El Cazador - Vivien Grace

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VIVIEN

GRACE

El Cazador 

© 2015 Vivien Grace. Todos los derechos reservados.EL CAZADOR. Enero de 2015-01-31.1ª ediciónTodos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.Todos los personajes de este libro son ficticios.Cualquier parecido con alg una persona, viva o muerta, es pura coincid encia.

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Índice

PRIMERA PARTE

PRÓLOGO

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 17

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 22

EPILOGO

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PRIMERA PARTE

«1. Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la haz de la tierra y les nacier2. vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que p referían de entre tod

Génesis capítulo 6 versíLa Santa Biblia Católica, Versión Jerusa

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PRÓLOGO

Campos de Damasco, 1100 a.C.La preciosa muchacha, con el brillo de la niñez aún en sus pupilas, alzó el rostro hacia el cielo con placer inusitado. Tenía los pies descalzos y metidcho riachuelo que discurría alborotado a las afueras de la aldea. Sentía el agua deslizarse por sus dedos, limpia y fresca, mientras escuchaba el trinar de loquietud de la tarde. A sus labios de cereza asomó una sonrisa de auténtica dicha. Le gustaba el silencio; la paz que se respiraba en esa orilla apartada, lej

s y del bullicio.Su perrita husmeaba en el aire como si buscara un olor determinado, Maelka la miró con ojos brillantes.—¡Está fría! —Exclamó completamente arrobada.—Por t u expresión, diría que te gusta— los ojos juveniles se fijaron en un punto por encima de su hombro, y sonrió. Su amigo acababa de llegar a la ctitud que lo caracterizaba.Esos momentos eran los más preciados del día para ella.—Debes probarlo, es muy refrescante. Estoy convencida que disfrutarás mucho.—Disfruto viéndote —la respuesta era la esperada.—¡Ah! Pero no es lo mismo —le dijo ella con un guiñó.—Sé lo que pasa p or tu mente cuando el agua se desliza por tus pies —Maelka lo miró con atención al mismo t iempo que entrecerraba sus bellos ondrados y de una tonalidad castaña oscuro.Pestañeó como si lanzase un reto.—Es una sensación reconfortante ¿verdad?—El calor y el cansancio que sentía p or el paseo, se han desvanecido por completo. Ahora siento las p iernas relajadas hasta el punto que mi resp iraco pausada —calló un momento antes de continuar—. Es como si la humedad del agua fría barriese el malestar que acumulamos a lo largo del día.prenderlo?—Humedad —el amigo repitió la frase como si la paladeara entre sus labios.Maelka le sonrió con afecto.—Es similar a pisar la hierba mojada, o como tocar la humedad de las flores, cuando sus pétalos de terciopelo están cuajados por el rocío de la noche.

—Rocío de la noche —la voz volvió a repetir la frase de ella—. Hablas de una forma encantadora —le dijo él.—Pareces algo distraído —Maelka susp iró—. Lamento que no puedas bañarte en el río porque sé que disfrutarías mucho —con sus palabras trataba de maria.—Me conformo con ver cómo disfrutas del agua.—Pero no es lo mismo —le replicó resignada.—Hace una tarde muy bonita —le dijo él como para cambiar de conversación. M aelka amplió la sonrisa de sus labios en un gesto encantador—. Tu comtodo mucho más hermoso.La lisonja había sonado especial y así se la tomó ella.—Tu presencia lo hace todo único e irrepetible —Maelka cerró los ojos un instante para que él no viese el brillo compasivo que había acudido a ellos—. Sambiaría por ti, lo sabes —le dijo de sopetón y en un tono completamente sincero.—Lo sé, y eso te hace más singular todavía —la niña frunció el ceño durante un instante meditando en las palabras de él—. Tu ternura le da un sentido n

bra amistad.Maelka pensó en lo mucho que le gustaba oír su timbre de voz, sus pausas elegidas, y los suspiros enigmáticos que le mostraban sentimientos que no a

prender.—Eres mi amigo, y los amigos se ayudan.

—No tengo la menor duda sobre tu lealtad —alegó él.Durante unos breves segundos, el silencio hizo su p resencia entre los dos.—¿Eres feliz? —le p reguntó Maelka algo preocupada—. A veces observo tristeza en tus ojos. Debe resultar muy duro tu pérdida —él t ardó un ins

onderle.Fijó sus pupilas oscuras en el bello rostro de ella, la muchacha era tan hermosa que quitaba el aliento, tan cándida e inocente que el deseo de protección haca insoportable dentro de su corazón.—No los he perdido, están separados de mí, aunque conservo recuerdos en mi memoria para evocarlos. M e ayuda a superar la melancolía que sienncia.Maelka trató de imaginar cómo sería su vida alejada de su familia.—Yo no podría vivir separada de ellos… —los ojos castaños se velaron durante un momento, aunque la imagen de su madre no estaba en su memoria porqto el mismo día de su nacimiento. Sí tenía recuerdos de ella: su manto. Su brazalete de plata.—¿Vuelves a pensar en ella? —le preguntó él, la muchacha asintió con la cabeza en un gesto apenas perceptible.—Mi padre dice que fue muy hermosa —le confesó en un susurro.—La más bella, como tú —las palabras masculinas le resultaron extrañas, pero habían sido pronunciadas con candidez.

—Dices eso porque eres mi amigo.—Los amigos suelen proclamar la verdad.—Y me haces reír, logras con tus palabras animarme cuando estoy triste.—Tu trist eza me causa dolor —le anticipó en respuesta.Maelka pensó que era muy afortunada porque tenía la amistad de una persona excepcional. Y lamentaba los comentarios tristes que habían ensombr

mento hermoso.—Como has mencionado antes, son recuerdos. Y están en nuestros corazones para evocarlos aunque nos llenen de tristeza, pero hoy estoy disfrut ando de—Palabras muy sabias para alguien tan joven —le respondió en un susurro.—He disfrutado de dieciséis primaveras —le dijo con un tono de reproche ausente de crítica.La carcajada profunda resonó en el silencio de la tarde. Tras ella, los pájaros piaron y las flores se mecieron de forma acompasada, como si bailaran.—¡No te burles de mí! —Protestó ella de forma enérgica pero con voz cariñosa.—Nunca lo haría —los masculinos ojos brillaron.—Lo sé, estaba siendo ligera en palabras para escuchar el sonido de tu risa… otra vez.Hubo otro momento de quietud.—Eres la única persona en el mundo que consigue hacerme reír. Por ese motivo me satisface venir a verte.

—Y porque me quieres —le recordó de forma impulsiva y completamente sincera.Tras las palabras de M aelka ocurrió un s ilencio, solo interrumpido por un susp iro acervo que meció la tarde de melancolía.

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—Le das un significado especial a la palabra afecto, amiga mía.—¡Yo también te quiero! ¡Porque eres el mejor amigo del mundo! —Le correspondió con sencillez y sorpresiva franqueza.—¿Me quieres? —la voz de él había temblado ligeramente. La muchacha no podía llegar a sosp echar lo que esas palabras significaban en su corazón atribu—Eres bueno conmigo —argumentó feliz—, me aconsejas para que tome las decisiones correctas. Además, eres dulce con los animales y me has enseñadé sobre ellos.—Ha sido posible porque aprendes muy rápido.—Tienes que seguir alentándome, a tu lado la pereza no tiene razón de ser.—Debes mostrar un poco más de paciencia.—Shani, sigue sin hacerme caso.Ambos amigos miraron a la perrita con atención. El cachorro de pelo marrón seguía moviendo el rabo a escasos pasos de ella.—Mira la postura de sus orejas, yo diría que está escuchando tu crítica, y no le gusta demasiado. —Shani, husmeó en el aire mientras movía su cola de iz

cha barriendo el polvo del camino.—Pero, ¡no me obedece! Hace siempre su voluntad —la voz de la muchacha había sonado exasperante, como si la paciencia se le hubiese agotado.—Eso es porque te muestras impaciente con ella —Maelka meditó durante unos momentos las palabras de su amigo.—¿Cómo puedo mejorar? —le preguntó a continuación.—Con dulzura e infinita paciencia —le respondió él.Como para corroborar sus palabras, la perrita, que se había mantenido en silencio, ladró varias veces.—Quiere meterse en el río —afirmó ella como si la hubiese entendido.—¿Ves como no es difícil? Deja que se bañe. Hace una tarde deliciosa.—Lea se enfadará conmigo si Shani regresa a la casa mojada, o llena de barro.Siguió un silencio a las palabras de ella que ninguno de los dos interrumpió.—¿Vendrás esta noche? —le preguntó con voz tímida pero decidida al fin.—Sabes que no me lo perdería. Me gusta oírte cantar.—Cantas mejor que yo —le respondió con una amplia sonrisa.—Algo así es posible porque he practicado más.—Tu voz suena profunda, con un timbre armónico… me gusta escucharte pues cuando te oigo, haces que olvide las pesadillas.—Cuando controles el miedo, las pesadillas cesarán. Serás la dueña de tus emociones.—A tu lado no tengo miedo. Haces que todo sea fácil.

—Porque es fácil, pequeña —le respondió en un susurro apenas perceptible.Un momento después Shani comenzó a ladrar de nuevo. Por el camino venía Mardok en su busca.–Maelka, ¿otra vez estás hablando sola? —le increpó—. ¡Rápido! ¡Se hace tarde!La muchacha contempló el avance de su primo mayor. Cuando el muchacho alcanzó el comienzo del puente suspendido sobre el río, ella le hizo un gesto da mano.—Estaba refrescándome un momento —le respondió.Maelka susp iró de forma larga y profunda el ver el gesto ceñudo en respuesta. El tiempo había pasado muy rápido.—Se hace tarde y hay mucho que preparar —le recordó el joven apenas dos años mayor que ella.Cuando se cercioró de que lo había oído, giró sobre sí mismo para retomar el camino de regreso sin esperarla.Maelka se calzó las sandalias con cierto pesar.—Tengo que regresar —su tono había sonado desilusionado.—Te esperaré aquí…—¡Pero has dicho que irías a verme! —Protestó con energía.—Mañana… No me has dejado terminar.Ella rió de nuevo con una risa cantarina y juvenil que tanto adoraba. El aire olía a limpio, a blancas flores de almendro. A suspiros impregnados de esperan—¿Te gustan las bodas? —pero la pregunta de Maelka no obtuvo respuesta salvo silencio—. Sí, te gustarían —reafirmó.—¿Por qué crees que me gustarían? —preguntó él.—Porque en las bodas las personas se muestran felices.—Tienes razón p equeña, estoy convencido de que me gustarían mucho.—Puedes venir —le ofreció.—Pero no he sido invitado —respondió él.Ella se quedó pensativa durante unos instantes.—Bueno, prometo que después a conversar contigo.—Allí estaré.—¿Lo prometes?—Con mi corazón.A Maelka pareció gustarle la respuesta de él porque se colocó la palma de su mano junto a su pecho y se dio dos palmaditas, a continuación, se la pasós y le lanzó un beso. Él hizo como si lo atrapara y lo guardara entre sus manos.La encantadora muchacha emprendió el camino hacia su hogar tarareando una melodía dulce. Él bajó los ojos hacia el camino pedregoso. Sabía que había l

ento de la verdad, el instante que temía en su sabiduría pero que ansiaba con todo su ser. Iba a actuar de forma contraria a todo lo que le habían enseñado, a vuelta atrás.Había entregado su corazón, sus sentimientos, y debía actuar en consecuencia.Iba a perder todo lo que conocía y a obtener todo lo que deseaba, aunque por tiempo limitado, pero el amor que crecía y rebosaba desde lo más profun

zón, no tenía freno. Seguía aumentando a pesar de que sus dudas crecían. Y tenía que dar el paso definitivo.Detuvo el tiempo, y silenció los pájaros. Ordenó a la brisa que contuviera su movimiento, y al mar su rugido, alzó sus ojos al cielo y estalló en lágrimas.

***

Dentro de las cuatro paredes oscuras se podía oler el sudor y la sangre, si bien los dos amigos que estaban frente a frente no parecían percatarse denían la mirada, uno de ellos con extrema cautela, el otro, con inusitada superioridad. El silencio quedaba roto por los suspiros entrecortados que emitían ladas, parecía como si aumentase la sensación de calor de la estancia con la tensión de sus músculos. Con el brillo caliente de sus pupilas. Un grito de mujercio que quedó impregnado de dolor; de sufrimiento extremo, pero ninguno de los dos varió la posición de su postura, ni la aparente calma que mostraban.—Esto no debía de haber ocurrido. Tenías la obligación de evitarlo —la voz profunda y grave de Reiyel resonó entre los muros de p iedra con una revesa.—Es el resultado de amar profundamente. Ha sido mi decisión, y no me arrepiento.—Pero has perdido tu posición privilegiada ¿qué más deseas perder? —le recriminó con voz sap iente.

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—He ganado mucho más de lo que te imaginas —la respuesta no era la esperada, no obstante, la aceptó.—¿Y a dónde te conducirá tu elección salvo al silencio eterno? —volvió a preguntar con ojos llameando del afecto sincero que sentía por su amigo.—Puedo asegurarte que no me importa en absoluto.—Tengo que marcharme —el anuncio había sonado contrito.Después de las palabras, el silencio se hizo p esado. Denso.—Comprendo y acepto amigo mío —la voz de Erikem había sonado contenida.—Como yo debo aceptar que hayas elegido un destino tan diferente al mío.—Siempre te recordaré con afecto, pero mi vida está allí, detrás de aquella puerta.Reiyel se sentía incapaz de comprender o valorar el sentimiento profundo que albergaba su amigo por alguien inferior. ¿Podía una mujer cambiar el destior completo? ¿Hasta el punto de hacerle renunciar a todo?—La tendrás durante un corto periodo de tiempo, y luego ¿qué?Un suspiro quebró el silencio que pendía sobre ambos Como el filo de un péndulo vengativo.—Lo he meditado larga y p rofundamente, nada me hará cambiar de opinión.—¿Crees que una mujer merece la pena? —le preguntó con voz impaciente.Los ojos de Erikem brillaron con resolución.—Una mujer no, mi mujer se merece cualquier sacrificio, sea terrenal o divino.Reiyel parp adeó para ocultar el sobresalto que el comentario le había provocado.—No podré mantener el contacto durante más tiempo.—Y no sabes cuánto voy a extrañar tus consejos acertados, pero estoy decidido, ahora más que nunca. Aunque ésta decisión me aparte de todos vosotrosSe escuchó otro grito desconsolado detrás de la gruesa puerta de madera.—Ella me necesita, debo ir a su lado.—Soy incapaz de comprenderte, de valorar tus decisiones, aunque respeto tu p reocupación. —Erikem le mostró el amago de una sonrisa.—¿Y sabes por qué motivo no puedes comprenderme? —siguió un silencio incómodo a la pregunta formulada—. Porque no amas con la misma intensidadDe nuevo parpadeó confuso.—¿Me acusas de ser incapaz de albergar sentimientos p rofundos? —Erikem negó con la cabeza.—Cuando tu corazón sufra un vuelco en tu pecho cada vez que mires a la persona que adoras con toda tu alma, comprenderás mis palabras, y mi decisión—Las comprendo —respondió con una voz candente.—Pero no eres capaz de sentirlas, y ello amigo mío es una diferencia que marca tu postura y la mía.

—¡Has roto todas las reglas!—Mi buen amigo, siempre tan correcto, tan disciplinado. El mejor hijo de todos.—La obediencia la llevamos grabada en nuestro ser intrínseco. Es algo innato en nosotros. ¿Por qué siento que tus p alabras me acusan?—¡Libre albedrío! Capacidad de decidir, de actuar. He usado mi derecho a elegir de la forma que considero apropiada.—Hay decisiones que muestran un orgullo desmedido.—Mi decisión muestra un amor desmesurado, completo. ¿Acaso no puedes ver la diferencia? La amo tanto, y de tal manera, que soy incapaz de negarleferviente, aunque ella lo ignore.Un silencio gélido inundo la estancia durante unos momentos.—De ser ciertas tus palabras, has t rasgredido todas las normas —un nuevo grito, esta vez mucho más p rofundo, hizo que ambos dejaran de mirarse mufijar la vista en la gruesa madera que mantenían cerrada.—Mi querido amigo Reiyel, una transgresión más, qué importa.Con esas palabras su mejor amigo había hecho su elección diecisiete años atrás. Parecía que había pasado toda una eternidad, y él iba a tomar la suya en b

argo, el dolor por la traición que estaba a punto de cometer, le perforó el corazón como si se lo hubiesen desmembrado unas garras al rojo vivo. Cerró los o respeto, unió sus manos en un acto de obediencia supremo, y comenzó las palabras que iban a definir su postura ahora y siempre:«Ha llegado el momento Padre, el instante que nunca creí como verdadero y posible, y contengo en el corazón dudas; vacilaciones e indecisión ante el ca

bre ante mí, y que he escogido con libre albedrío. Lo juro. Me habéis enseñado a guiar mis actos hacia lo correcto, hacia lo que creo como ser independamientos, y por ello conduzco mi voluntad, no s in cierto recelo, hacia lo que he meditado y decidido en estas horas aciagas. Negras de dolor. Ausentes dllenas de una esperanza fértil, y abonada con el amor más sublime y desinteresado. Perdonad que en esta resolución y firmeza, no haga vuestra voluntaEs una traición execrable, pero muy meditada en la angustia de mi exaltación emotiva, aunque comprendo que ninguna de las palabras que desgrano en mi

n suficientes para ahorraros el escarnio que voy a causaros con mis actos. Pero permitidme que me acerque a vuestro corazón desde la sinceridad de mi ade que este adiós definitivo no os deje el alma llena de ingratitud hacia mis hermanos, inocentes de todo pensamiento desleal y profano. Leales servidoresdor Supremo y Maravilloso; mi Hacedor Amoroso y Compasivo. Soy el único culpable de la violación a la fidelidad y lealtad que os debo. Merezcorecio sempiterno. Pero Padre, perdonadme y comprended que mi decisión no tiene vuelta atrás. Me quedo con la conciencia hecha pedazos, con elrantado ante la sentencia de mi postura, y me doblego en la más humilde de las súplicas para implorar vuestro perdón y empatía, en este destierro volun

do de forma diferente, con un propósito definido y alejado de lo que he escogido hoy, p ero no p uedo arrepentirme. He decidido perseguir una lejana esperaás sea solo una utopía inalcanzable, pero es mi decisión libre y sin coacción. De nuevo Padre, perdonadme» .En medio de su angustia emocional, Reiyel oró con más fervor e insistencia tratando de paliar la duda que lo sobrecogía. Había llegado el momento decisiazón se entregó a la súplica más encarnecida, al ruego más desesperado con una sinceridad que le dejaba los sentimientos expuestos a las tentaciones, si bieno podía suceder de otra manera. La relación de amor con su Padre nunca se había interrumpido hasta esa noche decisiva, pero allí, en el culmen de la angust

argaba, en Dimashq, la lucha se había convertido en un cuerpo a cuerpo que resultó extenuante. Como dos voluntades que se enfrentaban por un momiencia y el amor, para confluir luego en un abandono de aquiescencia.La tierra se veía oscura aunque la luna esparcía su luz sobre los campos fértiles. También sobre el río callado y las montañas serenas. Bajó sus ojos hacia elue las lágrimas dejaran de fluir sobre sus mejillas. Dolía intensamente causar una traición de tal magnitud hacia el Ser que se lo había dado todo, pegado su corazón, y debía ser consecuente con sus sentimientos.

***

Ciudad de Dabir Los soldados comenzaron a oír el inquietante rumor de que iban a ser masacrados, no obstante, Erikem seguía avanzando con su ejército hacia el norte

e. La campaña de invasión de la ciudad de Dabir estaba dividida en tres etapas. En la primera, el ejército de Erikem establecería un bastión en Guilgal, dararían para atacar la ciudad fortificada. La segunda fase consistiría en capturar las ciudades que se habían aliado con Dabir: Libna, Laquis, Eglón. Sin la pciudad principal, el resto de ciudades serían fáciles de conquistar. En la fase última, el ejército de Erikem avanzaría hacia el norte para enfrentar a los habit, la mayor ciudad que cobijaba a los inmundos. Aunque el enemigo contaba con numerosos carros de guerra y un ejército importante, la infantería de Erikemerlos en un ataque rápido en una zona fangosa y que conocían muy bien. Sus soldados estaban muy bien entrenados, y podía contar con el factor sorpresavo su ejército para acampar al amparo de las montañas, la sorpresa de ver a Reiyel lo dejó sobrecogido, era inaudito que su amigo del alma hubiese tomión tan importante y que marcaría la diferencia entre las victorias obtenidas sobre los inmundos.

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Siguió mirando con ojo crítico la ciudad amurallada, sopesando los inconvenientes de perder la batalla y la credibilidad. Sus consecuencias negativas seríansu reino y su p romesa de mantener el equilibrio.—Tus hombres necesitan confianza.Erikem se giró sobre sí mismo para clavar sus ojos en la figura de su amigo.—¡Reiyel! ¿¡Qué has hecho!?La mirada de Erikem se tornó gris de tormenta. Su amigo estaba plantado frente a él en carne y hueso.—Elegir, mi querido amigo. —El rostro masculino, perfectamente cincelado, mostró una mueca de pesar al escuchar sus p alabras—. Y ofrecerte mi ayuda.—Puedo encargarme de esto solo —le respondió conciso—, sin embargo, bienvenido seas.Reiyel giró su rostro hacia los comandantes de Erikem, Boraj y Nasdio, que esperaban sus órdenes para dividirse en dos grupos. El campamento ha

ntado p rontamente sin pérdida de tiempo.—¿Qué piensas hacer? —le preguntó Reiyel sin dejar de mirar a Nasdio.—Boraj tomará dos mil hombres y esta noche se acercará lo máximo posible a los muros. Se ocultarán sin moverse.—Eso te dejará solamente con poco más de un centenar de soldados —le respondió Reiyel.—Esa es precisamente mi estrategia. Lo que pretendo mañana cuando el sol esté alto en el cielo, es aproximarme hacia las puertas de entrada a la ciudad,

de Dabir vea los pocos hombres con los que trato de enfrentarlo, saldrá para combatirme convencido que le ofreceré una victoria fácil. Fingiré que no he cmis posibilidades, y emprenderemos la huida campo a t ravés. Obligaré al rey y a sus soldados a alejarse de Dabir. Nasdio aprovechará para dar la voz de la señal que Boraj necesite.—Puede dar resultado —le dijo Reiyel con mirada pensativa.—Ahora que estás aquí, serás útil —le dijo Erikem—. El muro sur es tuyo. Escoge a algunos escaladores y controla las calderas de aceite para que no lae nosotros.Reiyel hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Se giró hacia el campamento, pero Erikem lo detuvo sujetando su brazo.—¡Has sido un insensato! —le recriminó con dureza—. Eres el mejor, el más fiel, ¡no puedo comprender tu decisión! ¿Por qué?Reiyel soltó un susp iro acerbo, pero sin soltar la mano amiga de su brazo.—He usado mi derecho a elegir de la forma que considero apropiada.—¿Por qué? —reiteró Erikem con el rostro atribulado.—Me dijiste que no podía amar con la misma intensidad que tú, pero, te equivocaste.—Es por M aelka… ¡Mi hija no merece tu renuncia!Los ojos de Reiyel se clavaron en los de su amigo con una profunda determinación, y un destello de ira en sus p upilas.

—Permite que sea yo quién juzgue eso. —El silencio pendió entre los dos como el filo de una espada —. Y, ahora, dime los nombres de tus mejores escala

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  SEGUNDA PARTE

«Me llamo Sarah, y soy cazadora de inmundos. Bestias que no poseen alma y que no sufren remordimientos. Se mueven dominados por un deseo priante de dominación. Son totalmente lujuriosos. Lascivos, y con un apetito carnal voraz e insaciable. Pueblan nuestro mundo sin que nadie se percaencia, caminan errantes junto a nosotros con voluntad férrea, se apropian de nuestras vidas sin que mostremos un ápice de resistencia a sus reclamos, desclavos, y partícipes involuntarios de sus actos horrendos. Sus armas son de carácter mental. Su percepción extrasensorial se adueña de nuestros pensamovernos bajo los hilos de su voluntad. Se muestran ante nuestros ojos como seres normales y bellos, pero poseen un interior podrido y deforme. Sólo unlegiados podemos visualizar su naturaleza cruel. Pero no tengo miedo. Son incapaces de percibirme. Me acerco hasta ellos para atraparlos en mis redes y lpe que los quiebra y los devuelve al infierno de donde salieron. Bienvenidos a mi mundo, el de las bestias sin alma».

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CAPÍTULO 1

Barcelona, Barrio de la Mina.

La bestia no se había dado cuenta de la presencia que se mantenía escondida en uno de los zaguanes de la calle oscura y húmeda. La tenue imagen de su srsionaba frente a los coches estacionados, ocultando cualquier rastro de ella a los ojos inquisidores. A esa hora de la madrugada había poco tráfico de vehícuonas en las solitarias travesías del Barrio de la M ina. Una total oscuridad reinaba en el callejón. Con una mirada furtiva al reloj de su muñeca, se percaban pocos minutos para las cuatro de la madrugada, el amanecer estaba cada vez más cerca y su tiempo más escaso. Se oyeron unos golpes sordos en la pra de la acera, como si unos gatos hubiesen rebuscado y volcado los cubos de basura, pero ella sabía que esos ruidos eran producidos por el maldito al que e hacía semanas. El barrio barcelonés resultaba perfecto para mantenerse oculto y alejado de miradas atentas y curiosas. Sarah sujetó la linterna en su pado y en silencio para no atraer su atención sobre ella, y el lugar donde se mantenía hábilmente camuflada. Cuando rebasó el penúltimo portal en sombras coto y entrecerró los ojos, aguzó el oído, pero sólo llegó hasta ella el sonido de un perro aullando en una calle lejana, una brisa fría y húmeda comenzó a remrededor, pero el mono de cuero negro flexible la protegía del frío de la noche helada. Desplazó sus pies protegidos con botas tácticas militares con sumo cu

mo tiempo que aseguraba la gorra sobre su cabeza, ocultando el castaño brillante de sus cabellos.Una ligera llovizna comenzó a caer sobre su cuerpo de forma impenitente, constante. Sarah alimentó la esperanza de que la bestia siguiera con su comatarse que ella, se acercaba cada vez más. Respiró hondo varias veces p ara sacudirse de encima la pegajosa sensación que ofuscaba su mente, asqueada phaba en las sombras cercanas, se estremeció por el frío orvallo, y se volvió poco a poco hacia la furgoneta negra que esperaba silenciosa en la esquinjón. Calculó la distancia hacia el siguiente portal cuya luz estaba igualmente apagada, la noche anterior habían manipulado el mecanismo de las farolaseniencia.De pronto, oy ó el ruido producido por el inmundo que avanzaba sobre los adoquines p or el lado derecho de la calle, una vez que hubo terminado con su r había quedado tendida en el fresco y mojado suelo. Mientras lo observaba, su figura voluminosa rodeó uno de los coches aparcados, y tomó la misma diree estaba ella oculta. Sarah vio que se detenía para olfatear el viento, como un animal que huele su próximo botín. Conteniendo el aliento a duras penas c

miraba hacia donde estaba escondida, como si la viese. En la oscuridad, no distinguió sus rasgos, sólo su enorme silueta amenazadora que seguía avanzandoción.El momento de actuar había llegado al fin. La figura de más de dos metros avanzó arrastrando sus pies grandes, sin dejar de mirar con sus penetrantes ojos

era verla a través de la oscuridad y las gotas de lluvia. Sarah se resguardó todavía más en las sombras del sop ortal, pegando su espada al muro todo lo qsus pasos que se acercaban para luego, detenerse en una pausa que le pareció eterna. Sarah sacó el cuchillo de su funda y tensó sus músculos para prbió la linterna de mano, activó el interruptor y dirigió el haz de luz a la cara de la bestia quien se protegió del resplandor con sus brazos, momentáneamenta luz. Por un momento no se movió, la miró sin expresión en su rostro grotesco, deformado, y lanzó su ataque contra ella de la forma esperada. Sarah lo go

patada certera en el estómago que lo hizo doblarse en dos. Se arrodilló con una velocidad vertiginosa al mismo tiempo que le sujetaba la muñeca para inmoviarlo de cara al suelo. Sarah había soltado la linterna para asirlo del largo pelo encrespado, le giró la cabeza y, con el filo del cuchillo que empuñaba, le hizoversal en el cuello de forma limpia y profunda.El inmundo quedó inerte a sus pies.La furgoneta que mantenía los faros apagados, avanzó hacia ella de forma sigilosa con un rugido del motor apenas perceptible. Sarah caminó hacia la vícal que estaba tendida en el suelo inconsciente.Cuando llegó hasta ella comprobó con una mueca de repulsa que no debía tener más de dieciocho años. Su falda estaba desgarrada. Su bolso estaba abie

enido esparcido en la sucia calzada donde se había mojado por completo. Se arrodilló a su lado y le tocó el pulso, ¡estaba viva! Dirigió sus ojos hacia la furgpo del inmundo había sido retirado del suelo y colocado en la parte trasera del vehículo, Sarah hizo una inclinación de cabeza a los hombres que habían termiar de sangre la calzada para que la ayudaran a sostener a la muchacha que seguía inconsciente. Sin un remordimiento en sus ojos castaños, se alzó de su pollas y guardó la hoja justiciera de su navaja de nuevo en la funda negra, apretó la presilla del botón que la aseguraba y apagó la linterna con un clic.

Todo volvió a sumirse en la oscuridad de nuevo.

***

Un dedo le recorría la mejilla húmeda, y se detuvo, de forma breve, en la comisura de su labio superior. El aliento tibio en su oreja la había despertado dSarah estaba habituada a los contratiempos , y bien entrenada en las artes de la lucha cuerpo a cuerpo. M antuvo los ojos cerrados en un intento de que l

desvanecida en el áspero suelo lleno de polvo gris. Polvo que elevaba ella con cada exhalación de aire. El corazón le latía en las sienes con un golpeteo inccon cautelosa minuciosidad, un balance del estado físico de su cuerpo.Tenía que cerciorarse de que no tenía ningún hueso fracturado, pero sus miembros respondían bien a la orden emitida por su cerebro: mantenerse complvil. El dedo extraño seguía deslizándose por su barbilla de forma juguetona, y entones, el estómago de Sarah se contrajo involuntariamente ante

perada. ¡Maldita fuera! Aún tenía partes de su cuerpo que no controlaba del todo. Y lo presentía, el inmundo trataba de penetrar en su mente para controella resistía los intentos bloqueando cualquier entrada a su subconsciente. Le había costado años dominar esa técnica, y lo había logrado al fin.Entreabrió los ojos discretamente para estudiar el lugar donde estaba postrada. La escasa luz que se filtraba por la pequeña abertura, le indicó que era zada de la madrugada. Pudo distinguir las paredes irregulares y húmedas en algunos puntos, su olfato identificó los olores característicos de las cavidad sub

a hierro, a hongos e incluso asperón.De pronto, lo recordó todo.La caza había resultado tal y como se había organizado, cuidando hasta el más mínimo detalle. Buscar inmundos resultaba fácil porque la mayoría se mles, aunque algunos actuaban como nómadas, sus costumbres eran factibles de controlar. Lo encontraron en uno de los antros habituales en su círculo, el cafmisma ciudad de Barcelona. Llevarlo hasta la isla de El Hierro había resultado más difícil de lo imaginado, aunque gracias a la droga que le habían sumini

ado había resultado menos arduo, pero no habían contado la gran tolerancia que tendría a los narcóticos y su facilidad para asimilarlos. El transporte en avente terminal se había efectuado de forma impecable, Lee se había encargado del papeleo burocrático como siempre, Soul del transporte. Los tres formabapo, colaboraban de forma minuciosa, y el resultado solía ser impecable. Gracias a esa compenetración, no habían tenido trabas en el aeropuerto deelona ni en el de Gando en las islas Canarias, pero una vez dentro de la pequeña motora para llevarlo a la isla del Hierro, el inmundo había despertado.A pesar de los nudos y de las cuerdas que habían atado en sus manos y pies, se había soltado con una agilidad que aún la sorprendía, la terrible persecuci

enzado y la cazadora iba a ser apresada con una facilidad vergonzosa. Estaban en el lugar correcto, era la hora convenida, pero tendría que ser el inmunviese inconsciente en el suelo y no ella. Su primordial preocupación residía en ganar tiempo antes de que fuese demasiado tarde...—Es hora de que despiertes —la voz cantarina le penetro directamente en el corazón.La mano templada y suave descendía osada por su cuello hasta alcanzar la curva de su hombro. M antenerse completamente inmóvil resultó el mayor esda. Apenas podía controlar la respiración, así como los latidos que se acumulaban en su garganta.—Muéstrame tu rostro gatita y yo te enseñaré a ronronear bajo mi cuello —la voz p rofunda y melodiosa se coló en su cerebro produciéndole un vuelco.Lo estaba haciendo, t rataba de aprop iarse de sus sentidos enviándole mensajes como una descarga luminosa, como si sus cuerpos estuviesen cargados de

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rica. Resultaba inútil ocultar por más tiempo que no estaba desmayada sino con el total control de su conciencia, por ese motivo Sarah decidió actuar de inuna agilidad inusitada se reincorporó p ara darse cuenta con absoluto horror que t enía la ropa rasgada en varios sitios, en su carrera había tropezado con d

áculo, los jirones de tela colgaban laxos a sus costados. No hizo amago de tocarlos, necesitaba las manos libres para defenderse en el mismo momento que lue.—Eres una belleza —las alarmas se desataron en su cabeza cuando contempló a la bestia dirigirse con paso decidido hacia ella.—¡No te acerques! —Le advirtió con profunda determinación.—No puedo evitarlo, tu olor es un reclamo que no puedo ignorar —Sarah retrocedió un paso sin quitarle la vista de encima.Le hormigueaban los pezones del escrutinio al que la sometía.—¡Dime tu nombre! —Le exigió en un intento de desviar la atención de su persona y creyó que no le iba a responder, no obstante, se equivocó.—Aslhem —respondió él.Los ojos femeninos se iluminaron con sorpresa al escuchar el nombre conocido y por tanto tiempo admirado. Era el cazador que cazaba a otros como él. Lnreía al fin pues había tenido la fugaz sospecha de quién podría ser cuando lo descubrió en el café Bolero. Y ahora podía ponerle rostro al nombre.—¿Por qué? —Preguntó, pero él con el dedo índice de su mano derecha le hizo un movimiento negativo, a la vez que le sonreía de forma pícara mostrána de dientes blancos, y perfectamente alineados.El estómago de Sarah se contrajo con una ansiedad peligrosa. La presencia que tenía ante sí era puro magnetismo sexual. Era un hombre muy atractivo. Perc

ble claridad los latidos entre sus piernas. La incomodidad de su vientre y la respiración que se le aceleraba.—Me ha costado más de lo que imaginas eliminar la droga que introdujiste en mi cuerpo con p remeditada alevosía. Mantenerme paralizado ha sido el me

has utilizado hasta ahora, y te conozco unos cuantos.Sarah lo había estado buscando durante meses, lo necesitaba, pero el inmundo se escabullía de su intento de atraparlo con una sagacidad que la desconcerba de un lugar a otro del mundo a una velocidad vertiginosa.De todos, era el más inteligente y cualificado, pero al fin había dado con él.—¿Cómo me has encontrado? No ha sido por mi olor —inquirió ella realmente interesada.Aslhem chasqueó la lengua con chanza ante su crítica.—Te equivocas pequeña, tu aroma penetra en mis sentidos con una fuerza que llega a marearme —Sarah estaba encerrada entre la pared y él—. Me pones

o un piedra.—Hoy no es plenilunio —le espetó, y él soltó una carcajada llena de humor por su ocurrencia cómica.—Eso son historias p ara niños, y tú ya no eres una niña —los ojos de Aslhem recorrieron su figura con insolencia. Deteniéndose en la suave curvatus. En las redondeadas caderas. Se bebió el aliento que ella exhalaba porque era dulce y aromático.

El brillo en los ojos de él la desconcertaba porque la miraba como si la conociera. Sarah decidió plantarle cara, aunque estaba temblando como una hoja meento furioso. Se sentía terriblemente vulnerable y consciente de la clara ventaja que tenía el inmundo sobre ella. Su sola presencia le provocaba estremecnada tenían que ver con el miedo. Debía blindarse con la ira si quería salir del encuentro indemne. Cuadró los hombros y avanzó un paso hacia él quedos a unos escasos centímetros.Las ansias de apresarlo p odían más que la prudencia.—Si piensas que vas a someterme con tus palabras o actos, es porque no me conoces lo suficiente —Aslhem alzó una ceja ante las palabras de ella, pstó esa falsa seguridad.—Has sido muy difícil de alcanzar, preciosa, aunque no puedo otorgarte todo el mérito. El somnífero seguía circulando por mis venas volviéndome torpe yue estás justo donde quería: en mi poder.Sarah no retrocedió, se sentía demasiado furiosa como para mostrarse asustada. Trató de p ensar en una posible vía de escape, pero, la única puerta quedada del inmundo porque esa habitación había sido preparada para él no para ella. Aslhem la miró fijamente con ojos brillantes y peligrosos, y ella sintió

uebrajaba su voluntad. Trató de concentrarse en un punto a la derecha de la cabeza de él, pero fue inútil. El inmundo comenzaba a apoderarse de su mente.—¡Nunca! ¡Voluntariamente! —Aslhem soltó un susp iro que sonó impaciente.Cuando los dedos de la mano de él rozaron apenas su hombre derecho, sintió cientos de ajugas que se clavaban en sus puntos nerviosos. La excitación creunto insospechado. La sometía con un roce. Trató de sostener sus rodillas que se habían doblado como si se hubieran convertido en gelatina.—Llevas mucho t iempo de caza —el miedo comenzó en su vientre y fue ascendiendo hasta su estómago donde eclosionó con una descarga que la dej

ba a punt o de sufrir un orgasmo—, y es hora de que te relajes.Inclinó la cabeza para besarla, si lo hacía, estaba perdida. Su control era muy fuerte, tanto, que estaba a punto de caer de rodillas lanzando gemidos de gozoza para rehuir los labios masculinos, sin embargo, parecía que una fuerza superior la mantenía clavada al suelo y en la posición más ventajosa para él.—¡Suéltala! —La voz tras ellos no admitía réplica.Un suspiro de alivio destensó la garganta de la muchacha que suspiró al fin con alivio. Seguía sintiendo un hormigueo en el vientre, pero había pasado el pel—¿Te encuentras bien? —La potente voz detuvo la mano pero no soltó la presa. Aslhem siguió ejerciendo el control sobre ella a pesar de la amenaza qu

e su cabeza.—Trataba de ayudarla —¡y una mierda!, pensó Sarah. Había intentado quebrar sus defensas, y lo más terrible era que lo había conseguido. Había sentido

al.—Si me hubieseis querido muerto, ya lo estaría —ese detalle también lo sabía Lee, pero siguió apuntándolo con su escopeta sin emitir un parpadeo.—¡Apártate de ella o tardarás mucho tiempo en poder sentarte sobre tu culo, inmundo! —Aslhem obedeció sin separar sus ojos del hombre. Soul le pus

manta sobre los hombros para calmar sus temblores.—Habéis tardado demasiado —se quejó.

Lee carraspeó algo incómodo por el reproche amargo.—Nos costó mucho desorientar a los buscadores para que t uvieses el camino libre —Satín miró a sus colaboradores con el ceño fruncido. La caza resulmás difícil porque los buscadores se equipaban con instrumentos más sofist icados y menos propensos a la manipulación informática.—Los servicios de seguridad del aeropuerto y el puerto siguen estando en alerta —ella inspiró p rofundamente con cierto remordimiento. Soul se encargería informática, usaba sus conocimientos p ara lanzar señuelos a la policía cuando ellos tenían que usar el espacio aéreo o marítimo de forma furtiva.Su queja infantil había sido injustificada.—La motora, no me quedó más remedio que dejarla varada en la arena —la mirada que Sarah les dirigió llevaba en su p rofundidad un reproche, p ero ecían y eran conscientes de la impulsividad de su juventud—. Esp osadlo! —Aslhem alzó las cejas con un interrogante pero Soul se precipitó a cumplir la

que volvió sus ojos y los fijó en él—. No, no voy a matarte… todavía —Sarah lo miró con arrogancia antes de alcanzar la puerta y salir furiosa por ella.—Tiene planes para ti —Aslhem no lo dudó ni un instante, pero lo que la muchacha ignoraba era que él también tenía planes que llevar a cabo.Si ella creía que había conseguido atraparlo, estaba completamente equivocada. Todo pertenecía a un plan cuidadosamente trazado. Se masajeó la base due sentía los músculos tensos. Era hermosa, mucho más de lo que había imaginado.Los ojos zafiro de Aslhem se fijaron en los de Lee que no pudo sostenerle la mirada. Bajó los p árpados un tanto perturbado.—Luego me ocuparé de vosotros dos— la amenaza velada quedó susp endida en el aire.

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CAPÍTULO 2

—Os esperaba —Lee y Soul suspiraron un tanto azorados e incapaces de ofrecerle una respuesta para ap aciguarla—. La nota que os dejé decía clanco de Herques, ¿o me equivoqué? —La duda se paseó por los ojos de ella.—No teníamos modo de saber que la droga iba a resultar casi nula pues en los otros funcionó bastante bien —Sarah se mesó el pelo con impaciencia. Hab

nto de perder, pero el cazador estaba bajo custodia y encerrado en una de las dependencias habilitadas en la cueva para tal fin.—Deben de estar furiosos por su ausencia —Sarah asintió con la cabeza. Las best ias se movían de continuo buscando p resas, p odían pasar semanas hsen en falta a uno de los suyos, sin embargo, esa regla no lo aplicaba a él. Era el jefe, estarían buscándolo como locos.—Lo sé, pero ese detalle no logrará desanimarme. —Lee y Soul cruzaron una mirada cómplice. Llevaban años cazando sin cometer un solo error, pero el reflejaba en sus rostros, aunque ambos lograban ocultar a la perfección su lasitud delante de ella.

Sarah comenzó a recorrer la pequeña habitación de forma inquieta y nerviosa, especulando y trazando planes a pesar de sus preocupaciones. Sus pasosba ponerlos nerviosos.—Dinos qué te preocupa —Alzó la cabeza y miró a Lee con cierta sorpresa, no podía ocultarle nada a sus amigos. Los había conocido cuando apenas erala comprensión fue instantánea y mutua desde el principio. Lee era el mayor de los dos, y tenía un sexto sent ido para conectar con ella, p odían comununciar palabra. Lee le había enseñado cómo controlar sus emociones, a cerrar su mente y bloquearla.¡Le debía tanto!Soul era como el padre que no había tenido. Sarah valoraba sus consejos, y trataba de copiar su valor. Lo que era como persona, se lo debía a ambos.—La falta de olor no funcionó. M e había camuflado p erfectamente en el bosque, o eso pensaba yo. Me encontró con una facilidad asombrosa —tanto Lse miraron con culpabilidad y Sarah entrecerró los ojos con sospecha.—Usamos un poco de suero en tu ropa antes de que te vistieras —Sarah respiró p rofundamente.¡Maldita fuera! ¿Cómo se habían atrevido a usar el suero en ella sin consultárselo?—No puedo creer que hayáis arriesgado de forma tan temeraria el éxito de nuestra misión —Lee la miró con cierta dureza en sus ojos negros.—¡Mírate p equeña! Estás tan llena de odio que a veces te muestras incansable. Esa actitud no contribuye al éxito de nuestro trabajo, además, no e

pletamente convencidos que te seguiría, por esa razón te pusimos un poco de suero. Llevas años borrando el olor de tu piel, desde que dejaste de ser unh entrecerró los ojos, cansada.

Era cierto que en su búsqueda se había vuelto insaciable, pero tenía un motivo p oderoso para actuar así, y le dolía profundamente que se lo reprochasen.—Hay best ias ahí fuera dispuestas a todo.—¡Sarah! No habla tu razón sino tú rencor —Soul la corrigió con voz pausada para no enojarla más de lo que se veía.—Son los engendros del demonio a los que hay que exterminar —continuó ella. Lee carraspeó incómodo y la miró ceñudo.—Ya hemos mantenido anteriormente esta conversación, hacemos un trabajo selectivo, sólo cazamos desviaciones… —ella no le permitió continuar.—Ese matiz carece de importancia —cortó con voz llena de acritud. Tras unos instantes susp iró acongojada—. Lo lamento, no debía de pagar con voración. Me tenía en clara desventaja. Justo cuando llegamos a la isla recuperó la movilidad de los brazos y las piernas. Tuve que correr tanto que casiada, apenas recuerdo el golpe que me dejó inconsciente en el momento que alcanzaba la entrada de la cueva.—Quizás el plan no de resultado. Ya te hemos mencionado lo arriesgado que resulta. Cada día que pasa disminuyen nuestras posibilidades —Sarah miró arofundo disgusto en sus ojos castaños. Necesitaban a Aslhem para alcanzar su objetivo. Era mucho mejor cazador que ella, más fuerte y con más capaación. Aunando esfuerzos darían caza al jefe de todos los inmundos.—Se ha dejado atrapar con demasiada facilidad, tiene un p lan que ignoramos, y pienso descubrirlo —con sus palabras había expresado la duda que la cobuena atrapando inmundos. Ninguno sospechaba lo cerca que se mantenía de ellos para darles caza.—Trataremos de averiguar qué esconde tras esa docilidad —un escalofrío recorrió a Sarah p or entero al escuchar las palabras de Lee. En modo alguno poem como un ser dócil.

—¿Has traído el azufre? —Soul asintió con su cabeza llena de rastas.—Siempre llevo el azufre conmigo desde que descubrí sus propiedades mortales. Es un arma letal —Sarah volvió a morderse ligeramente el labiocupada—. Si lo prefieres, podemos hablar nosotros con él —ella negó con la cabeza de inmediato. Hablar con Aslhem era un placer que se reservaba para s—Os agradezco el ofrecimiento, p ero debo ser yo la que le p lante cara, aunque antes voy a darme un baño de azufre, necesito borrar todo rastro de sue

po.

***

Aslhem miraba la habitación con el semblante sereno. Esperaba la llegada de su verdugo y el posterior interrogante al que lo iba a someter. Amplió la sonformó sus rasgos por completo convirtiéndolo en un ángel de belleza arrebatadora. Aún sentía en las yemas de los dedos el tacto de la piel satinada. El na como anillo al dedo: Sarah, la más vengativa cazadora de todos los tiempos que él conociera.Todo en ella le provocaba un sentimiento doloroso. Su manera de caminar ausente de coquetería, esa mirada franca que ocultaba el miedo bajo una má

bilidad, era adorable, pero tan sumamente joven…El chasquido de la llave en la cerradura lo sacó de sus pensamientos. La figura femenina se encontraba inmóvil en el umbral con el rostro imperturbable. T

ga en la mano que estaba llena de un líquido amarillo, en la otra llevaba un pequeño dispositivo con un interruptor, parecía un mechero.Aslhem siguió sonriéndole con cierta petulancia.—¿Vienes a ofrecerme la última cena? —Sarah negó una única vez con su cabeza.—Busco información —Aslhem le ofreció una mirada cargada de curiosidad. La voz melodiosa le producía un escalofrío en la espina dorsal.—¿Qué me darás a cambio? —Aslhem creía que podía jugar con ventaja.Sarah le hizo un guiño con su ojo derecho, y una mueca con la boca que prometía venganza.—¿Un día más de vida? —Él soltó una carcajada ausente de rencor.—¡Acércate! ¡No muerdo! —La broma no le hizo ni pizca de gracia. Siguió quieta en su sitio sin abandonar la mirada del rostro que rezumaba masculinida—Sé que no utilizáis la boca para matar, sino algo mucho peor —Aslhem susp iró profundamente al escuchar su respuesta rápida.—Sabes de sobra que el deseo es innato en nosotros y que domina la mayoría de nuestras acciones —Sarah, no le respondió, siguió mirándolo sin acercarssupervivencia. Le tenía miedo, pero no pensaba demostrárselo.—Eso es precisamente lo que nos distingue de vosotros —le dijo, y Aslhem alzó una ceja con burla ante su respuesta despectiva.—Estáis en clara desventaja, pero nos unen los mismos intereses de supervivencia.—Quiero ofrecerte un trato —ahora sí que había captado la atención de Aslhem por completo.—¿Tú me ofreces un t rato? ¿La cazadora de inmundos? —Aslhem siguió sonriendo como si las p alabras de ella fuesen cómicas. Seguía acechándola conntes, cuajados de promesas que la muchacha no era capaz de interpretar.La piel de la joven se erizó de forma voluntaria, sin control. Él la miraba como si la conociera, pero eso era imposible.

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—Quiero que me lleves hasta el Príncipe —Aslhem entrecerró sus ojos con incredulidad.—No sabes lo que dices —ahora la que rió fue ella.Así, de forma inesperada, soltó una risa contagiosa y fresca que lo dejó aturdido. Con los huesos hechos gelatina.—Sé muy bien lo que digo —le replicó convencida—, necesito que me lleves hasta él para cazarlo.Aslhem hizo un arco p erfecto con una de sus cejas rubias.—Tus p alabras muestran lo ilusa que eres si crees por un instante que puedes enfrentarte a su p oder —los ojos de la mujer se redujeron a una línea negra—

mo me mostraría tan arrogante, y por cierto, su nombre es Erikem —Sarah paladeó el nombre desconocido en su boca. Erikem le pareció un nombre sumpiado.—Muchos de tu raza han caído ya bajo mi mano —las palabras sonaron como un insulto, y Aslhem se las tomó tal cual.—Las criaturas son fáciles de acosar, les falta la agilidad mental para percibirte.—Tu raza va a extinguirse muy pronto —Aslhem se aproximó un poco más hacia ella con los ojos empañados de ofensa.—Los perros t ienen razas. Los felinos también. Nosotros somos una misma especie, lo sabes.—¡Qué más da! Todos mostráis el mismo apetito carnal incontrolado y repulsivo. Bestias sin alma, sin corazón —Aslhem asintió con la cabeza.—El instinto reproductor está grabado en nuestro ADN con una furia que nos ha costado una eternidad controlar, pero no nos acuses de no tener alma po

mos, ¿acaso deseas una demostración? —Sarah lo cortó de forma brusca al mismo tiempo que retrocedía un paso hacia atrás completamente prevenida.—Necesitáis dominar la mente humana. Usáis vuestra fuerza p ara doblegarnos a los deseos que os ciegan, y nos utilizáis sabiendo que moriremos polo reproductivo, ¿qué es eso si no carecer de alma? ¿De remordimientos? —Aslhem no se molestó, sabía la desconfianza que la embargaba, y tenía parte de—En un tiempo así fue —moduló la voz y la dejó en un susurro apenas perceptible—, pero ahora, hemos aprendido a controlar nuestros instintos —Sara

mueca de asco al escucharlo.—Sois engendros del demonio. Una aberración a la vida… —Aslhem la cortó sin brusquedad.—Nosotros no usamos armas para exterminar. —Sarah iba a abrir la boca, pero, él, con un gesto le conminó a que siguiese callada—. No estamos dominadma avaricia, ni la necesidad de poder ilimitado. Si hablamos de aberración, mira tus congéneres.Sarah tragó saliva al escuchar sus palabras preñadas de razón. Los humanos se exterminaban entre sí desde el mismo principio de la existencia. Las picas pugnaban por el control de las naciones con una perversión que llegaba a asquearla.No le quedó más remedio que admitir las palabras de él.—Entre nosotros t ambién existen desviaciones de tipo anormal a nivel cromosómico, pero es debido a la imperfección causada por la… —Aslhem fue negbeza sin perder la sonrisa.—Lleváis siglos engañándoos. Es hora de que abras los ojos a la realidad para no repetir los mismos errores —Sarah apretó los labios con una furia qu

a controlar, pero reculó en sus palabras que ya no incluían la figura de Aslhem.—Son bestias, no merecen vivir —Aslhem volvió a asentir.—Aun así me corresponde a mí corregir esos errores.Y lo hacía de una forma impecable, pero ella quería llegar al Príncipe.—¿Llamas errores a asesinos en serie? ¿A psicópatas sexuales? Debes de estar completamente loco.—Soy el mejor batidor que existe —Sarah no negó su afirmación, sabía que lo necesitaba aunque ese conocimiento la rebelase.—Por ese motivo sigues vivo todavía. Necesito que me lleves hasta el Príncipe para cazarlo. Conoces su rost ro y paradero —Aslhem cruzó sus brazos aró con una intensidad que no se molestó en ocultar—. ¿Eres consciente del peligro que representas? —ni asintió ni negó, se mantuvo en un frío silencio pro

Pero conviene a mis planes que seas un cazador de bestias. Con t u ay uda atraparé a Erikem aunque tenga que hacer yo misma de cebo —las cejas de Aon con muda sorpresa.—El orgullo es un mal consejero —sus palabras la molestaron.—Vuestra fuerza es un insulto a la vida, pero p ienso hacer buen uso de ella.—Hemos controlado nuestra naturaleza fuerte y desinhibida, ahora dominamos nuestro poder y lo canalizamos convenientemente —Sarah apretó aúns.—¿Cuántas humanas inocentes deberán morir hasta que se sacie vuestro celo reproductivo? —Aslhem se acercó tan rápido a ella que no le dio tiem

ada prudente. Acercó su nariz para olerla y al momento frunció los labios con disgusto.—¿Azufre? Ahora entiendo por qué te sent ías tan segura —Sarah clavó la punt a de la aguja de la jeringa a un centímetro del corazón de él, pero Aslhem

oco más sin mostrar ni un ápice de miedo o duda en sus ojos. Sarah era soberbia, inexperta, y tan decididamente terca.La aguja penetró en la piel de él varios milímetros.—Azufre disuelto en seleniato de sodio, ya sabes, un veneno eficaz contra los inmundos como tú —Aslhem se bebió el aliento de ella en cada palabra qcuando terminaba de salir por sus labios.

—Si buscabas matarme, ya lo habrías hecho —ella carraspeó ante lo obvio.—Quiero hacer un trato, Aslhem —el hombre se retiró al fin lo suficiente para dejarle un mínimo de aire entre los dos cuerpos.—No hago tratos con jovencitas —Sarah estaba a punto de lanzar un juramento obsceno cargado de impaciencia porque no era tan joven como él suponía.Cada vez que se le se acercaba, su corazón comenzaba una danza imposible de detener, pero el deseo de venganza se antepuso al miedo primitivo que le pr—¿Sabes qué significa est e disp ositivo? —Le mostró el pequeño artefacto color negro a una distancia segura. Aslhem alzó una ceja con la curiosidad

ndo te drogamos, introdujimos en tu cuello un pequeño chip que contiene una pequeña descarga de azufre, y se puede activar a larga distancia —la mirresa dibujada en su rostro, pero sin atreverse a creerla del todo—. A la menor amenaza por tu parte, apretaré este pequeño interruptor que partirá el chip. Etrará en la aorta a una velocidad increíble causándote una muerte instantánea.

—Presumo que has leído demasiadas novelas policiacas, pequeña —Sarah no se molestó por la burla, sabía que una demostración le borraría la sonrisa prenía en la cara.—Voy a mostrarte algo —Sarah, con una mano extendida, lo invitó a que se acercase a la única ventana que había en la estrecha habitación.Estaba cerrada con una cortina gruesa de color marrón en el otro lado. A un golpe de sus nudillos, la tela fue corrida con brusquedad, y Aslhem fue consc

n estaba acostado y maniatado en una mesa quirúrgica. Akmal se retorcía y maldecía a pesar de las fuertes correas que sujetaban sus muñecas y sus tobillos.jos descubrieron a Aslhem a través del cristal comenzó a gritar y convulsionarse completamente enloquecido. Sarah accionó el pequeño interruptor que e

bido eléctrico, Akmal sufrió una descarga y se quedó quieto sobre la camilla de acero.Por p rimera vez, ella pudo comprobar cómo se oscurecían los ojos de Aslhem por la ira, y supo que corría verdadero peligro.—También tenemos a Ersad y Barik —Sarah contempló con cierta satisfacción las emociones que cruzaron el rostro de él en un segundo: incredulidad,

p rofunda cólera.Cuando se volvió hacia ella con claras intenciones asesinas, Sarah le ofreció las palabras que pararon sus pasos de golpe.—Akmal, no está muerto —sus p alabras detuvieron sus pasos—, p ero lo estará si te niegas a colaborar conmigo.

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CAPÍTULO 3

Un ruido la despertó del sueño intranquilo. La voz extraña penetraba en su cerebro con férrea voluntad, la llamaba en una constante letanía musical. Se reicama y se quedó mirando la habitación oscura y fría. Un leve estremecimiento de miedo se apoderó de sus sentidos ante la falta de calidez en la alcoba, h

ausente de aromas conocidos. Fue consciente del vaho que exhalaba su boca entreabierta con cada respiración que no terminaba de llegar a sus pulmones cel miedo. Comenzó a jadear inquieta, y completamente alerta. La voz atronadora soltó una risa grotesca cuajada de satisfacción ególatra. Se tapó con la sábto de esconderse del espanto que le producía los sonidos que llegaban entrecortados hasta sus oídos.¡Su madre la necesitaba! Bajó los pies desnudos al suelo y se alzó en su estatura quedándose momentáneamente quieta escuchando, recelando. El camisón

enzó a arremolinarse entre sus piernas con cada paso que daba para alcanzar la puerta. Cuando quedó a escasos centímetros, alargó su mano para asir el pla risa diabólica la detuvo. La hizo retroceder un paso hacia atrás completamente acobardada.El corazón comenzó a agitarse en su pecho de forma caótica.Se miró los pies fríos antes de volver a dar un paso, la puerta representaba la única barrera entre su temor, y la necesidad de acudir en ayuda de su madrr y suplicar en un tono lastimoso que la sobrecogió.Inspiró de nuevo y asió el picaporte que cedió a su presión.El largo pasillo oscuro conservaba todavía el ambiente cálido de esa noche de Junio. Los rayos prístinos de la luna entraban a través de las rendijas entrecerrsiana entornada, haciendo que las sombras de los muebles se contorsionasen como espectros seductores que se fundían en un abrazo eterno.Una sombra de muerte pasó junto a ella rápida, silenciosa, y la envolvió en un resplandor sobrenatural que logró aterrorizarla. Ahogó un gemido de desasos

ma vez que se resignaba mientras seguía avanzando en peregrina decisión hacia la habitación de su madre. Los gemidos eran cada vez más audibles y perturbCuando abrió la puerta con sigilo, lo que vio la dejó completamente paralizada y gritó con un alarido de terror absoluto.

***

—¡Despierta! —Sarah manoteó el aire con fuerza intentado asirse a la realidad que se le escapaba, abrió los ojos con fuerza y se llevó las manos al pechagónico—. No ocurre nada, es la misma pesadilla —la voz pausada consiguió calmar su desenfreno y volvió al presente con un suspiro de aflicción extremLee estaba reclinado sobre ella sujetándole las manos que habían asido las solapas de su cuello con una fuerza anormal.

—¡Dios mío! —El largo susp iro logró aminorar los latidos desbocados de su corazón que seguía saltando en su pecho completamente atribulado.—Es sólo un maldito sueño, pequeña —Sarah estalló en lágrimas ácidas, llenas de desesperación e impotencia.—No pude salvarla Lee, no pude hacer nada contra la bestia —los sollozos entrecortados seguían sacudiéndola sin piedad.—No tuvist e la culpa cielo, eras solo una niña, incluso ahora sigues siendo muy joven para la misión tan importante que realizas —la chica buscaba el coalabras, pero la amargura hizo presa de ella desbordándola. Saltó de la cama de un salto y cogió el revólver del cajón de su mesita con una premeditada r

u semblante.—¿A dónde crees que vas? —No le respondió. Encauzó sus p asos hacia el corredor y enfiló las escaleras de hierro con prisa hacia la planta baja—. ¡Dete

s lo que haces! —Estaba sorda a la orden.Seguía bajando los escalones con una determinación en su mente y una letanía en su corazón: acabar de una vez por todas con la bestia. Lee comenzó uns de ella intentando detenerla, pero Soul que había oído sus gritos la esperaba al pie del primer escalón con los ojos llenos de decisión. No era la primerase sentía vapuleada por pesadillas que la mortificaban. Sarah trató de esquivarlo pero Soul era más alto y más fuerte a pesar de sus cincuenta años. La rodees brazos al mismo t iempo que la consolaba.—Si lo haces perderemos nuestra oportunidad —ella seguía ciega a todo lo que no fuese la aplastante necesidad de acabar con todo. Clavó sus ojos hacia

oul y forcejeó para soltarse sin conseguirlo—. ¡Cálmate pequeña! No debes matarlo aún, si lo haces, el Príncipe habrá vencido. —Cuando Soul mencionó e

do, Sarah se quedó inmóvil en sus brazos—. Eso es, tranquilízate, ha sido otro mal sueño —al fin había recuperado el control sobre sus emociones de nidad de sus pupilas había desaparecido por completo reapareciendo el brillo incandescente de ira.—A veces no puedo controlar mi odio —Lee había logrado bajar las escaleras con sorprendente rapidez a pesar de su cojera.—Ven, vamos a tomar un chocolate caliente, te reconfortará —Sarah se dejó guiar hacia la improvisada cocina habilitada en una de las habitaciones.La cueva larga y profunda estaba completamente equipada para cubrir todas las necesidades físicas, se podía estar oculto en ella durante semanas sin necesxterior.Sarah se abandonó en la silla completamente afligida, las pesadillas conseguían extenuarla por completo, hacía mucho tiempo que no le ocurría de nuev

esen regresado de pronto con tanta brutalidad lograba desconcertarla.«Es porque estoy cerca del cazador, bajo el mismo techo», ese pensamiento no le hizo sentirse mejor.—Ya falta poco —ambos amigos se sentaron frente a ella con sendas tazas de chocolate en las manos.Sarah tenía la certeza de que a Soul le asistía la razón, pero tratar de sujetar su voluntad cuando estaba controlada por la aversión y el desprecio, era del tod

no decir imposible.—Aslhem, está dispuesto a cooperar —dijo de pronto Soul.Sarah asintió al mismo tiempo que se llevaba la taza a los labios. El dulce y caliente líquido suavizó su garganta reseca.—¿Qué ha pedido a cambio?

—Aprecia demasiado su vida y las de sus congéneres para arriesgarse a una negativa tajante.Lee suspiró profundamente antes de decirle.—Creo que hemos ganado un enemigo peligroso —ella lo miró sin comprender a qué se refería—, no le ha gustado nada tu demostración, y tampoco la nenemos a Ersad y Barik en nuestro poder —Sarah recordó con precisión absoluta el profundo escalofrío que la había recorrido al recordar la furia negra qído a Aslhem cuando fue consciente de ese hecho. Esperaba no volver a presenciarla en mucho tiempo, quizás, hasta que acabase con él.—El trato incluía perdonarle la vida, no lo olvides —los ojos de Sarah volaron al rostro de Lee completamente atónitos, sus p alabras la habían dejado sin cacción.¿Dejar a un inmundo libre?—Eso es una quimera —Lee resopló con cierto malestar cuando probó la acidez de las palabras de ella.—Siempre hay una forma hábil y sagaz de tratar los asuntos con las partes implicadas sin llegar a los extremos del asesinato —Sarah pifió de forma ostensSabía de los intentos de Lee para hacerle abandonar la lucha armada, pero ella estaba absolutamente convencida de sus razones. Con las bestias no se podía

ún argumento factible de reflexión. Sólo se entendían con la muerte. Y ella se había prometido exterminarlos.

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CAPÍTULO 4

La brisa mecía las hojas de los árboles. La sensación de paz la llenó por completo y la sobrecogió en el mismo momento que se asomó al mar desde el acanta era muy considerable, pero deseaba sentir el viento fresco y suave en su rostro al margen del peligro que suponía la ausencia de protección. Contempló las del atlántico que llegaba hasta los p eñascos para abrazarlos con un beso, y despedirse al momento con un rugido de amante despechado. Lo observó ecio. El mar volvía con encendido ímpetu pero sin lograr enamorar a las rocas que se mantenían inmovibles a pesar de sus continuos reclamos. Le gustaba la iro por sus impresionantes acantilados escarpados, provocadores e inaccesibles. Por sus calas escondidas e irresistibles. El aire fresco jugaba con algunasas de pelo que no había logrado sujetar con las horquillas. Le azotaron el rostro pero no le importó, no le molestaba el aire ni en los días en los que se mecíarario. Sabía que se debía a las corrientes marinas del banco sahariano y a los vientos alisios. Recordaba esos datos desde bachiller, pero parecía que habíanSarah había aprobado selectividad con la mejor nota de su clase. Según sus profesores era una estudiante de primera, con un futuro brillante, pero e

donado los estudios en el segundo año de carrera. Cuando fue capaz de comprender y valorar su capacidad de conexión con Lee, supo que su destino no ediando, si no cazar inmundos con ayuda de sus amigos.Sarah volvió sus pensamientos a la isla.Adoraba cada rincón oculto de una de las islas llamadas afortunadas. Era perfecta para la base secreta. La isla no sufría la constante visita de turistas porq

erían las otras islas, solo algunos buceadores y montañistas se acercaban hasta El Hierro, pero no resultaban una amenaza para ellos.Pasó la mano por su brazo desnudo tratando de borrar la sensación de cansancio que comenzaba a menguar su empuje. Llevaba dos años luchando sin cueica moral de sus métodos, y ahora, cuando la ausencia de fuerzas resultaba desesperanzadora, volvían las mismas pesadillas de siempre. Los mismos tencia que la acompañaban desde la niñez. Se sentía agotada emocionalmente. Su cólera bullía en su interior por el injusto asesinato de su madre. La devo

avaricia de lobo hambriento.Odiaba el sentimiento vulnerable de soledad. Odiar agotaba, y la sumergía en una vorágine de vacilaciones constantes. Le gustaría tanto ser una joven

o tantas otras. Preocuparse únicamente por el viaje de fin de curso, por los besos del cachas de turno, pero Sarah había elegido vivir al margen de las jóvenporque las bestias debían de ser exterminadas.—Lee me dijo que te encontraría aquí —Sarah no se volvió.Siguió mirando la sabina milenaria inclinada por el viento, formaba un medio círculo entre el horizonte y la tierra sin una protesta, resignada. Como las hue daban caza las bestias, pero el inmundo que se dirigía hacia ella en ese preciso momento no representaba ningún peligro, aún.

—Me gusta contemplar este árbol —Aslhem siguió mirándole la espalda sin interrumpirla—, parece quebrado en su esencia, y sin embargo, sigue contemonte con una tenacidad que me subyuga. Plantándole cara al tiempo y a los elementos.Lo oyó susp irar, pero siguió mirando el horizonte.—Muchos ignoran —continuó hablándole al viento aunque consciente que él la escuchaba—, que p or el faro de Orchilla cruzaba el meridiano cero hastdo. Se consideraba la tierra más occidental del mundo desde t iempos de Ptolomeo —Sarah cejó en su explicación cuando sintió los ojos vítreos clavadlda.—Deberías de estar en la universidad —afirmó él.Esa verdad le resultaba demoledora aunque no lo demostró.—Intento continuar con los estudios, p ero resulta difícil cuando no se asiste a las clases —respondió ella con un tinte de añoranza en la voz.—Este trabajo no es para ti, pequeña —el apelativo hizo que Sarah alzase la barbilla resabiada.—Hicimos un trato, Aslhem —Sarah se giró apenas un cuarto y quedo de perfil frente a él—, y no soy t an pequeña, tengo veintidós años.—Siempre cumplo mis promesas aunque vayan contra mis principios —esas palabras le hicieron mirarlo con obstinada atención y excesiva prudencia. Él

ha ventaja en experiencia, en madurez y en habilidad para la caza.—Las bestias no tienen principios —Aslhem no tomó en cuenta las palabras despectivas, sabía que estaba herida, entendía mucho más de lo que ella se im—Principios, sentimientos, somos almas que sufren los mismos miedos e inquietudes —Sarah apretó los labios y entrecerró los ojos con recelo. Él nunca

r que la traspasaba cada vez que recordaba a su madre muerta. Su mente se aliaba con su flaqueza para producirle una sensación de derrota extrema, humillaCuando volvió a suspirar, ella misma se sorprendió de su ansiedad vehemente. Aslhem se acercó un poco más.—Piensas que soy un monst ruo, pero no te atreves a comprenderme. Tratas de herirme con tus p alabras, y te enfurece que no me rinda a tu indiferencia ando me alegra que no creas en nosotros. En cierta forma, te lo agradezco —Sarah cuadró los hombros con cautela a sus palabras—. No necesito usar máscala vida pues acepto el lugar que me corresponde sin cuestionarme siempre el por qué. Sin esconder mi vulnerabilidad por temor a la incomprensión d

mentadas, de prejuicios que nos aíslan en la soledad más absoluta —la muchacha no pudo parar la réplica que salió de su garganta como un ladrido.—Resulta fácil ignorar el peligro cuando se es el rey de la camada —Aslhem se acercó un poco más a ella.—Te escondes tras una falsa valentía.—Tengo un propósito en la vida Aslhem, y tus palabras no hacen sino acrecentar mis ganas de culminarlo.—De poco te sirve esa cruz que abanderas si no eres un mártir de ella —Aslhem la vio encogerse de miedo y lo lamentó. Trataba de encontrar un resqudura que se había colocado ella a golpe de fragua—. Yo también abandero una cruz, aunque desde hace tiempo ya no me siento muy devoto… —calló un mde continuar—, salvo con una excepción: le tengo devoción a tus ojos —Sarah hizo amago de irse—, no, no los cierres de mí ni te ocultes entre sus

erencia. Podría calmar el dolor que sientes —la joven ya comenzaba a negar con la cabeza de forma enérgica. Las palabras de Aslhem le producían en su inmiento físico que le resultaba difícil de ignorar—. No tengas reservas de lo que tú eres y de lo que soy yo, porque ya no importa, no ahora que somos a

mos un trabajo que realizar juntos —Sarah entrecerró sus ojos con una furia nacida de su debilidad.—¿Qué ya no importa? —Insp iró hondo para que las p alabras no saliesen como puñales—.Tenemos un t rato p ero, como cruces la línea… —dejó la amluir. El rostro sereno de Aslhem le mostró que no lo había ofendido en absoluto y Sarah no supo cómo controlar sus sentimientos—. No importa curce, no te alcanzan mis insultos, ¿verdad? —al momento se percató de la ropa que vestía él y volvió a enfurecerse de nuevo.Nadie debería mostrar esa pulcritud y elegancia enfundado en un traje de ejecutivo solo apto para cuerpos esculturales. La ausencia de corbata le encia informal y muy seductora. El color índigo de la tela realzaba el brillo de sus ojos, ¿por qué, maldita sea, la apariencia del cazador hacía revolotear m

u estómago? Porque la miraba de una forma que le resultaba irresistible. Como si fuese la única mujer en el mundo.—¿No te parece aprop iado? —Le dijo él.Sarah redujo los ojos a una línea. Si no llevaba cuidado caería rendida a sus pies.—Para lo que me importa —contestó—, daría igual que fueses desnudo bailando una samba —Aslhem alzó una ceja con burla sopesando la sugerencia—me mostraría tan poco afectado por la amenaza que pende sobre tus amigos —Sarah quería molestarlo pero él no se dejó manipular.

—Sé, con absoluta certeza, que no vas a matarlos. Los necesitas igual que me necesitas a mí. Somos el conducto que te llevará hasta Erikem y la conclusanza. ¿No es cierto, cazadora?—Mi venganza se completará cuando haya exterminado al último de los inmundos —Aslhem inspiró hondo ante la terquedad de ella y su furia desmedidaHabían hecho un t rato y él pensaba cumplir una parte, pero la cazadora no tenía que por qué conocer esa pequeña diferencia.

—Nuestro vuelo sale dentro de dos horas —Sarah comenzó a enfilar el sendero de piedra que conducía a la cueva, no esperó que la siguiera.

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***

Volar siempre la ponía de muy mal humor. No soportaba las aglomeraciones de gente, y en Madrid disfrutar de un poco de soledad resultaba imposible. e Gando hasta Barajas había resultado sin novedad, pero la irritabilidad se había instalado en ella desde la espera en la zona de embarque. Le parecía un denergía estar sentada y no hacer nada salvo admirar el polvo que se acumulaba en el gastado suelo. Sarah inhaló profundamente y exhaló muy despacio. Sia tenido miedo a los aviones y ese temor en ella se había vuelto atávico. Un miedo continúo y lacerante que no podía controlar aunque se armara de vadaba siempre que las circunstancias lo requerían, pero cuando era estrictamente necesario y con una oración en los labios. Le suponía un suplicio estar enceabitáculo claustrofóbico, aunque fuera por un corto tiempo, y cuando el aparato se ponía en movimiento la sensación de vacío espantoso que le rev

mago le duraba varios días. Había intentado vencer la fobia que le producía volar, pero era inútil.Dentro de un avión se sentía irremediablemente vulnerable.Se abrochó el cinturón con un chasquido y desvió sus ojos hacia la pequeña ventanilla. El suelo gris de la pista del aeropuerto le parecía mucho más interellicio que creaban los pasajeros acomodándose en la aeronave, lograban ponerla aún más inquieta. No sabía cómo tranquilizar sus nervios ante las horas endría que soportar. Suspiró impaciente tratando de serenarse aunque estaba llena de contradicciones. Tenía que meditar mucho en la situación tan extrañ

a planteado con respecto a Aslhem. El acuerdo al que habían llegado no era del todo satisfactorio para ella, pero Erikem estaba más cerca de su mano y sues las posturas que había tenido que ceder con el maldito. El intercambio le parecía sumamente satisfactorio: la vida de Akmal, Ersad y Barik por la de Erikesdio. Cuando los motores rugieron al llegar al final de la pista de aterrizaje, cerró los ojos a las sensaciones y aferró con las manos los brazos del asi

nsión a volar la superaba, sin embargo, la distancia que la separaba de Boston resultaba demasiado grande como para optar por otra ruta de viaje. Aslhem nto un segundo antes de que comenzase el despegue, Sarah se p ercató de que trataba de asir su mano p ero, no se lo permitió. Le importaba demasiado su

con un solo roce podía someterla.Erikem trabajaba en el Children Hospital de Boston, y hacia allí se dirigían ambos.

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CAPÍTULO 5

Un cálido sopor se fue apoderando de ella y le producía una sensación chispeante, como una explosión de burbujas a punto de estallar cuando se descola de champán muy fría. Cuando el corazón comenzó a latir desacompasadamente, abrió los ojos aturdida, pero sin moverse de la post ura rígida que había

ueños. Tenía la cabeza apoyada en el hombro de él que mantenía los ojos cerrados, y la boca relajada en una sonrisa que no permitía que floreciese del todo.Sarah temía moverse pues podría despertarlo.Se miró las manos entrelazadas y rígidas. Apenas podía mover los dedos para asir el brazo del sillón. Al momento notó que él se sacudía con inquietud en udo. Sarah se quedó inmóvil tratando de pensar cómo despertarlo sin tocarlo. No podía rozarlo porque de hacerlo tendría el poder sobre ella para domamientos. Aslhem comenzó a gruñir de forma ininteligible. Movía la cabeza de un lado hacia otro con frenesí al mismo t iempo que apretaba los puñ

ados y murmuraba un nombre entre dientes: Maelka. Sarah supo que estaba sufriendo una pesadilla, y se encontró con la circunstancia de no saber quénuación. Había resultado toda una sorpresa comprobar que el cazador padecía pesadillas como ella, y tras valorar las posibles consecuencias, se armó dque pudo y con su mano cogió su mandíbula cuadrada para despertarlo con suavidad. La descarga la pilló por sorpresa a pesar de que la esperaba, le re

o por entero hasta llegar a su corazón.Aslhem, incluso dormido, podía dominar su voluntad. ¡Era tanto su p oder!—¡Despierta, tienes una pesadilla! —No se permitió volver a tocarlo.Con el codo lo golpeó con suavidad en las costillas. Él abrió los ojos de golpe y se volvió hacia ella que no pudo retroceder a tiempo. Se inclinó y se ace

Sarah podía percibir con absoluta claridad el fuego que emanaba de su cuerpo que se había puesto tenso como si fuese un metal helado tras tomar forma en ndo Aslhem posó su mano en su muslo, cientos de agujas comenzaron a torturarla sin compasión, y sin escapatoria posible. Sarah ahogó un gemido estrangartó la mano con brusquedad, como si la hubiese quemado.La miró tan intensamente que parecía que estaban ellos dos solos en el avión, sin gente, y suspendidos en la emoción de la irracionalidad. Sarah se asus

o de reconocimiento que asomó a las pupilas de él y que no llegó a comprender, aunque sí fue capaz de atisbar el abismo que le mostraban, y lo que conteundidad: dolor, pasión, y el olvido al mismo porcentaje.Aslhem parpadeó recuperando la sonrisa, y de nuevo el control.—Lo lamento. He tenido un sueño agitado —Sarah conocía demasiado esa sensación.Sus pesadillas la acosaban desde que era una niña y no podía deshacerse de ellas por más empeño que p usiera. Seguían torturándola y pulverizando sus de

—En el futuro, procura no volver a tocarme —aunque viviese durante una eternidad, nunca p odría olvidar la mirada de dolor lacerante que se reflejó eno de Aslhem cuando terminó de pronunciar las palabras. Él, volvió la vista al frente sin responder al agravio, y con una serenidad en el rostro querecerla.¡Esa fuerza de control la desquiciaba!—¿Sabes lo que es la soledad? —Sarah no había entendido la pregunta, lo miró de p ronto con la sorpresa dibujada en el rost ro, esperando—. ¿Algu

ncia de amigos o de un compañero te ha conmovido hasta el punto de producirte un ahogo físico?—No me asusta la soledad —respondió.Aslhem mostró apenas una sonrisa que no dejó entrever del todo. Sus pupilas se mantuvieron fijas en la distancia.—Comencé a sentirme solo cuando fui consciente de que mi razón se volvía locura. La pureza en el mundo, maldad. La virtud en las personas, pecado —ró antes de continuar—. Cuando la desilusión se adueñó de mi corazón me convertí en un preso de mis deseos insatisfechos. Las personas creen en lado el sentimiento de vulnerabilidad se cierra sobre ellos mismos de forma aplastante.Sarah comenzó a tragar con cierta dificultad, no quería que sus palabras hicieran mella en su alma, que suscitaran empatía.—Comprendes lo que es la soledad —continuó—, cuando sientes que la falta de esperanza t e acongoja hasta tal punt o desquiciante, que solo p uedes leo al cielo en busca de soluciones, pero la respuesta a esos interrogantes puede mostrarte el vacío. Pero como te sientes débil para comprender, o eres derde para plantarle cara a su sentencia, la existencia de uno pierde todo significado —él calló durante un momento que a ella le pareció eterno.

Se sentía incapaz de comprender las palabras de Aslhem.—¿Conoces lo que es el odio? —Le preguntó—. ¿Has p robado la hiel de su beso de enamorado? —Sarah apretó los labios ante la p regunta descarada.

y para el sentimiento de aversión y rechazo, su sangre estaba impregnada de él. Sus sueños se alimentaban del desprecio desde que tenía uso de razón, pondió—. Se cree en el odio cuando el pesar y la melancolía te atenazan el corazón con una marca profunda. Cuando eres plenamente consciente de la aus

correspondido y en vano esperado —Sarah se pegó al lateral de su asiento, sin dejar de escucharlo. Las palabras de Aslhem le mordían con certera voraeres muy joven para comprender esa necesidad, ¿verdad? —Ella seguía en un silencio terco—. Todos necesitamos compañerismo, fuimos creados con e

sidad —ella inspiró de forma profunda para evitar ofrecerle una respuesta.—Levanta por favor, necesito ir al baño —un brillo de lo más extraño se paseó por los ojos de Aslhem que asintió con la cabeza.Sarah se ahogaba de forma irremediable. Las palabras de Aslhem habían removido un escollo en su interior que creía enterrado para siempre, pero ¡maldit

Durante muchos años la ausencia del amor de su madre había minado su confianza femenina. Ahora, estaba tan ciega de rencor, que no se permitía un huezón para esa necesidad humana de compañerismo fraternal o físico. Lo odió todavía más por la facilidad con la que le recordaba su frustración y su carenelemental en la vida: el amor de un muchacho hacia ella.Se mojó la cara en el pequeño lavabo de la nave antes de volver junto al él. Necesitaba recomponer su semblante y esconder sus miedos bajo una merencia. Mostrarle que aún tenía el control sobre sus pensamientos.

El viaje iba a resultar muy largo e incómodo.Cuando enfiló el pasillo de la primera clase, se paró con un terrible disgusto en sus ojos castaños, una de las azafatas tenía su mano izquierda apoyabrazo de Aslhem y lo miraba con el rostro completamente arrobado. Las mejillas de la mujer estaban encarnadas y el brillo de sus ojos había aumentadoe de parecer a punto de sufrir una lipotimia, ¡malditas bestias! Caminó los pasos que la separaban de su asiento más rápido de lo normal, con su cadera o de la azafata del brazo de Aslhem.Ella parpadeó varias veces.—Disculpe, ¿qué me había pedido? —Aslhem dirigió su mirada hacia Sarah con un destello travieso en sus pupilas.—Una botella de agua con gas —la azafata le permitió que tomara asiento en el pasillo, él se había pasado un asiento hacia la ventanilla.—¿Y usted…? —Sarah no se lo pensó.—Si fuese posible una botella de cloroformo —Aslhem alzó sus cejas en un interrogante tras oír la petición de ella.—Rara elección, cazadora —Sarah le mostró una sonrisa ausente de humor.—Tengo que estar ocho horas sentada a tu lado… —no terminó la frase, la dejó suspendida en el aire tras soltar un susp iro de fastidio.—No tengas miedo de que trate de controlar tu mente —¡por supuesto que tenía miedo! Pero antes iba a tragar quina hirviendo que admitirlo.—Me has dado tu palabra —Aslhem chasqueó la lengua con pesar y ella continuó con acritud—. Confío que te portarás bien o comprobarás lo caliente qrno —él le mostró un gesto de enfado casi infantil, e hizo que el estómago de ella saltase con un júbilo difícil de ignorar ¿por qué tenía que ser tan endiabl

o?—No he sido yo quien ha comenzado la diatriba —le respondió sapiente, pero la llegada de la azafata no le permitió ofrecerle una respuesta.

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CAPÍTULO 6

El Logan International Airport se encontraba completamente saturado de viajeros que esperaban su turno para embarcar hacia sus diferentes destinos. Tdos horas en poder tramitar el alquiler de un vehículo, y recoger el poco equipaje que habían facturado en Barajas.Salieron de la terminal E con rumbo a North End: el barrio residencial más antiguo de Boston. Aslhem se movía con total facilidad conduciendo el pequeño os cinturones de entrada y salida al aeropuerto. Sarah admiró la ciudad y sus contrastes, sus románticas calles con casas de ladrillos rojos, sus grandesadas y sus edificios históricos.—¿Deseas que hagamos un alto en el camino para tomar un café en un área de servicio? —Sarah negó con la cabeza al mismo tiempo que volvía la v

anilla para fijarla en él.—Deseo llegar cuanto antes.—La distancia no es muy larga —le informó—, llegaremos en unos cuarenta y cinco minutos —miró de forma especulativa el rostro concentrado deltras conducía. Su seguridad, su aplomo, y esa belleza arrebatadora, anulaban sus esfuerzos de mostrarse indiferente a la atracción que ejercía sobre ella.—Parece que conoces bien la ciudad.—He vivido aquí durante un tiempo —la cazadora se mantuvo en silencio.—¿Sabías que los primeros pobladores europeos bautizaron a esta área con el nombre de Tramontana?, luego fue rebautizada en homenaje al pueblo on en Lincolnshire del cual muchos peregrinos eran originarios… —ella cortó su charla de forma seca.—De aquí sólo me interesa una cosa, dónde encontrar a Erikem y como acabar con él —Aslhem suspiró por la interrupción.—¡Cuánta sed de sangre mi pequeña mercenaria! —Ella no se ofendió por la burla a sus palabras, y por primera vez mostró una sonrisa auténtica que hi

zón de Aslhem saltase en su pecho con una alegría inusitada. Le devolvió la sonrisa y Sarah torció los labios con remordimientos. ¡Si no fmoniadamente guapo!, pensó en un arrebato femenino que logró sepultar en lo p rofundo de su alma a tiempo de que él no se percatase del interés que le de—¿Dónde está el hotel?—Mi casa querrás decir —no se sorprendió por su respuesta, nada en los malditos conseguía sorprenderla.—Cerca del Boston Public Gardens, en la calle Arlington St.—¿Cuántas casas posees? —Le preguntó sin mirarlo.Aslhem amplió la sonrisa que no había abandonaba su rostro desde que se encontró prisionero en la cueva de la Diana cazadora.

—Las compro y las vendo según las necesidades que van surgiendo —su respuesta no le había aclarado nada.—¿Cuántas? —Insistió.Había clavado sus ojos en él esperando su respuesta. Aslhem la miró con una intensidad tan arrolladora que hizo que el pecho de Sarah sufriese un esp

ción que ahogó por p ura terquedad.—Diecisiete a lo largo y ancho del mundo —Sarah silbó.—Debes de ser un hombre muy rico —Aslhem no la contradijo, la miró durante un segundo con una sonrisa t ierna y desquiciante. Ella a cambio le of

ca de desprecio—. No me gusta que me sonrías constantemente, logras incomodarme —él volvió a mostrarle sus blancos y parejos dientes en una sonrisa ge—Lo que realmente deseas decir es que mi magnetismo logra ponerte nerviosa, y no sabes a qué atenerte —Sarah no lo admitiría ni en cien años, n

viese suspendida en el vacío y cogida solamente por sus cabellos.—Lo que realmente quiero decir es que me desagrada todo de ti —él negó con la cabeza.—Alguna vez tendrás que admitirlo —ella tensó la espalda inquieta, y le respondió de inmediato.—Admito que me produces una aversión difícil de disimular —Aslhem frenó en seco el utilitario justo en el arcén a un lado de la carretera. Sarah apretó ue no entendía el motivo de la parada brusca hasta que vio sus ojos encendidos que seguían mirándola con el deseo rebosando por el zafiro de su iris.—Esa es una provocación que no puedo rechazar. Ahora mismo voy a demostrarte la aversión que te produzco —no fue lo suficientemente rápida o prev

os de Aslhem sujetaron sus hombros que comenzaron a temblar. Cuando el aliento de él comenzó a resbalar por su barbilla, Sarah supo que algo iba a cambia

iso momento y no podía detenerlo.El contacto de sus manos era pura delicia. Cientos de escalofríos comenzaron a recorrer su piel desde los dedos de los pies hasta el comienzo de sus orejaa cuando sintió la dureza de sus dedos apretar la t ierna carne de sus brazos, la ansiedad que la sobrecogió la dejó p aralizada. ¡Por todos los demonios! ¿Cór que lo deseara solamente con su contacto?Suspiró cuando los labios de él se posaron en los suyos, un suave roce hizo que perdiera el contacto con la realidad. No podía controlar su voluntad, iso momento no le importó su p asado, su futuro, nada. Lo único realmente trascendental era que Aslhem estaba consiguiendo una grieta en su coraza, lograacto que se sintiera la chica más hermosa y deseable del mundo. Le despertaba sensaciones que ella no tenía modo de sujetar, y que no debía contemps porque entonces su alma estaría condenada.Aslhem trató de profundizar el beso para borrar la amargura que habitaba en el interior de ella, pero Sarah reaccionó a tiempo. Con manos temblorosas lo paró de él, cuando al fin recobró el control y logró enfocar la vista, los ojos de él prometían…… Una eternidad en el más deseable de todos los paraísos existentes.—Has roto tu palabra ¡maldito inmundo! —El miedo había vuelto de nuevo.La joven volvía a poner distancia, pero él, aún se estremecía bajo la intensidad de las emociones que ella le despertaba. Lo afectaba a unos niveles que alcanonable. Era el paraíso del Edén, ninguna mujer lo había perturbado así, con ella podía permitirse el consuelo que le pedía su alma.

—Entonces la próxima vez medirás tus palabras cuando presumas de la aversión que te produzco —Aslhem enfrió sus ojos hasta el punto de la displicencSarah tragó con dificultad p ero pudo mirarlo sin pestañear.—Si has terminado tu lección sobre el ego recalcitrante, continúa hacia nuestro destino —Aslhem arrancó el motor de nuevo, y con un fuerte acelerónporarse a la carretera.—Algún día lo admitirás —ella se encogió levemente en el coche. Estaba mucho más afectada por el breve beso de lo que podía tolerar.—Lo admitiré sobre tu tumba. Tienes mi palabra.El silencio que siguió al resto del trayecto resultó muy significativo.Sarah no sabía cómo encauzar los sentimientos contradictorios que le había provocado los labios de él. Había logrado que se sintiera atraída, pero su partea odiando todo lo que representaba, y que no p odía ignorar. El asalto brutal a sus sentidos con el suave beso, la había noqueado por completo, se sentía físida y emocionalmente devastada.Los próximos días podían resultar muy difíciles si Aslhem seguía en su empeño de seducirla, y ella de matarlo.

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CAPÍTULO 7

La maravillosa casa de Aslhem la sumió en una sorpresa inesperada.—¡Es muy hermosa! —La exclamación le hizo volver los ojos a ella. Ver algo diferente en la adversa mirada de Sarah que no fuese el odio dirigido a sutaba esperanzador.—Gracias.—Y muy grande —su menuda figura seguía parada frente a la casa una vez que hubo bajado del coche. Aslhem se encargaba de los bolsos de viaje.—Las const rucciones del est ilo de Boston se caracterizan precisamente por tener grandes volúmenes, así como los techos de pizarra asfáltica a dos

mers —ella alzó una ceja curiosa—, son una especie de balcones que salen desde el techo. Como en Boston los veranos son más frescos, los diseños orign galerías, salvo excepciones.Una vez que Aslhem sacó la llave de la puerta, permitió que ella le precediera hacia el interior. Cuando conectó la llave de la luz, Sarah creyó que había endimensión. Los suelos de mármol y las paredes de piedra, la sumergieron en otra época.—No hace juego contigo —Aslhem ladeó la cabeza al mismo tiempo que depositaba los dos bolsos en el primer peldaño de la escalera adosada a la partestíbulo.—¿Demasiado clásica? —Ella negó.—Demasiado predecible —la resp uesta lo desconcertó. Paseó sus ojos de zafiro por el amplio vestíbulo intentando ver su hogar con los ojos de el

ecta.—Tengo personal contratado que la mantienen en excelentes condiciones cuando no estoy aquí para disfrutar de ella —la joven se desplazó con lentitud hs dos salones que se integraban con perfecta armonía a la casa—. Ven, te mostraré tu dormitorio —Sarah cabeceó al mismo tiempo que lo seguía.Cuando enfilaron el corredor principal, Aslhem detuvo sus pasos y le abrió la puerta.—Confío que el tuyo esté lo bastante lejos de mi presencia —él se acercó hasta quedar a un centímetro del cuerpo de ella que se tensó involunt

rando, con un anhelo presumido que no podía ocultar. Aslhem de forma suave, le colocó un rizo que se le había soltado del moño, y lo colocó detrás de la ba ausente de pendiente.Ella se estremeció a causa del escalofrío que le produjo ese leve contacto. Sus ojos se endurecieron hasta parecerse al granito, y con un gesto de desdénza hacia atrás a la vez que le increpaba con palabras cuajadas de veneno.

—Puedes lograr que mi mente te responda. Cuentas con esa ventaja, pero sigo teniendo el control sobre mis emociones, y el desprecio que siento por ti lo que representas y que aborrezco, no se va a esfumar. Limítate a mantenerte lejos, por favor. —Aslhem, en esta ocasión, no sonrió la pulla, y Samente consciente de que lo había ofendido con su desconfianza habitual.Cuando Aslhem se volvió, a Sarah le costó una eternidad no rogarle que la perdonara, usó todo su control para contener las ganas de lanzarse como una lo

os. El dolor incandescente de su mirada cuando pronunció las palabras peyorativas la marcó con una aflicción extrema, aun así, no se retractó. Cuando la tras él, bajó los ojos al suelo completamente atribulada.

Se sentía agotada hasta tal punto que creía que no podría soportarlo más. La larga agonía de su aislamiento voluntario hizo que le temblasen tanto las pieque sostenerse en el pequeño tocador para no caer al suelo, desvanecida.«Lo odio porque no tiene capacidad para amar… para amarme»El pensamiento revelador la dejó mareada durante un segundo. Cada fibra de su ser comenzó a estremecerse como si hubiese estado en contacto con el hite. Agitó su cabeza con furia tratando de borrar las palabras de su mente, pero la verdad la había golpeado con alevosía grabando en su piel cada letra conación. El vacío en su interior la consumía. Los ojos se le llenaron de lágrimas y los hombros comenzaron a convulsionarse intentado ahogar los soll

naban por salir de su garganta cerrada y dolorida. Lo había buscado durante mucho tiempo y había pensado tanto en él que ahora existía un lazo emotivenía unidos a pesar de su recelo. ¿Cuándo había ocurrido? ¡Estaba conmocionada! ¿Por qué la mirada de pérdida de Aslhem lograba conmoverla de ese mo

razón el inmundo tenía el poder de manipular sus pensamientos y arrastrarlos hacia él de continuo sin que ella pudiese hacer nada para resistirse? Con re

nsatos esfuerzos, trató de aliviar la culpa y la necesidad que se había instalado en su pecho, ante la emoción que Aslhem había despertado en su alma fenta de afecto, pero había hecho una promesa.Dio rienda suelta a su amargura, y se abrazó las rodillas con una congoja extrema.

***

«Es realmente hermosa»Desde su altura privilegiada miró a la doncella que jugaba con el agua del río completamente feliz. Su risa cristalina penetraba en su alma produciéndole umente por acariciarla; protegerla encerrándola en sus brazos por el resto de sus días…. Le estaba prohibido, pero el deseo había arraigado profundamenba enamorado y se sentía incapaz de comprender la fuerza suprema que lo alejaba de ella, esa fuerza que le había permitido conocerla y, sin embargo, le pudiese estar a su lado, pero podía tocarla. El pensamiento traidor de poder acariciar la sedosa piel, amotinó la razón en su mente provocándole unacional imposible de controlar, extendió hacia ella su brazo, separando apenas unos milímetros los dedos cuando…

Aslhem abrió los ojos en el mismo momento que sintió que su corazón saltaba con un dolor sordo por el recuerdo que volvía a su mente con una fuerz

ba paralizado, y lo mantenía suspendido en la incertidumbre más absoluta. La había encontrado y su frustración para alcanzarla le producía una agonía denealmente escalofriante. Suspiró, los recuerdos del amor resultaban imborrables, como las cicatrices, y seguían atizando con el látigo del olvido su alma atormfuria desmedida. Inspiró profundamente para recuperar los latidos desbocados. Se miró las manos que temblaban sin control por el deseo de acariciar los bllos, enterrar sus dedos en los mechones gruesos y asir los rizos como si los pudiese encerrar en sus puños para toda la eternidad. Llevarlos hasta sus larlos, y olerlos con la reverencia que se merecían, y que no podía brindarle a menos que ella se lo permitiese.Se sentía consumido por las llamas del amor no correspondido, y la impotencia volvió a instalarse en su determinación de nuevo. Cuando sintió la presenc

u espalda, se volvió dibujando en sus labios la misma sonrisa que le ofrecía en cada momento, tratando de que la recordase, que penetrase en los recovecoria, vacía de sentimientos hacia él.Sarah estaba parada justo en la doble puerta que unía el salón con el confortable comedor, sin atreverse a dar el paso de decisivo de entrar donde

rándola para la cena.—Quiero ofrecerte una disculpa —Aslhem dio un paso hacia ella, pero Sarah levantó una mano para detenerlo con una súplica en sus ojos castañoneció, se veía solitaria pero inaccesible—. Eres consciente de que no podré negarme si es eso lo que p retendes —se mantuvo quieto sin apartar la vista del

ven que mostraba de forma clara las huellas del llanto reprimido. Ella sufría y él no podía consolarla.¡La había encontrado! Pero estaba tan lejos de él como la luna del sol.—Sé con toda certeza que eres un experto en leer la mente —Aslhem lo confirmó con sus palabras.—Es cierto, nuestros sentidos están muchos más desarrollados —Sarah hizo una acept ación con la cabeza—. Nuestra percepción extrasensorial noscer vuestros pensamientos sin necesidad de que los p ronunciéis.

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—Manipularlos querrás decir —él negó con la cabeza—. Siempre había creído que las magnitudes de energía que el cerebro humano es capaz de taban insuficientes para permitir la transmisión de información… —Sarah hizo una pausa antes de continuar—, hasta que supe de la existencia de los mald—Entre los humanos hay individuos que ha catalizado esa percepción ps íquica como nosot ros —su silueta avanzó un p aso más, el p ropio Lee tenía eepción de la que hablaban ambos, pero la usaba con fines humanitarios, ayudar a las personas en un ámbito espiritual.—Necesito una p romesa —los labios de él seguían cerrados—. No volverás a manipular mis p ensamientos en tu provecho —Aslhem se mantuvo en unque a ella le resultó incómodo.Las manos de Sarah comenzaron a retorcerse junto a su regazo mostrando el nerviosismo que la embargaba esperando su respuesta. Cuando habló por fin

ólo p aso de ella.—No puedo evitar escucharte en silencio, llámalo maldición o bendición, pero tienes mi palabra de que nunca he manipulado tus pensamientos a concienbatía en la duda de creerle o no.—Me resulta difícil aceptar tu palabra porque siento que manipulas mi voluntad en tu beneficio. Haces que a tu lado me sienta alguien especial —Aslhem

manos en los bolsillos en un intento de no abrazarla.La demostración que había pretendido darle en el coche lo había dejado pulverizado y hundido en el arrepentimiento más amargo, y en la desesperaiante.—Existe una atracción real entre los dos, aunque te empeñes en ignorarla —ella, trató de negar de forma vehemente esa afirmación—. Percibo tu soledadecuerdos y mi piel te reclama con el conocimiento de que sientes lo mismo que yo —la cazadora insp iró tan p rofundamente que p erdió la voz por un mom—Somos aliados en una causa donde no tiene cabida la confraternización. Soy incapaz de darte lo que buscas… —Aslhem la interrumpió:—¿Y qué busco Sarah?—Lo que habéis buscado a lo largo de la historia de forma impune: reproduciros salvaje y descontroladamente.—Los tiempos cambian también p ara los inmundos, como tú nos llamas de forma despectiva —apretó sus labios p ara callar la p rotesta, pero no lo conca subió por su garganta con sarcasmo.—¿Es por esa razón que el malvado Erikem trabaja en un hosp ital infantil? ¿Porque los tiempos han cambiado para los inmundos? —él asintió con cierto prumpió con voz neutral antes de que ella continuase.—Ven, sigamos hablando mientras alimentamos nuestro cuerpo. La cena se preparó hace tiempo —tras dudar durante un instante, finalmente lo siguió.

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CAPÍTULO 8

Sarah miró con desconfianza la mesa pulcramente vestida con un mantel de hilo blanco y bordado con flores de lis en color plata. La comida estaba snada en una vajilla Schwanenservice sumamente cara. Lo sabía porque su madre había tenido una muy parecida. Contempló absorta los huevos escalfar en una de las fuentes adornadas con hojas de berros y acedera, así como la ensalada de salmón escabechado con trufa que le habían dado forma de coada de lechugas variadas con queso y piñones se veía apetitosa así como las rebanadas de pan con nueces untadas con mantequilla batida con romeroem le ofreció una copa de champán de una botella Bollinger del 61 alzó los ojos estupefacta y con una “o” perfectamente dibujada en los labios.—Creo que he logrado sorprenderte —Sarah cerró la boca y t omó la copa de cristal de Baccarat llena del champán dorado que chispeaba juguetón—. Ims edad para beber un poco de vino espumoso.La chica asintió con la cabeza.—Estoy sorprendida, por un momento he creído que estaba a punto de cenar con el agente secreto, James Bond —Aslhem soltó una risa tan alegre que lnsión entre ellos había disminuido hasta un nivel tolerable.—Yo también he cambiado las camisas Turnball and Asser por las Briori y el Dom Perignon del 53 por el Bollinger del 61 más acorde con mi estilo —porSarah se relajó y se permitió un respiro. El rostro de su acompañante en la mesa se había dulcificado como el de un niño que ha sido complacido con un jug—Pero no conduces un Aston M artin ni fumas habanos cubanos —él contuvo las ganas de saltar de alegría al verla tan cómoda en su presencia. El puño

había comenzado a estrujar su corazón, había aminorado un poco la fuerza—. Además es muy atractivo, ya sabes que me refiero al último agente secreto bri—Créeme, el agente ficticio británico, es una copia mala de mí, y muy mayor para una chica de dieciocho años —Sarah tomó uno de los dos asientos que becera de la mesa, Aslhem se situó justo en frente de ella y dejó con suma elegancia la copa encima del mantel para rendirle los honores de servirle el bocisito de cada plato. La joven se dedicó a observarlo mientras cenaban.—¿Cómo sabes la edad que tengo? —Preguntó al mismo tiempo que lo veía como hombre y no como cazador.La apariencia de Aslhem era impecable, sus modales, exquisitos. Era el perfecto caballero de conversación fluida, atenta, y lograba con cada mirada penetra

una mujer se sintiera la más especial de todas… incluso ella misma se sentía así.—No estoy del todo seguro, aunque pareces algo menor —Sarah no se molestó pues era cierto que su rostro era el de una muchacha que apenas comenzabsu alma era todo lo contrario, la sentía vieja. Cansada, y se dedicó entre bocado y bocado a analizar la figura de él. Hizo cálculos mentales para calcular lando.

—No pienso decírtelo —ella sonrió al escucharlo—. Es mi secreto mejor guardado.—Aparentas unos veintiocho o quizás treinta —él realizó un alzamiento de hombros como si su edad no fuese importante.Sarah pensó que Aslhem podría ser el compañero perfecto. Su fuerza innata producía un sentido de p rotección que anhelaba cualquier mujer, p ero era un a no podía olvidar lo que un maldito le había hecho a su madre. Inspiró profundamente para deshacerse de la sensación incómoda de sus pensamientos trsus ojos en la cena acabada. Todo había estado más sabroso de lo que se veía, había disfrutado como nunca. La continua caza la sumía en una vorágine d

a el disfrute y la relajación. Ya no se acordaba de lo hermoso que podía ser una cena en compañía de un amigo o un colega compartiendo comentarios banamiento le hizo sent irse desleal con Soul y Lee. Inspiró de nuevo y movió las últimas burbujas del champán con ojos de oscura melancolía, y en un debatealtades.—Mi reino por uno de tus susp iros —la muchacha alzó los ojos empañados sin poder sonreír su broma. Él conocía sus pensamientos mejor que

namientos era un crescendo que iba a terminar por ahogarla.—¿Alguna vez te has equivocado en la caza? —Negó en silencio la pregunta hecha en un susurro. La joven bajó los ojos completamente abrumada por el a

unta se la hacía de continuo cada vez salía de caza—. La duda constante me corroe aunque intento convencerme que el fin justifica los medios.—Puedo asegurarte que nunca te has equivocado de pieza —Sarah lo miró perpleja y con la esperanza asomando por sus pupilas—. Eres una excelente ca—¿Qué sientes cuando acechas a uno de los tuy os? —Aslhem se guardó la réplica p ara no ofenderla, debía ir con p ies de plomo para no avivar de

onfianza, ahora que parecía que existía una cierta cordialidad entre los dos.

—Como mencionamos en El Hierro, mis piezas son desviaciones anormales a nivel cromosómico, y que suelen manifestarse en sadismo incontzofrenias violentas. Son muertes necesarias. —Sarah volvió a quedarse callada asimilando la información—. Pero muchos otros —continuó él—, inclu

n su vida normal. Se integran perfectamente en la sociedad y son vecinos y ciudadanos ejemplares —la muchacha chasqueó la lengua intentando consa divertida.—Desde que el mundo es mundo, se ha especulado mucho con respecto a los Nephilim al margen de las pruebas que se siguen encontrando.—La arqueología moderna es la primera que descarta la posibilidad de que hayan sido reales.—Y sin embargo, no encuentran explicación para los esqueletos que miden entre dos y cuatro metros de altura y que se han encontrado en diferentes excav—La ciencia los llama Gigantopithecus —Sarah siguió enfrascada en sus pensamientos mientras escuchaba su explicación—. Algunos científico

culando que estos podrían haber sido el origen de la tradición de los antiguos Nephilim que menciona las sagradas escrituras. Lamentablemente son muy popinan así.—¿Por qué Dios permitiría esa desnaturalización de ambas especies? Humanas y ángeles, insólito y monstruosamente repugnante.—Pero cierto —apost illó Aslhem sin dejarla terminar.—Mi corazón se pregunta dónde se encontrará en estos momentos, y el sentido común me dicta que debe estar tomándose una cerveza con el Diablo y a

n juego macabro las almas que cada uno se llevará.

—El demonio es la excusa que abanderan los humanos para justificar los errores que cometen —Sarah lo miró con cara de no querer creerle, pero algo en larla, le hizo comprender que hablaba muy en serio.—Me resulta inconcebible la existencia de Dios sin estar unida al Diablo.—Los humanos no están capacitados para entender esas verdades sobrenaturales.—Dios subestima la capacidad humana de reacción ante lo sorpresivo —Aslhem soltó una sonora carcajada con auténtico humor tras escucharla—. ¿Quéracioso? —se bebió el brillo de los ojos de ella con un suspiro que dejó incompleto. Estaba tan exquisita sentada frente a él que no era capaz de comprendolaba la gran necesidad que sentía de abalanzarse sobre ella y abrazarla.—Cuando estés preparada, yo mismo te ilustraré —la respuesta la dejó más perp leja todavía.—¿Y quién te dice que no lo estoy? —Aslhem ya le había dicho demasiado, cerró sus labios a sus p reguntas al mismo tiempo que entrecerraba los ojos

no advirtiera lo mucho que le importaba.Tenía un duro t rabajo por delante, pero quien se hallaba sentada ante su figura no p odía sospechar nada.—¿Qué se siente al ser un Nefilem? —Aslhem desvió la vista del mantel para fijarla en las pupilas de Sarah, al mismo tiempo que cruzaba de forma descu

na sobre la otra, como tomándose su tiempo antes de responder.—La palabra correcta sería: Noufilim, puesto que son los descendientes de los Nephilim —la muchacha asintió y lo miró con ojos especulativos.—Eres un Dios menor, hijo de un ángel y de una humana, dividido entre dos mundos sin pertenecer en realidad a ninguno. —Aslhem no le respondió de in

ió bebiendo de su copa con total naturalidad—. ¿Cómo controláis vuestra fuerza y vuestra altura? —tras pronunciar sus palabras, sus pupilas de dilaor, una idea había germinado en su cerebro. Existían Noufilim en toda la comunidad científica, ella había exterminado a tres renombrados doctores qu

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rado una sicopatía esquizofrénica anormal, ¿cómo no se le había ocurrido antes?Lo miró completamente atónita.—Te estás p recipitando en tu juicio una vez más —el rostro de Aslhem se había tornado serio, y con una cierta amenaza velada en sus ojos de zafiro—

utes delitos que los humanos cometen a diario.—¿Cómo lográis controlarlo? —Siguió preguntando.—Vigilando el embarazo de forma más exhaustiva, el periodo de gestación no suele superar los siete meses —Sarah silbó consternada por la información, pa a las palabras pronunciadas, los sietemesinos eran Noufilim.Aslhem sonrió por la conclusión llegada.—No todos, pero una gran mayoría de ellos sí —le había vuelto a leer el pensamiento—. Tenemos aliados en varios campos: científico y jurídico —ella yares médicos, cirujanos, abogados, jueces. Una t elaraña bien construida para pasar inadvertidos y protegerse de mutuo acuerdo—. M uchos de ellos han apstoria documentación realmente valiosa para el progreso. —Fijó sus pupilas en el rostro masculino intentado encontrar alguna similitud con las presas quunadamente no encontró ningún parecido salvo la elevada estatura y complexión musculosa. El alivio que sintió le dejó una sensación desconocida de aligecarga que portaba sobre sus hombros.«¡Cuéntamelo!».Ella alzó la frente al oír su nombre en los labios masculinos. El sonido había pasado junto a su oído como un susurro aterciopelado, pero se dio cuenta de

a abierto la boca para decir nada.—No puedes evitarlo, ¿verdad? —Le preguntó, y Aslhem negó con la cabeza varias veces antes de volver a llenarle el vaso de agua.Volvió a sonreírle, y hasta ella llegó su voz callada flotando en una nube de perfume lleno de esencias que le hizo evocar el olor del césped recién cortadde verano. El olor de la tierra mojada en el bosque, y el pan caliente que preparaba su madre antes de ser asesinada por el inmundo.Sus ojos se oscurecieron con una amargura difícil de ocultar.«Somos fuertes, estamos capacitados para sobrellevar vuestra carga pesada. Permíteme que alivie tus pesares con mi empatía».La espalda de la joven se tensó como si fuese la cuerda de una guitarra, en el mismo instante que la voz de él penetró en su mente sin que la hubiesen pronabios. Durante la cena había olvidado quién era él y quién era ella, pero de un golpe traicionero, la cruda realidad volvió a poner distancia entre los dos. Haal a sus sentimientos y a todo lo que creía desde niña. La pérdida de su madre seguía llenándola de un veneno negro. El inmundo no podía quedar impune dida que había sufrido en su amor fraternal.«Pero Aslhem no fue el culpable».El pensamientos germinó en su cerebro aunque vetó a la oportunidad de analizarlo con detenimiento. Debía cumplir su palabra, y pensaba llevarla a rtar a qué inmundo arrastrase consigo.

Se sentía profundamente avergonzada porque había bajado la guardia.—Estoy cansada. Mañana nos espera un duro día de caza —Aslhem vio cómo se alejaba llena de dudas otra vez, sin embargo, en esta ocasión, nonerla. El avance que había conseguido esa noche le sabía con el mismo regusto amargo de la victoria, pero había dado un paso decisivo de acercamiento.

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CAPÍTULO 9

Aslhem la miró con interés al contemplar lo que Sarah metía en la práctica mochila de nailon negra: una pistola automática. Un par de móviles. Un acamentos. Artefactos varios y una botella con un líquido transparente que estaba perfectamente sellada. Vio atento cómo accionaba el cerrojo del arducir una bala en la recámara, a continuación le puso el seguro y se la guardó detrás en la espalda al mismo tiempo que se ajustaba la correa de piel a suba perplejo. ¿Cómo diantres había pasado el arsenal por la seguridad del aeropuerto sin que saltasen las alarmas? Inaudito. ¿Y cómo él no se había dado cuealones negros de cuero y el suéter de cuello alto la hacían parecer más seductora, reprimió a duras penas el impulso de besarla.—Hacia donde nos dirigimos, no necesitas armas —le dijo con un tono neutro de voz. Sarah dudó un solo instante al escucharlo, pero descartó la sugeren

mazo—. No puedes andar así por las calles de Boston, atraes la atención sobre tu p ersona mejor que si fueses desnuda —esta vez las p alabras sí tuvieronado. Ella se quedó inmóvil, mirándolo como si no lo comprendiera aunque asintiendo a la vez—. Tenemos que conocer los pasos de Erikem antes de rlo.—Me subestimas —fue el seco comentario de Sarah y Aslhem meneó la cabeza con impaciencia ante su terquedad.—¿Pretendes asesinar a un renombrado doctor delante de sus pacientes y conocidos? ¿De niños que lo adoran? —le preguntó—. ¿Crees por un momento

mitiré? —Estaba tan sedienta de sangre que no había pensado en las consecuencias de sus acciones.Erikem era un famoso y conocido ginecólogo que se ocupaba de los embarazos de alto riesgo y complicados de la alta sociedad bostoniana. Su repuecía allí donde iba. Los diversos artículos que le había facilitado Aslhem, le habían mostrado que su ausencia iba a ser tenida en cuenta por la comunidad can actuar de forma discreta.—¿Qué no…? —No pudo concluir la pregunta—. ¿Y sugieres…? —Lo animó a que continuase.—Que conozcamos los pasos que da, donde vive y su agenda de trabajo. Estoy convencido que hará visitas a domicilio, si lo seguimos sin que se percate, fácil —asintió comprendiendo y ambos se pusieron en marcha.

***

El vestíbulo principal del hospital, o main lobby, como se decía en la jerga local, estaba repleto de objetos divertidos que debían de entusiasmar a los niñoaró durante unos segundos para admirar los paisajes marítimos que había expuestos así como las radiografías de los peluches que le arrancó una m

dulidad, los niños debían estar encantados con semejante despliegue de juguetes, Ella siguió remoloneando entre las tiendas. En ese momento no le parecíaer el tiempo en el vestíbulo, y fundirse con los familiares de los pacientes mientras Aslhem investigaba las actividades del día de Erikem. La joven confiabando no se hubiera tomado el día libre o su caza debería continuar un día más. Cuando lo vio regresar con el rostro serio, supo que sus planes de venganzonerse.—¿Está ausente? —El ligero asentimiento de cabeza le hizo soltar un juramento.—Tres días, se encuentra en una convención en la costa oeste, concretamente en San Francisco —ella maldijo por lo bajo. Eso estaba en el otro extremo de—¿Y qué vamos a hacer hasta entonces? —El cazador de inmundos le sonrió con una dulzura fingida.—¿Visitar la ciudad como dos turistas más? —Sarah deseaba golpear algo, la frustración la ponía de muy mal humor.—Podríamos volar hasta San Francisco y tratar de encontrarlo —apuntó decidida—. No podemos perder más tiempo.A Aslhem le parecía imposible estar viendo el estallido infantil de ella porque Erikem se encontraba lejos de Boston.—San Francisco es una ciudad que cuenta con más de setecientos mil habitantes —Sarah no había meditado en ese detalle—. ¿Crees que es una buena idea—Pues y o no pienso quedarme aquí sentada esperando… —hizo una p ausa muy significativa—. Voy a buscar a Boraj y Nasdio —cuando ya se daba lem la sujetó por el codo e impidió que se alejase con paso decidido, pero en el mismo momento que la tocó el deseo prendió en el vientre de ella de tal formsoltar un gemido violento. Él, la soltó de inmediato cuando percibió el oscurecimiento de sus pupilas por el deseo abrasador.

—¡No vuelvas a tocarme! —El arrepentimiento en los ojos de zafiro de Aslhem le hizo apretar los labios, no había podido detener la orden peyorativa qo por su boca con un grito amenazador.Cuando se percató de que estaban llamando la atención del personal, le hizo un gesto con la cabeza y lo condujo hacia el jardín situado en el centro de cios del hospital. Lo último que pretendía era llamar la atención sobre ellos. Aslhem la siguió impresionado de que conociese el amplio edificio lleno des y estrechos.—Tengo un plano del edificio principal —fue su escueta respuesta, y cuando al fin estuvieron solos en uno de los rincones del Prouty Garden se volvias manos apoyadas en las caderas a modo de jarra, y con una advertencia en los ojos.—¿Tienes idea por un momento de lo que me provocas cada vez que me tocas de forma deliberada? —Él optó p or mantenerse callado, aunque no borró

us labios bien dibujado. Sarah se lo tomó como una afrenta—. Tienes que tratar de mantenerte a una distancia segura para mí.—Pides un imposible —respondió en voz baja.Ella lo miró con los ojos llenos de escepticismo.—¡No puedo concentrarme en mi trabajo! —Aslhem amplió la sonrisa y la cazadora lo miró compungida. Acababa de admitir el poder que tenía sobre ella—Sobreestimas mi capacidad —apuntó, ella se alejó de él un paso.—¿Qué tratas de decirme? —le preguntó alterada, y sin comprender del todo lo que trababa de decirle.—Lo que sientes por mí no es debido a esos poderes sobrenaturales que, según tú, malgasto contigo. Lo que te hago sentir es la respuesta racional de

dos seres humanos que están conectados psíquica y emocionalmente —Sarah entrecerró los ojos a la misma vez que lo negaba—. Yo siento lo mismo pa, los abrió completamente estupefacta.Que él admitiese su debilidad por ella la dejó enmudecida, pero reaccionó antes de dar un paso en falso.—Puedo ser muchas cosas, pero no estúpida —Aslhem alzó su mano para asir la de ella, aunque lo pensó mejor, la bajó de nuevo y la encerró en el bolsalón tratando de resistir el impulso ciego de besarla.—Cada vez que t e toco, cada fibra de mi ser se estremece con una descarga que soy incapaz de controlar. Cuando mi piel roza la tuy a, todas las sencen desvanecerse en una zambullida aleatoria que me sumerge en el infierno, abrasándome los intest inos con un deseo que me atormenta, y cuando pones

los dos, es como si me rodease la negrura de la noche eterna. El aire se vuelve tan pesado que me resulta imposible de respirar… —Sarah se habalmente seria—. Dime, pequeña, ¿es lo mismo que sientes tú? —Meditó durante un largo instante las palabras de él. Su declaración se le había clavado en c

u cuerpo con una marca que no iba a poder borrar en su vida.Pero era un maldito inmundo, y ella una cazadora.—Únicamente sé, que cuando me tocas, ya no me siento perdida —el pecho de Aslhem se llenó de un sentimiento desgarrador.—Entonces ¿por qué negarnos lo que sentimos el uno por el otro? —La razón volvió a la mente de Sarah con una claridad estremecedora.La verdad la sacudió con una saña que no pudo ignorar. Lo miró durante un instante con una pena tan profunda, que sintió cómo caía al vacío sin poder su. Afortunadamente se repuso a ese segundo de aflicción. Inspiró p rofundamente antes de responderle de forma seca y contundente.—Porque el deseo que me provocas no hace que olvide mi prop ósito de matarte, y de los dos, éste último es el más fuerte —se dio la vuelta y enfiló la saarcamiento sin esp erarlo. Aslhem, t ras un momento, la siguió golpeado nuevamente por sus p alabras que sabían a derrota.

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La había encontrado, pero la perdía.—¡Yo conduciré! —Exclamó ella, p ero Aslhem negó con la cabeza al mismo tiempo que la miraba de arriba abajo, sin ocultar una luz traviesa en susestos del agravio anterior.Sarah ya no mostraba ese odio negro en los suyos cuando lo había atacado verbalmente, pero el brillo que él deseaba ver en esos seguía oculto en la profun

mo que había creado ella, el tártaro para ocultarse.—No conoces la ciudad como yo —Sarah le ofreció una sonrisa que parecía de superioridad.—No necesito conocerla porque el GPS también funciona en est a p arte del mundo, ¿verdad? —Finalmente le tendió las llaves que ella t omó aunquecial cuidado para no rozarlo. Ese detalle hizo que frunciera sus labios con pomposidad.—¡Cobarde! —Le espetó burlón.—Mujer precavida, vale por dos —Sarah arrancó el vehículo tan rápido, que Aslhem apenas se había abrochado el cinturón cuando enfilaron la avenida pri—¿Hacia dónde vamos? —Preguntó él.Sarah tomó la desviación de la derecha para tomar la rotonda. Aslhem admiró la soltura de ella al volante en una ciudad que no conocía.—Hacia el Pine Banks Park, he quedado allí con alguien —fue su sencilla respuesta.—Puedo indicarte el camino —le ofreció solícito.Sarah desvió los ojos apenas un segundo de la carretera para fijarlos en él con marcada pretensión.—Podrías, pero, ¿acaso te lo he pedido?

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CAPÍTULO 10

Detuvo el coche cerca de unos sauces llorones que tenían las ramas tan bajas y frondosas que llegaban a rozar el suelo, situó el vehículo de tal forma qule a los viandantes, aunque a esa hora de la mañana el Pine Banks Park estaba prácticamente vacío.Apagó el motor pero dejó las llaves puestas.—Quédate aquí, y no es una sugerencia —Aslhem alzó una de sus cejas en un interrogante.La vio dirigirse hacia el maletero para sacar la pequeña mochila de viaje que se colgó del hombro derecho con un movimiento rápido. Enfiló el sendero que

a la derecha del camino, hacia una zona aún más apartada. Los ojos de él la contemplaron alejarse con paso decisivo. La figura de la muchacha se detuvo los alrededores como si buscase a alguien. Al momento silbó y una silueta emergió de detrás del tronco de un inmenso castaño. Decidió no seguir esperane. De forma sigilosa, abandonó el interior del pequeño vehículo y se fue ocultando entre las adelfas al mismo tiempo que caminaba hacia donde estabanas conversando en murmullos. Susurros que él oía con total claridad. Justo un poco antes de llegar al pequeño claro, la punta de un cañón se le clavó en las ba tan absorto escuchando a las dos personas que no se había percatado de que una tercera lo vigilaba a él.—Vas a reunirte con tu creador, cabrón —Aslhem detuvo sus pasos y Sarah volvió la cabeza al oír la clara amenaza.Entrecerró los ojos con enfado al comprender que la había desobedecido.—¡Tenías que mantenerte dentro del coche! —La irritación era claramente manifiesta en el tono de la voz.—Eres realmente mandona para ser tan joven —le replicó él con desánimo p orque el arma lo seguía encañonando—. Creía que necesitabas ayuda —lade forma grosera al mismo tiempo que le recriminaba a su compañera con los ojos, p ero ésta seguía mirándolo con atención, evaluándolo y sopesando

a de liquidarlo.—Baja el revólver, Alma. Está conmigo —Aslhem no supo cómo tomarse esas palabras p osesivas. Tampoco tenía forma de saber si esa orden expreidad, conseguiría calmar el hambre de venganza que percibía en la persona que lo tenía amenazado con una pistola semiautomática del calibre treinta y ocho—¡Es uno de ellos! —La mujer escupió las palabras resabiada, y la joven volvió sobre sus pasos al mismo tiempo que él se daba la vuelta para encararla.—Es Aslhem, el cazador —el cañón de la pistola había dejado de apuntar a su pecho para apuntarle a sus testículos.—Mayor motivo para reventarle los huevos —sentenció decidida.—¡Lo conseguiste, Sarah! —La tercera voz femenina había hablado por fin y lo hizo con entusiasmo no disimulado—. Sabía que lo conseguirías.—Nos ha traído hasta Erikem, ahora podemos prescindir de él —Sarah resopló impaciente mientras escuchaba a Alma.

Comprendía su impaciencia pues ella misma estaba deseosa de terminar cuanto antes, pero aún no podían acabar con él y lo más problemático, ella nra de querer exterminarlo.—¡Baja el arma! Por favor —Ordenó y suplicó al mismo tiempo.Alma optó por obedecer aunque lo hizo de forma renuente, y sin apartar la vista del inmundo. Aslhen seguía en un profundo silencio.—¡Demonio, qué guapo eres! —No supo si reír o enfadarse ante esas palabras contradictorias, pero al fin tuvo una visión clara de las t res mujeres que haste bastante significativo. Pero la juventud de Sarah era demasiado intimidante.—Puedes enfundar el arma, soy inofensivo —dijo con voz suave. Las tres p ifiaron al mismo tiempo, Aslhem no pudo detener la sonrisa ante ese gesto denino cada vez que pronunciaba esas palabras en concreto.—Permitidme que me presente… —Sarah no le permitió continuar.—No hace falta pues saben de sobra quién eres —Aslhem cruzó los brazos al pecho, al mismo tiempo que separaba ligeramente las piernas en una amenaa interrupción impertinente.—Me llamo Iris —la mujer más pequeña extendió la mano en franco saludo y él no la despreció. La tomó entre las suyas para corresponderle. De las tre

enos belicosa y la mayor, pero él solo tenía ojos para una: la más inalcanzable y terca de todas.—Es un p lacer conocerte, Iris —Sarah contempló la amplia sonrisa que describió la boca de Aslhem cuando miró a su amiga, y una oleada de celos la goa dejándola momentáneamente abatida.

Ella soltó la mano del inmundo con total naturalidad. La joven cazadora no fue capaz de percibirle el deseo en los ojos. El mismo deseo que la abrasaba a ehabía mantenido contacto con él en la cueva negra.«Sólo sucede contigo».Sarah jadeó completamente consternada cuando la respuesta a su pensamiento se había materializado en su cerebro sin que Aslhem la hubiese pronunciado—Imagino que también sois cazadoras —las dos negaron a la vez, y ese gesto le indicó que Sarah era la que impartía las órdenes en el grupo de mentas de su sangre.—Iris suele actuar como cebo —informó Sarah—. Su físico resulta apropiado en este t rabajo —Aslhem se fijó en la muchacha menuda y rubia, parecía frbía que era solo una impresión momentánea porque la mujer tenía una determinación férrea, podía leerlo en la profundidad de sus pupilas negras. Luego fijóo en la mujer que lo había amenazado, su piel morena delataba su origen mulato. El odio profundo y constante le indicó que podría matarlo sin sentirdimiento.—Alma, es hija de Soul —Aslhem ya lo sabía, pero no lo dijo. Se volvió hacia la presencia de Sarah esperando más respuestas aunque no las necesitaba.—¿Las has hecho venir hasta aquí para que te ayuden? —Ella pensó la respuesta un momento antes de ofrecérsela.—Iris pertenece a la Agencia Central de Inteligencia conocida como la CIA. Afortunadamente para nosotras, responde únicamente ante Michael Hayden —ró con cierta sorpresa.

Michael Hayden era el actual presidente de la CIA y un hombre muy esquivo, se le hacía difícil imaginar a esa pequeña florecita respondiendop oderoso p residente. E intuyó que gracias a esa circunstancia, Iris podría saltarse muchos escalones en la jerarquía. Ahorrarse muchas resp uestas y ganarsres.Paseó sus ojos sobre la menuda figura. Iris no se parecía en nada a una espía.—Alma, pertenece a la Interpol y es doctora en psicología criminalista —explicó Sarah al mismo tiempo que Alma hacía una ligera inclinación con la cabezludo.—Ya sabes —ronroneó con burla—, detectamos y atrapamos crímenes transnacionales. También proveemos cooperación internacional y coordinación cidades policiales a lo ancho y largo del mundo.—Pero la Interpol no conduce investigaciones ni detenciones por sí mismos, ¿no es cierto? —preguntó Aslhem. Alma le respondió.—Es cierto, pero sirve como punto central de información de crímenes sospechosos y criminales —puntualizó—, salvo los políticos.—¿Conocen vuestros sup eriores el trabajo que realizáis? —Inquirió Aslhem. Las tres negaron al unísono.—Trabajamos juntas p ero de forma colateral. Nos conocimos gracias a Internet, las tres buscábamos los hilos de conexión entre los diversos asesinos en de la historia… —Aslhem siguió mirándolas con atención mientras Sarah continuaba con su explicación.—Aunamos esfuerzos y conocimientos —Alma la interrumpió bruscamente como era habitual en ella.—¿Quién la ha entrenado? —Obviamente la pregunta formulada por Aslhem se refería a Sarah.

—Mi ex marido Matt, y uno de sus compañeros, Dave. Ambos pertenecen a un grupo de élite especializados en oriente medio —fue la respuesta de Iris.—Han realizado un trabajo extraordinario —concluyó Aslhem.

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—¿Cómo sabes que lucho bien? —Sarah sentía una enorme curiosidad por saber la respuesta.—Eres la mejor cazadora.Al escuchar el cumplido, se ruborizó.—Sarah pasó siete meses en una granja de Fénix con Matt y Dave, ambos la sometieron a un durísimo entrenamiento en diferentes formas dervivencia. Pero nuestra chica demostró que era una alumna aventajada. Nunca protestó a pesar de que en los diversos entrenamientos sufrió heridas dederación —informó Iris. Aslhem lanzó un silbido apreciativo—. Cada día se supera más.—Podríamos continuar esta charla en un lugar menos concurrido —sugirió Alma. Algunos viandantes comenzaban a pasear a sus perros por los deros del parque, y se detenían a observar con cierta atención el grupo que formaban los cuatro.—Tienes razón, vayamos a Rainbowcoffee —sugirió Iris—, allí podremos hablar sin interrupciones ni sobresaltos. Alma y yo os seguiremos

camiento, tenemos el coche detrás de aquél cartel informativo —Sarah asintió con la cabeza y le hizo un gesto con la mano a Aslhem para que la siguiera.El corto trayecto hasta la cafetería les llevó menos de quince minutos. La figura del cazador de inmundos las seguía enormemente interesado en todo lo qubriendo sobre su captora, sus ayudantes, y sus métodos para cazar.Uno de los rincones del café era el más idóneo para mantener conversaciones privadas pues hacía la mayoría de las ocasiones de reservado para parejas que

partir una cierta intimidad sin ser molestados p or clientes quejosos o gritones. Tras el saludo inicial y las correspondientes p resentaciones, Ray Taylor, el , les llevó una cafetera llena y una bandeja con diferentes trozos de tartas. Abrió un biombo chino para mantenerlos apartados del resto de clientes. Él lo ocon inusitada curiosidad. Los movimientos casuales de Sarah cuando hablaba con sus compañeras tan ausentes de coquetería y llenos de seguridad, lo a

completo. Podría estar eternamente observándola. Ella se pasó la servilleta blanca por la comisura de los labios para eliminar el exceso de azúcar de una de e simple gesto, hizo que el corazón de Aslhem se tensara con un dolor agudo.—Cuando inicié la pist a de John Ewan —comenzó Iris—, encontré a Sarah que buscaba perfiles ps icológicos de asesinos en serie, y simili

portamiento entre psicópatas sexuales —la mencionada le mostró una sonrisa fraternal a Iris que no escapó a los ojos de Aslhem.—Cuando empiezas a conocer en profundidad el carácter humano, su conocimiento intrínseco te conduce por el lado más oscuro del alma humana qendo de forma irremediable dentro de una sociedad moderna, cada vez más decadente y depravada —continuó Alma—. En plena crisis de valores existens a comprender el por qué la humanidad camina a ciegas y sin rumbo hacia su completa extinción —tanto Sarah como Iris reafirmaron las palabras filosa.—John Ewan mantuvo en jaque a la Oficina Federal de Investigación durante años. Fue el responsable directo de las muertes de varias muchachas adolestado de Minnesota —continuó Iris—, la tesis de Alma sobre el perfil psicológico de Ted Bundy fue determinante para decidirme a buscar la opinión de ella.Aslhem terminó por apurar su café de un trago a la misma vez que afirmaba.—Ted no era un Noufilim —las tres asintieron al unísono, pero fue Sarah la que le contestó con cierta rudeza. ¿Cómo conocía él ese detalle?

—John Ewan sí. Los registros del FBI sobre asesinos en serie nos suelen conducir en la mayoría de las ocasiones hacia ellos. Afortunadamente, siguen unonducta determinadas y son fáciles de localizar.—¿Cómo llegasteis a la conclusión de los Noufilim? —Ahora fue Alma la que respondió, y p untualizando cada palabra:—Por la propia experiencia de Sarah, ya sabes, un inmundo violó y asesinó a su madre cuando era una niña —la aludida ni admitió ni negó la aclaración

n, siguió en silencio meditando.—Las diversas autopsias a las que hemos tenido acceso gracias a Iris, así como sus contactos en la p olicía estatal y funcionarios científicos, nos mmadas de cualquier caso excepcional que surge —Aslhem desvió sus ojos de Alma hacia Sarah con una preocupación en su profundidad que no supo disimu—La gente ignora lo que sucede a pesar de los diversos estudios científicos que se han llevado a cabo a lo largo de la historia sobre los Nephilim.—Es mejor ignorar que conocer —alegó él—. M uchas de las creencias de hoy día se tambalearían si las personas aceptasen la existencia de los Noufilimió.¿Qué sabía Aslhem sobre las creencias humanas del mundo? Sarah se hizo la pregunta en silencio.—Hay descendientes de los Nephilim que se integran perfectamente en la sociedad y no representan un peligro para los descendientes de Eva —las p aem hicieron soltar una carcajada a Alma.—Menos mal que existe el baloncesto —la sonrisa de Iris y de Sarah no se hizo esperar, ambas sabían que muchos de los descendientes de los Neaban entre los jugadores profesionales de baloncesto. La altura requerida ocultaba la torpeza de sus movimientos, aunque no su agudeza visual e inteligenci—Tú, ¿por qué cazas a los tuy os? —Se le borró la sonrisa de los labios ante la pregunta llena de inquina que le formuló la joven mulata.Seguía con la mirada expectante y supo que era una especie de prueba. Lo estaba midiendo.—Porque algunos de los míos son desviaciones, y esas desviaciones muestran un sadismo incontrolado, así como esquizofrenias violentas, o lo que comúnce como psicópatas asesinos. Son altamente peligrosos para la estabilidad de la sociedad humana —las t res se quedaron p ensativas durante un instante malabras de Aslhem—. Ya sabéis a lo que me refiero.—¿Por qué sentís esa necesidad imperiosa de reproduciros? —él no respondió de inmediato. Clavó sus ojos en Sarah con un brillo de ansiedad en sus pu

no sup o valorar.—Las criaturas espirituales que decidieron abandonar su puesto celestial por las hermosas hijas de los hombres —empezó a contar Aslhem—, alrializados en cuerpos de carne por primera vez, sintieron la urgente necesidad de reproducirse. Esa necesidad quedó grabada en el ADN de los descendi es decir, en los Nephilim que nacieron de aquellas uniones mixtas.Las tres mujeres p arecieron entender.—Aunque esa anomalía en particular se ha ido amortiguando con el paso de los siglos… —Iris lo interrumpió.—¿Tú no sientes esa necesidad? —Aslhem negó con la cabeza repetidas veces antes de resp onder, pero Sarah no le permitió pronunciar una p alabra al un movimiento ágil saltó de su asiento en un intento de desviar el tema. No quería escuchar de su boca una verdad a medias.

—Tenemos que irnos —Alma la secundó, no así Iris que se quedó sentada un segundo más antes de decidir ponerse finalmente en pie y seguirlos a la calle—Nosotras no podemos volver a nuestro apartamento —Sarah se paró en seco al oír las palabras de Iris.—¿Cómo…? ¿Por qué? —La alarma se había detonado en su cerebro.—Iris se apropió de unos documentos del FBI altamente confidenciales, y no los devolvió a tiempo —las palabras de Alma pusieron a Sarah muy nerviosLo último que necesitaban era tener al FBI siguiéndole los t alones p or todo Boston. Se suponía que Iris estaba en el Cairo de vacaciones, no sustrayendo

ciales. Su casa iba a estar vigilada por unos agentes día y noche hasta que la localizaran.—¿No hubiese sido mejor pedirlos prestados? —Iris, negó repetidamente con la cabeza mientras seguía caminando.—Estamos registradas en el Hilton Boston Back Bay —Aslhem lanzó un silbido y Sarah lo miró durante un instante recriminándole. Era uno de los ho

s de Boston.—Pueden permitírselo —fue la burlona respuest a.

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CAPÍTULO 11

Seguía mirando por la amplia y panorámica ventana la espectacular vista de la ciudad de Boston y del río Charles. Paseó sus cálidos ojos por la decoraciónida de la espaciosa sala. La madera oscura recordaba a esas casas hermosas de la antigua ciudad que solían salir en las películas de época. La casa la hac

oda y relajada. Se apartó de la ventana de forma renuente mientras miraba su reloj, seguía esperando la llegada de Lee y Soul. Aslhem estaba sumido en unfico en el confortable sillón de piel. Engrasaba una de las armas de ella completamente absorto. La destreza de sus manos no la sorprendió.—Admito que lo haces mejor que yo —reconoció humilde. Aslhem levantó la vista y la detuvo en los labios de ella con una emoción que Sarah no sefrar. Se frotó la palma de la mano en el pantalón vaquero tratando de mitigar la incipiente incomodidad y el hormigueo que comenzaba a bullir en su estó

ndo me miras así me pones nerviosa —la boca masculina se curvó en una sonrisa enigmática que no fue a más porque ella decidió darle la espalda.—Dudo que mi amor sea el causante de tu nerviosismo —le respondió él.Sarah suspiró profundamente por la alusión que él había hecho del afecto que le profesaba. Se volvió para mirarlo.—Lástima de ti, si son ciertas tus p alabras —respondió. Aslhem le sostuvo la mirada con una dignidad tenaz y elocuente—. Porque yo no siento lo mism—En el verdadero amor poco importa si el otro no ama —contestó de forma lenta.La respuesta masculina dicha sin rencor le hizo saltar con un respingo inesperado. La había sentido como una mordedura de serpiente.—Verdadero amor… —Sarah t ragó con fuerza antes de continuar—, qué sabrá un inmundo sobre el amor —Aslhem dejó el arma con sumo cuidado encta y se limpió las manos con el paño sin dejar de mirarla.Ella trató de esconder un asomo de remordimientos que acudió a sus pupilas por los insultos que le había ofrecido, aunque no lo consiguió.—No te lamentes por tus palabras ni te preocupes por mis sentimientos porque han sufrido ultrajes mucho peores, y como ves, sigo intacto en tu emme a cada momento. —La vergüenza tiñó las mejillas de Sarah tras escuchar su resignado sarcasmo.La atracción que sentía por el inmundo lograba ocultarla con la ira que salía de su boca, pero, ¿hasta cuándo?—Tienes que confiar en mí —le dijo él.Si pretendía dejarla atónita, lo consiguió. Esas palabras contenían un peligro mortal para ella. ¿Confiar en un Noufilim? Era del todo imposible, pero absoldor…—Jamás podría confiar en un inmundo —Aslhem se fue acercando lentamente hacia ella con cuidado de no alarmarla—. Uno de ellos mató a mi madre.Sarah no retrocedió, aunque siguió mostrándose cautelosa y preparada para un posible ataque a sus sentidos. Ataque que iba a comenzar como siemp

ntraban a solas. Casi temía y a la vez anhelaba esa tensión que los unía en un lazo emocional.—Un corazón inflamado de amor, muere peleando aunque le digan que la batalla está p erdida, ¿lo sabías? —Ahora sí que retrocedió. Aslhem se quedó os de un paso de ella que no sabía qué hacer con sus manos salvo retorcerlas sin compasión.—Consigues con tus palabras confundir mi mente, lo admito, pero sé lo que hay en mi corazón y en modo alguno es una mota de confianza —Sariendo terreno. La penetrante mirada vítrea de Aslhem no le permitía una retirada decente, seguía clavada al suelo con la única protección de su orgullo.Aslhem no se dio por vencido.—Contemplarte es como un soplo de aire que me insp ira. Nutre mis emociones y sosiega mi espíritu —Sarah dio otro paso hacia atrás y quedó con lada en el enorme cristal de la ventana—. Me siento tan perturbado en tu presencia que solo acierto a exclamar ¡compadécete de mí!Le costaba respirar. Miraba la puerta de la habitación esperando un milagro que la salvara de las palabras atrayentes de él. De los susurros cuajados de eograban subyugarla hasta lo irrazonable, pero no podía atreverse a considerar su significado, aun así, la atracción inminente clavó sus garras en sus entr

meditada alevosía. Sarah abrió la boca p ara soltar un gemido estrangulado. Alzó la mano de forma espontánea y libre para rozar el mentón masculino qiéndole una mirada llena de contención.Estaba a punto de tocarlo de forma voluntaria.—Dame el consuelo que necesito —el ruego había prendido en su cerebro como si un rayo hubiese alcanzado un árbol seco.Sarah se mojó los labios secos en un gesto lento, indeciso, tratando de ordenar el caos de su cerebro. El control que le había enseñado Lee, estaba surtiend

u decisión.—El amor es un fuego que no podemos esconder —dijo Aslhem—. Es como una agradable llaga. Un sabroso veneno y una dulce amargura, pero el riesgo .Su respiración se volvió loca y descontrolada. Si lo tocaba, ya nada importaría. El contacto la abrasaría entera con todos sus p rejuicios, sus dudas y sus

abía, y esa certeza la hizo vacilar un instante antes de posar la yema de sus dedos en la piel del rostro de él.Detuvo sus dedos en el último segundo. La imagen de su madre acudió a su mente con una ferocidad alarmante.—¡No… no puedo! —Finalmente bajó la mano y s intió que las fuerzas la abandonaban.Temía no poder sostenerse en pie por la lucha que mantenía con su conciencia. Había estado a punto de capitular. La voz dulce de él. Su timbre profunado había paralizado el dominio de sí misma que se debatía en una lucha constante entre el deseo de tocarlo y el rechazo que le producía. Gracias que la razido en su rescate para asirla del precipicio del que estaba a punto de saltar. La decepción en los ojos de Aslhem, tras su voluntaria retirada, le arrancó un qma que se grabó en su memoria con el hierro candente de su enorme estupidez. De su miedo y de sus dudas.Aslhem soltó un suspiro acerbo.—Cuando realmente se ama lo único que se persigue es la felicidad de la persona a la que amamos, incluso si esa felicidad no se la puede brindar uno mismalabras enigmáticas, Aslhem se dio la vuelta y la dejó sola en la habitación rumiando su cobardía.

¡Lo amaba!... ¡No! Era imposible que amase a un inmundo que había conocido hacía solo unos días, pero entonces, ¿por qué sentía ese dolor sordo y lacerazón? Por qué la afectaba hasta la locura esa mirada de decepción absoluta. Esos ojos que se le habían clavado en el alma antes de que Aslhem abandonara la Las dudas la mordían. Ella seguía con las manos llenas de venganza y el corazón vacío de sentimientos. La imagen agónica de su madre, sus gritos de dolo

orándole los intestinos con una fuerza brutal. Jamás podría olvidar los momentos de desdicha que había sufrido a lo largo de su vida por culpa de los maldera imposible conciliar sus sentimientos de mujer hacia un inmundo y con su odio visceral hacia el resto. Aslhem era diferente, pero esa certeza no hacentar su anhelo y remordimiento. Se mesó el pelo totalmente cansada y soltó un suspiro profundo y largo ante la encrucijada en la que se veía. Controlem le inspiraba le estaba resultando difícil si no imposible.No sabía manejar los sentimientos de afecto femenino porque era la primera vez que sentía algo profundo por un hombre.—Estás aquí —Sarah volvió su rostro hacia Soul que acababa de entrar por la puerta seguido de cerca por Lee.Cuando contempló quiénes entraba tras ellos, sint ió un escalofrío de miedo. Cerró los puños a sus costados. ¡No se lo podía creer!—¡Qué…! —Fue incapaz de continuar la frase.Ersad y Barik, que habían tomado posición justo detrás del sofá, la miraban con un reto en sus ojos que entendió ella a la perfección. Sus músculos se t ens—Los necesitamos para dar caza a Erikem y sus secuaces —Sarah pensó que Soul y Lee se habían vuelto locos de remate.Aslhem, Ersad y Barik juntos, resultaban extremadamente peligrosos y voraces. Ignoraba qué había pasado por la cabeza de sus colaboradores para peían ayudarlos. Liberarlos era como soltar tres zorros en un gallinero. Sarah percibió la promesa de venganza en los ojos de Barik, y sintió un escalofrío d

rerle el cuerpo por entero. La tensión en la habitación podía cortarse con un cuchillo. La presencia dura y fiera de ambos le hizo replantearse algunas coso de su cinto buscando su p uñal. La sonrisa de Ersad no hizo más que reafirmar su postura.

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—Hicimos un t rato con Lee. —Se mostraba extremadamente cauta—. Queremos ofrecerte una tregua. —¿Bromeaban? Con lo que había costado cazarloban libres como mariposas.«Gavilanes».Sarah suspiró profundamente contrariada. Ya le resultaba insoportable que Aslhem le leyera la mente para que lo hiciesen también Ersad y Barik.—Si vuelves a hacer eso, juro que te cortaré el cuello —Barik le ofreció una sonrisa arrebatadora, y las piernas de Sarah se tambalearon precariamente.La fuerte tensión se palpaba en el aire de la estancia, tensión que aumentó cuando Aslhem cruzó el vestíbulo y entró en el salón donde estaban los curas claramente belicosas. La muchacha lo miró un breve instante y se percató que acababa de darse una ducha, llevaba puesto únicamente unos pantdón negros. Se tragó un juramento al contemplar el torso desnudo y seductor que mostraba sin un at isbo de pudor. Sus sent idos se habían desbocado como je.Aslhem caminó directamente hacia Ersad y Barik.—Os habéis tomado vuestro tiempo en llegar —Sarah insp iró tan profundamente que creyó que se iba a desmayar con su p ropio aire. ¿Aslhem esperaba los? ¿Y cómo era posible que ella ignorara esa información?—¿Con qué autoridad habéis tomado una decisión s in consultarme? —Las p alabras iban dirigidas a Lee pero fue Aslhem quién le resp ondió. Con esa cba enfurecerla.—Nunca cazo s in mis hombres —Aslhem bajó la voz antes de continuar con su explicación—. Juntos tenemos mucha más fuerza —los ojos castaños deajeron ligeramente en las comisuras, y le dieron a su expresión un matiz de peligrosa sagacidad que entendieron todos los allí presentes.—¡Se me debía de haber consultado! —Exclamó profundamente dolida.—Te hubieses negado con rotundidad —contestó Lee. Sarah lo miró con sorpresa pues la miraba con censura y le hizo sentir tremendamente vuciente por primera vez de su desventaja. Apretó los labios para callar la réplica que pugnaba por salir de su garganta—. Si nos mantenemos unidos, vencerNo p odía creérselo. Habían conspirado a sus espaldas y pretendían que actuase como si no importase nada. Con el corazón en un p uño trató de escondeentía para no darles la satisfacción de ver cuánto la había herido el complot.Sarah posó sus ojos en Ersad que se balanceaba sobre sus talones con una cierta impaciencia en su postura y fría inteligencia en su mirada. La belleza del brecogió con una intensidad inesperada e ilógica. Su caza había resultado dura y ahora estaba plantado delante de ella con una mirada socarrona. El desdén su raciocinio con una brutalidad aplastante.—Entonces podéis continuar la caza sin mí —Sarah abandonó la habitación tan consumida por el despecho y la decepción, que Lee temió haber llegado den sus pretensiones.Aslhem le hizo un gesto negativo con la mano cuando se percató que pensaba salir en busca de ella. Cogió un suéter gris claro de cuello alto que habí

ma de la cama antes de ducharse, y salió precipitadamente tras los pasos de ella.

Encontrarla no iba a resultarle muy difícil. Convencerla iba a ser harina de otro costal.

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CAPÍTULO 12

Estaba tan llena de ira que no se dio cuenta del rumbo que seguían sus pies en los pasos anárquicos que daba sobre la calzada gris. Le había costado meses inmundos arriesgando su vida y la de sus amigas, y que ahora anduviesen libres sin mayor cargo que la de ayudar a Aslhem a cazar a Erikem, la rebelaba s.¡Y no habían contado con su opinión! Por supuesto que se habría negado con rotundidad. Tanto Lee como Soul conocían sus sentimientos al respecto, y

esen obviado con esa premeditación la llenó de una amargura espesa. Alzó su vista un momento de sus botas para fijarlas en el nombre de la calle. Sist ado de su rut a hacia el hotel de Iris y Alma. Había estado tan absorta en sus pensamientos que no se había percatado del rumbo que había seguido.Tomó el callejón adyacente a la vía principal. Sarah ya se arrepentía de la decisión de no haber cogido el coche, pero agitada en su fuero interior por lón, había sentido la urgente necesidad de despejar su cabeza dando un paseo hasta el hotel sin ser plenamente consciente de lo lejos que se encontraba.La atacaron de forma repentina. Salieron de un portal sombras. Sarah no se lo esperaba y por ese motivo tenía la guardia baja cuando la apresaron. arle los brazos a la espalda y la pusieron de cara al frío muro del callejón. El aliento caliente en su oído le produjo un espasmo de repulsión que la dejó pante un segundo. Se repuso de inmediato pues estaba acostumbrada a los imprevistos. Se revolvió sobre su brazo con una agilidad increíble a pesar del dolngió pues acababa de dislocarse la muñeca con el giro. Eran solo dos atacantes pero su fuerza era superior a la de ella aunque ese detalle no la amilanó, levancho calzado con la bota militar y golpeó con furia el estómago de uno de los atacantes que se dobló hacia adelante por el repentino dolor. Con el codo go del segundo asaltante y lo empujó de espaldas al suelo. Se arrodilló de forma rápida y giró la muñeca para despojarlo de la navaja que blandía. Logróarla en el hombro del segundo atacante, pero no había terminado todavía cuando un tercer agresor surgió de las sombras. Siguiendo su instinto de cazadora,ó una patada en la ingle que lo dejó doblado en dos y sumido en profundos jadeos. El primero se había recuperado y la apuntó con el revólver semiauth sabía que estaba perdida. Los otros dos se habían levantado y caminaban directamente hacia ella. Sarah sopesó salir corriendo, pero sabía que el alcance deía tirada en el suelo y con su vida derramándose entre los sucios adoquines, pero era su única opción.—¡Detente! —La voz de Aslhem surgió de entre las sombras, y paró la huida que ella iba a emprender de inmediato a pesar de la amenaza contra su vida.—Qué placer verte de nuevo —las palabras iban dirigidas a Aslhem, y, de pronto, el arma que estaba apuntando al corazón de Sarah había variado el rumbcentímetros para apuntar directamente a la cabeza de Aslhem que seguía caminando hacia ellos sin un titubeo en sus ojos.—Boraj, lamento decirte que no siento lo mismo con respecto a ti. —Las carcajadas llegaron inesperadamente y los ojos de Sarah se entrecerraron con sosntraba delante de los esbirros de Erikem, ¿cómo demonios no los había percibido? Porque había estado demasiado pendiente de sus sentimientos heridos. L

sado por su propia culpa. Tensó los hombros alerta, y se dispuso a escudriñarlos a conciencia.Boraj era de una belleza arrebatadora. Con un aura peligrosa que veía con total claridad. Fijó sus ojos en el tercer atacante que acababa de reincorporarse e había estado tirado por la fuerte patada que ella le había propinado, el individuo la miró con cierto recelo, y supo que no era un Noufilim sino un sicario a—No puedo creer que no hayáis podido con esta dulce damisela —dijo Boraj.El bufido de fastidio del sicario hizo que a Sarah le temblase la comisura de la boca intentando contener la furia que sentía. Percibía claramente el magal del inmundo al que llamaban Boraj.Aslhem la miraba con enfado y no sup o por qué.—La moza se defiende bastante bien —argumento Boraj—, pero eso es normal siendo una cazadora.Sarah volvió sus ojos de Aslhem hacia Boraj tras escuchar sus palabras.Aslhem seguía en silencio.—Erikem te quiere viva muchacha, por ese motivo sigues de una pieza todavía.La alarma comenzó a saltar dentro de ella, Aslhem le había dicho que Erikem se encontraba en San Francisco, ¡le había mentido! Maldito cabrón facine

ó una mirada de puñal que Aslhem ignoró con absoluta frialdad. Uno de los esbirros la sujetó por las manos y se las retorció en la espalda dejándola inr de la muñeca le resultó insoportable, pero ella siguió quieta mirando con un profundo odio a Aslhem que se había parado a tan solo un p aso de Boraj. ¿a atrevido a mentirle?

—¡Baja el arma! —La orden concisa y clara formulada en voz baja por Aslhem, hizo a Boraj dudar un solo instante. Seguía con su índice acariciando el gatrillo lacerante en sus ojos profundos.Sarah se percató del ligero titubeo en los ojos de Boraj al escuchar las palabras de Aslhem, parecía como si no pudiese negarse a una orden dada por un

é diantre ocurría?—Erikem ha aceptado el trato —Sarah sintió como se le revolvía el est ómago por las palabras que acababa de pronunciar Boraj, Aslhem la había vendal enemigo con total impunidad. ¿Qué pretendía ganar con ello?—El trato incluía una cláusula que no habéis cumplido.«Mantente alerta».La orden en su mente se había abierto p aso entre la confusión que sentía su cerebro t ras la verdad aplastante.«Estoy tratando de ganar tiempo».¿Se suponía que debía de creerle? Le sujetaron el brazo de forma más fuerte a su espalda. Sarah soltó un gemido de dolor que hizo que Aslhem redujera suínea peligrosa, y sin apartar la vista de Boraj.—¡Suéltala! No volveré a repetirlo —Boraj negó con la cabeza a la misma vez que ampliaba la sonrisa en sus bien torneados labios.—¡Ven tú mismo a liberarla! —Ninguno se esperaba la rapidez con la que Aslhem acató la orden.

Sin haberle dado tiempo a pestañear, dio dos patadas que enviaron al suelo a uno de los esbirros. Habían sido ejecutadas con una precisión exacta. El ia tirado en el suelo y se retorcía de dolor. El segundo atacante trató de acorralarlo por la espalda, pero él con un movimiento rápido lo redujo, ynsciente de un golpe. Cuando Boraj disparó, el grito de Sarah se quedó atascado en su garganta pues temía que la bala hubiese impactado en el cuerpo de Asr sordo la sacudió de pies a cabeza. El peligro había despertado sus sentimientos más escondidos. Desvió los ojos de su asaltante hacia la figura de Aslher dibujado en sus ojos, y cuando se aseguró que la bala no había impactado en su cuerpo, resp iró con un p rofundo alivio.La cabeza de Aslhem había girado apenas un centímetro y la bala había terminado por estrellarse en el muro de ladrillo que se astilló por la fuerza del i

h no se lo pensó, alzó su talón y con el tacón de hierro de su bota, la clavó con felonía en el pie del hombre que la mantenía sujeta, éste, al sentirse atacado perada, aulló de dolor y optó por soltarla para sujetarse el pie lastimado, ella esperaba ese momento, incrustó su codo en las costillas y formando un puños entrelazadas le asestó un golpe en el cuello cuando estaba doblando en dos. Cayó al suelo con un golpe seco y la bota apresó su cuello en una amenazaaz se mantuvo quieto. Aslhem saltó sobre sí mismo y en un giro de su cuerpo golpeó con el pie la mano de Boraj que terminó soltando el arma, arma que cco sucio. Quedó cubierta por el lodo. Aslhem había quedado de pie delante de Boraj con una mirada fiera. Boraj entornó los ojos, pero antes de hacerlo, Sado atisbar un brillo de disculpa y de reconocimiento hacia él.—Decidle a Erikem que me encontrará en el lugar pactado —Boraj asintió con la cabeza, y con una mirada a sus secuaces, abandonaron el callejón en silencSarah contemplaba la marcha de ellos completamente estupefacta. Ni se había percatado de que su bota seguía pisando el aire. ¿Con qué derecho los dejabese sido tan fácil exterminar a Boraj.

—¡Me engañaste! —La mirada furiosa de Aslhem había remitido al fin cuando clavó sus pup ilas en ella. Sarah se sentía dividida entre el alivio y la culpa, pprudencia.

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—Nunca ha sido esa mi intención —Sarah sintió como la furia recorría sus venas con una fuerza aplastante p or la mentira descarada. Ella había sido tecambio de miradas cómplices entre Boraj y Aslhem.—Pensabas entregarme a Erikem, lo he oído perfectamente —Aslhem se inclinó sobre su cuerpo para coger la navaja que había quedado tendida en el suy la pistola que recuperó del charco de lodo. Metió ambas en el contenedor de basura más cercano.—Era la única forma de llegar hasta él, y si no recuerdo mal me dijiste en El Hierro que p ensabas hacer de cebo. He seguido al pie de la letra tu sugeren

ad la golpeó con brutalidad dejándola anonadada. Era cierto, ella pensaba actuar como cebo para atraer a Erikem pero, ¿qué trato había hecho Aslheito?—Era tu deber informarme de los planes que pensabas llevar a cabo —Aslhem miraba el pecho de ella que subía y bajaba agitado por la pelea.—¿Te encuentras bien? —Sarah asintió con la cabeza a la misma vez que pasaba las manos por sus pantalones p ara secar la humedad de sus dedos, un g

r escapó de su garganta, Aslhem se había percatado de ese detalle.—Permíteme que te ayude —sostuvo su mano y le palpó la muñeca para verificar si tenía algo roto, afortunadamente, solo había sufrido una luxación.—No está rota. Te la vendaré cuando lleguemos a casa —el dolor había desaparecido como por arte de magia con el suave roce de los dedos de Aslhem.—Tengo el coche a la vuelta de la esquina —lo siguió completamente enmudecida.En cuestión de cinco minutos había pasado del completo enfado a la total admiración. Había creído que la había traicionado, pero Aslhem sólo había serencia para atrapar a Erikem. La respiración de ella no volvía a la normalidad por más que lo intentaba. Aslhem se acercó tanto que rozó con sus dedos la pilas de ella que se incendiaron de forma instantánea como yesca reseca por un sol de verano.—¡Aslhem! —El deseo prendido en los ojos de ella hizo que él olvidara por un momento el miedo que había sentido cuando vio a Boraj apuntándola con eSoltó una blasfemia y se dio la vuelta deprisa. Sarah lo siguió con el rostro arrebolado y los labios trémulos de deseo. Aslhem le abrió la puerta del coó a acomodarse sin tocarla. Sarah seguía en una nube de tensión por la pelea. Aslhem con un acelerón enfiló la calle hacia las afueras sorteando el tráfico de gran habilidad, pero su pensamiento estaba centrado en la persona que tenía a su lado, en la parte derecha. Escuchó el suspiro resignado de ella y fijó sus ojo ovalado durante un segundo. Los sentimientos de Aslhem se debatían a la misma velocidad del vehículo. La amaba con una intensidad que lo dejabaerable.—Tus hormonas están descontroladas —Aslhem seguía sujetando el volante con excesiva fuerza sin quitarle la vista a la carretera. Se dirigían hacia on Back Bay, necesitaba comunicarles a Iris y Alma los cambios de planes—. Te juro que no comprendo tu actitud.—He derramado sin querer un poco de suero antes de salir de la casa cuando metía la botella en la mochila —Aslhem desvió la vista de la calzada para fija

sorpresa.—¿Suero? —Preguntó con cierta alarma, Sarah asintió con una sonrisa.—PF=101. Lo fabrica una empresa de cosméticos especialmente para nuestra causa —Aslhem temía seguir preguntando.

—¿PF=101? —Sarah asintió de forma leve a su pregunta.—Las siglas quieren decir Perfume Feromonal y el número 101 fue idea de Alma pues le gustan los números capicúas —Aslhem estaba estup efacto, atónirar la carretera totalmente absorto por la explicación de ella. ¿Perfume feromonal? ¿De qué estaba hablando?Aslhem se perdía con la información que le suministraba Sarah.—Es un concentrado de feromonas humanas sintetizadas en un laboratorio para nuestro trabajo— Aslhem no sabía determinar si quería seguir escuchándo—Los Noufilim son extremadamente receptivos al olor —continuó ella—, nos hemos percatado que las víctimas a las que atacan suelen tener un olminado.—¿Olor sexual determinado? —Aslhem seguía conduciendo con la sorpresa dibujada en el rostro. Sarah volvió a asentir en silencio.—Los Noufilim eligen a sus víctimas dependiendo del olor corporal de estas. Siguiendo los diferentes estudios realizados por Iris y Alma, supimo

monas que desprenden las mujeres rubias y menudas, les resultan mucho más atrayentes a los Noufilim. Utilizamos esa ventaja sobre ellos para enconrlos.Aslhem se había quedado sin respiración, Sarah continuó con su explicación sin percatarse del asombro que sentía mientras la escuchaba.—Ya sabes que las feromonas son sustancias químicas que segregan las glándulas sexuales, específicamente las hembras de muchas especies de yendo a los seres humanos. Nosotros hemos tratado de aprovecharnos de esa circunstancia. El laboratorio que trabaja para nosotros modifica las d

monas femeninas hasta conseguir el PF=101.—¡No me lo puedo creer!... ¿cómo es posible? —Aslhem siguió apremiándola con cierta sequedad en la voz de la que no se percató Sarah.—Los p erfumes afrodisíacos ya se ut ilizaba en el antiguo Egipto —le informó aunque hizo una breve pausa p ara tragar saliva—. El uso de feromonacación de perfumes se ha utilizado a lo largo de la historia. No sé por qué motivo te sorprendes tanto. —Aslhem levantó el pie del acelerador para mirandos. Le parecía absurdo la explicación de ella sobre las feromonas, pero todo comenzaba a tener mucho más sentido, recordó el olor de ella en la cueva y o acosaba desde entonces, incluso en ese preciso momento.—Los egipcios descubrieron que el sudor contenía sustancias afrodisíacas p ara el ser humano. Se fabricaba el perfume a base de sudor de hombres selecese trabajo y depositado en tinajas para luego ser mezclado con fragancias.—¡Inaudito!... ¿Tenéis a hombres sudando todo el día para utilizar sus feromonas? —Sarah chasqueó la lengua por la burla que contenían las palabras mas—No utilizamos las androstanos sino las copulinas que son las que segregan las mujeres. Los hombres emiten siempre el mismo olor, pero las mujere

filim reaccionan de forma diferente a las copulinas según las modificaciones ocasionadas en la feromona por el ciclo menstrual —seguía mirándola absortohemos repuesto nuestra reserva de perfume —Aslhem recordó vívidamente la bot ella de cristal con un líquido transp arente completamente sellado que

en su mochila, y que le había pasado a Iris en el Pine Banks Park.—Eso es extremadamente peligroso —Sarah negó con la cabeza.—Es completamente inocuo. El PF=101 p uede durar entre dos y cuatro meses, pero es imprescindible usarlo a diario cuando se quiere cazar a una pieza

borra su efecto. Y hablando de agua, yo necesito darme un baño —esas últimas palabras hicieron que Aslhem perdiera la concentración en la conducpleto, tuvo que dar un volantazo para no salirse de la carretera.Estaban cruzando la autopista principal de Boston a una velocidad alarmante, Sarah creyó que iba a salir desprendida del vehículo en cualquier momentráp idos del volante.—Te he puesto nervioso, lo siento —Aslhem no pensaba responderle. Estaba tremendamente seductora con esa mirada ocurrente, y ese ligero titubeo erior que lograba desequilibrar sus emociones—. Siento que estás sexualmente receptivo a mi olor —de ser cierto, pensó Aslhem, no pensaba admitirlo jamá—Lo que sucede es que ambos tenemos un subidón de adrenalina por la última pelea —fue su cáustico comentario.

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CAPÍTULO 13

—Siento que te mueres por besarme —le dijo ella con una pizca de humor. Aslhem pensó que esa conclusión era como reducir la línea a un punto. No se mrla, ya estaba muerto y esa certeza penetró en el alma de Aslhem como la punta de una flecha impregnada de veneno.Ella seguía con el rostro quieto mirando la carretera.—No s iento remordimiento alguno p or lo que siento por t i a p esar de tus continuas burlas —Sarah cuadró los hombros, Aslhem siguió en su declaracime ha reconocido. Tu boca conoce mi sabor, sé que te mueres por calmar la sed de afecto que te embargaba —Sarah lo miró sin comprender sus palabras.

a que conocía su sabor si nunca lo había besado?Finalmente susp iró para volver su mirada al horizonte.—Te deseo —le reconoció con la voz t emblorosa. A ella le daba miedo el brillo de los ojos de Aslhem, por ese motivo evitaba mirarlo todo lo que p odía

arte no mitiga mi propósito de acabar con los inmundos, y tú sigues siendo uno de ellos —los ojos de Aslhem relampaguearon tras escucharla.—Manchas un deseo hermoso con tu deseo de venganza —ella alzó los hombros como si no le importase—. Nuestras almas se han encontrado, y n

parte. No te lo permitiré.—Los inmundos son incapaces de amar… —calló un momento—, sus inst intos solo siguen un camino —Aslhem se puso un dedo en los labios para callar—¿Acaso dudas de mis sentimientos? —ella se preguntó si Aslhem tendría sentimientos. Los Noufilim solo sentían lujuria extrema, sin im

cionalmente.—Si fueses capaz de amar comprenderías mi rechazo hacia todo lo que representas —Aslhem entrecerró sus ojos ante la afirmación sin sentido que hacía e—¿Has amado alguna vez? —Aslhem detuvo el asentimiento de la cabeza de ella con su mano—, amado de verdad. Con esa ternura y p aciencia que soloverdadero —ella bajó los ojos en silenciosa meditación—. No te hablo del muchacho de instituto que te dice lo bonita que eres para llevarte a su cama

ó los labios medio ofendida porque ella no había tenido tiempo de que un muchacho de su edad le dijese lo bonita que era. Su vida había estado pladillas, de muerte y destrucción.—Cazar a los inmundos ha sido el motor que ha movido mi existencia hasta el día de hoy.Aslhem no se inmutó por sus palabras cínicas.—Voy a explicarte lo que significa amar de verdad.—No necesito una explicación —pero él desoyó las palabras de ella.

—Se ama los desdenes y los desvaríos de la única persona que existe en el mundo para nosotros. Esas locuras que se cometen y se cometerán siempre en emor nos hace que amemos todavía más —Sarah seguía callada—. Se ama de verdad cuando se comprende. ¿Alguna vez has amado así? —decidió no mda por más tiempo, las palabras de Aslhem la habían molestado profundamente.—Los inmundos son incapaces de semejante entrega emocional, no está en vuestra naturaleza —Aslhem comprendía mucho más de lo que ella explicaba

más fuerza el volante, el regreso al hotel le estaba costando un verdadero esfuerzo. Las palabras de ella le provocaban un deseo irreprimible de asirla por lorandearla con fuerza.—He amado de la forma que he declarado porque está grabado en mí ser con un fuego de amor loco —le confesó.Sarah clavó sus pupilas encendidas de escepticismo en el rostro de él.—Mujer afortunada —dijo ella con la voz preñada de sarcasmo.—El amor de mi vida era para mí el único ser en el mundo —continuó él a pesar del gesto airado de Sarah—. Mi pensamiento era uno con el de ella, un scorazón y un solo nombre en la boca que se elevaba continuamente desde el nacimiento de mi alma hasta morir en mis labios. Un nombre que se repetía un

que susurraba incesantemente en todas p artes como una letanía —Sarah trató de cerrar sus oídos a las palabras de él, pero no lo consiguió.Aslhem continuó con un timbre de voz profundo.—¿Quieres escuchar mi historia? —Negó repetidamente, no obstante, Aslhem se mantuvo impávido a su querencia—. De todas formas voy a contártechar mi historia, ¿y sabes por qué? Porque el amor solo tiene una y es siempre la misma.

Aslhem inspiró larga y profundamente.—La conocí y viví de su ternura, de sus caricias. M e alimenté de sus p alabras. M e sentí en sus brazos tan absolutamente envuelto y amado, de t al for

pleto, que ya no me importaba si era de día o de noche, si estaba muerto o no. Ella llegó a mi vida cuando todo era un interrogante continuo. Cuando las emelementales salieron de mi alma con un bramido de incomprensión. El amor de mi vida brilló para mí cuando todo sentido se oscureció. Fue el alient

mones cuando deseé morir de asfixia —Aslhem oyó perfectamente el gemido de incredulidad que se escapó de la boca de Sarah—. Pero no puedes entebras p orque no estás preparada —Sarah escudriñó sus ojos que brillaban con un brillo de ansiedad que no supo interp retar—. Únicamente te diré una cda, mi amada. La más maravillosa de todas las criaturas murió, y yo expiré mi último hálito en el mismo instante que sus ojos se cerraron en mi presencia.

cuando sostenía su cuerpo con mis brazos que se negaban a dejarla marchar, ¿y sabes por qué? Porque la muerte no entiende de sacrificios, y el mío no le ba—Soy incapaz de comprenderte —susurró.Aslhem soltó una carcajada ausente de humor e hizo que la piel de ella se erizase como si la hubiese azotado un frío repentino.—Pronto est arás preparada para entenderlas, pero hasta que llegue ese momento, no me imputes tu incapacidad para comprender mis sentimientos, me cndo o no. —Aslhem no le permitió ninguna objeción más.

***

Algo había cambiado en la expresión femenina cuando ambos llegaron al lugar donde los esperaban todos. Durante el trayecto, ni una sola palabra había saca de ambos, ella para mostrar una disculpa, él para ofrecerle una recriminación. Tras la extraordinaria confesión de Aslhem, los remordimientos habían

arle el corazón con uñas afiladas. La imagen de su madre, sus gritos agónicos, le pesaban como piedras de cantera que la hundía en el abismo negro de la ca ignorar ni por un momento su p ropósito, y la urgente necesidad de venganza que sentía.Había hecho una promesa. Un juramento que había olvidado durante los minutos que había durado la explicación de Aslhem sobre el amor. Había logrado

n se esfumase como la espuma del mar cuando llega hasta la silenciosa playa para besar la arena. En un instante todo había tenido sentido, pero el acoso conantasmas, la atizaba sin penitencia y la mecían en la noche negra de los sentimientos reprimidos. Su corazón sufrió una descarga en el mismo momento etió que se había enamorado de un inmundo, lo amaba, pero tenía que matarlo o su vida carecería de todo sentido y propósito.El silencio de Aslhem cuando llegaron juntos a la casa, y sus ojos vacíos de la comprensión que le habían brindado en la cueva negra, lograron produstia en el estómago que no podía ignorar. Había borrado la sonrisa que le mostraba cada vez que sus miradas se encontraban, pero ese cambio hacía más cinación de sus planes.Pronto, su madre podría descansar en paz.Aslhem se sentía furioso consigo mismo porque había perdido el control sobre sus emociones de forma arrogante y estúpida. Había creído como uánime que ella podría reconocerlo, pero se había estrellado en su soberbia de la forma más estrepitosa posible. Ella solo perseguía la venganza, se envolv

r como si fuese un manto caliente en una noche fría, y él, desgraciado inmortal, no acertaba a encontrar la hendidura o el resquicio para penetrar con su ar su alma.

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La mirada penetrante de Ersad le hizo replantearse algunos puntos. Había dado un paso en falso, pero podía rectificar la estrategia que había decidido uti

—Me alegro de que estemos todos —paseó sus ojos vítreos sobre los p resentes en la casa. Aunque Alma le daba la espalda mientras miraba por la ventaestaba completamente alerta a sus palabras—. Este es el plan —corrigió de inmediato poniéndose al lado de Sarah—. Nuestro p lan. Prestad atención porquetirlo.

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CAPÍTULO 14

La oscura y enorme presencia miró con detenimiento la taza de café que sostenía en sus manos con atención. El líquido humeaba, y él sopló suavementerse la blanca porcelana a los labios. Oía la explicación de Boraj sin un pestañeo en sus ojos. El rictus de su boca, hermosamente cincelada, seguía siendo Cuando alzó su rostro y miró a Boraj el brillo calculador había asomado por fin a sus pupilas negras.—¿La viste? —Boraj asintió de forma leve. Sabía que se refería a la cazadora.—Está muy cambiada físicamente, pero su olor es inconfundible —Erikem rodeó su escritorio de caoba para alcanzar la ventana.Con dedos largos y cuidados, apartó el visillo celeste hacia un lado para tener una mejor visión de la calle. Miró el horizont e sin fijar sus p upilas en ningminado, completamente ensimismado en sus pensamientos.—¿Qué quiere Aslhem? —Boraj titubeó un solo momento antes de responder.—Más tiempo —Erikem se volvió sobre sí mismo con rapidez.—Sabe que no aceptaré, y me sorprende que no se dé por vencido —Nasdio lo escuchaba todo desde su posición sentada en el lujoso sillón de piel marró

pierna sobre la otra en actitud despreocupada mientras seguía removiendo su copa de coñac en círculos pausados. Miró el líquido ambarino con el ceño lecido.—Está en su naturaleza ser obstinado. No es la primera vez que se muestra altanero en sus reclamos —Erikem sonrió, pero ni Boraj ni Nasdio fueron coe detalle cálido que confería a su rostro un aura de bondad. Erikem seguía de espaldas a ellos.—Estamos en posición de hacerle frente —fue la escueta respuesta de Nasdio. Erikem negó con la cabeza pensativo al mismo tiempo que pasaba su manla sin rasurar. Los incipientes pelos rubios asomaban y comenzaban a cubrir la piel de su mentón.—¿Dónde está ella? —Boraj vaciló un instante antes de responder.—En Arlington, la casa de Aslhem cerca del Boston Public Gardens —Erikem echó la cabeza hacia atrás para apurar el último trago de café.Nasdio se levantó del sillón para llenarse la copa de nuevo.—Muy t ípico de él —Boraj alzó los hombros antes de dejar la taza que le había pasado Erikem. La depositó en la bandeja de plata con el servicio de café

na esquina del bello escritorio.—Estará haciendo planes —las palabras de Nasdio le hizo chasquear la lengua pensativo. Se mesó el espeso pelo rubio con impaciencia ante esa nueva po—Planes que no servirán de nada, aunque se muestra muy astuto —Erikem meditó un segundo antes de p reguntar—, ¿es cierto que os mantuvo en jaq

mujer contra mis guardianes? —El rostro de Boraj su puso rojo como la grana ante el azoro que sufrió al recordarle Erikem el ridículo que había hecho deladora.—Cumplía órdenes estrictas de no provocarle ningún daño —nuevamente Erikem volvió a mostrar una sonrisa que dejó al descubierto una dentadura

ecta—, pero me costó lo mío mantenerla quieta —las pup ilas de Erikem se ensombrecieron de ira al escuchar las palabras de Boraj.—Si le hubieses hecho algún daño, ahora estarías muerto —tras el estallido de esa declaración, Erikem p reguntó con cierta curiosidad—. ¿Es hermosa?ió con entusiasmo—Mucho más… —respondió con celo desmedido—. Es una muchacha bellísima y sumamente seductora. Su olor es un reclamo que resulta difícil de igno

ngo impregnado en mi nariz —Erikem dio dos pasos hasta quedar frente a Boraj con el rostro mortalmente serio.—¿Aslhem le habrá dicho…? —Erikem dejó la pregunta sin concluir y Boraj se apresuró a negar de inmediato.—Es del todo improbable. La cazadora demostró una cierta aspereza ante la llegada de él y su oportuna intervención cuando la teníamos acorralada en eo asegurar que no le gustó en absoluto que interviniese —esas palabras le dijeron a Erikem mucho sobre la muchacha.Nasdio se palmeó la rodilla con júbilo al imaginar el lamentable espectáculo que habían ofrecido a los ojos de la cazadora. Los leones de la noche vencido

uilla seductora. Erikem siguió meditando en silencio la información que le había relatado Boraj.—¿Sospecha la cazadora…? —Boraj ladeó la cabeza ligeramente tratando de recordar si la mujer había dicho o hecho algo que indicase esa cuestión.—Estoy dispuest o a asegurar que no.

—Entonces tenemos muchos planes que hacer antes de la cita esperada.

***

Sentía los nervios crispados. La tensión en la casa de Aslhem superaba los límites aconsejables para mantener la cordura. Aslhem no la había preparado, dra sus cábalas sin responderle a ninguna cuestión en particular. Tanto Lee como Soul y Alma se mantenían ocupados en otra parte de la casa preparando mtegias. Aslhem hacía lo propio con Barik, Ersad y ella, pero Sarah estaba tan llena de enfado ante su falta de disciplina, que había decidido instalarse d

manente en la cocina hasta que se apaciguase en parte su furia por la liberación de los inmundos.¡Maldito su cerebro que seguía regresando a la imagen de Aslhem a pesar de sus intentos de no pensar en él! Y ¡Maldita su debilidad porque no lo consegua culpa no la tenía él si no ella misma. Frotó con más fuerza el trapo sobre su pistola tratando de disipar el rencor que salía por los poros de su pie

pidez.Dejó el paño sucio encima del mármol y se miró las manos manchadas de negro, ¿qué demonios estaba haciendo? Su pistola no podía brillar más.«Necesitas relajarte».Sarah se volvió con ímpetu al escuchar la voz de Aslhem detrás de ella, pero seguía en la cocina sola. Miró hacia un lado y otro de la espaciosa habitación

a nadie salvo sus pensamientos. ¿Le estaba leyendo la mente? Por supuesto que sí, el maldito inmundo sabía qué pensaba ella en cada momento, y la rabiapor su garganta hasta descansar en el cielo de la boca donde la dejó agitarse a su antojo.—Demonios, qué equivocados estáis si creéis que voy a soportar un minuto más cerca de vosotros —al momento t iró el trapo en el cubo de la basura o del fregadero, y se lavó las manos para quitar los restos de suciedad. Como una exhalación, abrió la puerta de la cocina con un golpe seco. Necesitabarespirar un poco de aire frío.—¿Dónde crees que vas? —Dio un resp ingo involuntario a la voz de Lee, que había salido a su encuentro desde el otro lado del vestíbulo.—¡Me has asustado! —Fijó su mirada atribulada en el rostro de la persona que había comenzado a caminar directamente hacia ella arrastrando su pie derec—No puedes salir pequeña —a pesar de sus palabras amables, Sarah no soltó el tirador de la puerta.—Necesito un poco de aire —se ahogaba dentro de la casa. Con la presencia de los inmundos le resultaba imposible tranquilizar su espíritu.—Entonces Aslhem te acompañará —Sarah p ensó que Lee estaba definitivamente loco, ¡ella huía de la presencia de Aslhem!, de su silencio y de sus

adas de resignación. Su compañía era lo último que necesitaba en esos momentos.—Para traer un poco de comida china no necesito guardián.—La cena ya está encargada —ella no tenía modo de saber que Lee había encargado la cena—. Pronto llegarán las pizzas.—Me parece bien que te hayas tomado esa libertad sin p reguntarme qué prefiero, p ero a mí me apetece un poco de comida china —Lee sabía que ella nr distancia y entendió los motivos aunque no los aceptó.—Deja entonces que Ersad te acompañe —Sarah negó con la cabeza.—Prefiero ir sola.

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—Entonces te acompañaré yo —chasqueó la lengua por la terquedad de Lee. Si forzaba su p ie con una caminata, su fuerte cojera se acentuaría y luegs días en calmar los dolores. Ella sólo p retendía estar un momento a solas sin el temor de que Aslhem leyese sus pensamientos y la perturbase.—Agradezco tu preocupación, pero hoy día una mujer puede dar un p aseo sola sin que peligre su vida —conocía los sentimientos de Lee con respecto a

a perdido a su mujer y uno de sus dos hijos en un atentado que no pudo visualizar con sus poderes psíquicos. Desde entonces, no soportaba ver a una mLe pediré a Alma que me acompañe si consigo con ello que te quedes más tranquilo —Lee endureció su rostro arrugado t ras esas p alabras sueltas conósito de tranquilizarlo. Llegó hasta ella arrastrando su pie deformado y se paró a un solo paso. Sus ojos oscuros no admitían ninguna réplica.—Te están esperando allí afuera —Sarah asintió con la cabeza, ella lo imaginaba.—Lo sé —Lee negó con su cabeza al mismo tiempo que cerraba los ojos tratando de concentrarse. Su percepción mental siempre había sido de mucha ayde inmundos aunque siempre aparecía cuando menos lo esperaba.—Algo mucho peor —¿peor que los inmundos? Pensó Sarah, pero a pesar de sus dudas, no lo contradijo.—Tus demonios interiores s iguen esperando su oportunidad de acosarte, y lo harán en el p reciso momento en el que estés sin protección —ahora le hlíficos, siempre ocurría cuando la visión estaba confusa.—Si estás decidida a salir yo te acompañaré —la voz de Aslhem llegó hasta ella desde su espalda, ignoraba cuanto t iempo había estado de pie mirándolos

sin que ambos se percataran. Barik estaba a un solo paso de ellos. Sarah no tuvo fuerzas para negarse a la orden.—Los aliados no se p elean entre ellos ni cuestionan las órdenes conjuntas —esas palabras la soliviantaron, ella no había dado ninguna orden desde que saa de El Hierro con destino a Boston, pero el timbre de la puerta impidió que le diese una respuesta como se merecía. Se volvió y giró el pomo, un hombre cajas con pizzas.

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CAPÍTULO 15

Se removió cuando sintió una mano fuerte que se deslizaba sobre su brazo desnudo. Por instinto, se giró hacia la mano con el cuerpo expectante y dad. Una cabeza rubia se inclinó hacia ella y se apoderó de sus labios. El beso salvaje y ardiente hizo que el deseo prendiese dentro de ella con una fuerza ctuvo los ojos cerrados para disfrutar del agradable olor de la p iel dorada. Saborear en p rofundidad el calor de la boca que invadía sus sentidos p or completus manos el espeso cabello y asió con sus dedos los gruesos mechones. Él, se apartó ligeramente, pero Sarah no se lo permitió.«Maelka, princesa mía».El susurro posesivo le arrancó un estremecimiento.«Ven conmigo, te espero».No p odía visualizar el rostro, sólo la diabólica sonrisa que la dejó sin aliento. Se dejó abrazar y permitió que la girase hasta quedar tendida de espaldas,

e sus caderas. Sarah se mordió el labio cuando sintió el cuerpo duro y viril encima de ella, sin ser consciente de lo que hacía, comenzó a moverse con sensualtmo que le hizo a él lanzar un gruñido áspero. La boca cálida y húmeda la buscó de nuevo para comenzar un saqueo en su interior aterciopelado. Ella le msuperior con infinita delicadeza, tratando con sus dientes de atraerlo todavía más. Gimió y abrió los ojos, al hacerlo, vio un rostro que en modo alguno

em.¡La bestia iba a copular con ella! El grito de su garganta rasgó el silencio de la noche.Se despertó sobresaltada y con el terror más absoluto dibujado en los ojos. Buscó el arma que solía dejar descansando bajo la almohada, pero no la encento, la puerta de su alcoba se había abierto con estrépito, todos los miembros habían acudido al alarido de miedo de ella.Lee fue el primero en acerarse a la cama.—Tranquila, pequeña, es una pesadilla —Sarah no lo oyó, fijó sus p upilas negras en Barik y Ersad que se mantenían a una distancia prudente del resto de

observaban su miedo en un silencio sepulcral.—¡Malditas bestias inmundas! —Saltó tan rápido de la cama que ninguno acertó a detener sus pasos que la guiaban hacia Barik y Ersad con la intenato reflejado en sus ojos.Aslhem la sujetó por la cintura antes de llegar hasta ellos, y la rabia se agitó con el deseo en el interior de ella produciéndole una descarga loca de sentadictorios. Cuando vieron que Aslhem se hacía dueño de la situación, uno a uno fueron abandonando la alcoba en silencio. Solamente Alma había dunte, pero se había dejado guiar por Lee sin una réplica.

—¡Déjame! —Aslhem no obedeció su orden, siguió sujetándola con ternura mientras iban remitiendo los escalofríos de ira que la habían azotado momentem la acercó a su pecho de forma protectora al mismo tiempo que le susurraba palabras de aliento, palabras que en ese momento no despreció. Las necesita—No tienes nada que t emer pequeña, era sólo una p esadilla —las palabras p acientes fueron penetrando en su alma agitada de la misma forma que pillo en la mantequilla fresca. Sarah relajó sus músculos y se abandonó en sus brazos. Aslhem la fue llevando de nuevo al lecho, ella no podía pronunciar uestaba mentalmente agotada. Sufría en silencio las pesadillas que seguían sacudiéndola con saña y que la mecían en una angustia continua.Aslhem la recostó sobre el almohadón y la tapó con la cubierta ligera.—Nada es lo que parece —esas palabras incongruentes hicieron que se desbordase la presa que contenía en su interior.Los sollozos llegaron en silencio y continuaron sacudiéndola hasta que fue incapaz de soltar una lágrima más. Aslhem se bebió sus lágrimas al mismo tieciaba sus cabellos intentando transmitirle empatía.—Puedo liberarte de tu pesadilla —Sarah no lo escuchaba, seguía sumida en sollozos que iban remitiendo poco a poco—. Cuéntamelas y aligeraré tu caras palabras de Aslhem sí penetraron en el cerebro confuso de Sarah.—Mis p esadillas son el único hilo que me mantiene unida a mi madre… ¿no lo comprendes? —Aslhem colocó un mechón detrás de la oreja de ella co

ura.—Te aferras a un recuerdo borroso. Ninguna madre querría que la recordasen de esa forma —Sarah manoteó la mano de él cuando trató de coger la suya, ende desprecio.

—¡No tengo más recuerdos que ese! El día que murió. No puedo permitir que me lo arrebates —los ojos de Aslhem seguían mostrándole una paciencia quólera. No soportaba sus gestos de ternura, sus manos bondadosas. Era un inmundo al que pensaba exterminar.—Voy a besarte… —Sarah negó con la cabeza de forme reiterada, pero Aslhem se fue inclinando hacia ella obviando su rechazo—. Mi beso te sumirá en u

quilo donde no importará el tiempo, la distancia, ni las diferencias que existen entre nosotros .—No quiero —protestó.—Mi beso romperá las barreras de tu miedo, y p odrás caminar con absoluta libertad hacia los recuerdos que desees —Sarah cerró durante un instante sus —¿Puedes hacer algo así? —preguntó.Aslhem le mostró una sonrisa llena de promesas.—Ni te imaginas lo que he sido capaz de hacer por ti… —la mano de Aslhem había sujetado su cabeza con suavidad para volverla al encuentro de su

ndo la boca de él tomó posesión de la de ella, una extraña tibieza comenzó a instalarse dentro del vientre de Sarah que ascendía desde su abdomen hasta surma impenitente. El sabor de Aslhem, el olor de su piel, le trajo a la memoria el aroma inconfundible de los bebés que ríen mientras sacian su apetito del see. Evocó las tortas de canela que tanto le gustaban de niña, así como el olor de la lavanda que se mecía en los campos en un verano caluroso. La lengua de Aa sobre la suya como si explorase una reliquia exquisita y delicada, buscó los rincones más escondidos, y los acarició con avidez aunque con infinita pió el hueco en el interior de sus mejillas, mordisqueó sus labios con los dientes con sumo cuidado, sin brusquedad, haciendo con el movimiento de su lengu

ansedumbre que aceptó ella sin una queja.Sarah se perdía entre las sensaciones que le provocaba la lengua de él, y sintió cómo el nudo que había atenazado su corazón tras la pesadilla, iba deshaa poco.

Los dedos de Aslhem se habían deslizado por su cuello hasta asir su nuca, masajeó la zona tensa sin despegar los labios de la boca de ella que seguía abimo. Estaba superada en sensaciones, pero no lanzó ni una p rotesta ante la paz que la embargaba.Supo que podría cerrar los ojos con abandono sin temor a sufrir otra p esadilla, y se encontró haciendo precisamente eso. Cuando Aslhem despegó sus labila, estaba sumida en un sueño profundo, y por primera vez, libre de malos sueños. Rozó apenas con un ligero deslizamiento sus dedos por la mejilla dó una guedeja de pelo que dejó descansando en el hueco de su cuello.La sonrisa que siempre le brindaba cuando la miraba, seguía grabada en sus labios de forma perpetua, incluso ahora que ya no podía verla. ¡La quería tanto

protegerla! Aslhem inspiró profundamente antes de abandonar el lecho donde descansaba absolutamente vencida. Salió de la habitación en silencio mientes urgentes.Pero lo que Aslhem ignoraba, era la voz dentro de la mente de Sarah que la llamaba hacia un destino desconocido. Pedían auxilio, y cuando Aslhem abaación, Sarah se alzó de su posición recostada….«Espérame»

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CAPÍTULO 16

La calle Bacon era sin duda alguna la calle más famosa de Boston. Metro a metro iban apareciendo los edificios públicos: la State House, las casas de lias coloniales. Las edificaciones de los últimos tres siglos parecían obras de reciente construcción por el buen estado de conservación en el que se encontren sí era un derroche de elegancia y buen gusto, pero esos detalles no le importaban. Los pasos de Sarah eran seguros y firmes. Miró los números de l

tras las iba pasando en premeditado silencio. Cerró sus ojos y escuchó la voz de nuevo.«Calle Bacon, casa de las cortinas azules».La voz no decía nada más, pero tenía un tono de urgencia que no podía ignorar. Sentía temor pero la curiosidad era demasiado poderosa. ¿Quién le hablaLo más preocupante, ¿qué quería de ella?Sabía que estaba siendo manipulada mentalmente, sin embargo conocía la voz, la había oído durante toda su vida, aunque ignoraba a quién pertenecía, pero

averiguarlo.Cuando todos en la casa dormían, Sarah se había escabullido entre las sombras y el silencio para salir de la vivienda hacia la dirección que se repetía en s

h ahogó un ramalazo de remordimientos porque había salido sola y sin protección en busca de respuestas. Recordaba vívidamente la paz que la había ema monstruosa pesadilla que sufrió. Valoró el esfuerzo de Aslhem para aliviar su tortura. Era la primera noche en muchos años que había podido descan

s de forma apacible, sin malos sueños que la acosasen, y esa circunstancia hizo que Sarah tomase una decisión brusca. Aslhem no tenía la culpa de los sentdio que albergaba ella con respecto a los inmundos. Aslhem los cazaba, y cazar a los suyos en bien de la humanidad lo redimía por completo a sus ojos. Lo entimiento prevalecía al fin sobre el odio. Sarah había decidido aceptar su amor sin reservas, pero antes debía reorganizar sus pensamientos y buscar las reAl momento, los ojos de Sarah reconocieron las cortinas de color que adornaban las ventanas de una casa pintada en blanco. Detuvo sus pasos frente ara. La vivienda le resultaba familiar, pero los recuerdos se le escapan. Su estructura grande y pesada se erguía hacia el cielo con soberbia. Bajó los ojosba con forma de puño. De p ronto, y sin p revio aviso, a su memoria acudió la visión de una niña pequeña que subía los tres únicos escalones que separab

calle arbolada. Unas manos masculinas y fuertes alzaron a la niña que no había terminado de entrar para acogerla en su regazo. En su mente se formó la imasa cálida y la mirada de unos ojos de color verde intenso. El recuerdo la golpeó con brutalidad dejándola paralizada durante un momento. Cada poro denzó a percibir el peligro, aun así no detuvo su insaciable sed por saber lo que se iba a encontrar tras la hoja de madera. No hizo sonar la aldaba, pero retrohacia atrás de forma involuntaria. Insp iró de forma p rofunda y cuadró los hombros buscando el valor que la ayudase a cruzar el umbral, sabía que la p

ba cerrada. Tras la hoja de madera podría encontrar la respuesta a los cientos de preguntas que se hacía, y no lo pensó más. La puerta cedió a su empuj

quido suave sin haber hecho apenas presión con su mano en la madera. La hoja se abrió un tercio y Sarah pudo atisbar algo del interior antes de decidirse a El oscuro vestíbulo estaba bellamente decorado con oleos que mostraban diferentes pinturas ecuestres. Había un único mueble en la entrada para deps. La suave alfombra blanca cubría la mayor parte del suelo de madera. Hacia la derecha, el perchero contenía un abrigo y un sombrero de tweed inglés. Ena un paragüero con un bate, diversos paraguas y un bastón con una cabeza de águila en la empuñadura. Las paredes estaban empapeladas de un suacotón, y los ojos de Sarah volaron hacia la escalera adosada a la pared que subía en un único tramo a la segunda planta.La casa estaba silenciosa. Miró hacia un lado y hacia otro para determinar dónde podía comenzar su inspección, pero no había terminado de dar el prido la detuvo una voz profunda.—Te estaba esperando —la candente voz le llegó de forma clara y precisa—. No tienes nada que temer —eso tendría que decidirlo ella pensó Sarah

nsión. Había creído erróneamente que la casa estaba deshabitada.Giró la cabeza hacia la calle, decidiendo si cerraba la puerta tras de sí o la dejaba entreabierta. El sol comenzaba a despuntar sobre el horizonte con un tonoso, coloreando el amanecer de tonos dorados, pero Sarah estaba muy lejos de apreciar cualquier emoción por el nuevo día. Su atención estaba complada en la casa que se había abierto para ella, y en la persona que esperaba su llegada.—¿Quién eres? —Preguntó con mucha cautela, se movió un paso de forma sigilosa.—Hace mucho que esp ero tu llegada —Sarah trató de que sus ojos se habituasen a la penumbra del vestíbulo. Una silueta se mantenía frente a ella quiearándose para su entrada en la casa. Sarah optó por cerrar la puerta tras de sí consciente de que eso podía significar su muerte—, nadie va a hacerte daño.

Supo que le leía la mente.Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, el chasquido de un interruptor le hizo girar la cabeza hacia el sonido de forma inconsciente, de inmediatsa la cegó p or completo. Tuvo que p arpadear varias veces para p oder enfocar la visión de nuevo.—Sé bienvenida —Retrocedió un paso cuando fue consciente de la figura que la seguía observando apoy ado en el marco de madera—, ¿puedo ofrecerte un

ó apenas con un gesto sin abandonar la alerta de su cuerpo.—Estoy aquí por un único motivo —la figura no respondió aunque avanzó un paso más hacia ella, entonces la luz dio de lleno en el rostro que se había mialmente oculto a su escrutinio. Cuando lo vio, soltó un gemido de espanto.La bestia de sus sueños estaba parada delante de ella con una mirada feroz en sus ojos verdes. La sensación de alerta y angustia por la presencia del inmujo un pavor terrible que fue incapaz de controlar. Comenzó a recordar con crudo realismo los sucesos que acontecieron años atrás, y empezó a resp irar cortada. Con sobresalto.¡Era una completa estúpida! Se había metido por voluntad p ropia en la boca del lobo, y el pánico comenzó a bajar sin control por su estómago hasta sacñas por su imprudencia. Las piernas le temblaban tanto que Sarah era incapaz de comprender cómo no caía al suelo sobre sus rodillas. Su corazón había co

carrera loca y sin control, los latidos golpeaban su cuello que comenzó a hincharse, era incapaz de emitir sonido alguno.¡Se ahogaba!

Cuando vio a la bestia caminar directamente hacia ella, cerró los ojos con impotencia ante su falta de energía para salir huyendo. No podía moverse a r que se reflejó en sus pupilas. Tenía que escapar, pero seguía clavada en el suelo con el sudor p erlando su frente.

***

Aslhem estaba terriblemente furioso consigo mismo. Ningún miembro de la casa conocía el paradero de Sarah. Suspiró con la impaciencia hecha trizas. do apenas un momento cuando el crepúsculo aún no se había marchado, y cuando había vuelto a la habitación, ya no estaba. Aslhem miró con dureza aa ofreciéndole una advertencia con sus ojos negros sin que le importase lo más mínimo su explicación. Alma seguía parada en la ventana dándoles la e

s. Soul en cambio, seguía al teléfono llamando a los diferentes hospitales y comisarías de la ciudad.—No está herida —las palabras de Lee lo llenaron aún más de preocupación. Barik lo asió del codo cuando Aslhem se disponía a salir por la puertaminación en sus ojos zafiro, y con las manos vacías como únicas armas.—Ersad llegará en seguida —Aslhem no se conformaba.—¡Teníais que prot egerla en mi ausencia! —Con un movimiento brusco se soltó del brazo de Barik.—Ninguno la oímos salir de la casa —Aslhem soltó una maldición precaria al mismo tiempo que se mesaba el pelo de forma impaciente.—¿A dónde crees que ha ido? —Aslhem no creyó necesario responderle porque sosp echaba dónde podía estar ella, y un temor helado le p erforaba loalcanzar el tuétano.

¡No estaba preparada todavía! ¡Maldito Erikem!

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—Le advertí a Sarah de lo que le esperaba allí afuera —las palabras de Lee le produjeron dolor de cabeza.—Tenemos que adelantar los p lanes —la voz suave de Alma hizo que Lee soltara un taco. Barik la miró con desdén en sus ojos azules p ero Alma le soda y lo taladró con un profundo odio que no se molestó en ocultar, todo lo contrario, se esmeró en hacerle saber al inmundo cuánto lo detestaba a él y tosentaba. Tras la charla mantenida con su padre, había entendido y aceptado algunas cosas salvo el rechazo que seguía sintiendo hacia ellos.—Hiciste mal al mentirle —Aslhem volvió su rostro con ira a la voz de Soul en el mismo momento que éste dejaba el teléfono en su sitio.—Nunca lo he hecho —la simple respuesta no convenció a Soul que siguió recriminándolo con sus ojos.—Ocultar es lo mismo que mentir. Ella debía conocer los detalles antes de encararse a Erikem. Hiciste mal al tratar de protegerla manteniéndola en la ignoraBarik carraspeó tratando de atraer la atención de todos.—Estamos perdiendo un tiempo valioso —Soul apretó los labios pero Aslhem no pudo apartar la vista de él y sus palabras.—Ella conocerá los motivos ulteriores de mi silencio, pero no antes —Alma dio un paso hacia delante.—Olvidamos la capacidad de Sarah de salir indemne de situaciones inesperadas. Es una experta en la lucha, mi unidad la preparó bien —Aslhem volvió a

pletamente enfurecido.—Erikem no le hará daño —Alma no lo refutó.Volvió su rostro hacia Aslhem que había arrugado el ceño pensativo. Ideando, maquinando cómo manipular los acontecimientos a su favor. La entrada deprisa lo sacó de sus cavilaciones, se volvió hacia él con urgencia en sus ojos y ansiedad en su boca.—Está con ellos —el silencio pesado que siguió en la sala resultó muy significativo—. La seguí hasta la calle Bacon, lamento no haberos informado antes psegurarme.Aslhem cerró los ojos ante el desastre que se avecinaba.

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CAPÍTULO 17

Seguía en completo silencio. Observando, con precario equilibrio de cordura, el rostro que tenía delante de ella. Era el hombre más hermoso que había contu vida. Tan guapo que casi parecía irreal. La mirada femenina subió desde la fuerte complexión de sus hombros hasta sus ojos, ojos que le parecieronendamente peligrosos. La gran estatura de él así como su corpulencia, le hizo sopesar sus posibilidades si se decidía a enfrentarse a él en una lucha cuerpo cía un contrincante duro de abatir. Su voz le había hablado con excesiva suavidad, pero, para ella, esa ductilidad era sinónimo de amenaza. Sarah supo porese inmundo podía ocasionarle mucho daño, y cuando lo vio dar un paso hacia ella, se obligó a no retroceder hacia la puerta, si bien mantenía la alarma refjos. Su magnetismo fiero y depredador le mostró que no se iba a andar con rodeos, quería algo de ella e iba a obtenerlo.—No tienes que tener miedo, no voy a morderte —si pretendía confundirla con sus palabras, lo había conseguido con creces, el Noufilim seguía caacio hacia ella con un propósito en sus ojos que ella entendió. Temía desmayarse de la forma más ignominiosa posible y sin ofrecer resistencia. Los latidzón le palpitaban en las sienes p roduciéndole un dolor sordo.—La voz… —Fue incapaz de terminar la frase. Le temblaba tanto los labios que no podía organizar las palabras en la boca para formar una frase coherentSiguió retrocediendo hasta que su espalda dio contra la madera de la puerta de la calle, estaba a un paso de la liberación pues la distancia entre el inmundo

arios pasos, p odía darse la vuelta y escapar por segundos, aun así sus pies siguieron clavados en el suelo.—Tu lugar está aquí, a mi lado, bajo mi protección —las p upilas femeninas brillaron con el horror más absoluto y la desconfianza más negra. Su menteertido en un despojo emocional ante el significado de las palabras del inmundo.No podía ser cierto. ¿Protegida por él?—¡Jamás! —La exclamación salió como un graznido por su boca—. Me has manipulado para traerme hacia la madriguera con el prop ósito oscuro de as

dad? —Erikem soltó una carcajada potente, cruzó los brazos al pecho al mismo tiempo que separaba las piernas para afianzarlas al suelo. La actitud de él a provocadora.—¿Por qué motivo iba a mentirte? —la mente de ella trató de analizar las posibles razones y se le ocurrieron cientos.—¿Venganza…? —Se aventuró a preguntar pero la sonrisa continua de Erikem le produjo otro nuevo escalofrío que le llegó hasta la base de la nuca.Estaba completamente desconcertada. El inmundo no utilizaba su poder extrasensorial para debilitarla, ¿por qué?«No te he traído aquí para matarte».Sarah masculló porque el inmundo era muy hábil leyéndole el pensamiento.

—Eres mi único propósito en el mundo, y Aslhem lo sabe. Lamento haberlo hostigado —no entendía nada. ¿Había hostigado a Aslhem? ¿Con qué p ropmi debilidad, pequeña —las palabras enigmáticas le hicieron perder la poca serenidad que había logrado reunir. Sarah siguió desorientada y perdida allí de pbulo cerrado. Al momento la presencia de Boraj que bajaba las escaleras de la planta superior, le hizo asir el pomo de la puerta con cuidado para no alertarble fuga. Aún recordaba el incidente en el callejón.—No vas a huir porque sientes demasiada curiosidad para esa salida cobarde a pesar del temor que te produz co —¿cómo la conocía tan bien? ¡Qué estúp ie pensaba a cada momento.—Es cierto, no soy una cobarde —al menos no le había temblado la voz y esa circunstancia la hizo sentirse orgullosa—, y no, no siento temor, ni vas a o tenga —Erikem entrecerró los ojos con un brillo de diversión en sus pup ilas. Sarah cerró los p uños a sus costados intentando contener el esfuerzo de abe él y arrancarle la vida con sus propias manos, pero no era tonta, su desventaja era mucha. Era consciente de que sólo podía tratar de ganar un poco da saber los motivos que ocultaba.—Eres muy hermosa —no se permitió creer sus frases almibaradas—. Es cierto, pequeña —le respondió él a continuación—. Eres la muchacha máctora de cuántas he conocido. —Sarah supo por esas p alabras que no p ensaba matarla.Y no se decidía entre suspirar con alivio o maldecir con agravio. Erikem se mostraba ante ella con despreocupación sabiendo la profesión que ejercía pu

dora de bestias y él era el inmundo al que había buscado durante años.—Afortunadamente para mí, la belleza no duele —Boraj soltó una risotada al mismo t iempo que cruzaba el vestíbulo delante de ella y se situaba a su

rando órdenes. Erikem le hizo una inclinación de cabeza como respuesta a su respuesta ingeniosa. Le extendió su mano para invitarla al interior de la ch ignoró su incitación a que lo siguiera, continuó mirando la puerta que seguía cerrada y con Boraj haciendo de guardián. En dos pasos cruzó por delante deozarlo, y sin darle la oportunidad de asirla por el codo como había sido la intención de él.—Palabras demasiado cínicas para alguien tan joven —le replicó Erikem con voz empalagosa.Una vez en la amplia y acogedora sala, Sarah se mantuvo cerca de la chimenea con el fuego calentándole el dorso, había cruzado las manos detrás en la espbitación había un hombre más que no había visto antes. Paseó sus ojos por la estancia evaluando las posibles vías de escape y las armas factibles de usar eno pudiese utilizar la pistola escondida en su cintura. El desconocido se acercó con la mano extendida a modo de saludo, pero si ese inmundo se creía questúpida de tocarlo, qué equivocado se most raba.—Vaya con la cazadora. Eres impresionante —el halago burlón le hizo arquear una ceja con desprecio.El inmundo bajó la mano ante su desinterés y advertencia, pero sin apartar los ojos de su p ersona. Tras un momento que a ella le pareció eterno, Erikem te

ar la estancia con pasos p recisos y elegantes.—Estoy aquí por… —con un dedo le conminó a que callase mientras le servía un café sin que ella se lo hubiese pedido.Cuando Erikem le extendió su brazo con la taza llena del oscuro y oloroso líquido, fue consciente de la desconfianza que rezumaban los ojos de ella. ¿Ca envenenado? Erikem se llevó la taza a los labios y bebió un trago sin abandonar la sonrisa.

—Te comportas como una niña —Sarah seguía callada, y sin asir la porcelana que él le ofrecía. Erikem tras unos segundos hizo un leve encogimiento de hositó el café en una mesita auxiliar—. Como desees.—Tengo muchas preguntas… —comenzó ella.—Y yo tengo todas las respuestas —Sarah había comenzado a protestar, pero Erikem la volvió a silenciar con la mirada—. Serán dadas a su debido tiemp

nces, te invito a que disfrutes de la hosp italidad de mi casa.Sarah creyó que estaba loco de remate. Ella era una cazadora que no disfrutaba de la hospitalidad de los inmundos. Las palabras de Erikem aumen

gonismo hasta el punto de la enajenación. Durante un momento largo y tenso, Sarah evaluó si ella podría ser el arma para un ajuste de cuentas, pero descartmediato.—¿Por qué la mentira? —Erikem chasqueó la lengua ante la tozudez de ella de no mantener la boca cerrada. Le hizo un ademán a Nasdio para que los dej

dio cumplió la orden a rajatabla.—Nunca te he mentido —Sintió la imperiosa necesidad de hacerle tragar esa palabras. Estaba en la cueva del lobo precisamente por esa causa—pulado la verdad un p oco.—Voy a matarte, ¿lo sabes verdad? —Erikem la miró completamente extrañado. La cazadora era en verdad adorable.—No, no lo harás —además de inmundo era estúpido pensó Sarah, ¡por supuesto que pensaba aniquilarlo! Tenía una cuenta pendiente con él desde hacídemasiados. Erikem fijó sus pupilas negras en el rostro de ella con una intensidad abrumadora—. Las cosas no ocurrieron así. Tu mente las ha desvirtu

ficar el odio que necesitas sentir, pero vives en una constante mentira —Sarah inspiró tan profundamente que temió sufrir un vahído, y caer sobre su cu. Estaba completamente perdida—. Eras una niña preciosa, con una personalidad fuerte, y decidida hasta el extremo de aterrorizar a tu madre —el jadeo sal

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de Sarah como un sollozo. Las palabras de Erikem eran hirientes.—¡Mientes!—¿De verdad lo crees? —creyó que él había adulterado la verdad para desconcertarla, pero no le dio el gusto de mostrarle que la había molestado con su fa—Pronto p odrás averiguarlo por ti misma —¿a qué se refería? Sarah había abandonado su puesto vigilante en la ardiente chimenea.—Mataste a mi madre, ¡maldito hijo de p uta! Y no pienso descansar hasta que bañe mis manos con tu sangre inmunda —Erikem entrecerró los ojos appara mirarla sin ofensa en sus ojos. Sarah seguía observándolo con el rencor saliendo por sus pupilas negras, como si fuesen puñales envenenados.Mirar al inmundo le producía una aversión que no podía controlar.—El odio está separado del amor por una línea muy fina. —Sarah, se sentía incapaz de comprender sus palabras—. No me odias, es sólo que no sabes di

ad entre las mentiras que ha creado tu mente para justificar lo incomprensible —ella le dio la espalda un momento para apoyar las manos sobre la pulida mador. Miró los diferentes adornos que contenía pero ella solo tenía ojos para la bandeja de plata con el servicio de café. Los pequeños cuchillos y teneyuno estaban al alcance de su mano, tenía que tratar de cogerlos sin que el inmundo se percatase. Unos fuertes golpes dados en la puerta de la calle lo distrpo suficiente para que ella pudiese asir uno y guardárselo en el bolsillo de su abrigo de cuero. De pronto, Aslhem hizo su aparición por la puerta que dividvestíbulo con pasos medidos. Tras él lo seguía Barik. Sarah observó su semblante serio y rechazó la mirada cuajada de enfado que había dirigido exclusa ella. El rostro de Erikem cuando vio a Aslhem mostró una emoción indefinida, y algo más, como un sentido de reconocimiento y respeto.—¡Ya estamos todos reunidos! —Erikem aplaudió con falso entusiasmo la aparición de Aslhem.Ambos hombres comenzaron a medirse con la mirada: los ojos de Erikem con arrogancia, los ojos de Aslhem con intrépida osadía.—Si le has hecho daño… —Aslhem dejó la amenaza sin concluir.—Tus p alabras me ofenden —respondió Erikem.Sarah recorrió la estancia tratando de recordar por qué sentía esa sensación molesta de reconocimiento. Su estómago se sacudía con sensaciones precisas dea casa. Ella estaría dispuesta a jurar que nunca había estado en Boston, entonces, ¿por qué la residencia de Erikem le resultaba familiar? Detuvo sus oj

afotos de plata finamente tallado que había escapado de su escrutinio antes. La niña que habían retratada en él le produjo un espasmo en el estómago inespera… ¡no podía ser! ¿Cómo podía el inmundo tener una foto de ella misma?El rompecabezas se complicaba.—¡Deja que se vaya! —La orden dada por Aslhem a Erikem detuvo sus pensamientos confusos.Escudriñó con ojos sagaces a los cuatro hombres que se mantenían de pie en el hermoso salón. La estatura de Aslhem y Erikem era bastante similar aunque

más recio y con los rasgos del rostro más marcados. Barik se mantenía un tanto alejado de los dos hombres que se miraban con sequedad. Nasdio había regreación, aunque se mantenía cerca del pasillo. Ella podía verlos a todos por su situación privilegiada en una de las esquinas del salón. Su mano derecha se dcioso peregrinaje hacia la parte trasera de su cintura donde mantenía el revólver oculto, debía estar preparada para lo imprevisible.

—¡Maelka! —Sarah se giró hacia la voz que había pronunciado el nombre. Erikem la miraba de forma expectante, con un anhelo en su p rofundidad que nnder—. ¿No me reconoces? —¿Debía hacerlo? Se preguntó llena de cautela. El rostro le resultaba vagamente familiar, pero era debido a las pesadillaaban—. Soy tu padre.El silencio en el salón resultó premonitorio.

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CAPÍTULO 18

¿Qué diantres estaba diciendo? Tras escuchar a Erikem. Sintió cómo un dolor sordo la espoleaba con fuerza de forma sorpresiva. De todas las respuest as do a buscar, esa era la más inverosímil e inesperada. Clavó sus ojos castaños en el inmundo tratando de adivinar por qué insólita razón le había mentidodad en los verdes le produjo un escalofrío de suspicacia. Si eran ciertas sus palabras, ella lo recordaría, y en modo alguno podía darle validez a su reocedió un paso hacia atrás con el estup or dibujado en su rost ro que se había vuelto cetrino. Su espalda chocó con el aparador y sintió que las p iernas le fallaciones contradictorias la colmaban de amargura sin poder decidirse entre un estado confuso o pesimista. Cerró los párpados un instante ante la magnitia que acababa de recibir. Sintió rencor, vacío y una profunda desesperación. Asió como pudo, los restos de orgullo que habían quedado esparcidos sobre

adrando la espalda, le espetó con el sufrimiento más encarnizado.—¡Mi padre está muerto…! —Fue incapaz de continuar.Sentía una opresión en la garganta, aunque pudo mantener el rostro erguido y la mirada altanera. Ignoraba el por qué de los engaños, ni por qué estaba enue no iba a parar hasta descubrirlo, aunque tuviese que fingir que lo creía.—¡Díselo Reiyel! —La orden dirigida hacia Aslhem hizo que le subiera la bilis a la garganta, donde quedó adherida hasta provocarle nauseas.—No está preparada todavía —¡Aslhem le seguía el juego!… ¿por qué? ¿Qué pretendía ganar con ello? Se sentía incapaz de comprender o capt ar el sen

se respiraba en la habitación. Sus nervios estaban crispados y el temor seguía meciéndola en un silencio incómodo—. Has incumplido tu palabra —Aslhemmente a Erikem.

—Sabes que la paciencia no es una de mis virtudes —ella seguía la conversación de los dos con sumo interés. Dio dos pasos para poner distancia entre ammirada gélida. Cada vez se alejaba más del aparador y sus instrumentos p ero estaba tan concentrada que no se p ercató.—¡Díselo Reiyel!... ella, confía en ti —Aslhem volvió sus ojos vítreos hacia el rincón donde se mantenía la muchacha alerta. Durante una milésima de segu

o apreciar en los ojos de él un sentimiento de disgusto y de arrepentimiento que logró desconcertarla por completo. Rezó fervorosamente para que susen infundados—. Como puedes observar no me ha creído.—¡Cállate de una vez! —Le replicó Aslhem a Erikem.Los ojos de Sarah se redujeron a una línea. El maldito causante de sus pesadillas lo tenía frente así con una mirada socarrona. El odio comenzó a salir por srbotones. Había estado en clara desventaja con respecto a él porque de haber sabido quién estaría esperándola en la casa desde un principio habría todas precauciones, ahora era demasiado tarde.

Maldijo su impulsividad.—Creía que teníamos un p acto, Aslhem —las cabezas se giraron hacia ella ante el sonido seco de su voz—, pero puedo liberarte de él y prescindir de tu em apretó sus labios al escuchar sus palabras, le hizo un gesto con la cabeza para que contuviese su impaciencia. Ella lo ignoró por completo, estaban jugda de cartas al farol más grande.—¡Nada es lo que parece! —Exclamó AslhemSarah arrugó el ceño con desdén. No había ninguna duda de la participación de Aslhem en todo ese lío, estaba más cerca que nunca de saber la verdad, ynte doloroso no supo calibrar si deseaba realmente conocerla o no. ¿Quién era ese hombre que se hacía llamar Erikem? ¿Qué pretendía de ella?—¿Y qué crees tú que p arece? —Aslhem respiró con cierta dificultad p ues sabía todo lo que ella estaba sintiendo en ese preciso momento: desconcier

erabilidad, pero ya no había vuelta atrás.—No te ha mentido —contestó al fin.Sarah se lo esperaba, se lo había temido, y aun así, escuchar las palabras que salían por sus labios. Labios que había besado. Labios que le habían mentido de aborrecer los sentimientos que le había despertado. Sarah era consciente, y esa consciencia la acobardó por completo.Estaba a un paso de vomitar en el suelo por la implicación de las palabras de Aslhem y su significado intrínseco para ella. Buscó entre el caos emocional qultimos jirones de dignidad que le restaban para poder responderles como se merecían.—Podría venir el Creador mismo a asegurarlo, y no tendría por qué creerlo.

Barik no pudo contener una exclamación ahogada ante la blasfemia.—Pues estás bastante cerca, cazadora —Sarah volvió con brusquedad los ojos de Aslhem hacia Erikem sumamente extrañada por su respuesta. Susan confundiéndola desde que había puesto un pie en la maldita casa de la calle Bacon.—Pero, ¿no sabe que….? Reiyel, has sido muy t ravieso. —Erikem reía completamente divertido. Sarah estaba perdiendo la paciencia por momentos.—Pensaba hacerlo. Una vez que estuviese preparada —¿preparada para qué? Se preguntó ella.—¡Basta! Dejad de jugar conmigo —estaba al borde de la histeria, y ninguno de los dos parecía darse cuenta del daño que le estaban infringiendocciones y frases inconclusas.—¡Maelka! —El nombre rep etido había logrado despertar un sentimiento que hizo que su corazón se sacudiese con un miedo súbito, caliente, y tras

azo de luz, las imágenes comenzaron a desfilar por su cabeza en un éxodo silencioso que le produjo una angustia difícil de contener. Todas sus pesadillaprovocadas. Sus miedos habían sido mentiras. Toda ella era una gran mentira si lo que decía el inmundo era cierto.—Mi nombre es Sarah —inspiró profundamente antes de continuar—, pero si fueses realmente mi padre, sabrías que mi madre me llamaba Satán.Acababa de abrir la caja de Pandora con su aceptación.Aslhem miró a Erikem completamente furioso, un segundo después un velo amenazador empañó sus ojos de zafiro en una muda advertencia. El giro qundo los acontecimientos no le gustaba en absoluto. Lo que debía de haber sido un encuentro familiar y afectuoso se estaba convirtiendo en una lucha de des

—Así me apodaba mi madre ¿no es cierto? —Tanto Erikem como Aslhem la miraban sin parpadear.—Tu madre sufría arrebatos imposible de razonar —la justificación llegaba muchos años tarde.—¿Por qué me hiciste creer que estabas muerto? —Erikem meditó la pregunta mientras observaba las mejillas de Sarah que se habían incendiado con la acu—No estabas prep arada entonces… — Sarah no le dejó continuar.—¡Si vuelvo a oír esas palabras lo lamentareis! —Aslhem dio dos pasos p ara acercarse, pero ella lo detuvo con una mano alzada.El rostro de Sarah estaba mortalmente serio.—Permíteme que te explique —negó con la cabeza una y otra vez hasta el punto de sentirse mareada.Inspiró con profundidad mientras evaluaba cómo podría salir de la casa indemne y llevar a cabo su plan de exterminio. Eran cinco contra uno. Cuando alzóuelo fue consciente de la profunda mirada que cruzaron Erikem y Aslhem. El estómago se le revolvió con una acidez de muerte.—No hace falta que justifiques nada, y a no necesito las explicaciones —Aslhem trataba de entender sus palabras, pero la muchacha ya se daba la vueción de abandonar la casa.—Tu madre te arrancó de mi lado porque creía que tu vida corría peligro —esas palabras detuvieron sus p asos. Giró la cabeza hacia Erikem con el rostro

unda aversión. Podía soportar muchas cosas, pero no que la creyese una tonta rematada.—Bien, gracias por la información —Aslhem la interceptó antes de que alcanzase el marco de la puerta para salir del salón.La asió del codo y ella trató de soltarse pero no lo consiguió, el deseo volvió a prender dentro de ella con una ferocidad alarmante, jadeó ante la sorpresa d

sentidos, p ero con un ruego en sus ojos hizo que Aslhem la dejase marchar.—Deberías escuchar lo que Erikem t iene que contarte —hizo un gesto airado al mismo tiempo que sus ojos se encendían con una p asión que no podí

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a por su estómago vertiginosamente hasta su garganta donde moría con una exhalación prematura sin que ella pudiese hacer nada para evitarlo. El intercadas llenas de deseo y de resignación hizo que Erikem redujese los ojos a una línea peligrosa por la revelación que se abría ante él: entre Aslhem y Sarah haque palabras. Erikem se había mantenido en un silencio de lo más extraño aunque estaba a punto de romperlo.—Juré que te p rotegería, Reiyel sabe que es cierto —Sarah volvió su rostro colérico hacia Erikem con una réplica amarga que no detuvo. Estaba tan enfa

ada le importaba los motivos o las razones que había perseguido toda su vida. Se sentía a un paso de la desidia absoluta.—¿Por qué diantres lo llamas Reiyel? —Erikem no se inmutó por el tono de voz áspero que empleó.Aslhem hizo un gesto negativo con la cabeza para silenciarlo, pero Erikem aprovechó el momento para soltar una carcajada llena de humor que increón en la sala todavía más. Ella lo miró incrédula. Estaba parado allí en medio de la sala divirtiéndose de lo lindo viendo la anarquía que reinaba en la habitaró con mirada pétrea, pero Erikem no se dio por enterado.—¡Al menos alguien se está divirtiendo con esta pantomima! —Exclamó ofendida hasta la médula. Era incapaz de contener su enojo pero no podía huir p

os suaves y tiernas de Aslhem se lo impedían.—Tiene muchos nombres, querida —dijo sorpresivamente Erikem—. Aslhem, Exael, Quelián, pero t odos los celestiales lo conocen por el nombre de Re

zón de Sarah se había detenido. El caos se había adueñado de su mente dejándola sin capacidad de reacción. ¡No quería comprender nada! ¡Estaba morada! Pero Erikem continuó con su aclaración—. Aslhem es…—Un Centinela —cortó él, empleando la brusquedad por p rimera vez.

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CAPÍTULO 19

Se miró las manos que se habían quedado frías aunque seguían cogidas a las de Aslhem. De pronto, no soportó el roce de su piel ni el intento de confortarlas cálidos. Las retiró de golpe mientras cerraba los ojos vencida. No podía mirarlo pues se sentía llena de desasosiego e incapaz de descifrar el jeroglífico qudo encima de su cabeza.Las piezas del rompecabezas giraban sin control delante de sus ojos mareándola.—¿Sabes lo que es un Centinela? —Ni asintió ni negó la pregunta formulada por ErikemLas ganas de lucha la había abandonado dejando su cuerpo laxo y sin decisión. Había sido un peón en ese juego de busca y captura de la más tonta de tos, sus convicciones, quedaban arrasadas con una simple palabra.Y ahora, ¿qué podía hacer?—Quiero marcharme —se negaba a alzar la mirada.Sentía los esfuerzos que hacían ambos t ratando de p enetrar en su cerebro intentado escalar la muralla de su voluntad, pero Sarah se había bloqueado por ciró varias veces t ratando de recobrar algo de fuerzas para empujar sus pies hacia la salida.—Te suplico que me escuches —Sarah siguió en silencio—, necesito explicarte mi ausencia —las palabras de Erikem quedaron suspendidas en la sala, perón no se sintió golpeada emocionalmente, nada podía conmoverla salvo el ansia loca de salir a la calle para poder respirar de nuevo, aunque la presión meía Erikem sobre ella le impedía dar un paso. Sarah reunió el último vestigio de curiosidad que le quedaba, y se volvió de golpe hacia Erikem con un interro

ojos, interrogante que formularon sus labios de forma áspera.—¿Por qué? —Trató de controlar el temblor de su voz, p ero, inmediatamente después de haber formulado la pregunta, se arrepintió. Había mostrado deb

no me respondas, en realidad no quiero saberlo.Parecía que el tiempo se había detenido. Miró a Erikem con una tristeza tan intensa que éste tuvo el atino de mostrarse azorado. Ella había sido una niña

ncia de afecto familiar, y que ahora la rebelaba al ser consciente de la verdad. Si Erikem era su padre, ella era una inmunda. Sarah ya se daba la vueltabulo cuando la respuest a de Erikem detuvo nuevamente sus p asos.—Lo hice para protegerte —iba a romper a llorar en cualquier momento, lo necesitaba. Sentía las lágrimas saladas y calientes en sus ojos sin que p udies

o de liberarlas y soltar la congoja que la atenazaba. Su madre no había sido asesinada por un inmundo, había copulado con ellos, y esa certeza le prodión extrema hacia todo, pero más hacia ella misma—. Fui un hombre enamorado, Maelka —como si a ella le importase esa circunstancia previsible.

—Y yo soy una cazadora de inmundos —decía cada sílaba mirando de forma penetrante y osada a todos los reunidos en la sala. Detuvo sus ojos un segupersona de Erikem que entendió la amenaza velada.—No dejaré que te marches sin que hayas escuchado la verdad sobre mi actuación —pero Erikem no había juzgado bien el carácter femenino porque de lo

e hubiese mostrado tan ufano. Sarah tensó la espalda, pero no dijo nada más, enfiló el pasillo para salir de la casa cuanto antes. Se asfixiaba, necesitaba dad del día antes de volverse completamente loca.Boraj se hizo a un lado para permitirle el paso a un gesto de la cabeza de Aslhem, Sarah salió por la puerta emocionalmente destrozada. ¡Era una inmunda!

***

La pequeña bolsa de viaje estaba preparada y lista. Sarah había terminado de ordenar sus escasos artículos de viaje, su vuelo salía en cuatro horas. Estaba dde la casa de Aslhem y dar carpetazo a esos días que la habían marcado con el fuego de la desilusión y la derrota. Ella había dedicado toda su vida a cazar ina una de ellos! El terrible desengaño y la repugnancia que sentía hacia sí misma no le permitían un respiro, tenía que irse de inmediato. Los golpes en la ron apretar los labios, se sentía incapaz de escuchar los argumentos de Lee o de Alma con respecto al asunto. Fue capaz de reconocer ante sí misma que hucobarde ante la verdad, pero dolía tanto el conocimiento que prefería navegar en la ignorancia antes que soportar una palabra más sobre lo errado de su juic

timo cajón vacío y se colgó la bolsa al hombro, antes de alcanzar la puerta del dormitorio, vio que Aslhem se mantenía parado justo en el arco con el sero y la mirada anhelante. Sarah trató de p asar por su lado evitando su contacto, pero él no se lo permitió. Abrazó la cintura de ella en el mismo momento nzaba el umbral, la descarga eléctrica la sacudió por completo y le hizo soltar un gemido preñado de ansiedad. Soltó la bolsa de sopetón y se encaró frente aodo el despecho contenido.—¡Maldito seas! ¡No vuelvas a tocarme! —Pero Aslhem no la soltó su sino que la atrajo hacia él con un impulso de su brazo sin que ella pudiese desasi

endía—. ¿Qué quieres ganar con esto? —El azul de los ojos de Aslhem le ofrecían una tregua, pero ella estaba tan airada que no se dejó manipular.—Me he ganado con creces el derecho de que me escuches —Sarah echó la cabeza hacia atrás para mirarlo con todo el desprecio que p udo reunir, penía impune a sus desdenes.—¡Inténtalo de nuevo en otra vida! —Aslhem siguió sujetándola. Sarah estaba comenzando a sudar por el deseo que le despertaba su contacto. Sentía

egaba a pesar de la furia que sentía. No sabía cómo romper el hilo que la mantenía unida a él de forma psíquica.—Lo haré si no me escuchas —Sarah detuvo su forcejeo de mala gana y le hizo un gesto con la cabeza para que la soltase.—¿Me das tu p alabra? —Asintió con el único propósito de hacérselo pagar después.Aslhem la siguió con sus ojos la retirada de ella hacia la ventana, como si fuese una presa que huye del cazador. Se quedó quieta cerca del elegante elino y se dejó descansar en él sin apartar la vista de Aslhem.—¿Eres un Centinela? —Aslhem tardó toda una eternidad en contestar pero lo hizo con un gesto silencioso—. Entonces, ¡muéstrame cómo eres!

Si la petición le extrañó, no lo demostró. Paseó su mirada incandescente por el rostro de ella durante un instante tan largo que Sarah creyó que no la haem cerró los ojos durante un segundo, alzó los brazos que dejó suspendidos en cruz al mismo tiempo que levantaba el rostro hacia el techo. Concentrgía en un mismo centro, la punta de los dedos de sus manos. Fue subiendo sus palmas abiertas hasta unirlas por encima de su cabeza en un interrogante do y suspendido. Comenzó entonces una respiración superficial, poco profunda pero constante en el tiempo. Contrajo el abdomen hacia adentro mientraas fosas nasales una pequeña cantidad de aire de forma controlada y medida. Cuando s intió que la energía fluía a través de sus manos unidas p ara bajaos de su cuerpo, comenzó a emitir un resplandor áureo al mismo t iempo que sus rasgos iban redefiniéndose poco a poco.A medida que Aslhem sufría la transformación, la boca de ella se fue apretando de rabia y fascinación al mismo porcentaje, con razón había sido intirse, era un dios de la belleza. Omnisciente, peligroso y tremendamente seductor.Sarah contempló la transmutación de Aslhem con un recelo pecaminoso. El cuerpo musculoso se había estilizado en sus casi dos metros de altura, sin una

a o flacidez en la piel. Sus bíceps eran duros y bien formados bajo el jersey ajustado a su cuerpo, rebosaba fuerza y virilidad. Subió sus ojos hasta situarlón cuadrado y bien definido. El hoyuelo en su mejilla resultaba la guinda en una tarta que se veía deliciosa. Los labios de Sarah se curvaron en una mueca deemplar semejante belleza producía en su interior un profundo vacío, una tristeza airada y llena de disgusto por la perfección absoluta tan lejana del alcanceconsciente de su soledad y resquemor. De la posesión y desenfreno que asomaba a sus pupilas mientras lo observaba con un deseo que le perforaba loreducirlos a polvo. Desvió la vista de la boca sensual de labios gruesos y perfectamente cincelados, para volver a fijarla en sus ojos: ojos de color zafiro, y

o. Parecía que miraba dos estanques de agua cristalina con una invitación a zambullirse en ellos. Si antes resultaba guapo, ahora, tras la metamorfosis, sutaban de una belleza letal para los sentidos.Sarah agitó su cabeza para despejar sus interrogantes.

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—¿Eres consciente de lo hermosamente impío que eres? —Aslhem se mantuvo en un silencio que le resultó demoledor—. ¿Del peligro que representas pa—Nunca he sido un peligro salvo para aquellos a los que cazo —Sarah inspiró.La verdad fue como un mazazo a sus sentidos.—¡Eres un Centinela! —Exclamó.Y ella estaba irremediablemente enamorada de él. La mirada limpia y franca le produjo un anhelo vehemente y cortante en lo más profundo de su alma.—El término correcto sería Grigori, aunque no supone ninguna diferencia pues mis sentimientos con resp ecto a t i s iguen siendo los mismos —Saraho de soltar una carcajada loca. Estaba oy endo las p alabras que cualquier mujer desearía escuchar del hombre de su vida, y ella se encontraba en la tesitur si quería oírlas aunque las necesitara.¡Cómo deseaba escucharlas!—Aquí no import an los sentimientos, Aslhem, si no el muro espiritual e infranqueable que nos separa —él iba a interrumpirla, pero Sarah no se lo permiti

mujer que hasta hace una hora ignoraba que durante toda su vida había perseguido una falacia —los ojos de Aslhem la miraron por primera vez con un bndimiento.—No me otorgas el derecho de poder explicarte por qué he callado la verdad con respecto a ti —Sarah se irguió al mismo tiempo que cruzaba sus brazostratar de mostrarse serena aunque sin estarlo.—Créeme, llegados a este p unto prefiero seguir en la ignorancia —Sarah, calló un momento para tomar resuello—. Durante la mayor parte de mi vida cre había sido asesinada por un inmundo, pero estaba equivocada. Yo misma soy una de ellos. He dedicado mis fuerzas a cazar a los míos.—Erikem amaba a tu madre de la misma forma que te amo yo —los ojos de Sarah se redujeron a un p unto—. Presumo que soy correspondido ¿no es c

h no lo negó, llegados a ese punto, los sentimientos no importaban.—No me adjudiques hechos que no he reconocido ni palabras que no he pronunciado… —comenzó ella pero Aslhem no la dejó terminar.—¿Me amas? —Fue una pregunta tajante que no p ermitía ninguna clase de escapatoria. La joven estuvo a p unto de negarlo, pero tuvo la honradez de co

ba harta de mentiras, el amor que sentía hacia él le resultaba una herida terriblemente dolorosa.—Que te amé no supone diferencia alguna. Sigues siendo un Centinela y y o una inmunda despreciable —Aslhem se mesó el pelo cansado.—Odio esa palabra que enarbolas para aumentar la distancia que piensas existe entre nosotros.—Esa distancia quedó marcada por vuestra desobediencia de tal manera que estáis malditos y desterrados. No puedo ignorar esa circunstancia.—Yo lo he hecho durante tanto tiempo que un poco más no importaSarah sentía un dolor ciego y sordo dentro del pecho. Le producía una ansiedad que no controlaba. Una parte de ella deseaba infinitamente seguir esse besar por sus palabras, y la otra, la dura e inconformista, la atizaba a enterrar sus sentimientos en lo más profundo de la indiferencia y huir couiciada.

—¿Sabes lo que es la resignación Aslhem? —Captó con su pregunta toda la atención de él—. Te resignas cuando aceptas tus limitaciones, cuando sabecidad interior es escasa, poco fructífera, y a pesar de ello no te rebelas ni t e enfadas. Asumes una actitud apática de conformismo definido y perpetuo.—¿Qué tratas de decirme? —Sarah abrió la boca pero no pudo responderle, porque la puerta de la alcoba se había abierto de improviso para dejar paso a El rostro de Sarah se contrajo en una mueca dura, feroz. La osadía de él la enfurecía, y que Lee se prestase a acompañarlo le resultaba de imposible compren—¡Fuera! —Ninguno de los dos hizo caso de la orden dada.—Antes vas a escuchar lo que tengo que decirte porque es muy importante.

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CAPÍTULO 20

—El hombre al que buscas durante t antos años se llama Nesta M iles. Es el inmundo que mató a tu madre —Sarah se quedó paralizada—. Únicamente tarnos a encontrarlo —ella no se esperaba esas palabras.—¿Por qué? —La pregunta salió en un susurro quedo.—Estás en el umbral de tu madurez. Tu olor corporal e intrínseco ha alcanzado la cota más alta posible —la respuesta era del todo incomprensible porqunía olor, había dedicado la mayor parte de su vida a borrarlo de su identidad con la ayuda del azufre—. Los humanos no son tan perceptibles al olor comujer como los Noufilim. Cada mujer tiene el suyo personal e intransferible, y es lo único que se transmite con la transmigración —Sarah abrió pletamente confusa.Erikem siguió en su explicación.—Eres una transmigrante —le dijo Lee sin prep ararla.Sarah tensó los hombros completamente saturada de escrúpulos. A cada palabra aumentaba más su escept icismo sin saber a qué atenerse.—No es cierto… —exclamó, Erikem se acercó un paso más hacia ella.—En el fondo de tu corazón sabes que sí —no podía creerlo.La transmigración era el nombre que recibía la creencia del traspaso de la conciencia a otro cuerpo físico, era una creencia relacionada con la reencarnaciónen la reencarnación… ¿o sí?—Imposible, la t ransmigración es el traspaso de conciencia de una persona a otro cuerpo animal o vegetal pero nunca humano —Aslhem seguía en sicciones femeninas.—Conoces y has visto demasiadas cosas como para negar un hecho que resulta evidente —Sarah estuvo a punto de soltar una carcajada irracional.Tras unos instantes perdida en pensamientos, recitó en un susurro.—La transmigración t ambién puede suceder cuando un ser, como un ángel, decide tomar un cuerpo humano, o la conciencia de un ser humano se incor

ución de los ángeles, pero sea cual sea el caso no se cumple conmigo —dijo ella tratando de justificar lo imposible. Lee carraspeó durante un instante venir.—No se correspondería con una humana, pero sí con la descendiente de un Centinela y una princesa moabita especial, eres tú, M aelka —definitivamente o todos locos pensó la muchacha. —¿Por qué piensas que te ha resultado tan fácil cazar a los inmundos? Los percibes, sabes cómo encontrarlos, y

paces de percatarse de tu presencia sigilosa salvo tu olor que tan hábilmente camuflas.Sarah estaba a punto de sufrir un colapso de histeria escuchando semejante razonamiento que le parecía incoherente.—Sabías muchas cosas que Soul y yo ignorábamos con resp ecto a los Noufilim. Si no fueras especial, ¿cómo sabrías t anto sobre ellos? —Estaba perpleaste mentalmente hasta encontrarme —seguía negando con la cabeza.—Que tenga una percepción extrasensorial más desarrollada no quiere decir nada en absoluto —alegó convencida.—Te equivocas —contraatacó, Lee—, tu madre acabó por temer tus p oderes psíquicos. Se asustaba de tu facultad y percepción del carácter humano —

palabras calmadas, pacientes—. Atraías con tu olor y pensamientos a los inmundos con una ferocidad alarmante desde el mismo momento que alcanzaste —Sarah había abandonado su postura belicosa y había hundido los hombros. Se negaba a aceptar lo que a ella le parecía una burla a sus creencias, no sab

rar la transmisión de esa información que le parecía irreal.—Estáis equivocados —Aslhem dio un paso hacia ella que retrocedió dos llena de prejuicios.—Nesta Miles es el más peligroso psicópata que ha existido en el mundo conocido, pero podemos darle caza si tú nos ayudas —le dijo su padre.Sarah miró a uno y a otro, tan aturdida como herida. De ser cierto, Lee y Soul la habían engañado durante más de diez años…. ¿por qué?«Tenías que estar preparada».La respuesta en su mente le hizo soltar un jadeo.—Preparada, ¿para qué? —Logró preguntar en un tono tan bajo que sólo Erikem y Aslhem habían conseguido oírla.

Una duda se p aseó por los ojos de Sarah al contemplar una posibilidad.—¿Eres un Centinela como Aslhem? —La cuestión iba dirigida a Erikem que asintió con un brillo de pesar en sus ojos verdes—. Entonces estáis capacitarlo, vuestra fuerza conjunta es muy superior —Erikem negó sin quitarle la vista de encima.—Pagamos un precio muy alto con nuestra elección. Perdimos muchos privilegios…—¿Por ese motivo se dejó atrapar Aslhem? ¿Porque me necesitáis? —Inquirió llena de interés, pero fue Lee quien respondió en lugar de Erikem.—Nesta puede encontrarte si tú se lo permites.—Me cuesta entender lo que soy, o lo que decís que soy.Lee comenzó una explicación para sorpresa de todos .—La culpa la tuvo la lujuria, Maelka —calló un instante para que calaran sus palabras—. Dios le pidió a un grupo selecto de ángeles, los Grigori, que ayÁngeles a crear el jardín del Edén, pero aquellos Grigori que descendieron a la tierra, vieron a las hijas de los hombres y se prendaron de ellas. Q

utamente arrobados por su belleza, y para ganarse la confianza del hombre, comenzaron a revelarle algunos de los secretos del cielo, como el movimienpos celestes, el arte de fabricar armas. Algunos hasta se enamoraron y tomaron como esposas a mujeres terrenales, hijas de Eva, creando una serie de desceares a gigantes, llamados Nephilim. Pero esto enojó a Dios de tal manera que maldijo a todos aquellos que lo habían traicionado. Los desterró del cieirtió en carnales o en Demonios. Algunos ángeles que cayeron por estas razones son: Semyazza, Satanás, Erikem, Reiyel, Azazel, Nephirim y otros.

Todos se mantenían en silencio escuchando las palabras que definían perfectamente lo que había ocurrido en el ámbito celestial.—Hay pocas referencias sobre el tema en la Biblia —Lee asintió la afirmación de Alma que había entrado a la habitación de forma sigilosa—. El Génesise referencia en su capítulo seis.—Para encontrar más datos hay que acudir al libro de Enoc. En los capítulos seis a treinta y seis, hablan de los Centinelas y sus descendientes: los Nephil—Seres famosos que desataron la violencia sobre la tierra y p ervirtieron a la humanidad, trayendo el consiguiente castigo divino y la consiguiente desvirtscendencia —las palabras de Alma habían sido dadas en un susurro.—Nunca hay que creer todo lo que se escribe —todos los ojos se dirigieron hacia Lee por sus enigmáticas palabras.—Lo p erdimos todo —Sarah no se esperaba las palabras de Erikem, pero ella conocía ese sentimiento de p érdida—. Lo único que nos queda es la psensorial que nos permite mantener una vía abierta para comunicarnos con algunos mortales. Tú eres el mayor conducto de unión entre los Centineanos. Necesitamos tu ayuda para poder darle caza. Nesta M iles es muy peligroso, y sigue buscándote —Sarah no p udo reprimir la réplica amarga.—Esas criaturas existen por vuestra culpa —Lee le hizo un gesto con la cabeza negando p ara que contuviera su resquemor—. Sois débiles. Desprec

me privilegio que se os concedió por un placer efímero. ¡Mirad el resultado! —Aslhem la miró con una seriedad en el rostro anormal. Sabía la incertiduma sentir ante la revelación del origen de ellos.—No puedes imaginarte p or un momento lo que significa observar la belleza durante siglos y no poder rendirle el t ributo que se merece. Nos crearo

mas cualidades que a vosotros, amor, deseo… —Alma no le permitió continuar.

—No estás siendo imparcial ni justo. Vuestra perfección no tenía grietas. Sabíais contener vuestros impulsos, controlar vuestras emociones…—Cierto —respondió Aslhem—, p ero no podéis haceros una idea de lo que significa que te hayan creado p ara ser un mero espectador de lo sublime. S

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star nuestro mundo ni el vuestro —Lee asió del codo a Alma para que dejase hablar a Aslhem sin interrupciones—. Se nos creó como Centinelas paisamente lo que sucedió, que nos enamorásemos de la belleza humana. De las mismas cualidades que nosotros no podíamos demostrar salvo contener —dió intervenir.—Hemos pagado durante milenios nuestra debilidad. Atrapados en cuerpos que vagan errantes sin p oder catar el beso de la victoria o de la muerte, y crdurante mucho tiempo he deseado ser abrazado por su regazo —Erikem se plantó delante de Sarah con el rostro implorante—. ¿Cómo crees que nos do vemos irse de nuestro lado a la persona que amamos, sin poder hacer nada salvo esperar su regreso en otro cuerpo? ¿Nos crees ajenos al sufrimiento emco? Lo único que nos queda, y a lo que nos aferramos como bestias desquiciadas, es poder encontrarlos de nuevo por su olor. Ese olor que queda gratro sentido del olfato por los siglos de los siglos, lamiendo nuestra impotencia, desolación, y absoluta soledad —Sarah tragó de forma forzosa ante el aise mostraron los ojos de Erikem. Estaba colapsada de interrogantes, de dudas, pero el temor se había esfumado. Comprendía tantas cosas que no sabcenarlas en su cabeza para tratar de asimilarlas.Habían sido muchas las sorp resas, y profundas las revelaciones.—¿Por qué seguís manteniendo cuerpos carnales y no espirituales? —Preguntó con curiosidad.—Una vez que decidimos materializarnos en cuerpos de carne y hueso, p erdimos la facultad de volver a nuestros cuerpos esp irituales —había creído durda que los Centinelas habían vuelto a sus lugares celestiales—. No tenemos más poder que el de la eternidad y la percepción extrasensorial con algunos hptivos.—¿Barik, Ersad, Boraj y Nasdio son Noufilim? —Aslhem negó con la cabeza antes de responder.—Son Guardianes que eligieron el mismo camino de los Centinelas —al fin comprendió. Los Guardianes eran ángeles de inferior rango a los Centinelas.—¿Cuántos Centinelas sois? —esta vez fue Lee quién respondió.—Dos Centinelas y seis Guardianes custodian el mundo, p rotegiendo la vida y el futuro de los humanos —los nudos de la madeja se iban desenredand. Así que cada Centinela tenía bajo su mando a tres Guardianes. ¿Cómo sabía Lee esa información privilegiada?—. El Creador dejó en este sistema a los C

uardianes antes de marcharse a otros universos p ara seguir creando vida —Sarah jadeó completamente estup efacta.—¿Hay más vida como nosotros? ¿Otros p lanetas como el nuestro? —Aslhem asintió con la cabeza.—Pero no estáis capacitados para entender esos caminos inescrutables. Se necesita más t iempo de evolución mental de la que habéis desarrollado —edo de la incredulidad más completa al bloqueo emocional de defensa ante lo inaudito.—Medita en lo que te he revelado —Erikem no le dio tiempo a que su hija le respondiera, abandonó la habitación al mismo tiempo que Lee y Alma, sólo em y ella en la habitación silenciosa.Al momento, sus manos fueron sujetadas con sumo cuidado y encerradas en las de Aslhem con ternura, y por p rimera vez Sarah sintió una p az infinita. Vocastaños al rostro del hombre que amaba Aslhem que seguía con el rostro solemne y la mirada afectuosa.

—¿Quién soy? —Sarah hizo la pregunta con un susurro entrecortado.—Una princesa moabita excepcional. Tu nombre original es Maelka.—¿Nos amábamos? —El gesto afirmativo le arrancó un susp iro a su alma. Tras su afirmación, sus recuerdos se enredaron t odavía más, pero podía pa clara las emociones que habían llenado su existencia en el pasado—. ¿Por qué? —con esa sola pregunta pretendía entender milenios de rebeliones y sacries de haber sufrido mucho con mi actitud désp ota y desconfiada —esas palabras desbordaron la presa que contenía Aslhem en su interior. Cuando Sarah costo resignado, alzó la mano para acariciarle el rostro con ternura—. ¿Odias al Creador por su castigo? —Aslhem negó y afirmó con la cabeza en un gesto

ella no comprendió.—Me sentía incapaz de entenderlo. Hizo que t e conociera pero no me permitía estar junto a ti —sus palabras suaves le despertaban unas aspiraciones

a conocido nunca—. Fue verte la primera vez y supe que ya no podría dejar de amarte, Maelka, la hija de mi mejor amigo —los ojos de Sarah se llenaron de apenas podía contener al oír pronunciar el nombre con ese tono sublime de afecto sin mácula. Aslhem le había mostrado desde el principio los sentimiegaba en su corazón, ella no podía quedarse inmune a su esfuerzo—. La primera vez que mis ojos te vieron, ya no podían apartarse de tu hermosa figura

alina comenzó a penetrar en mi alma produciéndome un anhelo vehemente por acariciarte, protegerte. Envolverte en mis brazos para siempre, pero, ¡mibido! Era simplemente un ser enamorado que se sentía incapaz de comprender la fuerza suprema que me alejaba de ti —ella estaba completamentchando las palabra cautivadoras de Aslhem.¡Todo el tiempo había estado la verdad delante de ella!—En ocasiones llegué a odiar porque me había condenado a la soledad eterna. El pesar y la melancolía que sentía por tu ausencia me producían una desestiosa. Cuántas veces he maldecido mi esencia pura, mi especie execrable. Durante muchos, muchos años me sentí humillado por la indiferencia a la queesto por tu olvido. Tus brazos no se abrían para ofrecerme el consuelo que necesitaba tras años de búsqueda infructuosa, sin éxito, y cuando al finntrarte, tus ojos no me reconocían. El dolor me resultaba imposible de sobrellevar.—¿Siempre has sabido quien era yo? —Aslhem volvió a asentir de forma leve, pero fue suficiente aceptación para que Sarah comprendiese el enorme esfunía revelarle todo—. Sería más fácil para ti olvidarme —por una décima de segundo, Sarah comprobó la ira incandescente que le mostraron los ojos de Aslh

ugerencia descabellada.—Si no quieres quererme, entonces est oy muerto —Sarah trató de sellar sus labios con sus dedos p ero Aslhem no se lo permitió—. Soy lo que quiseciente en todo momento del paso que daba al enamorarme de una hija de Eva. Nunca me ha importado caer en desgracia y ser maldecido porque gracienación puedo amarte aunque sea durante un breve t iempo.—Soy mortal y tú un Grigori, nos separa un universo infranqueable —Aslhem asintió apesadumbrado.—Lo único que me atormenta, lo que me resulta más intolerable es tener que separarme de ti cuando la muerte te reclama, y yo no puedo hacer nada para e

arches salvo contemplarte lleno de impotencia —Sarah entendió, Aslhem la amaba con una profundidad que no se merecía—. A veces la reencarnación se sración o dos —Sarah estuvo a punto de lanzar un gemido.

—¿Y entonces?Estaba completamente cohibida ante la magnitud de los sentimientos de él.—Vago sin rumbo y errante hasta que al fin te encuentro de nuevo, como ahora —Sarah no sabía cómo expresar el gozo y la amargura que le p rodu

bras.—He sido una tonta… —Aslhem no le permitió terminar la frase.—Debías de estar preparada emocionalmente para poder asimilar esta verdad caótica. Eres tan joven, mi amor. —Inspiró como si quisiera tragarse la declaem—. Lee y Soul te han preparado bien.Sarah pudo asimilar los hilos que habían tejido en torno a su existencia para protegerla.—Me ha costado lo mío… —Aslhem la atrajo hacia él con un ligero movimiento. La muchacha quedó atrapada entre su pecho y sus brazos. Cerró los oj

er que sentía de estar abrazada a su piel—. Cuánto lamento las cosas terribles que te he dicho —Aslhem besó su p elo antes de responderle.—Encontrarte siempre merece la pena, no importa los años que me lleve, las fuerzas que gaste o los insultos que me regales.Sarah le obsequió un abrazo más fuerte y cariñoso.—Lo del café bolero fue una treta ¿verdad? —Aslhem asintió con una amplia sonrisa—. Lee y Soul pusieron suero en mi pelo porque apenas tengo olor

e borrado durante años con los baños de azufre, pero ellos querían asegurarse de que me encontrarías —Aslhem volvió a asentir sin dejar de mirarlasidad cegadora y que le gustó enormemente—. Ahora entiendo por qué tardaron tanto en llegar a la cueva: manipularon la droga que te administré. Todo ha

treta para reunir a la cazadora con el Centinela —al momento arrugó la frente pensativa—. ¿Cómo sabían que me buscabas? —Aslhem se separó ametro de ella para responderle.

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—Por el diario.Ella lo miró estupefacta.—No poseo ningún diario —afirmó.Aslhem ya se esperaba la negativa de ella y le sonrió.—Pero yo sí. Sabía que con el tiempo buscarías a un médium para establecer una conexión con el mundo esp iritual, siempre lo haces, está grabado en tu

h seguía escuchándolo absorta—. Lee encontró mi diario y lo leyó. Él sabía que necesitaba encontrarte para hacerte creer que me necesitabas en tu luchafilim, y tenía que hacerlo antes de que Erikem te encontrase. Afortunadamente, Lee me encontró a mí.—¿Por qué necesitabas encontrarme antes que mi padre? —Sarah comprendió que su padre no habría demostrado tanta paciencia con ella.—El cerebro humano es un mecanismo complejo y frágil. No todos los cuerpos asimilan de forma cabal la información de la transmigración —Sarah sabífería, su madre había vivido llena de miedo y congoja—, por eso necesitabas estar preparada para recibirla.—¿Qué dice el diario? —Aslhem le guiñó un ojo cómplice.—Mi diario narra de forma detallada tus rasgos, personalidad y percepción mental extraordinaria —a Sarah la superaban las pruebas.—Te temía —confesó.—Me temías porque me amabas —Sarah asintió con un gesto leve de la cabeza tras meditar su respuest a durante un segundo. Le asustaba las emociertaba Aslhem en ella, el sentimiento de necesidad innato y profundo p or él que no comprendía.—Me dejaste creer que eras un inmundo —Aslhem seguía meciéndola en sus brazos al mismo tiempo que le susurraba en el oído con reverencia.—Era sumamente necesario, pero ni te imaginas el enorme esfuerzo que supuso para mí contener mis ansias de abrazarte como un loco, y besarte hieses el sentido.—¿Por qué…? —La pregunta inacabada quedó suspendida sobre sus cabezas.—¿Por qué te amo? —Sarah siguió mirándolo con el rostro arrobado—. Porque siempre que est ás a mi lado me siento como si hubiese vuelto a materitu en un cuerpo carnal. Siento que estoy vivo, porque puedo amarte otra vez de la misma forma loca y apasionada que he perseguido durante todos esto

esito besarte, entregarte todo mi amor y mi ser. Que nuestras almas se entrelacen con un beso que te llene de recuerdos y de vivencias.—No te merezco Aslhem —él negó con la cabeza varias veces hasta el punto de que Sarah tuvo que sujetársela para que parase.—Tú me haces creer que todo es posible, Maelka. Eres la única persona en tu mundo que me hace sentir realmente libre en el otro. Le das alas a mi ment

bras, te miro y soy consciente de que mis ojos se apagarían si no pudieran ver que me reflejo en ellos.—Y pensar que he estado a punto de abandonarte por mis miedos.—No importa que lo hubieses hecho porque seguiría tras tu esencia el resto de mi existencia. Siempre lo hago.—La de veces que te acusado de no ser íntegro con tus sentimientos y resulta que me amas. Es inconcebible para mí esa entrega que no merezco.

—Cuando un Grigori entrega su corazón, créeme, lo entrega para toda la eternidad —Sarah no pudo ocultar un gemido desconsolado.—He sido tan desdeñosa que ahora no puedo p erdonarme. Las cosas amargas que te he dicho, la forma cruel en la que te he tratado… —Aslhem le sujetó la mano al mismo tiempo que inclinaba su cabeza al encuentro de sus labios.—¿Sabes cuál es tu maldición y mi redención? Que soy una bestia, sí, tu ángel caído, pero te amo desde hace tanto t iempo. Siempre tengo por ti esta sed a que me devora cada vez que estoy en tu presencia. Mis dedos tiemblan de la necesidad de acariciarte, y ahora que al fin puedo rozar con mi piel la tuertar y comprobar que todo ha sido un sueño, que tendré que seguir buscándote eternamente. —La boca de Sarah fue al encuentro de la de Aslhem yacto, el mundo dejó de existir para ambos. Una súbita tempestad se agitó dentro de ella y todo su cuerpo se tensó con una descarga eléctrica esperada y cem deslizó sus labios sobre su boca con una lentitud temeraria y urgente. Cuando la lengua de Sarah envolvió la de él su respuesta fue instantánea y dem

manos se tornaron calientes y atrevidas, era como si Aslhem pretendiese marcar con su esencia el alma femenina y lo estaba consiguiendo. Sólo eran conscicesidad urgente y abrasadora de acariciarse. De borrar el abismo del olvido con besos profundos, acuciantes.Se dejó caer junto al pecho de Aslhem mientras se bebía sus besos apasionados pero llenos de una dulzura infinita. Él no podía soltarla, seguía aferrando s

o si no pudiese soltarla jamás, pero tras una lucha titánica consigo mismo separó sus labios de la boca de ella para susurrarle al oído con la voz henchida de —Ve con tu padre, necesita tu comprensión, yo seguiré aquí esperándote. —Tras unos momentos en silencio, asintió con la cabeza antes de darse

ndo alcanzaba la manivela Aslhem la llamó—. Amor —ella se volvió —No me importa vivir mil vidas hasta encontrarte.

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CAPÍTULO 21

Sarah miró la espalda de Erikem que seguía observando la lejanía por la ventana, completamente en silencio. La había intuido a pesar del silencio con el queta de la biblioteca aunque no se volvió. Sarah contempló sus hombros t ensos, su hermoso pelo rubio alborotado y las piernas ligeramente separadas formnversa perfecta.Era su padre, y un gran desconocido para ella.—Lamento mi conducta anterior —las palabras femeninas fueron pronunciadas apenas en un susurro.—Comprendo tu rencor —le dijo Erikem.—Está justificado —le replicó ella.—Lo sé, y no sabes cuánto lo lamento —no le respondió. Se limpió las manos húmedas en los pantalones tratando de controlar su nerviosismo.—Pues yo no pienso hablarle a una espalda por más atractiva que me parezca.Erikem se giró apenas un tercio, y con un brillo candente de ansiedad en sus ojos verdes. La miró de arriba abajo con gran interés.—Y yo no pienso hablarle a mi hija a menos que me dé un abrazo autént ico de reconocimiento —Sarah siguió quieta pues le resultaba difícil ver a esnente como su padre.«Los Centinelas solo engendraron varones». Razonó ella, y yo soy una mujer.«Libre albedrio, hija mía».Fue la respuesta mental de Erikem.—Lamento mis palabras apresuradas —dijo de pronto Sarah con un hilo de voz. Erikem le mostró una sonrisa comprensiva que ella agradeció.—Y yo mi silencio provocado.—Podemos empezar de nuevo… si quieres —los ojos masculinos le mostraron que nada en el mundo le gustaría más que empezar de nuevo con ella—.

me cuentes la historia de mi vida de forma completa, sin obviar nada por más duro que pueda resultar —Erikem asintió de forma leve con la cabeza.Extendió la mano derecha en clara sugerencia de acercamiento. Ella aceptó la invitación con una sonrisa trémula pero confiada.Los nudos en su estómago se habían deshecho al fin.—No p ude llegar a tiempo —la muchacha le prestó toda su atención, sabía que Erikem se refería a la muerte de su madre—. Te había alejado de mi vida a Boston, apenas tenías cinco años, te arrancó de mi lado porque te temía, y porque creía que yo era una influencia negativa para ti, que mis

sensoriales acrecentaban los tuy os, y no le faltaba razón.—¿La querías? —Erikem meditó un instante antes de responder.—Amé con toda mi alma a la mujer que elegí. Por la que decidí materializarme en un cuerpo carnal, y a la que he perseguido durante siglos —Sarah

prender las palabras de su padre—. Logré encontrarla después de muchas décadas por su olor, pero ella no era la misma mujer de la que me enamoré con profunda desesperación —Erikem calló un momento antes de continuar—. Apenas quedaba algo de la persona única y formidable que fue mi Evodia.—La madre que yo recuerdo se llamaba Amelia —le aclaró.—Amelia no era mi Evodia, y su mente frágil se desestabilizó p or completo cuando traté de revelarle la verdad.—¿Por qué, Erikem? A veces es mejor callar —Erikem la miró durante un instante largo.—Así habla la juventud. Casi he llegado a olvidar que eres apenas una niña.—¿Por qué le contaste la verdad? —Insistió. Erikem finalmente le respondió.—Porque necesitaba contársela para que te comprendiera. Tú eres alguien especial, y era necesario que llegara a entenderlo.—¿Por ese motivo huyó? —Erikem asintió.—Y por el inmundo, Nesta M ails, que logró matarla sin que y o p udiese hacer nada, no p odía encontrarte. Mi angustia fue inmensa cuando las noticiasa de su muerte, aquí en esta p arte del mundo donde yo no estaba.—¿Por qué Nesta no me mató a mí también? Estaba en la habitación con ella, vi cómo la asesinaba —Erikem suspiró profundamente.

—Lee y Soul estaban en la casa con Amelia, ¿no lo recuerdas? —Sarah negó con la cabeza—. Soul consiguió despistar a Nesta mientras lee te escondía, susultado de aquello.—¿Por qué no consigo acordarme de todo? —La pregunta dolorosa hizo que Erikem se acercase hasta ella. Puso una mano en su hombro izquierdo t ra

ndirle ánimos.—Porque te desmayaste pequeña, y eso fue tu salvación, quedaste tendida en el pasillo sin haber entrado a la alcoba. Desde entonces, Lee y Soul han cuideniéndote alejada de mi vida hasta el momento propicio de tu madurez. Ambos le hicieron una promesa a Amelia que yo he respetado hasta el día de hoy.—¿Por qué no me buscaste? ¿Por qué me dejaste sola? —Erikem hizo una inspiración profunda comprendiendo lo duro que debía de haber resultado para —Tu madre lo decidió así y y o no pude hacer nada, pequeña. Cuando las noticias anunciaron su muerte, me instalé aquí tratando de seguirle la pista a Nestú ya no estabas en Boston, estabas al otro lado del mundo.Una duda se paseaba por la mente de Sarah produciéndole un desasosiego inexplicable.—¿Cómo es posible que Aslhem se enamorara de mí? Soy una inmunda— Erikem desvió sus ojos hacia un punto a su derecha antes de responder.—Fue el más leal de todos los Centinelas encargados de custodiar y proteger a los humanos. El único que no se materializó en un cuerpo carnal como eluvo íntegro y fiel a nuestro Creador hasta tu nacimiento —Sarah soltó un jadeo inesperado, la revelación de Erikem era sorprendente.—¿Renunció por mí, como tú renunciaste por mi madre?

—Tu madre, era una princesa moabita. Era la más hermosa y seductora de cuántas humanas había en el mundo. No pude resistirme a su encanto, Aslhemtirse al tuyo.—¿El Creador puede perdonaros? —Erikem negó repetidamente con la cabeza.—Seguimos cumpliendo nuestro cometido de proteger a los humanos incluso de ellos mismos —Sarah meditó en las palabras de Erikem—, pero lo hactros cuerpos carnales incorruptos.—¿No le sirve vuestro arrepentimiento? —Erikem ni negó, ni asintió.—Nunca vuelve a lo creado, y tenemos p rohibida la comunicación celestial más allá de la front era de este universo. Es el castigo por nuestro atrevimitaba tan difícil de entender—. Sus caminos y decisiones son inescrutables incluso para los Centinelas.—Me resulta inconcebible e incoherente todo este asunto.—Por eso los humanos t ienen que tener su conocimiento limitado. De esa forma pueden mantener la cordura de mente y la esperanza en el corazónró entrecortadamente—. De esa forma el creador se asegura que otros Centinelas no sigan el mismo derrotero que nosotros.—Quiero cazar a Nesta —Erikem negó con la cabeza pero ampliando la sonrisa.—Di mejor que cazaremos juntos al maldito —soltó el aire antes de asentir completamente convencida de lo que quería—. Sigo esperando, pequeña —ellasin comprender—. Maelka, mi princesa, necesito que me abraces para entender que te he recuperado —Sarah meditó un solo segundo antes de lanzar

em, y cerrar los ojos a las sensaciones que le producía conocer al fin la verdad sobre su vida.

Erikem la envolvió entre sus brazos fuertes. Inspiró la fragancia de su pelo ausente de olor artificial, pero lleno de su esencia innata. Sarah se dejó querezón limpio de incertidumbres y las manos llenas de confianza.

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—Ahora me toca a mí, es mi turno de recibir los afectos —p adre e hija desviaron los ojos a la puerta que mantenía Aslhem entreabierta, y con un brillo deus ojos de color zafiro. La imagen de padre e hija abrazados resultaba sublime a los ojos.—Eso debería decidirlo ella —Aslhem alzó una de sus cejas con burlona interrogación—, qué brazos le resultan más placenteros —el rubor tiñó las m

h por las palabras llenas de afecto de Erikem.Hacía solo unas horas deseaba matarlo con toda sus fuerzas, ahora se encontraba protegida y encerrada entre sus brazos protectores.Lo que podían cambiar unas palabras: toda una vida.—Yo la encontré p rimero, s iempre la encuentro antes que tú —las palabras molestaron en p arte a Erikem que se negaba a dejarla machar hacia el encuem.—Pero y o tengo derechos de sangre sobre ella —Sarah enarcó una ceja con humor. Ese intercambio de p alabras no le resultaba del t odo indiferente, le

asiado ese sentimiento paternal.—Sarah va a abrazar de inmediato a Lee y Soul con infinito agradecimiento por sus cuidados —salió por la puerta rozando intencionadamente la cadera dsoltó un jadeo de deseo pero sin poder atraparla. Una vez que Sarah hubo salido fuera de la biblioteca, Aslhem y Erikem intercambiaron una m

ndimiento.Sarah seguía abrazada a la cintura de Lee con los ojos llenos de lágrimas, ¡les debía tanto! Se habían portado tan bien con ella, que no era capaz de com

o habían aguantado sus manías y rarezas durante todos esos años en los que había sido únicamente una cazadora de inmundos. Desde que t enía uso de razóan estado con ella, protegiéndola.Ahora lo entendía todo.—He sido una pup ila de lo más odiosa —Lee seguía meciéndola con suavidad al mismo t iempo que le acariciaba el pelo—. Podíais haberme dicho aenerme en la ignorancia absoluta.—Hicimos una promesa a tu madre —Sarah asintió con la cabeza que seguía sujeta por las manos de Lee, Soul miraba la escena con una sonrisa en la boc

Alma. Sarah se separó unos centímetros de la presencia de Lee para fijar sus ojos en Soul.—¿Cómo disteis con mi madre? —Esta vez fue Soul quien respondió.—Vino a hacernos una consulta de índole espiritual —sabía que ambos hombres se ganaban la vida en una caravana ambulante adivinando el futuro de las contrataban sus servicios—. Llegamos a Boston y nos establecimos provisionalmente en un campamento en las afueras, Amelia nos encontró una tarrmercado, Lee se acercó hasta a ti que esp erabas junto a la fruta con esos enormes ojos castaños llenos de curiosidad y temor al mismo tiempo. Él pudo pr que emanaba de ti. Supo que entendías lo que el resto de personas ocultaban dentro de aquél supermercado.—¿Por qué no lo recuerdo?—Por tu memoria selectiva —la respuesta de Alma la confundió—. Los t raumas extremos t ienen la capacidad de hacer que olvidemos aquello que nos p

hiere emocionalmente, es un sistema de protección emocional —Sarah asintió aunque no estaba convencida del todo—. Supe enseguida que eras una niña equeña Sarah, estabas dotada con poderes similares a los míos, pero con una agudeza visual mucho más impresionante de cuántos había conocido. Cuandodarte completamente saturado de las sensaciones que me transmitías, Amelia se dio cuenta de que habíamos conectado mentalmente a un punto muy elevadabía contemplado nunca. Su primera reacción fue de auténtico pánico pues creía que Soul y yo éramos inmundos, pero entonces apareció Alma con latas que tanto le gustaban.Soul continuó.—Venía sonriendo por el pasillo y agitando la caja de cartón completamente entusiasmada, Amelia cuando la vio supo que no representábamos un peligr

fue el detonante del principio de nuestra amistad y futuras p romesas.—¿Os contó todo? —Ambos asintieron a la vez.—Nesta te perseguía a ti casi desde el mismo principio, era el dentista que te atendió aquella vez que te rompiste un diente en el parque, y supo que era

cial —Sarah no conseguía recordar los detalles pero sí la sensación de miedo.—Amelia quiso prot egerte de la mejor forma que pudo, p ero hizo mal al separarte de Erikem pues tu padre era tu mejor p rotección —la muchacha bajó la revelación.—Cuando tu madre fue asesinada poco después, nos hicimos cargo de tu custodia, Amelia nos había traspasado tu tut ela unos meses antes. Así pudimos

o de t i. Te sacamos de Boston y te t rajimos al último rincón de Europa.—A la isla del Hierro —terminó.Lee le soltó las manos. Ella se había quedado pensativa.Un familiar lejano de Soul le había dejado a éste en herencia, esa tierra con la cueva negra. Su hogar de residencia hasta este momento. Los recuerdos comeinar la mente de Sarah. Después del asesinato ella había entrado en una especie de shock que la mantuvo hundida en la oscuridad durante mucho tiempo.—Me negaba a creer que mi vida hubiese sido una farsa cuando Erikem me reveló la verdad, me sentía completamente desquiciada, perdida por las imágedo que venían a mi memoria confundida p ero s in quedarse. Trataba desesperadamente de asir los presentimientos, pero se me escapan, era como si tar los granos de arena del mar entre los dedos abiertos sin conseguirlo.—Amelia perdió p arte de su cordura cuando Erikem le reveló la verdad, comenzó a sufrir paranoias, ataques p ersecutorios. Aslhem temía que te ocu

mo, ese fue el motivo para ocultarte tu origen y t us p ercepciones —todo encajaba, cada pieza en su lugar correspondiente, y ella había perdido tanto t iempcómo iba a poder recuperarlo.

—¿Siempre nos revelan nuestro origen cuando consiguen localizarnos? —Lee negó con la cabeza.—Sólo te lo revelan a ti por tu facultad de cazadora —Sarah hizo una insp iración profunda.—¿Siempre he respondido así de estúpida? —Ambos hicieron un encogimiento de hombros.—Nosotros solo te hemos conocido en esta vida… —Sarah sonrió al fin.

Sus amigos no deseaban herirla con la verdad de sus palabras, pero esa pregunta pensaba formulársela a Erikem pues sentía mucha curiosidad por couesta.—Tenemos trabajo que hacer —Alma le mostró una sonrisa cómplice.—Iris ya lo ha preparado todo —Sarah comenzó a pasearse con el rostro pensativo. Esa información les daba una cierta ventaja que no pensaba desaprove—Tenemos los billetes de avión, nuestro vuelo sale dentro de diez horas —Sarah sonrió por la rapidez con la que actuaban tanto Iris como Alma, y arrug

el largo viaje que le esperaba dentro de ese vientre demoníaco llamado avión.—¿Cómo nos dividimos para…? —no pudo terminar la pregunta por la entrada intempest iva de Erikem y Aslhem, que se quedaron de pie justo en la entrta con el rostro serio, pero con los ojos llenos de humor. Ambos hombres resultaban imponentes con su fuerte musculatura y arrolladora personalidad.—¿Haciendo planes sin contar con el cerebro de la op eración? —Aslhem miró a Erikem con una ceja alzada en un perfecto arco interrogante, movió la cerda a derecha mostrando su sorpresa por la pregunta socarrona. Sarah extendió la mano con una invitación a reunirse con ella.Resultaba tan maravilloso no sentir miedo.—Tenemos que hacer planes…

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CAPÍTULO 22

Sarah percibió el inminente peligro. La seguían, era consciente de los pasos sincronizados que daban ambos sobre la calzada gris. Cruzó la calle, y su perseó también. La volvió a cruzar para hacer otra prueba y cerciorarse, la tentativa resultó positiva. Cuando contempló la fachada de ladrillo rojo de la cafeteríaficientemente segura como para aminorar el paso, tratando de que su acosador parase los suyos o que la adelantara para marcharse. De alguna manera pubrirlo pero, no hizo ni una cosa ni otra. Ella se detuvo delante del escaparate de la pastelería, fingió que miraba a través del cristal los dulces golosos de dños y sabores pero sus ojos no perdían detalle de la figura borrosa que veía a través de ellos. Cuando siguió caminando tras su espalda sin mirarla siquparecer por la esquina, Sarah se dio cuenta que no era quien había creído sino un hombre normal y corriente, de rasgos regulares, delgado pero absolino. Soltó el aire que había contenido para normalizar su respiración ante la sospecha que la había invadido y que había resultado falsa. Avanzó hasta la py asió el picaporte para abrirla pero no hizo falta, Aslhem la había abierto por ella al mismo tiempo que le daba un beso posesivo en la boca.—Llegas tarde —vio la preocupación en sus ojos y le sonrió.—Lee y Soul no estaban preparados todavía, se han demorado más de lo que creían pues la furgoneta tenía una rueda pinchada —Sarah escudriñó el ambantes de posar sus ojos en la mesa del centro donde la esperaba Alma con un café intacto. La tenue luz de las lámparas de neón y los sonidos quedos le r un escalofrío que acentuaron su atención. Siguió paseando sus ojos por las diversas mesas y rincones de la antigua cafetería de la calle Mayor, y miransos clientes. La música suave de los años noventa le hizo florecer en los labios una sonrisa que evocaba recuerdos escondidos. Sus ojos se toparon con los e hicieron un guiño apenas perceptible desde el otro lado de la larga barra de madera. Detrás del mostrador seguía secando vasos con el rostro complcifrable como era habitual en él. Sarah sabía que afuera, a tan solo unas manzanas, seguían esperando Erikem y Boraj. Habían logrado cercar a Nesta no r recorrido varios países hasta su actual paradero en la ciudad de Madrid. Durante varias semanas habían seguido su pista desde Roma hasta Londntrarlo finalmente en el centro de España, en el barrio de los Austrias.Sarah miró por la ventana la plaza cerrada con soportales y se fijó en las altas viviendas silenciosas. Desde el arco de cuchillos, la esquina más popular de ó varias casetas que ya comenzaban a abrirse para los transeúntes. El mes de diciembre era espectacular en la ciudad bulliciosa. Volvió sus ojos hacia Aslba de forma tranquila un periódico usado, pero sin perder detalle de todo lo que ocurría en el viejo café. La entrada de Akmal hizo que varios ojos se parasencia alta y peligrosa, su gabán largo y oscuro conseguía alzar incluso la ceja menos curiosa. Un par de policías locales lo miraron con intensidad, p erodir que no resultaba peligroso porque desviaron sus ojos de él para volver a su charla levemente interrumpida por su llegada. Akmal tomó asiento en unretes delante del mostrador.

Alma seguía tamborileando con sus dedos en la madera de la mesa sin decidirse a beber su café.—Estamos perdiendo el tiempo —Sarah no lo creía. Habían seguido a Nesta durante muchos días hasta saber sus movimientos con precisión.—Sigue la misma rutina y el mismo horario desde hace semanas —le respondió a Alma.—Esta pieza es más escurridiza de cuantas hayas cazado antes —Sarah siguió mirando la taza llena de Alma sin perder la sonrisa.—Se te va a enfriar tu café —Alma bajó sus ojos hacia el oscuro líquido que seguía humeando.—Me gusta t ibio —Sarah sonrió por su respuesta previsible—. Después de cazar a Nesta, ¿qué harás? —Sarah alzó sus ojos de la mesa a los ojos de Almían un interrogante inacabado.—Todos seguimos un patrón definido en la vida, el mío se reduce a seguir cazando inmundos —Alma la miró como si hubiese dicho una sandez.—Y yo que creía que te ibas a retirar al Caribe con ese ángel maravilloso que… —Sarah se llevó un dedo a la boca para silenciar su comentario, pero A

s sordos a su amonestación—. Llevas muchos años cazando, es hora de recibir la recompensa y pensar en una retirada —la muchacha hizo un alzambros con indiferencia a su sugerencia, ella se sentía incapaz de abandonar su lucha, una lucha que se había vuelto tremendamente fácil gracias a la ayuda de Arikem. Los tres hacían un equipo perfecto.«Los once».Sarah volvió la cabeza hacia el lugar dónde estaba Aslhem. Vio que le sonreía de forma pícara, y seguía con su costumbre de leerle el pensamiento cuando mperaba.

«Olvidas a Alma, Iris, Lee, Soul, Barik, Ersad, Boraj y Nasdio», pero ella no los había olvidado, simplemente los había omitido por diversión.«Formamos un buen equipo».Sarah hizo un asentimiento con la cabeza de forma leve.«Pero me seduce mucho la idea de tumbarme en una playa de arena blanca contigo sin nada más que hacer que acariciar tu piel durante los próximos c».—¿Se puede saber por qué sonríes con esa cara de boba? —Sarah centró su atención en su amiga Alma.—No puedo decírtelo —Alma pifió llena de empalago.—Yo odiaría esa conexión extrasensorial —Sarah no respondió—, que conozcan mis más íntimos secretos, uf, me resulta realmente desagradable —Sarahr torturarla con su respuesta.—Conocen tus pensamientos Alma, salvo que tú no lo sabes —si pretendía sacarla de quicio, lo consiguió. Los ojos de Alma volaron hacia los de Barik q

ndo vasos en un completo mutismo. Metido en su papel de camarero a la perfección.—¡Me estás tomando el pelo! —Sarah negó con la cabeza—. Creía que sólo funcionaba con los transmigrantes.—Ellos tienen la capacidad de comunicarse con cualquier mente que se muestre abierta y receptiva —Alma pegó su espalda a la silla completamente afren—¿Quieres decir que ese tiocachasbuenísimodelamuerte puede saber lo que pienso de él? —Sarah asintió divertida por el adjetivo desmesurado que había

a para referirse a Barik.—Todos tus pensamientos, hasta el más insignificante —Alma se mostró completamente desolada.—Tienes que enseñarme de forma urgente la forma de bloquear mi mente para impedir la fuga de pensamientos libidinosos —Sarah iba a responderlda de un nuevo cliente le cerró la boca de inmediato.Los vellos corporales se le erizaron ante el peligro inminente.El hombre debía medir cerca de los dos metros de altura. Andaba de forma desgarbada y tenía el rostro marcado con diferentes cicatrices, señal inequívoter violento. Escudriñó con ojos vivos y rapaces a todos los que estaban sentados tanto en la barra como en las mesas. Olfateó el aire de forma sig

ndo de diferenciar los diferentes olores que llenaban el café. Volvió su cara hacia la mesa donde estaban ellas sentadas, y al verlas, entrecerró sus ojos neulada frialdad. Sarah sabía que estaba barajando todas las posibilidades pues sus ojos hicieron un recorrido por la estancia calculando las posibles vías de esca descubierto, pero justo antes de dar un paso hacia la mesa donde estaban sentadas ellas, cinco hombres más entraron al café creando bastante bullicio ah supo que eran todos inmundos y tremendamente desagradables. Uno de los secuaces había tomado asiento al lado de Akmal, Sarah rezó interiormente parrcatase de quién era.Los inmundos poseían un sexto sentido para reconocerse entre ellos, y Akmal, a diferencia de Barik y Ersad no era un guardián.Alma enderezó su espalda y tensó los hombros. Sarah se mantuvo en la misma posición despreocupada que había adoptado un momento antes de la ena al café, sabía por experiencia prop ia que no debía atraer la atención sobre sí misma de ninguna manera. Los inmundos eran tremendamente susp icaces.

—¡Quieta! Estás llamando su atención con tu nerviosismo —Alma trató de resp irar profundamente para templar sus nervios, pero no lo conseguía, ellaa ofrecido como cebo, ese trabajo solía hacerlo Iris, pero ahora veía que no estaba preparada para enfrentarlo, y ya era demasiado tarde.

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—Me cuesta respirar —Sarah comprendió que Nesta estaba t ratando de penetrar en la mente de Alma. Allí parado en el centro del café, con todas lastas en él, y sin importarle lo más mínimo, estaba controlando los pensamientos de su amiga. ¿Por qué se había fijado en Alma y no en ella? ¡Maldita sea!a puesto suero y a juzgar por la reacción del inmundo debía haberse puesto demasiado.Sarah vio con preocupación las gotas de sudor que se iban formando sobre el labio superior de Alma, sus manos habían cogido la taza de café, pero temblaberminó por derramar el oscuro líquido en el plato, Sarah supo que debía hacer algo.«Ni lo intentes».La orden dada a su cerebro la mantuvo quieta en su silla.Aslhem se preparó de inmediato lo mismo que Barik que se mantenía alerta a todos los detalles, el grupo se apiñó ocupando la primera mesa de la esqu

a de los lavabos y bastante alejada de donde se encontraba ella y Alma. Los ojos de Sarah volaron hacia los de Aslhem que le hizo un negamiento con la cabesperase el momento adecuado de actuar.La tensión olía a violencia y a café amargo.Se oyó otra vez el clic del picaporte de la calle y dos policías locales entraron en la cafetería, se reunieron con los dos que seguían sentados en su mesa esprvando todo con ojos adiestrados. Sarah sup o que debían irse, el sitio no era el indicado para tener un encuentro con Nesta. Aslhem le hizo un asentimienza para que ella saliera primero de la cafetería, convencido de que el inmundo le iría al encuentro sin dilación. Akmal ocupó inmediatamente el lugar vacío deh para no ofrecerle una oportunidad a Nesta de acosar a Alma. Si veía marcharse sola a Sarah, la seguiría. El inmundo hizo precisamente eso.Sarah le estaba perdiendo el gusto a actuar de cebo.El frío de la calle la sorprendió pues no se había percatado cuando creyó que la seguían, pero ahora sí lo percibía en cada poro de su cuerpo. Laguiendo como una pieza de caza. El silencio de las calles le produjo un ligero escalofrío, pero mantuvo el paso sereno y constante mientras con la mano h

olsillo para amartillar el arma que mantenía pegada a su costado. Afianzó el pequeño bolso a su hombro de forma despreocupada. Sus tacones reverberabda con un martilleo incesante provocando un eco continuo. Había cortado de forma inmediata la comunicación extrasensorial con Aslhem para que el inmun

ubriese, mantenía su mente bloqueada a sus intentos de manipularla.Pero Nesta era mucho más inteligente de lo que había creído.Sarah aún se sorprendía de la enorme facilidad de los inmundos para desarrollar el control mental con sus víctimas. Fijó las pupilas en un punto determie y vació de sensaciones su cerebro dejando su mente en blanco. Percibía con claridad los ojos inquisidores en su espalda evaluándola, pero ese detaanó. Tenía que llevarlo hacia la emboscada, y hacia allí se dirigía con el inmundo pisándole los talones.Enfiló la calle Ferraz rumbo al museo Cerralbo para alcanzar el parque de la montaña por la calle de Irún. Erikem la esperaba en el edificio de la estación deeleférico, el lugar idóneo para una emboscada. Lee y Soul seguían esperando junto a la rosaleda. Se controlaban los puntos estratégicos y viables para unue.

La noche era tan oscura como sus pensamientos.Cuando dobló hacia la derecha para enfilar los jardines Ferraz, una negra silueta apareció delante de ella tomándola por sorpresa, contuvo un gemido ah detuvo sus pasos y, el incesante taconeo de sus zapatos se calló sumándose al silencio de la noche. Observó la figura angulosa y encorvada que daantes hacia ella como si la hierba verde que pisaba fuese un terreno peligroso y abrupto, extendió una mano huesuda hacia ella sin pronunciar una solah se percató de que podía ser un mendigo habitual del parque. Buscó en su monedero algo de dinero para darle y así ganar el suficiente tiempo para queese alcanzarla. Los pasos que la seguían se detuvieron al mismo tiempo que los suy os, p ero los p resentía en su espalda aunque no se no se dio la vuelta podía p ercibir al inmundo a muchos metros de distancia y el peligro que representaba. Ahora extrañaba sus botas militares y su p antalón de cuero. Lleva

nes no era lo habitual para cazar a los inmundos, pero sí era una indumentaria apropiada cuando se pretendía hacer de cebo. El mendigo aceptó la limoió una sonrisa ausente de dentadura. Sarah comenzó a caminar de nuevo, pero no debía de haber calculado bien la distancia de la presa y del cazador porq

o la asían de los hombros con una fuerza brutal.¡La atacaba antes de lo previsto!Comenzó un forcejeo con él aunque se abstuvo de gritar para no llamar la atención de algún viandante que pasara por allí. No se debía alertar a la policír el trabajo en el silencio de la noche para no despertar las sospechas de la ley. El inmundo la agarró con fuerza dañándole los hombros y la arrastró hacia el

mo tiempo que la empujaba de espaldas junto a unos matorrales cercanos a unos contenedores. La fuerte mano tapaba su boca para impedir que gritase. o ocultar un gemido de dolor al verse aplastada de repente, p ero sorp resivamente no sentía miedo. Sentía la urgente necesidad de acabar con él. Duranta odiado y deseado el encuentro para ejecutar su venganza. Su cabeza golpeó el duro suelo y ella cerró los ojos tratando de asimilar las sensaciones dolorosjos y los fijó en las pup ilas del inmundo con una intensidad temeraria.El aliento pestilente le produjo una arcada, pero pudo ladear la cabeza a tiempo de evitar el beso lujurioso. Su mano trataba de encontrar la abertura de sue descansaba el arma. Si conseguía introducir su mano podría dirigir el cañón hacia el corazón del inmundo y disparar la bala que terminaría con su vida, falta. El peso que la había oprimido durante un momento agónico había sido alzado sin ninguna ceremonia liberándola. Aslhem había llegado más rápido da imaginado. Se reincorporó p ara ayudarlo, pero Aslhem era un batidor nato y con mucha experiencia. Tras un minuto de forcejeo, Nesta quedó tendido ambos con la cuerda aún aprisionando su cuello roto.Aslhem la ayudó a reincorporarse con el terror reflejado en el rostro. Cuando la había visto caer bajo el inmundo, su corazón había exhalado la última gota el miedo que había sentido de perderla.—¿Te ha hecho daño? —Negó reiterativamente con la cabeza.—Solo estoy un poco magullada, me alcanzó antes de lo que creía —sus ojos volvieron al cuerpo inerte, y lo escudriñó de pies a cabeza.—Es Nesta Miles.Finalmente, terminó.

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EPILOGO

Seguía oyendo el agua de la ducha en la habitación contigua, pero ella seguía remoloneando entre las sábanas de Sarah sin decidirse a levantar su pereza. seguía impregnado el aroma de Aslhem, de las caricias que habían compartido, y su boca floreció en una sonrisa autént ica y pletórica. Nada en el munrla tan feliz como amarlo incondicionalmente, extasiarse de su ternura, de su paciencia. Disfrutar con su exquisito toque de humor y esa pasión intensa quelmente loca. No podía saciarse de él. El sonido del agua se había silenciado y supo que Aslhem iba a aparecer de un momento a otro por el umbral de la pue

ba sin nada más encima que una minúscula toalla anudada en sus caderas de forma precaria. A pesar del tiempo que llevaban juntos, seguía sorprendiénualidad característica en él, intrínseca y arraigada que poseía, y que derrochaba a manos llenas manteniéndola siempre hambrienta de sus besos, de sus carmirada limpia y vítrea que la seducía por completo. Sarah paseó sus ojos por el conocido mobiliario hasta divisar su bata celeste dejada de forma descuidade la chimenea. Sus ojos fueron descubriendo el resto de prendas que habían quedado esparcidas en el dormitorio cuando comenzaron los juegos amorososAslhem había entrado al dormitorio peinándose con los dedos el pelo mojado. Como ella había supuesto, llevaba una pequeña toalla atada a las caderas. Dda por los dos metro de músculos definidos y marcados, por la piel tostada y húmeda tras el baño que le confería un brillo atrayente. Sentía calambres en s ganas que sentía de acariciar cada centímetro de piel que dejaba expuesta.Fijó sus pup ilas anhelantes en su torso esculpido, en sus abdominales que ondulaba de forma suave con cada paso que lo acercaba a ella. Suspiró cuando dda en el sedoso triángulo de vello que comenzaba en el ombligo y se perdía bajo la blanca toalla, pequeñas gotitas de agua seguían escurriéndose por la pielellos seductores…Si continuaba mirándolo no podría levantarse en todo el día.—Si me haces un hueco… —ella volvió a sonreír de forma espont ánea. Seguía olvidándose de la facilidad de él para conocer sus pensamientos y exterioriz

naturalidad que la conmovía. Sarah deseaba hacerle una pregunta, pero no hizo falta. Aslhem la respondió antes de que se la formulara—. Cuando te encueto según tu edad y madurez, p oseo todavía algún poder del que no puedo prescindir —eso era precisamente lo que se preguntaba Sarah. Aslhem tenía sigargo aparentaba ser un hombre menor de treinta años—. Podemos variar parte de nuestra apariencia física aunque no toda.—Eres demasiado hermoso.—Y tú demasiado seductora —en dos zancadas Aslhem llegó hasta la cama y sacudió su pelo mojado encima de ella en el mismo ritual que ejecutaba cada

diminutas cuentas de agua cayeron sobre el cuerpo recostado en una fina lluvia—. ¿Acaso te gustaría que fuese feo? —Ella negó repetidamente con la cabeza—Pero esa travesura tuya se ha ganado un castigo y voy a ser implacable —el colchón cedió ante el peso de él cuando se sentó junto a ella que se arrimó

culoso buscando su contacto.—Seré un alumno aplicado —Aslhem se inclinó buscando los labios que apartó Sarah para ofrecerle la mejilla en compensación.La carcajada potente y feliz de Aslhem le hizo entrecerrar los ojos.—No es a mí a quien esperan en el museo… —la boca de Sarah hizo una mueca ante el recordatorio.Lee la esperaba en el museo del Louvre con una documentación importante de Iris. Era sobre un psicópata fugado que se había establecido en Francia. Paspetaban la necesidad de ambos de seguir en el anonimato.—Tienes que hablar que hablar con Erikem al respecto —fue el tajante comentario de Aslhem que volvió a buscar la boca de ella.—Creo que es mejor que hables tú con él —contestó ella, Aslhem seguía mordisqueando sus labios seductores, pero finalmente le dijo.—Es tu p adre —ella tironeó del pelo mojado de él vengativa al mismo tiempo que enredaba el suave vello ensortijado de su pecho para atraerlo todavía m

—¡Convénceme!Aslhem no necesitó más aliciente.