E. F. Benson [=] Orugas

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e. F. Benson ORUGAS

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Cuento de horror

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e. F. Benson ORUGAS [1] Hace uno o dos meses le en un peridi-co italiano que Villa Cascana, en donde resi-denunaocasin,habasidoderribadae ibanaconstruirallmismoalgntipode fbrica. No existe ya por tanto razn alguna para que evite escribir acerca de aquellas co-sas que vi personalmente (o imagin ver) en unadeterminadahabitacinyenuncierto rellano de esa villa, ni mencionar las circuns-tanciasquesiguieronyque,de acuerdo con laopinindellector,puedenonoarrojar algunaluzorelacionarsedealgunamanera con esta experiencia. VillaCascanaeraentodoslosaspectos, salvo en uno, una casa absolutamente delici-osa; pero si estuviera hoy en pie no hay nada en el mundo, y utilizo la frase en su sentido literal, que pudiera inducirme a volver a po-ner un pie en ella, pues creo que estaba em-[2] brujadadeunamaneraterribleyprctica. Los fantasmas, una vez que todo ha sido di-choyhecho,ensu mayorano causan gran dao; pueden quizs aterrar, pero la persona alaquevisitanusualmentesesobreponea su aparicin. Tambin pueden ser totalmente amistosos y beneficiosos. No lo eran las apa-ricionesdeVillaCascana,ysihubieranhe-chosuvisitadeunaformaligeramente distintanocreoquehubieraconseguidoso-breponerme a ella ms de lo que lo hizo Ar-thur Inglis. La casa se encontraba en la Riviera itali-ana,nolejosdelSestridiLevante,enuna colinarecubiertadeencinasdesdelaquese dominaban los azules iridiscentes de ese mar encantador,mientrasquepordetrssele-vantabanbosquesdecastaoscolorverde claroqueascendanporlasladerasdelas [3] colinashastaquedabanpasoalospinos, que formando con los anteriores un contras-teoscurocoronabanlascimas.Asualrede-dor,conlaabundanciademediadosdepri-mavera,eljardnflorecaysellenabade aromas, como el de las magnolias y las rosas, porencimadelfrescorsaladoquetraanlos vientos del mar, que flua como una corrien-te por entre las habitaciones frescas y above-dadas. Tresladosdelaplantabajaestabanro-deadosporunaloggiadeanchascolumnas, por encima de las cuales se formaba una ter-raza a la que tenan acceso algunas habitaci-onesdelprimerpiso.Laescaleraprincipal, amplia y de escalones de mrmol gris, suba desdeelvestbulohastaelrellanoexteriora esas habitaciones, que eran tres, dos amplias salasdeestarconundormitoriodispuesto [4] ensuite.Este ltimosehallabadesocupado, pero s se utilizaban las salas de estar. Desde stasprosegualaescaleraprincipalhastael segundo piso, en el que se encontraban otras habitaciones,unadelascualesocupabayo, mientrasqueenelotroladodelrellanodel primerpisomediadocenadeescalonesda-banaotraseriedehabitacionesenlasque, en el momento del que estoy hablando, tena sudormitorio yestudioArthurInglis,elar-tista. As, el rellano exterior a mi habitacin, en el piso superior de la casa, daba al rellano delprimerpisoytambinalosescalones que conducan a las habitaciones de Inglis. Finalmente, Jim Stanley y su esposa (que eranmisanfitriones)ocupabanlashabitaci-onesdeotraaladelacasaenlaqueseen-contraban, asimismo, los cuartos de los cria-dos. [5] Llegu a la hora de la comida de un bril-lantedademediadosdemayo.Eljardn estallaba de colores y fragancias; y no podra haberresultadomsdeliciosa,traselsofo-cante paseo desde la marina, la llegada desde el calor reverberante y el resplandor del da a lafrescuramarmreadelavilla.Peroenel momento en que puse el pie en la casa sent quealgoibamal(yconrespectoaestoel lectornotieneotroremedioqueaceptarmi palabra).Diraqueesesentimientoerabas-tante vago, aunque muy potente, y recuerdo que cuando vi las cartas que me aguardaban enlamesadelvestbuloestuvesegurode que all estaba la explicacin: comprend que habaenellasmalasnoticiasparam.Ysin embargo,cuandolasabrnoencontresa explicacindemipremonicin:todosmis corresponsalestransmitanprosperidad.Pe-[6] ro, a pesar de ese presentimiento claramente errneo,nosedisipmiinquietud.Enesa casa fresca y fragante haba algo malo. Pongograncuidadoalmencionaresto porque hedeexplicarque,aunquepornor-mageneralduermotanmaravillosamente que el momento de apagar la luz al meterme enlacamasueleparecermecontemporneo de la llamada que me hacen a la maana si-guiente,dormmuymallaprimeranoche quepasenVillaCascana.Puedeexplicarlo tambinelhechodequecuandomequed dormido(sirealmentefuemientrasdorma cuando vi lo que cre ver) so de una forma muyvivayoriginal; originalenel sentido dequealgoque,porloquesaba,nohaba entradonuncaantesenmiconciencia,de pronto la usurp. Perodesdeentonces,ademsdeesta [7] premonicinmaligna,algunaspalabrasy acontecimientosqueseprodujerondurante elrestodeldapudieronsugeriralgodelo que pensquesucediaquellanoche,yque ser conveniente relatar. Tras el almuerzo di una vuelta alrededor de la casa con la seora Stanley, y durante el paseoellaserefirialdormitoriodesocupa-do del primer piso, que daba a la habitacin en la que habamos comido. Lohemosdejadosinocuparporque Jim y yo tenemos un vestidor y un dormito-rio encantadores en el ala, tal como vio, y si la utilizramos para nosotros tendramos que convertir el comedor en un vestidor, y tomar las comidas abajo. Sin embargo, de esta ma-neratenemosnuestropequeoapartamento all,ArthurInglistieneelsuyoenelotro pasillo; y record (no le parece extraordina-[8] rio?)queusteddijoenunaocasinque cuanto ms arriba estuviera en una casa ms a gusto se encontraba. Por eso le he colocado en el piso superior, en lugar de darle esa ha-bitacin. Esunhechoqueenesemomentouna duda, tan vaga e incierta como mi premoni-cin,cruzpormimente.Noentendael motivo de que la seora Stanley me hubiera explicadotodoaquello,siesquenohaba otracosaqueexplicar.Poresodejqueen aquellosmomentosocuparamimenteel pensamiento de que haba algo que deba ser explicado con respecto a la habitacin libre. Perohubootracosa que debtransmitir al sueo: en la cena la conversacin gir un momento acerca de los fantasmas. Inglis, con lacertezadelconvencido,expressucreen-ciadequenopodaconsiderarseimbcila [9] cualquiera que creyera en la existencia de los fenmenossobrenaturales.Elintersporel temadecayalinstantey,porloquesoy capaz de recordar, no se dijo ni sucedi nada ms que pudiera tener relacin con los acon-tecimientos posteriores. Todosnosretiramosbastanteprontoy particularmenteyosublasescalerasboste-zandoporquemesentaterriblementesom-noliento. Mi habitacin estaba bastante caldeada y abrtodaslasventanas,porlasqueentrla luz blanca de la luna y las canciones amoro-sasdemuchosruiseores.Medesvestrpi-damente y me met en la cama, pero aunque antes haba sentido tanto sueo ahora estaba muydespierto.Sinembargoesonomein-quietaba ni molestaba: no empec a dar vuel-tas y a girar en la cama, pues me senta muy [10] feliz de escuchar el canto de los pjaros y ver laluz.Esposiblequeentoncesmequedara dormido,yentalcasoloquevoyarelatar puede que fuera un sueo. Decualquiermodo,pensquealcabo de un tiempo los ruiseores dejaron de can-tarylalunadescendi.Penstambinque, poralgunarazninexplicable,ibaaestar despiertotodalanoche,porloquepoda dedicarme a leer, y record que haba dejado unlibroquemeresultabainteresanteenel comedor del primer piso. Sal pues de la ca-ma, encend una vela y baj. Entr en el co-medor,vienunamesaauxiliarellibroque haba ido a buscar y en ese momento, simul-tneamente,viqueseabralapuertaque dabaaldormitoriolibre.Saladelunacu-riosaluzgriscea,quenoeranidelamane-cer ni de la luna, y mir en su interior. [11] Lacama,unacamagrandeconcuatro columnasen susesquinas,estabafrente ala puerta,ysobreelcabezalcolgabantapices. Vi entonces que la luz griscea del dormito-rioprocedadelacama,omsbiendelo que haba sobre ella. Pues estaba cubierta de grandes orugas, de aproximadamente treinta centmetrosdelongitud,quesearrastraban sobreella.Erandbilmenteluminosasyla luz que emitan era la que me permita ver la habitacin.Enlugardelasventosasdelas patasdelasorugasordinariastenanpinzas como los cangrejos, y se movan agarrndose conellasydeslizandoluegoelcuerpohacia delante. El color de esos insectos espantosos eragrisamarillento,aunqueestabancubier-tos de bultos irregulares. Debahabercientosdeellos,puesfor-maban sobre la cama una especie de pirmi-[12] dequesearrastrabayagitaba.Devezen cuando una oruga caa al suelo con un ruido apagado, carnoso y suave, y aunque el suelo fuera duro ceda ante las ventosas de las pa-tascomosifuerademasilla,porloquela oruga retroceda y volva a subirse a la cama unindoseasustemiblescompaeras.Por asdecirlo,nodabalaimpresindequetu-vieranrostro,sinoqueunextremodeellas eraunabocaqueseabralateralmentepara respirar. Mientraslasestabamirandomepareci como si de pronto todas ellas fueran consci-entesdemipresencia.Almenostodaslas bocas se volvieron en mi direccin, y un ins-tantedespusempezabanatirarsedelaca-ma produciendo en el suelo esos golpes sor-dos,suavesycarnosos,yaarrastrasehacia m. Durante un segundo me qued paraliza-[13] do, como sucede a veces en los sueos, pero inmediatamentedespusechacorreresca-leras arriba hasta mi habitacin; me acuerdo muybiendelasensacindefrialdaddelos escalones de mrmol bajo mis pies descalzos. Entrcorriendoenlahabitacin,cerrcon un portazo la puerta a mis espaldas y enton-ces,ciertamente,estabayabiendespierto, me encontr de pie junto a mi cama cubierto por el sudor del terror. Resonaba todava en mis odos el golpetazo de la puerta. Nocesentonces,comohabrasido normaldehabersetratadodeunasimple pesadilla, el terror que se haba apoderado de m al ver esos horrendos animales arrastrn-doseporlacamaodejndosecaerblanda-mentesobreelsuelo.Despiertoahora,lo mismoqueantesestabasoando,nopude recuperarmeplenamentedelhorrordelsu-[14] eo:nomeparecaquehubierasoado.Y hastaelamanecer,sentadooenpie,nome atrevaacostarmepensandoquecadaruido o movimiento que escuchaba significaba que lasorugasseestabanaproximando.Ante ellas, y ante las garras que se clavaban en el cemento del suelo, la madera de la puerta no erasinounjuegodenios:nielaceropo-dra mantenerlas a raya. Pero con el dulce y noble retorno del da desaparecielhorror:elsusurrodelviento volvi a ser benigno; el miedo innombrable, fuese lo que fuese, se suaviz, y dej de ater-rarme. Despunt el alba, al principio sin to-nosdecolor;despusadoptelcolordelas palomas;yfinalmenteseextendiporelci-eloelespectculobrillante yflamgerodela luz. Unanormaadmirabledeaquellacasa [15] eraquetodoelmundodesayunaradondey cuando quisiera, por lo que hasta la hora del almuerzonomeencontrconningnotro miembrodelgrupo,pueshabadesayunado en mi terraza y hasta la comida me dediqu aescribircartasyaotrasactividadesperso-nales. Bajacomerbastantetarde,cuandoya losotrostreshabanempezadoahacerlo. Entre el cuchillo y el tenedor me haban de-jado una pequea cajita de pildoras hecha de cartnyenelmomentoenquemesentaba me habl Inglis: Fjese en eso dijo . Ya que le in-teresa la historia natural. Anoche lo encontr arrastrndose por encima de mi colcha, pero no s qu es. Creoqueantesinclusodeabrirla cajita esperabaveryaloqueencontrenella.En [16] su interior haba una pequea oruga de color amarillogrisceoconcuriososbultosyex-crecenciasensusaros.Eraextremadamente activaysemovaatodaprisaporlacaja, dandovueltasenunayotradireccin.Sus patas no se parecan a las de ninguna oruga queyohubieravisto:erancomolaspinzas deuncangrejo.Lacontemplycerrlata-padera. No,nolahabavistonuncadije .Peroparecebastantepocosaludable. Qu va a hacer con ella? Ah, la guardar contest Inglis . Haempezadoagiraryquisieraverenqu tipo de polilla se convierte. Volvaabrirlacajaymedicuentade queesosmovimientospresurososeranreal-menteeliniciodelgiroparaformarlatela desucapullo.EntoncesInglisvolviaha-[17] blar. Tiene unas patas curiosas dijo . Soncomopinzasdecangrejos.Culesel trminolatinodecangrejo?Ah,s,cncer. Puescomoparecequeesnica,vamosa bautizarla: cncer inglisensis. Entonces pas algo en mi cerebro, como sienunmomentoseunieranlaspiezasde todo lo que haba visto o soado. En sus pa-labrasme parecique habaalgoque ilumi-nabaelconjunto,yelhorrorintensoque habaexperimentadoyoaquellanochese uni con lo que el pintor acababa decir. Cog la caja y la arroj, con la oruga dentro, por la ventana.Elcaminoexteriorestabacubierto de gravilla y ms all haba una fuente cuya agua caa en un cuenco. La caja cay en medio. Inglis se ech a rer. [18] Asque alosestudiososdelooculto no les gustan los hechos slidos. Pobre oru-ga ma! Laconversacinrecayenseguidasobre otros temas, y slo he detallado estas triviali-dades, tal como sucedieron, para estar seguro dehaberregistradotodoloquepudierate-nerrelacincontemasocultosoconelde las orugas. En el momento en el que lanc la cajita de pildoras a la fuente perd la cabeza: mi nica excusa es que el animal que la ocu-paba,comoprobablementehabrresultado evidente,eraexactamente igual,enminiatu-ra, que los que haba visto amontonados so-bre el lecho del dormitorio libre. Y aunque la traduccin de esos fantasmas en carne y hu-eso o en aquel material del que estn he-chos las orugas debi servir quizs de ali-vioalhorrordelanoche,enrealidadnolo [19] hizo.Slosirviparavolvermsespantosa-mente reallapirmideque se arrastrabaso-bre la cama del dormitorio libre. Tras el almuerzo pasamos una o dos ho-raspaseandoperezosamenteporeljardno sentados en la loggia, y deban ser ya las cua-trocuandoStanleyyyofuimosabaarnos recorriendo el camino que llevaba a la fuente en la que haba cado la cajita. El agua, poco profunda,estabaclara,yenelfondovisus restos blancos. El agua haba desintegrado el cartn, del que no quedaba ms que algunas tirasyhebrasde papelempapado.El centro de la fuente lo ocupaba un cupido italiano de mrmolquelanzabaelaguadesdeunodre que sostena bajo el brazo. Y la oruga estaba subiendo por su pierna. Por extrao e incre-ble que pueda parecer, debi sobrevivir a la cada y rotura de su prisin, y se haba abier-[20] to camino hasta el borde, y all estaba, fuera de nuestro alcance, movindose circularmen-te para formar su capullo. Mientraslamirabavolviaparecerme que,comolasorugasquehabavistolano-cheanterior,ellamevio,rompilashebras quelarodeaban,descendiporlapiernade mrmoldelcupidoyempezanadarhacia m, como una serpiente, por la superficie del agua de la fuente. Se acerc a una velocidad extraordinaria(elhechodequeunaoruga supieranadarerayanuevoparam)yun momentodespusestabasubiendoporel bordedemrmoldelafuente.Fueenese momento cuando Inglis se uni a nosotros. Vaya,noesotraveznuestravieja cnceringlisensis?preguntalverel animal . Tiene una prisa tremenda! Estbamosdepieenelcamino,unoal [21] ladodel otro, y cuandolaorugase acerc a menos de un metro de nosotros, se detuvo y empezaagitarsecomosidudaraconres-pecto aladireccin que debatomar.Luego pareci decidirse y se arrastr hacia el zapato de Inglis. Yolegustomsdijol.Aun-que me parece que ella no me gusta a m. Y ya que no se ha ahogado, creo que quizs... Agit el zapato por encima de la gravilla y la pis. Toda la tarde el aire fue ponindose ms y ms pesado por causa del siroco que suba sin duda desde el sur, y por la noche volv a sentirmemuysomnolientocuandosuba acostarme;peroporasdecirlo,pordebajo de mi somnolencia estaba la conciencia, mu-chomspoderosaquelanocheanterior,de que algo iba mal en la casa... de que se apro-[22] ximabaalgopeligroso.Peromequeddor-midoenseguida,ymstarde,aunquenos cunto tiempo haba pasado, despert o so que despertaba con la sensacin de que deba levantarme enseguidaoserademasiadotar-de.Enesemomento(soandoodespierto) luchcontraesemiedodicindomeam mismoquesloeravctimademisnervios, exacerbadosporelsiroco,aunquealmismo tiempo supiera con claridad absoluta en otra partedemimente,porasdecirlo,quecon cada momento de retraso aumentaba el peli-gro.Esasegundasensacinacabporser irresistible, por lo que me puse la chaqueta y lospantalonesysalaldescansillo.Com-prendentoncesqueyamehabaretrasado bastante y que era ya demasiado tarde. Todo el descansillo del primer piso infe-riorresultabainvisiblebajoelenjambrede [23] orugasqueallsearrastraban.Laspuertas plegablesdelasaladeestarquedabaal dormitoriodondelashabavistolanoche anterior estaban cerradas, pero cruzaban por entre las grietas y se dejaban caer de una en unaporelagujerodelacerradura,alargn-dosehastaconvertirseencuerdecillasalpa-sar,yvolviendoarecuperarsutamaoal salir.Algunas,comosiestuvieranexploran-do, rozaban los escalones que daban al pasil-loencuyoextremoestabanlashabitaciones de Inglis, y otras se arrastraban por los esca-lones inferiores que llevaban hasta donde yo meencontraba.Peroeldescansilloestaba totalmentecubiertoporellas:tenacortadas lassalidas.Nopuedoexpresarconpalabras el horror helado que se apoder de m cuan-do vi aquello. Finalmenteseiniciunmovimientoge-[24] neralyfueronespesndoseenlosescalones que llevaban al dormitorio de Inglis. Gradu-almente, como una especie de horrenda ma-readecarne,avanzaronporelpasilloyvi quellegabanasupuertalasprimeras,visi-blesgraciasalaluminosidadgrisclaraque ellas mismas emitan. Una y otra vez trat de gritar y advertir-le, aterrado siempre por la posibilidad de que pudieran darse la vuelta al or mi voz y subir pormiescalera,peropeseamisesfuerzos comprendqueningnsonidosalademi garganta. Se arrastraron por entre las abertu-ras de los goznes de su puerta, pasaron como lohabanhecho antesyyomequedclava-doall,haciendoesfuerzosimpotentespor gritarle, por decirle que se escapara mientras tuviera tiempo. El pasillo acab por quedarse totalmente [25] vaco:habandesaparecidotodasyenese momentotuveconcienciaporprimeravez del fro del piso de mrmol sobre el que me hallaba descalzo. Por el este empezaba a des-puntar el alba. Seismesesdespusmeencontrconla seora Stanley en una casa de campo de In-glaterra.Hablamosdemuchostemasyfi-nalmente dijo: Creo que no le he visto desde que tu-ve las malas noticias sobre Arthur Inglis, ha-ce ya un mes. No s nada de ellas respond yo. No? Tiene cncer. Ni siquiera acon-sejanunaoperacin,puesnohayesperanza decuracin:dicenlosdoctoresqueestin-vadido. Durante esos seis meses no creo que hu-biera pasado un solo da en el que no hubie-[26] rarecordadolossueos(ocomoprefiera llamarlosellector)quetuve enVillaCasca-na. Eshorrible,noleparece?prosi-gui ella . Y siento que no puedo evitar la idea de que l pudo... Enfermarenlavilla?pregunt yo. Ella me mir con cara de sorpresa. Porquhadichoeso?pregunt . Cmo saba usted...? Entonces me lo cont. Un ao antes, en eldormitoriolibrehabahabidouncasofa-tal de cncer. Evidentemente, ella haba bus-cado los mejores consejos, y le haban dicho quedebaseguirlosdictadosdelamxima prudenciayquenadiedebadormirenla habitacin,questahabasidototalmente desinfectada y recientemente encalada y pin-[27] tada. Pero... Caterpillars APEDEUTEKA GUINEFORT, 2015