Edicion octubre 2013

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BIOMA VIDA AL SUR DE LA TIERRA QUEREO La vida hace 220 millones de años EL DEGÚ Morador de los matorrales PAIHUENES Extractos de la vida cotidiana ISLA LOBOS Una pequeña reserva para la vida REVISTA ISSN 0719-093X OCTUBRE 2013

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Revista BIOMA "Vida al sur de la Tierra" www.revistabioma.cl

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BIOMAVIDA AL SUR DE LA TIERRA

QUEREOLa vida hace 220 millones de añosEL DEGÚMorador de los matorralesPAIHUENESExtractos de la vida cotidiana

ISLA LOBOSUna pequeña reserva para la vida

REVISTA

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56EL PULSO DE LA NATURALEZA

Es un espacio donde la vida toma un carác-ter interpretativo, las sensaciones y la percepción de todos los sentidos humanos adquieren protago-nismo.Textos de Mario A. Ortiz Lafferte.

EN ESTA EDICIÓN

PAIHUENES

Entre las calles agrestes de la Localidad de Huentelauquén, Comuna de Canela, se tejen historias que vale la pena conocer y contar....

22ISLA LOBOS, una pequeña reserva para la vida. Por semanas esperábamos ver de cerca al Lobo marino de un pelo (Otaria flavescens), en una diminuta isla...

FORMACIÓN DE QUEREO, La vida hace 220 millones de años. Sin duda alguna la Tierra a evolucionado, si bien no hemos sido testigos directos de este pau-latino cambio…

EL DEGÚ, morador de los matorrales.

Hace algunos meses, durante el desarrollo de un taller escolar sobre especies nativas, nos tocó abordar el tema de los roedores silvestres.....

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César Jopia QuiñonesDirector

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA

EDITORIAL

Formación el Quereo

En la edición de octubre, quisimos investigar el tema de la historia de nues-tro planeta, ya abordado en otras ediciones, específicamente el de Tierra antigua, las evidencias de desecación en la cordillera central, donde se habló de los efectos de una sequía de hace 200 millones de años atrás.En este caso repetimos la experiencia y fuimos nuevamente al pasado remo-to de la Tierra, a un lugar llamado formación el Quereo ubicado a 3 km. al sur de Los Vilos, IV Región. Para encontrar ahí los procesos geológicos que moldearon al planeta y que son claramente visibles.El tema es ciertamente muy complejo por el nivel técnico de la Geología y sus terminologías. Por ello resumimos el contenido de manera simple y amena.Nuestra misión como revista de divulgación científica es generar interés por los temas tratados para despertar la curiosidad y la necesidad de exploració-nen del lector.En otra arista de este trabajo en particular, fue algo que nos llena de humilde orgullo. Sucedió que en el marco de la investigación en terreno, Revista BIO-MA descubrió vestigios petrificados de una antigua playa que pudo existir en el periodo Triásico lo que se convierte en nueva evidencia que permiten visualizar como era el paleo ambiente de la formación el Quereo.Aún hay mucho aún por aprender y descubrir, esa es precisamente la visión de Revista BIOMA, esperamos que este material sea de utilidad e interés para ustedes y vean como nosotros vemos, que todo lo que nos rodea puede con-tar una historia… nuestra propia historia.

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Una pequeña reserva para la vida

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or semanas esperábamos ver de cerca al Lobo marino de un pelo (Otaria flavescens), en una diminuta isla, más bien una piedra a unos tre-cientos metros del borde costero en el norte chico (31º 57 “ S - 7º 31” O). Pero, como siempre el mar es quien decide a que hora y cuando se puede navegar, esto por que no cabe duda de la colusión de Poseidón el dios del mar con Eolo el dios del viento. No había manera de predecir el compor-tamiento de ambos, claro está que existen tecnologías satelitales avan-zadas que permiten a los navegan-tes determinar por adelantado las condiciones climáticas… pero… nada que hacer a la hora de enfrentar a la madre naturaleza, más si se trata de una lucha entre el poder del oleaje, versus un bote de goma Zodiac. Pero la experiencia de la Armada de Chile predominó esta vez, son la nueve de la mañana y un llamado a nuestro celular proveniente de la Ca-pitanía de Puerto, nos dice “¿aún les interesa ir a la isla Lobos?” esta frase nos impulsa automáticamente, como un golpe vitamínico a correr hasta el punto de encuentro acordado, con cámara en mano y algo para prote-gerla de las salpicaduras de agua sa-lada.La misión era simple… entender más sobre esta especie otárida y su hábi-tat. El Lobo Chusco, como también es conocido es común pero aún así,causa admiración y curiosidad en la gente donde sea que se encuen-tre.

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“Los indígenas sudamericanos los cazaban para alimentarse y

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usaban sus pieles incluso para construir botes...”

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En una pequeña caleta de pescado-res que cuenta con un embarcadero tipo playa… las olas, una tras otra, que arremetían sin piedad abordamos el liviano bote de goma, tras unas fre-néticas remadas de los dos efectivos de la autoridad marítimaque nos lle-van, encienden el motor y la veloci-dad se siente vertiginosa mientras el agua bofetea el delgado piso que nos separa de la profundidad.A la distancia y luego de unos trein-ta minutos de navegación se ve la pequeña isla. Un pestilente olor nos llega, una elegante mezcla entre al-gas, pescados, guano y la verdad no

sabemos que más, nos indica que haremos contacto. Vemos obesos cuerpos que retozan y duermen api-ñados en las rocas, que se calientan lentamente con el Sol de la mañana. La rica población de este animal abar-ca todo el borde costero de Chile, prácticamente toda Sudamérica des-de Perú hasta Tierra del Fuego y las islas Falklands subiendo hasta Brasil por el océano atlántico. Es mucho te-rritorio y son muchos los Lobos, pero como siempre y como hemos hecho mención en otras notas, la abundan-cia de una especie no es sinónimo de que sobren.

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Los indígenas sudamericanos lo ca-zaban para alimentarse y usaban sus pieles hasta para construir botes, no necesariamente sobre explotaban el recurso. Pero bastó que el HMS Dolphin al mando del Comodoro J. Byron lo descubriera alrededor del 1800 para comenzar con la caza sis-temática de esta especie por carne, piel y aceite, el mismo drama que afectó al Lobo marino de Dos pelos (Arctocephalus philippii), endémico de Juan Fernández que casi se extin-gue.A sólo a unos metros de la isla, que parece flotar, los voluminosos ma-chos de casi 350 kg. y 2.8 metros, reposan en actitud déspota en los puntos altos, para dominar su harem que puede llegar hasta diez hembras el cual nos es fácil mantener. Extre-madamente territoriales aunque se trate de sólo unos metros pelean en-tre sí y con quien ose cruzarse en su apestoso suelo. Mientras hacemos las fotografías nadan hasta el bote, prácticamente bajo nosotros para curiosear, imagi-namos que no reciben muchas visi-tas, por que parecen no temernos. Entre la agitación del agua vemos a las hembrasalgunas de 2.8 metros y alrededor de 150 kilos, que ya han parido justo en estas fechas, muchos recién nacidos se arrastran con difi-cultad entre estos perezosos adultos

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para buscar a sus madres que han descendido al agua para buscar el sustento diario, que consta de es-pecies pelágicas como langostas de roca en sus etapas larvarias, peces y medusas que suelen hallar hasta trescientos metros de profundidad.Rodeamos la isla y los juegos atrevi-dos de una veintena de lobos sobre la superficie del agua y bajo el bote nos comienzan a inquietar, sobre todo cuando vemos como los ma-chos bajan al agua para unirse a la fiesta, “basta con un topón de esos grandotes para que nos volteen” nos dicen… el mar comienza también a inquietarsey los roqueríos podrían convertir a un bote de goma como esteen un montón de jirones.Mientras no dejan de danzar bajo las cristalinas aguas, los dejamos atrás en tanto nos observan al ras de los inquietos vaivenes de las olas.Hoy los lobos marinos no saben de la caza despiadada y ambiciosa del hombre por satisfacer sus apetitos voraces, eso nos da la calma que se necesita para regresar y llevar hasta sus sentidos esta experiencia… tan cercana y tan distante a la vez… Co-nocer y valorar el entorno inmediato es el primer paso para la conserva-ción de lo global… y la vida de esta especie no es la excepción.

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QUEREOFORMACIÓON EL

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LA VIDA HACE 220 MILLONES DE AÑ NOS

Una Pleurotomaria sp. fosilizada.

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in duda alguna la Tierra a evolucionado, si bien no hemos sido testigos directos de este paulatino cambio, sí podemos ver los vestigios que estas imperceptibles mutaciones globales han dejado.Son paisajes alucinantes si se miran desde una perspectiva paleo geo-gráfica, por que eventualmente son postales del pasado, un pasado tan lejano que de no estar de pié fren-te a estos escenarios recibiendo esta información, no podríamos ni tan si-quiera imaginarlos.Por ello nos dirigimos a un lugar, don-de se puede decir que tiene caracte-rísticas geológicas únicas, para ello nos acompañó un amigo, Richard Conejeros, un letrado estudiante de Paleontología de la Universidad de Buenos Aires. El sitio se llama la for-mación el Quereo y está ubicado en la IV Región, a tres kilómetros al sur de las costas de Los Vilos.En esta zona existen pruebas visibles de los periodos de transición entre el Triásico y el Jurásico, no es menor encontrar un proceso geológico de esa magnitud de manera tan visible a simple vista.Las huellas dejadas por estos perio-dos no son pocas y no se trata sólo de “piedras con estratos” sino que también hayamos restos paleontoló-gicos de la vida de hace 220 millones de años.Esta formación tiene una extensión de 712.50 metros desde el sector Cerrillos hasta el sector sur de la que-brada de Quereo, nos indica Richard mientras caminamos por la intricada red de acantilados costeros.Todo comienza en la era Mesozoica

que, alude a una especie de condi-ción intermedia de la fauna existen-te, es decir la “antigua” o Paleozoica y la “moderna” o Cenozoica, esta era se divide en tres grandes periodos que seguro han escuchado hablar el Triásico, el Jurásico y el Cretácico.La suma de estos tres periodos de la era Mesozoica duró 187 millones de años en total. La particularidad de esta página de la historia de la Tierra fue que ahí comenzó la fragmenta-ción de Pangea, el súper continente, que disperso en bloques dio origen a los actuales continentes, proceso que aun no se detiene.En cada paso que damos nos dete-nemos para observar las estratifica-ciones que nos hablan de un intensa actividad de volcanismo, mientras el viento sopla fuerte con el inconfun-dible aroma del mar, conversamos respecto a que estos estratos tienen cuatro componentes o miembros de abajo hacia arriba. El primero consta de areniscas y conglomerados basa-les de 110 m de espesor, el segundo son Grauvacas, palabra rebuscada pero que hace mención a la pre-sencia de arenisca con partículas de cuarzo, feldespatos y en ocasiones fragmentos de esquistos argilosos de color oscuro con 122.50 m de espe-sor. El tercero son Pizarras y Querató-firos, roca volcánica de lavas básicas con un espesor de 402.50 m de es-pesor y finalmente el cuarto estrato se compone de Conglomerados Dis-tales y Areniscas con 77.50 m de es-pesor.Todo este juego de componentes permiten entender el contexto de un paisaje que como un libro cerra-

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Una Trematocera sp. que dejó su huella, se trató de una especie de Cefaló-podo nautiloide ortocónico.

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Parte o fragmento de un Gymnites

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do fue recibiendo páginas una sobre otra, logrando en cada una perpe-tuar la información que hoy conoce-mos. Cuando Pangea se disgregó la tarea escultórica de la madre tierra no ha-bía terminado, y no sólo continen-tes se desplazaron por el que fue el mega Océano Panthalassa la paleo fauna era quien evolucionaba con-forme estos cambios afectaban al planeta entero.La biota marina, luego de la extinción masiva del limite Pérmico / Triásico, quedó conformada por un abanico de especies muy disminuido, a pesar que individualmente eran numero-sos no existía una gran diversidad biótica, este proceso conocido como “Síndrome post-extinción” tuvo un camino hacia la recuperación de es-pecies que comenzó recién a prin-cipios del Triásico medio (Anisiano), pero estos ecosistemas del Triásico basal y la escena global está presen-te en la formación Triásica de Que-reo y su paleo ambiente.La Bioestratigrafía, es decir la presen-cia de fauna en la diferentes capas de Quereo, sólo son apreciables a partir de los treinta metros sobre la base del componente tres, anteriormente expuesto, en la secuencia de Pizarras y Queratófiros, especies como Tre-matoceras sp., Daonella dubia, Gym-nites sp, Pleurotomaria sp y Ptychites sp entre otras especies.Sin duda esta visita también significo un hito importante para nosotros, puesto que en esta exploración al si-tio Quereo, permitió que la cámara de Revista BIOMA descubriera nue-vas evidencias que indican la presen-

cia de Ripple-marks (ondulaciones dejadas por el oleaje en la arena) en el lugar, lo que hace alusión a un Pa-leo ambiente costero con antiguas playas arenosas, lo que su vez -como nos explica nuestro amigo Richard- la presencia de fósiles vegetales su-ponen la depositación de estos res-tos en ambientes continentales. Quedamos maravillados con este pa-raíso de muestras del remoto pasado que están presentes a flor de las ro-cas más inesperadas, cuando el ciclo de mareas expone las rocas, durante la bajamar, podemos entrar en un mundo, que siendo el nuestro tiene periodos tan ignotos, que perfecta-mente podríamos estar hablando de un inimaginado exoplaneta, donde formas de vida tomaron su curso en la evolución, creciendo y desarro-llándose para formar civilizaciones… pero como decíamos, era nuestro planeta, nuestro hogar, de no ser por mega cataclismos devastadores, fe-roces extinciones globales, cambios dramáticos de temperatura, incluso variaciones de grados en el eje de la tierra… hoy… ni ustedes ni nosotros estaríamos leyendo estas líneas.Las secuencias paleo históricas que han dado vida a estas obras maestras de los procesos creativos de la madre naturaleza, son un legado tangible del valor que posee cada cosa, aun-que nos parezca inanimada y sin sen-tido… es todo lo contrario, una pieza clave en el largo camino que ha re-corrido la vida por la faz de este que es nuestro hogar.

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33Fragmento largo de Ptychites sp.

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BUENA MEMORIA: "Extractos de la vida cotidiana del

Hombre y la Mujer Rural".

Eglantina: Guardiana de la Fiesta Los Paihuenes.

“...Y ahí todos adoraban a la cruz pero con una tremenda devoción, respeto, cosa que hoy en día se va perdiendo un poco eso. Ellos ama-ban su capilla, porque eran creyen-tes hombres y mujeres y niños, era su alegría cuando llegaba el mes de mayo, porque concurrían a rezar, ya era como una actividad que les toca-ba vivir una vez al año y les daba de-masiado gusto, alegría.”

(Extracto entrevista Eglantina Ibacache)

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IGLESIA DE LOS PAIHUENES

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E ntre las calles agrestes de la Localidad de Huentelauquén, Comu-na de Canela, se tejen historias que vale la pena conocer y contar. Luego de un rato de andar, entre la ventis-ca y el sol dándonos directo al rostro, se divisa a lo lejos, de pie frente a su casa, la Señora Eglantina Ibacache Reyes, oriunda de Huentelauquén, escritora por intuición y amante de sus orígenes y tradiciones por he-rencia. Mujer colmada de emoción e historias, nos recibe desbordada de cosas que contar y sin tener que pre-guntar mucho, comienza su relato: Eglantina es una mujer de las dunas. Desde pequeña su vida transcurrió cerca de ellas y del mar a quienes les ha dedicado poemas y escritos que ha realizado con el mayor de los cui-dados. Comparte con gran entusias-mo sus creaciones y se ha otorgado la tarea y responsabilidad de regis-trar todo hito y acontecimiento his-tórico que para ella cobre relevancia.Eglantina es la guardiana de la Ca-pilla de Los Paihuenes, la que posee una historia de más de 200 años y que guarda los secretos ancestrales de la Fiesta de la Cruz de Mayo de Los Paihuenes. De la Capilla y de su fiesta también ha escrito su historia: cuen-ta que a raíz del avance de la arena que comenzó a sepultar el sector de

Las Salinas, dentro de la misma loca-lidad de Huentelauquén, se efectuó un éxodo de gente de dicho lugar al sector de Los Paihuenes, donde exis-tía una quebrada con abundante agua. En este lugar no sólo instala-ron sus casas, sino también levanta-ron su Santuario, dónde efectuaron con gran devoción la adoración y ce-lebración de La Cruz de Mayo, la cual se celebra hasta la fecha el antepe-núltimo sábado del mes homónimo. La comunidad entera se movilizaba, mujeres, hombres, jóvenes, niños y niñas concurrían a rezar y adorar la cruz al ritmo de cantos inéditos y bailes chinos, que con el pasar de los años han ido desapareciendo.Lentamente Los Paihuenes comenzó a despoblarse y a sufrir la lenta ago-nía de la migración de sus habitantes que se llevaron consigo parte de la memoria colectiva. Actualmente el sector es una fotografía de casas de adobe sin habitar donde lo que so-brevive y destaca es la Capilla y un puñado de personas en un paisaje solitario. Sin embargo aún queda el esfuerzo de una comunidad viva que lucha por mantener su tradición, sus herederos directos que pese a habi-tar en otros sectores de la localidad, se esfuerzan por mantener hasta el día de hoy la tradición y la fe intacta.

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Durante el mes de Mayo el santua-rio cobra vida: Nueve días antes de la Fiesta, comienzan con rezos del rosario, efectuados por las denomi-nadas “Rezadoras”, a esto se suma la ornamentación del altar de la Ca-pilla. Todo este cuidadoso ritual de fe, termina finalmente con la fiesta, que cuenta con la presencia de las agrupaciones de bailes religiosos de la zona y de los feligreses que vienen de diversos lugares para acompañar la procesión junto a la cruz con can-tos originarios, propios de la celebra-ción y nunca antes escuchados. Eglantina es Rezadora de la fiesta, detrás de ella una serie de mujeres cumplieron con la misma labor, en-tre ellas su madre, de quien heredó la convicción y el afecto por la Capilla y la Fiesta. Todos los meses de mayo de cada año, Eglantina se preocupa de rezar el rosario y cumplir con la novena que da inicio a las celebra-ciones.Su abuela y su madre fueron de pe-queñas devotas de la capilla y de la cruz. Desde joven Eglantina demos-traba su fe a través del bordado de manteles que hermosearían el altar. También lo demostraba a través de la ornamentación de la cruz.

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“La motivación es la fe, la fe, más que todo es la fe, la fe que tenemos en Dios, sabemos que todo, todas las capillas por muy humilde que sean, son la casa de Dios y eso es lo que nos motiva a que no se pierda y que siga...”

(Extracto entrevista Eglantina Ibacache)

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Ese amor y devoción es una heren-cia familiar que ha buscado cumplir a cabalidad, en su labor como rezado-ra, cuidando y manteniendo junto a otros feligreses la Capilla y registran-do la historia, para que la comu-nidad no olvide ningún detalle de cómo los ancestros forjaron La fiesta de los Paihuenes. Esa historia escrita da cuenta de un proceso vivido has-ta el año 2000, año en que además se construyó la nueva capilla, dado el deterioro del que fuera víctima el santuario hasta ese momento. Esto para Eglantina es un importante hito de la comunidad devota, dado que es fruto del esfuerzo y sacrificio de los vecinos.Para Eglantina el esfuerzo por resca-tar la fiesta no es en vano, y espera que cada detalle con el que se ha construido parte de la identidad, no se pierda con el paso de los años, que otros sigan escribiendo la histo-ria de la Capilla y de la Fiesta, y que pese a la indiferencia que percibe de las nuevas generaciones, se siga ci-mentando el Futuro de esta hermosa fiesta religiosa.

Texto y Fotografía: Loreto Alfaro RodríguezPara Revista Bioma

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El Degú

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H ace algunos meses, durante el desarrollo de un taller escolar sobre especies nativas, nos tocó abordar el tema de los roedores silvestres. Una temática interesante no sólo desde el punto de vista natural, sino que tam-bién desde el emocional, puesto que este grupo de mamíferos gatilla al mismo tiempo reacciones tan opues-tas, como el temor y la ternura. Los roedores generalmente producen reacciones negativas en gran parte de las personas, al ser asociados a la suciedad y enfermedades trans-misibles al ser humano. Salvo algu-nas carismáticas excepciones, como las Chinchillas muy populares como mascotas, este grupo de mamíferos goza de una mala fama. Durante el desarrollo de la clase, una estudiante de la escuela de Cocou, nos plantea la interrogante ¿Qué ha-cen los ratones en el campo? Como siempre una pregunta tan inocente de un niño nos abre todo un mun-do, esta vez relacionado con los roles que desempeñan las especies nativas en la naturaleza. Para dar respuesta a la curiosidad de la joven, tomamos un ejemplo a la mano y que surgió como la primera de nuestras ideas; El Degú, un roedor atípicamente diur-no, de color café amarillento, cola singular terminada en un “pincel” de pelos negros y de orejas grandes y lampiñas. Lo comentando en esa clase, lo desarrollamos con mayor profundidad en esta nueva crónica de fauna.Al hablar de los representantes de la fauna del matorral esclerófilo y xeró-filo de Chile Central, necesariamente debemos poner en primer lugar al

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Degú como uno de sus miembros más notables. Ratón de las pircas, Ratón cola de pincel o incluso Cola de burro, son algunos de los apodos con los cuales los lugareños entre Huasco y Rapel y desde la costa hasta los 1.800 m.s.n.m (su rango de distri-bución) se refieren a este numeroso albañil de senderos y condominios.Lo denominamos así, puesto que las madrigueras que dan forma a sus co-lonias, poseen una amplia red de tú-neles subterráneos, construidos y re-parados permanentemente durante todo el año por las manos y dientes de sus incansables moradores. Las entradas y salidas de estos túneles, además de ser espacios para la reali-zación de baños de tierra, siempre es-tán vigiladas por erguidos y atentos adultos que al menor ruido, sombra u olor, provocado por el Zorro (Lyca-lopex spp.), Quique (Galictis cuja) o alguna rapaz diurna como el Águila (Geranoaetus melanoleucus), emi-ten un chillido de alarma hacia sus congéneres, los cuales con rapidez colosal dejan tras de sí una polvare-da a lo largo de los rectos senderos que conectan a las distintas madri-gueras colindantes. Resulta pintores-co ver como muchos de sus hogares parecieran tener niveles en altura, al estar construidos bajo los arbustos de Guayacán (Porlieria chilensis), lo cual les brinda la posibilidad de tre-par y acceder a brotes, frutos y una vista panorámica inmejorable. En dichos espacios protegidos del abrazador sol y de los sagaces depre-dadores, es donde el ciclo reproduc-tivo del Degú se despliega. Entre los meses de julio y enero, se suceden

peleas entre machos, apareamien-tos, gestaciones y pariciones de en-tre tres a cuatro crías en las amplias cámaras interiores de sus refugios. La vida se abre paso desde el subsuelo para nuestro protagonista… Volviendo a poner el foco en la im-portancia ecológica de este roedor, nos detenemos ahora en su dieta, cuestión clave para comprender con mayor nitidez a lo que nos referimos. Las primeras luces de esto las pode-mos hallar, por ejemplo, en la Reser-va de la Biosfera Parque Nacional La Campana, Sector Ocoa. Aquí el pai-saje dominado por la solemne Palma chilena (Jubaea chilensis), esconde a ras de suelo a los grupos familiares de Degú que se dan un festín con los frutos o “coquitos” de la palma, ricos en azúcares energéticos. Muchos de estos frutos son almacenados en las profundidades de sus galerías, lo cual favorecería la germinación de los afortunados que no son consu-midos, manteniendo así el delicado equilibrio que permite la existencia de las palmas, una especie definida como vulnerable a nivel internacio-nal, siendo esta endémica al igual que el Degú.Adicionalmente en su andar por el agreste suelo, las tropillas de Degús van consumiendo y dispersando se-millas de Espino (Acacia caven) y Co-lliguay (Colliguaja odorífera). Su die-ta aquí se complementa con hojas y ramas del Tevo (Trevoa trinervis).Más al norte, en la Reserva Nacional Las Chinchillas, las verdes y anchas hojas de las palmas son reemplaza-das por las blancas y delgadas es-pinas del Copao (Eulychnia acida),

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las cuales deben ser esquivadas por nuestro Degú cuando caen peligro-samente al suelo. Aquí, en un paisa-je más árido, la versatilidad a la hora de elegir los alimentos es una virtud. Por eso una aparente hoja dura pero suculenta de Chagual (Puya berterio-nana) y un fibroso tallo de Pasto Rey (Stipa plumosa) en los meses otoña-les, son siempre bienvenidos. Si las lluvias caen, la posibilidad de ampliar el menú se concretan al surgir desde la tierra húmeda el suave Huanqui (Dioscorea humifusa) y el sabroso Huille (Leucocoryne ixioides).Esta y otras plantas son las que apro-vechan las colonias de Degú reparti-das por nuestro territorio, cumplien-do así el rol de mantener a raya las especies más abundantes, permitien-do que otras ocupen espacios vitales, dispersando semillas y en definitiva dando forma y características especí-ficas a los matorrales en donde habi-ta. No podemos dejar de mencionar,

que la maraña de galerías ya descri-tas, son también utilizadas por otros inquilinos, tales como el Ratón ore-judo de Darwin (Phyllotis darwini), y el Ratón Chinchilla (Abrocoma ben-nettii), los cuales hacen de la noche y el crepúsculo su escenario. Especies como el Degú, que configuran con sus acciones nuevos escenarios para otras especies son denominadas por los(as) científicos(as) como ingenie-ros ecosistémicos. Tras risas e imágenes de libros, la cla-se termina con la propuesta de otra de las estudiantes. Un libro con los ratones de Cocou va tomando for-ma… Sin duda con sus preguntas e ideas, niños y niñas cobijan en sus mentes el espíritu que inspiro a los naturalistas que recorrieron en el pa-sado nuestra escarpada geografía y que sin duda a más de un Degú pu-dieron observar…

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Textos y Fotografías: César Piñones CañetePara Revista Bioma.

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Un Amigo muy especial

El mero, es todo un personaje de la pérgola en la reserva de las chinchi-llas; por más de ocho años es el infal-table comensal a la hora del almuer-zo de los Guardaparques. Cuando nos instalamos en los mesones de la pérgola, puntualmente llega volan-do y con pasmosa tranquilidad, se posa en la cubierta de la mesa, luego camina entre nosotros observando nuestros platos, como si estuviera eli-giendo el menú.Para los que no saben que es un mero, el mal llamado zorzal mero, es un ave parecido a un zorzal, un poco mas grande, quizás algo mas tosco, y a diferencia de este último, sus plumas son todas del mismo color, pardo grisáceas con tonos oliváceos, tiene estrías negras en la garganta y presenta hábitos alimenticios marca-damente carnívoros, puede llegar a comer lagartijas y otras aves peque-ñas, puesto que posee una estructu-ra mandibular mucho mas poderosa que la del zorzal. Los meros, son si-lenciosos y solitarios, generalmente es muy difícil verlos de cerca, son es-quivos y muy desconfiados.Sin embargo, nuestro mero es muy especial... ...hoy lo tengo a treinta centímetros de mi, esta parado sobre

la mesa, soy un privilegiado, puedo ver todos sus detalles, sus plumas, sus alas, sus patas levemente curvas y sus dedos graciosamente cortos, pero por sobre todo, puedo ver sus ojos, puedo captar su mirada...Me observa atentamente sin temor, sin sobresaltos. Lentamente extien-do mi mano hacia el, y le ofrezco en-tre mis dedos, un pequeño bocado; con un gesto casi de cortesía, se incli-na hacia mi y come de mi mano, en ese momento siento en mis dedos, el fugaz roce del extremo de su pico, cuando se apodera con entusiasmo del pequeño trozo de carne; inevita-blemente me conmuevo con tan fan-tástico contacto.Pero hay algo en el Mero que me cautiva cuando esta tan cerca, su mi-rada… esa mirada que proyecta una mezcla de confianza e indiferencia, esa mirada que por momentos, pare-ce ser portadora de un mensaje silen-cioso, que nos revela fórmulas para una relación más amigable y más respetuosa con las demás criaturas vivientes.En una ocasión en que llegó a com-partir la mesa, nos pareció que tenía dificultades para tragar trozos muy grandes de alimento, esta situación

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Q.nos preocupo, y llegamos a pensar

que quizás la edad le estaba jugan-do en contra. Entonces nos dimos el trabajo de darle pequeñas porciones de comida, realmente nos alegró ver-lo recibir de nuestra mano los trozos de carne desmenuzada, que tragaba con suavidad y modales poco habi-tuales en él.Repentinamente y contra todos nuestros pronósticos, dejó de lado los cubiertos y el mantel, y se lanzó en picada atrapando en sus fauces a una pequeña lagartija, que había pasado inadvertida para nosotros, llevándola rápidamente sobre una piedra cercana, azotándola con fuer-za sobre la pétrea dureza de su im-provisada mesa, para luego engullir-la entera, sin ningún refinamiento. En otra oportunidad, mientras daba una charla introductoria a un grupo de escolares a la sombra de la pérgo-la, nuestro mero llegó a curiosear, lo que me brindó la posibilidad de pre-sentárselo a los estudiantes y hablar-les de sus hábitos y características. Aún cuando esto suele ser rutinario, lo sorprendente vino después…Grata fue mi sorpresa cuando al ini-ciar el recorrido con los escolares, por un sendero aledaño, al llegar a la primera estación educativa, descu-brí que el mero, nos esperaba posa-do sobre el primer cartel explicativo.

Esto generó mucho revuelo entre los pequeños estudiantes, mientras nuestro amigo los observaba con in-terés.En medio de las caritas de asombro de los niños, retomamos el circuito en dirección a la próxima estación educativa, dejando a nuestro amigo posado en el letrero, aparentemente inmerso en sus misteriosos pensa-mientos.Al llegar a la segunda estación, adivi-nen que… ahí estaba el mero, posa-do en el segundo cartel explicativo. Y así sucesivamente nos acompañó de estación en estación, de cartel en cartel, otorgándole a esa actividad un matiz de aprendizaje anecdótico, que esos niños llenos de asombro y descubrimiento, nunca olvidarán, tengo la certeza que permanecerá en su recuerdo ese inolvidable día en que visitaron el hogar de las chinchi-llas, y los acompañó en el recorrido por el circuito, un amigo muy espe-cial.

Page 58: Edicion octubre 2013

Para explorar... para descubrir... para conservar...

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OCTUBRE 2013