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Eduardo García Solá (1845-1922): reformador uni- versitario e historiador de la medicina Guillermo Olagüe de Ros* Eduardo García Sol á (1845-1922) fue un notable profesor e investigador de la Facultad de Medicina de Granada. Es bien conocido como un precoz introductor y defensor de la medi- cina de laboratorio en España, tarea a la que consagró la parte más sustancial de su pro- ducción científica. En esta nota se estudia otra faceta, menos conocida, de García Solá, con- cretamente su labor gerencial al frente del rectorado de la Universidad de Granada, y su obra historicomédica. A ambas dedicó varias publicaciones. A notorius tecreher and searcher of the spanish Medical SCMol of Granada was Eduardo García Solá (1845-1922). He is well known as an early introductor of labora tory medicine in Spain and dedicated many publications to medical microbiology and morbid anatomy. An aspect of his scientific biography not well known is analyzed in this paper, his labor as a refor· mer of medical tecrehing and his historicomedical work. E DUARDO GARCíA SOLÁ ES, sin género de duda, el docente e investigador más sobresaliente de la Facultad de Medicina de Granada del último cuarto de la centuria decimonónica. Catedrático de Patología General y Anatomía Patológica desde 1872 a 1887 y desde esta última fecha y hasta su jubilación en 1918, de Histología e Histoquimia Normales en Grana- da -ciudad en la que residió toda su vida y de la que no quiso salir, a pesar de haber tenido excelentes oportunidades para marchar a Madrid- 1 es considerado uno de los más notables cultivadores de la histología y ana- tomía patológica anteriores a Ramón y Caja!. También fue de los pri- meros estudiosos en ocuparse de la microbiología médica. Su produc- ción científica, amplísima, puede ejemplificarse en su Tratado de Pato- logía General y Anatomía Patológica (1874, del cual se hicieron otras cuatro ediciones y que fue libro de texto de dicha disciplina en la mayoría • Catedrático de Historia de la Ciencia. Unidad de Historia de la Ciencia. Departamento de Anatomía Patológica e Historia de la Ciencia. Facultad de Medicina. Avda. de Madrid, 11. 18012-GRANADA. E-mail: [email protected] 1 El cambio de cátedra de García Solá fue consecuencia de la reforma del plan de estudios de medicina del ministro Calleja, que creó en septiembre de 1886 cátedras de Histología e Histoquimia Normales y Anatomía Patológica. Mientras que García Solá optaba a la de Granada, Santiago Ramón y Cajallo hizo a la de Barcelona. Ambos se posesionaron de sus respectivas plazas a finales del siguiente año. En 1883 García Solá obtuvo, por concurso de traslado, la cátedra de Patología Especial Médica de la Universidad de Madrid, pero renunció a la misma sin llegar a tomar posesión. Cronos, 9: 175-186 175

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Eduardo García Solá (1845-1922): reformador uni­versitario e historiador de la medicina

Guillermo Olagüe de Ros*

Eduardo García Sol á (1845-1922) fue un notable profesor e investigador de la Facultad de Medicina de Granada. Es bien conocido como un precoz introductor y defensor de la medi­cina de laboratorio en España, tarea a la que consagró la parte más sustancial de su pro­ducción científica. En esta nota se estudia otra faceta, menos conocida, de García Solá, con­cretamente su labor gerencial al frente del rectorado de la Universidad de Granada, y su obra historicomédica. A ambas dedicó varias publicaciones.

A notorius tecreher and searcher of the spanish Medical SCMol of Granada was Eduardo García Solá (1845-1922). He is well known as an early introductor of labora tory medicine in Spain and dedicated many publications to medical microbiology and morbid anatomy. An aspect of his scientific biography not well known is analyzed in this paper, his labor as a refor· mer of medical tecrehing and his historicomedical work.

EDUARDO GARCíA SOLÁ ES, sin género de duda, el docente e investigador más sobresaliente de la Facultad de Medicina de Granada del último

cuarto de la centuria decimonónica. Catedrático de Patología General y Anatomía Patológica desde 1872 a 1887 y desde esta última fecha y hasta su jubilación en 1918, de Histología e Histoquimia Normales en Grana­da -ciudad en la que residió toda su vida y de la que no quiso salir, a pesar de haber tenido excelentes oportunidades para marchar a Madrid-1

es considerado uno de los más notables cultivadores de la histología y ana­tomía patológica anteriores a Ramón y Caja!. También fue de los pri­meros estudiosos en ocuparse de la microbiología médica. Su produc­ción científica, amplísima, puede ejemplificarse en su Tratado de Pato­logía General y Anatomía Patológica (1874, del cual se hicieron otras cuatro ediciones y que fue libro de texto de dicha disciplina en la mayoría

• Catedrático de Historia de la Ciencia. Unidad de Historia de la Ciencia. Departamento de Anatomía Patológica e Historia de la Ciencia. Facultad de Medicina. Avda. de Madrid, 11. 18012-GRANADA. E-mail: [email protected] 1 El cambio de cátedra de García Solá fue consecuencia de la reforma del plan de estudios de medicina del ministro Calleja, que creó en septiembre de 1886 cátedras de Histología e Histoquimia Normales y Anatomía Patológica. Mientras que García Solá optaba a la de Granada, Santiago Ramón y Cajallo hizo a la de Barcelona. Ambos se posesionaron de sus respectivas plazas a finales del siguiente año. En 1883 García Solá obtuvo, por concurso de traslado, la cátedra de Patología Especial Médica de la Universidad de Madrid, pero renunció a la misma sin llegar a tomar posesión.

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de las Facultades de medicina españolas),2 el Manual de Microquimia clí­nica o Diagnóstico fundado en las exploraciones microquímicas (1876) y el Tratado elemental de Histología e Histoquimia normales (1888), la primera monografia sobre esta cuestión publicada en nuestro país.3

García Solá fue, además, un ardiente defensor del modelo germánico de Universidad y suele considerarsele como uno de los más enconados defen­sores de la medicina de laboratorio en España.4 Gracias a sus gestiones en 1879 consiguió dotar a la Facultad de Medicina de un Laboratorio de Histología Normal y Patológica; siete años después se creó en el seno de dicha cátedra un Gabinete Químico. Finalmente, en 1908, durante su mandato Rectoral, se remodeló en profundidad la cátedra y se la dotó con un Laboratorio de Bacteriología Práctica. En 1918, prácticamente ya al final de su carrera académica, García Solá editó un folleto con el inventario de medios disponibles en su laboratorio, tras casi cincuenta años de entrega y dedicación. En el prólogo de dicho folleto García Solá explicaba las fuentes económicas que le habían permitido la creación y mantenimiento de este departamento micrográfico, fundamentalmente la asignación anual ordinaria y, en menor medida, la de prácticas y la «insignificante cooperación de las clínicas». En dicho inventario García Solá detallaba los aparatos e instrumentos disponibles para el cultivo de la histopatología, «micrografia y exploración clínica, bacteriología» y una amplísima colección de preparaciones microscópicas.5

Como he señalado en otro lugar, en la obra de García Solá pueden dis­tinguirse tres fases: una primera, que abarca desde 1874 a 1880, en la que se dedicó preferentemente a la indagación de problemas histopatológicos desde una perspectiva clínica. Una segunda, desde 1880 a 1891, en la que la microbiología médica fue el campo de su favorita atención; y una ter­cera, a partir de su toma de posesión como Rector de esta Universidad, en la que se ocupó especialmente de cuestiones relacionadas con la refor­ma de la enseñanza, tanto secundaria como universitaria, y de temas histórico-médicos.6

En la presente nota me centraré, precisamente, en esta última etapa, quizás la menos rica desde el punto de vista de la investigación básica y también la menos conocida historiográficamente, pero muy intere-

2 García Solá (1874). En la correspondiente referencia se dan cuenta de las particularida­des de cada una de dichas ediciones. 3 Gama Solá (1876) Y (1888). De esta segunda obra hay otra edición, corregida y aumentada: Barcelona, Salvat y Cia., S. en C., 1901. 4 Una declaración a favor del modelo germánico de enseñanza universitaria en: García Solá (1915). Este texto, muy tardío cronológicamente, fue la respuesta de García Solá a los aliadófilos españoles que menoscababan en el curso de la 1 Guerra Mundial la importancia cultural de Alemania. 5 García Solá (1918). 6 Olagüe de Ros (1985).

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sante desde una consideración socio-científica de la obra de este Rec­tor granadino.

1. Eduardo García Solá, Rector de la Universidad de Granada (1891-1909)

García Solá fue Rector de esta Universidad desde enero de 1891 hasta 1909. Por tanto, la gestionó en unos años cruciales y difíciles para su Facultad de Medicina y Hospital Clínico. Su actuación gerencial se exten­dió a otros centros científicos de esta Universidad. Como recordaría Pedro López Peláez en 1895, apenas cuatro años después de tomar pose­sión del rectorado, García Solá había conseguido dotar también a la Facultad de Farmacia de unos dignos laboratorios y rehabilitar el Jardín Botánico de la Universidad. 7

Durante su mandato, además, se puso en marcha el Plan de Estudios de 1902, que tan importantes consecuencias tuvo para la formación de los futuros médicos granadinos y que tan notablemente repercutió en el devenir del Hospital universitario. Como es sabido, dicho Plan introdu­jo la enseñanza obligatoria de algunas especialidades médico quirúrgi­cas (Oftalmología, Dermatología y Otorrinolaringología) y obligó a las Diputaciones Provinciales a proveer de suficientes camas a las Facul­tades de Medicina para satisfacer las necesidades docentes que dicho Plan imponía. Granada fue, en este sentida una Facultad pionera, pues fue de las primeras en contar con numerarios de las nueva disciplinas curriculares. En efecto, en 1917 obtenían la titularidad de estas cáte­dras en Granada José Pareja Garrido (1856-1935) (Dermatología), Fede­rico Olóriz Ortega (1879-1947) (Otorrinolaringología) y Rafael García­Duarte González (1865-1938) (Oftalmología).8 Con la puesta en marcha del nuevo Plan los hospitales provinciales se dividieron en dos seccio­nes: Hospital Clínico, atendido por las Facultades de Medicina, y el Hos­pital Civil, a cargo del Cuerpo de Médicos de la Beneficencia Provin­cia1.9 Pero como he señalado en otro lugar, los logros de este Plan en Granada fueron relativamente escasos, en parte por las continuas dife­rencias entre la Diputación Provincial, dueña del Hospital provincial, y los profesores de las clínicas de la Facultad de Medicina.

Quizás, uno de los aspectos más notables de la labor de García Solá al frente del Rectorado granadino, fue su activa participación en todos los

7 [López] Peláez (1895). 8 Olagüe de Ros (2001), pp. Recuérdese también que Granada fue pionera en la enseñanza reglada de la Pediatría, pues entre 1888 y 1892 ocupó la misma Andrés Martínez Vargas (1861-1948). 9 Laborde Vallverdú; Laborde Fernández-Casas (1981), p. 14.

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foros en los que se discutió la reforma de la Universidad, especialmente desde principios del siglo :xx, cuando se puso sobre el tapete la conve­niencia de una autonomía total para las mismas. Los problemas deri­vados de la plétora estudiantil, las magras dotaciones, un personal esca­so y las carencias de medios, fueron continuamente denunciados por los docentes más inquietos, quienes, para vencer todos estos inconvenientes, respondieron con diversos planes de renovación.

La medicina, obviamente, también quiso aportar soluciones a tan acu­ciantes cuestiones. La Gaceta Médica de Granada, por ejemplo, al igual que otros periódicos profesionales de la época, acogió en esos críticos años diferentes opiniones sobre cambios en el modelo educativo médi­co. Tales son, entre otros, los trabajos de F. Isla Gómez, José Roquero Martínez, Eduardo Slocker e Hipólito Rodríguez Pinilla, todos ellos apa­recidos en 1899. A ellos habría que añadir la batería de discursos de inauguración del año académico en los que los docentes de clínicas mos­traron abiertamente la pobre realidad de la Facultad de Granada y las propuestas necesarias para un eficaz cambio. 10

García Solá fue un partidario ferviente de tal autonomía, que vino a retomar y a profundizar la efimera experiencia del Decreto Ley de Liber­tad de Enseñanza de 1868, que facultó a las Escuelas de Medicina de provincias, hasta 1880, a otorgar el grado de Doctor. La posibilidad de que los concursos de provisión de plazas de profesorado tuvieran lugar en las Universidades convocantes posibilitó que la Facultad de Medicina de Granada proveyera de esa forma las cátedras de Terapéutica y Pato­logía General (enero y marzo de 1872), que ganaron Benito Hernando Espinosa, notable dermatólogo, y Eduardo García Solá, respectivamen­te Finalmente, la normativa permitió, además, el desarrollo incipiente de un especialismo médico de importantes consecuencias. Sin embargo, el golpe de estado del general Manuel Pavía (1874) conllevó una restric­ción en la libertad de enseñanza, que posteriores disposiciones legales prácticamente la hicieron desaparecer. ll

Sobre la cuestión de la autonomía García Solá publicó un interesante texto en 1902, precisamente el mismo año en que se ponía en marcha el citado Plan de estudios, en una asamblea de profesores celebrada en Valencia.12 La autonomía debía llevar implícita una radical descentra­lización universitaria, según el rector granadino. Mas para que ésta fuera

10 Isla Gómez (1899), Rodríguez Pinilla (1899), Roquero Martínez (1899) y (1902), Slocker (1899), Pareja Garrido (1911), Olóriz Ortega (1927). 11 Rosado Camacho (1987), p. 109. 12 García Solá (1902a). Esta Asamblea, la primera, celebrada con motivo del centenario de la fundación de la Universidad valentina, fue seguida de una segunda en Barcelona, en 1905, en la que se destacaron como polemistas Miguel de Unamuno y Gumersindo de Azcá­rateo Sobre la participación de los catedráticos de Universidad españoles en el movimiento regeneracionista desde la vertiente educativa, véase: Gutiérrez Zuloaga (1999).

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eficaz debía tener en cuenta los siguientes puntos. En primer término, igualdad en los estudios de doctorado. García Solá criticaba duramente el monopolio de Madrid en este tema, pues muchos centros de fuera de la capital estaba igualmente capacitados para impartir estas enseñanzas; En segundo lugar unificación de personal. No había «razón, motivo o pre­texto» para que se dieran diferencias entre las categorías de los profeso­res de Madrid y los de «provincias», cuando todos han realizado las mis­mas pruebas para acceder a sus plazas docentes. El único criterio válido debía ser el de la antigüedad, no el lugar de residencia.

Por otro lado, parecía inadmisible, según García Solá, que siendo igua­les los planes de estudio en toda España, la Facultad de Madrid tuviera más docentes que el resto de facultades. En cuanto al profesorado Clínico, Madrid disponía de un tercio más de profesores que el resto de los cen­tros de enseñanza médica. El problema no era, pues, el número de los existentes en Madrid, sino la parquedad de los de provincias. Tercero, pon­deración del material. Dentro de la penuria común a todos los centros, Madrid aparecía especialmente favorecida. Granada era la cenicienta en este concepto, pues

«teniendo las mismas facultades que la Universidad de Madrid, con la sola excepción del segundo periodo de las Ciencias, se reduce su material de oficina a la tercera parte del asignado a la Central».

Las mismas consideraciones podían hacerse en el apartado de gastos para reparación de edificios. En cuarto lugar, personal subalterno. El de Madrid era el triple de las restantes universidades. Además, en la Complutense estaban mejor pagados. Por otro lado, a García Solá le resultaba incomprensible que la convocatoria de estas plazas vacantes fuera centralizada, con lo que desde que se anunciaba su provisión hasta que se resolvía pasaban meses, cuando perfectamente la Universidad que disponía la plaza podía realizar todos los trámites sin el mayor pro­blema. Finalmente, la cuestión de los privilegios académicos. García Solá rechazaba de plano la existencia de algunas prebendas que disfru­taban, incomprensiblemente, sólo los profesores de Madrid. Entre ellas, cita: el mayor número de profesores de esa Universidad en los tribuna­les para oposición a cátedras, con el agravante de que la presidencia de las mismas recaía siempre en un profesor de Madrid; la obligatoriedad de residir en la capital para formar parte del Consejo de Instrucción Pública etc.

García Sol á fue también un agudo analista de la realidad educativa española de su tiempo desde unos planteamientos típicamente regene­racionistas. Su informe crítico sobre el estado de la enseñanza prima­ria en España de 1902, es un buen ejemplo de lo que acabo de comentar, pues al denunciar su penoso estado García Solá se alineaba con aquellos

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que propugnaban un cambio sustancial del modelo educativo desde las primeras etapas formativas. 13

Igual atención prestó a la enseñanza universitaria, tanto la médica como la que afectaba a otros centros universitarios. En cuanto a la enseñan­za médica, García Solá fue ardiente partidario de la supresión de la enseñanza libre, sobre todo en

«las asignaturas prácticas, pues ese censurable procedimiento de acele­ración de estudios ... debería más bien denominarse enseñanza atropellada en sus medios y anulada en sus fines».14

Las críticas al Plan de estudios entonces vigente (1898) las centró García Solá en el excesivo teoricismo y la «petulante acumulación de asignatu­ras», que soslayaban el fundamental aprendizaje práctico. Por otro lado, en su parecer, los poderes públicos apenas prestaban atención al hombre de ciencia, que normalmente era catalogado en «la categoría de tipo estrambótico, semiignorante, digno de curiosidad mezclada con compa­sión». Por ello, la educación de la juventud era un problema prioritario. Adelantándose a las reformas que se pondrían en marcha en 1902, García Solá propugnaba la inclusión en el currículum de algunas especialidades, como la Oftalmología, Sifilografía, Microbiología, N europatología etc. No deja de ser paradójico que un médico poco atento al desarrollo de las clínicas estuviera tan al tanto de su evolución y estimara necesario potenciarlas desde la perspectiva del especialismo médico y quirúrgico.

Para dar cumplida satisfacción a esa formación práctica, García Solá estimó necesario que los alumnos frecuentaran «las enfermerías de hos­pitales provinciales, manicomios y casas de maternidad». Por otro lado, y ante los temores de que tras la llegada al Ministerio de Instrucción Pública de Pidal se cerraran algunas Universidades, García Solá alzó su voz en 1899 en contra de esta iniciativa y demostró claramente que las mismas «no eran gravosas para el Tesoro, ni su reducción implicaría economía en el Presupuesto» del Estado.15

El trabajo en el que quizás García Solá mostró más claramente su ideario pedagógico es una comunicación que presentó en el tercer congreso que celebró en Granada la Asociación Española para el Progreso de las Cien­cias (1911). En la misma analizó las Causas de nuestra deficiente coo­peración al progreso científico, que cifró en:

13 García Sol á (1902b). Tras denunciar la penosa situación de la enseñanza primara en España, García Solá concluye: «4": Es por tanto indispensable, como medida radical, proceder a la formación de una Ley general de Instrucción Pública que sea obra de todos, Gobierno, Cortes y hasta del país en una amplia información parlamentaria ... ; 59: Toda creación de nue­vas enseñanzas ... debe ir ... precedida de la suficiente dotación para el material científico que reclamen, pues careciendo de uno u otro elemento, será siempre infructuosa la instrucción de las nuevas disciplinas establecidas" (pp. 57-58). 14 García Solá (1898), pp. 641-642. 15 García Solá (1899), p. 7.

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«1º. Verbosidad y teoricismo, tan galardonados en nuestro país.

2º. Abolengo educativo, derivado del especial carácter de nuestra enseñanza.

3º. Cierta condición étnica, por la cual es la raza latina poco adecuada para los pacientes trabajos de observación y experimentación.

4º. Falta de instituciones consagradas a los trabajos de investigación científica». 16

La buena voluntad de García Solá y su ambicioso deseo de modificar sustancialmente el estado de la enseñanza universitaria, y muy espe­cialmente la médica, apenas tuvo consecuencias. Más bien, algunos anti­guos problemas impidieron tales mejoras. Por ejemplo, las rivalidades entre los profesores de clínica de la Facultad de Medicina y los médicos de la Beneficencia Provincial granadina. En 1924, por ejemplo, estalló un grave conflicto entre ambos grupos por el control de las salas clínicas del Hospital Provincial de la ciudad, lo que repercutió en una deficiente formación de los estudiantes médicos de Granada.17

2. La obra histórico-médica de Eduardo García Solá (1882-1920)

La vertiente histórico-científica de García Solá se plasmó a partir de 1890 en varias publicaciones, de contenido e intencionalidad muy varia­da, aunque todas referidas a Andalucía.18 Por un lado los estudios biográ­ficos, que García Solá escribió con fines diversos. Quizás el núcleo más numeroso de dichos estudios lo constituyan las necrológicas, que con­sagró a la memoria de varios de sus maestros: Aureliano Maestre de San Juan (1890), Juan Creus y Manso (1895), Eduardo García Duarte (1905) y Rafael Rodríguez Méndez (1920), y que publicó en diversas revistas profesionales.19

Parte de la información recogida en estas noticias la utilizó García Solá más tarde para una segunda obra, también biográfica, Los sabios maes­tros fundadores de la Facultad de Medicina de Granada, en la que glosó los rasgos humanos y científicos más notables de algunos de sus com­pañeros de claustro. El texto apareció originalmente en 1917 en los Anales de la Facultad de Medicina de Granada, una muy interesante publicación periódica de muy corta vida, y un año después en forma de folleto.

16 García Solá (1911), p. 8. 17 Olagtie de Ros (1998). 18 Una detallada relación de las mismas en: López Torres (1959). 19 García Solá (1897) (1905) Y (1917).

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Tanto las necrológicas como el artículo de los Anales pueden inscribirse en el género biográfico, propio de la historiografía del momento, aun­que en García Solá hay más consideración laudatoria y ejemplificante que la rigurosidad en la reconstrucción de la vida de quienes constituyen el objeto de su análisis. No hay, pues, intencionalidad histórica, pues como el mismo García Solá advierte, tan solo persigue mostrar su agradeci­miento a los que fueron sus maestros y

«el no menos justificado reconocimiento que todos los catedráticos de nuestra Facultad debemos a los insignes varones que cimentaron el cré­dito y los prestigios del centro docente a que pertenecemos».

Vicente Guarnerio, el Decano que puso en marcha la Facultad tras la entrada en vigor de la ley Moyano, Mariano López Mateos, autor del primer tratado español en el que se defendía la teoría celular de Sch­wann (1853), Antonio Coca y Cirera, Benito Amado Salazar, Santiago López Argüeta -el Rector que consiguió la Facultad en 1887-, Aurelia­no Maestre de San Juan, el maestro madrileño de Ramón y Cajal, Juan Creus y Manso y Eduardo García Duarte, constituyen la nómina de «sabios maestros fundadores» de esta Escuela médica, algunos de ellos antiguos profesores de García Solá cuando era estudiante de este centro y otros colaboradores científicos a los que recuerda respetuosa y cariño­samente en este trabajo.

Con más visión histórica realizó García Solá otro estudio bio-bibliográ­fico, en este caso sobre el también malagueño Francisco Solano de Luque (1684-1738), que constituyó el discurso de inauguración del año académico 1882 a 1883 de la Universidad granadina y que, además, publicó como artículo en la revista La Prensa Médica de Granada, en 1882.20 Tres son las fuentes principales en las que se apoyó García Solá: por un lado, en la Historia de la Universidad de Granada (1870),21 espléndida recons­trucción de su pasado debida a la pluma de Francisco Montells y Nadal, también médico, catedrático de la Facultad de Ciencias y Rector de esta Universidad prácticamente durante todo el periodo del Sexenio Revolu­cionario (1868 a 1874). Por otro, en dos clásicos de la historia bio-bibliográ­fica española: Anastasio Chinchilla y Piqueras (1801-1867) y Antonio Hemández Morejón (1773-1836), que en sus respectivas obras dedicaron un buen número de páginas a este médico andaluz.22 García Solá, siguien­do a estos dos historiadores, analiza con cierta atención los contenidos de los principales textos de Solano, especialmente la significación de su doctrina semiológica del pulso y su repercusión en la medicina europea de la época.

20. García Solá(1882}. 21. Montells y Nadal (1870). 22. Chinchilla Piqueras (1846); Hemández Morejón (1850).

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Distinta consideración tipológica merece el artículo de García Solá apa­recido en la Gaceta Médica de Granada, en febrero de 1903.23 Espigan­do los Paseos por Granada del Padre Juan Velázquez de Echeverría, la Gazetilla curiosa y el Mamotreto, del trinitario fray Antonio de la Chica Benavides,24 García Solá relata algunas anécdotas relacionadas con la situación de la profesión médica en la Granada de la ilustración.

El estudio en el que García Solá mejor explicita el valor de la historia de la medicina para un médico de su tiempo, es el que dedicó a la vida y obras de Mariano López Mateos.25 Para él, la historia permite explicar evolutivamente el progreso humano, cuya culminación está en el momen­to presente. La historia, así considerada, puede

«retrotraer la consideración de progreso y las evoluciones del humano saber a periodos anteriores que, a más del interés histórico, suminis­tran la fecunda enseñanza de los factores que más directamente inter­vienen en el perfeccionamiento con posterioridad adquiridos».

No es extraño, por tanto, que desde esta visión tan pragmática de la his­toria médica, desestimara su presencia como disciplina independiente en los planes de estudio de la Licenciatura de medicina.26 Aún es más paradójico que, siendo García Solá un riguroso investigador y un buen conocedor de la literatura más reciente, ignorara los acercamientos his­toriográficos positivistas, que le hubieran permitido una consideración más actualizada de la historia de la medicina.

Bibliografía

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CHICA BENA VIDES, A. de la (1765). Mamotreto en que van encuader­nados todos los Semaneros granadinos o gazetillas .... Granada, Con­vento de la Trinidad.

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23 García Solá (1903). 24 Echeverría [Velázquez1 de (1764-1767); Chica Benavides la (1764) y (1765). 25 García Solá (1896). 26 García Solá (1898).

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