión de los Templarios, en mucho vil e

injustamente calumniados, no tiene otra explicación. Por ello, la Santa Sede tiene

que actuar e intervenir para salvaguardar la comunión eclesial frente a las teorías y

fuerzas centrífugas como son:

·“El democraticismo nacionalístico que serpeaba durante el Concilio de Basilea

bajo la máscara de conciliarismo, el cual también era inaceptable para la

conciencia católica.”

·El humanismo renacentista que exigía adaptaciones peligrosas en todos los

campos de la doctrina y de la disciplina, las cuales para el sentir de la época

hubieran podido dar al traste irreparablemente con el depósito de la fe y con la

unidad de la Iglesia católica.

·A pesar de los reveses de la Santa Sede en los ss. XV y XVI, su autoridad sigue siendo

considerable. Se ejerce incluso a una escala mayor en ocasión de los “grandes descubrimientos,”

los cuales plantean a la vez el problema político del “reparto de la soberanía o de la influencia” y

el problema pastoral de la evangelización de los pueblos nuevos

·Durante el doloroso cisma de Occidente,15 ocasionado por el traslado de la Corte Pontificia a

Avignon, toda la Iglesia pedía y reclamaba reforma: vertical y horizontal y en todos los campos:

religioso, político, social y cultural. El ultimo y mayor empeño de la Santa Sede fue la

preparación y realización del Concilio de Trento.

2. Ambigüedades del poder

Graves y profundas fallas suponía en la Iglesia la enérgica reforma de Gregorio

VII: investidura, simonía, vida licenciosa del clero, relajación en algunos

monasterios. Estas plagas fueron creciendo y agravándose.

Pero lo que se manifiesta de manera escandalosa es la ambición y lucha por el

poder temporal. El mayor escándalo y crisis que habría destruido cualquier

institución meramente humana, “el Cisma de Occidente,” no tiene otro fondo que

la lucha al asalto del poder y no del servicio: lucha por la hegemonía y supremacía

espiritual, entendida demasiadas veces en sentido humano y político.

Las excomuniones de los Papas, ¿no se pueden interpretar como demostración

máxima del poder? Si a la excomunión sigue la entrega al brazo secular y la

ejecución del inculpado ¿podría tener otro signo?

Con Paulo III, los “Borgia”, “Della Rovere”, “Farne-se” quieren orgullosamente

parangonarse con los Orsini y Colonna, a pesar de tener origen nepotista. Son

explicables las violentas y furibundas diatribas de Lutero, de Savonarola y demás

“profetas” que alzan la voz contra esta depravación del clero que se sirve a sí mismo

pero que muy poco piensa en servir al altar y a la Iglesia.

Esta larva o lepra vergonzosa del nepotismo, que llega hasta nosotros como

“carrierismo” desciende y se ramifica por todos los cargos eclesiásticos: cardenales,

arzobispos, patriarcas, obispos, prelados, monseñores y curiales.

En este renglón negativo debemos sumar el excesivo “celo” para exigir y cobrar

“el óbolo de San Pedro” y las sumas de dinero por las Indulgencias, que

engrosaban las arcas insaciables de Roma, y que los herejes y enemigos de la Iglesia

han explotado y exagerado. Si desde Alejandro VI (1492-1503) a Gregorio XV

(1621-23) la tercera o cuarta parte de las cuantiosas sumas entradas y despilfarradas

en comprar puestos, levantar armadas, equipar ejércitos, mantener lujos de vasallos,

parientes y otros, se hubieran invertido en ayudar económicamente a los grandes

misioneros y evangelizado-res...¡cómo habrían cambiado los destinos de Occidente!

Deberíamos completar este cuadro sucinto con las luchas que en la edad Media

libraron monarcas como Federico Barbarroja, Felipe el Hermoso, Enrique IV, contagiados

de bizantinismo o cesaropapismo, para dominar la Iglesia.

Celosos de poderes para imponer el bien, 16 los Papas se preocupan más de buscar

alianzas políticas con los reyes de Francia, España (casa de Austria), para

convertirse en árbitros y guías de la política europea. ¿A qué se debió el terrible

saqueo de Roma en 1527 y la intervención en 1556 del Duque de Alba contra el

Papa, sino a que éste no buscaba intereses espirituales sino la hegemonía política del

“Estado de la Iglesia”?

Cierto que había injerencias político-religiosas de Francia, Alemania, España en

las elecciones pontificias, pero ¿no estaban esas mismas elecciones agusanadas de

simonía? ¿No había olvido casi completo de la finalidad apostólica del Papado?

Hasta se llega a notar un cambio de papeles: los Papas preocupados de la política,

y los Reyes de España preocupados de la evangelización de las tierras descubiertas

por Colón y sus continuadores. Impresiona la preocupación de mandar a ultramar

personal seleccionado católicamente.

Más de un siglo se adelanta a la fundación de la “Sagrada Congregación de

Propaganda Fide” la evangelización de América, debida a exploradores y

misioneros, en vitalidad y creatividad dignas de la causa. Los conquistadores

rivalizaban muchas veces en propagar la fe, único motivo por el que el P. Vitoria

justificaba la ocupación de las naciones descubiertas. Diríase que Dios les puso

delante el aliguí 17 del “Dorado” para que inmolaran sus vidas en bien de la cultura

occidental y de la fe católica...ante el “dolce far niente” de la Curia Romana o la

“dolce vita” de Papa y Cardenales que fueron bruscamente sobresaltados por los

relámpagos protestantes.

2. EL ESPÍRITU EN EL AMOR FRATERNO Y EN LA COMUNIÓN

*Intentos de reforma desde la base

Wicleff (1324-1384) desde Oxford, y Juan Huss (1415), desde Praga, habían clamado

inútilmente por la reforma, y por esa reforma murió Savonarola (1452-1498).

El Concilio de Costanza (1414-1418), reunido para examinar la doctrina de Huss y

reformar la Iglesia “desde la cabeza hasta los miembros”, hubo de contentarse con

lograr la elección de Martín V, el 11 noviembre de 1417, y poner fin al Cisma de

Occidente que había sido la mayor crisis del Papado en sus quince siglos de historia.

La reforma, desgraciadamente, se retrasó más de un siglo. La Santa Sede hizo lo

posible para que tal Concilio se celebrara a pesar de las graves fallas de los Papas: desde

Calixto III (1455-1458) a León X (1513-1521).

Prepararon el Concilio Adriano VI, (1522-1523), el último papa no italiano,

Clemente VII (1523-1534)... hasta Paulo III (1534-1549) que logró inaugurarlo

aunque su clausura y remate lo alcanzó Pío IV (1559-1565).

Ya vimos cómo desde el monacato se alimentó el fervor en la Iglesia y la

renovación con la teología que se utilizaba en su tiempo. Pero junto a los

monasterios, y para superar sus deficiencias y las de la Iglesia oficial y jerárquica,

surgieron grandes movimientos que buscaban la pobreza y la renovación espiritual

con el espíritu de fraternidad y de comunión. Hubo los movimientos de los fraticelli y

otros que sufrieron condenas de la Iglesia.

Nos deslumbran en este período las llamadas órdenes mendicantes, encabezadas

por dos poderosos movimientos, el uno en Italia y el otro en España, que lograron

responder de manera muy eficiente a las necesidades de la Iglesia, con dos excelsos

líderes, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán.

Es el momento de hacer un estudio más minucioso de este imponente movimiento

de renovación en la Iglesia.

Una vez más notemos que el Espíritu santo mueve la jerarquía pero mueve con

extraordinaria fuerza las bases de la Iglesia con la vida comunitaria y fraterna, de los

monasterios y de los conventos de numerosas órdenes y congregaciones religiosas.

En esta etapa, los franciscanos y los dominicos. El Espíritu mueve la jerarquía pero

mueve también el carisma de los fieles

Al final de esta etapa surge San Ignacio de Loyola, que ya no funda un monasterio

ni una orden mendicante sino una congregación moderna y ágil, centralizada y

radical en los votos, sobre todo en la obediencia, dedicada a instruir cristianamente

la juventud, y a colaborar con eficacia en la implantación de las orientaciones del Concilio

de Trento.

Hoy el mismo Espíritu suscita el movimiento de las pequeñas comunidades de

familias o laicos para transformar las parroquias en red de comunidades. .

CUARTA ETAPA DE LA CRISTIANDAD

DEL CONCILIO DE TRENTO, 1545

A LA DESAPARICIÓN DEL ESTADO PONTIFICIO, 1870

La Iglesia católica que conocemos hoy en nuestras parroquias se consolidó por el

Concilio de Trento y por la acción de los papas que se empeñaron en aplicarlo como

criterio supremo de verdad y de vida.

Esta Iglesia, con su teología, su código de derecho, sus rituales litúrgicos, la

administración de los sacramentos y su catecismo, fue la que se presentó,

impecablemente ataviada en latín, en los documentos presentados al Concilio

Vaticano II, para su aprobación, pulimiento, firma y promulgación como ley eterna

para la Iglesia.

Se consolida y se configura nuestra Iglesia como la conocemos:

La metafísica como filosofía perenne que no admite relativismos ni confusiones;

El Dios de la teodicea, manejado por la metafísica;

La formación de los clérigos anclados en la metafísica y las leyes;

La ley y el derecho como tabla de salvación para la Iglesia jerárquica y los rituales

como manera de ser cristianos;

La pasividad de los laicos sin acceso a la lectura de la Biblia;

La Eucaristía como transubstanciación, presencia real e inmolación de la víctima

divina, y las devociones salvíficas.

1. EL ESPÍRITU SANTO

EN LA CULTURA DEL PODER, LA LEY Y LA RELIGIÓN

El Concilio de Trento, luminaria para la Iglesia desde 1550 hasta el Vaticano II

Destaquemos unos rasgos característicos que marcaron la Iglesia desde el

Concilio de Trento

1. La selección de los obispos. Si en la Edad Media, muchas veces la Santa Sede

hubo de intervenir en las elecciones episcopales, que eran de competencia del

Cabildo Catedralicio, después del Concilio de Trento estas intervenciones papales

fueron mucho más frecuentes hasta llegar a ser sistemáticas y ordinarias. Fue un

hecho pero no es un derecho sino desde el Código de 1917.

Así, a los candidatos elegidos se les añadieron otros, siempre más numerosos,

nombrados por intereses políticos o seleccionados por otros sistemas. A todos los

obispos se les impone la obligación de la visita «ad limina,» y tener que dar cuenta

según unos esquemas muy detallados. Todos los obispos sintieron en sus diócesis el

control de los Nuncios y Delegados Apostólicos. Es por tanto manifiesta la

centralización gradual que defiende la Santa Sede, justificada por la salvaguardia

del dogma de la constitución monárquica de la Iglesia.

La válvula neurálgica de todas estas relaciones es, evidentemente, la profunda

reforma de la Curia Romana, reforma tanto más necesaria cuanto más fuertes eran

los cambios políticos de la vida moderna del s. XVI al XVIII.

2. La formación de los sacerdotes en los seminarios. Todavía hoy se llaman

«seminarios conciliares»: de acuerdo con el Concilio de Trento.

3. La organización de la vida religiosa, según el patrón nuevo de los jesuitas. Ni

monjes ni mendicantes, pero verticalmente dirigidos por organismos centrales

sometidos a la Curia romana. El carisma quedó muy inteligentemente sometido a la

jerarquía. Los jesuitas hicieron voto de obediencia al Papa.

4. La teología escolástica férreamente unificada, y trasmitida al pueblo mediante

el catecismo. 18 Ahí está como monumento el catecismo del Padre Astete, con otros

similares, vigentes desde el siglo XVI hasta el Concilio Vaticano II.

5. La liturgia sistematizada en libros litúrgicos unificados: el breviario y el misal

romano, el martirologio, el año litúrgico. Con leyes y normas asombrosamente

minuciosas.

6. El latín y la Vulgata latina, mantenidos a rajatabla como condición esencial

para la unidad de la Iglesia y del rito latino.

7. La interpretación de la Biblia según el común sentir de los padres, a pesar de

la reforma protestante, de la nueva mentalidad, del cambio de mundo con

Copérnico, y de todas las evidencias científicas. .

Dios deparó a la Iglesia un gran Papa, Pío V, un gran Cardenal, Carlos Borromeo

de Milán, y una gran Compañía, la fundada por Ignacio de Loyola, para realizar el

gran deseo y mandato de Trento.

*La curia Romana

Sixto V (1585-1590) reorganizó sistemáticamente toda la Curia Romana en quince

Congregaciones. Puso en práctica el deseo del Tridentino y fijó la edad de los

Cardenales en el mismo nivel mínimo que la de los obispos: treinta años. Su

número, sólo setenta entre cardenales-obispos, c-presbíteros y c-diáconos. En cuanto

a la representación nacional se fue ampliando, aun cuando esa representación fuera

tan solo nominal, lo que explica que hasta 1978 no fuera elegido ningún Papa no

italiano desde Adriano VI (1522). También admitió a los Religiosos entre los

miembros del Sacro Colegio. Cada Congregación estaba formada por una serie de

funcionarios que mantenía siempre fuerte la unión de las Congregaciones con la

Curia Romana.

Precisamente en la fundación de la S.C.de Propaganda Fide puso Sixto al frente al

celosísimo carmelita belga Tomás de Jesús. Nada más justo, ya que los Religiosos

fueron siempre los grupos e individuos más dinámicos y numerosos para cualquier

campo de las misiones católicas.

Los Cardenales de la Curia han sido como el emblema en persona de la

centralización eclesiástica, pues gozaron de la representatividad especial de la Santa

Sede, para consultas, direcciones, representaciones, responsabilidades durante los

períodos vacantes. Sobre todo han monopolizado la elección del Papa, que hasta

ahora siempre ha sido de entre los miembros del colegio cardenalicio.

*Presencia política

Por la mentalidad vigente durante tantos siglos se buscó, con la ampliación de la

curia romana, la unificación de la Iglesia por el camino de la ortodoxia y del

régimen, como fuerzas centralizadoras absolutamente necesarias para mantener la

cohesión y comunión eclesial.

El servicio de la Curia Romana en este lento ocaso del poder político del Estado

Pontificio es muy de destacar si se tienen en cuenta los vaivenes políticos de Europa, con el

ocaso también de los reyes con la Revolución Francesa.

El servicio de la curia romana fue grande en estos períodos de especiales

dificultades: desde el 1600 a la constitución de la Primera República Romana

(1798-99), en la ocupación de Roma por los austríacos, en la supremacía de los

franceses con la abolición del Estado Pontificio en 1809 por voluntad imperial de

Napoleón, en la caída de éste, la implantación de la segunda República Romana

(1849), la invasión de Roma por parte de los garibaldinos en el asalto a la Porta Pía

el 20 septiembre de 1870.

Con este asalto desaparece por completo el poder temporal del Papado, aunque el

poder de la Curia Romana seguirá robusteciéndose mucho más, como veremos en el

quinto período.

*Celo por el poder pontificio

A pesar de la gran obra de unificación y centralización de la Curia Romana en este

tiempo, posterior a Trento, a pesar de la gran tarea efectuada por la reforma

unificadora del Misal y Breviario Romano, que se impuso en toda la Iglesia, la

tentación del poder sigue rampante en la Iglesia, en Roma y en la periferia con reflejo inevitable

sobre la Urbe.

Cierto que ya el Papa, con la fuerza política del Estado Pontificio no puede influir

sobre los Austrias de Madrid ni sobre los Borbones de Francia ni sobre el Imperio

Austro-Húngaro, después; pero estas Cortes, al sentirse amparadoras y protectoras

de una Santa Sede o de un Papa que, políticamente, se debilita cada vez más, -hasta

desaparecer en 1870-, desbordan los límites de la protección y pretenden manipular

la Santa Sede y la Curia Romana a su favor. Hacen que el Papa reinante se incline

hacia unos o hacia otros reconociendo tácitamente el influjo del Papado.

Esta misma intromisión política se manifiesta en las decisiones pontificias

ocasionadas por esas presiones. Exigido por los gobiernos de Europa el débil

Clemente XIV suprime la Compañía de Jesús, el más robusto baluarte del Papado. 19

Observamos que en esta época, como jamás en ninguna otra época histórica, los

Cardenales llegan al zenit de su gloria y de su prestigio político y llegan a intervenir

en las Cortes Borbónicas con los famosos Cardenales Richelieu y Mazarino en

Francia, y Alberoni en España. Ello, junto al febronianismo 20 y galicanismo

exaltan contra el Papa el absolutismo del Rey con su Corte. Así la unión del alto

clero con los reyes modela una mentalidad que perdura hasta nuestros días: clero es

igual, según esa torcida visión, a riqueza y poder.

Las elecciones pontificias están condicionadas no ya por la simonía o nepotismo,

como en el período anterior, sino por la intromisión política de esos gobiernos con

los candidatos al Papado. A veces imponiendo, por medio de embajadores o

cardenales nacionales, al papable favorito de esas naciones, o poniendo el veto para

excluir al papable que no era del gusto o partidario de los planes políticos de tales

gobiernos.

El odio, por ejemplo, de Paulo IV y sus errores consiguientes, se debieron en gran

parte a que se enteró que su elección al Papado había sido vetada por el embajador

español. Esta triste y ominosa intromisión de los poderes políticos seguirá hasta

principios del siglo XX con el veto que el Gobierno Austríaco puso al Cardenal

Rampolla, en cuyo puesto salió elegido el Cardenal Sarto, Patriarca de Venecia, Pío

X (1903). Una de sus primeras decisiones fue lanzar la excomunión a quienes en

adelante coartaran de cualquier modo la libertad del Sacro Colegio Cardenalicio.

De esa ostentación de poder se sigue contaminando la Corte Romana y el Papado,

aunque no cuente ya mucho en el panorama de la política mundial. El boato de la

Corte Pontificia del Medioevo se renueva y participa al clero y seglares títulos

nobiliarios: los Cardenales son “príncipes de la Iglesia,” aunque sin corona, pero

con los superlativos rimbombantes de “Eminentísimo” y “Excelentísimo” y

“Reverendísimo,” y capelo de quince borlas (o de diez o de seis), escudo de armas

nobiliarias, séquito y pajes como los grandes señores. Los Arzobispos y Obispos,

para imitar la Curia Romana o Corte Pontificia, se rodean también de la pequeña o

grande “Corte” que es la curia metropolitana o arquidiocesana o diocesana. Al

pueblo impactan con las monumentales caudas. Los títulos, los palacios arzobispales u

obispales, el mismo vestido brillante y ostentoso es demostración del poder eclesiástico, no

expresión del servicio humilde y apostólico

Así ha llegado hasta nuestros días ese rastro de la magnificencia eclesiástica, vacía de bienes

reales, pero espléndida en las formas externas. A esta manifestación externa se ha unido otra triste

doble realidad: primera: concretar la Iglesia no a “la congregación de .fieles cristianos” sino a la

Jerarquía en todos sus grados y cargos. Segunda: los enemigos de la Iglesia han presentado esa

Jerarquía aliada con los poderes políticos o identificada con ellos, generalizando defectos que

algunos miembros han ostentado.

*El protestantismo

No se puede entender esta época de la Iglesia sin Lutero, sin la reforma promovida

por él y otros reformadores, sin el uso de la Biblia por ellos, sin la apertura a la

modernidad de parte de ellos, sin la teología liberal de ellos, sin las teologías de

Barth, de Bultmann, de Tillich y de otros muchos, sin las experiencias de fe y de

organización de ellos. Dejamos para otro sitio algunas notas sobre la reforma, y al

tratar de la obra del Concilio apuntaremos elementos esenciales.

2. EL ESPÍRITU SANTO

EN LA UNIÓN FRATERNA Y LA COMUNIÓN

1. Las dos dimensiones del Espíritu: jerarquía y vida fraterna

Hemos comprobado que el Espíritu Santo ha guiado siempre a la Iglesia en dos

dimensiones o con dos inculturaciones. La guía como institución universal, pero al

mismo tiempo la guía hacia la vivencia de la caridad cristiana, en las relaciones

interpersonales amorosas en Cristo, en las familias, las parroquias y, de modo

especial, en la vida llamada «consagrada.»

A los monasterios se unieron, al comienzo del segundo milenio, las órdenes

mendicantes, y a partir del Concilio de Trento los religiosos, no monjes ni

mendicantes. Son innumerables las comunidades religiosas fundadas en los cinco

últimos siglos, con fecundidad y creatividad inagotables para vivir la vida

comunitaria.

2. La cultura grecorromana en la vida religiosa

Los énfasis con que se organizó la vida monástica y luego la vida religiosa son una

mezcla de espíritu griego y romano y el evangelio de la tradición.

La más bella tradición de la vida común para ser una sola alma, que mantienen

Lucas, Pablo, Juan y todo el Nuevo Testamento, se mezcla con el camino tan judío

y tan romano de la ley y de la autoridad y la obediencia. Este esquema de sentido

común se pone como base de la vida monástica, como se ve ya en san Benito.

Todos se someten a la autoridad del abad, pero este debe ser paternal.

Luego el rechazo de la materia se expresa con claridad en el voto de castidad como elemento

esencial para la vida común de auténticos cristianos y para la unión con Dios. La vida

espiritual es la vida divina de desprendimiento de todo lo terreno El celibato se

convirtió en la condición indispensable para la vida común y fraterna. Los no

célibes no estaban en el camino de la perfección evangélica ni tienen ¡vocación!.

Y la pobreza como desprendimiento de todo lo terreno para buscar solo lo

celestial y espiritual. La idea era dejarlo todo para poder encontrar a Dios.

Es difícil pensar en una síntesis mejor lograda entre espíritu romano y griego y el

evangelio de Jesús. Es una síntesis asombrosa de varias culturas en la religión

cristiana. Está Roma con el voto de obediencia, Grecia con el voto de castidad, y de

pobreza, y está el evangelio con la mesa común y la vida fraterna. Es una prodigio

de hermenéutica cristiana y de inculturación.

Esta vida ascética de consagración a Dios, que minimiza la consagración

bautismal, fue la fuente de inspiración para la organización de la vida de los

ministros de la Iglesia. El modelo de los cristianos fue el monacato con pobreza,

castidad y obediencia. La vida celibataria fue una respuesta cristiana

profundamente coherente con las concepciones griegas y romanas para ir a Dios, el

Trascendente y el totalmente Otro, Dios espiritual e infinito. Se palpa una simbiosis

espectacular entre evangelio y cultura grecolatina en la vivencia de los ministerios

en la Iglesia.

Con estos principios se va creando toda una tradición ascética de exigencia radical:

hasta crear la mentalidad de que los enemigos del hombre son el mundo, el

demonio, y la carne. Lo material, lo sexual y sensitivo, como opuestos a la vida

espiritual que todos debemos llevar. Hay que buscar como único camino para ir a

Dios el silencio, la fuga del mundo, el retiro, el alma y lo espiritual, la vida

purgativa, la «lectio divina,» la meditación, la oración, para culminar en la vida

contemplativa y unitiva. De ahí se salta al sufrimiento y al amor a la cruz como

máxima expresión de la perfección porque Dios se goza en el sufrimiento de Cristo

en la cruz. «Por su dolorísima pasión ten misericordia de nosotros y del mundo

entero.» Solo el sufrimiento aplaca a Dios y redime.

Una vida espiritual, mística y ascética, tan exigente no se podía llevar en el mundo

y en el matrimonio. Por eso la vida de perfección cristiana y de seguimiento de

Cristo no era para los laicos. Por eso sonó como una maravillosa novedad, en el

Concilio Vaticano II, la vocación de todos los fieles a la santidad.

Los santos, los pontífices, los hombres ejemplares de Iglesia sin excepción

vivieron la fascinación de la vida consagrada, y de ahí surgieron casi todos los

santos canonizados.

Pero el evangelio del amor mutuo, en buena parte, fue absorbido por la Roma del

derecho y la Jerusalén de los preceptos salvíficos, y la cristiandad con genial

maestría nos hizo asimilar a Roma y a Jerusalén con una frase mágica: «Está bien,

el evangelio no tiene la lógica de la justicia sino la del amor, pero, en definitiva,

tanto amas cuanto obedeces.»

QUINTA ETAPA DE LA CRISTIANDAD

DE LA DESAPARICIÓN DEL ESTADO PONTIFICIO, 1870

HASTA PÍO XII, 1958

ÚLTIMO SIGLO ANTES DEL CONCILIO VATICANO II

Los padres conciliares del Vaticano II se formaron en la Iglesia del siglo que

precedió al Concilio, y se identificaron apasionadamente con ella. Todos eran

nombrados por el Papa, y no como antiguamente por sus propias iglesias, e iban en

visita «ad límina» a identificarse teologalmente con la curia romana. El concilio de

la Iglesia universal no se podía pensar sino como la reunión de todos los obispos.

La inmensa mayoría de los obispos se dirigió al aula conciliar de la basílica de san

Pedro con espíritu de obsequiosa sumisión al Papa. Iban a cumplir con el ritual

obvio de ponerse en sintonía con el Santo Padre.

Todos habían sido formados en los seminarios del Concilio de Trento, conocían la

irreformabilidad de las doctrinas dogmáticas ortodoxas, la infalibilidad pontificia,

que hacía en la práctica innecesario un concilio, e iban a Roma, muy agradecidos de

haber sido nombrados obispos por la santa sede, a expresar y confesar su comunión

con ella y su fidelidad total.

1. Clave de la vida de la Iglesia, paradigma autoridad y obediencia. El

centralismo de la Iglesia antes del Concilio

*Los padres del Concilio Vaticano II, formados en el último siglo de la cristiandad

Sería necesario hacer un estudio cuidadoso de todo lo que para la humanidad y

para la Iglesia significó la modernidad, por una parte, y, por otra, el desarrollo que

tuvo el cristianismo por otra corriente distinta de Roma, la línea protestante. No es

tan importante el desarrollo de la Iglesia oriental. Una visión muy elemental de la

modernidad puede verse en «Discípulos de Jesús apasionados, hoy, en la Iglesia.» 21

*1870, año de la pérdida de los estados pontificios y de la celebración del

Concilio Vaticano Iº

¡1870! ¡Gran ocaso! El 20 de septiembre de este año, con el asalto de los

«bersaglieri» en la Porta Pía, desaparecen los Estados Pontificios, y Roma es la

Capital del Estado Italiano. Desaparece el poder temporal de los Papas, poder que

tan desvelados y divididos trajo durante siglos a los Pontífices Romanos; poder para

el que no había sido instituido el Primado de Pedro.

Pero antes de que desapareciera ese último bastión material, surge otro poder, el

espiritual, el verdadero, el querido y decidido por Jesucristo. El 18 de julio de ese

mismo año de 1870 firmaban los Padres Conciliares la Constitución “Pastor

Aeternus” que fija la verdadera grandeza del Papa. Esta se funda en:

1. El Primado de San Pedro.

2. Perpetuidad del Primado del que sea obispo de la diócesis de Roma.

3. Razón de ese Primado.

4. Infalibilidad del magisterio del Papa cuando habla “ex cathedra” y en virtud de

su pastoreo universal.

Todos los obispos del orbe católico reconocen así, unánimemente, el Primado del

Obispo de Roma: Primado de potestades: «docendi, regendi, sanctificandi: poder

de enseñar, de gobernar y de santificar.»

Esa autoridad espiritual irá creciendo más y más con los grandes Papas de fines del

siglo XIX y del siglo XX: Pío IX, León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío

XII. Mientras en el mundo moderno es más aguda la crisis con las revoluciones, los

totalitarismos y la laicización de la vida y sociedad contemporánea, la organización

interna de la Iglesia y su obra de expansión evangelizadora se robustecen más y

más. El prestigio de los Papas, como maestros de la fe y guías de las costumbres de

la humanidad, alcanza cotas insospechadas, que ninguna otra nación o religión ha

alcanzado jamás. El reconocimiento universal de la autoridad espiritual coincide

también con la máxima concentración de poderes de la Iglesia y de la Curia

Romana. Además es el siglo de las misiones.

Al caer, con la “debellatio Romae,” todas las atribuciones temporales del Papa, la

Corte Pontificia pierde su importancia; se reduce a la Familia Pontificia y, al

perderse tantas exigencias del poder eclesiástico, la Curia debe sufrir también una

reestructuración para adaptarla a las nuevas circunstancias. Ello, junto con la

centralización jurídica, será obra del gran Papa Pío X, cuyo lema “Instaurare omnia

in Christo” puso en práctica. La “Sapienti consilio” la realizó.

Separó dos funciones de la Curia Romana: primero discrimina las competencias

temporales y espirituales de la Curia y de la Familia Pontificia. Las de ésta se

reducen al mínimum y las de Roma se ciñen a la sola Ciudad. En segundo lugar,

amplía extraordinariamente la universalidad de la Curia con la formación de muchas

comisiones especiales y comités cardenalicios para coordinar mejor y robustecer esa

máxima concentración del poder espiritual que se concreta en el Código de Derecho

Canónico o CIC (“Codex Juris Canonici” 1917). Con esta obra maestra de la curia

y de la diplomacia romana se resumen todas las reformas de la Iglesia y toda la vida

de la misma queda absolutamente controlada por el Obispo de Roma: este es el gran

servicio de la Curia y del Papado. El aspecto jurídico se impone en toda la vida de la

Iglesia: en la formación de los eclesiásticos y en todas las manifestaciones de esa

vida. Esta se juridiza en absoluto.

*El paradigma autoridad y obediencia

La vida de la Iglesia a todo lo ancho y alto y profundo de este siglo -1870 a 1958-

está marcada por este marchamo fortísimo de juridicidad: de la autoridad, de la

obediencia, de la sumisión a la ley. En liturgia, lo que cuenta y vale es la rúbrica,

detallada hasta la extrema minucia. En dogmática, mandan las definiciones, cánones

y decisiones conciliares o pontificias. La moral es derecho: permitido o prohibido; el

mejor canonista es el mejor moralista. La vida religiosa es ante todo cumplimiento

de la Regla, aun en sus más mínimos detalles, y obediencia ciega a los superiores.

No sólo se juridiza la Iglesia sino que se diviniza esa misma Ley destacando que la

autoridad eclesiástica es expresión de la voluntad santa de Dios.

La jerarquía eclesiástica no se entiende como quería el Pseudo Dionisio

«tipológica, simbólica y analógica,» sino unívocamente, al identificar el mandato

de cualquier individuo de la jerarquía -Papa, cardenal, arzobispo, obispo, prelado,

monseñor o superior- con la Ley y Voluntad Eterna. Cierto que así se logra

plenamente la “taxis” de Clemente Romano, o como dirá la primera redacción de la

“Lumen Gentium”: “Novus hic populus, non tanquam effusa turba sed ut confertum

agmen procedit...in unitate fidei, in sacramentorum communione et in apostolicitate

gubernii” «Este nuevo pueblo marcha, no como una turba desordenada sino como

un ejército organizado, en la unidad de fe, en la comunión de los sacramentos y

bajo el gobierno apostólico...,» Un colosal ejército legionario cuyo mando detenta

siempre la jerarquía, el clero. El pueblo solo ha de preocuparse de obedecer y

cumplir fidelísimamente lo ordenado.

Los responsables -cardenales, arzobispos, obispos, prelados y superiores (general,

provincial, local)- están perfectamente jerarquizados, controlados en sus derechos,

puestos y deberes. La centralización de Roma jamás se había obtenido de manera

más eficaz. La elección y promoción de obispos se hace por los informes de Nuncios

y Delegados Apostólicos, lo mismo que la erección y supresión de diócesis y

parroquias.

Si el Colegio Cardenalicio tiende a universalizarse y a representar el episcopado

mundial, pierde sin embargo el influjo que antes tuvo. Los gobiernos civiles no

interfieren la acción de la Curia Romana. Esta se robustece más y más para ser el

centro o eje consultivo y deliberativo y judicial de la Iglesia, y para ello se propone

tener todo determinado y establecido hasta los últimos detalles. .

La unión y comunión con Roma o con el Obispo radica en el cumplimiento y

ejecución de las órdenes emanadas de la legítima autoridad. Todo, pues, se organiza,

se institucionaliza, se jerarquiza, se absolutiza, se sacraliza. Si el clero detenta los

mandos, el pueblo cristiano sólo tiene que hacer una cosa: ¡obedecer! El control y

centralización de Roma son perfectos. Todo viene de Dios por medio de los

Superiores y todo, por medio de los superiores, tiene que volver a Dios.

La dimensión evangelizadora de la Iglesia corre por esos mismos raíles o cauces:

la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, una de las once congregaciones

Romanas, se extiende a cuanto se refiere a la evangelización en países donde aun no

se ha establecido la jerarquía eclesiástica. Indudablemente se ha enriquecido con los

nuevos movimientos misionales, como la Santa Infancia, Día Misional etc.. Lo

mismo que la ayuda económica es continuidad de la herencia romana en la sabia y

caritativa distribución de dones y limosnas. Pero son obras misioneras pontificias.

Las misiones entre acatólicos están bajo la responsabilidad exclusiva de la Santa

sede

Exaltación máxima de esta organización estupenda la podemos comprobar en un

fenómeno propio de esta etapa: los Congresos Eucarísticos Internacionales, tan

centrados en la adoración de la Santa Hostia en la custodia y en la bendición con el

Santísimo, de manera especial cuando, a partir de 1910, se celebran fuera de Francia

o Italia. Desde el pontificado de Pío X los ha presidido siempre un Cardenal, como

Legado del Papa o el Papa mismo, como en el de Bogotá en 1968. Roma, por ello,

demuestra ser signo y realidad de la unión y comunión de toda la Iglesia. Y se

aprecia más este servicio ministerial cuando se contempla la atomización de las

sectas o iglesias protestantes o la esclavitud de las orientales, separadas, a los

poderes civiles.

Las dos guerras mundiales que se gestan y se consuman en el seno de las

cristiandades, proclaman el más aterrador fracaso de la cristiandad en el mesiánico

propósito de formar el orbe católico.

Después de la última guerra mundial, se agiganta más y más la figura del Papa,

que se llama Pío XII, con sus discursos y mensajes, libre de poder material o

reducido a la insignificancia geográfica de la Ciudad del Vaticano. Con nostalgia lo

conocimos todavía como el prisionero del Vaticano. El papado es el mejor servicio

de la Verdad para todos. Todo lo que el Papa perdió en el asalto de la Porta Pía, lo

ha ganado en universalidad y catolicidad.

2. CLÉRIGOS Y RELIGIOSOSI

*Ideales evangélicos siempre vigentes.

La vida religiosa sigue desarrollándose en este siglo de manera impresionante,

buscando ser un solo corazón y una sola alma, practicando los tres votos, los cuales

reflejan con demasiada fuerza no el proyecto de Jesús sino el proyecto cultural de

occidente.

Una cosa queda clara: es indispensable continuar con la concepción de la Iglesia

como una dialéctica entre la gran iglesia como sociedad visible, fundada sobre la

jerarquía de autoridad y obediencia, y la vida de los cristianos que sean de verdad

un solo corazón y una sola alma. De ahí la necesidad de vivir la comunidad querida

por Jesús con sus discípulos en condiciones sociológicas y culturales nuevas.

En este contexto se van multiplicando en la Iglesia los movimientos apostólicos,

que son organizaciones de los laicos intermedias entre la vida religiosa y la vida de

los laicos en las parroquias.

*Predominio de la jerarquía y la carrera eclesiástica

La tensión entre las eclesías de comunión y un régimen eclesiástico centralizado

por los poderes de gobernar, de enseñar y de santificar, produce algunos estereotipos

de una carrera profesional eclesiástica.

Esta quinta etapa es “prolongación” de la anterior hasta la muerte de Pío XII”

(1870-1958). Es la prolongación del poder más que del servicio. Se pierden los

Estados Pontificios y todo el poder temporal, pero queda muy fuerte la tentación del

mando. Acabamos de ver que la promulgación del CIC (1917) significa el control y

la centralización de la Curia Romana sobre más de quinientos millones de católicos.

La autoridad del Vaticano se impone con el Derecho y el mecanismo poderosísimo

de la Curia. Todo es igual, con mil millones de católicos.

Si se alcanza el servicio de unidad y comunión de las iglesias, de las diócesis, de

las congregaciones y comunidades religiosas es por el derecho, por la ley y por los

dogmas de la verdad, con un inteligente y diligente centralismo. El Derecho y la

Ley lo dominan todo y con un absolutismo jamás conocido, por eso se inventó la

palabra juridizar. Veámoslo rápidamente en las siguientes cotas o puntos

principales: la liturgia, la teología, la vida religiosa, la administración o gobierno.

La primera manera de dirimir los conflictos y poner orden es la fuerza. Para

superar esta etapa del poder del más fuerte, la humanidad descubrió el derecho

como instrumento para vivir de manera civilizada. La ley es la obra maestra de los

mejores seres humanos, y por eso toda institución humana aplica el paradigma de

autoridad y obediencia para funcionar correctamente. Un paso importante es la

sacralización del paradigma de autoridad y obediencia: toda autoridad viene de

Dios. Y todos los judíos y mil quinientos millones de musulmanes proclaman la

fidelidad a la ley como la manera de obtener la salvación de Dios. Ser sumisos a las

leyes de Dios es el único camino de humanización.

Todo el Nuevo Testamento parte de la convicción de que la ley entendida a la

manera del judaísmo, ya no tiene la supremacía de valor salvífico. La máxima

revolución de la humanidad está en este mandamiento bomba: «Ámense los unos a

los otros; ámense mutuamente».

Según la cristiandad, Jesús vino a mejorar el paradigma de la autoridad y la

obediencia. Lo mantiene pero lo corrige. Confirma la vigencia de la legalidad pero

mejorando el ejercicio de la autoridad con buenos consejos sobre el manejo de los

súbditos. Por eso la cristiandad no se ruboriza de exaltar el poder de mando de la

Iglesia sobre los hombres sumisos, pero proclama el amor y bondad en la manera.

Todo poder se me ha dado, «potestas docendi, regendi, sanctificandi», sobre esta

piedra edificaré mi Iglesia. «Fortiter en re suaviter in modo.» La mágica agudeza

mental de occidente está en conciliar el amor mutuo de Jesús con el máximo

juridicismo al proclamar: Tanto me amas cuanto me obedeces; entonces, a

obedecer, que es el signo del amor.

He aquí lo que dice el P. Häring sobre la carrera sacerdotal. “El pecado original

se presenta con vigor siempre nuevo como tentación de servirse de la verdad para

afirmar la propia vanidad y el propio orgullo.” Uno de tantos ejemplos puede

ser el de la carrera sacerdotal. “Su preocupación primerísima no es la verdad en sí

o el bien común sino la atención al punto al cual endereza sus esperanzas y al cual

orienta toda la carrera y acomoda el uso de la verdad según las necesidades de la

misma carrera. Este fenómeno se realiza tanto en la Iglesia como en la sociedad

secular.” (loc.cit).

Que en la sociedad civil haya ambición de subir en el escalafón y categoría

ministerial, es obvio: es una carrera necesaria para el mejor funcionamiento de

tantos servicios. Es la lucha por el mando, por subir de puesto, de categoría y de

ganancia y seguridad. Para eso es la democracia y las luchas sanas por el poder.

Lo curioso es que, una vez instalados en esa maquinaria y engranaje

administrativo, resulta que cuanto más bajo es el puesto que ocupan, más

importancia se dan. La petición interesada y ambiciosa de la mujer del Zebedeo para

sus dos hijos era ésta precisamente. La misma, como dijimos al hablar del

nepotismo: que nuestro hijo o pariente tenga un puesto de importancia y de ganancia

en el gobierno. Es muy justa la afirmación del P. Häring: “De ahí se seguían

innumerables pecados de simonía, de carrerismo y de hipocresía” (op.cit.p.68)

“La alianza del trono y el altar condujo a la sacralización alienante del estilo de

autoridad. Sobre todo con el peso del Estado Pontificio y de la diplomacia, el Papa

y la Curia, y con frecuencia, los obispos, se vieron envueltos en luchas políticas de

este mundo exactamente como Israel. Una de las inevitables consecuencias fueron

diversas alienaciones en el mismo Derecho Canónico que aquí y allá se independizó

de la ley evangélica.” (ib.p.69).

Así la carrera o licenciatura en Derecho se consideró un paso necesario en esa

“carrera” sacerdotal hacia el episcopado. Pero ese derecho no se veía como un mejor

servicio al Pueblo de Dios sino como un peldaño necesario en el escalón jerárquico.

Esto nos ha dado lo que el mismo autor llama “El fariseo clerical”, que “busca la

propia seguridad en la religión concebida como ley, como culto estereotipado y como sistema o

carrera. “Usufructúa la religión para defender sus privilegios de clase, juzgando a los demás

según su canon de reglas y normas”...“Insiste en pequeños preceptos que él mismo cumple

escrupulosamente. (p.102) predica a los súbditos la obediencia y la observancia estricta de las

leyes.” “Utiliza la moral, la ley y hasta la misma religión para defenderse a sí mismo y las

propias seguridades que le brindan las instituciones inflexibles. Con obstinación se opone a las

reformas necesarias, sosteniendo un vago reformismo para disimular el propósito de no aceptar

una verdadera renovación, que podría poner en crisis su falsa seguridad o el poder o los

privilegios adquiridos Tanto el poder espiritual como el poder establecido inventan ideas para

justificarse a sí mismos. .. ” (ib.)

La ostentación del orden y del poder, de la autoridad y de la Ley y Derecho,

tiene su culminación en los diecinueve años del Pontificado de Pío XII.

Su casi octogenario sucesor, Juan XXIII, que fue juzgado inicialmente como Papa

de transición, dio el mayor vuelco a la historia de la Iglesia.

La curia romana es la legítima, gloriosa y fiel heredera de la estupenda

organización del imperio Romano, como hemos ido subrayando. Esa organización

se ha ido mejorando y perfeccionando tanto, a través de los siglos, que no hallamos

otra que se le pueda justamente comparar. Tal organización está plasmada en el

“Código de Derecho Canónico” y en la constitución y funcionamiento de esa misma

Curia, que no es ni totalitaria ni democrática sino auténtica y castizamente

“romana”. Conservando y perfeccionando los valores tradicionales ha realizado un

extraordinario servicio: la unificación y centralización.

Pero si el Espíritu guía esta organización como guió a Israel, el Espíritu guía la

vida de la Iglesia en las comunidades amorosas de hermanos, como guió a Jesús.

Las comunidades de fieles o eclesías son guiadas por el Espíritu y sus carismas, y

son el reino del amor del Padre, el reino de Dios. Y este reino «subsiste» en la

Iglesia católica romana. El reino no se e identifica con la Iglesia católica romana

pero si subsiste en ella, dirá el Concilio.

2. LA L I TURGIA Y LA TEOLOGÍA ANTES DEL CONCILIO

*La liturgia, antes del Concilio Vaticano II

La liturgia se manifiesta como medio de orden y unidad, al estilo de las religiones,

y es la respuesta completa que Dios exige: adoración, alabanza, acción de gracias,

peticiones y expiaciones. Y para conseguirlo se requiere grandiosa autoridad por

parte de la jerarquía con las rúbricas inflexibles y minuciosas y con el latín.

Se parte del principio de que Jesús instituyó la misa y los sacramentos y, por

consiguiente, toda la liturgia. En la Misa el pueblo cristiano permanecía siempre

sometido, dirigido y totalmente pasivo, al servicio o como pedestal de la jerarquía.

En ese acto central del culto se ostentaba como modelo típico la “Missa cum

Episcopo” o Misa pontifical, de la que la “Missa Solemnis” era un resumen. La

Misa Pontifical era la exaltación del obispo, a quien sirven presbíteros asistentes,

diáconos, subdiáconos, acólitos, lectores, exorcistas, ostiarios, clérigos y

religiosos... y pueblo.

El pueblo, los simples fieles, es la gran masa sin ningún distintivo. Todos los

demás se distinguen por sus hábitos, por el roquete, la varita, el acetre, los

candeleros, las vinajeras, los vasos sagrados, los libros sagrados, más la planeta, la

capa pluvial o procesional y la casulla. En cumbre de todo, está el obispo con todos

los ornamentos de que se reviste con pausa y solemnidad, delante de todos, con el

ápice en el báculo y la mitra. La lengua del misterio es el latín, lengua muerta. El

presbiterio era la zona reservada y separada por escaleras, barreras y barandas. El

presbiterio se comunica con el Coro, alto y lejano, en latín, sin que el pueblo fiel

actúe para nada, participe en nada, solo para llevar las ofrendas o recibir la

comunión. Cuanto más solemne y grandioso sea el Coro y más solemne la Misa, es

menor la participación e inteligencia de los fieles.

En esta majestuosa liturgia, imagen y trasunto de la celestial, todo está medido,

regulado y prescrito hasta el último detalle en las palabras y en los gestos. Todos

deben saber perfectamente su oficio y cometido. Para recordárselo a cada

protagonista está el maestro de ceremonias, personaje clave, quien con su varita

mágica dirige toda esta impresionante orquestación y exaltación de la jerarquía. Lo

que cuenta y vale es realizar exactamente, con precisión milimétrica, lo que está

mandado por la rúbrica: el “opus operatum.‟

Porque además de jerárquica, la liturgia era sagrada: Todo en ella se sacraliza:

ministros sagrados, vestidos sagrados, objetos sagrados, ceremonias sagradas,

música sagrada, lengua sagrada, oprimiendo con la ignorancia, la lejanía y la

inacción al pueblo fiel, cuya ley será obedecer en todo al representante de Dios. El

ministro era el factótum y el pueblo, cada cristiano es el facníhil.

Estando toda la liturgia en latín, lengua de siglos troquelada por el derecho y para

el mando, lengua desconocida por los fieles, es la más fiel transmisora de la

tradición y de absoluta garantía para su inmutabilidad. «Ad perpetuam rei

memoriam,» decían los decretos. El “nihil immutetur nisi quod traditum est” se

aplica no sólo a las grandes verdades y dogmas sino a las rúbricas y palabras más

insignificantes: siempre las mismas formas y los mismos ritos de hace cuatrocientos

o mil años, con los mismos ritmos, los mismos cantos gregorianos, los mismos

cánones, los mismos gestos sagrados, las mismas palabras sagradas, absolutizándolo

todo, sacralizándolo todo desde la hebilla o correa del zapato hasta el más pequeño

botón o cierre o círculo de la coronilla o tonsura. Encierran en la tradición todo:

fondo y forma, rúbrica y contenido, espíritu y ley, principio y formulación, autoridad

y autoritarismo, obediencia, adulación y esclavitud...! Toda la liturgia era, por tanto,

obediencia, sumisión, fidelidad.

En los Sacramentos se mantenían los mismos principios rubricistas y en latín. Al

niño de pocas horas de nacido ya se le preguntaba en latín: «Vis baptizari?,

¿Quieres ser bautizado?”) y al que moría se le decía: “requiescat in pace!” como

dicen los judíos, para el ´sábado eterno, shabat. Para el cristiano todo viene

previsto, organizado y dominado por la rúbrica, el latín y la liturgia. Lo que importa

es cumplir con absoluta fidelidad el “opus operatum” que aun cuando él no entienda

nada al ser bautizado, confirmado, perdonado, alimentado, viaticado y casado...¡No

importa! La fuerza de Dios y del Espíritu Santo opera con Cristo, que es quien por

medio del ministro sagrado (más o menos digno no cuenta!) une y consagra, perdona

y alimenta, robustece y vivifica...!

La pasividad de la Misa y Sacramentos es igualmente objetiva en el Oficio Divino:

es Cristo quien reza y suplica y canta. La monjita debe recitarlo o semitonarlo o

cantarlo con absoluta fidelidad, silabeándolo a la perfección y destacando aun el

último melisma, aunque no entienda una palabra de todo ello.

Súmese el jansenismo que se ha metido hasta la medula de la piedad del pueblo

cristiano, indigno por sus pecados de acercarse a Dios, de hablar con Dios...y

tendremos que el Derecho Canónico antiguo, que la Liturgia antigua en vez de

servir, como lo hizo Cristo con el sábado, oprimen y esclavizan al Pueblo de Dios.

De ahí que el Concilio encomendó a la Iglesia la tarea de realizar la renovación de

la liturgia.

*Las verdades dogmáticas, antes del Concilio

La teología de los manuales no era un estudio de Dios, del Dios de la revelación,

del Dios que de verdad existe sino el aprendizaje de unas formulaciones de correcta

metafísica. Esta formación manualista ha prevalecido desde hace más de un siglo en

toda la formación de los clérigos y por ende en toda su actividad apostólica.

Expliquemos claramente esta formación.

En pedagogía siempre ha habido “Manuales”, “un libro de poco volumen,

relativamente, que se maneja con facilidad y en el cual se condensan las materias

esenciales de una determinada enseñanza: el „Text Book‟ de Inglaterra y Estados

Unidos. No es muy fácil componer un buen Manual presentando las cosas

resumidas, con orden y claridad”

El Concilio de Trento puso su mayor empeño en un catecismo que compendiara,

según las decisiones conciliares, toda la doctrina y la vida cristiana; y esto fue por

cuatro siglos el “Catechismus ex decreto ss. Concilii tridentini ad parochos”,

editado en 1566 por mandato de San Pío V. En él se formaron legiones y legiones de

clérigos.

A principios del siglo veinte, en todos los seminarios conciliares, casas religiosas

de formación, florecen los famosos manuales: de filosofía, de teología dogmática, de

teología moral, muy claros, muy metódicos, lógicos y precisos, muy a la mano de

cualquier clérigo. Mas en ellos en vez de ser la filosofía “ancilla Theologiae”, sierva de la

teología, observamos que, por arte y desgracia de la lógica y metafísica racionalista-

matemática de C.Wolff 22 y del neotomismo, la filosofía es la “dómina”, la dueña,

señora y emperatriz de la Teología Dogmática y de la Teología Moral con sus

definiciones, esencias y accidentes, naturaleza y substancia, «status quaestionis,»

probationes y “Corollaria”. Tomamos estos tres autores, Gredt, Herrmann y

Aertnys, 23como podríamos tomar Zigliara, Tanquerey o Merkelbach, y nos

hallamos que los tres tienen el mismo esquema e idéntica orientación y formulación

pedagógica.

El sistema, validísimo para la Filosofía antigua, 24 reduce el dogma a una serie de

definiciones y de divisiones, de objetos y de tesis, de cánones y de pruebas: todo

claro, racional, jurídico y abstracto sin conexión alguna con la vida y con el sujeto,

que se relega a la Moral.

En la Teología Moral lo que cuenta es el acto entitativo,25 la conciencia a base de ley o derecho

canónico, y de pecados. La obligación mínima para todos es evitar pecados mortales. Una

exigencia un poco mayor es evitar los veniales.

Las virtudes son para la ascética y, si ansían perfección, que se hagan místicos y

así podrán adentrarse hasta la séptima morada. Por esto tenemos como dogma un

Dios, trino y uno, creante y elevante, metafísicamente purísimo con el tercer grado

de abstracción

En moral, lo que manda y cuenta es la ley y el derecho canónico, y el

cumplimiento de los mismos. El sujeto está sometido a esa vara inflexible. El

colmo de esta visión jurídica lo veremos enseguida. Por tanto: será un bueno y

óptimo teólogo el que sepa todas las definiciones y divisiones, todas las tesis con su

calificación teológica, todos los cánones, todas las citas de la Sagrada Escritura y de

los Santos Padres, de los Teólogos y Autores eclesiásticos, sin cambiar una coma,

sin añadir una tilde. Se infunde un sagrado miedo a las novedades.

En Moral hay que saber al dedillo todas las explicaciones del Derecho Canónico y

de las rúbricas. El mejor canonista será el mejor moralista... y el mejor rubricista

será el más perfecto liturgo. ¿El espíritu? ¡No cuenta! ¿El individuo, la persona?

Deben someterse ciegamente, estáticamente al dogma, al Derecho, a la ley, a los

actos humanos entitativamente engrandecidos. ¿El más santo y perfecto? El que

mejor cumpla la ley, que es manifestación de la santa voluntad de Dios, la santa ley

de Dios y de nuestra Madre la Iglesia. ¡El culto a la ley se predica y se impone a

todos y en todo!!!

Desde el concilio de Nicea, convocado por el emperador romano, hasta el concilio

Vaticano II, la Iglesia fue tomando la fisonomía que la caracterizó con

extraordinaria fidelidad a las doctrinas de los Padres de la Iglesia.

Es claro que es de gran enseñanza el hacer una historia de los dogmas. Ante mi

incapacidad de hacerlo, quiero resaltar la dogmática que se implantó en la mente de

los cristianos y que todavía suponemos que es inmutable y eterna. Luego

describimos la Misa, como modelo de fe, de liturgia y de piedad.

1. La Santísima Trinidad. Dios como un Padre que engendra un Hijo, desde toda

la eternidad.

2. La encarnación: una persona divina que, sin dejar de ser persona divina, se

reviste de carne humana y actúa en una naturaleza humana, sin persona humana.

3. María santísima, soberana del cielo y de la tierra, madre de Dios porque Jesús

es persona divina.

3. La redención como inmolación de una víctima que con su sangre y su dolor

aplaca la cólera del Padre, herido por nuestros pecados.

4. La semana Santa, con su centro en el viernes santo, cuando se celebra la

inmolación del sacrificio y la redención. El jueves se celebra la institución de la

Eucaristía como celebración o transubstanciación, la ordenación de los ministros

sagrados o sacerdotes. El sábado santo se celebra la resurrección que confirma la

verdad de la redención como el máximo milagro.

5. La Eucaristía, como transubstanciación milagrosa, fruto inefable del poder de

Dios.

6. Las postrimerías: la escatología, a la manera de Dante.

*La Misa

Ya no es la celebración de los salvados, de los iluminados, de los santificados, de

los que viven en profunda comunión en el Espíritu Santo, sino de los pecadores, que

deben arrepentirse y pedir perdón ante el Dios que está ofendido y dispuesto a

castigar; al cual hay que ofrecerle víctimas y sacrificios, sobre todo el santo

sacrificio del Calvario que se repite en la Misa.

La misa es la culminación de toda la oración de la Iglesia, adoración, alabanza,

acción de gracias, impetración y expiación. Jesucristo hace todo esto por nosotros

demostrándonos así su amor inefable. «Como por el sacrificio de redención ofrecido

por Jesucristo en el altar de la cruz a su Padre del cielo, en favor de la humanidad

pecadora.» (Pío XII, «Summi pontificatus»)

Esta concepción de la misa la aleja de la vivencia que tenían San Pablo, el

discípulo amado y el sermón a los hebreos, que consideran el sacrificio redentor

como sacrificio personal de toda la existencia de Jesús en su vida de mortal, pero

también la aleja de la manera de celebrar la Eucaristía en los primeros siglos.

*El seguimiento de Cristo en la vida religiosa antes del Concilio

Para ceñirme a tres puntos nada más, resumo el pensamiento de un autor que ha

influido extraordinariamente en la vida Religiosa con sus libros, en vísperas de

nuestro Concilio: Luis Colin: 26 El Culto de la Regla, El Culto de los Votos y El

Libro de los Superiores.

Véanse unas cuantas afirmaciones del “Culte de la Regle”: “El culto de la Regla,

como el culto de Dios, es al mismo tiempo interior y exterior” (p.5). “Certeza de

que para el religioso la Regla lo es todo” (p. 6). “La regla lo es todo y no es nada;

lo esencial es encontrar en ella, hasta en las menores prescripciones, la santísima

voluntad de Dios” (p.15). “Culto perfecto de la ley que hace al perfecto; culto

perfecto de la Regla que hace al perfecto religioso” (p.22). Siguen después siete

capítulos sobre la Fe (II), la Confianza (III), el Amor (IV), la Regularidad (V) , los

enemigos (VI) el Progreso (VII) y las Prerrogativas de la Regla (VIII). En resumen:

“El culto de la Regla es a las congregaciones lo que los sacramentos y la liturgia

son a la Iglesia” (p.318-319).

En el “Culte des Voeux” escribe: “La obediencia es el centro del estado religioso

y como la estructura esencial del edificio” (p. 313). Cita a San Buenaventura al

tratar de la primacía de la obediencia. 27

NOTAS

1 A finales de siglo 1º, según el carta de Clemente a los Corintios, ya los episcopoi, deben mantener el orden y predicar los mandatos apostólicos, y sustituyen a los maestros y profetas.

Pero todavía en el Pastor Hermas, a mediado del siglo IIº, no se dice con claridad quien preside la Eucaristía. En todo caso Clemente todavía no llama sacerdote al que preside la Eucaristía. En san

Ignacio todo lo relativo al ministerio es servicio y humildad. Todavía no se habla de derechos ni de

jerarquía.

2 La Tradición Apostólica, “apostoliké parádosis,” escrita en griego, fue traducida al latín por

Hipólito, pero se conocen versiones al árabe, al etíope, al copto sahídico y boahírico. Pero no se conserva el original griego, y la versión latina se conoce por un palimpsesto conservado en la

Biblioteca capitular de Verona. Representa la disciplina de las eclesías en el siglo III. Ya aparecen

con toda claridad los obispos, los presbíteros como colegio a él unido y los diáconos. Estar en comunión con las eclesías apostólicas es estar en comunión con Jesucristo y con Dios.

3 Los siglos IV y V están marcados por los concilios ecuménicos: Nicea, 325; Éfeso 431; Constantinopla 381, Calcedonia 451 y por los grandes padres de Oriente y Occidente.

4 El sacerdocio es una institución de la sociedad humana, a través de la cual se pone en contacto con el mundo de los poderes divinos o sobrenaturales. Los sacerdotes tienden a ubicarse en la

sociedad como clase poseedora del poder religioso al lado de otros poderes, todos los cuales

constituyen la forma jerárquica. El sacerdocio está muy mezclado con el poder civil.

En Roma había pontífices, augures y vestales, pero Augusto se apoderó del título de summus

póntifex, y así continuaron los emperadores. Está consumada la sacralización de la autoridad.

Cuando se oficializa el cristianismo en el imperio, al desaparecer los sacerdotes judíos y los sacerdotes paganos, los cristianos tuvieron que llenar el vacío con los sacerdotes cristianos. Pronto

los presbíteros son suplantados por los ministros sagrados o “hiereus.”

En los sacerdotes se va acentuando el carácter cultual y sagrado y se va perdiendo la función de constructor de la comunidad, va quedando enmarcado en la “sacra hierarchia” cultual.

5 Los Padres son el puente entre las iglesias de los primeros siglos y la cristiandad. Padres de Oriente: San Atanasio 295-373, San Basilio de Capadocia, San Gregorio Nacianceno y Niseno,

330-379, San Juan Crisóstomo 344-407. Padres de Occidente: San Ambrosio de Milán, 334-397, San Agustín de Hipona, nace en el 354 y muere de 76 años, San Jerónimo, 331-420, León Magno

400-461, San Gregorio Magno, 540-604.

León Magno se encontró con Atila, acompañado de senadores Genodio, Avieno y Trigecio,

consigue que Atila no invada a Italia. Lo mismo consigue con Genserico, rey de los vándalos que

venía de África a invadir a Italia y a saquear a Roma. Obtuvo que Genserico se comprometiera a no derramar sangre, no herir ni torturar y no incendiar edificios. Pero durante tres días, 15 a 18 de

junio, los vándalos saquearon a Roma, y se llevaron, con inmensos tesoros, a la emperatriz Eudoxia

y a sus dos hijas. “Ninguno en el siglo quinto, como este papa tuvo la convicción de que el imperio romano estaba en decadencia y también la convicción de que surgía otra Roma, cuyo imperio sería

mucho más vasto y glorioso que el antiguo. La nueva Roma cristiana, fundada por los apóstoles

Pedro y Pablo, ocupaba, por voluntad de Dios, el puesto de la antigua Roma pagana fundada por

Rómulo y Remo. Este tema es el motivo predominante de un grupo de sermones pronunciados con ocasión de la solemne conmemoración de los ss. Pedro y Pablo” Battisti, l.c. col. 1142-1143 .

Con Gregorio Magno termina el perfecto equilibrio entre el servicio y el ejercicio de la autoridad,

de lo institucional y de lo carismático. Termina la Época Antigua y comienza la Edad Media

6 Diócesis. Viene de «dioikesis,» gobierno, administración, encargado del tesoro del Estado, y de ahí el territorio donde se recaudaban y administraban los bienes públicos. En el imperio romano era

toda una región que después se dividía en provincias o distritos. Ya en el siglo IIº el imperio se

divide en trece diócesis. que eran: Oriens, Asia, Pontus, Mesopotamiae, Thrasiae, Pannoniae, Italia,

Dioecesis urbis Raomae, Africa, Hispaniae, Britanniae, Viaennensis y Galliae. La más grande era Oriens con dieciseis provincias y la más pequeña Britanniae con cuatro.

El obispo, al final de la era apostólica, es el epíscopos, vigilante, encargado, responsable de velar por la pureza de la fe, el orden y la administración de la comunidad. La administración de la

Iglesia de Roma tomó las divisiones en diócesis del imperio romano para la Iglesia, pero se

formaron conjuntos bajo un metropolitano o arzobispo.

7 Parroquias. El obispo tenía su “cathedra.” Cada comunidad tenía su obispo. Pero pronto,

después de Constantino, la afluencia de fieles fue tan grande que era imposible para un obispo atender toda la comunidad y se establecieron en muchas partes templos, tanto en la ciudad como en

los pueblos. Se desplazaban para atender los templos y la vida de la comunidad y por eso se

llamaban circulantes, porque no eran fijos. Pertenecían al presbirterio de la catedral. El concilio de

Laodicea (año 360) les da el nombre de visitadores. Pronto se hizo necesario nombrarlos fijos y estables, con territorio asignado. He ahí los párrocos actuales. En la ciudad había una sola pila

bautismal para todos los fieles de la ciudad, parece que hasta el siglo X, pero en Roma y Alejandría

hubo parroquias desde el siglo V. De ahí vienen los títulos cardenalicios. Las parroquias se formaron primero en los campos.

8 Dionisio Aeropagita. Autor sirio de la segunda mitad del sigloV, pone sus obras teológicas y filosóficas bajo el nombre del Dionisio nombrado en Hechos 17,34. Tiene cuatro obras de

extraordinaria profundidad: “De coelesti hierarchia, De ecclesiástica hierarchia, De divinis

nomínibus, De Mystica theología.”

Arjé significa primero, en orden. Luego significa primer puesto, mando autoridad. En la tradicional

visión del cosmos la autoridad es divina. en relación con la benignidad de Dios (“paterna

maiestas”) que conoce y quiere el bien y, por eso, ella sola manda. Así el “imperium est sacrum.”

9 El uso del poder implica vicios graves. En tiempo de san Gregorio abundaban ya los vicios: las

herejías por la soberbia, la simonía, la ambición de cargos y de poderes tanto civiles como eclesiásticos, el constantinismo que pretendía ser guía de la Iglesia colmándola de beneficios y de

dádivas. El bizantinismo o cesaropapismo lo define León Isáurico cuando escribe al Papa

Gregorio III: “Recuerde que yo soy el emperador y el papa!.” Otro efecto del maridaje del evangelio con el poder es el cisma. Los emperadores se metían de teólogos. Otro efecto del poder

en la Iglesia es la desfiguración de la liturgia: La basílica es templo cristiano pero al mismo tiempo

es la sede del emperador: el rey vive en su basílica. “Basileus” es rey: basílica. Y los títulos de los

príncipes terrenos se pasan a los obispos, que se convierten en príncipes de la Iglesia.

10 Ver Concilium 78(1972) 169-86, Motivos bíblicos y patrísticos en favor del celibato. Ver

Georg Kraus «Defensa de la voluntariedad del celibato de los sacerdotes católicos. Selecciones de teología, 198 (2011) pág 83-91

11 El ministerio sacerdotal Salamanca 1970. de Juan Antonio Estrada, «La identidad de los laicos, Madrid: San Pablo, 1990. p. 76.)

12 Los laicos también pueden administrar el bautismo. Ver en «La identidad de los laicos,» de Juan Antonio Estrada, Madrid: San Pablo, 1990. Pg 109ss.

13 «La Fraternidad cristiana,» Madrid 1962, 59-60» Fraternité, en DSpir V, 1152-55.

15 Los papas que residieron en Avignon fueron siete, de 305 a 378, todos franceses.

16 Alejandro VI distribuyó, en 1493, las tierras descubiertas o por descubrir entre España y Portugal.

17 El juego del aliguí consiste en colgar un dulce de una cuerdecita movible, y decirle al niño: “Al aliguí, al aliguí, al aliguí, con la mano no, con la boca sí.”

18 El catecismo del Concilio de Trento se divide en cuatro partes: el símbolo de la fe, los sacramentos, los mandamientos, la oración. Las verdades que hay que saber para salvarse, los

mandamientos que hay que cumplir para salvarse, los sacramentos que hay que recibir para salvarse y las oraciones que hacer para salvarse, y además las obras de misericordia.

19 La supresión de los Jesuitas comenzó en Portugal, 1761, siguió en Francia en 1762. El papa suprimió la orden en toda la cristiandad por un breve, el 21 de julio de 1773.

20 El febronianismo adjudicaba la suprema autoridad al Concilio y no al papa. Esta idea se conservó después del concilio Vaticano I, que definió la infalibilidad papal, en los viejos católicos,

o vétero católicos.

21 En “Discípulos de Jesús apasionados, hoy, en la Iglesia,” volumen 12 de nuestra colección, se

desarrolla una visión elemental de la modernidad, páginas 77 a 108

22 Christian Wolff. el mayor representante del iluminismo alemán, sigue el proceso lógico de toda

ciencia perfecta, “deductivo a priori.” F. Barone , Dizionario dei Filosofi, Sansoni, Firenze, 1976, p. 1268-1270.

23 Gredt, Joseph August, O.S.B. Una de sus tesis: “ Obiectum formale commune intelectus humani est ens in quantum ens. Status quaestionis. probatur. Corolaria.” El objeto formal común

de la inteligencia es el ser en cuanto ser. L. Herrmann, C.Ss.R. Theologia dogmática, 1899, Tesis

dogmática: “Christus in Petri persona primatum iurisdictionis instituit.” Cristo en la persona de Pedro instituyó el primado de jurisdicción. Un principio de teología moral: “Sacerdotes soli

Eucharistiae consecrandae ministri sunt.” Solo los sacerdots son ministros en la celebración de la

Eucaristía. Aertnys Damen. Primera edición 1888.

24 El Dios Abstracto: De Deo uno, De Deo creante et elevante, De Deo trino, De creatore. Es

teología cerebral, lógica, y matemática. Los ateos dicen que no creen en el Dios de los teólogos. La Gaudium et Spes alude a ellos cuando dice en el número 19: “En esta génesis del ateísmo

pueden tener parte (o culpa) no pequeña los cristianos en cuanto que con la exposición

inadecuada de la doctrina...han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios.”

25 Dice Domenico Capone: “La concepción del acto como entidad en sí, ha dominado la

manualística moral hasta nosotros. Este atomismo moral, apersonalístico, viene del esencialismo

wolfiano-billuartino, que escruta la verdad de cada acto como si fuera un acto del hombre per se.

Se definen la naturaleza, la ley, el acto, la virtud. La personalidad humana se reduce a simple

condición de imputabilidad del acto; la persona a simple sujeto que hace actos meritorios para obtener la felicidad en el mas allá.” “Introduzione alla teologia morale, 1972, pg 31

26 Luis Colin. C.Ss.R. Le Culte de la Règle 1939; “Culte des Voeux; Le Livre des Supérieurs. Fueron muy difundidos en todas las comunidades religiosas. Claro exponente de mentalidad

autoritaria, militarista, juridicista anterior al Vaticano IIº.

27 “Tota religionis perfectio in voluntatis proprie sustractione (abdicatione) consistit.” Bernard de Besse,

dirigido por san Buenavntura, “Speculum disciplinae,” pars I, cap. IV, nº 1. (op.cit., pág 315). La perfección de la religión consiste propiamente en la abdicación o sustracción de la voluntad.

TR E S

L O S G R A N D E S D E B A T E S

D E L C O N C I L I O V A T I C A N O

I I

ACERCA DE LOS DOS DOCUMENTOS EJE,

SOBRE LA REVELACIÓN DE DIOS

Y SOBRE LA IGLESIA DE JESÚS

DEBATE QUE CLAUSURÓ LA CRISTIANDAD

Y CAMBIÓ LA HISTORIA DE LA IGLESIA

LAS TESIS QUE FUERON RECHAZADAS.

SOBRE LA REVELACIÓN DE D IOS A LOS HUMANOS .

LECTURA DE LA B IBLIA SEGÚN LA TEOLOGÍA PRECONCILIAR.

SOBRE LA IGLESIA RECOLECCIÓN DE OPINIONES

ORIENTACIÓN GENERAL DEL PRIMER DOCUMENTO SOBRE LA IGLESIA.

AUTOCOMPRENSIÓN DE LA IGLESIA ANTES DEL CONCILIO

La flor y espuma de los teólogos católicos, al menos 70 peritos eminentes para la

«Lumen Gentium,» elaboraron los documentos básicos del Concilio, el primero

sobre la revelación, De las dos fuentes de la revelación, y el segundo sobre la

Iglesia, Aeternus Unigéniti Pater. El rechazo de estos dos documentos, en la «Dei

Verbum» y en la «Lumen gentium» es el eje de comprensión del Concilio.

Una clave de interpretación del Concilio es la comparación de los documentos

presentados al Concilio, por los genios de la cristiandad, con los aprobados al

finalizar la gran asamblea. Se calculaba que en tres meses podrían retocarse los

documentos, para dar por concluido el Concilio. Esos documentos muestran lo

mejor que puede producir la teología de la cristiandad.

Ahí contamos con un resumen espectacular de dicha teología, no hecho por algún

autor como Garrigou-Lagrange, eminente tomista romano, sino elaborado por lo más

granado de la teología mundial, puesto que representaba consultas a todos los

obispos y universidades del mundo. Se trataba de fundamentar el poder omnímodo

del Papa y de los mismos obispos.1

¿Cuál fue la teología que entró triunfante en el Concilio, con quince siglos de respaldo y el

apoyo de la Curia romana? La teología de la cristiandad, que aspiraba a ser definida nada menos

que como la otra fuente de revelación, al lado de la Escritura, como criterio definitivo de

interpretación del la voluntad de Dios eterno.

1. LAS TESIS RECHAZADAS POR EL CONCILIO

SOBRE LA REVELACIÓN DE DIOS A LOS HUMANOS.

LECTURA DE LA BIBLIA SEGÚN LA TEOLOGÍA PRECONCILIAR

El modo de leer la Biblia, según la teología de la «Sacra Doctrina», de la

cristiandad, fue rechazado por el Concilio. Un retrato imparcial, y no caricatura, de

este método es el primer esquema presentado al Concilio, “Sobre las fuentes de la

Revelación”: “De fontibus revelationis, De dúplici fonte revelationis, ” fruto

conspicuo del método teológico desarrollado en los quince siglos anteriores.

1 La revelación es “locución”, “escrita”, “transmitida”

Para la hermenéutica preconciliar, la revelación es palabra divina, puesta por

escrito y transmitida, y constituye el depósito de la fe. “Locutio Dei, Verbum Dei

scriptum et traditum, depósitum fidei, in quo continetur tota revelatio credenda:” Locución de Dios o

palabra de Dios escrita y trasmitida, depósito de la fe, que contiene toda la

revelación que hay que creer.2

La revelación de Dios se coloca, sin vacilaciones, no en el orden de las realidades

y los hechos sino en el ámbito de la simbolización linguística y en el fenómeno

cultural de escribir.3 Así como comprendemos a Dios como si fuera una persona de

infinitas perfecciones, suponemos que pronuncia «la palabra de Dios,» como

nosotros pronunciamos nuestras palabras. Nos imaginamos a Dios como un hombre.

Es como si conociéramos el diccionario que se maneja en el cielo y como si Dios

articulara palabras. Esta concepción se acerca a la idea clave de los musulmanes

sobre el Corán, cuya madre está en árabe en el cielo. Se imaginan a Dios como un

hombre.

2 La revelación es expresión de verdades.

«Veritates universales tum naturalis, tum supernaturalis ordinis». Verdades

universales de orden natural y sobrenatural. 4 Es la teoría proposicional sobre la

revelación, o sea, de proposiciones reveladas. Se presupone todo lo que se enseñaba

en la filosofía perenne sobre las verdades que están en el juicio como conocimiento.

Dios revela verdades reveladas de orden natural. Dios opta por revelar unas

verdades sobre la naturaleza, por otros canales que no son su misma creación.

Opone palabra y creación. Y, como concebimos la naturaleza como creada por

Dios perfecta una vez por todas al principio, nos imaginamos las verdades de orden

natural como eternas, independientes de la creación. La realidad o cosa («res»)

existente no es reveladora en sí; lo revelado es lo escrito y trasmitido. Se trata de

“cosas reveladas en el texto escrito,” de “verdades que solo la Tradición conoce.”

La fe es creer esas verdades.

La noción de verdad es la griega, que tiene que ver con el expresar hermenéutico,

el desvelar.5 Por eso se habla de «fides et ratio:» verdades de fe y verdades de

razón, la fe cristiana es una sinergia de conocimientos. Cristo mismo en su vida no

es revelación en sí, sino que revela las verdades de la fe como se proponen en la

Iglesia; incluso la muerte y resurrección de Cristo no revelan sino que son objeto de

nuestra fe. Son objeto revelado y pruebas de la validez de las verdades reveladas.

3 La Sagrada Doctrina

En síntesis, el depósito de la fe se puede llamar doctrina, como dictaminara la

escolástica. “Summa veritatum revelatarum recte vocatur Doctrina fidei.” La suma de las

verdades reveladas justamente se llama doctrina de la fe.

Es de resaltar la nota explicativa: “Non desunt catholici qui... dicant Deum non

revelasse doctrinam, et obiectum fidei esse historiam, non doctrinam”: «No faltan

católicos que osan decir que Dios no reveló doctrinas, y que el objeto de la fe es la

historia, no la doctrina.»6

4 Los hechos pertenecen a la fe, por las verdades

Los hechos históricos pertenecen a la revelación como vehículos de algunas

verdades: los acontecimientos no pertenecen al orden revelado sino por las

verdades que en ellos se esconden o que con ellos se conectan. “Eventus (mysteria

salutis) ad revelatum ordinem salutis non pertinent, nisi per veritates quae in iis

latent aut cum iis connectuntur, sermone Christi et legatorum Dei declarandas

atque a nobis fide tenendas”. «Los acontecimientos (misterios de salvación) no

pertenecen al orden revelado de salvación sino solo por las verdades que en ellos se

esconden o que con ellos se relacionan, y que son explicados por palabras de Cristo

o de los escritores sagrados, y que nosotros debemos creer.» 7

En la nota de este número se dice que “Hay algunos, imbuidos de

antiintelectualismo, que dicen que la revelación se constituye por acontecimientos

de salvación, a los cuales se añaden las palabras...”

5 Cristo enseña las verdades de la fe

Los principios anteriores se aplican también al caso de Cristo, el cual fe revelado

en el Nuevo Testamento como ser humano de la historia real. Más importante que la

experiencia de Cristo son las verdades de la fe que él descubre. “La fe es, ante todo,

reconocimiento del magisterio de Dios y asentimiento a sus verdades, tal como las

propone la Iglesia. Cristo enseña las principales verdades de la fe. La muerte y

resurrección de Cristo no revelan, son objeto revelado y prueban la validez de la

revelación.”8

6 La Tradición,

La Tradición, y ella sola, es la única vía para conocer ciertas verdades reveladas.

“Traditio, eaque sola, via est qua quaedan veritates revelatae... innotescunt”. 9 Es

normal que al tratar de la Tradición se ponga de relieve su función de conservar las

verdades o proposiciones de fe. La tradición no es sino una variable de la doctrina

revelada. Las verdades se conocen o por la Revelación o por la Tradición, pero el

resultado es siempre «unas verdades» al estilo griego.

La verdadera significación de la Escritura está en las verdades de la Sagrada

Tradición, y por consiguiente hay que buscar el sentido genuino de la Escritura en

las tradición o común sentir de los padres y del magisterio. Con esto resulta que la

norma de la fe es la Tradición o común sentir de los padres griegos y latinos, como

se estableció en Trento. En buena lógica quedaba elevado al rango de revelación lo

que se enseñaba en la Iglesia y se imponía en el magisterio de la Cristiandad. ¿Qué

más podía ambicionar la teología de la cristiandad?

7. El Magisterio.

El magisterio es la norma próxima y universal de fe, y a él se le han confiado las

dos fuentes de la revelación para que sean como una sola.10

8 Definición de la inspiración.

Esta perspectiva racional, del occidente grecolatino, lleva a definir la inspiración

como un proceso que acontece en la mente, en el “juicio” como operación lógica, y

en el esfuerzo de escribir por parte del autor sagrado. Desde 1893 hasta el

Concilio todos los obispos y clérigos nos formaron con la definición de León XIII

sobre la inspiración como carisma para escribir: "Speciale charisma ad

scribendum.” Define la inspiración como León XIII, 1893: “Deus ipse

hagiographos ita ad scribendum excitavit et movit...”11 “Todos los libros, que la

Iglesia reconoce como sagrados y canónicos, han sido escritos en todas sus partes

bajo la inspiración del Espíritu Santo...Dios mismo, con su fuerza, de tal modo

estimuló a los escritores sagrados a escribir, de tal manera les ha asistido mientras

escribían, que todo lo que les ordenaba escribir y solamente esto, concebían

correctamente, deseaban redactar fielmente y expresaban apropiadamente en

términos de infalible verdad. Si no, el Espíritu Santo no sería el autor de toda la

Sagrada Escritura”

9 Inerrancia

En esta perspectiva el efecto preponderante de la inspiración es la inerrancia. Lo

trascendental es que no haya errores en la Biblia. “Tan necesaria es la exclusión

absoluta de todo error, en cuestión religiosa o profana, como imposible es que

Dios, la Suma Verdad, pueda ser autor de un error.” 12

10 Función de teólogos y escrituristas

Los teólogos tienen como función ilustrar y comprobar la concordia absoluta de la

doctrina católica con los dichos de la Sagrada Escritura. 13

11. Instrumento de análisis hermenéutico

El estudio de este documento, “De Depósito fidei custodiendo”, preparatorio para

el Concilio Vaticano II, tiene varias ventajas:

- Nos muestra un fruto maduro de la hermenéutica que se gestó a todo lo largo de

quince siglos Es admirable la coherencia con tendencias predominantes de la

filosofía perenne y de la teología escolástica.

- Nos hace más inteligible el catecismo Astete, en ciertas definiciones claves,

como la de Dios, del fin del hombre, de la fe, etc. Es decir, la teología escolástica

no se quedó en las disputas de las universidades sino que se hizo evangelización y

práctica pastoral, mediante el catecismo que corría en manos de todos.

- Nos muestra un “modelo” excelente de inculturación particular del Evangelio, en

la cultura grecolatina, con sus aciertos y sus limitaciones.

- Nos explica por qué la lectura de la Biblia por el pueblo fiel se veía con

prevención. Exigía el conocimiento de la teología; de donde llegó a concluir el

documento que la lectura de la Biblia por el pueblo fiel tenía más peligros que

ventajas. Le bastaba el magisterio de la Iglesia, norma próxima e inmediata de la fe

del cristiano. En lugar de la Biblia bastaba el catecismo.

- Es una lectura de la Biblia lógica y consecuente con los grandes postulados de la

teología escolástica, doctrina oficial, como los siguientes. Cada cosa tiene su

identidad propia; una cosa es la substancia y otra el accidente; lo histórico es un

conjunto de accidentes, que no cambian la esencia y por lo tanto no pueden

constituir la salvación.

Solo pertenece a la salvación, como es obvio, lo que afecta a la esencia. Las

verdades históricas no pueden ser verdades salvíficas. La ciencia, según Aristóteles,

es conocimiento cierto por sus causas, “cognitio certa per causas,” y no se da

acerca de lo particular, “non est de singularibus;” sólo se da por la deducción

lógica de los principios, que son las verdades reveladas, las cuales no constituyen la

teología, pues son presupuestos de la misma, precisamente porque son historia.14

Queda así consagrada la manera de hacer teología, mediante los dichos bíblicos

probatorios de las fórmulas teológicas, debidamente calificadas: "dicta probantia.”

1

2. LAS TESIS QUE FUERON RECHAZADAS POR LA IGLESIA

RECOLECCIÓN DE OPINIONES EN TODO EL MUNDO CATÓLICO

ORIENTACIÓN GENERAL DEL PRIMER DOCUMENTO SOBRE LA IGLESIA AUTOCOMPRENSIÓN DE LA IGLESIA PRECONCILIAR

La revelación de Dios comprendida a la manera de la metafísica griega y latina

caracteriza la teología y la pastoral de la cristiandad. A ello dedicamos el capítulo

anterior. Si la locución bíblica es una formulación elaborada por Dios mismo nos

lleva a suponer que usamos el diccionario del cielo y que Dios habla una lengua

especial divina entre las diez mil lenguas humanas. Esta manera fundamentalista

de comprender la Biblia encierra a Dios en una imagen nuestra y lo trata como si

fuera un hombre a nuestra imagen, que elabora conceptos, juicios y silogismos.

Ahora pasemos del ámbito de la inteligencia y de la verdad, tratado en la «Dei

Verbum,» al ámbito del poder y del paradigma de la autoridad y la obediencia,

tratado en la «Lumen Gentium.» Muchos opinan que la «Lumen gentium» es el

documento clave del Concilio. A mí me parece que es la «Dei Verbum.» De todas

maneras se elaboraron al mismo tiempo y con las mismas discusiones. Para

estudiarlas existen 49 volúmenes de actas del Concilio.

1. Corrientes eclesiológicas a partir del Vaticano Iº

A partir del Concilio Vaticano Iº, clausurado por la ocupación violenta de los

estados pontificios (20.9.1870), se pueden destacar cuatro corrientes eclesiológicas:

1. Desarrollo del carácter de sociedad y jerarquía en la Iglesia. 2. La eclesiología

de los manuales. 3. Corrientes de renovación después de la primera guerra mundial.

4. Teología del cuerpo místico de Cristo. ¿Qué pensaba la Iglesia preconciliar, ya

en vísperas del Concilio?

Dice G. Philips, secretario de la comisión preparatoria del Concilio. «Es ya un

lugar común recordar que el Concilio de Trento y la teología que se ha inspirado en

él, se han esforzado por defender el principio de autoridad en la Iglesia. Durante el

Vaticano Iº era esta una de las mayores preocupaciones... La orientación que el

Papa Juan quiso dar al Concilio es completamente diversa; no hay ninguna

ambición de controversia ni se blanden los rayos de la condenación; solo tiene por

mira una exposición tranquila y equilibrada de la doctrina en todos los aspectos.

Algunos de estos nos son menos familiares...De este número es el elemento

carismático. Probablemente no existe un solo manual que consagre un capítulo a

esta doctrina»14 «Se sugería que hablar del carisma era socavar la autoridad.» En

cambio, en los cinco primeros siglos se asociaba en radiante unión la Tradición Apostólica con los

carismas, como se lee en la estatua de Hipólito.15

2. Primera redacción de la constitución sobre la Iglesia

El 25 de enero de 1959, fiesta de la conversión de san Pablo, se anuncia el

Concilio, en el 19º aniversario de la llegada de Pablo a Roma. Enseguida se

nombra la comisión antepreparatoria, y se envían, a todos los obispos, superiores

generales de órdenes y congregaciones y centros de estudio, mensajes para pedir

sugerencias sobre la vida y misión de la Iglesia.

En dieciseis tomos se recogen las proposiciones enviadas de todas las partes del

mundo, y con ellas se elaboró una redacción, guiada por un criterio esencial: no

proponer una doctrina completa de Iglesia sino responder a los problemas más

urgentes. Y la redacción se hace con un objetivo: Afirmar la autoridad de la Iglesia

y el significado salvífico de todo el aparato institucional. Una vez afirmada la

autoridad del papado y de los obispos residenciales se podrá responder a todos los

problemas.

El cardenal Alfredo Ottaviani presentó este documento, absolutamente

trascendental y de repercusiones milenarias, suma y ápice de quince siglos de

práctica de autoridad y obediencia. El cardenal, adalid de la cristiandad, afirmó

majestuoso que «un grupo de setenta expertos, la flor y espuma de la teología

católica de la cristiandad, batutado por la curia romana, había trabajado, con suma

diligencia, en elaborar un documento impecable, lo más pastoral posible, bíblico, y

accesible a la comprensión de las multitudes. El documento no tiene objeción y debe

aprobarse para hacer el Concilio.» Esta primera redacción de la Lumen Gentium

tiene los siguientes capítulos:

1 Naturaleza de la Iglesia militante

2. De los miembros de la Iglesia y de la necesidad de esta para la salvación.

3. Del episcopado, supremo grado del sacramento del orden y del sacerdocio.

4. De los obispos residenciales

5. De los estados para adquirir la perfección

6. Del Magisterio de la Iglesia

8. De la autoridad y la obediencia en la Iglesia.

9. Relaciones de la Iglesia y el estado, y de la tolerancia religiosa.

10. La necesidad que tiene la Iglesia de anunciar el evangelio a todas las naciones.

3. El eje fundamental del documento

Siguiendo la tradición milenaria de la cristiandad el documento se orienta a

defender el principio de autoridad en la Iglesia. El esquema es militarista y

autoritario, con énfasis en el poder, la autoridad y la obediencia. Esto implicaba, en

el lenguaje de la época, evitar reconocer que los carismas y el Espíritu puedan

mover a los laicos.

Se trata de la «Iglesia militante», donde los que mandan son los obispos, de los

cuales se habla en dos capítulos, y no se mencionan los presbíteros. El grado

supremo no es el sacerdote sino el obispo. Los demás obedecen. En cambio se

dedica un solo capítulo a la evangelización. Los seglares deben mantenerse en

completa y total sumisión, pasividad y obediencia. No hay lugar para la mujer, ni

para María.

En semejante mole de sugerencias es rarísima la referencia al Espíritu Santo y

¡ninguna a los carismas! Este documento que hace resonar quince siglos de

cristiandad empieza así:

«El eterno padre del Unigénito («Aeternus Unigeniti Pater»)... determinó, para

redimir y llevar su reino al género humano caído por la muerte, constituir un

nuevo Israel.

«El nuevo Adán se sometió a la voluntad del Padre y santifica y gobierna los

elegidos por sí y por los prepósitos escogidos por él. A estos prepósitos los adornó

con las funciones de predicador, de sacerdote y de rey, ejercidas bajo la dirección

de Pedro, pues dice: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra»

*Base bíblica del poder de la Iglesia.

La hazaña teológica que repercute en la eternidad es lograr introducir en la misma

divinidad cristiana el principio de autoridad y obediencia. Dios tiene un Hijo que

practica la obediencia ejemplar. El eje del universo simbólico religioso de la

teología preconciliar es este: La divinidad, que tiene todo poder, lo trasmite a su

Hijo eterno, obediente, que es Jesús. Dios como el Padre justo premia al Hijo

unigénito entregándole todo el poder. La obediencia del Hijo al Padre es el camino

de salvación para todos. El Hijo le traspasa todo el poder a Pedro, jefe de la Iglesia

como roca. Pedro es la roca divina. Por eso, los tres textos bíblicos clave para el

Concilio deben ser: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.» Mt

28,1820. Segundo texto: «no hay potestad que no venga de Dios.» Rm 13,1. Tercer

texto: «Tu eres Padro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.» Mt 16.

Para el judío y el romano es clara la función de la ley promulgada y de la autoridad que la

impone, como algo divino: «Los preceptos son salvíficos,» dice el judío. «Dura lex,

sed lex,» dice el romano: «Dura ley, pero ley.»

Por eso la clave y la esencia de la Iglesia es la jerarquía sagrada. «Arjé»

Principio y orden, cabeza y dirección. Y el segundo significado es primer puesto,

mando, poder, dominio, autoridad.

En la Iglesia se debe pensar que todo el poder lo tiene Dios, «Aeternus Unigeniti

Pater»; Dios se lo pasa a Cristo, y Cristo se lo pasa a la Iglesia, en la Iglesia el

Papa tiene la potestad eterna «Aeterna potestas,» y la sagrada jerarquía tiene la

potestad de enseñar, la potestad de gobernar y la potestad de santificar: «Potestas

docendi, regendi, sanctificandi.»

Es interesante anotar, desde ahora, que los dos textos fundamentales para

determinar la autoridad de la Iglesia y de Pedro, que se esgrimían desde Roma en

todos los tonos a todos los fieles del orbe terreno: Mt 16,16 y Rm 13,1, y que eran

el eje según la «Aeternus Unigeniti Pater», no se encuentran en la «Lumen

gentium». En LG 17,2-7 de intento se omiten. En LG 24, 2-5 las subordina a la

misión de servicio neotestamentario. La «Aeternus Unigéniti Pater» destaca más el

mando que el servicio. El Pueblo de Dios marcha en imponente desfile.

«Ítaque novus hic populus, quem Paulus Apostulus Israel Dei appellavit,

non tamquam effusa turma

sed ut confertum agmen procedit, quod esca spirituali nutritum,

et de spiritali consequente illud, petra potatum, portis inferi et insidiis diaboli victor

adversans

ad finen usque saeculi: in unitate fidei, in sacramentorum communione

in apostolicitate gubernii,

unum singulareque

in spiritu et caritate jugiter perdurabit.» En castellano:

«El Israel de Dios perdurará para siempre edificado sobre la autoridad perpetua

de Pedro y sus sucesores.»

«Así, pues, este nuevo pueblo

a quien el Apóstol Pablo llamó Israel de Dios,

no como confusa multitud

sino como ejército disciplinado

avanza victorioso,

y vence las puertas del infierno

y las insidias del diablo,

alimentado con la comida espiritual,

y saciada su sed

con el agua espiritual de la piedra que lo sigue, perdurará incólume hasta el fin

del mundo:

en la unidad de fe,

en la comunión de los sacramentos

y en el gobierno apostólico,

como uno y único, en el espíritu y la caridad.»

Menos mal que al final se nombra el Espíritu y el amor.

4. La sociedad de la autoridad y del mando es la Iglesia del Espíritu y del

carisma

Al exponer la figura del cuerpo de Cristo, el documento se fija en Col 1.18 y Ef

1,23, en los que se resalta la unidad alrededor de Cristo, y no en 1Cor 12-14 o Rm

12 que hablan del Espíritu y sus carismas en todos los fieles. Se fija en lo externo y

no en lo interno. Nombra seis veces la santidad sin decir en qué consiste y solo una

vez nombra la caridad, y en sentido negativo: los que están privados de caridad.

La Iglesia como sociedad es al mismo tiempo el cuerpo de Cristo místico. No son

dos cosas, el poder y lo espiritual, sino una. Los carismas son de la jerarquía. Se

apunta a la sumisión y no a la comunión.

Así como la naturaleza humana de Cristo sirve al Verbo de Dios, así los carismas

de la Iglesia sirven a la Iglesia sociedad del anuncio, del sacerdote y el rey. La

Iglesia católica romana es el cuerpo de Cristo. No son dos cosas distintas, la iglesia

como sociedad y el cuerpo místico de Cristo.

La gran afirmación final, sobre la cual gravita todo el capítulo, es que no existe

sino una sola Iglesia de Cristo, la que él confió a Pedro y a sus sucesores, y por

consiguiente solo la Iglesia católica romana tiene el derecho de llamarse Iglesia, y

los que no están inscritos en esta sociedad no tienen esperanza de salvación. En toda

esta redacción puso su impronta el redactor, gran teólogo romano, padre Sebastián

Tromp.

5. Dos capítulos sobre el espiscopado y los obispos residenciales.

Todo el documento responde a la tendencia jurídico-autoritaria. Destaca los

poderes de gobernar, enseñar y santificar. «Postestas docendi, regendi et

sanctificandi.»

El obispo recibe el carácter sacramental del orden, de modo que nunca podrá

volver a ser laico o simple sacerdote, o a perder su potestad de confirmar y ordenar

sacerdotes.

Los obispos tienen verdadera potestad en todas las personas sometidas a ellos. Y

obligan a los súbditos en el foro interno y externo con verdadera autoridad, y los

obligan en conciencia con leyes y también con penas salutíferas. El romano

pontífice tiene potestad sobre todos los fieles y todos los actores de la Iglesia.

Se cita para terminar el texto de León XIII en «Est sane» del 17 dic 1888. «Es

nuestra tarea vigilar y esforzarnos para que la potestad divina de los obispos

permanezca incólume e inviolada.»

Es imposible acercarse más al verso virgiliano: «Tu regere imperio populos,

romane, memento...» «Tu, romano, acuérdate de regir los pueblos con imperio.»

6. La autoridad y la obediencia

El capítulo 7º sobre el magisterio y el 8º sobre autoridad y obediencia nos los

podemos imaginar, el primero bajo el signo del magisterio y de la potestad de

enseñar e imponer doctrinas, y el segundo sobre el gobierno, con la profunda

satisfacción que al gobernante produce la palabra bíblica: «toda autoridad viene de

Dios.»

Las sagradas congregaciones de Roma vigilan para que la doctrina de la salvación

en la Iglesia se mantenga y se observe por todos, y para ello están revestidas de los

carismas del Espíritu. Ante ellos se debe obsequio externo y una religiosa adhesión

interior.

7. La vida religiosa

Al tratar de la vida religiosa o los estados de tendencia a la perfección el enfoque

es todo jurídico, y destaca la autoridad del Papa y de los obispos y la reverencia y

obediencia a las leyes canónicas. Los superiores representan a Cristo, y los súbditos

deben imitar a Cristo con la total y absoluta obediencia, Como el Hijo eterno de

Dios obedeció hasta la muerte, y muerte de cruz. Propónganse no dar espacio a la

crítica, sino sometan su propio juicio al juicio del superior, y cumplan lo mandado

obedeciendo con pronta voluntad. La autoridad en la Iglesia viene de Jesucristo,

Hijo eterno de Dios.

El texto de meditación normativo para todos es el que manda imitar a Cristo

«hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz.» (Flp 2,8) Como un perfecto

judío.

El documento está dominado por la doctrina en boga en todos los seminarios y en

todos los manuales de teología. Las palabras clave son: derecho, potestad,

autoridad, sociedad. La Biblia se cita para reforzar las tesis prejuzgadas, para

fundamentar las tesis teológicas de la cristiandad.

La fuente principal son los documentos recientes del magisterio, al punto que se

puede decir que la regla de la fe, según este documento, es el magisterio reciente de

los pontífices romanos: la norma próxima de fe. Todo el documento se orienta a

afirmar el significado salvífico y el valor sobrenatural del aparato eclesiástico.

2.

LAS NUEVAS TESIS Y DEBATES

LAS NUEVAS TESIS Y DEBATES SOBRE LA REVELACIÓN.

DE LAS DOS FUENTES DE LA REVELACIÓN

A UNA SOLA FUENTE: NORMA SUPREMA DE LA FE CRISTIANA.

LA DOCTRINA DE LA CRISTIANDAD NO ES NORMA DE FE

LAS NUEVAS TESIS Y DEBATES SOBRE LA IGLESIA.

1ª PARTE DEL DEBATE DE LA LUMEN GENTIUM, HASTA DICIEMBRE 1962

2ª PARTE DEL DEBATE DE LA LUMEN GENTIUM

3ª GRAN DEBATE SOBRE LA RELACIÓN ENTRE ECLESÍA Y MINISTERIO.

4ª DEBATE HACIA LA 4ª REDACCIÓN DEL TEXTO SOBRE LA IGLESIA

El documento sobre las dos fuentes nos mostraba a Dios que inspira un laborioso

texto como suma de verdades, y al magisterio de la iglesia elaborando

formulaciones y proposiciones como segunda fuente de revelación de Dios, que los

fieles debemos creer. El documento final dice que la norma suprema de la fe

cristiana es una, la Sagrada Escritura unida a la Tradición.

El documento sobre la Iglesia, que entró al concilio, tiene su punto de partida y su

eje en Dios: «Aeternus Unigeniti Pater». El documento que salió del aula conciliar

lo mira todo desde el objetivo y la tarea de salvación: «Lumen Gentium cum sit

Christus»: Cristo es luz de las naciones. El problema no es adentrarse en definir a

Dios con su hijo obediente sino cumplir la tarea perentoria que Jesús nos puso de

ser su luz para todas las naciones.

DE PARADIGMAS DE DIVINIZACIÓN A PARADIGMAS DE HUMANIZACIÓN EN CRISTO; DE

PARADIGMAS DE PODER A PARADIGMAS DE SERVICIO.

1. NUEVAS TESIS SOBRE LA REVELACIÓN

Y DEBATE SOBRE ELLAS

DE LAS DOS FUENTES DE LA REVELACIÓN,

A UNA SOLA FUENTE: LA NORMA SUPREMA DE LA FE.

1. Cambio radical

Jesucristo como ser humano, nacido de una mujer, desde la autonomía de su

condición humana, propone la salvación y la ofrece a otros hombres.

Contemplémoslo en la escena con la samaritana, sentado, cansado, sudoroso,

sediento, a quien una mujer le brinda agua. Y es él, cansado, sediento, sudoroso,

quien ofrece agua y salvación a la mujer. Quien ofrece es un hombre sudoroso,

cansado, sediento, y quien recibe es una mujer con antecedentes reprochables según

la ley, y que Jesús no tiene en cuenta. El concilio comprendió que el camino de

imaginar a Dios a nuestra imagen y semejanza, para imponerle el esquema de

autoridad y obediencia, no era el correcto.

2. El debate sobre las dos fuentes.

El esquema de las fuentes de la revelación (AS I,3,14s) desencadenó el primer

choque violento, tensionante, doloroso, frontal de las dos tendencias del Concilio

Desde el título andaba mal: dos fuentes. Escritura y Tradición. Y la Biblia debía

interpretarse según el común sentir de los padres griegos y latinos. Luego la

tradición más madura viene a ser la revelación, puesto que luego debían forzarse

los textos bíblicos para hacerles decir lo que mandaba el magisterio posterior.

Tres años de preparación inmediata, tres mil personas congregadas en Roma para

opinar y participar de diversas maneras, en todas las lenguas, colores, costumbres,

lenguas y creencias. Es una movilización universal nunca vista. El árbitro es un

anciano de 82 años.

Los tres años de preparación inmediata han servido para presentar lo que era la

Iglesia antes de Juan XXIII.

El Concilio va a decir «La norma suprema de la fe cristiana es la Escritura que

nos explica a Cristo. Y la tradición de esa norma.»

La Hermenéutica teológica del Nuevo Testamento ha tenido un momento estelar,

de frente al hombre de la posmodernidad, en el Concilio Vaticano II. En ese

momento, de densidad espiritual incomparable, la Iglesia se concentró a elaborar la

respuesta que Jesucristo ofrece a los hombres actuales.

Como la norma suprema de la fe cristiana es la Sagrada Escritura unida a la

Tradición, hemos de tomar una primera decisión: sintonizar con el concilio

Vaticano II, como expresión privilegiada de la Tradición viva de la Iglesia.

En el Concilio, la Iglesia no dio por sentado que ya sabía leer la Biblia, y no se

dedicó a aplicar lo sabido a las nuevas circunstancias del mundo, como se solía

hacer desde el siglo VI. Por primera vez, se examinó sobre la propia manera de leer

la Biblia, y el resultado de su escrutinio trascendental ha quedado plasmado en la

"Dei Verbum." La Iglesia empezó por volverse a la revelación de Dios en la historia

y en Jesús, para comprenderla de nuevo, e hizo una relectura de la Biblia con la

nueva hermenéutica exigida por el hombre de la posmodernidad.

Nada más importante para comprender nuestra época y para proponer una

hermenéutica pastoral para el futuro, que asimilar lo que la Iglesia se ha clarificado a

sí misma en la «Dei Verbum.»

3. La revelación y la ciencia

Si yo creo que Dios habló oficialmente solo en las Escrituras entro en dificultades

cuando la comparo con la naturaleza y las cosas que existen en el mundo, y caigo

en conflictos con las ciencias que estudian las realidades naturales con tecnologías

nuevas. Por ejemplo, la ciencia me dice que los hombres y mujeres se formaron en

la evolución, mientras la Biblia, que es palabra de Dios, me dice que Dios creó un

paraíso y que creó para él, en un momento, a Adán y a Eva como individuos

separados.

Con toda lógica la cristiandad no pudo resolver la oposición entre la fe y la ciencia,

y se creó continuos conflictos. Se había creado una oposición entre Dios y el mundo.

Más aun se llegó a predicar de continuo que los enemigos del hombre son el mundo,

el demonio y la carne. La metafísica de la cristiandad opone Dios y hombre, creador y

criatura, ser contingente y ser necesario como dos tipos de seres en un mismo mundo y con una

misma metafísica. El resultado es la secularización, el ateísmo y las violencias como

dos guerras mundiales con 90 millones de muertos.

El Concilio nos abrió el camino de una nueva comprensión, al definir que Dios se

revela por todo lo que existe, lo cual es testimonio suyo. «Dios al crear y conservar

el universo ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo.»

La nueva perspectiva del Concilio nos dice que el mundo en sí es revelación de

Dios, es sacramento de Dios, y que lo que vemos, lo que estudian todas las ciencias,

son ya una palabra de Dios. Las criaturas son desbordamiento de la bondad de Dios

para nosotros. El mundo revela a Dios, pero al mismo tiempo lo oculta, porque nos

dice que él no es Dios en sí; es gracia de él. El mundo revela a Dios y lo oculta.

La otra conclusión es que no hay oposición entre Dios y hombre, entre creador y

criatura, porque no son realidades del mismo orden. Según el principio de identidad

de la metafísica griega una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Y con los

demás principios se va creando una mentalidad que opone Dios y hombre, y

convierte a Dios en contrincante del hombre.

Y así se llega a la conclusión que Dios es peligroso para la realización humana

como cuando se dijo que la religión es opio del pueblo. Y se opone el lenguaje

humano y la palabra divina. Son realidades incompatibles. La palabra de Dios no

es palabra del hombre; si Jesús es persona divina, en Jesús no puede haber persona

humana.

Pero esa metafísica no se aplica ni en el mundo ni en Dios. Esa metafísica ha

muerto. Con las bases del Concilio, hoy tenemos una nueva visión llena de

optimismo. Dios puede expresarse en el hombre sin debilitarlo ni anularlo. Jesús al

ser persona humana es persona divina, y no hay ningún problema para nuestra

mentalidad de hombres actuales.

4. La historia reveladora.

Dios se revela por las realidades existentes. A esta afirmación, el Concilio añadió

dos nuevas afirmaciones trascendentales: 1ª Dios se revela por los hechos, los

acontecimientos, la historia. Y 2ª Dios ser revela en lenguaje humano. Al revelarse

en al historia, Dios se revela también por la libertad y la conciencia humana, puesto

que la historia es la obra maestra del hombre. Y además se revela en lenguaje

humano, con lo que queda descartado el lenguaje divino y el diccionario usado en el

cielo.

De esta manera, el encuentro con Dios se inicia con la ciencia y la física, y

enseguida se continúa por la historia de la humanidad y por todo lo que el hombre

es, y por todos los lenguajes que ha creado como ser simbólico creador de culturas.

Para poder dialogar, en los milenios anteriores, los humanos debíamos crear un

mundo intermedio y ubicarnos en él como lenguaje, cultura, mito, metafísica e

ideologías o simbolización de todo lo que el hombre es y quiere significar. Este

mundo intermedio fue elaborado por todas las culturas con mitos, gnosticismos,

metafísicas, ideologías, formas estéticas y lenguajes culturales. La cristiandad tenía

que hablar al hombre premoderno y al del Siglo de las Luces, el lenguaje común de

este mundo intermedio, pues era el único que tenía a mano. Sin duda, el ser humano

quedó prendado de su propio invento, el mundo intermedio de la simbolización

linguística, la escritura y el "logos" de la verdad; y creyó encontrarse en él con

Dios.16 Todas las religiones tienen sus tradiciones y escrituras sagradas, sus mitos

sagrados, y los filósofos descubren en el "logos" algo divino. Esto es una verdad

asombrosa, muy bien destacada en los textos que acabamos de analizar.

5, Dios ser revela en lenguaje humano.

Pero el Concilio comprende que ese mundo intermedio no es el único ámbito

donde Dios se encuentra con nosotros, con palabras escritas de Dios, palabras

sagradas, correspondientes a realidades perpetuas, a las esencias eternas e

inmutables, a naturalezas definitivamente establecidas por Dios, con leyes eternas.

Nada podía ser relativo sino definitivo y absoluto, puesto que Dios habló su propio

idioma.

El Concilio encontró que estas formulaciones eran parciales y, por eso, en

momentos dramáticos, rechazó los esquemas preparados por la teología tradicional.

Fue el momento más dramático del Concilio, cuando se rechazó el esquema de las

dos fuentes, con protagonistas como el cardenal Alfrink, de Holanda, el cual, en

nombre de numerosos colegas, dijo ante la majestuosa asamblea, del documento

preparado: «Non placet.» No sirve ni siquiera como texto base de debate.

Al hombre posmoderno, la Iglesia le habla otro idioma, el idioma de la historia, en el que se

revela Dios, el idioma de los hombres de nuestra época: el lenguaje humano. Este giro

copernicano en la comprensión de la revelación es sin duda la clave para

comprender lo que debe ser la nueva evangelización, fiel al Concilio Vaticano II.

De ahí que, con paciencia, tenemos que asimilar lo que significa para nuestro

Concilio la revelación de Dios por la historia y en lenguaje humano.

6. La filosofía y la cultura de nuestro tiempo, camino para la nueva

comprensión de la Palabra.

Para llegar a esta comprensión nueva de la revelación fue necesario recorrer un

largo camino desde Santo Tomás, el Angélico Doctor.17 Para orientarse habría que

revisar la teología fundamental; a falta de espacio, recordemos solo unos mojones.

“Dios habla a los hombres con palabras humanas y a la manera humana”; por eso,

volvámonos un momento a la palabra y a la cultura humanas. 18

La reflexión filosófica sobre la historicidad del hombre está implícita en Descartes

o Lutero, y se expresa, en un primer momento con el idealismo alemán y, más

recientemente, con la filosofía existencialista y con la hermenéutica, que

comprenden al hombre como ser que se realiza en el tiempo, y es al mismo tiempo

proyecto y realidad. A esto se juntó el inmenso trabajo de la astrofísica de Einstein,

de la biología con Darwin, de la antropología física y cultural, que nos describen el

devenir de la hominización en el tiempo, y el principio antrópico.19

Solo a la luz de la reflexión sobre la evolución y la historicidad del hombre, como

realidades comprobables, se puede responder a la objeción del racionalismo de la

ilustración, de que los simples hechos no pueden tener importancia salvífica, y de

que, con la sola luz de la razón natural, se puede conocer aquella estructura

esencial del hombre, de su comunidad, de su vida, de su condición, cuya aceptación

y observancia deben garantizarle la salvación. La verdadera y fundamental

objeción del racionalismo bajo sus diversas formas, incluida la desmitización de

Bultmann, se basa precisamente en que una cosa así, un hecho, no puede ser

salvífico para el hombre, porque lo propio y lo que de hecho tiene alcance salvífico

está fundamentalmente más allá de los hechos, en las esencias, en un mundo

intermedio.

7. Respuesta insuficiente: una serie de hechos bíblicos.

Para responder a la metafísica antigua y a la modernidad no basta presentar la

historia bíblica como una serie de hechos que se dicen a sí mismos salvíficos. Se

requiere una ciencia moderna, una reflexión auténtica, que clarifique la relación

fundamental y esencial de la salvación con la historicidad del hombre.

Para el hombre de la modernidad, lo seguro, lo fundamental, es aquello que no

puede basarse sobre hechos aislados o sobre una historia accidental. Le parece

verdadero solo aquello que se pueda repetir cuantas veces se pongan las mismas

causas en un experimento.

Para el hombre científico de hoy ese experimento es la evolución. Se necesitan el

nuevo paradigma general de la evolución y los demás paradigmas culturales. La

historicidad continúa la evolución en el ámbito de la conciencia y de la libertad. Y

confluye en Jesús real e histórico y en la teología misma como filosofía y

antropología de del Padre de Jesús de Nazaret.

La historicidad del hombre demuestra la necesidad para la ciencia de elementos del

pasado y del futuro: que él mismo va madurando desde un principio hasta un fin; de

la protología a la escatología, pero como tarea evolutiva en la conciencia y en la

libertad con Jesús. El fin va madurando en una historia de libertad. El hombre

realiza su historia como actuación y búsqueda de su esencia. La tradición es una

auténtica aceptación del pasado; pero esa aceptación es libre y consciente y, por lo

mismo, crítica; lo cual posibilita la revolución y el arrepentimiento. El cambio y la

evolución comienzan a formar parte de la realidad. Se acepta el pasado pero

distanciándose de él.20 Todo esto es comprensión del hombre maduro, que ha dejado

de ser niño.

A nivel de la pastoral, este drama se vive cuando se enfrenta el catecismo, resumen

de la teología de la cristiandad, con la lectura de la Biblia por la comunidad, en la

cual se implica la propia vida y la propia historia.21 Se debe pasar de la sagrada

doctrina a la historia de salvación, en la evolución que se va realizando por

selección natural, y luego por conciencia y libertad. Y, al final, por amor, el amor

que es Dios.

Puesto que Dios no se revela de formas distintas y separadas del mundo, de la

historia, del hombre y de Jesús real e histórico, se sigue que toda revelación de

Dios es mediada, la llamada teología es una antropología del Padre de Jesús. Dios se

vale de todo lo que hace para revelarse y se vale del hombre y de su inteligencia y

sentimientos para ser acogido y aceptado.

Stephen Hawking, al empezar el libro «El gran diseño» declara solemnemente que

la filosofía ha muerto. Una metafísica fundada en los paradigmas de la física

primitiva ya no tiene el mismo significado para nosotros. Hoy necesitamos otra

reflexión, otro lenguaje y otras formas culturales fundadas sobre los nuevos

paradigmas de la evolución, de la física atómica, de la física cuántica y de la

selección natural.

7. Clave, la cristología

Todo se nos hace muy claro, si miramos a Jesús, el judío marginal, como la

palabra definitiva del Padre, el logos, la comunicación de Dios al hombre en un ser

humano, en una persona humana, en un protagonista de nuestra historia humana, que

habló el único lenguaje válido, el lenguaje de los seres humanos. Jesús el ungido es

la única revelación total y definitiva de Dios para nuestra salvación. «Yo y el Padre

somos uno .El que me ve a mí ve al Padre.»

8. Dei Verbum y Lumen Gentium

Este cambio en la concepción de la revelación allana el camino para la otra gran

discusión sobre la constitución sobre la Iglesia. Así como se pasa de las verdades a

la historia en la Dei Verbum, en la «Lumen gentium» se pasará del autoritarismo a la

comunión de carismas y de servicios.

2. NUEVAS TESIS Y DEBATES SOBRE LA IGLESIA.

1ªPARTE DEL DEBATE DE LA LUMEN GENTIUM.

HASTA DICIEMBRE 1962

2ª PARTE DEL DEBATE DE LA LUMEN GENTIUM

EL DEBATE QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DE LA IGLESIA

3ª GRAN DEBATE SOBRE LA RELACIÓN ENTRE ECLESÍA Y MINISTERIO.

4ª DEBATE HACIA LA 4ªREDACCIÓN DEL TEXTO

CUARTA REDENCIÓN DE LA LUMEN GENTIUM

1. 1ª parte del debate de la Lumen Gentium. Hasta diciembre 1962

Juan XXIII, junto con la convocación del Concilio, quiso reunir también el sínodo

romano destinado a servir como modelo para el concilio. Pero el sínodo romano fue

deplorable.

El Concilio exigió tres años de preparación (1959-62) que sirvieron para asumir y

formular la conciencia de la Iglesia sobre sí misma.

Se perfilan dos grandes tendencias. La primera es la de toda la cristiandad, liderada por

el Cardenal Ottaviani, la cual ya la hemos estudiado en sesiones anteriores. Los padres de

esta tendencia hablan de los carismáticos como exaltados, visionarios, milagreros, y...

hasta libertinos, rebeldes, anárquicos, herejes, cismáticos, y hasta... poseídos del

diablo.

El segundo bloque rechaza la primera tendencia como militarista, imperialista,

juridicista. Presentaban la Iglesia como escuadrón compacto, militante y triunfante, con un

solo gran general, puesto por Dios.

Dos grandes bloques: 1º de autoridad y poderes, y 2º de carismas y servicios.

El primer bloque insistía en usar el vocabulario de poderes. El nuevo bloque

quería utilizar otro vocabulario. En lugar del vocabulario de autoridad y obediencia

que predominaba antes del Concilio, utiliza el vocabulario de servicio. Quiere

cambiar la ley por el servicio. Una frase clave es la siguiente: «Munus autem illud

quod Dominus pastoribus populi commisit, verum est servitium, quod in sacris

litteris diakonía seu ministerium significanter nuncupatur» El encargo del Señor a

los pastores fue el servicio o diaconía. Lg 24,13-17

Subrayemos las tres palabras clave: 1. Servitium, 2. Ministerium, 3. Diaconía. A

estas se añaden otras semejantes: 4. Officium, 5. Munus, 6. Pastor, 7. Apostolatus,

8. Misionarius. El apóstol es enviado.

En el texto final se omiten las palabras de autoridad y obediencia: Aunque se usan

todavía palabras de mando, en 943 ocasiones; las palabras de servicio aparecen 2020

veces en los documentos conciliares. Se repite la orden de Pablo: «El que sirve que

sirva de verdad» (Rm 12,7) como la finalidad total del Concilio y de la Iglesia.

Segunda y tercera redacción: debate de dic. 1962

Con la discusión del primer debate y el rechazo de los progresistas, Juan XXIII

mandó rehacerlo, pero esto no se logró sino con trabajo arduo de tres años, 1963-64.

Se introduce un esquema sobre María, madre de Dios y madre de los hombres, y

otro sobre el ecumenismo católico.

Se estudió esta redacción y se hizo una segunda muy parecida y luego la tercera,

que se presentó por el cardenal Hamleto Cicognani el 1 de Diciembre de 1962. Se

añadía una constitución dogmática sobre la Virgen María.

Cuando se puso a discusión (1 a 7 de diciembre de 1962), ya se había dado un

vuelco radical en la discusión del documento sobre la fuentes de la revelación,

como ya vimos. Este debate sobre la revelación obligó a refundir toda la obra del

Concilio.

Hablan 77 oradores y dejan sus notas 85 padres conciliares.

El Obispo Emilio de Smedt dice que «todo el esquema peca de «triunfalismo,

clericalismo y juridicismo.» Luis Carli lo ataca de «militarista,» Máximo IV Sigh

remacha: «militarista e imperialista». Lefebvre asegura que «nada dice de la

caridad, elemento esencial e insustituible.» El cardenal Döfner dice: «Hubiera

debido empezar por la vida carismática común a todos los fieles...» Huyghe afirma

que «no basta reforzar el esquema sino meterle ¡un espíritu nuevo!, un espíritu

abierto y católico de veras: un espíritu misionero y espíritu de humilde entrega y

servicio»

Unos cardenales encabezados por el cardenal Alfrinck, de Holanda, dijo del texto

sobre las dos fuentes de la revelación. ¡Non placet!. Es inaceptable. Ahora, del texto

sobre la Iglesia, los cardenales König, Alfrink y Döfner piden que se elabore otro

esquema. Lo mismo Enrique Tenhumber que pide que en el nuevo esquema se

empiece hablando sobre la importancia de los carismas en la Iglesia y para la Iglesia.

Alba Palacio (José de Jesús Clemente) dice. «El esquema tiene muchos puntos

buenos, pero se me antojan como aquellos huesos resecos de la visión de Ezequiel.

Habría que decir: Ven, Espíritu, sopla en esos huesos para que surja el Espíritu de

Cristo y del pueblo de Dios.» «La gran laguna es porque se habla de paso del

Espíritu Santo que es el alma de la Iglesia y principio de su unidad y variedad.»

En el capítulo sobre el ecumenismo se nombra a Cristo 22 veces, a la Iglesia 46

veces, al Espíritu de Cristo una sola vez, al Espíritu Santo ni una sola vez.

Recuerda que el Papa Juan ha dado ejemplo al Concilio al orar por el Concilio

ante el humildísimo y pobrísimo Francisco.

El documento debe ser refundido del todo. No contentarse con dedicar un capítulo

al Espíritu Santo sino que todo debe reducirse a la unidad bajo la luz del Espíritu

Santo que hace a la Iglesia jerárquica y carismática, visible e invisible, de derecho

y de caridad, viva, comunión de los santos y cuerpo de Cristo, terrena y

escatológica, y de verdad plenamente ecuménica. Todo esto se encuentra en ASS

(Actas del Concilio, 4142-4145)

Esta confusión de ideas era fuente de angustias para muchos. Butler dio la

siguiente interpretación. «¿Esta confusión o fermentación no será obra del Espíritu Santo? Es

un signo de la vida y de la vitalidad de la Iglesia. El criterio de la vida es la adaptación a las

circunstancias. Ya que las circunstancias son efecto de la providencia divina, la adaptación de la

Iglesia a las circunstancias es la respuesta a la palabra de Dios, ya latente, ya patente». De

estas palabras de Butler, última intervención en la discusión de la tercera redacción

de la «Lumen Gentium,» dijo Henri de Lubac: «En sus palabras había un aliento

profético.» (La Chiesa del Vaticano IIº, p.5).

Después de una semana de confusión y de ardentísimos debates en la basílica de

San Pedro, el balance es formidable. Resumamos lo que se pedía:

1. Eliminar definitivamente la disyuntiva o enfrentamiento: no hay dos iglesias, la

jerárquica y la carismática sino una sola con diversas funciones y quehaceres. La

Jerarquía no tiene el monopolio del Espíritu.

2. Los carismas los da el Espíritu Santo, sin el control de la jerarquía. Esta debe

discernir.

3. Hay carismas ministeriales o permanentes y carismas en los demás oficios y

quehaceres de la Iglesia.

4. Hay carismas especiales como la vida religiosa.

5. Hay carismas extraordinarios.

6. Estos últimos no hay que esperarlos temerariamente.

7. Hay que colaborar con los carismas. No dispensan del trabajo y de la

responsabilidad.

2. 2ª parte del debate de la Lumen Gentium: 1963-65

1. Las dos tendencias al comenzar el año 1963

Al finalizar los grandes debates el día 7 de diciembre de 1962, se veían

claramente lo dos bloques.

El uno liderado por el Cardenal Ottaviani que deseaba mantener el esquema y

mejorarlo. El principio de autoridad había sido puesto de eje en el Concilio de

Trento. En el Vaticano Iº era una de las mayores preocupaciones: toda la teología,

la liturgia, el derecho y la moral se inspiraron en el Concilio de Trento con el

principio de autoridad. Ese principio se trasmitía a los fieles en la liturgia con el

rubricismo, la pasividad asombrosa de los fieles, el latín, el canto gregoriano, la

jerarquía de la misa típica pontifical, con presbíteros, diáconos, subdiáconos,

acólitos, lectores, exorcistas y, sobre todo, en la moral y el confesonario.

Es muy conveniente leer algunos capítulos del Código de Derecho Canónico de

1917. Esa lectura atenta vale por muchas disquisiciones sobre la autoridad y la

obediencia en la Iglesia, y para comprobar que no se trata de una caricatura que

nosotros hacemos. Leer, a modo de ejemplo, del canon 1203 a 1242. ¡Cuarenta

cánones para gobernar a los muertos del mundo entero en todas las culturas!

822 padres están convencidos de que el documento con la teología de la

cristiandad merece completo respaldo y deciden apoyarlo porque es obra de

eximios peritos, ha sido aprobado por la comisión central del Concilio, ha sido

elaborado con la autoridad del papa, tiene una doctrina clara, y para prestar un

servicio a la verdad hay que reafirmar sin paliativos ni medias tintas el carácter

jurídico y jerárquico y único basado en el fundamento de Pedro. Todos son

argumentos de autoridades.

El padre Tromp hizo un cálculo de las intervenciones, y concluyó que ganaba.

Habían sido noventaicinco las intervenciones, cuarenta en contra y cincuentaicinco

a favor.

822 padres votaron porque se aceptara el esquema como tema de discusión. Eran

la mayoría personal pero no alcanzaban a los dos tercios necesarios. Se oponían

1368. Se notaba un claro propósito de la curia romana, con el cardenal Ottaviani a

la cabeza, de imponer el documento preparado como si fuera la voluntad del Papa.

El Papa en sus seis intervenciones sobre el concilio habló del servicio y de la

dimensión pastoral del Concilio. El concepto bíblico del ministerio y de la autoridad

que es de servicio y entrega, responsabilidad y sacrificio era el pensamiento y como

la obsesión del papa Juan. De hecho el papa hizo contener el aliento a todos los

pueblos con sus tres días de agonía y murió con estas palabras: «Ut unum sint, ut

unum sint:» que sean uno, que sean uno; estas fueron sus últimas palabras.

Las dos tendencias eran claras y poderosas y estaban tan enfrentadas que parecían

irreconciliables. En las calles de Roma se llegó a hablar del fracaso del Concilio. Si

se pretendía confirmar lo antiguo, era mejor no aprobar nada. Los que estaban de

acuerdo con la mentalidad de la cristiandad tenían derecho a hacer valer el

documento «Aeterni Unigeniti Pater.» Tenían el documento a su favor y 822 padres,

pero estos no lograban constituir mayoría calificada de las dos terceras partes.

La otra tendencia exigía nuevo enfoque que de verdad definiera la Iglesia. «Bien

pensadas todas las cosas, la refundición del esquema, en el sentido indicado por el

papa Juan, aparece inevitable. La mayoría de los padres espera sinceramente que

se principie sin demora y esta expectación no será defraudada» 22

Juan XXIII mandó rehacerlo, y los padres se fueron a sus diócesis, el 9 de

diciembre de 1962; y esa mayoría de que hablaba el padre Tromp, partió con la

duda al menos de si lo mejor no era suspender el Concilio.

Se crearon unos quince esquemas, que iban más o menos por el mismo camino, y

más o menos se proponían desarrollar los siguientes temas centrales:

1. Naturaleza y características de la Iglesia

2. Sagrada Jerarquía

3. Los seglares

4. Significado eclesiológico de los estados de perfección.

En estos meses surge el esquema belga, significativamente nuevo, y se distribuye

a los padres el 22 de Abril de 1963.

*Muerte de Juan XXIII. La cuarta redacción

Entre tanto muere el Papa, el 1º de Junio de 1963. Pablo VI es elegido el 21 de

Junio. Yo estaba en la Plaza de san Pedro cuando salió el humo blanco y fue

aclamado Juan Bautista Montini como Papa Pablo VI.

La cuarta redacción, que es un esquema totalmente refundido, se distribuye a los

padres en el verano de 1963, con los cuatro capítulos, 1º Misterio de la iglesia, 2º

Episcopado, o jerarquía, 3º seglares, y 4º santidad o vida religiosa. Ya aparece el

título «Lumen gentium,» Cristo es luz de las naciones.

*La gran discusión sobre la Aeterni Unigéniti Pater futura Lumen Gentium. Hacia

la cuarta redacción en el aula conciliar

No se entiende el cambio desde la «Aeterni Unigeniti Pater» a la «Lumen

Gentium» si no se tiene presente que ya se había dado la gran discusión sobre la

«Dei Verbum» y que el resultado es aceptar que Dios se revela en las realidad del

mundo y en la historia real de los hombres y mujeres. De esta posición de la Dei

Verbum ha de nacer el famoso esquema XIII, insospechado con la teología anterior, y

que luego se llamará la Gaudium et Spes.

3. Tercer gran debate sobre la relación entre iglesia y ministerio. La 4ª redacción de

la L. G. Los carismas, de todos los fieles o exclusivos de la jerarquía

El tercer gran debate se da sobre la cuarta redacción de la constitución sobre la

Iglesia. Ya se ha abandonado la primera mentalidad de autoridad y obediencia, de

poderes y de sumisión.

Hecho este primer viraje esencial, procede a dar otro no menos importante: en

lugar de seguir vuelta sobre sí misma, autocomplacida por los poderes recibidos, y

vuelta hacia Dios que se los da, se propuso definirse a sí misma a partir de la

misión, con miras a los destinatarios. Los destinatarios entran a exigir a la Iglesia.

y a definirla. Cristo es luz de las naciones. La Iglesia es luz, y toda ella, para las

naciones. ¿Para qué sirvo? Se pregunta la Iglesia.

Este tercer debate versa sobre el eje que debe tener el esquema: los ministros

ordenados y estables o los carismas.

Antes de seguir adelante, es necesario tener en cuenta que por primera vez, en el

año anterior al Concilio, se dedicaron muchos escrituristas a estudiar a san Pablo,

para celebrar su primer gran congreso mundial, con ocasión de los 19 siglos de la

llegada de Pablo a Roma. Por primera vez, Pablo se convierte en maestro de la

Iglesia. Por primera vez en veinte siglos de Iglesia, Pablo es escuchado y atendido

con docilidad por la Iglesia. Este congreso fue mi primer contacto personal con

inolvidables maestros de Biblia, muchos de los cuales tienen sus nombres en la

primera edición de la Biblia de Jerusalén. Por primera vez, Pablo entra triunfante

en la Iglesia. Ya no es sospechoso para la gran Iglesia como en el siglo segundo

cuando aparecía como maestro de los herejes gnósticos, ni como en la Edad Media

cuando cantaba solo la libertad en Cristo ni como patrono de la justificación por la

fe en favor de los protestantes.

El mes de octubre de 1963 es el de la gran discusión.

Siguen en firme los dos bandos: 1º. Rechazo de los carismas y de su formulación.

2º Defensa y ampliación de la doctrina sobre los carismas.

*Los tradicionalistas al ataque

El gran ataque se expresa a través del Cardenal Ruffini, arzobispo de Palermo.

Jesús instituyó ministros permanentes, la jerarquía. Los carismas se dieron en la

primera comunidad, porque eran necesarios para la difusión de la Iglesia. Pero

después de la época apostólica llegan casi a desaparecer en la Iglesia. «Sed postea

paulatim ita decreverunt ut fere cessaverint» Y trae los textos de san Juan

Crisóstomo y de San Gregorio Magno para probar esta tesis.

Los carismas hoy ya no son necesarios. Los ministerios de la Iglesia no se pueden

confiar a los carismáticos. Quizá se puede definir cuándo se puede confiar a los

laicos algún ministerio. No se necesitan diáconos permanentes y menos diáconos

casados. No se pueden aceptar carismáticos o laicos junto a la sagrada jerarquía.

Sería peligrosísimo. Sería resquebrajarla, rebajarla, destruirla.

*Defensa de los nuevos enfoques

La defensa del nuevo esquema estuvo muy clara y valiente en el Cardenal

Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas. El dice:

1. En el nº 24 se habla poco de los cristianos carismáticos, se da la impresión de

que se trata de algún fenómeno periférico y accidental. Es necesario tratar este tema

más profunda y claramente. Es necesario evitar a toda costa que aparezca la

estructura jerárquica de la Iglesia como un aparato administrativo sin íntima

conexión, en la misma Iglesia, con los dones carismáticos del Espíritu Santo.

2. Estamos en el tiempo del Espíritu santo. El tiempo de la Iglesia es el tiempo del

Espíritu Santo. El Espíritu Santo vivifica la Iglesia y la conduce a toda la verdad.

La Iglesia es la habitación de Dios en el Espíritu. «Habitaculum Dei in Spiritu.»

3. El Espíritu santo se da a todos, pastores y fieles. Toda la Iglesia es una

realidad pneumática.(griego: to pneuma) Todos reciben el Espíritu, en el bautismo y

la confirmación. La Iglesia se edifica no solo sobre apóstoles sino también sobre los

profetas.

4. El Espíritu santo se dio al comienzo y se ha dado a lo largo de toda la historia

de la Iglesia. Pablo no habla solo de carismas extraordinarios sino de carismas de

sabiduría, de fe, de enseñanza, de exhortación, de discernimiento de espíritus

Para Pablo la Iglesia no es una organización administrativa sino un complejo vivo

de dones, carismas y ministerios; y cita pasajes de la 1Corintios.

5. Los pastores necesitan de los fieles y estos de los pastores. El ministerio

eclesiástico sin carismas es pobre y estéril; los carismas sin los pastores es desorden.

Los pastores deben animar y motivar los carismas. Los pastores deben mantener un

diálogo creativo con los carismas en la Iglesia, con apertura de corazón. Los

carismáticos que impulsan a la Iglesia merecen respeto y reverencia como los

pastores que orientan y dirigen.

Conclusiones prácticas: Que ya en el mismo concilio aparezca nuestra fe en los

carismas de los fieles y para ello: que se aumente el número y la universalidad de

los auditores laicos; que se inviten como auditoras las mujeres, que si no me

equivoco son como la mitad de la humanidad. Invítense hermanos y hermanas de

las grandes congregaciones. Era una delicia ver al Cardenal Suenens leyendo a tan

magna asamblea pasajes de la Primera carta a los Corintios. Es un concilio muy de

San Pablo y de san Juan, maestros del amor fraterno.

Tenemos un defensor de lo antiguo, Cardenal Ruffini, paladín de la curia; un

defensor de lo nuevo, Cardenal Suenens. Un mediador: Cardenal Hermenegildo

Florit. Este anota que en san Pablo la palabra carisma tiene un significado más

amplio que en el vocabulario de hoy. Son dones que san Pablo llama carismas.

Esta defensa de los carismas se fue ampliando en diversas intervenciones. Algunas

muestras:

1. Gregorio Vuccino dice que por Pentecostés existe en la Iglesia una cierta

igualdad entre todos los miembros de la misma Iglesia, y una unidad esencial, pues

todos reciben el Espíritu.

2. Y Gregorio Argaya defiende lo mismo, y añade que no debe darse

discriminación de sexo en tres aspectos: el elemento sobrenatural de la gracia, los

dones carismáticos y la sacra potestad apostólica.

3. 83 obispos franceses y el cardenal Gabriel Garrone dicen: Es inimaginable que

hayan desaparecido los carismas en la Iglesia postapostólica. ¿Cómo pueden

desvanecerse y desaparecer los carismas si son los dones del Espíritu a su Iglesia?

Crean los laicos que en ellos se dan los carismas y dones.

4. José Suto Vizoso quiere reafirmar lo dicho por el cardenal Suenens y los

obispos franceses, y dice: «No se puede oponer el orden de la iglesia carismática y

el de la iglesia institución, pues los carismas, como consta por las primeras

comunidades, se concedieron tanto a los pastores como a los fieles.»

«Estos carismas se dieron y se siguen dando a través de toda la historia de la

Iglesia lo mismo a las mujeres. Tantas obras de servicio, de evangelización, de

misiones son obra carismática en la Iglesia. Lo mismo se destaca en los que han

resistido con inmenso valor las persecuciones.»

«Una norma fundamental es que los carismas son dados para la utilidad y el bien

común de toda la Iglesia. Y los carismáticos se someten a los profetas. En algunos

casos de dudosa genuinidad, los carismáticos deben someterse a la autoridad

eclesiástica.»

5. J. Pohlscheider, obispo de Aquisgran, pide: «De todas maneras se debe

procurar que en todas partes haya instituciones en las cuales los laicos, hombres y

mujeres, según sus diversas cualidades y caracteres, se cultiven para que se

capaciten para representar la verdad de Cristo y para ejercer el apostolado en el

mundo.»

6. H. Westermann pide que se destaque y se clarifique la urgencia del carisma

misionero en la Iglesia.

7. Recordemos aquí las palabras de Ignacio Ziadé, arzobispo maronita de Beyrut

para los orientales, el 22.Oct.62, «El Espíritu Santo es importantísimo, y en el

capítulo segundo del documento casi está ausente. Según la teología de la Iglesia en

Oriente, no existe teología de la Iglesia si no es pneumatológica. Es decir, el

misterio de la Iglesia es la efusión del Espíritu en los últimos tiempos. La edad de la

Iglesia es llamada por los padres «Economía del Espíritu». Esta acción del Espíritu

en la Iglesia es necesaria para su renovación, para su unión (ecumenismo), para su

pastoral: que no vean la Iglesia como una organización. Los carismas tienen siempre

esa función unitiva: Porque el modo propio de la energía del Espíritu Santo es

congregar (colligere); en toda efusión carismática se da cierta colegialidad.»

En resumen, para la asamblea que escucha a San Pablo, el documento propuesto

es unilateral, apologético, jurídico, escolástico, no ecuménico ni dirigido al hombre

moderno, no es pastoral. Es abstracto, triunfalista, clerical y autoritario. El esquema

tuvo en cuenta solo la jerarquía, sin contar para nada con el pueblo de Dios, que

ejerce sobre él la maternidad espiritual en cuyo seno tiene su razón de ser la

jerarquía. En consecuencia, el documento:

Es un obstáculo para el diálogo con el mundo actual.

No agrada a los hermanos separados.

No invita a una renovación profunda de la Iglesia.

Debía destacarse mejor el carácter mistérico de la Iglesia

La Iglesia debería aparecer más bien como el sacramento de Cristo glorioso, que

es quien dirige la Iglesia y obra en ella y la vivifica mediante los carismas, y los

sacramentos. Debía destacar cómo el aparato institucional está subordinado a la

evangelización y a la comunión de vida con Cristo. Que la Iglesia aparezca como la

epifanía del misterio de Cristo

4. La Cuarta redacción de la Lumen Gentium

El debate sobre la tercera redacción fue el más agudo de todo el Concilio, hasta el

punto de ver dos bandos enfrentados, batalladores, con posiciones muy firmes, y

tan combativos que algunos pensaban que lo mejor era cerrar el Concilio.

Pero el Espíritu pudo contra una tradición de quince siglos. En la quinta redacción

ya aparece la disposición de la Lumen Gentium. Primer capítulo, el misterio de la

Iglesia; segundo, sobre el pueblo de Dios; tercero, sobre el episcopado; cuarto

sobre los laicos; quinto sobre la vocación de todos a la santidad, sexto sobre los

religiosos, séptimo, sobre la índole escatológica, y el octavo sobre María santísima.

Ya resplandece la doctrina conciliar, que supera la posición antigua configurada

por el paradigma de autoridad y obediencia. El Espíritu habita en la Iglesia y en los

corazones de los fieles (cf 1Cor 3,16, 6,19), ora en ellos y da testimonio de la

adopción de hijos (Cf . Lc 4,6; Mt. 8,15-16). El mismo anima a la Iglesia, a la

cual conduce a la verdad plena (Jn.16,1) y unifica en la comunión y en el servicio,

la dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, y la adorna con sus frutos.

(Ef 4,11-12: 1 Cor 12,4). Esta es la nueva mentalidad, y es el llamado giro

copernicano. El 21 de Noviembre de 1964 ya está definido lo esencial y más

novedoso.

De una Iglesia de poderes a una de carismas y ministerios, de comunión y de

servicio.

Por obra del pensamiento de nuestro hoy beato Juan XXIII y de las intervenciones

de los padres, a partir de Diciembre 1-7 de 1962, se cambio el rumbo, y en

diciembre de 1964 se consolidó la visión de la Iglesia postconciliar.

Esta doctrina pasó a los demás documentos, sobre todo a la Dei Verbum,

praesbitorum ordinis, Perfectae caritatis, Apostolicam actuositatem, Unitatis

redinte-gratio, Ad gentes, Nostra Aetate. De una mentalidad jurídica,

institucional, autoritaria, a una mentalidad de comunión y del Espíritu.

El secretario general Gérard Philips resume.

El nuevo título Lumen Gentium brotó en primer lugar de una homilía de Juan

XXIII que lo aplicó también a la Iglesia. Los obispos alemanes redactaron el

párrafo inicial que fue como una pauta del Concilio Vaticano II. Lo aplicaron a la

Iglesia, pero en la redacción final quedó aplicado a Jesucristo. él es la luz del

mundo. El esquema alemán lo aplicaba a la Iglesia con total fidelidad a Juan XXIII.

Decía “Lumen gentium cum sit ecclesia.” Pero, en honor de la verdad, hay que decir

que toda la introducción está tomada de ese esquema de los Obispos alemanes.

Cristo se halla en las líneas 1ª, 6ª y 15ª. Al principio, en el medio y al fin. Como esta introducción

sufrirá ligerísimos retoques la analizaremos detenidamente. Presento el texto y las enmiendas, (Lo

corregido va entre paréntesis) .

Notemos el cambio. Toda la teología tradicional partía de Dios, del principio y de

su propósito de poder. “Aeternus Unigeniti Pater...” La nueva teología del

Vaticano II parte del objetivo, de la misión, de la tarea. Lo nuevo: las naciones, la

humanidad, las gentes, deben ser iluminadas y guiadas por Jesucristo, luz del

mundo, que se refleja en la Iglesia.

1. (Introductio). Lumen gentium cum sit Christus, haec Sacrosancta Synodus, in Spiritu

Sancto congregata, omnes homines, (in calígine huius saeculi viventes,) claritate Eius, super

faciem Ecclesiae resplendente, iluminare vehementer exoptat, omni creaturae Evangelium

annuntiando.

Cum vero Ecclesia sit in Christo

signum et instrumentum, seu veluti sacramentum

intimae totius generis humani unitatis

eiusque cum Deo unionis,

naturam missionemque suam universalem

pressius fidelibus suis et mundo universo declarare intendit, praecedentium Conciliorum

argumento instans,

(illudque sermone menti hodiernae accommodato enucleans). Condiciones enim huius

temporis (memorato) huic Ecclesiae officio novam vehementioremque addunt vim et

instantiam,

ut nempe homines cuncti,

variis hodie vinculis socialibus, technicis, culturalibus arctius coniuncti, plenam etiam unitatem in

Christo consequantur” (AS 11,1,215-216)

Este es el texto-clave del Concilio. El texto definitivo omitió las frases que van

entre paréntesis y la última frase de “condiciones” al final. La redactó de forma un poco

distinta, pero manteniendo toda la fuerza del original alemán.

Cristo es el centro y eje y gozne de la iglesia y del concilio. Lo señalamos a nivel

redaccional: línea 1,6,15 La iglesia, iluminada por Cristo, es “signum et instru-

mentum, seu veluti sacramentum” de la unidad de la humanidad y de la unión de la

humanidad con Dios.

La especificidad de la Iglesia es de comunión, comunión con Dios y comunión de

los hombres entre sí. Por Jesús el Mesías, Hijo de Dios, en el Espíritu Santo, la

humanidad se une con Dios y los hombres se unen entre sí, y la Iglesia es signo e

instrumento de ello, y como una especie de sacramento.

He aquí una traducción de la constitución promulgada el 21 de Noviembre de

1964

1. (Introductio). Ya que Cristo es la luz de los pueblos, este sacrosanto Sínodo, congregado

en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres con su claridad,

que resplandece sobre la faz de la Iglesia, mediante la predicación del evangelio a toda

creatura. (Mc 16,15). Y como la Iglesia es en Cristo como el sacramento o signo e instrumento de la unión íntima

con Dios y de la unidad de todo el género humano, se propone presentar de manera más

cuidadosa a sus fieles y al mundo universo, su naturleza y su misión, siguiendo el tema de los precedentes concilios.

Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, a saber que todos

los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales, técnicos y culturales, consigan también la unidad completa en Cristo. (AS 11,1,215-216)

Destaquemos los puntos centrales:

1. Cristo, la persona humana que vivió en Palestina y se reconoció como Hijo

amado de Dios, es la luz del mundo. La luz está dentro del mundo, en medio de

nosotros. Se elimina la idea del Unigénito eterno del eterno Padre.

2. A través de la Iglesia, el mismo Cristo significa y realiza la comunión de todos

los hombres entre sí y con Dios. La claridad de Cristo resplandece en la Iglesia.

Luego dirá que el reino, que Jesús implanta en la tierra, subsiste en la Iglesia. No se

identifica con la Iglesia romana, pero subsiste en ella. Así el reino subsiste de otras

maneras, siempre en relación con la Iglesia.

3. La Iglesia, con esa luz de Cristo, quiere iluminar a todos los hombres. La

Iglesia, con todo lo que es y actúa, está para el servicio de la humanidad y de cada

persona.

4. Toda la obra de la Iglesia va a tener el efecto de iluminar y salvar en la medida

en que esté unida a Cristo. Los nn. 2, 3 y 4 explican esta unión que es comunión o

participación de la vida divina. La finalidad del plan de Dios Padre realizado por el

Hijo y continuado por el Espíritu Santo es dar la salvación-santificacion-glori-

ficacion a la humanidad por medio de la Iglesia y para formar la Iglesia universal

“de unitate Patris et Filii et Spiritus Sancti plebs adunata.” Esta perspectiva

trinitaria la acentuará más en la segunda parte de este capítulo cuando trate del

“Misterio.”

3 LA REVOLUCIÓN COPERNICANA

POR LA VUELTA AL JESÚS REAL E HISTÓRICO

Y POR LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU EN TODOS LOS FIELES,

PARA REALIZAR LA COMUNIÓN AL INTERIOR DE LA IGLESIA

Y EN LA HUMANIDAD ENTERA

Tres revoluciones copernicanas

1ª El Dios eterno no es el punto de partida. No “Aeternus Unigeniti Pater.” El

punto de partida son todos los hombres en sus culturas que suspiran por la salvación

de Jesús, y con él marchamos, impulsados por el Espíritu, hacia el misterio

insondable del Hijo del Padre, “Lumen gentium.”

2ª En la “Dei Verbum” se estableció que la revelación no se hace solo por escritos

y formulaciones de verdades sino por la realidad y la historia, y que la norma

suprema de la fe cristiana es la Sagrada Escritura en la tradición viva.

3ª En la “Lumen Gentium,” cuando se declara que la acción de Cristo y del

Espíritu con sus carismas se ejerce sobre toda la comunidad de cristianos, sobre todo

el pueblo de Dios, y no como unos poderes entregados a los miembros de la

jerarquía como un sector de mando en la Iglesia.

1. EL GRAN VIRAJE ECLESIOLÓGICO DE LA CUARTA REDACCIÓn

El pueblo de Dios, reunido por la unidad trinitaria, es la “ecclesia universalis,”

el objetivo de la operación salvífica de Dios. Ya no es la jerarquía como depositaria

directa de todos los poderes que el Padre le había concedido a Cristo, como decía el

documento rechazado por el Concilio.

He ahí el gran viraje que ha dado el Concilio Vaticano II, el colocar al “pueblo de

Dios, la gran comunidad” inmediatamente después del misterio de la Iglesia, y

antes de la jerarquía. La eclesía tiene todo el relieve. Como cuando Pablo hablaba

de cada eclesía doméstica de su tiempo como de la realidad central.

Los ecos del concilio resonaban con estas palabras, en diversos idiomas de los

padres conciliares: viraje, vuelco total, “capovolgimento,” “renversement,”

“revolución copernicana de la eclesiología.” Y hasta se utilizó la palabra

“apocatástasis,” recapitulación, un rehacerlo todo para poner las cosas en su sitio.

Los ministerios, instituidos como servicio a cada comunidad, y a todas, se fueron

convirtiendo, por condicionamientos históricos en poder, dominio, autoridad,

imposición y sumisión. Jesús se ha hecho presente en la Iglesia y nos ha dicho a

todos, sobre todo a los superiores, yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.

Todos, en especial la jerarquía, los que detentan algún cargo, pequeño o grande,

deben darse cuenta, de una vez, que en el cristianismo estamos para servir. Si no

somos de verdad servidores, nos convertimos en contradicción de nuestro ministerio,

en escándalo del pueblo fiel y destrucción más que construcción de la fe y de la vida

cristiana.

Con la fuerza del Espíritu se irá borrando la imagen del jefe religioso, rodeado de

títulos y vestidos de poder y de autoritarismo, de dinero y de opulencia, y se

encontrará la sencillez y servicial dad evangélica, en la liturgia, en la vida y en la

conciencia del pueblo cristiano.

Nunca se insistirá bastante sobre este particular en la forma-cien de los aspirantes al sacerdocio y

de la vida religiosa.

2. Imágenes de la Iglesia

Enseguida se desarrollan las imágenes de la Iglesia. Domina sobre todas la de

“Cuerpo Místico” de Cristo. Sobre el cual había publicado Pío XII la famosa

encíclica el año 1943. Pío XII destaca el puesto de los creyentes en la economía

originada por la resurrección de Cristo por obra del Espíritu, y acude a Efesios y a

Colosenses. En cambio, el Concilio se basa en 1Corintios y Romanos 12, y acentúa

la dimensión pneumatológica en vez de la cristológica: la Iglesia vivificada y

movida en todos sus ministerios por el Espíritu Santo. Curioso observar que fuera

del epígrafe en cursiva, no menciona nunca la palabra “místico” refiriéndola al

Cuerpo de Cristo. El Nuevo Testamento no habla de cuerpo “místico.”

Leamos en la Lumen Gentium lo que dice sobre las otras imágenes de “rebaño.”

“viña,” “campo, finca agricultura,” “familia,” templo,” “casa, domus,”

“habitación”, “ciudad santa, nueva Jerusalem,” “Esposa de Cristo,” todas ellas

de orientación y contenido comunional, y no institucional.

El párrafo sobre la dimensión escatológica o de la Iglesia peregrinante nos deja la

convicción de que la Jerarquía o la Institución tiene un carácter de provisoriedad,

interinidad y subsidiariedad, de manera que no se puede absolutizar. Por muy bello y

muy grande que se quiera considerar el papado, el episcopado, el presbiterado y

todos los demás ministerios, no son más que andamiaje necesario para la

construcción viva de la Iglesia de Dios. Lo recalcan las palabras que el n.7 dedica a

la Iglesia: “compages mediorum”, “instrumentum salutis”, ”socialis organismus..in

exaedificando Corpore inservit,” “salutis sacramentum,” “in mundo exsistens sed

non de mundo...” Está en el cap.VII de la “Lumen Gentium.”

Los nn.8-10 tratan “de membris Ecclesiae: los miembros de la Iglesia” y

terminaban con estas palabras que expresan el anhelo de muchos padres conciliares.

“Ita, dilatata caritate, Ecclesia cor suum universis hominibus totique mundo pandit,

ut per Dominum suum, Redemptorem ac Regem universorum, feliciter sit lumen

omnium gentium.” Así, por la apertura del amor, la Iglesia abre su corazón a todos

los hombres del mundo entero para ser gozosamente luz de los pueblos por su

Señor.

Sobre los ministerios retengamos estas palabras nº 11: “Christus Dominus, ad

populum Dei augendum et Corpus suum exaedificandum et nutriendum, in Ecclesia

sua varias ministrationes, praesertim stabiles, instituit (cf ICor 12,5; Eph 4, 11 ss);

quae munera et ministeria ad bonum totius corporis tendunt. Quicumque e populo

Dei sunt, eo ipso plena dignitate hominis christiani gaudent; qui vero ut ministri

potestate pollent, fratribus suis inserviunt; cuncti autem in eumdem finem libere et

ordinatim conspirantes, ad salutem perducuntur. Ipse Dominus lesus, variis

charismatibus ditatam, super Petrum rupem ac super Apostólos fundavit (AS

II,1,pág.231) (Leer en castellano)

El viraje, que principió en el cap.I se completa aquí con la frase definitiva y

definitoria: “Qui...ministri potestate pollent, fratribus suis inserviunt: los ministros

deben servir a sus hermanos” Todos los ministerios en la Iglesia son “ad bonum

totius corporis: para el bien de todo el cuerpo”. Ese es el mayor honor: servir. El

bien de todo el organismo o cuerpo eclesiástico es “alcanzar la salvación-

santificación-glorificación”. Ahí mismo señala la función de los carismas “ad

augendum, exaedificandum et nutriendum: para acrecentar, edificar, alimentar”.

Función que se identifica con la de los variados ministerios en la Iglesia.

Nótese, cada miembro del pueblo de Dios goza de la dignidad del hombre

cristiano, los que tienen un ministerio sirven a sus hermanos, pero todos, con

libertad y orden, son conducidos a la salvación. De intento se evita toda la

terminología anterior al concilio de autoridad y sumisión. Se habla de libertad y

dignidad de cada uno, y de servicio a los hermanos.

Recordemos el nímero 2 de Praesbiterorum ordinis donde aparece la relación

entre la comunidad y el ministerio de los presbíteros. No dice que Jesús insitituyó a

los presbíteros para que congregaran al pueblo sino que Jesús, para que los fieles

formaran un solo cuerpo, de entre los fieles instituyó ministros: “Ahora bien, el

mismo Señor, con el fin de que los fieles formaran un solo cuerpo, en el que no

todos los miembros desempeñan la misma función, de entre los mismos fieles

instituyó a algunos como ministros...Se nota la difícil elaboracion de la frase para

no caer en el lenguaje tradicional de que Cristo instituyó sacerdotes para que

congregaran al pueblo.

El hecho trascendental del Concilio es afirmar que el propósito de Jesús real e

histórico fue reunir una comunidad, formar unaa eclesía de fieles amigos. Pero Jesús

quiere que esta eclesía conviva e interactúe en orden como un cuerpo armónico, y

que para ello necesita ministros. Toda la eclesia se esfuerza por formar un solo

cuerpo, y para ello necesita ministros. Jesús no ordena unos sacerdotes o unos

obispos y sucesores como jefes y jerarquía para que construyan la Iglesia. Ni mucho

menos los ministros participan de las potestades de Cristo cabeza, “in persona

Christi cápitis.” Cristo no está dividido, dice Pablo y repite el Concilio, entre jefes

que mandan y súbditos que obedecen. Es natural que los que tienen poder en la

Iglesia disfruten pensando en mandar “in persona Christi Cápitis.”

2. LOS FIELES LAICOS Y LA VOCACIÓN DE TODOS A LA SANTIDAD

1. Un concilio de los laicos

En el documento preconciliar, los laicos no tenían otra dignidad que la de obedecer

y escuchar. Por eso, el paso que dio el concilio con ellos fue apoteósico. En cierto

sentido, los que salieron más favorecidos del Concilio fueron los laicos, pues a

todos los demás, papa, obispos, presbíteros, y religiosos, el concilio les movió el

piso. A todos les dijo que no gozaban de poderes sino que debían servir. Y la vida

religiosa no se mantuvo como estado de perfección, y en cambio, se invitó a todos

los fieles a la santidad. El n.2l es la introducción que fue muy retocada.

Desapareció la siguiente frase que se debe subrayar: “Populus Dei, beneficiis Divini

Redemptoris cumulatus, ab Eoque in communitatem caritatis et veritatis constitutus,

ab Eo etiam ut instrumentum redemptionis sumitur et ad universum mundum

mittitur” (AS 11,1,256). .”El pueblo de Dios, enriquecido con los beneficios del

Divino Redentor, y constituido por él como comunidad de amor y de verdad, es

asumido también por él como instrumento de redención y es enviado al mundo

entero.”

Este espectacular párrafo destaca la misión de todo el pueblo de Dios que está

constituido no sólo como comunidad de amor y de verdad, sino que es también

instrumento de la redención enviado al mundo entero: cada cristiano, y no sólo la

jerarquía, es apóstol y misionero. La Iglesia es instrumento de la comunión de vida

divina.

Esta comunión de vida informa y actúa en todas las manifestaciones de la vida de

la iglesia en el tiempo, y es además la razón más honda de la comunión específica de

toda su constitución. La jerarquía no tiene la exclusiva en la edificación del cuerpo

de Cristo: está instituida “praeclarum munus suum esse ita pascere fideles

eorumque ministrationes et charistmata ita recognoscere ut cuncti, suo modo, ad

commune opus unanimiter cooperentur” La jerarquía no es la que edifica la

Iglesia. “Saben los sagrados pastores que no han sido instituídos por Cristo para

asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia en el mundo, sino que su

eminente función consiste en apacentar a los fieles y reconocer sus servicios y

carismas, de tal suerte, que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra

común.” (LG 30)

2. La Definición de laicos, religiosos, clérigos

Con el nombre de laicos se designan todos los fieles cristianos, a excepción de los

miembros del orden sagrado. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a

Cristo por el bautismo, integrados al pueblo de Dios, y hechos partícipes, a su

modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en

el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde.

LG 31. Todos son fieles, unos laicos y otros clérigos.

De los religiosos dice: “Este estado, si se atiende a la constitución divina y

jerárquica de la Iglesia, no es intermedio entre el de los clérigos y el de los laicos,

sino que de uno y otro, algunos cristianos son llamados por Dios para poseer un

don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión salvífica

de esta, cada uno según su modo. (LG 43)

Cap. IV. De la vocación a la santidad en la Iglesia (nn.28-36).

Este capítulo, que Philips lo dejó casi intacto en abril, sufrió notable trasformación

al ser presentado el 19 de julio del 63 cuando la Comisión Teológica lo presentó al

Concilio. ¿Por qué? Philips pensó que no debía hacer correcciones de monta porque

habían sido consultados los religiosos y lo había aprobado la Comisión Central. Se decidió

dejarlo así hasta presentarlo con el cap. “De laicis.”

Después de la sesión de la Comisión Coordinadora, el 28 de marzo, cuando el

cardenal Ottaviani presentó los dos capítulos“De laicis” y “De statu perfectionis evange-licae,” el

Card. Suenens pidió que este capítulo no tuviera como tema el lugar que ocupan los

religiosos en la Iglesia, sino que se indicara la santidad de la Iglesia, común a todos

los miembros, y sólo en segundo lugar se tratara del estado religioso, como una

senda especial de la santidad.

La Comisión Doctrinal se reunió el 27 de mayo para examinar el nuevo capítulo y

se halló ante el dilema de aceptar o no la propuesta de Suenens. Esta hallaba gran

resistencia, pero estaba apoyada por los obispos de Bélgica, Holanda y Alemania. Se

nombró una subcomisión formada por los obispos Charue y McGrath y el P.

Fernández O.P. asesorada por el Card. Browne y los peritos Gagnebet, Häring,

Philips, Medina, Thils y Labourdette. Esta comisión preparó el nuevo texto titulado

“De sanctitate in ecclesia.”

Esta decisión significó un paso definitivo para afirmar la visión comunional de la

iglesia. Se trataba de dar la primacía a la santidad ontológica cristiana enraizada en

el bautismo y en los carismas del Espíritu Santo. Había que destacar más los

elementos comunes, que los distintivos, porque en realidad se trataba de vivir la vida

del único Cristo resucitado. Todos los fieles debían aspirar a la santidad cristiana

Con este enfoque comunional o de servicio se orienta todo el Concilio Vaticano

II. La gran tarea de estos dos años, 1963-1964, será ampliar y distribuir en los varios

documentos toda la doctrina con este mismo enfoque de comunión: la iglesia y su

actividad “ad intra” y “ad extra;” a ello contribuirán las discusiones y aportaciones de los Padres Conciliares, de

los peritos, del mismo Papa Pablo VI.

Este, precisamente en el discurso de apertura de la 2ª Etapa, el 29 septiembre 1963,

marcará los hitos o mojones o boyas para la nueva singladura: Cristo, centro de la

Iglesia, y esta Iglesia que se debe definir, renovar, unir y abrir a los hombres del

siglo XX. Para ampliar esta doctrina y entablar el necesario diálogo con el mundo

publicó el mismo Papa Montini su hermosa Encíclica el 6 agosto 1964 “Ecclesiam

suam.” En ella expone tres puntos: conciencia de la Iglesia, su renovación y el

diálogo dentro y fuera de Ella.

3. La obra del Concilio

Antes de Juan XIII había una profunda autosatisfacción en la Iglesia por la

doctrina sobre ella misma. Se propalaba por todas partes que Jesucristo fundó la

Iglesia con sus sacramentos y sus jerarquías, ¿quién podía cuestionar nada? El

papado estaba en su zenit con el papa Pío XII, y era el modelo que había de

clonarse en cada diócesis. Basta mirar la Basílica de san Pedro.

Pero, con Juan XXIII, en el Concilio la Iglesia se auto concientizó de que debía

cambiar en muchas cosas y ponerse al día, «aggionarse».

4. Punto de partida, no poder sino servicio

Antes del concilio, el punto de partida era el poder: Todo poder se me ha dado en el

cielo y en la tierra, y Pedro recibió esos poderes, «potestas docendi, regendi, sanctificandi,» y

las distribuye a través de la sagrada jerarquía.

Ahora es «Munus autem illud quod Dominus pastoribus populi commisit, verum

est servitium quod in sacris litteris «diaconía» seu ministerium significanter

nuncupatur.» LG 24,13-17.

Se cambian los tres poderes, de enseñar, de mandar y de santificar, por otras tres

palabras: «servitium, diaconía y ministerium» como significativamente dice la

Escritura.

5. Finalidad

La finalidad es servir: El que está para servir, ¡Que sirva! (Rm 12,7). Tanto el

Concilio como Juan XXIII y Pablo VI lo repitieron en todos los tonos.

El gran propósito del Concilio fue la pastoral. Lo proclamaron Juan XXIII y Pablo

VI.

El servicio es para evangelizar

Evangelizar es de la esencia de cada cristiano: ser buena nueva de amor para otras

personas; ser comunidad fraterna. Evangelizar es construir comunidades de amor y

de transformación.

Podemos causar el ateísmo si no presentamos lo que debemos ante los otros

hombres, y nos quedamos en teorías y doctrinas: con una falaz exposición de la

doctrina, «Fallaci doctrinae expositione» GS 19, 48-49

3. LA REVOLUCIÓN COPERNICANA

SE DIFUNDE POR TODOS LOS DOCUMENTOS DEL CONCILIO.

1. Ad Gentes

La pastoral tradicional exigía a los laicos obedecer, y este gran paradigma

desembocó en una pasividad asombrosa de todos nuestros laicos. Los mejores

planes que hacen los obispos se estrellan contra la pasividad de los fieles. Por lo

mismo, la acción pastoral renovada solo es posible con un cambio total de sistema y

paradigma del poder y sumisión por el paradigma del servicio y del amor traducido

en servicio. El paradigma de autoridad y obediencia es para los niños, y la Iglesia se

acostumbró a tratar a los simples fieles como niños. Ahora se propone tratarlos

como adultos, según el programa de la modernidad, trazado por Kant.

Toda la Iglesia es misionera porque es sacramento universal de salvación. La

Iglesia no reivindica para sí otra autoridad que no sea la del servicio en el amor. Ad

Gentes 12, 40-42

Otra intuición excelente es la definición de la misión como epifanía de la historia

que está ahí y que el misionero ha de detectar y hacer brotar.

2. Gaudium et Spes

Por el cambio en la Dei Verbum y en la Lumen Gentium, se pensó en un conjunto

de temas que surgían de las nuevas posiciones tomadas. Un fruto maduro de estos

cambios fue el esquema XIII, que evolucionó hacia la Gaudium et Spes.

Conviene leer con toda atención el nº 42, en la GS, primera constitución de un

concilio con ese tema, de diálogo con el mundo, y totalmente pastoral.

La tendencia de la cristiandad fue de fuga mundi y de condena del mundo, porque

los enemigos del hombre son el mundo, el demonio y la carne. Una versión

moderna de esa tendencia es la teología kerigmática al estilo de Karl Barth.

Ahora es diálogo con el mundo actual, de inserción en el mundo. «Ipsa cum

genere humano eiusque historia se revera intime coniunctam experitur» Se siente

unida con el género humano GS 1,10-11. «Es la persona humana la que hay que salvar, es

la sociedad humana la que hay que instaurar. El eje de nuestra exposición es el hombre, en su

unidad y totalidad, con cuerpo y alma, mente y voluntad.» GS 3,16-20.

3. Christus Dominus: sobre la misión pastoral de los obispos

Cristo envía a los apóstoles y los sucesores suyos. Son pastores de las almas. Son

Maestros, Pontífices y pastores. Leer CD 1-2

95 cardenales se comprometieron a borrar aquella imagen profana y política del

cardenal o del obispo príncipe, en tantos siglos de historia. El arzobispo de

Medellín se asoció.

4. Praesbiterorum ordinis

Habla no de sacerdotes sino de presbíteros que es la palabra del Nuevo Testamento

y de las primeras comunidades. Quita la concepción pagana-judía del sacerdote

como dignidad y poder espiritual y religioso.

Es notable el esfuerzo redaccional en el nº 2 cuando se trata de definir el

sacerdocio o presbiterado para dejar sentado que es la comunidad de fieles la que se

propone por mandato divino constituirse en cuerpo de Cristo («Ut fideles in unum

coalescerent corpus.» «El mismo Señor, con el fin de que los fieles formaran un

solo cuerpo, en el que no todos los miembros desempeñaran la misma función (Rm

12,4), de entre los mismos fieles instituyó a algunos por ministros,» «qui in societate

fidelium, sacra ordinis potestate pollerent, sacrificium offerendi.»

El Señor tiene un fin, que los fieles formen un solo cuerpo. El sacerdote no es el

que convoca y forma a los fieles. Son los fieles el sujeto de la acción: «Ut fideles, in

unum coalescerent corpus. Para que los fieles se compacten enun solo cuerpo» PO

2. La comunidad de los fieles necesita unos servidores que le ayuden en su obra.

Pero son los fieles, la comunidad, los responsables. Se acerca dramáticamente a la

concepción de Pablo. La lógica implicaría que los ministros no se impongan a las

comunidades.

5. Apostolicam actuositatem

La vocación cristiana es una vocación al apostolado AA 2,8-9

Los laicos tienen el oficio y el derecho al apostolado por su unión con Cristo

Cabeza: «ex ipsa sua cum Christo Cápite unione.» AA 3,1-2. Aquí se dice que los

fieles están unidos con Cristo Cabeza. A muchos les hubiera gustado que el Concilio

dijera que los obispos y sacerdotes lo son «ex ipsa unione cum Christo capite,»

porque hay una tendencia teológica, que intenta volver a la situación anterior al

Concilio, al insistir en que la jerarquía está unida a Cristo cabeza, mientras los fieles

se unen a Cristo cuerpo. Aquí queda desautorizada esa teología, puesto que los fieles

se unen a Cristo cabeza. Este documento no se ha juzgado con gran optimismo, al

menos por algunos.

6. Lumen Gentium

«La naturaleza y misión universal de la Iglesia:» La iglesia, todos los fieles, tienen

una naturaleza y misión universal o católica. Ya Karl Rahner hizo notar que la

Iglesia había vuelto a aprender a ser católica, superando la unión casi matrimonial

con el mundo grecolatino, al comunicarse con todos los hombres y todas las

culturas. La Iglesia es signo o sacramento o instrumento de salvación para todos.

Podemos interpretar así la idea de LG nº 8, 12-16. Como Jesús, ser humano, es

expresión y palabra de Dios, es su Verbo, así lo es la Iglesia: continuación de esa

expresión de Dios que es el Verbo. Cristo la vivifica con su Espíritu. Por eso todo el

pueblo de Dios es y debe ser sacramentum visibile huius salutiferae unitatis,

sacramento visible de esta unidad salutífera, y se envía a todo el mundo. LG 18,5

7. Unitatis redintegratio

El legítimo y verdadero ecumenismo debe arrancar de la conversión interior a los

hermanos: «Ex interiore conversione, ex novitate mentis, ex sui ipsius abnegatione,

ex caritatis liberrima effusione, gratia, sincerae abnegationis , humilitatis et

masuetudinis in serviendo, ut continuetur missio Christi, qui inter nos non venit

ministrari sed ministrare. UR 7,1-7 y 15-17. «El ecumenismo se busca por la

conversión interior, la novedad de la mente, la abnegación de sí, por la efusión

libérrima de la caridad... la humildad y mansedumbre en el servicio mutuo, para

continuar la misión de Cristo que no vino a ser servido sino a servir.»

8. Perfectae Caritatis

La vida religiosa se ha caracterizado en la Iglesia como experiencia de comunión

fraterna. Está llamada a ser la expresión de la perfección cristiana. Así la Iglesia

está preparada para toda obra buena 1,22-24. 37-39

9. Optatam totius

Sobre la preparación para el presbiterado.

Que los alumnos entiendan muy bien que no están destinados para el dominio y

los honores sino que se entregan del todo al servicio de Dios y al ministerio pastoral.

OT 9. La solicitud pastoral debe informar toda la preparación de los alumnos del

seminario.

NOTAS

1 Ver: Necesidad de cambiar de paradigmas en vol 12, capítulo primero.

2 Varios, Comentarios a la Constitución Dei Verbum sobre la divina revelación, Madrid:

BAC, 1969. Este texto, muy accesible, facilita el estudio serio de esta constitución

dogmática. Ver el Esquema “de Deposito fidei custodiendo”, nº 17, con la nota. (Cerca de

Medellín hay un reservorio de agua que se llama «El depósito de la fe») .

3 Ver El mundo, sacramento de Dios, Tomo uno, La evolución, el milagro universal del

Dios bueno. El hombre produce cultura y la cultura hace al hombre. Y ver la reflexión

sobre el mundo intermedio elaborado por el hombre en el Tomo 2, La antropología del

Padre de Jesús.

4 Ib. nº 19. Once veces se decía en el texto que la Biblia contiene verdades. Las verdades

están en el juicio: se supone la Adecuación de lo que está en la mente con la realidad. Cfr

Aristóteles y Santo Tomás sobre la gnoseología.

5 Ib. nº 20 y 21. La fe está en el “juicio, iluminado por la luz divina”: “No aceptamos la

revelación divina sino cuando se nos propone a creer “ope iudicii ex divino lumine

procedentis”.nº 28, mediante la afirmación procedente de la luz divina. Esto se explica en

la clave ideológica de Occidente, en vol 12.

6 Ib. nº 50.

7 Ib nº 18 y 19

8 Ib Nº 18 y 19

9 Nº 50

10 Ib. nº 6.

11 Ib. nº 8. Los autores humanos se deben considerar como “ministri divini verbi scribendi

a Spiritu Sancto asumpti”, como ministros tomados por el Espíritu Santo para escribir la

palabra divina. nº 9. Es un carisma personal, no es carisma de los fieles.

12 Ib. nº 12

13 Ib. nº 29.

14 G. Philips, La Iglesia y su misterio pg 225.

15 Ver el volumen 27, La Eulogía

16 Darlap, A., Teología fundamental de la Historia de Salvación; en "Mysterium Salutis",

pg. 49-202. Puede considerarse este estudio de Darlap como un profundo comentario a la

"Dei Verbum".

17 Santo Tomás de Aquino, In II Sent, d. 24, q. 2,4,6; De Veritate q. 2,13,8)

18 Vaticano II, Dei Verbum, 3.

19 El principio antrópico: véase en El mundo, sacramento de Dios, Tomo 2

20 Gaudium et Spes,

21 Lumen Gentium, 32. 39.

22 G. Philips op cit.28.

CUATRO

LA IGLESIA DEL VATICANO II,

LA IGLESIA COMO SALIÓ DEL AULA CONCILIAR

ENTRÓ AL CONCILIO

LA IGLESIA DE LA CRISTIANDAD,

Y SALIÓ LA IGLESIA QUERIDA POR JESÚS

PARA EL TERCER MILENIO

1

DESARROLLOS DE LA DEI VERBUM

EL MUNDO, SACRAMENTO DE DIOS.

LA CREACIÓN EN EVOLUCIÓN Y EN EXPANSIÓN.

DIOS SIGUE CREANDO, REVELÁNDOSE Y SALVANDO

EN EL UNIVERSO DEL ESPACIO-TIEMPO Y EN LA HISTORIA.

LA HISTORIA GENERAL Y PARTICULAR DE SALVACIÓN.

Las claves del cambio en el Concilio Vaticano II tienen su fundamento en la Dei

Verbum, se expresan en todo su esplendor en la Lumen Gentium, y deslumbran el

mundo con su novedad en la Gaudium et Spes, y en los demás documentos.

La cristiandad estaba segura de poseer el sentido exacto de la Palabra de Dios y, en

consecuencia, poseía la verdad en exclusiva; pero la Dei Verbum le enseña a la

Iglesia que ella crece en la búsqueda de la verdad plena.

La cristiandad estaba segura de constituir el reino de Dios en la tierra, «el cuerpo

místico de Cristo es la Iglesia romana,» con todos los poderes divinos y las potestades de

doctrina, de legislación y de santificación; pero la Lumen Gentium le dijo que

pusiera todo su empeño en ser sacramento, signo e instrumento de la presencia de

Jesús, que está en medio de nosotros como el que sirve, para la salvación de todos

los hombres y mujeres en todas las culturas. .

Y la Gaudium et Spes sacó a la Iglesia del orbe católico, y le recordó la tarea de

dialogar, dar testimonio de amor y de servicio, para que el otro, cada uno y cada

cultura, crezca.

1. NUEVA AFIRMACIÓN DEL MUNDO.

EL MUNDO, SACRAMENTO DE DIOS.

LA HISTORIA GENERAL Y PARTICULAR DE SALVACIÓN.

1. Gran salto del Concilio: de la escritura sagrada y de lo leído como verdades,

a la realidad y a la historia.

El Concilio llevó a cabo una revolución copernicana adecuada para renovar la

Iglesia en el tercer milenio, cuando afirmó que Dios se revela en todo lo que existe

y ha sido hecho por él. “Dios al crear y conservar el universo por su palabra

ofrece a los hombres en las cosas creadas un testimonio perenne de sí mismo” 1

El segundo aspecto revolucionario para toda nuestra cultura es aceptar que Dios

lo hace todo de manera mediada. La metafísica era la base para el pensamiento y la

teología. Ahora, todo cambia. Por ejemplo: Toda la metafísica tradicional ha dicho

y creído que nadie da lo que no tiene. Luego, Dios tiene que intervenir directamente

a cada momento para hacer todo lo que una realidad creada no puede producir.

Pero la ciencia moderna nos está diciendo todo lo contrario: Desde el big-bang,

todo da lo que no tiene, si se une y se relaciona o a determinadas velocidades o a

alta temperatura. El hidrógeno evoluciona en todos los elementos. Y esto lo estudia

la ciencia. Dios no crea el agua directamente; el agua la producen el hidrógeno y el

oxígeno: H2O. Y para comprobar esto, basta mirar los ecosistemas o el genoma

humano con sus genes relacionados o las sinapsis de las neuronas. Átomos, genes y

memes evolucionan. La superioridad del genoma humano no está en la mayor

cantidad de genes, los cuales pueden ser más numerosos en otros seres inferiores,

sino en las relaciones. Estas ya no son un accidente. Ya no hay creación, ni a la

manera de Aristóteles y de su metafísica; ni a la manera de la cristiandad.

Desaparece el espectáculo de Dios creando, como lo pintó Miguel Ángel, y se

sustituye por la evolución, que es el mayor espectáculo sobre la tierra. Dios todo lo

hace de manera mediada. 2 Que Dios lo hace todo de manera mediada significa que la

creación en sí tiene una autonomìa que le es propia, y que se debe respetar.

Se completa la revolución copernicana sobre la revelación con la tercera

afirmación. Dios se revela por la historia. La historia de la humanidad es media-

ción del encuentro del hombre con Dios. Y el hombre con su libertad es cocreador

de los hombres como parte integrante del cosmos, y la historia es un testimonio de

Dios. Todo lo creado incluye no solo el cosmos sino la cumbre y ápice del mismo,

que es el hombre y la historia, la cual es fruto de la conciencia y de la libertad de los seres

humanos. Ahí están dignificadas las culturas y las religiones.

Estas afirmaciones son decisivas porque convierten en medio de comunicación con

Dios el mundo entero y la historia humana que es parte de la creación. Ya lo sagrado no es el

medio específico de revelación de lo divino. Ya no se puede afirmar que nos encontramos

con Dios a través de la liturgia y a través de la lectio divina.

Es importante que el Concilio cite el texto de Jn 1,3. Hubiera podido citar el otro

texto, de la escuela paulina, que apunta a lo mismo, y puede ser fuente de esta

teología: Col 1,13-20 “Por su medio se creó el universo celeste y terrestre, lo

visible y lo invisible...” Todo lo que existe es verbo eterno de Dios puesto que es

gracia y voluntad de Dios de comunicarse a sí mismo en sus creaturas y con sus

criaturas. Y si Dios se comunica no puede hacerlo sino para el bien. Todo es gracia y

verbo divino.

Al final de esta comunicación, los infinitos modos de revelación y comunicación

de Dios se reducen a uno, a este hombre Jesús Mesías, Hijo querido del Padre, en el

cual tiene todas sus complacencias. El mundo es creado a partir de su término,

Jesús; y la creación tiene carácter filial, y si el mundo es concebido por Dios en

Jesús, el Mesías Resucitado, no hay duda sobre la unidad del plan de Dios; el

misterio pascual palpita en medio de la creación y, por consiguiente, todos los

hombres pertenecen de cierta forma a la Iglesia, en la medida en que pertenecen al

plan creador de Dios en este universo.

La encarnación empieza desde el «Big-bang» y no desde hace 7000 años, ni desde

hace 2000, cuando un ser divino bajó y se hizo presente entre nosotros. A esta

unidad católica del pueblo de Dios, lo dice la “Lumen Gentium,” “están llamados

todos los hombres, a él pertenecen de distinta manera, a él están ordenados” 3

A la luz de estos textos ( Jn 1,1ss; Col 1 y Jn 1,3), comprendemos cómo el proceso

creativo y de participación histórica del pueblo, lo mismo que el análisis

interdisciplinar que de él se hace, pueden formar parte del proceso liberador y

salvífico en Cristo. Y caemos en cuenta de que la encarnación no queda bien

formulada con terminología mítica, como si Dios bajara del cielo a la tierra en

Nazaret o Belén, como se baja del piso de arriba al piso bajo. Cuando decimos «y el

Verbo se Hizo carne» estamos aludiendo a los quince mil millones de años desde el

«Big-Bang» hasta la casa de David y el judaísmo. Lucas expresa esta nueva teología

de la encarnación, lejana de las fórmulas de la cultura occidental, en el cántico del

«Benedictus.» 4 Dios suscita una fuerza de salvación en la casa o dinastía humana de un

rey llamado David.

Pero la "Dei Verbum" misma trae enseguida una frase, sobre la historia general de

salvación, que abarca a todos los hombres de todos los tiempos: “Dios, después del

pecado... sin interrupción cuidó del género humano, para dar la vida eterna a todos

los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras.» 5

De esta manera la historia de toda la humanidad se presenta como de pecado y de

salvación, y esto con claridad meridiana. La Iglesia, con la Biblia, lee toda la

historia de la humanidad con esta nueva perspectiva. Ni se puede afirmar que sean

dos historias: una profana y otra sagrada o de salvación. Según el Concilio, después del

pecado, Dios salva a los hombres en su propia historia de obras buenas.

Consecuencia de esta afirmación son los principios definitivos establecidos

por la "Gaudium et Spes" en los números 36 a 39, sobre la justa autonomía del orden

creado, y lo que la misma Constitución afirma sobre el encuentro del hombre con

Dios en el secreto inviolable de su conciencia.6 ¿Qué decir de tantos teólogos que

siguen predicando que los cristianos se encuentran con Dios a través de dos

caminos definidos y claros: la «lectio divina» y los sacramentos, es decir, por lo

sagrado?

Para captar las consecuencias de estos principios, puestos por el Concilio, habría

que revisar todos los grandes avances de la teología postconciliar. Hay que escribir

de nuevo todos los tratados teológicos. Un granito de arena es el que deseamos

aportar incorporando a la hermenéutica todo el devenir humano. La clave de la

hermenéutica ya no es el texto solo sino acompañado con todo el dinamismo de la

evolución y la historia en proceso creador.

Repasemos el modo de leer la Biblia como se enseñaba en la cristiandad según el

documento de las dos fuentes presentado al Concilio. La concentración está en el

texto y en las operaciones mentales. («lectio»). Luego uno debe concentrarse en la

palabra de Dios para meditarlo y comprenderlo («meditatio»), así se pasa a la

oración o respuesta amorosa a esa palabra de Dios («oratio»), y terminamos

sumergidos en la contemplación de Dios («Contemplatio»). Hemos sido creados

para conocer, amar y servir a Dios. Dios y sus verdades concentran toda nuestra

capacidad contemplativa.

El Concilio le dio un vuelco a este método absolutamente lógico. Ya el punto de

partida no puede ser la «lectio,» si se excluye la realidad que la ciencia estudia.

Necesitamos sumergirnos en la ciencia moderna con todo su lenguaje para

sintonizar con todo el mundo evolutivo de hoy y para incorporarnos en las corrientes

creativas y evolutivas que nos arrollan. Hoy hablamos más de la sensación

permanente de Dios que nos ama, de la experiencia de Dios en todos sus testimonios

en cuanto existe, de la comunión en Dios que nos abraza con su Hijo y con sus

Espíritu. Un desarrollo en este sentido echamos de menos en el sínodo de 2008.

2. Carácter personal de la Revelación: las relaciones interpersonales en la amistad

Una novedad importante de la "Dei Verbum" es la definición de la revelación

como acción del Padre, que se presenta para comunicarse con los hombres. Enfoca

esta afirmación en dos dimensiones: al tratar de la revelación como acto personal de

Dios y al definir la respuesta de fe que el hombre debe a la palabra de Dios, y que no

se reduce a un asentimiento intelectual sino que empeña toda la persona: “Fides,

qua homo se totum libere Deo commitit;” 7 «Fe, por la cual el hombre se entrega

del todo libremente a Dios.» Libre significa que no está presionado por las pruebas.

He ahí la nueva definición de la fe que aporta el Concilio para reemplazar la clásica

de la cultura occidental, que era asentimiento a las verdades formuladas, que no

vemos ni comprendemos, pero que Dios, que no puede engañarse ni engañarnos, ha

revelado. El amor de Dios y nuestro amor que responde recuperan así toda su dignidad

sobre unos pensamientos metafísicos.

Para comprender esto, el camino es ponerse delante de Jesús al ponernos los unos

frente a los otros en amor fraterno y en servicio mutuo. Esta fue la actitud de Jesús

que nosotros, con los ojos fijos en él, podemos continuar, para complacer al Padre, y

entrar en el santuario (He). Ese es el sacrificio salvador y personal de Jesús y

nosotros. Nuestra fe no pone la salvación en la cruz y en la sangre de la víctima

sangrienta del Gólgota sino en el sacrificio personal de Jesús en su vida de amor y

servicio. El hombre cansado, sudoroso, cargado de polvo del camino ofrece el agua

de la salvación a la samaritana. Ahí no hay ninguna oposición entre el hombre y Dios, y ella

no necesita un mundo sacral para el encuentro con él. Esta perspectiva hace comprender, de una

manera nueva, algunas dimensiones fundamentales de la evangelización, como estas:

.1 La persona, al responder con la fe, no llega a los enunciados o formulaciones de

la fe sino a la otra persona, es decir al Señor: “Actus credentis non terminatur ad enuntia-

bile, sed ad rem.” Lo que uno encuentra no es la «imagen» o «mito» o «palabra» o «verdad

metafísica» sino un tu, y a él se entrega, libremente en el amor. La misma palabra

Dios es una imagen manejada por los hombres.

El encuentro libre no se da ante Dios, porque los preceptos son salvíficos y

obligatorios. Si quieres salvarte, cumple los preceptos. No eres libre para hacerlo o

no, impunemente. En cambio, ante la amistad de Jesús todos fueron libres para

seguirlo o no. Los discípulos de Juan Bautista prefirieron a su maestro como más

legítimo hombre de Dios. Juan Bautista, eminente profeta, no se hizo discípulo. Por

eso el cristianismo es una opción de amistad con Jesús, verdadero hombre. Esa amistad es libre

como toda amistad humana.

Una persona se encuentra con Dios mediante formas elementales de religiosidad,

de piedad popular, de motivos literarios míticos o metafísicos, mientras que otra se

encuentra con el mismo Dios mediante elucubraciones sublimes de la mente. La una con

"estampitas" o imágenes, la otra con silogismos o altas formulaciones del catecismo, en milagrosa

contemplación. En cambio, nosotros nos encontramos con Jesús al encontrarnos en el

amor y el ágape divino y el servicio en el cuerpo de Cristo que es la eclesía, pues

Jesús es presencia de Dios.

.2 Quien no tiene la fe cristiana o carece de los enunciados de la fe, puede tener un

contacto personal con Dios que lo salva. En la revelación personal, la comunicación

del Padre trasciende el libro sagrado y, en consecuencia, no se limita a un pueblo.

El Padre habla a todos sus hijos.

.3 En la oración puede llegar el hombre, por la acción personal de Dios sobre él, a

una unión transformante pero mediada. La contemplación, tan estimada desde los

Padres griegos y a lo largo de la escolástica, no es la única manera de expresar la unión con Dios.

La experiencia de Dios es mucho más amplia que la contemplación de la mente y que el

silencio de vaciedad. Hay místicas católicas, musulmanas, hindúes o budistas. Más

aun, es mejor pensar que la unión con Dios es siempre mediada, así como la acción

de Dios sobre nosotros es mediada.

.4 La forma necesaria de revelación y salvación particular inaugurada por Jesús

es la «eclesía», donde se da el testimonio personal y comunitario de los cristianos. 7

En la experiencia de comunidad como acontecimiento secular de relación

interpersonal debería ser elemento esencial de la liturgia y práctica de la misión

como fascinación. En la liturgia culmina y se sella la acción de Dios personal, pero:

“Para procurar la reforma, el progreso y la adaptación de la Sagrada Liturgia hay

que fomentar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que atestigua la

venerable tradición de los ritos tanto orientales como occidentales” 8

.5 Puesto que la relación personal con el Padre es de amor, y el amor no se experi-

menta si no está encarnado, la experiencia de Dios se dará en la comunidad fraterna.

«Lo reconocieron resucitado al compartir la comida.» Jesús quiso mantener su

presencia de amigo, no con ideas y verdades contempladas sino con personas que

comparten en amistad el mismo pan y el mismo cáliz y son un solo corazón y una

sola alma, y «no hay indigentes entre ellos.» Así entendemos esta anotación del

Concilio, trascendental para la renovación litúrgica: “La predicación de la palabra se

requiere para el ministerio mismo de los sacramentos, como quiera que son sacramentos de la fe,

la cual nace de la palabra y de ella se alimenta.” 9

Al documento, publicado en 2010, del último sínodo sobre la Palabra de Dios en

la vida de la Iglesia, se le puede añadir una reflexión sobre los puntos anteriores y

ante todo sobre el inmenso espectáculo de la evolución, en su condición filial de

Dios, para renovar todo el lenguaje cristiano que adiestre en el diálogo con el

hombre de hoy y, en particular, con jóvenes y científicos.

2. LA HERMENÉUTICA PARA HOY: LOS SENTIDOS BÍBLICOS

1. La ciencia, los acontecimientos, la vida de relaciones, los signos de los tiempos

La comunidad eclesial, a través de sus teólogos y del magisterio eclesiástico, está

en la tarea de formular y practicar la nueva comprensión de todos los tratados de

teología y de la catequesis. Y la Dei Verbum nos inicia en la nueva hermenéutica

que la Iglesia quiere para nuestro tiempo. Es un don inestimable de Dios que el

Concilio haya dado todas las orientaciones necesarias para poner en marcha esta

nueva hermenéutica, y que él mismo la haya dirigido tanto en las cuatro grandes

Constituciones como en los Decretos y Declaraciones conciliares.

*La mente del autor sagrado: el sentido literal o histórico: Exégesis.

Cuando los autores sagrados hablaron, los interlocutores de entonces les

entendieron el mensaje en relación con el entorno social y cultural y con las

situaciones existenciales. Les entendieron el mensaje en relación con la historia y

los hechos mismos, y no puede definirse la mente del autor sino de acuerdo con la

comprensión de la comunidad cultural. Este sentido literal o histórico está en la raíz

de la comprensión de la Escritura, y la exégesis lo indaga.

La Iglesia siempre ha privilegiado este sentido literal en cuanto al nuevo

Testamento, pues estaba convencida de encontrarse con Jesús histórico al leerlo. En

los primeros siglos se partía del presupuesto de que el sentido del Nuevo Testamento

era claro, y lo oscuro era el Antiguo. La alegoría le encontraba sentido al Antiguo

Testamento en consonancia con el nuevo. “Así, pues, la primera acepción en que

se toma la palabra, que es de significar alguna cosa, pertenece al primer sentido

llamado histórico o literal; y lo que, a su vez, significa la cosa expresada por la

palabra llámase sentido espiritual, que se apoya en el literal y lo supone” 11 Santo

Tomás quiso fundar la teología sobre el sentido literal.12

La Encíclica «Divino afflante Spiritu» advierte sobre el peligro del sentido

espiritual; “Y no es que se excluya de la Escritura todo sentido espiritual. Porque

los dichos y hechos del A.T. han sido sabiamente dispuestos por Dios, de modo que

el pasado significara espiritualmente el futuro de la nueva alianza.

Por lo tanto, el exégeta, como debe descubrir y exponer el sentido literal,

intentado y expresado por el hagiógrafo, así también el espiritual, con tal que

conste rigurosamente que Dios lo proponía. Solo Dios podía conocer y revelarnos ese

sentido espiritual. Ese sentido nos lo enseña Cristo en los Evangelios; los apóstoles lo profesan,

de palabra y por escrito, siguiendo el ejemplo de su Maestro; lo muestra la doctrina

tradicional de la Iglesia, lo declara el uso antiquísimo de la liturgia.” 13

Finalmente la "Dei Verbum" pone como tarea primordial al exégeta buscar el

sentido que corresponde a la mente del autor sagrado. 14 Este es el campo de la exégesis.

2. El sentido espiritual: La Hermenéutica

Buena parte de la tradición eclesial se adhirió al sentido espiritual y alegórico, y

soslayó el sentido genuino de la Escritura, para fundamentar la dogmática y la

espiritualidad grecorromana. Así llegó, por ejemplo, a negar a Israel en su propia

verdad o a desconocer la humanidad de Jesús para comprenderlo como Dios. Era

práctica común el proyectar en el texto bíblico las propias convicciones metafísicas

o teológicas.

Hoy respetamos la autonomía de sentido del Antiguo Testamento, y en el Nuevo

partimos de la fe apostólica prepascual que reconoce a Jesús como mesías de Israel y

como amigo leal de sus discípulos. Partimos de la mente del autor tanto en el Antiguo

como en el Nuevo Testamento.

Al comienzo de la Iglesia, hubo una fuerte tendencia a retener solo el Nuevo Testamento y dejar

el Antiguo a los judíos. Las eclesías vivían intensamente según el Nuevo Testamento pues eran

muy conscientes de la originalidad o identidad del evangelio frente a la ley del Primer Pacto, como

puede verse en las comunidades de Juan y Pablo. El Antiguo solo lo aceptaban como preparación

para el Nuevo.

En la segunda mitad del siglo segundo esta tendencia tuvo dos direcciones. La

oficial que llevó poco a poco a apropiarse en la eclesía del modo del Antiguo

Testamento. Por ejemplo se asumió la terminología del sacerdocio de los judíos y

se introdujo en la Iglesia la división entre laicos y clero. Se empezó a introducir la

comprensión de la redención como rescate de las garras del dragón infernal o de la

muerte en cruz como sacrificio de víctima expiatoria, el viernes santo.

En cambio, Marción lideró la tendencia opuesta que, vistas las cosas desde

nosotros, le hizo falta a la Iglesia para una proyección más equilibrada en los siglos

siguientes. Marción llegó a decir que el Antiguo Testamento era obra de otro dios.

La fe católica siempre mantuvo la unidad de origen de ambos Testamentos: Dios,

el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, es el autor del Antiguo y del Nuevo

Testamento. La Iglesia recibe tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento: «Pari

pietatis affectu suscipit ac veneratur.» como dice Trento.

Hoy día podríamos avanzar y decir que esa fe implica reconocer en la Iglesia la

existencia del Antiguo y del Nuevo Testamento no solo como texto sino como

realidad, y que el Espíritu mueve, en la dirección del Antiguo Testamento, para la

organización del pueblo de Dios como sociedad visible y jerárquica, y mueve, según el Nuevo

Testamento, hacia la intensificación de la comunión y de la fraternidad en pequeñas comunidades

eclesiales.

No solo se presentó este problema de las relaciones entre ambos testamentos en un

mundo estático para la adecuada comprensión de la Escritura. El otro gran escollo

fue el declarar la «verdad,» a la manera griega, como objetivo de la revelación, y el

formular dogmáticamente y de manera excluyente la cristología alta, lo que implica

ver en Jesús un nuevo comienzo absoluto. Así se desconoció el verdadero valor del

pueblo judío y del primer pacto que se llamó viejo Testamento. La Iglesia excluyó a

los judíos y los condenó como deicidas y pérfidos. Le hizo daño al evangelio tanto

la metafísica como la física creacionista.

Como no tenían, como nosotros, la verdad del nuevo paradigma de la evolución,

para comprender la unidad de ambos Testamentos en la diversidad de sentido literal,

se impuso la necesidad de otro sentido más allá del literal: el sentido espiritual y

también la alegoría. Este sentido espiritual, necesario en primer lugar para captar el

Antiguo Testamento, tiene diferentes aspectos.

3. Sentido tipológico

Ya los autores del Nuevo Testamento descubren un sentido especial en el A.T., que

podemos llamar tipológico, según la idea de san Pablo. 16 Las realidades del A.T. son “tipo”

de las definitivas en Cristo, las cuales son «antitipo». Desde el punto de vista

lingüístico, en el Antiguo Testamento se simboliza el Nuevo Testamento. Esta

relación entre Antiguo y Nuevo Testamento es muy inspiradora dentro de una teología

genética, evolucionística y transcultural.

4. La “theoría”

Los Padres griegos posteriores y, sobre todo, los latinos, poniéndose a la manera

griega en la perspectiva de búsqueda de la verdad, consideran que tanto el Antiguo

como el Nuevo Testamento son oscuros y necesitan aclaración. Ambos revelan

verdades oscuras, ocultas en Dios. Los Padres antioquenos insisten en que, para

buscar la verdad, no es lícito volverse a la mente para descubrirla allí. Es necesario

volverse al sentido literal histórico. 17 “No se oponen historia y “theoría” superior:

al contrario, la historia es la base y el apoyo de visiones más altas. Lo que siempre

hay que evitar es que la “theoría” aparezca como deformación del sentido literal;

pues eso no sería “theoría” sino alegoría”. 18

También el sentido literal, bien establecido, puede simbolizar una verdad de

orden superior. De tal forma que la Iglesia explica mejor la tendencia a hacer

coincidir el Antiguo con el Nuevo Testamento mediante el sentido espiritual y la

alegoría. De esta manera se oscurece la justa autonomía del Antiguo Testamento.

5. La alegoría

La diferencia entre la “theoría” y una alegoría moderada, en la práctica, no fue

tanta. Pero la alegoría se convirtió en un esfuerzo por hacer decir al Antiguo

Testamento lo mismo que decía el Nuevo, y para desconocer el valor del pueblo de

Dios. Se buscaba más la verdad en la propia mente, iluminada por él. Pero ante

todo se partía de la fe en que Jesús es Dios que revela verdades definitivas. Fue

indispensable desarrollar la alegoría y distinguir tres sentidos espirituales: alegórico,

tropológico y anagógico.19

6. Sentido "Plinio"

La neoescolástica, de acuerdo con Santo Tomás y con las orientaciones de la

Iglesia sobre la preferencia del sentido literal, elaboró la noción de inspiración, que

ya analizamos y que se radicaba en el "juicio" del autor sagrado, La inspiración es

«escrituraria». Es inspirado lo que pasa por “el juicio” de la mente del autor y se

escribe. Lo que solo está en la mente de Dios, o de un comentarista, no es sentido

bíblico: Dios no ha querido revelarlo. En esta perspectiva era necesario estudiar la

manera de justificar el uso de la Biblia a todo largo de la vida de la Iglesia, según el

cual los textos dicen más de lo que pudo pasar por la mente del hagiógrafo. Y esto

dentro del rígido personalismo con que se concebía la inspiración. El sentido del

texto desbordaba, de varias formas, lo que razonablemente pudo existir en la mente

del autor sagrado. Era necesario 20 admitir un sentido amplificado, “sensus

plenior”, abierto al futuro, en la línea de la mente del autor sagrado. Cuando se

sigue la cristología alta, Jesús como Dios y principio nuevo del todo, y cuando se

busca «la verdad griega», no se sabe qué hacer con el Antiguo Testamento y con el

pueblo judío. Por eso tantos grupos cristianos se entregan a un alegorismo

desenfrenado, que se prestó para el uso de la Biblia por personas no evangelizadas. 21

El simbolismo lingüístico

A la luz de la lingüística y de la semiótica se ha podido reformular toda esta visión

de los sentidos de la Escritura, tomando como base el valor simbólico del lenguaje.

Pero debemos dar un paso adelante. Con nuestra visión procesual y evolutiva de

toda la creación y de la historia, de acuerdo con el Nuevo Testamento y el Concilio

Vaticano II, estamos capacitados para una comprensión todavía más coherente de

esta base esencial de nuestra fe, que es el mensaje de la Biblia para nosotros hoy. 22

*La evolución

Esta visión de los sentidos bíblicos encuentra un contexto de comprensión mejor

en el ámbito de la evolución y de la historicidad y de la expansión del universo y de

la humanidad, que en la visión metafísica y estática de occidente. Lo reflexionamos

enseguida.

2. COMPRENSIÓN EVOLUCIONÍSTICA E HISTÓRICA

DE LA SALVACIÓN Y DE LA REVELACIÓN

1. En un mundo en evolución y en expansión

Al tomar en serio la evolución es necesario un nuevo esquema teológico sobre los

sentidos bíblicos. Las sistematizaciones de los sentidos bíblicos, elaboradas por la

teología reciente, incluso la simbólica, parecen partir todavía de un presupuesto

básico: Dios se ha revelado, a través de la mente del autor, en determinados

escritos. Lo que la Iglesia ha recibido es, al fin de cuentas, unos libros, unos textos. 23 Sin duda se les ha aplicado toda la ciencia moderna de la lingüística y la

semiótica social y cultural, pero lo que decimos de la ciencia y de la historia profana

parece quedar por fuera.

Pero el desafío es reformular todo este amplio asunto de los sentidos de la Sagrada

Escritura, a partir del presupuesto nuevo: Dios se revela a nosotros, no solo por

juicios que han pasado por la mente de un autor sino también por los

acontecimientos y por los hechos que están allí con su autonomía, y dejan de

depender del autor sagrado, y siguen siendo fuentes de sentido. La riquísima

tradición de lectura de la Biblia, en la vida multisecular de la Iglesia, se explica mejor con esta

nueva categoría teológica.

Por otra parte, esta nueva categoría va a dar cuenta, de manera más coherente, del

inmenso fenómeno de la lectura de la Biblia por el pueblo de Dios, en innumerables

comunidades cristianas de Europa, América Latina y de otros continentes, a

semejanza de los primeros siglos.

Queda como base la afirmación: Dios se revela por los hechos mismos que nos

narran los autores y por la persona de Jesús. ¿Qué quería decir Dios a través de los

hechos y de las personas y de la persona de Jesús, y de las narraciones del autor

inspirado? En sintonía con lo percibido y narrado por el autor sagrado, el lector

actual descubre nuevos tesoros de comunicación de Dios en la contemplación de los

hechos, a través de los cuales Dios quiso revelarse, y a partir del mayor espectáculo

sobre la tierra, la evolución.

Estos hechos tienen un simbolismo inagotable, querido por Dios al realizar la obra

de salvación y de revelación con un pueblo concreto. Y aquí se funda la lectura que

los cristianos hacen de los hechos de la historia de salvación, cada vez mejor estudiados

con la ayuda de las ciencias y de la experiencia de la vida actual. No caemos en las arbitrariedades

de la alegoría porque un criterio primario de la nueva hermenéutica es la mente del autor sagrado. 24

Pero quizá lo que más inquieta es que nosotros somos cristianos por un fenómeno

de amistad que se desencadenó entre Jesús y unos discípulos y discípulas que

optaron por él de manera apasionada, mientras otros lo rechazaron también de

manera apasionada. Y nosotros nos sentimos parte de este círculo de amigos y

amigas. ¿No habría que poner este nuevo eje en lugar del eje de la verdad revelada?

¿Qué es lo que Dios quiere revelar: unas verdades o una amistad humana? ¿Cuando

se insiste en la trasmisión de verdades no traicionamos la decisión de Jesús de

formar un grupo de amigos?

Para resumir, digamos que el Concilio nos invita a estudiar cuatro cosas:(1) Lo que los autores

querían decir con las palabras que utilizaron, (2) lo que Dios quería decir con dichas palabras y

mediante los hechos, (3) la relación a la comunidad creyente que guarda la Tradición, y (4) cómo

mantenemos vigente entre nosotros la amistad en Jesús.

Se supone que hay algo puesto por Dios en el hecho, que no fue captado por el

autor en cuanto no pudo conocer la totalidad de la evolución como plan de Dios, y

que nosotros estamos invitados a revivir. El autor bíblico no agota el sentido del

hecho y, en consecuencia, tanto el hecho como el texto deben releerse y

reinterpretarse. Es lo que pide la Iglesia cuando habla de actualizar los hechos salvíficos, y lo

que hace ella misma en la Sagrada Liturgia.

La revelación es presencia del Señor, a través de los hechos y las palabras, y la

presencia no la percibe la crítica textual o filológica, ni la lingüística o el

estructuralismo, sino el amor. En una lectura de la Palabra de Dios, con el mismo

Espíritu con que fue escrita, que sea acontecimiento de presencia, lo primero es el

amor. Pero el amor hace bien en utilizar todos los recursos científicos para que la

presencia sea más humana y transparente. ¡Creo y amo a los hermanos en la eclesía

para entender! Y hay que seguir preguntando: ¿Y las escrituras de otras religiones?

¿Y la vida y vivencia de las otras religiones?

*La eficacia de la Palabra

La "Dei Verbum" (nº 21) presupone la fuerza que tiene la Palabra y que la

convierte en un "cuasisacramento", signo (“sacramentum”), eficaz (hecho), cuando

se hace en eclesía. La eclesía, aun la más sencilla, puede entrar en sintonía con los

hechos salvíficos, y seguir recibiendo el sentido que de ellos dimana. También la liturgia

reconoce la eficacia de la Palabra, en aquella conocida aclamación: “Per evangélica

dicta deleantur nostra delicta:” Por las palabras del Evangelio se borren nuestros delitos.

La lectura popular 25 de la Biblia, en sentido conciliar, se basa en esta perspectiva

del valor de los hechos como generadores de sentido. Es normal que un hecho, con

toda su semiótica, lo capten mejor personas sencillas pero ansiosas de presencia

fraterna, los trabajadores con escasas letras pero con rica experiencia de vida. La

narración permanece y es objeto de exégesis; en cambio, el hecho siempre se puede

releer y actualizar en el perceptor, puesto que la revelación es presencia amorosa.

Esta visión, sin duda, es liberadora y debe abrir amplio camino para poner en

práctica el gran mandato conciliar del “fácil acceso” de las Escrituras para todos los

fieles. 26

Pero la relación de la Palabra no es solo con el hecho de la historia de la salvación

pasada, y puesta por escrito una vez para siempre. Quizá la relación con el hecho

concreto y vivido por el oyente de la Palabra es más importante todavía. La mayoría

de los autores no tienen en cuenta esa referencia a los hechos vividos por el lector

como sentido bíblico. Personas hay que tienen erudito conocimiento del hecho

revelador antiguo, pero carecen de referencia al hecho salvífico actual que acaece en la

comunidad eclesial, y por eso la palabra bíblica salvífica se les escapa.

*Nuevo método de teología: teología de la liberación

A una concepción de la revelación por palabras, doctrinas y verdades corresponde

un tipo proposicional de teología ("Sacra doctrina", catecismo) 27. A una

comprensión de la revelación como historia corresponde una teología de historia de

salvación. Y a una exigencia de eclesía para captar el sentido bíblico corresponde

otra teología de la amistad. El primer ejemplo de esta última, lo tenemos en el

mismo Concilio que nos explica la revelación en forma progresiva por el amor y el

servicio. La Escritura nos muestra cómo los hechos fueron recreados y actualizados

por autores posteriores, que encontraron nuevas aproximaciones al misterio

profundo.

De esta nueva manera de leer la Biblia, que nos enseñó el Concilio, surgió la nueva

manera de practicar la Hermenéutica y de hacer teología, en la cual se ha insistido

tanto en América Latina, con la Teología de la Liberación “no solo útil sino

necesaria” según el papa Juan Pablo II. 28 Con tal de que no sea otro mesianismo

fracasado como el del orbe cristiano. De ahí se ha ido pasando a una Cristología que,

sin desconocer a Calcedonia y la Cristología desde arriba, busca un encuentro más

existencial entre la fe y la historia en Jesús de Nazaret. Este nuevo encuentro

histórico con Jesús implica la renovación cristológica y eclesiológica, sin la cual no

es fácil promover la lectura de la Biblia por el pueblo de Dios. Toda esta renovación

se ha de reflejar en la celebración actualizada de la Eucaristía y en la sensibilidad a

la presencia de María en la eclesía, como avanzada del pueblo de Israel: dos ejes de

la vivencia de la fe católica en América Latina. 29

Los cristianos siempre han contemplado los hechos y han sacado de allí nuevas

riquezas. La Sagrada Escritura, que nos comunica la historia de salvación, y nos

enseña a releerla, es, de manera efectiva, el alma de la teología. 30 Así se recupera la

“lectio divina” tradicional, con el enriquecimiento que nos trae la ciencia de la

realidad en el espacio-tiempo, la ciencia bíblica y el Concilio, en esta línea de

atención no solo al texto leído («lectio») sino al hecho histórico, como cargado del

simbolismo revelador, querido por el mismo autor de la historia de la salvación, y al

hecho actual de la eclesía creyente. Así se pone en su justo lugar la enorme ayuda de

los métodos histórico-críticos, lo mismo que los métodos basados en la lingüística

social y estructural, método de la redacción y métodos semióticos, en el contexto de

la eclesía de amigos y hermanos. De ahí que una auténtica pastoral bíblica, de

acuerdo con el Concilio, debe mantener una triple perspectiva o tensión, que en

definitiva es el reflejo del misterio trinitario de Dios como se nos ha revelado: El

Hecho, El Texto y La Eclesía.

*Teología genético, evolutiva y transcultural

Sin duda agradecemos al Concilio el habernos ubicado en la historia, y en una

historia que es de liberación según el programa conocido muy bien por los judíos

que se toman cuatro copas para brindar por las cuatro palabras de Dios: 1ª he visto

la aflicción del pueblo, 2ª he escuchado sus clamores, 3ª he sentido la opresión, y 4ª

vengo a liberarlo de la esclavitud faraónica. Jesús viene a darnos la plena alegría.

De ahí la legitimidad de la teología de la liberación. Pero es bueno colocarla en el

contexto general de la evolución, para hablarles a los hombres del tercer milenio, de

la evolución y de la informática.

2

DESARROLLOS DE LA LUMEN GENTIUM

JESÚS Y SU IGLESIA

ECLESIOCENTRISMO CRISTOLÓGICO

LOS LAICOS Y LA VOCACIÓN UNIVERSAL A LA SANTIDAD

LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS EN EL VATICANO II

LA ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN EN EL VATICANO II

La cristiandad estaba convencida de poseer, ella sola, la verdad, para predicarla con

toda su fuerza a todos los hombres y convencerlos de esa verdad. A veces debía

imponerse a la fuerza. Y llegó a condenar al infierno a todos los no católicos y a los

católicos que murieran en pecado mortal. La jerarquía se reservó la capacidad de

predicar, y exigió en un canon que las misiones entre acatólicos fuera

responsabilidad exclusiva de la Santa Sede. Cód.Ant. 1350 &2

Desde que se implantó ese centralismo, los católicos se han ido reduciendo hasta

llegar a ser apenas una sexta parte de la humanidad.

¿Cómo acercarse a los seis mil millones de acatólicos para ofrecerles la madurez y

plenitud de Jesús de Nazaret?

Para poder entablar un diálogo misionero con todos los hombres, de todas las

culturas y religiones, se debe replantear de raíz lo que entendemos por Palabra de

Dios, Verbum Dei, y lo que entendemos por Iglesia, Lumen Gentium, sacramento,

signo e instrumento de Cristo en el mundo.

Así la Iglesia podrá ofrecer salvación a todos los hombres, reflejando a Jesús como

comunión de hermanos, sacramento, signo e instrumento de salvación para todos.

1. CRISTO Y SU IGLESIA: CRISTOCENTRISMO ECLESIOLÓGICO

La gran afirmación del Concilio es que el misterio de Dios en la tierra está en

Cristo y su Iglesia, con sus carismas y sus ministerios, con la cabeza que es Cristo y

con su cuerpo que es la Iglesia, fieles y ministros servidores.

Un protestante diría todo esto de Cristo o del kerigma de Cristo muerto y

resucitado. Es un cristocentrismo.

El católico dice: es válido el cristocentrismo con tal de que esté unido con el

eclesiocentrismo. A su vez, el eclesiocentrismo es válido con tal de que esté unido

con el cristocentrismo. Y repitamos: no hay teocentrismo válido si no está unido

con el cristocentrismo. Incluso el teocentrismo es antropología en Jesús de Nazaret.

En otras palabras, no existe otro Cristo resucitado sobre la tierra que no esté

expresado en una eclesía. Jesús resucitado se reconoce en un grupo de sus

discípulos: lo reconocieron al compartir la comida de amistad y de participación de

iguales. Las eclesías son el reino que subsiste en la Iglesia católica, fundada por

Jesús como institución jurídica.

En efecto, lo que dice el Concilio de la Iglesia, Pablo y Juan lo aplicaban a cada

eclesía. Este vocabulario del Nuevo Testamento, para cada eclesía o comunidad de

discípulos, se siguió aplicando durante los primeros siglos. Cada eclesía, en tiempos

de Tertuliano y lo primeros padres, era vivencia de lo que el Vaticano II dice sobre

la Iglesia. Más tarde se introdujo el vocabulario de una Iglesia católica, universal,

fundada por Jesús como institución jurídica.

Pablo VI, en el momento solemnísimo de reapertura del concilio, proclama que

«¡El principio, el fin y el camino es Cristo! Cristo es nuestro principio, nuestro

conductor y nuestro camino, y Cristo nuestra esperanza y nuestro fin...El es

nuestro maestro. No nos preocupemos de otra cosa que de obedecer con fidelidad

lo que Cristo quiere. El es el que fortalece nuestra debilidad: «Yo estoy con ustedes

hasta el final del tiempo.»

*Dos maneras de comprender el cristocentrismo

En Jesús mora toda la plenitud de la divinidad corporalmente, Col 2,9. Pero el

cristocentrismo se puede entender de dos formas.

1º Cristocentrismo de la segunda persona de la santísima Trinidad. En lugar de

decir Dios salvador se dice Cristo, Hijo eterno de Dios, nuestro salvador. Jesús es el

Dios salvador, persona divina desde la eternidad que es la persona de Jesús, no

humana. El centro de la salvación se desplaza del Padre al Hijo Eterno. El título

clave es Aeternus Unigeniti Pater, de la cristiandad.

Incluso se explica la redención humana como la relación entre la justicia del

Padre ofendido por el pecado y necesitado de condigna reparación, y su

misericorida salvadora que repara en la cruz por nuestros pecados y da satisfacción

al Padre ofendido. Es un cristocentrismo teocéntrico. La redención es un convenio

entre el Padre y el Hijo. Solo un Dios puede salvarnos. El Espíritu queda muy

olvidado y desubicado.

2º El segundo cristocentrismo dice: Como ser humano, fuerza de salvación en la

historia de Israel suscitada por Dios Padre, todo un hombre semejante a nosotros,

persona humana como nosotros, nacido de mujer, Hijo querido del Padre, hermano

nuestro de la misma carne y sangre, y complacencia total del Padre, y que muere una

sola vez para siempre (efapax de He), como todo mortal, es el único camino para

conocer a Dios y para llegar a Él. Todas las complacencias del Padre están, ¡no en

un ángel! (He), en un hombre, que es bautizado por Juan (sinópticos), que hace

siempre lo que le agrada (comunidad del discípulo amado), que es engendrado, «Yo

te he engendrado hoy,» como hombre, según Hebreos. Por eso el discípulo «debe

creer en Dios y debe creer también en mí, Jesús.» Nuestros ojos están fijos en Jesús

que se lo pasa expresando la compasión, el iniciador y consumador de la fe (He). El

Espíritu crea la comunidad de hermanos, que es el cuerpo de Cristo, hoy, en la historia.

Este cristocentrismo es el de Pablo que dice: solo un hombre puede salvarnos.

Lo afirma en las cartas a los Gálatas y a Romanos: por un hombre, el pecado; por

un hombre, la salvación.

Tiene razón el Papa Benedicto XVI al decir que si todo lo que afirmamos de Jesús es

porque es Dios, Hijo eterno de Dios, nuestra amistad con Jesús queda también entregada a

todas nuestras elucubraciones sobre Dios, y queda en el aire.

De ahí la importancia definitiva de nuestro acceso a Jesús real e histórico, que

existió como ser humano y se hizo amigos, como parte esencial de su propia vida y

elemento constitutivo de su ser mesiánico y de la nueva alianza. Y nosotros somos los

continuadores de esa amistad. Es un cristocentrismo eclesiológico.

A nadie se le escapa el abismo que separa estos dos cristocentrismos. El

cristocentrismo de una persona divina o el cristocentrismo de una persona humana

que es Hijo querido del Padre y es Dios. O continuamos nuestras investigaciones

sobre Dios y nuestras elucubraciones sobre su naturaleza y su voluntad de salvar, e

imaginamos la persona de Jesús para un encuentro personal con Él, o aceptamos

que el único camino para llegar a Dios es Jesús de Nazaret a quien conocemos como

conocemos nuestro mundo y nuestra naturaleza humana, y lo vivimos al compartir la

comida en la fracción del pan de hermanos y amigos. Todo lo que sabemos de la

revelación, lo sabemos, como lo dice la «Dei Verbum,» a través de la realidad

cósmica, a través del hombre, a través de la historia, a través de Jesús mesías y en un

lenguaje, fruto maduro del universo y de la historia. Es nuestra fe cristiana en Jesús

y su eclesía, amados de manera indisoluble

*Hacia una cristología del servicio mutuo como encuentro con Jesús, según el

Vaticano II.

El Concilio Vaticano II se orienta hacia esta cristología del hombre Cristo Jesús,

que sirve a sus hermanos, Hijo querido de Dios. El Concilio rechaza la gran

afirmación de la «Aeternus Unigeniti Pater,» según la cual Dios transmite los

poderes al Unigénito, y este a Pedro, y Pedro a los demás jerarcas, y reafirma su

fidelidad al que dijo: «El Hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir.» (Mt

20,28; Mc 10,45; Lc 22,27). Estos tres pasajes, del cristocentrismo del Jesús terreno

y servidor, son citados quince veces en puntos claves de diez documentos del

Concilio Vaticano II. En otro lugar estudiamos esta cristología, y ahora solo

hagamos con el Concilio nuestro acto de fe en el servicio mutuo.

1. Mensaje a los padres conciliares: Cita el texto y dice: «Por consiguiente, la

Iglesia no nació para dominar sino para servir. El puso su vida por nosotros;

nosotros debemos ponerla por nuestros hermanos.» y cita a 1Jn 3,16. (AAS 1962,

pg. 823)

2. AG: El reino se manifiesta en la persona de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del

hombre, «que vino a servir y a dar la vida en redención por muchos.» (LG 5,17-

20; AG 3,29-32)

3. Dignitatis humanae: Se mostró como perfecto siervo de Dios, y cita Mc 10,45

4. Gaudium et Spes: «La iglesia no se mueve por ninguna ambición terrena, sino

que solo busca una cosa: continuar la obra de Cristo que vino a salvar, no a juzgar,

a servir, no a ser servido.» (GS 3,26-31)

5. Lumen Gentium, al obispo: «Tenga delante el ejemplo del buen pastor, que

vino no a ser servido sino a servir y a dar la vida por sus ovejas.» (Mt 20,28; Mc

10 45 y Jn 10.11 LG 27,26-30).

CD. Los obispos gobiernan «recordando que el mayor debe ser como el menor, y

el que preside como el que sirve.» (Lc 22,26-27, LG 27,1-7) El obispo es padre,

pastor y servidor. (CD 16,1-10).

6. Los presbíteros como Cristo: En medio de los laicos a ejemplo del Maestro,

«que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida en redención por muchos.»

(Mt 20,28) (PO 9,10-15).

7. Los seminaristas ya no se entrenan para el ejercicio de los poderes de enseñar,

regir y santificar sino se preparan para el servicio del culto, de la santificación y del

pastor, para que aprendan a representar a Cristo que no vino a ser servido sino a

servir... (Mc 10,45; con Juan 13,12-17), hechos todo para todos, siervos de todos

para ganar a algunos (1Co 9,19 OT 4,1-17).

8. Los religiosos.. Cita Mt 20,28; Jn 10,14-18; Ef 4,13. PC 14,11-17

9. Dice lo mismo que a los religiosos: LG 32,32-41.

10. Todos los cristianos. «soportándose mutuamente en el amor, solícitos en

conservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Esta exhortación si dirige

de modo especial a los que han sido promovidos a las órdenes sagradas con el fin

de continuar la misión de Cristo que vino entre nosotros, «no a ser servido sino

servir» (Mt 20,28 UR 7,11-17

El Concilio le da a Cristo setenta y siete títulos, la mayoría de los cuales se

refieren a su vida terrena.

Y luego relaciona a Jesús con cada hombre: «Todo el que sigue a Cristo, hombre

perfecto, él mismo se hace más hombre.» (GS 41,23-25) «Solo en el Verbo

Encarnado se esclarece el misterio del hombre. Cristo, Él mismo revelación del

misterio del Padre y de su amor, manifiesta en plenitud el hombre al hombre mismo,

y le muestra su altísima vocación. La vida y la muerte se santifican y adquieren

nuevo sentido. Y todo el hombre se restaura interiormente.»

Tres veces repite a los obispos el programa de Jesús «que no vino a ser servido

sino a servir.» LG 27,1-7;.26-30; CD 16,1-10. Toda autoridad en la Iglesia es para

el servicio.

3. Jesús y sus eclesías. Eclesiocentrismo cristológico La Iglesia, misterio

central en el Vaticano II.

Ya hemos notado que son dos las constituciones que son el eje del Concilio: La

Constitución dogmática sobre la divina revelación, Dei Verbum, y la Constitución

dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia. Se trata en ambas del Misterio de Dios

que se comunica con los hombres: en las Sagradas Escrituras y en la Iglesia.

La primera da un vuelco copernicano a la concepción de la revelación. La

cristiandad dio gran relieve a los medios de revelación: las palabras escritas y las

formulaciones de verdades consignadas por escrito, en un mundo intermedio

elaborado por los hombres. La cristiandad creó un universo simbólico linguístico y

metafísico y sagrado, y en ese mundo nos definió a Dios. Es una manera sutil de

disponer de Dios, pero de Dios no se dispone.

El Concilio cuestionó todo ese mundo cultural de los mitos, las metafísicas, los

símbolos sagrados, y todos esos mundos intermedios de las culturas y de la

linguística, y nos llevó a reconocer la presencia y cercanía de Dios en todo lo que

Dios ha hecho, que existe, y que analiza la ciencia moderna, y en todo lo que ha

hecho el hombre y la mujer en concreto en la historia de Israel y luego en toda

historia, que ahora se puede llamar historia de salvación, o de condenación, y a

través de un ser humano que compartió con los hombres y tiene todos sus genes y su

ADN y es todo hombre pero, al mismo tiempo, el Hijo querido del Padre. Y nos

enseñó a descubrir a Dios y su Hijo en la eclesía de hermanos, en el Reino divino

que subsiste en la Iglesia católica.

Y nos invitó a estudiar los signos de los tiempos en todas las culturas de los siete mil millones de

seres humanos.

La segunda Constitución también dogmática es sobre la Iglesia como misterio de

Dios, que es Cristo, Luz de las naciones, reflejada en la Iglesia, para la salvación de

todos los hombres. La Iglesia se define como el misterio del amor de Dios que se

manifiesta a los hombres para su salvación. Por eso la Iglesia es como el

sacramento, el signo o instrumento de salvación de Dios, el sacramento universidad

de salvación

No es la luz, que es Cristo, sino el «sacramentum» o instrumento de salvación

para todos. La luz de Cristo, expresada con 77 títulos, es la luz que resplandece

sobre la Iglesia.

Aquí encontramos también la dificultad que proviene de nuestra manera de definir.

Los diccionarios parten de lo conocido para definir lo desconocido. Esta flor es una

rosa, o este animal es un perro. Sé bien lo que es una rosa o un perro, y quiero

definir el objeto que veo ahora. Sé lo que es el predicado. No conozco el sujeto: ahora lo

identifico. La cristiandad quería tener conocimiento verídico por las causas, «cognitio

certa per causas.» Partía de Dios, la causa primera incausada.

Si yo le digo a los niños de primera comunión: Jesús es Dios, los confundo

porque les explico lo que ellos nunca han visto y yo tampoco. Quiero definir quién

es Jesús y empiezo diciendo que es Dios. Y yo no se quien es Dios, ni me lo puedo

imaginar. Con razón los buenos judíos, entre ellos Pablo y el discípulo amado, no

saben quién es Dios, no lo pueden ver ni definir, no conocen su nombre, no pueden

imaginarlo o hacer imágenes de Él, mueren si intentan verlo, y yo digo «Jesús es

Dios.» ¿Qué estoy diciendo? No conozco a Jesús y lo defino por algo que conozco

mucho menos.

Un griego no tiene problema porque ya ha definido a Dios. Y ha dicho que el

objetivo del hombre es conocer, amar y servir a Dios.

Basta preguntarle a San Gregorio Nacianceno sobre la angustia que se apoderó de

él como griego cuando le dijeron que según los judíos a Dios no se lo puede ver.

En el caso de la Iglesia pasa algo parecido. Queremos definir qué es la Iglesia. El

concilio nos dice es «veluti sacramentum seu signum et instrumentum». LG 1,7.

Son tres comparaciones, o aproximaciones. Y esto es excelente porque de eso se

trata, de aproximarse a la realidad misteriosa de Dios. Ahí acontece el misterio del

amor de Dios que nos ama y quiere llevarnos a la plenitud. «Sacramentum seu

signum et instrumentum.» Es signo que significa la salvación pero a la manera de

instrumento efectivo que realiza esa misma salvación. LG 1.9.48. GS 42. 45.

Sacramento, signo e instrumento de salvación en la humanidad, en la historia, en el

mundo visible.

Esta sacramentalidad de la Iglesia vale para toda la Iglesia pero vale también para

las iglesias particulares, y para cada eclesía, pero vale también para cada cristiano si

está unido a la Iglesia de Cristo: «Donde dos o tres...» Para cada cristiano, el mejor

tratado sobre la Iglesia es su vivencia en una pequeña comunidad.

Los miembros de la Iglesia tienen este carácter sacramental universal, lo cual se

destaca en GS, para el diálogo con el mundo, y en LG para la acción misionera.

El cristiano debe significar y revelar la acción de Dios misteriosa y salvífica,

como lo destaca la Apostólicam actuositatem. Cristo es el sacramento de Dios, la

Iglesia es el sacramento de Cristo y las pequeñas eclesías son el sacramento de la

Iglesia. Este es el motor de la actividad misionera de la Iglesia: La Iglesia por su

naturaleza es misionera AA 1.

La Iglesia es sacramento de la unidad salutífera: para que la Iglesia sea «universis

et singulis sacramentum visibile huius salutíferae unitatis.» «Para todos y cada uno

sacramento visible de esta unidad salutífera.» LG 1 y 9. Las pequeñas comunidades

son también signo y sacramento de unidad. Toda ella es sacramento. Esto no lo dijo

el Concilio pero lo dijo toda la vida de la Iglesia en los tres primeros siglos. El

modelo perfecto es el grupo de amigos y amigas que Jesús llamó a estar con Él

como grupo de hombres y mujeres en servicio mutuo y en amistad entrañable.

4. LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS EN EL VATICANO II

5.

*La idea y la imagen de Pueblo de Dios

Ya en la «Aeternus Unigeniti Pater,» el primer documento preparatorio, se

menciona a la Iglesia como «Israel Dei,» el Israel de Dios. Todos hoy alaban el

Concilio porque descartó la idea de la Iglesia como un cuerpo de mando que es el

clero y un cuerpo que obedece, que son los laicos; y superó esa concepción de una

sociedad desigual al hablar del Pueblo de Dios como el conjunto de la totalidad de

los miembros de la Iglesia incorporados por el bautismo, común a todos. Son

sacerdotes, profetas y reyes.

Pero la imagen de pueblo de Dios no caracteriza a la Iglesia según el Nuevo

Testamento sino que es terminología propia del Antiguo Pueblo de Israel.

Pueblo e Israel se asocian en una especie de nación o estado. El pueblo de Dios es

Israel, el pueblo de la Antigua Alianza. Pablo en un caso utiliza esa terminología de

pueblo en la carta a los romanos, cuando ha hablado ampliamente del pueblo de

Israel, y anota que el verdadero Israel de Dios son las eclesías que los discípulos y

apóstoles van fundando. Es el único lugar en que Pablo habla de las comunidades

como pueblo de Dios El Concilio asumió esta imagen como la central, y no lo es

para Pablo, ni para Juan ni para nadie en el Nuevo Testamento. El Concilio habla

mucho de pueblo de Dios, y de manera excelente, refiriéndose a todos los fieles.

Uno se hace de inmediato la imagen de una Iglesia de más de mil millones de fieles

bajo la autoridad del Papa.

*Tentación de ser un pueblo como sociedad

Pablo y Mateo hablan con claridad de las eclesías que sustituyen al antiguo pueblo

de Dios. Pero el Nuevo Testamento no utiliza la expresión pueblo de Dios ni piensa

en una sumisión de todos los fieles en una sola Iglesia como una gran institución

con un rey representante de Cristo que ordene como si fuera Cristo, un

cesaropapismo. La pequeña comunidad es el cuerpo de Cristo, y Cristo es su

cabeza. Ni Pablo, ni Apolo ni Pedro son la cabeza, en la eclesía de Corinto, como

Cristo. Quien hace las veces de Cristo son las eclesías, son su cuerpo, en la

terminología de Pablo, no una persona líder. Y ya vimos cómo los cristianos no

necesitan un intermediario pues reciben el abrazo del Padre y el perdón.

Así queda relativizada la imagen de pueblo de Dios, para comprender la revelación

bíblica. El pueblo de Dios es Israel, un estado, una nación, una sociedad completa

en sí misma, y desigual porque consta de personas que mandan y otras que

obedecen. Los cuatro primeros siglos de las eclesías demuestran, con toda

evidencia, que cada eclesía tenía su obispo nombrado por ella y tenía vida propia.

Imaginemos por un instante la eclesía de San Ignacio de Antioquía que pedía unión

alrededor del obispo nombrado por ella.

La tentación es de proyectar en la Iglesia lo que vivió el pueblo de la antigua

alianza con su ley y su derecho, su culto y sus ministros, su templo, y sus

sacrificios. Y esta tentación es inminente. Y en ella cayó la Iglesia desde

Constantino. Y toda la obra del Concilio Vaticano II tenía la mira de evitar esta

tentación y este peligro. Así se justifica volver a las eclesías de comunión amorosa

en Cristo.

*En el Nuevo Testamento y en los primeros siglos se habla de eclesías y no de un

pueblo.

Pablo en sus cartas auténticas no habla de una Iglesia. Siempre habla de las

eclesías, las iglesias, y todo lo que dice de la iglesia con relación a Cristo lo aplica a

cada una de las eclesías que él conoce. Los apóstoles fundaron muchas eclesías, en

Tesalónica, o Filipos o Corinto, las cuales dan muestras de gran autonomía.

En los cuatro primeros siglos, como consta en la Tradición Apostólica, Jesús

cumplió el mandato del Padre al fundar las eclesías, a través de sus discípulos,

como comunión y reunión de personas. Y dice la Tradición Apostólica que los

apóstoles cumplen la voluntad de Jesús al fundar las eclesías en todos los lugares.

Cada eclesía elegía su obispo, con el visto bueno de tres vecinos, uno de los cuales

ordenaba al nuevo en compañía de los otros dos. Así se constituía una red de

eclesías, en comunión fraterna con la mutua aceptación, y no por la sumisión de

unas a otras. Y la de Roma daba el ejemplo y, como sede de Pedro, era amada y

estimada y acatada por las otras todas.

Este modo de vivir las eclesías, durante los siglos que precedieron a la cristiandad,

es de la máxima importancia teológica en este posconcilio del tercer milenio.

*Sacramento de Dios, de Cristo y de la humanidad redimida

El sacramento primordial es Jesucristo en su humanidad de comunión con el

cosmos y con los discípulos. La Iglesia es el sacramento de Cristo, y los siete

sacramentos se insertan en el sacramento que es la eclesía. La teología de la

cristiandad defendió siempre sacramentos específicos y, al final, se quedó con solo

siete sacramentos. El gran aporte del Concilio Vaticano II es reconocer a Cristo en

su humanidad como sacramento de Dios Padre y de su amor, y a la Iglesia como

sacramento o signo o instrumento del amor de Dios a todos los hombres en Jesús.

Toda la iglesia, con sus dimensiones sociales y organizativas, participa de la

condición de signo: la jerarquía, y el laicado (AG 21); las pequeñas comunidades

(AA 17), los institutos seculares (AG 40); toda comunidad cristiana (AG 15).

Añadamos que mi pequeña comunidad experiencial como evangelio vivo es

sacramento de la Iglesia universal para mí.

A su vez, la Iglesia es signo y sacramento de la unidad del género humano. Unión

de los hombres entre sí y unión de todos y cada uno con Dios.

Ad Gentes: Del amor fontal o caridad de Dios Padre, que al ser principio sin

principio, del cual es engendra-do el Hijo, y el Espíritu Santo procede por el Hijo,

que por su misericordiosa benignidad crea libremente, y llama por pura gracia

para comunicarse en la vida y en la gloria, difunde la bondad divina y no deja de

difundir de forma que quien es creador de todos se haga finalmente todo en todos (ICor

15,28), procurando su propia gloria y nuestra beatitud. AG 2,3-14

La Iglesia es el punto de llegada de todo lo que Dios ha hecho, de la expansión del

espacio-tiempo, de todo el proceso evolutivo biológico, de toda la historia humana

de libertad y de relaciones sociales y de cultura, y el punto culminante de Israel, y de

toda la estructura social y universal de la Iglesia como institución, y el punto

culminante de la vivencia amorosa de cada pequeña comunidad. La unión es el

resultado de la comunión de corazones. La unión cada vez más íntima de las

personas realiza la comunión.

4. LA ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN PARA LA MISIÓN

*Comunión en proceso

Jesús tiene en su corazón una oración esencial, que podemos profundizar en el

Padre nuestro y en su equivalente del discípulo amado, la oración por la unidad de

los discípulos, Jn 17, mal llamada en la cristiandad oración sacerdotal, para los

sacerdotes. Ambas oraciones implican una convicción de Jesús: la comunión total

solo se puede dar entre discípulos muy comprometidos los unos con los otros. Solo

en una pequeña comunidad se da esa unión intensa, fuerte, total, generosa,

desinteresada, en la cual el amigo discípulo es capaz de dar la vida por los amigos.

Los participantes pueden hacer votos perpetuos de amistad. Esa unión fue la

pretendida por Jesús: «Nadie tiene mejor amor que el que da la vida por los

amigos.»

*En la cristiandad doble intento: jerárquico y monacal

Esta unión la ha pretendido la cristiandad para toda la Iglesia con el orbe católico,

y nunca jamás la ha conseguido. Al contrario ha creado divisiones, y no encontró

otra manera de mantener la unidad que recurrir a las verdades dogmáticas y a la

disciplina de autoridad y obediencia. Y la civilización del amor es otra utopía

mesiánica.

La experiencia de verdadera comunidad se daba en las unidades más pequeñas

como los monasterios, que no estaban sometidos los unos a los otros sino que eran

independientes jurídicamente. Lo mismo se puede decir de la comunión que se

conseguía en parroquias, todas muy pequeñas si se comparan con las nuestras, y en

las asociaciones de fieles de numerosos matices. Solo en estas pequeñas

comunidades se ha dado esa comunión total anhelada por Jesús. La comunión de

toda la Iglesia se ha conseguido a nivel de verdades de credo común y a fuerza de

leyes para todos, y de rituales impuestos a todos. Por eso el Concilio en lugar del

poder y de la ley, ha querido seguir a Jesús en el servicio y en el dar la vida los unos

por otros.

El Espíritu Santo une con la diakonía y la koinonía toda la Iglesia, pero esa

koinonía no llega a su grado máximo sino en los pequeños grupos, donde las

personas de verdad se aman mutuamente y se sirven. La comunión total querida

por Jesús se consigue por el servicio. Esto es lo que Jesús quiere cuando nos exige

entregar la existencia, y dar la vida por los hermanos. Que nadie busque lo suyo .

(ICor 13,5.) y que todo sea para la obra del servicio o diakonía.

*Diálogo, nuevo nombre de la misión

La comunión se hace en el amor y en la libertad, y para ello es indispensable

reemplazar el paradigma de la autoridad y obediencia, que es imprescindible para

los niños, por el otro paradigma de Jesús que es de amor mutuo y servicio mutuo

entre adultos. Por lo mismo se pasa de la palabra autoritaria, y de la imposición

dogmática, a la palabra respetuosa de la conciencia y de la libertad del hermano. Se

pasa del orden jurídico y administrativo o religioso, al diálogo, respetuoso de la

opinión de todos y de la personalidad de cada uno.

La raíz más honda de esta actitud de diálogo está en la nueva visión de Dios. Dios

mismo está presente en toda persona y la está creando y la está llevando hacia su

propia plenitud a través de otros. Dios es Trino en su revelación como pluralidad. Y

se nos hace más evidente si pensamos en que Cristo entra en toda la historia

humana, hecha de conciencia, de libertad y de interacción. Así entendemos mejor

las palabras de la Carta a los Hebreos: Dios habla de muchas maneras (Heb

multifariam, multisque modis). Tantas maneras de hablar de Dios son todas

respetables. No tiene la autoridad total ninguna.

Esta convicción sobre la infinita diversidad de las palabras de Dios nos convence de

la necesidad absoluta del diálogo, y del rechazo a la exclusión de una palabra contra

otra. Las personas divinas en su acto revelatorio se entienden en el diálogo. «Tanto

amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo.» Toda la acción de Dios hacia

nosotros es fruto de su amor y es para nuestra felicidad total. Dios vuelca su amor y

nos salva.

Pero ese amor tiene una modalidad específica: el bautismo en el nombre del Padre,

del Hijo y del Espíritu Santo constituye la incorporación a un grupo de personas

humanas o comunidad eclesial. «Alégrense, sean perfectos, anímense, tengan un

mismo sentir y vivan en paz,»

Pablo explica en 1ªCorintios 12 que en la comunidad, el Padre se manifiesta por la

diversidad de energías o actividades, el Hijo se muestra por la diversidad de

servicios o colaboraciones mutuas, y el Espíritu Santo da testimonio por la

diversidad de carismas o dones que se ponen en común. Así todos participamos del

Padre y somos padre por el dinamismo de las fuerzas que ponemos a circular en la

comunidad, del Hijo por los servicios que todos nos prestamos en la comunidad, y

del Espíritu por los carismas que vamos poniendo en común para utilidad de todos.

En la comunidad todos somos Padre al impulsar iniciativas, somos Hijo en cuanto

nos servimos mutuamente y nos lavamos los pies unos a otros, y somos Espíritu

Santo al poner en común todos nuestros carismas. Y así Dios se expresa como

Trinidad santísima en las comunidades de discípulos de Jesús, donde de verdad se

aman, se sirven mutuamente y ponen en común dones y carismas. Y todos somos

expresión y testimonio del mismo Padre que da, del Hijo que recibe y agradece sin

sentirse inferior, del mismo Espíritu que alegra y perfecciona. Al ser un solo cuerpo

en Cristo somos expresión de la Trinidad santa. Leer Nº 92 de GS, y conpletar

1Co 12 con 2 Cor 3,18.

El concilio va dando el paso indispensable para la misión hoy como diálogo de

amistad. La cristiandad trató a los hombres y mujeres como niños; ahora, poco a

poco, pasa a tratarlos como adultos, libres y autónomos.

*La comunión como testimonio, modelo y dinamismo misionero. Cristología

trinitaria y pneumática

Ya hemos notado que en la cristiandad se tenía de fondo una cristología que partía

del «Aeternus Unigeniti Pater,» del Hijo nacido antes de todos los siglos, con todos

los poderes divinos, y este los trasmite a san Pedro y a la Iglesia. El Padre envía a

su Hijo, Cristo; Cristo envía a Pedro, fundamento de la Iglesia, y Pedro y los

apóstoles están representados por el papa y los obispos. El objetivo es fundamentar

la fe en la Iglesia como institución o sociedad organizada, y darle valor teológico y

divino a la curia romana. Si no se consigue esto por el Concilio, no tiene remedio el

desorden, la confusión y la desobediencia de los fieles. Así se expresaba la fe por

muchos, al comenzar el Concilio.

Esta corriente debía ser clave para la «Lumen Gentium,» el Decreto pastoral de los

obispos; la vida y ministerio de los obispos. Todos, sacerdotes, religiosos, laicos,

están subordinados al obispo. Cristo es el enviado desde el Padre, para establecer

la Iglesia. La Iglesia es un pueblo organizado. nº 8 «societas organis hierarchicis

instructa et mysticum Cristi corpus, Societas instituta et ordinata.» «Ecclesia

catholica a succesore Petri et Espiscopis gubernata». En el cap 2 insiste, con Pío

XII, en que el sacerdocio común se diferencia del ministerial «essentia et non gradu

tantum,» pero no explica. La revelación divina y el Espíritu Santo sostienen esta

Iglesia universal como pueblo de Dios. Pero la revelación divina y el Espíritu Santo

también animan y sostienen los carismas de los fieles.

Los últimos documentos del Vaticano II se abren a otros horizontes

pneumatilógicos, a una Cristología pneumatológica y trinitario-carismática de la

historia de salvación.

El 15 de Septiembre de 1964, Monseñor Ziadé afirmó irrefutablemente, y con

dolor, que mientras para la Iglesia oriental la misión y acción del Espíritu santo es

esencial a toda la vida y actividad cristiana, la teología latino-occidental ha crecido

en su dimensión cristológica únicamente, pero está subdesarrollada y adolescente

en su dimensión pneumatológica («sed adhuc adolescens est in sua dimensione

pneumatica»). AS III 1,389-391.

Esta justa acusación fue aceptada. Cuatro documentos revelan esta ampliación de

miras: DV, AG, GS, UR.

1. Dei Verbum: (18 Nov 1965) Tres documentos parten del misterio de la

comunión trinitaria comunicada a los hombres. Es la palabra eterna que se

comunica como comunión trinitaria y nos desvela el designio de Dios sobre la

humanidad. «Plugo a Dios, por la abundancia de su amor, hacernos a nosotros

también partícipes de su amor, de la apoteosis o divinización.» «Homines

tamquam amicos aloquitur et cum eis conversatur ut eos ad societatem secum,

invitet adque suscipiat». 2,9-11 Jesús mesias, palabra hecha carne, es mediador y

plenitud de toda la revelación (DV 2,17-20)

2. Ad Gentes: . «Como la Iglesia tiene su origen en la misión del Hijo y en la

misión del Espíritu Santo según el propósito del Padre.» AG 2,1-3. Los números 2

y 3, de AG quedaron mejor elaborados que la LG. El misterio paulino quedó mejor

expresado en AG. para la misión que en L G. : «Todos y cada uno participa de

esa comunión fraterna y divinamente trinitaria.» Pero la trinidad revelada es en la

historia la eclesía de hermanos y amigos en Jesús.

3. Gaudium et Spes. Parte de la comunión de los hombres para que, según la

voluntad de Dios, todo se transforme y llegue a su consumación. GS 2,16-17. La

persona humana es la que hay que salvar y la sociedad humana la que hay que

instaurar. Por eso insiste primero en la vocación antes que en la misión (como hace

la LG y los textos que de ella dependen.)

El hombre es convocado desde el comienzo, y siempre creado por amor y

conservado por amor. GS 19,3-6. Si el hombre se organiza en sociedad es el hombre

llamado para alcanzar la comunión con Dios y a participar de la felicidad de Dios.

Debemos reconocer a Cristo, nuestro hermano, en proyecto en cada hombre.

4. Unitatis redintegratio. Toda renovación de la Iglesia consiste en la mejor

fidelidad a su vocación. UR 6,1-2. El Espíritu Santo que habita en cada cristiano y llena y

rige toda la Iglesia. Pablo habla de un solo Epíritu en la eclesía, del cual participan

todos.

*Misterio universal, organizado para el apostolado

El Concilio mismo dio el ejemplo; se dispuso al diálogo abierto: Todas las

opiniones se acogieron, y se aceptó la discusión, con la consigna de San Agustín

asumida por Juan XXIII: «in necesariis unitas, en dubiis libertas, in omnibus

caritas.» En lo necesario la unidad, en la duda, libertad, y en todo, la caridad. De

ahí nació también el reconocimiento de las culpas, UR 3,63m, GS 43, 91-108, y el

levantamiento de las excomuniones del pasado.

En las Actas del Concilio publicadas se repiten estas palabras «Totus, omnis,

universus» 1477 veces. Es la palabra más común. Luego viene la palabra Iglesia,

1135.

Por ello el gran principio: «Cuilibet discipulo Christi onus fidei disseminandae pro parte

sua incumbit: A cada discípulo de Cristo le incumbe la obligación, según su parte, de difundir la

fe»» N 17, 28-29. La misión de cada uno en la Iglesia brota de la misión del Hijo y de

la del Espíritu Santo, del sacerdocio real de Cristo del que participan los obispos,

sacerdotes y seglares. Cada cristiano puede y debe ser misionero y no necesita

permiso ni del obispo ni del párroco. Por fortuna esto se expresa con claridad en el

derecho canónico. (Ver C.D.C. 211-230)

Ya que toda la Iglesia es misionera, y la obra de la evangelización es el oficio

fundamental del pueblo de Dios, el Santo Sínodo invita a todos a una profunda

renovación interior para que, teniendo viva conciencia de la propia responsabilidad

en la difusión del Evangelio, asuman sus cuotas de responsabilidad en la obra

misionera entre las gentes. Léase AG 36. Leamos también PO números 9 y 10.

Decía Magnus Loerer ante la constitución LG, antes de la redacción de los otros

documentos: «Ningún católico puede dudar de que es ideológicamente y

bíblicamente posible contraponer una Iglesia estructurada jurídicamente a la

eclesía del Nuevo Testamento entendida como fraternidad espiritual que excluye

los elementos jurídicos. Se debe pensar seriamente sobre lo que Karl Barth ha

propuesto sobre el derecho canónico, al cual llama derecho de servicio. Si el

ordenamiento de la Iglesia es en su conjunto un servicio y un ministerio, incluso el

derecho canónico debe aparecer un derecho de servicio...»

Por mi parte, creo que, en lugar de contraponer las dos dimensiones y optar por

una sola creando una comunidad de contraste global frente al mundo, se debe hablar

de convivencia dinámica de dos dimensiones, en tensión y enriquecimiento mutuo.

Por una parte, tenemos el pueblo de Dios, en continuidad con Israel, como

organización mundial, que se codea con instituciones y foros transnacionales y

organizaciones mundiales, que trabajan por el bienestar de todos los humanos.

Para el pueblo de Dios en general es indispensable que cumplan su función los

elementos jurídicos, institucionales, administrativos, que buscan optimizar los

elementos religiosos de las religiones donde actúa. En este ámbito predomina el

antiguo pacto de Dios con Israel, y creo que así ha sucedido en la historia de la

Iglesia. Es comunidad en diálogo con el mundo pero también de contraste frente al

mundo. En este ámbito se puede hablar de una ética mundial como la propone Hans

Kung.

Por otra parte, esta iglesia, organizada jurídicamente, tiene como objetivo final

producir, por el dinamismo del amor en el Espíritu, innumerables comunidades

pequeñas donde predomine en libertad el ágape divino o amor fraterno en servicio

mutuo. Estas comunidades surgen de la Iglesia una, pero también son de contraste

frente a ella, porque quieren ser evangelio vivo como Jesús lo practicó con sus

discípulos y como lo practicaron las comunidades fundadas por apóstoles y

discípulos en los primeros siglos. 31

6 COMUNIDAD ESCATOLÓGICA

*El aspecto escatológico del misterio cristiano

Las eclesías, según el Nuevo Testamento son el punto culminante del proyecto

salvífico de Dios o, según nuestro lenguaje, son la culminación de toda la evolución

desde el big-bang hasta la exaltación con el mesías Jesús. Por eso las eclesías a una

sola cosa tienden, a que venga el reino de Dios y se consiga la salvación de todo el

género humano. Las eclesías, y la Iglesia como totalidad, son sacramento de

salvación, pueden ofrecer a toda la familia humana el misterio del amor de Dios que

se desborda sobre los hombres para salvarlos.

Después de tantas palabras, el hombre, hijo de una mujer y sepultado con honras

fúnebres, es el Hijo único del Padre, el que recapitula en una sola palabra todas las

anteriores, para ser el modelo perfecto que tiene las complacencias del Padre, e

invita a los hermanos y hermanas a asociarse con él para la salvación.

El Señor Jesús de Nazaret es el fin de la historia humana, el punto hacia el cual

tienden las historias y los deseos de la civilización, el gozo de todos los corazones

y la plenitud de todo deseo humano. El es el mesías que cumple las esperanzas de

Israel pero también las expectativas de cada cultura o nación. El Padre lo resucitó de

entre los muertos, lo exaltó y colocó a su derecha, y lo constituyó juez de vivos y

muertos.

Como el embrión humano recorre los diversos estadios de la evolución, así, en la

conciencia y libertad, el ser humano recorre la historia hasta la consumación, la cual

solo es posible por el Espíritu de Jesús. Vivificados y unidos en su Espíritu,

peregrinamos hacia la consumación de la historia humana, que se identifica con el

designio de su amor: «Instaurar todo en Cristo, lo que está en los cielos y lo que

está en la tierra» Ef 1,10. GS 45. Este número 45 (entre los 93 números) es el

central en la constitución y es su clave. El cristocentrismo de la constitución GS no

se halla al comienzo sino en el centro de ella. La Constitución tiene una

introducción, de 1 a 11, la primera parte termina con el nº 45. La segunda parte trata

de algunos problemas más urgentes: del nº 46 al 93

Por este camino, los hombres serán animados a la esperanza viva en todo el orbe

de la tierra. GS 93. Con la cristología escatológica va unida la escatología

eclesiológica, Nº 1º 21

Pero la Iglesia tiene pecados, ha cometido muchos errores y fallas nº 43.

El aspecto escatológico es necesario resaltarlo en nuestro tiempo por su coherencia con

el carácter evolutivo y genético. Estamos en el espacio-tiempo, en expansión, no en el ciclo del

eterno retorno.

El hombre, y la Iglesia con él, se dirigen hacia algo desconocido, que no está bajo

su dominio actual. Por eso no puede establecerse en formulaciones de la fe

demasiado adheridas a situaciones, metafísicas o filosofías ancladas en determinadas

culturas.

En este proceso no solo interviene lo biológico sino sobre todo lo histórico, la

libertad de cada uno y de todos y las relaciones e interactuaciones que nos crean y

nos constituyen. Una metafísica estática como la grecolatina es inútil ante el

mundo en evolución.

El principio antrópico no deja de prestarnos un servicio cuando el concilio

proclama que todo está ordenado al hombre. Nosotros descubrimos al tu divino, a

quien agradecemos, por la intuición de nuestro corazón; los científicos analicen el

mundo sin encontrar al amado, aunque reconozcan la unidad del cosmos según el

principio antrópico. La Iglesia acepta que el hombre se debate en medio de grandes

desequilibrios: GS 8,6-16, pero triunfa el optimismo por Jesús y su Espíritu.

*Carisma y ministerio en la Iglesia.

Los textos paulinos, los padres griegos, y no los latinos, y los padres en el Concilio

Vaticano II demuestran que los carismas son elementos esenciales de la Iglesia.

La Iglesia siempre es especialmente e institucionalmente carismática. Todo es

expresión del amor creador del Padre.

El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Pero solo Jesús es plena

imagen de Dios, «eikon tou Teou.» (Col 1,15; morfé tu Teu: Filp 2,5-6) Por el

Espíritu y Jesús como ser humano revelan a Dios en cuanto es posible revelarlo en la

condición humana. La gran finalidad de los carismas es constituirnos en el hombre

nuevo comunitario en Jesús.

*El carisma fontal es Jesús mismo, don total del Padre.

La dimensión trinitaria podría comprenderse de doble manera: Yo me acerco a

Dios trino por los carismas, que me arroban en la Trinidad santísima como misterio

del Padre, del Hijo y del Espíritu santo, en unión misteriosa de tres personas

distintas en una sola naturaleza divina e infinita. Como la teología tradicional no

tenía en cuenta las limitaciones del lenguaje y de la misma creación, se imaginaba

poder definir a Dios. Y concluía: Soy habitación de la Trinidad santísima.

La otra manera de comprender la Trinidad es esta. El Hijo Jesús, persona

humana, como judío de Nazaret, es el sacramento del Padre, el siervo que nos da la

salvación del Padre y el carisma divino encarnado, pero todo esto no es posible sino

en la comunión amorosa de los amigos en Jesús. Aquí la inmersión en la Trinidad

pasa a través de la inmersión en la eclesía de servicio y de amor interpersonal. La

Trinidad es un misterio de Dios pero revelado a nosotros como eclesía divina.

Nuestra comprensión de Dios está limitada por la gracia de la creación, que en modo

alguno agota a Dios. Como lo veremos en el ecumenismo «de Dios no podemos

disponer.»

Tanto el Hijo como el Espíritu son revelaciones de Dios, hasta el punto que Pablo

no duda en escribir: «El Señor es el Espíritu.» Nosotros nos hacemos con-formes:

El es forma o imagen de Dios,

y nosotros al unirnos a Cristo nos hacemos conformes a Él. El es forma o imagen de

Dios y, al unirnos a él, nos hacemos formas de Dios, con-formes con su Hijo amado,

y para ello nos meta-morfoseamos. 2Cor 3,17-18. Los carismas expresan el amor

fraterno hecho de servicio y de amorosa relación, lo que nos conforma con Jesús,

forma de Dios.

17 veces aparece la palabra carisma, y 17 veces se dice que es para el servicio

mutuo, todo para el bien común, para utilidad de los demás, para la edificación de la

eclesía.

En lugar de imaginarnos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, antes de todos los

siglos, como en nuestras imágenes de la Santísima Trinidad, es mejor convivir aquí

entre nosotros con las tres divinas personas, sentirlas, experimentarlas y expresarlas

como pluralidad en nuestras relaciones en la vida fraterna. La Iglesia nace del amor,

el cual procede del Espíritu de Dios con sus carismas, del Hijo con las diaconías y

del Padre con las energías.

Fuera de la eclesía las tensiones entre ministerio y carisma han sido traumáticas,

como lo demuestra la historia de la Iglesia; pero se han armonizado con la humildad

del carisma que es servicio mutuo. Las mayores dificultades se dieron desde que

se quiso gobernar la Iglesia no por el carisma sino por la autoridad y la obediencia,

¡a ejemplo de Cristo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz! (Flp 2). Es mejor

pensara la santísima Trinidad como se ha revelado en el Nuevo Testamento, y no en

la vida divina anterior, que nos sobre-pasa de manera infinita, y nos equivocamos al

imaginarla.

Al pensar en este cosmos de trece mil millones de años luz, tanto de antigüedad

como de extensión, evolución y en expansión, con Dios que actúa en todo, la

Santísima Trinidad revelada exige la experiencia de los hermanos y amigos en la

comunidad. Jesús, en su dinamismo relacional de amistad, nos incorporó en Dios

como pluralidad trinitaria. Ya no insistimos tanto en lo que nos sobrepasa de la

Trinidad, que habita en cada uno, y pasamos a experimentar la Trinidad santísima

en nuestras relaciones interpersonales en la eclesía como unidad y pluralidad. Por

eso en los primeros siglos se proclamaba: En nosotros como eclesía, por el Hijo y el

Espíritu santo, está la gloria de Dios.

3

DESARROLLOS DE LA GAUDIUM ET SPES

LA IGLESIA EN DIÁLOGO SEGÚN EL VATICANO II

DIÁLOGO, NUEVO NOMBRE DE LA MISIÓN

HACIA EL TESTIMONIO INTERRRELIGIOSO

Es la primera vez que un concilio habla del diálogo entre personas adultas, de la

defensa de la persona humana, y del diálogo con el mundo. Antes hablaba de

imponer dogmas y anatematizar opiniones heterodoxas.

Impresiona la estadística sobre las veces que el Concilio utiliza las palabras

diálogo, coloquio, persona y personal. Es la persona humana la que hay que salvar.

GS 3, 16-17.

El diálogo supone al menos dos personas: los interlocutores. En la filosofía

socrático-platónica el diálogo es el modo normal de buscar la verdad. El ejemplo de

Platón lo siguieron Cicerón, San Agustín y hoy es acogido. Luis Lavelle

espiritualista, define la conciencia como el diálogo con el ser. (La Présence totale»

París, 1934 pg 51). K. Jaspers afirma que la comunicación verdadera exige un

preguntar y un responder sin fin. «La mia filosofia» (Torino, 1946 pg 157). Por

medio del diálogo se manifiesta la persona y crece. Nos creamos mutuamente.

El mismo Concilio es un ejemplo de escucha. El Papa Juan quiso escuchar a los que

antes habían sido condenados al silencio, y con paciencia y amor se logró por los

interlocutores, mediante el diálogo honrado, lo que nunca se había sospechado. La

Iglesia entró en el santo sínodo una y, en lugar de salir reafirmada, como sucedió

durante quince siglos, salió distinta y nueva, por el diálogo creador.

1. DIMENSIÓN DIALÓGICA PERSONAL DEL VATICANO II:

LA IGLESIA CON EL MUNDO

Persona es latín. Al comienzo, fue el prosopon griego, cara, careta, máscara de la

tragedia y comedia, y luego papel teatral, y por ahí llegó a significar cometido, rol,

personaje. Y luego carácter, personaje, personificación.

Los juristas, para la redacción de decretos, tomaron la palabra persona en este

último sentido, pero en griego no existe la palabra persona. La teología cristiana

occidental tomó esta palabra para significar lo distintivo del Padre, el Hijo y el

Espíritu Santo. Tertuliano entendía persona como individuo en la substancia divina

La filosofía griega carece del concepto de persona. Ni el logos de Heráclito ni el

eón de Parménides se pueden entender personalísticamente como Yo o conciencia

absoluta, el sí mismo. Otro tanto debe decirse de las ideas de Platón o del motor

inmóvil de Aristóteles. El concepto de persona no es lo mismo que el alma de

Platón, entendida como principio de movimiento o la entelequia de Aristóteles, la

cual, aunque implica una finalidad interna, con la cual informa el cuerpo,

constituyéndolo como su instrumento, permanece ligada a las condiciones

orgánicas, con las cuales nace, crece y muere, y no se levanta al plano racional sino

cuando entra en el cuerpo, «desde fuera», como principio intelectivo y divino. 32

Los latinos utilizaron el nombre de persona para el tratado de Trinidad y de

Encarnación, mientras los griegos utilizaron hipóstasis. Tres personas o hipóstasis

en una naturaleza divina. Cristo una hipostasis o persona con dos naturalezas. Pero

los teólogos se dedicaron a hablar sobre Dios con palabras que ni siquiera en los

humanos las entendían.

Los Padres de la Iglesia partían de un gran principio: El hombre es imagen de

Dios, pero no asimilaron la diferencia entre ser «imagen de Dios» y «ser como

Dios.» Y así intentaron definir a Dios y las personas en Dios, a partir del hombre.

San Gregorio Nacianceno separó el concepto de persona en el teatro y destacó las

notas de totalidad, independencia e inteligencia como características de la persona.

Siglos después, San Juan Damasceno la definió así: «Persona es aquello que

expresándose a sí mismo por medio de operaciones y propiedades, nos da de sí

mismo una manifestación que lo distingue de los demás, y de su propia naturaleza.»

Dialéctica PG 94, Col 613.

Boecio dio la definición clásica: «Rationalis naturae individua substantia.»

Substancia individual de una naturaleza racional. La escolástica da las siguientes

notas de persona: «inseidad, perseidad, singularidad, subsistencia, integralidad,

perfección, incomunicabilidad.» Y añadimos: «sujeto de atribución.»

La palabra persona hizo, pues, este recorrido: del latín popular pasó a la

jurisprudencia, y de esta a la teología latina, a los tratados de Dios trino y de encarnación.

Pasó luego a la teología griega, y de allí a la filosofía del imperio.

Todo este tema de la definición de la persona y del ser humano, y del hombre y la

mujer, es absolutamente deficiente en la filosofía grecolatina. Entre otras cosas

porque la pretensión de definir e individuar cada cosa como distinta de la otra, no

funciona, aunque es utilísima en el proceso de clarificación.

La metafísica grecolatina debe repensarse, incluyendo las causas trascendentales.

¿Dónde queda el principio de identidad en nuestro mundo evolucionístico cuando

decimos que todo es derivación del hidrógeno? El decir, por ejemplo, que la

relación es un accidente de una substancia. La confusión sobre la definición de

persona es hecho, pero introducirla en el mismo dogma sobre Dios, sin Jesús, es

una pretensión que hoy no cometeríamos. Definir al hombre y la mujer como

individuos separados que existen substancialmente sin los accidentes que son las

relaciones en la historia, hace ininteligible toda la ciencia moderna.

Decir que Jesús es Dios y no explicar cómo los genes, los cromosomas y el ADN

que compartimos con él no son divinos, cuando los nuestros son los mismos

biológicamente que los suyos, son cosas que antes no había que explicar pero que

hoy demandan aclaración.

Todo nuestro ser se realiza en las relaciones y en la interactuación. Jesús es

divino, y nosotros hombres limitados y, sin embargo, para Jesús ser hombre debía

constituirse también por las relaciones que tenía con los que amaba. Todo esto se

explica muy bien en los evangelios y en la revelación que es la norma de nuestra fe,

pero no se puede explicar con la filosofía grecorromana y la metafísica.

El Concilio se propone partir de la misión, del interlocutor, para definirse a sí

misma, y así nos muestra el camino que debemos seguir para llevar la propuesta de

amor de Jesús a los hombres de nuestra época. La Iglesia se define desde el otro; la

orto-doxia desde la hetero-doxia. Se inspira en el modo de actuar de Jesús y de las

primeras eclesías.

Debemos cambiar la pasión por definir, por distinguir cada individualidad, por la

pasión por relacionarnos y por intensificar las relaciones dentro de las eclesías, para

vivir en el amor divino trinitario. Jesús nos comprendió a nosotros como el mejor

de los hombres y luego dijo: «hagan lo que yo hago, síganme.» Y no habla como

Dios que da normas, preceptos y mandamientos sino como hombre que entrega una

vida y espera que se la entreguemos, y la entreguemos por nuestros hermanos en la

eclesía. De la metafísica de las identidades pasamos a la metafísica de las relaciones.

2. LA GAUDIUM ET SPES, CONSTITUCIÓN INSOSPECHADA,

INSPIRADA EN LAS NUEVAS LÍNEAS DE LA DEI VERBUM Y LUMEN GENTIUM

La cristiandad presentó a la Iglesia como la poseedora de los poderes de Dios y de

Cristo y la que debía convencer a todos de la verdad, y anatematizar a los oponentes

o heterodoxos. Desde los comienzos de la cristiandad hasta el Vaticano I, la práctica

había sido condenar los errores y hacer enmudecer a los disidentes, con

anatematismos ola amenaza del infierno. El paradigma de fondo era el dualismo

entre el bien y el mal, las verdades y los errores.

Ante esta mentalidad de la cristiandad, la constitución pastoral «Gaudium et

Spes» fue acogida como la constitución del Vaticano II de mayor relieve y de

mayor impacto como diálogo de la Iglesia con el mundo de hoy; y se publicitó como

el documento clave del concilio. Pero la raíz está en la «Dei Verbum» que proclamó

que Dios se revela en la historia, y la historia es diálogo entre los hombres y también

conflicto, destructor y creador, mímesis, rivalidad. pero también tarea de comunión.

Dios no se revela en un proceso de silogismos, de concatenación de verdades

metafísicas, sorites o concatenación de silogismos en la mente de los hombres o

filósofos, sino en la historia de los seres humanos y en Jesús como ser humano en

la historia de relaciones. Por eso la misión de la Iglesia no es la imposición de unas

verdades sino la promoción del diálogo libre y amoroso.

Antes, el enemigo del hombre era el mundo, con el demonio y la carne. Ahora el

mundo es el aliado, el compañero, el objeto del amor de Cristo y de la Iglesia. ¡Es

la persona humana la que hay que salvar, y es la sociedad humana la que hay que

restablecer! GS. El hombre, y cada uno, y en su totalidad, con cuerpo y alma, con

corazón y conciencia, con su mente y su voluntad, GS 3,16-19. Dios se revela en

la historia, y la historia es solo humana. De ahí se sigue que la eximia razón de la

dignidad humana es la vocación del hombre a la comunión con Dios. GS 19.

El diálogo, la acción y la interactuación hasta la comunión con Dios en el

acontecer humano es la razón de ser del hombre. El hombre desde el comienzo es

invitado al coloquio con Dios, pues no existe sino porque es creado por Dios por

amor, y siempre es conservado por amor; y no va a vivir en plenitud según la

verdad, sino al reconocer el amor de Dios libremente y al entregarse a su creador

sin renegar de su condición frágil. Y la entrega al Creador la expresa en el amor

mutuo.

Hoy decimos que Dios está en cada gen, en cada cromosoma, en cada neurona o

célula o átomo, empeñado sin descanso en crear y animar a cada uno de los siete

mil millones de seres humanos. Y durante toda esta evolución humanizadora nunca

interviene desde fuera sino a través de seres de este mundo. La creación del hombre

acontece, como en todo, de manera mediada. Son los otros los creadores visibles y

efectivos y analizables de todos los hombres, como lo estudia la antropología, la

psicología y la sociología. Dios está en toda la creación, fabrica el oxígeno en los

hornos de millones de grados del corazón de las estrellas, y a través de ellas nos

está creando a cada momento dándonos el aire con 31% de oxígeno.

La interacción creatural es el nuevo modo de entender la creación: es un incesante

y multiforme interactuar que nos crea y nos realiza a cada momento. No tiene

sentido para el hombre de hoy la soledad troglodita individualista o el islote del

Robinson egocéntrico.

La soberbia dogmática debe compaginarse con la actitud socrática de «solo sé que

no sé nada,» o «Es formidable no saber,» de Natalie de Salzman de Etievan.

Es obvio que estas exigencias ontológicas del devenir de la persona y esta

comunión misteriosa con el cosmos acontecen en nuestra historia, y para nosotros,

como culminación, en la eclesía.

Y nuestro coloquio con Dios, nuestra oración con él, es también mediado. A través

de cuanto existe llega Dios a nosotros, y a través de cuanto existe nos encontramos

nosotros con Dios. Por eso la Dei Verbum fue revolucionaria al decir que Dios se

revela a través de las realidades que existen y a través de la historia que son

relaciones humanas en la libertad.

El diálogo debe ser sincero, veraz y sin doblez. Es aceptar que nos vamos

haciendo en la evolución, en el proceso, en las opciones libres. Somos seres en

marcha y la marcha, el crecimiento, la evolución se da por las interactuaciones.

Dios mismo nos va creando en ese proceso. Somos creadores de nuestros hermanos

sobre todo cuando somos de verdad amigos.

Un aspecto importante de esta transparencia e inter-acción es la corrección

fraterna. Por ejemplo, cuántas veces ha faltado esta corrección fraterna en el pasado.

La ortodoxia se ensañó contra los adversarios y se los privó de sus bienes, o fueron

entregados al brazo secular, o fueron conquistados violentamente para luego

evangelizarlos. Piénsese en Arrio. Posiciones erróneas y que produjeron muchos

males no se corrigieron porque los que tenían clarividencia no lo advirtieron por

miedo al poder, y las autoridades no aceptaron las luces.

En Gaudium et Spes 43 se reconocen los errores en la Iglesia del pasado. Es

aceptar que en el diálogo nos hacemos todas las personas. Más aun: Jesús se hizo

mesías en las relaciones suyas con los otros y las otras.

Más todavía, las relaciones que más nos crean y hacen avanzar son las relaciones

amorosas de auténtica amistad. Por eso, Jesús realizó el modelo de compasión con

un grupo de personas, hombres y mujeres. Y por eso, la máxima fidelidad a Jesús se da en

las pequeñas comunidades de auténticos amigos

Es normal que el hombre se sienta como dividido en sí mismo, GS 13, 17-23.

También lo recalca en GS 10, 4-14. Dios está siempre presente pero siempre de

modo mediado. Al dialogar con el mundo, al relacionarnos entre los hombres, al

vivir en comunión fraterna estamos en Dios. Ni el silencio ni la soledad ni el retiro

ni lo sagrado son condiciones para encontrarse con Dios. En la comunidad cristiana

es Jesús el que vive: para mí, vivir es Cristo-comunión fraterna. GS 41 trata de resumir todo

esto al decir «Todo el que sigue a Cristo, que es hombre perfecto, se hace a sí mismo más

hombre.»

En cambio, la intención de la cristiandad es, más bien, divinizarnos o al menos

hacernos como ángeles de Dios, a la luz de los griegos que optaron por el alma

espiritual, racional e inmortal como el máximo valor: ¡salva tu alma!

3. LA IGLESIA EN LA HISTORIA QUE HACEMOS LOS HOMBRES Y MUJERES.

*La verdad de los griegos y de la cristiandad

En la cristiandad se asumía como paradigma supremo la verdad y las verdades.

Ante la verdad o las verdades de Dios no hay libertad de opinión; el error no tiene

derechos, en la Biblia no hay error, es inerrante. Dios ha hablado, y su palabra es

definitiva, tanto para el judío como para el musulmán, y no queda otro camino que

obedecer. La cristiandad siguió estos paradigmas supremos mezclando Palabra

revelada con la verdad metafísica griega. Y concluyó: fuera de esa verdad no hay

salvación; y fuera de la Iglesia no está la verdad. Tenemos una única religión

verdadera porque solo una es revelada. Las demás son falsas, son manifestaciones

del error.

Para completar estos paradigmas fundantes de la cristiandad se acuñó el último

paradigma: «El error no tiene derechos». Así se nos enseñaba en las clases de

derecho hasta las vísperas del Vaticano II.

En estas condiciones no se puede dialogar: El error no tiene derechos y la verdad

los tiene todos. No queda otra alternativa que, por amor, luchar para conducir a los

hombres a la verdad y a las verdades que propone la Iglesia, única que da la

salvación. Y para quedar bien con el evangelio que es de amor, se remachaba: El

Evangelio es amor, pero tanto me amas cuanto me obedeces.

*Indicaciones del Nuevo Testamento y del Vaticano II

Si estudiamos el Nuevo Testamento y el Concilio Vaticano II ¿qué debemos

concluir?

1. Cuando Jesús hace su propuesta central y fundante, para la dicha total del

hombre y su realización exhaustiva, y para la satisfacción total del Padre, dice que

esa propuesta es el nuevo criterio de juicio: Mt 16, 24-28. Al interior de la

comunidad existe un criterio de juicio que es el amor y la entrega de la propia

existencia en servicio, al creerle a Jesús como ser humano discutible.

Para Jesús, el criterio es altísimo y exigente; se exige un perdón total, hasta

setenta veces siete al día. «Porque el Padre ha perdonado y no se acuerda más de

los pecados. Y donde hay perdón no hay oblación por los pecados.» (Heb). Esto no

se puede practicar al nivel de una multitud, y por eso seguimos confesando cada día

nuestros pecados, y antes de cada eucaristía. Y seguimos ofreciendo sacrificios. En

cambio, el ideal de Jesús se puede practicar totalmente en una pequeña comunidad

en comunión del mismo Espíritu. .

2. Para con las personas de fuera de la eclesía los criterios son distintos, y se

sintetizan en el criterio de plausibilidad.

Jesús dijo: no juzguen y no serán juzgados. Pablo dijo, Rm 12,17-21 «Venzan el

mal con el bien: acumulen carbones en la cabeza haciendo el bien hasta hacer

enrojecer de vergüenza al enemigo.»

Por eso se puede hablar del principio o criterio de plausibilidad de la eclesía en

medio de la sociedad civil. De modo que Jesús no confió a las iglesias el derecho de

juzgar a los de fuera, ni mucho menos de mandarlos al infierno. A los de fuera

debemos fascinarlos por el bien, por el testimonio de la acción transformadora, por

la compasión. Hechos 2,42-47. Eran bien vistos por todo el pueblo.

3. El nuevo criterio ya no es una verdad formulada para ser analizada con la

razón. Las verdades estáticas corresponden a un mundo estático creado por Dios al

comienzo. La evolución pide otro tipo de verdad. El concilio cambió de criterio: en

lugar de la imposición y de la verdad poseída se impone el diálogo con el mundo.

4. La Gaudium et Spes no se dirige solo a los fieles sino también a todos los hombres de buena

voluntad. Está lejos de pensar que el clero es el que posee toda la verdad, mientras

los laicos deben decir: «No me lo preguntéis a mí que soy ignorante». El Concilio

se dirige a todos los fieles en el mundo secular y quiere que dialoguen con el

mundo moderno.

Ni la religión, ni el cristianismo, ni el catolicismo gozan del derecho de usar y

abusar del mundo. El evangelio no necesita la violencia y el abuso del poder sobre el

mundo. Ni siquiera debe imponerse por leyes ajustadas a la verdad.

Dios se revela en la historia secular, como se revela en Jesús el hijo de la familia

de Nazaret y, por consiguiente, esta historia goza de su peculiar autonomía y valor:

la justa autonomía del orden creado, que está muy lejos del secularismo o de la exclusión de Dios

como Padre de Jesús.

El hombre primitivo respeta y adora la sacralidad del mundo, y se siente sometido

a ella. Le rinde el tributo del temor o pavor sagrado; «Fascinosum et tremendum.»

No se atreve a manipular lo sagrado del mundo. Jesús reta al hombre a ser libre y a

utilizar todo el mundo con tal de que lo haga por amor a los hermanos.

Las iglesias se definen a sí mismas desde su misión, no desde sí mismas y para sí

mismas. Ellas aportan el evangelio, las personas y el proyecto de Jesús, a nuestro

mundo, para promoverlo e impulsarlo hacia la plenitud. La Iglesia es servidora,

según las palabras más citadas en el Concilio: Mc 10,45; Mt 20,28.

La cristiandad fue muy experta en la ley natural, porque sabía cómo había hecho

Dios la creación y la naturaleza humana. Conocía la ley divina y los rituales

sagrados... pero ahora quiere ser de verdad experta en humanidad asimilando la

realidad de toda la humanidad de hoy, que está en evolución.

*Los interlocutores

La descripción de «la situación del hombre en el mundo de hoy» caracteriza la

constitución pastoral. «Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos,

sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia lo caracteriza» ( 4).

El mundo secular, el de la ciencia y la evolución, es el que debe ofrecer el

lenguaje que la Iglesia empleará en la proclamación del evangelio, puesto que

debe hacerse comprender por todas y cada una de las generaciones. La Iglesia

mira con amor a la sociedad y a los hombres en ella, a los cuales debe

ofrecer el don de Dios.

«La experiencia del pasado, el progreso científico, los tesoros

escondidos en las diversas culturas, permiten reconocer más a fondo la

naturaleza humana, abren caminos nuevos para la verdad y aprovechan

también a la Iglesia. Esta, desde el comienzo de su historia, aprendió a

expresar el mensaje cristiano con los conceptos y en la lengua de cada

pueblo, y procuró ilustrarlo con el saber filosófico.» Art 44.

«Para aumentar este trato, sobre todo en tiempos como los nuestros, en

que las cosas cambian tan rápidamente y tanto varían los modos de

pensar, la Iglesia necesita de modo muy peculiar la ayuda de quienes,

por vivir en el mundo, sean o no sean creyentes, conocen a fondo las

diversas instituciones y disciplinas y comprenden claramente la razón

íntima de todas ellas.» Art 44.

4. EL MUNDO EN EVOLUCIÓN Y PROGRESO Y EL HOMBRE LBRE COCREADOR

*Cambio continuo, otro nombre de la evolución

El capítulo introductorio se aleja de la concepción estática de la ley natural. El

artículo 4 considera toda la evolución actual en cambio continuo como una crisis de

crecimiento. Se destacan las grandes frustraciones de los hombres de hoy por las

esclavitudes sociales y síquicas. Los art 5-9 nos describen las tensiones y

desequilibrios provocados por la evolución rápida de nuestro mundo en el siglo XX.

La Iglesia ni aprueba ni condena las filosofías de Hegel, Marx y otros, pero da

una respuesta positiva a los problemas suscitados por ellos. Hace un llamado al

sentido de libertad y de responsabilidad de los hombres de hoy. La síntesis o la

armonía perfectas no se conseguirán automáticamente en evolución inexorable.

Somos nosotros los que debemos construir el futuro.

Las tensiones no son obra del pecado porque son procesos de la historia humana,

pero en parte se explican por el egoísmo de los hombres y por el pecado. Las

tensiones se deben superar pero nunca agudizándolas por el odio como en el marxismo. El fin

de la historia humana es la comunión, vivida al modo humano evangélico.

*Los signos de los tiempos

La subcomisión encargada de redactar los números 4-10 fue llamada la comisión

de los signos de los tiempos.

«Para lograr este intento, es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los

signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que,

acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes

interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre

la mutua relación de ambas.»

Luego en el art 11 que es la introducción a la parte doctrinal de la Constitución

pastoral dice: «El pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que

quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir

en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con

sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de

Dios.»

*El cristiano en el mundo secular.

El cristiano está ubicado en el mundo secular, en la historia real. Hoy ya

pensamos: Jesús es parte de la historia secular. La Iglesia cree en la presencia de

Dios en el mundo secular. Antes se creía que la glorificación de Dios se realizaba

en la liturgia, en la oración y en la contemplación, «lectio, meditatio, oratio,

contemplatio.» Según la Gaudium et Spes, la comunidad cristiana ya no busca a Dios

solo en la lectio divina, en lo sagrado o en los sacramentos o liturgia.

El art 38 dice: «Al mismo tiempo Cristo advierte que esta caridad no hay que

buscarla únicamente en los acontecimiento-tos importantes, sino en todo, en la vida

cotidiana.»

«El concilio se propone, ante todo, juzgar bajo esta luz los valores que hoy disfrutan de

máxima consideración y enlazarlos de nuevo con su fuente divina; estos valores, por proceder de

la inteligencia que Dios ha dado a los hombres, poseen una bondad extraordinaria.» Art 11.

La vocación del hombre es integral, y por eso se deben respetar las etapas. La

secularidad, la cultura y la historia tienen su autonomía. Con la visión antigua se

llegaba a la intolerancia y a condenar el error, venga de donde venga. Con el Concilio

llegamos a una solución nueva en la antigua cuestión de la alianza entre Constantino y el Papa san

Silvestre, entre la Iglesia y el Estado. Ya no se intenta la integración en la historia humana por la

alianza entre el trono y el altar. La Iglesia no ejerce el poder sobre la ciudad secular. El

cesaropapismo ya pasó, y la cristiandad va pasando.

El papel profético de la Iglesia ya no es una invitación a someterse sino una

invitación y un estímulo para acercarse a Jesús que tiene una palabra para la

realización plena del hombre. «Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por

todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu, a fin de que pueda responder

a su máxima vocación... Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la

historia humana se hallan en su Señor y maestro.» Art 10.

El capítulo primero de la primera parte culmina en el art. 22: En Cristo, hombre nuevo, hombre

perfecto. Y tiene la otra culminación en el art 38, con la noble misión de la comunidad humana a

la luz del misterio pascual. La fe en Cristo no aliena al hombre de su tarea en la ciudad secular.

*El hombre en su situación

«Tiene ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera familia humana con el

conjunto universal de las realidades entre las que esta vive; el mundo, teatro de la

historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo que los cristianos

creen fundado y conservado por el amor del creador, esclavizado bajo la

servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo, crucificado y resucitado, roto el

poder del demonio para que el mundo se transforme según el propósito divino y

llegue a su consumación» Art 2.

El artículo 24 dice que el hombre es la única creatura a la que Dios ha amado por

sí misma.» Y este no ha sido creado para vivir aislado sino que es llamado a su

perfeccionamiento activo en el amor, en la comunión fraterna.

El hombre tiende a adorar las obras de sus manos para su autosatisfacción; somete

a procesos sagrados la naturaleza; sacraliza las obras de las manos de los hombres,

como sacralizó la palabra o la escritura. Los pueblos también hacen objeto de su

adoración su propio progreso, su propio egoísmo y gloria. También los pueblos

llegan a adorar como un falso dios la cultura humana, el estado, Egipto y Babel, así

como la metafísica o las propias verdades, y entonces ya no son la ciudad secular,

cuyo valor reconocemos.

El monoteísmo arranca esa sacralidad a la naturaleza. El mundo es creación de

Dios: no es Dios. Es del hombre. De ahí el peligro de una ley natural impersonal

que fuera considerada más sagrada que el bien mismo de las personas y de las

relaciones interpersonales. Para la consecución de lo que es mejor, dice Häring,

para la familia humana y para cada individuo, el hombre tiene el deber de dominar la

tierra, incluso todas las fuerzas impersonales y naturales. El mundo que va contra

el evangelio lo describe 1Jn 2,15-17. El estado como toda institución humana es bueno

mientras permanezca al servicio del bien del hombre.

*La libertad

La libertad, la conciencia, la búsqueda del bien son desarrollos de la persona, buscados por

Dios, pero el bien de todo el hombre se destina al bien de todos los hombres y, al final, de los

hermanos al interior de la comunidad eclesial. Los hombres deben someter las realidades

terrenas para orientarlas al bien de todos. El dominio de la tierra debe orientarse al

desarrollo de las personas.

El artículo 16, magnífico por su fuerza de síntesis, nos ayuda a ver lo que significa

la conciencia y la ley natural. No se impone esta ley al hombre, sino que el hombre

la descubre en las profundidades de su conciencia. La ley moral está escrita por Dios

en el corazón del hombre y tiene por objeto el amor a Dios y a los hombres. De la

obediencia del hombre a su conciencia depende su misma dignidad, perfección e

integridad.

Para conservar la integridad de su ser y de su conciencia, el hombre debe

esforzarse por conocer cada vez mejor el rostro verdadero y el significado del

amor.

«No rara vez ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que

ello suponga la pérdida de su dignidad». Dice Bernard Häring «Los moralistas

siempre habían pensado que el hombre era moralmente culpable ante Dios si

ignoraba algunas implicaciones de la ley moral. El Concilio dice con claridad que

la conciencia puede ser errónea por ignorancia invencible.» Y continúa: «entonces

el pecado consiste sobre todo en no querer el hombre obrar conforme a las

intuiciones y a los impulsos de la conciencia que lo invita a la sinceridad y a la

integridad. Todo pecado representa un peligro para la integridad del hombre,

creando una ruptura entre las intuiciones y el amor efectivo al bien. Si el hombre no

supera este obstáculo por un dolor serio y con un propósito renovado de

enmendarse, quedará disminuida y oscurecida su capacidad de comprender lo que

es verdaderamente bueno.

La conciencia logra la verdadera libertad si, recogiendo todas sus energías, nos une

con el prójimo en el esfuerzo para conocer de la manera más clara y más profunda

la verdad y el bien, con el fin de traducir en la vida práctica estos conocimientos

más profundos. Cuanto más fieles se mantengan a su conciencia, tanto más

capaces se harán de unirse con los otros hombres para buscar la verdad.»

5. FE Y VIDA, Y LA FAMILIA

*Abismo entre fe y vida. Con la nueva imagen de Dios posibilidad de integrar fe y

vida.

El análisis de los ateísmos debe llevar a la integración entre Dios y vida

cotidiana. «El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe considerarse

como uno de los más graves errores de nuestra época.» Art 43.

Las causas del divorcio son variadas: El individualismo religioso: A mí me

interesa mi salvación, y Dios es quien me la da. Yo le cumplo a él. De ahí la

preocupación por la ortodoxia y el lenguaje religioso, y la poca preocupación por el

testimonio común. La consecuencia es el descuido de la justicia social y del

desarrollo del mundo. Superar este divorcio es uno de los objetivos del Concilio. Y

lo consigue revisando todo, a partir de la imagen de Dios.

El amor debe transformar nuestras relaciones: «Al mismo tiempo advierte que esta

caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes sino,

ante todo, en la vida ordinaria.» Art 38.

La Iglesia defiende la justa autonomía o secularidad santa de las ciencias. La

Iglesia es servidora y no juez y condenadora. «La actividad humana así como procede

del hombre, así también se ordena al hombre» Art 35 «El que sigue a Cristo, hombre perfecto,

se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre.» Art 41.

El capítulo IV de la primera parte fue fuertemente atacado por los obispos

conservadores, y tachado, hasta el final, de todos los errores: historicismo,

modernismo y relativismo.

Estos obispos, después de aprobado el texto, tuvieron que revisar sus ideas sobre

la ley natural. Por fin es evidente que la Iglesia no tiene en todo momento de la

historia un conocimiento exhaustivo y definitivo de la naturaleza humana,

conocimiento logrado con la razón humana muchas veces. Léase el art 44.

*Sobre la familia

La comisión teológica redactó un documento sobre la castidad, el matrimonio y la

familia. Su secretario había afirmado varias veces que un documento doctrinal de

un concilio ecuménico no debía estar vinculado al tiempo y debía estar preparado de

modo que tuviera vigencia lo mismo en el año 3000 que en el 1962. El concilio

tomó el camino diametralmente opuesto. El concilio quiso hablar a los hombres del

siglo XX. Por eso considera el matrimonio como una comunidad de amor. Así es

fiel al hombre moderno y a la revelación.

* El Papa Pablo VI se reservó algunos temas candentes sobre los cuales no se

pronunció el concilio, como la natalidad, la ordenación de hombres casados y el

sacerdocio de las mujeres.

4

DE LA MISIÓN COMO PROCLAMACIÓN

E INVITACION A LA CONVERSIÓN,

AL DIÁLOGO DE AMISTAD EN LAS IGLESIAS Y EN EL MUNDO

CON LOS ATEOS.

CON LOS CRISTIANOS NO CATÓLICOS.

CON LAS DEMÁS RELIGIONES MONOTEÍSTAS,

CON TODAS LAS RELIGIONES. En la cristiandad, cuando la Iglesia estaba muy segura de poseer la verdad definitiva, era normal

que los Concilios se dedicaran ante todo a definir las verdades dogmáticas y a condenar los errores

opuestos a ellas. Y por lo mismo era normal que se finalizaran las deliberaciones con los llamados

anatematismos. «Que sea anatema el que defienda tal error.» Se consideraba que el efecto principal de la inspiración bíblica era la inerrancia.

En este Concilio el objetivo no fue definir verdades sino volver al evangelio del amor y del servicio mutuo en la Iglesia, en seguimiento de Jesús de Nazaret. Por este motivo se pasó de los

anatematismos o de las colecciones de errores, y de la proclamación de las verdades, a una nueva

manera de realizar la misión por el diálogo entre iguales para fascinar con el amor evangélico.

Hace cien años se inició el movimiento ecuménico, en 1910, con la Conferencia Misionera

Mundial, en Edimburgo. Hace cincuenta años se inició nuestro Concilio. En 1985 se celebró el

sínodo de Obispos evaluativo del Concilio a los 20 años, el cual clamó por la comunión en la Iglesia

y comprobó que la «Dei Verbum ha sido demasiado descuidada;» y el mismo año se celebró en Roma el congreso del veintenio con estas tres consignas que resumen el Concilio: Diálogo,

Testimonio, Solidaridad.

Hoy, a los cincuenta años del comienzo del Concilio, hemos asimilado el pluralismo religioso y la religiosidad siempre renaciente, y la secularización, tres hechos evidentes que generan un nuevo

vocabulario que se sintetiza en testimonio interreligioso.

1. EL ATEÍSMO, EN LA CONSTITUCIÓN PASTORAL GAUDIUM ET SPES

*Condena del ateísmo o análisis de las causas del ateísmo

En el Concilio, una parte de los obispos quería una condena severa y dura del

comunismo y del ateísmo. Durante la reforma, y a lo largo de la modernidad, la

Iglesia había considerado su deber condenar los errores.

Pero una mayoría progresiva pensó que sería inútil y perjudicial una condena de

los buenos contra los malos. Podía ser un acto de soberbia Por otra parte, estos se

convencieron también de que una condena podía ser una falta de fidelidad al Dios

de la historia que a través del ateísmo y del marxismo les abría los ojos a los

cristianos para mejorar su conducta.

Si la Iglesia hubiera realizado la propuesta de Jesús como la realizaron los

apóstoles, hubieran logrado hacer de los cristianos, comunidades que fueran un solo

corazón y una sola alma y no hubiera habido indigentes entre ellos. El marxismo

no hubiera tenido cabida en la cristiandad. Y ¿por qué se llegó al genocidio del

holocausto?

Los ateísmos eran a su vez una denuncia de la imagen de Dios que producía la

cristiandad y que no fascinaba. Mientras en el ambiente de cristiandad se produjeron

tantos ateos, en Asía no se ve este fenómeno.

Los artículos 19-21 son un compromiso entre ambas tendencias. El concilio

aceptó el desafío del ateísmo y del comunismo.

Los mejores hombres se sienten asustados y amenazados por el poder arrogante

del homo faber. Sería contra-producente presentar a Dios como un homo faber aun

más poderoso. Un Dios presentado en las categorías de las causas finales como un

gran constructor o trabajador, el gerente general de este universo, no resolvería las

angustias del hombre moderno. Ya se intuía la imposibilidad de una teodicea. 33

El personalismo moderno siente que Dios es más que un engranaje de una

máquina. No hay que presentarle al Dios que hizo el mundo sino a Dios que llamó

al hombre a la comunión con él, a un diálogo de amor en el amor de los hermanos.

El hombre no es una substancia a la cual se le añade el accidente de una relación

con Dios, o dependencia de Dios. El hombre es lo que es por su vocación. Es

respuesta a la vocación amorosa de su gran Amante. El hombre tiene su mejor

dignidad cuando reconoce el amor por el que existe. Es preferible aceptar el desafío

de los ateos que dedicarse a condenarlos.

*Diferentes modalidades de ateísmo

1. Muchos ateos lo que rechazan son imágenes no dignas de Dios. No van contra el Dios que de

verdad existe sino contra el Dios presentado por la teodicea de la cristiandad.

2. Otros son agnósticos. Puede suceder que se rechacen los absolutos creados por

los hombres: Dios absoluto y los demás absolutos. Unos predicadores hablan de

absolutos y rechazan todo relativismo. Otros confunden la realidad absoluta de Dios

con las fórmulas empleadas para definirlo. El agnosticismo es el rechazo de los

absolutos y de la arrogancia de un tradicionalismo inmovilista.

3. Otro ateísmo se funda en un interés vivísimo por el bien del prójimo. Se

oponen a esos otros hombres para quienes es más importante la rúbrica, las

liturgias, la religión que el bien de las personas humanas. En el fondo buscan la

humanidad de Cristo y no se las damos. Dicen que Dios no necesita tanto de que le

rindan culto sino que busquemos el bien de los hombres.

4. Otros tienen un agudo sentido del lenguaje. Entre tanto los católicos ignoran la

sociología del conocimiento. Confundieron los principios eternos con fórmulas

creadas en determinadas condiciones culturales. Confunden el mensaje de Dios vivo

con fórmulas arcaicas. Hay ateos que se quedan enredados en el lenguaje. (Art 19)

Es verdad que algunos ateos quieren imponer la ciencia como criterio definitivo. De

lo que no sabemos es mejor no hablar (Wittgestein)

5. Ateos prácticos son gentes que hacen negocio y viven para el placer. Pero

podemos preguntarnos, ¿Qué es peor: hacer de los negocios nuestro dios, o hacer

de la religión nuestro negocio?

6. El ateísmo con frecuencia es una violenta protesta contra la existencia del mal

en el mundo. Art 19

La teodicea tradicional en definitiva se declara por el statu quo. No ayudan a los

oprimidos para darles dignidad en la lucha sino que los empujan a aceptarla

simplemente porque Dios la quiere. Esa sacralización de la miseria y del sufrimiento

puede ser fuente de ateísmo.

7. El hombre se ha hecho dios. Los que buscan la libertad ilimitada, el poder, el

éxito social no escuchan al Dios verdadero. Por ejemplo cuando se sacraliza el

establecimiento como la ley, hacen ídolo del establishment, eclesiástico o secular.

8. Existe la forma extrema de ateísmo, la violenta y explícita blasfemia contra

Dios. El hombre se convence de que su propia libertad es el valor más alto que

pueda existir; y construye un sistema para demostrarlo; y descubre que un elemento

esencial para su sistema es el rechazo de Dios. Representante de este ateísmo

postulatorio es Nicholoi Hartmann, profesor de filosofía en la universidad estatal de

Berlín antes y durante el régimen nazi. Sostuvo la necesidad del ateísmo para la

libertad ética del hombre. Solo así se atreverían a construir los sistemas ideales de valores éticos en

la plena autonomía.

Este hombre moderno, técnico y libre, se dispone a edificar la torre de Babel y

llegar al cielo. El nacional socialismo fue una expresión de este ateísmo sistemático

de la soberbia humana.

El otro ateísmo más fuerte que haya existido es el que pone la liberación del

hombre principalmente en su liberación económica y social Art 20. Es el ateísmo

militante del comunismo histórico.

El concilio no pretendió tanto condenar los ateísmos cuanto buscar las razones

ocultas que llevan a la negación de Dios, a fin de sacar de ellos advertencias para

los cristianos. El fin era este discernimiento y examen de conciencia. Leer art 19.

Los artículos 27-29 reafirman para cada ser humano los mismos derechos

fundamentales de la declaración universal de los derechos humanos, aprobada en

la Naciones Unidas. La Iglesia los refuerza con mayores razones, en Jesús.

Este resumen es del Padre Bernardo Häring. 35

*Una mundanidad santa

Todavía se proclama que encontramos a Dios a través de lo sagrado: las escrituras

sagradas y la liturgia sagrada o sacramentos.

Los profetas y Cristo fustigan un culto hipócrita. Marx demuestra su desdén por

las personas piadosas para las cuales la religión se convierte en un negocio y que

hablan de Dios mientras defienden su posición privilegiada en la sociedad, y no

producen los frutos de bienestar para todos. El tradicionalista piadoso estaba siempre

a favor del statu quo. El concilio dedica los artículos 33-39 a aplicar la perspectiva

profética de Cristo a los problemas de nuestro tiempo, resueltos de manera

equivocada por Carlos Marx.

El punto de partida teológico para estas evoluciones está en la «Dei Verbum»:

Dios se revela en las obras y en la historia. El mundo es palabra original de Dios, y

la historia lo es también en la medida en que Dios ha hecho al hombre. El mundo y

el hombre son sacramentos para el encuentro con Dios y el diálogo cotidiano con él.

Los ateos son los que reciben el regalo amoroso y no saben quien lo envió (Juan

Gossaín).

2. LA LIBERTAD RELIGIOSA.

En el Syllabus del Pío IX, cien años antes, se definía que la libertad religiosa era

un error. Ahora se dice que la libertad religiosa para todos los hombres es el bien, la

verdad.

La Libertad religiosa fue aceptada por 1308 contra 70.

Para ambientarnos en el tema leamos la declaración ante el Concilio del cardenal

Beran, arzobispo de Praga. Los nazis lo tuvieron en el campo de concentración de

Dachau durante tres años, los comunistas checoeslovacos lo encarcelaron durante

catorce años, y lo confinaron en un monasterio durante el resto de la vida, hasta salir

para el Concilio y recibir el cardenalato, a los 77 años de edad. Fue el padre

conciliar escuchado con mayor atención y respeto.

«Me permito aportar mi humilde testimonio personal. Desde que la libertad de

conciencia ha sido radical-mente reducida en mi país, he asistido a las graves

tentaciones a las que muchos han sido sometidos.

En mi grey, incluso entre los sacerdotes, he advertido no solo graves peligros para

la fe, sino también graves tentaciones de mentira, de hipocresía, y de otros vicios

morales que corrompen fácilmente a un pueblo privado de la verdadera libertad de

conciencia. La experiencia nos enseña que los ataques a la libertad de conciencia

son igualmente perniciosos, moralmente hablando, si se busca o se pretende

buscar, por ese medio, el bien de la verdadera fe.

Siempre y en cualquier parte la violación de la libertad de conciencia engendra la

hipocresía en muchos, y quizá se pueda afirmar que la hipocresía en la profesión

de la fe es más perjudicial a la fe de la iglesia que la hipocresía para ocultar la fe.

Así en mi patria la Iglesia parece expiar hoy las faltas y los pecados que han sido

cometidos en otros tiempos, en nombre suyo, contra la libertad religiosa, como fue

el caso en el siglo XV de la hoguera del sacerdote Juan Huss, en el siglo XVII, del

retorno forzado a la fe católica de una gran parte del pueblo de Bohemia, en virtud

del principio «cuius regio eius et religio.»

Este recurso al brazo secular queriendo o pretendiendo servir a la Iglesia

católica, ha dejado en realidad una indudable herida en el corazón del pueblo.

Este traumatismo ha obstaculizado el progreso religioso. Ha proporcionado y

todavía proporciona a los enemigos de la Iglesia un argumento fácil para atacarla.

La historia nos advierte, pues, que este concilio debe proclamar el principio de la

libertad religiosa y de la libertad de conciencia con palabras muy claras y sin

ninguna restricción que estuviera inspirada por motivos de oportunismo. Si

hacemos eso, asimismo con espíritu de reparación por pecados del pasado, la

autoridad moral de la Iglesia se beneficiará en gran medida para el mayor bien de

los pueblos.» 36

3. EL ECUMENISMO

Algunos pensaron que la idea era convocar un concilio de unión entre todos los

cristianos. Pero era evidente que quedaba un inmenso camino por recorrer. La

conversión de la Iglesia católica y de las demás iglesias era todavía muy difícil y

dolorosa antes de la unión. Pero sin duda una de las características más

asombrosas y bellísimas del Concilio fue su aliento ecuménico y de diálogo religioso. Se

superó la época de los dogmas absolutos, de los anatematismos y condenaciones y de las

amenazas del infierno.

Oscar Cullman, profesor en Basilea y París, que asistió como observador

protestante a las cuatro sesiones del concilio, afirmó que el concilio ha ido mucho

más allá de lo que los protestantes podían esperar legítima y razonablemente.

Durante el concilio lo escuché en la iglesia de los franceses.

Un padre conciliar dice: «La única manera válida de abordar esos diálogos

ecuménicos es negarse a toda actitud de auto justificación, a todo deseo de querer

anexionarnos unos a otros. Debemos interrogarnos lealmente bajo la sola mirada

de Cristo, para preguntarnos cuál es el conjunto de elementos que constituyen la

Iglesia que Jesucristo ha querido realmente instituir. Mientras no haya acuerdo

sobre este problema, la unidad será imposible.» 37

El 18 de noviembre de 1965, cuando fue proclamada la Dei Verbum, dos

observadores protestantes decían en san Pedro. Esta mañana deberían sonar todas las

campanas de la cristiandad, porque este voto significa, para nosotros los

protestantes, que la Iglesia romana firma hoy el fin de la «Contrarreforma». El

decreto sobre el ecumenismo considera a las iglesias protestantes como capaces de

producir la vida de la gracia.

La Santa Sede ha publicado en estos cincuenta años numerosos documentos

sobre el ecumenismo, y se tienen variadas experiencias ecuménicas y publicaciones

de teólogos tanto católicos como protestantes. Pero podemos abrigar la esperanza

de que lo que no se ha podido conseguir desde las cabezas, un día se pueda hacer

en las pequeñas comunidades donde predomine la amistad en Cristo. Y será un

camino para el ecumenismo y también para el diálogo entre las religiones.

Para leer el documentos sobre el ecumenismo, leamos tres testimonios de

personas que estuvieron presentes en el Concilio, y que nos hacen revivir el estado

del ecumenismo hace cincuenta años. Comparemos las preguntas de hoy.

1. El pastor y teólogo Jean-Louis Leuba

El Pastor Jean-Louis Leuba, profesor en la Facultad de Teología de la

Universidad de Neuchàtel (Suiza), es uno de los teólogos más europeos, que

garantizan la conexión entre teólogos de habla francesa y de habla alemana. Este

pastor y teólogo protestante dice sobre el ecumenismo:

«Es difícil salir de los propios baluartes para un verdadero diálogo. Los

protestantes preguntarán a los católicos cómo puede distinguirse el sentido de la

Sagrada Escritura, según la doctrina católica, si la única vía de acceso a él es la

interpretación de la Iglesia como la asistencia del Espíritu Santo para discernir el

sentido de la sagrada Escritura. El católico preguntará al protestante cuál es el

criterio de interpretación de la Escritura si solo es el Espíritu Santo.

Prevalecerán los axiomas básicos: la superioridad sobre la Iglesia de la

Escritura y de la acción previa del Espíritu santo según el axioma protestante

confesionalista, y la superioridad sobre la Escritura de la Iglesia y de la acción del

Espíritu Santo sobre ella, según el axioma católico confesionalista. Así no se puede

crear el ámbito ecuménico.

En cambio, esta doctrina es falsa según la Iglesia católica: «La revelación que

constituye el objeto de la fe católica no quedó completa con los apóstoles» es falsa

según el Santo Oficio en 1907. El protestante dice: muy bien.

La confesión helvética (1568), dice: «La predicación de la palabra de Dios es

palabra de Dios» «Cuando los predica-dores anuncian la palabra es de verdad la

palabra de Dios la que anuncian.»

El católico dice: muy bien, a predicar la divina palabra, eso es el catecismo.

Tanto protestantes como católicos en el fondo aceptan la Escritura, el

acontecimiento en Jesús, y ese acontecimiento sucede hoy con nosotros. Ni católicos

ni protestantes son fundamentalistas aferrados a lo antiguo. Por eso se puede crear

el espacio ecuménico. Es la aplicación del «conmo-nito-rium» de Vicente de Lerins:

«Ecclesia dicens nove non dicit nova.» (Cap 22) La Iglesia dice lo mismo pero de

manera nueva.

Estas son bases del espacio ecuménico. Los protestantes saben que su razón de

ser es reformar la Iglesia, pero reformar la Iglesia existente, no una ideal. La

Iglesia debe, en buena parte, a lo protestantes, a su libertad para entrar en diálogo

con la modernidad, el poder ser cristiano.»

Y todos festejamos que el Concilio diga: «La norma suprema de la fe cristiana es

la Sagrada Escritura, unida a la Tradición.» y agradecemos el diálogo de los

cristianos de la reforma con la modernidad.

2. El hermano Max Thurian

El Hermano Max Thurian, asistente del prior de Taizé, fue observador protestante

en el Concilio, invitado por el Secretariado romano por la Unidad. Los Hermanos

Schutz y Thurian estuvieron presentes en el Concilio por razón de su trabajo

ecuménico, a raíz de contactos que han tenido en Roma desde 1949. El Hermano

Thurian siguió en su totalidad los trabajos conciliares. Teólogo comprometido en la

vida de los hombres de hoy, ha escrito una decena de libros, entre los que

destacamos sobre todo: «L‟homme moderne et la vie spirituelle» (El hombre

moderno y la vida espiritual). «Amour et vérité se rencontrent,» (El amor y la verdad

se encuentran). Escuchemos sus palabras.

«Un desafío es un llamamiento, y muy en especial un llamamiento al combate. ¿A

qué combate el Concilio Vaticano II puede llamar a los cristianos, en primer lugar

a los católicos y, de rechazo, a todos nosotros? La respuesta es fácil e inmediata: el

Concilio, a todos los que lo han seguido de cerca o de lejos, se ha mostrado como

un llamamiento a una renovación interior, a un combate espiritual contra la

esclerosis, el conformismo, el sueño, un llamamiento a la reforma de la Iglesia por

la Palabra de Dios, con vistas a un diálogo renovado con el mundo que no puede

creer. Algunos pueden pensar que ha tenido éxito en su empeño; otros, que los

resultados no son suficientes; todos, sin embargo, son invitados a proseguir o a

comenzar ese combate de la «puesta al día», del aggiornamento, como lo llamó

Juan XXIII.

Ciertamente el Concilio Vaticano concernía en primer lugar a la Iglesia católica

romana, pero la importancia del movimiento que ha desencadenado no puede dejar

tranquilo a ningún cristiano. Todos somos llamados, cada uno por su lado, en cada

una de nuestras Iglesias, a ese combate espiritual contra las potencias de freno, de

embotamiento, de sueño y de muerte, que quisieran impedir a la Iglesia de

Jesucristo permanecer siempre viva y joven, en la luz del Evangelio, para decir al

mundo, en un nuevo lenguaje, que ha sido salvado por la cruz y la resurrección del

Hijo de Dios.

Todos los cristianos, protestantes, ortodoxos y católicos, hoy más que nunca,

somos llamados sin descanso, desafiados a ese combate singular contra la muerte,

por la vida de la Iglesia de Cristo y de su Palabra en el mundo.

Este llamamiento, nuevo y antiguo, los católicos lo han escuchado a través del

Concilio; nosotros, cristianos de otras Iglesias, debemos también escucharlo de

nuevo de la boca de Cristo porque, si la Iglesia católica tiene necesidad de una

reforma y la ha comenzado, ¿quién podría pretender que nosotros, Iglesias de la

Reforma, podemos estar satisfechos y contemplar desde fuera lo que hace la Iglesia

de Roma? No, el Concilio es para nosotros, como para los católicos, la ocasión de

un desafío del Señor al combate de la fe evangélica y universal, para la renovación

de la Iglesia, con vistas a un diálogo con el mundo moderno.

No es posible aquí abarcar todo lo que el Concilio ha podido realizar con vistas a

la renovación de la Iglesia católica. Yo quisiera simplemente indicar el espíritu de

esa renovación, y notar en qué medida ese espíritu de renovación constituye un

desafío a los católicos y, de rechazo, a todos los cristianos, desafío del Espíritu

Santo dirigido a la Iglesia de Cristo.

Quisiera ... demostrar que el desafío del Concilio no está agotado por los textos

promulgados, sino que el espíritu del Concilio sobrepasa los textos y empuja a la

Iglesia católica hacia un dinamismo de renovación que va a continuar por mucho

tiempo, si no sobreviene ningún frenazo imprevisto, lo que por ahora parece

improbable.» (1965)

3. Reflexiones del padre Ives M. J.. Congar, o.p Ives M. J. CONGAR, O. P., perito en el Concilio, formó parte, como teólogo, de

la Comisión teológica del Concilio y del Secretariado por la Unidad de los

Cristianos. Como tal, ha colaborado en la redacción de numerosos textos conciliares.

Miembro de la delegación de la Santa Sede ante el Consejo Ecuménico de las

Iglesias y ante la Federación Mundial Luterana. El Padre Congar es uno de los

grandes responsables de la «conversación ecuménica» de la Iglesia católica.» Al

final de su vida fue hecho cardenal.

«Querido Señor Pastor Leuba:

*Baluartes levantados uno frente a otro

Usted ha demostrado que no se puede permanecer en la situación de baluartes

levantados uno frente a otro, en una actitud de puro confesionalismo. Esta actitud

consiste en que cada uno reafirma que tiene razón en aquello mismo en que se

opone al otro y en que el otro se opone a él, sin aceptar nada de las cuestiones que

el prójimo nos plantea, sin pensar siquiera que nos pueda plantear una cuestión

válida: lo cual impide situarse en el plano del ecumenismo.

No se puede permanecer así porque estamos situados, por nuestros principios, en

el espacio ecuménico. Unos y otros sostenemos, en efecto, que la Revelación está

completa a la muerte de los Apóstoles y de este modo, toda afirmación de fe se

remite al testimonio apostólico, pero sostenemos asimismo, que la Palabra de Dios

se actualiza en la predicación y en la vida de la Iglesia, y de esta forma, nuestras

afirmaciones de fe se sirven de una tradición.

El confesionalismo pone el acento sobre uno de estos elementos y tiende a excluir

prácticamente el otro: Escritura sola sin Iglesia, o Iglesia con independencia de la

Escritura. Pero no puede eliminar el otro. Y porque no lo puede eliminar, estamos

en un espacio común; y porque acentúa el elemento opuesto con el riesgo de ser

unilateral, tenemos cuestiones que formularnos mutuamente. Hay tensión, puede y

debe haber diálogo. El nombre mismo de diálogo significa un discurso que cruza

una distancia y une dos términos...

*Protestantismo, reforma de La única Iglesia

Ya se ha hecho trivial la observación de que los reformadores del siglo XVI no

han querido «fundar» otra Iglesia. Ellos se levantaron contra un determinado

estado histórico del cristianismo, digamos también del catolicismo, esencialmente

determinado por ciertos desarrollos o ciertas formas que tomó durante nuestra

Edad Media. Así, pues, podemos sospechar que el confesionalismo corre el riesgo,

en la medida en que quedara estabilizado en el plano ideológico, de perpetuar una

situación histórica con lo que tiene de relativo. Reconozcamos al mismo tiempo que podría

conservar una cierta legitimidad temporal y, sin embargo, duradera, mientras el baluarte de

enfrente no haya aceptado ni respetado lo que hay de objetivamente válido en las demandas

presentadas.

*La Edad Media

La Edad Media Occidental se caracterizó por tres evoluciones importantes, entre

las que existen probablemente ocultas conexiones: la escolástica, las devociones, el

poder papal.

*La escolástica

La escolástica permitía entender, por el raciocinio, las afirmaciones de la fe,

como se ve en especial por las diversas categorías de «verdades católicas» que

distingue Guillermo de Occam en el primer tercio del siglo XIV. Pero ¿no era ése

un camino por el que el hombre podía pretender disponer de Dios, de su testimonio

y de su palabra? También se había producido una reacción en la misma escolástica

como una especie de glosa crítica que se ponía al margen del texto, en nombre de la

potencia absoluta de Dios, en nombre de lo que, en El, escapa soberanamente a la

aprehensión de nuestra razón. Lutero recogerá esta reacción crítica, pero

llevándola mucho más lejos y sometiendo enteramente a discusión el esfuerzo

racional de los doctores medievales. El no hacía distinciones: para él todo se

resolvía en negro o blanco, todo era del diablo o de Dios. La escolástica era del

diablo.

El historiador de la baja Edad Media, J. Huizinga, 38 ha demostrado que se

encuentran entonces todos los defectos y todas las cualidades de la Edad Media en

un estado de exceso y exageración. El arte ojival se ha convertido en flamígero; el

gusto por el esfuerzo decidido y el ansia de superación que le habían dado vida, se

habían vuelto excesivos.

*Las devociones

Esto vale, en especial, por lo que se refiere a las devociones. El sentimiento de

compasión se ha convertido en gusto desmedido por el dolor. Se multiplican las

prácticas minuciosas de devoción vinculadas a medios sensibles: devoción a los

santos, indulgencias, reliquias, prácticas de penitencia, peregrinaciones, etc. Que se

piense sólo en las 5005 reliquias de los personajes bíblicos más prestigiosos

conservadas en la capilla del castillo de Wittemberg, según el inventario de 1509.

«La piedad del siglo XV, considerada en sus formas exteriores e

independientemente de la profundidad del sentimiento que la anima parece

multiplicarse en retoños y excrecencias» (i). Ciertamente la fe es grande: será

bastante poderosa para alimentar a dos Iglesias, una y otra de gran vitalidad. Pero,

a pesar de tantos hombres de Iglesia y de tantos doctores, no se puede detener la

inquietante frondosidad de las prácticas exteriores de los «medios de gracia».

*El papado

Aunque herido en su prestigio por un largo cisma y a pesar de la incertidumbre

teórica manifestada respecto a él por algunos doctores, el poder del papado es

exaltado de muchas formas. Ocupa la cima de la pirámide, pretende poder deponer

a los reyes. Algunos, sobre todo canonistas, le atribuyen una autoridad tal que no

parece limitada por la autoridad soberana de las mismas Escrituras.

*Protesta de los reformadores: de Dios no se dispone.

Contra todo eso va a levantarse la protesta de los reformadores. Si se busca un

común denominador, se puede, a mi juicio, formular en esta expresión alemana: fue

una protesta contra el lugar asignado a las mediaciones humanas, en favor de una

absoluta «Unverfügbarkeit» Gottes. De Dios no se dispone.

Se podrían acumular textos para ilustrar esa intención profunda, su voluntad de

restituir a Dios, y esto de manera absoluta, exclusiva, su calidad de autor de todo el

orden salvador. No es el Papa quien determina las condiciones del mismo, es la

palabra de Dios. También Calvino dirige a los Romanos este reproche: (han

querido reinar sin Dios y sin su palabra» (2). Este reproche se transforma en

problema; así, en nuestros días, en la pluma de Karl Barth: (Aquí aparece la

grande -quizás, en suma, la única- cuestión que debemos plantearle a la Iglesia

romana: ¿en qué medida la infalibilidad del papa no le hace la competencia a la de

Jesucristo» Se podrían presentar muchas variaciones del mismo tema aplicadas a

los otros dos terrenos de que hemos hablado y, por ejemplo, a las prácticas, a las

devociones, al uso de los (medios de gracia). Es uno de los hijos de K. Barth,

Markus, quien escribía: «todo lo que se le atribuye al bautismo ¿no se le arrebata a

la cruz?» 39 Un texto semejante nos hace sospechar lo que puede existir, mezclado

con la cuestión irrecusable de mal planteamiento del problema y de falsa

alternativa.

El tema de la Unverfügbarkeit Gottes — ¡de Dios no se dispone! — ha tomado, en el

pensamiento protestante, una forma positiva. Se enuncia así: Dios es siempre

sujeto, nunca objeto. En una palabra, está siempre en situación de actuar de

manera soberana y de determinar, sin ser nunca determinado por nosotros ni

constituir el término de nuestras iniciativas.

*Perspectiva de los reformadores: Reinterpretación del conjunto del cristianismo,

en una línea de relaciones personales-dramáticas»

Los Reformadores han afirmado un Dios activo y personal. Ciertamente, tal ha

sido siempre el Dios de la fe, tal ha sido siempre el Dios de los santos. Pero la

Reforma, tan opuesta al mundo de los humanistas y del Renacimiento por sus

afirmaciones sobre el pecado y la gracia, sobre la soberanía de Dios y la

insuficiencia del hombre natural, se ha aprovechado de muchas aportaciones del

mundo moderno naciente, del que, en nada, es contemporánea. Es el caso, en

especial, del sentido del sujeto personal como realidad irreductible al orden o al

mundo de las «cosas» 40. Por encima de las cuestiones o de las repulsas

particulares, la Reforma se planteaba como una reinterpretación del conjunto del

cristianismo, en una línea de relaciones personales-dramáticas: ¡al ser sometido a

discusión el hombre ante Dios por la Persona trascendente y soberanamente libre

de Dios!

*Perspectiva católica

La Iglesia católica del siglo XVI no ha visto las cosas de este modo. Ha visto, en el

levantamiento de los reformadores, la negación y la recusación de un cierto número

de puntos de doctrina, de disciplina y de culto junto con la recusación, como

fundamento y común denominador, de la autoridad eclesiástica recibida de Cristo

por los Apóstoles. A partir de entonces, la Iglesia ha condenado; los apologistas

católicos han defendido cada uno de los puntos atacados, sobre todo los más

vitales, como la misa, el papado, el valor de ciertos artículos de los que la Escritura

no da testimonio directa y formalmente. Muy pocos de esos apologistas se han

esforzado verdaderamente por ver lo que Lutero reclamaba, detrás de lo que él

negaba o discutía.

*En verdad qué buscaban los reformadores

Sólo algunos lovanienses han hecho un pequeño esfuerzo en ese sentido. La gran

mayoría de los teólogos, la Iglesia jerárquica, han tratado simplemente de cazar las

proposiciones nuevas, de tapar brechas, de justificar y reafirmar lo que se les había

transmitido. Esto no era nuevo: se había actuado de la misma manera, y más

brutalmente aún, en lo que se refiere a los movimientos populares que, desde hacía

cuatro siglos, en condiciones a veces muy mediocres, habían planteado, no

obstante, un cierto número de cuestiones, y formulado demandas tales que, de haber

sido acogidas y respetadas, quizás se hubiera podido evitar la ruptura, que todavía

perdura, del siglo XVI.

*Se han refutado sus negaciones, pero no se han escuchado sus cuestiones

Se comprende que la Iglesia haya acudido a lo que le ha parecido más urgente.

Ha reaccionado con el instinto del ser vivo que se sabe o se cree atacado. En una

palabra, en el siglo XVI se ha evitado la discusión seria que realizaba la Reforma.

Se han refutado sus negaciones, pero no se han escuchado sus cuestiones.

Así ha ocurrido durante cuatro siglos, casi enteramente dominados, unos y otros,

por el espíritu confesionalista y polémico tal como ha sido definido más arriba.

*La Tradición

Las dificultades, por lo demás, nos acosan hasta allí, porque si el origen nos es

común, no estamos de acuerdo sobre la concepción de las fuentes. No leemos

enteramente las mismas cosas, ni siquiera en las Escrituras que nos son comunes.

Como dice Paul Eudokimov, «la Biblia cerrada nos une; desde el momento en que

abrimos sus páginas, la Biblia abierta nos separa.» ¿Es que cada uno la lee según

su tradición? Sí, y esto es generalmente admitido en el Movimiento ecuménico. Pero

los católicos no deberían juzgar por eso resuelta la cuestión de la Tradición. Por

parte de los protestantes, se reconoce ya su existencia, su necesidad, se le reconoce

incluso, y cada vez más, un cierto valor, pero no un valor normativo propio. Como

la luna, no transmite más que luz que recibe del único sol, -se dice: de la Palabra de

Dios-, pero realmente se piensa: de las Escrituras. En una palabra, nos

encontramos con la cuestión expuesta con tanta claridad por el Pastor Leuba: la

tensión entre doctrina del magisterio y doctrina de la Escritura. Por lo menos ahora

sabemos que la solución no consiste en eliminar u olvidar uno de los dos términos.

Uno y otro se imponen en nuestro espacio ecuménico común.

*Lo ecuménico, algo sagrado no negociable: Texto rechazado por no ser

ecuménico

...Las probabilidades de éxito del texto preparado estaban seriamente

comprometidas cuando Mons. De Smedt, en nombre del Secretariado por la

Unidad, explicó, en una intervención impresionante en extremo, las condiciones que

se requerían para que se pudiera decir de un texto que era «ecuménico». Todo el

mundo quería que lo fuese. Esta intervención fue decisiva. Cuando tres días más

tarde, el 20 de noviembre de 1962, fue propuesto un voto de principio, el proyecto

de texto fue rechazado por casi dos tercios de votos por esta razón -no por otra-,

porque no era bastante ecuménico y corría el riesgo de poner obstáculos a nuestro

diálogo. El Padre R. Rouquette, en su crónica de Etudes, podía con razón escribir

que, desde ese 20 de noviembre de 1962, data el fin de la Contrarreforma.

Es cierto. El Concilio había querido de manera muy clara salir de una situación

de baluartes levantados uno enfrente de otro y situarse de lleno en el espacio

ecuménico, abriéndose a las cuestiones de los otros: no quizás para darles

respuesta esta vez, al menos plenamente, sino para prepararles sitio y la posibilidad

de abordarlas juntos un día en condiciones viables. El Concilio fue incitado en ese

sentido por la gracia que lo guiaba, por las convicciones ecuménicas ya sólidas de

un buen número de participantes, Padres y teólogos y, por último, por la presencia

bendita y la colaboración discreta de los observadores. El Concilio no sólo se ha

aprovechado de los estímulos del Movimiento ecuménico; se ha aprovechado

también de una verdadera presencia de los otros; se ha mantenido bajo su mirada y

con la conciencia de que debía dar algunos pasos hacia ellos. Los observadores han

intervenido con su presencia, que era una presencia religiosa, con sus

observaciones, con los numerosos contactos que han establecido, con las

conversaciones, con los informes que han podido presentar. De forma que el

Concilio ha podido practicar, en cierta medida, una especie de lectura entre dos,

gracias a la cual la visión del otro deja de sernos extraña y hostil y lo que nos es

común en principio se hace común de hecho.

*La Dei Verbum

El proyecto de texto sobre Escritura y Tradición rechazado el 20 de noviembre de

1962 se ha rehecho dos veces. Y se ha convertido, profundamente transformado, en

la Constitución Dei Verbum definitivamente aprobada por 2.344 votos contra 6 y

promulgada el 18 de noviembre de 1965. Los observadores han declarado

unánimemente que el texto no cierra ninguna puerta y que constituye una buena

base de diálogo. Es cierto. Evita presentar la Tradición en competencia, desde

enfrente y desde fuera, con la Escritura, lo que constituía el pecado original de la

polémica del siglo XVI. Contiene numerosas afirmaciones de gran valor sobre el

pueblo fiel, todo él guardián y propagador de la Tradición apostólica, sobre el

deber que tiene el magisterio, al que compete la función de interpretar

auténticamente la Palabra de Dios, de escuchar primero y de someterse a ella (n.°

10) y, por último, sobre la necesidad de que «toda la predicación eclesiástica, como

la misma religión cristiana, se alimente y se regule con la Sagrada Escritura)»

(n.° 21).

De una forma menos espectacular, la Constitución conciliar presenta la

Revelación como el acto por el que el Dios vivo inicia las relaciones interpersonales

de la Alianza y ese «diálogo de salvación» del que habla S. S. Pablo VI en la

Encíclica Ecclesiam suam. Sin perder nada de la objetividad de la Verdad revelada,

se supera netamente un objetivismo de carácter «cosista», se reconoce el carácter

personal del acto de la Revelación por parte de Dios, y de la fe correspondiente por

parte del hombre. Esta fe comporta, ciertamente, como elemento esencial la

adhesión a un contenido de verdad, pero es presentada ante todo como el acto por

el que «el hombre se abandona por entero y libremente a Dios» (n.° 5): he aquí una

fórmula que, hacia 1910, se hubiera censurado por tener resabios de la «fe fiducial

de Lutero».

*Dios sujeto activo, empeñado directamente. No autoglorificación de la Iglesia

Habría todo un estudio interesante que hacer para comprobar el cuidado que ha

tenido el Vaticano II de presentar a Dios como sujeto activo y soberano de las

acciones salvadoras. Yo mismo he sido muchas veces testigo de ese cuidado en las

comisiones de redacción de los textos; por ejemplo en la forma en que se habla del

Reino de Dios como procurado por Dios mismo y vinculado estrechamente a la

persona de Cristo. Se está lejos de una autoglorificación de la Iglesia, lejos de un

eclesiocentrismo. Sin duda se habla mucho de la Iglesia: es la primera vez en la

historia que ésta se definía a sí misma. No lo ha hecho formulándose por sí misma,

sino poniéndose por entero en relación con Cristo en cuanto es Aquel de quien

depende totalmente, y en relación con los hombres o con el mundo en cuanto son

aquéllos de quienes ha sido constituida sierva para gloria de Jesucristo. El Santo

Padre lo ha expresado bien, en su discurso de apertura de la tercera sesión del

Concilio: «La Iglesia no es fin de sí misma, sino fervientemente desea ser toda de

Cristo, en Cristo y para Cristo, y toda igualmente de los hombres, entre los hombres

y para los hombres»

*Vuelta a las fuentes, vuelta al centro

Se ve bien, pues, que toda vuelta a las fuentes lleva, por su mismo impulso, una

vuelta al centro. Los interrogantes que dirigíamos a nuestras fuentes comunes nos

conducen también a nuestro centro común. El Concilio ha comenzado su trabajo

por la Constitución sobre la sagrada Liturgia, toda ella animada por la celebración

del misterio pascual, como un organismo que está animado por su corazón. ¿Y

quién no ha conservado el recuerdo de los acentos del discurso de apertura de la

segunda sesión? El Santo Padre se preguntaba por dónde había que comenzar la

marcha, qué camino tomar, hacia qué meta dirigirse. Y continuaba: todas esas

preguntas tienen una sola respuesta, Jesucristo. Y precisaba de qué manera

Jesucristo es el secreto de todo lo que se tenía que tratar en el Concilio. ¿Se debía

hablar de la Iglesia? Esta no existe ni se comprende más que a partir de Cristo. Si

se trataba de la renovación de esa Iglesia, su necesidad arrancaba de la fatal

desproporción existente entre una Iglesia humana e histórica y lo que Cristo, su

Señor, exige de ella. Si se trataba de una mayor apertura al mundo, a quienes están

cerca y a quienes están lejos, Pablo VI la colocaba bajo el signo del amor universal

de Cristo.

*Fin del régimen postridentino, de la cristiandad, de la contrarreforma, de la

escolástica, de la filosofía perenne.

..El Concilio no ha señalado solo el fin de la Contrarreforma. De hecho, y en

conjunto bastante conscientemente, el Concilio ha superado y como dado un salto

sobre cuatro siglos de régimen postridentino, a los que habían precedido cuatro

siglos de escolástica. En una gran parte, el trabajo de renovación teológica del

Concilio ha consistido en remontarse por encima de esos cuatro siglos hasta una

tradición más profunda, más conforme con el carácter de la Iglesia indivisa.

*Vuelta a la Palabra

Tal es el caso, en especial, de las tres Constituciones sobre la Revelación, sobre la

Iglesia y sobre la Liturgia. Pero la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el

mundo actual y la declaración sobre la libertad religiosa no se pueden

verdaderamente comprender más que si se abandonan las perspectivas medievales y

el sistema postridentino, sin detrimento, por otro lado, de la continuidad de un desarrollo

de las ideas.

Pero sería necesaria una nueva conferencia para explicarlo de forma conveniente.

Y habría también tantas iniciativas que comentar... Aquélla, por ejemplo, tan llena

de promesas respecto a las cuestiones más difíciles pendientes entre nosotros, por la

que, tanto en el decreto sobre los sacerdotes como en la Constitución sobre la

Liturgia, el Concilio ha reintegrado plenamente la Palabra en el ministerio

sacerdotal y en las celebraciones del culto sacramental.

*Conclusión: Hacia el futuro

Pero sería conveniente, sobre todo, para responder plenamente al título de esta

conferencia, tratar la otra mitad de nuestro tema. «Católicos y protestantes se

interrogan». Pienso haber demostrado qué cuestiones nos plantea la Reforma y

cómo, después de haberlas ignorado durante mucho tiempo, la Iglesia católica ha

comenzado a abrirse a ellas. Era normal que yo insistiese, sobre todo, en este lado

del problema. El Sr. Pastor Leuba ha formulado, por lo demás, muchas de las

cuestiones que la Iglesia católica plantea al protestantismo. La Iglesia católica

plantea, por su misma existencia, la cuestión de la Iglesia con sus cuatro

propiedades de unidad, apostolicidad o continuidad visible, catolicidad, santidad.

Reconocemos gustosos que el Movimiento ecuménico ha influido sobre el Concilio.

Es claro que el Concilio debe, a su vez, influir sobre el Movimiento ecuménico. El

sacerdote Paul Couturier hablaba de una emulación espiritual. Muchos teólogos

protestantes reconocen que ya no pueden evitar ciertas cuestiones. 42

La Iglesia católica plantea la cuestión de la unidad. Podría haber un peligro en el

Movimiento ecuménico; el peligro de contentarse con el diálogo mismo y del hecho

de estar juntos para actuar y dar testimonio, si llega el momento, de la manera que

Dios conceda realizarlo. El Consejo Ecuménico de las Iglesias tiene plena

conciencia de que debe ir más lejos: el diálogo y la coexistencia no son más que

medios. No estamos más que en el comienzo de un largo camino que deberá

terminar en la comunión de todos en la fe, los sacramentos, la vida de un solo

Pueblo de Dios (que abarque evidentemente las particularidades legítimas). No

hace falta ser un especialista para saber que será muy largo y muy difícil. Hay

cuestiones básicas que debemos plantearnos y tomar en serio. Será preciso el

tiempo necesario para reconocer las falsas cuestiones, lo válido y lo inaceptable,

para encontrar una salida en los atolladeros y volver al verdadero camino después

de haberse extraviado. Hay cuestiones relativamente fáciles, las hay que, por

ahora, son insolubles. Pero también a propósito de estas últimas, me gusta citar las

palabras de Rilke con las que me vais a permitir que termine: «...quizás

sencillamente, viviéndolas, acabaréis por penetrar insensiblemente, un día, en las

respuestas...».

4. HACIA UNA TEOLOGÍA TRANSCULTURAL. COMO DIÁLOGO INTERCULTURAL,

COMO TEOLOGÍA INTERRELIGIOSA, COMO TESTIMONIO INTERRELIGIOSO

Y COMO TEOLOGÍA PÚBLICA.

Después de cincuenta años del Concilio, el ecumenismo y el diálogo interreligioso

se han practicado en todos los niveles y de muchas formas. Distingamos al menos

cuatro formas: como diálogo intercultural, como teologías en diálogo o comparadas,

como testimonio interreligioso, como teología pública.

1. El ecumenismo como diálogo intercultural.

Después del Concilio, para ser luz de los pueblos, los cristianos nos dedicamos a la

llamada inculturación como esfuerzo por revestir el Evangelio de las formas

culturales de los destinatarios. Se hablaba, por ejemplo, de inculturar el Evangelio

en la cultura adveniente de la globalización, o en celebrar la misa con los vestidos y

rituales de las culturas del mundo entero.

Lo mismo se intentó con los medios de comunicación; sin vivir el Concilio ni

volver al Evangelio de servicio y pensando con los paradigmas de la cristiandad, se

ambicionaba llevar el mensaje en radio, televisión e internet. Un misionero me

compartía su sueño evangelizador de llevar un avión a todos los aeropuertos para

presentar un show con los vestidos y coreografía típicos de cada país. Este esfuerzo

de la inculturación se orientó a la difusión del cristianismo de los países del sur. Y

esto se llegó a llamar nueva evangelización.

Ahora comprendemos que toda teología es diálogo intercultural, incluida la

escolástica. El «meliorismo» dice que la religión cristiana es indudablemente la

revelada y superior a toda posible forma religiosa. Luego solo rechazando las

propias creencias y costumbres podían salvarse quienes no eran cristianos europeos

occidentales u orientales. Pero ahora sacamos mejores conclusiones de nuestra

visión intercultural. Ahora los hindúes y muchos otros de Asia Pacífico ven cómo

los cristianos se apropian sus herencias culturales y religiosas y expresan la fe

cristiana en sus culturas. Ya no le tenemos pavor al sincretismo o al irenismo, antes

perniciosos.

Un ápice de esta tendencia es este título de un libro: «Aboriginal Religión as

World Religión.» Religión aborigen como religión mundial. Ante este título, un

sociólogo exclama: hasta ahora las religiones universales han sido las religiones del

imperio, del centro, de los colonizadores. ¿Está emergiendo una religión mundial a

partir de los sometidos, de la periferia, de los colonizados? Al menos, se han roto

las fronteras culturales como baluartes religiosos infranqueables. 45

2. El ecumenismo como teología interreligiosa

*El diálogo interreligioso como hecho nuevo para muchos

No estaba permitido ni siquiera previsto en la misionología clásica que los otros

dieran testimonio ante nosotros de verdades espirituales y usos que ellos tenían pero

nosotros no, y que eran salvíficos independiente-mente de la economía cristiana.

El Vaticano II abrió un resquicio al plantear relaciones con otros credos, distintas

del dogmatismo, la dominación y la conversión. El documento «Dominus

Jesús,» en cambio, reafirma que lo que busca la Iglesia es la conversión de los

otros.

Considerado ahora el movimiento de la inculturación como obsoleto y

postcolonial, quedan en firme tres movimientos: el de la liberación, el pentecostal y

el movimiento interreligioso como testimonio de la acción de Dios en cada cultura o

religión y como praxis, experiencia y encuentro. 46

Estos tres movimientos aplauden a Europa que impugna el cristianismo asociado

a una metafísica y opta por el pensamiento débil, «Pensiero débole» o por el

pensamiento complejo de los sistemas y no de esencias, o por el pensamiento

líquido, no de identidades definidas y manejables. Aplauden también que no se

hable de una religión revelada y única verdadera, y que se insista en el agnosticismo

del Antiguo Testamento y de la carta a los Hebreos que hablan de Dios como fuego

devorador e inaccesible. Dt 18.

En Europa los cristianos ven establecerse sólidamente otras religiones fuera del

cristianismo, y comparten con musulmanes, judíos o fieles de otras religiones. Más

aun, en las universidades de Tubinga, Münster y Osnabrück hay también

departamentos de teología islámica. Y dentro de pocos decenios esas naciones

pueden ser repúblicas islámicas. ¿Qué significa para los cristianos la salvación que

ellos esperan?

Y los movimientos de liberación y pentecostal, tan difundidos en el sur, pueden

responder a diversos anhelos populares que deberían integrarse. En Asia se expande

el deseo de experimentar la fe cristiana a través de comprensiones espirituales de

diversas tradiciones religiosas, con sus escrituras sagradas.

*Tres tipos de teólogos

Dialogar a nivel de cultura religiosa es difícil, por el enfrentamiento de religiones y

culturas, que defienden sus propias riquezas acumuladas por milenios, y están

dispuestas al fundamentalismo. Ya debemos pasar al testimonio interreligioso. Para

percibir el inmenso paso que se ha dado a partir del Concilio en el diálogo de las

religiones, distinguimos tres tipos de teólogos:

Los teólogos exclusivistas se centran en su propia religión como la única senda de

salvación, los inclusivistas aceptan elementos de verdad salvífica en las otras

religiones y los pluralistas consideran todas las religiones como sendas válidas y

equivalentes de salvación.

En Roma, exclusivista, se dice «La meta del diálogo es descubrir y reconocer los

signos de la presencia de Cristo y de la acción del Espíritu , así como examinar más

profundamente su propia identidad y dar testimonio de la plenitud de la revelación

que ella ha recibido para bien de todos.» 47 Y la meta de la misión es guiar a las

personas al reconocimiento explícito de lo que Dios ha hecho por todos en Jesucristo

e invitarlos a ser discípulos de Jesús convirtiéndose en miembros de la Iglesia 48

El teólogo pluralista Paul Knitter aboga por la eliminación de la distinción entre

diálogo y misión o proclamación. Y hay teólogos exclusivistas que abogan también

por entender la misión como diálogo inter-religioso.

John Hick mantiene la distinción entre diálogo confesional y diálogo de búsqueda

de la verdad, para privilegiar el diálogo no confesional. 49

*Teología comparada y testimonio compartido

Puede haber diálogo sin testimonio como intercambio respetuoso; pero no debería

haber proclamación sin testimonio, pues no se trata de testimoniar una verdad, a la

manera griega, ni solo de dar testimonio de la verdad de las creencias sino de

testimoniar un amor personal. Dice Pablo: «Me hice todo para todos: di testimonio

de mi amor.» Cuando no hay este testimonio de amor interpersonal puede suceder

que el diálogo con intenciones misioneras sea visto como sospechoso, como dice

Sita Ram Goel, en «Catholic Ashrams,» unos hindúes han acusado a los cristianos

de fingir estar interesados en el diálogo, cuando el fin que buscan es convertir las

masas incautas.50 Como en la pastoral ordinaria, cuando predomina la predicación y

falta el testimonio de amor interpersonal, puede haber convencimiento de leyes o

verdades pero no cambio de vida interrelacional.

Otro testimonio interreligioso puede darse en la teología de las religiones, pero

debe tenerse presente que pueden darse diversas teologías dentro de la misma

religión, en particular en el cristianismo, que no está determinado a una sola cultura.

Lo mismo en la teología comparada que puede considerarse como una forma

sistemática del diálogo interreligioso. Pero esta modalidad no presupone un

interlocutor de otra religión. Cada uno puede comparar todas las religiones. La

garantía de acierto en todos estos estudios no lo dará una determinada metafísica

sino una apertura humilde a reconocer la acción de Dios en todo. Tanto la teología

comparada como la teología de las religiones suponen que hay verdades y que se

pueden comprobar en los escritos sagrados.

El testimonia entrañaría testificar la verdad de la fe religiosa propia como única,

sin juzgar si en las otras hay verdad o no. Ignorancia o agnosticicismo acerca de las

verdad del otro. «Nostra Aetate» guarda todavía silencio sobre la validez salvífica

de todas las religiones.

* Hacia un ecumenismo de vivencia en la base

Es peligroso poner la misión en dogmas lógicos o en intervenciones mesiánicas

de los poderes para imponer una fe o defenderla. El cristiano puede preferir poner la

fe en la comunión que se vive en las comunidades de amistad y de fraternidad, de

creatividad y de esperanza, en el mayor pluralismo, como camino siempre abierto y

no como forma jurídica estática.

Las identidades denominacionales se irán diluyendo en el futuro, y el ecumenismo

pasará a ser un diálogo entre diversas formas de vivir el cristianismo, en el cual irán

entrando también formas religiosas de muchas religiones. Aquí también se dará lo

que hemos notamos en el Concilio: desde la misión, desde los destinatarios se están

dando los fermentos y las corrientes espirituales llamadas a renovar el centro, a

enriquecer al misionero.

Por eso no basta una reevangelización o nuevo esfuerzo de evangelizar con los

mismos contenidos de la cristiandad, ya que el método de la inculturación ha

pasado. Se superan las relaciones hegemónicas que occidente mantuvo durante

largos siglos con el resto del mundo y que generaron un modo de ejercer la misión

desde el centro.

En esto seguimos las huellas del Concilio, como lo vimos, que dejó su fijación en

los poderes que la jerarquía tiene desde arriba, como en la Aeternus Unigeniti Pater,

y, en cambio, fijó su mirada en los ojos de todos los miembros de la humanidad,

para los cuales debemos ser en Cristo luz de los pueblos, «Lumen Gentium.» 51

La cristiandad respondió al movimiento unificador que se dio desde el imperio

romano. En el siglo VI, el emperador Justiniano propuso la ideología de la sinfonía,

según la cual el imperio terreno era el icono terrestre del reino de Dios, y el

emperador cristiano estaba en su «centro.» Los emperadores se proponían erradicar

el paganismo, sin libertad religiosa. La religión cristiana era la oficial del imperio y,

por tanto, era factor esencial de la unidad cultural. Bizancio se reencarnó en Rusia,

dicen en el patriarcado de Moscú, eje eclesial de la ortodoxia.

La modernidad fue un proyecto general que aliviaba a la humanidad de las cargas

de la tradición dogmática, de los poderes y de la subyugación medieval, que nos

ayudó a dar el salto de niños a adultos. Pero en lugar de la sumisión medieval, por

la modernidad, soportamos las cargas de las ideologías, las cuales llevan a cuestas

noventa millones de muertos de dos guerras mundiales provocadas por ellas.

Hoy tenemos la globalización plasmada en la internet como mesa redonda

universal, y la presencia de prodigiosa variedad de culturas y de religiones que

interactúan libremente y producen efectos pluralizantes en la praxis religiosa. El

pluralismo religioso actual no tiene precedentes en la historia de la humanidad.

En este mare magnum de religiones, el cristianismo tiene delante de sí, junto con el

diálogo con las religiones de los países llamados cristianos, dos inmensas miradas:

hacia el monoteísmo del Islam y del Judaísmo, mil quinientos millones, y hacia el

Asía del budismo y demás creencias, tres mil millones.

*Apertura del Concilio

El concilio replanteó todo volviendo al evangelio en líneas esenciales. Ahora se

vislumbra un futuro si desarrollamos las premisas de la «Lumen gentium,» de la

«Dei Verbum» y de la «Gaudium et Spes,» en el pluralismo de las comunidades

dentro de la unidad del evangelio. Así como hubo múltiples cristiandades, hay hoy

múltiples modernidades, y lo múltiple será característica del cristianismo y de las

formas de praxis cristiana. Esto ya está brotando sobre todo en el sur. La

multiplicidad y la globalización caracterizarán el movimiento de las culturas en el

futuro próximo. Es necesario responder a cada forma cultural con el mismo

evangelio de Jesús, con la fe cristiana según la praxis de Jesús y de las comunidades

postapostólicas.

*No diálogo de religiones sino diálogo del evangelio de Jesús con todas las

religiones

Al final, el camino para el diálogo fecundo con las culturas y religiones es la

propuesta de Jesús, en la laicidad y secularidad del amor fraterno y de la comida en

común que él nos dejó como revelación clave. Es la asombrosa novedad de la gran

encomienda: «Vayan y hagan grupos de discípulos, sacados de todas las naciones,

culturas o religiones.» (Final de Mateo)

Este diálogo se facilitará si se hace en pequeñas comunidades que de verdad vivan

el evangelio del amor mutuo y del servicio, para que los otros se fascinen con el

amor que todo ser humano alberga y anhela. Esta experiencia se complementa

ubicándose en la situación de los primeros siglos de las comunidades apostólicas y

de las eclesías cristianas, cuando gentes monoteístas, politeístas o animistas se

sentían atraídas por cada pequeña comunidad cristiana ubicada en su entorno

cultural. En menor escala ese diálogo se dio en otros momentos históricos, como en

la convivencia de judíos, cristianos y musulmanes en España durante varios siglos.

Juan lo dice a su manera: «En el amor que se tienen unos a otros se darán cuenta

los demás de que ustedes son discípulos míos.»

*El islamismo

*Dawah 52

El Islam debe ser un interlocutor necesario del diálogo y del testimonio

interreligioso. El cristiano ha tenido la misión y el musulmán la dawah. «Dawah»

significa llamar, invitar convocar. Los invitados son todos los seres humanos, y la

invitación de refiere a Dios (Fussilat 41:33-35), visto como algo eterno y conocido

especialmente entre la gente del Libro, no como algo nuevo. Al-Ankabut 29:46.

La invitación de los musulmanes es a descubrir la senda que se perdió: es una

conversión. (Al-Baqarah 2:130 «Da‟wah» es un llamamiento a volver a uno mismo.

El predicador anuncia y así cumple: «No te mandamos como guardián sobre ellos,

ni eres de ellos responsable» (Al-Anam 6:106). El profeta Mahoma predica la

unicidad de Dios. El sagrado Corán también afirma: en religión no hay coacción.

Lo único que debe mantenerse incólume y que no puede cambiarse son los

fundamentos del Islam, pero deben respetarse las creencias y costumbres religiosas

de los otros.

Dawah es una llamada hacia Dios, un yo interior que conecta con el Dios amoroso

y providente. La innata naturaleza humana, o fitra, anhela por su creador. «Cuando

mis siervos te pregunten acerca de mí, yo estoy cerca de ellos. Yo escucho la

oración de todo aquel que suplica cuando apela a mí» (al Baqarah 2: 186); pero

«Que escuchen también con empeño mi llamada y crean en mí.» Este trato tiene una

finalidad: que puedan caminar por el sendero recto.» Este es el objetivo final de

Dawah. Dios es el invitador, llama a sí a los seres humanos, y les pide que

reconozcan esa llamada y se identifiquen personalmente con él. (al Ra‟d 13:14). El

que no hace esto se expone a terribles consecuencias.

He aquí lo que dice el Corán acerca de Jesucristo y de María, lo cual será una base

maravillosa de nuestro diálogo con el islamismo.

*Oración de un grupo de cristianos y musulmanes.53

«Somos conscientes de que todas las religiones poseen su verdad, su bondad, su

poder de salvación, y están llamadas a abrir cauces de acercamiento, hasta que

descubramos que, en todas las religiones, es la misma y única verdad, la eterna

bondad, la salvación universal que nos viene gratuitamente del Dios único, de su

voluntad salvífica universal.

Aunque seamos pocos en número, representamos el sentir mayoritario de la

humanidad histórica: que no habrá verdadero progreso y bienestar en los pueblos,

sin el esfuerzo conjunto de todas las religiones de la Tierra por erradicar la

miseria, el hambre, las epidemias, la violencia de género, la explotación del hombre

contra el hombre.

Estamos aquí porque sabemos que la historia verdadera, la historia del bien, de la

verdad, de la justicia, de la libertad y de la paz, se escribe con gestos sencillos, con

gestos salidos del corazón, como este que ahora realizamos todos nosotros,

musulmanes y cristianos, al darnos la mano unos a otros, cada uno al que tiene a su

lado, mientras decimos con todas las fuerzas de nuestro ser: ¡Hermano, te amo!„‟

Texto leído en una reunión de oración y convivencia islamo-cristiana, en Murcia, el

veintidós de Junio de dos mil dos.

*Lo que dice el sagrado Corán acerca de Jesús 54

Jesús, hijo de María (Isa ibn Maryam, la paz sea con él) ocupa un importantísimo

lugar en el islam como profeta y mensajero de Allah, y también tiene un papel

esencial en la escatología islámica. A continuación veremos qué dicen el Sagrado

Corán y los Hadices sobre él.

Jesús en el Sagrado Corán

Dice Allah en el Sagrado Corán, de Jesús y María: «Y Nos hicimos del hijo de

Maryam y de su madre un signo (milagroso)» (Corán, XXIII, 50). Dice también que

nació de una virgen: «Cuando dijeron los ángeles: Maryam, Allah te anuncia una

palabra procedente de El, cuyo nombre será el Ungido („Masih‟, o „Mesías‟, en

árabe), Isa hijo de Maryam; tendrá un alto rango en esta vida y en la Ultima; y será

de los que tengan proximidad (a Allah). En la cuna, y siendo un hombre maduro,

hablará a la gente y será de los justos. Dijo (María): ¡Señor mío! ¿Cómo voy a

tener un hijo, si ningún hombre me ha tocado‟ dijo (Alláh): Así será. Alláh crea lo

que quiere; cuando decide un asunto, le basta decir: Sé. Y es. (Corán, IIÍ, 45-47). „

También dice: Gente del libro (expresión que engloba a cristianos, judíos y

sabeos): No saquéis las cosas de quicio en vuestra práctica de adoración ni digáis

sobre Alláh nada que no sea la verdad. Ciertamente el Ungido, hijo de Maryam, es

el mensajero de Alláh, su palabra depositada en Maryam, y un espíritu procedente

de él.

Creed, pues, en Allah y en su mensajero, y no digáis «tres». Es mejor para

vosotros que desistáis. La verdad es que Alláh es un Dios único. Está muy por

encima, en su gloria, de tener un hijo. Suyo es cuanto hay en los cielos y cuanto hay

en la tierra, y Alláh basta como Guardián. El Ungido no desprecia ser un siervo de

Alláh. Ni los ángeles que están cerca de él. Pero aquel que desprecie adorarle y se

llene de soberbia...Todos serán reunidos para volver a Él. (Corán, IV, 170-171)

Más adelante dice Alláh (swt) en el Corán: «Y cuando Alláh dijo: ¿Has dicho tu a

los hombres: tomadme a mí y a mi madre como dioses aparte de Alláh? Dijo

Jesús: ¡Gloria a tí! No me corresponde pedir aquello a lo que no tengo derecho. Si

lo hubiera dicho tu ya lo sabrías.»

Tú sabes lo que hay en mí, pero yo no sé lo que hay en tí. Ciertamente tú eres el

conocedor de lo más recóndito. Solo les dije lo que me ordenaste. ¡Adorad a Alláh,

mi Señor y el vuestro! Y he sido testigo de ellos mientras permanecí en su

compañía.

Así pues, Jesús es „palabra de Allah‟ y „espíritu proveniente de Allah‟, pero no es

„hijo‟ de Allah, que está por encima de todo lo que le atribuyen. Jesús es

„mensajero‟ de Allah („rasul‟, profeta que trae una nueva revelación de Allah), que

nos trajo el Inyil (Evangelio, en árabe), una reafirmación de la religión primordial de

Allah: el sometimiento („islam‟) a Él.

El Sagrado Corán nos dice también que Jesús no fue crucificado en realidad: «Y

por haber dicho: „Nosotros matamos al Ungido, hijo de Maryam, mensajero de

Allah. Pero, aunque así lo creyeron, no lo mataron ni lo crucificaron. Y los que

discrepan sobre él, tienen dudas y no tienen ningún conocimiento de lo que pasó,

sólo siguen conjeturas. Pues con toda certeza que no lo mataron. Sino que Allah lo

elevó hacia Sí, Allah es Poderoso y Sabio.» (Corán, IV, 156-7). Se deduce de aquí

que tanto la crucifixión como el que Jesús sea reconocido en la tierra por sus

discípulos como Dios, claves para la cristiandad, no juegan absolutamente ningún

papel en el islam, cuyo centro es la Unidad y Unicidad de Allah, y donde la

salvación procede del reconocimiento de esa Unidad y Unicidad de Allah, de la

Realidad Absoluta y no de un sacrificio o mistérico expiatorio. Dios está, pues, por

encima de todas las cosas, por encima de todas sus criaturas, por encima de toda

apariencia de este mundo.

Conviene citar aquí, a propósito de la crucifixión, los siguientes versículos del

Corán: «No digáis de los que han muerto luchando en el camino de Allah que están

muertos, porque están vivos aunque no os deis cuenta.» (Corán, II, 153); «Y no deis

por muertos a quienes han sido muertos en el camino de Allah; están vivos y reciben

provisión junto a su Señor.» (Corán, III, 16).

El Sagrado Corán nos habla también de los milagros de Jesús, como la

resurrección de muertos, el Evangelio, o el haber hecho bajar del cielo una mesa

surtida de viandas. Por último, cabe señalar aquí que Jesús (la paz sea con él)

también fue enviado para anunciar la venida de un profeta posterior: «Y cuando „Isa

ibn Maryam dijo: ¡Oh, hijos de Israel! Yo soy el mensajero que Allah os ha enviado,

en confirmación de lo que fue (revelado) antes de mí en la Torá y para traer la

buena nueva de un Mensajero que vendrá después de mí y cuyo nombre es el

Alabado („Ahmad‟, o sea, Muhammad).» (Corán LXI, 6). Esto concuerda con lo que

nos dice la Biblia (tres partes de la cual son de revelación divina, según el Corán: el

Pentateuco, „Tawrah‟, de Moisés; los Salmos, „Zabur‟, de David; y los Evangelios,

„Inyil‟, de Jesús) sobre la venida de un profeta posterior.

Así, Jesús, según Juan, 16, 7, dice: «Pero os digo la verdad: os conviene que yo

me vaya. Porque, si no me fuere, el Abogado (parakletos) no vendrá a vosotros;

pero, si me fuere, os lo enviaré.» Sustituyendo „Parakletos‟ por „Parakleitos‟, que

significa „Alabado‟ (en árabe: Ahmad, uno de los nombres del Santo Profeta

Muhammad, saws) se ve cuál es el significado de este pasaje.

*Jesús en los Hadices

Según los Hadices, o Tradiciones Proféticas (aquello que consta como dicho o

hecho por el Santo Profeta Muhammad, saws), Jesús y Mana, su madre, no fueron

tocados por Satán al momento de nacer, por eso no lloraron, algo que sí ocurre con

todos los demás seres humanos. Otros hadices nos comunican que Jesús regresará

poco antes del final de los tiempos para destruir al Anticristo („Al-Masih ed-Dayyal‟

en árabe), que habrá previamente hundido a la humanidad en lo más profundo,

presentando una espiritualidad corrupta, donde lo malo pasa por bueno, lo falso por

auténtico, etc.

Sura de la Apertura Patiha

1. Loa a Dios, dueño del universo.

2. el clemente y misericordioso.

3. soberano en el día de la retribución.

4. a ti es a quien adoramos, de tú es de quien imploramos socorro.

5. Dirígenos por el camino recto,

6. por el sendero de aquellos a quienes has colmado de tus beneficios,

7. no por el de aquellos que han incurrido en tus iras ni por el de los que se

extravían.

*La misión como proclamación, diálogo o testimonio

La misión como proclamación no es un diálogo interreligioso, pues en la misión

hay una intención proselitista y en el diálogo no. Este es un intercambio respetuoso

de información o de colaboración pacífica. Pero el diálogo interreligioso no es una

mera indagación histórica sobre una religión, puesto que en el diálogo se implican

los interlocutores. El diálogo explora posibilidad de fecundación mutua, inspiración

recíproca y transformación. El diálogo se distingue también de la Nueva Era, la cual

es búsqueda espiritual de la verdad personal valiéndose de las diversas religiones.

El diálogo así caracterizado se transforma en testimonio mutuo de la verdad

espiritual de la propia fe. Parte del presupuesto de que puede haber más verdad en

ambas que en una sola tradición religiosa. Algún día diremos: «no puedo ser

cristiano sin el Corán»; como, del otro lado, alguien decía: «no puedo ser cristiano

sin Buda.» 55 Para que, algún día, un musulmán diga: «no puedo ser musulmán sin

Jesús,» o un budista diga: «no puedo ser budista sin Jesús.»

Todo lenguaje religioso es simbólico, es relativo, es poético. La empatía fue un

concepto fundamental en la vida de Edith Stein, y el concepto clave de una nueva

civilización empática que reemplace la civilización de la fe proposicional y la

razón.

Europa y América son conscientes de que el desplaza-miento del cristianismo

hacia el sur exige un nueva orientación y un nuevo paradigma de inculturalidad.

*La otra mirada es hacia las religiones asiáticas que conocemos mediante la

Nueva Era. Remito a otros pasajes de nuestro proyecto: Los Videos 1 a 4.

3. El ecumenismo como teología pública 65

Como la pluralidad de religiones es un potencial de conflictos en una nación, que

pueden degenerar en violencia, las democracias modernas han acordado marginar

las religiones de las opciones prioritarias del estado. Ellas influyen como otras

instituciones. Así la democracia americana, las democracias de Europa, e incluso la

India que quiso ser laica, e Indonesia que rechazó convertirse en una república

islámica. En sociedades así, ¿qué papel desempeña la religión? Los estados hacen

mejor si apoyan las religiones como vehiculadoras de valores y de ética.

Pero quizá sea un tema más urgente el papel que debe desempeñar la ética en una

sociedad globalizada.

Los mercados financieros mundiales, por la industrialización y explotación

irresponsable de los recursos naturales, al prescindir de la ética, han desencadenado

crisis económicas de proporciones planetarias. Con estas se ha provocado una crisis

ecuménica mundial, al ver la irresponsabilidad con la que las religiones han sido

permisivas. Urge una globalización de la ética o una globalización ética, tan difícil

como necesaria.

Las religiones deben estar a la altura del reto del pluralismo global, y la

interacción constructiva para no caer en manos de los fundamentalismos rígidos

incapaces de aceptar la alteridad. No habrá paz mundial si las religiones no entran

en una relación de empatía para colaborar creativamente en el empeño de conjurar

los fundamentalismos. Es necesario, de modo especial, que todas decidan promover

con la dignidad de lo humano, la inviolabilidad de la naturaleza y el bien común.

Esta que podemos llamar «la alternativa ecuménica» nos permitirá evitar tanto los

fundamentalismos que degeneran en violencia como la tolerancia liberal con su

ideología de neutralidad. Esta tarea ilusionada no es posible para una sola religión;

ha de ser una tarea de ecumenismo religioso. Un primer paso es la «ética global»

según el proyecto apoyado por Hans Küng.

Nosotros debemos seguir dando testimonio del evangelio, conscientes del

imperialismo cristiano de que hicieron gala nuestros predecesores cristianos.

Tenemos que modificar profundamente nuestras metodologías misioneras, para

entablar diálogos creativos.

Pero los que van a realizar la comunión no son los ideólogos, los sacerdotes, los

filósofos o los políticos; ponemos la esperanza en la amistad y en el amor fraterno

en las bases de nuestras comunidades cristianas.

CONCLUSIÓN

RETORNO A LA FE DE LOS DISCÍPULOS

EN LAS ESTRUCTURAS ECLESIALES DE HOY.

Comenzábamos el libro con cuatro preguntas que habían estado muy presentes en

el Concilio Vaticano II

1. ¿Para quién es la Buena Nueva de Jesucristo en su Iglesia, hoy?

2. ¿Cuál es la oferta de la Iglesia según la fe de los apóstoles?

3. ¿Cómo se formula la fe de los Apóstoles según el Concilio Vaticano II? Y

4. ¿Cómo se puede poner en acción esta oferta de la fe de los Apóstoles y de la

Iglesia del Vaticano II, en las estructuras actuales de la Iglesia?

Nos hemos esforzado por responder a las tres primeras preguntas al analizar las

tres constituciones del Concilio: Dei Verbum, Lumen Gentium, Gaudium et Spes.

Para concluir el libro, me pregunto sobre la manera de poner en marcha el concilio

con seriedad en una parroquia actual: ¿Cómo poner en práctica el Concilio en una

parroquia? Y busco respuesta en la historia de la Iglesia posconciliar, sobre todo en

América Latina.

1. La teología de la liberación, alentada por Medellín y Puebla, fue la puesta en

práctica de la Dei Verbum que nos dice que Dios se revela en la realidad y en la

historia y que el conflicto es inherente a esta revelación, y que el objetivo de la

liberación es el hombre completo, y que la fe debe traducirse en igualdad fraterna de

los cristianos. El paradigma estático fue cambiado por el paradigma de la

transformación de estructuras por la fuerza del evangelio. Esta evolución la he

vivido con intensidad. Pero no cometamos el error de crear un orbe justo

organizando los pobres.

2. Las comunidades de base fueron búsqueda de la Iglesia de comunión,

pregonada por la Lumen Gentium y la Gaudium et Spes, y de la centralidad de la

Palabra de Dios, proclamada por la Dei Verbum. También esta línea la he vivido en

la Federación Bíblica Católica, impulsando la pastoral bíblica, porque el alimento de

las comunidades y su fuerza fue la pastoral bíblica, que aprendió la Iglesia también a

partir de la Dei Verbum. Con la pastoral bíblica se ha ido imponiendo también, en

la Iglesia, la nueva exégesis y la nueva teología.

3. El paradigma evolucionístico, fundamental de la conciencia humana de hoy, la

superación de los paradigmas estáticos de nuestras filosofías, y el paso de hombres

sumisos y niños, a hombres y mujeres adultos y críticos, constituye un gran

cambio, apenas comparable con el que se dio en el llamado siglo eje de la historia.

Este cambio, que no es parcial ni coyuntural, sino epocal, crea nuevas

oportunidades para la gran encomienda que nos pone en las manos, hoy, Jesús de

Nazaret resucitado y vivo.

Hemos comprobado que el cambio hacia la renovación y maduración en la fe ha

surgido de las fuerzas del evangelio vivido en verdaderas comunidades, -

monasterios, órdenes mendicantes, religiosos y movimientos apostólicos-

desarrolladas en el marco de la Iglesia católica como institución universal. La

jerarquía católica ha reconocido que la vida que llamamos consagrada pertenece a la

esencia de la Iglesia.

Para respetar los dos caminos, el de la ley y la institución, y el del amor fraterno,

sin conflictos mortales, se debe dividir la parroquia en dos dimensiones que se

respeten, que se apoyen, y que se enriquezcan mutuamente. Que las dos

dimensiones se desarrollen en tensión dinámica y escatológica, con diversa exégesis,

teología y paradigmas.

1ª La fe en Dios, la religión, los mandamientos, las obligaciones del cristiano, los

signos y sacramentos, las devociones, la sumisión a las jerarquías de la Iglesia, para

la unidad de la Iglesia universal, en condiciones adecuadas de doctrina, de régimen

y de administración.

2ª Las eclesías de amigos y hermanos, la sumisión en el amor fraterno, los

carismas incluso los institucionales y los gozos del Espíritu, la experiencia y

sensación de Dios en la vivencia de las relaciones interpersonales amorosas en Jesús

Mesías, para llegar a todas las religiones, naciones y culturas.

Cuando uno estudia las comunidades del discípulo amado o de san Pablo y

analiza cómo funcionaron las eclesías en los primeros siglos, siente grande alegría

por el Concilio que se puso a la escuela de Pablo y Juan, del amor fraterno, del

servicio y de la comunión, pero comprende también que se debe dar un paso

adelante.

Hay un mesianismo oculto en el deseo de tener un orbe católico, o tener

estructuras sin pecado para la liberación en Cristo, o una Iglesia católica renovada

como evangelio vivo, o una civilización del amor. Uno diría que esa ambición de

ser una unidad así es reflejo del Dios uno, y que no nos es permitido pretender ser

como Dios. En cambio, Dios en nosotros y para nosotros, en Jesús, es pluralidad

trinitaria. No nos damos cuenta de que esos sueños mesiánicos de obediencia a Jesús

en todo han terminado en frustración.

Jesús no cayó en estos sueños mesiánicos, como se ve en el secreto mesiánico de

Marcos o en la última cena con un traidor que moja el pan en el mismo plato. Jesús

dice que mis discípulos sean uno: estos que tengo aquí, las comunidades del

discípulo amado. Cuando Pablo habla de ser un cuerpo se refiere a la comunidad del

grupo romano, o al grupo de Corinto, de Éfeso o de Filipos. Las comunidades

posapostólicas todo lo programaban para cada comunidad y elegían su propio obispo

para realizar el ideal de la comunión del entorno.

Pero cuando somos mesiánicos, y soñamos , con algunos santos pastores, con el

orbe católico de la cristiandad, o el cambio de estructuras de la nación como en

cierta teología de liberación, o en la civilización del amor, o en una diócesis o

parroquia perfectas, terminamos en frustración, como las dos guerras mundiales de

más de cien millones de muertos, con que termina la cristiandad.

El documento final de Aparecida expresa muy bien esta misma opción de dividir

la parroquia en dos dimensiones, cuando habla profusamente de las pequeñas

comunidades como nuevas instituciones ordinarias de la pastoral. Es un camino

excelente para superar de nuevo la cristiandad y volver de la manera más genuina a

la fe de los discípulos de Jesús.

Pero es un nuevo mesianismo pretender que una parroquia se transforme en red de

pequeñas comunidades, con un salto de todos hacia la nueva teología, hacia el

nuevo paradigma de nuestra civilización, a la vivencia total de la nueva exégesis, de

la nueva teología y del Concilio Vaticano II. Desistamos de nuestra pretensión de ser

como Dios, y asesoremos la red de pequeñas comunidades que no interfiera con el

ejercicio de la religiosidad y de las leyes en la Iglesia universal gobernada desde el

Papa.

NOTAS

1 Vaticano II, Dei Verbum, 3.

2 Ver La Evolución, El milagro universal del Dios bueno. Vol 13 de Unamigos

3 Es el sentido general de la Gaudium et Spes

4 Es la llamada cristología desde abajo.

5 Dei Verbum 3

6 Gaudium et Spes N 40 ss

7 La eclesía es la gloria de Dios. Ver Eulogía Vol 27

8 Sacrosantum Concilium, 24

9 Presbiterorum Ordinis, 4.

11 Santo Tomás, Summa Theológica I, q. 1, art.10.

12 Ver Mannuci: La verdad de la escritura, pgs 226s.

13 Divino Afflante Spiritu

14 Dei Verbum

16 El sentido tipológico se entiende mucho mejor en nuestro paradigma evolutivo. Cada

período es tipo del siguiente.

17 Ver la teoría, en PJtm, unidad 1º, 4.5. Período 5º

18 Diodoro de Tarso, de la escuela antioquena. Vaccari, A., La “theoría” nella scuola

esegetica di Antiochia, Biblica 1 (1920) 14-36.

19 El estudio clásico sobre la alegoría es: De Lubac, Henri, Exégèse médiévale. Les quatre

sens de l‟Écriture, París,

20 Lo defendieron con toda razón: Fernández, A., Institutiones biblicae, Roma: Instituto

Bíblico, 1926. Coppens, J., Les Harmonies des deux Testaments, 1949. Brown,R-E., The

Sensus Plenior in Sacred Scripture, Baltimore. 1953. Grelot, P. Sens chrétien de l‟Ancien

Testament, París: Desclée, 1962. Y en La Bible parole de Dieu, del mismo autor. Una

exposición sencilla en DE AUSEJO, S., El sensus plenior de la Sagrada Escritura,

Estudios Bíblicos 15 (1956) 98-99; 103-104.

21 Alonso Schökel. L., La palabra inspirada, Barcelona: Herder, 1966. La libertad de

comprensión de los textos por los fieles ha llevado a fundamentalismos religiosos e

intolerancias.

22 Los métodos histórico-críticos han sido fuertemente cuestionados por católicos de todos

los continentes. En la India, por Soares-Prabhu, George M., Commitment and Conversion:

A Bible Hermeneutic for India To-day. En Africa, el obispo Agustín Kaliombe, en The role

of African Biblist in the African Church To-day. En América Latina la crítica es casi

popular: "La Biblia secuestrada por la ciencia", y desde los movimientos espiritualistas es

muy frecuente. El mismo Papa se hizo eco de estas críticas en su discurso a la Comisión

Bíblica, del 7 de Abril de 1989.

23 Ver Schökel, A., La palabra inspirada, y Dufour, L, Introducción Crítica al N.T.,

24 Ver el libro de Dawkins, De graetest espectacle on the aerth.

25 Ver los libros escritos por el P. Carlos Mesters

26 El Papa Pablo VI decía a al FBC que el mandamiento principal que el Concilio dio a los

obispos fue el proporcionar fácil acceso a los libros sagrados a todos los fieles.

27 Un buen libro para estudiar la teología proposicional es el de Marín Sola, Evolución

homogénea del dogma católico, Madrid: BAC

28 El Papa Juan Pablo II a los obispos del Brasil.

29 El catolicismo latinoamericano se caracteriza por la devoción eucarística, «Jesucristo

está presente en el cielo y en el Santísimo sacramento del altar,» y por la devoción a María,

la Madre de Dios.

30 Dei Verbum, capítulo sexto

31 Esta idea se desarrolla en Discípulos de Jesús apasionados, hoy, en la Iglesia, quinta

parte. (PJtm Vol 12).

32 L. Stefanini, en Persona, Dizionario delle Iddee. Firenze 1975 pg 857.

33 Ver el libro de Antonio Estrada La imposible teodicea.

34 Elchinger-Dubois-Dumée-Leuba-Thurian-Congar. Mirando al futuro después del

Vaticano II. Valencia: Comercial editoria de publicaciones, S.A. 1968. Pg 69ss.

35 Bernhard Häring, Dinamismo de la Iglesia en un mundo nuevo. México: San Pablo,

1969. Sobre la Gaudium et Spes, la Iglesia en el mundo actual.

36 Ver más detalles en la Misión parroquial en Videos 1-4 Vol 31

37 Elchinger-Dubois-Dumée-Leuba-Thurian-Congar. Mirando al futuro después del

Vaticano II. Valencia: Comercial editoria de publicaciones, S.A. 1968. Pg 69ss.

38 J. HUIZINGA. El otoño de la Edad Media, p. 257, Madrid 1945

39 J. CALVIN, Institution chrétienne de 1539 a 1541, cap. 5, ed. Budé, II, p.

216. K. BARTH, La confession de foi de l‟Église, p. 60.

40 La Bible dans la pieté orthodoxe, en Irénikon, 1950, p. 377-386 (p. 386). Cfr. P. J.

LENHARDT, La Parole et le Buisson de feu, Neuchátel et París 1982, p. Ver B. J.

EHRLICH, Rorne: Opponent or Partner? Londres» Lutterworth Press, 1965

41 Ver Constitución dogmática Lumen Gentium, n.« 5 y n.° 9, donde se lee: «Tiene (el

Pueblo de Dios) por fin el Reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que

sea consumado por El mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo, nuestra

vida...».

42 Ver por ejemplo, en la espléndida compilación del P. G. BARAUNA, La Iglesia del

Vaticano II, toda la tercera parte, sobre todo el estudio de H. Ott.

43 Felix Wilfred, De la misión mundial a los cristianismos globales. Una perspectiva desde

el sur. Concilium, 2011. 339, pag. 11-29

44 Ataullah Siddiqui, Testimonios islámicos Concilium 2011. 339, pg 61ss.

45 Felix Wilfred, De la misión mundial a los cristianismos globales. Una perspectiva

desde el sur. Concilium, 2011. 339, pag. 11-29 .

46 Felix Wilfred, Ib.

47 Redemptoris missio 56

48 Diálogo y proclamación, 81

49 P. Knitter, Jesus and the Other Names. Orbis, Maryknoll 1996. John Hick, God Has

meny Names

50 Sita Ram Goel , en Catholic Ashrams, Voice of India, Nueva Delhi 1988, p. 3

51 Ver en la tercera parte de este libro los debates del Concilio

52 Ataullah Siddiqui, Testimonios islámicos Concilium 2011. 339, pg 61ss.

53 Ver Antonio López Baeza en Boletín Familias Carlos de Foucauld, Julio-diciembre

2007, Zaragoza. p. 139.

54 Ver Antonio López Baeza en Boletín Familias Carlos de Foucauld, Julio-diciembre

2007, Zaragoza. p. 140143. .

55 P.F. Knitter Without Budha I Could not be a Christian. One World. Oxford , 2009, pg

6-70

56 Linda Hogan y John D‟Arcy May, Una visión del ecumenismo como teología

intercultural, interreligiosa y publica. Concilium 2011. 339, pg 87-102.

Apéndices

Ofrecemos como apéndices, entre otros, algunos elementos del Sínodo de los obispos a los

veinte años del Concilio, otros del Congreso realizado en Roma a los veinte años del Concilio, y

del documento final de Aparecida.

APÉNDICE 1

SÍNODO EXTRAORDINARIO DE LOS OBISPOS, DE 1985.

EVALUACIÓN DEL CONCILIO

A LOS VEINTE AÑOS.

Relación final, redactada por el Relator general, Exmmo. Sr. Cardenal Godfried

Daneels, Arzobispo de Malinas-Bruselas, sometida a votación de los Padres y publicada

con el consentimiento de Sumo Pontífice.

Destacamos algunas frases de este magnífico documento evaluativo, sobre la manera

como se recibía el Concilio en la Iglesia, a los 20 años.

«El Concilio ha sido aceptado con gran asentimiento espiritual,»

«En el primer mundo, aparece con bastante frecuencia una desafección hacia la Iglesia»

«Hemos sido demasiado tímidos en aplicar la verdadera doctrina del Concilio»

Por una lectura parcial del Concilio, se ha hecho una presentación unilateral de la

Iglesia como una estructura meramente institucional, privada de su misterio. Quizá no

estemos libres de toda responsabilidad ante el hecho de que, sobre todo entre los jóvenes,

miren críticamente a la Iglesia como una mera institución. ¿No les hemos dado ocasión

para ello, hablando demasiado de renovar las estructuras eclesiásticas externas y poco de

Dios y de Cristo?

«Estos y otros defectos muestran que se necesita todavía una recepción más profunda

del Concilio.»

Se sugiere que en las iglesias particulares se haga para los próximos años una

planificación pastoral en orden a un conocimiento y aceptación del Concilio, nuevo, más

amplio y profundo.»

«Ha crecido desde el Concilio «el fenómeno del secularismo. El concilio declaró la

autonomía de lo temporal, o la secularización. Algo muy distinto es el secularismo.»

«La Iglesia se hace más creíble, si hablando menos de sí misma, predica más y más a

Cristo crucificado y lo testifica con su vida». «De este modo la Iglesia es como un

sacramento, es decir, signo e instrumento de la comunión con Dios y también de la

comunión y reconciliación de los hombres entre sí.» «El anuncio de la Iglesia es, según el concilio,

trinitario y cristológico.»

«La Dei Verbum ha sido demasiado descuidada:» Así le hizo resonancia a este sínodo

extraordinario de los obispos, Juan Pablo II, al comité ejecutivo de la Federación bíblica

católica, en 1986. «Dei Verbum has been too neglected,» le escuché decir al Papa en su

alocución a Febic.

«La evangelización es la primera función no solo de los obispos sino también de los

presbíteros y diáconos, más aun, de todos los fieles cristianos».

«La evangelización de los no creyentes presupone la auto-evangelización de los

bautizados y también de los mismos diáconos, presbíteros y obispos.»

La eclesiología de comunión es una idea central y fundamental en los documentos del

Concilio. La comunión es comunión con Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo.» «La

eclesiología de comunión no puede reducirse a cuestiones organizativas o a cuestiones

referentes a las meras potestades. La eclesiología de comunión constituye el fundamento

para el orden en la Iglesia y, ante todo, para la recta relación entre unidad y pluriformidad

en la Iglesia.» «La una y única Iglesia católica existe en las Iglesias particulares y existe

por ellas. (LG 23) Aquí encontramos el verdadero principio teológico de la variedad y

pluriformidad en la unidad.» La pluriformidad es una verdadera riqueza y lleva consigo la

plenitud; ella es la verdadera catolicidad.

La eclesiología de comunión ofrece el fundamento sacra-mental de la colegialidad.»

«...se extiende mucho más allá de lo que es mera consideración jurídica.» « A partir del

Concilio hay felizmente un nuevo estilo de colaboración en la Iglesia entre laicos y

clérigos.» «Reciban y fomenten los pastores con gratitud la colaboración de las mujeres

en la obra de la Iglesia.»

«Porque la Iglesia es comunión, las nuevas así llamadas «comunidades eclesiales de

base», si verdaderamente viven en la unidad de la Iglesia, son verdadera expresión de

comunión e instrumento para edificar una comunión más profunda. Por ello dan una gran

esperanza para la vida de la Iglesia.»

«La Iglesia como comunión es sacramento para la salvación del mundo. Por ello, las potestades en la

Iglesia han sido conferidas por Cristo para la salvación del mundo entero.»

«El aggiornamento afirma la apertura misionera para la salvación integral del mundo.

Para ella no solo se aceptan todos los valores verdaderamente humanos, sino que se

defienden fuertemente: la dignidad de la persona humana, los derechos fundamentales de

los hombres, la paz, la liberación de las opresiones, de la miseria y de la injusticia. Pero

esta salvación integral solo se obtiene si estas realidades humanas son purificadas y

ulteriormente elevadas por la gracia a la familiaridad con Dios por Jesucristo en el

Espíritu Santo.

«Aquí tenemos también el principio teológico para el problema de la inculturación. Ya

que la Iglesia es una comunión, presente en todo el mundo, que une la diversidad y la

unidad, asume todo lo positivo que encuentra en todas las culturas.»

«El concilio Vaticano II afirmó que la Iglesia católica no rechaza nada de las cosas

que son verdaderas y santas en las religiones no cristianas. No hay que oponer el diálogo

a la misión. El auténtico diálogo tiende a que la persona humana abra y comunique su

intimidad al interlocutor. Más allá de esto, todos los cristianos han recibido de Cristo la

misión de hacer a todas las gentes discípulos del mismo Cristo.»

«Ya que el mundo está continuamente en evolución, conviene que los signos de los

tiempos sean sometidos a análisis una y otra vez, de modo que el mensaje del evangelio

resuene más claramente.»

«Los obispos nos comprometemos a comprender más profundamente el Concilio

Vaticano II y a aplicarlo en la Iglesia.» Un documento tan importante opina que los

obispos necesitan una autoevangelización.

APÉNDICE 2

El Congreso internacional «Llevar a Cristo al hombre,» de la Congregación para la

evangelización de los pueblos, a los veinte años de Concilio. En las actas de este congreso

leemos

Juan XIII decía en la apertura del Concilio: «El gran problema que se pone delante del

mundo desde hace dos mil años queda inmutado. Cristo, siempre esplendoroso, está en el

centro de la historia y de la vida; y los hombres, o están con él y su Iglesia, o en contra de

él, o sin él.»

Y Pablo VI se preguntaba, al abrir la novena sesión conciliar: «¿Qué se debe hacer, a fin

de que este nuevo adviento de la Iglesia, que coincide con el ya próximo fin del segundo

milenio, nos acerque a aquel que la Sagrada Escritura llama Padre por siempre, Pater

futuri saeculi?»

A los veinte años del Concilio, con esta visión en la mente, la dirección suprema del s.

Dicasterio para la evangelización de los pueblos, convocó en la Univesidad Urbaniana, un

congreso internacional «Portare Cristo al huomo,» del 18 al 21 de febrero de 1985. La

actas de ese congreso son tres volúmenes, cada uno de hasta 1000 páginas, con los títulos

de Diálogo, Testimonio, Solidaridad.

Este congreso hizo resonar a toda la Iglesia del posconcilio en una primavera llena de esperanza, y en él

tuve la gracia de participar.

APÉNDICE 3

DOCUMENTO FINAL DE “APARECIDA,” Conferencia general del Episcopado

latinoamericano y del Caribe

Nuestra sintonía con la Iglesia del postconcilio se expresa, como en un signo, en el

documento final de Aparecida.

307. Se constata que, en los últimos años, ha ido creciendo la espiritualidad de

comunión y que, con diversas metodologías, se han hecho no pocos esfuerzos por

llevar a los laicos a integrarse en pequeñas comunidades eclesiales, que van

mostrando abundantes frutos. Para la Nueva Evangelización y para llegar a que los

bautizados vivan como auténticos discípulos y misioneros de Cristo, tenemos un

medio privilegiado en las pequeñas comunidades eclesiales.

308. Ellas son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir

la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación

en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de

hoy. Ellas son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la

situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todavía

mucho más necesarias.

Conviene leer todo el documento final de Aparecida pues expresa cómo se

entiende el Concilio a los cincuenta años de clausurado, con las consecuencias que

se sacado y con los deficiencias en su aplicación

( Apéndices tomamos de la edición de los documentos conciliares en la BAC)

APÉNDICE 4

D O C U M E N T O S D E L C O N C I L I O

V A T I C A N O I I

Constituciones

Dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia.

Dogmática Del Verbum, sobre la divina revelación

Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia.

Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual.

Decretos

Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los obispos. Presbyterorum

Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros.

Optatam totius, sobre la formación sacerdotal. Perfectae caritatis, sobre la

adecuada renovación de la vida religiosa.

Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los seglares. Orientalium

Ecclesiarum, sobre las Iglesias orientales católicas. Ad gentes, sobre la

actividad misionera de la Iglesia.

Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo.

Inter mirifica, sobre los medios de comunicación social

Declaraciones

Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa.

Gravissimum educationis; sobre la educación cristiana de la juventud.

Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no

cristianas. APÉNDICE 5

FECHAS Y DESARROLLO DEL C O N C I L I O

25-1-1959. Juan XXIII anuncia a los cardenales, en la basílica

de San Pablo Extramuros, su propósito de convocar un Concilio.

Período antepreparatorio (1959-1960)

I7-V-I959- Se constituye una Comisión antepreparatoria, presidida por el cardenal

Tardini.

18-VI-1959. Carta del cardenal Tardini a todos los Cardenales,

Arzobispos, Obispos, Congregaciones romanas, ge-

nerales de Ordenes religiosas, Universidades católicas, Facultades teológicas, para

pedir sugerencias y temas para el Concilio. (Contestaron el 77 por 100 de los

preguntados, con 1998 respuestas, que fueron catalogadas e impresas, reducidas,

finalmente, a proposiciones formuladas en pocas

palabras.)

29-VI-I959. Encíclica Ad Petri cathedram, que da las primeras indicaciones sobre los fines

del Concilio.

Período preparatorio (1960-1962)

5-VI-1960 Motu proprio Superno Dei nutu, que instituye

las 15 Comisiones y Secretariados preparatorios

del Concilio: central, teológica, obispos y gobier-

no de las diócesis, clero y pueblo cristiano, reli-

giosos, sacramentos, sagrada liturgia, estudios y

seminarios, Iglesias orientales, misiones, apostola-

do de los seglares, ceremonial, prensa y espectácu-

los, unión de los cristianos, secretariado adminis-

trativo. Julio 1960. Las Comisiones reciben los volúmenes de respuestas a la consulta de 18-VI-

1959 y las «proposicio-

nes» que las resumen, junto con un programa ge-

neral de trabajo y los temas que parecen prefe-

rentes.

I2/2O-VI-I96I. Primera reunión de la Comisión central preparatoria. Entre esa fecha y el 2I-VI-

I962, en que tuvo lugar la última, se celebraron siete reuniones plenarias

para examinar ya, entre otras cosas, los fascículos que contenían esquemas de

algunas constituciones y decretos de los que serían propuestos al Concilio.

25-XII-I96I. Constitución apostólica Humanae salutis, convocando el Concilio para el año

1962.

2-II-I962. Motu proprio Concilium, fijando la fecha de aper-

tura para el 11-X-1962.

1-VII-1962. Encíclica Paenitentiam agere, pidiendo a los fieles

oraciones y sacrificios por el éxito del Concilio.

2-VII-I962. Carta Il tempo massimo, pidiendo lo mismo a los

religiosos.

10-VII-1962. Invitaciones dirigidas a los cristianos separados para que envíen «observadores

delegados» a las sesiones conciliares.

Jul.-agosto 1962. Envío a los Obispos de todo el mundo de los primeros textos disponibles para

que pudieran estudiarlos antes de su viaje a Roma.

5-IX-I962. Motu proprio Appropinquante Concilio, publican-

do el reglamento de éste.

n-IX-1962. Radiomensaje de Juan XXIII al mundo a un mes exacto de la apertura.

Primera etapa conciliar

(11 de octubre a 8 de diciembre de 1962).

11-X-1962. Ceremonia solemne de apertura del Concilio, con

discurso del Papa.

I3/20-X-I962. Constitución de las Comisiones conciliares (25 miembros, 16

elegidos por la asamblea y nueve por el Papa).

2 0 - X - I 9 6 2 . Mensaje de los Padres conciliares al mundo.

20-X al 7-XII Se discuten los esquemas sobre la liturgia, la revelación, los medios de

comunicación social, la unidad de los cristianos, la Iglesia.

8 - X I I - I 9 6 2 . Clausura de la primera etapa conciliar, sin promulgación

de ningún documento. Organización de los trabajos intersesionales; constitución

de una comisión de coordinación encargada de que se rehagan los esquemas,

cuyo número se fija en 17.

3-VI-I963. Muerte de Juan XXIII.

21-VI-1963. Elección de Pablo VI.

27-VI-1963. Pablo VI anuncia que la segunda etapa conciliar

se abrirá el 29 de septiembre.

I4-IX-I963. Convocación de los Padres conciliares: nombra-

miento de cuatro Cardenales delegados, encargados de dirigir los trabajos del

Concilio: Agagianian, Lercaro, Doepfner, Suenens.

Segunda etapa conciliar

(29 de septiembre a 4 de diciembre de 1963).

I/30-X-I963. Discusión del esquema sobre la Iglesia.

5-XI a 2-XII- Discusión de los esquemas sobre los Obispos y

1963. el gobierno de las diócesis, y sobre el ecumenismo.

28-XI-I963- Elecciones para complementar las comisiones conciliares.

4-XII-I963. Clausura solemne: voto final y promulgación de

la constitución sobre la sagrada liturgia y del de-

creto sobre los medios de comunicación social.

(El 25-1-1964, por el motu proprio Sacram litur-

giam, se pone en vigor la constitución y se crea un

Consejo que la aplique. El 2-IV-I964, por el motu

proprio In fructibus, se crea una Comisión ponti-

ficia para los medios de comunicación social.)

4/6-1-1964. Viaje de Pablo VI a Tierra Santa y encuentro con

el Patriarca Atenágoras.

30-IV-1964. Carta apostólica Spiritus Paracliti, pidiendo oraciones por el

Concilio.

I7-V-I964. Pablo VI anuncia la creación de un Secretariado

para los no cristianos.

2-VII-1964. Reforma del reglamento conciliar para facilitar los

debates.

1-IX-1964. Carta del Papa al cardenal Tisserant sobre la apertura de la tercera

sesión del Concilio.

Tercera etapa conciliar

(14 de septiembre al 21 de noviembre de 1964).

14-IX-I964. Misa concelebrada de apertura y discurso de Pablo VI.

15-IX a 20-XI- Discusión de los textos sobre escatología y

1964. Virgen María, oficio pastoral de los Obispos, libertad

religiosa, judíos y religiones no cristianas, revelación,

apostolado de los seglares, sacerdotes, Iglesias orientales, Iglesia y

mundo moderno, misiones, religiosos, seminarios, educación cristiana, sacramentos.

21-XI-1964. Clausura de la tercera etapa conciliar: voto final y promulgación de la

constitución sobre la Iglesia, decretos sobre el ecumenismo y las

Iglesias orientales. Proclamación por Pablo VI de «María, Madre de la

Iglesia».

28-VIII-I965. Exhortación apostólica en que Pablo VI anuncia el comienzo de la

etapa final el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

Cuarta etapa, final del Concilio

(14 de septiembre al 8 de diciembre de 1965).

14-IX-I905. Misa concelebrada de apertura y discurso de Pa-

blo VI.

15-IX-1965. Promulgación, en presencia del Papa, de la constitución apostólica

Apostólica sollicitudo, instituyendo el Sínodo de Obispos.

15-IX a 16-X- Discusión de los esquemas sobre libertad reli-

I965- giosa, Iglesia y mundo moderno, misiones, sacer-

dotes.

4 y 5-X-1965 . Viaje de Pablo VI a las Naciones Unidas. (Su discurso en la O. N. U. se

incluye en las actas conciliares.)

28-X-1965. Voto final y promulgación de los decretos sobre el

oficio pastoral de los Obispos, renovación de la

vida religiosa, formación sacerdotal, y de las decla-

raciones sobre educación cristiana y sobre las re-

laciones de la Iglesia con las religiones no cris-

tianas.

4-XI-I965 Exhortación apostólica Postrema sessio, pidiendo

oraciones por la feliz conclusión de los trabajos

del Concilio.

18-XI-1965. Voto final y promulgación de la constitución sobre la divina revelación y del decreto

sobre apostolado de los seglares. El Papa anuncia el comienzo de la reforma de la

Curia, los procesos de beatificación de Pío XII y Juan XXIII, el jubileo

universal desde el final del Concilio hasta Pentecostés de 1966 y la

próxima convocación del Sínodo de Obispos.

7-XII-I965. Ultima sesión pública, con voto final y promulga-

ción de los decretos sobre libertad religiosa, sacer-

dotes, misiones y la constitución pastoral sobre la

Iglesia y el mundo moderno.

8-XII-1965. Ceremonia solemne de clausura del Concilio ecu-

ménico, al aire libre, en la plaza de San Pedro.

Apéndice 6

Cuándo y cómo f u e ron vo ta d o s los documentos conciliares

Fecha Documentos promulgados Placet Non . Nul.Votantes

1962 ninguno _ __ _ _

4-XII-1963Constitución sobre la liturgia 2.147 41 1 2.152

4-XII- « Decreto sobre los medios de co

-municación social 1.960 164 7 2.131

2I-XI1964 Constitución sobre la Iglesia 2.151 5 — 2.156

21 -XI- » Decreto sobre las Iglesias orientales católicas 2. 110 39 — 2.149

21 -XI- » Decreto sobre ecumenismo 2.137 11 — 2.148

28-X- 1965 Decreto sobre ministerio pasto-

ral de los Obispos 2.319 2 1 2.322

28-X- »Decreto sobre la vida religiosa 2.321 4 — 2.325

28-X- » Decreto sobre la formación

sacerdotal 2.318 3 — 2.321

28-X- »Declaración sobre la educación cristiana 2.290 35 — 2.325

28-X- »Declaración sobre las religiones no cristianas 2.221 88 1 2.310

I8-XI- » Constitución dogmática sobre la revelación divina 2.344 6 — 2.350

i8-XI- » Decreto sobre apostolado de los seglares 2.340 2 — 2.342

7-XII- » Declaración sobre la libertad religiosa 2.308 70 6 2.384

7-XII- » Decreto sobre la actividad misional 2.394 5 — 2.399

7-XII- » Decreto sobre los presbíteros 2.390 4 — 2.394

7-XII- » Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo

moderno 2.309 75 7 2.391

HACE 50 AÑOS, Con los documentos del Concilio,

la Iglesia firmó un compromiso

solemne, con millones de testigos,

ante la humanidad.

La Iglesia católica le dijo a toda la humanidad

una palabra, documentada y solemne,

que la compromete, hoy.

PABLO VI,

ANTE LA ASAMBLEA CONCILIAR

A SU REGRESO DE LA ONU,

EL 5 DE OCTUBRE DE 1965, DECÍA:

«Sabéis que dar una palabra compromete

con graves deberes a quien lo hace:

deber de coherencia, de solidaridad, de ejemplo.

Una palabra no confirmada

con la voluntad efectiva de realizarla ¿qué vale?

La autoridad de la palabra nace, ciertamente,

de la verdad de la que es eco;

pero en lo humano encuentra su mejor eficacia

en el modo en que quien la anuncia

al mismo tiempo la realiza;

habla la voz, pero persuade

el ejemplo del heraldo del Evangelio.»

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milenio, bajo la guía del Nuevo Testamento y las orientaciones del Concilio

Vaticano II, y del magisterio eclesiástico.

BIBLIOGRAFÍA

Victoriano García Manzanedo, Carisma-ministerio en el Concilio Vaticano

Segundo, Madrid: P S editorial. 1982.

Guillermo Baraúna, editor, La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la

constitución conciliar sobre la Iglesia. Barcelona: Juan Flors, 1968 Dos tomos.

Concilio Vaticano II, Constituciones, Decretos, Declaraciones. Madrid: BAC,

1972.

AA.VV. Comentarios a la Constitución dogmática Dei Verbum: Madrid: BAC

Elchinger Ed. Mirando al futuro...después del Vaticano II. Valencia: Comercial

editora de publicaciones, S.L. 1968

Bernhard Häring, Dinamismo de la Iglesia en un mundo nuevo. México: San

Pablo, 1969. Sobre la Gaudium et Spes, la Iglesia en el mundo actual.

AA.VV. Comenarios a La Constitución sobre la Iglesia. BAC 253. Madrid 1976.

Concilium. Revisa internacional de Teología. Estella (Nabarra) España. Verbo

Divino. .

AA.VV. Le Ministère et les Ministères selon le Nouveau Testament, Paris: Du

Seuil. 1974.

Remitimos a la tesis del padre Victoriano García Manzanedo para la bibliografía

sobre el Concilio