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12 12 CUADERNOS de pensamiento político 12 euros Octubre/Diciembre 2006 JOSÉ IGNACIO WERT España: ¿la Nación deconstruida? JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO Las preguntas del sayón XAVIER PERICAY La libertad de expresión amenazada MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO España como círculo cromático ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRO Representación y grupos parlamentarios CHRISTOPHER DEMUTH Desafíos transatlánticos GEORGE P. SHULTZ Mantener la voluntad CARLOS RUIZ MIGUEL Sáhara: independencia, paz y seguridad JOAO CARLOS ESPADA Churchill: contra el totalitarismo FRANCISCO SANABRIA MARTÍN Inmigración y cultura MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO GORKA ECHEVARRÍA PEDRO BUENDÍA JAVIER ORRICO

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olítico

12 euros

Octubre/Diciembre2006

JOSÉ IGNACIO WERTEspaña: ¿la Nación deconstruida?

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANOLas preguntas del sayón

XAVIER PERICAYLa libertad de expresión amenazada

MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARROEspaña como círculo cromático

ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRORepresentación y grupos parlamentarios

CHRISTOPHER DEMUTHDesafíos transatlánticos

GEORGE P. SHULTZMantener la voluntad

CARLOS RUIZ MIGUELSáhara: independencia, paz y seguridad

JOAO CARLOS ESPADAChurchill: contra el totalitarismo

FRANCISCO SANABRIA MARTÍNInmigración y cultura

MANUEL ÁLVAREZ TARDÍOGORKA ECHEVARRÍAPEDRO BUENDÍAJAVIER ORRICO

Cuadernosde pensamiento político

Cuadernosde pensamiento político

Índice

RESEÑAS

209 MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO: El catolicismo español (Stanley G. Payne)

212 JAVIER ORRICO: Identidades proscritas (Juan Pablo Fusi)

216 PEDRO BUENDÍA: La España convertida al islam (Rosa Ma Rodríguez Magda)

220 GORKA ECHEVARRÍA: Tonterías económicas (Carlos Rodríguez Braun)

NÚM. 12 • OCTUBRE-DICIEMBRE, 2006

5 Nota editorial

9 JOSÉ IGNACIO WERTEspaña: ¿la Nación deconstruida?

57 JOSÉ JIMÉNEZ LOZANOLas preguntas del sayón

67 XAVIER PERICAYLa libertad de expresión amenazada: ¿de qué estamos hablando?

73 MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARROEspaña como círculo cromático (Dirdam)

93 ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRORepresentación nacional y grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados

115 CHRISTOPHER DEMUTHDesafíos transatlánticos

121 GEORGE P. SHULTZMantener la voluntad

141 JOAO CARLOS ESPADASobre la filosofía política de Winston Churchill

151 CARLOS RUIZ MIGUELSáhara Occidental: independencia, paz y seguridad

181 FRANCISCO SANABRIA MARTÍNInmigración y cultura: convivencia, integración, asimilación

E D I T A :

FAE S. F U N DAC IÓN PAR A E L ANÁLI S I S Y LO S E STU D I O S S O C IALE S

P A T R O N A T O :

Presidente: J O SÉ MARÍA A Z NARVicepresidente: ÁN G E L AC E B E S

Vocales:

Secretario general: JAV I E R F E R NÁN D E Z-LAS Q U ETTY

Director: JAVIER ZARZALEJOSRedacción: M I G U E L ÁN G E L Q U I NTAN I LLA NAVAR RO

J O SÉ MAN U E L D E TO R R E S

P U B L I C I D A D , A D M I N I S T R A C I Ó N Y S U S C R I P T O R E Sc/ Juan Bravo, 3-C, 7ª planta. 28006 MADRID

Tel.: 91 576 68 57 • Fax: 91 575 46 95www.fundacionfaes.org • [email protected]

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ISSN: 1696-8441 • Depósito Legal: M-45040-2003

Cuadernos de pensamiento políticono comparte necesariamente las opiniones expresadas por sus colaboradores

Cuadernosde pensamiento político

ESPERANZA AGUIRREFRANCISCO ÁLVAREZ-CASCOS

CARLOS ARAGONÉSJAVIER ARENAS

RAFAEL ARIAS-SALGADOJOSÉ ANTONIO BERMÚDEZ DE CASTRO

MIGUEL BOYERJAIME IGNACIO DEL BURGO

PÍO CABANILLASPILAR DEL CASTILLO

GABRIEL CISNEROSMIGUEL ÁNGEL CORTÉS

GABRIEL ELORRIAGAJAV I E R F E R NÁN D E Z-LAS Q U ETTY

ANTONIO FONTÁNMANUEL FRAGA

GERARDO GALEOTELUIS DE GRANDES

JUAN JOSÉ LUCASPEDRO ANTONIO MARTÍNRODOLFO MARTÍN VILLA

JAUME MATASANA MATO

ABEL MATUTESJAIME MAYOR OREJA

MERCEDES DE LA MERCED

JORGE MORAGASALEJANDRO MUÑOZ-ALONSOEUGENIO NASARREMARCELINO OREJAANA PALACIOLOYOLA DE PALACIOANA PASTORJOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCAJOSEP PIQUÉMARIANO RAJOYRODRIGO RATO *ALBERTO RECARTECARLOS ROBLES PIQUERJOSÉ MANUEL ROMAY BECCARÍALUISA FERNANDA RUDÍJAVIER RUPÉREZSORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍAALFREDO TÍMERMANSISABEL TOCINOBAU D I LI O TO MÉFEDERICO TRILLO-FIGUEROAJUAN VELARDEALEJO VIDAL-QUADRASCELIA VILLALOBOSEDUARDO ZAPLANAJAVIER ZARZALEJOS

* En la actualidad, en suspensión voluntaria de sus funciones.

Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del libro, Archivos y Bibliotecas para su difusión en bibliotecas, centros culturales y universidades de España

NOTA EDITORIAL

Desde 1976 España experimentó tres transiciones. La primera, sinduda la más importante, fue la que permitió transitar pacífica-

mente a la democracia plena, como certificaron las ComunidadesEuropeas en 1977, cuando aceptaron abrir negociaciones para la ad-hesión de nuestro país. La segunda, una profunda y rápida reforma dela distribución territorial del poder que en pocos años generó unEstado autonómico firmemente asentado. Finalmente, la creación deun vigoroso Estado de bienestar que se desarrolló prioritariamentemediante las Administraciones autonómica y local. Todos estos cam-bios tuvieron lugar durante un lapso breve y, en general, con un éxitoextraordinario, y todos ellos, sin excepción, fueron fortalecidos y pro-fundizados durante los Gobiernos del Partido Popular.

En las últimas décadas, y hasta hace unos años, España se habíaconvertido en modelo y ejemplo de lo que debe ser un proceso decambio social y político pacífico y de los rendimientos que puedeproporcionar. Esas tres transiciones dieron por resultado un país librey próspero, y lógicamente, la opinión pública ha mostrado en innu-merables ocasiones y mediante todas las formas posibles, su aprecio ysu orgullo por todo lo conseguido. La vívida memoria de lo que fue laEspaña anterior a la transición política, ha engrandecido la magnitudde lo logrado, cuya dimensión era realmente histórica.

Esa transformación se produjo en coincidencia con el denominado«giro francés» del año 1983, y luego con el final de la Guerra Fría y elconsiguiente descrédito generalizado de las ideologías de izquierdaclásicas, forzadas a una contorsión súbita y escasamente lograda queles permitiera continuar existiendo como oferta electoral. El mundoal que España accedió al tiempo que procedía a realizar sus transicio-nes era radicalmente diferente del que podía haber sido previsto du-

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rante los años setenta y ochenta, y ese hecho ha tenido consecuen-cias. Europa, mediante el impulso que le proporcionaron el Acta Úni-ca Europea y el Tratado de la Unión Europea, alteró radicalmente sufisonomía, y las condiciones geopolíticas que habían permanecido es-tables desde el final de la Segunda Guerra Mundial experimentaronmutaciones sorprendentes. La Transición española y especialmente lallegada del Partido Socialista al Gobierno en 1982, se produjeron,pues, sobre un escenario que, a su vez, estaba transitando con extraor-dinaria velocidad y que obligó a una adaptación. El mundo era muydiferente, y la izquierda democrática española trató de hacerse cargode los cambios y adaptarse a ellos lo mejor que supo, pero, probable-mente, la percepción de lo que ocurría y la voluntad de afrontarlo fuepatrimonio de una elite y no de la generalidad de los militantes y cua-dros. Conviene recordar que la paz social no caracterizó a losGobiernos de Felipe González.

Estos hechos han podido causar sobre la izquierda española, cega-da por la tolvanera que produjo el derrumbe del Muro de Berlín y conlas debidas excepciones, la errónea impresión de que la pérdida de re-ferencias en la que se encuentra y la insatisfacción de sus expectativaselectorales desde los primeros años noventa, tienen su origen en lastransformaciones estrictamente españolas, en el modo en que se pro-dujo la Transición y en las características del sistema creado. Pero enrealidad, la pulverización de las rocosas certezas de la izquierda tras-ciende el ámbito español, igual que la alternancia electoral y su reflejoparlamentario, sobre el que con frecuencia se producen errores deanálisis significativos que conviene corregir («Representación nacio-nal y grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados», ÁngelJ. Sánchez Navarro). Todo el proceso de integración europea consti-tuye desde 1989 un rechazo explícito al dogma de la izquierda y unreconocimiento de los principios del centro-derecha y de la izquierdamás moderada, entre la que no parece encontrarse ya la española, cu-yo «retorno al corazón de Europa» ocultaba, al parecer, la intenciónde procurarle alguna que otra arritmia. En los últimos años, ningúnGobierno europeo ha atentado contra los fundamentos de la integra-ción europea como lo ha hecho el español.

Lo que diferencia a la izquierda española de otras es que la espa-ñola dispone de una coartada –la Transición y su supuesto sesgo de-

Cuadernos de pensamiento político

6 NOTA EDITORIAL

rechista– que le permite eludir la crítica y la renovación que sí han idodesarrollándose en otros lugares. Lógicamente, cuando descubre queEuropa y el mundo sí han cambiado, que hay reglas que deben serrespetadas y que no han sido establecidas precisamente por los cons-tituyentes españoles sino por la socialdemocracia alemana o francesao por el laborismo británico, su única salida es la retracción y la mar-ginalidad. La izquierda española, a diferencia de la europea, ni siquie-ra es capaz de entender el profundo arcaísmo de su discurso y el peli-gro mortal que para las sociedades occidentales supone desconocerlas amenazas a las que se enfrentan; es una fuerza que obstruye el desa-rrollo español y el europeo en lugar de liderarlo, que lo lastra y lo im-pide porque sabe que no tiene lugar en él. La diferencia con losGobiernos del PP es mayor que nunca. Y lo es también con el propiosocialismo que gobernó España desde 1982, que, al menos, llegó acomprender el signo de los tiempos y los desafíos que España debíaafrontar.

Todavía más grave que la manifiesta incompetencia del Gobiernopresidido por Rodríguez Zapatero para abordar problemas como losvividos durante los últimos meses en España, es que invariablementesus excusas aluden a un mundo perdido ya para siempre en la His-toria y a una España onírica en la que sólo el Gobierno y unos pocosmás habitan. Incendios, inmigración, terrorismo yihadista, oferta denegociación a ETA fundamentada en la inexistencia de una auténticaTransición, programa nuclear iraní, enfrentamiento en el Líbano, fra-ternidad revolucionaria, laminación del sistema educativo, incapaci-dad para comprender el funcionamiento real del sistema económi-co… Todo forma parte de una pose «retro» cuyo rendimiento parecelimitarse a las portadas de las revistas de moda o de «tendencias».Mientras tanto, el mundo real continúa siendo para los españoles elescenario, cada vez más hostil, de su vida diaria, de la que el Gobiernose encuentra ausente salvo cuando irrumpe en ella armado de políti-cas gratuitamente represivas.

Asistimos a un hecho desconcertante: en nombre del pacifismo, dela tolerancia y del europeísmo se impugnan las tres claves de la mo-dernización española, de manera que la ausencia de violencia y de en-frentamiento civil durante la primera transición se exhibe como prue-ba de su insustancialidad; el arraigo del modelo de descentralización

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Cuadernos de pensamiento político

territorial del poder, como evidencia de centralismo autoritario; y elfundamento del sistema de bienestar –el individuo como sujeto deobligaciones fiscales y la plena integración en el modelo de creci-miento europeo–, como herramienta de expolio territorial y como«globalización neoliberal» intolerable. Eso, y no mucho más, es lo quela izquierda española patrocina hoy, y por ello su actividad se circuns-cribe a la «deconstrucción de España» (José Ignacio Wert, «España,¿la Nación deconstruida?») mediante el impulso de acciones que confrecuencia amenazan la libertad (Xavier Pericay, «La libertad de ex-presión amenazada: ¿de qué estamos hablando?»; José JiménezLozano, «Las preguntas del sayón») y pretenden la revisión, apoyadasobre un academicismo huero, de los fundamentos de la democraciay de la biografía de los españoles («España como círculo cromático(Dirdam)», Miguel Ángel Quintanilla Navarro).

Una España erosionada en su fundamento moral, sin historia quemerezca aprobación y hasta un sano orgullo, opuesta a la moderni-dad económica y social, ajena a los acontecimientos de alcance plane-tario que la afectan directamente, está condenada a perder el lugar enel mundo que tan trabajosamente se había ganado. El Gobierno espa-ñol encara los problemas mediante conjuros o apotegmas, y no me-diante políticas respaldadas por la firme voluntad de defender los in-tereses nacionales, de cuya existencia misma como concepto parecedudar. Pero sin ese ejercicio de realismo y sin la indispensable clari-dad moral para definir y sostener los valores e intereses de España, lavida de los españoles se encuentra expuesta a peligros cuya gravedadresulta difícil exagerar («Desafíos transatlánticos», ChristopherDeMuth; «Mantener la voluntad», George P. Shultz; «Sobre la filoso-fía política de Winston Churchill», João Carlos Espada; «Sáhara occi-dental: independencia, paz y seguridad», Carlos Ruiz Miguel; «Inmi-gración y cultura: convivencia, integración asimilación», FranciscoSanabria Martín).

En el número 12 de Cuadernos de Pensamiento Político se reseñan lossiguientes libros: El catolicismo español, de Stanley G. Payne, porManuel Álvarez Tardío; Identidades proscritas, de Juan Pablo Fusi, porJavier Orrico; La España convertida al islam, de Rosa María RodríguezMagda, por Pedro Buendía, y Tonterías económicas, de Carlos Ro-dríguez Braun, por Gorka Echevarría.

Cuadernos de pensamiento político

8 NOTA EDITORIAL

ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA?

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1. LOS ANTECEDENTES

Hace 30 años, el 3 de julio de 1976, Adolfo Suárez juró su cargocomo Presidente del Gobierno, nombrado por el Rey tras desti-

tuir a Carlos Arias Navarro. Ese día comenzó la Transición.

El 19 de abril de 2004 José Luis Rodríguez Zapatero prometió sucargo como Presidente del Gobierno, tras ser investido por el Con-greso el día anterior. El 14 de marzo el PSOE había ganado las Elec-ciones Generales.

Entre una y otra fecha habían transcurrido casi 28 años. En el cur-so de ellos, España dejó de ser un vestigio excéntrico de Europa Occi-dental, con un sistema de gobierno autoritario, ajeno a la corriente deintegración europea, y apartado del núcleo decisivo de Occidente enun mundo entonces bipolar, para convertirse en una democraciaavanzada, plenamente integrada en la Unión Europea, participanteactiva en los instrumentos y organizaciones de cooperación multilate-ral, con voz propia en ellas, protagonista de un salto cualitativo en sudesarrollo económico y social, y artífice de un rediseño completo desu arquitectura territorial, mediante un sistema –el Estado de las Auto-nomías– que funcionalmente se asemeja a los sistemas federales.

JOSÉ IGNACIO WERT

José Ignacio Wert es sociólogo y Presidente de Inspire Consultores. Autor de varios libros y numerososartículos sobre sociología electoral y política, y técnicas de investigación.

«Compadeced a la Nación dividida en fragmentos,cada uno de los cuales se considera una nación»

(Khalil Gibran, El Jardín del Profeta, 1933).

De hecho, al final del periodo que consideramos, España se habíaconvertido en una de las economías más dinámicas de Europa y eraun espejo en el que se miraban de forma admirativa muchos de losgrandes países a los que España había aspirado a parecerse. Pocos es-pañoles pondrían en duda que se trata de los mejores años de la histo-ria política contemporánea de nuestro país.

De esos 28 años, el centro-derecha (primero con UCD, hasta fina-les de 1982 y, más tarde, con el PP entre 1996 y 2004) había perma-necido catorce años en el poder. Tantos como el centro-izquierda, re-presentado por el PSOE, que gobernó ininterrumpidamente entre1982 y 1996.

Los cuatro Presidentes del Gobierno que se sucedieron en estetracto de tiempo (Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, FelipeGonzález y José María Aznar) han sido personalidades políticas muydiversas. Pero todos compartieron un núcleo duro de conviccionessobre la idea de España y el papel del Estado que garantizaba la efec-tividad de lo que había definido el artículo 2 de la Constitución espa-ñola en 1978: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad dela Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reco-noce y garantiza la autonomía de las nacionalidades y regiones que la inte-gran y la solidaridad entre todas ellas».

Este acervo de creencias básicas compartidas, y la posibilidad deimponerlo efectivamente, han sido una barrera determinante frente aquienes –objetando de frente o de forma oblicua la definición consti-tucional– se esfuerzan en hacer prosperar una España residual, un Es-tado que alberga (por el momento) una pluralidad de naciones, la ex-pansión de cuyo autogobierno es siempre y para todo asunto ocampo de acción el objetivo, en muchos casos puramente instrumen-tal, hasta alcanzar un objetivo final que es el de la plena independen-cia de esas supuestas naciones.

Ese consenso básico (evidentemente, con diferencias en los conte-nidos y en las modulaciones) entre, primero, UCD y PSOE y, mástarde, PSOE y PP, es el que ha permitido que en ningún momento deeste largo periodo la continuidad de España como un Estado nacio-nal pleno corriera el menor riesgo.

¿De dónde podía venir ese riesgo? Históricamente, de la presenciade movimientos nacionalistas de distinto signo y variable importancia

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10 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

que adquirían un valor más determinante en dos Comunidades dota-das de lengua propia y de una tradición fuerte en ese sentido: Cataluñay el País Vasco. Galicia comparte con las anteriores una fuerte tradi-ción identitaria y una lengua propia, pero se diferencia sustancialmentede ellas en la ausencia histórica y actual de organizaciones políticasnacionalistas con pretensiones hegemónicas. En el resto de las regio-nes, el nacionalismo tiene un arraigo político y social claramente infe-rior o carece de él.

En las primeras Elecciones Generales de 1977, las formaciones na-cionalistas del País Vasco y Cataluña que consiguen representaciónparlamentaria totalizan el 5,6% de los votos emitidos en toda España.En las de 2004 suman el 10% de los votos y, además de catalanes yvascos, se sientan en el Congreso nacionalistas gallegos, canarios, ara-goneses y navarros. Son evidentes la progresión y el contagio, perono es menos evidente que todos los nacionalistas juntos 1 suponen me-nos de la octava parte de lo que suman el PSOE y el PP. Igualmente,la representación parlamentaria que apareja esa fuerza electoral se si-túa en torno al 10% de la Cámara.

Por lo tanto, los nacionalistas –entre los que hay una gama que vadesde el independentismo radical hasta el autonomismo templado–representan una fuerza significativa, pero no determinante del espec-tro político. Una fuerza que puede parecer más decisiva de lo que real-mente es en función de un carácter arbitral de mayorías que han po-seído –en grado variable– en aquellas ocasiones en que ninguno delos dos grandes partidos nacionales ha disfrutado de mayoría absolu-ta en las Cámaras.

Esa situación se ha producido en 1977, 1979, 1993, 1996 y, la másreciente, 2004. En cambio, en las otras cuatro legislaturas el PSOE(en tres ocasiones) y el PP (en una) han logrado mayorías absolutasque hacían innecesario el concurso de los nacionalistas para articularmayorías.

Hasta la fecha ningún partido nacionalista se ha comprometido enel Gobierno nacional participando en una coalición de gobierno, pero

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Cuadernos de pensamiento político

1 Soy consciente de que esa suma lo es de sumandos heterogéneos, puesto que los nacionalismosidentitarios originales (catalanes, vascos, gallegos, navarros) son muy distintos de los nacionalismos oincluso regionalismos de reivindicación (canarios y aragoneses). Estas diferencias genéticas no impi-den algunos rasgos comunes y una cierta colescibilidad táctica que se manifiesta en el sentido de lasvotaciones: en la gran mayoría de ellas todos los nacionalistas tienden a votar en el mismo sentido.

los más relevantes (especialmente CiU y en menor medida el PNV)han asumido ocasionalmente compromisos de gobernabilidad establetanto con el PSOE como con el PP.

En este cuadro, la convivencia política entre las minorías naciona-listas y las mayorías no nacionalistas se ha desarrollado con gradosdistintos de implicación y competición recíproca. Pero esos esquemasde cooperación entre nacionalistas y no nacionalistas siempre hanpermitido mantener las respectivas identidades nítidas, en el sentidode que los nacionalistas han hecho valer sus votos para conseguir susobjetivos instrumentales sin que los partidos nacionales que en cadamomento se apoyaban en ellos pusieran en cuestión ni su vocaciónnacional, ni su entendimiento de España como nación de ciudadanosiguales, ni su compromiso con la solidaridad interterritorial. Los dosgrandes partidos nacionales han cuajado acuerdos transversales desti-nados a salvaguardar aquellos principios. Sucedió así con leyes comola LOAPA, la LOFCA y otras leyes de armonización, que han expre-sado en distintos momentos del proceso de estos años la voluntad deblindar unos mínimos rasgos unitarios en la arquitectura institucionaldel Estado.

A lo largo de estos años ha existido, pues, cooperación e inclusocomplicidad selectiva entre la mayoría no nacionalista y la hiperacti-va minoría nacionalista. También ha habido periodos de orteguianaconllevanza, en los que el partido en el gobierno central (tanto elPSOE como el PP) ha puesto distancia con los nacionalistas y éstosse han dedicado a intentar dificultarle la vida en aquello que estaba asu alcance.

Pero, bajo unos u otros climas de relación, hasta ahora lo que nun-ca ha existido entre la mayoría política y social no nacionalista y elminoritario pero hiperactivo nacionalismo es cualquier confusión desus respectivas filosofías políticas básicas.

Los nacionalistas han aspirado a reducir al Estado a un mínimocompetencial y simbólico y los partidos de ámbito estatal han inten-tado por su parte un papel de guardianes de la unidad nacional y de laviabilidad funcional del Estado, que ha sido el dique de contenciónque ha prevenido el desbordamiento de la siempre expansiva tensiónde poder de los nacionalistas.

En el campo de las ideas, sin embargo, esta batalla (a veces implíci-

Cuadernos de pensamiento político

12 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

ta, a veces sorda, a veces declarada) no se ha librado con las mismasarmas. Porque desde el comienzo mismo de la Transición ha existidouna asimetría fundamental entre la defensa del nacionalismo y la delas posiciones políticas no nacionalistas. Esa asimetría se basa enesencia en la identificación entre las posiciones nacionalistas y la de-mocracia, por un lado, y, por el otro, en el descrédito preventivo delas posiciones no nacionalistas, que son identificadas con el centralis-mo, el uniformismo, el propio franquismo o expresión de un naciona-lismo español rancio y trasnochado.

A estos argumentos han sido más permeables, duraderamente, lasélites políticas (sobre todo en la izquierda) que los ciudadanos. Den-tro de esas élites, la convicción de unos (y la falta de convicción de losotros) han ido horadando –lenta, pero persistentemente– algunas delas bases intelectuales, emocionales e incluso morales sobre las que seasentaba la actitud no nacionalista y han proporcionado una ventajatáctica no despreciable en el debate a los nacionalistas.

Mientras el nacionalismo no ha tenido nunca problemas de exte-riorizar su filosofía política y de pelear por ella, el no nacionalismo(cuya definición negativa es en sí misma una confesión de impotenciapara asumir una identidad asertiva) ha sido vergonzante, tibio, dis-puesto a la renuncia con tal de no ser confundido con el infamantenacionalismo español.

Si nos retrotraemos a la paleohistoria de la Transición, lo que en-contramos es una fuerte asimilación entre la tensión democrática y lareivindicación nacionalista. El cri de guerre de la protesta catalana trasla muerte de Franco y al comienzo de la Transición es una perfectamuestra de esta amalgama: «Llibertat, amnistía i Estatut d’Autonomía».Y en esta confusión, la izquierda de ámbito nacional –tanto el PSOEcomo el PCE– fue casi siempre del brazo de los partidos nacionalistasadmitiendo la incorporación de sus banderas como parte del lote de-mocrático.

No obstante, en el proceso jurídico-político más determinante detodo este periodo, el de la elaboración de la Constitución de 1978, elPSOE trabó un consenso sólido con UCD sobre el Título VIII quedesembocó en un texto que, al margen de algunas ambigüedades, hasido el vehículo que ha propiciado el desarrollo de una fórmula de re-parto del poder territorial, que ha permitido dar un cauce generoso a

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Cuadernos de pensamiento político

las aspiraciones sentidas de autogobierno en las comunidades históri-cas. Por otro lado, también ha permitido una fórmula razonablementehomogénea de acercamiento del poder político a los ciudadanos en elresto del Estado, que ha quedado organizado en Comunidades Autó-nomas que cubren toda la población y que se han asentado como en-tidades políticas al margen de la previa existencia o no de sentimien-tos arraigados de pertenencia en algunas de ellas.

2. EL STATUS QUAESTIONIS

2.1. Simetría o asimetría

Se puede discutir ex post facto si la solución adoptada, la universaliza-ción del sistema autonómico, era la única o la mejor. Hoy esa discu-sión es, a lo más, una discusión académica, carente de utilidad políticaprecisa. El Estado de las Autonomías es una realidad política dura ensus rasgos esenciales, suficientemente consolidada y, en general, fun-cional en el devenir político del nuevo sistema.

Esa realidad se basa en un concepto constitucional implícito, noproclamado en cuanto tal, pero presente de forma clara en la arqui-tectura institucional delineada por el Título VIII de la Constitución.Ese concepto es el de simetría en los resultados en cuanto a transfe-rencia del poder político, modulado por una cierta asimetría en losritmos de acceso a la plenitud (en los márgenes del sistema constitu-cional) de ese poder. Así, las llamadas Comunidades históricas más lasque hubieran accedido a la autonomía por la onerosa y excepcionalvía del artículo 151 de la Constitución (en la práctica, sólo Andalucía)han podido acceder a la ampliación competencial prevista en el artícu-lo 148.2 de la Constitución sin aguardar cinco años, después de laaprobación de sus respectivos Estatutos. También esa simetría se ex-presa en cláusulas de salvaguarda de la igualdad contenidas en los ar-tículos 138 y 139 de la Carta Magna.

Esa simetría es, por tanto, un elemento central del sistema, cuyapresencia no cabe perder de vista al evaluar los proyectos de reformaparciales del mismo. No tienen encaje en el modelo constitucional niel federalismo asimétrico que algunos han propugnado para dar cabida

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14 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

a la existencia de Comunidades con más poder político que otras (ydel que sería un ejemplo práctico el Estatut de Catalunya) ni, por su-puesto, el confederalismo asimétrico que se encontraría en las versionesmás extremas de quienes aspiran a consagrar esta situación dual (cuyaexpresión más aproximada sería el proyecto de Estatuto vasco basadoen el Plan Ibarretxe que el Congreso rechazó tomar en consideracióno la versión del Estatut que aprobó el Parlamento catalán).

La pregunta que la actual situación indirectamente plantea es la dehasta qué punto habría que considerar inamovible el principio de si-metría o, en otros términos, si no podría ajustarse todo el engranajecon algunas dosis de asimetría. La dejamos aquí abierta, para enfren-tarnos a ella en la última parte de este trabajo, no sin dejar previaconstancia de la convicción de que la consagración de esa asimetríarequeriría claramente una reforma constitucional.

2.2. El rendimiento del sistema

Ha transcurrido tiempo suficiente desde la implantación del Estado delas Autonomías como para dar valor a las percepciones de los ciuda-danos sobre distintos aspectos del rendimiento del sistema. Contamospara ello con una fuente de información particularmente robusta, elúltimo Barómetro Autonómico del CIS:

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Cuadernos de pensamiento político

Tabla 1Indicadores de actitud frente al Estado de las autonomías y su funcionamiento

Comunidad Valoración positiva del Estado Funcionamiento positivode las autonomías 2 de las CC.AA.3

Andalucía 67 52Aragón 56 37Asturias 60 47Baleares 70 49

(continúa)

2 La pregunta tiene el siguiente tenor literal: «¿Cree usted que, en general, la creación y el desarrollode las Comunidades Autónomas ha sido en España algo más bien positivo o más bien negativo?» El por-centaje corresponde a las respuestas positivas.

3 La pregunta se formulaba así: «¿Y, en conjunto, cómo cree usted que ha funcionado durante estosaños la organización de las Comunidades Autónomas, muy bien, bien, regular, mal o muy mal?». El por-centaje corresponde a la suma de «muy bien» y «bien».

Las conclusiones que estos datos permiten obtener tienen queatender prioritariamente no sólo al rango de las valoraciones, sinotambién (y sobre todo) a la homogeneidad o heterogeneidad de lasmismas, como expresión de diferencias sentidas en la valoración atri-buibles a factores explicativos como la conciencia identitaria diferen-cial o la valoración de los resultados del sistema.

Desde la perspectiva de la comparación de los resultados en lasdos dimensiones, el primer dato que se ha de destacar es que el juicioes claramente más positivo en la valoración genérica del sistema queen la evaluación de su rendimiento. Aunque la estructura de los indi-cadores no es idéntica, puede considerarse que hay una equivalenciaen lo que para cada uno de ellos hemos considerado como juicios po-sitivos. La diferencia media de casi 20 puntos porcentuales entre lavaloración genérica del sistema y la evaluación global de su rendi-miento es significativa de que en cierta medida la performance globalde las Comunidades Autónomas queda por debajo de las expectativasque suscita y mantiene su creación.

Aunque en la mayor parte de los casos hay covariación entre lasdos dimensiones (Extremadura es la Comunidad más satisfecha delsistema y de su funcionamiento, mientras que Aragón es la más insa-tisfecha en ambas dimensiones), en algunas Comunidades se percibe

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16 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

(continuación)

Comunidad Valoración positiva del Estado Funcionamiento positivode las autonomías 2 de las CC.AA.3

Canarias 69 39Cantabria 71 50Castilla y León 62 47Castilla la Mancha 67 59Cataluña 77 52Com. Valenciana 68 46Extremadura 81 70Galicia 70 45Madrid 62 45Murcia 64 48Navarra 78 62País Vasco 74 59Rioja 65 60

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

una distancia entre las dos dimensiones de mayor rango, que sugiereniveles especiales de insatisfacción con el concreto funcionamientode las Comunidades, más que probablemente anclados en el caso quecada uno conoce por experiencia directa: tal sucede en Canarias y enGalicia especialmente.

Pero, en conjunto, hay que decir que el arraigo alcanzado por elEstado de las Autonomías es muy fuerte y ya constituye una pieza en-garzada en el sistema político con anclajes sólidos, no sólo desde laperspectiva de las élites políticas responsables de su arquitectura, sinotambién de los clientes del sistema, los ciudadanos.

Ahora bien, esto no implica que exista una conciencia extendidade que ese ámbito de poder más cercano al ciudadano sea necesaria-mente más eficaz o mucho más eficaz que el Estado. La valoraciónpositiva de la labor de uno y otro Gobierno arroja en la mayor partede los casos un saldo muy parejo, tal y como se muestra en el cuadroadjunto:

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Cuadernos de pensamiento político

Tabla 2Valoración positiva de la labor del Gobierno Central y del Autonómico

Comunidad Gobierno Central Gobierno AutonómicoAndalucía 30 30Aragón 25 23Asturias 43 33Baleares 32 40Canarias 21 15Cantabria 33 35Castilla y León 19 21Castilla La Mancha 31 40Cataluña 44 38Com. Valenciana 26 36Extremadura 38 41Galicia 22 25Madrid 26 31Murcia 22 27Navarra 29 30País Vasco 19 43Rioja 36 38

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

* Porcentaje que valora respectivamente muy bien o bien la labor de los respectivos Gobiernos.

Si bien esa percepción de eficacia similar de las dos Administra-ciones es claramente dominante en la mayor parte de las Comunida-des Autónomas, las diferencias de patrón tienen en este caso oríge-nes distintos.

Por un lado, tenemos las diferencias de color político entre uno yotro tipo de Gobierno y la forma en que ellas pueden explicar la diso-nancia valorativa. Ello parece explicar casos como los de la Comuni-dad Valenciana, Madrid, Murcia y Baleares, en los que la valoracióndel Gobierno autonómico es significativamente superior a la del Go-bierno central.

De otro lado, en la mayoría de las Comunidades en las que el colorde los dos gobiernos coincide, las valoraciones tienden a ser más pa-rejas (Extremadura, Andalucía, Galicia, Cantabria) con dos señaladasexcepciones en sentido de una mejor valoración del Gobierno central(Asturias y Cataluña) y otra en sentido contrario (Castilla la Mancha).Sobre esta última, como veremos en otros puntos de este análisis, setrata de una Comunidad con una vivencia muy positiva de la historiaautonómica, lo que tiene lugar en un contexto irónico, el de ausenciaprevia casi total de conciencia regional y, además, ha dado lugar a uncomportamiento electoral muy diferenciado en los comicios autonó-micos y los generales.

El caso de Asturias no tiene una explicación clara ni consistente(fuera de la pobre valoración que en esta encuesta tiene el Ejecutivoregional), pero el de Cataluña parece obedecer a factores coyuntura-les fácilmente rastreables: la investigación se realiza en pleno debatesobre el Estatut con una fuerte división dentro del Gobierno autonó-mico entre sus socios, que terminó abocando a elecciones anticipa-das. En todo caso, no deja de ser digno de consideración que en unade las Comunidades con más clara conciencia identitaria se registreuna valoración nítidamente más favorable al Gobierno central que alAutonómico.

Justamente lo contrario de lo que sucede en el País Vasco, donde lafuerza del estereotipo nacionalista, tanto en lo identitario como en loperformativo, se impone con claridad: en ningún otro ámbito hay unadistancia tan amplia (casi 24 puntos porcentuales) a favor del Gobier-no de la Comunidad sobre el Gobierno central.

Otra dimensión de esta percepción del rendimiento de las Admi-nistraciones la podemos capturar a través de un indicador en el que se

Cuadernos de pensamiento político

18 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

trata de establecer la calidad de funcionamiento de los servicios quegestionan las Comunidades Autónomas frente a aquellos que se ges-tionan directamente por el Estado. Hay que comenzar diciendo quela no respuesta es muy amplia (22% en el conjunto de las 17 Autono-mías), lo que refleja probablemente la dificultad de un buen númerode ciudadanos para discernir unos de otros.

En líneas generales, predomina con claridad una indiferenciaciónde la calidad respectiva de la gestión de los servicios por uno u otronivel de gobierno. La percepción de que esa calidad es igual resultamodal en todas las Comunidades excepto en el País Vasco y Navarra,donde predomina la visión de que la gestión de servicios es mejor porparte del Gobierno autónomo. Resulta difícil sustraerse a la explica-ción económica (por más que el sesgo identitario también pese, espe-cialmente en el País Vasco): justamente en las dos Comunidades quese relacionan económicamente con el Estado a través de un sistemade excepción (el régimen de concierto y cupo) es donde el diferencialde satisfacción con la gestión de los servicios públicos por parte delgobierno autónomo es mayor.

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Tabla 3Valoración comparativa de la gestión de servicios por el Gobierno Autonómico respecto del Gobierno Central

Comunidad mejor igual peorAndalucía 9 54 9Aragón 13 57 11Asturias 29 40 9Baleares 11 54 11Canarias 11 46 14Cantabria 9 59 11Castilla y León 14 51 13Castilla La Mancha 12 58 7Cataluña 29 49 4Com. Valenciana 22 49 6Extremadura 7 59 10Galicia 8 62 8Madrid 17 47 10Murcia 12 55 6Navarra 33 31 6País Vasco 46 33 3Rioja 16 58 12

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

2.3. Aspiración regionalista

Desde hace no menos de treinta años se viene investigando empírica-mente la conciencia regional de los españoles. La primera investigaciónde gran amplitud sobre esta materia es la que dirigen los profesores Ji-ménez Blanco, García Ferrando, López Aranguren y Beltrán Villalbaen 1976 para el entonces llamado Instituto de la Opinión Pública 4. Laúltima, la realizada por el CIS en diciembre de 2005. Entre una y otrase produce la decantación de las identidades particulares en las Co-munidades Autónomas.

En 1976 se utiliza una escala de aspiración regionalista que es relati-vamente fácil de intercambiar con la escala de preferencia sobre siste-ma de articulación territorial que se utiliza en los últimos años:

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20 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

Tabla 4Aspiraciones Políticas: estructura del Estado (1976)

Comunidad centralistas autonomistas federalistas independentistasAndalucía 58 34 4 1Aragón 50 38 4 –Asturias 44 44 11 –Baleares*** ND ND ND NDCanarias 34 52 7 5Cantabria*** ND ND ND NDCastilla la Vieja* 61 33 3 1León* 68 27 2 1Castilla La Mancha 60 36 2 –Cataluña 28 57 9 3Com. Valenciana 37 55 5 2Extremadura 53 39 7 –Galicia 34 49 10 6Madrid 38 51 5 –Murcia 43 45 7 2Navarra y País Vasco** 26 48 12 11Rioja*** ND ND ND ND

FUENTE: La conciencia regional en España, cit.* León se recogió independientemente;

** El País Vasco y Navarra se recogieron conjuntamente; *** En Baleares, Cantabria y Rioja no se recogió información.

4 José Jiménez Blanco, Manuel García Ferrando, Eduardo López Aranguren y Miguel Beltrán Villalba,La conciencia regional en España, CIS, Colección Monografías, nº 3, Madrid, 1977.

Como el cuadro pone de manifiesto, poco después del comienzode la Transición la aspiración autonomista o superior sólo era mayo-ritaria en las tres Comunidades llamadas históricas (Cataluña, Galiciay el País Vasco), que ya habían madurado una demanda socialmenteextendida en este sentido y, además, de forma menos intensa, en Ca-narias (por el presumible efecto de la insularidad), en Asturias, Murciay en la Comunidad Valenciana, con tradiciones regionales fuertesaunque carentes de expresión política precisa, y en Madrid, comoconsecuencia probable de la resonancia entre la aspiración democráti-ca y la aspiración autonómica.

Ahora bien, bastó el transcurso de tres años, los años centrales dela Transición, en los que el issue de la descentralización del poder po-lítico tuvo un amplio protagonismo en la agenda pública, para que elpanorama cambiara de forma radical. El estudio de réplica del realiza-do en 1976 que dirige en 1979 el profesor García Ferrando 5 revela laentidad de ese cambio, como puede apreciarse en el cuadro adjunto:

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Tabla 5Aspiraciones Políticas: estructura del Estado (1979)

Comunidad centralistas autonomistas federalistas independentistasAndalucía 29 48 7 2Aragón 26 60 8 4Asturias 19 58 10 7Baleares 26 67 4 2Canarias 45 48 3 3Cantabria** ND ND ND NDCastilla La Vieja* 32 53 4 2León* 46 50 2 1Castilla La Mancha 55 32 4 3Cataluña 12 60 16 8Com. Valenciana 26 52 6 14Extremadura 43 42 10 4Galicia 29 50 14 4Madrid 44 42 9 3Murcia 41 48 8 2Navarra 16 34 12 9País Vasco 10 38 15 30Rioja** ND ND ND ND

FUENTE: Regionalismo y Autonomía en España, cit.* León se recogió independientemente;

** En Cantabria y Rioja no se recogió información.

5 Manuel García Ferrando, Regionalismo y Autonomía en España 1976-1979, CIS, Colección Mono-grafías, nº 54, Madrid, 1982.

En 1979, como refleja el cuadro, sólo en Castilla la Mancha persis-tía la aspiración centralista como mayoritaria (aunque, al cabo de losaños, ésta resulte ahora una de las Comunidades más satisfechas conel rendimiento del Estado de las Autonomías). En el resto de las mis-mas, la aspiración autonomista (o superior) había desbordado a lacentralista y ello, en el caso de las regiones que carecían de aspiraciónautonomista, no puede entenderse sino como consecuencia de un ge-neralizado proceso de emulación que suscita la conciencia de que al-gunas Comunidades se aprestaban a organizarse con estructuras depoder político propio.

Ello no obstante, las Comunidades históricas registran un grado di-ferente de consolidación de la aspiración autonomista. Especialmentedestaca el País Vasco, donde la aspiración federalista e independentistasupera a la autonomista. También en Cataluña y, en menor medida, enGalicia esas aspiraciones ultra-autonomistas tienen un peso significativo.

Al cabo del tiempo, estas aspiraciones se han decantado de la for-ma que muestra el cuadro siguiente, de acuerdo al Barómetro Autonó-mico 2005 del CIS:

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22 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

Tabla 6Aspiraciones Políticas: estructura del Estado (2005)

Comunidad centralistas autonomistas federalistas independentistasAndalucía 6 63 17 1Aragón 18 41 32 2Asturias 7 54 25 3Baleares 9 47 32 5Canarias 7 53 27 4Cantabria 9 67 20 2Castilla y León 12 68 15 0Castilla La Mancha 11 66 16 1Cataluña 5 24 48 21Com. Valenciana 12 55 26 3Extremadura 8 74 12 3Galicia 7 64 23 3Madrid 15 51 23 2Murcia 10 61 19 1Navarra 2 49 29 13País Vasco 2 26 34 29Rioja 6 69 18 1

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

No cabe duda de que, desde esta perspectiva, ha tenido lugar unaapreciable nivelación de las aspiraciones que sólo cabe interpretar co-mo reflejo de una básica satisfacción con el modelo de Estado de lasAutonomías que consagra la Constitución.

En 15 de las 17 Comunidades Autónomas el statu quo es la alterna-tiva preferida por la mayoría absoluta de los ciudadanos. Al mismotiempo, la alternativa centralista ha quedado reducida a un peso resi-dual (sólo supera el 10% en Aragón, ambas Castillas, la ComunidadValenciana, Madrid y Murcia) y, salvo las excepciones vasca y catala-na, tampoco son significativas las aspiraciones federalistas y, aun me-nos, independentistas.

Las excepciones son apenas, como decimos, el País Vasco y Cata-luña. En ambas, el autonomismo es relativamente minoritario frente ala alternativa que hemos llamado federalista. La diferencia radica enel mayor peso relativo de la opción independentista en el País Vascoque, con todo, dista de ser mayoritaria y mantiene el mismo peso pro-porcional que tenía en 1979.

Este panorama se debe completar con una mirada a la percepciónde los ciudadanos acerca de la caracterización de su Comunidad Au-tónoma como región o como nación, extraída también del BarómetroAutonómico 2005:

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Tabla 7Identificación de la Comunidad Autónoma como Región o como Nación

Comunidad Región Nación Ninguna de los dosAndalucía 86 7 4Aragón 93 3 1Asturias 89 6 4Baleares 86 7 3Canarias 84 7 5Cantabria 91 3 3Castilla y León 93 2 3Castilla La Mancha 96 0 2Cataluña 40 45 10Com. Valenciana 87 5 7Extremadura 97 2 0Galicia 75 17 5Madrid 87 4 5Murcia 97 1 0Navarra 80 6 8País Vasco 44 38 11Rioja 99 0 1

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

Los resultados son contundentes. Con la única excepción de Cata-luña, la consideración de la Comunidad Autónoma propia como unaregión predomina sobre la de su consideración como nación. Parececlaro que la percepción en Cataluña está mediatizada por la discu-sión, en el momento de la recogida de los datos, álgida, sobre la con-sideración nacional de esa Comunidad. Pero, en todo caso, lo que sedesprende de la información comentada es que la invención de nacio-nes o realidades nacionales debe más a la fantasía de las élites que a lapercepción de los ciudadanos.

Probablemente, la mejor ratificación de esa conclusión general a laque se llega siguiendo el hilo argumental de las opiniones de los ciuda-danos sea la que proporciona la respuesta a la pregunta sobre la nece-sidad de reforma de los Estatutos de Autonomía actualmente en vigor:

Tampoco la tabla esconde ninguna ambigüedad en la misma líneaque el dato anterior. Si exceptuamos aquellas dos Comunidades don-de la irresistible presión de las élites ha conseguido introducir concierta fuerza la necesidad de la reforma en la agenda mental de losciudadanos, esa presión simplemente no existe, o es minoritaria en to-do caso.

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24 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

Tabla 8Percepción de necesidad de la reforma de los estatutos

Comunidad % que considera muy o bastante necesaria la reforma de su EstatutoAndalucía 28Aragón 38Asturias 34Baleares 30Canarias 42Cantabria 23Castilla y León 29Castilla La Mancha 18Cataluña 65Comunidad Valenciana 33Extremadura 17Galicia 37Madrid 18Murcia 15Navarra 27País Vasco 53Rioja 21

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

2.4. Identidad y orgullo de pertenencia

Desgraciadamente, en el estudio de 1976 no se utiliza el indicadoridentitario que se convierte, desde los años ochenta, en moneda co-mún para la medida del termómetro de identidad, es decir, la escala deidentidad que dibuja un continuum desde la identidad nacional españolaexcluyente (quienes se sienten sólo españoles), la española preferente (másespañol que de la región), la incluyente equilibrada (tan español como de laregión), la particular preferente (más de la región que español) hasta la par-ticular excluyente (sólo de la región). Dentro de los estudios de gran ro-bustez muestral emprendidos solamente por el CIS se utiliza por vezprimera este indicador en la investigación realizada en 1990 6. Pasa-mos directamente a ocuparnos de la distribución del sentimientoidentitario tal como aparece en aquella investigación y en el últimoBarómetro Autonómico del CIS, para establecer la dinámica identitariaen los últimos 15 años:

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6 García Ferrando, M., López-Aranguren, E. y Beltrán M. La conciencia nacional y regional en la Es-paña de las Autonomías, CIS, Madrid, 1994.

Tabla 9Sentimiento identitario 1990

Comunidad Sólo Más español Tan español Más de su C.A. Sólo español que de como de que de su

su C.A. su C.A español C.A.Andalucía 11 12 62 12 2Aragón 17 4 56 13 4Asturias 12 7 53 21 7Baleares 27 8 48 17 -Canarias 4 4 50 29 12Cantabria 7 6 83 2 2Castilla y León 27 10 56 4 1Castilla La Mancha 22 15 58 3 4Cataluña 11 5 36 31 14Com. Valenciana 24 8 58 7 4Extremadura 16 6 62 15 1Galicia 4 12 59 23 1Madrid 38 12 42 5 -Murcia 20 6 68 2 5País Vasco 16 3 35 21 20Rioja 12 9 66 8 2

FUENTE: La conciencia nacional y regional en la España de las autonomías, cit. En Navarra la pregunta se formuló de otro modo, con una escala que incluía sólo

español (28%), sólo navarro (23%), sólo vasco (9%), vasco-navarro (29%) y navarro español (5%).

Comenzando por la dimensión diacrónica, lo que más destaca co-mo patrón general de evolución es la pérdida relativa de importanciade la identidad española excluyente en beneficio, sobre todo, de laidentidad incluyente equilibrada. En cambio, en el polo nacionalistade la escala, tanto el predominante como el excluyente, no hay en elconjunto cambios en los pesos relativos, lo que llevaría a afirmar queno se ha producido un incremento relevante de la identificación parti-cularista (exclusiva o predominante) de los españoles.

Sin embargo, sí es preciso acercarse a la significación del adelgaza-miento de la identidad española excluyente, que viene a registrar pro-bablemente más que un cambio genuino de mentalidad al respecto,un impacto de la pérdida de deseabilidad social de una identificaciónexcluyente con lo nacional español que se percibe como una formade expresión de rechazo a la identidad particular consolidada en elEstado de las Autonomías.

El análisis de la tabla con los datos de 2005 muestra que para lamayoría de los ciudadanos en la mayoría de las Comunidades el sen-timiento de pertenencia dominante es el de la identidad incluyenteequilibrada, identidad a la que se adscriben más del 50% de los con-

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26 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

Tabla 10Sentimiento identitario 2005

Comunidad Sólo Más español Tan español Más de su C.A. Sólo español que de como de que de su

su C.A. su C.A español C.A.Andalucía 3 10 69 15 1Aragón 5 7 71 12 1Asturias 5 4 69 13 3Baleares 11 7 52 17 7Canarias 2 2 57 30 7Cantabria 8 8 68 9 1Castilla y León 24 14 55 2 0Castilla La Mancha 15 16 63 3 1Cataluña 8 8 45 24 14Com. Valenciana 15 18 56 8 1Extremadura 3 4 81 10 1Galicia 4 10 61 22 3Madrid 22 11 52 3 1Murcia 18 9 65 5 0Navarra 2 5 43 27 10País Vasco 6 6 33 22 24Rioja 7 7 69 10.0 1

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

sultados en catorce de las diecisiete Comunidades. Sólo en los casosde Cataluña, País Vasco y Navarra esa identidad no es mayoritaria. EnCataluña y Navarra, sin embargo, la suma de las identidades no pre-dominante o exclusivamente regionales supera claramente a éstas. Deesta forma, sólo en el País Vasco la identidad está escorada ligeramen-te hacia el polo regional (45,8% se sienten más vascos que españoles osolamente vascos, frente a un 44,7% que se sienten sólo españoles,más españoles que vascos o tan españoles como vascos).

En síntesis, desde este punto de vista, los ciudadanos han transita-do mayoritariamente hacia una identidad compartida incluyente quesitúa el sentimiento identitario en un punto de equilibrio entre la es-pañola y la propia de la Comunidad Autónoma. Esta clara inclinaciónhacia este sentimiento de identidades duales o doble sentimiento depertenencia 7 refleja sobre todo la consolidación simbólica de las CC.AA. como espacio de identificación y pertenencia, pero sin merma dela identidad nacional española en la inmensa mayoría de la gente.

Que no existe esa merma de la identidad nacional española en lagran mayoría de las Comunidades Autónomas se pone de manifiestoen la identificación subjetiva que se produce con España y que se ma-nifiesta en la tabla siguiente:

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7 Que no es ni mucho menos, como veremos inmediatamente, un sentimiento de doble nacionalidad,ya que la gente en su gran mayoría tiene clara cuál es su Nación. Ver, en sentido contrario, García Fe-rrando, López Aranguren y Beltrán, La Conciencia nacional y Regional en la España de las Autonomías,cit., pág. 15 y ss.

Tabla 11

«Qué es España...»(% que la define en cada sentido)

Comunidad Mi país Una Nación de la Un Estado Un E. formado Un Estado ajenoque me siento del que soy por varias del que mi país

miembro ciudadano nacionalidades no forma partey regiones

Andalucía 74 12 9 2 2Aragón 65 17 12 5 1Asturias 67 13 14 6 –Baleares 50 14 23 10 –Canarias 58 12 22 7 1Cantabria 52 17 25 6 2Castilla y León 66 18 13 3 1

(Continúa)

Hace más de treinta años desde que uno de nuestros más esclare-cidos teóricos sociales, Juan Linz, señaló que «España es un Estado pa-ra todos los españoles; una nación-Estado, para gran parte de la población, ysólo un Estado y no una Nación para minorías importantes» 8.

Lo que Linz apuntó entonces está básicamente refrendado en ladistribución de correlatos subjetivos evocados por España que reflejala tabla anterior. Las dos primeras columnas («Mi país», y «Una naciónde la que me siento miembro») vienen a reflejar una identificación afecti-va incontestable, algo más intensa en la primera que en la segunda ex-presión, pero en todo caso equivalente a un sentimiento fuerte de na-cionalidad española. La tercera columna («Un Estado del que soyciudadano») ya expresa una identificación más instrumental, con unelemento más jurídico que afectivo, aunque también la inclusión de laidea de la ciudadanía daría a esta identificación de España una ciertaproximidad a la idea del patriotismo constitucional de Habermas 9. Lacuarta columna («Un Estado formado por varias nacionalidades y regio-nes») sería la formulación más próxima a lo que Linz encuadra como

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28 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

(continuación)

Comunidad Mi país Una Nación de la Un Estado Un E. formado Un Estado ajenoque me siento del que soy por varias del que mi país

miembro ciudadano nacionalidades no forma partey regiones

Castilla La Mancha 74 12 10 3 1Cataluña 34 11 18 31 5Com. Valenciana 60 19 11 7 –Extremadura 72 18 6 4 –Galicia 51 18 15 14 1Madrid 51 17 21 9 –Murcia 77 11 9 3 –Navarra 45 6 16 21 6País Vasco 19 5 17 35 13Rioja 59 18 18 5 –

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

8 Juan Linz, «Politics in a Multilingual Society with a Dominant World Language: The Case of Spain»en J.G. Savard y R. Vigueault (comps.), Multilingual Political Systems: Problems and Solutions, Québec,Presses de l’Université Laval, pág. 423.

9 En realidad, el concepto de patriotismo constitucional fue acuñado por el politólogo alemán DolfSternberger («Verfassungspatriotismus», publicado en Frankfurter Allgemeine Zeitung el 23 de mayo de1979). Habermas lo retoma después de la caída del Muro (Jürgen Habermas: Die Nachholende Revolu-tion, Frankfurt, Suhrkamp, 1990).

«sólo un Estado, pero no una Nación» aunque la referencia a los términosconstitucionales (nacionalidades y regiones) da una cierta ambigüe-dad a esta identificación a caballo entre el autonomismo profundo yel federalismo. Por último, la quinta columna («Un Estado ajeno, delque mi país no forma parte») expresa un sentimiento –que Linz no lle-gó a conceptuar– de rechazo a España incluso como Estado.

Pues bien, lo cierto es que una vez más con las reservas del PaísVasco y, en medida algo menor, Cataluña, el resto de las regionesmuestra un claro predominio de la identificación con España comoNación, con un indudable anclaje afectivo en esa identificación nacio-nal y, en buena lógica, con exclusión de la consideración nacional pa-ra cualquier entidad política inferior, en coherencia con el dato queantes analizábamos sobre la consideración de la propia ComunidadAutónoma como región o como nación.

De cualquier forma, los dos casos más claramente desviantes, losde Cataluña y el País Vasco, tienen una declinación algo diversa en laque merece la pena detenerse.

En Cataluña, la suma de las identificaciones nacionales afectivascon España alcanza el 45%, mientras que en el País Vasco apenas llegaal 24%. Esta es la diferencia más marcada, junto con el hecho de queel porcentaje de no respuesta en el País Vasco es muy superior al de lasrestantes Comunidades, algo que sugiere una inhibición de la res-puesta identificatoria por el efecto ambiental.

Pero también es importante destacar que la mayor parte de ese dé-ficit de identificación en estas Comunidades respecto a las demás seresuelve en el peso relativamente mayor de la idea del Estado forma-do por varias nacionalidades y regiones, es decir, de la idea del Estadoque no es una nación, con los matices que antes señalábamos.

También en Navarra se aprecia un peso relativamente menor de laidentificación afectiva, que se resuelve igualmente en la mayor impor-tancia relativa de la identificación como Estado formado por variasnacionalidades y regiones. Pero se trata de un fenómeno de alcancecuantitativo más limitado que el de Cataluña y País Vasco.

Para completar este panorama sobre la vivencia identitaria pode-mos examinar la distribución del orgullo de pertenencia en las dos di-mensiones: la española y la de la Comunidad Autónoma. Estos sonlos datos más recientes al respecto.

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De nuevo en esta dimensión se destacan más las similitudes que lasdiferencias. Similitudes tanto en lo que se refiere al escaso recorridode los rangos entre la mayoría de las Comunidades Autónomas comode la similitud, en el seno de cada Comunidad Autónoma, de la inten-sidad del sentimiento de orgullo nacional y regional.

Como es lógico, las excepciones a esta pauta se producen en losextremos positivo y negativo de sentimiento identitario territorial.

Así, en la mayoría de las Comunidades (9) es algo más intenso elorgullo nacional que el de la Comunidad Autónoma. El rango mayorde diferencia es el observado en Madrid (18 puntos porcentuales), loque se explica probablemente por el peso de la inmigración nacional(de primera o segunda generación), que mantiene vínculos emocio-nales con su Comunidad de origen, así como por la condición clara-mente instrumental de la autonomía, cuyos responsables, tanto JoaquínLeguina como Alberto Ruiz-Gallardón como Esperanza Aguirre han

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30 ESPAÑA: ¿LA NACIÓN DECONSTRUIDA? / JOSÉ IGNACIO WERT

Tabla 12Orgullo de pertenencia: España y la propia región(% que se define como muy o bastante orgulloso de pertenecer a cada ámbito)

Comunidad Orgullo español Orgullo C.A.Andalucía 94 94Aragón 93 89Asturias 89 89Baleares 86 91Canarias 88 95Cantabria 91 88Castilla y León 95 85Castilla La Mancha 95 88Cataluña 68 85Com. Valenciana 92 80Extremadura 96 94Galicia 88 94Madrid 86 68Murcia 95 87Navarra 67 87País Vasco 41 74Rioja 93 91

FUENTE: Barómetro Autonómico del CIS., E.2.610, diciembre 2005 (http://www.cis.es).

huido del intento de crear una identidad fuerte –a mi entender, acer-tadamente– a diferencia de lo sucedido en otras Comunidades deescaso arraigo histórico que sí han trabajado ese eje como palancade poder.

En dos Comunidades (Andalucía y Asturias) el equilibrio de losdos orgullos es perfecto. En ambos casos se trata de Comunidadescon fuerte personalidad regional que no ha derivado en la existenciade un nacionalismo político significativo.

En las seis restantes que incluyen las tres históricas, las dos insula-res y Navarra prevalece –con márgenes variables– el orgullo «particu-lar» sobre el nacional. En las insulares y en Galicia las diferencias sonmuy ligeras. En cambio, tanto en Cataluña como –sobre todo– en elPaís Vasco, resultan más acusadas (19 puntos porcentuales en Catalu-ña y 33 en el País Vasco). En todo caso, la condición divisiva de ciertonacionalismo está clara en este último ámbito: pese a la enorme dis-tancia a la que se sitúa el «orgullo vasco» respecto al «orgullo español» enaquella Comunidad, el País Vasco registra la segunda proporción másbaja de orgullo de pertenencia a la propia Comunidad (sólo superadapor Madrid) de todas las Comunidades.

2.5. La tensión igualitaria

El Estado de las Autonomías se concibe también desde la perspecti-va de propiciar una tensión igualitaria entre los territorios e impedirel desarrollo dual entre unos territorios, los más significados de loscuales eran comparativamente ricos, que disfrutaran de un régimende autogobierno amplio, en base a consideraciones histórico-cultura-les previas, y el resto del Estado gobernado de acuerdo a un sistemacentralista.

Los resultados en este terreno son, sin embargo, modestos. Lacomparación de las diferencias de renta familiar per cápita disponiblesrevela que las mismas no han cambiado sustancialmente el patrón enestos años, como se muestra en el cuadro siguiente:

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Como puede verse, se producen algunos cambios relativos en lasregiones en situación intermedia, pero el rango de las diferencias en-tre las más ricas y las más pobres permanece estable sustancialmente.De estas últimas, sólo Galicia y Extremadura registran una mejora re-lativa significativa, mientras que Andalucía, Castilla la Mancha y Cas-tilla y León permanecen en situación muy parecida. Entre las más ri-cas, las posiciones relativas son más estables, con la sola excepción deBaleares, que experimenta un retroceso relativo de cierta entidad. Pe-ro teniendo en cuenta el prolongado periodo que se analiza, en el quese han producido cambios demográficos y de especialización produc-tiva apreciables en las distintas Comunidades, llama mucho más laatención la estabilidad que el cambio en el reparto.

Ahora bien, cabe preguntarse si este resultado, por modesto queparezca, se hubiera producido también en ausencia de un modelo co-mo el del Estado de las Autonomías que, por así decirlo, nivela el

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Tabla 13Renta familiar disponible per cápita: evolución 1975-2003

Comunidades Renta familiar per cápita Renta familiar per cápitadisponible 1975 disponible 2003

(índice: España = 100) (índice: España = 100)Andalucía 80.3 79.3Aragón 100.0 110.4Asturias 94.3 108.4Baleares 123.0 113.1Canarias 85.0 88.9Cantabria 98.3 106.2Castilla y León 90.0 90.2Castilla la Mancha 84.3 85.4Cataluña 120.4 119.4Com. Valenciana 102.1 96.8Extremadura 70.4 74.4Galicia 85.7 91.2Madrid 127.0 120.0Murcia 86.8 86.5Navarra 107.6 115.6País Vasco 112.6 115.0Rioja 108.8 99.1España 100 100

FUENTE: para 1975, Renta Nacional de España y su distribución provincial, Fundación BBVA; para 2003, INE, Encuesta de condiciones de vida 2004.

campo de juego en cuanto a la capacidad de presión de los órganosde poder de las respectivas Comunidades respecto al poder central y,en su lugar, hubieran existido algunas Comunidades dotadas de po-der político y otras carentes de él. Como cualquier preterible contra-fáctico, éste no admite una respuesta indiscutible. Pero no es descabe-llado pensar que esa asimetría hubiera dificultado en la práctica eldesarrollo de políticas niveladoras o que, incluso, hubiera enervadoun desarrollo dual en el que las Comunidades cuyo autogobierno deri-vara del componente histórico (especialmente, las dos más ricas, Ca-taluña y el País Vasco) hubieran extraído rentas adicionales de ese plusde poder político para reforzar su situación de privilegio relativo.

3. LA REVISIÓN DE LA ARQUITECTURA TERRITORIAL EN CURSO

El contexto descrito en las páginas anteriores es aquel en el que sedesenvuelve el proceso en curso de reforma territorial. Proceso quetrae causa de factores diversos.

En primer lugar, está el caso de las comunidades históricas másconsolidadas y en las que el peso de los partidos nacionalistas es ma-yor, País Vasco y Cataluña. Cada una presenta rasgos propios queaquí vamos a sintetizar selectivamente porque nos interesa, no tantodescribir en detalle esos procesos, sino relacionarlos con la situacióngeneral. El punto de partida es que en ambas la aspiración de la refor-ma estatutaria, impulsada por las élites locales (y, en parte, trasladadaa la ciudadanía en los términos que hemos contemplado en el aparta-do anterior) constituye básicamente a lo largo de los últimos años uningrediente permanente de la reivindicación de las fuerzas nacionalis-tas, predominantes en ambas Comunidades en la arena competitivaautonómica 10.

En Cataluña, hay un cambio de singular importancia a raíz de laselecciones de 2003. La bandera del cambio estatutario es enarboladano sólo por los nacionalistas, sino por el PSC-PSOE, que ademásconvierte esa reivindicación en el eje principal de su plataforma políti-

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10 En las últimas elecciones catalanas (2003) los partidos nacionalistas (CiU y ERC) suman el 47.4% del vo-to; en las últimas elecciones vascas los partidos nacionalistas (PNV-EA y PCTV) suman el 50.7% del voto.

ca. Ese cambio de orientación es muy relevante en sí mismo. Pero,además, la geometría política que surge de esas elecciones lo haceaún más relevante. Al igual que había sucedido en 1999, el PSC es elpartido más votado, pero no el que consigue más escaños, que conti-núa siendo CiU. Pero, a diferencia de lo que en 1999 acontece, cuan-do CiU consigue formar un gobierno minoritario apoyado alternati-vamente en dos minorías del mismo peso (ERC y el PP), en 2003 elPSC consigue atraer a la emergente ERC (que hubiera podido parti-cipar con CiU en un gobierno mayoritario) y a la minoritaria forma-ción IC-V (Iniciativa per Catalunya-Verds) para formar un Govern tri-partit hegemonizado por el PSC-PSOE, que pretende desde sulanzamiento a finales de 2003 convertir la reforma del Estatut en ban-derín de enganche, prueba de eficacia y emblema de superación de laparalizada y paralizante gestión del pujolismo en los casi 25 años an-teriores. Ese propósito es bendecido por el Secretario General delPSOE, entonces aún en la oposición, quien asegura que el PSOE apo-yará en el parlamento español cualquier reforma estatutaria que tengael consenso de las fuerzas políticas en Cataluña.

Ese consenso –por otra parte– era condición sine qua non para queprosperara la reforma, toda vez que en el Estatut de Sau se había in-troducido como quórum de modificación la mayoría de dos tercios.En términos prácticos, esto suponía que cualquier reforma estatutariasólo podría salir adelante con el apoyo de CiU 11.

Trabar el acuerdo de la reforma lleva casi dos años, en los que sesuceden los órdagos y los compromisos, siempre girando en torno a lanecesidad de comprometer a CiU, que duda entre entregar la baza dela reforma a sus adversarios principales (PSC y ERC) o sacar partidode su imprescindible concurso. La técnica empleada por CiU es eloverbid, es decir, plantear exigencias inasumibles para el PSC de formaque éste no pudiera protagonizar el éxito de sacar adelante la reforma.Cuando (a comienzos del otoño de 2005) la reforma está a punto dedeclararse fallida, una intervención personal de Zapatero cerca del lí-der de CiU, Artur Mas, alcanza un compromiso muy próximo a la

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11 La composición del Parlament tras las elecciones de 2003 es la siguiente: CiU, 46 escaños; PSC, 42escaños; ERC, 23 escaños; PP, 15 escaños; ICV, 9 escaños. Así pues, incluso todos los demás partidosrepresentados menos CiU no hubieran alcanzado los 90 votos necesarios para aprobar en el Parlamentla reforma.

plataforma maximalista planteada por CiU y el texto consigue el res-paldo de todas las fuerzas representadas en el Parlamento de Cataluñasalvo el PP, en términos aritméticos cerca del 90% de la Cámara.

El texto que llega a Madrid contiene aspectos de inconstitucionali-dad muy patente. Abarcan desde una definición de Cataluña como na-ción en el artículo 1, hasta una fundamentación del mismo en los dere-chos históricos, una posición de clara preeminencia del catalánrespecto al castellano en materia lingüística, una lógica de bilaterali-dad en las relaciones Estado-Generalitat propia de un sistema no fede-ral, sino confederal, un extenso capítulo específico de derechos y de-beres de los catalanes que choca en múltiples aspectos con el catálogoconstitucional, y un esquema de financiación y autonomía financieraimposible de articular con las exigencias constitucionales de solidari-dad interregional. Se trata de una especie de Constitución encubiertacuya aprobación en los términos en que se planteaba hubiera supuestode facto una derogación parcial de aspectos nucleares de la Constitu-ción española en lo que se refiere a su aplicación a Cataluña.

En ese punto se produce otro giro en la posición del PSOE, secun-dado por el PSC. Antes de abordar la tramitación parlamentaria enlas Cortes, Zapatero vuelve a reunirse con Mas y acuerdan un ampliocatálogo de enmiendas sobre el texto remitido por el Parlament enca-minado a limar los aspectos de inconstitucionalidad más obvia. Esosaspectos modificados se refieren principalmente a la definición nacio-nal (que se relega al preámbulo como expresión de un deseo), a losderechos y deberes, a los límites de la bilateralidad y a la financiación.No obstante, se aprueba un texto sobre cuya constitucionalidad cabenrazonables dudas, muy prolijo, difícilmente compatible con las exi-gencias de solidaridad interterritorial, y claramente reductor de las ca-pacidades y funciones del Estado en el territorio.

Este acuerdo rompe el consenso del PSC con ERC, que pasa aoponerse al Estatuto y es expulsada del Gobierno regional, y permitea CiU volver a colocarse como protagonista político de primer orden.Pero eso es accesorio en nuestro argumento. Lo esencial es que elPSOE ha asumido la lógica nacionalista en un proceso esencial de re-forma estatutaria, esencial por lo que en sí mismo representa y por elvalor ejemplar que inevitablemente comporta para sucesivas reformasestatutarias. En otras palabras, ha asumido una transformación esen-

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cial del Estado de las Autonomías que desborda sus principios esen-ciales y se guía por principios más propios de la lógica nacionalistaque de la lógica hasta entonces aplicada por los partidos nacionales.

En el País Vasco hay un ritmo y una génesis muy distintos, conse-cuencia sobre todo de la persistencia de un problema de violencia te-rrorista y, asimismo, de una peculiar configuración de los espaciospolíticos en parte tributaria de la persistencia de esa violencia.

Si bien los socialistas vascos mantuvieron una coalición de Gobier-no con el PNV diez años (entre 1987 y 1998, con un breve interregnode gobierno PNV-EA-EE en 1991), tras las elecciones de 1998, cele-bradas durante la anterior tregua de ETA y como consecuencia delPacto de Estella, que excluía la colaboración de los nacionalistas conlos partidos estatales, se produce una ruptura entre los nacionalistas ylos partidos no nacionalistas. Entre 1998 y 2001 la aproximación bydefault entre PP (entonces el primer partido no nacionalista) y PSEcristaliza en una estrecha colaboración parlamentaria de facto. En laselecciones de 2001 se visualiza por vez primera la posibilidad de ungobierno constitucionalista formado por PP y PSOE, es decir, un go-bierno sin participación nacionalista. Los números finales de la elec-ción 12 –que tuvo la más alta participación en la historia electoral vas-ca– impidieron esa posibilidad. Hay que señalar que estos comiciosfueron objeto de una lectura ex post facto de la dirección socialistacompletamente alejada de la base que los resultados proporcionaban.El resultado conjunto de PP y PSOE alcanzó el 40,7% del voto, en uncontexto, como se acaba de indicar, de altísima participación. Sin em-bargo, en las elecciones de 2005, bajo una estrategia de enfrentamien-to profundo entre PSOE y PP, la suma de los porcentajes de ambosfue inferior en más de un punto a la de 2001, pese a que la participa-ción bajó considerablemente. Sin embargo, la lectura oficial del PSOEtras las elecciones de 2001 fue la de que la colaboración con el PP ha-bía dado alas a los nacionalistas y, en consecuencia, procedía romperla unidad del discurso constitucionalista y situarse en un espacio in-termedio entre el nacionalismo y el PP.

En el caso vasco la iniciativa de reforma estatutaria estaba desde2001 protagonizada exclusivamente por los nacionalistas (y su apén-

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12 Un análisis detallado de esa elección puede consultarse en Wert, José Ignacio, «Lo que aún no seha dicho», Nueva Revista, nº 76, 2001, págs. 4-21.

dice cipayo, la IU-EB de Madrazo) y plasmada en una propuesta noya inconstitucional, sino, por así decirlo, orgullosa de serlo.

El tipo de reforma plasmado en el Plan Ibarretxe 13 (que no aspirabaen realidad a su aceptación por los partidos no nacionalistas, sino aestablecer una posición dialéctica de máximos desde la que negociarmás adelante con ellos) consiste en una fórmula abiertamente extrañaal marco constitucional, que no sólo puja por una definición nacionalde Euskadi, sino que llega sensiblemente más lejos al proponer unasuerte de Estado libre asociado al Estado español con todas las prerro-gativas y contenidos de la condición estatal salvo las Fuerzas Arma-das y (con matices) la política exterior.

La aprobación del Plan Ibarretxe en el Parlamento vasco pareceinicialmente ser el reactivo que provoca de nuevo (como había suce-dido reiteradamente en los años anteriores) una unidad de acción delos partidos nacionales en su oposición al mismo y, de rebote, una re-conducción de los procesos de reforma del marco estatutario en otrasComunidades. En efecto, Zapatero y Rajoy acuerdan una estrategiaconcertada de cerrar las puertas a la toma en consideración de la pro-puesta nacionalista y la creación de una Comisión de ambos partidospara alcanzar acuerdos sobre todas las reformas estatutarias en cursoo futuras.

De todo aquello, lo único que se materializó fue la coincidencia enel sentido del voto contra la toma en consideración del proyecto na-cionalista, ya que ni siquiera la lógica del rechazo que utilizaron res-pectivamente Zapatero y Rajoy es la misma. Mientras Rajoy rechaza-ba absolutamente el fondo y la forma, Zapatero desarrollaba una líneade rechazo más suave, basada en la ausencia de consenso en la elabo-ración abriendo la puerta a la aceptación de propuestas que consi-guieran un acuerdo mayor. Por supuesto, lo que se acaba de explicaracerca del proceso de reforma catalán hace ocioso recordar que ni la

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13 El Plan Ibarretxe se comienza a esbozar en el discurso de investidura de Ibarretxe en julio de 2001,tras las elecciones del 13 de mayo de ese año, pero no llega a concretarse como «iniciativa política pa-ra la convivencia en Euskadi» hasta el Pleno de política general del Parlamento vasco del 27 de sep-tiembre de 2002. El trámite preparlamentario (acuerdo intranacionalista) y parlamentario en el País Vas-co culmina con la aprobación (por mayoría no cualificada) de la reforma del Estatuto de Gernika el 30 dediciembre de 2004, gracias a los votos del tripartito y una parte de los votos de EH. Apenas un mes des-pués, en el primer día en que era posible hacerlo, el Congreso de los Diputados, por la amplia mayoríaque suponen los votos de PSOE y PP, rechaza la toma en consideración del texto.

Comisión entre PSOE y PP se llegó a constituir, ni se alcanzó acuer-do alguno para encauzar las reformas en curso y las pendientes.

Al contrario. Por un lado, una vez rechazada la toma en considera-ción del Plan Ibarretxe y, en consecuencia, tomada por su protagonis-ta la iniciativa de disolución del Parlamento, el PSE se lanza a emularla vía catalana y comparece a las elecciones de 2005 con una platafor-ma en la que la reforma del Estatuto en la línea de «potenciar nuestracapacidad de autogobierno... blindar nuestro poder competencialfrente a eventuales lecturas reduccionistas o abusivas por parte delEstado» 14. Es cierto que ese planteamiento se formula en abierta opo-sición al soberanismo del Plan Ibarretxe, pero no es menos evidenteque se está buscando una tercera vía entre la defensa a ultranza del ac-tual marco estatutario que preconiza el PP y su ruptura radical implí-cita en el Plan Ibarretxe.

Esa nueva posición conduce a una línea de ruptura más rotundacon el PP una vez que, tras las elecciones autonómicas de 2005, elPSE recupera la condición de referencia principal del espacio no na-cionalista en el País Vasco 15. Y se hace más clara a partir del inicio delllamado proceso de «final dialogado de la violencia», en el que el PSEgestiona los contactos políticos conducentes a la creación de una me-sa de partidos desde la que, fuera del marco institucional vigente, se vaa iniciar una suerte de atípico «proceso re-constituyente» para (en pa-labras de Patxi López) «llevar adelante un diálogo político que tiene comoobjetivo ampliar los consensos con los que definir el marco de convivenciaque permitan construir una Euskadi entre todos» 16.

Este relato permite hacerse una idea de la importancia del giro quese ha producido en el socialismo español acerca de la arquitectura te-rritorial. En esta altura del mismo es importante ver si –como sostie-nen una y otra vez los dirigentes socialistas– este giro crítico supone

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14 PSE-EE, Programa Elecciones Autonómicas País Vasco 2005, página 21 (www.socialistasvascos. com). 15 Con la única salvedad de las primeras elecciones autonómicas (1980) en las que el PSE superó cla-

ramente a UCD, esa condición de referencia principal del espacio no nacionalista ha ido siempre vincu-lada a la condición de partido de Gobierno en Madrid. Así, el PSE es la referencia no nacionalista en1984, 1986, 1990, 1994 y 2005, mientras el PP lo es en 1998 y 2001.

16 Declaración de Patxi López tras su entrevista con Batasuna en San Sebastián el jueves 6 de juliode 2006.

aplicar el Programa Electoral con el que el PSOE compareció a laselecciones de 2004.

Lo que se dice al respecto en ese Programa 17 está muy lejos de su-gerir ese cambio. De entrada, se afirma que «El Estado de las Autono-mías ni está agotado, ni sobrepasado, ni superado, ni hay que desbordarlo».En esa línea, «el PSOE posibilitará las reformas estatutarias que se planteende acuerdo a la Constitución y respaldadas por un alto grado de consenso de-mocrático». Junto a ello el PSOE cree «que ha llegado el momento de que,desde el Estado, se aborden algunas modificaciones del Estado Autonómicoque contribuyan a superar las ineficiencias, distorsiones y desigualdades queel transcurso de los años ha ido revelando». Y se refiere a la «instauraciónde mecanismos de cooperación y coordinación entre las instituciones regiona-les y centrales… para evitar fuertes disfunciones en el servicio a los ciudada-nos que debe dar un Estado complejo o descentralizado... El Estado de lasAutonomías, desde la perspectiva de los socialistas, debe funcionar con crite-rios de solidaridad y cooperación interterritorial, para garantizar que todoslos españoles, con independencia del lugar en el que residan, puedan recibirlos mismos servicios y prestaciones públicas y gocen de un nivel similar de ca-lidad de vida».

Esto es, en sustancia, lo que dice el Programa. Un planteamientoprudente, que atempera el impulso nacionalista de poner patas arribael Estado de las Autonomías con un reconocimiento de su sostenidavigencia, que requiere para cualquier reforma el mayor grado de con-senso en su elaboración y que, incluso, contempla la necesidad denuevas leyes de armonización. Un programa, en definitiva, que estáen las antípodas de la praxis seguida por el PSOE especialmente des-de 2005.

Por lo tanto, hay un segundo factor que se ha de explicar en elcambio de la situación, que es un genuino cambio en la aproximacióndel PSOE a la cuestión territorial, cuya base no está en el cumpli-miento de compromisos programáticos, los que más bien contravie-ne, sino que tiene una explicación de otro tipo.

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17 Programa Electoral Elecciones Generales 2004, «Un nuevo impulso autonómico para la España plu-ral: Reforma constitucional del Senado, Reforma Judicial y Conferencia de Presidentes», pág. 51 y ss.(www.psoe.es)

Se han manejado varias, pero ninguna es necesariamente auténtica,en el sentido de aceptada como tal por sus autores.

La más obvia, la necesidad de contar con apoyos de los partidosnacionalistas para mantenerse en el Gobierno central en ausencia demayoría parlamentaria. Es una explicación, como mínimo, insuficien-te. Es cierto que tanto el último Gobierno de Felipe González (1993-1996) como el primero de José María Aznar (1996-2000) tuvieronque apoyarse en los partidos nacionalistas (singularmente en CiU) yque intercambiaron algunas concesiones –especialmente en materiade financiación– con el nacionalismo catalán. Pero esa necesidad, co-mo en el primer epígrafe de este trabajo se señala, no implica, ni porparte del PSOE ni por la del PP, cualquier modificación de sus orien-taciones básicas sobre la cuestión, no hay ningún tipo de conversiónnacionalista asociada a la necesidad de cooperación con los partidosde ese signo.

Se ha avanzado otra interpretación. Con distintas modulaciones ymatices, lo que la misma sostiene es que esta conversión sería unaconversión táctica destinada a cerrar el espacio de maniobra del PPen la hipótesis de que en el futuro pudiera obtener una victoria electo-ral con mayoría relativa. La complicidad con los nacionalistas de lossocialistas estaría así encaminada a convertir al PP en un partido «in-colescible», que no podría encontrar los apoyos necesarios para formarGobierno, dado que estos necesariamente habrían de recabarse entreformaciones nacionalistas.

Esta interpretación tiene algunos visos mayores de verosimilitud,pero tampoco es completamente satisfactoria.

Hay algo más. Ese algo más que explica el hecho de que el PSOEhaya seguido esta deriva maximalista en la reforma de la arquitecturaterritorial incluso en aquellas Comunidades en las que no existen par-tidos nacionalistas relevantes (Andalucía) o en las que los mismos noson determinantes (Galicia).

Esa deriva se conecta con la persecución del objetivo de alejar alPP de una centralidad política redefinida a través del consenso entresocialistas y nacionalistas. Se trata de aprobar reformas estatutariasinasumibles para el PP allá donde ello sea posible, para convertirlo en

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un partido institucionalmente excéntrico en el nuevo reparto del po-der territorial.

Y hay que decir que en esta estrategia el PSOE no sólo cuenta conla colaboración lógica de los partidos nacionalistas, sino que ademásse apoya en la ausencia de una estrategia alternativa consecuente delPP. Me refiero a que el PP no ha planteado en la práctica una posi-ción que hubiera parecido obligada como respuesta a la anterior, conun planteamiento global sobre la reforma de la arquitectura territorialque excluyera tratar individualmente las iniciativas de reforma de losestatutos en ausencia de un marco general acordado entre los dosgrandes partidos nacionales sobre los objetivos, alcance y límites deesa reforma.

En efecto, el PP comete a mi juicio el error de propugnar (y sacaradelante) reformas estatutarias en Comunidades en las que gobierna yen las que posee la clave política de la reforma. Ése ha sido el caso enla Comunidad Valenciana (cuya reforma estatutaria ya ha sido apro-bada) y en Baleares, donde la reforma ha sido ya aprobada por el Par-lamento regional. En uno y otro caso con el concurso del PSOE, loque permite a este último sostener que mientras el PSOE apoya lasiniciativas de reforma que surgen del PP este último rechaza las quese originan en el PSOE. En términos más políticos, que el PP obstru-ye el proceso, mientras el PSOE lo allana.

Desde el punto de vista del PP, el contraargumento es el de quemientras las reformas que ese partido propugna no ponen en cuestiónlos fundamentos del Estado de las Autonomías y son respetuosos conla Constitución, las reformas impulsadas por el PSOE suponen uncambio del modelo y resultan incompatibles con la Constitución.

Aun admitiendo dialécticamente ese argumento, parece obvio queeste camino de reformas debiera haberse planteado con un mayorsentido de la oportunidad política y que en este momento su propiaexistencia debilita sobremanera la posición del PP en cuanto a su ra-zonable oposición a otras reformas.

Entre otras cosas, porque es inevitable que el mecanismo de emu-lación funcione. La prueba más palpable es la llamada cláusula Camps,incluida como Disposición Adicional 2ª en el Estatuto de la Comuni-dad Valenciana, en la que se establece la obligación que incumbe a las

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instituciones de autogobierno de promover las iniciativas de actuali-zación correspondientes para que se atribuyan, transfieran o deleguena la Comunidad cualesquiera competencias ampliadas que pudiera re-cibir cualquier otra Comunidad en el futuro 18. No se trata tanto delcontenido como de su lógica: por la vía de evitar la asimetría o la des-ventaja, las Comunidades se ven abocadas a una irracional carrera en-tre ellas en pos de las competencias, sin que esté demostrado que elpoder autonómico sea el más capacitado para ejercerlas 19.

Así estamos. Hay que preguntarse por las consecuencias de estaderiva. Por supuesto, aún hay un buen número de variables abiertas.Sin duda, la fundamental es la que se refiere a lo que pueda suceder enel País Vasco, donde el proceso de reforma va a comenzar de formaextrainstitucional en la llamada mesa de partidos.

También lo que pudiera pasar en Galicia, donde el PSG parece encamino de repetir los malhadados pasos del PSC en Cataluña.

Pero igualmente es preciso considerar hasta dónde llegan en suafán de emulación el resto de las Comunidades y de qué manera seconsigue la cuadratura financiera del círculo: acomodar en el esque-ma financiero general las particularidades que se han ido producien-do en los distintos Estatutos y que en algún caso, como en el de la in-versión del Estado, son flagrantes 20.

El caso de Andalucía tiene en este contexto un valor ejemplar. An-dalucía es el principal granero electoral del PSOE –en 2004 le aportómás del 21% del total de sus votos y el 23% de los escaños conquista-

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18 Ley Orgánica 1/2006, BOE de 11 de abril de 2006, nº 86, pág. 13953.19 El caluroso verano de 2006 ha vuelto a poner sobre la mesa de forma aguda e incontestable que el

apriorismo según el cual las Comunidades Autónomas gestionan mejor que el Estado cualesquieracompetencias que tienen que ver con el territorio en que están implantadas no está empíricamente jus-tificado. Los incendios forestales en Galicia (al igual que ocurriera en Castilla la Mancha el verano ante-rior) han resultado más destructivos porque los recursos parcelizados en las Comunidades resultan in-suficientes (pese a la cooperación entre ellas) en situaciones de crisis de mayor envergadura.

20 La disposición adicional 3ª del Estatut señala que en los próximos siete años la inversión del Estadoen Cataluña será equiparada a la participación relativa del PIB de Cataluña con relación al PIB del Esta-do. A su vez, la disposición adicional 3ª del Proyecto de Estatuto de Andalucía remitido al Congreso indi-ca que esa inversión se equiparará al peso de la población andaluza sobre la población nacional. Así lasComunidades con PIB per cápita superior a la media pedirán que el criterio que se les aplique, sea laaportación al PIB y aquellas con PIB per cápita inferior a la media solicitarán el criterio de población.Esto sólo plantea un pequeño problema: la suma va a ser superior a 150%.

dos– y, con Castilla La Mancha, son las únicas dos Comunidades enlas que los socialistas siempre han tenido el gobierno regional.

Como en el apartado correspondiente hemos visto, la demanda dereforma estatutaria está en esta Comunidad por debajo del 30% de losciudadanos, es claramente una demanda minoritaria. Igualmente, des-de el punto de vista identitario, los andaluces definen de forma muymayoritaria a su Comunidad como una «región» (86%) en tanto quesólo el 7% piensa en ella como una «nación».

Andalucía tiene una tradición nacionalista muy escasa. Blas Infante,ahora considerado el Padre de la Patria Andaluza 21, fue un espécimenpolítico completamente atípico (notario de profesión, fue un revolu-cionario de vocación; candidato en cuantas elecciones se celebraron ensu vida adulta, jamás logró un acta de diputado; fue cruelmente asesi-nado por las tropas de Queipo de Llano sin mediar siquiera juicio oacusación a principios de la Guerra Civil y, acabada ésta, fue conde-nado a muerte «formalmente» por sus actividades revolucionarias y na-cionalistas). Su movimiento Liberalista careció de importancia electo-ral durante la República, aunque él fue el aglutinador del movimientoa favor del Estatuto que conectaba con anteriores intentos de dotar aAndalucía de una personalidad política propia desde finales del sigloXIX 22. El armazón teórico del nacionalismo andaluz es, por decirlosuavemente, más bien endeble: algunas de las páginas de Blas Infanteno desmerecen en su delirio separatista de las de los independentistascatalanes o vascos 23.

En la actualidad, el nacionalismo andaluz lo ha representado elec-toralmente el Partido Andalucista (Partido Socialista de Andalucíahasta 1979), acreditando una muy notable volatilidad electoral: con laexcepción de las elecciones de 1979, en las que obtuvo 5 diputadoscon un 11% del voto, en el resto de las elecciones generales ha oscila-

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21 Así lo aprueba unánimemente el primer Parlamento Autonómico andaluz en 1985.22 Intentos más bien folcloristas o románticos como la Constitución Federal Andaluza adoptada en

Antequera en 1883 o las Asambleas de Ronda de 1918 que definieron los símbolos nacionales de Anda-lucía.

23 Así, el Manifiesto de Córdoba de enero de 1919 redactado por Infante apunta «...Declarémonos se-paratistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de lajusticia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad... Ya no vale resguardar sus misera-bles intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad que dicen nacional...».

do entre el 2 y el 6% del voto de los andaluces; parecida elasticidadacreditan sus resultados en elecciones autonómicas (sólo en 1990 su-peran el 10% del voto) y son algo más consistentes en las eleccioneslocales, donde han mantenido un nivel entre el 7 y el 11% del voto.En todo caso, ni en sus mejores registros, se trata de una fuerza no yadeterminante sino, siquiera, significativa.

Por tanto, como huelga recordar, en el caso de Andalucía no exis-te una tensión hacia la sobrepuja nacionalista que se fundamente en elpeso político de los partidos nacionalistas, que es, más bien, marginal.El PSOE de Andalucía tiene las palancas políticas necesarias para quela reforma estatutaria discurra exactamente por donde él quiera 24.

Pues bien, en ese favorable contexto para desarrollar su propioconcepto de la reforma de la arquitectura territorial, el PSOE ha en-viado a las Cortes un texto que en su Preámbulo sostiene que «laConstitución Española, en su artículo 2, reconoce la realidad nacional deAndalucía como una nacionalidad» 25. Tan portentosa afirmación, unaburla a la inteligencia del lector, es la percha de la que colgar el objeti-vo político del Estatuto: no ser menos que Cataluña, aunque sea debroma 26. En efecto, este Preámbulo es un buen ejemplo de lo produc-tiva que resulta la emulación, ya que consigue algo que se habría an-tojado imposible: superar en cursilería e inanidad lógica e intelectualal del Estatut de Cataluña. Se trata de tener de todo lo que tienen loscatalanes. Así, faltos de otra idea acerca del hecho diferencial andaluz,los redactores del Estatuto nos explican que el mismo es «un sistemaurbano medido en clave humana».

Pero la emulación no se detiene en el Preámbulo, que al fin y al ca-bo carece de eficacia jurídica directa. Ya en el articulado (246 artícu-

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24 El Parlamento Autonómico elegido en 2004 se compone de 61 diputados del PSOE, 37 del PP, 6 deIULV-CA y 5 del PA. El quórum de 3/5 del Parlamento que se exige para la aprobación inicial de la Refor-ma se obtiene sumando los diputados del PSOE y los de IULV-CA, que fueron los que efectivamente apo-yaron el texto que ahora se discute en el Congreso y que suponen el 61% de la Cámara, es decir un pun-to porcentual más del quórum cualificado requerido.

25 El artículo 2 de la Constitución Española dice así: «La Constitución se fundamenta en la indisolubleunidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y reconoce y garantizael derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todasellas».

26 Cfr. un tratamiento más detallado de este tema en Wert, José Ignacio: «La realidad irreal», El País,16 de mayo 2006.

los más las correspondientes Disposiciones Adicionales y Transitoriasque vienen a sustituir a los 75 artículos que tiene el vigente Estatutode 1981), el afán asertivo llega al extremo de incluir en el catálogo de«Objetivos básicos de la Comunidad Autónoma» ni más ni menos que la«defensa, promoción, estudio y prestigio de la modalidad lingüística andalu-za en todas sus variantes» (artículo 10). Esto es, si no hay lengua pro-pia, nos la inventamos. Además, un extensísimo capítulo de derechosy deberes de los andaluces incluye el «derecho a vivir dignamente el pro-ceso de su muerte» (artículo 20), el derecho «a la gratuidad de los libros detexto» (artículo 21), el derecho «a una renta básica» (artículo 21). Estoes una combinación del afán pseudo-constitucionalista que tambiénen Cataluña define al catalán como sujeto de deberes y derechos espe-ciales, con una elevación del rango jurídico de las políticas asistencia-les que la Junta ha venido practicando. Y no me resisto a citar que en-tre las políticas públicas que la Junta debe desarrollar (artículo 37) seincluye «la conservación y puesta en valor del flamenco».

Pero, al cabo, todo lo anterior puede parecer anecdótico. No lo es,a mi entender. Porque del catálogo minucioso de competencias porasumir que marca esta reforma estatutaria, y de la obsesión por la bi-lateralidad que también está presente en ella surge un modo de enten-der el Estado de las Autonomías que no es ya el trazado por la Cons-titución de 1978 ni por los Estatutos que ahora se quieren reformar.Es un modelo distinto basado –consciente o inconscientemente– enla lógica del nacionalismo, esto es, en la idea del Estado como mal(transitoriamente) necesario, pero susceptible de reducción a un pa-pel marginal o, como dijo recientemente el propio Presidente de laGeneralitat de Cataluña, el socialista Pasqual Maragall, un papel es-trictamente «residual». Y ello, al margen de una demanda social dis-cernible e incluso de la presión de una élite política nacionalista concapacidad de imponerlo.

4. Y AHORA ¿QUÉ?

A lo largo de los epígrafes anteriores se ha presentado una descrip-ción actualizada del problema de la revisión en curso de la arquitectu-ra territorial de España incluyendo las principales dimensiones que la

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cuestión presenta en la opinión pública. De los mismos se deducen –ami entender– varias conclusiones:

1. El Estado de las Autonomías –tras un cuarto de siglo de funcio-namiento– ha dado una solución, si no óptima sí satisfactoria, ala cuestión de la distribución territorial del poder, dando cauce alas aspiraciones de autogobierno de Comunidades con unaidentidad histórica marcada y creando en las restantes mecanis-mos en general eficientes de aproximación del poder a los ciu-dadanos e incluso nuevos vínculos identitarios. Se ha construidoun sistema de Estado compuesto universal, esencialmente simétri-co, que se ha rodado y madurado sin excesivos problemas nitensiones entre el poder central y los poderes autonómicos. Deun Estado fuertemente centralizado se ha pasado –en un tiempohistóricamente breve– a otro tan o más descentralizado que lossistemas federales consolidados de otros países.

2. Esa solución ha conseguido una básica aquiescencia de la ciuda-danía que, en términos generales y con limitadas excepciones enlas Comunidades de identidad política más definida y mayor pe-so de los partidos nacionalistas, muestra su satisfacción con lafórmula y con su funcionamiento y no considera necesario mo-dificarla de forma sustancial.

3. Sin embargo, y por razones que no son obvias en sí mismas y,desde luego, no se sustentan en compromisos programáticoscontraídos con la ciudadanía, hay un giro determinante en elPSOE a partir de su victoria electoral de 2004 que se concretaen la asunción –al menos parcial– de la lógica nacionalista tan-to en términos de los elementos jurídico-políticos de ordenmás simbólico (la aceptación del principio de distintas nacionesparticulares a través de fórmulas anfibológicas como las intro-ducidas en los Estatutos catalán y andaluz), como en términosde la disposición a ampliar significativamente el marco com-petencial y la autonomía financiera de las Comunidades Autó-nomas en demérito de las competencias y capacidades del pro-pio Estado.

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Esta es, en síntesis, la faz del problema. Lo que cabe preguntarseante el mismo es si estamos abocados a una especie de «de-construc-ción» de la Nación española, con la sustitución gradual o incluso sola-pada de los principios constitucionales que orientan la arquitectura dela distribución territorial del poder. En todo caso, qué consecuenciasse derivarían para la nuestra politeia del proceso de reforma en curso.Por último, qué es aconsejable en evitación de males mayores. Inten-taré responder sine ira et studio a estas cuestiones.

Comenzando por la primera y más delicada, no creo que la decons-trucción de España sea posible, pero sí aventuro que como conse-cuencia de este proceso podría tener lugar un innecesario y arriesgadodebilitamiento de la Nación que traería muchas más consecuenciasnegativas que positivas para el conjunto de los ciudadanos.

No pienso que esté en juego la desaparición de España como unEstado unitario, porque creo que los anclajes sociales y políticos de laNación son suficientemente sólidos como para soportar esta derivasin que se llegue a la indeseada fractura. Hablo por supuesto de losanclajes jurídico-políticos como son los controles de constitucionali-dad, pero también de los anclajes sociales que –como hemos exami-nado en el epígrafe segundo– nos revelan una ciudadanía muy mayo-ritariamente convencida de que España es su Nación, orgullosos desu identidad y su pertenencia, y claramente renuentes a ver esa identi-dad y esa pertenencia en riesgo de disolución.

Probablemente el estado de ánimo sobre lo que supone Españapara los españoles se encuentra en un punto de equilibrio bastante sa-ludable, lo que no deja de ser sorprendente, teniendo en cuenta lo po-co –y lo mal– que desde los poderes públicos se ha hecho para fo-mentar tales estados de ánimo. Los historiadores más lúcidos 27 se hanreferido a la importancia que las distintas malformaciones del nacio-nalismo español tienen a la hora de enervar un patriotismo que pu-diéramos llamar «saludable». El hecho –destacado por Fusi 28– de que

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27 Valga –por todas– la referencia a dos obras recientes de Juan Pablo Fusi sobre la cuestión: La pa-tria lejana. El nacionalismo en el siglo XX, Taurus, Madrid, 2003, especialmente pp. 127 a 131 y 294-312,así como Identidades proscritas. El no nacionalismo en las sociedades nacionalistas, Seix Barral, Bar-celona, 2006, especialmente pp. 68 y ss.

28 En La patria lejana, cit., pág. 129.

la columna vertebral de ese patriotismo en el primer tercio del sigloXX fuera un Ejército cuya cultura básica (fraguada en impopularesguerras coloniales y más tarde en el enfrentamiento de la Guerra Ci-vil) incluía la negación de cualquier particularismo de las distintas re-giones, un anclaje religioso excluyente, y una orientación social muyconservadora suponía un handicap insuperable para que cuajara unpatriotismo moderno e integrador.

Sin embargo, lo que sucede a partir de la Transición –tal como seapunta en el primer epígrafe de este trabajo– es que se produce unaasimetría entre los nuevos patriotismos periféricos (fuertemente imbri-cados con la demanda de democracia) y un nonato patriotismo espa-ñol democrático, que no llega a desarrollarse entonces en función dela contaminación sufrida con el concepto excluyente del patriotismo(más bien patrioterismo) español de las décadas anteriores 29. Y sólomuy lentamente, en parte de forma reactiva frente a los excesos de losdistintos nacionalismos, y, casi siempre, de manera más bien timoratay casi avergonzada, se recupera desde la orilla no nacionalista un cier-to sentido de la necesidad de un patriotismo renovado, que si bien ex-cluye cualquier etiqueta de nacionalismo español, sí comprende lanecesidad de crear vínculos de identificación, de orgullo y de perte-nencia entre los ciudadanos y la Nación. Muy tardíamente, ya a prin-cipios del siglo XXI, alcanza una cierta resonancia político-intelectualla recepción de la idea del patriotismo constitucional acuñada por Stern-berger y popularizada por Habermas, con la disputa entre PP y PSOEpor patrimonializar el concepto.

Y si es cierto que la historia española de los últimos dos siglos espródiga en episodios de enfrentamientos fratricidas, coronados por lacruenta Guerra Civil (1936-1939), que dificultan o incluso impiden elsurgimiento de un sentimiento patriótico compartido, no es menoscierto que la historia de éxito construida por España desde 1975 po-dría muy bien (y, de hecho, creo que implícitamente lo es) ser el fun-damento de un patriotismo español renovado en el que la mayoría delos ciudadanos se reconoce. El orgullo por el camino recorrido en es-

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29 Me he ocupado de la cuestión en «Anorexia patriótica», El País, 21 de marzo de 2001; ver tambiénVelasco, Juan Carlos, «Patriotismo constitucional y republicanismo», en Claves de Razón Práctica, nº125, pp. 33-40.

tos treinta años y la satisfacción con un país que ha encontrado su lu-gar, que progresa y que se integra en el mundo, son una argamasa ra-zonable para dar consistencia al reconstruido patriotismo.

En este contexto, las dudas expresadas por el Presidente del Go-bierno 30 acerca del sentido jurídico y político de la Nación española(y, lógicamente, las abundantes implicaciones políticas que de talesdudas se derivan) parecen más el fruto de una necesidad táctica o es-tratégica particular que el reflejo de un sentimiento de los ciudadanos.Éstos lo tienen más claro.

Es posible que, como algunos han señalado 31, esos sentimientossean difusos, superficiales o populistas. Pero son reales, se expresancon claridad en las encuestas y en las manifestaciones espontáneas dela gente en las ocasiones precisas. Y, desde luego, son sentimientosque se activarían políticamente ante la percepción de una amenazaseria a la preservación de esa Nación con la que se identifican.

Ahora bien, lo que sucede es que la deriva actual puede socavar loscimientos de viabilidad de la Nación y debilitar su futuro. Como elo-cuentemente ha escrito José Antonio Zarzalejos «la cuestión no con-siste en la formulación de ese supuesto catastrofismo según el cual Es-paña se rompe, sino en un proceso mucho más sutil y pernicioso:España se evapora» 32. Y el problema es que el discurso oficial al hilo dela reforma de la arquitectura territorial puede incidir en esa dirección.

Porque ese discurso transita vacilantemente entre una asunciónapriorística del principio de que la transferencia de mayor poder polí-tico a las Comunidades es una virtud en sí misma que no vale la penasometer a revisión y el eslogan de que es ese mayor poder político delas Comunidades el que anuda los lazos de la llamada España plural.Y por ese camino, lo que el proceso de reformas en curso puede aca-bar generando es ciertamente una España tan plural que de Naciónunitaria no le quede más que el nombre y la letra de un virtualmenteignorado artículo 2 de la Constitución.

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30 Respuesta del Presidente del Gobierno a pregunta del portavoz del Grupo Parlamentario populardel Senado, Pío García Escudero, en la sesión de control del Senado del 17 de noviembre de 2004 (Diariode Sesiones, pág. 915 y ss.)

31 Juan Pablo Fusi, La Patria lejana, cit., pág. 209.32 «Alatriste y España», ABC, 3 de septiembre de 2006, cursiva original.

Hay que reconocer que el acomodo de la demanda social de dife-rencia (ver epígrafe 2 de este trabajo) tiene una declinación diversa endos Comunidades (País Vasco y Cataluña) y en el resto de las mismas.Esto plantea la cuestión de la simetría. A mi juicio la simetría esencial–hay algunas asimetrías accidentales que encuentran reconocimientoen la Constitución, como por ejemplo la que consagra su DisposiciónAdicional Primera y en la que se fundamenta el régimen económicoespecial del País Vasco y Navarra– es un principio constitucional im-plícito que no puede burlarse sin burlar el espíritu y la letra de laConstitución.

Pero lo que al parecer se está intentando es una especie de com-promiso apócrifo mediante el cual se da entrada a una asimetría ma-terial, disimulada en una simetría formal. A esta última se llega trans-firiendo más poder político y financiero a todas las Comunidades,además de la incorporación de elementos simbólicos sobre la condi-ción nacional de las regiones, de suerte que parezca que todas accedena un peldaño superior de entidad política.

Esto plantea dos problemas. El más obvio es la jibarización delEstado, que se encuentra ya muy cercano a su límite de tolerancia.Pensemos en un indicador como el tamaño de las Administraciones.Ya hoy el Estado es el empleador público menos relevante, frente alas CC.AA. (que dan empleo a 1,2 millones de personas, el 50,1% delpersonal al servicio de las Administraciones Públicas), y frente a lasAdministraciones Locales (que emplean a 568 mil personas, el23,5%). A su vez, el Estado da empleo a 546 mil personas, el 22,5% ysólo en los últimos 15 años su tamaño se ha visto reducido a menosde la mitad en número de efectivos 33. Si pensamos sólo en personalcivil (una parte muy importante del personal al servicio del Estadoson militares y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad) la desproporción esaún mayor.

Si pensamos en términos de funciones, el grueso de los servicios yprestaciones públicas (con la única excepción de las pensiones y otrasprestaciones de la Seguridad Social) están transferidas a las Comuni-

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33 El resto es el personal al servicio de las Universidades, que se computan como una categoría espe-cial. Fuente: Ministerio de Administraciones Públicas, 6/01/2006 (www.map.es).

dades Autónomas. Íntegramente lo están la Educación y la Sanidad,dos pilares clásicos del Estado de Bienestar.

No se trata de poner en cuestión el proceso de transferencia, aun-que es obvio que los resultados distan de ser uniformemente positivosy que se han acreditado en múltiples campos disfunciones e ineficien-cias que traen causa de la insuficiencia de los mecanismos que conser-va el Estado para establecer bases uniformes y coordinar el empleo delos recursos. Nociones como la de tamaño crítico, sinergias y otros, queexplican que en la provisión de bienes y servicios no siempre se esmás eficiente por estar más cerca, no se han tenido en cuenta (o no lobastante) a la hora de diseñar y ejecutar este proceso de transferencia.

La cuestión es si se puede ir más allá en este proceso de vacia-miento competencial del Estado sin poner en solfa su misión de ga-rante de la igualdad básica de los ciudadanos en el acceso a los bienesy servicios públicos y su correspondiente papel en la redistribución yel arbitraje de los recursos.

Mi convicción es la de que el Estado difícilmente se puede adelga-zar mucho más sin que se resientan sus funciones básicas, su capaci-dad efectiva de hacer lo que tiene que hacer. E igualmente creo que ladinámica de reforma territorial en la que nos hallamos inmersos haceque el Estado corra riesgos innecesarios en esa dimensión, si no irre-mediables, sí difíciles de superar.

Para superar ese riesgo, es precisa alguna forma de blindaje del Es-tado. En ese sentido, el Informe del Consejo de Estado elaborado entorno a la consulta del Gobierno sobre modificaciones de la Constitu-ción apunta claramente a la necesidad de superar la ambigüedad ac-tual en cuanto a los límites de transferibilidad del ejercicio (no obvia-mente de la titularidad) de competencias sobre materias de titularidadestatal (Artículo 150.2 de la Constitución). Y lo hace señalando laconveniencia de caracterizar las «facultades indelegables» que deberíanincluir «además de las que se consideren inherentes al ejercicio de la sobera-nía e indispensables para asegurar el correcto funcionamiento de la organi-zación del Estado, las que pongan en peligro la capacidad del Gobierno dela Nación para diseñar y aplicar su propia política en aquellos ámbitos quela Constitución le ha reservado en exclusiva (facultades de dirección políti-ca, según el artículo 97). Forma parte también de este núcleo duro intangible

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la competencia atribuida al Estado en numerosos apartados del artículo149.1 para dictar las bases o la legislación básica; una competencia para de-finir el denominador común normativo que, en buena lógica, no puede ser ce-dida a una Comunidad Autónoma» 34. Es decir, frente a la tendencia in-vasiva de las demandas de algunas Comunidades, la necesidad de queel Estado garantice la inviolabilidad de ciertos límites competencialesque debe preservar para asegurar su propia supervivencia. Y esa su-pervivencia pasa por retener los elementos que permiten la direcciónpolítica que al Gobierno le atribuye el artículo 97 de la Constitucióny, no menos importante, la salvaguarda de la unidad básica (de mer-cado, de derechos civiles y políticos, de derechos sociales) que lecompete.

Pero, como arriba señalaba, hay un segundo problema que se deri-va de la estrategia de igualación por arriba de los techos competencia-les de todos para dar acomodo a la insaciable demanda de unos po-cos. Y es que justamente esta estrategia alimenta la necesidad dediferencia de esos pocos, reintroduciendo la espiral de demandas adi-cionales. Primero, porque ello forma parte de la lógica esencial de losnacionalismos y, en segundo lugar, porque las nuevas conquistas sedesvalorizan si cualquiera puede acceder a ellas. Con lo que, lejos desolventar un problema, al final del camino nos encontramos de nuevoen la línea de salida.

Y habría además un tercer problema no menor derivado de estaestrategia que combina el entreguismo con la ambigüedad. Me refieroa la dificultad de hacer funcionar un esquema en el que las palabrassignifican una cosa para unos y otra para otros, en el que existe unageometría variable en cuestiones cuya necesidad de armonización finalderiva de su propia naturaleza (ejemplo: la aportación financiera delEstado a las inversiones en infraestructura no puede relacionarse encada Comunidad con un parámetro distinto, como explicábamos enel epígrafe anterior), y en el que el recurso a la bilateralidad en la rela-ción con el Estado no puede ser sino la puerta a una permanente (y,esta sí, multilateral) confrontación entre el Estado y cada una de lasComunidades. Precisamente una de las virtudes del sistema tal como

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34 Informe del Consejo de Estado sobre modificaciones de la Constitución Española, febrero 2006, pág.220, subrayado no original (www.consejo-estado.es).

ha funcionado a lo largo de los años ha sido el que el grado de con-tenciosidad entre el Estado y las Comunidades se ha mantenido den-tro de niveles discretos que, en todo caso, no han paralizado las res-pectivas actividades del Estado y las Comunidades y que, casisiempre, han desembocado en acuerdos. Ello se ha debido, en mi opi-nión, a que la mayor parte de las cuestiones se han resuelto en foroscomunes (los distintos Consejos de políticas sectoriales) y que el recur-so a las negociaciones bilaterales entre el Estado y cada Comunidadha sido mínimo. Esta situación cambia con el Estatut que instaura labilateralidad casi como norma y se contagia al nuevo Estatuto de An-dalucía y, es de temer, a los que vengan, dado que en este terreno laemulación es difícilmente evitable.

¿Qué arreglo tiene la situación? Habría que distinguir los recursosjurídicos y los políticos.

Comenzando por los primeros, el Tribunal Constitucional se en-frenta a la difícil tarea de elaborar un juicio de constitucionalidad so-bre el Estatut en base al recurso del PP. A la dificultad natural de estepronunciamiento se añade el inconveniente –subrayado inciden-talmente por el Consejo de Estado con carácter general 35– de que eltexto ya ha sido plebiscitado afirmativamente por la ciudadanía deCataluña, aunque lo fuera de la forma tan tibia y poco entusiasta quese recuerda 36. Y si bien es cierto que jurídicamente eso no suponeninguna traba a la decisión del Alto Tribunal, no es menos verdadque impone un cierto peso adicional frente a una eventual decisiónde inconstitucionalidad. De ahí la conveniencia de la reintroduccióndel recurso previo para evitar en el futuro la repetición de estas si-tuaciones.

Sin duda ese fallo es decisivo por el valor ejemplar y vinculantede la doctrina que se siente. El problema es que –sea el que sea elsentido del mismo– llegará demasiado tarde si continúa el ritmo delas reformas.

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35 En el Informe arriba citado (página 218) el Alto Órgano Consultivo señala que «para librarlos [a losEstatutos] de la sospecha de inconstitucionalidad y, a fortiori, de la acusación explícita de incurrir enella, podría considerarse la conveniencia de reintroducir el recurso previo de inconstitucionalidad...que... sólo cabría presentar frente al texto aprobado por las Cortes Generales».

36 Sólo el 36,4% de los catalanes votaron afirmativamente el texto. La abstención superó el 50% delcenso.

Y esto nos lleva al terreno político. A la altura en que esto se escri-be (finales del verano de 2006) nos encontramos con lo siguiente:

• El PSOE ha hecho de la reforma territorial uno de los ejes deactuación principales de la legislatura, protagonizando clara-mente la reforma catalana, animando la andaluza y la gallega, yprestando apoyo a las dos promovidas por gobiernos del PP(Comunidad Valenciana y Baleares). Pese a que la discusión delEstatut hizo aflorar voces internas discrepantes de cierto relieve,la verdad es que sea por la capacidad magnética del poder, seapor el peso del patriotismo de partido ninguna de esas voces sedejó oír a la hora de las votaciones.

• El PP se ha opuesto con absoluta firmeza a la reforma catalana(tanto en Cataluña como en Madrid, como presentando un re-curso de inconstitucionalidad), ha votado también en Andalucíacontra el proyecto de reforma y, en cambio, ha impulsado la re-forma por el momento en dos de las Comunidades que gobier-na; una de ellas, la valenciana, ya en vigor. Su posición firme endefensa del marco territorial diseñado por la Constitución pier-de, a mi entender, la fuerza que podría tener de mantener unapolítica más consistente en todas las Comunidades.

• A la espera de los acontecimientos relacionados con el procesollamado de final negociado de la violencia, los partidos nacionalis-tas del País Vasco, especialmente el PNV mantienen su apuestaformal por el Plan Ibarretxe. Al margen de lo que ello pueda tenerde estrategia negociadora, lo cierto es que la apuesta del socialis-mo por participar en la mesa de partidos no puede sino presagiaruna deriva de desbordamiento de la pretensión soberanista, muyprobablemente superior a la que se ha producido en Cataluña.

• Y, por supuesto, en un segundo escalón aguardan el resto de lasComunidades, aquellas en que la demanda de la reforma es aunmás artificial, pero que se pueden ver empujadas a ellas a la vistade los efectos que las reformas en curso provocan en sus veci-nos, creando eventualmente para ellos asimetrías desventajosas.

Así las cosas, lo mejor que puede pasar a corto plazo es que seralentice el ritmo de las reformas. Ello sólo limitadamente está en

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las manos del PP, pero –en la medida en que lo esté– no puede de-jar de utilizarlo. Es evidente que cuantas menos cosas se apruebendesde las premisas que hoy prevalecen en el entorno del Gobierno,menos efectos complicados o negativos será preciso intentar resol-ver más adelante.

Pero lo que urge –y si es imposible hoy, no debe serlo mañana– esla reconstitución de un pacto transversal entre socialistas y popularessobre la arquitectura territorial de la Nación que ellos (y, políticamen-te, casi sólo ellos) tienen que preservar. Ese deseable pacto nacerá (sies que lo hace) con gravosas hipotecas e incluso tendrá que enfrentar-se a alguna cirugía dolorosa. Ese pacto puede encontrar una lógicacompartida con la que enfrentarse –con todas sus consecuencias– alproblema de las asimetrías y la forma de encajarlas en la Constitución(o incluso en su reforma). Pero, por costoso que sea y por renuncias alas que obligue, nada parece hoy más costoso que su ausencia.

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LAS PREGUNTAS DEL SAYÓN

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Lo que yo puedo decir aquí, en un foro como éste *, acerca de lacuestión de la libertad de expresión es poca cosa, bastante escép-

tica, y desde luego al margen totalmente de mi trabajo de escribidor,que es un oficio que, como no dejó nunca de enfatizar Faulkner antetanto quejica que hay en él, no precisa más que de un papel y un lápiz,y de ninguna clase de libertades. Así que lo que voy a hacer es unaespecie de ejercicio de reticencias sobre el tema.

1) Hay un apunte de junio de 1851 en el Diario de Sören Kierke-gaard, que es un hombre que meditó mucho y muy radicalmente so-bre la imposibilidad de la verdad para la multitud, y por lo tanto sobrelos riesgos de la verdad al contar con ella en los actos de expresiónpública, en el que escribe: En un folleto de Franklin sobre el espíritu depersecución de los disidentes en los tiempos antiguos, dice que es poco a pococomo se ha llegado a reconocer la tolerancia (es decir, que poco a poco se hahecho indiferente).

Pasa luego al elogio de la tolerancia. Y en una nota ingenua puesta almargen se dice: «Tan evidente es que esta tolerancia aparece por la indiferen-cia de los hombres, pero no es menos cierto que en el origen es un fruto no de

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

José Jiménez Lozano es escritor y premio Cervantes de Literatura.

* El texto recoge la conferencia pronunciada por el autor en el Campus FAES (Navacerrada, 2006).

la razón, sino del comercio». Y añade Kierkegaard: Y no importa que eltraficante pueda comprender que la tolerancia va en interés del comercio. Yocurre que es, cuando el mundo ha caído tan bajo hasta no tener una ideasuperior a las ideas de los traficantes, cuando surge entonces la tolerancia...¡Bebamos a su salud!

Y éste es, obviamente, un texto que admitiría varios y muy polisé-micos comentarios, pero lo que ahora me interesa destacar de él esesa afirmación de que lo que ocurre con la libertad de expresión, bas-tante antes de que se teorice sobre ella, se la unja con óleos románti-cos, o se la inserte en el ámbito del Derecho, es que ya existe por purodesinterés e indiferencia, y se origina en el ámbito de la socialización delo temporal en general, y concretamente del comercio. Lo que, cierta-mente, no sólo ocurre en el Amsterdam de Spinoza aunque sí de ma-nera como singular y paradigmática, porque, además, allí se formularacional y jurídicamente.

2) En el plano político la libertad de expresión es una conquistademocrática como derecho del ciudadano. Un presupuesto mismodel gobierno democrático nacido de la soberanía popular y sujeto aLey de la que ese derecho ciudadano forma parte. Y no hay ningúnotro ámbito al que el Estado pudiera remitirse para referirse a ese de-recho, ya que el gobierno democrático es un gobierno de comerciantes, sise me permite decirlo así, para significar que de su ámbito quedanevacuadas cualesquiera apelaciones digamos místicas, como la legiti-midad y cualquier tipo de transcendencias de lo fáctico, filosóficas,ideológicas o religiosas que no podrían ponerse a votación. Estastranscendencias son siempre asunto de un Estado totalitario o teocrá-tico y religioso, aunque sea del ateocratismo.

Pero, de todos modos, hay aquí una cuestión. Y es la cuestión delpre-juicio, absolutamente inevitable tanto individual como colectiva-mente; porque es obvio que las sociedades se dan en un ámbito cul-tural del que forma parte lógicamente un ethos que es el pre-juicio y laargamasa de su existencia. Está, desde luego, en el orden práctico delo que es la costumbre para Pascal, y en él se conjura la mayor de lasdesgracias, que es el conflicto civil. Discutirlo sería una necedad yuna locura.

Pero la pregunta o reticencia es ésta: ¿compone ese prejuicio fundan-te un reducto o appartheid vedado a la libertad de expresión pública?

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58 LAS PREGUNTAS DEL SAYÓN / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

De ninguna manera. Por lo pronto, porque lo propio de una enun-ciación cultural –aunque sea la de la ortodoxia en el judaísmo y en elcristianismo– es el ser pensada, repensada y expresada por los filóso-fos con toda libertad, y precisamente porque es asunto interesante, yaquí no se está en el orden de la indiferencia del comerciante, ni de lanecesidad política de la paz social, porque la paz social incluye esa li-bertad.

3) Pero, de todos modos, mucho antes de la proclamación de losderechos del hombre y del ciudadano –ese griterío por escrito, que de-cía Jeremías Bentham–, estaba el principio de que el pensamiento nodelinque; sólo que esta convicción se daba en el viejo mundo, en elque la libertad era precisamente el pre-juicio del sometimiento de cadacual a las leyes divinas y humanas, y, en cualquier caso, no había unpueblo de filósofos, cuya sabiduría es la opinión.

Pero la filosofía acerca de la cosa pública, como acerca de todo lodemás, ha experimentado dos grandes transformaciones: una es quetodo pueblo es un pueblo de filósofos, y otra que esa filosofía es unpensar para la acción o de legitimación de la acción; y, desde luego, elpre-juicio del que hablaba no queda acotado y al margen en el derechosoberano de la libertad de expresión de un pueblo de filósofos queejercen su soberanía al opinar.

Y todo esto podía quedar expresado de otro modo, si nos pregun-tamos, con la falsilla de Franklin y Kierkegaard, por la cuestión de si,en último término, puede haber libertad de expresión, si no se da lacircunstancia de que lo que se expresa es ininteresante e indiferente,como en el caso de la tolerancia que decían aquellos señores. Y, tal ycomo se plantea la tolerancia moderna, desde luego que nada signifi-cativo o interesante debe darse en una sociedad tolerante, y para eso sedebe renunciar a aparecer como lo que se es, o se piensa.

El Primer Ministro Gladstone contestó, en una determinada oca-sión de hace ya muchos años, al jefe de la oposición al Gobierno deSu Graciosa Majestad que le hacía acusaciones muy graves para suhonorabilidad, negándolas enérgicamente, pero asegurándole que, sinembargo, daría todo lo que estuviera en su mano para que aquellaacusación pudiera hacerse. Pero ¿qué se jugaba realmente en aquellademocracia como fair-play y asunto entre caballeros?

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Cuadernos de pensamiento político

El theatrum político enmascaraba muy bien el theatrum belli, aun-que ya desde Maquiavelo por lo menos esa identidad de naturalezade política y guerra en ambos sentidos, y no dejaba de estar en la con-ciencia histórica, pero lo que ocurría realmente era que, de muy am-plia manera con respecto a la realidad, Mr. Gladstone y Mr. Disraeliestaban del mismo lado de la trinchera, y la libertad de expresión notocaba llaga real, y no era interesante. Pero los ciudadanos filósofos, ydesde luego los maestros de la socialización de lo temporal y del pen-sar de la multitud, los periódicos, buscan por principio las llagas y lointeresante; lo tienen que hacer para arrastrar a la multitud hacia la fi-losofía, y lo hacen con la brutalidad de los antiguos encendedores dehogueras inquisitoriales o manejando el hacha o la espada, comotambién decía Kierkegaard. Y es en estas circunstancias en las que lalibertad de expresión debe ser protegida; el gobierno democrático pa-ga este precio para que el Estado no pueda velar la totalidad de susacciones en los cofres de sus arcana Imperii, y no pueda coartar ni cer-cenar con su poder los seis pies de tierra de cada yo, sus libertades in-dividuales.

4) Así planteadas las cosas, es decir, libertad de expresión paratodos los ciudadanos por naturaleza filósofos, y sin reductos a ellasustraídos, el asunto se ha complicado extremadamente tanto en lateoría como en la práctica; y la doctrina y la jurisprudencia nortea-mericanas de los años sesenta y setenta han acudido al principio neu-tro y funcional de que unos ciudadanos puedan expresarse de unamanera para que otros puedan expresarse de otra, mientras los Go-biernos miran, como si no hubiera nada interesante, y simplementetratan de mantener un cierto orden. Pero lo cierto es que, sólo graciasal sistema de reticencias, enmiendas y contrapesos del sistema jurídi-co norteamericano, se van bandeando los problemas, entre contradic-ciones e ironías 1.

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60 LAS PREGUNTAS DEL SAYÓN / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

1 El eminente jurista y profesor de Yale, Mr. Owen M. Fiss lo ha visto perfectamente en su libro, TheIrony of Free Speech, donde escribe: La concepción libertaria –segura cual la Primera Enmienda pro-tege el interés del individuo en expresarse– apela al ethos individualista que tanto domina nuestra cul-tura popular y política. La libertad de expresión es vista de modo análogo a la libertad religiosa, que tam-bién se encuentra protegida por la Primera Enmienda. Pero esta teoría es incapaz de explicar por quélos intereses de quienes se expresan deben tener prioridad sobre los intereses de los individuos acercade los cuales se discute, o los intereses de quienes escuchan, cuando aquéllos entran en conflicto conéstos. Esta teoría tampoco puede explicar por qué el derecho a la libertad de expresión se debe exten-der a las muchas instituciones y organizaciones... que de modo regular reciben protección bajo la Pri-mera Enmienda, a pesar de que no representan directamente un interés individual en la autoexpresión.

Mas he aquí que, de repente, se viene a introducir una transcen-dencia que tiende a invalidar de hecho no ya el pre-juicio cultural ehistórico, sino los mismos principios fundantes constitucionales de lalibertad. Es ahora desde el Estado y desde una ideología prefabricadadesde donde se trata de sustituir al pre-juicio cultural, y a la juridicidadgarante de la libertad de expresión, con un novum en el que esa liber-tad de expresión queda cuestionada radicalmente, e incluida esta vezla libertad de gramática. En realidad se trata de la imposición de unanueva ortodoxia y de un Estado confesional ateocrático y totalitario;

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A mi juicio, la expresión de opiniones adquiere un valor tan importante en la Constitución, no porqueconstituya una forma de autoexpresión o de autorrealización personal, sino porque es esencial para laautodeterminación colectiva. La democracia permite a la gente elegir el modo de vida que desea llevar,y presupone que esta elección se hace en el contexto de un debate público que es, por usar la ya famo-sa fórmula del Juez Brennan, «desinhibido, vigoroso y abierto».

En algunos casos, los órganos del Estado tratarán de asfixiar el debate libre y abierto, y la PrimeraEnmienda constituye entonces el mecanismo, de éxito ya acreditado, que frena o evita esos abusos delpoder estatal. En otros casos, sin embargo, el Estado puede verse obligado a actuar para promover eldebate público; cuando poderes de carácter no estatal ahogan la expresión de opiniones. El punto pre-ciso en el que se deben fijar estos límites ha variado de una época a otra y de una Corte (de Justicia) aotra, e incluso de un juez a otro, pero ha reflejado siempre un equilibrio entre los intereses en conflicto:el valor de la libertad de expresión, por un lado, y los intereses que el Estado aduce como justificaciónde su regulación (los llamados «contravalores»), por el otro. A veces la armonización de los interesescontrapuestos se ha logrado a través del establecimiento en un conjunto de categorías o tipos de ex-presión que pueden ser objeto de regulación. Así, por ejemplo, se ha permitido al Estado regular las «pa-labras provocadoras» (fighting words), pero no «la defensa general de ideas» (general advocacy of ideas).En otros casos, la Corte ha realizado un ejercicio más abierto y explícito de ponderación sopesando elinterés del Estado y el interés de la libertad de expresión. El principio jurisprudencial que permite alEstado suprimir aquellas expresiones que supongan un «peligro claro e inminente» para un interés vitaldel Estado puede ofrecer el mejor ejemplo de este tipo de método... El principio de neutralidad de conte-nido prohíbe que el Estado trate de controlar la decisión de las personas acerca de los diversos puntosde vista enfrentados, favoreciendo o perjudicando a una de las partes en el debate. Así entendido, esteprincipio tiene un fuerte atractivo, y puede ser aplicado con provecho en muchos contextos. Las protes-tas contra el aborto que se producen en nuestros días es uno de ellos. El Estado violaría los principiosdemocráticos si adoptara una regla que protegiera las manifestaciones públicas de quienes están a fa-vor de la voz del derecho al aborto, pero reprimiera las fuerzas pro-vida. Pero el principio de neutralidadde contenido no es un fin en sí mismo, ni debiera ser reificado. El principio responde a cierta preocupa-ción subyacente en el sentido de que el Estado podría usar su poder para sesgar el debate y lograr asíciertos resultados; esta finalidad debería tenerse siempre presente. En consecuencia, el principio nodebería extenderse a situaciones como las de odio, la pornografía, y los gastos electorales, en las cua-les los particulares están sesgando, y lo que hace la regulación del Estado es promover un debate librey abierto. En estos casos, el Estado puede estar desfavoreciendo la expresión de ciertas personas –así,de quien quema la cruz, del pornógráfo, y de quien incurre en grandes gastos electorales– y haciendojuicios basados en el contenido de la expresión, pero puede argüirse, solamente con la finalidad de pro-curar que todas las partes sean oídas. El Estado actúa simplemente como el presidente de un Parlamen-to dedicado a asegurar que todos los puntos de vista sean expuestos. Es decir, la libertad no se entien-de refiriendo un contenido a un quid filosófico, ético o religioso, que quebraría la neutralidad del Estadoen este sentido y haría de la democracia una democracia del Diablo –para seguir utilizando la expresiónde Kolakowski–, pero tampoco se atendría al pre-juicio histórico y cultural de la comunidad, sino que seconvertiría en una pura estrategia de igualdad de oportunidades para todas las expresiones de cual-quier contenido. Y por lo tanto, como estrategia que es, pendiente de las circunstancias, y, en último tér-mino, sin posibilidad de objetivación jurídica, en puro decisionismo y capricho.

o, más abiertamente dicho, de la destrucción de la democracia liberaly parlamentaria con sus derechos civiles, y lleva el muy cínico nom-bre de Corrección Política.

Pero quizás es que se ha dado ya la crisis de la democracia, y esta-mos en el pleno auge de una democracia que es la que gusta al Dia-blo, como decía Kolakowski. Esto es, una democracia que ha dejadode ser laica y neutra, y se interesa por transcendencias o ideologías,siempre más allá de los asuntos meramente materiales del gobiernodemocrático del pueblo; esto es una nueva democracia filósofa, y node comerciantes o gestores hábiles y honrados, que es lo suyo. Y Kola-kowski dice que gusta al Diablo, porque, en efecto, ya es un pródro-mo del totalitarismo, o totalitarismo puro y simple, con animada ter-tulia de partidos, prensa libre de pre-juicio y de prejuicios, y pedagogíadel cariño.

En cualquier caso, y sin entrar ahora en más dibujos, aunque laverdad es que no los tiene y su sustancia es la mera implantación enlas gentes de un chip mental muy simple, la corrección política supone,y ya ha supuesto en algunas sociedades, la anulación de los derechosciviles, y desde luego del derecho de expresión, si ésta no se ajusta alas exigencias de concepto, gramática o estética correctas. De tal ma-nera que, comparado esto con el diktat que los alemanes llamaban ha-ce unos años el canon de la literatura social-demócrata, este último es lapura libertad, entre otras razones porque no obligaba a nadie.

En realidad, la corrección política es adiestramiento al totalitaris-mo y totalitarismo en sí misma, porque no se trata siquiera de que seaaceptada y convenza. Como escribe muy finamente y ex experientia,Tatiana Góricheva: El totalitarismo perfecto no necesita de hombres perfec-tamente convencidos. Por el contrario, es justamente a esas personas a las queaniquila antes de establecerse de modo definitivo. Y así, el totalitarismo cele-bra su triunfo cuando todos mienten. Los de arriba y los de abajo.

Así que me parece que, a los Estados a los que importe la libertad,no les queda más remedio que hacer frente a esta invasora neo-orto-doxia y confesionalidad, y reafirmar los derechos civiles, y particular-mente este derecho de la libertad de expresión. Sacándole, en primerlugar, del ámbito del sayón o de la checa, que es como habitualmentese plantea. Porque lo cierto es que los viejos Estados y los filósofos yluego los ciudadanos filósofos, pero especialmente sus maestros filó-

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62 LAS PREGUNTAS DEL SAYÓN / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

sofos, los periodistas, han venido jugando un juego que se parece si-niestramente al del sayón o práctico de checa, que pregunta a la ley oa los señoritos de la casa: ¿Hasta dónde puedo llegar, Jefe?

Obviamente ésta no es una pregunta de quien es libre, tampocodel que tiene una conciencia cultural y ética, ni de decencia públicamunicipal siquiera. Es pregunta de siervo, y de siervo encanallado quepide instrucciones para el mal. Y para un mal que, desde luego, no só-lo está en el pre-juicio ético sobre el que la sociedad se asienta, sinoque también está señalado por la ley, y exactamente tipificado y casti-gado con penas muy concretas 2.

5) Mas, a este último respecto también, cada día muestran su máspeligrosa presencia dos aspectos esenciales. El uno es la constituciónen verdadero cuarto poder del Estado de un grupo de ciudadanosque, sin estar normados como tal poder del Estado y a través de la li-bertad de expresión, puede afectar al funcionamiento y equilibrio mis-mo de los otros poderes, de los que se constituye no en crítico, sinoen juez, y en ejecutor real, y con ya no escasa práctica de estar mane-jando sentencias y cadalsos. Y esto hasta un punto que la racionalidaddel juego democrático queda totalmente sustituida por la agit-prop, aligual que en un Estado totalitario, y Gobierno y partidos tendrán co-mo único propósito de acción disponer del servicio de agitación y

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Cuadernos de pensamiento político

2 Sören Kierkegaard veía encarnada la libertad de expresión en la opinión y en el periódico, y estima,en otras páginas de su Diario de 1850, que es el intento más infame de instituir la falta de conciencia co-mo principio del Estado y de la humanidad; y una tentativa impía de hacer de la abstracción el poder ab-soluto; y el anonimato ha rematado el triunfo de la mentira.

Sería seguramente demasiado melancólico ponernos a discutir o establecer si, al intento y a la ten-tativa de todo eso en la sociedad de su tiempo, ha sucedido ya su logro en nuestras sociedades.

Para Kierkegaard, no sólo del hecho de que la opinión es en sí misma y necesariamente una no-ver-dad, por la sencilla razón de que la verdad no es opinable, sino de que es imposible la expresión de loverdadero fuera del ámbito individual, ya que el simple hecho también de dirigirse a la generalidad exigeuna homologación o manipulación de lo que se comunica; y el lenguaje de y para la generalidad es abs-tracto.

Por otra parte, la expresión misma de la opinión se hace como opinión de uno o varios ciudadanos,cuyo nombre propio queda anulado por esa su condición ciudadana. Ésta condición –la de la multitud–es en nombre de la cual se expresa quien reclama su libertad de expresión, y esa condición es tambiénen el nombre de la cual el Estado reconoce esa libertad.

Tratándose de un libro, las cosas serían muy distintas, porque un libro no iría dirigido a una multitud,sino a un lector en tanto que individuo. Pero es más que dudoso que lo que Kierkegaard llamaba un librosea lo mismo que lo que hoy llamamos un libro. Sin ir más allá, el autor de un libro hoy se dirije de ordi-nario a la generalidad como los periódicos, y su autor no parece sentirse responsable de él en tanto quepersona con su nombre propio, sino en cuanto ciudadano. Es decir, sería realmente un anónimo; o, loque es lo mismo, un ciudadano entre muchos, cuyo yo y cuyo nombre quedan disueltos en esa su condi-ción ciudadana, o multitud. Por eso mismo, porque no es un yo, hace también las preguntas del chequis-ta o del sayón.

propaganda de esos media a través de la libertad de expresión, más omenos monopolística y convertida en conformadora de opinión, e in-cluso en fabricante de un pensamiento, conceptuación y vocabularioúnicos o aplastantemente mayoritarios, una ortodoxia, corrección po-lítica, y reino del Gran Hermano, gracias a los cuales los ciudadanosfilósofos adictos pueden comprobar cada día cómo se amplían susmentes y su cultura.

El otro aspecto concierne directamente a una cuestión de civilidado barbarie. Lo que Kierkegaard encontraba como éticamente perver-so en el periodismo, aparte de su crítica filosófica a la imposibilidaddel pensamiento de la verdad en relación con su homologación paraser recibida no por un individuo sino por la multitud, era el lado noc-turno de la cuestión, como él mismo le llama. Es decir, el sacar a la luzpública los tristes desechos materiales humanos, en relación con la in-famia, la desgracia, y el crimen, o nuestra pobre miseria fisiológica.

Todo ello es, de hecho, la complacencia pública con el reino delhorror del despiece de lo humano y de la Muerte, la representacióndemocrática del divertimento de los señores de este mundo en la cá-mara sadiana, como resulta obvio en los llamados literatura y pensa-miento hipster 3. Pero son los hombres de cultura de este talante hipsterquienes, como un deporte más, exhibirán su condición de sayones y

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64 LAS PREGUNTAS DEL SAYÓN / JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

3 Hace ya años que el señor Mailer nos reveló el secreto del escritor que desposaba los desechos dela sociedad y se hacía uno de ellos en su escritura, convertida en acto revolucionario. Pero, en referen-cia a la novela de Mailer, The Dear Park, y a su sonado artículo, The White Negro: Superficial Reflec-tions on the Hipster, donde exponía su teoría, ya he escrito en alguna parte que el admirable criticocompatriota suyo, Alfred Kazin comenta muy lúcidamente que la tesis de Mailer es que la discrimina-ción ha hecho del negro un verdadero proscrito, que ha desarrollado una sexualidad primitiva y sin inhi-bicionismo que no pueden permitirse los blancos. Conforme la moderna sociedad capitalista va corrom-piéndose más, interiormente ciertos sectores avanzados de la sociedad blanca –los más rebeldes,inteligentes e intrépidos– se vuelven versiones blancas del negro, y tratan de hacerse «hipsters» (pros-critos espirituales) en lugar de «squares» (conformistas convencionales). Siguiendo el modelo del negropueden encontrar en las sensaciones de un orgasmo sublimado ese directo y candente contacto con larealidad, que tantas personas han perdido por las convenciones e inhibiciones de la vida de la clasemedia... Pero el cuadro que Mailer presenta del negro y de sus orgasmos revolucionarios, sin preceden-tes, deja al lector... con la sensación de que aquello le está siendo comunicado desde muy lejos, de quetodo es una mera invención. Nada ha sido tomado de la vida o de la lucha diaria, de la vida como con-flicto auténtico. Es un intento de imponer un significado dramático –y hasta noble– a ciertos aconteci-mientos que realmente no lo tienen. Tan ansioso está Mailer –como lo estaba Osborne– de algo que lepermita ser revolucionario, que, después de decirnos despectivamente que el moderno psicoanálisis selimita a ablandar al paciente, adaptándolo a la moderna sociedad de clase media, afirma que, «en cam-bio, dos robustos gandules de dieciocho años que le destrozan el cráneo a un tendero tienen cierta cla-se de valor, pues no sólo matan a un débil anciano de cincuenta y cinco años, sino también a una insti-tución, violan la propiedad privada, entran en una relación nueva con la policía e introducen unpeligroso elemento en su propia vida. Así los gandules están desafiando lo desconocido, y, por brutalque sea su acto, no resulta completamente cobarde».

chequistas yendo siempre más allá, y buscando el martirio por la li-bertad de expresión, y de paso su clientela de chequistas. Porque tam-bién los nuevos ciudadanos filósofos han sido entrenados, durantemucho tiempo, en los dos grandes totalitarismos, en la asistencia a lassesiones de autodenuncia y acoso a los demás, las farsas de los juiciospredeterminados por la vileza social y política, y las ejecuciones pú-blicas reales o simbólicas.

Se trata de un acostumbramiento a la carnicería y a la fosa, una es-tetización de todo ello. Una escuela de crimen, pero la expresión de lacual no parece que plantee cuestiones de libertad de expresión exac-tamente, sino de supervivencia civilizada. Éstos también son asuntosy prácticas de sayón o de encargado y responsable, aunque parezcanotra cosa.

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Cuadernos de pensamiento político

Kazin cita esto, sin comentario porque no lo necesita obviamente, y concluye: Muchos de los escri-tores nuevos se valen del sexo exactamente como un hombre ebrio y confuso se vale de vulgaridades ygroserías para expresar su ira, su irritación, su exasperación, y librarse así de la embrutecedora opre-sión del aislamiento que hace imposible romper el cerco de las propias ideas, el aislamiento que puedehacer imaginar cualquier cosa porque no tiene contacto con nada, pero que, en la imaginación de la so-ledad, es incapaz de ofrecernos el calor o la sensación táctil de algo, sino tan sólo la categoría abstrac-ta a la que pertenece la experiencia; es la única vivencia verdaderamente significativa que hay detrásde toda esta literatura.

Y, sin embargo, esta soledad no se llama a sí misma soledad; se llama revolucionarismo... Al perderel hombre su contacto con el mundo, se ha encontrado jugando al moralista, al revolucionario, comoparte de esa misma impostura, cuyo propósito es efectuar cualquier acción, verse a sí mismo desempe-ñando cualquier papel.

Esta página del gran crítico norteamericano no puede saltarse por alto fácilmente, y es suficientecontrastar con ella casi cualquier escritura de hoy, para comprobar que la infección hipster no es sóloamplia y profunda, sino ya canon literario; y, al menos, conviene saber las cosas, porque no todo lectorde estas transgresiones y subversiones resultará tan avisado como él ante tal elogio del destrozo delcráneo de un tendero de cincuenta años para establecer nuevas relaciones con la policía y conectarcon lo desconocido.

¿Y desde qué otra facticidad que no fuera ésta podría legitimarse que se nos sirva en los media, porejemplo, la fotografía de la atroz agonía por hambre de una niña junto a la cual un buitre espera sumuerte para darse un festín? El autor de la fotografía ganó con ella el Premio Pulitzer, y luego encontróla única salida a su éxito: se suicidó. ¿Quizás también será la única salida honorable de una sociedadeventualmente convertida en vile pecus, y hasta en patrocinadora del asesinato, que sería proclamadopor los hipsters, siempre más y más reclamadores de la libertad de expresión, como el más allá del che-quista?

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN AMENAZADA:¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

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¿De qué estamos hablando? Pues, ante todo y aunque puedaparecer una perogrullada, voy a invertir el núcleo del sintag-

ma propuesto como tema de debate y voy a responder que estamoshablando de las amenazas que se ciernen sobre la expresión de lalibertad. Es decir, sobre la libertad misma. Cuando a un individuocualquiera se le impide expresar lo que siente, cree o piensa, lo que seestá haciendo, sin duda alguna, es privarle de libertad. Por supuestoque hay otras formas de libertad, otras maneras de ejercerla. Pero nohay ninguna que competa más al hombre que la libertad de expre-sión. Sin libertad de expresión, ningún ser humano podrá sentirse ver-daderamente libre. De ahí, sin duda, que la Declaración de los derechosdel hombre y del ciudadano promulgada por la Asamblea Nacional fran-cesa en agosto de 1789 recogiera ya este derecho fundamental en suarticulado 1; que figurara un mes más tarde en la primera enmienda dela Constitución de los Estados Unidos de América 2 y que, en el plano

XAVIER PERICAY

Xavier Pericay es escritor. Conferencia en el Campus FAES 2006.1 Así, en su artículo 11: «La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los dere-

chos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir li-bremente, a reserva de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley». (De-claración de los derechos del hombre y del ciudadano, 26 de agosto de 1789).

2 «El Congreso no legislará respecto al establecimiento o a la prohibición del libre ejercicio de una re-ligión; ni impondrá obstáculos a la libertad de expresión o de la prensa; ni coartará el derecho del pueblopara reunirse pacíficamente y para pedir al gobierno la reparación de agravios». (Primera enmienda a laConstitución de los Estados Unidos de América, propuesta el 25 de septiembre de 1789 y ratificada el 15de diciembre de 1791).

nacional, apareciera por primera vez en la Constitución de 1812 3. Yde ahí que, más recientemente, formara parte de la Declaración uni-versal de los derechos humanos 4, adoptada y proclamada por la Asam-blea General de las Naciones Unidas en 1948 y, en lo que a Españase refiere, de nuestra Constitución de 1978 5, todavía vigente.

¿Dónde están hoy en día estas amenazas a la libertad de expresióny, en consecuencia, a la propia libertad? Están reflejadas en los he-chos, por supuesto. Hace cosa de un mes, Perihan Magden, una pe-riodista turca, tuvo que soportar, a la entrada de los juzgados de Es-tambul a los que acudía a declarar, las amenazas y los empujones delos seguidores de la Unión de Juristas de Turquía, un grupo que se hacaracterizado en los últimos tiempos por perseguir judicial y física-mente a cuantos intelectuales han pretendido ejercer sus derechosdesde los medios de comunicación. Pues bien, la propia Magden con-fesaba que un oficial de policía al que ella había recriminado su pasivi-dad ante las agresiones sufridas le había contestado que esta gentetambién tenía derecho a la libertad de expresión. Es cierto que estoocurría en un país que está haciendo denodados esfuerzos por demo-cratizarse del todo, a fin de poder entrar en la Unión Europea. O sea,es uno de estos países que se hallan en una fase de transición entre un

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68 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN AMENAZADA / XAVIER PERICAY

3 «Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesi-dad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones o respon-sabilidad que establezcan las leyes» (Constitución política de la Monarquía española promulgada enCádiz a 19 de marzo de 1812, Título IX, «De la instrucción pública», artículo 317).

4 «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de noser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de di-fundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión» (Declaración universal de losderechos humanos, artículo 19).

5 «1) Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos,ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. b) A la produc-ción y creación literaria, artística, científica y técnica. c) A la libertad de cátedra. d) A comunicar o reci-bir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusu-la de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades. 2) El ejercicio de estosderechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa. 3) La ley regulará la organiza-ción y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o decualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos signifi-cativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España. 4) Estas libertadestienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyesque lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la pro-tección de la juventud y de la infancia. 5) Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabacio-nes y otros medios de información en virtud de resolución judicial» (Constitución Española, artículo 20).

régimen autoritario y uno de libertades. Pero es que prácticamentepor las mismas fechas, en otro país europeo, éste sí plenamente de-mocrático, sucedía otro tanto durante una campaña electoral. Me es-toy refiriendo, lo habrán adivinado, a este país nuestro y a la campañadel referéndum del nuevo Estatuto catalán. La caza al disidente se or-ganizaba aquí a la entrada y a la salida de los mítines convocados porel Partido Popular o por Ciudadanos de Cataluña. Y cuando alguieninquiría a algún mando de la policía autonómica sobre la aparente de-jación de funciones de las fuerzas de seguridad, se le contestaba exac-tamente lo mismo que a la periodista turca: que los agresores tambiéntenían derecho a la libertad de expresión.

Está claro que en los dos ejemplos que acabo de traer a colación elEstado, a través de la acción de sus servidores, no garantizó la seguri-dad de sus ciudadanos en el ejercicio de sus derechos –es decir, no ga-rantizó su libertad, puesto que sin seguridad no hay libertad posible–.Y está claro asimismo que en ambos casos contravino a las obligacio-nes que, según las Constituciones respectivas, tiene encomendadas.Pero lo más relevante, con todo, no es este desistimiento del Estado,ya de por sí alarmante, sino lo que hay detrás y que tan bien expresanlas reacciones de los funcionarios públicos ante el requerimiento in-dignado de los ciudadanos víctimas de la agresión. Me refiero al re-curso a la equidistancia: si unos ejercen la libertad de expresión, losotros también, por lo que nada puede hacerse, dado que intervenircomportaría violentar la ley. Por supuesto, quienes así discurren, olvi-dan que los primeros ejercen la libertad de expresión sin impedir la delos demás, mientras que los segundos la ejercen y pretenden impedira un tiempo que los primeros hagan lo propio. Por otra parte, de to-dos es sabido que la equidistancia es el estadio previo a la inversión depapeles. El País Vasco está demasiado cerca de todos nosotros comopara no haber reparado en ello. El agresor empieza reivindicando lalibertad de expresión y poniéndose a la altura del agredido y, al poco,justifica su propia acción por la provocación a que ha sido sometido.De ahí a considerarse él mismo agredido y a calificar de agresor a quiensimplemente estaba ejerciendo sus derechos no hay más que un paso.

Hace unos meses, a raíz del escándalo que siguió a la publicaciónde las famosas caricaturas de Mahoma, tuvimos ocasión de compro-bar hasta qué punto esta equidistancia y todo lo que conlleva forma

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parte esencial de lo que podríamos llamar la opinión pública del mun-do occidental. La hemeroteca es copiosa. Todavía hoy encontramosaquí y allá, en los comentarios de prensa, alguna referencia a la polé-mica. Pues bien, cuando uno se detiene a analizar el sentido del sinfínde artículos, editoriales, entrevistas, declaraciones o reportajes dedica-dos a tratar del asunto, no puede por menos que sorprenderse de lacantidad de opinantes que optan por situarse en la comodidad de estejusto medio. Las fórmulas son diversas. Por un lado están los que re-curren a las falacias ad hominem, del género «las reacciones de los fun-damentalistas islámicos resultan a todas luces condenables, pero nohay que olvidar que el periódico en el que aparecieron las caricaturasera de extrema derecha» –donde, por cierto, no sólo es criticable la fa-lacia, sino también el hecho de que descanse en una información fal-sa–. Por otro lado, están los convencidos de que el fundamentalismosólo puede combatirse con una política de apaciguamiento, consis-tente en no provocar al adversario, aunque sea a costa de reprimir to-do cuanto pueda resultarle molesto –una política, por cierto, de la quelos nacionalismos peninsulares llevan más de un cuarto de siglo bene-ficiándose–. Y luego, en fin, están los que acarrean la mala concienciade su occidentalidad y son capaces de tolerar en las demás culturas loque no tolerarían en la propia.

Frente a todas estas opiniones, y en franca minoría porcentual, sehallan los defensores acérrimos de la libertad de expresión. Los quecreen que la libertad de uno termina donde empieza la libertad delotro. Pero la libertad de expresarse, no la de enojarse. Son los mismosque consideran que todo el mundo tiene derecho a manifestarse libre-mente, aun cuando esta libre expresión vaya a consistir en satirizar lasideas o las creencias del prójimo. Y ello porque saben que una cosason las ideas o las creencias, y otra muy distinta la persona que lasprofesa. Y porque saben que esta persona, en caso de sentirse ofendi-da, siempre tendrá una doble posibilidad: o bien usar de su propia li-bertad de expresión para defenderse, o bien recurrir a los tribunales siencuentra que las manifestaciones que le atañen pueden ser constitu-tivas de delito. Lo que nunca hará el defensor de la libertad de expre-sión es amparar la censura previa o la autocensura en aras de un bieno de unos intereses superiores. Ni la fe, ni el Estado, ni la paz alcanzana justificar la necesidad de un silencio impuesto.

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70 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN AMENAZADA / XAVIER PERICAY

Por desgracia, no es éste el punto de vista ganador. Ni en el con-junto de las reacciones suscitadas por la polémica de las caricaturasde Mahoma, ni, de modo más general, en el debate público que se dahoy en día en España y en el resto de Europa occidental. Este puntode vista ya sólo lo defienden, hasta sus últimas consecuencias, los libe-rales, o sea, quienes siguen confiando en las bondades del pensamien-to crítico y del escepticismo, y desconfiando de las ideologías y de loscredos. En cambio, la socialdemocracia, que tras la caída del Muro deBerlín parecía que podía escapar de una vez por todas al fantasma deltotalitarismo comunista, se ha ido abandonando progresivamente a lamolicie de la corrección política y del relativismo moral, con lo queha terminado por caer en un totalitarismo tan nefando como aqueldel que se supone que pretendía huir –o peor incluso, si atendemos alo que el actual todavía puede dar de sí–. Esa molicie progresista, esepensamiento flácido que bebe de las pócimas preparadas en las últi-mas décadas del pasado siglo por los departamentos de Estudios Cul-turales y de Género de las universidades estadounidenses, es el princi-pal causante de las amenazas que se ciernen actualmente sobre lalibertad de expresión. Porque idolatra la diversidad cultural, por su-puesto; pero también, y sobre todo, porque al renegar de su propiatradición –la occidental, la única que, con todos sus defectos, ha al-canzado hasta la fecha niveles estimables de desarrollo, bienestar y li-bertad– está sentando las bases para que los paladines de la intransi-gencia puedan actuar en el futuro con la mayor impunidad.

Aunque lo más grave no es esto. Lo más grave, sin duda, es que aesa deriva moral la llamen respeto al prójimo, cuando sólo se trata demiedo a la libertad.

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I. SABIDURÍA Y FRAUDE

El pasado 28 de julio, el Consejo de Ministros aprobó la remisión alas Cortes Generales del Proyecto de Ley por el que se recono-

cen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienespadecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dicta-dura. La nota del Consejo de Ministros indica además que lo que sepromueve es la reparación moral y la recuperación de la memoriapersonal y familiar, y que para ello se adoptan medidas destinadas asuprimir elementos de división entre los ciudadanos y a fomentar lacohesión y la solidaridad entre las diversas generaciones de españolesen torno a los principios, valores y libertades constitucionales. Entreesas medidas destaca una que se refiere a los símbolos y a los monu-mentos públicos. A este respecto, se establece que «los órganos quetengan atribuida la titularidad o la conservación de los monumentos,edificios y lugares de titularidad estatal han de tomar las medidas

MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO

Miguel Ángel Quintanilla Navarro es Doctor en Ciencias Políticas. Profesor titular en el Departamento deCiencia Política de la Universidad de Murcia.

1 Citado en Monk, R.: Ludwig Wittgenstein, Anagrama, Barcelona, 2002, página 302.

Cuando decimos que no podemos pensar en dos coloresen el mismo lugar cometemos el error de creer que esto esuna proposición, aunque no lo es; y nunca intentaríamosdecirlo si no fuésemos engañados por una analogía.

Ludwig Wittgenstein 1

oportunas para la retirada de los escudos, insignias, placas y otras men-ciones conmemorativas de la Guerra Civil cuando exalten a uno solode los bandos enfrentados o se identifiquen con el régimen franquista».

A quienes hemos tenido la fortuna de no tener que rendir home-naje alguno al régimen franquista –y sabemos que estamos en deudacon quienes hicieron la Transición– se nos impone ahora la obliga-ción de rendirlo, o se nos imputa haber estado haciéndolo puesto queen nuestra ciudad había una estatua de Franco contra la que no aten-tamos, o en el portal de nuestra casa figuraba una chapa del Ministe-rio de la Vivienda con un haz de flechas. Sólo para que se pueda ren-dir también homenaje al «otro bando», el Gobierno exhuma laEspaña transida y desprecia la transitada: pretende que sean honra-dos «los dos bandos de la Guerra Civil», es decir, quiere honrar «a unbando» y a la Segunda República, y admite para ello lo que, a su pare-cer, se viene haciendo desde siempre, que se honre al franquista.

Más allá de la dificultad de proceder a la honra de dos bandos sinhonrar la guerra misma que les da sentido, la tragedia es que el Go-bierno no comprende que los dos bandos juntos no son España ente-ra sino España hecha pedazos, y que el sistema de 1978 no se funda-menta en el homenaje sino en el arrepentimiento. No se trata de «unacosa y la otra» sino de «ni lo uno ni lo otro». Los españoles no handedicado ni un duro ni un policía municipal a retirar los símbolosfranquistas por la misma razón por la que tampoco los dedicarán aponerlos de nuevo en su sitio: ni quieren honrar al franquismo niquieren honrar a la República. Y ambas cosas se han podido hacer.

Los símbolos no están donde estaban porque alguien haya decidi-do conservarlos ahí, sino porque nadie ha decidido quitarlos. Unaestatua de Franco que no ha sido retirada no es una estatua «del Cau-dillo», es la estatua de un dictador. Para muchos, la presencia de lossímbolos franquistas fue una advertencia y un recuerdo; bajo la esta-tua de Franco veíamos un «se busca» y así sabíamos de quién debía-mos huir.

Es dudoso que hacer que los niños de 2006 honren a los conten-dientes de la Guerra Civil, por tanto a quienes mataron a sus antepa-sados, fomente la cohesión intergeneracional. Resulta bastante másprovechoso fomentar la cohesión intrageneracional, que es la que sepuede dañar, por ejemplo, sustituyendo a las personas por los territo-

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rios como sujetos de obligaciones fiscales. No es posible que existacohesión entre los vivos y los muertos. Hacer depender el futuro delpaís de una relación tan improbable no parece un buen negocio. Es-pecialmente cuando se trata de muertos de cuya virtud personal nocabe ya tener noticia pero de los que cuesta decir como generalidadque promovieran virtud cívica alguna. La honra, la estima es unacuestión privada; rendirla o no también lo es. Si hacemos memoria«al detall» de la Guerra Civil lo que hallaremos será mucha más des-honra que virtud, como corresponde a la naturaleza del suceso. No esimposible apañarse una cena rebuscando en la basura, pero no es pro-bable; ni se puede uno extrañar si la iniciativa no suscita entusiasmo,porque hay modos más higiénicos, provechosos y accesibles de pro-curarse un alimento ideológico necesario. Y no caducado.

La disidencia intelectual ante la Segunda República –igual que anteel franquismo o ante el califato cordobés–, a cuyo homenaje se nosfuerza, es la expresión de un derecho. Cabe exponer una objeción deinicio ante aquel régimen republicano: se dejó subvertir y perdió laGuerra, toleró que se le disputara el monopolio de la violencia. Sólo es-to, sobre lo que no se puede discrepar si se acusa al bando franquista dehaber subvertido por la fuerza el orden vigente, basta para que nadieque considere que la primera obligación del Estado es asegurar los de-rechos fundamentales tenga por qué rendir homenaje a algo tan defi-ciente e inútil en el cumplimiento de su cometido, e incapaz de evitar-nos la acerba experiencia de 40 años de dictadura y cientos de miles demuertos y represaliados. En palabras de Robert Spaemann: «Quien os-tenta el poder estatal puede perder de dos maneras su derecho a la lealtad: to-lerando la anarquía o por despotismo. El primer caso se da cuando el Estadoefectivamente no ejerce el monopolio del poder, es decir, es incapaz o no estádispuesto a proteger a sus ciudadanos frente a la violencia física y a imponer laobediencia a las leyes. Al no emplear su violencia represiva, deja librado almás débil a la arbitrariedad extralegal del más fuerte. Allí donde una violen-cia resulta ser igual o más fuerte que la del Estado, éste ha dejado de existir.Allí donde un Estado no logra sofocar en su origen la rebelión, pero en un de-terminado momento recurre, sin embargo, al contraataque, se produce una gue-rra civil… El hecho de que dejara que las cosas llegaran a tal extremo privaal ostentador del poder estatal del derecho a la lealtad incondicionada» 2.

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2 Spaemann, R.: «Moral y violencia». En Otfried Höffe y Josef Isensee, editores; próxima publicaciónpor FAES.

Lo que condena al republicanismo nostálgico español es que dacuenta de su valor cuando reconoce que alguien como Franco supoliquidar la Segunda República. La derrota en la Guerra no fue «la cau-sa» de que la República perdiera el poder, sino «la expresión» de queno lo tenía. El poder lo tiene el que puede, y la primera obligación delEstado es tener el poder, porque es un modo civilizado de ejercerlo yla vida de la gente de bien depende de que sepa cumplir con ella.Cuando se afirma que a la República se le privó del poder por la fuer-za y se expone tal argumento como justificación y lamento, se revelaun extravío grave sobre la naturaleza y la función del Estado. El Esta-do está siempre sometido a desafíos, pero debe vencerlos. Un militarno puede justificar una derrota amparándose en que ha perdido «porla fuerza», y tampoco puede hacerlo el Estado, porque la fuerza ha deser patrimonio suyo.

Lo que evoca la presencia de los símbolos franquistas es, en primerlugar, la insolvencia del régimen republicano: ¿cómo pudo perder an-te esa gente?; ¿cómo se dejó desafiar?; ¿qué había en ella de excelso sino supo cumplir con su primera obligación, que es persistir? La Repú-blica perdió el poder ante Franco, permitió que España se llenara deimágenes suyas, que su modo de entender la vida nos dominara du-rante décadas, que España fuera un país esencialmente injusto y sugobierno una institución contraria a la libertad, ¿y aún debemos hon-rarla? Un sistema político democrático no es un concurso en el que seelige la mejor utopía, sino un modo de asegurar para el Estado el mo-nopolio de la violencia dentro de la ley justa, y esto como instrumen-to de la igualdad y de la libertad. La política democrática no es verso,es prosa, prosa jurídica; y no es una virtud menor que no se escribanpoemas a la Constitución de 1978.

Por tolerar la anarquía o por despotismo, ni la Segunda Repúblicani el franquismo pueden exigirnos lealtad alguna. Sobre sus principioso sus intenciones se puede argumentar cuanto se quiera, pero aquélfue un tiempo del que poco podemos aprender. Valen aquí las pala-bras de Ludwig Wittgenstein: «Si una persona me dice que ha estado enlos peores lugares, yo no tengo derecho a juzgarla, pero si me dice que fue susuperior sabiduría la que le permitió ir allí, entonces sé que es un fraude» 3.

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3 Citado en Monk, R.: Ludwig Wittgenstein, Anagrama, Barcelona, 2002, página 277.

No creo que sean muchos los españoles crecidos en la democracia de1978 que tengan necesidad de juzgar a la Segunda República o al fran-quismo, pero si se nos obliga y se nos dice que todo aquello sucediópor la especial clarividencia de quienes ejercieron el poder en aqueltiempo, si se nos fuerza a honrarlos, si se pretende que su sabiduría su-pera con mucho la de quienes supieron hacer la Transición y la dequienes la hemos mantenido viva cotidianamente haciendo uso denuestra libertad, entonces, sin duda, estamos ante un gran fraude.

Nadie que haya combatido honestamente por España, por suprosperidad y su libertad aprobaría nunca lo que el Gobierno está ha-ciendo. Suponer que los combatientes del bando republicano hubie-ran querido seguir siendo sólo eso para siempre en la memoria de susdescendientes es una ofensa gratuita y cruel.

II. ESPAÑA COMO SUPERESTRUCTURA

La iniciativa del Gobierno sobre la Guerra Civil y la República consti-tuye un paso más en el desarrollo de un modo de interpretar la políti-ca española al que podemos denominar «superestructuralismo»4 y quecomenzó a tomar vuelo poco antes de las elecciones generales de1996. Sin duda, es parte del canon que rige los movimientos del Presi-dente del Gobierno, y puede resumirse así.

a) España no es una nación sino un Estado cuyo origen es la Cons-titución de 1978.

b) El proceso de transición a la democracia que tuvo lugar durantelos años setenta fue una farsa, una parodia que permitió a los detenta-dores del poder durante el franquismo continuar siéndolo después dela clausura formal de éste. La ausencia de ruptura y su sustitución poruna simple reforma les permitió hacerse pasar por demócratas y con-solidar y aun ampliar su dominio, a salvo ya de cualquier imputaciónde autoritarismo. Lo que hay, por tanto, es un uso fraudulento de lasinstituciones democráticas, porque no hubo proceso constituyente deverdad sino sólo lo que los militares y otros poderes toleraron. La de-

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4 Me he ocupado de este concepto en «España como superestructura», Papeles de Ermua, nº 6, ene-ro de 2004.

recha impuso sus criterios y sus valores, los demás sólo pudieronaceptar lo que se les daba. De ahí que la derecha defienda la Constitu-ción de 1978 y se resista a una reforma que permitiría crear un sistemajusto en el que todos estarían en igualdad de condiciones. La derechasabe que el pacto no fue libre, por eso lo defiende; pretende hacer va-ler un documento signado bajo amenaza.

c) Por detrás de la vida política aparente discurre una vida políticaesencialmente conspirativa, corrupta y antidemocrática que impideque las cosas cambien de verdad. La forma del poder oculta el poderreal, es pura fachada. En realidad, ni hubo transición ni hay democra-cia. Sólo cambió lo necesario para que todo siguiera igual.

d) Puesto que en realidad no hay democracia, la política no debeconsistir en actuar de buena fe en las instituciones, sino en perturbar-las y en promover su demolición y su sustitución por otras realmente«participativas», en las que no exista intermediación entre el pueblo yel poder. La democracia representativa es un mal en sí misma. Portanto, el superestructuralista está en las instituciones transitoriamentey mientras llega el verdadero cambio que está pendiente. En ellas nobusca ni pactos ni transacciones, salvo que sirvan a su verdadero obje-tivo, la denuncia, la desestabilización y la revolución. Cualquier victo-ria electoral de la derecha se debe directamente al dominio secretoque ejerce sobre el sistema y a la escasa lucidez de los electores, quecon su actitud muestran que necesitan una vanguardia (los superes-tructuralistas) que les abra los ojos y los guíe. Las derrotas socialistasde 1996 y de 2000 proporcionan al superestructuralista evidencias in-contestables: es la vuelta de la derecha al poder, o el reconocimientoexplícito de que nunca se había ido y de que la apariencia de que la iz-quierda gobernaba, necesaria para dar veracidad a la farsa, debía ter-minar de una vez.

e) La violencia política es la consecuencia de todo ese gran enga-ño, y es responsabilidad de quienes mandan y no deberían mandar,que empujan a los violentos a una situación desesperada de la que enrealidad son víctimas. Como ha afirmado recientemente un habitualdefensor de la negociación del Gobierno con ETA, «el terrorismo esuna mezcla de azar y necesidad»5. Es decir, no hay responsabilidad al-

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5 Sánchez-Cuenca, Ignacio: «El terrorismo revolucionario: mutación y selección política», Revista deEstudios Políticos, nº 132 (abril-junio de 2006), página 96.

guna en él, sino en quienes han creado las circunstancias que lo hacen«necesario» desde el punto de vista estadístico. (Obviamente, en este ti-po de análisis se ignora que lo probable estadísticamente es que alguien«decida» ejercer el terrorismo, y por tanto se haga responsable de él).

f ) Por todo lo anterior, ser español no puede ser nunca motivo deorgullo, sino un estigma. España es una superestructura que debe serdemolida por el bien de la justicia y de la verdad. La «memoria histó-rica» no es más que un método adaptado al hecho de que la mentiratiene historia, viene de lejos. Memoria (pasado), cambio de régimen(presente) e irreversibilidad (futuro), son tres aspectos del superes-tructuralismo que completan en lo cronológico su carácter totalitarioy que le confieren una coherencia extraordinaria como plan para ha-cer política.

El superestructuralismo ha estado siempre presente desde 1978,pero su difusión académica –y luego política y divulgativa– se inicióen coincidencia con el declive electoral de la izquierda. Y sólo puedesostenerse si se ignora todo lo que supimos en su momento sobre laTransición y se sustituye por una interpretación novedosa y funda-mentada en argumentos estrictamente «no falsables». Lo que supimosen su momento y debemos preservar como memoria estadística deesa historia es, como mínimo, lo siguiente.

Entre 1977 y 1982 el voto de los partidos de izquierda en las elec-ciones legislativas pasó del 43,1 por ciento al 52,4; el de los partidosnacionalistas y regionalistas, del 6,8 al 7,7, y el de la derecha del 43,4al 35,8 6. Además, en esos años no se produjo un acercamiento entrelos partidos políticos sino un distanciamiento progresivo entre ellos.Así, por ejemplo, en 1978 la posición media que se atribuía al PCE enuna escala ideológica de 1 a 10 (siendo el 1 la extrema izquierda y el10 la extrema derecha) era 2,5 puntos, pero en 1982 se le atribuía unaposición más izquierdista, en el 1,8 (precisamente en el intervalo en elque España fue sacudida por el intento de golpe de Estado de febrerode 1981 y por la más sangrienta ofensiva que ETA ha efectuado hastahoy). En esos años el PSOE pasó del 3,8 al 3,5, y Alianza Popular semantuvo en el 8,5. La distancia entre el partido situado más a la iz-quierda y el situado más a la derecha pasó de 6 puntos en 1978 a 6,7puntos en 1982.

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6 Montero, J.R.: «Sobre las preferencias electorales en España: fragmentación y polarización (1977-1993)», en Del Castillo, Pilar (ed.): Comportamiento político y electoral, CIS, Madrid, 1998, página 81.

Podemos comparar lo sucedido en España, donde –se dice– la pre-sión militar impidió a la izquierda decir lo que pensaba y la obligó amantener un centrismo y una moderación que realmente desprecia-ba, con lo sucedido en algunos otros países europeos, algunos de loscuales (Portugal y Grecia) transitaron a la democracia a la vez que Es-paña. Como afirman Gunther y Montero, la autoubicación del electo-rado en una escala izquierda-derecha de diez puntos es destacablepor su estabilidad en el periodo 1973-1993, «con la excepción del ca-so español, en el que hubo un desplazamiento sostenido hacia la iz-quierda tras la llegada de la política democrática»7 (Ver cuadro 1).

Si nos detenemos en la ubicación de los partidos (no de los votantes)en esa escala, el resultado es igualmente adverso para el superestructu-ralismo: el Partido Comunista español estaba tan a la izquierda como elportugués o el italiano, y el PSOE, mucho más a la izquierda que susequivalentes portugués y griego y tanto como el italiano (Ver cuadro 2).

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Cuadro 1Autoubicación ideológica de los electorados en algunos países europeos

País 1973 1980 1983 1989 1993España 5.6 4.8 4.3 4.4 4.3Italia 4.7 4.7 4.6 4.8 4.7Gran Bretaña 5.4 5.7 5.9 5.4 5.3Portugal 5.2 5.2 5.4 5.4 5.4Alemania 5.6 5.7 5.5 5.4 5.6Grecia 5.9 5.1 5.8 5.7

FUENTE: Gunther y Montero, obra citada, página 497.Cuadro 1. Posiciones medias en escalas de diez puntos. Los datos de España y Portugal corresponden a encuestas de 1976 y

1978 respectivamente. Sólo se alude a Alemania Occidental.

Cuadro 2Colocación de los principales partidos del sur de Europa en el continuo izquierda-derecha, 1985

Portugal España Italia GreciaIzquierda PCP 2.1 PCE 2.1 PCI 2.1 KKE 1.6

KKE-es 2.8PS 5.0 PSOE 3.9 PSI 3.9 PASOK 4.4PSD 6.9 CDS 6.4 PRI 5.6

DC 6.1PLI 6.5

Derecha CDS 8.1 AP 8.1 MSI 8.7 ND 8.7FUENTE: Gunther y Montero, obra citada, página 501.

7 Gunther, R. y Montero, J.R.: «Los anclajes del partidismo. Un análisis comparado del comportamien-to electoral». En Del Castillo, Pilar (ed.): Comportamiento político y electoral, CIS, Madrid, 1998, pág. 497.

Lo mismo podemos decir del electorado por partidos. Entre 1979y 1983 los votantes del PCE no se moderaron sino que se radicaliza-ron hasta situarse más a la izquierda que sus equivalentes portugue-ses, tanto como los italianos y algo menos que los griegos (del 2,7 al2,5), y los del PSOE pasaron del 3,9 al 3,1, más a la izquierda que lossocialistas italianos, griegos y portugueses (Ver cuadro 3).

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Cuadro 3Autoubicaciones medias de los votantes de los partidos en algunos países europeos, 1974-1993

País 1974 1983 1993

EspañaPCE 2.7 2.5 2.6PSOE 3.9 3.1 3.7UCD 5.9AP 7.0 7.2 7.3

ItaliaPCI 2.5 2.5 2.4PSI 3.4 3.5 3.6PSDI-PRI 4.8 4.9DC 5.9 5.7 5.7PLI 6.5 6.8MSI 8.3 7.5 7.9

Reino UnidoLP 4.4 4.4 4.0Libs 5.6 5.3 5.0CP 7.2 7.0 7.0

PortugalPCP 2.3 3.0 2.9PS 4.6 4.7 4.5PSD 6.9 7.1 6.5CDS 7.8 7.8 7.0

AlemaniaGrünen 3.6 4.3SPD 4.5 4.5 4.5FDP 5.8 5.9 5.4CDU-CSU 7.0 6.7 6.8

GreciaKKE 1.8 2.2 2.4KKE-es 2.4 2.8 2.9PASOK 4.6 4.4 4.6ND 8.3 8.2 7.6

AustriaSPÖ 4.9ÖVP 7.6

(Continúa)

En conjunto, en 1980, de la antigua Unión Europea de 12 miem-bros en la que ingresó España en 1986, sólo el electorado italiano(4,7) se autoubicaba más a la izquierda que el español (4,8); en 1983,ni eso: los españoles eran los más izquierdistas de la UE-12 (4,3), y asíseguíamos una década después 8.

Además, el número de candidaturas proclamadas para el Congre-so de los Diputados aumentó desde 579 en 1977 hasta 750 en 1979 y788 en 1982 9, lo que no parece indicar retracción y miedo a hacer po-lítica; y por tendencias ideológicas, quienes se declaraban franquistaspasaron de ser el 12 por ciento en 1977 a ser el 4 por ciento en 1982,mientras que quienes se declaraban socialistas pasaron del 15 al 29,comunistas del 2 al 4 y «revolucionarios» del 1 al 2.

No resulta extraño, por tanto, que el estudio realizado por el Cen-tro de Investigaciones Sociológicas en mayo de 1987 sobre la «valora-ción retrospectiva» del proceso de transición a la democracia y laConstitución (que incluyó esta pregunta 10: «¿Cómo cree usted quehan ido las cosas desde la muerte de Franco: mejor, igual o peor de loque usted esperaba?»), revelara que el 69% de los encuestados que seconsideraban a sí mismos de extrema izquierda o de izquierda creíanque había ido mejor, mientras que sólo el 49% de los votantes de cen-tro y el 29% de los de derecha creían lo mismo. El 61% de quienes re-cordaban haber votado a Izquierda Unida en 1986 creían que sus ex-pectativas habían sido superadas, igual que el 67% de los votantes del

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( (Continuación)

País 1974 1983 1993Finlandia

SKDL 2.3SDP 3.9KES 6.3LKP 6.3KK 8.1

FUENTE: Gunther y Montero, obra citada, página 502.Datos de España, 1979; Portugal, 1978; Grecia, 1980.

8 Montero, J.R.: «Sobre las preferencias electorales en España: fragmentación y polarización (1977-1993)», en Del Castillo, Pilar (ed.): Comportamiento político y electoral, CIS, Madrid, 1998, página 89.

9 Id., página 54.

10 CIS, Barómetro de mayo de 1987, estudio 1654.

PSOE (en 1986 entre el 60% y el 70% de las personas que declarabanser «de extrema izquierda» votaban al PSOE), el 60% de los de CiU yel 56% de los del PNV. Por el contrario, sólo el 43% de los votantesdel CDS y el 23% de los de AP afirmó lo mismo.

¿En qué se expresó, pues, la imposibilidad de ser de izquierda?¿Dónde quedó de manifiesto la presión de la derecha sobre la izquier-da? De haber existido, deberá reconocerse que su efectividad no fueespecialmente destacable. Durante la Transición la vida política espa-ñola se polarizó, especialmente alrededor del 23-F (lo contrario de es-tar sometida a un silencio forzado por la presión militar); la izquierdaganó posiciones (lo contrario de que la derecha lo hiciera); los parti-dos nacionalistas ganaron posiciones (lo contrario de que lo hicieransus oponentes); y España registró una radicalización política en la iz-quierda de la escala ideológica mayor que cualquier otro país euro-peo, o como mínimo comparable, y superior a la de Portugal y Gre-cia, países que transitaron a la democracia más o menos a la vez queEspaña y de los que no se afirma que padecieron la presión de los mi-litares para que la izquierda no dijera lo que pensaba. Obvio es, ade-más, que desde 1982 fue la izquierda la que gobernó en España y quelos partidos nacionalistas consolidaron sus posiciones en el País Vascoy en Cataluña.

El superestructuralismo debe decir algo sobre todo esto, debe exi-gírsele que lo haga. Y es inadmisible que se pretenda desacreditar eseregistro estadístico de la Transición mediante una opinión sobre lasopiniones de otros. Que la izquierda crea que esas opiniones revelanuna imposición es un dato sobre el pensamiento de la izquierda, nosobre las opiniones verificadas en su momento, cuya verosimilitud nopuede impugnarse salvo si se argumenta respetablemente sobre la in-corrección del método estadístico empleado.

Pero además, en segundo lugar, el superestructuralismo debe sercontemplado como una imputación personal a cada español. Puestoque lo que afirma es que nos han faltado libertad y democracia, esono lo predica de España sino de los españoles, que son quienes tienenatribuida la titularidad de lo que se declara inexistente. El revisionis-mo no revisa la historia de España sino la biografía de los españoles,nos dice que aunque creemos que sí, no hemos sido libres; que somosmás de izquierda que lo que nos creemos, pero que hemos interiori-

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zado hasta tal punto la presión ambiental que ni nos damos cuentaporque no lo podemos decir.

La Constitución de 1978 no sustituyó un yugo por otro, sino quenos dio la libertad política. El revisionismo, el superestructuralismoen que se fundamenta, es una argumentación sobre la conciencia de losespañoles, sobre si se han sentido libres o no. Es simplemente ridículodisputar sobre ese asunto para tratar de convencer a quienes se sabenlibres de que no lo son y reescribir su biografía para convertirlos bienen colaboracionistas de un sistema opresivo, bien en sujetos carentesde lucidez suficiente como para advertir su falta de libertad.

Parece, por tanto, que ante lo que estamos es ante un hecho mu-cho más simple: hay quien no aprecia la democracia liberal –la nues-tra–, que es un sistema de gobierno fundamentado en la alternancia y lalibertad, no un modo de iluminar verdades fundamentales (las que la iz-quierda sostiene) «de una vez por todas». Desde esa perspectiva, la Tran-sición se juzga necesariamente deficiente: «al olvidarse y borrarse de laconciencia el carácter coyuntural de aquellas limitaciones, se da por bueno elresultado alcanzado, legitimando –para siempre–, ideológicamente ahora,como fruto del acuerdo racional entre libres e iguales aquello que fue impues-to: nada menos que un «consenso» sobre el modelo de democracia a instaurar.En este sentido puede hablarse del carácter ideológico del consenso constitu-cional, del consenso de la transición como ocultador, encubridor y, en defi-nitiva, «negador» del disenso y de las condiciones que impidieron que semanifestara» 11.

Los revisionistas creen que la renuncia a la vía rupturista y la acep-tación del reformismo por parte de la izquierda (obviamente, bajopresión militar al principio, pero –acusan– por conveniencia delPSOE desde 1982, que se vio en el Gobierno y prefirió servirse delsistema a transformarlo para convertirlo en una auténtica democraciaparticipativa) constituyó un verdadero cambio de planes catastrófico(las catástrofes de 1996 y de 2000), porque el reformismo conducíanecesariamente a un tipo de democracia limitado, insuficiente y muysesgado a favor de la derecha. Con ruptura, la democracia de partidosy elecciones habría sido «un punto de partida desde el cual, mediante laparticipación ciudadana generalizada, se actualizaría, ensancharía y revi-

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11 Oñate, P.: Consenso e ideología en la transición política española. Centro de Estudios Constituciona-les, Madrid, 1998, página 258.

talizaría la democracia de los partidos, construyéndose así, con una sociedadmovilizada, una democracia ciudadana» 12.

Hoy, es claro, el impulso que recibe de nuevo la democracia llama-da «participativa» por oposición a la representativa coincide con laofensiva revisionista que pretende impugnar el consenso de 1978. Ba-jo la idea de participar se esconde en realidad la parcialidad, «tomarparte», en sentido posesivo: tomarla y llevársela. Una neoaristocraciadel activismo social cuyo origen último es la incapacidad para obte-ner representación, puro darwinismo que somete a la voracidad delos «grupos» y «colectivos» más dotados lo que debiera ser instru-mento de protección de quienes carecen de ese poder. Por el contra-rio, la democracia representativa, mediante un procedimiento formalestrictamente regulado, que en último término se fundamenta en lamera acreditación de la propia personalidad mediante el DNI («tienesvalor por ser quien eres, no por hacer lo que haces o por tener lo quetienes»), garantiza la igualdad en la participación política y, por tanto,vela especialmente por los humildes y los dignifica mediante el con-cepto de interés general (que se crea para ellos, que son los que nocuentan cuando el interés no es general) esencialmente representati-vo de todos los que forman el grupo y no sólo de sus sectores más gá-rrulos (aquí la tilde importa).

El hecho de que en 1995 para el 79% de los españoles la forma enque se realizó la Transición constituyera un motivo de orgullo colecti-vo (sólo para el 9 lo contrario), y que al ser preguntados por las ideasy los intereses que prevalecieron en el proceso constituyente y en laConstitución, el 52% respondiera que «las de todos y las de ninguno»;el 10% «las del centro»; el 8% «la izquierda» y sólo el 7% «la derecha»,es para los revisionistas tan sólo una muestra más de la eficacia del la-vado de cerebro colectivo al que se nos somete desde 1978 13.

Por tanto, para los superestructuralistas la ofensiva rupturista quepatrocina el Gobierno socialista, lejos de ser una iniciativa reprobable,constituye en realidad un motivo de alegría extraordinario, puestoque de lo que se trata es de enmendar el error histórico de FelipeGonzález y los suyos (quizás reconocido tardíamente por él mismo) e

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12 Id., página 271.13 CIS, estudio 2215.

impulsar la democracia española para hacerla mucho mejor de mane-ra «irreversible» (término que jamás puede caracterizar la acción degobierno de una democracia liberal pero que puede hallarse en la ar-gumentación del Gobierno de Zapatero sobre cualquiera de sus polí-ticas): se han de llevar las reglas del juego (no el juego mismo, lo quesería legítimo) más hacia la izquierda y más hacia el cantonalismo.Pero no porque la democracia de 1978 sea deficiente con respecto alo que quienes la hicieron deseaban que fuera: un sistema de libertadpolítica basado en la alternancia, en el pluralismo político y social in-definido en el tiempo –no como mal transitorio–, en la limitación delpoder por la ley, en la protección de las minorías y en la reserva delmonopolio de la violencia por parte del Estado. Desde esta perspecti-va, no se ha puesto en circulación argumento alguno de peso que seafalsable contra la Transición o contra lo acontecido desde 1978, suce-sos que ella no previó ni dejó preestablecidos, precisamente porquecreó un régimen para la libertad y no para que los españoles de 1989o de 2006 permaneciéramos sujetos a la voluntad de los constituyen-tes: su voluntad fue que se hiciera la nuestra.

Se puede, por supuesto, desear una democracia diferente de laque hay, pero no se deben mezclar los asuntos. Quien aborrezcacualquier cosa, encontrará especialmente aborrecible la versión másexcelsa de aquello de lo que abomina, pero ese hecho no mengua laexcelencia de lo detestado. La pretensión de la democracia liberal noes «ponerse de acuerdo», sino que la gente pueda hacer su vida pesea los numerosos desacuerdos, cuya existencia se acepta y hasta seaprecia; explícitamente se renuncia a establecer e incluso a indagarun dogma, aunque se da la bienvenida a la transacción que nace delrespeto al oponente más que a su idea del mundo deseable. El respe-to tiene su origen en su condición personal, no en su potencia inte-lectual real o supuesta; no se trata de convencernos unos a otros sinode convivir. Para convivir, la democracia liberal establecida en 1978es un instrumento útil, y no lo es la versión radical y delirante delproyecto ilustrado que ha patrocinado la teoría crítica, cuyo eco re-produce ahora la izquierda española sin excepción destacable cono-cida, aunque probablemente existente siquiera en forma de secretadisconformidad. Que una teoría fundamentada en la sospecha siste-mática sobre las verdaderas intenciones del interlocutor y sobre la ti-

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tularidad real del poder dentro del «sistema» se postule como herra-mienta para la convivencia en un Estado regido por elecciones libresproduce perplejidad. Y ése es su horizonte final, que la verdad res-plandezca, no que la gente opine, que se entienda que «la razón (ladiscusión libre entre iguales) debe darme la razón (reconocer que yoexpreso “la” verdad)».

La idea de fondo del superestructuralismo español –la coacciónfue el método de la reforma, la libertad lo hubiera sido de la ruptura–ignora tozudamente lo que la historia revela: la reforma y los princi-pios de la democracia representativa, así como la transacción comométodo de elaboración de acuerdos firmes, fue aceptada librementepor los partidos a medida que constataban su masivo respaldo elec-toral, lo que incluso se acredita por quienes pretenden negarlo: «enresumidas cuentas, a partir del referéndum de la Ley para la Reforma Po-lítica, el PCE abandonó definitivamente la estrategia de confrontaciónpermanente, adoptando la de la moderación, el entendimiento y la disposi-ción a la negociación, dentro de lo que se denominó la “política de concerta-ción”. Los dirigentes comunistas abandonaron la apuesta por la “rupturademocrática”, considerándola perdida, y se volcaron en la preparación delas elecciones generales que serían convocadas meses más tarde, tras la lega-lización del PCE en abril de 1977» 14. Si el PCE abandonó la porfía porla ruptura en ese momento fue porque constató su escaso rendi-miento electoral, no porque se ejerciera presión militar alguna sobreél. Respecto del PSOE, el único chantaje acreditado cabe imputarloal propio Felipe González: la alteración en el Congreso Extraordina-rio de diciembre de 1979 de la Resolución Política que fue adoptadaen mayo del mismo año en el XXVIII Congreso, se debió, efectiva-mente, a una coacción, pero no de las Fuerzas Armadas sino de lapropia dirección del partido, que realizó un «implícito chantaje» a losmilitantes cuando González presentó la dimisión e impuso el nuevosistema de elección de delegados «para controlar el Congreso Extraor-dinario e introducir los cambios que pretendía en la ideología oficial delpartido, y mucho más importante, en el modelo de democracia y sociedad ainstaurar» 15.

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14 Oñate, obra citada, página 182.

15 Id., página 196.

III. ARQUITECTURAS

La entrada a Dirdam de noche por la carretera de Barcelona ofreceuna vista llamativa. De lejos, a la derecha, una mancha de colores bri-llantes irrumpe en el campo de visión ocupando un lugar que debe decorresponder a un edificio; más cerca, al color se suma el texto, escri-to en varias lenguas, que decora un hastial de formas rectas y texturasmetálicas coronadas por una gran cresta de color naranja. En él do-mina la palabra libertad, título del poema de Paul Éluard elegido porJean Nouvel como motivo decorativo de la fachada del enorme hotelinaugurado aquí hace algo más de un año, que uno finalmente distin-gue cuando se encuentra cerca de él.

Su singularidad es que cada planta o cada elemento del edificiohan sido proyectados por un estudio distinto –19 en total–, de mane-ra que por fuera el hotel es en realidad una estructura uniforme y delíneas muy simples, seguramente elegidas para no condicionar en ex-ceso el trabajo de cada diseñador y al mismo tiempo para poner un lí-mite inevitable a su creatividad. Pero por dentro es muchas cosas di-ferentes. Decorar la fachada con un círculo cromático es un modo deavivarla sin dar forma al espacio interior, que queda disponible, y cu-ya rareza es evocada por el poema de Éluard.

Probablemente sin saberlo, los directivos del grupo hotelero queidearon la construcción de un edificio tan singular promovieron unasíntesis de dos lugares extraordinarios que se hallan muy cerca de suestablecimiento, apenas a cien metros. Desde 1969 esa entrada a Dir-dam había sido dominada sin rival por las Torres Blancas de Sáenz deOíza («Torres», porque iban a ser dos). Mucho antes que el grupo Sil-ken, él pensó un edificio excepcional: «Lo único que definía eran losnúcleos verticales de comunicación y las áreas de acceso, nunca lascasas, pues yo defendía la libertad del supuesto cliente de la Torre pa-ra hacer su propia casa» 16.

La idea de construir un espacio habitable que permite y aun exigeuna decisión libre de quien ha de ocuparlo no es sólo un motivo ar-quitectónico, es mucho más. Sáenz de Oíza pretendía un edificio queirrumpiera en la ciudad «como un árbol», enraizado y nutrido de ella,

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16 F.J. Sáenz de Oíza, 1947-1988, El Croquis, 32/33, Madrid, 2002, página 27.

como un perímetro sólido y protector y con un espacio interior casivacío y a disposición de quienes lo habitaran; una construcción en laque uno nunca se preguntaría si estaba subiendo o bajando, porque«tanta atracción tendría el suelo como el techo» 17. Casi con seguridad,el arquitecto no tuvo intención alguna de hablar de una España políti-ca nueva –con historia más allá de 1936 y con futuro más acá deFranco– cuando ideaba su obra, pero en realidad lo hizo. Ese edificiomostraba en 1969 que la libertad podía tenerse en pie y ser habitable,robusta y acogedora. Esa grácil mole gris ha iluminado la vocación dela mayoría de los alumnos de la Escuela de Arquitectura de Dirdam, yasí, casi como a un ser vivo, la miramos muchos que de críos quisimospasar junto a ella cada día, que la contemplábamos como a una ger-minación casi milagrosa en mitad de un suelo yermo y nos preguntá-bamos cómo sería vivir en un sitio así.

A falta de mejor explicación, yo creo que fue por esa sutil emana-ción de libertad y genio por la que a menos de cincuenta metros delas Torres Blancas se halló desde principios de los ochenta el centrotópico –en las dos primeras acepciones del término– del cambio so-cial español: Rockola, local –conviene calificarlo simplemente así: es-pacio, sitio– en el que se dibujó un círculo cromático tan vivo (la mo-vida) y con tanta cresta como el nuevo hotel de la Avenida deAmérica de Dirdam, que es en realidad la segunda torre blanca, por-que cuando un círculo cromático se pone en movimiento y toma ve-locidad todos los colores ocupan el mismo lugar en el ojo de quienmira y el círculo se vuelve blanco.

La España transida cedió su lugar a la España transitada, que sedispuso de inmediato a ejercitarse en el oficio de la libertad, a dibujarcírculos cromáticos y a darles velocidad, a fundir en uno todos los co-lores salvo el negro sin hacerlos desaparecer, a obrar el milagro deque todos pudieran ocupar al mismo tiempo el mismo lugar, el mis-mo territorio, el mismo país.

En Dirdam, en 1977 la primavera no floreció sólo en los parques;floreció también en las farolas, en los coches, en los quioscos y espe-cialmente en las paredes del Metro. Todos los colores estaban allí enforma de pegatina o de cartel. En nuestro trayecto hacia el colegio,

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17 Id., página 28.

mis amigos y yo solíamos realizar un experimento extraordinario.Acercábamos la cara a la pared de algún pasillo largo –habitualmenteel trasbordo de la estación de Pueblo Nuevo entre las antiguas líneas 5y 7– hasta casi tocar la pared con la punta de la nariz, e iniciábamosuna carrera tan rápida como nos era posible, con los ojos abiertos depar en par y la mirada dormida sobre el muro. Por unos segundos, to-dos los colores de la pared se fundían en nuestra retina en una man-cha blanquecina, todos eran lo mismo aunque todos eran diferentes;todos estaban en el mismo lugar, aunque todos ocupaban espaciosdistintos. Ésa era nuestra nación, eso era España.

El pensamiento tosco, que ignora lo que el hombre, su mirada, escapaz de hacer con el mundo, afirma que no podemos pensar en doscolores a la vez en un mismo lugar. Los españoles de la Transicióndemostramos que no sólo es posible, sino que es fácil: basta con agen-ciarse un círculo cromático, una fachada, una sala de conciertos, unpasillo del Metro, un plano de las líneas de cercanías o un hemiciclocromáticos, o todo y más a la vez, y ponerlos en movimiento.

Una semana después de las elecciones de 2004, el Premio Pritzkerde Arquitectura fue concedido por primera vez a una mujer, ZahaHadid. Hadid nació en Irak; su padre lideró el Partido Nacional De-mocrático hasta la toma del poder por el Partido Baas y SaddamHussein. Luego él y su familia salieron del país y se establecieron enLondres. Zaha Hadid ha diseñado la primera planta del círculo cro-mático-hotel, que une el anhelo de libertad de la España transida deSáenz de Oíza y el color de la España transitada de Rockola, incluidala cresta naranja. Si alguien necesita saber qué podría ser Irak sin Sad-dam y sin yihadistas, si alguien quiere saber lo que «en el fondo» esuna mujer iraquí, puede darse una vuelta por la planta 1 del HotelPuerta América de Dirdam. Y luego preguntarse por qué las iraquíessólo tienen derechos si están fuera de su país y por qué eso le da iguala tanta gente. Puede también recordar el lamento que Gaziel escribióen 1946, cuando era España la que daba igual: «Con sólo una parte dela intervención que en este 1946 Inglaterra ha desplegado en Grecia eItalia ya habría bastado, en 1936, para hacer que España se recupera-se de la situación anterior, defender la ley, restablecer el orden yaplastar la anarquía…A partir de aquel momento y hasta ahora todose ha ido complicando y enmarañando como el estado de un enfermoal que no se le ha practicado a tiempo la intervención oportuna…

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Ésas son las graves consecuencias de no hacer lo que hay que hacer, yde no hacerlo a tiempo» 18.

Torres Blancas se construyó en 1969: ¿debemos demolerlo porello?; Zaha Hadid es mujer, es de origen iraquí y no parece muy dis-puesta a ocupar el lugar que la Alianza de Civilizaciones le reserva:¿qué hacemos con la planta 1 de la nueva torre blanca de Dirdam?¿Qué hacemos con la realidad?

IV. DIRDAM

«Dirdam», claro, es «Madrid» al revés. Madrid ya no es sólo el nom-bre de una ciudad. En el discurso político español es mucho más queeso. A lo largo de los años, sobre ella se han vertido muchos significa-dos que ya no es posible desarraigar: Madrid evoca irremediablemen-te en muchos españoles una ideología. Ese sonido o esa grafía, hacenemerger en nuestra conciencia todo un mundo de problemas, de in-tenciones, de agravios. Una red de conexiones sinápticas brota, comoramblas neuronales, en el momento en el que ese nombre se escuchao se lee, y, al final, cuando Madrid desaparece como concepto dignodesaparece también la Transición, porque ese Madrid innoble es el re-fugio del tardofranquismo, el oscuro valle en el que habita y desde elque sigue amargando la vida a los españoles amantes de la libertad,que al parecer nunca son madrileños.

Pero hay que hablar de Madrid, de la ciudad y del concepto políti-co, aunque sea sin nombrarlo, para que sea posible decir de él cosasdistintas de las que se suele. Dirdam es, pues, un placebo intelectual oespiritual. Pero Dirdam existe, se llama Madrid y es en esencia ungran círculo cromático. Por eso, quienes no conciben la existencia dedos colores a la vez en el mismo lugar han arrojado sobre él tanto lu-to como han podido. Y por eso seguirán haciéndolo.

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18 Gaziel, Meditaciones en el desierto (1946-1953), Destino, Barcelona, 2005.

REPRESENTACIÓN NACIONAL Y GRUPOS PARLAMENTARIOS EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

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INTRODUCCIÓN

Es bien sabido que el carácter democrático de los regímenes polí-ticos contemporáneos descansa, básicamente, en el principio

representativo, el cual es la clave que permite imputar al demos, al pue-blo titular de la soberanía, los actos de los poderes públicos. Así loreconocen expresamente no sólo la teoría del Estado, sino tambiénlas Constituciones democráticas, como la española, al afirmar que «lasoberanía nacional reside en el pueblo español», que la ejerce «direc-tamente o por medio de representantes», los cuales serán «libremen-te elegidos en elecciones periódicas» y se integrarán en «las CortesGenerales, [que] representan al pueblo español y están formadas porel Congreso de los Diputados y el Senado» (artículo 1.2, 23 y 66.1).

De este modo, la articulación de la representación resulta un ele-mento absolutamente central en la configuración de cualquier régi-men democrático. El Parlamento, como órgano representativo, seconfigura teórica y prácticamente como depositario de la voluntadpopular, fundamentalmente expresada mediante la ley. De ahí que,como afirmara hace ya casi un siglo Hans Kelsen, «la existencia de la

ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRO

Ángel J. Sánchez Navarro es profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense.

democracia moderna depende de la cuestión de si el Parlamento esun instrumento útil para resolver las necesidades sociales de nuestraera... Por ello, el fallo sobre el parlamentarismo es, a la vez, el fallo so-bre la democracia»1.

Así configurada, pues, la cuestión se desplaza hasta centrarse en laadecuación de los mecanismos previstos para articular esa noción derepresentación. Mecanismos que son, esencialmente, dos: el sistemaelectoral y la estructura parlamentaria. Ambos constituyen, por su-puesto, elementos centrales del Derecho Constitucional, en los que semanifiesta con especial claridad su naturaleza de «punto de intersec-ción entre la Política y el Derecho», que «arranca de la Política y aca-ba en la Política». Porque, en efecto, afectan a «dos procesos de natu-raleza política, a través de los cuales la sociedad se autodirige»: enprimer lugar, el «proceso electoral»; en segundo término, el «procesoparlamentario». Uno y otro son procesos políticos, protagonizadospor agentes políticos y en los que los argumentos políticos son deter-minantes 2.

Por expresarlo de forma muy sintética, el sistema electoral «haceoperativa la representación, permitiendo la selección de los represen-tantes a partir de la manifestación de voluntad de los representados»3.Desempeña así una función cuya esencia misma es «su capacidad degenerar legitimación»4, atribuyendo a las Cortes Generales una natu-raleza representativa que se proyectará sobre el conjunto del sistemapolítico, ya sea aprobando leyes que expresan «la voluntad popular» ointerviniendo en posibles reformas de la Constitución, ya designandolos titulares de otras instituciones (Presidente del Gobierno, mayoríade los Magistrados del Tribunal Constitucional, vocales del ConsejoGeneral del Poder Judicial...), ya representando al pueblo soberano enotros momentos significativos (proclamación del Rey, juramento delPríncipe de Asturias y de los regentes).

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1 Kelsen, H.: Esencia y valor de la democracia. Madrid, Guadarrama, 1977 (1ª ed. alemana, 1920).2 Las citas proceden de Pérez Royo, J.: Curso de Derecho Constitucional. Madrid, Marcial Pons, 2005

(10ª ed., actualizada por M. Carrasco Durán), págs. 57 y 59.3 C. y A. Fernández-Miranda Campoamor: Sistema electoral, Partidos políticos y Parlamento. Madrid,

Colex, 2003, págs. 115-116.4 P. Santolaya Machetti: Manual de procedimiento electoral. Madrid, Ministerio de Justicia e Interior,

1995 (3ª ed.), pág. 15.

Todo ello explica sobradamente la notable atención prestada, tantoen España como en otros países democráticos, al sistema electoral. Enparticular, asuntos como las fórmulas electorales o la definición de lascircunscripciones han generado multitud de comentarios, críticas ypropuestas, desde perspectivas tanto jurídico-constitucionales como es-trictamente políticas. Argumentos como el de la desproporción denuestro sistema electoral o el de sus reiteradamente invocados –aun-que, a mi juicio, no tan fundadamente probados— efectos benéficos pa-ra las formaciones nacionalistas han sido frecuentes, tanto en ámbitosdoctrinales como estrictamente políticos, y han servido para justificardiversas propuestas de reforma electoral, casi siempre con escaso éxito5.

Y, sin embargo, a mi juicio, se ha prestado mucha menos atenciónal segundo de los mecanismos antes apuntados, relativo a la estructu-ra de las Cortes Generales. Un aspecto cuya relevancia también resul-ta evidente en la medida en que condiciona todo el proceso parla-mentario, pero respecto del cual el sistema español presenta algunaspeculiaridades dignas, cuando menos, de mención y merecedoras deun análisis más profundo. Porque resulta perfectamente concebibleque un sistema electoral cumpla correctamente su función de generarlegitimidad que se transfunde al sistema institucional, para derrochar-se luego por una regulación de elementos centrales de la estructuraparlamentaria que responde a criterios más que discutibles. Criteriosnacidos con carácter de excepción, pero cuya aceptación acrítica hallevado a convertirlos en regla general, como trataré de exponer bre-vemente en las siguientes páginas.

II. REPRESENTACIÓN Y ESTRUCTURA PARLAMENTARIA

Resulta claro, pues, que la articulación del principio representativo nose agota en el proceso electoral. Porque si es cierto que éste es «re-

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5 Quien esto escribe ha examinado algunas de estas cuestiones en trabajos anteriores (en particular,Constitución, igualdad y proporcionalidad electoral. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constituciona-les, 1998; y, más recientemente, «Sistema electoral y nuevas tecnologías: oportunidades y riesgos para lalegitimación democrática del poder», en Nuevas Políticas Públicas. Anuario multidisciplinar para la moder-nización de las Administraciones Públicas. Revista electrónica del Instituto Andaluz de Administración Pú-blica, núm. 1, 2005, págs. 83-109). Allí consta mi opinión de que nuestro sistema electoral merece una «eva-luación claramente positiva, ya que ha sido capaz de proporcionar legitimidad popular y política a todo elesquema institucional» (op. ult. cit., pág. 90).

suelto por un juez político, que dicta una sentencia asimismo políti-ca», no lo es menos que en el proceso parlamentario «la mayoría y laminoría parlamentaria han de ejecutar la sentencia dictada... por elCuerpo electoral, traduciendo el mandato político de los electores enmandatos jurídicos, en leyes aprobadas por el Parlamento» 6. En con-secuencia, resulta necesario plantear cuáles son los mecanismos técni-cos, el diseño estructural que permite a la Cámara representativa –pordefinición, una Cámara electiva— actuar como tal, traduciendo esemandato político de los electores sin desvirtuarlo, de manera que és-tos puedan «sentirse representados». Al fin y al cabo, sólo «las institu-ciones representativas correctamente diseñadas pueden servir a sus pro-pósitos adecuadamente» 7.

Por consiguiente, el «correcto diseño» de la representación, el que–al margen de las concretas razones que lo expliquen— permita a unadeterminada sociedad «sentirse representada» afecta a la combina-ción de ambos elementos. Una combinación que debe hacer posibleque la composición del órgano representativo, por virtud de un siste-ma electoral determinado, permita un adecuado desempeño de sufunción, generando legitimidad para el conjunto del sistema. Pero quedebe, además, evitar que esa capacidad resulte obstaculizada, o inclu-so anulada, por las reglas propias de la órbita estrictamente parlamen-taria. Y en este sentido, es preciso prestar atención a la regulación delos Grupos Parlamentarios.

Porque es evidente que, en las democracias contemporáneas, la re-presentación política se encauza a través de los partidos políticos. És-tos, que «expresan el pluralismo político, concurren a la formación ymanifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamentalpara la participación política» (artículo 6 CE), monopolizan práctica-mente el proceso electoral. Pero su protagonismo se proyecta ademásen el ámbito parlamentario gracias a la figura de tales Grupos, conce-bidos como agrupaciones de diputados normalmente vinculados porvínculos partidistas. Una circunstancia que ha hecho posible la supe-ración de la concepción individualista y atomizada de las Cámaras

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6 Pérez Royo, J.: Curso de Derecho Constitucional, loc. cit.7 H. F. Pitkin: El concepto de representación. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, págs. 11

y xi; las cursivas han sido añadidas.

propia de los ordenamientos decimonónicos, modificando sustancial-mente las condiciones en que el órgano representativo desempeñasus funciones y, por tanto, la forma en que lleva a cabo la tarea que leencomiendan los electores.

No es éste, evidentemente, el lugar para profundizar en una mate-ria como ésta, que ha sido por lo demás objeto de múltiples estudios.Baste pues señalar, a los fines que ahora interesan, que, desde unaperspectiva global, la articulación interna de las Cámaras, en torno aGrupos Parlamentarios modifica la significación de toda su actividad.Y así se aprecia fácilmente al examinar la regulación de cualquierprocedimiento parlamentario, y en particular de unos debates que yano intentan, como antaño, convencer a los representantes para quevoten en uno u otro sentido: normalmente, el voto viene determina-do con carácter previo por el partido o Grupo Parlamentario, y seasegura por mecanismos de disciplina interna. De esta manera losdebates, aun cuando no pierdan absolutamente su función originaria,aparecen más bien como ocasiones privilegiadas para exponer a laopinión pública –al electorado— las diferentes opiniones de cada par-tido presente –o representado— en las Cámaras. Son, como se ha di-cho, debates dirigidos más «a las cámaras [de televisión] que a lasCámaras [parlamentarias]».

En este contexto, el Parlamento puede contemplarse como un au-téntico «subsistema político» 8 de dimensiones reducidas. Por tanto, yaun siendo conscientes de las obvias diferencias, es posible proyectarsobre este ámbito algunas nociones utilizadas con carácter generalpara evaluar el funcionamiento de otros ámbitos. Entre ellas, el gradode participación o, en otras palabras, la proporción de sujetos a losque se permite participar activamente en el sistema. Cabe afirmar, así,que en un sistema dado «cuanto más bajas sean las barreras (mayoreslas oportunidades) para expresar, organizar y representar preferenciaspolíticas, mayor será el número de preferencias e intereses que esta-rán representados en la elaboración de la política» 9.

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8 Vid. D. López Garrido, «Las funciones político-directivas de los Parlamentos», en A. Garrorena Morales(ed.), El Parlamento y sus transformaciones actuales. Madrid, Tecnos, 1990, pág. 355.

9 Vid. R. A. Dahl: Polyarchy. Participation and Opposition. New Haven and London, Yale U. P., 1971, cap. 1.

III. LOS GRUPOS PARLAMENTARIOS EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

1. Régimen actual

Pues bien: en los términos anteriormente expuestos, cualquier evalua-ción de la estructura parlamentaria española permite concluir que losGrupos Parlamentarios gozan en nuestro país de una posición de do-minio de los procedimientos parlamentarios prácticamente absoluta,y desde luego mucho mayor que en otros regímenes democráticosoccidentales 10. Ello se hace, en particular, a costa de la exclusión prác-ticamente total del parlamentario individual como sujeto activo en lavida parlamentaria, hasta el punto de justificar, hace ya hace muchosaños, que un prestigioso constitucionalista italiano como AndreaManzella, habituado a la partitocracia del sistema italiano, llegase acalificar el sistema español como una «grupocracia» 11. Y confirma laespecial relevancia de las normas que regulan esta materia para la efi-cacia del principio representativo.

En definitiva, la eficacia del principio de representación, la proximi-dad entre la sociedad y el órgano representativo no sólo debe referirseal momento inicial de la elección atendiendo a la composición de éste,sino que ha de mantenerse durante todo su mandato y proyectarse so-bre toda su actividad, la cual debe reflejar el mandato político recibidode los electores. Si ello no es así, las Cámaras corren el riesgo –tantasveces denunciado— de aislarse, de encerrarse en sí mismas, de padecer«la peculiar enfermedad» que Marx denominara «el cretinismo parla-mentario», la cual «aprisiona como por encantamiento a los contagia-dos en un mundo imaginario, privándoles de todo sentido, de todamemoria, de toda comprensión del mundo exterior»12.

No cabe duda de que, a estos efectos, los Reglamentos de las Cá-maras son esenciales. Porque ellos determinan no sólo cuáles son los

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98 REPRESENTACIÓN NACIONAL Y GRUPOS PARLAMENTARIOS / ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRO

10 Sobre todas estas cuestiones, vid. Á. J. Sánchez Navarro: Las minorías en la estructura parlamentaria.Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1995 (especialmente, la primera parte: «La estructura de losParlamentos contemporáneos. Los actores parlamentarios»).

11 A. Manzella: «Las Cortes en el sistema constitucional español», en A. Predieri y E. García de Enterría(dirs.): La Constitución española de 1978. Madrid, Civitas, págs. 484-485.

12 K. Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Madrid, Espasa-Calpe, 1985, pág. 316.

sujetos parlamentarios, asunto al que ya hemos hecho alusión con an-terioridad; sino también –y, diríamos, sobre todo— cuáles son las re-glas de funcionamiento a que tales sujetos deben someterse. En otraspalabras, definen las «reglas del juego» que encauzarán la vida parla-mentaria y, por tanto, condicionarán la capacidad de ésta de «repre-sentar» a la sociedad.

Y, a mi juicio, aquí radican algunas de las causas que más puedenafectar a la eficacia representativa del Parlamento español, y muchomás concretamente del Congreso de los Diputados. Ya se ha apuntadoque son muy frecuentes (aun cuando sean ciertamente minoritarias)las críticas a nuestro sistema electoral, al que se acusa de distorsionarla voluntad manifestada por el pueblo español en las elecciones. Sinembargo, como trataré de argumentar, mucho más importantes aúnson las distorsiones derivadas de las normas que regulan el procesoparlamentario, y en particular de las que se refieren a la constituciónde los Grupos. Porque el práctico monopolio de la vida parlamentariapor parte de éstos puede ser más o menos discutible, pero se limita areflejar una tendencia presente en todos los ordenamientos parlamen-tarios modernos, por más que en España se viese agudizada por la ne-cesidad de construir un sistema de partidos fuerte, con partidos sóli-dos, alejado de los antecedentes históricos (particularmente, de laexperiencia republicana), y que permitiese dejar atrás definitivamenteel sistema franquista del «partido/movimiento único». Circunstanciasque, al fin y a la postre, justificaron la concesión a los Grupos parla-mentarios de facultades exorbitantes.

No obstante, y al margen de cuáles sean sus causas, es claro queesa situación otorga una significación muy especial a las reglas quepermiten la formación de un Grupo Parlamentario. En otras palabras,quien no tiene Grupo apenas existe, parlamentariamente hablando. Yeso afecta a su posición no sólo dentro de la Cámara, sino también–o, por mejor decir, sobre todo— «ante las cámaras», ante la opiniónpública. Y, por tanto, a la capacidad parlamentaria de representar a lasociedad. Por ello, resulta lógico que estas reglas hayan planteado al-gunos conflictos acerca de la capacidad de un conjunto dado de par-lamentarios para constituirse en Grupo Parlamentario. Pero, sin em-bargo, apenas se han cuestionado –ni doctrinal ni políticamente—desde un punto de vista lógicamente previo, como es el relativo a su

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idoneidad para servir al principio representativo que justifica la exis-tencia misma del Parlamento. Lo cual exige considerar también lasrazones de su configuración actual, a fin de apreciar si las causas quejustificaron su adopción mantienen o no su vigencia.

En todo caso, el régimen actual viene dado por el Reglamento delCongreso, según el cual pueden constituirse en Grupo Parlamentario«los Diputados, en número no inferior a quince», así como aquellos«de una o varias formaciones políticas que, aun sin reunir dicho míni-mo, hubieren obtenido un número de escaños no inferior a cinco y, almenos, el quince por ciento de los votos correspondientes a las cir-cunscripciones en que hubieren presentado candidatura o el cinco porciento de los emitidos en el conjunto de la Nación» (artículo 23.1RCD). Además, se prohíbe que puedan constituirse en Grupos separa-dos los «Diputados que pertenezcan a un mismo partido» o quienes,«al tiempo de las elecciones, pertenecieran a formaciones políticas queno se hayan enfrentado ante el electorado» (art. 23.2). El sistema secierra, en lo que ahora interesa, con la previsión del artículo 25.1, con-forme al cual «los Diputados que, conforme a lo establecido en los ar-tículos precedentes, no quedaran integrados en un Grupo Parlamenta-rio, en los plazos señalados, quedarán incorporados al Grupo Mixto».

Esta normativa, conviene subrayarlo, acompaña a nuestra democra-cia parlamentaria prácticamente desde sus orígenes. De hecho, el Re-glamento del Congreso de los Diputados data de 1982, y desde hacecasi veinte años ha sido objeto de diversos intentos, siempre infruc-tuosos, de reformarlo sustancialmente. Ello se explica por diversas ra-zones, algunas de las cuales afectan a aspectos concretos (constitu-ción de comisiones parlamentarias, derechos económicos de losdiputados, derecho de acceso a las dependencias de la Administra-ción, régimen de preguntas e interpelaciones), aunque existan otras,las básicas, más generales y profundas. En particular, los Gobiernos–y las mayorías que los sustentan— se encuentran muy cómodos conel Reglamento vigente. Por eso, las escasas reformas producidas hastala fecha se han ceñido a aspectos muy determinados, y normalmentede escaso relieve político.

Sin embargo, en este periodo han pasado muchas cosas, que hantransformado profundamente la realidad política y parlamentaria.Hasta ahora, la mayor parte de las iniciativas y de los debates sobre la

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reforma del Reglamento siguen refiriéndose a aspectos concretos. Semantiene el esquema general, y se discuten aspectos importantes, pe-ro también bastante secundarios. Por eso, probablemente sea oportu-no plantear reflexiones de mayor calado, que pueden afectar a la ca-pacidad misma del Parlamento para hacer efectivo el principiorepresentativo en nuestros días.

Estas reflexiones no cuestionan la validez de todos los propósitosque justificaron inicialmente la situación actual, muchos de los cualespueden seguir siendo necesarios. Pero tampoco es posible asumirlosen su totalidad de manera acrítica e indefinida, sobre todo porque elcontexto ha variado profundamente. Como ha variado algo tambiénimportante: la voluntad de aplicar las normas dictadas en su día. Poreso, hoy parece pertinente preguntarse acerca de la validez de algunade las opciones básicas adoptadas por los Reglamentos del Congresodesde 1977 (el Provisional, de 1977; y el vigente, desde 1982). En par-ticular, como venimos exponiendo, acerca del tratamiento de losGrupos Parlamentarios.

Sobre este extremo, cabría recordar algunos datos que no dejan deser significativos. Así, por ejemplo, la sesión de investidura de JoséLuis Rodríguez Zapatero como Presidente del Gobierno tuvo lugarlos días 15 y 16 de abril de 2004. En ella, y tras la intervención inicialdel candidato en la mañana del día 15, el debate propiamente dichose extendió esa tarde desde las 4 hasta pasada la medianoche; y en lamañana siguiente, desde las 9 hasta casi las dos de la tarde. Pues bien:en esas casi catorce horas, el candidato –y luego Presidente— debatiósu programa, por este orden, con los líderes de los Grupos Parlamen-tarios Popular (Sr. Rajoy Brey), Catalán —Convergencia i Unió (Sr. Du-rán i Lleida), Esquerra Republicana de Catalunya (Sr. Puigcercós i Boi-xassa), Vasco– Partido Nacionalista Vasco (Sr. Erkoreka Gervasio),Izquierda Verde (Sres. Llamazares Trigo y Herrera Torres), CoaliciónCanaria (Sr. Rivero Baute), Mixto (Sres. Rodríguez Sánchez, del Blo-que Nacionalista Galego; Labordeta Subías, de la Chunta Aragonesis-ta; Lasagabaster Olazábal, de Eusko Alkartasuna; Barkos Berruezo, deNafarroa-Bai), y Socialista (Sr. Pérez Rubalcaba)13.

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13 Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (DSCD), VIII Legislatura, n. 2 y 3.

En definitiva, en el debate probablemente –por no decir con todaseguridad— más importante de la Legislatura, orientado a la forma-ción del Gobierno de la Nación, y dejando al margen la figura delcandidato que obtuvo la investidura (que, lógicamente, ocupó granparte de ese tiempo), intervinieron tres portavoces de los principalespartidos nacionales (los Señores Rajoy, Llamazares y Rubalcaba, aun-que como es obvio el papel de éste era muy diferente al del resto delos portavoces), y ocho de partidos de ámbito estrictamente regional,de carácter nacionalista o regionalista (nueve, si se considera la inter-vención del Sr. Herrera, que hizo uso de parte del tiempo concedidoal Grupo de Izquierda Verde). Desde otra perspectiva, la tercera fuer-za política de ámbito nacional (IU) se vio postergada por otras forma-ciones de ámbito menor, y que además habían obtenido bastantes –aveces, muchos— menos votos populares14. En su conjunto, la mayorparte del tiempo se dedicó a los debates entre el candidato a la Presi-dencia del Gobierno y unos Grupos que, globalmente, representabana un diez por ciento de los electores españoles.

Esta circunstancia adquiere además especial significación en nues-tro sistema constitucional por referirse al Congreso de los Diputados.Porque, evidentemente, y al margen de la discutible y discutida signi-ficación de la definición constitucional del Senado como «Cámara derepresentación territorial» (artículo 69.1), nuestro ordenamiento atri-buye esencialmente a la Cámara Baja la representación del pueblo es-pañol concebido unitariamente. Por expresarlo en los términos queemplea el Consejo de Estado en su reciente Informe sobre modificacio-nes de la Constitución española (febrero de 2006), «la Constitución hapretendido... que la representación del pueblo español tenga lugar através de una estructura compleja: territorialmente indiferenciada enel Congreso, y ‘territorialmente diferenciada’ en el Senado». De estemodo, «a través de la estructura bicameral, el cuerpo político es re-presentado... en su unidad y en su diversidad»: el Senado representa al«pueblo español contemplado desde la perspectiva de la diversidad»,mientras que corresponde al Congreso «la representación unitaria delpueblo español» 15.

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14 Según los datos que ofrece el Ministerio del Interior (www.elecciones.mir.es), IU logró 1.284.081 votos(un 4’96 %), mientras que CiU consiguió 835.471 (3’23 %), ERC 652.196 (2’52 %), y el PNV 420.980 (1’63 %).

15 Las referencias proceden de la edición realizada por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales(El informe del Consejo de Estado sobre la reforma constitucional. Texto del informe y debates académicos.Madrid, 2006, págs. 185 a 189).

En el mismo sentido, aunque sea en otro orden de cosas y con uncarácter tal vez puramente anecdótico, cabe recordar que, al iniciarsela presente VIII Legislatura, y antes de constituirse la Comisión de In-vestigación sobre el 11-M, diversos medios de comunicación avanza-ban con toda seriedad que la misma iba a estar formada por 5 repre-sentantes de la minoría mayoritaria, 4 del principal Grupo deoposición, y 2 de cada uno de los Grupos menores. Se decía con todatranquilidad. Sin excesiva sorpresa. Sin «saltar» ante el hecho de quelas formaciones que representan al 80% de los votantes, que reúnen el90% de los diputados, pudieran sumar menos representantes queotras que, en su conjunto, reúnen un 15% de apoyos populares, y algomás del 10% de los escaños.

¿Cómo puede siquiera plantearse una regla tan contraria a cual-quier noción de representatividad? Por más que se hable de voto pon-derado, por más que la práctica no confirmase tales especulaciones,¿cómo puede pensarse?

Normalmente, estas evidentes disfunciones se atribuyen a un siste-ma electoral que, efectivamente, otorga más escaños a partidos conmenos votos. Algo que encuentra diversas justificaciones relativas esen-cialmente a la dispersión o concentración del voto en alguna(s) circuns-cripciones. Pero eso no es todo ni, en ocasiones, es lo principal. A mijuicio, al menos, existen otras causas, algunas de las cuales tienen mu-cho que ver con decisiones básicas de nuestro vigente Reglamento delCongreso. Un Reglamento basado en un protagonismo igualitario delos Grupos Parlamentarios, que en primer lugar no ha sabido adaptarsea los cambios políticos producidos en España, y que en segundo térmi-no —aunque sea fundamental— se ha desvirtuado debido a algo tan rele-vante como es el simple incumplimiento de sus reglas, el fraude, gene-ralizadamente admitido, según trataré de exponer seguidamente.

2. La alteración del contexto político y parlamentario

Durante los últimos 24 años, en que ha estado vigente el Reglamentodel Congreso de 1982, la vida política española, y su sistema de parti-dos, han registrado alteraciones sustanciales, que sin embargo no han

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encontrado ningún reflejo en la normativa que ha de regir la vida po-lítica institucionalizada. Es más: ello ni siquiera se plantea, pese a quesu inadecuación se manifiesta recurrentemente, por vía indirecta, alinicio de cada legislatura.

La principal transformación afecta a la configuración del sistema departidos español, globalmente considerado. En efecto, el Congreso deDiputados de las Cortes constituyentes, surgido de las primeras elec-ciones democráticas de 1977, contaba con cuatro partidos principales,todos ellos de ámbito nacional. En su conjunto, lograron el 81’3% delos votos, y 319 Diputados (UCD, 166 Diputados; PSOE, 118; PCE,20; y AP, 16). Cada uno de ellos formó un Grupo Parlamentario único,salvo el PSOE, que se organizó a través del Grupo Socialista (103 di-putados) y el del PSC (15). A su lado, la Cámara se completaba con losnacionalistas catalanes y vascos (que inicialmente formaron un Grupoúnico, pero pronto se separaron), los cuales reunían 21 diputados (13 y8, respectivamente); y con un pequeño Grupo Mixto, con 9 escaños(de los cuales, 6 pertenecían al PSP de Enrique Tierno, uniéndoseotros tan distintos como el abertzale Letamendía o el aragonesista Gó-mez de las Roces). En total, 8 Grupos: 4 de ámbito nacional, 1 Mixto(con mayoría de Diputados de un partido igualmente nacional), 2 na-cionalistas y otro más (el del PSC) cuya naturaleza combinaba su ám-bito regional con su vinculación a un partido nacional.

La I Legislatura constitucional (1977-1979) resulta particularmenteimportante, en la medida en que supone el antecedente inmediato, elcontexto en que se elabora el Reglamento vigente de febrero de 1982.Las elecciones de 1979 otorgaron a los cuatro grandes partidos deámbito nacional un 82% de los votos y 312 escaños. Sin embargo, laexperiencia de las Cortes Constituyentes impulsó al PSOE a aumen-tar sus Grupos. De este modo, a los cuatro grandes Grupos naciona-les (UCD: 169 escaños; PSOE: 98; PCE: 23; y CD: 9), se unieron dos«segundas marcas» socialistas (catalanes, con 17; y vascos, con 6), losnacionalistas clásicos (catalanes, con 8; y vascos, con 7), y el nuevoGrupo andalucista (5 diputados), además del Mixto (9 diputados, pe-ro ahora mucho más heterogéneos: 4 abertzales radicales, el canarioSagaseta, el catalán Barrera, Aizpún, Gómez de las Roces y Blas Pi-ñar). En todo caso, otra vez los cuatro primeros partidos –y Grupos—eran de ámbito nacional, sumándose otros, más pequeños, nacionalis-

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tas o regionalistas (en este caso, tres), y a dos «segundas marcas» delPSOE, hasta llegar a 10 Grupos.

Como es sabido, fue precisamente esta situación la que determinóla regulación adoptada por el Reglamento de 1982. En definitiva, juntoa la regla general que exigía 15 diputados para formar un Grupo, semantuvieron (en beneficio fundamentalmente, como tantas otras ve-ces, de las formaciones nacionalistas) otras inicialmente concebidascomo excepcionales, que sin embargo se han consolidado hasta resis-tir al paso de los años y a una evolución política que ha modificadoprofundamente su significado y alcance. Y así se admitió, de una parte,que el número mínimo de miembros para formar Grupo se mantuvie-se, excepcionalmente, en 5. Al tiempo que se prohibía la multiplica-ción de Grupos por parte de Diputados del mismo partido. En todocaso, las elecciones de 1982 determinaron que la II Legislatura (1982-1986) fuese mucho más sencilla desde el punto de vista de los Grupos.En efecto, los partidos de ámbito nacional (en esta ocasión, 5, por laaparición del CDS), consiguieron reunir un 85% de los sufragios y 326escaños. Pero, a la hora de formar Grupos, sólo los pudieron mantenerel PSOE (ya unificado: 202 diputados); la Coalición Popular (105) ylos centristas de UCD (12). Junto a estos tres Grupos, se unieron losdos nacionalistas de siempre (CiU, con 12; y PNV, con 8). El sexto, yúltimo Grupo, era el Mixto (9 diputados), otra vez «controlado» porformaciones de ámbito nacional (4 PCE, 2 CDS, y los acostumbradosdiputados de HB, EE y ERC).

Tampoco cambió mucho el panorama en la III Legislatura (1986-89). Otra vez, cuatro grandes formaciones nacionales (por la desapa-rición de UCD, mutándose el PCE en IU). Entre todas, un número si-milar de votos (84%), y de escaños (315: PSOE, 184; CP, 105; CDS,19; IU, 7). Y otra vez, básicamente los mismos 5 Grupos principales:tres nacionales (PSOE, CP, CDS) y dos nacionalistas (CiU, 18; yPNV, 6). Junto a un Mixto que, pese a la ausencia de HB (5 diputa-dos), se vio convertido en el tercero de la Cámara al reunir a los 7 di-putados de IU (que no alcanzaron el 5%) y, sobre todo, a la treintenade diputados escindidos de la Coalición Popular. Ello provocó la apa-rición de las Agrupaciones de Diputados (IU, PDP y PL) dentro delGrupo Mixto, que en lo demás quedaba compuesto por los habitualesdiputados de EE, PAR, más los únicos representantes de nuevas for-maciones (AIC, CG y UV).

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En la IV Legislatura (1989-1993), la recuperación de IU permiterecuperar también la fisonomía original del Congreso. Y así, las cua-tro grandes formaciones nacionales lograron más del 82% de los vo-tos y 313 escaños (PSOE: 175; PP: 107; IU: 17; y CDS: 14), mante-niéndose CiU y PNV sin grandes variaciones (18 y 5 diputados). Decualquier modo, sí cabe subrayar que el séptimo Grupo, el Mixto,queda ya formado sólo por partidos nacionalistas o regionalistas: los4 electos de HB, los dos de PA, UV, EA y EE; y los diputados soli-tarios de PAR y AIC.

Sin embargo, las elecciones de 1993 registran importantes varia-ciones, inmediatamente traducidas en términos parlamentarios. Enefecto, la desaparición del CDS, que desde entonces ha demostradoser definitiva, dejó reducidos a tres (PSOE, PP e IU) los grandes parti-dos nacionales. No obstante, éstos no perdieron en su conjunto votos(83%), ni escaños (lograron 318: 159 el PSOE, 141 el PP, y 18 IU). Almismo tiempo, a los Grupos nacionalistas tradicionales (CiU, 17 esca-ños; y PNV, 5), se unió el de CC (4 escaños, más uno «prestado» porel PAR). Y el Grupo Mixto quedó, otra vez, íntegramente formadopor diputados de partidos de ámbito autonómico (2 de HB, y 1 deERC, de UV, de EA y –tras el fin del «préstamo»— del PAR).

En definitiva, en la V Legislatura (1993-1996) el número de Gru-pos Parlamentarios de ámbito infranacional iguala al de Grupos na-cionales (tres en cada caso), y este equilibrio se rompe al considerarque el Mixto es exclusivamente autonomista. Una situación que seconsolida en la VI Legislatura (1996-2000): pese a que los tres gran-des partidos aumentan sus votos (hasta alcanzar un 87%) y mantuvie-ron sus 318 escaños (156 para el PP, 141 para el PSOE, y 21 para IU),sus tres Grupos coexisten con otros tantos nacionalistas, que suman25 escaños (16 de CiU, 5 del PNV, y 4 de CC, que logra su Grupo conotro «préstamo», esta vez de UPN-PP). El séptimo Grupo, el Mixto,permanece monopolizado por los nacionalistas, cada vez más radica-les (o menos «autonomistas»: 2 BNG, 2 HB, 1 ERC, 1 EA, 1 UV).

Y esa situación no cambia en la VII (2000-2004). PP, PSOE e IUsuman más del 84% de los votos. Sus 316 escaños representan más del90% de la Cámara. Pero su dominio se ve contrarrestado por los 4Grupos nacionalistas, que, sin llegar al 10% de los sufragios populares,se reparten los 34 diputados restantes (15 de CiU, 7 del PNV, 4 de CC

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–otro «préstamo» de UPN/PP—, y 8 del Mixto: 3 BNG –que tambiénintentó formar «su» Grupo—, 1 PA, 1 ERC, 1 IC-V, 1 EA y 1 CHA)16.

La situación se ha agudizado aún más en la presente VIII Legisla-tura, iniciada en las elecciones de 2004. Pese a que los tres grandespartidos han mantenido, e incluso aumentado, sus votos (85%) y es-caños (317: 164 PSOE, 148 PP, 5 IU); sus tres Grupos se encuentranen clara minoría frente a los nacionalistas. En efecto, el ascenso deERC ha supuesto que los 33 escaños de partidos de ámbito infrana-cional basten para componer 5 Grupos (CiU, 10; ERC: 8; PNV: 7;CC: 3 [+2]; y Mixto, 5 [2 BNG, 1 EA, 1 CHA, 1 Na-Bai]). Únase aello que, como se ha visto con anterioridad, IU, con sus 5 escaños, es,ahora, el ¡sexto! Grupo de la Cámara, tras los tres Grupos nacionalis-tas de CiU, ERC y PNV.

Resulta así que los números muestran que la posición del conjuntode los partidos nacionales y nacionalistas no se ha alterado sustancial-mente en cuanto a los votos y escaños obtenidos. Sin embargo, noocurre lo mismo en cuanto a sus respectivos Grupos Parlamentarios:hay menos Grupos de ámbito nacional, y más de ámbito infranacio-nal. Ahora bien: por si todo ello no fuese suficientemente significativopor sí mismo, es preciso añadir otra perspectiva más, que atiende a larelevancia cualitativa de esos votos / escaños / Grupos.

Porque, en efecto, en las primeras Legislaturas democráticas, en lasque se adoptaron las decisiones básicas de nuestro régimen parlamen-tario, no sólo había más Grupos nacionales. Es que, además, talesGrupos podían asegurar mayorías de gobierno sin necesidad de recu-rrir a Grupos nacionalistas. Es bien sabido que algunas formacionesnacionalistas se integraron también, o apoyaron en mayor o menormedida, a las mayorías existentes en cada momento. Pero no eran de-cisivas. No eran auténticas bisagras: entre 1977 y 1982, y al margendel consenso que presidió el proceso constituyente, la mayoría mino-ritaria de UCD podía recurrir a un partido nacional (AP-CD) paraasegurar una mayoría absoluta que el PSOE, primero, y el PP, des-pués, tuvieron por sí mismos (1982-1993 y 2000-2004, respectiva-mente). Entre 1993 y 1996, el PSOE también podía optar entre bus-

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16 Datos que, incidentalmente, permiten apreciar que la tantas veces reiterada «sobrerrepresentación»nacionalista no se debe, esencialmente, a un sistema electoral que atribuye algo menos del 10 % de los es-caños a unas formaciones que, en su conjunto, reúnen casi un 10% de los votos.

car apoyos nacionalistas o el de IU. Pero, desde entonces, ni el PP(1996-2000) ni el PSOE (2004 hasta la fecha) pueden prescindir delapoyo de formaciones nacionalistas.

Y ése es un dato evidentemente significativo desde una perspectivapolítica. Porque otorga a los partidos nacionalistas no sólo ventajasestructurales en el seno del proceso parlamentario, sino también otrascoyunturales en el conjunto del proceso político. En definitiva, y almargen de la «gran coalición» a la alemana, no hay –ni parece fácilque en un futuro próximo pueda haber— coaliciones sin partidos na-cionalistas. Y, al menos hasta cierto punto, parece mucho más factibleuna situación en que una o varias formaciones nacionalistas estén encondiciones de decidir cuál de los partidos nacionales gobierna, ac-tuando como «bisagras» en sentido estricto. Algo que distingue radi-calmente el panorama español de casi todos los demás, donde –aun-que puedan existir partidos nacionalistas, o regionalistas— los partidosminoritarios en general susceptibles de integrarse en mayorías de go-bierno, y en particular aquellos capaces de inclinar la balanza en unou otro sentido, suelen ser de ámbito nacional (Alemania, Francia, Por-tugal, Grecia, Holanda, Dinamarca, Países Escandinavos). Sólo en Ita-lia, y con muchos matices, la Liga Norte parece poder ocupar una po-sición en alguna medida similar.

3. La generalización del fraude

Pero es que, además, la práctica institucional española ofrece un se-gundo factor que ha contribuido a desvirtuar el modelo de organiza-ción parlamentaria plasmado en el Reglamento, y que ha quedado yaapuntado. Se trata, en efecto, de la generalización del fraude comomoneda política de cambio. En efecto, como ya se ha señalado, desde1993, existe al menos un Grupo «peculiar», constituido pese a nocumplir la regla recogida –ya como excepción— por el Reglamento.Esta afirmación admite muchos matices, puesto que, por ejemplo, en1993, la unión del diputado del PAR no supone, de por sí, un fraude;pero es poco discutible desde 1996, cuando la mayoría cede diputa-dos para consolidar un Grupo que la apoya desde fuera. Y se intensi-fica en 2004, donde a CC se une otro Grupo que claramente incum-ple las condiciones reglamentarias, como es ERC, cuyos votos

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–incluyendo los obtenidos en la Comunidad Valenciana— no alcanzanel porcentaje mínimo reglamentariamente exigido.

Un problema similar se suscitó, como es sabido, con el Grupo Par-lamentario de Izquierda Verde, cuyos resultados —según el Ministeriodel Interior e, incluso, la página web del Congreso— no alcanzan el 5%de los votos nacionales emitidos, de manera que fue necesario recu-rrir a una agregación cuanto menos discutible de los votos obtenidospor una coalición local en la que, cierto es, IU participaba.

IV. REFLEXIONES FINALES

La consecuencia de cuanto antecede es obvia. El sistema nació fo-mentando el protagonismo de los Grupos Parlamentarios. Y sus re-glas, aparentemente rígidas, se suavizaron a fin de permitir que, juntoa los partidos mayores, de ámbito nacional, pudiesen convivir otros,excepcionales, pocos, de ámbito autonómico. Sin embargo, hoy la si-tuación es que la excepcionalidad se ha convertido en regla, al menosdesde el punto de vista cuantitativo: sólo tres Grupos, incluyendo alMixto, responden a la regla. Los otros cinco existen sólo gracias a lasexcepciones. Y frente a los tres grandes Grupos, que representan a lainmensa mayoría de los españoles, y reúnen la inmensa mayoría delos escaños, este juego de las excepciones ha permitido que haya unnúmero mayor de Grupos muy minoritarios, todos ellos nacionalis-tas, y que se benefician del protagonismo igualitario atribuido por elReglamento a los Grupos.

Ese aspecto atraviesa toda la actividad parlamentaria. En primerlugar, condiciona la configuración de los debates: recuérdese que, co-mo se ha expuesto, en una investidura o en un «debate sobre el estadode la Nación» tiene el mismo tiempo el líder de la oposición nacionalque los de CiU, ERC, PNV o CC, pese a reunir quince, veinte o cua-renta veces más votos; o que el líder de IU se ve relegado a intervenircuando el debate ya decae, pese a ser la tercera fuerza más votada enEspaña, y a duplicar o triplicar los votos de formaciones que aparecenantes. Pero también marca la formación de Comisiones (¿por quéGrupos menores, con 3 diputados, deben estar presentes en todas lasComisiones?). Y –muy importante— los medios puestos a disposición

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de los distintos partidos. No cabe olvidar que, según la Ley Orgánica3/1987, de Financiación de Partidos Políticos, entre los recursos deéstos procedentes de las arcas públicas ocupan un lugar destacado«las subvenciones estatales a los Grupos Parlamentarios de las Cáma-ras de las Cortes Generales, en los términos previstos en los Regla-mentos…» (art. 2.1.b). Y, según el 28.1 RCD, «el Congreso pondrá adisposición de los Grupos Parlamentarios locales y medios materiales su-ficientes y les asignará, con cargo a su Presupuesto, una subvención fijaidéntica para todos y otra variable en función del número de Diputados decada uno de ellos…». Todo lo cual afecta, evidentemente, a la visibili-dad política que otorga la formación de Grupos Parlamentarios a losdiferentes partidos, difícilmente mensurable (la eficacia del mensaje«todos contra el PP», desde luego, le debe mucho a esto).

Cuanto hasta aquí se ha expuesto permite, como mínimo, matizarla mencionada creencia de que nuestro sistema electoral favorece a lospartidos nacionalistas. Una idea bastante generalizada que subyace,por ejemplo, a propuestas como la formulada entre otros por el Presi-dente autonómico extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, para ele-var el umbral de acceso al Congreso al 5% de los votos computados enel ámbito nacional. Pero que, sin embargo, no parece confirmada porunos datos que revelan que ese sistema sí perjudica a IU (como, en sudía, a AP o CDS: a los partidos menores de ámbito nacional). Ahorabien: lo que parece difícilmente discutible es que, al margen de cuálessean sus resultados electorales, los partidos nacionalistas sí están clara-mente sobrerrepresentados por el modelo reglamentario de los Gru-pos Parlamentarios en el Congreso. No es razonable que los 148 dipu-tados del PP (o, ayer, los 125 del PSOE), tengan la misma «visibilidad»en un debate que los 3 de CC, los 7 del PNV, o los 8 de ERC. Es más:¿por qué en un debate cualquiera de ámbito nacional (pensemos en lainvestidura, Tratados Comunitarios, Plan Ibarreche,...) una formacióncomo IU, con candidaturas y votos en toda España, queda relegadadetrás de CiU, ERC o PNV? La respuesta obvia es que tienen menosescaños. Pero a eso cabría replicar que si, atendidos los resultados delas últimas elecciones al Congreso, CiU, ERC o PNV tienen Gruposes, precisamente, porque con ellos se ha hecho una excepción, favore-ciéndoles pese a tener menos votos. ¿No admitirían generosidad tam-bién para otros, más votados que ellos?

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En mi opinión, ese tratamiento igualitario de Grupos formadosatendiendo a criterios conscientemente desiguales puede llegar aafectar a la capacidad representativa de un órgano, como el Congresode los Diputados, que, como subrayaba el Consejo de Estado, ostentala «representación unitaria del pueblo español», representando a los«ciudadanos, [en cuanto que] miembros de una comunidad políticaúnica», para lo cual es «elegida por el voto igual» de todos ellos 17. Ycontribuye, seguramente mucho más de lo que suele pensarse, a rea-firmar las convicciones de quienes piensan que el sistema representa-tivo español privilegia a las formaciones nacionalistas, favoreciendoasí una dinámica que, a sensu contrario, perjudica los intereses del con-junto de la Nación.

De ahí que tal vez vaya siendo oportuno revisar la validez de estosesquemas. Para lo cual nuestro propio ordenamiento ofrece alternati-vas claras, en un ámbito tan fundamental y delicado, e igualmente re-levante para la eficacia del principio representativo, como es el electo-ral. En efecto, a la hora de regular este proceso, y a pesar de que elartículo 23.2 CE configura un derecho fundamental a «acceder en con-diciones de igualdad» a las funciones públicas, la Ley Orgánica 5/1985,de Régimen Electoral General, establece claras distinciones entre lasformaciones concurrentes a unos comicios, atendiendo a criterios ob-jetivos y razonables, referidos a elecciones anteriores, y por tanto na-da discriminatorios.

Así, concretamente, el artículo 64.1 dispone que «la distribucióndel tiempo gratuito de propaganda electoral en cada medio de comu-nicación de titularidad pública, y en los distintos ámbitos de progra-mación que éstos tengan, se efectúa conforme al siguiente baremo: …b) Quince minutos para los partidos… que, habiendo obtenido repre-sentación [en las anteriores elecciones equivalentes], no hubieran alcanza-do el 5% del total de votos válidos emitidos en el territorio nacio-nal…; c) Treinta minutos para los partidos… que, habiendo obtenidorepresentación [en las anteriores elecciones equivalentes], hubieran alcan-zado entre el 5 y el 20% del total de votos [válidos emitidos en el te-rritorio nacional]…; d) cuarenta y cinco minutos para los partidos…que, habiendo obtenido representación [en las anteriores elecciones equi-

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17 Informe..., loc. cit.

valentes], hubieran alcanzado, al menos, un 20% del total de votos[válidos emitidos en el territorio nacional]».

Además, el apartado siguiente (64.2) también limita «el derecho alos tiempos de emisión gratuita» a «aquellos partidos… que presentencandidaturas en más del 75 por 100 de las circunscripciones com-prendidas en el ámbito de difusión… del medio correspondiente», sibien el 64.3 otorga 15 minutos en los medios nacionales a los partidosque, sin cumplir el requisito fijado en el párrafo anterior, sí consigan el20% del voto en sus Comunidades Autónomas.

En definitiva, cabría considerar una modificación sustancial del régi-men reglamentario de los Grupos Parlamentarios. En primer lugar,«expansiva»: como se ha señalado, la normativa actual suscita eviden-tes problemas derivados de la importancia que tiene la constitución deun Grupo Parlamentario, y de la rigidez del número de diputados exi-gido para tal constitución. En este sentido, parecería razonable recono-cer el derecho a formar Grupo Parlamentario a todos los diputadoselegidos por un mismo partido o coalición, cualquiera que sea su nú-mero (obviamente, para hablar de Grupo habrían de ser como mínimodos, aunque seguramente sería preferible elevar este mínimo a tres), sincomplicaciones adicionales que luego, como es evidente, se burlan.

Ahora bien: esta extensión de los Grupos Parlamentarios, permi-tiendo que todos los partidos o coaliciones puedan formarlos con in-dependencia del número de sus miembros, no implica en absoluto(más bien, excluye) que todos los Grupos merezcan idéntico trata-miento. En este sentido, y en la línea observada en la legislación elec-toral, podría explorarse la posibilidad de configurar diferentes tiposde Grupos Parlamentarios, distinguiendo aquellos «de ámbito nacio-nal», con candidaturas, votos y electos en toda España, y aquellos cu-yo ámbito de actuación (ordinaria, representación autonómica, can-didaturas y electos) se limitase a una Comunidad Autónoma.

Evidentemente, esta distinción podría reflejarse en distintos cam-pos. Así, por ejemplo, en unos tiempos de intervención que no tienenpor qué ser estrictamente igualitarios, admitiéndose su graduación. Oen el orden de actuación, donde, por ejemplo, la representatividad ac-tual de una formación como IU, o pasada de otras como el CDS, de-berían traducirse en alguna prioridad respecto de los Grupos nacio-nalistas (o, al menos, de su mayor parte). Otro tanto cabe decir de la

Cuadernos de pensamiento político

112 REPRESENTACIÓN NACIONAL Y GRUPOS PARLAMENTARIOS / ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRO

distribución de cupos para iniciativas: por acudir a ejemplos suminis-trados por el último periodo de sesiones, ¿cómo es posible que el Pre-sidente del Gobierno dedique una sesión de control a responder auna pregunta del líder de la oposición, que representa a 148 parla-mentarios, y a dos de CC y de ERC, que totalizan 11?18, ¿o que en otrasesión responda, en plano de absoluta igualdad formal y sustancial, asendas preguntas planteadas por los líderes de un partido nacional(PP: 9.800.000 votos, 148 diputados), y de dos de ámbito estrictamen-te catalán (CiU y ERC, que suman millón y medio de votos y 18 esca-ños)?19. Por supuesto, las preguntas podrían multiplicarse: ¿por quétanto en la investidura como en todos los demás debates, y en parti-cular en aquellos que afectan a Cataluña, hay tres turnos idénticos pa-ra CiU, ERC y PSC-PSOE, pese a que las dos primeras formacionesque siempre se presentan como representación de los catalanes, reú-nen menos votos y escaños que esta última? ¿Y por qué el PC-PSOEtiene, en tal situación, un tratamiento idéntico no sólo al de CiU oERC, sino también al de PNV, CC o el Grupo Mixto, cuyos partidosno concurren en las circunscripciones catalanas?

Ni que decir tiene que esta propuesta, que se limita a simplificar losrequisitos para la formación de Grupos eliminando excepciones a ve-ces de difícil verificación y a distinguir las facultades de tales Gruposen función de su representatividad, en absoluto sería discriminatoriapara los Grupos Parlamentarios de carácter nacionalista, otorgándo-les un tratamiento subordinado a los no nacionalistas. Evidentemen-te, si su representatividad fuese similar (ampliando su implantación, orecurriendo a otros mecanismos como el de las coaliciones, utilizadassin mayores problemas, por ejemplo, en las elecciones al ParlamentoEuropeo), su tratamiento también lo sería. Al contrario de lo que ocu-rre ahora, cuando, por ejemplo, los electores vascos del PSOE o delPP, que tienen (o han tenido en la legislatura anterior) los mismos es-caños que el PNV, carecen de una voz propia que sí tiene este último,quedando así en inferioridad de condiciones frente al mismo. Lo mis-mo que ocurre, con más o menos matices, en Canarias (donde ambasformaciones nacionales superan en muchos votos, y doblan en esca-

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Cuadernos de pensamiento político

18 DSCD, VIII Legislatura, núm. 174 (10 de mayo de 2006).19 DSCD, VIII Legislatura, núm. 186 (21 de junio de 2006).

ños, a una Coalición que no sólo monopoliza parlamentariamente lareferencia geográfica, sino que tiene capacidad de actuación propia)o, como antes decíamos, en Cataluña (donde, además de lo ya ex-puesto, el PP, por ejemplo, apenas logró en 2004 12.000 votos menosque ERC, aunque es obvia la mayor capacidad de actuación parla-mentaria de ésta).

En definitiva, estas reflexiones podrían servir, siempre según mi cri-terio, para plantear propuestas que –por lo que a mí se me alcanza, almenos— hasta ahora no han sido planteadas seriamente, en términosdoctrinales ni estrictamente políticos. Y que, al margen de su evidenteviabilidad jurídica y de su siempre discutible oportunidad política, po-drían contribuir a incrementar la representatividad del régimen políti-co en su conjunto: seguramente, si se modificasen los mecanismosque, con demasiada frecuencia, otorgan a la representación del 10%de los españoles más protagonismo que a la del 90% restante, la acti-vidad parlamentaria reflejaría mejor la configuración política de la so-ciedad española y, por tanto, contribuiría de manera más eficaz a lalegitimidad del sistema.

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114 REPRESENTACIÓN NACIONAL Y GRUPOS PARLAMENTARIOS / ÁNGEL J. SÁNCHEZ NAVARRO

DESAFÍOS TRANSATLÁNTICOS

OCTUBRE / DICIEMBRE 2006 115

Los gobiernos de Estados Unidos y del Oeste de Europa colabora-ron muy satisfactoriamente a lo largo de muchas décadas durante

la Guerra Fría, pero actualmente, a menudo no se ponen de acuerdoy se enfrentan entre sí acerca de importantes temas políticos y estra-tégicos. No sólo los organismos gubernamentales, también la econo-mía y la cultura de Europa y América parecen moverse en diferentesdirecciones. No obstante, el atlantismo tiene futuro: americanos yeuropeos continuaremos colaborando pese a nuestras diferencias ydesacuerdos. No lo haremos porque tengamos un patrimonio común–pese a que esto es importante–, sino porque afrontamos problemascomunes, problemas que tienen su origen en nuestro patrimonio his-tórico. Son los propios de sociedades ricas y acomodadas, pluralistasy democráticas, con gran movilidad de personas y tecnológicamenteexpertas. Dichos problemas existen en muchos lugares, pero estánmás acentuados en Europa y Norteamérica, patria de prósperas civi-lizaciones liberales. Nos ha tocado arreglárnoslas con estos proble-mas, con éxito o sin él, con felices o infelices consecuencias, no sólopara nosotros, sino para el resto del mundo.

CHRISTOPHER DEMUTH

Christopher DeMuth es Director del American Enterprise Institute for Public Policy Research, AEI (Insti-tuto Americano de la Empresa). Este ensayo está basado en una conferencia sobre «El futuro del Atlan-tismo», patrocinada por la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES) y el AEI, celebrada enMadrid, el 18 y 19 de mayo de 2006.

Quisiera describir en términos generales seis de nuestros proble-mas comunes, que ejemplifican de manera abstracta hechos y debatesrecientes, para después concretarlos con un impactante ejemplo to-mado de la política europea actual.

En primer lugar, la tecnología moderna ha incrementado enorme-mente el potencial del terrorismo como táctica política. Hace sólo unsiglo, el coeficiente de mortalidad de estos grupos era de 1:1, igualque hace milenios –esto es, una docena de hombres tenía claro que,con una cuidadosa planificación, podía matar a otros doce seres hu-manos por sorpresa antes de que ellos mismos fueran abatidos o in-capacitados–. Hoy día sabemos empíricamente que un grupo de 10 a20 hombres puede masacrar a cientos de personas, como en el casode las bombas en Madrid el 11 de marzo de 2004, o a miles de perso-nas, como en los ataques en Estados Unidos el 11 de septiembre de2001. Y sabemos que en teoría este coeficiente ha descendido ahoravarios órdenes de magnitud: un pequeño grupo podría matar a dece-nas, cientos o incluso miles de personas en un ataque sorpresa.

En segundo lugar, desde los fracasos sociales y políticos del Orien-te Medio árabe ha surgido una poderosa ideología y un movimientoque se suele llamar islamismo o islamofascismo, que combina ele-mentos de la antigua doctrina musulmana con métodos modernos yla furia del totalitarismo. Este movimiento provee de la motivaciónfanática y la cohesión de grupo necesarias para planear y ejecutar ata-ques terroristas; tiene a su disposición la enorme riqueza producidapor el petróleo en los países del Golfo, y representa un atractivo máso menos declarado para muchos hombres musulmanes descontentosque viven fuera del Oriente Medio. Estos factores dan al movimientoalcance global y posición social.

En tercer lugar, la mayor capacidad de movilidad de las perso-nas, combinada con las continuas grandes disparidades en el bienes-tar material y las circunstancias vitales entre las poblaciones de lasdiferentes naciones han producido olas de inmigración de los paísesmás pobres a los más ricos, especialmente a Europa y Estados Uni-dos. En general, la gran movilidad de las personas y la alta tecnolo-gía representan un fantástico desarrollo positivo. Pero las dificultadesde la inmigración masiva presentan retos a la asimilación cultural y alpluralismo liberal diferentes a aquellos a los que nos hemos enfren-

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116 DESAFÍOS TRANSATLÁNTICOS / CHRISTOPHER DEMUTH

tado anteriormente y aumentan los temores acerca de organizacionesterroristas no detectadas entre nosotros.

En cuarto lugar, la democracia –el sistema característico de go-bierno en las sociedades con un nivel de riqueza y educación alta, y elsistema generalizado en Norteamérica y el Oeste y centro de Europa–sufre importantes debilidades junto a sus bien reconocidas virtudes.Algunas de sus debilidades son técnicas, como las sufridas por la ma-yoría de los sistemas de representación proporcional de las nacioneseuropeas (y de la democracia más joven, Irak), que hacen muy difíciltraducir los resultados electorales en mandatos políticos y Adminis-traciones efectivos. Otras debilidades son características de las socie-dades que practican la democracia, tales como la multitud de gruposde interés bien organizados que manipulan el poder público con finesprivados y, debido a eso, debilitan el apoyo popular y el consenti-miento al gobierno. Otras son morales, y consisten precisamente en lafidelidad de los gobiernos democráticos a los sentimientos populares,que habitualmente son vacilantes y confusos. Las democracias «se lasarreglan»: evitan llevar a cabo posibles errores catastróficos de comi-sión llevando a cabo continuos pequeños errores de omisión. Pero,tratándose de problemas que son sutiles y a largo plazo («gatheringthreats» o «amenazas que se acumulan», en la afortunada frase del Pre-sidente Bush), el aumento de pequeños errores y el posponer las co-sas pueden finalmente convertirse en una catástrofe.

En quinto lugar, la extrema división del trabajo en las sociedadesavanzadas es –así como la tecnología, la movilidad y la democracia–una gran bendición acompañada de vulnerabilidades intrínsecas. Laespecialización es la clave del progreso económico, según AdamSmith plantea en el primer capítulo de La Riqueza de las Naciones.Pero la especialización tiene éxito porque las facultades humanas es-tán en su mejor momento cuando están guiadas por el conocimientopráctico –aquel que es inmediato y específico para la tarea de la quese trate. Y como la división del trabajo progresa, cada conocimientopráctico individual llega a ser una porción progresivamente más pe-queña del universo del conocimiento humano. Cada uno de noso-tros es bastante experto en nuestra profesión y quizá en alguna acti-vidad más –decoración de interiores, radiología, taxista en el centrode Madrid, técnicas específicas de fabricación, construcción o logísti-

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Cuadernos de pensamiento político

ca, literatura francesa y demás–. Pero hay cada vez más campos que nomanejamos, y en estos campos dependemos del conocimiento abs-tracto y de informes de segunda y de tercera mano, que son muchomenos fiables para opinar y actuar. Muchas de estas cosas nos llegan através de medios de comunicación populares que se especializan en lacomunicación de hechos complejos a través de simples dramas, a me-nudo con tramas sensacionalistas. Esto explica la paradoja de que laopinión pública en sociedades educadas puede estar no sólo mal infor-mada, sino ser romántica, sentimental y voluble acerca de temas impor-tantes que están lejos de nuestra experiencia diaria.

En sexto lugar, la vida en las sociedades liberales ricas ha llegado aser extremadamente agradable y gratificante. Queremos que continúeasí y muchos de nosotros nos hemos sentido incómodos ante cual-quier imposición a nuestro reposo y paz mental. Una característicallamativa de la sociedad occidental, especialmente de sus élites, es quela violencia y el uso de la fuerza han llegado a ser aborrecidos por símismos –tanto si es ofensiva o destructiva como si es defensiva o dedefensa propia–. También se rechazan o se evitan las menores pertur-baciones, tales como «la destrucción creativa» en la competencia eco-nómica del libre mercado e incluso tener hijos. En la medida en quelos placeres de la civilización deben ser defendidos y mantenidos –a lafuerza se debe responder con fuerza, y mantener la prosperidad re-quiere un flujo de nuevas inversiones– la persecución del bienestarimperturbable resulta una actitud corta de miras.

Juntos, estos seis problemas son una seria amenaza a la moral so-cial y pueden constituir un paradójico proceso en el que los principiosliberales y su consecución están socavándose a sí mismos. Este poten-cial siniestro se manifestó en Holanda en las últimas semanas, en el ca-so de Ayaan Hirsi Ali, una somalí de nacimiento, nacionalizada ho-landesa, de brillante intelecto y coraje, que había inmigrado aHolanda hacía catorce años. Consiguió el estatus de asilada y se inte-gró de manera enérgica en la sociedad holandesa: aprendió la lengua,trabajó en diferentes puestos, fue a la universidad y finalmente se de-dicó a la política llegando a ser diputada. Pero, sus puntos de vista, es-pecialmente respecto a la doctrina musulmana y a los derechos de lamujer eran extremadamente controvertidos (ella es musulmana nopracticante, llegó a Holanda huyendo de un matrimonio concertado

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118 DESAFÍOS TRANSATLÁNTICOS / CHRISTOPHER DEMUTH

con un familiar lejano que no conocía). Después del asesinato del ci-neasta Theo van Gogh y repetidas amenazas de muerte a ella misma,se le proveyó de guardia armada y seguridad en su casa. La opiniónpública, asustada por sus puntos de vista y actividades provocadoras,y enardecida por noticias estrafalarias confeccionadas por sus opo-nentes políticos, comenzó a volverse en su contra.

Finalmente, un tribunal holandés la desahució de su apartamentoen respuesta a una demanda interpuesta por sus vecinos. El tribunalsentenció que la presencia de Hirsi Ali violaba el derecho de sus veci-nos a «sentirse seguros» en sus casas, un derecho garantizado por laConvención Europea de Derechos Humanos. Esta sentencia fue le-galmente legítima, pero éticamente monstruosa. La Convención esejecutable en los tribunales holandeses y estipula que «toda personatiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilioy de su correspondencia». Pero esta decisión significó que todos losholandeses (y por implicación todos los europeos) tienen el derecho ala ausencia de Ayaan Hirsi Ali de su vecindario 1. Esta interpretación–destierro nacional– fue declarada efectivamente poco después, cuan-do el ministro de inmigración holandés, basándose en declaracionesfalsas en la solicitud de asilo de Hirsi Ali en 1992, revocó su ciudada-nía con efectos absolutos. Esta decisión fue legal y monstruosa a lavez. La falsedad de su solicitud –usó el apellido de uno de sus abuelosen vez del apellido de su padre y declaró que había llegado directa-mente desde Somalia en lugar de vía Kenia y Alemania– no obligabaa la decisión, pero fue legalmente suficiente para el ejercicio discre-cional del ministro. Pero las falsedades habían sido pequeñas,intranscendentes, ya estaban obsoletas y fueron necesarias para queuna chica joven pudiera escapar de la intolerancia y, probablemente,de peligrosas circunstancias; han sido de conocimiento común enHolanda por muchos años (Hirsi Ali las había declarado pública-mente en 2002) y conocidas todo el tiempo por el ministro de inmigra-ción. Además, eran similares a los expedientes que miles de inmigran-

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Cuadernos de pensamiento político

1 Los vecinos también se quejaban de que las medidas de seguridad adoptadas para proteger a HirsiAli constituían una molestia inaceptable para ellos. Esta queja podría haberse resuelto modificando lasmedidas de seguridad. Pero el tribunal falló que no se habían demostrado adecuadamente las molestiasy basó su decisión de desahucio en el hecho de que los vecinos «se sentían inseguros» debido a la pre-sencia de Hirsi Ali y sus medidas de seguridad.

tes en Holanda habían usado para asegurarse la ciudadanía, sin laamenaza de una posible revocación.

Al margen de la solución final de este caso, es horrible que unaciudadana de una nación moderna y liberal haya podido ser separaday exiliada por razones políticas –y que todo esto sea el resultado deun puntilloso democrático proceso legal (incluso en nombre de los«derechos humanos»)–. La opinión pública, el soberano moderno,preguntó: «¿no nos librará nadie de esta turbulenta mujer?», y las auto-ridades del moderno gobierno captaron la indirecta y accedieron dili-gentemente, usando los medios modernos a su disposición.

Hay mucha gente en Estados Unidos y algunas personas en Europaque son optimistas respecto al futuro y confían en que la civilización li-beral recuperará su equilibrio y vencerá los inquietantes e insidiososretos a los que hace frente. Instituciones tales como AEI y FAES sondepositarias de este optimismo y tendrán que trabajar juntas en estacausa común.

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120 DESAFÍOS TRANSATLÁNTICOS / CHRISTOPHER DEMUTH

MANTENER LA VOLUNTAD

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Vivimos un momento prometedor sin precedentes. Los sistemasde gobierno económico y político más libres y abiertos están

ganando terreno, y es clara la evidencia de que estos avances dancomo resultado vidas más prósperas y más esperanzadas.

Pero los atentados terroristas sobre objetivos civiles en otros paísesnos recuerdan nuestro 11-S, que hay una guerra y que nosotros en Es-tados Unidos estamos muy involucrados en ella. La atención se cen-tra en Irak por razones comprensibles, pero la amenaza llega muchomás lejos. La inseguridad es el enemigo del futuro y de la esperanza.Los recientes sucesos en diferentes partes del mundo, sobre todo enel Medio Oriente, subrayan este punto. Así que debemos centrarnosen la amenaza y ocuparnos de ella con efectividad.

En cuanto a lo que pienso acerca de esta guerra, encuentro útil te-ner en mente tres ideas. La primera está simbolizada en el Gran Sellode nuestra república. El águila sostiene en una de sus garras una ramade olivo y en la otra sostiene flechas, mostrando que Estados Unidos

GEORGE P. SHULTZ

George P. Shultz es Distinguished Fellow Thomas W. y Susan B. Ford en la Institución Hoover, en la Uni-versidad de Stanford, fue Secretario de Estado de los Estados Unidos desde 1982 hasta 1989. Este artícu-lo está basado en una charla dada por él en la Woodrow Wilson School, en la Universidad de Princeton.Versión original: «Sustaining Our Resolve», en Policy Review, nº.138, agosto-septiembre de 2006.

entiende que para tener éxito en la búsqueda de la paz es necesaria lafuerza. La fuerza y la diplomacia son términos más complementariosque alternativos.

La segunda es resaltar, en el fortalecimiento mutuo entre la trans-parencia política y el incremento en la renta per cápita (prosperidad)que se deriva del recurso al mercado, el reconocimiento de la propie-dad privada y el Estado de Derecho. La democracia se mantiene conmás probabilidad cuando la renta del trabajo aumenta, y los merca-dos prosperan en entornos políticos abiertos.

La tercera idea es reconocer que esta guerra ya ha pasado por dosfases muy distintas. Hoy, una tercera fase está activa y también tienediferentes características. Esta fase continuará estando con nosotros:es la larga guerra ya identificada por el Presidente [Bush] y otros des-de poco después del 11 de septiembre.

Durante la primera fase de esta guerra, que retrocede ciertamentehasta los 70, nos mantuvimos esencialmente pasivos. Fuimos golpea-dos por un creciente número de actos terroristas, pero, aunque huboun aumento del grado de preocupación, ello no se tradujo por nuestraparte en respuestas significativas a estos atentados. Entonces, el 11 deseptiembre despertó a Estados Unidos. Reaccionamos de una manerapoderosa, poniendo en práctica una filosofía diferente y llevando acabo una gran variedad de acciones para aplicarla. Ahora nos encon-tramos casi a cinco años de este terrible acontecimiento. La guerracontinúa, pero las reacciones viscerales al 11-S han decrecido. Debe-mos darnos cuenta de que lo que hay que hacer en la tercera fase dela guerra –y es fundamental si queremos tener éxito– es crear basessostenibles para nuestros esfuerzos, consiguiendo un aumento delapoyo desde dentro y desde fuera del país. Así como durante la Gue-rra Fría, la comprensión y el apoyo del público serán tan cruciales co-mo la presión persistente y el deseo de ganar.

LA FASE PASIVA

La guerra en la que nos encontramos comenzó hace mucho tiempo,aunque no hayamos reconocido su origen hasta hace poco. Fuimostestigos de los asesinatos de los atletas israelíes en las Olimpiadas de

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122 MANTENER LA VOLUNTAD / GEORGE P. SHULTZ

Munich de 1972, del asalto a nuestra embajada en Teherán, con latoma de rehenes americanos en 1979, el asesinato del PresidenteSadat en Egipto en 1981, el coche-bomba que asesinó a 243 Marinesestadounidenses en Líbano en 1983, el ataque al World Trade Centeren 1993, los atentados con bombas en nuestras embajadas en Áfricay el ataque al buque de guerra USS Cole a finales de los 90. No dimosuna respuesta seria a ninguno de estos ataques sangrientos. En lasépocas de Reagan, Bush padre y Clinton devolvimos los golpes enuna o dos ocasiones con ataques aéreos y misiles de crucero. El ene-migo no quedó muy impresionado.

Hacia mitad de los años 90 supimos acerca de Osama Bin Laden yAl Qaeda. Así como Hitler mostró sus planes en Mein Kampf, OsamaBin Laden no escondió los suyos. Como en el caso de Hitler, sus ob-jetivos anunciados no fueron tomados suficientemente en serio.

Había, sin embargo, una creciente preocupación sobre el aumentodel terrorismo. Yo era considerado un halcón por mi posición en estetema durante la era Reagan, y mis comentarios en una charla en 1984fueron recibidos con nerviosismo. Entonces dije esto:

• Debemos alcanzar un consenso en este país para que nuestrasrespuestas vayan más allá de la defensa pasiva, hasta considerarmedios de prevención activa, de anticipación y de respuesta.

• Las cuestiones planteadas por el terrorismo implican a nuestracapacidad de inteligencia, la doctrina sobre el uso de la fuerza y,lo más importante de todo, la postura de nuestros ciudadanosen cuanto a este reto. Nuestra nación no puede armarse de vo-luntad para actuar sin la comprensión y el apoyo firme de losciudadanos.

• No podemos permitirnos llegar a ser el Hamlet de las naciones,preocupados incesantemente acerca de si se debe responder ycómo.

Los monstruosos actos de Al Qaeda también provocaron una res-puesta por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Elprincipio de responsabilidad del Estado se contempla en el Derechode Gentes. Tras los ataques con bombas en nuestras embajadas en

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Cuadernos de pensamiento político

1998, el Consejo de Seguridad subrayó «que todos los Estados Miem-bros tienen el deber de abstenerse de organizar, instigar y apoyar ac-tos terroristas perpetrados en otro Estado o de participar en ellos y depermitir actividades organizadas en su territorio encaminadas a la co-misión de dichos actos...» (RES.1189).

El 29 de diciembre de 2000, el Consejo de Seguridad condenóenérgicamente «el persistente uso de las zonas de Afganistán domina-das por la facción afgana conocida como los talibanes... para dar refu-gio, entrenar a terroristas y planificar actos de terrorismo...» (RES.1333). A finales de los años 90 comenzamos a vislumbrar la realidad.Y estábamos sólo empezando a darnos cuenta de que la amenaza ibamás allá de Oriente Medio. Mirando hacia los ataques terroristas delos años 70, 80 y 90, podíamos ver que nuestro enemigo tenía en elpunto de mira todos los aspectos del sistema internacional: el turis-mo, el comercio, el transporte aéreo, las finanzas mundiales, las Na-ciones Unidas, las embajadas, el compromiso con el principio de in-munidad diplomática y la soberanía e integridad territorial de losEstados. Era este Islamismo una aberrante desviación radical del Islamcon una ideología que la hace violenta contra cualquier elemento delsistema internacional de Estados, base centenaria para el orden coo-perativo mundial.

No obstante, en la primera fase de esta guerra, los terroristas pu-dieron dar rienda suelta a sus actos, no hubo ningún esfuerzo real porcombatirlos, y mucho menos una defensa propia agresiva.

¿Qué podemos aprender de esta experiencia? En primer lugar, quela pasividad no conlleva el cese de los ataques. Por el contrario, la pa-sividad anima a nuestros adversarios a creer que pueden hacer lo quequieran sin consecuencias para ellos. Los terroristas tenían vía librepor nuestra parte, a pesar de que sus ataques aumentaban en frecuen-cia y poder devastador. En segundo lugar, el concepto de ejecuciónde la ley, aunque es importante mantenerlo, desde luego no es sufi-ciente en un tiempo de ataques, normalmente planeados y orquesta-dos desde otros países y con consecuencias devastadoras para noso-tros. En tercer lugar, los ataques sobrevinieron con poco o ningúnaviso, poniendo en evidencia la importancia de una enorme mejorade la capacidad de inteligencia. Aprendimos que debemos respondery que nuestras respuestas deben de ser efectivas.

Cuadernos de pensamiento político

124 MANTENER LA VOLUNTAD / GEORGE P. SHULTZ

LA FASE REACTIVA

La segunda fase comenzó el 11 de septiembre de 2001. Recuerdo al Al-mirante Yamamoto, que lideró el ataque japonés a Pearl Harbor y queconocía bien Estados Unidos: «Hemos despertado a un gigante dormi-do», dijo después del ataque, «e inspirado en él una terrible determina-ción». Osama Bin Laden también despertó a un gigante dormido.

Comenzamos entonces, como país y como gobierno, a reconocerla magnitud del peligro, a unificar nuestras informaciones y valoracio-nes y a describir la naturaleza del reto lo mejor que pudimos. Todavíacon indecisión. El Presidente [Bush] acertadamente visitó una mez-quita para mostrar que no consideramos esto como una guerra reli-giosa con el mundo musulmán. No sabíamos cómo llamarlo aunquesabíamos que desde 1997 Osama Bin Laden había proclamado unadeclaración de guerra contra Estados Unidos y pronunciado comodeber religioso musulmán el matar a todo ciudadano estadounidense.El Presidente denominó a esto una guerra contra el terror. Posterior-mente diría que estamos en guerra con radicales «tipo talibanes». A fi-nales del año pasado el Presidente decidió decir las cosas como son:es una guerra llevada a cabo por islamistas que usan el terror. Y en sumensaje del Estado de la Unión del 31 de enero de 2006, el Presiden-te Bush dijo:

Una de las principales fuentes de reacción y oposición [a la propa-gación de la libertad] es el Islam radical –la perversión de una fe nobleen una ideología de terror y muerte... Los terroristas como Bin Ladenvan en serio acerca del asesinato de masas– y todos nosotros debe-mos tomar en serio sus intenciones declaradas.

Nuestra actitud cambió rápidamente después del 11-S hacia unamentalidad de guerra. Entendimos que habría que usar la fuerza y nosarmamos de voluntad para llevarlo a cabo. En la guerra, hay una acti-vidad ofensiva y otra defensiva. Se fortalecen los objetivos dentro delpaís y se usan los servicios de inteligencia de manera agresiva paradescubrir complots de manera que puedan prevenirse y abortarse. Setiene una ofensiva preparada para llevar la lucha al enemigo y hacer laguerra en su territorio.

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Cuadernos de pensamiento político

La acción inicial en Afganistán fue apoyada ampliamente y tuvi-mos pronto el buen criterio de implicar a los afganos de manera creí-ble en todo lo que estaba sucediendo. Afganistán, un Estado fallidotomado en los 90 por los talibanes, y del que luego se apoderó AlQaeda, ha retornado a la legitimidad como Estado soberano en el sis-tema internacional. No nos engañemos. Nosotros y los afganos tene-mos mucho trabajo por hacer, tanto en el campo de la economía co-mo en la política. Pero los talibanes y Al Qaeda, aunque continúancausando problemas, son una sombra de lo que eran. Nuestros alia-dos de la OTAN se han comprometido a asumir la mayoría de lasfunciones de seguridad en sustitución del ejército estadounidense yestán cada vez más comprometidos y motivados.

Irak es un caso muy distinto –complejo, difícil, desalentador y pro-metedor al mismo tiempo. Los problemas sectarios son avivados porla violencia fomentada por los enemigos de Irak y manipulados paracrear un peligro constante que los intensifique. Al mismo tiempo haymuchos signos de progreso que ponen en riesgo los objetivos de losterroristas. El progreso es necesario para el éxito y es por ello un blan-co prioritario. La apuesta no podría ser mayor, tanto para ellos comopara nosotros.

Además de las acciones en Afganistán e Irak, la idea de utilizar lafuerza para prevenir ataques, particularmente a la vista del poder delas armas de destrucción masiva, se convierte formalmente en partede la política de seguridad nacional a través de la Estrategia de Segu-ridad Nacional de los Estados Unidos de septiembre de 2002.

De modo que nuestra reacción al 11-S produjo muchos cambios,pero destacan dos de ellos. Nuestro adversario ha sido identificado cla-ramente: es una rama radical del Islam dispuesta a usar el arma asesinadel terrorismo; y nuestra actitud ha cambiado de una pasiva confianzaen la aplicación de la ley como nuestro medio de respuesta, a una nue-va mentalidad de guerra, ofensiva y defensiva, y a una disposición ausar la fuerza para prevenir ataques contra nosotros y nuestros aliados.

LA SIGUIENTE FASE

Mucho ha ocurrido desde el 11-S, y se ha progresado mucho. A lavez que reaccionábamos al 11-S podíamos ver que esta guerra dura-

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126 MANTENER LA VOLUNTAD / GEORGE P. SHULTZ

ría mucho tiempo. Estamos avanzando poco a poco, poniendo énfa-sis en lo que es necesario para alcanzar la victoria. Revisemos ahoraalgunas de las cosas que ya han ocurrido y que tienen que ser amplia-das y sostenidas.

Inteligencia. Vemos la profunda importancia de hacer un esfuerzointenso y sostenido para mejorar nuestra capacidad de inteligencia. Elfracaso en la búsqueda de las reservas de armas de destrucción masivaen Irak ha puesto de relieve esa necesidad 1. También lo ha dejado cla-ro el estudio retrospectivo de las lagunas en la acumulación de infor-mación y de los errores en la interpretación de los análisis de inteli-gencia en el periodo inmediatamente anterior al 11 de septiembre.¿No puede nadie ni siquiera ver los puntos y conectarlos entre sí lógi-camente? La tarea no es fácil. En el escenario del siglo veinte hay mu-chas sorpresas 2: recuerden Pearl Harbor. Pero, lo que es aún más im-portante es que ahora nos damos cuenta que desde la era deVietnam-Watergate nos hemos ido poco a poco denigrando, desmon-tado o impedido nuestras capacidades de inteligencia hasta un puntopeligroso.

Tenemos que trabajar mejor. Se ha evidenciado claramente estanecesidad, y parece que se están aplicando acciones correctivas. En-tre los lemas están «fuentes múltiples» y «análisis competitivos». Loque más me impresiona es la necesidad reconocida de gente capacita-da y creativa, y la comprensión de la importancia de la informacióntransparente. El futuro de la acción preventiva requiere que tengamosuna información e inteligencia en las que podemos tener confianza.

Creo que necesitamos avanzar otro paso para ayudarnos a aprove-char todo lo que esté disponible abiertamente, en cuanto podamos, yhacerlo de tal manera que mejore nuestra capacidad de entender loque esa información significa. Debemos incrementar nuestros recur-sos de Exteriores, como ahora intenta hacer la Secretaria Rice y esta-

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Cuadernos de pensamiento político

1 También hemos reconocido que Sadam Hussein tuvo Armas de Destrucción Masiva (ADM), que lashabía usado y que había convencido con éxito al pueblo iraquí, a otros regímenes en la zona, y a los ser-vicios de inteligencia en el mundo entero, de que todavía las tenía –todo esto cuando en realidad habíaempezado con un programa de ADM «virtual» que podía reconstituir rápidamente en cuanto ganara elapoyo internacional para levantar las sanciones contra él.

2 Ver la información expuesta en Ephraim Kam, Surprise Attack: The Victim’s Perspective [«Ataquesorpresa: la perspectiva de la víctima»] (Harvard University Press, 1988).

blecer nuevos y pequeños consulados en lugares clave en todo elmundo. Tenemos que reconocer las preocupaciones en cuanto a se-guridad, como demuestra la pérdida de un funcionario de Exterioresen Karachi en marzo. Necesitamos gente lista que hable el idioma dellugar y que llegue a saber todo lo que está a nuestra disposición abier-tamente. Llamémoslos diplomáticos de a pie. Sin duda, la gente en elcentro tiene que recomponer el puzzle, pero necesitamos más genteen todo el mundo que entienda lo que significa cada pieza del puzzle.

Financiación. Con el liderazgo de EE.UU. y el Departamento delTesoro, prosigue un esfuerzo agresivo para encontrar las fuentes fi-nancieras de los terroristas y secar su acceso al dinero. Este esfuerzofinanciero tiene un impacto directo, pero también tiene el efecto indi-recto de dar un preaviso a los financieros potenciales de que estánsiendo vigilados. Seguir el rastro del dinero también nos ayuda a en-tender al adversario conociendo quién está hablando con quién, y quégrupos están involucrados con otros, e incluso identificar personas ogrupos de terroristas. Todo esto es parte de un esfuerzo internacionaly tiene que seguir siendo así si se quiere que tenga éxito. La publici-dad no deseada sobre cómo funciona el sistema, como lo publicadoen el New York Times, sin duda dañará su eficacia y hará que todos es-tos esfuerzos sean más difíciles de mantener.

Tenemos que ahogar las finanzas de los terroristas. Eso es muy du-ro cuando los precios del petróleo son altos y vemos cómo los paísesque son enemigos claros tienen unos ingresos enormes. Por eso, y pormuchas otras razones, debemos aprender cómo usar menos petróleo.Hace falta un esfuerzo importante a nivel nacional. Como dijo el Pre-sidente en su mensaje del Estado de la Unión: «Estados Unidos esadicto al petróleo, que a menudo se importa desde zonas inestablesdel mundo». Propuso, con toda razón, una iniciativa de EnergíaAvanzada, para «fomentar logros en dos áreas vitales: cambiar lafuente de energía que usamos en nuestras casas y nuestras oficinas... ycambiar la fuente de energía que usamos en nuestros automóviles».

Para tener éxito es imprescindible trabajar de manera constantesobre las finanzas, y sería una ayuda enorme aprender cómo usar me-nos petróleo. En el esfuerzo para encontrar maneras de usar menos pe-tróleo hay que reconocer que, a medida que se logre que estos esfuer-zos tengan éxito, el precio del petróleo puede bajar. La sostenibilidad

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significa que las alternativas tienen que superar una prueba de merca-do más dura que la que ofrece un precio alto del petróleo.

ARMAS

Se ha descubierto y eliminado el mercado negro mundial de los com-ponentes y conocimientos técnicos de armas nucleares administradopor A.Q. Khan desde Pakistán. Ha sido un triunfo de la inteligencia yla diplomacia, además de una demostración de la voluntad de hacerfrente a las autoridades de Pakistán aunque dependemos de su apoyo.Nuestra disposición a usar la fuerza después del 11-S también influyóen que el Presidente Musharraf se aliara rápidamente con EstadosUnidos contra los terroristas. Sin nuestras actuaciones, es posible quePakistán hubiera caído bajo un gobierno terrorista islamista, que ha-bría tenido bajo su control el arsenal nuclear paquistaní. Es funda-mental mantener una vigilancia constante.

En este contexto, Libia tomó la decisión trascendente de renunciara sus armas de destrucción masiva, lo que fue un triunfo de los servi-cios de inteligencia y de la diplomacia respaldado por la fuerza, inclu-yendo la captura preventiva de un barco de Corea del Norte. La can-tidad de materiales que se nos entregó fue mucho mayor de lo quenosotros o el resto del mundo pensaba que Libia tenía. Eso fue otroaliciente para intentar mejorar nuestras capacidades de inteligencia.Con su decisión, ahora Libia tiene la oportunidad de ser de nuevo so-cio de la comunidad internacional responsable. Y no habría tomadola decisión si la fuerza y diplomacia de EE.UU. no hubieran hechoentender a Libia que cualquier régimen fuera de la ley que intente ad-quirir las Armas de Destrucción Masiva (ADM) está en un caminoque lleva al fracaso.

Ahora Irán y también Corea del Norte representan una amenazaimportante en su búsqueda del potencial nuclear. Con la ayuda deEE.UU., la Unión Europea y la Agencia Internacional de la EnergíaAtómica (AIEA) están haciendo un esfuerzo para que Irán se vuelvaatrás en su decisión. Cada uno de los cinco miembros permanentesdel Consejo de Seguridad de la ONU votó en la AIEA para que se re-mitiera el problema de Irán al Consejo de Seguridad. Ahora los cinco

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miembros permanentes más Alemania han propuesto un conjunto deincentivos para que Irán cambie su programa nuclear, con sanciones,al menos implícitas, si Irán se mantiene en su desafío. En el momentode escribir esto no está claro qué más medidas se tomarán. Al mismotiempo, justo cuando Francia declara sin matices que Irán está bus-cando un arma nuclear y cuando la AIEA informa acerca de numero-sas trampas iraníes, China está negociando otro acuerdo para com-prar petróleo iraní.

Parece que Irán está convencido de que sus acciones, tales como lareapertura de sus instalaciones de enriquecimiento, no tendrán conse-cuencias adversas: no ve ninguna fuerza detrás de la diplomacia. Te-nemos que estar dispuestos a armarnos de voluntad y persuadir aotros para que se unan con nosotros, usar la firmeza económica y po-lítica –y en última instancia la fuerza–, para afrontar esta situación, siqueremos que la diplomacia y la seguridad colectiva sean creíbles.

Más allá de los problemas que ofrecen Irán y Corea del Norte, ha-ce falta un esfuerzo enérgico y creativo en el área de las armas nuclea-res. Además de los esfuerzos que se están haciendo a favor de la noproliferación, tenemos que considerar la promoción del estableci-miento de lugares identificables para el enriquecimiento de uranio.Éstos podrían estar bajo la gestión de los países implicados, con pre-sencia internacional, y acompañados con una declaración de quecualquier país que quiera tener la energía nuclear para fines pacíficospuede obtener el uranio enriquecido a un precio razonable. El objeti-vo sería obtener el control del proceso de enriquecimiento a escalamundial. Ya se están gestionando los esfuerzos en esta dirección ymerecen nuestro apoyo.

CAMBIOS EN EL ORIENTE MEDIO

El estudio de la demografía nos dice mucho acerca del origen casi ine-vitable de las frustraciones en el mundo. Los países del Oriente Mediotienen tasas de fertilidad que provocan un descontrol en las poblacio-nes, un enorme número de jóvenes que no tiene nada que hacer y cu-yas vidas están excluidas del tipo de realidad originado por el hechode trabajar. Una de las razones de esto es la cultura de negar a las mu-jeres unos papeles responsables y productivos en el modo en que

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opera la sociedad. Estos regímenes deben cambiar, y el esfuerzo paraofrecer más apertura económica y política es un ingrediente crítico enesta tercera fase de la guerra.

De hecho, en todo el Oriente Medio hay signos de que está dandofrutos la creencia de EE.UU. en cuanto a que la región, que está sacu-dida por la disfunción y la patología del terrorismo, tiene que ser tras-formada. El régimen de Siria se ha descubierto como el opresor delLíbano; se han retirado sus tropas del territorio libanés; y su gober-nante, Bashar Assad, está siendo cada vez más presionado internacio-nalmente por el papel de su régimen en asesinatos e intimidacionesde tipo mafioso en el Líbano.

El Líbano está puesto en el camino –un camino sin duda amenaza-do por la presencia armada y guerrera de Hezbolá como parte del go-bierno del país– de recobrar su soberanía nacional, lo cual ha sido unobjetivo de EE.UU. desde que las tropas sirias ocuparon el Líbano alfinal de los 70. Ahora, con la cooperación en septiembre de 2004 en-tre EE.UU. y Francia sobre una Resolución del Consejo de Seguridadde la ONU (1559) notable, el Líbano otra vez tiene esperanza, a pesarde los intentos de Siria de obstaculizar el progreso. Los líderes del Lí-bano han dicho abiertamente que no habrían tenido esta oportunidadpara recobrar la soberanía libanesa si EE.UU. no hubiera entrado enIrak para destituir a Sadam Hussein y construido la base para que Irakrecobrara la legitimidad en el sistema internacional de Estados. Aho-ra la tarea urgente es insistir en que Hezbolá se desarme en cumpli-miento de la Resolución de la ONU 1559.

Nuestra política ha empezado a dar frutos en cuanto a su objetivoestratégico global: ayudar a los elementos «buenos» en el OrienteMedio a llevar a cabo la transformación de la región entera. Ha habi-do un gran cambio en los últimos 12 meses. Los pueblos en la regiónempiezan a darse cuenta de que tienen que dejar de considerarse co-mo víctimas del mundo moderno que existe allí fuera, liderado porEE.UU.; tienen que ocuparse de sus propios terroristas, dictadores yfanáticos religiosos, y abordar la necesidad que tiene la región de uncambio hacia la democracia, los derechos de la mujer y la libertad dela información.

En Egipto, Arabia Saudita y los Estados del Golfo, ha habido pe-queños pero importantes pasos hacia una apertura de los sistemas po-

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líticos. Por ejemplo, en Kuwait, las mujeres ahora pueden votar y ac-ceder al poder político, y cuando tuvieron la oportunidad de votar afinales de junio pasado, lo hicieron en masa. En Jordania, el progresoes obvio. El conflicto palestino-israelí ha llegado a un punto de infle-xión, terminando Israel unilateralmente su ocupación de la Franja deGaza. Ahora los palestinos tienen que hacer frente a un momento de-cisivo. ¿Podrán establecer un gobierno capaz de mantener la seguri-dad, terminar con la corrupción, y continuar con las negociaciones depaz con Israel de manera creíble? Hasta ahora, la respuesta ha sido«No». Gaza está en el caos y Hamás, una facción islamista terroristaconsagrada a la eliminación de Israel, ha ganado las elecciones y em-prendido un ataque –un acto de guerra– contra las fuerzas de Israel.¿Cuál será el siguiente paso? ¿Llegará el momento en que el pueblopalestino se dé cuenta de la realidad, de que su uso del terror lleva a lamiseria y a la desesperación? ¿Crearán las condiciones que hagan po-sible alcanzar una solución basada en dos Estados, una solución queextienda la presencia del sistema internacional de Estados en la re-gión? Mientras tanto, Israel tiene que ocuparse de su propia seguridad.

La clave de la posible evolución del Oriente Medio, y más allá, esIrak. ¿Puede Irak convertirse en un país estable con un gobierno querepresente al pueblo, y una economía creciente y sana? La muerte deAbu Musab al-Zarkawi en junio ofreció una esperanza real, sobre to-do porque demostró la creciente voluntad de los iraquíes de ofrecer anuestras fuerzas una información e inteligencia fiables y prácticas. Pe-ro nos queda una prueba dura. Los líderes de los suníes deben haber-se dado cuenta de que no pueden ganar con violencia, y los líderes delos chiítas de que no pueden gobernar sin un enfoque inclusivo. Qui-zás un curioso equilibrio de poder obstructivo llevará a un gobiernoestable de unidad nacional, que es una necesidad urgente. Con el de-bido reconocimiento de todos los problemas obvios, los líderes políti-cos iraquíes tienen la oportunidad de consolidar un gobierno establey democráticamente legítimo; un gobierno que podría suprimir el sa-botaje terrorista y así dar rienda suelta al importante potencial de laeconomía. Hemos tardado demasiado en «poner una cara iraquí» a loque hacíamos en ese país acosado, pero los iraquíes tienen ahora lasresponsabilidades claras. Nuestra presencia está allí para apoyar losesfuerzos constructivos como parte de un esfuerzo de colaboraciónpara conseguir el éxito.

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Por otra parte, sabemos por la enorme cantidad de documentosincautados al régimen de Sadam Hussein, que hubo tres centros deentrenamiento de terroristas en Irak, con –según parece– unos 8.000reclutas. Debemos identificar a estos reclutas, descubrir los métodosen que los han entrenado y sus vínculos con otros países; también, te-niendo en cuenta que estos terroristas están actuando en Irak hoy, te-nemos que hacer todo lo posible para erradicarlos antes de que se va-yan a otro sitio.

El Oriente Medio siempre es el foco de atención mundial y nuncamás que ahora. Los problemas nunca han sido más claros, y nunca hahabido tanto en juego. No obstante, aun reconociendo las dificultadesreales, nunca ha habido más posibilidades para unos cambios positi-vos. Para tener éxito hace falta dedicar esfuerzos constantes, quecombinen la diplomacia con firmeza de todo tipo, y basados en el in-tercambio entre sistemas políticos y económicos abiertos.

COMUNICACIÓN CON EL MUNDO ISLÁMICO

Los extensos disturbios islámicos a principios de 2006, supuestamen-te provocados por los dibujos publicados en un periódico danés cua-tro meses atrás, representan un dramático ejemplo de la importanciade apoyar la corriente principal del Islam y evitar que los radicales in-timiden a esta corriente. Además, demuestran cómo los regímenesdictatoriales (Siria e Irán) tienden a incitar las protestas de manera pe-ligrosa para desviar las miradas de sus profundas deficiencias.

Pero los dibujos también evidencian otra realidad: debemos comu-nicarnos con el mundo islámico mucho mejor. Los archivos de RadioLibertad y Radio Europa Libre pueden enseñarnos mucho sobre estetema, entre otras cosas identificando asuntos relevantes que nos pue-dan servir en cuanto al muy distinto problema que tenemos hoy, el dela comunicación con los pueblos islámicos. Las enseñanzas incluyenlas siguientes:

• Construir un verdadero sentido de misión. Mientras que el Islamradical es, de cierta manera, el problema, la misión tiene quecentrarse en ayudar a lo que se podría llamar la corriente princi-

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pal musulmana para abordar estos temas y enfrentarse con losradicales. Al fin y al cabo, es la misma comunidad islámica laque tiene que entablar este combate, y nosotros debemos fo-mentar este esfuerzo. También sabemos que los islamistas radi-cales no podrían funcionar sin una población en su entorno queconsiente –a veces por miedo– en apoyarlos y no oponerse aellos. Por eso, tenemos que hacer un esfuerzo para secar el marde apoyo en que los terroristas nadan. Ésa es nuestra misión.

• Estudiar con cuidado las audiencias a las que nos dirigimos. Te-nemos que diferenciar entre ellos. Las palabras como «árabes» o«musulmanes» son engañosas, porque esconden lo que es unavariedad inmensa. Sobre todo, hay que prestar atención a lasmujeres, porque en algunos países están excluidas de la vida co-tidiana, tienen muchísimo tiempo para ver la televisión en casa,donde la policía moral no puede llegar hasta ellas. La programa-ción con contenidos para mujeres es esencial. Se debe diseñaralgo similar, pero con un contenido muy diferente, para otra au-diencia enorme: los hombres sin trabajo que pasan el día senta-dos en cafeterías del barrio. Y eso es justo lo que intentan hacerAlhurra TV y Radio Sawa.

• Aunque las emisoras tendrán que hacer sus propios estudios demercado, necesitarán mucha ayuda. Desgraciadamente, ha habi-do un declive en EE.UU. en cuanto a la capacidad lingüística y alos esfuerzos en estudios relacionados con otras partes del mun-do. Lo que ahora en muchas universidades se llama «Estudiossobre el Oriente Medio» es en general poco satisfactorio. Esosignifica que hace falta un esfuerzo grande para fomentar becasen este campo en las universidades, además de preservar y au-mentar todas las maneras en que un número razonable –comomínimo– de estadounidenses aprenda los idiomas relevantes.

• Más allá del amplio abanico de programas tales como los patro-cinados por Radio Libre Europa/Radio Libertad, hacen falta es-fuerzos especiales para fijar como objetivos las audiencias enArabia Saudita, Egipto, Irán, las poblaciones musulmanas en Eu-ropa occidental, y quizás Pakistán. La historia de los movimien-tos radicales nos enseña que una gran parte de ellos tiene su ori-gen en una u otra de esas zonas.

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• Vigilar lo que la gente dice y estar dispuestos a interactuar. Mu-cho de lo que hoy en día pasa como comentario es totalmenteilusorio. Hay que recordar siempre que el Oriente Medio es elcentro mundial de las teorías de conspiración, así que de algunamanera hace falta una «sección contra-conspiración». Si somosfrancos, abiertos y correctos en cuanto a los hechos, tendremosuna plataforma para contrarrestar algo estos cuentos ilusorios.Una gran parte del mundo del Islam ha perdido el contacto conla realidad, con la relación causa-efecto. Tenemos que poner larealidad en el centro de nuestro discurso.

• Como parte del esfuerzo de conectar a la gente con la realidad,debemos poner énfasis en la importancia y la virtud del trabajoy, a la vez, en la necesidad de políticas económicas que hacencrecer las economías. Uno de los problemas en la comunidadmusulmana en Europa es el hecho de que, según estimacionespara algunas áreas urbanas, más de la mitad de los hombres deorigen marroquí con más de 40 años dependen de algún tipo deasistencia social para vivir y tienen poca esperanza de trabajar.El trabajo conecta con la realidad.

• Poner énfasis en la importancia de la educación en el sentido bá-sico de la palabra. Demasiado de lo que se llama educación en elmundo islámico es simplemente propaganda y no prepara a lagente adecuadamente para las tareas de trabajo y de la evalua-ción crítica de lo que oye. Quizás se podrían introducir incenti-vos especiales para fomentar el aprendizaje del inglés.

• Pero por grande que sea nuestro esfuerzo, nunca tendrá éxitomientras los regímenes árabes sigan lanzando diariamente tone-ladas de propaganda, que en las últimas décadas ha inculcado alos árabes corrientes un estado de furia hiper-inflamada contralos extranjeros, desviando así la atención de las poblaciones ára-bes de los regímenes que las gobiernan. Necesitamos un esfuer-zo concertado sobre este problema. Tenemos que mantener lapresión sobre los gobernantes de Qatar en cuanto al contenidoy la programación de Al Jazeera. Son los dueños y la financian.Según una fidedigna información reciente, nuestro gobierno hahecho saber al Emir de Qatar y a sus principales ayudantes queno pueden ser nuestros amigos mientras patrocinan este tipo deperiodismo.

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• Estudiar la posibilidad de incluir dentro de nuestra estrategia demedios material que demuestra hábilmente que el mundo ára-be-islámico debe comunicar con nosotros de manera muchomejor de lo que lo ha hecho hasta ahora. Este tipo de materialpodría demostrar la imagen terrible que dan al mundo cuandoaparecen inmersos en el odio, la autocompasión, la intoleranciay la matanza.

• El contenido de nuestras noticias debe ser franco, en sintoníacon la audiencia local, e implacablemente exacto. De eso surgirála credibilidad, y la credibilidad es la esencia de todo. Siemprehay acontecimientos importantes (las elecciones en Irak, la «Re-volución del Cedro», las tragedias del tsunami, el terremoto enKashmir), y la credibilidad hace que la gente tome nuestras noti-cias acerca de estos acontecimientos como veraces. A la vez, asíhacemos que las otras emisoras se disciplinen.

• Desarrollar maneras de evaluar los efectos de nuestros esfuer-zos. Este punto es esencial para mantener la financiación, y tam-bién en el proceso constante de perfeccionar nuestros mensajespara hacerlos lo más efectivos posible.

Hay que elaborar alguna versión de ideas como éstas y debatirlasdentro de los círculos del Gobierno y del Congreso para obtener elamplio respaldo que necesitan si queremos asegurar la sostenibilidadnecesaria durante muchos años.

LA JARDINERÍA

En todo este discurso que he desarrollado sobre la importancia de lasostenibilidad, me he referido a la necesidad de un apoyo firme de lospaíses en todo el mundo. El hecho de que los grandes atentados des-de el 11 de septiembre de 2001 hayan tenido lugar en otros países su-braya la realidad de que la victoria que está en juego en esta guerra esglobal, y el potente crecimiento económico de un número cada vezmayor de países en el mundo entero nos demuestra cuánto puedeperder todo el mundo. Casi todos los pasos que tenemos que dar, siqueremos obtener la victoria, exigen una colaboración entre los paí-ses implicados para asegurar que el esfuerzo sea plenamente efectivo.

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Cuando ocupaba un cargo en el gobierno, siempre hacía hincapiéen lo que llamo la jardinería: desarrollar las relaciones en el mundo através de un trabajo duro con la gente en tiempos normales. La ideaes erradicar la mala hierba cuando es pequeña y así desarrollar unplan de trabajo que será útil para las dos partes. Trabajando cuandono hay ninguna situación crítica en juego, se crea la base para los es-fuerzos de colaboración cuando haya exigencias extraordinarias.

Hay un amplio contacto entre los funcionarios estadounidenses ygente de muchos otros países. Los contactos entre los militares sonextensos y básicamente constructivos. Recuerdo bien mis encuentroscon el Almirante Crowe cuando era Comandante en Jefe, Pacífico(CINPAC). Cuando sus barcos navegaban por las islas, siempre teníana unos Seabees (zapadores o ingenieros militares) a bordo. La idea eraque cuando llegaban a un puerto, los Seabees se pondrían en contactocon los funcionarios locales para ofrecer sus servicios. Los Seabeespueden arreglar cualquier cosa y se hicieron muchos amigos.

También tenemos que subrayar la importancia de visitas de inter-cambio entre los ciudadanos estadounidenses y los de otros países.Los programas de intercambio están en momentos bajos, pero tene-mos que impulsar su crecimiento y también hacer que nuestras bi-bliotecas sean lo más accesibles posible a la gente de todo el mundo.

Todo esto demuestra la cantidad de trabajo que queda por hacer yla importancia de reforzar nuestro cuerpo diplomático. Creo que de-bemos usar todo nuestro ingenio para retener de alguna manera aesos funcionarios de Exteriores con una capacidad y experiencia ex-traordinarias que suelen dejarlo cuando llegan a los cincuenta años.Son personas con experiencia que son capaces de inspirar el respetode los jefes de gobierno y pueden ayudar en el trabajo de jardinería.

HACIA EL FUTURO

La causa de los terroristas islamistas ha sido dañada considerable-mente. Se les han quitado las zonas del Oriente Medio que servíancomo lugares seguros y campos de entrenamiento (Afganistán, Ye-men, y –ahora lo sabemos– el Irak de Sadam). No les podemos per-mitir conseguir el control en otro lugar. Sus fuentes financieras tam-

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bién han sido descubiertas y este esfuerzo tiene que continuar. No po-demos permitirles ganar respaldo en el mundo y transferir dinero através de fronteras y continentes a su antojo. Tenemos que afrontarseriamente la necesidad urgente de usar menos petróleo, ya que losingresos por petróleo alimentan nuestros problemas. Ya no existe AlQaeda como la base central que coordina una red global de terroris-mo, lo que es un paso indudable contra un movimiento que estabacreciendo antes del 11-S. Pero no debemos aminorar nuestros esfuer-zos. En Somalia, las fuerzas islamistas han tomado Mogadiscio. Seanlas que sean sus declaraciones, tenemos que estar dispuestos a evitarque entreguen ese país sin gobierno a Al Qaeda para usarlo como unanueva base, reemplazando su antigua base en Afganistán.

Tenemos que fortalecer nuestras defensas. Nuestras fronteras ynuestros puertos siguen siendo, por su enorme extensión, posibles víaspara que los terroristas dañen nuestra economía y obtengan acceso anuestro país. Quizás lo bueno de la polémica acerca de Dubai en fe-brero pasado es que habrá mejoras muy necesarias en nuestros puer-tos. También tenemos que extender y profundizar nuestra coopera-ción e intercambios de información e inteligencia con otros serviciosde inteligencia en el mundo. Podemos asegurar la sostenibilidad denuestras técnicas de recogida de información a través de tipos de vigi-lancia bien entendidos y llevados a cabo en secreto.

Los acontecimientos recientes en el Oriente Medio y Asia de-muestran los vínculos entre todos los puntos clave de este artículo yla magnitud de los retos en cuanto a su desarrollo claro y positivo.Irán y Corea del Norte se cruzan las miradas cuando alguien actúa demanera llamada inaceptable sin consecuencias adversas. Los enormesingresos del petróleo han animado a Irán a aumentar sus esfuerzospara adquirir armas nucleares y extender su poder y la ideología radi-cal islamista por toda la región a través de sus satélites: la dictadura si-ria de Bashar al Assad y los movimientos islamistas terroristas de Ha-mas en Cisjordania y la Franja de Gaza y Hezbolá en el Líbano. Estosúltimos, como partidos políticos, han tomado el control de la Autori-dad Palestina (AP) y son el poder intimidante dentro del gobierno delLíbano. Antes de eso, la AP estaba progresando hacia un Estado através de una «solución de dos Estados» negociada del conflicto pa-lestino-israelí. El Líbano, en cumplimiento de la resolución conjunta

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EE.UU.-Francia del Consejo de Seguridad de la ONU 1559 de 2004,y la resolución EE.UU.-Francia-Reino Unido 1680 de 2006, había te-nido esperanzas de recuperar su soberanía como Estado y la integri-dad nacional libre del dominio sirio. Sin embargo, no se hace caso aestas resoluciones, que exigen el desarme de Hezbolá, y no hay nin-guna reacción por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Ahora,todas estas entidades –Irán, Siria, el Líbano y la AP, anteriormente le-gítimas– deben ser consideradas como sujetas al control de las fuerzasdedicadas al terrorismo y hostiles a la paz y seguridad internacionales.

Visto todo esto, debemos mantener la conciencia de que estamosen guerra y continuaremos en guerra por mucho tiempo. Algunos co-mentaristas han notado que el tiempo pasado entre el 11-S y ahora esmás largo que la Segunda Guerra Mundial. Esta analogía es errónea:nos enfrentamos más bien con algo parecido a la lucha de la GuerraFría, que duró décadas.

Y como estamos en guerra, tenemos que guardar la opción y la vo-luntad de usar la fuerza, aun combinando esa opción con una diplo-macia intensa. La continua tarea militar con que nos enfrentamos enIrak y la presión política contra el Presidente Bush hace suponer amucha gente en todo el mundo, tanto amigos como enemigos, queEE.UU. no puede abordar otra operación militar importante, y aúnmenos terminar con éxito el esfuerzo en Irak. Esta es una idea peli-grosa que, si no se disipa, sólo incrementará la posibilidad de una gue-rra en el futuro.

Al final del primer mandato del Presidente Bush se podría haberdicho, correctamente, que Estados Unidos empezaría la transicióndesde un mandato orientado a la fuerza hacia un segundo mandatoenfocado a la diplomacia. En gran medida es lo que estamos hacien-do, pero la opción de acción militar, incluso a gran escala, por ejem-plo una campaña aérea sostenida para paralizar el incipiente progra-ma nuclear de Irán, tiene que seguir siendo posible como últimorecurso. Cuanto más posible sea en las mentes de nuestros adversa-rios, tanto más probable será que nunca tengamos que usar la opciónmilitar.

El águila estadounidense en el Gran Sello tiene que seguir mirandohacia la rama del olivo; pero es igual importante que mantenga en lasgarras un poderoso haz de flechas.

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El mundo nunca ha estado en una situación más prometedora queahora, en cuanto a las mejoras de los niveles de ingresos y calidad devida en países que han sido envueltos por la pobreza. Miren a China.Miren a India. La era de la información, combinada con la magia delmercado, está creando nuevas oportunidades de crecimiento y mejo-ras en los niveles de vida. Podemos reunir a los pueblos de todo elmundo alrededor de esta bandera: los beneficios de la apertura eco-nómica y la libertad. No podemos dejar que los terroristas malogrenesta oportunidad. Al nivel más fundamental, ganaremos la guerracontra ellos a través de acciones que ayuden a la gente a ver mejorasen su estilo de vida.

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SOBRE LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE WINSTON CHURCHILL*

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Es para mí un gran placer referirme a uno de los conservadoresliberales más importantes, si no el más importante, de todo el

siglo XX. Y prometo que no intentaré disfrazar el conservadurismoliberal de Winston Churchill para hacerlo apto para el paladar denuestros semicultos intelectuales de izquierdas.

De hecho, el tema de los intelectuales es un buen punto de partidapara acercarse a la filosofía política de Churchill. Al alba del siglo XX,la mayoría de los intelectuales europeos no mostraban demasiado en-tusiasmo, para decirlo con suavidad, hacia la democracia occidental.En 1904, Winston Churchill cruzó el pasillo del Parlamento británicoy abandonó los bancos conservadores para unirse a los de los libera-les. Veinte años después, en 1924, hizo el camino de vuelta y se rein-corporó a los Tories. Pero mientras que Churchill cruzaba aquel pasi-llo para cambiar de partido, en Europa, la mayoría de los intelectualesse dedicaban a atacar a la democracia parlamentaria y las institucio-

JOÃO CARLOS ESPADA

Joao Carlos Espada es Director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Católica de Portugal.Editor de la revista trimestral Nova Cidadania. Presidente de la sección portuguesa de la InternationalChurchill Society. Miembro del comité directivo del World Movement for Democracy y del comité ejecu-tivo de la Michael Oakeshott Association. Asesor político del Presidente de la República de Portugal,Prof. Aníbal Cavaco Silva.* Conferencia en el Campus FAES 2006.

nes del mercado. Durante ese periodo, las instituciones políticas euro-peas, con excepción de las británicas, quedaban destruidas por culpade la guerra y de las ideologías revolucionarias.

Los intelectuales abrazaban con ardor las ideas revolucionarias, yafueran de izquierdas o de derechas, ya fuera el comunismo o lo que seconvertiría después en el nacional-socialismo. Los revolucionarios sepresentaban como portavoces de un nuevo mundo. Había que dejaratrás la parálisis de la democracia parlamentaria y la mezquindadmercantilista del capitalismo. Inglaterra y Estados Unidos se habíanconvertido en símbolos del viejo mundo. Se decía que eran rehenesde la «conspiración judía» y de la «plutocracia financiera mundial». Seacusaba a Inglaterra y a Estados Unidos de resistirse al nuevo «Estadototal» centralizado e innovador, una expresión que inventó Mussolini.Y mucha gente en Europa mostraba su inclinación por las nuevas ten-dencias: «Sí, el mundo está cambiando –decían– y nosotros debemoscambiar con el mundo».

Pero Winston Churchill permaneció inmune al lenguaje de la re-volución y de la innovación. Se decía que era un conservador pasadode moda que no comprendía los nuevos tiempos. Pero Churchillcomprendía a la perfección los nuevos tiempos. Y no le gustaba nadade lo que había comprendido.

Churchill era un admirador de la tradición liberal de su país y delImperio británico. Había estudiado a Macaulay y había aprendidoque la Gloriosa Revolución de 1688 –la última revolución que vivióInglaterra– se hizo con poco convencimiento y con el propósito deimpedir futuras revoluciones.

El lenguaje de la innovación apasionada tampoco le impresionaba.Había estudiado a Edmund Burke y sabía que el Parlamento inglés sehabía levantado contra el «despotismo de la innovación» promovidopor reyes que aspiraban al poder absoluto. El sistema del Gobierno-Oposición basado en la existencia de partidos parlamentarios rivaleshabía evolucionado para contrarrestar a un «gabinete de corte» queno tenía que rendir cuentas a los contribuyentes. «Estos gobiernosque no tienen que rendir cuentas –había dicho Edmund Burke– per-seguían «planes de perfección» en una monarquía que había superadocon creces la República de Platón». Churchill lo sabía muy bien ymostraba su escepticismo hacia aquellos innovadores planes de per-

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fección. «Debemos tener cuidado con la innovación innecesaria, so-bre todo la que se asienta en la lógica», dijo en un famoso discurso de1942 en la Cámara de los Comunes, al contestar a una propuesta paracambiar el nombre del Ministerio de Defensa y de la Secretaría de Es-tado para la Guerra, basándose en que sus títulos carecían de lógica 1.

Churchill también hacía gala de su indiferencia –para decirlo sua-vemente– hacia la retórica de la llamada «voluntad general», que utili-zaban tanto la izquierda como la derecha revolucionaria. Sabía que la«voluntad general» siempre sería la voluntad de la mayoría transitoria–o lo que es peor, de una minoría activista– y que todas las voluntadesdeben estar limitadas por el equilibrio constitucional de poderes. Enlo referente al interés público, por el que Churchill sentía el mayor delos respetos, el político inglés sabía que no podía ser definido por unamanifestación de masas. El interés público debía surgir de un régimenmixto basado en la interacción de principios monárquicos, aristocráti-cos y democráticos.

Churchill conocía a la perfección todos estos fundamentos de latradición política británica. Y por esa razón se dio cuenta inmediata-mente de que la amenaza revolucionaria provenía tanto del bolche-vismo como del nazismo. En unas cuantas líneas supo captar la esen-cia de ambos populismos revolucionarios. Por ejemplo, en el caso deHitler, recordaba sus orígenes humildes y su fracaso para ingresar enla Academia de Bellas Artes de Viena, así como la vida miserable quellevó primero en Viena y luego en Munich, realizando trabajos espo-rádicos de pintor de brocha gorda o de peón. Debido a estas circuns-tancias, Churchill escribió: «Hitler alimentó un resentimiento escon-dido pero feroz contra un mundo que le condenaba al fracaso. Estasdesgracias no lo llevaron a integrarse en las filas comunistas. Se sentíamucho más inclinado hacia un retorcido sentido de la lealtad racial ysentía una admiración ferviente y mística hacia Alemania y los alema-nes (…). Solitario y encerrado en sí mismo –continúa diciendo Chur-chill– el pequeño soldado sopesó y analizó la posible causa de lacatástrofe (la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial) ba-sándose en la mezquindad de sus experiencias personales (…). Su ra-

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1 Colin Coote y Denzil Batchelor (eds.) Winston S. Churchill’s Maxims and Reflections (Nueva York:Barnes & Noble Books, 1992), p. 167.

bia patriótica, mezclada con la envidia que sentía hacia los ricos y ha-cia quienes habían logrado el éxito, dio lugar a un odio que lo domi-naba todo» 2.

Es importante recordar estas páginas del libro de Churchill sobrela Segunda Guerra Mundial –del que se podría citar mucho más– yaque durante décadas, la propaganda comunista e izquierdista ha in-tentado identificar a Hitler con el capitalismo. Pero Churchill nuncacometió un error tan tremendo. Por supuesto, era un defensor del ca-pitalismo –tal y como recordaré más adelante– y sabía muy bien queel nazismo y el comunismo querían destruir la economía de mercado.Querían sustituir los mecanismos del mercado y de la propiedad pri-vada por una economía centralizada y militarizada.

Sin embargo, para lograr este objetivo, la envidia y el resentimien-to no eran suficientes, aunque, sin lugar a dudas, eran ingredientes in-dispensables. También era necesario contar con una filosofía que pu-diera destruir todos los escrúpulos morales, todas las leyes deconducta imparciales, esas leyes que ponen límites a la voluntad y alpoder de un individuo sobre los demás. La filosofía de Nietzsche yacontenía este mensaje para Alemania. «Donde hay vida hay voluntadde poder», dijo el gran filósofo de la desesperación y la sospecha, ado-rado –curiosamente– por la izquierda hoy en día.

Winston Churchill comprendió inmediatamente la apropiación dela desesperación de Nietzsche por parte de la vulgata nazi. Y escribiólo siguiente:

«La tesis principal de Mein Kampf era muy sencilla. El hombre es unanimal luchador; por lo tanto la nación, al ser una comunidad de lucha-dores, es una unidad de lucha. Cualquier organismo vivo que abandonala lucha por la existencia está condenado a la extinción. Un país o unaraza que deja de luchar también está condenada. De ahí la necesidad dedesembarazarse de contaminaciones extranjeras. La raza judía, debido asu universalidad, es por necesidad pacifista e internacionalista. El pacifis-mo es el mayor de los pecados mortales, ya que significa la rendición dela raza en su lucha por la existencia. El primer deber de cualquier país espor lo tanto nacionalizar a las masas. El fin último de la educación es

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144 SOBRE LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE WINSTON CHURCHILL / JOAO CARLOS ESPADA

2 Winston Churchill, The Second World War, (Londres: Penguin Books, 1989), p. 24.

crear un alemán que pueda convertirse, con un mínimo de entrenamien-to, en soldado» 3.

Ya he hablado bastante de las opiniones de Churchill sobre el na-zismo. Analicemos ahora la denominada «cuestión social», el proble-ma que dominó la propaganda nazi y comunista en su lucha contralas democracias occidentales. De entrada, deberíamos recordar queChurchill mostraba una gran sensibilidad hacia las condiciones socia-les de los pobres y que su preocupación por los problemas socialesiba de la mano de su defensa de la economía de mercado. Según subiógrafo oficial, Sir Martin Gilbert, es posible que la preocupación deChurchill por la problemática social surgiera en una cena en el clubAthenaeum, en el año 1901, con el estadista liberal John Morley,cuando éste le dio un ejemplar de un libro reciente escrito por See-bohm Rowntree sobre las condiciones de vida en York. Doce díasdespués Churchill escribió estas palabras a un colega parlamentariodel Partido Conservador:

«He estado leyendo un libro escrito por el Sr. Rowntree llamado Po-verty, que me ha impresionado sobremanera y cuya lectura le recomiendo.Resulta evidente que según las cifras a las que hace referencia, el peónamericano es un animal más fuerte, más grande, más sano, mejor ali-mentado y por lo tanto más eficiente que una parte considerable denuestra población. Es éste un hecho que nuestros desenfrenados impe-rialistas, dedicados únicamente a acumular armamento, impuestos y te-rritorios, no deberían perder de vista. Por mi parte, no veo nada de glo-rioso en un Imperio que puede dominar los mares pero que es incapazde limpiar sus propias alcantarillas 4.

Las cuestiones de la reforma social y del libre comercio –a las quese oponían los Tories– llevarían a Churchill a abandonar el PartidoConservador y a unirse al Liberal en 1904. Los años siguientes, comomiembro de varios gobiernos liberales, Churchill defendió varias re-formas sociales de envergadura que llamaron la atención de los líde-res de los socialistas fabianos, los famosos Sydney y Beatrice Webb.

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3 Winston Churchill, op. cit. p. 26.4 Martin Gilbert, Churchill’s Political Philosophy (Londres: The British Academy/Oxford University

Press, 1981), p. 27.

«Lo más importante que ha ocurrido en los dos últimos años», escri-bió Beatrice Webb en su diario en 1910, «es que Lloyd George yWinston Churchill se han convertido en el centro de atención, no só-lo entre sus propios colegas, sino también entre las filas del PartidoLaborista. Ahora son los políticos más avanzados». Además, temíaque algunos de los jóvenes socialistas fabianos pudieran «apuntarse alas tesis de esos dos líderes radicales» 5.

Lo que Beatrice Webb no comprendió en aquel momento es queChurchill no tenía nada en común con el socialismo como ideologíadel igualitarismo y del control del Estado. Para Churchill, se debía ga-rantizar un nivel mínimo de vida, pero eso no quería decir que defen-diese el igualitarismo. En un discurso pronunciado en Glasgow, en elotoño de 1906, Churchill explicaba:

«No quiero debilitar la fuerza de la competencia, pero podemos ha-cer mucho para mitigar las consecuencias del fracaso. Queremos trazaruna línea por debajo de la cual no debemos permitir que la gente viva otrabaje, pero por encima de la cual podrá competir con toda la fuerza desu hombría. No queremos echar abajo la estructura de la ciencia y de lacivilización, sino construir una red que salve del abismo» 6.

A esta red sobre el abismo, Churchill la llamó «The MinimumStandard» (el «nivel mínimo»). Incluía «niveles mínimos de vida y desalarios, de seguridad contra las penalidades causadas por los acci-dentes, las enfermedades o la debilidad de carácter, y según los cualesla competencia se producirá hacia arriba pero no hacia abajo» 7. Seríauna red de seguridad puesta en marcha por el Estado «por debajo deese nivel, pero no en sustitución del inmenso e inconexo tejido de se-guros y salvaguardas que se ha desarrollado por sí mismo en Inglate-rra» 8. Sin embargo, este sistema no debería animar a nadie a no traba-jar con todas sus fuerzas, ya que tal y como dijo Churchill:

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5 A. L. Rowse, The Later Churchills (Harmondsworth: Penguin Books, 1971), p. 393 (se hace hincapiéen el original).

6 Discurso del 11 de octubre 1906, reeditado en Winston S. Churchill, Liberalism and the Social Pro-blem (Londres, 1909) citado en Martin Gilbert, op. cit., p. 43.

7 Carta del 4 de enero de 1908, a Arthur Wilson Fox, Churchill, documento volumen 2, p. 759, citado enMartin Gilbert, op. cit., p. 44.

8 The Nation, 7 de marzo 1908, citado en Martin Gilbert, op. cit., p. 44.

«Nadie debería sentir pena por el que trabaja duro, porque la natura-leza ha buscado una forma especial de premiar al hombre que trabajaduro. Le otorga un goce adicional que le permite extraer en un breve es-pacio de tiempo, y de placeres sencillos, una satisfacción que el ociososocial busca en vano las 24 horas del día» 9.

La idea del estándar mínimo se diferenciaba mucho del socialismoy del comunismo, a los que Churchill siempre se opuso con rotundi-dad. En enero de 1920, Churchill dio su opinión sobre la tiranía bol-chevique:

«Creemos en el gobierno parlamentario ejercido de acuerdo con lavoluntad de la mayoría de los electores, determinada libremente y cons-titucionalmente. Ellos buscan derrocar al Parlamento mediante la accióndirecta u otros métodos violentos… y después gobernar a las masas dela nación siguiendo sus teorías, que nunca se han aplicado con éxito, y através de sus propios comités políticos».

«Su objetivo es destruir el capital. El nuestro, controlar los monopo-lios. Ellos quieren erradicar la idea de la propiedad individual. Nosotrosqueremos poner en marcha la enorme capacidad del esfuerzo humanopara aumentar el volumen de la producción en todos los campos y quemillones de hogares individuales puedan compartir de forma muchomás extensa y equitativa los frutos de ese afán. Abogamos por la libertadde pensamiento y de religión. Ellos quieren exterminar cualquier tipo decreencia religiosa que haya aportado consuelo e inspiración al alma hu-mana…» 10.

Churchill comprendió desde el principio que el fin del bolchevis-mo (como siempre lo llamaba) era la revolución mundial, y manifestósu opinión con absoluta claridad: «La revolución mundial como obje-tivo bolchevique puede llevarse a cabo en tiempos de paz o de guerra.De hecho, la paz bolchevique es tan sólo otra forma de guerra. Si porel momento no pueden aplastar al mundo con ejércitos, lo puedenminar mediante la propaganda» 11. Esta opinión llevó a Churchill a

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9 Casa de los Comunes, 6 de julio 1908, citado en Martin Gilbert, op. cit., pp. 45-6.10 Discurso en Sunderland del 1 de enero 1920, citado en Martin Gilbert, op. cit., pp. 76-7.11 Evening News, 28 de julio 1920, citado en Martin Gilbert, op.cit., pp. 77-8.

oponerse cada vez más al ascenso del Partido Laborista en Gran Bre-taña, no sólo por sus propuestas socialistas, sino también porque el la-borismo se alineaba cada vez más con la Unión Soviética. «Un gobier-no laborista», escribió en una carta a The Times en enero de 1924,arrojaría «una oscura sombra de infortunio sobre todos los campos dela vida nacional» 12. Tres años después, cuando el Partido Liberal seunió a los laboristas para derrotar a los conservadores y hacer del lí-der laborista Ramsay MacDonald el nuevo primer ministro, Churchillse reincorporó a los Tories. Declaró entonces que sólo el PartidoConservador podía ofrecer una base suficientemente fuerte para «de-rrotar con éxito al socialismo» 13.

Doce años después, en 1936, Churchill volvería a declarar su ferozoposición tanto al comunismo como al nacional-socialismo al decirque «entre las doctrinas del camarada Trotsky y las del Dr. Goebbelsdebería haber espacio para que ustedes y yo, y unos cuantos más, pu-diéramos desarrollar nuestras propias opiniones».

Lo que llevó a Churchill a oponerse al comunismo y al nazismono fue en un primer momento una cuestión de doctrina ideológica.No diseñó una doctrina opuesta y sistemática contra el comunismo yel nazismo. Lo que impresionó a Churchill fue precisamente la ambi-ción, tanto del comunismo como del nazismo, de reorganizar la vidasocial desde arriba, imponiendo a los estilos de vida existentes unplan racional basado en una ideología con ambiciones de totalidad.En Hitler –antiguo cabo del ejército–, en el ex comunista Mussolini, yen los ideólogos comunistas Lenin y Stalin, Churchill vio el groserofanatismo de aquellos que aspiraban a derribar todas las barreras paraejercer sin trabas su voluntad: las barreras del gobierno constitucio-nal, de la religión judeo-cristiana, de la caballerosidad, de las liberta-des políticas, civiles y económicas, de la propiedad privada, de la fa-milia y de otras instituciones civiles descentralizadas. En un mensajedirigido al pueblo italiano en 1944, Churchill expuso siete «tests prác-ticos y bastante sencillos» que permitirían reconocer la libertad en elmundo moderno. Todavía pueden aplicarse hoy en día:

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12 Martin Gilbert, Churchill: A Life (Londres: Heinemann, 1991), p. 460.13 Martin Gilbert, op. cit., p. 462.

«¿Hay libertad de expresión para criticar y oponerse al Gobierno queesté en el poder en ese momento?»

«¿Tiene el pueblo derecho a expulsar a un gobierno con el que no es-tá de acuerdo, y cuenta con mecanismos constitucionales que le permi-tan ejercer su voluntad?»

«¿Hay tribunales de justicia libres de la violencia del Ejecutivo, deamenazas de violencia por parte de la muchedumbre, y libres tambiénde cualquier dependencia de los partidos políticos?»

«¿Administrarán estos tribunales la justicia haciendo uso de leyestransparentes y sólidas que el hombre asocia de forma natural con losprincipios de la decencia y de la justicia?»

«¿Habrá juego limpio para los pobres y para los ricos, para las perso-nas privadas como para los funcionarios del Gobierno?»

«¿Se mantendrá, se hará valer y se exaltará el derecho del individuo,supeditado a sus obligaciones para con el Estado?»

«¿Está el campesino o el trabajador que se gana la vida con su labor detodos los días, sustentando también a su familia, libre del miedo a que unamacabra organización política controlada por un partido único, como laGestapo, creada por partidos fascistas y nazis, llame a su puerta y le con-dene a la esclavitud o a los malos tratos sin un juicio justo y público?» 14.

Esta extensa cita demuestra que para Churchill, así como para lacentenaria tradición inglesa de libertad dentro del imperio de la ley, lacuestión crucial era que el poder político no debe prevalecer sobre losestilos de vida espontáneos y reales de la gente. Estos estilos de vidase materializan en hogares con gente real, personas que los han here-dado de sus antepasados y que los pasarán a sus descendientes. Enese diálogo espontáneo entre generaciones, se irán adoptando estilosde vida que a su vez se irán adaptando a las circunstancias. Pero bajoningún concepto pueden ser rediseñados por la voluntad arbitraria deun poder único. La gente, en tanto que individuos o personas, estabaahí en primer lugar, antes de los gobiernos, y el objetivo de estos últi-mos es proteger la vida, la libertad y la propiedad de los primeros.

En este sentido, Winston Churchill era intérprete y heredero de loque el historiador A. L. Rowse denominó «el espíritu inglés». La ca-

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Cuadernos de pensamiento político

14 Citado en Martin Gilbert, op. cit., p. 111.

racterística más significativa de este espíritu es la ausencia de «angst»(angustia) o «ennui» (aburrimiento). Tal y como han dicho Bagehot yOakeshott, es una capacidad para disfrutar, un sentimiento íntimo defelicidad, de celebración de la vida y del privilegio de poder disfrutarde un estilo de vida que es propio, que resulta familiar y que nadie haimpuesto desde fuera. Es una capacidad de mostrarse escéptico hacialas aventuras políticas, las tendencias intelectuales y hacia cualquierespecialista que afirma saber cómo organizar mejor nuestra educa-ción, nuestra cultura y nuestra vida espiritual. Me parece que estoqueda muy claro en otro famoso discurso de Winston Churchill,cuando habló en París en septiembre de 1936:

«¿Cómo podríamos soportar, después de haber sido amamantadosen un ambiente libre, que nos amordazaran, que hubiera espías, escu-chas y delatores por todos los rincones, que hasta nuestras conversacio-nes privadas fueran captadas y utilizadas contra nosotros por la policíasecreta y por todos sus agentes y criaturas, que nos arrestaran y nos en-cerraran sin juicio, o que nos juzgaran tribunales políticos o partidistaspor delitos desconocidos hasta ahora para el derecho civil?»

«¿Cómo podríamos soportar que nos trataran como escolares, cuan-do somos hombres adultos, que nos hicieran desfilar por decenas de mi-les, marchando y aclamando este eslogan o aquél, que filósofos, profeso-res y escritores fueran intimidados y obligados a trabajar hasta la muerteen campos de concentración, que nos obligaran en todo momento aocultar el normal funcionamiento natural del intelecto humano y los la-tidos del corazón humano? Para no someternos a semejantes opresiones,seremos capaces de cualquier cosa» 15.

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15 Discurso del 24 de septiembre 1936, citado en Martin Gilbert, op. cit., pp. 97-8.

SÁHARA OCCIDENTAL:INDEPENDENCIA, PAZ Y SEGURIDAD

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La política exterior en torno al Sáhara Occidental se construyesobre una alternativa. Las dos opciones son: o apoyar la legalidad

internacional –y, consecuentemente, defender la autodeterminacióndel pueblo saharaui– o alinearse con la violación del derecho inter-nacional sosteniendo o justificando la anexión del territorio sin cele-brar el referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental. Laanexión, en sí misma, no es una opción ilegal o descartable, siemprey cuando sea fruto de una decisión libre y democrática del pueblosaharaui. En efecto, de acuerdo con el Derecho Internacional de ladescolonización, la autodeterminación no significa otra cosa sino laposibilidad de que el pueblo colonizado pueda elegir libre y demo-cráticamente entre varias propuestas: plena integración en la metró-poli, libre asociación con la misma, asociación con otro Estado oindependencia. Sin embargo, la vertebración de una política exterioren torno a la autodeterminación es necesaria, pero no suficiente. Estoes así por dos motivos. En primer lugar, una política organizada entorno a la autodeterminación debe tener preparada una respuestapara el supuesto de que la metrópoli, contraviniendo el DerechoInternacional, bloquee el imprescindible referéndum de autodetermi-nación. En segundo lugar, una vez que se produzca la eventualidad dela autodeterminación y el pueblo saharaui pueda elegir entre variasopciones: ¿cuál de ellas debe apoyarse?

CARLOS RUIZ MIGUEL

Carlos Ruiz Miguel es Catedrático de Derecho Constitucional, Universidad Santiago de Compostela.

En este trabajo se pretende argumentar que la independencia delSáhara Occidental es la solución razonable ante la negativa del ocu-pante a permitir la celebración del referéndum de autodeterminación.Además, se sostendrá que, en el supuesto de que ese referéndum deautodeterminación se celebre, existen poderosas razones para apoyar,de entre las diversas opciones posibles, la de la independencia. Esasrazones estriban en las siguientes consideraciones: primero, que la in-dependencia del Sáhara Occidental es la única solución para conse-guir la estabilidad del norte de África afirmando de modo indiscutiblela intangibilidad de las fronteras heredadas del colonialismo, y penali-zando, por ende, la alteración de las mismas por la fuerza; segundo,que la independencia del Sáhara Occidental permitirá a Occidentegozar de un aliado fiable en el norte de África; tercero, que la inde-pendencia del Sáhara Occidental es la única solución para obtener lapaz y la estabilidad en el interior del Sáhara Occidental; cuarto, que laindependencia del Sáhara Occidental es un elemento imprescindiblepara España por cuanto no sólo garantiza las fronteras de Ceuta, Me-lilla y los islotes, sino que diluye la reivindicación marroquí sobre elterritorio español en Canarias; quinto, que la independencia del Sáha-ra permitiría cerrar la amenaza migratoria que presiona a España através de Canarias; sexto, que la independencia del Sáhara Occiden-tal, al tener como origen un referéndum, que es el instrumento demo-crático por excelencia, no sólo desencadenaría el proceso de la demo-cratización de Marruecos, sino que además haría surgir una repúblicacuyo principio básico no podrá ser un título «divino» o religioso, sinola democracia; y, séptimo, que la independencia del Sáhara Occiden-tal introducirá un cortafuegos en la peligrosa expansión del islamismomarroquí impidiendo su extensión a una zona estratégica.

RAZONES TÁCTICAS PARA LA INDEPENDENCIA

La legalidad internacional estipula con absoluta claridad que la cues-tión del Sáhara Occidental es un asunto de descolonización que deberesolverse mediante el ejercicio del derecho de autodeterminaciónque corresponde al pueblo saharaui. Pero la cuestión es, ¿cómo se lle-va a la práctica el referéndum de autodeterminación? De acuerdo conla Carta de las Naciones Unidas existen dos posibles vías: la del acuer-

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do entre las partes (en el marco del capítulo VI de la Carta de las Na-ciones Unidas) o la de la imposición a las partes de la solución (segúnestipula el capítulo VII de la Carta).

En el caso del Sáhara Occidental, la primera vía se ha ensayado ya.Las dos partes negociaron y pactaron en 1988 los acuerdos de paz,que fueron avalados por el Consejo de Seguridad en 1990 y 1991.Más adelante, las dos partes negociaron y pactaron los acuerdos deHouston, que fueron igualmente convalidados por el Consejo de Se-guridad en 1997. Y dos años después las dos partes volvieron a nego-ciar y pactar otros acuerdos relativos al procedimiento de apelacionescontra la exclusión del censo de votantes en el referéndum, que nue-vamente fueron endosados por el Consejo de Seguridad. Sin embar-go, desde el ascenso de Mohamed VI al poder, en julio de 1999, Ma-rruecos decidió incumplir los pactos con el Frente Polisario quefueron convalidados por el Consejo de Seguridad. En este momento,el Marruecos de Mohamed VI rechaza abiertamente la celebracióndel referéndum de autodeterminación.

Ante el bloqueo provocado por la negativa de Marruecos a seguirnegociando con el Frente Polisario y a cumplir lo pactado, James Ba-ker propuso, en 2003, que las Naciones Unidas gestionaran el asuntodel Sáhara Occidental a partir del capítulo VII de la Carta de las Na-ciones Unidas. La ONU aprobaría el procedimiento de descoloniza-ción sin contar con el consentimiento de las partes. Los Estados Uni-dos (EE.UU.) presentaron un proyecto de resolución en ese sentido.Sin embargo, esa vía de solución fue abortada cuando España, ha-ciéndose eco de los temores marroquíes, pidió a EE.UU. que no em-prendiera el camino del capítulo VII 1. Por tanto, el capítulo VII siguesiendo una vía posible de solución no explorada.

El problema entonces es cómo hacer efectiva la autodetermina-ción del pueblo saharaui si, por un lado, la vía de las negociaciones di-rectas entre las partes (capítulo VI de la Carta) es inútil al negarse unade las partes (Marruecos) a negociar y, por otro, se elude la vía de laimposición coactiva de una solución (capítulo VII de la Carta). Anteesta situación de bloqueo, la única vía posible es el reconocimiento dela República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como Estado in-

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1 Cfr. Ignacio Cembrero, Vecinos alejados, Gutemberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2006.

dependiente. Este es el camino que tomó Sudáfrica al reconocer a laRASD. En la carta (1-VIII-2004) que el presidente sudafricano Mbekidirigió al rey de Marruecos 2, se expresa con toda claridad este argu-mento. En efecto, cuando Sudáfrica anunció su decisión de reconocera la RASD, Hassán II pidió a este país que reconsiderara su decisión,como también llegó a hacer el entonces Secretario General (SG) de laONU, Butros Gali. El argumento es que había que dar «una oportuni-dad» a las negociaciones directas auspiciadas por el Consejo de Segu-ridad y el SG de la ONU y que el reconocimiento de la RASD mina-ría las negociaciones en curso. Sin embargo, el presidente sudafricanodice en esa importante carta que la situación ha cambiado sustancial-mente tras la respuesta oficial enviada por Marruecos al «plan BakerII». En efecto, en la carta del ministro de Exteriores Benaissa al SG dela ONU de 9 de abril de 2004 (nada más producirse el cambio de go-bierno en España) se excluye la opción de independencia de un refe-réndum de autodeterminación y se considera que la «soberanía» ma-rroquí sobre el territorio no es «negociable». Ahora bien, como biendice el presidente Mbeki, la respuesta oficial de Marruecos contenidaen la carta de 9 de abril de 2004, constituye una denegación de la au-todeterminación del pueblo saharaui violando así la legalidad interna-cional, además de una ruptura del compromiso libremente asumidopor Marruecos de celebrar un referéndum de autodeterminación. A laluz de esa carta, Mbeki considera que Marruecos no tiene ninguna in-tención de respetar el derecho del pueblo saharaui a determinar libre-mente su destino, por lo que el no reconocimiento de la RASD en esecontexto significaría un abandono del apoyo a la autodeterminación.

RAZONES ESTRATÉGICAS PARA LA INDEPENDENCIA

La independencia del Sáhara Occidental,clave de la estabilidad en el Magreb

A. CAUSAS DE LA INESTABILIDAD EN EL NORTE DE ÁFRICA

1. Hace 29 años, Hassán II consiguió conjurar las gravísimas ame-nazas que acechaban su trono mediante la invasión del Sáhara Occi-dental. Aunque a menudo se diga que tal ocupación fue «pacífica», lo

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2 El texto íntegro de la carta puede leerse en: http://arso.org.site.voila.fr/MBK.htm

cierto es que se trató de una invasión militar en toda regla, pues con-viene recordar que mientras en la frontera noroccidental del territorioentraban en el Sáhara los integrantes de la «Marcha Verde» (con apo-yo logístico del Ejército, no se olvide), en la frontera nororiental lo ha-cía el Ejército marroquí. Ya en aquel momento la invasión del Sáharaestuvo a punto de provocar una guerra de grandes dimensiones. Arge-lia afirmó que la ocupación marroquí del Sáhara sería considerada co-mo casus belli; sin embargo, Marruecos ocupó el territorio y Argeliadecidió no ir a la guerra. Con aquella operación, diseñada por los Esta-dos Unidos 3 (aunque Hassán dijera que se la inspiró Alá en un sueño),se consiguió el objetivo de dar a su régimen un triunfo exterior quepermitió silenciar la oposición interior. Sin embargo, aquella «solu-ción» se demostró un fracaso. ¿Por qué? Por varias razones. La primeraes que Hassán, en lugar de aprovechar tan favorable situación paraacabar con las causas internas de la inestabilidad de su régimen y po-der impulsar a su país hacia el futuro, lo que hizo fue agravar aún mástodas esas causas de la inestabilidad interna y además crear un foco deinestabilidad externa.

2. Las dos grandes causas internas de la inestabilidad política de Ma-rruecos eran la tiranía y la corrupción. Ambas no hicieron sino agra-varse tras la entrega del Sáhara.

A. En primer lugar, la tiranía política. En efecto, con la entrega (queno «devolución», pues nunca Marruecos lo poseyó antes, como dicta-minó el Tribunal Internacional de Justicia) del Sáhara, Hassán acentuómás, si cabe, su política represiva (torturas, «desapariciones» y repre-sión) ensañándose de forma muy especial (aunque no únicamente) conlos opositores saharauis. El nuevo triunfo exterior también le permitióejercer su represión contra los opositores internos marroquíes que sehallaban en cárceles secretas de triste recuerdo. Las violaciones masivasde derechos humanos realizadas por Hassán II (los «años de plomo»)son indiscutibles y han sido reconocidas oficialmente por la InstanciaEquidad y Reconciliación que instituyó Mohamed VI 4.

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3 Cfr. Jacob Mundy, «How the US and Morocco seized the Spanish Sahara», Le Monde Diplomatique(enero de 2006).

4 Una síntesis (en francés) del informe final de esta Instancia puede verse en: http://www.ier.ma/_fr_article.php?id_article=1496 El texto del informe íntegro en árabe se puede consultar en:http://www.ier.ma/_ar_sommaire.php

Junto a las violaciones masivas de derechos humanos, Marruecosse ha caracterizado por una falsificación permanente de la democra-cia. Ni qué decir tiene que el fraude sistemático y masivo de las «elec-ciones» que se celebraban en Marruecos no mereció el más mínimoreproche en Occidente, lo cual no pudo dejar de animar al Rey a con-tinuar con estas prácticas. Con su sucesor, Mohamed VI, poco hacambiado. Las prisiones secretas siguen existiendo, pero en otro lu-gar. Los asesinatos de manifestantes, las torturas y los encarcelamien-tos arbitrarios persisten.

B. En segundo lugar, la corrupción. En la nueva situación Marrue-cos recibió cuantiosas ayudas económicas de sus aliados para afrontarla guerra del Sáhara así como apoyo político para recibir ingentescantidades de España, Francia y la Unión Europea en concepto de«ayudas». Es notorio que de toda esta inmensa cantidad de dineromuy poca benefició al pueblo marroquí que se empobrecía aún más.

3. Junto a estas causas internas de inestabilidad, la ocupación del Sá-hara es producto y causa generadora de inestabilidad externa en la región.

La ocupación del Sáhara es una consecuencia más de una causaque es la ambición expansionista de Marruecos, es decir, el proyectodel «Gran Marruecos» formulado por Allal El Fassi, fundador del par-tido nacionalista marroquí Istiqlal, y asumido por los sultanes. Segúneste proyecto, las fronteras «auténticas» de Marruecos engloban terri-torios españoles, argelinos y de Mali, además de todo el Sáhara Occi-dental y toda Mauritania. Ha sido Marruecos y únicamente Marrue-cos el único Estado del noroeste africano que ha iniciado guerras deagresión contra sus vecinos o ha defendido políticas agresivas frente alos mismos. El proyecto imperialista del «Gran Marruecos» (la semi-lla de la inestabilidad del Magreb) se encuentra consagrado en elartículo 19 de la Constitución marroquí de 1996 que establece que elRey garantiza «la integridad territorial del Reino en sus fronteras au-ténticas». Esta referencia a las «fronteras auténticas» (las del «GranMarruecos») evitando hablar de las «fronteras internacionales» o in-ternacionalmente establecidas tiene un alcance muy importante.

A. El proyecto imperialista marroquí ha causado conflictos con España,con Mauritania y con Argelia. Y a ello se ha añadido la entrega del Sá-

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hara, que supuso la creación de un nuevo importante foco de inesta-bilidad en todo el norte de África por cuanto suponía el visto bueno aese proyecto expansionista.

En primer lugar, Marruecos no ha cesado de provocar conflictoscontra España. Primero, con la guerra de agresión del Ifni-Sáhara de1957-1958 en la que intentó anexionarse el Ifni y el Sáhara. Después,en la crisis de 1975 que condujo a la ocupación del Sáhara. En el2001, reivindicó como propias las aguas de la zona económica exclu-siva y de la plataforma continental española en Canarias con un argu-mento que anticipa una futura reivindicación territorial sobre todo elArchipiélago: las Canarias emergen de la plataforma continental ma-rroquí. Finalmente, el 11 de julio de 2002 invadió militarmente la islaespañola de Perejil.

En segundo lugar, Marruecos dirige sus ambiciones contra Mauri-tania. La guerra de 1957-1958 se intentó también para anexionarseMauritania. Poco después, cuando Mauritania accede a la indepen-dencia en 1960, Marruecos se niega a reconocer a Mauritania comoEstado independiente con los mismos argumentos utilizados para reivin-dicar el Sáhara. Sólo en 1970, diez años después de su independencia,Marruecos reconoció al Estado mauritano. Como ahora, también en-tonces Marruecos se opuso a reconocer el derecho de autodetermina-ción a Mauritania. La revista marroquí Tel Quel ha revelado que en1960, Hassán, príncipe heredero del trono y jefe del Ejército planeó lainvasión de Mauritania 5. Cuando en 1999 (¡en 1999!) el secretario deEstado de Exteriores mauritano se pronunció en la OUA a favor delreconocimiento de la RASD, el semanario cercano al poder, Maroc-Hebdo, publicó un artículo del autor del libro «oficioso» sobre la «ma-rroquinidad» del Sáhara atacando la existencia del Estado mauritanoindependiente y reiterando los viejos argumentos de que Mauritaniaera un territorio marroquí 6.

En tercer lugar, contra Argelia. En 1963, Marruecos emprendióuna guerra de agresión contra Argelia, la «guerra de las arenas» para

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5 Tel Quel (nº 201): «Histoire. Quand le Maroc voulait envahir la Mauritanie» [http://www.telquel-onli-ne.com/201/sujet2.shtml]

6 Mohamed Boughdadi, «Province marocaine. Leçons d’histoire au secrétaire général des Affairesétrangères mauritanien», nº 367 de Maroc Hebdo (9-IV-1999).

anexionarse toda la franja suroccidental de ese país (la región en laque están Bechar y Tinduf ) por considerarlo territorio marroquí,también aquí con los mismos argumentos utilizados para reivindicar elSáhara. Marruecos aún no ha reconocido esas fronteras. Cuando aprincipios de 2002 se publicó la propuesta de partición del territo-rio, la prensa oficiosa del régimen marroquí (Le Matin du Sáhara etdu Magreb 7 y Maroc-Hebdo 8) publicaron sendos artículos reivindican-do (¡en 2002!) esas zonas de Argelia. En julio, antes de que el Con-sejo de Seguridad estudiara de nuevo el caso del Sáhara Occidental,el ex primer ministro Ahmed Osman manifestó que el conflictofronterizo marroco-argelino «no está cerrado» ya que los acuerdosmarroco-argelinos de Ifrán, de 1972, no fueron ratificados por elParlamento marroquí 9. Este mismo importante personaje, en sep-tiembre de 2004, volvió a insistir en la idea de que la región de Tin-duf es «marroquí» 10.

B. La responsabilidad marroquí en el origen de la inestabilidad regionalmagrebí se encuentra fuera de duda. Las pruebas son abundantes.

En primer lugar, cuando Marruecos firma, como miembro funda-dor, la Carta de la OUA hace constar su reserva al principio de intan-gibilidad de las fronteras heredadas del colonialismo. Es la pruebadocumental de que Marruecos, y sólo Marruecos, es el factor de deses-tabilización territorial máxima en la región.

En segundo lugar, Marruecos se ha cerrado a sí misma las puertasa cualquier solución de compromiso en el Sáhara rechazando cual-quier solución distinta de la anexión haciendo gala de una arroganteintransigencia.

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7 Abdelaziz Jazouli, «Diversion de l’Algérie militaire», Le Matin (7-III-2002). Jazouli es profesor de laUniversidad Mohamed V.

8 El artículo de portada del nº 500 de Maroc Hebdo (1-II-2002), escrito por el editorialista de la publi-cación, Abdellatif Mansour, titulado «La junte d’Alger veut la guerre» comienza con este párrafo: «Tin-duf, donde se encuentran los campos de secuestro de nuestros compatriotas saharauis, así como denuestros prisioneros de guerra, es marroquí. Touat, Saoura, Tidikelt, también. Son territorios marroquíesque la potencia colonial francesa ha anexionado y que la Argelia independiente siempre ha rehusadoretroceder». El resto del trabajo continúa este alegato.

9 Nº 518 de Maroc Hebdo (4-VII-2002) y edición de 7-VII-2002 de Acharq El-Awsat.10 Despacho de la agencia MAP de 28-IX-2004 [«Le mémorandum du Maroc révèle la nature du con-

flit»].

C. Para llevar a cabo su proyecto imperialista Marruecos no exclu-ye ningún medio. Desde la condescendencia con organizaciones te-rroristas hasta el recurso a la fuerza.

a. El deseo de mantener la ocupación del Sáhara es una de lascausas de los movimientos islamistas terroristas que han asola-do Argelia. Ha sido Marruecos quien les ha dado apoyo logís-tico. El propio ex ministro del Interior de Hassán y «númerodos» del régimen, Driss Basri, en una entrevista ha revelado lapasividad marroquí ante el terrorismo islamista en Argelia. Aello se le suman otros datos anteriores 11. Hassán II tácitamen-te lo admitió con aquella frase terrible: «dadme el Polisario yos daré el GIA».

b. La radicalización marroquí es algo más que una «pose». Daidea de la misma el espectacular rearme que ha efectuado en es-tos últimos dos años. Por un lado, Marruecos llegó a provocarun escándalo en Inglaterra al convencer al Reino Unido paraque le vendiera una cantidad importante de armas ligeras parala lucha en el desierto. Por otro, Marruecos ha renovado suEjército del Aire comprando 20 modernos aviones cazabom-barderos F-16 con la financiación de sus tradicionales aliados:las corruptas e integristas monarquías del Golfo Pérsico. Estosaviones, y las bases en las que se pretende que operen, alteransustancialmente el equilibrio regional pues el radio de alcancede los mismos abarca todo el Sáhara, las Canarias, el oeste ar-gelino. El rearme marroquí en este contexto parece dar a en-tender que Mohamed, asimilando las enseñanzas de su padre,quiere jugar la política del chantaje: «o la entrega del Sáhara ola guerra». La consecuencia necesaria ha sido que Argelia hallevado a cabo en 2006, como respuesta, uno de los contratosde compra de armas más grandes de la historia.

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11 Entrevista a Driss Basri en el diario ABC (30-V-2004): «P.: Cuando Argelia ardía por el terrorismo, elGobierno de Argel acusó a Marruecos de dejar pasar a su territorio a los terroristas para descansardespués de cometer sus atentados en suelo argelino. ¿Era cierto aquello? R.: Sí, estábamos al corriente,pero no podíamos hacer nada. Esos maquis atraviesan la frontera, para ver a sus parientes, y no siem-pre sabíamos quiénes eran. Aun si lo hubiéramos sabido, si no cometen ningún acto delictivo en nuestroterritorio no teníamos motivos para intervenir».

La primera opción, darle el Sáhara, si antes de esta crisis ya resul-taba dudosamente aconsejable (pues no iba a eliminar la inestabilidadprovocada por la población saharaui independentista), después de lahisteria colectiva nacionalista resulta aún menos probable. En efecto:¿cómo va a avalarse la entrega del Sáhara a un país que ya da mues-tras de abrir nuevos frentes reivindicativos territoriales en España yArgelia? ¿Cómo va a garantizar la «estabilidad» del Magreb el fortale-cimiento de un Estado que ya anuncia la creación de nuevos focos deinestabilidad (Perejil, Canarias, Ceuta, Melilla, Bechar, Tinduf...)?

La segunda opción, ir a la guerra, buscada como aglutinador inter-no marroquí quizá tenga efectos contrarios a los esperados: la juven-tud que en época de paz se juega la vida en las pateras para huir deMarruecos, ¿va a quedarse en Marruecos para ir a la guerra? Unadeserción masiva puede ser el inicio del fin del régimen marroquí. Esmás, la súbita supresión del servicio militar obligatorio, en septiembrede 2006 hace que pierda efectividad esta opción.

4. El discurso promarroquí de la «estabilidad», se ha visto cuestio-nado tras la publicación del informe del SG de 19 de febrero de 2002que abría la puerta a una partición del territorio entre Marruecos y laRASD. La sola idea de una partición del territorio ha servido al Sul-tán marroquí para provocar una ola de histeria colectiva nacionalista(de la que, significativamente, han estado un tanto al margen los me-dios más democráticos y los islamistas). En medio de esta manipula-ción de masas, incluso se ha llegado a exhumar el proyecto del«Gran Marruecos» (que engloba territorios españoles, argelinos y deMali, además del Sáhara Occidental y Mauritania). Argelia y Españase han visto demonizadas por el Majzén. Argelia, al parecer inspira-dora de la idea de partición del territorio, ha pasado a convertirse enel «enemigo» por antonomasia. Para debilitar al «enemigo» argelino,Marruecos está intentando convencer a Túnez y a Libia para quecon ella formen un frente común contra Argelia para obligar a estaúltima a redefinir sus fronteras en beneficio de los otros tres países.En cuanto a España, la presión para intentar modificar su postura enla cuestión del Sáhara llegó al extremo de invadir una isla española,Perejil, violando así el statu quo. Mauritania, por su parte, mantenién-dose escrupulosamente neutral de momento se ha visto exenta de es-

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tas pretensiones imperialistas de las que fue también objeto en todala década de los sesenta; sin embargo, la resurrección del proyectodel «Gran Marruecos» no puede sino provocar lógica preocupacióntambién en ese país.

B. LA EVENTUAL ENTREGA DEL SÁHARA A MARRUECOS, CAUSA DE LA INESTABILIDAD EN EL MAGREB

En esta situación, hoy como hace 26 años se habla de la entrega delSáhara Occidental a Marruecos como única fórmula capaz de dotarde «estabilidad» al Magreb y, de esta suerte, hacer posible el desarro-llo de sus potencialidades económicas. Sin embargo, es fácil adivinarque si se otorga ahora a Marruecos este nuevo triunfo exterior, lascausas de la inestabilidad interna marroquí y las de la inestabilidad ex-terna del Magreb no desaparecerán. La entrega del Sáhara a Marrue-cos provocará un agravamiento de las causas de la inestabilidad políticaexterna del Magreb.

1. Si Marruecos consigue quebrar el principio de intangibilidad delas fronteras heredadas del colonialismo y lo hace de este modo: esdecir, mediante una guerra de agresión (como fue la de la ocupacióndel Sáhara) que no sólo no es castigada, sino que es «premiada», esaltamente probable que Marruecos se vea alentado a progresar en supolítica expansionista frente a España, Argelia y Mauritania. Es más,aunque el dato es generalmente desconocido y pudorosamente ocul-tado por la cartografía de la ONU, el muro construido por Marrue-cos para apropiarse del Sáhara Occidental ocupa una pequeña por-ción del territorio mauritano. De ahora en adelante Marruecos yasabe qué debe hacer para apropiarse indefinidamente de un territo-rio. Si el modo actual de apropiación del Sáhara es bendecido, seráprobable que Marruecos lo utilice en el futuro para ocupar Maurita-nia, Perejil, Ceuta, Melilla, las Canarias o el suroeste argelino, excep-to si alguien le frena por la fuerza. Se está, por tanto, incentivandouna guerra imperialista en la región.

2. Si Marruecos constata que la táctica de alimentar en su territo-rio grupos terroristas que operen en los Estados vecinos no es casti-

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gada, se encontrará un poderoso aliciente para hacer lo mismo consus vecinos. Marruecos, no sólo apoya el terrorismo islamista queopera en Argelia, sino que actualmente apoya movimientos inde-pendentistas canarios y andaluces y ha llegado a comparar a ETAcon el Frente Polisario: ¿pretende que ETA sea nuestro «polisario»por seguir con la «teoría» de Hassán II? Algo parecido puede hacertambién, sin dificultad, en Mauritania pues Marruecos tiene excelen-tes relaciones con Senegal, de donde proviene una gran parte de lapoblación negra que se encuentra enfrentada con la población árabeen Mauritania. Senegal y Mauritania mantienen un conflicto fronte-rizo que en 1988 degeneró en un enfrentamiento armado que co-menzó en Diawara. El apoyo mutuo de Marruecos y Senegal, portanto, se explica fácilmente desde la común apetencia sobre Mauri-tania. Es útil recordar que, para justificar su apoyo a Senegal duranteesa crisis, Hassán II dijo que «Senegal es un país hermano y Maurita-nia un amigo». No es menos conveniente recordar que a esta afirma-ción el Frente Polisario respondió, por boca de Abdelaziz, que iba aapoyar a Mauritania.

La independencia del Sáhara Occidental como garantía de estabilidad en la estrategia de Occidente

1. Desde mediados de los años noventa del pasado siglo se ha cons-tatado una nueva circunstancia que en parte ha modificado el rumbode los acontecimientos en un sentido favorable a la RASD. EstadosUnidos parece adoptar una postura neutral ante el conflicto saharaui.Esta posición puede tener varias explicaciones que no son necesaria-mente excluyentes entre sí.

A. La primera sería moral y radicaría en el demoledor informe pre-sentando el 25 de enero de 1995 ante un comité de la Cámara de Re-presentantes de Estados Unidos por el embajador norteamericano yvicepresidente de la MINURSO, Frank Rudy 12, donde se denunciansin tapujos todos los obstáculos marroquíes al plan de paz (Rabat haimpedido a la ONU contratar espacios publicitarios en la prensa para

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12 El texto de esta importante intervención puede consultarse en: http://www.arso.org/06-3-1.htm

informar a la población saharaui de los territorios ocupados sobre elproceso de identificación; agentes policiales disfrazados de periodistashan grabado en video a los saharauis que se inscribían para el referén-dum en los territorios ocupados, etc.) y la connivencia de la MINUR-SO con Marruecos. Rudy llegó a decir que en el Sáhara ocupado exis-tía un clima de persecución contra los saharauis comparable al deSudáfrica durante el apartheid.

B. La segunda consistiría en una mera operación de imagen. Enefecto, el apoyo moderado al plan de paz, de un lado, no parece quetenga fuerza suficiente para alterar el statu quo, claramente favorable aMarruecos, y de otro, permite dar una cierta credibilidad al nuevo pa-pel de gendarme internacional desempeñado por los EE.UU. tras ladesintegración de la URSS.

C. La tercera explicación, de tipo político, estribaría en que losEE.UU., tras un detenido examen de la trayectoria de la monarquíamarroquí tanto bajo la férula de Hassán como de su hijo, consideraque es un aliado poco fiable y frágil. Un análisis de la trayectoria deHassán, de sus alianzas y promesas, pudo haber llevado a la conclu-sión de que éste era demasiado listo, demasiado poco fiable y menosútil que en un principio. En efecto, el Tratado de Uxdá (1984) conGadaffi fue una maniobra extraordinariamente inteligente por partede Hassán que le rindió excelentes frutos a corto plazo en su luchacontra los saharauis. Ahora bien, en tal operación (fraguada en unmomento de máxima tensión de EE.UU. con Libia a la que los ame-ricanos pretendían aislar) dejó en evidencia que le importaban mu-cho más sus propios intereses que los norteamericanos. Es decir, quellevando a las relaciones internacionales la soberbia despótica queejercía en el interior de su país, se creyó que en el tablero internacio-nal no era un simple peón (de los EE.UU.) sino que era rey: dema-siado listo. Pero la frialdad con la que se apartó de sus compromisoscon Occidente al pactar con el coronel libio y el descaro con el querompió esa alianza abrió los ojos a los EE.UU. acerca de la escasafiabilidad de la palabra de Hassán: demasiado poco fiable. Por añadi-dura, el nuevo clima de paz que se ha ido imponiendo en las relacio-nes de los Estados árabes con Israel devaluó el concurso de Hassán:menos útil. Su sucesor, de momento, parece mostrar idéntica falta de

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credibilidad y de fiabilidad. Los agasajos al presidente ruso, VladimirPutin, en su visita a Marruecos el 7 de septiembre de 2006, pudieranser una prueba de ello.

D. Una cuarta explicación, económica, también política, radicaríaen el cambio producido con la instauración del nuevo orden mundial.Tras la desaparición de la URSS y del peligro soviético, Argelia hadejado de ser la amenaza que constituía antes. En las nuevas circuns-tancias, un Sáhara marroquí puede tener más inconvenientes queventajas, analizando la cuestión tanto desde la perspectiva económicacomo política.

Por un lado, Argelia está abandonando el socialismo y abrazando elcapitalismo. Ello supone que también se pueden hacer (y de hecho sehacen ) grandes negocios con Argelia. Nada indica que no ocurriría lomismo con el Frente Polisario. Es más, el apoyo de la posición argelinay saharaui sería la vía para que EE.UU. iniciara una penetración ideo-lógico-económica en un espacio no hollado por ellos hasta ahora. Enunas circunstancias en que la RASD asumiría la economía de mercadosería peligroso dejar en manos de un Marruecos demasiado listo y po-co fiable el monopolio mundial del mercado de los fosfatos.

Por otro lado, es evidente que Argelia, ante un asunto vital para supropia seguridad, se inclina hacia aquellos países más receptivos a lastesis que defiende, es decir, la independencia. Las contrapartidas es-tratégicas que puede ofrecer Marruecos a Occidente a cambio delapoyo a la anexión está claro que en ningún caso pueden estar a la al-tura de la riquísima Argelia. Si se apoyara una solución contraria a losintereses argelinos se correría el riesgo de abrir la posibilidad de pene-tración en ese territorio a potencias no occidentales a cambio de suapoyo en el conflicto del Sáhara Occidental. El mejor modo de inte-grar plenamente a Argelia y al Sáhara Occidental en un sistema de re-laciones fluidas y estables con Occidente sería, por tanto, la indepen-dencia del Sáhara Occidental.

Quizá ello explique la relativa equidistancia de los EE.UU. Enefecto, un Sáhara independiente haría mucho más fácil la construc-ción de un oleoducto que permita exportar al continente americanoel petróleo argelino (y libio) sin tener que pasar por el Estrecho deGibraltar.

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2. La escasa fiabilidad de Marruecos no sólo se demostró cuando,obstaculizando la política de EE.UU., se alió con Libia en un mo-mento de máximo enfrentamiento de ese país contra el Occidentedebido a las actividades terroristas que ese Estado impulsó, pensan-do en conseguir más facilidades para la anexión. También se hapuesto de manifiesto con la estrechísima relación mantenida porMarruecos con Arabia Saudí, con el mismo objetivo. Pero de eso sehablará más adelante.

3. Precisamente para recuperar el apoyo de Estados Unidos, Has-sán, primero, y Mohamed VI, después, han realizado varios viajes aEstados Unidos. No deja de ser llamativo que una de las últimas visi-tas de Hassán a Washington fuera en septiembre de 1991, meses an-tes de que Pérez de Cuéllar redactara su informe desvirtuando grave-mente el Plan de Paz pactado entre las partes, como igualmente fuellamativo que visitara EE.UU. el 15 de marzo de 1995, en un mo-mento clave para el desarrollo del plan de paz. En esa visita aprove-chó para hablar también con Butros Gali. La monarquía marroquíjugó sus habituales cartas ante EE.UU.: primero, vendió la idea (po-co creíble para los bien informados) de que seguía teniendo una con-tribución crucial en el proceso de paz entre árabes e israelíes: pero siesto pudo tener alguna credibilidad con Hassán, la ha perdido total-mente con Mohamed VI; segundo, que su papel era importante parafrenar el radicalismo islámico; y, tercero, que su presencia era econó-micamente rentable (aprovechó su visita para firmar un contrato conuna empresa norteamericana para la construcción de un proyectoenergético en Casablanca valorado en 1.500 millones de dólares, casi200.000 millones de pesetas). El problema es que Argelia es econó-micamente más rentable y constituye un freno más importante queMarruecos al auge del islamismo.

La independencia del Sáhara Occidental, clave de su estabilidad interna del Sáhara Occidenal

La aceptación por Marruecos, en 1981, del referéndum de autode-terminación supuso un importante paso hacia a la estabilización in-terna del territorio. Ciertamente, a pesar de su aceptación exterior,

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Marruecos en el interior no disminuyó la represión de quienes pos-tulaban el referéndum. Sin embargo, el principio del referéndum erala base para poder devolver la paz al territorio. En efecto, el referén-dum constituye el medio mediante el cual se puede «formalizar» elconflicto a través de un procedimiento objetivo que permite una so-lución justa e indiscutible.

Resultaba inconcebible que Marruecos pusiera en cuestión su pala-bra, volviéndose atrás después de haber aceptado solemne y repetida-mente (cumbre de la OUA en Nairobi, aceptación del plan de paz en1988, aceptación de los acuerdos de Houston en 1997) ante la comu-nidad internacional el principio del referéndum. Sin embargo, la llega-da de Mohamed VI ha tenido como consecuencia que Marruecos hafaltado a la palabra dada a toda la comunidad internacional. Era sabi-do que Marruecos tenía miedo e inseguridad ante la consulta. A pesarde las afirmaciones de Hassán II y de Mohamed VI de contar con elapoyo de sus «fieles súbditos» saharauis, el intento, primero, de am-pliar de forma brutal el censo y, después, de no admitir ni siquiera uncenso ampliado, traduce la convicción interna marroquí de que la po-blación saharaui quiere la independencia.

1. En efecto, de un lado, parece claro que, pese a las deserciones dedirigentes saharauis a las filas marroquíes, el pueblo residente en loscampamentos de Tinduf apoya de forma total la independencia. Co-mo afirma Barbier, la proclamación de la RASD y la organización delpueblo saharaui no sólo han colmado un vacío jurídico permitiendosobrevivir a los refugiados, sino que ha conseguido administrar y en-cuadrar políticamente la población de los campos subviniendo a susnecesidades esenciales (alimentación, educación, sanidad) creando unverdadero Estado en el exilio. Gracias a los innumerables sacrificios ydificultades se ha logrado formar un verdadero pueblo saharaui, uni-do y solidario, dotado de una conciencia nacional y encaminado ha-cia la lucha por su liberación nacional 13, algo que parecía lejano en1975 cuando los lazos tribales aún se cruzaban peligrosamente con laconciencia nacional 14.

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13 Maurice Barbier, Le conflit du Sahara Occidental, L’Harmattan, París, 1982, p. 213.14 Juan Segura Palomares, El Sáhara, razón de una sinrazón, Acervo, Barcelona, 1976, p. 197.

2. Por lo que respecta a los saharauis de las zonas ocupadas, Ma-rruecos ha realizado una intensa política de captación de los saha-rauis (y de paso también de «tentación» a los refugiados de Tinduf )con cuantiosas inversiones en el Sáhara para mejorar la vida en su zo-na, impulsando la construcción de servicios (mezquitas, edificios, ho-teles, mercados y aeropuertos), con aumento del comercio y de laprosperidad de la gente. Además, Hassán ha establecido exencionesde impuestos, créditos fáciles y promesa de trabajo a todos los resi-dentes en el Sáhara Occidental 15. Estos beneficios también se aplicana la multitud de colonos marroquíes trasladados allí 16. Algunos analis-tas llegaron incluso a decir que la población del Sáhara ocupado «vo-taría sin duda en favor de convertirse en parte de Marruecos» 17. Loshechos han demostrado lo contrario.

En primer lugar, también España realizó muy cuantiosas inversio-nes en el Sáhara y mejoró sensiblemente las condiciones de vida delos nativos sin que por ello, antes al contrario, se frenara el indepen-dentismo.

En segundo lugar, la venida masiva de marroquíes (hoy día sólo ElAaiún tiene unos 130.000 habitantes, en su inmensa mayoría marro-quíes) muy posiblemente ha podido despertar el pánico de los saha-rauis que han quedado allí, que ven «marroquinizarse» su tierra, suscostumbres, su lengua, etc.

En tercer lugar, existe un importante factor sociológico que nopuede olvidarse: aunque el hombre saharaui es uno de los árabes másoccidentalizados, la mujer saharaui es muy tradicional y se ha consti-tuido en el auténtico depósito de la tradición de su pueblo, que ha co-municado a los hijos constituyendo de este modo una auténtica ba-rrera a la marroquinización de los saharauis de las zonas ocupadas.

En cuarto lugar, y como corolario lógico de lo anterior, los testimo-nios sobre revueltas de la población saharaui bajo dominio marroquí(El Aaiún, Smara) y sobre detenciones, «desapariciones» y torturas de

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15 Gilles Perrault, Nuestro amigo el rey, trad. de Fernando Santos Fontenla, Plaza&Janés/Cambio 16,Barcelona, 1981, p. 285.

16 Juan Madrid: «Los bonitos domingos de El Aaiún», El País, 29-5-1994, suplemento Domingo, p. 14.17 Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN): «Resumen estratégico 1983-1984

del International Institute form Strategic Studies (trad. de Francisco Planelles Bonells)», Boletín de In-formación, nº 2/1985, p. 183.

saharauis por parte de los agentes de Hassán, parece que avalan que lapoblación autóctona sigue rechazando a Marruecos. Además de estarepresión «física» también se ejercen diversas formas de represión «psi-cológica»: vigilancia continuada, prohibición de visitar a parientes,etc 18. La «intifada saharaui» desencadenada el 20 de mayo de 2005 yque un año después sigue activa es la prueba de cuanto se dice aquí.

Pero hay, en quinto lugar, un argumento definitivo: si MohamedVI no celebra ahora el referéndum es porque, simplemente, está segu-ro de perderlo.

3. Hassán, primero, y Mohamed VI, después, han intentado con supolítica sembrar la discordia futura en el Sáhara Occidental. La pecu-liar soberbia de Hassán 19 estaba profundamente herida por la resisten-cia saharaui a rendirle acatamiento, por lo que, en venganza, Hassánquiso obstaculizar y, envenenar un posible triunfo saharaui.

Para obstaculizar un eventual triunfo saharaui en el referéndum,Hassán II diseñó una política de transferencia de colonos, de clarainspiración estalinista, con la intención de bloquear la situación, concontinuas violencias intercomunitarias entre los saharauis y los ma-rroquíes «unionistas» (como de hecho cierta propaganda marroquíempieza a denominar a los colonos). Este último supuesto sería elpreferido por Hassán como acto último de venganza, al diseñar eltraslado de colonos 20. Lo cierto, sin embargo, es que desde que se

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18 Valgan dos datos a título de ejemplo. Por un lado, Mohamed Gali Ahmed, saharaui que huyó de losterritorios ocupados, me explicó personalmente su tragedia familiar. Varios familiares fallecidos en lascárceles marroquíes; tenía prohibido visitar a sus hermanos; si por una urgencia se ausentaba de la ciu-dad donde residía debía presentarse inmediatamente en la comisaría del lugar al que se hubiera dirigidoy hacer acto de presencia en la misma dos veces al día. Por otro lado, cuando el 16-17 de julio visitó ElAaiún una delegación polisaria para entrevistarse con Marruecos (reunión que fue boicoteada por Ma-rruecos, por cierto) los familiares de los polisarios en las zonas ocupadas no pudieron hablar siquieracon sus parientes del exilio a pesar de la presencia de la MINURSO.

19 Refiere Perrault acerca de Hassán que «todos los que le rodean deben recibir sus humillaciones,aceptarlas y volver a besarle la mano, en la palma y en el dorso. (...), durante un Consejo de Ministros, unmiembro del Gobierno, abrumado por la cólera real, había balbuceado: «Majestad, soy vuestro esclavo»,y Hassán había exclamado: «¡No basta con decirlo! Hay que serlo. Así es como quiero que se me sirva»(Perrault, op. cit., p. 209).

20 En unas importantísimas declaraciones, las primeras admitiendo que aceptaría un resultado en elreferéndum a favor de la independencia, a la pregunta «¿Y qué pasaría si el Polisario ganase?» contes-tó: «Los partidarios de Marruecos en el Sáhara estarían expuestos a un genocidio y habrá que defen-derlos. Marruecos se retirará, pero dejará a su gente los medios para sobrevivir asegurándoles su legí-tima defensa» (Entrevista con Patrick Sabatier, El País 29-X-1994, p. 2).

desencadenó la rebelión pacífica contra la ocupación (la «intifada dela independencia»), el 20 de mayo de 2005, han sido escasos los su-puestos en que ha habido enfrentamientos entre civiles. En efecto,en el Sáhara se da una circunstancia que distorsiona aquellos planesde Hassán II: en un Sáhara anexionado a Marruecos las riquezas sonaprovechadas sólo por la monarquía y su majzén, mientras en unSáhara independiente los colonos mejorarían sustancialmente su ni-vel de vida. Eso podría explicar por qué los colonos no se han movi-lizado tanto como el régimen marroquí hubiera esperado en favordel «unionismo».

Pero si, a pesar de estos obstáculos, vencieran los saharauis el refe-réndum, se encontrarían con que en su país existen 65.000 soldados(según las previsiones del «plan de paz», pues ahora hay 120.000) ycasi 250.000 civiles marroquíes, frente a la escasa población saharaui.El objetivo sería envenenar la victoria con un conflicto intercomuni-tario. La experiencia soviética, sin embargo, demuestra que por másque las repúblicas fueran intensamente rusificadas, los «rusos» (ma-rroquíes) terminaron aceptando los Estados independientes surgidosde la desintegración de la URSS.

Ahora bien, si el referéndum lo ganaran los marroquíes, la situa-ción sería mucho más inestable. O bien se reanudaría la guerra porquienes no acepten el resultado, o bien el interior del Sáhara estaríaabocado a una violencia desesperada. Sería discutible si esa situacióngeneraría violencia terrorista, pues hasta el momento los saharauis nohan acudido a ese expediente, pero si todas las salidas se cierran tam-poco sería excluible esta hipótesis como medio de minar el apoyo in-terno marroquí a la anexión.

Finalmente, en el supuesto de que se produjera un retraso sine diedel referéndum se agravaría la actual situación de exilio de los saha-rauis. Sin embargo, no parece que el exilio prolongado vaya a acabarcon el problema. Otros exilios, más largos aún, son prueba de ello. Elcaso palestino, con todas las diferencias que existen con el caso saha-raui, demuestra que un largo exilio no necesariamente se traduce enuna integración de los exiliados en las sociedades de acogida.

4. En conclusión, la única solución viable a largo plazo para laestabilidad de Marruecos es la independencia del Sáhara. De la inte-

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ligencia de la monarquía marroquí dependerá realizar con dignidadesa operación.

La independencia del Sáhara Occidental, clavede la seguridad de las fronteras españolas

1. Es conocido que Marruecos tiene una reivindicación expresasobre Ceuta, Melilla y los peñones e islas norteafricanos (Perejil,Vélez, Alhucemas y Chafarinas) y una reivindicación latente sobreCanarias. Esa reivindicación se encuentra tanto en el plano simbólicocuanto en el de ciertas prácticas diplomáticas.

En el plano simbólico, es importante recordar que los monarcasmarroquíes (Hassán II y Mohamed VI) suelen recibir a los líderes in-ternacionales en un salón decorado con un mapa donde está colorea-do en amarillo lo que ellos entienden por territorio marroquí. Estemapa, que han podido ver presidentes españoles como Felipe Gonzá-lez, José María Aznar o José Luis Rodríguez, no sólo sombrea enamarillo como territorio marroquí todo el Sáhara Occidental, sinoque también incluye en ese color a Ceuta, Melilla, los peñones delnorte de África... ¡y el archipiélago canario!

En el plano diplomático, la reivindicación sobre Ceuta, Melilla ylos peñones se traduce en actos hostiles como la concesión de licen-cias petrolíferas en las aguas españolas adyacentes a estos territorios,efectuada el 30 de julio de 2004. Meses antes, en diciembre de 2003,Marruecos protestó contra unas concesiones petrolíferas que el Go-bierno español (presidido entonces por Aznar) hizo a la empresaRepsol sobre la plataforma continental que se encuentra en el ladoespañol de la mediana trazada entre las costas españolas de Canariasy las costas marroquíes (de la región de Tarfaya). Marruecos no hareconocido que la plataforma continental más allá de la mediana(desde el lado marroquí) pueda ser española y, lo que es más grave,nunca ha dicho hasta dónde llega «su» plataforma continental. En eldiscurso, de momento oculto, late la idea delirante de que las islasdel archipiélago emergen de una plataforma continental que es ma-rroquí... luego las islas también serían marroquíes.

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2. La independencia del Sáhara Occidental contribuye a la seguri-dad de todas nuestras fronteras del sur, tanto las de Ceuta, Melilla elislotes, como las de Canarias.

A. En el caso de Ceuta, Melilla y los peñones, la independencia delSáhara tendría un significado muy nítido: la violación de la fronteradel Sáhara Occidental, internacionalmente reconocida, operada apartir de 1975 no sería reconocida. Con este antecedente, se podríaobtener la seguridad de que una eventual violación de la frontera en-tre España y Marruecos en el norte de África no tendría ninguna po-sibilidad de ser consagrada con el tiempo.

Desde esta perspectiva, la tesis de negociar con Marruecos el pro-grama «Ceuta y Melilla españolas, a cambio del Sáhara Occidentalmarroquí» sería un suicidio, pues el reconocimiento de la soberaníadel Sáhara sería un precedente de que otra futura violación de la fron-tera internacional y subsiguiente invasión y ocupación podría termi-nar igualmente con la consagración de la anexión. Por tanto, frente aesa tesis sólo resulta viable la de «Ceuta y Melilla españolas y SáharaOccidental independiente».

B. En el caso de Canarias, los argumentos serían dos. El primer ar-gumento sería una reproducción del expuesto para Ceuta, Melilla ylos peñones. Ante una eventual violación de la frontera marítima ouna eventual ocupación de alguna isla, sería trasladable el argumentoexpuesto para responder a una eventual violación de las fronteras conestos territorios norteafricanos del Mediterráneo.

Pero, además, hay un segundo argumento. Como se ha dicho, Ma-rruecos tiene una no concretada reivindicación sobre las aguas, la pla-taforma continental y, eventualmente, las Islas Canarias. En esta si-tuación no da igual, ni mucho menos, que lo que haya enfrente de lasislas sea un solo Estado (Marruecos) o sean dos (Marruecos y laRASD). Si existieran dos Estados, en lugar de uno, la reivindicaciónsobre las aguas o la plataforma continental (y, eventualmente, las is-las) españolas en el Atlántico quedaría desactivada. En efecto, ¿cómoargumentar que el archipiélago emerge de la plataforma continental«marroquí» si comparte plataforma continental también con laRASD? No sólo eso. En la medida en que el Estado con el que la Es-paña archipelágica del Atlántico tendría más fronteras marítimas sería

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la RASD, y dado que la RASD no es un Estado de aspiraciones ex-pansionistas sobre España, se podría tener la muy razonable seguri-dad de que las fronteras españolas en Canarias quedarían estabiliza-das con la existencia de un segundo Estado vecino: una repúblicasaharaui independiente.

3. La amenaza del expansionismo marroquí en el futuro podríaafectar a los territorios peninsulares. Esa amenaza sólo se conjuraríacon un Sáhara Occidental independiente.

El objetivo expansionista marroquí del «Gran Marruecos» utiliza-do para reivindicar el Sáhara Occidental, no es sino la reivindicaciónde las fronteras alcanzadas por el imperio almorávide en su momen-to de máximo desarrollo territorial. El Sáhara Occidental, Maurita-nia, el oeste de Argelia, Ceuta, Melilla y los islotes se reivindicanporque formaban parte del imperio almorávide. Ahora bien, el impe-rio almorávide también comprendió «Al Andalus», es decir, la zonade la Península Ibérica dominada por los musulmanes. Si se preten-den unos supuestos «derechos históricos» basados en el imperio al-morávide, no se ve la razón de excluir de esa reivindicación en el fu-turo a la mitad sur de la Península, excepto que, de momento, no sequiera alarmar.

Desde esta perspectiva, la independencia del Sáhara Occidental,entendida como negación de unos supuestos derechos históricos he-redados del imperio almorávide sería una garantía ante la futura ten-tación de reivindicar los territorios peninsulares que también fueronocupados por los almorávides.

La independencia del Sáhara Occidental, necesaria para impedir el acoso migratorio a Canarias

La independencia del Sáhara Occidental constituye un elementoesencial para frenar la ofensiva migratoria que está amenazando gra-vemente al Archipiélago Canario. La que puede calificarse, sin exage-ración, como invasión de emigrantes ilegales, constituye la mayoramenaza social y económica que han sufrido las Canarias desde hacemuchísimo tiempo.

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La relativa cooperación marroquí para disminuir (en ningún caso,eliminar definitivamente) la emigración ilegal a través de las fronterashispano-marroquíes en Ceuta y Melilla y a través del Mediterráneo,no ha sido una cooperación plena con España. La prueba, definitiva,es que por las fronteras hispano-marroquíes siguen entrando súbditosmarroquíes y que Marruecos sigue negándose a aplicar el Acuerdo dereadmisión de emigrantes ilegales de terceros Estados, ratificado en1992. Esa relativa cooperación, en realidad, ha sido un desplazamien-to de la presión migratoria desde el Mediterráneo hasta el Atlántico.Esa presión se puso de manifiesto, primero, con el envío de «pateras»desde el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. En un segundomomento, se intentó desplazar el punto de partida de las embarcacio-nes a Mauritania, pero ante la existencia de una colaboración rápidapor las autoridades mauritanas, en un tercer momento se ha traslada-do la base a Senegal. No casualmente, Senegal es uno de los más fir-mes aliados de Marruecos en el continente africano. A día de hoy, la«cooperación» marroquí contra la emigración ilegal no consta que sehaya traducido en ninguna gestión ante Senegal.

El hecho es que la emigración ilegal que parte de Senegal, no sólodebe atravesar las aguas de Mauritania (país que dispone de una Ar-mada de mínima entidad), sino también las aguas del Sáhara Occi-dental. Y aquí encontramos una de las claves de la «crisis de los cayu-cos». La Armada marroquí, tan diligente en el apresamiento debuques pesqueros españoles, no consta que haya detenido un sólo ca-yuco cargado de emigrantes ilegales.

La situación es verdaderamente humillante. Por un lado, Marrue-cos considera que las aguas del Sáhara Occidental son suyas y, porello, no ha cejado de trabajar para firmar un acuerdo pesquero (ilegal)con la Unión Europea que le reconozca derechos sobre esas aguas 21.Sin embargo, por otro lado, Marruecos no se considera concernidoen absoluto a la hora de localizar y detener los cayucos que, rumbo aCanarias, cruzan por esas mismas aguas del Sáhara Occidental ricasen pesca que se hallan bajo su control. El asunto tiene aún mayor gra-vedad porque fue el gobierno del presidente Rodríguez el que presio-

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21 He argumentado la ilegalidad de este acuerdo en mi trabajo «El acuerdo de pesca UE-Marruecos oel intento español de legalizar la ocupación marroquí del Sahara Occidental» (7-III-2006), publicado enla página web del Grupo de Estudios Estratégicos: http://www.gees.org/articulo/2232/

nó en todos los niveles de la Unión Europea para que se firmara esteacuerdo de pesca con Marruecos englobando las aguas del SáharaOccidental, mientras ahora no ha hecho la más mínima gestión paraexigir la colaboración marroquí para detener a los cayucos que transi-tan por esas aguas.

Un Sáhara Occidental independiente, sin duda, mantendría unaactitud de mayor colaboración con España y, especialmente, con Ca-narias. La relación de amistad entre Canarias y el Sáhara Occidentalse remonta a muchos siglos. Y, además, es notorio que si el SáharaOccidental fuera independiente sería un territorio próspero, él mismotambién objetivo de la emigración ilegal. Un Sáhara independiente notendría ningún interés en no colaborar con España en la lucha contrala emigración ilegal, a diferencia de lo que ocurre con Marruecos.Puede decirse, con toda rotundidad, que la «crisis de los cayucos» quesufre Canarias en el año 2006 tiene su causa, directa, en que el SáharaOccidental no sea un Estado independiente.

La independencia del Sáhara Occidental, germen de la democracia en la región

La independencia del Sáhara se puede obtener mediante la retiradaunilateral de Marruecos o por medio de un referéndum de autodeter-minación. La primera no es, evidentemente, imposible, pero a día dehoy aparece sumamente improbable. Por ello, parece que la indepen-dencia completa del Sáhara Occidental sólo será posible merced a lacelebración de un referéndum de autodeterminación. La celebraciónde este referéndum no sólo tendría una importancia jurídico-políticaen el plano internacional. También sería de extraordinaria relevanciaen el plano interno como afirmación del principio democrático.

El norte de África, y todo el mundo árabe, constituye una regiónen la que la democracia o es negada o es desvirtuada.

1. En el caso de Marruecos, como es sabido, el principio más im-portante del régimen político no es la democracia sino la monarquía,entendida, no como forma de gobierno (es decir, como una forma de

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ejercer un poder constituido, el ejecutivo), sino como forma de Esta-do (es decir, como afirmación de que el titular del poder constituyen-te es el monarca). Toda tentativa de democratización y de estableci-miento de un Estado de Derecho en Marruecos se enfrenta con esteobstáculo insalvable: una monarquía soberana.

En primer lugar, la celebración, por impulsos internacionales, deun referéndum de autodeterminación en el Sáhara ocupado por Ma-rruecos supondría una consagración del principio democrático por-que la decisión sobre un asunto esencial de la política marroquí ya noestaría en las manos soberanas del rey, sino en las manos soberanasdel pueblo: del pueblo saharaui, en este caso. La soberanía del rey,como todo poder absoluto, se quebraría en el momento en que ya nofuera un poder absoluto... y, en efecto, ese poder habría dejado de serabsoluto porque tendría una importante excepción: el Sáhara Occi-dental. A partir de ahí, en mi opinión, la democracia se convertiría enun camino imparable en Marruecos.

En segundo lugar, la celebración del referéndum de autodetermi-nación sellaría la idea de Estado de Derecho en Marruecos. La ideade Estado de Derecho se puede resumir en que el poder está someti-do en su actuación a reglas previas que debe respetar. En el caso delSáhara Occidental está claro que hay un Derecho que ordena cele-brar un referéndum de autodeterminación. La celebración por Ma-rruecos de este referéndum sería vista como una señal creíble de queMarruecos está dispuesto a asumir la idea de Estado de Derecho, estoes, la idea de que el poder actúa de acuerdo con el Derecho tal y co-mo está formulado previamente.

La cuestión es aún más importante porque no sólo la realizacióndel referéndum en el Sáhara Occidental será el desencadenante de lademocracia y del Estado de Derecho en Marruecos... sino que su norealización supondría la imposibilidad definitiva de democratizar Ma-rruecos y convertirlo en Estado de Derecho. Si en este asunto en elque las exigencias jurídico-internacionales son tan claras, Marruecosno acepta el principio de la democracia (referéndum de autodetermi-nación) y del Estado de Derecho (cumplimiento de las resolucionesaprobadas por la ONU y confirmadas por el Tribunal Internacionalde Justicia), ¿cómo confiar en que en el futuro Marruecos vaya a con-vertirse en un Estado de Derecho democrático?

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2. En el caso del Sáhara Occidental, nos encontraríamos ante la ba-se de un futuro Estado democrático. No es casual, ni mucho menos,que el Estado más democrático del norte de África y, quizá, del mun-do árabe, sea Argelia, país que ha celebrado las únicas elecciones notrucadas en esa región (en concreto, las últimas elecciones presiden-ciales). Y no es casual porque Argelia, además de a una cruel guerracivil, debe su independencia a un referéndum de autodeterminación.La decisión del pueblo, la democracia, se halla inscrita como princi-pio máximo desde el momento mismo del nacimiento del Estado y,por eso, es indiscutible.

La idea democrática se halla inscrita en la RASD. Esto es así,en primer lugar, porque la propia República, proclamada el 27 defebrero de 1976, está dispuesta a someter a la decisión del pueblosu propia continuidad (para que el pueblo decida si quiere seguirexistiendo como república independiente o quiere integrarse enMarruecos). Pero además, en segundo lugar, la idea democrática esla gran aspiración del pueblo saharaui que no hace sino reclamarla celebración justa y transparente de un acto supremo de demo-cracia para decidir sobre el destino de todo el Sáhara Occidental.Finalmente, en tercer lugar, conviene no olvidar que la RASD haido desarrollando instituciones democráticas que han alcanzadoun notable desarrollo y que son fruto de elecciones libres y com-petitivas, dentro de las grandes limitaciones que impone su situa-ción actual.

En el Sáhara Occidental es muy probable que pueda suceder lomismo. Precisamente porque la independencia sería fruto de la apli-cación del principio democrático, desde sus propios orígenes unEstado saharaui independiente no reconocería un principio superioral democrático. Y, precisamente por eso, si hubiera tentativas dedesvirtuar este principio democrático, la sociedad reaccionaría res-tableciéndolo.

No sólo eso. Un referéndum de autodeterminación consagraría uncuerpo electoral único que nadie se atrevería a alterar en el futuro.Crearía, de esta forma, una unidad política que desactivaría eventua-les disensiones tribales o tentativas de fragmentación del puebloúnico en agrupaciones de tribus.

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La independencia del Sáhara Occidental, freno al islamismo en el norte de África

1. Se ha hablado antes de la escasa fiabilidad de la monarquía alauita,que hace económicamente muy peligroso un Sáhara marroquí. Si seconsolidara el dominio marroquí, la explotación plena y pacífica delos fosfatos del Sáhara convertiría a Marruecos en poseedor de lastres cuartas partes de las reservas mundiales de fosfatos, lo que de fac-to le situaría en una posición de monopolio peligrosísima para la agri-cultura del mundo occidental ante la eventualidad de que MohamedVI, si así conviene a su permanencia en el trono, dé un giro antiocci-dental y proislamista, o de que, ante la corrupción del régimen alauita,los islamistas se hagan con el poder. Es mucho más prudente que lasreservas de un mineral tan estratégico como los fosfatos estén en va-rias manos y no sólo en unas. A esto se le añadiría el riesgo añadidode ver a ese Marruecos anexionista explotando el eventual petróleodel Sáhara Occidental.

2. El riesgo apuntado no es retórico. En primer lugar, es un hechoque la monarquía marroquí no dudó ni un momento en entregar el al-ma de los marroquíes al wahabismo si a cambio el principal promotorde esa secta (Arabia Saudí), financiaba con su abundante dinero laocupación militar del Sáhara... como así ocurrió. El resultado de eseirresponsable juego ha sido un auge espectacular de grupos de yiha-distas marroquíes 22. Por si fuera poco, la estrategia de la monarquía deMohamed VI es la de fomentar entre la juventud saharaui de las zo-nas ocupadas el islamismo bajo la forma en que lo predica el PJD(Partido de la Justicia y el Desarrollo, partido islamista cercano alMajzén). Ante la constatación de que los saharauis de las zonas ocu-padas no se integran en los partidos tradicionales marroquíes, el Maj-zén ha lanzado una ofensiva para que los jóvenes de las zonas ocupa-das canalicen sus entusiasmos hacia el islamismo en lugar delindependentismo.

Si Marruecos quedara en manos de los islamistas, importantes ri-quezas estratégicas quedarían en manos de ellos. Desde esa perspecti-

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22 He tratado de ello en mi análisis ««Integrismo y crisis política en Marruecos», Real Instituto Elcano(3-VI-2003) [http://www.realinstitutoelcano.org/analisis/298.asp]

va el peligro del islamismo podría aminorarse o controlarse mejorcon un Sáhara independiente. El islamismo es un peligro real, no sóloen África o en Asia atacando o desestabilizando a aliados de EE.UU.(Turquía, Egipto, Israel), sino en la propia Europa y aun en losEE.UU. (atentado a las Torres Gemelas). El islamismo terrorista,constituye una clara evidencia de ello. En efecto, llama la atención elelevado número de marroquíes que engrosan los grupos terroristas is-lámicos, mientras que a día de hoy, no consta que ni un solo saharauise haya enrolado en esas actividades.

3. El Sáhara Occidental ha mostrado ser ajeno al islamismo, a dife-rencia de Marruecos, donde el islamismo pulula cada día con más in-tensidad. La sociedad saharaui, quizás por el nomadeo, quizás por lamayor presencia de la herencia bereber, ha probado ser menos recep-tiva a las corrientes del integrismo islámico. No deja de ser llamativoque, pese a los esfuerzos marroquíes, ni la sociedad saharaui ha caídoen el islamismo, ni se haya podido detectar la presencia de ningún sa-haraui implicado en el terrorismo yihadista, como contraste con lasnumerosísimas implicaciones de ciudadanos marroquíes que dicenmuy poco de los gobernantes marroquíes.

CONCLUSIÓN

La pregunta «¿interesa un Sáhara Occidental independiente?», tienecomo respuesta un inequívoco «SÍ» porque:

1º. La independencia del Sáhara Occidental es la única solución pa-ra conseguir la estabilidad del norte de África, afirmando de modo in-discutible la intangibilidad de las fronteras heredadas del colonialismo.Todo lo que suponga una alteración de estas fronteras por la fuerza su-pone un aliciente para provocar la inestabilidad política en la región. Ysin estabilidad política en la región, no habrá aprovechamiento pacífi-co de sus riquezas naturales. Por esa razón, el Sáhara no debe ser entre-gado a Marruecos.

2º. La independencia del Sáhara Occidental es la forma de queOccidente pueda gozar de un aliado fiable en el norte de África.

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3º. La independencia del Sáhara Occidental es la única soluciónpara obtener la paz y la estabilidad en el interior del Sáhara Occiden-tal, evitando que la revuelta pacífica de la población saharaui de losterritorios ocupados degenere en formas de protesta violenta.

4º. La independencia del Sáhara Occidental es un elemento im-prescindible para diluir la reivindicación marroquí sobre el territorioespañol en Canarias.

5º. La independencia del Sáhara constituiría un impedimento defi-nitivo a la emigración ilegal que por vía marítima amenaza a Españaen el archipiélago canario.

6º. La independencia del Sáhara Occidental tendría como origenun referéndum que es el instrumento democrático por excelencia. Porun lado, es la vía idónea para desencadenar el proceso de la democra-tización de Marruecos: si se negase el principio democrático aquí, se-rá difícil que el Majzén acepte democratizar Marruecos. Por otro la-do, en caso de victoria de la opción independentista lo que surgiráserá una república cuyo principio básico no podrá ser un título «divi-no» o religioso, sino la democracia. Eso impregnará todo el sistema.

7º. La independencia del Sáhara Occidental introducirá un corta-fuegos en la peligrosa expansión del islamismo marroquí impidiendosu extensión a una zona estratégica.

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INMIGRACIÓN Y CULTURA:CONVIVENCIA, INTEGRACIÓN, ASIMILACIÓN

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I.Las vallas de Ceuta y Melilla y sus trágicas vicisitudes derivadas,no menos que el cruel espectáculo del tráfico humano entre

Mauritania y otros países africanos vecinos y Canarias, han situado elfenómeno de la inmigración en un escenario de patética realidad queofende la sensibilidad de cualquier persona bien formada y pide unaurgente y humana solución, que en modo alguno puede ser parcialsino global 1. Sus consecuencias para la paz social han quedado mani-fiestas por las graves alteraciones sufridas en Francia últimamente.

Las dos grandes tareas en este campo son regular los flujos migra-torios e integrar a los inmigrantes. Me propongo ahora abordar lo se-gundo en sus dos aspectos antagónicos, el rechazo a los inmigrantes,anterior o posterior a su llegada, o su aceptación en un país determina-do; ello supone además estudiar cómo llevar a cabo en este segundocaso la acogida, y ponderar las consecuencias culturales, tanto en sen-tido restringido como antropológico, que provoca la presencia degentes más o menos recién llegadas al lugar que las recibe.

FRANCISCO SANABRIA MARTÍN

Francisco Sanabria Martín es Doctor en Derecho, de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación,del Consejo del Instituto M. Fraga de FAES, directivo de la ONG Humanismo y Democracia.

1 Sorprende por ello el silencio cómplice mostrado en esta ocasión por los partidos políticos, los sindi-catos y las ONGs que se manifestaron tan ruidosamente en el año 2000 con motivo de la primera reformade la Ley de Extranjería.

II.La cuestión no es baladí 2. Porquesi emigración hubo siempre, esta

de ahora presenta caracteres distintos y peculiares: en primer lugar, ypara nuestro contorno continental, se ha producido una inversión dela corriente: vienen a Europa, no se van de ella, como antes; en se-gundo lugar, la rapidez del proceso y su magnitud; en tercer lugar, lacercanía de los países que originan el flujo migratorio, África y Euro-pa oriental; a lo que se añaden las diferencias étnicas y culturales en-tre los que llegan y los que están. Pueden, pues, suponerse las dificul-tades que acarrea sumar un aluvión humano de cerca de dos millonesde personas 3 al conjunto europeo del que formamos parte, y hacerlocon alguna coherencia, cuando muchos de los emigrantes pertenecena culturas ajenas, cuando no hostiles a la nuestra.

No hablo de hipótesis: esto ocurre en nuestro continente, desde1950 especialmente. El hecho es reflejo del mundo diverso y conflicti-vo en que nos encontramos, del que son muestra las tensiones arma-das, bélicas o terroristas, acaecidas recientemente o aún vivas por des-gracia, no menos que las condiciones infrahumanas de algunaspoblaciones 4. Es más, conviene tener presente que, por equitativas ymatizadas que las políticas migratorias sean, no habrá modo de impe-dir que la gente cruce las fronteras, como en octubre de 2005 declaróel Secretario General de Naciones Unidas, Koffi Annan, recordandoque hoy tenemos doscientos millones de personas que viven fuera desu país.

Porque tanto las condiciones de vida precarias y hostiles de ciertaszonas como el desarrollo económico de los países ricos, su decreci-miento demográfico y su consecuente necesidad de población y ma-no de obra, ejercen una atracción automática de los habitantes del

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2 José María Aznar en «The Choices Facing Europe», Imprimis 34/12, Hillsdale College, Hillsdale, Michi-gan, diciembre 2005, formula un programa para Europa en seis partes, la quinta de las cuales es «definirnuevas políticas en dos áreas esenciales: terrorismo e inmigración». Señala que el expediente multicultu-ral ha fracasado y debe defenderse la idea de que todos los ciudadanos son iguales ante la ley y la ley esla misma para todos.

3 Datos de Eurostat de enero de 2006.4 Esa experiencia inmediata me dispensa, por economía, de acudir a fuentes doctrinales o empíricas,

abundantes ya. Citaré tan sólo a Leticia Delgado Godoy, La inmigración en Europa: realidades y políticas.Unidad de Políticas Comparadas (CSIC), 2002. http://www.iesam.csic.es/doctrab2/dt-0218.pdf También:http://www.amnesty.org

Tercer Mundo hacia el Primero. La emigración, pues, como la globa-lización que la facilita, son hechos, está ahí, no cabe detenerlos porque,como estamos viendo, rompen cualquier barrera interpuesta, sea porlas legislaciones, sea por el voluntarismo.

¿Habrá entonces que resignarse pasivamente a lo inevitable? No,ciertamente, pero sí encauzar las corrientes migratorias, operar en suorigen mismo e intentar integrar a quienes llegan. De esto último aquíse tratará. Y adelanto ya que si no se les proporciona mínimamenteuna vida mejor que aquella de la que huyeron y un acceso a los servi-cios básicos correspondientes sólo se logrará una convivencia defec-tuosa y una integración difícil o imposible, cuyas consecuencias sufri-remos tanto más nosotros que ellos. Más aún, como ha puesto derelieve un estudio reciente 5, las normas, la salud, la educación y la so-lidaridad social son necesarias, sí, pero no suficientes: el empleo dignoes determinante.

III.Desde 1950 Europa ha sido re-ceptora de continuas migracio-

nes laborales internas y externas. Hasta el año 1975 España contribu-yó en buena medida a las primeras. Hoy los emigrantes regularizadosson algo más del 5% de la población de la Unión Europea de quincemiembros. Aunque el Norte de Europa (Irlanda, Gran Bretaña, Fin-landia y Suecia) haya sido muy activo en migraciones, la principal re-ceptora, sin lugar a dudas, ha sido la franja central de nuestro Conti-nente (Benelux, Dinamarca, Alemania, Francia y Austria). En loscuatro países del Sur (España e Italia, principalmente, pero tambiénPortugal y Grecia) se ha producido un cambio cualitativo relevante:de lugares de emigración se han convertido en centros de inmigra-ción, procedente del Este de Europa, pero en especial, de la vecinaÁfrica, ante todo de los países costeros del Mediterráneo; posterior-mente, y en abundancia, de los subsaharianos. Al comenzar el sigloXXI, cerca del 20% de emigrados en Europa procedían del Magreb.

Pero, aparte lo que pudiera llamarse flujo migratorio regular, seprodujeron oleadas especiales: a principios de los cincuenta, 300.000

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Cuadernos de pensamiento político

5 Libro Blanco sobre las Mejores Prácticas para la Integración del Trabajador Emigrante en las Empre-sas Española. Varios Autores bajo la dirección de José Ramón Pin Arboledas. IESE, Madrid 2004.

indonesios a Holanda, tras la descolonización; en 1956, con motivode las revueltas húngaras contra el régimen comunista; en 1968, poridéntica causa, en Checoslovaquia; en 1962, a causa del «repliegue» depieds noirs argelinos a Francia; en 1972 se produce el éxodo ugandés aGran Bretaña; el de portugueses a la metrópoli por la paulatina pérdi-da de las colonias; en fin, a finales del siglo XX encontramos los des-plazamientos hacia el Oeste de la Europa central y oriental, en buenaparte provenientes de la Confederación Rusa, y los traslados volunta-rios o forzosos derivados de la Guerra de los Balcanes. A finales de losnoventa, la mitad de los emigrados europeos provenían de la antiguaYugoslavia y de los Estados del viejo Pacto de Varsovia. Adelanto queprocedían de culturas que, en su mayor parte 6 y pese a los años co-munistas, venían históricamente moldeadas en general por las distin-tas flexiones del Cristianismo, lo que facilitaba bastante la integración.

IV.Esta existencia de oleadas espe-ciales no es neutral en ningún

sentido, porque marca una diferencia substancial entre emigrantes yrefugiados. Estos últimos tienen garantizados unos derechos huma-nos mínimos que hacen su tratamiento distinto y más favorable que elde los primeros. La cuestión es compleja, desde la definición de quiénes o no es refugiado 7 hasta la comprobación de quién lo es realmente,y no un emigrante que intenta defraudar a las autoridades del país derecepción. Porque una cosa es el derecho de solicitar asilo y otra elmás discutible y difuso a la emigración. Pero todo ello es tema margi-nal aquí y no entraremos en él; baste con apuntar esta necesaria dife-rencia que influye sobre la admisión, pero muy escasamente sobre laintegración.

V.Pero si interesante es la realidadeuropea, porque es nuestro marco

amplio, más lo es para nosotros la realidad española, sobre la que, demomento, me limitaré a recordar que si en 1996 –hace diez años– ha-

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184 INMIGRACIÓN Y CULTURA / FRANCISCO SANABRIA MARTÍN

6 No cabe olvidar el componente musulmán en esa zona, herencia de la antigua dominación otomana.7 Según la Convención de 1951, lo es la persona que «debido a fundados temores de ser perseguida por

motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, seencuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o no quiere acogerse a la protección de tal país ono quiere regresar a él a causa de dichos temores...»

bía 542.314 extranjeros, según el último Padrón Municipal consulta-do, hoy tenemos 3.730.610 extranjeros, lo que representa un 8,46%de la población total 8, acaso algo más cuando se analicen estadística-mente los resultados del proceso extraordinario de normalización quetuvo lugar del 7 de febrero al 8 de agosto de 2005 9.

Los lugares de destino de emigrantes a nuestra patria son aquellosque, al menos potencialmente, les ofrecen mayor número de oportu-nidades laborales o mejores ocasiones de llegada, aunque sean fortui-tas. El resultado es que el grueso de extranjeros con tarjeta de residen-cia se concentra en, por orden descendente, Madrid, la ComunidadValenciana, Cataluña, Canarias y La Rioja, principalmente, después,con diferencia, en Andalucía; Baleares y Murcia presentan cifras muyaltas –de más del 15% y del 12%, respectivamente– en relación a supoblación total 10.

A los efectos de este trabajo son especialmente significativos losdatos de origen de inmigrantes, porque ese origen determina las ca-racterísticas culturales de los llegados a España y su mayor o menorfacilidad de adaptación a nuestro país. Veamos: el 33% de extranjerosregulares censados 11 son hispanoamericanos, lo que, en teoría, facilitalas cosas; el 13,71% son marroquíes, lo que no augura facilidades deadaptación; en el resto, un 23,23 %, corresponde a Europa, y aunqueeso anuncie facilidades, hay que distinguir entre británicos (6,09%),alemanes (3,58%), italianos (2,56%), rumanos (8,9%) y búlgaros(2,49%), ya que los tres primeros o son residentes jubilados o profe-

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8 Datos del Padrón Municipal, a 1 de enero de 2005. Conviene recordar que según el Eurostat (octubrede 2005) estamos cerca de Bélgica (8,7), por encima de Francia, Holanda, Reino Unido, Italia, Dinamarca ySuecia, y por debajo de Austria (9,2) y la RFA (9,0).

9 Según afirmación de la Secretaria Ejecutiva de Participación y Acción Sectorial del Partido Popular,el número de inmigrantes que está en España de forma irregular se eleva a 1,2 millones (Cfs. en los diariosdel 5 y 6 de enero de 2006). Apreciación que parece corroborada por Carmen Alcaide, Presidenta de INE,en una reciente mesa redonda (Los derechos y la integración de los inmigrantes, en el Colegio Notarial deMadrid, febrero 2006) donde afirmó, entre otras cosas, que no se sabe cuántos inmigrantes viven entrenosotros.

10 V. Julio Vinuesa, «Inmigración y demografía en España» en el XIV Curso de la Universidad del MarMenor, El fenómeno de la inmigración, en San Pedro del Pinatar, Murcia, 23/26 de septiembre de 2002.

11 Por el INE en 2004, lo que está bastante lejos de la realidad de hoy, tras la regularización. Conforme alos datos provisionales de 2005 –que cifra los extranjeros en 4.066.500–, el cruce de datos entre el Padróny los resultantes del último proceso de regularización descubre a miles de emigrantes ilegales y con difícilencaje en la legalidad. Acaso las cifras brutas y porcentuales hayan variado, pero poco, las proporcionesrespectivas, salvo quizás un previsible mayor número de musulmanes, pues aparecen unos 86.000 marro-quíes, casi 8.000 argelinos y aproximadamente 24.000 procedentes de Senegal, Nigeria y Malí.

sionales de alta cualificación, en tanto los otros dos son, en mayormedida, trabajadores sin especial cualificación. Y tampoco hay queolvidar, en fin, el 2,35% de orientales que constituyen un gueto pacífi-co, que no suelen integrarse, pero que no proporcionan mayores pro-blemas de convivencia. Entre los originarios de países hispanoameri-canos hay desproporciones en número y preparación laboral: sonecuatorianos un 13,34%; colombianos, un 7,27%; peruanos, un 2,28%,y argentinos un 4,10%. El resto, hasta un 5,6%, son de los demás paí-ses. Estos datos resultan especialmente significativos al afrontar lasformas de tratar la integración.

VI.Y esto nos lleva a una preguntaclave: ¿cómo se soluciona el

problema de la convivencia en las sociedades heterogéneas? Porquelo son aquellas que reciben un buen número de extranjeros en su se-no. Las propuestas de solución provienen tanto de expertos en cien-cias sociales como de gobernantes, pues a ambos preocupa la cues-tión desde sus campos respectivos 12. No voy a referirme a solucionesjurídicas, de extrema importancia, sí, pero que derivan siempre, comoes natural, de los modelos teóricos que se elijan, y por ello voy a refe-rirme a éstos con más detalle. Los intentos de evitar lo heterogéneo oel deseo de que no se produzcan pluralidades inarmónicas o el lograry mantener la cohesión social han encontrado respuestas diversas,unas negativas, otras excluyentes, otras inclusivas.

Es curioso que un filósofo de la libertad como John Stuart Mill, ensu obra Considerations on Representative Goverment, de 1861, asevereque la convivencia en las sociedades heterogéneas es imposible. Deahí que en él hayan encontrado apoyo firme algunos bastante menosdados a la libertad como categoría universal y que sean éstos quienespropugnen las respuestas negativas a la pregunta antes formulada.

Si bien, por supuesto, hay matices importantes en el terminante re-chazo a extranjeros o a los simplemente extraños o tenidos por tales.Porque en este grupo se incluye nada menos el fenómeno del genoci-

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12 V. Voz «Multiethnical Democracy» en The Encyclopedia of Democracy, Seymour Martin Lipset, ed.,Routledge, Londres, 1955, vol. III, pp. 853 ss. Pese al medio siglo transcurrido desde su aparición, siguesiendo uno de los textos más aconsejables para entender este problema.

dio, de cuya práctica hay patéticas muestras pasadas y recientes, des-de el Holocausto a la eliminación de kurdos, armenios, hutus, tutsis,chechenos y otras etnias maldecidas. Recuérdese asimismo las causasdel proceso seguido por el Tribunal Penal Internacional contra el re-cientemente fallecido Milosevic.

El rechazo se ablanda respecto de tan brutal remedio con reme-dios igualmente duros como la total y absoluta no admisión en la so-ciedad; o en la expulsión sin excepciones cuando la entrada se ha pro-ducido; o la exclusión sin matices, que niega la ciudadanía, lo queprovoca marginación cultural y, consecuentemente, pérdida de losvalores de la cultura de origen sin adquirir los de la nueva.

Todas las soluciones anteriores son moralmente rechazables sin te-ner que esmerarse mucho en la argumentación. Pero otras solucionesson injustas y rechazables en grados diversos. Acaso la que menos, sino viene forzada por una de las partes sobre el todo, sino cuando esproducto de acuerdo consensuado, sea la partición del territorio enEstados varios, de lo que tenemos ejemplos también recientes en Yu-goslavia, la antigua URSS, Chequia y Eslovaquia o Eritrea y Etiopía.Como puede verse, se trata generalmente de disolver uniones previasy relativamente recientes, que se fundaron más en el arbitrio que enuna historia o idiosincrasia peculiares.

Poco recomendable resulta la asimilación forzosa, cuando consisteen el rechazo de todo cuanto pertenezca al origen del asimilado; demodo que no hay tal asimilación sino aculturación 13, esto es, pérdidade la propia cultura en beneficio de una unificación cultural resultantea favor, claro está, de la que preside la sociedad de acogida, eliminan-do así la diversidad. En este terreno resbaladizo hay que pisar congran cuidado: la eliminación de toda diversidad, ¿no es empobrecedo-

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13 La Sociología americana de las Comunicaciones, que se ocupó del caso desde mediados de los añoscuarenta, entendió la aculturación de dos maneras: como la síntesis que se produce cuando dos culturasdiversas entran en contacto y se entrelazan o como la adopción de una cultura ajena por individuos quepertenecen a otra distinta y se introducen en ella. Esta segunda noción es a la que me refiero en el texto, ytambién la que analizaron los estudiosos de la Mass Communication Research al enfrentarse con realida-des muy inmediatas y acuciantes. Cfs. Francisco Sanabria Martín, Estudios sobre Comunicación, EditoraNacional, Madrid, 1975, pp. 137ss. Por lo demás, el famoso melting pot americano –fusión de los inmigran-tes, manteniendo algunas prerrogativas en su cultura y costumbres– tuvo hasta hace poco buenos resul-tados para asegurar el sentido de pertenencia a la nueva patria y el amor a sus símbolos. Hoy empieza aquebrar con las nuevas oleadas de «hispanos» y su mayor crecimiento demográfico, al punto de producirla alarma representada por Samuel Huntington desde posturas muy wasp. (V. especialmente su artículo«El reto Hispano a EE.UU.», en FP, nº 2, abril-mayo 2004, pp. 20ss.

ra? En principio, sí, porque el cruce cultural enriquece, acrece el acer-vo común, tal es el caso, sin ir más lejos, de nuestra civilización occi-dental. Pero hay una proporción en la cantidad de lo que se suma yen el tiempo en que eso ocurra, que permite o no permite asimilarlosin disfunciones; además, y en todo caso, el respeto por lo ajeno no esnecesariamente la igualación de todos los sumandos.

VII.Hay, sin embargo, una asimi-lación no forzosa que integra

sin rechazar por ello los orígenes, con lo que conviven ambas cultu-ras, soslayando así el peligro de perder los valores de todas las cultu-ras concurrentes, es decir, perdiendo los propios sin adquirir los aje-nos. Este unir lo vario en un grupo homogéneo no presenta casosfrecuentes pero sí interesantes en África y el Sureste asiático y precisacomo requisito mínimo la presencia de una lingua franca en la que to-dos puedan entenderse, que suele ser el swahili, en el primer caso, y elmalayo, en el segundo. La evolución natural de estas situaciones haceque su tendencia final sea la superioridad de los patrones culturales dela mayoría, que acaba imponiéndose antes o después a los restantesgrupos, si bien lo hace en estos casos con lentitud y sin forzar.

Los autores europeos y norteamericanos no suelen ocuparse delmestizaje, fenómeno fundamental en Iberoamérica. Serge Gruzinski 14

asegura que, de alguna manera, todos somos mestizos. El mestizajepermite inventar una cultura distinta que es, a la vez, forma de domi-nación sobre los vencidos e invención de éstos para sobrevivir a tra-vés de los sincretismos de lo viejo con lo nuevo. En esto se distinguede la occidentalización 15 que, para Gruzinski, sería lo que hemos de-nominado aculturación, pues es enfrentamiento y absorción, domina-ción sin respuesta. Arnold J. Toynbee 16 hizo notar la diferencia entrela colonización católica, tendente al mestizaje, y la protestante, ten-dente a la aculturación y el rechazo.

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14 Serge Gruzinsky, La colonización de lo imaginario: sociedades indígenas y occidentalización en elMéxico español. F C E, México, 1999.

15 Se ha afirmado más de una vez que la llamada industria cultural no exporta al resto del mundo los mo-delos de la cultura occidental, sino que está modificando tanto la cultura de los países occidentales comolos del resto del mundo.

16 En su Estudio de la Historia, Compendio, I-IV, Emecé, Buenos Aires, 1959.

VIII.Las respuestas positivas per-siguen la acomodación cul-

tural 17, esto es, promover un proceso de ajuste mutuo y permanente a travésde una integración de los recién llegados, que conservan lo que les es pro-pio, siempre y cuando no atente a los valores y normas básicas de lasociedad de acogida, ya que de otra forma ésta caería en la disolución,y su vivir diario en la anomia. En principio, y como principio, parecela solución más equitativa tanto para los nacionales establecidos co-mo para los emigrados

A ella se refiere principalmente la controvertida y mal interpretadaobra de Giovanni Sartori sobre la sociedad multiétnica 18, en la que separte de que la crecida de inmigrantes y sus problemas derivados nose pueden remediar mediante el expediente de dejarlos entrar sincondición alguna, ni menos dándoles gratis la ciudadanía en nombrede un malentendido pluralismo, porque éste está íntimamente asocia-do a la ciudadanía «formal», es decir, a la pertenencia a un Estado-Nación; en consecuencia, la multiculturalidad está lejos de enriquecerel pluralismo, es más, quienes se niegan a aceptar los derechos y losdeberes propios de los ciudadanos son «contraciudadanos».

Se formulaba Sartori en otra obra suya muy anterior 19 una serie depreguntas decisivas: ¿debe permitir el sistema democrático su propiadestrucción?, ¿debe permitir que se elija a un dictador? Añade ahora,en este trabajo sobre la sociedad multiétnica, más interrogantes: ¿has-ta dónde puede una sociedad pluralista acoger sin desintegrarse a ex-tranjeros que la rechacen?, ¿puede el pluralismo aceptar su propiaquiebra?; y volvemos de nuevo a la cuestión principal: ¿cómo integraral inmigrante de cultura, etnia o religión muy diferentes? De nuevoasoma la exigencia de una solución equilibrada a la que parece máspróxima la integración respetuosa de los recién llegados, su acomoda-ción cultural. Porque –e invoco de nuevo a Sartori– el pluralismo pre-supone siempre la tolerancia y está obligado a aceptar la multiplici-

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17 V. Pablo Pumares, «El debate sobre integración y multiculturalidad», en el Curso El fenómeno de la in-migración; cit. en nota 10.

18 Giovanni Sartori, La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo, extranjeros, Taurus, Madrid,2001.

19 Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, Alianza Universidad, Madrid, 1988.

dad cultural, pero su función primaria es asegurar la paz intercultural,no crear diversidad: un pluralismo intolerante es siempre falso. Y estonos lleva a examinar el llamado multiculturalismo, aunque sea muybrevemente 20.

IX.Empezaré por repetir que, comosiempre ocurre, los modelos teó-

ricos y prácticos que estamos examinando tienen tras ellos un susten-to filosófico. Si se mantiene que la identidad étnica es una herencia ypor ello difícilmente puede ser cambiada, estamos ante los primordia-listas. Si se estima que lo étnico no constituye un algo fatal sino que esfluido y manipulable, estamos ante los instrumentalistas, que mantie-nen que si esta cuestión se hace polémica es por la intervención inte-resada de los políticos que alientan las diferencias. A mitad de caminohallamos a los constructivistas, que admiten la posibilidad de operarsobre las diferencias culturales, que son más creadas que dadas, peropara ello se exigen cambios sociales de todo tipo.

Los multiculturalistas 21 tienen en común con los primordialistasque ambos encuentran su precedente cultural en los llamados comu-nitaristas 22, que mantienen la existencia de vínculos prerracionales yde cultura profunda que son resorte último de la vida social. Una rea-lidad que, según ellos, ha quedado disfrazada, pero no eliminada, porel racionalismo, primero, y por el hegelianismo, después, que acaba-ron con las minorías, las diferencias, las peculiaridades, que subsistie-

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20 Ya que la Fundación FAES y su revista Cuadernos de Pensamiento Político se han ocupado con profu-sión de este tema; aparte de los que figuran citados en el presente trabajo, cabe añadir otros como Fer-nando Peregrín Gutierrez, «Identidades personales y sociales: de la mismidad al nacionalismo» en Cua-dernos de Pensamiento Político, nº 9, enero-marzo, 2006, en especial pp. 82 ss. y Jesús Barreiro Díaz, «Elciudadano frente a la identidad», en id., en especial pp. 96 ss. Pueden asimismo consultarse las aportacio-nes siguientes: VV.AA., Coord. Luis Nuñez Ladeveze, Identidad cultural y libertades democráticas, Colec-ción FAES; Álvaro Delgado Gal, Los límites del pluralismo, y Andrés Ollero, Responsabilidades políticas yrazón de Estado, ambas en FAES, Papeles de la Fundación.

21 Un clásico en este campo sigue siendo Ch. Taylor, «The Politics of Recognition», en A. Gutman, ed.,Multiculturalism. Exploring the Politics of Recognition, Princeton, PD, 1994, pp. 25-73. Imprescindible, WillKimlicka, Ciudadanía multicultural. Una teoría liberal de los derechos de las minorías, Paidós, Barcelona,1966. V. también, I. Sánchez Cámara, «Multiculturalismo contra integración» en ABC, 24.5.03 y M. Azur-mendi, Todos somos nosotros. Etnicidad y multiculturalismo, Taurus, Madrid, 2002.

22 Sobre comunitarismo, su origen, su impugnación teórica y su parentesco con el multiculturalismopuede verse con provecho el corto, pero erudito y esclarecedor artículo de José María Lassalle, «25 añosde reflexión política foránea» en ABC Cultural, 15-6-02, p. 5.

ron no obstante soterradas, y antes o después suelen aparecer. Comoherederos de esa impuesta uniformidad ilustrada están el liberalismoy el Derecho constitucional, que desconfían ambos de lo heterogéneoy se apoyan en derechos universales abstractos.

Curiosa y paradójicamente, el multiculturalismo 23, que es o deberíaser pluralidad, diferencia, idiosincrasia, está tratando hoy –al menosen alguno de sus profetas y líderes– de convertirse en dogma con pre-tensiones de ser válido por doquiera, de convertirse en paradigmaideológico contemporáneo que llene el hueco dejado por las feneci-das utopías del siglo XX 24. Se agrupa así y emparenta con más de unmovimiento marginal de protesta contra eso que la generación del 68llamó el Sistema –así, con artículo y mayúscula–, es decir, sedicentespacifistas, ecologistas militantes, grupos antiglobalización, etc. 25

El multiculturalismo es una doctrina según la cual toda comunidadcultural peculiar existente en el seno de una sociedad democrática tie-ne el derecho ilimitado a ser ella misma, incluso si sus principios soncontrarios a la democracia 26. La propuesta del multiculturalismo esterminante: toda forma de integración esconde una asimilación, unaaculturación, una pérdida de la cultura propia, entendiendo ésta ensentido tan amplio que incluye cualquier raza, religión, nacionalidadde origen, lengua, orientación sexual, tendencia o marginación volun-taria. «El multiculturalismo –dice Alain Touraine– consiste en la frag-mentación de la sociedad en comunidades encerradas en sí mismasque sólo estarían ligadas entre sí por el mercado o incluso por la se-gregación y la guerra santa, la guerra de clases, de naciones, de reli-giones o de sexo: el multiculturalismo sólo tiene sentido si se definecomo la combinación, en un territorio dado, de una unidad social y

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23 O la «extrapolación multiculturalista de la idea de tolerancia», en frase afortunada de Valentí Puig enEl fraude del buenismo, FAES, Madrid, 2005, p. 11.

24 V. Juan Carlos Velasco Arroyo, «El debate sobre el culturalismo. Una nueva perspectiva político-social»,en Multiculturalismo. Aspectos político, económico y ética. Cuadernos FyS, Madrid, 1999. Por su parte,Mikel Azurmendi, «La invención del multicultualismo» en «tercera» de ABC, 18.3.02, afirma: «A falta de pro-letariado como motor del cambio sociopolítico, los universitarios encontraron en el género y la etnia unsingular dispositivo de repulsa del statu quo».

25 V. Robert Hugues, La cultura de la queja, Anagrama, Barcelona, 1994.26 Fernando Escalante Gonzalbo, «Apuntes sobre el problema indígena en México», VEINTIUNO, nº 31,

otoño, 1996, plantea cómo las tradiciones culturales de las comunidades indígenas de Méjico afectan aaspectos básicos de los derechos humanos, por lo que sólo cabe violarlos si quieren respetarse sus tradi-ciones.

de una pluralidad cultural mediante intercambios y comunicacionesentre actores que utilizan diferentes categorías de expresión, análisis einterpretación» 27.

A los que defienden otra cosa, los multiculturalistas los llaman in-tolerantes. Pero, ¿se es intolerante por no permitir sacrificios huma-nos, la ablación del clítoris, los malos tratos a la mujer, la esclavitud...?Ciertamente, no. «Hay normas y usos inmorales porque hay imperati-vos metajurídicos y metahistóricos» 28. Volvamos a Sartori que, recor-démoslo, mantenía que el pluralismo presupone tolerancia, pero nopara crear una diversidad, sino para asegurar la paz intercultural. Elpolitólogo admite con realismo que hay un multiculturalismo de he-cho, diferente del multiculturalismo como doctrina, ideal o valor, consu irremediable tendencia a reglar 29. Esta especie fáctica no es antitéti-ca del pluralismo; es una situación de hecho que simplemente registrala existencia de multiplicidad de culturas, en cuyo caso no planteaproblemas a una concepción pluralista del mundo 30. Para huir de lodoctrinal, pero reconociendo esta realidad de hecho, se habla de in-terculturalismo, que reivindica el diálogo y la reciprocidad, aunque el

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27 Alain Touraine, «¿Qué es la sociedad multicultural?», en Claves de la Razón práctica, 56, pp. 14 a 25.De este modo, Touraine, a la vez que denuncia el multiculturalismo, intenta reducirlo a dimensiones quefuesen aceptables, lo que no admitirían nunca los multiculturalistas puros. Por otra parte, «en orden a sal-var una cultura, uno tiene que perderla primero. Esta asunción está reforzada por el hecho de que los líde-res de un grupo dominado tienen que manejar las categorías culturales del grupo dominante para presen-tar su caso de modo eficaz», T.H. Eriksen, Ethnicity and nationalism. Antropòlogical Perspectives, PlutoPress, Londres, 1993, p. 127.

28 «Multiculturalismo y Razón» en Editorial de Razón Española, octubre 2002.29 Un intento de esta naturaleza se plasma en la llamada Declaración de Madrid de junio de 2005 suscri-

ta en esta capital por setenta representantes de otros tantos países para respaldar el borrador del Tratadode Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales que se debatirá en la XXXIIIConferencia General de la UNESCO. En el documento se afirma que «Todas las culturas son iguales» y nin-guna puede «convertirse en eje hegemónico». Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, China, Japón,Australia, Corea e Israel, entre otros países, estuvieron ausentes. El entronque con los movimientos anti-sistema se deduce de las palabras de Gilberto Gil, ministro brasileño subscritor de la Declaración: «...estedebate de la diversidad cultural... manifestación más importante de la modernidad desde el punto de vistapolítico y filosófico, cuyo fin es conseguir la ponderación del diálogo y las alianzas entre todas las cultu-ras...», lo que asimismo trae resonancias de la propuesta del Presidente del Ejecutivo español; no en baldela cumbre ha estado patrocinada por el Ministerio de Cultura de España.

30 V. José de le la Torre, «Tolerancia, pluralidad, multiculturalismo» en VEINTIUNO, nº 50, verano 2001, pp55 ss. Una visión «blanda» del multiculturalismo, como reconocimiento del «enraizamiento cultural», la«inevitabilidad y conveniencia de la pluralidad cultural» y la «constitución plural y multicultural de todacultura», puede verse en el politólogo de la Universidad de Hull, Bhikhu Parekh, que basa en esos tres ci-mientos su perspectiva multicultural; no en balde es también director de la Comisión sobre el Futuro deuna Gran Bretaña Multiétnica, V. «¿Qué es el multiculturalismo?», en Boletín de Información del FundaciónBBV, nº 15, abril 1999.

uso del término sea por lo demás equívoco y pueda superponerse a lateoría de la conciencia solidaria 31.

X.Europa no es una comunidad ce-rrada en el sentido de Tönnies, si-

no una sociedad compleja, plural, de herencias diversas, pero no yux-tapuestas sino integradas y armónicas bajo unos principios y valoresbásicos. ¿Cómo está Europa enfrentándose al fenómeno de la emigra-ción?, ¿qué soluciones ofrece para la inserción social de los emigran-tes?, ¿qué fórmulas de las enunciadas ha elegido?

En lo que toca a consecuencias culturales y para la cohesión socialde los países receptores, una política europea comunitaria brilla por suausencia, pese a haberla basado, o pretendido basarla, desde hace yaveinte años, en tres campos de actuación: control de flujos, integraciónsocial de los inmigrantes y cooperación al desarrollo. Incluso en lo quese refiere al fenómeno migratorio en sí, a los flujos, la Unión Europease mueve entre la certeza de que sólo es posible abordarlo conjunta-mente y que los remedios solitarios son y han sido estériles por la in-terdependencia generada por un único mercado interior y el peso delas peculiaridades de cada Estado con su bagaje de actitudes propias ynormas diferentes que dificultan los acuerdos de validez común, in-cluso cuando se abordan bilateralmente o a tres bandas.

Eso viene ocurriendo desde 1973, con carácter más o menos difu-so, y desde 1985, cuando la Comisión Europea plantea la necesidadde una política comunitaria de inmigración, hasta, como último jalónimportante, el Consejo Europeo de Sevilla de junio de 2002. Puesbien, si para el hecho determinante los resultados son magros, parasus consecuencias socioculturales son inexistentes. Y la ampliación dela UE, no menos que las supuestas o reales conexiones de la inmigra-ción con el terrorismo, no está facilitando las cosas para una soluciónglobal europea, y no cabe dormirse porque integrar a los inmigrantes,cuyo número crecerá sin duda, es uno de los grandes problemas que

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31 Entendida como adecuación entre las bases de legitimación del sistema político, social e institucionaly la realidad fáctica. V. O. Uña Juárez y T.P. Gomáriz Acuña, «Análisis de procesos sociales. La formaciónde la conciencia solidaria con los inmigrantes en España», en Sociedad y Utopía, nº 26, noviembre 2005.

Europa tiene planteados. Por ello, los resultados de la cumbre deHampton Court fueron decepcionantes 32.

Los intentos nacionales en este terreno son esforzados, pero másbien modestos. Voy a referirme, primero, y dentro de la Unión deQuince, a cinco Estados representativos por su importancia y por elnúmero de residentes extranjeros en ellos: la RFA, los Países Bajos,Italia, Francia y Reino Unido; después, naturalmente, a España 33.

XI.En la RFA la integración socialde los emigrantes es responsa-

bilidad de los Länder, y su implantación, de los municipios. Los pro-gramas puestos en práctica hasta hoy no han alcanzado lo que se es-peraba de ellos y, entretanto, el debate político continúa, y de formamuy aguda 34, sobre ciudadanía, asilo, condiciones de residencia, y so-bre el modelo subyacente de «trabajadores invitados» o Gasterbeiter,basado en la hipótesis de la estancia temporal y la integración eco-nómica, sin plantearse la ciudadanía para el inmigrado o dificultán-dola. Los turcos son el problema mayor, por su número –más de dosmillones, lo que representa un 28% largo del total de extranjeros–, ypor pertenecer a un marco cultural diferente al normal europeo. Parala integración de los inmigrantes existe una Oficina Federal y un pre-supuesto anual de 51 millones de euros, pero la tarea más importan-te es la llevada a cabo por los Consejos Consultivos Comunales, co-mo la posibilidad de participación de los extranjeros, que carecen devoto, en la vida de la comunidad y que se han manifestado útiles. Laescolarización como instancia de socialización tropieza –como en elresto de Europa, nosotros incluidos– con serias dificultades de adap-tación, agravada por el desinterés de los padres.

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32 No sería justo olvidar la Directiva 9/2003 del Consejo de Europa y el Comunicado de la Comisión Euro-pea de 10 de enero de 2003, Bruselas, «Invertir eficazmente en educación y formación: un imperativo paraEuropa». Y, por supuesto, hay que recordar la Directiva 43/2000 del Consejo sobre igualdad de trato de laspersonas con independencia de su origen racial o étnico.

33 Puede verse también el trabajo de Mauricio Rojas, «La inmigración vista desde Escandinavia», enCuadernos de Pensamiento Político, nº 10, abril-junio, 2006, pp. 55ss.

34 Una visión optimista con algunas dosis de voluntarismo puede verse en Extranjeros en Alemania: de«trabajadores invitados» a conciudadanos, Goethe Institut Inter Nationes, noviembre de 2002.

XII.Los Países Bajos se caracteri-zaron siempre por su política

de tolerancia y respeto al pluralismo. Eso ya ocurrió con el tratamien-to aplicado a la primera de las inmigraciones de importancia, la pro-vocada por la descolonización de Indonesia, que permitió integrar so-cialmente a unos cuantos cientos de miles de naturales del paísasiático. Posteriormente, con las nuevas llegadas masivas, se alteró elsistema y se optó por un multiculturalismo que, dicho en breve, arro-jó los mismos dudosos y contradictorios resultados que en otros luga-res donde se ha aplicado 35. Reacción pendular después: el Gobierno,sin renunciar a la integración, se inclina al rigor: la policía tiene nue-vas competencias y quienes acojan o den trabajo a ilegales están so-metidos a penas severas, se restringen las entradas y se llevan a cabodeportaciones masivas. Además, todo emigrante tiene que seguir uncurso de integración social, incluidos los que llevan mucho tiempo enel país, y deben aprender el idioma: los que aprueben los cursos entres años reciben una parte de los costes del curso, pero si tras cincoaños no los aprueban no obtienen permiso de residencia.

XIII.En Italia, la nueva legisla-ción entró en vigor en agos-

to de 2002 y ha sido fuertemente criticada por las asociaciones pa-tronales y por los sindicatos. Se ocupa sobre todo de los aspectoslaborales y de su regularización, aunque bastante menos de la inte-gración de los inmigrantes. Conviene recordar que Italia ha sido im-portante receptor de emigración durante los últimos veinte años: susocho mil kilómetros de costa mediterránea son la entrada más acce-sible a Europa para muchos emigrantes. Se considera que las grandesciudades italianas albergan más de un millón de ilegales, casi la mis-ma cantidad que los legales. El aumento de las actividades delictivasha desatado actitudes de intolerancia en parte de la población, situa-ción utilizada por partidos políticos como la Liga Norte para opo-nerse a la inmigración.

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35 Conviene no olvidar que el asesino del cineasta Theo van Gogh era un musulmán nacido en Holanda yen apariencia integrado en esa sociedad multicultural tolerante.

XIV.En Francia, la controversiapolítica sobre estas cuestio-

nes es asimismo tensa, y más que nunca tras los serios incidentes re-gistrados en otoño de 2005. Una política de asimilación forzosa es lapreconizada oficialmente, es decir, la igualdad de derechos y deberespara todos, la no discriminación positiva ni negativa, cuya finalidad esconseguir una homogeneidad. Se trata, pues, de la aplicación del prin-cipio más rígido de los que hemos expuesto: el extranjero debe asimi-lar enteramente no sólo las leyes y la lengua del país de acogida, sinotambién su cultura, modos y comportamientos, renunciando a todapeculiaridad. Es la denominada integración republicana, derivada enmateria religiosa de la laïcité: todos teóricamente iguales ante el Esta-do. Pero la fórmula teórica ha mostrado grandes límites, porque ni lasedicente igualdad de nacionales e inmigrantes, ni la desaparición decualquier diferencia entre ellos se ha hecho posible en la práctica. Es-cribía hace poco Alain Touraine: «Ya no es posible pensar y actuar co-mo si Francia fuera depositaria de valores universales, y tuviera dere-cho, en nombre de esta misión, a tratar como inferiores a quienes nose corresponden a este ideal nacional» 36.

Lo más parecido a la aplicación práctica del paradigma francés fueel en buena parte fracasado Plan General de 1995, lanzado para ate-nuar los problemas causados por los guetos de extranjeros; y su exis-tencia misma es la prueba de que no se ha producido la deseada acul-turación, como muestran los recientes estallidos. Por ejemplo, losboeurs de los suburbios parisinos son un conjunto de sujetos desarrai-gados que ya no responden ni a sus pautas de origen ni a las france-sas; la primeras estarían representadas por la Gran Mezquita de París,no seguidas por los «rebeldes», ya que son mahometanos no practi-cantes; de ahí que las pautas francesas sean rechazadas sin sustitucióny encarnen, aunque sólo en parte, el espíritu de la Federación de Mu-sulmanes de Francia. La presencia mediadora de los grandes frères enlos graves incidentes del pasado año son tanto un principio de arregloa cargo de las generaciones intermedias, poco o menos marginales,como también un reconocimiento implícito del fracaso del sistema deasimilación practicado en el país vecino.

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36 Alain Touraine, «Los franceses, atrapados en su yo nacional», en El País, de 11. 11. 2005.

Hasta hoy las organizaciones étnicas no eran potentes –y acaso esohaya sido más negativo que positivo–, no lo eran ni siquiera entre losargelinos, que son a Francia, en donde habita el 90% de los residentesen la UE, lo que los turcos a Alemania y con similares disfunciones,que deberían ser atenuadas por los muchos lustros de influencia cultu-ral francesa en su país de origen 37. Por lo demás, Le Pen y sus seguido-res son un síntoma crítico de la situación. La época de Michel Rocardfue de gran conflictividad, y en ella se produjo el debate de los velos.Jacques Chirac, que asimismo la está sufriendo, llegó a hablar de «so-bredosis» de extranjeros, refiriéndose a los más de cinco millones deilegales que nutren parte de los también cinco millones de musulma-nes. Sin contar con que esta crisis se inserta en otra mayor que pone encuestión el hasta ahora «modelo francés» 38. Régis Debray decía enOviedo a mediados de noviembre de 2005: «La máquina de integra-ción que era la República Francesa se rompió». Hay, no obstante, tozu-dos defensores de la asimilación forzosa, como Jean Daniel, que siguenrecomendando el «modelo clásico»: escuela republicana, reclutamien-to militar, sindicatos integradores, ausencia de guetos étnicos y prima-cía del idioma y la cultura franceses respecto a los inmigrantes 39. Tam-bién en esa misma línea se sitúa la reciente respuesta del ministro delinterior francés, Nicolas Sarkozy, que plantea la drástica expulsión dehasta 25.000 «sin papeles» cada año.

XV.Gran Bretaña es en su concep-ción del trato a inmigrantes el

simétrico opuesto a Francia; como siempre, en el terreno de los prin-cipios. Predica, en efecto, un cierto multiculturalismo basado en quelas variantes raciales son inevitables en la práctica y, en consecuencia,hay que buscar cauces de satisfacción para los grupos y los interesesque representan, pero respetando un mínimo de referentes socialesbritánicos 40. Esta confianza en los grupos étnicos ha permitido que, al

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37 Deberían, pero es lo cierto que en Francia se integran mejor los asiáticos y los procedentes de Europaoriental.

38 V. Nicolas Baverez, Francia en declive, Gota a gota, Madrid, 2005. 39 J. Daniel, «Una tercera ‘herida de identidad’», El País, 26.11.2005.40 Mikel Azurmendi apunta agudamente que esta solución deriva de que su «tendencia imperial en las

colonias ya les había avezado a la jerarquización y fragmentación del colonizado», V. «Diez tesis sobre elmulticulturalismo», en Cuadernos de Pensamiento Político, FAES, Oc./Dic. 2005, pp. 106 ss. En ese trabajopueden encontrarse datos y reflexiones que enriquecen considerablemente algunas de las cuestiones delas que aquí trato.

menos en teoría, las minorías realicen su propio control social y re-duzcan la marginación, idea que los atentados terroristas de Londreshan obligado a poner en cuestión. Además, otra parte negativa es quea cambio de evitar los desarraigos se dificulta la cohesión nacional yse facilitan los conflictos, no ya con británicos autóctonos, sino entrecomunidades con culturas diferentes.

Recordemos –para situar mejor estas consideraciones– que el Rei-no Unido fue hasta fecha relativamente reciente la metrópoli de unvasto y heterogéneo Imperio, y es el Estado europeo con mayor po-blación extranjera, aunque represente el 8,5% del total y sin olvidarque el 39% de ella procede de algún país de la UE, especialmente deIrlanda. Desde el punto de vista fáctico y normativo afloran aquí pro-blemas parecidos a los ya descritos para otras naciones europeas, ate-nuados y complicados a la vez por la existencia de la Commonwealth.Así, la riada humana procedente de ella y de las ex colonias puso demanifiesto las insuficiencias del Acta de Inmigrantes de la Commonwe-alth y determinó la promulgación de la ley de Igualdad de Razas de1976. En 1989 se promulgó otra Acta, consecuencia de las considera-ciones contenidas en el Libro Blanco sobre Migración y Asilo de1988, estableciendo un sistema más justo y rápido pero más firme, demodo que les va bien a quienes cumplen los requisitos, y a los que nolos cumplen se les expulsa con dureza. En el Ministerio del Interiorexiste una Comisión para la Igualdad Racial que intenta reducir la dis-criminación, realiza campañas informativas y de política de igualdad,y se ocupa también de las reclamaciones por discriminación.

Los debates sobre inmigración han adquirido fuerte tensión y re-sonancia, intensificados por los atentados londinenses. En las eleccio-nes municipales de 2002, el partido xenófobo National Front ya obtu-vo un fuerte apoyo electoral. Estamos en un punto crítico: por unaparte, las asociaciones multiculturales ponen freno a los intentos delGobierno para cortar la entrada de emigrantes, que ha tenido que va-lerse de las normas laborales para lograrlo en parte; por otro lado,hasta el propio Presidente de la Comisión Interracial Británica, hom-bre de color, ha declarado en público que el multiculturalismo ha sidoun fracaso y debe revisarse la política débil en este sentido. Última-mente, Gran Bretaña ha introducido una novedad semejante a la deHolanda; se trata de que el aspirante a la nacionalidad británica pre-cisa superar para conseguirla un examen con preguntas múltiples so-

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bre un test titulado «Vida en el Reino Unido», precisa además un co-nocimiento suficiente del idioma y –los británicos siempre dierongran importancia a la liturgia como elemento de cohesión social ypolítica– participación en un acto solemne de bienvenida a los nue-vos ciudadanos.

XVI.En España el artículo 13 dela Constitución establece

que los extranjeros –y lo son los que carezcan de la nacionalidad es-pañola– gozarán en España de las libertades públicas que garantizasu Título I en los términos que establezcan los Tratados y las Leyes.Hay tres leyes básicas de carácter orgánico, tituladas «sobre dere-chos y libertades de los extranjeros en España y su integración so-cial», dos del año 2000, la 4 y la 8, de 11 de enero y 23 de diciembre,respectivamente, y la tercera, la 14/2003 de 20 de noviembre. Estasnormas conceden derechos y reconocen libertades en gama muyamplia: a estar documentados, a la libertad de circulación, al ejerci-cio del sufragio en elecciones municipales, de reunión y manifesta-ción, a la educación como discentes y como docentes, al trabajo y laseguridad social, de sindicación y huelga, a la asistencia sanitaria, aayudas para vivienda, a los servicios sociales, a la intimidad familiar,a la tutela judicial efectiva, al recurso contra actos administrativos y ala asistencia jurídica gratuita 41. Asimismo se impulsa el fortalecimien-to del movimiento asociativo entre emigrantes y se apoya a sindica-tos, patronales y ONG’s que, sin ánimo de lucro, favorezcan la inte-gración social de los inmigrantes facilitándoles ayuda económica através de programas generales 42.

Así como las cuestiones de «nacionalidad, inmigración, emigra-ción, extranjería y derecho de asilo» son competencia exclusiva delEstado 43, en lo que se refiere a política de integración, la responsabili-dad en su mayor parte es competencia de municipios y ComunidadesAutónomas 44. Ahora bien, muchos municipios carecen de medios fi-

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41 Título I, aa. 3 a 22 de la Ley Orgánica 4/2000, confirmados por las otras dos citadas. Ahora bien, la Ley8/2000 no concede a los trabajadores ilegales el derecho de asociación, de huelga, ni de sindicación, loque ha sido criticado dentro de España y fuera, p.e., por la ECRI.

42 L.O. 8/2000, de 22 de diciembre, art. 69.43 Art. 149, 2º de la Constitución.44 Por poner un ejemplo, la Comunidad Autónoma de Madrid en su Estatuto (L.O. 3/1983, de 25 de febre-

ro, modificada por L.O. 2/1991, de 13 de marzo y L.O. 5/1998, de 7 de julio), art. 26, 1. 23 se atribuye en exclu-siva la promoción y ayuda... a emigrantes..., incluida la creación de centros de protección...

nancieros e infraestructuras adecuadas, sus dificultades son grandes y,en consecuencia, la acción es deficiente 45. No obstante, el Estado, pormedio de convenios de colaboración, reparte cantidades –en 2005,120 millones de euros– entre las Comunidades Autónomas para su-fragar la atención a extranjeros y desarrollar actividades de acogida,integración y refuerzo educativo de inmigrantes. A su vez, las Comu-nidades reparten, en montos distintos según cada una, parte de ese di-nero y de la propia Comunidad a los municipios.

Los órganos estatales en este campo son:

A. El Consejo Superior de Política de Inmigración, que trata deasegurar la coordinación de las actuaciones de las Administra-ciones públicas realizadas sobre la integración de inmigrantes, y secompone por ello de representantes de las Administracionesestatal, autonómica y municipal. Este Consejo sugiere, reco-mienda y elabora un informe anual.

B. Las Comisiones Bilaterales de Cooperación entre el Estado ylas Comunidades Autónomas, en cuyo seno pueden constituir-se Subcomisiones de Cooperación, a destacar la de Canarias.

C. El Foro para la Integración Social de los Emigrantes, con repre-sentación de las Administraciones públicas, asociaciones de in-migrantes y organizaciones sociales de apoyo, entre ellas lossindicatos y las patronales. Este es un órgano de consulta, infor-mación y asesoramiento en materia de integración de inmigrantes.

D. El Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, que estu-dia, analiza y eleva propuestas en este campo 46.

A estos órganos hay que añadir otros dos, por lo menos con carác-ter nacional:

E. El Defensor del Pueblo que, en cuanto supervisor de las activida-des administrativas, investiga quejas y eleva recomendaciones,también en lo que se refiere a inmigrantes, sus derechos y trato.

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45 Es otra razón más para que se opere la necesaria «segunda» descentralización, si bien el nuevo pro-yecto de Ley de Régimen Local parece ir, contra toda lógica, en sentido contrario.

46 Cfs. art. 68 de la L.O. 8/2002, de 22.12, según modificación de la L.O. 14/2003 de 20.11, art. 36. La modifi-cación de la D.A., 2ª, según L.O. 8/2002. Id. Art. 70 y L.O. 14/2003, de 20 de noviembre, art. 71, respectiva-mente, para A, B, C y D.

F. El Instituto de Migraciones y Servicios Sociales, IMSERSO, queha emprendido iniciativas para sensibilizar a la sociedad españo-la sobre estas cuestiones y realizado estudios sobre inmigraciónen los medios de comunicación social, racismo y discriminación.Hay que añadir la reciente creación el pasado mes de junio delForo para la Integración Social de los Inmigrantes y la elabora-ción, bantante tardía, de un Plan Estratégico de Ciudadanía e In-tegración.

XVII.A propósito de esto últi-mo, resulta de cajón que

una y otra cosa, racismo y xenofobia, crean discriminación, y eso estáen las antípodas de la integración deseable y necesaria. El rechazo esel signo evidente; pues bien, si hace cinco años xenofobia y racismose situaban en un 4,2 dentro de una escala del 1 al 10 47, las últimas no-ticias al respecto no son buenas: el último Informe del CIS 48 registraque ese rechazo ha pasado de 8% de 1996 al 32% de mayo 2004, esdecir se ha multiplicado por cuatro 49, y en la Encuesta CIS de enerode 2006 la inmigración supera al terrorismo como segundo problemade los españoles 50. El aumento se produce en las Comunidades Autó-nomas con mayor impacto migratorio, con la notable excepción deMadrid y Cataluña, que aceptan algo mejor el flujo, aunque en gene-ral el incremento porcentual se relaciona con el aumento del númerode extranjeros. Se observa asimismo una mayor intolerancia cultural, esdecir, un rechazo a que los inmigrantes mantengan sus costumbres oa que tengan derecho a voto en elecciones generales. Hay un mayorrechazo a la interrelación estrecha, por ejemplo, el matrimonio entrenacionales e inmigrantes. Como también se establece una gradaciónentre ellos, valorándose peor, por orden descendente, a los marro-quíes 51, africanos, asiáticos y europeos del Este 52.

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47 J. Díez Nicolás y M.J. Ramírez, La voz de los inmigrantes, IMSERSO, Madrid, 2001.48 Centro de Investigaciones Sociológicas, La actividad de la xenofobia en España, Madrid, mayo, 2004.49 Sin embargo, en la Encuesta CIS de diciembre de 2005, sólo al 14,3% le molestaría tener como vecinos

a inmigrantes, frente al 40,2% que si lo estaría con alcohólicos, ex presidiarios y gitanos. 50 Cierto es que la engañosa actividad de ETA, las revueltas francesas y los sucesos de Ceuta y Melilla

han acentuado esa percepción.51 De hecho, la ECRI los considera como «grupo vulnerable», loc. cit. Sección I, L, 37, p. 16.52 Según datos recogidos en el trabajo de J. Díez Nicolás y M.J. Ramírez.

Y la situación puede empeorar, desgraciadamente 53. Ya un estudiorealizado a finales de 2003 por la Fundación de las Cajas de Ahorro 54

ponía de relieve que al desbordarse la oferta laboral «normal» podría in-crementarse la falta de acogida y el empleo de inmigrantes tenderíahacia la economía sumergida. En consecuencia, se iría hacia la preca-rización, con el efecto de una mayor exclusión social, lo cual sería ma-lo para nacionales y extranjeros. Por eso conviene ver las cosas desde losdos puntos de vista y ponderar, sin generalizar, los casos de explota-ción del inmigrante, en especial de los temporeros y los «sin papeles»que viven en situación de abandono y exclusión, trasladándose de lu-gar en lugar en busca de trabajo, hacinados en infraviviendas, en mul-titudinarios campamentos de chabolas, viviendo de la mendicidad 55.

El Segundo Informe sobre España de la ECRI, Comisión Europeacontra el Racismo y la Intolerancia 56, recomienda que las autoridadesespañolas tomen medidas en una serie de ámbitos, entre otros, mejo-rar la aplicación de las disposiciones existentes en materia penal (va-rios y diversos artículos del Código Penal), civil (distintas leyes sobreempleo, infracciones del orden social, libertad religiosa y sistema edu-cativo), administrativa y procesal contra el racismo y la discrimina-ción racial. Asimismo exhorta a «fomentar la participación activa dela sociedad civil en el debate sobre la adopción de una legislación an-tidiscriminatoria» 57.

XVIII.No conviene olvidar tam-poco los datos positivos

para una integración real. Así, el 40% de los extranjeros –no sólo losmás afines, como los iberoamericanos, sino también el 61% de magre-bíes y de asiáticos y el 64% de subsaharianos– 58 no quiere regresar a su

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53 En la Encuesta CIS de 12-2005, el 58,6% estima que hay demasiados inmigrantes.54 J.F. Tezanos y S. Tezanos, «Inmigración y exclusión social» en Papeles de Economía Española, FUN-

CAS, enero 2004.55 Pueden verse, sólo a título de ejemplo, dos artículos aparecidos en la revista CARITAS de junio de

2004, con los casos de Huelva y de Palencia.56 Estrasburgo, 8 de julio de 2003. Es, de momento, el último emitido.57 Doc. cit., Sección I, D, 14, p. 10.58 Datos de ASEP.

país, sino establecerse y arraigar en España, y algunos están ya tanbien establecidos, desde camareros o sirvientes hasta empresarios,que el marketing los trata de «nuevos residentes», no de inmigrantes, yen los anuncios publicitarios empiezan a aparecer rostros «extranjeros»:rubios subidos, negros, andinos, etc. Tampoco debe olvidarse que el60% de los inmigrantes ilegales tiene estudios medios y universitarios;es más, la media de inmigrantes con titulación universitaria es del29%, en tanto que la de los españoles es del 21%, y en enseñanza me-dia ocurre algo peor: la ha cursado un 22,6% de los extranjeros frenteal 14’8% de media de los españoles 59. Como tampoco hay que olvidarque los malhechores y los que llegan con ánimo de delinquir son unamínima parte, como lo son también quienes han cometido delitos ofaltas 60. Sepamos además, que los estereotipos atribuidos a nuestrosemigrantes son los mismos que suizos, alemanes, franceses o argenti-nos atribuyeron en el pasado a los emigrantes españoles, muchos delos cuales son hoy ciudadanos normales y respetados en esos países 61.En fin, que un 12% largo de extranjeros proceden de países comunita-rios y gastan su pensión o sus ahorros en España.

¿No hay choques, no hay desencuentros? Sí, los hay, y muchos, enmuchos sitios: en la calle, por supuesto, en especial en barrios y zonasmarginales; en los ambulatorios y centros sanitarios en los que se danproblemas de ignorancia de cómo funciona nuestro sistema de sani-dad, de tratamiento de nuevas enfermedades «importadas», de convi-vencia en hospitales, de carencias sanitarias en lugares de alta concen-tración de emigrados; tabúes por costumbres y creencias, en generalpor mentalidad y dominio precario del idioma. En las escuelas se dandificultades complejísimas de integración del medio millón de niñosextranjeros y de coexistencia con los alumnos españoles, que en algu-nos centros no pasan de entre el 8 y el 15% 62, con complicacionesañadidas de rendimiento escolar, choque religioso, mentalidad, papel

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59 Cfs. Antonio Izquierdo, «La educación errante» en La sociedad. Teoría e investigación empírica, CIS,2002.

60 V. Mikel Azurmendi, «Hablemos pues de los ‘sin papeles’», en ABC, tercera, 10.3.03.61 V. por ejemplo, M. Olivieri, «Migraciones, estereotipos y prejuicios. Ayer y hoy. El caso italiano», en

Migraciones, nº 5, 1999, pp. 161-181.62 P. e., en el Colegio San Antonio del distrito de Tetuán en Madrid conviven niños de 17 nacionalidades;

con todo, consiguió el puesto 204 de entre los 1.150 colegios que realizaron pruebas de nivel en la CAM.

de los padres, en fin, conflictos tan complejos que su tratamiento aquírebasaría ampliamente los límites de este trabajo. Sin embargo, es ésteun punto clave: disminuir las exigencias en materia de disciplina y enel nivel de los estudios lleva al fracaso escolar, que ya entre los niños ylos adolescentes españoles es muy alto, porque estamos en los tres úl-timos puestos de la Unión Europea de 25 miembros, donde doblamosla cifra de fracaso escolar, y ese es el umbral del fracaso laboral poste-rior. No es casual que los rebeldes franceses sean emigrantes de se-gunda y tercera generación.

XIX.Se quejaba el inmortal Shy-lock: «¿Es que un judío no

tiene ojos... no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos,pasiones?... Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas,¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultra-jáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pa-recemos también en eso» 63. La queja del mercader de Venecia puedemuy bien ser la queja del inmigrante en demasiados casos, y por par-tida doble, por tener que venir –nadie lo hace porque sí– y por tenerque estar, si el medio le es hostil. El emigrante busca una vida mejorque la que ha dejado, un mínimo, por lo menos, de despensa, de habi-tación, de servicios públicos accesibles, de escuelas para sus hijos, deempleo como condicionante de un pasar decente, de dignidad y departicipación en la sociedad a la que da sus trabajos y esfuerzo.

A cambio, por supuesto, los inmigrantes deben integrarse, no re-nunciando necesariamente a sus usos y costumbres, sino adaptándo-los, compatibilizándolos con nuestros valores nacionales, asimilándo-los en lo esencial. Es una tarea mutua: de los recién llegados y de losque ya estamos, que consciente o inconscientemente conocemosnuestro pasado, que ellos lógicamente ignoran, y el esfuerzo personaly colectivo que ha costado llegar a donde hoy nos hallamos. Igualdadde derechos es también igualdad de obligaciones, idénticas ventajasrequieren idénticas responsabilidades.

¿Qué estamos haciendo en ese sentido? Algo, sin duda, aunque elcamino sea largo y muy complejo. Ignorar que es así no permitirá re-

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63 W. Shakespeare, El Mercader de Venecia, acto III, escena 1ª.

correrlo en la dirección debida, y existen además posturas relativistasque se mueven en Comunidades y Ayuntamientos y algunas otras a lavera del Ejecutivo, posturas que en la aplicación de normas y progra-mas tienden a un pseudo-humanitarismo permisivo, y es evidente quelos reblandecimientos son tan nocivos como las intolerancias, segúnha podido comprobarse en los casos británico y francés de cuyo aná-lisis crítico y sereno hay mucho que aprender 64. Lo cierto es que, salvola excepción de algunas Comunidades, en nuestro país no se ha defi-nido aún una política clara en materia de acogida e integración. Hayavances positivos pero claramente insuficientes todavía, sobre todoen algunos puntos clave para la integración, como son la vivienda,problema general por lo demás; la educación en sectores varios: do-minio del idioma, nivel de los estudios en los países de origen, becaspara hijos de inmigrantes, reconocimiento de títulos obtenidos fuerade España, educación intercultural que facilite la tolerancia, la solida-ridad, la convivencia armónica, no multicultural que separa y diferen-cia, inserción laboral y no discriminación social. Con todo, en cober-tura social, sanidad, educación, subsidios de paro, acceso a la viviendau obtención de créditos, los inmigrantes reciben el mismo trato quelos españoles; y hace poco, la Presidenta de la Comunidad de Madridproponía conceder a los emigrantes el derecho a votar en eleccioneslocales y autonómicas.

En este último aspecto hay soluciones propuestas muy interesan-tes, que se están llevando a la práctica y agrupables en dos ejes:

A. Formación a través bien de los recursos del Plan Nacional deFormación e Inserción Profesional (FIP), bien a través del Fon-do Social Europeo, que subvenciona cursos para emigrantes enentidades públicas, como el Instituto de la Mujer o el de la Ju-ventud.

B. Fomento y subvención de autoempleo y las microempresas 65.

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64 Un ejemplo de caso ambiguo, con facetas positivas y menos positivas, fue el Forum Universal de Bar-celona de 2004, «máxima expresión, sin duda, de la ideología buenista», según Xavier Pericay, en El fraudedel Buenismo, cit. p. 81.

65 V. Isabel Ruiz-Gallardón, «La integración de los refugiados e inmigrantes en la sociedades de acogi-da» en Dinámicas internacionales del fenómeno migratorio: refugiados e inmigrantes en la sociedad multi-cultural, Madrid, 2004.

Ocurre que este caso como el de la educación requiere trata-miento aislado y detenido que aquí no cabe. Me limitaré por ello aapuntar, porque me parece importante, que en España hay empre-sas conscientes del desafío de la inmigración y la importancia de suintegración social y laboral; algunas de ellas son de carácter multi-nacional.

No éste el lugar de hacer un inventario de actuaciones a nivel na-cional, autonómico o municipal, por lo demás muy desiguales y bas-tante descoordinadas 66. Si acaso señalar algunas de ellas: refuerzo dela educación de inmigrantes adultos, con base al Fondo de Apoyo ala acogida e Integración de Inmigrantes, de carácter estatal y aplica-do conjuntamente con las demás Administraciones; atención a laszonas marginales con superpoblación foránea y se estima que la haycuando ésta supera el 10% del total; acciones preventivas de distur-bios a cargo de bandas y grupos organizados, en particular los juve-niles; creación y mantenimiento de centros de acogida y conviven-cia, como marco para el asociacionismo de los inmigrantes, y concarácter mixto, tanto para nacionales como acogidos de origen di-verso, para no estimular el aislamiento entre ellos; actuaciones enorigen, así la Comunidad de Madrid ha creado centros en Marruecospara facilitar el retorno de menores. Tampoco son desdeñables laspublicaciones para integrar; como simple ejemplo citaré dos de en-vergadura diversa: los cuentos titulados «Sociedad intercultural» 67 ola iniciativa del Instituto Cervantes, en colaboración con la Cruz Ro-ja, de publicar unos manuales para aprendizaje del español por losinmigrantes o el Plan de español gratis para inmigrantes de la Uni-versidad de Alcalá de Henares. En fin, por su trascendencia para laopinión pública, el tratamiento positivo de noticias sobre inmigra-ción que forma parte de los códigos éticos de cada medio, a destacarel de RTVE, concebido hace tres años.

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66 No es que la tarea sea fácil, pues como dice E. Martín Díaz, si el Estado –y, por supuesto el resto delos entes públicos– promueve la igualdad de los grupos étnicos será acusado de practicar la asimilación,si hace política de reconocimiento de las diferencias se le acusará de discriminación. V. Procesos migra-torios y ciudadanía cultural, Mergablum, Sevilla, 2003, p. 130. V. también Raúl Ruiz Callado, «Modos de in-clusión social de los jóvenes inmigrantes: la integración como fundamento de la ciudadanía democrática»en Sociedad y Utopía, nº 26, nov. 2005, pp. 279 ss., en especial., p. 290.

67 Editados por la Escuela de Mediadores Sociales para la integración de la CAM, 2005.

XX.La pregunta sobre lo que esta-mos haciendo debe comple-

tarse con otra más importante, ¿qué debemos hacer? Una respuestamuy clara la hallamos en el Exodo: «No oprimirás ni vejarás al foras-tero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto» 68. Sustitúyase fo-rastero por emigrante y Egipto por Alemania, Bélgica, Holanda, Sui-za y Francia, en donde millón y medio de españoles fueron a trabajarentre 1951 y 1975, o por América, donde la multimillonaria corrientemigratoria no se interrumpió durante más de doscientos años. Nooprimamos, pues, ni vejemos a los que llegan por el solo hecho deque lleguen.

Personalidades destacadas en el estudio de la demografía y las mi-graciones como Rafael Puyol o Mikel Azurmendi, que no han oculta-do nunca las dificultades y los errores cometidos o por cometer en es-te resbaladizo campo, han subrayado también lo que toca a losprejuicios o fobias de los españoles. Decía el segundo: «Las condicio-nes en que se desenvuelve su vida cotidiana ‘la de los sin papeles’ re-basa el límite de lo que una sociedad democrática puede tolerar» 69.Por su parte Puyol, que apelaba a la frase recordada por M. Fritz, «Ne-cesitábamos mano de obra y vinieron seres humanos», subrayaba quelos emigrantes lo son y «como nosotros aspiran a casarse y tener hijosy no pueden evitar morirse. El amor, la maternidad y la muerte sonhechos universales que no deberían ser objeto de desconfianza» 70. Tales asimismo la postura de la Iglesia Católica respecto a los de los in-migrantes: «Juntos hemos de empeñarnos en derribar las barreras dela desconfianza y en rechazar la discriminación o exclusión de cual-quier persona con el consiguiente compromiso de promover sus de-rechos inalienables» 71.

Eso requiere mucho más que medidas de los poderes públicos,aunque sean necesarias, mucho más que marcos materiales adecua-dos, necesarios también, requiere por parte de la sociedad, de todos

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68 Exodo, 22. 20.69 Mikel Azurmendi, «Hablemos pues de los ‘sin papeles’», en ABC, tercera, 10.3.2003.70 Rafael Puyol, «Y vinieron seres humanos», en ABC, 16.10.2005.71 Cardenal Rouco Varela, «Una presencia no siempre bien comprendida», en Alfa y Omega, 2.10.2003.

Cfs., asimismo, Mensaje de la Conferencia Episcopal Española de 14 de enero de 2006, con motivo de laJornada Mundial del Emigrante y el Refugiado.

nosotros, una «conducta cívica», por llamarla de alguna manera, queprecisa sea reconocida por cualquier tendencia política. Junto al im-perio de la ley, imprescindible, la creencia y la práctica en valores pro-fundos que han sido el sostén imprescindible de las sociedades demo-cráticas occidentales; cuando esos valores se resquebrajan –y tenemosun serio déficit en este aspecto– las sociedades quiebran. Si no cree-mos en esos valores o los difuminamos con relativismos y prácticasque los contradicen, ¿con que fuerza podemos pedir a los que llegan anuestro suelo que comulguen con principios que nosotros mismos es-tamos debilitando? 72

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72 Conviene recordar lo dicho por Marcello Pera, La fuerza de la identidad, FAES, Madrid, 2005: «Europadebe ser consciente de la superioridad moral de unos valores vigentes durante siglos y que dan los mejo-res resultados allí donde se les permite arraigar»; lo que ha reiterado en el Manifiesto «Por Occidente»presentado en Italia a finales de febrero de 2006. Por su parte, Régis Debray, a propósito de los disturbiosfranceses, reflexionaba: «Una sociedad sin proyectos ni utopía, en la que la ausencia de lo sagrado provo-ca devastaciones inauditas…», Avvenire, 6.12.05. En fin, Serafín Fanjul recordaba que García Gómez, devocaciones poco dudosas, dijo casi al fin de su vida: «Si tuviera que elegir entre Oriente y Occidente, mielección está clara: Occidente» («tercera» de ABC, 3.2.06).

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No por repetida en numerosas ocasio-nes, una afirmación acaba siendo verda-dera. Parece, sin embargo, que a fuerzade reiterar algunas explicaciones senci-llas y aparentemente coherentes sobrelos hechos del pasado, éstas puedenllegar a convertirse con facilidad en pa-trimonio del discurso público, dándosepor hecho su condición de verdadesobjetivas. Y a fuerza de perpetuarse co-mo elementos imprescindibles para elanálisis histórico, pocos llegan a pregun-tarse por su solvencia, trampa muchasveces inconsciente a la que no escapanni siquiera los especialistas. Un lugarcomún, por ejemplo, de la historia con-temporánea es el de las pésimas condi-ciones de vida y salarios que trajo con-sigo la primera industrialización inglesay cómo, al parecer, la modernizacióneconómica alejó a los individuos delsupuesto paraíso de felicidad y prospe-ridad que constituía la vida en el campo.Poco importa en este caso que el sentidocomún nos advierta sobre el peligro de

idealizar la durísima vida rural en elmundo del Antiguo Régimen, y no parecetampoco que haya tenido efecto en laversión divulgativa de la historia contem-poránea el hecho de que algunos histo-riadores de la economía hayan expli-cado, con datos de por medio, que ni lascondiciones de vida ni los salariosfueron necesaria y regularmente peorescomo resultado de la industrializacióninglesa.Algo parecido ocurre con la versión másextendida acerca del papel del catoli-cismo en la historia de España. Es unlugar común, y no sólo entre el públicomás o menos culto situado a la izquierdadel mapa político, la idea de que hastahace bien poco, casi hasta la llegada denuestra actual democracia, la Iglesiacatólica ha disfrutado de un poder tanextraordinario que no habría habidoaspecto, no ya de la vida social o cultu-ral, sino de las decisiones de los gobier-nos, que no estuviera influido de una uotra forma por los intereses de aquélla.

El catolicismo españolUIS VALVERDE

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S. G. PAYNEEl catolicismo españolPlaneta Barcelona 2006. 384 págs.

En resumen, que el catolicismo habríasido siempre y de una u otra forma unEstado dentro del Estado que habríaimpedido, dados sus intereses reaccio-narios, la modernización del país. En esesentido, puesto que la Segunda Repú-blica no pretendía otra cosa que demo-cratizar y modernizar el país a base dereformas económicas, sociales y educa-tivas, entra dentro de toda lógica que loscatólicos y su poderosa Iglesia, enemigaacérrima de la República, se levantarancontra ella y respaldaran a Franco trasel golpe de Estado de julio de 1936 y elcomienzo de la guerra. No hay duda, alrespecto de estas consideraciones taneficaces como simples, que la historiareciente de la vida política españolatiene mucha culpa de la popularidad deeste tipo de análisis. Obviamente, laasociación de franquismo con nacional-catolicismo –que produjo, como señalaPayne en la página 227, «al menos du-rante un decenio, la más notable restau-ración tradicionalista, religiosa y cultu-ral que se haya visto en el siglo XX encualquier país europeo»–, aun cuandoresponda sólo parcialmente a la realidadde la dictadura, ha sido fundamentalpara divulgar no ya una imagen negativasobre el catolicismo, sino para extrapo-lar de forma sorprendente la realidad dela España de la segunda mitad de losaños cuarenta y primeros cincuenta acircunstancias históricas anteriores biendiferentes. Parece como si el franquismohubiera venido a confirmar la natural eindiscutible relación de subordinacióndel Estado a la Iglesia católica quedurante siglos, y especialmente desdelos tiempos de los Reyes Católicos y la

política católica e imperial de Felipe II,habría sido responsable del atraso cultu-ral, político y económico del país. Porsupuesto que la relación Iglesia-Estadodurante el franquismo es bastante máscompleja de lo que esa idea sugiere,pero el hecho cierto es la asociacióninmediata de ideas que, de una u otraforma, ha producido efectos perversosen el análisis histórico. Nada más provechoso para distanciarsecríticamente de esos lugares comunessobre el papel del catolicismo en la his-toria de España que repasar algunas delas últimas aportaciones que se hanhecho sobre la relación entre política yreligión en la España contemporánea,amén de acercarse con cierto afán dedejarse sorprender al mundo, no siempreapasionante, de la vida política durantela larga dictadura franquista. Pero eso,que puede ser tarea sólo para un espe-cialista, bien puede ser sustituido por laatenta lectura de una buena síntesis. Ésees, sin duda, uno de los méritos princi-pales del libro que el hispanista nortea-mericano, el profesor Stanley G. Payne,escribió a mediados de los años ochenta:una meritoria síntesis de lo que ha sidoel papel del catolicismo en la España delúltimo milenio. Ahora, por suerte para losque no lo hubieran comprado entonces,Planeta, con muy buen criterio, ha vueltoa editarlo, añadiéndole un interesanteepílogo del autor sobre el catolicismoespañol durante las dos últimas décadasdel siglo XX; una reedición, por cierto, enla que no hubiera estado mal una actua-lización de la bibliografía que hubieraincluido alguna de las monografías im-

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prescindibles que se han publicado enlos últimos años.Payne no oculta, sino todo lo contrario,la tesis fundamental que sostiene suanálisis del papel del catolicismo espa-ñol, una tesis que, significativamente, nohace sino poner en entredicho esa ver-sión a la que nos referíamos más arriba.«Se ha acusado a menudo al catolicismoespañol –escribe el autor nada más em-pezar– de ser teocrático, de dominar elEstado, aunque se está más cerca de laverdad si se señala que en periodosimportantes de la historia de España laIglesia se vio dominada por un Estadooficialmente ultracatólico» (página 8).Primera idea que debiera tener efectosinmediatos sobre los tópicos asentadosy de la que se desprende inmediata-mente una duda importante: ¿un Estadoconfesional para dominar a la Iglesia? La paradoja, sin embargo, no es tal. Bastacon tener en cuenta que la subordinacióndel poder temporal al espiritual no fuesiempre lo que las etiquetas y los proce-dimientos pudieran sugerir, sino que ensu afán de controlar a la Iglesia era prefe-rible contar con una Iglesia dentro delEstado que no con una Iglesia indepen-diente. Las autoridades eclesiásticas, porsupuesto, trataron siempre de ejercer suinfluencia en la toma de decisiones delpoder político, pero, lejos de conseguir laasociación y subordinación que en algúnmomento les hubiera gustado, hubieronde resignarse en muchos casos a tolerarla injerencia del poder temporal en asun-tos espirituales a cambio de no renunciarplenamente a su autonomía. La idea capi-tal, por tanto, es que las relaciones entrela Iglesia católica y el poder político en

España estuvieron sometidas siempre auna tensión hasta cierto punto irresolu-ble. De hecho, como bien señala Payne,la historia del catolicismo español estuvomarcada, además de por su fuerte yconstante peculiaridad, dentro de su per-tenencia al catolicismo europeo occi-dental, por una pugna persistente entrelas autoridades religiosas y el poder civil,no resuelta hasta mucho más tarde queen otros países occidentales, y es posi-ble que ni siquiera cerrada de forma defi-nitiva, como ponen de relieve los últimosconflictos surgidos en el primer lustro delnuevo siglo XXI a propósito de la instruc-ción religiosa en las escuelas públicas ola equiparación del matrimonio a la unióncivil entre homosexuales. Las peculiaridades del catolicismo his-pano no han sido pocas, derivadas dehechos singulares a la vez que capita-les, como la Reconquista («El efectoprincipal de la confrontación musulmanacon la sociedad hispanocristiana –es-cribe Payne en la página 36– no fue unaorientalización de ésta, sino más bien eldesarrollo de una subcultura caracte-rísticamente hispanocristiana dentro dela civilización occidental, una subcul-tura cuyas actitudes y valores fueronmoldeadas no por el Islam, sino porsiglos de guerra y confrontación»), elpapel desempeñado por la monarquíahispana en la Contrarreforma o el naci-miento del liberalismo español en unasituación de guerra nacional de inde-pendencia y bajo una gravísima crisis deautoridad. Con todo, y pese a esas pecu-liaridades, lo que el estudio de Paynepone de relieve, esto es, la pugna cons-tante entre Estado e Iglesia, y la costosa

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y progresiva victoria del primero, son, enverdad, rasgos habituales en la historiade los países de la Europa occidental.Incluso en tiempos de los visigodos,antes de la invasión musulmana, era elRey el que podía presumir de «manoférrea» en su relación con la Iglesia. Éstale dio al reino visigodo un «Estado», enel sentido de un marco de relacionesjurídicas; y los «concilios» definieron unapolítica religiosa en términos naciona-les. Pero la Corona, como explica Payne,controló siempre la designación de car-gos eclesiásticos y su voluntad pre-valeció en la mayor parte de los con-flictos administrativos o políticos. Visto en perspectiva histórica, lo quecaracterizó a la Europa cristiana –y, portanto, a España– no fue la subordinaciónde la sociedad a la religión o la formaciónde regímenes teocráticos, sino la luchaabierta entre el Estado y la Iglesia endefensa de su respectiva independencia,con el resultado final de la afirmaciónindiscutible de la autonomía del primeroy, por tanto, la paulatina expansión de latolerancia y la libertad religiosa. En esesentido, los Estados liberales que siguie-ron a la edad de las revoluciones, nohicieron, en cierto modo, otra cosa queculminar con éxito, aunque no sin difi-cultades –y en distintos momentos y pordiferentes procedimientos, según laspeculiaridades del contexto al que hubie-ron de enfrentarse–, una corriente bienantigua que conducía a la autonomíaindiscutible del poder temporal. La liber-tad, como explicó Lord Acton, no eracompatible, en ningún caso, con laconfusión de esferas. Eso, en Europa yen España, antes o después, fue bien

comprendido. La lectura del libro delprofesor Payne aporta datos y análisisesclarecedores de ese proceso.

MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO

IdentidadesproscritasJUAN PABLO FUSIIdentidades proscritasSeix barral. Barcelona, 2006. 350 págs.

Aunque toda la literatura sea mentira,como tantas veces nos ha contado elgran maestro de las letras hispanas dehoy, Mario Vargas Llosa, la auténtica, labuena, es siempre una mentira verda-dera, es decir, una mentira en la que vanenvueltas algunas de las verdades denuestra vida, una confesión secretadonde el dolor y el amor, la soledad, laperplejidad, el asombro, se alían bajo loshilos aparentes de lo que puede presen-társenos como el relato objetivo de otrasvidas o como esa sentimental invenciónde la propia en que consiste la poesía. Ya esta «verdad de las mentiras» no sonajenos, en modo alguno, ni el ensayo niel relato supuestamente objetivo de laHistoria. Ya nos enseñaba, hace muchosaños, Miguel Espinosa, el autor de laprodigiosa Escuela de Mandarines, quela mera selección de la realidad era en símisma una confesión por parte del autor,una posición ante lo que se iba a contar,casi el cuento mismo.

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Eso es lo que ha hecho Juan Pablo Fusipara sus Identidades proscritas: selec-cionar algunos países, regiones o comu-nidades agitados por escisiones identi-tarias, para trazar con ellos un relatoejemplar sobre cómo el nacionalismoopera en las sociedades de las que seadueña. Pero sobre todo para demostrarque en esas mismas sociedades, cuyaimagen ha sido completamente ocupadapor el nacionalismo y sus desdichas,conviven –o lo intentan– otras «identi-dades proscritas»: individuos y fuerzaspolíticas, sociales o culturales que resis-ten al aplastamiento a que el naciona-lismo (precisamente por ser una volun-tad y exigencia de identidad, de loidéntico, aunque sea a la fuerza) sometecuanto toca. Es decir, para abundar, conel mismo rigor documental que carac-teriza al conjunto de su obra, en la exis-tencia de esas ovejas negras, de tantos«juanpablosfusis» de amor indiscutiblehacia su tierra, pero que se niegan ahacer de ese sentimiento la única refe-rencia de su acción política, el únicoobjetivo de la misma. Por eso, a pesar de la sobriedad de laprosa, digamos que profesional, de unautor con bien ganada fama de ecuani-midad, de su voluntad científica en tantoque historiador, terminada su lectura nopodemos evitar la sensación de haberasistido a una búsqueda personal, a undenodado empeño por hallar sentido a unabsurdo que ha marcado la vida de Fusiy de la sociedad, el País Vasco, a la quepertenece, que la ha destruido y amar-gado sin que se pueda encontrar unaverdadera razón para ello. En suma, sali-mos del libro con la sensación de haberasistido a una íntima confesión de dolor

ante lo irracional. Y de confusión, deimposibilidad de entender en plenitudcómo pudieron llegar hasta el espantopor poco más, en el caso vasco, que unosagravios agigantados, la boina simbólicade una identidad en peligro, que no esotra cosa que una terca resistencia alcambio histórico. Como si las estupide-ces de Arana hubieran provocado unabola de nieve, casi un (trágico) juego deniños, que habría terminado por engullir-los a todos. Desde ese estupor, el libro de Fusi seerige en un camino de salvación, en unperegrinaje intelectual que le justifiqueen su no nacionalismo, un viaje paraencontrar argumentos contra aquellosque, con seguridad, le acusan de traidor,de no amar suficientemente a su tierrapor no hacer de ese amor una habitacióncerrada. Por ser una oveja negra comola que, significativamente, ocupa lacubierta del libro. El icono de todos losque en medio del nacionalismo hanoptado por salirse del rebaño: los Juaris-ti, Azurmendi, Buesa, Ezquerra, Ladrónde Guevara, Boadella, Espada, De Carre-ras, Vázquez-Rial, Ibarrola, Pepe Domin-go, Gotzone Mora, Pagaza, San Gil, AnaIríbar, Francisco Caja, Josefina Albert,Marita Rodríguez... y tantos otros pros-critos en esta España que ha decididorefugiarse en los agujeros negros deunas identidades jibarizadas, concebi-das, en efecto, como la sola comunión delos idénticos. Con sólo reparar en el signi-ficado del Sinn Fein (Nosotros solos)bastaría para entender lo siniestro y estú-pido, lo reaccionario y xenófobo, la des-confianza en el hombre que se ocultasiempre bajo el nacionalismo.

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Seis son los territorios, regiones, países,pueblos o tribus en general sobre cuyatrayectoria histórica, a la búsqueda de lanación que nunca habían sido o de la quehabían dejado de ser mucho tiempo atrás,Juan Pablo Fusi ha construido su fresco:el País Vasco, Irlanda, Escocia, Sudáfri-ca, los judíos y el sionismo, y Québec-Canadá. Y del análisis de situaciones enprincipio tan distintas, obtiene, sin em-bargo, conclusiones ejemplares:1º El nacionalismo divide aquellas socie-dades en las que acaba por prevalecer.«Factor de división», lo llama. Es más, só-lo dividiéndolas consigue ese predomi-nio, sólo agitando a un enemigo imagi-nario o real se justifica a sí mismo comodefensor de la identidad, un enemigo queya no es sólo exterior, sino también inte-rior, el peor de todos: aquel al que hayque presentar como renegado, ovejanegra ‘españolista’, angloirlandés, anti-sionista o clandestino antiafrikaner... Portanto, lo que aporta el nacionalismo allídonde se impone es enfrentamiento, unabatalla ideológica que suele llevar alretroceso de la libertad o a la violenciacuando los identitarios se empeñan enimponer su realidad nacional a todos losdemás. Que ha sido casi siempre. Lapartición de Irlanda es su metáfora y sugran lección: la de que ceder a las inde-pendencias identitarias no es nunca unasolución, sino el principio de otro pro-blema, de otra división, llámese el Ulstero Navarra y Álava. 2º El nacionalismo amputa, saja, escon-de, niega toda realidad cultural o histó-rica, toda tradición verdadera que no seajuste a la imagen inventada que nece-

sitan para convencer de una homogenei-dad ficticia, de esa cohesión identitariadepurada de todo rasgo ‘extranjerizante’,y mucho más si son los rasgos del ‘opre-sor’. El nacionalismo, por naturaleza, esenemigo de la pluralidad. Ninguna Espa-ña menos plural, pues, que la ‘naziona-listizada’ de ZP. El libro está especial-mente dedicado a dar cuenta de esasocultaciones culturales y políticas: de lagran literatura irlandesa y escocesa eninglés, de la condición española (que noes lo mismo que castellana, aunque losnacionalistas necesiten confundir ambascosas) de la literatura vasca, de la diver-sidad étnica y lingüística de Québec, dela que fuera voluntaria integración judíaen los países occidentales como al-ternativa al sionismo, de la existenciade comunistas y liberales antiapartheidentre los blancos sudafricanos... En fin,de todo aquello que estorbaba para las«construcciones nacionales» respecti-vas, de todo lo que se oponía a los mitosde unas sociedades que en el ensueñonacionalista aparecen inamovibles, eter-namente iguales a sí mismas. 3º El nacionalismo sojuzga casi por natu-raleza, puesto que hace del sentimientode arraigo, del reconocimiento obligadoen lo próximo, un proyecto de domina-ción política, contrario, necesariamente,a una libertad individual para elegirse auno mismo que dejaría sin fundamentoese dominio. 4º Y, como consecuencia inevitable deese proceso de depuración, de cierre nisiquiera sobre sí mismo, sino sólo sobrela parte conveniente como nacional desu personalidad, lo que produce son

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sociedades arcaizantes, conservadorasen lo peor, puritanas y ancladas en unpasado que nunca existió. Como laIrlanda de casi todo el siglo XX, como elQuébec monolingüe de los nacionalistasfrancófonos, la Escocia mítica que nuncahubiera pasado de la falda de habercaído en manos de sus mistificadores oel Euskadi desindustrializado de lasvaquitas euskaldunas, que sobrevivegracias a los privilegios del Conciertoeconómico.Identidades proscritas resulta, pues, uninteresantísimo repaso a algunos de losprincipales puntos calientes del nacio-nalismo en el mundo, con la finalidad yaapuntada de demostrar que es frecuen-te encontrar en esas sociedades a multi-tud de no nacionalistas, muchas veceslos mejores; que las ovejas negras no sonexcepciones, sino grupos o importantísi-mas minorías excluidas y silenciadas;que hay, incluso, una posible nación sinEstado (aunque sea un concepto imposi-ble, un oxímoron: no hay naciones sinEstado porque las naciones modernasson políticas o no lo son), que lo tuvo enel pasado antes de integrarse en el ReinoUnido, una nación no nacionalista a laque Fusi propone, sin decirlo, como

modelo para tantas otras naciones (todossabemos cuáles) que, con muchos me-nos motivos para la reivindicación, seempeñan en negarse a sí mismas lo queEscocia representa: la realidad armo-niosa de las identidades concéntricas, lade un país al que su unión con otros hizomás fuerte, y en el que la lealtad británicaen nada interfiere, sino al contrario, conel patriotismo escocés. Alguna vez ten-dremos que escribir sobre las diferenciasentre nacionalismo (división, amputación,invención mítica, opresión y retroceso)frente a ese concepto también desdi-chadamente proscrito en todas las Espa-ñas que es el patriotismo.No obstante, este cumplido objetivo dellibro que es su fuerza y su virtud, el depresentar la realidad generalizada ydeseable del no nacionalismo, constituyepara nosotros también su principal debi-lidad. Un defecto que creemos incons-ciente en Fusi, acaso derivado de lapropia «selección de realidad» de quehablábamos al principio de estas líneas,de su tono comedido y estilo profesoraly, sin duda, del respeto que siente por elnacionalismo, con el que, al fin, ha cre-cido y convivido y al que se esfuerza porcomprender. Un respeto –desde nuestropunto de vista, que no le tenemosninguno– excesivo. Acaso aquí hallemosuna de las principales lecciones de laobra de Fusi: la casi imposibilidad desustraerse al secuestro que produce elnacionalismo, y que no sólo está rela-tado en el libro, sino que es el libromismo, hasta llegar a esta especie desíndrome de Estocolmo indirecto queapreciamos en un Fusi atenazado en su

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alegato, demasiado pendiente, en efec-to, de justificarse. Seguramente, quie-nes no lo hemos padecido no estamosen condiciones de juzgar ni entenderplenamente lo que debe ser la vida enmedio de una realidad social ocupadapor la obsesión nacionalista, por si mehabré levantado suficientemente vascoo catalán o gaélico esta mañana, siestará en peligro mi lengua –en indivi-duos, por cierto, bilingües, y hasta mo-nolingües de la lengua que odian– o silos españoles, los ingleses o los angló-fonos estarán tramando otro nuevoatentado contra nuestras tradicionesancestrales. Casi todas inventadas, co-mo demuestra Fusi.No estamos descalificando, pues, unaobra muy importante, necesaria, amena,utilísima como panorámica del pasado yadvertencia sobre lo que nos espera siescogemos los caminos equivocados yno aprendemos de la historia. Al con-trario. Lo que decimos es que se nosqueda corta. O mejor, cortada. Al nacio-nalismo, y con muchas más razonesdespués de leer el libro, no se le puedeconceder ni un centímetro de excusa entanto que se proponga construir nacio-nes identitarias y no sociedades demo-cráticas. Y, siguiendo a Fusi, percibiendosu ansiedad por comprender y ser com-prendido, por explicar que ser no nacio-nalista no significa ser antinacionalista(pág. 316), pareciera que todos sus argu-mentos estuvieran lastrados por unaculpa implícita, por la necesidad de con-vencer a los nacionalistas de que quie-nes no lo son también tienen derecho ala existencia, de que es posible no sernacionalista sin caer en la abyección.

Y sin embargo, debieran ser los nacio-nalistas los que pidieran perdón. Ahí esdonde le falta contundencia a Identida-des proscritas para denunciar lo paleo-lítico del nacionalismo, la estulticia cri-minal de quienes alzan fronteras yempalizadas entre la sidra y el vino, entreel txistu y la dulzaina. De quienes sobresemejantes idioteces, con perdón, hansido capaces de levantar tanta mentira,tanto horror, tanto odio.

JAVIER ORRICO

La España convertida al islamROSA MARÍA RODRÍGUEZ MAGDALa España convertida al islamEd. Áltera, Barcelona, 2006, 170 pág.

Pongamos una simple pregunta paraintroducir al lector de este estimulantelibro en alguno de sus meollos concep-tuales: si el islam sentencia la apostasíacon la pena de muerte, ¿puede un musul-mán español cambiarse de religión ohacer pública confesión de ateo?La respuesta, que es evidente para cual-quiera que reconozca y acate la Consti-tución española, no se antojaría tan fácilen el seno de una comunidad islámicaoccidental cualquiera, donde comomínimo se organizaría un enconadodebate. Como la autora de esta obrarecuerda oportunamente, ya en 1999 el

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ministro del interior francés Jean-PierreChevènement hubo de retirar de su pro-yecto de normalización del culto mu-sulmán un artículo que consagraba «Elderecho de toda persona a cambiar dereligión o de convicción». Lo hizo ce-diendo a las presiones de la organizaciónfundamentalista UOIF (Unión de Organi-zaciones Islámicas de Francia). De esemodo, un texto que estaba llamado atener rango de ley ignoraba deliberada-mente un derecho fundamental recogidopor la Declaración Universal de los Dere-chos Humanos y por la propia Consti-tución francesa. Éste no es sino uno delos muchos ejemplos de cómo la reivin-dicación del derecho a la diferencia porparte de un grupo social determinado–los musulmanes en este caso– puedesocavar irreparablemente el imperio dela ley y el contrato social básico de todoEstado democrático: la libertad y la igual-dad de sus ciudadanos.El rápido desarrollo que el islam ha expe-rimentado en España en la última dé-cada, debido principalmente a factoresmigratorios, tiene su antesala y su puntade lanza en la introducción de esta reli-gión a mediados de los setenta por partede un pequeño grupo de conversos. Enla primera parte del libro, la autora deta-lla la evolución, entre anecdótica y folkló-rica, de este neo-islam español trufadode delicuescencias andalusíes, de filo-sofía orientalista de rebajas, y de muchacontracultura tirando a hippie. Lo enca-beza un personaje algo siniestro y algotragicómico, el escocés Ian Dallas, aliasShaykh Abd al-Qadir al-Murabit, firmesospechoso de simpatías pronazis y dehaber desviado pingües fondos islámicoscobrados a Arabia Saudí para comprarse

un castillo en Escocia. Tras la muerte deFranco, Dallas introduce en España lasecta de los Morabitún, instalada prime-ramente en Córdoba bajo el nombre de«Sociedad para el Retorno del Islam a AlÁndalus». De este movimiento antisis-tema-ácrata-neoislámico provienen al-gunos de los más destacados conversosdel primer islam español, como JadichaCandela (diputada del PSOE y cuñada deJoaquín Almunia), Abdelkarim Carrascoo Mansur Escudero.Es precisamente este último quien ten-drá mayor protagonismo en la posteriorevolución del nuevo islam político espa-ñol, tras escindirse del grupo de IanDallas y liderar un movimiento de con-versos que, a través de la Junta Islámicaubicada en Almodóvar del Río (Córdoba),se expresa mediante la revista VerdeIslam y la influyente página Webislam. Enella colaboran los más destacados ideó-logos del islam converso español, perso-najes curiosos, heterodoxos e inquie-tantes como Abdennur Prado, El MehdiFlores o Abdelmumin Aya.Por encima de todo este incipiente gru-po planea la espesa sombra de aquel aquien la autora denomina «padre ideo-lógico del movimiento musulmán espa-ñol»: el ex-militante de acción católica,ex-comunista y negacionista del Holo-causto Roger Garaudy, fascinado por elcarácter revolucionario e igualitario delislam: «La comunidad –afirma– no sebasa en una “declaración de derechoshumanos”, sino en la revelación de susdeberes» (pág. 50). Pocos años antes dela caída del Muro, cuando el marxismoagonizaba sin remedio, el discurso deGaraudy hizo buen caldo con el lioteanticapitalista, orientalista y contracul-

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tural del que procedían muchos de losnuevos conversos. Y cómo no citar entresus discípulos al inefable AbderramánMedina, ex-seminarista, ex-comunista ypionero del nacionalismo andaluz, en-vuelto en 1985 en una acusación de es-pionaje para Marruecos (pág. 30), paísgracias a cuya financiación funda laYamaa Islámica de al Ándalus y la Uni-versidad Islámica Averroes de Córdoba.Arbitristas e ideólogos todos ellos de unislam más bien imaginado, idealizadohasta el delirio, interpretado con anchu-rosa manga, en muchos casos huérfanode algarabía, su producción intelectualva desde el disparatado Islam para ateosde Abdelmumin Aya, hasta la delirantedefensa del matrimonio homosexual islá-mico de Abdennur Prado, pasando porla falaz reivindicación de la poligamia deMansur Escudero o Jadicha Candela(cuyas pretensiones justicieras desmon-ta magníficamente la autora, págs. 93-95). Todo ello bien salpimentado con laclásica sopa de soflamas multicultis:aceptación acrítica y obligatoria de ladiversidad; justificación de todo linaje dedisparates envueltos en el biempensantecelofán de la cultura; autoinculpaciónpor las culpas genéricas de Europa;insistencia imaginaria y enfermiza en lairrevocable «decadencia de Occidente»;empeño constante en exculpar al «ver-dadero islam» de cualquier tipo dedefecto o mácula, etc. Aunque la autorase esfuerza en aclarar que los conver-sos no son gente inquietante ni peli-grosa, no duda en calificarlos –con todajusticia– de reaccionarios recalcitran-tes: «no se puede minimizar su respon-sabilidad como cabeza de lanza e intro-ductores de una imagen asimilable, que

encubre mensajes utilizados en benefi-cio propio por los sectores más integris-tas» (pág. 20).En efecto, a finales de los 80 estos neo-musulmanes españoles se aglutinan entorno a la FEERI (Federación de Entida-des Religiosas Islámicas); pero su pre-tensión de erigirse en interlocutoresúnicos del fenómeno islámico empiezaa frustrarse con la aparición y compe-tencia de la UCIDE (Unión de Comunida-des Islámicas de España), que agrupa amusulmanes de origen emigrados aEspaña, bajo la presidencia del sirio RiayTatary, fundador de la popular mezquitade Estrecho en Madrid y muy próximo alos Hermanos Musulmanes. Era cuestiónde tiempo que ambas organizacionestuvieran una relación desconfiada y tor-mentosa, ya que los musulmanes inmi-grados contemplaban a los conversoscomo unos advenedizos heterodoxoscuyas pretensiones de reelaboración deun islam reinterpretado les parecíandescabelladas. ¿Acaso ignoraban nues-tros conversos que a un teólogo musul-mán de la talla de Mahmud MuhammadTaha lo habían colgado en plaza públicade Jartum por reinterpretar las fuentesdel islam? ¿No sabían cómo se las gasta-ron los árabes con el escritor egipcioTaha Husayn por tener la osadía de rein-terpretar? ¿No habían leído a Ibn Battuta,que cuando visita África o Asia sólo se fíade los árabes que encuentra y desconfíadel islam de los naturales del país?No obstante sus diferencias, ambosgrupos logran fundar en 1992 la CIE(Comisión Islámica de España), al calorde las subvenciones otorgadas por elAcuerdo de Cooperación firmado aquel

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mismo año, que entre otras cosas facul-ta a los contribuyentes musulmanes adestinar a su confesión parte de sus im-puestos. En enero de 2006, en fin, la his-toria de este matrimonio de convenienciaexperimentó un vuelco radical, cuandolos conversos afines a Mansur Escuderoperdieron el control de la FEERI, ahora enmanos de una directiva de corte funda-mentalista wahabita, cortada a la medidade su patrón saudí.Ahora bien, si algo tenían en comúnambos grupos, si en algo encontraron losmusulmanes de origen el campo roturadoy bien abonado para la expansión porparte de los conversos, es en la imagendel islam que ha terminado por instituirseen tótem de la corrección política: esa«imagen asimilable» de la que habla laautora y que proclama a los cuatro vien-tos que el islam es «paz», que el islam es«tolerancia» y afortunado crisol de cultu-ras. Notemos de paso que de ahí al lemade los Hermanos Musulmanes «el islames la solución» no hay más que un pasoque muchos no han vacilado en dar.Dicha imagen se nutre esencialmente dela idealización acrítica de Al Ándalus,basada en los mitos de la penetración yla coexistencia pacíficas; de la confusión

interesada entre la cultura árabe y elislam y de la absoluta ignorancia de loslogros de la Ilustración, de la Revolución,del liberalismo y la modernidad, escon-didos tras la imagen machacona de unOccidente corrupto, desgastado y colo-nialista. A tal empresa suicida han cola-borado con entusiasmo transido deestrictos intereses personales escritoresy figurones de la ficción ideológico-lite-raria como Antonio Gala, Juan Goytisoloo Sánchez Ferlosio (pág. 74). Esta imagense ha configurado como un inevitable«lugar común, repetido hasta la sacie-dad, justificado por el temor a incurrir encualquier incorrección política» (pág. 73)y del cual se encuentran ideológica-mente prisioneras nuestras clases polí-ticas y dirigentes. Dudar de ella equivalecada vez más a ser tachado de islamó-fobo. Y ser tachado de islamófobo equi-vale a lo que todos sabemos.De la institución de dicha imagen falsea-da al trágala del comunitarismo ya haytan sólo un paso, que la autora denun-cia con claridad y lucidez meridianas: siusted es liberal / demócrata / tolerante,entonces habrá de aceptar las diferen-cias que comporta la convivencia conotras culturas: la poligamia que defiendeMansur Escudero, por ejemplo; o quelas niñas sean obligadas a ir con velo alas escuelas públicas; o que los sexossean segregados para las clases denatación o de gimnasia. Esto es: si ustedes liberal / demócrata / tolerante, enton-ces por fuerza tendrá que aceptar todoaquello que conspira y destruye la tole-rancia, el liberalismo y la democracia(ciudadanos libres e iguales, no lo olvi-de). He aquí el bucle ominoso del pensa-

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miento débil; la nada intelectual traves-tida de entidad; la soflama y el esloganelevados al altar del pensamiento quenos brinda un discurso multiculturalistatras el cual se encuentran realidades tanominosas como los consejos del imán deFuengirola.El libro de Rosa María Rodríguez Magda,en fin, da mucho más de lo que promete,pues no es una simple descripción de lahistoria del islam en la España contem-poránea, sino un lúcido e implacableanálisis de los desafíos que el islamismomilitante va a plantear irremediablemen-te a nuestro país y a todos los países deEuropa en los próximos lustros. Dichosdesafíos se plantearán siempre apelandoa unas libertades contra las que inevita-blemente se pretenderá conspirar. Laautora guarda sus mejores armas para lasegunda parte de la obra, donde desen-mascara con gran inspiración y clarivi-dencia los principales puntos de conflictoque se avecinan: el comunitarismo multi-culturalista; la discriminación de la mujercomo garantía del honor del hombre; lapermanente aspiración del islam a apro-piarse de los espacios públicos; la clau-dicación ante el integrismo con el fin defrenar el terrorismo, etc. Es una gratasorpresa comprobar cómo poco a pocovan apareciendo obras que teorizansobre el islam desde una perspectivailustrada, liberal y sin complejos, en tantonuestros arabistas siguen ensimismadosen sus taifas, unos con su silencio aco-bardado y lamentable, otros encastilla-dos en una permanente militancia prois-lámica que ha convertido muchas denuestras universidades en laboratoriosde antisemitismo.

Desde las primeras páginas de la obravienen a las mientes dos expresiones quela autora se reserva para el final: lamen-tablemente, nuestros conversos han re-sultado ser unos tontos muy útiles paralos lobos disfrazados de corderos que enlos últimos meses les han echado delmachito. ¿De veras pensaban que losislamistas llegados de fuera llegarían atomarlos en serio? ¿A tal extremo alcan-zaba su entusiasmo por la causa? ¿Nohan acabado siendo los convidados depiedra de una función que ellos montarony que sin ellos prosigue? Ciertamente, alcontemplar esta dudosa peripecia traves-tida de espiritualidad y entusiasmo tras-cendente –siempre a la sombra de losdineros saudíes, libios y marroquíes–, nopodemos evitar recordar la poderosaactualidad que día a día adquiere lasentencia pronunciada por Salustio hacemás de veinte siglos: «Son pocos los quequieren la libertad. La mayoría tan sólopretende tener un amo justo».

PEDRO BUENDÍA

Tonterías económicasCARLOS RODRÍGUEZ BRAUNTonterías económicasLid Editorial, Madrid 2006, 159 págs.

En una de sus mejores letras, Sabinareconoce que «es mentira que más decien mentiras no digan la verdad». Puesbien, a veces esa verdad es más bien

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falaz. Éste es el caso del capitalismo.Según la opinión predominante, es elculpable de la miseria, la desigualdad, lacolonización y el calentamiento de laTierra. Ni las cifras de renta per cápita, niel incremento de nivel de vida y reduc-ción de la mortalidad infantil, puedenrefutar semejante dogma de fe.Aun así, la gente, como consumidora, esmás bien pecadora porque acepta debuen grado que cada día haya más varie-dad de productos y que los precioscaigan, gracias a la competencia. E in-cluso, privadamente, critican la ineficien-cia estatal. De hecho, si a ustedes les roban el co-che, como contaba en otro lugar CarlosRodríguez Braun, seguro que dejan decreer en la omnipotencia estatal. Cuan-do se encontró con que de su vehículoquedaba poco menos que las huellas delas llantas y lo denunció ante la policía,nadie le devolvió lo que le habían arre-batado. El Gobierno tampoco le resarciópor incumplir con su deber de protegerla propiedad privada, como establece laConstitución. En cambio, su aseguradoracumplió con sus obligaciones. ¿Acaso uncontrato es más vinculante que una CartaMagna?A pesar de la cantidad de ejemplos enque el capitalismo demuestra su supe-rioridad, todavía arrastra una pésimafama gracias a la continua difamaciónde la que es objeto. Entre los responsa-bles de que la calumnia prevalezca, seencuentran personajes tan conocidoscomo Millás, Saramago, Haro Tecglen,Estefanía o el mismísimo Zapatero, quie-nes, no salen precisamente bien paradosen este libro.

Entrando en materia, podemos comenzarcon una cita del inefable presidente delGobierno quien sostuvo que mientras «laderecha presume de crecimiento econó-mico» a él le «preocupa el crecimientosocial». El profesor Rodríguez Braunaclara que lo que el jefe del Gobiernopretende es dar fe de que «los socialis-tas quieren arrebatar» a los ciudadanos«más que los populares» ya que tal obje-tivo [el crecimiento social] sólo es posi-ble alcanzarlo utilizando «la coacción».En el fondo del alma progresista, comovaticina el autor, late un tirano en poten-cia, dispuesto a expoliar al individuo yseguir haciéndolo apelando para ello albien común, o incluso, llegado el caso,hasta a la solidaridad interestelar –Comodecía un colectivo de «concienciados»izquierdistas, «sobran los motivos». Elobjetivo es claro. Emprender una cruzadacontra la libertad de las personas deperseguir sus fines, de vivir como lesplazca. Semejante actitud es propia deun egoísta, como se pueden imaginar, ya nadie se le escapa que este mundo quealgunos, como Rodríguez Braun y el quesuscribe estas líneas, defendemos, estádel revés.

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En ese universo desordenado, aseguraotro socialista destacado, el uruguayoEduardo Galeano, se «desprecia la ho-nestidad, castiga el trabajo, recompensala falta de escrúpulos y alimenta el cani-balismo, y sus maestros calumnian a lanaturaleza: la injusticia, dicen, es leynatural». Coronando semejante alardedescriptivo, otro célebre escritor, eso sí,abanderado no del comunismo como elautor de Las venas abiertas de Latinoa-mérica sino del islamismo, el españolGoytisolo, ha sentenciado que «la lucidezno vale gran cosa frente a las leyes delmercado».Por supuesto que, estando las reglas tanclaras, es de suponer que debe prevale-cer la estupidez. Quizás eso explique porqué el mercado premia a quienes máspractican la demagogia, como este autor. A pesar de ello, siguen creyendo que «lagente es idiota». Como subraya CarlosRodríguez Braun, el que las personaspuedan elegir libremente, les molestasobremanera, pero «cuando la políticaobliga a la gente a hacer las cosas, esono es cruel sino amable y lúcido».En este punto, Tonterías económicasconsigue ofrecer una exposición muyclara de la adoración religiosa queprofesan los clérigos de la cultura haciala política. A ella la alaban porque atien-de al interés general y porque es neutral.Cuantos más medios se destinen a lopúblico, mejor estaremos todos, viene aser la medida estrella de su programa.La libertad, por el contrario, es un obstá-

culo para que la sociedad avance enbloque hacia el progreso.Hasta a aquellos a los que algunos de-nominan como héroes, «el campesinoBové y el subcomandante Marcos», co-mo hizo Ramonet, distan mucho de serepígonos de la virtud. El mejicano, apun-ta Braun es «un astuto impostor queutiliza los indígenas y agita los fantasmasdel antiliberalismo» y el otro, «un ene-migo del tercer mundo que no acepta quelos países pobres vendan aquí sus mer-cancías». Lo único que le faltó, fue recor-dar que Bové es un delincuente, conde-nado por destruir cultivos transgénicos yquemar un McDonald´s en la ciudad fran-cesa de Millau. Probablemente, a Ramo-net le atraiga del francés su lucha «con-tra la comida basura y la globalización».En similares términos, el diario francésLe Monde, del cual Ramonet es colabo-rador, elogiaba la lucha de Bové contra«la hegemonía comercial de McDo-nald‘s» porque «amenaza nuestra agri-cultura, y su hegemonía cultural arruinade forma insidiosa nuestros hábitos ali-menticios». Aunque es más que posibleque ustedes sean unos fans de la BigMac y no consuman esta basura ideoló-gica que perjudica seriamente la saludmental. Tonterías económicas es unabuena vacuna para evitar convertirse enun reaccionario antiglobalización y, so-bre todo, para descubrir a quienes lequieren tratar como un imbécil.

GORKA ECHEVARRÍA ZUBELDIA

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