Dossier El Salvador

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ISSN 1853-2713 OBSERVATORIO LATINOAMERICANO 9 DOSSIER EL SALVADOR Buenos Aires, noviembre 2012 Universidad de Buenos Aires Facultad de Ciencias Sociales Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe

Transcript of Dossier El Salvador

ISSN 1853-2713

OBSERVATORIO LATINOAMERICANO 9

DOSSIER EL SALVADORBuenos Aires, noviembre 2012

Universidad de Buenos AiresFacultad de Ciencias Sociales

Instituto de Estudios deAmérica Latina y el Caribe

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Sobre la portada:

Las imágenes han sido cedidas por el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI – El Salvador) y seencuentran disponibles para su consulta en la página del Museo: http://museo.com.sv. Agradecemosa Carlos Henriquez Consalvi por su generosidad.

2. Colección “Guerra Civil” Archivo del SistemaRadio Venceremos.4. Colección “Guerra Civil”, título: “El sacerdoteRogelio Ponsele, misa en la Guacamaya, 1981”5. Colección “Guerra Civil” Archivo del SistemaRadio Venceremos, título: “San Fernando. Niñosacando moneda entre la harina” (al fondo,iglesia bombardeada por la aviación)6. Colección “Guerra Civil”.10. Colección “Levantamiento de 1932”, título:“Francisco Sánchez”.12. Colección “Guerra Civil”, título: “Iglesia ElRosario”1, 3, 7, 8, 9, 11, 13: Colección “Guerra Civil,Afiches de solidaridad”

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Autoridades Facultad de Ciencias SocialesDecanoSergio CalettiVicedecanaAdriana ClementiSecretaria AcadémicaStella MartiniSecretaría de Estudios AvanzadosSubsecretaria de Investigación: Mónica PetracciSubsecretaria de Doctorado: Mercedes CalzadoSubsecretario de Maestrías y Carreras de Especialización: Sebastián MauroSecretaria de Gestión InstitucionalMercedes DepinoSecretario de Cultura y ExtensiónAlejandro EnriqueSecretaria de HaciendaCristina AbrahamSecretaria de Proyección InstitucionalShila VilkerInstituto de Investigaciones Gino GermaniDirector: Julián RebónInstituto de Estudios de América Latina y el CaribeDirectora: Mabel Thwaites ReyBiblioteca Norberto Rodríguez BustamanteDirector: Daniel Comande

Instituto de Estudios de América Latina y el CaribeFacultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos AiresMarcelo T. de Alvear 2230, C1122AAJ Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

www.iealc.sociales.uba.ar – [email protected]

Directora: Mabel Thwaites ReyComité Académico: Mabel Thwaites Rey, Emilio Taddei, Eduardo Grüner, Waldo Ansaldi(miembros titulares por el claustro Investigadores), Atilio Boron, Diego Raus, Hugo Calello,Néstor Kohan (miembros suplentes por el claustro Investigadores). Inés Nercesian, ArielGoldstein, Laura Rosenberg (miembros titulares por el claustro Becarios), Amílcar Salas Oroño,Lorena Soler, Diego Giller (miembros suplentes por el claustro Becarios).Asistente de la Dirección Académica: Silvia DemirdjianWeb master: Juan Diez

ISSN 1853-271

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OBSERVATORIO LATINOAMERICANOObservatorio Latinoamericano es una colección de trabajos que, bajo la forma de dossier,

publica el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), de la Facultad de Ciencias

Sociales de la Universidad de Buenos Aires, con el objetivo de ofrecer a todos los interesados en

conocer más y mejor a América Latina, información y opiniones sobre la región y cada uno de

sus países, sea para fines docentes, de investigación o de mero deseo de ampliar la capacidad

de comprensión de realidades complejas, usualmente no tratadas o insuficientemente tratadas

por los medios de comunicación comerciales.

Observatorio Latinoamericano reproduce material generado por académicos y periodistas

latinoamericanistas de distintos países y orientaciones. Iniciamos la colección con textos

publicados en medios de comunicación alternativos, que cubren lo que la prensa comercial

suele ocultar, aunque luego fuimos incorporando crecientemente los trabajos de nuestros

propios investigadores e investigadoras, de los tesistas y becarios que investigan sobre América

Latina con sede en el IEALC, como también de colegas invitados. En todos los casos se consignan

los créditos y reconocimientos correspondientes.

Observatorio Latinoamericano es una publicación electrónica, de acceso, distribución y descarga

gratuitos. Los textos pueden reproducirse libremente, pero en todos los casos se indicará la

fuente, particularmente la original en los casos en que así corresponda, es decir, en el de textos

publicados inicialmente en otra publicación, sea ella en soporte digital o papel.

El Dossier El Salvador ha sido realizado bajo la coordinación de la Licenciada Lucrecia Molinari.

Números publicados

1. Haití, febrero 2010

2. Paraguay, mayo 2010

3. Guatemala, agosto 2010

4. Bolivia, octubre 2010

5. Colombia, diciembre 2010

6. México, abril 2011

7. Ecuador, junio 2011

8. Chile, agosto de 2011

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Lucrecia Molinari es becaria doctoral por CONICET (2011-), maestranda enEstudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional de San Martín (2009-)y Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (2005). Integrael Grupo de Estudios sobre Centroamérica del Instituto de Estudios deAmérica Latina y el Caribe de la Universidad de Buenos Aires, y el Centro deEstudios sobre Genocidio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.Fue becada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de laRepública Argentina a través del Programa de Formación y Capacitación parael Sector Educación (PROFOR, 2009-2010) y del Proyecto de Fortalecimientode las Redes Inter-universitarias (REDES IV, 2011). En el marco de este

último, realizó una estancia de investigación en el Programa de Posgrado de EstudiosLatinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Universidad deEl Salvador (UES) y en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA).

Ha integrado, como investigadora tesista, los proyectos UBACYT (2010-2012) “Memoria yResponsabilidad. Sobre los modos de elaboración del genocidio”, dirigido por el Dr. DanielFeierstein y “En torno a la problemática del orden político en América Central”, dirigido por el Dr.Esteban De Gori, entre los más recientes.

En la actualidad, se desempeña como docente (ayudante de 1°) en la materia “Análisis de lasPrácticas Sociales Genocidas” en la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales dela Universidad de Buenos Aires. Participa en congresos nacionales e internacionales y en marzo de2011, brindó una conferencia titulada “Escuadrones de la muerte: Grupos paramilitares, violencia ymuerte en Argentina (1973-1975): pistas para analizar el caso salvadoreño” organizada en la ciudadde San Salvador por la Dirección Nacional de Investigaciones de la Secretaría de Cultura de ElSalvador y la Unidad de Investigaciones sobre la Guerra Civil salvadoreña del Instituto de EstudiosHistóricos, Antropológicos y Arqueológicos de la Universidad de El Salvador.

Sus investigaciones se centran en el análisis de la historia reciente salvadoreña ycentroamericana, especialmente en lo que respecta a la represión política al movimiento obrero y lasorganizaciones sociales. En ese sentido, sus publicaciones más recientes son “El Salvador: de lamasacre de 1932 a la guerra civil” en Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina, Daniel Feierstein(comp.), Buenos Aires, Editorial Prometeo, 2009, “Las elites salvadoreñas y la Doctrina de SeguridadNacional en los 60” en el Boletín de la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica,Nº 49, 2011, y “Escuadrones de la muerte: Grupos paramilitares, violencia y muerte en Argentina(‘73-‘75) y El Salvador (‘80)” en Diálogos - Revista Electrónica de Historia. Universidad de Costa Rica, vol.10, n° 1, 2009.

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MAPAS

EL SALVADORCENTROAMÉRICA

EL SALVADORDivisión en Departamentos

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ESCUDO Y BANDERA DE EL SALVADOR *

PRESIDENTES DE EL SALVADORDesde 1927 a la actualidad *

1927-1931 Dr. Pio Romero Bosque1931 Ing. Arturo Araujo1931 Directorio Cívico (*)1931-1934 Gral. Maximiliano Hernández

Martínez1934-1935 Gral. Andrés Ignacio Menéndez (**)1935-1944 Gral. Maximiliano Hernández

Martínez1944 Gral. Andrés Ignacio Menéndez (**)1944-1945 Cnel. Osmin Aguirre y Salinas1945-1948 Gral. Salvador Castaneda Castro1948-1950 Consejo de Gobierno Revolucionario1950-1956 Tte. Cnel. Oscar Osorio (PRUD)1956-1960 Tte. Cnel. José María Lemus (PRUD)1960-1961 Junta de Gobierno1961-1962 Directorio Cívico Militar

1962 Dr. Rodolfo Cordón1962-1967 Tte. Cnel. Julio Rivera (PCN)1967-1972 Gral. Fidel Sánchez Hernández (PCN)1972-1977 Cnel. Arturo Armando Molina (PCN)1977-1979 Gral. Carlos Humberto Romero (PCN)1979-1980 1° Junta Revolucionaria de Gobierno1980 2° Junta Revolucionaria de Gobierno1980-1982 3° Junta Revolucionaria de Gobierno1982-1984 Dr. Álvaro Magaña1984-1989 Ing. José Napoleón Duarte (PDC)1989-1994 Lic. Alfredo Félix Cristiani (ARENA)1994-1999 Dr. Armando Calderón Sol (ARENA)1999-2004 Lic. Francisco Flores (ARENA)2004-2009 Antonio Elías Saca (ARENA)2009-2014 Mauricio Funes (FMLN)

*: Presidente de facto - **: Presidente Provisorio

* Fuente: Presidencia de la República de El Salvador

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CONTENIDO

Introducción: “El problema de hablar de El Salvador, con el agravante de hacerlo desdeArgentina”, Lucrecia Molinari

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La constitución del Estado: actores, debates, relaciones de fuerzaDe la periferia a la “cabeza del reino”. Insurrección autonomista e independencia en San Salvador,

Esteban De Gori

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El liberalismo político de finales del siglo XIX, Roberto Valdés Valle 27El Salvador, 1932: los cofrades insurrectos. Herencia corporativa colonial en la sociedad

salvadoreña, Pablo Benítez.

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Los años “gloriosos”: modernización, autoritarismo y crisis políticaEl camino hacia la revolución y la guerra, Carlos M. Vilas. 44Una visión general de la guerra de las cien horas, Carlos Pérez Pineda. 52Radicalización política y movilización social en El Salvador: los frentes de masas, Kristina Pirker. 62Los estudiantes de la Universidad Nacional y la lucha armada en El Salvador (1970-1989), Ricardo

Antonio Argueta.

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Ideología y redes sociales en el surgimiento de violencia colectiva: el caso salvadoreño, Alberto

Martín Álvarez.

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El Salvador, el largo camino de la revolución, Edelberto Torres Rivas 106Desgarramientos: los intelectuales y la políticaLa crítica de Roque Dalton a las vanguardias políticas tradicionales. Relectura de ¿Revolución en la

revolución? y la crítica de derecha, Luis Alvarenga.

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Ignacio Ellacuría: breve aproximación a las tres dimensiones de su pensamiento, David Gómez

Arredondo.

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¿Tiempos de locura?: la guerra civil y sus actores.El FMLN y el movimiento popular durante la guerra, Carmen Elena Villacorta 139El día después: Estado, grupos económicos y militancia en la posguerraLos acuerdos de paz: ¿refundación de la república?, Rafael Guido Véjar. 154La consolidación oligárquica neoliberal en El Salvador: un acercamiento histórico a la evolución de

una estructura de poder, Carlos Velázquez Carrillo.

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La memoria militante. Historia y política en la posguerra salvadoreña, Ralph Sprenkels. 186Movimientos populares y elecciones en El Salvador, 1990-2009, Paul Almeida. 204

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INTRODUCCIÓNEL PROBLEMA DE HABLAR DE EL SALVADOR, CON EL

AGRAVANTE DE HACERLO DESDE ARGENTINA

LUCRECIA MOLINARI*

Hace dos décadas y algunos meses, en el Castillo de Chapultepec del Distrito FederalMexicano, representantes del gobierno salvadoreño y dirigentes de una de las guerrillas másimportantes de Latinoamérica firmaban los Acuerdos de Paz, poniendo fin a una guerra civil que sehabía extendido más de 10 años (1980-1991) y había cobrado la vida de 80 mil salvadoreños(Naciones Unidas, 1992-1993).

Se cerraba en ese momento una de las etapas más dolorosas de la historia de El Salvador. Seextinguía, también, en muchos países del mundo, el interés por los sucesos de la regióncentroamericana. El Salvador, al igual que sucedió en el resto de los países centroamericanos queatravesaron conflictos armados, había recibido una cantidad considerable de atención deinvestigadores y militantes políticos y sociales de otras latitudes, tal como lo muestra la selección deafiches de solidaridad en distintos idiomas que ilustra el presente dossier. En muchas bibliotecasargentinas, por ejemplo, pueden encontrarse libros editados aquí durante la guerra civil salvadoreña, yque son evidencia cabal de este interés y diálogo que concluyó con la guerra.

Es difícil y necesario volver a asomarse a la realidad salvadoreña. Es esto lo que quisimosreflejar al parafrasear, en el título de esta sección, el genial prólogo de Roque Dalton a “Un libro rojopara Lenin” (2001). Ubicado no al inicio del libro, sino varias páginas después, y titulado “Elproblema de hablar de Lenin en América Latina con el agravante de hacerlo desde un poema(prólogo)”, el texto propone una lectura irreverente del pensador ruso, ácida, alegre, y desde y paranuestra propia realidad. Una lectura orientada por nuestros propios problemas y nuestrapreocupación por encontrar soluciones.

Consideramos que las discusiones que en Argentina se han desarrollado por décadas alrededorde los procesos más traumáticos por los que atravesamos pueden ser útiles para que los salvadoreñoscontinúen debatiendo su propia historia. A la vez, los argentinos encontraremos perspectivas másamplias para pensar cuestiones que nos preocupan, si dejamos de mirarnos a nosotros mismos yampliamos la mirada a una América Latina que incluya los países recurrentemente olvidados de laregión.

Es objetivo de esta iniciativa colaborar en la construcción de puentes que permitan fortalecer eldiálogo entre nuestro país y el pequeño El Salvador, para continuar pensando juntos,enriqueciéndonos de las experiencias, muchas veces dolorosas, que, pese a las diferencias,compartimos.

Valga el recorrido por los interesantes artículos que generosamente han proporcionado losautores -a quienes estamos profundamente agradecidos-, a modo de breve introducción a la historiade los últimos dos siglos salvadoreños.

Acerca del Dossier: La primera parte, “La constitución del Estado: debates, actores yrelaciones de fuerza”, recorre un largo período que incluye los años que van desde inicios del sigloXIX a las primeras décadas del XX. Los autores enfocan en sus trabajos tres hitos claves de esteperíodo: las luchas independentistas de inicios del XIX; el progresivo giro en la orientación delEstado, a una versión liberal, transcurrido durante la segunda mitad del mismo siglo, y finalmente, la

* Becaria Doctoral CONICET/UNTREF.

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insurrección de 1932, que se cobró la vida de decenas de miles de salvadoreños y que determinó lasprincipales coordenadas del orden político vigente hasta el inicio de la Guerra Civil.

En primer lugar, el trabajo de Esteban de Gori, “De la periferia a la ‘cabeza del reino’.Insurrección autonomista e independencia en San Salvador”, recorre la “travesía política” de las elitesdirigentes de la Intendencia de San Salvador durante las primeras décadas del siglo XIX, en busca desu autonomía y autogobierno. A diferencia de otros casos americanos, este conflicto no se dirime através de una guerra civil ni una guerra independentista; y, en el tensionado escenario político quecomo resultado de estos procesos se configura, estarán incluidas elites locales, poderes territoriales,mestizos e indígenas.

Avanzando cronológicamente, “El liberalismo político de finales del siglo XIX”, el trabajo deRoberto Valdés Valle realiza un lúcido análisis de la transformación del Estado salvadoreño durante lasegunda mitad del siglo XIX. En el mismo, discute con aquellas perspectivas que reducen esteproceso a la privatización de las tierras comunales y ejidales en 1881-1882. Erigiendo los procesoseconómicos como los únicos decisivos a la hora de escribir la historia de los puebloscentroamericanos –afirma el autor- estas perspectivas han dado poca importancia al proceso desecularización que comienza –tempranamente, aunque sin éxito- alrededor de 1831, y han asimismo,nulificado o desvirtuado lo trascendente y lo traumático de dicho proceso.

Finalmente, el período es recorrido con una clave distinta por el investigador Pablo Benítez. Ensu artículo “El Salvador, 1932: los cofrades insurrectos. Herencia corporativa colonial en la sociedadsalvadoreña”, da cuenta de la incidencia que poseía el fenómeno de las cofradías indígenas ya desdeel siglo XVII y lo vincula con el análisis historiográfico de los sucesos de 1932. Aborda así un debatede profunda actualidad: si bien hay, hoy por hoy, entre la comunidad académica salvadoreña, unmarcado consenso alrededor del papel de primer orden jugado por las comunidades indígenas en lainsurrección de 1932, los desacuerdos surgen cuando se intenta explicar de qué modo estascomunidades se vincularon con las organizaciones comunistas recientemente formadas, y cuál fue lamanera en que estos grupos coordinaron la ejecución del plan insurreccional. El autor argumenta queno es el carácter altamente político y organizado de las cofradías lo que está en discusión, sino el tipoy la dimensión de la labor organizativa del Partido Comunista de El Salvador (PCS) en lainsurrección. Un cuidadoso análisis de documentos le permite aportar evidencia para discutir conaquellas perspectivas que encuentran en el carácter ateo de las organizaciones comunistas, el principalpilar para suponer una incompatibilidad (y como consecuencia, la imposibilidad del trabajoorganizativo de los comunistas) entre las cofradías y el recientemente formado PCS.

La segunda parte del presente dossier, “Los años ‘gloriosos’: modernización, autoritarismo ycrisis política”, aborda las décadas que van desde la insurrección de 1932 a los prolegómenos de laGuerra Civil (1980-1981). Esta sección se inicia con el trabajo de Carlos M. Vilas, quien realiza unrecorrido general del mencionado período.

En su artículo “El camino hacia la revolución y la guerra”, da cuenta de algunas de lasconsecuencias de la “matanza” de 1932 -como se la conoce popularmente- para detenerse en losaspectos más importantes de dos décadas –sesenta y setenta- que constituyeron, a la vez, un punto declivaje y el antecedente de la Guerra civil. Analiza los intentos infructuosos -llevados adelante en eseperíodo por los militares en el poder- de implementar tibias reformas económicas y una moderadaapertura política, y las limitaciones que impusieron las rigideces de la estructura económica y los gruposoligárquicos. También caracterizan el período, el auge de la movilización sindical (especialmente, en elgremio docente y de empleados públicos) y el surgimiento de organizaciones campesinas. El autor dacuenta finalmente, del papel capital que cumplió la Iglesia en la organización de los sectores campesinosy la nefasta actuación de Estados Unidos en la formación del aparato represivo, especialmente de las

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organizaciones paramilitares responsables de ingentes cuotas de violación a los derechos humanosdurante la guerra y la década inmediatamente anterior.

El segundo artículo de esta sección, “Una visión general de la guerra de las cien horas” de CarlosPérez Pineda, aborda un evento clave del período: la guerra que enfrentó a Honduras con El Salvador en1969. Mal denominada “la guerra del fútbol” –en tanto fue precedida por incidentes alrededor de unaserie de partidos entre las selecciones de ambos países-, las causas de este episodio se encuentran, encambio, en problemáticas de primer orden en la historia reciente de estos países. El autor relata cómo,ante la posibilidad de que miles de campesinos salvadoreños instalados en Honduras regresen al país,recurrir a la violencia y el enfrentamiento bélico fue la única salida que, tanto el gobierno militarsalvadoreño como sus aliados civiles, vieron viable para evitar una situación que podría conducir al caospolítico y a la revuelta social.

Los frentes de masas, constituidos entre 1975 y 1979 por dirigentes sindicales y campesinosvinculados a las organizaciones político-militares, son analizados por Kristina Pirker en su artículo“Radicalización política y movilización social en El Salvador: Los Frentes de Masas”.

Frente a otras perspectivas que analizan las iniciativas de los dirigentes de las organizacionespolítico militares y su “trabajo de masas”, Pirker restituye protagonismo a los militantes de la izquierdaradical de las organizaciones populares anti-gubernamentales que luego integrarían los frentes demasas. Fueron estos dirigentes, quienes reforzaron las prácticas contestatarias reivindicativasimprimiéndoles una dirección política revolucionaria y funcionaron como “vasos comunicantes”entre las luchas gremiales y la vía armada. Los frentes de masa expresaron, sostiene la autora, nuevasmodalidades de organización que permitieron involucrar directamente a las bases en los conflictossociales y entrelazar las luchas de diferentes sectores para orientarlas hacía la insurrección.

Si los dirigentes sindicales y campesinos tuvieron un papel clave en la conformación de los frentesde masa, la composición de las cúpulas de las organizaciones político militares -surgidas a partir de 1970y protagónicas desde la segunda mitad de esa década- exige prestar atención a los politizados ycomprometidos estudiantes universitarios salvadoreños del período. Ricardo Antonio Argueta analiza ensu artículo “Los estudiantes de la Universidad Nacional y la lucha armada en El Salvador (1970-1989)” la progresiva radicalización de los jóvenes que ingresaron a la Universidad Nacional de ElSalvador (UES) desde mediados de los años sesenta. Fueron algunos de ellos los que, a principios delos setenta, fundaron los primeros grupos armados de izquierda revolucionaria que se opusieron alrégimen militar. Tal como afirma el autor, la comunidad universitaria había estado presente en lascalles, manifestándose contra los diversos gobiernos militares a lo largo de todo el siglo XX, perodurante las décadas de los setenta y ochenta, esto se profundiza: muchos estudiantes que ingresaron ala Universidad pasaron inmediatamente a engrosar las filas de las guerrillas. El autor recorre además,las sucesivas represalias que la universidad debió sufrir en respuesta a su involucramiento: cierrestotales (en 1973 y 1980), supresion de su autonomía e intervención (1977), e inclusive masacres(como la jornada del 30 de julio de 1975).

Es la génesis de las organizaciones político militares -en cuyas cúpulas se encuentran muchosde estos universitarios- el eje del artículo de Alberto Martín Álvarez, titulado “Ideología y redes socialesen el surgimiento de violencia colectiva: el caso salvadoreño”. Pese a que existen abundantes estudiossobre la guerra civil, pocos de ellos abordan los procesos de socialización política de los primerosmiembros de la guerrilla. A través de la realización de cuarenta entrevistas en profundidad a excomandantes de las cinco organizaciones que compusieron el FMLN entre otros recursos, el autordesanda el proceso de radicalización de cada uno de ellos. Sostiene que una gran parte de estosprimeros militantes mantenían algún tipo de sistema de creencias (por su pertenencia a comunidadesreligiosas o su entorno familiar) donde los valores de justicia social y solidaridad ocupaban un lugarprimordial. La participación en redes juveniles de la Iglesia Católica, partidos políticos, redes

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estudiantiles, sindicales y familiares profundizó estas ideas y los puso en contacto con sistemas decreencias más estructuradas (como el marxismo - leninismo y el pensamiento del “Che” Guevara).

Finalmente, Edelberto Torres Rivas recorre el período enfatizando en las profundas crisis yreformulaciones que sufre el Estado. Ahonda en su artículo en dichos virajes, dando cuenta de loscambios en los términos de la relación entre oligarquía y militares, usualmente simplificada enfórmulas que no reconocen en los segundos más que a títeres o lacayos de los primeros. Es estetrabajo, un excelente racconto del período que finaliza en 1981, cuando la ofensiva del FMLN -calificada por dicha organización como “final”- marca en cambio el inicio de la guerra civil, que seráabordada específicamente en la cuarta parte.

Antes de esto, es decir, en la tercer sección de este dossier titulada “Desgarramientos: losintelectuales y la política”, se analizan las figuras de Roque Dalton (1935-1975), poeta, periodista,militante e intelectual de izquierda, y de Ignacio Ellacuría (1930-1989), filósofo, sacerdote jesuita yrector -desde 1979 hasta su asesinato- de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. Elcompromiso con la realidad de las mayorías salvadoreñas y sus agudas críticas al statu quo y a las víaspara modificarlo, siguen siendo claves en la constitución del pensamiento crítico salvadoreño. Fueronesas mismas razones las que condujeron al asesinato de ambos. No en vano, Dalton –quien noconcebía la función intelectual si no como expresión de un profundo compromiso social- describe ala relación entre lo que un intelectual escribe y lo que vive, como un “desgarramiento” (Dalton et alii,1969).

Las trayectorias de Ellacuría y Dalton ilustran, además, dos figuras de las que artículosprecedentes darán cuenta: la de los curas y sacerdotes adherentes a la teología de la liberación y la delos jóvenes de clase media que, en contacto con la injusticia y la miseria de su pueblo, se radicalizan ypasan a integrar las filas revolucionarias.

Estudiante de derecho de la UES, militante del Partido Comunista de El Salvador desde 1954,referente de la renovación literaria reflejada en lo que se dio en llamar la “generacióncomprometida”, exiliado en México, invitado a Cuba y Checoslovaquia, Roque Dalton fue ademásganador del Premio “Casa de las Américas” en 1969 e integrante del Ejército Revolucionario delPueblo (desde 1973 hasta su muerte). Es este último período de su vida, precedido por la ruptura conel PCS, el que aborda Luis Alvarenga en su artículo “La crítica de Roque Dalton a las vanguardiaspolíticas tradicionales. Relectura de ¿Revolución en la revolución? y la crítica de derecha”. Constituye además,según el autor, el momento en que el poeta salvadoreño comienza sus más agudas críticas a lasvanguardias “tradicionales”, tanto literarias como políticas. De la crítica a estas últimas da cuenta elartículo, que propone una relectura de uno de los textos no literarios más ricos de Dalton.

David Gómez Arredondo, por su parte, es el autor de “Ignacio Ellacuría: breve aproximación a lastres dimensiones de su pensamiento”. Ignacio Ellacuría no sólo constituye uno de los pensadoresmás importantes de la teología de la liberación en América Latina, sino que además su compromisopolítico de primer orden con la realidad salvadoreña, impactó dejando una huella en la escena políticasalvadoreña y determinó su asesinato en 1989, a manos del ejército. El autor aborda las principalesdimensiones de su pensamiento, caracterizado además por una constante reflexión sobre el lugar deconstrucción de su discurso teórico, América Latina y el Tercer Mundo o, en su propia terminología,desde los “pueblos oprimidos” representados en el sufrimiento y la postración de las mayoríaspopulares en el marco de un sistema internacional expoliador. Estas dimensiones las constituyen laexigencia de liberación ante la injusticia y el cuestionamiento de un orden social injusto, la categoríade injusticia estructural, y la función “desenmascaradora” que el filósofo atribuía a la crítica filosófica.

La cuarta sección del presente dossier se titula “¿Tiempos de locura?: la guerra civil y susactores” y busca dar cuenta no sólo del cruento proceso donde alrededor de 75.000 salvadoreñosperdieron la vida, sino también de los diversos actores implicados en su génesis, desarrollo y auge.

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Parafraseando el Informe de la ONU (1992), titulado De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años enEl Salvador, el artículo que integra esta sección busca dar cuenta de una perspectiva que no apele a lalocura, la irracionalidad, y explicite, en cambio, las lógicas, las razones y los recorridos queatravesaron la guerra y le dieron forma.

En ese sentido, el artículo de Carmen Elena Villacorta, “El FMLN y el movimiento populardurante la guerra”, enfatiza no sólo en la estrategia de la insurgencia durante los ochenta, sinotambién en la participacion de Estados Unidos durante dicha década, y la mutación de ambos actorespara dar cabida a los procesos que llevaron a la firma de los Acuerdos de Paz en 1992. En lo querespecta a la injerencia norteamericana, afirma la autora, la llegada de R. Reagan a la Casa Blancasupuso un giro trascendental en la evolución de la guerra civil, convirtiendo al pequeño paíscentroamericano en uno de los cinco principales receptores de “ayuda” económica norteamericana, yen el escenario donde se puso a prueba la Guerra de Baja Intensidad. Por su parte, el FrenteFarabundo Martí de Liberación Nacional, organización político militar conformada por las cincoguerrillas del país, implementó una estrategia que le permitió resistir la embestida del ejército -demostrando su poder de fuego-, alentar la organización social, mantener los nexos con elmovimiento popular y abrir canales políticos que legitimaran su accionar militar y los posicionaranfavorablemente en eventuales mesas de diálogo con el gobierno. Es interesante, finalmente, resaltarla paradoja de la cual da cuenta Villacorta en su artículo: no fue si no en paralelo a este cruento ycomplejo proceso que se dio el afianzamiento de la democracia electoral que funciona hasta la fechaen El Salvador.

De los déficits de esta democracia nos habla Rafael Guido Véjar en su artículo “Los acuerdos depaz: ¿refundación de la república?”, el cual abre la quinta y última seccion, “El día después: Estado,grupos económicos y militancia después de la guerra”. Véjar se pregunta sobre la pertinencia dehablar de la “refundación de la república”, en referencia a los cambios motorizados por la firma delos Acuerdos de Paz y el fin de la Guerra Civil, a 20 años de su acaecimiento. Luego de un minuciosorecuento de las acciones que llevaron a la firma de los acuerdos, el autor describe un país con grandesavances y dolorosos déficits, entre los que se destacan los índices de violencia, los límites de lajusticia y la débil vigencia de los derechos sociales. Reinstala así la discusión alrededor de lo que falta,lo que urge y los desafíos de una república que “todavía se debate entre lo posible y lo deseado”.

Uno de estos déficits, desafío que la sociedad salvadoreña no ha superado en toda su vidarepublicana, es la vigencia de una abismal desigualdad que impacta en lo económico, lo político y losocial. En ese sentido, Carlos Velásquez Carrillo analiza la historia detrás del mito de las “14 familias”.Dueñas de los recursos económicos y poseedoras de enormes cuotas de poder político durante unsiglo (entre 1880 y 1980), esta elite –considerada la oligarquía salvadoreña- ha logrado reconstituirse,reemplazando la tradición agraria-cafetalera en favor de un modelo neoliberal basado en las finanzasy los servicios. Los virajes que permitió la increible capacidad de adaptación de este grupo, han idode la mano de atroces continuidades: el ejercicio de su poder continua implicando una visiónexcluyente del desarrollo económico, una concentración de la riqueza en pocas manos y lareproducción de un sistema socioeconómico basado en desigualdad e injusticia estructurales.

Tras estas continuidades, existen fenómenos propios de las dos últimas décadas. Uno de elloses la presencia, en el escenario político, de dos partidos políticos que nacieron de las fuerzas localesmás gravitantes de la Guerra Civil. Estas fuerzas eran la extrema derecha, representada actualmentepor la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) que ha gobernado el país desde 1989 hasta 2009,y la izquierda revolucionaria, hoy organizada como partido político y que conserva el nombre FrenteFarabundo de Liberación Nacional (FMLN). En su artículo “La memoria militante: historia y políticaen la posguerra salvadoreña”, el investigador Ralph Sprenkels examina cómo ambas fraccionesconstruyen narrativas mitologizadas de sus respectivos líderes históricos; narrativas en las que seincluye una “memoria militante”, más cercana en sus objetivos a la “propaganda” que a la historia, lo

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que obstaculiza, según el autor, la construccion de espacios académicos y políticos donde construirotras versiones de la guerra civil salvadoreña.

Los festejos por el 20° aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz encuentran a El Salvadorcon un presidente, Mauricio Funes, que representa un viraje histórico: en 2009 por primera vez, sedio la primera transferencia pacífica del poder a un partido de izquierda en ciento ochenta y ochoaños de historia de El Salvador. 1

Es Paul Almeida, autor de “Movimientos populares y elecciones en El Salvador, 1990-2009”,quien destaca este dato, para detallar las razones por las cuales considera que este suceso histórico,impensable hasta hace pocos años atrás, haya sido posible. Entre esas razones, Almeida destaca laalianza que el FMLN supo forjar –en los noventa y principios de la década siguiente- con losmovimientos populares salvadoreños. Fueron estos últimos los que dieron forma a una enorme redde asociaciones cívicas desde la cual lanzaron las huelgas más importantes en la historia salvadoreña y“uno de los esfuerzos más largos de resistencia en contra de la privatización en Latinoamérica”. ElFMLN supo acompañar estos esfuerzos y capitalizar votos que fueron aumentando en sucesivoscomicios de distinto nivel, hasta llegar a la victoria en las elecciones presidenciales de 2009. Losdesafíos a los cuales el presidente salvadoreño Mauricio Funes se enfrenta hoy, entre los que secuentan las protestas por cuestiones relativas a la minería, especialmente en los departamentosnorteños, demuestran que esa alianza no está garantizada y que ni las acciones del Frente durante ydespués de la guerra, ni la imagen de su joven líder, son suficientes para asegurar su permanencia enel poder.

1 Véase el Cuadro “Presidentes de El Salvador desde 1927 a la actualidad” expuesto arriba.

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Bibliografia citadaDalton, Roque (2001) Un libro rojo para Lenin, UCA Editores, San Salvador.

Dalton, Roque, et al. (1969), El intelectual y la sociedad, Siglo XXI, México.

Naciones Unidas (1992) De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años en El Salvador, NacionesUnidas, El Salvador.

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PRIMERA PARTELa constitución del Estado: actores,

debates, relaciones de fuerza

Francisco Sánchez (Colección Levantamiento de 1932)Fuente: Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI – El Salvador). Disponible en http://museo.com.sv.

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DE LA PERIFERIA A LA “CABEZA DEL REINO”.INSURRECCIÓN AUTONOMISTA E INDEPENDENCIA EN

SAN SALVADOR

ESTEBAN DE GORI*

Crisis y travesía políticaLa crisis de la monarquía hispana (1808), provocada por la invasión napoleónica y

profundizada por la interrupción de la dinastía de los Borbones por decisión de NapoleónBonaparte, llevó a la conformación de juntas peninsulares que buscaron suturar el vacío de poder.Estas intentaron organizar la resistencia contra el Rey intruso José I -hermano de Napoleón- yreconstruir un poder político frente a la licuación territorial y política que promovía la ausencia delmonarca.

En 1808, el Reino de Guatemala2 recibe noticias contradictorias, por un lado, la abdicación deCarlos IV en su hijo Fernando VII, y luego las cédulas que hablaban de una abdicación de losborbones en la figura del Emperador Napoleón Bonaparte y éste en su hermano. Frente a esasituación política se produjo una impugnación a la invasión francesa y una superlativa exaltación delealtad al Rey cautivo. Como comenta Jordana Dym (2007: 108), en 1808 el Cabildo de Guatemala“comisionó el panfleto ‘Guatemala por Fernando VII’, y a principios de 1809 intentó imprimir unaproclama patriótica para celebrar sus ‘vínculos estrechos con la metrópoli’ y distribuirla, junto con unacta de la Suprema Junta Central, a los demás pueblos del reino. El Cabildo de San Salvador, laUniversidad de San Carlos (Guatemala) y el Consulado de Comercio (Guatemala) pidieron paraacuñar y portar medallas ‘en señal de fidelidad y vasallaje’ a Fernando VII y la Suprema Junta Centralen 1809”.

Esta exaltación de la lealtad expresaba, entre otras cosas, la necesidad de las autoridades declausurar cualquier situación que erosione su poder y el sistema impuesto por los Borbones. Laincertidumbre y los rumores sobre los destinos peninsulares impulsaron al Capitán General, AntonioGonzález Saravia, a convocar a una junta general para desconocer el contenido de las abdicaciones.Por lo tanto, este es el primer acto político de los funcionarios reales para impedir posibles cursos deacción de las elites locales y, sobre todo, de un curso que socave la legitimidad de las autoridadesnombradas por la Corona.

El conocimiento de la guerra en la Península y la conformación de juntas fueron produciendoen Centroamérica la consolidación de prácticas autonomistas por parte de los diversos cabildos. Esdecir, sin Rey la monarquía hispana “se jugaba” en cada territorio. Cada jurisdicción, en la exaltaciónde lealtad y fidelidad, asumía por sí misma la defensa del Rey y, lentamente, reivindicaba formassingulares para instrumentar dicha defensa. Ese sentimiento autonómico abrió diversas trayectorias:una, fue la constitución de juntas como en La Plata (1809), La Paz (1809), Buenos Aires, Caracas yMéxico (1810) y otra, la de la capital del Reino de Guatemala, la cual, habiendo instituido una juntapara negar el carácter legítimo de la abdicación de los Borbones, solicitaba como territorio serinvitada a nombrar diputados y vocales a las Cortes que había convocado la propia Junta Central. Deesta manera, la Ciudad cabecera se presentaba como un espacio institucional que, al solicitar ser parte

* Doctor en Ciencias Sociales (UBA), Investigador CONICET, Docente de la Facultad de Ciencias Sociales(UBA) y Profesor (UNSAM), Director Proyecto UBACyT (2012-2015) 00103 “Elites políticas, culturales yeconómicas en Centroamérica”.2 El Reino de Guatemala tenía jurisdicción sobre los territorios actuales de: Costa Rica, El Salvador,Nicaragua, Chiapas y Honduras. Pese a ser el territorio mas pequeño de la Monarquía en territoriosamericanos, es por lejos el más densamente poblado.

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de los sucesos constituyentes, buscaba representar políticamente un territorio. Este intento derepresentar a un territorio poblado de cabildos e instituciones fue observado por algunas eliteslocales, por un lado, como un “camino a seguir frente a la crisis” y, por otro, como una prácticaarbitraria frente a la existencia de otros distritos.

La propuesta del Capitán General dispararía un conflicto al interior de los notables y eliteslocales sobre qué trayectoria política debía adoptar el Cabildo de Guatemala: esperar prudentemente elregreso del monarca -“manteniendo todo como estaba”- o bien, hacerse novedad de la “eclosiónjuntera”, reconocer los sucesos políticos peninsulares y obrar en consecuencia. Esta últimaposibilidad suponía reconocer a las instituciones supremas o centrales que en nombre del Reybuscasen “representar” y dotar de una articulación política a todo el territorio de la monarquía. Esdecir, se aceptaría que el “pulso” de la crisis estaría dictado por la resistencia peninsular.

El reconocimiento de la Junta Central en el Reino de Guatemala abrió otros dilemas. Porejemplo, aquel que se preguntaba sobre si se debía mantener adhesión a la península o sólo al Rey, yaque América era una posesión del Reino de Castilla. Ahora bien, cualquier respuesta que sostuvieseque el vínculo era con el Monarca o con la Península, dotaba a la acción política local de unfundamento que legitimaba el autogobierno y la soberanía en las decisiones. Tal fue así, que elCapitán General, en junio de 1809, adhiriendo a la convocatoria a elegir diputados por parte de laJunta Central “dijo que con todo cambiado, ‘las leyes no tenían fuerza ni vigor y creía que en lasAméricas la autoridad residía en los Cabildos’.” (Dym 2007: 118)

Esta actitud debe ser considerada desde la siguiente perspectiva: primero, la posición delCapitán General apelaba a “tomar partido” en las decisiones constituyentes de la Junta Centralreconociéndola como autoridad; segundo, entendía que con esta decisión podía clausurarse laincertidumbre y el vacío de poder provocado por la ausencia del Rey; y tercero, esto podía ser unainteresante estrategia para relegitimar a las autoridades reales frente a las elites locales. Es decir, lapropuesta para estas últimas y para las autoridades, según Avendaño Rojas era reformularse “para noperder sus privilegios” (2010: 64).

Los cabildos, ante la necesidad de elegir representantes, fueron construyendo un lugarsignificativo en el proceso político. Desde mayo de 1809 y marzo de 1810, quince cabildosparticiparon en la elección de un diputado para participar en las Cortes. Lo cual ahondó una prácticadecisoria en las diversas jurisdicciones.

El avance del ejercito francés y la caída de la Junta Central complejizaron la coyuntura política,lo cual implicó una redefinición de la obediencia con respecto a las instituciones peninsulares. ElCapitán General, González Saravia, ordenó a los diversos cabildos jurar lealtad al Consejo deRegencia, lo cual ponía en entredicho los gestos autonómicos que habían experimentado en laelección del representante a las Cortes. Sobre todo, porque percibían que dicho Consejo no poseía lalegitimidad que había ostentado la Junta Central. Es decir, no se podía igualar una Junta Centrallegitimada por una casi veintena de juntas provinciales peninsulares, con un Consejo menguado derepresentatividad.

El Consejo de Regencia, pese a diversas resistencias, fue reconocido y proclamado. Esto enparte se debía a que los funcionarios y las elites locales tenían temor de un alzamiento de los sectoressubalternos3 y a una posible invasión extranjera. Es decir, los temores políticos obligaron -por lomenos hasta finales 1811- a las elites locales a adoptar un camino que consideraron seguro: reconocerlas instituciones forjadas en la Península. Por lo tanto, esto expresaba una alianza entre funcionariosreales y elites locales frente a una crisis con pronóstico incierto.

La travesía decisional fue la siguiente: las elites políticas del Reino de Guatemala prestaronjuramento al Rey Fernando VII, a la Junta Central -inclusive aceptando una asimétrica proporciónrepresentativa- y al Consejo de Regencia. Esto marcaba una diferencia con otros lugares de América

3 Situación que, según estos sectores, comprobarían con el proceso revolucionario mexicano de 1810.

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que habían establecido juntas (La Plata, La Paz, Buenos Aires, México, Caracas, Santiago y Bogotá).Por lo tanto, mientras otros territorios desconocían al Consejo de Regencia por su exigua legitimidad,el Reino de Guatemala lo legitimaba.

Las elites del Reino de Guatemala demostraron, hasta finales del año 1811, que podíanconstruir su unidad en torno a la aceptación de las propuestas políticas peninsulares. Es decir, “laruta” de construcción de legitimidad y obediencia provenía de los ensayos españoles. Hasta ese añola dominación política y la cohesión territorial fueron garantizadas por los funcionarios y las elites.Ahora bien, pese a ello, comenzaba a presentarse una discursividad que reclamaba autonomía y quereconocía el pacto como una metáfora de la institución de autoridades. Se presentaba como unametáfora4 potente que orientaba la imaginación de los actores a la hora de pensar en la construcciónde un orden. Pero a su vez, esa metáfora poseía cierta “base material” donde podía imaginarse laafirmación de un sujeto político concreto y visible: los cabildos y, por ende, la comunidad. De estamanera, la política se resituaba con mayor intensidad en dichas instituciones, lo que potenciaba unadiscusión sobre su control y legitimidad.

Insurrección desde las periferiasLa conformación de Juntas en la Península, como en el Virreinato de Nueva España (México)

seguía siendo, frente a la endeble situación peninsular, la mejor forma de estabilizar el poder políticoy, a su vez, la más óptima de las propuestas para elegir autoridades legítimas. Pero ello se vioobstaculizado por el nombramiento de un nuevo Capitán General. La asunción de José deBustamante y Guerra reforzaría las medidas para impedir la extensión de la revolución juntista deMéxico y, por ende, para impedir cualquier ensayo juntista en el territorio del Reino de Guatemala.

En el año de 1811, las tensiones e insurrecciones vendrían de las periferias de la ciudadcabecera de Reino: de la provincia de San Salvador y de Granada. El 4 y 5 de noviembre, comoexplica Avendaño Rojas (2009: 25), una multitud apedreó la casa de peninsulares y se apoderó de laIntendencia. “Sus reclamos eran dos: el primero, liberar al sacerdote Nicolás Aguilar, a quien lehabían encontrado correspondencias ‘sediciosa’ (…). El segundo era el rechazo a las alcabalas,consideradas elevadas” (Avendaño Rojas, 2009: 25). La insurrección estuvo dirigida por miembros dela iglesia (Nicolás y Manuel Aguilar, Matías Delgado5) y por miembros de la elite local (Juan ManuelRodríguez, Manuel Jose de Arce6). Esto hablaba de una tensión con las autoridades reales del Reinode Guatemala, pero también entre la jerarquía eclesiástica local y de la capital.

Los insurrectos del ayuntamiento español de San Salvador depusieron al Intendente, AntonioGutierrez Ulloa, y nombraron a sus propias autoridades. El 7 de noviembre de 1811 los insurrectosfundamentaban su acción apelando a la reasunción de los derechos de la comunidad y apropiándosede las facultades políticas, solicitaban ampliar su poder a partir de la elección de representantes.Debemos recordar, como indica Jordana Dym, que uno de sus dirigentes -Manuel José de Arce-había expuesto: “No hay rey, ni intendente, ni capitán general, sólo debemos obedecer a nuestrosintendentes.” (Citado por Dym 2007: 125). Con lo cual daba cuenta de lo más concreto que dejaba elvacío de autoridad regia: las representaciones locales que se encontraban “cercanas” a los interesesterritoriales. Las demás autoridades eran parte de un entramado institucional que solo podía seravalado con la presencia del Rey. Es decir, al no encontrarse el mismísimo monarca, una de lassalidas de la crisis era la consolidación de nuevos centros de poder articulados sobre la clave

4 La metáfora monárquica, que si bien seguía manteniendo una profunda legitimidad, no podía hacerse eficazo viable sin la presencia del Rey.5 Delgado fue el primer presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América e Intendentede la provincia de San Salvador.6 Arce se convertiría en el primer Presidente de la Confederación Centroamericana (1825-1829).

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“representativa-territorial”. Una representación que pudiese reconstituir un poder capaz de“traducir” los intereses de elites y plebes.

El movimiento insurgente de noviembre de 1811 eligió un nuevo Cabildo en San Salvador alque convocaron, como sostiene Dym (2009), a “vecinos españoles y mulatos honrados.” La eleccióndel Cabildo y de su composición expresaba una apuesta por ampliar la base del poder social y, a suvez, por extender la defensa frente a la posible reacción militar de la ciudad cabecera. Para ello, losinsurrectos se apropiaron de armas e intentaron conformar una milicia.

Frente a este movimiento, el 15 de noviembre de 1811, el Arzobispo de Guatemala RamónCasaus y Torres indicaría:

yo creo, que el primer delirio y efervescencia habrá pasado; que os habrá amanecido la luzclara de la razón y del desengaño; que la voz de la Religión os habrá hecho entender loabsurdo, lo injusto, lo sacrílego y sanguinario de cualquier insurrección, porque es unatentado contra las mismos principios de la religión cristiana usurpar el gobierno y laautoridad, (…); atraer su patria guerras civiles, provocar al legitimo gobierno, y ponerloen la triste precisión de castigar a los rebeldes y amotinados, y llevar las armas de los lealesy valientes soldados del Rey contra los indignos e ingratos vasallos de Fernando VII elsuspirado, a quien más ultrajan semejantes cabecillas, cuando toman su nombre paraformar gobiernos usurpados, que llevan en todo la marca indeleble de nulidad.7

El Arzobispo reaccionaba así contra una Carta de San Salvador a los pueblos donde los insurgentesmanifestaban -el 7 de noviembre- que el Cabildo en “el nombre de ntro. Amado Fernando Séptimo”“había reasumido en sí, las facultades políticas que residían en aquel Jefe [el intendente].”8 De estamanera, el intento de reasunción del poder político, a la luz del pensamiento de Ramón Casaus, eraun acto de herejía y de usurpación.

La carta del Arzobispo nos advierte acerca de la mirada sobre los procesos autonomistas queposeían las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad cabecera en un proceso de licuación políticay territorial. Estos ensayos autonómicos son rápidamente calificados como insurgentes, rebeldes einfieles a la monarquía, pese a la apelación al nombre del Rey. También hablan de cabecillas que“alucinan” a los miembros de la comunidad, como si la práctica insurgente fuese explicada a travésde una metáfora que da cuenta de un accionar vil que enloquece y niega luz a los actores. Loscabecillas serán considerados, y no sólo en San Salvador, por un lado, como el problema (es decir, sin“cabecillas no habría insurrección”) y, por otro lado, como sujetos capaces de alucinar, de “arrastrar”mas allá de la razón y de la religión, a los miembros de una comunidad.

A su vez, la Carta del Arzobispo poseía otro objetivo cuando se refería a los cabecillas ya queentre los insurgentes había algunos sacerdotes que habían tenido un lugar preponderante en laorganización de los acontecimientos de 1811. El conflicto al interior del clero se debía a que si bienlas reformas borbónicas habían elevado a San Salvador al rango de Intendencia y habían posibilitadola creación de un obispado, las autoridades reales y eclesiales de Guatemala había negado dichaposibilidad, lo cual cercenaba su poder en el universo eclesial y político. Por ello, debemos considerarque los sacerdotes sansalvadoreños estuvieron, desde un primer momento, aliados a los miembrosdel cabildo en su intento por reasumir el poder político.

Ahora bien, en términos estrictos, los diversos contrincantes -tanto los autonomistas como lospartidarios de conservar las jerarquías propuestas por los Borbones- van a fundamentar sus accionesen los universos de culturas políticas que habitaban en la monarquía hispana. Como los construidospor esta en su debate con las realidades políticas europeas.

7 [1811] El Arzobispo electo de Guatemala a sus diocesanos de San Salvador, 15 de noviembre de 1811, BNE,Madrid, 23864.8 Citado por Jordana Dym (1970) [Carta de San Salvador a los pueblos, 7 de noviembre de 1811]

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Los que apelaban a la reasunción autónoma del poder, como los que se inspiran en el derechodivino o secular de la Corona para defender el orden, van a intentar orientar sus acciones bajo el signodel Rey. Como sucede en los territorios americanos donde se instituyen juntas, éstas -legitimadas en ellenguaje pactista- se erigirán como autónomas en nombre de un Rey cautivo. Todas las juntasintentaron consolidarse y convocar representantes territoriales para organizar políticamente unterritorio que se imaginaba como parte integrante de la monarquía.

Ahora bien, pese a esta experiencia de autogobierno que enfrentaba diversas maneras decomprender la soberanía y las fuentes de las mismas, también se reactualizaban y profundizabanconflictos entre potestades y entre jurisdicciones. Es decir, la Ciudad de Guatemala, ante una crisisque arrase todas las jerarquías, deseaba mantener bajo su egida el poder territorial y todas las demásprovincias como San Salvador, Granada o Tegucigalpa. Pretensión que llevó a los funcionarios realesde la ciudad cabecera a estar atentos ante cualquier acto que podría ser “leído” comocuestionamiento a su propia jerarquía. En este sentido, todo acto de autonomía fue interpretadocomo una acción rebelde en ambos sentidos: al Rey y al poder del Reino de Guatemala.

La convocatoria a otros pueblos que realizó el Cabildo de San Salvador para elegir a susrepresentantes abrió un periodo de insurrecciones en los ayuntamientos españoles de Metapán,Zacatecoluca, Usulután y Santa Ana. No todas estas insurrecciones terminaron de manera exitosa, niadhirieron a la Junta de San Salvador. Lo que sí queda demostrado, tanto por Dym como porAvendaño Rojas, es que la idea de que la fuente del poder y de las autoridades es la comunidadmisma comenzaba a extenderse como argumento para legitimar la instauración de nuevos gobiernosen los centros urbanos como rurales.

En Santa Ana, fue sofocado un movimiento insurgente que había articulado en la proclama deautogobierno, reivindicaciones como la abolición del tributo, los estancos y las alcabalas. Es decir, lasreformas borbónicas habían dejado como saldo un conjunto de reclamos y de tensiones que seactualizarían en estos conflictos. Pero no se actualizaban como problemas puramente económicos,sino que eran comprendidos bajo una lectura política que entendía que esas reformas expresaban laarbitrariedad política de los funcionarios reales.

Frente al intento de consolidación de la Junta de San Salvador y de una posible organización demilicias, los cabildos de San Miguel, Sonsonate y San Vicente se organizaron para suprimir lainsurrección. La estrategia de estos territorios era circunscribir la rebelión a San Salvador -cuestiónque se logró- evitando cualquier intento de guerra civil, y aprovechar la situación para ampliar suautoridad política frente a una capital provincial ahora rebelde y frente a una ciudad cabecera querequería su ayuda.

Ante esta situación, el Cabildo de Guatemala solicitó negociar con los insurrectos de SanSalvador una salida al conflicto enviando como mediador a José Maria Peynado. Se dicto unaamnistía para los alzados y la Ciudad cabecera tomó el control de San Salvador, dando por finalizadoel intento de autogobierno y el proceso de insurrección en dicha provincia. Así, los funcionariosreales y los partidos leales terminaron constituyéndose en los vencedores de este conflicto. En estesentido, fue nombrado Intendente de San Salvador José de Aycinena, un antiguo regidorguatemalteco.9

La lealtad a la Ciudad de Guatemala fue premiada por la Regencia peninsular y los tres cabildosde españoles que se opusieron al levantamiento (San Vicente, Santa Ana y San Miguel) recibieron ungrado superior en la escala de las poblaciones. Por ejemplo, San Miguel se le confirió el titulo de Muynoble y Muy leal ciudad; a San Vicente fue condecorada como Ciudad y Santa Ana -apenas un pueblo-fue elevado a la condición de Villa; como así fueron premiadas las jerarquías eclesiásticas quecolaboraron con la milicia enviada desde la Ciudad cabecera.

9 Unos meses más tarde, José Maria Peynado sería nombrado como Intendente.

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Entonces, funcionarios reales, elites locales y eclesiásticas de Guatemala y otros partidos seenfrentaron con las elites locales y eclesiásticas de San Salvador. Por lo cual podemos advertir que lacrisis política atravesó transversalmente el cuerpo social en los territorios centroamericanos y que enlos casos de San Salvador y Nicaragua se observa un intento de incluir a las plebes urbanas y rurales(mulatos honrados y representantes de los barrios). Pero también hay otro dato a destacar: no seprodujo una guerra civil entre contrincantes, no se conformaron dos ejércitos o dos milicias. Lasnegociaciones e imposiciones de la Ciudad capital desactivaron cualquier conflicto bélico limitandodos cuestiones que se observaron en territorios atravesados por la guerra civil: la primera, laradicalización política de los actores en la búsqueda de consolidar un orden y diferenciarse de suadversario y, la segunda, la intensa incorporación de los sectores subalternos que suponía unemprendimiento armado.

En diciembre de 1811, en León, intendencia de Nicaragua, se registró un intento deconstitución de Junta gubernativa, como también en la Ciudad de Granada se intentó erigir elllamado “Junti-Ayuntamiento”. En enero de 1812, en Tegucigalpa se formaron juntas que, como lasde Nicaragua, terminaron siendo reprimidas o desactivadas por la ciudad de Guatemala y susfuncionarios. Por lo tanto, durante los primeros años la ciudad cabecera había triunfado, aunquerelativamente, manteniendo unido y bajo su dominio el territorio del Reino de Guatemala.

El retorno del Rey, nuevo intento insurreccional e independenciaEl retorno de Fernando VII en 1814 implicará una clausura del proceso constitucional que

había establecido la Constitución de Cádiz de 1812 y a la cual todo el Reino de Guatemala no sólohabía adherido con ciertas tensiones, a lo cual se sumaba que la participación de todos los cabildospara elegir una diputación había reactualizado las perspectivas autonomistas.

El monarca anuló las Cortes y por Cédula Real se disolvieron en el Reino de Guatemala losayuntamientos constitucionales -instituidos por la Constitución de 1812- y exigía el retorno de losregidores a su cargo. Esto tenía un efecto práctico: el retorno, concentración y aumento del poderpolítico de los funcionarios reales. Por lo tanto, esta decisión regia abrió, en el territorioguatemalteco, un conflicto entre partidarios de la monarquía absoluta y de la monarquíaconstitucional.

La impugnación de la Constitución de 1812 suponía clausurar algo más importante que elreconocimiento de una normatividad suprema. Clausuraba los beneficios políticos que las eliteslocales e indígenas habían obtenido en la institución de ayuntamientos constitucionales. Lo cual leshabía permitido ampliar su representación social y territorial. Por lo tanto, se ponía en duda laredefinición representacional y de poder que estas elites habían logrado en el territorio y en elreconocimiento de los sectores subalternos. Esta situación implicó un cercenamiento de laautonomía y un obstáculo para el aumento de poder político de dichas elites. Ante dichaimpugnación, estas representaciones y poderes construidos en el tiempo, no se retirarían de la escenapolítica sino que quedarían buscando o intentando mantener márgenes de autonomía. O sea, laConstitución 1812 había performateado y legitimado actores (elites locales y elites indígenas) que veníancon reclamos desde décadas anteriores, los había dotado de derechos políticos y de una forma deconstruir su legitimidad en el territorio que no estaban dispuestos a abandonar.

El territorio del Reino de Guatemala estaba atravesado por profundas tensiones que fueronsuperadas por el Capitán General Bustamante con cierta eficacia. Debemos recordar que en 1813,como indicamos anteriormente, había sectores que presionaban para lograr mayores cuotas deautonomía e inclusive que reclamaban una separación con respecto a la ciudad cabecera. Nodebemos olvidar que ese año se producía la “Conspiración de Belén” en la Ciudad de Guatemala yella se fundamentaba en el aumento de poder de Bustamante a partir de una disposición de las Cortesde Cádiz que mandaba a que ayuntamientos y diputaciones respondieran a su autoridad. Por lo tanto,1813 sería un año donde se avanzaría sobre los ayuntamientos y diputaciones creando un contexto de

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reclamos y reivindicaciones autonomistas que se exacerbarían con la férrea decisión del ReyFernando VII, en 1814, de desconocer lo actuado desde 1808 hasta ese año.

En diciembre de 1813, otro levantamiento se produce en San Salvador y este fue ocasionadopor la anulación de las elecciones por parte del Intendente José Maria Peynado. Apelando a lasreglamentaciones de la Constitución de 1812 se hacen elecciones y triunfan Juan Manuel Rodríguez yPedro Pablo Castillo. Ante esta situación, el Intendente las anula dos veces y convoca nuevamente aelecciones, donde se alzan victoriosos los mismos candidatos. Con lo cual, esto comenzaba a plantearuna voluntad autonómica y soberana en relación con la elección de autoridades. También advertíaque la Constitución de 1812 no había clausurado conflictos entre autonomistas y partidarios dellegado borbónico, sino que había desatado una sórdida lucha entre funcionarios reales y cualquierpráctica que se arrogue márgenes de autogobierno. La crisis abierta en 1808 introdujo una “fisura”representacional, política y territorial que no sería superada en los próximos años.

El Intendente debió reconocer el triunfo de Pedro Pablo Castillo y Juan Manuel Rodríguez, loque no lo privó de incluir algunos de sus partidarios en cargos del Cabildo, ni de iniciar una políticade hostilidad sobre dicha institución. En términos políticos, esta suerte de “empate” y de múltiplesreconocimientos de fuerzas daba cuenta del tenso y precario acuerdo entre las familias principales ylos funcionarios reales.

El Intendente manda a detener a los alcaldes de barrio que no adherían a su mandato y ordenaa un cuerpo militar, denominado Voluntarios Honrados del Señor Fernando Sétimo (grupo integrado pordefensores de la monarquía absoluta que se ocupaban de amedrentar a criollos, mestizos e indios queapoyaban propuestas de autogobierno o constitucionales) que mantenga el orden público. Estasituación impulsó un reclamo por la liberación de los presos y por el desarme de los Voluntariosamenazando con una revuelta. En este sentido, podemos observar como los alcaldes de barriosuscitan adhesión de las plebes para su liberación.

Los conflictos no disminuyeron y el 24 de enero de 1814, un sector de las elites dirigentes queseguía insistiendo en mayores cuotas de autonomía se encontró apaciguando e intentando resolverlos reclamos a través de la presión sobre el Intendente. Entre ellos se encontraban los miembros delcabildo de San Salvador: Miguel Delgado, Manuel José Arce, Santiago Celis, Antonio Lara y Juan M.Rodríguez. Frente a esa presión el Intendente debía liberar a los presos, pero mantuvo armado algrupo de los Voluntarios.

En este conflicto se devela, por un lado, un debate entre formas de organizar la dominaciónpolítica entre “realistas” y defensores de la comunidad como metáfora de la soberanía popular o de ladecisión autónoma y, por otro, una polémica al interior de la elite dirigente. Como explica AvendañoRojas (2007: 249), en este conflicto existieron dos propuestas: la primera, “a favor de una JuntaGubernativa y seguir lo que en otra regiones se hizo”, entre los cuales se ubican Pedro Pablo Castilloy los sacerdotes y hermanos Aguilar, y, la segunda propuesta, a la cual adherían, sobre todo, lasfamilias principales, que buscaban “presionar a las autoridades provinciales para poner en vigencia loestablecido por las Cortes y luego por la Constitución de Cádiz de 1812”. El logro político de la elitelocal de controlar a mestizos e indígenas fue un instrumento para conseguir mayores cuotas de podery autonomía.

Entonces, el resultado del levantamiento dejaba sobre el escenario a un actor local concapacidad de controlar y dirigir a familias, mestizos e indígenas, pero también, a un poder central concapacidad de amedrentar, amenazar y también negociar con dichas elites para mantener la cohesióndel territorio.

En relación con los principales dirigentes en este conflicto, como Arce, Castillo, Rodríguez, loscuras y hermanos Aguilar pero también Miguel Delgado, Santiago Celis, el sacerdote Antonio de Laray Juan Manuel Rodríguez, podemos observar que estos hombres eran, en su mayoría, los mismos quehabían participado en la insurrección de 1811. Por lo tanto, podemos advertir sobre la conformaciónde un grupo político “no homogéneo” que, desde una perspectiva de largo alcance, se va formando

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en la disconformidad con las políticas iniciadas por las reformas borbónicas y en el mismo derroterode respuestas políticas que abre la crisis de la monárquica. O mejor dicho, la crisis de 1808 y losintentos de clausura de ensayos autonómicos van a articular viejas y nuevas demandas, lo que permitela consolidación de una elite insurgente con ascendencias sobre una plebe mestiza e indígena.10 Estoscomprendieron que las coyunturas políticas eran una buena oportunidad para resolver demandaseconómicas y políticas, para lo cual debían establecer alianzas u organizar resistencias frente a losgrupos dirigentes.

Entonces, si bien no existió una guerra civil en San Salvador, ni en el Reino de Guatemala, losdiversos procesos -que van desde el cautiverio del Rey, pasando por la conformación de la JuntaCentral, el Consejo de Regencia, el establecimiento de la Constitución de Cádiz, hasta el retorno deFernando VII- promueven la consolidación de una elite insurgente conformada tanto por miembrosde las familias principales como de la Iglesia local y que va a persistir en el tiempo y mantener unvínculo e interpelación con las plebes mestizas e indígenas.

Esos líderes autonomistas, también serán, en su mayoría, los dirigentes de la independencia.Éstos pudieron mostrar como plusvalor político la capacidad de dirigir y organizar a plebes rurales yurbanas, dejando atrás cualquier mirada superlativamente elitista de la historiografía tradicional.

En relación con la dinámica política de la Capitanía General de Guatemala con respecto a otrosterritorios, podemos observar, durante todo este proceso, el carácter centralizador que la ciudadcabecera, frente a otras provincias y, en sus antípodas, la posición autonomista de San Salvador. Porlo tanto, en momentos de independencia, estas tensiones que pervivían se van a presentar con fuerzaen el debate sobre la construcción del orden político. En este sentido, Ansaldi y Giordano indicanque sobre todo fue “fuerte el sentimiento antiguatemalteco, provincia que sustentaba el poderpolítico y chocaba, sobre todo, con el dinamismo económico-social de El Salvador” (2012: 250).

Ahora bien, la declaración de la independencia no fue el resultado de una guerra anticolonial.Fue parte de la crisis que abrió el levantamiento de Rafael de Riego contra el absolutismo fernandino.Es decir, nuevamente un acontecimiento internacional volvía a constituir un contexto de disputasentre actores, potestades y jurisdicciones. Este levantamiento victorioso lograría que Fernando VIIaceptase la Constitución de 1812, lo cual pretendía volver a dar cumplimiento a sus mandatos en laPenínsula y en América.

El conflicto en la Península entre fernandistas y constitucionalistas que terminará en el TrienioLiberal, llevará a las elites locales guatemaltecas y sansalvadoreñas a adherir a la idea de laindependencia. Por diversos motivos, inclusive paradójicos: unos porque se oponían a laConstitución de 1812, algunos porque apoyaban una monarquía constitucional y otros porque seoponían al poder central guatemalteco y peninsular. Actores con objetivos contradictorios seencaminaban a la separación absoluta de España. Nuevamente sin guerra civil, ni independentista, el15 de septiembre de 1821 se proclamaba la independencia del Reino de Guatemala.

En el Acta de septiembre de 1821, se establecía una Junta Consultiva y se convocaba a cadaprovincia a elegir diputados o representantes para “formar el Congreso que debe decidir el punto deindependencia general y absoluta, y finar, en caso de acordarla, la forma de gobierno y leyfundamental que deba regir” (2°). Se determinaba que se debería elegir un diputado cada 15000habitantes y no se excluiría “de la ciudadanía a los originarios de África. (4°)”11. Con esto se pretendíaintegrar a todos los actores a la decisión política. La estrategia de las elites apostaría a constitucionalizarel poder y reconocer las autonomías de los territorios.

En San Salvador, jurar por la Declaración de la Independencia llevó implícita una unión aMéxico, lo cual les permitía sustraerse del poder central de Guatemala. Pero esa unión se fracturó

10 El tributo y el reparto de mercancía eran las fuentes de descontento indígena. Con respecto al tributo, éstehabía sido eliminado por la Constitución de 1812. Pero también, éstos como los mestizos reclamaban por losderechos de propiedad y por sus derechos políticos.11 Acta de Independencia, 15 de noviembre de 1821.

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cuando, en 1823, se disolvió la monarquía en México, y las provincias de la Capitanía General deGuatemala declararon por segunda vez la independencia.

En esta declaración se advertía que “circunstancias tan poderosas e irresistibles exigen que lasprovincias del antiguo reino de Guatemala se constituyan por sí mismas i con separación del Estadomejicano”12 (2°). De alguna forma, se planteaba una doble independencia con respecto al gobiernoespañol, al de México desde una clave autonómica. Lo cual, implicaba que cada provincia debíaconstituirse en un orden soberano y autogobernado. Esto se vería explicitado en la nuevadenominación: “Que las provincias sobredichas, representadas en esta Asamblea (y las demás queespontáneamente se agreguen de las que componían el antiguo reino de Guatemala) se llamarán porahora, y sin perjuicio de lo que se resuelva en la Constitución que ha de formarse ‘Provincias Unidasdel Centro de América’”13 (3°).

En el caso de El Salvador, sus elites dirigentes llamaron a una asamblea que, en su carácter deconstituyente, firmó -el 24 de junio de 1824- la primera Constitución. Es decir, esta estrategia no sóloexpresaba la necesidad de establecer un orden político soberano, sino que se constituía y se reconocíaen un pie de igualdad con las otras provincias. Por lo tanto, sus elites dirigentes decidieron apostar,con otros territorios, por la construcción de una organización política fundada en la asociación deprovincias-Estados, que, a partir de fines de 1824, decidió convertirse en FederaciónCentroamericana.

ConclusionesEl trabajo pretende mostrar la travesía política de las elites dirigentes en la Intendencia de San

Salvador. Esta travesía, a partir de la crisis de 1808, esta atravesada por un conflicto vinculado alreclamo de autonomía y autogobierno de dicho territorio. Ahora bien, a diferencia de otrosterritorios americanos, este conflicto no se dirime en una guerra civil, ni en un guerraindependentista, sino en un juego de fuerzas entre elites y en su capacidad de controlar y dirigir a lossectores subalternos.

Diversos sucesos trascendentales, como la Constitución de 1812, como su impugnación por elretornado Fernando VII en 1814 y su implantación en 1820 -con el Trienio Liberal- develan lacompleja institución y legitimación de actores y la configuración de un conflicto donde intervienenelites, mestizos e indígenas. Pero también una disputa donde intervienen poderes territoriales comola Capitanía General de Guatemala que apostaba a organizar el territorio desde una perspectivacentralista.

La ausencia de una guerra independentista no imposibilitará que, ante los sucesos delalzamiento de Riego (1820), los territorios congregados en la Capitanía de Guatemala asuman untrayecto independentista. Tampoco imposibilitará que actores con motivos, inclusive contradictorios,adhieran a la independencia y luego a la conformación de una Federación.

12 Decreto de independencia de la Asamblea Nacional Constituyente, 1 de julio de 182313 Ibídem.

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Documentos“Acta de Independencia”, 15 de noviembre de 1821.

“Arzobispo electo de Guatemala a sus diocesanos de San Salvador”, 15 de noviembre de 1811,BNE, Madrid, 23864.

“Carta de San Salvador a los pueblos”, 7 de noviembre de 1811.

“Decreto de independencia de la Asamblea Nacional Constituyente”, 1 de julio de 1823.

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EL LIBERALISMO POLÍTICO DE FINALES DEL SIGLOXIX*

ROBERTO ARMANDO VALDÉS VALLE**

Las llamadas “reformas liberales” del siglo XIX impulsadas por los gobiernos de SantiagoGonzález (1871-1876), Rafael Zaldívar (1876-1885) y Francisco Menéndez (1885-1890) se proponíanpolíticamente la construcción de un Estado laico en El Salvador, es decir, buscaban la separación delpoder civil del eclesiástico; o en términos aún más específicos, buscaban la sustitución de principiosfundamentales del liberalismo católico español (Estado confesional, tierras ejidales y comunales,cementerios católicos, total prohibición a la libertad de cultos, educación católica, matrimonioreligioso, imposibilidad de divorcio, no libre testamentifacción, etc.) con los que fueron moldeadasoriginalmente las Provincias del antiguo Reino de Guatemala, luego de independizarse de España.Ahora se proponía reconfigurar el Estado salvadoreño con los principios de un liberalismo radical(“rojo”, “jacobino”) de influencia francesa que demandaba una total separación entre Iglesia yEstado, pero también la adopción de otras políticas estatales que transformaran profundamente lasinstituciones arriba mencionadas.

En ese sentido, constituye un grave error reducir la transformación del Estado salvadoreñodurante el último cuarto del siglo XIX a la privatización de las tierras comunales y ejidales, o que lasllamadas “reformas liberales” buscaban transformar únicamente la estructura de la tenencia de latierra. En realidad, debe entenderse que tanto liberales radicales como masones buscaban una solacosa: un cambio estructural del país, inventar, modelar o crear -si se quiere- un nuevo país deacuerdo con los importantes cambios ideológicos y políticos que se estaban realizando en Europa yen América, y parte de esa transformación o secularización pasaba indiscutiblemente por laprivatización de las tierras comunales y ejidales, a las que se consideraba una reliquia viviente delmodo colonial, retrógrado y reaccionario, de concebir el mundo.

Es claro que un proceso de transformación política tan radical en la institucionalidad del paísdemandaba para su implementación y salvaguarda la aprobación de leyes y de Constitucionespolíticas en las que quedaran férreamente establecidas las bases del Estado laico. Por ello, desde lallegada del presidente Santiago González en abril de 1871, se inició un proceso de elaboración deleyes y de Constituciones políticas que progresivamente fueron introduciendo cambios esenciales enla estructura del Estado. El hecho de que este proceso de transformación formal tomó 14 años(1871-1886) y necesitó de la elaboración de seis Constituciones (1871, 1872, 1880, 1883, 1885, 1886),nos indica que se trataba de cambios difíciles de implementar; es decir, que liberales radicales ymasones encontraron importantes resistencias, tanto de parte del clero como de los sectoresconservadores y de buena parte del pueblo que miraba con desconfianza las políticas estatalespromovidas por los nuevos liberales.

En efecto, las resistencias populares a la secularización del Estado podían ser producto de unaideologización deliberada e interesada por parte del clero -como alegaban los liberales anticlericales-,pero también de la clara conciencia que los sectores populares fueron adquiriendo de que talescambios implicaban la pérdida de importantes privilegios que disfrutaban desde tiempos de laColonia, como eran precisamente las tierras ejidales y comunales, o los comerciantes seguirvendiendo sus productos en las calles y no en “modernos” mercados como los construidos en San

* El presente artículo ha sido publicado originalmente en AAVV (2011), El Salvador: historia mínima, Secretaríade Cultura de la Presidencia de la República, San Salvador. Los editores agradecen al autor el haber cedido elartículo para la presente publicación.** Doctor en Filosofía Iberoamericana; Jefe del Departamento de Filosofía de la UniversidadCentroamericana "José Simeón Cañas", El Salvador.

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Miguel en 1875; y, por supuesto, también estaba en juego la pérdida de una visión de mundo que ledaba sentido y seguridad a la existencia humana (el tradicional rol social de la mujer, religión única,cementerios, matrimonio y educación católica). Es innegable, pues, que algunas de las políticasestatales implementadas por liberales secularizantes y masones afectaban la vida diaria de los habi-tantes del país; y es claro que esos cambios afectaron y dañaban a uno de los sectores más poderosos:la Iglesia católica.

Se suele sostener que la Iglesia católica salvadoreña tenía muy poco que perder con lasreformas políticas del último cuarto del siglo XIX, porque siempre fue una Iglesia pobre, sin grandesposesiones territoriales o riquezas económicas; pero ¿acaso no era suficiente poder el monopolio dela verdad y la falsedad, de lo que se debe leer o no, de lo que se debe enseñar o no, o si una personamerece ser enterrada en un cementerio o no, etc.? En ese sentido, implicaba un gran cambio el que alas nuevas generaciones de ciudadanos ya no se les iba a enseñar que la religión católica era la únicaverdadera, que de ahora en adelante se tolerarían en el país la práctica pública de todos los cultosreligiosos. Y por supuesto, la Iglesia católica luchó denodadamente por no perder el control de losnacimientos y las defunciones, o de los matrimonios. En fin, como parte de este movimiento deoposición a los procesos de secularización debe entenderse los graves disturbios de San Miguel enJunio de 1875.*

Por otro lado, también se suele sostener que la llegada de Santiago González al poder noimplicó grandes cambios en la estructura económica, o que su Presidencia no representó ningúncambio fundamental para la historia política e institucional del país. De nuevo, se trata de unaafirmación demasiado tajante para ser verdadera. Porque, ¿acaso lo económico es lo únicofundamental o necesario para entender el devenir histórico de los pueblos? Más bien, es obligatoriopreguntarnos a estas alturas cómo es posible que la mayoría de los investigadores de los procesoshistóricos que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX en Centroamérica le hayan dado tan pocaimportancia al proceso de secularización que arrancó tan tempranamente -aunque sin éxito- durantelos mandatos en Guatemala de Mariano Gálvez (1831-1838) y de Francisco Morazán, para terminarabsolutizando los procesos económicos como los únicos decisivos a la hora de escribir la historia delos pueblos centroamericanos. Y resulta mucho más sorprendente constatar el esfuerzo que hanhecho algunos de estos historiadores por nulificar o desvirtuar la trascendencia y lo traumático queresultaron estos tempranos procesos de secularización.

Frente a esta interpretación, historiadores como Ralph Woodward han logrado probar quefueron precisamente los “curas fanáticos” de Guatemala los que iniciaron el inconteniblemovimiento popular-católico de protestas que llevó al poder al conservador Rafael Carrera y a ejercerla Presidencia durante 30 años. Especialmente cacofónicos resultan aquellos historiadores que sóloven en el ascenso del café y las oligarquías cafetaleras las únicas causas para explicar lo acontecido enCentroamérica a partir de 1871; luego terminan concluyendo que tanto conservadores como liberalesimpulsaron el café, por lo que al final se quedan sin el necesario y estricto contrincante dialéctico queayuda a entender los movimientos históricos.

Y sin embargo, al igual que ocurrió en tiempos de Mariano Gálvez en Guatemala, durante losaños de las llamadas “reformas liberales” las fuentes católicas refieren categóricamente a que entre1871 y 1886 en El Salvador se libró una intensa batalla entre “liberales ateos” y “buenos católicos”; ypor su parte, las fuentes liberales confirman también la percepción de que con la llegada de laAdministración de Santiago González había iniciado un significativo cambio en las políticas deEstado que fueron arrinconando progresivamente a los “fanáticos católicos”, quienes eranconcebidos como los verdaderos enemigos del progreso, de la Libertad, de la Igualdad y laFraternidad. Además, ambas fuentes confirman que estas medidas “diabólicas” o “progresistas”

* [N. del E.]: El autor hace referencia a un motín ocurrido en el Partido de San Miguel el 21 de junio de 1875.Fue dirigido por el cura Manuel Palacios en protesta contra el gobierno liberal presidido por el mariscalGonzález.

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fueron continuadas y profundizadas durante la larga presidencia de Rafael Zaldívar, con el claroapoyo de liberales radicales y masones, a pesar de que Zaldívar había sido un cercano colaborador delconservador Francisco Dueñas (1863-1871).

Tanto era la convicción de que había habido una ruptura entre la manera de entender y hacerpolítica desde los tiempos de Dueñas, que las ambigüedades mostradas por el General FranciscoMenéndez al inicio de su mandato no dejaron de alarmar a los radicalizados defensores delliberalismo secularizante que contemplaban con horror cómo Menéndez había reservado a ManuelGallardo el decisivo cargo de Ministro de Hacienda, “á pesar del general desagrado que provocaba supresencia en el Gabinete” dadas sus posturas políticas conservadoras. Seguramente no menosvergüenza generaba para los liberales radicales comprobar cómo Menéndez era elogiado porconservadores y católicos, y cómo, en fin, Menéndez había abierto las puertas para que el clero“fanático y reaccionario” participara en la Constituyente de 1885, o cómo había permitido lareintroducción de la cátedra de derecho canónico en la Universidad.

Aunque siempre es difícil tener certeza sobre las convicciones religiosas de las personas,podríamos conceder que muy probablemente los planteamientos ideológicos de Dueñas eran muysimilares a los de González, que quizás ambos eran fervientes creyentes en un liberalismo moderado,sinceros y temerosos católicos; pero, ¿qué decir de los Ministros de Estado de Dueñas y de los deGonzález? O, ¿qué decir de los Representantes que redactaron la Constitución de 1864 y los queredactaron las Constituciones de 1871-72 en adelante? Un análisis detallado mostraría que la clasepolítica y los burócratas en el poder a partir de 1871 fueron modelando e introduciendo poco a pocopolíticas que efectivamente fueron secularizando el Estado salvadoreño, medidas que fuerongenerando importantes resistencias de parte de estos sectores católicos y conservadores. Es en estesentido que debe entenderse la expulsión de jesuitas, capuchinos y hasta de obispos a partir de 1872,la ruptura del Concordato con el Vaticano, la supresión de periódicos católicos en los que se atacabaa la nueva generación de liberales radicales centroamericanos. Y también la férrea insistencia de partede los sectores católicos y conservadores de que, con la llegada de Santiago González al poder y lafundación de la Logia masónica “Progreso Nº 5”, había iniciado una era de terribles y lamentablescambios en la conducción política del Estado.

A la luz de todas estas consideraciones, sería un error, a mi juicio, considerar que las únicasmotivaciones que tenían los Presidentes salvadoreños para convocar a una nueva Constituyentedurante los años 1871-1886 era que se aprobara su reelección o se ampliara el período presidencial.Aunque los deseos de eternizarse en el poder tanto ayer como ahora han sido una poderosamotivación para convocar a una Constituyente, para la clase política de liberales secularizantes ymasones, cada Constituyente era una nueva oportunidad para ir profundizando en el proceso detransformación del Estado desde los ya vetustos, anacrónicos y ahora reaccionarios principios delliberalismo católico hispánico, a los principios más avanzados del moderno liberalismo laicizante;pero también cada Constituyente era una oportunidad más para que conservadores y católicoshicieran importantes críticas a este proceso de transformación y pedir su reversión al estado de cosasen que había dejado al país la conservadora Constitución de 1864, cuyo Congreso Constituyentehabía hecho un esfuerzo por no romper con el paradigma del liberalismo católico español. Y lasmismas resistencias se producían cada vez que liberales radicales y masones intentaban introducirleyes que transformaran el carácter católico de la educación o promovieran la educación intelectualde la mujer, etc.

A mi parecer, pues, hubo significativas rupturas ideológicas y de políticas de Estado entre lasConstituciones de 1864 y la de 1871, y estas diferencias se fueron haciendo cada vez más amplias a lolargo de las restantes que fueron siendo aprobadas hasta llegar a la de 1886; es decir, cada nuevaConstituyente iba reafirmando las conquistas del liberalismo laicizante ya logradas, e introduciendonuevas; quizás las que se atrevían a introducir o las que tuvieron éxito en imponer del ampliocatálogo de reformas que incluía el proyecto Liberal de secularización del Estado. Y sobre todo no

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puede obviarse que muchas de estas políticas secularizantes se estaban tratando de implementar enpaíses tan distantes como Francia, Bélgica o Alemania. Recuérdese, por ejemplo, que Bismarkexpulsó a los Jesuitas de Alemania en 1872, es decir el mismo año que lo hizo Guatemala y ElSalvador.

Por ello sostengo que las reformas políticas liberales salvadoreñas deben ser definidas másprecisamente como “secularizantes”. Es claro que liberales radicales y masones estaban convencidosde que los tiempos habían cambiado, que ahora sí les había llegado su turno para implementar laspolíticas que las generaciones anteriores de liberales radicales soñaron con hacer realidad, pero conresultados catastróficos. Me refiero a las generaciones de Mariano Gálvez, de Francisco Morazán,pero también a la de Gerardo Barrios, Manuel Suárez y Manuel Irungaray. Ciertamente la tarea seguíasiendo harto difícil, las resistencias del clero y de los católicos seguían siendo poderosas. Pero lahistoria demostró al final -al menos en el caso de El Salvador- que liberales secularizantes y masonesestaban en lo correcto: el tiempo les favorecía. La permanencia desde entonces del espíritu laico delas Constituciones de 1885 y 1886 es una buena prueba de esta afirmación.

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EL SALVADOR, 1932: LOS COFRADES INSURRECTOS.HERENCIA CORPORATIVA COLONIAL EN LA SOCIEDAD

SALVADOREÑA

PABLO BENÍTEZ*

Las cofradías en el entramado corporativo de la sociedad colonialLa estructura básica de la sociedad colonial en la América hispánica era la corporación. Las

corporaciones marcaban la pauta de comportamiento social en prácticamente todos los ámbitos de lavida pública, poseían lazos de diverso origen, fundamentalmente familiares, étnicos, económicos,políticos y religiosos.

Algunas de las unidades corporativas más importantes eran la parroquia, el gremio, la familia yla municipalidad. En estas corporaciones, los beneficios y las responsabilidades se asignaban y seceñían a los intereses del grupo. Las relaciones sociales se originaban y desarrollaban al amparo de lascorporaciones. El derecho, las instituciones públicas y la sociedad en general no consideraban a losindividuos por sí mismos, los concebían como integrantes de colectivos y los ubicaban en el eslabónjerárquico-social correspondiente, de acuerdo con el estamento al que pertenecieran.

Este modo corporativo de proceder es el que entrará en combate con el imaginario individualque las reformas ilustradas pretenderán establecer al final del periodo colonial.

Estudios como el de Marta Elena Casaús demuestran que estos lazos corporativos pervivierony que actualmente poseen gran relevancia en el estudio de los procesos históricos latinoamericanos.Casaús pone de manifiesto que el parentesco constituyó un “elemento clave” en la formación de lasociedad colonial “en casi toda la región latinoamericana” (Casaús, 2007: 2). Para el casocentroamericano, aclara que el análisis de las relaciones de poder entre familia y Estado se vuelve unpunto de rigor si se quiere estudiar periodos como “el momento de la formación de los Estadosnacionales y del surgimiento de las oligarquías centroamericanas” (Casaús, 2007: 4).

Otro tipo de corporaciones desempeñaron un papel importante para fortalecer tejidos sociales.Los ejidos y las cofradías, por ejemplo, fueron útiles para alimentar los mecanismos de resistenciacultural y de integración entre las comunidades indígenas.

Este tipo de corporaciones además cumplieron funciones políticas y económicas. Consta enarchivos municipales que las cofradías tuvieron capacidad de compra-venta de tierras. Esas tierras seadquirían de acuerdo con los intereses de la colectividad. El titular de la propiedad pasaba a ser lacofradía toda. El documento de propiedad se entregaba “a manos” de los “cofrades”, “alcaldes” y“fiscal” de la corporación.1

Las cofradías estaban exentas de alcabalas por privilegio real. El patrimonio de estascorporaciones estaba conformado por dinero, ganado, tierras y, aunque rara vez, por especies quepodían servir de mercancía. Los ingresos los obtenían por medio de limosnas, esquilmos y usurapupilar (Montes, 1977: 22).

En el campo de las representaciones sociales, las cofradías también incidieron notablemente.“La pertenencia a una cofradía otorgaba al individuo el acceso a una institución que brindaba formas desociabilidad, de representación, protección y prestigio (…) ser miembro, entonces, equivalía a poseer un

* Pablo Benítez es candidato a maestro en filosofía iberoamericana por la Universidad Centroamericana, de ElSalvador. Escribe poesía y ensayo. Es investigador invitado en el Instituto de Estudios Históricos,Antropológicos y Arqueológicos de la Universidad de El Salvador.1 “Venta de tierras a cofradías. Archivo Municipal San Juan Sacatepéquez, 1777”. AFECH: transcripciones.http://afehc.apinc.org/index.php?action=fi_aff&id=1087http://afehc.apinc.org/index.php?action=fi_aff&id=1106. Consultado el martes 9 de junio de 2009.

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timbre de honor y dignidad” (Citado por Florescano, 1997: 233). Enrique Florescano señala que en laAmérica hispánica colonial cada estamento hacía valer sus diferencias con respecto a los demás. Losconflictos que desataba ese “hacer valer” provocaban la reafirmación de las diferencias. En lapresencia de esas distancias y esos alejamientos radicó la estabilidad de aquella sociedad, “pues creóuna suerte de pesos y contrapesos entre los grupos” (Ibídem).

Sin embargo, esos pesos y contrapesos no obedecían a diferencias en un solo aspectodiferenciador. Por ejemplo, en las cofradías, las diferencias étnicas no eran en modo alguno un puntoúnico diferenciador. Por el contrario, las cofradías fueron organismos estamentales que sedesarrollaron en grupos sociales muy diversos. Desde el siglo XVI “las había de indios, negros ymulatos libres, o de grupos de comerciantes blancos ricos y de artesanos pobres” (Florescano, 1997:232-233).

La complejidad del entramado social que componían las cofradías se manifestaba aun conmayor fuerza en las ceremonias públicas de la sociedad colonial hispanoamericana. Puede tomarsepor caso la ceremonia de las reales exequias para el señor don Carlos III, rey de las Españas yAméricas, y real proclamación del señor don Carlos IV, su heredero (Ximena, 1974).

En tal ceremonia, los cuerpos que conformaban la sociedad colonial ocupaban lugaresabsolutamente predefinidos. Tal sitio servía especialmente para dibujar el esquema jerárquico-estamental de aquella sociedad y para asignar un lugar en el imaginario social a cada una de lascorporaciones.

Don Pedro Ximena ha legado una descripción en suma interesante y muy valiosa de tales actospúblicos. En el primer día de celebraciones, las autoridades marchaban por la ciudad. Iban de la plazaa la catedral para bendecir el pendón real, “señal auténtica de jurar y proclamar por su Rey y Señor D.CARLOS IV”, y luego de la catedral a la plaza, para colocar el pendón “al lado de las reales estatuas”(Ximena, 1974: 124-125).

En la descripción de ambos momentos del recorrido, se pone de manifiesto la importancia delsitial que cada corporación debe ocupar en las marchas.

(…) se formó el paseo en la forma siguiente: el navío con velas tendidas, maniobrando losmarineros y haciendo saludos a nuestros Reyes a uso de la mar y disparando de rato a ratocoetes voladores rompiendo el concurso de gentes, como si dividiera las aguas, dabaprincipio a el que seguían los cinco bayles de los indios, después las milicias con pausada yvistosa marcha. Sucedían gallardamente montados a caballos los indios alcaldes yregidores de los pueblos, y seguían todos los vecinos principales, cerrando tan lucido ymagnífico aparato el Alférez Real con el Pendón.

Otra ceremonia pública que demuestra la voluntad de representación de la sociedad colonial esla de las honras fúnebres o reales exequias por Felipe IV, en el año 1666. Enrique Florescano cita unestudio de Clara García Ayluardo en el cual se expone con detalle la composición y el orden en quese desarrolla la procesión en la Nueva España, en honor del monarca muerto.

Iniciaban el cortejo 18 cofradías de negros, mulatos, filipinos e indios tarascos. Cadagrupo llevaba al frente las insignias que representaban a sus respectivas devociones.Seguían luego las 89 cofradías de las comunidades indígenas de los barrios urbanos y delos pueblos de vecinos. Este numeroso contingente compuesto por 4000 individuosterminaba con los caciques, principales, alcaldes y gobernadores indios, vestidos consobrias túnicas negras.

Luego de estos dos primeros grupos seguían las cofradías de españoles, que sumaban 19;continuaba un grupo de estudiantes de los principales colegios, que agregaba 1.000 personas a laprocesión; la archicofradía del Santísimo Sacramento encabezaba a 1.325 miembros del clerodiocesano, que se integraban a los grupos de las demás órdenes religiosas y sus cruces respectivas. Lasegunda sección correspondía a las autoridades civiles, los tribunales reales y las corporacionesciviles. Por último, desfilaban los ministros de la Real Hacienda y la Audiencia, los más altos jueces y

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magistrados, para cerrar con la persona de autoridad suprema de la monarquía en la Nueva España:el virrey.

Hay muchos ejemplos más de los mecanismos que la sociedad colonial utilizaba pararepresentarse a sí misma públicamente, desde la pintura y la distribución de los espacios urbanoshasta la parafernalia ritual consignada anteriormente y que concierne a los actos públicos de fecatólica. La sociedad colonial hispanoamericana gustaba retratarse y hacerse respetar por medio deesas representaciones.

Pero lo que interesa poner de manifiesto, finalmente, es la dimensión y la incidencia que poseíael fenómeno de las cofradías en esa sociedad estamental de la que venimos hablando, y cómo esepeso propio de las cofradías permanece a lo largo de la colonia y continúa después en la vidarepublicana como una herramienta de resistencia cultural y lucha política en las comunidadesindígenas (Florescano, 1997: 235-236).

Aunque puede alegarse que la ceremonia de las honras fúnebres por Felipe IV data de 1666 yque en aquella época la población indígena era mucho más numerosa, no deja de ser sorprendenteque las cofradías de las comunidades indígenas abarcaran casi el 70% del total de cofradíasmencionadas en el documento y que en la procesión sumaran 4.000 personas.

Los límites del presente ejercicio investigativoAntes de continuar, es necesario discernir con rigor los límites del esbozo investigativo que

practicaré en el presente texto, especialmente porque la expresión “sociedad colonial en la Américahispana” remite a un espacio y a un tiempo sumamente extensos. Sin embargo, no se trata de uncallejón sin salida. Serge Gruzinski, por ejemplo, resuelve este obstáculo teórico-metodológico condos propuestas claras: a) partir de una “base local” y “cuasi microscópica” o b) partir de horizontesmucho más vastos, tomando en cuenta los “conjuntos políticos con ambiciones y extensionesplanetarias” que aparecieron durante la época colonial (Gruzinski, 2006: 220).

Tomaré la primera de las rutas que ofrece esa solución dual de Gruzinski. Partiré de un espaciogeográfico y cultural reducido, “una base local”, el Reino de Guatemala, especialmente la provinciade Sonsonate; me ubicaré en un periodo cercano al que he señalado con los ejemplos de las realesexequias, es decir los siglos XVII y XVIII. Luego moveré el punto de enfoque hacia los siglos XIX y XXen El Salvador, con mayor énfasis en la década de los treinta del siglo XX, con el fin de traer hacia elpresente la reflexión sobre el carácter corporativo de la sociedad colonial y vincularla con el análisishistoriográfico de los sucesos de 1932.

Las cofradías en el Reino de Guatemala: resistencia cultural y acción políticaLos datos traídos a cuenta acerca de la participación de los indígenas en las ceremonias

públicas reconfirman que, a pesar de ocupar casi el último peldaño de la jerarquía social colonial, lascorporaciones indígenas sí poseían un papel reconocido; también demuestran que tales estructuras,me refiero a las cofradías en específico, contaban con redes organizadas que garantizaban sufuncionamiento y su representación social con toda solvencia.

No obstante, si se comparan los datos de participación de las cofradías indígenas en lasceremonias públicas con los datos de la participación de los indios en los rituales católicos máscotidianos, como la misa o los sacramentos, los contrastes son muchos.

En su Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala, informe de visita realizada desde 1768hasta 1770 a los curatos que conformaban la diócesis, monseñor Pedro Cortez y Larraz se quejaconstantemente de la “repugnancia a oir misa” y a “la explicación de la doctrina cristiana” por partede los indios.

Respecto a lo que ambos curas dicen [el de San Juan Sacatepequez y el de Izalco] de larepugnancia a oir misa y la explicación de la doctrina cristiana, es cosa que me espanta

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ciertamente en esta y todas las parroquias y creo que (sin peligro de engañarme) en toda laAmérica… (Larraz y Cortés, 2000: 82)

Esta y otras afirmaciones de Cortés y Larraz ponen de manifiesto la pugna religiosa y culturalque se libraba entre autoridades católicas e indígenas. Instituciones tan importantes para elcatolicismo como el matrimonio no eran significativas para los indios. Se rehusaban a enviar a sushijos a la escuela para aprender castellano y doctrina cristiana. Los ya adoctrinados incumplían lossacramentos de la confesión y la eucaristía.

¿Cómo se explica entonces la participación indígena masiva y organizada en actos derepresentación social vinculados a la religión católica?, ¿cómo se explica la “repugnancia” fuerte delos indios hacia los ritos más cotidianos de la fe católica?

Se explica en función de las relaciones de poder, de la vida política colonial. Las cofradíasconstituyeron un mecanismo de resistencia cultural de parte de las comunidades indígenas. Esaresistencia implicaba una pugna por el poder político local. Los indígenas, ya inmersos en la dinámicapolítica que la conquista les había impuesto, luchaban por conservar el poder de las localidades. Pormedio de las cofradías favorecían la cohesión social e impulsaban sus prácticas culturales, hastadonde fuera posible. Esas prácticas se mezclaban con la ritualidad católica, y esa mezcla producíafinalmente un híbrido que no gustaba nada a las autoridades eclesiales, quienes las veían como “unpuro pretexto para deshonestidades, embriagueces y desórdenes”.2

A pesar de las solicitudes de clausura que algunos personajes difundieron tanto en Américacomo en España, las cofradías fueron toleradas por las autoridades, gracias a que procedían de unatradición religiosa europea que se trasladó a América, y que implicaba la aceptación de ciertos moldeseclesiales que beneficiaban a no pocas corporaciones. El caso más cercano de ese beneficio lohallamos en los sacerdotes encargados de los curatos. Las cofradías, a pesar de que muchasdeclaraban nulo movimiento económico, es decir cero capital y cero bienes, sostenían en gran parteel funcionamiento de las parroquias, organizaban las festividades de los santos (que llamabanguachivales), construían altares y sufragaban la “subsistencia” del cura párroco.

Las cofradías contribuyen para ornamentos, cera, vino, hostias, y cuanto es necesario paralas Parroquias, y no solamente para esto, sino para edificar, y reparar los Templos (…)Las Cofradías es casi lo único, con que se puede contar para la subsistencia de los Curas,y Ministros necesarios para el servicio de las Parroquias. 3

Las cofradías pasaron a ser espacios propicios para que las comunidades indígenas seorganizaran políticamente y consolidaran sus lazos identitarios y culturales. El aspecto religiosotambién se prestaba para esos fines. Los indios amoldaron la ritualidad católica a su propiamentalidad religiosa, desgarrada y oculta, pero que había sido heredada junto con la lengua náhuat,todavía viva a fines del siglo XIX. Esta organización y esta cohesión aportaban mayores posibilidadesde participación en la vida pública de la localidad, incluso en las elecciones municipales.

Con toda seguridad, las cofradías permitieron la construcción de redes sociales muy fuertes,que facilitaron la organización de acciones políticas rebeldes. Son muchos los levantamientosindígenas ocurridos durante los siglos XVIII, XIX y XX. Y los pactos tampoco estuvieron fuera de lasprácticas políticas de las comunidades indígenas.

Virginia Tilley registra 43 rebeliones indígenas entre 1771 y 1918 en diferentes localidades,especialmente en las zonas occidental y central del país. Se trataba de afrentas contra el poderestablecido y protestas contra los abusos de las autoridades (Tilley, 2005: 123-127). Erik Chinganaliza el caso de un municipio en el cual las comunidades indígenas llegaron a poseer el control del

2 Cortés y Larraz, Pedro. “Quaderno 2. Razón del Instituto, y advocación de las enunciadas Cofradías, yHermandades, del aprovechamiento y perjuicio, que resulta a los fieles, y de si deben reformarse en todo, o enparte, y que terminos”; en Montes (1977: 84).3 Cortés y Larraz, Pedro; en Montes (1977: 85-86).

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gobierno municipal gracias a las elecciones en varias oportunidades: Nahuizalco (Ching, Tilley yLópez, 2007: 81-91). Tilley termina su conteo de rebeliones indígenas con el registro de un pactopolítico coyuntural entre las comunidades y la Liga Roja, organismo represivo montado por losMeléndez Quiñónez.

El Salvador, 1932: los cofrades insurrectosYa en la cuarta década del siglo XX, puede analizarse un caso que ha tenido tratamiento diverso

por parte de los historiadores: la participación indígena en la insurrección de 1932 en El Salvador.Gracias a los hallazgos documentales de la década de los noventa a la fecha, es posible determinarque las comunidades indígenas desempeñaron un papel principal en los sucesos de 1932. Lasdisonancias se encuentran más bien cuando se intenta explicar de qué modo estas comunidades sevincularon con las organizaciones comunistas y cuál fue la manera en que estos grupos coordinaronla ejecución del plan insurreccional. ¿El Partido Comunista de El Salvador ganó la confianza de lascomunidades gracias a la labor de agitación y organización? ¿Las comunidades indígenas selevantaron espontáneamente, sin plan definido y sin mediación ideológica comunista?

Para Héctor Pérez Brignoli, parece “indiscutible” que la actividad política de las cofradíasreligiosas indígenas fue fundamental, antes y durante la insurrección. Califica tales corporacionescomo “instituciones de solidaridad étnica y cultural”. Pérez Brignoli concluye que fueron lascofradías las que “proporcionaron el marco organizativo para la movilización de los ‘naturales’”.Fueron esas redes sociales y políticas las que “remarcaron los elementos propiamente indígenas de larebelión” (Pérez Brignoli, 2001: 37).

En este punto, como él mismo lo señala, Pérez Brignoli concuerda con otros autores: ThomasAnderson y Evert Allan Wilson. Y como también lo aclara Pérez Brignoli, los tres siguen la líneaargumentativa de Jorge Schlesinger en cuanto a este aspecto de la insurrección.

Schlesinger asevera que “fueron las cofradías religiosas las que abrieron la puerta yrobustecieron las ideas comunistas entre las masas indígenas”. Una vez abolidos los cacicazgos,según Schlesinger, “la costumbre” fue imponiendo los viejos liderazgos en otro tipo de prácticasculturales. Schlesinger denuncia “un lazo de unión por medio del nexo religioso” entre los indios.Señala con especial énfasis que en cada una de las localidades más “afectadas por el movimientocomunista” hay una cofradía (“Izalco, Juayúa, Nahuizalco, Sonsonate” y otras). Especialmente laCofradía de Jesús a Gatas, la Cofradía del Señor del Rescate y la Cofradía de los Siete Dolores, todasbajo jurisdicción de la Cofradía del Espíritu Santo, con sede en Izalco. Finalmente, revela que el“jefe” de la mencionada cofradía es José Feliciano Ama, dirigente indígena ejecutado en Izalco porparticipar en la insurrección, es decir, por “comunista” (Schlesinger, 1946: 27).

No cabe duda de la presencia e importancia de las cofradías durante la colonia y durante la vidarepublicana en los países centroamericanos. Tampoco cabe duda de las sólidas redes sociales,culturales y políticas que constituyeron. En ese sentido, no es difícil darle la razón a Schlesinger.

Además, las cofradías siempre fueron espacios de disidencia con respecto al poder político y alpoder religioso. Para las autoridades de la Iglesia Católica, las cofradías representaban un problemade doble filo. El primer filo era su “extrema autonomía de la religión oficial”; el otro filo se refería alas “profundas diferencias de creencias y ritos”. En el ámbito político, las cofradías aprovecharon susredes para hacerse con el poder local, es decir que la plataforma religiosa poco a poco fue derivandoen plataforma política y electoral. Esas plataformas les permitieron afianzar poder, y controlaralgunas municipalidades, como ya se sugiere en el apartado anterior (Cardenal, 2001: 229-230).La defensa de las cofradías y del poder local se convirtió entonces en la principal reivindicación de lascomunidades indígenas. Un informe del gobernador de Sonsonate fechado en el año 1913 expresaque “la población indígena de Izalco era pacífica excepto cuando los ladinos desafiaban sus creenciasy prácticas religiosas” (Citado en Gould y Lauria-Santiago, s/f. : 159).

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Pero no es el carácter altamente político y organizado de las cofradías lo que está en discusión.El punto que se encuentra en la mesa de debate es si el Partido Comunista de El Salvadorauténticamente hizo labor organizativa en las poblaciones insurrectas; si planificó y dirigió junto conellas la insurrección de 1932.

Los mencionados hallazgos documentales (especialmente el que Erik Ching dio a conocer alabrirse los archivos de la Komintern en Moscú) condujeron a restarle protagonismo al PartidoComunista, a conjeturar acerca de la no-participación de tal organización en la gesta insurreccional.

En uno de sus más recientes trabajos publicados, Ching afirma que los agitadores comunistasno pudieron haber tenido éxito al tratar de acercarse políticamente a las cofradías debido, entre otrosaspectos, al ateísmo profesado por el comunismo (digamos) clásico.

La desconfianza tradicional entre indígenas y ladinos generó sospechas entre losprimeros, cuando los segundos se presentaron como portadores de promesas deredención política y económica. Es más, el ateísmo propio del comunismo estaba muyreñido con el papel destacado que jugaban las cofradías en la vida de los indígenas (Ching,Tilley y López, 2007: 61).

En esa misma línea argumental, Ching asegura que el PCS decidió “no formular una estrategiaespecífica” para atender organizativamente las comunidades indígenas en cuanto tales. La“heterogeneidad étnica” habría sido desestimada. La labor política se habría basado en la idea de“homogeneidad de clase”, según la interpretación de Ching. Para reforzar y rematar su análisis, elhistoriador cita a un miembro del PCS que delata “la falta de trabajo entre los indios nativos”.Finalmente, Ching acepta que el PCS logró “influencia en algunas comunidades campesinas” graciasa que se concentró en atender las reivindicaciones que planteaban “los mismos campesinos”(Ibídem).

Ching contradice fehacientemente la línea interpretativa que vincula a los comunistas con lascofradías y pareciera desechar la idea de que esa relación es caldo de cultivo para el trabajoorganizativo insurreccional.

Sin embargo, hay dos cabos sueltos en la interpretación de Ching. En primer lugar, lamilitancia comunista salvadoreña difícilmente puede calificarse como atea. A pesar de que renieguede la religión en general y de que responda duramente a los sermones de predicadoresconservadores, es imposible negar que la formación cultural y el origen social de los militantesimpedían que se desligaran absolutamente de las creencias religiosas.

El famoso sobreviviente de la matanza entrevistado por Roque Dalton, Miguel Mármol,afirma que desarrolló “sentimientos religiosos” y “devoción” por la Virgen María y por SanFrancisco de Asís desde su infancia, por influencia de su abuela. Agrega que su “fe católica” sefortalecía por las soluciones que con frecuencia tenían las “necesidades más extremas” de su familia,gracias a los rezos de su madre (Dalton, 1972: 43). En varias ocasiones, más adentrado en sus relatos,hará hincapié nuevamente en su formación religiosa. No obstante, Mármol también hará un matizimportante: desde sus primeras experiencias de trabajo en San Salvador, específicamente en lazapatería La Americana, comenzó a dudar de la fe por influencia de otras personas. Ya para esemomento, recuerda Mármol, “advertía que problemas como los de la existencia de Dios, el diablo ode la mismísima Ciguanaba, no eran fundamentales, ni mucho menos”. Puede inferirse que para losmilitantes comunistas salvadoreños de los años veinte y treinta la fe religiosa dejó de ser prioritaria,pero no por eso pasaron a declararse ateos. Al contrario, Mármol utiliza un término interesante parareferirse a su condición de no creyente: “descreído” (Dalton, 1972: 77). Su actitud es la de undesengañado, no la de un ateo. En ningún momento se atreve a declararse como tal.

En otro texto, escrito por Mármol en 1981, titulado “La Regional va a las masas del campo”, elviejo militante hace una recapitulación breve y superficial sobre las tareas organizativas de laFederación Regional de Trabajadores Salvadoreños (FRTS) fuera de las zonas urbanas. Este repaso

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contiene una declaración sumamente importante para comprender la relación entre comunistas eindígenas-cofrades.

Para contrarrestar la denuncia del clero, de que se era ateo, irreligioso, los propagandistasy organizadores de la Federación Regional participaban en la construcción de los altares, yen muchas otras actividades relacionadas con la festividad de tal o cuál santo. Y rezabancomo todos. Por lo tanto no hubo una actitud de dogmatismo anti-religioso sino [que] semostró a la población quiénes eran los verdaderos enemigos, los ricos y la necesidad depelear por sus derechos, por encima de banderas religiosas (Mármol, 1981: 50).

Los altares y las festividades de santos a los que se refiere Mármol, sobre todo si se tienen enmente las localidades en donde caló más hondo la agitación, son seguramente las vinculadas a laactividad religiosa de las cofradías, especialmente los guachivales. Probablemente, ese tipo decolaboración fue la que abrió brecha para ganarse la confianza de dirigentes indígenas queadministraban cofradías o participaban activamente en ellas, como José Feliciano Ama, sin desdeñarel amplio rodaje político de los dirigentes de las cofradías y la calidad de interlocución que ofrecían,como se advierte fácilmente al referir el nivel de alianzas políticas que vienen estableciendo desdefines del siglo XIX.

Podría aducirse que Mármol, pasados casi cincuenta años, tal vez esté cargando las tintas parafavorecer la idea de que la insurrección sí fue producto de la labor política de los comunistas. Noobstante, existe otra fuente que verifica el fuerte lazo entre trabajo de agitación comunista y lasmanifestaciones religiosas populares. Se trata de dos estampas católicas decomisadas a Mármolcuando fue capturado en el año 1934. La primera de ellas presenta una imagen de la Santa Cena (verFigura 1 en Anexos). La segunda estampa presenta una imagen de Jesús predicando (ver Figura 3 enAnexos). En ambos casos, lo interesante es que en el reverso se leen textos escritos con máquina deescribir, que vinculan la fe cristiana con la lucha revolucionaria. “Cristo, el descamisado de Nasareth,el primer revolucionario que supo convatir a los poderosos y a los explotadores”, se lee en la primeraestampa (ver Figura 2 en Anexos). En la otra imagen se lee: “Los COMUNISTAS, únicos verdaderosdiscípulos de CRISTO en la actualidad, merecen el respeto a sus doctrinas” (ver Figura 4 en Anexos).

Además de aquellas estampas, en el archivo judicial figura también correspondencia entresobrevivientes de la masacre fechada principalmente en 1933. No resulta extraño inferir entonces queese tipo de propaganda decomisada a Mármol haya sido utilizada para cooptar cofrades y ganarsimpatías entre grupos religiosos.

En cuanto a las declaraciones citadas por Erik Ching, en donde un militante del PCS acusa “lafalta de trabajo entre los indios nativos”, se trata de una afirmación que debe contrastarse. En rigor,la estructura partidaria comunista se montó sobre una base organizativa ya existente: la baseconstruida por la FRTS y por el Socorro Rojo Internacional (SRI) algunos años antes de la fundacióndel PCS.4 Tal y como lo señala Ching, la labor de organización que el PCS pudo llevar a cabo antesde 1932 debió ser mínima. Fue la estructura ya constituida la que sirvió de apoyo al Partido. Nótese,para el caso, que Mármol no habla de “propagandistas y organizadores” del PCS, sino de“propagandistas y organizadores de la Federación Regional”. Existen contrastes que Ching no tomaen cuenta, que bien podrían resumirse así:

i. El PCS en cuanto tal solamente pudo tomar decisiones estratégicas entre 1931 y 1932,cuando seguramente la estructura ya estaba montada por la FRTS y las comunidadesindígenas cooptadas.

ii. La FRTS fue fundada en el año 1927, su estructura abarcaba gran parte del territorionacional. Tan sólido fue el apoyo organizativo que la correspondencia decomisada aMármol en 1934 da cuenta de la pervivencia de grupos comunistas ubicados en la zona

4 Esta aseveración se verifica fácilmente a partir de los datos que aportan las diversas fuentes de la época,incluso las descubiertas por Erik Ching en el archivo de la Komintern.

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oriental (Usulután y La Unión) y la zona occidental del país (Santa Ana). En el informejudicial consta que le fue decomisada “correspondencia comunista [fechada] desde el mesde octubre del año retro-próximo”, es decir desde octubre de 1933, y menciona entidadescomo el “Consejo Ejecutivo Sindical” o el “Consejo Federal Ejecutivo Sindical”. Tal ycomo evidencia el informe, los cargos y las estructuras mencionadas siguen remitiendo ala organización sindical montada por la FRTS, pero el sello que calza varios de losescritos, es el del Partido Comunista de El Salvador (ver Figura 5 en Anexos).

iii. En el testimonio de Miguel Mármol que nos traslada Dalton y en los mismosdocumentos estudiados por Ching provenientes de la Komintern es claro que el PCS nofue una organización granítica, con un solo criterio de lucha. La división final ocurre antesde enero de 1932, cuando Farabundo Martí finalmente asume el control del ComitéCentral, y quienes lo apoyan son facciones que pertenecen principalmente a la JuventudComunista y el SRI. La militancia restante se replegó.

En definitiva, hay mucha tela que cortar en cuanto a los testimonios que pueda aportar uno delos sobrevivientes de la matanza que no apoyó el ala insurrecta que dirigía Martí, como trasluce en latranscripción que cita Ching.

Estas fuentes dan pistas suficientes como para no descartar la línea argumental abierta porSchlesinger en cuanto que las cofradías sí fueron un vehículo organizativo cooptado por el PCS. Lasfuentes presentadas apuntan a que no solamente hubo un fuerte trabajo de agitación entre lascofradías, sino que, en efecto, probablemente fueron el mayor bastión del plan insurreccional.

El hecho de que las cofradías constituyeran en 1932 un espacio clave para la lucha político-insurreccional, gracias a su sólida estructura social y a su tradición de resistencia cultural y política,también habla elocuentemente de las herencias corporativas que la sociedad colonial insufló a lasociedad salvadoreña.

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ANEXOS

Figuras 1 y 2. Cara frontal y reverso de la imagen de la Santa Cena

Archivo: MUPI: SV/MUPI/F001/005/HS/F5.02

Transcripción literal del reverso de la imagenCristo, el descamisado de Nasareth, elprimer revolucionario que supo conva-tir a los poderosos y a los explotado-res, arroja de en magnifico gesto a losmercaderes, del templo, ni siquiera sos-pechaba que en su ultima cena se sentóa su mesa un traidor.Camaradas GUERRA A MUERTE A LOS TRAIDO-RES. A LOS JUDAS DE NUESTRA CAUSA REDEN-TORA.

Figuras 2 y 3. Cara frontal y reverso de la imagen de Jesús predicando

Archivo: MUPI: SV/MUPI/F001/005/HS/F5.03

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Transcripción literal reverso de la imagen de Jesús predicandoSi los actuales mercaderes de la relig-gión predicaran con la misma sa[n]tidaddel alma con que Cristo predicaba sudoctrina de igualdad, por otros sende-ros anduviera el mundo.Los COMUNISTAS, únicos verdaderos dis-cípulos de CRISTO en la actualidad,merecen el respeto a sus doctrinas yno las actitudes infamantes de losperros que calumnian sus doctrinaspor congratularse con los que mandan.CAMARADA: SALUD Y TRABAJO

Figura 5. Sello del PCS que aparece en la correspondencia decomisada a Mármol

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Fuentes primariasExpediente judicial de caso de captura Miguel Mármol, 1934.

Archivo MUPI: SV/MUPI/F001/005/HS/F5.02

Archivo MUPI: SV/MUPI/F001/005/HS/F5.03

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SEGUNDA PARTELOS AÑOS “GLORIOSOS”: MODERNIZACIÓN,

AUTORITARISMO Y CRISIS POLÍTICA

Portadas de Diario “La Prensa Gráfica”, fechas: 20 de febrero de 1967 (arriba, izquierda), 7 de juliode 1967 (arriba derecha), 16 de febrero de 1968 (abajo)

Archivo de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA).

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EL CAMINO HACIA LA REVOLUCIÓN Y LA GUERRA*

CARLOS M. VILAS**

Desde el sangriento aplastamiento de la insurrección campesina e indígena de 1932 dirigida por elPartido Comunista, El Salvador permaneció bajo gobierno militar; conjurado el peligro, los gruposoligárquicos se concentraron en el manejo de sus intereses económicos y delegaron en el ejército lagestión gubernamental. Hasta 1979 todos los presidentes del país fueron altos oficiales del ejército. Sellevaban a cabo elecciones invariablemente ganadas por el candidato militar, quien ya convertido enpresidente administraba los asuntos públicos de conformidad con la óptica de la clase terrateniente.Sobre la base de la derrota popular, se configuró una fórmula política que relevaba a la élite económicade un involucramiento directo en los poco rentables negocios públicos, al mismo tiempo quegarantizaba la marginación institucional de los grupos medios y, sobre todo, de los campesinos y lostrabajadores. El ejército fue, a un mismo tiempo, partido político y policía política de la oligarquía.

Los nuevos aires de la política interamericana insuflados por la Alianza para el Progreso en losinicios de la década de 1960 y la diferenciación de la sociedad derivada del crecimiento económico,introdujeron elementos de tensión en esa fórmula política. Después de la revolución cubana, el gobiernode los Estados Unidos decidió promover algunas reformas sociales con el fin de reducir el potencial deconflicto y prevenir situaciones similares a las registradas en la isla. Por su lado, el desarrollo de laurbanización y la modernización capitalista aceleraron el crecimiento de sectores medios urbanos que nose sentían representados por el régimen político. Finalmente, las propias filas del ejército resultaronreceptivas a la necesidad de adaptar el sistema institucional a los nuevos términos del desarrollo. Ladécada de 1960 se caracterizó en consecuencia por una sucesión de tensiones entre algunas iniciativasgubernamentales de reforma económica -por ejemplo, regulaciones estatales e intervención en diferentesaspectos del crédito y la producción- y de moderada apertura política, y las rigideces de la estructuraeconómica y de los grupos oligárquicos.

Después de que en 1963 se aprobara el sistema de representación proporcional para las eleccionesparlamentarias, los partidos políticos contaron con una actitud más tolerante del gobierno. Laselecciones municipales y legislativas de 1964 dieron un resonante triunfo al Partido Demócrata Cristiano(PDC), apoyado sobre todo por el voto de los sectores emergentes urbanos de clases medias; laoposición ganó 24 de las 52 bancas legislativas. En las elecciones de 1968 el PDC obtuvo la mismacantidad de bancas y en las de 1971 solamente 21, pero ganó la alcaldía de San Salvador. El voto por elPDC era eminentemente urbano; los cuerpos de seguridad dificultaban enormemente a la oposición elreclutamiento de simpatizantes en el campo. El carácter limitado de las reformas y la resistencia que detodas maneras suscitaban en algunos sectores del ejército y en la oligarquía por un lado, y por el otro loque ante los ojos de muchos activistas era renuencia de las dirigencias opositoras a presionar pormayores márgenes de acción, confluyeron para favorecer una progresiva radicalización de algunossectores de la oposición. La resistencia del gobierno a reconocer a las organizaciones campesinas que seestaban formando de todos modos, la represión a los activistas, y la demanda de reformas políticas yeconómicas efectivas, provocaron en 1970 rupturas en el PDC y en el Partido Comunista, de jóvenes

* El presente artículo está basado en Vilas, Carlos (1994) Mercado, Estados y Revoluciones: Centroamérica 1950-1990, México, Universidad Nacional Autónoma de México.** El autor es docente de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Durante toda la década de 1980 vivió enNicaragua y colaboró con el gobierno de la Revolución Popular Sandinista. Es autor de Perfiles de la revoluciónsandinista (1984), Estado, clase y etnicidad: la Costa Atlántica de Nicaragua (1992) y Mercado, Estados y Revoluciones:Centroamérica 1950-1990 (1994), entre muchos otros títulos.

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militantes que criticaban el compromiso de sus partidos con el régimen, y que ingresaríanposteriormente a las organizaciones guerrilleras que comenzaron a operar en esa década.

También se activó la protesta sindical. Los sindicatos de maestros y de empleados Gapúblicosfueron particularmente activos. La primera expresión de una nueva actitud de los trabajadores urbanosfue la huelga de maestros en 1968; el movimiento recibió el apoyo de otras organizaciones laborales y dela población en general, y culminó con demostraciones masivas en San Salvador protagonizadas porsectores de clases medias, estudiantes y pobres urbanos; situación que se reiteraría con la huelga demaestros de julio-agosto de 1971. Especialmente importante para el tensionamiento del escenariopolítico fueron la impresionante movilización de la población marginal urbana, que crecía con lasmigraciones, y la activación social en el campo. Las nuevas organizaciones que empezaron a crecer en lasbarriadas pobres salvadoreñas en las décadas de 1960 y 1970, como las que comenzaban a hacerse sentiren el campo, caían en gran medida fuera de los alcances de los sindicatos y los partidos tradicionales. Lasnuevas prácticas de pastoral de la iglesia católica estimularon el surgimiento de los sindicatoscampesinos; sin embargo, dada la prohibición legal, las nuevas organizaciones sólo podían tenerexistencia como asociaciones de intereses mutuos, y no como sindicatos orientados hacia la negociacióncolectiva u otras actividades relacionadas con el trabajo. La situación se tornó particularmente precariapara el campesinado sin tierra, que migraba temporalmente hacia Honduras; tras la guerra con ese país(1969), la frontera se cerró y permanecería así por más de una década. Los pequeños agricultoressalvadoreños que se habían instalado de manera permanente fueron expulsados violentamente,agravando con su regreso la presión sobre la tierra, especialmente en los departamentos fronterizos,como Chalatenango.

Cuadro 1. Crecimiento del movimiento sindical en El Salvador (1962-1976)Año Sindicatos Afiliados Tamaño medio1962 78 25.917 3321963 87 27.734 3191964 70 20.922 2991965 68 24.475 3601966 80 24.146 3011967 124 31.214 2521968 104 34.573 3321969 104 40.717 3911970 113 44.150 3911971 121 47.020 3881972 124 49.886 4021973 117 54.387 4651974 122 62.999 5161975 127 64.186 5051976 127 64.968 511

Fuentes: 1962-75: North (1985:55). 1976: Menjivar (1985:119).

El cuadro 1 muestra el crecimiento del movimiento sindical tanto en lo que toca a organizacionesy afiliados como en el tamaño medio de las organizaciones. Entre principios de los años sesenta ymediados de los setenta el número de sindicatos creció 50% y el de afiliados 150%, y el tamaño mediode las organizaciones aumentó 60%. El deterioro de las condiciones de vida de los asalariados despuésde la guerra con Honduras, combinado con el crecimiento del empleo industrial impulsado por elaumento de la inversión nacional y extranjera, creó una coyuntura favorecida además por las tensionesentre los grupos dominantes tradicionales y las orientaciones tibiamente reformistas de algunoselementos de las fuerzas armadas.

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Las elecciones presidenciales del 20 de febrero 1972 marcaron el fin de una década deexperimentos militares de cautelosa apertura del sistema político. Contra los pronósticos oficiales, unaalianza electoral muy amplia entre el PDC, el socialdemócrata Movimiento Nacionalista Revolucionario(MNR) y la Unión Democrática Nacionalista (UDN, frente electoral del Partido Comunista) ganó laselecciones, que fueron desconocidas por el régimen militar. La represión a los manifestantes queprotestaron contra el fraude ocasionó ese mismo día más de 300 víctimas entre heridos y muertos. Elmalestar se hizo sentir también dentro del ejército, donde se abortó un golpe militar de jóvenes oficialesque trató de instalar en el gobierno a los candidatos efectivamente ganadores. A partir de entoncescomenzó una etapa de terrorismo de Estado encaminada a arrasar con la oposición. La represiónselectiva se convirtió en masiva; las matanzas de trabajadores rurales y campesinos, de activistassindicales y barriales se hicieron cotidianas durante toda la década de 1970. Los grupos parapoliciales derepresión y aniquilamiento (la Organización Democrática Nacionalista –ORDEN- y FALANGE), quehabían tenido una primera intervención durante la huelga de maestros de 1968, se incorporaronabiertamente al funcionamiento del sistema político. En 1975 una manifestación de estudiantes fuebrutalmente reprimida con un alto saldo de víctimas.

La radicalización represiva del Estado encontró respuesta en las clases populares. En 1972,después del fraude electoral, comenzó a actuar la primera organización guerrillera: las Fuerzas Popularesde Liberación (FPL), formada un año antes por disidentes del Partido Comunista. Poco después sefundó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP); en 1975 una disidencia dentro del ERP dionacimiento a las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), y en 1976 se creó el PartidoRevolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), como organización político-militar. Lasorganizaciones de masas también se consolidaron y aumentaron sus niveles de acción. En 1974 se creóel Frente de Acción Popular Unificada (FAPU); posteriormente surgieron el Bloque PopularRevolucionario (BPR), la Unión de Pobladores de Tugurios (UPT), y otros.

A mediados de 1976, durante la presidencia del coronel Arturo Armando Molina -surgida delfraude electoral de 1972- se trató de ejecutar un tibio proyecto de transformación agraria encaminado aeliminar algunas situaciones particularmente primitivas y a reducir los niveles de tensión social en elcampo; para entonces los trabajadores sin tierra y el campesinado pobre mostraban niveles crecientes deorganización, y presionaban por un reparto agrario y mejores condiciones de producción. A pesar de susalcances limitados -unas 150 mil hectáreas debían distribuirse entre unas 12 mil familias- el proyecto ysus propulsores fueron enfrentados por una intensa movilización empresarial conducida por laAsociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP); las acusaciones de comunismo llovieron sobre losprincipales responsables del proyecto. Finalmente la oposición terrateniente consiguió introducirreformas en el proyecto que desvirtuaron su sentido. El triunfo de la oligarquía en esta confrontaciónenardeció la agresividad de los terratenientes y de los servicios de seguridad contra los activistas rurales ylos sacerdotes reformistas. Aumentaron los ataques a sacerdotes, a los que los terratenientesresponsabilizaban de la agitación campesina, y a edificios parroquiales, lo que a su turno tuvo comorespuesta el aumento de las protestas y movilizaciones populares.

En las elecciones presidenciales del 28 de febrero 1977 el triunfo fue adjudicado al candidatooficialista, general Carlos Humberto Romero. Los reclamos opositores de fraude fueron reprimidos congran violencia; varios dirigentes fueron obligados a dejar el país, y comenzó una verdadera caza deopositores: secuestros, torturas, asesinatos. Con los partidos políticos ya no más vistos como unaalternativa al régimen, los sindicatos urbanos y las organizaciones de campesinos pusieron de relieve unanueva militancia y canalizaron sus energías políticas a través de los frentes populares de masas. Desde elinicio del gobierno del general Romero aumentaron la represión con procedimientos más brutales y lafrecuencia y masividad de las movilizaciones, huelgas, invasiones de tierras, manifestaciones de protestaen el campo y en las ciudades. Después del fraude electoral y de la masacre del 28 de febrero el PartidoComunista modificó su orientación; en 1979 creó las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) y se sumó ala lucha guerrillera. Ese mismo año se formaron las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28), como un

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nuevo frente de masas. Se estima que para esta fecha los frentes de masas movilizaban a unas 100 milpersonas. El cuadro 2 presenta las relaciones entre organizaciones político-militares, frentes de masas yorganizaciones militares, hacia 1979.

Cuadro 2. Organizaciones revolucionarias en El Salvador (1979)Organización político-

militar Frente de masas Organización guerrillera

Fuerzas Populares deLiberación, FPL

Bloque PopularRevolucionario, BPR

Fuerzas Populares deLiberación, FPL

Resistencia Nacional, RN Frente de Acción PopularUnificada, FAPU

Fuerzas Armadas de laResistencia Nacional, FARN

Partido de la RevoluciónSalvadoreña, PRS

Ligas Populares 28 de Febrero,LP-28

Ejército Revolucionario delPueblo, ERP

Partido Comunista de ElSalvador, PCES

Unión Democrática Nacional,UDN

Fuerzas Armadas deLiberación, FAL

Partido Revolucionario de losTrabajadoresCentroamericanos, PRTC

Movimiento de LiberaciónPopular, MLP

Partido Revolucionario de losTrabajadoresCentroamericanos, PRTC

Al margen de éstas y con una orientación menos radicalizada se encontraba la Unión ComunalSalvadoreña (UCS), que desde sus orígenes a fines de los sesenta mantenía buenas relaciones con elInstituto Estadounidense para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (American Institute for Free LaborDevelopment, AIFLD). Hacia 1980 la UCS era la mayor organización campesina de El Salvador, con unamembresía estimada en unos sesenta mil afiliados.1

Las movilizaciones populares registraron una participación creciente de las mujeres, sobre todo apartir de 1975-76. El involucramiento de las mujeres creció inicialmente en el movimiento de maestros yen las organizaciones de barriadas pobres. Una proporción muy alta de la militancia y de la dirigencia deANDES, el sindicato de maestros, estaba constituida por mujeres, lo mismo que la membresía ydirigencia de la Unión de Pobladores de Tugurios (UPT). A mediados de la década se creó la Asociaciónde Mujeres Progresistas de El Salvador (AMPES) que inicialmente centró su actividad en el terreno delos derechos laborales, extendiéndola posteriormente a terrenos más directamente ligados a lamovilización política. En 1977 se fundó COMADRES (Comité de Madres y Familiares de Presos,Desaparecidos y Asesinados Políticos de El Salvador), de notable militancia en materia de derechoshumanos; al año siguiente surgió AMES (Asociación de Mujeres de El Salvador), vinculada al BPR. En1979 se creó la Asociación de Trabajadores y Usuarios de Mercados de El Salvador (ASUTRAMES), enla que las mujeres llegaron a representar 75% de la membresía; dejó de funcionar hacia 1982-83 por larepresión gubernamental y el incremento de la violencia política.

La incapacidad de los grupos dominantes de introducir cambios en los términos brutales de laexplotación social y de aceptar aperturas del sistema político hacia los actores medios que podrían haberactuado como factores de moderación del conflicto, y el fracaso de los intentos reformistas dentro delejército por sus propias limitaciones y por la intransigencia de la oligarquía, arrojaron a El Salvador a unaespiral de violencia que se extendería por más de una década.

El deterioro económico producto del clima de violencia generalizada, la evidente ingobernabilidaddel sistema político, y el deterioro de la imagen internacional por la repercusión de las violaciones a losderechos humanos, introdujeron divisiones dentro de las fuerzas armadas. Después de fracasar algunosintentos de conseguir la renuncia del general Humberto Romero, el 15 de octubre 1979 un grupo de

1 El Secretario General de la UCS, José Rodolfo Viera, sería nombrado en 1980 director del Instituto Superiorde Transformación Agraria y, como tal, encargado de ejecutar la reforma agraria del régimen cívico militar. Fueasesinado por un comando paramilitar de extrema derecha en enero 1981.

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jóvenes oficiales dio un golpe de Estado y lo destituyó. Los militares contaban con apoyo de segmentosdel empresariado modernizante, y de profesionales del PDC y el MNR vinculados a la UniversidadCentroamericana "José Simeón Cañas" (jesuita), y aparentemente con la anuencia de la embajada deEstados Unidos. El objetivo político del golpe era doble: por un lado, frenar el baño de sangre en que elpaís se encontraba sumergido en los últimos años; por el otro, impulsar reformas económicas y socialesque fueran una alternativa de cambio pacífico a la convocatoria revolucionaria de las guerrillas.

El golpe de octubre tensionó al ejército y explicitó sus divisiones internas, y tomó de sorpresatanto a las guerrillas como a los sectores de la extrema derecha. Sin embargo la falta de arraigo social delgolpe y las divisiones internas del propio gobierno militar conspiraron contra la realización de susintenciones reformistas. Después de una primera crisis en enero 1980 el PDC ingresó formalmente algobierno, en virtud de un "Pacto PDC-Fuerza Armada" promovido por funcionarios de la embajada deEstados Unidos, que pretendía excluir de la Junta de Gobierno a los elementos civiles y militares másprogresistas. Sin embargo el incremento de la violencia contra los dirigentes populares, incluidosdirigentes de las organizaciones que integraban el gobierno, agotó rápidamente sus posibilidades.Cuerpos paramilitares apoyados por los sectores más recalcitrantes del ejército asesinaron al dirigente delPDC Mario Zamora (febrero 1980) y al mes siguiente al arzobispo de San Salvador, Oscar ArnulfoRomero, mientras oficiaba misa. La impunidad del terror detonó una segunda crisis en el gobierno conla renuncia de varios de sus miembros, y se proyectó al propio PDC. Un número importante dedirigentes de primera línea rompió con el partido, para formar el Movimiento Popular Socialcristiano(MPSC), aunque muchos debieron salir al exilio para salvar sus vidas.

El terrorismo de Estado en sus manifestaciones más brutales, que había aumentado en 1979,entró en un período de desenfreno que alcanzaría en 1981 sus niveles más espeluznantes, incluso paraun país con la tradición de represión salvaje como es El Salvador. En 1980 se contabilizaron más de8.000 ejecuciones extrajudiciales de civiles no combatientes por causas políticas, y en 1981 más de13.000. De éstas casi 61% fueron cometidas por cuerpos combinados militares y de seguridad, y 35%por grupos paramilitares; el 14% restante fue responsabilidad de "escuadrones de la muerte". En eltrienio 1980-82 el 91% de las víctimas consistió de campesinos (71%), trabajadores (10%) y estudiantes(10%).

La importancia de la reunificación interna en la victoria del Frente Sandinista de LiberaciónNacional (FSLN) en Nicaragua y el desafío planteado por el golpe militar, impulsaron a lasorganizaciones revolucionarias salvadoreñas a buscar la unidad. En enero de 1980 se formó laCoordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), que agrupó a los cinco frentes de masas, y en marzo delmismo año se creó la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU) de las cinco organizaciones político-militares. En abril se constituyó el Frente Democrático, una coalición de pequeños partidos yorganizaciones sociales que incluía al MPSC, el MNR, el MIPTES (Movimiento Independiente deProfesionales y Técnicos), y organismos estudiantiles y de pequeños y medianos empresarios. De launión del Frente Democrático con la CRM surgió el Frente Democrático Revolucionario (FDR); suprimer presidente fue Enrique Alvarez Córdoba, quien como ministro de Agricultura había impulsado elfrustrado intento de transformación agraria en 1976. La "Plataforma del Gobierno DemocráticoRevolucionario" planteaba, entre otros puntos, el desarrollo independiente y la liberación popular, y lacreación de las bases económicas para desarrollar el socialismo (CDR 1980). En octubre de 1980 lascinco organizaciones guerrilleras se integraron en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional,aunque conservando una marcada autonomía operativa. El fracaso del reformismo "desde arriba", eltecho alcanzado por las movilizaciones de masas, y la exacerbación del terrorismo de Estado,reorientaron la lucha política al terreno de la guerra. En noviembre de 1980, Álvarez Córdoba y otrosdirigentes del FDR fueron asesinados por un "escuadrón de la muerte".

El papel de la Iglesia

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El proceso que condujo a la formación de las organizaciones populares salvadoreñas estuvoestrechamente ligado al trabajo pastoral: inicialmente con el Partido Demócrata Cristiano y elinvolucramiento de la iglesia católica en la organización de cooperativas en la década de 1950. Los clubesde Cáritas funcionaban desde 1965, con actividades para amas de casa y para jóvenes, y enseñanza dealgunos oficios, ligadas a cursos de evangelización; el PDC organizaba cursos de entrenamiento, conalgún apoyo de la iglesia y de la AID. A fines de los sesenta el PDC comenzó a organizar a los jornalerosagrícolas y a los campesinos pobres sobre todo. El apoyo de la iglesia fue vital para estas primerasexperiencias: dadas las restricciones que el sistema político imponía a la actividad de los partidosopositores en el campo, los sacerdotes y las religiosas se convirtieron en activistas y organizadores. Aprincipios de 1968 aparecieron las primeras "Uniones comunales", que rápidamente se multiplicaron: amediados de ese mismo año había unas 20 con unos 4.000 pequeños agricultores (no asalariados) que sefusionaron en la Unión Comunal Salvadoreña (UCS).

El influjo de la reunión de Medellín y los efectos de la guerra con Honduras impulsaron a lajerarquía católica salvadoreña a adoptar en 1969 una posición sin precedentes de defensa delcampesinado y efectuar una moderada apelación a una reforma agraria. En una carta pastoral los obisposde la Conferencia Episcopal Salvadoreña llamaron a los terratenientes a apoyar una distribución másjusta de la tierra; los instaron a que vendieran algo de sus tierras a los campesinos que trabajaban en ellas,y a que se desprendieran de las tierras ociosas. Asimismo declararon que la diócesis de San Vicente habíadonado tierra a un proyecto privado de reforma agraria. La declaración impresionó a la opinión públicay alarmó a los latifundistas.

Sin embargo, el mayor impacto estuvo a cargo de las comunidades cristianas de base que desdefinales de los sesenta empezaron a organizarse en Suchitoto, San Salvador, Cuscatlán, Chalatenango ySan Vicente. Estas comunidades, caracterizadas por un fuerte profetismo, habrían de tener ampliagravitación en el campesinado. El cuestionamiento de las estructuras tradicionales a través de las nuevasprácticas de pastoral, de las comunidades de base y de las nuevas interpretaciones de los textos bíblicos,ligaron fuertemente la identidad cristiano-campesina al activismo social.

La creación de la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (FECCAS) en 1969 marcóun punto de inflexión en este proceso. FECCAS se formó como una federación de ligas campesinas quehabían nacido afiliadas a la Unión de Obreros Cristianos (UNOC), creada en 1960 con el apoyo de laCentral Latinoamericana de Sindicatos Cristianos (CLASC). Problemas de corrupción y la intervencióndel gobierno llevaron a la disolución de UNOC, lo que dejó sin representación a las ligas. En 1974FECCAS confluye con otras organizaciones para crear, en 1974, el Frente de Acción Popular Unificada(FAPU), del que posteriormente se retiraría para crear el BPR. La presencia de sacerdotes en laformación de organizaciones sociales y su aproximación a las organizaciones revolucionarias fue ampliay no se redujo al BPR. También en las organizaciones de masas ligadas a las FARN hubo importanteparticipación cristiana y por lo menos dos ministros bautistas formaron parte de sus integrantes iniciales.El ERP, por su lado, fue formado por elementos de la Juventud Comunista y por jóvenes salidos de lademocracia cristiana. La Universidad Centroamericana, de la Compañía de Jesús, desempeñó un papelimportante en la radicalización de las jóvenes generaciones de cristianos. Apoyó activamente el frustradoproyecto de transformación agraria de 1976, y formó grupos de apoyo a las iniciativas de cambio en elcampo y a las experiencias de nueva pastoral. El gobierno respondió con el arresto y deportación devarios sacerdotes notoriamente involucrados en estas experiencias.

Monseñor Chávez, arzobispo de San Salvador y cabeza de la iglesia católica en el país, habíacobijado con simpatía las nuevas manifestaciones de pastoral y el compromiso de curas y monjas. Ladesignación de monseñor Oscar Arnulfo Romero como su sucesor marcó el punto de inflexión en elinvolucramiento de la iglesia en la activación social y política del país. El nombramiento de Romerocoincidió con una escalada de violencia y represión contra los sacerdotes. Entre febrero y mayo de 1977diez curas habían sido asesinados, otros tantos habían sido expulsados del país -varios de ellos previatortura-, y varios más habían sido sometidos a arresto. Monseñor Romero asumió un papel muy

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dinámico en la defensa de los sacerdotes y monjas perseguidos por las autoridades y víctimas de larepresión, y legitimó la participación cristiana en la lucha por transformaciones sociales. Condenó convalor el primitivismo de los grupos dominantes y la instrumentalización del gobierno y las fuerzasarmadas en defensa de sus privilegios y de la explotación social. En marzo de 1980, cuando aún no teníatres años al frente del arzobispado, fue asesinado por un "escuadrón de la muerte" mientras oficiabamisa en una capilla, ante decenas de feligreses. Investigaciones emprendidas años después pororganismos ligados a la ONU -especialmente por la Comisión de la Verdad, creada tras los acuerdos depaz de 1992-, comprobarían que el operativo fue directamente ordenado por el mayor RobertoD’Aubuisson.2

Estados Unidos y los aparatos represivosDesde inicios de la década de 1960, y como una reacción frente a lo que estimaba como una

amenaza de la revolución cubana, el gobierno de EEUU inició una política de apoyo militar y seguridada los regímenes dictatoriales o fraudulentos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Antes incluso quesurgieran amenazas insurgentes reales, varias agencias gubernamentales estadounidenses decidierontomar partido por la preservación de esos regímenes, consolidando por lo tanto el poder de los grupossociales a los que las dictaduras servían o expresaban. En el curso de pocos años se pasó de la evoluciónpacífica predicada por la Alianza para el Progreso, a la contrarrevolución preventiva y a una tempranamilitarización de los Estados. La democracia dejó de ser una alternativa al comunismo, para serconsiderada un instrumento que favorecía la penetración de éste.

A partir de 1961 el gobierno de El Salvador contó con asistencia de EEUU para desarrollar elsistema de inteligencia militar. Se modernizaron los equipos y se organizó una vasta red de irregularesparamilitares que alimentaba con información al aparato de inteligencia y proveía de mano de obra parael trabajo sucio de contrainsurgencia, sirviendo como auxiliares del ejército. Tal era el papeldesempeñado por ORDEN, cuyos miembros eran reclutados de la reserva militar, y que operaba bajo elmando del ejército (McClintock 1985 I:201 y ss). Este destacamento estaba plenamente establecido hacia1964, bajo el mando del coronel (después general) José Alberto Medrano, posteriormente héroe de laguerra con Honduras; hacia 1974 movilizaba entre 100 mil y 150 mil hombres. En esos mismo años secreó la Agencia Nacional de Seguridad de El Salvador (ANSESAL), dirigida por el mayor RobertoD’Aubuisson; un informe de 1983 indica que uno de cada cincuenta salvadoreños era informante deANSESAL (McClintock 1985 I:207-208 y 219; Torres Rivas 1986).3

2 El mayor D'Aubuisson fue fundador del partido ARENA y, durante muchos años, su presidente.3 Véase Nairn (1984) sobre la participación de militares de Estados Unidos en la formación de "escuadrones dela muerte".

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BibliografíaMcClintock, Michael (1985) The American Connection. Volume I: “State Terror and Popular

Resistance in El Salvador”, Zed Books, Londres.

Menjivar, Rafael (1985) “Notas sobre el movimiento obrero en El Salvador” en GonzálezCasanova, Pablo, Centroamérica: hacia una integración para la paz, Revista Polémica, n° 4, enero-abril.

Nairm, Allan (1984) “De Kennedy a Reagan. El Salvador y la disciplina de la muerte” en RevistaNexos, n° 79, año VII, vol. 7, julio.

North, Liisa (1985) Bitter grounds. Roots of revolt in El Salvador, Westport, Lawrence Hill.

Torres Rivas, Edelberto (1986) “Centroamérica: guerra, transición y democracia” en Cuadernos dedivulgación, CINAS, n°2, diciembre.

Vilas, Carlos (1994) Mercado, Estados y Revoluciones: Centroamérica 1950-1990, México: UniversidadNacional Autónoma de México.

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UNA VISION GENERAL DE LA GUERRA DE LAS CIENHORAS

CARLOS PÉREZ PINEDA*

La ignorancia de lo que cualquier examen casual de la historia muestra como un rasgocrónico y abrumadoramente obvio de los asuntos humanos -el recurso a la violencia y a laGuerra- es uno de los vacíos más extraordinarios en la teoría social del siglo veinte.Anthony Giddens1

La guerra de julio de 1969 entre Honduras y El Salvador ha sido uno de los conflictos armadosmás cruentos y breves de la historia de América Latina y constituye un parteaguas histórico en eldesarrollo de los Estados que la protagonizaron. Sorprendentemente, la llamada “Guerra de las CienHoras” ha recibido muy poca atención en los ámbitos académicos. Ninguna obra general sobre el tema,producida en el ámbito académico, ha aparecido en la región desde la publicación de La Guerra Inútil ainicios de la década de 1970 (Slutzky y Carías, 1971). La indiferencia de los historiadorescentroamericanos en relación al tema es tanto más sorprendente por cuanto la guerra de 1969 marcó elpunto de ruptura del proceso regional de integración económica, política y militar más significativodesde la disolución de la federación centroamericana en 1839.

La “Guerra de las Cien Horas” enfrentó en el campo de batalla a dos burocracias militares quecontrolaban el sistema político de sus respectivas sociedades. Ambas instituciones castrenses habíanderrocado a principios de la década de 1960 a gobiernos civiles reformistas que habían generadoexpectativas de transformación democrática en sus respectivas sociedades. Los militares de ambos paísespromovieron agendas desarrollistas modernizadoras y proclamaron hasta la saciedad su vocaciónanticomunista.

Los gobiernos dominados por las fuerzas armadas aliadas a la cúpula de un partido tradicionalcomo en Honduras, o apoyadas en un partido oficial de reciente creación como en El Salvador,representaban una variante intermedia entre un gobierno directo de las fuerzas armadas y un gobiernode liderazgo civil. Los “regímenes militares” en El Salvador y en Honduras fueron en realidadcoaliciones militar-civiles en las que los políticos civiles compartían valores e intereses con los militares yestaban dispuestos a conceder su poder y autonomía en aras de la restauración de la estabilidad políticadespués de los golpes militares de 1961 en El Salvador y de 1963 en Honduras. A diferencia deregímenes decididamente militares, como en el caso chileno, en donde la junta militar prohibió toda

* El autor, MSc. Carlos Pérez Pineda, realizó la Maestría en Historia de Centroamérica en el PostgradoCentroamericano de Historia de la Universidad de Costa Rica y su campo de investigación es la HistoriaMilitar y Política de Centroamérica. Ha publicado: “La Guerra con Honduras: ¿Nacionalismo o falta devisión?”, Autores varios, El Salvador: Historia Mínima, El Salvador, 2011; “La Guerra de las Cien Horas: lahistoria y el mito 40 años después”, Boletín de la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica(AFEHC), n° 44; “Aliados en el campo del honor: las fuerzas expedicionarias de Guatemala, El Salvador yHonduras en la guerra contra los filibusteros”, 11 de Abril: Cuadernos de Cultura, n°17, Alajuela, MuseoHistórico Cultural Juan Santamaría, 2009; “Los orígenes del predominio militar en los sistemas políticossalvadoreño y hondureño”, en Revista Diálogos, número especial, 2009; “Reflexiones sobre el estudio delconflicto Honduras-El Salvador, julio de 1969”, en Revista Estudios 21, San José, Costa Rica, 2008. Su trabajode tesis “Una guerra breve y amarga: retaguardia, cultura de guerra y movilización patriótica en el conflictoHonduras-El Salvador, julio de 1969”, será publicado próximamente. Contacto: [email protected] “The neglect of what any casual survey of history shows to be an overwhelmingly obvious and chronic traitof human affairs –recourse to violence and war- is one of the most extraordinary blank spots in social theoryin the twentieth century”, Anthony Giddens, citado en Holden, Robert H. (2004). La traducción del inglés alespañol es mía.

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actividad política y asumió todos los poderes del Estado después del golpe militar que derrocó algobierno del presidente Salvador Allende, los militares salvadoreños y hondureños permitieron lacontinuación de las labores del órgano legislativo. En Honduras, el pronunciado caudillismo del generalOswaldo López Arellano podría sugerir que el régimen hondureño en realidad era más personalista queinstitucional. No obstante, el caudillismo del general López Arellano estaba circunscrito por la cúpulamilitar que participaba en la toma de decisiones y que finalmente lo obligó a retirarse del poder amediados de la década de 1970.

En la segunda mitad de la década de 1960 existían en El Salvador tendencias hacia una crecientediversificación del poder político a pesar de que el oficial Partido de Conciliación Nacional (PCN)decidía la participación de los otros partidos políticos en las elecciones mediante el control del ConsejoCentral de Elecciones (CCE). El Partido Demócrata Cristiano (PDC), apoyado por la Iglesia y algunosmiembros de la élite terrateniente e industrial, abogaba por reformas sociales de tipo liberal y habíamostrado una fuerza creciente en las elecciones municipales. La fuerza del partido oficial, PCN,provenía principalmente de las áreas rurales, mientras que los partidos de oposición y, especialmente elPDC, tenía fuerza en las áreas urbanas y suburbanas. El coronel Julio Adalberto Rivera (julio 1962- junio1967) gobernó El Salvador con mucha flexibilidad garantizando a la oposición política una cuota derepresentantes electos a la Asamblea Legislativa y un espacio político de maniobra. A pesar de ladesaprobación de los poderosos grupos oligárquicos anti-reformistas, el coronel Rivera estableció unsistema de reformas políticas bajo la influencia del programa de la Alianza para el Progreso (Dunkerley,1990: 355). El aperturismo riverista creó las condiciones para la emergencia del Partido DemócrataCristiano (PDC) como la principal fuerza de oposición. Los procesos electorales crearon expectativas decambio de régimen entre los actores civiles opuestos a los militares. El sucesor del coronel Rivera, elgeneral Fidel Sánchez Hernández continuó el proceso iniciado por su antecesor.

En Honduras, los militares que derrocaron al gobierno de Ramón Villeda Morales el 3 de octubrede 1963 representaban intereses tradicionales y temían a cualquier política que amenazara su posiciónprivilegiada dentro de la sociedad. El jefe de las fuerzas armadas hondureñas tenía autoridad,fundamentada en la Constitución de 1957, para cuestionar las órdenes presidenciales y, cuando eranecesario, la decisión final sobre los asuntos en disputa estaba en manos del Congreso de la República(Rowles, 1980). El Partido Nacional apoyó, por medio del control de la asamblea legislativa, al entoncescoronel Oswaldo López Arellano quien fue “constitucionalizado”, ascendido de grado militar ynombrado Presidente de la República en 1965. Antes de los acontecimientos que condujeron alconflicto con El Salvador, Honduras se encontraba políticamente dividida en una moderna zona costeray un atrasado mundo interior, básicamente rural. El opositor Partido Liberal obtenía su apoyo principalen la zona costera, la capital del país y sus alrededores mientras que el Partido Nacional era la fuerzapolítica más fuerte en el interior montañoso del país. Los nacionalistas derivaban su poder del apoyo dela poderosa élite terrateniente y de la fracción dominante de la oficialidad de las fuerzas armadas(Rowles, 1980: 27).

Las fuerzas armadas hondureñas que combatieron la guerra de 1969 eran un nuevo poder quehabía ganado recientemente su autonomía institucional y que conservaba un estilo de conducciónmarcadamente caudillista. Los militares hondureños de 1969, y especialmente el general López Arellano,utilizaron hábilmente los viejos antagonismos políticos de los partidos tradicionales, que habíangobernado en los años cincuenta y sesenta con el consentimiento de los militares, para fortalecer supropia posición dentro del sistema político. A diferencia de la institución militar salvadoreña, losmilitares hondureños tuvieron la habilidad de ocupar el centro de la escena política sin desplazarcompletamente a otros grupos de interés importantes (Ropp, 1974: 504-28, 524). La articulación deintereses de los principales actores sociales continuó siendo el rasgo predominante del paisaje políticohondureño después de que los militares asumieron el poder en 1963. Las fuerzas armadas establecieronun sistema de gobierno basado en la negociación y la cooptación en el que la represión era un recursousado de manera intermitente. Las organizaciones de trabajadores urbanos y rurales fueron

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principalmente dominadas por el gobierno a través de la manipulación y la división (Dunkerley, 1990:522-23).

Crisis y guerraLos factores que explican el amplio contexto económico, político y social del conflicto armado

entre El Salvador y Honduras han sido identificados por la mayoría de los académicos estudiosos deltema:

i. el impacto social de la migración masiva de salvadoreños hacia Hondurasii. la distribución desigual de los beneficios del Mercado Común

Centroamericanoiii. la no delimitación de la frontera entre ambos países.iv. los intentos de contrarrestar crecientes tensiones sociales y políticas en el

plano doméstico.

Los aspectos arriba expuestos, considerados equivocadamente por algunos como “causas” delconflicto, contribuyen a entender la coyuntura crítica que derivó en el desenlace violento de la disputaentre los gobiernos de El Salvador y de Honduras en 1969. Ciertamente, la crisis política que condujo ala ruptura de hostilidades en gran escala entre ambos Estados se desarrolló en el marco de una de lasvarias crisis experimentadas por el Mercado Común Centroamericano, pero fueron principalmentedecisiones y acontecimientos vinculados a problemas agrarios y migratorios los que generaron la crisisinterestatal en los meses de junio y julio de 1969. Los incidentes alrededor de la serie de partidos defútbol entre las selecciones nacionales de ambos países fueron el detonante que desencadenóabiertamente la crisis (Anderson, 1981).

Las tensiones políticas relacionadas con la presencia masiva de inmigrantes salvadoreños enterritorio hondureño no eran ninguna novedad. En repetidas ocasiones durante las décadas de 1950 y de1960 inmigrantes salvadoreños, en números variables, habían sido detenidos y expulsados del territoriohondureño por agentes del Estado. Algunas veces, las expulsiones habían precedido o sucedido atensiones fronterizas como las ocurridas en los años 1966 y 1967. El presidente hondureño LópezArellano enfrentó las manifestaciones de descontento social y las demandas de reformas por parte deimportantes fuerzas sociales del país haciendo uso de una estratagema que supuestamente sería unasolución de bajo costo político para su gobierno: la aplicación parcial de la vieja ley agraria del períododel derrocado presidente liberal Ramón Villeda Morales, que discriminaba directamente a loscampesinos salvadoreños, una buena parte de ellos indocumentados, asentados en tierras nacionalesexcluyéndolos de los beneficios de la reforma agraria y obligándolos a desalojar las parcelas de tierra quelaboraban. El objetivo político de la aplicación de la ley agraria de Villeda Morales era reducir laconflictividad social en el medio rural y dividir, a través de líneas nacionales, a un movimientocampesino enfrentado a los terratenientes mediante una campaña propagandística extremadamenteagresiva dirigida contra los campesinos precaristas salvadoreños, el sector más vulnerable delcampesinado en Honduras. Un problema interno derivado de la competencia por las tierras baldías entreel campesinado y los terratenientes hondureños se convertiría en un problema internacional entre losgobiernos de El Salvador y de Honduras (Durham, 1988).

El principal promotor de la política anti-salvadoreña en Honduras fue la Federación Nacional deAgricultores y Ganaderos de Honduras (FENAGH) cuyos miembros competían con los campesinospor la apropiación de las tierras baldías pertenecientes al Estado. Los grandes terratenientes hondureñosorganizados en la FENAGH denunciaron la participación de campesinos salvadoreños en las llamadas“ocupaciones” de tierras baldías reclamadas por los hacendados como propiedad privada yconvencieron al gobierno del general López Arellano de la necesidad de expulsar del territorio nacional a

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los campesinos precaristas salvadoreños para distribuir las tierras que ocupaban entre el campesinadohondureño, con el fin de apaciguarlo2.

La presión ejercida sobre el gobierno por grupos representantes de los grandes terratenientes sehizo más notoria durante los meses de febrero y marzo de 1969 en relación directa al agravamiento delos conflictos agrarios en el país. Los campesinos precaristas salvadoreños fueron sistemáticamentedesalojados de las tierras en donde habían construido sus hogares mediante la amenaza del uso de lafuerza y el uso directo de la fuerza, por agentes del Instituto Nacional Agrario (INA) apoyados porautoridades locales, civiles y militares. Grupos locales de vecinos y miembros de una violenta fuerza dechoque organizada por el Partido Nacional para reprimir a los adversarios del gobierno, conocida comoLa Mancha Brava, participaron en la persecución, desalojo y expulsión de miles de inmigrantessalvadoreños. A principios de 1969 el gobierno hondureño se negó rotundamente a prorrogar el tratadomigratorio entre ambos países.3 La expulsión sistemática de salvadoreños comenzó en mayo y adquiriómayor intensidad en el mes de junio de 1969.

Las medidas unilaterales del gobierno hondureño significaban el cierre de la válvula de escapetradicional de los “excedentes” de población salvadoreña. La élite económica y la cúpula militarsalvadoreñas temían que un retorno masivo de campesinos sin tierra provocaría una situación quepodría degenerar en una rebelión agraria como la ocurrida en enero de 1932. En los círculos de poderno había duda de que las disposiciones del gobierno hondureño amenazaban con desestabilizarpolíticamente al país creando una situación potencialmente peligrosa. Ante el empecinamiento delgobierno hondureño de continuar aplicando sus nuevas políticas, el gobierno salvadoreño, los militares ysus aliados civiles, consideraron que el recurso a la violencia era la única opción disponible para revertiruna situación que podría conducir al caos político y a la revuelta social.

La situación general de los salvadoreños en Honduras se tornó todavía más vulnerable comoresultado de incidentes ocurridos durante los juegos de fútbol en ambas capitales en la primera mitad delmes de junio de 1969. La divulgación, extremadamente distorsionada, por la prensa hondureña de losincidentes protagonizados por turbas de aficionados salvadoreños en contra de la selección y aficionadoshondureños en la capital salvadoreña a mediados de junio desencadenó inmediatamente represaliasviolentas en contra de establecimientos comerciales y hogares de salvadoreños residentes en Honduras.La divulgación en los medios de prensa salvadoreños de innumerables abusos y atrocidades,convenientemente magnificados por la imaginación periodística, en contra de los compatriotas enHonduras, creó una opinión pública indignada que demandaba al gobierno y a las fuerzas armadassalvadoreñas intervenir para detener la intolerable violencia anti-salvadoreña en Honduras.

Indudablemente, hubo actos de violencia atroz en contra de inmigrantes salvadoreños enHonduras que produjeron un número desconocido pero probablemente considerable de muertos ylesionados, pero parece ser que la violencia fue menos generalizada que lo que el gobierno y los mediosde prensa salvadoreños divulgaron. De lo que no cabe ninguna duda, es que la hostilidad manifiesta encontra de la presencia de la minoría salvadoreña se extendió rápidamente a lo largo y ancho de lageografía hondureña como resultado de una campaña sistemática de demonización de los salvadoreñosen los medios de comunicación de masas, iniciada mucho antes de los incidentes futbolísticos.

La violencia indiscriminada contra civiles de ambos países, sistemática, colectiva y no provocadaen el caso de Honduras, y circunstancial, reactiva, pero no por ello menos reprobable, y asociada al

2 El sociólogo británico Alastair White sostiene que la decisión del gobierno del general López Arellano, aprincipios del año 1969, de desposeer, en el marco de una Ley de Reforma Agraria aprobada en julio de 1968,y expulsar a un gran número de campesinos salvadoreños fue el factor que precipitó la guerra con El Salvador.(White, 1996).3 Además de la reforma agraria que discriminó a los agricultores salvadoreños, Alastair White destaca tambiénla no renovación del tratado migratorio con El Salvador y las campañas contra las manufacturas salvadoreñas.White afirma que, probablemente, entre el 60 y 70% de los residentes salvadoreños en Honduras en 1969 eranagricultores en pequeña escala (White, 1996).

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fenómeno bélico en el territorio fronterizo hondureño convertido en escenario de la guerra, en el casosalvadoreño, constituye uno de los silencios más significativos de la memoria sobre el conflicto de 1969en ambos países.

Las fuerzas militares salvadoreñas estaban en general mejor organizadas, entrenadas y equipadas.Exceptuando a las unidades de infantería receptoras de la asistencia militar americana a través delprograma de asistencia militar (MAP)*, las tropas terrestres hondureñas eran menos desarrolladas, menoseficaces y estaban peor dirigidas que las de su oponente, pero, apremiadas por circunstanciasdesesperadamente adversas, mostraron suficiente flexibilidad para integrar rápidamente a numerososvoluntarios civiles a sus filas. Básicamente, ambas fuerzas militares estaban armadas y equipadas coninventarios de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de Corea. El ejército hondureño utilizótambién armamento de la Primera Guerra Mundial y del período de entreguerras mundiales. Lacorrelación de fuerzas militares terrestres favorecía indudablemente a El Salvador. La rama militar másimportante de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) era la infantería. Honduras reconocía unaimportancia excepcional a su fuerza aérea considerada como la más poderosa de la región. Los dosEstados contaban con fuerzas de seguridad pública diversificadas. La organización de ambos ejércitos anivel administrativo y operativo no presentaba diferencias abismales y las unidades más grandes enambos bandos no superaban el tamaño de un batallón. La organización militar hondureña era másfragmentada y apenas comenzaba a desarrollar un cuerpo de dirección unificada superior, es decir unEstado mayor capaz de garantizar un control central eficaz. La artillería de campaña estaba menosdesarrollada en Honduras, y las unidades de ingenieros tenían un rol subsidiario. No existían unidadessupremas de abastecimiento dignas de ese nombre, carencia que tuvo una expresión muy dramáticadurante las operaciones, sobre todo en el bando hondureño, y que explica la relevancia de los auxiliosciviles improvisados para compensar esa grave deficiencia orgánica.

El gobierno y las Fuerzas Armadas hondureñas fueron sorprendidos por la invasión militarsalvadoreña. Los militares y los políticos hondureños esperaban una crisis parecida a la de 1967, conchoques fronterizos aislados, retórica patriótica encendida en los espacios públicos, denuncias anteorganismos internacionales, movilización de tropas a sectores de la frontera común, y, finalmente,mediación y apaciguamiento. La elite política hondureña consideraba además que el gobierno americanoimpediría cualquier intento de los salvadoreños de emprender una aventura militar contra Honduras.

Las expectativas del gobierno, las fuerzas armadas y la elite económica salvadoreñas de unacampaña fulminante que colocaría a las fuerzas enemigas en un estado de postración total no secumplieron. Los reveses y las pérdidas militares hondureñas fueron relativamente severos pero elesperado colapso no se produjo. El gobierno del general López Arellano no solamente no cayó sino querecibió el apoyo total de todas las fuerzas políticas y civiles de la sociedad hondureña. Los éxitos inicialesde la Fuerza Armada Salvadoreña (FAES) se diluyeron posteriormente debido a la falta de decisión delos mandos de los teatros de operaciones, a deficiencias en la planificación y en la ejecución de lasoperaciones militares y a la pobreza de los recursos logísticos disponibles.

Pese a los constantes ataques de la Fuerza Aérea Hondureña (FAH), que logró un predominiotáctico casi total sobre los diferentes teatros de operaciones, las fuerzas de infantería salvadoreñamantuvieron la progresión hasta la imposición de un cese de fuego por la OEA el 18 de julio. Al cesarlos combates el 20 de julio, la situación militar en los teatros de las operaciones militares favorecíaampliamente a los salvadoreños. Las fuerzas militares de Honduras habían logrado estabilizar sudefensa, a un gran costo en vidas humanas, en nuevas líneas defensivas llamadas por la propagandaoficial “Líneas de la Libertad”, que, no obstante, carecían de la profundidad y de la solidez necesariaspara repeler un decidido movimiento ofensivo del adversario. Las tropas salvadoreñas amenazaban conromper los dispositivos defensivos hondureños en el momento en que la OEA presionaba a ambos

* [N. del E.] Por las siglas en inglés de “military assistance program”

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países, especialmente al bando salvadoreño que quería continuar la guerra, con un boicot económico encaso de no cesar inmediatamente los combates.

El gobierno salvadoreño no pretendía apoderarse de Tegucigalpa y de la ciudad de San PedroSula, principal centro económico del país, en una campaña relámpago al estilo israelí, ni proyectabaanexar el territorio hondureño conquistado para colonizarlo con salvadoreños tal y como lo asegura elcoronel hondureño César Elvir Sierra (2006). Los objetivos de los salvadoreños eran limitados, y nopodían ser de otra manera ya que plantearse objetivos militares más ambiciosos que amenazaraninclusive la existencia misma del Estado enemigo excedía ampliamente la capacidad militar del invasor.Los militares salvadoreños se habían propuesto degradar la capacidad militar hondureña, ocuparporciones de territorio enemigo y negociar, desde una posición de fuerza, una solución favorable a ElSalvador, pero lograron alcanzar únicamente los dos primeros objetivos.

La guerra demostró que los mandos superiores de la FAES no estaban preparados paraenfrentarse con lo imprevisto ni a asumir ciertos riesgos necesarios, como, por ejemplo, poner en peligroa su más poderoso armamento de apoyo, los obuses de 105 milímetros, adelantándolos dentro delterritorio conquistado para poner en ejecución una acción ofensiva más contundente en la profundidaddel dispositivo enemigo y llevar a cabo una persecución despiadada de las vapuleadas fuerzas deladversario. El fracasado intento de golpear decisivamente a la Fuerza Aérea Hondureña (FAH),mediante un ataque sorpresivo a sus bases el 14 de julio, impidió el traslado de numerosasametralladoras calibre 50, que protegían importantes objetivos militares y civiles en la retaguardiasalvadoreña, a posiciones dentro del territorio enemigo conquistado para brindar una eficiente coberturaantiaérea a las fuerzas de infantería constantemente atacadas por aviones de combate hondureños. Laexcesiva cautela de los mandos superiores salvadoreños tuvo probablemente su expresión más dramáticaen el teatro de operaciones oriental, en donde se pretendía fijar a las mejores fuerzas del enemigo sinavanzar más allá de la ocupación de un número de poblaciones muy próximas al borde fronterizo(Castro Morán, 1989). El “quietismo” y la falta de agresividad del liderazgo militar salvadoreño permitióal mando hondureño realizar un contraataque muy costoso en vidas humanas en su frente sur-oriental el16 de julio que, a pesar de haber sido exitosamente contenido y rechazado por las tropas salvadoreñassin modificaciones sustanciales en la situación militar de dicho teatro, proporcionó un nuevo aliento a lamoral del pueblo hondureño, gracias a una oportuna cobertura noticiosa que magnificó exageradamentelos resultados del fallido contraataque. El desesperado contraataque hondureño tenía como uno de susprincipales objetivos distraer la atención del alto mando salvadoreño mientras la mitad de la Guardia deHonor Presidencial era trasladada por vía aérea desde la capital al tambaleante teatro de operaciones sur-occidental con la misión de contener el avance de la infantería salvadoreña hacia La Labor y Santa Rosade Copán (Overall, 2004). El alto mando hondureño pudo reorganizar apresuradamente la defensa de sumaltrecho frente sur-occidental y rechazar un avance pésimamente ejecutado por una columna de tropassalvadoreñas transportada en vehículos automotores. La exitosa emboscada a dicha columna en eldesfiladero de El Portillo, el 17 de julio de 1969, debidamente ajustada y engrandecida por lapropaganda, es actualmente un componente central de la memoria hondureña de la guerra que ladenominó “batalla de San Rafael de las Mataras”.

ConsecuenciasEl gobierno salvadoreño no logró su objetivo de revertir las nuevas políticas migratoria y agraria

del gobierno de López Arellano y el flujo masivo de salvadoreños desde Honduras no solamente nocesó sino que continuó, ante las narices de los observadores de la OEA, después de la retirada de lastropas salvadoreñas de Honduras hasta alcanzar a principios de 1970 un número aproximado de más de100.000 personas, la mayor parte de ellas en condiciones de indigencia. Un número no determinado desalvadoreños emigró directamente de Honduras a Nicaragua, asentándose en la región fronterizanicaragüense de Las Segovias. Probablemente cerca de 200.000 personas de origen salvadoreño, muchos

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de ellos de segunda y tercera generación nacidos a veces en hogares mixtos honduro-salvadoreños,permanecieron en Honduras.

Los daños materiales ocasionados por la invasión militar salvadoreña y las subsiguientes accionesarmadas en territorio hondureño fueron muy considerables y ascendieron seguramente a muchosmillones de dólares. Existen controversias sobre el costo humano del conflicto que probablementenunca serán resueltas. La información sobre el número de bajas es más sugestiva que conclusiva. Elfamoso periodista polaco Ryszard Kapuczinski afirmó que en la guerra murieron 6.000 personas y que12.000 resultaron heridas (Kapuscinski, 1991). El coronel César Elvir Sierra, autor de la más importanteobra sobre el conflicto publicada en Honduras, sostiene que las operaciones armadas afectarondirectamente a más de 300.000 personas y que el costo de la confrontación fue de más de 6.000muertos, 2.000 heridos, 500 desaparecidos, el éxodo de más de 130.000 salvadoreños desde Honduras yel desplazamiento obligado de cerca de 150.000 personas residentes en las zonas de las operacionesmilitares (Elvir Sierra, 2006). Fuentes periodísticas americanas informaron de alrededor de 2.000muertos, en su mayoría hondureños. Otras fuentes sostienen que el número de militares muertos fue decerca de 1,200, la mayor parte de ellos hondureños. El número de bajas de la guerra no será nuncaconocido mientras los militares de ambos países no abran sus archivos a los historiadores, pero lo que esimportante poner de relieve en este punto, considerando las diferentes estimaciones arriba expuestas sindescartar exageraciones, es que la guerra de 1969 entre El Salvador y Honduras fue particularmentecruenta y estuvo muy lejos de ser una escaramuza fronteriza irrelevante. Las bajas definitivas de las cienhoras de guerra superaron a las bajas de conflictos armados posteriores más prolongados en los que seutilizaron sistemas de armamento infinitamente más modernos, como la Guerra de Las Malvinas entreArgentina y Gran Bretaña y la Guerra del CENEPA entre Perú y Ecuador. El episodio bélico fueacompañado de importantes movilizaciones de inspiración patriótica que legitimaron las decisiones delos gobiernos, de un importante componente de voluntariado civil en los campos de batalla, de procesosinéditos de unidad nacional e impactó directamente a las agendas y los reagrupamientos políticos deposguerra en ambos países. Los gobiernos beligerantes hicieron uso de los recursos disponibles paraimponer su voluntad política al adversario y la violencia de los combates ocasionó importantes pérdidashumanas y materiales.

El papel de los Estados Unidos de América en el conflicto no ha sido suficientemente esclarecidopero las breves referencias a la cuestión van desde la posición de que el gobierno americano y lacompañía bananera United Fruit Company fueron los culpables de la guerra hasta apreciaciones mássobrias y mejor sustentadas que indican que el gobierno de los Estados Unidos mantuvo un perfilrelativamente bajo a lo largo del conflicto, no apoyó a ninguno de los beligerantes y su preocupaciónestuvo focalizada principalmente en la ruptura de la alianza militar anticomunista en la región comoconsecuencia de la guerra.4

4 Una de las bajas más notorias de la guerra fue el Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA). Elderrumbe de la Guardia Nacional de Nicaragua y el derrocamiento de la familia Somoza fue posible gracias ala desarticulación del CONDECA, resultado directo de la Guerra de las Cien Horas. El CONDECA era uninstrumento militar regional tutelado por los Estados Unidos de América, para enfrentar lo que eraconsiderado como la amenaza del comunismo internacional a la región centroamericana. El CONDECAhabía sido pacientemente diseñado e implementado, superando dificultades derivadas de la rivalidad entre losmilitares centroamericanos, por el Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos con sede enPanamá, para hacer frente a emergencias regionales como la de 1978-1979 en Nicaragua. La derrota deSomoza y la desaparición de uno de los pilares del agonizante CONDECA hizo posible el ascenso al poder enese país de fuerzas guerrilleras que, inspiradas en el castrismo, desafiaron la tradicional hegemonía de losEstados Unidos de América en la región.

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Los resultados políticos de la guerra fueron paradójicos.5 Mientras en Honduras la guerra produjouna difícil transición a posturas políticas más flexibles y convergentes por parte de las fuerzas armadas,los sindicatos y los partidos políticos, en El Salvador la gran unidad nacional alcanzada durante elconflicto armado no fue capitalizada políticamente por los militares para impulsar urgentes medidas dereformismo social, en particular la esperada reforma agraria cuya puesta en marcha había sido anunciadapor el gobierno del general Fidel Sánchez Hernández en los primeros días de la inmediata posguerra. Elgobierno salvadoreño desistió posteriormente de enfrentar la férrea oposición de la poderosa oligarquíaterrateniente agro-exportadora a cualquier reforma que amenazara su poder. El derrumbe prematuro dela unidad nacional, por iniciativa del opositor Partido Demócrata Cristiano, derivó en el mediano plazoen una renovada polarización política de la que surgieron nuevos actores radicalizados convencidos deque la vía de la violencia insurgente era la única posible para alcanzar el poder político y cambiarradicalmente el orden establecido. La guerra de 1969 marcó el final de un período de crecimientoeconómico, industrialización, crecimiento urbano, modernización y reformismo político bajo controlmilitar, y marcó el inicio de una nueva etapa en la que lenta pero inexorablemente se gestó, a lo largo deuna década, la mayor y más violenta crisis política en la historia republicana de El Salvador.

5 Juan Arancibia, observa que a pesar de que El Salvador parecía haber estado ganando la guerra militarmente,los resultados de la guerra favorecieron a Honduras: salida del Mercado Común Centroamericano, expulsiónde los residentes salvadoreños y ruptura de todas las relaciones con El Salvador (Arancibia, 1988: 70-73).

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RADICALIZACIÓN POLÍTICA Y MOVILIZACIÓN SOCIALEN EL SALVADOR: LOS FRENTES DE MASA*

KRISTINA PIRKER**

El 11 de enero de 1980, en el Auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacionalde El Salvador, las organizaciones populares identificadas con la izquierda revolucionaria anunciaronla fundación de la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM) como una instancia para coordinary, de esta manera, incrementar el impacto de sus acciones. En este “acto político-cultural”,1 donde secantaron tanto el Himno Nacional como cantos revolucionarios, en un auditorio adornado con labandera de El Salvador y banderas rojinegras -un homenaje a la Revolución sandinista-, losrepresentantes de varios Frentes de Masa anunciaron:

Estando las condiciones objetivas del desarrollo de nuestra sociedad maduras para eltriunfo de la revolución, la unidad del movimiento popular resulta ser un imperativo, unacondición básica para marchar en la ruta definitiva hasta la victoria del pueblo.Comprendiendo esta necesidad, este reto a los revolucionarios, las organizaciones BPR,LP-28, FAPU y la UDN hemos iniciado un proceso de unidad y coordinación [subrayadoen el original] de nuestras luchas; y queremos en perspectiva llegar a crear formasorgánicas que acrecienten la efectividad de los golpes que habremos de seguir dando a laoligarquía salvadoreña y al imperialismo y que faciliten y hagan más efectivas lasconquistas del pueblo. (BPR, UDN, FAPU, LP-28 1980: 2)

En el mismo documento, la CRM llamó a formar comités populares en los barrios, los centrosde trabajo, la Universidad, los cantones y comunidades, e invitó a los partidos y organizacionesdemocráticas a sumarse al movimiento en contra de la junta cívico-militar de gobierno. Tambiénanunció la presentación de un programa de gobierno democrático y revolucionario. En la Marcha dela Unidad del 22 de enero de 1980, convocada por la CRM para dar una primera muestra de sufuerza, participaron alrededor de 200.000 personas.

La CRM, la Marcha de la Unidad y las dos huelgas generales de junio y agosto de 1980 -convocadas en un ambiente caracterizado por el ascenso de las acciones armadas de lasorganizaciones político-militares y un creciente terror contrainsurgente- mostraron la fuerza ycapacidad de convocatoria que el movimiento popular anti-gubernamental había adquirido a partirdel establecimiento de un mando coordinado y las negociaciones entre las organizaciones político-militares (en adelante, OPM) para unir sus fuerzas en la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU).2Fueron la culminación de un proceso de creciente movilización social y radicalización política que

* Este artículo se elaboró en el marco de una estancia posdoctoral en el Centro de Investigaciones sobreAmérica Latina y el Caribe (CIALC) posibilitado por el Programa de Becas Posdoctorales de la UniversidadNacional Autónoma de México (2012/2013). Una primera versión de estas reflexiones se encuentra en la tesisdoctoral que la autora presentó en el Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad NacionalAutónoma de México (Pirker, 2008).** Becaria del Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Centro de Investigaciones sobre América Latinay el Caribe, UNAM, [email protected] Retomamos la descripción del acto de fundación de la CRM de FAPU (1980).2 El establecimiento de la DRU fue el primer paso hacia la unificación de las organizaciones político-militaressalvadoreñas que desembocaría en la formación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional(FMLN) en octubre de 1980 por las Fuerzas Populares de Liberación-Farabundo Martí (FPL), el EjércitoRevolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), el PartidoRevolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL),brazo armado del Partido Comunista Salvadoreño (PCS).

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había iniciado en la segunda mitad de 1960 y fue protagonizado por un conjunto amplio yheterogéneo de organizaciones y movimientos.

Un destacado estudioso de este proceso como Alain Rouquié, ha señalado que fueprecisamente este contexto de ebullición social caracterizado por prácticas de autodefensa, el carácterinsurreccional de organizaciones sindicales y campesinas y el fervor revolucionario de un cristianismode base comprometido con la opción por los pobres, que impulsó la creatividad de los gruposarmados para abandonar la estrategia foquista y buscar activamente la vinculación con organizacionescampesinas y sindicales contestatarias (Rouquie, 1994: 145). Si bien coincido con el autor francés enque la creciente movilización obrera y campesina, que marcó el ambiente político salvadoreño desdefines de los años 1960, constituyó las condiciones de posibilidad para el crecimiento de lasorganizaciones armadas, es necesario matizar esta perspectiva para visibilizar el papel activo demilitantes de la izquierda radical en las organizaciones populares anti-gubernamentales. Fueron elloslos que reforzaron las prácticas contestatarias de las luchas reivindicativas al darles direccionalidadpolítica, publicidad y también apoyo económico. Como máxima expresión de esta articulaciónpodemos considerar los Frentes de Masa, fundados entre 1975 y 1979 por dirigentes sindicales ycampesinos vinculados a las OPM, y concebidos como “vasos comunicantes” entre las luchasgremiales y la vía armada, así como instancias de coordinación y representación política en uncontexto caracterizado por la prohibición y persecución de la oposición política al régimen cívico-militar.

En la segunda mitad de los setenta existían cinco Frentes de Masa: la Unión DemocráticaNacionalista (UDN) -formada por el Partido Comunista como vehículo electoral en 1962 paraenfrentar la prohibición política-, que operaba como un partido reformista convencional convínculos históricos con dos federaciones sindicales no oficialistas, la Federación Única SindicalSalvadoreña (FUSS) y la Federación de Sindicatos de Trabajadores de la Industria de Alimentación,Vestimenta, Textiles y Similares (FESTIAVSCES). El Frente de Acción Popular Unificado (FAPU),fundado entre 1974 y 1975, representaba a grupos campesinos del departamento Cuscatlán (a 40kmsde la capital San Salvador) y a la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños(FENASTRAS), una federación de nuevo cuño con una gran capacidad de movilización a partir deagrupar a algunos de los sindicatos más importantes de las empresas públicas. El FAPU estabavinculado al grupo guerrillero Resistencia Nacional. En 1975 se formó el Bloque PopularRevolucionario (BPR), que iba a ser el Frente de Masa más influyente, al agrupar a los gremios anti-gubernamentales más relevantes de la época como el sindicato magisterial Asociación Nacional deEducadores Salvadoreño 21 de Junio (ANDES 21 de Junio) y las organizaciones campesinasFederación Cristiana Campesina Salvadoreña (FECCAS) y Unión de los Trabajadores del Campo(UTC). El “Bloque” operaba como brazo político de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y, aligual que el FAPU, declaró que en El Salvador las vías institucionales para lograr cambios sustantivosen el sistema político y la sociedad salvadoreña se habían agotado, por lo cual la derrota del Estadomilitar era sólo un paso en la lucha por el Socialismo. En 1977, cuadros del ERP fundaron las LigasPopulares-28 de Febrero (LP-28). Aunque las LP-28 nunca alcanzaron la influencia social del BPR ola inserción en sectores económicos estratégicos como el FAPU, fueron un vehículo importante paraconsolidar la posición del ERP en zonas geográficas donde operaban sus núcleos guerrilleros, comoen los departamentos Morazán, Usulután, San Vicente, La Unión, Santa Ana y en algunos cantonesde Chalatenango. En San Salvador, las LP-28 formaban las milicias urbanas que en 1980acompañaban y defendían las marchas convocadas por la CRM. El último Frente de Masa enconstituirse fue en 1979 el Movimiento de Liberación Popular (MLP) vinculado a la organizaciónarmada PRTC.

El propósito de las siguientes páginas es reconstruir la emergencia de estas plataformas deacción por dos vías: primero, describiendo los principales rasgos de los procesos de movilizacióncampesina y obrera, a fin de mostrar las condiciones sociales y organizativas de posibilidad para la

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articulación entre luchas gremiales y proyectos revolucionarios. A partir de presentar las principalesestrategias que emplearon los militantes para consolidar los vínculos entre organizaciónrevolucionaria y gremial y debilitar la presencia y representatividad de liderazgos reformistas(democratacristianos o comunistas) -especialmente la promoción de la acción directa por encima delas vías institucionales y de la “lucha político-ideológica por la hegemonía”-, me interesa mostrarcómo se fueron afincando los lazos de pertenencia y de afinidades ideológicas entre determinadasorganizaciones populares y organizaciones político-militares, hasta resultar en una fuerteidentificación entre ciertas organizaciones populares y organizaciones político-militares que duróhasta después de la guerra civil.

Movilización social y radicalización política en los setentaPara comprender cómo en El Salvador las opciones políticas radicales se transformaron en

canales legítimos de lucha y expresión política para un segmento considerable de la población esimportante reconstruir las condiciones sociales, políticas y simbólicas que hicieron posible lainteracción entre militantes revolucionarios y organizaciones gremiales.

En el caso de las organizaciones campesinas, esta interacción pudo darse en espacios abiertospreviamente por la Iglesia católica, partidos de oposición -el Partido Demócrata Cristiano (PDC) o elPartido comunista- o incluso por asesores gubernamentales del Instituto Salvadoreño de laTransferencia Agraria (ISTA), que promovían el mutualismo campesino como una vía no radicalpara mejorar las condiciones de vida. Fue en este contexto que las prácticas de represión selectiva ylas relaciones clientelares establecidas para sostener las estructuras polarizadas en el camposalvadoreño3 empezaron a actuar en contra de estos ejercicios participativos.

La ilegalización de todo tipo de organización reivindicativa campesina, la represión selectiva yel clientelismo, construido en torno a “centros locales de poder”, generalmente, latifundistasvinculados a los poderes políticos locales, los jueces de mesa y la Guardia Nacional (entrenados porel Estado pero financiados por los latifundistas) convertían los intentos de organizaciónindependiente en potenciales amenazas para el statu quo y provocaban la intervención de los gruposparamilitares (civiles armados al servicio de los latifundistas) quienes formaban parte del entramadoclientelar ya que colaborar con ellos ofrecía beneficios, que iban desde acceso a empleos y créditosagrarios hasta la impunidad cuando cometían abusos y actos violentos.4

Las historias de vida, etnografías locales y testimonios que dan cuenta de la radicalizacióncampesina indican que, no obstante la intervención de “agentes externos”, el interés de los mismoscampesinos en buscar asesoría, apoyos organizativos e incluso el vínculo con grupos armados fuedecisivo para las dinámicas de radicalización. Esto se dio porque, no obstante las prohibicionesestatales a la asociación campesina y la intimidación descritas en el párrafo anterior, existían espaciosde sociabilidad campesina relativamente autónomos y protegidos de la intervención estatal, como porejemplo, cajas de apoyo mutuo o las cofradías fomentadas, muchas veces, por las parroquias. Lostestimonios indican también que las pocas cooperativas existentes fomentaban también la creaciónde espacios de reunión de la comunidad campesina. Por otra parte, la misma modernización del agro

3 En la década de los años sesenta en El Salvador, el proletariado agrícola representaba el 40 por ciento de lapoblación rural, los campesinos arrendatarios con menos de dos hectáreas de tierra constituían el 50 porciento y los pequeños campesinos que poseían entre dos y diez hectáreas representaban el 8 por ciento de lapoblación rural. En cambio, sólo un 2 por ciento de la población rural eran grandes latifundistas -en sumayoría ganaderos y dueños de grandes extensiones de tierra sembradas con café, algodón o caña de azúcar-vinculados por lazos familiares con la burguesía agroindustrial (Álvarez y Chávez, 2001: 31).4 La organización anticomunista paramilitar Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) es el ejemplomás conocido de redes de colaboradores civiles con la violencia del Estado, por haber sido una estructuranacional y fundada desde el ejército. Sin embargo, las prácticas de colaboración civil en la represión del Estadosalvadoreño vienen desde antes, como lo señalan Alvarenga (1996) y Paige (1997).

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en los años cincuenta y sesenta que debilitó mecanismos tradicionales de control y compromiso,como el colonato, creó condiciones de posibilidad para que estos espacios de sociabilidad se abrierany transformaran en plataformas para organizar luchas reivindicativas (Bataillon, 2008: 82-149).

A grandes rasgos es posible ubicar tres momentos en el proceso de organización yradicalización campesina: El primer momento se caracterizó por el surgimiento de organizacioneslocales en la segunda mitad de los años sesenta, las cuales fueron concebidas como espacios parapromover estrategias mutualistas con el fin de mejorar las condiciones de vida de los afiliados, yeducar a los campesinos, principalmente a los líderes comunitarios. En esta primera fase, laintervención de militantes locales de los partidos de oposición (especialmente democristianos ocomunistas), y de los sacerdotes de las parroquias, fue crucial. Tarde o temprano, estasorganizaciones independientes tendieron a enfrentarse a las relaciones clientelares creadas en lascomunidades en torno a los poderes fácticos (terratenientes, jueces, ORDEN y la Guardia Nacional).Esta confrontación contribuyó a la radicalización política de asociaciones que originalmente habíansurgido como formas de autoayuda (Alas, 2003, Rico, 2004: 255), lo cual abrió espacios deintervención a activistas vinculados con organizaciones radicales. Por esta razón, el segundomomento, en la primera mitad de los años setenta, se inició con la ruptura de estas formas incipientesde participación social y se manifestó en el surgimiento de nuevas organizaciones con demandas yestrategias más radicales, o en cambios de liderazgos en las ya existentes. Así sucedió por ejemplo enla organización FECCAS, donde una crisis interna del liderazgo democristiano hacia fines de ladécada de 1960 permitió que la dirección de la organización se convirtiera en espacio en disputaentre distintos grupos políticos, la cual fue ganada en 1974 por militantes campesinos de las FPL. Eltercer momento -los años inmediatamente antes del estallido de la guerra civil- se caracterizaron porel incremento y la radicalización de las protestas en el campo que incluía enfrentamientos armadosentre integrantes de las organizaciones radicales, de la organización paramilitar ORDEN y la GuardiaNacional.

¿Qué prácticas permitieron la radicalización del campesinado? Es conocido el papel central quejugaron sacerdotes y laicos de la Iglesia católica en la construcción del movimiento campesino. Lossacerdotes, inspirados en la doctrina socialcristiana y en la teología de la liberación, promovieron -pormedio de una lectura y discusión histórica de la Biblia- una interpretación de la misma orientada aidentificar y denunciar “el pecado social”, es decir, la desigualdad y la explotación. Pero la novedadresidía no sólo en el impulso “espiritual”, o desbloqueo ideológico, sino en la emergencia de nuevasprácticas organizativas. El surgimiento de la organización campesina en municipios como Aguilares ySuchitoto (Departamento Cuscatlán), muestra como la selección y educación de delegados de lapalabra y preparadores creaba una red que vinculaba las comunidades entre sí y con la parroquia.Adicionalmente, la realización de talleres educativos sobre derechos gremiales, historia y políticadirigidos a los delegados resultó en la constitución de una nueva generación de líderes comunitariosque combinaban espiritualidad y voluntad de sacrificio con la disposición de participar en unproyecto colectivo para transformar las condiciones de desigualdad social a partir de lo local perocon una perspectiva nacional.

La iglesia contribuía también a la construcción de una mística de liderazgo -no muy alejada delas concepciones marxistas-leninistas- que combinaba el imperativo del servicio a la colectividad conuna idea de vanguardia. José Inocencio Alas, el sacerdote de Suchitoto, relata cómo intentabatransmitir estos valores en las asambleas donde se elegía a los delegados de la palabra:

Pasaba a explicar las cualidades o características de un líder, entre ellos los másimportantes, el servicio a la comunidad, la aceptación del líder por la comunidad, el sercabeza y no cola dentro de la comunidad. Un líder hace progresar a la comunidad enideas, en valores y en acciones. Después les explicaba mi interés en darles mejorpreparación a los líderes acerca de su fe. Como la comunidad, mejor que nadie, conoce a

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sus líderes, éstos deberían ser elegidos por la misma mediante la presentación decandidatos y la elección formal. (Alas, 2003: 82).

Además de apoyar la formación de líderes, la iglesia propiciaba espacios para la reunióncampesina donde los delegados de la palabra discutían tanto las tareas pastorales comoreivindicaciones de la organización campesina. En las parroquias con sacerdotes comprometidos conlas luchas reivindicativas, la misa dominical podía convertirse en un espacio abierto a las denuncias demaltratos y abusos de los campesinos. Así nació a nivel local una práctica que, a partir de 1976, elarzobispo Monseñor Oscar Arnulfo Romero transformara en la llamada “eucaristía única”. Pararesponder al estado de sitio, que prohibía reuniones públicas al aire libre sin permiso del gobierno,Monseñor Romero aprovechaba la homilía celebrada en la Catedral para difundir las denuncias de lasviolaciones a los derechos humanos que le habían sido comunicadas durante la semana.

Si bien el papel de la iglesia es insoslayable para comprender el “desbloqueo ideológico” de loscampesinos (Cabarrús, 1983: 144-163), hay que tomar en cuenta la iniciativa propia de loscampesinos en buscar el contacto con la organización político-militar o formar grupos deautodefensa. En este proceso, una motivación central debe haber sido el hostigamiento de gruposparamilitares, como ORDEN, en contra de activistas campesinos (Rico, 2004: 262-263). Ademásintervinieron también actores sindicales, especialmente los maestros organizados en el sindicato deANDES 21 de junio, así como estudiantes universitarios y de secundaria. A veces con el pretexto dela alfabetización, ellos pasaron largos ratos en las comunidades para ayudar en la construcción de lasnuevas organizaciones. Por ejemplo, en el caso de FECCAS los maestros y estudiantes participaronen los talleres realizados por la parroquia de Aguilares y contribuyeron de esta manera a larevitalización de la estructura organizativa de FECCAS, después del retiro de la UNOC (UniónNacional de Obreros y Campesinos, de orientación democristiana).

De esta manera, en menos de 10 años -de 1968 a 1977- el movimiento campesino logró ocuparun “lugar propio”, como actor nacional, en el campo político, ganando visibilidad con novedosasformas de protesta y un discurso que trascendía demandas particulares, gremiales. Portar mantas enlas movilizaciones en San Salvador en pro de una Reforma Agraria con los nombres de comunidades,cantones y departamentos, se convirtió en una forma sencilla pero eficaz para crear una imagen delcampesinado como un actor político nacional. A través de pancartas y carteles en las marchascampesinas se expresaba la solidaridad con las luchas de otros sectores (sindicatos urbanos,pobladores de los tugurios), lo cual reforzó la “visibilización” práctica y simbólica del movimientopopular revolucionario en las calles de San Salvador.

El proceso de radicalización obrera fue distinto al campesino: a diferencia de los campesinos,en cuyo caso hasta 1977 no existía regulación legal para permitir la organización, el Estadosalvadoreño creó, en el contexto de la modernización económica de los años cincuenta, una serie demecanismos institucionales y legales para posibilitar un corporativismo sindical limitado a lostrabajadores del sector urbano formal. Estas políticas de formalización de derechos laboralesmínimos se inscribían en las estrategias de modernización y de industrialización que los gobiernosregionales realizaron en las décadas de 1950 y 1960. Esta situación tiene varias implicaciones para elanálisis del proceso de radicalización sindical en los setenta. En primer lugar, implica usar concuidado términos como sindicalismo “independiente” o “político” en relación con el movimientosindical salvadoreño y cuestionar las valoraciones inherentes a estas calificaciones. Según lalegislación laboral salvadoreña, el término “independiente” señala solamente que un sindicatopertenece formalmente a ninguna federación o confederación, lo cual no necesariamente significóindependencia de partidos o “apoliticismo”.

En segundo lugar, el marco legal existente en el ámbito laboral formal -aunque precario yestrecho- fue un referente importante para todas las tendencias sindicales, incluso para las másradicales del movimiento. La Constitución de 1950 al reconocer los derechos laborales mínimos -

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entre ellos el derecho a la sindicalización, a la negociación colectiva y el seguro social- implicaba, almenos en términos formales, el reconocimiento estatal de los sindicatos urbanos, a diferencia de lasorganizaciones campesinas. El Código de Trabajo de 1963 daba suficiente margen a ladiscrecionalidad gubernamental para, por un lado, fortalecer desde el poder estatal a lasorganizaciones sindicales oficiales y, por otro lado, obstaculizar el fortalecimiento de los sindicatosno-oficialistas. Pese al reconocimiento constitucional del derecho a la huelga, el mismo Código deTrabajo imponía varios obstáculos legales para volver imposibles, en la práctica, la realización de unahuelga legal. Por otra parte, la aplicación del Código de Trabajo, que obligaba al movimiento sindicala reestructurarse en federaciones y confederaciones, obstaculizaba la unificación del sindicalismo nogubernamental. La primera confederación legalizada, la Confederación General de Sindicatos (CGS)fundada en 1958 con cuatro federaciones y 13.000 afiliados, fue oficialista. Los intentos de lossindicatos no oficialistas de superar su dispersión mediante la fundación de una central no seconcretaron, en primer lugar, por los obstáculos legales impuestos por el Código del Trabajo, ensegundo lugar -según los críticos de la política del PCS - por las prácticas burocráticas y lasdivergencias ideológicas al interior de las dos federaciones de izquierda FUSS y FESTIAVTSCES enlos sesenta y setenta (EIAP, 1984: 15-24; Menjívar, 1982: 127-141).

El movimiento sindical fue un espacio disputado entre, por una parte, el Estado salvadoreño y,por otra parte, las distintas tendencias políticas que intervenían en él. Esto se debe a que se movía -mucho más que las organizaciones campesinas- al mismo tiempo “dentro” y “fuera” de lasinstituciones públicas existentes, por lo cual definir el vínculo con las diferentes fuerzas políticas,condicionó también sus prácticas. En esta disputa, para las tendencias comunistas de la FUSS lasuperación de las trabas legales impuestas al sindicalismo anti-gubernamental por el gobierno seconvirtió en un objetivo primordial de la actividad gremial. Posiblemente fue en este espacio sindicalque, por primera vez, se confrontaron las posiciones encontradas dentro del Partido Comunistarespecto a las estrategias más adecuadas para desplazar a los militares del poder. La primera tendencia-“reformista”- planteó la necesidad de aprovechar el marco legal existente para formar sindicatos,fortalecer las estructuras legales de la FUSS, apoyar sólo aquellas reivindicaciones obreras quetuvieran una posibilidad real de ser realizadas y no provocar el gobierno innecesariamente mediantela realización de huelgas solidarias. Esta tendencia participó a partir de 1969 en la consolidación de laUDN como instrumento político para participar en la lucha parlamentaria y electoral.

La otra tendencia, organizada en el Comité Obrero de Acción Política (COAP), cuestionabaesta posición y propugnaba por la defensa del derecho de huelga mediante el uso de la huelga “dehecho”, las huelgas solidarias y la autodefensa obrera. Las prácticas para realizar las huelgas queimpulsó esta tendencia en los sesenta, adelantaron algunas de las “innovaciones” de la prácticasindical de la década siguiente. Salvador Cayetano Carpio, dirigente sindical y secretario general delPartido Comunista entre 1964 y 1970, hasta su ruptura con el partido para formar las FPL, describióla práctica de la huelga de hecho de la siguiente manera:

En primer lugar, lo primerito fue no respetar el Código del Trabajo, en segundo lugar,defender con piquetes armados con palos la entrada a los rompehuelgas; en tercer lugar,el choque con la Guardia cuando ésta quería meterlos allí a la fuerza: la violenciarevolucionaria expresada a través de la huelga la convertía en huelga política; en cuartolugar, agitar a las otras fábricas para que dieran solidaridad a esta huelga y, en quintolugar, ir uniendo a la clase obrera sobre la base de la lucha por sus intereses y lasolidaridad con la lucha de otros sectores obreros (Harnecker, 1983:143).

El COAP participó desde una posición estratégica en las dos huelgas que fueron centrales paraconsolidar la visibilidad del movimiento sindical anti-gubernamental en los años sesenta. En 1967Cayetano Carpio participó, como uno de los representantes de la FUSS, en el Comando General deHuelga que organizó la huelga general progresiva, realizada por la FUSS y la CGS, para apoyar lalucha laboral de los trabajadores de la empresa “Acero S.A” y en la cual, en los tres días que duró la

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huelga (del 26 al 28 de abril de 1967), aproximadamente 35.000 trabajadores participaron. La segundahuelga estratégica fue el paro laboral del sindicato de maestros ANDES 21 de junio en 1968, quetambién fue acompañado por actos de solidaridad y el involucramiento de otros sectores sociales.Después de 58 días fue disuelto violentamente, lo cual provocó un distanciamiento de muchosmaestros del régimen militar. Por su alcance y las concesiones obtenidas por el régimen militar, lasdos huelgas se convirtieron en referentes importantes para futuras acciones del movimiento popular(Cayetano Carpio, 1968; Gordon, 1989: 113-114).

Con estas huelgas inició una fase de reagrupamiento de las organizaciones sindicales, que seexpresó en las disputas entre distintas tendencias políticas por el control sobre las federaciones y laemergencia de nuevos sindicatos en las empresas públicas de sectores estratégicos. Así que paraprincipios de los setenta, las dos federaciones sindicales más relevantes -la anti-gubernamental FUSSy la pro-gubernamental CGS- se habían dividido para dar lugar a la constitución de nuevasfederaciones, como la federación de construcción FESINCONSTRANS (Federación de Sindicatosde la Industria de la Construcción, Similares y Transporte, pro-gubernamental) y la FESTIAVTSCES(como escisión de la FUSS). La salida de Cayetano Carpio del PCS en 1970 significó la dispersión delCOAP -algunos miembros del COAP formaron junto con Carpio el núcleo inicial de las FPL- y laconsolidación de posturas reformistas en la FUSS y la FESTIAVTCES que promovían la lucha legaly el fortalecimiento de la institucionalidad sindical.

Entre 1970 y 1975, mientras en las áreas rurales se fortaleció la movilización campesina, en elámbito sindical hubo un reflujo en la participación. Bajó el número de huelgas y se fortalecieron losmecanismos de control y de represión selectiva a dirigentes sindicales después del fraude electoral de1972. En este contexto se gestó en 1973 la fundación de FENASTRAS, a partir de la escisión dediversos sindicatos de la CGS y el acercamiento de nuevos sindicatos de las empresas públicasestratégicas como la Compañía de Electricidad del Río Lempa (CEL) y de la empresa de agua yalcantarillado ANDA (Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados). La identificaciónde FENASTRAS como una federación sindical “izquierdista” corresponde al papel que jugó durantela crisis política de fines de los setenta y la guerra civil, más no a sus inicios cuando aglutinabasindicatos de empresa y de ramas industriales de orientación política diversa: tendencias pro-gubernamentales, comunistas y también tendencias radicales. La ambigüedad política de la federaciónen el momento de su fundación fue una condición de posibilidad para que se dieran las luchas entrelas diversas tendencias políticas sobre la naturaleza y el rumbo político que debería tomar lafederación (EIAP, 1984: 50-51).

Fue hacia 1976 que esta disputa se decidió a favor de las tendencias más radicales, cuandoHéctor Bernabé Recinos, dirigente sindical de STECEL y del FAPU, ocupó la secretaría nacional deFENASTRAS. El FAPU, gracias a su control sobre FENASTRAS, que se expresaba en la ocupacióndel cargo de secretario general por uno de sus cuadros político-sindicales más importantes, pudoincrementar su capital político y simbólico. Pero esto no significaba que el Frente de masas tuviera elcontrol absoluto sobre la federación. Dada la estructura organizativa de la federación, compuesta porsindicatos de empresa con estructura propia, otras tendencias políticas podían “infiltrarse” en lafederación y cuestionar la hegemonía del FAPU. Por esto, en cada conflicto laboral dondeparticipaba FENASTRAS se daban fuertes debates entre las tendencias ideológicas sobre la estrategia“correcta” que la federación debería emplear, que se expresaban verbalmente en las asambleassindicales y se divulgaban en los periódicos de los Frentes de Masa.

Al calor de la movilización: El desafío a las estructuras existentesEn 1977 inició un nuevo ciclo de luchas obreras que se refleja en un considerable aumento de

las huelgas y del número de trabajadores involucrados. Si bien la mayor parte eran paros noreconocidos por el Ministerio de Trabajo, el descontento laboral de este periodo se refleja incluso enlas estadísticas oficiales. Mientras en 1976 fueron registradas sólo dos huelgas en el sector de la

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construcción, que afectaron a 25.000 trabajadores, en 1977 se desarrollaron 19, que involucraron a32.879 trabajadores, principalmente en la industria manufacturera. El máximo número de huelgaslegales se registró en 1979 con un número de 103, de las cuales 86 se desarrollaron en el sectormanufacturero y participaron 29,432 trabajadores (LABORSTA). La movilización social dio unnuevo impulso a los esfuerzos por unificar el movimiento sindical anti-gubernamental y en 1977 lastres federaciones controladas por la izquierda (FUSS, FESTIAVTSCES y FENASTRAS) acordaronfundar una nueva confederación, la Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños (CUTS).

Si comparamos las trayectorias sindicales, en primer lugar, se evidencia que la radicalización deestos años no fue un proceso homogéneo y no afectó a todas las organizaciones sindicales. Ladisputa por el control político de los sindicatos de base por parte de los Frentes de Masa se dioprincipalmente en el sector manufacturero -en los sindicatos afiliados a FUSS, FENASTRAS yFESTIAVTSCES- y en las empresas estatales. Pero los sectores radicales no podían romper el pesonumérico de los sindicatos pro-gubernamentales o incidir de manera importante en el sector de laconstrucción, hegemonizado por la progubernamental FESINCONSTRANS. Como el BPRcontrolaba a ANDES 21 de junio era difícil que otras tendencias políticas tuvieran incidenciarelevante en el Magisterio, aunque había una cierta presencia de militantes comunistas. Entre 1978 y1979, cuando la ola de radicalización alcanzó también a los empleados públicos, los militantesrevolucionarios participaron activamente en la fundación de asociaciones sindicales en losministerios, para ampliar la influencia de sus OPM e incrementar la presión política sobre el Estado,vinculando demandas gremiales por salarios, mejores condiciones de trabajo y el reconocimientoformal de sus sindicatos con formas de acción directa, como tomas de ministerios o paros.

En segundo lugar, los militantes de las organizaciones revolucionarias buscaron “infiltrar”sindicatos de base para impulsar, desde allí, nuevas prácticas de movilización que cuestionaban losesfuerzos institucionales de unificación sindical, como la formación de la CUTS. Las prácticas“antisistémicas” se dirigían, entonces, no solamente en contra del aparato estatal sino también encontra del reformismo sindical. Los militantes intentaron, por medio de estas prácticas, rebasar (yprovocar) permanentemente los límites de las instituciones reguladoras de la conflictividad laboral ylas prácticas sindicales convencionales representadas por las federaciones. Por esto el blanco de susacciones no eran sólo las federaciones pro-gubernamentales consideradas en el ambiente militantecomo sindicatos blancos y “gángsteres” vinculados a la Guardia Nacional y la policía, sino tambiénlas federaciones comunistas, (des)calificadas de “revisionistas” y “burócratas”. Los “cascaronesfederales”, denunciaban las publicaciones del FAPU y BPR, en vez de impulsar la lucha desanimabana los obreros porque buscaban mantener las formas de protesta y las demandas en el estrecho marcode las instituciones y la búsqueda de la unidad a negociaciones y acuerdos entre cúpulas sindicales. Lacrítica más fuerte se dirigía especialmente en contra de la FUSS, la FESTIAVTSCES, y el“revisionismo” en FENASTRAS. Así, por ejemplo, el FAPU advertía que el distanciamiento entrebases y dirección era una de las consecuencias negativas del reformismo:

Esta hegemonía revisionista en las federaciones, corre paralela con el hundimiento de lasdirectivas federales en el economicismo y el electorerismo; el resultado es que lasdirectivas se convierten en fantasmales cascarones, que poco o nada tienen que decir asus bases.5

“Economismo” y “electorerismo” fueron dos críticas constantes de los militantesrevolucionarios tanto en contra del sindicalismo como de los partidos reformistas. Por tanto, unobjetivo importante de las nuevas formas organizativas “extralegales” y estrategias de lucha fue,precisamente, desafiar las prácticas tradicionales de la oposición salvadoreña. De esta manera sediseminó la práctica de la huelga “extralegal”, que iniciaba paros sin esperar fallos o plazos

5 “Las luchas obreras en El Salvador (1974-1977)” (1977) en Revista Polémica. Problemas de la RevoluciónSalvadoreña, Época I, No. 2, mayo-junio, p. 26.

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establecidos por el Ministerio de Trabajo y sin tomar en cuenta a las federaciones, aunque lossindicatos involucrados en el conflicto laboral estuvieran afiliados a una de ellas. Así sucedió, porejemplo, con una de las huelgas emblemáticas del periodo previo al estallido de la guerra civil, el delos trabajadores portuarios del Puerto de Acajutla (entre diciembre de 1976 y enero de 1977),afiliados a la CGS. En este caso, la movilización obrera se realizó sin tomar en cuenta las estructurasde la federación progubernamental. El conflicto laboral desembocó en la intervención del ejército yla militarización de la empresa. Procesos similares ocurrieron durante la huelga en la Empresa Diana(Sector Alimentos) en octubre de 1977, y en la central azucarera de Izalco en enero de 1978. Todosellos siguen un determinado patrón: participaron militantes sindicales del FAPU -por lo cual lossucesos están documentados y analizados con detalle en los periódicos de esta organización-, suscausas fueron demandas “económicas” por aumentos de salarios y prestaciones y hubo actos deintimidación y enfrentamientos violentos entre los piquetes, los cuerpos armados y los “esquiroles”.6

A la presencia de cuerpos armados en las afueras de las fábricas en huelga se sumarondetenciones, secuestros y asesinatos de activistas que fueron denunciados en los periódicos de losFrentes de Masa y en los periódicos de la oposición.

Las estrategias de las fuerzas gubernamentales y del empresariado para desarticular las huelgas -infiltrar las asambleas sindicales con provocadores de ORDEN, la intervención violenta de laGuardia Nacional o de la policía en locales sindicales o el secuestro de activistas y dirigentessindicales- daban argumentos adicionales a aquellos que cuestionaron la efectividad de las estrategiasreformistas para resolver los conflictos laborales. Además, contribuyeron a la radicalización de laprotesta porque sirvieron como un impulso para denunciar la complicidad entre empresarios yfuerzas gubernamentales y sacar los conflictos al espacio público, fuera del centro de trabajo.

Estos conflictos laborales, que sin excepción se originaban en reivindicaciones laborales,fueron oportunidades para que los activistas políticos lanzaran las nuevas estrategias de organizacióny probaran las correlaciones de fuerza entre los actores políticos. Así, el cuestionamiento de lasfederaciones como instituciones legítimas de representación obrera fue acompañado por la creaciónde nuevas formas de organización, orientadas a involucrar directamente a las bases sindicales en lasluchas obreras y la movilización de solidaridades: en agosto de 1977 el papel clave de STECEL en laradicalización del movimiento sindical se confirmó, cuando los activistas sindicales del FAPUaprovecharon la oportunidad de una huelga de este sindicato para fundar el Comité Intersindical,como una plataforma para realizar acciones de solidaridad, canalizar apoyos a las empresas en paro ycrear una estructura alternativa de representación legitimada a través de la participación directa deactivistas. Algunos, pero no todos los sindicatos que participaron en el Comité Intersindical,formaron parte de FENASTRAS.7 En este mismo periodo y con la misma lógica se fundó, poriniciativa de activistas del BPR, el Consejo Sindical de Obreros (COSDO) que también se planteó launificación de las bases de diferentes sindicatos al margen de las federaciones existentes. COSDO seconvertiría en 1979 en el Comité Coordinador de Sindicatos “José Guillermo Rivas”, afiliado al BPR(EIAP, 1984: 58-64).

A partir de las plataformas sindicales para potenciar y aglutinar las luchas obreras aisladas, losmilitantes radicales se planteaban el objetivo político de introducir en estas luchas una orientaciónrevolucionaria. Los diversos comités contribuyeron, entonces, a coordinar las formas de protestaobrera, introducir nuevas estrategias de lucha y entrelazar las diversas organizaciones sindicales conlos Frentes de Masa. Las acciones de protesta sirvieron, al mismo tiempo, como plataformas paradenunciar agresiones y presentar reivindicaciones de luchas específicas. Al sumarse luchas locales y

6 Ibíd., 30-32; “El asalto a la central azucarera de Izalco” (1978), en Revista Polémica. Problemas de la Revolución,San Salvador, Época I, n°4, p.3-10.7 “Las luchas de los obreros de STECEL”(1977), en Revista Polémica. Problemas de la Revolución Salvadoreña, SanSalvador, Época I, No. 2, octubre, p.5-35.

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comités de fábricas en las movilizaciones de los Frentes de Masa en San Salvador creció laproyección del movimiento sindical como un actor político relevante y de alcance nacional.

Pero la constitución de nuevas modalidades de organización por el sindicalismo radical -y sucrítica a las “cascarones federales”- no significó que éste abandonara por completo las prácticassindicales tradicionales. Aunque las viejas estrategias de representación sindical y de sus objetivos -mejorar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo dentro del capitalismo- fueron cuestionadas,en la práctica política las organizaciones revolucionarias también hicieron todo lo posible por ocupardirigencias sindicales y consolidar su influencia en las federaciones. Así, el FAPU apostó entre 1975 y1979 a la consolidación de su influencia en FENASTRAS hasta lograr que esta federación fueraidentificada con el Frente de Masa y la organización guerrillera Resistencia Nacional. Asimismo elBPR -fuerte crítico de todas las prácticas sindicales reformistas- aglutinó entre abril y junio de 1978,mediante el Comité Coordinador de Sindicatos “José Guillermo Rivas”, a sus militantes sindicalistaspara formar su propia federación, la Federación Sindical Revolucionaria (FSR). Estas prácticastambién dan cuenta que la regulación laboral existente -pese a sus deficiencias- seguía formandoparte de las condiciones de posibilidad de la acción colectiva sindical.8

Entonces, más que abandonar formas existentes de organización, los activistas radicalespretendieron modificarlas en función de su objetivo estratégico de reorientar las disposiciones departicipación sindical de los trabajadores hacía la lucha revolucionaria y la toma del poder. Undocumento del FAPU sobre el sindicalismo salvadoreño describe esta intención de manera clara: “setrata de convertir la disciplina sindical en disciplina revolucionaria en la lucha por el Socialismo”9. Eneste sentido, la politización del sindicalismo tenía diferentes significados: en primer lugar, romper conlas prácticas sindicales cotidianas, fundamentadas en la delegación de la participación enrepresentantes electos, e involucrar los sindicalistas de base y trabajadores en las acciones solidariascon las luchas en otras fábricas; en segundo lugar, convocar a movilizaciones del conjunto de lasorganizaciones obreras y campesinas para demostrar en el espacio público -la calle- la unidad obreray campesina; y en tercer lugar, orientar la disposición corporativa de los trabajadores de luchar porreivindicaciones sociales y políticas inmediatas hacia la lucha por objetivos revolucionarios, como unacondición previa para reclutarlos a formas más radicales de organización, como la participación en lalucha armada.

Estas visiones políticas de la conflictividad laboral contribuían, sin duda, a la polarización de lasociedad salvadoreña en los setenta. No hay que olvidar que la creciente movilización social, si biense reflejó también en un incremento del número de trabajadores sindicalizados en general -queaumentó entre 1971 y 1976 en un 38 por ciento- no logró modificar la baja tasa de sindicalización.Debido a la prohibición de la organización campesina, la tasa de sindicalización oscilaba entre el 5,62por ciento de la PEA en 1977 y 4,86 por ciento en 1980, lo cual fueron tasas muy bajas si locomparamos con otros países de América Latina, como por ejemplo Perú, Panamá o Venezuela queen este periodo contaban con tasas de sindicalización del 33,5, 16,5 y 15,6 por ciento respectivamente(Fitzsimmons y Anner, 1999: 112).

Una de las razones de la cifra tan baja de participación sindical, es el hecho de que una granparte de la movilización obrera contestataria se movía fuera de los canales legales, por lo cual no fuetomada en cuenta por las estadísticas oficiales. Pero no cabe duda que, incluso en los momentos másálgidos de la lucha social, frente al total de trabajadores no sindicalizados y trabajadores organizadosen los sindicatos pro-gubernamentales, el sector radicalizado del movimiento obrero fuera unaminoría. Esta minoría podía destacar como actor político gracias a sus formas de protesta y lacapacidad de movilizar a sus bases. Tomando en cuenta esta perspectiva, las acciones “de hecho”,

8 “Comité Coordinador de Sindicatos José Guillermo Rivas” (1979), en Combate Popular, Periódico del BPR,San Salvador, mayo, p.5-7.9 “Balance de la Coyuntura” (1977) en Revista Polémica. Problemas de la Revolución Salvadoreña No. 3, San Salvador,Octubre, p.44.

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como las ocupaciones de centros de trabajo o iglesias, enfrentaron no sólo el poder de la patronal yde los cuerpos armados sino se impusieron “por vía del hecho” a otros trabajadores y empleados.Por ejemplo, en septiembre de 1979 varias empresas anunciaron su cierre como respuesta a lasocupaciones de las plantas por los sindicalistas, provocando con esto el desempleo de miles detrabajadores. La situación de lock-out produjo enfrentamientos entre los trabajadores afectados porlos cierres de las fábricas y los sindicalistas del BPR o FAPU, que tenían ocupadas las plantas(Inforpress Centroamericana, 1979: 6-7).

El autoritarismo del aparato sindical tradicional, expresado en la concentración del poder derepresentación y decisión en pocas personas y cuestionado por los activistas revolucionarios, sereprodujo hasta cierto punto en la práctica del nuevo sindicalismo anti-gubernamental de imponer lasdecisiones a través de la movilización masiva de sus simpatizantes. La confrontación entre la alianzaEstado-fuerzas armadas-grupos dominantes versus el movimiento sindical radicalizado-Frentes demasa-OPM, que se manifestaba cada vez más en el espacio público, visibilizaba también lasdiferencias políticas entre los trabajadores. La izquierda y la derecha, al optar por la lógica depolarización impulsaron la politización e ideologización del espacio social, al exacerbar las diferenciasentre los grupos. De esta manera la espiral de la radicalización política se aceleró y profundizó,creándose las condiciones de posibilidad para el estallido de la guerra civil.

La lucha por la hegemoníaSinteticemos pues, las relaciones que establecieron los diversos agentes políticos que entre

1970 y 1980 compitieron entre sí por representar a los sectores populares movilizados. Una buenaimagen del vínculo dinámico entre los distintos actores que conformaron el movimientorevolucionario salvadoreño, ofrece la conceptualización del movimiento social como una relacióndinámica entre “núcleos duros” de militantes -quienes ejercen la función de liderazgo, dan coherenciaa las propuestas programáticas e interactúan con el entorno organizacional- y redes asociativas desimpatizantes y colaboradores que movilizan el entorno social, retoman las propuestas de losmilitantes y proveen de nuevos militantes a los “núcleos duros” (las células o colectivos). Para que sedesencadene la acción colectiva es necesario que los “núcleos militantes” establezcan vínculos con elentorno social que apoya sus exigencias (Ibarra, 2002: 40-41).

En los años setenta, los militantes de las organizaciones político-militares fungieron comonúcleos movilizados que articularon distintos espacios sociales. Vincular redes sociales de oposiciónque antes no habían estado entrelazadas, como sindicatos urbanos y organizaciones campesinas, teníacomo fin -así lo confirman los debates internos de los grupos guerrilleros sobre el “trabajo demasas”- convertirlas en redes sociales de apoyo para la insurrección armada. La politización deorganizaciones gremiales y sindicales -como ANDES, FECCAS, STECEL o FENASTRAS- fueefecto de la transferencia de prácticas de un espacio (la organización guerrillera clandestina) a otro apartir de la participación activa de los militantes revolucionarios. Al conceptualizar las organizacionespopulares no sólo como actores colectivos “definidos” sino también como redes sociales y espaciosde sociabilidad y participación, es posible ver que las organizaciones político-militares lograron crecernuméricamente y aumentar su influencia social sólo en la medida que supieron aprovechar redes yespacios construidos previamente por otros agentes como la iglesia, el PDC y el PCS. El desbloqueoideológico, que produjo la labor religiosa y organizativa de curas y catequistas, fue un paso previopara superar la apatía política y el fatalismo de los campesinos; en el ámbito urbano-sindical la mismafunción fue cumplida por las prácticas sindicales que se ejercieron en las organizaciones sindicalescomunistas. Experiencias organizativas “reformistas” fueron, por tanto, clave para que laparticipación en los Frentes de masa -y, eventualmente, en una organización político-militar- seconvirtiera en una opción de acción considerada posible y accesible.

La radicalización de los repertorios de protesta popular perjudicó, en primer lugar, a losreformistas quienes perdieron representatividad y peso político. Un factor que explica la relativa

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facilidad que tuvieron los militantes de las OPM para “tomar” organizaciones fue la “juventud” delas organizaciones afectadas. Las organizaciones más “viejas” -ANDES y FECCAS- se formaron en1965, FENASTRAS se fundó en 1973 y los sindicatos del sector público nacieron en el contexto dela movilización política de 1978 y 1979. Posiblemente, la conversión al radicalismo se facilitóprecisamente porque la institucionalización de jerarquías, liderazgos y mecanismos de control internoen estas organizaciones populares no había avanzado lo suficiente para resistir la actividad de losmilitantes. Las federaciones comunistas, FUSS y FESTIAVTSCES, aunque también fueron fundadasentre 1965 y 1969 se basaron en la continuidad organizativa del trabajo sindical comunista, realizadodesde la segunda mitad de los años cuarenta, lo cual permitió una mayor estabilidad institucional.

Las prácticas de la “lucha por la hegemonía” -la estrategia de cuestionar en asambleas y desdelas bases de las organizaciones los liderazgos moderados para cambiarlos por más radicales- funcionósobre todo en contextos organizacionales débiles, donde no había que enfrentar estructurascorporativas arraigadas ni compromisos políticos institucionalizados. Pero la lucha por la hegemoníatensaba no sólo las relaciones entre los militantes radicales y los políticos reformistas, tambiéncondicionaba los vínculos entre los grupos que conformaban la izquierda revolucionaria. En losperiódicos de los Frentes de masa se dirimió esta “lucha ideológica” a partir de debates sobre cómocaracterizar la coyuntura, qué sectores eran potenciales aliados, qué estrategias políticas había queaplicar y para dónde había que llevar el proceso revolucionario. Desde la perspectiva de hoy, estosdebates -por ejemplo si había que impulsar la revolución popular para construir un sistema socialistaen el país, como lo planteaban las FPL y el Bloque, o una revolución democrática popular, comoprimer paso para iniciar la lucha por el socialismo, como lo planteaba Resistencia Nacional y elFAPU- parecen una pelea ociosa y sectaria para imponer determinados términos. Pero para losmilitantes de esta época, que -no hay que olvidar- se concebían como marxistas-leninistas, estostérminos reflejaban las ideas que configuraban su identidad política, al expresar el sentido de suacción, delimitar fronteras entre el “nosotros” y los “otros” (los sectores reformistas y los otrosgrupos radicales), mantener la pureza ideológica, al permitir la identificación de los “herejes”, esdecir, de aquellos compañeros que internamente se atrevían a cuestionar determinados dogmas. 10

Estas disputas podían desarrollarse porque los protagonistas -y su público de simpatizantes ycolaboradores- partieron de un conjunto de concepciones compartidas sobre la realidad social ypolítica del país. En el plano de los objetivos políticos más concretos se trataba de la convicción queEl Salvador requería un cambio social y político radical que pasaba por el control sobre el aparatoestatal. Lo que se estaba discutiendo era el cómo -por vía electoral o por las armas-, el ritmo de loscambios, los objetivos estratégicos y el proyecto a futuro: una democracia con mecanismos deredistribución o socialismo. También se compartía la concepción -sentido común de esta época- queexistían las posibilidades de realizar cambios sustanciales mediante el conocimiento científico de larealidad, y la planificación de estrategias políticas y de desarrollo a partir de este conocimiento.

El éxito de la lucha por la hegemonía tenía que ver por una parte con las prácticas agresivas delos militantes para cuestionar las dirigencias reformistas de la Democracia Cristiana y del PartidoComunista; pero también hay que reconocer que ellos mismos, aunque las cuestionaron ycombatieron, participaron en las subculturas políticas de la oposición. Atraer las bases sociales de las

10 Señalaba Beatriz Sarlo sobre el ambiente de época de los sesenta y setenta: “Las ideas eran defendidas comonúcleo constitutivo de la identidad política, sobre todo en las fracciones marxistas del movimientoradicalizado. La afirmación de la primacía intelectual no debería tomarse como descripción de lo queefectivamente sucedía con los sujetos, sino como indicación de qué debía suceder. Pero esta indicación en símisma era un elemento activo de la realidad e incidía en la configuración de las identidades políticas: la utopíade una teoría revolucionaria que informara y guiara la experiencia presionaba sobre la práctica cotidiana de losmovimientos. Esto no convirtió a todos los militantes en eruditos, pero señaló un ideal.” (Sarlo, 2005: 88). Enel caso salvadoreño, no hay que olvidar que los cinco grupos guerrilleros que conformaron el FMLN en 1980“nacieron” a partir de escisiones de los dos grandes partidos de oposición.

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organizaciones reformistas funcionaba porque los revolucionarios compartieron con los reformistaslas nociones y concepciones sobre el “qué hacer” para cambiar la sociedad salvadoreña (aunque no secompartiera el “cómo”, “cuándo” y “con quién”). Todas las plataformas políticas y de gobierno -desde el Proyecto de plataforma programática del Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR)de mayo de 1962 hasta el programa de gobierno del Foro Popular o la Coordinadora Revolucionariade Masas- señalaban como medidas necesarias las siguientes puntos: disolución de los cuerposrepresivos y el castigo a los violadores de los derechos humanos, una reforma agraria, lanacionalización de empresas estratégicas, del comercio exterior y del sector bancario y reformassociales para mejorar el nivel de vida y el poder adquisitivo de la población.

ConclusionesEn síntesis, los Frentes de Masa expresaron en su momento la politización de las

organizaciones populares, entendiéndola como la emergencia de nuevas modalidades de organizaciónque permitieron involucrar directamente a las bases en los conflictos sociales y entrelazar las luchasde diferentes sectores para orientarlas hacía la insurrección. En lo discursivo, se trataba de interpretaragravios particulares a partir del marco cognitivo de las OPM, para dar significado al descontentosocial y mostrar que la solución deseada y posible se encontraba en la ruptura revolucionaria con elrégimen político imperante. La reproducción de esta convicción mediante redes sociales yconexiones, que formaban parte de una contracultura de oposición, explican el fervor revolucionariode esta época. En el ámbito de las prácticas, la politización se expresó en la llamada “lucha por lahegemonía” de la propia organización, la cual condicionaba las relaciones entre los actoresindependientes del aparato estatal. Desde “fuera” del movimiento, y desde la perspectiva de hoy,estos principios de acción fomentaron el sectarismo y divisionismo del movimiento popular y laizquierda salvadoreña. En ese entonces, y desde “adentro”, los principios ideológicos, defendidos encontra de los otros agentes en la lucha ideológica, afirmaban la identidad política y cohesionaban elgrupo -la comunidad virtuosa de militantes revolucionarios- en un contexto amenazante ydesgastante por la creciente violencia política.

El efecto práctico del vínculo entre organizaciones guerrilleras y populares, con importantesconsecuencias para la futura evolución del movimiento popular, fue la conversión de las afinidadespolítico-ideológicas de la izquierda radical en principios de diferenciación que condicionaron laacción colectiva y las alianzas políticas en el campo político salvadoreño. Esto quiere decir que lasalianzas que los actores sociales formaron desde su sector, así como las propuestas y estrategias deacción, se hicieron siempre desde la perspectiva y postura de la organización política. Así, cada unode los Frentes de Masa agrupó en su interior a organizaciones heterogéneas en cuánto al sectorsocial, pero homogéneas en cuánto a la ideología. Solamente cuando, después de la revoluciónsandinista, la toma de poder parecía “a la vuelta de la esquina”, estas organizaciones convergieron enla Coordinadora Revolucionaria de Masas, y en lo militar, la alianza se formalizó primero en la DRUy, posteriormente, en la Comandancia General del FMLN. El terrorismo de Estado y los inicios de laguerra civil en 1980/81 pusieron fin a la actividad política de los Frentes de Masa, cuyos integrantes ydirigentes fueron principales blancos de la violencia contrainsurgente, por lo cual muchos salieron alexilio o se incorporaron a las estructuras militares de sus respectivas organizaciones.11 Por esta razón,el movimiento popular anti-gubernamental que (re)apareció en el espacio público en 1985 y 1986tuvo un carácter más gremial y menos político que los Frentes de Masas, aunque mantuvo de maneraclandestina los vínculos con las OPM.

11 Si bien toda la población salvadoreña sufrió las consecuencias de la violencia política en la década de 1980,de acuerdo al estudio de Seligson y McElhinny sobre los efectos demográficos de la guerra civil en ElSalvador, el análisis del número de víctimas de ambos lados muestra que fue una guerra en contra de laizquierda, siendo activistas y simpatizantes de izquierda el grupo más propenso a sufrir una muerte violenta(Seligson y McElhinny, 1997: 82).

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La unidad en el FMLN no significó que los viejos conflictos ideológicos desaparecieran, ni quelas identidades políticas formadas al calor de la movilización de los setenta se disolvieran en unaidentidad colectiva representada simbólicamente e institucionalmente en el FMLN (Pirker, 2007).Los desacuerdos en la dirección del FMLN después de 1992 en torno al carácter, el proyecto -revolucionario o socialdemócrata- y las políticas de alianzas, mostraron que si bien la unidad político-militar había funcionado para el enfrentamiento bélico y las acciones diplomáticas concertadas paraalcanzar una solución política del conflicto, no era suficiente para consolidar un instituto partidistapara participar en la institucionalidad de una democracia liberal representativa. Para lasorganizaciones populares que habían apoyado al FMLN durante la guerra, la salida del ERP y deResistencia Nacional de la alianza revolucionaria en 1994, así como la inserción de la estructurapolítica del FMLN en las instituciones del Estado (Poder Legislativo, gobiernos municipales y, desdeel 2009, el Poder Ejecutivo), las obligó a (re)definir los puntos de contacto, pero también las(necesarias) fronteras, entre acción partidista e intereses sectoriales. Este proceso complejo ycontradictorio en torno a la resignificación de las lealtades políticas y las militancias sociales en elperiodo actual sigue estando abierto y con resultados inciertos.

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LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL YLA LUCHA ARMADA EN EL SALVADOR (1970-1989)

RICARDO ANTONIO ARGUETA*

IntroducciónEn los años setenta, la Universidad de El Salvador adquirió una reputación de izquierda

revolucionaria. En el interior de la Universidad se organizaron muchos estudiantes que empuñaronlas armas contra los sucesivos gobiernos militares. A lo largo de dos décadas no fueron pocos losestudiantes que entraron a la Universidad para cursar una carrera profesional, y terminaronincorporándose a las organizaciones armadas que conformaron el Frente Farabundo Martí para laLiberación Nacional (FMLN). En muchas ocasiones, los estudiantes en armas lanzaron ataquesmilitares contra unidades del ejército salvadoreño desde el campus universitario. Sin embargo, laUniversidad no siempre fue controlada por la izquierda revolucionaria. Entre los años treinta hastafinales de los sesenta coexistieron grupos de estudiantes liberales, marxistas, socialdemócratas que seagrupaban en la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS). Estosestudiantes compartían un proyecto democratizador que era contrario a la forma de ejercer el poderpor parte de los regímenes militares que desde 1931 gobernaban el país. Empero, en ciertosmomentos, la AGEUS endosó su apoyo a determinados gobiernos militares. Así sucedió al principiode los gobiernos de los Coroneles Oscar Osorio (1950-1956) y José María Lemus (1956-1960).Aunque muy pronto los estudiantes se decepcionaron de estos gobiernos y terminaron organizandomanifestaciones de protesta contra ellos.

Llegada la década de los años setenta la situación cambió radicalmente. La AGEUS y otrasorganizaciones estudiantiles se volvieron totalmente contrarias al poder militar. El discurso mássonado hacía énfasis en el anti imperialismo, la lucha anti oligárquica y la revolución. Esto era unindicador de que los estudiantes revolucionarios, entre los que encontraban marxistas pro luchaarmada, marxistas pro lucha electoral y social cristianos pro lucha armada, se habían afincado en laUniversidad, silenciando cualquier expresión de los estudiantes liberales o anti comunistas. En 1964sucedió el último enfrentamiento entre estudiantes anti comunistas y revolucionarios. Este conflictose suscitó en el marco de la reforma universitaria impulsada por el rector Fabio Castillo (1963-1966).El Rector hizo un viaje a la Unión Soviética para firmar un acuerdo de cooperación con el Rector dela Universidad de Lomonosov, lo que permitiría un intercambio de profesores, de informacióncientífica, de manuales y programas de estudio. La junta directiva de la Facultad de Ingenieríarechazó tal acuerdo y amenazó con separarse de la Universidad si el Rector insistía en llevarprofesores soviéticos a la Universidad. Por su parte, un grupo de estudiantes anti comunistas ocupóviolentamente los edificios de la facultad. El conflicto se saldó con la expulsión de los anticomunistas que pretendían separar la Facultad de Ingeniería de la Universidad; pero al final elacuerdo con la Universidad de Lomonosov no se concretó debido a que el gobierno del CoronelJulio Rivera (1962-1967) se negó a permitir la entrada al país de los profesores soviéticos.

En el presente artículo analizamos la progresiva radicalización de los estudiantes universitariosque ingresaron a la Universidad desde mediados de los años sesenta, como expresión de una visiónpolítica anti-autoritaria militar, al mismo tiempo influenciados por acontecimientos como laRevolución Cubana, la guerra de Vietnam, la figura rebelde del Che Guevara. El contexto nacionalcomo las influencias internacionales estimularon la lucha revolucionaria de esos jóvenes. Debatían

* Sociólogo por la Universidad de El Salvador e Historiador por la Universidad de Costa Rica. Actualmente esDirector Unidad de Investigaciones de la Facultad de Ciencias y Humanidades de la Universidad de ElSalvador [email protected]

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sobre el método a seguir para derrumbar el régimen militar que por años había gobernado el país.Varias generaciones de estudiantes se involucraron en el conflicto armado que vivió el país desde losaños setenta. Los que fundaron las primeras organizaciones de izquierda revolucionaria armada seconvirtieron prontamente en comandantes de la naciente guerrilla, pero el ingreso de estudiantes a lasfilas guerrilleras no cesó durante las siguientes dos décadas. En este breve artículo visualizamos lasoleadas de protesta de 1970, las divisiones de la izquierda revolucionaria de los años setenta y suimpacto en los estudiantes, el ascenso del Coronel Molina a la presidencia en 1972 y el cierre de laUniversidad, la reapertura de la Universidad en 1973 y su efecto en la reorganización estudiantil hasta“la masacre del 30 de julio de 1975”, la supresión de la autonomía en 1977 y la creación del Consejode Administración Provisional de la Universidad de El Salvador (CAPUES), el cierre de laUniversidad en junio de 1980, la reapertura en 1984 y el fraccionamiento estudiantil. Finalmente, nosinteresa ver el contexto familiar del estudiante alzado en armas y como cumplía su función deestudiante.

Oleadas de protestas en 1970A principios de 1970, la Universidad era un hervidero de conflictos internos. Sucedió una

oleada de protestas estudiantiles que tenían reivindicaciones muy específicas sobre el funcionamientode la Universidad; pero también eran el síntoma de los vientos revolucionarios que soplaban en elcampus. Uno de los resultados más importantes del proceso de reforma universitaria de los añossesenta fue la creación del Sistema de Áreas Comunes.1 Sin embargo, desde su fundación este sistemahabía sido adversado por los Frentes de Estudiantes Universitarios Revolucionarios (FEUR),agrupaciones estudiantiles vinculadas al Partido Comunista Salvadoreño. El rechazo era de carácterideológico, pues consideraban que este sistema era una copia del sistema educativo universitario delos Estados Unidos, el cual ejercía una influencia negativa en los jóvenes estudiantes que ingresaban ala Universidad, ya que los exponían a la influencia norteamericana y eso les deformaba supensamiento. Según los FEUR, las Áreas Comunes eran contraproducentes para la formación de unestudiante revolucionario. Ahora bien, aunque los FEUR manifestaban su rechazo al sistema deÁreas Comunes convivían con este. No obstante, otros estudiantes, los propiamente matriculados enlas Áreas Comunes llevaron a cabo una paralización de las clases, lo que se conoce como “la huelgade las Áreas Comunes”, al principio para expresar su descontento con una evaluación que dio comoresultado la reprobación de una buena cantidad de estudiantes; pero luego para exigir la destituciónde varios profesores. Después de varias semanas de protesta los estudiantes retornaron a las clases,aunque se acordó revisar la pertinencia de un modelo educativo de ese tipo. Finalmente, en 1971 elsistema fue suprimido.

En la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales se llevó a cabo otra movilizaciónestudiantil, que tenía como propósito el despido de varios profesores que según la Asociación deEstudiantes de Derecho no desempeñaban su trabajo adecuadamente. Una asamblea general deestudiantes acordó desconocer la autoridad del Decano, secretario y representantes profesionales porconsiderar que eran incapaces e irresponsables en el ejercicio de sus funciones. La asamblea propusola creación de un Consejo de Autogestión Estudiantil, formado por cinco estudiantes que tendríacomo objetivo sentar las bases para la transformación de la Facultad, dirigir las actividadesadministrativas, académicas y docentes de la facultad. Asumiendo de esta manera todas las facultadesque correspondían desempeñar al Decano, Secretario y Junta Directiva.

1 Este sistema consistía en que los estudiantes de nuevo ingreso antes de seguir sus estudios en determinadacarrera profesional debían cursar algunas asignaturas de formación básica tanto en las ciencias naturales comoen las sociales. En las áreas comunes se encontraban decenas de estudiantes que pretendían estudiar, medicina,humanidades, economía, etc.

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Un tercer conflicto sucedió en la Facultad de Medicina, en donde los estudiantes y lasautoridades de la Facultad consideraban que el gobierno violentaba la autonomía universitaria alintentar distribuir el trabajo de los estudiantes que realizaban su servicio social en los hospitales delpaís. Todas estas protestas generaban en el gobierno cierta preocupación por el giro revolucionarioque estaba dándose en la Universidad. En el fondo estos estudiantes expresaban un rechazo a lainfluencia imperialista de los Estados Unidos, un cuestionamiento a las mismas autoridades de laUniversidad que no comulgaban con sus ideas y la defensa de la autonomía universitaria. Las oleadasde protestas de 1970 indicaban que los estudiantes no aceptaban sin más ni más a las figuras deautoridad establecidas. Varios de los estudiantes que participaron en estas protestas aparecieron luegomilitando en las primeras organizaciones armadas.

Las divisiones en la izquierda revolucionaria de los años setenta y su impacto en losestudiantes

A principios de los años setenta el Partido Comunista había logrado cierta hegemonía entre elestudiantado. El partido concentraba sus energías para hacer lucha de calle y político electoral con elpropósito de ganar espacios que le permitiera en algún momento obtener el poder. Los estudiantescomunistas seguían a pie juntillas las directrices del Partido. Sin embargo, a partir de los años setenta,la izquierda revolucionaria pro lucha armada fue ganando terreno en la Universidad y desplazando atodas aquellas agrupaciones que no estaban de acuerdo con ese tipo de lucha. A pesar de que en lasoleadas de protestas de 1970 participaron unidos núcleos de estudiantes marxistas pro lucha armada,marxistas pro lucha electoral y social cristianos pro- lucha armada. Rápidamente estos sereconfiguraron e impulsaron su propia agenda, lo cual generó ciertas fricciones. La izquierdarevolucionaria pasó a controlar el espacio universitario, pero era una izquierda dividida y se mantuvoasí toda la década de los setenta. Unos apoyaban la lucha armada y se metieron de lleno a organizarsemilitarmente; otros preferían la lucha electoral, estos trabajaron activamente en las eleccionespresidenciales de 1972 y 1977.

En julio de 1969 a raíz de la guerra entre El Salvador y Honduras el Partido Comunista sehabía fraccionado por dos razones importantes, en primer lugar había un pequeño grupo decomunistas encabezado por Cayetano Carpio que consideraban que era necesario que el partidoorganizara la lucha armada contra el régimen; en segundo lugar, esta fracción no estuvo de acuerdoen que el partido apoyara al gobierno militar en la guerra contra Honduras. Carpio y su pequeñogrupo abandonaron el partido y se dedicaron a construir otra organización que tendría como uno desus propósitos la lucha armada contra el régimen. El mismo Carpio se encargó de buscar apoyo entrelos estudiantes, por lo que visitaba con frecuencia la Universidad para reunirse con estudiantes de laAGEUS y convencerlos que era necesario virar hacia la lucha armada. Al principio los estudiantes nole prestaron tanta atención a los intentos persuasivos de Carpio. Un poco más tarde, luego de que elgobierno de Molina cerró la Universidad varios estudiantes militantes de la AGEUS decidieronunirse a la organización de Carpio, las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y acompañarlo en lalucha armada contra el régimen.

Casi paralelamente, otros grupos de estudiantes de tendencias social cristiana y marxistas queno quisieron unirse a Cayetano Carpio habían coincidido en que era necesario pasar a la luchaarmada, ya que no le veían perspectiva a la lucha electoral. Estos conformaron un núcleo que laprensa bautizó como “el Grupo” el cual salió a la luz pública en 1971 después de llevar a cabo elsecuestro y asesinato de Ernesto Regalado Dueñas, un joven empresario descendiente de una de lasfamilias económicamente más importantes del país. La prensa informaba que los secuestradores eranestudiantes de la Universidad de El Salvador y que formaban parte de “el Grupo” una organizaciónque estaba en contra del gobierno y que comulgaba con el marxismo. Al parecer estos pretendíanobtener fondos para financiar una eventual lucha armada. El “Grupo” no fue completamentedesarticulado, algunos estudiantes se fueron al exilio de forma clandestina, otros se reorganizaron y

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continuaron en la lucha armada, fundaron un año después el Ejército Revolucionario del Pueblo(ERP).2

El ascenso del Coronel Molina a la presidencia en 1972 y el cierre de la UniversidadEl gobierno militar no quitaba sus ojos de la Universidad. El secuestro y ejecución de Regalado

Dueñas y las acciones de propaganda revolucionaria que se hacía desde el campus, llevaron a suponeral gobierno que en la Universidad accionaban grupos marxistas dispuestos a tomar las armas paraderrocar el poder establecido. En marzo de 1972 se realizaron las elecciones presidenciales, el Partidode Conciliación Nacional que no era más que el brazo político de los militares presentó comocandidato al Coronel Arturo Armando Molina, mientras en la oposición se estableció una alianza enla cual participaban social demócratas, demócratas cristianos y comunistas conformando la UniónNacional Opositora (UNO) presentaron como candidato a Napoleón Duarte, líder de la democraciacristiana. Los estudiantes comunistas pro lucha electoral se dieron a la tarea de llamar a losuniversitarios a que el día de la elección ejercieran el voto; mientras los estudiantes pro lucha armadaconsideraban que la elección no cambiaría nada, por lo que participar en ellas serviría nada más paralegitimar la dictadura militar.

Efectivamente la elección fue ganada por el Coronel Molina, pero las denuncias de fraude nose hicieron esperar. Los militares no prestaron oídos a esas denuncias. El 1 de julio de 1972, elCoronel Molina asumió la presidencia. Era el séptimo de una larga sucesión de presidentes militaresque gobernaban el país desde 1931, cuando el Gral. Maximiliano Hernández asumió la presidenciadespués del golpe de Estado contra el presidente Arturo Araujo. Además del fraude, Molina nocontaba con el apoyo unánime de la derecha, por lo que el Presidente necesitaba consolidar sugobierno. Al parecer, encontró la oportunidad de cerrar filas alrededor de un discurso anti comunistay enfocó su atención hacia la Universidad. Las protestas universitarias y el secuestro de RegaladoDueñas le proporcionaron al Presidente el pretexto perfecto para anunciar que en la Universidad sehabía enquistado un grupo de comunistas que pretendía armar un movimiento revolucionario parahacerse del poder. Todo apuntaba a que el Presidente pensaba intervenir la Universidad parademostrar que no toleraría a ningún grupo “anárquico”.En realidad, en el momento en que Molina asumió el poder, el campus universitario era el escenariode una fuerte pugna entre dos bandos, uno compuesto por el Consejo Superior Universitario, elrector Rafael Menjívar, el sindicato de trabajadores y la AGEUS; el otro por la Sociedad deEstudiantes la Facultad de Medicina (SEMEA) la junta directiva y los estudiantes del área clínica. Lacausa del problema era el acuerdo tomado por el Consejo Superior Universitario denominadopolítica de “Puertas Abiertas”, con el que se pretendía que todos los aspirantes a nuevo ingresopudieran entrar a la Universidad sin necesidad de aprobar el hacer examen de admisión. El Rector,argumentaba que estaban en juego los intereses de las grandes mayorías marginadas del país y que laUniversidad no debía ser indiferente a los grandes problemas sociales, por lo que servir a los estratosmarginados era la única forma de democratizarse. Para que el país tuviera más profesionales queatendieran las necesidades sociales del pueblo era necesario que la Universidad admitiera másestudiantes. Ante la negativa de las autoridades de la Facultad de Medicina de aumentar el cupo laAGEUS y el Sindicato de Trabajadores Universitarios (STUS, fundado el 22 de abril de 1966)ocuparon violentamente el edificio de la Facultad. Mientras la Asamblea General Universitariadestituyó al Decano.3

Este conflicto interno fue aprovechado por el gobierno de Molina para intervenir en laUniversidad. El 19 de julio la Asamblea Legislativa suspendió a las autoridades y derogó la LeyOrgánica. El decreto legislativo creaba una Comisión Normalizadora que sería nombrada por el

2 Diario Latino, “Los miembros de “El Grupo” ”, 24 de julio de 1971, 1.3 Diario El Mundo, “Proclaman autónoma a la Facultad de Medicina”, 11 de julio de 1972, 1.

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poder ejecutivo, la que se encargaría de administrar la Universidad mientras se aprobaba la nueva LeyOrgánica y se elegían nuevas autoridades. Inmediatamente los cuerpos de seguridad ocuparon losrespectivos campus de la Universidad en San Salvador, Santa Ana y San Miguel. La Universidad fuecerrada durante un año.

Reapertura de la Universidad en 1973 y su efecto en la reorganización estudiantil hasta “LaMasacre del 30 de julio de 1975”

El cierre de la Universidad le proporcionó al régimen militar la oportunidad para desarticularcualquier organización revolucionaria. Molina a través de un grupo de funcionarios leales pretendiómantener bajo control a los estudiantes. Sin embargo, esto no le resultó fácil. Al ser reabierta laUniversidad la disputa entre el régimen y los estudiantes revolucionarios por controlar el campus fuepermanente. Podríamos enumerar cuatro actores que se disputaban el control de la Universidad: elgobierno militar a través de los funcionarios leales, los estudiantes marxistas pro lucha armada, losestudiantes pro lucha armada no marxistas y los estudiantes comunistas pro lucha electoral.4

Entre los funcionarios leales al régimen se encontraban profesores, decanos y profesionalesque formaban parte del Consejo Superior Universitario, la Asamblea General Universitaria, las JuntasDirectivas de las Facultades y los rectores Juan Allwood Paredes (1973-1974) y Carlos Alfaro Castillo(1974-1977). Por lo que por interpósita mano los militares pretendían mantener el orden en laUniversidad. No podríamos asegurar que estos funcionarios eran anticomunistas; pero sí que estabanen contra de la conducción que los estudiantes revolucionarios pretendían hacer de la Universidad.Algunos de los estudiantes marxistas pro lucha armada habían sido militantes del Partido Comunistapero se habían distanciado porque renegaban de la estrategia electoral, por lo que se habían vinculadoa las FPL. En la Universidad estos estudiantes habían creado la organización denominabanUniversitarios Revolucionarios 19 de Julio (UR-19), era parte del Bloque Popular Revolucionario (BPR),una organización que agrupaba sindicatos, asociaciones campesinas, estudiantes de secundaria. Deacuerdo al UR-19 en la Universidad había una lucha de clases que se expresaba en la contradicciónentre el movimiento estudiantil y las autoridades universitarias a las que consideraban representantesde la tiranía militar, la burguesía criolla y el imperialismo yanqui. Para atraer a los estudiantes haciasus filas apoyaba ciertas reivindicaciones tales como: se oponía a las reprobaciones de estudiantes,reivindicaba el derecho del estudiante a la tercera matrícula, hacía énfasis en la necesidad de que laUniversidad implementara la política de “Puertas Abiertas”.5

Los pro lucha armada no marxistas comulgaban con el social cristianismo y aunque tenía algúnvinculo con el Partido Demócrata Cristiano (PDC) se distanciaban también de la lucha electoral queel PDC había seguido. Este grupo fue desarticulado después del secuestro de Regalado Dueñas, peroalgunos de sus miembros lograron recuperar cierta influencia entre el estudiantado y conformaron elFrente Universitario de Estudiantes Revolucionarios Salvador Allende (FUERSA) estuvo vinculadoal Ejército Revolucionario del Pueblo y al Frente Amplio Popular Unificado (FAPU), después demayo de 1975 pasó a estar vinculada a las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional, debido alfraccionamiento al interior del ERP por el asesinato del poeta Roque Dalton. Los comunistas prolucha electoral eran leales a los lineamientos del Partido Comunista. El Frente de AcciónUniversitaria (FAU) estaba vinculado orgánicamente al Partido Comunista. Difería en el método de

4 Cuando mencionamos a los estudiantes marxistas pro lucha armada, no queremos decir que todos estabanalzados en armas, existía una tendencia a tomar las armas; pero esto era un proceso en el cual el estudiante alingresar a la organización estudiantil se iniciaba participando en acciones de protesta en las calles, ocupandoedificios públicos y en un momento determinado cuando la organización lo requería podía participar enacciones armadas, hasta pasar a la clandestinidad.5 Documentos del UR-19, Centro de Investigación, Documentación y Apoyo a la Información, 1980.Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, San Salvador, El Salvador.

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lucha a seguir para sacar a los militares del poder. El FAU se alineaba a la vía electoral. Durante añosel FAU mantuvo bajo su control la mayoría de asociaciones estudiantiles. Sin embargo, después delcierre de la Universidad en 1972 las cosas comenzaron a cambiar. Las organizaciones estudiantiles dela autodenominada nueva izquierda: UR-19, FUERSA y otras fueron ganando terreno. Esta pérdidade hegemonía del FAU se concretó en 1975 cuando el UR-19 en alianza con el FUERSA obtuvo ladirección de la AGEUS.A partir de la reapertura de la Universidad, los estudiantes siguen dos líneas de lucha política contrael régimen militar, por un lado la lucha armada; algunos estudiantes cursaban clases en laUniversidad, pero también participaban en acciones armadas por lo que llevaban dos vidas, unaclandestina, en la que utilizaban un seudónimo, estaban organizados en una “célula” vivían en casasde seguridad; y otra pública con su nombre verdadero y cumpliendo la función de estudiante en lasaulas universitarias. Por otro parte, algunos estudiantes aunque formaban parte de las organizacionesque estaban vinculadas a la naciente guerrilla (ERP y FPL) se limitaban a participar en acciones deprotesta colectiva como manifestaciones en la vía pública, ocupación de edificios gubernamentales, yapoyo a huelgas sindicales. En algún momento estos estudiantes podrían a realizar acciones armadas,por lo que en muchos casos pasaban a la clandestinidad.

Como ya hemos mencionado, a partir de la reapertura de la Universidad en 1973, el régimena través de los funcionarios leales trató de controlar a los estudiantes revolucionarios para elloimplementaron varios mecanismos como reducir la representación estudiantil en los órganos dedirección, despedir a aquellos profesores que consideraban de izquierda revolucionaria, prohibir lasprotestas colectivas en el campus. No obstante, el intento de controlar a los estudiantes anti-régimenno fue muy efectivo. El FUERSA, el UR-19, el FAU se reorganizaron al interior de la Universidad yfrecuentemente realizaban acciones de calle para protestar contra el gobierno o las autoridadesuniversitarias.

En 1975, el gobierno junto a empresas privadas impulsó la realización del concurso MissUniverso, con el objetivo de publicitar al país para atraer el turismo internacional. La AGEUSimpulsó una serie de protestas de calle para rechazar ese evento. El gobierno manifestó que ningunaconcentración pública o desorden sería permitido durante los días en que se efectuara el certamen,programado para el 19 de julio. Los estudiantes desoyeron las advertencias del gobierno. El 30,mientras se llevaba a cabo una manifestación, el gobierno ordenó reprimirla dando como resultadoun estudiante muerto, siete desaparecidos (por testimonios de algunos participantes, estos tambiénfueron muertos; pero sus cadáveres desaparecidos por los cuerpos de seguridad) y numerososheridos. El acontecimiento se conoce en la memoria estudiantil como “La masacre del 30 de julio”.Este hecho dejó entrever las divisiones entre las organizaciones estudiantiles. El FAU hizo circularun documento en el que expresaba que había advertido al resto de estudiantes que no se llevara acabo la manifestación, acusaba al FUERSA de haber insistido en la necesidad de hacer la protesta apesar de que no había condiciones para salir a las calles. Mientras la AGEUS exigía al rector AlfaroCastillo que condenara lo ocurrido; pero este se limitó a desaprobar la intervención de gruposarmados en la Universidad. Por lo que la AGEUS manifestó su malestar ante las declaraciones delRector e hizo un llamado a los estudiantes para que desconocieran a Alfaro Castillo.6 Sobre losestudiantes desaparecidos o asesinados jamás se supo nada, mientras los responsables nunca fueronllevados ante la justicia.

La supresión de la autonomía en 1977 y la creación del CAPUESPero si el gobierno pensaba que con “la masacre del 30 de julio” acallaría a los estudiantes

estaba equivocado. Estos siguieron organizando protestas tanto fuera de la Universidad como en elinterior. El 18 de noviembre de 1976 sucede un nuevo cierre de la Universidad, en esta ocasión el

6 La Prensa Gráfica, “Rector se manifiesta contra violación autonomía de la U”, 31 de junio 1975, 3.

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cierre no lo llevó a cabo el gobierno; sino las autoridades universitarias. Se decretó después de que seregistrara una balacera al interior del campus en la que fue asesinado un estudiante, mientras unvigilante resultó herido. La Universidad se mantuvo cerrada alrededor de cuatro meses, al serreabierta en marzo de 1977, el gobierno había creado un consejo de regencia, el Consejo deAdministración Provisional de la Universidad de El Salvador (CAPUES) que administraría laUniversidad por los siguientes dos años. El liderazgo del CAPUES lo mantendría Alfaro Castillo.Para llevar a cabo su labor, el CAPUES promulgó un reglamente disciplinario que buscaba apartar ala Universidad de toda participación política, decretó que mientras las asociaciones estudiantilesexistentes no legalizaron su situación de conformidad con la legislación universitaria no teníanderecho a ocupar ningún local dentro de los edificios y demás recintos universitarios, variosprofesorados considerados opositores al régimen fueron destituidos. La violencia estaba a la ordendel día, el 16 de septiembre de 1977 fue asesinado el rector Carlos Alfaro Castillo, asesinato del cualse responsabilizó las FPL. Según las FPL Alfaro Castillo:

Se había destacado ante la mirada del pueblo como uno de los más despreciablesenemigos del estudiantado, de los docentes, de los trabajadores de la Universidad y delpueblo mismo para quienes la Universidad se venía convirtiendo en un verdadero centrocuartelario apéndice de la tiranía militar fascistoide, sujeto a los mismos intereses de laburguesía criolla y del imperialismo yanqui. Alfaro Castillo consecuente con el mandatode sus amos participó directamente en la masacre estudiantil del 30 de julio de 1975cuando envió a la policía universitaria a mezclarse entre los manifestantes para atacarlospor la espalda cuando el ejército reaccionario y los cuerpos represivos entraron en acción.Desde que se apoderó del mando de la Universidad urdió y ejecutó las siguientesmedidas: elevación del número de policías universitarios armándolos con equiposantimotines y ampliación de la red de orejas* encabezados por el gorila Castro Sam.Imposición de un régimen disciplinario militarista que trata de ahogar todo brote de luchaestudiantil así como las luchas de los trabajadores universitarios y personal administrativo,limitación del cupo de las facultades, recorte al presupuesto de becas, aumento de lascuotas de matrícula y escolaridad, planes de estudio represivos, todo esto con la finalidadde impedir el ingreso de estudiantes provenientes de las clases trabajadoras.7

La AGEUS y el UR-19 también emitieron un comunicado aprobando el asesinato del Rector.Ambas organizaciones consideraban que:

Esta acción revolucionaria ha sabido interpretar plenamente en la práctica, el sentimientogeneralizado de odio y repudio que la comunidad universitaria sentía contra Carlos AlfaroCastillo, y demuestra también que el estudiantado y el pueblo ya no se encuentran solosen su lucha, y que los crímenes y atropellos de los enemigos del pueblo no quedarán sincastigo.8

A la altura de 1978, el gobierno militar había puesto en práctica todos los mecanismos posibles paradesarticular las organizaciones estudiantiles revolucionarias y quitarle el espacio universitario a laizquierda armada: la había cerrado, colocado vigilancia en el campus, había nombrado autoridadespro-régimen, reprimido las protestas estudiantiles, etc. No obstante, ninguno de estos mecanismoshabía resultado completamente efectivo. ¿Qué más podría hacer? En julio de 1977 asumió lapresidencia el Gral. Carlos Humberto Romero, un militar de mano dura que se mantuvo en el cargoapenas un poco más de dos años, siendo derrocado en octubre de 1979. En un intento por lograrcierta legitimidad para su impopular gobierno Romero disolvió el CAPUES y dio paso a la creación

* [N. del E.]: Se denomina “orejas” a individuos que actuaban como informantes, denunciando cualquierdisturbio u oposición ante el gobierno y/o las Fuerzas Armadas.7 La Crónica del Pueblo, “Por qué mataron al Rector de la Universidad explican los guerrilleros de las FPL”, 19septiembre de 1977, 4.8 La Crónica del Pueblo, “Asociación estudiantil aprueba asesinato”, 20 de septiembre de 1977, 3

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del Consejo Directivo Provisional (CDP) que asumió el gobierno universitario el 3 de enero de 1979,se encargaría de organizar las elecciones para elegir un nuevo Rector. El CDP emitió algunas medidasde distensión como la disolución de los cuerpos de vigilancia, la restitución de los profesoresdestituidos por el CAPUES, amnistía para los estudiantes expulsados, destrucción de las cercasinternas construidas durante la administración del CAPUES. Con la disolución del CAPUES elgobierno prácticamente dejaba en manos de la izquierda el campus universitario. El CDP apenasduró un mes, en febrero fue electo el nuevo Rector. A lo largo de ese año se sucedieron tres rectores:Eduardo Badía Serra (febrero-julio), Luis Argueta Antillón (julio-noviembre) y Félix Ulloa(noviembre 1979-octubre 1980), todos identificados con la izquierda revolucionaria. Ulloa fueasesinado por los grupos paramilitares de derecha el 29 de octubre de 1980.

Un nuevo cierre en junio de 1980En octubre de 1979, en un intento por evitar que El Salvador se convirtiera en otra

Nicaragua donde los sandinistas habían triunfado sobre la dictadura Somocista, los militaressalvadoreños derrocaron al Gral. Romero. Pero esto no contuvo los enfrentamientos armados. Elcampus universitario prácticamente pasó a ser un lugar de activismo de las organizaciones de masasvinculadas a la izquierda revolucionaria. El 11 de enero de 1980 las organizaciones BPR, FAPU,Ligas Populares 28 de febrero (LP 28) y la Unión Democrática Nacionalista (UDN) conformaron laCoordinadora Revolucionaria de Masas (CRM). El acto de unidad se llevó a cabo en el auditórium dela Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. El 22 de enero, una manifestación conmemorativade los cuarenta y ocho años de la masacre campesina de 1932 fue reprimida por los cuerpospoliciales, por lo que los manifestantes se refugiaron en la Universidad. En las siguientes semanasfueron efectuados una serie de atentados contra la Universidad: el 31 de enero hubo unametrallamiento del Centro Universitario de Occidente, el 21 de febrero estalló una bomba en eledificio del Departamento de Biología del Centro Universitario de Oriente. El 17 de marzo despuésde un tiroteo en las inmediaciones de la Universidad, los cuerpos policiales cercaron el campuscentral. El 2 de mayo fue ametrallada la Facultad de Jurisprudencia cuando se realizaba un acto deadhesión de la Universidad al Frente Democrático Revolucionario (FDR). Finalmente, el 26 de junioel ejército, la guardia nacional y otros cuerpos policiales entraron al campus capturando muchosestudiantes y profesores. En el incidente fueron muertos 27 personas varios de ellos estudiantes.9 Lasautoridades manifestaban que entregarían las instalaciones a la mayor brevedad. Sin embargo, elcampus permaneció cerrado alrededor de cuatro años. Meses después del cierre, las organizacionesarmadas FPL, ERP, FARN Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) ylas Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) brazo armado del Partido Comunista, se unieron paraimpulsar la lucha armada conformando el FMLN. El país estaba inmerso en una guerra civil queduraría unos doce años.

Reapertura en 1984 y fraccionamiento de los estudiantesEl cierre del campus que se efectuó en 1980 fue más prolongado que el de 1972. Naturalmente,

este cierre complicó la labor académica, pero también la organización política del estudiantado, de losprofesores y trabajadores administrativos. La matrícula estudiantil había tenido un incrementopaulatino a lo largo de la década de los setenta pero en 1983 descendió hasta un 26.45%. Al mismotiempo, mientras en la Universidad de El Salvador la matrícula disminuía, en las universidadesprivadas aumentaba significativamente. Entre 1980 y 1981 aumentó un 60% y entre 1980 y 1983había crecido en más del 100%. De igual manera proliferó el número de universidades privadas. Ainicios de los ochenta solamente había cinco, pero a lo largo de la década llegaron a funcionar más detreinta. El cierre de la Universidad clausuró un ciclo de incorporación de estudiantes a la lucha

9 El Diario de Hoy, “27 muertos reconocidos durante incidente en U”, 28 de junio 1980, 4.

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política contra el régimen, ya sea a las organizaciones estudiantiles como FUERSA, UR-19 y laAGEUS que mantenían acciones de protesta de calle o a las organizaciones armadas. La guerra setrasladó a las zonas rurales, lo cual provocó que los estudiantes que se habían vinculado a la luchaarmada o a la lucha de calle entre 1971- 1980 optaran por trasladarse a las zonas bajo control de laguerrilla en los departamentos de Morazán, Chalatenango, San Miguel y otros, o se exiliaran enEuropa, Australia, Canadá, México u otros países.

El 24 de marzo de 1983, la Asamblea Constituyente creo la Comisión de Entrega de lasInstalaciones de la Universidad de El Salvador, pero sería diez meses después que comenzaría laentrega de los edificios. Esta se fue haciendo de manera paulatina, el 17 de enero de 1984 fueentregado el Centro Universitario de Oriente ubicado en San Miguel, el 7 de febrero el CentroUniversitario de Occidente localizado en Santa Ana y finalmente el 22 de mayo fueron entregadas lasinstalaciones de la Ciudad Universitaria en San Salvador.

La reapertura colocaba nuevamente a la Universidad en medio de las disputas entre el régimeny el FMLN por ganar terreno en el espacio universitario. Durante los cuatro años en que laUniversidad estuvo cerrada, el régimen mantuvo un férreo control tratando de evitar que los jóvenesestudiantes se incorporaran al movimiento revolucionario, además de quitarle un espacio territorialimportante a las organizaciones revolucionarias para la movilización política. Reabierta laUniversidad, al régimen le sería más complicado controlar a los estudiantes y contener la influenciade miembros del FMLN entre los universitarios. La posibilidad de que el movimiento revolucionariodirigido por antiguos estudiantes universitarios enrolara en sus filas a nuevos militantes provenientesde las aulas universitarias era mayor.

Después de cuatro años de cierre la Universidad estaba en ruinas. Todo estaba por hacerse,reconstruir la infraestructura, convocar nuevo ingreso estudiantil, reorganizar la burocraciaadministrativa. Los estudiantes debían reactivar las asociaciones estudiantiles. El gobierno delpresidente Napoleón Duarte (1984-1989) se limitó a reabrir la Universidad; pero no otorgó apoyofinanciero para reconstruir la infraestructura dañada, por lo que las actividades académicas serealizaban en precarias condiciones. Sumado a ello en octubre de 1986 un fuerte terremoto echó porel suelo varios edificios de la Universidad. La situación era crítica; pero la izquierda revolucionariapodría sacar tajada política.

De hecho, apenas reabierta la Universidad, la izquierda revolucionara reinició su trabajopolítico en la Universidad, para ello varios estudiantes que antes del cierre habían militado en elFUERSA, en el UR-19, en el FAU o que provenían del Movimientos de Estudiantes Revolucionariosde Secundaria (MERS) se inscribieron al iniciar las clases en el campus. Rápidamente fuereorganizada la AGEUS que asumió la bandera de lucha del ingreso masivo de los estudiantes con elpropósito de atraerse a los nuevos estudiantes pero también para justificar futuras protestas de calle.En la medida que el gobierno no aumentara el presupuesto de la Universidad sería imposible que estapudiese admitir a todos los estudiantes que demandaban ingresar, entonces la AGEUS llamaría a losestudiantes a protestar en las calles con lo que se generaba cierta inestabilidad que para la izquierdacontribuía a la lucha contra el gobierno de Duarte.

Las divisiones en la recién organizada AGEUS llegarían pronto. En 1983, las FPL sufrieronuna ruptura debido a las disputas internas entre sus máximos dirigentes. El comandante CayetanoCarpio se suicidó después de ordenar el asesinato de la segunda al mando de la organización, lacomandante Ana María, seudónimo de Mélida Anaya Montes. Esta división en las FPL tuvo unefecto inmediato en la organización estudiantil. Muchos jóvenes seguidores de Cayetano Carpioconsideraba que las FPL y el FMLN en general habían traicionado la revolución por intentar sentarsea dialogar y negociar el fin de la guerra con el gobierno. La AGEUS era el brazo político del FMLNen la Universidad. Los jóvenes disidentes se retiraron de la AGEUS y el 5 de mayo de 1985conformaron su propia organización la Unión Consecuente de Estudiantes Universitarios (UCEU).Las batallas campales entre la AGEUS y el UCEU eran frecuentes. Los dirigentes de la AGEUS

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acusaban a los miembros del UCEU de ser gente de derecha, mientras para el UCEU, los militantesde la AGEUS eran traidores. La existencia del UCEU fue efímera, en diciembre de 1987 después deuna batalla campal contra miembros de la AGEUS en las calles adyacentes a la Universidad. LaAGEUS, en connivencia con las autoridades universitarias, expulsó al UCEU del campus. De aquí enadelante no habría más disidencias, el FMLN tendría bajo control al movimiento estudiantil.

La lucha de calle de la AGEUS era constante, pero al igual que en los años setenta muchosestudiantes que conformaban la AGEUS terminaban incorporándose a la lucha armada. Algunoscombinaban sus estudios con la militancia armada, otros dejaban sus estudios y se marchaban a lasfilas de la guerrilla en el interior del país. No fueron pocas las ocasiones en que desde el campus selanzaron ataques a unidades militares del ejército. Así sucedió el 25 de mayo de 1989, cuando a partirde la seis de la tarde comandos urbanos del FMLN realizaron un fuerte ataque a la Primera Brigadade Infantería ubicada a unas pocas cuadras de la Universidad. Unos de los jóvenes que comandó elataque afirma que en ella participaron unos cincuenta elementos entre comandos urbanos ymilicianos (es decir jóvenes que no estaban dedicados completamente a la lucha armada). Varios delos atacantes eran estudiantes de sociología y de jurisprudencia. El 11 de noviembre el FMLN llevó acabo una ofensiva militar denominada “Al tope y punto” durante esta ofensiva la Primera Brigada deInfantería fue nuevamente un blanco militar y, como había sucedido en mayo, los guerrilleros sehabían apostado en los alrededores y adentro de la Universidad para realizar el ataque. El ejércitoocupó nuevamente el campus, cerrando la Universidad alrededor de seis meses. La ofensiva militarno le permitió al FMLN tomar el poder, unas semanas después de iniciada, las fuerzas guerrillerastuvieron que replegarse a las zonas rurales.

La Universidad fue reabierta el 5 de junio de 1990. La reapertura del campus supondría unnuevo esfuerzo de reorganización estudiantil. Pero el final de la guerra estaba cerca. La firma de laPaz se llevó a cabo el 16 de enero de 1992.

El estudiante alzado en armas: sus estudios y la familiaPara los estudiantes de los ochenta, las condiciones logísticas al insertarse en la lucha armada

eran diferentes a aquellos estudiantes de los setenta. El estudiante que optaba por la lucha armadaencontraba una organización militar ya constituida, era proveído con armas y apoyo económico,entrenamiento militar, etc. Obviamente, se seguía previamente una serie de pasos que culminabancon la toma de las armas.

El primer año en la Universidad era crucial para que un estudiante fuera incorporado a la luchapolítica y eventualmente a la lucha militar contra el régimen. Generalmente, cuando el estudianteingresaba a la Universidad, tenía contacto con los miembros de la asociación estudiantil de su carreraprofesional. La asociación hacia una labor de divulgación de sus objetivos y de su trabajo al interiorde la Universidad, enfatizaba su preocupación por defender los intereses de los estudiantes yexhortaba a estos a involucrarse en el trabajo de la misma. Un mecanismo comúnmente utilizadopara involucrar a los nuevos estudiantes con la asociación era a través de la representación decátedras. Cada inicio de ciclo de estudios, la asociación se encargaba de elegir los representantes decátedras, estos mantenían un contacto permanente con la asociación, socializaban con el resto demiembros, participaban en sus reuniones en las que trataban temas relativos al funcionamiento de lascátedras, solicitudes estudiantiles, asuntos de la Universidad; pero también sobre la situación políticadel país, se organizaban círculos de estudio en los cuales se leía algún texto marxista, leninista, análisisde la realidad nacional, etc. De manera tal que este estudiante primerizo, poco a poco centraba suatención en la lucha que los estudiantes llevaban contra un régimen que consideraban injusto,antidemocrático, oligárquico y pro- imperialista.

El estudiante que se había vinculado a la asociación era invitado a participar en alguna de lasmanifestaciones estudiantiles para exigir el presupuesto. De esta manera el estudiante se involucrabaen la lucha contra el régimen. En la jerga revolucionaria a estos estudiantes se les denominaba

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“milicianos”, su función en la lucha contra el régimen consistía en involucrarse en las protestas decalle, en las que se escribían arengas revolucionarias en la paredes de edificios, casas particulares,quemaban llantas, cajas de teléfonos, en algunas ocasiones, dependiendo del nivel de las protestas,quemaban vehículos o buses del transporte colectivo.

Algunos estudiantes, además de desempeñar el papel antes mencionado, podían llegar ainvolucrarse con los autodenominados “comandos urbanos” que estaban enfocados básicamente enla realización de acciones armadas. Los estudiantes que pasaban a este escalón de la lucha recibíanalgún tipo de entrenamiento en el manejo de armas, acondicionamiento físico. Estos realizabanacciones armadas específicas como por ejemplo, ataques a posiciones de efectivos de la fuerzaarmada o de los cuerpos de seguridad, colocación de cargas explosivas en instituciones del Estado opropiedades de funcionarios gubernamentales, ejecución de dirigentes políticos, traslado de armas,etc.

Generalmente, los estudiantes que se involucraban con los comandos urbanos abandonabanlas protestas de calle. Un estudiante relata que su papel como comando urbano le llevó a participaren la ejecución de algún efectivo de la fuerza armada, a requisar un carro repartidor de mercancías(huevos) que luego era conducido a un barrio popular de San Salvador donde se regalaba el productoa la población.10 Ya fuera que se desempeñara como miliciano o comando urbano, el jovenestudiante trataba de mantener su inscripción en la Universidad, cursar materias mientras los rigoresde la guerra no le exigieran abandonar la Universidad. Mantenerse activo en la Universidad servía alestudiante para tener un punto de contacto con el resto de sus compañeros de lucha; pero tambiénrespondía al deseo del joven de continuar su carrera universitaria. Aunque difícilmente un estudianteinvolucrado en la lucha armada podría terminar sus estudios como lo podría hacer un estudiante ensituación normal.

Algunos de estos estudiantes alzados en armas vivían con algún familiar, lo que les dabacobertura logística por ejemplo: vivienda, alimentación, servicios básicos. Esto les servía además parapasar ante los cuerpos de policía como jóvenes comunes y corrientes que realizaban alguna actividadeducativa. En otros casos, la Universidad también cumplía la función de alojarlos no porque sehiciera como un servicio institucional, sino más bien como una apropiación de hecho por parte delos estudiantes. Uno de ellos cuenta que durante algún tiempo vivió en algún edificio de laUniversidad, ahí comía, dormía y utilizaba los servicios que la Universidad tenía, como agua potable,electricidad, etc. La organización a la que pertenecían les otorgaba un estipendio, una pequeñacantidad de dinero para sus gastos. No siempre este estipendio se hacía llegar a todos los militantes,en ocasiones los jefes se apropiaban parte de esos recursos. Al interior de la Universidad había otroscolaboradores de las fuerzas revolucionarias, por ejemplo las propietarias de algunas cafeteríasproveían de alimentos a los estudiantes que se desempeñaban como comandos urbanos o milicianos.

Si en algunos casos los estudiantes ingresaban a la lucha política y luego militar a través delcontacto con otros estudiantes previamente organizados, hay que hacer notar que algunos lo hacían apartir de formar parte de una familia en la que alguien de sus miembros: padre, madre, hermanomilitaba en alguna organización revolucionaria. Pero también los contenidos de las cátedras quecursaban en la Universidad podría estimularlos a involucrarse en la lucha política. Veamos dos casosde estudiantes que relatan el proceso que les llevó a involucrarse en la lucha revolucionaria contra elrégimen.

A mí lo que me gustó cuando entré a la Universidad de El Salvador es que leí unasseparatas de Carlos Marx que hablaban de las fuerzas productivas y cuando se miraba queel obrero era explotado. Me impactó cuando una profesora en una clase dijo que hablaríasobre la sociología militante, que significa no estar viendo sino participar. La sociedad de

10 Entrevista a un estudiante de sociología entre los años 1987-1992, que se incorporó a los comandos urbanosdel Ejército Revolucionario del Pueblo. 6 de diciembre de 2010.

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estudiantes organizaba círculos de estudio, fue a través de ellos que se incorporó a lasacciones de calle y de ahí a las milicias.11

Otro estudiante relata que cuando ingresó a la Universidad, los estudiantes de la sociedad deestudiantes de Ciencias Sociales llegaban a invitar a los estudiantes de nuevo ingreso para queparticiparan en actividades que organizaba la sociedad. Lo que le estímulo a visitar el local de lasociedad de estudiantes fue el interés que uno de los estudiantes mostraba por Roque Dalton. Poco apoco fue entrando en confianza con ese estudiante y él lo introdujo en actividades de calle querealizaban los estudiantes de la sociedad. Por las noches en un edificio abandonado de la Universidadrecibía entrenamiento, acondicionamiento físico, manejo de algunas armas. Con un entrenamientobásico, pronto estaba participando en operaciones militares. Algunas de esas acciones eran realizadasen grupos pequeños de dos a cuatro personas, lo que en la jerga revolucionaria se llamaban “células”.Pero también participó en acciones armadas más grandes como el ataque a la Primera Brigada deInfantería en mayo de 1989 y en la ofensiva militar de noviembre de ese mismo año. Después de lacual desertó de las filas guerrilleras y se exilió en Europa.12

ConclusiónA principios de los años setenta varios estudiantes universitarios fueron fundadores de los

primeros grupos armados de izquierda revolucionaria que se opusieron al régimen militar. A lo largodel siglo XX era común que los estudiantes protestaran en las calles contra los diversos gobiernosmilitares; pero en los años setenta ya no era nada más un asunto de manifestarse en las calles; sino deempuñar las armas contra el régimen. El gobierno militar estuvo atento a este giro que estabasucediendo en la Universidad. Para tratar de controlar a los estudiantes revolucionarios intervino endiversas ocasiones a través de los cierres del campus.

Si bien es cierto que desde principios de los años setenta la Universidad pasó a serhegemonizada por la izquierda revolucionaria, esta era una izquierda dividida en varias tendencias,que se peleaban el control del gobierno estudiantil y la hegemonía sobre el estudiantado. La luchaentonces se llevaba a cabo en varios escenarios: por un lado contra el régimen militar -orientadotanto hacia el interior de los muros universitarios como hacia fuera-; por otro lado entre los mismosestudiantes revolucionarios por controlar el espacio universitario. A lo largo de dos décadas muchosestudiantes ingresaban a la Universidad con el propósito de seguir una carrera profesional, peroterminaban alzados en armas contra el régimen. Algunos trataban de combinar su función estudiantilcon la lucha revolucionaria, pero esto no era posible siempre. Tenían que decidir entre dedicarse porcompleto a la lucha armada o a sus estudios. Varios optaron por lo primero.

En los años ochenta, todo el movimiento estudiantil estaba de cara a la lucha armada que elFMLN conducía contra el régimen, pero las divisiones en el interior del FMLN provocaron tambiénluchas internas entre los estudiantes, entre aquellos que se concebían como verdaderamenterevolucionarios y que al mismo tiempo veían a los otros como traidores de la revolución. Uno podríaafirmar que la Universidad de El Salvador fue durante la guerra civil de los años ochenta un“territorio liberado”, o si acaso un territorio en plena capital en disputa entre las fuerzas militares delgobierno y los alzados en armas del FMLN.

11 Entrevista a un estudiante del profesorado en Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador entre losaños 1986-1989, que se incorporó al Ejército Revolucionario del Pueblo.12 Entrevista a un estudiante de sociología entre los años 1987-1992, que se incorporó al EjércitoRevolucionario del Pueblo. 6 de diciembre de 2010.

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IDEOLOGÍA Y REDES SOCIALES EN EL SURGIMIENTO DEVIOLENCIA COLECTIVA: EL CASO SALVADOREÑO*

ALBERTO MARTÍN ÁLVAREZ**

IntroducciónDurante la década de los ochenta del pasado siglo, El Frente Farabundo Martí para la

Liberación Nacional (FMLN)1, se convirtió en una de las guerrillas más poderosas de la historia deAmérica Latina.2 Las organizaciones que lo integraron surgieron en los albores de la década de lossetenta como pequeños grupos de guerrilla urbana compuestos por apenas unas docenas deintegrantes. Sus primeros miembros eran en su mayoría estudiantes universitarios y ex -militantes delPartido Comunista (PCS) y del Partido Demócrata Cristiano (PDC). A partir de esos primerosnúcleos, las guerrillas salvadoreñas se expandieron hacia otros sectores en las ciudades, así comohacia las áreas rurales aprovechando las estructuras construidas por las comunidades de base de laIglesia Católica. Gran parte de los primeros jóvenes que se sumaron a la guerrilla, se socializaronpolíticamente en el seno de la universidad o de institutos de educación secundaria dondeexperimentaron procesos de conversión ideológica a partir de los cuales pasaron a asumir la luchaarmada como la única vía posible para modificar las estructuras políticas, económicas y sociales de ElSalvador.

Sin negar la existencia de causas de naturaleza estructural, -como la pobreza, la desigualdad, larepresión y el autoritarismo -, en el surgimiento de la guerra civil salvadoreña, se argumenta aquí queel comportamiento de los primeros activistas de la guerrilla constituye un ejemplo de acciónideológicamente estructurada (Zald 2000), esto es, de una movilización guiada por sistemas decreencias que atacan las relaciones y el sistema social vigentes. Fue precisamente la existencia dedichas causas estructurales lo que provocó una reacción de rechazo en jóvenes con fuertesconvicciones morales. Ese inicial rechazo de carácter moral encontró vías de expresión a través delos canales provistos por el repertorio cultural de la época, caracterizado por el predominio delmarxismo - leninismo, la Teología de la Liberación y la influencia de la Revolución Cubana. En elcontacto con estas ideas y sistemas de creencias, el rechazo y la indignación de carácter moral seconvirtieron en activismo político radical y en opción por la “lucha armada”.

Como afirma González Calleja (2002, 328), en las organizaciones que practican violenciapolítica, “la ideología da coherencia y sentido a los actos violentos y los justifica moralmente,

* Este trabajo fue preparado para el XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, organizado por laUniversidad de Santiago de Compostela y el Consejo Español de Estudios Iberoamericanos (Santiago, 15-18/09/2010). Sus trabajos fueron publicados en Actas del XIV Encuentro de LationoamericanistasEspañoles: Congreso Internacional 200 años de Iberoamérica (1810-2010). Edición a cargo de E. Rey Tristány P. Calvo González. Santiago: Universidad de Santiago de Compostela, 2010. CD-ROM. ISBN: 978-84-98872903. Las Actas de los Encuentros Latinoamericanistas pueden consultarse en el repositorio Redial-CEEIB disponible en:[http://www.americanismo.es/congreso-Encuentro_de_Latinoamericanistas_Espanoles-206.html]. Estetrabajo se encuentra disponible en [http://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00531247/]** Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (México DF).1 Integrado por: las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), el Ejército Revolucionario delPueblo (ERP), las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), el Partido Revolucionario de losTrabajadores Centroamericanos (PRTC) y el Partido Comunista Salvadoreño (PCS).2 Llegó a contar con 12.000 militantes armados y varias decenas de miles de simpatizantes, en un país demenos de seis millones de habitantes.

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conectándoles con una acción social más amplia y proyectándoles hacia el futuro”. Por tanto, y comoeste mismo autor sostiene, el análisis de las ideologías que justifican la violencia es imprescindible“para comprender los orígenes de todo conflicto político”. En esta línea, el artículo se ocupaprecisamente de los procesos a través de los que los primeros militantes de la guerrilla salvadoreña sesocializaron ideológicamente en un sistema de creencias que justificaba el uso de la violencia comoherramienta de cambio social y político.

Se asume aquí con Schwarzmantel (2008:25) una noción simple del concepto de ideología3,entendida como una visión general de la naturaleza de lo político y de lo que debe constituir unabuena sociedad. Una visión que comprende al menos, y siguiendo a este autor, un amplio espectro depuntos de vista que cubre los aspectos centrales de cómo se debería organizar la sociedad, cuáldebería ser el rol del Estado y qué elementos de diferenciación entre los individuos deberían seraceptados y cuáles no.

De otra parte, y como afirman Oliver y Johnston (2000:48), persuadir a alguien para que asumauna ideología implica un proceso de socialización, un proceso que lleva tiempo e implica un contactorepetido de la persona con los transmisores de esa ideología. A lo largo de ese proceso, los individuosexperimentan una conversión ideológica que lleva aparejada una reconstrucción de sus sistemas designificado. Esta conversión se ve reforzada, según los mismos autores, por la participación en redeso grupos sociales en los que otras personas comparten los mismos significados y aprenden juntasnuevas ideas. En este sentido, Doug McAdam (1986) encontró que la participación en accióncolectiva de alto riesgo estaba fuertemente correlacionada con el número de organizaciones a las quelos individuos pertenecieran y con los vínculos con otras personas que también participaran en esaacción. Asimismo, Zwerman, Steinhoff y dellaPorta (2000) encontraron que las lealtades de grupo yla solidaridad con amigos encarcelados eran factores importantes en la decisión de unirse a la “luchaarmada” por parte de los activistas de la Nueva Izquierda. En el caso de organizaciones que practicanviolencia política, la presencia de un alto riesgo explica que la expansión de las mismas se produzcapreferentemente a través de fuertes vínculos interpersonales, especialmente de amistad o parentescocomo forma de evitar infiltraciones o delaciones.

Pese a la abundancia de bibliografía sobre la guerra civil salvadoreña, no existen hasta elmomento investigaciones sistemáticas sobre los procesos de socialización política de los primerosmiembros de la guerrilla.4 Si bien se conoce de forma muy general el origen social de esos primerosactivistas y su procedencia universitaria,5 poco se ha avanzado en conocer los procesos de conversiónideológica de esos primeros militantes. Se sabe por tanto muy poco acerca de los procesos a través delos cuales determinados individuos desarrollaron compromisos ideológicos que implicaban el uso dela violencia. Este trabajo, inscrito en un proyecto más amplio de reconstrucción de los orígenes delFMLN pretende contribuir precisamente a llenar ese vacío.

La fuente fundamental para la construcción de este trabajo fue la realización entre 1998 y 2010de cuarenta entrevistas en profundidad con ex - comandantes guerrilleros de las cinco organizaciones

3 El concepto de ideología es extremadamente polémico y ambiguo, y dar cuenta de los debates en torno almismo está fuera del alcance de este trabajo introductorio. Los trabajos de Marx (1979) y Mannheim (1987)constituyen dos clásicos imprescindibles, junto a ellos las obras de Eagleton (2005), Freeden (2003) Rudé(1995), Thompson (2006) o Zizek (1994) son también obras de referencia esenciales.4 Con la excepción parcial del trabajo de Karen Kampwirth (2007).5 Por ejemplo, el trabajo de Whickham – Crowley (1992) quien realizó un análisis sociológico comparado de laguerrilla latinoamericana, afirma el origen mayoritariamente universitario de la dirección de la guerrillasalvadoreña a partir de una muestra de tan sólo quince líderes, si bien es cierto que representan a los más altosgrupos de dirección. De otra parte, esa investigación por su carácter comparativo no indaga en los procesos desocialización política de esos activistas. De la misma forma, el trabajo de Grenier (1999) realiza un análisisprofundo de las fuentes de la ideología de los revolucionarios, sin embargo no analiza los procesos desocialización en dicha ideología.

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que compusieron el FMLN, incluyendo a varios de los fundadores de las mismas. Asimismo se hanutilizado entrevistas realizadas por otros investigadores y numerosos testimonios de ex - dirigentesguerrilleros publicados a lo largo de la última década.

La ideología revolucionariaComo afirma Mayer Zald (1999, 386), las ideologías de los movimientos sociales surgen “a

partir de definiciones culturales ya existentes”. En una sociedad profundamente religiosa como lasalvadoreña, los valores de justicia y solidaridad propios de la moral católica, constituyeron unasuerte de sistema de creencias “inherentes” (Rudé 1995) mantenidas por buena parte de los jóvenessalvadoreños que, más tarde, fundarían las primeras organizaciones armadas. Esas ideas les llevaronen muchos casos a participar en un primer momento en el trabajo social desarrollado por la IglesiaCatólica, a adherirse a asociaciones estudiantiles, o a participar en huelgas de solidaridad con distintoscolectivos. Habitualmente sus objetivos en este primer momento fueron en muchos casos elmejoramiento de las condiciones de vida de determinados grupos sociales o la democratización delrégimen político. Más tarde, el contacto con sistemas de ideas más articuladas -o “derivadas” paraseguir utilizando la terminología de Rudé -, y en concreto con el marxismo - leninismo a su paso porla universidad o los institutos de secundaria, la experiencia de la represión y de los fraudes electorales,contribuyeron a que aquellos activistas optaran por la violencia política como forma de cambiar larealidad de su país, un cambio que ya no tenía objetivos reformistas, sino revolucionarios. Laexperiencia de las consecuencias del autoritarismo, favoreció por tanto la absorción y expansión delas ideologías de cambio radical y determinó en última instancia las características particulares queaquellas asumieron en el caso salvadoreño.

El ejemplo de la Revolución Cubana, el marxismo - leninismo y la Teología de la Liberación,formaron parte del repertorio cultural en el que se socializaron políticamente los primeros militantesde la guerrilla. La transmisión de estas ideas, como se verá más adelante, se produjo preferentementeen el marco de las distintas redes a las que los activistas pertenecían. El ámbito de las organizacionesde base de la Iglesia Católica, de las asociaciones creadas por el Partido Comunista, de las aulasuniversitarias y en menor medida, del entorno familiar, fueron los espacios fundamentales de susocialización política.

El triunfo de la revolución en Cuba constituyó a los ojos de miles de jóvenes latinoamericanosun ejemplo exitoso de cambio social y político por la vía armada. En palabras de Martí (2004, 110), eltriunfo cubano provocó un cambio en el repertorio cultural de la acción colectiva en toda AméricaLatina. A partir de ella, la formación de grupos guerrilleros y la consecuente toma del poder por lasarmas se convirtieron en respuestas aceptables a los ojos de aquellos que trataban de responder alinterrogante de cómo cambiar de raíz una realidad marcada por la pobreza, la desigualdad y elautoritarismo político. La Revolución Cubana contribuyó a hacer aparecer como posible y legítimo eluso de la violencia como forma de transformación social y política. La versión que se popularizó entoda América Latina del modelo cubano de revolución enfatizaba la importancia de los elementossubjetivos en el triunfo revolucionario. Según esta interpretación -el foquismo-, en el contextolatinoamericano la voluntad de una vanguardia de militantes escogidos podía crear las condicionespara un estallido revolucionario. Como resultado de la influencia del ejemplo cubano, revolución ylucha armada se convirtieron casi en imperativos morales para miles de jóvenes salvadoreños. Deforma paralela, la aceptación de la vía revolucionaria cubana significó también el rechazo de laspropuestas políticas que proponían una vía gradual hacia el socialismo - caso del Partido ComunistaSalvadoreño (PCS) -, o de aquellas otras que hacían énfasis en la posibilidad de realizar reformas en elmarco del capitalismo, como por ejemplo el Partido Demócrata Cristiano (PDC).

Otro de los elementos constitutivos de la ideología de los revolucionarios salvadoreños fue elmarxismo -leninismo. Sin embargo, frente al marxismo de manual exportado por la Unión Soviéticay propagado por el PCS, la versión dominante en la universidad salvadoreña a finales de los años

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sesenta -de donde provino el grueso de los fundadores de la guerrilla -era el denominado “marxismooccidental” (Anderson, 1990). Especialmente las obras de Antonio Gramsci, Herbert Marcuse oLouis Althusser, así como lecturas de economistas alineados con el trotskismo como Ernest Mandel.6

Junto a ello, las obras de Lenin, el marxismo vietnamita de Truong Chinh, o el pensamiento de CheGuevara constituyeron las fuentes de las que se nutrió la versión ecléctica de marxismo - leninismoque construyeron los primeros militantes de la guerrilla salvadoreña. De estas influencias, aquellosactivistas extrajeron una serie de asunciones básicas. En primer lugar, la falta de autonomía delEstado, que era identificado mecánicamente como la expresión de los intereses de la clase dominante(la oligarquía terrateniente). El rechazo de la democracia, a la que se identificaba como un régimenpolítico de fachada construido para ocultar el dominio de la oligarquía, lo que conllevaba a su vez elrechazo de las elecciones como forma de alcanzar el poder. La convicción de la imposibilidad dealcanzar la justicia social en el marco del capitalismo, lo que les llevó a criticar cualquier estrategiareformista, a aspirar a la construcción de una sociedad socialista y a asumir la lucha armada comoúnica forma posible de alcanzar el poder. Y por último, la consideración del papel necesario de una“vanguardia” de revolucionarios profesionales que debía desencadenar la revolución anti - capitalista,derrotar al ejército del régimen y capturar el aparato del Estado (Grenier 1999, 75).

Otro de los elementos integrantes del repertorio cultural en el que se socializaron los primerosmilitantes de la guerrilla fue la Teología de la Liberación. De acuerdo con Berryman (1987, 11), estainterpretación de la fe cristiana incluyó desde su origen en los años sesenta una “crítica de la sociedady de las ideologías que la sustentan”. Los sacerdotes inspirados por ella buscaron una aproximación alos pobres y excluidos de sus respectivas sociedades, estimulando en ellos una postura activa detransformación de su realidad y una crítica a las visiones fatalistas que habían caracterizadosecularmente a esos sectores. En el caso salvadoreño, los religiosos seguidores de la Teología de laLiberación llevaron a la práctica esta nueva orientación principalmente - aunque no exclusivamente -a través del desarrollo de estructuras asociativas entre el campesinado de las zonas más deprimidasdel país - comunidades de base, asociaciones campesinas -. De otra parte, esta nueva interpretacióndel cristianismo influyó también en los sectores juveniles del Partido Demócrata Cristiano (PDC).Muchos jóvenes pertenecientes a organizaciones juveniles vinculadas a este partido -como AcciónCatólica Universitaria Salvadoreña (ACUS)-estaban comprometidos también con frecuencia en eltrabajo pastoral de la Iglesia Católica, y se involucraron en el apoyo a las comunidades campesinas através por ejemplo de tareas de alfabetización utilizando el método del educador brasileño PauloFreire. Este trabajo puso en contacto a jóvenes de clase media, con la situación de miseria en la quesobrevivían miles de campesinos salvadoreños. Muchos de aquellos jóvenes, imbuidos de creenciasreligiosas, encontraron en las enseñanzas de la Teología de la Liberación una legitimación para lucharincluso con las armas en la mano por la mejora de las condiciones del campesinado, mientras que elmarxismo - leninismo y el ejemplo cubano les aportaron las estrategias organizativas y los objetivospolíticos últimos de esa lucha.

La socialización política de los primeros activistas de la guerrillaLas dos primeras guerrillas que se constituyeron en El Salvador en la década de los setenta

fueron las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), nacidas el 1 de abril de 1970, y elEjército Revolucionario del Pueblo (ERP), fundado oficialmente el 2 de marzo de 1972.

Las FPLEn el caso de las FPL sus primeros fundadores fueron obreros sindicalizados y estudiantes

universitarios ex - miembros del PCS. El entonces secretario general del PCS Salvador Cayetano

6 De acuerdo con Roberto Cañas, ex –comandante de las FARN, en entrevista con el autor, San Salvador11/08/2009.

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Carpio fue el promotor de la escisión en el seno del partido en abril de 1970 que desembocaría en lacreación de las FPL. Carpio aducía que la estrategia del Partido Comunista de penetración en elmovimiento sindical y de lucha política pacífica se había agotado. En su cambio de postura7 influyó larepresión desplegada por el gobierno en contra de la huelga de maestros mantenida por la AsociaciónNacional de Educadores Salvadoreños 21 de junio (ANDES -21). Dicha huelga fue convocada enfebrero de 1968 por este sindicato como respuesta a la reforma educativa realizada por el gobiernode Fidel Sánchez Hernández. De acuerdo con Erik Ching (2007), la forma en que esta reforma seimplementó motivó la oposición de los maestros. Las marchas convocadas por ANDES -21 fueronsecundadas por estudiantes universitarios -a través de la Asociación General de EstudiantesUniversitarios (AGEUS)- y de secundaria, muchos de los cuales se convertirían poco después enlíderes estudiantiles y en fundadores de la guerrilla. La huelga de ANDES fue reprimida duramentepor las fuerzas de seguridad el Estado. Como resultado, fueron asesinados dos obrerospertenecientes a la Federación Unitaria Sindical Salvadoreña (FUSS) del Partido Comunista -organización que había secundado la huelga-, y fueron encarcelados al menos treinta líderes delmovimiento. Los cuerpos de los dos obreros asesinados aparecieron mutilados pocos días después.Esto influyó fuertemente para que cambiara la percepción de los estudiantes y de los profesionales dela educación hacia el Estado, y fue sin duda uno de los factores coyunturales que impulsaron a losdisidentes del PCS a romper con el partido y a volcarse hacia la práctica de la violencia política.8 Hayque destacar que entre los fundadores de las FPL9 se encontraban cuatro obreros, incluyendo a tresmiembros de la FUSS que participaron en la huelga de febrero de 1968. Al menos uno de ellos(Ernesto Morales) fue encarcelado brevemente por su participación en dicha huelga. Junto a estos,acompañaron a Carpio en su marcha del PCS tres estudiantes pertenecientes a la célula Frank País dela Unión de Jóvenes Patriotas (UJP)10 de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador.Estos últimos eran miembros también de la AGEUS, la más importante organización estudiantiluniversitaria del país, controlada en aquel momento por los comunistas.

La socialización política de estos primeros activistas se produjo de forma bastanteconvencional a través de su participación en las estructuras del PCS, que era hasta aquel momento laúnica organización marxista - leninista que existía en El Salvador. Al ser una organización ilegal, elPCS estableció una serie de estructuras más o menos clandestinas durante los años sesenta -enocasiones bajo la cobertura de asociaciones culturales- para la difusión del marxismo entre lajuventud. Este es el caso por ejemplo de la Asociación 5 de Noviembre, a partir de 1960 de laVanguardia de la Juventud Salvadoreña (VJS) y finalmente y desde 1969, de la UJP.11 En estoscírculos de estudio se socializaron políticamente un buen número de los futuros dirigentes de lasdiversas organizaciones estudiantiles y futuros líderes de la guerrilla.12 La represión de la huelgas de

7 Durante toda la década de los sesenta Carpio se había destacado como un defensor de la línea decoexistencia pacífica de la URSS, y e incluso se había opuesto en 1962 a la creación de núcleos armados en elseno del PCS.8 Junto a ello, también hay que destacar el impacto que tuvo la posición oficial del PCS ante la guerra entre ElSalvador y Honduras del verano de 1969. El Comité Central del PCS mantuvo una postura ambigua respectodel conflicto, lo que implícitamente significó un apoyo al gobierno militar salvadoreño en aquella coyuntura,mientras que su Secretario General y un pequeño sector crítico de las juventudes del partido se opusieronfrontalmente a la guerra.9 Véase: ANEXO II.10 Rama juvenil del PCS.11 Domingo Santacruz, ex – miembro del Comité Central del PCS, en entrevista con el autor, San Salvador3/08/2009.12 Incluyendo a Francisco Jovel, máximo dirigente del PRTC quien frecuentó la UPJ; Eduardo Sancho,número uno de las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN) que participó en la Asociación 5 deNoviembre y en la UPJ, así como Lilian Mercedes Letona, Jorge Meléndez y Sonia Aguiñada Carranza,quienes llegaron a ser comandantes del ERP y que también fueron miembros de la UPJ.

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1968 fue interpretada por estos jóvenes como la confirmación de que no había ninguna posibilidadde negociación o salida política en el régimen autoritario, y que sólo la violencia revolucionaria podríaabrir la puerta a los cambios estructurales que consideraban necesarios. Tras los hechos de 1968, paramuchos miembros de la UPJ la estrategia gradualista del PC había quedado totalmente desacreditada,sintiéndose al mismo tiempo mucho más cercanos de la figura del Che Guevara y de los relatos de lasacciones que estaban llevando a cabo las guerrillas urbanas del Cono Sur, especialmente losTupamaros uruguayos. En este sentido, y como demuestra el trabajo de Paul D. Almeida (2008) laformación de las organizaciones armadas salvadoreñas se produjo dentro de la fase ascendente de unciclo de protesta que se extendió entre 1967 y 1972, (y que alcanzó su clímax en 1971). Este hechocontradice en cierta forma la dinámica que caracterizó a las organizaciones armadas de extremaizquierda europeas, las cuales surgieron en momentos de declive de los ciclos de protesta como hanmostrado diversos autores (della Porta 1995, Zwerman et al. 2000; Sánchez Cuenca y Aguilar 2009).

De otra parte, el ambiente intelectual en la Universidad de El Salvador (UES)13 a finales de ladécada de los sesenta estimulaba la difusión de pensamiento crítico. Por un lado, la configuracióncurricular permitía el acceso a materias de Ciencias Sociales a todos los estudiantes, incluso a los deCiencias Experimentales. Desde 1965, el alumnado de los primeros cursos de la universidad debíaobligatoriamente cursar materias del currículo de Ciencias Sociales -las denominadas áreas comunes-,lo que lo expuso a las ideas de los clásicos del marxismo, así como a las de los teóricos de ladependencia y de la teoría crítica latinoamericana, que constituían los enfoques dominantes en launiversidad en aquel momento. Ello se vio favorecido también por la acogida dada por la UES aprofesores universitarios exiliados provenientes del Cono Sur, los cuales ayudaron a difundir elmarxismo y el “dependentismo” entre su alumnado. Este fue por ejemplo el caso de los sociólogosargentinos Jacobo Waiselfisz y Daniel Slutzky14 quienes apoyaron los círculos de estudio delmarxismo organizados por los estudiantes, y a los que aún hoy los propios militantes otorgan ciertoreconocimiento como parte importante de su formación.

A partir del primer núcleo, las FPL desarrollaron una estrategia de expansión en diversossectores sociales, y de forma destacada en la universidad a partir de la célula de la facultad demedicina. La consigna inicial fue que cada miembro debía organizar una red de quincecolaboradores15 de los primeros dos comandos urbanos en los que se estructuró la organización. Através de los nuevos activistas captados en la universidad, las FPL llegarían también a entrar encontacto con grupos socialcristianos y con la estructura de las comunidades de base organizadas porla Iglesia Católica.

Las organizaciones sociales de la Iglesia Católica, como la Juventud Estudiantil Católica (JEC)y la Acción Católica Universitaria Salvadoreña (ACUS), y las organizaciones juveniles de laDemocracia Cristiana, como el Movimiento Estudiantil Social Cristiano (MESC), constituyeron unespacio donde centenares de jóvenes de clase media se comprometieron en tareas de trabajo social encomunidades rurales y urbanas desfavorecidas, lo que estimuló en ellos el desarrollo de unaconciencia acerca de los problemas de pobreza y desigualdad que sufría una mayoría desalvadoreños.16 Estas organizaciones, en la línea de la doctrina social de la iglesia emanada delConcilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín, promovían una actitud de compromiso activo

13 La universidad pública de El Salvador, y hasta finales de la década de los sesenta, la más prestigiosa del país.14 Roberto Cañas, ex –comandante de las FARN, en entrevista con el autor, San Salvador 11/08/2009. Ambosllegaron invitados por el rector de la universidad, Fabio Castillo Figueroa, militante comunista y futuromiembro fundador del grupo guerrillero Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos(PRTC).15 Medardo González, ex – comandante de las FPL, en entrevista con el autor, San Salvador 2/10/1998.16 María Marta Valladares Mendoza (Nidia Díaz), ex – comandante del PRTC- en entrevista con el autor, SanSalvador 5/10/1998.

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con la realidad, de transformación de la misma a través de la solidaridad y la educación liberadora,17

lo que denominaban una “revolución sin sangre”. Más tarde, el contacto con el marxismo -leninismoy la teoría social crítica a través de la universidad o de los círculos de estudio de las juventudescomunistas, permitió a muchos de estos jóvenes articular respuestas a las preguntas que seformulaban acerca de las causas de los problemas sociales de los que habían sido testigos de primeramano en su trabajo con los grupos religiosos. En el marxismo - leninismo y en el ejemplo cubanocreyeron encontrar una estrategia y un nuevo orden social que les permitieran cambiar esa realidad.

Uno de los activistas clave en el desarrollo de este proceso de conexión de las FPL con losgrupos católicos de base fue Felipe Peña Mendoza, quien se incorporó a la guerrilla en algúnmomento entre finales de 1970 o inicios de 1971.18 Educado en un prestigioso colegio jesuita de SanSalvador, militante de la Juventud Estudiantil Católica cuando era estudiante de bachillerato y deACUS y AGEUS en su etapa como estudiante universitario de economía, Peña Mendoza, entreotros, conectó a las FPL con su red de contactos procedentes de los movimientos de base de laIglesia Católica, así como con jóvenes sacerdotes jesuitas seguidores de la Teología de la Liberación.19

Gracias a la labor de Peña Mendoza y del estudiante de Sociología y miembro de ACUS, AndrésTorres Sánchez, las FPL comenzaron a organizar campesinos en el departamento de Chalatenango afinales de 1972, un territorio que se convertiría en el bastión de la guerrilla en la década de losochenta. Aprovechando sus contactos en ACUS, Torres contactó con el sacerdote Benito Tovar,quien a su vez, le puso en contacto con las comunidades campesinas del norte de Chalatenangodonde ejercía el sacerdocio (Ascoli, s.f.). Su labor consistió en la creación de bases rurales de apoyo ala guerrilla que se organizaron a partir de 1974 bajo el paraguas de una asociación campesina: laUnión de Trabajadores del Campo (UTC), la cual se convertiría a su vez en base de reclutamiento delas FPL.

De otra parte, en la universidad los militantes de las FPL reprodujeron la estrategia deexpansión entre la juventud puesta en práctica por el PCS, a través de la formación de círculos deestudio del marxismo y, poco más tarde, de la creación de asociaciones estudiantiles.20 En launiversidad, los primeros activistas de esta guerrilla iniciaron dichos círculos de estudio con elpropósito de captar a los estudiantes más radicalizados. Contactaron frecuentemente a compañerosde clase, amigos o conocidos más o menos cercanos, y con los que en no pocas ocasiones habíanparticipado en las movilizaciones estudiantiles de 1968. Es el caso por ejemplo de Atilio Montalvo,21

quien se incorporó a las FPL en 1971 durante su primer año en la facultad de psicología de la UES ytras haber participado en manifestaciones estudiantiles en las que presenció la represión de algunosde sus compañeros de estudio. Fue reclutado por uno de sus amigos más cercanos, Felipe PeñaMendoza, quien fue uno de los primeros activistas estudiantiles de las FPL.22 A su vez Montalvo, unavez incorporado a la organización, organizó junto a otros militantes círculos de estudio en la facultadde Psicología a los que fue invitando a otros compañeros universitarios. De entre ellos, cabe citar aotro activista destacado, Napoleón Rodríguez Ruiz,23 a quien tras varios meses de participación en

17 Para ello, utilizaban el método del pedagogo brasileño Paulo Freire.18 Los testimonios recogidos no fueron capaces de precisar el momento de su incorporación.19 Incluyendo a Fernando Áscoli, Alberto Enríquez y Antonio Cardenal, jesuitas de origen guatemalteco (losdos primeros) y nicaragüense. Los tres llegaron a ser comandantes y miembros de la Comisión Política de lasFPL.20 La organización estudiantil universitaria de las FPL se denominó Universitarios Revolucionarios 19 de julio(UR-19).21 En los años ochenta llegó a ser el número tres de las FPL con el pseudónimo de “Salvador Guerra”.22 Atilio Montalvo, ex – miembro de la Comisión Política de las FPL, en entrevista con el autor, San Salvador,1/10/1998.23 Conocido como “Miguel Castellanos”, llegó a ser comandante de las FPL y miembro de su ComisiónPolítica en la década de los ochenta.

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uno de esos círculos de estudio, le fue revelado que había sido contactado por las FPL y se lepropuso incorporarse a éstas como colaborador.24 Rodríguez Ruiz describió como el contacto con elmarxismo - leninismo significó una reconstrucción de su experiencia vital, y le proporcionó una guíade actuación: “El marxismo - leninismo para mi fue algo totalmente inesperado… eso de encontrar,como creí encontrarlo, una línea ideológica básica que al mismo tiempo me señala una direcciónconcreta para actuar…eso de una línea concreta para actuar era básico para mi…” (Rojas 1986, 12).

Un proceso muy similar fue el experimentado por Medardo González,25 quien participó en lasmovilizaciones de ANDES-21 en 1968 cuando todavía era estudiante de secundaria. En 1970, y através de amigos universitarios con los que había participado en dichas movilizaciones, comenzó atomar contacto con colectivos estudiantiles de izquierda y a iniciarse en lecturas marxistas en 1971.Tras estar estudiando marxismo durante un año en uno de esos colectivos, y realizar distintasactividades de protesta y agitación, fue contactado por un amigo, miembro de ese mismo grupo ymilitante de las FPL, que le reclutó en febrero de 1972.26

Por último, es importante señalar la existencia de numerosos casos de transmisión familiar deideologías políticas y de expansión de las organizaciones armadas a través de redes familiares. Uncaso paradigmático en las FPL, por la relevancia política de sus integrantes, lo constituye la familiaPeña Mendoza. El hermano mayor, Felipe, mencionado más arriba, contribuyó a la politización desus hermanas Virginia, Ana Margarita y Lorena, que se convirtieron en comandantes de las FPL en ladécada de los ochenta. Lorena Peña formó parte de la Juventud Estudiantil Católica organizada porel sacerdote Belga Juan de Planke, con la que participó en labores de ayuda a comunidades urbanas yrurales desfavorecidas (Peña 2009). Su educación católica y el trabajo social que realizó estimularonen ella el desarrollo de una ideología inherente en términos de Rudé (1995), expresada como lacreencia en la necesidad de justicia y de solidaridad con los desfavorecidos. La influencia de suhermano mayor, el fraude electoral de 1972 y la represión que lo siguió, y las conexiones conactivistas más politizados la llevaron a acercarse a las organizaciones armadas. Del compromisomoral con la pobreza y la exclusión pasó a un compromiso político a través de un proceso deideologización que tuvo como escenarios su entorno familiar y su centro educativo. En éste último ysiendo estudiante de bachillerato se afilió a la Asociación de Estudiantes de Secundaria, controladapor el PCS y fue finalmente reclutada para las FPL por su hermano Felipe en 1973. Ella mismareclutó a su pareja, poco más tarde.27

El ERPEsta organización fue el producto de la confluencia al menos tres distintos grupos de jóvenes,

en su mayoría con militancia política previa. El primero de estos grupos estaba compuestomayoritariamente por estudiantes universitarios de origen social - cristiano (ANEXO I). Algunos deellos participaron en tareas de alfabetización en organizaciones de la Iglesia Católica cuando todavíaeran estudiantes de secundaria. Más tarde, participaron en las huelgas estudiantiles de 1968 siendo yamiembros del Movimiento Estudiantil Social Cristiano (MESC), rama juvenil del Partido DemócrataCristiano (PDC). Sensibilizados hacia los problemas sociales por su experiencia en las organizacionesde base de la Iglesia Católica y socializados políticamente en los grupos juveniles de la DemocraciaCristiana, estos activistas se comprometieron en inicio con objetivos de democratización del régimeny de desarrollo económico en favor de los pobres. Estos, junto a otros jóvenes activistas

24 Según relata el propio Napoleón Rodríguez en Rojas, Javier (1986).25 Conocido como Milton Méndez, fue comandante de las FPL y miembro de su Comisión Política en ladécada de los ochenta. Actualmente es el Coordinador General del FMLN.26 Medardo González, ex – comandante de las FPL, en entrevista con el autor, San Salvador, 2/10/1998.27 Hernán Solórzano (comandante Dimas Rodríguez), quien llegó a ser el número dos en la dirección de lasFPL.

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provenientes de la UJP, participaron en la campaña electoral de 1967 en apoyo de la candidatura porel Partido de Acción Renovadora (PAR) del rector de la UES Fabio Castillo Figueroa, y se vieronfrustrados por la consiguiente ilegalización del partido tras las elecciones.28 Asimismo, la experienciade la represión de las movilizaciones magisteriales y estudiantiles de 1968, y el contacto con lacontracultura revolucionaria dominante en la UES, les llevó a estructurar una organización conobjetivos revolucionarios: “El Grupo”, formado en diciembre de 1969. De entre los miembros deorigen socialcristiano de este colectivo seminal cabe destacar a Lil Milagro Ramírez, Edgar AlejandroRivas Mira,29 y al primo de éste último, Carlos Eduardo Rico Mira, entre otros. El caso de Lil MilagroRamírez ilustra un itinerario frecuente en la socialización política de los miembros de esteagrupamiento. Tras ingresar en la UES en 1963, comenzó a frecuentar ya en 1965 un círculo literariojuvenil al que pertenecían algunos activistas democristianos como Marianela García Villas y RubénZamora.30 De acuerdo con Wilson (2007), en 1967 Ramírez se unió a una organización de base de laIglesia Católica influida por la Teología de la Liberación - el Movimiento Estudiantil Social Cristiano(MESC)-, a través de la que comenzó a familiarizarse con el “socialismo cristiano” propugnado porel ala juvenil del PDC. Del análisis de la correspondencia de Lil Milagro realizado por este autor, enel contacto con compañeros más politizados, ésta adquirió conciencia de los cambios que necesitabaEl Salvador. Ya integrada en esa organización y con responsabilidades como dirigente estudiantil enla facultad de Derecho de la UES, participó en las movilizaciones de 1968. Estas constituyeron unmomento definitivo en su radicalización política, ya que de ellas extrajo la conclusión de que loscambios sociales a los que aspiraba no se podían lograr en el marco de la dictadura militar. A finalesde 1969 en compañía de otros ex - miembros del MESC formó “El Grupo” (Sancho 2002).

Junto a estos militantes, y provenientes de la UPJ, se encontraban Eduardo Sancho Castaneda31

y Angélica Meardi. Sancho, en aquel momento un estudiante de Sociología de la UES, se inició en laactividad política en las huelgas obreras de 1965. Tras su ingreso en la universidad se introdujo en lalectura de literatura marxista, y comenzó a realizar trabajo de organización política en eldepartamento de San Vicente, participando asimismo en la campaña electoral del PAR en 1967(Sancho 2002, 44).Cabe destacar que también en San Vicente, Sancho fue a finales de los añossesenta uno de los animadores de un círculo literario y político conocido como “La Masacuata”. Deéste surgirá un grupo de jóvenes poetas y literatos que se convertirán en futuros dirigentes de laguerrilla como el propio Sancho, Alfonso Hernández o Carlos Eduardo Rico Mira.

A “El Grupo” se unieron otros activistas más jóvenes procedentes de Acción CatólicaUniversitaria Salvadoreña (ACUS) y de la Unión de Jóvenes Patriotas (UJP). Entre ellos seencontraban Joaquín Villalobos32 y Rafael Arce Zablah, dos activistas clave en el futuro desarrollo delERP. Ambos fueron compañeros de estudios en el Liceo Salvadoreño, un prestigioso colegiocatólico de la capital, y se implicaron también juntos en tareas de alfabetización de campesinos juntoal padre Alfonso Navarro Oviedo cuando todavía eran estudiantes de secundaria. Ya comoestudiantes de la UES y miembros de ACUS participaron en la organización de movilizaciones

28 El PAR fue una etiqueta electoral de la que se apropió el Partido Comunista para poder competir enelecciones.29 Lil Milagro Ramírez fue una de las fundadoras y dirigentes del ERP y en 1975, también de una organizaciónnacida como escisión de este: las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN). Edgar AlejandroRivas Mira fue el máximo responsable del ERP en el período 1972 – 1976.30 García Villas fue diputada democristiana en la década de los setenta y más tarde fundadora de la Comisiónde Derechos Humanos de El Salvador. Rubén Zamora, perteneció al ala izquierda del PDC en los añossetenta, fue miembro fundador del Movimiento Popular Social Cristiano y del Frente DemocráticoRevolucionario y se convirtió en el líder socialcristiano más importante del país en la década de los ochenta.31 Quien llegó a ser entre 1981 y 1992 Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la ResistenciaNacional (FARN).32 Máximo dirigente del ERP entre 1977 y 1993.

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estudiantiles en 1969, y se incorporaron al naciente ERP hacia 1971. Arce Zablah, ya como miembrodel ERP, y aprovechando sus contactos con sacerdotes progresistas, entró en contacto en 1974 conel sacerdote Miguel Ventura, párroco del municipio de Torola en el norte del departamento deMorazán quien le introdujo en las Comunidades Eclesiales de Base organizadas por él en la regiónTorola/Villa El Rosario/San Fernando (Binford 2004, 122). Precisamente esta región se convirtió enel área de mayor desarrollo del ERP y en el bastión de la organización durante la guerra civil. Lalabor de Arce Zablah en las comunidades rurales de Morazán fue continuada a su muerte en 1975,entre otros, por un estudiante de filosofía: Juan Ramón Medrano33. Medrano inició su militancia en launiversidad en 1971 donde formó parte de círculos de estudio del marxismo organizados porprofesores universitarios de filiación comunista (Comandante Balta 2006, 47), incluyendo a RolandoOrellana quien fue miembro del Comité Central del PCS. Asimismo se afilió a la Asociación Generalde Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS) con la que participó en huelgas estudiantilesen ese mismo año,34 siendo reclutado en 1972 por un compañero de estudios que militaba en el ERP,quedando a partir de ese momento bajo la responsabilidad de Lil Milagro Ramírez.

El tercer núcleo de activistas que compusieron el ERP estaba integrado por estudiantes desecundaria del Instituto Obrero José Celestino Castro, miembros también en su mayoría de la UJPdel PCS. Este centro educativo fue creado en 1967 con dinero donado por el Sindicato deTrabajadores Universitarios Salvadoreños (STUS), integrado a su vez en la Federación UnitariaSindical Salvadoreña (FUSS),esta última controlada por el PCS. El propósito del Instituto era laformación de futuros dirigentes sindicales, y sus directores y profesores ejercían también posicionesimportantes en la asociación de maestros ANDES -21 (Almeida 2008, 81). Entre éstos cabe citar porejemplo a Mario Medrano, quien fue secretario general de dicho sindicato, Emma Guadalupe Carpio-hija de Salvador Cayetano Carpio, fundador de las FPL-, o Armando Herrera, entre otros.35 En elCelestino Castro funcionaban células de la UJP que estimularon la participación de los estudiantes enlas movilizaciones de 1968. Algunos de estos activistas contactaron entre 1970 y 1972 con losmilitantes de “El Grupo” y se unieron a ellos conformando en marzo de éste último año el ERP. Deentre los militantes procedentes del Instituto Celestino Castro destacan Jorge Meléndez, VladimirRogel, Mario Vigil y Sonia Aguiñada Carranza.36 Entre 1969 y 1970, estos activistas abandonaron laestrategia gradualista y de participación en elecciones propugnada por el PCS, y se volcaron en laorganización de un grupo armado. También en este caso, la ilegalización del PAR y la represión de1968 les llevaron a concluir que la única forma posible de luchar por la democracia y la justicia socialera a través de la revolución y la “lucha armada”.37

ConclusionesDel análisis de los procesos de socialización política de los primeros activistas de la guerrilla

salvadoreña se pueden extraer algunas conclusiones valiosas.Una gran parte de estos primeros militantes mantenían algún tipo de sistema de creencias

inherente donde los valores de justicia social y solidaridad ocupaban un lugar primordial. Estasconvicciones de tipo moral provenían en muchos casos de sus creencias religiosas, o de su entornofamiliar, y se vieron reforzadas por la participación en redes juveniles de la Iglesia Católica, partidospolíticos, redes estudiantiles, sindicales, familiares, y con frecuencia incluso en varias de estas a la

33 Llegó a ser comandante del ERP y miembro de su Comisión Política.34 La denominada “Huelga de Áreas Comunes”, que contribuyó a radicalizar y a crear lazos de militanciacompartida entre centenares de estudiantes universitarios.35 Sonia Aguiñada Carranza en entrevista con el autor, San Salvador 11/08/2009.36 Meléndez y Aguiñada llegaron a convertirse en comandantes del ERP y miembros de su ComisiónPolítica.37 Sonia Aguiñada Carranza, ex – comandante del ERP, en entrevista con el autor, San Salvador 11/08/2009.

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vez.38 La pertenencia a dichas redes ayudó, a su vez, a desarrollar sus opiniones políticas y reforzó suconvicción de integrarse a la lucha armada. Frecuentemente, la participación en estas estructuras lespuso en contacto con sistemas de creencias más estructuradas y, en concreto, con el marxismo -leninismo y el pensamiento y la figura de Che Guevara. El ambiente intelectual reinante en la UESfue un factor de enorme importancia en este sentido, ya que las redes estudiantiles construidas en suinterior a finales de los años sesenta, estaban imbuidas de estas doctrinas y ayudaron a su difusión. Laideologización y politización desarrolladas en el entorno de estas redes sociales, condujeron a estosjóvenes a la participación activa en movimientos sociales de protesta, cuyo ejemplo paradigmáticoson los actos de solidaridad con la huelga de maestros de 1968. El nivel de represión desplegado porel régimen frente a dichas movilizaciones, condujeron a muchos de estos activistas a decantarse poropciones radicales de cambio y, en muchos casos, a romper con sus organizaciones de procedencia.

De otra parte, estas redes se convirtieron en canales de expansión de las guerrillas a lo largo delas décadas de los setenta. En esta dirección es especialmente relevante el papel representado porjóvenes estudiantes fundadores de las guerrillas que habían pertenecido a organizaciones de base dela Iglesia Católica. Los contactos realizados en dichas organizaciones les sirvieron para buscar lacolaboración de sacerdotes progresistas quienes, a su vez, conectaron a la guerrilla con las estructurasconstruidas por la Iglesia en las comunidades rurales del norte del país.

38 Este hallazgo coincide básicamente con el realizado por Kampwirth (2007).

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ANEXO IFUNDADORES DEL ERP39

1971-1972

ERP(Ejército Revolucionario del

Pueblo)

El Grupo “Comandos Organizadores delPueblo” (Ex militantes de la UJP)

- Alfonso Hernández. Estudiantede sociología UES.- Angélica Meardi. Miembro de laUJP.- Carlos Alberto MenjívarMartínez. Estudiante.- Carlos Eduardo Rico Mira.Estudiante.- Edgar Alejandro Rivas Mira.Estudiante de derecho UES ymiembro del MESC.- Eduardo Sancho Castaneda.Estudiante de sociología UES ymiembro de la UJP.- Julia Rodríguez.- Lil Milagro Ramírez. Estudiantede derecho UES y miembro delMESC- Ricardo Sol. Estudiante ymiembro del MESC.- Salvador Montoya.

- Ana Guadalupe Martínez.Estudiante de medicina en laUES.- Ana Sonia Medina.Estudiante de matemáticas dela UES y miembro de la UPJ.- Janeth Hasbun Samour.Estudiante.- Joaquín Villalobos.Estudiante de economía de laUES y miembro de ACUS- Jorge González.- Juan Ramón Medrano.Estudiante de filosofía UES- Rafael Arce Zablah.Estudiante de sociología en laUES y miembro de ACUS

- Armando Arteaga.Miembro de la UJP.- Arquímedes AntonioCañadas.- Dennis Bismarck- Jorge Meléndez.Estudiante de secundaria ymiembro de la UJP.- José Mario Vigil.Estudiante de secundaria ymiembro de la UJP- Julián Belloso- Lilian Mercedes Letona.Estudiante de secundaria ymiembro de la UJP- Sonia Aguiñada.Estudiante de secundaria ymiembro de la UJP.- Vladimir Rogel.Estudiante de secundaria ymiembro de la UJP.

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevistas realizadas por el autor con: Rafael Velásquez, San Salvador4/02/2010; Sonia Aguiñada Carranza, San Salvador 11/08/2009; Jorge Meléndez, San Salvador 13/10/1998;Juan Ramón Medrano, San Salvador 1/10/1998.

39 De la convergencia de estos tres núcleos de activistas surge el 2 de marzo de 1972 el ERP. Los miembros de“El Grupo” eran en su mayoría estudiantes universitarios de ascendencia social -cristiana y parte de ellosfueron responsables de la primera acción de importancia, el secuestro del empresario Ernesto RegaladoDueñas en 1971, tras la cual se dispersaron. El segundo núcleo estaba compuesto por jóvenes universitariosvinculados a organizaciones de base de la iglesia católica o a las juventudes del Partido Demócrata Cristiano(PDC). El tercer grupo estaba integrado mayoritariamente por estudiantes de secundaria miembros de laUnión de Jóvenes Patriotas (UPJ), rama juvenil del PCS. Algunos otros activistas sin militancia política previase unieron también al ERP principalmente en la Universidad Nacional en este primer momento, caso deFrancisco Jovel, quien se convertiría en Secretario General del PRTC, o de Roberto Cañas y José Luis Quanmás tarde miembros de la dirección de las FARN.

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ANEXO IIFUNDADORES DE LAS FPL

1970

- Salvador Cayetano Carpio (“Marcial”): Trabajador de una panificadora. Ex - secretariogeneral del PCS.

- Ernesto Morales: Obrero de la construcción y ex - militante de la UJP y de la FUSS- José Dimas Alas: Panadero, ex - militante del PCS y ex - secretario general de la FUSS- Vladimir Umaña Santamaría (“Ferrum”), obrero.- José Roberto Sibrián (“Martín”). Obrero. Ex -militante del PCS- Roberto Vargas. Estudiante de medicina y miembro de la célula Frank País de la UJP- Alfredo Quezada. Estudiante de medicina y miembro de la célula Frank País de la UJP- Salvador Moncada Linares. Estudiante de medicina y miembro de la célula Frank País de

la UJP

Fuente: Elaboración propia a partir entrevistas realizadas por el autor con: Atilio Montalvo, San Salvador1/10/1998; Medardo González 2/10/1998; Facundo Guardado 19/08/2008, Domingo Santacruz 3/08/2009.

ANEXO IIIÍndice de entrevistas citadas

Aguiñada Carranza, Sonia. Ex - miembro de la Comisión Política del ERP, San Salvador11/08/2009.

Cañas, Roberto. Ex - miembro de la Comisión Política de la RN y de la Comisión Político -Diplomática del FMLN, San Salvador 11/08/2009.

González Trejo, Medardo. Ex - miembro del Comité Central y de la Comisión Política de lasFPL, San Salvador 2/10/1998.

Guardado, Facundo. Ex - miembro del Comité Central y de la Comisión Política de las FPL yEx - Secretario General del FMLN, San Salvador 19/08/2008.

Jovel, Francisco. Ex -Secretario General del PRTC y ex - miembro de la Comandancia Generaldel FMLN, San Salvador 15/08/2008.

Medrano, Juan Ramón. Ex - miembro de la Comisión Política del ERP y ex - jefe del FrenteSur - Oriental, San Salvador 1/10/1998.

Meléndez Jorge, Ex - miembro de la Comisión Política del ERP y ex - jefe del Frente Nor -Oriental, San Salvador 13/10/1998.

Montalvo, Atilio. Ex - miembro del Comité Central y de la Comisión Política de las FPL, SanSalvador 1/10/1998.

Santacruz, Domingo. Ex -miembro del Comité Central del PCS, San Salvador 3/08/2009.

Valladares Mendoza, María Marta. Ex - miembro de la Comisión Política del PRTC y de laComisión Político - Diplomática del FMLN, San Salvador 5/10/1998.

Velásquez, Rafael. Ex - miembro de la Comisión Política del ERP y ex - coordinador de lasLigas Populares 28 de febrero, San Salvador 4/02/2010.

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106

EL SALVADOR, EL LARGO CAMINO DE LAREVOLUCIÓN*

EDELBERTO TORRES RIVAS**

El genio salvadoreño produjo, lo que John Foran, el más reciente estudioso de las revolucionesen el mundo, reconoce como “… probablemente la más intensa experiencia revolucionaria en lahistoria de la humanidad, que falló en la tomar el poder” (Foran, 2005: 206). Contra todo pronóstico,de no ser la abierta intervención norteamericana el Frente Farabundo Martí para la LiberaciónNacional (FMLN) habría tomado el poder hacia 1987/88. Documentos del Departamento de Estadoconcluyen que sin “la ayuda militar norteamericana, material y técnica, el régimen no se habríasostenido” (Byrne, 1996: 56).

Esta “situación” particular, fue el resultado de la prolongada crisis política que produjo elfracaso de las luchas por la democracia (1944/48, 1960/62), que fueron las formas como seexpresaba el repudio contra la oligarquía y sus gobiernos militares, su ethos cultural, en suma, contrasu Estado. En Guatemala fue la opción jacobina la que se frustró hacia 1954 por la intervenciónnorteamericana. En El Salvador, fue, menos que la debilidad de los movimientos populares, la fuerzade oligarquía lo que impidió que se alcanzaran los cambios modernizadores.

El malestar popular continuó profundizándose hasta llegar a 1972, fecha donde la historia sequiebra y da inicio a una década (1972/1981) en que las luchas sociales y políticas de clase y partido,definen a los actores del conflicto final: la guerra civil. Ello se analiza en tres etapas, en la primera seobservan la radicalización y al aumento del accionar destructivo y sangriento, ascendente en cadavuelta del remolino que condujo a la guerra. Ese es un ciclo de fachada política electoral, en que de nuevoel sufragio sólo sirvió para deslegitimar el poder; sus actores son los militares, los partidos políticos, yalgunos demócratas que todavía creían en las elecciones.

Cuando el descontento popular se expande, la energía de las masas conduce a la creación denuevos canales de protesta, nuevas formas de organización. Sus actores son agrupamientos sociales,sindicatos, las organizaciones político-militares, destacamentos campesinos, y aquellos ciudadanosque dejaron de creer en las elecciones. La segunda etapa hace referencia a la construcción de laopción político-militar como la vía exclusiva para resolver la crisis, y por último, la etapa de la opciónpolítica para establecer la paz.

Primera etapa:

El Ciclo de la fachada político-electoralCon el desarrollo de la crisis se definió mejor el espacio común conflictivo entre los intereses

políticos y los económicos; eran dos planos de poder, el de los militares y el de la burguesíaoligárquica, aliados pero no fundidos, distantes pero juntos en lo que siempre fue como un“matrimonio de la mano izquierda”.1 Esta dualidad tuvo su fuerza y sus contradicciones, pero en ese

* Es este el Capítulo V, con modificaciones, del libro Revoluciones sin Cambio Revolucionario, F&G Editores,Guatemala, 2012.** El autor es un reconocido intelectual guatemalteco. Actualmente se desempeña como investigador enPrograma de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).1 Se llama “de la mano izquierda” el matrimonio contraído entre un noble y una mujer de linaje inferior, oviceversa, en el cual cada cónyuge conservaba su condición anterior. Llámase así porque en la ceremonianupcial el esposo daba a la esposa la mano izquierda. En otra parte lo calificamos como un matrimoniomorganático, que viene a ser lo mismo.

107

casi medio siglo los militares no lograron consolidar el control del Estado y la oligarquía tampocopudo construir un poder legítimo de base democrática.

E. Baloyra, conocedor de la historia del país afirmó que durante varias décadas los militarescontrolaron la sociedad sin llegar a dominarla. “No lograron convertirse en el actor hegemónico quepodría reemplazar a la oligarquía (…) Los militares, en su experimento político de 1948 a 1972fracasaron puesto que fueron incapaces de formar un pacto social duradero que legitimara sugobierno…” (Baloyra, 1987: 36). El gobierno fue siempre militar, y por ello, los soldados fueron losguardianes del orden oligárquico, pero no los sirvientes de los “barones” del café.

En este sentido era un Estado débil porque retuvieron simbólicamente el poder pero no elgobierno, se hicieron obedecer pero no siempre respetar. La relación de mando no fue de una solavía. Hubo desencuentros como en toda pareja mal avenida. La crisis política que se fueconstituyendo al impulso de la protesta popular, se desencadenó en los setentas cuando ocurre ladivisión del locus político dual, la alianza entre “grupo dirigente/fuerza dominante” se desequilibrópor la irrupción del nuevo actor en el interior del pacto oligárquico: el sujeto popular revolucionario.

La constitución de la crisis salvadoreña no se comprende sin reconocer que en las eleccionespresidenciales se comprometían los mecanismos internos de representación y negociación de losgrupos dominantes, así como la búsqueda de legitimidad para el sistema político. Por ello resultaelocuente el fracaso del proyecto electoral oligárquico-militar (democracias-de-fachada), pues nopuede haber estabilidad por medio de “elecciones autoritarias”. Fueron estas un nuevo factor dedescontento entre los ciudadanos desilusionados ante unas elecciones con los resultadospredeterminados. En la medida en que la legalidad del proyecto electoral no implique legitimidad, vatomando forma el descontento y la presencia del actor popular, radical, que lo critica. La democraciacomo una formalidad vacía es una forma vicaria de democracia y su ejercicio, que como búsqueda delegalidad fracasa, se convierte en otro factor de protesta. Una elección fraudulenta no sólodesacredita el procedimiento sino su motivación.

En 1966/67 tuvo lugar una campaña electoral presidencial que alentó la creencia en losprocesos electorales abiertos hacia los intereses populares. El Partido Acción Renovadora (PAR)agrupó a un sector amplio de profesionales independientes con la clara participación del PartidoComunista Salvadoreño (PCS) liderado entonces por Salvador Cayetano Carpio. El candidato a lapresidencia fue el rector de la Universidad Nacional, Fabio Castillo. El gobierno militar trató dedisolver el PAR legalmente. La iglesia católica, a través del obispo Pedro Arnoldo Aparicio yQuintanilla, prohibió la participación de los católicos en el PAR y declaró la excomunión de susmilitantes. Esta fue la primera experiencia de amplia participación popular.

El análisis de las elecciones de febrero de 1972 constituye un ejemplo y un antecedente paraentender la “constitución de oportunidades políticas” perdidas en un escenario ya calificado porheridas críticas, y que confirma el dictum de que Júpiter enloquece a los que quiere perder. El procesoelectoral se convocó y se preparó como prueba de la responsabilidad democrática alcanzada por elejército en su modelo de democracia corporativa que ya se calificó como “iliberal democracy”.

Aún más, se comprometieron tanto los mecanismos internos de representación, como lasformas e instrumentos que la clase dominante decidió utilizar para legitimar el sistema políticovigente, asediado por la huelga de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES) enjulio 1971. El sector gubernamental participó fraccionado con tres candidatos frente a la oposiciónpolítica que armó el prodigio de una unidad ejemplar. La Unión Nacional Opositora (UNO)compuesta por la Democracia Cristiana (DC), el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR),socialdemócrata y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), fachada del Partido Comunista.

Con este engañoso triunfo vuelto certeza, el PCN se jugó a ir en solitario en las presidencialesde 1972, las que perdió en el sufragio pero ganó en el escrutinio frente a la UNO el coronel ArturoArmando Molina; no está en la lógica de las elecciones autoritarias reconocer derrotas. El fraude creó malestaren el interior del ejército lo que llevó a la insurrección de un grupo de oficiales jóvenes dirigidos por

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el coronel Benjamín Mejía, dispuestos a aliarse con la oposición civil en un golpe de estado el 25 demarzo. La radicalización y la calidad del desprendimiento militar contrastaron con la inesperada peropusilánime actitud del liderazgo demócrata cristiano. La jefatura democristiana, fue reprimida, el Ing.Duarte hecho preso y expulsado a Venezuela.

La corrupción del voto en el pasado -del Estado finquero- se producía en el acto de votar porcampesinos llevados con engaño, a la fuerza, en la ignorancia o corrompidos por unos centavos,porque no eran ciudadanos. Pero en 1972, la corrupción estaba en el momento del escrutinio, con lacomplicidad de algunos licenciados, la maquinaria administrativa y la prensa. Así, la frontera de lalegalidad no es la democracia sino el mantenimiento del orden. El malestar popular creció porque latrampa electoral no se percibió ya como el fracaso democrático sino como el hundimiento del orden.

En las elecciones anteriores y en esta del 72, la participación electoral de las masas fue enaumento, pero tal extensión no se tradujo como incorporación popular en los movimientos sociales,ni guardó proporción con la representación directa de intereses populares en el Congreso, o en lasalcaldías, ni incidió en la toma de decisiones políticas. Por eso, ese proceso ha sido calificado comouna incorporación excluyente. ¿Cómo se resuelve la tensión entre la fuerza electoral mayoritaria, que es ala postre fuerza de masas, con el fraude, que es el desconocimiento visible de esa fuerza real? Encondiciones de enfrentamientos violentos, no votar fue la estrategia revolucionaria olvidando queesta es una decisión equivocada pues el cálculo del ganador se hace con base en votos válidos. Ladesconfianza en la democracia militar (elecciones autoritarias) ya no necesitaba nuevas pruebas. Araíz del golpe militar, se decretó el estado de sitio y se inició durante ese mes y medio, una inesperadarepresión contra la oposición civil.

El descontento ciudadano y la represión militar se multiplicaron con el fraude de 1972. ¿Quélecturas admite tanta ceguera? Pudo ser el fracaso del modelo militar/empresarial de incorporar a suproyecto institucionalizador a los sectores más burgueses o más transigentes del bloque opositor; loque se ha llamado “democracia-de-fachada”. O pudo ser el fin de las esperanzas de los demócratasradicales que creyeron en el camino pacífico, legal, en el que durante muchos años y pese a tantasdecepciones, siempre confiaron. Para las fuerzas de la oposición que se armaba, 1972 fue el inicio delciclo que pareció darles la razón.

Y ocurrió una inesperada reacción por parte del ganador, el coronel Molina y sus colegas;propusieron un programa de reforma agraria, creando el Instituto Salvadoreño de TransformaciónAgraria (ISTA) el 30 de junio de 1973, apoyada por masivas manifestaciones campesinas y rechazadode forma perentoria por la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) que defendió sinhipocresía el status quo agrario, organizando un poderoso frente antiestatal. La iniciativa militarprodujo de inmediato un desbalance de fuerzas políticas, prueba de que las nubes estaban cargadasde rayos. La crisis apareció por un lado no previsto: los terratenientes contra el Estado y contra losmilitares. El pulso fue parejo hasta el final, cuando la burguesía le torció el puño al ejército y elreformismo militar cedió.2 Al hacerlo, la alianza histórica volvió a crujir y demostró que el poder enEl Salvador era todavía un poder de clase, el de la burguesía.

La falta de autonomización de la esfera política se experimentó de nuevo ante el fraude delmecanismo electoral, señalando los límites que el régimen de los militares fijaba a la participación y ala representación política de la oposición. La imposibilidad para los partidos de oposición de accedera las instituciones de decisión política impidió que las demandas y conflictos sociales pudierancanalizarse, negociarse, resolverse pacíficamente. El descontento de los sectores populares siempreexistió pero no siempre se manifestó de la misma manera. La parodia democrática siempre produjodecepcionados de variado nivel según los factores convocados.

Es esta una historia sin lecciones. En las elecciones de 1977, la UNO tuvo problemas y casi fueobligada a retirarse de la contienda por las reformas introducidas a última hora en la Ley Electoral.

2 El intento de reforma agraria fue impedido y su fracaso fue evidente en noviembre de 1973; detallesimportantes en Gordon (1989: 168 y ss). y Alain Rouquie (1994).

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Fue una convocatoria mendaz a una ciudadanía ya escindida por los odios de la polarizacióncreciente; en un escenario así configurado, la desconfianza de la oligarquía con los militares cedió conla postulación del Gral. Carlos Humberto Romero, del sector más derechista del ejército.

La UNO jugó de nuevo, esta vez con un militar, el coronel Ernesto Claramount, y conAntonio Morales Erlich, democristiano y ex alcalde de San Salvador. Las organizaciones populares seopusieron al evento electoral calificando como complicidad la participación en el mismo. Ocurrió, denuevo, un fraude mejor servido: para evitar dudas, el candidato del ejército, el general Romero,obtuvo el doble de votos. Tomó posesión en abril de 1977 en un clima de terror y con la respuestainmediata de la oposición insurreccional ocupando la Plaza Libertad el 23 de abril con más de 60 milpersonas, exigiendo la anulación de los resultados. El 27 por la noche el ejército asaltó la Plaza ydisparó a su antojo durante 4 horas.

El ciclo de inconformidad y violencia socialLas luchas sociales nunca fueron ajenas al ritual electoral, pero tenían su propia razón para

moverse, eran más radicales, sus derrotas más sangrientas y sus éxitos aún menos absorbidos por elsistema. Obreros, estudiantes, gente de diversos oficios hicieron su aprendizaje político desde laespontánea movilización de calle hasta alcanzar actitudes revolucionarias, o en un recorrido queempezó con el puro sindicalismo elemental y ascendió hasta las formas orgánicas de la lucha armada.

El magisterio de la protesta parece elemental, pero sólo ocurre cuando lo real es posibleporque es racional: la protesta empieza respetando la ley, después es el movimiento mismo lo queimporta; un profundo sentido de solidaridad de clase explica que una huelga particular se conviertaen nacional, que es lo que cuenta; una victoria menor por lo que se reivindica sólo vale si setransforma en mayor: el éxito forma parte de una estrategia política; es el escenario de la violenciaque convierte lo político en militar.

La “situación revolucionaria” se imaginó como lo contrario de la obsesión “foquista” en elsentido que las organizaciones sociales vivieron intensos períodos de acumulación de fuerzas,duramente reprimidos para después pasar a formar parte de las organizaciones político-militares.Eran instancias próximas, momentos o espacios en que lo gremial popular se articula con lo político-militar, pasando a veces por lo electoral. Fue un proceso de “agregación” de experiencias en que lasluchas, separadas por lo temporal y/o lo espacial del ámbito de lo gremial/social, quedaban de nuevoatadas por las finalidades político-militares.

Fue decisiva la huelga de los maestros de ANDES del 7 de julio de 1971; su radicalismocatalizó a otros sectores sindicales al punto que en torno a la huelga se desencadenaran múltiplesactos de protesta nacional, violenta. Fue este un modelo de cómo los límites entre lo sindical legal ylo ilegal político se confunden; y cómo se teje lo pacífico con lo violento en un escenario donde larepresión señalaba las pautas. La huelga de ANDES sirvió para que en torno suyo y durante 54 díasse produjese una red de mitines y movilizaciones estudiantiles, sindicales y partidos opositores.

Con ocasión de la “Guerra de las 100 horas” surgió una polémica interna en el seno del PartidoComunista. Salvador Cayetano Carpio, hasta entonces Secretario General, quien había renegado de lalucha armada cuando el Partido impulsó la creación del Frente Unido de Acción Revolucionaria,ahora optaba por la vía militar; con él fueron pocos los que se fueron y fundaron las FuerzasPopulares de Liberación Farabundo Martí (FPL) en 1970, y posteriormente, el Bloque PopularRevolucionario (BPR) en 1975, a raíz de la matanza de estudiantes de la Universidad Nacional.

Otra agrupación formada a inicio de los años de 1970 a partir de disidencias de las juventudesde los partidos Democracia Cristiana y Comunista fue El Grupo, organización armada que en 1971secuestró y dio muerte al empresario Ernesto Regalado Dueñas. Posteriormente, formaron elEjército Revolucionario del Pueblo (ERP) en 1972 -desde sus inicios caracterizado por rasgosabiertamente militaristas- y su organización de masas, las Ligas Populares 28 de Febrero. El ERP fuela fuerza militar más disciplinada y más entrenada militarmente de la guerrilla salvadoreña. A raíz de

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la muerte del escritor Roque Dalton, se separa del ERP el grupo que formaría las Fuerzas Armadasde la Resistencia Nacional (FARN) con ellos se va el frente de masas Frente de Acción PopularUnificada (FAPU). Por su parte el PCS, conformó en 1980 las Fuerzas Armadas de Liberación(FAL), su frente de masas, la UDN, existía desde 1962.

El deterioro de la economía de subsistencia agudizó, generalizando, la miseria rural. En 1961,las ligas agrarias que heredaron la organización desde 1932 conformaron la Federación Cristiana deCampesinos (FECCAS); en 1975 pasaron a formar parte del BPR y poco después, junto a la Uniónde Trabajadores del Campo (UTC), formaron en 1978 la Federación de Trabajadores del Campo(FTC), esta Federación aglutinó a jornaleros y campesinos pobres. Ante las movilizaciones, huelgas ytomas de tierras, la respuesta gubernamental fue feroz.

Para aumentar el control rural el gobierno creó la Organización Democrática Nacionalista(ORDEN) en octubre de 1967, dirigida por el coronel José Alberto Medrano, director de la GuardiaNacional; la formaban funcionarios locales, militares, pequeños comerciantes, campesinos medios alos que dotó de autoridad y armamento. La organización fue utilizada como un instrumento más derepresión e hizo de un sector del campesinado un instrumento de violencia contra otro sector.

Una nueva práctica pastoral fue penetrando en el campo, protagonizada por grupos religiososllegados del exterior. Desde 1970 fue creciendo y aumentando la visión contestataria religiosa a travésde la Teología de la Liberación, cuyo mensaje enfatizaba los derechos de los pobres en este mundoterrenal. La prédica religiosa política, robusteció la protesta campesina, dándole una fuerzadesconocida a la coincidente gestión de la Iglesia y la Democracia Cristiana. No fueron propuestasconcertadas pero el resultado fue la formación de numerosos cuadros y la organización de diversascategorías sociales campesinas, que dieron a la revolución su imprescindible base rural (Cabarrús,1983).3

Los sacerdotes y cuadros católicos tuvieron más tarde clara conciencia de su extraordinariacontribución a la creación de una situación subversiva en el campo y la ciudad, con la represión deque fueron víctimas. En efecto, la persecución del ejército contra la Iglesia, se inició con el asesinatodel padre Rutilio Grande, en 1977, y terminó con la muerte de los jesuitas en 1989.4 El reciénnombrado Arzobispo, monseñor Arnulfo Romero, exigió al gobierno aclarar el crimen y decretóduelo nacional. Con ocasión de la captura del dirigente del BPR, Facundo Guardado, se desencadenóun plan de ocupación de las embajadas de Costa Rica y Francia, y la Catedral, paro de labores en 16empresas, huelga de ANDES, concentración en varios pueblos del interior e interrupción del tránsitoen vitales rutas departamentales, logrando detener su muerte.

En el vértigo de esta maraña sangrienta, fueron los estudiantes, los grupos religiosos, loscampesinos pobres, los trabajadores urbanos y la gente salida de los mesones, los actores y lasvíctimas.5 Fue otro ejemplo del vigor político de las fuerzas sociales que se desatan como lamovilización espontánea de grupos desclasados urbanos, gente sin oficio, una versión tropical dellumpen europeo, que participaban de motu propio en el accionar callejero, sin importar la muerte, unainadvertida capacidad de violencia, una inconsciencia frente al peligro.

Ya para 1979 las organizaciones sociales actuaban por intermedio de sus expresiones militares.El BPR dirigido por las FPL; las Ligas Populares 28 Febrero por el ERP; el FAPU por las FARN, yel PRTC recién articulado con el Movimiento de Liberación Popular (MLP). Este “rompecabezas”fue el resultado espontáneo de un crecimiento por agregación/división de grupos de ideología,

3 Entre los factores claves, H. Byrne (1996: 26 y ss.) subraya que la conciencia campesina cambió gracias a laacción de agentes externos, sacerdotes y activistas religiosos, así como estudiantes; tuvieron éxito porque lasdemandas campesinas ocuparon un lugar importante y no se movilizaron con “agendas ajenas” a sus intereses.4 En total fueron 14 sacerdotes muertos en ese período.5 Meson es una casa deteriorada, donde cada familia vive en un cuarto en un hacinamiento insoportable;equivale al “quinto patio” mexicano, o al tugurio, definido como un lugar mezquino.

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origen o ideales parecidos, con estrategias diversas y sobre todo personalismos y cambiantes lealtadesde oportunidad.

El 11 de enero de 1979 se formó la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), con elBPR, el FAPU, y la UDN, a los que se sumaron posteriormente las LP 28 de Febrero y el MLP. El18 de abril se funda el Frente Democrático Revolucionario (FDR).6 El 22 de mayo queda constituidala Dirección Revolucionaria Unificada (DRU) con las organizaciones político-militares: ERP, PCS ylas FPL. Fue este el primer paso hacia la unidad guerrillera, el Frente Farabundo Martí de LiberaciónNacional (15 de octubre de 1980); en este participan el DRU, la RN y el PRTC.

El 17 de julio de 1979, Somoza huye de Nicaragua y Managua cae en poder de los sandinistas;la alegría es inmensa en El Salvador. En una medida del tamaño de su desconcierto, el generalRomero levanta el estado de sitio, otorga aumentos salariales, ofrece adelantar las elecciones; lospartidos de oposición intentan encabezar la iniciativa política y encontrar una salida de transacciónconstituyendo un Foro Nacional.7 El rasgo que califica este tiempo –desde 1978- es la voluntadinsurreccional.

Segunda etapaLa multiplicación de tantos factores críticos produjo el 15 de octubre de 1979 el golpe de

Estado contra el general Romero. Lo llamaron el golpe de la “juventud militar” porque un grupo demandos medios lo encabezó, pero estos sólo fueron la máscara de los intereses de los más diversosactores: militares, la Democracia Cristiana, empresarios de la derecha oligárquica, políticos eintelectuales centristas, sindicalistas y otros, Y la alternativa se plantea como un inmediato cambio depolítica, o reformismo a fondo o la revolución popular.8 No fue un golpe militar más, sino laculminación de un proceso de pudrición política que, en el límite, se propone una sustitución deactores y políticas, una rectificación para retomar el sentido del orden. En opinión de Menjívar, fueun golpe anunciado, precedido de consultas y acuerdos tejidos por estrategas norteamericanos(Menjívar Ochoa, 2006: 89 y ss.).

Fue un quiebre histórico con consecuencias que no se esperaban: de inmediato puso fin a la históricaalianza entre los intereses clasistas de la oligarquía y los del ejército, un largo maridaje de casi mediosiglo que ha sido analizado en la sección anterior. Aún más, exhibió las discrepancias abruptas en elinterior de la burguesía y de los militares. Tomar conciencia de la crisis, situó el tema de la revoluciónen el centro de la política, al exhibir la pérdida de las funciones centrales del Estado, reducido a unamáquina de matar. Todo esto define típicamente una crisis de Estado, de las más importantesfracciones dirigentes, situando a la Democracia Cristiana en el centro y por ello como la fuerzapolítica posible ejecutora de una táctica para detener la revolución. Este era el proyectonorteamericano.

El momento es denso y oscuro, dice Véjar, y en el terminan viejos equilibrios políticos ysociales de larga data, para dar paso a nuevos pactos fundacionales y a la desobediencia extrema degrupos hasta entones subordinados al tradicional bloque de poder.9 Se formó una Primera Junta deGobierno, encabezada por los coroneles Adolfo Arnoldo Majano y Jaime Abdul Gutiérrez, y losciviles Guillermo Manuel Ungo, de la izquierda democrática, Román Mayorga Quirós, del ForoDemocrático, y Mario Andino, del sector empresarial.

6 El FDR comprende a los socialdemócratas del MNR, el Movimiento Popular Socialcristiano (disidentes deizquierda de la DC), la Universidad, la AGEUS, el Movimiento Independiente de Profesionales y Técnicos(comunistas) y dos sindicatos independientes.7 Participan la DC, el MNR, la UDN (comunistas), FENASTRAS y algunos otros, menores.8 Los numerosos e importantes detalles aparecen en Gordon, (1989: 293 y ss.), Bataillon (2003: 258 y ss.),Rouquie (1994: 157 y ss.), Brockett (2005: 236), Byrne (1996: 74), Stanley (1996: 148 y ss.). Y por supuesto, enlos trabajos clásicos de Carlos Vilas (1994), James Dunkerley (1982) y otros.9 Comentario de Rafael Guido Véjar en Menjívar Ochoa (2006: XVII)

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La lógica de la situación revolucionaria también estaba conformada por hechos objetivos,independientes y con su propia dinámica. La crisis aumentó cuando la Primera Junta se disgrega,impotente, y el 10 de enero de 1980 se forma una Segunda Junta con demócrata cristianos y militares;Héctor Dada y el ala izquierda de la democracia cristiana salen del gobierno, impotentes para frenarla represión militar. Se forma una Tercera Junta el 22 de diciembre, encabezada por NapoleónDuarte, la derecha de la DC y una fracción del ejército. ¿Por qué esta fragmentación?

La oposición revolucionaria no reconoció la legitimidad de Duarte y la protesta se extendió.Puesta a prueba en una nueva configuración política, la conducta del ejército no varió su sentidohomicida, a pesar de los oficiales “progresistas”. En abierto desentendimiento de la oportunidad deuna rectificación histórica, las fuerzas de la derecha burguesa fueron partidarias de aplicar los mismosmétodos del pasado y también se opusieron a Duarte; los democristianos fueron siempre susenemigos. En jaque por ambos costados, la crisis se profundizó. No es irrisorio reconocer el hechoque el primer gobierno civil en el país, con políticas reformistas, surgió también como un feroz podercontrainsurgente y reprimió sin recordar las enseñanzas de la historia, de la cual habían sido víctimas.

En el marco de una lectura equívoca y oportunista de la situación coyuntural, el gobierno deCarter se guió por el convencimiento de que la bomba a punto de estallar se desactivaba conreformas radicales en el interior del sector agrario, de sus relaciones e instituciones.10 Hay aquí unamezcla de oportunismo y ceguera al hacer suya una parte del tradicional programa de la izquierda. Sebuscó dar lo que en el boxeo se conoce como un “derechazo” (golpe rápido) doble, con el mismopuño; una ofensiva contra los reaccionarios apoyos políticos de la derecha y aislar a los grupos de laizquierda: el 6 de marzo de 1981 se promulgó una insólita ley de reforma agraria, que ordenó laexpropiación de 376 fincas mayores de 500 hectáreas, en total equivalente al 15% de la tierra agrícola,y al día siguiente, la nacionalización de los bancos y los servicios del comercio exterior.

Estas medidas radicalmente antioligárquicas confirmaron el extremismo de derecha de laburguesía salvadoreña y su total oposición al reformismo demócrata cristiano. La derechasalvadoreña, en ese momento antagonizó duramente con la política de Carter.

El orden público estaba sustancialmente alterado, alimentando en las fuerzas de izquierda unadisímil lectura de la coyuntura y acerca de si el próximo paso era o no la insurrección general; unasituación de vida o muerte experimentada como los prolegómenos de la guerra, a los que exacerbó lanoticia del triunfo sandinista. Un ejemplo de esa alta temperatura lo muestra cómo al día siguientedel golpe que expulsó al Gral. Romero, el ERP llamó a un levantamiento urbano y una semanadespués, el 24 de octubre, el BPR ocupó varios Ministerios y exigió a la Junta la disolución de lasfuerzas paramilitares. Las organizaciones actuaban separadas en la misma dirección. Muchoscreyeron que se había instaurado una réplica de la república de Kerensky.

Hubo coincidencia y decisión de los sectores reaccionarios ya mencionados en la urgencia deacabar con la amenaza insurgente: los datos mueven a la incredulidad o al escalofrío: entre octubre de1979 y enero de 1981, más de quince mil personas fueron asesinadas por paramilitares en sus casas oen manifestaciones urbanas, huelgas, tomas de edificios en la ciudad y otras movilizaciones en elcampo. Sólo en el primer semestre de 1980 murieron a manos de escuadroneros unos 200 dirigentespopulares. Un hecho grave fue la captura y el asesinato de los siete máximos dirigentes del FDR, el22 de noviembre de 1980, incluyendo a Enrique Álvarez Córdoba y Juan Chacón.11

Al asesinar a medio centenar de sus fieles, en vela por la muerte del Monseñor Oscar ArnulfoRomero el 24 de marzo de1981, los militares mataron 50 veces al arzobispo, en desbocado desafío

10 Naturalmente obsesionados por evitar que se repita la reciente experiencia nicaragüense, el gobierno deCarter jugó un papel central en la definición de las varias estrategias políticas y militares, todas buscando laconstitución de un gobierno legítimo capaz de unificar a las fuerzas del centro político y pacificar el país.11 El señor Álvarez era un distinguido político que pertenecía a una familia de la oligarquía; Chacón era elSecretario General del BPR, una reconocida figura popular. El asesinato de estos dirigentes fue condenadointerna e internacionalmente, justamente cuando regresaban de una gira por Europa.

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que no produjo sino mayores niveles insurreccionales. Si faltaran ejemplos, he aquí uno más: mediocentenar de civiles, desarmados, de rodillas, orando, olvidando que la revolución está hecha tambiénde sangre y lágrimas. ¿Los ejércitos nacionales fueron creados para estos crímenes?

La marcha fúnebre en su homenaje fue de nuevo una demostración de masas, 100 milpersonas que en el centro de San Salvador desafiaron la independencia del Ejército que se le suponíaobediente a la Junta de Gobierno. Y la sangría continuó ese año, algunas de notorios efectos como lamuerte de cuatro monjas estadounidenses, dos a la luz del día, a manos de la guardia nacional el 2 dediciembre, que creó un tsunami de desprestigio internacional. La amenaza del inminente triunfo delos republicanos en Estados Unidos, en enero de 1981, aumentó las decisiones internas cuandoRonald Reagan definió a El Salvador como un lugar preeminente que urgía defender.12

El 22 de enero de 1981 la CRM hizo desfilar más de 100 mil personas, para el aniversario de larebelión campesina de 1932.13 Esta movilización exhibió una extraordinaria capacidad deconvocatoria junto a una prueba de coraje popular; días después, el ERP se suma a la CRM. Fue otropaso adelante la publicación, en esas fechas, de la Plataforma Programática del GobiernoDemocrático Revolucionario, por la CRM. Constituyó en el nivel ideológico una apuesta a laofensiva política, una oportuna invitación a ampliar la definición de las fuerzas populares.

El 17 de marzo la CRM llama a la huelga general, sin efectos. El país se vio ante unaencrucijada fatal: el estallido de la guerra civil. El golpe de Estado no surgió para detenerla, como loimaginó la estrategia norteamericana, sino para precipitarla. Fue una alternativa tardía para el centro ypara la derecha tradicionales, un desafío a las fuerzas políticas cuyo ánimo reformista se ahogó en ladefensa del orden.14 Las poderosas homilías de monseñor Romero –observador, inspirador y víctima-proponían un cambio de rumbo para evitar el fratricidio, satisfacer las necesidades de los sectoresmayoritarios pobres y desmontar, de una vez para siempre, el viejo sistema de dominación.

El 10 de enero de 1981 el FMLN, en medio de una fuerte pugna interna anuncia la ofensivafinal, como síntesis de una etapa de acumulación de fuerzas políticas y militares. Años de esfuerzosllevaron a una “situación revolucionaria” sui géneris, cuando la dirigencia del FMLN consideró que eraposible una ofensiva definitiva contra el sistema.15 La condición objetiva para iniciar el asalto al poderparecía darse en la medida del rompimiento del orden interno, pero no de las circunstanciassubjetivas para tomarlo. Son estas las más difíciles de conformar, pues tomar el poder es tener las fuerzaspolíticas para destruirlo/ocuparlo. La apelación a la “ofensiva final” podía fracasar y así fue, sólo fue elprimer acto de la guerra civil.16

A juzgar por anécdotas no publicadas, la decisión de lanzar la ofensiva final fue tomadaproblemáticamente por “mayorías de votos” en el alto nivel de la Comandancia. Era la dura pruebaque la guerra no unifica a los que la hacen; y que la práctica de la lucha armada no resuelve por sí

12 Véase Documento de Santa Fe, que trazó lo que sería la política de Reagan en América Latina y en especial,en Centroamérica.13 La información que se utiliza ha sido tomada de Dunkerley (1982: 381-407), Rouquie (1994: 180-194),Byrne (1996: 78-100) y otros.14 Véase Guerra y Guerra (2009), autor de la Proclama del 15 de octubre, con su hermano René, un lídermilitar con postgrado en telecomunicaciones de la Universidad de Ohio. Es deseable que los protagonistas dela historia cuenten sus historias y que contribuyan a su recto entendimiento; el testimonio es un instrumentovalioso pero parcial aunque derive de la reflexión, de la noción del valor de los hechos y de la propia madurezpersonal.15 Una sorprendente crónica de estos hechos aparece en el ya mencionado libro de Rafael Menjívar Ochoa(2006: 15).16 Frente a la inminente llegada de Reagan al poder y ostensibles amenazas de intervención, se apresura lacreación del FMLN y el anuncio de la insurrección final. Dice Menjívar que las FPL se opusieron allevantamiento, pero fueron derrotadas en el interior del FMLN por mayoría de votos y presiones del gobiernocubano. Fermán Cienfuegos se encargó de declarar que “el señor Reagan encontrará una situación irreversibleen El Salvador, cando llegue a la Casa Blanca, el 20 de enero de 1981”. Op. cit. p. 247

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misma sus divergencias. Es arduo saber el momento preciso para marchar y tomar el Palacio deInvierno y tener la certeza de Lenin. Tal vez una falsa percepción, exceso de confianza, dudas: la“autosuficiencia” o el triunfalismo convirtieron la ofensiva final en el inicio de la guerra civil.

Con excepción del levantamiento de la Segunda Brigada de Infantería en Santa Ana, la tomade San Francisco Gotera del ERP, y el hostigamiento de algunos puntos en Chalatenango por lasFPL, no ocurrió nada. Las masas populares no estaban cansadas sino diezmadas o confundidas. Nose sabe en dónde se ubicaron las mayores ilusiones, si en la acción militar o en el apoyo de masas;pero el triunfalismo se volvió fracaso. Como final fue el inicio de la guerra y los preparativos paraaquel sirvieron para esta, lo que explica la rápida implantación de la guerrilla en el interior rural. Y susprimeros éxitos militares. Una década de guerra civil empezó así.

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TERCERA PARTEDESGARRAMIENTOS: LOS

INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

Ignacio Ellacuría (1930-1989) y Roque Dalton (1935-1975)

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LA CRÍTICA DE ROQUE DALTON A LAS VANGUARDIASPOLÍTICAS TRADICIONALES. RELECTURA DE

¿REVOLUCIÓN EN LA REVOLUCIÓN? Y LA CRÍTICA DEDERECHA*

LUIS ALVARENGA**

La ruptura estética (tanto a nivel formal como a nivel teórico y práctico) y la ruptura política enRoque Dalton son parte de un proyecto de crítica a la Modernidad estética como manifestación deun problema fundamental: el de la alienación. La Modernidad estética surge precisamente de enajenar“lo estético” del “mundo de la vida”, el cual es “colonizado” por los aparatos de dominacióneconómicos, políticos y sociales.

Esta ruptura estético-política se da en el contexto de la crisis política de la izquierdalatinoamericana, dividida a raíz del triunfo de la revolución cubana en 1959. La manera tradicional dehacer política de la izquierda prueba ser insuficiente para construir una sociedad diferente a la delcapitalismo. No resulta suficiente ni siquiera el supuesto ejemplo de los países del “socialismo real”,el socialismo del Este europeo, conocidos por Dalton durante esta etapa de su vida.

El poeta salvadoreño deja Checoslovaquia antes de la invasión soviética a Praga, hecho al quese opuso. Regresa a Cuba. Un año después, 1969, gana el Premio Casa de las Américas con su libroTaberna y otros lugares. Es el mismo año de la guerra honduro-salvadoreña, la mal llamada “Guerra delfútbol”. A raíz del apoyo del Partido Comunista de El Salvador al gobierno de Fidel SánchezHernández (que llegó, inclusive, al llamado a formar filas junto al ejército salvadoreño), RoqueDalton rompe definitivamente con la organización en la que militaba desde 1954.

Todo esto abre una nueva etapa político-literaria en Dalton: su búsqueda de integrar nuevasvanguardias político-militares (en concreto: su incorporación al naciente ERP salvadoreño, con susconsecuencias trágicas) y sus proyectos poéticos más polémicos: Historias prohibidas del Pulgarcito, Unlibro rojo para Lenin, y, por qué no decirlo, las infravaloradas Historias y poemas de una lucha de clases.

En lo que respecta a esta etapa de cuestionamiento de las vanguardias tradicionales, esimportante que nos detengamos en el libro ¿Revolución en la revolución? y la crítica de derecha, pues en élDalton expone sus críticas a las vanguardias políticas tradicionales en el contexto del debate dentrode la izquierda latinoamericana acerca de las vías de la revolución.

¿Revolución en la revolución? y la crítica de derechaEste trabajo no fue escrito originalmente como un libro. Más bien, reúne documentos escritos

por Dalton en apoyo a las tesis de Regis Debray, las cuales estaban a favor de la lucha armada enLatinoamérca. La primera parte del libro se titula “Respuesta a dos críticas de derecha a ¿Revolución enla revolución? de Régis Debray”, que constituye la refutación de Dalton a las “críticas de derecha” -esdecir, propias de la vanguardia tradicional- a la necesidad de la lucha armada en Latinoamérica.Dalton discute con los textos “No puede haber una revolución en la Revolución”, redactado por elPartido Comunista de Argentina (PCA) y “Guerrillas y partidos comunistas”, escrito por el dirigentecomunista venezolano Pompeyo Márquez, ambos de 1967. Las respuestas de Dalton fueron escritasen los meses de agosto y septiembre de 1968. La segunda parte se titula “Balance de ¿Revolución en la

* Este artículo forma parte de la Tesis Doctoral del autor, titulada “La crítica de la modernidad en RoqueDalton” (Departamento de Filosofía, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, 2010).** El autor es Doctor en Filosofía Iberoamericana por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”de El Salvador. Integra además, como catedrático e investigador, el Departamento de Filosofía de la mismauniversidad y se desempeña como editor de la Revista Realidad y Director de la Revista Cultura

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revolución?”, y supone, además, una autocrítica hacia sus propias posturas expresadas en el primerartículo.

“Respuesta a dos críticas de derecha a ¿Revolución en la revolución? de Régis DebrayLa primera parte del texto muestra que la ruptura de Dalton con la política predominante en

los Partidos Comunistas fue gradual. En este ensayo, escrito entre agosto y septiembre de 1968,Dalton afirma que no todos los Partidos Comunistas latinoamericanos se oponen a la lucha armada.Según sea su postura frente a este tema, los PC serán, para el escritor salvadoreño, de “derecha”, de“centro-derecha”, de “centro” y de “izquierda”. A primera vista, afirmar que un Partido Comunistasea “de derecha” aparece como una contradicción flagrante. Sin embargo, para Dalton esto ocurreporque dichos partidos han desvirtuado su razón de ser: tomar el poder para la liberación de suspueblos. En vez de ello, los partidos “de derecha” se han entregado al juego electoral e institucionalde la burguesía, hablando de esperar ad infinitum unas “condiciones objetivas” para una revoluciónque jamás llegará por sí sola. La clasificación que el autor propone es la siguiente:

Partidos “de derecha”: Argentina, Brasil, Costa Rica, Nicaragua, Honduras (la fracciónconocida como PC), Perú, Paraguay;Partidos de “centro-derecha”: México, El Salvador, Panamá, Chile.Partidos de “centro”: Colombia, Bolivia.Partidos de “izquierda”: Uruguay, República Dominicana, Guatemala y Haití. (Dalton,1970: 33)

Con esto, el autor quiere afirmar que en el seno de los PC hay un fuerte debate (que llegaincluso a la división interna) alrededor del problema de la lucha armada. Un ejemplo es el caso deuno de los partidos “de derecha”, el PC hondureño:

El movimiento comunista internacional reconoce como Partido Comunista de Hondurasal grupo en principio minoritario que mantiene las posiciones conservadoras yderechistas, dotándolo temporalmente de una fuerza artificial. El sector mayoritario,agrupado en torno a los organismos legales del Partido, se constituyó posteriormenteasimismo en Partido, planteando la vía armada para la Revolución Hondureña, lainstrumentalización guerrillera de la misma, la elevación de la lucha a nivelcentroamericano. Los efectivos de la Juventud Comunista se adhirieron a las posicionesrevolucionarias (Dalton, 1970:32).

Este caso resulta elocuente: el movimiento comunista internacional, valga decir, la IIIInternacional dirigida por Moscú, sólo reconocía a los partidos cuyas “posiciones conservadoras yderechistas” eran fieles a la concepción estalinista de “revolución en un solo país”. El que este grupo“conservador” sea, en palabras de Dalton, minoritario y que la “mayoría” en el PC hondureñoapruebe la lucha armada, sólo recuerda la división en el POSDR, entre una fracción minoritaria(mencheviques), reacia a organizar la insurrección contra el poder zarista y una mayoritaria (bolcheviques),encabezada por Lenin, partidaria de tomar las armas. Por supuesto que el ser mayoría no implicapara nuestro autor la corrección en el análisis de la situación histórica: el caso de la división en el PCbrasileño es un ejemplo, dada la separación de uno de sus dirigentes, Carlos Marighela, por haberse“pronunciado por la lucha armada, por el uso de la guerrilla rural y urbana en las condicionesactuales de Brasil y por el apoyo a la Declaración General de OLAS y la decisión de seguir el ejemplodel comandante Ernesto Guevara”.1

Resulta interesante que en “Dos críticas de derecha”, Dalton considere que el PCsalvadoreño sea de “centro-derecha” y que incluso cite declaraciones de uno de sus máximos

1 Citado en ¿Revolución en la revolución? y la crítica de derecha, (Dalton, 1970). OLAS, la OrganizaciónLatinoamericana de Solidaridad, fue un organismo creado para apoyar políticamente la lucha armada en elllamado “tercer mundo”.

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dirigentes, Schafik Handal, como prueba de que en el partido existían grupos proclives a la luchaarmada. El corolario de todo esto se resume en que el panorama de la izquierda latinoamericana notenía una opinión unánime sobre el tema de la lucha armada:

Creemos que sería excesivamente reiterativo venir a plantear aquí el problema de “¿Víaarmada o vía pacífica para la toma del poder en América Latina?”. Poco a poco, a nivelnacional (es decir, antes de que se planteasen las tesis de la estrategia continental en laforma actual), a partir de la Revolución Cubana, casi todas las organizacionesrevolucionarias de América Latina han venido pronunciándose a favor de la vía armadapara la toma del poder, aunque es sabido que no en todos los casos la acción ha sidoconsecuente con tal determinación. No se puede sostener desde entonces a esta fecha queen la actualidad la tendencia a la vía pacífica para la toma del poder es el punto de vistaunánime de los marxistas leninistas latinoamericanos, inclusive si por ellos se entiendeexclusivamente a los PC, si sabemos que, de éstos inclusive, los que aún sostienen talplanteamiento se cuentan -con sobra de dedos- con los dedos de una mano. Otrosproblemas son los de cómo se enfrenta el hecho de haber adoptado la línea de la luchaarmada, en qué nivel de desarrollo se encuentra la organización que lo ha hecho, con quemedios cuenta, etcétera. (Dalton, 1970: 37)2

Existe en este debate un problema de fondo: ¿Cuál es el criterio que decide si el análisispolítico de la situación de los países -y, por tanto, la línea política a aplicarse- es correcto? ¿Dóndeestá el criterio de la verdad -teórica y práctica-? La postura de uno de estos partidos “de derecha”, elPC argentino, muestra que la línea predominante en los PC pro-soviéticos se basaba más bien en elargumento de autoridad y en determinados dogmas ideológicos que en el análisis de la realidad:

Al entrar en contacto con los planteamientos que los compañeros argentinos hacen eneste terreno para América Latina, nos pareció, y creemos que es nuestro deber decirlo,estar leyendo un material de los años de los Frentes Populares. Hay que remitirsesimplemente a la Conferencia de la OLAS y a lo que evidenciaron las ocurrencias en suseno para entender que hay que decidirse de una vez por todas a incorporar los cambiosde la realidad a los pronunciamientos, cueste lo que cueste y contraríe a quien contraríe.No se trata ya de cuestiones solamente teóricas que deban defenderse apelando al criteriode la autoridad que las fijó. En teoría inclusive no basta ya decir que ambas vías, armada yno armada, son para América Latina hipótesis de las cuales sólo la vía armada ha recibidoel respaldo de la Historia pues todas las revoluciones socialistas conocidas hasta ahora sehan desarrollado a partir de ella. (Dalton, 1970: 37-38)

Una de esas autoridades que fija verdades teóricas inamovibles es la que proviene de una lecturadescontextualizada de Lenin, la cual se convirtió en la postura oficial de los partidos comunistasinfluenciados por la Internacional que dirigía la URSS. Absolutizando lo que era propio del contextode la Revolución de Octubre, la línea oficial del movimiento comunista internacional hegemonizadopor la URSS era que el sujeto de la revolución era el proletariado dirigido por su vanguardia histórica, lospartidos comunistas, y que la forma de alcanzar la revolución era a través de la insurrección armada desde lasciudades, para la cual tenían que confluir una serie de condiciones objetivas y subjetivas, que abarcabandesde la influencia parlamentaria del partido revolucionario (como la fracción bolchevique en laDuma) hasta la incorporación de elementos del ejército al movimiento revolucionario. Lo que erapropio del análisis leninista sobre la situación política de la Rusia zarista y la Rusia posterior a lainsurrección de 1905, se elevó a verdad universal. De esta manera, los PC podían adaptar estediscurso “revolucionario”, pero tener una vida cotidiana “de derecha”. El discurso revolucionario seconvertiría, pues, en una forma de ideologización que ocultaría el divorcio de los dirigentescomunistas de las mayorías populares.

2 Salvo indicaciones, todos los énfasis pertenecen a Dalton.

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Pero aún más: los PC se convertirían, para Dalton, en un obstáculo para las transformacioneshistóricas, pues eran Partidos Comunistas “QUE EN NUMEROSOS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA HANDEJADO DE SER OBJETIVAMENTE LA VANGUARDIA DE LA REVOLUCIÓN Y DE LA CLASE OBRERA Y ELPUEBLO Y QUE INCLUSIVE SE HAN CONVERTIDO EN FRENO DE LA MARCHA REVOLUCIONARIA HACIAEL PODER” (Dalton, 1970: 40). Con esto se afirma que la práctica revolucionaria es el criteriodecisivo. Ningún partido puede considerarse vanguardia histórica, ningún grupo social puede asumirsecomo sujeto de la revolución de manera apriorística.

A este respecto, Dalton recuerda que es importante el análisis de las sociedadeslatinoamericanas, por encima de cualquier verdad fijada de antemano:

No nos encontramos en América Latina frente a una clase obrera hecha a la imagen ysemejanza de los buenos sueños que hubiera podido tener inclusive Marx, para poner unejemplo casi excesivo, sino ante la que existe en 1967: la llena de problemas, la dividida, lapostergada con respecto a sus responsabilidades revolucionarias; débil en muchos países,naciente en otros, mediatizada por el economismo y el reformismo en los más, etc., etc.Cabe pues, sobre todo a los marxistas-leninistas, el examen crítico de nuestra clase obreralatinoamericana en tanto que instrumento central para hacer la revolución socialista en laque todos o casi todos los revolucionarios latinoamericanos coincidimos, en tanto queinstrumento consciente como debe de ser el pueblo, de la sociedad entera en el trance detomar el poder político para sí, en uso de las formas que exigen las circunstancias delcontinente. (Dalton, 1970: 41-42)

Dalton hace suyos los planteamientos del dirigente comunista salvadoreño Schafik Handal,quien señala el gran problema que enfrentaba el movimiento revolucionario latinoamericano:

Esa extensa, intensa y ramificada lucha de clases… necesita un capitán poderoso, dignodel respeto de todo el pueblo y del propio enemigo, inagotablemente firme. Ninguna otraclase social que el proletariado latinoamericano puede ser ese capitán de nuestrarevolución. Y América Latina cuenta con esta clase social. Pero aquí surge otra cuestión.Es un hecho que el proletariado latinoamericano ha marchado todo este períodorevolucionario continental a la zaga de su misión de vanguardia. […]Las causas querezagan la incorporación del proletariado a su papel de vanguardia inciden en el procesode su toma de conciencia de clase y de la adquisición de la ideología revolucionaria. Peroen nuestro continente existen también las fuerzas organizadas que son portadoras de laideología socialista, los partidos comunistas y otras organizaciones revolucionarias.Algunas de estas organizaciones, incluyendo algunos partidos comunistas, no asumen latarea de llevar la ideología socialista a las masas proletarias, pero éste también es unfenómeno que puede ser superado… El proletariado no surgirá espontáneamente a supapel de vanguardia, no brotará de él por sí sola la conciencia revolucionaria. Como noslo ha enseñado el marxismo-leninismo, la ideología revolucionaria le debe ser aportada“desde fuera” al proletariado. (Dalton, 1970: 54)

No será esta la única ocasión en la que Dalton defiende aquellos planteamientos del PCS quepuedan resultar favorables al fortalecimiento de la lucha rmada. Cabe recordar que Handal fue unode los defensores, en los años sesenta, de llevar a cabo la lucha armada en El Salvador, a partir de laformación del Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR). La línea de Handal, sin embargo,sufrió un revés con la represión del régimen de Lemus y con el viraje hacia la lucha legal que adoptóel PCS, abortando ese primer intento de lucha armada. Esta coincidencia de Dalton con algunosplanteamientos de Handal o del PCS busca rescatar aquellos elementos que fortalezcan sus tesissobre la lucha armada, aunque también plantea críticas muy incisivas:

Un caso que se nos antoja bastante peculiar es el de nuestro propio Partido Comunista deEl Salvador. En primer lugar hay que aceptar que su línea política ha avanzado mucho. Laúltima oportunidad que tuvimos para comprobarlo pasó desapercibida para todo elmundo debido a que se dio en el seno de una confrontación de opiniones tan radical

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como fue la primera conferencia de OLAS. […] La línea general para la toma del poderelaborada por el PCS incluye la consideración de que de acuerdo con todos los análisisactuales deberá emprenderse, para la consecución de aquel fin político, el camino de lalucha armada, aunque es menester confesar que hasta ahora -y como es el caso de lamayoría de los PC latinoamericanos que se han pronunciado por la lucha armada- talconvencimiento no ha sido respaldado por una práctica preparatoria A NIVELSUFICIENTE y ha tenido que sufrir en varias oportunidades los embates de las tendenciasconservadoras (mayoritarias en los aparatos de dirección) que le niegan incluso, enalgunos casos concretos, validez de línea a ser mantenida como definitoria de la estrategiapartidaria en toda la etapa presente. Sin embargo el PCS […] sí tiene una influenciapolítica relativamente importante en el país, dirige la fuerza principal del movimientodemocrático y de masas salvadoreño, crece realmente y acumula fuerzas, mantiene sinproblemas mayores su unidad interna y desarrolla normalmente su estructura orgánica.Maniatado por condiciones locales ciertamente difíciles, pero no insuperables (pequeñezterritorial, gran densidad de población, red vial muy desarrollada, fuerza real del enemigodesde el punto de vista policial y militar a nivel nacional, etc.), para pasar a formassuperiores de lucha, el PCS es uno de los ejemplos más típicos en América Latina delciclo que hemos señalado de “acumulación-de-fuerzas-hasta-determinado-límite, seguido-de-la-desacumulación-de-esas-fuerzas-efectuada-por-el-enemigo-que-domina-lo-fundamental-de-la-situación. (Dalton, 1970: 82-83)

En suma, para el escritor salvadoreño, el PCS cuenta en ese momento con buenas intencionesa nivel teórico, con “algunas tendencias nuevas” (Dalton, 1970: 83) en su seno, que alientan la luchaarmada, pero dominado por las “tendencias conservadoras”, con lo cual, “no nos atreveríamos aperfilar una perspectiva optimista en ese sentido” (Ibidem).

Si el PCS (o bien, las tendencias predominantes en el mismo) no estaba a la altura de los retoshistóricos que se le planteaban -un análisis insuficiente de la coyuntura histórica, una concepciónlibresca del deber ser de la vanguardia del movimiento revolucionario, entre otras cosas-, ¿cuál era elfactor que originaba esas insuficiencias? En opinión de Dalton, no se trataba de un elementocoyuntural -verbigracia, una correlación interna de fuerzas en los partidos comunistas favorable a lastendencias conservadoras-, sino de un elemento de carácter constitutivo de los PC: sus propiosorígenes.

La gran mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos -asevera- nacieron comosecciones de la Internacional Comunista, lo cual puso grandes obstáculos desde el origenpara que se erigieran en partidos nacionales. La gran mayoría de esos partidos surgieron no en elseno de una Internacional Comunista leninista, sino en el seno de la Internacional Comunista de Stalin,es decir, de un organismo excesivamente centralizado, que de hecho -y sin entrar a discutir si tal medidafue históricamente óptima o no- se convirtió en el instrumento de la consolidación del socialismo en un solopaís, con las consecuencias de mal manejo del problema nacional, para decir lo menos, que todosconocemos. No tuvieron así nuestros partidos la posibilidad de una inserción natural yadecuada en el seno de la cultura nacional y es más, de hecho se convirtieron en un obstáculopara que el marxismo pudiera fundirse críticamente como sistema orgánico depensamiento con los resultantes ideológicos nacionales. (Dalton, 1970: 89, los énfasis sonmíos).

El hecho de surgir en un contexto en el que ser de izquierda implicaba ser estalinista, marcómucho a esos partidos comunistas. Las tareas de la liberación gravitaban más en torno a la URSS y asus intereses geopolíticos, que en derredor de la situación histórica concreta de cada país. La ausenciade esa “inserción natural y adecuada en el seno de la cultura nacional” de los movimientoscomunistas impidió, o al menos limitó o condicionó, la aparición de lecturas propias del marxismo.Al menos en el caso salvadoreño esto fue bastante patente. Hasta donde sé, no hay mayorproducción teórica por parte del PCS en sus primeras décadas de vida. Es cierto, las condiciones depersecución del país lo impedían, pero, incluso en la época posmartinista, cuando el PCS de alguna

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forma comienza a reconstituirse y a tener cierta influencia política, la producción teórica esexcepcional. El marxismo salvadoreño ha carecido del aporte de teóricos como Sánchez Vázquez yMariátegui, que en otros países sí originaron una tradición de elaboración teórica importante. Entreestos casos excepcionales podríamos incluir, en su calidad de marxistas y miembros del PCS, eltrabajo crítico sobre el existencialismo de Julio Fausto Fernández -obviamente, en su primera etapa,cuando fue Secretario General del PCS, antes de su defección de las filas comunistas y del carizneotomista de su pensamiento-, a Jorge Arias Gómez y al propio Dalton. Esta insuficiencia teórica yde, por así decirlo, apropiación o relectura nacional del marxismo, habría provocado lo siguiente:

(...) que nuestros partidos comunistas latinoamericanos hayan carecido siempre de unalínea clasista y de una línea de masas adecuada, es decir, propia, surgida del análisisconcreto de la sociedad real en la que pretendían insertarse y hayan esgrimido losesquemas surgidos en otras condiciones históricas y en otros niveles de desarrollo social.En este sentido, el Partido, tal como existe en América Latina es indudablemente la ortodoxia y aúnmás: el dogma. Y a su respecto la alternativa guerrillera conlleva niveles de ruptura que vanen la mayoría de los casos más allá de las posibilidades de la autocrítica teórica y práctica.¿Podrá algún partido latinoamericano tomar en sus propias manos esa necesidad deromper con el pasado? Aún lo estamos esperando. (Dalton, 1970: 89)

En palabras del autor, la superación del dogma es la guerrilla, “lo único puro que va quedandoen el mundo”, como lo dijo en Taberna y otros lugares:

Así las cosas, es menester aceptar que, históricamente, la concepción de la lucha armadaguerrillera latinoamericana no puede ser el dogma: es la ruptura con el dogma, aunquesiempre haya quienes intenten aplicar de manera dogmática y mecánica algunos resultadosde la experiencia victoriosa de otros procesos. Decimos esto porque la derecha dogmáticadel comunismo latinoamericano pretende defenderse de los revolucionarios afirmandoque la estrategia de la lucha armada ha devenido en un neodogmatismo puro y simple.(Dalton, 1976: 89-90)

Más aún, Dalton asegura que “Cuba y las acciones revolucionarias que se dan en el continenteinspiradas en la Revolución cubana son una puerta abierta para ir al redescubrimiento de la realidadlatinoamericana escamoteada durante demasiados años por el dogma” (Dalton, 1970: 90). Fuera delcontexto del debate con las concepciones estalinistas predominantes en los PC latinoamericanos, estetipo de afirmaciones expresa un optimismo exagerado hacia las posibilidades de la lucha armada y delos movimientos guerrilleros como antídotos contra la enfermedad dogmática del marxismo. Lamuerte del propio Dalton fue una dolorosa comprobación de que ese optimismo estaba alejado de larealidad.*

El hecho de que el PCS haya nacido a la sombra de la III Internacional, la Internacional deStalin, fue, en palabras del autor, un elemento decisivo en la primera experiencia de lucha popular enla que se vio envuelto: los sucesos de 1932. Dalton establece una comparación entre los comunistassalvadoreños y sus pares vietnamitas. Es interesante tomarla en cuenta:

Es paradójico para nosotros -apunta- manejar el dato de que en los meses finales de 1931y los primeros de 1932, la represión del enemigo de clases dejó al Partido de Viet Namprácticamente en las mismas condiciones de desmantelamiento que al Partido Comunistade El Salvador. Desde el Comité Central hasta las células de barrio fueron destruidos conel asesinato o el encarcelamiento de sus miembros. La diferenciación comienza entonces.Los comunistas salvadoreños abandonaron sus bases en el campo y fueron a trabajar con los minúsculosgrupos del artesanado urbano, aislándose cada vez más de las masas fundamentales. Los comunistas

* N. del E. Dalton es asesinado en 1975 por integrantes del ERP, la organización político militar que integraba.Luego del episodio y como consecuencia del mismo, la organización se fracturará, dando lugar a la formaciónde la Resistencia Nacional (RN).

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vietnamitas sobrevivientes de la represión, regresaron a organizar el Partido inclusive enlas cárceles, pero fundamentalmente entre el campesinado. Ambos partidos recogenahora los frutos de esa actitud. Claro que hay que decir también, que el PC de El Salvador nodiscrepó jamás con la Internacional Comunista y en cambio son famosas las polémicas de los camaradasvietnamitas, desde el inicio y por muchos medios, pero bien representativamenteconcretadas en las polémicas del camarada Ho Chi Minh con la prensa comunistaeuropea de la época, especialmente con L’Humanité, en reclamo del derecho a partir de lasrealidades del propio país para hacer la revolución (Dalton, 1970: 101-102).

Dalton echa en cara a los comunistas salvadoreños su apego a la concepción política imperantedesde Moscú y su renuencia a fortalecer la organización campesina, por dogmas heredados de la IIIInternacional.

La argumentación de Dalton no desemboca, sin embargo, en el rechazo de los PC; antesbien, defiende su necesidad en los procesos revolucionarios: “Nosotros creemos que necesitamosnuevos partidos comunistas, nuevas vanguardias marxistas-leninistas” (Dalton, 1970: 103), apunta.Esto equivale a una refundación de los partidos comunistas, a partir del supuesto de que “el eslabóndecisivo actual para hacer avanzar la lucha revolucionaria en nuestro continente está en la guerrilla.En él hay que poner el esfuerzo principal”. El autor afirma estar convencido de que en el seno de losPC hay muchos interesados en ponerse a tono con esta idea y que el momento en el que estáescribiendo es “un período de intensa lucha ideológica” en el movimiento revolucionario, incluyendoa los partidos comunistas, no en el afán de polemizar por el gusto de hacerlo -“no nos interesan lasvictorias polémicas a la manera en que se conseguían en los duelos entre los oradores españoles defines de siglo”- sino “para plantearnos los problemas que nos afectan a todos, en uso de un derechoelemental propio de cada militante y en aras de la solución de la cual depende la felicidad de nuestrospueblos: la Revolución” (Dalton, 1970: 104). En suma, en este momento Dalton confía en que, aldemostrar la necesidad de la lucha armada, será posible sumar a los PC. Empero, al hacer unaretrospectiva de este escrito, el autor lo califica de “excesivamente optimista”, según afirma en elprólogo del libro, el cual fue escrito en 1969.

“Balance de ¿Revolución en la revolución?”Escrita “en las dos últimas semanas de diciembre de 1968, aunque fue corregido ligeramente

un par de semanas después”, esta segunda parte del libro introduce un intento de valoración del librode Régis Debray, que en su momento despertó un intenso debate a través de las páginas de distintasrevistas de la izquierda. El balance que Dalton hace de ¿Revolución en la revolución? intenta señalaralgunas carencias de la obra de Debray, pero sin lograr un distanciamiento crítico de sus ideascentrales. Es evidente que la ruptura de Dalton con el PCS ya se ha consumado. Una evidencia de loanterior lo constituye la enumeración que el autor hace de los textos donde se expresan críticas a lateoría del foco guerrillero de Debray. Una de ellas es “el ‘epílogo’ a la edición salvadoreña del Diariodel Che en Bolivia, que la comisión política del Partido Comunista de El Salvador ha hecho público”(Dalton, 1970: 110), material en el que el PCS -o al menos, la línea predominante en su dirección-,manifestaba su reticencia hacia la lucha armada.

En el “Balance”, Dalton señala dos carencias importantes en las ideas de Debray:-La ausencia de una teoría de la organización revolucionaria adecuada a las estructuras clasistas

de los países latinoamericanos. Dalton desliza una cuestión que debería profundizarse:(…) es posible que la teoría de la organización revolucionaria en América Latina seamúltiple, es decir, sea la teoría de las organizaciones revolucionarias, pues sobre la marchade la acción es probable que nos encontraremos con tareas nuevas […], que no podránser cumplidas ni por el partido tradicional, ni por el eventual ‘partido revolucionario denuevo tipo’ latinoamericano, ni por las guerrillas del foco. Entre la guerrilla original y elaparecimiento de formaciones mayores en desarrollo hacia la fuerza móvil estratégica, ¿no

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necesitaremos los latinoamericanos del funcionamiento de organizaciones de nuevo tipoque, tanto en su estructura como en su actividad, no serán propiamente ni el Partido ni laguerrilla? Piénsese en las formas de defensa y control de las masas del campo que elenemigo ha montado en toda América Latina […] y se verá que muy pronto deberemosdiversificar, proliferizar [sic] nuestras formas organizativas” (Dalton, 1970: 111).

-La falta de “un línea político-militar clara, que cubra una gran parte de las posibilidades deldesarrollo de la lucha armada antimperalista” (Dalton, 1970: 113).

Estas dos carencias del texto de Debray son expresión de un problema de fondo: “ELPROFUNDO VACÍO TEÓRICO DEL CUAL DEBE PARTIR LA PRÁCTICA REVOLUCIONARIA DELCONTINENTE” (Dalton, 1970: 111), problema que ya fue señalado en el apartado anterior. En este“Balance”, Dalton afirma que el impulso de la lucha armada habría provocado sanas repercusiones aeste respecto:

Mucho se ha progresado ya desde la ingenuidad general de 1959 y tras los nombres y laobra de los precursores como Camilo Torres, Luis de la Puente, etc., comienza apermanecer un conjunto de material teórico de paternidad legítimamente latinoamericana.[…] No hay duda de que el avance será multiplicado en los próximos años: la dialéctica esimplacable (Dalton, 1970: 113).

En este sentido, Dalton tiene una visión un tanto limitada del problema, pues solamente tomaen cuenta la producción teórica circunscrita al tema de la lucha armada. Y aunque es cierto que larevolución cubana significó una nueva toma de conciencia de la latinoamericanidad, también escierto que la producción intelectual más relevante no giró únicamente alrededor de un tema políticoconcreto, sino también acerca de problemas menos coyunturales, pero igualmente importantes: eltema de la identidad latinoamericana, la filosofía de la liberación, la elaboración de una perspectivalatinoamericana sobre el marxismo, etc.

Las críticas de Dalton a las vanguardias políticas tradicionales podrían resumirse en lossiguientes puntos: la recusación del argumento que planteaba que la revolución cubana era un casoexcepcional lo cual implicaba que tomar el poder por la vía armada era imposible y el papel de lapequeña burguesía en el proceso revolucionario. Analizaremos estos puntos a continuación.

La recusación del argumento de la excepcionalidad de la revolución cubanaEl argumento principal que esgrimían los PC prosoviéticos contra la lucha armada planteaba la

excepcionalidad del proceso revolucionario cubano. Para estos partidos, impulsar la lucha armada encualquier país de Latinoamérica tenía connotaciones aventureras, puesto que el subcontinente carecíade las condiciones objetivas y subjetivas que en Cuba facilitaron el triunfo de la revolución. Entreestos factores supuestamente excepcionales, Dalton analiza los siguientes: un contexto internacionalen el que EEUU no preveía el triunfo de una revolución socialista en el hemisferio, con lo cualhabrían sido “sorprendidos” por la evolución del proceso cubano -cosa que, por tanto, era imposiblerepetir-; y la importancia del liderazgo de una figura como Fidel Castro.

En lo tocante al primer argumento, Dalton niega que la revolución cubana triunfó porquesorprendió a EEUU. El autor toma en cuenta el contexto internacional que, en su opinión, impidióque los EEUU intervinieran militarmente en Cuba tras el derrocamiento de Batista, como sí lohabían hecho en República Dominicana cuando los sectores populares se sublevaron contra Trujillo.Los PC latinoamericanos hablan de un “descuido imperialista”, aunque, como lo plantea el poetasalvadoreño, el contexto internacional había obligado a EEUU a un cambio de estrategia,demostrando la necesidad de renunciar a “la represalia masiva” (Dalton, 1970: 119): el triunfo de larevolución en China, “la ruptura del monopolio atómico […] y la pérdida de la ventajanorteamericana incluso en la aviación estratégica” (Dalton, 1970: 118). La nueva estrategia, cuyoobjetivo principal “es en contra de la Revolución latinoamericana”, habría sido ensayada tardíamentey, por tanto, sin el éxito esperado, en Vietnam (Dalton, 1970: 119): en vez de una represalia masiva,

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se recurrió al trabajo ideológico para ganar las mentes y los corazones de la población; en vez de unaintervención militar directa y en gran escala -al menos, en el primer momento-, se actuó a través delos elementos políticos y militares locales. Además, Dalton enfatiza el hecho de que la revolucióncubana no respondía a los intereses geopolíticos de la URSS. Fue en ese contexto mundial y en esecambio de estrategias que triunfó la revolución cubana:

Cuba fue la última demostración de que la estrategia de la represalia masiva no respondíaya a los intereses del imperialismo y que se basaba en criterios falsos (uno de ellos era elde que todo movimiento revolucionario que aparecía en el mundo era un simplemovimiento de expansión de la URSS). ¿O es que alguien puede pensar que los EstadosUnidos habrían podido impedir la Revolución cubana en diciembre de 1958, amenazandoa la URSS con lanzarle sus bombas atómicas? Fuera de que los soviéticos ya tenían lassuyas para defenderse y para hacer pagar al imperialismo su agresión el hecho real era -ylos americanos lo sabían a la perfección- que la URSS no tenía nada que ver con elproceso interno de la revolución en Cuba. (Dalton, 1970: 119).

Por otra parte, Dalton recuerda que “el problema de la vía de la Revolución (lucha armada) noes excepcional, pues como se sabe, TODAS LAS REVOLUCIONES SOCIALISTAS HASTA AHORA SE HANHECHO POR MEDIO DE LA LUCHA ARMADA” (DALTON, 1970: 120): los casos de China, Corea delNorte y Vietnam son ejemplos que Dalton saca a colación; con lo cual Dalton da vuelta alargumento afirmando que:

LA REVOLUCIÓN CUBANA ES EXCEPCIONAL SOLAMENTE SI CONTEMPLAMOS LA HISTORIADESDE EL PUNTO DE VISTA DE LAS CONCEPCIONES QUE CON RESPECTO A LAREVOLUCIÓN LATINOAMERICANA HAN MANTENIDO LOS PARTIDOS COMUNISTAS DE LOSPAÍSES DEL CONTINENTE. (Ibidem)

En abono a la tesis de la excepcionalidad de la revolución cubana, se argüía la importanciacapital del papel de una figura como Fidel Castro, amparándose, incluso, en afirmaciones como laque sigue, de Ernesto Che Guevara:

Aceptamos que hubo excepciones que le dan sus características peculiares a la Revolucióncubana; es un hecho claramente establecido que cada revolución cuenta con este tipo defactores específicos, pero no está menos establecido que todas ellas seguirán leyes cuyaviolación no está al alcance de las posibilidades de la sociedad. Analicemos pues losfactores de este pretendido excepcionalismo. El primero, quizás el más importante, el másoriginal, es esa fuerza telúrica llamada Fidel Castro Ruz. (Dalton, 1970: 121, las cursivasson de Dalton).

Lejos de criticar el caudillismo implícito en esta afirmación, Dalton lo acepta:Efectivamente, el que el papel principalísimo en la conducción de la lucha revolucionaria[…] estuviese con mucho concentrada en las manos de una personalidad relevante, unjefe político-militar de grandes condiciones, fue un hecho real que los partidosrevolucionarios del continente habían terminado por arrinconar teóricamente, comoposibilidad desechable en el desván de los despropósitos. […] La experiencia histórica dela personalidad positiva en América Latina no llegaba mucho más allá de los albores de lasrepúblicas, circunscrita a la tradición de las guerras de independencia. […] En toda lasegunda mitad del siglo pasado y la primera del presente la gran personalidad individual de lahistoria de América Latina ha sido la personalidad negativa: el gran vendepatrias, el grandictador, el gran masacrador […] (Dalton, 1970: 121)

¿Qué realidad digna de ser interpretada en términos marxistas operativos existe detrás delos datos que nos permiten aceptar que nuestras masas rurales y urbanas tienen vetascaudillistas profundas? (Dalton, 1970: 122).

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A continuación, se afirma que el papel que juegue “una personalidad individual relevante”(Idem) puede ayudar a compensar las debilidades de los movimientos revolucionarios: más aún,pronostica que “la escuela de la lucha armada forjará un nuevo tipo de personalidad política ennuestros países” (Idem), las cuales deberán ser “instrumentos receptivos y ejecutivos de lo nuevo queestá ya presente en la historia de América Latina” (Dalton, 1970: 123). Esto último recuerda al Hegelde las Lecciones de filosofía de la historia, cuando plantea que las grandes personalidades son las quesintetizan en sus aspiraciones personales ‘el espíritu de la época’. Síntesis y despliegue de ‘lo nuevo’,para Dalton el caudillismo revolucionario se convierte en una necesidad de la lucha por la liberación.El no haber ejercido una crítica sobre este punto colocó a las vanguardias revolucionarias enprácticas verticalistas e incluso autoritarias. ¿Era, acaso, muy temprano para buscar una superacióndel caudillismo en pos de un papel más protagónico de las ‘masas’?

El papel de la pequeña burguesía3

Sobre este punto, el autor afirma que la concepción de los PC tienen sobre la pequeñaburguesía, esto es, de las clases medias, está descontextualizada. Este sería otro mérito de losplanteamientos de Régis Debray. En primer lugar, apunta Dalton, no hay una conceptualizaciónteórica sobre las clases medias a partir de la realidad latinoamericana, que no es la misma que estudióMarx. Esta última tiene una visión de clase más bien reaccionaria; la pequeña burguesíalatinoamericana, en cambio, tendría un papel importante en la lucha revolucionaria:

Creemos que la figura del pequeño burgués latinoamericano en el cual está pensandoRégis Debray cuando habla, difiere muchísimo del pequeño burgués tradicional europeocuya imagen fustigara tanto el marxismo clásico y que sigue apareciendo en las páginas delos marxistas europeos de hoy con la figura del tendero avaro, hipócrita, odiador a la vezdel Estado, de la gran burguesía y del proletariado, parroquial, soñador de la gordura y dela casita de campo (Dalton, 1970: 129-130).

Antes bien, Dalton concuerda con el escritor francés al afirmar que las clases mediaslatinoamericanas cumplen un doble papel en la revolución:

a) Introducir en el proletariado la conciencia de clase a través del trabajo teórico. Esto hablaclaramente de un sector determinado de las clases medias: los intelectuales. Citando a Débray, elautor conviene en señalar:

Es justamente el hecho de que la violencia que provoca dicho parto esté penetrada deteoría, y que la teoría sea hecha por los teóricos, hombres que se relacionan primero conlos libros, antes de hacerlo con los hombres o con la materia; hombres que necesitan de lasoledad para leer y de una butaca para escribir. Todo esto -se dirá- es bien conocido. Perose olvida periódicamente. Cuando Lenin lo recuerda, provoca un escándalo. ¿Entrequiénes? Entre los obreros, los sindicalistas, la gente del pueblo. (Citado en Dalton, 1970:127)

b) Dar los elementos para que el proletariado asuma la vanguardia de la revolución,“desencadenar la lucha” (Debray citado en Dalton, 1970: 128). Eso implica hacer propios los valores yaspiraciones del proletariado (la famosa “proletarización”):

Y luego fundirse con el pueblo -obreros agrícolas, pequeños propietarios, indígenas-,ligarse a sus dolores, prestar una boca y un arma a sus mudas necesidades (Ídem).

3 Como podrá observarse, algunas consideraciones que Dalton hace sobre las clases medias (la pequeñaburguesía) ya están anticipadas en su trabajo sobre el movimiento estudiantil latinoamericano publicado en laRevista internacional (1966)

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Esto conduce al establecimiento, por parte de Debray y las corrientes políticas de las que fueportavoz en ¿Revolución en la revolución?, de un paradigma del intelectual y del artista: “El secretodel valor del intelectual no reside en lo que éste piensa, sino en la relación entre lo que piensa y loque hace. En este continente, quien no piensa -o en rigor, quien no piensa en-la revolución, tienetodas las posibilidades de estar pensando poco o mal”. Para Debray, dos ejemplos paradigmáticos delintelectual de nuevo cuño son Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. (Debray citado en Dalton, 1970:129, las cursivas son mías).

En la medida en que el intelectual pequeño burgués se proletariza, en esa medida su trabajointelectual puede legitimarse realmente, cobrando un sentido que no tendría en las relacionesenajenadas del capitalismo:

Al tiempo que se introduce en la individualidad del ‘conciente?concienzador’ [sic: el signode interrogación aparece en el original] hasta volverle a proponer sus más amadosinstrumentos tradicionales para participar integralmente en la revolución. Es decir, RégisDebray propone el combate revolucionario, por ejemplo al sociólogo, como una acciónmilitar en concreto, pero también como un trabajo de campo, como un área deinvestigación en el tiempo y en el espacio; y al novelista, como una operación táctica de suunidad guerrillera y como materia prima para resolver un capítulo de su narración. Losdías que transcurrimos y los días que vendrán pondrán a prueba las aseveraciones deRégis Debray en este terreno. Como muchas de ellas tienen que resolverse en diversasformas individuales de asumir los grados de la conciencia en ascenso, hay que prever, porlo menos, una operatividad azarosa. Lo importante es que ya se ha plantado la obligaciónde pensar en ello. (Dalton, 1970: 129)

Esta es la tentativa que Dalton trata de llevar a cabo en su último año de vida: confía que nosólo es posible realizar un trabajo intelectual -escribir documentos políticos e Historias y poemas de unalucha de clases- en una incipiente organización guerrillera, sino que también cree que de esta forma, él,como intelectual, puede resolver sus propias contradicciones -o desgarramientos-, “proletarizándose”en las filas revolucionarias. El famoso “Comunicado Nº 1” del ERP es testimonio de la forma en queestas actividades intelectuales eran vistas por “los revolucionarios”.

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BibliografíaDalton, Roque (1966) “Los estudiantes en la revolución latinoamericana” en Revista

Internacional, año IX, Nº 91, marzo de 1966.

Dalton, Roque (1968) “Católicos y comunistas: Algunos aspectos actuales del problema”, enRevista Internacional, año XI, enero de 1968.

Dalton, Roque (1970) ¿Revolución en la revolución? y la crítica de derecha, Casa de las Américas, LaHabana.

Dalton, Roque (1976) Taberna y otros lugares, UCA Editores, San Salvador.

Dalton, Roque (1986) Un libro rojo para Lenin, Editorial Nueva Nicaragua, Managua.

Dalton, Roque, et. alii. (1969) El intelectual y la sociedad, Siglo XXI Editores, México.

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IGNACIO ELLACURÍA: BREVE APROXIMACIÓN A LAS TRESDIMENSIONES DE SU PENSAMIENTO*

DAVID GÓMEZ ARREDONDO**

Ignacio Ellacuría nació en 1930, cerca de Bilbao, en Portugalete. Se educó en un colegio dejesuitas en Tudela, Navarra; posteriormente ingresó en el noviciado de Loyola de la Compañía deJesús a los 17 años, y un año más tarde fue enviado a participar en la fundación del noviciado deCentroamérica, en Santa Tecla, junto a San Salvador. Tras realizar estudios de Humanidades y defilosofía en la Universidad Católica de Quito, Ecuador de 1949 a 1955, estudió teología enInnsbruck, Austria, de 1958 a 1962, donde escuchó las clases del Karl Rahner, una de las figuras másrelevantes de la teología contemporánea y uno de los principales asesores del Concilio Vaticano II.Con los años, Ellacuría se convirtió en uno de los principales representantes de la teología de laliberación en América Latina e indiscutiblemente se le puede situar como un filósofo preocupado porlos procesos de liberación. Sus actividades en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas enSan Salvador, primero como responsable del departamento de filosofía desde 1972, y como rector de1979 a 1989, concluyeron con su asesinato en el campus universitario a manos del ejército. Surectorado dejó una profunda huella en la política de El Salvador.

Su pensamiento tiene varias facetas, que se ven reflejadas en la organización de sus escritos(teológicos, filosóficos y políticos). Se trata de niveles complejamente articulados, que se puedentratar independientemente, hasta cierto punto. Si bien Ellacuría se ceñía a las reglas disciplinarias y alos giros conceptuales y terminológicos de los campos del saber que exploraba, paralelamente sepueden encontrar vías de comunicación, puentes que conectan entre sus propuestas en el campo dela teología, la filosofía y la sociología política. La explicitación de un lugar de reflexión desde AméricaLatina y el Tercer Mundo o, en su propia terminología, desde los “pueblos oprimidos” es unaconstante en su obra. América Latina, como lugar de construcción de un discurso teórico, se leaparecía con la cara de las mayorías populares en sufrimiento y postración en el marco de un sistemainternacional expoliador.

Liberación y teologíaA través de Rahner, Ellacuría estuvo al tanto del Concilio Vaticano II, acontecimiento

fundamental de la Iglesia católica del siglo XX, que pretendía abrirle un lugar a su mensaje en elmundo contemporáneo (Sols-Lucía, 1999: 19-27). Visto este proceso retrospectivamente, se podríaafirmar que aunque la participación latinoamericana en el Concilio mismo fue poco relevante, surealización dio pie a una importante transformación en la Iglesia latinoamericana, concretadaclaramente en la reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano que se realizó en Medellín en 1968(Berryman, 2003: 25-27). De hecho, en Medellín los obispos de la región buscaban aplicar losresultados del Concilio Vaticano II a la realidad de la Iglesia latinoamericana. Como consecuencia deeste enfoque renovador, los documentos de Medellín analizaron críticamente la exclusión y lainjusticia vigentes en América Latina, y se convirtieron en el punto de arranque de la teología de laliberación, en la que se inscribe toda una faceta de la producción intelectual de Ellacuría:

* El presente artículo forma parte de la tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos en la UniversidadNacional Autónoma de México “La idea de liberación en Ignacio Ellacuría”, defendida en enero de 2012.** El autor es licenciado en filosofía y maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad NacionalAutónoma de México. Actualmente cursa el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la mismauniversidad. Ha publicado varios artículos en revistas especializadas. Su libro Calibán en cuestión. Aproximacionesteóricas y filosóficas desde nuestra América, Ediciones Desde Abajo, Colombia, está en prensa actualmente.

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Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellosse describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hechocolectivo, es una injusticia que clama al cielo. (Segunda Conferencia General delEpiscopado Latinoamericano, 2004: 13)

Medellín representa una importante ruptura en la Iglesia latinoamericana, establece lascondiciones para el despliegue posterior de la teología de la liberación, y dispara tanto las adhesionescomo las persecuciones posteriores. Desde un punto de vista histórico e institucional, es muysugerente lo que ocurre en la iglesia latinoamericana en el período de 1968 a 1979, esto es, en el lapsoentre Medellín y la siguiente Conferencia Episcopal Latinoamericana que se llevó a cabo en Puebla.Se trata de un periodo de difusión y ascenso de la teología de la liberación, cuya perspectiva históricase condensa magistralmente en la persona de Monseñor Romero, asesinado en marzo de 1980. Sustres años como arzobispo de San Salvador sintetizan y expresan un modo totalmente nuevo depredicar, como se puede reconstruir a partir de sus homilías, lecturas situadas de textos bíblicos enlos que denunciaba frontalmente las injusticias cometidas contra el pueblo salvadoreño.

Ellacuría, junto con otros jóvenes jesuitas, recibe entusiastamente el mensaje de Medellín, y yapara 1969 encarnaba en la Compañía de Jesús una firme toma de posición desde el Tercer Mundo ysus mayorías empobrecidas a favor de un cambio de estructuras socioeconómicas (Whitfield 2006:92-96). Mientras en el campo de la filosofía Ellacuría no abordará minuciosamente sino hasta 1983 latemática de la liberación en su artículo “Función liberadora de la filosofía”, en el plano de la teologíase inscribe sin reservas desde sus inicios a la fuerte ola procedente de Medellín, que encarnará enfiguras como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, Clodovis Boff, etc.

En 1971, cuando la teología de la liberación latinoamericana daba sus primeros pasos, Ellacuríadio a conocer un artículo teológico en el que evaluaba las perspectivas y los horizontes de la Iglesialatinoamericana (Ellacuría, 2000). Su argumento central buscaba mostrar que el mensaje cristiano sedebe historizar y encarnar en realidades sociales concretas. Y justamente allí Ellacuría colocaba elconcepto, originalmente político, de liberación. Según su enfoque, en el mensaje cristiano desalvación hay suficientes elementos que pueden historizarse en América Latina, a partir de laexigencia que se hacía sentir en ese momento de liberación.

A estas alturas de su reflexión, Ellacuría se mostraba preocupado por la intersección ycomplementariedad entre lo religioso y lo secular. Su aproximación al ámbito político y, dentro deese marco, a la necesidad de liberación que América Latina y el Tercer Mundo requerían como tareaineludible, iba acompañada por una tematización de la faceta cristiana de ese proceso sociopolítico:

Pero, ¿qué es lo que puede ofrecer el cristianismo en la realización de esa tarea política?¿Qué es lo que puede ofrecer el hombre cristiano? ¿Son dos tareas distintas las que se leexigen al hombre latinoamericano que es cristiano y al hombre cristiano que eslatinoamericano? (Ellacuría, 2000: 555)

En su reflexión teológica, Ellacuría avanzaba en la historización del mensaje cristiano desalvación, a la vez que enfatizaba la historicidad de la comunidad creyente. Por una parte, no hay undepósito dogmático fijo e inmutable, sino un mensaje histórico de salvación. Y, del otro lado de lamoneda, quien recibe ese mensaje es una persona colocada en un momento determinado del procesohistórico y situada en un espacio concreto. Por ello, el mensaje cristiano de salvación adquiere unsentido diverso dependiendo de las realidades históricas con las que se vincule:

Si es así, la pregunta fundamental para dar con la misión y el carisma de la Iglesialatinoamericana sería, ¿qué dará de sí la revelación cristiana cuando interpele al hombrelatinoamericano a diferencia del hombre europeo, del hombre norteamericano? ¿Qué diráesa revelación del hombre latinoamericano y qué dirá en ese hombre la revelación?(Ellacuría, 2000: 559)

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El enfoque de Ellacuría en este plano bien puede calificarse como una ‘teología histórica’, en laque resulta imperativa la encarnación e historización del mensaje cristiano de salvación. Y para ello,resulta necesario dar cuenta de la realidad social e histórica con la que el mensaje histórico de larevelación se tiene que vincular. En esa dirección se sitúa una de sus preocupaciones teóricas: eldiagnóstico de la realidad social de América Latina y, particularmente, de Centroamérica.1Sóloconfrontándose con los datos esenciales de la realidad social de América Latina y de Centroaméricaes factible la concreción del mensaje cristiano y la realización de tareas pastorales en una direccióndeterminada. Aquí justamente se requerirá una concepción de la liberación tras haberle tomado elpulso a la realidad social e histórica de América Latina y Centroamérica, ya que ésta aparecerá comonegatividad y como polo dominado en el contexto mundial. En este marco, Ellacuría intenta colocara América Latina en un ámbito sociohistórico y en el horizonte internacional:

Desde tal punto de vista, debería decirse que América Latina no debe entenderse comointegrante epigonal del mundo occidental, sino como perteneciente de lleno al tercermundo. (Ellacuría, 2000: 568).

En la argumentación de Ellacuría, ubicar a América Latina en el Tercer Mundo equivalía ainsistir en la realidad que la cualifica fundamentalmente: la pobreza de sus mayorías. “Los ‘pobres’ noson en América Latina una estrecha franja social, son la mayoría.” (Ellacuría, 2000: 570) Y para losfines teológicos de su reflexión, las consecuencias son claras: la Iglesia y su mensaje deben dehistorizarse en una realidad social de mayorías empobrecidas. Esta exigencia de historización leparecía a Ellacuría surgir de dos ámbitos: por la vocación intrínseca al mensaje evangélico y por lallamada histórica de la región latinoamericana.

Si nos detenemos por un momento en la vocación del mensaje evangélico, tal y como eracaptado e interpretado por Ellacuría, podremos notar uno de los aspectos nucleares de supensamiento e incluso de su ethos como intelectual y teórico multifacético. Se trata de una lectura delmensaje cristiano compartida con el resto de los teólogos de la liberación, en la que se enfatiza laurgencia y necesidad de subvertir un orden injusto. En esta vertiente teológica, los contenidosmismos del mensaje cristiano exigen una toma de partido y una actitud parcial a favor de los pobres;actitud que conlleva fuertes implicaciones sociopolíticas. Para estos teólogos, resulta indiscutible queno se requiere desviarse de los textos bíblicos para extraer un mensaje que impele combatir contra lainjusticia reinante en América Latina.

Ahora bien, como ha señalado con precisión el teólogo jesuita catalán José Sols Lucía, laslecturas bíblicas de los teólogos de la liberación han enfatizado diversos textos a lo largo de sudesarrollo (Sols Lucía, 1999: 83-101). En primer lugar el interés se centró en el Éxodo, libro delAntiguo Testamento que narra la gesta liberadora del pueblo de Israel ante sus dominadores egipcios.Sols-Lucía insiste en que el relato de Éxodo consiste en una sola narración histórico-teologal. “Loacontecido es político, lo significado es salvífico. Y todo sucedió en un solo hilo histórico deacontecimientos” (Sols Lucía, 1999: 87). La pertinencia y actualidad de ese libro veterotestamentarioen América Latina respondía a la necesidad de plantear la posibilidad de la liberación ante ladominación externa e interna. Más adelante, y no sin que se avanzaran críticas a la teología de laliberación por haber reducido el mensaje cristiano al Antiguo Testamento, surgirán las cristologíasdesde América Latina y la periferia.2

En el estado de la discusión de 1971, Ellacuría consideraba que el mensaje cristiano conllevauna exigencia de liberación, de confrontación con un orden sociopolítico injusto y apelaba a loselementos más críticos de ese mensaje:

1 Como simple muestra del tipo de diagnóstico detallado y exhaustivo de la realidad social y económica deCentroamérica, cf. Ignacio Ellacuría 2005a.2 Por ejemplo, Leonardo Boff, 1987. Este volumen reúne los estudios cristológicos de Boff escritos desdemediados de la década de 1970. También Jon Sobrino, 2008 y 2000.

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Lo que parece necesitar más América Latina es lo más auténtico y fuerte del evangelio: ladenuncia de las riquezas y del servicio al dinero, la liberación de la opresión de la injusticiaen todas sus formas, la valoración de la persona como hija de Dios, la comunidaduniversal que abrace todos los mundos, la trascendencia de la historia humana. (Ellacuría2000: 571)

Como podemos ver, para Ellacuría la exigencia de liberación ante la injusticia y elcuestionamiento de un orden social basado en la riqueza y el capital se encuentran ya en el mensajeevangélico. No resulta casual entonces que el tópico de la liberación surja inicialmente en susreflexiones teológicas, ya que era en ese plano donde encontraba elementos para extraer una críticasociopolítica desde América Latina y el Tercer Mundo.

La injusticia estructuralLa categoría de injusticia estructural constituye un concepto clave utilizado por Ellacuría en

diferentes niveles de su discurso. En el plano de su pensamiento político, se trata de una nocióncuidadosamente construida a partir del análisis de las cifras y datos que revelaban las característicasde la estructura social de El Salvador y de Centroamérica durante las décadas de 1970 y 1980. Lacategoría ética de injusticia era utilizada por Ellacuría en sus estudios sociopolíticos como unconcepto simultáneamente normativo y descriptivo. Como propuesta normativa suponía e implicabauna apreciación crítica del tipo de orden social vigente en El Salvador y Centroamérica. Pero estaapreciación crítica se explicitaba sólo después de un minucioso análisis empírico de la realidad socialcentroamericana, realizado recurriendo a gran cantidad de fuentes.

En 1986, ya avanzado el conflicto armado en El Salvador, Ellacuría publicó un estudio en elque se puede captar con detalle la forma en que fue construyendo el concepto de injusticiaestructural. (Ellacuría 2005a) Ellacuría da cuenta con cierto detalle de un proceso profusamentereferido en la bibliografía sobre el tema: el crecimiento constante de la economía centroamericana enlos 70 años previos a los conflictos armados (Rouquié, 1994).3 Sin embargo, el pensador vasco-salvadoreño insiste en los matices y coloca en el centro de su cuadro de Centroamérica a ladesigualdad y a la pobreza, aspectos de la realidad social centroamericana que son claves paracomprender el concepto de injusticia estructural:

Pero aun dando por bueno el índice de crecimiento, todavía tendríamos un fenómenobásico para nuestro análisis: la situación de pobreza y extrema pobreza en la cual vivía lamayor parte de la población centroamericana. Según estimaciones de la CEPAL […] afinales de los setenta, esto es, a finales del boom del desarrollo centroamericano, el 65.2por ciento de la población centroamericana vivía en estado de pobreza y de este 65.2 porciento el 42.1 por ciento vivía en estado de extrema pobreza. (Ellacuría 2005 a: 140-141)

A la par, Ellacuría revisa varias cifras para determinar la distribución del ingreso durante ydespués del boom centroamericano. Encuentra que el sector más pobre va acumulandotendencialmente cada vez mayor pobreza:

Tenemos así que además de existir una enorme población en extrema pobreza, que vaaumentando cuantitativamente cada año, esta población, especialmente en El Salvador yGuatemala, ve abrirse más y más la brecha con los sectores ricos y los sectores medios.(Ellacuría 2005 a: 142)

3 Para lo que sigue, hay que precisar que justamente Rouquié se distancia de la interpretación que sitúa a lasguerras centroamericanas como expresiones del carácter secular de la opresión y la miseria en la región. Setrataría de una interpretación de los procesos revolucionarios centroamericanos que insiste en la existencia deotros factores, asociados a la modernización acelerada.

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En su diagnóstico y descripción de la estructura social centroamericana, Ellacuría insistía en laexistencia de una muy pequeña franja de la población que concentra la riqueza y el poder político enforma desproporcionada:

Pero de todos modos, en el caso de Centroamérica los más ricos […] representan […] tansólo el 5 por ciento aproximadamente, el cual, además, cuenta con un poder políticoasimismo desproporcionado. (Ellacuría 2005 a: 144)

Y lo más relevante en el estudio sociopolítico de Centroamérica y de El Salvador que realizaEllacuría, es que éste vinculaba la presencia de la injusticia estructural con la emergencia de losmovimientos revolucionarios:

[…] sigue sin resolverse la causa principal de la guerra, la injusticia estructural, que afectaa la mayor parte de la población, ni el efecto principal de la injusticia estructural que es laguerra misma. (Ellacuría 2005 a: 150)

El concepto de injusticia estructural que fue edificando Ellacuría le permitía volver visibles losmecanismos y los efectos de la dominación en la región centroamericana. Como conceptosimultáneamente ético y sociopolítico, tiene un indiscutible filo crítico que le permitía acercarse decierto modo a la realidad social de El Salvador y de Centroamérica.

Crítica filosófica desenmascaradora4

Ellacuría plantea en un importante texto publicado en 1985, “Función liberadora de lafilosofía”, un plano dual del ejercicio filosófico: como crítica y como creación. (Ellacuría 2005b) Setrata, como aclara al inicio del artículo, de formular una reflexión filosófica de cara a la realidadlatinoamericana. Al considerar la manera en que el orden mundial estaba estructurado, Ellacuríamostraba que América Latina y el Tercer Mundo se encontraban en situación de opresión. Pero nose detenía en la descripción de América Latina como polo dominado en el orden mundial. Tambiénindicaba la presencia de las ‘mayorías populares’, víctimas internas de una estructuración injusta delas sociedades periféricas latinoamericanas. A partir de las observaciones que dan inicio a “Funciónliberadora de la filosofía” se puede concluir que, según Ellacuría, había en la década de 1980 unejercicio doble de dominación: externa e interna. La dominación externa da pie a la situación deopresión de América Latina considerada conjuntamente. Pero, a la vez, la presencia de las ‘mayoríaspopulares’ que padecen la opresión-represión y pueden ‘cualificar’ a la realidad latinoamericana,indica la dominación interna ejercida sobre esas mayorías. (Ellacuría 2005 b: 94)

Ahora bien, la crucial distinción entre ideología e ideologización de la que se ocupa una partede “Función liberadora de la filosofía” se puede considerar como un intento por ejercitar esefilosofar de cara a la realidad latinoamericana. Todo sistema social requiere de un aparato ideológico,de acuerdo con Ellacuría; pero es necesario establecer una demarcación entre ciertos sistemassociales que no tienen que falsear y deformar su naturaleza y otros para los que es indispensable esadeformación para poder subsistir. En esta aproximación, la ideologización como falseamiento yenmascaramiento de la realidad social tiene que ocurrir recurrentemente en sociedades injustamenteestructuradas, como El Salvador en las décadas de 1970 y 1980. Si no fuera así, ¿cómo tendríanviabilidad esos sistemas sociales?

Por esas fechas, en “Universidad y política”, texto publicado en 1980, Ellacuría ofrecía máspistas para la comprensión de los aspectos distintivos de un sistema social injusto, concretando susobservaciones a El Salvador:

4 En este apartado no abordamos su Filosofía de la realidad histórica (Ellacuría, 2007), tratado sistemáticopublicado póstumamente en el que se condensa la estrechísima colaboración que mantuvo Ellacuría con elfilósofo vasco Xavier Zubiri.

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Nuestra sociedad, como ya es evidente después de tantos análisis, no sólo estásubdesarrollada y con graves y casi insuperables necesidades objetivas, sino que estáinjustamente estructurada económica, institucional e ideológicamente. Está constituidabipolarmente por una pequeña clase dominante, flanqueada por toda una serie de grupose instituciones a su servicio, y por una inmensa mayoría empobrecida y explotada, partede ella organizada políticamente y parte de ella a merced de los flujos sociales. (Ellacuría2005 c: 38)

La constatación de la situación de opresión y represión de las mayorías populares en AméricaLatina, sumada a la elaboración teórica en torno a la presencia de representaciones ideologizadas ensociedades injustamente estructuradas, nos llevan a un terreno fundamental para pensar la funciónliberadora de la filosofía. En este plano, la filosofía puede ser un arma crítica clave para combatir lasideologizaciones. Así, las representaciones falsas de la realidad que circulan a través de la opiniónpública y que tienen una apariencia de verdad, pero que expresan una visión de la realidad confuertes elementos de enmascaramiento, al entrar en el terreno del examen filosófico deben sernegadas teóricamente. El ejercicio crítico consiste en negar una negación. La ideologización yacontenía elementos negativos que pueden ser captados a través del examen filosófico; laideologización incluye elementos falsos con apariencia de verdad. Entonces, la negatividad, el ámbitode lo negativo y falso se encuentran presentes en el terreno social y la filosofía en función liberadoratendrá que tomar como blanco de crítica a esa dimensión ideologizada del sistema social.

Ellacuría insiste en que este ejercicio filosófico de negar lo que hay de falso en laideologización no es meramente “judicativo”. (Ellacuría 20005 b: 102) No se va solamente a negar unjuicio o una proposición, con lo que no se avanzaría gran cosa. En este tipo de análisis, al asumirseuna actitud de protesta y articularse una crítica de la forma en que una sociedad injustamenteestructurada emite representaciones falsas de sí misma, se abren ya dimensiones positivas de larealidad. Al negar las representaciones falsas de la realidad que circulan por el campo social en lamodalidad de ideologizaciones, se comienza a revelar positivamente la realidad, previamenteencubierta en las ideologizaciones. Hay, entonces, una visión positiva de la realidad apenasvislumbrada inicialmente en el momento de la crítica, que irá adquiriendo cada vez más fuerza. Elejercicio de la crítica desideologizadora encontrará progresivamente asidero en una comprensiónpositiva de la realidad, de tal forma que al avanzar en esa dirección la realidad se irá revelando en elfilosofar cada vez con mayor claridad.

¿Qué ocurre entonces al desarrollarse el papel crítico de la filosofía y ejercitarse ésta comodestructora de representaciones falsas e injustas de la realidad? Como acabamos de ver, uno de losriesgos consiste en no avanzar más allá de la negación judicativa. En ese caso, a la afirmaciónideologizada sólo se le respondería con un juicio o una proposición que negara lo que se asevera en laproposición ideologizada. Al “es” se le contrapondría un “no es” y no se avanzaría más allá. Se tratade un camino muy alejado de la dirección que toma la reflexión de Ellacuría. Para éste, la filosofía, alnegar las ideologizaciones reinantes, va descubriendo la positividad, la realidad tal y como ésta es yno tal y como se encuentra deformada por los intereses que dominan en una sociedad injustamenteestructurada. Por eso, la filosofía en su función liberadora, al negar, afirma y descubre.

En esta dimensión dialéctica que consiste en llegar a lo positivo a través de la negación,Ellacuría tenía en mente al pensamiento de Hegel. Pero hay otra referencia que es constante en susescritos filosóficos de la madurez: Sócrates.5 Combatiendo a través del examen racional y filosóficolas ideologizaciones reinantes, Ellacuría intentaba llevar una existencia socrática. En este tipo deejercicio, se hace comparecer ante el análisis filosófico a las representaciones y afirmaciones en tornoa la realidad social, tal y como circulan en la opinión pública. Se examinan los encubrimientos y

5 Cf. Ignacio Ellacuría, 2001. También la importancia de Sócrates es clara en “Filosofía y política” (Ellacuría,2005 d) Quien quizá ha insistido de manera más convincente sobre la actitud socrática de Ellacuría es AntonioGonzález (González, 1994).

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deformaciones de la realidad inconscientemente adoptados por sus portadores, por las personassituadas en distintas posiciones de la estructura social. Ellacuría se tomaba muy en serio el examensocrático de las opiniones reinantes y sabía de las consecuencias represivas que podía conllevar esetipo de vida intelectual. Y la comprendía como una vida filosófica volcada a la polis, con lapeculiaridad de que la polis salvadoreña y centroamericana de su momento adolecía de unordenamiento estructuralmente injusto. Abrazar la verdad en el contexto de su realidad históricainmediata, suponía combatir la injusticia y eso conllevaba el peligro de desatar los demoniosrepresivos del statu quo.

Como decíamos, la impronta de Hegel se puede encontrar en la manera en que se describe en“Funcíón liberadora de la filosofía” la relación entre el papel crítico y el papel creador de la filosofía.El papel crítico consiste básicamente en negar; pero, como señalábamos, este tipo de negaciónintenta destruir el campo ideologizado. ¿Y de qué se conforma el campo ideologizado? Lasideologizaciones, al ser representaciones ‘falsas’ e ‘injustas’ de la realidad, implican ya la presencia delo negativo, pero como algo vigente y aceptado. Para Ellacuría, la negación del campo ideologizadoes una negación determinada y en ese aspecto se acerca al tipo de negación explicado por Hegel en laIntroducción a la Fenomenología del Espíritu.6 La negación es determinada porque al negarse lasideologizaciones, aparece una comprensión positiva y concreta de la realidad. No se queda lanegación en su propio ámbito, se abre a la intelección positiva de la realidad.

Sintéticamente diríamos entonces que, según Ellacuría, en una sociedad injustamenteestructurada y conformada por una pequeña fracción dominante y una mayoría “empobrecida yexplotada” la verdad es difícilmente accesible. (Ellacuría 2005 c: 38) ¿Por qué es esto así? Justamentepor la recurrencia de las representaciones ideologizadas de la realidad, que le son inherentes a unsistema social injusto. El punto de partida del filosofar será un medio social en el que lo falso y loinjusto se han vuelto moneda de uso corriente y por ello el comienzo del filosofar implicará unanegación dialéctica de las opiniones reinantes, de la doxa afectada por las ideologizaciones. Alrespecto, Ellacuría solía citar un pasaje de San Pablo:

[…] se está revelando además desde el cielo la reprobación de Dios contra toda impiedade injusticia humana, la de aquellos que reprimen con injusticias la verdad (Rom 1,18)(Ellacuría, 1994: 205)

Este vínculo entre injusticia y represión de la verdad es el que le llamaba la atención. En sufaceta como intelectual con actitud socrática, a Ellacuría le preocupaba particularmente el estudio yexamen de la realidad social, para desenmascarar las opiniones aceptadas irreflexivamente y paravolver visible la dominación en una sociedad periférica. Aunque es claro que no cualquier verdad esreprimida con injusticia en una sociedad de este tipo; evidentemente aquí no se está pensando en lasverdades del sentido común, en las proposiciones cotidianas. El terreno de la ideologización abarcalas afirmaciones sobre la naturaleza de la sociedad en cuestión; es allí donde el examen racional nopuede ser proseguido sin una reacción del aparato ideológico o del aparato represivo. Y estojustamente porque la verdad descubierta a partir de un examen socrático de la realidad social en unorden injusto se opone a las ideologizaciones dominantes.

En su propuesta teórica de una función liberadora de la filosofía, Ellacuría le daba prioridad almomento negativo. Esto es, el punto de partida del filosofar es la negatividad reinante en una formaconcreta: falsas e injustas representaciones de la realidad operando de manera pública e impersonal.Este tipo de representaciones, que encubren la naturaleza injusta de las sociedades periféricaslatinoamericanas, circulan a través de todo el cuerpo social y se adhieren tanto a los sectoresdominantes como a las mayorías dominadas. La filosofía, según esta concepción, debe contribuir a

6 “En cambio, cuando el resultado se aprehende como lo que en verdad es, como la negación determinada, ellohace surgir inmediatamente una nueva forma y en la negación se opera el tránsito que hace que el proceso seefectúe por sí mismo, a través de la serie completa de las figuras.” (Hegel, 1993: 55)

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disipar lo nebuloso de las ideologizaciones y, por lo tanto, debe combatir las formas en que unasociedad injustamente estructurada se justifica a sí misma. A partir de este enfoque, el punto departida negativo condiciona y posibilita la intelección positiva de la realidad que se conformará en elmarco del papel creador de la filosofía:

La negación de la negación cuando no se reduce a una pura función judicativa […] se vaabriendo paulatinamente a un proceso afirmativo; sólo que condicionado y a la vezposibilitado por el punto negativo del cual se parte. (Ellacuría, 2005 b: 102)

La negación, entonces, condiciona y posibilita la afirmación. Aunque hay que precisar que estasaseveraciones de Ellacuría deben situarse en el contexto de un filosofar volcado a la realidadlatinoamericana, vía defendida al comienzo de “Función liberadora de la filosofía”. América Latina,afirma, tiene ciertas peculiaridades en su estructura social, que le hacen configurar un todo ‘injusto’.Como diagnóstico crítico de la situación latinoamericana, Ellacuría llevaba ya algún tiempososteniendo esto.7 Una pregunta clave en este contexto sería entonces: ¿cómo las sociedadeslatinoamericanas tienen cierta viabilidad como sistemas sociales? La respuesta apunta, parcialmente,al aparato ideológico de las sociedades latinoamericanas, que tiene un carácter distintivo; se trata deun aparato que básicamente produce representaciones ‘falsas’ de la realidad social.

7 Podríamos remitirnos para documentar esta larga preocupación a “Visión sociológica del hombrelatinoamericano”, escrito inédito de 1968 que se encuentra en el Archivo Ignacio Ellacuría. Allí, se analizan lascifras de la distribución mundial de la riqueza, centrándose la atención más adelante en América Latina.Ellacuría desarrolla allí una interesante reflexión sobre los grupos “herodianos” al interior de la periferialatinoamericana, contraparte necesaria del tema de las “mayorías populares” que precisará algunos añosdespués.

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BibliografíaBerryman, Phillip (2003). Teología de la liberación, Siglo XXI, México.

Boff, Leonardo (1987). Jesucristo y la liberación del hombre, Ediciones Cristiandad, Madrid.

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Ellacuría, Ignacio (2000). “Liberación: misión y carisma de la Iglesia latinoamericana” enEscritos teológicos, tomo II, UCA, San Salvador, pp. 553-584.

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CUARTA PARTE¿TIEMPOS DE LOCURA?: LA GUERRA CIVIL Y SUS

ACTORES.

Fuente: Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI – El Salvador). Disponibleen http://museo.com.sv.

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El FMLN Y EL MOVIMIENTO POPULAR DURANTE LAGUERRA*

CARMEN ELENA VILLACORTA**

El colapso gubernamental que encontró su clímax en el golpe de Estado de 1979, marcandoel inicio de la transformación política de El Salvador, devino en dos procesos: la unificación de losfrentes guerrilleros en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) paraemprender una lucha revolucionaria de altos vuelos, y el reacomodo del modelo de dominaciónsobre la base de una nueva institucionalidad jurídico-política. En ese sentido, aunque la JuntaRevolucionaria de Gobierno que se instauró a partir del golpe, fracasó en sus propósitosfundamentales (evitar el estallido de la guerra civil e implementar un programa de reformastendientes a modernizar el aparato de acumulación originaria en El Salvador), funcionó comogobierno bisagra entre el régimen político dominado por los militares y la inauguración de un nuevosistema político, edificado de acuerdo a los preceptos formales de la democracia. La guerra y laedificación de ese nuevo sistema político constituyeron los fenómenos más relevantes de la décadade 1980 en el pequeño país centroamericano.

La instauración de la nueva estructura de poder, diseñada y financiada por Estados Unidoscomo estrategia para marginar políticamente a la subversión, se puso en marcha por medio de uncalendario electoral que constaba de tres etapas: en 1982, la elección de una Asamblea NacionalConstituyente para modernizar la Constitución de 1962 y sentar las bases del arribo de los civiles alpoder; en 1984, la elección del primer presidente civil desde 1931; y en 1985, las elecciones regularesde alcaldes y diputados. A esta primera ronda sucedieron otras dos jornadas electorales: las dealcaldes y diputados en 1988 y las presidenciales de 1989. El ciclo de elecciones libres y periódicas fueinstalado y, hasta la fecha, no se ha visto interrumpido.

En un inicio, la expectativa del FMLN era conquistar el poder por medio de una ofensivamilitar, antes de que Ronald Reagan asumiera la presidencia estadounidense1. Sin embargo, lafragilidad de la coalición revolucionaria, la carencia de armamento y la inexistencia de unainsurrección popular nacional frustraron dicho propósito. Lejos de impedir el desarrollo de la guerra,este hecho inauguró una nueva etapa para la izquierda revolucionaria, durante la cual lasorganizaciones político-militares empezaron a consolidar sus retaguardias estratégicas, especialmenteen el norte y el oriente del país, y a maniobrar militarmente de modo sistemático y sostenido. Losprimeros años ochenta vieron nacer a un movimiento guerrillero cada vez más cualificado, enproceso de expansión, cuya legitimidad internacional fue en paulatino ascenso.

Tal y como se temía, el arribo de Ronald Reagan al poder, si bien no significó una rupturarespecto de la política exterior implementada por el presidente Jimmy Carter, sí intensificó elprograma intervencionista hacia Centroamérica, dándole un cariz más agrio. La llegada de Reagan a la

* El presente artículo es un extracto de: Neoliberalismo y democracia electoral en El Salvador. La transición políticasalvadoreña entre 1979 y 2009, Tesis de Maestría en Estudios Latinoamericanos, Universidad NacionalAutónoma de México (UNAM), 2010.** La autora es Licenciada en Filosofía por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” y Magísteren Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente,cursa el Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, con una investigación sobre el PartidoDemócrata Cristiano en El Salvador. Contacto: [email protected] Ricardo Ribera complejiza ésta lectura lineal y recurrente, aduciendo que el FMLN buscó una negociacióncon Estados Unidos como parte de su agenda insurreccional, emulando la estrategia del Frente Sandinistaprevia al derrocamiento del dictador Somoza. “El FMLN, antes de lanzar su ofensiva del 10 de enero de 1981,buscó el dialogo […], siendo Estados Unidos quien lo rechazó” (Ribera, 1996: 48).

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Casa Blanca supuso para el Istmo, primero, que la crisis regional pasara a ser ubicada dentro de lascoordenadas de la confrontación Este-Oeste y, segundo, que, en función de lo anterior, se convirtieraen el escenario en el que los Estados Unidos pusieran a prueba la Guerra de Baja Intensidad (GBI). Elintelectual y revolucionario salvadoreño Mario Lungo Uclés la calificó como “una estrategiacontrarrevolucionaria más inteligente de lo previsto y con giros novedosos”, e incluso le dio otronombre: estrategia contrarrevolucionaria para la región de carácter prolongado (1986: 102, 103). Aunque esteplan intervencionista desarrollado por Estados Unidos en Centroamérica entrelazó componentesmilitares, económicos y políticos, fue el primer rubro en el que más recursos se invirtió, en el quemás empeño se puso y al que se dio mayor prioridad.

En la obra Guerra de Baja Intensidad. Reagan contra Centroamérica la investigadora mexicana LiliaBermúdez desarrolla una detallada explicación de la estrategia político-militar implementada por losEstados Unidos en Centroamérica para contrarrestar lo que la Casa Blanca consideraba la avanzadadel comunismo en la región. En esta obra se esclarece por qué y cómo el alto mando militarestadounidense y los asesores de Ronald Reagan decidieron darle un viraje radical al tratamiento delas luchas de liberación nacional en el Tercer Mundo. La humillante derrota en Vietnam activó a loscerebros militares e ideológicos de la primera potencia, quienes cuestionaron duramente la política deKennedy y reelaboraron los métodos para sofocar las erupciones revolucionarias. La idea de“tolerancia cero” frente a los brotes insurreccionales e incluso la de reversión de procesos políticoscontrarios a los intereses estadounidenses fue cobrando fuerza, al tiempo que militares yneoconservadores anticomunistas fueron recuperando liderazgos a nivel institucional e insuflando enla opinión pública el temor hacia un eventual triunfo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas(URSS) (Bermúdez, 1989).

Los años ochenta debían ser el período en el que Estados Unidos demostrara plenacapacidad para defender sus intereses vitales. Para ello necesitaba evidenciar su superioridad enmateria armamentística y hacer uso de la política exterior como un arma efectiva. La importancia deganar legitimidad interna para esa actitud agresiva contra los países y los grupos “enemigos” hacíaindispensable el equilibrio entre lo político y lo militar. Por eso los instrumentos de lucha abarcabanun amplio abanico que iba desde la diplomacia coercitiva hasta la intervención directa, pasando por lapugna ideológica destinada a conquistar las “mentes y corazones” de los estadounidenses en aras delegitimar internamente las incursiones bélicas en los países subdesarrollados. Extrayendo las leccionespropias de la experiencia en Vietnam y perfeccionando la doctrina contrainsurgente, las nuevasconsignas fueron: flexibilizar las tácticas en los teatros de operaciones, no comprometer a las propiastropas, otorgar todo el soporte técnico y formativo posible a los ejércitos locales, restarle apoyopopular a los movimientos insurgentes por medio de la realización de obras sociales, evidenciar lomás posible un objetivo político claro que incluía el impulso a la democracia representativa y estarpreparados para esperar a que todas esas medidas produjeran el desgaste paulatino de las fuerzasenemigas (Bermúdez, 1989).

La importancia de Centroamérica para Estados Unidos reviste un carácter estratégico envirtud de razones militares y geopolíticas, más no económicas. Para 1979, los analistas delDepartamento de Estado tenían claro que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) nobuscaría expandirse militar ni territorialmente en ninguna zona de Latinoamérica. A criterio de lainvestigadora mexicana Eva Orduña, el declive que para entonces vivía el mundo socialista forzaba ala cúpula soviética a ocuparse de sus asuntos internos, más que a volcarse sobre el exterior. Tambiénes sabido que había un respeto “tácito” al reparto geopolítico de la Guerra Fría y América Latinaestaba en el hemisferio opuesto al área de influencia soviética. Así pues, aunque ni la Nicaraguasandinista ni las revoluciones salvadoreña o guatemalteca representaban un peligro real para laseguridad de Estados Unidos, la mano dura de Reagan no podía permitir la instauración de una“segunda Cuba” en su “patio trasero”, a riesgo de perder credibilidad y confianza por parte de sus

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aliados en contra de la URSS. Además, del régimen castrista, a diferencia del soviético, se temía unapretensión expansionista y hegemonista en el área.

Así se entiende que el apoyo logístico y económico brindado a la contra nicaragüense y a laFuerza Armada de El Salvador durante la década de 1980 haya llegado a ser incondicional y hayaalcanzado sumas estratosféricas.

La asistencia militar norteamericana a la región ascendió vertiginosamente: de 10millones [de dólares] que fueron otorgados en 1980, para el año 1984 alcanzó los283,2; de éstos, el 60 por ciento tuvo como destino El Salvador. En la segunda mitadde la década, la ayuda llegó a ser de 852 millones de dólares, de los cuales las dosterceras partes correspondió a El Salvador.

El pequeño país se convirtió entonces en uno de los cinco principales receptores de divisasen concepto de ayuda por parte de Estados Unidos en todo el mundo. “Durante el curso de laguerra, Estados Unidos proporcionó US$4.5 mil millones de ayuda económica al país y un poco másde mil millones de dólares en ayuda militar” (Sánchez, 1997: 90). Así evalúa Orduña el impacto delingreso de estos fondos:

Esta ayuda económica tenía el propósito de evitar a toda costa que la economíasalvadoreña colapsara. En forma similar, pero en sentido inverso, se reaccionórespecto a Nicaragua […] La política estadounidense aplicada sobre Centroaméricatrajo para la región graves consecuencias económicas, de las cuales hasta la fecha nose ha podido recuperar. Las consecuencias fueron adversas tanto para los países querecibieron la ayuda, como para el que fue objeto de bloqueo y agresiones económicas.En el primer caso los resultados fueron negativos debido a que el apoyo consistió enmedidas asistencialistas e inmediatas, que tenían como objetivo impedir que elgobierno aliado colapsara y con ello facilitar a los grupos enemigos la llegada alpoder. El objetivo de las acciones era primordialmente político y no se buscaba enrealidad reactivar la economía o impulsar un proyecto a largo plazo que se mantuvieray se desarrollara […] Estados Unidos no hubiera podido lograr el desarrolloeconómico real y sostenido de los países a los que apoyaba (aun cuando ésta hubierasido su intención), debido a que las economías de los países centroamericanossiempre han estado interrelacionadas. De esta manera, las medidas que tomó encontra de la economía nicaragüense afectaron en diversas formas a los otros países dela región (Oduña, 2006: 201, 202).

El carácter regional del experimento estadounidense a nivel político, tendiente a democratizarlos regímenes del Istmo, se puso de manifiesto con la programación de elecciones en las mismasfechas en Guatemala que en El Salvador (Sánchez, 1997: 95). En este último país, pese a que lapersistencia de la guerra fue una fuente de desestabilización permanente, la burguesía consiguióreplantear su estrategia insertando exitosamente su proyecto político en el marco de la nuevainstitucionalidad que ella misma contribuyó a construir. Es así como el partido ARENA, liderado porRoberto D’Aubuisson, se convirtió en la expresión de un empresariado politizado y dispuesto atomar las riendas del aparato estatal salvadoreño, después de haberlo delegado a la institucióncastrense a lo largo de medio siglo.

Algunos analistas del proceso salvadoreño (sobre todo los extranjeros) coinciden en subrayarla importancia del contexto regional y de los cambios en el orden internacional para podercomprenderlo a cabalidad. La contrarrevolución en Nicaragua y la contrainsurgencia en El Salvadorformaron parte de la misma estrategia anticomunista diseñada y financiada por Estados Unidos. Lamillonaria injerencia de la primera potencia mundial en la crisis regional y la presión ejercida por laCasa Blanca sobre los países latinoamericanos para que sumaran esfuerzos en el objetivo de liquidarla supuesta amenaza soviética que se cernía sobre todo el continente, intensificó su magnitud hasta elpunto de provocar la llamada “regionalización del conflicto”.

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Como rasgos característicos de El Salvador de la década de 1980 pueden enumerarse lossiguientes:

i. El FMLN como guerrilla alcanzó la profesionalización militar necesaria parahacer frente e impedir el triunfo del ejército nacional, respaldado técnica yfinancieramente por los Estados Unidos. La fortaleza militar de este grupoinsurgente le permitió mantenerse cohesionado como actor político. Fue asícomo pudo conservar la legitimidad y lealtad de ciertos sectores poblacionales, apesar de sus errores políticos, militares y humanos.

ii. Después del repliegue que lo caracterizó durante la primera parte de la década, afinales de los ochenta el movimiento popular dio muestras de un notableresurgimiento. Su llamado a la finalización del conflicto fue uno de los elementosque contribuyó a la salida negociada del mismo.

iii. Los sectores más retardatarios del país fueron presionados por Estados Unidospara encuadrarse dentro de la institucionalidad política emergente, a partir de locual surgió el partido ARENA.

iv. El Partido Demócrata Cristiano (PDC), con Napoleón Duarte a la cabeza, seconvirtió en el brazo político de la estrategia contrainsurgente estadounidense.

v. La dependencia experimentada por el gobierno salvadoreño respecto de losingentes recursos proporcionados por Estados Unidos para evitar el colapsoeconómico del país, los sujetaron a las decisiones políticas y a los interesesgeoestratégicos de la primera potencia en el Istmo centroamericano.

vi. El nombramiento de una Asamblea Constituyente, la aprobación de una nuevaconstitución, la elección y consolidación de una Asamblea Legislativa y lainstauración de elecciones periódicas se inscribieron dentro de la estrategiacontrainsurgente estadounidense. Se trató de la fundación de una nuevainstitucionalidad que fue ganando cada vez más legitimidad, en la medida en quehizo realidad parte de la utopía democrática anhelada por el pueblo salvadoreño.

vii. La “regionalización del conflicto” influyó de manera decisiva en la“regionalización de la pacificación”.

Entre ese conjunto de hechos relevantes para el período más conocido de la historia recientede El Salvador, estas notas se concentrarán en el resurgimiento del movimiento popular durante elconflicto armado y el proceso de moderación del discurso del FMLN a lo largo de la década de 1980.Ambos fenómenos tienen un impacto considerable en el conjunto de acontecimientos que conducena la solución política de la guerra civil en El Salvador.

Si bien las organizaciones de izquierda habían desafiado abiertamente al régimendemostrando una combatividad admirable, el terrorismo de Estado ejercido durante los años previosa la “ofensiva final” había logrado desarticular al movimiento popular, diezmando a los mandosmedios, incentivando el desplazamiento forzado y el exilio y golpeando la moral militante. Lasocióloga mexicana Irene Sánchez se detiene en el análisis de este aspecto, develando que durante losmeses previos a la ofensiva de 1981 la curva del auge insurreccional presentaba un declive que pasódesapercibido por las organizaciones político-militares, pero que sería determinante para laimposibilidad de tomar el poder por medio de la ofensiva. La autora explica el desenlace de laofensiva militar en términos del desfase existente entre el tiempo político y la estrategiarevolucionaria implementada por el FMLN. En pocas palabras, cuando el ánimo insurreccional delmovimiento popular estaba en su punto más álgido, las guerrillas carecían de armamento y no habíanlogrado unificarse. Como contraparte, cuando el FMLN ya existía como tal y contaba con recursosarmamentísticos aún precarios, pero suficientes para lanzar una ofensiva a nivel nacional, el ánimo de

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las masas había decaído drásticamente y la insurrección que debía posibilitar a la vanguardiarevolucionaria conquistar el poder no se produjo (Sánchez, 1997).

El historiador español-salvadoreño Ricardo Ribera coincide con éste diagnóstico del“desfase”, ubicando su razón de ser en las divergencias entre los grupos guerrilleros. Según Ribera,estas divergencias constituyen “el pecado original” del FMLN, que lo “marcaría para siempre”(Ribera, 1996: 46). Profundizando aún más en ese argumento, el examen de la ofensiva general delFMLN propuesto por el intelectual salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa abunda en detalles acerca dela desconexión que predominó en la práctica concreta de las organizaciones revolucionarias, más alláde las apuestas discursivas que proclamaban la unificación. Los dos autores, Ribera y MenjívarOchoa, aluden a la desconfianza mutua que signaba las relaciones entre los grupos guerrilleros y a lapugna por predominar sobre los demás. Ejemplo de ello fue que, cuando se planificó la ofensiva,todos los grupos exageraron las cantidades de armas y de combatientes con los que efectivamentecontaban. A la hora decisiva, la capacidad de fuego de todos era mucho menor de la prevista, ademásde otra serie de errores logísticos que se cometieron durante el ataque (Menjívar Ochoa, 2006: 1-70).Fallas de diagnóstico, de coordinación y de estrategia se entrelazaron para dar al traste con la ilusiónde acceder al poder por la vía insurreccional. Desde entonces la unidad de la izquierda revolucionariafue un hecho que posibilitó llevar a cabo la guerra y convirtió a la guerrilla salvadoreña en una de lasmás potentes del continente. Pero se trató de una unidad posible sólo en el terreno de la táctica y fuepor eso mismo quebrantable.

La “ofensiva final” o “general”, llevada a cabo en enero de 1981, fracasó en su objetivofundamental. Pero el afianzamiento de “zonas liberadas” controladas por el FMLN a partir de agostode ese mismo año en 5 departamentos (Morazán, Chalatenango, Cabañas, San Vicente y Cuscatlán),de un total de 14, y la incapacidad del ejército de asestar golpes contundentes a las fuerzasguerrilleras, mostraron que el FMLN estaba preparado para librar una guerra de larga data. Laconsolidación de esas retaguardias estratégicas, bajo la consigna de “resistir, desarrollarse y avanzar”,trasladaron al campo el escenario de la confrontación. Si durante los setenta y el año de 1980 lastensiones políticas se habían desarrollado en las áreas urbanas, la guerra transcurrió en zonas rurales.Un estudio acerca del perfil de los grupos poblacionales más afectados por el conflicto ofrece datosreveladores al respecto. Señala, en primer lugar, a los parientes de soldados, en segundo lugar, a loscampesinos arrendatarios de tierra y simpatizantes de la guerrilla y, en tercer lugar, a losprofesionales, seguidos de los jornaleros y los trabajadores industriales (Pirker, 2008: 205, 206).

El FMLN se convirtió en un ejército que reclutó a una gran cantidad de campesinos yencontró en las poblaciones rurales sus bases de apoyo. Por afinidades ideológicas, conviccionespolíticas, solidaridad cristiana o miedo, éstas poblaciones prestaron servicios clandestinos a lasfuerzas guerrilleras. Por esa razón, el ejército las calificó como “objetivos legítimos de ataque” quedebían ser tratados igual que el enemigo armado. Para “quitarle el agua al pez”2, es decir, “limpiar”las zonas tomadas por las fuerzas insurgentes de habitantes que pudieran contribuir con susposibilidades de sobrevivencia, los militares ejercieron operativos de “tierra arrasada”, consistentesen bombardear cantones, pueblos y caseríos, quemar casas y cultivos, violar a las mujeres y ejecutarcruentas masacres, con el objeto de obligar a los pobladores a abandonar sus lugares de vivienda ydeshabitar esos sectores.

Dos de las masacres más emblemáticas de ese período ocurrieron en el Río Sumpúl, en mayode 1980 —cuando aún no estallaba “oficialmente” el conflicto— y en El Mozote, en diciembre de1981. En el primer caso, se trató de un ataque contra campesinos del departamento de Chalatenangoque, intentando huir hacia Honduras a través del fronterizo Río Sumpúl, fueron interceptados poraviones y helicópteros del ejército y atacados con bombas y metralletas. Más de 300 personas,

2 La frase “quitarle el agua al pez” se vincula con la metáfora de Mao Tse Tung: “Los guerrilleros son lospeces y el pueblo es el agua en que éstos habitan. Si la temperatura del agua es la adecuada, los peces semultiplican”.

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mujeres, ancianos y niños inclusive, fueron asesinadas.3 En el caso de El Mozote, las víctimasascendieron a más de 1000 habitantes de una comunidad evangélica, no organizada ni simpatizantede la guerrilla, pero ubicada al norte del departamento de Morazán, cerca de uno de loscampamentos del FMLN. Unidades del Batallón Atlacatl —uno de los batallones especiales,entrenados y financiados por el ejército estadounidense— a cargo del general Domingo Monterrosa,tomaron el pueblo y los cantones aledaños durante tres días en los que se dedicaron a fusilar a unopor uno de los ancianos, mujeres, hombres y niños que allí habitaban.4

La guerra se instaló en la vida cotidiana sobre todo del campesinado, que se vería de unmodo u otro afectado por el conflicto. Así sintetiza Kristina Pirker la lógica que empezó apredominar desde entonces:

La situación de la guerra afectó al modo de vida de toda la sociedad salvadoreña, por locual tanto los sectores organizados como el pueblo no organizado tuvieron quediversificar sus estrategias de superviviencia. A diferencia del pueblo no organizado, lossectores organizados, al formar parte de una de las dos alianzas enfrentadas, seconvirtieron en actores de la guerra. Esto significaba que todos sus actos demovilización, resistencia, protesta y negociación formaban parte de una estrategia másamplia que tenía como finalidad la derrota del adversario. Esta particularidad —quedenominamos la militarización de la política— incidió profundamente en las prácticaspolíticas, modalidades de organización y jerarquías internas de las organizacionespopulares, tanto de la izquierda como de la Democracia Cristiana (Pirker, 2008: 200).

Y también del sistema político en su conjunto. Con “pueblo organizado” se hace referencia alos miembros del movimiento de masas que sobrevivieron a la represión sistemática de los últimossetenta y 1980, decidieron permanecer en el país y pasaron a tomar las armas o a ejercer funcionesdirectamente vinculadas con la estrategia insurgente. En agosto de 1981 fue decretado el Estado deEmergencia Nacional. Las instituciones y fábricas del Estado fueron intervenidas militarmente hastael final de la guerra, en 1992. Los derechos de asociación y sindicalización fueron prohibidos defacto, pese a que a partir de 1982 estuvieron permitidos por ley. Los sindicalistas, activistas dederechos humanos y líderes estudiantiles continuaron siendo perseguidos, detenidos y maltratadosarbitrariamente. Los escuadrones de la muerte siguieron condenando a la desaparición forzada, latortura y el asesinato a todo aquél que consideraran sospechoso de servir de enlace con el FMLN.Aunque los números varían dependiendo de la fuente, la cifra de alrededor de 38 mil muertosregistrada entre 1980 y 1983 constituye cerca del 50% de la cantidad total de muertes violentasarrojada por los 12 años que duró el conflicto (alrededor de 80 mil) (Córdova Macías, et. al., 2007:61). Dato elocuente acerca de cómo el terrorismo de Estado se agudizó durante los primeros años dela década de los ochenta.

La Comisión de la Verdad para El Salvador, establecida por mandato de los Acuerdos de Pazen 1992 como grupo ad hoc para ofrecer herramientas que permitieran diagnosticar los dañosocasionados por el conflicto, documenta, con base en 22 mil testimonios, los hechos de violenciapolítica perpetrados entre 1980 y 1991. El 70% de las denuncias por violaciones a los DerechosHumanos hacen referencia a acontecimientos ocurridos entre 1980 y 1984. El 85% de talesseñalamientos implican a grupos militares y a escuadrones de la muerte, el 5% a miembros delFMLN y en el 10% de los casos no se logró establecer responsabilidad. Las acusaciones contra elfrente guerrillero obedecen a la realización de “ajusticiamientos” que cobraron la vida de presuntos o

3 Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador, De la locura a la esperanza, “Masacres de campesinospor la Fuerza Armada”, “Río Sumpúl”, pp. 126-129.4 En la p. 118 del Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador se lee: “Más de quinientas víctimasidentificadas perecieron en El Mozote y en los demás caseríos. Muchas víctimas más no han sidoidentificadas”, Ibid., “Caso ilustrativo: El Mozote”, pp. 118-125.Una investigación exhaustiva sobre las víctimas de El Mozote y alrededores puede leerse en: Binford, 2007.

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efectivos delatores —mejor conocidos como “orejas”—, asesinatos recurrentes de alcaldes yreclutamiento forzoso de jóvenes5. Otra expresión de la violencia revolucionaria sostenida a lo largodel conflicto fue la destrucción de obras públicas, como puentes, carreteras e infraestructura delalambrado eléctrico, el sabotaje a la celebración de elecciones y la destrucción de los bienes de lascooperativas del sector reformado.

Estas cooperativas formaban parte del conjunto de reformas que la Democracia Cristiana sepropuso implementar como parte de la estrategia contrainsurgente alentada por Estados Unidos. Lacreación de cooperativas se inició en 1981, en el marco de la tercera Junta de Gobierno, conNapoleón Duarte a la cabeza. Respondían a un plan de Reforma Agraria que constaba de 3 fases.Debido a que la reforma implicaba la expropiación de los medianos y grandes latifundios, cuando en1982 el partido ARENA —instrumento político de la gran empresa— logró el predominio dentro dela Asamblea Constituyente, la profundización de la reforma agraria fue detenida.

Con todo, las cooperativas democristianas lograron impactar positivamente en unas 85 milfamilias. Entre ese grupo poblacional se fomentó la creación de organizaciones populares progubernamentales que rechazaran la opción insurgente como manifestación de descontento y a su vezsirvieran de base social al Partido Demócrata Cristiano (PDC). Este tipo de relación clientelar entreciertos segmentos populares y el gobierno había sido experimentada años atrás por el PCN, partidooficial de los militares, especialmente bajo el mandato de figuras progresistas dentro del ejército. Elesquema se reeditaba: prohibición, persecución y represión sistemática contra las asociacionesopuestas al régimen versus permisividad y fomento de gremiales que contribuyeran a la legitimacióndel aparato gubernamental y sirvieran como válvula de escape ante las presiones sociales. Unelemento novedoso dentro del régimen político liderado por Napoleón Duarte fue, de acuerdo conPirker, la implementación de una política específicamente dirigida hacia la creación de organismossociales pro gubernamentales (Pirker, 2008: 216-220).

El proyecto cooperativista se vio limitado porque la mayor parte del presupuestogubernamental se decantó hacia el gasto militar en un contexto de guerra civil que sumergía al país enuna grave situación de crisis económica. Muchos de sus beneficiarios abandonaron los cultivos acausa de la violencia y de la baja internacional en los precios del algodón, el café y el azúcar. Al nocontar con títulos de propiedad de la tierra mientras no saldaran sus deudas con el Estado, loscorporativistas permanecían en una situación vulnerable que les impedía el acceso a créditos paramodernizar los cultivos6. La pobreza, lejos de disminuir, aumentó. “Por ejemplo, entre 1980 y 1990los salarios reales disminuyeron un 64 por ciento, y el salario mínimo real de los trabajadoresagropecuarios alcanzó en 1989 sólo el 36,6 por ciento del nivel alcanzado en 1978” (Pirker, 2008:2016). Otro ejemplo es que, de acuerdo a información arrojada por el BID, a principios de la décadade los noventa, “el 55,7 por ciento de la población rural vivía por debajo de la línea de pobreza y el81 por ciento no podía cubrir las necesidades básicas” (Pirker, 2008: 2012).

La segunda Junta de Gobierno había decretado el congelamiento de salarios, la prohibicióndel contrato colectivo y la represión contra cualquier protesta reivindicativa de los trabajadores,como supuesta salvaguarda de la seguridad nacional.

En los primeros años de la guerra civil, este marco jurídico, que prohibía de facto elactivismo sindical, y el descenso de las actividades económicas por la guerra, los sabotajesy el quiebre de muchas empresas, deterioraron aún más las condiciones de vida de lossectores populares en la ciudad y en el campo” (Pirker, 2008: 2012).

5 Véase “Análisis estadístico de los testimonios recibidos por la Comisión de la Verdad”, Informe de laComisión de la Verdad para El Salvador, op. cit.6 El “cafetalero” Antonio Cornejo cuestiona el impulso a estas cooperativas asegurando que los mismoscampesinos manifestaban sentirse capacitados para poner a producir la tierra, pero no para administrar unafinca, ni para comercializar la producción. Entrevista, San Salvador (12/12/08).

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Pese a las restricciones y al peligro implícito en la agremiación, durante 1983 empezó areactivarse el movimiento popular, tanto en el campo como en las ciudades. Pirker delinea el mapade las diferentes organizaciones de empleados gubernamentales, trabajadores de diferentes rubros,campesinos, repobladores, familiares de víctimas de la violencia política, estudiantes, etc., que a lolargo de los ochenta se agruparon en torno de demandas específicas. A diferencia del movimiento demasas de los setenta —cuyo discurso político fue radicalizándose públicamente—, éstos grupos seesforzaron por circunscribirse a las reivindicaciones de cada sector y procuraron deslindarse de todavinculación partidaria. Tanto la amenaza constante a la actividad sindical, como la lucha entre elgobierno y el FMLN por convertir tales asociaciones en bases sociales que legitimaran susrespectivos proyectos de nación, imprimieron al movimiento popular emergente altas dosis deinestabilidad. De ahí que durante ese período se registren incontables reagrupamientos ymodificaciones de los nombres y las siglas que permitían identificar a las organizaciones.

La necesidad de una mayor prudencia ideológica no impidió que la marcada polarización quecaracterizaba al país permeara en la reconfiguración de las organizaciones. Dicha reconfiguracióncoincidió con una etapa de “estabilización” del conflicto. 1984 y 1985 fueron los años en los quemenores bajas se registraron. La delincuencia aún no se había desatado en el país. Se trató de unperíodo más bien “congelado”, que se recuerda por ciertos actores como uno de los más pacíficos enla historia de El Salvador.7 Durante los años siguientes cristalizaron dos grandes conglomerados deasociaciones de heterogénea composición, contrapuestas entre sí. Por una parte, las organizacionesque simpatizaban con el FMLN se aglutinaron a partir de 1986 en la Unión Nacional deTrabajadores Salvadoreños (UNTS). Por otra parte, en 1987 los grupos ligados al gobiernodemocristiano conformaron la Unión Nacional de Obreros y Campesinos (UNOC). Aunque laUNTS albergaba en su seno a una mayor cantidad de organizaciones, la UNOC contaba con elrespaldo institucional e incluso económico del entonces partido oficial. La pertenencia de ciertosdirigentes de una y otra asociación a los grupos insurgentes o a la cartera gubernamental evidencianlos nexos que amalgamaban a las organizaciones con uno de los dos bandos enfrentados en elconflicto. UNTS y UNOC dotaron, pues, a cada uno de esos bandos de la legitimidad social quenecesitaban para defender sus posturas. En esa medida, ambas asociaciones se convirtieron enactores relevantes y reconocidos dentro del campo político (Pirker 2008: 223-233).

Más allá de sus diferencias políticas, un denominador común en el discurso de estasorganizaciones populares de nuevo tipo fue la demanda del cese a la violación a los DerechosHumanos y de una salida negociada al conflicto. Respecto de lo primero, las presiones sobre todointernacionales a favor de esa misma petición consiguieron disminuir los operativos de “tierraarrasada” ejecutados por la Fuerza Armada, pero la situación general de los Derechos Humanos enEl Salvador no mejoró sostenidamente. Hacia el final de la década, la Comisión Interamericana deDerechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA) —por citar sólo uno de delos organismos especializados en la materia—, aseguró en su informe anual de 1987-1988 que lasituación de los Derechos Humanos en El Salvador durante ese período había empeorado.8

7 Entrevista realizada para esta investigación al investigador holandés y especialista en Derechos HumanosRalph Sprenkels, San Salvador (24/03/2009).8 “Dentro del período a que se refiere el presente informe las estadísticas de muertes ocurridas en El Salvador,durante el primer semestre de 1988, sin contar a las derivadas del conflicto armado, de acuerdo con las fuentesmás confiables, son las siguientes: muertes atribuidas a asesinatos políticos cometidos por los escuadrones dela muerte de extrema derecha, 32; muertes atribuibles a las fuerzas militares y de seguridad, 48; muertesatribuidas a la guerrilla, 19. Durante todo el año de 1987, cada uno de esos grupos habrían sido,respectivamente, responsables de 24, 60 y 29 muertes, lo cual indicaría durante el presente año un aumento enlo que respecta a las muertes causadas por los escuadrones de la muerte”. Ver:https://www.cidh.oas.org/annualrep/87.88sp/cap.4b.htm

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En ese contexto, el activismo de “militantes bisagra” que fungían como líderes sindicalesabanderando el discurso del sector al que representaban y sumándose a las peticiones de pacificación,al tiempo que formaban parte de alguno de los grupos del FMLN, da cuenta de la triple estrategiaque la insurgencia desarrolló a lo largo de los ochenta: i) dar golpes contundentes que dieranmuestras constantes de su poder de fuego; ii) alentar la organización social y mantener los nexos conel movimiento popular; y iii) abrir canales políticos, a nivel nacional e internacional, que legitimaransu accionar militar y le proporcionaran condiciones favorables en eventuales mesas de diálogo con elgobierno.

Mario Lungo Uclés ofrece un análisis de los primeros años de la guerra que sintetiza laposición del FMLN frente a los aspectos determinantes de la misma: el movimiento popular, la salidanegociada, la plataforma programática de la insurgencia y el contexto internacional. Desde laperspectiva del autor, la contradicción entre lucha armada revolucionaria y lucha política de masas seresolvió en la rearticulación de un movimiento popular acorde con la nueva situación política del paísy, por eso mismo, distinto del movimiento de masas del período 1977-1980. Pese a la notablediferencia entre ambas expresiones del poder popular y a la dificultad con que los revolucionariosasimilaron ese cambio, se trató de la vuelta a la ciudad y a la actitud demandante frente al Estado porparte de organizaciones diversas del sector productivo. En lo concerniente a la búsqueda de unanegociación con el gobierno, Lungo Uclés señala que en tanto voluntad manifiesta del pueblosalvadoreño, el FMLN asumió la salida negociada como parte de su agenda política. Pero ello no eraexcluyente del sostenimiento y fortalecimiento de la iniciativa militar por parte de las fuerzasinsurgentes. En sus palabras:

[…] debemos hacer una apreciación que consideramos de crucial importancia para evitardesviaciones reformistas. Incrementar a niveles cada vez mayores la lucha armadarevolucionaria y la lucha política de masas es un imperativo estratégico para el FMLN-FDR, ya que constituyen el eje fundamental de lucha, y si bien es cierto que estocontribuye a fortalecer las posibilidades de diálogo y negociación, este incremento no sehace en función de este objetivo particular, ya que no constituye el componente esencialde la estrategia revolucionaria (Lungo Uclés, 1986: 64).

La causa del entrampamiento de la salida negociada se encontraba, de acuerdo con LungoUclés, en las diferencias radicales en cuanto al diagnóstico de los principales problemas del país y encuanto a las concepciones de diálogo manejadas por el FMLN y su brazo político diplomático FDR,por una parte, y por el gobierno demócrata cristiano, la Fuerza Armada y el gobierno estadounidense,por la otra. Mientras que la insurgencia daba al diálogo un lugar prioritario dentro de la negociación,la contraparte lo reducía a un mero uso táctico, en función de disimular su opción guerrerista (LungoUclés, 1986: 66). Durante los primeros años del conflicto e incluso antes del estallido del mismo,FMLN-FDR promovieron varias iniciativas de diálogo con el gobierno salvadoreño y con elestadounidense que fueron desatendidas. Ni Napoleón Duarte ni Ronald Reagan estaban dispuestos,en esa fase inicial, a reconocer al grupo insurgente como fuerza política. La demanda de ésta últimapor el cese a la injerencia norteamericana y por el establecimiento de un diálogo sin condicionesprevias fue desoída por parte de un poder decidido a aniquilar militarmente al enemigo.

Un punto de inflexión en la historia de la lucha revolucionaria en El Salvador lo constituyó elasesinato de Mélida Anaya Montes, “comandante Ana María”, por orden del hombre fuerte de lasFuerzas Populares de Liberación (FPL), Salvador Cayetano Carpio, “comandante Marcial”, quien asu vez se suicidó en circunstancias poco claras. Siendo las FPL la organización más numerosa ypotente del FMLN, tales hechos, ocurridos en 1983, conmocionaron a esa organización en particulary al ejército guerrillero en su conjunto. Es sabido que Marcial se oponía rotundamente a lanegociación y había en ese aspecto un punto de choque infranqueable entre ésta y las posiciones máspragmáticas o moderadas dentro de las fuerzas guerrilleras; entre ellas la de la propia Ana María. Sibien las razones que produjeron la muerte de ambos dirigentes de las FPL no se conocen a ciencia

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cierta, a partir de entonces las voces menos intransigentes tuvieron más cabida dentro de laComandancia General del FMLN (Martín Álvarez, 2004: 194, 195).

En marzo y mayo de 1984 la celebración de las primeras elecciones presidenciales regularesdespués de 1931 modificó el panorama político salvadoreño. La elección de Napoleón Duarte ensegunda vuelta constituyó un paso decisivo en el afianzamiento de la institucionalización de lademocracia electoral. Mario Lungo Uclés advirtió éste fenómeno, pero la idea de que la crisishegemónica de la oligarquía no lograba resolverse por medio de la democratización persistía en suanálisis. En el siguiente apartado podrá apreciarse con más claridad por qué esa lectura de lacoyuntura política electoral era errónea. Una novedad dentro de la dinámica que venía dándose fue laconvocatoria emanada del presidente electo a un primer intento de diálogo con la insurgencia. Perolas diferencias entre ambas posiciones volvieron a manifestarse como insalvables: más que unanegociación en la que Duarte se abriera a escuchar las posiciones de la guerrilla, lo que hizo fueproponerles que dejaran las armas y se incorporaran, sin más, a un proceso democrático del cual él sesentía adalid.

Respecto del planteamiento programático del FMLN-FDR hay que decir que variósustancialmente a lo largo de la década. Lungo Uclés lo explica en función de la transformación quefue experimentando la propia la lucha revolucionaria en el transcurso de su praxis (1986: 67-90). Paraéste autor, el programa era uno más de los múltiples componentes que configuran un procesorevolucionario. Es necesario, advierte, que exista un planteamiento ideológico inicial que articule a lasdiferentes fuerzas en torno de objetivos comunes sobre la sociedad a la que se aspira. Pero talplanteamiento tendrá que irse modificando de acuerdo a las realidades concretas que la lucha mismava generando. En ese sentido, la plataforma de Gobierno Democrático Revolucionario (GDR)proclamada por la Coordinadora de Masas a principios de 1980 y adherida por el FDR, respondió ala coyuntura generada por el golpe de Estado de 1979. Los propósitos de tal planteamiento puedenresumirse del modo siguiente:

Derrocar a la dictadura militar, destruir su maquinaria político-militar y establecer ungobierno democrático revolucionario; poner fin al poder político y económicooligárquico, sin afectar a los pequeños y medianos propietarios; romper definitivamente ladependencia del imperialismo yanqui; asegurar los derechos y libertades democráticaspara todo el pueblo y elevar su nivel de vida; crear el nuevo ejército surgidofundamentalmente del ejército popular, con la incorporación de los elementos sanos ypatrióticos del ejército gubernamental; impulsar la organización y la participación popular;autodeterminación y respeto mutuo en política exterior (Lungo Uclés, 1986: 78).

Se trata de puntos considerados por el autor como adoptables por un programa reformista.Por eso la Reforma Agraria y la nacionalización de la banca y del comercio exterior fueronabanderadas por la Junta de Gobierno tras el golpe de Estado. El carácter revolucionario del GDRen esa coyuntura específica descansaba, según él, en dos pilares: la abolición del ejército “burgués” yla ausencia de la vía electoral como posibilidad de acceso al poder. Hasta 1984, el FMLN-FDR nomodificó esa plataforma. Pero en ese lapso de 4 años, el incremento de la intervenciónestadounidense, la profesionalización de los dos ejércitos enfrentados, la prolongación de la guerra, laapertura del ciclo eleccionario, la reactivación de la actividad gremial y el reconocimiento que lacoalición revolucionaria había alcanzado nacional e internacionalmente, la llevaron a reformular supropuesta frente a la sociedad. Es entonces cuando surgen: la Plataforma del Gobierno Provisionalde Amplia Participación (GPAP), hecha pública en enero de 1984, y la propuesta de establecimientode un Gobierno de Consenso Nacional (GCN), formulada en la segunda ronda de conversacionescon el gobierno, en noviembre del mismo año.

Ambas propuestas representaron un viraje dentro del discurso insurgente, producto deintensos debates en su interior y objeto de críticas en la izquierda internacional, que acusaban alFMLN de estar renunciando a su proyecto revolucionario para abrazar una causa reformista. Lungo

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Uclés respondió a esos cuestionamientos subrayando el carácter táctico de dicho viraje discursivo,insistiendo en la importancia de su contextualización histórica —más allá de todo dogmatismo“maximalista”— y dejando en claro que “en ningún momento el FMLN ha pensado en abandonarlas armas” (1986: 85). Así resume Martín Álvarez el polémico ideario efemelenista de mediados delos ochenta:

La plataforma del FMLN-FDR ofrecía, como alternativa a la consulta electoral, laintegración provisional de algo similar a un gobierno de salvación nacional para intentarsacar a El Salvador de la crisis. En dicho gobierno tendrían cabida representantes de losmás variados sectores sociales: campesinos, obreros, empresarios, profesionales,maestros, partidos políticos, ejército; con la excepción de la oligarquía y los militares másrecalcitrantes. Se proponía por tanto, un gobierno plural que debía tomar medidasinmediatas para, más tarde, convocar elecciones.

Dichas medidas iban encaminadas, principalmente, a desmontar el aparato represivo delEstado, depurar las fuerzas armadas, esclarecer las violaciones de los derechos humanos yreorganizar el poder judicial. Asimismo, proponía derogar la Constitución de 1983 ydisolver ARENA, el partido de la derecha, por considerarlo representante de losescuadrones de la muerte.

Por otra parte, se planteaban una serie de medidas de política económica y social, como lafijación de precios de los productos básicos y la implementación de un plan de empleomasivo. Tras estas medidas de carácter inmediato, se proponían una serie de reformasestructurales que debían definir las líneas maestras del futuro modelo económico ypolítico (2004: 195, 196).

Martín Álvarez concibe ese planteo como un ablandamiento de la inflexibilidad inicial delFMLN, por cuanto subyace en él la renuncia a ser el partido de vanguardia, único representantelegítimo de los intereses populares, para aceptarse como una fuerza política entre otras en busca deuna alianza multisectorial, sin desestimar la realización de elecciones ni la negociación y abriendo laposibilidad al abandono de las armas, dadas determinadas condiciones. Desde la perspectiva de ésteautor, la negociación era la segunda opción efemelenista, después de la derrota militar del ejércitogubernamental.

Como es bien sabido, en el proceso salvadoreño terminará por imponerse la salida negociadasobre la militar. Pero a la altura de 1987 esto aún no se veía como un hecho inexorable. En un textodel mes de abril de ese año, intitulado “¿Por qué no avanza El Salvador?”, el filósofo español-salvadoreño Ignacio Ellacuría expone su preocupación por el entrampamiento en el que había caídola situación del país. Este análisis señala al gobierno estadounidense, a la Fuerza Armada, al grancapital —representado por el partido ARENA—, al gobierno democristiano y al FMLN como “lasdistintas fuerzas [que] tiran del cuerpo social en direcciones contrarias o divergentes, con lo cual nosólo no se avanza, sino que se está destruyendo al país” (Ellacuría, 1991: 176, 177).

El desgaste ocasionado por tal destrucción empezó a ser manifestado cada vez con másfuerza por diversos sectores sociales durante los últimos ochenta, quienes demandaban con ímpetupaz para El Salvador. Sin duda ese clamor social influenció en la posición del FMLN en el lapso quemedia entre la formulación de las plataformas programáticas de 1984 y la siguiente propuestadenominada Proclama a la Nación. La Revolución Democrática, hecha pública en 1990. Respecto de esteaspecto, Ellacuría señala a 1987 como el año en el que, además de preparar al pueblo organizado parauna insurrección general, se dio un intenso debate político e ideológico en el seno del FMLN, “elcual se mostró en 1988 en la aceptación, no sólo de la entrada pública al país del FDR, sino, sobretodo, de la participación de la Convergencia Democrática (CD) en las elecciones presidenciales. Estaúltima discusión va a convertirse en uno de los goznes principales del giro del FMLN” (Ellacuría,1991: 1856, 1857).

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Convergencia Democrática fue el nombre que adoptó la coalición integrada por elMovimiento Nacional Revolucionario (MNR), el Movimiento Popular Social Cristiano (MPS) y laUnión Democrática Nacionalista (UDN) —miembros del FDR—, cuando optó por convertirse enpartido político y competir en los comicios de 1989. La inmersión de éste, el brazo político-diplomático de la insurgencia, al teatro electoral supuso un primer paso hacia su independizaciónrespecto del FMLN y su vuelta a la apuesta por el acceso al poder en un escenario afín con suposición ideológica. Ocho años habían transcurrido desde el inicio de la alianza entre la izquierdarevolucionaria y la socialdemocracia. El paisaje político salvadoreño había cambiadoconsiderablemente en ese período. La vía electoral, que a finales de los años setenta se había vistoclausurada, a inicios de los noventa mostraba signos de estabilidad y una mayor apertura frente alpluralismo ideológico.

En vista de que la realización periódica de elecciones estaba poniendo en riesgo el apoyopopular a la insurgencia, ésta lanzó en enero de 1989 una Propuesta de paz del FMLN para convertir laselecciones en una contribución a la paz, exigiendo como requisito “tan solo la postergación por seis mesesde los comicios y una serie de condiciones mínimas encaminadas a conseguir un evento electorallimpio” (Martín Álvarez, 2004: 198). Si bien no fue ésta la primera vez que el FMLN se declarabadispuesto a participar en elecciones —pues ya había hecho mención a ello en 1984—, sí constituyó elplanteamiento más blando respecto de las condiciones que proponía para integrarse al marcoinstitucional.9

Otro síntoma del desplazamiento que continuaba produciéndose en la posición inicial delFMLN fue la aparición de un texto firmado por Joaquín Villalobos, hombre fuerte del ERP ymiembro de la Comandancia General del grupo insurgente. El documento, llamado Perspectivas devictoria y proyecto revolucionario, puede considerarse el antecedente de la Proclama de la RevoluciónDemocrática. Ellacuría recalca el hecho de que fuera publicado en dos partes, porque, a su juicio, ellomuestra una evolución en el pensamiento de Villalobos. Extractando el contenido de la segundaparte, el entonces rector de la Universidad Centroamericana (UCA) afirma:

Se sostiene la necesidad de una revolución democrática, donde el término democrático esentendido fundamentalmente en el sentido de las democracias occidentales. Larevolución, posible y deseable en El Salvador, no es una revolución estalinista ovietnamita, como tal vez algunos lo pensaron anteriormente, sino que es una revolucióndemocrática, que acepta el pluralismo de los partidos y de las elecciones, que se mantieneabierta a las ideas y a las prácticas del mundo occidental, especialmente a la libertadreligiosa y a la idiosincrasia y a las tradiciones del pueblo salvadoreño, que acepta laeconomía mixta con buenas posibilidades para la empresa y el capital privado y, desdeluego, para la iniciativa de los ciudadanos, que promueve la libertad de expresión y deorganización y que mantiene buenas relaciones internacionales con todo el mundo,especialmente con Estados Unidos (Ellacuría, 1991: 1868).

Aparece, pues, plasmado el giro discursivo que posibilitó el salto de la prioridad militar a lanecesidad de la negociación por parte de las fuerzas revolucionarias. Ya en el planteamiento de LaRevolución Democrática como tal, el cambio más significativo fue la propuesta de abolir completamenteambos ejércitos en función de la creación de un nuevo cuerpo de seguridad de carácter civil.También se introdujeron manifestaciones en pro de una reforma al sistema electoral, al poder judicialy la propuesta de una nueva Constitución, mostrando la nueva disposición del FMLN a incorporarsea la incipiente institucionalidad del país. Hasta 1990 las demandas de un nuevo orden político y socialpor parte del FMLN se mantuvieron. Pero en el documento de los Acuerdos de Paz firmados en

9 El académico salvadoreño Carlos Acevedo analizó esta propuesta y las reacciones que suscitó en diversossectores de la sociedad salvadoreña en el momento en que fue emitida: Acevedo, C., “La propuesta de pazmás viable del FMLN”, en: La paz en Centroamérica: Expediente de Documentos Fundamentales, 1979-1989, CeIICH-UNAM, 1989, pp. 58-75.

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1992 fueron relegadas a un segundo plano. A partir de la firma de los Acuerdos, el FMLN consumóel cambio que se venía manifestando en su discurso convirtiéndose en un partido político einsertándose, con mucho más éxito que la Convergencia Democrática, a la competencia electoral.

En definitiva, entre los actores políticos más relevantes durante la década de 1980 destacan,en el ámbito doméstico: el FMLN y la profesionalización militar de sus cuadros guerrilleros, elresurgimiento del movimiento popular en torno de demandas gremiales, la consolidación deARENA como partido político, el deficiente desempeño de la Democracia Cristiana como partidogobernante y el protagonismo de la Fuerza Armada en un período caracterizado por la pervivencia deuna guerra civil que mostró altibajos, pero se mantuvo a lo largo de doce años. Paralelo al desarrollodel conflicto armado se dio la aprobación de la Constitución de la República y la puesta en escena dela democracia electoral que operan hasta la fecha en El Salvador. Dentro del ámbito internacional,destacan, entre otros: la negativa del gobierno de Reagan a respaldar la salida negociada del conflicto;la escalada injerencista de la Casa Blanca que mantuvo a la Democracia Cristiana como aliado en lareconstitución del régimen dentro de la estrategia contrainsurgente y evitó el colapso de la economíadel país; y el final de la Guerra Fría como parte-aguas que inauguró una nueva fase en las relacionesinternacionales, favorable a la negociación, y motivó en la Casa Blanca el viraje hacia elfavorecimiento de la pacificación en Centroamérica.

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QUINTA PARTEEL DÍA DESPUÉS: ESTADO, GRUPOS ECONÓMICOS Y

MILITANCIA EN LA POSGUERRA

Fuente: Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI – El Salvador). Disponibleen http://museo.com.sv.

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LOS ACUERDOS DE PAZ: ¿REFUNDACIÓN DE LAREPÚBLICA?

RAFAEL GUIDO VÉJAR

Sobre la refundación de la República¿Puede determinarse si se ha logrado realizar la refundación de la república salvadoreña transcurridos

veinte años desde los Acuerdos de Paz (16.01.1992), considerados como un pacto entre el Gobiernode El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, para finalizar laguerra civil de 12 años de duración (1980-1992) y para realizar cambios institucionales estratégicosque serían una alternativa al ordenamiento político que, aunque ya agotado, habían provocado esteconflicto armado?

Transcurridos 11 años de la firma de estos Acuerdos, el Secretario General de las NacionesUnidas anunció (20.12.2002) que la función de verificación de este organismo en El Salvador habíallegado a su fin. Planteó que los 4 objetivos principales pactados por el gobierno y el FMLN – “el finde la guerra, el pleno respeto a los derechos humanos, la democratización y la reconciliación – sehabían logrado o estaban bien encaminados”. “El Salvador de 2002 es un país transformado”, decíaal afirmar que el FMLN se había integrado, en forma completa, a la institucionalidad políticanacional, que las Fuerzas Armadas se habían reformado y retirado de la vida política y que laimpunidad ya no era la norma de las instituciones del Estado.

Pero también reconocía que El Salvador se integraba a la vida nacional, regional y hemisférica,“con instituciones aún frágiles, una cultura política endeble y amplias desigualdades socio-económicas”. La polarización, la dificultad para alcanzar nuevos acuerdos políticos y la reducidaparticipación ciudadana en la vida política y en los partidos, eran otros aspectos deficitarios delproceso en ese momento (PNUD, 2005).1

En la actualidad, el cumplimiento del vigésimo aniversario de los Acuerdos de Paz se dará enun entorno de opiniones encontradas. Para unos, no merecería ser celebrado porque sus logros seestancaron o retrocedieron sin variar las condiciones socioeconómicas que generaron el conflictoarmado; para otros debe ser festejado por todos porque su éxito e impacto ha sido casi total y decarácter integral en la actual institucionalidad de la sociedad y del orden político. Entre estosextremos muchas opiniones son muy amigables con los acuerdos y los evalúan con magnanimidad,acercándose a cualesquiera de los polos dependiendo del aspecto que analizan. Todos, no obstante,reconocen la significación histórica del evento.

En efecto, la evaluación de la refundación es una tarea aún muy difícil ya que es un períodovital en el que muchos actores – los analistas, historiadores e intérpretes incluso - todavía estánsiendo afectados, influenciados, por consecuencias de las decisiones de ese momento o por lasformas en que se implementaron e implementan las mismas. Desde la perspectiva de la formación delas nuevas instituciones y estructuras, también es atinente preguntarse si veinte años son suficientespara captar si las instituciones que se querían eliminar han sido sustituidas en realidad, si las nuevasson irreversibles, si se consolidan – y cuáles han sido sus formas de consolidación -, o si sólo hanlogrado “cambiar para no cambiar”.

Hay mucho que discutir, pero algo es real, nuestra realidad actual fue moldeada – en granmanera – por los acontecimientos que se desataron o amarraron a inicios de la última década del

1 Precisamente, el apartado 3 se titula: “La refundación de la nación salvadoreña: una nueva institucionalidadrepublicana”.

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siglo XX, con los Acuerdos de Paz. La sociedad salvadoreña había llegado a un momento conflictivode cambios, empantanados en un trágico equilibrio de las armas, y los Acuerdos aceleraron laposibilidad de muchos de ellos. A propósito, recordando a Hobsbwan, nuestro siglo XXI quizás seade los “largos” pues se inició en la última década del XX en que terminó “una época de la historia delmundo” y que en El Salvador tuvo lugar el final del último conflicto de la “guerra fría” y el primerproceso de paz en una nueva fase de la globalización.

La guerra y la paz han sido manifestaciones irrebatibles de que nuestra sociedad, nuestraeconomía, nuestra institucionalidad política, nuestro Estado, nuestra vida social y nuestra culturarequieren de cambios consistentes, profundos, apoyados por todos, para abrir y fortalecer la vidapública y sus instituciones; es decir para construir una república fraterna, equitativa, democrática,incluyente y generosa. Es el llamado de atención que requerimos bases éticas para erradicar laviolencia, garantizar la justicia y hacer vigentes, exigibles, los derechos sociales.

¿Cuánto hemos avanzado en la acción creadora de esta nueva república que, al menos desdehace dos décadas de paz, inició su refundación? ¿Qué debemos reformular, qué debemos acelerar,qué nuevos elementos debemos incluir? ¿Cómo debemos discutir estos aspectos? A continuación sehace un breve recuento de las acciones que llevaron a realizar los Acuerdos de Paz en El Salvador y ainiciar nuevas rutas de búsqueda de cómo refundar la república que todavía se debate entre lo posibley lo deseado.

Situación socioeconómica y política previa a la guerra en El Salvador2

La sociedad y el Estado salvadoreño previos a la guerra, desde inicios del siglo XX, habíanadquirido características excluyentes, autoritarias y represivas. Los derechos humanos, los proyectossociales y la democracia no tenían existencia real y siempre fueron reivindicaciones presentes entodas las protestas populares. En términos generales, la situación socio-económica y política de ElSalvador, entre el 1932 y 1980, podría describirse brevemente como sigue:

Tabla 1. Situación pre-guerra (1932-1980) desde la perspectiva política, socio-económica einternacional

Política Socio-económica InternacionalRégimen político militar autoritario (alianzaentre el sector militar y los gruposoligárquicos) y excluyente de la participaciónpolítica opositora durante 50 años.

Concentración de lariqueza y tierras enélites oligarquizadas

Inserción del conflictocentroamericano en la fase final dela existencia del sistema este-oeste

Colapso de la institucionalidad electoral porsu dependencia militar y fraudes permanentes.Las elecciones servían para crear una imagenlegitimizada del partido oficial, vehículopolítico de la Fuerza Armada

Pobreza generalizada,más aguda en lo ruralcon familias sin tierras

Revolución de los sandinistas(1979) luego del fracaso de losmovimientos armados de Américadel Sur

Derechos humanos y políticos inobservados yviolados

Inequidad distributivade la riqueza e ingreso

Predominancia de la políticanorteamericana en la región

Sistema de Justicia ineficiente y dependientede militares

Salarios mínimosreales reducidos ydeteriorados

Influencia de Cuba y paísessocialistas en los grupos deizquierda fue muy marcada, lomismo que las internacionalessocialdemócratas.

2 La información aquí presentada se encuentra en lo fundamental en dos excelentes y exhaustivos trabajosevaluativos de los Acuerdos de Paz, Córdova Macías, Ramos y Loya Marín (2007) y PNUD (2005). Esteúltimo estudio hace un agradecimiento especial al historiador Knut Walter.

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Cambiar las instituciones, las relaciones entre los grupos sociales que habían permitido estainjusta estructuración social, es decir cambiar cómo se había configurado y mantenía sin alteración larepública (“la cosa pública”), el Estado, las formas de gobierno y manejo de la economía, de las leyes,de cómo se seleccionan y cambian autoridades y funcionarios públicos, de cómo participan losciudadanos, de cómo se reconocen sus derechos, durante ese medio siglo era la exigencia y la fuerzapara establecer mejores normas de convivencia, más equitativas, incluyentes, participativas ydemocráticas. Después de agotar el uso de las difíciles vías electorales de entonces, incluso del usodel golpe de Estado, el de 1979, de las de movilizaciones pacíficas de masas, presiones sindicales ygremiales, la guerra civil se desata en forma inevitable y dura doce largos años (1980-1992).

Hacia los Acuerdos de PazLas iniciativas de paz, nacionales e internacionales, con la guerra tuvieron diferencias de pocos

años en su surgimiento; en realidad el FMLN abrió la vía del diálogo desde el 81. Sólo 4 añosdespués de iniciada la guerra, el gobierno demócrata cristiano aceptó iniciar reuniones para lapacificación del país, abriendo una primera fase de negociación en la cual no hubo resultados firmesde negociación.

El cuadro siguiente permite captar una imagen de conjunto con las dos fases de reuniones quetuvo el proceso a través del cual los Acuerdos de Paz llegaron a ser una realidad:

Tabla 2. Cronología del proceso de negociación de los Acuerdos de Paz de El Salvador(1984- 1992)

DIÁLOGO SIN NEGOCIACIÓN (1984-1989)

1984 1985 1986 1987 1988 1989

La Palma15 oct.

Ayagualo30 nov.

Sesori 19 sep.(Solo

programada)San Salvador

4/5 oct.

México 13/15 sep.Por separado GOES y

FMLN piden mediacióndel Sec. General ONU

GOES/FMLN anuncianinicio diálogo 15 sep.San José, Costa Rica

16/18 oct.

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Tabla 2. Cronología del proceso de negociación de los Acuerdos de Paz de El Salvador(1984- 1992) (continuación)

FASE NEGOCIADORA (1990-1992)

1990 1991 1992

Ginebra 04 abr.Caracas 16/21 may.

Oaxtepec (Méx) 19/25 jun.Costa Rica 20/26 jul.Costa Rica 17/22 ago.Costa Rica 13/18 sep.México DF 28/31 oct.

ONUSAL en San SalvadorMéxico DF 3/5 ene.México DF 1/2 feb.

Costa Rica 19/29 feb.México DF 21 mar.

México DF 04/27 abr.México DF 14/17 may.Caracas 25 may-02 jun.

Querétaro (Méx) 16/22 jun.México 09/11 jul.

Nueva York 16/25 sep.México DF 12/22 oct.México DF 3/13 nov.

S.M.Allende (Méx) 25 nov/11 dic.Acta de Nueva York I 31 dic.

Acta de Nueva York II16 ene.

Firma Acuerdo de Paz(Chapultepec)

México DF16 ene.

i. Fase de inicio de diálogo: 1984 – 1989 (ver tabla 3)

Sin productos concretos. Hubo gran cantidad de reuniones públicas y privadas entre elgobierno y la guerrilla en las que se intercambiaron diversas propuestas que no lograron llevar a unareal negociación. En este período, también surgió una movilización social (gremial/sindical), cercanaal partido oficial demócrata-cristiano, para apoyar la negociación de la paz.

A nivel internacional, aparece el Grupo Contadora (1983), formada por México, Panamá,Colombia y Venezuela, que impulsaron salidas negociadas para Nicaragua y El Salvador. Dos añosdespués, Brasil, Perú, Argentina y Uruguay forman el “Grupo de Apoyo” a Contadora. Muchaactividad internacional, amplios estudios para preparar propuestas que se llevaron a numerosasreuniones entre los gobiernos centroamericanos y los grupos alzados en armas, aunque sin resultadosefectivos. Costa Rica propone el acuerdo Esquipulas II (1987), conteniendo estrategias para eliminarobstáculos a la negociación de los países con conflictos, que logra el apoyo de todos los presidentescentroamericanos.

ii. Fase negociadora: 1990 – 1992 (ver tabla 4)

La segunda fase es prácticamente el fin del conflicto a partir de la aceptación de las partes de laintervención de la ONU en las negociaciones a las cuales se presentaron propuestas muy concretasque, una vez acordadas, contaron con el seguimiento y verificación de las Naciones Unidas.

El primer paso (15.09.1989) de esta fase consistió en el anuncio, en forma conjunta, delgobierno (ARENA estaba conduciéndolo ya en este momento) y del FMLN, del inicio del procesode diálogo para terminar con la guerra, para lo cual se había invitado al Secretario General deNaciones Unidas. Entre diciembre de 1989 y enero de 1990, ambos actores en forma individualhicieron la invitación a Javier Pérez de Cuellar, Secretario General de la ONU. Esta organizaciónnombró como delegado representante del Secretario General en el proceso de negociación a Álvarode Soto.

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En el año 90, la negociación avanzó en la definición de sus objetivos, la agenda de acuerdosprevios a la finalización del conflicto y de la firma de la paz, y la discusión sobre derechos humanos.Como había sucedido en la primera fase de discusiones con el gobierno de Duarte, el tema de laFuerza Armada fue un impasse prolongado.

Tabla 3. Reuniones del primer año (1990) de la fase negociadora (1990-1992)3

País Fecha Acuerdos

Ginebra 04 abril

Primer acuerdo: Terminar el conflicto armado por la vía política al plazo más corto posible; Impulsar la democratización del país; Garantizar el irrestricto respeto de los derechos humanos; y Reunificar a la sociedad salvadoreña

Caracas 16/21 mayo

Elaboración de agenda de acuerdos políticos previos a la firma de la paz y el fin delenfrentamiento armado:1. Fuerza Armada,2. Derechos humanos,3. Revisión sistemas: judicial, sistema electoral4. Reforma constitucional,5. Problema socioeconómico, y6. Verificación por las Naciones Unidas7. Cese al fuego en cuatro meses (sept. 1990, si hay acuerdos sincronizados,

calendarizados y susceptibles de verificación”.

Oaxtepec,

México19/25 junio

Temas abordados: Reducción, reestructuración y depuración FFAA y seguridad La parte gubernamental propuso como requisito indispensable para lograr

cualquier acuerdo la incorporación del FMLN a la vida política, No hubo más acuerdo que a fecha y el lugar de próxima reunión

CostaRica 20/26 julio

No hubo acuerdo sobre la Fuerza Armada pero si Acuerdos sobre derechos humanos:"Acuerdo de San José sobre derechos humanos" Respeto en forma irrestricta leyes y normas internacionales de derechos humanos Verificación de acuerdos por una Misión de Observación de la ONU in situ. En 91

se amplió a ONUSAL Observancia de derechos: vida, integridad y seguridad de las personas, debido

proceso legal, libertad personal, de expresión y asociación. Medidas de erradicación de prácticas violadoras

CostaRica

17/22agosto

El tema de discusión de nuevo, el relativo a la Fuerza Armada: FMLN: incorporó a las demandas de reducción, reestructuración y depuración de

la Fuerza Armada, la exigencia de una desaparición total y gradual de la misma,simultánea a la del aparato militar insurgente

Gobierno y Alfredo Cristiani dispuesto a discutir la reestructuración y ladepuración de la FFAA pero no desaparición de la misma

Sin acuerdos

CostaRica

13/18septiembre

Sin acuerdos: ambas delegaciones con posiciones encontradas Ambas delegaciones aprueban reforma electoral elaborada por Comisión

interpartidaria (a aplicar en elecciones marzo de 1991) Fecha nuevo encuentro: México para el 4 de noviembre.

MéxicoDF

28/31octubre

Impasse en el tema de la Fuerza Armada (octubre 1990) Acuerdo sobre los cambios en los procedimientos y mecánica de las negociaciones

3 La tabla 3 resume las siete reuniones públicas del primer año (1990) de esta segunda fase

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Tabla 4. Reuniones del segundo año (1991) y reuniones finales (1992) de fase negociadora1

País Fecha Acuerdos1991

México DF 3/5 enero Persisten las visiones diferentes sobre la FFAA Acuerdan que Álvaro de Soto presentara propuestas armonizadoras de las posiciones Acuerdan iniciar negociación intensiva el 4 de abril en México, dejando abierta la fecha de su

terminación antes del 23 de abril, para que Asamblea Legislativa pudiera aprobar el paquete de reformasconstitucionales negociadas, antes de terminar su período.

México DF 1/2 febreroCosta Rica 19/29 febreroMéxico DF 21 marzo

México DF 04/27 abril

Temas discutidos: cese al fuego, Fuerza Armada y reformas a la Constitución. "Acuerdo de México sobre Reformas Constitucionales": Álvaro de Soto presentó propuesta que fue

aceptada por las delegaciones pues tenían que ser presentadas a la Asamblea Legislativa saliente para serratificada por la entrante:

o Limitaba poder de la FFAAo Cambios en el sistema electoral y judicial.

México DF 14/17 mayo Sin avances importantes en acuerdos por posiciones duras. Temas centrales: cese al fuego y reforma militar. FMLN condiciona firma cese de hostilidades a ratificación de reformas constitucionales, suspensión de

ayuda militar de EUA y concertación de acuerdos políticos sobre depuración, reestructuración yreducción de la FFAA (no logró incluir desaparición)

Gobierno no aceptó depuración de FFAA y plantea que efectivos Guardia Nacional y la Policía deHacienda formen parte de la nueva policía civil.

Caracas 25 may-02 junio

Querétaro 16/22 junio

México 09/11 julio

Nueva York 16/25 septiembre

Secretario General ONU, Javier Pérez de Cuéllar, se involucrara personalmente en el proceso e invita apresidente Cristiani y a Comandancia General FMLN a reanudar el proceso de negociaciones que perdíaimpulso

Propone creación de una Comisión Nacional para la Evaluación y Consolidación de la Paz (COPAZ)que se crea el 11 de octubre

FMLN accedió a retirar su demanda de fusión de los dos ejércitos, o su integración a la Fuerza Armada.Pedía integración a la PNC

Gobierno acepta discutir esta propuesta Firman "Acuerdo de Nueva York" que contenía:

o Cese al fuego y depuración de la FFAA y composición PNC debían seguirse trabajandoo Establecen parámetros para su tratamiento y resolucióno Establecen COPAZ y líneas para el proceso de depuración, reducción, cambios endoctrina y sistema educativo de la FFAA y temas de PNC y el económico social.

1 La tabla 4 sintetiza los resultados de las diecisiete reuniones negociadoras del segundo año (1991) y las reuniones finales (1992)

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o Gobierno no acepta discutir tema socioeconómico y se establece creación del Foro para laConcertación Económica y Social.

Nuevo documento de "entendidos" (funciones específicas de la COPAZ en temas del sistema educativode la FFAA, ASP y PNC).y una agenda de "negociación comprimida" (modifica agenda de Caracas 90con nuevo temario para resto de negociaciones)

México DF 12/22 octubre Acuerdos sobre FFAA: doctrina, sistema educativo, superación de la impunidad, batallones de

infantería, suspensión del reclutamiento forzoso, reubicación y baja, y verificación internacional. Sobre cese del enfrentamiento no hubo acuerdo aunque se acepta discutir medidas para desescalar

conflicto y violencia. Pendientes: sub-temas de la PNC, reducción de la FFAA y subordinación al poder civil.

México DF 3/13 noviembre

San Miguel Allende 25 noviembre/11diciembre

Sería la última reunión pero presiones por parte del ejército y de grupos de derecha mantuvieronimpasse en temas PNC y FFAA

Acta deNueva York I 31 diciembre Se firma el "Acta de Nueva York I" que establece cese del fuego definitivo del 1 de febrero hasta el 31

de octubre de 19921992

México DF 3/5 enero Discusión de calendario de ejecución de acuerdos y modalidad de reincorporación del FMLN a la vidainstitucional

Acta deNueva York II 13 de enero Gobierno y FMLN alcanzan acuerdos que finalizan negociación sobre temas pendientes y están listos

para firmar el acuerdo de paz. en Chapultepec, el 16 de enero de 1992

CHAPULTEPECMéxico DF 16 de enero

FIRMA DEL ACUERDO DE PAZ ENTRE GOBIERNO DE EL SALVADOR Y FMLNEl Acuerdo de Paz de Chapultepec contempla un período de transición de nueve meses (01.02.1992 –31.10.1992) para: Reducción de la Fuerza Armada y creación de la PNC, Conversión del FMLN en fuerza política FMLN conservaría sus armas en zonas definidas y bajo la supervisión de Naciones Unidas y se

destruirían las armas en presencia y bajo la supervisión de Naciones Unidas (15/30.10.1992)

161

Es indudable, la política fue el espacio que se privilegió en las discusiones de los Acuerdos de Paz,aunque otros temas, como los socioeconómicos y legales estuvieron presentes. La Agenda de la paz fuedefinida desde la perspectiva de una reforma política que posteriormente permitiera la reformulación enotros campos de acción. Otra característica que signó a los acuerdos es la fuerte presencia de la comunidadinternacional, anticipando lo que sería la globalización en la resolución de los actuales problemas.

Es importante enfatizar que las bases de la refundación de la república a partir de los Acuerdos estáligada a procesos y resultados a la institucionalización política en el ámbito de la democratización y quefueron integradas a la Constitución. En forma muy resumida los logros fueron:

i. Exitoso e irreversible proceso de separación de fuerzas enfrentadas y cese al fuego, sinmayores contratiempos ni rupturas;

ii. Desmilitarización del Estado y de las instancias políticas que significaron un cambioinstitucional de la Fuerza Armada: subordinación del poder militar a las autoridades civilesconstitucionalmente elegidas y salida de los militares del sistema político y de la conducciónpolítica del Estado. Otros aspectos importantes fueron:

La reforma doctrinaria y del sistema educativo de la Fuerza Armada; La reducción en el número de efectivos y presupuesto militar; La reorganización de los servicios de inteligencia del Estado y reforma del servicio

militar; La separación de la función e institucionalidad responsable de la defensa nacional y de

la seguridad pública; La disolución de los anteriores cuerpos de seguridad y la creación de una nueva Policía

Nacional Civil y una institución formativa de la misma, la Academia Nacional deSeguridad Pública (ANSP).

iii. La nueva institucionalidad para la democracia electoral como único medio legítimo de accesoal poder del Estado.

La creación del nuevo Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el nuevo Código Electoralcon nuevas reglas básicas que permitieran elecciones libres, limpias y competitivas.

Reconversión de la guerrilla como partido político que amplió el espacio de lacompetencia política;

iv. La creación de condiciones para la vigencia del Estado de Derecho:

Creación de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, Mejoría en el respeto a los derechos humanos en general, y a los derechos civiles y

políticos en particular; Así como múltiples medidas orientadas al fortalecimiento de la autonomía de los

órganos del Estado y la profundización de la reforma judicial. Creación de una institución protectora del consumidor (hoy Defensoría del

Consumidor)

v. Reformas y la creación de nuevas instituciones, que han configurado el nuevo sistema políticode posguerra. Medidas legislativas para garantizar a los ex-combatientes del FMLN el plenoejercicio de sus derechos civiles y políticos, y programas de reincorporación, dentro de un marcode plena legalidad, a la vida civil, política e institucional del país.

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Déficit de los Acuerdos de PazEs importante señalar, que a veinte años de los Acuerdos de Paz, la percepción ciudadana señala, al

menos, cinco desafíos principales que debe enfrentar el país para continuar el proceso efectivo derefundación de la república:

i. En el espacio de la reforma política y la democraciaLos partidos políticos no han realizado transformación interna en sus estructuras legales, formasde operar y gestión política de las mayores cuotas de poder y funciones asignadas, teniendocomo resultado:

Crisis de representación: Desvinculación con ciudadanía y niveles bajos de democracia interna Formas de acción arbitrarias y mayor poder de los dirigentes Tribunal Supremo Electoral limitado por integración partidaria a actuar con equidad y

objetividad institucional.

Tareas inmediatas: Avanzar en la reforma política democrática; La despartidización del TSE; Separación de la función administrativa y jurisdiccional en el organismo electoral; Reorganizar las circunscripciones electorales para mejorar el sistema de representación; Introducción de la pluralidad en los gobiernos locales; Voto residencial y voto en el exterior; Discusión sobre nuevas figuras participativas como el referéndum y el plebiscito Promulgar una LEY DE PARTIDOS que regule formas de operar internas y externas,

cuotas representativas de género en sus cargos, financiamiento estatal y privado.

ii. funcionamiento de la república y del sistema de partidos

Recrudecimiento en la polarización y confrontación política entre los dos principalespartidos

Reduce la capacidad de diálogo y entendimiento entre los dos partidos mayoritarios yadministrar sus diferencias y construir acuerdos

Limitado la capacidad de construir acuerdos entre los distintos partidos, y entre éstos yel Órgano Ejecutivo y Legislativo

Proceso de aprobación de leyes en el Órgano Legislativo con poca discusión y sin laapertura para escuchar a distintos sectores de la sociedad

Las limitaciones propias de los mecanismos y espacios existentes, que no permiten elinvolucramiento de la ciudadanía o de organizaciones de la sociedad civil en la discusiónde las políticas públicas

iii. el abordaje de la temática económico-social

Para profundizar el proceso democrático, es preciso abordar la tensión existente en elposconflicto entre una lógica de inclusión política, acompañada de una lógica deexclusión socio-económica

Esta valoración coexiste con importantes niveles de insatisfacción acerca delfuncionamiento de la democracia

Se alcanzó la paz y se ha avanzado en el proceso de construcción de la democracia en elpaís, pero esto no se ha traducido en mejorías en la situación económica para algunos

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sectores de la población, o al menos no en relación con las expectativas que habríantenido

Una reconcentración del poder económico, es decir un proceso de restricción de losespacios de participación de la riqueza económica

Es necesario que la nueva institucionalidad aborde esta temática y procese las distintasdemandas sociales y económicas de la población, así como la necesidad de impulsarmecanismos de concertación en el área económico-social

iv. Reducir la inseguridad, la delincuencia y la violencia

En el período del posconflicto comienza a desarrollarse una preocupación ciudadanapor la delincuencia y la inseguridad

Se ha privilegiado un enfoque represivo, en detrimento de los aspectos preventivos y dereadaptación

Tensión entre la exigencia de mejorar la seguridad y la necesidad de garantizar losderechos de los ciudadanos

Una mejor coordinación y una labor integrada entre los distintos operadores del sistemade seguridad y justicia, así como el fortalecimiento de la investigación científica deldelito

v. Fortalecimiento del sistema de justicia

Fortalecimiento del Órgano Judicial y de las instituciones que conforman el MinisterioPúblico

Promover reformas a la organización y funcionamiento del Órgano Judicial Como abordar el tema de la relación entre la CSJ y el CNJ

Conclusión:Los déficit tienen diferentes procedencias, por un lado del carácter incompleto de los Acuerdos de

Paz, al no considerar los aspectos socio-económicos y los del ámbito legal que hacen difícil una visión yuna acción más integrada y de conjunto. No obstante, los acuerdos en el campo político permiten visualizarnuevas rutas para la refundación de una república más efectiva. El otro origen proviene de la forma en quefue constituyéndose la institucionalidad para consolidar y dar continuidad a los acuerdos en los que puedennotarse limitaciones de carácter conceptual y de implementación o de poca profundidad para prever lascomplejidades de la acción social y política. Por otra parte, la cultura política anterior deja sentir susrecursos inerciales que en forma imperceptible también impone su relativa continuidad.

Así, la refundación de la república de El Salvador es un proceso abierto con veinte años de haberseiniciado; tiene avances muy significativos en la desmilitarización del Estado y la preeminencia del podercivil, incluso se hace necesario reflexionar cómo evitar que en los sistemas civiles se realicen prácticas queexcluyan la representación ciudadana, y se propicie el elitismo no-democrático. La refundación tiene aún unlargo camino pero hay avances consistentes que prometen, si hay participación ciudadana un mejor futuropara la sociedad salvadoreña.

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Bibliografía - libros importantes:

Córdova Macías, Ricardo, Carlos G. Ramos y Nayelly Loya Marín (2007) “La contribución delproceso de paz a la construcción de la democracia en el salvador (1992-2004)”, en AAVV, Construyendo lademocracia en sociedades posconflicto. Un enfoque comparado entre Guatemala y el Salvador, Otawa, F&G Editores.

El análisis se centra en los aspectos políticos estipulados por los Acuerdos de Paz con el objeto dedemocratizar El Salvador. Presenta los impactos de los Acuerdos en los procesos de representación einstitucionalización del régimen democrático, así como en la desmilitarización y la subordinación dela Fuerza Armada a la autoridad civil legítimamente constituida. Proporciona un panorama generaldel proceso de paz y su aporte a la construcción de la democracia en El Salvador en el período 1992-2004.Analiza el proceso de negociación de paz y las condiciones políticas, económicas y sociales en elmomento de la firma de los Acuerdos y cinco dimensiones de la democracia (Estado de Derecho,democracia representativa, participación y espacio público, preeminencia del poder civil yfortalecimiento de la cultura democrática).

PNUD (2005) El PNUD frente a los desafíos de la paz y el desarrollo: la experiencia de El Salvador 1992-2002.San Salvador, PNUD.

Estudia el éxito del proceso de negociación y cómo confluyeron diversas voluntades, en especial lasrepresentativas de la sociedad salvadoreña que con el apoyo de la comunidad internacional y elcompromiso del Secretario General de las Naciones Unidas, desarrollaron una gran capacidad dediálogo y apertura para superar divergencias y armonizar intereses y demandas radicalmente distintas.Proporciona un seguimiento muy al detalle como los distintos actores dieron cumplimiento a suscompromisos para impulsar la paz y la democracia salvadoreñas. Dificultades y éxitos sonpresentados para reproducir en forma completa los esfuerzos y desempeño de los actores y larealidad de cómo se ha avanzado en la refundación de la república salvadoreña.

PNUD (1997) Ejecución de los Acuerdos de Paz en El Salvador, recalendarizaciones, acuerdos complementarios yotros documentos importantes, San Salvador, Naciones Unidas.

Registra las varias adaptaciones realistas al calendario original de cumplimiento de los compromisosasumidos por las partes del conflicto armado ante las dificultades materiales y políticas que sepresentaron tras el fin de la guerra. Relata cómo se llegó a “puntos de no retorno” aún cuando huboincumplimientos y dificultades de las partes. Contiene varios informes importantes del SecretarioGeneral y del Consejo de Seguridad de las NNUU para comprender las etapas del proceso de paz ylas readaptaciones de las NNUU para colaborar con la pacificación. Recopila en los anexos: actas dediscusiones, acuerdos y evaluaciones y recomendaciones en cada momento.

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LA CONSOLIDACIÓN OLIGÁRQUICA NEOLIBERAL ENEL SALVADOR: UN ACERCAMIENTO HISTÓRICO A LAEVOLUCIÓN DE UNA ESTRUCTURA DE PODER*

CARLOS VELÁSQUEZ CARRILLO**

La historia de El Salvador en la era republicana ha sido caracterizada por abismalesdesigualdades en el engranaje de las relaciones sociales y la estructura del poder. Es notorio el usohistórico del término “las 14 Familias” que fue utilizado para denotar a la oligarquía cafetalera que secimentó en las reformas liberales del último cuarto del siglo diecinueve y que dominó al país por unsiglo (1880-1980). En el ideario popular “las 14 Familias” se resumió en la simple noción de “laOligarquía” e incluso se sigue utilizando hasta el día de hoy para identificar a las contadas familiasque siguen controlando el nuevo poder económico en la era neoliberal. Pero desde el punto de vistaconceptual/analítico, nos podemos preguntar: ¿Cómo ha cambiado la oligarquía en El Salvador?¿Cuáles son las nuevas dinámicas políticas y socioeconómicas que caracterizan la composición ycomportamiento del nuevo grupo de poder?

Durante 20 años (1989-2009), y de la mano del instrumento partidista de la oligarquía, AlianzaRepublicana Nacionalista (ARENA), El Salvador experimentó la implementación de un programaneoliberal basado en la privatización, la desregularización, la dolarización y el libre comercio que almismo tiempo constituyó la piedra angular para la reconstitución de la estructura tradicional depoder donde la oligarquía nacional ha logrado consolidarse. El Salvador cambió aceleradamentedurante ese tiempo, de un sistema agropecuario exportador con tintes semifeudales a una economíabasada en las finanzas y los servicios. Del mismo modo, la antigua oligarquía cafetalera se hatransformado en una clase financiera dentro del marco de esta nueva economía basada en lasfinanzas y los servicios, que además se ha convertido en una clase importadora que utiliza el dólarestadounidense como moneda y sobrevive gracias al consumo que sostienen las remesas que lossalvadoreños en el exterior, principalmente en Estado Unidos, mandan a sus familias periódicamente.

Por lo tanto, la nueva oligarquía ha cambiado sus viejos fundamentos ideológicos que sebasaban en preceptos terratenientes/feudales y retrógrados por el innovador y “modernizante”mundo de la doctrina neoliberal, pero el resultado macro social de este quiebre ideológico harepresentado simultáneamente un continuismo del privilegio y la desigualdad en El Salvador, y dehecho la estructura de poder se ha consolidado e incluso se ha agudizado. El siguiente artículointentará facilitar un análisis crítico de esta problemática salvadoreña dentro del marco de los desafíosque se han venido fraguando en el periodo de la posguerra y que condicionan la evolución política ysocioeconómica del país: el fin del modelo agroexportador, el neoliberalismo y la consolidaciónoligárquica dentro de la dinámica del capitalismo transnacional. Como objetivo principal, el artículobuscará presentar una reseña histórica/analítica de la evolución del poder oligárquico en El Salvador,manteniendo como eje central del análisis las formas de mantenimiento y reconfiguración del aparatode dominio de clase que ha caracterizado al país desde la segunda mitad del siglo XIX.

La primera sección abordará un análisis histórico de la conformación de la oligarquía cafetaleraentre los años 1880 y 1932, mientras que en la segunda sección examinaremos la alianza histórica

* El presente trabajo se deriva de la Tesis Doctoral del autor, titulada "La Persistencia del Poder Oligárquicoen El Salvador: La Transformación Neoliberal y la Consolidación de la Desigualdad y el Privilegio en elPeríodo de la Post-Guerra", defendida en mayo de 2012 en la Universidad de York, Toronto, Canadá.** Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de York, Toronto, Canadá. Investigador Asociado delCentro para la Investigación de América Latina y el Caribe (CERLAC), Universidad de York, e InvestigadorAsociado de FLACSO-El Salvador. Contacto: [email protected]

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entre la oligarquía cafetalera y los militares que se pactó para mantener el sistema a flote hasta 1979.La tercera sección presentará un recuento del giro neoliberal que catapultó a una nueva oligarquíadentro del marco de una economía terciaria, importadora y orientada al consumo improductivo, acosta de las mayorías que continúan marginadas y sumidas en enormes desigualdadessocioeconómicas. Finalmente, la cuarta sección buscará presentar un análisis de la creciente identidadtransnacional de la nueva oligarquía salvadoreña, tanto para dejar constancia de su nuevo caráctercomo de su vertiginoso poderío.

Caracterización Histórica de la Oligarquía CafetaleraEl fundamento económico de la oligarquía cafetalera se cimentó durante las reformas liberales

a finales del siglo diecinueve, cuando el régimen de Rafael Zaldívar eliminó por decreto todas lastierras comunales y los ejidos indígenas para abrir paso a la privatización de la tierra y facilitar laexpansión del incipiente sector cafetalero (Colindres 1977; Lindo 1980 & 1990; Menjívar 1980). Enfebrero de 1881 se aprobó la “Ley de Extinción de Comunidades” la cual afectó a más del 15% de latierra productiva del país y ordenaba a los administradores de las tierras comunales campesinas adividir sus propiedades de forma individual ó a vender las tierras a personas que estuvierandispuestas a comprarlas (Menjívar, 1980: 100-101). Esta ley dejaba al descubierto la nuevaorientación en el régimen de tenencia de la tierra:

(…) la indivisión de los terrenos poseídos por comunidadesimpide el desarrollo de la agricultura, entorpece la circulaciónde la riqueza y debilita los lazos de la familia y laindependencia del individuo... que tal estado debe cesarcuanto antes como contrario a los principios económicos,políticos y sociales que la República ha aceptado. (Geoffroy Rivas, 1973: 438)

Un año más tarde se aprobó la “Ley de Extinción de Ejidos”, que de igual forma descalificó lastierra comunales “por cuanto anulan los beneficios de la propiedad en la mayor y más importanteparte de los terrenos de la República” (Ibíd.). La visión de Zaldívar se basaba en la construcción deun país agroexportador que desechaba todas las formas arcaicas de producción y tenencia de la tierraen favor del dinamismo de la exportación del café que no sólo diversificaría el economía nacionalsino que también proporcionaría una mayor fuente de ingresos para financiar la eventual expansióndel aparato estatal. Asimismo, y para asegurar la mano de obra en las nuevas plantaciones de café,Zaldívar introdujo leyes que prohibían “vagancia y trabajo migratorio” y asignaban “jueces agrarios”para controlar la disponibilidad de jornaleros, mientras se autorizaba la expulsión de “intrusos” entodas las nuevas tierras privadas por parte de la recién formadas patrullas policiales comunales(Gordon 1989: 21). El aparato represivo se reforzó progresivamente con la introducción de la PolicíaRural en 1889, asignada primordialmente a las tierras cafetaleras.

Es importante señalar que el crecimiento de los cuerpos represivos obedeció a la modalidad deprivatización de la tierra. A medida que las tierras comunales y los ejidos perdieron apoyo estatal, laclase dominante, consolidada en el periodo republicano y vinculada con el régimen de Zaldívar, seconvirtió en el gran beneficiario de la reforma liberal. Aprovechando la ambigüedad de las leyes y lasbrechas legales que éstas permitían, la clase dominante se sirvió de prácticas corruptas, tales como lacontratación de abogados inescrupulosos y el soborno de administradores locales, para apropiarse delas mejores tierras del país. A esto se añadió la eventual expulsión forzada de indígenas y campesinospara “limpiar” las tierras y agilizar la explotación cafetalera (Geoffrey Rivas, 1973: 439). Es aquídonde los cuerpos represivos encontraron su mayor punto de acción: despojando las tierras de formailegal y violenta y conteniendo las rebeliones campesinas que se levantaron para combatir los abusos,como sucedió en 1882, 1885 y 1889 (Menjivar 1980: 89; Trujillo 1981).

Este proceso de despojo no solamente permitió la base de acumulación originaria parafundamentar el nuevo modelo agroexportador y la base material para establecer la nueva oligarquía

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cafetalera, sino que también representó el hito en la formación de un régimen socioeconómicofundamentalmente injusto y caracterizado por enormes desigualdades que se reprodujo de formapermanente por casi un siglo. Según Flores Macal, para 1886 unas cuantas familias, por ejemploAlfaro, Palomo, Dueñas, Regalado, Escalón y Meléndez, se habían apoderado de 40% del territorionacional para expandir el sector agroexportador, la mayoría antiguas tierras ejidales y comunales(Flores Macal, 1983: 60). La nueva Constitución de 1886 promulgó oficialmente la privatización de latierra y el modelo agroexportador como la estrategia nacional hacia el desarrollo, mientras que laemergente oligarquía cafetalera se convertía en la nueva clase dominante que controlaría las riendasdel modelo agroexportador y todos los demás sectores económicos del país. Del mismo modo, estaclase también se constituiría como una élite gobernante ya que miembros de este grupo ocuparon lasilla presidencial hasta la tercera década del siglo veinte (Mariscal, 1979: 143).

Este proceso de acumulación originaria concluyó en el logro de tres objetivos fundamentalespara la consolidación de la nueva oligarquía cafetalera: permitió el despojo de tierras y laliberalización de la mano de obra para sostener al industria del café; propició la inserción de ElSalvador dentro de los circuitos del mercado internacional como mono-exportador de café; y eliminóla tradición de gestión de tierras por parte de los gobiernos municipales al centralizar esta gestión enmanos del gobierno nacional, lo que a su vez facilitó la transferencia de tierras a los interesesoligárquicos que controlaban el Estado nacional. Para finales del siglo diecinueve, la exportación decafé se había convertido en la espina dorsal de la economía nacional, ya que representaba 76% de lasexportaciones (esta cifra llegaría a 95% en 1931) y recaudaba más del 80% de las rentas del Estado(Geoffrey Rivas, 1973: 439). Del mismo modo, la industria del café se convertiría en el negocioexclusivo de unas cuantas familias oligárquicas que se mantendría hasta 1979, un grupo que sedenominó “las 14 familias” ya que los más poderosos constituían ese número aunque en realidad eraun grupo más numeroso (Colindres 1977; Albiac 1999; Paniagua 2002). En el cuadro 1 se especificanlas principales familias que controlaron este rubro hasta mediados de la década de los setenta, unaproducción que representaba más de dos tercios de la producción nacional cafetalera y que se llevabaa cabo en la mejor tierra de occidente del país.

Tabla 1. Principales Familias en la Producción de Café, 1974 (en miles de quintales)Familia(s) Producción

1 Regalado Dueñas y MathiesRegalado 85

2 Guirola 723 Llach y Schonenberg 504 Hill y Llach Hill 49.55 Dueñas 45.56 Álvarez Lemus 427 Meza Ayau 418 Sol Millet y Escalante 36.59 Daglio 38.510 Otros Álvarez 3311 Salaverría 3212 Deininger 22

Familia(s) Producción

13 Alfaro (Castillo – Liévano -Vilanova) 22

14 Dalton 2215 Lima 2016 García Prieto-Miguel Salaverría 2017 Ávila Meardi - Meardi Palomo 1918 Liebes 1819 Battle 1820 Álvarez Drews 1621 Quiñonez 14.522 H. De Sola 13.523 Kriete 1324 Cristiani Burkard 12.525 Eduardo Salaverría 12

Fuente: Colindres, 1976: 471

¿Cómo podemos caracterizar a este grupo dominante? Edelberto Torres Rivas argumenta queel concepto de lo “oligárquico” debe ser concebido como una “categoría descriptiva” que hacereferencia a una forma particular de ejercer dominio político y económico dentro del marco de las

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relaciones y conflictos históricos entre las clases (Torres Rivas, 2007: 214). Asimismo, lo“oligárquico” se refiere a:

(…) la conducción política que corresponde al periodo de formación del Estado nacional,momento que corresponde al largo trecho histórico de consolidación de la economíacomercial para la exportación, es decir, cuando se establecen de forma estable, orgánica,los lazos con el mercado mundial y, al mismo tiempo, cuando internamente lasinstituciones del orden colonial quedan redefinidas o superadas en un proyecto deintegración y modernización capitalista. (Ibíd.: 214-215).

Esta caracterización del poder oligárquico se plasmó en El Salvador durante las reformasliberales y la privatización de la tierra ejidal y comunal, de donde emerge una nueva clase política-económica que se integra a los mercados internacionales mediante la exportación de café y terminapor dominar el Estado nacional y la economía en su conjunto. Torres Rivas continúa “[en el poderoligárquico] la élite es capaz de hacerse de tierra y capital para sembrar, procesar o comerciar café, seconvierte en una fuerza social dominante, violenta en sus métodos. Sus intereses son interesesmayores hasta alcanzar dimensión nacional, y por ellos el poder político se pone directamente a suservicio” (Ibíd.: 215). Es decir, en virtud del poderío económico acumulado por la oligarquía, elEstado pasa a subordinarse ante las necesidades e intereses multidimensionales de la claseoligárquica.

Finalmente, Torres Rivas añade:en la constitución de esta dominación política se va conformando una relaciónprofundamente desigual y autoritaria entre un pequeño grupo de propietariosterratenientes/comerciantes y una masa de campesinos o peones agrícolas (…) lasubordinación política -paralela a la sobreexplotación económica- se apoya en una extensay profunda estructura de privilegios sociales reales, con la base que otorga la propiedad dela tierra, o la tradición que acompaña el color de la piel o el apellido, la herencia de laposición social, el origen familiar (…) (Ibíd.).

En este sentido, el poder oligárquico encapsula tres aspectos que inciden en la estructura depoder en formación: el poder político y económico paralelos, el Estado como aparato subordinado alos intereses de clase dentro del marco del desarrollo capitalista y su conexión con el mercadomundial, y la consolidación de enormes desigualdades de clase claramente demarcadas. Si tomamosen cuenta estas características de lo “oligárquico” como punto de referencia para conceptualizar laclase cafetalera que emergió en El Salvador después de las reformas liberales de finales del siglodiecinueve, podemos resaltar los siguientes rasgos como constituyentes de este grupo oligárquico:

i. Una clase política conformada por un limitado grupo de individuospertenecientes a pocas familias que ostentan reconocimiento histórico y cuyoprestigio yace en su origen, raza, posición social dentro de la colonia, apellido, oalguna combinación de éstos

ii. Una clase económica que está fundamentalmente ligada al campo y a laindustria agroexportadora, cuyo domino sobre la espina dorsal de la producciónnacional le permite invariablemente controlar todos los demás sectoreseconómicos que se derivan del sector primario (como la industria, el comercio, lasfinanzas y los servicios, entre otros). Es decir, el grupo oligárquico controla en sutotalidad el sistema económico del país y todos los sectores que lo conforman.

iii. El Estado nacional funciona como un instrumento patrimonialista al serviciode la clase oligárquica, el cual a su vez es dirigido directamente por la oligarquía.

iv. El sistema socioeconómico que sustenta y reproduce al núcleo del poderoligárquico es fundamentalmente desigual y explotador, la riqueza está

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concentrada en muy pocas manos, las grandes mayorías son marginadas yexplotadas al servicio del sector agroexportador, y las posibilidades deredistribución de la renta o movilidad social son esencialmente nulas.

v. La modalidad de ejercer el poder está basada en la imposición, la violencia y larepresión, no existiendo una mediación institucional constituida que negocie yreconozca derechos democráticos para la población en general.

vi. Subordinación a la influencia de los poderes imperialistas y hegemónicos.

Esta conceptualización de la oligarquía cafetalera salvadoreña evolucionó a través de los añosde acuerdo con los cambios políticos y socioeconómicos provocados tanto por factores internoscomo externos, siendo el protagonismo adquirido por los militares desde 1932 y los intentos de darel salto a la industrialización, las variantes más notales antes de 1979. Pero la esencia del poderoligárquico se mantuvo virtualmente intacta hasta 1979, cuando la crisis interna del sistemaoligárquico, complementada por la disensión dentro del aparato militar y la organización popular deizquierda, provocó una crisis de poder y el fin del modelo oligárquico agro-exportador que estuvovigente por un siglo.

La alianza oligárquico-militar y los desafíos del modeloEn este contexto es importante analizar los cambios en la correlación de fuerzas que provocó

la Gran Depresión mundial de principios de los años treinta. La desigualdad, explotación y pobrezaque resultaron de las reformas liberales y la expansión del modelo agroexportador se agudizaron conla caída vertiginosa de los precios del café durante la crisis mundial, lo que a su vez llevó a unaumento importante en la actividad y movilización política de las clases explotadas. En enero de1932, y con el incipiente Partido Comunista como uno de sus fuerzas dinamizadoras, los campesinosy trabajadores en las zonas cafetaleras del país se levantaron en armas contra el modelo oligárquico,un evento histórico que puso en jaque momentáneamente al poder oligárquico (Anderson 1971,Marroquín 1977; Cerdas Cruz 1986; Guido Véjar 1988; Dalton 2000).

Como medida de emergencia, la oligarquía recurrió al ejército para restablecer el orden ysofocar la insurrección a fuerza de cañón y salvar un statu quo que parecía moribundo. Laintervención militar cerró “con broche de oro” su nuevo protagonismo al masacrar a 30.000campesinos, en su mayoría indígenas, y así inaugurar la dictadura militar que gobernaría el país pormás de 60 años (Anderson 1971; Dalton 2000). Con la masacre también se inició la alianzaestratégica oligárquico-militar mediante la cual la oligarquía cafetalera preservaría su status comoclase económica dominante pero ahora protegida por las armas de los militares que a su vez pasaríana ocupar su puesto como clase gobernante (Guido Béjar 1988). En este sentido, es importantedestacar que durante este proceso de reacomodo en la estructura de poder y de recuperación delpoder oligárquico ante el desafío de las masas, la ideología de la oligarquía cafetalera se mantuvo casiintacta a través del siglo veinte, y ésta ideología bloqueó todo esfuerzo por levantar iniciativas dedesarrollo endógeno que diversificaran la base productiva del país y engendraran una distribuciónmás balanceada de la renta nacional. Los intentos por industrializar el país dentro del marco de unmodelo de sustitución de importaciones quedaron truncos por una negligencia intencionada. Hastafinales de los años setenta, el sector oligárquico agro-exportador todavía constituía la espina dorsal dela economía salvadoreña y su mayor fuente de divisas y excedente económico (Dada Hirezi 1978;Sevilla 1983).

La alianza estratégica entre la oligarquía y los militares comenzó a manifestar deficienciasfuncionales para la década de los setenta, alimentada por factores estructurales. Una fue la crisis delos precios del café durante esa década, lo que a su vez llevó a una intensificación en los niveles deexplotación, pobreza y desigualdad. Igualmente, el crecimiento de las fuerzas de izquierda y lasorganizaciones de masas propició un movimiento popular con un carácter progresivamente dinámico

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y convocador que comenzó a desafiar de forma abierta al régimen dictatorial militar, el cual habíaperpetuado su poder mediante elecciones fraudulentas en 1972 y 1977. Esta movilización evolucionóeventualmente hacia una orientación político-militar con la conformación de grupos de guerrillaurbana que chocaban de forma ascendente con las fuerzas de seguridad del Estado. Finalmente, otrofactor que influyó en una creciente inestabilidad fue el paulatino protagonismo de fuerzasparamilitares de ultra-derecha, los llamados escuadrones de la muerte, patrocinados por la oligarquíapara enfrentar de forma clandestina y violenta la organización popular (North 1985; Montgomery1995).

La inestabilidad política generalizada desembocó en el golpe de Estado de octubre de 1979,liderado por la “juventud militar” y el ala más progresista de los militares conformada por los rangosbajos y medianos. El golpe de Estado se cristalizó en la creación de una Junta Cívico-Militar queprometió la introducción de reformas económicas y políticas que llevaran al país a la construcción deun sistema de corte liberal y con más equidad en la distribución de riqueza. Este intento apresuradode reformas también fue el último intento para evitar la inminente guerra civil que se avecinaba(North 1985; Menjívar Larín 2006). Aunque la Junta no pudo desmantelar el modelo oligárquico, lasreformas que introdujo tuvieron un impacto importante en el núcleo de poder económico de laoligarquía cafetalera. La Junta inició un proceso de reforma agraria que se llevaría a cabo en tres fasesy tendría como objetivo central la eliminación del latifundio, mientras que a su vez introdujo lanacionalización de la banca y del comercio exterior, este último considerado la fuente principal de lariqueza de la oligarquía ya que la actividad más lucrativa de la agro-exportación es sucomercialización en los mercados internacionales (Menjivar Larín 2006). Mientras la Junta, debilitadapor divisiones internas y por la esperada ofensiva política por parte de la oligarquía, cedía el paso aun reacomodo de poder que se asemejaba al statu quo que precedió al golpe, y con la guerra civil yaen curso, los demócratas cristianos (DC) ocupaban el protagonismo político con la ayuda de laadministración Reagan y su plan de contrainsurgencia. Los DC eran enemigos históricos de laoligarquía y apoyaron el desarrollo de los tres paquetes de reformas que la Junta introdujo, mientrasque el gobierno de Reagan elegía a los DC y su reformismo de centro para librar la guerra contra elsocialismo revolucionario representado por la guerra popular en manos de la izquierda militante yavanzada por el ejército guerrillero del FMLN (Lungo 1990).

Entonces, podemos afirmar que el histórico poderío político-económico de la oligarquíacafetalera fue desarticulado durante la década de los ochenta por la combinación de tres factores: elala progresista del militarismo que engendró los proyectos de reformas que dislocaron el podereconómico de la oligarquía; los DC que apoyaron las reformas y recibieron el visto bueno de laadministración Reagan dentro del marco de la guerra civil; y el proyecto revolucionario anti-oligárquico avanzado por el FMLN mediante la lucha armada y en aras de tomar el control delEstado. Esto no significó necesariamente que la oligarquía desapareció del radar del poder nacional,sino que el poder casi absoluto se desarticuló y requirió de una reconfiguración estratégica pararecuperarlo. Es más, la reforma agraria no se implementó en su totalidad, y aunque alrededor de 20%de la tierra fue redistribuida a cooperativas campesinas, la etapa que supuestamente iba a eliminar loslatifundios nunca se llevó a cabo (Zamora, 1998: 54). De igual forma, la banca nacionalizada siguiófavoreciendo al sector oligárquico en cuanto a crédito e inversión, mientras que la comercializacióndel café y otros productos en manos del Estado sufrió del boicot sistemático por parte de laoligarquía, lo que provocó un sesgo en la producción y una guerra al fin contra las agencias estatales acargo del comercio exterior (Zamora, 1998: 59-65; Gaspar Tapia, 1989: 19-27). Es decir, la oligarquíacafetalera sufrió una serie de golpes fuertes que la hicieron tambalear, pero no lograron hacerla caerdel todo. Eventualmente, la tabla de salvación la proporcionó la doctrina neoliberal, que para finalesde la guerra en El Salvador se había convertido en la ideología hegemónica mundial capitaneadadesde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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El Giro Estratégico: ARENA y el Ajuste Estructural NeoliberalCon el triunfo de ARENA en 1989, que convirtió en Presidente al oligarca cafetalero Alfredo

Cristiani, las puertas se abrieron para que El Salvador experimentara con el modelo anunciado desdeWashington como la nueva base de la economía mundial. Y es precisamente aquí cuando se lleva acabo el quiebre histórico en la ideología constitutiva y funcional de la oligarquía salvadoreña: se da elsalto de la mentalidad agraria tradicional a la “modernidad” de un modo de producción sustentadoen el sector financiero e importador vinculado a los circuitos transnacionales de capital y de servicios.De oligarquía retrógrada se pasa a una supuesta burguesía “despercudida” concentrada en losservicios y en las importaciones; del café y el siervo semi-feudal, se pasa al centro comercial y altrabajador asalariado flexible (Segovia, 2002: 53-91).

Invariablemente, el giro en la economía política que facilitó la consolidación oligárquica en ElSalvador no se puede concebir sin tomar en cuenta el nuevo patrón ideológico mundial que emergióde los planteamientos del Consenso de Washington y el “Nuevo Orden Mundial” concebidos aprincipios de los años noventa. La caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviéticadieron la pauta para el inicio de una nueva ofensiva del aparato capitalista mundial para asegurarse unentorno económico/político a nivel global que propiciase la acumulación de capital y lamultiplicación de las plusvalías. La supremacía del individualismo sobre lo colectivo, la reducción dela intervención y regulación estatales en la economía, y la preponderancia del mercado como la fuerzaproductiva y distribuidora fueron los preceptos fundamentales del giro neoliberal mundial, primeroimplementados por Pinochet en Chile, Reagan en los EEUU y Thatcher en el Reino Unido y luegodiseminados por el mundo a través de los Programas de Ajuste Estructural (PAE) y los Programas deEstabilización Económica (PEE) patrocinados por el Banco Mundial y el FMI.

En El Salvador, el giro neoliberal se comenzó a gestar en 1983, cuando intereses oligárquicos,amparados por la USAID, fundaron la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico ySocial (FUSADES). Este think-tank se dio a la tarea de empezar a articular los preceptos neoliberalespara su eventual implementación en El Salvador, y en 1985 publicó un documento titulado “LaNecesidad de un Nuevo Modelo Económico para El Salvador” (Gaspar Tapia, 1989: 55-58;Vaquerano, 2005: 209). Aquí se establecían las directivas de un modelo basado en la ampliación dellibre mercado y la iniciativa privada, mientras que se abogaba por un Estado limitado y atacaba laspolíticas económicas de los DC que habían continuado con la mayoría de las reformas económicasimplementadas por la Junta a principios de los años ochenta. Fue mediante este pronunciamientoque una fracción de la oligarquía salvadoreña oficialmente declaró su giro hacia el neoliberalismocomo la estrategia a seguir para restablecer su dominio clasista y recuperar su poderío económico.

En este contexto, y después de más de diez años de lucha armada y 75.000 muertos, el FMLNy el gobierno de Cristiani firmaron en enero de 1992 los Acuerdos de Paz que pusieron fin alconflicto y abrieron un nuevo capítulo en la historia del país. En esencia, los Acuerdos de Pazterminaron siendo pactos netamente políticos e institucionales que dejaron intacto el sistemasocioeconómico del país, que paradójicamente había sido una de las causas de raíz de la guerra civil(Editorial ECA, 2002: 179-182). Los Acuerdos de Paz pactaron la eliminación del aparato represivodel Estado, introdujeron cambios en el sistema judicial y el sistema electoral, reconocieronoficialmente los derechos humanos, y permitieron la transición del FMLN hacia un partido políticolegal. Pero al mismo tiempo, los Acuerdos no abordaron el sistema desigual de tenencia de la tierra,la concentración de la riqueza que aún se concentraba en pocas manos, los altos índices de pobreza yexclusión social, y dejaron intacto el programa de ajuste neoliberal que estaba en marcha desde queCristiani había llegado al poder en 1989 (CIDAI, 2002: 212-4, 222-5).

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Cuadro 2. Cambios en el empleo rural agropecuario y no agropecuario (1980 y 2004)(en porcentajes)

Empleo 1980 2004Industria 13% 12%Construcción 5% 4%Comercio 11% 21%Servicios 6% 10%Otros 4% 10%Agropecuario 61% 43%

Fuente: PNUD 2005

Cuadro 3. Cambios en las fuentes de divisas (1978 y 2004)Fuentes de divisas 1978 2004Agro exportaciones tradicionales 81% 5%Remesas 8% 70%Maquila 3% 12%No tradicionales fuera de C.A. 8% 13%

Fuente: PNUD, 2005

Efectivamente, el giro neoliberal que la nueva oligarquía había concebido como su instrumentode reconfiguración de poder no tendría mayores obstáculos que superar. La primera grantransformación neoliberal del período de Cristiani fue la reprivatización de la banca, la cual beneficióa un pequeño grupo y cimentó el nuevo poderío financiero que hoy vemos consolidado. Con laaprobación de la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento de Bancos Comerciales y Asociaciones deAhorro y Préstamo (Noviembre 1990), el Estado salvadoreño asumió la responsabilidad de sanear lacartera morosa de los bancos nacionales mediante la transferencia de cartera de alto riesgo, unproceso que al finalizar le costó al fisco salvadoreño alrededor de 3500 millones de colones,aproximadamente US$700 millones (Arias, 2008: 90; Segovia & Sorto, 1992: 8). La ley creó el Fondode Saneamiento y Fortalecimiento Financiero (FOSAFFI), cuyo objetivo central era el de asegurarque la cartera de los bancos estuviese solvente a fin de atraer la compra de acciones por parte deagentes privados (no se permitía la compra de acciones por parte de entes públicos), así como deproporcionar financiamiento para la adquisición privada de estas acciones, o sea, financiar a aquellosinteresados en comprar acciones (Segovia & Sorto, 1992: 5-6). El 29 de noviembre de 1990 seaprueba la Ley de Privatización de las Instituciones Financieras Nacionalizadas, y así se abre un ciclode compra acelerada por parte de manos privadas de las acciones “saneadas” con capital público.

A pesar de que las leyes de saneamiento y privatización contenían clausulas para impedir laconcentración en la adquisición de acciones (como porcentajes límites y segmentos exclusivos parapequeños inversionistas), la mayor parte de la cartera bancaria terminó en pocas manos. Un métodoutilizado por los oligarcas fue el de pago de testaferros o “prestanombres” que compraban accionescon nombre propio pero que en realidad eran de otro (o que recibían acciones por medio depoderes), y así evadir los límites legales establecidos por la ley (Moreno 2009). La falta de trasparenciallevó a que aliados de los oligarcas terminaran como directores de las instituciones o consiguiendomayorías en las asambleas generales de accionistas donde los límites terminaron siendo burlados osimplemente ignorados. Para mediados de los años noventa, el proceso de privatización de la bancahabía confluido en la creación de un oligopolio financiero controlado por familias de apellidosoligarcas con credenciales históricas y otros que habían ascendido durante el proceso mismo (vercuadro 3). Indudablemente, la reprivatización de la banca sirvió como un instrumento fundamentalpara catapultar el poder financiero de la nueva oligarquía salvadoreña, la cual ya no cimentaría su

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poder en el control de las industrias de agro-exportación (café, azúcar y algodón) ni en la protecciónhistóricamente proporcionada por los militares, sino en la acumulación vertiginosa de capital y deinversiones que eventualmente llevó a la economía salvadoreña a convertirse en un rígido oligopoliocontrolado por un puñado de empresas financieras. Este oligopolio financiero llegó a acaparar másdel 90% de la cartera bancaria salvadoreña, y posteriormente el control de los bancos sirvió comobase financiera para expandir los negocios de estas familias a las ramas del comercio, bienes y raíces,pensiones, aseguradoras, servicios y turismo (Equipo Maíz 2004).

Cuadro 4. Bancos Privados y Familias Propietarias (2004)Banco Familia(s)

1 Banco Cuscatlán Cristiani, Llach, Bahaia, De Sola

2 Banco Agrícola Baldochi, Dueñas, Kriete Ávila, Palomo Déneke,Araujo Eserski

3 Banco de Comercio Belismelis, Catani Papini, Álvarez, Freund, Sol,Escalante Sol, Palomo

4 Banco Salvadoreño Simán Jacir, Salume, Simán Siri, Zablah Touche

5 Banco de América Centraly Credomatic

Murray Meza, Meza Ayau, Sol Meza, Meza Hill,Palomo, Quiñonez Meza, Álvarez Meza

6 Scotiabank y Ahorromet Poma, Salaverría, Quirós, Llach Hill, Hill, MezaHill, Hill Valiente

Fuente: Equipo Maíz, 2006

Cuando el capital transnacional le echó el ojo a los bancos salvadoreños, y tomando en cuentala eliminación de los límites a las adquisiciones de acciones por agentes extranjeros que vino con laratificación del tratado de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA) en el 2004, la nuevaoligarquía salvadoreña no tuvo otro remedio que vender los bancos con una ganancia estupenda:US$4 mil millones de dólares (Arias 2008: 96-97). A esta venta hay que destacarla como una de lasgrandes estafas perpetradas contra el pueblo salvadoreño en los últimos años, ya que a pesar que losbancos nacionales fueron saneados con dinero público, la venta billonaria al capital transnacional nodejó un centavo en el fisco salvadoreño, por un lado porque la mayoría de los activos estabanregistrados fuera del país, y por otro porque la evasión tributaria por parte de los oligarcas fue pandiario durante la gestión de ARENA (Ibíd.: 112).

La nueva política crediticia de los bancos privados, que castigaba al agro y alentaba losservicios, junto a las políticas de liberalización de precios dieron la pauta para la reversión paulatinade la reforma agraria de los años ochenta, ya que muchas cooperativas entraron en mora por la faltade apoyo estatal y la baja en competitividad, y de esta forma muchas tierras volvieron a sus dueñoshistóricos (CONFRAS 2008). Del mismo modo, la comercialización del café y del azúcar volvió amanos de sus antiguos dueños oligárquicos (Rivera Campos, 2000: 70). La importación del petróleotambién se privatizó, mientras que una liberalización general de precios eliminó los subsidios y otrasformas de apoyo estatal para la producción y consumo de productos de la canasta básica. Cuando elsegundo gobierno de ARENA, liderado por Armando Calderón Sol, privatizó el sistema depensiones e introdujo las AFP (Administradoras de Fondos de Pensión) los beneficiados fueron losgrandes banqueros privados ligados a ARENA quienes terminaron integrando las AFP a susprósperos circuitos financieros (Equipo Maíz 2005).

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Cuadro 5. Medidas neoliberales durante los gobiernos de ARENA (1989-2004)Período Presidente Medidas

1989-1994 Alfredo Cristiani

- Privatización del Comercio exterior para el café y azúcar- Privatización del sector bancario- Privatización del Hotel Presidente- Privatización de las importaciones de petróleo- Liberalización de los precios de la canasta básica yeliminación de los subsidios al sector agropecuario- Cierre del Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA),ente que vendía los granos básicos a precios subsidiados- Cierre del Instituto de Vivienda Urbana (IVU), que estaba acargo de la construcción de vivienda pública- Reducción del impuesto sobre la renta y los aranceles, yeliminación del impuesto sobre el patrimonio- Introducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA)- Liberalización del tipo de cambio y la tasa de interés

1994-1999

ArmandoCalderón Sol

- Privatización del sistema de pensiones- Privatización del sistema de distribución eléctrica- Privatización de las telecomunicaciones- Privatización de los ingenios azucareros- Privatización del sistema de placas y licencias viales- Aumento del IVA de un 10% a un 13%

1999-2004 Francisco Flores

- Dolarización de la Economía- Privatización de algunos servicios médicos del sector público- Privatización del aeropuerto y puertos- Firma de tratados de libre comercio con México, Chile,República Dominicana y Panamá

2004-2009 Antonio Saca - Firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos

(CAFTA)Fuentes: (Equipo Maíz, 2004: 18-25; Moreno, 2004: 21)

Asimismo, la reforma tributaria impulsada por ARENA tuvo claros ganadores y perdedores.Para empezar, Cristiani eliminó el impuesto al patrimonio (pagado por los dueños de grandespropiedades), redujo a la mitad el impuesto sobre la renta (lo cual benefició a los que ganaban más) ycomprimió gradualmente los aranceles (lo que facilitó el negocio de la importación al que muchosempresarios ya le habían apostado). Los huecos fiscales que esta reforma tributaria acarreó fuerontapados con el IVA, el impuesto más regresivo que se puede concebir, sobre todo cuando ni losgranos básicos ni las medicinas se salvan de él. El economista César Villalona lo describe de formasimple pero contundente: “El sistema tributario de El Salvador es como un Robin Hood al revés: lequita a los pobres para darle a los ricos” (Equipo Maíz, 2003: 25).

La dolarización de la economía en el 2001 significó un paso coherente con la naturaleza de lanueva orientación económica propiciada por ARENA. Al eliminar al colón, la moneda nacional, nosolamente se le dio el tiro de gracia a la moribunda industria exportadora, si no que también se vino abeneficiar a los conglomerados bancarios y los grandes importadores ya que el riesgo de un colóndevaluado, un impedimento para las compras en el exterior y un peligro para las deudas externas quelos bancos habían contraído en dólares, fue cortado de tajo. La dolarización es generalmenteconsiderada como una medida de último recurso para solucionar problemas de cambio y/ohiperinflación, pero en El Salvador, que no tenía problemas inflacionarios o cambiarios, esta medidase adoptó para acomodar el sistema monetario a las demandas de los intereses financieros de losgrandes bancos (Villalona 2001; Lazo 2004).

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Finalmente, los tratados de libre comercio (TLC) facilitan aún más la industria importadora yhan terminado de rematar a las exportaciones y al sector agropecuario. Sucesivos gobiernos deARENA firmaron TLC con México, Chile, República Dominicana, Panamá y Estados Unidos, y loque se ha logrado es el aumento paulatino de las importaciones mientras las exportaciones seestancan (Equipo Maíz 2008). En el 2008, y de acuerdo al Banco Central de Reserva, el déficitcomercial fue de más de 5 mil millones de dólares, el nivel más alto registrado en la historia del país.Las remesas ya no podrán llenar ese vacío, y al no tener un sector exportador que genere divisas, elcamino hacia un continuo endeudamiento parece ser la única opción viable a corto plazo (peronefasta en el largo plazo).

Este recuento de las políticas neoliberales (ver Cuadro 5) implementadas por ARENA durantecasi veinte años nos ayuda a dilucidar el nuevo engranaje del poder en El Salvador: una economía deservicios e importaciones que solamente beneficia los intereses de los nuevos grupos financieros eimportadores y que castiga duramente a la minimizada clase media y a los sectores populares. Laeconomía neoliberal ha servido como el medio perfecto para que los grupos oligárquicos recuperen yconsoliden sus intereses y privilegios en el ámbito nacional. Como vemos en el cuadro 6, el nuevopoder económico está concentrado en ocho grupos mayormente financieros, pero que tambiéncontrolan la industria, el comercio, la construcción, los seguros, las pensiones, y los servicios, entreotros sectores. Es importante notar que las familias que conforman este nuevo bloque de poder son,en su mayoría, las mismas que controlaron la industria cafetalera durante un siglo.

Cuadro 6: Nuevos grupos de poder en El Salvador (2004)Grupo Familias Actividades Capital

1 Grupo Cuscatlán(44 empresas)

Cristiani, Llach,De Sola,Salaverría, Hill

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones; importación ydistribución de medicamentos; distribución defertilizantes; construcción; corredoras de bolsa devalores; exportación de café; agenciasinmobiliarias; importación y venta deelectrodomésticos; industria textil; fumigación;industria de bebidas; tabaqueras

US$6865millones

2GrupoBanagrícola (36empresas)

BaldochiDueñas, KrieteÁvila, Dueñas,Palomo Déneke,Araujo Eserski,Pacas Díaz,Cohen

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones; transporte aéreo;industria de cemento; industria de papel yplástico; comunicaciones; industria de licores;exportación de café; agencias inmobiliarias;industria química; ingenios de azúcar

US$6515millones

3Grupo BancoSalvadoreño(54 empresas)

Simán, Salume,Zablah, Touché

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; agencias inmobiliarias; industriaquímica; elaboración y venta de productosalimenticios; importación y fabricación deproductos industriales; construcción y serviciosde arquitectura e ingeniería; distribución decigarrillos; industria de harina de trigo; almacenajey bodegas

US$1835millones

4Grupo Banco deComercio(27 empresas)

Belismelis,Catani, Papini,Álvarez, Freund,Cohen, Sol,Escalante Sol,Palomo

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones; industria siderúrgica;industria de cemento; industria de aluminio,industria láctea; exportación y comercializaciónde café; industria química; generación de energíaeléctrica; industria avícola

US$1351Millones

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5 Grupo AGRISAL(41 empresas)

Murray Meza,Meza Ayau, SolMeza, Meza Hill,Palomo, ÁlvarezMeza

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; pensiones; industria de cervezas;industria de bebidas y embotelladoras; industriade calzado, agencias inmobiliarias; exportación decafé; industria de cemento

US$768millones

6

GrupoPoma/SalaverríaPrieto/Quirós(55 empresas)

Poma, SalaverríaPrieto, Quirós

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; exportación de café; agenciasinmobiliarias; construcción y bienes raíces;centros comerciales; importación y distribuciónde automóviles; industria de aluminio; industriade cemento

US$ 175millones

7Grupo Hill/LlachHill(13 empresas)

Hill, Llach Hill,Meza Hill, HillArgüello

Inversión financiera; sector bancario;aseguradoras; exportación de café; agenciasinmobiliarias; almacenaje y bodegas

US$51millones

8 Grupo De Sola(10 empresas) De Sola

aseguradoras; industria química; elaboración yventa de productos alimenticios; exportación decafé; agencias inmobiliarias

US$25millones

Fuentes: Equipo Maíz 2006; Goitia 2006

Para el año 2004, el capital y los activos de las empresas de estos ocho grupos empresarialesequivalieron a US$17.585 millones, una cifra de dos mil millones de dólares mayor al productointerno bruto del país, y que es igual a casi seis veces el presupuesto nacional para ese año, más deldoble de la deuda externa y el equivalente a seis años de entrada de remesas familiares. Es decir,alrededor de 280 empresas en manos de un puñado de familias oligárquicas, la mayoría de tradicióncafetalera, controlan un nivel mucho mayor de riqueza que los 6,5 millones de salvadoreños yostentan una superioridad financiera abrumadora comparada a los recursos del gobierno nacional.Asimismo, el modelo liberal que facilitó esta reconcentración de riqueza y poder ha despojado alEstado salvadoreño de su roles reguladores y distributivos, porque éstos se han transferido a lasupuesta justicia y eficiencia del libre mercado y la ética empresarial. Es un Estado neoliberal, perotambién un Estado secuestrado por un pequeño grupo de personas con intereses bien definidos eintocables. Inevitablemente la concepción de un “libre mercado” en El Salvador no sólo es errada, yaque la sociedad salvadoreña se maneja con monopolios y oligopolios, sino que ha llevado a un cicloperverso de injusticia en la economía política y de corrupción en la administración del Estado.

Después de cuatro gobiernos de ARENA, El Salvador enfrenta una mayor concentración delingreso nacional, el cual se alimenta de una economía especulativa que se concentra en las gananciasa corto plazo. La desigualdad en El Salvador ha crecido y la pobreza se mantiene a niveles menosalarmantes porque las remesas familiares cumplen un papel vital. Hay un gran segmento desalvadoreños que sigue marginado y cuya perspectiva es desesperanzadora, mientras unos cuantoscrecen sin límites (Editorial ECA, 2006). Para muestra, un botón: Social Watch reporta que en 1995el 66% de los frutos de la actividad económica quedaban en manos de los empresarios en forma deganancias, mientras que el 34% les quedaba a los trabajadores en forma de salarios; para el 2005, lasganancias eran del 75% y los salarios del 25% (Hernández & Pérez, 2008: 124). Si esa estadística sesimplifica, se puede decir que “113.000 empresarios se quedan con 75% de lo que producen2.591.000 personas trabajadoras” (Ibíd.). El índice Gini sitúa a El Salvador entre el 20% de los paísesmás desiguales del mundo, con un 0.525 (Ibíd.). En cifras reales, esto significa que en El Salvador el20% más rico recibe más de 58% del ingreso, mientras que el 20% más pobre recibe apenas el 2.4%,veinticuatro veces menos que los más ricos.

Otras estadísticas hablan por sí solas: entre 500 y 700 salvadoreños salen del país diariamenteen busca de una vida mejor en otras tierras; entre el año 2000 y el 2007, según el Banco Central deReserva, el número de hogares que reciben remesas creció casi 13 veces; el 56% de la actividadeconómica del país se realiza en la economía informal; el déficit comercial ya pasó los 5 mil millones

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de dólares (parte del cual debe ser cubierto con préstamos); y el sector agrario ha sido aniquiladoadrede y apenas ronda el 10% del PIB, lo cual obliga al país a asumir la vulnerable posición dedepender de las importaciones para poder adquirir alimentos (Moreno 2004: 51-78; Arias, 2008: 29)

Cuadro 7. Principales Indicadores Económicos (2008) (en millones de US$)Exportaciones US$ 4549.1Importaciones US$ 9754.4Balanza Comercial - US$ 5205.3Deuda Externa US$ 10691.1

Remesas Familiares US$ 3787.6(17.1% de PIB)

Sector Servicios (% de economía) 51%Sector Agropecuario (% de economía) 13%Sector Industrial (% de economía) 23%

Fuente: Banco Central de Reserva http://www.bcr.gob.sv

Cuadro 8. Porcentaje de hogares en situación de pobreza con y sin remesas (2004)

Condición de pobreza Pobreza con RemesasTotal Urbano Rural

Pobreza total 34.5 29.2 43.6Pobreza extrema 12.6 8.6 19.3Pobreza relativa 22.0 20.6 24.4

Pobreza sin remesasTotal Urbano Rural

Pobreza total 41.2 34.9 51.9Pobreza extrema 19.5 14.5 28.1Pobreza relativa 21.7 20.4 23.8

Fuentes: PNUD, 2005; Goitia 2006

Del mismo modo, las remesas familiares que los migrantes salvadoreños que viven en elexterior, primordialmente en Estados Unidos, mandan a sus familias periódicamente, se hanconvertido en el pilar fundamental de la economía. Millones de salvadoreños han emigrado del paísporque no se les ha brindado la oportunidad de un trabajo digno y un futuro mejor, y la ayudafinanciera que brindan a sus familias constituye el factor que mantiene a flote a la economíasalvadoreña. En el año 2008, las remesas totales fueron casi US$3.787 millones, una suma que llegócasi al 20% del Producto Interno Bruto (PIB) y cubrió aproximadamente dos tercios del déficit en labalanza comercial. Lo trágico de la situación es que los migrantes que fueron expulsados del paísmandan fondos que sostienen en pie precisamente al sistema que los expulsó, sobre todo porque másdel 86% de las remesas se usan para el consumo, lo que a su vez contribuye a alimentar la baseconsumista, terciaria y de importaciones de la economía neoliberal (Moreno 2009). Por tanto, lasremesas ayudan a la reproducción de un sistema fundamentalmente injusto e insostenible.

Es indudable que la ideología de los grupos de poder ha cambiando y por lo tanto sunaturaleza y orientación funcional son diferentes. El grupo empresarial financiero que se ha logradoimponer es un grupo neoliberal desligado casi por completo de tendencias agrarias y exportadoras.La economía que se ha creado, basada en el capital financiero, en los servicios, en las importaciones yque sobrevive de las remesas, da fe de ello. Pero las relaciones sociales desiguales y la rígida jerarquíadel poder, ancladas en normas históricas, se han mantenido y se han profundizado. Asimismo, lanueva oligarquía utilizó al Estado nacional como un medio para avanzar sus intereses, un procesoque se cristalizó en la implementación sistemática del ajuste estructural neoliberal. Entonces,

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podemos argumentar que las características históricas del poder oligárquico, enumeradas en laprimera sección de este artículo, se han reconfigurado de forma muy similar durante la era neoliberal:la reconfiguración de una oligarquía conformada por unas cuantas familias en su mayoría de tradiciónhistórica, el control casi absoluto por parte de este pequeño grupo de la economía nacional en todossus sectores estratégicos, su concepción patrimonialista del Estado, su sostenimiento sobre unsistema fundamentalmente desigual e injusto basado en el despojo y la violencia solapada detrás deuna democracia liberal de fachada, su desprecio por la redistribución y la justicia social, y susubordinación ante el poder hegemónico transnacional. Lo que cambió fue la mentalidadinstrumentalista de la económica-política que la nueva oligarquía adoptó para rearticular su podersobre la sociedad salvadoreña.

Transnacionalización del Nuevo Bloque de PoderHay un elemento de suma importancia que hay que añadir cuando se analiza la naturaleza y

composición del nuevo bloque de poder en El Salvador: su creciente transnacionalización. En primertérmino, y desde el punto de vista ideológico, es importante señalar que en El Salvador, el modeloneoliberal se adoptó por iniciativa propia de los grupos de poder reemergentes que vieron alneoliberalismo como el camino a su reconfiguración. Es decir, los agentes transnacionales novinieron a imponer los PAE y PEE, sino que éstos se “tropicalizaron” de acuerdo a los cálculos eintereses de la nueva oligarquía. Sin embargo, es importante recordar que los gobiernos de ARENAsiguieron al pie de la letra el esquema ideológico y programático del FMI y el Banco Mundial (salvoun par de casos, como la tasa de cambio fija) lo cual hizo de El Salvador un “alumno aplicado” ydigno de emulación (Moreno, 2009). El Banco Mundial y el FMI avalaron y apoyaron el gironeoliberal en El Salvador, pero aquí hay que hacer dos importantes aclaraciones. Los PAE y PEE sediseñaron y diseminaron alrededor del mundo no para beneficiar las pequeñas oligarquías nacionalessino para crear las condiciones para un nuevo patrón de acumulación que sirviera a los intereses delcapital transnacional y derrumbara los obstáculos que impedían las ganancias. Segundo, la nuevaoligarquía salvadoreña se engolosinó con las políticas neoliberales que se implementaron durante losaños noventa y que le permitieron consolidar su nuevo poder, pero esto sucedió mientras el capitaltransnacional no le había echado el ojo al mercado interno salvadoreño como un espaciopotencializador para las inversiones y las ganancias.

Este contexto cambió en el 2001 con dos importantes transacciones que involucraronimportantes agentes transnacionales. Roberto Murray Meza, como el nuevo patriarca del GrupoAGRISAL, empezó la venta paulatina de la empresa de bebidas alcohólicas La Constancia a lacervecera transnacional sudafricana South African Breweries (después SABMiller) transacción quefinalizó en el 2005 (Arias, 2008: 114). Asimismo, la empresa de transportes aéreos TACA(originalmente Transportes Aéreos Centroamericanos), propiedad de la Familia Kriete y uno de lospilares del Grupo Banagrícola, comienza su transnacionalización al expandirse a Sudamérica con laintegración de TACA Perú y la creación del Grupo TACA, el cual también incluiría a las principalesaerolíneas centroamericanas (adquiridas en los noventa) y a Volaris en México. TACA es hoy“Transportes Aéreos del Continente Americano”. Finalmente, en el 2005, la transnacional suizaHolcim pasó a ser el propietario mayoritario de Cementos CESSA, la cual había comprado conanterioridad la planta estatal Maya (Moreno, 2009). El Grupo Poma/Salaverría/Quirós, un líderregional en los sectores de construcción e importación de vehículos, entre otras actividades, se havenido expandiendo en Centroamérica, Estados Unidos y México (donde se ha aliado con el imperiode Carlos Slim) desde finales del los años noventa y se perfila actualmente a seguir su expansión en laregión.

Estos eventos nos llevan al análisis de varios aspectos importantes. Primero, es claro que elnuevo bloque de poder oligárquico, luego de haber consolidado su poder económico en el ámbitonacional, se lanza a la expansión regional porque considera que el mercado interno salvadoreño es ya

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limitado. Segundo, finalmente se permite que el capital transnacional se adueñe de los sectoresestratégicos que el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño se había reservado desde el iniciodel giro neoliberal. Tercero, estos eventos sirvieron como antesala y preámbulo a la negociación yfirma del Tratado de Libre Comercio con EEUU (CAFTA).

La firma del CAFTA abrió las puertas a la venta del sistema bancario que comienza en el2006-2007. Los estatutos del TLC eliminaron todas las medidas que protegían al capital nacionalcontra las ambiciones acaparadoras del capital transnacional, y el primer sector que cayó presa, porser el más lucrativo, fue el bancario. Citigroup compró el Cuscatlán, Bancolombia al Banco Agrícola,el canadiense Scotiabank al Banco de Comercio, y HSBC adquirió el Banco Salvadoreño. La venta deestos bancos fue de más de 4 mil millones de dólares, y además de los bancos, el capital transnacionaladquirió también las aseguradoras, las administradoras de fondos de pensiones, y las bolsas devalores incluidas en los portafolios financieros de los bancos adquiridos (Arias, 2008: 96-97). Una vezlos grandes bancos transnacionales se interesaron en el mercado financiero salvadoreño, los oligarcasnacionales no tuvieron más remedio que someterse a la única opción disponible: sucumbir a laspresiones de venta.

Así vemos que han habido tres niveles de transnacionalización que conciernen al nuevo grupode poder oligárquico salvadoreño: primero, con la implementación del modelo neoliberal que loalineó con las nuevas tendencias globales; segundo, con la entrada del capital transnacional que se haintensificado en los últimos cinco años; y tercero, con la regionalización del capital del bloque, nosólo a Centroamérica y México, sino también a Sudamérica e, incluso, Estados Unidos. En estesentido, el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño ha adquirido una nueva e importantedimensión en su carácter funcional: la de su nueva condición transnacionalizada y su creciente interésen los mercados regionales.

ConclusiónEl objetivo central de este artículo fue plasmar históricamente y de forma crítica los quiebres y

continuidades de la oligarquía salvadoreña desde sus orígenes en el siglo diecinueve hasta suconsolidación como un reconfigurado grupo de poder durante la época neoliberal de la posguerra.Es claro que la mentalidad política-económica de la oligarquía salvadoreña experimentó un quiebreimportante al desechar la tradición agraria-cafetalera en favor de un modelo neoliberal basado en lasfinanzas y los servicios. Sin embargo, la orientación macro-social de esta “nueva” clase representauna continuidad oligárquica en cuanto a su visión del desarrollo económico, la concentración de lariqueza en pocas manos, el rol del Estado, la redistribución de la renta y la justicia social, y lareproducción de un sistema socioeconómico basado en la desigualdad e injusticias estructurales. Losmedios cambiaron, pero las consecuencias del ejercicio del poder oligárquico se han reproducido eincluso se han exacerbado.

El estudio de este proceso de consolidación oligárquica es importante por tres razones. Laprimera es histórica-conceptual. Para reiterar, el nuevo bloque de poder oligárquico se ha levantadode las cenizas de la vieja oligarquía cafetalera con un carácter económico nuevo (el neoliberal), perosu mentalidad política permanece presa de las huestes excluyentes y del hambre de poder quecaracterizaron a “lo oligárquico” históricamente. El Salvador es un país que siempre ha sidogobernando por atroces tendencias oligárquicas, y la clase dominante ha visto al país como suinalienable propiedad privada. La nueva oligarquía representa la continuidad de esta tendencia, ahoracon un aura de supuesta modernidad, que también marca contundentemente las fronteras quedividen a los ganadores de los perdedores del sistema.

La segunda razón es política. Se ha venido anunciando desde 1992 que supuestamente el paísvive una democracia que goza de libertades y a la que se debe defender, pero los grandesbeneficiarios de ésta son los mismos de siempre. Una verdadera democracia no puede crecermientras un reducido grupo la manipula por conveniencia propia y se utiliza al Estado como

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instrumento de clase en aras de fortalecer y consolidar sus privilegios. Como país que sigue luchandopara construir una democracia al menos medianamente decente y alcanzar un mejor nivel dedesarrollo integral, los salvadoreños y salvadoreñas deben preguntarse cuál es la clase de sociedaddemocrática que quieren: si la minimalista, donde votar es suficiente, o la que empodera al ciudadanocomún mediante canales participativos y promueve la acción en los diferentes ámbitos de la vidapolítica. La existencia de esta oligarquía reconfigurada incide en esta decisión, porque al final lademocracia tiene que ver con la administración y ejecución del poder mismo.

Finalmente, existe una tercera razón, la socioeconómica. Este bloque de poder es unaestructura que aglutina un descomunal poder económico y, por consiguiente, una influencia políticaaplastante que ha sido capaz de moldear al Estado salvadoreño para usarlo a su antojo. Los nuevosoligarcas controlan un gran capital (relativamente importante tomando en cuenta el tamaño del país)que ahora es permeable a las fronteras nacionales y se expande regionalmente de forma creciente.Esto también ha llevado a la reproducción y exacerbación de las desigualdades históricas padecidas,lo que a su vez incide en el desarrollo de un país con mayor justicia social y oportunidades paratodos.

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Foto: Entierro de Schafik Handal.Fuente: http://cronicadesociales.org

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LA MEMORIA MILITANTE: HISTORIA Y POLÍTICA EN LAPOSGUERRA SALVADOREÑA*

RALPH SPRENKELS**

Junto con los conflictos en Guatemala y Perú, la guerra civil salvadoreña ha sido uno de lospeores episodios de atropello a los derechos humanos en la historia reciente de América Latina. En1992, la firma de los Acuerdos de Paz logró por fin terminar con un enfrentamiento armado quehabía desembocado en un virtual empate militar entre ejército e insurgentes marxistas. Importantesreformas políticas e institucionales emanaron de los acuerdos, incluyendo la depuración del ejército yla constitución de una nueva Policía Nacional Civil (Costa, 1999). La transición democráticasalvadoreña ha sido exitosa en el sentido de que la derecha y la izquierda, los antiguos enemigosenfrentados en la guerra, hoy participan de elecciones periódicas, generalmente aceptan los resultadosde estos comicios y, en la práctica, entre ambos reparten importantes cuotas de poder, sin que el paíshaya perdido su gobernabilidad. Sin embargo, los niveles de polarización política han sido muy altos,sobre todo en el desarrollo de las campañas electorales. En la dinámica de disputa por el poder entrela derecha y la izquierda también los años de la posguerra han sido testigos, en varias ocasiones, delaparecimiento fugaz del fantasma de la violencia política.

El presente artículo examina cómo, tanto la derecha como la izquierda, con la bandera de lamemoria como herramienta para entender el presente, construyen narrativas mitologizadas de susrespectivos líderes históricos. Bajo los embates de la política, distintas interpretaciones históricas delpapel de los organizaciones políticas y sus líderes en el contexto de la guerra civil son movilizadas demanera frecuente y enfática. La disputa pública sobre el significado histórico de la guerra aparece conmayor intensidad en tiempos de campañas electorales, cuando los partidos políticos se esfuerzan pordesacreditarse mutuamente aludiendo a su pasado violento.

Una parte importante de la producción académica reciente sobre memoria histórica enAmérica Latina se centra en la dicotomía entre el “olvido” propuesto en la historia oficial y una“lucha por la verdad y la justicia” realizada por opositores, familiares de víctimas de abusos dederechos humanos y grupos de la sociedad civil que buscan romper la hegemonía de esta historiaoficial.1 Tal como lo retrata este artículo, la pugna por la memoria que realizan militantes de derechay militantes de izquierda alrededor de las dos figuras históricas apunta a que, en el caso de ElSalvador, la situación tiende a ser más compleja. Más bien, parecen existir, en el país, dos grupos concapacidad de construir una interpretación histórica hegemónica en sus propios círculos de influencia;círculos que por demás son sustanciales en cantidad de adeptos y recursos de diversos tipos y quejuegan papeles determinantes en la vida social, política y económica del país. Estos circuitos gravitan

* Este texto fue publicado originalmente en Eduardo Rey Tristán y Pilar Cagiao Vila (eds) (2011) Conflicto,memoria y pasados traumáticos: El Salvador contemporáneo, Santiago, Universidad de Santiago deCompostela. El autor agradece el permiso otorgado por los editores para la reproducción de este artículo en elpresente volumen.** Ralph Sprenkels (1969) es candidato al doctorado en antropología política y estudios del conflicto en laUniversidad Utrecht, Países-Bajos. Ha vivido mayormente en Centro-América, donde trabajó enorganizaciones de derechos humanos, en política y en cooperación. Participó en la obtención dedocumentación sobre las violaciones a los derechos humanos para la Comisión de la Verdad de las NacionesUnidas para El Salvador. Sus publicaciones incluyen libros y artículos sobre la guerra civil salvadoreña, sobreniñez desaparecida como consecuencia de conflicto armado y sobre el movimiento de derechos humanos enEl Salvador.1 Ejemplos son: Garretón (1994), Hayner (2000), Jelin (1994, 2001), y Barahona de Brito, González-Enríquez y Aguilar (2001).

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alrededor de los dos partidos políticos dominantes, el partido ARENA por un lado y el partidoFMLN por el otro, y sus respectivos grupos de dirigentes.

Las proclamas ideológicas de ambos grupos nos pueden ofrecer algunas pistas para eldesciframiento de las memorias que van construyendo y reconstruyendo. Pero para adentrarnos en ladinámica de la política de la memoria puede ser más incisivo el concepto de frames (marcos deinterpretación) derivado de la obra del sociólogo canadiense Erving Goffman (1974). Frames puedenconceptualizarse como:

(…) paquetes interpretativos desarrollados por activistas para movilizarpotenciales adherentes y constituyentes, apelar a autoridades y desmovilizarantagonistas. [...] (Frames) clarifican las 'identidades' de los contendientes,distinguiendo 'nosotros' de 'ellos' y representando a los antagonistas comoindividuos que toman decisiones, en vez de fuerzas impersonales.

En este sentido, los marcos de interpretación son, al menos para sus propositores, “a la vezempíricamente creíbles, conmensurados en experiencias y fieles en narrativa” (Polletta y Kai Ho,2006: 190).

En tanto, los relatos históricos propuestos por los protagonistas políticos salvadoreños parecenestar menos interesados en la verdad como tal, que en la justificación moral y ética de su historia y suposicionamiento actual. Ankersmit (2002) apunta que la forma en que se escribe la historia se puedeleer como un juzgamiento implícito de las ventajas y desventajas de ciertos ideales y valores políticos.A partir de esta lectura, escribir la historia se convierte en una actividad de gran interés e importanciapara la política y los políticos. Por esto tal vez no ha de extrañarnos que en ambos extremosdominantes del espectro político salvadoreño, grupos de activistas dedican una cantidad considerablede esfuerzos y recursos a la realización de trabajos de memoria alrededor de la figura de su líderhistórico como la personificación de la trayectoria y moralidad del partido político en cuestión.

Claramente, las dos lecturas mitologizadas que veremos a continuación son incompatiblesentre sí y, a veces, diametralmente opuestas, sin embargo tienen también importantes coincidencias.Por ejemplo, ambas narrativas tienen la función de sedimentar una lectura “oficial” -desde surespectiva posición política y círculo de influencia- de los acontecimientos de la guerra y sustrasfondos e importancia. También en ambos casos la reivindicación histórica del líder contiene unmensaje de carácter disciplinario hacia la propia militancia, ya que determinados correligionariosproponen la imagen del líder histórico para hacer ver a otros grupos al interior de su propiaorganización quienes son los “verdaderos” guardianes del legado del líder.

De los mártires a los nuevos próceresLos antropólogos Anna y Brandt Peterson (2008) argumentan que en El Salvador el concepto

de martirio, un tipo de memoria en el cual el poder divino actúa en la historia humana, era una facetacentral de la organización discursiva de la guerra civil. Así, existe un correlato con la importancia dela iglesia popular y la teología de la liberación en el movimiento revolucionario de El Salvador en losaños setenta y posteriores. La persecución política masiva que contribuyó a la transformación delconflicto político en una guerra civil incluía a sectores importantes de la iglesia católica. Entre lasdecenas de miles de asesinados y desaparecidos realzaba la figura de Monseñor Oscar ArnulfoRomero, arzobispo de San Salvador, quien, antes de su asesinato en 1980, era el más prominentedefensor de los derechos humanos y de la necesidad de transformaciones estructurales en el país.

Si en el período de la guerra, la imagen del martirio servía para “dotar de significado las luchasy los sacrificios”, con la transición política aparece comunmente como un “discurso deconmemoración” (Peterson y Peterson, 2008: 514-515)2. En la actualidad, la iglesia católica

2 En todo el artículo las citas procedentes de originales en inglés han sido traducidas por el autor.

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salvadoreña, en términos generales, se ha hecho más conservadora y se ha alejado de los debatespolíticos, pero la figura de Monseñor Romero sigue estando omnipresente en las iglesias y en el país.Por ejemplo, miles de salvadoreños usan camisetas con su imagen, que también se encuentra pintadaen paredes de incontables barrios populares y pueblos. Circulan decenas de libros dedicados a su viday martirio.3 Cada año se realiza una marcha conmemorativa a la catedral metropolitana que terminacon una misa y una vigilia, en las cuales participan miles de feligreses así como personaspolíticamente afines a la izquierda. En la década de los ochenta y los noventa, Romero era la figuramás activamente promocionada en el trabajo de rescate de la memoria histórica realizado en el país.Hoy en día, la figura de Monseñor Romero sigue inspirando a miles de salvadoreños para denunciarinjusticias, confrontar a los poderosos con la verdad y mantener una opción preferencial por lospobres. Pero, como señalan Anna y Brandt Peterson, mientras antes la memoria del martirioconstituía prácticamente un llamado a la guerra, hacia el final de las casi dos décadas de dominioneoliberal, el significado concreto de este martirio se ha vuelto más difuso, y “su poder de motivaractivismo e inspirar esperanza ha menguado” (2008: 536). En este contexto, otras dos figurashistóricas con características bastante distintas han sido sujetos de procesos paralelos y contrapuestosde reivindicación mnemónica4. Detrás de ambas figuras se encuentra el apoyo de grupos importantesde activistas que intentan posicionarlas en el imaginario de la población como líderes trascendentalesde la historia reciente. Se trata de Roberto D’Aubuisson y Schafik Handal.

De los dos, D’Aubuisson tal vez sea el candidato a gloria eterna más sorprendente, sobre todopara un lector que no provenga de El Salvador. Graduado de la escuela militar, D’Aubuisson tuvovarios cargos en la Guardia Nacional, donde llegó al grado de mayor. En los años setenta fungiócomo jefe de la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL), el órgano de inteligenciadel Estado, que en este período jugó un papel importante en la persecución de opositores políticos.Numerosas fuentes lo señalan como el dirigente de los infames “escuadrones de la muerte”5, gruposparamilitares financiados principalmente por salvadoreños adinerados preocupados por la “amenazacomunista”, que actuaban con impunidad y a menudo al amparo de la Fuerza Armada y los Cuerposde Seguridad (Armstrong y Rubin, 1983). La persecución violenta y desenfrenada contra supuestos“subversivos” realizada por los escuadrones causó miles de muertes a lo largo y ancho del país,principalmente entre 1978 y 1982, y fue un factor determinante en la dinámica de escalamiento delconflicto armado (Cabarrús, 1983). Una comisión oficial de las Naciones Unidas lo declaróresponsable a Roberto D’Aubuisson de ordenar el atentado que terminó con la vida de MonseñorRomero, arzobispo que fue asesinado mientras decía misa en una capilla en San Salvador (NacionesUnidas, 1993). Para D’Aubuisson -virulento anti-comunista-, la iglesia católica sufría la infiltración decuras comunistas, mientras que a los partidarios de la Democracia Cristiana (PDC) de su país, unpartido centrista, los tildaba de sandías: verdes por fuera, rojos por dentro.6 En su visión, incluso el

3 Algunos ejemplos son: Erdonzaín (1980), Delgado Acevedo (1986), Brockman (1989), López Vigil(1993), y Cavada (2005). También se encuentra publicado el diario de Romero (2001) y varias complicacionescon homilías y otros textos (por ejemplo, Romero, 1987).4 El concepto enfatiza el contexto grupal e identitario en el cuál se socializan las cosas que deben serrecordadas y las que deben ser olvidadas. Vease Misztal, 2003: 14-20.5 Ejemplos de publicaciones académicas sobre El Salvador que hablan del papel de D'Aubuisson en lacontrainsurgencia y de su relación con los escuadrones de la muerte son: Montgomery (1995), McClintock(1985), Dunkerley (1982), Menjívar Ochoa (2006). Ejemplos de trabajos periodísticos que abarcan este temason: Didion (1983). El volumen “Los Escuadrones de la Muerte en El Salvador” recoge cinco reportajesperiodísticos publicados en medios de comunicación en los Estados Unidos a lo largo de los 80 (Anónimo,2004).6 'Verde' era y es el color que identifica al Partido Democráta Cristiano de El Salvador. Véase, porejemplo, http://www.centroamerica21.com/edit/25-21/perso1.html

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Partido Demócrata de los Estados Unidos era controlado por la conspiración comunistainternacional.

Con la Alianza Repúblicana Nacionalista (ARENA), partido político que fundó en 1981,D’Aubuisson llegó a ocupar la presidencia de la Asamblea Legislativa del país en 1982. En 1984, enplena guerra civil, compitió en elecciones presidenciales contra Duarte, el candidato del PDC, contrala cual perdió. En las siguientes elecciones presidenciales, cinco años después, ARENA ganó lapresidencia con la candidatura del empresario Alfredo Cristiani. D'Aubuisson falleció en febrero del1992, a un mes de haberse firmado la paz, a causa de un cáncer.

Aunque ciertamente menos controversial que D’Aubuisson, Schafik Handal tampoco es unafigura libre de polémica. Secretario general del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) a partir de1973, durante la década de los setenta los grupos insurgentes, en pleno auge, lo criticabanfuertemente por acatar la línea oficial de Moscú, que insistía en la participación electoral a pesar delfraude y que condenaba la lucha armada. El PCS fue el último de las organizaciones políticas ensumarse a la lucha armada, cuando ya el país vivía una situación de violencia generalizada en 1979. Apartir de la fundación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en octubrede 1980, Schafik integró su Comandancia General junto con los máximos dirigentes de otras cuatroorganizaciones guerrilleras7. El mayor y políticamente más experimentado de los cinco comandantesdel FMLN, Schafik Handal, conocido en esta época como “el comandante Simón”, comenzó a tenermayor protagonismo a partir de las negociaciones de paz (1990-1992) y la conversión de laorganización guerrillera en un partido político (1992-1994). El informe de la Comisión determinó laresponsabilidad de la comandancia general del FMLN, incluyendo Schafik Handal, en hechos deviolencia que violaban el derecho internacional humanitario. La comisión propuso una inhabilitaciónque consistía en que todas las personas implicadas en el informe debían “quedar inhabilitadas para elejercicio de cualquier cargo o función pública por un lapso no menor de diez años” (NacionesUnidas, 1993: 314). El FMLN decidió no acatar la recomendación y, en 1994, Handal fue candidato aalcalde de San Salvador por el FMLN, elección que perdió. En 1997, el PCS resultó implicado encasos de secuestro de personas adineradas para lograr rescate. Los secuestros comenzaron en losúltimos dos años de la guerra y, para sorpresa de muchos, luego de los Acuerdos de Paz, una célulaclandestina aparentemente no se desmovilizó y siguió cometiendo este tipo de hechos, culminandocon el secuestro de Andrés Suster, un adolescente perteneciente a una familia adinerada, enseptiembre de 1995. Cuando salió a luz la participación de antiguas estructuras del PCS en lossecuestros, la prensa de derecha arremetió contra Schafik quien finalmente en el juicio que se diosobre el caso no resultó implicado personalmente, aunque sí hubo una orden de captura en contradel comandante Marcelo, otro integrante de la Comisión Política del PCS.8

Con el tiempo, el liderazgo de Handal, que a partir de 1997 fungió como diputado y jefe defracción del FMLN, comenzó a ser determinante en las pugnas internas entre diferentes tendencias ygrupos en el FMLN. El grupo que lideraba Handal finalmente impuso su dominio sobre las otrasfacciones en el partido, la más importante de estas conocida como “los renovadores”, a partir de2003, año en el cual también se definió la candidatura presidencial de Handal. Luego de una campañatensa y llena de propaganda sucia, sobre todo de parte de la derecha, Handal perdió las eleccionespresidenciales del 2004 en primera vuelta y con una considerable diferencia con Antonio “Tony”Saca, el candidato de ARENA. Handal murió de un ataque cardíaco en al aeropuerto internacional de

7 El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) acogió a cinco diferentesorganizaciones político-militares. Las dos organizaciones de mayor tamaño y desarrollo eran las FuerzasPopulares de Liberación (FPL) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Los otros grupos eran laResistencia Nacional (RN), las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), brazo armado del partido Comunista deEl Salvador (PCS), y el Partido Revolucionario del los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). Para unestudio histórico sobre la insurgencia salvadoreña, véase Kruijt (2008).8 El comandante Marcelo nunca fue capturado y a la fecha aún se encuentra prófugo de la justicia.

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El Salvador, cuando regresaba de un viaje a Bolivia, el 24 de enero del 2006. Su muerte provocó unagran cantidad de manifestaciones de luto en el país y su entierro se convirtió en un eventomultitudinario.

Como veremos, las narrativas construidas a alrededor de D'Aubuisson y Handal no apelantanto a la capacidad de sacrificio, como sucede en el caso de Romero, sino que tienden a enfatizar lacapacidad de acción que tuvieron estas dos personas para empujar los destinos de la nación. Elconflicto armado aparece representado como un episodio lamentable que, sin embargo, constituyó elnacimiento de la nación moderna, nación en la cual la figura de cada bando ocupa un sitiocorrespondiente a un prócer moderno.

Más allá del MitoEl 7 de noviembre del 2004, La Prensa Gráfica, uno de los periódicos de mayor circulación de

El Salvador, publicó un folleto de 80 páginas dedicado a la memoria del mayor RobertoD’Aubuisson, titulado “El rostro más allá del mito”. El texto, escrito por el periodista GeovaniGaleas, afirma entre otras cosas, que D'Aubuisson “creó el proyecto político más exitoso de lahistoria salvadoreña”, un proyecto que “estuvo definido, desde el inicio, por el voto y no por la bala”(2004: 76). Asimismo, el folleto cuestiona la acusación realizada, entre otros, por la Comisión de laVerdad para El Salvador, de las Naciones Unidas, que señaló a D'Aubuisson como el principalresponsable del magnicidio del arzobispo Romero. En el informe rendido en 1993, en el marco de laimplementación de los Acuerdos de Paz, la Comisión de la Verdad concluyó que el “ex mayorD'Aubuisson dio la orden de asesinar al arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de suentorno de seguridad, actuando [sic] como 'escuadrón de la muerte', de organizar y supervisar laejecución del asesinato” (Naciones Unidas, 1993: 269).

Galeas asegura tener “sólidas razones para dudar de la objetividad e imparcialidad” del Informede la Comisión de la Verdad, por ejemplo, dicha instancia, al centrar la responsabilidad de lasviolaciones cometidas por el FMLN desproporcionalmente en los abusos de la organizaciónguerrillera ERP, no solo cometió una importante “omisión” indicativa de “falta de objetividad”, sinoque podría haber incurrido en “un inaceptable sesgo político” (2004:47), en vista de que otrasorganizaciones guerrilleras integrantes del FMLN habían cometido abusos similares o incluso peoresque el ERP.

Galeas, quien durante el conflicto armado fuera integrante del ERP y quien, luego de la rupturadefinitiva del ERP con el FMLN en 1995, se transformó en un importante crítico del quehacerpolítico del FMLN, no ha sido el único que ha criticado el Informe de la Comisión de la Verdad. Apocos días de su publicación, el Ministro de Defensa en conferencia de prensa, respaldado por todosu Estado Mayor Conjunto, lo calificó de “injusto, incompleto, ilegal, anti ético, parcial y atrevido”(Rico, 1997: 57). Por su lado, Joaquín Villalobos, comandante del ERP y firmante de los Acuerdos dePaz, recriminó a la Comisión de la Verdad por haberse dejado influenciar por reportes einformaciones de parte de otros grupos de izquierda que buscaban desprestigiar al ERP (1999: 31).

El informe de la Comisión de la Verdad fue seguido por la adopción en la AsambleaLegislativa de la Ley de Amnistía que impidió un establecimiento jurídico de los hechos, algo quecontribuyó a la continuidad de la polémica sobre las verdaderas responsabilidades de los posiblesimplicados. En este sentido, la Comisión de la Verdad falló en su intención de lograr “elconocimiento público de la verdad” sobre “los graves hechos de violencia” que tuvieron lugar en elmarco del conflicto armado (Naciones Unidas, 1993: 162). En la posguerra salvadoreña, ya sinmecanismos formales disponibles para establecer la verdad histórica de las graves violaciones a losderechos humanos que padeció el país, las distintas versiones siguieron siendo disputadas einstrumentalizadas políticamente.

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La reinvidicación de Roberto D’AubuissonPero hay otra dimensión en el trabajo de Galeas que va más allá de la polémica sobre la verdad

de los hechos. Se trata de un trabajo que busca reinvidicar la figura histórica de D'Aubuisson, en vistade que “ya es hora de abrir puertas a la memoria” (2004: 2). Es una reconstrucción que trata de“dibujar el rostro de uno de los personajes más polémicos” con el objetivo de “disipar las sombras”(2004: 2), sombras generadas en parte por “la izquierda y grupos afines (que) montarondeliberadamente una campaña sucia de mentiras y exageraciones contra él”, una campaña en la cualel propio Galeas admite haber participado en el 1982 (2004: 44). Y en este afán, intencionalmente ono, la publicación ayuda a limpiar la imagen de D'Aubuisson y asignarle el estatus de prócer de lanación salvadoreña moderna.

En los años de la posguerra, varias publicaciones se han tomado la tarea de posicionar aD'Aubuisson como el líder político determinante en la historia reciente de El Salvador. DavidEscobar Galindo, el más prominente intelectual de derecha en el país, calificó a D'Aubuisson comoun “imán controversial” (2002: 87). “En el momento histórico preciso, su mensaje valiente,desgarrado y virulento galvanizó a la derecha [...]. D'Aubuisson logró convertir a una derechamilitarizada por dependencia en derecha militante por necesidad. [...] Aquel personaje, queinevitablemente aparece siempre sobre un trasfondo en claroscuro, está ya – también inevitablemente– en el friso de la historia” (2002: 87).

Su admiración hacia D'Aubuisson fue lo que le motivó a Malena Recinos Martínez, unaperiodista jubilada de La Prensa Gráfica, realizar el primer intento de biografía del mayor. El folleto,que cuenta con 76 páginas y un tiraje de 10.000 ejemplares en 1998, tiene las características de unahagiografía dedicada a la vida y “lucha cívica”9 de D'Aubuisson. Recinos asegura al lector que “elcontenido de este libro es plenamente cierto” y que se encuentra “respaldado por esa historia queestá escrita en la vida misma de todos los salvadoreños” para luego proceder a narrar las múltiplescualidades de D'Aubuisson. Lo retrata como un hombre “sencillo, humilde”, un “cristianoexcepcional” que “nunca defendió intereses [...] personales”. El ser perseguido por sus ideales le llevóal exilio y le hizo llorar “lágrimas de un real hombre, porque a pesar de no tener como darle decomer a sus hijos, ni como pagar una casa, seguía adelante”10.

Según Recinos, D'Aubuisson era un “ciudadano fuera de serie”11 que “siempre estaba atento aatender al pueblo”; un hombre con un “carisma” que “contagiaba a hombres y mujeres y a dónde élllegaba, las multitudes se volcaban y lo vitoreaban como a una estrella de cine”. Se trataba de un“aguerrido y valiente político, sin dobleces” que motivado por “ese amor por El Salvador [...] que lomantenía con un impulso que contagiaba” se hizo rodear por “nacionalistas puros que exponen,frente a la irracionalidad del fanatismo de nuestros adversarios, hasta su vida” ya que “varios de elloshan caído en la defensa de sus ideales libertarios” y califican como “héroes del nacionalismo”. En elcapítulo titulado “Propaganda Sucia”, Recinos explica que “los del PDC” eran los que “con másfuerza lo acusaban de atrocidades como el asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Sobre esoD'Aubuisson afirmada: 'ellos saben quién mató a Monseñor y me tiran el muerto a mí para que elpueblo me rechace. Si eso fuera cierto, ya me tendrían en la cárcel, pero saben que es una mentira deellos’”.

9 Las citas que siguen en este párrafo corresponden a páginas varias de Recinos (1998),respectivamente: 4, 6, 6, 70, 75, 44, 23.10 Luego de su arresto el día 7 de mayo de 1980 en la finca San Luis, bajo la acusación de conspirar pararealizar un golpe de Estado, Roberto d'Aubuisson y varios de sus colaboradores cercanos se exiliaron enGuatemala. Retornó públicamente a El Salvador finales de 1981 para comenzar a trabajar para la campañaelectoral de 1982, en la que participaría el partido ARENA y se haría de 19 de los 60 escaños disponibles. Paraun relato detallada de los acontecimientos de esta época, vea Menjívar Ochoa (2006).11 Las citas que siguen en este párrafo corresponden a páginas varias de Recinos (1998),respectivamente: 44, 33, 44, 74, 70, 33.

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Con un tono más místico, el libro Cruzando el imposible de Ricardo Valdivieso (2008) retrata lahistoria de la lucha anticomunista y la fundación de ARENA como una auténtica saga heroica, dondeun pequeño grupo de jóvenes nacionalistas, encabezados por el mayor D'Aubuisson, logran salvar laPatria de la amenaza comunista. En esta lectura, D'Aubuisson es quien crea “las condiciones queconducen a una resolución evolutiva del conflicto” (2008:19), constituyéndose como el artífice deuna paz que consistió en superar las intervenciones extranjeras que amenazaron al país. Después deenumerar una larga lista de injerencias foráneas que según el autor causaron y agudizaron el conflictoarmado en El Salvador, el libro concluye que “no hubo guerra civil en El Salvador; más bien seperpetuó la estafa más grande en la historia del país” (2008: 242). En su visión, los grandes males queaquejaron al país se originaron en los extranjeros que se aprovecharon y lucraron con la situación deEl Salvador; para Valdivieso, en términos generales, los salvadoreños se redimen de culpas.

Respecto al D'Aubuisson, el libro afirma que él “personificó la más grande aventura de nuestraRepública desde su concepción [...]. El sueño de Roberto D’Aubuisson constituye el sentimiento queel primer ser humano tuvo al levantar su vista al firmamento en una noche oscura y viendo lasestrellas con su luz y gloria, se llenó de esperanza para emprender el vuelo hacia lo infinito; sinembargo, ese vuelo astral de un hombre con los pies en el barro significaba un gran sacrificio,grandes riesgos y grandes sufrimientos, elementos que daban valor agregado y dignidad a estesoñador” (2008: 196).

En otra publicación similar, David Ernesto Panamá afirma que “A medida que las acciones dedenuncia en contra de los terroristas [del FMLN] continuaban, la personalidad de RobertoD’Aubuisson se ganaba la simpatía y aprecio del pueblo (…)” (2005: 53). También Panamá describesu participación en el grupo de jóvenes nacionalistas. En este contexto, “mientras los terroristasdestruían todo a su paso”, D'Aubuisson y los suyos se entregaron a una “ardua lucha” agravada porel hecho de que “el manejo de los medios a nivel mundial estaba bajo control total de los terroristas”(2005: 57). De D'Aubuisson destaca su “humildad” y lo describe como una persona “de carácterjovial”, y con una capacidad de trabajo que “no conocía límite de tiempo ni el cansancio. [...] Era unhombre que amaba la libertad y los valores occidentales, y siempre estuvo dispuesto a ofrendar suvida por ellos y por su pueblo” (2005: 195-6).

Los libros no son el único medio usado por sus seguidores para lograr la edificación del mitode D'Aubuisson. El partido ARENA dedica sendos esfuerzos y recursos a la promoción de la imagende su fundador, a quien califica como “el salvadoreño más nacionalista, que con su visión nos guiópor el sendero de la libertad, en los momentos en que la patria peligraba por las acciones de losenemigos de la paz”12. Antiguo Cuscatlán -el municipio más próspero del país y la única alcaldía delárea metropolitana de San Salvador en manos del partido ARENA desde los años ochenta a laactualidad- cuenta con una rotonda con una plaza interior que lleva su nombre. La plaza consiste deuna inmensa asta que iza la bandera nacional, rodeada con placas de mármol que recogen las cuatrofrases más usados por el mayor D'Aubuisson en su lucha anticomunista13. Su mausoleo en elcementerio general de la capital edificado en los colores del partido ARENA muestra un busto con laleyenda “Mayor Roberto D’Aubuisson Arrieta. Presente por la Patria”. Imágenes de D'Aubuissonestán omnipresentes en las sedes del partido ARENA, que se encuentran en casi todos losmunicipios del país, y algunas sedes cuentan con su propio busto del líder. En tiempos de elecciones,imágenes de líder histórico y referencias a sus supuestos servicios invaluables a la patria permean lapropaganda política de ARENA.

12 http://www.arena.org.sv/noticias.php?page=noticias_wajax&#noticias, visitado 02-03-2010, 11:4013 Las frases son: “Patria Sí, Comunismo No”, “Primero El Salvador, Segundo El Savador, Tercero ElSalvador”, “El Arma Más Poderoso del Hombre Libre es el Voto” y “Presente Por la Patria”

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La edificación de Schafik HandalEl 16 de mayo del 2009 asistí a la presentación del libro “Recuerdos Sin Peinar. Mi Vida con

Schafik”, escrito por Tatiana Bichkova de Handal, la segunda esposa de Schafik Handal. El eventotuvo lugar ante unas 300 personas en un salón en el ITCA* en Santa Tecla, y fue transmitido en vivopor la Radio Mayavisión. La mayoría de los asistentes eran antiguos miembros del Partido Comunistade El Salvador (PCS), un partido formalmente disuelto para integrarse plenamente al FMLN en 1994,partido en el cual en la actualidad una cantidad significativa de dirigentes y cuadros del PCS ocupanimportantes puestos. El evento llevaba una fuerte carga emotiva. Los asistentes correaban consignasrevolucionarias y aprobaban por medio de gritos y aplausos las alabanzas que se acumulaban entorno a la figura de Schafik Handal. La doctora Marina Victoria de Avilés, en este entoncesmagistrada de la Corte Suprema de Justicia y alguien con vínculos históricos con el PCS, fue una delas encargadas de presentar el libro. Por considerarlo un ejemplo elocuente de edificación de un mitode personaje histórico, me permito citar una parte sustancial de su ponencia.

“Schafik es [...] alguien cuya lucha, su ejemplo de probidad y su recuerdo pertenecen aeste pueblo [...,] un hombre que tiene ganado un puesto cimero en nuestra historia patriapor su valentía y su entrega desinteresada a la transformación de esta sociedad [...].(Schafik) tuvo un asembrado amor [...] por su pueblo, al cual le dedicó sin reservas susesfuerzos y el sacrificio que significó haber sido expulsado, capturado, torturado enincontables ocasiones [...]. En él jamás nació la ambición [...]. Si aceptó la candidatura(presidencial) era exclusivamente con el fin de lograr un cambio en el país y encaminar aeste poder al encuentro con el pueblo. [...] Era evidente, había llegado el momento:Schafik era la persona adecuada (para presidente), él tenía una voluntad férrea de cambiarla situación en el país, claridad en su mente, y una gran experiencia acumulada. El [fue un]auténtico luchador social por más de sesenta años... [...]. Con el entusiasmo y la emociónque le causaba hablar a su pueblo, a Schafik se le ocurrió entablar un contacto directo ysistemático con el en San Salvador. Desde aquel tiempo la fracción legislativa del FrenteFarabundo Martí para la Liberación Nacional ha designado a los diputados para asistir a laPlaza Cívica e informar a la gente de su quehacer así como para desenmascarar lasmaniobras del poder. Las reuniones en la plaza cívica fueron concebidas paracontrarrestar la mentira y la desinformación a la que siempre ha sido sometida la gente deeste pais. (Aplausos). [...] Schafik [...] nunca dio un discurso vacío, siempre fue un análisisde la situación que inducía a la gente a la necesidad de un cambio [...]. El micrófonoabierto le permitía medir el descontento popular y el nivel de conciencia que adquiría supueblo. [...] Todos recordamos que la última tribuna a la que asistió Schafik fue la del 6 deenero de 2006, donde con una sencillez increíble explicó el triunfo del pueblo bolivariano[sic] y después [...] les pidió permiso para viajar a Bolivia. (Aplausos). El pueblo,emociado, le concedió el permiso, y entre el griterío se escucharon las palabras de alguienque le dijo: 'Dios te bendiga, Schafik; Dios te cuide'. (Aplausos). Esperamos tu regreso, yél ya no volvió. Fue su última intervención en ese lugar que está ahí como testigo mudodel amor, de la perseverancia, de la honestidad de un hombre que por más de medio siglo,y sin sombras, ni la más mínima duda de su comportamiento, ofreció su vida y su luchapor este pueblo. (Aplausos) La tribuna abierta de los viernes en la plaza cívica es unmonumento vivo a él. Cuidemos este espacio. Nadie, ningún alcalde, nos lo puedequitar14 (aplausos) [...].

* [N. del E.] Instituto Tecnológico Centroamericano14 Esta frase es una referencia a que la alcaldía de San Salvador, luego de haber estado por en manos delFMLN desde 1997, a partir del 1 de mayo del 2009, pocos días antes de la presentación del libro, pasó amanos del partido ARENA y su candidato, Norman Quijano.

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Luego de las ponencias, seguía un acto que combinaba teatro con danza, y que representaba lavida de Schafik y su esposa, y los episodios de su lucha. Con numerosas referencias a su integridadrevolucionaria, el acto culminó con el público coreando frenéticamente una consigna dedicada aSchafik: “Mi Comandante Se Queda”15, intercalada con la más genérica “El Pueblo Unido Jamás SeráVencido”.

Por US$ 10 adquirí una copia del libro. En una de sus primeras páginas se explica que la razónde ser del texto se encuentra en el deseo de “compartir el lado humano de Schafik” (Bichkova, 2009:5). La madre de Schafik relata en el libro que siendo bebé él “lloró en mis entrañas” y que “desde entoncesya sabía que estaba predestinado para algo” (Ibidem: 163, cursivas en el original). Según Bichkova, SchafikHandal era un hombre “admirado por el pueblo” que “jamás desatendió a nadie” (Ibídem: 73) y que“jamás abandonó [...] la ruta de la paz” (Ibídem: 48). “A la gente le gustaba su espíritu de combate”(Ibídem: 31). “Era incansable” (Ibídem: 34). “Nunca dejaba el trabajo a medias” (Ibídem: 30). “Sucarácter enérgico, firme y a la vez alegre y pícaro le hacía imprescindible en las reuniones (delpartido)” (Ibídem: 39). “Su liderazgo era natural, nunca se lo buscó, él se lo ganó en el FMLN ytodos lo reconocieron” (Ibídem: 28).

Una parte sustancial del libro está dedicado a la campaña para las elecciones del 2004, en lascuales Schafik participó como candidato a presidente por parte del FMLN. Bichkova participó enmuchas actividades de la campaña en calidad de esposa del candidato. Según Bichkova, en lacampaña “reinaba un espíritu de entrega y júbilo” en medio del cual “los compañeros de Schafik sedesempeñaron con gran sacrificio aspirando al cambio” (2009: 140-141). Sobre el resultado,Bichkova afirma que:

Schafik no ganó la presidencia, pero obtuvo una magna victoria política dejando por lossuelos a todos los adversarios [...]. El fraude fue tan escandaloso, tan descarado ymacabro que por un momento a todos nos dejó pasmados. [...] El sistema se defiende hastalos dientes, decía Schafik (2009: 140, cursivas en el original).

El libro culmina con la descripción del fallecimiento, velorio y entierro de Schafik Handal en2006. Bichkova estaba en Moscú cuando sucedió el fallecimiento y se movilizó lo más rápido quepudo a El Salvador. Relata que al llegar a las cercanías de la Plaza Cívica, donde Schafik estaba decuerpo presente, “el carro no podía avanzar. [...] Era una marejada humana que inundó la PlazaCívica y las calles aledañas. [...] En la Plaza Cívica reinaba un silencio hechizado. [...] Allí estabanmiles y miles de salvadoreños, llorando silenciosamente y acompañándome en el dolor” (Bichkova,2009: 201-211). Para el velorio “la muchedumbre llenó la calle. [...] La cola nunca terminaba, la gentepasaba y pasaba, pero la fila no disminuía. Casi todos iban llorando”. “El entierro de Schafik fue unamanifestación de dolor y reconocimiento nacional que jamás había conocido El Salvador”. Al sextodía “el país seguía hipnotizado y destrozado por el dolor”. (Bichkova, 2009: 213-219)

Bichkova apunta que no cree que“a la cúpula de Arena le haya dado gusto llevarlo al primer órgano del Estado y rendirlelos honores que jamás ninguno de ellos va a tener. No fue por buena voluntad.Simplemente no le quedaba otro remedio a la derecha viendo el reconocimientoirrefutable y sin medidas que el pueblo salvadoreño le brindaba a su líder” (Bichkova,2009: 218-219)

Según Bichkova, “en el sepelio de Schafik participaron dos millones de personas. La ciudadparecía tomada por la gente”. “Las calles estaban abarrotadas, la gente se remontaba a los techos delas casas, a los árboles, para [...] acompañar con el corazón su última marcha”. Para Bichkova, lo que

15 Consigna popularizada a partir de la canción “Reafirmo al Hombre”(2004), del grupo venezolano“Lloviznando Cantos”, en apoyo a la gestión de Hugo Chávez en Venezuela, después del fallido golpe deEstado en su contra en 2003. En el caso de su uso en referencia a Schafik Handal, se refiere a la trascendenciay permanencia de su figura de “comandante” aún después de su desaparición física.

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vivió “no ha sido un entierro, ha sido una insurrección popular”. Su entierro llevo a producir “unviraje en la conciencia popular. [...] Por primera vez se dio una encuesta verdadera16, la mejor manerade comprender con quién estaba el pueblo. Hasta después de muerto Schafik ganó la batalla política.Esta vez para siempre”. (Bichkova, 2009: 218-222).

Con un lenguaje un tanto más enredado, Tirso Canales nos ofrece una interpretación de la viday el pensamiento de Handal a partir de los métodos históricos que propone el marxismo. En su libro“Schafik Handal. Por la Senda Revolucionaria” (2009), lo describe como poseedor de “actuaciónciudadana” que aspiraba a “liberar al conjunto de fuerzas progresistas que aún no han desempañadolas funciones histórico-sociales que les corresponde realizar”. En este afán, Handal no se encontrabasolo ya que “numerosos luchadores salvadoreños fundieron su vida personal con la lucha social poramor a la libertad”. “Para él, el trabajo político era una disciplina de anochecer y amanecer pensandoen la causa del pueblo, en su liberación”. Canales explica que, por tres décadas, a partir de los añoscincuenta hasta los años setenta, Schafik contribuyó significativamente en la reconstrucción delPartido Comunista Salvadoreño y en el crecimiento de movimientos sindicales y estudiantiles(Canales, 2009: 15-19). Sin embargo:

a partir del año 1979, cuando la dictadura oligárquico-militar y el imperialismonorteamericano [...] decidieron aniquilar al movimiento revolucionario salvadoreño [...,](Schafik) demostró sus altas capacidades de organizador y estratega político-revolucionario. (Canales, 2009: 23-24)

Handal provino de una “generación de talentos soñadores” y logró encontrar “a base depatriotismo y sensibilidad política, un método (marxismo) que fue como el imán que lo unió a lahistoria de la lucha del pueblo” y “la brújula que lo orientó en todo momento como dirigentepopular de nuestro pueblo” (Canales, 2009: 34). “Evaluó al pueblo, apreció sus logros, sacrificios,planteamientos y proyecciones con carácter de actor fundamental del desarrollo político, comocreador de la riqueza del país y como tronco real de la colectividad nacional popular”. “'El pueblosalvadoreño es heroico, es valiente' era la divisa espiritual en la que el estratega de tantas luchasconfiaba” (Canales, 2009: 31). “A nuestro pueblo le gustaba su estilo de orador [...,] millares demujeres y hombres se graduaron de ciudadanos conscientes escuchándolo” (Canales, 2009: 34). “Ellegado superior de Schafik Handal -además de revolucionario incorruptible-, son sus brillantes ideaspolíticas probadas en la práctica a través de diversas formas, modos y medios de lucha”. (Canales,2009: 30)

Desde el 2006, Schafik Handal tiene una calle con su nombre en la capital, honor concedidocuando el consejo municipal le pertenecía al FMLN. En poco tiempo, la imagen de Schafik se hahecho de un lugar privilegiado dentro del panteón de líderes históricos de la izquierda, y su estampaayuda a marcar “territorios” dominados o disputados por el FMLN a lo largo del país. Se leencuentra en forma de murales en muchas comunidades campesinas y colonias marginales, o en lasparedes de las casas de partido del FMLN y alcaldías gobernados por el FMLN. Después de la últimaremodelación, el “comandante Simón” adorna con su imagen el auditorio de la Facultad de Derechode la Universidad de El Salvador17, flanqueado por el Che Guevara y Fidel Castro. Anualmente, el 24

16 Referencia a las encuestas de preferencia de votos que se hicieron regularmente a lo largo de lacampaña presidencial de los comicios del 2004, y que generalmente señalaban a Schafik Handal comoperdedor.17 Dicho auditorio constituye un referente histórico de décadas de luchas estudiantiles y revolucionariosen el país, por acontecimientos que se dieron en el auditorio a la largo de los años. La Universidad de ElSalvador (UES) fue también la cuna de una gran parte del movimiento revolucionario que posteriormenteintegró el FMLN (véase, por ejemplo, Quezada y Martínez, 1995). Hasta la fecha, la UES es dominado porgrupos de izquierda. El partido FMLN sigue manteniendo importantes niveles de influencia en el quehaceruniversitario (vea un artículo de opinión del analista político Paolo Luers en El Diario de Hoy del 17/10/2007

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de enero, centenares de militantes del FMLN se reúnen y realizan una guardia de honor en elmausoleo de Schafik, ubicado en el Cementerio de los Ilustres, no muy lejos de la tumba deD'Aubuisson. En el mes de marzo del 2010, Medardo González, el coordinador del FMLN, inaugurójunto otras personalidades el Museo Schafik Handal, una casa en San Salvador que reúne fotografías,reliquias y pertenencias personales del difunto líder.

Memoria al servicio del presenteLas similitudes entre la promoción de la memoria de Roberto D’Aubuisson y Schafik Handal

son obvias. Con esto no quiero sugerir de ninguna manera que los dos personajes sean parecidosentre sí, o que hayan tenido cualidades o trayectorias similares. Únicamente constato que existenimportantes paralelismos en la forma en que estas dos personalidades son promovidas por suspartidarios como figuras mitológicas. Así entendido, el mito refiere a una historia de grandeza ymoralidad que explica las grandes fuerzas de nuestra existencia a través de la personificación (Nims yMason, 1999). Los dirigentes del FMLN apelan a esta dimensión de la memoria cuando califican aSchafik como una persona cuya vida es “la síntesis del proceso revolucionario salvadoreño” y loproponen como “el líder de la revolución (salvadoreña) [...] que da lectura al pasado y [marca elcamino] por dónde debemos ir”18.

¿Cómo entender entonces el trabajo de la memoria alrededor de estas dos figuras de la historiareciente de El Salvador? Desde la obra pionera de Halbwachs, los debates académicos sobre lamemoria han comenzado a considerar la memoria social o colectiva como una práctica política(Halbwachs, 1992 [1952]; Connerton, 1989). La memoria aparece entonces como un producto deprocesos sociales de construcción e interpretación de sucesos históricos, constituyendo un elementoesencial que posibilita que individuos y grupos tengan la capacidad de sostener identidades en eltiempo (Misztal, 2003).

Lo que se denomina memoria colectiva no es un recuerdo sino una declaración: que estoes importante, que ésta es la historia de lo ocurrido, con las imágenes que encierran lahistoria en nuestra mente. Las ideologías crean archivos probatorios de imágenes,imágenes representativas, las cuales compendian ideas comunes de significación ydesencadenan reflexiones y sentimientos predecibles (Sontag, 2002: 100).

Estos marcos de interpretación, fuertemente impregnados de aspectos emotivos y afectivos,inducen a las personas a filtrar sus percepciones del mundo y adjudicar significados a partir de un usoselectivo de la información (Kuypers, 2009).

Charles Tilly (2002, 2008) se acerca a los marcos de interpretación de Goffman a través de loque él llama “historias estandarizadas”19. Estas historias constituyen “narrativas explicativas queincorporan una cantidad limitada de actores, algunas acciones y una explicación simplificada de causay efecto en la cual las acciones de los actores producen todos los resultados significativos”. Juegan unpapel central en nuestra vida social y política (Tilly, 2008: 20). Las historias estandarizadas, quesintetizan el significado que quienes las proponen atribuyen a procesos sociales y políticos, “seprestan hermosamente para el enjuiciamiento de los actores (involucrados) y la asignación deresponsabilidad. Constituyen maravillosos vehículos para la credibilidad y la culpa” (Tilly, 2008: 22).Es claro entonces que el mito puede ser una versión efectiva de este tipo de historias, ya que utiliza lapersonificación como síntesis de un proceso histórico y propone una división moral concaracterísticas absolutistas para ordenar los procesos de adjudicación de crédito y culpa.

y otro artículo de opinión del docente universitario Carlos Gregorio López Bernal en el periódico digital ElFaro de 07/03/2010: http://www.elfaro.net/es/201003/opinion/1315/ ).18 Inauguración de la Casa Museo Schafik Handal, San Salvador 13/03/2010, transmitido en vivo porRadio Mayavisión.19 En inglés: “standard stories”.

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Debemos tomar en cuenta que es la misma “interacción social [que] genera estas historias quejustifican y facilitan la continuidad de la interacción social, pero lo hace dentro de los límites puestospor las historias que las personas comparten como consecuencia de interacciones previas” (Tilly,2002: 39). De ahí la importancia estratégica que tiene para los actores políticos incidir en latraducción de los procesos sociales y políticos vividos en historias estandarizadas. Las categoríasidentitarias que adquieren importancia social y política, que movilizan votos e incluso ejércitos, nosurgen espontáneamente, sino que se gestan y se modifican continuamente a partir de procesos deinteracción social (Reger, Einwohner y Myers, 2008). La política requiere una labor intensa ycontinua de construcción de identidad. En interminables reuniones, intervenciones públicas,entrevistas, boletines, pinturas, cuñas radiales, anuncios televisivos, libros, etc. este trabajo deidentidad es, en el fondo, a lo que juegan los políticos. Y la materia prima por excelencia de esta laborse llama la memoria.

Dos historias oficiales y montones de olvidoEn su trabajo sobre la memoria de la matanza de 1932 en El Salvador, López Bernal describe

cómo coexisten en los imaginarios del país dos versiones históricas radicalmente distintas de estossucesos: una construida desde la derecha y otra desde la izquierda (2007). Estas dos versiones seinsertan en dos distintas tradiciones de interpretación histórica que se han desarrollado en ElSalvador en las últimas décadas. La tradición de la memoria política desde la derecha ha giradoalrededor del anticomunismo como baluarte y salvador de la patria salvadoreña, tanto en el 1932 anteel levantamiento comunista, como en el conflicto armado de los ochenta, ante lo que ellos llamaron“el terror rojo del FMLN”. La memoria de la izquierda se centra en los episodios de lucha contra laexplotación del país por parte de unas pocas familias pudientes, la organización popular para lograruna resistencia armada a la dictadura militar y la represión sufrida por el pueblo en sus luchas. Lasnarrativas construidas alrededor de D'Aubuisson y Handal que hemos revisado en este texto seinsertan en, y son una continuidad de, estas dos tradiciones de interpretación de la historia del país.

Para sus respectivas audiencias, las dos tradiciones tiene características de una historia “oficial”,ya que son hegemónicas, en el sentido de que ofrecen explicaciones ampliamente aceptadas (y pococuestionadas) para audiencias significativas en número e influencia (Kottak, 2004). Para alguien afínal FMLN, es impensable cuestionar el sacrificio del pueblo en su lucha o hablar bien deD'Aubuisson. Para alguien afín a ARENA, es impensable hablar bien del FMLN, cuestionar lavalidez histórica del anticomunismo o exaltar la figura de Handal. Es más, la organización de la vidapartidaria induce explícitamente a los partidarios a certificar de manera pública y continua lasrespectivas historias oficiales, que están inmersos en la coreografía de los eventos partidarios. Siendoparte del partido, los del FMLN tienen que cantar “Hermanos Unidos para Combatir” y “Revolucióno Muerte: Venceremos”; los de ARENA “Patria Sí, Comunismo No” y “El Salvador será la tumbadonde los rojos terminarán”20.

A pesar de la paz, El Salvador siguió siendo un país políticamente polarizado, una división enla cual ARENA cumple un papel hegemónico a la derecha y el FMLN a la izquierda del espectropolítico. ARENA hasta hace poco tenía para ello la ayuda del control del gobierno y la posibilidad demanejo de diferentes tipos de recursos que esto implicaba, así como el apoyo de una parte muyimportante del empresariado del país. Pero el FMLN históricamente también ha manejado recursossustanciales, en primer lugar, por todo el apoyo internacional que acumuló a lo largo de la guerra y,posteriormente, a través de, por ejemplo, ONGs, puestos de elección pública y recientemente,incluso empresas de beneficio social. Cada partido cuenta con las simpatías y los recursoseconómicos para hacerse de los servicios de miles de militantes activos, cuyos vidas e historias a

20 Textos de los himnos oficiales vigentes del FMLN y ARENA, respectivamente. Estos himnos secantan rutinariamente en los eventos partidarios.

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menudo están íntimamente relacionadas con su pertenencia al partido. En los diferentes ámbitosdonde estas personas operan, un parte importante de su labor es precisamente la promoción de lainterpretación de la historia oficial que promueve su partido y la censura de los puntos de vista quedifieren de esta oficialidad.

En este sentido los trabajos de la memoria alrededor de D'Aubuisson y Handal tienen dosdestinatorios principales: el externo, “el pueblo” a quien quieren convencer de las virtudes delhombre que personifica un marco de interpretación de la historia y la realidad del país, y eldestinatario allegado o interno, para el cual la memoria sirve como un supuesto recordatorio de lalínea correcta que deben seguir el partido. Por ejemplo, Panamá expone que su obra fue creada para“reencausar la línea original de ARENA 'del pueblo y para el pueblo'”, que en versión del autor sehabía perdido en el 1999 (2005: 205). De la misma manera, al interior del FMLN, Handal espromovido como un guardián de la línea “correcta”.

Tal como nos muestra la reseña anterior, los militantes salvadoreños de ambos partidos setoman la licencia de escribir la historia de manera tal que logran una síntesis casi perfecta de ésta consu posición política (actual). Las interpretaciones que proponen deben tener la capacidad de incidiren el público, pero también de aglutinar y disciplinar a los partidarios. Tres circunstancias le facilitanesta tarea a los militantes. La primera es la carencia en el país tanto de una historiografía abundante yseria, como del acompañamiento de ésta por una institucionalidad académica independiente capaz deinterrogar sistemáticamente a las versiones propuestas por los militantes. La segunda consiste en laincapacidad del sistema judicial de impartir justicia basándose en documentación seria conparámetros científicos respecto a la verdad de los hechos. Esta impunidad, que ha tendido areproducirse en la posguerra, cobra particular relevancia para el tema de la política de la memoria conrespecto a los hechos de la guerra (Popkin, 2000). Con la excepción del caso de los jesuitas21, nohubo tribunales, no hubo condenas y no hubo indultos; por ende ¿quién tiene la última palabra conrespecto a lo que realmente pasó? En la posguerra salvadoreña, los militantes pugnan precisamentepor tener una voz dominante en este asunto. Finalmente, la tercera circunstancia es el peso de estasfuerzas políticas dominantes en la vida pública del país, que posicionan al militante en lugares deprivilegio social e, incluso, económico. La debilidad de las instituciones estatales contrasta con lafortaleza de estos dos partidos políticos. El militante bien posicionado en el partido posee poder ycomanda voluntades. Cuando los militantes salvadoreños proponen sus relatos sobre la historia, loque está en juego es la acumulación de fuerzas del presente y, en última instancia, también el controly la distribución del poder al interior del partido.

Una nueva mirada al informe de la Comisión de la Verdad nos enseña que la historia oficialque cada partido promueve, tiene importantes omisiones. Examinando cómo muchas atrocidadeshan sido negadas a través de la historia, Cohen (2001) señala que, cuando el pasado no se puedeconvertir en un discurso de utilidad política para los ostentadores del poder, fácilmente se recurre lanegación y el olvido. Justamente es esto lo que sucede en el caso salvadoreño. En la lectura de laderecha, la omisión más importante es la campaña de terror que la derecha paramilitar y el ejércitosalvadoreño desataron contra opositores políticos a finales de los años setenta y a principios de los

21 En la noche del 15 de noviembre del 1989, mientras el FMLN estaba realizando una ofensiva militar agran escala para tomar la capital, un batallón élite de la Fuerza Armada de El Salvador entró al campús de laUniversidad “José Simeón Cañas” (UCA), y asesinó al rector de esta universidad, Ignacio Ellacuría, que eneste momento era el principal intelectual de izquierda del país, junto con cinco jesuitas más, asi cómo suempleada y la hija de la misma. Este crimen que conmovió la opinión pública nacional e internacional,generando una enorme presión para enjuiciar a los responsables. En septiembre de 1991, el caso fue juzgadoen un tribunal salvadoreño que concluyó con la condena del Coronel Guillermo Benavides y el TenienteYussy Mendoza. A la fecha ellos son los únicos oficiales del ejército enjuiciados y condenados en El Salvadorpor abusos a los derechos humanos en el marco del conflicto armado. Con la Ley de Amnistía, los dosmilitares fueron puestos en libertad en 1993.

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ochenta, que provocó miles de víctimas e incluyó miles de desapariciones forzadas y centenares demasacres sistemáticas contra la población civil en general, como fue el caso de El Mozote.22 A lolargo de la posguerra, ARENA ha obviado, eludido o saboteado las reivindicaciones deorganizaciones de derechos humanos lo cual da cuenta de la aceptación de responsabilidadesconcretas en lo que respecta a violaciones de los derechos humanos durante la guerra.23

Del otro lado, la omisión más importante en la historia oficial propuesta por el FMLN, es la depurgas internas que se dieron al interior del frente, en el contexto de la guerra civil, como el caso deMayo Sibrián en el Frente Paracentral en San Vicente, responsable de centenares de ejecuciones decombatientes del FMLN bajo la sospecha de ser infiltrados (Wood, 2002). El informe de la Comisiónde la Verdad nos muestra que la responsabilidad de la guerrilla en violaciones a los derechoshumanos es muy inferior, proporcionalmente, a la que tiene el ejército y los escuadrones de la muerteasociados con la derecha. Sin embargo, el FMLN tiene responsabilidad en 5% de las violaciones a losderechos humanos registrados por la comisión, que son centenares de casos individuales, y que,teóricamente, se pueden traducir en centenares de casos penales contra dirigentes o ex dirigentes delFMLN. De ahí proviene el escaso entusiasmo del FMLN a lo largo de la posguerra para promover laderogación de la Ley de Amnistía o de ahondar en investigaciones sobre hechos de violenciaocurridos durante la guerra (Sprenkels, 2002b, 2005).

ConclusionesLas memorias de Roberto D'Aubuisson y Schafik Handal no son productos autopropulsados.

Son el resultado de una labor ardua, consciente y dedicada de parte de aquellos que buscan hacerleun lugar en el friso de la historia. Más que memorias, los relatos construidos alrededor de los doslíderes constituyen mitos en proceso de elaboración que buscan gravitar identidades políticas parafavorecer la acumulación de fuerzas en el presente.

Los importantes esfuerzos que realizan ambos bandos para reivindicar la memoria de suslíderes como parte de su lectura oficial de la historia, son un indicio del peso que sigue teniendo en laposguerra salvadoreña los grupos políticos que se enfrentaron en la guerra, que hoy se hanconvertido en los partidos políticos dominantes de El Salvador. Y son indicativos también, del pesode la identidad militante al interior de estos partidos políticos. Como afirma Susan Sonstag: “para losmilitantes la identidad lo es todo” (2003: 18). En consecuencia, los militantes buscan plasmar yconstruir esta identidad echando mano de la historia, antigua y reciente. Para el caso del militante, seaplica de una manera instrumental la afirmación de Ankersmit que “los mejores ideales y valores políticosson aquellos que inspiran y permean la forma más convincente de narrar la historia” (2002, 3)24.

La elección presidencial de marzo del 2009 que ganó Mauricio Funes, candidato del FMLN y elprimer mandatario procedente de la izquierda que ha conocido El Salvador, sin duda generaránuevos escenarios para la política de la memoria en El Salvador. Ya se están perfilando ciertoscambios en este sentido. Mientras ARENA y FMLN siguen buscando fortalecer el estatus de susrespectivos líderes históricos, Mauricio Funes, quien ha buscado ciertas distancias políticas con elFMLN, parece estar intentando generar una lectura que promueve nuevamente la figura deMonseñor Romero y los mártires jesuitas como los referentes históricos más importantes de la

22 En El Mozote, un pequeño poblado en el departamento de Morazán, cerca de mil personas murieronen el lugar a manos de un batallón élite de la Fuerza Armada de El Salvador en diciembre de 1981. Según elperiodista Mark Danner, quien hizo una reconstrucción detallada de los hechos, El Mozote fue la mayormatanza que se diera en el hemisferio ocidental en el marco de la guerra fria (Danner, 1994)23 Un ejemplo claro de esto es la actuación de los respectivos gobiernos de ARENA en relación a lasdemandas de la Asociación Pro-Búsqueda, cuya finalidad es encontrar y reunir con sus familiares loscentenares de niñas y niños que fueron desaparecidos en el conflicto armado, frecuentemente a manos delejército salvadoreño. Vea Sprenkels (2001, 2002a) y www.probusqueda.org.sv24 Cursiva en original.

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nación. Con esto podría lograr tres objetivos: primero, potenciar la plataforma política de la inclusiónsocial, a la fecha el elemento más importante de su gobierno; segundo, fortalecer la imagen de laresponsabilidad histórica de la derecha política del país por los crímenes contra estos mártires y,tercero, discretamente restarle crédito al FMLN como motor de las transformaciones políticas delpaís.

Por otro lado, la pérdida del gobierno ha llevado a reajustes y un importante fraccionamiento alinterior de la derecha salvadoreña, haciendo surgir un nuevo partido llamado “Gran Alianza por laUnidad Nacional” (GANA) y debilitando a ARENA. Hoy, que ARENA aparenta necesitar la imagende D'Aubuisson más que nunca para reagruparse, la apuesta de otros consiste en aumentar el riesgode echar mano a la figura de D'Aubuisson, por el descrédito que conlleva su responsabilidad en elasesinato del arzobispo. Nuevas interpretaciones políticas de la historia salvadoreña reciente saldránen diálogo con este nuevo contexto político. Muy probablemente, la memoria de la guerra civilsalvadoreña seguirá sirviendo para apuntalar los diferentes proyectos políticos actuales y futuros y,por lo tanto, seguirá siendo una memoria altamente politizada. Mientras la memoria militantecontinue acercando la tarea de la historia a la de la propaganda, escasearán los espacios políticos yacadémicos necesarios para reconstruir versiones más serias y objetivas de la guerra civil salvadoreña.

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MOVIMIENTOS POPULARES Y ELECCIONES EN ELSALVADOR, 1990-2009*

PAUL ALMEIDA**

Durante la madrugada del domingo 15 marzo 2009, unos quinientos voluntarios del partidopolítico FMLN se reunieron en el aparcamiento de una gasolinera ESSO en el centro de El Salvador.Los líderes del FMLN entregaban uniformes y provisiones a sus vigilantes para supervisar laselecciones presidenciales que iban a comenzar unas horas más tarde. Sobre las 4.30 a.m. los vigilantesy los monitores electorales, la mayoría de los cuales parecían tener menos de treinta y cinco años, sepusieron en fila y empezaron a desfilar algunas cuadras por la Calle 29 hacia el segundo centro mayorde voto en la capital, el Instituto Nacional “General Francisco Menéndez” (INFRAMEN), uno delos institutos de enseñanza más antiguos del país. Mientras caminaban cantaban y coreabancanciones de protesta del momento álgido del movimiento popular en los años setenta, “La marchade la unidad” y la letra del grupo de música popular Yolocamba Ita. Parecían más un movimientosocial que un partido político institucionalizado.

Antes de que cerrasen los centros de voto a las cinco de la tarde, los rumores se arremolinabandesde las encuestas de salida: que el candidato del FMLN, Mauricio Funes, había derrotado alcandidato del partido de la Alianza Republicana Nacional (ARENA), Rodrigo Ávila Avilés, antiguodirector de la Policía Civil Nacional. Mientras los monitores contaban los votos de las más dedoscientas mesas electorales en el centro INFRAMEN, se oían gritos al final del recuento en cadamesa. Cuando ganaba ARENA en la mesa los monitores de este partido gritaban “¡Patria sí,comunismo no!”.Y cuando ganaba el FMLN los voluntarios gritaban “¡Un paso al frente, con elFrente!”.

Al fin, el FMLN ganó en más mesas que ARENA en este importante centro de voto. Antes delas seis de la tarde celebraciones espontáneas y manifestaciones habían brotado por las calles en SanSalvador y en otras ciudades del país. En la Calle San Antonio Abad, cerca de la esquina suroeste dela Universidad de El Salvador, cientos de jóvenes con las banderas rojas del FMLN salierondisparados a la calle con inmensa alegría. Antes de las siete, las noticias hablaban de la victoria delFMLN. Grandes multitudes de gente empezaban a reunirse en la plaza del redondel Masferrer, cercadel distrito de élite Escalón, en San Salvador, donde estaba previsto que Funes se dirigiese a unascincuenta mil personas sobre la medianoche.

En junio de 2009, Funes asumió el poder, representando la primera transferencia pacífica delpoder a un partido izquierdista en ciento ochenta y ocho años de historia de El Salvador.1 ¿Cómosucedió? La victoria sin precedente de Funes y el histórico giro se entienden mejor como el resultadode una movilización llevada a cabo por una alianza entre el FMLN y los movimientos popularessalvadoreños. Esta alianza de partido/movimiento, forjada en los años noventa y principios de lasiguiente década, se formó bajo la presencia de dos poderosas fuerzas nacidas después de la guerracivil: la democratización y el neoliberalismo.

* Este texto fue publicado originalmente en Eduardo Rey Tristán y Pilar Cagiao Vila (eds) (2011) Conflicto,memoria y pasados traumáticos: El Salvador contemporáneo, Santiago, Universidad de Santiago de Compostela.Agradecemos a los mencionados editores el permiso para la reproducción del trabajo en el presente volumen.Una versión más detallada de este artículo se encuentra en Almeida, Paul D. (2011) Olas de Movilización Popular:Movimientos Sociales en El Salvador, 1925-2010, San Salvador, UCA Editores.** El autor es Doctor en Sociología (2001) por la Universidad de California, Riverside y Profesor Asociado deSociología por la Universidad de California, Merced.1 La posible excepción sería la elección en 1931 de Ing. Arturo Araujo y su Partido Laborista. Pero sugobierno solo duró por unos meses.

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El proceso de democratización salvadoreño empezó con los Acuerdos de Paz de Chapultepec,firmados en enero 1992. Estos pusieron fin a doce años de guerra civil y abrieron un espacio políticopara los movimientos sociales y partidos políticos en oposición. Previamente El Salvador había sidoel hogar de uno de los más longevos gobiernos controlados por los militares en toda América Latinaen el siglo veinte, con la excepción de unos períodos de liberalización durante los años veinte,sesenta y ochenta.2 Alguna forma de mandato militar existía desde finales de 1931 hasta 1982, y lasfuerzas armadas salvadoreñas mantenían una influencia enorme sobre el Estado hasta la firma de losacuerdos de Paz fomentados por las Naciones Unidas.3

Incluso con la implementación de las elecciones competitivas durante la guerra civil de los añosochenta, sólo participaban los partidos centristas y de extrema derecha, mientras persistió un estadode emergencia entre 1980 y 1987. Estas condiciones impedían que los movimientos sociales hicierancampaña durante más de unas pocas semanas seguidas. Mientras tanto, el gobierno salvadoreñoinsistía en que las organizaciones cívicas y sindicatos más poderosos mantenían vínculos clandestinoscon el FMLN, todavía un insurrecto armado, con lo cual reprimía el liderazgo cívico y a sus sociospopulares hasta principios de los noventa.

Poco después de los Acuerdos de Paz se reconoció legalmente al FMLN como partidopolítico. Ese reconocimiento por sí solo representaba un logro mayor en términos de la construcciónde una paz social, ya que un ex ejército insurgente entregó las armas y participó en las eleccioneslocales y nacionales. Además, se beneficiaba a los movimientos en las calles al tener un socio dentrodel parlamento y al desmantelar cuerpos de seguridad muy represivos como la Policía de Hacienda, laPolicía Nacional y la Guardia Nacional.

Al empezar la democratización, el modelo económico neoliberal dominaba los planes de lospolíticos de la región (Robinson, 2008). Incluso antes de que terminara la guerra civil, los gobiernossalvadoreños promulgaban programas para la estabilización de la economía siguiendo las directricesdel FMI, tales como el paquete económico del presidente demócrata cristiano José Napoleón Duartede enero de 1986, el cual incluía la devaluación de la moneda nacional. Sin embargo, con la llegadadel triunfo electoral de Alfredo Cristiani y el partido ARENA en 1989, se empezó una trayectoria depolítica neoliberal más consistente (Robinson, 2003). La administración Cristiani (1989–1994)implementó varias reformas, incluyendo la reprivatización de la Banca, el cierre del IRA (la agenciagubernamental de comida y grano básico), despidos masivos en el sector público, y la privatizaciónde los institutos de la exportación de café y las refinerías de azúcar.

El avance de la reestructuración neoliberal, junto a la democratización, fomentaban lascondiciones para transformar el FMLN en un partido político importante de oposición en la era de laposguerra. Aunque estas fuerzas tardaron en unirse y producir la alianza estratégica que se consolidóa finales de la década de los noventa y principios de siglo, se culminó con el triunfo del partido en laselecciones presidenciales de marzo de 2009.

A principios de los años noventa el FMLN empezó a formarse como partido electoralprincipal. Constituido históricamente por una coalición insegura de cinco facciones izquierdistas, elpartido sufrió diferencias ideológicas internas relacionadas con plataformas políticas, programas ypolíticas después de la guerra fría. Estos conflictos estallaron a finales de 1994, cuando se marcharonsiete diputados legislativos del FMLN junto a dos de los cinco partidos fundadores: la ResistenciaNacional y el Ejército Revolucionario del Pueblo.4 A partir de ese momento el FMLN luchó parasuperar las tensiones internas anteriores y transformarse en uno de los contendientes políticos

2 Para estos períodos anteriores de liberalización política, véase Almeida (2008b), Gould and Lauria(2008); Lindo, Ching y Lara (2007), y Brockett (2005).3 Véase Stanley (1996) y Williams y Walter (1997).4 Las bases de estos dos partidos renegados quedaron con el FMLN o volvieron más tarde comosimpatizantes.Sobre el tema véase Zamora (1998).

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principales en la política salvadoreña institucional. Muchos de sus dirigentes importantes conconexiones con los movimientos populares, como Humberto Centeno, de la asociación detrabajadores de telecomunicaciones, se involucraron en la movilización electoral del departamento deAhuachapán y dejaron atrás su trabajo anterior en los movimientos sociales.

Durante este período, mientras terminaba la guerra civil y el país lograba la paz, el sector demovimiento social y las organizaciones de la sociedad civil también ajustaban sus estrategias yalianzas según el nuevo ambiente político. Los estilos tradicionales de organizaciones laboralesintentaban enfrentarse a las medidas de austeridad de Cristiani y llevaban a cabo manifestacionescortas de protesta y huelgas de un día.5 Sin embargo, algunos de los conflictos mayores del períodose centraban en cuestiones pendientes de la guerra civil, como las luchas de las asociaciones decampesinos y de las cooperativas rurales para conseguir acceso a la tierra y los ex-patrulleros queluchaban contra el Estado empleando acciones callejeras violentas para conseguir compensacionesindefinidas y beneficios por sus servicios paramilitares al gobierno durante la guerra civil.

Bajo la superficie, El Salvador se transformaba en gran parte en una economía políticaneoliberal, sobre todo con la ejecución de una segunda generación de reformas neoliberales (Segovia,2002). Estas nuevas reformas se centraban en la privatización, el uso del dólar y el comercio libre.Con la presidencia de Armando Calderón Sol (1994–1999), se impusieron medidas de privatizaciónpor medio del Programa de Modernización Estatal, que comenzaron en 1994 cuando se anunciarondespidos en masa en el sector público (Anner, 1996). A principios de 1995 Calderón Sol anuncióplanes para aumentar el IVA y para privatizar las telecomunicaciones (ANTEL), la red de la potenciaeléctrica y el fondo de pensiones del Estado. Los movimientos populares y el FMLN se enfrentarona estas reformas manifestándose por las calles en masa durante aquel año, pero estas manifestacionesno tenían la capacidad de llevar a cabo una campaña unificada de la oposición, dado el período deajuste en el ambiente neoliberal emergente.

En las elecciones locales, parlamentarias y presidenciales de 1994, el FMLN se habíaestablecido como un partido político sustancial, aunque todavía en minoría, obligando a ARENA auna segunda vuelta en las elecciones presidenciales, y ganando veintiún escaños de los ochenta ycuatro de la legislatura unicameral. El FMLN ganaba popularidad, y en las elecciones de 1997 vencióen cincuenta y un gobiernos municipales y ganó veintisiete escaños legislativos, igualando casi elpoder parlamentario de la ARENA (Spence, Lanchin y Thale, 2001). El partido también triunfó alelegir al Dr. Héctor Silva como alcalde de San Salvador. A pesar de estos aumentos sin precedentesde una organización política izquierdista en El Salvador, se vio incapaz de atraer el apoyo masivonecesario para ganar unas elecciones presidenciales, perdiendo en la primera vuelta tanto en 1999como en 2004. No obstante, a finales de los noventa surgió una nueva ola de actividad en losmovimientos sociales, que ayudaría al FMLN a mantener su base electoral en las elecciones de losaños 2000, 2003 y 2006.6

Sin embargo, la mayor parte de la resistencia en los sectores populares entre 1995 y 1998 sedisputó en cada sector por separado: los trabajadores en las telecomunicaciones lucharon contra laprivatización, la ATMOP (Asociación de los Trabajadores del Ministerio de Obras Públicas) pusoresistencia a los despidos en masa, los trabajadores de las pensiones estatales (SITINPEP) atacaron ala privatización de las pensiones y las ONG en defensa de los consumidores se opusieron al IVAregresivo y a aumentos en el precio de la luz. En la mayoría de los casos, los sectores populares nounificaron sus luchas para hacer una campaña más grande, a la vez que su aliado principal dentro delparlamento, el FMLN, no tenía el capital político para impedir que estas medidas se aprobasen en lalegislatura. No obstante, el equilibrio en el poder empezó a inclinarse a favor del movimiento popular

5 Estas batallas de principios de los noventa incluían coaliciones de movimientos populares como el Inter-Gremial y UNASTEMA, los cuales lucharon en contra del cierre de la IRA y de los despidos masivos en elsector público bajo el primer gobierno ARENA.6 Sobre la cuestión electoral véase Artiga (2004).

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y del FMLN a finales de 1999, cuando el gobierno intentó privatizar un sector clave de la economíasalvadoreña: el sistema de la Salud Pública.

Poco después de asumir el cargo, Francisco “Paco” Flores, el tercer presidente consecutivo deARENA (1999-2004), perseguía una iniciativa que comenzó a mediados de los años noventa con laasistencia del Banco Mundial y del Banco de Desarrollo Interamericano para externalizar los serviciosde la primera institución médica, el Instituto Salvadoreño de Seguridad Social (ISSS). Los médicosdel ISSS –que acababan de formar un sindicato en 1997 (SIMETRISS) y habían lanzado una huelgacon éxito en 1998 para mejorar el sueldo y para tener más voz a la hora de reestructurar las iniciativasdel sistema de salud– unieron fuerzas con el sindicato de los trabajadores del ISSS (STISS). Sucampaña combinada de protesta tuvo resultados muy diferentes a los episodios de resistencia de losnoventa. De forma más destacada, efectivamente formaron amplias coaliciones con otros grupos dela sociedad civil y con el FMLN.7

Esta nueva y exitosa coalición surgió en su mayor parte de un cambio en la estructura de lasociedad civil salvadoreña a finales de los años noventa. Después de las campañas aisladas de lossectores individuales a mediados de la década, se fundaron varias alianzas de grupos y sectoresmúltiples. En el sector de la salud pública surgió la Comisión Tripartita en 1998 para su defensa, lacual incluía al recién formado sindicato ISSS, los médicos del sistema hospitalario general y elColegio Médico (la Asociación de médicos profesionales). En el sector laboral, el Movimiento deOrganizaciones Laborales Integradas (MOLI) reunió a más de una docena de sindicatos del sectorpúblico, mientras el Comité Coordinador de Sindicatos de los Trabajadores Salvadoreños (CSTS)unió a los trabajadores del gobierno, de la construcción, maquiladoras y a los trabajadores informales.

Estas dos coaliciones se unieron luego con los empleados municipales, los profesores y variasorganizaciones importantes más allá del trabajo urbano (incluyéndolas organizaciones universitariasestudiantiles más destacables, las asociaciones de campesinos y las confederaciones comunitarias)bajo una estructura paraguas de la Concertación Social y Laboral (CLS), formada en junio 1999 paracontrarrestar la privatización del sector estatal, la represión del Estado, el descenso del salariomínimo e impedir las leyes de flexibilidad laboral. En el sector de las ONG, una organizaciónimportante coordinadora, el Foro de la Sociedad Civil, ya se había formado en la resaca del HuracánMitch. Contaba con por lo menos cincuenta ONG, incluyendo las asociaciones agrícolas másimportantes y federaciones rurales de cooperativas, así como asociaciones de las comunidadesrurales.

Por tanto, y en vísperas de la primera huelga de los sanitarios en contra de la privatización,había tenido lugar una reestructuración importante en la sociedad civil salvadoreña en la que sealiaron docenas de organizaciones de trabajadores, campesinos, estudiantes, profesionales y de ladefensa del consumidor. Los médicos y trabajadores de la Salud Pública utilizaron esta enorme rednueva de asociaciones cívicas para lanzar dos de las huelgas más importantes en la historiasalvadoreña y uno de los esfuerzos más largos de resistencia en contra de la privatización enLatinoamérica.

La primera huelga en contra de la privatización de la salud pública surgió en noviembre de1999 y duró hasta el siguiente mes de marzo de 2000. La campaña pacífica de protesta constaba dedocenas de marchas en masa en las ciudades y pueblos principales. Algunas movilizaron hastacincuenta mil participantes. Esta ronda de movilizaciones destacó por la participación de gruposmúltiples además del propio del sector sanitario. Los campesinos de Chalatenango y la región bajadel Río Lempa utilizaron autobuses para llegar en masa; los sindicatos del sector público realizaronpor lo menos una docena de huelgas solidarias; y la comunidad de la ONG formó una coalición adhoc de treinta grupos para apoyar la huelga. Ante esta resistencia en aumento, el gobierno se vioobligado a echarse atrás y a negociar con la STISSS y a SIMETRISSS.

7 Sobre la cuestión véase Almeida (2006 y 2008a) y Almeida y Delgado (2008).

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De forma significativa, las protestas coincidieron con las elecciones legislativas y municipalesdel 2000. El FMLN apoyó públicamente la huelga, mientras los movimientos sociales hicieroncampaña para el partido, lo cual explica en parte el éxito del FMLN en las elecciones del 2000,cuando superó a ARENA por primera vez en escaños obtenidos en la Asamblea Legislativa. Pero noterminaba ahí. A mediados del 2002 el gobierno de ARENA, trabajando con la asociación privada denegocios ANEP, reintentó una vez más externalizar los servicios médicos en el ISSS. Esto dio pie auna huelga incluso más larga y más grande, desde septiembre 2002 a junio 2003, dirigida por elSTISSS y el SIMETRISSS. Los médicos y sanitarios invocaban a sus aliados, quienes de nuevojugaron un papel decisivo al movilizar a la sociedad civil. Esta vez cortaron las carreteras en las víasprincipales del país y organizaron marchas callejeras en masa, conocidas como “Marchas Blancas”que lograron reunir a doscientos mil participantes.

El FMLN se unió a las movilizaciones, enviando no sólo a los socios ordinarios, sino tambiéna diputados legislativos y alcaldes a las marchas y barricadas. De hecho, la facción parlamentaria porcompleto se unió a las marchas en contra de las privatizaciones como su propio contingente. ElFMLN también utilizó su mitin público semanal, la Tribuna Abierta, para llamar a sus socios a tomarparte en las movilizaciones. El partido introdujo legislación que impediría la privatización de la saludpública. Como anteriormente, la segunda huelga en contra de la privatización tuvo lugar durante laselecciones parlamentarias y municipales en 2003. El FMLN una vez más sacó provecho del apoyoabierto de la huelga, ganando suficientes votos para mantener la representación en la AsambleaLegislativa y en los gobiernos locales, incluyendo la capital. Y una vez más, las huelgas obligaron algobierno a parar los intentos de externalización y privatización (Almeida, 2008a).

Después de la batalla de la salud en junio 2003, el FMLN efectivamente había añadido muchodel capital de movilización de los movimientos populares a sus campañas electorales. El partido creóuna sección del movimiento social dentro de su estructura organizacional que se centraba en lascausas que apoyaban al movimiento social y presentaba sus quejas ante la Asamblea Legislativa.Nació una coalición nueva de movimiento social, el Bloque Popular Social (BPS), que se vinculabaestrechamente con el FMLN. Otra coalición principal del movimiento popular, el MovimientoPopular de Resistencia del 12 Octubre (MPR-12), nació y firmó acuerdos con el FMLN durante lascampañas electorales para ofrecerle apoyo estratégico mientras éste incorporó exigencias delmovimiento social a su plataforma electoral. Tanto el MPR-12 como el BPS actuaron comocoaliciones de vanguardia claves en las campañas en contra delos planes gubernamentales para firmarel Tratado de Libre Comercio Centroamericano (CAFTA) entre 2004 y 2007.

En 2004 el FMLN eligió un líder notable de las huelgas de la salud, Dr. Guillermo MataBennett (antiguo presidente del Colegio de Médicos), como candidato a la vicepresidencia de JorgeSchafik Hándal, líder histórico del FMLN. El partido se movilizó para las elecciones presidencialescasi como una campaña del movimiento social, de puerta en puerta, para tratar de conseguir apoyoelectoral, mientras las organizaciones de movimiento social utilizaban sus afiliados para ayudar aestimular el voto. Finalmente el candidato presidencial de ARENA, Antonio Saca, ex periodista dedeportes en televisión, consiguió un millón trescientos mil votos. Sin embargo, el FMLN alcanzóunos ochocientos mil votos, dos veces más de lo normal. Además, en las elecciones municipales ylegislativas del 2006 logró mantener sus escaños en el parlamento y consiguió más de setecientosochenta mil votos. Este éxito electoral destaca más debido a los cismas dentro del FMLN: en 2005 sesepararon importantes facciones, pero esto pudo tener su compensación electoral con las políticaspoco populares del gobierno ARENA, que incluían la privatización, así como con su incapacidadpara controlar la inflación en el consumo, la corrupción persistente y la decisión de seguir enviandosus tropas a Irak.

Siguiendo con la segunda derrota del gobierno en la guerra alrededor de la Salud Pública, elEstado empezó a tomar medidas más fuertes contra los movimientos populares que se manifestabancontra el CAFTA, la degradación medioambiental, la privatización del agua y la minería (y después

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incluso la represión policíaca). En abril 2004, las fuerzas de la policía detuvieron a líderes importantesde la STISSS durante el intento de ocupar la catedral metropolitana de San Salvador. Un año mástarde, el gobierno expulsó del país a un médico especialista de la SIMETRISSS. La policía seguíahostigando a los vendedores callejeros de CDs y DVDs pirateados que intentaban ganarse unospesos, dado que violaban las reglas del CAFTA. Después de un insólito tiroteo entre la policía ymanifestantes delante de la Universidad Nacional de El Salvador en julio 2006, el gobierno aprobó la“Ley especial contra actos de terrorismo”. Se tardó poco en utilizarla en contra de los manifestantesde las principales ONG que colocaban barricadas en las carreteras cerca del pueblo de Suchitoto, enuna campaña contra la privatización del agua en julio 2007. El gobierno de ARENA también ganópopularidad en el corto plazo entre 2003 y 2005 con sus programas “Mano Dura” y “Súper ManoDura” contra las pandillas callejeras, que incluyeron capturas masivas en zonas pandilleras urbanas ysuburbanas.8

Bajo la presión que significaban las leyes gubernamentales más severas contra las protestaspúblicas colectivas y otras razones, los movimientos populares no podían generar el nivel demovilización que habían conseguido con anterioridad para las dos campañas en defensa de SaludPública. Mientras tanto, la capacidad del FMLN para mantener su representación en los municipios yparlamento desde principios a mediados de la década preparaba el camino para unas eleccionespresidenciales sorprendentes. En agosto de 2007, en vísperas del comienzo de la campañapresidencial, el FMLN invitó a varias organizaciones cívicas, movimientos sociales y ONG a lossalones de la Asamblea Legislativa para que tuviera lugar un foro especial para exigir un proyecto deley nacional que impediría que se privatizara el agua. El jefe de la facción parlamentaria del FMLN,Salvador Sánchez Cerén, próximo candidato a la Vicepresidencia, suplicó a los asistentes activos en elsector del movimiento social: “la lucha venidera para defender el agua va a exigir la lucha y muchasmovilizaciones en las comunidades”.9

A finales de 2007, el partido ratificó a Mauricio Funes y Sánchez Cerén como candidatospresidencial y vicepresidencial, respectivamente, por el FMLN. Funes, famoso ex periodista condécadas de experiencia en la televisión salvadoreña, no era un militante activo en el partido. SánchezCerén comenzó la participación en el movimiento popular a finales de los años sesenta como líderlocal del sindicato de profesores ANDES-21 de Junio en el Departamento de La Libertad. Tambiénera uno de los líderes de más categoría en las antiguas Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una delas organizaciones que dio lugar en 1995 al FMLN como partido político único.

Los candidatos del FMLN empezaron la campaña en el estadio de fútbol Cuscatlán el 11noviembre 2007, con la asistencia de unas cincuenta mil personas y con una antelación de año ymedio a las elecciones de marzo 2009 (ARENA no eligió la lista de candidatos hasta marzo 2008). Lacampaña de Funes aprovechó bien los diecisiete meses de los cuales disponía. El FMLN lanzó laCaravana de la Esperanza (haciendo eco del mantra de la campaña de la esperanza de Barack Obamaen los Estados Unidos). Esta viajó a través de múltiples municipios todos los fines de semanaemitiendo su mensaje. Los mítines eran similares a las reuniones de protesta de los movimientospopulares, con los mismos eslóganes y canciones de protesta. También había muchísimas cancionesnuevas escritas únicamente para las elecciones.

La campaña de Funes también consiguió el apoyo de las emisoras locales. Una emisora conalcance nacional era Radio Mi Gente, fundada por un ministro evangelista salvadoreño reciénrepatriado. Esta emitía a diario a favor del cambio social y destacaba sin cesar los males sociales yeconómicos que atormentaban las clases populares, incluyendo la violencia de las pandillas, lacorrupción oficial, y el alto costo de la vida. Radio Mi Gente, Radio Maya Visión, la Caravana de la

8 Sobre el tema, véase el trabajo de pronta publicación de Cruz (en prensa).9 Santiago Leiva, “FMLN exhorta a luchar porque el agua no se convierta en Mercancía”, Diario Colatino,San Salvador, 29/08/2007.

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Esperanza y un ejército de voluntarios distribuían y vendían también canciones apoyando lacampaña. Los músicos componían docenas de canciones nuevas de todos los tipos, desde cumbia ymerengue a mariachis, rancheras e incluso reggaeton para acompañar la movilización. Todas estasestrategias de comunicación popular compensaban los errores de las campañas electorales anteriores,en las cuales los partidos políticos de la derecha controlaban las tres televisiones nacionales y lasemisoras más importantes de la nación.

La campaña de Funes mantenía la confianza durante la primera prueba de su esfuerzomovilizador, cuando tuvieron lugar unas elecciones municipales y legislativas el 18 de enero de 2009.El FMLN perdió en la capital, San Salvador, por un margen estrecho frente a ARENA (su margenganador sobre ARENA en 2006 fue incluso más estrecho). No obstante, triunfó en más de noventagobiernos municipales (a veces en alianza con otros partidos) y consiguió treinta y cinco escañoslegislativos, la proporción más alta de gobiernos locales y diputados legislativos conseguido hasta lafecha por un partido de izquierdas. En los dos meses previos a las elecciones presidenciales seretiraron los candidatos de partidos menos importantes, asegurando una última confrontación entreel FMLN y la ARENA, que se decidiría en la primera ronda electoral. El grupo “Los Amigos deMauricio” tuvo un papel fundamental en estos últimos meses, atrayendo el apoyo de miembrosdesafectos de otros partidos políticos, de los militares, de grupos de negocios y de parte de lapoblación evangelista cristiana.

La última prueba para el FMLN ocurrió el 7 de marzo, una semana antes de las elecciones.Funes y el FMLN convocaron un mitin electoral final en la Alameda “Juan Pablo II” de SanSalvador. La reunión resultó ser uno de los acontecimientos políticos colectivos más grandes en lahistoria salvadoreña. La multitud llegó desde Soyapango hasta el Centro del Gobierno, donde habíamúltiples plataformas para los discursos políticos y música en directo hasta entrada la tarde. Secalcula que este último mitin alcanzó los trescientos mil participantes.10 Puede que esta multitud tanenorme no hiciera caso al ruego de Funes de convencer a diez personas más a salir, el día de laselecciones, a votar en su favor, pero parece que los simpatizantes del FMLN sí que lograron sacarpor lo menos a cuatro personas más. El resultado final fue de un millón trescientos mil votos para elFMLN frente a un millón doscientos mil para ARENA.

Mientras resulta difícil predecir futuros acontecimientos políticos, desde que alcanzó el poderen junio 2009 el gobierno de Funes ha logrado la tarea poco envidiable de moderar las esperanzasexaltadas de sus simpatizantes en medio de la crisis financiera mundial. Los movimientos socialessiguen activos en las calles, sobre todo por cuestiones relativas a la minería en los departamentosnorteños. Hay paralelismos entre esta parte del sector salvadoreño de movimientos sociales y lasescaramuzas entre el Presidente Rafael Correa y las comunidades indígenas del Amazonas enEcuador por la extracción de recursos. A la vez, los movimientos populares salvadoreñosdefenderían la democratización si el gobierno electo de Funes se viera amenazado, como ocurrió conlos sectores populares y grupos indígenas en Bolivia y Honduras. Cómo responderán en el largoplazo los nuevos gobiernos de «marea rosa» –incluyendo al FMLN en El Salvador– a presiones desdelos sectores populares que los llevaron al poder, está aún por ver.

10 Luis Romero Pineda, “Torrente rojo de 300 mil personas,” Diario CoLatino, San Salvador, 09/03/2009.

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MAESTRÍA EN ESTUDIOS SOCIALES LATINOAMERICANOSPor Resolución CS N° 2060/2011, el Consejo Superior de la Universidad de

Buenos Aires creó la Maestría en Estudios Sociales Latinoamericanos de la Facultadde Ciencias Sociales, la cual se pondrá en marcha en los próximos meses, una vezdesignadas las autoridades responsables de la misma y conformado el cuerpo docente.

La estructura curricular de la Maestría comprende dos (2) ciclos, doce (12) cursos –diez (10) obligatorios y dos (2) optativos-, un (1) taller de tesis, más la realización de una(1) Tesis de Maestría y la acreditación de una segunda lengua. La extensión de laescolaridad es de cuatro (4) cuatrimestres académicos. El total de horas presenciales es de752, equivalentes a 47 créditos, incluyendo el trabajo para la Tesis. Ésta deberá serpresentada en un tiempo adicional, cuya extensión máxima es fijada por el específicoReglamento de Tesis de la Facultad de Ciencias Sociales.

CICLO I. INTRODUCTORIO

Las Ciencias Sociales Latinoamericanas

El Método Comparativo en las Ciencias Sociales

CICLO II. ANÁLISIS SOCIO-HISTÓRICO, POLÍTICO Y CULTURAL

América Latina en la Formación del Mundo Moderno

Sociología Histórica de América Latina

Estructura Social y Movimientos Sociales de América Latina (siglos XX y XXI)

Economías de los países latinoamericanos

Sistemas Políticos y Procesos Políticos Contemporáneos. Revoluciones sociales

latinoamericanas

Los Procesos de Integración en América Latina

Historia de las Ideas y el Pensamiento Latinoamericanos

Arte, Culturas y Sociedades en América Latina

Dos materias optativas

Dos Talleres de Tesis

ACREDITACIÓN DE SEGUNDO IDIOMA

La misma puede hacerse efectiva en el momento de la inscripción o en cualquiera deldesarrollo de los cursos. Es una condición sine qua non para la aprobación de la Maestría.

TÍTULO

Los estudiantes que cursen y aprueben todas las asignaturas y talleres y presenten yaprueben la tesis, obtendrán el título de Magister en Estudios Sociales Latinoamericanos.

Director: Dr. Waldo Ansaldi

Cuerpo docente del primer año de la Maestría: Ansaldi Waldo, Beigel Fernanda,Giordano Verónica, Korol Juan Carlos, Nercesian Inés, Rostica Julieta, Soler Lorena, TaddeiEmilio. El cuerpo docente del segundo año se encuentra en proceso de constitución.

Fecha de inicio de la Maestría: primer cuatrimestre académico 2012 (1ª cohorte).

Fecha de comienzo de la 2ª cohorte: primer cuatrimestre académico 2014.