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EDITH STEIN: EL NUEVO ITINERARIO DE LA FILOSOFIA CRISTIANA A. LOBATO El presente ensayo trata de ser un homenaje a Sor Teresa Be- nedicta de la Cruz, Edith Stein, en su elevación a los altares. La filosofía cristiana ha sido honrada y glorificada en su persona. Quie- nes hemos asumido esta misma tarea, como respuesta a una vocación sentida, participamos del gozo y la esperanza del pueblo cristiano en esta hora. Yo quisiera tan solo poner una flor en su altar recién estrenado. Me limito a hacer unas reflexiones en torno a lo que ella consideró el núcleo de su obra tan amplia y tan profunda: su filosofar cristiano. Ella se nutre de pensamiento y tradición cristia- na. Y logra trazar un sendero original, nuevo, seductor. Por ello me refiero a un nuevo itinerario de la filosofía cristiana. Y en torno a este fecundo núcleo quisiera hacer tres considera- ciones pertinentes: 1. - La primera es una lectura del hecho de su elevación a los altares. Posiblemente no es más que la expresión de un deseo, pero implica un atrevimiento. Lo cierto es que me aventuro a hacer her- menéutica de este signo y quiero pre-decir, sin el menor ánimo de profetizar, la próxima ascensión en el camino de la santidad, su canonización y la proclamación de un nuevo patronazgo sobre quie- nes, como ella, tratan de hacer filosofía. Esta pre-dicción tendría su momento de verificación en octubre de 1991, cuando se cumplen los cien años de su venida a la existencia. 2. - La segunda consideración escruta la posibilidad de con- struir una filosofía cristiana. Ella se planteó este problema en la madurez de su pensamiento. Se trata de ver la posibilidad de en- cuentro y cooperación en la misma persona singular cristiana en- tre la razón y la fe. Ella ha visto claramente la posibilidad y la ha hecho proyecto clave de todo su trabajo. Dado que en ella todo era Teresianum 38 (1987/2) 245-269

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EDITH STEIN:EL NUEVO ITINERARIO

DE L A FILOSOFIA CR ISTIANA

A. LOBATO

El presente ensayo trata de ser un homenaje a Sor Teresa Be­nedicta de la Cruz, Edith Stein, en su elevación a los altares. La filosofía cristiana ha sido honrada y glorificada en su persona. Quie­nes hemos asumido esta misma tarea, como respuesta a una vocación sentida, participamos del gozo y la esperanza del pueblo cristiano en esta hora. Yo quisiera tan solo poner una flor en su altar recién estrenado. Me limito a hacer unas reflexiones en torno a lo que ella consideró el núcleo de su obra tan amplia y tan profunda: su filosofar cristiano. Ella se nutre de pensamiento y tradición cristia­na. Y logra trazar un sendero original, nuevo, seductor. Por ello me refiero a un nuevo itinerario de la filosofía cristiana.

Y en torno a este fecundo núcleo quisiera hacer tres considera­ciones pertinentes:

1. - La primera es una lectura del hecho de su elevación a los altares. Posiblemente no es más que la expresión de un deseo, pero implica un atrevimiento. Lo cierto es que me aventuro a hacer her­menéutica de este signo y quiero pre-decir, sin el menor ánimo de profetizar, la próxima ascensión en el camino de la santidad, su canonización y la proclamación de un nuevo patronazgo sobre quie­nes, como ella, tratan de hacer filosofía. Esta pre-dicción tendría su momento de verificación en octubre de 1991, cuando se cumplen los cien años de su venida a la existencia.

2. - La segunda consideración escruta la posibilidad de con­struir una filosofía cristiana. Ella se planteó este problema en la madurez de su pensamiento. Se trata de ver la posibilidad de en­cuentro y cooperación en la misma persona singular cristiana en­tre la razón y la fe. Ella ha visto claramente la posibilidad y la ha hecho proyecto clave de todo su trabajo. Dado que en ella todo era

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auténtico y profundamente vivido, este proyecto no podía menos de abocar en un nuevo itinerario del filosofar cristiano, el itinerario steiniano.

3. - La tercera consideración trata de recoger los pasos que Edith Stein anduvo por este itinerario de la filosofía cristiana ori­ginal. En un horizonte abierto al infinito ningún caminante agota sus posibilidades, más bien abre pistas personales y tiene experien­cia de sus propios limites. Y si en ese caminar ha logrado metas, verdades que pasan a engrosar el patrimonio común porque las ha comunicado, su obra debe ser tenida en cuenta, no se puede olvidar.

Tal es mi sencillo intento de homenaje, desplegado en una lec­tura, un proyecto, y un camino ya recorrido por Edith Stein en la fdosofia cristiana.

I. - Lectura de la beatificación

El dia primero de mayo de 1985 Juan Pablo II, en nombre de la Iglesia, declara Beata en la Majestad del Señor a Sor Teresa Be­nedicta de la Cruz, « Edith Stein, hebrea, filosofa, monja y mártir ». « De ahora en adelante, podremos venerarla como mártir e implorar su intercesión ante el trono del Señor » 1.

Este hecho, con dimensión eclesial, es signo de una nueva pri­mavera. Las circunstancias que lo rodean nos ayudan a compren­derlo más a fondo. No es un simple hecho. En él se puede descu­brir la mano de la providencia que dirige la historia.

Es significativo el lugar. Ha acontecido en Colonia, la ciudad en que Edith se hizo religiosa del Carmelo, donde elaboró la mayor y mejor parte de su filosofía cristiana. En esa ciudad aún perdura una cierta memoria de Alberto Magno, el primer filósofo cristiano medieval. En 1983, cuando se cumplía el VII Centenario de su trán­sito, Juan Pablo II vino a orar ante su sepulcro, reconociendo de algún modo la deuda que con él tiene el pensamiento cristiano. Fué Alberto el primero que intuyó la necesidad de hacer filosofía cristia­na, de dialogar con los filósofos paganos y aprender de ellos cómo se conquista la verdad también con la razón. En las aulas de Colonia Alberto trasmitió esta inquietud a su mejor discípulo, Tomás de

1 Juan Pablo II, Homilia en la beatificaciòn de Edith Stein, en la o b r a de E . A ncilli, Edith Stein. Beata Teresa Benedetta della Croce. Vita. Dottrina. Testi inediti. Edizioni OCD, 1987, p. 191.

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Aquino, quien lo escuchaba en silencio acogedor. Alberto y Tomás son los primeros entre los « latinos », según el testimonio de Roge- rio Bacon, que han sido llamados filósofos cristianos por sus coe­táneos 2. Hasta entonces ese nombre se reservaba a los paganos. A partir de ambos la filosofía ha conocido cultivadores entre los pen­sadores cristianos. Son ellos los que principian una tradición del filosofar y de la filosofía cristiana que se prolonga hasta nuestros dias y conoce diversas oscilaciones en el correr de los tiempos. Co­lonia y Paris comparten esta gloria de los principios.

Otra circunstancia es la persona, quién beatifica. No es fortuito, sino providencial que sea Juan Pablo II. Es él el primer Papa filó­sofo. En buena medida la filosofía de Karol Wojtyla es coincidente con la de Edith Stein. Puede decirse que tienen los mismos maestros y que pertenecen a la misma escuela. El primer Papa filósofo eleva a los altares a Edith Stein, quien se convierte por este hecho en la primera filósofa beata.

Esta primacía es una circunstancia cargada de potencial histó­rico. Edith Stein, pasa a la historia como la primera mujer, reco­nocida universalmente con categoría de pensadora original, como filósofa en el sentido pleno de la palabra elevada al culto de los altares.

La filosofía no ha tenido en el pasado más que un escaso nú­mero de mujeres que la hayan cultivado. Y entre esas pocas emerge ahora Edith Stein como paradigma de pensadora cristiana, como filósofa y santa.

Todo ello invita a hacer una lectura atenta del hecho. Tenemos ante nosotros el signo de una nueva hora de la filosofía cristiana. Edith Stein, ya en los altares, en este momento propicio a la pro­moción integral de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, está lla­mada a ser una nueva Patrona de la filosofía cristiana. Desde los dias del pontificado de León XIII era solo Tomás de Aquino, Pa­trono y modelo por excelencia del filosofar cristiano. A su lado se coloca ahora Edith Stein. El pueblo cristiano acoge con gozo un nuevo modelo de filosofar y de filosofía.

Cuando ante nuestros ojos se produce algo insólito, principial, sentimos como una sacudida interior, de admiración, de entusiasmo decía Platón, y estamos como invitados a ensayar una comprensión desde otras situaciones análogas ya vividas en la experiencia histó­rica. Estamos ante un caso que pide esta vuelta al pasado.

2 R ogeriu s Bacon, Opera, ed iz. Brewer, I, 30. Cfr. M. Grabmann, L’influsso di Alberto Magno sulla vita intelletuale del medio evo, Roma, 1931, pag. 29-33.

r

El filosofar cristiano se ha construido a base de momentos ini­ciales, cargados de vitalidad y de esperanza, gérmenes en el surco de la historia.

Todo parte de Jesucristo, que es principio, a rch é3. El está más allá de la filosofía y del filosofar, porque es sabiduría de D ios4. Quienes han seguido este camino están invitados al ejercicio de la filosofía, cuando tienen talento y vocación para ello.

Los apóstoles han sentido la necesidad de comprensión integral del evangelio, y de la acogida de toda verdad. Juan y Pablo son los mejores exponentes de este esfuerzo humano por inculturar la se­milla de la buena noticia. De ellos parte el gigantesco esfuerzo que en poco tiempo realizó el pensamiento cristiano en diálogo con las culturas de la humanidad a las que se dirigía como anuncio de salva­ción. La paideia cristiana ha encontrado en ellos el camino hacia la paideia griega, que tenia una tradición filosófica y un largo ca­mino ya recorrido. Ha habido un encuentro singular, quizá único en la historia cultural. Y ese encuentro ha afectado de algún modo a ambas paideias5. Hay una simbiosis cultural. Se produce la hele- nizacion cristiana, y la cristianización helenica. La filosofía moderna, sobre todo la de origen alemán, está impregnada de la fuerza po­derosa de Juan y de Pablo, los dos genios del cristianismo en su primer diálogo cultural. Pero esa filosofía germánica ha desvirtua­do la vitalidad originaria. Han construido, en frase de Nietzsche « una filosofía amasada con sangre de teólogos » 6, pero desviada de su origen.

Un momento primordial se produce con Pablo en el Areópago de Atenas, cuando dialoga con los pensadores griegos y les anuncia el « Dios desconocido ». Fué un momento histórico, análogo al de Jesús en la sinagoga de Nazaret7: fracaso y comienzo. A partir de ese momento crucial Pablo cuenta con seguidores, tiene a su lado los primeros pensadores cristianos como dice Lucas: « Mas algunos se unieron a él y abrazaron la fe, entre ellos Dionisio el aeropagita, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos » 8. Este hecho de la beatificación de Edith Stein nos retrotrae de algún modo a la cima del Areópago, nos une a los discípulos de Pablo, nos enlaza

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3 Jn, 1,1.4 I Cor, 1,24.5 Jaeger W., Cristianismo primitivo y paideia griega, FCE, México, 1965.« N ietzsche F., El ocaso de los Idolos, n° 8 p. 420. Madrid, Aguilar 1932.7 Le, 4.8 Act, 17, 34.

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con el diálogo que se dirige a todos los que buscan al « Dios des­conocido ».

El vivir y el pensar cristiano se hace camino en la historia de la cultura con el andar del tiempo. Hay un ejercicio del filosofar y un diálogo de inculturación dondequiera que resuena el anuncio del evangelio.

La proclamación de la santidad de Edith Stein, por ser germi­nal en algún modo, trae a la memoria otro momento de la historia, que se presta a un paralelo.

El primer filósofo cristiano, que merece con toda propiedad y justicia este nombre, es San Justino. El era también judio, era filó­sofo de profesión. Tenia su escuela pública en Roma. Vestía el manto de filósofo y solía estar rodeado de discípulos. El mismo nos cuenta que había sido un inquieto por la verdad, que la había bu­scado con pasión en la diversas escuelas hasta que la encontró en Jesucristo. En el año 163 Justino es martirizado por ser cristiano. El, sin dejar de ser un gran filósofo, se había hecho cristiano. Y por el hecho de serlo fué llevado al martirio con el cual selló su búsqueda de la verdad. Hay algo aleccionador en su martirio que nos sirve para la analogía con Edith Stein. Justino filósofo, autor de numerosas obras, la mayor parte de las cuales no han llegado a nosotros, es acusado de ser cristiano y llevado ante el Prefecto de Roma, que era enton­ces un filósofo estoico llamado Junio Rustico, nada menos que mae- tro de filosofía del Emperador Marco Aurelio, un grande entre los estoicos. Hubo un diálogo entre Rústico y Justino, de filósofo a filósofo, de juez a reo: « Qué doctrina profesas? — « He procurado tener noticia de todo linaje de doctrinas; pero solo me he adherido a las doctrinas de los cristianos que son las verdaderas ». Justino expone una síntesis de esas doctrinas pero Rústico no entiende. Y por ello le hace la pregunta decisiva: « Luego, tú eres cristiano? ». Justino da su respuesta: la confesión de fe que le cuesta la vida: « Si soy cristiano » ?. Siguió el martirio. Y aquella sangre derramada de Justino tuvo en Roma más fuerza de persuasión que los libros que habia escrito y que las palabras que había hablado10.

La analogia con el hecho de la beatificación de Edith Stein no es difícil de descubrir. Aquel es un momento histórico del filosofar cristiano en Roma que culmina en el martirio del primer filósofo

9 San Ju stin o , Actas de los mártires, 11,3. Edición de la BAC, por D. Ruiz B ueno, Madrid, 1968 p. 311.

10 San Justino , Diálogo con Trifdn, edic. de D. R uiz B ueno, Padres apolo­gistas del S.II, Madrid. BAC, 1954.

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Justino. También él ha sido un convertido, ha dejado una obra de filosofia cristiana que trataba de dialogar con sus hermanos de san­gre como El diàlogo con Trifòn, y nos ha dejado un testimonio de entrega total por la causa cristiana. Hay entre ambos notables dife­rencias. Una no pequeña y digna de tenerse en cuenta es ésta: el tirano de Justino tiene un rostro, un nombre y provoca un encuen­tro cara a cara. Hay algo de humano y tangible en esto. Sin duda Rùstico quedó sellado para toda su vida por aquel diàlogo con un filòsofo y un hombre tan superior a él, capaz de dar la vida por la verdad que profesa. En cambio, Edith Stein, perseguida y condena­da por la misma causa, por un tirano mucho más diabòlico, no puede conocer su rostro, no se le concede la oportunidad de dialo­gar con él, no puede saber en definitiva quién es su juez. El tirano se ha escondido tras una teorìa, una ideología, un partido, una raza.Y se le obliga al silencio y a gustar por experiencia directa « la ciencia de la cruz » u.

En pos de Justino los cristianos encuentran otros maestros que siguen la senda de la filosofìa capaz de acoger a Cristo, camino, verdad y vid au.

La lectura de este hecho nos lleva a otra reflexión histórica desveladora de su significado. Edith Stein, la primera mujer filósofa elevada a los altares, està llamada a ocupar por sus méritos un puesto ahora vacío, un puesto real ocupado durante siglos por una mujer inexistente, fruto de la imaginación cristiana, una mujer de leyenda. Edith Stein, aclamada e invocada, por su santidad ejem­plar, filósofa cristiana, ocupará el puesto que ha tenido hasta hace unos años Santa Catalina de Alejandría. Este era el nombre de la mujer de la leyenda. Una leyenda dorada, con todos los encantos, como las que narraba Jacobo de Voràgine. Hasta la reforma litùr­gica del Vaticano II era ella, Catalina de Alejandría, la Patrona de la filosofìa. Tenía su fiesta el 25 de noviembre. Se creía que ese día había sido decapitada en Alejandría en el año 305. Quizá la leyenda se nutría de un nùcleo histórico. Podría ser una apropriación cri­stiana de Hypathia, célebre filósofa griega13. Podría ser una tran­sformación del hecho histórico de ima joven valiente que resiste a

11 Edith Stein d e jó in com p le ta la o b r a qu e tenia entre manos cuando fué llevada al martirio: La ciencia de la cruz. Y en el ultimo mensaje que logró enviar desde el campo de concentración al monasterio de Echt decía: « Se pue­de adquirir una ' scientia crucis ’ solo cuando se comienza a sufrir en verdad el peso de la cruz... » en E. de M iribel, Edith Stein, EP, 1987 p. 207.

12 Jn, 14,6.13 Sócrates, Historia ecclesiastica, VII, 15.

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las seducciones del gobernador Maximino en Alejandría 14. Lo cierto es que en Oriente ya existe una leyenda sobre una joven llamada Hecaterine en el s. VII, que habla de la santidad y el martirio, y esa santa ya tiene culto en Roma en el s. VIII, y en Paris se la venera en el s. XIII como Patrona de los filósofos. El patronazgo ha nacido del relato que hace de su matririo Simón de Metaphronte15.

En esa primera narración conocida, Catalina era noble, rica, joven, hermosa, cristiana. Tuvo la valentía de oponerse en publico al edicto del gobernador que mandaba sacrificar a los dioses paga­nos. Para combatirla el gobernador de Alejandría la pone a discutir nada menos que con 50 filósofos. Ella los convierte, y el gobernador los hace mártires de la fe que han abrazado movidos por Catalina. A ella la condena a morir de hambre en la cárcel. Alli le llega una paloma con alimento milagroso, y es capaz de convertir a 200 solda­dos, al tribuno Porfirio y hasta a la mujer del gobernador que viene a verla. El tirano no resiste más ante esta mujer y decide llevarla a la muerte. Su martirio tiene varias etapas: las palizas, las ruedas dentadas que se quiebran cuando tocan sus carnes delicadas, y por fin la espada le corta la cabeza. Por aquellas venas del cuello sega­das brota leche en vez de sangre. Y como premio a su heroismo los ángeles llevan su cuerpo al monte Sinai y alli, donde Moisés vio la gloria de Yahvé, le dan sepultura. Alli cerca se erige un mona­sterio y los monjes velan su dormición. Andando el tiempo un monje francés viene de Rouen, ora durante siete años junto a su sepulcro y al cabo de este tiempo, un dia le pide poder volver con una reliquia. Ella lo oye y de pronto saca la mano derecha de la tumba y se la entrega para que vuelva con ella a su monasterio. La Fa­cultad de Filosofía de Paris la declara Patrona y le celebra la fiesta. El mundo cristiano de los pensadores le da culto. Las costureras de Paris también se ponen bajo su protección. La Orden dominicana, nacida para el diálogo cultural, tiene en los primeros años la per­suasión de que Santa Catalina viene a recorrer los claustros y los dormitorios de los frailes con la Virgen cuando los religiosos van a dormir. A partir de esa leyenda entra a formar parte de la vida cri­stiana en diversas manifestaciones. El arte la exalta de muchos modos, y amplifica los efectos de la leyenda. En 1438 se añade a la leyenda el episodio de sus desposorios con Cristo. Correggio puede pintar más tarde su célebre Sposalizio místico. En la basílica de San Clemente de Roma se erige una capilla en su honor. El pintor

14 E usebio, Historia ecclesiastica, VIII, 14, 15.15 S im on M etaphronte, PG, CXVI, 267 y ss.

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Masolino de Panicale plasma en los muros con gran delicadeza la hermosa leyenda cateriníana hacia 1430. Y hasta hace solo unos años Santa Catalina ha sido invocada en el culto cristiano. Pero el nuevo breviario ya no la nombra. Catalina ha dejado de existir. Era solo un nombre y una ficción que respondía a una vivencia cri­stiana. La leyenda se ha evaporado y ha dejado un vacio en la rea­lidad u.

Todo parece indicar que ese vacio lo ocupará la nueva Cata­lina, Edith Stein. Esta si es una mujer real, una auténtica filósofa y mártir. Cuando se cumpla su centenario de nacimiento, 1991, 12 de octubre, podría alcanzar la nueva promoción y ser proclamada santa.

¿ Tendrá esta algún sentido ?. ¿ Estamos en momentos de buscar patronos para los filósofos?

Por un lado podría parecer inútil porque los tiempos no lo toleran. Ha llegado la hora del hombre adulto, lo que Kant ya anun­ciaba hace dos siglos en los albores del Iluminismo, la hora de la salida de la minoría en que ha vivido la humanidad, la hora en que el hombre piensa por si mismo. Ya tiene el coraje de la verdad, no necesita recurrir a una autoridad o a un patrocinio. Es la hora de la razón17. En un mundo autosuficiente no se recurre al patrocinio r’e nadie. Cada uno saca el agua del pozo con sus proprios brazos!Y sobre todo en un mundo en que no hay padres, ni maestros, ni mediadores reconocidos, ¿ para qué puede servir un proclamado pa­trocinio ? Este es un aspecto de la cuestión.

Pero hay otro. Porque, a pesar de todo, el hombre sigue siendo un pequeño niño. Y cuanto más proclama su pretendida mayoría quizá tanto mas se està haciéndo siervo de algunos maestros, que no siempre tienen rostro y nombre concreto. Lo cierto es que en nuestra situación histórica ya hay algo en camino, que no volverá atrás. Se trata de la presencia de la mujer en todos los campos de la vida humana. Le ha llegado su hora. En el futuro la mujer no puede estar ausente de la filosofìa como lo ha estado en el pasado. Estamos en el alba de tiempos nuevos. Edith Stein llega en buena hora a los altares y puede ejercer su patronazgo.

Conviene observar otro factor de peso. Si hasta el presente la filosofìa ha sido obra preferentemente de varones, también es ver­dad que éstos no han popido prescindir de la presencia femenina, bien real, bien mitificada. Diotima està en la fuentes de la filosofía

16 K lostermann E . Die Apologie der hl. Katharina, Königsberg, 1924; Biblio- theca sanctorum, 3, 954-978; Diet. d’Histoire et de Géographie eccles., XI, 1503.

17 K ant I ., Was ist Aufklärung? Anthropologie, lib. I, B, 187.

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socrática sobre el amor. Boecio se consuela en la cárcel de Ravenna cuando lo visita la filosofía. El mayor filósofo del s. XII tiene su gran inspiración en la primera mujer de occidente que filosofa y escribe con reflexiones originales en primera persona, Eloisa. Santa Catalina de Alejandría llenaba ese hueco en la hora en que la filo­sofía era solo, en la expresión de San Pedro Damian, « ancilla theo- logiae ».

Edith Stein ha comprendido a tiempo el problema de humaniza­ción que implica el movimiento en pro de la promoción integral de la mujer, y la presencia real de la mujer en un campo que hasta ahora había sido exclusivo de los hombres. Ella viene a la filosofía y a la escuela de Husserl atraída por cierta emulación y envidia al ver casualmente en la prensa la noticia de que su futura amiga Hedwig Conrad-Martius, una mujer, ha llegado a ser doctora en filosofía con el maestro Husserl. Y corre a Góttingen donde encuen­tra la escuela de fenomenología abierta a la mujer. Más tarde con­fesará una vivencia cristiana: el futuro era siempre un enigma; pero cuando volvía los ojos al pasado encontraba que todos sus pasos estaban dispuestos por la mano amorosa de la providencia. Solo asi era posible la respuesta a su vocación. La misma mano que la llevó en vida y la quiso filósofa cristiana y mártir, ahora la empuja a ser paradigma de las mujeres que seguirán su camino y en numero no inferior a los hombres se ocuparán en el futuro de esta noble tarea de filosofar y de promover el pensamiento y la filosofía cristiana.Y su promoción a ser patrona de la filosofía no hará sino llevar a efecto Jo que ella anhelaba en la sociedad y en la iglesia: fidelidad al mensaje de la Biblia. Dios al principio « varón y mujer los creó » 1S. El destino de ambos está en ser correlativos y complementarios co­mo una mano frente a la otraI9. La filosofía cristiana requiere el patronazgo de una mujer.

Su maestro Husserl rehusaba que le llamaran filósofo cristiano, como se había atrevido a hacerlo un jesuíta, discípulo suyo20. En cambio Edith Stein no solo no rehusaba esta denominación de fi­lósofa cristiana, sino que la prefería como la expresión de su pro­funda vocación integral.

18 Gen, 1, 27.W S tein E., Die Frau, W, voi. V p. 33-38. A. Lobato, La pregunta por la mujer Salamanca, Sigueme, 1976, p. 240.

20 De M irib e l E. Edith Stein, EP, 1987, p. 213. Dal Diario di Suor Aldegonda allieva di Husserl, 1935-1938: « Un giorno mi disse (Husserl) : Ho appena rice­vuto una rivista americana in cui un gesuita mi presenta come un filosofo cristiano. Sono indignato... Non sono un filosofo cristiano. La prego faccia in modo che non mi presentino come tale dopo la mia morte ». p. 214.

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El evento de la beatificación, habidas en cuenta todas las circun­stancias en que se produce, constituye un buen indicio de que está llamada en el futuro a ser paradigma del filosofar cristiano, ejer­cido por la mujer, y por ello se le asignarán los dos oficios que competen a todo patronazgo celeste: servir de modelo por su vida integral en el ejercicio de las virtudes cristianas, también las in­telectuales que se orientan a la conquista y posesión de la verdad, gran destino del hombre, y servir de ayuda y mediación para re­medio de las deficiencias tanto en la vida contemplativa cuanto en la activa, los dos ejercicios de todo viador cristiano. Una poderosa ayuda hace más expedito el camino. Quien está con el Señor en su gloria tiene poder para la mediación y el socorro en la comunión de todos los miembros del cuerpo místico que es la Iglesia.

Podemos cerrar ya esta primera reflexión, porque la lectura queda terminada y la pre-dicción anunciada. Al final nos queda cla­rificado este hecho histórico, como un evento cargado de sentidos y un símbolo que recoge la misión de Edith Stein y anuncia la apertura de la filosofía cristiana a la mujer que la invoca y la imita.

II. El proyecto com o posibilidad

La filosofía se comprende por la correlación de dos elementos constitutivos: los sujetos personales y la verdad que anhelan poseer. Es obra humana, y es tarea inacabada en el curso de la historia. Los pensadores clásicos estaban más atentos al polo de la verdad y a los límites humanos que hacen difícil su conquista. Aristóteles pensaba que en el lento proceso de posesión de la verdad todos contribuyen, hasta cuando han sido victimas del error21. Tomás de Aquino hace de la verdad su centro y tiene la gran convicción de que el hombre ha nacido para la verdad y que ésta tiene más fuerza que ningún otro poder y por ello termina triunfando siempre, porque coincide con el ser22. El polo de la verdad, por su radicación en el ser y en definitiva en Dios, es un fundamento consistente. En realidad, desde esa perspectiva no importaba gran cosa lo que pudiera pensar un sujeto concreto frente a la realidad. Importaba la verdad de esa realidad2i.

21 A r is to te le s , II Met. 1, 993 b 1-5.22 Thom as Aquinas, Quodl.XII, quaest. 14 art. 1.23 T homas Aquinas, De Coelo et Mundo, lect. 22. n° 8.

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El pensar moderno ha quedado entorpecido en las propias redes en su camino a la verdad. Busca ante todo certeza, un principio claro y seguro. Y se obstina en buscarlo dentro del sujeto, en el polo personal del filosofar. La tarea filosófica se torna un volver a comenzar con cada filósofo, como cree Kant24, un puro ejercicio del sujeto25, una aventura que pertenece al Diario personal de cada uno26, o un simple abrir senderos en el bosque, Holzwege, en frase acertada de Heidegger27.

Edith Stein tiene conciencia de ambos polos del ejercicio de su tarea de filosofar y trata de establecer la más perfecta correlación entre ambos. Se clasifica a si misma entre los sujetos llamados a la búsqueda de la verdad: W ahrheitssucher28. Y hace de su vida un itinerario personal hacia la conquista de la verdad.

Ese itinerario ya es conocido en sus lineas generales. Son nu­merosos los estudios en torno a este itinerario steiniano, que pasa por las etapas cruciales del hombre moderno, desde la experiencia del ateismo y la pérdida del sentido de la existencia, hasta el en­cuentro con una filosofía y una experiencia profunda de Dios. Ella misma narró las primeras etapas de su aventura interior29. Nos dejó en suspense. Porque el relato se corta cuando ella sale de la minoría de edad, en frase de Kant, y comienza a caminar por su propio pie. Dado que su vida ha sido trasparente y ha dejado sufi­cientes testimonios, son muchos los ensayos de interpretación del itinerario. Buena parte de las obras dedicadas a Edith Stein reflejan el dinamismo de su ascensión a la verdad ya en el mismo titulo30. Yo mismo he dedicado dos estudios a comprender esta marcha y en lineas generales he distinguido tres etapas en su itinerario: feno- menológica, de la filosofía cristiana y m ística?1. Las tres están en­trelazadas y pueden describirse con la misma imagen con que Aris­

24 K ant I. Kritik der reinen Vernunft, prol. A, 25.25 F ichte J.F. Einleintung in die Wissenschatslehre, n° 5. Se d eb e a F ich te

la id ea d e qu e n o se ap ren d e filo so fìa s in o son o se ap ren d e a filo so fa r .24 M arcel G . Journal Métaphysique, Paris, 1927. Cuando la filosofìa se iden­

tificò con la existencia es normal que el diario fuera su mejor expresiòn. Cfr. P. Pr in i, Storia del esistenzialismo, Roma, 1972.

27 H eidegger M., Holzwege, Frankfurt, 1950.28 L obato A., La pregunta por la mujer: Edith Stein, ib id . p . 258..29 S tein E., Aus der Leben einer jüdische Familie, Das Leben Edith Steins:

Kindheit und Jugend {1965) Werke VII, ibid.3° B ettinelli C., Il pensiero di Edith Stein. Dalla Fenomenologia alla scien­

za della croce, Milano, 1976; E. de M iribel, Edith Stein: dall’università al lager di Auschwitz, EP, 1987, etc.

31 L obato A., Vida y pensamiento teleologico di Edith Stein, Asprenas, 1981, p. 357-377. La pregunta por la mujer p. 211 y ss.

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tóteles habla de los grados de la vida en el hombre, son como los números, el superior contiene al inferior y lo trasciende32.

Edith Stein no ha dejado en ningún momento su patria feno- menológica, pero la ha trascendido para hacer filosofía cristiana, y ha dado a esta una apertura que concluye en la experiencia pro­funda de Dios.

En el centro de este itinerario está su proyecto de filosofía cri­stiana. Es aqui donde ella plasmó lo mejor de su personalidad, lo más original. En este proyecto asume las conquistas de la fenome­nología, y desde este proyecto abre su camino hacia lo definitivo. Aqui puso lo mejor y lo más original de su esfuerzo y de su obra. No ha sido iluminación de un momento, al estilo de una intuición kantiana, o de su misma conversión a la fe cristiana, mientras leia Ja Vida de Santa Teresa en aquella noche de agosto. Ha sido un len­te caminar, motivado por las exigencias de su fe y el contacto de diez años con el pensamiento de Tomás de Aquino. En sus obras tenemos suficientes indicios de los pasos que ha dado. La filosofía cristiana como proyecto de itinerario personal se elabora en una situación compleja en la que emergen tres factores: uno existencial, otro de índole cultural e histórica, y un tercero doctrinal. Los tres factores se completan mutuamente. Las vivencias profundas de Edith Stein, desde 1921, año de su conversión, hasta 1933, año de su entrada en la vida religiosa del Carmelo, encuentran un clima propicio para su maduración en las disputas acaloradas entre los filósofos en torno a la filosofía cristiana. El influjo de los pensa­dores de mayor relieve la ha motivado para poder aclarar su propia posición y hacer la opción del proprio itinerario cuando ha com­prendido la posibilidad de realizar una filosofía cristiana33.

El largo camino existencial, que Edith recorre a solas, casi en silencio, en una cierta noche oscura, tiene lugar en los años de Speyer. Edith ha dejado al maestro Husserl, sin perder la gran ad­miración por él, pero incapaz de ser su asistente34, y por consejo de Przywara se ha dedicado de lleno a la lectura y traducción de las Quaestiones De Veritate de Santo Tomás. La vivencia profunda de la fe en los primeros años, el rigor con que ella elabora su propio camino interior, le ha dado luz nueva para una posición personal. Su pensamiento oscila entre los dos maestros que la han

32 Aristoteles, De anima, I I , 1, 215 b 8.33 D ubois M.-J., L’itinéraire philosophique et spirituel d'Edith Stein, Revue

Thomiste, 1973, p . 181-210.34 T heresia Renata de S p ir it o Sancto, Edith Stein, Morcelliana, 1959 p . 160 y ss.

EDITH STEIN

sellado: Husserl y su método, Tomás y su doctrina. « Leyendo a Santo Tomás he visto claramente que era posible poner el conoci­miento al servicio de Dios y ha sido entonces y solamente entonces cuando he sido capaz de resolverme a retomar mis trabajos » 35. El Epistolario refleja el estado de ánimo de este tiempo de gran fervor espiritual, dirigida por el canónico Schwind, atraída poderosamente por la liturgia de Beuron, infatigable en su trabajo en el Colegio de Speyer. El resultado de su esfuerzo interior lo comunicó en 1928, en un trabajo que se publica como homenaje a los 50 años del maestro Husserl, escrito en el silencio de Speyer, titulado La fen o­menología de Husserl, y la filosofía de Santo Tomás de A quino36. Es un estudio singular. Su valor es inestimable, como testimonio y como aportación. Nada semejante se ha intentado en la cultura europea hasta ese momento37. Nada tan original ha producido Edith Stein3S.

En ese estudio profundo, magistral, en el que no hay citas de ninguno de los dos maestros, sino una asimilación real del pensa­miento de ambos, ella busca un posible acuerdo en el desacuerdo radical. Y al mismo tiempo refleja cómo se separa en puntos decisi­vos de Husserl, y cómo coincide sustancialmente con Tomás de Aquino.

El punto decisivo en este célebre ensayo es el de las relaciones entre la fe y la razón. Es el punto segundo que ella examina en ambos pensadores. Los dos tienen confianza en la capacidad de la inteligencia, pero el concepto de inteligencia no es el mismo. Husserl piensa en la capacidad de comprender lo real, de modo ingenuo. Tomás ve la inteligencia abierta al infinito, pero sabe que solo se aproxima con dificultades y paso a paso a la verdad. Tomás tiene la certeza de que hay una inteligencia que posee la verdad com­pleta: es la inteligencia divina. Dios la puede comunicar y lo hace de modos diversos. El conocer de la razón solo es un camino. La fe

35 De M iribel E., Edith Stein, ib id ; p. 57.36 Stein E ..Husserls Phänomenologie und die Philosophie des heiligen Tho­

mas von Aquin. Versuch einer Gegenüberstellung, Festschrift E. Husserl, 1929, p. 315-338.

37 Fabro C., Presentazione de la Obra de E. de M iribel, Edith Stein EP, 1987, p. 7: « era la prima volta che un simile ardito incontro veniva proposto nella cultura filosofica europea ».

38 El primero de los dos teòlogos censores de los escritos de E. Stein, juzga asì este trabajo: « Il saggio è forse il contributo speculativo più originale della Stein sia per la sicurezza ed essenzialità della problematica, sia per il suo ' passaggio » esplicito da Husserl a San Tommaso ». Gli scritti della serva di Dio Edith Stein. Roma, 1977 p. 41.

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es el otro. La fe no se deja al sentimiento, ni es tarea de la religión. Tiene que ver con la filosofía: comprende un campo más amplio de verdad, y tiene mayor certeza. Por ello la filosofía entra en una de­pendencia de la fe. Frente a una filosofía que se cree critica, hay una filosofía que se puede llamar dogmática, que en el fondo, es la de Tomás quien « sigue siempre solo la ley de la verdad; por eso lleva consigo sus frutos » 39. La filosofía de Husserl es « egocén trica » y con ella no se puede conquistar una verdad independiente del sujeto, queda en el mundo de la inmanencia. En cambio la de Tomás es « teocéntrica », encuentra en Dios su punto de apoyo y su fuerza.

Edith Stein, en el mismo homenaje al maestro, no duda en dejar la linea del idealismo inmanente, lo critica y es valiente para denunciar, como en un nuevo ' parricidio ’ al estilo del que hacia Platón, el defecto fundamental de esta filosofía del sujeto, su ateis- mo radical.

Para Stein la filosofía auténtica va en busca de la verdad inte­gral, y por ello requiere la ayuda de la fe cristiana, en la cual el hombre se concibe como creatura libre. Existencialmente Edith Stein h?. encontrado su camino en una filosofía que supera la fenomeno­logía y asimila a Tomás de Aquino. Husserl vería esto como una po­sibilidad que no le disgustaba del todo: « Desde el principio he creído —ahora ya no tengo fe sino ciencia— que mi fenomenología y solo ella, es la filosofía que la Iglesia puede utilizar: solo ella converge con el tomismo y prolonga el tomismo. Pero ¿ por qué la Iglesia está tan aferrada al tomismo? Si la Iglesia está viva, tiene que desarrollarse desde ahora en adelante en la fenomenología » 40.

Edith, la discipula, se encuentra como en su propia casa con la fenomenología, pero no puede menos de romper con su inmanen­cia para dar cabida a la trascendencia de la verdad. Es preciso ad­mitir la verdad de la razón y la de la fe, y poder unificarlas ambas en la propia experiencia. Ella necesita seguir fiel a su fe y fiel a su escuela. Y en el conflicto entre ambas, la fe prevalece. Tal es su sendero existencial.

El horizonte cultural de los pensadores cristianos se apasiona por los años 30 en torno al tema de la filosofía cristiana.

39 S te in E. ibid. p. 324. C fr. A les B e l lo A. Edith Stein: Da Edmund Husserl a Tommaso d’Aquino, Memorie Domenicane 1976, p. 266 y ss.

40 D e M ir ib e l E. Edit Stein, ibid. p. 65.41 Leon XIII, De Philosophia Christiana in scholis catholicis instauranda, Lit-

terae Enciclicae «Aeterni Patris », Roma 1879. Cfr: Tommaso d'Aquino nel I. Cent, dell'Enciclica Aeterni Patris, Roma, SITA, 1981.

EDITH STEIN 259

Esa feliz expresión, que recogía una tradición vigente en la Iglesia, la utilizó León XIII en la Encíclica Aeterni Patris en 187941. Los estudios históricos en torno al pensamiento medieval habían rescatado su profundo significado. Nadie tan afortunado como Gil- son en esta empresa42. Edith conoce su pensamiento. En el año 1926 E. Bréhier, conocido historiador de la filosofía, se opuso ro­tundamente al contenido filosófico del pensar cristiano. Para él el cristianismo es vida y no doctrina; y por ello la filosofía nada tiene que ver con el cristianismo ni éste influye para nada en la marcha de la filosofía. Su conclusión era categórica: « Pour résumer nótre pen- seé en un mot, qu'il n’y a pas de philosophie chrétienne » 43. Esa toma de posición desencadenó una larga controversia, originó una querelle. Trató en primer lugar el tema la Sociedad francesa de Fi­losofía en 1931; prosiguió la Sociedad Tomista de Filosofía. A partir de ahi en todo el mundo cultural tuvo resonancia. Los pensadores cristianos de mayor relieve tomaron parte. Con Gilson y Maritain, tuvieron intervenciones Blondel, Jolivet, Sertillanges, Mandonnet, Garrigou-Lagrange, Maréchal, Przywara, y tantos otros célebres44. Edith Stein no podía estar ajena al debate. Siguió con vivo interés el desarrollo de la cuestión. Por méritos ya notorios fue invitada en 1932 a Juvisy y tomó parte en el desarrollo de las Jornadas de la Sociedad Tomista en torno a la Fenomenología. Le interesaba sobre todo el tema de la filosofía cristiana. Para ella no cabía duda que el pensamiento de Maritain en esta cuestión era convincente. Por­que Maritain aportaba una solución teórica y no solo histórica co­mo Gilson sobre la posibilidad de continuar hoy una filosofía cri­stiana. La distinción radical que acepta Stein es la de naturaleza y estado de la filosofía cristiana. La naturaleza de la filosofía indica solo su noción abstracta; pero la filosofía se encuentra en un estado o situación histórica concreta que es la del hombre, tiene un condi­cionamiento histórico. La filosofía no puede prescindir como la ciencia de esta situación. La filosofía es una sabiduría, un saber que se encuentra en el hombre en un estado imperfecto y solo en Dios puede tener su estado pleno y perfecto. La situación del hom­bre actual es precaria, requiere ayuda para el encuentro con la

42 G ilson E., L'esprit de la philosophie médiévale, Paris, Vrin 1932.« B rehier E., Y-a-t-il una philosophie chrétienne?, Revue de Métaphysique

et Morale, 1931, p. 133-162.44 Para una vision del problema en su perspectiva històrico-doctrinal que

fué motivo de una bibliografia muy abundante, cfr. N icolosi C., Fede cristiana e riflessione filosofica, Il problema della filosofia cristiana. Teoria e storia di un dibattito. Roma, 1973.

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verdad. De hecho esa ayuda le ha venido en el doble orden objeti­vo, y subjetivo. Hay verdades que el hombre ha alcanzado mejor con la ayuda de la revelación y son todas las fundamentales en rela­ción con Dios y consigo mismo. Y en el sujeto hay una ayuda in­terior que lo capacita para ver de modo nuevo y más claro la tota­lidad de la verdad. Hay por tanto un estado cristiano de la filo­sofía 4S.

Las tesis de Maritain, y de Gilson4Ó, con una cierta linea del pensar de Garrigou-Lagrange47, encuentran plena acogida en las re­flexiones de Edih Stein. Ella tenia su trabajo ya avanzado en torno a los conceptos básicos Acto y Potencia, pero sus reflexiones más personales le llevan a incorporar ese material en una obra de alcan­ce filosófico que es también respuesta a la situación actual del pro­blema tal cual ella lo está viviendo48. Una cosa es cierta para ella, la filosofía de los grandes maestros medievales ha nacido a la som­bra de la fe. Desde la fe la filosofía se ha sentido segura, y por la fe la razón humana ha hecho un nuevo esfuerzo para la posible comprensión de los misterios revelados. La filosofía moderna no ha comprendido nada de esto y se ha distanciado. Pero Maritain, si­guiendo el camino abierto por Tomás en la Summa contra Gentiles, ofrece una presentación actual del problema y por tanto de la po­sibilidad de mantener una colaboración entre la filosofía y la fe. Es lo que ella está buscando: la posibilidad de realizar una filosofía cristiana49.

A partir de los dos momentos anteriores tiene que asumir per­sonalmente el esfuerzo por llegar a una solución personal. Ella ne­cesita hacer posible el itinerario personal. Tiene que vivir a fondo su fe cristiana y cultivar su vocación filosófica. La fe y la razón ne­cesitan encontrar el camino para la colaboración en su propio pen­samiento. Su problema vivido la empuja a buscar posibles itinera­rios.

Edith trata de seguir a Tomás porque él ha sabido acoger la filosofía de Aristóteles y de los Arabes. Ese gesto es prueba de que

45 M arita in J., De la philosophie chrétienne, en Science et sagesse, Paris, 1935, p. 123-223. ,

46 G ilso n E., Le problème de la philosophie chrétienne. ’ L a Vie Intellec­tuelle 1931, p. 214-232; Introduction a la philosophie chrétienne, Paris, 1960.

47 Garrigou-Lagrange R., De relationibus inter philosophiam et religionem. Acta II Cong.Inter. Thom. Romae 1937, p. 378-405.

48 S te in E., Endliches und ewiges Sein, Vorwort. Dr. L. G elber, p. XXVI- XXVIII.

49 S te in E., Endliches und ewiges Sein, ibid. p. 18-36.

EDITH STEIN 261

admite una filosofía que solo se apoya en las fuerzas de la razón. La obra de la Suma filosófica es un recurso de la razón natural para dialogar con quienes no admiten la fuerza probatoria de las Escri­turas. « Si existe, conforme a la profunda convicción del santo una via y un campo de trabajo común a todos los que buscan la verdad, es igualmente claro, que para él, el saber de la razón y la fe, la filosofía y la teología no cohabitan en la indiferencia reciproca » 50. La posibilidad de encontrar un itinerario para la filosofía cristiana se apoya en la capacidad de apertura de la razón humana a las verdades superiores, y en la inteligibilidad de las verdades que vie­nen propuestas como misterios por la fe. Hay un campo propio de la filosofía: es el que parte exclusivamente de la experiencia y de la penetración de la inteligencia en lo real. De suyo este campo es in­finito. Y es accesible a todos. Pero de hecho ningún hombre llega a la posesión de la verdad completa, al perfectum opus rationis51. Para remedio de esta indigencia la fe cristiana manifiesta las ver­dades difíciles para la sola razón, con mayor certeza. En la pene­tración de esas verdades que llevan la marca de la doble fuente del conocimiento, de la razón y de la fe, está el problema para la filo­sofía cristiana. El creyente se mantiene atento a la comprensión de cuanto le llega por medio de ambas fuentes de conocimiento. La posibilidad de la filosofía cristiana se da en ese nuevo horizonte. « Soy del parecer que la filosofía cristiana no se reduce a ser la ex­presión de la actitud espiritual de los filósofos cristianos, ni es solo la enumeración de las doctrinas que realmente han elaborado los pensadores cristianos, sino que ese término significa además el ideal de un perfectum opus rationis que llegaría a unificar en la unidad de una síntesis todo cuanto la razón natural y la revelación nos hacen accesible » 52. Lo que trataron de hacer las Sumas medievales es un ensayo de este itinerario de síntesis de la unidad de todo el saber. La tarea es inmensa. Ya el mundo finito es inagotable, ¿ cómo alcanzar, además el horizonte del ser divino?. La filosofía en esta situación, por necesidad tiene que ser incompleta. Solo si se abre a la teología puede alcanzar una mayor perfección. Si se abre a Dios, quien posee todo el saber, su itinerario se prolonga ulteriormente. Todo indica que el camino del hombre es estar llamado a la visión

* Stein E., Endliches und ewiges Sein, ibid. p. 20.51 S te in E., Phänomenologie et philosophie chrétiennne, présenté et traduit

par Ph. Secretan , Paris C erf, e987, p. 146.52 S te in E., Endliches und ewiges Sein, ibid. p. 32.

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de Dios, « a tener parte en el conocimiento divino, conviviendo la vida de Dios » 53.

Para Edith Stein lo más próximo a este ideal inalcanzable del todo lo realiza la vida mística, y como participación lejana de ella, lo alcanza a su modo la fe viva auténtica. Porque la fe es una posesión de Dios. Se cree en Dios y se cree Dios. Edith conoce bien la di­stinción tomista entre Credere Deo, Credere Deum, Credere in D eu m 54. La fe es un don, supone la gracia, y vive de ella. Es obscu­ra y sobrepasa todo conocer humano. La filosofía cristiana no puede estar alejada de esta penetración de la fe en la verdad total.

« Una filosofía cristiana tendrá como su tarea más noble la de preparar el camino de la fe. Por esto Santo Tomás ponía gran em­peño en la construcción de una pura filosofía fundada en la razón natural: es el único modo de hacer un poco de camino con los in­fieles; si aceptan ir con nosotros este trozo de camino, quizá se dejen llevar un poco más y llegar donde ellos no habían pensado » 55. Por su parte el creyente puede seguir haciendo filosofía mientras pro­cede en ese terreno donde la sola razón ya no llega.

Edith Stein encuentra la posibilidad objetiva de hacer filosofía cristiana. En esa tarea los datos de la fe, y los datos de la expe­riencia de Dios deben tener cabida. El amplio campo de la razón se puede extender a una cierta inteligencia de los misterios de Dios. En esa tarea la filosofía cristiana trata de hacer filosofía auténtica, de llevar a plenitud las experiencias personales. Es un camino que ya tiene una larga tradición de ensayos cristianos. Por ello puede decirse camino del pensar cristiano. Edith Stein trata de repensar con los viejos maestros de manera nueva y con los nuevos de ma­nera más plena. Ella tiene que andarlo con su propio pie, ir desde la fenomenología y apoyada en su lenguaje, porque esa es « su pa­tria filosófica », hasta la catedral de la filosofía cristiana, ya iniciada en la edad media56.

El camino está abierto. Puede decirse que en teoría es un posi­ble proyecto. Solo se convierte en itinerario cuando se marcha por él. Edith Stein está decidida a asumirlo como su propio camino de hacer filosofía.

En este empeño hay una continuidad con lo que ella ha vivido en la escuela de Husserl y con lo que ha asimilado de la doctrina

53 S tein 'E..Endliches und ewiges Sein, ib id . p . 33-34.54 Thom as A quinas, De Ventate, q . 14, art. 7.55 Stein E ., Endliches und ewiges Sein, ib id . p . 34-35.56 S te in E ., Endliches und ewiges Sein, Werke II, ib id . p . XII-XIV.

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de Tomás de Aquino. Pero hay también una aventura personal. El camino se hace « steiniano» al recorrerlo ella por sus proprios pasos. De Husserl le separa ya la insuficiencia del yo como punto de partida, la admisión de la realidad trascendente y el recurso a la fe como ayuda a la comprensión de la realidad. El « parricidio» está consumado. De Tomás de Aquino le distancia la asunción de los datos de la fe, de las experiencias interiores, que proceden de la fe y de la gracia, como datos de análisis para la razón humana. Edith Stein siente atracción por asumir en su trabajo un método de interioridad agustiniana. Ella estima que la neta distinción to­mista entre el horizonte de la razón y el de la fe, debe ceder a una cierta convivencia y colaboración mutua. Es ahi donde ella encuen­tra su ansiado proyecto y lo ve como sendero de posibilidad. Tal es la respuesta objetiva a un problema vital. Y tal será el camino steiniano de la filosofía cristiana.

III. - Los prim eros pasos

El salto del mundo de lo posible al orden existencial lleva con­sigo una suerte de creación. Edith ha descubierto la posibilidad de desarrollo de un proyecto vital englobante, en el cual pueden tener cabida todas las dimensiones de su profunda vida interior. Sintió la necesidad de hacer filosofía en su estado cristiano.

A partir del año 1925, cuando ha entrado en contacto con E. Przywara s.j. y el consiguiente trabajo en torno a la obra de Tomás de Aquino, dio comienzo en su interior este nuevo itinerario. Noso­tros solo lo conocemos a través de las obras escritas que nos ha dejado. Edith Stein se ha puesto en camino. Ha realizado una obra creativa considerable. Ha unificado los dos momentos de la actividad filosófica, caracterizados por girar en torno al eje de la verdad: el filosofar y la filosofía. Su obra revela un filosofar cristiano, lleno de vida y de inquietud por responder desde una comprensión serena y adecuada a las cuestiones radicales, y una toma de posición en la conquista de la verdad que se le patentiza en este ejercicio. La acti­vidad ha pasado y el fruto resta. Nosotros tenemos acceso a la obra creada, a la filosofía cristiana elaborada en los primeros años de dinamismo apostólico y en los años de paz y silencio contempla­tivo. La obra publicada está rebosante de esa actividad y es, en expresión hegeliana, espíritu objetivado, filosofía cristiana in actu exercito.

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No es nuestro cometido aquí recorrer esa obra en su totali­dad. Ya lo hemos hecho de algún modo en otros escritos57. Para la finalidad que perseguimos en este ensayo es suficiente recoger lo esencial del itinerario cristiano de su filosofia, lo que indico con la expresión de los prim eros pasos. Es suficiente averiguar de dónde, por dónde y hacia dónde camina. La obra escrita de Edith Stein en estos años no solo es amplia, es variada, es circunstancial, sino que toda ella es densa, y lleva el sello de su personalidad. En esos años Edith Stein logró alcanzar ese carácter que describe Kant co­mo el signo de la edad madura: es como un nuevo nacimiento, un juramento que el hombre hace consigo mismo, es una suerte de explosión interior, motivada por el disgusto de las fluctuaciones del instinto, es algo que acontece entre los 30 y los 40 años, « la uni­dad absoluta del principio interno de la conducta » 58.

Para esta comprensión global y sintética nos puede servir una vieja imàgen de la filosofìa, la que usa Parménides en su insupe­rable poema que da nacimiento a la metafìsica en un espléndido itinerario: en un cierto momento del camino el caminante debe atra­vesar una puerta. Más acá queda un mundo de experiencia común, más allá la aventura de pocos. En ese más allá son posibles dos ca­minos, con desigual desenlace, uno lleva al no-ser, a la nada, solo el otro lleva al ser, conoce toda la revelación y tiene a su alcance « el intrépido corazón de la verdad » 59. Quizá Parménides ha logra­do describir una situación general de todo el que se decide a la búsqueda de la verdad y en ello compromete su existencia. Tomás de Aquino, al principio de la Summa contra Gentiles, expresa la misma verdad en estilo diferente, y era de algún modo una traduc­ción existencial de la propia situación. Edith Stein, decidida a rea­lizar su camino de filosofía cristiana se encuentra en esa puerta que divide el pasado y el futuro, ante el bivio, frente a las dos posi­bilidades de filosofar que son actuales y tienen vigencia en su con­torno. Viene de Husserl. Ha logrado una convicción para continuar ese camino, aún dejándolo atrás. Como filósofa por vocación, pasa esa puerta y va al ser. Las dos vías posibles son una realidad exi­stencial porque tienen caminantes entre sus amigos y conocidos: una es la via de Heidegger, la que va obstinada en busca de la fini- tud del ser. La otra es la que recorre el camino del ser: los mae-

57 Lobato A., La pregunta por la mujer, ibid. pag. 211 y ss.; Vida y pensa­miento teleologico de Edith Stein, ibid. p. 358 y ss.

58 K an t I., Antropologie, ibid. p. 716.59 Parmenides, Fragm. I. 25-30.

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stros de ayer, como Aristóteles, Tomás, como Dionisio y Agustín, y los pensadores de hoy: su consejero E. Przywara, y su amiga H. Conrad-Martius. Edith optará por esta via, y la recorrerá con su propio estilo. Todo ello lo confiesa Edith muy claramente al prin­cipio de su obra de mayor densidad filosòfica en este periodo60. El filosofar cristiano de Edith Stein logra su contexto bien preciso en esa situación existencial. Es discìpula de Husserl, pero ya no coin­cide con él. Es colega de Heidegger, quien ha dejado también al maestro, pero no puede estar de acuerdo con él. Y como la obra hedeggeriana ha causado un gran impacto es preciso que se le dé una respuesta y se intente una superación de la misma. Esa repulsa a las posiciones fundamentales de Heidegger la mueven a caminar en otra dirección, por donde avanzan sus buenos amigos, por donde la filosofìa cristiana ha encontrado su itinerario hacia el ser, hacia Dios, hacia las cuestiones profundas del hombre. Yo creo que estos son los pasos fundamentales de Edith Stein, los que hacen posible la comprensión de su obra. Aquí solo insinuaré cómo los ha orien­tado. El esquema ofrecido por la imágen parmenidea nos ayuda a clarificar nuestro proyecto de comprensión del itinerario: de dónde, por dónde, hacia dónde dirige sus pasos.

Del mismo modo que ha sido decisivo el influjo de Husserl en la formación y maduración del estilo de filosofar de Edith Stein, y ella reconoce siempre la deuda con el maestro querido61, yo estimo un factor integrante, a contrario, el influjo de Heidegger. Edith Stein, al pasar esa puerta de la imàgen de Parménides, opta por un ca­mino divergente del que ha seguido Heidegger. No solo no hace filosofía como él, sino que necesita hacer filosofìa superadora de la posición heideggeriana. Esto es decisivo para la comprensión de la filosofía cristiana de Edith Stein. Hay una dialéctica de opuestos entre ambos. La obra más característica de Edith Stein lleva en el mismo título la superación y la respuesta a Heidegger y su filosofía. Frente al ser temporal — Sein und Zeit.— de Heidegger62, el ser finito y ser eterno — Endliches und ewiges Sein— 63.

Esta relación con Heidegger Edith Stein la confiesa, ha sido objeto de algunos análisis, y pide ser estudiada más a fondo porque es una clave del desarrollo de su filosofía cristiana. Podemos insi­nuar aquí algunas pistas de desarrollo del tema.

60 S te in E., Endliches und ewiges Sein, Vorwort, p. XII.61 Teresia R enata de S p ir itu Sancto, Edith Stein, ib id . p . 118.62 Heidegger M., Sein und Zeit, Halle, 1927.63 S te in E., Endliches und ewiges Sein, 1934-1936. Werke, II.

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Edith no oculta su actitud ante Heidegger: En Friburgo coin­cidió con Heidegger siendo asistente de Husserl y ambos trabajando en estrecha correlación con el maestro; los caminos de ambos si­guen rumbos diversos y se separan; Edith lee Ser y tiem po cuan­do se publica en 1928; le causa una fuerte impresión. Ese impacto no se borra, queda en su inconsciente, mientras elabora su propio pensamiento, y cuando ya ha redactado su obra de síntesis, Ser fi­nito y ser eterno, vuelve a leer la obra de Heidegger y cree nece­sario elaborar un juicio objetivo, que pone como apéndice a su obra M.

La respuesta de Edith Stein a Heidegger es objetiva, serena, contundente. Edith no está de acuerdo con la noción central de Dasein, que es capital en Heidegger, y trata de anular la distinción del ser y la esencia en el hombre, para atribuirle lo que la filosofía de Tomás de Aquino dice de Dios. Tampoco se puede admitir la noción de un ser humano donde se prescinde del cuerpo y del al­m a65. Edith no está de acuerdo en el análisis del Dasein, sobre todo en la comprensión de algunos puntos decisivos como el de la muer­te heideggeriana. Heidegger ha optado por el no-ser; ha rechazado la verdad; no ha comprendido ni el ser personal; ni el ser social del hombre, ha puesto una máscara al ser auténtico66. Por ello ha fracasado en su intento decisivo de descubrir la finitud como el fundamento del ser y la temporalidad como horizonte del ser. « No se puede nunca captar la finitud sino por oposición al infinito, es decir a la infinita plenitud del ser. La comprensión del ser de un espíritu finito, en cuanto tal, ya es una penetración en el ser finito que se abre al eterno » 67. Y por encima de todo, Heidegger, clausu­lado en su inamencia, continua el desvio radical del pensamiento moderno, no el olvido del ser sino el olvido de Dios.

Las tesis fundamentales de Heidegger han sido llamadas a exá- men una tras otra, con equilibrio y con penetración, y han sido rechazadas, no solo por confusas en el lenguaje, sino por que no alcanzan la verdad ni del ser, ni de Dios, ni del hombre. Y esto es muy grave en filosofía, y necesita ser denunciado con vigor. La obra de Heidegger merece una respuesta, no solo de confutación por falta de fundamentos, sino de demonstración de una supera­ción radical68.

64 Stein E ., Endliches und ewiges Sein, ib id . p . XV.65 Stein E ., Endliches und ewiges Sein, ibid. Appendix, Werke VI, p. 89.66 S te in E., Endliches und ewiges Sein, ibid. p. 69-135.67 S te in E., Endliches und ewiges Sein, ibid. p. 124.68 EI anälisis de la obra de Heidegger por E. Stein, que se concluye hacia

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Los estudios analíticos de las relaciones del pensar steiniano con el heideggeriano ya han puesto de relieve estos factores, pero queda aún una gran tarea de desvelación de la riqueza del pensar de Edith Stein frente a Heiclegger69. El resultado de esta confron­tación es muy cierto: la filosofía de Edith Stein se caracteriza por ser una respuesta y un intento de superación de las tesis ra­dicales de Heidegger.

La filosofía cristiana de Edith Stein, una vez superadas las po­siciones heideggerianas, que eran barrera para todo filosofar en estado cristiano, se siente impulsada por la fuerza de la tradición que ya ha penetrado en Tomás de Aquino y en todo lo que su pensamiento encierra. Consciente de la grandeza de esta tradición cristiana, ella inicia su obra diciendo que la escribe como prin­cipiante para otros que quieran comenzar70. Es una resonancia del principio de Tomás en la Summa Theologiae, escrita para « no­vicios » 71. Y junto a esta herencia del pensamiento cristiano otras fuentes han influido en ella. Como signo de agradecimiento cita dos: Przywara, y Hedwig Conrad-Martius. Con ambos pensadores tiene una estrecha relación, una profunda amistad. Pero su camino tiene que ser personal, y ella se decide a recorrerlo.

En el desarrollo de su obra hay una constante que la caracte­riza en el estilo de filosofar en cristiano: al esfuerzo por la clari­dad conceptual acompaña siempre un tono vital que procede de la presencia vivificante de la fe. Edith es coherente con su posición en torno al filosofar cristiano. Lejos de ser una contradicción, un imposible, un hierro de madera — holzenes Eisen— como ironi­zaba Heidegger72, es una concreta realización, ya verificada en la historia y abierta sin limites a nuevas aportaciones. La fe es esti­mulante cuando es viva y cuando el sujeto trata de penetrar en el nuevo horizonte que ilumina, con su luz obscura, el propio sen­dero vital. Esta tonalidad se mantiene en Edith Stein como estilo de filosofar. Sin perder el rigor y la propiedad que exige la filo­sofía, como « ciencia rigurosa », Edith tiende con su pasión por la

eí año 1936 incluye no solo la obra clave de Ser y tiempo, sino también otras complementarias y las mas características del primer Heidegger, como Kant y el problema de la metafísica, La esencia del fundamento y Qué es Metafísica.

69 Fabro C., Edith Stein, Husserl e Martin Heidegger, Humanitas Brescia 1978, p. 485-517. , '

70 S te in E., Endliches und ewiges Sein, Vorwort ibid. p. XII.71 Thom as Aquinas, Summa Theologiae. Prol.72 Heidegger M., La remontée au fondement de la métaphysique. Paris, 1947.

Será puesta como Einleitung a su conferencia del año 1928, que E. Stein juzga dirigida a quienes no entienden, Qué es metafísica.

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verdad a la comprensión radical con la ayuda y la experiencia de la fe.

Por ello sus pasos fundamentales son los que trazan el esque­ma de su obra capital. Hay un dato fundamental: la comprensión del ser. El filósofo tiene que hacer este esfuerzo por enfrentarse con el ser, por decir de él su palabra. Y tiene que pasar del plano conceptual al real, y del ser finito al ser supremo. Este esfuerzo lo ha hecho Edith Stein, y le ha inquietado captar el sentido del ser y el despliegue del ser hasta situarse ante el ser absoluto, el ser e tern o 73.

A partir de ahí hay dos temas constantes en la filosofía cri­stiana de Edith Stein: uno es el tema de Dios, el que ha dicho a Moisés la « sublime verdad» 74: Yo soy el que s o y 75. Este es el tema de fondo de toda la reflexión steiniana. No se contenta con el discurso abstracto sobre Dios. Ella ama conocer los vestigios del Dios vivo, del Dios que se revela en Jesucristo, del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, del Dios cristiano, que es Padre, Hijo y Espíritu. En nosotros está su imágen. Frente al Dasein, como lu­gar de la revelación del ser en el mundo, ella pone al ser huma­no; imagen trinitaria de Dios76.

Y en correlación con este fundamento radical, Edith Stein pro­longa su discurso sobre el ser humano, sobre el ser personal, en cuya estructura había trabajado desde muy temprano77. El de­sarrollo del ser personal, de sus dimensiones individual y social, de su distinción quasi-genérica en varón y mujer, en su triple com­posición: cuerpo, alma y espíritu, en su vocación de eternidad y su destino a compartir la vida con Dios, ya desde aquí, Edith ha desarrollado lo mejor de su exposición de la filosofía cristiana con agudeza y originalidad78.

No es necesario, ni es posible recorrer aquí esas etapas de un camino, de una antropología, que tiene un sello cristiano con acentos que le vienen de San Agustín. Ella podría resumir todo el esfuerzo de su filosofar en la frase agustiniana: Deum et animan scire cu p io 79. Nada más.

73 Lobato A., La pregunta por la mujer: Edith Stein, ibid. p. 216.74 Thomas A quinas, Summa contra Gentiles, I, 22.75 Ex. 3, 14.76 S te in E., Endliches und ewiges Sein, part. VII, p. 355-464.77 S te in E., Zum Problem der Einfühlung, Halle, 1917; trad; italiana de

E. C on stan tin i, Roma, 1935, p. 227-228. A. Lobato, Edith Stein e il Problema dell’empatia, Studium, Roma, 1987, p. 118-121.

78 S te in E., Endliches und ewiges Sein, part. VIII p. 465-505, A. Lobato,La pregunta por la mujer, p. 222-233.

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Y todo ello con el estilo de Catalina de Siena, con alma y co­razón creyente, para alcanzar la comprensión de Dios como el que es y el ser humano como quien es por El y frente a é l80.

En este itinerario de filosofía cristiana ya es un despliegue ulterior la incorporación de las vivencias cristianas, de los nuevos caminos posibles para ir hacia Dios. Edith lo ha realizado81. Y lo es también el de la incorporación en su filosofar de la riqueza de una experiencia mística, como la de San Juan de la Cruz, en cuya obra trabajaba cuando le llegó la hora de subir a la cruz82. Edith ha sabido incorporar a esta reflexión profunda la experiencia de Santa Teresa, en cuya Vida había descubierto un dia la verdad83 y cuyo Castillo del alma le fascinaba84.

El itinerario estaba abierto, los primeros pasos recorridos, la filosofía cristiana era en ella una realización ya verificada. Su tela estaba en el telar y se cortó cuando estaba en el momento de mayor creatividad, cuando estaba a medio tejer. Pero los primeros pasos son tan firmes y seguros, la senda abierta es tan consisten­te, que en el futuro tendrá muchos discípulos y sobre todo disci- pulas, que invocándola como santa y protectora, y colocadas como encima de sus hombros, tratarán de prolongar este esfuerzo hasta acercarse aún más al ideal del perfectum opus rationis, con el que ella soñaba.

75 San Augustin , Soliloquio., 1,2,7.so Santa Caterina da S iena, Il dialogo, ediz. Cavallini, Roma, 1980, p. 98.81 Stein E., Wege zur Gotteserkenntnis, The Thomist, 1941.82 Stein E., Kreuzeswissenschaft, 1942, Werke ibid. I.83 T eresia R enata de Spiritu S ancto, Edith Stein, ibid. p. 130.84 Stein E., Theresia von Jesus, Kanisius Verlag, Constanza, 1934. Dit

Seelenburg, Il castello dell’anima, Firenze, 1981.