Economia Colonial

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HISTORIA ECONÓMICA DE COLOMBIA PERÍODO COLONIAL 1500-1810: La producción en el período colonial 1500-1810: El desarrollo de la producción minera: La carrera por el oro comienza a tener importancia en la mitad del siglo XVI, cuando la minería de vetas y aluviones empezó a tomar ímpetu en varias regiones del país. Hasta mitad del siglo mucho del oro de la nueva granada procedía de escondites indios tomados principalmente de las tumbas de los Sinúes, y de los chibchas. La explotación de metales preciosos se desenvolvió desde el descubrimiento de las grandes minas (1550), con avances y retrocesos en su volumen debido a la escasez de mano de obra indígena, a la debilidad de las inversiones de capital en esa industria y a la casi ninguna innovación técnica introducida por los colonizadores. La economía del oro fue durante el período colonial la base económica fundamental. La explotación de los metales preciosos no se explica por el mero hecho de que este recurso hubiera sido abundante en América. Su explotación obedece más que todo a necesidad en el desarrollo de las economías europeas. Además el oro y la plata significaban para los ocupantes la oportunidad para elevar su rango social y equiparse a una nobleza terrateniente en España. Germán Colmenares [1] explica la importancia de los metales en los siguientes términos: “ la explotación del oro y la plata obedece a una relativa abundancia de recursos en América que facilitaban su extracción a un costo muy bajo. Esta, a lo menos, fue la primera impresión que obtuvieron los ocupantes españoles. Pero la búsqueda obstinada de un Dorado revela mucho más acerca de los condicionamientos de una economía que tenía hambre de metales que sobre la existencia real de yacimientos metalíferos inagotables, tal como se lo presentaba la sicología primaria de los conquistadores”.

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Una introducción a la historia económica de la economía colonial

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HISTORIA ECONÓMICA DE COLOMBIA PERÍODO COLONIAL  1500-1810: La producción en el período colonial 1500-1810: El desarrollo de la producción minera: La carrera por el  oro comienza a tener importancia en la mitad del siglo XVI, cuando la minería de vetas y aluviones empezó a tomar ímpetu en varias regiones del país. Hasta mitad del siglo mucho del oro de la nueva granada procedía de escondites indios tomados principalmente de las tumbas de los Sinúes, y de los chibchas. La explotación de metales preciosos se desenvolvió desde el descubrimiento de las grandes minas (1550), con avances y retrocesos en su volumen debido a la escasez de mano de obra indígena, a la debilidad de las inversiones de capital en esa industria y a la casi ninguna innovación técnica introducida por los colonizadores. La economía del oro fue durante el período colonial la base económica fundamental. La explotación de los metales preciosos no se explica  por el  mero hecho de que este recurso hubiera sido abundante en América. Su explotación obedece más que todo  a  necesidad en el desarrollo de las economías europeas. Además  el oro y la plata significaban para los ocupantes la oportunidad para elevar su rango social y equiparse a una nobleza terrateniente en España. Germán Colmenares [1] explica la importancia de los metales  en los siguientes términos: “ la explotación del oro y la plata obedece a una relativa abundancia de recursos en América que facilitaban su extracción a un costo muy bajo. Esta, a lo menos, fue la primera impresión que obtuvieron los ocupantes españoles. Pero la búsqueda obstinada de un Dorado revela mucho más acerca de los condicionamientos de una economía que tenía hambre de metales que sobre la existencia real de yacimientos metalíferos inagotables, tal como se lo presentaba la sicología primaria de los conquistadores”. La explotación del oro no se desarrolló uniformemente, con un centro único o dentro de una unidad territorial, y ni siquiera de un marco administrativo centralizado. La explotación del oro se desplazó en fronteras sucesivas a todo lo largo y ancho del Nuevo Reino y de la gobernación de Popayán en un lapso de tres siglos.   Esta movilidad produjo como resultado que en diferentes épocas la riqueza, y con ella el acceso a un mundo exterior, se concentrara en regiones aisladas unas de otras.  La prosperidad que caía de pronto de un territorio era apenas compartida por los demás. Los primeros distritos mineros surgieron en regiones más favorecidas con población indígena.  La encomienda o reparto de indios no solo sirvió de base de sustentación agrícola a los yacimientos, sino que originó los capitales para su explotación y aún la mano de obra indispensable en ella.  Indios de encomienda trabajaron en los yacimientos de la región de Popayán, en los filones de Cartago, Arma y Anserma, en los de Pamplona y en los Aluviones

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del Valle del Magdalena, desde las cercanías de Ibagué hasta la ciudad de los Remedios.  Después de 1580, los hallazgos de Gaspar de Rodas en San Jerónimo, Cáceres y Zaragoza no sólo no dieron de nuevo impulso a la producción del oro, sino que su riqueza permitió el empleo sistemático de esclavos negros. Pamplona se disputó con Vélez los yacimientos del Río del Oro y explotó filones en los reales de Vetas y Montuosa.  Cartago, Arma y Anserma explotaron filones y aluviones en Marmato, Quiebralomo y Supía, y Popayán tuvo avanzadas en Almaguer y Caloto, fuera de las minas de Chisquío que explotaba la Corona directamente. La economía del  oro organizada a través de regiones aisladas dejaron una huella profunda en la formación económica y social de estas regiones  que obligaba a desplazamientos permanentes que  impuso un esfuerzo enorme para mantener algún nexo con sectores complementarios, especialmente con zonas de abastecimiento agrícola.  Este esfuerzo trajo consigo el desarrollo lento de vías de penetración a regiones apartadas que recorrían comerciantes itinerantes. La mayoría de los yacimientos auríferos en el Nuevo Reino, en Popayán, Antioquia y el Chocó fueron aluviones.  Minas de veta o de filón estuvieron localizadas apenas en los distritos de Pamplona (Vetas y Montuosa), Anserma-Cartago (Marmato y Quiebralomo), el legendario cerro de Buriticá cerca de Santa Fe de Antioquia y algunas explotaciones aisladas en Popayán y Almaguer. La Nueva Granada llegó a convertirse en uno de los más destacados países productores  y exportadores de oro, y en el primero de América del Sur.  Hasta 1780 el oro representó casi el 100% de las exportaciones. El oro no solo impulsó e hizo posible el comercio interno y externo, sino también el desarrollo agrícola, ganadero  y manufacturero. Las técnicas en el trabajo de las  minas durante la colonia: Casi todo el oro extraído en la nueva granada se encontraba en áreas de difícil acceso, en medio de bosques húmedos tropicales de tierras bajas o en apartadas zonas montañosas, lejos de los principales centros de población. Durante la colonia se explotaron dos tipos de minas, las de aluviones o placeres y las de veta o filón. La minería de aluvión se llevaba a cabo por reducidas cuadrillas de esclavos o por buscadores individuales que trabajaban en campamentos ubicados en áreas donde había aluviones o gravas auríferas. El trabajo era de alta intensidad laboral y empleaba una tecnología sencilla. Los métodos   más  utilizados fueron los siguientes:1º. La de los lavaderos, en la cual las arenas se sacaban del lecho de los ríos durante la estación seca con bateas donde se lavaban.

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2º . La de cavar grandes hoyos para desplazar arenas y gravas auríferas y luego tamizarlas en bateas para luego extraer el oro.3º . La  técnica del canalón. Esta consistía en hacer pasar el agua por un canal paralelo al cual se arrojaban las arenas; los materiales pesados se retiraban a mano o por la fuerza del agua, lo que dejaba en el fondo una capa fina de greda de la cual extraían los mineros los residuos de polvo de oro. Las minas de aluvión que producían la mayor parte del oro de la Nueva Granada utilizaban dos clases de mano de obra: la de los esclavos  y la de los productores independientes, o mazamorreros. Las minas de aluvión estaban localizadas en Popayán, Antioquia y el Chocó. Las minas de filón  exigían una tecnología más compleja y de una inversión mayor por parte del minero. Para la extracción del metal era necesario abrir largos túneles  o galerías, obtener el mineral, triturarlo y luego separar el oro o la plata por el sistema de amalgamación con el mercurio o azogue o por procedimientos más lento como el lavado con batea. Los yacimientos estaban localizados en terrenos rocosos y se explotaban siguiendo la veta con tajos abiertos o mediante socavones de tiros inclinados.  Los indígenas emplearon esta técnica en Buriticá y en Mariquita, aunque sin reforzar las galerías con armazones de madera.  En Pamplona, alcanzada una cierta profundidad, los socavones tuvieron que abandonarse, debido al riesgo para la vida de los indígenas que los trabajaban. Los españoles que explotaron las vetas de Buriticá, Anserma, y Remedios mejoraron las técnicas indígenas de cavar tajos abiertos o hacer socavones de tiros inclinados y de triturar el oro a mano en molinos de piedra. El esfuerzo de las galerías con armazones de madera y el drenaje de los socavones les permitió llegar a más profundidad que los indios y mediante la introducción de molinos de pisones manejados con agua también lograron extraer oro  de menas más duras. Aunque con el curso del tiempo llegaron a desarrollarse algunas técnicas ingeniosas, especialmente en Antioquia, las crisis en varias minas demuestran la incapacidad para superar las limitaciones de procedimientos rutinarios.  Las minas de filón eran escasas, empleaban sólo una diminuta fracción de la fuerza laboral y nunca se aproximaron a la escala de complejidad organizacional de las minas de plata de México y del Perú. Minas de veta o de filón estuvieron localizadas apenas en los distritos de Pamplona (Vetas y Montuosa), Anserma-Cartago (Marmato y Quiebralomo), el legendario cerro de Buriticá cerca de Santa Fe de Antioquia y algunas explotaciones aisladas en Popayán y Almaguer. En las zonas del pacífico, la esclavitud era la forma dominante de trabajo y la propiedad de las minas se concentraba en pocas manos. En Antioquia al contrario, había menos concentración de la propiedad y, aunque se usaban esclavos, el trabajo libre de los mazamorreros y de los buscadores  jugaba un papel mucho más importante en la producción.

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 En términos generales podemos decir que la minería era obra de productores independientes o de mineros que trabajaban con uno o dos esclavos. Esta clase de minería era la más frecuente en Antioquia. En las tierras bajas del Pacífico, la explotación de oro estaba en manos de empresas mayores, pero estas por lo general no eran grandes dimensiones. En el Chocó se consideraba grande una cuadrilla de más de 30 esclavos; y sólo unos pocos entre los mayores mineros poseían más de cien. Los intentos de renovación de la minería neogranadina terminaron siendo un fracaso.Las técnicas mineras que se emplearon durante el periodo colonial  no sobrepasaron  las rudimentarias y tradicionales  que habían utilizado la población aborigen. A pesar de todo, la minería fue un elemento vital en la vida económica de la Nueva Granada a pesar de su rusticidad.  El desarrollo de la agricultura en el período colonial: La tenencia de la tierra y la producción agrícola: Las figura de las  capitulaciones fue el sistema que España utilizó para repartir la tierra de las zonas conquistadas. Por medio éstas se otorgaba al conquistador la autoridad sobre una región determinada con el compromiso por parte de éste de producir bienes agrícolas y ganaderos. Hablando del origen de la propiedad de la tierra, Germán  Colmenares [2]nos dice: “cada poblamiento poseyó un cabildo designado inicialmente por el caudillo de la hueste, elegido más tarde por miembros de la hueste que había adquirido la calidad de vecinos e integrado luego por dignatarios vitalicios que habían comprado el cargo. Estos cabildos, integrados casi siempre por vecinos encomenderos, se atribuyeron la facultad de otorgar estancias, caballerías y solares. Otras veces el título provenía del caudillo o del gobernador de una provincia y, finalmente, de las audiencias o de su presidente”. Por medio  un título vitalicio, de gobernador y capitán general, el conquistador recibía la tierra, a veces por dos  o tres generaciones con la exención temporal (por varios años) del pago de impuestos de almojarifazgo a las mercancías no destinadas a la reventa en las colonias, además se permitía a los funcionarios reales introducir sin el pago de impuestos sus objetos y útiles de servicio personal, hasta por un determinado valor; finalmente, era común la rebaja del quinto real a su mitad, en el caso de la extracción de oro de minas. La actividad de los encomenderos que recibieron tierras fue muy desigual.  Algunos las explotaron y se propusieron acrecentarlas, otros se contentaron con percibir los productos que los indígenas estaban obligados a cultivar para ellos, y algunos hasta se desprendieron de sus tierras a favor de los más emprendedores. 

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En las regiones de los altiplanos, sin embargo, la apropiación indefinida de tierras encontraba un límite en las labranzas indígenas.  Como de éstas dependían los ingresos de los mismos encomenderos, los indios pudieron gozar de tierras por lo menos hasta el momento en que su propio encomendero las usurpaba. En otras regiones, en cambio, la ecuación entre población y tierras disponibles dio lugar a inauditos acaparamientos de tierras que se dedicaban a la ganadería extensiva.  Este fue el caso de los dos grandes valles interandinos en donde otorgamientos y mensuras se designaban simplemente por leguas, de más de 8 mil metros. Las grandes propiedades estaban localizadas en las áreas centrales de la conquista, en el Caribe, alrededor de Cartagena, en el reino de la Nueva Granadaalrededor de Bogotá y Tunja, en la vecindad de Santafé de Antioquia, en torno a Popayán y en Pasto. Esas propiedades eran usadas por sus dueños para cultivar productos agrícolas y para criar ganado para la venta en los mercados de la ciudad y en las áreas mineras. En los primeros decenios del siglo XVII las propiedades de españoles  aumentaron en virtud de mercedes de tierras otorgadas sobre los pedazos que se había obligado a abandonar a los indios en el momento de asignarles resguardos. En estas grandes propiedades territoriales se destacan dos formas de producción, la gran plantación y pequeña unidad  agrícola. En ambas fue importante la mano de obra esclava. Durante el siglo XVII, el régimen de concierto y de alquiler sustentó un tipo de unidad productiva agrícola que se había originado en el siglo anterior, bajo el régimen de la encomienda. El régimen del concierto (o de trabajadores permanentes) y de alquiler (o de trabajadores estacionales o temporales en mayor número que el anterior) proveyó de mano de obra las propiedades durante todo el siglo XVII y gran parte del XVIII. La hacienda se caracteriza por mantener relaciones de peonaje para asegurar una mano de obra indispensable y por estar vinculada a un mercado local.   La plantación, en cambio, posee una inversión considerable en mano de obra (esclavos) y sus productores están orientados hacia un mercado internacional. El empleo de esclavos en las haciendas era una consecuencia del predominio de los mineros.  Estos podían hacerse a tierras baratas y asegurarse una fuente de abastecimiento regular para sus empresas mineras, empleando una mano de obra que de otro modo hubiera estado desocupado o producido  rendimientos muy bajos en las minas. Los rasgos más peculiares de estas explotaciones agrícolas de tipo colonial eran apenas subsidiarios de una economía minera no sólo en cuanto al mercado para sus productos, sino también respecto al tipo de mano de obra empleado.

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 Los mayorazgos eran una institución que limitaba la libre enajenabilidad de la propiedad territorial. Así los mayorazgos eran una institución que contribuía a la conservación del latifundio. La inmovilización colonial de la propiedad territorial permitía la fácil conservación del latifundio. El mayorazgo es un especial régimen de distribución de la herencia inmueble. En la organización económica de la Colonia, el latifundio era la forma más generalizada de la propiedad territorial. Su origen era muy diverso. Se había constituido por las “mercedes” del monarca, es decir, por las cesiones de inmensas propiedades, hechas por el monarca o a las comunidades religiosas o a los habitantes españoles o criollos de las colonias. Los españoles introdujeron  las herramientas de metal, el arado y los animales para jalar y transportar. La agricultura con arado y animales disponía de un mayor número de alternativas para producir alimento que la agricultura prehispánica. Para mover los trapiches que molían la caña era necesaria una fuerza motriz  que durante la colonia fue suministrada por las mulas, con menor frecuencia por bueyes y caballos, y en rarísimos casos por el agua.La agricultura desconocía la técnica del abono o no la usaba, los arados eran de madera y por excepción de hierro, y la rotación de cultivos y el mejoramiento de las semillas eran desconocidos.   Instituciones creadas por los españoles para el mantenimiento de la economía colonial: La encomienda: La encomienda  es una institución colonial que consistía en agrupar  un núcleo de indígenas, por lo general un clan o tribu, para obligarlo como grupo y más tarde a nivel personal a pagar temporalmente a un encomendero un tributo a los  oficiales de la Corona, como cesión de la carga fiscal debida al rey y con obligación para el beneficio, entre otros deberes, de ocuparse de la catequización y adoctrinamiento de los indios quienes se guían dentro de la administración y jurisdicción de la corona. La encomienda tenía las siguientes características: finalidad tributaria, no daba ningún derecho sobre la tierra, remediaba la escasez de mano de obra, entre otros. La encomienda tenía una duración limitada por una, dos y en casos especiales hasta por cinco vidas, al cabo de las cuales revertía a la Corona, o se volvía a repartir.A los tributos que tenían que pagar los indígenas encomendados se les daba el nombre de “demora” la cual comprendía el tributo para el encomendero, las pensiones particulares, el quinto para el rey, el estipendio para el cura doctrinero y el sueldo para los corregidores. La demora cuyo pago se hacía dos veces al año, en el día de san Juan y en Navidad, pesaba sobre el grupo social

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y no sobre el individuo. En el cacique se personificaba la obligación y él repartía las cargas en el interior de su tribu. El encomendado pagaba en un principio su tributo en oro, pero a medida que este fue escaseado lo pagó en mantas, maíz, etc. La institución de la encomienda fue importante en los siglos XVI y XVII; en los siguientes entró en decadencia. Es evidente el sentido feudal de la encomienda. Esta es una institución en la cual el encomendero disfruta realmente del ejercicio del poder político, dentro del territorio de la respectiva Encomienda. En tal virtud, el encomendero percibe los tributos de los indios a él sujetos, y entrega a las arcas reales del virreinato, una determinada cantidad. Es pues, la encomienda una unión del poder político y la propiedad territorial. En cabeza del cacique se fija igualmente el tributo anual que debe pagar el repartimiento encomendado, en una suma que consultaba teóricamente aquella que pagaban los indios a sus caciques en calidad de tributo en la época precolombina;  ese monto dependía también de la capacidad económica de la tribu y de la riqueza de la región que ocupaba pero siempre fue quebrantado al máximo a favor de los encomenderos. El encomendero  percibe el fruto del trabajo vivo, en forma de servicio personal o de tributo de indios. A cambio, se compromete  a educar a los aborígenes en la religión católica y en la obediencia al monarca de España. La encomienda pues, representa poder político del encomendero, bien aprovechado por él para fortalecer su dominio directo sobre tierras e indios, por lo cual la corona pretendió limitar la cesión a perpetuidad de los repartimientos. Al frente de la encomienda están el  encomendero, el corregidor y el cura párroco. La encomienda es la forma concreta con la cual se inicia la colonización del territorio conquistado. La autoridad del rey más la aceptación de la fe católica es la primera condición que se pone a las tribus  para su convivencia con el extranjero. Al lado de la encomienda, los colonizadores se decidieron por formas autóctonas  de explotación de la fuerza de trabajo. Tal es el caso de la mita, forma de trabajo forzado no remunerado, a semejanza de  algunas prácticas precolombinas. La utilización masiva de mano de obra indígena en las minas, como trabajo forzado, se inició en 1548. a partir del descubrimiento de las principales zonas mineras, y poco después la corona prohibió llevar indios  a las explotaciones. En 1598 es reglamentado el régimen del jornal en la encomienda y tuvo como objetivo atraer a los indios al trabajo. Pero el trabajo asalariado era la negación de la encomienda. El trabajo al jornal, además tampoco beneficiaba a los indios, que siguieron siendo víctimas de abusos, engaños, bajos salarios, negativa a cancelárselos, etc. A inicios del siglo XVIII comienza la decadencia del régimen de la encomienda.

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 La mita: La mita es  otra institución colonial de origen indígena, que obligaba a un grupo de indios, trabajar en un lapso determinado, por turnos y mediante remuneración en dinero en ciertas labores económicas importantes, especialmente en la explotación de las minas. Los Chibchas y los Incas la utilizaban, pero sin pagar nada a cambio. El mitayo recibe un salario por su trabajo que debería utilizar cancelando sus obligaciones fiscales.Existían varios tipos de mita: La mita para el servicio doméstico, la pastoril, la minera, la agraria, la boga y mita industrial.  No se les obligaba a prestar el servicio de mitayos a los indios que cultivaban sus propias tierras y los especializados en algún oficio: carpinteros, albañiles, sastres, herreros, Zapateros, etc. Por medio de la mita minera se extrajo una gran cantidad de oro y plata de AméricaPor medio de la mita agraria (o concierto agrícola), la cuarta parte de los indígenas útiles de los repartimientos, eran distribuidos en las haciendas para que desempeñaran las labores del campo por un salario. La única forma de evadir la mita minera, además de huir a regiones lejanas, era eximiéndose de ella mediante pago de dinero, por lo cual esa labor de esclavos vino a descargarse casi exclusivamente sobre los sectores más pobres de la población nativa. Por medio de la mita industrial u obrajes se producía principalmente paños y tejidos. Como esta actividad competía con las manufacturas importadas, éste tipo de mita fue suspendido por la Corona. Tal medida fue una muestra clara de cómo España disfrazaba sus intereses concretos de explotación con un ropaje paternalista y religioso. En la Nueva Granada existió también la mita para la boga en el río Magdalena, pero muy pronto fueron sustituidos en esta labor, por esclavos traídos de África. A las sociedades indígenas, les fue pésimamente mal con el sistema de la mita pues eran desarraigados de su medio, muchos morían, otros huían del sitio de trabajo sin regresar a su lugar de origen, y muchos otros preferían continuar como asalariados, a la terminación de la mita.Con la mita  la Corona pretendía que el indígena obtuviera un salario para cubrir sus tributos,  además suministrar mano de obra a las diversas actividades económicas que en ese momento se desarrollaban en el nuevo continente. El concierto es el trabajo indígena preferentemente en las haciendas, por todo el año o por parte de él. Algunas veces el indígena estaba obligado a aportar sus herramientas, pese a las providencias reales en sentido contrario. Por este trabajo, el indio debía percibir una cantidad determinada, según las regiones. El

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salario debería ser de $13 de plata corriente, 8 fanegadas de maíz, manta, sombrero, y calzado, que todo ello importa más de treinta pesos anuales. Los resguardos: A fines del siglo XVI, nace el sistema de resguardos  cuando la corona clasificó las tierras coloniales en resguardos, realengas, y particulares. El presidente Antonio González dictó en 1593  unas ordenanzas que adjudicaron a los indios tierras para sus labranzas y ganados, con linderos establecidos, donde fuera fácil su adoctrinamiento. Lo anterior debido  al exterminio que venía padeciendo la población nativa,  pues para esta fecha era apenas un 10% de lo que había sido a la llegada de los conquistadores. Los resguardos eran porciones de tierra entregadas  colectivamente a los indígenas de un determinado clan o tribu. Las tierras de resguardo eran suficientes para el mantenimiento de sus habitantes en ese momento y para cubrir las necesidades del crecimiento futuro de la población.  A partir del siglo XVII, se autorizó a los indígenas para que alquilasen las tierras sobrantes de su resguardo, con el objeto de destinar el dinero así obtenido, al pago de las obligaciones tributarias. La propiedad del resguardo se radicaba en la cabeza del cacique, como representante de toda la comunidad, pues el derecho era colectivo de todo el grupo. Con la figura del resguardo se pretendía que los aborígenes no se extinguieran  así pudieran seguir contribuyendo a la Corona. Con la supervivencia de los indígenas se garantizaba la percepción del tributo. Por otra parte, con la preservación de los resguardos España logró una mejor y más fácil administración de los indígenas. El resguardo era considerado como  una institución comunal en medio de un sistema de propiedad privada individual. El régimen de salarios de las haciendas vecinas lo fue diezmando  el resguardo poco a poco. Por otra parte, el régimen monetario fue invadiendo estos centros de economía natural y las ventas de tierra de resguardo efectuadas por la Corona  a partir del siglo XVIII, así como el robo descarado de las mismas por parte de los terratenientes vecinos, al reducir el resguardo a su mínima expresión territorial, obligaron a sus habitantes a emigrar a los centros urbanos o a las haciendas para alquilarse como asalariados o para laborar la tierra por el sistema de aparcería. El desarrollo de la producción artesanal en el período colonial: Podemos decir que durante la colonia no hubo desarrollo industrial pues escasamente se desarrolló una producción manufacturera de tipo artesanal. Los maestros traídos de España montaban en los pequeño pueblos  sus talleres de herrería, de carpinterías,  tejeduría, talabarterías, etc.La manufactura,  fundamentalmente textil estaba concentrada en las regiones de Boyacá, Santander, Llanos Orientales, Palma, Muzo y Pasto. Como esta  industria existía desde el periodo prehispánico  y los conquistadores

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aprovecharon las estupendas dotes artesanales de las tribus aborígenes más desarrolladas, elevaron sus técnicas de producción, aprendiendo ellos mismos el ingenio y la capacidad creadora y, en forma de obrajes adelantaron la producción mercantilista. Para el alumbrado los españoles trajeron una gran innovación: las velas cuya fabricación constituyo una pequeña industria que empleaba como materia prima en sebo del ganado. Para 1610 había obrajes en Tunja y Chía, según los cronistas, y en Casanare desde mediados del siglo XVII. En 1610 los comerciantes de Tunja  llevaban al mercado una variedad de mercancías típicas de la época: quesos, jamones, mantas, lienzos, alpargatas, sayales, frazadas, etc. Desde principios del siglo XVII, Bogotá se vio provista de talleres de sastrería, zapatería, talabartería, herrería y otros de esta naturaleza, que servían a las necesidades no solo de la ciudad sino de la mayor parte del virreinato. En 1761 -73 utilizando fondos de la real hacienda y trabajadores peninsulares, se estableció en la capital una fábrica de pólvora, que posteriormente, en 1789 fue clausurada y una de loza vidriada que funcionó muy poco tiempo, por sus altísimos costos. Hasta el establecimiento del estanco estatal de aguardiente en 1776 la destilación en alambiques estuvo en manos de particulares. Los Españoles  utilizaron el petróleo  para embrear sus barcos. Este era ya conocido en la zona de Barrancabermeja  por los indígenas quienes utilizaban el petróleo como ungüentos por que les quitaba el cansancio y les fortalecía las piernas Las técnicas de tejeduría siguieron en términos generales,  al nivel de los aborígenes. Para la hilandería y tejeduría los españoles introdujeron el telar vertical, y nuevas materias primas como la lana y el lino. El comercio en el período colonial: El intercambio de mercaderías entre las regiones agrícolas, mineras y manufactureras durante el periodo colonial tuvo bastante importancia. Cartagena era el principal centro comercial. Desde allí, las mercancías importadas se enviaban a Popayán, Santa Fe  y Antioquia. Las manufacturas  textiles de Socorro abastecían las regiones mineras de occidente. También llegaban  desde Quito algunas manufacturas textiles con destino Popayán, Chocó y Antioquia. Además de  los textiles los productos agrícolas y ganaderos tuvieron bastante tráfico como ganado,  cerdos, pieles sebo, carne salada, cacao, mieles, aguardiente, azúcar, panela, algodón, palo de tinte, trigo, tabaco, costales, arroz, cabuya entre otros.

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Cartagena se intercomunicaba por el río Magdalena y por una red de caminos naturales con Pamplona,  Cúcuta, Santa Marta, Riohacha, Antioquia, Mariquita, Honda, Popayán, Tunja, socorro, Neiva y  Girón, principalmente.Las condiciones para el comercio no eran las mejores por las siguientes razones: Altos costos de transporte; la oscilación de los   precios  que estaban relacionados con la regularidad o irregularidad de los suministros, las cargas fiscales y los costos del crédito. Las mercaderías nacionales o importadas se distribuían  por varias rutas que comunicaban a Cartagena  con el interior. Algunas llevaban directamente a las zonas mineras del Chocó   y la provincia de Antioquia. Este comercio se podía hacer por el río Cauca pasando por Cáceres, pero para principios de la década de 1770 la ruta más habitual fue por vía del puerto de Nare sobre el río Magdalena, y luego por tierra hasta Medellín y Santa Fe de Antioquia, un duro viaje de unos 20 días. Nare también era el punto de entrada para los comerciantes que iban a Antioquia desde las ciudades de la Cordillera Oriental como Bogotá, Tunja y otras, también con gran costo y muchas dificultades. Los comerciantes de Popayán también tenían contactos con la comunidad mercantil de Cartagena, a pesar de la gran distancia que los separaba. Hacían su comercio a través de Honda y a lo largo del río Magdalena, o por el camino real que llevaba a Bogotá, Tunja y Pamplona y de allí a la costa. A pesar de los riesgos  que implicaba la actividad comercial– entre los que figuraban los malos caminos y la precariedad de las relaciones jurídicas - el comerciante gozó siempre de ventajas económicas frente a los productores directos. Los comerciantes no se contentaron con hacer una fortuna para disfrutarla en España.  Muchos buscaron incorporarse a la nueva sociedad e invirtieron en minas y haciendas.  A este fenómeno  puede atribuirse, por lo menos en parte, la nueva prosperidad alcanzada en el siglo XVIII. Desde el siglo XVI las fortunas más considerables, aun entre encomenderos, pertenecían a aquellos que podían dedicarse al comercio.  Algunos encomenderos lo hacían por interpuesta persona (sobre todo cuando tenían tienda abierta) para no inhabilitarse para el ejercicio de cargos honoríficos, generalmente en el cabildo de su ciudad. La influencia local de los grandes comerciantes fue muy notoria en el curso del siglo XVIII.  El comercio de esclavos y el contrabando estuvieron en el origen de las grandes fortunas de la época y de la influencia creciente de este sector.Los comerciantes eran de dos clases: mercaderes de la carrera o comerciantes al por mayor, con vinculaciones directas con Cartagena y Sevilla, y simple tratantes o comerciantes locales al por menor. Estos comerciantes al por mayor manejaban una gran parte del crédito colonial, aquél que estaba representado por obligaciones personales, garantizadas por una escritura pública (sin garantía hipotecaria), por simples vales o por un asiento en sus libros.

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 Gran parte de la actividad y de los desplazamientos de los comerciantes giraba en torno a estos cobros, aunque podían realizarlos también mediante apoderados, generalmente otros comerciantes. Para Germán Colmenares “el comercio - legítimo o ilegítimo - obtenía tasas de ganancia exorbitantes y servía para drenar no sólo el metal amonedado sino también el oro físico que no había pagado quintos reales.  Era el origen de las fortunas más sólidas en el Nuevo Reino y la gobernación de Popayán, y la fuente de capitalización de minas y haciendas cuando los comerciantes de la carrera (generalmente españoles)decidían avecindarse”.  El comercio de esclavos durante la colonia: Los esclavos se obtenían  mediante la caza directa y utilizando la violencia, el fraude, promoviendo las guerras intertribales y fomentado la avaricia en príncipes y gobernadores africanos, a quienes se les convirtió en intermediarios del comercio, básicamente por los tratantes portugueses, holandeses, franceses e ingleses. Cartagena de Indias se convirtió en el puerto de mayor movimiento y actividad en la Nueva Granada pues allí llegaban  no sólo los esclavos destinados al gran virreinato peruano, sino los que posteriormente serían reexportados a las islas del Caribe y las Antillas. Cartagena reunía condiciones estratégicas como puerto ideal para el comercio de esclavos.  Contaba con buen número de médicos y protomédicos para el minucioso examen a que eran sometidos los africanos. Además, por ser Cartagena el puerto de entrada y salida de metales, los precios de los esclavos tendía a ser superior. Mediante una red organizada de grandes comerciantes españoles y criollos, la mercancía humana se distribuía por mar, ríos y caminos a los distintos centros de mercado y sitios de trabajo de América como México, Perú, Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba, Caracas, etc., así como a los distritos mineros y a las regiones agrícolas de la Nueva Granada. Los costos de la mercancía en las costas africanas variaban según los métodos de obtención, pero como normalmente se utilizaba el trueque, los precios de intercambio no afectaban sensiblemente a los tratantes europeos.  Estos utilizaban para sus operaciones como artículos de trueque: vino, armas, tejidos, hierro, caballos y ganado.  El precio promedio en bienes de intercambio y productos europeos, de valor intrínseco relativamente pequeño, oscilaba entre los cuatro y los sesenta pesos españoles en mercancía cada uno. Los esclavos eran conducidos en pequeños grupos por los ríos Magdalena y Cauca hacia Santa Fe, Antioquia, Cali, Popayán, Chocó y demás centros de actividades económicas. 

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En el gran mercado de Cartagena, el precio promedio de los esclavos adultos vendidos por la Compañía de Portugal fue de 270 pesos  y durante el asiento de la Compañía de Inglaterra osciló entre los 200 y 240 pesos cada uno.  La relativa estabilidad se dio a pesar de las continuas interrupciones de los asientos y de la irregularidad en el envío legal de los esclavos fue el resultado del contrabando en gran escala. Los precios de los esclavos se fijaba según edad y sexo de acuerdo con la cual habría una devaluación anual del 2% a partir de los 30-40 años, período de mayor productividad de la mano de obra, cuando se obtiene el mayor precio. La gran mayoría de las ventas  se hicieron a plazos, los cuales iban, por lo general, de los tres a los seis meses, con un recargo aproximado del 5% sobre las ventas al contado.  En la relación de operaciones de la factoría efectuadas entre 1715 y 1718, de las 355 transacciones registradas solo 72 se hicieron al contado y ni una sola fue superior a los 2.000 pesos, mientras que en dicho lapso hubo ventas a crédito de 10.000 y 20.000 pesos cada una. En 1789, durante el reinado de los Borbones, en atención a circunstancias políticas europeas, el bloqueo de los traficantes y la desesperada demanda de los colonos, se optó por la libertad de comercio de la mano de obra esclava. El volumen total de esclavos introducidos por el puerto neogranadino desde la iniciación de la trata hasta el momento de decretarse la libertad de comercio en 1789, oscilaría entre los 130.000 y 180.000 esclavos, cifra que en principio puede parecer demasiado pequeña si se tiene en cuenta lo que tradicionalmente se ha afirmado sobre este comercio. La libertad en tráfico de Africanos aceleró el desarrollo de la gran hacienda tabacalera y cacaotera, así como el de los grandes ingenios azucareros sobre la base de la introducción masiva de esclavos. El desarrollo de la trata de negros siguió, en términos generales, las etapas de evolución del comercio colonial, pues fue realmente la rama más lucrativa de esta actividad. Fue a partir de las transacciones con los esclavos como se formaron los grandes capitales de intermediarios y comerciantes, y, por su parte, el tesoro real, como sostenían los propios funcionarios reales, “recibía mayor beneficio con un navío de negros que con galeones y flotas”. Las  relaciones económicas internacionales durante la colonia: Después del descubrimiento de América el oro y la plata americanos  comenzaron a tener un papel importante en el tráfico mundial.  Con respecto a Europa la moneda que circulaba resultaba escasa   y las fuentes africanas de aprovisionamiento de los metales preciosos, indispensables para el cambio eran incapaces de saldar un déficit crónico de la balanza de pagos europea con respecto al oriente. 

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La urgencia que demostró España por el oro de América durante el período colonial se explica porque en europea estaba en todo su esplendor la creencia mercantilista, que uno de sus errados  principios era la de acumular metales preciosos con el fin de aumentar la riqueza de la nación y el poder del soberano. Durante todo el período colonial, el comercio del Nuevo Reino fue un monopolio formal de España, reglamentado por el código legislativo mercantilista que amparaba todo intercambio con las Américas. Desde el siglo XVI, la metrópoli restringió el comercio de sus colonias a un sistema regido por el Estado, con el fin de enriquecer la monarquía y a los grupos privilegiados dentro de ella. Las características más importantes del comercio entre España y sus colonias se reflejan en los siguientes hechos: 1º. Todo el comercio se canalizó a través de un único puerto de ingreso, Sevilla hasta 1717 y luego Cádiz. 2º . Todo el intercambio fue organizado por el gremio mercantil de los Cargadores de Indias que, junto con la Casa de la Contratación, respondía por el comercio trasatlántico, haciendo  cumplir todos los reglamentos comerciales y se encargaba además  del cobro de los derechos respectivos. 3º. El comercio colonial se llevaba a cabo en convoyes armados, uno de los cuales, llamado la “flota”, abastecía el virreinato de la nueva España desde Veracruz, mientras el otro, conocido como “los galeones de Tierra Firme”, hacía otro tanto para la América del Sur   española a través de Cartagena de Indias y de Portobelo. Cartagena se había convertido en un centro principal del comercio español a fines del siglo XVI y principios del siglo XVIII. La magnífica bahía natural de Cartagena hacía posible que  la Nueva Granada se integrara directamente a este sistema comercial gracias a sus minas de oro. Por este puerto ingresaban diversos artículos europeos, incluyendo materias primas esenciales como el hierro y el acero, una amplia gama de textiles y muchos productos agrícolas como el vino, el aceite de oliva y las especias. A cambio, el Nuevo Reino proporcionaba oro acuñado en joyas, en láminas o (ilegalmente) en polvo; también exportaba, en parte a España y en parte a otras colonias, como Cuba o México, pequeñas cantidades de productos exóticos tropicales, tales como el cacao. Desde mediados del siglo XVIII, se inicia la revolución industrial en Inglaterra dando lugar a un crecimiento  nunca visto en casi todos los países de Europa. España motivada por este nuevo devenir económico impulsó reformas con grandes repercusiones en sus colonias. Los últimos Borbones, especialmente Carlos III fue el encargado en 1778 de implementar el reglamento para liberalizar el comercio entre España y el Nuevo Mundo.  La metrópoli quería

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participar de las nuevas oportunidades que traía la expansión industrial que ya se estaba  localizando en algunas regiones de la Península. Las principales disposiciones del Reglamento se pueden enunciar en pocas palabras: Se eximió al comercio colonial de las restricciones del viejo sistema, centrado en Cádiz y dominado por una privilegiada oligarquía de comerciantes andaluces. En 1778 se suspendió formalmente el monopolio de Cádiz, y desde entonces los puertos hispanoamericanos quedaron abiertos al comercio recíproco. También se redujeron las numerosas limitaciones que afectaban el tráfico y el comercio trasatlánticos. Se suavizaron, las normas para el envío de cargamentos a América, se abolieron varios tributos al tráfico y al comercio y se redujeron los derechos que éste pagaba. Se fijaron tarifas preferenciales para las exportaciones de España a sus colonias, obligando así a que los productos extranjeros pagaran derechos más  altos que los españoles. No fueron muchos los progresos que se dieron en la Nueva Granada en el campo del comercio internacional  con el reglamento de 1778. Sólo a partir de 1785 se experimentó un crecimiento gradual en el movimiento  de mercancías en el puerto de Cartagena. La exportación de cacao por Cartagena aumentó en el último decenio del siglo. Los cueros siguieron exportándose, lo mismo que el palo brasilete de la provincia de Santa Marta.  La quina tuvo un breve período de auge para ser remplazada muy pronto por la que provenía de la Audiencia de Quito. El algodón pasó, de 2.573 arrobas en 1770, a un promedio de 24 mil en el quinquenio 1785-89. De 1782 a 1796, el valor promedio anual de las exportaciones de España a las Américas se cuadruplicó y las exportaciones coloniales a la metrópoli aumentaron diez veces. La mayor libertad de comercio dentro del imperio trajo algunas ventajas a los consumidores y productores americanos. Entre ellas tenemos las siguientes: Se abrieron  nuevas rutas al comercio, se  redujo el poder de los oligopolios mercantiles, disminución  de los precios de las importaciones de Europa y  ampliación en la variedad de productos de exportación. Poco después de que en 1778  llegara a Cartagena la noticia de la reforma, los precios de los bienes europeos descendieron en forma espectacular, en previsión de la afluencia de importaciones que hacia posible la recién modificada Carrera de Indias. El comercio libre no garantizó la dependencia de los proveedores españoles. Aunque los comerciantes de la  península mejoraron su posición en los mercados del Nuevo Reino, los continuos contactos con los extranjeros, tanto legales como ilegales, significaron que una importante proporción de los recursos de la colonia siguió cayendo en manos foráneas. Las deficiencias de la industria española y los altos derechos a los productos extranjeros hicieron que el contrabando se generalizara, tanto entre España y sus colonias, como directamente entre éstas y los puertos foráneos. El principal estímulo al comercio ilegal provino de la incapacidad de España para

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suministrar textiles que pudieran competir con calidad y precio respecto a los que producían otros países europeos. El contrabando era realizado por ingleses, franceses, y holandeses en zonas como la Orinoquía, costas de Venezuela y toda la costa caribe, desde la Guajira hasta el golfo de Uraba. El contrabando lo ejercitaban con facilidad a lo ancho y largo del país principalmente con los siguientes productos: esclavos, oro, palo de tinte, maderas finas, carey, Zarzaparrilla y otros productos, a cambio de herramientas de hierro, textiles, armas de fuego, etc.

Bibliografia

Jorge Orlando Melo “Historia de Colombia”, tomo 2. El establecimiento de la dominación española, Medellín, La Carreta, 1977. Capitulo 11 la encomienda

German colmenares La Economía Y La Sociedad Coloniales 1550 1800, documento clave para la introducción del tema

La economía de la Nueva Granada / Salomón Kalmanovitz. – Bogotá: Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2008.