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Agenda de Lev Vygotsky acerca de la Educación, el
Aprendizaje y el Desarrollo y su implicancia para el
análisis de problemas situados en contextos
escolares actuales
Primera Parte: Aportes de Vygotsky a la
Epistemología. La dialéctica y sus diferentes
sentidos -
Segunda Parte: Una agenda de problemas de la
Psicología Educacional.
Tercera Parte: Sobre la importancia de una
Psicología Cultural.
Autora: Magister Cristina Erausquin
- 1 - EL APORTE DE VYGOTSKY A PREGUNTAS ACTUALES SOBRE LA
PSICOLOGIA CIENTIFICA, SU CRISIS Y LA PRACTICA.
- 2 - LA DIALECTICA Y SUS DIVERSOS SENTIDOS.
- 3 - TEORIAS DEL APRENDIZAJE Y DESARROLLO EN PIAGET-VYGOTSKY A LA
LUZ DE LA EPISTEMOLOGIA CONTEMPORANEA. INCONMENSURABILIDAD Y
COMPARABILIDAD “PROBLEMÁTICA”
- 4 - AGENDA DE PROBLEMAS DE LA PSICOLOGÍA EDUCACIONAL SOBRE LAS
CONTROVERSIAS ENTRE DIFERENTES PERSPECTIVAS
- 5 - LA PSICOLOGÍA CULTURAL Y LA EDUCACIÓN, ARTEFACTOS Y ACCIÓN
MEDIADA, SISTEMAS DE ACTIVIDAD, VALSINER Y LA SEPARACIÓN INCLUSIVA
Introducción y fundamentación del recorte.
Me interesa recuperar el programa que Vygotsky tenía, en 1927 (VYGOTSKY,
1927, Obras Escogidas) para nuestra disciplina, la Psicología. Me interesa trasmitirles y
recontextualizar con ustedes su necesidad de construir una Psicología General, como instancia
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intermedia entre la filosofía y las psicologías, su comprensión del problema del método y su
búsqueda de nuevas unidades de análisis. Subrayaré su crítica a los reduccionismos, y sobre todo,
su concepción de la dialéctica, que lo aproximó a Piaget en la exploración y hallazgo de la
explicación genética del genotipo, en lugar de la mera descripción del fenotipo, en la indagación
de procesos y no sólo de productos del desarrollo (VYGOTSKY, 1978, citado por WERTSCH,
1991).
Pienso que pueden reconocerse diversos usos del concepto de dialéctica en Vygotsky,
que suponen compromisos epistemológicos, metodológicos y ontológicos diferentes, pero que
además evolucionan desde la plataforma desplegada en “El significado histórico de la crisis de la
psicología”, hasta los últimos capítulos de “Pensamiento y Lenguaje”. Esa evolución da origen y
apertura al surgimiento de dos líneas divergentes que hunden sus raíces en la polisemia del
término dialéctica: una línea, como movimiento y lucha entre contrarios, que unifica los opuestos
- tesis y antítesis - en síntesis superadoras e incluyentes, y la otra línea, que entiende la dialéctica
como diálogo entre una diversidad de voces, con tensiones entre alternativas que no se disuelven
ni resuelven, sino que coexisten, en ocasiones simplemente se sostienen, enriqueciendo la
complejidad del conjunto.
En relación con el papel de la Práctica en la Formación del Psicólogo, me interesa rastrear
el lugar que le otorga Vygotsky a la “práctica” en ese texto programático que es “El significado
histórico...”, en el marco de su vocación por fundar la Dialéctica de la Psicología. Pienso que el
texto de 1927 ofrece base de sustentación a la distinción entre dos sentidos en los que
fundamentalmente se bifurca el concepto de práctica: a) la práctica instrumental, vinculada a la
acción con herramientas, en la tradición marxista de la categoría de trabajo como elemento
crucial de la humanización; es la práctica que permite al hombre regular la acción, planificar y
anticipar y extender el dominio del mundo, pero también ser explotado, o sea, la práctica
vinculada a la producción material, y b) la práctica comunicativa, inter e intra subjetiva, de la
mutualidad y de la reciprocidad, pero también del diálogo consigo mismo de la conciencia, del
dominio por y de los otros, por y de sí mismo; de la diversidad no siempre conflictiva pero
tampoco siempre complementaria, de la multiplicidad de voces y de líneas de desarrollo en la
constitución del sujeto psíquico. Es cierto que Vygotsky nunca disocia esas diferentes prácticas,
sino más bien las entrelaza e imbrica una con otra, pero dan origen a dos líneas de pensamiento –
una más construccionista social, más contextualista, al estilo de Rogoff o Lave, y otra más socio-
histórica, al estilo de Engestrom o Chaiklin -, cuyos énfasis son distintos, como distintos son
también su epistemología, su método y hasta su ontología – explícitas o implícitas – (CHAIKLIN
y LAVE, 2001).
En relación con estos temas, y por su valor en nuestro contexto para el análisis y el
enriquecimiento de perspectivas en situaciones de enseñanza y aprendizaje escolares, me interesa
retomar los análisis de Wertsch sobre la ambivalencia y la racionalidad abstracta de las ideas de
Vygotsky sobre el desarrollo (WERTSCH, 2000, en VONECHE, comp); los análisis de Baquero
sobre los usos del concepto de “dialéctica” ; los análisis de Castorina sobre la compatibilidad
entre las teorías de la equilibración y de la zona de desarrollo próximo (CASTORINA, 1996);
los conceptos de Martí sobre procesos de internalización y externalización (MARTI, 2000, en
VONECHE, comp.) y los de Wertsch sobre la homogeneidad, la heterogeneidad con jerarquía
genética, y la heterogeneidad a pesar de la jerarquía genética en las formas del pensamiento
individuales o culturales, vinculadas a la multiplicidad o la unicidad de líneas de desarrollo
ontogenético e histórico-cultural (WERTSCH, 1991).
Retomaré también algunas de las críticas metateóricas y empíricas que, provenientes de la
psicología y de la ciencia cognitivas, y del neo-conexionismo, permiten ampliar el debate sobre
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los puntos críticos – comunes y no comunes – de las Psicologías del Aprendizaje y del Desarrollo
Cognitivo de Piaget y de Vygotsky. Me refiero, por ejemplo, a la cuestión de la paradoja del
aprendizaje apuntada por Fodor en su crítica a Piaget y a Vygotsky (CASTORINA, 1994,
NEWMAN et al., 1991). Me permitiré dar mi propia versión de lo que denomino la inefable
inconmensurabilidad y la difícil comparabilidad de los dos modelos centrales en este análisis, el
de Piaget y el de Vigotsky, mencionando algunos de los intentos de síntesis, como el del análisis
de secuencias didácticas, que enuncian por ejemplo César Coll y colaboradores, y sus posibles
críticas (COLL, 1998, en UNAM).
Vygotsky en la década del 20.
Para introducirnos en “El significado histórico...”, sus historiadores (Valsiner & Van der
Veer, 1991, por ejemplo) nos aproximan al joven Vygotski que, en el Segundo Congreso de
Psiconeurología de Leningrado, en 1924, presenta la ponencia “La metodología de la
investigación reflexológica y psicológica”. Su tesis era que si la reflexología quería convertirse
en una teoría general de la conducta, tenía que estudiar la conciencia, y encontrar los métodos
adecuados para ello. “No existe el psiquismo sin conducta, ni la conducta sin psiquismo”.
Señalaba las limitaciones de la reflexología para dar cuenta explicativa de los actos complejos
que caracterizan las conductas específicamente humanas, y delimitaba ya el pensamiento como
un organizador de la conducta, no como una simple conducta ni tampoco como un estímulo. Y en
cuanto a lo metodológico, ya anunciaba lo que luego sería su metáfora criminológica favorita: “El
sujeto psicológico ya no es un testigo que testifica sobre un crimen que ha presenciado; él mismo
es el autor del crimen y – lo que es más importante - un autor observado en el momento mismo
del crimen”. El fenómeno de conciencia debía ser inducido en el sujeto, en circunstancias
experimentales, como para ser observado en su génesis. En la joven Rusia revolucionaria,
Vigotsky era un joven audaz de 28 años, que hablaba por primera vez ante lo más selecto de la
profesión: resultado de lo cual se lo invitó a participar en el Instituto de Psicología de Moscú.
También sus historiadores nos presentan personajes con los que Vygotsky se ensaña, o critica
más civilizadamente, en “El significado...”. Por ejemplo, Chelpanov, creador del Instituto, quien
fuera destituido en 1923, tachado de “idealista”, es objeto de una crítica más despiadada, en
relación al modo en que mantuvo la introspección y los principios de la psicología de Wundt, en
el paquete global de la psicología post-revolucionaria. Kornilov, uno de sus discípulos, que
sostiene que “el marxismo fundamentalmente rompe los vínculos con el mentalismo que
infectaba la psicología moderna”, y que “el objetivo del marxismo no es sólo la explicación de la
mente humana, sino también su dominio” (sic!), es criticado más prudentemente, y resulta un
integrante de la camarilla de “psicólogos marxistas”, que destituyen a Chelpanov y conducen el
Instituto, en la época de “El significado histórico...”
De todos modos, la crítica de Vygotsky a la Reflexología, que había recibido un gran
impulso después de la Revolución, ya que se la consideraba más compatible con la dialéctica
materialista, no deja de ser claramente la crítica a una de las corrientes teóricas de la psicología
que son parte de la crisis de la disciplina, sin apuntar a su superación. En ello incluye a Béjterev,
que era quien había ampliado consistentemente el dominio de aplicación del estudio
reflexológico a la conducta humana. También Kornilov forma parte de los psicólogos criticados,
por yuxtaponer a las viejas tesis sobre la conciencia citas de Marx, Lenin y Engels, a fin de
convertirlas en marxistas. En “Psicología y marxismo”, Vygotsky retoma fundamentalmente el
carácter crucial del trabajo como categoría explicativa de la especificidad de la experiencia
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humana, y destaca su naturaleza social y desdoblada – como actividad mental y como acción
externa -. Es por eso que la especificidad de la experiencia humana requiere a la conciencia como
objeto de estudio de la psicología. Retoma la crítica, tanto a la psicología mentalista como a la
reflexológica, en cuanto sus respectivos monismos sustancialistas, y esboza la distinción entre el
objeto de estudio y el principio explicativo, que se desarrollará más ampliamente en “El
significado histórico...”
Las dos tesis sobre los “hechos cargados de teorías” en “El significado histórico....” La
expansión del principio explicativo:¿una lucha por el dominio del mundo del conocimiento?
En “El significado histórico...”, obra de 1927 publicada en 1982, Vygotski desarrolla una
crítica metateórica de las perspectivas de la psicología, y a la vez un programa psicológico,
sosteniendo la convicción de que el progreso científico de la disciplina estaba indisolublemente
unido a su posición epistemológica en relación a su objeto de estudio. Y lo plantea con relación a
las disciplinas rivales: la filosofía y la fisiología. El programa de Vygotski contemplaba la
urgente necesidad de una psicología general como teoría metapsicológica, intermediaria entre la
filosofía y las psicologías particulares – la psicología animal, la psicología del niño, la psicología
del trabajo, la psicopatología -. Pero no la propone como pura lógica, sí con un nivel de
generalidad y abstracción que la sitúa en el plano de las disciplinas básicas, incluyendo los
principios explicativos capaces de dar cuenta de los distintos grupos de fenómenos que abarca.
Como dice Kozulin (citado Valsiner, 1991), “resulta una obra peculiar para un psicólogo que,
desde una ciencia inductiva, empírica, ofreciera una crítica metateórica antes de haber formulado
siquiera un programa de investigación positivo”. El camino hacia esa Psicología General a
construir pasaba, para Vygotsky, por la crítica metapsicológica de las escuelas de psicología
existentes, cada una de las cuales pretendía poseer un sistema explicativo adecuado para
constituirse en la base de aquella Psicología General. Para la psicología mentalista, serían los
estados psicológicos subjetivos, accesibles sólo a la introspección; para la reflexología, la base
era la noción de reflejo, que serviría para explicar toda la conducta; para el psicoanálisis, la
psicología general descansaría sobre los fundamentos que proporcionaban los impulsos
inconscientes. “Un hecho cualquiera, expresado mediante los conceptos de cada uno de los tres
sistemas, adopta tres formas completamente distintas; más exactamente, son tres hechos
distintos” (Vygotsky, op.cit.).
El tema del origen y desarrollo del hecho científico está planteado deliberadamente en
forma paradójica – dialéctica - en las dos tesis centrales del trabajo de Vygotski de 1927: 1)
“Todo concepto científico-natural, por muy alto que sea su grado de abstracción respecto al
hecho empírico, encierra siempre una concentración, un sedimento de la realidad concreta y real,
de cuyo conocimiento científico ha surgido, aunque sólo sea en una solución muy débil”; y 2)
“Todo hecho científico-natural aislado, por empírico y poco maduro que sea, encierra ya una
abstracción primaria. El hecho real y el hecho científico se distinguen en que el último constituye
el hecho real reconocido en determinado sistema, es decir, una abstracción de ciertos rasgos de la
inagotable suma de signos del hecho natural. Cualquier palabra es ya una teoría..., un acto de
clasificación, de inclusión de un fenómeno aislado dentro de la categoría de fenómenos análogos,
de sistematización de la experiencia...; en el comienzo de la ciencia estaba la palabra”
(VYGOTSKY, 1982, Obras Escogidas). Impresionantes aseveraciones, para la década del 20,
porque parecen anticipar gran parte de los debates de la segunda mitad del siglo, sobre la
importancia de la terminología, sobre la preminencia de los criterios conceptuales sobre los
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puramente empíricos. Y desde ya, también anticipan el posicionamiento sobre la imposibilidad de
considerar neutral a la experiencia observacional, al margen de la teoría desde la cual se pretende
comprender y explicar legítimamente el hecho en cuestión, o sea, la crisis del empirismo como
organizador de la ciencia moderna y la crisis de sus criterios de evaluación. La tendencia a
generalizar e integrar conocimientos de dominios relativamente lejanos entre sí, a unificar lo
heterogéneo, a relacionarlos con la totalidad del saber científico, está descripta como un
movimiento expansivo que no es sino “lucha por el poder”, y que culminará en el dominio del
conocimiento y su subordinación a un sistema jerárquico, en el que habrá un centro principal y
otros secundarios.
El movimiento cognoscitivo en pos de principios explicativos unitarios, no es sólo
cognoscitivo, sino también político. Es sugestivo el trabajo de análisis metateórico de las
condiciones de producción o de la génesis socio-histórica de dicha expansión que realiza
Vygotsky . Primero hay un descubrimiento real, que rebasa los límites del grupo de fenómenos
que ha sido observado. Le sigue la propagación de la influencia de esas ideas a los dominios
colindantes. Luego, esa idea, ya parcialmente modificada en su recorrido, va modificando a su
vez la estructura de la disciplina. Hay confrontaciones por el dominio del principio explicativo y
tiéndese a la integración. El principio explicativo de la idea se transfiere a las disciplinas o
dominios colindantes, sin dejar de modificarse y dilatándose al incorporar nuevos hechos. La idea
se separa cada vez más del concepto inicial, las conexiones son cada vez más amplias, y la idea
sigue cambiando, hasta llegar a formar parte del sistema filosófico, formulándose como un
principio universal o una ideología. En el último estadio de este proceso, según Vygotsky, la
idea, “hinchada como una rana que se ha vuelto buey”, estalla como una pompa de jabón. Al
haberse separado completamente de los hechos que pretendía haber descubierto inicialmente,
“descubre su verdadero rostro”. Sólo ahora, separada de los hechos iniciales, muestra a qué
intereses de clase sirve, qué pretende, qué busca: se convierte en un hecho social, vuelve al seno
de donde surgió. Su naturaleza social, que vivió todo el tiempo en ella, se ocultaba bajo la
máscara del acto cognoscitivo. Se desenmascara, participa como un sumando más en la lucha de
clases de las ideas, y deja de existir por sí misma. Ficción literaria post-revolucionaria, en el
joven Vygotsky, pero también narrativa de un movimiento dinámico, fuertemente dialéctico, que
puede entenderse a la luz de los análisis históricos de los paradigmas y sus desarrollos: ¿qué son
sino luchas de ideas por la hegemonía del conocimiento?
“En las ciencias, utilizamos los conceptos como instrumentos para conocer los hechos.
Pero a medida que los utilizamos, los comprobamos, los dominamos, los modificamos,
eliminamos los inútiles y creamos otros nuevos”.
Hay una selección de los hechos, que atiende a unos y descarta otros, denomina de un
modo, incluye en un sistema, pero todo ello dentro del ámbito propio de la ciencia, no es la lógica
la que suministra los conceptos, es el movimiento hacia los hechos el que nutre la construcción
de los mismos.
Vygotsky y “el significado histórico de la crisis de la psicología”
¿En la década del 20, del 60, o ahora?
Vygotsky parece iniciar una especie de campaña, señalando claramente lo que hoy puede
entenderse como “obstáculos epistemológicos” (BACHELARD, 1972) para la constitución no
reduccionista del saber psicológico, como factores incidentes o signos sintomáticos de la “crisis
de la psicología”. Uno es el eclecticismo, que lleva a la psicología a anexar conceptos, términos,
desgajándolos del contexto de producción, del sistema teórico en el que adquieren sentido, y por
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lo tanto, vaciándolos de contenido genuino, convirtiéndolos en caricatura al extrapolarlos, e
incluirlos en otro sistema en el que no tienen cabida. El uso de analogías en ciencia es legítimo,
también con los conceptos provenientes de otras disciplinas, pero la extrapolación de conceptos
de una disciplina a otra, de un dominio a otro, sin analizar las diferencias, exagerando la
semejanza, sólo por legitimar su aplicación al nuevo dominio, a partir de su consagración en el
dominio del que proviene, conlleva deformaciones y empobrecimientos. Estos procesos eran
frecuentes en la psicología rusa de su época, por ejemplo, en la reflexología, ávida por consagrar
a la psicología como “ciencia natural”, que importaba conceptos de la biología, útiles para
explicar algunos aspectos de la conducta humana, pero no todos, y perdiéndose la especificidad
psicológica de lo humano en dicha importación. Otro de los “obstáculos” o signos de la crisis es
el empirismo, que describe como una pretensión falsa, o de vacía ilusión. Por empezar, aparece
más en un sentido negativo que positivo, como “psicología sin alma”, y la pregunta es: “sin alma
y con qué?”.En determinados contextos, como el de la lucha con la metafísica, había tenido
mérito la bandera “empirista”, pero en la década de los 20 ya su contenido se había vaciado:
todos pretendían ser empiristas. Por lo menos, el psicoanálisis no escondía su componente
metapsicológico, según lectura del propio Vygotsky.
La psicología empirista sólo trataba de “esconderse detrás de los hechos”. Y en realidad,
¿para qué negarlo?, la psicología, en forma espontánea e independientemente de las diversas
ideas de sus representantes, siempre había partido de concepciones idealistas, como las ciencias
naturales habían sido de por sí materialistas. Con disfrazar esa cuestión, sólo se desembocaba en
una metodología acrítica y confusa, o en eclecticismos, por renunciar a diferenciar niveles
ontológicos y a principios metodológico-constructivos acordes a los diferentes órdenes de
fenómenos. En tren de avanzar hacia el diagnóstico y pronóstico de la crisis, plantea posibles
respuestas ante ella: a) hay quienes niegan la crisis, lo que desemboca en indiferenciación y
eclecticismo; b) hay quienes dividen en dos campos la psicología: uno verdadero, que es el que
sostiene el autor, y otro falso, que es el de todos los demás, c) hay quienes aportan algunas
descripciones válidas a la teoría de la crisis: como la ausencia de un sistema universalmente
reconocido, el carácter positivo y productivo de la crisis además de destructor, la necesidad de
establecer los principios fundamentales, y la valoración de la unificación de los sistemas
teóricos, en pos de una Psicología General.
En esta dirección, Vygotsky señala que la existencia de “muchas psicologías” denuncia la
inexistencia de la “psicología general”, o sea, la existencia de muchas escuelas, pero no un
consenso suficiente sobre principios y reglas que organicen el conjunto; no una psicología global
como ciencia independiente, que posibilite la coexistencia de las pretensiones metateóricas de las
distintas parcialidades, pero sin atomizar el campo en fragmentos en los que no se reconocen los
significados propios de una disciplina autónoma. Por último, subraya Vygotsky la importancia
del lenguaje de la psicología, que no es un aspecto puramente formal o exterior, sino un
verdadero espejo de la crisis: “la palabra, al dar nombre a un hecho, da también la filosofía de ese
hecho”. La crisis se revela en: a) palabras del lenguaje cotidiano, b) vestigios del lenguaje
filosófico, y c) palabras tomadas del léxico de las ciencias naturales.
También Bachelard nos habló de la importación de las palabras de un dominio a otro,
desvirtuando lo que fue su sentido original en un sistema semántico particular, como un
“obstáculo epistemológico”. Sintetizando, Vygotsky cree que las “muchas psicologías” pueden
reducirse a dos: la explicativa y la descriptiva, la nomotética y la idiográfica, la ciéntífico-natural
y la filosófico-fenomenológica. Este es también un tema que insiste y se sigue debatiendo en la
agenda de problemas de nuestra disciplina.
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La respuesta final de Vygotsky en relación a la tesis de las dos psicologías, será que la
creación de la psicología general no será cuestión de acuerdo, sino de ruptura, entre lo que él
entiende esencialmente por psicología materialista y psicología idealista. Pero se negará a
considerar una psicología materialista como la que copia el modelo de la ciencia natural, la que se
legitima con su reflejo de la fisiología, la que parte de la psicología animal y se expande a
pretender explicar fenómenos que adquieren otro carácter e idiosincracia en el terreno de lo
humano, la psicología materialista “falsamente empirista”. Sostendrá que la psicología marxista
“deberá escribir su propio “El Capital”, intentando eludir el reduccionismo a la par que el
dualismo, a través de una concepción dialéctica.
Me interesa destacar lo que considera, en el análisis de las “causas próximas” que
agudizaron la escisión y la crisis, las fuerzas motrices de su superación. “Es el desarrollo de la
psicología aplicada, en toda su amplitud, la principal fuerza motriz de la crisis en su última fase.
A pesar del desprecio que le dirige la psicología académica, en ella está representado todo lo
que hay de progresivo, de sano, en psicología, todo lo que encierra el germen del futuro. La
práctica ha enfrentado por primera vez a la psicología con la praxis altamente organizada –
industrial, educativa, política, militar -, y la obliga a reestructurar sus principios, de forma de
poder superar la prueba de la práctica. Esta psicología, que no trata tanto de explicar la psique
como de comprenderla y dominarla, establece entre la práctica y la estructura de la ciencia una
relación esencialmente distinta. La práctica plantea tareas y es el juez supremo de la teoría, el
criterio de verdad”. “En segundo lugar, es la práctica, por paradójico que parezca, la que exige
una filosofía, una metodología de la ciencia. Es esa psicología la que genera una metodología
férrea. Por malo que sea un test, su valor como idea, como principio metodológico, como tarea,
como perspectiva, es enorme. En tercer lugar, la psicología aplicada es una psicología
unilateral, incita a la ruptura y formaliza la psicología real. La seriedad de la práctica exige
revitalizar la psicología y producir una teoría científica que lleve a la subordinación y al
dominio de la psique, al manejo artificial del comportamiento. A la vez, la práctica desnuda el
enmascaramiento discursivo. La psicotécnica está orientada hacia la acción, por eso, no puede
vacilar en la elección de la psicología que necesita – ni siquiera cuando la elaboran idealistas
convencidos -: sólo se ocupará de la psicología causal, objetiva. Es el contacto con la vida el
que proporcionará la revitalización que la psicología necesita”.
Apasionante texto, que desilusiona al final, ya que lo hemos transportado demasiado al
presente, y no podemos creer ese anuncio del triunfo revolucionario de la única psicología
posible, la materialista, que ni siquiera necesita llamarse “marxista”, porque no puede haber otra:
lo demás será filosofía, fenomenología, pero no psicología científica, y tampoco este predicado
corresponde, ya que si es psicología deberá ser científica. Final un tanto maniqueo, propio de una
época y de compromisos y convicciones que hoy resultan difíciles para entender. Pero no fuimos
al Vygotsky de 1927 para buscar soluciones a nuestros problemas de hoy. Sí lo hacemos para
entender su forma de anunciarnos lo que seguiremos debatiendo por décadas – ya casi un siglo -,
como el ser y no ser de la Psicología, y para valorar los ejes cruciales de la discusión planteada y
su vigencia actual.
Los diferentes usos de la dialéctica en Vygotsky
¿Son las distintas voces de la conciencia un diálogo o una lucha entre contrarios?
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Los diferentes usos pueden delimitar dos sentidos principales de la palabra dialéctica: el
sentido dialógico, entre las distintas voces, como en el teatro griego y en los escritos platónicos,
o, con mayor frecuencia, un sentido más próximo al pensamiento hegeliano-marxista,
caracterizado por las tres leyes formuladas por Engels en La Dialéctica de la Naturaleza: a) ley
del trueque de cantidad en calidad y viceversa; b) ley de la penetración de los contrarios; y c) ley
de la negación de la negación. (ENGELS, 1961, citado por BAQUERO, 2001). Son leyes que se
abstraen – en el pensamiento hegeliano-marxista -de la historia de la naturaleza y también de la
historia de la sociedad humana.
Este sentido de la dialéctica, profundamente marxista, no es sólo del pensamiento sobre lo
real, sino del movimiento mismo de la realidad. No sólo necesitamos pensar dialécticamente la
realidad, o más aún, necesitamos hacerlo porque es la realidad la que es dialéctica. La categoría
de “dialéctico” signa – o sesga? – de un modo particular la lectura del desarrollo psicológico –
ontogenético, filogenético, histórico-social -. Es una categoría estructurante, que ordena una
cierta teleología de progreso en la evolución, no un progreso lineal, sino que marcha a través de
tesis, antítesis, síntesis, a través de la lucha y unidad entre contrarios. Es Engels el que mostrará
la factibilidad y conveniencia – revolucionaria? – de extender las tesis del materialismo dialéctico
a ciencias “naturales” como la Psicología.
Lo dialéctico está presente en el método genético, histórico o evolutivo, que debe
caracterizar el abordaje psicológico; es dialéctico el propio análisis histórico del pensamiento
psicológico en “El significado histórico...”; es dialéctica la consideración del proceso de
humanización; es una característica del desarrollo, tanto en cuanto a los procesos o fenómenos,
como a la prescripción metodológica necesaria para que el pensamiento se ajuste a lo real.
Pero, en cambio, lo dialéctico como dialógico, que también parece caracterizar a los
fenómenos psíquicos, especialmente de la conciencia, implica desdoblamiento, o más bien
internalización de la interacción social mediada por el habla comunicativa, pero no siempre es
lucha de contrarios en la que el conflicto se resuelve de algún modo a favor de un polo dominante
en la síntesis final.
La psicología general, destinada en “El significado...” a develar la esencia de los
fenómenos, las leyes de sus variaciones, los rasgos cuali y cuantitativos, su causalidad, no es sino
la “dialéctica de la psicología” para Vygotsky (VYGOTSKY, 1990, citado por BAQUERO,
2001). Y la dialéctica es, en Engels, la ciencia general o universal que atrapa las leyes más
generales del movimiento, como las leyes de la dialéctica han sido extraídas de la naturaleza de lo
real, y no impuestas a lo real. Mientras vemos en forma estática las cosas, no captamos la
contradicción que en ellas reside. En cuanto recuperan las cosas su movimiento, su
transformación, su vida, su influencia recíproca, aparecen las contradicciones, que residen
objetivamente en las cosas y fenómenos, y que constituyen su potencia efectiva. No se trata de un
a priori teórico, sino que hay una dialéctica subjetiva y una dialéctica objetiva.
La relación de tensión irreductibe entre la línea de desarrollo natural y la línea histórica-
cultural, en la determinación y producción del desarrollo ontogenético, o la que existe entre el
significado social convencional de la palabra y el sentido personal e idiosincrático de la misma, o
entre los conceptos espontáneos y los conceptos científicos, señalan el atravesamiento de los
fenómenos psicológicos por la tensión entre contrarios. En el surgimiento de lo humano, se
produce un salto cualitativo en las formas de adaptación, que no es meramente acumulativo en
términos cuantitativos, y que señala el pasaje de lo filogenético a la histórico cultural. Se
transforma entonces la relación entre E-R que existe en los animales. Se introducirán estímulos
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“artificiales” entre E y R, e intervendrá un componente crucial, que es la voluntad. La acción
humana está mediada por instrumentos semióticos, y el sujeto los utiliza deliberadamente para
gobernar su propio psiquismo. Es esa apropiación la que convierte la señalización en
simbolización, inaugurando el desarrollo de formas culturalmente organizadas de regulación de la
propia conducta por medio de los signos. La complejidad del desarrollo se manifiesta en la no
superposición de la línea natural y la línea cultural, sin que tampoco se transformen una en otra,
sino que mantienen su poder determinante, aunque con gradual predominio de las formas
culturales.
El método genético o histórico es, por otra parte, el único genuino modo de hallar
explicaciones y no meramente descripciones de los hechos psicológicos; explicaciones que
deberán atrapar el nivel genotípico de una legalidad no observable. En el caso de la conducta
específicamente humana, la génesis permite descubrir la intervención de la voluntad y la
conciencia en el gobierno de la propia conducta por medio de signos artificiales, porque en la
conducta “fosilizada”, ya automatizada, puede no detectarse ese movimiento constitutivo.
Finalmente, el origen de la conciencia guarda una relación de inherencia con los procesos
del trabajo, que explican ni más ni menos que la humanización. Es la instancia de duplicación del
trabajo, que permite planearlo en forma anticipada, y que también posibilita la escisión entre su
forma mental y manual, la que distingue a la humana de otras formas posibles de uso de
herramientas y trabajo animal.
La conciencia, objeto central de la psicología, según Vygotsky, no debe ser reificada ni
concebida de un modo sustancial, como una interioridad previa al contacto con el mundo, sino
como una característica de la organización de los procesos. Esencialmente, tiene una trama
semiótica, y se constituye a partir de la participación del sujeto en prácticas comunicativas y su
apropiación del habla. La conciencia es, así, “diálogo interior”. Es la posibilidad de interiorizar la
mirada del otro sobre los propios procesos, la que promueve la propia mirada sobre los propios
procesos. Se ha constituido, a partir del plano intersubjetivo, un segundo momento, de los
procesos psíquicos superiores, en un plano interior, reconstruyéndose tanto la función como la
estructura del proceso interiorizado.
Estructura y desarrollo. Continuidad y cambio
También el pensamiento dialéctico se despliega, como señala Van del Veer (2000, en
VONÊCHE, comp.), en las relaciones que establece Vygotsky, a propósito de la crítica a la
Teoría de la Gestalt, entre estructura y desarrollo, continuidad y cambio.¿Cómo es posible que
un desarrollo continuo dé lugar a etapas cualitativamente diferentes entre sí? ¿Cómo explicamos
la filogenia sin apelar al mecanicismo ni al vitalismo, sin reducir todas las formas a un principio
primordial, o postulando una brecha insalvable entre las formas inferiores y las superiores?
¿Cómo explicar la transformación del mono en hombre, del instinto en intelecto, explicando las
diferencias, sin apelar a un recurso misterioso que origine el cambio?
En la década del 20, todavía pensaba Vygotsky que la teoría de la Gestalt había construído
un monismo materialista, capaz de dar cuenta de las diferencias estructurales a través de un
principio explicativo único no reduccionista. Pero ya en el 30 comienza a señalar el carácter
primordial, universal, y por lo tanto metafísico de las Gestalten. Y es que para explicar el
desarrollo no bastaba un principio único, porque era necesaria la convergencia de factores
diferentes: biología e historia (en la filogenia), maduración y cultura (en la ontogenia). En su
discusión con Bühler, sostuvo que postular un solo principio explicativo era antidialéctico, y
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también atribuirle excesiva importancia al factor biológico y suponer que en la naturaleza no hay
saltos. Lo mismo puede aplicarse a la teoría de la Gestalt, en su intento de explicar el surgimiento
de la inteligencia: postulaba un principio único, tanto para las formas animales inferiores y
superiores.
Esto demuestra su principal tesis de “El significado histórico...”: cuando los conceptos se
expanden, más allá de los límites de su dominio original, se vuelven más vulnerables a la crítica;
no sólo serán en adelante cuestionados como cosmosiviones, sino también en el restringido
ámbito de su origen. Profundiza así la crítica a esta teoría de la Gestalt, en la propia explicación
ontogenética de la percepción, sosteniendo que no hay ninguna percepción que no esté influída
por la experiencia o el conocimiento del niño. Llegará a sostener que el significado de las
palabras determina fundamentalmente la percepción del niño.
James Wertsch pretende hallar aquí una diferencia con Piaget, en el sentido de que
Vygotsky, incluso más allá de su voluntad de sostener un monismo materialista, insistirá que
ningún conjunto único o unívoco de principios explicativos puede explicar el desarrollo, sino que
esos principios deberán ser incluídos en un marco más amplio, que es el de los fenómenos
socioculturales. Y, sin embargo, la crítica a la teoría de la Gestalt es semejante a la que el propio
Piaget haría: “la Gestalt es un esquema sin historia”. Pero, también con respecto a la teoría de
Piaget, Vygotsky podría haber insistido en la “unilateralidad de cualquier teoría formal o
estructural, porque no creía en los límites entre estructura y contenido, y el contenido era
concebido como ligado a la cultura, y por lo tanto, profundamente diverso”. El análisis de estas
cuestiones nos sitúan mucho más allá de “El significado histórico...”, y en un debate que recién
ha comenzado.
La paradoja del aprendizaje y la crítica metateórica de Fodor a Piaget y a Vygotsky
Argumentaciones impecables y discusión crítica. ¿Evaluar?¿Arbitrar?
¿Por qué recortar la crítica de Fodor a Piaget y a Vygotsky en su concepción del
desarrollo del edificio de las posibles? En primer lugar, porque el autor sitúa como destinatarios,
en distintos momentos del planteamiento de su tesis, a Piaget y a Vygotsky. En segundo lugar,
porque introduce a la tercera perspectiva en discordia, en el siglo XX, que es la Psicología
Cognitiva, y en su versión más fuerte, la que postula el innatismo y la arquitectura modular de la
mente: desde Jerry Fodor. En tercer lugar, porque la existencia de críticas metateóricas pone de
manifiesto que hay debates que se sostienen en la relación entre diferentes supuestos o en
relación a la inconsistencia atribuida a la relación entre teorías y supuestos, y no en el terreno de
la verificabilidad o refutabilidad de enunciados observacionales (CASTORINA,1998).
Recordemos el sentido que Castorina da a la “crítica metateórica”: es la que se ocupa de
cuestiones estrictamente conceptuales: el examen de la coherencia lógica de una teoría, de modo
de establecer si contiene inconsistencias internas, si implica una proposición y su contraria o si
presenta debilidades formales como la circularidad en las definiciones o el regreso al infinito. Las
inconsistencias pueden ser internas – de la teoría con respecto a la tradición a la que pertenece - o
externas – con las teorías circundantes al corpus de pertenencia y que son admitidas por la
comunidad científica -. Recordemos que ningún tipo de crítica es totalmente independiente de las
otras – empírica, práctica, ideológico-cultural -, pero también es legítimo desplegar cada una en
su especificidad, sin perder de vista la necesidad de algo más totalizador. En este caso, lo
totalizador sería la evaluación de la hipótesis de la continuidad entre el mecanismo de desarrollo
11
de los conocimientos espontáneos y los procesos de aprendizaje guiados de un modo intencional
y sistemático. Y la teoría especial, que forma parte de un programa o tradición – el psicogenético
-, es la teoría del aprendizaje, que tiene vinculación con los supuestos del núcleo firme de la
teoría del desarrollo, y que puede contribuir a fortalecerlos, ya que permitiría “operacionalizar”
procesos que están formalizados en su carácter básico.
Fodor enfoca la pregunta sobre la “razonabilidad” de las tesis constitutivas del núcleo de
la tradición, ya que rechaza toda aproximación constructivista al desarrollo y al aprendizaje. Su
argumentación intenta probar la imposibilidad de cualquier aprendizaje, por medio de un análisis
conceptual del significado de la noción. “No sólo no existe ninguna teoría de aprendizaje, sino
que, en cierto sentido, no podría existir ninguna” (FODOR, 1979, citado por CASTORINA,
op.cit.) No puede haber una teoría de aprendizaje entendida como teoría de adquisición de algo
nuevo. Sólo es admisible una “fijación” de creencias ya presentes en los sujetos.
Todo aprendizaje consiste en un procedimiento inductivo de fijación de hipótesis, pero
toda lógica inductiva es inconsistente – siguiendo las ideas de Hempel, un positivista lógico -, lo
que obliga a que haya una clasificación previa de las hipótesis. El proceso de aprendizaje sólo
puede “fijar creencias”, y el procedimiento inductivo interviene sobre las hipótesis disponibles en
el aprendiz. El aprendizaje nos dirá cómo varía la probabilidad de aceptación de una u otra
hipótesis, por parte de un individuo, según la experiencia con su medio, pero nunca sobre cómo
se construyen u originan dichos hipótesis. Ello lleva a la inevitabilidad del innatismo.
Esa crítica al “aprendizaje” se extiende a la teoría del desarrollo cognoscitivo piagetiana -
y más tarde a la de Vygotsky - en relación a su tesis de “construcción de sistemas nuevos a partir
de otros de equilibrio inferior”. Si el proceso de desarrollo consiste en una secuencia de estadios,
y cada ellos se caracteriza por una estructura, cada una de ellas se convierte en el siguiente
estadio en un subconjunto de una estructura más rica. Cada estadio involucra una lógica más
poderosa que el anterior. Según la tesis de Fodor, no se puede producir una lógica más avanzada
con el aparato conceptual o el vocabulario suministrado por la lógica más débil. ¿Cómo se
sostiene la “novedad”, dentro de este marco explicativo? Las capacidades lógicas que los seres
humanos supuestamente logran por construcción tienen que ser innatas, deben estar “disponibles”
al comienzo del desarrollo: es imposible un proceso constructivo en la ontogenia.
Crítica brillante la de Fodor, a mi juicio, porque ataca los supuestos, y no meramente las
teorías del cinturón auxiliar de un programa de investigación. Crítica de los que han construído
sistemas, fuertemente consistentes con los supuestos de base, y que no caen en “eclecticismo”
alguno. Y crítica que demuestra, no la incomunicabilidad entre sistemas teóricos diferentes, pero
sí sus límites, no la improductividad de la discusión, ya que resultan de sumo interés las
respuestas y contra-respuestas, como despliegues de argumentación que no hubieran sido
realizados sin la necesidad de descentración que exigió el debate, pero obviamente parece
imposible llegar a acuerdos o dirimir soluciones. Y es un debate influído por lo empírico, pero
mantenido fuera del campo de la verificación o refutación de la “experiencia directa”.
Es conocida la respuesta del propio Piaget, que remite a la teoría de la evolución,
repreguntando al innatismo ¿cómo se forman los sistemas “ya dados”?, y mostrando que, por ese
camino, el innatismo llega a eliminar la racionalidad de la lógica o por lo menos su universalidad.
Es también interesante el hecho de que el propio Fodor dirige también a Vygotsky la pregunta
por la “disponibilidad” de lo nuevo, en relación a su explicación de la formación de conceptos. Es
también conocida la respuesta que Newman, Griffin y Cole esbozan (1991), sobre el hecho de
que la novedad estaba disponible en el experimentador, en el método de doble estimulación,
12
aplicado a las tareas sobre formación de conceptos , y estaba presente en el investigador, como
representante de la cultura a la que el niño pertenece. Y está actuando en la transformación de los
conocimientos del niño, por apropiación por parte de él, en la interacción mediada por signos y
traccionada por un proceso de ayuda andamiada para el desarrollo de competencias, no incluídas
en el sistema del novato antes de la interacción social, ni tampoco construídas por él en soledad
con el objeto de conocimiento.
Interesante tema, que sigue atravesando el debate contemporáneo sobre aprendizaje y
desarrollo. Castorina piensa que la decisión entre las tesis en pugna – lo que llamamos
enunciados “contingentes a priori” – no es meramente una cuestión de “convención”, según han
sostenido los filósofos de la ciencia, ni una cuestión de carácter directamente empírico. Se trata
de un análisis conceptual de la consistencia de los argumentos que sostiene cada versión, una
evaluación crítica, por controvertida que sea. O bien “los conjuntos de los posibles conceptos
tienen que estar ya dados”, o bien “los posibles se construyen, ya que cada estructura abre
posibilidades para la que le sigue, pero no la contiene” – lo que podrían afirmar tanto Piaget
como Vygotsky. No se trata tampoco sólo de “coherentismo”, sino también de examinar la
“fertilidad heurística “de las tradiciones al investigar la temática: si una tradición ha resuelto
problemas empíricos, si ha dado consecuencias viables en el campo educativo, se fortalecen
indirectamente los enunciados de base: la argumentación conceptual y la historia de las
investigaciones empíricas de dominio con sus consecuencias en las prácticas sociales
significativas. Indudablemente, éste es el aspecto más desarrollado en la práctica científica
contemporánea: el debate de las ideas, entre tradiciones y sistemas muy diferentes, con códigos y
lenguajes diferentes, y como Piaget y Vygotsky entendieron muy claro, esa práctica mejora la
comunicabilidad de los modelos, en su intento de comunicar y demostrar, sostener y hacer
inteligibles las razones.
Tanto los pensadores o investigadores piagetianos o vygotskyanos, como los propios
innatistas, han ido modificando la dureza de sus tesis originarias, y hoy hay incluso ciertos
espacios de acuerdo alrededor de los “sesgos atencionales” innatos, que podrían llegar a ser
admitidos por unos y otros sin gran dificultad. Y esa flexibilidad ha sido producto del debate
sostenido de ideas. Este es el plano que más me interesa rescatar de estas discusiones, no el de la
“evaluación” de las teorías, a fin de decidir cuál es mejor en base a ciertos parámetros
considerados supra o metateóricos. Esto me parece, en el siglo XXI, mucho menos consistente y
creíble: evaluar teorías?. Entiendo la necesidad impostergable de profundizar la argumentación, y
llegar a posibles acuerdos, o mostrar a qué incompatibilidad fundamental y fundante sigue
vinculada el desacuerdo. Pero ¿qué es evaluar una teoría, o una tradición? ¿Quién puede
considerar que existen parámetros que “entén por encima” de los propios marcos epistémicos de
las teorías o tradiciones? ¿Quién tiene la legitimidad de árbitro? Evaluar teorías no parece tarea
de epistemólogo, parece casi tarea de Dios: quién está tan por encima?
Si el epistemólogo puede ser un facilitador de la discusión – no un mediador armonizador,
sino quien plantee incisivamente varias posibilidades y normas para el planteamiento de la crítica
y la discusión -, entiendo su función: si es quien evalúa, ¿no retornamos a la supuesta
“neutralidad”?¿No pertenece él mismo a alguna tradición? ¿Y qué hace con ella: se la olvida
mientras juega el rol de epistemólogo? Seguramente mis preguntas son fruto de mi ignorancia
sobre la epistemología y sus viscisitudes, sólo se trata de un ejercicio de argumentación de mi
pensamiento, en la línea de mostrar los “efectos” que producen sobre mí los discursos que he
leído con atención en los textos.
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– Agenda de Problemas de la Psicología del Desarrollo, desde las relaciones entre
Desarrollo y Educación (BAQUERO Y LIMON, 2001b)Tensiones que la atraviesan
I - El Problema de las Unidades de Análisis.
Hay dos maneras de ponderar el contexto social en su relación con los procesos de desarrollo y
aprendizaje. Por una parte, puede ser concebido como un conjunto de factores que inciden sobre
un proceso – como el de aprendizaje – de naturaleza diversa. Es decir, sería concebido como un
factor o variable incidente . Por otro lado, la perspectiva denominada genéricamente
contextualista, considera que el contexto, entendido como actividad, situación, acontecimiento, es
inherente a los procesos de aprendizaje y desarrollo. En línea con la tradición de Lev Vigotsky,
no considera el funcionamiento intersubjetivo o las prácticas culturales como incidentes – como
sí lo hacen Piaget o Chomsky -, sino como inherentes al propio desarrollo y aprendizaje. Como
señala María José Rodrigo (1993) “Cuando se considera el contexto como algo inseparable de las
acciones humanas, y no como una variable externa que influye en éstas, ha llegado el momento
de buscar nuevas unidades de análisis que permitan captar este agregado funcional que forma
una persona y su contexto”. En cuanto a las unidades de análisis – mínimos recortes de análisis
de un proceso a estudiar, que conservan las características esenciales de dicho proceso, sin
desvirtuarlo ni reducirlo a lo que no es -, el modelo piagetiano dialogará pues especialmente con
el modelo contextualista, o más clásicamente, con Lev Vigotsky. Un análisis contemporáneo de
los “esquemas de acción” como las unidades de análisis del modelo piagetiano del desarrollo
cognitivo, remarcará que se trata de unidades diádicas – sujeto epistémico- objeto de
conocimiento –, y no triádicas – Vigotsky dirá que entre un sujeto y un objeto de conocimiento,
hay en el desarrollo subjetivo siempre un otro humano, y por lo tanto, una o varias
intersubjetividades -, y que las unidades de análisis piagetianas no contemplan suficientemente la
especificidad de los objetos de conocimiento, las interacciones, ni el papel del lenguaje y los
instrumentos de mediación materiales y semióticos que ofrece la cultura (Coll,1998).
II – El Problema de las Direcciones del Desarrollo.
1. Continuidad y discontinuidad entre procesos espontáneos de desarrollo y procesos
producidos en contextos de enseñanza. Continuidad vs. discontinuidad evolutivas
en los diferentes planos genéticos.
2. El problema de las Unidades de Análisis.
3. Los vectores y la Dirección del desarrollo. Factores activantes y formantes en la
relación sujeto-contexto.
4. Las Jerarquías genéticas. El problema de la teleología. Universalidad vs.
multidireccionalidad.
5. El problema de la Especificidad vs. la generalidad de los dominios.
6. El problema de las Competencias de partida.
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Remite a la cuestión de en qué medida el desarrollo es o no un proceso progresivo dirigido hacia
estadios finales predeterminados. En caso de que existan, la siguiente pregunta es acerca de la
universalidad en el acceso a ellos y las causas que provocan tal regularidad en el desarrollo
humano. ¿El acceso hacia las formas que se juzgan superiores es producto de mecanismos y
disposiciones, resultado de procesos de desarrollo y construcción espontáneos, o bien han sido
producidos por prácticas socio-culturales como la crianza? Si los factores contextuales tuvieran
peso significativo:¿no quedarían cuestionadas tanto la teleología del desarrollo como la
universalidad de una secuencia de desarrollo? Los procesos de desarrollo parecen estar orientados
por ciertos vectores, tener cierta dirección y sentido, generalmente de tipo adaptativo. Pero la
pregunta es si todos siguen un progreso que definidamente alcanza ciertas metas finales,
teleológicas – como las operaciones formales en el Esquema de la evolución de las estructuras
cognitivas de Piaget -, y si la universalidad de dicha secuencia o línea o dirección del desarrollo,
si es que existe, es producto de procesos endógenos o expresa en todo caso regularidades de las
culturas humanas. Puede haber cierta regularidad en los procesos de desarrollo, incluso cierto
criterios para evaluar el progreso en general, que pueden recibir cierto consenso de la comunidad
científica, pero no en relación al punto de llegada sino al punto de partida. En cada contexto,
podría evaluarse el crecimiento logrado en relación al punto de partida. Los modelos
unidireccionales, en cambio, ponderan el progreso de acuerdo a la distancia existente por
recorrer con respecto a una meta o estadio preestablecidos. (Chapman, 1988).La pregunta por la
teleología desemboca en la pregunta por la universalidad o la multidireccionalidad del desarrollo.
Piaget parece haber sostenido un esquema de desarrollo universal y necesario, con lo cual
parecerían desestimarse las diversidades y heterogeneidades culturales, como procesos inherentes
al desarrollo psicológico. En este sentido, Wertsch (1991) plantea la posibilidad de concebir la
relación genética de otro modo. En ciertos procesos, los momentos previos del desarrollo
generan condiciones necesarias o de posibilidad para los niveles posteriores, sin que esta
secuencia exprese que lo nuevo sea “superador” de lo previo, sino en todo caso diverso,
expresión de una diversidad posible, no necesariamente situada en una escala única y universal de
progreso. Wertsch concibe a tal diversidad como una heterogeneidad distintiva de las formas de
cognición humana, más allá de las jerarquías genéticas. En general, los modelos de progreso
unidireccional admiten la heterogeneidad pero como momentos de un continuum que más tarde o
más temprano implicará su mutua exclusión. En cambio, para Wertsch, “herramientas diferentes
son adquiridas en diferentes momentos evolutivos, pero no constituyen una escala inherente de
poder o eficacia. Algunas son más poderosas y eficaces para determinadas esferas de la vida, y
otras son más poderosas y eficaces para otras”. Esta cuestión es importante para entender el uso
de los modelos normativos del desarrollo en la educación: lo diverso o heterogéneo pude ser
entendido como un enemigo a combatir o un estadio primitivo a superar, o, por el contrario,
como un funcionamiento idiosincrático a preservar según contextos de uso o identidad de los
sujetos.
III – El Problema de la Especificidad o Generalidad de Dominios y las Competencias de
Partida.
Uno de los problemas del debate contemporáneo sobre el desarrollo es si explicarlo como
reestructuraciones de conjunto de la vida cognitiva – por obra de mecanismos generales – o
explicarlo según un conjunto de cambios diferenciados por dominios específicos del
conocimiento. El modelo de Piaget sería paradigmático de aquellas posiciones que sostienen la
existencia de mecanismos de dominio general, que implican reorganizaciones de conjunto de la
vida cognitiva, delimitando estadios del desarrollo cognitivo de tipo general. Para Karmiloff-
Smith (1994), por ejemplo, desde un enfoque más afín con la Psicología Cognitiva del
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procesamiento de la información, es necesario distinguir entre procesos de tipo general – como la
equilibración en Piaget – y estadios generales del desarrollo. Puede haber mecanismos o vectores
del desarrollo de tipo general, que impliquen procesos y fases comunes en los diferentes
dominios cognitivos, aunque no implican cambios simultáneos ni concomitantes de todos ellos:
puede haber una lógica del proceso similar, pero logros muy diferentes, según los dominios más
vinculados a la interacción con el medio o a los componentes más dotados de un modo innato.
También este tema remite al de los puntos de partida del desarrollo psicológico cognitivo. El
debate contemporáneo se dirime entre quienes atribuyen capacidades innatas bastante sofisticadas
al neonato, que le permitirían interactuar con fuentes de información diversas, para las que
contaría con programas específicos para su reconocimiento y representación crecientemente
complejos, y las posiciones como las del modelo psicogenético piagetiano o las tesis
conductistas, en las que se apela a la idea de un recién nacido que no posee en un inicio más que
ciertas capacidades reflejas y mecanismos funcionales generales, no específicos de dominio. El
tema de la “especificidad de dominios” remite al del modelo de la “modularidad” de Fodor, y la
revisión de Karmiloff-Smith, como modelo de “redescripción representacional”, que
abordaremos en el tratamiento de la Psicología Cognitiva “en sentido estricto”. Pero anticipamos
que el modelo piagetiano dialoga fuertemente con el del cognitivismo, especialmente en estos
ítems. En síntesis, la perspectiva piagetiana puede tal vez enmarcarse en la llamada “metáfora
organísmica” del desarrollo, que homologa éste a los procesos de adaptación biológica,
expresando la preocupación por marcar la continuidad de ciertos mecanismos funcionales
adaptativos tanto en el plano de la vida orgánica como en el desarrrollo psicológico.
La crítica y la productividad de una teoría
En un artículo contemporáneo, en el que analiza los diferentes tipos de crítica que se han
realizado al modelo psicogenético, específicamente en lo que respecta a su “teoría del
aprendizaje”, y su comparabilidad o inconmensurabilidad en relación a otros modelos teóricos y
programas de investigación, dice A. Castorina (1998) que “hay un creciente consenso
epistemológico en cuestionar las ilusiones totalizantes respecto del alcance de las teorías, en la
necesidad de un diálogo abierto respecto de problemas que desbordan a las disciplinas, y en que
las teorías deben ser consideradas construcciones relativas, al no ofrecer garantías definitivas,
sino provisorias, de la verdad de sus afirmaciones sobre un dominio de conocimiento”. En tal
sentido, es posible sostener la “crisis” de algunas de las teorías contenidas en el modelo
piagetiano, en el sentido filosófico del término, de encontrarse desafiadas por otras teorías que
abordan el mismo dominio y con las que sostienen fuerte competencia, por la necesidad de
explicitar sus supuestos conceptuales y revisar las hipótesis con las que enfrentan los problemas,
en suma, una situación cuya dinámica es muy interesante, enriquecedora y productiva desde el
punto de vista epistémico.
Acerca de la inconmensurabilidad, comparabilidad y compatibilidad de las teorías de
Piaget y de Vygotsky.
¿Será tan difícil compartir espacios en territorios compartidos?
Siguiendo la línea que plantea en un escrito ya clásico Castorina (1996), la comparación
de las teorías sobre la base de sus supuestas consecuencias en el campo de la educación es, por lo
menos, insuficiente, si bien indicadora o sintomática también de procesos de idealización y
desidealización sistemáticamente realizados en algunos contextos, con los modelos teóricos, sus
“representantes”, y la promesa que auguran de su fertilidad para la obtención de resultados más o
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menos mágicos o brillantes, en determinado campo. En nuestro medio, esto se ha acentuado, por
falta de continuidad de las instituciones, y de criterios estables para la planificación, diseño,
gestión y evaluación de procesos y productos en lo educativo – y seguirá acentuando en la
medida en que se precaricen las condiciones -, lo que nos obliga a una mayor “vigilancia
epistémica”. El énfasis del autor en el análisis de las hipótesis de los autores, por ejemplo
“equilibración”, por un lado, y “zona de desarrollo próximo” o “internalización”, por el otro, en
el marco de los programas de investigación o de elaboración y construcción teórica constituidos
explícita e implícitamente en la agenda de Piaget y Vygotsky, parece consistente e ineludible: lo
que él llama “la naturaleza de los problemas centrales”. Desde ya que en la agenda
epistemológica de Piaget, resulta consistente que sea enfatizada la perspectiva de los mecanismos
de atribución de significado que el sujeto construye al actuar sobre el objeto, y que en la agenda
socio-histórica de Vygotsky, sean enfatizados los modos de apropiación recíproca de los
instrumentos de mediación y de los significados y sentidos humanos, a través de los procesos de
interacción social culturalmente ordenados.
El autor retoma las relaciones entre aprendizaje y desarrollo, porque son una cuestión
central en el posible desacuerdo entre los dos modelos, pero también porque son centrales en el
debate contemporáneo de diferentes disciplinas. En nuestra área, muestran la inextrincable
vinculación entre Psicología Educacional y Psicología del Desarrollo. No aparenta haber
incompatibilidad, más allá de cierta versión débil de la inconmensurabilidad inicial, por tratarse
de programas y búsquedas diferentes, de agendas construídas sobre versiones no tan
descontextualizadas ni universales de problemas tal vez comunes. Pero sobre todo, parece haber
diálogo posible entre las diferentes perspectivas, y cada vez más en la medida en que una impacta
sobre la otra con sus discusiones teóricas, logros empíricos en la indagación, y consecuencias
sociales en la educación.
En el tema de la formación de conceptos espontáneos y científicos, sosteniendo Vygotsky
una tesis discontinuísta y Piaget una continuísta, no parecen en los hechos, ni en sus versiones
sobre los hechos que intentan explicar, versiones tan diferentes. Vygotsky plantea diferentes
orígenes, pero indudable convergencia, y si bien parece suponer – ¿optimismo pedagógico
“revolucionario”? – una tracción exitosa, en lo escolar, de los conceptos científicos y sus
sistemas, hacia los conceptos espontáneos y cotidianos, que no parece verificarse en nuestra
evaluación de los logros en materia de aprendizajes escolares, también es cierto que plantea que
unos deben nutrirse de otros, y en ambas direcciones, y que los conceptos científicos, si no se
nutren de los cotidianos, pueden quedar vaciados de contenido vivencial, y convertidos en
formalismos vacíos o huecos, lo mismo que los cotidianos pueden permanecer cargados de
inmediatez y sentido puramente idiosincrático o específicamente situacional o contextual, si no se
nutren de los conceptos científicos y sus sistemas jerárquicos.
En cuanto a las relaciones entre teorías planteadas en las conclusiones del trabajo de
Castorina, parece clara la posible “compatibilidad”, a partir de descartar la “incompatibilidad”, y
también la “implicación o dependencia lógica” de una con respecto a la otra, con la salvedad de
la vigilancia epistémica necesaria, que sitúe las diferencias – o semejanzas – conceptuales en el
significado que adquieren en los respectivos programas o sistemas teóricos. Me parece
significativa la reserva con respecto a los riesgos de búsqueda de “completamiento”: como a un
modelo le falta lo que el otro tiene, y viceversa, juntémoslos en una especie de suma algebraica.
Por lo menos, parece una ligereza no sin consecuencias, no sólo teóricas sino también prácticas.
La relación de compatibilidad aumenta el espacio de intercambio productivo posible entre los
modelos, que se pone de manifiesto si comparamos estas diferencias con las que plantea Fodor
con ambos autores en su “crítica metateórica”.
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También sostiene Castorina que el intercambio se ve facilitado por la convergencia del
enfoque dialéctico en los dos autores, lo que comparten Van der Veer y Wosniak, que llega a
hablar de “homologías convergentes”: “para las concepciones de Piaget y Vygotsky, el progreso
consistía en trascender la oposición entre contrarios interdependientes, con la transformación e
integración jerárquica de las estructuras; ambos se concentraban en las cuestiones de estructura,
definida como totalidad relacional emergente de la interacción entre las partes, ambos pensaban
que estructura y función son interdependientes, y que niveles superiores integran y conservan los
inferiores; ambos compartían la preocupación por la elaboración del significado, porque conocer
el ambiente no es sino crear sentido” (WOSNIAK, 2000, en VONECHE, comp.).
La perspectiva dialéctica común se torna central en relación a una “metodología”, en
sentido amplio, para abordar la complejidad de la problemática del desarrollo psicológico, y
responder a los desafíos de la educación. Los métodos de indagación son semejantes, y
declaradamente no positivistas, la búsqueda de unidades de análisis relacionales y no puramente
intrapsíquicas, el rechazo al dualismo y a los reduccionismos unilaterales los caracterizó a ambos.
Con respecto a las “uniones prematuras”, desde el completamiento, la adición o
yuxtaposición, en general las articulaciones que se realizan “desde las necesidades emanadas de
la práctica educativa”, y especialmente la escolar, como la que explora César Coll en relación al
análisis de las “secuencias didácticas en aula”, importan ese riesgo (COLL, 1998, UNAM).Tiene
en ello incidencia la postergación del análisis epistémico por la urgencia de las demandas y la
perentoriedad de la respuesta esperada, y mucho más en nuestro país, la dificultad para lograr
evaluaciones sistemáticas de programas de intervención pedagógica o psicoeducativa, e incluso
continuidad en el diseño e implementación de los mismos. De todos modos, si recordamos a
Vygotsky, la práctica – aun reconociendo su “optimismo” social, que la historia no ha
corroborado – y sus demandas no parecen constituir un mal espacio para empezar a trabajar
indagaciones comunes. Más bien llama la atención que en nuestro país aun no se haya
comenzado esa labor, aunque Castorina concluye su artículo de 1996 con esa apertura.
Dos palabras más sobre Vygotsky y las vertientes diferentes que abrió su pensamiento
¿Hay un Vygotsky o dos?
Mis interrogantes abiertos, a partir de la lectura de Vygotsky, ya han sido anticipados..
James Wertsch es otro de los pensadores que, inscriptos en la cercanía de su pensamiento,
incisivamente cuestiona e interroga si es Vygotsky un “hombre de la Ilustración”, más allá y más
acá del marxismo - pensamiento racionalista de la modernidad, en definitiva -, un racionalista con
una versión del desarrollo teleológica, en la que hay niveles superiores y niveles inferiores, y en
el que hay tendencia a la “homogeneidad” de la dirección única, superadora de las diferencias, o
en el mejor de los casos, una “heterogeneidad con jerarquía genética” (WERTSCH, 2000, en
VONÊCHE, comp.)- con niveles superiores, que lo son no sólo porque se originan en otros y los
suceden, sino porque son progresivos, más potentes, mejores - . O si Vygotsky supera por
momentos esos compromisos – ontológicos, metodológicos, gnoseológicos -, para entender la
diversidad y la heterogeneidad del desarrollo – en todos sus dominios – como “más allá” o “a
pesar” de las jerarquías, es decir, con niveles que pueden ser condición necesaria su aparición
previa para la aparición de otros – jerarquía en la génesis -, pero sin la presuposición de mayor
potencia de los niveles establecidos posteriormente, sin la presuposición de progreso necesario.
En este sentido, los logros cognoscitivos serían considerados potentes en relación a
contextos determinados, y ésa sería la razón de la subsistencia de conocimientos cotidianos,
contradictorios con los científicos – la resistencia de las “misconceptions”, la tenacidad de ciertos
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errores -, por ejemplo, porque son funcionales a la adaptación a determinados contextos, y no por
una regresión a niveles inferiores, ni como residuos arqueológicos que han subsistido por inercia
casi “geológica” (WETSCH, 1991), frente al fracaso para conseguir la homogeneidad plena, y el
resabio del “primitivismo mental”. Que, en general, y “El significado histórico.....” lo afirma con
mayor énfasis que otros escritos posteriores, el pensamiento de Vygotsky parece evolucionista,
con ideas de progreso prefijadas en lo social y lo individual, e incluso en lo culturalmente
organizado en lo escolar, no parece haber duda. Pero que, si seguimos el análisis que Wertsch
hace, incluso, de las contradicciones entre los últimos capítulos de “Pensamiento y Lenguaje”
(op. cit. 2000), o menos pormenorizadamente, la diferencia entre sentido y significado de la
palabra, línea natural y línea cultural del desarrollo, y muchos otros temas cruciales, se perciben
profundas “ambivalencias” – así las llama Wertsch -, seguramente marcadas por la importancia
creciente que da al lenguaje en la formación del pensamiento, en conjunto con el valor de la
acción mediada por instrumentos – que son prioritariamente semióticos -.
En la “formación de conceptos científicos”, es en el orden de fenómenos que la
“racionalidad abstracta” del pensamiento de Vygotsky se desarrolla más profundamente en la
línea del progreso, de la racionalidad universal, accesible a todos los individuos, traccionando de
un modo cada vez más progresivo la transformación de los sistemas funcionales-relacionales de
entendimiento en sistemas de taxonomía abstracta cada vez más complejos y jerárquicos, los
conceptos cotidianos de la diversidad contextual e idiosincrática. Y en eso lo escolar ordena el
movimiento. Es significativamente el tema en el que Vygotsky se acerca más a Piaget, sólo que la
universalidad está puesta en el acuerdo social para traccionar a todos hacia el mismo lado. La
racionalidad abstracta es tan claramente superior, que arrastrará ineludiblemente “necesariamente
tarde o temprano” – como subraya Coll en un escrito clásico, del lenguaje piagetiano sobre la
equilibración – a otros saberes y a otras lógicas, destinados a quedar subsumidos o desaparecer.
Sin embargo, no hubo nadie, como Vygotsky que reconociera tan lúcidamente la importancia de
“lo contextualizado”, su riqueza y su poder, y no es casual que el pensamiento contextualista
tome sus escritos como plataforma, y lo erija en su precursor, aun criticándolo duramente en su
iluminismo. Y sin embargo, la relativización contextualista es un signo de nuestro tiempo, lo
mismo que la resistencia planteada a la universalización de un progreso dado como necesario y
racional a priori. Si bien las posiciones pueden ser extremas, y esa resistencia contraponerse en
definitiva a toda idea de ciencia, no pueden descartarse. ¿Podrán las líneas de indagación, que
han abierto estos autores, volverse suficientemente permeables a la importancia del contexto en la
formación de maneras de pensar que merecen ser descubiertas en su particularidad, antes de saber
qué tiene que subsumirse en qué, qué tiene que subordinarse a qué, en definitiva?
La Psicología Cultural y la Educación. Artefactos y acción mediada. Desarrollo personal y
cultural: los dominios genéticos. Temporalización e Historia. El problema del método.
En primer lugar, se introducirá el concepto de “psicología cultural”, comenzando por el
sentido que adquiere dicha adjetivación en el presente y en la historia de la psicología científica
(Rosa, 2000). En tal dirección, se subrayará la presencia de la “segunda psicología”, no sólo en
diversos antecedentes de la modernidad, sino también en el propio pensamiento del fundador de
la psicología científica: Wilhelm Wundt (1921, citado por Cole, 1999) (Hatano, 1991). Se
intentará una aproximación al hecho de la “invisibilización” histórica de la vertiente cultural de
la psicología, en un sentido foucaultiano, o como también puede entenderse, desde las metáforas
19
psicoanalíticas de la “represión” y de la “desmentida” – como una fuerza que opone resistencia a
la toma de conciencia de un fenómeno, o como la escisión entre dos partes, una que percibe algo
y otra que lo desestima -de los significados de la psicología cultural en el discurso de la
psicología científica. Se situará contemporáneamente a la Psicología Cultural en la encrucijada
producida por las tensiones entre la explicación causal y objetiva del comportamiento “en tercera
persona”, y la descripción, comprensión e interpretación del significado intencional subjetivo e
idiosincrático de las acciones, “en segunda persona” (Rosa, 2000b). Se vinculará el proceso de
desarrollo histórico desigual de las dos psicologías al dualismo cartesiano, pero también a la
hegemonía de un tipo de pensamiento explicativo, que se constituye en garantía única de
cientificidad (Cole, 1999). Se retomarán algunos puntos centrales, al respecto, del planteo de
Vygotsky sobre los “hechos cargados de teoría”, y de “ideología”, en su texto precursor de “El
significado histórico de la crisis de la Psicología”, de 1927 (Vygotsky, 1991)
Se trabajará justificando el recorte de la unidad de análisis de la perspectiva socio-
histórica: acción mediada por instrumentos y a la vez interacción social (Baquero y Terigi,
1996). Se situarán los diversos significados de la palabra “cultura”, y su diferenciación y
articulación posible, a través de las metáforas utilizadas por M. Cole: “como el contexto que
rodea”, “el contexto o la trama que entrelaza” y “el cultivo del jardín o la ayuda para que crezcan
las cosas”. Se trabajará en el concepto de “artefactos”, su diferenciación de “herramientas” e
“instrumentos de mediación”, y se pondrán en juego diferencias y semejanzas de términos y
cargas semánticas, énfasis y sesgos involucrados, en los discursos de M. Cole (1999) y J.
Wertsch (Wetsch, 1999). Se retomará la categorización que Cole hace de los artefactos en
“primarios”, “secundarios” y “terciarios”, especialmente por el interés que despierta la
conceptualización de las “teorías” como artefactos terciarios, para la comprensión de las
viscisitudes de la psicología como ciencia, y las del método científico en Ciencias Sociales como
la Historia (Cole, op. citada).
Se tomará el tema del “desarrollo personal y cultural”, en dirección a la consideración
de los diversos dominios genéticos – filogenético, histórico-cultural, ontogenético y
microgenético -, su especificidad y relativa autonomía en el estudio disciplinar de la Psicología,
lo mismo que su imbricación recíproca (Rosa, 2000b, op. citada). Interesa destacar, para
introducir los trabajos pioneros de Vygotsky y Luria de la década del 30, y en relación a la
concepción del cambio histórico – tanto personal como social -, la fuerza relativa que adquieren
distintas concepciones de diversidad y heterogeneidad, que podemos resumir, como lo hace J.
Wertsch (Wertsch, 1991), en: heterogeneidad con jerarquía genética, heterogeneidad a pesar de la
jerarquía genética, y heterogeneidad sin jerarquía genética. El tema se vincula con el de la
universalidad y unicidad de la línea evolutiva de desarrollo, en el sentido teleológico de
“progreso”, vs. la multidireccionalidad de direcciones posibles de desarrollo, producidas por la
diversidad de prácticas sociales situadas en contextos culturalmente organizados.
Siguiendo la línea abierta por el pensamiento socio-histórico al advenimiento de la
Psicología Cultural, se analizará el “experimento natural” planteado por Vygotsky y Luria en su
expedición a Uzbekistán, y se seleccionará y retomará, de la lectura del texto, dos áreas claves
para la investigación cultural: la percepción y la categorización (Luria, 1976/1987). Se justifica
esa selección, por un lado, en la condición limítrofe de la “percepción” entre la línea natural y la
línea cultural del desarrollo (Vygotsky, citado por Baquero, 1996), y por el otro, en la
importancia crucial del tema de la “categorización” en relación a los sesgos o restricciones que
produce el curriculum escolar formal en nuestra cultura, y su vinculación con el Fracaso Escolar
Masivo. Se retomarán aquí los trabajos preclaros de Newman, Griffin y Cole, en el capítulo
“Cómo vence Occidente”, en “La zona de construcción de conocimientos”, producida en el
20
Laboratory of Comparative Human Cognition (Newman, Griffin y Cole, 1991). Se analizará el
precursor trabajo de Vygotsky y Luria con los campesinos en proceso de alfabetización, en plena
expansión de la revolución comunista (Luria, op. citada), como un ejemplo de las
investigaciones transculturales y sus limitaciones – siguiendo la crítica de Cole (1999) -, y a la
vez, como anticipatorio de un modo de pensar la cognición a través de la participación humana
en actividades sociales significativas, mediante la apropiación e internalización de herramientas,
significados y motivos que la cultura proporciona, y la recreación y transformación de los
mismos que los sujetos producen en su interacción.
¿Por qué Psicología Cultural?¿Qué añade el adjetivo? ¿Por qué en Educación?
Como afirma Alberto Rosa (2000ª), la pertinencia o conveniencia de agregar el adjetivo
“cultural” a la psicología, parece tener tradición en la historia de la disciplina, en relación al
intento no sólo de cualificar el objeto de estudio y el modo de estudiarlo, sino también como una
insignia de identificación y contradistinción de otras formas de hacer psicología y otros grupos
que utilizan otros procedimientos con otros objetivos. Adjetivos como éste tienen pues un
carácter subdisciplinar, metodológico, pero también filosófico, de identidad científica,
profesional, e incluso ideológico, moral o político.
Sólo puede entenderse la adjetivación, insertándola en la tensión histórica existente entre
una “psicología naturalista” y una “personalista o constructivista”. La primera estudia la conducta
externamente observable del hombre, en relación con su/s ambiente/s, como un exponente de los
seres vivos. Constituye un espacio intermedio entre lo puramente biológico y el ambiente en el
que la conducta se desarrolla y el individuo aprende. Postula mecanismos de carácter universal y
estático de dicho comportamiento, y considera a la cultura como uno de los entornos en los que el
sujeto ejerce su capacidad de acción. En este caso, el adjetivo no añade nada al sustantivo; la
cultura es una fuente de variables independientes a manipular mediante comparaciones entre
diferentes grupos. En todo caso, hay, dentro de este marco epistémico, una “psicología
transcultural”, constituida como una subdisciplina que compara los rendimientos del aparato
mental universal al operar en diferentes condiciones ambientales, siendo lo sustantivo dicho
aparato mental, y siendo el ambiente lo que ayuda a revelar sus potencialidades y limitaciones.
Sin duda, la construcción de universales psicológicos ha dado origen a pensamientos tan
creativos de la modernidad, - “titanes del pensamiento sobre el desarrollo humano”, los llamó
Bruner (1989) - como los de Piaget, Freud y Vygotsky.
Para entender la perspectiva “personalista”, como la denomina San Martín (1999, citado
por Rosa, 2000a), debemos situarnos en un mundo, en el cual no hay sólo relaciones de
causalidad, sino que hay sentido, medios y fines en relación a los cuales actuamos como
personas, o sea, es necesario retomar el mundo del espíritu, de la tradición alemana a la que
pertenecieron Wundt, Dilthey y Husserl. La palabra “cultura” viene de “cultivo” – metáfora
también utilizada por Cole en su definición -, entendido como el pasar del estado silvestre a la
humanización mediante la paideia, cuya puesta en juego requiere ser miembro de una polis, o sea
ser un ciudadano. Se distinguen: a)un orden natural, b) un ámbito objetivo consolidado
previamente a la existencia del individuo, ámbito que ya no es naturaleza pura, y c) una actuación
guiada para la asimilación de y a ese ámbito. La “cultura” es, pues, creación humana, pero
también requiere la convencionalización de dicha creación. San Martín caracteriza esa génesis e
21
institucionalización de sentidos con los siguientes pasos: 1) la creación cultural se origina porque
se cambia el uso que previamente tenía un objeto; 2) el sentido inventado por un individuo, debe
sedimentarse, adquirir objetivación, materialidad, tanto para el creador como para los otros; 3)
ese sentido debe ser asumido por los demás, que deben rehacer el sentido comprendiéndolo; 4)
para que ello suceda, debe ser congruente con una serie de referentes con los que se integra, o
cumplir una función para la que no hay otro sentido, o mostrar una necesidad: los otros deben ser
solidarios del sentido instituido y sedimentado; 5) la solidaridad requiere una cierta
racionalidad, aunque sea puramente instrumental; 6) la sedimentación de sentido va
configurando una nueva representación del mundo, un sistema de preferencias que identificará a
ese grupo en la historia.
Los desafíos abiertos por la propia definición de “cultura”, y por la pretensión de situar el
estudio psicológico en la co-construcción de la cultura personal y pública, cuestionan la tendencia
del pensamiento moderno a separar dos dominios ontológicos distintos (dualismo), o ignorar la
existencia de uno, en beneficio del otro (monismo), tensión que atraviesa el conocimiento en las
Ciencias del Hombre de la Modernidad, y que ni siquera ha superado el recurso a la Dialéctica,
que parece ser usada más como conjuro para evitar la separación, que como forma efectiva de
resolver un conjunto de problemas epistemológicos, metodológicos, y aun ontológicos (Rosa,
2000a).
Valsiner (1998, citado por Rosa, 2000a) aproxima la cuestión desde un nuevo ángulo,
distinguiendo “dualidades” y “dualismos”. Las cruzadas antidualistas e integrativas, en la
Psicología, han tendido a borrar diferencias entre entidades y niveles, y esa anulación o bien
minimiza conflictos, contradicciones o planos de la realidad diferenciables por su heterogeneidad,
o bien esconde en la armonización un sesgo más o menos deliberado de dominación hegemónica
a favor de un factor, un reduccionismo más o menos explícito. Valsiner propone una estrategia
para distinguir la “separación exclusiva” de la “separación inclusiva”. La estrategia de separación
exclusiva establece dos entidades completamente diferentes entre sí (por ejemplo, persona y
ambiente), lo que conduce directamente al dualismo y a la causalidad lineal. Por el contrario, la
separación inclusiva mantiene la relación entre las partes separadas del sistema; la separación es
el fondo respecto del cual su relación puede investigarse. De este modo, la separación inclusiva
implica tres facetas del fenómeno (P, A, y relación P^A), mientras que la exclusiva incluye sólo
dos (P, A). La postura representa algo semejante a la conjunción “o”, que además de ser
disyuntiva, puede ser copulativa, de modo que al mismo tiempo sugiera exclusión y conjunción.
A delimita los límites de noA, pero ambos existen simulténeamente; esto es la unidad de los
opuestos en términos de delimitación mutua. Valsiner (1998, citado por Rosa, 2000a), basándose
en Bertalanffy, caracteriza a los fenómenos evolutivos como sistemas abiertos, que existen
gracias a su interdependencia con sus entornos. Nuestra duda, que requeriría una lectura más
atenta, como en relación a las posturas calificadas de dialécticas, es si estas referencias
circunscriben principios metodológicos, epistemológicos, o también ontológicos. Por ejemplo,
¿es la dialéctica un método de organizar los datos para interpretarlos de determinada manera, es
considerada un modo de constitución de los conocimientos sobre la realidad, o la misma realidad
es postulada como dialéctica?
El supuesto que atraviesa la perspectiva personalista es la acción constructiva de los
sentidos personales y sedimentados de la cultura. Esto incluye objetos con sentido y teleología,
que cuando tienen naturaleza semiótica, pueden convertirse en elementos reguladores de la
22
conducta de los otros y de uno mismo. Cuando se internalizan, dichos elementos ambientales,
pasan a ser parte de un proceso de constitución o transformación, no sólo de las representaciones,
sino de las propias funciones mentales. Esos objetos semióticos operan su acción reguladora a
través de la comunicación. Para Valsiner “la cultura colectiva implica significados compartidos,
normas sociales y prácticas cotidianas, unidos todos en un complejo heterogéneo. Sobre la base
de ese complejo las personas construyen sus idiosincrásicos sistemas semióticos, prácticas y
objetos personales, es decir, su cultura personal. La relación entre las culturas colectiva y
personal se conceptúa como el proceso activo y constructivo de internalización/externalización”.
“Las culturas personales emergen sobre la base de las colectivas, pero no las reflejan
necesariamente...., la persona construye su propia comprensión del mundo más allá de la cultura
colectiva en modos idiosincrásicos, y esa comprensión personal puede... cambiar algunos
aspectos de la cultura colectiva, por ejemplo, algunos contextos de la vida propia inmediata.... La
relación entre culturas colectiva y personal es bidireccional. La innovación en la cultura personal,
cuando se externaliza, puede jugar un papel en la transformación de la cultura colectiva”
(Valsiner, 1998, pp. 25-26, citado por Rosa, 2000a).
Resulta interesante el uso que hace Valsiner de los conceptos de internalización y
externalización. Parece remitir al mismo problema que un artículo de Eduardo Martí, un
psicólogo español estudioso de las teorías del desarrollo cognitivo, que ha hecho una crítica
sustanciosa a las teorías de Piaget y de Vygotsky, en función del exagerado énfasis de las mismas
en los procesos de internalización de la acción – si bien entendidos de maneras diferentes por los
dos autores -, que han tenido el efecto de generar conceptualizaciones dinámicas, genéticas, de
los procesos de constitución y desarrollo de la mente humana, no atendiendo a la producción de
sentido para la comunicación social, y sobre todo, para la recreación y transformación de los
sistemas culturales y sociales de referencia, objetivados y sedimentados, de los artefactos,
semióticos o no (Martí,2000).
Por último, la pertinencia y significatividad de la Psicología Cultural merece ser señalada
en relación con la Educación y sus problemas. La “aproximación cultural” (Hatano, 1991)
subraya que: a) la interacción con otras personas y con los artefactos juega un importante rol en el
aprendizaje y el desarrollo de la mente, que están doblemente mediados (Baquero, 1996) , y b) lo
que ocurre en el microentorno, en el cual el aprendizaje individual es observado, está afectado
por más amplios contextos socioculturales. ¿Por qué, entonces, ha permanecido tan “acultural” el
estudio del aprendizaje? Hatano pone el acento de la respuesta en las implicaciones
metodológicas de un diseño de estudio científico basado en las categorías de la “psicología
cultural”. La aproximación teórica puede ser cultural, pero permanecer acultural en el nivel
metodológico. “Muchos investigadores dudan de incorporar la cultura, especialmente los
contextos socioculturales más amplios, dentro de sus programas de investigación, porque no
saben cómo hacerlo. Es entonces necesario demostrar claramente cómo es posible y útil saber
cerca de la cultura del aprendiz para predecir, explicar y controlar el aprendizaje” (Hatano,
1991).La psicología cultural norteamericana lucha a veces por insertar las categorías de la cultura
en el medio de diseños legitimables por las categorías de la ciencia experimental. No pensamos
que el aprendizaje pueda ser totalmente “controlable”, si entendemos que se sitúa en “sistemas
abiertos” de desarrollo, pero sí que la educación no puede eludir su responsabilidad de promover
el gobierno de determinadas direcciones del desarrollo cognitivo a través de la enseñanza, ya que
ésa y no otra será la base – por asimilación, por resistencia, o por ambas – de la posibilidad de los
23
sujetos de la educación de gobernarse a sí mismos, de construir sus mentes, y de co-gobernar
junto con otros, la co-construcción de sentidos de la “cultura pública”.
La Psicología Cultural entre la explicación y la comprensión. Su presencia en las
preocupaciones filosóficas, y su “invisibilidad” en el discurso oficial de la Psicología
Científica Moderna.
Wundt y sus “dos psicologías”. Las ideas de Vygotsky sobre la “crisis de la Psicología” en 1927.
La Psicología Cultural se sitúa en la encrucijada histórica entre la consideración de las
causas eficientes y el significado teleológico de los fenómenos, entre la explicación y la búsqueda
hermenéutica de los significados. Siendo ella misma un artefacto cultural, o un conjunto de
artefactos, tiene sin duda una deriva en la historia de la cultura y de la ciencia. La psicología es
un conjunto de disciplinas que tuvo su origen en temáticas estudiadas, primero por las
humanidades – filosofía, historia, arte -, luego por las ciencias sociales – economía política,
sociología -, y más próximamente, por la biología y la fisiología experimental (Rosa, 2000b). En
la medida en que se ha ido estableciendo lo que Latour (1987, citado por Rosa, 2000b) llama “el
complejo de la tecnociencia”, es la psicología un tipo de saber que, al mismo tiempo, produce y
se nutre de aplicaciones prácticas para las demandas sociales. No es que cada uno de esos
dominios disciplinares constituyan estadios de un proceso de desarrollo, que quedan subsumidos
o desaparecen cuando surge uno nuevo, sino que las miradas se resignifican a la luz de nuevos
problemas y lecturas interdisciplinares. En el cisma que todavía hoy existe entre psicología y
cultura, (Jahoda, 1992/1995, citado por Rosa, 2000b) se vislumbran las luchas entre las
disciplinas por la hegemonía y de los distintos marcos epistémicos por imponer su visión del
mundo. A continuación, un resumen de lo que Rosa agrupa como elementos comunes a las
distintas versiones de la Psicología Cultural contemporánea.
Puntos de acuerdo sobre psicología cultural Principios teórico-metodológicos
Subraya la acción mediada en contexto Unidad de análisis: procesos intencionales
Que se extienden a uno y otro lado de la piel e
involucran objetos culturales.
Importa el método genético en sus diferentes
dominios o planos
El tiempo como dimensión teórico-
metodológica
Recurre a métodos de las humanidades, y de
las
ciencias sociales y biológicas
Aproximación metodológica multidisciplinar -
La mente surge en la actividad conjunta de las
Personas. Es co-construida y distribuida.
Ontología de la mente: fenómenos emergentes
Los individuos son agentes activos de su propio
desarrollo, pero no eligen su entorno
totalmente
Agencialidad distribuida entre sujeto,
interacción y contextos natural y cultural.
Rechaza la ciencia explicativa causa-efecto y
estímulo-respuesta. Naturaleza emergente de la
mente en actividad, y valora interpretación.
Principios explicativos no reduccionistas y
emergentistas, con interpretación
24
Fundamenta su análisis en acontecimientos de
vida diaria
Locus de verificabilidad: actividades de vida
cotidiana.
Alberto Rosa, Revista Historia de la Psicología 2000, cuadro 1,pp.84
Recorremos, conjuntamente con el autor, el panorama que indica la presencia de
antecedentes fuertes de la Psicología Cultural en el pensamiento de los siglos XVIII y XIX. En
primer lugar, el “fixismo mental” y su concepción de una racionalidad universal bien distribuida
entre los pueblos y sujetos, que pone en el centro los universales psicológicos y que concibe un
progreso constante en estadios únicos de desarrollo de los hombres y los pueblos. El
“evolucionismo cultural”, que concibe el cambio cultural sobre la base de su concepción de la
historia de la naturaleza, que toma cuerpo desde el advenimiento de las teorías de la evolución en
la explicación de la humanización. El “idealismo historicista”, con su comprensión de la variedad
de las naciones como formas de diferenciación del “espíritu de los pueblos” o Volkgeist, que
empieza a imaginar una Volkerpsychologie, mediando el siglo XIX, cuyo objeto de estudio no es
sino “la actividad interna común a todos los individuos de un pueblo”, la “mentalidad
característica de un pueblo particular”.
Wilhelm Wundt (1832-1920) escribe en sus últimos veinte años de vida, una
Völkerpsychologie (Rosa, 2000b), que ya tenía antecedentes significativos en su otra obra
Elementos de Psicología de los Pueblos (1912, citado por Rosa, 2000b). ¿Cómo puede ser que
esa “segunda psicología”, escrita en su madurez, haya sido archivada incluso en la historiografía
construída acerca de la Psicología como Ciencia? ¿Y él sólo haya pasado a la historia a través de
su “primer mitad”: la del Laboratorio de Leipzig, por el que se lo conoce como el “padre de la
psicología experimental”, o más aún, como el fundador de la psicología científica? En ésa su
primer etapa, situaba claramente a la Psicología entre las ciencias naturales, rechazando todo
intento de especulación filosófica sobre la mente. En cambio, en la Völkerpsychologie, trabajando
conjuntamente con la historia, en base a registros y datos etnográficos particulares, buscaba el
origen de la cultura y de sus formas principales de desarrollo. Es el último Wundt el considerado
por Dilthey uno de sus principales aliados, en su énfasis en la hermenéutica como método para
abordar los productos culturales de la mente humana, que se apoya en la Verstehen –
comprensión -, que permite entender la mente idiosincrásica individual y también la mentalidad
de un pueblo, a partir de biografías, memorias, cartas, o a través de los cambios del lenguaje o de
los mitos, muy cerca de la antropología. ¿Cómo puede entenderse el olvido histórico de la
“segunda psicología” de Wundt?
Es éste un fenómeno que casi nos lleva a la metáfora psicoanalítica de la “represión”, ya
que la misma concibe una fuerza que se opone a la percepción, el recuerdo, o la toma de
conciencia de un fenómeno. O a la metáfora de la “desmentida”, que presupone una escisión del
yo, una parte del cual conserva la conciencia de lo percibido que no se puede soportar, y la otra lo
desestima, “hace de cuenta” que no lo ha visto o que no existe. Sin pretender dar a estas
metáforas más que el valor casi risueño, o sugerente, de un “plus de sentido”, y teniendo clara la
necesidad de no extrapolar fenómenos psicológicos individuales a fenómenos histórico-
culturales, ni conceptualizar un “inconsciente colectivo”, el olvido tampoco nos parece
indiferente, o neutro, o arbitrario. Debe haber razones históricas, epistemológicas, políticas, que
lo expliquen.
25
En relación a los interrogantes abiertos con esta “invisibilización” – entendida
foucaultianamente como la refracción de la luz que permite en contraste iluminar algunos
fenómenos a la conciencia individual y colectiva, y a la vez que no posibilita “ver” lo que años
después será visto como evidente, casi inmediato a la percepción, a través de la estructura o
trama de un discurso hegemónico, de un dispositivo de saber-poder, que constituye objetos y
sujetos posibles -, nos permitimos retomar en la primera parte de este artículo algunas ideas
fértiles de Vygotsky, planteadas en 1927, en “El significado de la crisis histórica de la
psicología”, y publicadas recién en 1982 en inglés (1991). L. Vygotsky, en ese escrito, plantea la
necesidad de construir una “psicología general”, entendida como “filosofía de la psicología” o
aun como “dialéctica de la psicología”, como intermedia entre la filosofía y las psicologías
específicas: del niño, del animal, del trabajo, por ejemplo.
Como afirma Wertsch, tampoco Vygotsky está exento del atravesamiento de la “imagen
desvinculada del self” del sujeto cartesiano (Taylor, 1985/1989, citado por Wertsch, 1996), ésa
que le hace pensar al científico moderno que él tiene otra naturaleza, que le permite pararse frente
a la naturaleza y la cultura, y creer que puede dominarlas o sujetarlas, sin tener que sujetarse a
ellas. Esa noción de “libertad” tan típicamente moderna, que genera como objeto de análisis de la
psicología un individuo operando en un “vacío socio-cultural”, hipertrofiado como “agente” y
“sujeto” único de su propia acción, “metafísicamente independiente de la sociedad”.
Michael Cole y James Wertsch. Poner la cultura en el centro. Los artefactos, las
herramientas y los instrumentos de mediación. Los “sistemas sociales de actividad” de
Engestrom y su valor como instrumento para el análisis del aprendizaje escolar.
Si partimos de que la “unidad de análisis” en la Psicología Cultural es la acción mediada,
entendida como: a) actividad, en relación a motivos; b) acción, en relación a metas, y c)
operación, en relación a medios-fines, los tres niveles que discrimina la “teoría de la actividad”,
de Leontiev, se tratará a la vez de interacción social y de actividad instrumental, o sea, de una
acción doblemente mediada. Mediada por un otro, que siempre está entre el sujeto y su meta, y
mediada por un instrumento cultural, que siempre preexiste al sujeto y al otro en su interacción, y
media entre ellos, como el otro también media en la apropiación del instrumento por el sujeto.
Vygotsky ya había planteado (1988) la diferenciación entre las “herramientas” y los “signos”,
además de su común valor, en la humanización a través del “trabajo” – ya que el mismo incluye
herramientas, pero también signos, en la planificación y la ideación de la actividad en la mente
humana -. La “herramienta” está orientada a la transformación de la naturaleza, y el “signo” está,
primero socialmente orientado a la regulación intersubjetiva mediante la comunicación, y luego,
internamente orientado a la autorregulación, a través de la internalización, dominio y apropiación
de los instrumentos de mediación.
Si bien acentuando más con el término “instrumento de mediación” el carácter de
“herramienta cultural”, de instrumento para la acción, de mediación imprescindible para la
agencialidad de la misma, Wertsch se aproxima al sentido del concepto de “artefacto”, a través
de la idea de “materialidad” de los instrumentos de mediación. En el “artefacto” (Cole, 1999,
luego de Wartofsky, 1973), se acentúa más el carácter de creación cultural objetivable, material e
ideal a la vez, de producto cultural, de creación del hombre, de transformación de los “usos” de
un objeto natural al convertirse en un objeto “artefactual”, cultural, en cierto sentido, artificio de
26
la imaginación humana, en cierto sentido, producto material. Wartofsky definió los “artefactos”
como “objetivizaciones de las necesidades e intenciones humanas ya investidas con contenido
cognitivo y afectivo” (Wartofsky, 1973, p. 204, citado en Cole, 1999). Los artefactos primarios
son los utilizados directamente en la producción: hachas, garrotes, agujas, cuencos, pero también
“palabras”, instrumentos para escribir, y personajes míticos. Se corresponden estrechamente con
el concepto de artefacto como la materia transformada por la actividad humana anterior al agente.
Los artefactos secundarios son representaciones de artefactos primarios y de modos de acción
que utilizan esos artefactos primarios. Desempeñan un papel central en la preservación y
trasmisión de los modos de acción y creencia; incluyen recetas, creencias, normas, programas.
Los artefactos terciarios, que pueden llegar a constituir un “mundo relativamente autónomo”, en
el que las reglas y los resultados ya no parecen directamente prácticos, o que parecen constituir
una esfera de juego “libre” de imaginación de los “posibles”, pueden permitir cambiar la práctica
y tener una visión del mundo idiosincrásica, más allá de los contextos inmediatos de su uso: los
esquemas, los guiones, las teorías psicológicas, la propia concepción del contexto, la cultura y la
actividad.
Asimismo, Cole utiliza distintas metáforas para definir los límites de la cultura como
“contexto”: 1) como “aquello que rodea”, es decir, como círculos concéntricos que rodean al
hecho o acontecimiento, o al sujeto de la tarea o acción, que representan diferentes “niveles de
contexto”, siendo el enfoque del psicólogo el de centrarse en el sujeto o la tarea, pero con una
mirada que puede correrse a los diferentes niveles contextuales que moldean la tarea (Figura 1);
2) como “aquello que entrelaza”, es decir, no algo externo, en el fondo de, sino atravesando los
distintos niveles de análisis, entrelazando y produciéndolos en su trama relacional productiva; 3)
como “aquello que requiere seguir el hilo de la práctica situada”, que proporciona el medium
activo intersubjetivo de la mente, que permite con su continuidad el fundamento para la
comunidad y el discurso; 4) como “cultivo” o “ayuda para que crezcan las cosas”, en materia de
dispositivo especializado de instrucción o de crianza. Centralmente, “los artefactos y sus sistemas
existen como tales sólo en relación con “algo más”, denominado situación, contexto, actividad.
La acción mediada tiene consecuencias multidireccionales: conforma y transforma a la vez al
sujeto, a los otros sujetos con los que interactúa, a los objetos naturales o culturales sobre los que
opera, y al medium en el que transcurre la actividad. La mediación cultural implica un cambio
evolutivo, en el que las actividades de generaciones anteriores se acumulan en el presente como
la parte específicamente humana del ambiente” (Cole, op. cit., 1999, p. 136/137).
El “experimento natural” de la escuela socio-histórica en Uzbekistán. ¿Psicología
“transcultural” o Psicología Cultural? Una revisión crítica de su valor. La percepción y la
categorización.
En su evaluación de la Psicología transcultural, desde los estudios sobre percepción y
cultura, los del Estrecho de Torres, los ya clásicos sobre memoria de Bartlett, y los de la
medición de la inteligencia con pruebas independientes de la cultura, Michael Cole plantea que
no es difícil entender la marginalidad de la investigación transcultural respecto de la corriente
principal de la psicología científica, porque las aportaciones sustantivas parecen modestas y los
datos sobre las que se apoyan sospechosos. Sin embargo, Cole pone en renglón aparte los
estudios sobre “desarrollo cognoscitivo y aprendizaje escolar”, desarrollados por Vygotsky y
Luria, entre 1931 y 1932 en Uzbekistán, y publicados por Luria unos cuarenta años después.
27
Dichos estudios se sitúan en la transición entre los estudios “fixistas” o “evolucionistas”, que
sostienen una idea de progreso universal y necesario de las funciones cognoscitivas, y estudian a
la cultura como una posible fuente de varianza en la VD – percepción, inteligencia, memoria -,
como una posible VI a tener en cuenta y medir, si no es posible controlar, y por el otro,
constituyen la anticipación precursora de los procesos de indagación propios de la “segunda
psicología”, o Psicología Cultural.
Releyendo el libro de Luria, publicado ya en la década del 70 (Luria, 1976/1987),
aparece: “todo el material fue recopilado en los años 1931-1932, período en el que era posible
observar la influencia decisiva de la transformación de las formas fundamentales de la vida
social, la erradicación del analfabetismo y el paso hacia nuevos tipos de relaciones, y cómo todos
estos factores conducen no sólo a la ampliación de los horizontes intelectuales, sino también a
cambios radicales en la estructura de los procesos cognoscitivos” (Luria, op. cit., p. 9).
“Unicamente una reconstrucción radical de las principales formas de la economía, una rápida
eliminación del analfabetismo y la liberación de la influencia musulmana, podrín provocar una
auténtica revolución en la actividad cognoscitiva”. En la primera parte, hace Luria una revisión
crítica de la investigación transcultural, parecida a la de Cole, especialmente en cuanto a la
habitualidad de la aplicación de los “tests” psicológicos estándar, para demostrar la inferioridad
de las personas de cultura “atrasada”. Esos métodos de investigación, que habían sido elaborados
en condiciones de una cultura dada, se aplicaban sin revisión en condiciones diferentes de otras
culturas. Las diferencias que se manifiestan en la investigación psicológica de los pueblos que
viven en condiciones de una cultura “atrasada”, no son naturales sino culturales. Insistirá en el
cierre de su introducción, que durante el proceso de desarrollo histórico, varía no sólo el
contenido, sino la propia estructura de los procesos cognoscitivos.
El “objetivo de la investigación” fue el análisis de la formación histórico-social de los
procesos psíquicos, y ello determinó la elección de las condiciones más propicias para obtener los
resultados precisos. La población de Uzbekistán había vivido, hasta la revolución, en las
condiciones de una estructura económica atrasada, dentro de un sistema feudal, con predominio
del cultivo de algodón, siendo en general analfabetos los habitantes de los kishlak, y con la
influencia de la religión musulmana. Con la revolución, varió radicalmente su organización social
y económica, la población recibió una importante red de escuelas. Los hombres adultos que se
alfabetizaban “despegaban” de su contexto inmediato para empezar a asimilar los principios de
una actividad “teórica”. Las letras y los números eran asimilados, en su carácter abstracto, y lo
que era más importante aun, aparecieron unos nuevos motivos de la actividad.. La investigación
recortó el siguiente universo:
- Las mujeres ichkarí, que vivían en los alejados kishlak, analfabetas y no incorporadas a
ningún tipo de vida social.
- Los dejkán (campesinos) de los alejados kishlak, que continuaban llevando una economía
individual, y que eran analfabetos.
- Las mujeres oyentes de los cursos de corta duración, en que se preparaban educadoras
para jardines de infancia. Ningún nivel de escolarización.
- Los delegados de los cuadros activos del koljós y de la juventud que habían pasado los
cursos de corta duración, llevaban un trabajo activo en las economías colectivas, tenían
suficiente experiencia en la planifiación y en la distribución del trabajo.Grado de
instrucción bajo.
28
- Las estudiantes admitidas en los institutos de pedagogía, después de haber pasado 2-4
años en la escuela. Grado de instrucción bajo.
Los tres últimos grupos de población tenían condiciones para que se produjeran avances
psicológicos radicales: sus nuevos motivos de actividad y de relación con la cultura, y
adquirieron procedimientos para asimilar cultura que antes les eran ajenos. Se había renunciado a
usar “tests”, elaborados en otras condiciones culturales, y se basaban las investigaciones en
pruebas especialmente elaboradas, que no podían ser consideradas por el sujeto como algo sin
sentido, y al mismo tiempo permitían varias resoluciones, cada una de las cuales sería un índice
de una estructura determinada de la actividad cognoscitiva. Se pretendía reflejar las diferencias
esenciales entre los procesos psíquicos de las personas que se encontraban en diferentes etapas
del desarrollo histórico-social. Luria postula algo fuerte. “las particularidades esenciales de los
procesos psíquicos dependen del carácter del reflejo de la realidad”. Su hipótesis era que “las
personas en quienes prevalece un reflejo práctico, concreto, de la realidad, deben diferenciarse de
las personas cuyas formas predominantes son las del reflejo abstracto y lógico-verbal de la
realidad, siendo sus procesos psíquicos distintos. Tomaremos la “percepción”, función que
también puede ser parte de los “procesos elementales”, producidos por la línea natural del
desarrollo, y la “abstracción” y la “generalización”, ya situados únicamente como “procesos
psíquicos superiores”, en la conceptualización de Vygotsky.
Las consideraciones metodológicas que hace Luria, leídas desde la década del 70, no
resultan tan significativas, pero sí lo son como perspectiva proyectada retrospectivamente a la
década del 30. Se pretendía dar un carácter psicológico-experimental a la experiencia. No se
trataba meramente de una observación y descripción de situaciones, pero sí tenía toda la riqueza
cualitativa de un estudio etnográfico. Las tareas se realizaban en “casas de té”, en las que los
campesinos pasaban gran parte de su tiempo libre, y eran precedidas de largas conversaciones y
juegos colectivos o intercambios de opiniones sobre temas significativos para los habitantes de la
región. Se utilizó un método clínico, semejante al que usaba Piaget, pero no sólo con el
componente argumentativo de aquél, sino también introduciendo elementos de aprendizaje a
través de distintos tipos de ayuda que se proporcionaba a los sujetos, como lo hacía Vygotsky. Se
buscaba siempre que hubiera alguna forma de resolver la tarea, que lo discriminador de
diferencias fuera el modo de resolverlas: desde una situación práctica, concreta, del cotidiano de
la gente, o abstrayendo categorías o deduciendo conclusiones en un sentido lógico más formal..
Se analizaron como dimensiones del problema: la percepción, la abstracción y generalización, la
deducción y conclusión, el razonamiento y los procesos discursivos, la imaginación y la
autoconciencia. En esta última parte, esperaban refutar las ideas cartesianas clásicas, de la
inmediatez originaria de la autoconciencia con respecto a la secundariedad de la conciencia del
mundo, probando la hipótesis contraria.
En el estudio sobre la percepción, la investigación se centra en el modo en que los
campesinos clasificaban las distintas tonalidades de colores. La hipótesis que guía la indagación
es que el lenguaje que utiliza una comunidad y las palabras con que denomina a las cosas – por
ejemplo los tonos de los colores -, dependen de la experiencia colectiva sedimentada en
significados, y orientan luego la organización del sentido de lo que percibe un miembro
individual de la comunidad. De todos modos, no se enfocaron aspectos de la percepción más
cercanos a la base biológica universal: no está claro que los campesinos analfabetos percibieran
diferente los colores que los alfabetizados, está sí claro que los denominaban de manera diferente,
29
y los organizaban taxonómicamente, cuando estanan inmersos en actividades sociales de tipo
escolar y dominaban la lengua escrita en sus aspectos básicos. Es que, como plantea Cole en su
obra, y a partir de sus propias investigaciones y revisión de la literatura contemporánea sobre el
tema (1999,op.cit.), es diferente investigar a la percepción como uno de los procesos psíquicos
elementales - en la línea natural del desarrollo, como sostenía Vygotsky -, que no son
específicamente humanos, sino compartidos con otras especies animales, con caracteres fijos,
inaccesibles a la experiencia cultural y social, innatos y predeterminados más bien en detalle,
modulares, próximos a la recepción sensorial de la estimulación luminosa – plano que Luria no
demuestra que esté afectado por la experiencia de alfabetización -, e investigarla como uno de
los procesos psíquicos superiores, atravesado de sentidos culturales, enmarcado en experiencia
social, sí específicamente humano, transformable en el desarrollo ontogenético e histórico, no
predeterminado en detalle al nacer, y no modular, sino organizado desde un procesamiento
central, y cercano al pensamiento (Baquero, 2001).
Las investigaciones transculturales occidentales tradicionales, focalizaron la percepción
como un proceso psíquico elemental – o, como prefiere llamarlas A. Rivière, “funciones tipo 1 y
2”, ya que si bien, a su juicio, no son de desarrollo cultural, no dejan de ser complejas (citado
por Baquero, 2001) -; en cambio, la opción de Luria fue “admitir la percepción como una
actividad cognoscitiva compleja, que se apoya en determinados instrumentos semióticos
auxiliares y transcurre mediante la participación del lenguaje, y no como un proceso que
transcurre de forma inmediata y se basa en leyes científico-naturales relativamente simples”. Así
considerada, su estructura depende de la práctica histórica de la persona y del sistema de códigos
utilizado en la elaboración de la información recibida.
Las experiencias demostraron que las mujeres analfabetas y socialmente excluídas, no
podían categorizar tonalidades de un color, e incluso fragmentaban cada uno de los colores,
agrupando los objetos según grados de saturación luminosa – rosa pálido, verde pálido, azul
pálido -, cuando se les pedía que clasificaran los objetos según las tonalidades. En la experiencia
sobre figuras geométricas, aun más fuertemente aparece la distinción entre: un agrupamiento en
función de objetos conocidos del cotidiano vital, con colecciones inestables en función de
criterios experienciales pero variables, en sujetos analfabetos, y clasificación de formas, según
criterios estables en sujetos escolarizados.
Esto aproxima ya la indagación al segundo rubro, el de la categorización, cuyos cambios
se intentan determinar en relación al proceso histórico de la alfabetización y transformación de
las condiciones sociales de existencia. En la indagación sobre “abstracción y generalización”, se
parte de que “la clasificación de objetos – la preferencia que se concede a determinados indicios
para situarlos en los grupos correspondientes, la aplicación de uno u otro principio de
clasificación – tiene una estrecha dependencia de la forma de actividad predominante en el
sujeto: ella determina tanto los motivos del sujeto en la tarea, como la estructura de las
operaciones que realiza” (Luria, 1976/1987, op. cit., p .76). Se ofrecía a los sujetos una
representación de cuatro objetos; de ellos, tres entraban en la misma categoría y el cuarto no; éste
pertenecía definidamente a otro grupo. Al sujeto se le proponía decir cuáles eran los tres
“parecidos”, “que se pueden unir en un grupo”, “nombrar con una palabra común”, y cuál “no
puede ser nombrado con una palabra igual a los tres objetos restantes”. Se mostraba un modelo y
se era bien explícito en la explicación del por qué de la agrupación y la exclusión. Obviamente,
podían ser agrupados centralmente, en función de dos principios: o entraban en una categoría
30
lógica, o formaban parte de una situación práctica. Por ejemplo, en el grupo “martillo, sierra,
leño, hacha”, los objetos se podían unir según el indicio lógico abstracto de “instrumentos”
(martillo-sierra-hacha), dejando fuera de este grupo el cuarto objeto (leño), o se los introducía en
una situación práctica (“para serrar y para cortar la leña”), con lo cual sería el martillo el que
queda al margen. A continuación, un fragmento de la indagación reconstruída por Luria en 1976
–1987 (op.cit.p. 87).
Suj Rajmat, 39 años, dejkán, analfabeto, vive lejos de la ciudad, visita raramente la ciudad.
Martillo, sierra, leño, pala.
“Todos son semejantes Yo pienso que todos El principio de “utilidad” de cada objeto en
ellos son necesarios.” función de su participación es la situación
práctica común.
Investigador da ejemplo sencillo: Acá hay tres
personas adultas y un niño. Es claro que éste no
encaja bien ahí.
“Pero el niño les es absolutamente necesario!
Estos tres trabajan y si cada vez tienen que salir
corriendo, entonces interrumpen el trabajo. El
niño puede correr; aprenderá y así será mejor y
podrán llevar bien el trabajo”.
Volviendo a martillo, sierra, leño, pala.
¿Cuáles se pueden nombrar con la misma palabra?
¿Cómo puede ser? Si a los tres los nombramos con Negativa de inclusión en una
una sola palabra, sería incorrecto! Denominación generalizada.
Pero he aquí que una persona ha reunido tres
Objetos que son semejantes:martillo, sierra,pala.
“La sierra, el martillo y la pala se necesitan Deslizamiento hacia una situación
mutuamente!... Pero aquí también es necesario práctica.
el leño!”
¿Por qué él reunión estos tres y no tomó el leño?
“¡Seguramente tenía mucha leña! Si no Explicación que se mantiene en los límites
tuviéramos leña, no podríamos hacer nada”. De la situación práctica.
Se distinguieron tres grupos: 1) el que reproducía una situación concreta, del contexto
inmediato de experiencia, para agrupar los objetos, - analfabetos y en aislamiento social -; 2) uno
intermedio, con los que participaban en la economía colectiva y adquirieron ya algunos estudios,
que comenzaban a realizar las operaciones lógico-verbales para clasificar objetos de acuerdo con
categorías independientes del contexto inmediato de experiencia práctica, pero se deslizaban
31
continuamente hacia ellas y ambas formas de pensar rivalizaban en su frecuencia; y 3) un grupo
de sujetos – jóvenes con por lo menos uno o dos años en la escuela -, en quienes predominaban
las operaciones del pensamiento lógico-verbal, el proceso de abstracción de indicios y la
inclusión de objetos en categorías de ese orden, como algo absolutamente natural. La “forma de
pensamiento práctico concreto no es innata ni predeterminada; es el resultado de unas formas
elementales de práctica social que son las que dominan en este grupo de sujetos, es resultado de
su analfabetismo. La modificación de la práctica en el sentido de formas superiores de la vida
social, la asimilación de lectura y escritura, conducen a la creación de nuevos motivos
provocados por formas más complejas de actividad, conducen a una rápida reconstrucción del
pensamiento, a la adquisición de las operaciones teóricas que antes se interpretaban como
secundarias”, no significativas, incluso peligrosas para la supervivencia, o vacías de cualquier
significado y sentido (Luria, 1976/1987, op. cit., p. 112)
Una obra interesante sin duda, cargada de optimismo pedagógico y social, hoy difícil de
sostener, pero que deberían leer maestros y docentes, porque oxigena el espíritu, y que también
muestra cuán cargados están los proyectos de investigación de teorías previas y de ideología – lo
que no habrían negado obviamente ni Vygotsky ni Luria -, pero qué valor tiene la riqueza de una
inmersión etnográfica sin duda prolongada en medio de condiciones sociales cambiantes, para la
investigación científica. Ha recibido fuertes críticas, incluso de Cole mismo, que fue discípulo de
Luria, y que conoció la indagación en su fase de escritura y recopilación para la publicación. La
principal crítica la ubica en relación a los principales sesgos de la investigación transcultural. Se
demuestra que algo ha cambiado, y de eso no hay duda, pero ¿qué? ¿Se ha desarrollado la
inteligencia de lo simple a lo complejo, o se ha transformado una manera de entender los
fenómenos ¿ ¿Se puede afirmar que los analfabetos no abstraen ni generalizan, o sólo que no lo
hacen con tareas de “formato claramente escolar”? Sin duda, el campesino se resiste a razonar y
abstraer en dirección contraria a lo que indica su experiencia concreta inmediata, y sus
necesidades sociales y económicas más básicas, y en cambio el alfabetizado “se mete en el
juego” de la ficción, del “como si” escolar, como cuando razona sobre los “osos blancos del
Norte”, sin haberlos visto nunca, porque ha sido entrenado en el juego puramente verbal de
pensar cosas “descontextualizadas”, que promueve y exige la escuela. ¿Pero quiere eso decir que
el analfabeto no puede abstraer? ¿Es realmente un déficit de operación cognoscitiva, o sólo lo es
cuando se aplica a cuestiones que se alejen o incluso contraríen su experiencia de vida?¿Cómo
haríamos nosotros, tan alfabetizados que se supone que somos, si tuviéramos que razonar sobre
cómo matar a nuestra madre? ¿O algo tan vital como aquello para ellos? Los trabajos de Cole
sobre los kpelle de Liberia demuestran claramente que, en dirección a clasificación de las hojas
verde entre las de enredadera y las de árbol, la rapidez, precisión y organización de la
clasificación taxonómica es mucho mayor entre los aborígenes que en los adultos occidentales, e
incluso no les aporta nada facilitador la inclusión del tema en una secuencia narrativa ficcional.
Otro trabajo sumamente interesante es el que realizaron Cole y Scribner sobre los vai de
Liberia (Cole, op. cit., 1999). Era aquella una oportunidad de determinar si la asimilación de la
lengua escrita per se era lo que introducía modificaciones en el pensamiento, o lo decisivo eran
las prácticas de escolarización y la reorganización de la memoria y el razonamiento que producen
las mismas. El pueblo vai usaba tres lenguas: el vai, sólo para escribir cartas, y se aprendía en la
casa; el inglés, sólo los que iban a la escuela y aprendían el idioma oficial; y el árabe, para la
lectura del Corán, que se aprendía en espacios religiosos. Se estudió pormenorizadamente,
también con el estilo de experimento natural o experimento situado, a los distintos grupos que
32
reunían las distintas condiciones. Se determinó que el dominio de una u otra lengua influía de
manera diferencial en distintas operaciones del pensamiento, o más precisamente, en diferentes
funciones psíquicas superiores. Los que sabían vai mejoraban procesos reconstructivos
lingüísticos y sintácticos, pero no mejoraban la memoria comprensiva ni el silogismo. Y se
determinó qué contribuía a desarrollar el aprendizaje de cada una de las lenguas, en particular. Se
concluye que lo que incide en el cambio es el marco de las prácticas sociales en las que se
inscribe el aprendizaje, y para las cuales dicho aprendizaje es útil, no el aprendizaje “en sí” de
una competencia lingüística aislada. Son las prácticas de escolarización sistemática las que
promueven ciertas destrezas, no el solo hecho de estar alfabetizados, así como otras prácticas
sociales pueden promover otras competencias, adecuadas al contexto de actividades
culturalmente organizadas, los motivos que ellas desencadenan en los sujetos, los intereses que
abren y las metas que les permiten alcanzar mediante ellas.
Hay un trabajo, que Newman, Griffin y Cole han titulado “Cómo vence Occidente”, y que
fue publicado, como parte de las investigaciones en contexto escolar del Laboratory of Human
Comparative Cognition, en “La zona de construcción de conocimientos” (Newman, Griffin y
cole, 1991). En él podemos apreciar la contracara del experimento de Luria y Vygotsky. O sea,
cómo fracasa el sistema escolar en su aptitud para atender a la diversidad de modos de organizar
reflexivamente la realidad que los niños traen a la escuela. El experimento natural, en este caso,
enfoca una unidad didáctica de Ciencias Sociales, cuyo objetivo explícito es enseñar costumbres
comunes y diferentes de pueblos aborígenes de América. La investigación educativa, co-
gestionada con el docente, persigue el desarrollo de la unidad, desde su planificación hasta su
evaluación. Se evalúa a los niños inicialmente con respecto a su competencia cognitiva en
conocimientos del área. El objetivo no tan explícito es desarrollar destreza en la clasificación
taxonómica, categorial, lógico-verbal, a través de la organización lógica del conocimiento que se
va adquiriendo, la reorganización de los conocimientos previos, y el consecuente aumento de la
capacidad de almacenaje y recuperación de la memoria comprensiva. Como resultado de la
investigación, se determina que los que saben más al comienzo terminan sabiendo más al final, y
los que saben menos al principio, aunque progresan, progresan significativamente menos que los
otros, o sea la reproducción del “círculo de la pobreza” o de la riqueza en materia cognitiva. La
escuela ha facilitado que incorporaran como instrumentos de mediación los “amplificadores
culturales” vinculados a sistemas y criterios de clasificación taxonómica, porque son los que
promueve la cultura occidental por encima de los criterios funcionales-relacionales de
organización de la información. Por lo tanto, los que por su condición familiar o social corren con
ventaja en relación a su aptitud para utilizar esa “herramienta”, o incluso distinguen rápidamente
que ésa es la consigna “verdadera”, se centran en ello y triunfan académicamente hablando. Los
otros, que privilegian los modos narrativos de intercambio y producción de significados, que
cuando la información es poca, resultan triunfadores, porque su interés está centrado en el tema,
no en captar el “secreto del éxito” o la “consigna verdadera de la acción”, a medida que la
información se extiende y complejiza, empiezan a perder pie, porque nadie les dijo demasiado de
qué se trataba la tarea. Porque estaba tan naturalizado que ése es “el” modo de hacer las cosas,
que no siquiera era un objetivo explícito, y que el salto, como siempre, se daba entre los recursos
didácticos, entre los cuales la narrativa y las relaciones más funcionales y relacionales tenían un
lugar, y la evaluación, que asumía más bien bruscamente, la demanda cognitiva escolar de la
abstracción descontextualizada de la clasificación taxonómica lógico-verbal. Estas eran las cosas
que hacían decir a Angel Rivière que debíamos cambiar la pregunta de “¿por qué fracasan los
niños en la escuela?”, por “¿por qué fracasan tan poco los niños en la escuela?” (Rivière, 1983),
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ya que le pedimos tanto, y a veces, cosas tan contrarias a su experiencia vital, a su cotidiano
existencial, como lo eran las preguntas de Luria y sus investigadores para los campesinos de
Uzbekistán.
Memoria, Historia y Futuro
Como nos plantea Alberto Rosa en su artículo "Memoria Colectiva, Historia y Futuro”,
dos son los modos en los que el pasado deja sus huellas en los objetos del mundo:
(a) mediante cambios en la estructura física de los individuos vivos, y
(b) produciendo cambios fisicos en los objetos y en el paisaje como consecuencia de la fuerza de
la naturaleza, y entre ellas, las acciones de individuos o grupos humanos.
La memoria pues nos hace accesible el pasado a traves de procesos de recuerdo que son el
resultado de activar huellas de experiencias pasadas al servicio de acciones actuales.
Tambien debemos tener en cuenta como dice Rosa (2001), que los seres humanos han
desarrollado en su proceso de evolución la capacidad de crear procedimientos, registros del
pasado, mas alla de de la capacidad de registrar huellas en la propia memoria biológica corporal.
Asi surgieron sistemas de notación, poemas, historias, rituales o monumentos como forma de
mantener la memoria, de hacer accesible experiencias que caen mucho mas alla del limitado
espacio de tiempo de la vida de cada individuo. Estos artefactos permiten que un individuo
acceda a la experiencia acumulada por el grupo.en otras palabras, hacen posible la Cultura.
Las memorias no son fijas, sino recreaciones del pasado que nos producen un sentido de
continuidad, un sentimiento de ser una entidad con pasado y con futuro. Para Bartlett
(1932/1995) son esquemas que se transforman cada vez que se activan para producir una
experiencia concreta en el curso de una acción en marcha. Para Barclay y Smith (1992) recordar
implica: a) acceder a la información disponible como resultado de actividades cerebrales, b)
reconstruir el pasado en el presente con algún propósito psicosocial particular, y c) co-
(re)construir el pasado a través del recuerdo colectivo, de acontecimientos personales e históricos
y del relato de historias.
Cuando los actos del recuerdo son al mismo tiempo actos de habla referido a experiencias
propias del hablante, hablamos de memorias individuales; cuando se refiere al pasado del grupo
las llamamos memorias sociales, y si estas últimas cumplen algunos requisitos los llamamos
historia. Es en la interacción en marcha entre la cultura pública y privada como se crea la realidad
objetiva. La realidad objetiva puede ser un fenómeno construido, pero uno que se construye en
referencia a un mundo físico y social real que se regula, corrige y conforma nuestras experiencias
subjetivas" (Barclay y Smith ,1992; p.77, citado en Rosa 2000). Coincidiendo con Rosa, si esto es
así, nos encontramos ante un cuadro en el que la cultura pública y cultura privada se crean
mutuamente, y la construcción de ambas es el resultado de un proceso de co-construcción entre
las acciones del individuo y las interacciones con su ambiente social.
Suele ser común considerar a la memoria como la facultad que nos permite traer el pasado
a nuestro presente para poder beneficiarnos de la experiencia pasada. La memoria sería entonces
una condición imprescindible para adquirir conocimientos y dar significado a nuestras
experiencias vividas a través del tiempo. Como la memoria es una abstracción, será mas
adecuado hablar de memorias, susceptibles de actualizarse mediante actos del recuerdo, dirigidos
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a situaciones del presente y mediados por los rastros que nos ha dejado el pasado (monumentos y
documentos, en el plano cultural y estados físicos de un organismo, en el plano individual). Lo
que nuestro recuerdo ofrecen no es un revivir del pasado, sino una re-elaboración de éste en
nuestro presente actual. El recuerdo, pues, tiene una naturaleza constructiva como nos dice
Barlett(1932), no es una simple recuperación de información almacenada en el deposito virtual.
Los grupos humanos a lo largo del tiempo han amplificado mediante artefactos su capacidad para
crear y mantener registros del pasado y poder así mantener memorias que excedan en mucho al
ciclo vital de los individuos, constituyendo así, una experiencia acumulada del grupo (Middleton
& Edwards, 1990; Radley, 1990; Shotter, 1990, citados en Rosa2000).
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