Dos Esculturas de Mictlantecuhtli

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Esculturas de Mictlantecuhtli

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  • DOS ESCULTURAS DE MICTLANTECUHTLI ENCONTRADASEN EL RECINTO SAGRADO DE MXICO-TENOCHTITLAN

    LEONARDO LPEZ LuJNVIDA MERCADO

    "Que esta muerte tiene hambre y sedde tragar a cuantos hay en el mundo".

    Cdice Florentino, Lib. VI: rol. 4r.

    Introduccin

    Con la visin crtica que le es propia, Carlos Navarrete ha escudri-ado las races de la tan celebrada en el extranjero visin mexicanade la muerte. Lejos de lo que pudiramos suponer, el mito de laparca frecuentada, festejada, amada y siempre burlada, no se re-monta ms all de los aos veintes. Segn nos explica Navarrete(1982: 9-12), en aquellos tiempos fundacionales de la Na~in yen medio de una mstica revolucionaria que buscaba la razn y elser mexicanos, se revaloran las artes populares y, en especial, laobra grfica de Guadalupe Posada. Calaveras de azcar, esquele-tos de papel picado y catrinas impresas se convertiran as en an-cestros ejemplares y fuentes de inspiracin de una multifacticaiconografia que inunda cada noviembre edificios pblicos, escue-las, mercados, panaderas y panteones. En las dcadas subsecuentesa la Revolucin, intelectuales como Rivera, Fernndez Ledesma yWestheim haran suya esta bandera, difundiendo la nueva estticadel ms all y consolidando el mito de que la muerte infunde pocoo nada de temor en el mexicano.

    A partir de esta visin de tintes pintorescos y, sobre todo, nacio-nalistas, no ha faltado quien ha querido encontrar en los hilos de lacontinuidad histrica una larga tradicin indgena de calaverasamistosas y sonrientes. Obviamente, extrapolar el sentir urbano delMxico posrevolucionario al mundo prehispnico resulta excesivo.Si bien es cierto que la cosmovisin mexica o la maya no tienen nadaequivalente al terrorfico infierno de nuestra herencia cristiana,

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    tampoco se puede decir llanamente que antes de la llegada de los es-paoles no se tuviera miedo a la muerte, ni que seres como Mictlan-tecuhtli o el Dios A no inspiraran un enorme respeto en el creyente.

    Las complejas concepciones prehispnicas en torno a la muertey el ms all nos prohiben cualquier visin simplista. Numerosos es-tudios acerca del pensamiento indgena revelan elaboradas esca-tologas, as como deidades de muerte con rasgos contradictorios(por ejemplo, Caso, 1953; Garibay, 1953-54, 1964; Len-Portilla,1956; Ruz, 1968; Matos, 1971,1975; Coe, 1975; Lpez Austin, 1980;Graulich 1990). Inclusive, algunas de las funciones divinas pudie-ran parecer paradjicas desde nuestra ptica occidental. A manerade ilustracin, baste por el momento mencionar que los dioses delinframundo no slo tienen un carcter aterradc;>r en los cdicesmixtecos, donde aparecen en escenas de muerte, sacrificio y des-truccin. De manera sorprendente, en otras lminas de los mismosdocumentos, estos seres esquelticos tambin revisten funciones ge-nerativas tanto en el ciclo vegetal como en la concepcin y naci-miento de los seres humanos (Furst, 1982; Brotherston, 1994).

    El inters principal de este trabajo se centra precisamente en elaspecto doble del Dios de la Muerte, ser vido de carne y sangrehumanas, y, a la vez, poseedor de grandes poderes generativos. Nues-tras reflexiones parten del reciente descubrimiento de dos ex-c,epcionales imgenes mexicas de Mictlantecuhtli en la Casa de lasAguilas, muy cerca de la interseccin de las calles de Justo Sierra yRepblica Argentina en el Centro Histrico de la Ciudad de Mxi-co. Dada la enorme importancia del hallazgo, en una primera partenos referiremos con cierto detalle al contexto arqueolgico ya losprocesos de exploracin y restauracin de estas sorprendentes es-culturas. Ms adelante, haremos su anlisis formal y tecnolgico.Sobre esta base, discutiremos la visin indgena del Mictlan comoun lugar maloliente y de descomposicin, relacionado con la sexua-lidad, lo femenino, las pasiones y el crecimiento.

    La Casa de las guilas

    Tambin ,conocida como "Recinto de los Guerreros guila", la Ca-sa de las Aguilas es uno de los edificios religiosos ms impresionan-tes descubiertos en terrenos de lo que fuera el Recinto Sagrado deMxico-Tenochtitlan. Desde 1981, ao en que fue exhumada, estaimportantsima construccin mexica ha sido escenario de trabajosarqueolgicos intensivos por parte del Proyecto Templo Mayor del

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    Instituto Nacional de Antropologa e Historia (figura 1). Gracias alas exploraciones de Francisco Hinojosa (1981-82) sabemos que setrata de un enorme basamento con planta en forma de L, cuyas es-calinatas estn decoradas con dos esculturas en forma de cabeza deguila (Matos, 1984: 19-20; Lpez Lujn, 1993: 81-82).

    En el interior de dicho basamento se localiz una subestructurams antigua que, al parecer, es contempornea a la Etapa IVb delTemplo Mayor (c. 1469 d.C.). Se caracteriza por la presencia de va-rios cuartos internos en perfecto estado de conservacin. Sabemosque en poca prehispnica se ingresaba a esta subestructura a tra-vs de dos escalinatas que ascendan desde la plaza hasta un amplioprtico sostenido por una columnata. Para llegar al cuarto princi-pal deba atravesarse una puerta custodiada por dos esculturas decermica que representan individuos de cuerpo completo vestidoscon trajes de guila (Mercado, 1995). Del cuarto principal, ocupa-do por un amplio altar, se pasaba a los siguientes por un estrechopasillo protegido por dos figuras esquelticas, tambin de cermica.Se llegaba as a un patio rectangular limitado por dos cuartos. Ca-da uno de ellos tena un altar pequeo y un par de braseros decermica decorados con rostros de tlaloque derramando, lgrimas.

    Casi todas .as paredes interiores de la Casa de las Aguilas estndecoradas con bellas pinturas sobre tierra y con largas banquetaspolcromas. Estas ltimas se componen de dos paneles. El superiores un friso surcado por serpientes ondulantes en 'bajorrelieve. Elpanel inferior muestra procesiones de guerreros ~rmados que con-fluyen en un zacatapayolli, bola de heno en que los mexicas clava-ban punzones ensangrentados durante el ritual de autosacrificio.La rica iconografa de las banquetas nos indica que la ofrenda desangre era una de las principales ceremonias llevadas a cabo en esteedificio. Las banquetas son, adems, un magnfico ejemplo del gus-to mexica por imitar estilos artsticos de civilizaciones varios siglosms antiguas, como la tolteca y la teotihuacana. En este caso, nos en-contramos ante un revival del Palacio Quemado, uno de los mu-chos edificios que los mexicas excavaron en las ya entonces ruinasde Tula (Fuente, 1990).

    Gracias a la colaboracin conjunta del INAH, la Universidad Na-cional Autnoma de Mxico y la Princeton Univer~ity, hemos podi-do continuar nuestros trabajos en la Casa de las Aguilas. Duraritelas dos ltimas temporadas de campo (1991-92 y 1994-96), un pe-queo equipo de arquelogos, bilogos, qumicos y restauradoreshemos emprendido nuevos estudios encaminados a dilucidar el sig-nificado religioso y las funciones del edificio. As, nuestro primer

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    objetivo fue reconstruir las actividades rituales que se desarrollabancotidianamente en este lugar. con la colaboracin del equipo coor-dinado por Luis A. Barba, cortamos un cilindro diminuto de pisode estuco cada metro, recuperando en esta forma alrededor de qui-nientas muestras (Barba et al., 1996). Por medio del anlisis qumicode las muestras, descubrimos concentraciones reveladoras de car-bonatos, fosfatos, cidos grasos, carbohidratos y albmina (la prin-cipal protena de la sangre) .Al ser graficada en la computadora, estainformacin nos permiti inferir actividades rituales en partes espe-cficas del edificio: ofrecimiento de alimentos a los dioses, autosa-crificio y combustin de copal, entre otras.

    La siguiente tarea consisti en detectar y excavar todo !ipo derasgos enterrados bajo los pisos de estuco de la Casa de las Aguilas.Utilizamos con ese fin un magnetmetro, un gradimetro y un re-sistivmetro, aparatos que nos permitieron descubrir anomalasmagnticas y elctricas producidas por varias ofrendas enterradas,un drenaje y un edificio ms pequeo y antiguo. A continuacinexcavamos en los lugares con mayores anomalas. Tras un ao detrabajos minuciosos, pudimos registrar en detalle y recuperar, entreotras cosas, seis ofrendas y un entierro que se encontraban bajo pi-sos, ,altares y escalinatas. Debido a que en la actualidad la Casa delas Aguilas est parcialmente enterrada por la calle de Justo Sierra,se decidi excavar dos largos tneles por debajo del andador tursti-co de la zona arqueolgica (Lpez Lujn, 1995). Despus de mesesde duro trabajo quedaron visibles dos nuevos cuartos de grandes pro-porciones, decorados con pinturas murales y con ms de 30 m debanquetas con una policroma casi intacta.

    El hallazgo de las imgenes

    Los contextos arqueolgicos de la Casa de las guilas estaban tanbien conservados en el momento de la excavacin que no resultadificil reconstruir mentalmente el escenario original ni imaginar sutransformacin a lo largo de los siglos. Todo comienza alrededorde 1469 d.C. cuando un pequeo basamento que se encontraba alnorte del Templo Mayor fue cubierto con toneladas de arcilla delle-cho lacustre para construir el edificio cuyos suntuosos interiores des-cribimos en el apartado anterior. Sabemos que cuando menos tresde los accesos internos del flamante edificio fueron decorados conpares de esculturas de dimensiones ligeramente mayores a lashumanas. La entrada principal del ala norte del edificio estaba

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    custodiada por las dos imgenes de Mictlantecuhtli objeto de estetrabajo (figura 1) .Ambas esculturas se erguan sobre los remates delargas banquetas orientadas hacia el sur. La escultura que hemosdenominado "elemento 4" se encontraba a un lado de la jambaeste, en tanto que la otra, llamada "elemento S", estaba junto a lajamba oeste.

    Poco tiempo despus, quizs dos o tres d,cadas, los mexicas de-cidieron ampliar una vez ms la Casa de las Aguilas, probablementeporque sus dimensiones y la calidad de sus acabados ya no eran dig-nas del esplendor que Tenochtitlan haba alcanzado con las con-quistas de los ltimos aos. El primer paso de dicha obra consistien una compleja ceremonia de clausura. Existen indicios de que lasdos imgenes de Mictlantecuhtli fueron baadas con sangre huma~na en un rito semejante al que se muestra en la lmina 76r del Cdi-ce Magliabechiano (figura 9). Basamos este supuesto en el hallazgode una materia color marrn que formaba una gruesa capa sobrelos hombros, los brazos y ciertas porciones de la espalda de las es-culturas. Su grosor y aspecto fsico son muy diferentes a los del pig-mento con que estaban decoradas otras superficies. En la actuali-dad, Roco Vargas y Edith Ortiz del Laboratorio de AntropologaMolecular del Instituto de Investigaciones Antropolgicas de laUNAM llevan a cabo el anlisis de este material con el fin de corro-borar si se trata de los restos de fluido sanguneo.

    Acabada la ceremonia, se procedi a cubrir las pinturas mu-rales, las banquetas y las imgenes de Mictlantecuhtli. Todo fuemeticulosamente protegido con una arcilla finsima y piedras degrandes dimensiones. En ese mismo instante fueron dispuestas fren-te al torso de nuestras esculturas varias mandbulas humanas conperforaciones en los cndilos: cuatro frente al elemento 4 y tresfrente al elemento S. La entrada se clausur con un gran braseroptreo en forma de serpiente de cascabel y se quem combustiblevegetal en su interior. Finalmente se rellenaron todos los cuartoscon tierra y piedras, formando as una plataforma slida que servi-ra de base al nuevo edificio.

    Resulta sorprendente que, en el corto laps

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    De manera sorprendente, los trabajos de excavacin para los ci-mientos de esta construccin religiosa se detuvieron a escasos 5 cmpor encima de nuestras esculturas. Pasaran los siglos y, con ellos,una larga serie de edificaciones civiles ocuparan sucesivamente es-te mismo predio. En la segunda mitad del siglo xx, las esculturasestuvieron nuevamente a punto de ser destruidas cuando los traba-jadores de la Compaa de Luz y Fuerza instalaron un transfor-mador elctrico a menos de I m del elemento 5.

    Los cinco largos siglos que permanecieron enterradas nuestrasimgenes concluyen en 1994. En ese ao, como parte de los traba-jos de la Quinta Temporada de campo del Proyecto Templo Mayor,decidimos realizar algunos tneles. Francisco Hinojosa nos sugirihacer uno de ellos en el extremo oeste de la Casa de las guilas,con el fin de detectar el acceso principal del ala norte. La exca-vacin del tnel que denominamos "B" fue sumamente fructfera:nos permiti descubrir el acceso que comunica al cuarto 5. Enagosto de ese ao las dos esculturas de Mictlantecuhtli volvieron aver la luz (figura 2).

    Los trabajos de exploracin y restauracin de las esculturas

    Las tareas de excavacin y conservacin in situ se llevaron a cabo si-multneamente desde el da mismo del hallazgo. La presencia delrestaurador fue indispensable en todo momento, debido al psimoestado en que se encontraban ambas esculturas (cf Mercado,1995). Tanto la baja temperatura a la cual fueron cocidas las piezascomo el elevado nivel de humedad del subsuelo provocaron que lacermica se convirtiera en un material sumamente frgil. Estos dosfenmenos, aunados a las altas presiones ejercidas por el peso delos edificios ya las vibraciones de los vehculos que transitaban coti-dianamente por la calle de Justo Sierra, causaron serios daos enlas imgenes. Ambas se encontraron rotas en cientos de pedazos. Lapresin que sufrieron fue tan fuerte que, al quebrarse, se contraje-ron casi 30 cm en su altura. Muchos fragmentos se colapsaron ha-cia los ncleos huecos. Las partes ms afectadas fueron la cabeza yel torso. Adems, buena parte de los recubrimientos de estuco sedisolvieron y la mayora de los pigmentos desaparecieron.

    Una de nuestras principales preocupaciones fue mantener elnivel de 80% de humedad que tenan las piezas en el momento desu descubrimiento, ya que un secado brusco hubiera podido cau-sarles mayores daos. Con ese fin, sellamos el acceso al tnel con

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    polietileno, instalamos un sistema de venoclisis y registramos cual-quier variacin de humedad con ayuda de un higrmetro.

    Debido a que las esculturas estaban terriblemente fracturadas,decidimos liberarlas de arriba a abajo, desmontando seccin porseccin. En ambas piezas, comenzamos nuestras labores despejan-do gradualmente el relleno de piedras y arcilla que cubra la cabeza.Detuvimos la excavacin una vez que sta haba quedado liberada(figura 3). Antes de proceder a desmontar la cabeza, hicimos el re-gistro de campo consistente en la anotacin de nuestras observa-ciones, varios dibujos, numerosas fotografias en diversos formatos yuna grabacin en video. Despus numeramos los fragmentos en eldibujo, los desprendimos uno a uno de su lugar original y los colo-camos en bolsas etiquetadas con la numeracin asignada previa-mente. Las bolsas eran transportadas en contenedores de plsticoal taller de restauracin. Este mismo procedimiento se repiti una yotra vez despus de liberar el torso y los brazos, la cadera, las pier-nas y los pies.

    El trabajo de excavacin tuvo que ser ms lento y cuidadoso enlas porciones donde el estuco mostraba graves deterioros. En cier-tos sectores, este material era tan deleznable que tuvo que conso-lidarse in situ con una emulsin acrlica. En otras ocasiones, fuenecesario velar con gasa y emulsin acrlica aquellas zonas donde elestuco se haba separado en lajas de la cermica. Una vez que la ga-sa se haba secado, podamos remover la seccin velada sin riesgode perder los fragmentos. En las partes ms deterioradas se aplica-ron vendas de yeso para conservar la forma y la posicin relativa delos pedazos. Ms tarde, en el laboratorio, los recubrimientos serancolocados en su sitio original.

    Despus de cinco meses de trabajo dentro del hmedo tnel,logramos registrar y extraer las dos esculturas. Otro equipo tendraa su cargo la delicada tarea de liberar y consolidar las banquetaspolcromas sobre las que descansaban las ~sculturas. En la tranqui-lidad del taller proseguimos los trabajos. Estos se iniciaron con larestauracin del elemento 5, la cual requirir de 10 meses en total.En un principio, los fragmentos ms resistentes de dicha esculturase lavaron con agua y detergente neutro, en tanto que los ms frgi-les fueron limpiados mecnicamente con hisopo. Al mismo tiempose eliminaron sales insolubles y manchas dejadas por hongos. .

    La fragilidad de la escultura hizo indispensable la consolidacinde la cermica para aumentar su resistencia mecnica. Todos losfragmentos fueron, por tanto, sumergidos en un copolmero acrli-co a baja concentracin (5%). La inmersin durante varios das

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    permiti la perfecta penetracin del consolidante. A esto sigui unsecado en un ambiente hermticamente cerrado, a fin de evitar laevaporacin acelerada del solvente, lo cual hubiera arrastrado elmaterial consolidan te a la superficie. Las lajas y las grietas requirie-ron de una consolidacin adicional con un acetal polivinlico al7.5% yaI15%.

    El siguiente paso consisti en extender sobre el piso todos losfragmentos del elemento 5 para fotografiar el conjunto (figura 4).Sin duda alguna, la tarea ms complicada -aunque tambin la msdivertida- fue el armado de este inmenso rompecabezas. Paciente-mente fueron halladas una a una las piezas contiguas y unidas conun acetal polivinlico al 7.5 y 15%. Paralelamente, fueron colocn-dose soportes metlicos dentro de secciones especficas de la escul-tura. La funcin de dichos soportes sera repartir el peso en zonasmuy daadas donde la unin era deficiente. De manera indepen-diente, se elabor una estructura tubular desmontable que servirapara mantener en pie esta obra de 128 kg de peso.

    Durante el proceso de armado, se repusieron los faltantes y seresanaron las uniones con una pasta de fibra cermica, caoln y ace-tal polivinlico. Las reas resanadas fueron reintegradas con pigmen-tos de la misma tonalidad de la cermica para lograr su enlace visual.En la actualidad, los recubrimientos de estuco y el mxtlatl estnsiendo colocados en su sitio original. Con esta labor finalizar larestauracin del elemento 5 y podr iniciarse la del elemento 4. Enfecha prxima, ambas piezas enriquecern el acervo del Museo delTemplo Mayor.

    La morfologa y la advocacin de las imgenes

    Formalmente hablando, nos es imposib,le adscribir las dos imge-nes de Mictlantecuhtli de la Casa de las Aguilas a alguno de los gru-pos establecidos por Sols Olgun (1985) en su til clasificacin deesculturas antropomorfas de Mxico-Tenochtitlan. Aunque nues-tras piezas muestran algunas semejanzas con imgenes semidescar-nadas como la Coatlicue de Coxcatln, su carcter excepcional en elarte escultrico mexica explica que no exista ningn grupo endicha taxonoma que rena todos sus atributos. De cualquier matle-ra, en la descripcin de los recientes hallazgos seguiremos la meto-dologa propuesta por este autor (Sols Olgun, 1985: 420-423).

    Las dos imgenes de Mictlantecuhtli tienen tantas semejanzasque es fcil confundirlas. Ambas son esculturas exentas, antropo-

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    morfas y pertenecen al sexo masculino (figura 5). Se trata de repre-sentaciones hierticas de cuerpo completo, cuyas dimensionesrebasan ligeramente las del mexica promedio: 174 cm de altura, 98cm de ancho mximo y 50 cm de profundidad. El cuerpo acusa unamarcada desproporcin, pues tiene un canon de 4.5 alturas de cabe-za, propio de un nio de 2 aos. Todos sus elementos constitutivosobservan una estricta simetra bilateral. En lo tocante a su posicin,las esculturas estn de pie con la cabeza de frente, los brazos flexio-nados dirigidos hacia adelante -mostrando garras en actitud deataque- y las piernas rectas. Vale 1a pena mencionar que el torsoacusa una ligera inclinacin hacia el frente (figura 6).

    Como dijimos, la cabeza es proporcionalmente grande, ya quesu altura equivale al 22.5% de la altura total de la imagen. El reacorrespondiente al cuero cabelludo tiene decenas de perforacionesirregulares de 0.5 cm de dimetro. La cabeza se distingue por susprominentes orejas con pabellones proyectados hacia los lados ycon lbulos perforados. El rostro est semidescarnado. Protuberan-cias hemiesfricas de superficies lisas figuran los ojos. La cara tienepmulos pronunciados y una nariz carente de su extremo cartila-ginoso que deja visible las paredes del vmer. Mientras que los cn-dilos de la mandbula no son perceptibles debido a que los cubre lapiel, la boca entreabierta muestra una dentadura libre de tejidosblandos. Un cono truncado corto conforma el cuello.

    Las esculturas de Mictlantecuhtli tienen un abultado torsoesqueltico compuesto por ocho pares de costillas. En el extremoinferior del esternn hay dos perforaciones donde se anudaba elcordel que sostena la pieza trilobulada que representa el hgado( compuesto por sus lbulos derecho e izquierdo) y la vescula bi-liar. Para su debido amarre, esta pieza tiene cuatro perforacionesen su extremo superior. Del torso emergen dos brazos macizos ytan largos que, si estuvieran extendidos hacia abajo, rebasaran lasrodillas. Como dijimos, en lugar de manos, las esculturas de Mic-tlantecuhtli tienen garras armadas de cinco uas corvas, fuertes yagudas. La cadera, las piernas y los pies contrastan por su robustezcon el torso esqueltico de las imgenes.

    La vestimenta se limita a un mxtlatl y un par de sandalias (figu-ra 7) .El mxtlatl no es de cermica, sino que fue elaborado confino estuco. Se trata de una tira larga y angosta, envuelta en torno ala cintura de las imgenes y que pasa entre sus piernas. Un extremode la tira cae hacia el frente y el otro hacia atrs. Las sandalias tie-nen taloneras y estn anudadas al tobillo con largos listones.

    Reviste especial inters la decoracin pictrica de nuestras

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    esculturas. Gracias a los escasos vestigios de pigmento encontradostanto sobre la cermica como sobre los recubrimientos de estuco,podemos hacer una reconstruccin hipottica de los colores origi-nales (figura 8). Todo parece indicar que ciertas partes del cuerpoy de la vestimenta tenan el mismo color en ambas esculturas. Nosreferimos especficamente a las orejas, el hgado, las rodillas y los lis-tones de las sandalias, todos pintados de rojo. En cambio, el colordel rostro, los brazos, la cadera, las piernas y los pies era distinto encada imagen: en el elemento 4 hay una clara preponderancia delazul, y, en el elemento 5, del negro. Queremos llamar la atencin,asimismo, en una mancha circular amarilla presente sobre la por-cin derecha del rostro del elemento 5.

    Para el lector resultar evidente que todos los atributos recindescritos corresponden plenamente con las representanciones es-cultricas y pictogrficas del Seor del Mundo de los Muertos (fi-guras 9, 1Oa-b). No hay mucho lugar a confusin, puesto que lasimgenes de Mictlantecuhtli y del Dios A tienen rasgos estereotipa-dos y poco variables. Aunque son muy comunes las representacio-nes de esta deidad como ser esqueltico, predominan figuras comolas nuestras con cuerpos parcialmente descarnados que son verda-deros estudios de cadveres en descomposicin (Ruz, 1968: 34 y 44;Coe, 1975: 92-93; Klein, 1975: 79; Taube, 1992: 11-17). Como normageneral, en lugar de cabeza tienen una calavera frecuentementeflanqueada por grandes orejas rojas (figura lOa). Presentan cos-tillas visibles, pero las extremidades suelen conservar los tejidosblandos. Al igual que en otras deidades nocturnas, terrestres y delinframundo (como Mictecachuatl, Coatlicue, las cihuateteo, Itzpa-plotl y las dems tzitz.imime) , feroces garras sustituyen las manos y,en ocasiones, los pies (figuras 9, 1Ob y d). Las garras de estas deida-des han sido vinculadas con diversos animales mticos y reales. Porejemplo, las que fueron esculpidas en la Piedra del Sol pertenecena una xiuhcatl segn opinin de Beyer; a guilas de acuerdo conChavero y Len y Gama, ya felinos desde la perspectiva de Seler(apudBeyer, 1921: 23-28).

    Los crculos amarillos, como el que encontramos sobre el rostrode una de nuestras esculturas (elemento 5), son atributos propios deMictlantecuhtli. Con frecuencia se les representa en los cdices co-mo manchas amarillas con puntos rojos, signos de material seo ysanguneo (Miller y Taube, 1993: 113). En lo tocante al atavo, Mic-tlantecuhtli viste normalmente sandalias con talonera y mxtlatl conun extremo hacia adelante y el otro hacia atrs, a la usanza de dio-ses e ixiptlatin (figura lOa; vase Anawalt, 1981: 21).

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    En las pictografas existen otros atlibutos distintivos del Dios del,a Muerte que no encontramos en las esculturas de la Casa de lasAguilas. Sin embargo, no se puede descartar la idea de que algunavez contaran con ellos y que, por ser elaborados con materiales pe-recederos, stos hayan desaparecido con el paso del tiempo. El casoms evidente es el del cabello crespo y negro que caracteriza no sloa Mictlantecuhtli, sino a las cihuateteo, las tzitzimime y otras deidadesnocturnas (figuras 9, 10). Como dijimos anteriormente, nuestrasimgenes tienen decenas de perforaciones en la cabeza, donde se-guramente fue insertado cabello natural y, probablemente, otroselementos como "ojos estelares" y banderas de papel. De igual for-ma, podemos suponer que las dos esculturas ostentaron original-mente orejeras circulares, adornos de papel sobre la frente y sobrela nuca que tenan forma de rosetas, banderas y estolas de papelblanco (figura lOa; vase por ejemplo, Caso, 1953: 76; Ruz, 1968:33 y 44; Matos, 1971; Taube, 1992: 11-13). En cambio, es ms difcilpensar que las imgenes recientemente encontradas tuvieron algu-na vez otros rasgos tambin caractersticos de Mictlantecuhtli comolas orejeras en forma de hueso humano o la xihuitzolli (figura lOa).

    Las tcnicas de manufactura

    Sin lugar a dudas, las figuras de Mictlantecuhtli, al igual que lasotras cuatro esculturas que flanqueaban los accesos de la Casa delas guilas, son obra de verdaderos expertos en el trabajo del barro(Mercado, 1995). Incluso, no es descabellado suponer que las seisesculturas descubiertas hasta el da de hoy en este edificio proven-gan del mismo taller y sean obra de los mismos artistas. La maestracon que fueron elaboradas queda patente en las soluciones tcnicasque obras de esta magnitud exigen. El hecho de que los autores nohayan puesto demasiado inters en la perfeccin de los pequeosdetalles, no va en demrito de la enorme calidad expresiva de lasimgenes.

    Debido a su gran formato, las esculturas tuvieron que proyectar-se en cuatro grandes partes, las cuales seran embonadas por mediodel sistema de caja y espiga: a) la cabeza y el cuello; b) los brazos, eltorso, la cadera y los muslos; c) la pierna derecha, y d) la piecna iz-quierda. Una quinta pieza, que representa al hgado y la vescula bi-liar, sera colgada posteriormente a la caja torcica, tal vez con ayudade un cordel de fibra dura (figura 7).

    Con el fin de que las esculturas soportaran las tensiones

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    estructurales que implica un peso mayor a los 100 kg, se preparuna pasta especial con una arcilla de textura media y arena gruesaen abundancia como desgrasante. El artista combin diversas tc-nicas para darle forma al barro. Elabor el rostro, el torso, losmuslos, las piernas y la vescula con la ayuda de un molde. Aadi aestas piezas huecas elementos modelados con sus propias manos:la cabeza, el cilindro del cuello, los brazos, los dos lbulos del hga-do y los pies. Siguiendo esta misma tcnica, el artista confeccion yagreg espigas cilndricas de 12 cm de dimetro por 9 cm de longi-tud en las piernas, y de 22 cm de dimetro por 22 cm de longituden el cuello. Por ltimo, model las orejas, las costillas y los listonesde las sandalias. Los dedos del artista dejaron sus huellas en las su-perficies internas de las esculturas y en las espigas, partes ocultas enlas que no hubo mucha preocupacin por el acabado. Debido aque la pieza sera estucada y pintada, las superficies externas fue-ron alisadas sin demasiado cuidado con un instrumento duro quedej marcas en diversos sentidos.

    Las cinco piezas fueron entonces horneadas a 700 C de tempe-ratura. Las paredes ms delgadas -de 1 cm de espesor- alcanzaronun muy buen grado de coccin y, por ende, una dureza considera-ble; por desgracia, no se registr la misma situacin en el caso delas paredes ms gruesas que llegan a tener 5.8 cm de espesor. Unavez cocido el barro, se procedi a armar l~ piezas sobre las ban-quetas correspondientes de la Casa de las Aguilas. Con ese fin, seintrodujo una estaca de madera en cada una de las piernas. Dichasestacas -de las que slo hallamos unas cuantas astillas- haranlas veces de estructura de sustentacin. Sus extremos se proyecta-ban hacia el exterior a travs de las perforaciones circulares que seencuentran en las plantas de los pies. Las estacas fueron entonces en-sartadas en dos pequeas cavidades hechas ex-projeso en la carasuperior de las banquetas. A continuacin se ensambl la pieza co-rrespondiente a los brazos, el torso, la cadera y los muslos. A travsdel orificio del cuello, se coloc un cuchillo de sacrificio de peder-nal dentro del muslo derecho del elemento 4 y otro dentro delmuslo izquierdo del elemento 5. Por ltimo, las cabezas fueron aco-pladas en su lugar.

    Cuando las esculturas quedaron en su posicin definitiva, losartistas procedieron a aplicar una capa irregular de estuco blanqu6-cino que cubra las imperfecciones de la cermica y, a la vez, escon-da las reas de unin en cuello y piernas. Con este mismo materialfue elaborado el mxtlatl de las imgenes. Finalmente, las escultu-ras fueron decoradas con pigmentos de color azul, rojo, negro,

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    marrn y amarillo. La policroma se aplic uniformemente sobre elestuco, con excepcin de los pigmentos adheridos directamente so-bre las superficies cermicas del rostro y de algunas partes de laspiernas (figura 8).

    Es de sumo inters el hecho de que el elemento 4 fuera restau-rado en algn momento entre su elaboracin y su enterramientodefinitivo en la segunda mitad del siglo xv. En efecto, el antebrazoizquierdo fue roto tal vez de manera accidental y restaurado por unindividuo de poca pericia. El rea de fractura fue cortada y limadadiagonalmente a la altura del codo. Luego se elabor el nuevo an-tebrazo, copiando la forma original, pero sin igualar los detalles yla calidad de la pieza rota. As por ejemplo, las paredes del agrega-do son mucho ms delgadas; las garras tienen dimensiones meno-res y sus cinco uas fueron representadas con simples incisionessobre el barro. El nuevo antebrazo qued fijado a la escultura pormedio de un cordel que pasaba a travs de un par de perforacionespracticadas a cada lado de la unin.

    Los rostros de Mictlantecuhtli

    Pocas divinidades pueden compartir con el Oios de la Muerte su lu-gar de preminencia en el intrincado panten mesoamericano. Fi-gura ubicua en esculturas y cdices del Mxico antiguo, la imagenesqueltica o semidescarnada de este dios ya est presente en elarte preclsico de Tlatilco e Izapa (Matos, 1971, 1975. 17-21). Conexcepcin de Teotihuacan -donde sus representaciones son esca-sas-, es durante el Clsico cuando las deidades del inframundo ysus smbolos adquieren formas ortodoxas y se reproducen profusa-mente. Destacan por su belleza las esculturas de Soyaltepec y LaMixtequilla (Winning, 1987; Matos, 1975, 21-37). En la esculturamaya son plasmadas por doquier calaveras, huesos cruzados, man-dbulas, el "signo de divisin" y los "ojos de la noche". Tiempo des-pus, la imagen completa del Dios A se convertira, junto con las delos dioses B, D y E, en una de las ms recurrentes en los cdicesposclsicos Madrid, Pars y Dresde (Ruz, 1968: 36 y 47) .

    Sin embargo, ningn arte mostrara tal obsesin con el simbo-lismo de la muerte como el mexica (Kubler, 1985: 221). En formasingular esta plstica alude, por un lado, a la muerte fsica, a la ex-tincin de la vida, reproduciendo con maestra las plcidas faccio-nes y posturas del individuo fallecido. Por otro lado y de maneracontrastante, insiste en las representaciones de deidades terrorficas

  • 54 LEONARDO LPEZ LUJN y VIDA MERCADO

    que nos hablan del temor del creyente y de la trascendencia de suculto.

    Mictlantecuhtli, tambin conocido como Ixpztec ("Rostroquebrado"), Nextepehua ("Esparcidor de cenizas") y Tzontmoc("El que baja de cabeza"), no era la nica deidad de la muerte ado-rada por los mexicas. Aunque de menor importancia, pertenecana este mismo complejo divinidades como Mictecachuatl, Acolna-hucatl, Acolmiztli, Chalmcatl, Yoaltecuhtli, Chalme(:achuatl yYoalchuatl (Nicholson, 1971: 427-428) .

    El calendario es un buen ejemplo de la influencia de MictIante-cuhtli en la vida cotidiana de los antiguos nahuas (Brotherston,1994: 85-87) .En el ciclo de 365 das, se hace presente en la fiestadoble integrada por las veintenas de Miccailhuitontli y Huey Mic-calhuitl. En el ciclo de 260 das, Mictlantecuhtli aparece a la vezcomo sexto Seor del Da, quinto Seor de la Noche, patrn delda Itzcuintli, de la trecena que inicia el 1 Tcpatl y su imagen es elsigno del da Miquiztli.

    En la lmina 56 del Cdice Borgia, Mictlantecuhtli y Quetzalcatlson representados como principios opuestos y complementarios,como la muerte y la exhalacin de vida que forman el ciclo bsicodel universo. Este mismo papel queda de manifiesto en la Leyenda delos Soles (1992: 120-121) y el Popol Vuh (1952: 34-102) donde los dio-ses de la muerte se enfrentan y son burlados -temporalmente-por Quetzalcatl, en el primer caso, y por los gemelos divinos, en elsegundo.

    Como sealamos en un principio, Mictlantecuhtli ejerca fun-ciones que pudieran resultarnos paradjicas como el otorgar y fo-mentar la vida (Brotherston, 1994) .Por ejemplo, esta deidad demuerte era invocada durante los ruegos que se hacan para la exito-sa gestacin del feto humano (CdiceFlorentino, Lib. VI: cap. 24-40).A este respecto, Brotherston (1994: 90-96) ha analizado el papelprotagnico de Mictlantecuhtli en escenas referentes a la penetra-cin, el embarazo, el corte del cordn umbilical y la lactancia con-tenidas en los cdices Borgia (lms. 5-17), Vaticanus B (lms. 33-42)y Fejrvry-Mayer (lms. 23-28; vase Anders et al., 1994: 164-167para el caso del Cdice Laud) .Este extrao protagonismo tiene suexplicacin en el poder regenerativo de los huesos-semillas, eviden-te no slo en el clebre viaje de Quetzalcatl al Mictlan, sinotambin en el Cdice Vindobonensis, donde las deidades que generanla descendencia, las diosas del pulque y la milpa personificada, po-seen rasgos esquelticos (Furst, 1982) .

    Pero por ms facultades generativas que Mictlantecuhtli pudiera

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  • 55DOS ESCULTURAS DE MICTLANfECUHlLI

    poseer, es su carcter temible el que predomina en la cosmovisinprehispnica~ Recordemos por un instante imgenes como las de laCasa de las Aguilas, semidescarnadas, con garras amenazadoras y,en muchos casos, relacionadas con animales como la araa, elciempis, el alacrn, el bho y el murcilago. El Dios de la Muertees, ante todo, un devorador insaciable de carne y sangre humanas:

    nuestra madre, nuestro padre Mictlantecuhtli, Tzontmoc, Cuezalli,permanece con gran sed de nosotros, permanece con gran hambre denosotros, permanece jadeando, permanece insistiendo. En ningntiempo tiene reposo, en la noche, en el da, permanece gimiendo, per-manece gritando... (CdiceFlorentino, lib. VI: Col. 21r).

    En las pictografias aparece como un activo sacrificador armadode un hacha o de un cuchillo de pedernal y presto a extraer el co-razn de sus vctimas. Es ms, su nariz y lengua acusan forma de fi-losos cuchillos en cdices como el Borgia o en las mscaras-crneodescubiertas en el Templo Mayor. En vasos polcromos y cdicesmayas, el Dios A ha sido pintado participando en ejecuciones y elDios A' en siniestras escenas de autodecapitacin, muerte violentaysacrificio (Taube, 1992: 14). No es de extraar, por tanto, que el se-or del Mundo de los Muertos inspirara tanto terror en la imagina-cin indgena. Tal vez por ello, en la lmina 22 del Cdice Dresde, elDios A tiene dos veces el signo de crneo (T1048) seguido del glifobi (T585a), compuesto que puede ser ledo xib(i) (Taube, 1992: 13).Como veremos, esta palabra es prxima al vocablo yucateco xibil,relacionado con la idea de temor.

    Mictlantecuhtli y el mundo de los muertos

    Desde hace ya varias dcadas, la informacin sobre las concepcio-nes prehispnicas en torno al ms all ha sido escudriada siste-mticamente e interpretada por numerosos autores. La actitud delmesoamericano ante la muerte no ha dejado de cautivar a los in-vestigadores, quienes han basado sus trabajos en el anlisis de prc-ticas funerarias, objetos arqueolgicos, pictografias indgenas y textosen caracteres latinos redactados en la Colonia. Entre las variadas fuen-tes relevantes a este tema, la poesa es sin duda una de las ms pri-vilegiadas. Nos revela a la muerte como asunto recurrente y motivode enorme angustia para los pobladores del Mxico precortesiano.Garibay, al referirse a los tlamatinime, artfices de los ms bellos

  • 56 LEONARDO LPEZ LUJN y VIDA MERCADO

    poemas del mundo indgena, nos dice: "La muerte, que para todoses problema universal, a ellos los abruma con su tremenda pesa-dumbre. Son a veces dolientes, a veces enigmticos, a veces vislum-bran la esperanza... Casi en todos los poemas vemos pasar la sombrade la muerte" (1964, I: xxvi-xxvii).

    Efectivarriente, el ms all y el destino de las almas aparecen enla poesa nhuatl como motivos principales de cuestionamiento yde reflexin. A este respecto, Len-Portilla (1956: 224-228) no sloha examinado las respuestas ofrecidas por los autores de estos bell-simos textos, sino que ha ido ms all al proponer la existencia detres escuelas de pensamiento con relacin al lugar en el que resi-den las almas tras la muerte: el Tlaltcpac (la superficie terrestredonde el cadver es enterrado o incinerado), el Mictlan (lugar desufrimiento) y el Omeyocan (sitio celeste de felicidad).

    La gran mayora de los autores coinciden en que las religionesmesoamericanas carecan de una doctrina de salvacin. El determi-nante del lugar al que iban las almas no era, por tanto, la conductaque los individuos haban tenido en vida, sino el tipo de ocupa-cin que en ella ejercieron y el gnero de su muerte (por ejemplo,Caso, 1953: 78; Len-Portilla, 1956: 209-210). Las fuentes nos dicenque, dependiendo del caso, el alma se diriga a uno de cuatro desti-nos: los sacrificados al Sol, las muertas en primer parto y los cadosen combate iban al Tonatiuh Ilhucatl; los fallecidos de muerte co-mn, al Mictlan; los muertos por causa acutica, al Tlalocan, y losan lactantes, al Chichihualcuauhco (Caso, 1953: 76-86; Len-Por-tilla, 1956: 214-228; Lpez Austin, 1960; Mendoza, 1962: 78; Matos,1975: 59-79). Para Lpez Austin (1980, I: 361-370), sin embargo, larealidad es ms compleja. Segn comenta, las fuentes parecen refe-rirse exclusivamente a los cuatro destinos que poda tener el teyola,una de las tres entidades anmicas alojadas en el cuerpo humano.Las otras dos entidades tenan suertes distintas: una parte del tonallipermaneca junto al cadver y la otra deambulaba durante la nochesobre la faz de la tierra junto con el ihyotl, causando daos a losmortales. Una opinin distinta es ofrecida por McKeever Furst(1995: 182-183), quien afirma que el tonalliiba al inframundo, el te-yola permaneca en el sepulcro o se diriga a los cielos y el ihyotl sedisipaba en el aire.

    Recientemente e incitando a la polmica, Graulich ha sealadoque existen suficientes pruebas en las fuentes para afirmar que elMictlan era un lugar de castigo a pecadores ( 1990: 169-170 y 179-182). Segn este autor, las almas de todos los seres humanos (vcti-mas sacrificiales, guerreros muertos en batalla, gobernantes, etctera)

  • 57DOS ESCULTURAS DE MICTlANTECUHTLI

    iban sin excepcin al Mictlan. Permanecan all y desaparecan pa-ra siempre las que no tenan suficiente fuego interno. En cambio,lograban escapar para ascender al Tonatiuh Ilhutatl o al Tlalocanlas almas de quienes haban realizado a lo largo de su vida ayunos,vigilias, mortificaciones rituales, danzas, ofrendas y continenciasexual.

    Cualquiera que sea el caso, las almas que emigraban al Mictlanenfrentaban un trayecto lleno de peligros y penalidades que ha si-do equiparado con el regreso al tero materno. Bajo esta lgica, elrecorrido de regreso reproducira en sus nueve paradas las nuevedetenciones del flujo menstrual durante la gestacin (Matos, 1986:39-42). Son muy conocidas las versiones del camino al noveno pisodel inframundo que se encuentran en el Cdice Vaticarw 3738 (Ims.I-II) y en el Cdice Florentino (lib. III: fols. 23v-27v) , por lo que no nosdetendremos a analizarlas. Tan slo queremos mencionar que, aun-que ambas describen una travesa por puntos semejantes, existen cier-tas diferencias tanto en el nombre de algunos lugares, como en susecuencia. El lector encontrar en la cosmovisin maya grandesanalogas en el descenso al Xibalb (Mendoza, 1962: 78 y 82).

    Si haba suerte en el intento, el alma lograba arribar a la mora-da de Mictlantecuhtli despus de cuatro largos aos. Adems delnombre de Mictlan ("lugar de los muertos"), el noveno piso del in-framundo reciba muchos apelativos que nos hablan de sus caracte-rsticas principales. Entre ellos se encuentran Yoalli ichan ("Casa dela noche"), Quenamican ("Donde es de algn modo"), Ximoayan("Donde se descarna"), Tocenchan ("Nuestra casa comn"), Tocen-popolihuiyan ("Nuestra comn regin de perderse"), Atlecalocan("Lugar sin salida de humo"), Huilohuayan ("A donde se va") yTlalxicco ("En el ombligo de la tierra") (cf. Garibay, 1953-54, I: 195-196; Mendoza, 1962: 78).

    Para los nahuas del siglo XVI, el Mictlan era un lugar yermo, es-pacioso y sumamente oscuro, un "sitio sin orificios para la salida delhumo" (Lpez Austin, 1980, I: 381-382). En este tenor es sumamenteinteresante que fray Alonso de Molina haya registrado en su Vo-cabulario como forma de decir cosa oscura y tenebrosa la fraseyuhquim micqui itzinco que significa literalmente "como en el culodel muerto". Obviamente, las concepciones nahuas no son la ex-cepcin en Mesoamrica. Los mayas, por ejemplo, utilizaban comouno de los nombres del inframundo el trmino Xibalb. En quichesta palabra quiere decir "lugar de miedo" y en yucateco xiil signi-fica "temblar de miedo, espantarse o erizarse los cabellos " (Dicciona-ro maya Cordemex; Miller y Taube, 1993: 177) .

  • 58 LEONARDO LPEZ LUJN y VIDA MERCADO

    El Mictlan tambin es definido como un temible lugar de tor-mentos, pestilente, en el que se bebe pus y se comen abrojos(Lpez Austin, 1988: 48-49). Torquemada (1986, ": 82) nos diceque los tlaxcaltecas suponan que en el inframundo las almas de lagente comn se convertan en "comadrejas, y escarabajos hedion-dos, y animalejos, que echan de s una orina muy hedionda, y enotros animalejos rateros". Los quichs coincidan, ya que nos ha-blan del valeroso Ixbalanqu, quien al vencer al poderoso Seor delos Muertos le dio un puntapi y dijo: "Vulvete, y sea para ti todo lopodrido y desechado y hidiondo" (Casas,1967, I: 650). Y an en laactualidad los otomes de la Huasteca tapan las cuevas con costalesporque de all emanan aires cargados de enfermedad, de muerte yde olor a podre (Lpez Austin, 1988: 63).

    Mictlantecuhtli, el hgado y el ihyotl

    A la luz de lo mencionado, las esculturas de la Casa de las guilasno ofrecen mayor problema en cuanto a su identificacin y su signi-ficado. Su aspecto terrorfico y su posible vnculo con un ritual desangre estn en plena consonancia con las creencias mexicas del si-glo XVI. Sin embargo, nos queda an por explicar la presencia dedos enigmticos atributos de estas esculturas: el hgado prominentey el predominio de una coloracin azul en el elemento 4 y negra enel elemento 5.

    Seler fue el primer investigador en notar la existencia de imge-nes con un rgano proyectado hacia el exterior de la caja torcica.Hizo esta observacin al analizar las lminas del Cdice Mendocinodonde aparece el esqueltico traje de quetzaltzitzmitl propio del tla-cochclcatl (figuras 10c, 110). Sin embargo, la opinin de Seler deberevisarse a la luz de las afirmaciones de Beyer. Seler se percat de lapresencia de un corte que cruza el pecho de lado a lado, incisin atravs de la cual emerge lo que interpret como "un corazn o san-gre" (1992: 23, 31). Si bien es cierto que en ocasiones Mictlante-cuhtli es representado con un corazn saliendo del trax (porejemplo, Cdice Borgia: 34, 73), en la mayor parte de los casos el h-gado es el rgano que aparece en esta posicin. Como seal co-rrectamente Beyer (1921: 25-26; 1940), el corazn tiene una formaconvencional en la iconografa prehispnica que no corresponde conel rgano de los uniformes de quetzaltzit%.mitl (figuras 1Ia-i) .Es fcildistinguir el corazn gracias a que en su parte superior tiene ter-minaciones cercenadas correspondientes a la vena cava superior ya

  • 59DOS ESCULTURAS DE MICTlANTECUHTLI

    las arterias aorta y pulmonar (figura 11). Adems de esta orilla su-perior dentada, cuenta en ocasiones con una franja transversal decolor amarillo que imita al tejido adiposo de los surcos cardiacos(figuras llc-i; Carmen Aguilera, comunicacin personal) .

    De acuerdo con Beyer (1940), lo que pende del uniforme dequetzaltzitzmitl es un hgado. Lleg a esta conclusin, tras analizarfonticamente un topnimo dibujado en la lmina x del CdiceMendocino (figura llp). Nos referimos al glifo de Tampatel, sitiohuasteco conquistado por Axaycatl. Este topnimo se compone deun glifo de cerro ( tam, "lugar" en huasteco) coronado por un hga-do invertido ( -el, del nhuatl elli, "hgado") .Al estudiar la lmina 6del Cdice Xlotl, el investigador alemn advirti las similitudes deltopnimo de Tampatel con el glifo de Tlacalel, nombre tambincompuesto por la partcula -el (figura 1 Ir). Tiempo despus, otrosinvestigadores han coincidido con la identificacin de Beyer. Caso{1952: 100-102) lo hizo al examinar el rgano que sujeta con susgarras el bho del Cuauhxicalli del Dios de la Muerte (figura lIt).Ojeda Daz (1986: 52-54) reconoci tambin este rgano en las caras1,2,3 y 6 de la Piedra de Itzpaplotl (figura lls) y en las imgenesde Tzitzmitl contenidas en las lminas 40r del Cdice Tudela (figura10d) y 76r del Cdice Magliabechiano (figura lln). Ms recientemente,Nicholson opin que el rgano que pende del traje de quetzaltzitz-miel, estudiado originalmente por Seler, es un hgado ( comunica-cin personal a Anawalt, 1981: 58, nota 168).

    La pregunta obligada es el porqu de la presencia del hgadoen las representaciones de los seres del inframundo. Est por de-ms insistir aqu en la importancia que tiene la que es la mayorglndula de nuestro organismo. Aparte de sus numerosas funcionesmetablicas, el hgado almacena glucgeno y secreta bilis, agentede la digestin, especialmente de las grasas. El hgado es un rganocaf-rojizo, blando y flexible que tiene un aspecto suave y brillante.Su forma se aproxima a la de un tringulo dividido en un gran lbu-lo derecho y un ms pequeo lbulo izquierdo. A su cara inferior seasocia el saco piriforme conocido como vescula biliar (figura l1f; cj:figuras 5, 10, 11 m-q) .La funcin de este saco azul-verdoso esconcentrar la bilis secretada por el hgado (Moore, 1982: 252-269).

    Suponemos que una de las caractersticas del hgado que mspudieron haber llamado la atencin de los pueblos prehispnicoses la gran cantidad de sangre que contiene. Los flujos sanguneosaportados por la arteria heptica y la vena porta tal vez hicieronque los indgenas equipararan este rgano con el corazn, otro de losreceptculos de las entidades anmicas. A esto se suma el movimiento

  • 60 LEONARDO LPEZ LUJN y VIDA MERCADO

    sincronizado con la respiracin que acusa el hgado debido a su co-lindancia con el diafragma. Otros rasgos dignos de ser tomados encuenta son el tamao y la posicin del hgado entre el estmago yel corazn (Moore, 1982: 252-263).

    De acuerdo con las concepciones nahuas del siglo XVI, en el h-gado se alojaba el ihyotl, una de las tres almas del cuerpo (LpezAustin, 1980, I: 257-262; McKeever Furst, 1995: 146-172). Segn lostzotziles y los nahuas actuales, cada una de las entidades anmicasest vinculada estrechamente con un sector determinado del cos-mos y de la familia nuclear (figura 12) .

    Esto pennite entender por qu la cabeza, principal sitio de residenciadel tonalli, reciba en la poca prehispnica, el nombre de ilhucatl("cielo") y por qu el fuerte vnculo entre el Sol y el corazn humano.Podemos tambin t"'lcontrar relacin entre el ihyotl y la tierra. Las la-bores agrcolas l'ran consideradas como la inevitable agresin que elhombre haca a la Gran Madre, a la que el labrador tena que herir alclavar la coa. "Labrar la tierra" se deca en nhuatl elimiqui(n), lo queliteralmente significa "perjudicar el hgado", precisamente el hgado,la residencia del ihyotl" (Lpez Austin, 1980, I: 397-398).De hecho, no slo el hgado y la vescula eran asociados simb-

    licamente con la parte inferior del universo. Klein (1990-91: 81 y88-89) ha descubierto que todas las vsceras del abdomen estabanrelacionadas con la muerte y el inframundo. Esto es evidente en loscdices prehispnicos, donde se observan la evisceracin, el ex-cremento y los gases nocivos junto a divinidades de muerte yamoribundos.

    Hoy da contamos con varios estudios sobre el interesante com-plejo semntico del ihyotl, el cual integra en una misma estructuralgica las ideas de inframundo, femineidad, crecimiento, pasin ypecado carnales, excremento, basura y muerte (McKeever Furst,1995; Lpez Austin, 1980, 1988, 1990; Klein 1990-91). De acuerdocon los antiguos nahuas, abajo -en el cuerpo humano y en el cos-mos- estaban reunidas las pasiones y las fuerzas positivas y negati-vas: vigor /laxitud, potencia/impotencia generativa, valor / cobarda,alegra/tristeza y deseo/desgano sexual. Esto explica, comoveremos adelante, que los desechos del vientre fueran vehculos yade fuerzas vigorizantes, ya de exhalaciones nocivas (Lpez Austin,1980, I: 260-262; 1988: 26).

    Desde el hgado, el ihyotl controlaba a la vez la vida, el vigor, lasexualidad y el proceso digestivo (Lpez Austin, 1990: 239). All te-nan su origen tambin las emociones fuertes, principalmente la

  • DOS ESCULTURAS DE MIcrlANTECUH'fi 61

    ira. En este sentido, Sahagn describe a la bilis secretada por el h-gado como "espesa, verde, azul, nuestro enojadero, irrita a lagente,hinche de ira a la gente" (CdiceFlorentino, lib. x: fol. 91v). Paralela-mente, el ihzYotl tena la facultad del crecimiento.

    El ihyotl prehispnico tiene su c:;quivalente colonial y modernoen los 'Vientos" o "aires de noche". Estos son tenidos por los indge-nas actuales de Veracruz, Puebla y Chiapas como los nocivos esp-ritus de los muertos que regresan a la faz de la tierra (McKeeverFurst, 1995: 143-154). Por ejemplo, los nahuas de Veracruz, famo-sos por sus figuras recortadas de papel amate, representan a losaires con cuerpos esquelticos. Los chortes, por su parte, llamanijiyo a este espritu (Lpez Austin, 1980, I: 258-260). Afirman que esuna substancia vaporosa que tiene la cualidad de abandonar elcuerpo vivo o los cadveres de los muertos. El ijiyo es irradiado porgente envidiosa, irritada, agitada o exhausta, as como por los he-chiceros y por las mujeres en menstruacin. Estos individuos sonsupuestamente inmunes a la hechicera ya los fantasmas, ademsde tener el poder de daar a gente con un ijiyo dbil.

    Todo lo anterior explicara por qu las divinidades relacionadascon los poderes de la mitad inferior del cosmos, como Mictlante-cuhtli, Mictecachuatl, Tzitzmitl e Itzpaplotl, fueron comnmenterepresentadas con grandes hgados.

    El ihyotl, aire resplandeciente y ftido

    En su seminal The Natural History of the Soul in Ancient Mexico,McKeever Furst nos demuestra cmo las antiguas creencias sobre elalma se basaban en cuidadosas observaciones de la naturaleza y, enparticular, del organismo humano. En cierto sentido, las fuerzasanmicas de la imaginacin indgena eran percibidas a travs de ex-periencias normales; podan ser sentidas, tocadas y aun olidas(1995: 181). A este respecto, el caso del ihyotl es particularmenteexplicativo. En el Vocabulario de Molina, el sustantivo yhyotl es defi-nido como "aliento, huelgo o soplo" y el verbo ihiotia como la ac-cin de "resollar, o peerse, o tomar aliento, o resplandear y luzircon ricas vestiduras".

    A partir de dichas acepciones, McKeever Furst ha sido cap~ decaracterizar al alma del hgado como un aire resplandeciente y fti-do. A su juicio, la definicin nhuatl del ihyotl como una entidadlumnica y maloliente tiene su origen en fenmenos naturales quefueron percibidos por los pueblos del Mxico precortesiano e inte-

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    grados coherentemente a su cosmovisin. En lo que toca al primeratributo "tangible", McKeever Furst (1995: 160-166) analiza el fen-meno conocido como ignis fatuus, consistente en luces "flotantes "que oscilan y cambian continuamente de direccin. Estas iuces decolor azul, verde, violeta o amarillo generalmente son perceptiblesde noche sobre espejos de agua o en tierra firme durante la tempo-rada de lluvias. En muy diversas tradiciones de todo el orbe, el ignisfatuus ha sido interpretado como la presencia de espritus.

    El fenmeno se explica cientficamente como la ignicin es-pontnea del metano generado por bacterias anaerobias en vegeta-cin hmeda o cadveres en descomposicin. El metano tambinest presente en los gases producidos por el hombre durante elproceso digestivo. Tiene la peculiaridad de quemarse con la electri-cidad atmosfrica, originando una luz azul de baja temperatura. Deacuerdo con McKeever Furst, los habitantes de la Cuenca de Mxicopudieron haber asociado este fuego fro con el ihyotl, el inframun-do y los muertos, contrastndolo con el fuego caliente del tonalli. Deigual manera propone que flamas de metano o resplandores azules(producto stos de reacciones qumico-luminiscentes en cadveresdescompuestos) pudieron haber sido interpretados como el almaque trata de salir por la piel.

    McKeever Furst (1995: 167-172) nos seala que el ihyotl no sloera percibido con la vista, sino tambin con el olfato: Molina diceque el ihyotl era una suerte de "huelgo". Sin embargo, los efluvioshediondos que lo caracterizan no deben ser atribuidos al metano,que es un gas incoloro e inodoro. Su origen se encuentra ms bienen otros productos tambin asociados a la accin metablica de lasbacterias anaerobias: el amoniaco y el sulfuro de hidrgeno. Ambosson generados igualmente en el tracto digestivo junto con aminas vo-ltiles, escatol, indol y una cadena corta de cidos grasos. Bajo la l-gica indgena, la persona que comiera abundantemente tendramuchos gases y, en consecuencia, un ihyotl vigoroso, envidiado porflacos y enfermos. Asimismo, las mujeres embarazadas sentiranesta entidad anmica en su interior, confundiendo los primeros mo-vimientos perceptibles del feto con el flujo interno de los gases fti-dos propios de la gravidez. y daran buenos augurios por la felizconjuncin del futuro infante y la fortaleza insuflada en l por elihyotl y la muerte.

    Los efluvios ftidos tienen, sin embargo, una relacin ms estre-cha con la descomposicin de cadveres. En los camposantos, los res-tos mortales liberan metano y gases ftidos de la descomposicin dela putrescina y la cadaverina. stos afloran a la superficie fcilmente,

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    dando la sensacin de que el alma escapa del cuerpo inerte en for-ma de luz y hedor. Cualquiera que observe un cadver en descom-posicin notar que tras un par de das del deceso, el vientre generapuntos azul-verdosos, quizs explicados por los indgenas como labilis del hgado en plena huda. Una semana ms tarde, estos pun-tos cubren todo el cuerpo. En algn momento y de manera sbita,la piel torna su color del azul-verdoso al negro, fenmeno que n-mediatamente nos remite a, los dos colores predominantes de lasesculturas de la Casa de las Aguilas. Entonces y de manera semejan-te al embarazo, el cuerpo se hincha. Los ftidos gases internos lomueven y el individuo -muerto- parece reanimarse. Su ombligose abotaga escandalosamente al igual que en las representacionesmayas del Dios A (Ruz, 1968: 34), y finalmente se liberan las ema-naciones de materia corrompida. El ihyotl en fuga?

    Esto nos evidencia por qu algunos nombres del Dios de laMuerte remiten a la putrefaccin. Por ejemplo, a mediados del si-glo XVIII, los tarahumaras daban al Demonio -Seor de la Muertey el Inframundo- el nombre de Huitaru, "El-que-es-mierda" (Gon-zlez Rodrguez, 1987: 335, nota, 43) .Los lacandones y los mayasactuales llaman al dios de la muerte Cizn, es decir, " el flatulento"(Ruz, 1968: 34). El origen prehispnico de este apelativo es claroen el compuesto glfico TI46.102:116, cuya traduccin fontica escizin(i) (Taube, 1992: 14). Segn Thompson (1970: 366), Chac Mi-tn Ahau, alusivo a la pudricin, podra ser otro nombre dado a lasdeidades de la muerte. Yen la lmina 13a del Cdice Dresde el Dios Atiene un ano prominente delineado por el glifo fontico mo. Enyucateco actual moto significa esfinter, rasgo fsico nuevamente vin-culado con la inmundicia y la descomposicin (Taube, 1,992: 13) .

    Las imgenes de Mictlantecuhtli de la Casa de las Aguilas, ate-rradoras, sedientas de sangre, semidescarnadas, con hgados promi-nentes y colores propios de la putrefaccin se insertan en estaconcepcin escatolgica del inframundo. Al igual que sus contra-partes mixtecas y mayas, las piezas mexicas nos transportan a unms all oscuro, tenebroso, ftido, pero tambin fuente inagotablede generacin universal. Dejamos aqu nuestras reflexiones. Enotro trabajo discutiremos los ntimos vnculos de nuestras escultu-ras con pinturas murales, esculturas, ofrendas y entierros ~esguar-dados durante cinco siglos en las entraas de la Casa de las Aguilas.

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    Agradecimientos

    La Quinta Temporada de campo del Proyecto Templo Mayor fuerealizada gracias a las aportaciones econmicas del Instituto Nacio-nal de Antropologa ~ Historia, de la Asociacin de Amigos del Tem-plo Mayor, A.C., y de la Princeton University. Queremos agradecerel apoyo constante de Eduardo Matos Moctezuma, David Carrasco,Alfredo Lpez Austin, Francisco Hinojosa, Georgina Alonzo, MaraEugenia Marn y Romn Mirn. Tambin hacemos pblico nuestroreconocimiento a la estrecha colaboracin de los restauradores Ar-mando Razo, Jos Vzquez y Ximena Vzquez del Mercado; del ar-quelogo Miguel Nicholas Caretta; de la mdica Roco Vargas; delos fotgrafos Salvador Guilliem y Saturnino Vallejo, y del dibujanteFernando Carrizosa.

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