Dossier Cristina Fernandez Cubas[1]

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Material de apoyo para la salida extraescolar de San Miguel d los Reyes.

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Dossier sobre Cristina Fernández CubasDossier sobre Cristina Fernández Cubas1.1. Nota biográficaNota biográfica2.2. Crítica deCrítica de Todos los cuentosTodos los cuentos3.3. Entrevista a Cristina Fernández CubasEntrevista a Cristina Fernández Cubas4.4. Un relato de Cristina Fernández CubasUn relato de Cristina Fernández Cubas

Cristina Fernández Cubas{ Arenys de Mar, 1945 }

1. NOTAS BIOGRÁFICAS

Cristina Fernández Cubas nació en Arenys de Mar (Barcelona) en 1945. Es autora decinco libros de relatos –Mi hermana Elba, Los altillos de Brumal, El ángulo del horror,Con Agatha en Estambul y Parientes pobres del diablo–, dos novelas –El año de Graciay El columpio–, una obra de teatro –Hermanas de sangre– y un originalísimo libro dememorias narradas, Cosas que ya no existen, títulos que han recibido un calurosotratamiento por parte de la crítica y del público y que configuran uno de los universosliterarios más singulares de la literatura contemporánea. Con la recopilación de susrelatos Todos los cuentos en 2008 obtiene los premios Ciutat de Barcelona, Salambó,Cálamo y Tormenta de 2008. Su obra está traducida a diez idiomas.

ObrasObras1. Mi hermana Elba. Barcelona: Tusquets, 1980. Cuentos.2. El vendedor de sombras. Barcelona: Argos Vergara, 1982. Cuento.3. Omar, amor. Cuento. En: Doce relatos de mujeres. Navajo, Ymelda (ed.) . Madrid:

Alianza, 1982, pp. 17-20. Cuentos.4. Los altillos de Brumal. Barcelona: Tusquets, 1983. Cuentos.5. El año de Gracia. Barcelona: Tusquets, 1985. Novela.6. Parientes pobres del diablo. Tusquets. 1988. Relatos.7. El ángulo del horror. Barcelona: Tusquets, 1990. Cuentos.

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8. Con Agatha en Estambul. Barcelona: Tusquets, 1994. Cuentos.9. Calamito. Madrid: Santillana, 1994. Guía.

10. El columpio. Barcelona: Tusquets, 1995. Novela.11. Drácula de Bram Stoker, un centenario : vampiros -, 1997. Ensayo.12. Hermanas de sangre. Barcelona: Tusquets, 1998. Teatro.13. Cosas que ya no existen. Lumen. 2001. Memorias.14. Todos los cuentos. Tusquets. 2008. Relatos.

2. Crítica de2. Crítica de Todos los cuentosTodos los cuentos (por Sonia Hernández en: www.letraslibres.comwww.letraslibres.com )

Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) se la ha reivindicadoCristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) se la ha reivindicadodesde la literatura fantástica o de terror, desde el feminismo más ávido de militantesdesde la literatura fantástica o de terror, desde el feminismo más ávido de militantesilustres e, incluso, como miembro representativo de lailustres e, incluso, como miembro representativo de la gauche divinegauche divine. Sin embargo, el. Sin embargo, elcodiciado objeto de deseo –una de las firmas más originales y sólidas de la literaturacodiciado objeto de deseo –una de las firmas más originales y sólidas de la literaturaespañola de las últimas décadas– se distancia de todas las etiquetas. De igual formaespañola de las últimas décadas– se distancia de todas las etiquetas. De igual formaque en sus cuentos el lenguaje hace que todo sea posible, en la realidad que se viveque en sus cuentos el lenguaje hace que todo sea posible, en la realidad que se vivelas habilidades y manipulaciones del lenguaje obligan a desconfiar de cuanto muestran.las habilidades y manipulaciones del lenguaje obligan a desconfiar de cuanto muestran.El principal de los muchos aciertos deEl principal de los muchos aciertos de Todos los cuentosTodos los cuentos, la recopilación de los cinco, la recopilación de los cincolibros de narrativa breve publicados hasta ahora por Fernández Cubas que selibros de narrativa breve publicados hasta ahora por Fernández Cubas que seacompaña de un orientador prólogo firmado por uno de los especialistas en el género,acompaña de un orientador prólogo firmado por uno de los especialistas en el género,el profesor y crítico Fernando Valls, es la posibilidad que ofrece a los lectores deel profesor y crítico Fernando Valls, es la posibilidad que ofrece a los lectores deadentrarse en el universo que Fernández Cubas ha ido creando relato a relato duranteadentrarse en el universo que Fernández Cubas ha ido creando relato a relato durantemás de treinta años. No se trata de una autora demasiado prolífica, sino más bien almás de treinta años. No se trata de una autora demasiado prolífica, sino más bien alcontrario, pero cuando el lector se halla antecontrario, pero cuando el lector se halla ante Todos los cuentosTodos los cuentos llega a saber, a inferir,llega a saber, a inferir,que la autora no sólo construye su mundo cuando escribe o publica, sino que, comoque la autora no sólo construye su mundo cuando escribe o publica, sino que, comobuenas historias que son, éstas continúan creciendo más allá de las páginas que lesbuenas historias que son, éstas continúan creciendo más allá de las páginas que lesdan cobijo, trascendiendo a su creadora y a sus lectores. Por eso inquieta el frecuentedan cobijo, trascendiendo a su creadora y a sus lectores. Por eso inquieta el frecuentetema del doble en sus cuentos, la mermelada elaborada en un pueblo de nombre tantema del doble en sus cuentos, la mermelada elaborada en un pueblo de nombre tanfascinante como Brumal o el lenguaje incomprensible que unos padres inventan parafascinante como Brumal o el lenguaje incomprensible que unos padres inventan paraun adolescente que –según se mire– parece un discapacitado o un bello joven deun adolescente que –según se mire– parece un discapacitado o un bello joven deinteligencia sobrenatural. Ésta es una de las claves y de los hallazgos en una literaturainteligencia sobrenatural. Ésta es una de las claves y de los hallazgos en una literaturaen la que el descubrimiento es uno de los fundamentos –los descubrimientos a cargoen la que el descubrimiento es uno de los fundamentos –los descubrimientos a cargode los personajes y los que la autora regala a quien los lee: la realidad, la fantasía o lade los personajes y los que la autora regala a quien los lee: la realidad, la fantasía o laimaginación no dependen sino de quien las decodifica, de quien sabe verlas desde elimaginación no dependen sino de quien las decodifica, de quien sabe verlas desde elángulo preciso. “El ángulo del horror”, un cuento del que se puede decir muy poco si noángulo preciso. “El ángulo del horror”, un cuento del que se puede decir muy poco si nose quiere desvelar su magia, resulta, en este sentido, muy ilustrativo de lo que es lase quiere desvelar su magia, resulta, en este sentido, muy ilustrativo de lo que es lanarrativa de Cristina Fernández Cubas: la búsqueda del ángulo de visión en el quenarrativa de Cristina Fernández Cubas: la búsqueda del ángulo de visión en el queconverge el mayor número posible de perspectivas y los matices que no se aprecian siconverge el mayor número posible de perspectivas y los matices que no se aprecian si

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no se está en la posición correcta. Sucede, a veces, que lo que vemos sin estarno se está en la posición correcta. Sucede, a veces, que lo que vemos sin estaracostumbrados o aquello en lo que reparamos por primera vez a pesar de llevar muchoacostumbrados o aquello en lo que reparamos por primera vez a pesar de llevar muchotiempo mirando y observando, asusta y se convierte en una amenaza. De ahí que setiempo mirando y observando, asusta y se convierte en una amenaza. De ahí que sequiera enmarcar a esta autora en el género de lo fantástico.quiera enmarcar a esta autora en el género de lo fantástico.Los hallazgos y el descubrimiento de nuevos significados están inevitablemente ligadosLos hallazgos y el descubrimiento de nuevos significados están inevitablemente ligadosa la infancia, otro de los temas fundamentales en la obra de Fernández Cubas. Losa la infancia, otro de los temas fundamentales en la obra de Fernández Cubas. Losestrictos colegios religiosos, los internados cerca de su mar natal, las desigualesestrictos colegios religiosos, los internados cerca de su mar natal, las desigualesrelaciones entre hermanas o las primeras amigas recrean un mundo infantil donderelaciones entre hermanas o las primeras amigas recrean un mundo infantil dondecualquier descubrimiento se vive como una revelación en un ambiente de misterio. Lacualquier descubrimiento se vive como una revelación en un ambiente de misterio. Lainformación o conocimiento vetados a los más pequeños hace que éstos construyaninformación o conocimiento vetados a los más pequeños hace que éstos construyanuna realidad a su medida, como en el caso de “Mi hermana Elba”, que no puede sinouna realidad a su medida, como en el caso de “Mi hermana Elba”, que no puede sinodesarrollarse en unas coordinadas llenas de magia. Éstas, aunque se olvidan con eldesarrollarse en unas coordinadas llenas de magia. Éstas, aunque se olvidan con eltiempo, acaban surgiendo en un momento u otro: así le sucede a la anciana Emilia,tiempo, acaban surgiendo en un momento u otro: así le sucede a la anciana Emilia,protagonista de “El moscardón”, cuando al final de su vida vuelve a reunirse con susprotagonista de “El moscardón”, cuando al final de su vida vuelve a reunirse con suscompañeras de estudios y fiestas. De nuevo todo depende de la perspectiva o delcompañeras de estudios y fiestas. De nuevo todo depende de la perspectiva o delángulo de visión que se adopte, porque tanto lo bello como lo terrorífico forman parteángulo de visión que se adopte, porque tanto lo bello como lo terrorífico forman partede la misma realidad.de la misma realidad.

Un universo tan complejo y tan repleto de matices, que ha evolucionadoUn universo tan complejo y tan repleto de matices, que ha evolucionadotan coherentemente desde sus primeros relatos hasta los más recientes,tan coherentemente desde sus primeros relatos hasta los más recientes,con puertas o ventanas por doquier dispuestas a abrirse para proporcionarcon puertas o ventanas por doquier dispuestas a abrirse para proporcionarnuevos descubrimientos, no se construye tan sólo gracias a la inteligentenuevos descubrimientos, no se construye tan sólo gracias a la inteligenteestructura de las narraciones, en la que Fernández Cubas demuestra unaestructura de las narraciones, en la que Fernández Cubas demuestra unahabilidad innegable, sino que se fundamenta en gran parte en la capacidadhabilidad innegable, sino que se fundamenta en gran parte en la capacidaddel lenguaje para sorprender y sugerir. Aunque se trata de una prosa ágil,del lenguaje para sorprender y sugerir. Aunque se trata de una prosa ágil,la elaboración y el cuidado de la lengua es tal que ni una palabra esla elaboración y el cuidado de la lengua es tal que ni una palabra esexcedente ni superficial. El mundo –en la acepción deexcedente ni superficial. El mundo –en la acepción de baúlbaúl de la palabra–de la palabra–que la aspirante a novicia deja “afuera”, a las puertas del convento, es unaque la aspirante a novicia deja “afuera”, a las puertas del convento, es unamuestra. Podría parecer, como dice la protagonista del cuento “Mundo”, unmuestra. Podría parecer, como dice la protagonista del cuento “Mundo”, unsimple juego de palabras, pero no lo es, puesto que en la narrativa de estasimple juego de palabras, pero no lo es, puesto que en la narrativa de estaautora catalana hay un claro y poderoso empeño en devolver al vapuleadoautora catalana hay un claro y poderoso empeño en devolver al vapuleadocastellano su riqueza léxica y semántica, los matices que sólo las palabrascastellano su riqueza léxica y semántica, los matices que sólo las palabras–como las diferentes perspectivas en el caso de la visión– pueden dar a la–como las diferentes perspectivas en el caso de la visión– pueden dar a larealidad. En la continuación que escribió para “El faro”, el relato inacabadorealidad. En la continuación que escribió para “El faro”, el relato inacabadode Poe, a sugerencia de una editorial, Fernández Cubas vuelve ade Poe, a sugerencia de una editorial, Fernández Cubas vuelve ademostrar de nuevo todas sus habilidades, la de la manipulación y dominiodemostrar de nuevo todas sus habilidades, la de la manipulación y dominiodel lenguaje incluida, en lo que constituye un cierre perfecto para un librodel lenguaje incluida, en lo que constituye un cierre perfecto para un libromagistral. ~magistral. ~

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3. Entrevista a Cristina Fernández Cubas (elsindromechejov.blogspot.com )

Cristina Fernández Cubas: “Los grandes cuentistas son nuestra familia”

En el úlltimo año se ha producido un raro fenómeno en el mundo del cuento en español.Tusquets decidió recopilar en un solo tomo todos los cuentos de Cristina Fernández Cubas(Arenys de Mar, 1945) consiguiendo para su autora un reconocimiento unánime y laconsagración de una carrera que no lo necesitaba por su enorme prestigio pero que tiene, además,los notables efectos secundarios de, más allá de los premios recibidos (Salambó, Cálamo, Ciutatde Barcelona, Tormenta) incorporar a un gran número de lectores a su mundo fantástico pobladopor identidades turbias. Qué mejor entrevista que esta para iniciar la cuarta temporada de Lasentrevistas del síndrome.

1. La aparición de Todos los cuentos s ha significado para usted el esplendor de sureconocimiento literario. A la manera del libro rojo de Cheever o la edición de los cuentos deCortázar en Alianza, este tipo de recopilaciones de relatos completos destilan una fascinaciónespecial, casi mitomanía, para el lector de cuentos. ¿Por qué?

Supongo que porque allí está todo. La evolución, las obsesiones, las constantes, lasrelaciones secretas entre algunos cuentos… Y el lector, más que leer, no tarda ensumergirse en un mundo y hacerlo propio.

2. Fernando Valls, que ha escrito el prólogo de esta edición, establece un antes y después en elcuento contemporáneo español con la publicación de “Mi hermana Elba”, en 1980. Los avataresde aquel libro antes de ver la luz son significativos de la suerte del cuento en esos tiempos tanesquivos al género. Sin embargo, usted ha sido fiel a Tusquets –y Tusquets a usted- y hapublicado con ellos todos sus cuentos desde entonces, hasta este Todos los cuentos. ¿Le ha sidodifícil persistir, durante estos treinta años, en el camino del cuento?

Más difícil me parecería lo contrario. Dejar de escribir cuentos simplemente porque almercado no le caigan en gracia. Siempre he estado segura del cuento, un género que mesigue apasionando igual que el primer día. Y, sobre todo, nunca he dudado de que unescritor deba permanecer al margen de modas y criterios mercantiles. Casi seguro de que,por ese camino, no se hará millonario. Pero se encontrará a gusto con lo que hace, con suslectores y consigo mismo. Eso es lo importante.

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3. En “Lúnula y Violeta” se lee: “En cierta forma, mi amiga pertenecía a la estirpe casiextinguida de narradores”. En “La fiebre azul”, de Parientes pobres del diablo, hay una divertidaescena en que un personaje aburre al protagonista con su defectuosa narración: “Me contó suvida. Paso a paso. No voy a consignarla aquí porque no viene a cuento… De la Motte desconocíala elipsis, no parecía dispuesto a ahorrarme el menor detalle, y su voz resultaba monótona yplana como una salmodia”. Reivindica orgullosamente el papel noble del narrador de historias.

Que nunca será valorado lo suficiente. La narración oral es un arte y el buen narrador unartista. A menudo ,cuando alguien ha contado algo - una historia, un recuerdo, unaanédota ,lo que sea- con notable habilidad, alguien en la reunión suele proponer enseguida:¿”Por que no lo escribes?”. Y , la verdad, no estoy muy segura de que el buen narradororal sea al mismo tiempo un excelente escritor. Por lo menos no forzosamente. Otros sonlos medios, las posibilidades, el juego con la voz, el dominio de las pausas…. A mi me bastacon retener el recuerdo en el aire. Es un arte efímero. Como la cocina. Pero queda elrecuerdo. Ese rato incomparable en que el contador de historias nos ha llevado donde haquerido.

4. En el maravilloso “El ángulo del horror” la protagonista descubre que a las personas que lerodean y quiere les va ocurriendo algo, así, en cursiva. En “La fiebre azul” reaparece esa idea:“Allí hay… algo”. Ambos relatos, emparentados, analizan el lugar en el que nace la inquietud, elmiedo, el trastorno, lo otro, pero también es un estudio literario del ángulo desde el que se quierecontar el horror. Y el instrumento perfecto, parecen decir sus cuentos, es el punto de vista.

O, quizá, más que el punto de vista, yo diría la mirada.”La fiebre” está narrada en primerapersona; “El ángulo”, en tercera. Pero no es una tercera persona omnisciente. En realidadva descubriendo lo que sucede al mismo tiempo que Julia. Es, en cierta forma, la voz deJulia. Al igual que Julia quiere a Carlos, se intriga y preocupa por su conducta , desvela lacausa de su aparente enfermedad, y , también como Julia, se reconoce a sí misma ,al finaldel cuento, como un simple eslabón en una cadena maldita…La mirada me parece lo mássignificativo de cada autor. Lo más personal . Y, dado que “ el ángulo” puede ser tomadocomo una metáfora de esa mirada, no me atreveré a añadir “ e intransferible”.

5. Ese miedo también reside en el descubrimiento del “otro” que nos habita. En “Parientespobres del diablo” la madurez ya no tiene vuelta atrás, pero en sus primeros libros, en esa trilogíamagnífica que componen los cuentos “Mi hermana Elba”, “Los altillos de Brumal” y “El ángulodel horror”, el miedo nace con el descubrimiento del fin de la infancia, que se vive siempre comoun trauma.

O, por lo menos, como un periodo de transición no siempre agradable. Se abandona unmundo con su propio código de valores y se entra en otro aún por configurar. Laadolescencia es muy a menudo la indefinición, la perplejidad ante el entorno, lainsatisfacción. Una etapa doliente. Atrás queda la magia de la infancia, esa facilidad paraborrar los límites entre juego y realidad, soñar despiertos o creer, en definitiva, que todo ocasi todo puede ser posible.

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6. “Los altillos de Brumal” es un cuento complementario de “Mi hermana Elba”. Ambos sedesarrollan en 1954, y si la niña de “Mi hermana Elba” escapa de la infancia, dejándola atrás conuna mirada cruel, en “Los altillos de Brumal” se recorre el camino contrario, y el personajeregresa a Brumal para reencontrarse con una infancia que no ha terminado de cerrar.

Así es. La narradora de “Mi hermana Elba” se despide de la infancia- y de su hermana-con el beso de Damian y entra en esa etapa imprecisa y rara de la que acabamos de hablar :la adolescencia. Sus antiguos juegos se le antojan “infantiles”, solo piensa en si misma, en laimportancia que se da en el funeral, en su papel protagónico y en la presencia de Damian.Una nueva vida se abre ante ella y eso, de momento, es lo único que le importa…En cuantoa Adriana ocurre precisamente lo contrario. Es arrancada de Brumal, su lugar de origen,conminada a olvidar, obligada a integrarse en un mundo convencional, distante años luz dela aldea perdida entre tierras áridas. Pero Adriana - Anairda en su lugar de origen- , pese alos esfuerzos de su madre, no olvidará. Por lo menos del todo. Y ,de vuelta a Brumal,abrazará “algo poderoso “, “una de las caras de la vida a la que tenía acceso por derechopropio”. Y ya no digo más. Brumal es un pueblo “maldito” al que los pueblos vecinosmiran con recelo y temor aunque hayan olvidado la causa.

7. ¿Puede hablarnos de sus autores preferidos de relato corto, y cuáles han influido más en elorigen y formación de su obra?

Siempre me ha resultado difícil hablar de influencias; prefiero hablar de fascinaciones. Lamás antigua tiene que ver con la narración oral. Las historias truculentas y maravillosasque me contaban de pequeña, al acostarme. Cuentos, leyendas, sucesos inexplicados…Y laprimera vez que oí hablar de un señor llamado Poe y de una casa impresionante conocidacomo “La casa Usher”…Lo he recordado infinidad de veces. Antes de leer a Poe, me locontaron. Mi hermano Pedro, un día de lluvia, nos contó a las hermanas esa historiamagnífica… Y otra fascinación: “Jennie”, la extraordinaria película de Dieterle conJennifer Jones y Joseph Cotten como protagonistas. No recuerdo cuántos años teníaentonces. Doce o trece, probablemente. Lo que nunca olvidaré es la maravillosa impresiónque me produjo. Allí estaba todo lo que me obsesionaba o, mejor - quizás “obsesión”resulte demasiado contundente-, lo que intuía, lo que deseaba, el lugar a donde seencaminaban mis ensoñaciones… “Jennie” - Portrait of Jennie en el original- es unaseductora historia de amor, pero sobre todo una burla del espacio y del tiempo. Y yo, enaquella época - y lo digo de un tirón antes de que me arrepìenta- creía en la posibilidad deesa burla, de traspasar los límites de lo visible, de encontrarme de pronto en un mundoparalelo….¿Fantasías de críos? Posiblemente. Y fantasías, también, de muchos cuentos decríos. Pero aquella era una película “seria” que no iba destinada a un público infantil .!Nimuchísimo menos! Y eso me impresionó. “Jennie” no sólo me arrebató; me ayudóenormemente en una etapa especialmente difícil. Fue como si me dijera:”No estás sola”.

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8. Escoja alguno de sus relatos preferidos, por el motivo que sea, de cualquiera de sus libros:háblenos del modo en que surgió, cuánto le llevó, alguna anécdota curiosa que rodeara suescritura.

Como casi siempre hablo de “Elba”, hoy lo haré de “La fiebre azul”. La verdad es que suorigen es un tanto raro. “La fiebre” nació del aburrimiento, del error, o, si se quiere, de unrelato fallido de cuyo nombre no quiero acordarme… Me explicaré. Llevaba ya muchotiempo en un cuento en concreto. Demasiado. Lo había empezado con verdadera pasión,pero en el proceso de escritura -ese proceso en el que se descubren tantas cosas- algoocurrió y no precisamente envidiable. Me metí sin darme cuenta en un callejón, el cuento sealargaba, perdía energía, fuerza…El aliento original me había abandonado o tal vez habíaequivocado el tono, no lo sé. En estos casos cuesta rendirse a la evidencia. No todo está tanmal. Siempre hay pasajes a los que agarrarse, pequeños hallazgos, la propia ideamotora…!qué sé yo!. Y también las horas de dedicación que , en este caso, habían sidomuchas. Pero ,por fortuna, en un momento dado me revelé. O aterricé, que es casi lomismo. El cuento no era largo ; era eterno. Y mucho peor: me aburría soberanamente. Lodemás vino por si mismo. Lo rompí en mil pedazos y , al hacerlo, sentí que por fin meliberaba de un lastre. Y me entraron unas ganas tremendas de viajar, de divertirme… Fueasí como, casi sin pensarlo, me encontré viajando sobre el papel, recorriendo el corazón deAfrica, alojándome en el Hotel Masajonia o discutiendo con el Padre Berini…Escribí “Lafiebre Azul” en un estado casi hipnótico y , cuando lo acabé, lo úni a “El Moscardón” y a“Parientes pobres del diablo”. Allí había un libro. Los cuentos aparecen en el orden inversoal de su creación. Y el verdadero “autor” de “La fiebre”, el estímulo o el acicate, esprecisamente el cuento que no está.

9. Una de las quejas de los cuentistas más jóvenes es la inexistencia en los suplementos, por logeneral, de una crítica literaria especializada en relato, que comente el género desde sus clavespropias. ¿Cree que esto ayudaría a la normalización del cuento, a que ocupara definitivamente ellugar que le corresponde?

¿ Y no ocurriría, quizás, todo lo contrario? Pienso que encerrar a los cuentistas en unascolumnas predeterminadas tendría algo de segregación, y probablemente lo que se lograríasería apartar a todo aquel que no estuviera interesado desde el principio en el género. Laspasarían por alto. Prefiero que cuentos y novelas convivan juntos pero no revueltos bajo elepígrafe “Narrativa”. Y el buen crítico, por otra parte, conoce de sobra las claves propiasdel relato y no tiene reparo en dedicar sus páginas unos días a la novela y otros al cuento,indistintamente. El buen crítico, claro.

10. El relato “Mi hermana Elba” es fascinante y maestro por el modo en que va apareciendo lainformación. Es muy difícil mostrar en un cuento tan claramente como aquí la evaporación de lainfancia, y creo que se logra porque al principio no sabemos nada de Elba –la inconsciencia de lainfancia, percibiendo sin ver- y conforme conocemos detalles de los personajes y la historia seasienta, la protagonista se acerca a la adultez y se aleja de la infancia. Es una historia sobre lostránsitos vitales.

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Y para mí siempre tendrá un lugar de honor en el recuerdo. No fue cronológicamente miprimer cuento , pero tengo muy claro que gracias a”Elba”, a todo lo que desperté sobre elpapel, pude seguir escribiendo.

11. Hay una frase en “Mi hermana Elba” que define muy bien el modo en que muestra lainfancia: “Muchas de mis compañeras se hallaban internadas por circunstancias similares eincluso, en mi misma clase, había dos huérfanas, condición que en un principio envidié, pero a laque terminé por no conceder, como la mayoría, ninguna importancia”. En ese cuento, de finalterrible, se ve a la perfección la mezcla de fantasía y maldad que anida en cualquier niño. ¿Es éseuno de los temas más sugerentes de la literatura fantástica?

Y de la literatura en general, sin adjetivos. La infancia, con su particular código de valores,y el paso a la adolescencia ,esa indefinición. Pero ya no pienso en la narradora de “Elba”(que, por cierto, no tiene nombre), pienso ahora en dos personajes radicalmente distintos.En Antoinette, la protagonista de “El Baile” de Irene Némirovski, capaz de la más terrible,impulsiva, perfecta e incruenta venganza adolescente. Y en Keyla Rencor, todo un hallazgo.Keyla es la narradora-protagonista de “Rencor”, la última novela de Oscar Collazos. La leíel pasado Enero, a la vuelta de una pequeña estancia en Cartagena de Indias, invitada porel Hay Festival, y todavía, al recordarla, me siento tocada en lo más hondo. ”Rencor” notiene nada de “fantástica”. Todo lo contrario. La Cartagena que nos ofrece Collazos esbrutalmente real. Y Kelya un prodigio. Se trata de aquellos milagros o posesiones queocurren a veces; pocas, pero ocurren. Collazos se ha metido plenamente en la piel de unaadolescente que narra su tremenda vida ante unas supuestas cámaras de cine o detelevisión. Es de lo más crudo - y al tiempo tierno- que he leído en los últimos tiempos. Y delo mejor.

12. Sus libros evidencian influencias de la literatura inglesa de finales del XIX y principios delXX: Stevenson, Conrad, James, mucho James, incluso de ese mundo fascinante del cine desesión doble y de aventuras, con junglas amenazadoras y visillos que se mueven, personajes queduermen envueltos en mosquiteras, barcos comandados por capitanes más que sospechosos. Esavisión “victoriana” del fantástico parece más presente que las posibles influencias del fantásticocotidiano de Cortázar u otros autores hispanoamericanos. ¿Es así? ¿Cómo se incubó en usted elamor hacia lo inquietante?

Quizás por lo que recordé antes. Las historias de miedo que me contaban para dormir.Aquellas nanas tan especiales que hoy nos parecerían incomprensibles o fuera de todacorrección dominante. Muchísimos libros de la inolvidable colección Cadete. Y laspelículas, claro. Las de aventuras, de espadachines o también de safaris donde la única notadiscordante era la presencia de la mujer, generalmente una tontaza, que iba cayendose portodas partes y poniendo a las expediciones en aprietos.

13. Me parecería muy interesante que reflexionara sobre el tema de la extensión del cuento. Suscuentos son bastante largos y se escapan de los corsés de las diez-quince páginas. Incluso en“Parientes pobres del diablo” sobrepasan con mucho las medidas convencionales.

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Les doy siempre la extensión que, creo, me piden. Me pongo a su servicio, por decirlo así. Ysi algo me preocupa es la intensidad, no la extensión. Un cuento siempre va más allá delnúmero de páginas.

14. Háblenos de algún relato que en un momento de su vida le perturbara o impresionara poralgún motivo especial, con el que viviera una de esas epifanías que tanto nos gustan a losescritores.

“La Resucitada” de Emilia Pardo Bazán. Y tambien, en un registro completamentedistinto, “El bailarín del abogado Kraykowski” de Witold Gombrowicz. El primero meparece un ejemplo de concisión , de intensidad, de sabiduría. La peripecia de una dama ,Doña Dorotea de Guevara, que la noche anterior a su entierro se descubre con vida, y, felizy alborozada (¡pobre ingenua!), decide regresar al hogar y dar una alegría a su amadísimafamilia. …Y el segundo , una pesadilla deliciosa. El autor da en el clavo acertandoplenamente en la mirada. El que habla es el “bailarín”, el obsesivo perseguidor delabogado. No digo más. Léanlo y disfrutenlo.

15. Fantaseemos. ¿Qué autor de cuentos extranjero le gustaría que hubiese sido español, quehubiese formado parte de nuestra tradición, por su influencia beneficiosa para el cultivo delgénero?

Ninguno. Cada uno tiene su biografía, su lugar de origen, sus circunstancias.... Y me gustaque así sea. Hoffmann era alemán, Kafka de Praga, Gombrowicz polaco; Poe, London oLovecraft americanos, Rulfo mejicano, Borges y Cortazar argentinos, Conrad, polaco deorigen, británico de adopción, Maupassant francés, Henry James angloamericano, PedroAntonio de Alarcón y Pardo Bazán españoles… Pero todos forman parte de un universoliterario con mayúsculas en el que ni hay extranjeros ni cuentan las fronteras. Los veocomo una gran familia suspendida en el aire. Nuestra familia. No hace falta que hayannacido entre nosotros para considerarlos más cercanos.

16. Para terminar, acaba de aparecer la antología Perturbaciones (Editorial Salto de Página),sobre cuento fantástico, en la que usted ha incluído “La mujer de verde”, y que recoge historiasdesde su generación y la de Merino hasta autores nacidos en los setenta. ¿Qué le parece la cadavez mayor afición de los nuevos cuentistas al relato fantástico?

Perturbaciones (en la que, le recuerdo, también usted está presente con “Los niñoshundidos”) es una excelente antología de Juan Jacinto Muñoz Rengel que, como él mismoapunta en el prólogo, viene a complementar otra que me parece igualmente interesante. Merefiero a La Realidad Oculta de David Roas y Ana Casas, centrada en los “cuentosfantásticos españoles del siglo XX”. Para mí estas antologías me resultan de gran utilidad.Gracias a Perturbaciones , por ejemplo - que incluye fechas más recientes que suantecesora y entra de pleno en el siglo XXI - estoy descubriendo a varios cuentistas de losúltimos años de los que, inexplicablemente, no tenía noticia. Ahora, solventada estacarencia, me he hecho con todos sus títulos y he empezado a leerlos. Y bien, esa renovadaafición al cuento fantástico, de la que me habla, me parece digna de encomio. O, si me

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apura, me conformo con la creciente afición al cuento a secas. Cada vez somos más. Eso eslo mejor que le puede ocurrir al cuento.

4. Un cuento de Cristina Fernández Cubas4. Un cuento de Cristina Fernández Cubas (www.tusquetseditores.com)MundoMundoYo tenía quince años cuando me enteré de que el demonio se llamaba nylon y a él, y

sólo a él, deberíamos achacar los malos tiempos que se avecinaban. Me dijerontambién que el mundo era cruel y pernicioso. Pero eso lo sabía ya, mucho antes deatravesar la herrumbrosa verja del jardín, escuchar sorprendida el lamento de losgoznes oxidados y preguntarme, bajo un sol de plomo y con el cuerpo magullado por elviaje, cuántas chicas de mi edad habrían franqueado aquella misma verja y escuchadoel chirriante y sostenido auuuu..., un saludo que tenía algo de consejo o advertencia.El conductor del coche de alquiler acababa de enjugarse el sudor de la frente con unpañuelo a cuadros y miraba hacia la abultada baca del Ford como si tomara alientopara emprender la parte más molesta de su cometido. Mi padre había apalabrado hastael último detalle. Me conduciría a mi destino, acarrearía el equipaje a través del jardínhasta el portón de madera y entonces, sólo entonces, podía volver al coche y regresaral pueblo. Y aunque al principio el chófer protestó –se necesitaba por lo menos lafuerza de dos hombres para mover la pesada carga–, el tintineo de unas monedasprimero y un expectante silencio después –el momento, imagino, en que mi padre trasrebuscar en sus bolsillos daba al fin con uno de esos billetes que por las nochesgustaba de contar, doblar, desdoblar o mirar al trasluz– terminaron por disipar susreticencias. Yo no asistí al pacto. Me hallaba en la habitación de al lado, en eldormitorio, sentada sobre la cama, sin acertar a pensar en nada en concreto,acariciando –aunque es posible que tampoco me diera cuenta– el traje de novia quehabía pertenecido a mi madre, y evitando mirar hacia la pared, donde estaban lasfotografías de la boda, algunos grabados, un espejo. Pero sí podía oírlos. Y elpropietario del coche terminó diciendo: «Bueno. Por tratarse de usted». Y luego:«Saldremos temprano, a las siete. No me gustaría sufrir una avería en la carretera bajoeste sol de justicia».No sufrimos ninguna avería pero tampoco nos libramos del sol, que cayó a plomo sobreel coche durante las cuatro horas que duró el trayecto. Yo iba detrás, tal y como habíadispuesto mi padre, mirando a ratos a través de la ventanilla abierta perocontemplándome sobre todo en el retrovisor, el pelo despeinado por el aire, la carabañada en sudor y los ojos vidriosos, pestañeando ante el polvo del camino, hasta que

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alcanzamos la carretera y el conductor, después de advertirme de que a partir de ahí lacalzada no presentaba ningún problema y muy pronto entraríamos en la ciudad,encendió un cigarrillo y despreocupadamente empezó a cantar: Yo me quería casar...Pero se interrumpió de golpe y volvió a su mutismo. A través del espejo le notéconfuso, molesto consigo mismo, sin saber si excusarse o no, fingiendo un ataque detos que nos salvó a los dos de cualquier comentario. Estaba sudando, casi tanto comohoras después, cuando acababa de acarrear mis enseres hasta el portón de madera,yo accionaba la campanilla y él, sabiendo que no tenía por qué permanecer allí unminuto más, pero al tiempo buscando una frase adecuada a las circunstancias, sóloacertó a pronunciar: «Bueno, pues nada, que le vaya bien». Y de nuevo confuso,molesto ante su redoblada torpeza, cabeceó a modo de despedida, deshizo el caminodel jardín y, fuera ya de mi alcance, cerró la verja de golpe. Lo oí todo con nitidez. Elgolpe, los pasos, pero sobre todo el eco de los goznes oxidados. Un chirrido que ahorase traducía en palabras. Porque aquel auuuu que momentos atrás me pareciera unsaludo, un consejo, una advertencia, se había transformado en adiooos. Un adióssostenido, irrevocable, contundente.Pero no tuve tiempo de preguntarme nada. De admirarme de que las verjasherrumbrosas pudieran hablar o de atribuir al calor una ilusión de los sentidos.Enseguida la despedida que me espetaba la cancela se mezcló con el saludo que unavoz, desde lo alto, se empeñaba en repetir, y al que yo contesté con una fraseaprendida. Y, tal como se me había dicho que iba a ocurrir, no vi a nadie, pero sí tuvela sensación de sentirme observada, no por un par de ojos, sino por cientos, por milesde ojos ocultos tras las celosías de las ventanas. Y esperé. No mucho. Sólo unossegundos. Pero el pesado portón no se abrió como yo había imaginado –con una llavetambién herrumbrosa, una vuelta, dos, tal vez hasta quince vueltas–, sino que depronto me encontré ante un corredor fresco y umbrío, un juego de poleas maniobrandoen silencio, y, al fondo, una silueta oscura que avanzaba hacia mí, con la frente muyalta y los brazos extendidos.–Bienvenida, hija. Bienvenida seas.Y enseguida, como también yo avanzara hacia ella, olvidada del viaje, del bochorno, decualquier otra cosa que no fuera el agradable frescor que se respiraba en el pasillo, lavoz añadió:–Pero, Carolina, ¿cómo has venido tan ligera? ¿No has traído nada contigo?Y fue entonces cuando contesté algo que durante mucho tiempo me sería celebrado,algo a lo que, en aquellos momentos, no concedí la menor importancia, pero que aúnahora, a pesar de los años, recuerdo como si fuera ayer y no puedo menos que reírme.–Afuera –dije ingenuamente– he dejado el mundo.

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Se lo había oído muchas veces a mi padre. Lo importante en la vida era entrar conbuen pie. En el trabajo, en el matrimonio, en cualquier empresa que se acometiera.Pero, ¡oh amigos! (porque a mi padre, que casi nunca hablaba conmigo, le gustabaperorar algunas noches de invierno al calor de la lumbre, junto al párroco, labibliotecaria, el farmacéutico, cualquiera de las escasas visitas que se decidían aatravesar los campos y llegar hasta La Carolina, la casa más alejada del pueblo),¿cómo se conseguía tan rara y especial habilidad? Y entonces, después de removerlas ascuas en silencio, recordaba en voz alta algunas ocasiones de su vida en las quehabía conseguido lo que había conseguido gracias a ese don, a ese aprovechamientode la oportunidad, para terminar enumerando (y se refería a peones, a jornaleros, avecinos) una larga lista de todos aquellos que jamás conseguirían lo que sepropusiesen. Pero de reojo me miraba a mí. Y yo sabía entonces lo que elfarmacéutico, el párroco o la bibliotecaria estaban pensando (porque de lo que nohabía ninguna duda es que no se entra en la vida con buen pie cuando tu nacimientotrae consigo la muerte de tu madre) y me apresuraba a rellenar las copas, a dejar labotella a su alcance y a retirarme al dormitorio.Pero aquel día caluroso de agosto yo había entrado en mi nueva vida con buen pie. Amadre Angélica le había hecho mucha gracia mi respuesta. No tuvo ningún reparo enconfesármelo enseguida cuando, con ayuda de otras hermanas, entramos el baúl y,poco después, ya solas ella y yo, en su despacho de superiora: «Hacía tanto tiempoque no escuchaba esa palabra, que por un momento pensé...». Y se puso a reír.«Nunca hubiera creído que los jóvenes de hoy usaran aún ese término. Pero mira, aquídebe de estar...» Acababa de calarse unas gruesas gafas de carey y extendía sobre lamesa un manojo de llaves sujeto a un cordón que llevaba prendido de la cintura. Laspasó una a una hasta dar con la que estaba buscando. Una llave plana, achatada, muysemejante a otras, pero que no debía de usar con frecuencia porque ahora su rostro sehabía iluminado y, sin dejar de sonreír, abría un armario macizo y tosco, y se hacía conun libro.–Mundo, mundo... Aquí está: «Baúl». Así de simple. Veamos ahora en unaenciclopedia. Mundo: «Orbe»... No interesa...Al principio no entendí muy bien por qué la abadesa se tomaba tanto trabajo enverificar algo tan sencillo. Pero con el tiempo, con aquellos años que tan lentamentetranscurrieron, comprendería que a madre Angélica le gustaba leer, trajinar con libros,acariciar sus cubiertas y aprovechar cualquier ocasión para darle la vuelta a la llave yhacerse con aquellos tesoros que la vida de oración y recogimiento aconsejaba guardarsobre seguro. Entonces no podía saberlo. Entonces apenas si sabía que no debíadejarme impresionar por la vida de durezas y privaciones, que las superioras suelenexagerar para medir el ánimo de novicias y postulantes, que la vida en el convento nosería peor que un retorno a La Carolina, y que tenía que mostrarme dispuesta yobedecer en todo, no fuera que madre Angélica se arrepintiera de su decisión y a mí nome quedara más remedio que deshacer el viaje. Por eso recuerdo tan bien mi primer

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día en el convento. Palabra por palabra, silencio por silencio. La expresión de madreAngélica cuando le entregué el sobre. El leve temblor de sus manos y la rápidacomposición de su figura. Un ligero estremecimiento cuando, con los dedosjugueteando aún con el papel, la superiora mencionó al padre José. «El padre José»,dijo lentamente, «nos ha hablado mucho de ti.» Y, en el breve silencio que siguió luego,mis mejillas encendidas, los ojos bajos, un remolino interior que amenazaba condelatarme, un nudo en la garganta que sólo se deshizo cuando la superiora prosiguióimpertérrita. «De tu vocación.» Y entonces, súbitamente tranquilizada, asistí a laenumeración de privaciones y sacrificios, de horarios y tareas, tal como esperaba, talcomo se me había dicho que sucedería. Pero la voz de la superiora era mucho másamable que la del padre José imitando la voz de la superiora. Y, fuera de aquel instanteen el que sus manos temblaron levemente al tomar contacto con el sobre –con untemblor que yo conocía bien, el mismo con el que mi padre la noche anterior habíacontado billete tras billete o untado de cola el ribete del envoltorio–, todo en susmaneras parecía celebrar mi llegada. «Esto no es el castillo de irás y no volverás»,decía ahora, risueña, como si durante largo tiempo hubiera esperado a pronunciar estafrase o recordara una vez, hacía ya mucho, cuando otra superiora pronunció esta frase.Y después: «Eres muy joven y te quedan algunos años para profesar. Pero no vamos ahacer ningún distingo. Tu vida será exactamente igual que la nuestra. Es mejor así.Desde el principio. Y si cunde el desánimo, ya sabes. Para ti las puertas están aúnabiertas». Y yo asentía. Y ahora seguía la mirada de madre Angélica a través de unaventana entornada que daba a un huerto y observaba a una monja con mandil,arrodillada, recogiendo tomates, arrancando lechugas. Como doña Eulalia. De prontome acordé de doña Eulalia y sus palabras al despedirme junto al coche. «Pobre niña, ati también te han engañado.» Pero qué podía saber doña Eulalia de quién engañaba aquién, de cómo era yo, de lo que era capaz de imaginar aunque fuera en sueños.–Sí. Eres muy joven aún... O tal vez no. Tal vez hayas llegado a la edad adecuada.Aquí no se envejece, ¿sabes?La abadesa no esperaba ninguna respuesta. Acababa de abrir la ventana de par en pary parecía como si aquel huerto recoleto, rodeado de un muro, invadiera de pronto eloscuro despacho. En aquel momento la monja del mandil se había puesto a saltar.Ahora madre Angélica sonreía.–Es madre Concepción. ¿Cuántos años dirías que tiene? Ni ella misma lo sabe. Entróaquí muy jovencita, como tú, mucho antes de que me hiciera cargo del convento. Poreso todas la llaman madre Pequeña.Y luego, como si el exceso de luz la desviara de su cometido, volvió a entornar laventana y me pidió la llave del mundo.