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Edición ilustrada del relato clásico de Perrault El gato con botasrealizada por Javier Zabala, Premio Nacional de Ilustración 2005. Setrata de un cuento popular europeo, recopilado en 1697 por CharlesPerrault en su Cuentos de Mamá Oca y que ha dado lugar a múltiplesadaptaciones. El gato con botas basa su inteligencia en laobservación y la lógica. La traducción es nueva y, además, se trata deuna edición bilingüe para lectores de todas las edades.

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Charles Perrault

El gato con botasEdición bilingüe

ePub r1.2lenny 03.11.14

PlanetaLibro.net

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Título original: Le Maître Chat, ou le Chat BottéCharles Perrault, 1697Traducción: Íñigo JáureguiIlustraciones: Javier ZabalaRetoque de portada: leandro

Editor digital: lennyPrimer editor: leandro (r1.0 a 1.1)ePub base r1.2

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U n molinero dejó por toda herencia a sus tres hijos su molino, su asno ysu gato. El reparto se hizo enseguida; no se llamó ni al notario ni al

procurador, pues se habrían engullido todo el humilde patrimonio. El hijomayor se quedó con el molino, el mediano con el asno y el menor solo con elgato. Este último no podía consolarse por haber recibido tan pobre herencia:«Mis hermanos», decía, «podrán ganarse la vida honradamente trabajandojuntos; pero yo, cuando me haya comido al gato y me haya hecho unmanguito con su piel, tendré que morirme de hambre».

El gato, que fingió no haber oído estas palabras, le dijo con tono serio ypausado:

—No os aflijáis, mi amo, no tenéis más que darme un saco y encargarmeun par de botas para andar por la espesura, y veréis que no habéis recibido tanmala herencia como pensáis.

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Aunque a su amo le costaba creerle, le había visto hacer tantos sutilesardides para atrapar ratas y ratones, como cuando se colgaba de los pies o seescondía en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de sersocorrido en su miseria.

Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se calzó las botas briosamentey, echándose el saco al hombro, cogió los cordones con las patas delanteras yse adentró en un coto donde había gran cantidad de conejos. Puso salvado yalgunas hierbas en el saco y, tumbándose como si estuviera muerto, esperóque algún conejillo poco versado en las trampas de este mundo se metiera enel saco para comer el cebo que había puesto. Apenas se había tumbadocuando vio cumplido su deseo. Un conejo joven y atolondrado entró en elsaco, y maese gato, tirando rápidamente de los cordones, lo atrapó y lo matósin misericordia.

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Orgulloso de su proeza, marchó a ver al rey y le pidió audiencia. Lehicieron subir a los aposentos de su majestad donde, nada más entrar, hizouna gran reverencia al rey, y le dijo:

—Aquí os traigo, señor, un conejo de monte que el Marqués de Carabás(tal era el nombre que se le antojó dar a su amo) me ha encargado que ospresente de su parte.

—Di a tu amo —respondió el rey— que se lo agradezco, y que mecomplace.

En otra ocasión fue a esconderse en un trigal, con el saco siempre abierto;y cuando dos perdices entraron en él, tiró de los cordones y las capturó.Luego se presentó ante el rey, como había hecho con el conejo de monte. Denuevo el rey aceptó complacido las dos perdices, y ordenó que le diesen debeber. El gato continuó así durante dos o tres meses, llevando de vez encuando al rey piezas cobradas, según decía, por su amo.

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Cierto día se enteró de que el rey saldría a pasear por la orilla del río consu hija, la princesa más bella del mundo, y le dijo a su amo:

—Si tenéis a bien seguir mi consejo, vuestra suerte está asegurada; solodebéis bañaros en el río en el lugar que yo os señale, y luego dejarme hacer.

El Marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejaba, sin saber de quéle serviría. Mientras se bañaba, pasó el rey, y el gato se puso a gritar contodas sus fuerzas: «¡Socorro! ¡Socorro! ¡El señor Marqués de Carabás seahoga!».

Al escuchar este grito, el rey sacó la cabeza por la portezuela y,reconociendo al gato que le había llevado caza tantas veces, ordenó a susguardias que socorrieran presto al señor Marqués de Carabás. Mientrassacaban del río al pobre marqués, el gato se acercó a la carroza y le dijo al reyque, mientras su amo se bañaba, habían venido unos ladrones que se habíanllevado sus ropas, pese a que él había gritado «¡Al ladrón!» con todas susfuerzas; y es que el muy bribón las había escondido debajo de una enormepiedra.

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El rey ordenó al instante a los encargados de su guardarropa que fueran abuscar uno de los trajes más hermosos para el Marqués de Carabás. El rey leprodigó mil atenciones, y como los hermosos ropajes que acababa de darlerealzaban su gentil figura (pues era apuesto y bien proporcionado), la hija delrey lo encontró muy de su agrado, y bastó que el Marqués de Carabás lelanzase dos o tres miradas muy respetuosas, y un poco tiernas, para que ellase enamorase locamente de él.

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El rey quiso que subiera a su carroza y que los acompañara en el paseo.El gato, feliz de ver que su plan comenzaba a funcionar, tomó la delantera y,al encontrarse con unos campesinos que segaban un prado, les dijo:

—Buenas gentes que segáis, si no decís al rey que el prado que segáispertenece al señor Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne depastel.

El rey no dejó de preguntar a los segadores de quién era el prado queestaban segando. «Es del señor Marqués de Carabás», dijeron todos a una,pues la amenaza del gato los había asustado.

—Ahí tenéis un buen patrimonio —dijo el rey al Marqués de Carabás.—Ya lo veis, señor —respondió el marqués—. Es un prado que no deja

de producir en abundancia todos los años.Maese gato, que siempre iba por delante de la carroza, se encontró con

unos cosechadores, y les dijo:

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—Buenas gentes que cosecháis, si no decís que todo este trigo es delseñor Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de pastel.

El rey, que pasó poco después, quiso saber a quién pertenecía todo eltrigo que veía. «Es del señor Marqués de Carabás», respondieron loscosechadores, y el rey volvió a alegrarse con el marqués.

El gato, que iba por delante de la carroza, siempre decía lo mismo a todoscuantos se encontraba, y el rey estaba maravillado de las riquezas del señorMarqués de Carabás. Maese gato llegó finalmente a un hermoso castillo cuyoamo era un ogro, el más rico que jamás se viera, pues todas las tierras pordonde había pasado el rey estaban bajo el dominio de este castillo. El gato,que tomó la precaución de informarse de quién era este ogro y qué sabíahacer, pidió hablar con él, diciendo que no había querido pasar tan cerca desu castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. El ogro lo recibió todolo cortésmente que puede recibir un ogro, y lo invitó a descansar.

—Me han asegurado —dijo el gato— que tenéis el don de convertiros encualquier clase de animal, que podéis, por ejemplo, transformaros en león oen elefante.

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—Es cierto —respondió el ogro con brusquedad— y, para mostrároslo,vais a ver cómo me convierto en león.

El gato se asustó tanto al ver a un león delante de él que en un abrir ycerrar de ojos trepó por los canalones, no sin esfuerzo y peligro, pues susbotas de nada servían para andar por las tejas. Pasado un rato, el gato, al verque el ogro había recuperado su forma primitiva, bajó y admitió que habíapasado mucho miedo.

—También me han asegurado —dijo el gato—, aunque no sé si creerlo,que también tenéis el don de adoptar la forma de los animales más pequeños,de convertiros en rata o en ratón; os confieso que esto me parece de todopunto imposible.

—¿Imposible? —repitió el ogro—. Ya veréis.Y al instante se convirtió en un ratón que se puso a correr sobre el suelo.

Nada más verlo el gato se lanzó sobre él y se lo comió.Entretanto el rey, que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso

entrar. El gato, que oyó el ruido de la carroza al cruzar el puente levadizo,corrió a la puerta y dijo:

—Vuestra Majestad sea bienvenida al castillo del señor Marqués deCarabás.

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—¡Cómo, señor Marqués! —exclamó el rey—. ¿Este castillo también ospertenece? No hay nada más hermoso que este patio y todos los edificios quelo rodean. Veamos el interior, os lo ruego.

El marqués ofreció la mano a la joven princesa y, siguiendo al rey quesubía el primero, entraron en una gran sala donde encontraron un magníficorefrigerio que el ogro había preparado para sus amigos que vendrían a verloese mismo día, pero que no se habían atrevido a entrar, al enterarse de que elrey estaba dentro. El rey, encantado con las buenas cualidades del Marquésde Carabás, al igual que su hija, que estaba prendada de él, y viendo los ricosbienes que poseía, le dijo, tras haber bebido cinco o seis copas:

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—De vos dependerá únicamente, señor marqués, que seáis mi yerno.El marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le hacía el

rey; y ese mismo día se casó con la princesa. El gato se convirtió en un granseñor, y ya no corrió tras los ratones más que por diversión.

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U n meunier ne laissa pour tous biens, à trois enfants qu’il avait, que sonmoulin, son âne et son chat. Les partages furent bientôt faits: ni le

notaire, ni le procureur n’y furent point appelés. Ils auraient eu bientôt mangétout le pauvre patrimoine. L’aîné eut le moulin, le second eut l’âne, et le plusjeune n’eut que le chat. Ce dernier ne pouvait se consoler d’avoir un si pauvrelot:

«Mes frères, disait-il, pourront gagner leur vie honnêtement en se mettantensemble; pour moi, lorsque j’aurai mangé mon chat, et que je me serai faitun manchon de sa peau, il faudra que je meure de faim».

Le Chat, qui entendait ce discours, mais qui n’en fit pas semblant, lui dit d’un air posé et sérieux:

«Ne vous affligez point, mon maître, vous n’avez qu’à me donner un sacet me faire faire une paire de bottes pour aller dans les broussailles, et vousverrez que vous n’êtes pas si mal partagé que vous croyez».

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Quoique le maître du Chat ne fît pas grand fond là-dessus, il lui avait vufaire tant de tours de souplesse pour prendre des rats et des souris, commequand il se pendait par les pieds, ou qu’il se cachait dans la farine pour fairele mort, qu’il ne désespéra pas d’en être secouru dans la misère.

Lorsque le Chat eut ce qu’il avait demandé, il se botta bravement, et,mettant son sac à son cou, il en prit les cordons avec ses deux pattes dedevant, et s’en alla dans une garenne où il y avait grand nombre de lapins. Ilmit du son et des laiterons dans son sac, et s’étendant comme s’il eût étémort, attendit que quelque jeune lapin, peu instruit encore des ruses de cemonde, vînt se fourrer dans son sac pour manger ce qu’il y avait mis. A peinefut-il couché, qu’il eut contentement: un jeune étourdi de lapin entra dans sonsac, et le maître Chat, tirant aussitôt les cordons, le prit et le tua sansmiséricorde.

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Tout glorieux de sa proie, il s’en alla chez le roi et demanda à lui parler.On le fit monter à l’appartement de Sa Majesté, où étant entré, il fit unegrande révérence au roi, et lui dit:

«Voilà, sire, un lapin de garenne que monsieur le marquis de Carabas (c’était le nom qu’il lui prit en gré de donner à son maître) m’a chargé devous présenter de sa part.

—Dis à ton maître, répondit le roi, que je le remercie et qu’il me faitplaisir».

Une autre fois, il alla se cacher dans un blé, tenant toujours son sacouvert, et lorsque deux perdrix y furent entrées, il tira les cordons et les prittoutes deux. Il alla ensuite les présenter au roi, comme il avait fait du lapin degarenne. Le roi reçut encore avec plaisir les deux perdrix, et lui fit donnerboire.

Le Chat continua ainsi, pendant deux ou trois mois, à porter de temps entemps au roi du gibier de la chasse de son maître. Un jour qu’il sut que le roidevait aller à la promenade, sur le bord de la rivière, avec sa fille, la plusbelle princesse du monde, il dit à son maître:

«Si vous voulez suivre mon conseil, votre fortune est faite: vous n’avez qu’à vous baigner dans la rivière, à l’endroit que je vous montrerai, et ensuiteme laisser faire».

Le marquis de Carabas fit ce que son chat lui conseillait, sans savoir àquoi cela serait bon. Dans le temps qu’il se baignait, le roi vint à passer, et leChat se mit à crier de toute ses forces:

«Au secours! Au secours! voilà monsieur le marquis de Carabas qui senoie!».

A ce cri, le roi mit la tête à la portière, et, reconnaissant le Chat qui luiavait apporté tant de fois du gibier, il ordonna à ses gardes qu’on allât vite ausecours de monsieur le marquis de Carabas.

Pendant qu’on retirait le pauvre marquis de la rivière, le Chat s’approchadu carrosse et dit au roi, que dans le temps que son maître se baignait, il étaitvenu des voleurs qui avaient emporté ses habits, quoiqu’il eût crié au voleur!de toute ses forces; le drôle les avait cachés sous une grosse pierre.

Le roi ordonna aussitôt aux officiers de sa garde-robe d’aller quérir un deses plus beaux habits pour monsieur le marquis de Carabas. Le roi lui fit

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mille caresses, et comme les beaux habits qu’on venait de lui donnerrelevaient sa bonne mine (car il était beau et bien fait de sa personne), la filledu roi le trouva fort à son gré, et le marquis de Carabas ne lui eut pas jetédeux ou trois regards, fort respectueux et un peu tendres, qu’elle en devintamoureuse à la folie.

Le roi voulut qu’il montât dans son carrosse et qu’il fût de la promenade.Le Chat, ravi de voir que son dessein commençait à réussir, prit les devants,et ayant rencontré des paysans qui fauchaient un pré, il leur dit:

«Bonnes gens qui fauchez, si vous ne dites au roi que le pré que vousfauchez appartient à monsieur le marquis de Carabas, vous serez tous hachésmenu comme chair à paté».

Le roi ne manqua pas à demander aux faucheurs à qui était ce pré qu’ilfauchaient:

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«C’est à monsieur le marquis de Carabas», dirent-ils tous ensemble, car lamenace du chat leur avait fait peur.

«Vous avez là un bel héritage, dit le roi au marquis de Carabas.—Vous voyez, sire, répondit le marquis; c’est un pré qui ne manque point

de rapporter abondamment toutes les années.»Le maître Chat, qui allait toujours devant, rencontra des moissonneurs et

leur dit:«Bonnes gens qui moissonnez, si vous ne dites que tous ces blés

appartiennent à monsieur le marquis de Carabas, vous serez tous hachésmenu comme chair à paté».

Le roi, qui passa un moment après, voulut savoir à qui appartenaient tousles blés qu’il voyait.

«C’est à monsieur le marquis de Carabas», répondirent les moissonneurs;et le roi s’en réjouit encore avec le marquis. Le Chat, qui allait devant lecarrosse, disait toujours la même chose à tous ceux qu’il rencontrait, et le roiétait étonné des grands biens de monsieur le marquis de Carabas.

Le maître Chat arriva enfin dans un beau château, dont le maître était unogre, le plus riche qu’on ait jamais vu; car toutes les terres par où le roi avaitpassé étaient de la dépendance de ce château.

Le Chat, qui eut soin de s’informer qui était cet ogre et ce qu’il savaitfaire, demanda à lui parler, disant qu’il n’avait pas voulu passer si près de sonchâteau sans avoir l’honneur de lui faire la révérence. L’ogre le reçut aussicivilement que le peut un ogre et le fit reposer.

«On m’a assuré, dit le Chat, que vous aviez le don de vous changer entoutes sortes d’animaux; que vous pouviez, par exemple, vous transformer enlion, en éléphant.

—Cela est vrai, répondit l’ogre brusquement, et, pour vous le montrer,vous m’allez voir devenir lion.»

Le Chat fut si effrayé de voir un lion devant lui, qu’il gagna aussitôt lesgouttières, non sans peine et sans péril, à cause de ses bottes, qui ne valaientrien pour marcher sur les tuiles.

Quelque temps après, le Chat, ayant vu que l’ogre avait quitté sa premièreforme, descendit et avoua qu’il avait eu bien peur.

«On m’ assuré encore, dit le Chat, mais je ne saurais le croire, que vous

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aviez aussi le pouvoir de prendre la forme des plus petits animaux, parexemple de vous changer en un rat, en une souris; je vous avoue que je tienscela tout à fait impossible.

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—Impossible! reprit l’ogre; vous allez voir.»Et en même temps il se changea en une souris, qui se mit à courir sur le

plancher. Le Chat ne l’eut pas plus tôt aperçue, qu’il se jeta dessus et lamangea.

Cependant le roi, qui vit en passant le beau château de l’ogre, voulutentrer dedans.

Le Chat, qui entendit le bruit du carrosse, qui passait sur le pont-levis,courut au-devant et dit au roi:

«Votre Majesté soit la bienvenue dans ce château de monsieur le marquisde Carabas!

—Comment, monsieur le marquis, s’écria le roi, ce château est encore àvous! il ne se peut rien de plus beau que cette cour et que tous ces bâtimentsqui l’environnent; voyons les dedans, s’il vous plait.»

Le marquis donna la main à la jeune princesse, et suivant le roi, quimontait le premier, ils entrèrent dans une grande salle, où ils trouvèrent unemagnifique collation que l’ogre avait fait préparer pour ses amis, qui ledevaient venir voir ce même jour-là, mais qui n’avaient pas osé entrer,sachant que le roi y était.

Le roi, charmé des bonnes qualités de monsieur le marquis de Carabas, demême que sa fille, qui en était folle, et voyant les grands biens qu’ilpossédait, lui dit, après avoir bu cinq ou six coups:

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«Il ne tiendra qu’à vous, monsieur le marquis, que vous ne soyez mongendre».

Le marquis, faisant de grandes révérences, accepta l’honneur que luifaisait le roi, et, dès le même jour, il épousa la princesse. Le Chat devint legrand seigneur, et ne courut plus après les souris que pour se divertir.

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CHARLES PERRAULT. (París, 1628-1703). Es conocido ante todo por suscuentos, que recuperó de la tradición oral, entre los que figuran: Cenicienta,La bella durmiente, Caperucita Roja, Riquete el del copete, El gato con botaso Pulgarcito, que fueron recopilados en Cuentos de Mamá Oca. Sus historiasinfantiles perduran a través de los siglos. Llegó a ser miembro de laAcademia Francesa.

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