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1 El abuelo y el páramo Paula Guevara Aladino. Con la colaboración de: Carlos Germán Posada, Fausto José Vergara, Miguel Velázquez y Camila Fernández

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El abuelo y el páramo

Paula Guevara Aladino.

Con la colaboración de:

Carlos Germán Posada, Fausto José Vergara,

Miguel Velázquez y Camila Fernández

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Entre las altas montañas bañadas de rocío y protegidas por la niebla; en una pequeña casa,

de esas que tienen balcones repletos de orquídeas y margaritas, adornos en las paredes lisas,

marcos y puertas de madera; en una de esas casas que se visten de colores, vivía un viejo

acompañado por su esposa y cuatro hijos, pero el tiempo fue pasando, su esposa

enfermando y sus hijos partiendo. Ahora vivía con un perro gruñón que se convirtió en su

gran amigo, unas gallinas que lo mantenían entretenido, los conejos silvestres que llegaban

a la casa por sus buenos pastos, y un par de vacas que no daban mucha leche. No importaba

cuanto tiempo pasara, el viejo siempre contaba con su fino sentido del humor, el paso de su

andar aun lo tenía firme, lento, pero siempre firme, las arrugas de su cara mostraban los

caminos de su alma, y sus brotadas venas en las manos hacían de ríos en las historias que

recorrían su cuerpo.

Un día especial, el viejo esperaba la visita de un gran amor, se levantó temprano, tomó su

ruana y su sombrero, arregló las flores que tanto había cuidado su mujer, alimentó sus

animales, recogió los huevos de las gallinas y la poca leche que le daban sus vacas, barrió y

trapeó la casa. Y, al terminar se quitó el sombrero, y se sentó a esperar en la silla mecedora

del portón de la entrada con el café endulzado con panela de siempre, mirando fijamente la

carretera destapada, solo quitaba su mirada de vez en cuando para ver su reloj o espantar a

las gallinas que picoteaban a su alrededor. Entonces, apareció un carro por la carretera que

dejaba un camino de polvo a su paso, el viejo tomó de nuevo su sombrero y elegantemente

fue a la entrada de la finca para recibir a su tan esperado huésped; se abrió una de las

puertas traseras del carro y lentamente se bajó una niña de pasos pequeños y acelerados,

corriendo a saludar a su abuelo. Era solo cuestión de mirarse para que ambos reventaran a

carcajadas por la complicidad que habían creado con los juegos y cuentos de visitas

pasadas. Hacía ya un tiempo que no se veían, pues su hijo ahora estaba cada vez más

ocupado y le quedaba menos tiempo para ir a visitarlo, así que, por primera vez dejarían a

la niña sola con él un par de días. Fueron a jugar a perseguir los conejos, la niña tenía las

carcajadas fuertes, los ojos verdes transparentes, los rizos color chocolate de su pelo

siempre despeinados, y una sonrisa casi permanente, ella era la pequeña Luna. La niña jugó

y jugó hasta que cayó la noche, y a la hora de la cena, ya un poco exhaustos Luna preguntó:

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-Abuelito… en mi casa no ha llovido en tres semanas, y aquí el pasto siempre está mojado

¿Porque pasa eso?

El viejo tomó un sorbo de agua de panela y mirándola con ternura respondió:

-Los tiempos han cambiado mi niña, el clima ya no es el mismo… cuentan los viejos sabios

que antes todo era un paraíso en donde todo lo que te puedas imaginar era posible, allí vivía

un ser grande y poderoso, lleno de una luz tan fuerte como la de las estrellas, que en una de

sus caminatas, un día, encontró un nuevo camino que lo llevó a un lugar muy oscuro y frío

donde vio nueve niños dormidos; este ser de luz como la de las estrellas quiso despertarlos

para poder jugar con ellos y disfrutar juntos del paraíso, intentó con el primero y no pudo,

asi que se dirigió al segundo y casi… casi pero tampoco, cuando llegó a la tercera y la

iluminó con su luz, despertó!

- Pero abuelito… ¿Por qué los otros niños no se despertaban?

El viejo se tomó una pausa para buscar las palabras correctas y después de una bocanada de

aire prosiguió:

-En el paraíso, como en cualquier lado, también existe la oscuridad, los niños hace millones

de décadas estaban dormidos, estaban bajo un hechizo; pero esta historia es tan tan vieja

que las razones se fueron olvidando en el tiempo. Dicen que ella, la oscuridad, encontró a

los niños y no podía cuidarlos a todos al tiempo así que los iba durmiendo, pero el hechizo

salió mal y nunca más los pudo despertar; también cuentan que se obsesionó con sus lindos

rostros durmiendo, otros dicen que estaba celosa y los hechizó para siempre, nunca lo

sabremos.

La mirada de Luna ya se encontraba perdida, viajando por su imaginación, siempre las

historias del abuelo lograban llenarla de fascinación, ya sea por el gran talento del abuelo

para contar historias, o por el don de escucha que tenía ella, o las dos juntas, en todo caso el

abuelo la miró con dulzura y la interrumpió diciendo:

-¿Continuamos? Aún falta mucho que contar…. ¿En qué estábamos?

Luna volvió a enfocar la mirada en los ojos oscuros del abuelo y sonrió diciendo:

-¡Que logró despertar a la tercera niña!

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- Muy bien… decíamos que el ser de luz como la de las estrellas despertó a la tercera

niña… él, muy emocionado, le dio cuatro regalos para que pudieran jugar juntos y empezar

a despertar a los otros seis niños que aún seguían dormidos. Le regaló entonces: el agua, la

tierra, el fuego y el aire. Ella empezó a jugar uno por uno con los regalos; al principio se

empapó con el agua helada, con la tierra se ensució y con el fuego se quemó. Y aunque no

fue fácil, con un poco más de práctica, empezó a mezclar la tierra y el agua creando una

plastilina, una arcilla… con el fuego le dio consistencia y con el viento moldeó distintas

formas, así todo lo que conocemos fue apareciendo: las montañas, los ríos, las flores y los

mares. Pero… algo pasó con el último pedazo de masa que le quedaba, algo misterioso,

quizá la plastilina se untó de algo, tal vez fue porque mientras ella jugaba estornudó, y de

repente, surgimos los humanos. Al principio todo estaba bien, ella jugaba muy feliz con

todos los regalos que le había dado el ser de luz y con todas las cosas que creaba con la

arcilla; decidió, entonces, enseñarle a los humanos como podían, por su cuenta, jugar con

estos regalos; sorprendida por la habilidad con la que lo hacían, los miraba día tras día…

los humanos algunas veces eran torpes y a ella le causaba gracia, pero esa torpeza también

los hacía daños, esto, ahora, la enfurecía, los regalos que el ser de luz le había compartido

eran los mismos que los humanos estaban usando para causarle daño, ella intentaba de mil

formas mostrarles su malestar pero ellos no entendían, no veían. Debía tomar una decisión

pues no podía dejar que todo lo que había construido para jugar se acabara, sabía que así, el

ser de luz no podría jugar más con ella y volvería a caer en el sueño eterno.

De repente, mientras el abuelo hablaba y Luna atentamente escuchaba, se soltó una

tormenta, sonaban las grandes gotas caer en el techo y la casa empezó a empaparse por las

ventanas abiertas. El abuelo interrumpió la historia y corrió a proteger la casa de la lluvia.

Luna se encontraba perpleja con todo lo que el abuelo le decía, mirando la lluvia caer

entendió que era la tierra quien estaba triste, desesperada. Se paró lentamente y caminó

hacia la puerta.

El viejo terminó de cerrar las ventanas y corrió a la puerta principal que aún estaba abierta

y la cerró, al voltear su mirada al sillón donde estaba la niña, ya no la vio. Un ligero pánico

invadió su cuerpo, corrió a las habitaciones y no la encontró, desorbitado miró por la

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ventana y vio una sombra extraña afuera. Acelerado salió de la casa y encontró a Luna

empapada jugando con la tierra, la cargo y la llevó a la casa, mientras la cambiaba le decía:

-Eres tan inquieta como tu padre, debes acostarte y arroparte o te me congelarás.

Besó su frente con dulzura, le dio las buenas noches y salió a organizar aquellas cosas que

los abuelos organizan en las noches. Luna tardó mucho tiempo en dormirse pensando en el

cuento, viendo como los rayos alumbraban el cuarto, escuchando el rugir de los truenos, y

la lluvia caer a torrenciales, se quedó temblando pero casi ni se daba cuenta, tenía su mente

en el cuento del abuelo. Quería saber si ese era el final o existía algún otro. Quería quedarse

despierta para poder preguntarle, pero empezó a calentarse poco a poco hasta llegar a los

pies, y con sus pensamientos girando alrededor de la historia cayó profunda.

A la mañana siguiente, el abuelo ya estaba listo, el café servido y mientras miraba por la

ventana acariciaba a su gran amigo, el perro. Luna despertó y se sentó en sus piernas, con

su cara recostada en el pecho y escuchando los suaves latidos del corazón de su abuelo dijo:

-Tata… ¿qué pasa con los regalos? ¿No hay manera de aprender a jugar con ellos?

-Claro que sí! Pero debes acompañarme a una de mis caminatas matutinas y mientras tanto

te cuento, ponte las botas, la ruana, y nos vamos.

De un brinco Luna se paró y fue a alistarse para salir, lo hizo lo más rápido que pudo y el

viejo estaba esperándola en la entrada con el perro y un bastón de madera que lo ayudaba a

caminar en la montaña, le picó el ojo a luna y empezaron a caminar… Luna con sus

pequeños pasos intentaba alcanzar los del abuelo, y con su mirada hacia él, le hacía señas

para que comenzara a contar de nuevo la historia de regalos y seres de acilla. Empezaron a

caminar por la carretera, los caminos empezaban a hacerse más estrechos y más difíciles de

andar. Era temprano en la mañana y el frío era constante, el viento movía sus ropas, el cielo

estaba toldado de nubes que abrazaban su camino.

El abuelo, con buen humor sonreía e iba diciendo:

-Como te venía diciendo, esta niña valiente, para no perder ninguno de sus regalos, no sabía

qué hacer, cada vez estaba más brava y desesperada; un día casi sin ninguna esperanza, de

su centro de su corazón que bombeaba vida para todos sus juguetes, sacó una pequeña

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semilla con todo el amor que le quedaba. La semilla fue empujada desde sus entrañas hasta

que lentamente empezó a salir, y en lo alto de las montañas aparecieron unos hombres,

unos hombres mágicos envueltos en capas negras, con las cabezas en alto y las miradas

firmes e inquebrantables, unos hombres que iban a protegerla. Ellos empezaron a cuidar lo

más alto y frío de las montañas, cada día recogían agua de los suelos con vasijas de

esmeralda, limpiaban el agua y lo dejaban allí para que todos los animales pudieran beber

de ella, eran todos hermanos y protegían cada esquina de las montañas, caminaban por los

bosques con sus largas capas, vigilaban que nadie hiciera daño, en las noches devolvían el

agua al suelo ya limpia y descansaban. Pero… a pesar de su esfuerzo, cada vez era más

difícil cuidar de los bosques, de las montañas, de las aguas; los humanos siempre

encontraban la manera de entrar, se disputaron muchas luchas durante muchas lunas hasta

que pocos guardianes quedaban… Pero sin dejarse quebrantar, sin ni siquiera tartamudear,

juraron lealtad a su madre y no abandonaron las montañas ni de día ni de noche. Cada vez

estaban más cansados, ponían las vasijas en las coronillas de sus cabezas, su cara escondida

en la capa por el frío y casi sin moverse cuidaban a los animales y vigilaban, muchos se

derrumbaban del cansancio, muchos estaban desfalleciendo.

Luna estaba impactada y no se había dado cuenta que la carretera por la que caminaban

había desaparecido, y el suelo cada vez estaba más lleno de plantas que hacían como

colchones en el piso. El viento helado ahora quemaba sus caras. Rocas gigantes empezaron

a aparecer en el camino cubiertas con musgo de mil verdes que parecían cobijas para

protegerse del frío. Y sombras puntiagudas los rodeaban entre la niebla. Cuando por fin

miró, y se dió cuenta cómo había cambiado el paisaje a su alrededor, un miedo

incontrolable invadió todo su cuerpo. Pero al abuelo parecía no importarle, y continuaba

diciendo:

-El ser de luz se dio cuenta que la pequeña niña a quien había iluminado estaba corriendo

peligro, que desde su corazón había hecho lo inimaginable para poder conservar sus

juguetes. Él así como ella, quería que siguiera despierta y que jugara, pero que jugara en

paz, entonces hizo algo inesperado, desde su corazón siempre ardiente, decidió enviar

miles, no, miles no, millones de rayos de luz directamente al corazón de ella, para que se

llenara de energía, y pudiera hacer un último esfuerzo. Ella, sin pensarlo dos veces,

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convirtió estos rayos de luz en raíces para sus guardianes. Para darles calor, darles amor,

darles refugio. Las raíces salieron desde lo más profundo del suelo de la tierra y agarraron

los pies de los guardianes, poco a poco la capa que los protegía desde el suelo hasta arriba,

se fue convirtiendo en tallo para protegerlos mejor del frío y que les sirvieran como escudo.

Y la vasija en sus cabezas se convirtió en una hermosa flor que era una mezcla entre

margaritas y girasol.

De repente por donde el abuelo y la niña caminaban, el suelo empezó a poblarse de

distintos verdes, con flores pequeñas de miles de colores. Ahora el viento golpeaba mucho

más fuerte gritando en silencio, dos colibríes se acercaron como si quisieran escuchar al

viejo, el aire era ligero y la paja sobre los pastos acariciaba los pasos. De la nada, a lo lejos,

entre la niebla se empezaron a ver figuras que de lejos parecían humanos, Luna asustada se

escondió detrás de las piernas de su abuelo intentado detenerlo, pero él siguió y ella empezó

a reconocerlas, eran los frailejones, mansamente salió de su escondite y corrió al que estaba

más cerca, lo miró, de arriba abajo, volteo a ver a su abuelo, quien la miraba con orgullo, y

ella gritó:

-Abuelo abuelo… Encontramos a los guardianes, son frailejones!!!

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Pontificia Universidad Javeriana.

Estudios de Población.

Estudiante Paula Guevara Aladino

2 de diciembre 2015

Había una vez…

“Ojala el arte de escribir para niños pudiera ser objeto de una receta, escrita en un

papelito, cuidadosamente doblado y con el cual uno pudiera ir al supermercado de la vida

comprar los siguientes ingredientes: imaginación: 2 tazas, fantasía: 1 libra y media,

poesía: 2 frutos maduros bien rallados, sueños: 1 grande y 3 pequeños, aire agitado por

alas de colibrí: 5 bocanadas muy llenas, hojuelas de alas de mariposa: las que queden e

los dedos al tomarla y soltarla sin hacerle daño, y ojalá que sea Morpho azul, besos de

hada: diez con ojos cerrados, vida cotidiana: la que el escritor escoja, amor: el que pida el

corazón.

Se toman los ingredientes y se revuelven cuidadosamente en el cantarito de oro del alma,

luego se vierten sobre una hoja de papel en blanco. Algunos escritores –como Jairo Aníbal

niño- recomiendan que se distribuyan con pluma estilográfica. Otros, entre ellos Celso

Román, afirman que da el mismo resultado si se usa máquina de escribir o el moderno

procesador de palabra también conocido como “computadora”. Lo importante es que la

realidad sea espolvoreada, mediante una lectura cuidadosa, son el cuento resultante. Se

recomienda una siesta después de leer, pues por lo general se suele volver a soñar con una

sonrisa en los labios.

Pero no hay fórmulas.

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Tal vez lo único que se le aproxime sea abrir el corazón a lo que sucede en el mundo y

estar atentos, pues un cuento es como una madeja enredada entre las nubes, a la cual

tenemos que acercarnos con cuidado cuando vemos el hilo de colores que pende del cielo.

Esa hebra puede ser la paloma que de pronto nos sale en medio de un jardín, se queda

mirándonos como queriendo decir algo y luego emprende el vuelo. Es necesario entonces

agarrar la estela de luz que nos deja su movimiento en la retina, porque allí hay un cuento

haciéndonos un guiño”

Celso Román

Tras una infancia llena de fantasías en forma de cuentos, leídos por mi madre antes de

dormir, y las mañanas invadidas de la imaginación de mi padre contándome historias antes

de ir colegio, conocí lo que era la ficción, la importancia de viajar por la mente para

construir nuevas y utópicas realidades. Esa pequeña semilla que sembraron mis padres,

después de varios años, frente a un lago de Maryland, Estados Unidos, empezó a germinar

convirtiéndose en mi primer cuento para niños. Ahora, después de tres años, les presento

una de las muchas aventuras que supone escribir, con el cuento El abuelo y el páramo, una

creación construida con cuatro amigos, y escrita por mí; con el sueño de crear un colectivo

para producir cortometrajes para niños. Con este cuento, nos presentamos a una

convocatoria llamada CambiARTE, que se resume en: elaborar una propuesta artística que

genere conciencia sobre el cambio climático.

La elaboración de un cuento supone un compromiso principalmente con uno mismo, es el

rebuscar en la mente las imágenes precisamente distorsionadas por la imaginación, para ser

puestas con suma delicadeza en palabras, es el buscar el niño dormido en nuestra memoria,

pues solo aquel niño dormido es capaz de tener la paciencia para esperar la inspiración y

crear mágicos personajes en escenarios donde la magia y la realidad van tomadas de la

mano eternamente. El reto de escribir un cuento para niños, es finalmente, cautivar a su

público, pues es un público sin formalidades, ni máscaras, que termina siendo el más

sincero. Con el cuento El abuelo y el Páramo, tuvimos como meta realizar una propuesta

pedagógica para niños. Es por esto, que creímos importante, la realización de un trabajo

con un grupo de niños para confirmar si los símbolos que estamos enviando a través de la

historia, son acogidos con la intención que los propusimos. De modo que este objetivo de

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este trabajo supone, en un primer momento, mostrar la pertinencia de la literatura, y en este

caso de los cuentos, para generar una pedagogía alternativa, en el sistema educativo de

Colombia; para así dar paso a la explicación de la elaboración de este cuento, seguido por

la exposición de la metodología resultados finales de la investigación aplicada con los

niños de la Fundación María Madre del Servicio de los; para finalmente observar la

pertinencia del cuento, confirmando la claridad de la historia.

Cuando la fantasía pueda impregnar la realidad…

“el cuento es una novela corta acompañada por un elemento fantástico que nos conmueve

y enriquece sin iluminarnos”

Michel Tournier

En la época contemporánea las grandes ciudades, las rutias, las normas y la formalidad, han

invadido la forma en que socializamos y nos construimos como seres humanos. Un

contexto lleno de posibilidades y a la vez limitaciones que condicionan, la población

infantil cada vez es tomada más en cuenta, los niños por primera vez en la historia están

siendo tomados con un actor fundamental en la construcción de las sociedades. A pesar de

esto, los niños se ven también enfrentados a una serie de dinámicas de socialización como

la familia, los medios, de comunicación y el colegio; que están siendo pensadas

principalmente para el buen vivir de los adultos, restringiendo el desarrollo de la población

infantil.

Es en la escuela en donde los niños desarrollan su socialización fuera del hogar, pues es allí

donde se generan vínculos afectivos con amigos, se ponen en prueba los modales, y se da la

adquisición del conocimiento formal. Pero en Colombia, el sistema educativo ha venido

una serie de falencias que limitan a los individuos en las muchas formas de conocimiento y

su construcción persona, “gran parte del sistema educativo vigente se caracteriza por una

enseñanza fragmentada, acrítica, desactualizada e inadecuada, que no permite la integración

conceptual, lo cual desmotiva la curiosidad de los estudiantes y desarrolla estructuras

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cognitivas y de comportamiento inapropiadas.” (Misión de Ciencia, Educación y

Desarrollo, 1995, p. 34). Es por esto que en la escuela, los niños se ven desmotivados, ya el

placer a través del juego y la imaginación, que es tan importante en estos primeros años

para construir el mundo, y enfrentarse de manera creativa a las situaciones, se ve limitado y

dejado de lado, para que la estandarización se apodere de las aulas.

“por lo mismo, nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los

niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el

país al alcance de ellos para que lo transformen y engrandezcan. Semejante despropósito

restringe la creatividad y la intención congénitas, y contraria la imaginación, la

clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta que los niños olviden lo que sin duda

saben de nacimiento: que la realidad no termina donde dicen los textos, que su concepción

del mundo es más acorde con la naturaleza que la de los adultos, y que la vida sería más

larga y feliz si cada quien pudiera trabajar en lo que le gusta, y sólo eso.” (Gabriel García

Márquez, en: La Proclama: por país al alcance de los niños). Es decir, que hace falta de un

sistema educativo que promueva el desarrollo de las personas con dignidad humana y la

creatividad a través del autoestima, para poder alcanzar un país mejor, pues para nadie es

un secreto, que es en la infancia donde se desarrollan una infinitud de capacidades que

como adultos no podemos desprender de nosotros; es allí donde radica la importancia de

darle a los niños de nuestro país las herramientas necesarias para enfrentarse con todas las

circunstancias que supone la modernidad, y los problemas que viven en las entrañas de

Colombia. En vez de que la escuela se vuelva un lugar donde se arranca de ellos la

capacidad creativa, sea un lugar para estimular las distintas virtudes que posee cada niño,

llevándolo a embarcarse en la aventura de desear y cumplir.

Y es aquí en donde entra la importancia de la literatura como una herramienta pedagógica,

que pueda replantear el sistema económico en el que hoy nos vemos sumergidos. Para

Natalia Tournier, las formas de narración del cuento se ven de dos maneras, en un primer

lugar el cuento que divierte y enseña, y por otro lado, el que expresa una verdad oculta.

“Desde una pedagogía de la imaginación, ser aliado de la fantasía infantil puede resultar

útil para conspirar contra esta asfixiante cultura adulta, donde sabemos que abundan los

padres tiranosaurios, o los maestros normópatas y antipáticos, o los mayores violentos,

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psicorrígidos, neuróticos, apegados compulsivamente a los horarios, al orden castrense, alas

filas, al silencio, al aburrimiento, o a las más absurdas normas de convivencia. En ese

sentido la ficción dramática es liberadora y cuestiona esa visión chata y petrificante de la

existencia” (Álvarez, 1998), de esta manera a través de los cuentos se transmiten tipos de

conocimiento, sin necesariamente dar todas las respuestas, para incentivar la creatividad del

niño, es decir, que de alguna manera, este, no limita ni encasilla las formas de percepción y

apropiación del conocimiento. Ya que además de producir el infinito placer que trae

consigo la fantasía y compartirla, la lectura se vuelve cotidiana y no un deber, e implanta en

el niño la motivación por escribir.

La aventura de unos seres de arcilla

“el arte de escribir un cuento es tan secreto y tan misterioso como el arte de enamorarse,

que es repentino, que siempre nos agarra desprevenidos y para el cual no hay fórmulas.”

Celso Román

Ha medida que he ido viviendo experiencias con los cuentos, me he dado cuenta que no soy

yo, sino muchas personas las que cuentan las historias, yo solo soy esa persona que le

agrega fantasía y pone las palabras sobre el papel. Para esta ocasión en particular,

contábamos con poco tiempo, y para nosotros como grupo era imprescindible que cada

parte del cuento estuviera impregnada de cada uno de nosotros, así que, con ayuda de

Carlos Germán Posada, estudiante de música, y Fausto José Vergara, estudiante de

fotografía; desarrollamos la trama del cuento, en donde principalmente se muestra la

relación que tienen la tierra y el sol en el cambio climático, a través del manejo de dos

historias en distintos tiempos, que se conectan por la narrativa oral de uno de sus

protagonistas. Para plasmar las imágenes en palabras conté con la colaboración de Miguel

Velázquez, estudiante de música, y Camila Fernández, estudiante de sociología; quienes

con su creatividad ayudaron a darle la estética al cuento. Además tuve la fortuna de

encontrarme escribiéndolo en Boyacá, en donde todas las personas con las que me topé, y

las situaciones que viví, me regalaron una parte de la historia que debía contar. Fue así que

el cuento pudo existir, una creación de muchas personas, y de muchos lugares recorridos,

buscando expresar una preocupación, que yo tuve la fortuna de escribir.

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La historia cuenta con la personificación de los actores intangibles del cambio climático,

para así generar empatía con los seres humanos y un entendimiento más profundo de los

mismos, de manera que entiendan su papel como actores fundamentales en la

transformación de la problemática que representa con el cambio climático. Es por esto que

público objetivo son principalmente niños de 6 años en adelante, ya que a través de la

población infantil buscamos sembrar una inquietud a largo plazo. Nuestra intención más

allá de la explicación de la problemática, lo principal aquí es generar conciencia de la

relación entre las partes que intervienen y sus interacciones, esas que existen dentro de los

personajes, como las que existen entre los niños y su entorno. Sin embargo también

buscamos generar impacto en personas de todas las edades; ya que con la ayuda de

metáforas simples consideramos que es posible lograr una mayor comprensión acerca de la

problemática en cuestión. A través del cuento logramos ubicar, relacionar y contextualizar

al público Por otra parte, pretendemos realizar un énfasis en el efecto que esta problemática

tiene en el panorama nacional; ya que consideramos de suma importancia que los

colombianos sean individuos activos en la conservación y cuidado de los recursos que nos

regala el territorio.

Ahora bien, como lo he dicho en un principio, buscamos a través de un estudio de

población infantil, responder si los símbolos que hemos utilizado en el cuento, han sido

recibidos con la intención que nosotros los plasmamos. Los símbolos fueron los siguientes:

el lugar en donde se desarrolla el cuento, el ser de luz que representa al sol, el paraíso que

es el universo, los guardianes que son los frailejones, y la nieta. Para obtener la

información visitamos la Fundo María Madre del Servicio, la cual se encuentra en Ibagué,

Tolima, y tiene como fin ayudar a los niños de una invasión cercana, en términos de

alimentación a 40 niños entre 1 y 14 años, además de atender 10 jóvenes sin hogar entre los

15 y 18 años que viven en la fundación. Para el desarrollo de la actividad contamos con 10

niños: Sara de 6 años, Wendy de 11 años, Nicolás de 13 años, Julián de 11 años, Eddier de

10 años, Sebastián de 11 años, Cristián de 13 años, Sebas de 7 años, y Valentina de 11.

Todos se sentaron alrededor de la persona que les leyó el cuento, al principio todos los

niños y niñas se mostraron concentrados, las niñas sonrieron al saber que la protagonista

era una niña lo que las hizo prestar más atención, pero a medida que avanzaba el cuento

Sara y Sebas que eran los más pequeños empezaron a dispersarse, y en consecuencia

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algunos también; lo cual nos reflejó la necesidad de realizar una sesión distinta

dependiendo de las edades. Sin más preámbulos mostraré por símbolos cuales fueron las

preguntas y las respuestas.

En después de la primera mitad del cuento, al ver que los niños empezaban a dispersase

decidimos hacer una pausa en la que se realizó las primeras tres preguntas:

1. ¿en qué lugar ubicas la historia?

La mayoría de los niños respondieron que por su clima frio hacía referencia a las

montañas. Pero al mostrarles dos imágenes una de un páramo y otra de una selva

tropical, 6 niños escogieron la selva tropical. Aquí pudimos darnos cuenta de que

para los niños el escenario de la selva resultaba más atractivo que el del páramo.

2. ¿qué es para ti el ser de luz? ¿Cómo es el paraíso?

Los niños respondieron que el ser de luz podría ser un maestro o dios, pues tiene los

poderes para poder combatir contra la oscuridad. Y visualizaron el paraíso como un

tipo de pradera o entre las nubes. Con estas respuestas pudimos dar cuenta de que la

información que enviamos a través del cuento estaba siendo de alguna manera la

esperada, pues no pretendíamos que los niños realizaran la conexión con el

universo, el sol, y la tierra, sino más bien que entendieran la relación.

Siguiendo con la narración del cuento los niños se encontraban otra vez dispuestos, y el

cuento siguió, sin casi ninguna distracción hasta el final, pues tras la pausa y la dinámica de

las preguntas fueron óptimas para que ellos volvieran a enfocar su atención. Al terminar el

cuento pudimos ver que los niños quedaron con expectativas, pues según nos dijeron

esperaban un final concreto. Pero esta reacción nos dio buenas pistas, pues la intención del

final del cuento era dejar una inquietud mencionada para que quizá de esta manera los

niños tuvieran una motivación para aprender más del tema. Así que al finalizar se

desarrollaron las últimas preguntas que tuvieron los siguientes resultados:

3. ¿Qué haces si ves un frailejón?

La mayoría de los niños respondieron que le preguntarían como vive su vida, para

así poder saber cómo cuidan de la tierra. Pero cuando preguntamos si sabían que es

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un frailejón ninguno de los niños tenía la respuesta, aun así pudimos darnos cuenta

que la descripción realizada en el cuento tiene las imágenes pertinentes, pues al

pedirles que lo describieran, describieron su tallo delgado casi como el de una

palmera y que su flor era un girasol.

4. ¿Qué haces si eres el nieto del abuelo?

Los niños respondieron que les gustaría que les contara más historias y jugar con su

abuelo. Lo que queríamos inspirar con el personaje de la nieta, era una niña activa

que fuera a aprender de la situación y buscar una solución, pero con la respuesta

obtenida pudimos darnos cuenta que no logramos causar esa sensación.

Para tener un panorama más claro de la concepción de los niños acerca del cuento, y de la

información que reciben en relación a lo ambiental, decidimos realizar otras preguntas que

fueron:

5. ¿sabes qué es el cambio climático?

Solo uno de los niños supo responder esta pregunta justificándola con el

calentamiento global. Por lo que podemos darnos cuenta que los niños no están

informados acerca de un tema tan importante que no solo nos afecta

ambientalmente, sino que también tiene serias repercusiones en nuestra vida y la de

otros seres vivos.

6. ¿sabes qué es un páramo?

Solo 4 niños, entre los más grandes, pudieron responder a esta pregunta,

describiéndolo como un lugar frio que está cerca a los nevados. Lo cual es positivo,

pues por la región en la que decidimos hacer la investigación, que es de clima

caliente, ubicado en una meseta, no esperábamos que todos los niños tuvieran

cercanía a los páramos.

Colorín colorado…

“no hay crítico más veraz, sin necesidad de academia, desprovisto de armas efímeras, sin ningún

rótulo, que un niño-lector”

Evelio Rosero Diago

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Con los resultados obtenidos pudimos darnos cuenta que el cuento quizá no alcanza a llegar

a ser tan entendido para los niños de 6 años o menos, pues al necesitar de una pausa,

observamos que el cuento por su extensión no retiene la concentración de los niños más

pequeños. También pudimos darnos cuentas que la metodología utilizada ese día quizá no

fue la más adecuada, pues las respuestas rápidas de algunos de los niños condicionaban las

demás respuestas, además de tener niños de distintas edades que también dificulto un poco

el desarrollo de la actividad. Por otro lado, pudimos darnos cuenta que muchas de las

imágenes fueron bien recibidas, aunque creemos que la extensión del cuento no permite que

los niños profundicen en ellas debido a la carga de información que tienen los símbolos.

Gracias a la elaboración de este trabajo, pudimos confirmar la pertinencia que tiene la

literatura para realizar un cambio significativo en la educación que tiene el país que muchas

veces reprime las mentes jóvenes, en vez de inspirarlas. Además he podido tener una

aproximación con la población infantil, reconociendo que factores se necesitan para tener

mejores acercamientos con los niños. Por un lado pude observar muchas de los factores que

necesitan ser pulidos para poder cautivar de mejor manera la imaginación de los niños. Por

otro lado, pudimos rescatar que implica la propuesta que con el grupo queremos realizar, y

sabiendo que los cuentos “más que su clarividente materia de fantasía, sueño y vivencia, el

género infantil aporta elementos claves para la formación del carácter, del espíritu de

libertad y de justicia, de honradez y de dignidad humana; estimula la capacidad de soñar, de

sentir alegría, de amar e imaginar, de comprender la poesía del mundo… pues, queramos o

no, el niño nos rige hasta la muerte, subyace a veces olvidado en el fondo de nuestra

solemnidad catastrófica de personas adultas, influidas de problemas y frustraciones, pero un

día se levanta e impone su estatuto de sueño” (García, 1998), y así comprometernos más

con la responsabilidad que tenemos con los niños de mostrarles temas y problemáticas que

deben pensarse a través de la magia de los cuentos.

Bibliografía

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