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29 ABRIL DE 2010 C/ Recogidas Nº 45 - 6ºA 18005 Granada [email protected] ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 1 DOS FUNCIONES BÁSICAS: EL SUJETO Y EL PREDICADO AUTORÍA ISABEL MONTEMAYOR GALÉS RUIZ TEMÁTICA EL SUJETO Y EL PREDICADO: RELACIONES SINTÁCTICAS ETAPA ESO Resumen En estas páginas se trata de aclarar conceptos sintácticos tan básicos como el sujeto y el predicado y a la vez tan relevantes a la hora de hacer un análisis sintáctico a cualquier nivel. Por ello, en un principio se habla del tipo de relaciones que poseen para luego ocuparse de cada uno de los miembros de forma más específica. Palabras clave -El Sujeto. Tipos. -El Predicado. Tipos. -Los complementos verbales. -Los verbos transitivos e intransitivos. Autoría Nombre y Apellidos: Isabel M. Galés Ruiz Centro, localidad, provincia: I.E.S. Serranía (Alozaina) E-mail: [email protected]

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DOS FUNCIONES BÁSICAS: EL SUJETO Y EL PREDICADO

AUTORÍA

ISABEL MONTEMAYOR GALÉS RUIZ TEMÁTICA

EL SUJETO Y EL PREDICADO: RELACIONES SINTÁCTICAS ETAPA

ESO

Resumen En estas páginas se trata de aclarar conceptos sintácticos tan básicos como el sujeto y el predicado y a la vez tan relevantes a la hora de hacer un análisis sintáctico a cualquier nivel. Por ello, en un principio se habla del tipo de relaciones que poseen para luego ocuparse de cada uno de los miembros de forma más específica.

Palabras clave -El Sujeto. Tipos. -El Predicado. Tipos. -Los complementos verbales. -Los verbos transitivos e intransitivos.

Autoría

Nombre y Apellidos: Isabel M. Galés Ruiz Centro, localidad, provincia: I.E.S. Serranía (Alozaina) E-mail: [email protected]

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1. Introducción: Al finalizar la lectura de estas páginas debe quedar claro que las funciones de sujeto y predicado se

exigen mutuamente, de manera que lo correcto sería definir sujeto como la función que exige el predicado, y predicado como la función que exige al sujeto de tal forma que se trata de un caso de implicación o coimplicación.

Por ello, nosotros nos ocuparemos de plasmar una visión lo más completa posible de la estructura tanto del sujeto como del predicado pero teniendo en cuenta, desde el principio, que el criterio sintáctico es el que prevalece por encima de todos los demás.

2. Relaciones sintácticas: sujeto y predicado: La gramática tradicional entendía por oración un conjunto de palabras dentro del cual es posible

identificar los dos constituyentes inmediatos, el sujeto y el predicado, que guardan una autonomía sintáctica y semántica. Tanto el sujeto como el predicado son dos funciones sintácticas imprescindibles para la existencia de la oración y están unidas por una relación de concordancia. De esta forma, el número y persona del sujeto tienen que hallar su correlato en las desinencias verbales correspondientes, morfemas que repetirán el número y persona del sujeto. Por ejemplo, un sujeto como “Los niños” exige un verbo en tercera persona del plural (“Los niños duermen”), o una forma verbal como “cantáis” lleva implícito en sus morfemas el pronombre vosotros (segunda persona del plural).

No sólo el número y la persona del sujeto tienen su correlato en las desinencias verbales, sino que también el género del sujeto puede verse reflejado en algunos casos en el núcleo del predicado, como sucede en las oraciones:” El reloj había sido arreglado” o “María ha sido expulsada”.

La concordancia determina, pues, la existencia o no de una oración sintácticamente bien construida, y la ausencia de esta relación sintáctica entre los dos constituyentes inmediatos es un signo inequívoco de que algo falla en la estructura gramatical de la misma.

E. Alarcos explica en su Gramática de la lengua española que la oración es un tipo especial de

enunciado (que para él es la unidad mínima de comunicación dentro de una situación determinada como” ¡Otra vez la lluvia!” o “Dame el paraguas”) cuyo componente esencial, llamado verbo o sintagma verbal, contiene dos unidades significativas entre las cuales se establece la relación predicativa: el sujeto y el predicado, que se entienden tradicionalmente como: “aquello de que se dice algo” y “lo que se dice del sujeto”, respectivamente. Así pues, ambos constituyentes se definen en relación al otro.

Queda patente en los siguientes ejemplos la construcción de la oración tomando como base el núcleo verbal:

-El niño escribe en su cuarto una carta a su amigo.

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-El niño escribe una carta a su amigo. -El niño escribe una carta. -El niño escribe. -Escribe.

Como bien comenta Alarcos, de una a otra oración se han eliminado datos, bien porque los conoce el interlocutor, bien porque no interesa al hablante explicitarlos, pero en todas ellas aparece la unidad “escribe”, imprescindible para que exista la oración. Esta forma verbal es el núcleo de la oración, en el que se cumple la relación predicativa: se dice de alguien (“la tercera persona”) algo (la noción de “escribir”). Los demás componentes que pueden aparecer en torno al núcleo son llamados por Alarcos términos adyacentes, cuya presencia no es imprescindible para que exista una oración.

De esta forma los enunciados que carecen de una forma verbal personal que funcione como núcleo no son oraciones, sino frases, como las denomina Alarcos, ya que su estructura interna es bien diferente: no tienen un núcleo verbal con función predicativa, y sus constituyentes son siempre palabras de índole nominal. Por esto, las frases no deben clasificarse, como a veces se hace, por analogía con las oraciones a que pudieran ser equivalentes por su sentido, de hecho, por ejemplo, no es correcto llamar atributiva a una frase como “Año de nieves, año de bienes” por su equivalencia semántica con la oración “El año de nieves es año de bienes”, ya que en la frase no existe el núcleo verbal de la oración. Se han de clasificar las frases según su constitución interna, así, el tipo de enunciado sin verbo personal más simple sería la interjección que puede formar por sí sola una frase (“oh”, “eh”)o, a veces, pueden combinarse con otras unidades y formar frases completas (“ah de la casa”, “oh hijo mío”); o, por el contrario, pueden ser frases también lo que son en realidad secuencias truncas, resultado de la elipsis de un verbo consabido en una secuencia coloquial: “¿quién ha venido? El cartero”. En conclusión y básicamente, las oraciones son frases pero no a la inversa.

La tendencia actual de los gramáticos es definir la oración atendiendo a los distintos planos de la

lengua, de modo que, siguiendo la propuesta de L. A. Hernando Cuadrado en su libro La oración gramatical, que incide en el criterio funcional, que es el que más nos interesa a nosotros en este tema, entendemos por oración una unidad lingüística constituida por unos elementos relacionados entre sí, cuyas funciones forman una estructura con entidad fónica, independencia gramatical y autonomía semántica.

Fónicamente, consta de una base segmental –combinación de sintagmas- y de unos suprasegmentos interrelacionados –tonemas, acentos, juntura- entre dos pausas de determinada duración.

Gramaticalmente, sus componentes guardan estrecha relación entre sí, configurándola como una estructura interna que no necesita apoyarse en ninguna otra ni es componente de otra.

Semánticamente, que posea autonomía no significa que tenga sentido completo, como se ha venido repitiendo desde Dionisio de Tracia, sino que por sí misma es capaz de transmitir un mensaje.

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3. El sujeto: Al hablar de sujeto tenemos que diferenciarlo claramente de sintagma nominal, pues son dos

conceptos que suelen confundirse. El sintagma nominal es una palabra o un conjunto de ellas cuyo núcleo es un sustantivo o un término sustantivado, que puede desempeñar diversas funciones dentro de la oración, incluida la de sujeto de la misma. Ahora bien, la función sintáctica de sujeto puede recaer, por ejemplo, en una proposición subordinada sustantiva.: El que habló en clase / no ha venido hoy.

Sujeto Predicado O un pronombre o cualquier otra palabra sustantivada: Él /me acompañó a casa; El rubio / es mi compañero de trabajo.

Sujeto Predicado Sujeto Predicado Distintos autores han tratado de definir la noción de sujeto acudiendo a criterios lógicos o

psicológicos, como los de la definición tradicional de “persona o cosa que realiza la acción verbal”. Sin embargo, pronto se vio que este tipo de definiciones no tenía sentido en las oraciones pasivas o en las de predicado nominal, por ejemplo, por lo que los estudiosos resolvieron en su mayoría definir el sujeto desde el punto de vista gramatical, una solución mucho menos comprometida y más rigurosa que las anteriores.

Para ello se recurre a la relación sintáctica de concordancia entre el sujeto y el núcleo del predicado, criterio que no se cumple con otras partes de la oración como el objeto directo o el indirecto con los que puede haber confusión. De hecho, es esta relación de concordancia la que posibilita en nuestra lengua la ausencia del sujeto en oraciones del tipo “Llamé por teléfono a Juan”, donde la desinencia verbal contiene la primera persona del singular “yo”, sujeto gramatical de la frase.

Con todo, destacaremos las diferentes formas en las que se pueden presentar el sujeto, desde diferentes puntos de vista:

Según el significado: teniendo en cuenta criterios significativos se puede hablar de sujeto:

-Agente: cuando el sujeto nombra al ser que realiza la acción enunciada en el verbo: “Juan come

manzanas”. -Seudo-Agente: posee ciertas similitudes con el agente, sin llegar a serlo: “Juan se afeita en esta

barbería”; “La puerta se abrió”. En propiedad, no se trata de sujetos actores de la acción, aunque posean una forma aparencial con el sujeto agente; tampoco se puede hablar de sujetos pacientes ya

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que su construcción sintáctica no es la propia de enunciados de acciones pasivas. La duda en estos y otros casos semejantes radica en la forma verbal: “afeitarse”, “cerrarse”.

-Causativo o factivo: cuando el nombre sujeto no realiza “materialmente” la acción, sino que ordena que otro la haga práctica: “El ayuntamiento asfaltó las calles”; “La empresa trasladó su sede”.

-Paciente: cuando el sujeto recibe la acción del verbo, es el sujeto del enunciado con verbo en voz pasiva: “Juan fue aceptado por la empresa”.

-De estado: cuando el sujeto no es agente de una acción, por tratarse de verbos que no la expresan; no existen ideas de acción, proceso, movimiento sino de existencia o estado: “Juan yace en la cama”.

Según su composición externa:

-Simple: cuando está formado por una sola palabra, un nombre: “Juan viene”, o palabra que

funciona como tal: “Él viene”. -Complejo: en este caso el sujeto está formado por una combinación de palabras o sintagma

nominal que constituye una oración: “El hijo del vecino lo dijo así”. Dentro de este tipo existen diferentes combinaciones: Sustantivo + Adjetivo: “El caballo blanco ganó la carrera”. Sustantivos en aposición: la aposición puede ser de dos tipos:

-Aposición explicativa: existe una pausa entre sujeto y aposición. Ésta añade una cualidad amplificadora de aquél: “Cervantes, insigne escritor, escribió el Quijote”.

-Aposición especificativa: sin pausa entre sujeto y aposición. Determina o restringe el sujeto: “El señor alcalde cerró el acto”.

Sustantivo + conjunción + sustantivo: “Juan y Anselmo vendrán pronto”. Sustantivo + preposición + sustantivo: “El hijo del vecino te llama”. -Oracional: en este caso una oración completa funciona como sujeto: “Me duele que te vayas”. Según aparezca o no expreso en la oración:

-Sujeto desinencial o gramatical: es el necesario para que exista oración y va expreso en la

desinencia del verbo ya que esta categoría gramatical lleva inherente la idea de sujeto: “Llegaremos tarde” (nosotros); “Llegas tarde” (tú).

-Sujeto léxico o explícito: puede aparecer en diversos casos, por ejemplo, cuando el sujeto gramatical no hace una referencia inequívoca o simplemente para precisar qué o quién es el sujeto, por

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lo tanto, su presencia es optativa puesto que para que exista una oración sólo tiene que existir el primero: “El chico rubio es mi hermano”.

Según sea el elemento que lo constituye:

-Nominal: cuando el sujeto está formado por un sustantivo o palabra sustantivada: “Juan

viene”; “El niño corre”; “El verde es mi color preferido”. -Pronominales: cuando el sujeto está representado por un pronombre, por una palabra que

sustituye al nombre: “Tú vendrás con tus cosas”; “Él llegará tarde”. Según una visión estructural, todo sintagma nominal que puede funcionar tanto de sujeto como

de otras funciones, como ya hemos dicho anteriormente, está constituido necesariamente por un núcleo, que a su vez, facultativamente, puede ir acompañado por otros elementos como los determinantes y los adyacentes. De manera que su estructura puede ser:

DETERMINANTE/ NÚCLEO NOMINAL/ ADYACENTE Donde los determinantes pueden ser los artículos (“El coche es azul”), los demostrativos

(“Este coche es azul”), los posesivos (“Mi coche es azul”), indefinidos (“Algunos coches son azules”) etc. y en los adyacentes tendrían cabida los adjetivos explicativos (“La blanca nieve es bonita”) o especificativos (“El pantalón nuevo está roto”), de la misma forma que los sintagmas preposicionales normalmente encabezados con la preposición de (“La mesa de madera es mía”). No seguiremos por estos derroteros puesto que si empezamos a hablar de las palabras que forman el sujeto estaríamos invadiendo materia de otros temas.

4. El predicado: El sintagma verbal desempeña la función de predicado de la oración o de la proposición, a

diferencia del sintagma nominal, que, como hemos visto, puede desempeñar más funciones sintácticas además de la de sujeto.

Dos son las estructuras diferentes de predicados que podemos encontrar: el predicado nominal y el predicado verbal. En la oración “El hermano de Juan es escritor”, el verbo “es” no aporta significación al predicado, es un verbo vacío de sentido, mientras que el nombre “escritor” completa la cadena semántica (hermano de Juan = escritor). Estas oraciones son denominadas de predicado nominal o atributivas.

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Por otra parte, en “El hermano de Juan escribe novelas”, el verbo posee significación dentro del conjunto oracional, e incluso puede llevar complementos (en nuestro ejemplo el complemento directo “novelas”). Es una oración de predicado verbal.

4. 1 El predicado nominal. El atributo: En “La casa grande” nos encontramos ante una oración de predicado nominal cuya estructura

corresponde al siguiente esquema: SUJETO + CÓPULA O VERBO COPULATIVO + ATRIBUTO Los verbos copulativos o cópulas reciben esta denominación porque al carecer de carga

semántica funcionan dentro de su oración como un nexo de unión entre el sujeto y el atributo. El papel del atributo consiste en “llenar” la referencia de estos verbos, asignándoles posibilidades de denotación más concretas.

Además de la ausencia de significación en el núcleo verbal, otra característica inconfundible de los verbos copulativos es que concuerdan en número y persona no sólo con el sujeto (como los verbos predicativos), sino también con el atributo. Así, en nuestra oración “El hermano de Juan es escritor”, cada uno de los elementos en los que puede segmentarse desde un punto de vista sintáctico (sujeto, verbo copulativo y atributo) concuerdan en número y persona (3ª persona del singular).

Por su parte, el atributo es un complemento que pone de manifiesto alguna característica del sujeto y que puede identificarse sintácticamente con facilidad debido a la relación de concordancia que guarda con el sujeto, además de poder ser sustituido por el pronombre lo: “El hermano de Juan es escritor” = “El hermano de Juan lo es” . Este procedimiento identificativo es especialmente útil cuando el atributo no es un adjetivo, sino un sintagma nominal, ya que en esos casos es frecuente confundir al sujeto con este tipo de complemento.

No sólo el adjetivo o el sustantivo pueden desempeñar la función atributo. Otras categorías morfológicas e incluso proposiciones también pueden serlo:

-Un pronombre: Mi ordenador es éste. -Un adverbio: La situación está así (=mal, bien...). -Un sintagma preposicional: María es de Málaga (=malagueña). -Un infinitivo: Hablar con ella es perder el ánimo. -Una proposición: Juan está que trina.

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A efectos prácticos de análisis sintáctico, la opinión de Alarcos es la siguiente: la distinción entre predicado nominal y predicado verbal es válida desde un punto de vista semántico, pero el núcleo oracional es siempre el verbo, por impreciso que sea su contenido léxico, pues en éste residen los morfemas de persona y número que como sujeto gramatical establecen la oración. A pesar de que no siempre se tiene en cuenta esta precisión, el ejemplo y la consiguiente explicación de Alarcos parecen inequívocos: en “Envejecéis”, la relación predicativa une el sujeto gramatical “segunda persona plural” (expresado por la terminación –éis) con la noción léxica de “envejecer”; en “Sois viejos”, el mismo sujeto gramatical, combinado con la noción léxica existencial de “ser”, establece la predicación con el signo léxico del atributo “viejo”. Así, las construcciones atributivas vienen a ser como el resultado del desglose de otros verbos no copulativos, según se puede observar en estos casos de equivalencia semántica:

Un dulce nunca amarga................................ Un dulce nunca es amargo Aquí abunda la uva....................................... Aquí es abundante la uva. La maleta pesa mucho................................. La maleta es muy pesada. 4. 2 Predicado verbal: Es aquel que está formado por un verbo con significado completo, que puede o no ir

acompañado de complementos. A pesar de que por lo general son verbos copulativos ser, estar y parecer, pueden funcionar como verbos predicativos cuando no van acompañados de atributo, ser significará entonces “existir, suceder”, estar “estar en un lugar” y parecer “tener parecido, semejar”.

El caso contrario también es frecuente: verbos predicativos que presentan en determinados contextos significado atributivo son los llamados verbos semipredicativos, y los encontramos en oraciones como “Juan se volvió orgulloso”, donde se establece una conexión entre el sujeto “Juan” y el atributo “orgulloso”.

4.2.1 Núcleos transitivos e intransitivos:

Atendiendo a otra distinción de gran rendimiento descriptivo, que atañe ya sólo al predicado

verbal, existen dos clases de predicado: los que están constituidos por un núcleo transitivo y los de núcleo intransitivo.

Los verbos transitivos son aquellos que exigen la presencia de un complemento directo que supla la falta de significación total del verbo. En la oración “Los niños duermen”, no se necesita ningún sintagma nominal que complemente la idea expresada por el verbo, algo que no sucede en “Él ha

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decidido”, donde el núcleo del predicado precisa de un complemento que lo defina claramente. En el primer ejemplo nos encontramos ante un verbo intransitivo, que aunque puede llevar otros complementos que dependen de él no necesita la presencia del complemento directo; el segundo ejemplo corresponde a un verbo transitivo, que se construye con complemento directo.

De nuevo conviene tener en cuenta la matización de Alarcos cuando señala que tal distinción no responde a rasgos especiales del contenido de la raíz verbal, porque generalmente la presencia o ausencia del objeto directo depende de la voluntad o intención comunicativa del hablante. Si bien es cierto que hay algunos verbos que apenas necesitan especificación como “Lloraba”, “Corren”, “Duermes”, etc. mientras que otros exigen la demarcación denotativa aportada por el objeto directo, como en “Hizo la comida”, “No des gritos”, “Tenemos prisa” etc., de forma que la mayoría de los verbos pueden aparecer con o sin objeto directo según lo que se quiera comunicar:

Fumaba siempre cigarrillos........................................ No fuma nunca. El niño comía patatas fritas....................................... El niño no come. Escribió un libro..................................................... Escribía desde joven. Incluso existen verbos empleados en general como intransitivos, que a veces reciben un objeto

directo que puede llamarse redundante o enfático, puesto que las nociones que sugiere vienen a coincidir con las denotadas por el verbo. Se observa en estos ejemplos: “Aquella noche lloró lágrimas que salían de lo más profundo de sus entrañas”; “Durmió un sueño profundo”.

En conclusión, para hablar de verbos transitivos e intransitivos hay que juzgarlos desde un punto de vista de la estructura, es decir, un verbo transitivo, en algún contexto, puede ser intransitivo y viceversa.

4.2.2 Los complementos del predicado verbal:

La estructura del predicado verbal puede estar formada por los siguientes tipos de complementos, que funcionan como adyacentes del núcleo verbal:

• OBJETO DIRECTO Designa el elemento sobre el que recae directamente la acción verbal. Normalmente se

enlaza al verbo sin necesidad de ningún índice explícito de su función salvo algunos casos en los que los sustantivos que desempeñan la función designan a seres animados y necesitan la preposición a, pero única y exclusivamente esta preposición: “El niño dibujaba a la niña”.

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Si por motivos expresivos se anteponen al verbo las palabras que desempeñan ese papel, o si se elimina su mención porque la referencia es consabida, el núcleo verbal queda incrementado con un representante átono de su función, el cual indica además los morfemas de género y número propios del sustantivo (o equivalente) antepuesto o elidido: “Esos libros, no los he leído nunca”.

A efectos prácticos es reconocible sustituyéndolo por los pronombres átonos: lo, la, los, las dependiendo del género y número con que se presente el complemento pleno: “He comido patatas” = “Las he comido”. También se puede transformar la oración en pasiva, de modo que el objeto directo pasa a funcionar como sujeto: “Ya han construido las casas”--------------“Las casas ya han sido construidas”.

• OBJETO INDIRECTO Según Alarcos, es compatible con cualquier otro adyacente en la misma oración, y

suele designar en la realidad al destinatario de la noción evocada por el verbo o, en su caso, por el conjunto del verbo y su objeto directo o preposicional: “Escribió a su amigo” el O. I. “a su amigo” se refiere al destinatario de la noción “escribir” sugerida por el núcleo verbal.

En cambio, en estos otros enunciados: “Escribió una carta a su amigo”; “Habló a su amigo de sus problemas” el O. I. “a su amigo” especifica el destino de la experiencia denotada en conjunto por el verbo y su objeto directo (“una carta”), y por el verbo y su objeto preposicional (“habló de sus problemas”), respectivamente.

Con el término de destinatario de abarcan muchos matices de la realidad que se expresa. Por lo común, el sustantivo (o las unidades que hagan sus veces) se refiere, en esta función, a seres animados, como en el ejemplo precedente, pero también puede aludir a entes inanimados en estos ejemplos: “A esta puerta le he cambiado la cerradura”; “Ha puesto muchas notas al texto”, los O. I. “a esta puerta” y “al texto” indican cuáles son los receptores de las actividades consignadas en los verbos.

Fuera de una situación explícita, el sentido concreto de lo designado por el O. I. puede ser ambiguo, como, por ejemplo, diciendo “Compramos el cuadro a Juan”, puesto que en la realidad el ser llamado “Juan” puede coincidir tanto con el vendedor del cuadro como con el beneficiario de su compra.

Lejos de la ambigüedad que estamos tratando, podemos afirmar que el O. I. es un complemento formado por un sintagma preposicional siempre encabezado por las preposiciones a o para y es reconocible en la frase por su posible sustitución pronominal por le o les (dependiendo del número, no del género): “He comprado una camisa a mi primo” = “Le he comprado una camisa”.

Presenta rasgos comunes con el O. D. como: se sitúan ambos tras el verbo, sin que la precedencia del uno o del otro implique diferencia de sentido, pues es indiferente decir: “Escribió una

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carta a su amigo” o “Escribió a su amigo una carta”, son solo motivos expresivos los que hacen preferible un orden u otro.

Al anteponerlos al verbo para realzar sus contenidos, se incrementa éste con un personal átono que reitera la función del término desplazado. Y cuando los dos objetos se eluden por ser conocidas sus referencias, también el verbo recibe esos incrementos átonos. Sin embargo, las dos funciones solo quedan indiferenciadas en las unidades personales de primera y segunda persona, que tienen formas únicas para ambas funciones:

“Me lavo” (O. I.) “Me lavo las manos” (O. I.) “Nos quemamos” (O.D.) “Nos quemamos la lengua (O. I.) “Te peinó a ti” (O. D.) “A ti te peinó la melena” (O. I.)

En estos ejemplos, las formas únicas personales quedan sin equívocos asignadas a la

función de O. I. cuando coexiste un sustantivo que desempeña la de O. D. Ahora bien, pueden concurrir junto al verbo un incremento de O. D y otro de O. I.,

ambos proclíticos o, en su caso, enclíticos. En general se trata de combinaciones de un referente de cualquier persona con otro de tercera: el primero alude al O. I. y el segundo al directo: “Déjamelo”, “Te lo regalo”. Pero cuando el incremento de O. I en estas combinaciones es de tercera persona, los significantes habituales le y les se sustituyen por otro invariable se (que es homófono con el se llamado reflexivo): “Mi hermano se la dijo” = “Mi hermano dijo la noticia a él”. Y como explica Emilio Alarcos es incorrecto introducir una marca de plural (cuando se equivale a les) en el otro incremento singular, como sucede a veces en el español americano y canario: “*El dinero se los regaló”.

Para terminar con estos complementos que tienen algunos rasgos en común debemos

señalar la existencia de fenómenos como el leísmo, laísmo y loísmo que suponen, básicamente, el uso erróneo de los pronombres en la función equivocada. El primer caso consiste en el empleo de le con función de O. D., de uso extendido en la tradición literaria y sobre todo entre escritores leoneses y castellanos: “Se quedó mirándole”

La tendencia a suprimir la diferencia de funciones entre O.D y O. I. en beneficio de la distinción de género se refleja también en el laísmo que consiste en generalizar la y las para las referencias a sustantivos femeninos en la función de O. I. Es fenómeno de menor difusión que el leísmo, más frecuente en singular que en plural y sobre todo en la mención de personas, eso sí, quien practica el laísmo es a la vez leísta: “La hablaban de la vida de fuera”.

El loísmo, por su parte, consiste en el uso de lo y los en la función de O. I. Es un fenómeno paralelo al laísmo pero siempre ha sido menos frecuente y se ha considerado vulgar, aunque esporádicamente aparece en la lengua escrita, debe evitarse: “Lo regalé un reloj”.

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En resumen, es recomendable mantener el uso tradicional, solo con algunas concesiones al leísmo; esto es, lo como referente de masculino singular en función de O. D (aunque se acepte le en este caso cuando aluda a persona), la para femenino singular en la misma función; los para plural masculino y las para femenino como O. D.; le y les para los O. I, singulares y plurales respectivamente, sin distinción de géneros; finalmente, lo como referente invariable de valores neutros en los papeles de O. D y de atributo.

• COMPLEMENTO PREDICATIVO

Podría definirse como el atributo de los verbos no copulativos ya que tiene un comportamiento similar a esta función pero con otros tipos de verbos. Se trata de un adjetivo o sintagma adjetival que varía de número y género concordando con el número del verbo, y con el número y género del sujeto explícito, por ejemplo: “El abogado vivía tranquilo”; “La lluvia caía recia”.

El comportamiento de estas unidades coincide con el de los atributos hasta un cierto punto ya que si estos presuntos atributos fuesen consabidos y se eludiesen, no dejarían, como en los atributos, un incremento pronominal invariable lo: “*El abogado lo vivía” sino que, por el contrario, estos adjetivos pueden trocarse por adverbios o segmentos varios de sentido modal, diciendo “El abogado vivía tranquilamente” (ésta es la razón por la que normalmente se confunde el predicativo con el complemento circunstancial de modo, pero el predicativo está formado por un adjetivo y mantiene una concordancia).

Ahora bien, como explica Alarcos en su gramática, existe otro tipo de predicativo que conserva la concordancia de género y número con el O. D., y necesita la existencia de éste para tener significado completo, por ejemplo en la oración “Dejaron perpleja a la directora” no podríamos decir: “*Dejaron perpleja” ya que no sería correcta.

• SUPLEMENTO

Llamado objeto preposicional con buen criterio por Alarcos, es un adyacente precedido por preposición que cumple una función análoga a la de objeto directo, por ello, y como tradicionalmente se ha admitido, no es compatible con el objeto directo.

La referencia real del significado léxico de ciertos verbos requiere obligatoriamente la presencia del suplemento: “Hablan de música” precisa del sintagma preposicional para constituir su significado concreto, en tanto que en la oración “Hablan con avidez” el incremento mediante el sintagma preposicional no es imprescindible, pues sólo añade información modal (es un complemento circunstancial de modo), pero no se asocia significativamente al contenido semántico del verbo.

Para distinguirlo de otros complementos que también llevan preposición, basta comparar dobletes como:

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Acabó con sus ahorros ---------------------- Acabó con rapidez Preguntaron por la carta --------------------- Preguntaron por carta. SUPLEMENTO COMPL. CIRCUNSTANCIAL

Un ejemplo útil para su explicación es la distinción entre “Contar cuentos”, “Contar con un ábaco” y “Contar con la ayuda de los amigos”, donde el verbo cambia de significado cambia según se construya con O. D, C. C o suplemento, respectivamente.

Se ha visto que el suplemento cumple respecto al núcleo de la oración una relación semántica análoga a la de O. D, sin embargo, su función sintáctica es diversa, según se refleja en la obligatoriedad de la preposición para el primero y su diferencia al ser representados unos por referentes tónicos (el preposicional) y otros por incrementos átonos (el directo).

A pesar de lo expuesto, Emilio Alarcos encuentra estructuras oracionales en que parecen coexistir un objeto directo y otro preposicional de tal manera que el segundo no puede aparecer sin la presencia previa del primero: “El delegado dijo pestes del ministro”, mientras que si cambiamos la frase sería correcta: “Dijo pestes”, pero no lo sería de esta forma “*Dijo de la ministra” ya que este segmento preposicional exige simultáneamente la existencia del O. D. A este tipo de suplemento se le denomina objeto preposicional indirecto o suplemento indirecto.

• COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Estos adyacentes circunstanciales se denominan así porque suelen agregar contenidos marginales a los evocados por el núcleo verbal y sus objetos. La presencia o ausencia de los circunstanciales no modifica en esencia ni la estructura ni el sentido de una oración, así en el enunciado:”El tren efectuará su entrada dentro de dos minutos por la vía segunda” los contenidos circunstanciales “dentro de dos minutos” y “por la vía segunda”, aunque aportan detalles más precisos de la experiencia comunicada, no cambian las relaciones significativas existentes en “El tren efectuará su entrada”.

Esta función la cumplen normalmente los adverbios y locuciones adverbiales, que designan el tiempo (“Ayer estudié por la mañana”); el lugar (“Estudié en mi cuarto”); el modo (“Estudié con el ordenador”); la finalidad (“Estudié para un examen”)..., con que se produce la acción verbal, pudiendo un solo verbo presentar varios complementos circunstanciales.

Dos son los rasgos que manifiestan dentro de la oración la relativa independencia semántica de los circunstanciales: primero, su elusión posible sin dejar rastro de su papel ni perturbar la estructura oracional: “He desayunado tarde” la frase no cambia mucho su significado sin el C.C: “He

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desayunado”; y después, su mayor capacidad de permutación dentro de la secuencia, las siguientes frases son todas posibles:

“Juan ha llegado esta tarde (C.C. tiempo) con gran cansancio (C.C. modo) a mi casa (C.C lugar)”.

“Juan ha llegado con gran cansancio esta tarde a mi casa”. “Juan ha llegado a mi casa con gran cansancio esta tarde”. Como conclusión debemos apuntar que todas estas hojas suponen un guiño a la gramática de

un académico español muy reconocido, Emilio Alarcos Llorach, dejando a un lado la gramática tradicional, pero nunca olvidándola, y destacar una teoría que tan sólo será un punto de referencia para nuevos estudiosos de la lengua y, así, ésta pueda salir del tópico en el que está sumergida y sea un “ciencia” más flexible y a la vez atractiva.

BIBLIOGRAFÍA: -Alarcos, E. 1994. Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. -Alcina, J. y Blecua, J. M. 1983. Gramática española, Barcelona: Ariel.

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-Gili Gaya, S., 1993. Curso superior de sintaxis española. Barcelona: BIBLIOGRAF. -Hernando Cuadrado, L. A, 1992. La oración gramatica. Madrid: Cincel. -Quilis, A. et. Al.., 1988. Lengua española. Madrid: UNED.