EJERCICIOS DE ESTILO II

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Ejercicios de Estilo II EJERCICIOS DE ESTILO II (Imitando a Queneau) 1º ESO curso 2009-10 A partir del cuento de Jesús Fernández Santos, “Cabeza Rapada“, los alumnos de 1º ESO han elaborado textos líricos y dramáticos.

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A partir de la lectura de un cuento, hemos elaborado poemas y textos dramáticos.

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Ejercicios de Estilo II

EJERCICIOS DEESTILO

II(Imitando a Queneau)

1º ESOcurso 2009-10

A partir del cuento de Jesús Fernández Santos,“Cabeza Rapada“, los alumnos de 1º ESO han

elaborado textos líricos y dramáticos.

Ejercicios de Estilo II

Cabeza rapadaJesús Fernández Santos

Era un viento templado. Las hojas volaban llenando la calzada,remontándose hasta caer de nuevo desde las copas de los árboles.Su cabeza rapada al cero, aparecía oscura del sudor y el sol,como las piernas con sus largos pantalones de pana. No habíacumplido diez años; era un chico pequeño. Íbamos andando através de aquel amplio paseo, mecidos por el rumor de losfrondosos eucaliptus, envueltos en remolinos de polvo y hojassecas que lo invadían todo: los rincones de los bancos, las vías...Menudas y rojizas, pardas, como de castaño enano o abedul,llenaban todos los huecos por pequeños que fuesen, pegándosea nosotros como el alma al cuerpo.Cruzaban sombras negras, luminosas, de los coches; los farosrojos atrás, acentuando su tono hasta el morado. Aunque nohacía frío nos arrimábamos a una hoguera en que el guardade la obra quemaba ramas de eucaliptus esparciendo al aireun agradable olor de monte abierto. Allí estuvimos un buenrato, llenando de él nuestros pulmones, hasta que el chico sepuso a toser de nuevo. -Te duele? -le pregunté. Y contestó: -Un poco -hablando como con gran trabajo. -Podemos estar un poco más, si quieres. Dijo que sí, y nos sentamos. Eran enormes aquellos árbolesflotando sobre nosotros, cantando las ráfagas en la copa con unzumbido constante que a intervalos subía: y, más allá del pilóndonde el hilo de la fuente saltaba, se veía a la gente cruzar, laropa pegada al cuerpo, íntimamente unidas las parejas. El chicovolvió a quejarse. -¿Te duele ahora? -Aquí, un poco... Se llevó la mano bajo la camisa. Era la piel blanca, sin rastro

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de vello, cortada como las manos de los que en inviernotrabajan en el agua. Otra vez tenía miedo. Yo también, perome esforzaba en tranquilizarle. -No te apures; ya pasará como ayer. -¿ Y si no pasa? -¿Te duele mucho? El guarda nos miraba con recelo, pero no dijo nada cuandonos recostamos en el cajón de las herramientas. Freía sardinasen una sartén de juguete. A la luz anaranjada de la llama, elolor de la grasa se mezclaba al aroma de la madera que ardía. -Ese chico no está bueno... -¡Qué va! No es más que frío... El chico no decía palabra. Miraba el fuego pesadamente,casi dormido. -No está bueno... Ahora no tenía un gesto tan hosco. El chico escupió al fuegoy guardó silencio. -Va a coger una pulmonía, ahí sentado.Me levanté y le cogí del brazo, medio dormido como estaba. -Vamos –dije-; vámonos. Le fui llevando, poco a poco, lejos del fuego y de la miradadel guarda. Mientras andábamos, por animarle un poco, frotéaquella cabeza monda y suave, con la mano, al tiempo que ledecía: -¡Que no es nada, hombre! Pero él no se atrevía a creerlo, y por si era poco, vino deatrás la voz del otro: -¡Le debía ver un médico! _Ya lo vio ayer. Esto pasó con el médico: como no conocíamos a nadie,fuimos al hospital, y nos pusimos a la cola de la consulta, enuna habitación alta y blanca, con una ventanilla de cristal mateen lo más alto y dos puertas en los extremos abriéndoseconstantemente. La gente aguardaba en bancos, a lo largo de

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las paredes, charlando; algunos en silencio, los ojos fijos, vagos,en la pared de enfrente. La enfermera abría una de las puertas,diciendo: «Otro», y el que en aquel momento salía, saludaba:«Buenos días, doctor.»

Una mujer olvidó algo y entró de nuevo en la consulta.Salió aprisa, sin ver a nadie, sin saludar. Exclamaba algo queno entendimos bien. Todos miraron las baldosas, como si cadacual no pudiera soportar la mirada de los otros, y un hombrejoven, de cara macilenta, maldijo muchas veces en voz baja. El médico auscultaba al chico y al mismo tiempo me mirabaa mí. Nos dio un papel con unas señas para que fuéramos aldía siguiente -¿Es hermano tuyo? -No. Al día siguiente no fuimos donde el papel decía. Se inclinó un poco más. Debía sufrir mucho con aquellapunzada en el costado. Sudaba por la fiebre y toda su frentebrillaba, brotada de menudas gotas. Yo pensaba: «Está muymal. No tiene dinero. No se puede poner bien porque no tienedinero. Está del pecho. Está tísico. Si pidiera a la gente quepasa no reuniría ni diez pesetas. Se tiene que morir. No conocea nadie. Se va a morir porque de eso se muere todo el mundo.Aunque pasara el hombre más caritativo del mundo, semoriría.» Reunimos tres pesetas. Decidimos tomar un café y entraren calor. -Con el calor se te quita. Era un café vacío y mal alumbrado, con sillas en los rincones.La barra estaba al fondo, de muro a muro, cerrando unaesquina, con el camarero más viejo sentado porque padecíadel corazón, y sólo para los buenos clientes se levantaba. Trespaisanos jugaban al dominó. Llegaban los sones de un tangoentre el soplido del exprés y los golpes de las fichas sobre elmármol.

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Sólo estuvimos un momento; lo justo para tomar el café. Alsalir todo continuaba igual: el viejo tras el mostrador, mirandosus pies hinchados; los otros jugando, y el que andaba en laradio, con los botones en la mano. La música y la luz parecíanir a desaparecer de pronto. Viéndolos por última vez, quedabancomo un mal recuerdo, negro y triste. En el paseo, bajo los árboles, de nuevo empezó a quejarse,y se quiso sentar. Pisábamos el césped a oscuras. Buscó unárbol ancho, frondoso, y apoyando en él su espalda, rompióa llorar. De nuevo acaricié la redonda cabeza, y al bajar lamano me cayó una lágrima. Lloraba sobre sus rodillas, sobresus puños cerrados en la tierra. -No llores -le dije. -Me voy a morir. -No te vas a morir, no te mueres...

Antología del cuento literarioSelección y edición de Miguel Díez RodríguezMadrid, Alhambra, 1992.

Jesús Fernández Santos

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EL NIÑO ENFERMO(Sara Hernández Guijarro- 1º A)

Personajes: Niño, vagabundo, guardia.

Hay un guarda sentado al lado del fuego, en unparque, con bancos y árboles a la izquierda, yal fondo unas cuántas casas viejas. En el mediodel escenario están el vagabundo y el niñoenfermo.

ACTO I

VAGABUNDO.- ¿Qué te pasa, niño? (Asustado)NIÑO.- Tengo fiebre, me duele la cabeza. (Casisin poder hablar)VAGABUNDO.- ¿Quieres que nos sentemos allí,donde está el fuego?NIÑO.- Vale, pero, ¿luego me llevas al médico?VAGABUNDO.- Sí, te llevo, pero yo creo que esmejor que descanses aquí, al lado del fuego(con voz de preocupación).

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NIÑO.- Me parece bien. (Casi sin poderrespirar)VAGABUNDO.-Perdone, ¿nos podemos sentaraquí, al lado de fuego un rato?GUARDIA.- Sí, todo el tiempo que necesitéis.NIÑO.- Gracias por su ayuda.VAGABUNDO.- Mañana tienes que ir al médico(con cara de contento por haber ayudado alniño)NIÑO.- Vale.VAGABUNDO.- Será mejor que te duermas unrato (Cuando lo fue a mirar, ya estaba dormido,y sonrió).

FIN

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EL NIÑO VAGABUNDO(Sergio Garrido Verbo, 1º B)

Érase una vezun niño huérfano

con un hombreno conocido,

vagaba por el mundo.

Sin dinero y sincasa, enfermo ysin cama ¡Pobre

niño desamparado!¡Qué solo se ha quedado!

Medio muertovagaba enfermo. Por su vida

no puede hacer nada,su vida

está acabada.

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EL NIÑO VAGABUNDO(Raquel Sanabria Prieto, 1º B)

Había una vezun niño vagabundo

que estaba solo.No tenía a nadie.

Estaba enfermo,estaba necesitado,

pero nadie le escuchaba ycuando le escucharon era tarde.

Lo siento, lo siento, pero midestino

es morir.se me apagó la luz

y mi pecera se quedó sin aguay ahora aquí desde aquí arriba

digo:

ADIÓS

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EL NIÑO Y EL VAGABUNDO(Iván García Franco, 1º B)

Personajes: El niño, el vagabundo, el guardia y laenfermera.El niño está solo y vive con un vagabundo en la calle.Hace mucho frío y para calentarse se van con unguardia que vigila una empresa y todas las nochesse sientan a la hoguera que hace el guardia porqueel niño con el frío se ha puesto malo. Al fondo hayun edificio en ruinas. El vagabundo y el niño estánen el centro del escenario casi a la izquierda. A laderecha está el guardia con la hoguera y el niño yel vagabundo van a calentarse. Al fondo a la derechaestá el hospital.

ACTO I

NIÑO.- ¡Hola! ¿Qué tal, amigo?VAGABUNDO.- Un poco mal, ¿y tú?NIÑO.- Yo estoy soloVAGABUNDO.- Yo estoy igual.(Están en el centro del escenario)NIÑO.-¿Te quieres venir conmigo?VAGABUNDO.- Claro, y además me conozco unosedificios en ruinas donde estaremos protegidos detodo.NIÑO.- Vámonos cuanto antes, que estoy muy malo.

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VAGABUNDO.- ¡Vale! ¡Sígueme!(Los edificios en ruinas están situados a la izquierdadel escenario)NIÑO.- ¿Son esos edificios?VAGABUNDO.- Claro.NIÑO.- Oye, y luego, por la noche, ¿cómo noscalentamos?VAGABUNDO.- Hay a unos metros un guardiavigilando una finca.NIÑO.- Sí, porque me estoy constipando un poco.VAGABUNDO.-Vamos al médico por la mañana,¿vale?NIÑO.- Vale.VAGABUNDO.- Ahora vamos a calentarnos.(Se sitúan a la derecha del escenario)GUARDIA.- Hola, amigos.NIÑO.-HolaVAGABUNDO.-Hola.GUARDIA.-¿Qué tal estáis?NIÑO Y VAGABUNDO.-Bien.VAGABUNDO.-Oye, que nos vamos.GUARDIA.-Adiós, chicos.(Se van a dormir a la izquierda del escenario)VAGABUNDO.- Oye, oye, despierta, tienes mala cara,vamos al médico.NIÑO.-Vamos.

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(En el médico)ENFERMERA.- (Al vagabundo) Oye, está muy mal.NIÑO.-¿Tiene cura?ENFERMERA.-Claro, pero...NIÑO.-Pero, ¿qué?ENFERMERA.-La operación es muy cara.NIÑO.-Lo mejor es que nos vayamos.(El niño muere con el tiempo. El vagabundo sigueen el edificio en ruinas y murió de hambre).

FIN

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EL NIÑO ENFERMO(Lidia Vlonga, 1º A)

En una noche fríay dura

andaba con lacabeza desnuda.

En una noche largay sin vida un niño se

moría.

El vagabundo, su mejoramigo del mundo, le ayudó

con su enfermedad para queno se pusiera a llorar.Fueron al médico con

miedo y tristeza.

Al final no fueronporque no tenían dinero.

El niño murióy el vagabundo lloró.

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LA HISTORIA INTERMINABLE(Víctor Daniel Charria, 1º B)

Una historia yo escuché de dosniños una vez, que me contaron

lo que les pasó y eso a mí me asombró.

Me dijeron que ellos vivían solossin padres ni madres, pero eso a

ellos les daba igual porque nipena tenían.

Uno estaba malito, parecía estarconstipadito, pues no tenían dinero

y su destino era severo porqueno tenían para pagar y de su enfermedad llorar.

Se puso a llorar y gritaba“Mi destino es fatal, yo no lo

quiero pasar mal”, mientras que laslágrimas caían sin parar.

El amigo les decía: “No vas a morir,no me hagas sufrir”.

Él lloraba porque el destino lo mataba.Por cada lágrima caída el niño más

se entristecía.

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LOS DOS VAGABUNDOS(Sara Paule, 1º A)

Una noche fríaUn niño y un

vagabundo sufrían.

Cuando dormíantiritaban y lloraban.Un día se sentaron

con un guardaa calentarse al fuego.

El niño se moríaPor una enfermedad

Una noche fríaUn vagabundo y u

Niño sufrían.

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