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El Caballero de Harmental Por Alexandre Dumas

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ElCaballerodeHarmental

Por

AlexandreDumas

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CapítuloI

ELCAPITÁNROQUEFINNETTE

Cierto día de Cuaresma, el 22 demarzo del año de gracia de 1718, unjovencaballerodearroganteapariencia,deunosveintiséisoveintiochoañosde edad, se encontraba hacia las ocho de lamañana en el extremodel PontNeufquedesembocaenelmuelledeL’École,montadoenunbonitocaballoespañol.

Despuésdemediahoradeespera,durantelaqueestuvointerrogandoconlamiradaelrelojdelaSamaritaine,susojosseposaronconsatisfacciónenunindividuoqueveníadelaplazaDauphine.

Era éste un mocetón de un metro ochenta de estatura, vestido mitadburgués,mitadmilitar.Ibaarmadoconunalargaespadapuestaensuvaina,ytocadoconunsombreroqueenotrotiempodebiódellevareladornodeunapluma y de un galón, y que sin duda, en recuerdo de su pasada belleza, sudueño llevaba inclinado sobre la oreja izquierda. Había en su figura, en suandar,ensuporte,entodosuaspecto,talairedeinsolenteindiferencia,quealverle el caballero no pudo contener una sonrisa, mientras murmuraba entredientes:

—¡Heaquíloquebusco!

Eljovenarrogantesedirigióaldesconocido,quienviendoqueelotroseleaproximaba,sedetuvofrentealaSamaritaine,adelantósupiederechoyllevósusmanos,unaalaespadaylaotraalbigote.

Comoelhombrehabíaprevisto,eljovenseñorfrenósucaballofrenteaél,ysaludándoledijo:

—Creo adivinar en vuestro aire y en vuestra presencia que soisgentilhombre,¿meequivoco?

—¡Demonios,no!Estoyconvencidodequemiaireymiaspectohablanpor mí, y si queréis darme el tratamiento que me corresponde llamadmecapitán.

—Encantadodequeseáishombredearmas,señor;tengolacertezadequesoisincapazdedejarenunapuroauncaballero.

Elcapitánpreguntó:

—¿Conquiéntengoelhonordehablar,yquépuedohacerporvos?

—SoyelbarónRenédeValef.

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—Creo haber conocido una familia con ese nombre en las guerras deFlandes.

—Eslamía,señor;mifamiliaprocededeLieja.Debéissaber—continuóelbaróndeValef—queelcaballeroRaouldeHarmental,unodemisíntimosamigos, yendo en mi compañía ha tenido esta noche una disputa que debesolventarseestamañanamedianteunduelo.Nuestrosadversarios son tres,ynosotros solamente dos. Como el asunto no podía retrasarse, debido a quedebopartir paraEspañadentrodedoshoras, hevenido alPontNeuf con laintencióndeabordaralprimergentilhombrequepasase.Habéissidovos,yavosmehedirigido.

—Y¡porDios!,quehabéishechobien.Heaquímimano,barón,¡yosoyvuestrohombre!Y,¿aquéhoraeselduelo?—Estamañana,alasnueve.

—¿Enquélugar?

—EnlapuertaMaillot.

—¡Diablos!¡Nohaytiempoqueperder!Perovosvaisacaballoyyonodispongodeél.¿Quévamosahacer?—Esopuedearreglarse,capitán.

—¿Cómo?

—Simehacéiselhonordemontaramigrupa…

—Gustosamente,señorbarón.

—Osdeboprevenir—añadióeljovenjineteconunaligerasonrisa—quemicaballoesunpoconervioso.

—¡Oh!,yalohenotado—dijoelcapitán—.Omuchomeequivocoohanacido en las montañas de Granada o de SierraMorena. En cierta ocasiónmontéunoparecidoenAlmansaylohacíadoblegarsecomouncorderillosóloconlapresióndemisrodillas.

Elbarónhabíadicholaverdad:sucaballonoestabaacostumbradoaunacargatanpesada;primerotratódedesembarazarsedeella,peroelanimalnotóbien pronto que la empresa era superior a sus fuerzas; así que, después dehacerdosotresextraños,sedecidióaserobediente,descendióaltrotelargopor el muelle de L’École, que en esa época no era más que undesembarcadero,atravesó,siemprealmismotren,elmuelledelLouvreyeldelasTullerías,franqueólapuertadelaConference,ydejandoasuizquierdaelcaminodeVersalles,enfiló lagranavenidade losChampsÉlysées,quehoyconducealArcdeTriomphe.

— ¿Puedo preguntaros, señor, cuál es la razón por la que vamos abatirnos?Essóloporsaberlaconductaquedeboseguirconmiadversario,ysivalelapenaquelomate.

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—Desde luego, podéis preguntarlo, y ahí van los hechos tal como hanpasado:estábamoscenandoayerencasadelaFillon…

—¡Pardiez!Fuiyoquienen1705lalanzóporelcaminodeléxito,antesdemiscampañasenItalia.

—¡Bien!—observóelbarónriendo—.¡Podéisestarorgulloso,capitán,dehabereducadoaunaalumnaqueoshacehonor!Enresumen:cenábamosconHarmental en la intimidad, y estábamoshablandodenuestras cosas, cuandooímosqueunalegregrupoentrabaenelreservadodeallado.Noscallamosy,sinquerer,oímos laconversacióndenuestrosvecinos. ¡Yfijaos loquees lacasualidad!Hablabandelaúnicacosaquenuncadebíamoshaberescuchado.

—¿Delaqueridadelcaballero,quizás?

—Voslohabéisdicho.YomelevantéparallevarmeaRaoul,peroenlugardeseguirme,mepusolamanoenelhombroehizoquemesentaradenuevo.

—Asípues—decíaunavoz—,¿Felipeacosaalapequeñad’Averne?

—Desdehaceyaochodías—puntualizóalguien.

—Enefecto—prosiguióelprimeroquehablaba—:Ellase resisteyaseaporquequieredeverdadalpobreHarmentaloporquesabequealregentenolegustanlaspresasfáciles.Peroporfin,estamañanahaaccedidoarecibiraSuAlteza,acambiodeunacestarepletadefloresydepedrería.

— ¡Ah! ¡Ah! —exclamó el capitán—, comienzo a comprender. ¿Elcaballerohasidoengañado?

—Exactamente; y en lugar de reírse, como hubiéramos hecho vos y yo,Harmental se puso tan pálido que creí que iba a desmayarse. Después,acercándosealaparedygolpeándolaconsupuñoparapedirsilencio,dijo:

—Señores, sientocontradeciros;peroelquehaosadodecirquemadamed’Avernetieneconcertadaunacitaconelregente,miente.

—Hesidoyo,señor,elquehadichotalcosa,ylamantengo—respondiólaprimeravoz—;mellamoLafare,capitándelosguardias.

—YyoFargy—dijolasegundavoz.

—YosoyRavanne—declaróunatercera.

—Perfectamente, señores—respondióHarmental—.Mañana,denueveanueveymedia,estaréenlapuertaMaillot.—Ysesentónuevamentefrenteamí.

Elcapitándejóoírunaespeciedeexclamaciónquequeríadecir:

«Esto no tiene importancia». Entre tanto, estaban llegando a la puerta

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Maillot,dondeunjovencaballeroqueparecíaestaresperandopusosucaballoagalopeyseacercórápidamente.EraelcaballerodeHarmental.

—Queridocaballero—dijoelbaróndeValefcambiandoconélunfuerteapretón demanos—, permitidme que a falta de un viejo amigo, os presenteunonuevo.NiSurgisniGacéestabanencasa;peroheencontradoaesteseñorenelPontNeuf,leheexpuestomiproblema,ysehaofrecidodebuengradoaayudaros.

—Entoncesesdobleelagradecimientoqueosdebo,miqueridoValef—respondióelcaballero—;yavos,señor,osofrezcomisexcusasporloqueseosavecinayporhaberosconocidoencircunstancias tandesfavorables;peroundíauotromedaréisocasiónde corresponder, yos ruegoque, llegado elcaso,dispongáisdemícomoyolohagoahoradevos.

— ¡Bien dicho, caballero! —respondió el capitán saltando a tierra—;mostráis tan exquisitos modales, que gustosamente iría con vos al fin delmundo.

—¿Quiénesestetipo?—preguntóenvozbajaHarmental.

— ¡A femía que lo ignoro!—le contestóValef—; ya lo descubriremoscuandohayapasadoelapuro.

— ¡Bien!—prosiguió el capitán, entusiasmado ante la idea del ejercicioque preveía—. ¿Dónde están nuestros lechuguinos? Estoy en forma estamañana.

—Cuandohe llegado—respondióHarmental—nohabíanaparecidoaún;perosupongoquenotardarán:soncasilasnueveymedia.

—Vamos entonces en su busca —dijo Valef, mientras descabalgabaarrojabalasbridasenmanosdelcriadodeHarmental.

Este,echandopiea tierra,sedirigióhacia laentradadelbosque,seguidoporsusdoscompañeros.

—¿Deseanalgo los señores?—preguntóeldueñode laposadacercana,queestabaenlapuertadesulocal,alacechodelosposiblesclientes.

—Sí, señor Durand —respondió Harmental—. ¡Un almuerzo para tres!Vamosadarunavuelta,yenunmomentovolvemosaestaraquí.

Ydejócaertresluisesenlamanodelposadero.

Elcapitánviorelucirunatrasotralastresmonedasdeoro,yacercándosealmesonero,leprevino:

—¡Cuidado,amigo…!Yasabesqueconozcoelvalordelascosas.Procuraque los vinos sean finos y variados y el almuerzo copioso, ¡o te rompo los

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huesos!¿Entendido?

—Estad tranquilo, capitán—respondió Durand—; jamás me atrevería aengañaraunclientecomovos.

—Estábien;hacedocehorasquenohecomido,tenlobienpresente.

Elposaderose inclinó.Elcapitán,despuésdehacerleunúltimogestoderecomendación,mitadamistoso,mitadamenazador,forzóelpasoyalcanzóalcaballeroyalbarón,quesehabíanparadoaesperarle.

Enunrecododelaprimeraalamedaaguardabanlostresadversarios:eran,comoyasabemos,elmarquésdeLafare,elcondedeFargyyelcaballerodeRavanne.

Lafare, elmás conocido de los tres, gracias a sus versos y a la brillantecarreramilitarquellevaba,erahombredeunostreintayseisatreintayochoaños, de semblante abiertoy franco, siempredispuesto a enfrentarse a todo,sinrencorniodio,mimadoporelbellosexo,ymuyestimadoporelregente,quelehabíanombradocapitándesusguardias.DiezañosllevabaLafareenlaintimidaddeFelipedeOrléans;algunasvecesfuesurivalenlidesamorosas,pero siempre le sirvió fielmente.Elpríncipe siempre se refería a él comoelbonenfant.Sinembargo,desdehacíaalgúntiempo,lapopularidaddeLafarehabía decaído un tanto entre lasmujeres de la corte y lasmuchachas de laópera.Corríaelrumordequehabíatenidolaridículaideade«sentarcabeza»ydebuscarunbuenacomodo.

El conde Fargy, al que habitualmente llamaban «el bello Fargy», eraconocidoporserunode loshombresmásguaposdesuépoca.Teníaunadeesasnaturalezaselegantesyfuertesalavez,flexiblesyvivaces,queelvulgoconsideraprivilegioexclusivode loshéroesdenovela.Siaesoañadimoselingenio,lalealtadyelvalordeunhombredemundo,osharéisunaideadelagranconsideraciónquedispensabaaFargylasociedaddeaquellaépoca.

ElcaballerodeRavanne,porsuparte,noshadejadounasmemoriasdesusañosjóvenesenlasquerelataacontecimientostanperegrinosque,apesardesuautenticidad,muchoshanpensadoqueeranapócrifas.Porentonceseraunmuchachoimberbe,ricoydebuenafamilia,quesedisponíaaentrarenlavidacontodoelímpetu,laimprudenciaylaavidezdelajuventud.

Tan pronto como Lafare, Fargy y Ravanne vieron aparecer a suscontrincantespor el extremode la alameda,marcharon a suvezhacia ellos.Cuandolesseparabanúnicamentediezpasos,loscontrincantessellevaronlamano a los sombreros, se saludaron y dieron algunos pasos entre sonrisas,comosisetratasedebuenosamigoscontentosdevolverseaencontrar.

—Señores—dijoelcaballerodeHarmental—,creoqueseríamejorbuscar

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un lugar apartado donde podamos solventar sinmolestias el asunto que nosocupa…

—Apenas a cien pasos de aquí tengo lo que necesitamos —observóRavanne—,esunaverdaderacartuja.

—Entonces, sigamos al muchacho—dijo el capitán—; la inocencia nosconducealpuertodesalvación.

—Sivosnotenéiscompromisoconnadie,granseñor—apostillóeljovenRavanne en tono guasón—, reclamo el derecho de preferencia. Después deque nos hayamos cortado el cuello, espero que me concederéis vuestraamistad.

Losdoshombressesaludarondenuevo.

— ¡Vamos, vamos… Ravanne! —dijo Fargy—; ya que os habéisencargadodesernuestroguía,enseñadnoselcamino.

Ravanne se lanzó hacia el interior del bosque como un joven cervatillo.Losdemáslesiguieron.Loscaballosyelcochedealquilerpermanecieronenelcamino.

Al cabode diezminutos demarcha, durante los cuales los seis hombresguardaron elmás absoluto silencio, se encontraron enmedio de un calverorodeadoporunacortinadeárboles.

— ¡Bien, caballeros! —dijo Ravanne mirando con satisfacción a sualrededor—.¿Quédecísdellugar?

—Noteníaismásquehaberdichoqueeraaquídondequeríaisvenir,yyooshabríaconducidoconlosojoscerrados.

—Perfectamente… —respondió Ravanne—, procuraremos que cuandosalgáis,vuestrosojosseencuentrencomohabéisdicho.

—Señor Lafare —dijo Harmental, dejando caer su sombrero sobre lahierba—,sabedqueesconvosconquienmetengoqueentender.

—Sí,señor—respondióelcapitándelosguardias—;peroantesquieroquesepáisquenadapuedesertanhonorableparamíycausarmetantapenacomoundueloconvos,sobretodoporunmotivotannimio.

Harmentalsonrió,empuñandolaespada.

—Parece, mi querido barón —observó Fargy—, que estáis a punto departirparaEspaña.

—Debíadehabersalidoestanochepasada,miqueridoconde—respondióValef—,peromehabastadoelplacerdeentrevistarmeconvosestamañanaparadecidirmeademorarmipartida.

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— ¡Diablos! Eso me deja desolado—contestó Fargy desenvainando suacero—;porquesitengoladesgraciadeimpedirvuestroviaje…

—Noosdisculpéis.Habrásidoporrazonesdeamistad,miqueridoconde.Asíquehacedloquepodáis;estoyavuestrasórdenes.

—Vamos, vamos, señor —dijo Ravanne al capitán, que doblabacuidadosamente su casaca, colocándola junto a su sombrero—; ved que osespero.

—Nonosimpacientemos,mibellojoven—lereplicóelantiguosoldado,continuandosuspreparativosconlaflemaguasonaqueleeranatural—.Unadelascualidadesmásnecesariasparaunhombredearmaseslasangrefría.Hesidocomovosavuestraedad,peroa la terceraocuartaestocadaquerecibí,comprendíquehabíaerradoelcaminoyahoravoyporelverdadero.¡Cuandogustéis!—añadió,sacandoporfinsuespada.

—¡Cáspita,señor!—observóRavannemirandodesoslayoelarmadesuoponente—.Tenéisunhermosoestoque…

—Noospreocupéis.Pensadque estáis tomandouna lección convuestroprofesordeesgrima,ytiradafondo.

La recomendación era inútil; Ravanne estaba exasperado por latranquilidaddesuadversario,yyaseprecipitabasobreelcapitán,contalfuriaquelasespadasseencontraroncruzadashastaelpuño.Elcapitándiounpasoatrás.

—¡Ah!,¡ah!…Veoqueretrocedéis,migranseñor—exclamóRavanne.

—Retrocedernoeshuir,mipequeñocaballero—respondióelcapitán—;esteesunaxiomadelartedelaesgrimasobreelqueosinvitoameditar.Porotraparte,nomemolestaestudiarvuestrahabilidad.Fijaosbien—continuó,mientras respondía con una contra en segunda a la estocada a fondo deladversario—,sienvezdefintarmehubieselanzado,oshabríaensartadocomoaunpajarito.

Ravanneestabafurioso,puesefectivamentehabíasentidoensucostadolapunta de la espada de su contrincante. La certeza de que le debía la vidaaumentabasucólera,ysusataquessemultiplicaronmásrápidosqueantes.

—Vamos… joven, vamos… ¡Atacad al pecho! ¡Mil diablos! ¿Otra alrostro?¡Meobligaréisadesarmaros!Voslohabéisquerido…Andadycogedvuestraespada,ycuandovolváis,hacedloalapatacoja,esooscalmará.

Ydeunviolentorevés,envióelacerodeRavanneaveintepasos.

EstavezRavanneaprendiólalección;fuelentamentearecogersuespadayvolviódespaciohaciaelcapitán.Eljovenestabatanpálidocomosublanca

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casacadesatén,enlaqueaparecíaunaligeramanchadesangre.

—Tenéis razón, señor… Soy todavía un niño; pero espero que miencuentroconvosmehayaayudadoahacermehombre.Algunospasesmás,porfavor,paraquenopuedadecirsequetodoslostriunfoshansidoparavos.—Ysevolvióaponerenguardia.

El capitán tenía razón; sólo le faltaba al joven caballero un poco detranquilidad para ser un perfecto diestro. La cosa terminó como estabaprevista:elcapitándesarmóporsegundavezaRavanne;peroenestaocasiónfueélmismoarecogerlaespada,yconunacortesíadelaquealprimergolpedevistaparecíaincapaz,dijoaljovencaballero,devolviéndoleelarma:

—Señor, soisun jovenvaliente;perodebéiscreeraunviejocorredordetabernasquehizolaguerraenFlandesantesdequevosnacieseis,lacampañadeItaliacuandodormíaisenlacuna,yladeEspañamientrasestabaisocupadoaprendiendoel«abecé»…;cambiaddemaestro;dejadaBerthelot,queoshaenseñadoyatodoloquesabe,ytomadaBois-Robert.¡Queeldiablomellevesienseismesesnosoiscapazdeenseñarmeinclusoamí!

—Gracias por la lección, señor —dijo Ravanne tendiendo la mano alcapitán,mientrasdoslágrimasbajabanporsusmejillas—;estadsegurodequenuncalaolvidaré.—Yenvainólaespada.

Ambos volvieron los ojos hacia los compañeros para ver cómo iban lascosas. El combate había acabado. Lafare estaba sentado en la hierba con laespaldaapoyadaenunárbol;habíarecibidounaestocadaqueleatravesabaelpecho;lalesióndebíasermenosgravedeloqueparecíademomento,porqueel herido no se había desvanecido, aunque la conmoción era violenta.Harmental,derodillasanteél,empapabadesangresupañuelo.

Fargy y Valef se habían alcanzado uno al otro; Fargy tenía el musloatravesado,yValefelbrazo.Losdosseprodigabanexcusasyseprometíanserlosmejoresamigosdelmundoapartirdeaqueldía.

—Mirad, joven —dijo el capitán a Ravanne señalándole el cuadro quepresentabaelcampodebatalla—;vedesoymeditad:¡ahítenéislasangredetres valientes caballeros derramada probablemente por culpa de unacualquiera!

—¡Afemía,tenéisrazón,capitán!—contestóRavanneyacalmado.

En aquel instante Lafare abrió los ojos y reconoció aHarmental, que leestabaprestandosocorro.

—Caballero—dijoconvozapagada—,osvoyadarunconsejodeamigo:enviadmeunaespeciedecirujanoqueencontraréisenelcoche,yquehetraídoporsiacaso;después,volvedaParíslomásrápidamenteposible,haceosver

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estanocheenelbailedelaópera,ysiospreguntanpormí,decidquedesdehaceochodíasnomehabéisvisto.Si tuvieraisalgunapegacon lagentedelcondestable,hacédmelo saber enseguiday loarreglaremosdemaneraque lacosanotrascienda.

—Gracias, señormarqués; os dejo porque sé quequedáis enmanosmáshábilesquelasmíasparaestosmenesteres.

—¡Buenviaje,miqueridoValef!—gritabaFargy—.Avuestravueltanoolvidéisquetenéisunamigoenel14delaplazaLouisleGrand.

—Y vos, querido Fargy, si tenéis algo que encargarme paraMadrid, notenéismásquedecírmelo.

Losdosamigossedieronunfuerteapretóndemanos,comosinohubierapasadonada.

—Adiós,jovencito,adiós—despidióelcapitánaRavanne—.Noolvidéiselconsejoqueoshedado:sobretodo,tranquilidad;dadunpasoatráscuandosedeba,paradatiempo,yllegaréisaserunodelosmásfinosacerosdelreinodeFrancia.

Ravanne se limitó a saludarle, y se acercó a Lafare, que parecía elmásgravedelosheridos.

PorloquerespectaaHarmental,Valefyelcapitán,volvieronalaalameda,dondeencontraronelcochedealquileryalcirujano.

Harmental hizo saber a éste que elmarqués deLafare y el conde Fargytenían necesidad de sus servicios; después, volviéndose, dijo a su recienteamigo:

—Capitán, creo que no es prudente que nos detengamos para tomar elalmuerzoqueteníamosencargado;tenéistodomiagradecimientoporlaayudaquemehabéisprestado,ycomo,segúncreo,estáisapie,enrecuerdomíoosruegoqueaceptéisunodemisdoscaballos:sonbuenosanimales.

— ¡A femía!Caballero, ofrecéis las cosas con tal gracia, que no sabríarehusar.Simenecesitáisalgunavez,recordadqueestoyenteramenteavuestroservicio.

—En ese caso, señor, ¿dónde podré encontraros?—preguntó sonriendoHarmental.

—Notengodomiciliofijo,caballero;perosiemprepodéisobtenernoticiasmíasencasadelaFillon;preguntadporlaNormanda,yellaosdaráinformesdelcapitánRoquefinnette.

Despuésdeesto,cadaunotomósucaminoysealejóagalopetendido.

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El barón de Valef entró por la barrera de Passy y se dirigió derecho alArsenal. Recogió los encargos de la duquesa del Maine, a cuya casapertenecía,ypartióelmismodíaparaEspaña.

ElcapitánRoquefinnettediodosotresvueltasporelbosquedeBoulogne,al paso, al trote y al galope, para apreciar las cualidades de su montura, yvolviómuysatisfechoalapidadelseñorDurand,dondesecomió,élsolo,elalmuerzoencargadoparalostres.

Elmismodía condujo sucaballoalmercadodeganado,y lovendióporsetentaluises.

ElcaballerodeHarmentalregresóaParísporlaalamedadelaMuette.Alllegarasucasa,enlacalledeRichelieu,encontródoscartasqueleesperaban.

Lostrazosdelaescrituradeunadeellasleerantanconocidosquetodosucuerpo se estremeció al verlos; abrió la misiva, y el temblor de susmanosdenunciólaimportanciaqueleconcedía.Harmentalleyó:

«Miqueridocaballero:

»Nadieesdueñodesucorazón,comovoslosabéis;unadelasmiseriasdenuestranaturalezaconsisteenquenopodemosquererdurantemuchotiempoalamismapersonanilamismacosa.Pormiparte,pretendoporlomenostenersobrelasdemásmujereselméritodenoengañaralquehasidomiamante.Asíquenovolváismásalahoradecostumbre.

»Adiós, mi querido caballero; no guardéis un mal recuerdo de mí, ypermitidquepienseigualdentrodediezañosqueahora:quesoisunodelosgentileshombresmásgalantesdeFrancia.

Sophied’Averne».

—¡Mildiablos!—exclamóHarmental—.¡SihubiesematadoaesepobredeLafarenohabríapodidoconsolarmeentodamivida!

Despuésdeaquelestallidoqueledesahogóunpoco,elcaballerovioenelsuelo la segunda carta, que había olvidado por completo. La recogiócuidadosamente, laabriósinprisa,mirólaescritura,buscóenvanolafirma,quenofiguraba;elmisteriodelanónimohizoqueleyeralamisivaconciertacuriosidad:

«Caballero:

»Si tenéis un espíritu romántico y en el corazón la mitad del valor quevuestrosamigos reconocen,seosofreceunaempresadignadevos,yquesiaceptáis emprender os permitirá vengaron del hombre quemás odiáis en elmundo, al tiempoque os puede llevar almás brillante fin que jamás hayáispodidosoñar.Ungeniobenéfico,enelqueesprecisoqueconfiéisporentero,

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osesperaráestanochededoceadosdelamadrugadaenelbailedelaópera.Si vais sin máscara, el desconocido saldrá a vuestro encuentro; si fueraisenmascarado reconoceríais a vuestro duende protector por una cinta violetaque llevará en el hombro izquierdo. La contraseña es: ¡Ábrete Sésamo!Pronunciadlasinmiedoyesperad…».

—¡Enhorabuena!—exclamóHarmental—.Ysielgeniodelacintavioletamantiene la mitad de lo que promete, ¡por Dios que ha encontrado a suhombre!

CapítuloII

ELCABALLERODEHARMENTAL

ElcaballeroRaouldeHarmentaleraelúnicovástagodeunadelasmejoresfamiliasdelNivernais.Suapellidohabíasonadopocoenlahistoria,aunquenocarecía de lustre, que la familia había ganado por sí misma, o a través deinnumerables enlaces matrimoniales. Así, el padre del caballero, el señorGaston de Harmental, que había llegado a París en 1682 con la ilusión deadquirirelderechodecompartir lacarroza real,presentó laspruebasdeunanobleza que se remontaba a antes de 1399; operación heráldica que hubierapuestoenapurosamásdeunduqueydeunpar.Porotrolado,sutíomaterno,el señor de Torigny, había recibido el espaldarazo de caballero del EspírituSantoenelaño1694.

Raoul deHarmental no era ni pobre ni rico; su padre le había dejado almorir una propiedad en los alrededores deNevers, que le proporcionaba deveinticinco a treinta mil libras de renta; pero el caballero tenía el corazónambicioso,yhacia1711,cuandollegóasumayoríadeedad,habíadejadosuprovinciaparatrasladarseaParís.

SuprimeravisitafueparaelcondedeTorigny,conelquecontabaparaquele ayudase a abrirse camino. Éste recomendó a su sobrino al caballero deVillarceaux,quiennopudiendorehusarnadaasuamigoelconde,introdujoaljovenencasademadamedeMaintenon.

Madame deMaintenon tenía una cualidad: la de seguir siendo amiga desus antiguos amantes.Gracias a losdulces recuerdosque la ligaban al viejoconde„acogióamablementealcaballerodeHarmental;algunosdíasdespuésdecía al mariscal de Villars, que había venido a hacerle el amor, algunaspalabras en favor de su joven protegido. El mariscal admitió al caballeroHarmentalensuregimiento.

Elcaballero,viendoabiertaaquellapuerta,pensóquepodíaabrigarlasmás

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risueñasesperanzas.

Luis XIV había llegado a la última época de su reinado, la de loscontratiempos;TallardyMarsinhabíansidoderrotadosenHochstett,VilleroyenRamillies,yelmismoVillars,héroedeFriedlingen,acababadeperder lafamosa batalla de Malplaquet contra Marlborough y el príncipe Eugéne.Europa, oprimida durante tantos años por la dura mano de Colbert y deLouvois, se alzaba contra Francia. La situación era desesperada. Francia nopodíamantener laguerrapormás tiempo,perono estaba en condicionesdefirmarlapaz.EnvanoofrecíaabandonarEspañayreplegarseasusfronteras;el adversario exigía del rey que dejase libre paso a través de Francia a losejércitosqueacudiríanaEspañaparaexpulsarasunietodeltronodeCarlosII; además, le pedían que entregaseCambrai,Metz, LaRochelle y Bayona.Todo esto, amenos que prefiriese destronar por símismo a FelipeV en elplazodeunaño.

VillarsmarchóderechohaciaelenemigoqueacampabaenDenainyque,segurodelainminenteagoníadeFrancia,noabrigaríaningúntemor.

Los aliados habían establecido entre Denain y Marchiennes una líneafortificadaque,conanticipadoorgullo,AlbemarleyEugénedenominaban«lagran avenida de París». Villars decidió tomar Denain por sorpresa, derrotarprimeroaAlbemarleyacontinuaciónalpríncipeEugéne.

Una noche, el ejército francés se movió en dirección a la ciudad. Elmariscaldiosúbitamentelaordendeavanzarhacialaizquierda;losingenierostendierontrespuentessobreelríoEscaut.Villarsfranqueóelríosinencontraroposición, se internó en las marismas, se apoderó de un kilómetro defortificaciones, alcanzó Denain, penetró en la villa, y al llegar a la plaza,encontróasuprotegidoelcaballerodeHarmental,quienleentrególaespadadeAlbemarle,alqueacababadehacerprisionero.

En aquelmomento se anuncia la llegada de Eugéne. Villars retrocede yalcanza el puente por el que el Saboyano tiene que pasar, se atrinchera yespera.Allíesdondesevaadar laverdaderabatalla; la tomadeDenainnohabía sido más que una escaramuza. Eugéne ha de ver cómo sus mejorestropasseestrellanporsietevecescontrael fuegode laartilleríaycontra lasbayonetas que defienden la entrada del puente. Por fin, con el uniformeatravesadoporlasbalasysangrandopordosheridas,elvencedordeHochstettydeMalplaquetseretirallorandoderabia.Enseishorastodohacambiadodecolor.Franciasehasalvado,yLuisXIVsiguesiendoelrey.

Harmentalsehabíaconducidocomoelhombrequedeunsologolpedeseaver coronadas todas sus aspiraciones. Villars, viéndole ensangrentado ycubierto de polvo, hace que se acerque, y en el mismo campo de batallaescribe,apoyándoseenuntambor,unmensajeparaelreyenelquedacuenta

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delresultadodelajornada.

—¿Estáisherido?—preguntaaRaoul.

—Sí,señormariscal,peroestanlevequenomerecelapenahablardeello.

—¿Ossentísconfuerzasparacabalgarsesentaleguasagalopetendidoysindescansar?

—Mesientocapazdetodoparaserviralreyyavos,señormariscal.

—Entonces, partid inmediatamente, deteneos en las habitaciones demadame de Maintenon; contadle de mi parte lo que acabáis de ver, yanunciadle que un correo llevará el comunicado oficial. Si ella quiereconducirosanteelrey,dejadlahacer.

Harmental comprendió la importancia de la misión que se le confiaba;docehorasdespués,estabaenVersalles.

Villars había adivinado lo que iba a ocurrir. A las primeras palabras delcaballero,madameMaintenon le tomóde lamanoy lecondujohastael rey,queestabaensucámaratrabajandoconVoisin.

—Señor —dijo Harmental—, demos gracias a Dios, ya que VuestraMajestadnoignoraquepornosotrosmismosseríamosincapacesdeconseguirlamenorcosa,yqueesÉlquiennosdispensatodassusgracias.

—¿Quéocurre,caballero?¡Hablad!—exclamómuyimpacienteLuisXIV.

—Majestad,laciudaddeDenainhasidotomada,elcondedeAlbemarlehacaídoprisionero,elpríncipeEugénehaemprendidolafuga,yelmariscaldeVillarsponesuvictoriaalospiesdeVuestraMajestad.

A pesar del dominio quemostraba sobre símismo, LuisXIV palideció;sintió que las piernas le temblaban, y se apoyó en la mesa para no caerdesplomadoensusillón.

—Yahora,caballero—articulóalfin—,contádmelotodo.

Harmentalrelatólamaravillosabatallaque,comoporobradeunmilagro,acababadesalvaralamonarquía.Cuandohuboterminado,elreyledijo:

—¿Ydevosnomecontáisnada?Sinembargo,ajuzgarporlasangreyelbarro que cubren vuestras ropas, no habéis estado precisamente en laretaguardia.

—Majestad, he hecho lo que he podido —respondió Harmentalinclinándose—; si hay algo que decir sobre mí, lo dejo, con el permiso deVuestraMajestad,alcuidadodelmariscalVillars.

—Está bien, joven; y si él por casualidad os olvidase, nosotros nos

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acordaríamos.Debéisdeestarfatigado,idadescansar;estoyorgullosodevos.

Harmentalseretirófelizynodudóenaprovecharelpermisoreal,puesenefecto,hacíaveinticuatrohorasquenohabíacomido,nidormido,nibebido.

Cuando despertó recibió un sobre del Ministerio de la Guerra. Era sunombramientodecoronel.

Dosmesesdespuésfuefirmadalapaz.Españaperdióenella lamitaddesusdominios, peroFranciapermaneció intacta.Pasados tres años,LuisXIVmoría.

Dospartidosopuestos,biendiferenciados,ysobretodoirreconciliables,seenfrentabanenelmomentodesumuerte;eldelosbastardos,encarnadoenelduquedelMaine,yeldelospríncipeslegítimos,representadoporelduquedeOrléans.

SielduquedelMainehubiesetenidolaconstancia,lavoluntadyelcorajedesumujer,LouiseBenedictedeCondé,quizás,apoyadocomoestabaporeltestamento real, habría triunfado; pero hubiera tenido que responderabiertamente a los ataques, y el duque del Maine, débil de carácter y deespíritu, peligroso sólo a fuerza de ser cobarde, no servíamás que para lasintrigas.Enundía,ycasisinesfuerzo,susenemigosloarrojarondelacumbredonde lo había colocado el amor ciego del viejo rey, dejándole sólo lasuperintendenciade laeducaciónreal,elmandode laartilleríay laprimacíasobrelosduquesylospares.

La decisión que acababa de tomar el Parlamento hería de muerte a laantigua corte y a todas las fuerzas coligadas con ella.El padreLetellier fuedesterrado, madame de Maintenon se refugió en SaintCyr, y el duque delMaine se retiró a la bonita villa de Sceaux para continuar su traducción deLucrecio.

El caballero deHarmental había asistido como espectador interesado, escierto,peropasivo,atodasesasintrigas.SuausenciadelPalacioReal,focodeatraccióndetodosaquellosquepretendíanconquistaralgúnpuestoenlaesferapolítica, fue interpretadacomooposición,yunamañana,de lamismaformaquehabíarecibidoeldespachoqueledabaelmandodeunregimiento,recibiólaordenqueseloquitaba.

Harmentalteníalaambiciónpropiadelajuventud;laúnicacarreraqueenaquellaépocaseabríaaungentilhombreeraladelasarmas.CorrióacasadelseñordeVillars.Elmariscal le recibiócon la frialdaddelhombrequedeseaolvidarelpasadoyquequisieraquelosdemásolvidasensupropioypróximapretérito.Envistadelocual,Harmentalseretiródiscretamente.

Por otra parte, el espíritu de la época no era propicio a los accesos de

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melancolía.EnelsigloXVIIIseibadirectamentealosplaceres,alagloriaoala fortuna, y todo elmundopodía conseguir unaparte de aquellosbienes, apocoquesefueseguapo,valienteointrigante.

Por aquellos años, la despreocupación y la alegría estaban de moda.Despuésdellargoytristeinviernoquefue_lavejezdeLuisXIV,brotabaderepentelaprimaverafelizyalegredeunajovenrealeza.Elplacer,ausenteydesterrado durantemás de treinta años, había vuelto; era buscado por todaspartes abiertamente, con el corazón y los brazos abiertos. El caballero deHarmental anduvo triste justo durante ocho días; después, se había vuelto amezclarconlagente,sedejóarrastrarporeltorbellino,yéstelearrojóalospiesdeunabellamujer.

Durantetresmesesfueelhombremásfelizdelmundo;olvidóSaint-Cyr,lasTulleríasyelPalacioReal;sabíaquecuandoseesamadosevivebien;elcaballeronopensabaquenilavidanielamorsoneternos.

Pudodarsecuentadeelloeldíaenque,cenandoconsuamigoelbaróndeValef, la conversación de Lafare le había despertado bruscamente. Losenamorados tienen por lo general un mal despertar y Harmental, que creíaamarverdaderamente,pensabaquenadapodríaocuparensucorazónellugardeaquelamor.Elnuevodisgustoreavivóelotro: lapérdidadesuamante lerecordabaladesuregimiento.

Ensusituación,bastólallegadadelamisteriosacarta,taninesperada,paradistraerledesudolor.

Harmentaldecidiónorecrearseensutristeza:aquellanocheiraalbailedelaópera.

Hemos olvidado señalar que la segunda carta, la que le prometía tantasmaravillas,estaba tambiénescritaporunamanofemenina.Poraquellosdíaslosbailesdelaóperaestabanenplenoapogeo.ErancreacióndelcaballerodeBouillon,elinventordelentarimadoqueponíaelpatiodebutacasaniveldelescenario;elregente,admiradordetodabuenainvención,lehabíaconcedido,pararecompensarle,unapensióndeseismillibras.

LabellasalaqueelcardenaldeRichelieuhabíainauguradoconelestrenode su Mirame, y donde Moliére había estrenado sus principales obras, eraaquellanocheelcentrodereunióndetodoloquelacorte teníadenoble,dericoydeelegante.Harmental,movidoporunasusceptibilidadmuynaturalensu situación, se había esmeradomás de lo que acostumbraba en su tocado.Cuando llegó, la sala estaba-de bote en bote. Se felicitó por su idea de nollevarantifaz;estabasegurodenocorrerningúnpeligro, talera laconfianzaqueenlamutualealtadteníanlosnoblesdelaépoca:así,Harmental,despuésde haber atravesado con su espada a uno de los favoritos del regente, no

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dudabaenacudiralacorteenbuscadeunaaventura.

LaprimerapersonaconquiensetropezófueeljovenduquedeRichelieu,que por su nombre, sus aventuras, su elegancia, y quizás por susindiscreciones,comenzabaaponersedemoda.

EstabadeconversaciónconelmarquésdeCanillac,unabuenatipiezadelacamarilladelregente.Richelieuestabacontandociertahistoriacongrandesaspavientos.

—¡Diablos!,miqueridocaballero,venísmuyapunto; estoycontandoaCanillacunabuenaaventura.

Harmentalfruncióelentrecejo;sindarsecuenta,Richelieuresultabadelomásinoportuno.EnaquelmomentopasóelcaballeroRavanne,persiguiendoaunamáscara.

—¡Ravanne!—gritóRichelieu—,¡Ravanne!

Ravanneseperdióentrelamuchedumbre,despuésdehabercambiadoconsuadversariodelamañanaunamistososaludo.

—¡Ybien!,¿lahistoria?—preguntóCanillac.

—Aellovamos. Imaginadmehace tresocuatromeses,cuandosalíde laBastilladondemehabíanmetidoaresultasdemidueloconGacé…Llevaba,todo lomás, treso cuatrodíasdisfrutandodemi recobrada libertad, cuandoRafémemandóunaencantadoranotademadamedeParabére,enlaqueéstame invitaba a pasar la tarde en su casa. Me presenté a la hora prevista.¿Adivináisaquiénencontré,sentadoasulado,enunsofá?…AsuAltezaRealmisma.

— ¿Y el señor de Parabére? —preguntó el caballero de Harmental,deseandollegaralfinaldelahistoria.

— ¿El señor de Parabére?, ¡quién puede dudarlo!…Todo ocurrió comoestabaprevisto:sequedódormidomientrashablabaconmigo,ydespertóenlahabitacióndesumujer.Lamarquesahadadoaluzhoyalmediodía.

—¿Yaquiénsepareceelniño?—preguntóCanillac.

—Ni a uno ni a otro… ¡A Nocé! —respondió Richelieu soltando lacarcajada—.¿Noesunabuenahistoria,marqués?

—Caballero—dijoenesemomentounavozdulceyfemeninaaloídodeHarmental,mientrasunapequeñamanoseapoyabaensubrazo—,encuantohayáisterminadoconelseñordeRichelieu,osreclamo.

—Perdonad,señorduque;vedquemellaman.

—Osdejoir,peroconunacondición.

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—¿Cuáles?

—Quecontéismihistoriaaesteencantadormurciélago.

—Temonodisponerdetiempo—respondióHarmental.

Dirigiósobre lamáscaraque leacababadeabordaruna rápidamirada,ypudodistinguirsobresuhombroizquierdolacintavioletaquedebíaservirdecontraseña.

La desconocida era de mediana estatura y, a juzgar por la elasticidad yflexibilidad de susmovimientos, debía de ser joven. En cuanto a su talle yfigura,nosepodíajuzgar:habíaadoptadoel trajemáspropioparadisimularsusgraciasosusdefectos;ibavestidademurciélago,disfrazmuydemodaenaquellaépoca,ytantomáscómodocuantoqueeradeunasencillezperfecta;secomponía únicamente de dos amplias enaguas negras, y con él se tenía laseguridad de engañar a cualquiera, pues a través de aquella faldamenta eraimposible reconocer a quien lo llevaba, aunque se pusiera en ello todo elempeño.

—Caballero—dijo lamáscarasin intentardisimularsuvoz—,sabedqueos estoy doblemente agradecida por haber venido; sobre todo, teniendo encuentaelestadodeánimoenqueosencontráis.

—Bellamáscara—replicóHarmental—,¿nodecíavuestracartaqueeraisungeniobenéfico?Puessirealmentetenéispoderessobrenaturales,elpasado,elpresenteyelfuturodebenserosconocidos.

—Ponedmeaprueba;esoosdaráunaideademipoder.

—¡Oh!¡Diosmío!Melimitaréaunacosadelomássencilla:siconocéiselpasado,elpresenteyelfuturo,noosserádifícildecirmelabuenaventura.

—Nadamásfácil;dadmevuestramano.

Harmentalhizoloqueselepedía.

—Caballero—comenzó la desconocida después de un breve instante deobservación—,leoclaramenteenladireccióndelabductoryporlacolocaciónde las fibras longitudinalesde laaponeurosispalmaria,cincopalabrasen lascuales está encerrada toda la historia de vuestra vida: Valor, ambición,decepción, amor y traición.Ellasme dicen que solamente por vuestro valorhabéisobtenidoelgradodecoronelqueteníaisenelEjércitodeFlandes;queestegradohabíadespertadoenvoslaambición;queesaambiciónhasufridounadecepción,yquehabéiscreídopoderconsolarosconelamor;perocomoelamor,igualquelafortuna,estánsujetosalatraición,habéissidoenefectotraicionado.

—No está mal —dijo el caballero—. Un poco vago, como todos los

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horóscopos,perohayenelloungranfondodeverdad.Pasemosalostiempospresentes,milindamáscara.

—¡Elpresente!…Caballero,hablemosbajo,pues ¡huele terriblementeaBastilla!

Elcaballeroseestremecióasupesar,puescreíaquenadie,aexcepcióndelospropiosactores,podíaconocerlaaventuradesuduelomatinal.

—En este preciso momento —continuó la desconocida—, hay dosvalientes nobles reposando en sus camas, mientras nosotros nos dedicamosalegrementeacharlarenestebaile.

—Confieso que vuestra ciencia del pasado y del presente me anima adesearconocerelporvenir.

—Siempre hay dos futuros —dijo la máscara—: El de los corazonesdébiles,yeldelosfuertes.Vuestroporvenirdependedevos.

—Todavíaesnecesarioconocerunoyotroparapoderescogerelmejor.

—¡Puesbien!HayuncaminoqueosconducealascercaníasdeNevers,aunrincóndeesaprovincia.Ésteosllevaalbancodemayordomodelaiglesiaparroquial.Enesecaminoestáis.

—¿Yelotro?

— ¿El otro? —prosiguió la desconocida, apoyando su brazo en el deljoven,yfijandolosojosensurostroatravésdelantifaz—.Elotrooslanzaráal torbellino y a la luz; hará de vos uno de los actores de la escena que serepresentaenelmundo.

—Yenesesegundocamino,¿quésearriesga?

—Probablementelavida.Elcaballerohizoungestodedesprecio.

—¿Ysigano?

—¿Quéospareceelgradodemaestredecampo,el títulodeGrandedeEspaña,yelcordóndelEspírituSanto?Todoesosincontarconelbastóndemariscalenperspectiva.

—Creoquevalelapenaarriesgarse,bellamáscara;ysimedaisunapruebadequepodéisobtenerloprometido,estoydevuestraparte.

—Esapruebasólopodrádároslaotrapersona;siqueréistenerla,caballero,esnecesarioquemesigáis.

—Entonces,¿veréaesapersona?…

—Caraacara,comoMoisésvioalSeñor.

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—¿Aquéesperamos,entonces?…

—Caballero, es necesario que os vende los ojos; dejaos conducir dondefuere que se os lleve; después, cuando lleguemos a las puertas del templo,haréiseljuramentosolemnedenorevelaranadielaspalabrasolosrostrosquealláveáis.

—Estoydispuestoa jurarlopor la laguna.Estigia—respondióHarmentalriendo.

—Sólo vuestra conciencia será juez; únicamente se os pedirá vuestrapalabracomofianza;tratándosedeuncaballero,estobasta.

—Estoydispuesto—dijoHarmental.

—Simelopermitís,iremosencoche.Alfinyalcabosoymujerytengomiedoalaoscuridad.

—Enesecaso,dejadmellamaramicarruaje.

—No,porfavor;iremosenelmío—replicólamáscara.Despuésdeestaspalabras, elmurciélago condujo al caballero hacia la calle de Saint-Honoré.Uncochesinescudodearmas,enganchadoadoscaballoscastaños,esperabaenlaesquinadelacallejueladePierre-Lescot.Elcocheroestabaensuasiento,envueltoenunagrancapaque le tapaba toda laparte inferiorde lacara;ungran tricornio le cubría la frente y los ojos. Un postillón sostenía con unamanolapuertaabierta,yconlaotrasujetabaunpañueloconelquesecubríaelrostro.

—Subid—dijolamáscaraalcaballero.

Harmental dudó un instante; todo aquel misterio le inspiraba ciertosentimientodedesconfianza.Mas,bienpronto,pensandoquedabaelbrazoaunamujeryqueteníaunaespadaenelcinto,sedecidióasubiralcoche.Elpostillóndiodosvueltas aun resorte,quegiródosvecescomosi fueraunallave,dejandoherméticamentecerradalaportezuela.

— ¡Y bien!, ¿partimos? —preguntó el caballero al ver que el cochepermanecíainmóvil.

—Falta todavíaunapequeñaprecaución—respondió lamáscara sacandodesubolsillounpañuelodeseda.

—¡Ah!,esverdad—comentóHarmental—,lohabíaolvidado.

—Ylevantólacabeza.

—Caballero,¿medaisvuestrapalabradehonordenoquitarosestavendaantesdequeosdépermisoparaello?

—Osladoy.

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—A donde vos sabéis, señor conde —dijo entonces la desconocidadirigiéndosealcochero.

Yelvehículopartióalgalope.

CapítuloIII

ELARSENAL

Igualdeintensaquehabíasidolaconversaciónenelbaile,fueelabsolutosilencioduranteelcamino.Laaventura,quealprincipiosepresentarabajolaapariencia de un asunto amoroso, había revestido bien pronto un aspectomuchomásserioyderivabavisiblementehacialaintrigapolítica.

Enlavidadecadahombrehayuninstanteenelquesedecidesuporvenir.Estemomento,porimportantequesea,raravezestápreparadoporelcálculoodirigido por la voluntad; es casi siempre asunto del azar. El individuo,obligadoaobedeceraunafuerzasuperior,creyendoseguirsu librealbedrío,es en realidad esclavo de las circunstancias o de la fatalidad de losacontecimientos.

Harmental nunca se había detenido a pensar en el bien o en elmal quemadamedeMaintenonhabíahechoaFrancia,nihabíadiscutidoelderechooel poder que tenía Luis XIV para legitimar a sus hijos naturales. Pero leextrañabaquenadade loquesepodíaesperarhubieseocurrido:España, taninteresada en ver al frente del gobierno de Francia a un poder aliado, nisiquiera había protestado al ver caer en desgracia a sus posibles amigos: elseñor delMaine, el de Toulouse, elmariscal deVilleroy,Villars,Uxelles…Por otra parte, no surgía en ningún lugar un núcleo de disconformes, unavoluntad poderosa que polarizase los sentimientos de oposición; por todaspartes,sólolocaalegría.Laspromesasqueseleacababandehacer,pormuyexageradasquepareciesen,el futuroquese leprometía,por improbablequefuese,habíanexaltadosuimaginación.

Sumidocomo iba en talespensamientos, apesardeque el coche rodabadesde hacía ya casi media hora, el tiempo no se le hizo largo al caballero.Finalmente, oyó el resonar a huecode las ruedas, comocuando sepasapordebajodeunabóveda;sintióchirriarunaverjaqueseabríaparadejarlespaso,yquefuecerradatrasellos;casiinmediatamentelacarrozasedetuvo,despuésdehaberdescritouncírculo.

—Caballero—observólaguía—,siteméisseguiradelante,todavíaestáisatiempo; pero si, por el contrario, no habéis cambiado de opinión, venidconmigo.

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PortodarespuestaHarmentalletendiólamano.

—Hemos llegado —dijo la desconocida—. ¿Recordáis bien lascondiciones,caballero?Soislibredeaceptaronounpapelenlaobraquesevaarepresentar;pero,enelcasodequerehuséis,¿prometéisporvuestrohonornodecirniunasolapalabradeloqueaquívaisaveruoír?

—¡Lojuropormihonor!—respondióelcaballero.

—Entonces,sentaos;esperadenlahabitación,ynolevantéisvuestravendahastaqueoigáisdarlasdos.

Unapuertaseabrióyvolvióacerrarse.Casiinmediatamentesonarondoscampanadas;alcaballerosearrancóelantifaz.

Se encontraba solo en el más maravilloso tocador que hubiese podidoimaginar.

En aquel momento se abrió una puerta disimulada tras unos tapices, yHarmental vio aparecer a unamujer.Depequeña estatura, de esbelto y finotalle;vestíaunavaporosabatadepequíngrisperla.Unpequeñoantifaznegrodelcualpendíaunencajedelmismocolor,cubríasusfacciones.

Harmentalseinclinó;porelairedemajestadalmoverse,portodoelportedeaquellamujer,comprendióquese tratabadeunadamadegranalcurniayqueel«murciélago»noeramásqueunaenviada.

—Señora—murmuró Harmental—, ¿sois vos acaso la poderosa hada aquienperteneceestebellopalacio?

—¡Aydemí,caballero!—respondióladamaenmascarada,convozdulceysinembargoenérgica—,nosoyunahadapoderosasinounapobreprincesaperseguidaporunmalvadobrujo,quemeharobadomicoronayqueoprimecruelmente mi reino. Una mujer desvalida que busca por todas partes alvalientecaballeroquelalibere…Loquedevoshallegadoamisoídosmehaanimadoapensarenvuestrapersona.

—Señora,decidunasolapalabrayarriesgarémividaconalegría.¿Quiénesesebrujoalquehayquecombatir?¿Quiénesesegigantealquehayquepartir en dos? Desde este momento disponéis de mi persona, aunque estopuedasignificarmiperdición.

—Encualquiercaso,caballero,alperderosllevaríaismuybuenacompañía—observó ladamadesconocida,mientras soltaba lascintasde sumáscaraydescubríaelrostro—,puestoqueconvosseperderíanelhijodeLuisXIVylanietadelgranCondé.

— ¡La duquesa delMaine!—exclamóHarmental hincando la rodilla entierra—.Señora,oslosuplico:tomadahoraenserioloqueantesosofrecíen

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broma:mibrazo,miespadaymivida.

—Veo, caballero, que el barón deValef nome ha engañado cuandomehablódevos:soistalycomomehabíadicho.Venidconmigo;ospresentaréamisamigos.

LaduquesadelMaineleindicóelcamino;enotrosalónaguardabancuatropersonas: el cardenal de Polignac, el marqués de Pompadour, el señor deMalezieuxyelabateBrigaud.

ElcardenaldePolignacpasabaporserelamantedeladuquesadelMaine.Eraunguapopreladodecuarentaacuarentaycincoaños,siemprevestidoconperfectoesmero,muyculto,perodevoradoporlaambición,enluchasiempreconladebilidaddesucarácter.

El señordePompadourerahombredeunoscincuenta años,quedeniñohabíasidocompañerodelGranDelfín,elhijodeLuisXIV.

ElseñordeMalezieuxteníadesesentaasesentaycincoaños.CancillerdeDombesyseñordeChátenay,debíasudobletítuloahabersidopreceptordelduque del Maine. Poeta, músico y autor de numerosas comedias, algunasveceslasrepresentabaélmismoconmuchotalentodeactor.

El abateBrigauderahijodeunnegociantedeLyon.Supadre,que teníaintereses comerciales en laCortedeEspaña, fue el que realizó losprimerossondeosquellevaronalmatrimoniodeljovenLuisXIVconlainfantaMaríaTeresadeAustria.EljovenBrigaudtuvounoficioenlacasadelDelfín,dondeconocióalmarquésdePompadour,que,comohemosdicho,ocupóunpuestodeconfianzacercadelpríncipeheredero.Alaedaddetomarestado,Brigaudingresó en la orden de los Padres del Oratorio y de allí salió ordenado. Elmarqués de Pompadour buscaba un hombre de ingenio y de intriga quepudiesesersecretariodeladuquesa,yBrigaudobtuvoelpuesto.

De estos cuatro hombres Harmental sólo conocía personalmente almarquésdePompadour.

—Caballeros—dijolamarquesa—,aquítenéisalbravocampeóndelquenoshahabladoelbaróndeValef,yquehatraídovuestraqueridaDelaunay;avososlodigo,señordeMalezieux.

—QueridoHarmental—le saludó Pompadour al tiempo que le tendía lamano—;yaéramoscasiparientes;ahorasomoshermanos.

—Sedbienvenido,señor—saludóelcardenaldePolignac.

El abate Brigaud levantó la cabeza, y fijó en Harmental sus ojillosbrillantescomolosdeunlince.

—Señores—dijoHarmentaldespuésderesponderconunainclinaciónde

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cabezaacadauno—,soynuevoentreustedesynoconozconadadeloquesetrama;peromiadhesiónalacausaquenosunedatadeaños:osruegoquemeconcedáislaconfianzaquetangenerosamentehareclamadoparamíSuAltezaSerenísima.

—Enverdad, tenemosunproyecto secreto—explicó el cardenal—;peronada tenemosque reprocharnos, yaque sólo tratamosdebuscar elmododeremediar las desgracias del Estado, de defender los verdaderos intereses deFranciaydehacercumplirlaúltimavoluntaddelreyLuisXIV.

—Caballero —observó la duquesa volviéndose hacia Harmental—, nohagáiscasoalasbellaspalabrasdeSuEminencia.Setratasimplementedeunahermosa conspiración contra el regente, en la que andanmetidos el rey deEspaña,elcardenalAlberoni,elduquedelMaine,todoslosaquípresentes,¡yalaquealgúndíaseuniránlosdosterciosdeFrancia!Estaeslaverdad,ynohayporquédisimular.¿Estáisconforme,cardenal?¿Estáclaro,caballeros?

Enaquelmomentoseescuchóelruidodeuncochequeentrabaenelpatioy que se paraba delante del portón. Sin duda la persona esperada era muyimportanteporquesehizoungransilencio.

—Poraquí—dijoalguienenelcorredor.Harmental reconoció lavozdelmurciélago.

—Entrad,entrad,príncipe—dijoladuquesa—;osesperábamos.

Ante la invitación, penetró en la sala un hombre alto, delgado, grave ydigno,conlapieltostadaporelsol,envueltoenunacapa,yqueconunasolamirada abarcó a todos los que se hallaban en la estancia. El caballeroreconocióalembajadordelreydeEspaña:elpríncipedeCellamare.

—Puesbien,príncipe,¿quémecontáisdenuevo?—preguntóladuquesa.

—Cuento,señora—respondióelpríncipealtiempoquelebesabalamanorespetuosamente y arrojaba la capa sobre el sillón—, que Vuestra AltezaSerenísimadebieracambiardecochero:levaticinounadesgraciasiguardaasuservicioalquemehatraídohastaaquí;secomportócomosihubierasidopagadoporelregenteysumisiónfueraromperelcuelloaVuestraAltezayasusamigos.

Todos rieron, particularmente el propio cochero, que también habíapenetradoenlasala.

—¿Oísloquedevosdiceelpríncipe,miqueridoLaval?

—Sí,sí,looigo.

—¡Cómo!,¿eraisvos,miqueridoconde?—dijoCellamaretendiéndolelamano.

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—Yomismo, príncipe; la duquesame ha tomado a su servicio para estanoche;hapensadoqueasíeramásseguro.

—Y la señora duquesa ha hecho bien—observó Polignac—; nunca sondemasiadaslasprecauciones.

—¡ViveDios!Eminencia…—exclamóLaval—.Quisierasabersiseríaisde la misma opinión después de haber pasado la mitad de la noche en elasientodelpescante,primeroparairabuscaralseñordeHarmentalalbailedelaóperayluegopararecogeralpríncipeenelhotelColbert.

—¡Cómo!—exclamóHarmental—,¿eraisvos,señorconde,elquehabéistenidolagentileza…?

—Sí,hesidoyo,joven—respondióLaval—.Aunqueseosdebía:habríaido al fin del mundo para traeros aquí; no todos los días se encuentra unvalientecomovos.

—Demomento—prosiguióladuquesa—,hablemosdeEspaña.Príncipe:mehadichoPompadourquehabéisrecibidonoticiasdeAlberoni.

—Sí,Alteza.

—¿Quénoticiassonesas?

—Buenas y malas a la vez. SuMajestad Felipe V pasa por uno de susmomentosdemelancolíaynollegaadecidirseanada.Nocreequeelregentelogreeltratadoconlacuádruplealianza.

—¡Nocree!—exclamóladuquesa—;¡yenochodíasDuboislotendráenelbolsillo!

—Lo sé, Alteza —respondió fríamente Cellamare—; pero Su MajestadCatólicaloignora.

—Asíque…¿SuMajestadnosabandonaanuestraspropiasfuerzas?

—Asíes…,pocomásomenos.

—Loqueyosacoenclaroesquedebemoscomprometeralrey—observóLaval—; una vez lo hayamos logrado, no tendrámás remedio que seguir anuestrolado.

—Según lospoderesquesemehandado, loúnicoquepuedodecirosesquelaciudadeladeToledoylafortalezadeZaragozaestánavuestroservicio.Vedelmododequeelregenteentreencualquieradelasdos,ySusMajestadesCatólicas cerrarán tan bien las puertas, que no volverá a salir.Respondo deello.

—Esoesimposible—observóelcardenaldePolignac.

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—¡Imposible!,¿porqué?—exclamóHarmental—.Nadamásfácil;sobretodo, si tenemos en cuenta la vida que lleva el regente. ¿Qué necesitamos?Ochoodiezhombresdecididos,uncocheypostashastaBayona.

— ¡Cómo!, caballero… —exclamó la duquesa—. ¿Os arriesgaríais?…Señores,habéisoídoloqueacabadedecirHarmental.¿Quépodemoshacerensuayuda?

—Todoloquenecesite—respondieronalunísonoLavalyPompadour.

—LasarcasdeSusMajestadesCatólicasestánasudisposición—añadióCellamare.

—Gracias, señores —contestó Harmental—. Ocupaos únicamente deprocurarmeunpasaporteparaEspaña,comosifueseelencargadodeconducirunprisionerodegranimportancia.

—Yomeencargodeeso—seofrecióelabateBrigaud—;tengoencasadelseñorArgensonunahojapreparada,quesólohayquerellenar.

—Pero—dijoLaval—necesitaremosun lugartenienteparaestaempresa,unhombreenelquesepuedaconfiar,¿contamosconalguno?

—Creo que sí—respondióHarmental—. Solamente necesitaré que cadamañanasemeavisedeloqueelregentevaahacerporlatarde.ElpríncipedeCellamare,siendoembajador,debedisponerdeunapolicíasecreta…

—Sí —dijo el príncipe con un asomo de embarazo—, tengo algunaspersonasquemedancuenta…

—Yvos,¿dóndeosalojáis?—preguntóelcardenal.

—Enmicasa,señor—respondióHarmental—:CalledeRichelieunúmero74.

—¿Cuántotiempohacequevivísallí?

—Tresaños.

—Entonces sois demasiado conocido; será necesario que cambiéis debarrio.

—Yomeencargodeeso—dijoBrigaud—;alquilaréunalojamientocomosiestuvieradestinadoaunjovenprovinciano,recomendadomío,quevieneaocuparalgúndestinoenunministerio.

— ¡Bien!, queda convenido; hoymismo anunciaré enmi casa que dejoParísparaunviajedetresmeses.

—Pompadour,¿osqueréisencargardeconduciralseñordeHarmental?—preguntóladuquesa.

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—Encantado,señora.Hacemuchotiempoquenonosveíamosytenemosmilcosasquecontarnos.

—¿Nopodríaantesdespedirmedemiespiritualmurciélago?—consultóHarmental.

—¡Delaunay!—llamóladuquesa,mientrasacompañabahastalapuertaalpríncipe de Cellamare y al conde de Laval—. ¡Delaunay!, el caballero deHarmentaldicequesoislamásencantadorahechiceraquehavistoensuvida.

—Ybien,caballero,¿quémedecísahora?—preguntó,conunasonrisaenloslabios,aldejarsever,aquellaquedespuéshabíadedejarunasencantadorasMemoriasbajoelnombredeMadamedeStaal—.¿Creéisqueeranverdadmisprofecías?

—Creoenellas,porquecreoen laesperanza—respondióelcaballero—.Pero,decidme,¿cómopudisteisenterarosdemipasado,ysobre todo,demipresente?

— ¿Acaso uno de vuestros camaradas de la aventura del bosque no osabandonóprecipitadamenteporqueseteníaquedespedirdesusamigos…?

—¡Valef!Naturalmente…—exclamóHarmental—.Ahoracomprendo…

Harmental y Pompadour, habiendo solicitado licencia de la duquesa delMaine, se retiraronal instante, seguidospor el abateBrigaud,que seunió aellosparanotenerquevolverapie.

—Mi querida Sophie—exclamó alegremente la duquesa—, ya podemosapagarlalinterna,¡porfinhemosencontradounhombre!

Cuando Harmental despertó, creyó que todo había sido un sueño. Losacontecimientos de las últimas treinta y seis horas habían sucedido con talrapidez que se sentía como si un torbellino lo hubiese transportado a no sesabedónde.

Los que vivimos en una época en que todos nos dedicamos a conspirar,sabemos cómo ocurren las cosas en semejantes casos: uno se mece en susesperanzas, se duerme en las nubes, y se despierta unamañana, vencedor ovencido, llevadoen triunfopor el puebloo trituradoentre los engranajesdeesapesadamáquinallamadagobierno.

Esto le sucedía aHarmental.Los tiempos que le tocaba vivir aún teníanpor horizontes la Liga y la Fronda. Bien es verdad que durante toda unageneración,LuisXIVhabía llenado la escena con su omnipotente voluntad;pero Luis ya no existía, y sus nietos creían que en el mismo teatro y conidénticospersonajes,podíavolverseamontarunanuevacontiendacivil,igualquehabíanhechosusantecesores.

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Despuésdealgunosinstantesdereflexión,Harmentalconsiguióvolveralestadodeánimodelavíspera,ysefelicitóporhabersecomprometidoenunasunto que le permitía codearse con personajes importantes, como losMontmorencyylosPolignac.Además,elcolocarsetanjovenbajolabanderadeunamujerteníaalgodenovelesco;sobretodosiellaeralanietadelgranCondé.

De modo que decidió ponerse en acción y hacer todo lo posible paraconvertirenrealidadloscompromisosquehabíaasumido.

En aquellos agitados tiempos, el regente guardaba la llave del edificioeuropeo,yFranciacomenzabaaconquistar,sinoporlasarmasalmenosporladiplomacia,lainfluenciainternacionalquedesgraciadamenteluegonosupoconservar. En los dieciochomeses que el duque deOrléans llevaba con lasriendasdelgobiernoensusmanos, lanaciónfrancesahabíaconquistadounaposiciónde tranquila fuerza,queantes jamáshabía logrado,ni siquierabajoLuisXIVCon tal fin, el regente procuraba sacar elmáximoprovechode ladivisión de fuerzas que había provocado la usurpación del trono inglés porGuillermodeOrangeyelaccesodeFelipeValtronodeEspaña.

ElregentecomenzóportenderlamanoaJorgeI,yacordóeltratadodelatriple alianza, que el 4 de febrerode1717 firmaron enLaHaya,Dubois ennombredeFrancia,elgeneralCadoganporInglaterra,yHeinsiusennombredeHolanda.Este tratadoconstituíaungranpaso,peronodefinitivo,para lapacificacióndeEuropa.

Desdeentonces,elregentesóloteníaunpensamiento:conseguirmediantenegociaciones amistosas que Carlos VI de Austria reconociera a Felipe VcomoreydeEspañayobligaraesteúltimo,porlafuerza,encasonecesario,aabandonarsuspretensionessobrelasprovinciastransferidasalemperador.

ParaestoseencontrabaDuboisenLondres:intentandoconseguirlafirmadel tratado de la cuádruple alianza.Ahora bien, ese tratado, al reunir en unsolobandolosinteresesdeFrancia,deInglaterra,deHolandaydelImperio,neutralizaríacualquierpretensióndeotroEstadoquenofueseaprobadaporlascuatro potencias. Esto era lo quemás temía en elmundoFelipeV, omejordicho,elcardenalAlberoni.

El caso del cardenal era uno de esos ejemplos de fortuna inaudita, quebrotanentornodelostronos,yquelasgentesnologranexplicarse.

Alberonihabíanacidoenlachozadeunjardinero.Deniñofuecampanero;yaadolescente,cambiósublusadetelaporelalzacuellodeeclesiástico.Eradehumormuyvivoydivertido.ElduquedeParma leoyó reírunamañanacontantasganas,queelpobreduque,quenosereíanunca,quisosaberquéeraloquedivertíaalmuchachoylehizollamar.Alberonilecontónosesabequé

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aventura graciosa; la risa se contagió a Su Alteza, y viendo lo bien que lehabíasentadoaquelhilarantedesahogo,lotomóasuservicio.Pocoapocoelduque fuedándose cuentadeque subufón tenía ingenio, y comprendióqueaquelingeniopodríaserútilenlosnegocios.DecidióqueAlberoni,incapazdeofendersepornada,eraelhombrequesenecesitabacomointermediariocercadelosfranceses,puestoqueelobispodeParmahabíafracasadoporculpadesuamorpropio.

El señor deVendôme llevaba su desahogo al punto de recibir al obisposentadoenelretrete;noibaatenermásmiramientosconelmodestoAlberoni;pero éste, en vez de ofenderse como el prelado, contestó a la grosería deVendôme con tan graciosas galanterías y desvergonzadas alabanzas, que elnegocioque le traíaconcluyó inmediatamente;Alberonipudovolveral ladodelduqueconlascosasarregladassegúnlosdeseosdeéste.

Elduqueloempleóenunsegundoasunto.Estavez,elseñordeVendômeibaasentarsea lamesa.Alberoni,enlugardehablarledenegocios, lepidiópermiso para obsequiarle con dos platos confeccionados por él; bajó a lacocinayvolvióconunasopaalquesoenunamano,yunplatodemacarronesen la otra. El señor de Vendôme encontró la sopa tan buena, que invitó aAlberoniasentarsealamesaconél.Alospostreselabatesondeóelasuntoque le traía, y aprovechando la buena disposición en que se encontraba elduque,consiguiódeéltodoloquequería.

Alberoni se guardó muy bien de dar la receta al cocinero. Vendôme letomóasuservicio,comenzóadejarleintervenirenlosasuntosmássecretos,yacabóporhacerlesusecretario.

PoresaépocafuecuandoelseñordeVendômepasóaEspaña.Alberonisepuso en contacto con la princesa de los Ursinos. A la muerte deMaría deSaboya, la princesa había decidido sustituir a la difunta reina por algunamuchacha inexperta a través de la cual poder seguir dominando al rey.Alberonilepropusolahijadesuantiguoseñor;elmatrimoniofuedecidido,ylajovenprincesadejóItaliaparatrasladarseaEspaña.

El primer acto de autoridad de la nueva reina fue hacer arrestar a laprincesadelosUrsinos.

DespuésdesuprimeraentrevistaconIsabeldeFarnesio,elreydeEspañaanuncióaAlberonisunombramientocomoprimerministro.Desdeaqueldía,graciasalajovenreinaqueselodebíatodo,elantiguocampaneroejercióunascendientecadavezmayorsobreFelipeV.

LosplanesdelosconjuradosseajustabanperfectamentealosdeAlberoni:siHarmental llegaba a raptar al duque deOrléans, el cardenal haría que sereconociera al duque del Maine como regente, conseguiría que Francia se

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separase de la cuádruple alianza, enviaría al caballero deSaint-Georges conunaflotaalascostasdeInglaterra,empujaríaaPrusia,SueciayRusia(conlasqueEspañateníauntratadodealianza)aunadisputaconHolanda,etcétera.YsiLuisXVllegabaamorir,FelipeVseríacoronadoreydemediomundo.

No estaba mal planeado (convengamos en ello) para ser idea de uncocinerodemacarrones.

CapítuloIV

UNBAJÁCONOCIDONUESTRO

Todos aquellos magníficos planes dependían de un joven de veintiséisaños.Cuandoésteseencontrabaenlomejordesuspensamientos,comparecióelabateBrigaud.Habíaencontradounapequeñahabitaciónamuebladaenelnúmero 5 de la calle del Temps-Perdu, entre la de Gros-Chenet y la deMontmartre. Brigaud le traía, además, dos mil onzas de oro de parte delpríncipedeCellamare.

Harmentalpasóelrestodeldíahaciendolospreparativosparasusupuestoviaje,procurandonodejar,porsiacaso,ningúnpapelcomprometedortrasdesí.CuandocayólanocheseencaminóhacialacalleSaint-Honoré,donde,pormediodelaNormanda,esperabaobtenernoticiasdelcapitánRoquefinnette.

Desde el momento en que oyó hablar de un ayudante para su empresa,Harmentalpensóenaquelhombrequeeldestinolehabíadeparado.

Unsujetocomoelcapitándebíadeteneramistadesocultasymisteriosas,tenía que conocer a alguno de esos tipos turbios, necesarios en cualquierconspiración,autómatasquesehacenfuncionarcomosequiere,quebailanalsonquesetoca.

El capitánRoquefinnette era,por lo tanto, indispensableparaasegurar eléxitodelosproyectosdelcaballero.

Harmental,aunsinserclienteasiduo,conocíaalaFillon.Laalcahuetanole llamaba «hijo», como solía hacer con los parroquianos de confianza; ni«compadre», tratamiento que reservaba al abate Dubois; para ella erasimplemente «el caballero», signo de respeto que, ¡lo que son las cosas!,hubierahumilladoa lamayorpartede los jóvenesde la época.LaFillon seextrañó bastante cuando Harmental, después de haberla hecho llamar, lepreguntósipodíahablarconunadesuspupilas,conocidaporelnombredelaNormanda.

— ¡No, señor!… Estoy verdaderamente desolada; la Normanda está

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contratadahastamañanaporlanoche.

—¡Malapeste!—juróelcaballero—,¡quémalasuerte!

—Veréis—leexplicólaFillon—,esuncaprichodeunviejoamigoalquedebomuchosfavores…

—Entonces,decísquelaNormandaestaráaquímañanaporlanoche…

—No,¡sisalirdelacasanohasalido!;estáarribaconelviejobergantedelcapitán.

—¡Ah,vamos!…Aversiresultaquevuestrocapitáneselmismoqueelmío.

—¿Cómosellamaelvuestro?

—Roquefinnette.

—¡Elmismoquevisteycalza!—exclamólaalcahueta.

—Tenedlabondad,entonces,dehacerlellamar.

—Nobajaríaauncuandofueseelmismoregentequienquisierahablarle.Siqueréisverle,tendréisquesubir.

—¿Dóndeestá?

—Enlasegundahabitación;eslamismaenlaquecenasteislaotranocheconelbaróndeValef.

Alllegaralprimerpiso,Harmentaloyólavozdelcapitánquedecía:

—Vamos, amorcitos, la tercera y última estrofa, y luego todos juntos elestribillo.—Después,conunamagníficavozdebajo,entonó:

GrandsaintRoch,notreuniquebien,

Écoutezunpeuplechrétien

Accablédemalheurs,menacédelapeste…

Détournezdesurnouslacolèrecéleste.

Maisn’amenezpasvotrechien

Nousn’avonspasdepaindereste.

—Esoestámuybien—dijoelcapitán—,¡muybien!Pasemosahoraa labatalladeMalplaquet.

—¡Oh,esosíqueno!—protestóunavoz—.Devuestrabatallaestamoshastaelmoño…

—¡Silencio!¿Acasonosoyyoelamoaquí?Mientrastengadineroquiero

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quesemedégustoamimanera.

SearmótalescándaloqueHarmentaljuzgóllegadoelmomentodeponerpaz;asíquediovariosgolpesalapuertaconlosnudillos.

—Giradlaaldabillaypodréisentrar—respondióelcapitán.

Contra lo que podía suponer Harmental, la puerta no estaba aseguradadesdedentro.Elcaballero,aldescorrerelpestillo,seencontróalcapitán,queestaba tendido en la alfombra delante de los restos de una copiosa comida,apoyadoenunoscojines,conunagranpipaenlabocayunmantelenrolladoenlacabezaaguisadeturbante.Tresocuatromuchachasestabansentadasasualrededor.Sobreunsillónseveíaeldeslucidotrajedelveterano.

—Sed bienvenido, caballero. Señoritas, os ruego que sirváis al señorexactamente como si de mí mismo se tratase, ¡y vais a cantarle todas lascancionesquequiera!Sentaos,caballero;comedybebedcomosiestuvieseisenvuestracasa.

—Gracias,capitán.Sólotengoquedecirosunaspalabras,simelopermitís.

—No,caballero…nooslopermito.

—Esparaunnegocio,capitán.

—¡Siesparaunnegocio,soyvuestroabnegadoservidor!Peronoantesdemañana por la noche; hasta entoncesme durará el dinero. Después, pasadomañanaporlamañana,podremoshablardetodoslosnegociosquequeráis.

—Peropasadomañana,capitán,¿podrécontarconvos?

—¡Desdeluego!¿Ydóndeosencontraré?

—PaseaddediezaonceporlacalledelTemps-Perdu,ydevezencuandomiradhacialosbalcones;desdealgunodeellososllamarán.

—De acuerdo. Perdón si no os acompaño, pero los turcos no tienen lacostumbredelevantarseparadespedirasushuéspedes.

CapítuloV

LABUHARDILLA

Aldíasiguiente,alamismahoraquelavíspera,llegóacasadelcaballeroel abate Brigaud. Traía tres cosas que Harmental necesitaría: ropa, unpasaporteyel informeredactadopor lapolicíadelpríncipeCellamare,enelqueminuciosamentesedabacuentadelosmovimientosdelregenteenaquel

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día24demarzode1718.

Losvestidoseransencillos,comoconveníaaunjovendeclasemedia;peroHarmentalencontróqueapesardesusencillezleibanalasmilmaravillas.

ElpasaporteestabaanombredeDonDiego,intendentedelanoblecasadeOropesa, cuyamisión era conducir a España a una especie demaníaco quecreíaserelregentedeFrancia.Todoestabaenregla;eldocumentollevabalafirmadelpríncipeCellamareyestabavisadopormessireVoyerd’Argenson.

En cuanto al informe, fechado a las dos de lamadrugada, era una obramaestradeclaridadydetalle.Decíaasí:

«Hoy el regente se levantará tarde, la noche anterior hubo cena en lashabitaciones íntimas. Era la primera vez que acudía madame d’Averne, enlugardemadamedeParabére.Lasotrasdamaseran…Porloquerespectaalmarqués de Lafare y al señor de Fargy, es de destacar que se encontrabanretenidosencamaporunaindisposicióndelaqueseignoranlascausas.

»Amediodíasereuniráelconsejo.ElregentedebecomunicaralduquedelMaine,alpríncipedeConti,alduquedeSaintSimon,aldeGuiche,etcétera,elproyectodetratadodelacuádruplealianzaquelehaenviadoelabateDubois;ésteseencontraráenParís,deregreso,dentrodetresocuatrodías.

»Elrestodelajornadaelregentelodedicaráalafamilia…

»SuAlteza,apesardesucaprichopormadamed’Averne,siguehaciendola corte a la marquesa de Sabran. Para adelantar el asunto, el regente hanombradomayordomoalseñordeSabran».

—Espero que os parezca un buen trabajo —apuntó el abate Brigaud,cuandoelcaballerohuboterminadodeleerelinforme.

— ¡Pormi fe, que sí lo es!, querido abate. ¡Pero convendrá que en lospróximosdíaselregentenosofrezcamejoresocasiones!

—Paciencia,paciencia…Todoseandará…

—Ya que Dios nos deja libre el día de hoy, aprovechémoslo paramudarnos.

Elcambionofuelargonidifícil;Harmental,acompañadoporelabate,sedispusoatomarposesióndesunuevoalojamiento.

Se trataba de un apartamento, o por mejor decir, de una buhardilla,gabineteconalcoba;lapropietariadelacasaeraconocidadelabateBrigaud.

MadameDenis,queasísellamabaladueña,esperabaasunuevoinquilinoparahacerleellamismaloshonoresdelahabitación;ponderólascomodidadesde que el huésped gozaría y le aseguró que el ruido no lemolestaría en su

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trabajo.

El abate entró unmomento en casa de la señoraDenis, a la cual ilustrósobre las buenas prendas de su protegido; era unmuchacho demodales unpoco toscos —el pobre venía del campo—, pero era absolutamenterecomendable. Harmental había creído conveniente poner sobre aviso a lacasera,nofueraqueelaspectodelcapitánasustasealabuenaseñora.

Una vez solo el caballero, y hecho ya el inventario de la habitación,decidió,paradistraerse,echarunaojeadasobreelvecindario.

Lacalle apenas teníadiezodocepiesde anchura,y enel límite adondellegabalavista,parecíamásestrechatodavía.Encasodeserperseguido,conla ayuda de una tabla tendida entre su ventana y la de la casa de enfrente,podríapasardeun lado aotrode la calle:Era importante establecer, a todotrance,buenasrelacionesdevecindadconlosinquilinosdelacasafrontera.

Desgraciadamente, el vecino o vecina parecía poco dispuesto a entablaramistades;laventanapermanecíaherméticamentecerrada.

Lacasadeenfrenteteníaunquintopiso,másbienunaazotea.Estaterrazase situaba exactamente encima de la ventana tan herméticamente cerrada.Debía morar en ella algún experto jardinero, porque la azotea, a fuerza depaciencia,detiempoydetrabajo,habíallegadoaconvertirseenunhermosojardín.

HarmentaladmiróelingeniodelosburguesesdeParís,capacesdecrearunpequeñovergelenelalféizardeunaventana,enelángulodeuntejadoyhastaenelmismoalero.Volvióacerrarlospostigos,sedesnudó,seenfundóenunacómodaropadecasa,sesentóenunsillónbastanteconfortable,apoyólospiesen los morillos de la chimenea, cogió un libro del abate Chaulieu y leyódurantealgúnrato.Despuésselevantó,diotresvueltasalahabitaciónconairedepropietario,exhalóunprofundosuspiroyvolvióasuslentospaseosdesdeelespejoalsillón.

Ensuvaivénsediocuentadequelaventanadeenfrente,cerradaapiedraylodounahoraantes,aparecíaabiertadeparenpar.

Segúnlasapariencias,eraunahabitaciónocupadaporunamujer.Apoyadoenlaventana,cercadedondeunaencantadoraperritaderazalebrel,blancaycanela, apoyaba en el alféizar sus dos patitas finas y elegantes, se veía unbastidordebordar.

Enlapenumbradelahabitaciónaparecíaunclavicordioabierto,entredosestantes donde se guardaban las partituras; de las paredes colgaban algunosdibujosalpastel.Atravésdeunasegundaventana,queaparecíaentreabierta,podíanverselascortinasdeunaalcoba,traslasqueseguramentesehallabala

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cama.Elmobiliarioeramuysencillo,peroelconjuntopresentabaunaspectoencantador,queevidentementenosedebíaalacasualidad,sinoalbuengustodelamodestamoradoradeaquelchiribitil.

Una ancianabarría, desempolvabayordenaba; seguramente aprovechabalaausenciadeladueñadelacasaparahacerlimpieza.

De repente, la perrita saltó sobre el alféizar de la ventana, enderezó lasorejasylevantóunadesuspatas.

El caballero comprendió por estas señas que la inquilina de la pequeñahabitaciónseacercaba.Alinstantelaperracorrióhacialapuerta.Harmental,paraobservarcondisimulo,retrocedióunpocoyseescondiótraslascortinas;perolaancianacerrólaventana.

Lacosanoerademasiadodivertida;elcaballerosedioentoncescuentadelosoloqueseencontraríaensuretiro,porpocoqueéstedurase.Seacordódeque en tiempos había practicado el clavicordio y dibujado; pensó que sidispusiesedeun instrumentoydealgunospasteles, sudestierroseríamenosaburrido. Sin pensarlo más, llamó a la señora Denis y le preguntó dóndepodría encontrar aquellos objetos; le dio un doble luis, y le pidió que, porfavor,seencargasedebuscarle laspinturasyunpequeñoclavicordio,conelalquiler pagado por unmes. En efecto, a la media hora Harmental tenía elinstrumentoylonecesarioparapintar.

Harmentalllevabaalgúnratosentadoanteelclavicordio,ytocabalomejorquesabía.Prontosediocuentadequenolohacíadeltodomal,alpuntoquellegóapensarquenolefaltabatalentoparalamúsica.

Sindudadebíadeserverdad,puesalamitaddeunacordevioqueenlaventana de enfrente unos deditos levantaban cuidadosamente la cortina paraverdedóndeprocedíaaquellarepentinaarmonía.

Elcaballeroseolvidótotalmentedelamúsicaygirórápidamentesobresutaburete.Lamaniobraleperdió.Ladueñadelahabitaciónvecina,sorprendidaenflagrantedelitodecuriosidad,dejócaerlacortina.

Elcaballeropasó la tardedibujando, leyendoy tocandoelclavicordio.Alas diez de la noche llamó al portero; quería darle instrucciones para el díasiguiente; pero el portero no respondió. Debía de llevar bastante tiempoacostado.

Sinembargo,hubounacosaqueleagradó:lavecinatrasnochabaigualqueél.EstoindicabaunespíritusuperioraldelosvulgareshabitantesdelacalledelTemps-Perdu.Amedianochelaluzdelahabitacióndeenfrenteseapagó;Harmentaldecidióqueerahorademeterseenlacama.

Al día siguiente, a las ocho, el abate Brigaud estaba en la casa; traía a

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Harmentalelsegundoinforme.

«Lastresdelamadrugada.

»Envistadequeeldíaanteriorhabíallevadounavidatotalmenteregular,elregentehaordenadoqueseledespiertealasnueve.

»Dediezadoceconcederáaudienciapública.

»Dedoceaunaelregentetrabajaráensushabitaciones,conLaVrilliéreyconLeblanc.

»DespuésdespacharáelcorreoconTarcy,presidiráelconsejoderegenciayporúltimoharáunavisitaalrey.

»Alastres,iráaltrinquetedelacalledelSenaparajugaralapelota.

»AlasseiscenaráenelLuxemburgo,enlashabitacionesdeladuquesadeBerry,dondepasarálavelada.

»DesdeallívolveráalPalacioReal,sinescolta;anoserqueladuquesaleprestealgunosservidores».

—¡Cáspita,singuardias!…Miqueridoabate,¿quépensáisdeesto?

—Sí,singuardias;peroconpaseantes,obrerosycontodaclasedegentes,que si bien es verdadquepeleanpoco, gritanmuy alto.Paciencia, amigo…Todoseandará.

—Es que tengo prisa por dejar esta buhardilla donde me aburromortalmente…

—Tenéismúsica,segúnveo.

—Eso sí. Y a propósito, abate: abrid la ventana, y veréis qué buenacompañíatengo.

— ¡Conque ésas tenemos!—exclamó jocosamente el abate haciendo loqueselepedía—.Enefecto,noestánadamal.

— ¡Cómo nada mal!, ¡está muy bien! Es la Armida lo que toca…Miquerido abate, os ruego que al bajarme enviéis un pastel y una docena debotellasdebuenvino.Sioslopido,esporelbiendelacausa.

—Dentrodeunahora,elpastelyelvinoestaránaquí.

—Pueshastamañana.

—¿Meecháis?

—Esperoaalguien.

—¿Siempreporelbiendelacausa?

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—Asíes—afirmóelcaballero,despidiendoconungestoalabateBrigaud.

Efectivamente, tal como había notado el abate, el caballero deseaba queBrigaudsemarchara.

Sugranaficiónalamúsica,quehabíadescubiertodeprontoeldíaanterior,habíaidoenaumento;deseabaquedarseasolasparaquenadieledistrajesedelo que oía. En efecto, valía la pena; porque el concierto que el caballeroescuchabarevelabaunascondicionesexcepcionalesdelaejecutante;tantoenlamúsicacomoenlavoz.

Después de un pasaje especialmente difícil, que fue perfectamenteinterpretado, Harmental no pudo contener un aplauso. Desgraciadamente lavozy el clavicordio callaronal instante, y el silencio sustituyóa lamelodíaporlaqueelcaballerohabíamanifestadotanimprudenteentusiasmo.

Encambioseabrió lapuertadelcuchitrilquedabaa la terraza.Primero,apareció una mano que visiblemente consultaba la temperatura que hacíafuera;a lamanosiguió lacabeza tocadaconungorrode indiana.Lacabezaprecedióporuninstanteauncuerpocubiertoporunaespeciedecamisóndelamismatelaqueelgorro.Porfin,unrayodesolqueatravesabaentredosnubesanimóaltímidoinquilinodelaterraza,queseatrevióamostrarsedeltodo.

Setratabadelhortelanodelqueyahemoshablado.

Despuésdeprocederaunaminuciosainspeccióndelminúsculosurtidorydelcenador, la inverosímil figuradel jardinero resplandeciódealegría, igualqueel ambienteconel rayode sol: el inquilinohabíacomprobadoque todoestabaenorden, losarriatesflorido,yeldepósitodeaguallenohastaarriba.Abrióungrifoyelchorroseelevómajestuosamenteacuatroocincopiesdealtura.

El buen hombre se puso a cantar una vieja canción pastoril, con la cualHarmentalhabíasidoacunado.

Laissez-moialler,

Laissez-moijouer,

Laissez-moiallerjouersouslacoudrette.

Elcantorllamódosvecesenvozalta:

—¡Bathilda!,¡Bathilda!

Elcaballerocomprendióquehabíaalgunarelaciónentreelhortelanoylabellaclavecinista.

Cerrólaventanaconairedetotaldespreocupación,peroteniendocuidadodedejarunarendijaenlacortina.

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Lo que había pensado sucedió. Al cabo de un instante, la encantadoracabecitadelajovenaparecióenelmarcodelaventana,perodeahínopasó.Laperrita,nomenosmiedosaquesudueña,quedóasuladoconsusblancaspatassubidasenelpoyete.Perograciasaqueduranteunosminutosestuvieronconversandoelbuenhombreylajoven,Harmentalpudoexaminaraéstaasugusto,sinqueatravésdelacerradaventanallegaseaélunasolapalabra.

Lamuchachaestabaenesaedaddelavidaenquelaniñasehacemujer;ensurostroflorecíatodalagraciayhermosuradelajuventud.Alprimervistazosedabaunocuentadequesuedadoscilabaentrelosdieciséisylosdieciochoaños.Sutezresplandecíadefrescorynadaempañabaeldeliciosomatizdesumelena rubia. El caballero se quedó extasiado. La verdad es que solamentehabía conocido dos clases de mujeres en su vida: las gruesas y relucientescampesinasdelNivernais,ylasdamasdelaaristocraciaparisina,bonitassinduda,perodeunahermosuraajadaporlasvigiliasyporlosplaceresdelamor.Nunca había conocido ese tipo burgués, intermedio, si se puede llamar así,entre la alta sociedady lapoblacióncampesina,que tiene la eleganciade launa,ylalozaníadelaotra.

Elruidodelapuertaalabrirselesacódesuabstracción:eraelpastelyelvino del abate Brigaud que hacían su entrada solemne en la buhardilla delcaballero.Sacó su reloj, y sedio cuentadeque eran las diezde lamañana;entoncessedispusoaesperarlaaparicióndelcapitánRoquefinnette.

CapítuloVI

ELPACTO

NuestrodignocapitánaparecióporlacalledeGros-Chenetdándoseairesde importancia. Llevaba una mano apoyada en la cadera, y su porte eramarcialydecidido.Despuésderecorrercosadeunterciodelacalle,levantóla cabeza tal como había sido convenido; y justamente encima de él vioasomado a una ventana al caballero. Intercambiaron una seña y el capitán,despuésdemedir conmiradade estratega ladistanciaque le separabade lapuerta,sedirigióhaciaellayatravesóelapacibleumbraldelacasapropiedadde la señoraDenis, con lamisma familiaridad que si fuera una taberna. Elcaballerocerrólaventana.

Alcabodeuninstante,Harmentaloyóelrumordelospasosyelruidodelaespadadelcapitánalchocarconlabarandadelaescalera.

—Buenosdías—saludóelcapitán,cuyafiguraquedabadifuminadaenlapenumbra.

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—Veo que sois hombre de palabra—contestó el caballero, tendiendo sumanoalcapitán—.Peroentraddeprisa:esimportantequemisvecinosnoosvean.

—¡Ah!,¡ah!,¿misterio?Tantomejor,estoyacostumbradoalosmisterios.Además,hedescubiertoquecasi siemprehayalgoqueganar con lasgentesqueempiezanpordecir:¡schisss…!

Elcaballerocerrólapuertayechóelcerrojo.

—Estábien,capitán;peroosanuncioquelascosasquevaisaoírsondelamayorimportancia;ospidoporanticipadovuestradiscreción.

—Concedida,caballero.

—Entonces,creoquellegaremosaentendernos.

—Hablad,queyoosescucho—respondióelcapitáncongravedad.

—Probadestevinomientrascortoelpastel.

—¡Oh!,¡oh!—exclamó,despuésdehaberbebido,mientrascolocabaconlentitud respetuosa el vaso sobre la mesa, a la vez que hacía chasquear sulengua—. Roquefinnette, amigo mío —hablaba consigo mismo mientrasllenaba el vaso por segunda vez—, empiezas a hacerte viejo; ahora te hacefalta probar las cosas dos veces para apreciar su valor. ¡A nuestra salud,caballero!

Esta vez el capitán, más circunspecto, bebía, recreándose, ese segundovasodevino;cuandohuboterminado,guiñóunojoenseñaldesatisfacción.

—¡Esdelacosechade1702,elañodelabatalladeFiedlingen!Sivuestroproveedor tienemucho como éste, y da crédito, dadme sus señas; ¡prometohacerleunmagníficopedido!

—Capitán—asintióelcaballero,entantodeslizabaunenormepedazodepastelenelplatodesu invitado—,miproveedornosólofía,sinoqueamisamigoslesdaelvinoregalado.

— ¡Oh!…, ¡hombre honrado! —dijo el capitán en un tono de totalconvencimiento.Pasadosunos instantesde silencio, añadió—:Demodo,miqueridocaballero,queestamos jugandoa losconspiradores, segúnparece,yparaasegurareltriunfo,hemosrecurridoalpobrecapitánRoquefinnetteparaquenosecheunamano.¿Noesasí?

—Bien, capitán —dijo riendo Harmental—, no os engañare: lo habéisadivinado«ce»por«be».¿Acasoosasustanlasconspiraciones?

Harmentalcontinuóllenandoelvasodesuhuésped.

—¡Asustarmeyo!,¿quiénhadichoquehubiesealgoenelmundocapazde

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asustaralcapitánRoquefinnette?

—No he sido yo, capitán, pues ya habéis visto que sin conoceros, ysolamentehabiendo intercambiadoconvosalgunaspalabras,osheescogidoparaqueseáismisegundo.

—Harmental, yo soy vuestro hombre. ¿Contra quién conspiramos?Veamos, ¿es contra el duquedeOrléans? ¿Hayque romperle al cojo la otrapierna? ¿Hace falta dejar ciego al tuerto? ¡Bien va! Me tenéis a vuestrasórdenes.

—Nada de eso, capitán; si Dios quiere, no se derramará ni una gota desangre.

—¿Dequéniñeríasetrata,entonces?

— ¿Nunca habéis oído hablar del rapto del secretario del duque deMantua?

—¿DeMattioli?

—Sí.

—¡Diablos!,conozcoelasuntomejorquenadie.VicómoselollevabanaPignerol.FueronelcaballerodeSaint-MartinyelseñordeVillebois losquedieronelgolpe;valiólapena:cadaunorecibiótresmillibras,paraellosysushombres.Tresmillibrasesunabonitacantidad.

Elcaballerovolvióallenarlosvasos.

—A la salud del regente —brindó—. Quiera Dios hacerle llegar sinpercancesalafronteraespañola,comoMattiolillegóaPignerol.

— ¡Vaya, vaya!…—murmuró el capitánRoquefinnette alzando su vasohastalaalturadesusojos.Después, trasunapausa,prosiguió—:¿Yporquéno?Elregente,despuésde todo,esunhombrecomocualquiera.Aquiennofuerais vos, le diría que era un hombre caro; pero a vos os voy a hacer unprecioespecial:medaréisseismillibrasycorredemicuentaelencontrarunadocenadehombresdecididos.

—Capitán—dijoHarmental—,yonocomercioconmisamigos.Heaquídosmil librasenoro.Tomadlascomoanticipo,ycobraréiselrestosiesquetriunfamos;silascosasandanmaldadas,cadaunotiraráporsulado.

—¿Paracuándoeslacosa?

—Nosénadatodavía,amigomío;perosivenístodoslosdíasaalmorzarconmigo,osmantendréalcorriente.

—Nosetratadeeso,caballero,ynobromeéis.Alaterceravezquevinieraa vuestra casa, la policía de ese maldito Argenson andaría tras nuestros

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talones.Tomad—indicó,mientrasdesatabalascintasdesucapa—,cogedestelazo;eldíaquehayamosdedarelgolpe,loataréisalaventana.Yosabréloquequieredecir,yobraréenconsecuencia.

—¡Cómo,capitán…!¿Yaosmarcháis?

—Conozco al capitán Roquefinnette, caballero. Es un buen chico, perocuando se encuentra delante de una botella, tiene que beber; y cuando habebido,se ledesata la lengua.Adiós,caballero.Noolvidéis lacintaroja;yovoyaocuparmedevuestrosasuntos.

—Adiós,capitán.

Elcapitánhizoconsumanoderechalaseñaldelacruzsobresuslabios,secalóelsombreroconairedecidido,ysosteniendosuilustreespadaparaquenohicieseruidoalchocarconlabarandilla,salióalaescalerasilenciosamente.

Elcaballeroquedósolo,peroestavezteníamuchoenquépensar.

Enefecto:hastaelmomento,noestabacomprometido,sinoamedias,enlaarriesgada tentativa que según la duquesa del Maine y el príncipe deCellamarehabíade tenerparaél tan felicesconsecuencias,yqueelcapitán,parademostrarlesudecisión,habíadefinidocontantorealismo.Peroahorasehabíaconvertidoenuneslabónremachadoporamboslados,ligadoalavezalomásaltoyaloquedemásbajohabíaenlasociedad.Enunapalabra:yanosepertenecíaasímismo.

Afortunadamente,elcaballeroteníaelcaráctertranquilo,fríoydecididodeun hombre en el que la prudencia y el valor, las dos fuerzas contrarias, seneutralizan,yseestimulancombatiéndose.

Eraunsujeto igualmentepeligrosoenundueloqueenunaconspiración;quizá más todavía en ésta, ya que la sangre fría le permitía recomponer, amedida que fueran rompiéndose, aquellos hilos invisibles de la intriga a losquesedebe,generalmente,eléxitodelasgrandesconjuras.

Peroaquelhombrejovenapenashabíacumplidoveinticincoaños,esdecir:tenía el corazón abierto a todas las ilusiones y a toda la poesía de los añosmozos.Siemprequesehabíaarriesgadoenempresasazarosashabíallevadolaimagendeunseramado,demodoqueenmediodelpeligrosentíalacertezade que si había demorir alguien le sobreviviría, lloraría sumuerte; al dejarvivosurecuerdonoperecíadeltodo.

Enaquelmomentoelcaballerohubieradadotodoloqueposeíaporsentirunafectoquediesealasasuespíritu;uncariño,aunquefueseeldeunperro.

Estaba sumido en estos pensamientos tristes cuando al dar unos pasosfrentealaventana,sediocuentadequeladesuvecinaestabaabierta.

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Lajovenquehabíavistoporlamañanaestabasentadaycasiapoyadaenelalféizar,paraaprovecharlaúltimaluzdeldía.Trabajabaenunbordado.Trasellaseveíaelclavicordio.Enuntaburete,asuspies,dormíalaperrita.

Entonceselcaballerosintióquelajovenderostroapacibleysuaveentrabaen su vida como uno de esos personajes que en el comienzo de la obrapermanecenentrebastidores,eirrumpenenescenaenelsegundooterceracto,tomanpartedelaacción,yavecesalteraneldesenlace.

Derepente, la joven levantó lacabezaydirigióunamiradahacia lacasafrontera; como es natural, vio tras los cristales la figura del caballero. Unligero rubor apareció en su rostro; pero hizo como si nada hubiese visto ysiguiócon laatenciónpuestaaparentementeen subordado;al cabodeunosminutosselevantó,dioalgunasvueltasporlahabitación,yfinalmentecerrólaventana.

Harmentalsiguiósinmoverse.Alospocosinstantes, llegarona losoídosdelcaballerounosdulcesacordesquesefiltrabanatravésdeloscristalesdelaventanadelamuchacha.Elcaballeroabriódeparenparlasuya.

Nosehabíaequivocado;suvecinateníauntalentosuperiorparalamúsica.Depronto,lajovenseparóenlamitaddeuncompás.Lacaradeunhombreapareció tras los vidrios, pegó su voluminoso gorro a la ventana, y con losdedoscomenzóatamborilearenelmarcodelamisma.Harmentalreconocióalsujetoquehabíavistoenlaterrazaporlamañanayquetanfamiliarmentehabía pronunciado el nombre de Bathilda. Aquella aparición devolvió aHarmentalelsentidode la realidad.Habíaolvidadoalhombrequehacía tanrarocontrasteconlaidealmuchacha,delaquenecesariamenteteníaqueserelpadre,elamante,oquiensabesielmarido.

Decidió dar una vuelta por la ciudad, a fin de verificar por símismo laexactituddelosinformesobtenidosporlosespíasdelpríncipedeCellamare.Se envolvió en una capa, descendió los cuatro pisos, y se encaminó alLuxemburgo.

Frentealpalacio,nopercibióningunaseñalindicadoradequeelduquedeOrléansestuvieraencasadesuhija.

El caballero esperó hora y media en la calle de Tournon, recorriéndoladesde ladePetit-Leonalpalacio, sinvernadade loqueesperabaencontrar.Por fin, un coche, acompañado por una escolta a caballo portadora deantorchas, fue a detenerse al pie de la escalinata. Tres mujeres subieron alcarruajeyseoyóqueordenabanalcochero:«AlPalacioReal».Elcentinelapresentóarmas;apesardelopresurosaquedacarrozapasóanteél,elcaballeropudo reconocer a la duquesa de Berry, a madame deMouchy, su dama dehonor,yamadamePons,laazafatadeservicio:lahijaibaacasadelpadre.

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Elcaballerosiguióesperando.Unahoradespuéselcocherovolvióapasar.LaduquesasereíadealgoquelecontabaelduquedeBroglie,queveníaconella.

El caballero llegó a su casa hacia las diez; nadie le había reconocidoduranteelpaseo.Elportero,queyaestabaacostado,vinoaabrirleelcerrojorefunfuñando.Harmentalledeslizóenlamanounescudodeplatayleanuncióquesiemprequehubiesedelevantarse, lerecompensaríaenlamismaforma;conloqueelenfadodelporterodiopasoauntorrentedezalemas.

Otravezensuhabitación,Harmentalsediocuentadequeenelcuartodelavecinahabíaluz;escondiósuvelatrasunmuebleyseacercóalaventana.

Lamuchachaestabasentadafrentealamesa,probablementedibujando;enla ventana, superfil se destacabanítidamente ante la luz colocadadetrás deella.Alcabodeunosminutos,otrasombra, ladelhombrecillode la terraza,pasódosotresvecesentrelaluzdelavelaylaventana.Porfinlasombraseaproximó a la joven; ésta le ofreció la frente, la sombra la besó y se alejóllevando en la mano una palmatoria. Instantes después, las ventanas delapartamentodelquintopisose iluminaron.Elhombrede la terrazanopodíaserdeningúnmodoelesposodeBathilda;teníaquesersupadre.

Harmental se sintió, sin saber por qué, lleno de contento ante aqueldescubrimiento.Abrió, lomássigilosamentequepudo, laventana,ycon losojosfijosenlasombra,volvióasumirseensussueños.Alcabodeunahoralajovenselevantó,dejóelcuadernodedibujoyloslápices,searrodillóenunasilla, frente a la ventana de la otra habitación, y se puso a rezar.Harmentalcomprendióquela laboriosaveladahabía terminado;peroquisoversipodíaprolongarla, y se puso a tocar en su pequeño clavicordio. Lo que habíaprevisto pasó: la joven, ignorando que por la posición de la luz se veía susombra a través de la cortina, se acercó a ésta de puntillas, y creyéndose asalvo de ojos indiscretos, se puso a escuchar confiadamente el melodiosoinstrumento.

Por desgracia, el inquilino del tercero debía de ser poco amante de lamúsica,puesHarmentalsintióenelentarimado,justobajosuspies,elruidodeunbastónquegolpeabaeltechocongranviolencia;sinduda,unaadvertenciadirectaqueselehacía.Harmentalsejugabademasiadosisearriesgabaaserreconocido; no tenía más remedio que soportar con paciencia losinconvenientes de su falsa posición. En consecuencia, obedeció a laindicación.

La joven, por su parte, en cuanto dejó de oír lamúsica, se apartó de laventana.Elresplandorseapagó.

Al día siguiente el abate Brigaud llegó con la exactitud de costumbre.

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Hacía una hora que el caballero había abandonado el lecho, y ya se habíaacercadoalaventana,porlomenos,veinteveces.

—¡Caramba!,miqueridoabate—interpelóasuvisitante,tanprontoéstehubocerradolapuerta—,felicitaddemipartealpríncipeporsupolicía,¡afemíaque esperfecta!Queriendo juzgarpormímismo su eficiencia, ayermepuseenacechoen la calledeTournon;pasé allí por lomenoscuatrohoras;resultaquenofueelregentequienibaacasadesuhija,sinotodolocontrario.

—¡Bien!,yalosabíamos.

—¡Ah!,¿losabíais?

—Sí; y para más datos, la duquesa salió a las ocho menos cinco delLuxemburgo, acompañada por madame deMouchy y por madame Pons, yregresóalasnueveacompañadaporBroglie,queocupóenlamesaelsitiodelregente.

—Yelregente,¿dóndeestaba?

—Nuestrosinformesdecíanqueelduque-regenteiríaajugarunpartidodepelotaalastresdelatardeeneltrinquetedelacalledelSena:alamediahorasaliótapándoselosojosconunpañuelo:sehabíagolpeadoenunacejaconlapala,ycontantaviolencia,quesehizounabrecha.

—¡Ah!¿Esofueloquehizocambiarlosplanes?

—Esperad.Elregente,enlugardevolveralPalacioRealsehizoconduciracasademadamedeSabran,que,desdequesumaridoesjefedecomedordelregente,viveenlacalledeBons-Enfants.ElpríncipecomióencompañíademadamedeSabran,yalassieteymediaenvióunanotaaBroglieavisándolequenopodíairalLuxemburgo,rogándolequelesustituyeraypresentasesusexcusasaladuquesadeBerry.

—Yacomprendo;elregente,alnotenereldondelaubicuidad,nopodíaestaralavezendoslugaresdistintos.

—¿Comprendéisahora?

—Desdeluego, loentiendoperfectamente.EstandotancercadelPalacio,el regente regresaría a pie. El hotel en que vive madame de Sabran tieneentradaporlacalledeBons-Enfants;ypuestoqueporlanochecierranlaverjadelpasajequedaaBons-Enfants,el regente, siemprequesaledecasade laSabran,tienequeentrarenelPalacioporlapuertadelpatio.

— ¡Ahora lo habéis entendido! Hace falta que estéis presto a actuar encualquiermomento.

—Loestoy.

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—¿Ycómooscomunicaréisconvuestroshombres?

—Pormediodeunacontraseña.

—Esaseñal,¿nopuedetraicionaros?

—Imposible.

—Enesecaso, todoestáenregla.Dadmedealmorzar,pueshesalidodecasaenayunas.

— ¿Almorzar, mi querido abate? ¡Muy presto lo decís! Sólo puedoofreceroslosrestosdeunpasteldeayer,ytresocuatrobotellasdevino.

— ¡Uy!, ¡uy!… no me seduce. Haremos algo mucho mejor: iremos aalmorzaracasadenuestrabuenapatronalaseñoraDenis.

—¿Cómodiablosqueréisquevayaasucasa?¿Acasolaconozco?

—Deesomeencargoyo;ospresentarécomoamidiscípulo.

—Peroesacomidaresultaráunalata…

—Quizá;peroasíharéisamistadconunamujerconocidaenelbarrioporsus buenas costumbres y por su adhesión al gobierno; en fin, por sertotalmenteincapazdedarasiloaunconspirador.Esperadaquí.

—Siesporelbiendelacausa,abatemío,mesacrificaré.—Apartedequeesunafamiliamuyagradable;losdomingossejuegaalalotería.

—¡IdosaldiabloconvuestraseñoraDenis!¡Ah!,perdón,señorabate;nomeacordabadequesoisamigodelacasa.

—Soy su director espiritual —puntualizó el abate Brigaud con aire demodestia.

—Entonces,unmillóndeexcusas;bajadvosprimero,queyoosseguiré.

—¿Porquénovamosjuntos?

—¿Ymitoilette,abate?

—Tenéisrazón;iréyoprimeroparaanunciaros.

—Estoyconvosendiezminutos.

Elcaballerosequedóparaacicalarse,perotambiénconlaesperanzadeveralabonitavecina,conlaquehabíasoñadodurantelanoche.Susdeseosnosevieronsatisfechos;solamentevioalvecino,queconlasmismasprecaucionesde la víspera, sacó, entreabriendo la puerta, primero unamanoy después lacabeza.

EncuantoterminósutocadoHarmentalbajóacasadelapatrona.

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CapítuloVII

LAFAMILIADENIS

A la señoraDenis no le pareció oportuno que dos jóvenes tan inocentescomosushijassesentasenalamesaconunmuchachoque,reciénllegadoaParís, volvía ya a las once de la noche, y luego se dedicaba a tocar elclavicordiohastalasdosdelamadrugada;peroelabateBrigaudconsiguióquesumadrelasdejaseapareceralospostres.

Los invitados no habían hecho más que ocupar sus sitios ante la mesa,llenadeapetitososplatitos,cuandocomenzóasonarlamúsicadeunaespinetatocada por manos torpes, y que acompañaba a una voz cuyos desafinadostonosmostrabansuinexperiencia.

ElabatediounpisotónaHarmental,altiempoquelehacíaunaseñaconlacabeza.

—Señora—dijoenseguidaelcaballero—,leestamosmuyagradecidosporsuexcelentealmuerzo,yademás,poreldeliciosoconcierto.

—Sí—respondió con descuido madame Denis—, son mis hijas que sedivierten.Nosabenqueestáisaquíydebendeestarrepasandosulección;perolesvoyadecirquesecallen.

LaseñoraDenishizointencióndelevantarse.

—¡Porfavor!—protestóHarmental.

—LaquecantaesmiAthenais,ysuhermanaÉmilie laacompañaconlavioladesupadre.

DabalaimpresióndequeAthenaiseraelpuntoflacodesumadre.Cantabaunpocomejorque suhermana,pero,parael educadooídodelcaballero, suvozeradeunaaterradoravulgaridad.

Un dúo siguió a los dos solos. Parecía que las señoritas Denis estabandispuestasaagotartodosurepertorio.

—Demodo,señor,quetanjovenysinningunaexperiencia,habéisvenidoaexponerosalospeligrosdelacapital…

—¡AlabadoseaDios!,asíes,madameDenis—confirmóelabate—.Estejoveneshijodeunamigomíomuyquerido—elabatesellevólaservilletaalos labios—, y espero que hará honor al esmero que he puesto en sueducación;pues,aunquenoloparezca,mipupiloesmuyambicioso.

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—Esnatural—observólabuenamadameDenis—;consufiguraytalentopuedeaspiraratodo.

— ¡Cuidado, señora!… Si me lo mimáis de este modo no lo volveré atraer.Tenedcuidado,Raoul,hijomío—prosiguióconairepaternal—;esperoquenocreáisunapalabradeloqueoshandicho.

— ¡Ved cómo escucha! —exclamó la señora Denis—. No me importadecir que amí nomemolestaría hacer los gastos que fueran para un jovencomovuestropupilo—estoselodecíamadameDenisalabateenvozbaja.

Enaquel instantelapuertaseabrióylasdosseñoritasDenis,rojascomoamapolas,penetraronenlasalita,yanimándoseunaalaotrahicieronsendasreverenciasdeminué.

—Bien,señoritas—dijomadameDenisfingiendoenfado—,¿quiénoshadadopermisoparaabandonarvuestrahabitación?

—Peromamá—protestóunavozdecontraltoenlaqueelcaballerocreyóreconocerladeAthenais—,creíamosqueloconvenidoeraqueentrásemosalospostres.

—Bien,señoritas,bien;yaqueestáisaquíseríaridículoqueosmarchaseis.

MadameDenispresentóa sushijasunabandejadebombonesde la cualcogieron, con la punta de los dedos y con un lujo de melindres que decíamucho en favor de su buena educación,Émilie una almendra garrapiñada yAthenaisunbombón.

Elcaballerohabíatenidotiemposobradoparaexaminarlas:

Émilieeraunapersonitadeveintidósaveintitrésaños,altaydelgada,queajuiciodetodoslosamigosdelafamiliasacabaunparecidoasombrosoasupadre.

Athenais era el extremo contrario; una bolita, redonda, coloradita, quegraciasasusdieciséisañosposeíaesabellezaquevulgarmentesuelenllamar«dediablo».Noseparecíaniasupadreniasumadre;peculiaridadque lasmalaslenguasdelbarriodeSaintMartinhabíanaprovechadoafondo.

Apesardequenoeransinolasoncedelamañana,lasdoshermanasibanvestidascomoparairalbaile,ylucíantodaslasalhajasqueposeían.

Aquellaaparición, tanacordeconla ideaqueHarmentalsehabíaforjadodelashijasdesuspatronos,fueparaélmotivodenuevasreflexiones:¿porquéBathilda, que parecía ser de la misma condición, era tan distinguida comovulgareseranlasotras?

ElabatevolvióporsegundavezaavisaraHarmentalconelpie.Enefecto,madameDenispresentabatalairededignidadofendida,queHarmentalsedio

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cuenta de que no tenía ni un minuto que perder si quería borrar la malaimpresión que en el espíritu de su patrona había causado su evidentedesinterés.

—Señora—dijo—,lapartedelafamiliaqueheconocidomehacedesearconocer a losdemásmiembros. ¿Estávuestrohijo encasa?Tendríaungranplacerenserpresentado.

—Señor—respondiómadameDenis,aquienlapreguntahabíadevueltoelbuenhumor—,mihijoestáencasadesupreceptorJoulu,peroesposiblequeestamismamañanapuedatenerelhonordeconoceros.

EnaquelmismoinstanteseoyóenlaescaleralacanciónMambrúsefueala guerra, muy de moda en esa época; al momento, se abrió la puerta sinprevioaviso.EnelhuecoaparecióunmuchachodecaraalegrequeseparecíaenormementealaseñoritaAthenais.

—¡Bien,bien,bien…!—exclamóelreciénllegadocruzándosedebrazos,al comprobar el aumento que el habitual contingente familiar habíaexperimentadoconlapresenciadelabateydeHarmental—.¡Vayadesenfadoelde lamadreDenis!Mandaralhijoacasadelprocuradorconuncachodepanyuntrozodequeso,¡yencimadándoleconsejos!,«Cuidado,hijomío,novayas a coger una indigestión». Y mientras el pobre Boniface se matatrabajando, ellada losgrandes festinesy recepciones. ¡Ymenosmalquehallegadoa tiempo! ¡Averdónde está el guapoque le impidaparticipar en elbanquete!

El bueno de Boniface, sin más ceremonias, tomó asiento entre el abateBrigaudyelcaballero.

—¡Boniface!—lereconvinomadameDenisentonodeseveridad.

—No necesitáis presentaros; os conozco de sobra—habló el muchachoconlabocallena—.¿Cómonovoyaconoceralqueocupamihabitación?

—¿Queréisdecirquemecabeelhonor—respondióHarmental—deserelsucesorenlaalcobadelpresuntoherederodelafamilia?

—¿Queréisqueosdéunconsejodeamigo?Nomiréisdemasiadoporlaventana.

—¿Porqué?—preguntóHarmental.

—¿Por qué, decís?Pues porque hay una cierta vecinita enfrente de vosque…

—¡Queréiscallaros,hijo!—gritólaseñoraDenis.

— ¿Callarme?No, por cierto.Un auxiliar de procurador debe saber quehayqueprevenirdetodaslascargascuandohaycambiodeinquilino…

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—Este muchacho es un pozo de ciencia—observó el abate Brigaud entonoguasón.

—¿Quéqueréisdecir?—preguntó,intrigada,lamadre.

—Quierodecirquedentrodeochodíaselseñorestaráenamoradocomounloco de ella. Y creo que mi deber es prevenirle de que no vale la penaenamorarsedeunacoqueta.

—¿Unacoqueta?—interrogóHarmental.

—Sí,unacoqueta;unapresumidaquesehacelasantita,peroqueviveconun viejo. Sin contar con que su perra, que se comía las golosinas, ahora,cuandomeencuentra,memuerdelaspantorrillas.

— ¡Salid, señoritas! ¡Salid! Oídos tan inocentes como los vuestros nopuedenoírsemejantesligerezas.

La madre empujó a Athenais y Émilie hacia la puerta, y salió de lahabitaciónllevándoseasusfemeninosretoños.

HarmentalsentíaunasganasterriblesderomperlelacabezaaBonifacedeunbotellazo.

—Yocreíaqueelbuenhombrequevienlaterraza…

—Elviejobribón,¿verdad?¡Quiénlodiríadeuntipocomoese!

—¿Noessupadre?

—¿Supadre?¿AcasotienepadrelaseñoritaBathilda?No,noessupadre.

—Hijo, os he suplicado un montón de veces que no contéis picardíasdelantedevuestrashermanas—pontificómadameDenisentonomajestuoso,volviendoalahabitación.

—¡Bueno!¡Misseñorashermanas…!¿Creéisqueasuedadnopuedenoírloquedigo?SobretodoÉmilie,queyanocumplirálosveintitrésaños.

—Émilieestaninocentecomo…

— ¡Ya, ya…! ¡Inocente! Si vierais la novela que he encontrado en sucuarto…¡Vamos!,madre,nooschupéiseldedo…

— ¿Queréis callaros, aborto de Satanás?—protestó el abate—. ¡Ved eldolorquecausáisenvuestramadre!

Enefecto,laseñoraDenis,sofocadaporlavergüenza,parecíaqueestabaapuntodedesmayarse.

Loshombresnoentiendennadadelosdesmayosdelasmujeres,ycaenenlatrampacomounosdoctrinos.Harmentalseabalanzóhacialaseñoraconlos

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brazosextendidos;ymadameDenis,quesóloestabaesperandoesto,sedejócaerenellos.

—¡Abate,acercadunsillón!—pidióHarmental.

Elcuratrajounabutaca,conlacalmadelhombrefamiliarizadocontalesaccidentes,yqueporadelantadotieneprevistaslasconsecuencias.

AcomodaronamadameDenis,yHarmentalledioaolerunfrascodesales.Derepente,cuandonadieloesperaba,labuenaseñoradiounrespingoysoltóun grito estridente.Harmental creyó que era el ataque de nervios que sueleseguiralosdesmayos.

—Noesnada…—tranquilizóa todosBoniface—.Hesidoyo,que leheechado el agua que quedaba en la botella por el espinazo. Esto la hadespertado. Si yo no la ayudo, ella no hubiera sabido encontrar una excusapara volver en sí. ¡Vamos, madre…! Soy yo, vuestro Boniface, vuestrochiquitín…

—Señora—seexcusóHarmental,azoradoantelasingularescena—.Estoyverdaderamenteapenadoporloqueacabadeocurrir.

—¡Oh!,señor…—gimiólaseñoraDenis,deshaciéndoseenllanto—.¡Soytandesgraciada!

— ¡Vamos!, madre… ¡No exageréis!—intervino Boniface—. Más valequevayáisacambiaros;paramojadura,yaestábien.

—Elchicotienerazón—medióBrigaud—.Creoqueharíaisbienenseguirsuconsejo,madameDenis.

—Yo os pido, señora, que no os molestéis más por nosotros —dijoHarmental—.Además,creoquehallegadoelmomentodequenosretiremos.

—En efecto—asintió el abate—.Me esperan en el hotel Colbert, y notengomásremedioqueacudir.

—Entonces, señores, adiós —les respondió madame Denis, con unareverenciaalaquerestabaseriedadellíquidoqueempapabasuvestidoyqueempezabaagotearporelbordedelafalda.

—Adiós, madre—Boniface le echó ambos brazos al cuello—, ¿queréisalgoparaelseñorJoulu?

Vete ya, descastado—le rechazó la buenamujer, abrazándole al mismotiempo,entrerisueñayenojada—.AndaconDios,pórtatebien.

Yconesto, el pasantedelprocurador Joulu salió corriendopara reunirseconHarmentalyelabate,queyaestabaneneldescansillodelaescalera.

—¡Hola!,bribonzuelo—alverle,elabatellevóconprestezasudiestraala

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faltriquera—.Yahora,¿quéesloqueharemos?

—Nada, mi buen abate. Solamente que veáis si no habéis olvidado elescuditoparavuestroamigoBoniface.

—Toma,ahítienesunodoble,ydéjanosenpaz.

—Adiós,señorRaoul.Oslorepito:tenedcuidadoconlaseñoritaBathildasi queréis mantener libre vuestro corazón; y dadle una buena morcillaenvenenadaa laperra, si estimáisvuestraspiernas.Ydeunbrinco saltó losdoceescalonesqueformabaneltramodeescalera.

Brigaudbajóconpasomás tranquilo;quedócitadoconelcaballeroa lasochodelatarde.Harmentalvolvió,muypensativo,alabuhardilla.

CapítuloVIII

LACINTAESCARLATA

LACALLEDEBONS-ENFANTS

LoquepreocupabaalcaballeroeraBathilda,delaquetanmalhabíaoídohablaralhijodesupatrona.

Alprincipiohabíasufridounamuypenosaimpresión,comounasensaciónde asco. Pero luego, pensando en el asunto, le bastaron unos segundos paracomprenderqueloqueBonifaceinsinuaraeraimposible.

Bathilda no podía ser ni la hija, ni la esposa, ni la querida del absurdovecino,cuyasolavisiónhabíabastadoparaproducirunareaccióntanextrañaen el naciente amor del caballero. Tenía que haber algún misterio en elnacimientode lamuchacha;estabapersuadidodequenoera loqueparecía.Bathildaparecíaestarmuyporencimadelamodestaposiciónalaqueseveíaforzada;seguramenteeralavíctimadeundestinoadverso,quelaobligabaavegetarenunaesferaquenolecorrespondía.

El caballero concluyó que podía enamorarse de Bathilda, sin perder porellonadadesupropiaestima.

Loprimeroquehizoalentrarensuhabitaciónfuedirigirsealaventanayexaminar ladesuvecina:enfrente, lospostigosaparecíanabiertosdeparenpar.

Pasadosunosinstantes,Harmentalabriótambiénsuventana.Elruidoqueprodujo hizo que la perrita levantase la cabeza y, con las orejas enhiestas,procuraseindagarquiéneraelinoportunoqueturbabasusueño.

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El caballero sabíayados cosas importantes: una, el nombrede la joven,dulceyarmonioso,perfectamenteadaptadoa labellezadeBathilda.Laotra,quelaperrasellamabaMirza,nombrequeparecíatenerciertorangodentrodelaaristocraciacanina.

Puestoquenohayquedespreciarningunaayudacuandosequiere rendirunbaluarte,Harmentaldecidiótomarcontactoconlaperra.Paraello,yconelacentomásacariciadorquepudo,llamó:

—¡Mirza!

Lagalguitalevantólacabezaconungestodesorpresa,clavóenelhombresus inquietos ojillos, brillantes como dos carbunclos, y lanzó un sordomurmulloquepodíapasarporgruñido.

Harmental volvió a la ventana llevando dos terrones de azúcar de untamañoquehacíaposibleverlosdesdelejos.

No se había equivocado: al primer terrón que le arrojaron,Mirza alargóperezosamenteelcuello; luego,atrajoel terrónhaciasícon lapata, locogióconlaboca, lopasóde loscaninosa losmolaresycomenzóa triturarloconairecansino.Encuantoterminó,pasóporelhocicounalengüecitaroja;señalde que no se sentía totalmente indiferente a la atención que con ella habíatenidoHarmental.Aparteaquellevesíntoma,siguióensuposturadeelegantemorbidez…peromoviendolacola.

Harmental, que conocía bien las costumbres de losKing’sCharles dogs,raza favorita entre las más distinguidas damas de la época, comprendióperfectamentelabuenadisposicióndeMirza;ynoqueriendodartiempoaqueseenfriase, tiróelsegundo terrón,procurandoquecayese losuficientementelejoscomoparaquelaperrasevieraobligadaaabandonarelcojínpara iracogerlo.Mirzapermanecióunosinstantesdudosa,perosuglotoneríalallevóalevantarseeirensubusca.Eneso,untercerterróncayócercadelaventana,ylaperra,siguiendolasleyesdelaatracción,fuedelsegundoaltercero.Aquíterminólaliberalidaddelcaballero,quelallamódenuevoperoentonomásimperativoque laprimeravez;«¡¡Mirza!!y leenseñó losotros terronesqueteníaenlamano.

Mirzaselevantóyapoyósuspatasenelmarcodelaventana.Igualquesielcaballerofueseunantiguoconocido,laperracomenzóahacerletodaclasedecarantoñas.¡Mirzaestabaconquistada!

Entonces le tocó aRaoul hacerse el desdeñoso; comenzó ahablarle paraacostumbrarlaasuvoz.Alpocoletiróuncuartoterrón,sobreelqueMirzaselanzó rápidamente. Después volvió a la ventana sin necesidad de queHarmentaltuvieraquellamarladenuevo.

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El triunfodelcaballeroeracompleto.Tancompleto,queaqueldíaMirzano repitió la demostración de inteligencia perruna de la víspera; esta vez,cuando Bathilda entró en la habitación, la galguita siguió dedicando susmejoresgraciasalvecino.Aquel inusitadocomportamientode laperraguio,comoesnatural, losojosdeBathildahacia la causaque lodeterminaba.Sumirada tropezó con la del caballero. La muchacha enrojeció, el caballerosaludó,yBathilda,sinpensarlomucho,devolvióelsaludo.

Lainmediatareaccióndelamuchachafueiralaventanaycerrarla.Peroun sentimiento instintivo la detuvo; comprendió que sería dar demasiadaimportancia a algo que no la tenía. Al cabo de unos instantes, cuando seatrevióamirarotravez,vioqueelquehabíacerradosuventanaeraelvecino.Comprendióladiscreciónqueimplicabaelactodeljoven,yésteganóalgunospuntosensuopinión.

El caballero acababa de dar un golpe maestro; las dos ventanas, tancercanas una de la otra, no podían permanecer abiertas a la vez. Habíaconseguidoque siguieraabierta ladeella;podríaverla iryvenir, trabajar…sería una gran distracción para él.Además, había dado un paso de gigante:¡ellalehabíadevueltoelsaludo!Yanoeranextrañoselunoparalaotra.

Bathilda se sentó cerca de la abierta ventana con un libro en lasmanos.Mirzaseacomodóenuntaburetealospiesdesuama,perosinperderdevistala casa vecina desde la que el inquilino le había arrojado azúcar tangenerosamente.

Harmentalsesentóenmediodelahabitación,cogiósuspinturas,ygraciasaunarendijadelacortina,pudocopiareldeliciosocuadroquesedesplegabaantesusojos.

Enunsantiaménelcaballerotrazóunapuntedelacabezadelajoven,queresultódeunparecidoperfecto.Pordesgracia,losdíaserantodavíacortos,yHarmentalprontotuvoquedejarsuartísticalabor.

Ya del todo oscurecido, llegó el abate Brigaud. Los dos hombres seenvolvieronbienensuscapasysedirigieronalPalacioReal.Ibanaestudiarelterreno.

LacasaquehabitabamadamedeSabranestabasituadaenelnúmero22,entre el hotel Roche-Guyon y el pasaje, llamado antaño del Palacio Real,porqueeraelúnicoquecomunicabalacalledeBons-EnfantsconladeValois.El pasaje lo cerraban justamente a las once de la noche; así, quien salíadespuésdeesahoradealgunacasadelacalledeValois,seveíaobligadoadarun largo rodeo por la calle Neuve-des-Petits-Champs o por el patio de lasFuentes.

Lacasaencuestióneraunpreciosohotelitoconstruidoafinalesdelsiglo

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anteriorporunnegociantequehabíaquerido imitara losgrandesseñores,ydeseabaposeercomoellossupalaceteprivado.Eraunedificiodetrespisos:planta baja, principal y buhardillas para los criados. El tejado, de pizarra,presentaba una ligera inclinación. Bajo las ventanas del piso principal, unsalientedetresocuatropiesformabaunagaleríaalolargodetodalafachada;verjas de hierro, de trabajo análogo al de la balaustrada del largo balcón,separabanlasdosventanaslateralesdelastresdelcentro,impidiendodeestemodoelpasodeunahabitaciónaotra.DadoquelacalledeValoissehallabaaochoodiezpiespordebajodelnivelde ladeBons-Enfants,por lapartedeaquellacalle lapuertay lasventanasdelbajodabanauna terrazaen laquehabíanplantadounjardincillocolgante,sinsalidaalexterior.Laúnicapuertaalacalle,talcomohemosindicado,eralaqueseabríaaladeBons-Enfants.

Nuestros conspiradores no podían desear nada mejor. Una vez que elregente hubiese entrado en la casa de la señora de Sabran, se encontraríaatrapadocomoenunaratonera.

Además,enelbarrióabundabanlascasasdemalanota, frecuentadasporlasgentesmássospechosas,ypodíaapostarsecientocontraunoaquenadieacudiríaalosgritos,tanfrecuentesenaquellacalle,yaquenadieseinquietabaporellos.

Despuésdeefectuaraquelladescubierta,yultimadoslosrestantesdetalles,HarmentalyBrigaudsesepararon.ElabatesedirigióalArsenalparainformaramadamedelMainedelabuenadisposiciónenqueseencontrabaHarmental.ElcaballerovolvióasubuhardilladelacalledeTemps-Perdu.

Comoocurrieraenlavíspera,lahabitacióndeBathildaestabailuminada.Solamentealaunadelamadrugadaseapagólaluz.

Alcaballero le costóconciliar el sueño; cercanoyael amanecer, rendidopor la fatiga,cerró losojosysequedóprofundamentedormido.Sedespertócuandoalguienlesacudíaconviolenciaporunbrazo.Aúnamodorrado,alargólamanohacialapistolaqueteníaencimadelamesilladenoche.

—¡Eh!, ¡eh!—exclamóelabate—.Notanaprisa, joven. ¡Malapestedemuchacho!¡Vamos!¡Abridlosojos!¿Meconocéisahora?

—¡Ah!…—dijoHarmentalriéndose—.Soiselcura.¡Habéishechobienendespertarme!Soñabaquemehabíanarrestado.¿Esquehayalgonuevo?

—Silohubiese,¿cómolotomaríais?

—Encantado.

— ¡Pues bien! Leed y dad gracias a Dios por tener lo que deseáis —diciendoesto,elabatesacóunpapeldelbolsilloyselotendióalcaballero.

Harmental cogió el papel, lo desdobló, con lamisma calma que si fuera

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unacosasinimportancia,ycomenzóaleeramediavoz:

«Partedel27demarzoalasdosdelamadrugada.

»Estanoche,alasdiezhoras,elregenteharecibidouncorreodeLondresqueanuncia,paramañana,lallegadadelabateDubois.CasualmenteelregentecenabaencasadelaseñoradeSabran,demodoquelamisivalehapodidoserentregada a pesar de lo avanzadode la hora.El regente ha ordenadoque elconsejosereúnahoyamediodía.

»Alastres,elpríncipeiráalasTulleríasparasaludaraSuMajestad,alquehapedidounaaudienciaprivada,puesyaempiezaahablarsedelatestarudezcon que elmarqués deVilleroy procura estar siempre presente en todas lasentrevistasdelregenteconelrey.

»Alasseisel regente,elcaballerodeSimianeyelcaballerodeRavannecenaránconlaseñoradeSabran».

—¡Vaya,vaya…!—murmuróHarmental.

—¡Ybien!¿Quépensáisdeesteparrafito?

El caballero saltó de la cama, se puso el batín, sacó de un cajón de lacómodaunacintaescarlata,cogióunmartilloyunclavo,abrió laventanaydespuésdeecharunvistazoalexterior,clavólacintaenlapareddelacasa.

—Estaesmirespuesta—dijoHarmental.

—Y,¿quédiablosquieredecir?

—QuieredecirquepodéisanunciaraladuquesadelMainequeestatardeesperopodercumplirlapromesaquelehice.Yahora,idos,miqueridoabate,ynovolváishastadentrodedoshoras,puesesperoaalguienqueesmejorquenoosvea.

Elabatecogiósusombreroysalióatodaprisa.

Veinteminutosdespués,elcapitánRoquefinnettesepresentaba.

Sobre las ocho de la tarde de aquel día, que era domingo, un grupo degentebastantenumerososeaglomerabaentornodeuncantantecallejeroquehacía maravillas tocando los platillos con las rodillas y el tambor con lasmanos; lospapanatasocupabancasicompletamente laentradade lacalledeValois.Unmosqueteroydossoldadosdecaballeríaligerahabíanbajadoporlaescalinata trasera del Palacio Real y se dirigían hacia el pasaje del Lycée.Cuandovieronlacantidaddegentequelesbloqueabaelcaminosedetuvieronyparecióquecelebrabanunpequeñoconsejodeguerra.Elmosqueterofueelprimeroeniniciarunamaniobradediversión:sedirigió,seguidoporsusdosacompañantes, hacia la plaza de Fontaines, dobló la esquina de la calle deBons-Enfantsysiempreapasoligero,apesardesucorpulencia,llegóanteel

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número 2, cuya puerta se abrió como por ensalmo y volvió a cerrarse,inmediatamente después de que los tres militares hubieron penetrado en lacasa.

Un hombre de aspecto joven, que vestía un traje de color parduzco, seenvolvía en una capa del mismo tono y se tocaba con un sombrero caladohasta los ojos, se separó del grupo que rodeaba al músico, y tarareando laBaladadelosahorcadosseacercóalpasajedelLycée; llegóalaentradadelmismo a tiempo de ver cómo penetraban en el 22 los tres ilustresexpedicionarios.

El de marrón echó una mirada a su alrededor y pudo notar que uncarbonerograndote, con lacaramanchadadehollín, estabaparadocomounguardacantónfrentealpalacetedelaRocheGuyon,sobreunodecuyospoyoshabía dejado su saco. Por un instante pareció que el desconocido iba aacercarse al carbonero; éste se echó el saco al hombro y empezó a andar;casualmente también cantaba la Balada de los ahorcados: «¡Veinticuatro,veinticuatro,veinticuatro!».Aloírloelotro,yanodudóysedirigióaél sinvacilar:

—¡Bien!,capitán,¿loshabéisvisto?—preguntóelhombredelacapa.

—Igual que os estoy viendo a vos, coronel; un mosquetero y dos decaballería ligera, pero no los he podido reconocer; aunque creo que uno deelloseraelregente.¿Estánpreparadoslosnuestros?

— ¿Cómo queréis que lo sepa, capitán?…A vuestros bravos yo no losconozcomásqueellosamí.Cuandomeheescabullidodeentreelgrupoyocantaba la tonadaquenossirvedecontraseña;pero,¿mehabránoído?,¿mehabránentendido?Quemematensilosé.

—Estadtranquilo,coronel:songentesalasquelesbastamediapalabrayqueoyenloquesecantaamediavoz.

Delantedelsaltimbanquisóloseguíandiezodocemujeres,algunosniñosyunburguésdeedadmadura,queviendoque ibaacomenzar lacolecta, semarchó también, con un aire que demostraba el desdén que sentía por lascancionesdemoda.

Casi enelmismo instante, el hombrede la capaqueantes se alejaradelgrupo canturreando su estribillo: «¡Veinticuatro!, ¡veinticuatro!,¡veinticuatro!»,volvióaacercarseeinterpelóalcantorambulante:

—Amigomío—ledijo—,mimujer está enfermay tumúsica le impidedormir.Siningúnmotivoespecialtehaceestaraquí,vetealaplazadelPalacioReal.Tomaunescudoporlamolestia.

—Gracias, «monseñor» —respondió el buen hombre, que midió la

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condiciónsocialdeldesconocidoatenordelagenerosidaddequeacababadedarprueba—,mevoyalinstante.SitenéisalgúnencargoquehacermeparalacalledeMouffetard…

SonaronlasnueveenelrelojdelPalacio.Eljovendelacapaconsultósureloj, y viendo que adelantaba, lo puso en hora.Después se volvió hacia elpatio de las Fuentes, desapareciendo en las sombras de la calle de Bons-Enfants.

Alllegarfrentealnúmero24seencontródenuevoconelcarbonero,alquepreguntó.

—¿Yelcoche?

—AguardaenlaesquinadelacalleBaillif.

— ¿Habéis tenido la precaución de envolver con trapos las ruedas y loscascosdeloscaballos?

—Sí.

—¡Muybien!Esperemosentonces.

Transcurrió una hora, durante la cual pasaron algunos transeúntesretrasados,aintervaloscadavezmáslargos,hastaquealfinlacalleacabóporquedarcasidesierta.

Otrahoratranscurrió.SeescucharonlospasosdelarondaporlacalledeValois,ydespués,unruidodellavesycerrojos:elguardiándelpasajecerrabalaverja.

—¡Bien!—murmuróelhombrede lacapa—,ahoraestamossegurosdenoserestorbadospornadie.

—Sí—respondióelcarbonero—,siempreycuandoelregentesalgaantesdelamanecer.

—¡Diablos!,tenéisrazón;nolohabíapensado,capitán.Porlodemás,¿nohabéisolvidadonada?

—Nada.

—De modo que ya sabéis: vos y vuestra gente os fingiréis ebrios, meempujaréis,yocaeréentreelregenteyaquéldelosdosalquedéelbrazo,deforma que queden separados; entonces vos os ocupáis del príncipe, loamordazáis, y damos un silbido para que acuda el coche,mientras que convuestraspistolasmantenemosadistanciaaSimianeyaRavanne.

—Pero,¿ysigrita?—observóelcarbonero.

— ¿Si grita?—murmuró el hombre de la capa en voz baja—. En una

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conspiraciónnopuedenhacerse lascosasamedias; sipideauxiliodandosunombre,¡lomatáis!

En aquel instante una luz que venía del fondo de la casa iluminó lasventanasdelcentro.

—¡Vaya!,yaempiezanamoverse—dijeronalavezlosdoshombres.

Precisamenteentoncesseescucharonlospasosinoportunosdealguienquevenía por la calle de Saint-Honoré; el carboneromasculló entre dientes unablasfemiacapazdehacertemblaralcielo.

Elnuevopersonajeseguíaacercándose;peroyafuesepor laoscuridad,oporquehubiesevistoalgosospechoso,eraevidentequeexperimentabaciertotemor;sepusoacantar,seguramenteparadarseánimos,peroamedidaqueibaacercándose,suvoztemblabamásymásentantomodulabaunatonada,muyapropiadaalascircunstanciasdelmomento.

Dejadmepasar,

Dejadme…

Derepente,interrumpiósucántico;graciasalaluzquesalíadelaventana,había distinguido a los dos conjurados que se disimulaban al fondo de unapuertacochera.Elpobrehombresintióquelaspiernasylavozlefallabanaltiempo.Enaquelmomentounasombraseacercóa laventana;elcarbonero,pensando que un grito de alarma del viandante podía echarlo todo a rodar,mostrósuintencióndeabalanzarsesobreel transeúnte,peroelhombredelacapaloretuvo.

—Capitán, no hagáis daño a ese hombre. —Después, acercándose alviandante,prosiguió—:Seguid,amigo,perohacedloprestoynomiréishaciaatrás.

El cantor no se hizo repetir la ordeny continuó todo lo aprisa que se lopermitíansuspiernas.

—Yaeratiempo—murmuróelcarbonero—;estánabriendolaventana.

Losconspiradoresvolvieronasumergirseenlasombra.

—¡Bienva!—dijodesdeel fondode lahabitaciónunavozque losdoshombresreconocieroncomoladelregente—.Bien,Simiane,¿quétaltiempohace?

—Creóquenieva—contestóunavozdeborracho.

—Pero,¡cómovaanevar!Nodigastonterías…

— ¡Ven acá!, ¡ymira, idiota! ¿Es que tus ojos no ven?—dijoRavanneasomándoseasuvezalbalcón.

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—Laverdad,nodistingobiensicaealgoonocae—continuóSimiane.

—Loquepasaesqueestáisborracho—dijoelregente.

— ¡Ah!, ¿sí?… ¿borracho yo? —protestó Simiane—. ¡Pues bien! Osapuestocienluisesaque,pormuyregentedeFranciaqueseáis,nosoiscapazdeimitarloqueharéyo.

—Yalohabéisoído,monseñor;esunreto—seescuchóunavozdemujerdesdeelinteriordelahabitación.

—Ycomotalloacepto.¡Vancienluises!

—Yojuegolamitadafavordelquequiera—dijoRavanne.

—¡Ybien!Simiane…¿dequésetrata?

—Allávoy.¿Meseguiréis?

—¡Portodoslosdiablos!,¿adónde?

—AlPalacioReal…

—¡Miraquégracia!

—…peroporlostejados.

Y Simiane, asiéndose a los barrotes de hierro de la fachada, inició laescalada.

ElregentecomenzóatrepardetrásdeSimiane,que,ágilydelgadocomoera,llegóenuninstantealaterraza.

—Esperoqueporlomenosvos,Ravanne,nodespreciéismicompañía—dijolamarquesa.

—Perdonad,señora…soyelfielcustodiodemonseñorydeboseguirlo.

Al ver que la presa se les escapaba, los dos hombres que esperaban nopudieronreprimirungritodedecepciónqueresonóentodalacalle.

— ¿Eh?, ¿qué es esto?—exclamó Simiane, que habiendo dado fin a suejerciciogimnásticopodíaatendermejoraloqueocurríaenderredor.

—¡Borrego,cállate!—gritóelregente—,¿novesqueeslaronda?¡Vasaconseguirqueestanochedurmamosenelcuerpodeguardia!¡Sinosarrestan,prometoquetedejopudrirenelcalabozo!

—No,monseñor,noeslaronda;vedquenollevannibayonetanicorreaje—replicóSimiane.

—¿Quiénpuedeserentonces?—preguntóelregente.

—No os preocupéis, monseñor —le tranquilizó Simiane, que al mismo

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tiempohacíaunsignodeinteligenciaaRavanne—,yocontinúomiescalada,¡seguidmesipodéis!

Simiane siguió izándose hacia el tejado, tirando a la vez del regente, aquienalmismotiempoempujabaRavanneporelilustretrasero.

Nohabiendoyadudassobrecuáleseranlasintencionesdelosalpinistas,elcarbonerolanzóunamaldiciónyelhombredelacapaungritoderabia.

— ¿Qué pasa ahí abajo?—exclamó el regente, poniéndose a horcajadassobre el tejado y mirando a la calle, donde se veían rebullir ocho o diezhombres en la mancha de luz proyectada por las ventanas del salón, quehabíanquedadoabiertas—.¿Quéocurre?¿Unpequeñocomplot?

—Nada de bromas ahora, monseñor —le suplicó Simiane—, vamos abajar.

Elembozadodetrajeoscuroexclamóagritos:

—DadlavueltaporlacalledeSaint-Honoré,¡rápido,rápido!

—¿Yluego…?

—Esperemos que lleguen al suelo, y ¡quiera el diablo que se rompan lacrisma!Laprovidenciaesinjusta,onoshaqueridojugarunabroma.¡Vamos!,seguidme—prosiguió el hombre de la capa, lanzándose hacia el pasaje—.Derribemoslabarrerayloscogeremosalotroladocuandobajen.

—Vamos,vamos,monseñor…Tocanaretirada—apremióSimiane—.Noesmuyairoso,peroesseguro.

—Por aquí, por aquí —dijo una voz de mujer en el momento en queSimiane, seguido de los otros dos, saltaba por encima del antepecho de laterrazaysedisponíaadescenderporlaescaleradehierro.

—¡Ah!,¡soisvos,marquesa!Afemía,soisunamujerdevalor…

—Saltadporaquíybajadaprisa.

Lostresfugitivossaltarondesdelaterrazaalahabitación.

—¿Preferísquedarosaquí?—preguntólaseñoradeSabran.

—No,no—respondióel regente—,con losarrestosque traen, temoqueibanatomarlacasaporasalto,yavos,marquesa,ostrataríancomoaplazaconquistada;másvalequeprocuremosllegaralPalacioReal.

Bajaronrápidamentelaescalera,conRavanneenvanguardia,yabrieronlapuerta del jardín.A ellos llegaba el ruido que armaban sus perseguidores alintentarforzarlaverjadehierro.

—¡Alerta!,monseñor—gritóSimiane,quegraciasa suelevadaestatura

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habíasaltadoatierra,dejándosecolgardelosbrazos—,ahívienen,porlacalleValois.Ponedelpieenmishombros…bienva;ahoraelotro…Dejaosir,yoossostendréenmisbrazos.¡ViveDios!,yaestáisasalvo.

—¡Sacad laespada! ¡Vamosamigos…!Carguemoscontra lachusma—gritabaentusiasmadoelregente.

—¡SantoDios!,¡quélocura,monseñor!…¡Amí,Ravanne!,¡ayudadme!

Losdos jóvenesasieronalduque,cadaunoporunbrazo,y lometieron,casiarastras,porunadelasentradasdelPalacioRealquesiemprepermanecíaabierta.Todalabandavinoadardecabezacontralaverja,enelmomentoenquelostresseñorescerrabantrasellos.

La triple carcajada con que los fugitivos se despidieron acabó deavergonzar a los conspiradores, que quedaron con un palmo de narices, alfrentedelasofocadatropa.

—¡Esemalditodebedehaberhechounpactoconeldiablo!—comentóHarmental,cuyotonodevoztraslucíaunatisbodeadmiración.

—Hemosperdido lapartida,amigos—dijoRoquefinnette,dirigiéndosealoshombresqueesperabansusórdenes—,peronoospreocupéis;hasidosóloelprimerasalto.Buenasnoches;mañanaosveré.

—¿Ybien,coronel?—consultóRoquefinnette,conlaspiernasseparadasyfijandolamiradaenlosojosdeHarmental.

—¡Ybien,capitán!—respondióelcaballero—.Voyadecirosunacosa:cuandosefracasaesquelascosasnosehanhechocomodebían.¿QuévamosadecirleahoraamadamedelMaine?

—¡Vaya!—leinterrumpióRoquefinnette—.¿Esporesaratasabiaporlaqueos inquietáis? ¡Vamos,coronel!…,hacedcasoaunviejozorro;paraserunbuenconquistadoresnecesario,sobre todo, loquevostenéis:valor;perotambién hace falta lo que no poseéis: paciencia. ¡Diablos!, si yo fuese eldirectorde todoestecotarro, lo llevaríaamimanera,yosaseguroque todosaldría bien. Si consintierais que yo tomase la sartén por elmango…Pero,bueno;yahablaremosdeeso.

—Ysiestuvieraisenmilugar,¿quédiríaisaladuquesa?

— ¿Qué le diría? Pues eso: «Princesa, seguramente monseñor ha sidoprevenidoporsupolicía;elasuntonohasalidotalcomopensábamos,ynoslashemostenidoqueentenderconunosbellacosquenoshandadoesquinazo,etcétera».

—Sí,ciertamente,esoesloquediríaotro;peroyo,¡quéqueréis,capitán!…tengounaideasmuytontas,yademásnosémentir.

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—Elquenosabementirestálisto—comentóelcapitán—.Pero,¿quévenmisojos?¡Lasbayonetasdelaronda!¡Oh,eficazinstitución!…Nuncafaltasatus tradiciones: siempre presente cuando el nublado pasó. Pero no importa;hemos de separarnos. Adiós, coronel; cada uno a su olivo, pero despacio,pasito a paso, para que no se den cuenta de que tenéis unas ganas locas deecharacorrercomoalmaquellevaeldiablo.

YmientrasHarmentalsemetíaporelpasaje,elcapitánsiguióporlacalledeValois,almismopasoquelaronda,alaquesacabacienpasosdedelantera,mientrascantabaconelairemásindiferentedelmundo:

Tenonsbienlacampagne,

LaFrancenevautrien,

Etlesdoublonsd’Espagne

Sontd’unortrischrétien.

Elcaballerovolvióal lugardondehabíaquedadoapostadoelcoche,que,siguiendosusinstrucciones,aguardabaconlaportezuelaabiertayelcocheroenelpescante.

—AlArsenal—ordenóelcaballero.

—Esinútil—lerespondiódesdeelinteriorunavozquehizoestremeceraRaoul—,yahevistoloquehapasado,einformarédebidamente;unavisitaaestahoraseríapeligrosa.

—¡Ah!,soisvos,abate—dijoHarmental,quehabíareconocidoaBrigaudbajo la librea que le servía de disfraz—. ¡Que el diablome lleve si sé quéexplicaciónpuedodar!

—Pues yo sí sé; y también sé decir que sois un valiente y lealgentilhombre, de los que si hubiera diez parejos en Francia, otro gallo noscantara.Subiddeprisa;¿adóndequeréisqueoslleve?

Harmentalmontóenelcoche,yelabate,disfrazadodelacayo,seacomodóasulado,sinhacercasoalahumildaddesutraje.

—VamosalaesquinadelacalleGros-ChenetconladeClery—ordenóelabatealcochero.

Elcochearrancóysiguiósuruta,sinquelasacolchadasruedashicieranelmenorruido.

CapítuloIX

ELGENTILHOMBREBUVAT

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Nosconvieneahoraconocermejoraunodelosprincipalespersonajesdenuestra historia, del que no hemos hecho más que hablar de pasada. Nosreferimosalbuenburguésquevimoscuandodejabaelgrupoquerodeabaalmúsico de la calle Valois, y volvimos a encontrar, en un momento muyinoportuno,cuandorecorríaahoraavanzadalacalledeBons-Enfants:elpobrediablo a quien Harmental había ayudado tan oportunamente, y quecasualmente, ¡era el mismísimo jardinero!, el vecino de la calle de Temps-Perdu.

Ya dijimos que era un hombre sobre los cuarenta y cinco años, bajito ygrueso,conunaobesidadqueibaenaumentoamedidaqueavanzabaenedad;teníaunadeesascarasborrosasdondetodo,cabello,cejas,ojosypiel,parecedelmismocolor;eraunodeesostipos,enfin,delosqueadiezpasosnosedistingue ningún rasgo, cuyas facciones jamás han sido alteradas por laspasiones,buenasomalas,yqueporlomismoconservantodasuinsignificanteregularidad.

Añadamosque laProvidencia, que jamáshace las cosas amedias, habíafirmado el original con el nombre apropiado: Jean Buvat. Aunque bien esciertoque laspersonasqueconocían lanula inteligencia,pero lasexcelentescualidadesdelcorazóndelhombrecillo,suprimíanelpatronímicoquerecibióenlafuentebautismal,ylellamabansimplemente«elbuenBuvat».

Desde su más tierna infancia el pequeño Buvat había mostrado unamarcadarepugnanciaportodoloquefueseestudio,yunavocaciónparticularporlacaligrafía.DemodoquellegabacadamañanaalcolegiodelosPadresdelOratorio,dondeasistíacomoalumnogratuito,conunosdeberesplagadosdefaltas,peroescritosconunalimpieza,unaregularidadyunapropiedadquedabagustoverlos.

DeelloresultabaqueelpequeñoBuvatrecibíadiariamentepalmetazosporsu torpeza, y todos los años el premio de caligrafía por la habilidad de susmanos.

Apesardesuexteriorsosegado,aljovenBuvatnolefaltabaunfondodeamorpropio:volvíaporlatardellorosoasucasa,sequejabaasumadredelasinjusticias que le hacían… pero tenía que confesar que en la escuela habíaniñosdediezañosmásadelantadosqueélenlosestudios.

LaseñoraviudadeBuvat,unapobrecomadredebarrio,noibamásalládeverquelosdeberesdesuhijoibanenunaletraquenipintada,cosaqueaellalebastabaparacreerquenohabíanadamásquepedir;undíafueaprotestaralos buenos Padres. Éstos le respondieron que su hijo era un buen chico,incapazdeunamalaacción,perodeunainutilidadtalparalosestudios,queleaconsejabanque lodedicaseamaestrodeescritura,yaqueésteeraelúnico

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talentoquelanaturalezalehabíadado.

EsteconsejofueunrayodeluzparalaseñoraBuvat,quevolvióasucasaycomunicoasuhijolosnuevosplanesqueteníaparaél.Eljovenacogiócongran alegría la resoluciónde sumadre; le prometióque antesde seismesesseríaelmejorpendolistadelacapital,yqueconsusahorrillosibaacompraruncortaplumas,unpaquetedepéñolasydoscuadernosdepapelparaponersealtrabajo.

Los buenos Padres no se habían equivocado respecto a la verdaderavocacióndeljovenBuvat:lacaligrafíaeraenélunartequecasialcanzabalacategoríadedibujo.Alcabodeseismesesdominabalasseisdiferentesclasesde escritura, y trazaba unos rasgos que imitaban figuras humanas, plantas yanimales.Alcabodeunañohabíahechotalesprogresos,queleconvencierondequeyapodíacomenzaratrabajarenserio.Lohizodurantetresmeses,díaynoche,yalfinalconsiguióunaautenticaobramaestra,conlaqueconsiguiósucartadeexamen.Noeraunasimplepancarta, sinounverdaderocuadroquerepresentaba la Creación, en trazos gruesos y finos, y en el espacio quequedabalibre,veníareproducidoenseistiposdistintosdeescrituraeladverbio«despiadadamente». Ocho días después, Buvat tenía cinco alumnos y dosalumnas.

Eléxitofueenaumento;demodoque,pasadoslosaños,laseñoraBuvatpudomorirconlasatisfaccióndeverasuhijobienestablecido.

Lavidadelcalígrafosiguiósucurso,tanperfectamentereglamentado,quese podía asegurar que cada día sería exactamente igual que el anterior. Asíllegóa laedaddeveintiséisaños,sinquesucalmosae inocentehombríadebiensufrieseningunadelasborrascaspropiasdelajuventud.

PoraquellasfechaselbuenBuvattuvolaocasióndepracticarunasublimeacción,delamaneramásingenuayespontánea,comotodoloquehacía.

Enelprimerpisodelacasanúmero6delacalledeOrties,enlaqueBuvatocupabaunabuhardilla,habíaunajovenfamiliaqueeralaadmiracióndetodoel barrio, por la incomparable armonía en que vivíanmarido ymujer. Él sellamabaAlbertdeRocher,yerahijodeunantiguodirigentedelossectariosdelasCévennes,quefueobligadoahacersecatólicocontodasufamilia,enlostiemposdelaspersecucionesdelseñordeBâville.Alberthabíaentradocomoescudero en casa del duque de Chartres, que por aquella época estabarehaciendo su cuerpo de casa,muy duramente castigado en la campaña queprecedióalabatalladeSteinkerke,yenlaqueelpríncipehizosusprimerasarmas.

El invierno interrumpió la campaña, pero llegada la primavera sereanudaronlasoperaciones;elseñordeLuxemburgovolvióaconvocarasus

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oficiales,querepartíansuvidaentrelaguerraylosplaceres,seismesesparacadacosa.ElduquedeChartresfueunodelosprimerosenacudiralallamadayRocherlesiguió,aligualquehicieronsusdemásservidores.

LlegóelgrandíadeNerwinde.Elduquecargabaunayotravezalfrentedesustropas.Alaquintaarremetida,elúnicoquequedabajuntoaéleraunjoven al que apenas conocía. Hubo una descarga; milagrosamente, ambosresultaron ilesos; el caballo del príncipe, herido de muerte en la cabeza,arrastróalduqueensucaída.Eljoven,queeraaltoyfuerte,pensóquenoeramomentoparadelicadezas,agarróporunbrazoalpríncipeylohizomontarensu grupa. En aquel momento crítico llegaba el señor de Arcy con undestacamentodecaballeríaligera,rompíaentrelasfilasenemigas,yliberabaalosdoshombres,cuandoyaéstosibanasercogidosprisioneros.

El duque tendió la mano a su compañero, y le preguntó su nombre. EljovenrespondióquesellamabaAlbertdeRocher,yquehabíareemplazadoalescuderoNeuville,muertoenSteinkerke.Elduque,volviéndosehacialosqueacababandellegar,lepresentó:

—Señores,heaquíalquemehasalvadolavida.

Alterminarlaguerra,elduquelenombrósuprimerescudero;ytresañosdespués,locasóconlajovendelaqueestabaenamorado,dotóalamuchacha,ysepreocupódequesusalvadorprogresaraensucarrera.

La joven era de origen inglés. Su madre había llegado a Franciaacompañando a madame Henriette cuando ésta vino para casarse con elhermanodeLuisXIV.Despuésquelaprincesamurióenvenenadapormanosdel caballero Effiat, pasó a ser la dama de compañía de la reina madre; almoriresta,en168o,seretiróaunacasitaenelcampo,cercadeSaint-Cloud,para dedicarse por entero a la educación de su hija Claire. Había sido conocasióndeunade lasvisitasqueelduquedeChartreshicieraaSaint-CloudcuandoRocherconocióalajovenconlaqueelduquelocasóen1697.

Losnuevosesposostuvieronunniño,quedesdelaedaddecuatroañosfueconfiadoaBuvatparaqueleenseñaracaligrafía.Elniñomuriódelsarampión.Ladesesperaciónde lospadresfuegrande;Buvat lesacompañóensudolor,tantomáscuantoqueelpequeñodemostrabagrandesaptitudes.Aquellounióalprofesoryalmatrimonio.Undíaenqueaquelbuenhombresequejabadelprecariofuturodelosartistas,Albertlepropusoutilizarsuinfluenciaparaverde conseguirle un puesto en la Biblioteca. Buvat saltó de júbilo, sólo conpensarqueibaaconvertirseenunfuncionariopúblico.Aquelmismodíaenviósusolicitud,escritaconsumejorletra.Albertlorecomendó,yunmesdespuésBuvatrecibíalacredencialdeempleadodelaBibliotecaReal,enlaseccióndemanuscritos, con la asignación de novecientas libras. Buvat, encantado,prometió a sus vecinos que si tenían otro hijo, sería únicamente él quien le

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enseñaseaescribir.Haciafinalesde1702,Clairedioaluzunaniña.

Elnacimientocausóunagranalegría.Buvatnocabíaensídelgozoquesentía.Aqueldía,porprimeravezen suvida, llegóa laoficinaa lasdiezycuarto,enlugardealasdiezenpuntocomoacostumbraba.

LapequeñaBathildateníaochodías,yyaBuvatqueríaenseñarleahacerpalotes.Hicieronfaltatodaslasrazonesdelmundoparaquecomprendiesequepor lo menos debía esperar dos o tres años; sin embargo, Buvat tuvo lasatisfacción de poner solemnemente la primera pluma que encontró en lasmanitasdelbebé.

Pasó el tiempo; estamos a principios de 1707. El duque deChartres, yaduque deOrléans por lamuerte deMonsieur, había conseguido, por fin, unmando en España, a donde tenía que llevar las tropas francesas que debíanunirse al ejército delmariscalBerwich.Comoprimer escudero,Albert teníaqueacompañaralpríncipe.Aquelviajellegóenelmomentomásinoportuno,porquelasaluddeClaireempezabaadarquepensar;elmédicohabíadejadoescaparlaspalabras«tisispulmonar».

YllegóelSdemarzo,díafijadoparalamarcha.ApesardesusdolenciasClairesehabíaocupadopersonalmentedelequipajedesumarido.Enmediode sus lágrimas,una sonrisadeorgullo iluminó sucaracuandovioaAlbertsobre su caballo y vistiendo el flamante uniforme. El joven se sentíaembargadoporlaaltivezyelorgullo.

LlegadoaSegorbe,elduquesupoqueelmariscalBerwichseaprestabaadarunabatalladecisiva.Envistadeello,enviópordelanteaAlbertparaqueanunciasealmariscallapróximallegadadelduquedeOrléansconsus10.000hombres.

Rocherllegóenelprecisomomentoenqueibaacomenzarlabatalla.Pidióqueleindicarandóndehabíaestablecidoelmariscalsupuestodemando,yalencontrarlo,leexpusoelobjetodesumisión.Elmariscal,portodarespuesta,lemostróelcampodebatallayleordenóvolverjuntoalpríncipeparacontarlelo que había visto. Albert pidió permiso para quedarse, y así poder dar alpríncipenoticiasde la seguravictoria.Enaquelmomento el general en jefedispusounacargade las fuerzasdedragonesyenvióauñódesusedecanesparaquelocomunicasealcoronelquedebíaefectuarla.

Aquella carga fueunade lasmásbrillantes accionesdeldía,penetró tanprofundamenteenelcorazónde lasfilas imperiales,quesembróeldesordenenlasmismas.ElmariscalsiguióconlamiradaaljovenAlbert,quesehabíaprecipitado tras el ayudante, le vio llegarhasta labandera enemigay lucharcuerpoacuerpoconelquelasostenía.Unavezqueestuvoanteelmariscal,tirólabanderaasuspies,abriólabocaparahablar,peroenlugardepalabras

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fue una bocanada de sangre lo que salió de sus labios. El mariscal le viovacilarensusestribos,yseadelantóparasujetarle;peroyaeratarde:Albertcayódelcaballo;unaheridadebalaleatravesabaelpecho.

ElduquedeOrléansllegóaldíasiguientedelabatalla;lamentólamuertede Albert como se siente la de un hombre valiente. Quiso escribirpersonalmenteasuviuda;sialgopodíaconsolarladelapérdidadesumarido,habíadeserunacartacomoaquella.

A las cuatro de la tarde Buvat se encontraba, como siempre, en laBiblioteca,cuandoleavisarondequealguienpreguntabaporél.Elmensajerole dijo que la madre de Bathilda le necesitaba con urgencia. Cuando llegóencontróalapobremujer,quenolloraba;parecíaaterrada,sinlágrimasenlosojos,muda,conlamiradafijayextraviada,comoladeunaloca.Cuandoalfinse dio cuenta de la presencia de Buvat, se limitó a extender su mano yentregarlelacartaqueacababaderecibir.

Elbuenhombre,demomento,nosediocuentadeloqueocurría;después,pusolosojosenelpapelyleyóenvozalta:

«Señora:

»Vuestro esposohamuertoporFranciaypormí.Nohaypoderhumanoquenos lopuedadevolver.Sialgunaveznecesitáiscualquiercosa, recordadqueFranciayyosomosvuestrosdeudores.

»Contodoelafectode

FelipedeOrléans».

—No,no…—murmuróBuvat fijandosusojosenClaire—,¿el señordeRocher?…¡noesposible!

— ¿Hamuerto papá?—preguntó la pequeñaBathilda que jugaba en unrincónconunamuñeca—.Mamá,¿esverdadquepapáhamuerto?

—Sí,miniña…¡Quédesgracia!…quédesgracia…

—Señora,noosdesesperéistodavía…puedequeseaunafalsanoticia.

—¿NoveisqueeslapropialetradelduquedeOrléans?—Aldecirestaspalabraslapobremujertosiótanfuerte,queBuvatsintióquesupropiopechole dolía; pero su espanto fuemayor cuando vio a lamujer retirar, lleno desangre,elpañueloquesehabíapuestoenlaboca.

ElapartamentoqueocupabaClaireresultabademasiadograndeparaella;de modo que nadie se extrañó cuando se cambió a otro más pequeño delsegundopiso.

LapobreviudasepresentóenelMinisteriodelaGuerraparahacervaler

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sus derechos. Pero cuando al cabo de tres meses las oficinas empezaron aconsiderarsucaso,latomadeRequenaydeZaragozahabíanhechoolvidarlavictoria deAlmansa. Claire enseñó la carta del príncipe, y el secretario delministro le respondió que con semejante carta podía obtener todo cuantoquisiera,peroqueantestendríaqueesperarlavueltadeSuAlteza.

Envistadelocualdejósuviviendadelsegundo,paratomardospequeñashabitaciones en el tercero. La viuda no poseía otrosmedios de vida que elsalario de su esposo, ya que la modesta dote recibida del duque habíadesaparecidoenlacompradealgunosmueblesyenelequipodesumarido.

Contra los principios estratégicos habituales en la época, el ejércitofrancés,enlugarderetirarseasuscuartelesdeinvierno,prosiguiólacampaña.El duque deOrléans se preparaba para sitiarLérida.La espera deClaire sealargaría.

Laviudaintentóunanuevagestión;peroestavezhabíanolvidadoinclusoel nombre de su marido. Y a pesar de la carta del príncipe no tuvo másremedioquerumiarsupaciencia.

Por último se vio obligada a dejar las dos habitaciones y tomar unapequeña buhardilla, frente a la que ocupaba Buvat; vendió todas laspertenencias que conservaba, excepto algunas sillas, la cuna de la pequeñaBathildayunacamaparaella.

A Buvat, testigo involuntario de aquellos cambios sucesivos, no le fuedifícil comprender la real situación de su vecina. Hombre en extremoordenado, había reunido unos pequeños ahorros que deseaba poner adisposicióndeClaire;peronuncaseatrevióahacerlesemejanteofrecimiento;veintevecesllegóalacasa,portadordelsaquillodondeguardabaelmodestopeculio; pero nunca logró acopiar suficiente valor para mostrarlo. Un día,Buvat,quebajabalaescaleraparairseasuoficina,tropezóconelpropietarioque hacía su ronda trimestral; le hizo entrar en su casa, y diciéndole que laseñoraRocherlehabíaentregadoeldinero,pagódosrecibosatrasados.

Pasaron los últimos días del invierno, y llegó la noticia de que el jovengeneral,despuésdetomarLérida,sepreparabaparaelsitiodeTortosa.

Fueungolpe terriblepara lapobreClaire: laprimavera llegaba,ycon laprimavera,unanuevacampañaretendríaalduque.Lefallaronlasfuerzas,ysevioobligadaaguardarcama.

LasituacióndeClaireeradesesperada.Conocíaperfectamentelagravedaddesuestado,ysepreguntabaaquiénconfiarsuhija,eldíaqueellafaltase.Sumaridosóloteníaparienteslejanos,alosquenisiquieraconocía.Encuantoala familia inglesa, no sabía quiénes eran; para ella no habíamás patria queFrancia,dondesumadrefalleciera.

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Ciertanoche,Buvat(latardeanteriorhabíadejadoaClaireconsumidaporlafiebre)laoyógemirtandesesperadamentequesaltandodelacamasevistióparairaverquéleocurría;peroalencontrarseantelapuerta,noseatrevióaentrar ni a llamar.Claire lloraba con gran congoja y rezaba en alta voz. LapequeñaBathildasehabíadespertadoyllamabaasumadre.Lamujersecósuslágrimas,seacercóalacunadesuhijay,arrodillándose,lehizorepetirtodaslasoraciones infantilesque sabía; entre cadaunadeellas,Buvatpodíaoírlarogandocondolorosavoz:

—¡Diosmío!¡Diosmío!…Protegedamipobrehijita…

El buen Buvat cayó de rodillas, y a sí mismo se prometió que aunqueBathilda quedase huérfana, jamás quedaría abandonada. Dios tenía queescucharladobleoraciónquehaciaÉlsubía.

Al día siguiente, Buvat, al entrar en casa de Claire, hizo algo a lo quenuncaantessehabíaatrevido:tomóaBathildaensusbrazos,apoyósurostrocontraladulcecaritadelaniñaymurmuróenvozbaja:

—Notemas,pequeñainocente;todavíahaygentesbuenasenelmundo.

Entonces,laniñitaleechólosbrazosalcuelloyseestrechócontraél.

Alvolverdesutrabajo,alascuatrodelatarde,Buvatencontrólacasaenconmoción.AlsalirdelahabitacióndeClaire,elmédicohabíadichoqueeranecesariopedirelviático.Elcurasepresentó,subiólaescaleraprecedidodeunsacristánqueagitabaunacampanilla,ysindartiemposiquieraaprepararalaenferma,penetróenelcuarto.ClairerecibióalSeñorcontodofervor;perola impresiónquesufriera fue tan intensa,que losque la rodeaban llegaronapensarquemoriríaaconsecuenciadelamisma.Buvat,desdelacalle,escuchóloscánticos,ysospechóloquehabíaocurrido;subiólosescalonesdecuatroencuatroyencontróelcuarto,comosueleocurrirentalescasos,atestadoportodas lascomadresdelbarrio.Cercadel lechodondeyacía lamoribunda, elcurarezabalaoracióndelosagonizantes.Enunrincón,lapequeñaBathilda,agazapada,noseatrevíania llorarniagritar,asustadapor lagenteyporelinusitadomovimiento.EncuantovioaBuvatcorrióhaciaélcomosifueselaúnicapersonaquelapudieseproteger.Elbuenhombrelatomóensusbrazosyse arrodilló junto al lecho de la enferma, que, volviendo los ojos a la tristetierra desde el cielo, donde ya los tenía, vio a su hija en brazos del únicoamigoconquecontaba.Conlapenetrantemiradadelosquevanamorir,llegóhastaelfondodeaquelcorazónpuroyabnegado;incorporándose,letendiólamano con una exclamación de agradecimiento y de alegría, que sólo losángelescomprendieron,yvolvióacaerdesvanecidaenellecho.

La ceremonia religiosa había terminado; primero se retiró el sacerdote,después las beatas; los indiferentes y los curiosos fueron los últimos en

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abandonarlacasa.

Enelgrupode los fisgoneshabíamuchasmujeres;Buvat lespreguntósiconocían algunabuena enfermera.Unade ellas se ofreció; pero recalcóqueacostumbrabaacobrarporadelantado.Elpendolistaseinformódelprecioquepedía a la semana, y pensando que las doce libras que solicitaba eran unamiseria, le dio dos escudos sin regatear. Claire seguía sin conocimiento. Laque se había encargado de su cuidado debutó en sus funciones, haciéndoleoler, a falta de sales, vinagre. Buvat se retiró, después de tranquilizar aBathilda, asegurándole que sumadre dormía. La pobre niña se volvió a surincónycontinuójugandoconlamuñeca.

Transcurrida una hora, el buen Buvat volvió para informarse de cómoseguíaClaire.Habíavueltode sudesmayo,peronohablaba.Cuando sediocuentadelapresenciadesuamigo,juntólasmanosysepusoarezar;despuésintentóbuscaralgodebajodelaalmohada.Aquelesfuerzofuedemasiadoparasudebilidad;lanzóungemidoyvolvióasumirseenlainconsciencia.

Buvat fue incapaz de soportar la triste escena; tras recomendar a laenfermeraquecuidasealamadreyalahijalomejorquesupiese,saliódelahabitación.

Aldíasiguiente,porlamañana,laenfermahabíaempeorado;teníalosojosabiertos,peroaparentabanoconocermásqueasuhija,aquienteníacogidadeunamano,quenoqueríasoltar.

Buvat hubiese querido permanecer cerca de Claire, porque veía que lequedaban pocas horas de vida; pero para el concienzudo empleado el únicomotivoquehubierajustificadosufaltadeasistenciaalaoficina,habríasidosupropia muerte. Entró en la Biblioteca triste y acongojado. Sus compañerosobservaron,conestupor,quenoesperóaquediesenlascuatroparadeshacerelcordóndelosmanguitosazulesqueusabaparanomancharseeltraje,yquealaprimeracampanadadelreloj,cogióelsombreroyescapócorriendo.ConelalientoentrecortadopreguntóalaporteracómoseencontrabaClaire.

— ¡Ay! ¡Bendito seaDios!—respondió la pobremujer—, ya no sufrirámás…EstáenlaGloria.

—¡Hamuerto!—exclamóBuvat,sintiendoqueunescalofríolerecorríalaespalda.

—Hacetrescuartosdehora,pocomásomenos—respondiólaportera.

Elhombresubiólentamentelasescaleras,parándoseencadarellanoparasecar el sudor que perlaba su frente. Cuando llegó al descansillo quecorrespondíaasucuartoyalahabitacióndeClaire,lefuenecesarioapoyarseenlapared,puessentíaquelaspiernasleflaqueaban.Leparecióoírlavozde

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Bathildaquehablaba,consuvocecitaentrecortadaporlossollozos:

—¡Mamá!,¡mamaíta!…¡despierta!…¿porquéestástanfría?,¡mamá!

Después, la niña se acercó a la puertaydandoen ella con suminúsculamanitapidióauxilio.

—¡Bonami,bonami,ven!¡Estoysolaytengomiedo!

Buvatsehacíacrucesalpensarqueaquellasgenteshabíansidocapacesdedejar a la niña con lamadremuerta. Habían cerrado la puerta con llave, ycuandoBuvatintentóabrirlaoyólavozdelaporteraquelellamaba.

Bajótandeprisacomopudo.

—¿Porquétieneustedlallavedelcuarto?—preguntó.

—La ha traído el dueño, después de llevarse los muebles—contestó laportera.

—¿Quédiceusted?¡Sehallevadolosmuebles!

— ¡Claro está que se los ha llevado! Vuestra vecina no era rica, señorBuvat, y no es difícil pensar que debía dinero por todas partes. Así que elpropietariohapensadoencobrarelprimeroevitándoseeltenerqueentrarenpleitosconlosdemás.

—Ylavigilante,¿dóndeestá?

—Encuantohavistomoriralaenfermasehamarchado.Yanoteníanadaque hacer allí; pero si queréis, vendrá a amortajarla… si le dais un escudo.Normalmente,sonlasporteraslasqueseencargandeestetrabajo;peroyonopodría,¡soytansensible!

ElbuenBuvat,imaginandoloocurrido,sentíaescalofríos.Volvióaltercerpiso lomás rápidamente que pudo. Sumano temblaba al punto que apenaspodíaintroducirlallaveenlacerradura.Alfinelcerrojocedió.

Claireestabatendidaeneljergóndesucama,sobreelsuelo,enmediodela habitación. Debían de haberla cubierto con una sábana roñosa, pero lapequeñalahabíaretiradounpocoparaverlacaradesumadre,alaqueestabaabrazadaenelmomentoenqueentróBuvat.

—¡Ah!,bonami,bonami,despiertaamimamáquellevamuchotiempodormida;despiértala,porfavor—exclamólaniñaalverle.

BuvatacercóaBathildaalladodelcadáver.

—Daleunbesoatumadre,pequeña.

Laniñaobedeció.

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—Y ahora—prosiguió—, déjala dormir. Un día vendrá el niño Jesús adespertarla.

Tomóalaniñaenbrazosparallevarlaasucasa.Hubodeacostarlaensupropiacama,yaquehastalacunasehabíanllevado.Cuandovioquelaniñadormía, salió para declarar la defunción ante el comisario del barrio, y paraavisaralaspompasfúnebres.

Al volver a casa, la portera le entregó un papel que la enfermera habíaencontradoenlamanodiestradeClairecuandolaamortajaba:eralacartadelduquedeOrléans.

Aquellafuelaúnicaherenciaquelapobremadrepudodejarasuhijita.

CapítuloX

LAHERENCIA.BATHILDA

Buvat se encargó de buscar unamujer que se ocupase del cuidado de laniña,yaqueelpobrehombrenoteníalamenorideadecómohabíaquellevarunacasa,apartedeque,teniendoquepasarseseishorasenlaBiblioteca,teníaforzosamente que dejar sola a la niña. Por suerte tenía a mano lo quenecesitaba:unabuenamujerdeunostreintaycincoatreintayochoañosquehabía cuidado a la señoraBuvat en los últimos tres años de su vida.BuvatconvinoconNanette(asísellamabalamujer)queviviríaencasa,seocuparíadelacocinaycuidaríadelapequeña,todoporunsalariodecincuentalibrasalaño,máslacomida.

AquellocambiótotalmentelascostumbresdeBuvat.Nopodíaquedarseensu buhardilla, que resultaba demasiado pequeña. Así que, desde la mañanasiguiente,sepusoabuscarunnuevoalojamiento.EncontróunoenlacalledePagevin,queleconvenía,porquenoquedabamuylejosdelaBibliotecaReal.Eraunapartamentodedoshabitaciones,gabineteycocina.Loalquiló,pagólafianza, y fue a la calle Saint-Antoine a comprar algunos muebles que eranprecisos.Aquellamismatarde,alvolverdesutrabajo,hizolamudanza.

Al día siguiente, que era domingo, enterraron a Claire. Las primerassemanas, lapequeñaBathildapreguntabaacada instanteporsumadre;peropoco a poco, habiéndole dicho que mamá se había reunido con su papá,preguntabaporlosdos;hastaqueundíadejódehacerlo.

BuvatquisoquelahabitaciónmásbonitafueseparaBathildaysereservólaotra;Nanettedormíaenelgabinete.Elpobrehombresedabacuentadequeniélnilagobernantaeranlosmásindicadosparadarunabuenaeducaciónala

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niña; todo lomás, podrían conseguir que Bathilda llegase a tener una letrapreciosayaprendieralascuatroreglas,acoseryahilar;peroaunquelograsenesto, la niña no sabría ni la mitad de lo que debía saber, pues no podíaolvidarsequepeseaconvertirseenpupiladeBuvat,Bathildaseguíasiendolahija de Albert y de Claire, una hija de la pequeña nobleza. Decidió, enconsecuencia,darleunaeducaciónenconsonancia,noconsuactualsituación,sinoconelapellidoquellevaba.

ElespíritusimplistadeBuvatysuhonradezacrisolada,lehicierontenerelsiguienterazonamiento:laplazaenlaBibliotecaseladebíaaAlbert;demodoquelosingresosqueaquéllaleproporcionabapertenecíanaBathilda.

Encuantoalacomida,elpagodelalquiler,losvestidos,elcuidadodelaniña y el salario deNanette, él debía ganarlos con sus clases de escritura yhaciendotrabajosdecopia.

Diosbendijoaquellasantaresolución:nilasleccionesnilascopiasfaltaronenlosucesivo.

AlosseisañosBathildatuvoprofesordebaile,demúsicaydedibujo.Porotraparte,paraBuvateraunplacersacrificarseporsupupila:parecíaqueDioslahabíadotadoparatodaslasciencias.Porloquerespectaasujovenbelleza,cumplíatodoloquedeniñaprometía.

Buvatvivíafeliz;al finaldecadasemanarecibía lasfelicitacionesde losprofesores, y el domingo, reventando de orgullo, tomaba la mano de supequeñaBathilday la llevabadepaseo.El punto final de sus caminatas erasiempre elmismo: losPorcherons, donde se reunían los jugadoresdebolos,deportealqueBuvateramuyaficionado,yenelque,habiéndolodejadodepracticar,sehabíaconvertidoenárbitroinapelable.

En sus paseos llegaban también al pantano de laGrangeBateliére, cuyasaguas sombrías y de colormorado atraían a las libélulas de alas de gasa ycorpiños de oro, que a los niños tanto les gusta perseguir. La diversiónpreferida de Bathilda era correr, con la redecilla verde en una mano y losdoradoscabellosflotandoalviento,traslasmariposasylaslibélulas.

DevezencuandoBuvatconsentíaenllegarhastaMontmartre;cuandoensus excursiones domingueras llegaban hasta la colina, habían de salir mástemprano;Nanette llevaba lameriendaque se comían en la explanadade laabadía.Cuandoregresabaneranlasocho;yahabíaoscurecido;bienentendidoquedesdelacruzdePorcherons,BathildaibadormidaenbrazosdeBuvat.

Lascosassiguieronasíhastaelañodegraciade1712,épocaenqueelrey,agobiado por sus deudas, no vio otra solución que dejar de pagar a susempleados. El cajero advirtió de estamedida económica aBuvat, que se lequedó mirando con aspecto pasmado. Su estrecha mente era incapaz de

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imaginar que al rey pudiera faltarle el dinero. De modo que prosiguió sutrabajocanturreando,comositalcosa.

— ¡Caramba! —comentó un supernumerario—. Debéis de estar muycontento, cuando el saber que no os van a pagar no os quita las ganas decantar.

—¿Quéqueréisdecir?Noosentiendo.

—Digoquesihabéispasadoporlaoficinadelcajero.

—Sí,claro,deahívengo.

—¿Yoshanpagado?

—No;mehandichoquenohabíadinero.

—¿Yquépensáisdeeso?

—¡Diablo!Quenospagaránjuntosdosmeses.

—Y si no os pagasen elmes que viene, ni el otro, ni el siguiente, ¿quéharíais?

—¿Quéharía?—pensóunosinstantes,extrañadodequealguienpudieraponerendudacuálseríasuresolución—.Puesseguiríaviniendoalaoficinaigualquesiempre.

Pasó otro mes, llegó el día de pago, y volvió a anunciarse que la cajaseguíavacía.

Aqueldíaelsupernumerariopresentósudimisión,yeljefecargóaBuvat,además de con su trabajo, con el del que había dimitido.Tampoco al tercermespagaron;eraunaverdaderabancarrota.

Buvattuvoquedarunpellizcoasusahorros:dosañosjustosdesusueldo.

Entretanto,Bathildacrecía;sehabíaconvertidoenunamocitadecatorceaños,quecomenzabaadarsecuentadeloirregulardesusituación.

Desde hacía seismeses, con la excusa de que prefería quedarse en casadibujandoo tocandoelclavicordio,Bathildahabíaacabadocon lospaseosalosPorcherons,lascarrerasporelpantanoylassubidasaMontmartre.Buvatnocomprendíaaquellossúbitosgustossedentariosde la joven;ypuestoquecompartía la común opinión del burgués de París, que consideraba que,después de toda una semana de encierro, es preciso tomar el aire, resolvióalquilarunacasitaconjardín.Peronocontabaconqueestascasaseranmuycarasparasuactualestadofinanciero;tuvoquerenunciarasuprimitivaidea.Undía,paseandoporlacalledeTemps-Perdu,viounapartamentoconterraza,y tuvo la feliz ideade transformaraquella terrazaen jardín.Bathilda tendríaquevivirenelcuartopisoconNanette,yélloharíaenelquinto.ABathilda

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aquellasemiseparaciónleparecióunaventaja;demodoqueanimóasututoraalquilar el nuevo albergue lo antes posible. Buvat, encantado, anunció a suactual casero el fin del contrato, pagó la fianza al nuevo, y en la siguientequincenasemudó.

AhoraqueBathildateníacasiquinceaños,elhechodequetutorypupilavivieran bajo el mismo techo daba lugar a muchos comentarios entre lascomadres, que se escandalizaban «de aquella inmoralidad». Cuando semudarona lacalledeTemps-Perdu,dondenadie losconocía, loscomadreossubierondetono,yaqueladiferenciadesusapellidosalejabalaideadealgúncercanoparentesco.

Hubo algunos que, menos malévolos, atribuían a Buvat una borrascosajuventud, y creían que Bathilda era el fruto de alguna antigua pasión nobendecidaporlaIglesia.Perounasimpleojeadaalfísicodelviejoydelaniñaechabaportierraaquellateoría.

EsjustoadmitirquelaseñoraDenisfuedelasúltimasenhacerseecodeaquellashabladurías.

Lasprevisionesdelempleadodimisionariosehabíancumplidoalpiedelaletra:hacíayadiecisietemesesqueBuvatnocobrabauncéntimo,sinqueellofuese motivo que impulsase al buen hombre a descuidar ninguna de susobligaciones.Bathildacomenzóasospecharquealgopasaba;peroconeltactoespecialquecaracterizaa lasmujeres, supoquecualquierpregunta ibaaserinútil.AcosóconpreguntasaNanette,hastaquelacriadaacabóporrevelarladifícilsituaciónporlaquepasabaelamo.ComprendióentoncesBathildatodoloquedebíaaladesinteresadadelicadezadesututor,ytambiéncomprendióque lo único que podía hacer, si quería remediar algo, era no darse porenterada. En el beso filial que deposito en la frente de Buvat cuando éstevolviódelaoficina,elbuenhombrenopudoadivinartodoelagradecimientoyelrespetoqueconaquellacaricialequeríaexpresarsupupila.

Al día siguiente, Bathilda comunicó a Buvat, entre risas, que susprofesoresyanoteníannadaqueenseñarle,porquesabíatantocomoellos,yque seguir pagándoles era tirar el dinero. Lo cual fue confirmado, conexcepcionalhonradez,porsusmismosprofesores,enopinióndeloscualeslaalumnayapodíamarcharsinandadores.

Aquello significó una gran alegría para Buvat. Pero el ahorro de unosgastosnoerabastanteparaBathilda.Aestohabíaqueañadiralgunaganancia.Comprendióquesóloeldibujopodíasignificarunrecurso;lamúsica,entodocaso, sería una distracción. Para el dibujo tenía una predisposiciónextraordinaria; sus composiciones al pastel eran deliciosas. Un día quisoconocerelauténticovalordesusobras;comoquiennoledaimportanciaalacosa, pidió a Buvat que al ir a la oficina mostrase al marchante a quien

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comprabanloslápicesyelpapel,doscabecitasinfantilesquehabíadibujadode memoria. El buen hombre hizo el encargo sin malicia ninguna, y elvendedor,conairedesdeñosoysacándolesmildefectos,acabópordecirquepodríaofrecerporlosdosdibujoshastaquincelibras.Buvat,ofendidoporlafaltaderespetoconqueelcomerciantehabíatratadolostalentosdeBathilda,lequitódelamanoloscartonesylediolasgraciasmuysecamente.

Anteaquellaactitud,elvendedor,«enméritoaqueeranamigos»,llegóaofrecerle cuarenta libras; pero Buvat, enojado, le respondió secamente queaquellosdibujosnoestabanenventa,yqueúnicamentelehabíapreguntadoloque podían valer por simple curiosidad. De todo ello resultó que elcomerciante acabó por ofrecerle cincuenta libras; pero el tutor de Bathildavolvióacolocarlosdibujosenlacarpeta,saliódelcomercioysedirigióasutrabajo. Cuando a la tarde volvió a pasar por delante de la tienda, elmarchante,comoporcasualidad,seencontrabaenelportal.Buvatibaapasardelargo.

—Esuna lástimaque no os paréis.Yohubiera llegadohasta las ochentalibras.

Buvatsiguiósucaminoconsupersonillahenchidadeunorgulloquehacíatodavíamásridículasufigura,perosinvolverseunasolavez,desaparecióenlaesquinadelacalledeTemps-Perdu.

Bathildaescuchó lospasosdesu tutorquesubía laescalera.Sinpodersecontener, salió al descansillo, ya que estaba impaciente por conocer elresultadodelagestión.Cuandotuvoenfrenteasuprotectorleechólosbrazosalcuello,unareminiscenciadesuscostumbresinfantiles.

—¡Ybien!,¿quéhadichoelseñorPapillon?

—ElseñorPapillon—respondióBuvat,secándoseelsudordelafrente—esunimpertinentequeenlugardearrodillarseantetusdibujossehapermitidocriticarlos.

—¡Bueno!,sinohahechomásqueeso—dijoriéndoseBathildateníatodalarazón.Pero,¿oshaofrecidoalgo?

—¡Ochentalibras!

—¡Ochentalibras!—Bathildalodijoconungritoquelesalíadelalma—.¡No!,sindudaosequivocáis.

— ¡Seha atrevido aofrecer lamiseriadeochenta libraspor losdos!—subrayóBuvatrecalcandocadaunadelassílabas.

—Pero,¡sieseescuatrovecessuvalor!—exclamólamuchachabatiendopalmas.

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—Esposible,aunqueyopiensodeotromodo;encualquiercaso,elseñorPapillonesunimpertinente.

NopensabaasíBathilda;perocomonoqueríadiscutirconBuvatuntematandelicadocomoeleconómico,cambiódeconversación,yleanuncióquelacomidaestabaservida.

Esa misma tarde, mientras Buvat se dedicaba a la labor de copistaencerradoensuhabitación,BathildaencargóaNanettequellevaselosdibujosalseñorPapillonylepidieseeldineroqueporelloshabíaofrecido.

Lamujer obedeció, y diez minutos después regresaba con las hermosasochentalibras.

Bathilda tomó lasmonedas en susmanos, las contemplóun instante conlágrimas en losojos, ydespués, dejándolas sobre lamesa, fue a arrodillarseanteelcrucifijoquecolgabacercadesucama.Peroestavezsuoracióneradeaccióndegracias:¡yapodríadevolveraBuvatalgodelomuchoqueledebía!

Aldíasiguiente,alvolverdelaBiblioteca,fuegrandelasorpresadeBuvatcuando a través de los cristales de la tienda vio las dos cabezas de niñomagníficamenteenmarcadas.Lapuertaseabrióyaparecióelmarchante:

— ¡Vaya con papá Buvat! No os creía tan astuto, vecino. Me habéissacado,muyfinamente,ochentalibrasdelbolsillo.Perodalomismo;decidalaseñoritaBathildaquelepagaréalmismopreciotodoloquememande,sisecompromete,duranteunaño,adibujarsóloparamí.

Buvat quedó aterrado; masculló una respuesta que el vendedor no pudoentender, y siguió camino adelante. Cuando llegó a su casa, entró en lahabitacióndeBathildasinqueellasediesecuenta.Lajovenestabadibujando;habíacomenzadounanuevacabeza.

Bathilda, al ver a su protector, que seguía en el umbral de la puerta conaspectoapesadumbrado,dejósobrelamesaelcarbónyloscolores,yacudióapreguntarle qué era lo que le ocurría. Buvat, sin responderle, se secó doslágrimasydijoconunacentodeemociónindescriptible:

—Demodoquelahijademisbienhechores,lahijadeClairedeGrausydeAlbertdeRochertienequetrabajarparavivir…

—Pero, padrecito, ¡si eso en vez de ser un trabajo es una diversión!—respondióBathildamediollorando,medioriendo.

Lapalabra«padrecito»sustituíaabonamienlosgrandesmomentos,ydeordinario, teníaporefectoborrar lasmayorespenasdeaquelpedazodepan.Peroenlaocasiónquerelatamos,lavirtuddelapalabrafalló.

—Yonosoyvuestropadrecito,nivuestrobonami—murmurósacudiendo

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la cabeza, y contemplando a lamuchacha con sus ojos llenos de bondad—,soy simplemente el pobre Buvat, al que el rey ya no paga, y que con susmanuscritosnoganalosuficienteparaeducaraunaseñoritacomovos.

Ydiciendoesto,dejócaerlosbrazoscontaldesaliento,queseleescapóelbastóndelasmanos.

—¿Por qué decís esto?, ¿queréismatarme de pena?—protestóBathildarompiendoallorar.

—¡Yohacertemorirdepena!¿Quéesloquehedicho?,¿quéesloquehehecho?—exclamóelpobrehombre,conunacentoenelquesemezclabanlaternuraylaconfusión.

—¡Loadoseaelcielo!Asíosquiero,padrecito:quemehabléisde«tú».

—Estábien,estábien…peronoquierovertellorar.

—Puesyonopararédellorarmientrasnomedejéishacerloquequiero.

—Bienestá;hazloquequieras;perohasdeprometermequeeldíaenqueelreymepaguemisatrasos…

La joven, cogiendo al buen hombre por el brazo, le llevó al comedor,dondeconsusbromasysuanimaciónprontoconsiguióquedesaparecieranlasúltimashuellasdetristezadelasanchasfaccionesdeBuvat.

¿QuéhabríaocurridodesaberBuvattodoloqueBathildamaquinaba?

PorqueBathildapensabaqueparapodercolocarsuscuadrosconprovechonodebíaprodigarse;ydosdibujos,cuantomás,lellevabanochoodiezdíasdetrabajo.AsíqueencargóaNanetteque,sindecírseloanadie,buscaseentrelasamistadesalgunas laboresdecosturadifíciles,ypor lo tantobienpagadas,alasquesededicaríaenausenciadeBuvat.

Nanette se puso a la búsqueda en el acto, y sin tener que ir muy lejosencontróloquedeseaba.Eralaépocadelosencajes…ydelosdesgarrones:lasgrandesseñoronasquepagabanelguipuracincuentaluiseslavara,luegosededicabanacorreralocadamenteporlosbosquecillos.Comofácilmentesepuede imaginar, los rasgones estaban a la orden del día, de modo que enaquellos tiempos se ganaba más remendando los encajes que haciéndolos.Desde el principio Bathilda hizo maravillas, y Nanette recibía lasfelicitaciones.

GraciasalaresolucióndeBathilda(lorelativoalacosturaquedóignoradopor todo el mundo), el bienestar, a punto de esfumarse, volvió por aquelladoblecompuerta.

Buvat,yamás tranquilo,comenzóapensarensacarpartidode la terrazaquelehabíadecididoamudarsedecasa.Duranteochodíassepasólashoras

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proyectandoplanos.Porfinsedecidióporunafuente,unagrutayunarriate.

Lafuentenoeraningúnproblema;loscanalones,quecorríanalaalturadeochopiesporencimadelaterraza,daríanelaguanecesaria.Elarriatetambiénfue cosa de poco; hicieron el gasto en algunas tablas pintadas de verde,claveteadas en forma de rombo, que limitaban los bancales de jazmines ymadreselvas.LaobradeartedeaquellosnuevosjardinesdeSemíramisfuelagruta.

Todoslosdomingos,alamanecer,BuvatseibaalbosquedeVincennes,yallíseponíaalabúsquedadepiedrasextrañas,detortuosasformas,ycuandohabíareunidounacantidadsuficiente,hacíaquelascargasenenunacarretillaylasllevasenasucasa.

Después, Buvat pasó de las piedras a los vegetales. Cualquier raízsobresalientedelatierrayquedelejosremedaralaformadeunaserpienteode una tortuga pasaba a ser de su propiedad; con su azada en lamano, noquitaba losojosdel suelo, como si fuese trasde algún tesoro escondido.Alcabodetresocuatromeseshuboacumuladotodoloquenecesitaba.

Entonces comenzó la obra arquitectónica.Cadaunade las piedras, de lamayoralamáspequeña,eramiradayremiradaparabuscarlafacetademásimpresionante aspecto. Pronto aquello comenzó a tomar el aspecto de unaBabelfantásticaenlaqueseenredaban,serpenteandoyenlazándose,lasraícesde forma de ofidios y de batracios. Al fin la bóveda se cerró y sirvió desantuario a unamagnífica hidra, lamás hermosa pieza de la colección, consietecabezas,ojosdeesmalteycuernosdecolorescarlata.

Buvatempleóoncemesesenlaconstruccióndesubabilónicaobra.Entretanto, Bathilda tenía ya quince años. Era por entonces cuando el vecinoBonifaceDenissefijóenella;ytantosefijó,quesuplicóasumadrequebajola excusa de la vecindad, entrase en relación conBuvat y con su pupila; labuenaseñoraacabóporinvitaralosdosaquefuesenapasarlastardesdelosdomingosasucasa.

Bathildasepercatóenseguidadelasintencionesdetanmediocresvecinos;demodoquecuandosehablabadedibujos,seexcusabadiciendoquenoteníanadaquevalieralapenadeservisto;cuandolepidieronquecantase,despuésquelohubohechounadelasseñoritasDenis,escogiólamásinsignificantedelas sonatas que conocía. No obstante, Buvat se percató, con extrañeza, queaquella actitud prudente parecía aumentar todavía más la admiración demadameDenisporlaniña,alaquecolmabadecaricias.

En la tarde de la primera visita Boniface se había mostrado de unaestupidez tal, queBathilda ni siquiera se fijó en él.Aquello no desanimó aBoniface,quealpodercontemplardecercaalamuchachaacabóperdidamente

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enamorado;noseseparabaniunminutode laventana,obligandoconelloaBathildaatenercontinuamentecerradalasuya.

Afuerzadeinsistircercadesumadre,Bonifaceconsiguióqueéstafuerapor informes a la antigua casa donde viviera lamadre de Bathilda. Allí, laportera, que estaba totalmente sorda y casi ciega, contó algo de la fúnebreescenaenlaqueBuvattuvopapeltandestacado.

TambiénBoniface se puso a la caza de referencias.El procurador Joulu,queconocíaalnotariodeBuvat,pudosaberqueelbuenhombrellevabadiezañosdepositandounaanualidaddequinientosfrancosanombredeBathilda.Aquel capitalito, sin ser gran cosa, demostraba que la muchacha no estabatotalmentedesprovistadebienes.

ElresultadodeaquellasaveriguacionesdecidióalaseñoraDenis.

Unmesdespuésdehaberentradoenrelaciónconlosvecinos,sedeterminóaformularunapeticiónenregla.Unatarde,cuandoBuvatvolvíadesutrabajo,loesperó,comoporcasualidad,enlapuertadelacasa,yconunguiñoyunaseñaldelamanoleindicóqueteníaalgomuyimportantequedecirle.Elbuenhombrequedótotalmenteaturdidoantelainesperadaproposiciónmatrimonial.NuncahabíapensadoenqueBathildapudierallegaracasarse.

LaseñoraDeniserademasiadobuenaobservadoraparanodarsecuentadeldesequilibrio nervioso que su demanda había provocado en el viejo Buvat.Éste,recuperadapocoapocolaserenidad,contestóquesesentíamuyhonradopor semejante proposición, pero que su condición de tutor le obligaba a nodecidirporsímismo:transmitiríaalainteresadalapetición,«quedandobienentendidoque lamuchachahabríade resolverconentera libertad».MadameDenisloconsiderómuyjusto,ysinmás,locondujoalapuerta.

Cuando llegóa sucasa, elbuenBuvat encontróaBathildamuy inquietapor la tardanza; su tutor había llegado media hora más tarde de lo queacostumbraba.Su inquietudcreciócuando levio tan tristeypreocupado.Lamuchacha le amenazó con no cenar hasta que él contase lo que le habíasucedido.DemaneraqueBuvatnotuvomásremedioquedarleaconocerlaproposiciónquehabíarecibido.

DemomentoBathildasepusocolorada,comoleocurreatodajovencitaalaqueselehabladematrimonio;después,tomandoentrelassuyasunadelasmanosdelviejo,lereprochó:

—Asípues,padrecito,yaestáiscansadodeaguantarme,yqueréislibrarosdemí.

—¡Yo!,¡yo!…—protestóBuvatconvehemencia—.Nunca,¡nunca!…Eldíaquemedejes,memoriré.

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—¡Puesnomecasarénunca!

—¡Quédices!…¡Claroquetecasarás!

—¿Paraquévoyacasarme?¿Esquenosomosfelicestalcomoestamos?

—¡Muyfelices!,¡yalocreoquesomosfelices!

—¡Puesbien!Sisomosfelices,nosquedaremostalcomoestamos.Yalosabéis:nohayquetentaraDios.

—Ven,ven…Abrázame,hijamía.¡Decirquequieroquetecases!

¿Tú la mujer de ese golfo de Boniface? ¡Bribón, ganapán! ¡Por algo leteníayotantaantipatía!

—Entonces,sinodeseabaisesaboda,¿porquémehabéishabladodeello?

—Porquesabesbienquenosoytupadre,ynotengoningúnderechosobreti,¡ereslibre,Bathilda!

—Puessi soy libre,digoqueno.Contestadlesquesoymuy joven…¡Enfin,quenoquiero!

— ¡Vamos a cenar! Puede que me venga alguna buena idea mientrascenamos.Parecementira;peromehavueltoelapetito.

Buvat comió como un ogro y bebió como un bárbaro, pero no le vinoningunaidea.DemodoquetuvoquedecirleporlasbuenasalaseñoraDenisque Bathilda se sentía muy honrada por la petición, pero que no queríacasarse.

Madame Denis no quería creer a sus propios oídos. ¡Una insignificantehuérfanarechazabaunpartidotanbuenocomoerasuhijo!LacomadretomómuyalasmalaslarespuestadeBuvat.Peroluego,comenzaronagerminarensumentelasviejashablillasquecorríanrespectodelajovenydesututor.Asíque, al transmitir a Boniface el mal resultado de la embajada, añadió, paraendulzar lapíldora,quedebíaalegrarse, ella sabíaporqué,deque lascosashubieranacabadodeaquelmodo.

Además, pensando que convenía distanciar a los frustrados novios,madame Denis decidió disponer para su hijo una habitación mucho másgrande y bonita, en el jardín trasero; la que quedaba libre la pondría enalquiler.

CapítuloXI

JÓVENESAMORES

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LahabitacióndeBonifacequedódurantetresocuatromesesdesocupada.Hastaqueundía,allevantarBathildalosojos,violaventanaabiertayenellaaunapersonadesconocida;eraHarmental.

Había algoenaquel jovenquehizover a lamuchachaque se tratabadeuna persona muy superior en todos los sentidos al anterior ocupante de lahabitación.Conelinstintoqueesnaturalenlasgentesdebuenacuna,Bathildareconoció en el caballero a uno de su clase. Aquel mismo día le habíaescuchado cuando tocaba el clavicordio. Al llegar a sus oídos los primerosacordes de los preludios y fantasías que el joven interpretaba, Bathildareconoció a un aficionado experto. La muchacha se había acercado a laventana para que no se le escapase una sola nota. Fue cuando Harmentalpercibió en los cristales losdeditosde lavecinay con suprecipitaciónhizoque se eclipsaran con tal rapidez, que no podía dudarse de que Bathilda sehabíadadoporobservada.

Al día siguiente fue ella la que recordó que tenía muy descuidado suclavicordio; y como era una excelente ejecutante, interpretó un trozo de laArmida,contalartequecausóelasombrodelcaballero.

MástardeHarmentalsupodelaexistenciadeBuvatyaveriguóelnombredelamuchacha.

Apesardelanacientesimpatía,Bathildamantuvocerradalaventana;perotraslacortinafuetestigodelacrecientetristezadeljoven.Entoncesvolvióalclavicordio:sudelicadaintuiciónlehacíaadivinarquelamúsicaeselmejorconsueloparalaspenasdeamor.

AlasiguientenochefueHarmentalelquesesintióinspirado;Bathildafuelaqueescuchó,poniendoenellotodasualma,lasmelodíasqueenmediodelanoche lehablabandeamor.Yaexistíaunpuntodecontactoentre losdosjóvenes,quesehablabanconellenguajedelcorazón,¡elmáspeligroso!

EncasadelaseñoraDenis,HarmentalhabíasabidoqueBathildanoeralahija,nilamujer,nilasobrinadeBuvat.Estolellenódegozo,yaprovechandoquelaventanadesuvecinaestabaabierta,hizoamistadconMirzapormediode los terrones de azúcar. La entrada inesperada de Bathilda habíainterrumpido aquella tomade contacto.El caballero, con egoístadelicadeza,habíacerradosuventana,nosinanteshaber intercambiadounsaludocon lavecinita.

Aldía siguiente,Bathildahabíavisto al caballeroenelmomentoenqueéste, sin saberse observado, clavaba la cinta escarlata en la pared. Lesorprendiólaexcitaciónqueseleíaenlasfaccionesdelcaballero.Laventanade éste permaneció cerradapor tanto tiempo, que lamuchacha creyóque el

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inquilinosehallabaausente,porloquepensóquepodíadejarlasuyaabierta.

Parecíaqueeljovennohabíahechosinoaguardaraquellacoyunturaparaabrirlasuya.PorfortunaparaelrecatodeBathilda,ellaseencontrabatrasloscristalesdelaventanadelaalcoba.

PeroMirza,quenocompartíalosescrúpulosdesudueña,encuantovioalcaballero,apoyósuspatitasenelalféizarycomenzóadar saltosdealegría.Susgraciasfueronbienprontorecompensadascontresterrones,lanzadosunodetrás de otro. Cuál no sería la extrañeza de Bathilda al comprobar que eltercerterrónibaenvueltoenuntrozodepapel.

Lajovennosupoquéactitudadoptar;porqueeramuyvisiblequeelpapelllevabatresocuatrolíneasescritas.

¿Quéhacerconaquellacarta?Levantarsey romperla sería, seguramente,muy digno y convincente. Bathilda prefirió mejor dejar las cosas comoestaban;seguramenteelcaballerocreíaqueellanoestabaencasa,puestoquenolahabíavisto.

Pasada una hora entróNanette, y cerró la ventana, tal comoBathilda lehabíaordenado.Peroalhacerlovioelpapel.Comonosabíaleerynotóqueenélveníaalgoescrito,seloentregóasuama.Latentaciónerademasiadofuertepara poder resistirla. Bathilda fijó los ojos en los renglones, y con fingidaindiferencialeyólosiguiente:

«Séquesoishuérfana,comoyo;demodoquesomoshermanosanteDios.Esta noche voy a correr un grave peligro, pero espero que volveré sano ysalvo,simihermanaBathildaquisierarezarporsuhermano.

Raoul».

Era imposible decir más en tan pocas palabras. Si Harmental hubieseempleadotodoundíaenescribirlacarta,nolohubierahechomejor.

Lo único que había retenido lamente deBathilda, era que su vecino seencontrabaenpeligro.

Susextosentidodemujer lehizoadivinaren laexcitacióndel rostrodelmuchachoalclavarlacinta,retiradatanprontollegóelextrañocapitán,queelpeligroestabarelacionadoconaquelnuevopersonaje.Unduelonosueleserasuntoporelqueseruegaaunamujerquerece;porlodemás,lahoraqueseindicabanoeradelasmáspropiciasparaunduelo.

Transcurrió el día sin que volviese a ver a Raoul. Cuando Buvat llegó,según su costumbre, algunos minutos después de las cuatro, encontró a lamuchacha tan preocupada, que no pudo por menos que preguntarle tres ocuatrovecescuáleralacausadesuscavilaciones,sinobtenerdelajovenotrarespuestaqueunasonrisa.

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AlatardecersepresentóunlacayodelabatedeChaulieu,queveníaarogara Buvat que pasase por la casa de su amo para copiar algunas poesías queaquelclérigoproducíaencantidad.

Bathilda agradeció con todo su corazón aquella circunstancia, que lepermitiríagozar laveladaenteramentea solas.ElbuenBuvat semarchósinsospecharqueporprimeravezeradeseadasuausencia.

Comobuenburguésparisiensequeera, leencantabavagabundearpor lascalles.Recorrió las galerías delPalacioReal, curioseando en las tiendas.Alsalir de los soportales escuchó el eco de unos cánticos y se mezcló con elgrupo de hombres y mujeres que escuchaban al músico ambulante. En elmomento enque comenzaba la cuestación semarchóendirección a la calleMazarine,queeradondevivíaelabateChaulieu.

Éste recibió a Buvat, al que conocía desde hacía dos años y del queapreciaba lasbuenascualidades;ambossesentaronanteunamesa rebosantedepapelotes.

Aquella vez no se trataba de un trabajito insignificante: sobre la mesahabía treintao cuarentaborradoresdepoemas, de todos losmetrosy rimas;casi medio libro de poesía por clasificar. Buvat enumeró los originales;despuéspasóalacorrecciónmétricayortográfica,amedidaqueelabateibarecitando de memoria cada composición. Cuando dieron las once, los dosatareadospersonajescreíanquenoeranmásquelasnueve.

Buvat se levantó, asustado ante la idea de tener que volver a casa asemejante hora.Enrolló losmanuscritos, los ató conun cordónde seda, losguardóenunbolsillodelgabán,cogiósubastónysusombreroydejóalabateChaulieu. El buen hombre sintió no llevar encima dos cuartos para podercogerlabarcaquecruzabaelríoporelsitiodondeactualmenteseencuentraelPont des Arts; como no los tenía, le fue necesario volver por donde habíavenido,lacalledelCoqyladeSaint-Honoré.

Todo había ido bien hasta entonces; pero al llegar a la calle de Bons-Enfants,lacosacambiódeaspecto:BuvateraelviandantequesehabíadadodenaricesconHarmentalyRoquefinnette,frentealnúmero24delacalle.Elcaballero lo protegió de los impulsos agresivos del capitán y le sugirió quetocarasoletalomásrápidamenteposible.Elpobrehombrenosehizorepetirelconsejo,yno secreyóa salvohastaque seviodenuevoen sucasa, tras lapuertabiencerradayatrancada.Aduraspenaslequedabanfuerzasparasubirlasescaleras.

Entre tanto, Bathilda se sentía cada vez más inquieta, a medida que lanoche avanzaba. Se encontraba en su habitación, a oscuras, para que nadiepudieseverquerezabaderodillasanteelcrucifijo.Cuandoseabriólapuerta

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delrellano,encontróaBuvattanpálidoydesencajado,quedemomentopensóquelehabíadadoalgúnmalderepente.Envanopreguntabaasututorquéleocurría;no le fue fácilhacerhablaralviejo; taleraelestadoenqueéste seencontraba. La conmoción había pasado del cuerpo al espíritu; tenía tantrabadalalenguacomotemblorosaslaspiernas.

Cuando al fin se tranquilizó lo necesario para articular algunas palabras,comenzóacontarsuaventurabalbuceando:habíasidoasaltadoporunabandadeladrones,cuyolugarteniente,hombreferozdemásdeseispiesdeestatura,había querido matarlo; por fortuna apareció el capitán de la cuadrilla, y lesalvólavida.Bathildaleescuchabasinperderunasolapalabra,porquequeríadeverasasututor.

Apesardeloperegrinoqueeraaquelpensamiento,leasaltólaideadequesu gallardo vecino estaba relacionado con el episodio; preguntó a Buvat sihabíatenidotiempodeveraljovencapitán.Buvatrespondióquelehabíavistocaraacara;setratabadeunapuestojovendeveinticincoaveintiséisaños,ibatocadoconunsombrerodeanchasalasyseenvolvíaenunacapa;ademásdelaespada, llevabaunpardepistolas.AquellarelaciónerademasiadoprecisacomoparapodersospecharqueBuvathubieravistovisiones.

Puestoqueelreposoesremediosoberanocontratodoslosmales,Bathildaanimóasututorparaquecuantoantesfueseadescansar;Buvatobedecióalajoven,encendiósuvelaydándoleunbesoseretiró.Lamuchachaescuchóquedabadosvueltasalcerrojo.

Unavezquesequedóasolas,Bathilda,casitantemblorosacomoelpobreescribiente,seasomóalaventana.Enelcuartodeenfrentelacortinanoestabacorrida.Atravésde loscristalesvioaparecerasuvecinoconunavelaen lamano.Bathildanosehabíaequivocado;elhombredelsombrerochambergoydelacapaquehabíasalidoendefensadeBuvaterasujovenadmirador;bajola capa llevaba un justillo de color oscuro y de su cinturón colgaban unaespadaydospistolas; nohabíaduda.Lamuchacha sacudió la cabeza comoparadesecharunassombríasideasquelaobsesionaban.Harmentalseacercóala ventana, la abrió y miró tan fijamente hacia la de la joven, que ésta,olvidandoquenopodíaservista,diounpasohaciaatrásydejócaerlacortina.

Permaneciódurantediezminutossinmoverse,conlamanoapoyadaenelcorazón para calmar sus latidos; después, con mucho cuidado, separó unapunta de la cortina: su vecino ya no estaba en la ventana; su sombra dabaincesantespaseosdeunladoaotrodelahabitación.

CapítuloXII

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ELCÓNSULDUILIO

En la mañana que siguió al día, mejor dicho, a la noche en la queocurrieronlosacontecimientosqueacabamosderelatar,elduquedeOrléans,que había conseguido llegar al Palacio Real sin mayores accidentes, sepresentóensudespachoa lahoraacostumbrada, lasonce,despuésdehaberdormidodeuntirón.Paraaquelespírituintrépidotodohabíasidounasimplebroma; su fisonomía nomostraba ninguna huella de las pasadas emociones,quedespuésdeunbuensueño,elpríncipeseguramenteyahabíaolvidado.

Eldespachodel regenteofrecía laparticularidadde sera lavezeldeunpolítico,unsabioyunartista.Elcentrodelaestanciaestabaocupadoporunamesa enorme, cubierta por un tapete verde, cargada de papeles y llena detinterosydeplumas.Alrededorde lamesaprincipal,enpupitres,caballetes,soportesy escabeles, seveían: lapartituradeunaópera amedio acabar, losesbozosdevarioscuadrosyunaretortacasillena.Elregente,conunaextrañavitalidad,eracapazdepasarenuninstantedelosproblemasmásintrincadosde lapolíticaa lacaprichosasfantasíasdeldibujo;de loscálculosabstractosdelaquímica,alasinspiracionestristesoalegresdelamúsica.Paraélnuncahubonadapeorqueelaburrimiento.Nuncaestuvounmomentodesocupado;porestoqueríatenersiempreamanolascosasquemásledivertían.

Nadamásentrarensugabinete,yapesardequedentrodedoshorasseteníaquereunirelconsejo,seprecipitóhaciaunodelosdibujosinacabados,querepresentabaunaescenaidílicaentreDafnisyCloe,ysepusoatrabajar.Un ayudante vino a recordarle que su madre, madame Isabelle-Charlotte,había preguntado por dos veces si podría visitarlo. El regente, que sentía elmás afectuoso respeto por la princesa palatina, respondió que si ella podíarecibirleinmediatamente,élpasaríaasushabitaciones.Uninstantedespués,lapuertadelgabinetevolvíaaabrirseparadarpasoalaprincesa.

La madre del regente era, como sabemos, la viuda de Monsieur, elhermano de Luis XIV. Había llegado a Francia después de la extraña einesperadamuertedeEnriquetadeInglaterra.Encuantoalfísico,laalemananoteníanadaasufavor;difícilmenteharíaolvidarasuesposolabellezadesuprimeramujer;sihemosdecreerlacuandosedescribíaasímisma,teníaunosojos minúsculos, una nariz gruesa y chata, los labios grandes y aplastados,mejillas mofletudas; una cara enorme, cualquier cosa menos hermosa. LuisXIVlahabíaelegidocomocuñada,noparaaumentarlasbellezasdelacorte,sinoparahacervalersuspretensionessobrelastierrasdelaotraorilladelRin.

Gracias a esos objetivos políticos,Madame (que ese era el título que lecorrespondía),alamuertedesuesposo,envezdeserobligadaaretirarseaunconventooalcastillodeMontargis, siguióostentando,porvoluntaddeLuis

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XIV,todoslostítulosyhonores;yesto,peseaqueelreynohabíaolvidadolabofetadaquelaaugustamadreydioasuhijo,eljovenduquedeChartres,enplenaGaleríadeVersalles,cuandoésteleanunciósubodaconlaseñoritadeBlois(hijabastardadelrey).Eljovenduque,porsuparte,quesecasabacontrasu voluntad, compartía el mal humor de su madre. De modo que cuandoMonsieurmurió, y el duque deChartres se convirtió en el nuevo duque deOrléans, fue para su madre uno de los hijos más respetuosos que jamáspudieron existir. Aquel cariño respetuoso fue con el tiempo en aumento;llegadoaregente,elduqueotorgóasumadreunasituaciónenlacorteanálogaaladesupropiaesposa.

Enpalaciotodosteníanparalaprincesalasmásaltasconsideraciones.Elregente lehabíaconfiadoelgobierno interiorde lacasadesuspropiashijas(nietasdelaprincesa); laduquesadeOrléans,perezosaempedernida,casisealegrabadeaquelarreglo.Aunquesegúnloquecuentalaprincesapalatinaensusmemorias,eramotivodecontinuosdisgustosparaella.

Enelmomentoenqueel regentevioaparecerasumadre,se levantó,sedirigióhaciaella,lehizounareverencia,latomódelamanoylacondujoaunsillón,permaneciendoéldepie.

—Bueno, hijo mío… —dijo la princesa con su fuerte acento alemán,despuésdehaberseacomodadobienenelsillón—,¿quémedicendealgoqueosocurrióayerporlanoche?

—¿Ayerporlanoche?…—contestóelregente,haciendounesfuerzoporrecordar.

—Sí,alsalirdecasadelaseñoradeSabran.

—¡Oh!,¿noesmásqueeso?…

—Vuestro amigo Simiane va diciendo por todas partes que os quisieronmatar,yquetuvisteisqueescaparporlostejados.

—Simianeestáloco,madre.Nofueporhuir,sinoparaganarunaapuesta;yahoravacontandotonteríasporquelepusofuriosohaberperdido.

—¡Hijo,hijo!…Nuncaosconvenceréisdequevuestravidapuedecorrerpeligro… Y sin embargo, bien conocéis de lo que son capaces vuestrosenemigos.

— ¡Bah,madre!…¿Oshabéis vuelto tan católicaqueyano creéis en lapredestinación? Yo creo en ella; y además, pienso que eso de tener miedoqueda reservado para los tiranos.Ya sabéis lo que dice demí Saint-Simon:¡quedesdeLuiselBondadosonohahabidootropríncipemásbenévolo!¿Aquiénqueréisquetema?

—¡Diosmío!, ¡anada!;quisieraqueno tuvieraisque temerleanada.Si

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todo elmundoos conociera comoyo, y supiesenque sois tanbuenoquenisiquiera guardáis rencor a vuestros enemigos, entonces no temería. PeroEnriqueIV,alquedicenqueosparecéismucho,eratambiénbueno,ynoporeso dejó de tropezar con unRavaillac.No debierais salir nunca sin escolta.Soisvos,ynoyo,quiennecesitaunregimientodeguardias.

—Madre,¿queréisqueoscuenteunahistoria?

—Sí,sinduda.

—¡Puesbien!SabedqueexistíaenRoma,norecuerdoenquésiglodelaRepública,uncónsulmuyvalientequetenía,comoEnriqueIVyyomismo,elvició de recorrer las calles por la noche. Ocurrió que fue enviado a lucharcontra los cartagineses, y que, gracias a una máquina de guerra que habíainventado, que llamaban «el cuervo», ganó la primera batalla para losromanos.CuandosedisponíaaregresaraRoma,pensabaporanticipadoenlasfiestas y honores que a su llegada se le dedicarían. En efecto, el pueblo leesperaba fuera de las puertas de la ciudad para llevarlo en triunfo hasta elCapitolio,dondeaguardabaelSenado.

»Los senadores le anunciaron que en recompensa por su victoria, se leconcedíaelhonordeirsiempreprecedidoporunmúsico,queiríaanunciandoportodaspartesqueaquelqueleseguíaeraelfamosoDuilio,vencedordeloscartagineses. Duilio, orgulloso ante tal distinción, volvió a su casa con lacabeza bien alta, precedido por el flautista y entre las aclamaciones de lamuchedumbre que gritaba: «¡Viva Duilio!, ¡viva el vencedor de loscartagineses!, ¡vivaelsalvadordeRoma!».Eraalgo tanembriagador,queelpobrecónsulestuvoapuntodeperderlacabeza.Sualegríaysatisfaccióneraninmensas.Yasíllególanoche.

»Duilio tenía una amante a la que quería mucho, y que le aguardabaimpaciente.Sebañó,seperfumólomejorquesupo,ycuandosurelojdearenamarcólahoraromanaquecorrespondíaalasonce,saliócontodosigilo;peronosehabíaacordadodesumúsico.Apenashabíadadocuatropasos,cuandoaquél, reconociendo al cónsul, se colocó unas varas por delante de él ycomenzó a tocar con todas sus fuerzas; todos los que por allí pasaban sevolvían; los que estaban en sus casas salían a la puerta; y los que estabanacostados se levantaban para asomarse a las ventanas: «¡Mirad, el cónsulDuilio!,¡vivaDuilio!,¡vivaelvencedordeloscartagineses!,¡vivaelsalvadorde Roma!». Eramuy halagador peromuy inoportuno; quiso hacer callar almúsico;peroéstelerepusoquelasórdenesquehabíarecibidodelSenadoeranestrictas:nopodíadejardetocarniunsoloinstante.

»Viendoqueerainútildiscutir,elcónsulintentólibrarsedesumelómanoacompañanteechandoacorrer.Todoinútil;el flautistaregulósupasoconeldelcónsulysiguiótocando.Duilioibalanzadocomounaliebre,losromanos

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no sabíancuál era elmotivodeaquella carrera,peroaldescubrirqueera eltriunfadordelavíspera,seguíanaglomerándoseasupasoycontinuabanconsus gritos: «¡VivaDuilio!, ¡vivaDuilio!».Al pobre hombre le quedaba unasolaesperanza:queenmediodelbarullo,pudierallegaralacasadesuamadaydeslizarse por la puerta que ella habría dejado entreabierta. Pero el rumorhabíallegadohastalavíaSuburrana;ycuandoelcónsulllegóalfindelantedela graciosa y hospitalaria casa, comprobó que, como en el resto del barrio,todoslosmoradoreshabíandespertado.Mientrassealejabaelcónsul,llegabana sus oídos las voces que daba elmarido desde la ventana: «¡VivaDuilio!,¡vivaDuilio!».Elpobrehombrevolvióasucasa,desesperado.

»Viendo que en adelante ya no podría guardar el incógnito, el cónsulvolvióaSicilia,donde,rabiosocomoestaba,diotalpalizaaloscartagineses,quellegóapensarsesihabríaacabadocontodaslasGuerrasPúnicaspasadasyfuturas.EnRomahubotalexplosióndeentusiasmo,quesedecidiócelebrarelnuevo triunfo con unas fiestas tan solemnes como las del aniversario de lafundación de la ciudad; en cuanto al recibimiento que se haría al vencedor,seríatodavíamásgrandiosoqueenlaanteriorocasión.

»ElSenadosereunióafindedeliberarsobrelanuevarecompensaaquesehabíahechoacreedorDuilio.Éste expusoa la augusta asamblea cuáles eransusnuevosdeseos.

»—¡PadresdelaPatria!¿Esvuestraintencióndarmeunarecompensaquemeseaagradable?

»—Nuestra intención es haceros el hombre más feliz de la tierra —contestóelpresidentedelaasamblea.

»—Puesbien,senadores:sicreéisquelomerezco,enrecompensaporestasegundavictoriaquitadmeaesetunantedeflautistaquemehabíaisotorgadocomopremiódelaprimera.

»ElSenadoencontrómuyextrañalapetición,perohabíadadosupalabra.Elflautistafueretiradoconlamitaddelsueldo,envistadelbuencertificadoquepudopresentar.Duilio, librealfindesumalditomúsico,pudoacercarseotra vez, discretamente y sin escándalo, a la puerta de la casita que unavictorialehabíacerrado,yqueunasegundavictorialevolvióaabrir.

—¿Ybien?—preguntólaprincesa—,¿quétienequeverestahistoriaconmitemoraqueosasesinen?

— ¿Qué tiene que ver? —replicó el príncipe—. Que si por un simplemúsicoleocurriótodoesoalpobrecónsul,¡juzgadloquemeocurriríaamísillevasetodounregimientodeguardiasacompañándome!

—¡Felipe!,¡Felipe!…—protestólaprincesa,riendoysuspirandoalavez

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—,¿cuándoosdecidiréisanotratartanligeramentelosasuntosimportantes?¡Yo no había venido a escuchar vuestras bromas!; quería hablaros demademoiselledeChartres.

—¡Ah!,vuestrafavorita…Porquemadre,nopodéisnegarqueLouiseesvuestrafavorita.

—¡Puesbien!¡Adivinadloqueocurreconella!

—¿SequiereenrolarenlasGuardiasFrancesas?

—No; ¡quiere hacerse religiosa!, y ayer por la mañana se marchó alconvento.

—Ya lo sé; ella misma me pidió que la acompañara —repusotranquilamenteelpríncipe—.¿Esquehaocurridoalgo?

—Ha ocurrido que ayer devolvió el carruaje, con una carta que traía elcochero,enlaqueosdiceavos,asumadreyamí,quehabiendoencontradoenelclaustrouna tranquilidadyunapazquenoesperabapoderhallarenelmundo,quierequedarseenélparasiempre.

—¿Yquédicesumadredeestadecisión?

— ¿Su madre? Está la mar de contenta, porque le gustan mucho losconventos;peroyodigoquenopuedehaberfelicidaddondenohayvocación.

Elregenteleyóyreleyólacartavariasveces.

—Detrás de todo eso hay algún disgusto amoroso. ¿Habéis descubierto,porcasualidad,siLouiseestáenamoradadealguien?

La princesa contó entonces lo ocurrido en la ópera cuando los labios deLouise habían dejado escapar ciertas exclamaciones que demostraban laadmiraciónqueenellahabíadespertadounapuestotenor.

—Puesnohayqueirmáslejos—comentóelregente—.Hayquecurarlacuantoantesdesemejantefantasía.HoymismoiréalaabadíadeChellesparahablarconella;sifueseuncapricho,dejaremosqueselepase;sivaenserio,lacosacambiamucho.

Ybesandoconrespetolamanodesumadre,lacondujohacialapuerta.

Alatravesarlaantecámara,laprincesaviollegaraunhombrecilloquecasidesaparecíaenunasenormesbotasdeviajeycuyacabezaapenas sobresalíadelinmensocuellodeungranlevitónforradodepiel.CuandoestuvocercadeMadame se vio brotar de aquella vestimenta una cabecita de nariz afilada yojillosburlones,queteníaalgodecomadrejayalgodezorro.

—¡Ah!,¡ah!,¿soisvos,abate?

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—Yomismo,Alteza,queacabo,nimásnimenos,desalvaraFrancia.

Era Dubois, que después de saludar caballerosamente a la princesa, sinesperar la venia para retirarse, según ordena el protocolo, giró sobre sustalonesysinsiquierahacerseanunciarpenetróeneldespachodelregente.

Duboisnohasidocalumniado;lacalumnianocabecuandosetratadeunsertanperverso;únicamentelehadichodeél todolomaloquemerecía,sinmencionar lo bueno, que también se hubiera podido señalar. Sus principiosfueron semejantes a los de su rival Alberoni; pero todo hay que decirlo: elhombre de genio era Dubois, y en su larga lucha con España, el hijo delboticariosiemprellevóventajaalhijodeljardinero.

Suúltimanegociaciónhabíaresultadounaauténticaobradearte;eramásque la simple ratificación del tratado de Utrecht, puesto que significaba unconveniotodavíamásventajosoparaFrancia.

EnelacuerdologradoporDubois, ladivisiónterritorialentre loscincooseisestadosmás importantesdeEuropaseespecificabasobreunasbases tanequitativas y justas, que después de ciento veinte años de guerras, derevolucionesydecambios,aquellosestados,salvoel Imperio,seencuentranenunasituaciónmásomenosigual.

El regente,decarácterpocoriguroso,queríamuchoalhombrequehabíasido su preceptor, y al cual, ciertamente, había puesto en el camino de lafortuna.

Dubois,quesentíaunauténticoafectoporelregente,leeraabsolutamenteincondicional;conayudadesucontra-policía(entrecuyosagentessecontabanlos más altos personajes, como madame Tencin, y los más bajos, como laFillon)habíaconjuradobastantesconspiracionesdelasqueelpropiomessireVoyerdeArgensonnollegóatenerlamenorsospecha.

—Dubois,eresmimejoramigo.ElnuevotratadodelacuádruplealianzaaprovecharáaLuisXVmásquetodaslasvictoriasdesubisabueloLuisXIV.

—¿CómoseencuentraSuMajestad?—preguntóDubois.

—Bien,muybien—respondióelpríncipeponiéndosesúbitamenteformal.

—¿Monseñorlevisitatodoslosdías,comodecostumbre?

—Loviayer,yhoytambiénlehehablado.

—SindudaelviejoVilleroyestabaallí,¿verdad?¡Yaempiezaahartarmesuinsolencia!

—Dejadle,Dubois,dejadle;todollegaráasutiempo.

—¿Inclusomiarzobispado?

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—Apropósito,¿quénuevalocuraesesa?

—¿Locura,monseñor?Nadadeeso:¡lodigomuyenserio!

—Entonces,lacartadelReydeInglaterrapidiéndomeunarzobispadoparavos,¡noeraunabroma!

—¿VuestraAltezanohareconocidoelestilo?

—Pero,¿yvuestraesposa?

—¿LaseñoraDubois?¡Nolaconozco!

—¿Ysiseoponeaqueoshaganarzobispo?

—Lodudo,notienepruebas…

—¿Yeloriginaldelactadematrimonio?

—Aquí están sus restos —confirmó Dubois, sacando de su cartera unpequeñoenvoltorioqueconteníaunapizcadecenizas.

—¿Esposible?…¡miserable!,¿notemesquetemandeagaleras?

—Sipensáishacerlo,ahoraeselmomento;oigoen laantecámara lavozdellugartenientedepolicía.

—¿Quiénlohizollamar?

—Yo.

—¿Paraqué?

—Paradarleunbuenrapapolvo.

MessireVoyerdeArgensonentróenaquelmomento.EraigualdefeoqueDubois, pero su opuesto en lo físico: gordo, grandote, pesado, llevaba unainmensapelucay teníadoscejasespesísimas.Por lodemás,eraágil,activo,hábil intrigante y cumplía concienzudamente con su obligación cuando noolvidabasusdeberespolicíacosporculpadealgunaaventuragalante.

—Señor lugarteniente general—dijo Dubois—, monseñor, que no tienesecretosparamí,medecíahaceunmomentoqueoshamandadollamarparaqueme expliquéis cómo iba vestido cuando salió ayer por la noche, enquécasa estuvo, y lo que ocurrió cuando salió de ella. Como sabéis, acabo dellegardeLondres,ynoestoyenteradodenada;quesino,noosharía tantaspreguntas.

—Pero,¿esqueocurrióalgodeparticularayernoche?Yonoherecibidoningúnaviso;entodocaso,habrásidoalgosinimportancia.

—¡Oh,Diosmío!,algosinimportancia…¡Solamentequeayermonseñorsalióa lasochode lanoche, fuea cenarcon la señoradeSabran,y faltóel

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cantodeunauñaparaqueloraptaran!

—¡Raptado!,¡raptado!…¿yporquién?—exclamópalideciendoelpobreArgenson.

—¡Ah!—repusoDubois—,esoesloqueignoramos,yesperábamosquevosnoslodijerais,señorlugartenientegeneral.Locualpodríaishacer,siesanocheoshubieraisdedicadoavuestrosdeberesdepolicía,envezdepasarlaconlasamablespupilasdelconventodelaMagdalenadeTraisnel.

—¡Cómo! ¡Argenson!—exclamóel regenteestallandoenunacarcajada—.Vos,ungravemagistrado,¿daistalesmalosejemplos?

—Monseñor —prosiguió balbuceando Argenson—, espero que VuestraAlteza no escuche los comentarios malintencionados del abate Dubois.Escuchad, señor abate: si todo lo que me habéis dicho sobre monseñor escierto, la cosa es grave; encontraremos a los culpables y los castigaremoscomosemerecen.

—¡Tonterías!—leinterrumpióelpríncipe—.Sindudaeranunosoficialesquequisierongastarmeunabroma.

—No,monseñor;esunahermosaconspiración,que tienesuorigenen laembajadaespañola, continúapor elArsenaly llegahasta elPalacioReal—intervinoDubois.

—Yvos,¿quéopináis,Argenson?

—Quevuestros enemigos son capaces de todo; pero haremos fracasar elcomplot.

Enaquelmomentoseabrió lapuerta,yel lacayoanuncióalseñorduquedelMaine,quellegabaparaelconsejo.

—Sed bienvenido, primo. Mirad, aquí tenéis a esos dos granujas, queconocéis,yqueenestemomentoestabandándomecuentadeunaconspiraciónencontramía.

ElduquedelMainesetornólívido,yparanocaertuvoqueapoyarseenelbastón,enformademuleta,quenuncaabandonaba.

—Espero,señor,quenohabréishechocasodesemejantecalumnia…

— ¡Oh,Dios!, de ninguna forma—respondió alegremente el regente—.Pero,¿quéqueréis?,notengomásremedioqueescucharaesosdoscabezotasqueandantrasdecogerosalgúndíaconlasmanosenlamasa.

El duque del Maine abría la boca para responder alguna excusa banal,cuando el lacayo anunció la llegada de varios altos personajes convocadospara estudiar el tratado de la cuádruple alianza que Dubois había traído de

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Londres.

CapítuloXIII

LACONSPIRACIÓNSEREANUDA

Harmental,despuésdedespojarsedesombrero,capa,pistolasyespada,sehabía tumbado en la cama, vestido como estaba, y tal era el poder de suvigorosoorganismoquesehabíaquedadodormidoalinstante.

Cuandodespertó,bienentradoeldía,sediocuentadequehabíaolvidadocerrar los postigos. Al verse otra vez, calmado y tranquilo, en su pequeñahabitación,creyóquetodohabíasidounsueño.

Saltódelacama.Suprimeramiradafueparalaventanadesuvecina;yaestabaabierta,yseveíaaBathildairyvenirensucuarto.Elsegundovistazofueendirecciónalespejo,ylesirvióparacomprobar,porelreflejodesucara,quelasconspiracioneslesentabandemaravilla.Sedispusoaacicalarse,conelfin de poner acordes sus ropas con el aspecto de su rostro; cambió su trajemarrón por otro completamente negro, reparó el desarreglo de su peinado,lograndounencantadorefectodeelegantedescuido,ydesabrochólosbotonesdel chaleco, para dejar ver las chorreras de la camisa, que asomaban con lamásestudiadaycoquetanegligencia.

SeguramenteBathildahabíapensadocómoteníaquecomportarsecuandovolvieseaveralvecino;peroelcasofuequeencuantooyóelruidoproducidoporlaventanadeaquél,seabalanzóhacialasuya:

—¡GraciasaDiosqueestáisdevuelta!¡Cuántomehabéishechosufrir!

—¡Bathilda!,¡Bathilda!…,¿esquesoisigualdebuenaquedebella?

—¿Acasonomehabéisdichoquesomoshermanos?

—Bathilda,¿habéisrezadopormí?

—Toda la noche —contestó la muchacha poniéndose colorada—. ¿Hapasadoyaelpeligro?—preguntóanhelante.

—La noche ha sido sombría y triste—le respondió Harmental—. Peroahoraenmividavuelveabrillarelsol;aunquesólosenecesitaunapequeñanubeparaqueestesoldesaparezca.

Enaquelmomento,alguiengolpeóenlapuertadelcaballero.

—¿Quiénes?—preguntóHarmentaldesdelaventana.

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—Gentedepaz—lerespondieron.

—¿Ybien?—preguntóBathildaalarmada.

—Noospreocupéis;elquellamaesamigo.Otravez,Bathilda,gracias.

ElcaballerocerrósuventanayfranqueólaentradaalabateBrigaud,queyacomenzabaaimpacientarse.

—¡Vaya!—observóelabate—.¿Nosencerramosacalycanto?¿EsparairosacostumbrandoaloquesabelaBastilla?

—¡Caramba,abate!…¿Mequeréistraermalasuerte?

—Pero, ¿qué es esto? ¡Vaya conspirador que estáis hecho! ¡Guardadenseguidatodoesearsenal!

Harmental obedeció, admirando la flema de aquel clérigo, dueño de susnervios, que él, hombrede armas, nopodía conservarquietosdespuésde loocurrido.

—Igualque laventana,¿porqué lacerráis?¡Miradquéhermosorayodesol primaveral llama humildemente a vuestra ventana, y vos no le abrís!…¡Ah!,perdón,nomehabíadadocuentadequesiestaventanaseabre,hayotraquesecierra…

—Mi querido tutor, tenéis un gran ingenio, pero sois terriblementeindiscreto.Apropósito:estoyesperandoquemedeisalgunanoticia.

—¡Puesbien!,todovaperfectamente;elremolinoqueseprodujoyasehacalmado.Ahoranohaymásquevolveraempezar.

—¿Ycuálessonlasórdenes?

—LoquesehadecididoesqueestamañanasalgáishaciaBretañapor laposta.

—¿YoenBretaña?,¿yquéqueréisquehagayoenBretaña?

—Yaoslodiráncuandolleguéisallí.

—¡Abate!—protestóHarmental.

—Nonosenfademos,miqueridocaballero.Cuandose tratadeconspirarhay que tener las ideas claras, y nomezclarse los unos en lamisión de losotros.

—Pues precisamente porque tengo las ideas claras, ahora, como la otravez, quiero saber lo que llevo entre manos. Así que vais a decirme quédemoniosvoyahacerenBretaña,yluego,siesqueestoyconforme,quizámedecida.

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—LasórdenesdicenquevayáisaRennes.Allídebéisabrirestacarta,yenellaencontraréislasinstrucciones.

—¡Órdenes!¡Instrucciones!…

—Pero,¿nosonéstaslasnormasusualesentreungeneralysusoficiales?¡Esverdad!,habíaolvidadoquetraigovuestrodespachoenelbolsillo.Tomad.

Brigaud sacó un pergamino enrollado que entregó a Harmental; éste lodesplególentamente.

— ¡Un nombramiento!—exclamó el caballero—. ¡Un nombramiento decoronelenunodeloscuatroregimientosdecarabineros!

¿Yquiéneselquemenombra?¡LouisAuguste,duquedelMaine!

—¿Quéhayenellodeextraño?SielseñorduqueeselGranMaestredelaArtillería, dispone del mando de doce regimientos, ¿no es verdad? Pues osentregauno,acambiodelqueosquitaron;esoestodo.Sincontarquedeestemodo, si la conspiración fallase, tendríais la excusa de haber obedecidoórdenes.

—¿Ycuándohedepartir?

—Ahoramismo.

—¿Meconcedéismediahora?

—¡Niunminuto!

—Esquesólodispongodedosotresmilfrancos,ynomebastarán.

—En vuestro coche encontraréis un cofre con un año de sueldo, y encuantoaropa,lleváisvariosbaúlesatestadosdeella.

—Pero,almenos,decidmecuándovolveré.

—Dentrodeseissemanasexactamente.LaduquesadelMaineosesperaráenSceaux.

—Dejadmeporlomenosescribirunaslíneas.

—¡Sea!Doslíneas…

Elcaballerotomóasientoantelamesayescribió:

«QueridaBathilda,hoynoesunpeligroelquemeacecha;ladesgraciameha alcanzado.La terrible desgracia de tener que emprender un viaje en estemismoinstante,sinpoderdecirosadiós,sinpoderveros.Estaréseissemanasausente.Elcieloestestigo,Bathilda,dequeniunsolominutotranscurrirásinqueosdediqueunpensamiento.

Raoul».

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LaventanadelamuchachapermanecíacerradadesdequeelabateBrigaudse había asomado a la deHarmental.No era posible hacer llegar el papel aBathilda.

En aquel momento alguien o algo rascaba suavemente en la puerta. Elabateabrió;eraMirza,quepenetróenlahabitación,dandobrincosdealegría.

—ParaquealgunoseatrevaanegarqueDiosNuestroSeñorvelaporlosenamorados…Necesitabaisunmensajero;yalotenéis.

—¡Abate!,¡abate!…—protestóHarmentalentonorisueño.

— ¿Acaso creéis que no he adivinado lo que pasa por vos? Tened encuentaqueuncuradealmasesunarcanodecienciasocultas.

HarmentalatólacartaalcollardeMirzaylediounterróndeazúcarcomopremiopor lamisiónque ibaacumplir.Después,amedias tristeyamediasalegre,cogióeldineroqueguardaba,algunosobjetospersonales,ysalió trasdeBrigaud.

CapítuloXIV

LAORDENDELAABEJA

LOSPOETASDELAREGENCIA

Alahorayeneldíaseñalados,esdecir,seissemanasdespués,alascuatrodelatarde,HarmentalentrabaagalopetendidodesusdoscaballosdepostaenelpatiodelpalaciodeSceaux.

Lacayos con librea aguardaban en la escalinata; todo anunciaba lospreparativos de una fiesta. Harmental pasó entre los sirvientes formados endoblefila,franqueóelvestíbuloyseencontróenungransalón,enelcualsehallaban una veintena de personas, lamayoría conocidas del caballero, quecharlabanenvarioscorrillosmientrasesperabanlaaparicióndeladueñadelacasa.

HarmentalsedirigióhaciaelmarquésdePompadour:

—Marqués,¿podríaisdecirmecómoesquemeencuentrodeimprovisoenmediodelospreparativosdeunagranfiesta?

—En verdad, no tengo la menor idea; yo mismo acabo de llegar deNormandía.

En aquel instante fue anunciado el baróndeValef.Harmental pensóquequizásésteestaríaenterado.

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—MiqueridoValef,¿podríaisdecirmecuáleselmotivodeestasoberbiareunión?

—A femía, querido, que no sé absolutamente nada; acabo de llegar deMadrid.

—¡Caramba!Porlovisto,hoyésteeselpuntodereunióndetodoParís—observóPompadour—.¡Mirad!AhíllegaMalezieux.

—Estamosaquípara asistir aunagran solemnidad, a la recepcióndeunnuevo caballero de la Orden de la Abeja —les explicó Malezieux—. Yrecuerden que aquí no hay ni madame del Maine ni Alteza que valga;únicamentelabellísimahadaLudovica, lareinadelasabejas,a laquetodosdebenciegaobediencia.

—¿Yquiéneselneófito?—preguntóValef.

—SuAltezaelpríncipedeCellamare.

— ¡Ah, caramba!… Creo que empiezo a comprender —observóPompadour.

—Ylomismoyo—añadióHarmental.

LaOrdende laAbeja, fundadapor laduquesadelMaine, teníapor lemaunafrasetomadadelaAmintadeTasso:Piccolasi,mafapurgravileferite,queMalezieuxhabíaglosadoenestaforma:

Lamouche,petitanimal,

Faitdegrandesblessures.

Craignezsonaiguillonfatal,

Evitezsespiqûres.

Fuyezsivouspouvezlestraits

Quipartentdesabouche;

Ellepiqueets’envoleaprés,

C’estunefinemouche.

Aquellaorden, igualquecualquierotra, teníasu insignia,susoficiales,ysuGranMaestre.Laenseñaeraunamedallaquellevabagrabadaenelanversola imagende laReinade lasAbejasyenel reversounacolmena.Todos loscaballerosdebíanlucirlacuandoasistíanenSceauxalcapítulodelaorden.

ElGranMaestreeramadamedelMaine.Laordensecomponíadetreintaynuevemiembros;nopodíasobrepasarseestenúmero.LamuertedelseñordeNevers había dejado un puesto vacante, que iba a cubrirse con el

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nombramientodelpríncipedeCellamare.

MadamedelMainehabíaencontradoaquellaestupendayfrívolatapaderaparaencubrirunareunióndecarácterpolítico.

Alascuatroenpunto,laspuertasdelsalónseabrieron,descubriendoalosasistentesundoselderasoescarlatasembradodeabejasdeoroquecubríaunestradodetrespeldaños;ysobreéste,eltronoqueocupabaelhadaLudovica.Lareinahizoungestoconlamanoy todalacorteseagrupóensemicírculoalrededor del estrado. Cuando cada uno de los asistentes hubo ocupado ellugarquelecorrespondía,seabrióunapuertalateralyaparecióBessacentrajede heraldo, es decir, una toga de color cereza con un birrete en forma decolmena,yanunció:

—SuExcelenciaelpríncipedeCellamare.

Elpríncipeseacercóalestradolentamente,hincólarodilla,yesperó.

—PríncipedeSamarcanda—exclamóelheraldo—,prestadoídoatentoalalecturadelosestatutos.

Elpríncipehumillólacabeza,enseñaldequecomprendíalaimportanciadelcompromisoqueibaacontraer.

Elheraldoprosiguió:

—Artículoprimero:Vaisa jurar inviolablefidelidadyciegaobedienciaala gran hada Ludovica, dictadora perpetua de la incomparable Orden de laAbeja;¡juradloporelmonteHimeto!

En aquel momento llegaron a oídos de la concurrencia sones de unaorquestaescondidaylasvocesdeuncoro:

Jurad,señordeSamarcanda

Jurad,dignohijodelgranKhan.

—PorelsagradomonteHimeto, lo juro—proclamóelpríncipe.Artículosegundo…Artículo tercero… etcétera, etcétera. El coro repetía cada vez suestribillo:

Jurad,príncipedeSamarcanda…

Elpríncipecontestaba:

—PorelsagradomonteHimeto,lojuro.

—Artículo séptimo y último: Juraréis no comparecer jamás ante vuestradictadorasinostentarlacondecoraciónquehoyseosvaaimponer.

El hada se levantó, y tomando de manos de Malezieux la medalla quecolgaba de una cinta naranja, hizo señas al príncipe para que se acercase y

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recitóunosversos,cuyoúnicoméritoeranlastransparentesalusionesqueenellossehacíanalosproyectospolíticosdelapropiaduquesa:

Digneenvoyéd’ungrandmonarque,

Recevezdemamainlaglorieusemarque

Del’ordrequ'onvousapromis:

Thessandre,apprenezdemabouche,

Quejevousmetsaurangdemesamis

EnvousfaisantchevalierdelaMouche.

Elcoroestallóenunvivísimo:

Vivasempre,viva,einonorecresca

IInuovocavalieredellaMosca.

Alaúltimanota,seabrióunasegundapuertalateral,dejandoverelsalónespléndidamente iluminado, en cuyo centro había unamesa servida para unmagníficobanquete.

ElnuevocaballerodelaAbejaofreciósumanoalhadaLudovicayambosseencaminaronhaciaelcomedor,seguidosporelrestodelosconcurrentes.

UnbelloniñovestidodediosAmor losdetuvo.Llevabaen lamanounaurnadecristalqueconteníalaspapeletasenrolladasparaunaloteríadenuevoestilo. La mayoría de los billetes venían en blanco; solamente en diez sehabían escrito algunas palabras: «canción», «madrigal», «epigrama»,«improvisación»… Los invitados que sacasen alguna de aquellas papeletasestabanobligadosapagar sudeudadurante la comida; losdemás solamenteteníanquecomer,beberyaplaudir.

Lasdamasestabanautorizadasasolicitaruncolaborador,yéste,acambiode sus poéticos servicios, recibía unbeso comopremio.Comopuedeverse,todoestabaorganizadoenelestilomástontamentepastoril.

El hada sacó el primer billete: llevaba la palabra«improvisación»; todoslosdemáslohicieronacontinuación.Harmentalsealegródelasuertequelehizosacarunapapeletaenblanco.Despuésdelsorteo todossesentarona lamesa,cadaunoenelsitioprevisto,queestabaseñaladoporunatarjetaconelnombredelinvitado.

Aquellaloteríanoeraenelfondotanridículacomoparecía.Hayquetenerencuenta,enprimerlugar,quelosversos,lossonetosylosepigramasestabanmuy de moda en la época, cuya futilidad retrataban de maravilla. La vastallamadepoesíaqueCorneilleyRacinehabíanalumbrado,hacíatiempoquesehabíaextinguidocasi totalmente;sóloquedabael rescoldodelfuegoque iba

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iluminandoelmundoenteroyqueahoradabasolamentelamodestachispadealgunos juegos de ingenio. Pero aparte de seguir la moda, aquella justacortesanateníaunmotivooculto,quesolamentealgunosiniciadosconocían.

Alcomienzodelacomidareinaba,comosuelesuceder,unfríosilenciodebuengusto;habíaqueirentrandoenconfianzaconlapareja,yademás,acallarelapetito.

El hada, preocupada quizás por la improvisación que le había tocado ensuerte,permanecíasilenciosa.Malezieux,viendoqueeratiempodeanimarlareunión,sedirigióamadamedelMaine:

—HadaLudovica,a todosvuestros súbditospreocupaunsilencioalcualnolestenéisacostumbrados.

— ¿Qué queréis, mi querido canciller? He de confesar que estoyobsesionadaporesaimprovisación.

—En ese caso, permitidme quemaldiga esa ley poética que vos mismahabéisdictado,yquenosrobaelsonidodevuestravoz,porque:

Chaquemotquisortdetabouche

Noussurprend,nousravit,noustouche:

IIamilleagrémentsdivers.

Pardone,princesse,sij’ose

Faireleprocèsataprose,

Quinousaprivédetesvers.

—QueridoMalezieux,tomolaimprovisaciónamicuenta;yaestoyenpazconlasociedad,yosdebounbeso.

—¡Bravo!—exclamarontodoslosinvitados.

—Veamos, querido Apolo —prosiguió la duquesa, volviéndose haciaSaint-Aulaire que estaba hablando en voz baja con la señora de Rochan—:Decidenvozaltaelsecretoqueconfiabaisavuestrahermosavecina.

Ladivinitéquis’amuse

Amedemandermonsecret,

Sij’étaisApollon,neseraitpasmamuse,

ElleseraitThétisetlejourfinirait

Elmadrigal,quecincoañosdespuéshabríade llevaraSaint-Aulairea laAcademia,tuvotaléxito,queduranteunosminutosnadieseatrevióahacerlelacompetencia.

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Saint-Genesttiróuncandelabroconaparentetorpeza.

—Hadahermosa,nodebéisreírosdemidesmaña;vedenellounhomenajealabellezadevuestrosojos.

—¿Cómoeseso,miqueridoabate?

—Sí,granhada;oslovoyaprobar:

Mamuseséverèetgrossière

Voussoutientquetantdelumière

Estinutiledanslescieux.

Sitôtquenotreauguste

AminteFaitbrillerl’éclatdesesyeux,

Touteautrelumiéreestéteinte.

TalcomohabíasupuestomadamedelMaine, lacomidahabía tomadouncariztanfrívoloquepesealostemoresdelosinvitadosconocedoresdeloquese tramaba, ningún extraño hubiera sido capaz de adivinar bajo aquellafutilidadaparenteelescondidohilodeunaconspiración.

Se acercaba elmomentode abandonar lamesa.A travésde lasventanascerradas y de las puertas entreabiertas llegaban desde el jardín algunosarpegios que anunciaban las nuevas diversiones que esperaban a loscomensales.

Lagrange-Chancel, que no había soltado una sola palabra durante lacomida,dijodeprontovolviéndosehacialaduquesa:

—Perdón,señora,yonohepagadomideudatodavía.

—¡Oh!,esverdad,Achiloquemío;¿noesunsonetoloquenosdebéis?

—No,señora;elazarmehareservadounaoda,yhasidoparamíunagransuerte.

Después, con una voz profunda que armonizaba perfectamente con laspalabras que salían de su boca, dijo unos versos cuyo eco habría de llegarhastaelPalacioReal,yque,segúnrelataSaint-Simon,hicieronqueelregentederramaselágrimasderabia:

Vous,dontl’éloquencerapide,

Contredeuxtyransinhumains,

Eutjadisl’audaceintrépide

D’armerlesGrecsetlesRomains,

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Contreunmonstreencorplusfarouche…

Poursuisceprincesanscourage,

Déjàparsesfrayeursvaincu,

Faisquedansl’opprobreetlarage

Ilmeurecommeilavécu;

Etqu’ensondésespoirextréme,

Ilaitrecoursaupoisonmême

Préparéparsespropresmains!

Elefectoquecausarontalesversosesinenarrable.

Encuantoelpoetahubodicholaúltimaestrofa,enmediodeunsepulcralsilencio,madamedelMaineselevantóyseguidaportodospasóaljardín.

CapítuloXV

LAREINADELOSGROENLANDESES

Los hermosos jardines que había diseñadoLeNótre paraColbert, y queéste había vendido al duque delMaine, en manos de la duquesa se habíanconvertidoenunescenariodecuentodehadas.EspecialmentelosdeSceaux,conelgranlago,enmediodelcualsealzabaelpabellóndelaAurora.Todoelmundo quedó maravillado cuando, desde la escalinata, comprobó que laslargas avenidas, los hermosos árboles, los setos, aparecían envueltos enguirnaldasdeluzquetransformabanlanocheenundíaespléndido.Almismotiempo, llegaba la melodía de una música deliciosa, en tanto comenzaba arebullir en el paseo central algo tan extrañoy tan inesperado, que la risa sehizo general entre la concurrencia. Se trataba de un juego de bolosgigantescos,acompañadosdelacorrespondientebola,queseordenaronenlaformaquemarcanlasreglasdeljuego,yque,despuésdehacerunaprofundareverenciaaladuquesadelMaine,comenzaronacantarunatristeelegíaenlaquelosbolossequejabandeque,menosafortunadosquelosjuegosdeanillas,el balón y la pelota, habían sido desterrados de los jardines de Sceaux; lospobresbolospedíanqueaquellainjusticia,quetancruelmentehabíavenidoaheriralpobrejuego,fuesereparada;todoslosinvitadosapoyaronlasolicitudalaquefinalmenteladuquesaaccedió.

Acto seguido, los nueve bolos iniciaron un ballet, acompañado de tansingular cabeceo y tan grotescos movimientos, que el éxito de los bolos-

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bailarinessobrepasó,sinduda,alquehabíanobtenidolosbolos-cantores.

Unavezobtenidoloquedeseaban,losbolosseretiraronparacederelsitioaotrospersonajes,sieteentotal,queveníancompletamentecubiertosporunasgruesaspellizasquedisimulabansuscuerposysusrostros;se tratabadeunaembajada que los habitantes de Groenlandia enviaban al hada Ludovica.Llegado frente amadame delMaine, el jefe de los groenlandeses hizo unareverencia,ycomenzósudiscurso.

—Señora, los pueblos de Groenlandia han deliberado en una asambleageneraldelanación,ymehanelegidoamíparaqueofrezcaaVuestraAltezaSerenisimalasoberaníadetodossusEstados.

La alusión era tan clara, que hubo unmurmullo de aprobación entre losreunidos,en tantoque los labiosde laencantadoraLudovicasedesplegabanenunaagradablesonrisa.

—La fama sólo se acerca a nuestro país remoto para anunciar lasmaravillasrealmenteexcepcionales;peroestavezhaqueridollegaranuestrosdesiertos helados, porque pensó que estaba obligada a darnos a conocer losencantos, las virtudes, y los sentimientos de una Alteza Serenisima queaborrecealardientesol.

Esta nueva alusión fue acogida con mayor entusiasmo si cabe que laprimera. En efecto, el sol era la divisa del regente; no es de extrañar quemadamedelMainetuvierapredilecciónporlanoche.

—Pero—dijomadamedelMaine—,parecequeesereinoquemeofrecéisestámuylejosy,osloconfieso,yotemoalosviajeslargos.

—Habíamosprevistovuestraobservación,señora.Vedahora:graciasalosencantamientosdeunpoderosomago,¡geniosdelpolo, traedaestejardínelpalaciodevuestrasoberana!…

Seescuchóunamúsicafantásticayelgranestanque,hastaentoncesoscurocomounnegroespejo,reflejóunaluztanhábilmentedispuesta,quesehubiesepodidocreerqueeralapropialunalaqueloalumbraba.Aldestellodeaquellailuminación,aparecióunaisladehielo,yalpiedeunpiconevado,elpalaciode la reina de Groenlandia, al que se llegaba por un puente tan ligero queparecía hecho de una nube. Entre las aclamaciones generales, el embajadortomó una corona de manos de uno de sus acompañantes y la colocó en lafrente de la duquesa. La reina subió a su trineo y por encima del levísimopuente,acompañadaporlossieteembajadores,sedirigióhaciaelpalacio,enel que penetró por una puerta que simulaba la de una caverna. Cuandollegaron,sehundióelpuente,yestallóenderredordelpabellóndelaAurorauncastillodefuegosartificiales,queeralademostracióntangibledelaalegríaquelosgroenlandesessentíanalavistadesunuevareina.

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AsullegadaalPalaciodeHielomadamedelMainefueintroducidaporunlacayoen lahabitaciónmás retiradade lamansión,y los siete embajadores,despuésdehabersequitadosusgorrosysuspellizas,resultaronserelpríncipede Cellamare, el cardenal de Polignac, el conde de Laval, el marqués dePompadour,elbaróndeValef,yloscaballerosdeHarmentalydeMalezieux.EllacayonoeraotroquenuestroamigoBrigaud.

Comoseve,lafiestasedespojabadelasmáscarasydelosdisfracesparaadquirirsuauténticoaspectodeconspiración.

—Señores —dijo la duquesa, con su acostumbrada vivacidad—, notenemos ni un momento que perder; que cada uno cuente lo que haconseguido,demodoquepodamoshacerunresumengeneraldelasituación.

—Perdonad,señora—hizoobservarelpríncipe—,mehabíaishabladodeun hombre al que no veo aquí y al que hubiera estado deseando vivamenteencontrarennuestrasfilas.

—Os referís al duque de Richelieu, ¿no es cierto? —le preguntó laduquesa.

—Enefecto;elregimientoquemandaestáenBayonaypodríasernosmuyútil. ¿Queréis, os lo suplico, dar la orden de que si llega se le introduzcainmediatamente?

—Abate,yahabéisoído;avisadaAvranches.

Brigaudsalióparacumplirelmandato.

—Bien—dijo la duquesa—, sentémonos y vamos a comenzar. Veamos,Laval,empezadvos.

—Yo,señora,enelcantóndelosGrisoneshereclutadounregimientodesuizos.EntraráenFranciacuandoseleordene.

—¡Bien,queridoconde!YpuestoqueunMontmorencynopuedeaceptarungradoinferioraldecoronel,tomaréiselmandodeeseregimiento,entantoencontramos algomejor que ofreceros.Y cuando vayáis a España llevad elToisóndeOroenvezde laencomiendadelEspírituSanto;enaquelpaísesmás seguro. Y vos, Pompadour —prosiguió la duquesa—, ¿qué es lo quehabéishecho?

—DeacuerdoconlasinstruccionesdeVuestraAltezafuiaNormandía,ydeallíostraigotreintayochoadhesionesdelasmejores.

Sacóunpapeldelbolsilloyloentregóalaprincesa.

Ésta asió el papel con tal rapidez que pareció que se lo arrebataba almarqués.Despuésdehaberloleídocomentó:

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—Muy bien: lo firman gentes de todos los rangos y familias; así nadiepodrádecirquesólonosapoyaungrupoexclusivo.

—¿Yvos, caballero?—prosiguiómadamedelMaine volviéndose haciaHarmental.

—Yo,señora,segúnloquedispusoVuestraAlteza,marchéaBretaña.EnNantesabríelsobrequeconteníalasinstrucciones.Heconseguidoquesenosunan los señores deMont-Louis, deBonamour, de Pont-Callet y deRohan-Soldue. Bastará que España envíe algunos barcos a la costa para que todaBretañaselevante.

— ¿Lo veis?, ¿lo veis, príncipe? —exclamó la duquesa dirigiéndose aCellamare.

—Estábien:peroesoscuatrohombres,pormuyinfluyentesquesean,noson los únicos que necesitamos; hay otras gentes importantes que debemosatraer.

—Tambiénestossehanadherido,príncipe—hizoobservarHarmental—.Tomad,aquíestánlascartasenlasquesecomprometen…

Ysacandode susbolsillosvariospaquetesdepliegos abriódoso tres alazar, que llevaban las firmas: «Marqués de Décourt», «La Rochefoucault-Gondral»,«CondedeErée»…

—Bien,príncipe—interpelómadamedelMainealembajador—,¿osdaispor vencido al fin? Ved, otras cartas: Lavanguyen, BoisDavy, Fumée… ¿Yvos, Valef? Os he dejado para el último porque vuestra misión era la másimportante.

— ¿Qué diríaVuestraAlteza Serenísima de una carta escrita por el reyFelipeenpersona?

—Diríaqueeramásdeloquepodíaimaginar.

—Príncipe—dijoValef pasando la carta aCellamare—, vos conocéis laletradeSuMajestad…Comprobadsiesteescritoesauténtico.

—Por completo —asintió Cellamare haciendo con la cabeza un gestoafirmativo.

—¿Aquiénvadirigida?—preguntómadamedelMaine.

—AlreyLuisXV,señora.

—Muy bien; se la daremos aVilleroy, que se encargará de ponerla a lavistadeSuMajestad.Veamosloquedice:

«ElEscorial,16demarzode1718.

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»DesdequelaProvidenciadispusoqueyoocupaseeltronodeEspaña,nohe olvidado un solo instante las obligaciones que todo bien nacido tienecontraídasconsupaísdeorigen…».

—Esto,señores,vadirigidoalosfielessúbditosdelamonarquíafrancesa—dijo laduquesa interrumpiendo la lecturaysaludandograciosamentea losquelarodeaban.Despuésprosiguió,impacienteporconocerelresto:

«Nocreonecesariosubrayarlasfunestasconsecuenciasquehadetenerlaúltimaalianzaqueoshanhechoconcertar…Tambiénes inútilquevuelvaarepetiros que todas las fuerzas de España estarán siempre al servicio de lagrandeza de Francia, dispuestas a humillar a sus enemigos, y a demostrar aVuestraMajestadelapreciosinceroeinexpresablequesientohaciaella».

—¡Bien,señores!,¿quédecísaesto?

—SuMajestadCatólicahubierapodidouniraestacartaotradirigidaalosEstadosGenerales—observóelcardenal.

—Ésta la traigo yo —dijo Cellamare sacando a su vez un papel delbolsillo.

—Entonces,¡nonosfaltanada!—afirmómadamedelMaine.

—NosfaltaBayona,lapuertadeFrancia—insistióCellamaremoviendolacabeza.

En ese momento penetró Avranches en la sala y anunció al duque deRichelieu.

CapítuloXVI

ELDUQUEDERICHELIEU

— ¡Por fin!—exclamó la duquesa—. Señor duque, veo que no habéiscambiado; a lo que parece, vuestros amigos pueden contar con vos igual omenosaúnquevuestrasamantes.

—Al contrario, señora—respondióRichelieu a la duquesa, besándole lamano—; y el que me encuentre aquí demuestra a Vuestra Alteza que séarreglármelasparacumplircontodosmiscompromisos.

— ¡Confesáis que el venir a verme ha sido para vos un sacrificio! —exclamóladuquesa,soltandounaprovocadorasonrisa.

—Milvecesmayordeloquepodáissuponer.¿Adivináisaquiénacabodeabandonar?

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—¿AlaseñoritadeValois,quizás?

—Aéstalareservoparahacerlamiesposacuandohayamosvencidoyyoseaunpríncipe español.No, señora;porVuestraAltezahedejadoa lasdosburguesitasmásencantadorasquesepuedaimaginar.

—¡Dosburguesas!…¡Duque!—protestómadamedelMaine.

— ¡No las despreciéis! Dos mujeres encantadoras: madameMichelin ymadameRenaud. ¿No las conocéis?La primera es una rubia deliciosa, y laotraunamorenaadorable,ojosazules,cejasnegras…

—Perdón, señor duque, ¿puedo permitirme el recordaros que estamosreunidosparatratarformalmentedeunasuntomuyserio?

—¡Ah!,esverdad;estamosconspirando…

—¿Lohabíaisolvidado?

—¡Naturalmente!,todaslasvecesquepuedo.Peroveamos,señora:¿cómoandalaconspiración?

—Tomad;sileéisestascartas,sabréistantocomonosotros.

—Perdonad,Alteza,queno lohaga;no leoni siquiera lascartasquemedirigenamí.

— ¡Bien!, duque —intervino Malezieux—, estas son las cartas decompromisoenlasquelosseñoresbretonessemuestrandispuestosasostenerlosderechosdeSuAlteza.Yestedocumentoesunmanifiestodeprotesta.

—¡Oh!¡Dadmeesepapel!¡Yotambiénprotesto!

—Pero,¿sabéiscontraqué?

—Nomeimporta,yoprotestodetodo—ytomandoelpapel,estampósunombredebajodelaúltimafirma.

—Dejadlehacer,señora—intervinoCellamare—;elnombredeRichelieuesunabuenarecomendación.

—¿Yestacarta?—preguntóelduqueseñalandoladeFelipeV.

—Esta carta —indicó Malezieux— es de puño y letra de Su MajestadCatólica.

—¡Buenacosa!—aplaudióRichelieu—.¿YVuestraAltezapiensaquesepuede confiar en los Estados Generales? Yo, por mi parte, respondo de miregimientodeBayona.

—Losé—indicóCellamare—,peroheoídodecirquevanacambiarlodeguarnición.

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—¿Esesocierto?

—Pordesgraciaasíes.

—Dadmepapelytinta:ahoramismovoyaescribiralduquedeBerwick.

«SeñorduquedeBerwick,parymariscaldeFrancia:

»Puesto que mi regimiento está dispuesto para emprender la marcha encualquiermomento,etcétera,etcétera…

DuquedeRichelieu.».

Laduquesatomólacarta,laleyóylapasóasuvecino,éstealsiguiente,demodoquediolavueltaatodalamesa.

—Yahora, veamos, bella princesa—prosiguióRichelieu—. ¿Cuáles sonvuestrosproyectos?

—Obtener del rey, pormedio de estas dos cartas, la convocatoria de losEstadosGenerales.

—Pero,¿creéisqueconseguiremoslaordendelrey?

—El rey firmará laorden;prometeréaVilleroy laGrandezayelToisón.Aunque la ayudademadamedeVilleroy seríamás eficaz que la del propiomariscal.

—¡Hombre!,esomehacerecordarque…—murmuróRichelieu—.Noospreocupéis;deesomeencargoyo.Conseguirédeellatodoloquequeramos,ycomo su marido no hace más que lo que ella quiere, en cuanto regrese elmariscaltendremoslaconvocatoriadelosEstadosGenerales.

—¿Cuándovuelveelmariscal?

—Dentrodeochodías.

—Señores—dijoladuquesa—,yahabéisoído.Entretantocadaunodebeproseguirlamisiónqueselehayaasignado.

—¿Yquédíatendremosunanuevareunión?—preguntóCellamare.

—Estodependeráde lascircunstancias—respondióladuquesa.Después,volviéndosehaciaRichelieu—:¿Podremosdisponerdevospara loquerestadelanoche,duque?

—PidoperdónaVuestraAlteza,peroesimposible;meesperanenlacalledeBons-Enfants.

—¡Cómo!¿HabéisvueltoconlaseñoradeSabran?

—Nuncahabíamosroto,señora.Yonohagojamáslascosasamedias.

—¡Bien!QueDiosnosayudeatodos,yprocuraremostomarejemplode

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vos, señor duque.Creo que es hora de volver al jardín, si no queremos queextrañenuestraausencia.

—ConelpermisodeVuestraAlteza—dijoLaval—,esnecesarioqueosretengaunmomentomásparadaroscuentadeunproblemaquedeboresolver.

—Hablad,conde,¿dequésetrata?

—De losmanifiestos, lasmemoriasy lasprotestas.Habíamosconvenidoquelosharíamosimprimirutilizandooperariosquenosupiesenleer.

—¿Ybien?

—Compréunaprensa, y la instalé en la bodegadeuna casamía situadadetrás del Val-de-Gráce. Ayer la policía hizo un registro. Felizmente, losalguacilesdeVoyerdeArgensonnovieronnadaquelesinspirasesospechas.

—Traedlaprensaamicasa—indicóPompadour.

—Oalamía—añadióValef.

—No, no—opinó Malezieux—; una prensa es algo muy peligroso; miconsejo es que recurramos a un copista, a quien pagaremos bien para queguardesilencio.

—Sí,pero,¿dóndehallaraesehombre?

—Estoy pensando… —intervino Brigaud—. Creo que tengo lo quenecesitamos:unautómata,quenisiquieraleeráloqueescriba.

—Además, para mayor precaución —indicó Cellamare—, podemosredactarlosdocumentosmásimportantesenespañol.ConvienequeeltipoencuestiónnopongalospiesenlaembajadadeEspaña.Debemoscomunicarconélpormediodeunintermediario.

—Ahora sí que ya no nos retiene nada—cerró la reunión la duquesa—.SeñordeHarmental,vuestrobrazo,porfavor.

Losenviadosgroenlandeses,convertidosensimplesinvitadosdelafiesta,embarcaronenunagóndolaysalierondelpabellónpordebajodeunafloridagaleríaadornadaconlasarmasdeFranciaydeEspaña,quehabíasustituidoalpuentecilloaéreoporelquehabíanentrado.

Ladiosadelanoche,vestidaconunlargohábitodesedanegrasembradodeestrellasdeoro,lesesperabaalotroladodellago,acompañadadelasdocehoras enque se divide su imperio.El grupo comenzó a entonar una cantataapropiadaalmomento.Alasprimerasnotasquemodulólasolista,Harmentalsesobresaltó,pueslavozdelacantanteteníatalparecidoconotraqueélmuybien conocía, que el caballero dio un respingo, movido por un impulsoinvoluntario.Desgraciadamentenopodíaverlacaradeladiosa,yaqueestaba

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totalmentevelada.

— ¡Perdón!, señora…—se disculpó Harmental ante la duquesa, que lemiraba extrañada—. Debo confesar que esa voz me trae recuerdos muyqueridos…

—Esto prueba que sois un buen aficionado a la ópera, mi queridocaballero,yqueapreciáiscomosemerecenlostalentosdemademoiselleBury.

Harmentalofreciódenuevosubrazoaladuquesa,yambossedirigieronhaciaelpalacio.

Enaquel instanteseescuchóunadébilexclamación.Harmentalsevolviómaquinalmente.

—Noesnada—comentóRichelieu—,hasidolapequeñaBury,quesuelesufrir ligerosvahídos;noospreocupéis; en lasmujeres esosaccesosno sonpeligrosos…

Doshorasdespués,elcaballerodeHarmental seencontrabadevueltaenParís,adonderegresóacompañadodeBrigaud,yentrabaenlabuhardillaquehabíaabandonadohacíaseissemanas.

CapítuloXVII

UNPRETEXTO

Lo primero que sintió Harmental al llegar a su habitación fue unasensacióndebienestarindefinible.Sehubieradichoquehabíaabandonadolaalcoba el día antes, ya que, gracias a los maternales cuidados de la buenaseñoraDenis, todoseencontrabaensusitio.Corrióalaventana, laabriódepar en par, y envió una intensa mirada de amor a través de los cerradoscristalesdesuvecina;sindudaBathildadormía.

Harmental permaneció asomado durante casi media hora, respirando aplenopulmónelairedelanoche;despuéscerrólaventana,seacercóalpianoy deslizó los dedos por encima de las teclas; luego cogió la carpeta dondeguardaba el comenzado retrato de Bathilda. Al fin se acostó, y mientrasconciliabael sueñocreíaoírdenuevo lacantataque interpretaba la señoritaBury.

PorlamañanaHarmentalabandonólacamadeunbrincoycorriódenuevoa los cristales. Lucía un sol espléndido, pero la ventana de Bathilda seguíaherméticamentecerrada.

El caballero se arregló, y una y otra vez se asomó a la calle con la

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esperanzadevera la joven.Apoyadoenelalféizaresperómásdeunahora,pero en vano. Se diría que en el cuarto de la joven no hubiere nadie.Harmentaltosió,cerróyabriólospostigos,perotodofueinútil.

Pocoapoco,alaextrañezasiguiólainquietud;¿cuálpodíaserelmotivoque impulsara a la muchacha a abandonar el centro de su vida dulce ysosegada?¿Aquiénpreguntar?¿Cómoinformarsedeloocurrido?

MadameDenis,quenohabíavueltoaverasuhuéspeddesdeeldíadelafamosacomida,nohabíaolvidadoloscuidadosqueaquélleprodigaracuandosedesmayó;esohizoquelerecibieracomoalhijopródigo.

La buena comadre informó a Raoul de que el día anterior había visto aBathildaen suventana,yBoniface sehabíaencontradoconBuvatalvolverdeltrabajo.

Era todo lo que Harmental quería saber; agradeció de nuevo a madameDenissusbondadesysedespidió.

En el descansilloHarmental encontró al abateBrigaud, que llegaba parahacerleamadameDenissucotidianavisita.Harmental,quenopensabasalirdecasa,leindicóqueleesperabaensuhabitación.

Se sentó ante el clavicordio y después de una brillante improvisación,cantó,acompañándoseasumodo,labaladadeLanochequehabíaescuchadolavíspera.

Cuandoacabólosúltimoscompasesoyótrasdeélunosaplausos;sevolvióyvioalabateBrigaud.

—¡Diablos!,abate,nosabíaqueeraistangranmelómano.

—Nivostanbuenmúsico.¡Cáspita!Unacanciónquesólohabéisoídounavez.

—Lamelodíamegustóylaretuveenlamemoria.

—Y,además,fuetanadmirablementecantada,¿noesasí?

—Enefecto;laseñoritaBurytieneunavozpreciosa.

—¿Lavozfueloqueosgustó?

—Asíes—convinoHarmental.

—Entonces,nohace faltaquevayáisa laóperasiqueréisvolverlaaoír;vuestraventanaesunmagníficopalcodeproscenio.

—¡Cómo!,¿ladiosadelanoche?…

—Esvuestravecina.

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— ¡Bathilda! —exclamó Harmental—. Por algo yo… ¡No me habíaequivocado!,¡lareconocí!Pero,¿cómoesquelapobreBathilda…?

—Mi querido pupilo; ya que sois tan curioso, os voy a contar todo. ElabateChaulieuconoceavuestravecina;necesitadealguienquelecopiesuspoesías y emplea al bueno de Buvat, por éste ha conocido a la señoritaBathilda. Es una joven de mucho mérito; no solamente canta como unruiseñor,sinoquetambiéndibujacomounángel.ElabateChaulieuhablódeellacontantoentusiasmoalaseñoritaDelaunay,queéstadecidióencargarlelosdisfracesdelafiestaalaqueasistimosayernoche.

—Pero esto no explica que fuera Bathilda y no la señorita Bury la quecantóenSceaux.

—MademoiselleDelaunay la tuvo retenida tresdías enelpalacio,dandolosúltimostoquesalostrajes.Anteayer,eldirectordelaóperahizollamaravuestromurciélagoparacomunicarlealgodeimportancia.Durantelaausenciade la Delaunay, Bathilda se sentó ante el clavicordio, comenzó por unosacordes,siguióconunasescalas,ysintiéndoseinspirada,empezóacantarnosé qué trozo de ópera. En aquel momento la señorita Delaunay entreabriósuavementelapuerta,escuchóelariahastaelfinal,yluegoseabrazóalcuellode la cantora y le pidió con lágrimas en los ojos que la sacase de un graveapuro. Mademoiselle Bury se había comprometido a interpretar al díasiguientelacantatadeLanoche,peroseencontrabagravementeindispuesta;nosepodíacontarconella.YanohabríabaladadeLanoche,nifiesta,ninada,si Bathilda se negaba a salvar la situación. Madame del Maine llegódesesperadaporloqueacababadesaberrelativoalaenfermedaddelaBury.Comovosnoignoráis,caballero,cuandoladuquesaseempeñaenalgonohayforma de negarse. La pequeña Bathilda tuvo que rendirse; pero con lacondicióndequenadiehabíade saberque laquecantabanoera la señoritaBury.

—Entonces—preguntóHarmental—,¿cómoesquevoslosabéis?

—¡Ah!,porunacircunstanciafortuita.Todofuedemaravillahastaalfinaldelacanción;peroenelmomentoenquelagaleraquenosconducíadesdeelpabellóndelaAurorallegabaatierrafirme,lapobrediosadelanochedioungritoysedesmayóenbrazosdesusvasallaslashoras.Lequitaronelveloparaecharle un poco de agua en el rostro; en ese momento pasaba yo y quedésorprendidoalveravuestravecinaenelpuestodemademoiselleBury.

—¿Ylaindisposición?…—preguntóHarmentalllenodeinquietud.

—Nofuenada;unmareomomentáneo,unaemociónpasajera.EncuantoBathildaserecuperó,senegóapermanecerniunminutomásenelpalaciodeSceaux.Pusieronuncocheasudisposición.Debiódellegarasucasaunahora

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antesdequenosotrospartiéramos.

—¿Unahoraantes?Gracias,abate,estodocuantoqueríasaber.

—Puesyaqueesasí,puedoirme.

—¿Cuándovolveréaveros?

—Probablementemañana—respondióelabate.

Despuésdelocual,Brigaudseretiró,consuinconfundiblesonrisaenloslabios,entantoqueHarmentalvolvíaaabrirlaventana.

A las cuatro y algunosminutosHarmental vio aBuvat que torcía por laesquinade lacalledeTemps-Perdu,del ladode ladeMontmartre.Nohabíaduda:siBuvatvolvíatanprontoeraporqueestabainquietoporBathilda.¡Ellaestabaenferma!

Porfinsenotabansignosdevidaenlacasadeenfrente.AlguienlevantólacortinayapareciólaanchafazdeBuvatconlasnaricespegadasalcristal;peroalospocosinstantessevolvióconviveza,comosialguienlehubierallamado,ydejócaernuevamenteelvisillodemuselina.

Harmentalcomióconciertoremordimiento:¡cómoeraposiblequeestandotanpreocupado,sintieratantoapetito!

PormuchoqueinsistieseBuvat,pormuchoqueponderaseloagradabledelatemperatura, todofueinútil;supupilanoquisoabandonarsuencierro.NoasíMirza, que saltando por la ventana sin que nadie la invitase, se puso acorretear alegremente por la terraza, se metió en la gruta, volvió a salir,bostezó,sacudiólasorejas,yreanudósuscabriolas.

Elcaballeronodesaprovechólaocasión:llamóalaperraconeltonomáscariñoso y más seductor que supo. Mirza, al oír la voz amiga, pegó unrespingo. Al reconocer al hombre del terrón de azúcar, gruñó de alegría, ydespués,velozcomounrayo,selanzódeunsaltoporlaventanadeBuvat.AlospocosmomentosRaoulsintióelsuaverascardesuspatasenlapuerta.

Ya dentro de la habitación, el simpático animalito soltó una serie deladridos, muestra inequívoca de la alegría que le producía el inesperadoretornodelvecino.

LavisióndelaperrahizoqueHarmentalsesintieratancontentocomosifuera la propia Bathilda la que lo visitaba. Puso el azucarero al alcance deMirza, se sentó ante el bufete, y a vuela pluma, dejando hablar al corazón,escribiólasiguientenota:

«QueridaBathilda,mecreéisculpable,¿verdad?Esporquenoconocéislascircunstanciasextrañasenquemeencuentro,yquemedisculpan.Sipudieratenerladichadeverosuninstante,unsoloinstante,ospodríaexplicarporqué

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hayenmídospersonalidadesdistintas:eljovenestudiantedelabuhardilla,yelgentilhombredelafiestadeSceaux.Abridlaventanaparaquepuedaveros,o vuestra puerta para que pueda hablaros; permitidme que vaya a pedirosperdónderodillas.

»Adiós, omejor, hasta pronto, queridaBathilda; doy a vuestra simpáticaenviadatodoslosbesosquequerríadepositarenvuestrospreciosospies.

Raoul».

Estemensaje pareció suficiente al caballero; ciertamente, dado lo que seusabaenlaépoca,resultabamuyapasionado.Lodoblóy,sinquitarniañadirnada, lo ató, igual que hiciera con el primero, al collar deMirza. Después,abrió lapuertade lahabitacióne indicóconungestoaMirza loquedeellaesperaba. La perra no se lo hizo repetir dos veces; se lanzó por la escaleracomo si tuviese alas, atravesó la calle como un rayo y desapareció en laentradadelacasadesuama.

Harmentalesperóenvanotodalatardeypartedelanoche;alasonce,ladébil luz que se filtraba a través de las cortinas cerradas se apagódefinitivamente.

Eldíasiguienteamaneciósinquesedulcificaseelrigurosotratoaqueelcaballeroseveíasometido.TodalamañanalapasóRaouldandovueltasensucabeza amiles de proyectos a cualmás absurdo.Era una osadía demasiadogrande el presentarse en casa de Bathilda sin haber sido autorizado y sincontarconunpretextoválido;mejoreraesperar,yHarmentalesperó.

AlasdosentróBrigaudyencontróasuamigodeunhumorinsoportable.

—Queridopupilo:leoenvuestracaraqueoshaocurridoalgomuytriste.

—Simplementeme aburro y estoy dispuesto a mandar al diablo vuestraconspiración.

—¡Vamos,vamos!…¿Osaburrís?¿Yelclavecín?¿Ylaspinturas?

— ¡Y qué demonios queréis que pinte! ¿Y a quién queréis que déserenatas?

—Tenéis a las dos señoritas Denis. ¡Y a propósito!, ¿qué es de vuestravecina?

—¡Bah!,mivecina…

—Podíaishacermúsicajuntos,ellaquecantatanbien;esoosdistraería.

—Primerotendríaqueconocerla.¡Yaveis!,nisiquieraabrelaventana…

—Bueno;amímehandichoqueesunajovenencantadora.Elbuscarunpretextoescosavuestra.

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—Estoyintentándolodesdeayer.

—Aversiyoospuedoayudar.¿NoosacordáisdeloquedijoelcondedeLavalsobreelregistroquelapolicíaefectuóensucasadeVal-de-Gráce,ydequetuvoqueesconderlaprensaydespediralosobreros?

—Desdeluego.

—Y,¿quésoluciónsedecidiótomar?—Sí;serecurriríaauncopista.

—Puesbien;elcopistaenelqueyohepensadoesprecisamenteeltutordeBathilda.Osdoyplenospoderes;idalacasa,ofrecedleganaroroencantidad,y las puertas se abrirán de par en par. Mejor excusa para conocerpersonalmente a la muchacha no podríais soñarla. Ya podréis cantar juntoscuantoqueráis.

—¡MiqueridoBrigaud!—exclamóHarmentalsaltandoalcuellodelabate—,¡mesalváislavida,palabradehonor!

—¡Bueno,bueno…!¿Esquenisiquieramepreguntáisadóndetienequeirelbuenhombreabuscareltrabajodecopia?

—¿Acasadequién?

—A casa del príncipe de Listhnay, calle de Bac 110. Este nombre,naturalmente,meloheinventado;setratadeAvranches,elayudadecámarademadamedelMaine.

—Muybien.Hastalavista,abate.

HarmentalsedirigióinmediatamentehaciaelportaldelacasadeBathilda.

CapítuloXVIII

CONTRAPARTIDA

ELSÉPTIMOCIELO

LapobreniñaamabaaHarmentalcontodasualma,comosequierealosdiecisiete años; como se quiere por primera vez. Durante el primermes deausencia,habíacontadolosdías,alaquintasemanahabíacontadolashorasyenlosúltimosochodías,losminutos.FueentoncescuandoelabateChaulieuvinoabuscarlaparallevarlaconlaseñoritaDelaunay.

Si bien aBuvat le enorgullecía el que se hubiesen acordado deBathildaparaencargarleeldiseñode losdisfracesde la fiesta,nosesintiósatisfechocuandosupoquetendríaqueinterpretarunpapel.

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La corta separación le resultómuy dura; los tres días durante los cualesBathildaestuvoausente leparecierontressiglos.Elpobrependolistaparecíauncuerposinalma.

Elprimerdíanopudoprobarbocado;seencontrabamuysoloenlamesaquedesdehacíatreceañoscompartíaconsupequeñaBathilda.

Cuando al fin regresó su pupila el viejo recuperó el sueño y el apetito;durmiócomountroncoycomiócomounogro.

Bathilda estaba contentísima; aquel día era el último de la ausencia deRaoul.Buvatmarchóasuoficina,lajovenabriódeparenparsuventana,ymientrasestudiabasucantatanoperdíaunsoloinstantedevistalacasadesuvecino.CuandollegóelcochequedebíallevarlaaSceauxlevantóporúltimavezelvisillo:todoestabacerradoenlahabitacióndeljoven.

Cuandollegóalpalaciodeladuquesa,lailuminación,elruido,lamúsicay,sobretodo,elmiedoquelecausabaeltenerquecantarporvezprimeraenpúblico,alejarondesumenteel recuerdodeRaoul.LaseñoritaDelaunay lehabíaprometidoquelallevaríanacasaantesdelamanecer.

Estabapensandoen loquediría suamadoenelmomentodel encuentro,cuando divisó a un grupo de gente que se acercaba desde el lago; eran losconspiradores que volvían de su reunión. Había llegado el momento de suintervención. Sintió que las fuerzas le flaqueaban; la emoción de cantardelantedetandistinguidaconcurrenciahizoqueselequebraralavoz.Perosualmadeartistasesobrepusoalrecordarqueibanaactuarconellalosmejorescantores y músicos de la ópera; se reconcentró, y consiguió cantar con talperfección,quenadienotólafaltadelaartistaaquiensustituía.

PerolasorpresadeBathildafuegrandecuando,apenashabíaterminadosuaria, aldirigir lamiradahaciaelpúblico,descubrióenmediodelgrupoquerodeabaamadamedelMaineaunjovenqueseparecíamuchísimoaRaoul;tantoqueforzosamenteteníaqueserelpropioestudiantedelabuhardilla.Loque hirió en lo más profundo a la joven era el engaño a su buena fe y latraicióna suamor;eraqueparaabandonar su refugiode lacalledeTemps-Perdu,paraveniramezclarseenlasfiestasdeSceaux,elsupuestoestudiantelehubieramentido:engañofueelpretendidoviajeymentiraladesesperacióndelmuchacho.CuandoBathildavioalqueellacreíauningenuoprovincianodarconeleganciaydesenvolturaelbrazoamadamedelMaine,lasfuerzaslaabandonaron,sintióflaquearsusrodillas,yexhalóaldesmayarseeldolorosogritoquehabíallegadoalomáshondodelcorazóndeRaoul.

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba a su lado la señoritaDelaunay,lacual,despuésdeprodigarlelosmástiernoscuidados,insistióenquesequedaseenSceaux;peroaBathildaleurgíaverselejosdeaquelpalacio

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donde tanto había sufrido. El coche que debía devolverla a París estabadispuesto;subióaélypartió.

Cuando llegó a su casa, Nanette, que estaba advertida, la esperaba.TampocoBuvat sehabíaquerido acostar: deseaba abrazar a supupilayqueéstalediesedetallesdelagranfiesta;peroenvistadelatardanzatuvomuyapesarsuyoqueirsealacama,nosinrecomendaraNanettequeleavisasetanprontocomoBathildaestuviesevisiblealdíasiguiente.

Para lamuchachafueunasuertequeasu llegadaNanetteestuviesesola;delante de Buvat no se hubiese atrevido a llorar. Ante la criada rompió enamargaslágrimas.Nanettecreyóprudentedejarqueescampaseynopreguntarnadademomento;locual,porotraparte,hubiesesidoenvano,puesbienseveíaquelaseñoritaestababiendispuestaamantenerlabocacerrada.

PerolabuenadeNanettenopudoresistirlacuriosidad;miróporelojodelacerradurayviocómosudueñasearrodillabaanteelcrucifijosindejardesollozar,seincorporabadenuevo,abríalaventanaymirabaaladeenfrente.YanolecuponingunadudaaNanette;eraunnubladodeprimavera.Seacostómástranquila.

Bathildadurmiópocoymal;lasprimeraspenasylasprimerasalegríasdelamortienensiemprelasmismasconsecuencias.Sedespertóconojerasytodadolorida. Como puede suponerse, Bathilda insistió en que se encontrabaperfectamente; Buvat fingió creerlo, pero salió para el despacho muypreocupado.Cuandoquedaronasolas,Nanettevolvióalacarga:

—¿Todavíanoselehapasadolapenaalaseñorita?

—No,mibuenaNanette.

—Si la señorita quisiera abrir la ventana, quizás le haría bien.Quizás laseñoritanosabeque…

—Sí,Nanette;losé.

—Esquedigoyo,señorita,¡estanguapo!,¡yparecetandistinguido!

—DemasiadoparalapobreBathilda.

—¡Demasiadodistinguidoparavos!¿Esquevosnovaléismásquenadieenelmundo?Además,¡vossoisnoble!

—Soy lo que parezco; una pobre muchacha, con la que cualquier granseñorcreepoderjugar.Asíqueyalosabéis:estaventananodebeabrirsepornadadelmundo.

—¿Queréishacerlemorirdeangustia?Desdeestamañananoseapartadelaventana,ytieneunaspectodetristezaquedapenaverle.

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—¡Amíquémeimportasutristeza!¡Noquierosabernadadeesejoven!No lo conozco, ni siquiera sé su nombre. Nanette, ¿qué dirías si alguien tedijera que ese joven que parece tan sencillo, tan leal y tan bueno, era unmalvado,untraidoryunmentiroso?

—¡Diosmío!,señorita…yodiríaqueeraimposible.

—Pues ese joven que vive en la buhardilla, que se asoma a la ventanavestido con sus ropas sencillas, ¡estaba ayer en Sceaux dando el brazo amadame del Maine, vestido con un brillante uniforme de coronel! ¿Qué teparece?

—QueporfinelSeñoresjustoyosenvíaaalguiendignodevos.¡Virgensantísima!¡Uncoronel!¡UnamigodeladuquesadelMaine!

—Puesqueleaproveche.

—Dejadmeabrirlaventana,señorita.

—Osloprohíbo.Idavuestrosquehaceresydejadmetranquila,ysiviniera,osprohíboqueledejéisentrar,¿entendido?Nanettesaliódandounsuspiro.

Unavezsola,Bathildavolvióasullanto.Sudignidadofendidaleprestabafuerzas;perosesentíaheridaen lomásprofundodesucorazón.Laventanacontinuócerrada.

DespuésdecomersediocuentadequeMirzarascabalapuerta.

Mirza entró dando saltos, con muestras de una loca alegría; Bathildacomprendióquealgoinsólitolehabíaocurridoalaperrita;laobservóconmásatenciónyviolacartaatadaenelcollar.

Abrió el pliego, y por dos veces intentó descifrarlo; no lo consiguió; laslágrimaslenublabanlosojos.Hizounesfuerzo,yalfinpudoleerla.

Lacarta,aunquedecíamucho,noeradeltodoexplícita.Raoulprotestabapor su inocencia y pedía perdón. Hablaba de extrañas circunstancias queexigíanelsecreto.PeroloquemásimportabaaBathildaeraquequienhabíaescritoaquellaslíneasconfesabaestarlocodeamor.Lacarta,sintranquilizardel todo a la joven, le hizo un gran bien. Pero por un gesto de orgullofemenino,decidiónocederhastaeldíasiguiente.

En cualquier caso, el efecto de la carta, aunque incompleto, era tanevidente que cuando Buvat volvió de su trabajo encontró a su pupila conmuchomejoraspecto.

AquellanocheBathildaseacostómuy tarde;apesarde lanocheenvelaque había pasado, no tenía ningunas ganas de dormir. Durante la velada lajoven se sintió tranquila, contenta y feliz, porque la ventana frontera seguíaabierta,yenesapersistenciaadivinabalaansiedaddesuvecino.

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Cuandoalfinlarindióelcansancio,BathildasoñóqueteníaaRaoulasuspiesyqueéste ledabatanbuenasrazones,quea lapostreeraella laquesedeclarabaculpableyquienpedíaperdón.

Sedespertóconvencidadequehabíasidodemasiadoseveraysuprimeraintención fue abrir la ventana. Pero, ¿no significaría una rendiciónincondicionalelhechodeabrirlaellamisma?EsperaríaaqueentraseNanette.

Lacriada,quehabíasidoregañadaeldíaanteriorporculpadelaventana,nisiquieraosóacercarseaella.Cuandootravezquedósola,Bathildasesintiódesconsolada.

¿Qué hacer? Esperar, pero, ¿hasta cuándo? ¿Y si Raoul volvía aausentarse?;yestavez,quizásparasiempre…Bathildasesentíamorir.

Nanette había ido a la compra al barrio de Saint-Antoine; su ausenciaduraríaporlomenosdoshoras.¿Quéhacerduranteaquellasmortaleshoras?Hubierasidotanagradablepasarlasenlaventana…Hacíaunsolhermoso,ajuzgarpor losrayosquesefiltrabana travésde lacortina.Bathildavolvióasacarlacartadelcorpiñodondelaescondía;yalasabíadememoria,perodabaigual;lavolvióaleer.¡Sialmenosrecibieseunasegundacarta!

Eraunabuenaidea;tomoaMirzaenbrazos,labesóenelhocico,yabriólapuertaquedabaaldescansillo…

Unjovenestabaparadodelantedelapuerta,conelbrazolevantadohacialacampanilla.

Bathildalanzóungritodealegría,yeljovenunaexclamacióndeamor.

Unavezcerradalapuerta,RaouldiounospasosysedejócaeralospiesdeBathilda.

Los dos jóvenes cambiaron una indescriptiblemirada de amor; luego, alunísono, pronunciaron sus nombres, sus manos se enlazaron y todo quedóolvidado. Este suele ser el final de los disgustos, si los que se aman sonjóvenes.

Asípermanecierondurantealgunosminutos.PorfinBathildasintióquelaslágrimashumedecíansusojos,ydijoconunsuspiro:

—¡Diosmío!¡Diosmío…cuántohesufrido!

—¿Yyo?,pobredemí,queparecíaculpableysoydeltodoinocente.

—¿Inocente?¿Deltodo?

—Sí,inocente—replicóelcaballero.

EntoncescontóaBathildatodoloquedesuvidateníaderechoacontar…Al finalde la largahistoria lamuchachasupoqueRaoul teníaordende ir a

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SceauxparadarcuentadelresultadodesumisiónaSuAltezaSerenísimaladuquesadelMaine.El lectorpuede imaginar las lamentaciones, laspalabrasdeamorylasprotestasdefidelidadquesiguieron.

Luego le tocó el turno a Bathilda; también ella teníamuchas cosas quecontar,peroenellanohabíanireticencianimisterios:noeralahistoriadeunaépocadesuexistencia,sinoladetodasuvida.

Harmental, de rodillas, bebía hasta lamás insignificante palabra y no secansaba de escuchar a su amada, plenamente dichoso de sentirsecorrespondidoporBathilda,yorgullosodequeellafuesedignadesuamor.

Pasaronlasdoshorascomosifuerandossegundos.Buvatfueelprimeroquellegóacasa.

LareaccióninicialdeBathildafuedetemor;peroRaoullatranquilizóconuna sonrisa: su visita tenía un pretexto. Los dos enamorados cambiaron unúltimoapretóndemanosyBathildafranqueólapuertaasututor,que,comodecostumbre,loprimeroquehizofuebesarlaenlafrente.

Buvatquedóestupefactocuandovioqueotrohombre,quenoeraél,habíaosado entrar en el apartamento de su pupila. Fijó su mirada en el intruso,creyendoreconocerle.

—¿EsalseñorBuvatalquetengoelhonordehablar?

—Elmismo,señor—respondióelbuenhombreconunainclinación.

—¿ConocéisalabateBrigaud?

—Lo conozco —asintió Buvat—; un hombre que vale mucho, valemucho…

—Tengoentendidoqueenciertaocasiónlepedisteisqueosproporcionaratrabajodecopia…

—Sí,señor,soycopista—dijoconunanuevainclinación.

—Puesbien,elqueridoabate,queesmi tutor,hasabidodeunexcelenteencargoparavos.

—Gracias,osloagradezco.¿Queréissentaros,caballero?

—Sí,señor,conmuchogusto.

—¿Ycuálesesetrabajo?,porfavor…

—ElpríncipedeListhnayoslodará.ViveenlacalledeBac,enelnúmero110.Creoqueesespañol,mantienecorrespondenciaconlaGacetadeMadridyenvíacrónicasconnoticiasdeParís.

—Pero,¡estoesunhallazgo!,señor…

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—Unverdaderohallazgo,voslohabéisdicho,queosdarábastantetrabajo,yaquetodalacorrespondenciaesenespañol.

—¡Diablo!,¡diablo!—murmuróBuvat.

—Pero creo que aun sin conocer la lengua, muy bien podéis hacer lascopias.

—Señor,noséquédeciros.¿Puedopreguntar,sinoesindiscreción,aquéhorapodrévisitaraSuAlteza?

—Puesahoramismo,siqueréis.¿Osacordáisdelasseñas?

—Sí,calledeBacnúmero110.Muybien,allímedirigiré.

—Puesentonces,hastalavista.Yvos,señorita,recibidmiagradecimientoporlabondadconquemehabéishechocompañíaentantoesperabaalseñorBuvat.

—Este joven es muy amable—comentó Buvat cuando Harmental hubosalido.

—Sí,muyamable—respondióBathildamaquinalmente.

—Sólohayuna cosaquemeextraña:meparecehaberlevisto en algunaparte.Ysuvoztampocomeesdesconocida.

En aquel momento entró Nanette, anunciando que la comida estabaservida.Buvat, que tenía prisa pormarchar a casa del príncipe deListhnay,saliórápidamentehaciaelcomedorcito.

—¿Vinoelapuestojoven?—preguntólacriada.

—Sí,Nanette;ymesientomuydichosa.

Bathildapasóasuvezalcomedor.

Harmental no se sentía menos feliz que la joven. Estaba seguro de seramado;se lohabíadichoBathilda.Yéstapertenecíaa lanobleza.Nohabía,pues,razónalgunaqueseopusieraaaquelamor.

Cuando terminó la comida, después de rezar en acción de gracias, lamuchacha fue, contenta y confiada, a abrir la dichosa ventana, tanto tiempocerrada.Harmentalyaestabaenlasuya.Alospocosinstanteslosdosamantessehabíanpuestodeacuerdo:labuenaNanetteseríalaintermediaria.

Los dos jóvenes no se apercibieron del regreso de Buvat hasta que lotuvieronenelmismísimoportaldelacalle.

—¿Quétaltehaido,padrecito?—preguntóBathilda.

—Muybien;hevistoaSuAlteza.

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—¡Padrecito!,nodebéisdarleestetratamiento;elpríncipedeListhnayessolamentedeterceraclase,ynotienederechoaél…

—Pormí,comosifueradeprimera,ynopiensoquitarleel«Alteza».¡Unpríncipe de tercera clase! ¡Qué dices! Si mide casi seis pies, está lleno demajestuosidad, ¡y maneja los luises con pala!Me paga las copias a quincelibraslapáginay¡mehadadoveinticincoluisesporadelantado!…¡Vayaconelpríncipedeterceraclase!

—Entonces,padrecito,¿estáiscontento?

—Muysatisfecho.Perotengoquedecirteunacosa.

—¿Quécosa?

—Quealatravesar lacalledeBons-Enfants,para tomarelPontNeuf,hetenidounaespeciederevelación.Meparecequeeljovenquevinoanteseraelmismoqueeldelafamosanochequetodavíatiembloalrecordar.

—¡Peroesonotienesentido!

—No;yaséquenotienenipizcadesentido.Hija,mevasaperdonar:hoyno puedo hacerte la tertulia; he prometido al príncipe que empezaría estamismanocheacopiar.Buenasnoches,queridaniña.

—Buenasnoches,padrecito.

Los enamorados pudieron continuar su interrumpida conversación. Diossabeaquéhoracerraronsusventanas.

CapítuloXIX

ELSUCESORDEFÉNELON

Perolatierra,queparaelloshabíadejadodegirar,seguíamoviéndoseparalosdemás;ylosacontecimientosquedebíanvolverlosalacrudarealidadenelmomentomásinesperado,seguíanforjándoseensilencio.

ElduquedeRichelieuhabíacumplidosupromesa.ElmariscaldeVilleroy,quesehabíaausentadodelasTulleríasporunasemana,habíasidoreclamadoporsuesposaalcuartodía:lamariscalaledecíaenunacartaquesupresenciaal lado del rey era más necesaria que nunca; el sarampión acababa dedeclararseenParísyyahabíacontagiadoaalgunaspersonasdelPalacioReal.Nosehubierapodidoencontrarmejorexcusa.

Villeroyregresóinmediatamente;lasmuertesquetresocuatroañosanteshabían afligido al reino fueron cargadas en la cuenta del sarampión, y el

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mariscalnoquisoperderlaocasióndemostrarsuvigilantecelo.Elmariscal,comoayodelreyqueera,ostentabaelprivilegiodenoabandonaraésteanoserporordendelpropiomonarca,ydepermanecerensucompañía,cualquieraque pudiese ser el visitante; esta disposición rezaba incluso con el regente.Villeroy ejercía una gran influencia sobre el niño-rey, habituado a temer atodosyquesóloconfiabaenlaamistaddeVilleroyydelseñordeFréjus.

Los conspiradores convinieron aprovecharse de que el lunes, a causa desusprolongadas«cenas»deldomingo,elregentenosolíavisitaralrey.EsedíapodíanentregarlasdoscartasdeFelipeValpequeñoLuisXV,yalseñordeVilleroy lesería fácilhacerle firmar laordendeconvocatoriade losEstadosGenerales,queseríacursadaypublicadaenelacto,demodoqueelregenteseencontraseanteunhechoconsumado.

ElduquedeOrléansseguíasuvidaacostumbrada,absortoensutrabajo,ensusestudios,ensusplaceresy,sobretodo,ensusconflictosfamiliares.Tresdesushijasledabandisgustotrasdisgusto.

MadamedeBerry vivía públicamente en compañía deRiom, con el quepodíatemersequecualquierdíasecasara.

La señorita de Chartres, por su parte, seguía en sus trece: tenía que sermonja;noabandonabaelconventodeChelles,dondesupadreibaavisitarlatodoslosmiércoles.

LaotradelastreshijasquetantosquebraderosdecabezalecausabaneralaseñoritadeValois,queelregentesospechabaeralaamantedeRichelieu,sintenerpruebasconcretasdeello,apesardequesupolicíaestabasobrelapistadelospresuntosamancebados.

Y para colmo, tenía que soportar a Dubois, que de ningún modoabandonabasuideadeserarzobispo.Sehabíaconvertidoenunaideafija.

La sede de Cambrai había quedado vacante por lamuerte en Roma delcardenaldelaTrémoille.EraunodelosarzobispadosmásricosdelaIglesiagala: representabamásdecientocincuentamil librasde renta.Duboisno lehacíaascosaldinero,demodoqueeradifíciladivinarsiloqueleatraíaeraelhonordeostentarunasedearzobispalquehabíaocupadoelilustreFénelonosimplementelosbeneficiosmaterialesanejos.

Alaprimeraocasiónquese lepresentó,Duboisvolvióaponerelasuntodel arzobispado sobre el tapete. El regente le desafió a que encontrase unpreladodispuestoaimponerlelassagradasórdenes.

—¿Eséstalaúnicadificultad?—exclamóalegrementeelfuturoarzobispo—.Noospreocupéis;tengoalquenecesito.

—Imposible —opuso el regente, no creyendo que la bajeza cortesana

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pudierallegartanlejos.

—Lovaisaver—insistióDubois;yrápidamenteabandonóelgabinetedelduque.

Alcabodeunosinstantesestabadevuelta.

—¿Ybien?—ledesafióelregente.

—Vuestroprimercapellánenpersona,monseñor.Nimásnimenos.

—¿Tressan?

—Elmismoquevisteycalza.Ahíletenéis.

Lapuertaseabrió,yellacayoanuncióamonseñorelobispodeNantes.

—Venid, monseñor—le invitó a pasar Dubois—. Su Alteza Real deseahonrarnos a los dos; nombrándome a mí, como os he dicho, arzobispo deCambrai,yescogiéndoosavosparalaconsagración.

—MonseñordeNantes—interpeló el regente a su capellán—,¿es ciertoque, bajo vuestra responsabilidad, estáis dispuesto a hacer de este abate unarzobispo?¿Sabéisqueesunsimpletonsurado,quenisiquieraharecibidoelsubdiaconado,nieldiaconado,paranohablaryadelsacerdocio?…

— ¿Y eso qué importa? —le interrumpió Dubois—. Aquí tenéis amonseñordeNantesqueospuededecircuántasórdenessepuedenconferirenunsolodía.

—Peronohayotroejemplodesemejanteescándalo.

—Sílohay:SanAmbrosio.—Túnoereslicenciado.

—TengolapalabradelauniversidaddeOrléans.

—Tehacenfaltatestimonios,antecedentes.

—¿YparaquéestáaquíBesons?

—Unacertificacióndebuenaconductaycostumbres…

—MelafirmaráNoailles.

—¡Ah!,respectoaeso,teapuestoaqueno.

—¡Bueno!,enesecaso,melafirmaréisvos.

—Osprevengoporadelantadoquealaceremoniadevuestraconsagraciónfaltaráuninvitadodegranimportancia.

—¿Yquiénseráelguapoqueseatrevaaagraviarmedeesemodo?

—¡Yo!

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—¿Vos,monseñor?Vosestaréisenvuestratribunaoficial.

—Osrepitoqueno.

—Hastaelmiércoles,señordeTressan;hastalaceremonia,monseñor.

Duboissaliócontentísimoacomunicaratodossunombramiento.

Enunpuntoseequivocaba:elcardenaldeNoaillessenegórotundamenteasercómplicedeaquellamascarada.Ni lasamenazasni loshalagossirvieronparadecidirleaextenderelcertificadodebuenaconducta.Bienesverdadquefue el único que tuvo el valor de oponerse al escándalo que pondría enentredicholasantidaddelaIglesiadeFrancia.

Eldíaseñaladotodoestabaapunto.Duboisfueconsagrado.

El primer visitante que hizo su aparición en las habitaciones del nuevoarzobispofue…¡laFillon!,queensudoblecalidaddeconfidentedelapolicíaydealcahuetateníaentradafranca.Pesealasolemnidaddeldíalosujieresnose atrevieron a impedir el paso a la mujerzuela cuando dijo que la traíanasuntosdelamayorimportancia.

—¡Caramba!—exclamóDuboisalverasuviejaamiga—,¿quéesloqueostraeporaquí,buenapieza?

—Venía para haceros una revelación, pero pensándolo bien, prefierocallarme.

—Unarevelación,¿apropósitodequé?¿TienealgoqueverconEspaña?—preguntóelnovelarzobispofrunciendoelceño.

—Nosetratadepolítica,sinodemujeres.Nada,compadre:unahermosajovenquequeríapresentarte;pero,puestoquetehashechoermitaño,buenastardes.

YlaFillonseencaminóhacialapuerta.

— ¡Ven acá! —la retuvo Dubois, dando por su parte cuatro pasos endirecciónasuescritorio.

TomóunabolsitaqueconteníacienluisesyseladioalaFillon.

—Dosmilquinientaslibras,meparecequeesunabonitacantidad.

—Síparaunabate,noparaunarzobispo.

—¡Perodesgraciada!,¿esquenosabeshastaquépuntoestánempeñadaslasfinanzasdelrey?

— ¿Eso te preocupa, bribón? ¿Acaso no está aquí el señor Law, quevolveráallenarlasarcasdemillones?

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—Bienestá.Yresueltoelprólogo,dimeahoraloquedeverdadtetrae.

—Antes de que diga una sola palabra has de prometerme que a ciertoamigomíonohemosdetocarleniunpelodelaropa.

— ¡Si es viejo amigo tuyo debe sermerecedor de que lo ahorquen cienveces!

—No digo que no, pero yo le debo favores; fue él quien me puso encaminoparallegaraserloquesoy.

—Bien,¿quéquieres?

—Quierolavidademicapitán.

—Latendrás.

—¿Palabradequé?

—¡Palabradearzobispo!

—Nomesirve.

—PalabradeDubois.

—¡Esoestámejor!Yahora,vamosalgrano:micapitáneseloficialmásraídodetodoelreino.

—Laespecieabunda.¡Sigue!

—Sedaelcasodequemicapitán,deuntiempoaestaparte,andamásricoqueCreso.¿Yquémonedaeslaquetiraamanosllenas?

—Losupongo.

—¿Teimaginasdedóndeviene?

—¡Sí,señor!SeguroquesondoblonesdeEspaña.

—Y de oro puro…, con la efigie de Carlos II…, doblones que valencuarenta y ocho libras como un ochavo… y que brotan del bolsillo de miqueridocapitáncomodeunafuente.

—¿Ydesdecuándohacomenzadoasudarorotucapitán?

—ExactamentedesdelaantevísperadeldíaenqueelregentehizofracasarunintentoderaptoenlacalledeBons-Enfants.

—Ya…¿Yporquéhastardadotantoenveniraprevenirme?

—Porqueprimerohabíadeexplotarlamina;ahoralosbolsillosdelcapitáncomienzanaandarvacíos;eselmomentopropiciodeenterarseenquélugarlosllenaba.

—Bien,madreFillon…todostenemosderechoavivir,inclusotucapitán.

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Peroesnecesarioquemetengasinformadodetodossuspasos.

—Díaadía.

—¿Ydecuáldetusdamiselasestáenamorado?

—DelaNormanda.Eslaqueridadesucorazón.

—Noolvideseltrato;díaadíahedesaberloquehaceelcapitán.

—Exactamente.

—¿Palabradequé?

—PalabradeFillon.

—¡Enhorabuena!

LaFillonseencaminóhacialapuerta;enelmomentoenquesedisponíaasalir,secruzóconunlacayo.

—Monseñor, unhombrehonradopidehablar conVuestraEminencia.EsunempleadodelaBibliotecaReal,quearatosperdidoshacecopias.

—¿Yquéquiere?

—Dicequehacerosuna revelación.Hamencionadono séqué relativo aEspaña.

—Hacedleentrar.Yvos,comadre,entradenesegabinete.

—¿Paraqué?

—Pudiera darse el caso de que nuestro escribiente y el capitán seconocieran.

LaFillonentróenelgabinete.UninstantedespuésellacayoabriólapuertayanuncióaJeanBuvat.

CapítuloXX

ELCÓMPLICEDELPRÍNCIPEDELISTHNAY

LAFÁBULADEMAESEBERTRANDYRATON

Eldíaanterioralassietedelatarde,Buvathabíallevadoalnúmero110dela calle deBac el resultado de su trabajo, y recibió de lasmismas augustasmanosnuevatarea.ElpríncipedeListhnay,habiendocomprobadolahabilidadydiligenciadelcopista,estavezlediounlegajomuchomásabultado:habíatrabajoparaporlomenostresocuatrodías.Buvatvolvióacasaorgullosopor

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aquellapruebadeconfianza.Sepusoenseguidaatrabajar;inútilesseñalarqueel alegreestadodeánimodel calígrafohacíaque laobra le salieseperfecta.Una vez terminada la primera copia, encontró, entre esa y la segunda, undocumentoenfrancés,queseguramentesehabíatraspapelado.ElbuenBuvat,esclavo de su deber, se dispuso a copiarlo escrupulosamente, aunque novinieraenlarelaciónnumeradadelospapelesqueteníaquetrasladar:

«Confidencial.

»ParasuExc.Mgr.Alberonienpersona.

»NadatanimportantecomoasegurarlaadhesióndelasguarnicionesdelaregióndelosPirineosydelosseñoresqueresidenenlazona.

»AtraersealastropasdeBayona,oapoderarsedelaplaza.

»El marqués de P… es gobernador de D… Comunica que tendrá quetriplicar los gastos con el fin de atraerse a la nobleza; serán necesariasespléndidasgratificaciones.

»Carentan, en Normandía, es un punto importante. Habrá que atraer algobernador de la ciudad y proveerle de fondos para que actúe como elmarquésdeP…Habráquedargratificacionesalosoficialesdelaguarnición.

»Durante el primer mes serán necesarias trescientas mil libras; después,cienmillibrasalmes,quedeberánllegarpuntualmente».

—Llegar puntualmente —repitió Buvat, interrumpiendo un instante sutrabajo—. Es seguro que este dinero no lo paga el rey de Francia, que tanapuradoestá.Amíyallevacincoañosque…

«Estosgastos,quealllegarlapazyanoseránnecesarios,pondránalReyCatólicoencondicionesdeactuarcontodaseguridad.

»Las tropas españolas sólo serán un auxilio. El grueso del ejército deFelipeVseencuentraenlapropiaFrancia».

— ¡Mira, mira, mira!… —murmuró Buvat—. ¡Y yo, el último enenterarmedequeelreydeEspañanoshabíainvadido!…

«PerohayquepensarenneutralizarporlomenosalamitaddelejércitodelduquedeOrléans.—Buvatsintióunescalofrío—.Esteeselpuntodecisivo,alcualnosepuedellegarsinoespormediodeldinero.Seránecesariodarunagratificacióndecienmillibrasacadabatallónyacadaescuadrón…

»Dadoqueseránmuchasórdeneslasquehayaquecursar,convienequeelembajadorespañoldispongadepoderesquelepermitanfirmarennombredeSuMajestadCatólica…

»EsnecesarioimpedirqueelembajadorfrancéssalgadeEspaña;conviene

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retenerlocomorehén,engarantíadelaseguridaddelosqueaquíselevanten».

—¡Cielo santo!—exclamóBuvat frotándose losojos—.Se tratadeunaconspiracióncontraelregenteycontralaseguridaddelreino…

Buvatcayóenunaprofundameditación.¡Quiénlodijera!¡BuvatmezcladoenunasuntodeEstado!

Dieronlasonce,ydespuéslamedianoche.Buvatpensóquelaalmohadaseríasuconsejera.

Pero no pudo dormir; el pobre diablo daba vueltas y más vueltas en lacama, pero apenas cerraba los ojos, volvía a ver el maldito plan de laconspiración,escritoconletrasdefuegoenlapared.

Apuntólaaurora.Almenorruidoqueseoía,Buvatseponíaatemblar.Derepente, alguien golpeó en el portal de la calle; entonces creyó desmayarse.CuandoNanetteentróensuhabitaciónelpobrehombrenopudocontenerunaexclamaciónlastimera:

—¡Ay!,Nanette…¡Vivimosenunamalaépoca!

Nodijomás;yauncreyóquehabíahabladodemasiado.

Tan preocupado estaba, que olvidó bajar a desayunar conBathilda, cosaque a lamuchacha no le importó demasiado; su amor aprovechó delmejormodolaausenciadeltutor.

A las diez Buvat salió como de costumbre hacia la oficina; puedesuponersequecuandosevioenlacallesumiedosetransformóenterror.Encada cruce, en cada callejón, detrás de cada esquina, creía ver bandidos ypolicíasemboscadosqueesperabansupasoparaecharlelasmanosalcuello.Por fin, mal que bien, consiguió llegar a la Biblioteca, saludó con gravereverenciaalujierysedesplomóensusillóndecuero.Habíatraídoconsigoellegajo del príncipe de Listhnay, no fuera la policía a registrar su casa. Loscomprometedoresdocumentosquedaronescondidosenlomáshondodeunoscajonesdesumesa.

Procuróreanudarsumonótonatareacomosinadahubierapasado,peroenvano;suestadodeturbaciónnoledejabahacerunaaderechas.

Sutrabajoconsistíaenclasificaryetiquetarlibros;unalaboraburridaalaque Buvat se había entregado con una asiduidad y un interés tal que habíamerecido el elogio de sus superiores, y las burlas de todos sus buenoscompañeros.

—ElBreviariodelosenamorados,impresoenLiejaen1712,encasade…nohaynombredelimpresor.¡Diossanto!,másdesnudeces…Ydigoyo,¿quédiversiónpuede encontrar un cristiano al leer estos libros? ¡Mejorharían en

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hacerlos quemar por manos del verdugo! ¡Brrr…! ¡de quién he ido yo aacordarme ahora! Pero, ¿será posible que el príncipe de Listhnay me hayahechocopiaramítamañasabominaciones?…Pasemosaotracosa:Angélica,olosplaceressecretos,congrabados,¡yquégrabados!Londres…Sedebieraprohibir que libros así pasasen la frontera… «Atraerse la guarnición deBayona o apoderarse de la plaza…». ¡Vaya!, he escritoBayona en lugar deLondres, y Francia en vez de Inglaterra, ¡maldito príncipe! A mí podrándetenerme y colgarme y descuartizarme; pero si lo arrestan yme denuncia,juroque…¡Ay!,pobredemí,pobredemí…

—SeñorBuvat—observó el jefe del negociado—, lleváis cincominutosconlosbrazoscruzadosymoviendolosojoscomounpasmarote…

—Estabadandovueltasenmicabezaaunnuevométododeclasificar…

—¿Unnuevométododeclasificar?¿Acasosoisunperturbador?¿Queréisllevaracabounarevolución?

— ¿Yo, una revolución? —exclamó aterrorizado Buvat—. Unarevolución…¡jamás,señor!,¡nuncajamás!ADiosgraciastodosconocenmiadhesiónalregente…

—Está bien, pero seguid con vuestro trabajo, corre prisa; estos librosestorbanyesnecesarioquemañanasehallenensusestantes.

—Veamos… La conjuración de monsieur de Saint-Mars… ¡Diablos,diablos!… He oído hablar de esto; era un guapo gentilhombre que teníacorrespondencia con España… ¡maldita España!, ¡qué necesidad tiene demezclarse en nuestros asuntos! La conjuración de monsieur de Saint-Mars,seguidade larelacióndesumuerteyde lademonsieurdeThoncondenadoporencubridor.Porun testigoocular…Porencubridor, ¡ay,ay,ay!…Así lodice la ley… aquel que no revela es cómplice… De modo que ¡yo soycómplice del príncipe de Listhnay!; y si le cortan la cabeza, tambiénme lacortaránamí…Peroyodeclararé,¡loconfesarétodo!…Peroentonces,envezde encubridor,me convierto en denunciante…O sea que, o colgado, ¡o uncanalla!Notengomássalidas…

—Pero,¿quédiablosospasahoy,señorBuvat?—lepreguntóuncolega—.Estáisconvirtiendoenhilachasvuestracorbata,¿esqueosaprieta?

—Hasidosindarmecuenta…maquinalmente…

YBuvat, después de darle otro tiento a la dichosa corbata, colocó en elestante correspondienteLaconjuracióndemonsieurdeSaint-Mars,y agarróotrolibroconlamanotemblorosa.

—La conspiración del caballero Louis de Roban. ¡Vaya!, hoy es día deconspiraciones… Y éste, ¿qué demonios hizo? ¡Ah!, quiso sublevar la

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Normandía. Todavíame acuerdo; era el pobremuchacho que ejecutaron en1674,cuatroañosantesdequeyonaciera.Bueno,yonolovi,peromimadresí. Pobre chico…mimadreme lo contaba amenudo.También ahorcaron aunomuydelgado,vestidodenegro,¿cómosellamaba?Sí:VandenEden;aquíhablandeél:CopiadeunproyectodegobiernoencontradoentrelospapelesdemonsieurdeRobanyescritodepuñoyletraporVandenEden…¡Señor,misericordia!… Igual quemepasa amí; seré colgadopor haber copiadounproyectode…noséqué…¡Ay,ay!…semeaflojanlastripas.

Elpobrehombrenoganabaparasustos.

—ActalevantadaenocasióndelatorturaaplicadaaFranciscoAffiniusvanden Eden… ¡Yo me muero!… Algún día alguien leerá Acta levantada enocasiónde la torturaaplicadaa jeanBuvat…«Elañodemilyseiscientosysetentaycuatro,nos,ClaudeBagin,caballerodeBezons,yAugusto-RobertdePomeron,fuimosllevadosalafortalezadelaBastilla.AsistidosporLouisdeMazier, consejero y secretario del rey, etcétera, etcétera… reprochamos alacusadoquenohabíadichotodoloquesabíasobrelaconspiracióneintentoderebelióndelosseñoresdeRohanyLantremont.

»Respondió que había dicho cuanto sabía, y que, ajeno a todo, no habíahechosinocopiarvariosdocumentos.

»Entonceslehemoshechoaplicareltormentodelosborceguíes».

—Señor, vos que sois culto —dijo Buvat a su inmediato superior—,¿sabríaisdecirmeenquéconsisteuntormentollamado«delosborceguíes»?

—QueridoseñorBuvat—lerespondióeljefevisiblementehalagadoporelcumplido—,ospuedohablarconconocimientodecausa;elañopasadovidartormento a Duchauffour. Los borceguíes—continuó dándose importancia—son cuatro tablas parecidas a duelas de tonel. Primero os ponen la piernaderecha entre dos de esas planchas, que son atadas con dos cuerdas; luegohacen lo mismo con la otra pierna. Después de estos preparativos vanmetiendo,agolpesdemazo,cuñasentrelosmaderosdelaspiernas:cincoparaeltormentoordinario,ydiezenelextraordinario.

—Pero,¡esodebedejarlaspiernasenunestadodeplorable!

—Las hace papilla, simplemente. A la sexta cuña, las piernas deDuchauffourserompieron,yalasiguiente,loshuesossalíanporlasaberturasmezcladosconlasangre.

—¡Jesús,señorDucoudray!,eshorrendo…

—Simplemente la realidad,miqueridoBuvat.Leedel relatodel supliciodeUrbainGrandier;leedlo,yluegomecontaréisquéosparece.

—Tengo aquí otro; el del pobre señor Van den Eden.—Buvat pasó las

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hojasdellibroyleyó:

«Alaprimeracuña:

»El paciente declara que ha dicho la verdad, que no sabemás, y que esinocente…

»Alaséptimacuña:

»Grita:«¡Estoymuerto!».

»Alanovenacuña:

»Dice: «¡Diosmío!, ¡Diosmío!… ¿Por quémemartirizan así? Si sabenquenopuedodecirnadamás…Siestoycondenado,¿porquénomematandeunavez?».

»Aladécimacuña:

»«¡Oh, señores!… ¿qué queréis que diga? ¡Gracias, Dios mío!… Yamuero…yamuero».

—¿Quéosocurre?,¿osencontráismal,señorBuvat?

—¡Oh,señorDucoudray!—gimióBuvatdejandocaerellibroalsuelo—,señorDucoudray,mesientomorir…

—Estoosocurreporleerenvezdetrabajar.Qué,¿ossentísmejor?

—Sí, señor, y acabo de tomar una resolución irrevocable. Si el señorconservador preguntase pormí, por favor, señorDucoudray, decidle que hesalidoparaunasuntourgente.

Buvat cogió el legajo que guardaba en el cajón de su mesa, se caló elsombrero,asiósubastónysaliósinvolverse,conunciertoaireaugustoqueledabalapropiadesesperación.

—¿Sabéisadóndeva?—preguntóunodelosempleados.

—Notengolamenoridea—respondióDucoudray.

—¡ElseñorJeanBuvat!—anuncióelujier.

—Hacedlepasar—contestóDubois.

Ellacayosehizoaunlado,yaparecióBuvatenelumbraldelapuerta.

— ¡Entrad, entrad!… Cerrad la puerta, y dejadnos solos —añadió elministro dirigiéndose al ujier—. Bien, señor. Habéis solicitado hablarme, yaquímetenéis.¿Quiénsois?

—JeanBuvat,empleadodelaBibliotecaReal.

—YtenéisquehacermealgunaconfidenciarespectodeEspaña…

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—Esoes,monseñor;ésteeselasunto:mitrabajomedejaseishoraslibresporlatardeycuatroporlamañana;comoDiosmehadotadodeunabonitayclaraescritura,hagocopias…

—Sí, comprendo —dijo Dubois—, y os han dado a copiar cosassospechosas,quevenísacontarme.¿Noesasí?

DuboissaltódesuasientoyarrebatóaBuvatellegajodepapelesqueéstele mostraba. Una sola ojeada le bastó para percatarse de la importancia deaquellosdocumentos;entreellos, todoelplandelosconjurados.Algunasdelas hojas llevaban unida la copia en la hermosa letra deBuvat.Uno de losduplicados, incompleto, precisamente el del único documento en francés,terminaba con la última frase escrita por el buen hombre: «Actuar igual entodaslasprovincias».

Buvat seguía con ansiedad los cambios que experimentaban lasmóvilesfaccionesdeDubois.Éste comprendióque aquel infeliz que le habíapuestosobre la pista de tan gran secreto podría servirle para deshilvanar toda lamadeja.

—Sentaos,miqueridoseñorBuvat,ycharlemoscomoamigos.Buvatmiróa Dubois con tal aire de estupefacción, que éste, en otro momento menosimportante,hubiera soltado lacarcajada.La fazdelpendolista,queal entrarestabatanblancacomounlirio,sehabíapuestorojacomounaamapola.

—Así,miqueridoamigo,decísquehacéiscopias…

—Sí,monseñor.

—¿Ganáismuchoenvuestrooficio?

—¡Oh,mioficionomedanada!;sincontarquedesdehacecincoañoselcajeromedicealfinaldecadamesqueelreynoandabiendedineroynomepuedepagar.

—Yvos,apesardeeso,nodejáisdeserviraSuMajestad.Esoestámuybien,señorBuvat,¡estámuybien!

Buvatselevantó,saludóamonseñor,yvolvióasentarse.

—Yademás,¿quizástengáisfamilia?

—No,monseñor,hastaelpresentesigosoltero.

—Pero,almenos,algúnpariente…

—Unapupila,monseñor;unajovencitaconmuchotalento,quecantacomolaseñoritaBury,yquedibujacomoelseñorGreuze.

—¡Ah,ah!,¿ycómosellamaestamuchacha?

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—Bathilda…BathildadeRocher,monseñor;esunaseñoritadelanobleza,hija deun escuderodemonseñor el regente, de la época enque todavía eraduquedeChartres,yquetuvoladesgraciadequelomatasenenlabatalladeAlmansa.

—Asípues,señorBuvat,veoquehabéisdesostenerunacarga.

— ¿Es Bathilda a quien os referís? ¡Oh, señor! Bathilda no es ningunacarga;todolocontrario,¡pobreniña!

—Loquequierodeciresquenosoisrico.

—Rico,no;nolosoy.

—¿Yacuántoasciendeloqueseosdebe?

—Acuatromilseiscientaslibras,docesueldosyochodenarios.

—¡Perosiesonoesnada!

—Sí que lo es,monseñor; es bastante, y lo peor es que el rey nome lopuedepagar.

—MiqueridoBuvat;tengoalgoqueofreceros.

—¿Quéesello,monseñor?

—Tenéislafortunaalalcancedevuestrasmanos.Otraocasióncomoestanoseosvolveráapresentar.

—Yamimadremedecíaquealgúndíatendríaungolpedesuerte.Estoyavuestraenteradisposición,señor;¿quéesloquedebohacer?

—La cosa más sencilla que podáis imaginar. Vais a hacermeinmediatamenteunacopiadetodosestospapeles.Luegolosdevolveréisa lapersona que os los ha dado, con sus copias, como si nada hubiera pasado.Tomaréistodoloqueosdenparacopiar,melotraeréisparaqueyololeaymeharéisunasegundacopia.Yasí,hastaqueyoosavise.

—¡Peromonseñor!Meparecequeactuandoasítraicionolaconfianzadelpríncipe.

—¡Anda!¿Yquéesloquehacéisahora?

—Monseñor: yo sólo he venido a preveniros del peligro que corría SuAltezaelregente;esoestodo.

—Demodo—dijoDubois en tonodeburla—quepensáisque las cosaspuedenquedarasí.

—Esoesloquedeseo,monseñor.

—Lapenaesque…noesposible.

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—Monseñor,yosoyunhombrehonrado.

—Peroalnohablarosconvertísenuncómplice.

—Cómplice,monseñor…Pero,¿dequécrimen?

—¡Delcrimendealta traición!¿Creéisqueaquínoschupamoseldedo?Hace ya mucho tiempo que la policía tiene sus ojos puestos en vos, señorBuvát.

—¿Enmí,monseñor?

—Sí, en vos… Ya sabíamos que con el pretexto de que no os paganvuestro salario os dedicabais a hacer copias de documentos subversivos, ¡ynadamenosquedesdehacecuatrodías!

—Monseñor,yosólomedicuentaayer;noentiendoelespañol.

— ¿Acaso eso es español? ¡Mirad!… Rien n’est plus important qued’assurer…¡Muchosestánengaleraspormotivosmuchomenosgraves!

—¡Piedad,monseñor!,¡piedad!

—¿Piedadconunmiserablecomovos,señorBuvát?VoyamandarosalaBastillayenviaréalaseñoritaBathildaaSaint-Lazare.

—¡ASaint-Lazare!¡BathildaenSaint-Lazare!Nadietienederechoahacerunacosaasí.

—Yo,señorBuvát,tengoesederecho.

—No, no lo tenéis. Bathilda es una señorita de la nobleza, hija de unhombre que ha dado la vida por Francia, y aunque tenga que hablar a SuAlteza…

—AntesdehablarconSuAltezairéisalaBastilla—dijoDubois,mientrashacíasonarcontodassusfuerzasunacampanilla—.Luegoveremosloquesehaceconlajoven.¡Vamosaver!—sedirigióalujierquesehabíapresentado—.¡Deprisa!Unalguacilyunsimón…

¿Mevaisadecirelnombredelpríncipe?

—SellamaListhnay.

—¡Ajá!¡Peroveoqueosnegáisadarmesusseñas!

—ViveenlacalledeBac,enelnúmero110.

—¡Peroosnegáisahacermelascopias!

—Ahoramismo,monseñor,ahoramismolasharé.PermitidmesolamentequeenvíeaBathildaunanotaparaquesepaquenovoyacenar.¡BathildaenSaint-Lazare!

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—Sí,allálaenviaréoaalgúnsitiopeor,sinomecopiáisestospapeles,sinocogéislosotros,ysinovenísaquítodaslastardesparasacarlascopias.

—Pero,monseñor,nopuedoestaraquíyenmidespachoalmismotiempo.

—Estábien;osdoyvacacionespordosmeses.

—¡Peroperderémipuesto!

—Puessinoqueréisperderlo,yconélvuestroslibros,vuestroescritorioyvuestrosillón,¡niunapalabraanadie!

—Serémudo.

—¡TambiénparalaseñoritaBathilda!—Conellamásqueconnadie.

—Estábien,enesecasoteperdono.

—Gracias,monseñor…

—Yquizátedéalgunarecompensaportutrabajo.

—Yaestoyenél,mirad,monseñor…

CuandoDuboisvioalpobrehombreenfrascadoenlospápeles,abriócondisimulo la puerta del gabinete en el que estaba la Fillon, y de puntillas lacondujoalasalida.

—Ybien,compadre,¿dóndeestátuescribano?

—Míralo—dijoDubois,mientras el infeliz trabajaba con una diligenciadignademejorcausa.

—¿Quéhace?

—¡Estáredactandominombramientodecardenal!

Dubois recomendó una vez más a la Fillon que tuviera los ojos bienabiertos,ylacondujofueradelacámara.

CapítuloXXI

UNCAPÍTULODESAINT-SIMON

UNATRAMPA

Las cosas siguieron de aquel modo durante cuatro días. Buvat dejó deasistir a la oficina pretextando una indisposición. Las dos copias, una paraListhnay,laotraparaDubois,ledabanmástrabajodelqueeramenester.

ApesardelamorqueabsorbíatodalaatencióndeBathilda,éstanotóalgo

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raro en su tutor. Varias veces le preguntó qué le ocurría; pero Buvat lecontestaba que no le pasaba nada de particular. Tenía engañada a su pupilafingiendo que iba a la oficina como de ordinario; Bathilda no había notadoningúncambióensuscostumbres.

Harmentalrecibíatodaslasmañanaslavisitadelabate;segúnBrigaudlascosasmarchabanapedirdeboca.

ElduquedeOrléans,quenosospechabanada,teníainvitadosalahabitualcena del domingo a sus compañeros de francachelas y a sus queridas.Aproximadamentealasdosdelatarde,Duboisentróensugabinete.

—¿Soisvos, abate?Precisamenteahora ibaaenviaravuestracasaparapreguntarsiestanocheestaríaisconnosotros.

—¿Tendréisestanocheinvitados?—preguntóDubois.

—¡Claro!¿Acasohoynoesdomingo?

—Enefecto,monseñor.

—Puesosesperamos;mira,ahítenéislalistadeinvitados.

—Estábien.¿QuiereVuestraAltezaecharunaojeadaalamía?

—¿Tambiénvoshabéisconfeccionadounalista?

—No,monseñor;melahantraídohecha.

—¿Quésignificaesto?—preguntóel regente,al tiempoque leíaunodelospapelesquelepresentabaDubois.

«ListanominaldelosoficialesquesehanpuestoalasórdenesdelreydeEspaña…

»Manifiestodeprotestadelanobleza».

Vos confeccionad vuestras listas, monseñor; el príncipe de Cellamaretambiénconfeccionalassuyas.

«Firmado sin distinción de rango ni de familia con el fin de que nadiepuedadecir…».

—¿Dedóndehassacadoesto,buenapieza?

—Esperad,monseñor;debéisecharunaojeadaaesto.

—¿«Plandelosconjurados…»?¿Quésignificaesto,Dubois?

—Paciencia,monseñor.Ved:aquíhayunacartadeFelipeVenpersona.

—«AlreydeFrancia…».¡Perosolamentesoncopias!

—Yoosdirédóndeseencuentranlosoriginales.

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—Veamos, querido abate: «Desde que la Providencia dispuso que yoocupaseeltronodeEspaña,etcétera,etcétera…RuegoaVuestraMajestadqueconvoque los Estados Generales de su reino». ¡Convocar los EstadosGenerales!¿Ennombredequién?FelipeVeselreydeEspaña,noesnuestrorey,¡aversiloaprendedeunavez!

—Monseñor,quedatodavíaunacarta,ynoeslamenosimportante.

Dubois presentó al regente un último documento, que el duque asió contantaprestezaquelorompióendospedazos.Elregenteuniólostrozosyleyó:

—«Muyqueridosybienamadossúbditos…».

— ¡Eso es! Se trata de mi destitución. Y todas esas cartas deben serllevadasalrey,¿verdad?

—Mañana,monseñor.

—¿Porquién?

—Porelmariscal.

—¿Ycómohanpodidoconvencerledetamañafelonía?

—Noesél,monseñor;essumujer.

— ¡Otra jugada de Richelieu! Pero, ¿quién os ha proporcionado estospapeles?

—Unpobreescribienteaquiense loshabíandadoacopiar.Al infelizselosentregabaelpríncipedeListhnay…

—Elpríncipe…¿dequé?

—Creoqueloconocéis.

—¡Enmividaheoídohablardetalpríncipe!

—No es otro que el bribón de Avranches, el ayuda de cámara de laduquesadelMaine.

—¡Bien!Ahorahemosdepreocuparnosdeloprincipal.

—Sí,deVilleroy.

—Perfectamente. Mientras todo se ha reducido a calumnias oimpertinenciascontramipersona,medabaigual.¡Perotratándosedelreposoyde la tranquilidad de Francia!… ¡Señor mariscal Villeroy, nos veremos lascaras!

—¡Qué!¿Leponemoslamanoencima?

—¡Desdeluego!Perohemosdecogerloinfraganti.

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—Nada más fácil; todos los días a las ocho de la mañana entra en lashabitacionesdelrey.

—Esverdad.

—Mañana,alassieteymedia,vosdebéisestarenVersalles.

—¿Yluego?

—CuandollegueVilleroyostienequeencontrarjuntoaSuMajestad.

—Yenpresenciadelreyleecharéencara…

—ElseñorduquedeSaint-Simon—anuncióunlacayo.

—Hacedlopasar—ordenóelregente.Duboissedespidió.

—Estanochenohaycena—comunicóelministroalayudantedeservicio—.Hacedsaberalosinvitadosquemonseñorestáenfermo.

—¿No creéis,monseñor—comenzó el duque de Saint-Simon—, que ladespreocupacióndeVuestraAltezahasidounbuenasideroparalacalumnia?

—Sisólo fuera lacalumnia,miqueridoduque,hace tanto tiempoquesecebaenmí,queyadebieraestarharta.

—HaceunratoquesalídeVísperas;enlasgradasdeSaint-Rochhabíaundesgraciadoquepedíalimosnacantando,yvendíaunospliegosdecordelconla letra del cantar. Tomad éste, monseñor, y leed. Creo que Vuestra Altezareconoceráelestilo.

—Sinduda;lohaescritoLagrange-Chancel.

Elregente,conunvisiblegestoderepugnancia,llevólosojosalpapel,ysaltandolasestrofas,llegóalfinal:

Ainsilesfilspleurantleurpère

Tombentfrappésdesmêmescoups;

Lefrèreestsuiviperlefrére,

L’épousedevancel’époux;

Mais,ôcoupstoujourplusfunestes!

Surdeusfils,nosuniquesrestes,

LafauxdelaParques’étend;

Lepremierarejointsarace,

L’autredontlacouleurs’éfface,

Pencheverssondernierinstant!

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El regente quiso decir algo, pero le falló la voz. Dos gruesas lágrimasrodaronporsusmejillas.

—Monseñor—dijoSaint-Simonmirandoalregenteconunapiedadllenade veneración—, quisiera que todo el mundo pudiese ver esas lágrimas. Sitodos las contemplaran, yo dejaría de aconsejaros, porque entonces todoscreeríanenvuestrainocencia.

—Sí,miinocencia—murmuróelregente—.¡YlavidadeLuisXVdaráfedeella!¡Losmuyinfames!Ellos,quemejorquenadiesabenquiénessonlosverdaderosculpables.¡Ah,madamedeMaintenon!¡Ah,madamedelMaine!¡Ah,señordeVilleroy!…

Alasnuevedelanoche,elregenteabandonóelPalacioRealy,encontradesucostumbre,fueadormiraVersalles.

Al día siguiente, a las siete de lamañana, en el momento en que iba alevantarse el rey,penetróen la cámara real elprimermayordomoyanuncióqueS.A.R.monseñorelduquedeOrléanssolicitabaelhonordeasistiralaceremoniadesuaseo.LuisXV,queestabaacostumbradoanodecidirnuncaporsímismo,sevolvióhaciaelseñordeFréjus,quelehizounaseñaconlacabeza,queriéndoleindicarquenorecibieseaSuAltezaReal.Peroentonces,abandonandoellecho,fueporsímismoaabrirlapuerta.

Elregenteavanzóhaciaelrey,queenaquellosdíaseraunhermosoniñodelargoscabelloscastaños,ojosnegroscomolatinta,labioscomocerezasycuyatez sonrosada recordaba la de su madre, la duquesa de Borgoña. En sufisonomíahabíaalgodelaresolucióndesubisabueloLuisXIV.

ElduquedeOrléansdispensabaalreyelrespetodebidoalmonarca,y laternurayatencionesquesetienenconunniñoalquesequiere.Lavisitadesutío era siempre esperada con impaciencia por el joven rey; en parte pormotivos de infantil egoísmo: el regente llegaba generalmente cargado decostosos juguetes. En esta ocasión, el rey recibió a su tío con su habitualencantadorasonrisayleofreciólamanitaconungestomuygracioso.

—Estoycontentodeveros,señor—dijoLuisXVconsudulcevocecita—.Adivinoquevenísadarmealgunabuenanoticia.

—Dos,señor—respondióelregente—.LaprimeraesqueacabadellegarunaenormecajadeNurembergqueparececontener…

—¡Juguetes,muchosjuguetes!,¿verdad,señorregente?—exclamóelreydandosaltosdealegríaybatiendopalmas—.¿Ydóndehabéisdejadolacaja?

—Enmishabitaciones,señor;peroharéquelatraiganenseguida.

—¡Oh,sí!,osloruego.

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—Vuestra majestad —intervino el señor de Fréjus— tendrá tiempo deocuparsedesusjuguetesencuantohayapreguntadoalseñorregentecuáleslasegundanoticiaquehadeanunciaros.

—¡Esverdad!¿Cuáleslasegundanoticia?

—UndeberparaVuestraMajestadquehadesermuyútilaFrancia,queesmuyimportante,yqueVuestraMajestad,espero,realizarácongusto.

—¿Loharemosaquí?—preguntóelrey-niño.

—No,señor;dejéelejercicioenmigabinete.

— ¡Pues bien! Esta mañana, en lugar de pasear, iré con vos a vuestrashabitaciones para ver los juguetes deNuremberg, y luego nos pondremos atrabajar.

—Va en contra del protocolo, señor —observó el regente—, pero siVuestraMajestadasílodesea…

—Sí,loquiero—dijoLuisXV—,simelopermitemipreceptor.

—Señor de Fréjus, ¿veis algún inconveniente? —preguntó el regente aFleury.

—Ninguno, monseñor, todo lo contrario; es bueno que Su Majestad seacostumbre a trabajar. Sólo pido amonseñor permiso para acompañar a SuMajestad.

—¡Cómono,señor!,consumogusto.

— ¡Qué alegría! —palmoteaba Luis XV—. ¡Enseguida! Mi casaca, miespada,mibandaazul.¡Señorregente,yaestoy!

LashabitacionesdelreyylasdelduquedeOrléansestabansituadasenlaplantabaja;sólolasseparabaunagaleríaalaquedabanambasantecámaras.Al instante el reyy su tío se encontraron en el ampliogabinetedel regente,iluminadoporgrandespuertas-ventanalesquepermitíansalirdirectamentealjardín. El gabinete daba a otra salitamás pequeña, que es donde el regenteacostumbrabaatrabajarydonderecibíaasusíntimosyasusfavoritas.Todoel séquito de Su Alteza se hallaba reunido en las habitaciones de éste, deacuerdo con los usos cortesanos, puesto que era la hora del despertar. Enmediodelgabineteestabalacodiciadacaja,cuyotamañodesmesuradohabíahechoqueeljovenreydieseungritodealegría.

Dosayudasdecámara,provistosde lasnecesariasherramientas,hicieronsaltar en un instante la tapa del cajón, dejando a la vista la más fantásticacoleccióndejuguetesquenuncadeslumbraralosojosdeunreydenueveaños.

Incluso el señor de Fréjus dejó que por unos instantes su real discípulo

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gozasedeladichaqueiluminabasucara.

Loscortesanosasistíanalaescenaenreligiososilencio,cuandodepronto,enlaantecámara,seescuchóunaenormealgarabía.

LapuertaseabrióyellacayoanuncióalmarquésdeVilleroy,queaparecióen la puerta con el bastón en la mano, nervioso, moviendo la monumentalpeluca y preguntando a gritos por el rey. El regente dirigió una mirada deinteligenciaaLafareyuna imperceptiblesonrisaalmosqueteroD’Artagnan.Lascosasibandemaravilla.

Despuésdehaberdejadoqueelreydisfrutaseduranteunosmomentosdela posesión visual de sus tesoros, el regente se le acercó y le recordó supromesadetrabajarenlosasuntosdeEstado.LuisXV,yaconlapuntualidadqueañosmástardelehicieradecirquelaexactituderalacortesíadelosreyes,lanzó una últimamirada a los juguetes, y avanzó resuelto hacia el pequeñogabinete cuya puerta había abierto el regente. El mariscal intentó seguir aljovenmonarca.EsteeraelmomentoqueaguardabaelduquedeOrléans.

—Perdón,señormariscal—dijoSuAlteza impidiendoelpasoaVilleroy—,losasuntosquetengoquetratarconSuMajestadprecisandelsecretomásabsoluto;osruegoquemedejéisconélasolasduranteunosminutos.

— ¡A solas!—exclamó el mariscal—. ¡A solas! Sabéis, monseñor, queestoesimposible;yo,enmicalidaddeayodeSuMajestad,tengoelderechoyeldeberdeacompañarloacualquiersitioadondevaya.

—En primer lugar—prosiguió el regente—, este derecho no se basa enninguna ley escrita ni en ninguna costumbre inmemorial. Además, SuMajestadvaacumplirlosdiezaños,ymehaautorizadoparaquecomienceainstruirloen ladifícilcienciadegobernar;esnatural,pues,quedesdeahora,igualquevosyque el señordeFréjus, tambiényo,devez en cuando,pasealgunashorasasolasconél.

—Pero,monseñor—insistió elmariscal, cadavezmás alterado—,hedehacerosobservarqueSuMajestadesmialumno.

—Yalosé,señor—dijoelregente,conuntonodeimperceptibleburla—.Haceddelreyungrancapitán,yonoosloimpido.PeroahorasimplementesetratadeunasuntodeEstadoquesóloaSuMajestadconcierne.

—Imposible,señor,imposible…—protestóVilleroy,queperdíamásymáslaserenidad.

—¡Cuidado, señormariscal!…—le interrumpióel duquedeOrléans entonoaltivo—.Creoquemeestáisfaltandoalrespeto.

—Monseñor—insistióelmariscalyadeltodofueradesí—,SuMajestadnopermaneceráunsoloinstanteasolasconvos,puestoque…—Villeroyno

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encontrabalaspalabras.

—Puestoque…¡Seguid!

—Puestoquesoyelresponsabledesupersona—terminóelmariscal,queanteaquellaespeciededesafío,noquisodarlaimpresióndequecedíaanteelregente.

Después de aquel inaudito diálogo se hizo en la sala un silencioimpresionante.

—SeñordeVilleroy—hablócalmosamenteSuAlteza—.Temoqueestáisequivocadodemedioamedio,oquehayáisolvidadoaquiénestáishablando.MarquésdeLafare—prosiguióelregente,dirigiéndoseahoraalcapitándelosguardias—,cumplidconvuestrodeber.

Sinesperarmás,elduquedeOrléanspenetróconelreyenelgabinete,ycerrólapuertatrasdesí.

AlinstanteelmarquésdeLafareseacercóalmariscalylepidiólaespada.

El mariscal quedó por unos instantes aturdido. Hacía tanto tiempo quevivía sumergido en su propia impertinencia, que había llegado a creerseinviolable. Quiso decir algo, pero la voz le falló. A una intimación másimperativa que la primera, desprendió su espada del cinto y la entregó almarquésdeLafare.

Alguienabrióunade laspuertas-ventana;alpiede lamismaseveíaunasillademanos;dosmosqueterosdelascompañíasgrisesempujaronhaciaellaalmariscal.Laportezuelafuecerrada,yD’ArtagnanyLafaresecolocaronaamboslados.Custodiadaporlosdosyseguidaporlosmosqueteros,lasillaysu contenido se dirigieron hacia la Orangerie y penetraron en un aposentoapartado; tras ella solo siguieron el marqués de Lafare y su ayudanteD’Artagnan.

Todo había ocurrido tan rápidamente, que el mariscal no había tenidotiempodeserenarse.Elpobrehombresecreíairremisiblementeperdido.

—Señores—exclamópálidocomounmuerto—,esperoquenovoyaserasesinado.

—No, señormariscal—contestóLafare—, tranquilizaos; se tratadealgomuchomássencilloymenostrágico.

—¿Dequésetrata?

—Setrata,señormariscal,delasdoscartasquepensabaisentregaralreyestamañana.

Elmariscalsintióqueunestremecimientolerecorríalaespaldayllevósu

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diestraalbolsillodondeguardabalascartas.

—Señorduque—lehizoobservarLafare—,aunquepretendáisdeshacerosdelosoriginales,estamosautorizadosadecirosqueelregentetienelascopias.Además,debéissaberquenadienosreprocharáqueosquitemosesascartas,aunqueparaellohayamosdeutilizarlafuerza.

—¿Measeguráis,señores,queelregentetienelascopias?

—¡Osdamosnuestrapalabradehonor!—dijoD’Artagnan.

—Enestecaso—replicóVilleroy—,noveorazónalgunaquemeaconsejeintentardestruiresascartas.Sihabíaaceptadoentregarlasalreyfuesóloporcomplaceraalguien.

—Deesononoscabeduda,señormariscal—asintiómuyserioLafare.

—Aquíestánlascartas—dijoVilleroyentregándoselas.

Lafare rompió el sello con las armas españolas, y se aseguró de queefectivamentesetratabadelospapelesquelehabíanencargadorequisar.

—MiqueridoD’Artagnan—continuó elmarqués—, llevad almariscal asu destino. Recomendad, por favor, a las personas que le acompañen quetenganconéltodoslosrespetosdebidosporsurango.

La silla volvió a ser cerrada. El cortejo siguió hasta la verja, dondeesperabaunacarrozatiradaporseiscaballos.D’Artagnantomóasientoalladodelmariscal.Labanquetafronterafueocupadaporunoficialdemosqueterosyungentilhombredelacasadelrey,cuyonombreeraLibois.Lacarrozaibaescoltada por veinte mosqueteros: cuatro en cada portezuela y los docerestantes tras el coche. D’Artagnan hizo una señal y la comitiva partió algalope.Lafarevolvióapalacio,llevandolasdoscartasdeFelipeV.

CapítuloXXII

ELPRINCIPIODELFIN

EL«LITDEJUSTICE».

Eran las dos de la tarde del día que tan aciago fue para el mariscal deVilleroy.HarmentalaprovechabalaausenciadeBuvat,alquetodoscreíanenlaBiblioteca;arrodilladoalospiesdeBathilda,repetíapormilésimavezquelaqueríayquenoamaríaanadiemásqueaella.Nanette interrumpióa lostórtolos para avisar a Raoul de que alguien le esperaba en su casa para unasunto de importancia.Harmental se acercó a la ventana y vio que el abate

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Brigaudsepaseabacomounafieraenjaulada.ElcaballerotranquilizóconunasonrisaaBathildayvolvióasualojamiento.

—¿Quéesloqueocurre?—preguntóHarmental.

—¿Esquenooshabéisenterado?

—Nosénada;absolutamentenada.Contádmelo,¿quéhapasado?Ajuzgarporvuestracaraesalgograve…

— ¿Grave? ¡Dios mío! ¡Casi nada! Hemos sido traicionados. HanarrestadoalmariscaldeVilleroyestamañanaenVersalles,ylasdoscartasdeFelipeVseencuentranenpoderdelregente.

—¿Quédecís,abate?…¿Queréisrepetirlo?¿Esqueestoyatontado,oquenooigobien?

Elabatevolvióareiterar,palabraporpalabra,latriplenoticia.

Harmental escuchó el triste relato de Brigaud, de cabo a rabo, ycomprendióquelasituaciónhabíallegadoaunpuntocrítico.

—¿Esoestodo?—preguntóconunavozenlaquenosepercibíalamenoralteración.

—Porelmomentoestodo—respondióelabate.

—¿Ycuálesvuestraopinión?

—Queeljuegoseenreda,peroquelapartidanoestáperdida.ElmariscaldeVilleroynoeraunelementoclavedelaconspiración.Elúnicoqueresultaimplicado es el príncipe deCellamare; pero éste, gracias a su condición dediplomático,notienenadaquetemer.

—¿Quiénoshadadolanoticia?

—Valef,quelosabíaporelseñordelMaine.

—¡Bien!EsnecesarioqueveamosaValef.

—Lehecitadoenvuestracasa.

—¡Raoul!¡Raoul!—gritabaenaquelmomentounavozenlaescalera.

—Aquílotenemos—dijoHarmental,descorriendoelcerrojodelapuertayhaciendoentraralreciénllegado.

—Gracias, querido amigo—saludó el barón deValef—, ya pensaba queBrigaudsehabíaequivocadodedirección,ymedisponíaavolverpordondehabíavenido. ¡Ybien!, supongoque sabéisque la conspiración seha ido aldiablo.

—¿Quédecís,barón?—exclamóBrigaud.

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—Como looís. Incluso temínopoderveniryopersonalmenteadaros lanoticia. Estaba con el príncipe deCellamare cuando vinieron a llevarse suspapeles.

—¿Sellevaronlospapelesdelpríncipe?

—Todos,exceptolosquehabíamospodidoquemar,quedesgraciadamenteeranpocos.Todoslosdemás,Duboisenpersonacargóconellos.

—¿Duboishaidoacasadelembajador?

—El mismo que viste y calza. Estábamos el príncipe y yo hablandotranquilamentedenuestrosasuntillos,mientrasrevisábamoslospapelesdeunaarquilla, quemando éste, guardando aquél, cuando el ayuda de cámara haentradoynoshaavisadoqueunacompañíademosqueteros teníarodeadalacasa,yDuboisyLeblancqueríanhablarconelembajador.Elpríncipevacióenlachimeneaelcontenidoenterodelaarquilla;mehizopasaraungabineteexcusado;tuveeltiempojustodeescondermeantesdequeDuboisyLeblancpenetraranenlahabitaciónenbuscadeCellamare;éste,paradartiempoaquesequemaranlospapeles,secolocófrentealachimenea,procurandoocultarlahogueraconlosfaldonesdelabatadecasaquevestía.

»—Monseñor—saludó el príncipe—, ¿puedo saber a qué debo la buenafortunadevuestravisita?

»—¡Bah!,unatontería—contestóDubois—.Simplemente,queLeblancyyo queremos oler vuestros papeles. De los cuales, estas dos cartas del reyFelipeVnoshanhechollegarelaroma».

—¿Yquécontestóelpríncipe?—preguntóHarmental.

—Quisoalzarlavoz,evocóelderechodegentes…PeroDubois,aquienno le faltandotesdebuendialéctico, lehahechonotarque si alguienhabíaviolado el derecho de gentes era él mismo, al encubrir una conspiraciónabusando de sus privilegios diplomáticos. Entre tanto, Leblanc, sinencomendarse aDiosni al diablo, andabayahuroneandoen los cajonesdelescritorio; Dubois hacía lo mismo en los demás muebles. Para colmo dedesgracias,Duboisdirigióenaquelmomentolamiradahaciaelfuegoysediocuenta de que entre las cenizas aparecía un papel todavía intacto; se lanzósobreélylogrórescatarloenelmomentoenquelasllamasibanaempezaraquemarlo.Noséloqueconteníaaquelpapel;perosíséqueCellamaresehapuestopálidocomounmuerto.

»—Puestoquehemosencontradocasitodoloquedeseábamos—hadichoDubois—ynotenemostiempoqueperder,ahoraprecintaremosvuestracasa.

»— ¡Sellos enmi casa!—ha protestado el embajador. Leblanc tomó deunabolsaalgunastirasdepapel,ellacreylossellos,ycomenzólaoperación

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deprecintado.Primero,elescritorioyelarmario.Unavezpuestos lossellosen esos dos muebles, avanzó hacia la puerta del gabinete donde yo meencontrabaencerrado.

»—Señores —dijo Dubois a dos mosqueteros que en aquel momentoaparecieron—,aquítenéisalseñorembajadordeEspaña,alqueacusodealtatraición contra el Estado; tened la bondad de acompañarle al coche que leesperaydeconducirleal lugarqueyasabéis.Siopone resistencia, llamadaochohombresparaqueosayuden».

—¿Yquéhizoelpríncipe?—preguntóBrigaud.

—Elpríncipe siguióa losdosoficiales,y cincominutosdespués,yomeencontrabaencerradoybajosellos.

— ¡Pobre barón! —exclamó Harmental—. Pero, ¿cómo diablos os lashabéisarregladoparaescapar?

—¡Ahoravienelobueno!Duboisllamóalayudadecámaradelpríncipeylepreguntó:

«—¿Cómoosllamáis?

»—Lapierre, monseñor, para serviros —respondió el criado, temblandocomounazogado.

»—Querido Leblanc; explicad, os lo ruego, al señor Lapierre cuál es elcastigoparalosquequebrantanunsello.

»—Galeras—respondióLeblanceneltonoamablequeleconocéis.

»—MiqueridoseñorLapierre—continuóDubois,másdulceque lamiel—,sitocáisaunqueseaconlapuntadelosdedosunadeesastiritasdepapel,ounodeesossellos,estáislisto.Siporelcontrarioqueréisganarcienluises,custodiad fielmente los sellos que acabamos de poner, y dentro de tres díasrecibiréisloscienhermososluises.

»—¡Prefierolosluises!—dijoelgranujadeLapierre.

»— ¡Pues bien! Firmad esta carta, y quedaréis nombrado custodio delgabinetedelpríncipe.

»—¡Avuestrasórdenes,monseñor!—respondióLapierre,yfirmó.

»Dubois desapareció seguido de su acólito. Cuando Lapierre hubo vistoqueelcochesealejaba,volvióalgabinete.

»—¡Deprisa,señorbarón!,yasehanido,¡aprovechadparaescapar!

»—¿Ypordóndediablosquieresquememarche?».

—Miradhaciaarriba.

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»—Yaveo…elrespiradero.

»—¡Procuradllegaraél!Ponedunasillasobreotromueble,loquesea…elrespiraderodaalaalcoba.

»—¿Yluego?

»—Cerca está la escalera de servicio, que llevará al señor barón a lacocina;porellasaldráaljardínypodráescaparporlapuertapequeña;quizálagrandeestévigilada.

»Seguí al punto las instrucciones de Lapierre, y luego vine aquí de unsalto,estoestodo».

— ¿Dónde se han llevado al príncipe de Cellamare? —preguntóHarmental.

—¿Acasoloséyo?—replicóValef—.Aprisión,sinduda.

En aquel momento se oyeron los pasos de alguien que subía por laescalera.Seabriólapuerta,yBonifaceasomósucaramofletuda.

—Perdón,excusadme,señorRaoul;noesavosaquienbusco,sinoapapáBrigaud.

—¿Quéqueréis?

—Yonada.EsmadreDenis la que os llama; quiere preguntaros por quéconvocanmañanaalParlamento.

— ¡El Parlamento se reúne mañana! —exclamaron al unísono Valef yHarmental.

—¿Yconquéfin?—sepreguntóBrigaud—.¿Dóndetehasenteradotú?

— ¿Dónde va a ser? En casa de mi procurador. ¡Diablos!Maître Jouluhabía ido a las oficinas del primer ministro, y en aquel preciso instantellegabanlasórdenesdelasTullerías.

—AlgúngolpedeEstadoseprepara—murmuróHarmental.

—CorroacasademadamedelMaineparaprevenirla—dijoValef.

—Y yo —indicó Brigaud— a casa de Pompadour para averiguar másnoticias.

—Yomequedo—dijoHarmental—.Sihagofalta,yasabéisdóndeestoy.

Harmentaldejópasar cincominutosy salió a suvez;perohacia casadeBathilda.Lamuchachaestabainquieta.EranlascincodelatardeyBuvatnohabíaregresadotodavía.

Al día siguiente, a las siete de la mañana, Brigaud vino en busca de

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Harmental; el joven ya estaba vestido y le esperaba. Bien envueltos en suscapas, con el ala del sombrero abatida, siguieron la calle deClery, luego laplazadelaVictoireyeljardíndelPalacioReal.

Todas las avenidas que llevaban a las Tullerías estaban protegidas pordestacamentosdecaballeríaligeraymosqueteros;losmironesabarrotabanlaplaza del Carroussel. Brigaud y su compañero se mezclaron con lamuchedumbre;lesabordóunoficialdelosmosqueterosgrises,bienembozadoensucapa,queresultóserValef.Brigaudlepreguntó:

—¡Ybien!,barón,¿sabéisalgonuevo?

—Abate—dijoValef—,osestábamosbuscando.PoraquíandabanLavalyMalezieuxporsiosveían.

— ¿No se ha producido ninguna demostración hostil? —preguntóHarmental.

—Hastaahora,ninguna.ElduquedelMaineyelcondedeToulousefueronconvocadosparaelconsejoderegenciaquehadecelebrarseantesdelLitdejustice. A las siete y media estaban los dos, acompañados de madame delMaine,enlasTullerías.

—¿SesabeloquelehaocurridoalpríncipedeCellamare?

—SelohanllevadoaOrléansenuncochedecuatrocaballos.

—¿YnosesabenadadeaquelpapelqueDuboispescóenlascenizas?

—Nada.

—¿QuépiensamadamedelMaine?

—Quesepreparaalgocontra lospríncipes legitimados,a losquesevaadesposeerdealgúnprivilegio.

—Yencuantoalrey…

—¿Nosabéis?ParecequeexistíaunpactoentreelmariscalyelseñordeFréjus; si alejaban a uno, el otro debía abandonar también a Su Majestad.DesdeayerporlamañananosesabenadadeFréjus.Deformaqueelpobreniño,quehabíatomadobastantebienlapérdidadesumariscal,despuésdeladesuobisposemuestrainconsolable.

—¿Yporquiénlosabéis?

—PorelduquedeRichelieu,queayer,sobrelasdos,llegóaVersallesparahacersuvisitaalreyyencontróaSuMajestaddesesperado.Contandoalreycincuentatonteríaslogróhacerlereír.

— ¡Mirad, mirad!…—señaló Harmental—. Parece que algo se mueve.

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¿Habráterminadoelconsejoderegencia?

Enefecto,algoocurríaenelpatiodelasTullerías;loscochesdelduquedelMaine y del conde de Toulouse, dejando el lugar donde aguardaban, seaproximaron al pabellón del Reloj. Al instante se vio aparecer a los doshermanos.Cambiaronalgunaspalabras,despuéscadaunosubióasucarroza,ysalieronporelportóndelaverjaquedabaalrío.Alrato,nuestrosamigosvieronaMalezieux,queparecíabuscarlos.

—¡Ybien!—preguntóValef—,¿sabéisalgodeloqueocurre?

—Temoquetodoestéperdido—respondióMalezieux.

— ¿Habéis visto que el duque del Maine y el conde de Toulouse hanabandonadoelconsejoderegencia?

—Estabaenelmuellecuandopasabaelcoche.Elduquehahechoqueunodeloslacayosmeentregaraestanota:

«No sé qué traman contra nosotros, pero el regente nos ha invitado, aToulouse y amí, a que abandonemos el consejo.Aquella invitación parecíaunaorden.Puestoquetodaresistenciaerainútil,hemostenidoqueobedecer.Procuradveraladuquesa,quedebeencontrarseenlasTullerías,ydecidlequemeretiroaRambouillet,dondeesperaréeldesarrollodelosacontecimientos.

»Vuestro,afectuosamente,

LouisAuguste».

—¡Quécobarde!—exclamóValef.

— ¡Mirad la clase de gente por la que arriesgamosnuestras cabezas!—murmuróBrigaud.

—Unmomento,abate—leinterrumpióHarmental—.¡Eldiablomelleve!¡Esél!¡Noosalejéisdeaquí,señores!…

—Mirad,misprincesas—perorabaelindividuoencuestión,ilustrandosuspalabras con unas líneas que trazaba en el suelo con la punta de su bastón,mientrasacadaunodesusmovimientossulargaespadarozabalaspiernasdelosvecinos—,estoesun«lechodejusticia»;sémuchodeello,porquelovicon ocasión de la muerte del difunto rey, cuando abrieron su testamento.Mirad:todopasaenunagransala,largaycuadrada;laformanoimporta.Eltronodelreyloponenaquí,losparesenestelado,yelParlamentoenelotro.

—Dime,Honorine—interrumpióunadelasdosdamiselas—,¿tediviertemuchoelcuentoeste?

—Mira, Eufémie: por lo visto el caballero piensa tenernos así hasta lascincodelatarde,conunatortillaytresbotellasdevinoblanco.¡Teprevengo,

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galán, que si no nos das de comer como habías prometido, te dejamosplantado!

—¡Acomer,acomer!—gritaronalavezlasdossemidoncellas—.¡Nadademiserias!

—¿Quéqueréis?Elmundoestállenodeellas.Mirad,probablementeunamiseria,ybiengorda,estásufriendoahoraelseñordelMaine.Porloqueamírespectatengoelestómagotancerradoquemeseríaimposibletragarunsolobocado. ¿Nomehabíais pedidoqueos llevara a un espectáculo?Mirad, ahítenéisunomuybonito…Quienmirasealimenta.

—Capitán —dijo Harmental dando en el hombro a Roquefinnette—,¿podríahablarconvosdospalabras?

—Cuatro,caballero,cuatro,yconelmayorplacer.Esperadaquí,gatitas—añadió dirigiéndose a las damiselas—, y si alguien intenta… ya sabéis,hacedmeunaseñal.Caballero,yaoshabíavisto;peronomecorrespondíaamíelabordaros.

—Capitán,queríasabersi,llegadoelcaso,podríaencontrarosenellugardecostumbre.

— ¡Siempre, caballero, siempre!… Soy como la yedra: allí donde mepego,allímequedo;ycomolayedra,soyplantatrepadora;cuandolosvaloresvandebaja,yosuboalomásalto.Yahoraestoyenelmismísimodesván.

— ¿Cómo, capitán? —dijo Harmental riendo y llevando su mano albolsillo—. ¿Andáis en apuros y no sois capaz de acordaros de vuestrosamigos?

—¿Pediryoprestado?—respondióelcapitán,deteniendoconungestolaliberaldisposicióndelcaballero—.¡Altoahí!Cuandorealizounservicio,estámuybien.Si hagoun trato, ¡maravilloso!Pero debéis disculparme: veoquemis dos cabezas locas se impacientan. Si tenéis necesidad demí, ya sabéisdóndeencontrarme.Adiós,caballero;hastalavista.

Como sólo eran las once, y el Lit de justice con toda seguridad noterminaríahastalascuatro,elcaballeropensóqueenlugardequedarseenlaplazadelCarroussel,haríabienendedicarasuamorlastresocuatrohorasdequedisponía.

Harmental encontró a la pobre niñamás ymás inquieta.Buvat no habíaregresadodesdequesemarcharaeldíaanterior.Nanettesehabíaenteradoenla Biblioteca que llevaba cinco días sin aparecer por allí. Bathilda sentíainstintivamente que la amenaza de una desgracia, oculta pero inevitable, secerníasobreella.

Para los enamorados el tiempo pasó con la rapidez de siempre. Los dos

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jóvenes se separaron, después de convenir que si averiguaban algo nuevo,inmediatamenteselocomunicaríanunoalotro.

Al salir de la casa el caballero volvió a encontrar a Brigaud. El Lit dejusticehabíaconcluido;corríanvagosrumoresdequeseavecinabanterriblesmedidas.

AlpocoratollegóPompadour.ExplicóquealparecerelParlamentohabíaqueridooponerse,peroqueal final, todossehabíandoblegadoa lavoluntaddel regente.Las cartas del reydeEspañahabían sido leídas y causaronunagranindignación.Sehabíadecididoquelosduquesylosparesocuparanenelorden jerárquico un lugar inmediatamente inferior al de los príncipes desangre. La categoría de los príncipes legitimados quedaba asimilada a la desimplespares,conexcepcióndelduquedeToulouse,alquesereconocían,deporvida,todossusprivilegiosyprerrogativas.

MadamedelMainequedaríavigilada:selecomunicóquedebíaabandonarinmediatamentesushabitacionesdelasTullerías.

EnlahabitacióndeHarmentalseencontrabanreunidoséste,PompadouryBrigaud.Depronto,elabate,cuyooídoeramuyfino, llevóeldedoíndiceasuslabios.Alospocosinstantesseabríalapuertaypenetrabanenlaestanciaunsoldadodelasguardiasfrancesasalqueacompañabanunalindamodistillayotropersonaje.

EranelbaróndeValefyMalezieux.

Lamodistillaapartólamanteletanegraqueocultabasurostro;eramadamedelMaine.

CapítuloXXIII

ELHOMBREPROPONE

DAVIDYGOLIAT

— ¡Vuestra Alteza aquí, en mi casa!—exclamó Harmental—. ¿Qué hehechoyoparamerecertalhonor?

—Ha llegado el momento, caballeros —dijo la duquesa—, de poner apruebalaadhesióndeaquellosquenosestiman.Peronuncapodrádecirsequesi madame del Maine expone la vida de sus amigos, ella no comparte losriesgos.¡ADiosgracias,soylanietadelgranCondé!Ymesientodignademiabuelo.

—VuestraAlteza sea dos veces bienvenida—dijoPompadour—, porque

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nossacadeungranapuro.Todosqueríamosponernosavuestrasórdenes;perononosatrevíamosairalArsenal,queseguramentedebedeestarvigiladoporlapolicía.

—Lo mismo pensé yo —asintió la duquesa—. Por eso, en lugar deesperaros,heresueltoveniravuestroencuentro.

—VeoconalegríaquelosacontecimientosdeestahorriblejornadanohanabatidoaVuestraAlteza—dijoMalezieux.

— ¿Acobardarme yo, Malezieux? ¡Supongo que, conociéndome, no lohabéis pensado ni por un instante! ¡Abatida! Al contrario… nunca me hesentidomásfuerteyconmayorempeño.¡Oh,siyofueraunhombre!…

—Para cinco hombres abnegados no hay nada imposible, señora.Pensemos que el regente no se conformará con lo que ha hecho. Mañana,pasadomañana, esta tarde quizás, podemos ser arrestados todos.Dubois vadiciendoporahíqueelpapelquesalvódelfuegoencasadeCellamarenoeraotracosaquelalistadelosconjurados.

—Peroserádifícil intentarcualquiercosa:despuésdelfracaso,elregenteestáprevenido—observóMalezieux.

—Alcontrario—replicóPompadour—,resultarámássencillo;pensaráquehemosabandonadonuestrosplanes,ybajarálaguardia.

—Pruebadeello—recalcóValef—esqueelregenteestá tomandoahoramenos precauciones que nunca. Desde que la señorita de Chartres es laabadesa deChelles va a verla una vez por semana y atraviesa el bosque deVincennesllevandosolamentealcocheroyadoslacayos;yeso,a lasnuevedelanoche…

—¿Yenquédíahacelavisita?—preguntóBrigaud.

—Losmiércoles—respondióMalezieux.

—¿Elmiércoles?¡Esmañana!—observóladuquesa.

—Puesbien…Simeautorizáis,reunirésieteuochohombres,esperaréenel bosque, lo raptaré, y en tres o cuatro días llegaré a Pamplona—propusoValef.

—Unmomento,queridobarón—protestóHarmental—,hederecordarosqueesamíaquiencorrespondeesaempresa.

—Todo lo que puedo hacer por vos, querido Harmental, es dejar quedecidaSuAlteza,puestoqueambosqueremosservirla.

—Que así sea, y yo decido—la princesa hablaba al caballero— que elhonor de la empresa os pertenece.Un hijo deLuisXIV y la nieta del gran

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Condéponensudestinoenvuestrasmanos.Yoconfíoenvuestraabnegaciónyenvuestravalentía.Paravos,miqueridoHarmental,todoelpeligroytodoelhonor.

—Acepto reconocido el uno y el otro, señora —contestó Harmental,besando respetuosamente la mano que le tendía la duquesa—. Mañana, ohabrémuerto,oelregenteirácaminodeEspaña.

—Caballero, ¿estáis seguro de volver a encontrar a los hombres que osescudaronlaotravez?—preguntóValef.

—Sí,loestoy;porlomenos,asujefe.

—¿Cuándoleveréis?

—Enuncuartodehoraestaréensucasa.

—¿Cómosabremosqueconsienteenayudaros?

—Podemos vernos en los Champs Élysées. Malezieux y yo —dijo laprincesa— iremos en un coche sin blasones ni lacayos. Pompadour,Valef yBrigaud se nos unirán por separado. Esperaremos las noticias deHarmentalparatomarlasúltimasdisposiciones.

—Estábien—asintióelcaballero—.Mihombreviveprecisamenteen lacalledeSaint-Honoré.

—Quedamos de acuerdo—concluyó la duquesa—.Dentro de una hora,todosenlosChampsÉlysées.

LaduquesavolvióatomarelbrazodeValefyambossalieron.Malezieuxlos siguió a los pocos instantes para no perderlos de vista. Los últimos enabandonarlacasafueronBrigaud,PompadouryHarmental.

Elcaballerosepresentóenelalberguede laFillon,conuna tranquilidadimpropiadesupeligrosasituación,yseinformódesielcapitánRoquefinnetteestabavisible.

Laalcahuetalepreguntósihabíasidoélquiendosmesesantespreguntaraporelcapitán.Elcaballero,creyendoqueasíallanaríaobstáculos,enelcasodeque loshubiera, respondióafirmativamente.LaFillon llamóaunadesuspupilasyleordenóquecondujesealvisitantealahabitaciónnúmero72,enelquintopiso.

—¡Entrad!—autorizóRoquefinnetteconsuvozdechantre.

El caballero deslizó un luis en lamano de la guía, abrió la puerta, y seencontrócaraacaraconelcapitán.

El cuarto hacía juego con los malos tiempos que estaba pasandoRoquefinnette,queaparecíatumbadoenunmalcatreysealumbrabaconun

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cabodevela.

—¡Vaya,vaya!…—dijoRoquefinnetteentonodeburla—.Conquesoisvos,caballero…Osesperaba.

—¿Meesperabais,capitán?¿Yquéoshainducidoapensarquevendríaavisitaros?

—Losacontecimientos,señor…

—Noosentiendo.

—QuierodecirqueporlovistohemosdecididodeclararlaguerraabiertayqueporesovenimosareclutaralpobrecapitánRoquefinnette,quetendráquelucharcomounlansquenete…

—Algohaydeeso,queridocapitán.Vuestroúnicoerrorconsisteenpensarque os había olvidado. Si nuestro plan hubiese tenido éxito habría venido aentregaros vuestra recompensa, igual que ahora lo hago para pediros ayuda.AhorasetratadeaprovecharqueelregenteatraviesasinescoltaelbosquedeVincennes cuando vuelve de ver a su hija. Hemos de raptarlo y llevarlo aEspaña.—Perdón,peroantesdeproseguir,caballero,osprevengoquesiendonuevoeltrato,habrándesernuevaslascondiciones.

—Eso no se discute, capitán. Las condiciones las pondréis vos. Loimportanteessabersidisponéisdeloshombres.

—Dispongodeellos.

—¿Estarátodoapuntomañanaalasdos?

—Loestará.

—¿Algomás?

—Sí,señor;hayalgomás:dineroparacomprarcaballosyarmas.

—Hayquinientosluisesenestabolsa;tomadla.

—Estábien;osdarécuentadeldinero.

—Quedamosenquenosveremosenmicasaalasdos.

—Allíestaré.

—¡Adiós,capitán!

—Hasta la vista, caballero. No os extrañará que esta vez sea un pocoexigente.

—Esmuynatural.

Harmentalbajólainterminableescalerasinmayoresincidentes.

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Cuandollegóalaencrucijadadondesehabíaseñaladolacitaviouncocheparado a un lado del camino; dos hombres paseaban a cierta distancia. Aldivisar a Harmental, una mujer sacó con impaciencia la cabeza por laventanilla del coche. El caballero reconoció amadame delMaine, a la queacompañabanMalezieuxyValef.EsinútilindicarquelosdospaseanteseranPompadouryBrigaud.

EnpocaspalabrasHarmentalrelatóloocurrido.Laduquesaledioabesarsumanoyloshombresestrecharonlassuyas.

Quedó convenido que al día siguiente, a las dos, la duquesa, Laval,Pompadour, Valef, Malezieux y Brigaud, irían a casa de la madre deAvranches,quevivíaenelarrabaldeSaint-Antoine,enelnúmero15,yqueallíesperaríanelresultadodelaoperación.

Eran las diez de la noche. Aquel día Harmental apenas había visto aBathilda.Sedirigióasucasaycreyóverlasombradeunamujerenelquiciodelportaldelacasadesuamada.AvanzóhaciaellayreconocióaNanette.

Buvatnohabíaaparecidoaún;lapobremujeresperaba,muyasustada,porsiveíaaBuvatoalcaballero.Harmentalsubiórápidamentelasescaleras.Lapobremuchachaestabaangustiada.

— ¡Dios mío, Dios mío! —exclamó Bathilda después de haber hechoentraraljoven—.Pensabaquetambiénavososhabíaocurridoalgo…

—Bathilda—contestóelcaballeroconunatristesonrisa,yconunamiradallenadeternura—,miqueridaBathilda:enalgunasocasionesmehabéisdichoqueveíaisenmíalgomisteriosoqueosasustaba…

—¡Sí,sí!…Esteeseltormentodemivida,miúnicotemor…

—Lamanoquetengoenlamíapuedeconducirmealamayorfelicidadoala más profunda tristeza. Bathilda, decidme: ¿estáis dispuesta a compartirconmigolobuenoylomalo,lasuerteyladesgracia?

—Todoconvos,Raoul.Todo…¡todo!

—Pensadenloqueoscomprometéis,Bathilda.Quizásseaunavidafelizybrillantelaquenosestéreservada;perotambiénpuedesereldestierro,quizásel cautiverio… puede incluso ocurrir que yo hayamuerto antes de que voslleguéisasermiesposa.

—Raoul,vossabéisqueosamo.Vuestravidaeslamía;vuestramuerte,mimuerte.UnayotraestánenmanosdeDios;¡hágasesuvoluntad!

Ante el crucifijo los jóvenes se abrazaron, cambiaron el primer beso, yvolvieronajurarserelunoparaelotro.

CuandoHarmentaldejóaBathilda,Buvatnohabíaregresadotodavía.

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HacialasdiezdelamañanaelabateBrigaudentróencasadeHarmental.Le traía veintemil libras, parte en oro y parte en libranzas españolas.Nadahabíacambiadodesdelavíspera.LaduquesadelMaineseguíaconsiderandoaHarmentalsusalvador.

Brigaudyelcaballeroabandonaronlacasa;elprimero,parareunirseconValefyPompadour;HarmentalparavolveracasadeBathilda.

Lainquietuddelajovenhabíallegadoasupuntoculminante.Buvatseguíasin aparecer. Su pupila no había dormido; había pasado la noche llorando.Cuando dirigió la mirada hacia su amado, comprendió que una expediciónanálogaalaquetantolahabíaasustadoestabaenperspectiva:elmismotrajeoscuro,laspistolasenelcinturón,lasaltasbotasdemontar,ylaespada;vistosaquellos signos inequívocos, no cabía duda: Raoul se aprestaba a corrernuevospeligros.

Primero trató de hacer hablar al caballero; pero ante la firmeza deHarmental,queleaseguróquesetratabadeunsecretoquenopodíarevelarse,lapobremuchachanoinsistió.NanetteacababadellegardelaBiblioteca.Allítampoco sabían nada de Buvat. La infeliz Bathilda se arrojó en brazos deRaouldeshechaenllanto.

Harmentallehizopartícipedesustemores.LospapelesqueelpríncipedeListhnay había dado a Buvat para copiar eran de gran importancia política.Buvatpodíahabersidodescubiertoyarrestado.

HarmentalseacordódequealasdosteníacitadoalcapitánRoquefinnetteparacerrarelnuevotrato.Selevantó;Bathildaperdióelcolor.¿Volveríaavera su amado? Harmental le prometió despedirse de ella en cuanto hubiesedespachadoconlapersonaqueesperaba.Veintevecesvolvieronlosjóvenesajurarseserelunoparaelotro,antesdesepararse…,tristes,peroconfiandoenellosmismos,ysegurosdesuscorazones.

Roquefinnetteseapeódelcaballoen tres tiempos,conunaprecisiónquerecordaba los tiempos en que se hallaba al frente de su escuadrón. Ató lasriendasalosbarrotesdeunaventana,seaseguródequelaspistolasestabanensusfundas,ypenetróenlacasa.

Igualquelavíspera,surostroaparecíagraveypensativo.Lamiradadesusojos y sus apretados labios eran la estampa de la resolución. Harmental leacogióconunasonrisa.

—Veo,miqueridocapitán,quesoislapuntualidadenpersona.

—Es una costumbremilitar, caballero, que no debe extrañar en un viejosoldado.

—Poralgoconfíoenvos.¿Tenéisdispuestosavuestroshombres?

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—Osdijequesabríadóndeencontrarlos.

—¿Dóndeloshabéisdejado?

—EnelmercadodecaballosdelapuertadeSaint-Martin.

—¿Nocorrenelpeligrodeserreconocidos?

—¿Cómoqueréisqueocurraeso,enmediodetrescientoscampesinosquecompran y venden caballos? ¿Reconoceríais vos a diez o doce hombresvestidoscomolosdemás?Elcapitánprosiguió:

—Cadaunohacompradoelcaballoqueleconvenía,ofreciendoelprecioquehaqueridoyregateandoconelvendedor;yoditreintaluisesacadauno.Pagarán su caballo, lo ensillarán, colocarán en las fundas las pistolas,montarán en la cabalgadura y a las cinco en punto estarán en el bosque deVincennesenunlugarconvenido.Allíselesexplicaráloquetienenquehacer.Se les dará el resto de su paga, yome pondré a la cabeza demi banda, ydaremoselgolpe.Enelcaso,bienentendido,dequenosotroslleguemosaunacuerdo.

— ¡Muy bien, capitán! Vamos a discutir las condiciones como buenosamigos.Paracomenzar,doblarélasumaquerecibisteislavezanterior.

—Noesporahí—leinterrumpióRoquefinnette—.Yonoquierodinero.

—¡Cómo!¿Noqueréisdinero,capitán?

—Niaunquefueratodoeltesorodelrey.

—Entonces,¿quéesloquequeréis?

—Unaposición.

—¿Quéqueréisdecir?

—Quierodecir,caballero,unabuenaposición,ungradomilitarqueestéenarmoníaconmis largos servicios.Desde luego,esaposiciónno laquieroenFrancia.Aquímeconocendemasiado,comenzandoporelseñortenientedelapolicía.PeroenEspaña,porejemplo,meiríadeperillas;esunbellopaís,conmujeresbonitasydoblonesportodaspartes.Decididamente,¡quieroungradoenEspaña!

—Esoseráposible;perodependedelgradoaqueaspiráis.

—Ya os dije en otra ocasión que si el asunto hubiera sido mío, yo lohubierallevadoamimanerayelresultadohabríasidootro.Lascosasahorasehanpuestomuyseriasyporesooshablodeestaforma.

—¡Quemeahorquensiosentiendo,capitán!

—Puesesmuyfácil: laspretensionesaumentanenrazónde losservicios

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queunopuederendir.Porlovisto,yohellegadoaserunpersonajeimportanteenestahistoria.DemodoqueometratáisdeacuerdoconloqueexijoolevoyconelcuentoaDubois.

Harmentalsemordióloslabioshastahacersesangre;perocomprendiendoqueselasteníaqueverconunviejomarrullero,acostumbradoavendersealmejorpostor,consiguiórefrenarse.

—Demodoquevosqueréissercoronel.

—Estaesmiidea—corroboróRoquefinnette.

—Vamos a suponer que os hago esa promesa. ¿Quién os asegura quecuentoconlanecesariainfluenciaparapodercumplirla?

—Si me confiarais una misión que me permitiera ir a Madrid, allí yomismoarreglaríalascosas.

—¡Estáisloco!Noseospuedeconfiarunamisióndetantaimportancia…

—Puesasíseráonohaynadadelohablado.YoseréelquellevealregenteaMadrid,oésteseguiráensuPalacioReal.

—¡Peroestoesunatraición!—exclamóindignadoHarmental.

— ¿Una traición, caballero? ¿Cuáles son los compromisos que yo hayadejado de cumplir? ¿Cuáles los secretos que he divulgado? ¿Yo un traidor?¡Pormildioses,caballero!…Voshabéisvenidoabuscarme;mehabéispedidonuevamentequeosayude.Yaosprevinedequemiscondicionesseríanotras.¡Bien! Estas condiciones ya las conocéis; tomadlo o dejadlo. ¿Esto es unatraición?

—Yaunqueyofueratanlocoqueaceptase,¿creéisquelaconfianzaqueelcaballerodeHarmentalinspiraaSuAltezaRealladuquesadelMainepuededelegarseenelcapitánRoquefinnette?

—¿QuétienequeverladuquesadelMameconnuestroarreglo?Vosestáisencargado de un asunto; mis exigencias, llamémoslas así, os ponen en unasituación que os impide realizar la operación personalmente y me cedéisvuestropuesto.Esoestodo.

—Esdecir,vuestropensamientoesquedarosasolasconelregente,porsiésteofrecedoblerecompensaparaqueledejéisenFrancia.

—Quizás—dijoRoquefinnetteentonoburlón.

—Tened cuidado —le previno Harmental—. Conocéis secretos muyimportantes.Paravospuedesermáspeligrosoelretirarosdelaempresaqueseguirenella.

—¿Yquépuedeocurrirmesimeniegoacolaborar?

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—Unapalabramásenesetono,capitán,¡yprometoqueossaltolatapadelossesos!

—¿Vosmesaltaréislatapadelossesos?¿Vos?Elruidodeltiroatraeríaalosvecinos,acudiríalaronda,semepreguntaríaquéeraloquehabíaocurrido,yyo,denoestarmuertodeltodo,tendríaquedecirlo.

—Tenéis razón, capitán; ¡desenvainad vuestra espada! Harmental,apoyandosupieenlapuerta,sacólasuyaysepusoenguardia.

Era un espadín de ceremonia, una delgadísima lámina de acero con laempuñaduradeoro.Roquefinnettesepusoareír.

—¡Defendeos,capitán!¡Diablos!,¿queréisqueosasesine?¿Quépiensastú,Colichimarda?—Estapreguntalahacíaelcapitánasulargoespadón.

Conunmovimientotanrápidocomoelrayo,Harmentalseñalólacaradelcapitán,dejándoleenlamejillaunaheridasangranteparecidaaunlatigazo.

Entonces comenzó entre los dos hombres un duelo terrible, obstinado ysilencioso. Una explicable reacción hacía que ahora fuese Harmental eltotalmenteserenomientrasqueaRoquefinnetteseleagolpabalasangreenlacabeza. La enorme tizona amenazaba al caballero; pero el acero de éste laperseguía, la empujaba, danzaba alrededor de ella como una víbora. Por finllegó el momento en que una de sus paradas no llegó a tiempo por unafracción de segundo; el caballero sintió la punta del acero enemigo que lerozabaelpecho.

Harmentaldiounsaltoysepegóasuadversario,demodoquechocaronlas dos cazoletas. Roquefinnette comprendió que en el cuerpo a cuerpo sularga espada le ponía en desventaja.Dio un salto hacia atrás; pero su talónizquierdoresbalósobreelsueloencerado.Harmentalaprovechólaocasiónyclavósuacerohastaelpuñoenelpechodelcapitán.Éstequedóun instanteinmóvil, abrió los ojos, soltó la espada, llevó sus manos a la herida quesangrabaycayóalsuelo.

—¡Diabloconelespadín!—fueronsusúltimaspalabras.

Murióenelacto.Ladelgadaláminadeacerohabíaatravesadoelcorazóndelgigante.

Elcaballeroquedóespantado.Suscabellosseerizaronysintióqueelsudorperlabasufrente.Noseatrevíaamoverse.Leparecíaestarsoñando.

¿Cómo se las arreglaría ahora para reconocer, entre trescientoscampesinos,alosdiezodocefalsospalurdosqueteníanqueraptaralregente?

En aquel momento, el caballo del difunto capitán comenzó a relinchar.Harmental no tenía ya nada que hacer en la habitación.Abrió el escritorio,

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llenósusbolsilloscon todoeloroquepudo,bajó rápidamente laescalera,ysaltandosobreelimpacientecaballoselanzóagalopetendidoporlacalledeGros-Chenet,desapareciendoporlaesquinadelbulevar.

CapítuloXXIV

ELSALVADORDEFRANCIA

Mientras la terriblecatástrofeocurría en labuhardillademadameDenis,Bathilda,inquietaalvertantotiempocerradalaventanadesuvecino,abriólasuya,yloprimeroqueviofueelcaballogriscenicientoatadoalosbarrotes.Como la llegada del capitán le había pasado desapercibida, creyó que lamonturaeradeRaoulyvolvióaserpresadesusterroresypensamientos.

Bathildaseguíaenlaventanaconelcorazónpalpitanteylosojoserrantesdeunladoaotro.Derepente,dioungritodealegría,porlaesquinadelacalledeMontmartreavanzabaBuvatalpasomásrápidoquelepermitíansuscortaspiernas.

Hemosdevolveratrásennuestrorelatosiqueremosconocerelmotivodetanlargaausencia.

Buvat, impulsadopor el temor a la tortura, había revelado el complot, yDubois, mediante amenazas, le había obligado a que copiase todos losdocumentosqueleentregabaelpríncipedeListhnay.Deestemodoelregentepudo conocer todos los proyectos de los conjurados, desbaratados con elarrestodelmariscalVilleroy.LaconvocatoriadelParlamentofueelgolpedegraciaparalosconspiradores.

EllunesporlamañanaBuvatllegóalPalacioRealconelnuevolegajodepapelesqueAvranches lehabíaentregado lavíspera.Laspiezas importanteseranunmanifiestoredactadoporMalezieuxyPompadour,másalgunascartasdeseñoresbretonesqueseadheríanalaconspiración.

Buvat trabajóhasta lascuatrode la tarde.Cuandoya teníaelbastónyelsombreroenlamanoparamarcharse,comparecióDuboisylocondujoaunahabitacióndepequeñasdimensiones.Unavezenella, lepreguntóqué tal leparecía.Engañadopor tantaamabilidad,Buvat lecontestóque laencontrabamuyagradable.

—Tantomejor—respondióDubois—,meparecemuybienqueosguste,porqueeslavuestra.

—¡Lamía!—exclamóBuvataterrado.

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—Sí, la vuestra. ¿Qué hay de malo en que yo desee tener bajo mivigilanciaaunhombretanimportantecomovos?

—Esque…¿voyavivirenelPalacioReal?

—Todoeltiempoqueseanecesario.

—Pero… —el pobre Buvat estaba horrorizado—, ¿acaso soy vuestroprisionero?

—Prisionero de Estado, vos lo habéis dicho, mi querido Buvat. Perotranquilizaos;vuestrocautiverionoserálargo;ymientrasdure,secuidarádevoscomomereceelsalvadordeFrancia;porquevoshabéissalvadoaFrancia,señorBuvat.

—¡HesalvadoaFrancia!—exclamóBuvat—,yhemeaquíprisionero…¡Oh!,micuartito…miterraza…—murmuródejándosecaeranonadadoenunsillón.

Duboislodejósoloyordenóquesesituarauncentinelaenlapuerta.

El ministro, que ahora conocía todos los planes de los conspiradores,deseabaqueéstosllegaranhastaelfondo,ylebrindaranlaocasióndeacabar,deunavezportodas,conaquellasintrigasqueyaleteníanharto.

A última hora de la tarde, alrededor de las ocho, Buvat oyó ruido en lapuerta; una especie de repiqueteometálico, que le causó gran inquietud.Lapuertaseabrió.Elpobrehombre, tembloroso,vioadosenormescriados,delibrea, que traían una mesa completamente servida. El ruido metálico queBuvathabíaoídoeraeltintineodelosplatosydeloscubiertosdeplata.

PensóquehabíandecididoasesinarleconuntipodemuertedistintaaladeJuansinMiedoodelduquedeGuisa:aBuvatloenvenenarían,comoalGranDelfín.Envistadelocual,resolviónoprobarbocado,apesardeloapetitososqueparecían losplatos.Despuésde tomaraquellaheroicadecisión,elpobrehombre se convenció a sí mismo de que no tenía hambre ni sed. Estabadispuestoadejarsemorirdeinanición.

Losdoscriadossepusierondeacuerdoconunasolamirada;setratabadedostunantesquea lasprimerasdecambioreconocieronal infelizqueteníandelante.

—Señor —dijo uno de ellos en tono convincente—, comprendemosvuestros temores. Y con el fin de disiparlos, cada vez que os traigamos decomer y de beber probaremos delante vuestro todos los platos y los doslicores. Será para nosotros un placer el poder devolveros de este modo latranquilidad.

—Señores —les respondió Buvat, avergonzado al ver que sus

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pensamientos habían sido descubiertos—, sois muy amables; pero, ¡deverdad!,esquenotengonisednihambre.

—No importa, señor —insistió el otro bergante—. Deseamos, micompañeroyyo,quenoosquedeningunadudaal respecto. ¡Estádecidido!Haremoslapruebaqueoshemosprometido.Comtois,amigomío—prosiguióelqueestabaenelusodelapalabra,sentándoseenellugarquedebíadehaberocupadoBuvat—,hacedmeelfavordeservirmeunpardecucharadasdeestepotaje,unalóndeestapulardaconarrozydosdedosdepastel.Asíestábien.¡Avuestrasalud!

—Buenprovecho,señor—contestóelbuenodeBuvat,contemplandoconsussaltonesojosalsinvergüenzaquecenabaimpunementeasucosta—;soyyoelquedeboestarosagradecido;megustaríaconocervuestronombreparaconservarloenmimemoria.

—Señor—contestócortésmenteelcriado—,mellamoBourguignonyésteesmi compañeroComtois, que será el quemañana haga la prueba.Vamos,Comtois, amigo mío, ponme un trozo de ese faisán y un buen vaso dechampagne. ¿No veis que para tranquilizar al señor debo probar todos losplatosybeberdetodoslosvinos?Avuestrasalud…

—¡Diososlopague,señorBourguignon!

—Ahora, Comtois, traedme el postre, para que ya no le quede ningunadudaalseñor.

—Osjuro—dijoBuvat—queyanotengoninguna.

—No,señor,no;ospidoperdón,perotodavíaquedaalgo:Comtois,amigomío, no dejéis que el café se enfríe; quiero tomarlo como debiera haberlotomadoelseñorBuvat;yestoysegurodequeaéllegustaríacaliente.

—Hirviendo—respondióBuvat—.Lobebohirviendo,¡palabradehonor!

— ¡Ah! —dijo Bourguignon terminando su taza y levantandobeatíficamente los ojos al cielo—. Teníais razón, señor; bien caliente estámejor.

Acabadoel festín,Bourguignonse levantóyretrocediódeespaldashastala puerta, que los dos bromistas habían tenido buen cuidado de dejar biencerradamientrasduraba lacomida.Sucompañeroacarreaba lamesa, con loquequedabadeaquellabendición.

—Sitenéisnecesidaddealgunacosa,ahítenéistrescampanillas:unaenlacabeceradelacama,ylasotrasdossobreeldinteldelachimenea.Lasdelachimenea son para llamarnos a nosotros; la de la cabecera de la cama, paraavisaralayudadecámara.

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—Gracias,señor,soismuyamable.Yoprocurarénotenerquemolestaranadie.

Nadaexcitatantoelapetitocomolavistadeunabuenacomidadelaqueseharespiradoelaroma;laquehabíapasadoantelosojosdeBuvat,elinfeliznolahabíavistoantesni en sueños.Elpobrehombrecomenzabaa sentirunosinsoportables tirones en el estómago y se reprochaba su exceso dedesconfianza;peroyaeratarde.Envistadelocual,recordóelproverbioquedice«Quienduermebiensealimenta»,yresolvióqueintentaríadormir,puestoquenohabíacenado.

Peroenelmomentodellevaravíasdeefectosuresolución,Buvatsesintiópresa de sus temores: ¿aprovecharían sus enemigos el momento en queconciliaraelsueñoparahacerledesaparecer?Miróen todos losarmarios,enlos cajones, detrás de las cortinas, y cuando estaba a cuatro patas buscandodebajo de la cama, oyó pasos detrás de él. La posición en la que estaba ledejabatotalmenteindefenso.Quedócomoestaba,temblandodemiedoyconlafrentecubiertaporunsudorfrío.

—Perdón—dijounavozal cabodeunosminutosde intenso silencio—,perdón.¿Buscaelseñorsugorrodenoche?

Buvatsesintiódescubierto;volviólavistahaciaelindividuoqueacababadedirigirlelapalabrayseencontrófrenteaunhombrevestidocompletamentedenegro,quellevabadobladossobreelantebrazovariosobjetosdetela,queelprisioneroreconociócomoprendasdevestimentahumana.

—Sí,señor—dijoBuvat—,estoybuscandomigorrodenoche.

— ¿Por qué no ha llamado el señor, en lugar de tomarse el trabajo debuscarloporsímismo?Yosoyelquehatenidoelhonordeserasignadocomoayudadecámaradelseñoryletraigosugorroysuropadenoche.

Ellacayoextendiósobrelacamauncamisóndetelarameada,yungorrode finabatistaadornadoconunacintadecolorde rosa,de lomáscoquetónquepuedaimaginarse.

—¿Quiereelseñorqueleayudeadesnudarse?—preguntóelcriado.

—No, señor… ¡no! —se excusó Buvat, cuyo pudor se alarmabafácilmente; pero temiendo que su negativa pudiera ofender al criado, laacompañóconsumásseductorasonrisa—.Tengolacostumbredehacerloyosolo.Muchasgracias,señor,muchasgracias.

Elayudanteseretiró,yBuvatvolvióaencontrarsesolo.

Pasóunanochemuyagitada,ysólocuandoamanecía,logródescabezarunsueño.Pero sudescanso estuvopobladodepesadillas y de las visionesmásinsensatas.Lelibródeellaslaentradadelayudadecámara,quelepreguntaba

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aquéhoraqueríadesayunar.

La idea de que tenía que tragar cualquier cosa hizo que Buvat seestremeciera de pies a cabeza. No fue capaz de contestar sino con unmurmulloindescifrable.

Buvat no tenía la costumbre de desayunar en la cama; saltó del lecho yrápidamenteseaseó.Estandoeneso,aparecieron losseñoresBourguignonyComtoistrayendoeldesayunoconelmismoaparatoquelanocheanterior.

Entonces se repitió la escena: la única variante fue que esta vez comióComtoismientrasBourguignonservía.Perocuandollegabaelcafé,Buvatnopudo resistir por más tiempo y declaró que su estómago solicitaba algo dealimento;tomaríagustosamenteelcaféyunpanecillo.

Apenas vio que la puerta se cerraba, Buvat se lanzó sobre el ligerísimorefrigerio,ysinsiquieramojarelunoenelotro, secomióelpanybebióelcafé.Después,reconfortadoporlacolación,comenzóaverlascosasdesdeunpuntodevistamenospesimista.

Buvat no carecía de cierto sentido común; en su tardo entendimientocomenzóagerminarlaideadeque,siporalgúnmotivodeíndolepolíticaseleprivaba de libertad, era simplemente por precaución y no porque quisieranhacerleningúndaño.Pruebadeelloeran loscuidadosquese leprodigaban.Además, Buvat empezaba inconscientemente a experimentar la bienhechorainfluenciadellujo,queseintroduceportodoslosporosdelcuerpoyensanchael corazón. La única cosa que todavía le preocupaba era el pensar que sudesaparicióndebíadeteneraBathildamortalmenteinquieta.

El resultado de las reflexiones fue que lamañana le resultómuchomássoportableque la tardeanterior.Porotro lado, suestómago, sosegadoporelcafé y el panecillo, sólo le hacía sentir unmoderado apetito, sensaciónmásbien placentera cuando se tiene la seguridad de que se va a comer bien.Añadamosa eso el atractivopanoramaque sedivisabadesde laventanadelprisionero;sóloasícomprenderemosqueéstevierallegarlahoradelalmuerzocasisinsentir.

Alaunaenpuntolapuertaseabrióy,comolavíspera,apareciólamesabienrepleta.Buvathizosaberalosdosfámulosqueyasesentíaperfectamentetranquilizadoencuantoalasintencionesdesuilustreanfitrión,yquedabalasgracias a los señoresComtois yBourguignon por la demostración que cadauno le había hecho; de modo que esta vez les rogaba que se limitaran aservirle.Losdoscriadostorcieronelgesto,peronotuvieronmásremedioqueobedecer.

Buvatsecomiótodoslosplatos,bebiódetodoslosvinosytomósucafé,lujo que él ordinariamente sólo se permitía los domingos. Como remate,

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paladeóunvasitodelicordemadameAnfoux.

Buvat,esprecisodecirlo,quedóenunestadomuycercanoaléxtasis.Porlatarde,lacenatranscurriódelmismomodo.Deformaque,cuandoelayudade cámara entró para desdoblar el embozo de la cama, se encontró con unhombre completamente distinto al de la noche anterior: en vez de andar acuatropatas,Buvatsehabíaarrellanadoenuncómodosillón,teníapuestoslospiessobrelosmorillosdelachimenea,ysucabezareposabaenelrespaldodelapoltrona,mientras,conlosojossemicerrados,cantabaentredientes,conunainflexióndevozenlaqueseadivinabaunainfinitanostalgia:

Laissez-moialler,

Laissez-moijouer,

Laissez-moiallerjouersouslacoudrette.

Lamejoríaquesuestadodeespírituhabíaexperimentadoenveinticuatrohoraseraevidente.

EstavezBuvatsetendióvoluptuosamenteenlacama,ysequedódormidoaloscincominutos.SoñóqueeraelGranTurcoyque,comoelreySalomón,poseíatrescientasmujeresyquinientasconcubinas.

Sedespertó fresco comouna rosa, sin otra preocupaciónque el ansia detranquilizarasuBathilda;porlodemás,sesentíaperfectamentefeliz.

Lehabíandichoque,silodeseaba,podíaescribiramonseñorelarzobispodeCambrai.Envistadelocual,cortóunaplumaconsumocuidadoyconsumásbellaescrituraredactóunainstanciaenlaquepreguntabasisucautividadibaasermuylarga,ysipodíarecibiraBathilda,oporlomenosescribirleparatranquilizarlayhacerlesaberquenadalefaltaba.

La redacción de la instancia le ocupó toda lamañana, hasta la hora delalmuerzo. Cuando se sentó a lamesa entregó lamisiva a Bourguignon.Uncuartodehoradespués,elmismocriadoregresóparacomunicaralpresoquemonseñorhabíasalido,peroquelainstanciahabíasidoentregadaalapersonaqueconélcompartíaeldespachodelosnegociospúblicos;esapersonahabíaordenadoqueencuantoelprisionerohubieseterminadodecomerlollevasenasupresencia.

GuiadoporBourguignon,Buvatllegóaunaespeciedelaboratoriosituadoenelsótano.Allíleesperabaunhombredeunoscuarentaañosquenoleeradel todo desconocido, envuelto en una simple bata, que manipulaba entrefrascosyretortasanteunhornoencendido.EncuantovioaBuvat,elhombrelevantólacabezaymirándoleconcuriosidadlepreguntó:

—¿SoisvoselllamadoJeanBuvat?

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—Paraserviros—respondióinclinándose.

—Lainstanciaquehabéisdirigidoalabate,¿lahabéisescritovos?

—Demipropiamano,señor.

—Tenéisunabonitaescritura.

Buvatvolvióasaludar,conunasonrisadefalsamodestia.

—Elabatemehahabladodelosserviciosqueosdebemos—continuóeldesconocido.

—Monseñoresdemasiadobueno—respondióBuvat—,novalenlapena.

— ¡Cómo que no valen la pena! Todo lo contrario; la valen, ¡ymucho!Tantoesasí,quesiqueréispediralgoalregenteyomeencargodetransmitirvuestrademanda.

—Entonces,sisoistanamable,tenedlabondaddedeciraSuAltezaRealquecuandoestémejordedinerohagaloposibleporpagarmeloquemedebe.

—¿Cómoloqueosdebe?¿Quéqueréisdecir?

—QuierodecirquetengoelhonordeestarempleadoenlaBibliotecaReal,peroquedesdehaceseisaños,alahoradecobrar,siempremedicenquenohaydineroencaja.

—¿Yacuántoasciendeloqueseosdebe?

—Acincomiltrescientasyalgunaslibras,másunafracciónensueldosydenarios.

—Yvosdeseáisserpagado,naturalmente.

—Noosoculto,señor,queseríaparamíunagranalegría.

—¿Esoestodoloquepedís?

—Exactamente.

—Pero, ¡enfin!,porelservicioque lehabéishechoaFrancia,¿nopedísnada?

—Siacaso,señor…reclamoelpermisoparaenviarunanotaamipupiladiciéndole que no esté inquieta por mi ausencia, ya que solamente estoyprisionero en el Palacio Real. Pido también, si no es abusar de vuestraamabilidad,que ladejenveniravisitarme;perosiestoyaesdemasiado,meconformaréconlacarta.

—Vamos a hacer algo mejor que eso. Las causas por las cuales osdebíamos retener ya no existen; os devolvemos la libertad, de modo quepodéisirvosmismoatranquilizaravuestrapupila.

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—¡Cómo!,señor…¿Yanoestoyprisionero?

—Podéismarcharoscuandoqueráis.

—Señor,hoymismoescribirémipeticiónalregenteporlodelosatrasos.

—Ymañanaseréispagado.

—¡Ah!,señor,¡cuánbondadososois!

—Id,señorBuvat,idenpaz…Vuestrapupilaosespera.

—Tengo mucho gusto en haberos conocido. ¡Ah!, perdón; si no esindiscreción,¿cómoosllamáis?

—LlamadmeseñorFelipe.

—Hastaque tengaelhonordevolverosaver,queDiososguarde,señorFelipe.

—Adiós, señor Buvat. Un instante: he de dar una orden; si no, no osdejaríansalir.

ElseñorFelipetocólacampanillayunujierapareció.

—HacedveniraRavanne.

El lacayo salió. Dos segundos después se presentaba el joven oficial deguardias.

—Ravanne—leindicóelseñorFelipe—,conducidaestehombrehonradohastalapuertadepalacio.Estálibre;puedeirdondequiera.

—Sí,monseñor.Venid,señor,osespero.

Enlapuerta,elcentinelaquisodeteneraBuvat.

—PorordendeSuAltezaRealelseñorregente,estecaballeroestálibre.

—Perdón, señor—balbuceóBuvat—,¿lapersona con laquehehabladoeraelregente?

—Monseñorelregenteenpersona—respondióRavanne.

— ¡No es posible! —exclamó Buvat—. Me ha dicho que se llamabaFelipe.

—Exactamente:FelipedeOrléans.

—Esverdad,señor,esverdad;Felipeessunombrepropio.Esunhombremuy bueno, el regente. Cuando pienso que unos infames golfos queríanconspirarcontraél,¡contraelhombrequemehaprometidopagarmetodoloquesemedebe!¡Merecensercolgados!¿Nopensáisvosasí?

—Señor—contestóRavanneriendo—,yonotengoopiniónenlosasuntos

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importantes. ¡Bien!Monseñorpartedentrodemediahorahacia laabadíadeChelles,yquerrádarmealgunasórdenesantesdesumarcha.Losiento,perohededejaros.¡Adiós!

—Máslosientoyo,señor—dijoBuvat,haciendoalmilitarunareverencia.

—¡Oh!,padrecito,¡padrecito!—repetíaBathildaentresollozos,mientrassubíalaescaleracogidadelbrazodeBuvat,yparándoseencadapeldañoparabesarle—.¿Dedóndevenís?¿Quéoshaocurrido?¿Quéhabéishechodesdeellunes? ¡Enqué inquietudnoshabéis tenido aNanette y amí! ¡Osdebendehaberpasadocosasincreíbles!

—¡Ahsí!,completamenteincreíbles.

—¡Diosmío!Contádmelo,padrecito:¿dedóndevenísahora?

—DelPalacioReal.

—Vos,¡decasadelregente!¿Yquéhacíaisencasadelregente?

—Estabaprisionero.

—¡Prisionero!¿Vos?

—Sí,prisionerodeEstado.

—¿Yporqué?

—PorquehesalvadoaFrancia.

— ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Es que os habéis vuelto loco? —exclamóBathildaespantada.

—Imagínate: había una conspiración contra el regente, ¡y yo estabamezcladoenella!

—¡Vos!

—Sí,yo,perosinsaberlo.¿TeacuerdasdelpríncipedeListhnay?

Pueseraunfalsopríncipe,hijamía,¡unfalsopríncipe!

—Entonces,lascopiasquehacíaisparaél…

—Eranmanifiestos,proclamas,actasincendiarias.Preparabanunarevueltageneral:Bretaña…Normandía…losEstadosGenerales…elreydeEspaña…¡Hesidoyoquienlohadescubiertotodo!

—¡Vos!—exclamóBathildacadavezmásasustada.

—Sí, yo. Y monseñor el regente me acaba de llamar «¡el salvador deFrancia!».Ymehaprometidoquemevanapagar todos losatrasosquemedeben.¡Casipuedodecirqueelregenteesmiamigo!

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—Padre mío, padre mío… habéis hablado de conspiradores, ¿sabéis elnombredealgunodeellos?

—ElprincipaldetodoseselduquedelMaine.AdemásdelcondedeLaval,untalmarquésdePompadour,elbaróndeValef,elpríncipedeCellamare,yesedesgraciadoabateBrigaud.¡Hecopiadolalistacompleta!…

—Padrecito… —insistió Bathilda con un hilo de voz—. Entre losnombres, ¿habéis visto… el nombre… el nombre de… el caballero… deHarmental?

—¡Ah!Creoque sí—respondióBuvat.El caballerodeHarmental es eljefedelaconjura.

— ¡Oh! ¡Desgraciado!, ¡desgraciado de vos! —exclamó Bathildaretorciéndoselosbrazos—.¡Habéismatadoalhombrequeamo!

Pensandoquequizás ledaría tiempodeavisaraRaouldelpeligroqueleamenazaba, Bathilda atravesó la calle de dos saltos; jadeante y sudorosa,empujólapuertadelcuartodelcaballero,quecedióalprimertoque.Alavistade la muchacha apareció el cadáver del capitán, tendido sobre el suelo ynadandoenuncharcodesangre.

Seprecipitóhacia lapuertagritandoauxilio;peroal llegaraldescansillocayóalsuelodandounterriblealarido.

Losvecinosacudieronen tropel;Bathildahabíaperdidoelconocimiento.Alcaer,sucabezahabíadadoenelfilodelapuertaypresentabaunabrechadebastanteimportancia.

EntraronaBathildaenlacasademadameDenis,quesedispusoaprestarlelosprimerosauxilios.

EncuantoalcapitánRoquefinnette,puestoquenollevabaencimaningúnpapelporelqueselepudieraidentificar,sucuerpofuetrasladadoaldepósitodecadáveres,dondetresdíasdespuésloreconociólaNormanda.

CapítuloXXV

DIOSDISPONE

Harmental, como sabemos, había partido al galope. Siguiendo losbulevaresllegóhastalapuertadeSaint-Martin,dondetorcióalaizquierda;alinstanteseencontrabaenelmercadodeloscaballos.

Pero,talcomohabíaindicadoelmalogradocapitán,ningunaseñalpermitía

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distinguir a los hombres de su cuadrilla, vestidos como iban igual que losdemás, yque, porotraparte, no se conocíanunos aotros.Harmental buscódesesperadamente,perotodoslosrostroseranigualesparaél.Lasituacióneradesoladora: el caballero tenía al alcance de sumano todos losmedios parallevarafeliztérminosumisión;peroalmataralcapitán,habíaperdidoelhiloconductor.

En medio de sus apuros oyó que daban las cinco. De ocho a nueve elregentedebíavolverdeChelles.Nohabíaunminutoqueperder.

Harmentalerahombredesolucionesrápidas.Diounaúltimavueltaporelmercado,yconvencidodequenuncallegaríaadistinguirasushombresentretanto rostro inexpresivo, puso su caballo al galope, siguió otra vez por losbulevares, llegóal arrabaldeSaintAntoine, se apeóante la casanúmero15,subióencuatrotrancoshastaelquintopiso,abriólapuertadelabuhardillayse encontró cara a cara con madame del Maine, el conde de Laval,Pompadour,Valef,MalezieuxyBrigaud.

Todosdejaronescaparungritodesorpresaalverle.

Elcaballerocontóloquehabíaocurrido,ypidióayudaaPompadour,ValefyLaval.Lostressepusieronenelactoasudisposición;iríanconélhastaelfinaldelmundoyleobedeceríanentodo.

Nadaestabaperdidotodavía.Cuatrohombresresueltospodíanreemplazarmuybienadiezodocevagabundosmercenarios.Loscaballosestabanen lacuadraycadaunodeloscuatroibaarmado.

Avranchesestabaallí;podíancontarconotrohombreabnegado.Semandóporantifacesdetelanegra,paraocultaralregenteelrostrodelosraptores.Seacordó que el punto de reunión sería Saint-Mandé y cada uno partió por sulado, para no despertar sospechas. Una hora después los cinco hombresvolvíanareunirseyseemboscabanenelcaminodeChelles,entreVincennesyNogent-sur-Marne.Enaquelmomentodabanlasseisymediaenelrelojdelcastillo.

Avranches se había informado de que el regente pasó a las tres ymediacaminodeChelles,sinqueningunaguardia loescoltase. IbaenuncochedecaballoscontiroalaDaumont:dosjinetesyunpostillón.

A las ocho y media la noche había cerrado por completo. El naturalnerviosismodelosconjuradoshabíadadopasoalaimpaciencia.

Alasnuevecreyeronoírunruido.Avranchesseechódebrucesenelsueloy pegó su oreja al terreno; así llegó a él, muy claramente, el ruido de lasrodadasdeuncoche.Alinstantesurgió,aunosmilpasosdedistancia,elbrillode una luz parecida a una estrella. Los conjurados sintieron un

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estremecimiento: seguramente era la antorcha del postillón. Unos segundosdespuésyanohabíaduda:elcoche,consusdoslinternas,eraperfectamentevisible.Harmental,Pompadour,ValefyLavalcambiaronunúltimoapretóndemanos,secubrieronlosrostrosconlosantifacesycadaunoocupóellugarqueteníaasignado.

Harmental comprobó la posición de cada uno de sus compañeros;Avranchesestabaenelcamino,haciéndoseelborracho;LavalyPompadouracadaladodelacalzada,yValef,enmediodeella,verificabaquelaspistolassalíanfácilmentedesusfundas.

Elcocheseguíaavanzando.ElpostillónhabíarebasadoaPompadouryaLaval, cuando tropezó con Avranches, el cual, enderezándose súbitamente,asiódelabridaalcaballo,arrancólaantorchademanosdeljineteylaapagó.Alavistadeesto,losdosconductoresintentaronvirarenredondo;peroyaeratarde.PompadouryLavalsehabíanlanzadosobreelcocheymanteníanalosjinetes bajo la amenaza de sus pistolas, mientras Harmental y Valef seacercaban a las portezuelas, apagaban las linternas, y hacían comprender alregentequesinoqueríamorir,debíaabandonartodaveleidadderesistencia.

ContraloqueesperabaHarmental,queconocíalavalentíadelregente,ésteselimitóadecir:

—Estábien,señores…Nomehagáisdaño.Irédondequeráis.

Harmental y Valef dirigieron su mirada hacia la carretera y vieron quePompadour y Avranches perseguían a los dos jinetes. Raoul abandonó sucaballoymontóeneldelanterodeltiro,LavalyValefsecolocaronacadaladodel carruaje, y la comitiva partió al galope tomando la ruta que llevaba aCharenton.

Pero llegados al final de la alameda, Harmental encontró el primerobstáculo; labarrera,porcasualidadodemodopremeditado,estabacerrada.Eraprecisoabandonaraquelcaminoytomarotro.

La nueva avenida que seguían conducía a una plazoleta desde la quearrancabaotrocaminoquellegabaderechoaCharenton.Nohabíatiempoqueperder; era preciso atravesar la plazoleta. Por un instante Harmental creyódistinguir unas sombras que se movían en la oscuridad, pero al momentoaquellavisióndesapareciócomoporensalmoyelcocheprosiguiósurutasinimpedimentos.

Llegadosa laencrucijada,Harmentalsediocuentadealgomuyextraño:una especie de vallas cerraban todos los caminos que de ella salían. Eraevidentequealgograveocurría.Harmentalparóel coche,quisodarmarchaatrásyretrocederpordondehabíanvenido,perounavallaigualalasotrassehabía cerradodetrásde él.En elmismo instante sedejaronoír lasvocesde

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LavalydeValef.

—¡Estamosrodeados!¡Sálvesequienpueda!

Ambosabandonaronelcarruaje,hicieronsaltarasuscaballosporencimadelasbarreras,yseperdieronenlaoscuridad.NopudohacerloasíHarmental,que montaba un caballo de tiro. Viendo que era el único recurso que lequedaba,clavóconfurialasespuelasenlosijaresdelcaballo,yseabalanzó,conlacabezabajayunapistolaencadamano,dispuestoaembestircontralabarreramáspróxima.Peroapenashabíarecorridodiezpasoscuandounabalademosquetónalcanzóa sucaballoen lacabeza,yel corcelcayóderribado,arrastrandoaHarmental,quequedóconunapiernaapresadabajoelcuerpodesumontura.

Delaoscuridadsurgieronochoodiezcaballeros,echaronpieatierraysearrojaronsobreHarmental;dosmosqueterosleasieronporlosbrazosyotroscuatrolesacarondedebajodelcaballo.Elpretendidoregentebajódelcoche;era un criado disfrazado con ropas de su amo. Su puesto fue ocupado porHarmental; dos oficiales tomaron asiento a su lado. Otro caballo fueenganchado, y el coche se puso de nuevo en marcha, escoltado por unescuadróndemosqueteros.Uncuartodehoradespués,lasruedasdelcarruajehacíanretemblarlasmaderasdeunpuentelevadizo;unapesadapuertagirabaensusgoznes,yHarmentalseencontróenunagaleríasombría,alfinaldelacualesperabaunoficialquellevabalascharretasdecoronel.

EraelseñordeLaunay,gobernadordelaBastilla.

Si nuestros lectores desean saber cómo se había descubierto el complot,bastaráquerecuerdenlaconversaciónqueDuboismantuvoconlaFillon.LacomadresospechabaqueRoquefinnettesehallabamezcladoenalgúnnegocioturbioyhabíaconfiadosusrecelosalministro,acondicióndequesedejaseconvidaasucapitán.PocosdíasdespuéshabíavistoaHarmentalensucasa.Subiótrasélydesdelahabitaciónvecinaaladelmalogradocapitán,medianteelsimpleardiddeunagujeroeneltabique,pudooírtodoloqueelcaballerohabíahablado.

CapítuloXXVI

LAMEMORIADEUNPRIMERMINISTRO

CuandoBathildaabriólosojosseencontróacostadaenlahabitacióndelaseñoritaÉmilieDenis;Mirzaestaba tumbadaa lospiesde la cama.Lasdoshermanasseencontrabanacadaladodelacabecera,yBuvat,anonadadoporeldolor,sehabíasentadoenunrincón,conlacabezaentrelasmanos.

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Al principio la joven no podía coordinar sus pensamientos; se llevó lamanoalasienherida.

Sorprendida al despertar de su doloroso sueño en una casa extraña, lamuchachadirigióunamiradadeinterrogaciónalaspersonasquelarodeaban;Mirzaalargósufinopescuezoendemandadeunacaricia.EntoncesBathildacomenzóarecordar.Elprimerpensamientoquevolvióasumentefueeldesuafánporllegaratiempodesalvarasuamor.Porfinarticulóunaspalabras:

—¿Yél?¿Dóndeestá?,¿quélehaocurrido?

Nadierespondió;ningunadelastrespersonassabíaquédecirle.

—Padrecito,¿noosdalástimavuestrapobreBathilda?

—¡Niñaquerida!…Simividabastara…Túvasaserlaqueahoranomequerrás,yconrazón,porquesoyunmiserable.¡Debíadivinarqueesejoventeamaba,yarriesgarme,sufrirlotodo,antesque…!

—¡Padrecito!¡Procuradtansólosaberloquelehaocurrido!¡Porfavor!

NoeracosafácilseguirlapistadeRaoul,sobretodoparauninvestigadortannovelcomoBuvat.Seenteróporunvecinodequehabíapartido,alomosde un caballo gris que llevaba más de media hora atado a la verja de unaventana,yquehabía tomadopor lacalledeGros-Chenet.Todas lasnoticiaseranvagaseinciertas.Deformaque,despuésdedoshorasdebúsqueda,BuvatvolvióacasademadameDenis,sintenerotracosaquedeciraBathildasinoqueRaoulsedirigióaalgunapartesiguiendolosbulevares.

Buvatencontróasupupilamásagitada;lacrisisprevistaporeldoctorsepreparaba.Bathilda tenía losojos febriles, el rostro enrojecidoynohablabacasinada.MadameDenishabíaenviadootravezporelmédico.

La buena mujer no podía sospechar que el abate Brigaud pudiera estarmezcladoenningúntipodeconspiración;peroloqueacababadeoír,quesuhuéspednoeraunestudiantesinounguapocoronel,empezóahacerladudar.

Enestollegóelmédico.CuandovioaBathildapusomalacara.

La enferma parecía más calmada; una sangría le había hecho bien.MadameDenishabíaabandonadolahabitaciónyÉmilievelaba,sentadajuntoalfuegodelachimenea,leyendounlibroquehabíasacadodelbolsillo.Enlapuertaresonaronunosgolpesprecipitados.Émiliecomentó:

—EsanoeslavozdelseñorRaoul,esladelabateBrigaud.

Bathilda se estremeció: el abate hablaba en la habitación vecina y a lajoven le pareció oír el nombre de Raoul; pensó que el abate traía noticias.Apoyósuorejaeneltabiquey,comosisuvidadependiesedeello,escuchóloquedecían.

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BrigaudcontabaamadameDenisloquehabíapasado.MadamedelMainedevolvió a todos los conspiradores la palabra empeñada y había sugerido aMalezieuxyaBrigaudquehuyeran.EllasehabíaretiradoalArsenal.Brigaudveníaadeciradiósasusamigos;pensabahuiraEspaña.

En medio de su relato, el abate creyó que cuando contaba la catástrofesufridaporHarmental,enlahabitacióncontiguahabíaresonadoungrito;peroélignorabalapresenciadeBathildaenlacasayapenasprestóatención.

Brigaudsedespidió.Bonifaceseempeñóenacompañarlehastalabarreraqueguardabalaentradaenlaciudad.

Cuandoabríanlapuertaquedabaaldescansillo,oyeronlavozdelporteroquetratabadeimpedirelpasoaalguien.Bajaronparaenterarsedelmotivodela disputa y encontraron a Bathilda, con el pelo suelto, descalza y cubiertasolamenteporunblancocamisón,queintentabasaliralacalle,apesardelosesfuerzos que el portero hacía para evitarlo. Su fiebre se había tornado endelirio,quería irseconRaoul, le llamabaagritos,decíaquemorirían juntos.Las tresmujeres lacogieronenbrazos.Súbitamente las fuerzas fallarona laenajenada joven; su cabeza cayó hacia atrás y otra vez volvió a perder elconocimiento.

Denuevosemandóavisoalmédico.Loqueeradetemerhabíasucedido:sehabíadeclaradolafiebrecerebral.

TodalanochelapasóBathildaenplenodelirio:hablabaconRaoul.Devezen cuando pronunciaba el nombre de Buvat, acusándole siempre de habermatadoasuamor.Elpobrehombreseacercabaallecho,besabalamanofebrilde su pupila que le miraba sin reconocerle, y se retiraba hecho un mar delágrimas.

Buvat había tomado una resolución extrema. Iría a ver a Dubois, lecontaríatodo,ycomorecompensa,enlugardesusatrasos,pediríaelperdónparaHarmental.Era lomenos que podían conceder a un hombre a quien elmismoregentehabíallamado«salvadordeFrancia».

Lasagujasdelpequeñorelojdeparedseñalabanlasdiez.EralahoraenlaqueBuvat solía encaminarse al PalacioReal para dedicarse a sumalhadadalabordecopista.Lasamablespalabrasqueelregenteledirigierahacíanpensaralbuenhombrequeseledispensaríaunabuenaacogida.

La ocasión no hubiera podido ser peor escogida. Dubois, que en losúltimosdíasapenassihabíapodidodescansar,sufríahorriblementeporcausade la enfermedad que algunos años después había de llevarle a la tumba.Además, estaba de muy mal humor, porque sólo habían podido coger aHarmental. Precisamente acababa de ordenar a Leblanc y a Argenson queactivasenelprocesotodoloquepudieran,cuandoelmayordomo,queteníala

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costumbredeverllegartodoslosdíasalcopista,anuncióalseñorBuvat.

—¿Quiénsoisvos?—lepreguntóDuboiscomosinuncalehubiesevisto.

—Monseñor, ¿no me reconocéis? Vengo a daros mi parabién por eldescubrimientodelaconspiración.

—Yarecibobastantescumplidos,señorBuvat;graciasdetodosmodos.

—Elcasoes,monseñor,queyoveníaapedirosunagracia.

—¡Unagracia!¿Yasantodequé?

—Pero,monseñor—dijoBuvat,balbuceando—,pero,monseñor,acordaosquemehabíaisprometidounarecompensa.

—¡Unarecompensa!Unarecompensa,¡ati,pedazodealcornoque!

—¿Esposible?¡Si fueenestemismogabinetedondemonseñormedijoqueteníalafortunaenlapuntademisdedos!

—¡Puesbien!Hoytedigoquetienestuvidaentuspiernas,¡porquesinodesaparecesdemivistaahoramismo…!

Buvatnoselohizorepetir.Peroapesardelorápidoquecorríaaúnpudooír aDubois que ordenaba almayordomoque lomatase a palos si volvía apresentarseenelPalacioReal.

ElbuenhombredecidiópasarporlaoficinadelaBiblioteca,siquieraparaexcusarseconelconservadoryexplicarlelosmotivosdesuausencia.Todavíale faltaba pasar por lo peor: al abrir la puerta de su oficina encontró a undesconocidosentadoensumesa.BuvathabíaperdidosutrabajoporsalvaraFrancia.

Eranmuchoslosacontecimientosdesgraciadoscomoparapoderlosresistirtodosjuntos.BuvatvolvióasucasatanenfermocasicomoBathilda.

CapítuloXXVII

BONIFACE

Entretanto,DuboisacelerabaelprocesodeHarmental,esperandoquesusrevelaciones le procuraran armas contra aquellos a quienes quería destruir;peroelcaballerosehabíaencerradoenuntotalmutismoenlorelacionadoconsuscompañerosdeconspiración.Encuantoaélleconcernía,confesabatodo:dijoquehabíaobradomovidoporundeseodevengarsedelregente,porcausade la injusticia que con él se había cometido al privarle del mando de su

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regimiento.

UnotrasotrohabíansidoarrestadosLaval,PompadouryValef,quefueronconducidos a la Bastilla; pero antes habían tenido tiempo de ponerse deacuerdoencuantoa loque teníanquedecir: los tres seobstinabanennegartodoloquelescomprometía.EnlotocanteaHarmental,declararonqueeraunhombredehonoralquesehabíahechovíctimadeunainjusticia.

Dubois estaba furioso. Le sobraban pruebas en el asunto de la fallidaconvocatoriadelosEstadosGenerales;peroelcasoyahabíasidoexplotadoafondoenelParlamento,quehabíaconocidolascartasdeFelipeVDespuésdela degradación de los príncipes legitimados la cosa había quedado en puntomuerto.Ahora,cuandosepodíanproduciracusacionesmuchomásgraves,laobstinacióndeHarmentalennoacusaralosverdaderosculpablesdestruíalasesperanzasdelministro.Todasucólerasevolvíaencontradelcaballero.

Mientras el proceso seguía su marcha, la enfermedad de Bathilda habíallevadotambiénsucursoprogresivo.Lapobreniñasehabíavistoadospasosde lamuerte.Peroal final, la juventudy la fortalezade lamuchachahabíantriunfadosobreelmal.Alaexaltacióndeldeliriohabíasucedidounprofundoabatimientoylapostracióncompleta.

Todos,elmédicoelprimero,creíanquelaconvalecientehabíaperdidolamemoriadeloocurrido,yque,sirecordabaalgo,loconfundíaconlossueñosdesudelirio.

Pero todos estaban equivocados, empezando por el médico. Algo queacontecióciertamañanalodemostrabaconcreces.

Creyendo que Bathilda dormía la habían dejado sola. Boniface, segúnhabíatomadoporcostumbredesdequeestabaenferma,asomólacabezaporlaentreabierta puerta para informarse de su estado.Mirza lanzó un gruñido, yBathildasevolvió;alveraBonifacepensóquequizás lograríasacardeéstealgo de lo que los demás callaban; es decir, lo que le había ocurrido aHarmental. Invitó a pasar al muchacho y le ofreció sus pálidos deditos.Boniface dudó antes de aprisionarlos entre sus manazas coloradas. Luego,bajandolacabeza,confesóconunavozquerevelabasuarrepentimiento:

—Sí,señoritaBathilda,teníaismucharazón:soisunaverdaderaseñorita,yyo no soy más que un patán. Nunca hubierais podido quererme a mí;necesitabaisunapuestocaballero.

—Almenos, tal comovosdeseabais,Boniface.Peroospuedoquerer deotromodo.

— ¿Es verdad, señorita Bathilda, es verdad? Si así es, queredme comogustéis,peroqueredmeunpoco.

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—Puedoquereroscomoaunhermano.

—¡Oh!Decidme,señoritaBathilda,¿quéesnecesarioparaello?

—Amigomío…

—¡Amigomío!¡Mellamáisamigo!Amí,quehedichotantoshorroresdevos…

—Amigomío,todoloquehayáisdichoosloperdono.Hoypodéisrepararvuestrafalta,yhacerqueosquedeeternamenteagradecida.Bastaquemelocontéistodo.

—¡Todo!¿Quéqueréissaber?

—Decidme,primero…

—Bathildasedetuvo.

—¿Qué?

—¿Esposiblequenoloadivinéis?

—¡Claro!QueréissaberloquelehaocurridoalcaballerodeHarmental…

—¡Sí…!Porloquemásqueráis,decídmelo…

—¡Pobremuchacho!…—murmuróBoniface.

—Diosmío…hamuerto…

—Bathildaseincorporóenellecho,conlosojosextraviados.

—No,felizmenteno;peroestáprisionero.

—¡Me lo figuraba!—respondióBathildadejándosecaerdenuevoen lacama—.EstáenlaBastilla,¿verdad?…peronohamuerto.¡Bien!Seréfuerte;tendrévalor.Yaves,Boniface:ahoranolloró.

—¡Metuteáis!

—Peroquierosaberlo todo—prosiguióBathildaconexaltacióncreciente—,horaahora,minutoaminuto,paraqueeldíaenquehayademorir,puedayo también morir con él. Si es necesario, en el momento…, en el terriblemomento…túmellevarásallugar…¡LoharásBoniface!Hedeverle…unavez…,unavezmás…,aunqueseaenelcadalso.

—Os lo juro…—murmuróBoniface intentando inútilmentecontenersussollozos.

—Melohasjurado.

—Silencio,alguienviene.

EraBuvatelqueentraba.Bonifaceaprovechósullegadaparaescabullirse.

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—¿Cómovanlosánimos?

—Mejor,padrecito,mejor—respondióBathilda—.Mevanvolviendolasfuerzas,yenalgunosdíaspodrélevantarme.

Buvat besó a la joven y subió a su casa. Bathilda quedó nuevamente asolas.

Entonces pudo respirar con desahogo, se sentíamás tranquila. Boniface,graciasasuoficiodepasantedeunprocuradordelChátelet,podíaenterarsedelamarcha del proceso; cada tarde elmuchacho traía noticias aBathilda.Alcabo de dos semanas la joven comenzó a levantarse y a pasear por lahabitación,congranalegríadeBuvat,deNanetteydetodalafamiliaDenis.

UndíaBoniface,contrasucostumbre,volviódecasadelmaîtreJoulualastres.EntróenlahabitacióndelaenfermatanpálidoytandescompuestoqueBathildacomprendióquelasnuevaseranmalas.Selevantóyfijósusojosenél.

—Todohaterminado…¿verdad?

—¡Yporsuculpa!Enciertomodo,porser tan testarudo.Leofrecíanelperdónsideclarabaelnombredelosconjurados.Peroél,¡errequeerre!:queobróporsucuenta,ydeahínohayquienlosaque.

—Lohancondenado…

—Desdeestamañana,señorita;desdeestamañanaestácondenado…

—¿Amuerte?

Bonifacehizounsignodeasentimientoconlacabeza.

—¿Cuándoeslaejecución…?

—Mañanaalasochodelamañana.

—Bien—fueelúnicocomentariodeBathilda.

—Todavíahayunaesperanza.

—¿Quéesperanza…?

—Siantesdemañanasedecideadenunciarasuscómplices.

Lamuchachasepusoareír,peroconunarisatanextraña,queBonifaceseestremeciódepiesacabeza.

—Boniface,esprecisoqueyosalga.

—¡Vos,señoritaBathilda!¡Vossalir!Saliralacalleparavosesmataros.

—Necesitosalir,hedicho.Búscameuncochedepunto.

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—Dentrodecincominutoslotendréisaquí.Bonifacesaliócorriendo.

Bathilda llevaba puesta una bata blanca de amplio vuelo; la ajustó a lacinturaconunceñidoryseechóunchalsobreloshombros.

CuandoestabaenlapuertaapareciómadameDenis.

—¡PorDios!,miqueridaniña,¿quévaisahacer?

—MadameDenis,tengoquesalir.

—¿Pero,adóndevaisair?

— ¿No sabéis que lo han condenado? Con decirme mañana que habíamuerto, todo quedaba arreglado, ¿verdad? ¡Y vos habríais sido su asesina!Porqueyoquizáspuedasalvarlo.

—¿Vos,niñamía?¿Cómopodríaishacerlo?

—Hedichoquequizáspueda.Dejadmeintentarloporlomenos.

—IdconDios,hijamía—ladejóhacermadameDenis,sugestionadaporeltonodeconviccióndelajoven—;queÉlosacompañe.

Bathilda bajó la escalera con paso lento pero firme, atravesó la calle, ysubió los cuatro pisos de su casa de una tirada. No había estado en lahabitacióndesdeeldíadelacatástrofe.Alruidoqueprovocó,salióNanette,quenopudoreprimirunchillido:creíaverelfantasmadesujovenseñora.

—¿Vos salir enel estadoenqueos encontráis?¿Oshabéisvuelto loca?¡Buvat!¡SeñorBuvat!¡Laseñoritaquieresalir!Venidaimpedirlo.

Bathildasevolvióhaciasututor,dispuestaarecurrir,encasonecesario,alascendientequeejercíasobreelpobreviejo;nofuenecesario.Buvatparecíaalbordedeladesesperación;sindudaconocíalafatalnoticia.Cuandovioasupupila,rompióensollozos.

—Padre,noosdesesperéistodavía:loquehaocurridohastaahorahasidoobra de los hombres; lo que todavía falta pertenece aDiosPadre;Él tendrápiedaddenosotros.

—¿Peroquévasahacertú,hijamía?

—Voyacumplirconmideber.

Abrióunpequeñoarmario, tomóunportafoliosnegro, loabrió,yextrajounacarta.

—¡Esverdad!,hijamía…Habíaolvidadoesacarta.

—Adiós, padre; adiós,Nanette; rogad los dos para queme acompañe lasuerte.

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EnlapuertaBonifaceesperabaconelcoche.

—¿Voyconvos,señoritaBathilda?

—No,amigomío—Bathildaletendiólamano—,estatarde,no;mañanaquizás…

—¡AlArsenal!—ordenóBathilda.

CapítuloXXVIII

LASTRESVISITAS

CuandollegóalArsenal,BathildapreguntóporlaseñoritaDelaunay,quienlacondujoantemadamedelMaine.

—Sois vos, hija mía… —dijo la duquesa con voz ausente y aspectoalterado—. Está bien acordarse de los amigos cuando éstos han caído endesgracia.Enlaépocaquevivimos,noesfrecuente.

—¡Ay!,señora—respondióBathilda—,vengoaveraVuestraAltezaRealparahablarosdeunasuntomuchomásdesgraciadotodavía.SindudaVuestraAltezahaperdidoalgunosdesustítulos,algunasdesusprebendas.Peroaquíacabarátodo;nadieosaríaatentarcontralavidaocontralalibertaddelhijodeLuisXIVodelanietadelgranCondé.

—Contralavidanocreo—objetóladuquesa—;perocontralalibertad,noresponderíade ello.Sobre todo, ahoraque ese estúpidoabateBrigaud sehadejadoprenderenOrléansdisfrazadodebuhonero,yalpresentarleunafalsadeclaraciónquedicenqueyohabíapresentado,sevacíadegolpe,confiesadeplano,ynoscomprometeterriblementeatodos.

—Aquel por el que vengo a implorar, no ha revelado nada y ha sidocondenadoamuerteporhaberguardadosilencio.

—Querida niña —exclamó la duquesa—, venís a hablarme del pobreHarmental;loconozcobien.¡Élsíesunauténticogentilhombre!Nosabíaquevosloconocíais.

—Muchomásque eso—intervino la señoritaDelaunay—,Bathilday elcaballeroseaman.

—¡Pobreniña!¡Diosmío!¿Quépodríahaceryo?

—Yoséloquepodéishacer.HevenidoapediraVuestraAltezaunasolacosa: que me introduzcáis cerca del regente por medio de alguna de susantiguasrelaciones.Lodemásloharíayo.

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—Pero, hija mía, ¿no ha llegado a vuestros oídos lo que se cuenta delduquedeOrléans?Vos,tanjovenytanbonita…

—Señora—repusoBathildaenun tonodesupremadignidad—, loúnicoqueséesquemipadrelesalvólavidaymurióporél.

—¿Quédecís?Así, lacosacambia—murmuróladuquesa—.Veamos…Sí,¡yaestá!Delaunay,llamadaMalezieux.

—Malezieux, aquí tenéis a esta joven; la vais a conducir a casa de laduquesadeBerry,aquienlarecomendaréisdemiparte.Esnecesarioqueveaalregenteenseguida;dentrodeunahoratodolomás.Setratadesalvarlavidade un hombre; pensad que es la vida de Harmental y que yo daría cuantoposeoporsalvarlo.

—Oshecomprendido,señora.

—¿Loveis,mipequeña?—dijoladuquesa,conunatristesonrisa—.Hehecho todo loquepodía.Noperdáis tiempo;dadmeunbesoe idaveramisobrina;eslafavoritadesupadre.Vamos,Delaunay—prosiguióladuquesa,que,enefecto,esperabaserarrestadadeunmomentoaotro—,continuemosconnuestroequipaje.

Entretanto,Bathilda,acompañadaporMalezieux,habíavueltoasubirensucocheytomadoelcaminodelLuxemburgo.AsullegadaalaresidenciadeladuquesadeBerry,fueintroducidaenunpequeñogabinete,dondeselerogóque esperase. Malezieux volvió a los pocos instantes precedido por la hijapredilectadelregente.

Ésta,queteníauncorazónexcelente,sehabíaemocionadoaloírelrelatoquelehabíahechoMalezieux.

—¡Pobreniña!—murmuró—.¿Porquénovinisteishaceochodías?

—¿Yporquéhaceochodías,ynoahora?—preguntóBathilda llenadeansiedad.

—Porque hace ocho días hubiese tenido el placer de conducirospersonalmente a presencia de mi padre; pero hoy me es completamenteimposible.

—¡Imposible!¡Diosmío!¿Yporqué?—exclamóBathilda.

—¡Claro!Vosnopodéis saberquehe caídoen totaldesgraciahacedosdías.Pormuyprincesaquesea,tambiénsoymujery,comovos,hetenidoladesgraciadeenamorarme.Yasabéisquea lasmujeresdesangrerealnonospertenecenuestrocorazón;hadesercomounaespeciedepiedrapropiedaddelacorona,yesuncrimendisponerdeélsinautorizacióndelreyydesuprimerministro.Estamañanamehepresentadoenpalacioynomehandejadoentrar.

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—¡Quédesgracia!…Voseraismiúltimaesperanza.Noconozcoanadiequemepuedallevaraveralregente,¡ymañana,señora,mañana,alasochodelamañana, van a ajusticiar al hombreque amocomovos amáis al señor deRiom!

—Hay que hacer algo… ¡Riom!, venid en nuestra ayuda —pidió laduquesaasumarido,queacababadeentrarenaquelmomento—.Unsobrinode Lauzun debe saber encontrar remedio a todas las dificultades. ¡Vamos,Riom!,buscadunasolución.

—Tengo una —dijo Riom, sonriendo—. Pero comprometo a vuestrahermana.

—¿Acuál?

—AlaseñoritadeValois.

—¿AAglaé?¿Ycómoeseso?

— ¿No sabéis que anda por ahí una especie de duende que tiene elprivilegiodepoder llegarhastavuestrahermana, igualdedíaquedenoche,sinquesesepanicómonipordóndelohace?

— ¡Richelieu! Es verdad —exclamó la duquesa de Berry—. Richelieupuede sacarnos del apuro. Riom, haced llamar a madame de Mouchy, yrogadlequeacompañealaseñoritaacasadelduque.MadamedeMouchyesmiprimeradamadehonor—explicóladuquesa,mientrasRiomibaacumplirloqueselehabíaencomendado—,yseaseguraqueRichelieuledebealgúnagradecimiento.

—¡Gracias!,señora—exclamóBathildabesandolasmanosdeladuquesa—, gracias mil veces. Veo que todavía puedo tener esperanzas. Pero,¿encontraréalseñorduquedeRichelieuencasa?

—Sería una casualidad. ¿Qué hora es? ¿Las ocho apenas? Seguramentehabrá cenado en alguna parte y volverá para asearse. Diré a madame deMouchyqueosacompañemientrasél llega.¿Verdadqueesencantadora?—indicóladuquesaasudamadehonor,queenaquelmomentopenetrabaenelgabinete—. Supongo que no os importará acompañar a esta niña en tantollegueelduque.

—Haré todo lo que me ordene Vuestra Alteza—respondió madame deMouchy.

Un cuarto de hora después, Bathilda y madame deMouchy llegaban alhoteldeRichelieu.Contraloquepudieraesperarse,elduqueestabaencasa.Madame de Mouchy se hizo anunciar. Fue introducida inmediatamente;Bathilda la siguió. Las dos mujeres encontraron a Richelieu ocupado conRaffé, su secretario, en quemar un montón de cartas inútiles, y en poner

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algunasdeellasabuenrecaudo.

—¡Diosbendito!,señora—exclamóelduquealverapareceralavisitante—. ¿A qué debo el placer de teneros enmi casa a las ocho ymedia de lanoche?

—Aldeseodeveroshacerunabuenaacción,duque.

—¡Ah!Enesecaso,esnecesarioqueosdeismuchaprisa.

—¿EsquepensáisabandonarParís?¿Estamismanoche?

—Noestanoche,peromañanasaldrédeviaje:voyalaBastilla.—¿Québromaesesta?

—Os ruego queme creáis, señora.No bromeo nunca cuando se trata decambiar mi querido hotel, que es un sitio muy bueno para vivir, por elalojamiento del rey, el cual me consta, porque lo conozco, que es bastanteincómodo;éstaserálaterceravezquevoyaél.

ElduquepresentóunacartaamadamedeMouchy,quientomándola,pudoleer:

«Inocente o culpable, debéis huir inmediatamente. Mañana seréisarrestado;elregenteacabadedecir,delantedemí,queporfintienecogidoalduquedeRichelieu».

—¿Creéisqueelautordelacartaseapersonabieninformada?

—Sí;conozcosuescritura.

—¡Bien!Ahoraosvoyaexplicarmiasuntoendospalabras:¿iréisadarlelasgraciasalapersonaqueoshamandadoelaviso?

—Puedeser—dijoelduque,dejandoescaparunasonrisa.

—Puesesprecisoquelepresentéisalaseñorita.

— ¿Señorita?—exclamó extrañado el duque volviéndose haciaBathilda—.¿Yquiénesestaseñorita?

—UnapobremuchachaqueamaalcaballerodeHarmental,alquevanaejecutarmañana,yquequierepedirgraciaalregente.

— ¿Amáis al caballero deHarmental, señorita?—preguntó el duque deRichelieu.

—¡Oh!,señorduque…—balbuceólajovenponiéndosecolorada.

—Noosturbéis,señorita;esunjovenmuynoble,yyodaríadiezañosdemividaporpodersalvarlo.¿Creéispoderlograrqueelregentesemuestreenvuestrofavor?

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—Creoquesí,señorduque.

— ¡Está bien!, creo que ayudar en esta obrameritoriame traerá suerte.Madame —prosiguió el duque, dirigiéndose a la señora de Mouchy—, laseñoritaveráalregentedentrodeunahora.

—¡Oh!,¡señorduque!—exclamóBathilda.

—Señorita,loquevoyahacerporvosnoloharíasilavidadeunhombreenamorado no estuviese en juego. El secreto que voy a descubriroscompromete la reputaciónyelhonordeunaprincesadesangrereal;pero laocasiónesgraveymerecequesesacrifiquenalgunasconveniencias.Juradmequenodiréisanadie,exceptoalapersonaconquiennopodáistenersecretos,porque sé que con algunas personas no se pueden tener secretos, juradmerepito,quenuncadiréisanadie,exceptoaél,enquéformahabéisentradoencasadelregente.

Sepresentóunlacayo.

—Señor duque—indicó Bathilda—, si no queréis perder tiempo, tengounacarrozadealquilerenlapuerta.

Elduque,habiendoofrecidoelbrazoaBathilda,bajóconellalaescalinata,lahizosubiralcoche,ordenóalcocheroquesedetuvieraenlaesquinadelacalleSaint-HonoréconladeRichelieu,ytomóasientoalladodelajoven.Elduque de Richelieu iba tan despreocupado y divertido como si de aquellaaventuranodependieseelqueuncaballerosepudieralibrardeunasuertequemuybiendentrodequincedíasfueralasuyapropia.

CapítuloXXIX

ELARMARIODELASCONFITURAS

Lacarrozasedetuvo,yelcocheroabrió laportezuela.Elduqueseapeó,ayudóadescenderaBathilday,sacandounallavedelbolsillo,abriólapuertade la casa número 218 que hacía esquina con las dos calles que se hanmencionado.

—Ospidoperdón,señorita—sedisculpóelduque,ofreciendoelbrazoalamuchacha—, por conduciros por una escalera tan mal alumbrada; sonprecaucionesquehedetomarparanoserreconocido.

Despuésdehabersubidounaveintenadepeldaños,elduquesedetuvo,ycon una segunda llave abrió la puerta que daba al descansillo. Richelieu,moviéndosecongran sigilo, penetró en la antecámara, encendióunabujíay

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volvióa laescaleraparaencenderel fanalquehabíaenella; acontinuacióncerrólapuerta,dandodosvueltasalcerrojo.

—Ahora, seguidme —indicó el duque a la muchacha, mientras lealumbrabaelcaminoconlaluzquellevabaenlamano—.Señorita—dijodepronto—,¿puedoconfiarenvuestrapalabra?

—Yaoslahedado,señorduque,yahoraoslaratifico.¡Seríamuyingratasifaltaseaella!

El duque de Richelieu movió un panel de madera, poniendo así aldescubiertounaaberturapracticadaenelmuro,trasdelacualseveíaelhuecodeunarmario.Elduquediotresgolpecitossuavesenlamadera.Alinstanteseescuchóelruidodeunallavequerechinabaenunacerraduray,enseguida,unaluz se filtró entre las rendijas de aquella especie de cajón. Una suave vozmusitó:

—¿Soisvos?

Ante la respuesta afirmativa del duque, tres planchas del fondo sesepararon,dejandounaaberturasuficienteparapasaralahabitación.ElduqueyBathildaseencontraronfrentealaseñoritadeValois,quenopudoreprimirungritoalverquesuamanteibaacompañadoporotramujer.

—Notemáis,queridaAglaé—latranquilizóelduque,tomandolamanodela señorita de Valois—. Estoy seguro de que dentro de unos instantes meperdonaréiselquehayatraicionadonuestrosecreto.

—Pero,duque,¿podéisexplicarme?…

—Inmediatamente,mibellaprincesa:algunavezmehabéisoídohablardelcaballerodeHarmental,¿noesasí?¡Puesbien!Lohancondenadoamuerte;mañana debe ser ejecutado, y esta joven le ama. Su perdón depende delregente; pero ella no sabe cómo llegar hasta vuestro padre… Esta bellaenamorada llegóapedirmeauxilioenelmomentoprecisoenqueyo recibíavuestroaviso.¿Mecomprendéisahora?

—¡Oh!,sí—exclamócondulzuralaseñoritadeValois—.Teníaisrazón,señor duque; os agradezco vuestra, digamos, «traición». Sed bienvenida,señorita.Decidmeloquepuedohacerporvos.

—Deseo ver a monseñor —dijo Bathilda—, y Vuestra Alteza puedeconducirmeanteelúnicoquepuedesalvarlavidaamiamado.

—¿Esperaréismiregreso,duque?—preguntóinquietalaprincesa.

—¿Acasolodudáis?

—Entonces,volveddenuevoalarmariodelasconfituras;tengomiedodeque alguien pueda sorprenderos aquí. Llevaré a la señorita con mi padre y

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volveréenseguida.

OfreciólamanoaBathildadiciéndole:

—Señorita,todaslasmujeresqueamamossomoshermanas.VosyArmandhabéishechobienencontarconmigo.Seguidme.

LasdosmujeresatravesaronlaseriedesalonescuyosventanalesdanalaplazadelPalacioReal,yluego,torciendoalaizquierda,seencaminaronalahabitacióndelregente.

—¡Ay!¡Diosmío!…Mefaltaelvalor.

—Vamos,señorita…Notemáis;mipadreesbueno.Entradyarrojaosasuspies.Diosysucorazónharánelresto.

Tras estas palabras, viendo que Bathilda aún dudaba, abrió la puerta,empujóaBathildasuavementeyvolvióacerrar.Después,regresóenbuscadesuadoradoArmand.

Lamuchacha, cogidapor sorpresa, ahogóunaexclamación,yel regente,quedaba incesantespaseosa lo largodelgabinete, sevolvióhacia la joven;Bathilda cayó de rodillas, sacó la carta de su pecho, y la tendió hacia SuAlteza.

Elregente,queeramuycortodevista,nosediocuentaexactadeloqueocurría;sólovioquedelasombrasalíaunaespeciedefantasmablanco,quepocoapocotomabalaformadeunamujer;deunabellaysuplicantejoven.

—¡PorDios!,señorita—exclamóelregente,muysensiblealasmuestrasdel ajeno dolor—. Decidme, en nombre del Señor, qué puedo hacer paraayudaros.Venid,tomadasiento,¡osloruego!

—No, monseñor…—murmuró Bathilda—. A vuestros pies debo estar,porquevengoapedirosunagracia.

—¿Unagracia?

—Dejadmedeciros,primero,quiénsoy.QuizásluegomeatrevaahablaraVuestraAlteza.

Ymostrólacartaenlaqueteníapuestassusesperanzas.

Elregentecogióelpapel,ysinquitarlavistadelajovenseacercóaunavela que ardía sobre la chimenea. Reconoció su propia escritura; volvió amiraralajoven,yluegoleyó:

«Señora, vuestro esposo hamuerto por Francia y pormí.No hay poderhumanoquenos lo puedadevolver. Si algunavez necesitáis cualquier cosa,recordadqueFranciayyosomosvuestrosdeudores.

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Contodoelafectode:

FelipedeOrléans».

—Reconozco que yo soy el que escribió esta carta, señorita—habló elregente—;pero,paravergüenzademimemoria,nomeacuerdoaquién fuedirigida.

—Ved la dirección, monseñor—indicó Bathilda, tranquilizada a mediasporelaspectobonachóndelregente.

—¡ClairedeRocher!…—exclamóelregente—.Sí,enefecto;meacuerdoahora.EscribíestacartadesdeEspaña,despuésde lamuertedeAlberten labatalladeAlmansa.¿Cómoesqueahoraestáenvuestrasmanos?

—Monseñor,yosoylahijadeAlbertydeClaire.

—¡Vos,señorita!¡Vos!¿Yquéhasidodevuestramadre?

—Murió.

—¿Hacemuchotiempo?

—Catorceaños.

—Perofeliz,supongo,ysinquelefaltasenada.

—Desesperada,monseñor,yfaltándoletodo.

—Pero,¿porquénoacudióamí?

—VuestraAltezatodavíaestabaenEspaña.

— ¡Santo Dios! ¡Qué pena!… Seguid contándome, señorita; no podéisimaginarcuántomeinteresa.¡PobreClaire!¡PobreAlbert!Seadorabanelunoal otro.Ella nopodría sobrevivirle…Esnatural. ¿Sabíais quevuestropadremesalvólavidaenNerwinde?,¿losabíais?

—Sí,señor;yesoesloquemehadadoelvalorparapresentarmeantevos.

—Perovos,pobreniña;vos,pobrehuérfana,¿conquiénvivísahora?

—Fuiacogidaporunamigodelafamilia,porunpobreescribientequesellamaJeanBuvat.

— ¿Jean Buvat? Pero… ¡no digáis más! Conozco a ese hombre. ¡JeanBuvat!Elpobrediabloquedescubriólaconspiraciónyqueluegomehizounareclamación en persona… Un puesto en la Biblioteca, ¿no es eso?, unosatrasosqueledeben…

—Asíes,monseñor.

—Señorita, parece que todos los que están relacionados con vos estándestinados a sermis salvadores.Me habéis dicho que queríais pedirme una

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gracia;osescucho.

—¡Diosmío!—orabaensilencioBathilda—.¡Damefuerzas!

—¿Estandifícilloquevaisapedirme,quenoosatrevéis?

—Señor,eslavidadeunhombrequehamerecidolamuerte.

—¡ElcaballerodeHarmental,acaso!

—¡Ay!,monseñor…VuestraAltezalohadicho.

Lafrentedelregentemostrabaseñalesdeevidentepreocupación.Bathildaespiaba las reacciones del príncipe, intentaba reprimir los latidosdesenfrenadosdesucorazónyhacíaesfuerzosinauditosparanodesmayarse.

—¿Esparientevuestro,unamigodelainfancia?

—¡Esmivida!¡Esmialma!,monseñor,¡yoloamo!

—Pero tened en cuenta que si le perdono, habré de perdonar también atodoslosdemás,¡yentreelloshayalgunosmuchomásculpablestodavía!

—Nopidoqueleperdonéis,monseñor…Sólolavida…

—Perosiconmutosupenaporladeprisiónperpetua,novolveréisaverle.

—Entraréenunconvento,dondetodalavidarezaréporvosyporél.

—Esonopuedeser—observóelregente.

—¿Porqué,monseñor?

—Porquehoymehanpedidovuestramano,yyolaheconcedido.

—¿Mimano,monseñor?¿Habéisconcedidomimano?¡Yaquién!SantoDios…

—Leedestacarta.

ElregenteentregóaBathildaunpapelquetomódesuescritorio.

—¡Raoul!—exclamóBathilda—. ¡Es la letradeRaoul! ¡Oh,Diosmío!¿Quéesesto?

—Leed—repitióelregente.

YBathilda,convozalterada,leyóestaslíneas:

«Monseñor:

»Hemerecidolamuerte,losé,ynovoyapediroslavida.Estoydispuestoamorir el día fijado; pero deVuestraAlteza depende que lamuerte no seaparamítanamarga.Derodillasossuplicounaúltimagracia.

»Amoaunajoven,conlaquemehubiesecasadodehabervivido.Permitid

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que la haga mi esposa cuando voy a morir. Al abandonar yo este mundoquedarátotalmentedesamparada.Seráparamíelmejorconsuelosaberqueladejoprotegidaporminombreypormifortuna.Delaiglesia,monseñor,iréalpatíbulo.

»Noneguéisestagraciaaunmoribundo.

RaouldeHarmental».

—Heaccedidoasupetición—prosiguióelregente—,esjusta.Esagracia,comoéldice,endulzarásusúltimosmomentos…

—Señor,¿estodoloqueleconcedéis?

—Voslohabéisvisto:élmismosehacejusticia,ynopidemás.

—¡Es inhumano,monseñor! ¡Es terrible!Volverlo averyperderloparasiempre…Monseñor,¡monseñor!…Suvida,oslosuplico…Siestoylejosdeél,sabréporlomenosquevive…

—Señorita—pronuncióelregente,enuntonoquenopermitíalaréplica,mientras garrapateaba algunas palabras en un papel—, aquí tenéis una cartaparaelseñordeLaunay,gobernadordelaBastilla.

—Suvida,monseñor,¡suvida!¡Derodillasvuelvoasuplicaros!

Elregentetiródeuncordón.Unayudanteaparecióenlapuerta.

—LlamadalmarquésdeLafare.

—Sois cruel, monseñor —protestó la pobre Bathilda levantándose—.Permitid,almenos,quemueraconél.

—SeñordeLafare,acompañadalaseñoritaalaBastilla.TomadestacartaparaelseñordeLaunay.Habladconélydecidlequelasórdenesqueaquídoydebensercumplidasalpiedelaletra.

A continuación, sin prestar oídos al último grito de desesperación deBathilda,elduquedeOrléansdesaparecióporunadelaspuertasdelgabinete.

CapítuloXXX

MATRIMONIOINARTICULOMORTIS

Lafareacompañóalajoven,queapenaspodíaandar,ylahizosubirenunodeloscochesquesiempreestabandispuestosenelpatiodelPalacioReal.ElcarruajeemprendiólamarchaalgalopeporlacalledeCléry,ysiguiendoporlosbulevares,tomóelcaminodelaBastilla.

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Durante el camino Bathilda no despegó los labios; al llegar frente a lafortalezasintióqueseestremecíatoda.Uncentinelalesdioel«quiénvive»,acontinuación fue bajado el puente levadizo, y una vez dentro del patio, elcoche se detuvo ante las escaleras que conducían a las habitaciones delgobernador.

Un criado sin librea abrió la portezuela. Lafare ayudó a descender aBathilda, a medias desfallecida, y la introdujo en un salón donde la jovenpermaneció,mientrasélibaahablarconelgobernador.

Al cabode diezminutosLafare volvió a entrar, acompañadodeLaunay.Bathilda levantó maquinalmente la cabeza y miró a ambos con ojosextraviados.Elmarquésleofrecióelbrazo.

—Señorita,laiglesiaestápreparadayelsacerdoteespera.

Bathilda, sin pronunciar palabra, se levantó, pálida y fría como si yahubiesemuerto;parapoderdarlospocospasosnecesariostuvoqueapoyarsefuertemente en el brazo de su acompañante; dos hombres que llevabanantorchaslesmostrabanelcamino.

EnelmomentoenqueBathildaentrabaenlacapillaporunadelaspuertaslaterales,vioaparecerporlaotraalcaballerodeHarmental,acompañadoporValef y Pompadour; eran los testigos de su esposo. Todos los accesos deltemplosehallabancustodiadosporhombresdelasguardiasfrancesas,conlasarmasenlamanoytotalmenteinmóviles.

Los dos enamorados corrieron uno hacia el otro: Bathilda, pálida yagonizante; Raoul sereno y tranquilo. Ante el altar, Harmental tomó a suprometida de la mano y la condujo hasta los dos reclinatorios que lesesperaban;losdosjóvenessearrodillaron.

El altar estaba iluminado por cuatro cirios, cuya luz lúgubre hacía mástenebrosoaúnelambientedeaquellacapillacargadaderecuerdostétricos,ydabaalaceremoniaelaspectodeunoficiodedifuntos.Elsacerdotecomenzólamisa.Eraunancianodecabellosblancos,cuyorostromelancólicoindicabaquesutrabajocotidianodejabaprofundashuellasensualma:eraelcapellándelaBastilladesdehacíaveinticincoaños.

Enelmomentodebendeciralosesposos,lesdirigióunahomilía,segúnescostumbre;pero,suspalabras,contraloacostumbrado,sólohablabandelapazdelcielo,delamisericordiadivinaydelaresurreccióneterna.Bathildasentíaque los sollozos contenidos iban a ahogarla. Raoul, dándose cuenta delmartirioquesufríalamuchacha,latomódelamanoylamirócontantristeyprofunda resignación que la pobre niña, haciendo un poderoso esfuerzo,consiguióquelaslágrimas,envezdebrotardesusojos,sederramaranensucorazón.Enel instantede labendición, lamuchachareclinósucabezaenel

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hombrodesuesposo.Elsacerdote,creyendoquelajovenibaadesmayarse,sedetuvo.

—Terminad,padre,terminad—murmuróBathilda.

El sacerdote pronunció las palabras sacramentales, a las que los doscontestaronconun«Sí,quiero»enelquepusieronelalmaentera.

Laceremoniahabíaacabado.HarmentalpreguntóalseñordeLaunaysisumujerpodríaacompañarleenlashorasquelequedabandevida.Elgobernadorcontestóquenadaseoponíaaello.EntoncesRaouldiounafectuosoabrazoaValef y a Pompadour, estrechó la mano a Lafare, y agradeció al señor deLaunay las atenciones que con él había tenido durante el tiempo quepermaneciera en la Bastilla. Después, sosteniendo a Bathilda, que parecía apuntodedesplomarse,lallevóhacialapuertapordondeélhabíapenetradoenlacapilla.LosdoshombresdelasantorchasprecedíanaRaoulyaBathilda.En la puerta de la celda aguardaba un carcelero; descorrió los cerrojos, seapartóaun ladoparadejarpasoalprisioneroya la joven,yvolvióadar lavueltaalallave.Losdosespososquedaronasolas.

Bathilda,queantelagentehabíacontenidoelllanto,pudoalfindarriendasuelta a su dolor: un grito desgarrador escapó de su pecho; sollozando condesesperación, retorciéndose los brazos, cayó desplomada en una butaca.Raoul se arrojóa suspies; intentabaconsolarla,peroélmismose sentía tanafectadoporeldolordesuesposa,quealfinsuslágrimassemezclaronconlasde la muchacha. La pena había llegado a fundir aquel corazón de hierro:Bathildasintióalmismotiempoelllantoylosbesosdesuadorado.

Llevabanapenasmediahorajuntos,cuandooyeronpasosqueseacercabana la puerta y el ruido de la llave en el cerrojo. Bathilda se estremeció y seabrazó frenéticamente a su esposo. Raoul adivinó el pensamiento atroz queatormentaba a su mujer y la tranquilizó. No podía ser todavía lo que ellapensaba;laejecuciónestabafijadaparalasochodelamañana,ynoeranmásquelasonce.Efectivamente,fueelseñordeLaunayelqueapareció.

—Señor—dijoelgobernador—,tenedlabondaddeseguirme.

—¿Solo?—preguntóHarmental,abrazandoaBathilda.

—No,convuestraesposa—respondióelgobernador.

— ¿Has oído? ¡Juntos!, ¡juntos! —exclamó la muchacha—. ¡Vamos adondequieran!Sihadeserparalosdos,yanoimporta.Señor,¡mostradnoselcamino!

Raoul abrazó una vez más a su esposa, le dio un beso en la frente, yhaciendoacopiode todasualtivez, siguióal señordeLaunay,sinqueensucarasereflejaselaterribleconmociónqueindudablementesentía.

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Los tres atravesaron una serie de corredores alumbrados por la luzmortecinadealgunoscandiles.Luegobajaronlospeldañosdeunaescaleradecaracol y se encontraron ante la puerta de salida de uno de los torreones.Aquellasalidadabaalpatioderecreodelospresosnoincomunicados.Enelpatioaguardabauncocheenganchadoadoscaballos;enlaoscuridadseveíanbrillarlascorazasdeunadocenademosqueteros.

Una luz de esperanza se encendió en el corazón de los enamorados.Bathildahabíapedidoal regentequeconmutase lapenademuertepor ladecadena perpetua; quizás el príncipe se había compadecido. El coche y laescolta los llevaría a alguna prisión del Estado. El señor deLaunay hizo alcochero una seña para que se acercase y ofreció la mano a Bathilda paraayudarla a subir.La jovendudóun instante, volviéndose con inquietudparaversiRaoullaseguía.Alinstantesumaridoestabaasulado.

Elcochearrancóyambosesposos,rodeadosporlaescoltademosqueteros,atravesaron un postigo, luego el puente levadizo. La comitiva se encontrófueradelafortaleza.

RaoulyBathildasearrojaronunoenlosbrazosdelotro.Nohabíaduda,elregente había perdonado la vida a Harmental y además consentía que suesposa compartiera el cautiverio. En su alegría, una idea triste cruzó por lamentedeBathilda; con la espontáneaefusióndeque solamente soncapaceslosseresqueaman,unnombreafloróasuslabios:Buvat.

Enaquelmomentoelcochesedetuvo.Elpostillónasomósucabezaporlaportezuela.

—¿Quéquieres?—lepreguntóHarmental.

—¡Diablos!,miamo…quisieraquemedigáisadóndevamos.

—¡Cómo!,adóndevamos…¿Esquenotehandadoórdenes?

—LaordeneratraerosalbosquedeVincennes,entreelcastilloyNogent-sur-Marne,¡yaquíestamos!

—¿Ynuestraescolta?—preguntóelcaballero—.¿Quéhasidodeella?

—¿Vuestraescolta?Noshadejadoenlabarreradelcastillo.

— ¡Dios mío! —exclamó Harmental, en tanto Bathilda, a quien laesperanza había cortado la respiración, unía las manos en una silenciosasúplica—.¡Diosmío!…¿Seráposible?

Elcaballeroseapeódeunsaltoymiróconavidezasualrededor;despuésayudóadescenderaBathildayambosdieronungritoenelquesemezclabaelagradecimientoylaalegría.

¡Erantanlibrescomoelairequerespiraban!

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Enunrasgodehumorelregentehabíaordenadoqueelexprisionerofuesellevado precisamente al lugar donde el caballero, creyendo raptar al duque,sóloconsiguiósecuestraralbergantedeBourguignon.

FuelaúnicavenganzaquesetomóFelipeelBondadoso.

Cuatro años después de estos acontecimientos, Buvat, que había sidorepuesto en su trabajo de la Biblioteca y cobrado los atrasos, tenía lasatisfaccióndeponersumejorplumaenlamanodeunpreciosoniñodetresaños.EraelhijodeRaoulyBathilda.

Los dos primeros nombres que el niño aprendió a escribir fueron los deClaireGrayyAlbertdeRocher.

Prontosupotambiénescribirotronombre:eldeFelipedeOrléans,regentedeFrancia.

Post-Scriptum

Quizásellectortengainterésensaberloquefuedelospersonajesquehanrepresentado un papel secundario en la historia que acabamos de relatar,después de la catástrofe que significó la pérdida de los conjurados y lasalvacióndelregente.Vamosacontarloenpocaspalabras.

Elduquey laduquesadelMaine,a losquesequeríaquitar lasganasdeseguir conspirando, fueron arrestados en los lugares donde habían buscadorefugio.El duque enSceaux, y la duquesa en la casita de la calle deSaint-Honoré. Fueron conducidos, él al castillo de Doullens, y la duquesa al deDijon, desde donde fue trasladada a la fortaleza deChâlons.Ambos fueronpuestos en libertad algunosmeses después, el uno porque negó en redondohaberparticipadoenelcomplot,ylaotraengraciaporlaconfesióncompletaquehizodetodassusculpas.

La señorita Delaunay fue conducida a la Bastilla. Su cautiverio se vioendulzado por los amores que en la fortaleza sostuvo con el caballero deMesnil.Una vez puesta en libertad, su querido compañero de prisión le fueinfiel.Lapobreabandonadapudodecir,igualqueNinonoSophieArnould—no recuerdo cuál de ellas—. ¡Oh! ¡Felices tiempos aquellos en que éramosdesgraciados!».

Richelieufuearrestadoelmismodíaenque llevaraaBathildaalPalacioReal, tal como le había prevenido la señorita de Valois. Pero su cautiveriosignificóparaélunnuevotriunfo.Corrióelrumordequeelapuestoprisionerohabíasidoautorizadoapasearpor la terrazade laBastilla; lacalledeSaint-

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Antoine se vio atestada de elegantes carrozas y se convirtió en el paseo demoda.Elregentedecíaqueteníaensusmanospruebasparahacerlecortarlacabeza aRichelieu cuatro veces; pero no se atrevió a perder su popularidadentreelbellosexo,cosaquefatalmentehubieraocurridodehaberprolongadodemasiadotiempoelencierrodesuprisionero.Tresmesesdespués,Richelieuerapuestoenlibertad,másfascinanteyalamodaquenunca.Lapenafuequeal salir de laBastilla encontrase el armariode las confituras cerradoa calycantoyalapobreseñoritadeValoisconvertidaenduquesadeMódena.

En su momento dijimos que el abate Brigaud había sido arrestado enOrléans. Tuvo que pasar algún tiempo en la cárcel de aquella ciudad, paradesesperación de madame Denis, de las señoritas Émilie y Athenais, y deBoniface. Pero cierta mañana feliz, en el momento en que la familia sedisponíaadesayunar,volvióacomparecerelbuenabate,tancalmosoyserenocomodecostumbre.Susamigos lehicieronmuchascarantoñasy lepidieronquecontasesusaventurasaldetalle;peroBrigaud,fielasuhabitualprudencia,indicóasusoyentesquesiqueríansaber,consultaranlosautosdelproceso;yque, por favor, nunca más volvieran a mencionar un asunto que tantossinsaboreslehabíacausado.ElabateBrigauddictabasuvoluntadenaquellacasa, de forma totalmente autocrática; de modo que su deseo fuereligiosamente respetado. En el número S de la calle de Temps-Perducorrieronundefinitivovelosobreaquellosdesagradablesrecuerdos.

Pompadour, Valef, Laval y Malezieux fueron también libertados en sumomento,ycomosinadahubierapasado.Loscuatrovolvieronahacerle lacorteamadamedelMaine.EncuantoalcardenaldePolignac,nisiquiera loarrestaron:loconfinaronsimplementeensuabadíadeAnchin.

Legrand-Chancel,elmalignoautordelasFilípicas,fueundía llamadoalPalacioReal,dondelerecibióelregente.

—Señor mío: ¿es que pensáis realmente de mí todo lo que decís? —preguntóelpríncipe.

—Sí,monseñor.

—¡Estaesvuestrasalvación!Porquesihubieseisescritotamañasinfamiascon la intención de calumniarme, ¡os aseguro que ahora mismo hubieraordenadoqueosahorcasen!

ElregenteseconformóconenviarlealaisladeSantaMargarita,dondeelvenenosopoetanopermaneciómásquetresocuatromeses.Losenemigosdelregentehicieroncorrerelrumordequeelpríncipehabíahechoenvenenarasuprisionero; para desmentir aquella nueva calumnia el duque no tuvo másremedioque abrir al pretendido cadáver las puertas de su prisión, de la queLegrand-Chancelsaliómásahítodeodioydehielquenunca.

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Aquella prueba de definitiva clemencia fue considerada por Dubois tanfueradelugar,quelehizoalregenteunaterribleescena.Alasrecriminacionesdelarzobispo,elpríncipeselimitóacontestar tarareandoelestribillodeunacanciónqueSaint-Simonhabíaescrito:

¿Quéqueréis?

Soybondadoso,

Soybondadoso…

Aquella salida motivó en Dubois tal ataque de rabia, que para hacernuevamente las paces, el regente no tuvo más remedio que nombrarlecardenal.LaelevacióndelexabatealcardenalatollenódeorgulloalaFillon:hizo saber que en adelante los clientes de sumancebía habrían de presentarpruebasdeunanoblezaanteriora1399.

Perolacatastróficaconspiraciónmotivóquetanacreditadacasaperdieraauna de susmás ilustres pupilas. Tres días después de lamuerte del capitánRoquefinnette,laNormandaingresabaenlasArrepentidas.

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