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ECONOMÍA EL BROKER CON EL PIJAMA A RAYAS Rocío Albert y Rogelio Biazzi, profesores de Economía de la Universidad Complutense de Madrid 2/10/2009 Nº 119 AFP PHOTO/Timothy A. CLARY Bernard Madoff sale de la Corte Federal de los Estados Unidos tras declararse culpable de 11 cargos de fraude (Nueva York, 10 de marzo de 2009) “Uno de los ejemplos puestos por Smith como una pena de muerte justa por cometer un fraude tenía que ver con ocultar activos durante un proceso de bancarrota. La pena de muerte en casos así es de justicia porque ese delito es, a menudo, muy lucrativo y también muy difícil de detectar”. Adam Smith and the Philosophy of Law and Economics. J. Ralph Lindgren

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ECONOMÍA

EL BROKER CON EL PIJAMA A RAYAS

Rocío Albert y Rogelio Biazzi, profesores de Economía de la Universidad Complutense de Madrid

2/10/2009Nº 119

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Bernard Madoff sale de la Corte Federal de los Estados Unidos tras declararse culpable de 11 cargos de fraude(Nueva York, 10 de marzo de 2009)

“Uno de los ejemplos puestos por Smith como una pena de muerte justa por cometer un fraude tenía que vercon ocultar activos durante un proceso de bancarrota. La pena de muerte en casos así es de justicia porque

ese delito es, a menudo, muy lucrativo y también muy difícil de detectar”.

Adam Smith and the Philosophy of Law and Economics. J. Ralph Lindgren

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Bernard Madoff: un lobo con piel de zorro

Estafadores hubo y habrá siempre,pero en el museo de los fraudes y lastrampas, Bernard Madoff ocupará unlugar destacado por haber defraudadoa miles de inversores individuales yfondos de inversión, que a día de hoyaún no aciertan a calcular sus pérdi-das, que algunos cifran en más de50.000 millones de dólares. El ta-maño del botín y la tipología de las víc-timas hacen pensar que el modusoperandi del defraudador fue extrema-damente sofisticado, pero la simplezaen el modo en que Bernard Madoff co-metió sus graves delitos es uno delos rasgos más llamativos de estecaso.

Muchos quieren hacer ver a Madoffcomo el arquetipo del selfmademanamericano que partiendo de una con-dición social nada cómoda –y graciasa su esfuerzo y constancia– llegó a po-sicionarse en la elite financiera ameri-cana. Lo cierto es que su imagen, suposición social y su acceso a ciertoscírculos no le hicieron cometer elfraude, sino que sólo posibilitaron laescala multimillonaria del mismo. Mu-chos ven la perversidad en el sistema–que da oportunidades de progreso–antes que en la persona que cometeel delito, pero ¿es malo un sistemaeconómico que permite a un joven queahorra 5.000 dólares trabajando de

socorrista en las playas de Queens lle-gar a lo más alto de la sociedad neo-yorkina? ¿Ello lo impulsa a estafar?No parece haber muchas dudas deque en otro medio –en Cuba, en la an-tigua URSS o en Argentina– Madoff hu-biera desarrollado igualmente su com-portamiento criminal, en la medida desus posibilidades.

El hoy convicto con una pena de150 años de prisión fundó BernardMadoff Investment Securities en 1960presentándose como un broker que in-termediaba en la compra venta de ac-ciones. Ésta era la cara legal de lacompañía en la que trabajaban sushijos. Un piso más abajo del edificiode la 3ª Avenida de Manhattan dondeestaba la empresa, Madoff montó suverdadero negocio.

El timo de la estampita

La estafa de Madoff fue de una sim-plicidad asombrosa y el fruto final desu robo, multimillonario. Parece men-tira, pero al final, cuando salió a la luzel fraude, la sencillez de la maniobraurdida por Madoff fue una de las cau-sas de su perdición. Al no tener nin-guna explicación inocente que dar, niuna maraña de intrincadas operacio-nes financieras tras la cual escon-derse, se vio forzado a firmar su con-fesión y a admitir su culpa. Alreconocer su responsabilidad, el acu-sado evitó un juicio ante un gran ju-

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“La estafa de Madoff fue de una simplicidad asombrosa y el fruto final de su robo, multimillonario. La sencillez de la maniobra urdida por Madoff fue una de las causas de su perdición”

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rado, por lo que el público que haasistido al Tribunal Federal de Man-hattan sólo pudo escuchar las decla-raciones de un número reducido devíctimas y sobre todo la lectura de suenorme condena. Además, BernardMadoff evitó con ello la imputación decargos a su familia cargando él sólocon todo el “muerto”.

La fórmula que este embaucadorprofesional utilizó para engañar a losinversores es el llamado “esquemade Ponzi”, una operación fraudulentaque consiste básicamente en captarinversiones a cambio de atractivosrendimientos. Lo que ocurre en reali-dad es que las ganancias que obtie-nen los primeros inversionistas songeneradas gracias a nuevos inverso-res que caen engañados por las pro-

mesas de obtener grandes beneficios.El sistema sólo funciona si crece ex-ponencialmente la cantidad de nue-vas víctimas, pero si esto no puedemantenerse sine die, la pirámide ter-mina desmoronándose y se descubreel fraude.

Miles de grandes inversores, entreellos importantes instituciones finan-cieras, fondos de inversión y millona-rios de todas partes fueron estafadospor Bernard Madoff gracias a este sim-ple esquema. La lista de víctimas de laestafa sigue creciendo a medida quevan saliendo a la luz damnificados queaspiran a recobrar parte de lo invertido.

La verdad es que este tipo de esta-fas es antiguo y precede al mismoCarlo Ponzi. Si tiramos de hemerotecapodemos encontrar una larga lista defraudes piramidales a lo largo de lahistoria y, sin salir de nuestro país yyendo hacia atrás en el tiempo, encon-tramos “el cuento de Doña Baldo-mera”. Durante el reinado de AlfonsoXII, Baldomera Larra, hija del famosoescritor, creó un montaje llamado“caja de imposiciones”. El timo queutilizó para engañar a los incautos fueun clásico esquema piramidal. Co-menzó –su primera víctima fue unaamiga– pidiendo prestada una onza deoro con la promesa de devolver dosonzas tras un plazo de un mes. Ense-guida su negocio empezó a crecer,pues la gente le daba su oro porque

“En el sistema penal español los delitos de estafa y apropiación indebida son castigados con penas de

prisión desde seis meses a tres años y pueden serincrementadas hasta seis años en supuestos graves”

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prometía intereses muy elevados, ycon ello logró montar una pirámide y“recaudar” más de 20 millones de rea-les, una cifra realmente mareante enaquella época. ¿Cómo terminó DoñaBaldomera? Cogió el dinero, corrió ynunca la pillaron.

El que la hace, la paga

En España existe la percepción de quecometer un delito de alto vuelo –fraudesmillonarios, estafas financieras, delitossocietarios– no tiene un gran coste. ¿Ycómo no? La suma de las condenas delos últimos grandes delitos económicosde la historia española (Roldán, De laRosa, Conde, Rubio y Camacho) no su-pera los 30 años de cárcel y en algunoscasos los imputados ni siquiera hansido condenados, gracias a las dilacio-nes del sistema judicial español. Y esque en este país, la tramitación proce-sal de los delitos de “cuello blanco” eslarga y laboriosa, y los acusados –aligual que en la mayoría de los otros de-litos– sólo cumplen una parte mínimade la pena impuesta, ya de por sí enestos casos muy reducida.

Hay que señalar que en el sistemapenal español los delitos de estafa yapropiación indebida son castigadoscon penas de prisión que pueden ir deseis meses a tres años. Éstas puedenser incrementadas hasta seis años enuna serie de supuestos graves, y sóloen los casos de delitos continuados, la

pena puede llegar hasta los 10 años.Es decir, en el peor de los supuestos,los ladrones de guante blanco podríanser condenados a un máximo de 10años de cárcel por sus delitos.

¿Se imaginan que la condena im-puesta a Madoff por su estafa pirami-dal hubiera sido sólo de 10 años?¿Suena a broma, verdad? Lo cierto esque, ejemplarizante o no, el gran es-tafador americano ha sido condenadoen Estados Unidos a una pena de pri-sión de 150 años de cumplimiento ín-tegro (lo que es obviamente imposi-ble), y todos los bienes de supropiedad encontrados por la justicia–valorados en 170.000 millones dedólares– embargados para pagar a losafectados. El caso Madoff no es elúnico: Kenneth Lee Lay (por el casoENRON) fue condenado a 30 años; yMartin Frankel, James Paul Lewis yLouis Jay Pealman tuvieron condenasde entre 16 y 30 años, todos ellos porestafas piramidales.

Ya sabemos que las comparacionesson odiosas pero reflejan la realidad, ya veces hay que mirarse al espejo paraver los errores. En España hemos te-nido a lo largo de nuestra historia nu-merosos casos de estafa semejantes(Doña Baldomera, Afinsa, Forum Filaté-lico) y uno de los más importantes hasido el Caso Gescartera. Tanto en laestafa de Madoff como en esta última,los gestores crearon una agencia de

“Nuestro sistema judicial es lento y esto se plasma especialmente en los grandes procesos penales, sobre todo en los económicos”

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valores con la que decían invertir enBolsa a través de un sistema que sóloellos conocían. En ambos casos, elcastillo de naipes se desmoronó a raízde sendas crisis: la “punto.com”, en elcaso del fraude de Gescartera y la cri-sis financiera actual, en la estafa deMadoff. Hasta aquí todo muy parecido,pero la gran diferencia es que Cama-cho, el dueño de Gescartera, sólo hasido condenado a 11 años de prisiónpor la comisión de un delito de apro-piación indebida y otro de falsedad endocumento mercantil, y además la sen-tencia se encuentra recurrida ante elTribunal Supremo. No parece que el ci-tado Tribunal vaya a rebajar la pena,aunque aparentemente podría revisarla responsabilidad civil de algunas en-tidades financieras que fueron conde-nadas a cubrir el fraude de los 88 mi-llones de euros. Vamos, que enEspaña el dicho de “quien la hace, lapaga” debería ser reformulado por elde “quien la hace, paga poco”.

Nuestro sistema judicial es lento yesto se plasma especialmente en losgrandes procesos penales, sobre todoen los económicos. En la fase de ins-trucción, las pruebas y diligencias soninterminables con el supuesto fin dereconstruir el negocio fraudulento dela forma más rigurosa posible. Locierto es que lo único que se consiguees dilatar ad aeternum el procesohasta conseguir resultados esperpén-

ticos. Mario Conde está ya en la calle.Y encima da clases de ética.

Además, el proceso se suele alar-gar aun más por los límites que im-pone el propio sistema para juzgareste tipo de delitos. En ocasiones sonlos propios bancos o los auditores–alegando el deber de secreto profe-sional– los que ocultan informacióncrucial para el descubrimiento del de-lito, lo que acaba provocando aplaza-mientos, dilaciones y a la postre, en lamayor parte de los casos, ausencia desentencias condenatorias.

Otro de los problemas principalesde nuestro sistema es la tendencia delos inculpados en delitos económicosa no declararse culpables. En España,el presunto delincuente puede callartotal o parcialmente, o incluso mentir–sí, mentir, ¿recuerdan a Roldán?–,sin que tenga ninguna consecuencia.Por el contrario, en el sistema nortea-mericano, el acusado que mientepuede ser condenado por perjurio. Deahí que, de acuerdo con las estadísti-cas oficiales, en EE.UU. el 95% de losacusados por este tipo de delitos sedeclaran culpables en la vista previa,lo que facilita enormemente la senten-cia condenatoria. El diseño del sis-tema español puede provocar el quelos acusados no devuelvan lo defrau-dado, pues si se declaran inocentessería una contradicción que entrega-

“En España, el presunto delincuente puede callar total o parcialmente, o incluso mentir, sin que tenga

ninguna consecuencia. En el sistema norteamericano, elacusado que miente puede ser condenado por perjurio”

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ran el dinero o los bienes que afirmanno haber estafado.

Así, el modelo de persecución penalvigente en nuestro país no es ade-cuado a la realidad específica que de-fine estos fenómenos delictivos. Losdelitos económicos y sus relacionesrecíprocas no pueden ser perseguidoscon herramientas procesales organiza-das para investigar delitos convencio-nales, fundamentalmente debido aque aquellos son de naturaleza com-pleja y transfronterizos. Precisamente,lo que más suele retrasar este tipo deprocesos son las diligencias enviadasa diferentes países siguiendo el rastrodel dinero, que tardan meses en sercontestadas. Además, los juzgados delo penal donde se enjuician los delitoseconómicos suelen carecer de la es-pecialización para comprender y juzgarla sofisticación de este tipo de esta-fas, lo que aumenta la probabilidad deexculpar a los delincuentes de “guan-te blanco”.

Ni ausente sin culpa, ni presente sin disculpa

A la hora de buscar culpables, se hapuesto a la entidad encargada de su-pervisar a los agentes de inversión enEstados Unidos, la Securities and Ex-change Commission (SEC), en la pi-cota. Desde luego que el supervisoramericano cometió muchos errorespor los que tiene que responder, pero

a la hora de deslindar responsabilida-des resulta imprescindible analizar elpapel de todos los protagonistas deeste entramado.

Habría que detenerse un momentoen los damnificados por la estafa paradistinguir las verdaderas víctimas desituaciones menos claras que en al-gunos casos sugieren hasta un gradode complicidad. Madoff estafó indirec-tamente a personas –quizás gente declase media– que no sabían que ha-bían confiado “sus ovejas al lobo”,pues ellos habían invertido sus aho-rros en feeder funds, empaquetados ydistribuidos entre todo tipo de clien-tes alrededor del mundo, que a su vezautorizaban a Bernard Madoff a ges-tionar sus activos. Éstas serían qui-zás las víctimas inocentes, ya que ni

“Los delitos económicos y sus relaciones recíprocas, por ser de naturaleza compleja y transfronterizos, no pueden ser perseguidos con herramientas procesales utilizadas para investigar delitos convencionales”

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Un último grupo de supuestas vícti-mas estaría compuesto por gestoresexpertos y hasta por su propia fami-lia, aunque a estas alturas nadie creede verdad que permaneciera ajena alas operaciones fraudulentas. Res-pecto a los gestores todo hace sospe-char que en algunos casos podríahaber cierta connivencia con Madoffpara proporcionarle fondos a cambiode ganancias extraordinarias paraellos mismos.

Finalmente, como se ha dicho, hahabido fallos en la auditoría de los ne-gocios de Bernard Madoff, lo que hasido reconocido por la propia SEC enun informe presentado hace algunassemanas. La SEC admite que recibiódenuncias sobre la forma de actuardel pseudobroker pero nunca se rea-lizó una investigación exhaustiva. Res-pecto a la intervención de la SEC, hayalgo que cabe destacar: uno de loselementos de los que se aprovechóMadoff para montar su engaño derivóde un problema de riesgo moral. Elsaber que la SEC auditaba a su em-presa y que siempre había pasado conéxito todos sus controles, contribuyó arelajar la precaución de quienes que-rían invertir.

En cierta manera Madoff fue una“víctima” más de la crisis económica:por un lado, sus inversores le comen-zaron a reclamar el capital invertido y,

“Madoff no era un agente del sistema financiero, no era un inversionista, ni siquiera un

especulador..., no especuló y perdió, sino que simplemente se quedó con el dinero”

siquiera el rendimiento que les ofre-cían los fondos era mucho más altoque la media. Por otro lado, la estafatambién afectó de forma directa a in-versores individuales, en su gran ma-yoría personajes importantes y con unpatrimonio considerable que, atraídospor la rentabilidad –o por sentirse in-munes ante riesgos con los que otrosni siquiera sueñan–, le confiaban sudinero. Este tipo de clientes eran cap-tados a través de lo que se conocecomo el cocktail-party circuit, o sea,unos recomiendan a otros la inversiónal coincidir en el mismo círculo defiestas exclusivas o clubes privados.

¿Era sólo la codicia lo que empu-jaba a estos inversores vip? “Cuandola limosna es grande hasta el santodesconfía”, y podría decirse que en loshechos no existió ningún tipo de due-dilligence por parte de los inversoresantes de entregar los fondos. Por ello,no parece que fuera sólo la búsquedade exagerados rendimientos lo que im-pulsaba a estos inversores a darle sudinero, sino también la confianza ciegaque inspiraba Madoff y el –aparente–marchamo de seriedad de la supervi-sión de la SEC. Otro elemento que ex-plicaría por qué personas ricas y conbuena formación pudieron ser engaña-das es justamente su pertenencia aun círculo vip que los lleva a participaren este selecto club de inversores,como un must de su status.

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por otro, la falta de liquidez hizo quese fuera quedando sin nuevos clien-tes. ¿Falló la supervisión? Muy proba-blemente, aunque hay quienes sugie-ren que esos fallos no se hanproducido por la falta de controles,sino más bien son fruto de “debilida-des humanas” de quienes los ponenen práctica. ¿Falló la regulación? Estoestá menos claro, pero ¡ojo!, no esque haga falta más regulación, sinoque habría que mejorarla, inclusoadelgazándola.

¿Falló el sistema? Desde luego queel sistema económico no tiene nadaque ver con la comisión de estosactos delictivos y el fraude no vienedeterminado por la presencia de unsistema capitalista ni uno comunista.Igual que hubo quienes se alegraronpor los horribles sucesos del 11-S y sevolvieron a alegrar por la actual crisisculpando al libre mercado, hoy vuelvena su –necia– costumbre de achacar laculpa de todo –de esta estafa millona-ria y hasta de la muerte de Kennedy–al “capitalismo salvaje” y a la “espe-culación”. Madoff no era un agente delsistema financiero, no era un inversio-nista, ni siquiera un especulador. No

era más que un outsider que, saltán-dose la ley y los derechos de propie-dad, ideó –más bien recreó– una es-trategia para amasar una enormefortuna fuera del sistema, que incluyóuna empresa falsa y supuestas inver-siones con una rentabilidad inexis-tente. Muchos aducen que la estafase basó en la especulación y que éstaes hija del mercado financiero. Ber-nard Madoff no especuló y perdió, sinoque simplemente se quedó con el di-nero que le entregaban.

El comportamiento de Madoff tieneque ver con su propia naturaleza, con lanaturaleza humana, y los crímenesestán presentes en todas las socieda-des. No se puede confundir una con-ducta deshonesta como la suya con laobtención de rentas del capital como unfactor de producción. Más aún, las so-ciedades menos libres y más controla-das brindan más incentivos a la corrup-ción, por la falta de oportunidades y lainmovilidad social que generan, y por laimposibilidad de obtener lícitamenteotras rentas que no sean las del tra-bajo. No es el sistema quien pervierte alas personas, sino que son algunos in-dividuos quienes pervierten al sistema.

“Las sociedades menos libres y más controladas brindan más incentivos a la corrupción, por la falta deoportunidades y la inmovilidad social que generan”

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