El Arte de Gobernar

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 El Arte De Gobernar P. V . PI O BB

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El Arte de GobernarP.V. PIOBBRecopilado por R.A.P. PiobbÍNDICE* CONTACTO CON LAS ORGANIZACIONES PROFANAS* ACTITUD HACIA LAS ORGANIZACIONES PROFESIONALES * LA TACTICA A SEGUIR EN LA LUCHA SOCIAL * CONSIDERACION DE LA HOSTILIDAD CON RESPECTO A LA ORDEN* MODALIDADES POLITICAS DE LA LUCHA A SOSTENER* TACTICA EN LA LUCHA POLÍTICA

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El Arte

De

GobernarP.V. PIOBB

Recopilado por R.A.P.Piobb

Todas las desdichas de los seres humanos; todas las funestas desgracias de las cuales estn llenos los sucesos histricos; las equivocaciones de los polticos; los fracasos de los grandes capitanes; todo proviene de no saber bailar

Jean Baptiste Poquelin (Moliere) : El Burgus Gentilhombre.

CONTACTO CON LAS

ORGANIZACIONES PROFANAS

Las formas de desplegar una accin benfica en el medio ambiente, son muy importantes. Ellas pueden multiplicarse considerando varias otras maneras sucedneas.

Empero, se considera a este respecto al igual que en otros muchos otros, que la Orden no ha de tener participacin con lo que puede existir en la sociedad profana.

En ese sentido, la Orden se preocupa por suplir lo que falta en una civilizacin y no poder reemplazar lo que existe ya, por cualquier otra cosa.

Si, poco a poco, la sociedad profana llega a modificarse sustituyendo sus diversas organizaciones, las cuales terminan por parecer mal establecidas, por otras que ella cree que estn concebidas de mejor manera, esto es siempre un efecto de la accin cataltica producida por la existencia misma de la Orden.

El Arte y la Poltica (expresiones directas de lo que hemos denominado civilizacin) jams sern dirigidos, entonces, por la Orden, sino influidos por ella.

Ciertamente, de all proceder, para los historiadores, la comprobacin de un papel preponderante que tuvo la Orden y sus dirigentes superiores, en el perodo considerado. Con todo, efectivamente ese rol no hubiera sido nunca ejercido sino gracias al mtodo, designado con el nombre de CATALISIS, en forma simblica.

Entonces, se plantea una pregunta : Cmo debe conducirse una comandancia, que ya, poco ms o menos, ha penetrado en el camino de la accin benfica, frente a las organizaciones profanas cuya meta, aunque de manera distinta, sea tambin hacer el bien?.

Es de observar que la sociedad profana no ejerce la beneficencia sino de una manera colectiva y el individuo aislado no puede desenvolverse para satisfacer a condiciones tan variadas que exijan el empleo de varias personas.

La Orden, como es una colectividad, se encuentra, entonces, en la misma posicin y por la misma razn, que todas las organizaciones profanas de beneficencia.

Empero, como ella no se ocupa nicamente de hacer el bien, se aparta de todas las dems organizaciones profanas, cuyos objetivos son, tanto aliviar las miserias humanas, como proteger a los trabajadores o mantener los intereses de las clases dominantes; o incluso, propagar doctrinas o ejercer una accin poltica.

Si no hubiera que considerar sino la beneficencia, la Orden aparecera simplemente como una institucin rival de las otras, a la cual slo se le podra reprochar el saber hacer en forma tan inteligente el bien, ya que tiene este monopolio acaparado.

Ahora bien, se debe considerar tambin, que el ayudar constantemente a los suyos, la Orden corre el riesgo de favorecer de tal forma a los trabajadores de todo gnero y de todas las categoras, miembros de sus formaciones, que toma el aspecto de una desorganizadora de las costumbres sociales. Por otra parte, sus relaciones, al extenderse hasta las finanzas, el comercio, la industria, etc., hacen que se convierta en la antagonista de ciertos intereses indiscutiblemente envidiosos de las prerrogativas de la Orden.

Por ultimo, porque ella imprime en sus adeptos una manera especial de pensar y que, en sntesis, existe una doctrina por la cual, ella se convierte en la adversaria de las corrientes de ideas que tienen una cierta fuerza adquirida y que pretenden, naturalmente, permanecer en un estado de preponderancia. Dichas CORRIENTES DE IDEAS (cualesquiera que ellas sean) poseen una accin directa sobre la manera de orientar a la sociedad profana, en razn del hecho de que los dirigentes de los diferentes Estados las han adoptado, las preconizan y las sostienen, con el fin de quedarse en su puesto y de sacar provecho, en diferentes grados y por diversos fines. En este ltimo terreno, la Orden no es solo una rival, una antagonista o una adversaria inclusive. Es una enemiga.

De este modo, es conveniente examinar la actitud que la Orden debe tener frente a todos los que puedan ver con ella, sino una oponente, al menos un estorbo; puesto que hace falta recordar, que en ciertas pocas, en el pasado, las modalidades inicaticas, mediante su accin social, algunas veces se volvieron tan molestas para los interese profanos, que estos le hicieron una oposicin encarnizada que gener en una persecucin inexorable.

Evidentemente, la Orden triunfa de las persecuciones cuando est bastante evolucionada como para parecer joven y fuerte. Entonces, sus miembros saben sacrificarse por el ideal que ella representa. Mas tarde, ella se resigna a ceder; puesto que no tiene el mismo ardor, aunque, algunas veces, conserva una fuerza material de la cual uno se asombra que ella no la utilice. Por tanto, sus miembros deploran que haya renunciado a la lucha; empero, ellos mismos son moralmente capaces de sostenerla?.

La Orden (o mejor dicho, su direccin superior en dicha clase de asuntos) no ignora que no puede durar sino un tiempo determinado. Su sabidura, en toda ocasin reposa exclusivamente en el hecho de que ella conoce con exactitud su estado material y moral; y que ella sabe, por consiguiente, cuando debe luchar y cuando debe ceder (cualquiera que sea, por lo dems, la apariencia que ella presente); pues, EN ESE ASPECTO COMO EN TANTOS OTROS, el profano se engaa acerca de ella.

Esto implica toda una tctica en las relaciones de la Orden con las diversas organizaciones profanas.

Dicha tctica, son los Comendadores quienes deben aplicarla: ellos poseen en el caso de la accin en los alrededores profanos, el papel que en el ejrcito, se le asigna a los jefes de las tropas. Si hay una estrategia y siempre, por fuerza, hay una, es el estado Mayor al que le corresponde considerarla.

En la Orden, lo que se puede comparar al Estado Mayor se halla constituido por el Cnclave de los Grandes Regentes, en el cual el Gran Maestre, tiene, entonces, el rol de Generalsimo.

En este caso, no se trata de examinar cual pueda ser la estrategia, ni de hacerse una idea de la manera en la cual ella se aplica.

El Gran maestre y ciertos altos dignatarios (en nmero muy reducido) poseen, en este aspecto, todas las directivas necesarias, legadas ancestralmente, para gobernar, en la forma adecuada a la poca en que vive, al conjunto de la Orden y para conducir bien su accin en el seno de la sociedad profana. Ellos, jams van a titubear y menos an, a seguir consejos de cualquiera: ellos saben siempre lo que tienen que hacer y por tanto, sus decisiones (cualquiera que sean y cualquier cosa que ellos piensen) siempre representan solo la expresin de su deber.

Para los que actuaban mediante esa tctica, eso constitua la mejor garanta.

S, por su parte, ellos cumplen con su deber en una forma escrupulosa, el funcionamiento normal de la Orden se encuentra asegurado. Entonces la nica cuestin, en este aspecto, es ver como se ejerce la tctica en los casos previamente sealados.

En lo que concierne a las organizaciones profanas de beneficencia (bajo cualquier forma que se entienda el mejoramiento de las condiciones sociales), la Orden, despus de lo que ya se ha dicho, nicamente se yuxtaponen a las instituciones existentes.

Ahora bien, siempre hay lugar para hacer el bien y parece que nunca se hace el suficiente. La Orden no toma, por tanto, el aspecto de un rival que pregone con pretensin el monopolizar la beneficencia en torno a ella.

Esta apariencia puede muy bien resaltarla, sin saberlo; es decir, que el celo de sus miembros, desplegado con las mejores intenciones, puede provocar envidias, seguramente mezquinas y por ende, desagradables y perjudiciales, en razn de toda la accin que debe ejercer una Comandancia en los alrededores profanos.

Ahora bien, el principio de la Orden es el no favorecer sino a los suyos; por tanto, en materia de beneficencia, ella tiene por as decirlo, sus pobres. En cuanto a los dems, solamente se le debe considerar como pertenecientes al dominio de la beneficencia profana, para no contrariar en nada, las obras ya existentes.

Nada puede ser ms simple. Solo se trata de mantener relaciones corteses, incluso benvolas, con las otras organizaciones de beneficencia; empero, sin favorecer a ninguna. En general, lo que hagan los profanos no le compete a la Orden.

Poco importa que se le califique de egosta. Se podra responder que ella opone simplemente su egosmo, cuyas razones permanecen ignoradas, al egosmo de los profanos, CUYAS METAS SON MUY VISIBLES.

As, en presencia de una calamidad pblica, ella no participa en ninguna suscripcin, y desdeando toda ayuda profana, no organiza ninguna. Si le conviene y si debe (en la medida adems en que se debe), ella se ocupa y hace lo necesario. Los profanos no pueden mezclarse en nada de su accin exterior y ella no colabora con la de los profanos. Esto no quiere decir que ella deje de recibir consejos, si los pide o menos incluso, hacer alarde de un desprecio altanero a las tentativas de los dems. El desdn hacia el profano, el cual es una marca del espritu de la Orden, JAMAS DEBE MOSTRARSE HACIA AFUERA, en ninguna ocasin.

Por el contrario, si uno se coloca en el terreno de la cortesa y de la correccin; si incluso, uno se conduce con benevolencia con respecto a las organizaciones profanas, la idea de rivalidad no tomar cuerpo. Dejando a las otras beneficiarse vanidosamente de su solicitud social, acantonndose nicamente en su deber, las envidias casi no se expresaran de una forma exacerbada.

Unicamente los enemigos de la Orden; es decir, aquellos que ven en ella un adversario temible, buscaran perjudicarla despertando envidias. Con todo, cuando el pblico est enterado de esto, el buen sentido de las masas termina por hacer justicia: la miseria socorrida verdaderamente es un ejemplo grande y bello.

En ese caso, la tctica no presenta, entonces, ninguna complicacin: ella reposa

principalmente en la observacin de una actitud de apariencia modesta; en realidad, desdeosa.

ACTITUD HACIA LAS

ORGANIZACIONES PROFESIONALES

Tiene que ser mas delicada la actitud que hace falta emplear con respecto a las organizaciones profanas de trabajo que, bajo diversas formas, tienen como objetivo, en los Estados de civilizacin supuestamente avanzada, de proteger a los profesionales.

En virtud del principio de que la Orden no se ocupa sino de los suyos y no defiende sino a los suyos, NINGUN MIEMBRO PUEDE TOMAR PARTE DE UNA ASOCIACION PROFANA.

A partir de su entrada en la Orden; es decir, para recibir el Primer Grado, el postulante debe declarar todas sus relaciones pasadas y presentes, con cualquier genero de asociaciones, a las que l pertenece o se ha considerado como perteneciente.

Dicha declaracin no apunta nicamente a las organizaciones - asociaciones profesionales (las cuales vamos a considerar ahora); ella se dirige, adems, a las asociaciones cuyo carcter, de cerca o de lejos, sea CONFESIONAL, lo que, en cierta medida, es evidente; empero, ella apunta incluso, alas asociaciones Polticas, lo que podra parecer un atentado a la libertad de opinin; lo mismo que a las asociaciones de ndole comercial o financiera, lo que parecera extrao y tambin, a las asociaciones DEPORTIVAS O PURAMENTE FUTILES, lo cual se tomara como una exigencia draconiana.

Es conveniente darse cuenta de que la Orden no puede permitir que la actividad de sus miembros se disperse ; pues, sufrira la unidad de la accin. Si la Orden tiene la misin de ejercer; alrededor de ella, una influencia, comprobadamente saludable por la humanidad para la enseanza inicitica, esto se har en forma ms eficaz, si todos sus miembros (actuando todos como s fueran una sola persona), cooperan en la Obra asignada.

La accin de cada persona permanece libre, tanto para la escogencia de los medios como para los resultados en que se confa. Empero, la enseanza impartida indica los mejores medios como los resultados preferibles.

As, esa libertad se halla guiada, para satisfacer a las legtimas aspiraciones.

Ahora bien, si existe la unidad de accin, la Orden ser tanto mejor en la medida en que cumpla todas sus promesas; y la cosa principal que ella promete a sus miembros es la de aportar un apoyo constante en la vida social, hasta el ltimo da.

Por ende, es el inters de cada uno, aplicarse a realizar dicha unidad de accin.

En consecuencia, las actividades no deben dispersarse jamas, participando en grupos profanos, de cualquier clase que sea.

En este aspecto, se podra creer despreciable el hecho de pertenecer a asociaciones ftiles, tales como sociedades mundanas para diversiones de varias clases; o incluso, grupos de camaradera sin otro propsito que el de mantener relaciones difusas. Igualmente, uno se sentir tentado a no ver ningn inconveniente en formar parte de equipos deportivos o de sociedades que se dediquen a la cultura fsica.

Evidentemente, a primera vista, no existe nada de perjudicial para la unidad de accin que la Orden debe enfocar; luego, en resumidas cuentas, no existe nada reprensible.

Por tanto, al reflexionar, uno reconocer que esas maneras de pasar el tiempo (fuera de la Orden y el mundo profano), alteran, si no la buena voluntad, cuando al menos el buen espritu de los miembros. En efecto, es innegable que, para ponerse al unsono de los colegas de asociaciones ftiles o deportivas, es conveniente evitar el contrariarlos en su forma de razonar; y permanece como algo innegable que cualquiera que recibe las enseanzas de la Orden, tiende a perder los hbitos de pensar profanos.

Por ende, a fin de estar en conformidad profana por una parte y en conformidad inicitica por la otra, UNO LLEGA A DESDOBLARSE, POR ASI DECIRLO; a ser profano con los profanos e iniciado con los iniciados; en esa forma, se termina por razonar en forma profana en todo lo que concierne a la vida ordinaria que se lleva en la sociedad profana y se reserva su mentalidad inicitica para las ocasiones de reunin en el templo. Como, por definicin, lo que depende del templo es mas restringido que lo que depende del mundo profano, se sigue como consecuencia y sin saberlo, que uno llega a volverse mucho ms profano que Iniciado.

Lo difcil para cada miembro de la Orden (y sobre todo, al principio, casi nadie duda de ello) es permanecer como Iniciado a pesar de sus relaciones profanas. Uno se imagina gracias al juramento de silencio, que es suficiente no decir nada y continuar viviendo como siempre, de acuerdo con sus relaciones. Es decir, que l no se comporta como Iniciado sino en su fuero interno y en su objetivo personal; no coopera en absoluto a la Obra de la Orden ya que su iniciacin no se exterioriza.

Entonces, ya que no sabe como conducirse y debido a que todas las advertencias en este respecto - aspecto tienen el efecto de una severidad disciplinaria bastante insoportable, lo mejor es tener a su disposicin toda una serie de organizaciones tanto ftiles como deportivas y otras, que, no solamente son susceptibles de reemplazar las ya existentes en el mundo profano, sino que, sobre todo, son mas adecuadas. En esta forma se va tomando inters en abandonar las asociaciones de las cuales se formaba parte.

He all un ideal que las Comandancias no pueden efectuar sino en forma progresiva. Siendo la vida profana tan compleja, no es conveniente soar en crear de un solo golpe todos los organismos que, poco a poco deben (al menos para los miembros de la Orden) ganar de mano a aquellos que la ingeniosidad de los hombres ha inventado para hacer la existencia agradable y soportable.- Empero, siempre es conveniente preocuparse de semejantes creaciones, corriendo el riesgo de ocuparse activamente cuando se presente la menor ocasin.

Hasta all pueden las Comandancias autorizar a sus miembros, que dependen de su jurisdiccin, a formar parte de ciertas asociaciones profanas cuya rplica no exista todava.

La declaracin ya mencionada, tiene por objeto el permitir sealar a los postulantes, que les est prohibido quedarse como miembros de tales y cuales asociaciones, mientras que tienen autorizacin hasta nuevo aviso, sin embargo, de continuar formando parte de tales otras.

Los Comendadores deben conocer a fondo sus aledaos. Por tanto, ellos deben saber cuales son las tendencias de las asociaciones existentes y en el caso en el cual ellos veran sealada una asociacin insospechada, exigiran explicaciones al interesado; luego, haran una encuesta para recoger las informaciones deseadas.

En esas condiciones, a la Orden se le facilita una lista de asociaciones no permitida, dejando al recipiendario en libertad (por supuesto, siempre hasta nuevo aviso) de permanecer afiliado a otras.

Esta lista debe comprender a las asociaciones de todas las categoras ya anotadas, cuya meta o carcter ser considerada (por diversas razones, generalmente sin necesidad de revelarlas) como contraria a lo que se ha llamado el espritu de la Orden, tales como ciertas asociaciones de beneficencia cuyas relaciones tienen una naturaleza confesional, varias asociaciones profesionales que tienen tendencias polticas, sociedades financieras o comerciales cuyas finalidades no corresponden a las de la Orden, y con mas razn, las organizaciones religiosas y filosficas, as como tambin los grupos polticos que no vean en la Orden un adversario, sino un enemigo.

En cuanto a las asociaciones llamadas deportivas o ftiles, que tambin se deben tomar en cuenta, no hace falta decir que las que son de notoriedad pblica, no se puede decentemente mencionarlas en esta lista, dado que casi no atraen la atencin. Empero, cuando al azar de una postulacin se debe inquirir sobre alguna de ellas (de cualquier tipo que sea) y se observe que presenta inconvenientes anlogos a los que provienen las otras, no se puede vacilar en inscribirla entre las organizaciones prohibidas.

La lista en cuestin no va hacer puesta en las manos de la Comandancia. Ella se quedar en los archivos del Cenculo; y se consulta cuando se trata de una admisin. El postulante es prevenido en ese instante de que l tendr que renunciar a tal o cual asociacin para que su postulacin sea admitida. Por supuesto, a l no se le debe explicar los por qu de estos actos; con todo, a los que apoyan su admisin se les pondr al corriente. Esto lo harn los jefes de las Formaciones y les advertirn de la prohibicin (por motivos de la misma Orden) que alcanzan a las organizaciones apuntadas.

Por otro lado, esta prohibicin puede muy bien ser levantada posteriormente y eso no debe asombrar a nadie; pues, si la Orden permanece estable en sus principios y tendencias, las asociaciones profanas estn lejos de tener, en general, la misma rigidez. Es por eso que la susodicha lista se encuentra siempre en proceso de modificacin, que en el Cenculo debe revisarla constantemente y que es completamente intil el exhibirla.

Empero, mediante el examen que se va a hacer sobre la tctica a observarse frente a las organizaciones profanas, las razones de dichas variaciones resaltarn necesariamente..

Ya se ha podido ver que en lo que concierne a las asociaciones de beneficencia es conveniente tratar sobre el terreno de la cortesa, tener amabilidad, pero reservndose siempre el beneficio de la ayuda a sus pobres.

Al seguir este principio, NO ESTARAN PROHIBIDA SINO LAS ASOCIACIONES DE BENEFICENCIA CUYAS RELACIONES GENERALMENTE CONFESIONALES, TIENEN TENDENCIAS MUY DIFERENTES A LA ORDEN, no obstante, es preferible que los miembros de la Orden, a menos que halla un aviso contrario del Comendador para los casos de cierta ndole, se aparten de dichas organizaciones profanas.

En cuanto a la actitud a observar frente a las asociaciones profesionales, queda entendido que deben ser prohibidas aquellas que sostienen semejantes relaciones; las razones se imponen, a pesar del inters que pueda presentar esas organizaciones a quienes se interesen en ellas.

Empero, un alto nmero de asociaciones profesionales poseen un carcter netamente independiente de toda confesin y no manifiestan incluso, tendencias polticas sino ocasionalmente; incluso las oficinas elegidas.

Razonablemente, no se puede prohibir esas asociaciones, mientras que sus tendencias no se muestren hostiles a la Orden.

Ahora bien, precisamente, toda la tctica de los Comendadores, consistir en no poner a la Orden, en antagonismo con las asociaciones profesionales, incluso con aquellas que se relacionen ntimamente con aquellas que, en definitiva, la Orden deber considerar como adversarias.

La Orden no desea tener competencias con nadie. Ella no tiene nunca a mejorar lo que ya est establecido y mucho menos an, a insinuarse en las organizaciones existentes para acapararlas.

Sobre este punto, debe incluso, refrenarse el celo de los miembros.

Empero, la Orden sostiene a los suyos en toda circunstancia y se dedica a impulsarlos hacia las culminaciones sociales.

En materia profesional, los miembros de la Orden terminaran por prevalecer y rebasaran necesariamente a sus colegas. Puede resultar en el transcurso de la lucha por la vida, que surjan envidias por parte de algunos, lo que se traducir en conflictos mas o menos agudos. Ahora bien, si esos conflictos se enconan hasta el grado de mezclar ideas polticas o confesionales, la Orden corre el riesgo de ser acusada, como desorganizadora social; es decir de antagonista.

La Orden no teme pelear ella est preparada desde todos los ngulos, y desde antao; por decirlo as, ancestralmente, puesto que le han sido legadas normas estratgicas.

Es una desgracia para el que le toque recibir las fuerzas de las cuales ella dispone,

cualquiera que sea la situacin en la cual ella parece encontrarse.

Empero, ya que ella conoce lo poderosa que es y como debe aniquilar indudablemente a cualquiera que le obligue a salir de su calma, ella no tiende, de ningn modo, a dedicarse a combatir.

Por tanto, ella preconiza no enconarse jamas en conflictos entre personas, dejando que los celos y la envidia sigan libre curso; preservando, con todo, a los suyos, en la medida de lo posible, de los atentados molestos de la maledicencia y de la calumnia.

Es cuestin de habilidad, como se dice. No se puede dar, en ese aspecto, ninguna indicacin precisa; todo depende de la ndole de los diversos casos.

Lo principal consiste en no entablar competencias con las organizaciones profesionales que existen en el mundo profano. Mientras que no se considera la creacin de organizaciones idnticas a las de los profanos, reservadas para los miembros de la Orden, no hay lugar para prever otras competencias. Los conflictos, que resultaran en dicha ocasin, podran circunscribirse siempre, de manera de no afectar sino a las personas que lo provocan.

El profesional, sostenido por la Orden, terminara por triunfar en su lugar y como no habra nada que reprocharle, sino el ser protegido o recomendado, segn el termino en uso, se volvera despreciable.

No ocurre lo mismo cuando una organizacin profesional, compuesta nicamente por miembros de la Orden, se viene a colocar al lado de las que ya funcionan. La Orden tiene un completo inters en reagrupar socialmente a sus miembros a fin de darles, en el terreno profesional, los mismos medios de defensa que poseen las organizaciones profanas. Empero, ella aade su apoyo y en esa forma, procura tener una fuerza que no pueden poseer las dems. As, las organizaciones profesionales de la Orden llegan a parecer peligrosas.

Ahora bien, para reforzar los cuadros de las organizaciones constituidas en esa forma, es muy conveniente que los profesionales abandonen las asociaciones idnticas, de las cuales forman parte. Ello debilita, cuando menos numricamente, a dichas asociaciones profanas y las incita a tomar a los miembros de la Orden por antagonista contra los que hace falta luchar.

Que en ese caso, la lucha llegue a ser fatal, est bien, que lo sea!. Se tendr mucho cuidado en preverla y en prepararla. No obstante, esto supone que se deben crear organizaciones profesionales de la Orden, antes de estar preparados para sostenerlas en todas las circunstancias y con todos los medios imaginables.

Los Comendadores no debern Jams, entonces, crear por ellos mismos, organizaciones profesionales.

Ellos se limitaran a sealar que tal creacin sera posible y til en sus alrededores. El V.S.C. examinar la proposicin y la estudiar con toda la atencin deseada; con todo, no tomar ninguna decisin sin haber sometido previamente un proyecto al congreso de la Orden.

En efecto, la cuestin admitida sobre el terreno profesional, salvo algunas que posean un carcter local, interesar incluso a todo el pas, indudablemente.

Cuando se hable de profesin, se toca mas o menos al conjunto econmico de un pas; por tanto, conviene poner al corriente a los representantes de dicho pas; es decir, a los comendadores y a los delegados del Congreso que representan a los intereses de la Orden en las diversas partes del pas. Se debe solicitar su parecer y tomar en cuenta sus objeciones.

As, las creaciones de organizaciones profesionales, dependen del Congreso de la Orden. Sin embargo, el V.S.C. es el nico que puede decir si l posee, en ese momento, suficiente medios para sostener eficazmente la organizacin propuesta. Desde ese momento, la opinin sobre la utilidad depende del Congreso y la decisin, segn la oportunidad, depende del V.S.C..

Es, nicamente de este modo, que puede resolverse el problema tan delicado que se vena considerando.

Empero, cuando se toma la decisin de crear una organizacin profesional, ella debe ejecutarse inmediatamente, sin importar que los profanos, perjudicados en sus costumbres e intereses (siempre mezquinos), protesten, griten y proclamen a su alrededor que la Orden es una organizacin social.

El pblico no tardar en comprender que ella es todo lo contrario.

LA TACTICA A SEGUIR EN

LA LUCHA SOCIAL

Antes de que el pblico haga esta comprobacin, no podr sorprenderse de ver entrar en liza (por decirlo as) a los que se benefician del trabajo de los profesionales.

Ellos no son siempre los patronos; a menudo, son los que estn instalados en el patronato; personas que, con diversos ttulos y con diversas maneras, sacan provecho de la contextura econmica que forma un conjunto de costumbres.

Al crear la Orden organizaciones especiales, fuertemente sostenidas, comienza a descomponer esas costumbres, a transportar dicha contextura econmica y a disminuir, si no a suprimir esas ganancias, mas o menos justificadas.

En verdad, existen buenas razones para acusar a la Orden de ser una perturbadora social.

Al tomar una decisin tan importante, incluso tan seria, el V.S.C., a veces, habr recapitulado los medios de los que dispone para hacer surgir un bienestar general de la perturbacin ocasionada. Pues, esto nunca afecta sino a un pequeo nmero en la masa de una poblacin.

Ahora bien, entre los medios en los cuales la Orden puede prevalecer, se deben incluir sus relaciones con las finanzas, el comercio y la industria; ellos son los medios de la accin econmica.

Seguramente, ya que la lucha se va a emprender en el terreno social, y los profesionales de la Orden se van a destacar, se desencadenar una ofensiva financiera correlativa a una defensa comercial e industrial, con tanta mas violencia en cuanto que la profesin de que se trate, tenga mas importancia econmica.

Si la Orden no tiene a la mano los hilos que poseen las finanzas en el mundo profano, no podr vencer sino a menos que emplee una fuerza enorme, en la cual su tesorera har la mayor parte de los gastos.

S, por el contrario, solo algunos banqueros escapan a su control, ella no tendr sino que advertirles para neutralizarles; empero, si ella observa que, se disponen con cierta pretensin a la ofensiva, una simple amenaza bastar para aniquilarlos; puesto que en materia de finanzas, toda amenaza tenida como efectiva, interrumpe el crdito y conduce a la ruina. Esto conduce a la quiebra de los comercios y de las industrias que

servan a dichos banqueros.

Y esto no cuesta nada a la tesorera de la Orden. Es un simple efecto de la potencia sacada de las relaciones a mantener las finanzas; en consecuencia, tambin con el comercio y con la industria en las cercanas profanas de dicha Comandancia.

Entonces, se trata, incluso, de tctica.

Cuando se demanda a un postulante que declare todas las asociaciones de las cuales forma parte, se le previene que debe mencionar igualmente los bancos en los cuales tiene Cuentas o negocios; nombrar las sociedades Financieras que administra (de cualquier ttulo que sean), citar las Casas de Comercio y las firmas industriales donde, por una u otra razn, l tiene puesto intereses.

Dicha declaracin no est hecha para mezclarse en sus asuntos ni para obligarlos a cambiar de mtodos en el modo de manejar su fortuna; ella se hace para ponerse en guardia contra una ofensiva econmica de la cual se podra ser vctima eventualmente, en el caso de que toda la Orden se viera expuesta. Esto no significa que los miembros de la Orden sean individualmente dirigidos en ese caso (e incluso, ello depende de la forma en la cual se despliega la ofensiva); empero ellos podran encontrarse metidos en un aplastamiento, del cual la Orden sera indirectamente la autora y eso tomara un sesgo deplorable.

En consecuencia, hay una ventaja para todo miembro de la Orden en no tener por banquero sino a los que controla la Orden, usando aqu la palabra controla en el estilo burstil.

Si se piensa adecuadamente, al perseguir la Orden la realizacin de la Obra, que le ha sido asignada de una forma ancestral, tiene una poltica general para toda la Humanidad; ello se traduce en una poltica particular para cada pas, en razn de los criterios sociales. Ahora bien, no existen polticas eficaces sino mediante el despliegue de medios financieros, ya que la economa regional no es nunca sino una economa poltica, en todo el sentido de esa expresin.

Lo que da a la Orden un valor de preferencia y le confiere a su poltica una dignidad en la cual se observa, sobre todo, una marca de desinters, es que ella no acta socialmente sino con motivo humanitario; que ella no favorece a tal o cual inters de casta o familia, sino nicamente al inters del conjunto de los seres humanos. En primer lugar, ello puede no ser comprendido; e incluso, se corre el riesgo de no ser entendido cuando no se considera sino el detalle; no obstante, globalmente terminar por captarse, sin ningn gnero de dudas.

La poltica social, al estar acompaada de lo que se ha llamado una poltica financiera, se deriva de que la Orden dispone de medios para actuar sobre la fortuna pblica, cualquiera que sea la forma que tome ella en una poca o en un pas.

La estrategia empleada en este aspecto, la conduce a utilizar sus medios financieros de tal manera que sus fines polticos, a fin de cuentas, se encuentran atacados. El xito que es indefectible, parece entonces, generalmente sorprendente y para explicarlo, los profanos se pierden en conjeturas, buscando causalidades all donde deberan recordar maniobras. Empero, el error que ellos cometen y del cual la Orden no deja jams de aprovecharse, proviene del hecho de que en razn de la pasin egosta que los ciega y que les impide reaccionar objetivamente, ellos observan mal la relacin entre las finanzas y la poltica.

Ellos consideran la poltica financiera como un modo de adquisicin de la riqueza y la poltica social como una va para acaparar el poder. Por tanto, estiman que las finanzas no tienen relacin con la poltica pura sino en la medida en la cual ella se encuentre susceptible de acrecentar el poder con la finalidad de un enriquecimiento particular para una casta o familia y ellos perciben la poltica pura como el mejor medio de elevar una casta o una familia al poder a fin de sacar provecho de la preponderancia econmica.

Por el contrario, la Orden toma el dinero por lo que es: Una condensacin dinmica.

Por tanto, ella considera a la fortuna como una fuerza, y en consecuencia, como un medio y no como un fin.

Ella no ve en el poder poltico sino lo que existe en l; la facultad de dirigir a los hombres. Ella lo considera igualmente como un medio, pero no bsicamente de enriquecimiento; pues, la Orden no tiene ninguna vanidad de riquezas, ni ninguna ambicin de poder. Su gloria est muy por encima de mezquindades profanas y sus finalidades tambin.

Empero, ella utiliza un medio y otro, y los combina. De all procede la aplicacin de una estrategia, de la cual casi no se puede dudar.

Entonces, ya que esa estrategia no es conocida sino de los que componen el Estado Mayor de la Orden (por decirlo as); y casi la totalidad de sus afiliados se encuentran en la ignorancia absoluta a este respecto, puede pasar que, si no se les

previene a tiempo, ellos sean vctimas de ciertas combinaciones financieras.

En ese caso, es lcito imaginar a la Orden como un ejercito, puesto que se trata de una accin social; por tanto, de lucha. A decir verdad, la Orden no tiene nada de militar (cuando menos, en la poca en la cual las presentes instrucciones son redactadas); sin embargo, para los efectos, conviene concebirla como un ejercito.

Ahora bien, todo ejercito en campaa, comandado por un Generalsimo (o General en Jefe), realiza un plan estratgico, en el cual el Estado Mayor se considera, en cierto sentido, como el autor. Dicho plan es necesariamente secreto; en primer lugar, porque la victoria depende de los errores fatales que cometer el enemigo con respecto a ella y en los cuales, no caera, evidentemente, si tuviera cierto conocimiento de las trampas que se le han tendido; pero, por otra parte, ese plan no debe ser conocido de todos aquellos que tienen que aplicarlo; pues, como cada uno no puede ejecutar sino una parte, no hace falta que una visin de conjunto incite a desplegar un celo intempestivo, a riesgo de arrastrar la accin individual mas all de su objetivo particular.

Es un adagio de estrategia militar, que el Comandante de un ejrcito puede compararse a un Director de Orquesta: l no toca ningn instrumento y solamente dirige la partitura. Los ejecutantes tocan cada uno su parte, sin preocuparse del conjunto. As, en materia de campaa militar, a fin de cada ejecutante no se inquiete del conjunto, y en el fragor de la accin, no se sienta tentado de hacer algo mas que su deber (musicalmente hablando, decimos que se apoya sobre el pedal para tocar mas fuerte que sus colegas), se tiene el cuidado de no conocer la partitura; es decir, el plan estratgico.

No obstante, cada ejecutante posee su parte en la accin.

De aqu se sigue, que los Comendadores tienen, en sntesis, el papel de Generales de Brigada, mientras que los jefes de preceptoras pueden tomarse como Generales de Divisin; y los Grandes Regentes por Comandantes Generales de los cuerpos del ejercito; y que, debido a este hecho, ellos conocen una parte notable del plan a seguir.

Ellos mismos tienen su estado mayor particular, el cual estudia la manera de pasar convenientemente a la ejecucin; es decir, a aplicar una tctica de conjunto para lo que corresponde en el ejercito, a la Brigada. Siguiendo el mismo principio y lgicamente, por las mismas razones, el plan de ejecucin, particular a la brigada, no es comunicado a los diversos oficiales que comandan las formaciones particulares, y mucho menos a los soldados, que en la Orden, son los militantes. No obstante, cada uno de ellos debe

conocer su parte.

A este respecto, si la Orden puede compararse tan fcilmente con un ejercito y si tanto se le parece por su accin en el seno del mundo profano; no es conveniente olvidar (dicho sea de paso) que los mtodos militares, tanto en organizacin como en estrategia y ten tctica, nicamente son una aplicacin de los principios de la organizacin y de la enseanza que constituyen lo que se ha llamado iniciacin. El hecho proviene de que los ejrcitos modernos son, en cierta forma, calcados sobre la disposicin de las Ordenes Militares, las cuales haban tomado ese aspecto para los profanos en tiempos en que la accin social implicaba la lucha con armas.

Por tanto, para que el plan de dicha accin sea convenientemente ejecutado en una campaa, la parte que cada cual debe conocer en una brigada ( o ms bien, en cada Comandancia), conlleva a la utilizacin de los medios de los cuales se dispone particularmente.

Se sabe que el soldado debe servirse de sus armas, segn la Orden; empero, no debe hacerlo a su arbitrio y no debe malgastar sus municiones. Por ende, se le advierte cada vez que la accin que va a cumplir y de las precauciones que tiene que tomar.

En ese caso, en un plan de campaa que considera el empleo de los medios financieros, las Comandancias se encuentran necesariamente al corriente, por su parte, de la forma en la cual debe efectuarse la accin.

Por tanto, su deber es informar a los jefes de las diferentes formaciones, segn el plan de ejecucin que ellos pongan en practica. En consecuencia, el deber de los jefes de formacin es el de advertir a los militantes lo que ellos tienen que hacer y los riesgos que corren.

No se instruye a los soldados en el mismo momento de partir a la campaa; se los ejercita con anterioridad en el manejo de las armas y a observar la disciplina; con el fin de que la apertura de la campaa solo tenga que hacerse con las recomendaciones apropiadas.

En el caso que nos ocupa, los militantes conocen bastante a sus propios oficiales como para no tener que aprender el funcionamiento ya explicado y estn bastante compenetrados con el espritu de la Orden como para comprender que su inters se encuentra en estricta solidaridad con el inters mismo del conjunto de la institucin. Por tanto, solo basta con atraer su atencin sobre los peligros que puedan presentarse luego.

Los jefes no deben de perder de vistas jamas, que los combatientes, teniendo la embriaguez apasionada de la accin, tanto antes como despus, piensan nicamente en su propio inters. En el campo de batalla, al igual que en el terreno social, el nico inters del hombre es el de conservar su vida (la vida material); en consecuencia, la integridad de la existencia fsica sobre el campo de batalla y la integridad de los medios de vivir sobre el terreno social.

En varias circunstancias de la guerra, el mantenimiento numricamente intacto de las formaciones no es, a menudo, debido sino al instinto de conservacin entre los soldados. Se sabe que perder muchos hombres no ha dado nunca prestigio a un jefe. Ahora bien, si no es precisamente la falla de un jefe que los soldados se hagan matar; con todo, se le puede reprochar el no haber tomado las suficientes precauciones; es decir, no haberle dado al instinto de conservacin toda su eficacia. Por su parte ha cometido una imprudencia.

Paralelamente, en la lucha econmica, el jefe cometera una imprudencia, si no le avisara a los suyos de tener que salvaguardar sus intereses. Las perdidas de dinero equivalen, en este aspecto, a las perdidas de dinamismo individual y ste es parte componente del dinamismo global para una formacin dada. De su perdida se reprochara al jefe puesto que su formacin no tendra el mismo valor social.

La Orden tiende a valorizar socialmente al individuo, parte componente de la institucin que lleva ese nombre; por ese motivo, ella valoriza las formaciones que comprenden dicha institucin. Si dicho valor disminuye en el individuo, las formaciones llegan a hacerse socialmente ms dbiles y la accin de la Orden se resiente.

Por tanto, conviene prevenir a cada interesado, de los peligros que se presentan.

Esto es fcil, ya que se posee su declaracin y slo hace falta buscarla en la medida que se necesita. El resto lo har el inters personal.

Con todo, la Orden se ocupa del inters personal; en consecuencia, las opiniones pueden ser particulares e incluso, individuales. Sin duda, no es cuestin (salvo en ciertos casos especiales) de dar advertencias generales; eso sembrara una alarma intil. Sin embargo, tal vez se puede asegurar, si cada uno de los jefes tienen verdaderamente la confianza de sus administrados, que el resultado sobrepasar a lo previsto.

Supongamos, para dar un ejemplo y exponer el mecanismo de la tctica de conjunto, que el plan estratgico prev el ataque de un establecimiento bancario que no ha temido oponerse ofensivamente a la Orden. Se lo ataca porque adopta esa actitud, sin la cual se respetara su neutralidad. Empero, se le ataca inmediatamente; es decir, desde que su actitud tendi a precisarse: no se aguarda hasta que sta se afirme, ni siquiera hasta que el pblico se de cuenta. Los altos dirigentes de la Orden tienen medios para ser informados; incluso antes de que dicho establecimiento bancario haya podido tomar sus disposiciones .

Se previene a los diversos Comendadores . Ellos renen a lo que llamaremos su estado Mayor de Brigada. Estos examinan la situacin frente a la cual se encuentran, respectivamente; dicho en otra forma, cada uno de ellos toma nota del nmero de sucursales de ese establecimiento bancario que puede existir en dicha regin. Nada es ms fcil, pocos minutos bastan; pues no hay sino que consultar a los anuarios especializados ( o simplemente, a la Gua Telefnica del lugar).

En seguida, se renen los jefes de las formaciones; ellos estn a mano en cualquier momento, e incluso, varios de ellos forman parte del Estado Mayor. Se les previene de retirar sus fondos de ese establecimiento y de advertir a los de sus formaciones que pudieran haber hecho depsito all, del peligro que corren.

Esto es sencillo. Las declaraciones indican cuales son los miembros de la Orden a los que hay que prevenir. Se los convoca con carcter de urgencia; por lo cual, si no pueden desplazarse al lugar de reunin, se les va a buscar. Se les previene del establecimiento donde tienen sus ahorros, va a hallarse pronto en dificultades; no hay necesidad de entrar en detalles. Si algunos no comprenden que sta informacin se les da por su propio bien; no importa. Ellos sern, como se dice, los perjudicados; evidentemente, eso ser deplorable; empero, en una batalla, siempre hay heridos incluso, muertos.

Empero, la mayor parte comprender y eso es lo principal.

Ahora bien, hay un lugar en cualquier parte, donde incluso dicho establecimiento bancario ejerce su influencia econmica. En veinticuatro horas, helo ah privado de los capitales cuyo monto era ya considerable. Y ese hecho no tarda en saberlo el pblico. Al da siguiente, las salidas se hacen ms numerosas, ya que el pnico comienza a reinar entre los dems depositantes profanos.

El establecimiento que quiera tomar la ofensiva; aunque, sin duda, una ofensiva muy localizada y poco definida, se encuentra as, obligado a estar en la defensiva. Naturalmente, el apela a sus relaciones financieras, pues, se ve atacado en sus obras vivas. Sin embargo, los altos dirigentes de la Orden que tienen polticamente (mas tarde, se ver por cuales medios) a los financieros que podran socorrer a ese establecimiento acorralado, se oponen formalmente a que se le ayude, en la forma que sea. Los crditos le son cortados de golpe.

En fin, como nada en el mundo puede hacer ceder a la Orden y debido a que ni las splicas ni las injurias tienen ningn ascendiente sobre sus altos dirigentes; que ni la ruina ni la muerte de los profanos son capaces de conmoverla, la catstrofe es inevitable.

El establecimiento se desploma, arrastrando en su cada a todo un cortejo de comercios e industrias, de los cuales se retiraran a tiempo todos los miembros de la Orden, y algunas personas que lo imitarn. Entonces, la advertencia si tena su importancia.

Desde el punto de vista tctico, si se examinan atentamente las cosas, cuanto habr costado esto a la Orden ?. Nada. Ella no ha tenido que desembolsar los gastos ocasionados por el desplazamiento de fondos; que, incluso, son largamente compensados por los beneficios resultantes del hecho de que ciertas fortunas permanecen intactas, mientras que otras, a menudo concurrentes, ya no existen.

Desde el punto de vista estratgico, se puede decir que la Orden ha tenido gastos que hacer?. Eso no es cierto. La estrategia financiera de la Orden (que no se puede exponer aqu) se efecta segn un mtodo en el cual entra en juego el efecto de la catlisis de una condensacin dinmica en ciertas masas reducidas, en las cuales el oro es la ms simple expresin, pero no la nica. El secreto de la fuerza de la Orden, reside precisamente en el empleo de este mtodo. Empero, no se ignora que los catalizadores no se desgastan.

Lo que se puede afirmar es que, si la Orden no poseyera otras finalidades que las marcan la vanidad o la ambicin profana, sus altos dirigentes podran ser tentados a emplear este mtodo a cada paso. Esto no es as, ya que sus finalidades son muy superiores a las de los mortales. En consecuencia, LOS ALTOS REGENTES DE LA ORDEN, NO ACTUAN JAMAS SINO EN EL MOMENTO OPORTUNO.

No se podr recomendar bastante el hacer otro tanto a todos los grados de la jerarqua.

Los Comendadores deben tener mucho cuidado de ponerse al corriente del estado

econmico de la sociedad profana en su circunscripcin. No obstante, ellos tendrn cuidado de no mezclarse sino en caso de necesidad y para mayor precaucin, bajo el cuidado del V.S.C.. Ellos vigilaran atentamente a aquellos de sus administrados que, en la vida econmica del mundo profano, tienen (de cualquier grado que sea) un papel importante; pues, no convendra que la Orden sirva a cualquiera de medio personal de coercin social.

Esta supervisin ser, evidentemente, muy discreta; incluso, muy paternal, si se quiere; con todo, ella ser efectiva. Sobre todo, tendr por objeto impedir las coaliciones de intereses materiales que podran constituirse entre hombres de negocios (businessmen), miembros de la Orden y muy a menudo, animados de las mejores intenciones.

En virtud de las tendencias que tienen los hombres de unirse por afinidades reciprocas, no es siempre muy cmodo evitar la constitucin de clanes en ele seno de las Comandancias. Empero, si los jefes dejan que sus administrados se reagrupen demasiado a su antojo, los clanes terminaran por precisarse y caracterizarse con una independencia que, sin querer, posee un fundamento mas profano que inicitico, y que no tarda en tomar un aspecto correspondiente a ese fundamento. De all, ciertos choques, ciertos disgustos, ciertas envidias que amenazan, poco a poco, con perturbar una til armona.

En este aspecto, la jerarqua inicitica subdivide bastante la Orden, para que sus miembros puedan formar, casi a sus espaldas clanes precisos y caracterizados; incluso, bastantes independientes como para satisfacer la pequea vanidad del profano que nunca esta bien muerto en el Iniciado, antes de que la edad y las duras pruebas de la vida corriente no le hayan hecho comprender lo que los antiguos llamaban La Sabidura.

Por lo dems, las diversas comisiones de todo gnero que los Comendadores no olvidaran constituir, bajo diferentes pretextos, a fin de animar sus formaciones, tendrn por efecto el mezclar las clases jerrquicas e impedir el establecimiento de castas o de aristocracias que a pesar de su base inicitica, estaran tentadas de reservar el beneficio de la solidaridad a sus propios seguidores, cuando todos los miembros de la Orden deben de disfrutar de la solidaridad general.

Las coaliciones de intereses materiales que podran nacer en el seno de una Comandancia son solo clanes, aristokratiks (partidarios de la aristocracia) en el sentido vanidoso de la expresin, al menos especiales en razn de los beneficios personales que se consideran.

Incluso, si esas coaliciones estuvieran impregnadas del mejor espritu de la Orden y creyese rendir as un buen servicio a la colectividad, ellas seran perjudiciales, algo as como un cncer en un ser viviente.

Efectivamente, al igual que el cncer, ellas son una constitucin orgnica, efectuada segn la memoria celular; es decir, segn lo que cada individuo conoce de su deber constructivo; empero, ellas originan una construccin parsita en el ser organizado, ya que los individuos (como las clulas del cncer) ignoran totalmente la manera armnica de construir rganos para el normal desarrollo evolutivo del ser del que ellos son una parte integrante.

Por tanto, no se puede decir que los intereses materiales no se pueden agrupar; por el contrario, su agrupacin presenta una notable utilidad>; con todo, en armona con el conjunto y siguiendo las normas de construccin de la Orden, para que el desarrollo de la colectividad evolucione en forma conveniente y para que la accin general en el mundo profano, de la cual cada uno se beneficia, sea normal en todos los aspectos.

En el fondo, lo que los Comendadores deben contener hbil e inteligentemente, es cierto exceso de inters por la accin social en sus administrados; principalmente, cuando dicha accin se ejerce en el dominio econmico.

Lo ms sencillo es, que los reglamentos formales y generales adoptados por el Congreso de la Orden, prohiban a todos sus miembros, no solo el formar parte de una asociacin profana sin autorizacin de los comendadores (lo cual se deduce de la misma regla), sino incluso, el constituirla entre ellos, en cualquier gnero y forma que sea, sin una autorizacin similar.

Por el contrario, y por tanto para satisfacer como para utilizar las tendencias al reagrupamiento, los Comendadores, en base a los mismos reglamentos, tendrn la obligacin (ya que es conveniente que parezca que se cumple el deber) de acoger con benevolencia todos los proyectos de asociaciones que le sern expuestas por los interesados, y de favorecerlas si se les juzga aceptables o tiles; con todo, despus del parecer del V.S.C., cuando se trate de asociaciones cuya importancia sobrepase el cuadro de la circunscripcin territorial de una Comandancia.

En este ltimo caso, la obligacin de solicitar el parecer de la V.S.C., impedir a los

Comendadores el combinarse entre ellos, ya sea voluntariamente o involuntariamente, en coaliciones de intereses que podran molestar a las Comandancias vecinas.

No obstante, quedar entendido que esas limitaciones aportadas a la tendencia a las asociaciones de los miembros, sern aplicadas siempre con el propsito de guiar la libertad y no de restringirla. Por lo dems, se encontrar luego en el examen de las relaciones de carcter profano, que los miembros de la Orden deben, necesariamente mantener y conservar entre ellos, varias indicaciones aplicables en materia econmica.

As, tomando dichas precauciones, la Orden nunca tendr una figuracin de antagonista con respecto a las asociaciones profesionales que existen en cualquier pas, al igual que con las instituciones financieras, comerciales o industriales que constituyen la base econmica de la sociedad profana (salvo, empero, cuando por razones confesionales o polticas, sus altos dirigentes deben recurrir a la fuerza).

Hasta aqu, la Orden no es sino un cliente de los establecimientos bancarios, comerciales e industriales; prefiriendo, a lo sumo, dirigirse a las casas que se consideran amigas.

Mediante la aplicacin de esta manera de ver las cosas, las Comandancias no parecern muy molestas en su ambiente y la labor de los Comendadores, que luce tan complicada, pero que, sobre todo, es delicada, se hallar un poco mas aligerada.

CONSIDERACION DE LA HOSTILIDAD

CON RESPECTO A LA ORDEN

Por esas razones, si el punto de vista econmico se muestra tan importante que ha sido preciso examinarlo sin tener miedo de parecer muy extenso en la explicacin, no es sin embargo, el principal en los hbitos profanos.

En resumen, a pesar de la contextura de los intereses y de condiciones, tanto de ambiente como de terreno, lo que se llama economa es siempre un reflejo de lo que se denomina poltica, en el sentido etimolgico de la palabra; con todo, incluso en el sentido ordinario que se le da.

Decir que se considera la economa poltica significa que se examina la organizacin econmica tal como la reconocen en un Estado, mas o menos civilizado, la legislacin y la administracin; empero, no se puede impedir tomar en cuenta la manera en la cual el Estado es gobernado y en esa forma, el modo como se establece la legislacin y el espritu, o los mtodos que caracterizan la administracin.

Ahora bien, hablar de gobierno, de legislacin e incluso de administracin, es entrar en el dominio de la poltica pura.

Por tanto, si la Orden debe tener una accin general en la Humanidad; si cada una de sus grandes subdivisiones territoriales debe llevar a cabo dicha accin y si cada Comandancia debe preocuparse de ello, nadie en la Orden puede hacer abstraccin del punto de vista poltico.

El problema se hace grave e incluso peligroso, ya que la poltica pura no es, incluso en el fondo, sino una apariencia. En efecto, ella es conducida por corrientes de ideas; a veces, confesionales, pero siempre filosficas; y la Orden, por su enseanza interior, la cual no demora en dotar exteriormente a sus miembros de una doctrina, toma la figura de una adversaria de las confesiones y de las filosofas que estn en boga en el mundo profano.

Evidentemente, ala Orden poco le importa que se la tome por tal. Nada debera suceder, porque la verdad, ella no lo es; ella no busca, de ninguna manera, disfrazarse para engaar e infiltrarse solapadamente en una corriente de ideas, para desviarla. Por tanto, ella acepta, si llega el caso, ser una adversaria sobre el terreno de las ideas admitidas.

Con todo, esta actitud est lejos de implicar el proselitismo bajo la forma persuasiva y la combativa.

Las consideraciones precedentes han hecho resaltar que la nica propaganda que hace la Orden es la de dar ejemplo. En principio, esto no debera molestar a nadie; no obstante, los hombres (los profanos, se entienden) estn hechos de tal forma que no admiten que se piense de otro modo que no sea el de ellos.

Lo que ellos llaman libertad de pensar, corresponde al derecho de tratar de imbcil a cualquiera que emita un pensamiento que no se encuentre en el catlogo de las ideas corrientes; principalmente, en materia de filosofa, y muy a menudo, en materia de convicciones confesionales y algunas veces tambin, en materia de poltica.

Mientras no se reciban sino injurias, la situacin no es grave. Y no la llega a ser, a menos que se comience a perjudicar a la Orden con hechos. Dicha situacin toma un giro peligroso cuando la reparticin de actos como estos de esa naturaleza, de la cual ella es

vctima, manifiesta una ofensiva concertada.

Por tanto, interesa examinar atentamente a la Tctica a seguir en el terreno de las Ideas. Esta se acercar sensiblemente a la que se debe observar en el campo poltico e incluso, as se facilitar su comprensin.

Aunque la enseanza dada en la Orden haga resaltar claramente que las filosofas y las confesiones no han sido difundidas en la sociedad profana con una finalidad puramente poltica, es conveniente recordar que las unas y las otras han servido de medio poltico; y hace falta persuadirse bien, de que los adeptos de unas y otras estn instalados en una poltica y que si observan a cualquier otro pensar en forma diferente a la de ellos, se esforzaran en destruirlo, ya que no quieren que este ltimo les haga dudar de su medio poltico y por ende, se debiliten. La enseanza, sobre todo, en sus comienzos, no puede abordar tal asunto: hace falta all la ayuda de la Historia y sta es imposible comprenderla cuando los estudios racionales no han habituado an a la inteligencia, a observas las cosas desde las cumbres mas elevadas.

Por tanto, slo se puede advertir a quienes conviene prevenir, en este aspecto; no solamente de los ataques de los que podran ser objeto, y que necesariamente se referirn al conjunto de la Orden, sino incluso, a ofensivas que, de vez en cuando, ellos suscitarn, sin querer.

Por supuesto, ellos debern abstenerse de todo proselitismo cuyo carcter sera definido; reservndose (en sus conferencias especiales o en sus conversaciones privadas), de atraer, en forma por dems sencilla, la atencin de sus oyentes sobre ciertas verdades elementales que requieren reflexin.

Mas, entonces, ellos EVITARAN CUIDADOSAMENTE TODA CONTROVERSIA, la cual podra herirles en su amor propio.

La exacerbacin de las hostilidades hacia la Orden proviene generalmente, de las controversias, en las cuales, por efecto malicioso de los oponentes, uno se deja arrastrar. LA DIALECTICA ES EL ARMA DE LA CUAL SE SIRVEN SIEMPRE; por ende, ellos buscan la controversia; no tanto para convencerse a la postre; aunque ellos la afirmen de buena fe; sino nicamente con la finalidad de conocer el valor de los argumentos que se le exponen.

El medio mas eficaz de cortar de raz toda discusin, as como el de escapar de toda controversia, es declarar al interlocutor que uno se encuentra imposibilitado de exponerle ciertas cosas, ya que se ignora totalmente de lo que se est tratando. Es el dicho socrtico: Solo s que no se nada.

Seguramente, esta clara verdad parecer una derrota; ella provocar, algunas veces, sin duda, un sufrimiento en su persona; pero, que no tendr jams otra eficacia que ese martirio. Luego, se abstendr en lo sucesivo, de todo contacto con ese espritu maligno que busca puntos dbiles en la coraza inicitica.

No es necesario explicar mas este punto.

El iniciado (desde los primeros grados) debe acostumbrarse a no dar jams pie al profano para discutir en el campo de las ideas; PUESTO QUE, EN ESE TERRENO, LA LUCHA ES IMPLACABLE Y A PESAR DE ELLO, SOLAPADA.

El juramento de guardar silencio garantiza suficientemente, de una manera general; empero, se corre el riesgo de disimular de tal forma al Iniciado entre los profanos, que parezca impracticable toda accin exterior de la Orden; ello incita a reservar celosamente para s, los beneficios de la Iniciacin, y a no emplearla sino para fines personales; tiende, aunque no se lo quiera as y ni siquiera se lo advierta, a desarrollar el egosmo; en esa forma, este juramento se convierte en un obstculo para el establecimiento de una solidaridad que, comprendida en forma inteligente, solo le permite la accin colectiva.

Una observacin tan rigurosa del juramento del silencio, hace de cada Iniciado un avaro que acumula tesoros y vive pobremente como si no tuviera nada. En esa forma exterior, la Orden parece en s misma una coleccin de pobres.

Ahora bien, sin caer en la ostentacin vanidosa de sus riquezas (siempre perjudicial por distintos conceptos); conviene, sin embargo, utilizar la energa condensada que ellas representan.

La lucha encarnizada que los oponentes de la Orden no pueden impedir que se emprendan en el campo de las ideas, obliga evidentemente, a emplear bien las fuerzas y de ese modo, no mostrar sino las indispensables para el combate. Esto est muy lejos de querer decir, solamente, que hace falta fortificarse con una solidez a toda prueba y luego quedarse perpetuamente a la defensiva.

Estar a la defensiva es una actitud til, indiscutiblemente; empero, tiene un carcter negativo. Si se la toma, uno se estabiliza; no se acta y no se preocupa. Por tanto, es conveniente que el ataque venga directamente a compensar el efecto protector, para que haya movimiento, accin y progreso.

Esto es un principio elemental de tctica.

Los oponentes de la Orden se sienten obligados a tomar posicin de ataque. Ellos estn en la situacin de un pueblo establecido en un pas para explotar sus recursos; la Orden, ante sus ojos, es un invasor; ya que, para que alguien instalado en cualquier parte, todo nuevo vecino tiene figura de importuno, si no de invasor. Nadie comparte gustosamente el hueso que se va a roer, aunque ese hueso parezca muy grande para su apetito. Se reconoce all un simple efecto del instinto de conservacin, no solamente una manifestacin de egosmo.

La aparicin de un invasor incita a rechazar; por tanto, a atacarlo a la menor provocacin. Para conservar intacto un bien, conviene (y cada cual lo sabe) defenderlo atacarlo sin parar a los seres vivientes, animales o plantas, que constantemente buscan invitarlo. Con mayor motivo, se debe atacar al hombre que se dispone a conquistar parte de su posesin.

As, en todas las pocas, los profanos, que son numerosos, no pueden permitir que los Iniciados, que constituyen una minora, penetren en el dominio que ellos explotan. Los profanos los ven como adversarios que tienen que expulsar siempre e incluso, como enemigos a atacar a fin de poder explotar en paz una sociedad de la cual ellos sacan provecho.

Empero, es conveniente darse cuenta que en ningn momento, los profanos estarn dispuesto a concertar una paz duradera, ni siquiera un armisticio temporal. Eso es imposible para ellos.

En efecto, tratar con un invasor significa proporcionarle ciertos derechos sobre el dominio de uno mismo, en cierto modo. Cuando esto se concreta, pasa incluso como con las concesiones territoriales, con las mediaciones de intereses, en las cuales se termina por hacer un arreglo. Sin embargo, cuando dicho dominio es abstracto, cuando sucede que representa un patrimonio de ideas, ninguna concesin puede ser considerada; pues, ello entraara la destruccin total de ese andamiaje de convicciones que forman la armazn ntima. Tratar sobre este punto, sera suprimir un lazo en esos fundamentos y se tiene un sentir muy claro de que el conjunto no aguantara, que se reproducira, primero un derrumbe y luego vendra una ruina total.

Por tanto, los profanos defienden con saa sus ideas; es decir, que ellos se muestran constantemente hostiles; hacen una lucha empedernida a la Orden.

Evidentemente, para ellos es una cuestin de vida o muerte.

Con todo, la Orden no quiere ser considerada como una invasora agresiva. Al abstenerse de todo proselitismo, deja que los profanos piensen lo que quieran. Si ella no actuase, la hostilidad permanente permanecera insensible, incluso latente, aunque completamente feroz; con todo, ocurrira sobre otros campos que no son lo de las ideas; como por ejemplo, el de la beneficencia, donde ella es una rival, el del trabajo y los intereses econmicos, donde es una antagonista que molesta y se opone a las ideas recibidas, en virtud de las cuales se ejerce la beneficencia, se explota el trabajo y se mantienen intereses econmicos. A pesar de su prudencia y su calma, la Orden es una adversaria y muy rpidamente se vuelve peligrosa, casi una enemiga.

Y debido a que se muestra prudente y calmada, se hara daina si se le atacara de improviso con violencia. Se sabe perfectamente que eso no sera continuo, ya que la multitud no comprendera la necesidad de perseguir a personas que hacen el bien; que hara falta mentirles y exponerse a contradicciones, arriesgando el revelar las verdaderas razones de la hostilidad. Quizs, confusamente, pero con precisin, uno se d cuenta que el martirio siempre legitimado por un engao, se torna en confusin del que lo ha provocado.

Desde entonces, el ataque se hace solapado. Se produce de una manera indirecta, aunque tenaz y constante.

No ocurre frontalmente; por lo menos, mientras que la estrategia de la Orden no induzca a los oponentes a encararse; puesto que es de ese modo, que su aplastamiento se hace inevitable.

Luego, hablar de ataque indirecto, es cuestin de tentativas diversas e intermitentes, que no parecen proceder de un plan debidamente concertado,; empero, que tienden a desorganizar siempre la armona que, en consecuencia, forma parte de un programa establecido por consentimiento implcito de todos los intereses.

Esas tentativas consisten en privar individualmente a los miembros de la Orden de las ventajas ms mnimas, para que ellos se retiran de la sociedad profana y de su organizacin. Ellas operan, completamente sin rodeos, en virtud de la antipata que nutre a cualquiera con respecto a aquel que profesa otras ideas. Ello tiene por excusa, que no se puede favorecer en forma decente sino a la gente simptica. El que es objeto de esto, no lo capta a primera vista, ya que a menudo, l toma por un encadenamiento de circunstancias fortuitas, no imputable a nadie, a lo que es efecto de una mala voluntad de otros con respecto a l.

En el mejor de los casos, la famosa fuerza mayor, invocada como razn de los acontecimientos, revela simplemente de la mala intencin.

El propsito evidente de este proceder es el disuadir a las personas de estimar a la Orden. Ella tiende a hacer pensar que frecuentarla tiene un gnero o carcter perjudicial; dicho en otra forma, da mala suerte en la vida corriente. Con todo, ella no se siente atacada, cuando la solidaridad entre los miembros es tal, que la proteccin permanece eficaz bajo todas las circunstancias.

Por tanto, la antipata se acrecienta por la adicin de los sentimientos de envidia. El ataque toma una forma mas precisa, aunque tambin un poco menos declarada.

Dicho ataque no se hace patente sino en el momento en que la Orden sostiene, sin ceder, a pesar de las calumnias y de las murmuraciones, aquello, que ya, gracias a la fuerza de la solidaridad, no ha ciado, aunque se le hayan tendido trampas, o cuando, por azar, ella se ha dejado prender, se ha retirado a tiempo, sana y salva.

Por tanto, esto ocurre cuando la intervencin de la Orden es manifiesta y se convierte as en blanco de los ataques, de una manera abierta.

Por tanto, esto ocurre cuando la intervencin de la Orden es manifiesta y se convierte as en blanco de los ataques, de una manera abierta.

Es conveniente considerar, sin emocin, como esos ataques son desencadenados y despreciar la forma en la que ellos podran ser conducidos. Solo importa la forma de desarrollar su programa; ste se ha iniciado en su origen, con el mismo carcter de todo lo que emprenden los profanos.

No olvidemos que la tctica reposa esencialmente en la utilizacin del terreno, como se dice en estilo militar. La manera como comienza un ataque, y paralelamente, la manera como se puede repeler, dependen as, del terreno. Empero, la forma como, de una y otra parte, es conducida la accin, depende del carcter respectivo de las tropas de accin.

Ahora bien, entre las tropas profanas y las tropas de los Iniciados (en cualquier campo que sea) existe la misma diferencia que entre una horda, cuyas costumbres constituyen toda la disciplina y un ejercito regular, cuya disposicin tiene la forma de un arma cientfica y bien adiestrada.

Las tropas de Iniciados pueden compararse a aquella falange, macednica, que procur la gloria a Alejandro Magno; la cual pas, con justo ttulo, por invencible, y solo fue vencida en Cinoscfalos, en un terreno en el cual no pudo conservar su disposicin.

Las tropas profanas, a pesar de la ingeniosidad que las anima, y de la destreza que algunas veces despliegan sus jefes, estn muy lejos de poseer la misma cohesin. A decir verdad y mirndolas de cerca, ellas van al combate, con un mismo impulso, pero con un orden disperso; pues, cada uno permanece atento a sus propios intereses, no pretendiendo sino un motivo egosta y no se preocupa casi de una victoria de conjunto.

Indefectiblemente, ellas marchan hacia la derrota; excepto, cuando el terreno es desfavorable para su adversario.

La estrategia de la Orden consiste, entonces, en conducirlas a un terreno en el cual, ella es invencible, en virtud de su cohesin.

Toda estrategia, tal como la ensean los militares, se resume en la lucha entre dos voluntades; Los dos Generalsimos frente a frente, hacen cierta especie de esgrima empero, sus armas son sus ejrcitos.

Ahora bien, como se sabe, la esgrima es la expresin, en forma de combate deportivo, de la Razn. Incluso, los trminos empleados dependen de construcciones geomtricas. En consecuencia, entre los dos Generalsimos, el mejor ser, indiscutiblemente, aquel que conozca mejor la esgrima; que le haya practicado de una forma racional y no slo, ejercida por costumbre.

Por esa razn, la Orden tiene dos ventajas; ella posee el mejor ejrcito y el mejor Generalsimo.

Cuando se trata de combatir en el campo de las ideas, su ejercito, que dispone de diversas municiones, se encuentra, adems, capacitado para desplegar medios insospechados. Se puede afirmar, por anticipado, que all su victoria es aplastante.

Empero, debido a que la Orden posee precisamente, y hablando en forma estratgica, una fuerza irresistible, ella no tiene ningn inters (sino todo lo contrario) en pierde el tiempo en combates desprovistos de importancia.

En esa forma, la simple defensiva se hace preferible, en la mayora de los casos; un estratega espera su hora y no entra en combate sino en las condiciones mas favorables.

Luego, no hace falta asombrarse si la Orden se debe atacar, si ella no reacciona

contra ciertas hostilidades cuyo aspecto parece, a veces, incluso perjudicial; si ella da tiempo a sus adversarios de agruparse y amarse; si, en una palabra, ella no cede a las tentaciones de combatir que se le presentan.

Ella sabe muy bien, que la falta de tendencias sinceramente coherentes en sus adversarios, es un fermento de discordia, de la cual ella sacar provecho sin haber intervenido, con la condicin de que permanezca impvida e inconmovible.

Con todo, ella no ignora que las tentativas abortadas no desalientan en ningn modo, a los que slo pueden actuar atacando sin tregua. Si ella aguarda, ella observa los acontecimientos; y luego que sus adversarios se agrupen en un ejercito numeroso, de apariencia coherente y que tengan, si no un solo jefe, al menos varios jefes seleccionados; y que se apresten a marchar contra ella con toda la violencia de la cual estn animados; entonces, es cuando ella reaccionar.

Ella acta de forma tal, que los conduce al campo de las ideas. Se defiende sobre el terreno de la beneficencia, con una retirada hbil que exaspera a las propias tropas del enemigo, de tal forma que se ponen en contra de l; y que prepara a la opinin pblica a su favor; resistiendo mas fuertemente sobre el terreno econmico y mezclndolo a sus ataques polticos; as, ella obliga a sus adversarios a tomar una actitud Ideolgica; es decir, a demostrar el saber de la Orden y sus concepciones; no tanto para compararlas a las otras, sino hacerlas prevalecer.

Se debe observar que, al retroceder, lo cual tiene todo el aspecto de defenderse, en el campo de la beneficencia, la Orden parece ceder a la presin moral de su adversario; ella da as, la impresin de que las ideas de las cuales ellos disponen y preconizan, tienen una fuerza preponderante; empero, ella hace comprender, tanto a los suyos como al pblico, que el primer efecto es el de restringir, sino de agotar, el rendimiento de una fuente de beneficios.

Seguramente, nadie se explica el hecho: Los beneficiarios de esas bondades, lo deploran y acusan a aquellos que agreden a la Orden; el pblico excusa a la Orden y la compadece de las desgracias de que es vctima. De aqu se sigue que el celo combativo de los interesados aumenta y que las personas neutrales, es decir, los espectadores del combate, que componen el pblico, tienden a ver en forma favorable los esfuerzos que, en otros campos van a hacerse.

Esto no es mas que la opinin pblica, preocupada en cualquier cosa que sea de

la Orden; empero, no olvidemos que la mentalidad del pblico, en toda lucha, debe ser aprovechada y si es posible, tornarla favorable; porque se evita entonces, por as decirlo, el suministro de fuerza moral de los adversarios que combaten contra la Orden.

Por tanto, cuando la Orden resiste en el plano econmico; cuando protege a sus trabajadores y se rehusa a inclinarse delante de las coerciones de los patronos, los neutrales no dejan de ver, incluso, una predisposicin hacia el bien. Y cuando, en el mismo terreno, ella ataca a las organizaciones financieras, comerciales, industriales, tiene incluso, junto a ella a la masa de personas que sufren la dureza de la existencia. Si ella emplea, en ese caso, medios polticos, no se tarda en captar que la lucha est entablada entre dos maneras de pensar.

Al lado de los oponentes de la Orden, estn obligados a colocarse todos aquellos que piensan igual, o que afecten tener las mismas ideas de aprovecharse de la sociedad repartida, en conformidad; pues, detrs de los medios empleados, existe un conjunto ideolgico que representa la armazn misma del estado social.

Entonces, todo depende la habilidad de los jefes de la Orden. Ellos no se inquietan, en modo alguno, de las devastaciones que ocasionan la lucha, ni buscan en ninguna forma, una victoria en el campo econmico (sobre todo, cuando la lucha se hace muy seria) su meta nicamente debe ser, el dejar que el adversario desperdicie sus medios para obligarlos aporren en obra los medios que estn constituidos por las ideas.

A veces, esto no es fcil de conseguir; ya que, si la poltica se mezcla con la lucha, la tendencia ser oponer una corriente de ideas a otras.

As, el profano cae, por si mismo, en la trampa. El toma, no solamente al pblico como testigo, sino que, incluso, busca convencerlo. Se imagina que aumenta sus tropas, incrementando el nmero de sus rangos. Pierde de vista (lo que es muy natural) que su ejercito solo posee la caracterstica de una horda y que al aumentar numricamente no afianza la cohesin; la horda se vuelve una muchedumbre, eso es todo.

Ahora bien, el gento es incapaz de tener disciplina, de razonamiento; el entusiasmo (no la voluntad consciente) puede levantarla, incluso hacerla temible; con todo, el menor pnico producir una desbandada desastrosa.

Para aplastar al adversario basta, entonces, provocar de repente, el pnico de un modo que no hubiera sido previsto.

Cuando, polticamente, las masas se agrupan bajo las banderas de agrupaciones

de partidos, y el entusiasmo se enardece y se prepara el asalto, una simple bomba produciendo un poco de ruido, dispersa en un santiamn a esa muchedumbre incoherente que se crea invencible por su superioridad numrica.

Dicha bomba, que pueda ser cualquier documento producido, un principio revelado, nada en suma y mucho en este caso, hace tanto o mas efecto en cuanto que se trata de ideas; es decir, de cosas que se razonan, que se discuten, que perturban, que desorganizan. Nadie es positivamente su vctima, pero ataca a todo el mundo. La sorpresa que ella ocasiona hace perder, al punto, la confianza en los jefes, cambia el entusiasmo naciente en desconfianza y muy rpido, deja hablar al egosmo; cada uno busca zafarse y luego salvarse.

La victoria se hace problemtica para los asaltantes. Ella se afirma para la Orden, cuando esta lanza sus tropas en columnas cerradas, disciplinadas y formidablemente armadas. Su simple aspecto basta, casi siempre, para que el enemigo se incline.

Empero si la Orden quiere la victoria completa (aquella que abruma al adversario hasta el punto que, en lo sucesivo, no pretenda ni siquiera desear mostrar ninguna hostilidad en cualquier campo), solo hay que perseguir a sus adversarios en el terreno de las ideas; y luego, sobre los dems terrenos; y exterminarlos, grupo por grupo mientras que huyen derrotados.

La Orden, entonces, se muestra implacable, feroz si le conviene.

En verdad a nadie se le ocurrira resistrsele, despus de la dispersin de sus adversarios, sobre todo, las personas neutrales; pues, ellos son siempre los primeros en correr en auxilio de la victoria. Esto no basta para aniquilar la hostilidad profana; sta se esconder, presta para recobrarse a la menor ocasin. No obstante, con la persecucin inexorable de los nfimos grupitos que huyen; con la ruina de todas sus empresas materiales (sin piedad y sin sentimentalismos de ninguna clase), sin respiro y sistemticamente, por dems; casi de una manera sectaria, el efecto de la victoria de la Orden persistir largo tiempo como, por otra parte, tenga la misma Orden en sus filas la vitalidad necesaria para mantenerse temible.

Notemos que, si los enemigos de la Orden no lo saben positivamente, tienen ese presentimiento en todas las pocas y que si, en el fondo de su corazn, ellos odian la Iniciacin, es porque comprenden que la victoria de ella se convierte en un desastre para ellos.

Tambin se quedan estupefactos cuando la Orden, desaparece un da, sin dejar rastros.

Por qu, si era tan fuerte?, O es que acaso, solo lo era en apariencia?. Los enemigos no saben que pensar y pronto, se sienten inquietos de no tener que combatirla mas.

Esto se debe a que la Orden desaparece cuando suena la hora de su fin. Ella sera eterna, si solo tuviera que fiarse de su poder. Empero, su plazo de vida est determinado, como el de todas las cosas del mundo, en el cual, la noche debe inevitablemente suceder al da.

Su gran ventaja consiste en saber esto con anticipacin, y someterse resueltamente a las circunstancias impuestas (cualquiera que sea el estado de florecimiento en el cual se encuentre). Quien no se asombra, entonces, de verla, perder una vez la batalla o incluso no librarla (esa vez); puesto que es la ltima y la que ella misma reconoce como la que seala el termino de su periodo de duracin!. No obstante, como a ella eso no le sorprende, liquida convenientemente la organizacin, coloca al abrigo lo que posee e incluso, prepara para mas tarde su renovacin.

Los profanos no ganan nada; por el contrario, mas bien pierden.

De este mtodo general (esbozado aqu, a grandes rasgos), se deriva una tctica particular para cada Comandancia, cuyos principios son fciles tanto de retener como de aplicar.

En presencia de todo ataque individual de un miembro de la Orden, sobre el campo social, slo hay que defenderlo de una forma indirecta pero eficaz. Con un poco de don de gentes, se consigue siempre; incluso, previendo el procurarle un puesto en otra parte, si el que l ocupa no lo puede conservar, sin embargo, la Comandancia no se limitar a emplear la solidaridad de sus administrados a ese efecto; ella tendr el cuidado de darse cuenta de las razones que motivan el ataque en cuestin.

Cuando el caso es de naturaleza personal y se encuentra motivado por consideraciones en las cuales no entra la hostilidad con respecto a las tendencias de la Orden, pasar, adems, desapercibido. S, por el contrario, el caso revela un estado de nimo claramente adverso a la Orden, por pequeo que sea, y esto se descubre mediante la actividad social de los autores, se prevendr inmediatamente al V.S.C..

No es necesario escribir nada a este aspecto; ni siquiera hace falta emplear ningn

medio de correspondencia pblica; en la Orden, es conveniente colocar solamente la menor cantidad de documentos posible; para evitar que la delacin de informaciones secretas sirvan a sus oponentes. Todas las Comandancias sern visitadas constantemente, por razones diversas e incluso, sin motivo alguno, por enviados del V.S.C.. Esto facilitar la prevencin verbal de un hecho del gnero que venimos considerando. No obstante, cuando el caso presente una cierta consideracin, que sea mas o menos alarmante, el Comendador no vacilar en desplazarse; o bien, en encargar alguno, que haya llegado a grados superiores, para estar seguro, que se acerque al V.S.C.; y si, ni el Comendador ni ningn otro pueden efectuar la gestin, l tendr siempre la facultad de solicitar con urgencia, mediante una carta annima y escrita de forma que solo parezca su contenido un motivo ftil, que el V.S.C. le enve uno de sus representantes.

No se debe olvidar que la actividad no implica emprender siempre cualquier cosa, sino estar constantemente sobre aviso y actuar en el momento adecuado, sin demora.

As, una vez que este prevenido, el V.S.C. ver si se debe actuar. No lo har sino en la medida en que le parezca til; es decir, segn la gravedad que represente el caso en relacin a las modificaciones recibidas por otra parte.

Un caso aislado, dicho en otra forma, localizado en la circunscripcin de una Comandancia, no revela un ataque concertado. Varios casos del mismo gnero, sealados por otro lado, dan al ataque, por el contrario, un aspecto obstructor que denota un estado de nimo latente, al cual es conveniente prestarle ya una atencin completamente particular.

Por tanto, en la conversacin en el transcurso de la cual, el Comendador relate su caso, l es puesto al corriente y prevenido. Ahora l est sobre aviso; ha de juzgar en seguida segn la evolucin de dicho estado de nimo en sus alrededores y si debe poner en estado de alerta a su cenculo e incluso, a sus formaciones.

En tanto que la lucha no parezca concertada, cada uno se mantendr a la defensiva.Cuando el V.S.C. ha reconocido que se encuentra en presencia de una hostilidad sistemtica, solo hace falta ordenar las medidas preventivas.

Todos los miembros de la Orden deben ser prevenidos al instante (ritualmente), en cada Comandancia; incluso, en las mas tranquilas, que pueden estar expuestos a ataques mas o menos peligrosos; que deben redoblar las precauciones y notificar los menores

atentados de los cuales sean vctimas.

Ellos comprendern necesariamente, que se trata de sus intereses personales. Por otra parte, en todo estado de causa, las recomendaciones sern apropiadas, no solamente en la mentalidad de cada Comandancia, sino incluso aquella Formacin de una Comandancia; Los Comendadores saben muy bien como se les puede hablar a sus administrados y no ignoran que las razones para hacer conocer una actitud deben ser adaptadas al promedio del saber inicitico en cada Formacin.

De este modo, se organiza vigorosamente la defensa Colectiva.

Si jamas se produce el ataque, ello no sorprender a nadie en lo absoluto.

Cuando el V.S.C. decide l mismo, pasar a la ofensiva en el campo social, en esta etapa de la lucha; ella puede tomar formas diversas, segn las circunstancias. No obstante, es bastante raro que no se mezclen tambin las finanzas y la poltica. Por eso, hay que considerar un buen plan de campaa; con todo, cada Comendador tiene definido su papel y lo principal es, que a ninguno se le ocurra sobrepasarlo.

Siguiendo su rol, los Comendadores asesoran las acciones a cumplir, evitando asignar objetivos muy difciles de atender y cuidndose de no confiar misiones de este gnero a aquellos que ellos saben no tienen la menor posibilidad de llevarlas a cabo.

Las instrucciones a este respecto, deben ser hechas verbalmente. No se pueden y no se deben mencionar ningn documento. En otras palabras, no se les puede comunicar a los miembros los objetivos sino individualmente, mediante una conversacin particular y no en las reuniones rituales. Dichos objetivos tendrn el carcter de consejos y se resumir a las combinaciones que se van a efectuar.

De esta manera, al estar en juego los intereses personales, cada uno se aplica a llevar a buen termino la combinacin examinada.

Ya sea circunscrita o generalizada, la ofensiva sobre el campo social no puede, dejar de esta forma, de producir su efecto. Incluso de ordinario, ella basta para hacer cesar la lucha empeada.

Es solamente despus de varias derrotas parciales, que ella puede tomar un carcter belicoso; cuando los enemigos se proponen aniquilar a la Orden.

En ese caso, habiendo resuelto la Orden aceptar la guerra, toma ciertas disposiciones.

Los grandes regentes de todos los pases, se ponen de acuerdo. La estrategia

toma proporciones que, ciertamente, los enemigos no consideraron. Mientras que la Orden ya est preparada y no tiene que improvisar nada, los enemigos se encuentran empeados en una accin que excede en amplitud el plan que ellos haban imaginado y que rebasa tambin sus posibilidades. Empero, ellos casi no se dan cuenta de esto. Validos de su masa, no vacilan en seguir adelante.

Cada Gran regente desarrolla una estrategia particular, segn el pas que se le ha asignado. Cada Comendador aplica su tctica especial a su circunscripcin especial territorial.

La maniobra consiste en llevar al adversario al campo de las ideas.

Nada es mas fcil. Solo hay que dejarlo gritar. El enemigo se excita por si solo, en razn de la resistencia que encuentra inquebrantable.

Por tanto, la tctica a seguir es la de conservarse firme, la de dejar pasar la avalancha de injurias y provocaciones; incluso, la de decirse que mientras mas injuriado y provocado uno sea, mas se desva el adversario hacia el terreno de las ideas . No obstante, es conveniente impulsarlo un poco, para inducirlo a una confusin, en la cual si se le deja continuar, saldr muy mal parado. Entonces, siguiendo el plan de campaa, se hace una replica a sus argumentos, en forma suficiente como para hacerlo gritar mas fuerte; se le responde de modo que se le d una apariencia de debilidad a fin de que cante victoria antes de tiempo. All se observa toda una forma de actuar que exi8ge mucha habilidad y de la cual, solo se encargan los que estn capacitados para ello. Los miembros de la Orden, segn su carcter, discuten, en la manera como ellos lo entienden, con los profanos y slo tienen que sostener el punto de vista de sus campeones, sean quienes sean; eso es debido a la lucha.

En forma fra, pero atenta, los Comendadores (rigurosamente discretos a este respecto) aguardaran la explosin de la bomba.

Esta, como se ha dicho antes, consiste en una cosa pequea, pero cuya importancia se reconoce, puesto que ella disgrega inmediatamente los cimientos ntegros de las concepciones amaraadas que constituyen lo que se toma por el edificio social.

Ella es lanzada subrepticiamente, cuando la contienda pone frente a frente a los combatientes. Cae sobre el grupo central de los adversarios, sobre aquel que anima a los mismos Estados Mayores y que se supona que estaba mas resguardado, puesto que se crea ignorado en las sombras. Ella asfixia moralmente al grupo, revienta a los jefes veteranos, dispersa a los Estados Mayores, paralizando as toda direccin y mediante el ruido que hace, desorienta a las tropas, perturbando la accin, debilita la audacia; por tanto, las tropas pierden el valor, renuncian y huyen derrotadas.

Entonces Quien lanza la bomba ?.

Eso depende de las circunstancias y tambin del valor de lo que se ventile.

Sobre ese punto, los altos dirigentes de la Orden saben bien como deben operar. Son ellos (y solo ellos) quienes poseen a este respecto, las directivas necesarias. Cualquier cosa que ellos decidan, hacen que siempre se pueda pensar en un plan secular que ellos siguen simplemente, estudiado fuera de las condiciones inmediatas de las personas o de las cosas, establecidas con el propsito de dar a la Orden, a su debido tiempo, la victoria que le convena. Es intil preguntar algo sobre esto o comentarlo. Los Grandes regentes solo tienen que designar a aquel le lanzara la bomba ( si es que acaso alguno de ellos no lo tiene que hacer l mismo) a menos que se encargue de hacerlo el propio Gran Maestre; puesto que, es posible pensar que la bomba puede estar constituida por la proclama de un Gran regente cualquiera, o incluso, por una revelacin hecha por el Gran Maestre en nombre de toda la Orden.

Existen en las directivas secretas de la Orden, un arsenal completo de bombas de todo gnero, de toda importancia, que pueden ser lanzadas, aprovechando la ocasin, tanto por un miembro nfimo (y por tanto, casi como por efecto de un descuido), como por un alto dignatario y de una forma requerida.

Empero, en seguida que se estalla la bomba, la Orden se alza y se muestra en su totalidad.

Si es un desconocido quien la ha lanzado, se propone proclamar por todas partes que ella constituye la verdad; la Orden completa se afirma as, en forma solidaria.

Si es un Gran regente quien escribe ciertos principios en una proclama, se observa a todos los dems Grandes regentes proclamar a su vez que dichos principios son justos, que ellos lo adoptan y que sus administrados los siguen; la Orden, de ese modo, se ve homognea.

Luego, en los casos excepcionales en los cuales el Gran Maestre mismo hace una revelacin, cada uno en la Orden se alegra mucho como si se tratase de rasgar el velo de su propio incgnito; entonces, la Orden asume un aspecto potente.

Quien podra imaginarse tal solidaridad, tal homogeneidad, tal potencia de efecto

inmediato?.

Los Comendadores solo tienen que anunciar el estallido de la bomba en el momento mismo en que se produce. En pocas palabras, cada uno comprende. Liberado del juramento de silencio sobre este punto, cada uno no tiene mas que dar rienda suelta a sus sentimientos.

El hecho est all, patente; nadie lo puede negar, todo el mundo lo ve. Cualquiera que lo comente, refuerza las consecuencias. El ruido que resulta proviene de s mismo, como todos los ruidos, debido a la fuerza de las cosas.

Los adversarios se encuentran, entonces, desamparados.

No obstante, se cometera un error al creerlos vencidos.

Ellos slo se encuentran estupefactos y detenidos en su impulso, empero, ellos