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ECONOMÍA “¡NO SUBÁIS LOS IMPUESTOS!” Lorenzo Bernaldo de Quirós, presidente de Freemarket International Consulting 07/09/2009 Nº 116 Entrevista a Rodríguez Zapatero en el El País (10-09-2000) mes y medio después de ser elegido secretario general del PSOE Ante el descontrolado aumento del gasto público, del déficit en las cuentas públicas y de la deuda pública, el Gobierno socialista ha decidido volver a subir los impuestos. Se diga lo que se diga, la factura de este incremento tributario recaerá sobre las clases medias. Esta nueva subida de los impuestos, añadida a las registradas en el IRPF desde 2005 y a las aprobadas en 2009 (supresión de la deducción por vivienda) situará a España entre los países con niveles más altos de IRPF y de Impuesto sobre Sociedades del mundo occidental. Los efectos de la subida de impuestos serán muy negativos sobre la economía española: se desincentivarán aún más el ahorro, el trabajo y los proyectos empresariales, se destruirá empleo y se retrasará la salida de la economía española de la crisis.

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ECONOMÍA

“¡NO SUBÁIS LOS IMPUESTOS!”

Lorenzo Bernaldo de Quirós,presidente de Freemarket International Consulting

07/09/2009Nº 116

Entrevista a Rodríguez Zapatero en el El País (10-09-2000) mes y medio despuésde ser elegido secretario general del PSOE

Ante el descontrolado aumento del gasto público, del déficit en las cuentaspúblicas y de la deuda pública, el Gobierno socialista ha decidido volver asubir los impuestos. Se diga lo que se diga, la factura de este incremento

tributario recaerá sobre las clases medias. Esta nueva subida de losimpuestos, añadida a las registradas en el IRPF desde 2005 y a las

aprobadas en 2009 (supresión de la deducción por vivienda) situará aEspaña entre los países con niveles más altos de IRPF y de Impuesto sobreSociedades del mundo occidental. Los efectos de la subida de impuestosserán muy negativos sobre la economía española: se desincentivarán aún

más el ahorro, el trabajo y los proyectos empresariales, se destruiráempleo y se retrasará la salida de la economía española de la crisis.

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La inquietante evolución del endeuda-miento del sector público españolplantea serias dudas sobre su soste-nibilidad y, en consecuencia, preludiauna crisis fiscal si no se actúa con ra-pidez para frenar e invertir esa peli-grosa tendencia. Éste es el inevitablecorolario de la trayectoria explosivade la deuda pública impulsada por larecesión y, sobre todo, por las accio-nes discrecionales adoptadas por elEjecutivo de Zapatero para comba-tirla. Esta situación se ve agravadamás allá de los factores cíclicos aso-ciados a la crisis por otros de índoleestructural, como los costes presu-puestarios ligados al envejecimientode la población que ejercerán unaconsiderable presión alcista sobrelos desembolsos del sector públicoen los años venideros. La mezcla deambas dinámicas conduce a una po-sición fiscal imposible de sostenersin acometer una contracción sustan-cial del gasto de las AdministracionesPúblicas y a una profunda reforma delos programas del denominado Es-tado del Bienestar.

Ante este panorama, los socialis-tas se plantean afrontar la reduccióndel binomio déficit/deuda subiendolos impuestos. Este enfoque depre-cia y/o ignora todo lo enseñado porla teoría económica y por una amplia

evidencia empírica y, desde luego, nosirve ni para reactivar la economía nipara solventar los problemas estruc-turales a los que se enfrentan las fi-nanzas públicas españolas en elcorto, en el medio y en el largo plazo.A diferencia de lo sostenido en losviejos modelos keynesianos, no exis-te una relación automática entre lassubidas impositivas y el incrementode la recaudación. Por añadidura, ini-ciativas de esa índole tienen grandesposibilidades de agudizar las fuerzasrecesivas en curso, retrasar la recu-peración y, por tanto, de elevar en vezde recortar los desequilibrios de lasfinanzas públicas. Curioso sentidode la solidaridad y de la justicia el deun Gobierno que va a subir los im-puestos a unas familias endeuda-das, que han perdido una parte sus-tancial de su riqueza con la crisis, ygolpeadas o amenazadas por el fan-tasma del desempleo.

De entrada es preciso sentar uncriterio básico: el aumento de los im-puestos con la intención de estabili-zar las cuentas del sector público seha saldado históricamente con sona-dos fracasos. Bien ha sido una delas causas determinantes de la en-trada de una economía en recesión–paquete fiscal de George H. Bushen 1990–, bien ha contribuido de

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“Curioso sentido de la solidaridad y de la justicia el de un Gobierno que va a subir los impuestos a unas familiasendeudadas y golpeadas por el fantasma del desempleo”

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manera sustancial a transformar unperiodo recesivo en una depresión–las alzas impositivas de H. Hoover yde F.D. Roosevelt en los años treintadel siglo pasado–. Esas mismas con-clusiones se ven respaldadas por elgrueso de los trabajos realizadossobre los resultados de los distintosprogramas de consolidación presu-puestaria abordados en los principa-les países de la OCDE durante los úl-timos veinte años. La razón de esaaparente paradoja es doble: por unlado, el aumento de la tributación ge-nera efectos negativos sobre el com-portamiento de los agentes económi-cos; por otro, suele conducir aconvalidar y/o aumentar todavía másel gasto público, es decir, a situarloen niveles incompatibles con la esta-bilidad financiera del Estado1.

La estrategia fiscal del Gabinetesocialista tiene rasgos esquizofréni-cos. Pretende, por un lado, estimularla demanda agregada mediante laexpansión del gasto público y, porotro, incrementar los impuestos parareducir el déficit presupuestario. Lasinvestigaciones más recientes reali-

zadas sobre las consecuencias eco-nómicas de esa combinación de ac-ciones arroja una conclusión desola-dora para sus promotores: el“teórico” efecto expansivo del au-mento del gasto se ve neutralizadopor el impacto depresivo del au-mento de los impuestos, lo que setraduce en una caída adicional delconsumo y de la inversión. En otraspalabras, la incidencia contractivadel alza impositiva sobre los compo-nentes de la demanda interna predo-mina sobre la hipotética influenciaexpansiva del crecimiento del gastopúblico; desagradable lógica econó-mico-presupuestaria2.

El planteamiento teórico que pa-rece inspirar los planes gubernamen-tales se sustenta en tres viejas fala-cias de la vulgata keynesiana: una,la oferta de trabajo es fija, una canti-dad dada; dos, el consumo de los ho-gares depende sólo de la renta ac-tual y tres, la inversión obedece mása las ventas y a la utilización de lacapacidad productiva que a su renta-bilidad. Esta visión del funciona-miento de la economía olvida un prin-

“El aumento de los impuestos con la intención deestabilizar las cuentas del sector público se ha saldado

históricamente con sonados fracasos”

1 Alesina A. and Perotti R., “Fiscal Adjustements in OECD Countries: Composition and Macroeconomic Effects”, NBER, Wor-king Paper Nº 5730, 1996.

2 Mounford A. and Uhlig H., “What are the Effects of Fiscal Policy Shocks”, SFB Discussion Paper 2005-039, CEPR, 2005,pps.14.

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cipio elemental: la gente responde aincentivos y a expectativas, entreellos, a la tasa de retorno despuésde impuestos de sus decisiones detrabajo, de ahorro y de inversión. Silos cambios en la tributación afectande manera nociva a esas variables,más impuestos no se traducirán enmayores ingresos para las arcas es-tatales. Esta conclusión resulta in-comprensible para los paladines delkeynesianismo cañí, pero tiene unsólido fundamento microeconómicoque permite entender e interpretarcómo reacciona la economía a lasmodificaciones de la política fiscal.

Como enseña la moderna teoríadel consumidor, basada en una largay acreditada tradición que va de Ir-ving Fisher a Robert H. Hall, pasandopor Franco Modigliani y Milton Fried-man, las decisiones de consumo delas familias dependen del valor des-contado presente de los flujos de in-gresos que aquellas esperan percibiren el futuro, esto es, de lo que se de-nomina su renta permanente. Eneste contexto, un alza de la fiscali-dad destinada a perdurar recortaésta y, con ella, el gasto de los con-sumidores. En el caso español, lapersistencia de una mayor carga tri-butaria es inevitable porque el Go-

bierno no sólo se niega a recortar elgasto público sino que ha adoptadomedidas destinadas a elevarlo. Estolleva a la consolidación de una pre-sión fiscal superior a la existente enla pre-crisis si se desea que el en-deudamiento de las administracio-nes públicas no se dispare o, almenos, se estabilice alrededor deparámetros sostenibles. En esta te-situra, la respuesta de las familias ala elevación de su factura tributaria ya la caída de su renta permanenteserá disminuir su consumo.

Si ésa es la reacción de los hoga-res en un escenario “normal”, el im-pacto contractivo de las alzas imposi-tivas tiene mucha mayor intensidaden uno “anormal” como el protagoni-zado en estos momentos por la eco-nomía española. El descenso de larenta permanente originado por la ele-vación de la fiscalidad se superpon-dría a una situación en la que las fa-milias experimentan un alto endeuda-miento y su riqueza financiera e inmo-biliaria está sometida a un proceso deajuste a la baja de una dureza sin pre-cedentes y sin perspectivas cercanasde finalizar. Eso sin contar con la ero-sión de la renta disponible que se haproducido y se producirá en las capasde la población desempleadas o que

“La respuesta de las familias a la elevación de su factura tributariay a la caída de su renta permanente será disminuir su consumo”

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vayan a encontrarse en esa situación.En un entorno de estas característi-cas, el incremento de los impuestoshace impensable no ya una reactiva-ción del consumo, sino sugiere un au-mento adicional del experimentadohasta ahora por el ahorro privado y, ce-teris paribus, un descenso del gastode los hogares mayor que el que seproduciría sin una decisión de esa na-turaleza.

Incluso si se acepta la hipótesiskeynesiana según la cual el consumoprivado responde sólo y/o principal-mente a la evolución de la renta dis-ponible, el caso a favor de subir losimpuestos es rechazable en las cir-cunstancias presentes de la econo-mía española. En un escenario de res-tricción crediticia, el efecto contractivosobre la demanda agregada de un au-mento de la tributación sería muy po-tente porque las familias no puedeny/o tienen severas dificultades parapedir prestado y, de este modo, man-tener y/o elevar sus niveles de gasto.Por tanto, su gasto dependería sólode la renta actual, que se vería redu-cida por la subida impositiva y ello lasllevaría a consumir menos3.

El sesgo depresivo del aumento delos impuestos guarda también unaestrecha correlación con el marco ins-titucional en el que opera el mercadode trabajo. Considérese una econo-mía, como la española, con un altogrado de rigidez laboral en la que elGobierno decide iniciar un proceso deestabilización fiscal mediante un in-cremento de la tributación directa, in-

“El socialismo, en nombre de principios como la justiciasocial o la solidaridad, considera a los individuos explotables

por el poder para conseguir sus objetivos”

3 Campbell J.Y. & Mankiw N.G., “Consumption, Income and Interest Rates: Reinterpreting the Time-Series Evidence”, NBER,1989).

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directa o mediante una combinaciónde ambas. Para un determinado nivelsalarial antes de impuestos, el shockderivado de la elevación impositiva re-duce los ingresos de los trabajadoresdespués de impuestos e induce a lossindicatos a demandar salarios másaltos para mantener su poder adquisi-tivo. Este movimiento agudizaría la di-námica de destrucción de puestos detrabajo en un escenario recesivo y laaceleraría todavía más en un entornodeflacionario como en el que está in-mersa la economía española4.

Si se pretende concentrar los incre-mentos impositivos en las “rentasaltas”, es importante realizar una con-sideración previa de carácter norma-tivo que se olvida con demasiada fre-cuencia y/o que simplemente hadejado de formar parte del debate. Ladistribución de la renta en una econo-mía de mercado no se realiza por nin-guna autoridad central, por ningúngrupo o persona que controla los re-cursos y los asigna desde arriba con-forme a algún criterio arbitrario. Loque cada persona obtiene procede deotras que se lo dan a cambio de algoo como un regalo; es decir del inter-

cambio voluntario y/o de un acto de li-beralidad. En consecuencia, los resul-tados de ese proceso no pueden serpor definición injustos. Desde estaóptica, incrementar los impuestos aunos individuos para financiar ideas,programas, propuestas, sean buenaso malas, en beneficio de otros consti-tuye una singular forma de trabajosforzados para los primeros; una viola-ción del principio kantiano según elcual cada persona es un fin en símismo y no tiene que ser utilizadacomo un medio. El socialismo, ennombre de principios como la justiciasocial, la solidaridad, etc., considera a los individuos explotables por elpoder para conseguir aquellos objeti-vos que considera justos o desea-bles. Ése es el aliento básico de sufilosofía redistributiva.

A pesar de lo afirmado por el Go-bierno socialista, España es un paísde impuestos altos en comparacióncon la mayoría de los países de laOCDE y de la Unión Europea. Así, porejemplo, el tipo marginal del IRPF enEspaña se aplica a partir de los53.407,2 euros/año, el gravamenmás elevado para esos niveles de

“Cualquier subida de los impuestos directos, indirectos o deambos con la ‘benéfica’ intención de yugular el déficit públicoes un error. En una recesión resulta letal”

4 Ardagna S., “Fiscal Stabilizations: When Do They Work and Why”, European Economic Review, 2003.

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renta de todos los países de laOCDE. Por ejemplo, en EE.UU. el tipomáximo del impuesto federal sobrela renta, que es todavía el 31,1%,afecta a las rentas superiores a1.259.700 dólares. El aplicable a uningreso similar al que en España seempieza a gravar con el marginal,56.200 dólares, es el 13,9%. Tam-bién la fiscalidad que recae sobre lassociedades es superior a la vigenteen la mayor parte de las economíasde nuestro entorno y lo mismo cabeafirmar de ese singular impuestosobre el factor trabajo que son lascotizaciones a la Seguridad Social.Esto significa que el modelo tributa-rio español castiga más que lamedia de las sociedades desarrolla-das a todas las fuentes de creaciónde riqueza. En otras palabras, cons-tituye un lastre para el crecimiento y,por eso, cualquier iniciativa fiscal de-bería acometerse en una direcciónradicalmente opuesta a la impulsa -da por el Gobierno, sobre todo, enmedio de una recesión.

Hace falta tener una imaginaciónportentosa no exenta de humor negropara considerar unos magnates,unos plutócratas, a los españolesque ganan al año entre los 53.407 ylos 60.000 euros. Si se tiene en

cuenta la experiencia comparada, eltipo marginal del impuesto sobre larenta se aplica en la mayoría de lospaíses desarrollados a partir de unosingresos de 150.000 euros/año. Porotra parte, el segmento de los contri-buyentes que soporta un tipo imposi-tivo del 43% equivale al 5% del to -tal y quienes superan los 60.000euros/año suponen el 3%. Aunque seexpoliase a ese colectivo, la recauda-ción procedente de él sería insufi-ciente para tener un impacto signifi-cativo sobre cualquier estrategiadirigida a recortar el déficit público.

Aunque no fuese así, una eleva-ción de la fiscalidad sobre esas ren-tas no es neutral. En la práctica con-tribuye a erosionar la base delimpuesto, ya que fomenta la evasiónfiscal y el recurso a instrumentosque sirven para reducir la carga tribu-taria soportada por esas modalida-des de renta; por ejemplo, la trans-formación de personas físicas enjurídicas que permite un ahorro fiscalmuy significativo para las primeras.El “señuelo” de los ricos es unatosca maniobra de distracción, unardid propagandístico cuyo objetivoes bien camuflar la subida de im-puestos a las clases medias o bienperjudicar sólo a un grupo de ciuda-

“Serán las clases medias las víctimas del vampirismogubernamental. El Gobierno debería haber rebajado

simultáneamente el gasto y los impuestos”

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danos y, de paso, a la economía es-pañola para vender a la opinión pú-blica que el Gobierno castigará aaquellos colectivos a quienes la cri-sis golpea o, mejor, parece golpearmenos porque tienen ingresos supe-riores a los del grueso de los contri-buyentes. Esta actuación rom-pe cualquier parámetro ético y de justicia.

Ese mismo espíritu demagógicopodría imputarse a cualquier intentode aumentar la fiscalidad sobre losdividendos o sobre las ganancias delcapital. Alrededor de diez millones ymedio de españoles obtienen rentaspor esa vía y parece excesivo califi-carles a todos ellos o a la gran mayo-ría de millonarios. Por lo que una vezmás serían las clases medias lasmás perjudicadas. Además, una ini-ciativa de esa naturaleza afectaría demanera negativa a uno de los deter-minantes del consumo privado, la ri-queza financiera de los hogares, loque contribuiría a deprimir su gasto.Para rematar la faena, la disminuciónde la rentabilidad del capital reduci-ría todavía más los ya escasos recur-

sos disponibles para la inversión pri-vada. De nuevo, esto agudizaría laspresiones recesivas soportadas porla economía española y frenaría lasalida de la crisis.

En estos momentos, cualquier su-bida de los impuestos directos, indi-rectos o de ambos con la “benéfica”intención de yugular el déficit públicoes un error. Si en condiciones norma-les ésa es siempre una mala recetapara el crecimiento de la economía,en una recesión resulta letal. Sólocontribuirá a empeorar las cosas. Laidea según la cual el aumento de lafactura fiscal sería financiado por los“ricos” es pura demagogia para uso yconsumo propagandístico. No resisteel más mínimo análisis. Serán las cla-ses medias –que, por cierto, ya sopor-tan una situación económico-finan-ciera de tintes dramáticos– lasvíctimas del vampirismo gubernamen-tal. El Gobierno debería haber reba-jado simultáneamente el gasto y losimpuestos. Por desgracia no hahecho ni lo uno ni lo otro. Como losmalos cazadores, dispara a todo loque se mueve.

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