Dossier prensa Rue Darwin, Boualem Sansal

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Presentación de Rue Darwin, de Boualem Sansal. Entrevista World Literatura Today. A cargo de Dinah Assouline Stillman

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Dossier de Prensa

a l i a n z a e d i t o r i a l

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Boualem Sansal, ingeniero y doctor en Economía, desarrolló su labor profesional en la empresa pública argelina, llegando a ser un alto funcionario del Ministerio de Industria. Sus libros, tanto de ficción como de ensayo, le han deparado no pocos problemas con la censura de su país. Hasta el punto de que sus críticas al poder político y económico, así como al integrismo islámico, provocaron que fuera despedido de su empleo. El juramento de los bárbaros, publicada en Alianza Literaria, fue su primera novela con la que recibió los premios Premier Roman y Tropiques. También ha ganado los premios literarios RTL-Lire, Louis Guillou, el Grand Prix SGDL y el de la Francofonía. En 2011 su obra fue reconocida con el prestigioso Premio de la Paz de los Libreros Alemanes.

Otro título del autor:

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Boualem SansalRue DarwinALIANZA LITERARIA (AL)

15,50 x 23,00 cm264 páginasRústica

ISBN 978-84-206-7512-1Código 3472386

€ 18,00

ISBN 978-84-206-7558-9

Al morir su madre, Yazid reúne en París a todos los hermanos, que viven en la diáspora desde hace años con carreras brillantes, menos al pequeño que se ha unido a los talibanes. Se da cuenta de que nada los une, lo que le lleva a regresar a la calle Darwin de Argel, un lugar donde cohabitaron judíos, musulmanes y cristianos, kabiles y franceses , de los que ya no queda nadie. Necesita recomponer su pasado, saber quién es realmente, la verdad de un origen que se le negó y ocultó, de una vida de olvidos, omisiones y mentiras. Su búsqueda le permitirá poner en orden los meandros de su memoria que va de una infancia marcada por la violencia de la guerra de independencia a la madurez salpicada por la del integrismo islámico, pasando por las desilusiones y desencantos entre una y otra.Rue Darwin es la obra más personal de Boualem Sansal. Al compás que nos descubre una historia desgarradora con una notable carga autobiográfica, nos habla entre la ternura, el humor y la sátira de los elementos que la envuelven como son la corrupción, la pobreza, el tedio, la falta de futuro y la tristeza creciente, en un retrato colorido de su tierra natal a la que tanto ama como le desespera.

«Si Argelia se une algún día a Egipto, Túnez y a los demás países de la Primavera Árabe en su lucha por la libertad y la democracia, Boualem Sansal se sentirá feliz, se habrá convertido en profeta en su tierra.» LIVRES HEBDO

«Como la de otros muchos argelinos, la vida, incluso la privada, de Sansal ha estado marcada por los islamistas de diverso pelaje.» IGNACIO CEMBRERO, EL PAÍS

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Un susurro en la Historia“Hago literatura, no guerras… La literatura no es judía, árabe o americana. Cuenta historias para todo el mundo”. Estas son las palabras de Boualem Sansal, un escritor valiente y de talento, galardonado con numerosos premios tanto en Francia como en Europa, en respuesta a las numerosas y violentas reacciones de sus vecinos musulmanes y de todo el mundo cuando participó en 2008 en el Salón del Libro de París. Los países árabes boicotearon la cita porque el país invitado era Israel. Sansal, un escritor preocupado por la paz, la justicia y el diálogo, ha sido una de las más vehementes voces contra los gobiernos dictatoriales desde la independencia de Argelia (1962) y contra una ideología islamista en cuyo nombre se cometieron horribles crímenes durante la larga década de la Guerra Civil (1990-2000). Él perdió su alto cargo en el gobierno a causa de sus escritos en 2003, y sus libros han sido prohibidos en su país desde la publicación en 2006 de su ensayo Alger: Poste restante, lettre à mes amis Algériens. En el Salón del Libro de 2008, Sansal había sido invitado a presentar su última novela La aldea del alemán, también prohibida en su propio país.

(…) Unos cuantos años y verdades después, Boualem Sansal continúa perseguido por la polémica, como con su más reciente novela, Rue Darwin. Fue galardonada en 2012 con el “Prix du Roman Arabe”, pero antes de recibir el premio el 6 de junio de 2012, Sansal viajó a Jerusalén para participar como invitado de Honor en un encuentro internacional de escritores. Hamas propagó amenazas contra él y lo tachó de “traidor a sus hermanos palestinos”. La presión de los países árabes que patrocinaban el premio provocó que el jurado compuesto por los embajadores árabes decidieran no dárselo. El revuelo provocado en Francia entre los intelectuales y los medios de comunicación en torno a esta cuestión provocó que se le devolviese el premio aunque se le denegó la cantidad económica que incluía.

Entrevista World Literature TodayA cargo de Dinah Assouline Stillman

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Tiene una formación científica, y ocupó un alto cargo en el Ministerio de Industria. ¿De dónde le vino la necesidad de escribir?

Provino de los males de mi país: me encontré sumido en la guerra, la violencia, la palabrería y la estupidez... Te hace pensar que tiene que haber algo que comprender, que tie-ne que haber un sentido oculto. Intentas poner en orden las ideas, y la escritura te ayuda a hacerlo.

Desde que empezó a escribir con El juramento de los bárbaros (1999), se ha forjado la reputación de un novelista comprometido, que no duda en criticar la actualidad de su país. Yo le compararía con Émile Zola por la manera en que se embarca en largas frases para denunciar falsas declaraciones o absurdidades proferidas por gobernantes o islamistas. ¿No le gusta la concisión?

He sido comparado con Proust, nunca con Zola. Me halaga, me gustan ambos escritores. A veces uno puede ser conciso, pero en otras ocasiones lo adecuado es la profusión. Es como amar a una mujer: hay ocasiones en que uno necesita expresar su amor una y otra vez y otras en las que no. O, paseando, uno se siente feliz entre la exuberancia de la naturaleza mientras que otras veces lo que te conmueve es la simplicidad de un jardín ja-ponés.

¿Por qué no criticó sólo a los islamistas sino también a su gobierno (con la consabida consecuencia de la prohibición de sus libros) cuando escribió Alger: poste restante y Lettres à mes amis Algériens?

Porque son lo mismo, los gobiernos árabes y los islamistas: diferenciar entre gobiernos árabes e islamismo es no cono-cer los gobiernos árabes.

Es preciso y profuso al mismo tiempo cuando escribe sobre el poder del FLN en Argelia desde la independencia, el fanatismo islamista, y el poder casi absoluto del presidente Bouteflika. Los compara a ladrones que han robado al pueblo. ¿Por qué?

Son bandidos. Roban a la gente, roban los recursos del país. Es ratero. Podrían desarrollar el país.

¿Qué es lo que más le duele de su país?

Como sociedad no hacemos nada por cambiar nada, pero en el seno de la familia o entre amigos, podemos recons-truir el mundo cada día. Se necesitan agallas y trabajo para hacer estos cambios, pero nos faltan esas agallas.

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¿Qué cree que podría infundir esperanza a la juventud argelina cuyo único sueño parece ser abandonar su país?

De momento, es su único sueño. No se implican en el fu-turo de su país. No obstante, son muy ingeniosos al buscar maneras de dejar el país. O se embarcan en largos estu-dios que no existen en Argelia, o intentan hacer acopio de todo el dinero que puedan para poder marcharse. Nuestra juventud vive en una permanente frustración debido a la televisión, que les muestra otros horizontes, otras maneras de vivir. Es terrible, viven en la pobreza y en una constante frustración sexual debido a nuestras tradiciones.

Suele escribir sobre temas tabú, por ejemplo, sobre los insurgentes argelinos que recibieron ayuda de antiguos oficiales nazis, como el padre de los hermanos Schiller, durante la guerra franco-argelina. Además, aborda el tema del holocausto, que no es ni de lejos el favorito en un país árabe y musulmán. ¿Ha habido reacciones agresivas?

Esperaba reacciones negativas o iracundas, pero estaba lejos de imaginar las amenazas de muerte, y las acusacio-nes más ridículas que he recibido: no era sino un “judío oculto”, un “agente del Mossad”... La rabia y la violencia excesiva expresada por unos pocos me cogió por sorpre-sa: “Este individuo está atacando nuestras cosas más sa-gradas”. Todo es sagrado en nuestro país: la revolución es “sagrada”, la Shoah es “una conspiración sionista, que nunca ocurrió”. Al denunciar algo, se está “atacando a la nación entera”. Pero quizás en un futuro no tan lejano se comenzará a interiorizar y a aceptar, como se acepta hoy en Francia el episodio del Velódromo de Invierno. Es im-portante conocer la verdad. Eleva el alma, ¿no es así?

¿Qué me puede contar de su última novela, Rue Darwin?

La calle Darwin está situada en un distrito pobre con gran densidad de población en Argel llamado Belcourt. En una de sus calles, en un viejo edificio, solía vivir la familia de Al-bert Camus. Si hubiésemos tenido la misma edad, Albert Camus y yo podríamos haber sido amigos, habríamos ido a la misma escuela pues éramos vecinos. En los años setenta, años después de la independencia de Argelia en julio de 1962, me leí su novela El extranjero. Fue una revelación: Camus evocaba un mundo en el que yo había vivido pero que se había desvanecido completamente. Provoca una sensación extraña el advertir que el mundo en el que has nacido y en el que te has criado ha desaparecido. La tenta-ción de emprender una búsqueda de ese mundo olvidado es obvia, para comprenderlo, para descubrir el motivo de su desaparición, y la identidad de sus habitantes. Es una aventura. Este libro es en cierta medida una cruzada por

traer de vuelta ese mundo, por encontrar mi verdadero ser en él y buscar las respuestas a preguntas que siempre me he hecho sobre mi país, sus pueblos, mis orígenes, y sobre mí mismo, a lo elusivo desconocido dentro de cada persona. La novela es, de hecho, el diario de Yazid. La historia co-mienza cuando su madre muere de cáncer en un hospital parisino. Todos sus hermanos, que abandonaron el país, han convergido allí: una vive en Estados Unidos, la otra en Canadá, uno en París y otro en Marsella. Todos están presentes, menos el benjamín, que está en alguna parte de Afganistán, perdido en los derroteros de la yihad islamis-ta. Yazid, como si se hubiese liberado de una antigua pro-hibición, comienza a preguntarse: “¿Quién es mi madre, quiénes son mis hermanos, y quién soy para ellos?” Esas preguntas le llevan de vuelta a la calle Darwin, adonde llegó con ocho años, en el verano de 1957, en plena ba-talla de Argel durante la guerra de la independencia, des-pués de ser raptado en su pueblo. Su secuestradora le dejó en brazos de una mujer que rompió a llorar, diciéndole, “Aquí está tu hijo, mujer”, y diciéndole al niño, “Aquí está tu madre, dale un beso”.

¿Se trata de una novela autobiográfica? ¿Realmente la escribió cuando murió su madre? ¿Es el autor o solo el narrador?

Mi intención era autobiográfica, pero la novela no lo es del todo. Es un intento de reconstruir una historia desco-nocida, oculta, desperdigada en el curso de una vida sin preguntas ni respuestas. La muerte de mi madre desató el torrente de preguntas que había acumulado en mí toda mi vida sin ser capaz de responderlas, ni de formularlas. Para evitar fricciones familiares, he disimulado muchas cosas, permaneciendo sin embargo fiel a la verdad tal y como yo la concebía. Soy el narrador y el autor, a veces más uno que otro, y viceversa.

¿Hay algún motivo por el cual Hédi, el joven hermano talibán, no estuviera presente entre sus hermanos en el lecho de muerte de su madre? ¿Implica que no forma

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Si hubiésemos tenido la misma edad, Albert Camus y yo podríamos haber sido amigos, habríamos ido a la misma escuela pues éramos vecinos. En los años setenta, años después de la independencia de Argelia en julio de 1962, me leí su novela El extranjero. Fue una revelación: Camus evocaba un mundo en el que yo había vivido pero que se había desvanecido com-pletamente.

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parte del pasado evocado en la novela? ¿Representa acaso otra Argelia, la que está siendo destrozada por el nuevo Islam, y no el Islam tolerante y genuino que estaba presente antes en Argelia? Es pesimista, ¿Y cómo ve el futuro de Argelia?

Primero, fue la realidad: Hédi no estaba físicamente, pero también estaba mentalmente ausente. Los islamistas son como los testigos de Jehová, reniegan de quien es diferen-te de ellos, incluso de sus propias familias. Al contrario que en otros países árabes en los que la tradición islámica siempre ha estado viva, en la Argelia colonizada por los franceses, durante un siglo y medio, desapareció o se ate-nuó considerablemente. Vino después, con la indepen-dencia en 1962, o quizás incluso mucho después, pues la Argelia independiente primero fue una república socia-lista y secular. La religión volvió con fuerza en los años ochenta, pero solo después de la muerte del presidente Boumediene, quien quería ser el Atatürk argelino. La ex-plosión religiosa y mojigata de los ochenta y los noventa fue en cierta manera resultado de la colonización, que les había negado a los argelinos su identidad fundamen-tal y sus valores culturales, y del materialismo socialista, que no consiguió darles una vida mejor a los argelinos. Había una añoranza, una voluntad de retomar los valo-res culturales que se abandonaron durante 132 años de colonización francesa y veinte de materialismo socialista. Es difícil ser optimista con respecto a Argelia y al mundo árabe. Considerando la rápida evolución del mundo en los últimos dos siglos, se puede decir que el mundo árabe no ha conseguido mantener el ritmo. El tren va dema-siado rápido para ponerse al día, por lo que reaccionan con enfado y desprecio, haciendo de su fracaso un éxito, el éxito de haber evitado una civilización juzgada como impura según sus estándares. Todos los discursos que se escuchan en el mundo árabe a lo largo del año pueden resumirse así: “La civilización judeocristiana, secular y materialista, es impura, el Islam es Pureza y Verdad, y somos los mejores.”

Mi intención era autobiográfica, pero la novela no lo es del todo. Es un intento de reconstruir una histo-ria desconocida, oculta, desperdigada en el curso de una vida sin preguntas ni respuestas. La muerte de mi madre desató el torrente de preguntas que había acumulado en mí toda mi vida sin ser capaz de res-ponderlas, ni de formularlas.

¿Representa acaso la madre en coma a la Argelia de hoy en día, y sus hijos desperdigados por el mundo la diáspora argelina contemporánea?

Es una bella imagen, que corresponde a mi percepción de la realidad. La Argelia de la historia (estrechamente relacio-nada con la de la entidad mediterránea occidental) ya no existe. Ha ocupado su lugar una nueva Argelia, nacida en la convulsión y el dolor. Es una falsa Argelia, desarraigada, sin verdaderos lazos con el mundo occidental (objeto mítico para algunos, y de desprecio para otros) ni con el oriental (un oriente de cuento, extremadamente idealizado). Los in-migrantes me suelen dar la impresión de ser niños perdidos en busca de sus padres.

¿A su vez, Djéda, la poderosa abuela de Yazid, y su falansterio representan la colonización francesa, con sus ramificaciones en el Magreb y sus posesiones en la metrópolis, especialmente en Vichy (una velada referencia al gobierno de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial)?

Djéda y su falansterio son los productos temporales de una historia particular. A comienzos del siglo diecinueve, la co-lonización impuso con brutalidad el mundo moderno a un mundo arruinado desde mucho antes: el imperio Árabe al que se había unido Argelia había desaparecido. El imperio otomano que lo controlaba lo había abandonado. El país estaba dividido en principados otomanos ligados a la Subli-me Puerta. La población indígena consistía en un mosaico de tribus sin relaciones entre sí. Para algunas tribus cuyo entorno y sistema económico cambiaron totalmente debido a la colonización, su medio de supervivencia era la prosti-tución. En Francia en esa época la prostitución se había legalizado y organizado, de ahí la proliferación de “casas de tolerancia”, como se les llamaba, en todo el imperio co-lonial francés, y especialmente en el oeste de África y en el Magreb.

Daoud-David es el amigo de Yazid en su vida pasada en el falansterio, y no se conoce su verdadera relación hasta el final de la novela. Su compañero de la escuela de hostelería, Jean, es un judío cuya familia sufrió la persecución nazi y fue internada en campos de concentración. Para estar al lado de Jean y disfrutar de la hospitalidad de su familia, Daoud elige trabajar en el hotel Lutetia de París, un lugar de referencia para la historia de la Francia ocupada y para los judíos. Su singularidad como homosexual le pesaba demasiado en el mundo musulmán; se cambia el nombre a David y encuentra una nueva serenidad lejos de su familia. ¿Pertenece él también a ese mundo desvanecido de antes de la independencia en donde cohabitaban culturas y religiones?

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En el mundo árabe o musulmán, la singularidad se pro-híbe. Se considera un crimen grave cuando contradice las reglas del dogma. Cuando los individuos muestran esta singularidad, la sociedad les excluye o les persi-gue y puede llegar a matarles. Cuando una singularidad es común a un grupo, la sociedad inventa mecanismos que enfatizan dicha singularidad para convertirla en un fenómeno auto-excluyente. Por ejemplo, las prostitu-tas: valió con declararlas no musulmanas para no tener que juzgarlas o castigarlas de acuerdo con la ley de la Sharia. Lo mismo para los judíos: valió con declararles dhimmis (protegidos, miembros de una religión tolera-ble y subordinada al Islam) para permitir su presencia. Necesitas exiliarte para vivir tu singularidad en paz, pero no es seguro que el exilio abra tu mente a otras culturas y religiones. El fenómeno, cada vez más común, del comu-nitarismo en el exilio nos demuestra que el exilio puede ser un confinamiento en sí, que nos lleva a encontrarnos de nuevo en el mundo del que huíamos.

Las mujeres en el imperio de Djéda representan el poder económico en la novela, mientras que los hombres ocupan rangos inferiores. Además, son fuertes, y pueden sobrevivir incluso en tiempos difíciles. ¿Son los únicos personajes positivos de la novela dado que sobreviven a todas las guerras?

Se puede observar, en sociedades debilitadas, que las mu-jeres son quienes llevan la carga más importante. Son el recurso de los hombres cuando pierden fuerza, virilidad, o cuando son incapaces de seguir luchando, o reticentes ante el esfuerzo. Durante la guerra civil de los años noven-ta, que resquebrajó la sociedad argelina, fueron las mu-jeres las que impidieron el colapso. Fueron admirables. Pero a menudo, la resistencia de nuestras mujeres provie-ne de su rechazo a ver el mundo cambiar, y pueden debili-tar los logros de una tribu. La resistencia al cambio puede impedir la evolución. En el mundo árabe, la resistencia de la mujer siempre se inscribe en el terreno de la tradición, la yihad, o el rechazo al cambio. Incluso cuando luchan por temas modernos como el trabajo, la sexualidad, el aborto, etc., siempre basan sus peticiones en un estricto respeto a la tradición. Pero el mundo árabe necesita una revolución para poder entrar a la modernidad y abrirse al universo, al otro, a lo desconocido.

Menciona a menudo la guerra en la novela (y la paz todavía más). Repite que “una guerra que no trae una paz mejor no es una guerra sino violencia contra la humanidad y contra Dios”. ¿A qué guerra se refiere? ¿A qué se refiere con la recurrente “guerra de los mil años”?

En el mundo árabe, la resistencia de la mujer siempre se inscribe en el terreno de la tradición, la yihad, o el rechazo al cambio. Incluso cuando luchan por temas modernos como el trabajo, la sexualidad, el abor-to, etc., siempre basan sus peticiones en un estricto respeto a la tradición. Pero el mundo árabe necesita una revolución para poder entrar a la modernidad y abrirse al universo, al otro, a lo desconocido.

Hablo de todas las guerras, en Argelia y en todas partes. Una guerra por la independencia que trae más violencia e injusticia de las que eliminó es una mala guerra. Una gue-rra de liberación que acaba sometiendo al país a dictado-res sedientos de sangre no es una buena guerra. Una gue-rra se juzga por sus frutos. Si estos son dañinos, significa que no luchamos en la guerra correcta. Uno lucha por la paz, y los valores de la paz son la libertad, la solidaridad, la igualdad de derechos y de oportunidades... La “guerra de los mil años” es una imagen que empleo para describir la guerra que nunca acaba, y que nunca va a acabar, en nombre de la religión.

Antes de que Yazid descubra su verdadera identidad, ha tratado muchos temas, probablemente haciéndose eco de sus propias ideas, sobre numerosos temas relativos a las condiciones de Argelia y a sus habitantes antes y después de la independencia, y ahora después de la guerra civil. ¿Era su historia un pretexto?

Indagar en tu historia y tu identidad es también indagar en la historia e identidad de otros. Vives en un país, en una época, rodeado de gente. No puedes conocerte fue-ra de ese entorno. Cuando avanzas en tu investigación, descubres que tu historia individual no es nada, sino un susurro en la historia general. El sentimiento de pertenen-cia a un pueblo, de tener una identidad, nace de esta toma de conciencia.

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