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El caballero Ideal Lois Blonde

El CABALLERO IDEAL - Lois Bonde

Anahi escapa de su castillo la noche antes de su boda con el bruto del castillo vecino. En su calidad de esposo, él se apropiaría de las tierras que tan bien había manejado ella desde la muerte de su padre. Antes de regresar a su casa y hacer honor a esa espantosa obligación, estaba decidida a encontrar un hombre fuerte pero gentil que la iniciase en los asuntos entre hombres y mujeres.

Encuentra al amante perfecto en su Caballero Ideal, y atesora los recuerdos de los dulces momentos pasadas juntos. Pero, ahora que se había enamorado de un sueño, ¿cómo podría volver y casarse con el ogro? ¿Qué haría él cuando descubriese que no era la novia virginal que se esperaba?

las montañas escocesas - 1715

1Si no los hubiese cubierto con edredones y gruesas mantas, sus miembros, estarían temblando de miedo y de desesperación, tenía que marcharse. Anahi Puente había echado solo una cabezada ocasionalmente la noche anterior, pero no había posibilidad alguna de ella durmiese esta noche.

Un crujido del suelo de madera en el pasillo le hizo contener la respiración, escuchando mientras los pasos desiguales pasaban su puerta y se perdían a lo lejos. Ése era el vigilante haciendo sus rondas.

¡Ahora! Ella tenía que irse ahora. Ésta era su única ocasión de huir. Se levantó y sacudió la falda llena del vestido negro de luto que había usado para acostarse. Gris oscuro debido a los múltiples lavados que le había dado durante los dos años que habían pasado desde la muerte de su padre. Era el vestido más oscuro y más recio que poseía. Y por su condición descolorida, nadie pensaría que la portadora era la heredera de las tierras y del castillo y de su padre.

Echó a un lado la cubiertas y un edredón, y empujó las mantas para simular que todavía estaba durmiendo. Arregló un cuello de piel roja de zorro en la almohada y rogó por que se pareciese a su propio pelo rojo. Así la criada pensaría que dormía hasta más tarde y no entraría en el cuarto hasta que estuviese lo bastante lejos como para descubrir su engaño.

Necesitaría cada minuto que pudiese ganar para huir del castillo hacia un refugio donde nadie pudiese encontrarla. Por un tiempo por lo menos. Andando de puntillas fue hacia el arcón situado en el pie de su cama, abrió la tapa y se tensó cuando chirriaron las envejecidas bisagras. Aspiró en una respiración rápida y escuchó, pero no oyó a nadie. Se sentía cómo una gama

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asustada mirando fijamente el extremo de la flecha de un cazador.

Sacó el paquete que había preparado anteriormente esa tarde con un recambio de ropas y de algunos alimentos que había podido robar de la mesa sin que nadie lo notase.

Lo había envuelto todo en un mantón firmemente tejido y tenía los lazos colocados para sostenerlo a través de sus hombros, dejándole las manos libres para manejar su caballo. Tiró de sus zapatos más robustos y remetió su puñal en el fajín negro atado alrededor de su cintura. Moviéndose en el claro de luna que brillaba en las estrechas ventanas de su dormitorio, asió un mantón negro de la silla, y lo ató sobre su pelo. Tirando de él adelante sobre su cara para cubrir la piel pálida que estaría expuesta en la oscuridad de la noche. Con excepción de sus propios y rápidos latidos de corazón, escuchó solamente el viento de verano deslizarse a través de los pasillos en el viejo castillo lleno de corrientes.

Quizá si el castillo hubiera estado en un estado mejor y las arcas de su padre más llenas, no la habrían prometido en matrimonio a su bruto vecino. Un hombre que ganaría mucho de la suma de sus tierras a las propias. Tembló al pensar en que ese gigante viniese a reclamarla.

Estaba agradecida de que él hubiese esperado por lo menos dos años, sin embargo se resentía de la autoridad que tendría sobre su vida. Con su padre muerto y ningún otro pariente para protegerla, tendría que someterse a la bestia como un cordero al matadero. Ella no había oído buenas historias sobre él.

Se rumoreaba era mucho más alto de lo que cualquier hombre normal debería ser, con manos enormemente grandes que podrían romper el cuello de un hombre sin ningún esfuerzo, o una mujer si llegaba el caso. Marion, la lavandera, había dicho que era conocido por acostarse con una docena de mujeres en una noche y seguir estando excitado y listo por más a la mañana siguiente. Los criados se habían reído, inconscientes de que Anahi oía por casualidad su conversación picante.

Anahi no estaba en todo segura de qué haría un hombre con esas muchas mujeres en su cama, y se había preguntado si era lo que hacían Nancy y el herrero en el granero una vez cuando ella había entrado dentro. Habían estado tan desnudos como el día en que nacieron y ni un poco perturbados por ello.

Al principio ella pensaba que la pobre Nancy debía estar machacada porque el enorme hombre estaba encima de ella insistiendo en que Nancy envolviese las piernas alrededor de su cintura. Anahi recordó los olores terrosos del granero, la paja limpia que crujía debajo de ellos. Nancy gimió y envolvió los brazos alrededor de su cuello cuando ella trabó los tobillos detrás de él. Agarró su pelo para tirar hacia debajo de su cabeza hacia la suya. Él la besó y entonces su trasero desnudo comenzó a levantarse y a bajar moviéndose lentamente al principio, después más y más rápidamente.

-¡Sí, sí!- Nancy había gritado -¡móntame más fuerte, más fuerte!-.

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Anahi se había ido del granero antes de que la descubriesen, cuando repentinamente, ellos gritaban como espectadores arengando al vencedor. En ese momento sintió una humedad entre sus piernas al mirar a la pareja. En vez de darle vueltas a la idea de casarse, viendo el acoplamiento y cuánto gozaban se preguntó cuánto faltaría para que ella se casase.

Ahora no podría esperar que ninguna de tales intimidades emocionantes sucedieran. Incluso no mantendría control sobre las tierras de su padre que ahora eran legítimamente suyas. Eso cesaría con la ceremonia. La celebración incorporaría simplemente sus tierras a las de su marido que lindaban con las suyas en el norte. Cuando se casase, él sería dueño y encargado de todo lo que era el suyo. No importaría que ella hubiese hecho funcionar el castillo y alimentado le la gente durante dos años sin ayuda de nadie.

Odió la idea de algún otro se encargase, pero no podía hacer nada cambiarlo. Aunque podría posponerlo. No estaría en el castillo mañana cuando los indeseados visitantes llegasen. No iba a dejar que él le arrebatase la virginidad que había guardado para un hombre al que pudiese amar. Quería a alguien que le demostrara las maneras entre el hombre y la mujer, alguien de su elección, no el bárbaro con el que debía casarse.

Pasando su mano a lo largo de la pared de piedra, bajó por las escaleras a la cocina. Anduvo de puntillas más allá de la criada de la despensa que dormía en su plataforma en el suelo, y tiró de la puerta al exterior.

Mientras que se deslizaba, ella escuchó repiqueteo de los clavos de los perros en el suelo de piedra de la cocina detrás de ella. Había pensado que estaban dormidos en las entradas del gran pasillo. Su corazón compitió con y ella y empujó en la puerta para estar segura de haber cogido el cierre. El perro había comenzado raspar ferozmente por el lado opuesto de la puerta. El aterrarse, funcionó. Oyó que la criada gritaba al perro para que se fuese hacia arriba mientras ella se agachaba a través del arco que conducía a los jardines.

Se agachó, cuidando de moverse a lo largo de la cerca hasta que encontró la puerta. Entonces se lanzó a través del área abierta pequeña de hierba donde los caballos eran mantenidos en verano.

Agarró la balda superior de la cerca y la pasó sintiendo penosamente su garganta seca. Después de dos intentos, pudo dar un bajo silbido. Momentos más tarde, oyó Toby venir corriendo. Él había sido su animal doméstico y amigo durante diez años. Era viejo, pero mientras no lo forzase demasiado, todo iría bien. Y su color marrón oscuro perfecto para huir entre los árboles en la noche. Sacó la zanahoria que había escondido en su bolsillo.

-Vamos, Toby. Tú eres ahora mi única esperanza. Tienes que ayudarme a huir de ese monstruo antes de que llegue aquí-.

El caballo caminó al lado de ella en el otro lado de la cerca hasta que alcanzaron el roble partido donde ella sacó el frenillo que ella ocultado esa mañana. En unos segundos lo había sujetado en la cabeza de Toby. ¿Pero cómo podría montarlo sin ayuda? Era alta para ser una

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mujer, pero no lo suficiente como para pasar una pierna sobre el caballo. En todos sus planes de huída, nunca pensó en un bloque para subirse. Montar a pelo y a horcajadas no sería ningún problema. El subirse en Toby lo era. Mirando alrededor vio la solución a su problema. Si se subía en la balda más baja de la cerca, podría levantar una rodilla lo bastante por encima para asir un puñado de la melena y auparse hacia arriba. Asentándose confortablemente, ella arregló su falda y enagua y condujo el caballo hacia el norte del camino. Después de una milla o ella paró y escuchó. No se oía nada excepto pequeños sonidos en los árboles y el ulular de un búho. Se permitió una sonrisa. Se había escapado. Estaba totalmente libre para encontrar el amor.

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Alfonso Herrera se sacudió al entrar el campamento y miró las chispas volar. Maldijo a su padre por enviarlo en esa idiota tarea. Estaba dispuesto a hacer su parte para asegurar el bienestar de la familia, pero casarse con una muchacha joven que se decía que apenas era reconocible como una

mujer no era su idea de un trato justo.

Pero él podría ver ciertamente la sabiduría de agregar sus tierras a las propias, así que él estaba resignado a casarse. Su fuerte sentido del deber no le permitiría menos. Una vez que estuviesen casados, poseería todas las tierras de ella adyacentes a las suyas. Con la adición eventual de las tierras de su padre, podría hacer un soporte formidable contra cualquiera de los clanes que pudiesen amenazarlos.

Resignado, pero no contrario al ganar un poco de tiempo, él envió sus hombres por delante mientras que él se tomaba su tiempo. Remetió su falda escocesa debajo de su culo y se sentó contra un castaño enorme. Su puñal fue remetido con seguridad en sus cintura y su espada puesta a su lado. Tomó su botella de escocés y bebió profundamente. Mirando fijamente el fuego, atormentando su cerebro para buscar cualquier excusa que pudiese provocar retraso a su llegada al castillo de su novia.

Estaba echado cuando escuchó el paso lento y constante de los arreos de un caballo. 4


Rápidamente empujó su fardo debajo de su manta para dar la impresión que estaba dormido, y se echó entre los oscuros árboles con su espada. El caballo pasó a algunos pies de él. Vio que un jinete caía sobre su parte posterior, sus brazos que colgaban abajo en cada lado. ¿Algún caminante de las tierras altas lo había acertado? ¿O él fingía lesión para conseguir emboscarlo?

-¡Ho, allí, amigo,- Alfonso dijo en voz alta. El caballo se paro, pero el jinete no se movió. Podía ver ahora que su cuerpo estaba cubierto de las mantas oscuras que le tapaban hasta los zapatos.

El hombre era afortunado de no haberse caído antes de ahora. Cuidadoso, Alfonso levantó el extremo de su espada y se acercó al caballo. ¿Él oyó un murmullo suave, o era un quejido del dolor? Usando la punta de su espada, levantó hacia atrás la manta que recubría la cabeza del jinete. Una miríada de los rizos castaños se soltó libremente, exponiendo la cara de una mujer que brillaba intensamente a la luz del fuego que se veía a través de los árboles.

-¡Por todos los santos!-, murmuró él.

Golpeó ligeramente su hombro con el amplio lado de la espada, pero ella no se movió. Podría ver que respiraba y sonaba dormida, borracha, o inconsciente. Envainando su espada, condujo el caballo de las bridas a su campamento. El caballo cojeaba de modo que podría beber el agua y comer hierba, pero no vagar lejos. ¿Pero qué decir sobre el jinete? La miró primero para comprobar si estaba herida, aunque no vio ninguna evidencia de sangre o de contusión en ella.

Levantarla del caballo era bastante fácil, con una mano debajo de cada brazo la bajó hasta que sus pies tocaron tierra. Sus rodillas comenzaron inmediatamente a enlazarse y ella gimió. Puede que estuviese herida después de todo. La hizo girar en sus brazos y llevándola ante el fuego. Ella gimió otra vez. Sus quejas suaves no sonaban del todo como si sintiese dolor. Estaba contento por ello. No podría entender quién desearía dañar una cosa tan bonita.

Se sobresaltó cuando ella envolvió repentinamente los brazos alrededor de su cintura y frotó su mejilla contra la longitud del plaid que le cruzaba el pecho. Sintiendo repentinamente un ajuste en su ingle, empujó su pelo detrás sobre de su cara y desató el mantón que había perdido en el intento de mantenerlo confinada. Mirando hacia abajo cuidadosamente vio las facciones delicadas de una mujer joven verdaderamente hermosa, respiró más rápidamente. Si solamente pudiese casarse con una mujer tan dulce como esta, pensó tristemente. Entonces no se estaría tomando su tiempo para llegar a su boda. Estaría montando a todo galope, impaciente por montarla tan fuerte como rápidamente. Su pene se endureció y presionó contra sus pechos suaves mientras que él ahogaba un gemido.

Acunó la parte posterior de la cabeza femenina con una mano, y la bajó cuidadosamente a su manta. Buscando una lesión, sintió las gruesas capas del paño envueltas alrededor de su pecho. ¿Estaban cubriendo una herida? Puede que tuviese sangre debajo de todo ese paño

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oscuro. Ésa sería explicación suficiente para su estado de inconsciencia, tenía que verlo por sí mismo antes de que ella perdiera demasiada sangre.

No viendo ningún botón en la parte de delante de su vestido, hizo resbalar la tela de sus hombros cremosos y localizó los cordones que se entrecruzaban hacia detrás. Una vez que consiguió aflojarlos, retiró de los brazos de ella suavemente las mangas largas, exponiendo los apretados vendajes bajo su camisola. Capa sobre capa de grueso tejido de lino habían sido envueltas alrededor de su cuerpo delgado. Si estaba herida, ella estaría ciertamente dolorida cuando él la levantó otra vez para desenrollar el lino.

Preocupado por su bienestar, o eso se dijo él , montó sus muslos a horcajadas de sus piernas para adoptar la posición adecuada, y tiró de su puñal de su cargador. Con cuidado de no deteriorar su piel pálida lisa, tiró de la camisola y del lino para arriba entre sus pechos rajando todas las capas hasta su cintura. De los bordes del corte de la tela, salió a demás el más hermoso par de pechos más perfectamente formados que había visto jamás por fin fuera libres de su confinamiento.

-¡Por la espada!, ¿porqué están tan hermosos globos confinados tan apretadamente?-

Tomó cada pecho a su disposición y los levantó, diciéndose que buscaba cualquier lesión que allí hubiese. Había pensado que los dejaría ir cuando no encontrase ninguna, pero por el contrario, cogió las puntas entre sus pulgares e índices y jugueteó con ellos. Inmediatamente, estuvieron erguidos y firmes como su polla que siguió el juego.

Apartó de un tirón sus manos lejos y juró algunas palabras sucintas, pero estas no atenuaron su deseo. No encontró ninguna herida en ella de nuevo que explicase el desvanecimiento, empezó a tirar de las mangas de su vestido. La tarea era imposible con ella dormida tan profundamente. Mientras que lo intentaba, la joven rodó sobre su lado. Ahora ella estaba tan retorcida en su vestido que no tenía ninguna esperanza de vestirla correctamente. Y su cadera presionaba suavemente contra sus testículos. Sintiéndose demasiado caliente en esa noche de comienzos del fresco verano, se limpió la transpiración de su frente con la manga de su camisa.

-¿Qué te han hecho, muchacha?- preguntó suavemente.

Deseó comprobar otra parte del cuerpo femenino para saber si había lesión que explicase su inconsciencia, levantó sus faldas a la altura de sus muslos, movió sus manos suavemente arriba y abajo por la carne cremosa en cada uno pero no encontró ninguna herida o hueso roto, así que tiró para que las faldas bajasen hacia abajo, pero su mano obedeció su deseo, no su orden mental de cubrirla. En vez de eso, expuso el triángulo castaño visible debajo de su ropa retorcida, y resbaló sus manos bajo su ropa y sobre su estómago. Era suave y flexible, no hinchado con muestras de enfermedad. Haciéndola rodar sobre su lado para comprobar sus caderas y su parte

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posterior, no encontró felizmente ninguna herida en ningún lugar. Renuente de privarse de tan hermosa vista, sostuvo sus caderas ligeramente y la bajó sobre su espalda.

Ella gimió en su sueño y dobló una pierna hacia arriba, abriéndose íntimamente a él. Arqueándose hacia detrás, se presionó contra su mano, mascullando algo que él no podría entender. Él se quedó sin respiración cuando la parte posterior de sus dedos resbaló dentro de sus dobleces, un nudillo presionaba contra su pozo húmedo. Sin pensarlo él levantó su pulgar para acariciar el tentador trozo de carne que se endureció bajo su tacto.

Tomando una respiración profunda y apartó su mano lejos del calor que anhelaba. ¿Qué es lo que ocurría con él? Nunca se había portado de esa forma con una mujer semiconsciente antes y no iba a empezar ahora. Bajó de un tirón las faldas de la muchacha y levantó la blusa para cubrirla lo mejor posible. Con ella estirada entre él y el fuego, se colocó detrás de ella, levantando su manta para cubrirlos ambos.

Antes de que pudiese cerrar los ojos, ella se movió contra él y presionó su parte posterior en la falda escocesa ahuecada por su inflamado miembro.

-Entonces ¿esto es una invitación?- preguntó él con una risa ahogada. Ella estaba obviamente habituada a dormir con un hombre de manera acogedora, ¿y quién era él para no aceptar su oferta?

Alcanzando debajo de la manta, tiró encima de su falda y enagua hasta que destaparon su cintura otra vez. Tiró rápidamente de su falda escocesa a un lado, levantó su pierna y resbaló su polla firme entre sus muslos. Ella gimió suavemente mientras que su miembro se endurecía contra su calor suave. Él deslizó su mano hacia su pecho y amasó suavemente la plenitud. Acomodándose en su hombro desnudo, dejó un rastro de besos a lo largo de su cuello y de su mejilla.

–Siiii-, ella susurró y se retorció contra su pecho. Su cabeza rodó hacia el fuego y entonces hacia él. Sus ojos agitaron abriéndose para cerrarse solamente otra vez mientras que él le besaba los labios suavemente y resbalaba su mano hacia abajo. Ella despertaba y lo deseaba. No la decepcionaría. Pasando su mano por debajo de sus faldas, él encontró los dobleces húmedos suaves que él buscaba. Ella se echó hacia detrás, su muslo doblado contra su polla que palpitante.

Su respiración sonó sobrecogida cuando él se deslizó el dedo en su calor. Era tan apretada, tan caliente. No podría aguantar mucho más de esto. Circundó y jugueteó con el duro botón hasta que su cuerpo osciló siguiendo el ritmo, invitándole a que bailase con ella.

Él levantó su rodilla lejana sobre su cadera hasta que le hizo frente completamente y

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presionó en la entrada a su calor su miembro erecto. Apretó sus ojos cerrados, intentando contenerse. Ella lo conducía a un estado de desenfreno que nunca había sentido antes.

Sus ojos estaban cerrados como si todavía durmiera pero nunca había tenido entre sus brazos a una mujer más cooperativa. Ella levantó su mano para aferrar su hombro y movió las caderas para tomar la longitud de él en su interior. Su gemido silbó entre sus dientes cuando susurró otra vez,

-Siiiii-. Él se inclinó abajo para besarla, agarró su cadera, y empujó profundamente en ella que le dio la bienvenida a sus profundidades aterciopeladas. Ella gritó de dolor y presionó contra sus hombros para liberarse de su abrazo.

Él se congeló cuando sus ojos se abrieron de par en par y vieron su cara a una pulgada de la suya.

-¡Por todo que es santo, eres virgen!- No era sorprendente que pareciese tan dulce, tan inocente. La besó para sofocar su grito a fin evitar que otros la oyesen. Su miembro palpitó dentro de ella.

Ahora no había vuelta atrás. Quedaría frustrado si se paraba. Su dedo entre sus piernas continuó obrando su magia mientras la besaba, más suavemente, tratándola con gentileza, despertándola, y finalmente consiguiendo una respuesta.

–Esa es la manera, mi encantadora señora-, dijo suavemente contra sus labios. -el dolor se va. Solo piensa en cómo de bien se siente-. La besó otra vez, ganando la entrada para que su lengua bailase con la suya. De forma tentativa al principio, su lengua giró con la suya mientras que el tempo aumentaba.

Él podría sentir a su cuerpo relajarse otra vez mientras sus caderas iniciaban un ritmo instintivo. Se retiró de sus profundidades mojadas calientes y después resbaló hacia detrás repetidas veces. Cada vez iba más profundo, más rápidamente. Dando más y consiguiendo más. Su cuerpo se tensó repentinamente y ambos echaron hacia atrás sus cabezas y gritaron cuando su carne caliente se apretó rítmicamente alrededor de su miembro. Dos veces más él empujó, su semilla estalló en ella cuando la enlazó en dulce abandono. Después de tomar un momento para respirar, él levantó la manta para cubrir sus hombros desnudos y puso su brazo sobre su cadera para mantenerlos cercanos, juntos como uno solo. Ambos agotados, se relajaron en el sueño.

Anahi despertó lentamente, renuente a abrir los ojos ante el sol de la mañana. En su sueño, ella había encontrado al hombre más maravilloso que parecía ser la respuesta a todos sus oraciones. Él era bueno y la cuidaba, su tacto la calmaba pero también la excitaba. Era más alto que ella, y de buen mirar, con el pelo oscuro y los ojos azules. No era perfecto sin embargo ...tenía un poco de barba y sus mejillas ásperas estaban rasposas cuando hicieron amor.

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Él la había cortejado tan dulce. Ella podría sentir la sensación sosegada, los besos apacibles y las caricias suaves con sus manos de largos dedos.

Cuando él la sedujo con pellizcos y pequeños mordiscos, había deseado más. quería que la sostuviera, que la llenase. Y cuando finalmente la tuvo, había despertado dentro de ella una pasión tan caliente como el sol.

Todavía mareada, sentía la piel erizada en su pecho y el cosquillear de sus pechos. Una fantasía maravillosa la de poder estar alrededor con sus pechos libres y no atados firmemente.

Su amante ideal la había enseñado las maneras entre el hombre y la mujer, y había sido suave con ella, con todo fuerte. La hizo su sentirse como una mujer deseable por primera vez en su vida, despertando sensaciones de las que ella no se sabía capaz. El sueño se parecía tan verdadero. Porqué incluso ahora, se sentía un poco dolorida e hinchada entre sus piernas.

Ella sonrió y gimió. Aunque despertaba, él se endureció dentro de ella. Y ella deseó que se quedase en su interior para siempre. Apretó sus músculos para sostenerlo allí y suspiró. Un hombre se rió entre dientes.

-Esto se siente muy bueno-, dijo él suavemente, rodando sus r. –Eres una principiante muy rápida, mi Pequeña-. Sus ojos se abrieron de par en par.

-¡Oh, dios, eres de verdad!-. ¿O no lo era? ¿Cómo podía serlo cuando ella no sentía ningún miedo? No, debía estar soñando. Levantó su mano y tocó tentativamente su barbilla. El vello grueso cosquilleó en las sensibles puntas de sus dedos. Tocó sus labios. Él besó sus yemas del dedo y después le separó los labios para atraerlos dentro de su boca y para aspirarlos en ellos. Ella apartó de un tirón la mano rápidamente, como si sumergiera sus dedos en agua hirviendo. Él rió suavemente, un pequeño movimiento que hizo escocer la parte donde estaban unidos.

-¿Eres de verdad, no es así?-

-Aye-.

Él rió de buen humor, entonces y ella se dio cuenta de en cuántos lugares se tocaban sus cuerpos casi desnudos. No podría estar desnuda con un extraño. Pero lo estaba, y finalmente entendía todo lo que había sucedido entre Nancy y el hombre del establo ese día en el granero. No era extraño que pareciesen gozar tanto de ello. ¿Pero cómo tenido la venido a parar con este hombre?. No lo sabía. Intentó separarse.

-Nay, nay, nada de movimiento. Ya nada tienes que temer de mí. No te lastimaré otra vez, muchacha-. El brazo fuerte sobre el cual su cabeza se posó se curvó alrededor de ella y la

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sostuvo firmemente contra su cuerpo, mientras que su otra mano resbalaba debajo de su falda arrugada y sobre su cadera para tenerla junto a sí. Ella no tenía ninguna ocasión de apartarse. ¿Y realmente lo deseaba?

-Solo relájate, Pequeña. estás perfectamente segura conmigo, y tienes muchas explicaciones que dar-. Él parecía tan severo como su viejo profesor particular.

-¿Yo? Deseo saber quiénes es usted y lo que estamos haciendo aquí... como esto-. Ella sacudió su cabeza. -no, esto no puede ser de verdad. Debo estar dormida-. Él se rió entre dientes. Sus dedos calientes dibujaron pequeños círculos en su trasero desnudo. Sus ojos se ensancharon cuando sus músculos ejercitaron una mente propia y lo apretaron íntimamente.

-Estamos dándonos placer.

-¿Yo... le di placer? Pero si no se.

-Aye, pero entonces no pensabas, sentías.

-¿Sentía?-.

-Aye. Te besé... así-, dijo, después él se inclinó encima y acarició suavemente sus labios con los propios. Ella se sentía envolviéndolo profundamente en su vientre y una oleada de calor de esa parte de él que estaba dentro de ella. -y acaricié tus pechos... así-. Ella jadeó mientras que él tocaba cada uno.

-¡Oh, no, mis pechos! Donde está el lino con el que los envolví?-.

-En pedazos ahora, Pequeña-.

-No tengo más conmigo. Qué haré ahora?-.

-Para qué desearías atar estas bellezas?-.

-¿Por qué? ¿No es eso obvio? Son más grandes que cualquiera de los que yo haya visto. Los hombres no pueden apartar sus ojos de ellos cuando entro en un cuarto. Odio esa sensación, así que los ato apretadamente cada día para ocultar su tamaño-.

-Nunca otra vez, muchacha. Son justo del tamaño perfecto para mis manos. ¿Ves?-. Él se envolvió los dedos largos alrededor de ellos y levantó su peso suavemente. Ella maulló como un

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gatito cariñoso y cerró los ojos. Se sentía tan caliente ... el calor se reunía alrededor de donde estaban unidos. Ella sonrió y presionó sus pechos contra su duro torso.

-¿Recuerdas cuando hice esto?-, él pidió, moviendo las caderas lentamente para entrar en ella más profundamente. Ella frunció el ceño pero no abrió los ojos.

-¡Oh! Pensé que dolería otra vez, pero no. Se siente tan bien. Debo tener un sueño, aunque es diferente de cualquier otro-.

-¿Y es un sueño feliz?-. Él mantuvo sus empujes lentos pero profundamente.

-Sí, sí, pienso eso. Me siento tan... tan extraña. Deseo algo y casi lo estoy consiguiendo, pero no sé qué es. Me siento tan caliente-. Ella agarró su brazo y levantó su pierna más arriba sobre su cadera para satisfacer sus empujes.

-Aye, y si lo hubiese sabido, puede que hubiese intentado parar. Yo no sabía que eras una virgen-. Ella rió nerviosamente.

-Y ahora no lo soy más-. Él hizo un gesto.

-Nay. No después del ayer por la noche. Lo que se hace nunca se puede deshacer-. ¡Incluso no sé quiénes eres!-. Ella miraba lejos, incapaz de afrontar su mirada fija.

-Yo debo ser la peor de las rameras para tener un sueño como este-. Sus caderas pararon el moverse y él se detuvo brevemente dentro de ella.

-Nay, Pequeña, tu eres un ángel enviado a mí. amor. Me deleitaré de jugar a ser tu caballero ideal y disfrutaremos este sueño juntos mientras dure-. Ella sonrió.

-Sí, seré Pequeña y tú serás mi caballero ideal, que apartará el miedo de mi cuando la verdadera y áspera luz del día nos despierte, para cada uno será mejor no saber quiénes es el otro de verdad-.

-De acuerdo-, él afirmó mientras que sellaban su acuerdo con un beso. Ella miraba su pecho, expuesto detrás de los lazos flojos de su camisa. Superando sus nervios, ella echó un vistazo abajo en se y vio sus faldas voluminosas enredadas alrededor de su cintura y de su pierna desnuda cubiertas sobre su cadera desnuda.

-Pienso que deberíamos quitarnos nuestras ropas antes de que hiciésemos... um...-.

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-La próxima vez-, él ofreció. Ella frunció el ceño de nuevo.

-¿Y no deberías estar encima de mí? Ésa es la manera en que Nancy lo hizo en el granero-. Él se rió y rodó repentinamente encima poniéndola de espaldas y elevándose sobre ella, después levantó sus piernas alrededor de su cintura apoyando su peso en sus codos al lado de los hombros de ella.

-Está es la manera en que deseas hacerlo? Él restableció un ritmo que aumentó gradualmente de tempo. Aumentando el calor de Anahi en su vientre.

-Casi,- ella dijo sin aliento levantando sus caderas para satisfacerlo, movimiento por movimiento, -¿hay más que una forma?- El acoplamiento era maravilloso.

-Ach, aye, muchacha. Solamente acabamos de comenzar -. Ella se sentía arquearse y una onda del calor que se chamuscaba a través de su cuerpo.

-Oh, qué me está sucediendo?-. Ella se aferró en sus hombros, levantando sus caderas más rápidamente para resolver el suyo. -Oh, sí-, ella respiró. –Siiiiii-.

Ella tomó una respiración y sostenida le mientras que llegaba cada vez más cerca de éxtasis. Las luces destellaban detrás de sus párpados cerrados. Se aferró a él, con los dientes mordiendo su carne musculosa.

Alfonso la besó duramente, hundiendo su lengua en su boca con cada empuje. Ella gritó contrayéndose a su alrededor. No necesitó no más de estímulo. Empujó profunda y difícilmente y gritando mientras vertió su semilla contra la entrada a su matriz. Jadeo, y dejó caer su cabeza para reclinarse sobre el suelo a su lado. Después de que su respiración se normalizase, se derrumbó, retirándose de su interior.

Él la puso de lado, con su cabeza apoyada en su brazo doblado.

-¿Lo hice bien?- ella pidió. Él dejó escapar una risa rápida.

-Ach, aye, muchacha, me gustó eso mucho-. Ella hizo un mohín y se levantó sobre un codo para expresar su punto de vista.

-Entonces pienso que eres justo el hombre que buscaba-. Ella agarró los lazos en su camisa con su mano libre. -Debes ayudarme-

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-¿Quieres mi ayuda? Mi ayuda para que?-. Ella sonrió dulce.

-Necesito aprender todo sobre lo que hemos estado haciendo antes de que vaya a casa. Me enseñarás esas y el resto de las formas, también?-. Alfonso se echó sobre su espalda.

-Estaba en lo correcto. Esto es verdad un sueño ... el mejor que he tenido jamás. Cualquiera pensaría que ha muerto y ha ido al cielo-. Sonrió lujuriosamente. -Aye, muchacha. Te enseñaré cualquier cosa que desees saber-. Él miró la sonrisa en su cara crecer y hacer que sus ojos centelleasen. -Pero primero podemos bañarnos en la corriente y buscar algo comer. Puedo ver que lo necesitaré para mantener mis fuerzas!-

Ella se incorporó y cubrió sus pechos mientras que tiraba de los hombros de su vestido. Él se levantó y sujetó su muñeca, tirando de ella para levantarla.

-Tú no tienes que ocultarte de mí. Deseo ver y probar a cada pulgada de ti-. Alfonso le deslizó su vestido y lo colgó sobre un rama. Ella le dio vuelta detrás e intentó otra vez cubrirse. Moviéndose para estar parado cerca de su espalda, él resbaló sus manos alrededor para levantar suavemente sus pechos. Los acarició y besándole el cuello.

Él sentía un temblor ondularse a través del cuerpo femenino y le dio la vuelta de modo que pudiera besarla correctamente. Después sus lenguas jugaron, juegos de piel y de búsqueda, le deslizó la camisola de los hombros y dejó caer la enagua al suelo.

Dando un pequeño grito sorpresa, ella cubrió sus pechos con sus palmas, pero él le quitó las manos. Besó los nudillos y las puso en sus hombros para una visión sin obstáculos.

-Tendré que ver que comprarte una nueva a cambio de arruinarla-. Él se arrodilló sobre una rodilla y besó la sombra oscura caliente entre sus pechos. Presionó sus pechos contra sus mejillas, besando cada uno. Moviéndose hacia adelante a su estómago plano, introdujo rápidamente su lengua dentro y fuera de su ombligo. Ella rió nerviosamente.

–Tengo cosquillas!-. dijo empujándolo juguetonamente lejos, y, al echar un vistazo hacia abajo en ella descubrió las piernas, jadeó. Su mirada fija siguió la suya a la evidencia sangrienta de su acto de amor manchando el interior de sus muslos.

-Nada de miedo esta es la evidencia de la rotura de tu himen, Pequeña. Vinimos juntos en un sueño y mientras deseemos mantenerlo vivo, nuestro sueño existe... para nosotros dos-. Ella lo miró durante algunos momentos y después cabeceó. Caminó hacia atrás, colocando las manos apretadas en puños en sus caderas. Con una mueca repentina haciéndole ojos verdes chispear como esmeraldas, ella dijo,

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-La cocinera decía siempre eso “Lo que es bueno para el ganso es bueno para la gansa”, y pienso que ella tiene razón. Quítate la camisa-. Él hizo un gesto y se obligó rápidamente. En segundos la rama de al lado de ella estaba cubierta de ropas. Él no hizo ningún movimiento de deshebillar su plaid. No tenía ningún deseo de asustar a la dulce y virginal muchacha apenas cuando él aún palpitaba.

-Bien, mi caballero ideal, qué es lo que esperas?- ella pidió, señalando en el plaid.

-No deseo asustarte, Pequeña. ¿Has visto a un hombre desnudo antes? Eso significa ver todo el él-. Ella sacudió su cabeza y sus mejillas se volvieron de un color rosa encantador.

-Bien, entonces pienso que mejor retrasamos tu educación solo un poquito-.

Se agachó hacia abajo y la tomó en sus brazos. Dejándola en el borde del río, le ayudó a quitar sus zapatos robustos y medias oscuras. E hizo igual con los propios caminando en las agues poco profundas solo con su falda escocesa. La sostuvo de su mano mientras que ella caminaba delicadamente en el agua.

-Esta fría-, ella dijo con un grito de asombro.

-No es tan malo una vez entras- Él se detuvo brevemente cuando el agua lamió cerca del dobladillo de su falda escocesa. -hay una zona más profunda allá. Nadamos?-.

-Aye, pero si mi padre aún estuviera vivo, yo tendría que pedirte que no se lo dijeses. Salía furtivamente de noche con mi criada y nos bañábamos en el río. Ella me enseñó a nadar rápidamente para no ahogarme-.

Alfonso nunca pensó que ella hubiese tenido una criada. La creía hija de un comerciante. ¿Quién era su visitante de la noche y de que huía? Estaba tentado de preguntárselo, pero recordando el relámpago caliente que serpeó a través de él cuando se había enterrado en ella, cambió de idea. No deseaba hacer nada que acabase con el sueño que tenían juntos. La deseaba demasiado como para dejar que eso sucediese. La miró deslizarse en el agua y zambullirse hacia la zona profunda.

Su plaid fue deshebillado, lo sacudió sobre la orilla antes de seguirla a través del agua. Contaba con que el frío disminuyese su excitación. Nadó hasta estar detrás de ella y la tiro le contra él. Ella lanzó un grito de sorpresa y entonces rió. Sus esperanzas de que el agua fría que humedecía su ardor lo apagasen estaban condenadas desde el momento que su piel sedosa resbaló contra la suya.

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-Me gustaría tener algún jabón-, dijo ella mientras se frotaba los brazos y luego las piernas. Mientras que ella se inclinaba para frotar sus muslos limpios, su trasero presionó contra su miembro. Se endureció enérgicamente.

-Aquí, déjame ayudarte, Pequeña-. Como el agua lamía en su pecho, él levantó su brazo del agua y lo lavó con su mano. Besó su palma, el interior de su muñeca, su codo, y la curva hueco sobre su hombro. Ella gimió, pero con un gesto, él dejó caer ese brazo y comenzó en su otro. La atención cuidadosa se trasladó a su busto. En vez de dejarla sobre sus pies, la levantó en la superficie del agua con un brazo debajo de su cintura.

Mientras que ella flotó ante él, se inclinó abajo y acarició un pezón, duro del agua fría, en su boca. Lo aspiró y dibujó círculos alrededor de la extremidad con su lengua. Tirando de él más cerca, tomó el otro pecho dentro de su boca mientras que resbalaba sus dedos entre sus muslos.

Ella se separó las piernas dispuesta, abriéndose a él confiada. A pesar de la agua fría, se sentía caliente.

Deslizando el dedo medio en su interior sintió como el cuerpo de ella se apretaba alrededor de él. Dejándolo dentro de ella, él resbaló su pulgar alrededor de los dobleces del terciopelo y acarició el brote duro que esperaba su tacto. Su respiración estaba acelerada al igual que la suya. Su dedo presionó más profundamente en su calor, circundando y sumergiéndose. Resbaló un segundo dedo y después de un rato, un tercero.

Anahi se separó más las piernas y gimió mientras que él se hundió y la llenó para después salir. Adoraba sentir sus manos en su piel caliente. Desbordada por la pasión, le lanzó los brazos alrededor de su cuello y presionó sus pechos contra su pecho.

-Oh, mi caballero ideal-, ella jadeó. -quiero que me llenes. Ahora, te necesito ya dentro de mí-. Ella se retorció en el agua y se envolvió las piernas a su alrededor.

Él la levantó por su trasero hasta que pudieron besarse. Pasándole las manos a través de su pelo, ella volvió su beso con un ardor que igualó el suyo.

Él la bajó lentamente a lo largo de su pecho, con sus manos debajo de su trasero, hasta que su polla presionó contra su pozo caliente. Con unos pocos ajustes de sus caderas, ella le animó a tomarla. Él se hundió profundamente con un empuje rápido. Ella echó hacia atrás su cabeza y gritó con feliz sorpresa. Cuando se retiró momentáneamente, ella apretó sus piernas alrededor de su cintura y lo montó mientras que sus empujes se reanudaban haciéndose más rápidos y más profundos.

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-Más, deseo más ya-.

El agua se levantó y salpicó a su alrededor con cada ondulación mientras se movían como uno solo, pero la temperatura fresca no calmó su pasión. Ella sentía los dedos fuertes levantarla de su trasero y tirar de ella de modo que sus pechos quedasen presionados contra su pecho con cada movimiento. El sonido los excitó aún más cuando ella lo montó como un caballo corcoveante.

-Por los dioses-, él gritó.

Los géiseres fríos del agua se elevaron y salpicaron alrededor de ellos con sus empujes. El pelo mojado de Anahi golpeó contra su espalda para girar libremente otra vez cuando él se introdujo en su interior. Ella arqueó su cuerpo y se endureció mientras nada excepto el placer la llenaba. Entonces gritó exprimiéndolo rítmicamente dentro de ella.

–Eso es, muchacha. Déjate ir!-.

Incapaz sostenerse una vez que él la sentía correrse, Alfonso apretó fuertemente sus dientes contra el placer doloroso mientras que su miembro rígido bombeaba su semilla profundamente dentro de ella. Nunca había sabido tal pasión con cualquier otra mujer y siempre había dudado de ello. Saciado, se dio la vuelta y dejó a la energía del agua que fluía sostenerlos relajándose contra ella. Ella se aflojó en sus brazos, con su frente contra su cuello.

Cuando su corazón y ritmos respiratorios se acercaron a la normalidad, ella levantó su cabeza y le besó la barbilla. Él la miró sorprendiéndose al ver que sus labios parecían azules. Temblaba en el agua helada donde hasta unos momentos, él había pensado estar lo bastante caliente para estallar en la llamas.

-Vamos-, dijo él. -sé dónde podemos ir a calentarnos y a conseguir algo comer-. Vadearon a la orilla y utilizaron su camisola abandonada como toalla para secarse.

-Eres tan hermoso-, ella dijo, frotando la enagua sobre su estómago.

-Los hombres no son hermosos-.

-Sí-, ella insistió. -no te soñaría de ninguna otra manera-. El trueno sonó en la distancia y ambos se detuvieron brevemente para mirar para arriba el cielo que obscurecía. El sol había detenido el brillo y ellos no habían notado. Él tomó la enagua de ella y se secó rápidamente sus brazos y piernas.

- Allí podremos jugar cuando consigamos abrigarnos. Lo Conseguiremos mejor si estamos en movimiento-. Se vistieron y recogieron sus cosas en orden rápidamente. El fuego había disminuido desde que se habían ido, pero Alfonso lo cubrió con suciedad. Cortando un rama de

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un árbol, él barrió lejos la evidencia del sitio de acampada.

Él miraba detrás mientras que dejaron y decidían que a excepción de los ojos agudos de sus hombres en los brazos, nadie sabrían que habían parado allí. La tormenta se había movido encima rápidamente y ambos estarían calados para cuando lograran llegar pabellón de caza.

Había solamente dos caballos presentes en los que montaron hasta la enorme puerta abierta del establo. Segundos después, un viejo hombre de cano se movió en la parte posterior de la casa de campo en el establo. Él respiraba difícilmente con el esfuerzo que él había puesto en llegar corriendo. Él se dobló encima, con sus manos en sus muslos, intentando tomar su respiración.

-Lo siento, sir-, él dijo. -No teníamos ni idea de que vendríais aquí hoy-.

-Hemos parado durante un día o dos antes de que nos resfriemos, Matty. Estamos empapados mojados y lo bastante hambrientos como para comernos a una de estas agotadas bestias -. Alfonso se curvó hacia Anahi aunque quisiera, no podría presentarla. El único nombre que tenía para ella era el que le había dado, su Pequeña.

-Cuidaré de los caballos. Si pasan adentro mi esposa los conducirá para arriba. Ella estará contenta de que estén aquí-.

-Gracias, Matty-, dijo Alfonso.

Anahi pensó que su caballero ideal se parecía en modos ... casi grosero. Él asió su paquete junto con sus el propio y tomó el codo de Anahi con su mano libre. Juntos entraron en la casa de campo. Ella estaba asombrada de que él entrase dentro como si fuese de la zona. Él la condujo directamente arriba donde encontraron a la esposa de Matty, Margaret, en un dormitorio enorme donde hacía la cama con lino fresco.

La mujer sorprendió Anahi abrazando Alfonso como si él fuera un pariente ... o por lo menos tratándolo con más familiaridad que la mayoría al dar la bienvenida a un huésped. Alfonso tenía ciertamente amigos agradables.

Anahi hizo una pausa, frotándose las manos juntas mientras miraba alrededor del cuarto. La cama era tan enorme que ella estaba segura de que los pies de su caballero ideal no colgarían sobre el extremo. Sonrió con el pensamiento divino de un baño de agua caliente y de una noche en una cama verdadera.

-En qué sitio pongo a la señora?-. Margaret pidió.

–En ningunos con excepción de este. No he venido aquí para darte ya más trabajo-. Él hizo muecas y agregó, -pero estamos muertos de hambre. Piensas que podrías juntar un poco de la cena para nosotros?-.

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-Claro que podría. Conseguiré también ropas secas y estarán listas para entonces. Margaret se dio vuelta para seguir las órdenes y Alfonso dijo en voz alta su nombre. -una más cosa, y es lo más importante. Cuando Matty venga de los establos, apreciaría que se lo digas a él también-.

-Aye, y porqué es eso?-

-No estamos aquí para nadie -, dijo. Margaret inclinó su cabeza y miraba de él a Anahi, el ceño nunca que dejaba su cara.

-Usted no está aquí?-.

-Correcto-. Él le guiñó un ojo y sonrió más ampliamente. -si cualquier persona viene por aquí cerca a buscarnos, no estamos-. El ceño del ama de casa duró solamente un segundo más. Ella hizo una mueca repentinamente sonriendo ampliamente al darse cuenta de a lo que se refería.

-Ach, ahora lo veo. Nadie debe saber que los dos están aquí-.

-Haremos nuestro mejor intento para permanecer fuera de vista-. Ella rió y caminó del cuarto. Su risa se podría oír del pasillo y la escalera mientras que ella cerraba la puerta e iba abajo a la cocina. Anahi no tenía un pensamiento uniforme sobre el hecho de que habría gente buscándola. Le encantaba también satisfacer al caballero de sus sueños. Pero sabía demasiado bien que pronto vendría la cruda realidad con su carga de tristeza a inmiscuirse tan pronto como dejara de soñar.

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Alfonso miró a su Pequeña, ahora se seca, pero dentro vestida tan aplanada y oscura con un vestido como el que ella había usado antes de que se cambiara. Él tomó su muñeca y tiró de ella para que lo siguiese a través de otra puerta.

-Oh, ésta es la habitación más hermosa en la que he estado jamás-, dijo ella, mirando con temor los paneles tallados en la pared, cubierta de pieles y de terciopelo.

-Los dueños no se enfadarán de que estemos aquí?-. Él la miró fijamente sin comprender durante un momento y entonces se dio cuenta de que ella no sabía que este pabellón de caza era suyo.

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-No, no les importará... si tenemos cuidado con las cosas que hay aquí. Este sitio era para la madre del dueño, pero ella murió hace algunos años-. Andó a zancadas a través del cuarto y abrió enorme arcón contra la pared lejana. -estoy seguro que aquí habrá algún vestido agradable para que lo utilices-. Ella tímidamente caminó a su lado y jadeó al ver la hermosa y costosa ropa que él sacó de allí.

-Ach, yo no debería tocar esa ropa tan encantadora. Ella nos dará un bofetón en nuestras orejas seguro, incluso si tienes buenos amigos con buenos vigilantes-. Alfonso rió a pesar de sí. Era tan dulce e ingenua que despertaba una ancha vena protectora en él. Por un momento casi lamentó el haber tomado su virginidad, deduciendo que era el único regalo que ella habría podido dar al hombre que pudiese ser su marido algún día. Mientras que él buscó a través del arcón, él descubrió un vestido verde esmeralda del terciopelo del color de sus ojos.

-Aquí, éste es. Es perfecto para ti con tu pelo rojo glorioso y tus ojos verdes-. Él dejó caer el vestido en sus manos sin ceremonia mirando en el fondo del arcón. Encontró una cinta verde pálida que cogió y la sacó. -aquí. Toma esto también... para tu pelo-. Él levantó una enagua y una camisola bordada delicada más un par de zapatos y de medias antes de que él cerrara el arcón y anduviera a zancadas hacia la puerta. Cuando él se paró allí, vio que ella no se había movido. Ella miraba fijamente la ropa puesta en sus brazos. Cuando la miró bien, vio que lágrimas manaban de sus ojos.

-Nunca he visto un vestido tan hermoso. Y seguramente, esta camisola es la tela más fina que he visto jamás- él sonrió y fue a ella, suavemente agarrándola los hombros.

-Mi Pequeña, debe siempre tener vestidos hermosos para usar-. Ella sonrió, pero sus labios temblaron.

-Ach, no se, pero será divertido durante una tarde. ¿Estás seguro que no te meterás en un lío?-.

-Estoy seguro-. Él la besó y puso su brazo alrededor de ella para caminar de nuevo a su sitio. Fingiendo ser una obediente criada con su falda escocesa le hizo una reverencia y le dijo con voz alta,

-Tu criada, muchacha, a tu servicio-. Ella rió nerviosamente ante su representación y puso el vestido y la otra ropa en la cama como suavemente como si fueran un bebé recién nacido.

-Necesito ayuda con los cordones de la espalda. Aunque no creo que puedas hacer nada con mi pelo. No me imagino que puedas crear los últimos peinados-. Él sonrió sensualmente y le guiñó un ojo.

-Puedo deshacerlos en un guiño, pero me nunca se me ha conocido por hacer uno-. Ella rió -Si puedes manejar tu pelo mientras que consigo ropas secas, te ayudaré con el vestido-.

Cuando él condujo a su Pequeña abajo al salón para la cena después de vestirse, Alfonso sabía que no había pareja más hermosa en toda la Escocia. Y, él estaba seguro, no había otra

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pareja tan feliz aunque no conociesen sus nombres verdaderos.

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Anahi nunca había comido una comida más deliciosa. Su caballero ideal había insistido que ella se sentase cerca de él en vez de en el extremo opuesto de la mesa. Pronto se dio cuenta de por qué. Pues mientras ella sorbía las últimas gotas de su caldo de cebada de su cuchara y levantaba su servilleta para acariciar a sus labios húmedos, su mano permanecía en ella.

Él se inclinó adelante y bebió la rica sopa de su boca. Ella acunó su mejilla recientemente afeitada en su mano para sostenerlo cerca y besarlo también. Ella pellizcó en su labio más bajo lleno y lo llevó dentro de su boca mordiéndolo juguetonamente. Estaban en ese beso cuando la sonriente Margaret trajo el plato siguiente, una bandeja de delicadas tajadas de cordero lechal, goteando en salsa de ciruelas. La presencia desconcertó tanto a Anahi que tiró tan rápidamente para apartarse que casi lo mordió demasiado fuertemente. Que le sirviese de lección, pensó, por ponerla en esa posición cuando el ama de la casa podía entrar en cualquier momento.

-Déjala aquí cerca y tomate tu tiempo con el plato siguiente. Deseamos gozar de tu cocina excelente más lentamente-, le él dijo a Margaret. Ella dejó el plato entre ellos y se fue de nuevo a la cocina. Anahi inhaló profundamente.

-Huele maravillosamente-.

-Aye. Hay buenos ciruelos detrás de la casa. Dan unas ciruelas muy sabrosas y ella hace un pudín de ciruelas, también-. Él tomó uno de los huesos pequeños y llevó a cabo el extremo de la carne hacia ella.

Reteniendo su mirada fija con la suya, ella se inclinó adelante y abrió la boca y extendió su lengua sobre su labio inferior. Él puso la carne en su lengua y sostuvo sobre el hueso cuando ella cerró los labios alrededor del bocado y mordió lentamente. Cuando ella hubo masticado y tragado la pequeña porción, sus miradas fijas todavía estaban enlazadas. Su lengua salió mientras que ella lamía un poco de salsa de ciruelas de sus labios.

Él dejó caer el hueso sobre el plato sin separar su mano. Ella lamió la salsa dulce de sus dedos y después levantó una tajada a sus labios. Se alimentaron por turnos, y cuando el plato estaba vacío, ella le miró mientras que él lamía la salsa de cada uno de sus dedos.

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Las habas verdes recientemente cocinadas ofrecieron otro juego. Sosteniendo una entre sus dientes, él se inclinó para que así ella pudiese tomar el otro extremo con los suyos. Cada uno mordisqueó hacia el centro hasta que el trozo desapareció con un beso. Mientras que él la alimentaba, Anahi le frotó su muslo y más allá, maravillándose de la voluntad que ella había adquirido para hacerle hacer lo que ella quisiera que hiciera a cierta parte de su cuerpo. Él tomó una haba verde y dibujó una línea a lo largo del borde de su vestido, sobre las inflamaciones de sus pechos.

-Pienso que estoy celoso de esta haba-, él bromeó. Se la comió en dos bocados y continuó la caricia con las yemas de sus dedos. Deslizándose los dedos bajo borde del cuello del vestido, presionó hacia abajo hasta que tuvo sus pezones entre las yemas de sus dedos. Los exprimió, retorciéndolos una forma y entonces de la otra hasta que estuvieron duros y erguidos. Jugueteó más circundándolos pero sin tocarlos.

Al retirar sus dedos, algunos minutos más tarde, sus pezones eran evidentes a través de la tela del vestido. Él frotó sus nudillos sobre ellos y sonrió. Cuando ella tomó un trago de su vino, tuvo que besarla para probarlo en las profundidades de su dulce boca. Con la sensación intoxicante del vino y del juego sexual, ella se inclinó detrás en su silla y suspiró.

-Estoy tan llena que pienso que no podría comer otra vez al menos durante una semana-.

-No puedes parar antes de postre-, él insistió. Mientras que él hablaba Margaret apareció con una bandeja de postres diversos y de una salsa de cereza dulce para ponerla sobre las tortas pequeñas.

-Oh, son hermosas-, Anahi dijo suavemente, enlazando las manos juntas en la anticipación encantadora. Su caballero ideal se levantó repentinamente. Él tomó la bandeja en una mano y tomó la mano de Anahi en la otra, tirando de ella para hacerla levantarse.

-Gracias, Margaret. Te has superado y con tan poco aviso. No puedo agradecértelo lo bastante. Nos llevaremos esto con nosotros. Puedes retirar el resto y marcharte. Y no cuentes con nosotros para un desayuno temprano. Te dejaremos saber cuándo estemos hambrientos-.

-Aye, sir-. Margaret se ruborizó, le echo una mirada, y se apresuró a salir del cuarto.

-No podía tomar todos esos postres con nosotros?

-Los dulces son para mi Pequeña-, él dijo suavemente cuando salieron del salón. En el dormitorio él dejó la bandeja en la mesa que estaba al lado de una manta gruesa de piel delante del fuego bien abastecido de madera, puesto que las tardes eran frías, y que Matty debía haber encendido mientras que comían, se notaba maravilloso. Anahi tiró de los lazos del encantador vestido de terciopelo que usaba. Había estado preocupada de que durante la cena algo se derramase en él. No quería ciertamente que ningún pegajoso postre ahora lo estropeara.

-Voy a quitarme esto para mantenerlo limpio. No puedo soportar la idea de que tengas problemas

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por que yo lo estropee-. Él sonrió y ayudó con los cordones de la parte posterior.

-Buena idea, Pequeña-. Después él deslizó el vestido de los hombros de ella, él besó cada uno, enviándole escalofríos por los brazos. Con las manos que temblaban de anticipación, puso el vestido en el arcón de la pared y la enagua al lado de él.

Ella se dio la vuelta buscando su vestido gris y lo encontró mirándola. Tímida, movió sus palmas abajo de la delicada camisola que él le había prestado. Sabía que la sombra oscura de las puntas de sus pechos y del triángulo oscuro en el ápice de sus muslos se mostraba a través de la fina tela. Sentía sus ojos viagar sobre ella tan seguramente como si él hubiera acariciado la trayectoria con las yemas de sus dedos.

-No sé porqué estoy soñando que desearía imaginarme casi desnuda-, ella dije en una voz ronca. -nunca había soñado eso antes-.

-Estoy en este sueño y mi parte ahora es la de imaginarte así y probar a cada pulgada de ti, Pequeña-.

Ella sentía sus miembros pesados y no pudo pararlo cuando deslizó sus manos por sus hombros, sobre sus pechos, en la curva del lado de su cintura, y sobre sus caderas hacia el dobladillo de la camisola. Él asió la tela allí y la levantó sobre su cabeza. Tirándola al suelo, después él la levantó en sus brazos para besarla.

Delante del fuego, ella dio un tirón al broche que sujetaba su plaid en el hombro. Él rompió el beso momentáneamente para aflojar los lazos de su camisa y para quitarlos. Mientras que sus manos estaban sobre su cabeza, ella movió de un tirón el extremo de la correa a través de su hebilla. Su falda escocesa cayó al suelo alrededor de sus pies. Su polla saltó hacia su vientre. Él rió con placer y la tomó con una mano debajo de cada brazo como si ella no pesara más que un niño pequeño.

Ella dejó caer los zapatos mientras que él la ponía en el borde de la cama presionándola hacia abajo sobre su espalda con un beso muy largo. Levantándose para tomar aire, él se detuvo brevemente durante un segundo para tomar una respiración profunda, y después dejó una línea de besos a lo largo de la curva de su cuello y a través de cada pecho, deteniéndose brevemente para amamantar cada uno de las extremidades rosadas oscuras y para frotar sus mejillas afeitadas sobre su plenitud suave. Él acomodó su vientre plano y frotó su barbilla en su triángulo peludo suave, embromándola con la presión en el pedazo duro oculto por los dobleces.

-Ach, casi me olvido-, él murmuró mientras que se levantaba. Ella expresó una queja por su marcha con un pequeño grito, pero no fue lejos. Recuperó la bandeja de dulces y la puso en el pie de la cama. Ella intentó subir más sobre la cama, pero él la mantuvo donde estaba con sus piernas colgando sobre el borde de la colcha. Entonces él alcanzó una rebanada de manzana del tamaño de su dedo medio y la sumergió en la salsa de cerezas. Llevándola rápidamente hacia

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Anahi, él no la alimentó como ella esperado. En lugar de eso, empujando sus rodillas a un lado con sus codos, él la lamió profundamente elevando sus labios con la salsa roja y dulce. Sin más que una sonrisa para advertirla, él introdujo suavemente el pedazo de manzana en su calor apenas lo suficiente como para que permaneciese en ese lugar. Ella echó hacia atrás su cabeza y gimió mientras que él lamía la salsa dulce de cada pulgada de sus dobleces. Cuando la hubo limpiado, él tomó el trozo de manzana, sosteniéndolo entre sus labios. Levantándose sobre ella, se la ofreció. Azucarado con la salsa de cerezas y con su propia miel, se derritió en su boca. Con sus mitades tragadas, él volvió al punto entre sus muslos e insertó su lengua al regazo encima del último resto de dulce salsa de cerezas.

-Está caliente y listo para mí-, susurró. -y tan dulce-. Él tentó a su duro botón con su lengua, aspirando en ella hasta que ella gritó sacudiendo su cabeza de lado a lado.

-No juegues más, mi caballero ideal-. Él empujó sus rodillas hasta un acceso más profundo y hundió su polla en sus profundidades calientes. Ella gritó y agarró la cubierta de la cama con ambas manos. -nunca la soñé que podría ser como esto. Eres tan grande, pero amo tomar cada pulgada de ti dentro de mí así-. Él giró sobre un eje sus caderas para mover su miembro alrededor dentro de ella.

-¿Te gusta esto? Ach, a penas hemos comenzado-. levantó sus caderas y tomó debajo de sus rodillas para levantar sus pies sobre sus hombros. Retirando y agarrando su miembro, él circundó sus labios, embromando y cosquilleando. Él separó su miel dulce con sus propias gotas de fuído.

-Por favor, por favor-, rogó ella. Levantando sus caderas para hacerlo entrar. Tiró de sus hombros para animarle a que se inclinase más cerca y la tomase.

-¿Esto es lo que deseas?-

-Oh, sí, y más. Mucho más-, ella respiró mientras que se retorcía debajo de él.

-Más y más y más-, él prometió con cada empuje. Sus muslos presionaron contra sus pechos, ella sentía su miembro presionar contra su matriz. Sentía su cuerpo abrasarse.

Él la llenaba pero no parecía poder conseguir lo bastante de él. Sus caderas golpearon contra sus muslos mientras que se impulsaron hasta nuevas alturas juntos.

-Córrete para mí-, él le ordenó. -ahora!- Anahi obedeció y encontró el más grande de los placeres cuando su cuerpo se curvó para satisfacer su siguiente empuje. Él se calmó cuando la sintió convulsionarse a su alrededor frotándola ligeramente incluso más arduamente y más rápidamente. Con un gruñido tremendo, él encontró su propio orgasmo enterrado profundamente metido en su interior. Él tiró con sus brazos de la parte inferior de sus piernas y la besó con una

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ferocidad que ella adoró. Éste era su fuerte caballero ideal. Ella era la suya y él era suyo para siempre ... solamente en sus sueños.

Agotado, él se dejó caer sobre el centro de la cama y tiró de ella para ponerla a su lado, su miembro aún mojado presionaba contra su vientre. Él entonces la besó suavemente. La mirada en su cara estaba llena de sorpresa y de placer ... igual que debería estar la suya.

-No sabía que podría sentirse así de bien-, ella susurró sin aliento.

-Ni tu ni yo-, él admitió.

Cuando su respiración volvió a la normalidad, Anahi lamió la salsa de cereza de sus labios y echó un vistazo a la bandeja. Dos cuadrados de pasteles ligeros con natillas entre las capas estaban lo bastante cerca de ella para que no tuviese que incorporarse.

Ella quitó la capa superior de cada uno y sacó las natillas con su palma. Cerrándose los dedos encima de él que no disminuyó su presa, ella rodó sobre él para hacerle frente. Inclinándose en un codo, ella lo miraba. Sus ojos estaban cerrados, pero no creía que durmiese. Era tan hermoso ... y era el amante perfecto. Le había dado exactamente el dulce placer que ella intentado experimentar antes de que la ataran a un monstruo por el resto de su vida. Y ella lo amó. En ese momento supo que lo amaría siempre.

No querría que su sueño terminara, pero sabía debía hacerlo, y pronto. Pero no todavía. No antes de que ella comiese las natillas de postre. Sonrió y se levantó sobre él para sentarse montando sus piernas a horcajadas. Él suspiró y puso una mano grande cariñosamente en su muslo. La evidencia de un poco salsa restante de cereza y de su miel manchaba su polla. Poniéndose a un lado como si se reclinase. Ella sonrió y sumergió su dedo en las natillas cremosas calientes reunidas en su palma. Comenzando en la extremidad que tembló cuando ella la tocó, cuidadosamente y cubrió totalmente su miembro de natillas. Cada vez que se endureció en sus manos, ella tuvo que separar más para cubrir la nueva longitud.

Aún le quedaba un poco cuando hubo cubierto ahora completamente el objeto erguido de su atención. No dealfonsodo ser egoísta, ella puso rápidamente el resto alrededor de sus pezones. Él podría probar algo allí, pero más tarde. Sonrió y lamió las natillas de su dedo en movimientos lentos largos mientras que él miraba. Cuando estaba limpio, era se dio la vuelta para comer su dulce postre. Ella comenzó en la base y se lamió el rico relleno.

-Sí-, él jadeó. Cuando los lados estaban limpios lamidos, ella atrajo la punta de su eje dentro de su boca y aspirando en ella. Probando las saladas gotas de rocío y echando hacia atrás la cabeza para después bajar otra vez. Ella relajó su garganta para tomarlo adentro hasta donde pudiese. Él era tan grueso y tan largo.

-Ach, Pequeña-, él gritó incorporándose y la levantó hasta la cama al lado de él. -deseo probar

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también el gusto de las natillas-. Él lamió su parte de sus pechos, aspirándolos suavemente, pero para entonces ninguno de los dos podía esperar más.

Él la levantó y la bajó sobre su polla palpitante. Ella gritó mientras que él presionaba sus muslos hacia abajo contra su cuerpo, para que así ella tomase cada pulgada suya en su interior. Dándole algunos segundos para conseguir entrar profundamente dentro, envolvió una mano grande alrededor de cada lado de sus caderas y la levantó. Ella captó rápidamente la idea y se levantó sobre sus rodillas, resbalando encima de la longitud de él y después cayendo rápidamente abajo. Él alcanzó para sostener sus pechos llenos mientras ella lo montaba. Los exprimió difícilmente y no los dejó ir.

-¡Móntame más fuerte, más duro!-, él ordenó. Asiendo sus brazos levantados para mecerse, ella lo montó tan rápidamente como si cientos de diablos la persiguieran. Casi sin respiración, vio las estrellas detrás de sus párpados, se arqueó y echó hacia atrás la cabeza, gritando con su clímax. Momentos más tarde, él levantó sus caderas y rugió como una bestia mientras que plantaba su semilla profundamente dentro de ella. Saciada y llena de agotamiento, ella cayó adelante en su pecho, su largo pelo rojo cubriendo sus hombros y todo alrededor de ellos.

El fuego se quemó hasta las ascuas mientras ambos dormían. Más tarde, se lavaron los dulces jugos de su acto de amor y se movieron debajo del edredón.

Las sabanas frías despertaron Anahi, pero su caballero ideal todavía dormía con un sueño profundo. Ella lo miró, su cara y su cuerpo relajados y confiados tendido al lado de ella. Las lágrimas brotaron de sus ojos. Lo amaba, y sabía que nunca lo olvidaría. Pero su sueño debía terminar. Si permanecía con él más tiempo, nunca desearía irse.

-Te amaré para siempre-, susurró ella. Su caballero ideal no se movió. Ésta podía ser su única ocasión. Se levantó y se puso rápidamente la delicada camisola que él había encontrado para ella después de que la suya hubiera sido destruida. Hizo voto de compensarlo algún día por su uso, después se puso su vestido gris y tiro de los cordones de su espalda. Aún usaba las medias que él la había prestado. Una cosa más que le debería. Tomó su mantón oscuro pesado y lo puso sobre su pelo y mejillas.

En la puerta se volvió hacia atrás para observar a su amante durmiente. Le sopló un beso y se limpió las lágrimas de sus ojos con la parte posterior de su mano. Deslizándose del cuarto, salió silenciosamente por la puerta delantera. Una vez que estuvo fuera, ató sus pesados zapatos y se movió hacia el establo. Encontró su frenillo colgando al lado de la parada donde dormía su caballo.

-Siento despertarle, viejo amigo, pero debemos irnos. El tiempo de los sueños ha terminado. Debo regresar de nuevo al castillo antes de que mi caballero ideal tenga problemas-. Toby meneó su cabeza hacia arriba y hacia abajo como si estuviese de acuerdo. Ella se deslizó en el frenillo y lo condujo al bloque de montaje afuera. Subiendo sobre su lomo con facilidad, lo montó a lo largo del borde herboso del camino donde sus pasos pesados fueron acallados por la tierra cubierta de hierba húmeda. Una vez que alcanzaron el camino y ella estuvo segura que estaban a

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de distancia, ella la clavó los talones en sus flancos.

-A casa, amigo. Llévame al hogar-, ella se impulsó, como había hecho tan a menudo durante los años. El caballo sabía exactamente lo que eso significaba, y se dirigió hacia el sur en un medio galope constante. Anahi estaba alegre ella le había entrenado tan bien. Podría confiar en él para volver a su hogar ... cosa que era importante ... porque en ese momento las lágrimas que fluían de sus ojos hacían imposible ver hacia donde iban.

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Cuando Alfonso se despertó, el sol de la mañana estaba ya alto. No podría recordar haber dormido nunca tan profundamente, ni que su lujuria estuviese tan saciada antes. Se dio vuelta, vio a la almohada vacía al lado de su cabeza y frunció el ceño. Una hora más tarde, estaba vestido y su estómago estaba lleno, pero aún no la había encontrado. Cuando descubrió que su caballo se había ido, supo que ella lo había dejado. En un rapto de rabia, golpeó con el puño en el poste. Mientras que el dolor subía por su brazo, maldijo y acunó el puño herido en su otra mano. La amaba, pero tenía que dejarla marcharse lejos sin saber quién era.

Él se enderezó. ¡Por los dioses! Él. Él la amaba... y nunca volvería a verla otra vez. A menos que... a menos que averiguase quién era y la encontrase. Pero no podría irla a buscarla ahora, aunque sabía que cuanto más esperase, más lejos se marcharía. Pero él no tenía ninguna opción. Tenía que continuar su camino para ir a reclamar a su novia antes de que enviaran una partida para buscarlo a él.

El sueño que del que había gozado por encima de otros había acabado. Esa tarde él preparó su paquete para el resto del viaje. A principios de la mañana siguiente, montó hacia sur. Parando solamente cuando era necesario para su caballo.

Comió las empanadas de carne que Margaret había enviado con él, pero mientras comía recordaba las pequeñas tajadas con las que hacía a penas dos noches él había alimentado a su Pequeña. Él adoraba mirar el atractivo color de sus mejillas ruborizarse mientras que ella se

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convertía en más y despertaba más. Durante la cena, había estado tan excitado que estaba lleno de dolor. Solamente el pensamiento de la presencia de Margaret que estaba por ahí le había evitado echar a Pequeña sobre la mullida alfombra del suelo y hacer el amor con ella allí mismo. Ahora mientras montaba hacia el castillo de su novia, logró a duras penas evitar los recuerdos de su Pequeña. De una manera que era buena porque cuando él se pusiese encima de su indeseada novia, pensaría en su amor ideal. Sería su Pequeña en la que él plantaría su semilla. Y Cuando hubiese pasado, dormiría y soñaría con ella.

Entre los restos de su sueño su fuerte semental trotó en un galope constante y llegó al castillo a principios de la tarde. Sus hombres estaban alegres de verlo llegar sano y salvo.

-Cuando no llegasteis en el día designado, estuvimos preocupados pensando que algo había ido mal-, dijo su hombre de armas. Su discurso era levemente arrastrado. Algunos de los hombres tenían jarras de cerveza inglesa en sus manos. Varios criados femeninos estaban allí...muy cerca...atención. Alfonso apartó la idea de estar en un lío con un ondeo de su mano.

-Dí a los hombres que vayan a asearse. Tenéis una boda que atender-. Él se fijo en las mujeres que estaban paradas cerca. -y yo , también-, gritó. -quisiera que la boda fuese esta tarde. No tiene sentido retrasarla más-. Él los dejó que arrascasen sus cabezas ante su cólera injustificable.

Los criados dejaban caer y se quejaban de que era demasiado rápido para preparar cualquier cosa, pero Alfonso no disminuiría sus demandas. En pocos minutos la casa entera estaba lanzada en estado de pánico. El cocinero explicaba que no tenía tiempo para preparar un banquete de boda, pero Alfonso la aseguró que menú normal sería bastante bueno.

Su novia todavía no se había presentado para su inspección. Bajo cualquier otra circunstancia, eso le habría molestado. Pero en este caso, cuanto más tiempo estuviese sin verla, más tiempo podría pensar en Pequeña. Cuando la criada de su futura esposa finalmente apareció en su lugar para darle la bienvenida, la mandó para que la ayudase a vestirse y para que estuviese en la capilla en una hora.

Alfonso fue al dormitorio del amo donde se lavó y cambió con una falda escocesa limpia para la boda. Sujetó en el broche en su hombro dealfonsodo que la boda ya hubiese acabado. Planeó las semanas próximas mientras que se abrochaba su espada y comprobaba el puñal en su vaina. Permanecería en el castillo el suficiente tiempo como para darle un niño y después se escaparía. De hecho, ahora que lo pensaba, solamente tendría que tolerar la presencia de su novia cuando intentase plantar su semilla dentro de ella. Si ella tuviera hijas, tendría que volver para una visita. Pero si ella le diese dos hijos para que pudiese contar con un heredero, él podría dejarla hacer lo que desease y nunca tendría que volver.

El pensamiento no de tener que pasar mucho tiempo con ella puso una sonrisa en su cara mientras que él fue a zancadas a la capilla con sus hombres.

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Los ojos de Anahi estaban enrojecidos rojos e inflamados y no había nada que pudiese hacer para cambiar eso. Su criada le ayudó con el vestido verde azul de brocado que usaría en la capilla. Tenía mangas largas y un cuello confortablemente alto. Ello limitaría sus pechos y le satisfizo por que así los hombres no los estuviesen mirando fijamente. Su criada ató su pelo dentro de una trenza larga que fluyó abajo por su espalda con la cinta de seda larga, verde que Anahi había traído del pabellón de caza tejida en ella. Rogó por que el verlo la ayudase a escaparse de la realidad en la cual ella casaba, y se perdiera en la fantasía de su caballero ideal.

-Qué haré con vuestros ojos?- pidió su criada. –Lo he intentado todo y todavía muestran que habéis estado llorando toda la mañana. Vuestra voz es incluso suena ronca e irregular, mi señora-.

-Estoy convencida de que el bruto incluso lo notará-.

-Él es un poquito gruñón, seguro, pero es hermoso-. No tanto como su caballero ideal, Anahi estaba convencida.

-Usaré este velo pesado para ocultar mis ojos rojos. Hay nadie para pararme y me ocultará del mundo-.

-No solamente este velo os ocultará a vos del mundo, sino que también ocultará al mundo de vos. No puedo hacer nada con vuestra cara, y no podréis ver adonde vais-. Anahi sonrió. Eso le parecía perfecto. Así no tendría que mirar la cara de su marido hasta bien después de la boda.

Se estremeció al pensar en que sucedería entonces. Un lecho público era lo habitual. Aunque el banquete de boda sería una cena ordinaria, debido a la carencia de tiempo de preparar cualquier cosa más, habría bastante vino como para dar a cada hombre presente ideas fuertes.

Tendría que sentarse sintiendo comentarios soeces e indecentes mientras estaban en la mesa. Pero eso no sería nada comparado con lo qué vendría después. Después de la cena mientras que algunos se entretenían con la preparación, el resto de los huéspedes, hombres y mujeres igualmente, la arrastrarían hasta su sitio y la desnudarían del todo. Las lagrimas se

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ardieron otra vez en sus ojos en cuando ella pensó en todas las manos que la sujetarían y en las palmadas que ella estaría obligada a aguantar. Le tocarían los abultamientos de los pechos y los agarrarían tal como lo hicieron los muchachos cuando ella era joven e sorprendida de tenerlos. Cuando le hubieran acariciado todo lo que deseasen, la lanzaron sobre las sábanas y la sujetarían con los brazos a los lados y sus piernas separadas de par en par, exponiendo sus partes más privadas para que todos las viesen. Mientras que ella estaba en exhibición para que cada varón fuerte gozase de verla, las otras prepararían el cuarto. Prepararían las ropas rápidamente, y esta vez las mujeres tendrían su turno de acariciarla y de tocarla.

Para el momento en que él alcanzara la cama, él sería grande y duro con la sangre que pulsaría a través de sus venas. Con todos los otros apretados alrededor, empujándolo adelante hasta que él se arrastrase a los pies de la cama y se arrodillase entre sus muslos. Ella sentiría el colchón hundirse mientras sus enormes manos se colocaban a cada lado de su cuerpo. Si él la besaba entonces o no, cuando estuviese. No importaría porque ella estaría mintiendo, extendida abierta a su tacto y a su mirada fija, con sus dientes apretados y sus ojos cerrados firmemente. Con la muchedumbre mirando su miembro endurecerse y animándolo, él bajaría sus caderas y empujaría su polla en ella sin miramientos sobre si ella estaba lista para recibirlo o no.

Sin virginidad, allí no habría ninguna sangre a demostrar para el hecho. A ella no le importaba si él se quejase de que ella no era virgen. Esperaba que para entonces podría desmayarse y no saber qué sucedía después. No deseaba sentir el colchón hundirse mientras que él bombeaba dentro y fuera de ella. No le importaba que él se arquease y derramase su semilla en ella. Mejor dejarlo. Cuanto más pronto le diese un heredero, más pronto podría convencerle para que la dejase sola.

Pero si ella no se desmayaba, sentiría su peso mientras que caía encima de ella. La muchedumbre alrededor de la cama lo quitaría, y si para entonces lo emborrachasen también para pararlos, los comentarios lascivos y las caricias comenzarían de nuevo. El vino fluiría y la fuerza de las mujeres haría su mejor intento para restablecer su miembro para una segunda ronda. Si ella fuera afortunada, él los echaría a todos lejos de tal forma que la próxima vez sería más privada.

Se estremeció al pensar en lo que él podría entonces hacerle cuando no hubiese nadie alrededor para pararlo. ¿Si él podría llevar a doce mujeres a la cama con él, ¿podría tomarla doce veces en la noche sin tener en cuenta sus sensaciones?

-Es hora de ir-, su criada repitió, sacándola de sus oscuras imaginaciones. Anahi miraba su aspecto en el cristal, pero no podía ver más que una imagen vaga.

-Bueno-, pensó. -El velo es lo bastante pesado para mantener el mundo verdadero fuera de la vista durante un rato más. Ella se levantó y dejó a su criada conducirla a la capilla.

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Alfonso estaba parado en frente de la pequeña capilla que estaba llena de sus hombres de armas y de los criados y los vecinos que con tan poco plazo, habían venido a ver la boda. Eran una muchedumbre ruidosa y la mayoría estaban bien bebidos ya. Cambió de lugar su peso de un pie al otro y juró que si su novia no se mostraba pronto, golpearía su trasero hasta que ella aprendiese a llegar a tiempo.

Él miraba para arriba cuando notó el silencio de la muchedumbre, y notó su presencia a la luz del sol en la puerta, agarrando el brazo de su criada asustada. Ella parecía de altura media, pero delgada. No podría ver mucho con el sol que se filtraba detrás, pero no podría decir apenas que aspecto tenía con el velo tan ridículamente grueso que usaba.

Su criada soltó su mano y la impulsó a caminar pasillo adelante, pero cuando su novia caminó derecha hacia uno de los bancos de madera, la criada la tomó de la mano y la entregó rápidamente a su lado, marchándose pasillo abajo como si un fantasma la persiguiese. No más de este absurdo del velo, se dijo e iba a levantarlo cuando el sacerdote comenzó a entonar sus discursos.

Su novia se apartó lejos de él e hizo frente al sacerdote. Resignado a tener que esperar un poco más de tiempo, se dio vuelta para hacerle frente también. La ceremonia fue corta, pues Alfonso había insistido, y todo que fue requerido de ella debía decir sí a la promesa de ser esposo a él. Con esa palabra susurrada con voz ronca, ella prometió obedecerlo en todas las cosas y ser fiel solamente a él. En el extremo él cabeceó al sacerdote, tomó el brazo de su novia, y se marchó de la capilla. En orden la muchedumbre excitada y que los animaba los siguió y se arracimó alrededor de ellos en el gran pasillo. Él dejó caer su brazo y anduvo a zancadas hacia uno de sus hombres de armas.

-Mira que la cena esté servida antes de más cerveza inglesa, y mantén a los invitados todos aquí abajo. No me molestarán por ninguna razón. Está eso claro?-, él ordenó en tono bajo. No quería que la muchedumbre se diese cuenta de que les iba a ser negado el acceso al dormitorio marital esta noche. No iban a desnudarla y a reírse de él para tener que aclamar a su esposa. Dejaría a sus hombres ocuparse de sus quejas. Por el número de criados dispuestos que vio

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alrededor, no pensó que se irían sin recibir la adecuada hospitalidad.

Volvió al lado de su novia y asió su brazo. Sobresaltada, ella dio un grito al ver que tiraba de para arrastrarla con él, anduvo a zancadas hacia las escaleras. Ella tropezó con una silla y habría caído si no la hubiese cogido. Maldijo el velo y la tomó en sus brazos. Esta vez su grito del alarma fue más ruidoso. Dejo que estuviese asustada de él. Su miedo la haría más dócil.

Una vez en el dormitorio del amo, empujó para abrir la puerta con su pie. Podría oír los comentarios estridentes de los otros que los habían seguido, impacientes por ver la diversión a continuación. Él entró en el cuarto y golpeó la puerta con el pie para cerrarla, pasando el pasador. Los huéspedes del otro lado de la puerta gritaron sus quejas, pero sus hombres de armas tomaron rápidamente sus obligaciones y los enviaron todos abajo a la cena. Después de algunos minutos, el ruido fuera de la puerta se acalló.

Él la llevó a la cama dejándola en pie a su lado. Ella dio un paso atrás para mantener su equilibrio y topó con su cadera contra la cama. Retuvo la respiración mientras que ella se atiesaba. Ach, ella era solamente una niña asustada. A ella probablemente no le gustaba la idea mucho más que a él. Él tendría que hacerlo mejor. Quizá con tiempo conseguirían soportarse el uno al otro. Podrían aprender por lo menos a amar a los niños que producirían juntos.

Dándose la vuelta lejos de ella se quitó la espada poniéndola en la silla y vertió una taza de vino de la jarra de sobre la mesa. Bebiendo profundamente de ella, él estaba parado mirando fijamente en el fuego. Quizás debería irse durante algunos años y después volver. Posiblemente para entonces ella fuese más favorable a la idea de estar casada, y puede ser que entonces hubiese crecido y fuese más atractiva.

Anahi podía ver su contorno contra el fuego. Tembló de frío, ¿o era de miedo? Agradecida de todo lo que había aprendido de su caballero ideal, conocía su deber. El de su marido sería cuidar de los criados que trabajaban para ella y de los granjeros y arrendatarios fuera de las paredes del castillo si él era feliz con ella. Él le había hecho ya el más grande de favores cerrando fuera a los ruidosos huéspedes de la boda que la habrían humillado. Aunque ella no podría amarlo como hizo con su caballero ideal, ella amaría a sus niños. Y su marido la protegería con su nombre y su abundancia. Eso sería bastante para esta unión.

Ella tomó una respiración profunda y comenzó a desnudarse, comenzando con su velo. Alfonso oyó crujir de la tela detrás de él y se dio vuelta. Miró mientras que ella se quitaba el aro de plata de encima de su velo. Ella alcanzó al dobladillo de su velo y lo levantó lentamente hacia arriba. Él tragó saliva y dejó el último trago de su taza de vino, parado y transfigurado, mirando sus movimientos lentos y atormentadores. Vio las caderas estrechas cubiertas con una falda del brocado atractivo. Él podría esperar solamente que esas caderas acunaran algún día a su heredero. El velo continuó hacia arriba. Su cintura era delgada, él vio. Una cintura delgada era buena, supuso, pero cuando él vio su pecho plano, él sabía ahora que los rumores de ser una

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mujer con la figura de un muchacho eran verdaderos.

Se tragó su gemido decepcionado, pero no apartó su mirada fija de sus movimientos. La piel cremosa expuesta sobre el escote del vestido encantador se veía casi invitadora. Él pensó en la piel suave en los pechos de su Pequeña y su ingle se apretó. Eso era. Él pensaría en su amante ideal, no en la mujer ante él, así podría acostarse con ella sin desconcierto. En los hombros llenos encima de tela llegó a ser tan grueso que la parte cayó de su sujeción y cubrió un lado de su hombro otra vez.

Él dejó la taza que había estado sosteniendo con una explosión y fue a zancadas a través del cuarto hacia ella. Vio su salto ante el sonido, pero no hizo ninguna observación respecto. Le arrancó de un tirón impacientemente la tela de sus manos y la arrojó detrás sobre su cabeza donde flotó hasta el suelo. Vio que su pelo era castaño primero y su corazón se saltó un latido. Se echó hacia atrás y miró su cara. Su corazón se paró. No podía respirar.

Anahi se encogió cuando él tiró del velo de sus manos. Cerró los ojos y rogó silenciosamente misericordia. Sabía que él podría verla pero no se había movido, para tocarla. Abrió lentamente los ojos y levantó su rostro hacia una mirada azul que recordaría por el resto de su vida. Jadeó cuando se dio cuenta de que el hombre ante ella era su querido caballero ideal. Su respiración se aceleró mientras que él levantaba una mano para tocar su cara.

-¿Eres realmente tú? ¿Esta es mi novia?-.

-¿Y este es mi marido?-. Él despejó su garganta.

-Soy Alfonso Robert Herrera, casado recientemente y marido de Anahi Marie Puente-. Ella hizo muecas repentinamente ampliamente.

-Y yo soy Anahi Marie Puente, casada recientemente y esposa de Alfonso Robert Herrera-.

En un instante se aferraban el uno al otro, besándose apasionadamente. Después de que un momento él la pusiera precipitadamente abajo y la sostuviera en sus brazos. Él la miraba de la cabeza a los dedos de los pies.

-Volviste a vendarte todo tras tiras del lino otra vez, esposa. Te dije que no deberías utilizarlas otra vez-. Ella sacudió su cabeza.

-Nunca creí que volvería a verte otra vez-.

-Quítatelos en este instante-, él ordenó. 32


Ella caminó más cerca de él y puso sus manos en su pecho duro. Resbalándolas hacia arriba, ella la envolvió los brazos alrededor de su cuello hasta donde ella podía alcanzar. Levantó suavemente una rodilla un poquito y la presionó contra el miembro firme que levantaba el frente de su falda escocesa de la manera más provocativa.

-Voy a necesitar una cierta ayuda con los lazos en la parte posterior de mi vestido, marido-.

El hizo una mueca, tiró de ella en sus brazos y desató los cordones de su espalda detrás mientras que la besaba. Su cuerpo se sentía como líquido caliente y sus rodillas amenazaban derrumbarse. Él tuvo su vestido fuera en un instante. Entonces asió el escote de su delicada camisola de una manera amenazadora, pero ella le apartó inmediatamente la mano.

-Nay, ésta es una de mis favoritas y el que recordaré siempre usar en mi boda-. Él relajó su apretón y la levantó cuidadosamente sobre su cabeza. Gruñó con ultraje cuando vio los vendajes. Ella alcanzó el extremo y comenzó a quitarlos. Sin tal paciencia, él sacó su puñal y rebanando a través de la porción entera. Las tiras del lino cayeron al piso cuando los presionados pechos de ella quedaron libres.

-Ach, Pequeña, mira lo que te has hecho-. Sus pechos estaban rayados en rojo del apretado vendaje. Él se sentó en la cama y tiró de ella sobre sus muslos. Elevando y masajeándolos maltratados pechos, él los besó a lo largo de las líneas rojas. Caliente tiró a través de ella y humedeció el lugar que ella quisiera que él llenara. Él tomó la punta atractiva de un pecho en su boca y circundándolo con su lengua cuando él enredó sus dedos en su pelo y se inclinó más cerca, dealfonsodo más. La punta de su polla frotó el triángulo castaño.

Ella levantó el plaid y lo tomó en sus manos. Él caminó detrás y asió su muñeca. -Nada de eso todavía, esposa-, él dijo severamente. -Todavía tienes que responder por engañarme. Pensé que me había casado con una virgen, y en lugar de eso, consigo un elfo que furtivamente se acostó con primer hombre que encontró-. Ella jadeó.

-¿Cómo puedes estar enojado? Tú eres quién tomó mi virginidad-.

-¿Y si no hubiese sido yo quien te encontró en el bosque?-

-Pero... solamente eras tú- ella abogó por. Ella se sentía ahora desconcertada, estando parada allí desnuda con solamente su más fino par de medias y ardorosa. Ella se cubrió los pechos enrojecidos con un brazo y el montón de piel con su otra mano.

-Y yo nunca dije que te cubrieses de mi vista-. En un movimiento rápido, él tiró de ella sobre su

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regazo, colocándola de forma que su trasero quedaba hacia arriba en su regazo. Ella se agarró a la cubierta de la cama y sintiendo la sangre el acometer a su cabeza. Su brazo puesto sobre su cintura la mantenía en su lugar.

-Déjame levantarme. Qué es lo que te crees haces?-. Ella sabía que un marido podría pegar a su esposa y nadie lo pararía. Pero ella confiaba de alguna manera en que este hombre no la lastimaría.

Él movió un dedo bajando por su columna vertebral y exprimió los montones suaves de su trasero. Él circundó cada uno, acariciándolos con su palma.

-Separa las piernas-, ordenó él. Una palmada aguda sonó en el cuarto cuando dio una palmada a una mejilla levantada. Ella gritó y se sobresaltó al mismo tiempo que sentía en zumbar entre sus piernas. –Yo dije separarlas ... y eso significa de par en par-. Ella siguió sus órdenes, y cuando su rodilla cercana golpeó la cama, él la dobló y la levantó para arriba sobre el colchón, hasta dejar la piel de los labios abierta y expuesta completamente a él. –Esto está mejor, Pequeña-. Él resbaló su mano encima de su muslo de su rodilla y se deslizó los dedos entre sus dobleces calientes.

Él circundó el pedazo duro antes de administrar otra palmada aguda en la otra mejilla. Anahi gritó

-Esta es por lo que le has hecho a tus pechos cuando te pedí que no lo hicieses. Nunca te los envolverás otra vez, verdad?-.

-No, nunca-, ella le aseguró, retorciéndose para conseguir satisfacer su necesidad más cerca de sus dedos vagabundos. Él resbaló un dedo nuevamente dentro de los dobleces y profundamente dentro de ella, entonces otro, y un tercero. Su otra mano resbaló debajo de ella para exprimir su pecho. Él pellizcó la punta que ya estaba dura y llena de dolor para su tacto. Sujetar, empuje, sujetar, empuje. Ella pensó que se volvería loca de tanto desearlo.

-Para. Te deseo dentro de mí-.

-Nay. ¡Córrete para mí. Ahora! Él presionó en su pedazo duro y su cuerpo se arqueó, contrayéndose alrededor de sus dedos profundamente dentro de ella. Él se retiró lentamente los dedos y separó su miel sobre su parte posterior donde las huellas rojas de su mano todavía la marcaban. La levantó hasta que ella lo montó a horcajadas en su regazo, él arregló sus rodillas en el colchón en cada lado de sus caderas.

Ella podría sentir su palpitar y su polla lista presionar contra su vientre. Dando un tirón a los lazos se sacó su camisa sobre la cabeza. Mientras que sus manos estuvieron ocupadas arriba

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sobre su cabeza, se movió de un tirón encima del frente de su falda escocesa y tomó su pene en sus manos. Mientras que se sacó su hebilla de la correa, ella se levantó para arriba en sus rodillas y dirigió impacientemente la punta entre sus dobleces calientes, mojados. No aguantaría ser privada ni un momento más, ella se sentó repentinamente, tomándolo a todo el él dentro de ella. Sus miradas quedaron fijas, trabadas y entonces bajó sobre él con una cadencia lenta y torturante.

-Te amo-, él susurró repentinamente. Él tomó su cabeza en sus manos y la besó suavemente mientras que ella se movió sobre él.

–Yo te amaré para siempre-, prometió ella. Él tomó un pezón duro entre sus labios húmedos y frotó en el lado de su polla hacia abajo. Era todo lo que ella necesitó para arrastrarla sobre el borde. Las explosiones de luces chispeantes detrás de sus párpados cerrados estallaron cuando ella lo apretó rítmicamente dentro de ella. Él agarró sus caderas, la levantó, y la movió de un tirón hacia abajo. En el momento en que la extremidad de su polla presionó contra su matriz, él echó hacia atrás su cabeza y corcoveó dentro de ella mientras que él se corría. Gritaron juntos, expresando la alegría que les duraría durante toda la vida.

FIN

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