Dos años de vacacionesproxysmsn.webcindario.com/librosdigitales11/Julio Verne - Dos año… ·...

648
DOS AÑOS DE VACACIONES JULIO VERNE

Transcript of Dos años de vacacionesproxysmsn.webcindario.com/librosdigitales11/Julio Verne - Dos año… ·...

  • D O S A Ñ O S D EV A C A C I O N E S

    J U L I O V E R N E

    Diego Ruiz

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    3

  • J U L I O V E R N E

    4

    PRÓLOGO

    Muchos Robinsones han despertado ya lacuriosidad de nuestros jóvenes lectores. Daniel deFoë, en su inmortal Robinsón Crusoé, ha puesto enescena al hombre solo; Wyss, en su Robinsón Suizo, ala familia; Cooper, en El Cráter, a una sociedad consus múltiples elementos, y yo en La Isla Misteriosa hepresentado a algunos sabios luchando con lasnecesidades de su penosísima situación.

    Se ha escrito también El Robinsón de doce años, ElRobinsón de los hielos, El Robinsón de las niñas, y otros;pero con ser tan grande el número de novelas quecomponen la serie de los Robinsones, no la considerocompleta, y he creído que para ello sería convenientepublicar un libro cuyos protagonistas fueran algunosjovencitos de ocho a trece años, abandonados enuna isla, luchando por la vida en medio de las

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    5

    contrariedades ocasionadas por la diferencia denacionalidad; en una palabra, un colegio de Robinsones.

    Verdad es que en Un capitán de quince añosprocuró demostrar lo que pueden el valor y lainteligencia de un niño enfrente de los peligros y delas dificultades de una responsabilidad muy grandepara su edad; pero se me ha ocurrido después que sila enseñanza contenida en dicho libro ha de ser paramuchos provechosa, se hacía necesario completarla.

    He aquí los dos motivos que me han impulsadoa escribir esta nueva obra, que me permito ofrecer alpúblico bajo el título de: Dos años de vacaciones.

    JULIO VERNE.

  • J U L I O V E R N E

    6

    I

    La tempestad. -Un «schooner» desamparado.-Cuatro muchachos en el puente del «Sloughi».-La mesana hecha pedazos. -Visita en el interiordel yate. -El grumete medio ahogado. -Una olapor la popa. -La tierra a través de las nieblas de

    la madrugada. -El banco de arrecifes.

    Durante la noche del 9 de Marzo de 1860 lasnubes, confundiéndose con el mar, no permitían a lavista extenderse más allá de algunas brazas enderredor.

    En aquel mar furioso, cuyas olas se desplegabandejando en pos de sí surcos lívidos y espumosos, unbuque ligero huía casi sin velas.

    Era un yate de cien toneladas, un schooner, comollaman a las goletas en Inglaterra y en América.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    7

    Este schooner se denominaba el Sloughi, nombreque se hubiera buscado en vano en el cuadro depopa, en atención a que había sido arrancado enparte por debajo del coronamiento, quizá por elhuracán, tal vez por algún choque.

    . Eran las once de la noche. Bajo la latitud enque se hallaba, y a principios de Marzo, éstas sonbastante cortas. Los primeros albores no es dejaríanver hasta las cinco de la madrugada. ¿Pero seríanacaso menores los peligros que amenazaban alSloughi cuando el sol alumbrase el espacio? Tan débilnave ¿no estaría sin cesar, hasta destruirse, a mercedde las olas, cada vez más embravecidas?

    Seguramente que esto último acontecería, puessólo la calma podría salvarla de un horrorosonaufragio, cual lo es el que ocurre en medio delOcéano, lejos de toda tierra, cuya presencia alientasiempre y hace muchas veces que algunos náufragos,reanimados por la esperanza, encuentren susalvación.

    En la popa del Sloughi, y al lado del timón, sehallaban tres muchachos, uno de catorce años, otrosdos de trece y un grumete de raza negra, quecontaba apenas doce. Los pobres niños reunían susfuerzas para impedir que las olas cogieran al schooner

  • J U L I O V E R N E

    8

    por los costados, haciéndole perecer. Era un trabajomuy rudo, porque la rueda del gobernalle, dandovueltas a pesar de los esfuerzos que las pobres cria-turas hacían para dominarla, podía de un momento aotro sobreponerse a ellos y lanzarlos al mar. Unpoco antes de las doce arreciaron tanto las olas quebatían el flanco del yate, que puede considerarsecomo un milagro que no se rompiera el timón. Losgolpes de mar eran rudísimos, y uno de ellos, muyfuerte, derribó a nuestros pequeños marineros, sibien pudieron éstos levantarse casi en seguida.

    -¿Sirve todavía el timón? preguntó uno de ellos.-Sí, Gordon, respondió otro muchacho, llamado

    Briant, que, habiendo vuelto a ocupar su sitio,conservaba toda su sangre fría.

    Luego, dirigiéndose al tercero, dijo:-Agárrate fuerte, Doniphan, y procura no

    acobardarte. Tenemos que salvar a los demás.Estas frases fueron dichas en inglés; mas por el

    acento de Briant dejábase conocer que era de origenfrancés.

    Éste se volvió hacia el grumete, diciéndole:-¿Estás herido, Mokó?

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    9

    -No, señor Briant; pero procuremos mantener elbuque dando la popa a las olas, si no queremos irnosa pique.

    En este momento se abrió la escotilla que dabapatio al salón del schooner, y dos cabecitas aparecieronal nivel del puente, oyéndose al mismo tiempo losladridos de un perro, que no tardó en dejarse vertambién.

    -¡Briant!... ¡Briant!... exclamó un niño como deunos nueve años de edad: ¿qué sucede?

    -Nada, Iverson, nada, replicó Briant. Bájate otravoz con Dole... ¡Pronto, muy pronto!...

    -¡Es que tenemos mucho miedo! añadió el otromás pequeño.

    -¿Y los demás?... preguntó Doniphan.-¡Los demás también están asustados! replicó

    Dole.-Vamos, volved abajo, dijo Briant; encerráos,

    tapáos la cabeza con la sábana, cerrad los ojos, y asíno tendréis miedo. No hay peligro ninguno.

    -¡Atención!... ¡Otra ola!... exclamó Mokó.Y, en efecto, un violento choque se sintió en la

    popa; pero felizmente no embarco agua, porque sital hubiera sucedido, la ruina sería completa, pues

  • J U L I O V E R N E

    10

    penetrando el agua en el interior por la puerta de laescotilla, el yate no hubiera podido levantarse más.

    -¡Volvéos adentro, con mil rayos! exclamóGordon: ¡volvéos, si no queréis que os castigue!

    -Vamos, niños, marcháos, volvió a repetir Briantcon más dulzura.

    Las dos cabecitas desaparecieron; mas en aquelmomento, otro muchacho, que acababa de subir,preguntó:

    -¿No nos necesitas, Briant?-No: Baxter, Cross, Webb, Service, Wilcox y tú,

    quedáos con los pequeños. Bastamos aquí loscuatro.

    Baxter volvió a cerrar por dentro.-Los demás también tienen miedo, había dicho

    Dole, según recordarán nuestros lectores.Pero ¿es que no había más que niños en aquel

    schooner llevado por el huracán? ¿Es que no existíaningún hombre a bordo, ni un capitán que mandara,ni un marino siquiera que ejecutara las maniobras, niun timonel que gobernase en medio de aquellatormenta? ¡No, no había más que niños! ¿Y cuántoseran? Quince, contando a Gordon, Briant,Doniphan y el grumete que ya conocemos. ¡Y en

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    11

    qué circunstancias se embarcaron y por qué seencontraban solos? Pronto lo sabremos.

    Lo cierto es que, dado tal personal, no es deextrañar que nadie a bordo pudiese decir la posiciónexacta del Sloughi en medio de aquel Océano... ¡Yqué Océano! El más grande de todos, el Pacífico,que tiene dos mil leguas de anchura desde Australiay Nueva Zelandia hasta el litoral suramericano.

    ¿Qué había sucedido? ¿La tripulación varonil delyate habla desaparecido por efecto de algunacatástrofe? ¿Piratas de la Malasia se habíanapoderado quizás de los marineros, no dejando abordo más que unos cuantos niños entregados a símismos, no pasando el mayor de catorce años? Unbuque de cien toneladas necesita, por lo menos, unCapitán, un contramaestre, cinco o seis hombres; yde ese personal, indispensable para maniobrar, noquedaba más que un grumete. Pero, en fin, ¿dedónde venía ese schooner? ¿De qué parajeaustrolasiano, o de qué archipiélagos de Oceanía?¿Desde cuánto tiempo estaba en el mar, y cuál era surumbo? Seguramente que aquellos pobres niñospodrían contestar a todas aquellas preguntas sihubieran encontrado algún navío y el capitán lespreguntara el motivo de su aislamiento; mas por

  • J U L I O V E R N E

    12

    desgracia no se divisaba ningún buque, ni siquiera delos transatlánticos, cuyos itinerarios se cruzan en losmares oceánicos, ni tampoco barcos del comercio,de vapor o veleros, que Europa y América mandan acentenares hacia los puertos del Pacífico. Y aunqueuno de esos buques, tan potentes por su máquina opor su velamen, estuviera en aquellos parajes, lehubiese sido muy difícil socorrer al yate, ocupado élmismo en luchar con la tempestad.

    Briant y sus compañeros procuraban, por todoslos medios que estaban a su alcance, que el schoonerno se tumbara por completo.

    -¿Qué hacemos?... dijo Doniphan.-¡Todo lo que sea posible para salvarnos, con la

    ayuda de Dios! respondió Briant con serenidadadmirable, precisamente en momentos en queciertamente aun el hombre de más energía hubieraconservado muy pocas esperanzas de salvación.

    En efecto; la tempestad arreciaba y el huracáncrecía en intensidad, amenazando a cada instantehundir la embarcación, privada hacía cuarenta yocho horas de su palo mayor, que, roto a cuatro piesde altura por encima del puente, no permitía izarninguna vela con que auxiliar el gobierno del buque.El palo mesana se sostenía aun, pero era de temer

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    13

    cercano el momento en que, falto de los obenques,se cayera sobre el puente. Hacia la proa, el pequeñofoque, hecho pedazos, era de tal modo agitado porel huracán, que sus sacudidas parecían detonacionesde armas de fuego. No quedaba ya más vela que lamesana, pronta a desgarrarse también, pues lospobres muchachos no hablan tenido la suficientefuerza para quitar el último rizo, a fin de disminuirsu superficie. Si aquella vela se rompía, sería yaimposible que el yate hiciera frente al viento, y lasolas, cogiéndolo por los lados, lo tumbarían deseguro, yéndose irremisiblemente a pique, y suspasajeros desaparecerían con él en el terrible abismo.

    Hasta entonces, ni una isla, ni un continente sehabía visto al Este. Chocar con una costa es unaeventualidad terrible, sin embargo, esos niños lohubieran temido menos que a los furores de aquelinmenso mar. Un litoral cualquiera, con sus escollos,sus rompientes, sus rocas incesantemente invadidaspor la resaca, era preferible a ese Océano, pronto aabrirse bajo sus pies.

    Así es que los pobres chicos miraban siempre alhorizonte, esperando ver alguna luz que los guiase.¡Vana esperanza!

  • J U L I O V E R N E

    14

    De repente, hacia la una de la madrugada, unruido espantoso dominó el silbido del huracán.

    -¡El palo de mesana se ha roto!... exclamóDoniphan.

    -No, respondió el grumete. Es la vela, que se hasoltado de las relingas.

    -Es menester arrancarla, dijo Briant. Gordon,ponte en el timón con Doniphan; y tú, Mokó, ven aayudarme.

    El negrito, siendo grumete, tenía algunasnociones de náutica, de las que no carecía tampocoBriant, por haber atravesado ya el Atlántico y elPacífico cuando hizo el viaje de Europa a Oceanía,habiéndose familiarizado algún tanto con lasmaniobras. Esto explica el por qué los demás, queno sabían nada de eso, habían confiado a Briant y aMokó el cuidado de dirigir el schooner.

    En un instante, ambos muchachos corrieronvalerosos hacia la proa, pues era menester a todacosta desembarazarse de la mesana para evitar que elbuque cayera de costado; porque si esto hubiesesucedido, sería de todo punto imposible levantarlo, amanos que no cortasen por completo el palodespués de quitarle los obenques metálicos, trabajo

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    15

    que no podían ejecutar los infantiles tripulantes delyate.

    En tales condiciones, Briant y Mokó dieronpruebas de una notable destreza. Resueltos aconservar todo el velamen posible para tener elSloughi en posición de recibir el viento por la popamientras durase la borrasca, consiguieron largar ladriza de la verga, que cayó a cuatro o cinco pies delpuente. Los jirones de la mesana, cortados con uncuchillo por su parte inferior y sujetos por algunasabrazaderas, fueron amarrados a los cabos delempavesado, no sin que ambos intrépidosmuchachos se vieran a punto de ser arrastrados porlas olas.

    Con este reducido velamen el buque pudoconservar la dirección que ya seguía desde tantotiempo, dando su casco bastante presa al viento paraque corriese con la velocidad da un torpedero. Loque importaba sobre todo era librarse de las olas,huyendo con rapidez, para evitar que algún golpe demar saltase por encima del buque. Esto hecho,Briant y Mokó se reunieron a Gordon y a Doniphanpara ayudarles a gobernar.

    La puerta de la escotilla se abrió en aquelmomento por segunda vez, y dejóse ver una cara

  • J U L I O V E R N E

    16

    infantil. Era Santiago, hermano de Briant, con tresaños menos de edad que él.

    -¿Qué quieres, Santiago? le preguntó el mayor.-¡Ven... ven!... respondió el niño. ¡Hay agua hasta

    en el salón!-¡Es posible! exclamó Briant.Y precipitándose por la escalera, la bajó casi de

    un salto.-El salón estaba débilmente alumbrado por

    una lámpara, que el vaivén del buque balanceabacon violencia. Esta luz permitía distinguir a unadocena de niños tendidos en los divanes o en lascamitas del Sloughi. Los más pequeños (los había deocho y nueve años), apretados unos contra otros,estaban llenos de espanto.

    -¡No hay peligro! les dijo Briant, queriendotranquilizarlos. ¡Estamos nosotros aquí!... ¡Notengáis miedo!...

    Entonces, bajando hasta el suelo un farol quetenía en la mano, vio que cierta porción de aguacorría de un lado a otro del yate.

    ¿De dónde era aquella agua? ¿Había penetradopor alguna grieta? Esto era preciso averiguar.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    17

    Contiguo al salón se encontraba una grancámara, luego el comedor, y después la habitación delos tripulantes.

    Briant recorrió dichos departamentos y observóque el agua no penetraba ni por encima ni por

  • J U L I O V E R N E

    18

    debajo de la línea de flotación. Esta agua, despedidahacia popa por la inclinación del buque, provenía delas olas que entraban por la proa, y filtraba por lasrendijas de la toldilla del puesto de la tripulación. Nohabía que temer ningún peligro por aquel lado.

    Briant tranquilizó a sus compañeros cuandovolvió a pasar por el salón, y un poco menosinquieto, ocupó de nuevo su sitio en el timón. Elschooner, sólidamente construido, forrado con buenasplanchas de cobre, no podía hacer agua y estaba enestado de resistir el embate de las olas.

    Sería como la una de la mañana. En aquelmomento la noche era cada vez más oscura por elespesor de las nubes; la borrasca se desencadenabacon atronadora violencia, y el yate navegaba con sinigual velocidad, saludado por las gaviotas con gritosagudos que rasgaban los aires. La presencia de estasaves ¿era señal de que la tierra se hallaba cerca? No,porque se las encuentra a veces a varios centenaresde leguas de la costa. Además, impotentes paraluchar contra la corriente aérea, esos pájaros, quesienten placer en medio de las tormentas, la seguíancomo el schooner, al que ninguna fuerza humanahubiera podido detener.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    19

    Una hora más tarde lo que quedaba de la mesanaacabó de desgarrarse, esparciéndose por el espacio.

    -¡Ya no tenemos velas!, exclamó Doniphan, y esimposible colocar ninguna otra.

    -¡Qué importa! respondió Briant; no por esonavegaremos con menos velocidad.

    -¡Vaya una contestación! replicó Doniphan: ¡siéste es tu modo de maniobrar!...

    -¡Cuidado con las olas, que amenazan por lapopa! Es necesario atarnos, si no queremos que nosarrastren, dijo Mokó.

    Apenas había concluido el grumete depronunciar estas palabras, cuando un gran golpe deagua cayó encima del puente. Briant, Doniphan yGordon fueron despedidos contra la toldilla a la quese agarraron; pero el pobre Mokó habíadesaparecido en aquella masa líquida, que barriótoda la cubierta del Sloughi, arrastrando parte de laobra muerta, dos canoas, una chalupa, algunos otrosobjetos y la cubierta de la brújula. Sin embargocomo parte de la obra muerta había sido levantadapor el golpe, el agua, saliendo por allí, salvó el yatedel peligro de zozobrar bajo el peso de aquellaenorme carga.

  • J U L I O V E R N E

    20

    -¡Mokó!... ¡Mokó! exclamó Briant, cuando pudohablar.

    -¿Se habrá caído al mar? preguntó Doniphan.-No, pues no se lo ve... dijo Gordon, que

    registraba con la vista las aguas.-Es preciso salvarlo... Echemos una cuerda por

    si acaso, respondió Briant.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    21

    -Y con una voz que retumbó con fuerza, gritóde nuevo:

    -¡Mokó!... ¡Mokó!...-¡Aquí!... ¡Aquí!... respondió el grumete.-No está en el agua, de seguro, dijo Gordon: su

    voz se oye hacia la proa.-¡Salvémosle! exclamó Briant.Y púsose a andar a gatas, evitando el choque de

    las garruchas desprendidas de las maromas,procurando no escurrirse, a causa del vaivén, sobreaquel puente resbaladizo.

    La voz del grumete se dejó oír otra vez, y luegotodo quedó en silencio.

    Después de muchos esfuerzos, Briant llegó a latoldilla de la tripulación.

    Llamó.No obtuvo respuesta.¿Sería que el mar se había llevado a Mokó

    después de su último grito? En este caso eldesgraciado niño debía estar ya muy lejos, haciaatrás, porque el viento no había podido empujarlecon tanta velocidad como al schooner.

    Si así era, estaba perdido sin remedio.Mas no: un nuevo grito, si bien más débil, llegó

    hasta Briant, e hizo que éste se precipitase hacia el

  • J U L I O V E R N E

    22

    hueco del montante en que se empotraba el pie delbauprés. Allí, a tientas encontró un cuerpo quo semovía... Era el grumete, cogido en el ángulo queformaba el empavesado uniéndose en la proa.Además, una driza que con sus esfuerzos apretabacada vez más, le rodeaba la garganta, exponiéndose amorir estrangulado.

    Viendo esto Briant, sacó su cuchillo y cortó, nosin mucho trabajo, la cuerda que molestaba algrumete.

    Mokó fue llevado hacia la popa y cuando tuvobastante fuerza para hablar, exclamó:

    -¡Gracias, señor Briant, gracias!Y volvió a colocarse en el timón, en donde los

    cuatro se amarraron para resistir a las enormes olasque amenazaban el Sloughi.

    Al contrario de lo que había creído Briant, lavelocidad del buque había disminuido algún tantodesde que había desaparecido la mesana, y estoconstituía un nuevo peligro. En efecto; las olas,siendo más veloces que el yate, podían asaltarle porla popa y llenarle. ¿Qué más podían hacer? Eraimposible aparejar la menor vela.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    23

    En el hemisferio austral, el mes de Marzocorresponde al mes de Septiembre en el boreal, y lasnoches tienen corta duración.

    Eran ya las cuatro de la mañana; la luz del día nodebía tardar en aparecer al Este, es decir, encima deaquella parte del Océano hacia la que la tempestadempujaba al yate. Puede ser que con la alborada latormenta pierda en intensidad, o que se divise latierra, y en ambos casos la suerte de esta tripulaciónde pequeñuelos se decida en algunos minutos.

    A eso de las cuatro y media, alguna luz se dejóver efectivamente; mas por desgracia, las nieblaslimitaban el alcance de la vista a menos de un cuartode milla. Las nubes corrían con una velocidad es-pantosa. El huracán no había perdido nada de sufuerza, y el mar desaparecía bajo la espuma de lasolas al romperse. El schooner, tan pronto levantado enla cima de una ola como hundido, al parecer, en elfondo del abismo, hubiera zozobrado veinte veces siel viento le hubiese cogido por los costados.

    Los cuatro muchachos miraban atónitos aquelcaos, comprendiendo que si los furiosos elementosno se calmaban pronto, su situación era desesperada,pues materialmente imposible parecía que el Sloughi

  • J U L I O V E R N E

    24

    resistiera aun veinticuatro horas la violencia de lasolas, que indudablemente acabarían por desbaratarle.

    Pero ¡oh alegría! en este mismo instante Mokógritó:

    -¡Tierra!... ¡Tierra!...A través de la niebla el grumete creyó divisar al

    Este los contornos de una costa. ¿No seequivocaba? Nada más difícil de reconocer que esasvagas líneas que se confunden con tanta facilidadcon pequeñas nubes.

    -¿Tierra? preguntó Briant.-Sí, replicó Mokó; tierra al Este.E indicaba un punto del horizonte, si bien algo

    oculto por los vapores de la madrugada.-¿Estás cierto de ello? preguntó Doniphan.-¡Sí... sí... ciertísimo!... respondió el grumete. Si la

    niebla se despeja un poco, mirad bien allá... hacia laderecha del palo de mesana... ¡Mirad... mirad!...

    La bruma, que empezaba a aclararse,remontándose a las zonas superiores, dejó que lavista se extendiera sobre el Océano en un espacio devarias millas delante del yate.

    -¡Sí, es la tierra... la tierra!... exclamó Briant.-¡Y una tierra muy baja! añadió Gordon, que

    acababa de observar con más atención el litoral.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    25

    Esta vez no había que dudarlo. Una tierra,continente o isla, se dibujaba a cinco o seis millas enuna ancha parte del horizonte. Con la dirección quellevaba, y de la que la borrasca no le permitíaapartarse, el Sloughi llegaría en menos de una hora;mas era de temer que se destrozara al llegar, sobretodo si las rompientes le detenían antes de abordar.Pero los pobres muchachos no pensaban en eso; esatierra que tan inopinadamente se ofrecía a su vista,les parecía de segura salvación.

    En aquel momento, el viento se puso a soplarcon más violencia; el Sloughi, llevado como unpluma, sé precipitó hacia la costa, que se dibujabacomo un rasgo de tinta negra sobre el fondoblancuzco del ciclo. Avanzando algo el buque, pudoobservarse que en segundo término se elevaba unacantilado, cuya altura no excedería de cientocincuenta a doscientos pies, y, en primer término seextendía una playa amarillenta, cerrada a la derechapor masas redondeadas que parecían pertenecer aalgunos bosques del interior.

    ¡Ah! Si el Sloughi pudiera alcanzar esa playaarenosa sin encontrar arrecifes; si la embocadura dealgún río les ofreciese un refugio seguro, tal vez los

  • J U L I O V E R N E

    26

    infantiles pasajeros podrían llegar a tierra sanos ysalvos.

    Mientras que Doniphan, Gordon y Mokó sequedaban en el timón, Briant se fue a proa y mirabaaquella tierra que se acercaba con mucha velocidad;pero buscaba en vano un sitio en que el yate pudieraabordar en condiciones favorables. No se veía niuna embocadura de río o de riachuelo, ni un bancode arena en el que se pudiera encallar sin peligro.Delante de la playa se desarrollaba a la vista una filade rocas cuyas cimas negruzcas salían del agua más omenos, según la ondulación de las olas, sacudidas sincesar por la resaca. Allí, de seguro, al primer choqueel Sloughi se haría pedazos.

    Briant tuvo entonces el pensamiento de que másvalía que todos sus compañeros estuvieran sobre elpuente en el momento en que el buque encallara, yabriendo la puerta de la escotilla, gritó:

    -¡Arriba todo el mundo!En seguida el perro se lanzó fuera, seguido de

    unos diez niños que se arrastraron hacia popa. Losmás pequeños, viendo las olas, gritaban asustados.

    Un momento antes de las seis de la mañana elSloughi llegó al lado de las rompientes.

    -¡Agarráos, agarráos! exclamó Briant.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    27

    Y medio despojado de sus vestidos, se aprestó asocorrer a los que la resaca arrastrase, porqueseguramente que el yate iba a romperse contra losarrecifes. Sintióse una violenta sacudida; de repenteel Sloughi dio un golpe con la popa, y aunque sucasco es resintió algo, el agua no penetró en él.

    Levantado por una segunda ola, fue despedido aunos cincuenta pies hacia adelante sin tocar a lasrocas, cuyas puntas sobresalían por todos lados.Luego se inclinó a babor y quedó inmóvil en mediodel hervor de las aguas.

    Si no estaba ya en alta mar, le faltaba aun uncuarto de milla para llegar a la playa.

    II

    En medio de la resaca. -Briant y Doniphan.-Observación de la costa. -Preparativos de

    salvación. -Disputa por la canoa. -Desde lo altode palo de mesana. -Valerosa tentativa de

    Briant. -Efectos del reflejo.

    Libre ya de nieblas el espacio, la mirada podíaseextender sin dificultad por un vasto radio en

  • J U L I O V E R N E

    28

    derredor del schooner. Las nubes corrían siempre conextremada rapidez, y la borrasca no perdía nada desu furia; su misma violencia hacía esperar queacabase pronto, y que una calma bienhechoratranquilizase algún tanto a esos pobres niños que,apretándose unos con otros, debían creerse perdidossin remedio cuando alguna gigantesca ola caíaencima del puente, cubriéndolos de espuma. Loschoques eran bastante rudos; el schooner, que nopodía evitarlos, se estremecía hasta la quilla, pero nohabía, sin embargo, recibido gran daño al penetrarentre las rocas. Briant y Gordon bajaron a loscamarotes, y asegurándose de que el buque no hacíaagua por ninguna parte, tranquilizaron en cuanto lesfue posible a sus compañeros, y sobre todo a lospequeños, diciéndoles:

    -¡No tengáis miedo!... ¡El yate es muy sólido!...¡La costa no está lejos!... Esperemos y procuremosllegar a la playa.

    -¿Y por qué esperar? preguntó Doniphan.-Sí: ¿por qué? añadió otro niño de unos doce

    años, llamado Wilcox. Doniphan tiene razón... ¿Porqué tenemos que esperar?

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    29

    -Porque el mar está muy revuelto aun, ypereceríamos en medio de las rocas, respondióBriant.

    -¿Y si el yate se abre? repuso un tercero, llamadoWebb, y de la misma edad que Wilcox.

    -No creo que esto esa de temor por ahora,replicó Briant; a lo menos, mientras bajo la marca.Después que haya bajado, y en tanto que nos lopermita el viento, nos ocuparemos del salvamento.Briant tenía razón. Aunque las marcas seanrelativamente de poca consideración en el OcéanoPacífico, pueden, sin embargo, producir unadiferencia de nivel bastante importante entre la alta yla baja. Era, por consiguiente, una ventaja esperaralgunas horas, y sobre todo si el viento disminuía;pudiendo suceder también que el reflujo dejara enseco parte de los arrecifes, lo que haría más fácil latravesía del cuarto de milla que aun separaba alschooner de la playa.

    No obstante, por más que este consejo fuesebueno, Doniphan y otros dos o tres que no sehallaban con ánimos de seguirlo, se agruparon haciala proa, hablando en voz baja, y se comprendíaclaramente que Doniphan, Wilcox, Webb y otrollamado Cross, no parecían dispuestos a entenderse

  • J U L I O V E R N E

    30

    con Briant. Durante la larga travesía del Sloughi, sihabían consentido en obedecerlo, era porque Briant,según hemos dicho ya, tenía costumbre de navegar yposeía algunos conocimientos de las maniobras;pero conservaban el pensamiento de recuperar sulibertad de acción en cuanto tocaran tierra.Doniphan, especialmente, no pensaba someterse,porque se creía superior a todos sus compañeros eninstrucción e inteligencia. Esta especie de envidiaque experimentaba Doniphan respecto a Briant,tenía ya larga fecha, y además bastaba que esteúltimo fuese francés para que los demás, siendoingleses, no quisieran ser por él dominados, siendode temer, por lo tanto, que estas diferenciasacrecentaran la gravedad de una situación de suyoembarazosa.

    Sin embargo, Doniphan, Wilcox, Cross y Webbmiraban el mar lleno de remolinos y surcado decorrientes contrarias, que no se podían atravesar singraves peligros. El nadador más hábil no hubiesepodido resistir la acción de la marea baja, que elviento cogía de través. El consejo de esperar algunashoras era justificado, y preciso fue que Doniphan ysus compañeros se rindiesen ante la evidencia,

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    31

    yéndose otra vez hacia la popa, en donde estaban losdemás.

    Briant decía en aquel momento a Gordon y aalgunos de los que le rodeaban:

    -¡No nos separemos!... ¡Unámonos todos, osomos perdidos!...

    -¡No pretenderás imponernos la ley! exclamóDoniphan que le oyó.

    -Nada pretendo, respondió Briant, sino que espreciso que obremos con perfecto concierto para lasalvación de todos.

  • J U L I O V E R N E

    32

    -Briant tiene razón, añadió Gordon, muchachofrío y serio que no hablaba jamás sin reflexionar.

    -¡Sí!... ¡Sí!... exclamaron algunos de los pequeños,a quienes un secreto instinto impulsaba a confiar enBriant.

    Doniphan no replicó, pero sus compañeros y élpersistieron en quedarse apartados de los demás,esperando la hora de proceder al salvamento.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    33

    Pero ¿qué tierra era aquella? ¿Pertenecía a algunade las islas del Pacífico, o a un continente? Estacuestión no podía resolverse, porque estando elSloughi demasiado cerca del litoral, no era dable laobservación en un perímetro suficiente. Suconcavidad, formando ancha bahía, terminaba endos promontorios; uno bastante elevado y liso haciael Norte, y el otro afilado en punta hacia el Sur. Peromás allá de ambos cabos, ¿seguiría o no el mar loscontornos de una isla? Briant procuró en vanoasegurarse de ello con ayuda de los anteojos queencontró a bordo.

    En el caso de que esa tierra fuera una isla, ¿cómosería posible abandonarla si no se podía volver aponer el buque a flote, pues la marea alta no tardaríaen desbaratarle, arrastrándole por los arrecifes? Y siesa isla no estuviese habitada, cual acontece enalguna del Pacífico, ¿cómo esos niños abandonadosa sí mismos y no teniendo más víveres que losexistentes en el barco, proveerían a las necesidadesde la existencia?

    Si fuese continente, dado que no podría ser otroque el de la América del Sur, las probabilidades desalvación serían mayores, porque atravesando elterritorio de Chile o de Bolivia, más pronto o más

  • J U L I O V E R N E

    34

    tarde hallarían auxilios, si bien es verdad que enaquel litoral, cercano a las Pampas, muchos malosencuentros eran de temer.

    Como el tiempo era bastante claro, dejábansepercibir todos los detalles de aquella tierra. Sedistinguía perfectamente la playa, el acantilado que larodeaba y algunos árboles agrupados en su base.Briant divisó también la embocadura de un río a laderecha de la ribera.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    35

    En suma; si el aspecto de aquella costa no teníaningún atractivo, la fronda de aquellos árbolesindicaba cierta fertilidad comparable con la de laszonas de la latitud media. No podía haber duda deque más allá del acantilado, y al abrigo de losvientos, la vegetación, encontrando un suelo másfavorable, debía desarrollarse con más vigor.

    En cuanto a habitantes, no parecía que loshubiese en aquella parte de la costa, pues no se veíani casa ni choza alguna en la desembocadura del río.Los indígenas, si los hubiera, residían tal vez en elinterior, en donde estaban menos expuestos a loscrudos ataques de los vientos del Oeste.

    -¡No veo ni el menor rastro de humo! dijo Briantbajando el anteojo.

    -¡Ninguna embarcación se ve en la playa!observó Mokó.

    -¿Cómo es posible que las haya, puesto que nohay puerto? repuso Doniphan.

    -El puerto no es necesario, replicó Gordon, pueslas barcas de pescadores encuentran refugio en laentrada de los ríos; y si no vemos ninguna, quizássea porque la tormenta las haya obligado a inter-narse.

  • J U L I O V E R N E

    36

    La observación de Gordon era justa; mascualesquiera que fuesen los motivos, la verdad esque no se divisaba ninguna embarcación, y que enrealidad aquella parte del litoral parecía deshabitada.Pero en el caso de que nuestros jóvenes náufragos seviesen obligados a quedarse allí algunas semanas,¿sería habitable? He aquí lo que debía sobre todopreocuparles.

    Aun cuando la marea ciertamente se retiraba conmucha lentitud, porque el viento se lo impedía,como éste parecía calmarse algún tanto contendencia a cambiar hacia el Noroeste, importabamucho estar apercibidos y dispuestos para apro-vechar el momento en que el banco de arrecifesofreciese un paso practicable.

    Eran cerca de las siete. Cada cual se ocupó ensubir sobre el puente los objetos de primeranecesidad, dejando lo demás para cuando el mar losempujase hacia la costa. Pequeños y grandestrabajaron todos con afán; y como a bordo habíabastante provisión de conservas, galleta y carnessaladas y ahumadas, hicieron paquetes destinados aser repartidos entre los mayores, quienes seencargarían de transportarlos a tierra.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    37

    Mas para que este transporte pudiera efectuarse,era preciso que los arrecifes estuvieran en seco.¿Sucedería así durante la marea baja? ¿Bastaría elreflujo para dejar el paso libre hasta la playa?

    Briant y Gordon fijaron toda su atención en elmar. Con el cambio de dirección del viento, la calmase acentuaba, y apaciguándose la resaca, permitíanotar el decrecimiento de las aguas a lo largo de laspuntas de las rocas. Este decrecimiento influía en elschooner, que se apoyaba más y más hacia babor,hasta el punto de temerse que, si su inclinaciónaumentaba, se tumbase por completo sobre elflanco, pues este yate, como todos los de granmarcha, era muy esbelto de formas, con lascompuertas muy elevadas y la quilla de mucha altura.

    En este caso, si el agua invadía el puente, lasituación sería en extremo grave. Era muy de sentirque las chalupas hubiesen sido arrebatadas, comohemos visto, porque aquellas embarcaciones,bastante capaces para conducirlos a todos, leshubiera sido permitido llegar a la costa y transportartantos objetos útiles que sería preciso dejarprovisionalmente a bordo. Y si en la próxima nocheel Sloughi se hiciera pedazos, ¿qué valdrían aquellosrestos después que las olas los hubieran destrozado

  • J U L I O V E R N E

    38

    entre las rocas? ¿Podrían aprovecharlos aun?¿Nuestros jóvenes no se verían pronto reducidos alos únicos recursos que les ofreciera aquella tierra?

    De repente se oyeron algunas exclamacioneshacia la proa; Baxter acababa de hallar una cosa queno carecía de importancia.

    Una canoa que creían perdida se encontrabaescondida entre el cordaje del bauprés. Aquellacanoa no podía llevar más que cinco o seis personas;pero como estaba intacta, sería posible utilizarla enel caso en que no fuese dable pasar a pie seco.

    Convenía, pues, esperar que la marea bajase porcompleto, y, sin embargo, una viva discusión seentabló entre los náufragos, discusión que tomómayores proporciones entre Briant y Doniphan.

    Este último, Wilcox, Webb y Cross, después deapoderarse de la canoa, preparábanse a lanzarla almar, cuando Briant llegó a su lado.

    -¿Qué vais a hacer? preguntó.-¡Lo que nos convenga! respondió Wilcox.-¿Vais a embarcaros en esa canoa?-Sí, replicó Doniphan; y no serás tú quien nos lo

    impida.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    39

    -Te equivocas, repuso Briant; no sólo te loimpediré, sino que me ayudarán a estorbártelo loscompañeros a quienes quieres abandonar.

    -¡Abandonar!... dices. ¿Cómo lo sabes?Respondió Doniphan con arrogancia. Yo no quieroabandonar a nadie, ¿lo oyes? Mi plan es que tanluego como uno de nosotros llegue a la playa, vuelvacon la canoa.

    -¿Y si no puede volver? exclamó Briantconteniéndose con trabajo. ¿Y si se hace pedazos enlas rocas?...

    -¡Embarquémonos!... ¡Embarquémonos!...respondió Webb rechazando a Briant.

    Y ayudado por Cross y Wilcox, levantó lalanchita para botarla al mar; pero Briant, cogiéndolapor una de las puntas, dijo con energía:

    -¡No embarcaréis!-Eso lo veremos, respondió Doniphan.-¡No, no embarcaréis! repitió Briant muy

    decidido a resistir en beneficio del común interés. Lacanoa debe reservarse para los más pequeños, por siacontece que en la baja mar queda demasiado agua yno puedan llegar a la playa.

  • J U L I O V E R N E

    40

    -¡Déjanos en paz! exclamó Doniphanencolerizado. Te lo repito; no eres tú quien puedaimpedirnos hacer lo que nos dé la gana.

    -¡Y yo te digo por segunda vez que te loimpediré, Doniphan!

    Ambos muchachos estaban a punto de llegar alas manos y la lucha hubiera sido general, porquecada uno de ellos tenía sus parciales. Wilcox, Webb yCross estaban naturalmente de parte de Doniphan;mientras que Baxter, Service y Garnett se colocaronal lado de Briant. Las consecuencias de la colisiónserían tristísimas.

    Así lo comprendió Gordon, a quien, como demayor edad que los otros, y también más dueño desí, no se le ocultó lo trascendental de semejanteproceder, y tuvo el buen sentido de interponerse enfavor de Briant.

    -Vamos, vamos, dijo; ten un poco de paciencia,Donipban. Bien ves que el mar está aun demasiadopicado, y que nos arriesgamos a perder la canoa.

    -¡No quiero que Briant nos imponga la ley,como acostumbra de algún tiempo acá! respondióDoniphan.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    41

    -No pretendo imponérsela a nadie, repusoBriant, así como tampoco permitiré que la imponganadie cuando se trate del interés de todos.

    -Cada cual debe cuidarse de ello tanto como tú,replicó Doniphan. Y ahora que estamos en tierra...

    -Desgraciadamente no es así todavía, respondióGordon. Doniphan, no seas terco, y esperemos unmomento favorable para servirnos de la canoa.

    Muy oportuna, ahora como otras varias veces,fue la mediación de Gordon entre Doniphan yBriant, pues todos sus compañeros acataron suopinión.

    La marea había bajado dos pies durante ladisputa, y ya calmados los ánimos, surgió entrenuestros marineros la duda de si existiría algún canalentre las rocas, cosa que sería muy útil conocer.

    Briant, creyendo que se daría mucho mejorcuenta de la posición de las rocas observando desdeel palo de mesana, se dirigió a la proa, asiéndose alos obenques de estribor, a fuerza de puños se elevóhasta las barras.

    Entre los arrecifes se veía un paso, cuyadirección señalaban las puntas de las rocas quesobresalían del agua por ambos lados, y juzgó queconvendría seguir dicho paso para llegar a la playa,

  • J U L I O V E R N E

    42

    embarcándose en la canoa; pero había aundemasiados remolinos en la superficie para que la li-gera embarcación llegara sin tropiezo, y era de temorque, lanzada la barquilla sobre alguna punta de roca,se hiciese pedazos; valía, por lo tanto, más, esperarhasta ver si las aguas, en su completa retirada,dejaban un sitio practicable.

    Desde lo alto de las barras, sobre las que estabaa caballo, Briant se puso a observar el litoral, y conayuda del anteojo examinó toda la playa hasta el piedel acantilado.

    La costa entre los dos promontorios, separadospor una distancia de ocho o nueve millas, parecíacompletamente deshabitada.

    Después de media hora de observación, Briantbajó a dar cuenta a sus compañeros de lo que habíavisto. Si Doniphan, Wilcox, Webb y Cross leescucharon sin hablar una palabra, no hizo lo mismoGordon, que le preguntó:

    -¿No eran las seis de la mañana cuando encallóel Sloughi?

    -Sí, respondió Briant.-¿Y cuánto tiempo se necesita para que baje la

    marea?-Me parece que cinco horas. ¿No es así, Mokó?

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    43

    -Sí, de cinco a seis horas, respondió el grumete.-¿De modo que a las once será el momento

    favorable para llegar a la costa?-Así lo he calculado, replicó Briant.-Pues bien, prosiguió Gordon; preparémonos y

    tomemos algún alimento. Si nos vemos obligados aecharnos al agua, que sea a lo menos algunas horasdespués de haber comido.

    Este era un buen consejo dado por aquelprudente muchacho, y aceptado por todos; seocuparon en seguida del desayuno, compuesto deconservas y galletas. Briant cuidó mucho de lospequeños Jenkins, Iverson, Dole y Costar, quienes,con el carácter propio de su poca edad, empezaban atranquilizarse, y comieron sin tasa, pues teníanmucha hambre, en atención a que no habían tomadocasi ningún alimento en veinticuatro horas; y paraque no les hiciese daño la comida, Briant les dio unpoco de aguardiente con agua para ayudar ladigestión.

    Hecho esto, dejó a los pequeños y se fue a proa,poniéndose a observar los arrecifes.

    ¡Con cuánta lentitud se efectuaba eldecrecimiento de las aguas! Se veía, sin embargo,que bajaba, puesto que la inclinación del yate se

  • J U L I O V E R N E

    44

    acentuaba cada vez más. Mokó, echando una sonda,reconoció que había aun unos ocho pies de aguaencima del banco. ¿Podían esperar que la marea bajalo dejara completamente seco? No lo creía así Mokó,y manifestó su parecer a Briant en voz baja, para noasustar a nadie.

    Este último fue a hablar con Gordon respecto alparticular: ambos comprendían sobradamente que elviento, si bien con tendencia a cambiar al Norte,impedía al mar que bajase tanto como en tiempo decalma.

    -¿Qué partido hemos de tomar? preguntóGordon.

    -No sé... no sé, respondió Briant. ¡Qué desgraciaes la de no saber...; la de no ser más que niños,cuando era preciso que fuéramos hombres!

    -La necesidad nos instruirá, replicó Gordon. Nodesesperemos, Briant, y obremos con prudencia.

    -Tengamos cuidado, Gordon. Si noabandonamos el Sloughi antes de la marea alta ytenemos que pasar aun una noche a bordo, estamosperdidos.

    -Ciertamente, porque el yate se hará pedazos. Espreciso, pues, salir de aquí a todo trance...

    -Tienes razón, Gordon.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    45

    -¿No sería posible construir una especie de balsapara ir y venir?

    -He pensado en ello, respondió Briant; mas, pordesgracia, los materiales faltan. Nos queda la canoa,de la que no podemos servirnos, porque el mar estámuy fuerte. Lo que puede hacerse es llevar un cablea través de los arrecifes y amarrarle a la punta de unaroca; tal vez por ese medio fuera posible llegar cercade la playa.

    -¿Quién llevará el cable?-Yo, respondió Briant.-¡Y yo te ayudaré!... dijo, Gordon.-¡No, yo solo! replicó Briant.-Sírvete de la canoa.-Podría inutilizarse, Gordon; vale más

    conservarla como último recurso.Antes de ejecutar su peligroso proyecto, quiso

    Briant tomar una útil precaución para hacer frente acualquier eventualidad.

    Como había a bordo algunos cinturones desalvamento, obligó a los niños a que se los pusiesenpara el caso en que, teniendo que abandonar elbuque, el agua estuviera demasiado profunda parasentar los pies en el suelo; este aparato los man-tendría a flote, y los mayores los empujarían hacia la

  • J U L I O V E R N E

    46

    orilla, sosteniéndose ellos mismos en el cabletendido.

    Eran las diez y cuarto. Antes de cuarenta y cincominutos la marea alcanzaría su mayor descenso. Yano quedaban sino cuatro o cinco pies de agua; peroparecía que no bajaría más que algunas pulgadas. Esverdad que a unas sesenta yardas se veía el fondo, yse comprendía que seguía su lenta retirada, porqueíbanse descubriendo también muchas puntas de ro-cas a lo largo de la playa. La dificultad consistía enfranquear la profundidad del agua que había en loscontornos del buque.

    No obstante, si Briant llegaba a colocar un cableen aquella dirección y conseguía fijarlo con solidezen una de las rocas, este cable, puesto muy tirantecon ayuda del torno, les permitiría sostenerse hastaencontrar pie. Además, haciendo deslizar sobreaquella maroma los paquetes que encerraban lasprovisiones y los útiles más indispensables, llegaríana tierra sin pérdida alguna.

    Por peligroso que fuera su intento, no quisoBriant dejar a nadie que lo verificase en su lugar, ytomó sus disposiciones al efecto.

    Había a bordo varios cables de cien pies delargo, de esos que sirven para remolcar. Briant

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    47

    escogió uno de un grueso mediano, que le parecióconveniente, y rodeó la extremidad a su cinturadespués de desnudarse.

    -¡Vamos, vosotros, exclamó Gordon, venid aquípara que podamos soltar entre todos la maroma!¡Venid a proa!

  • J U L I O V E R N E

    48

    Doniphan, Wilcox, Cross y Webb no podíanrehusar su concurso para una operación cuyaimportancia comprendían. Así es que se pusieron adesliar el cable para soltarle poco a poco, a fin de noamenguar las fuerzas de Briant.

    En el momento en que éste iba a tirarse al mar,se le acercó Santiago, exclamando:

    -¡Hermano mío!...¡Hermano mío!...-No tengas cuidado por mí, hermanito, no

    tengas miedo, respondió Briant.Y un instante después se le veía en la superficie

    del agua, nadando con vigor mientras que el cable sedesenrollaba detrás de él.

    Esta maniobra, difícil aun con un tiempo decalma, lo era mucho más con la resaca, que pegabacontinuamente contra las rocas. Corrientes ycontracorrientes impedían al valeroso muchachomantenerse en línea recta, y cuando le cogían, lecostaba mucho trabajo librarse de ellas.

    Sin embargo, Briant ganaba poco a pocoterreno, mientras que sus compañeros soltaban lamaroma a medida que la necesitaba; pero notábaseque, a pesar de no hallarse más que a una distanciade cincuenta pies del yate, las fuerzas del pobremuchacho principiaban a agotarse. Delante de él se

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    49

    agitaba una especie de remolino producido por elencuentro de dos olas contrarias. Si llegaba abordearle, era fácil que consiguiera su objeto, puesmás allá estaba el mar en calma; así es que procuró,haciendo un violento esfuerzo, dirigirse hacia laizquierda; pero su tentativa debía ser infructuosa, enatención a que un hábil nadador, con todo el vigorde su edad, no lo hubiese conseguido tampoco.

    El pobre Briant fue envuelto por las olas yllevado con irrebatible fuerza al centro del remolino.

    -¡Socorro!... ¡Tirad!... ¡Tirad y pronto de lacuerda!... pudo gritar antes de desaparecer.

    A bordo del yate el espanto llegó a su colmo.-¡Tirad!... mandó Gordon con ímpetu, aunque

    con gran serenidad.Y sus compañeros se apresuraron a ejecutar la

    maniobra para traer a Briant a bordo antes de queuna inmersión demasiado larga produjera la asfixia.

    En menos de un minuto, el pobre muchacho seencontraba encima del puente sin conocimiento, enbrazos de su hermano y rodeado por todos auncompañeros; pero no tardó en volver en sí.

    El intento, como se ve, de tender una maromahasta los arrecifes, no salió bien, y los pobres niñosse veían, por lo tanto, reducidos otra vez a esperar...

  • J U L I O V E R N E

    50

    ¿Esperar qué? ¿Un socorro? ¿Y de dónde había devenir?

    Eran ya más de las doce. La marea alta habíaempezado, y la resaca crecía. La luna era nueva y porconsiguiente las olas iban a ser más fuertes que lavíspera; así es que, por poco que soplara el viento, lagoleta corría el peligro de destrozarse si las aguasagitadas la levantaban y la dejaban caer sobre losarrecifes.

    Nadie, seguramente, sobreviviría a tan funestodesenlace. ¡Y nada se podía hacer para impedirlo!

    Agrupadas todas aquellas pequeñas criaturas,miraban cómo crecía el mar y cómo desaparecían laspuntas de las rocas debajo del agua.

    Para mayor desgracia, el viento sopló de nuevodel Oeste, como la noche anterior. Las olas más altascubrían de espumas el Sloughi, y no tardarían eninvadir el puente. Sólo Dios podía ayudar a lospobrecitos náufragos, que mezclaban sus oraciones asus gritos de espanto.

    Un poco antes de las dos el schooner, influido porla marea, no se apoyaba ya sobre la banda de babor;pero a consecuencia del vaivén, la proa chocaba conel fondo, mientras que la popa estaba aun sostenidaentre dos rocas. Pronto los golpes redoblaron, y el

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    51

    Sloughi caía tan pronto hacia babor como haciaestribor, teniendo los niños que sostenerse unos conotros para no ser arrojados al mar.

    En aquel instante, una montaña de aguaespumosa, llegando con la furia de un torrente, selevantó a dos brazas del buque, y cubriendo porcompleto el banco de arrecifes, levantó el yate y loarrastró por encima de las rocas, sin que ninguna to-cara a su casco.

    En menos de un minuto, y en medio de aquellamasa enorme de agua, el Sloughi, llevado hasta lamitad de la playa, chocó contra un montón de arenaa doscientos pasos de los primeros árboles,agrupados al pie del acantilado, y se quedó inmóvil,pero en tierra firme esta vez, mientras que el mar,retirándose, dejaba la playa enteramente enjuta.

    III

    El colegio Chairmán en Auckland. -Grandes ypequeños. Vacaciones en el mar. -El schooner«Sloughi.» -La noche del 15 de Febrero. -Abor-daje. -Siguiendo la corriente. -Una tempestad.

  • J U L I O V E R N E

    52

    -Información en Auckland. -Lo que queda del«schooner.»

    En aquella época, el colegio Chairmán era unode los de más fama de la ciudad de Auckland, capitalde Nueva Zelandia, importante colonia inglesa en elPacífico. Este establecimiento de enseñanza contabacon un centenar de alumnos, perteneciendo a lasprincipales familias del país, sin que los maoris, queson los indígenas de aquel archipiélago, hubieranconseguido jamás que admitiesen en él a sus hijos,quienes se educaban en escuelas especiales paraellos. El colegio Chairmán se componía de jóvenesingleses, franceses, americanos y alemanes, hijos depropietarios, rentistas, comerciantes o empleados delpaís, recibiendo allí una educación completísima y entodo igual a la que se da en los establecimientossimilares del Reino Unido.

    El archipiélago de Nueva Zelandia se componede dos islas principales; al Norte, Ika-Na-Mawi, oisla del Pescado; al Sur, Tawaï-Ponamou, o tierra delJade-Vert. Separadas por el estrecho de Cook, se en-cuentran entre el trigésimocuarto y elcuadragésimoquinto paralelo Sur; posiciónequivalente a la que ocupa en el hemisferio boreal la

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    53

    parte de Europa que comprende desde Francia hastael Estrecho de Gibraltar y el Norte de África.

    La isla de Ika-Na-Mawi, muy desigual en suparte meridional, tiene la forma de un trapecioirregular, que se prolonga hacia el Noroeste,siguiendo una curva terminada por el cabo VanDiemen.

    Casi en el principio de aquella curva, en unpunto en que la península mide apenas algunasmillas, está edificada la ciudad de Auckland. Tiene,pues, una situación igual a la de Corinto en Grecia,por lo que se la llama la Corinto del Sur. Posee dospuertos abiertos, uno al Oeste y otro al Este; perosiendo poco profundo este último, en el golfoHauraki ha sido preciso formar, cual lo hacen losingleses, alguno de esos largos piers, o pequeñosgolfos para los buques de medio tonelaje. Entreotros hay el Commercial-piers, en el cual desembocaQueen's-street, una de las calles principales de laciudad.

    Hacia el medio de aquella calle se encontraba elcolegio Chairmán.

    En la tarde del día 15 de Febrero de 1860 salíandel mencionado colegio un centenar de muchachos,acompañados de sus padres, y parecían, más que

  • J U L I O V E R N E

    54

    colegiales, pájaros escapados de sus jaulas, dadas laalegría y algazara con que caminaban.

    Y no podía menos de ser así. Era el principio delas vacaciones. ¡Dos meses de independencia y delibertad, con la circunstancia de que para ciertonúmero de ellos existía además la perspectiva de unviaje marítimo, del que se hablaba hacia tiempo en elcolegio!

    Inútil es decir la envidia que excitaban aquellos aquienes su buena fortuna permitía formar parte delos expedicionarios en un paseo de circunnavegaciónque debía verificarse a bordo del Sloughi para visitarlas costas de la Nueva Zelandia.

    Aquel bonito schooner, que pertenecía al padre deuno de ellos, Mr. William H. Garnett, antiguocapitán de la marina mercante, en quien se podíatener entera confianza, había sido fletado ydispuesto para un período de seis semanas. Unasuscripción abierta entre las diversas familias deaquellos jóvenes serviría para cubrir los gastos delviaje, que se efectuaría de una manera cómoda y enlas mejores condiciones de seguridad.

    La realización de este proyecto era causa de granalegría para los muchachos, y en verdad que nopudo excogitarse mejor medio de dar conveniente

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    55

    empleo a aquellas seis semanas, si se mira bajo elpunto de vista de la salud, del esparcimiento, de lainstrucción y de la moralidad de aquellos jóvenes.

    En los colegios ingleses la educación difierebastante de la que se da en otros países. En aquellos

  • J U L I O V E R N E

    56

    se deja a los alumnos más iniciativa, y porconsiguiente cierta relativa libertad, que influyebastante felizmente en su porvenir. Son niñosmenos tiempo, en una palabra; la educación marchade consuno con la instrucción, resultando de aquíque la mayor parte de los jóvenes son corteses y deexquisita atención para las personas mayores,cuidadosos de sí mismos y, lo que es digno de sernotado, poco aficionados al disimulo y refractarios ala mentira, aunque se trate de evitar un castigo. Espreciso advertir también que en aquellosestablecimientos escolares los muchachos estánmenos sujetos a la regla de la vida en común y a lasleyes del silencio. La mayoría de los alumnos ocupahabitaciones particulares, comiendo en ellas muchasveces, y cuando se sientan en la mesa del refectoriopueden hablar con toda libertad.

    Según la edad, los clasifican por divisiones.Cinco hay en el colegio Chairmán. Si en la primera yen la segunda los pequeños abrazan a sus padres ylos besan en las mejillas, los de tercera cambian elbeso filial por el apretón de manos de los hombres.No necesitan vigilantes; se les permite la lectura denovelas y periódicos; tienen bastantes días de asueto;las horas de estudio son pocas; los ejercicios corpo-

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    57

    rales, como la gimnasia y juegos de todas clases, quetanto ayudan al desarrollo, forman gran parte delrecreo; pero como correctivo de esta independencia,de la que los discípulos abusan rara vez, los castigoscorporales son de regia, y ocupan el primer lugar losazotes, que para los muchachos anglosajones notienen nada de deshonroso, y se someten sinprotesta a dicho castigo cuando comprenden que lohan merecido.

    Los ingleses -nadie lo ignora- respetan mucholas tradiciones, lo mismo en la vida privada que en lapública; y esas tradiciones, aunque sean absurdas,son respetadas también en los colegios, que, lorepetimos, no se parecen en nada a los de otrospuntos.

    Los alumnos antiguos están encargados deproteger a los nuevos; pero en cambio éstos sehallan obligados a prestarles algunos serviciosdomésticos, a los que no pueden sustraerse, talescomo llevarles el desayuno, a cepillarles los vestidos,limpiarles el calzado y hacerles algunos recados.Estos servicios son conocidos con el nombre defaggisme, y los que los han de prestar se llaman fags.Los más pequeños, pertenecientes a la primeradivisión, son los que sirven de fags a los de las clases

  • J U L I O V E R N E

    58

    superiores, y ya es sabido que si rehusaran obedecer,es los haría la vida insoportable. Es costumbre, y seobserva religiosamente, sin que nadie piense enprotestar. La tradición lo exige así; y si existe un paísque observe las tradiciones escrupulosamente, es deseguro el Reino Unido, en donde se imponen lomismo al más humilde mendigo que a los más altosseñores.

    Los jóvenes que debían tomar parte en laexpedición del Sloughi eran alumnos del colegioChairmán. Ya hemos visto que a bordo de la goletalos había desde ocho a catorce años, y porconsiguiente que pertenecían a varias divisiones oclases del colegio.

    Esos pobres muchachos, incluso el grumete,iban a verse lanzados lejos, durante mucho tiempo,en terribles aventuras, e importa que conozcamossus nombres, su edad, sus aptitudes, sus caracteres,la situación de sus familias, ya que sabemos lasrelaciones que existían entre ellos en aquelestablecimiento que acababan de dejar para entrar envacaciones.

    Exceptuando a los dos hermanos Briant, queson de nacionalidad francesa, y a Gordon,americano, todos los demás son de origen inglés.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    59

    Doniphan y Cross pertenecen a una rica familiade propietarios que ocupan el primer rango en lasociedad de Nueva Zelandia. Ambos de edad detrece años y algunos meses son primos y formanparte de la quinta división. Doniphan, elegante ycuidadoso de su persona, es, sin contradicción, elalumno más distinguido. Inteligente y estudioso,procuraba no desmerecer, ya porque le agradainstruirse, ya también por el deseo de sobrepujar asus compañeros. Cierto aire aristocrático le valió elnombre de «lord Doniphan,» y su carácter altivo ledeterminaba a querer dominar en donde quiera quese hallase; procediendo de aquí aquella rivalidad deque hablaremos después, cuya fecha se remontaba amucho tiempo atrás, y que se acentuó más y másdesde que las circunstancias acrecentaron lainfluencia de Briant sobre sus compañeros.

    En cuanto a Cross, era un alumno bastanteordinario, pero lleno de admiración por todo lo quepiensa, dice y hace su primo Doniphan.

    Baxter, de la misma división, de trece años,muchacho de carácter frío, reflexivo, trabajador,muy ingenioso y con mucha destreza, es hijo de uncomerciante de mediana fortuna.

  • J U L I O V E R N E

    60

    Webb y Wilcox tienen doce años y medio, ypertenecen a la cuarta división. De inteligenciamenos que mediana, voluntariosos y amigos dequerellas, se han mostrado siempre muy exigentes enla observancia de las prácticas del faggisme. Susfamilias son ricas y ocupan un puesto elevado en lamagistratura del país.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    61

    Garnett y su amigo Service, los dos de la terceradivisión y ambos de doce años, son hijos, el uno deun capitán de marina retirado, y el otro de un colonoacomodado, que habitan el North Shore, en la costaseptentrional de Waitemala. Las dos familias seprofesan una profunda amistad, de esa intimidadresulta que Garnett y Service se han hechoinseparables. Tienen muy buen corazón, pero pocoafán por el trabajo, no pensando más que en diver-tirse. Garnett es apasionado por el acordeón,instrumento muy apreciado en la marina inglesa. Ycomo buen hijo de marino, toca dicho instrumentosiempre que puede, y ha tenido buen cuidado de lle-varlo a bordo. En cuanto a Service, podemosasegurar que es el más alegre y travieso de todos; nosueña sino con aventuras de viajes, alimentando suespíritu con el Robinsón Crusoé y el Robinsón Suizo, quesabe casi de memoria.

    Otros dos muchachos de nueve años Jenkins,hijo del director de la Sociedad científica laNew-Zealand-Royal Society, e Iverson, heredero delpastor de la iglesia metropolitana de San Pablo,aunque no pertenecen aun más que a la segunda ytercera división, se les considera ya en el colegiocomo de los más aplicados.

  • J U L I O V E R N E

    62

    Tenemos después dos pequeñuelos; Dole, deocho años y medio, y Costar, de ocho; ambos sonhijos de oficiales del ejército anglo-zelandés, quehabitan la ciudad de Ouchunga, a seis millas deAuckland, en el litoral del puerto de Manukau. Estosniños son de los pequeños, de quienes no se dicenada más sino que Dole es muy terco y Costar muygoloso. Si no brillan en la primera división, creenestar muy adelantados porque saben leer y escribir,cosa de la que no debían envanecerse, por no serraro a su edad.

    Como se ve, nuestros valientes marinospertenecían todos a dignas familias, establecidasdesde mucho tiempo en Nueva Zelandia.

    Quedan aun tres muchachos embarcados en elschooner. El americano y los dos franceses, de los quevamos a ocuparnos.

    El americano es Gordon: tiene catorce anos; sucara y su porte llevan ya el sello de la rigidez de losyankées. Aunque algo torpe y pesado, es el más gravede los alumnos de la quinta división. Si no tiene elbrillo de su compañero Doniphan posee, en cambio,un espíritu justo y un buen sentido práctico, del queha dado muchas pruebas. Siendo de un carácterobservador y de un temperamento frío lo gustan las

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    63

    cosas serias. Metódico por demás, arregla las ideasen su cerebro como los objetos en su pupitre, en elque todo está clasificado con etiquetas y anotado enun cuaderno especial. En suma; sus compañeros leestiman, aprecian sus cualidades, y, aunque no esinglés, se le acoge siempre bien.

    Gordon es oriundo de Boston; huérfano depadre y madre, no tiene más parientes que su tutor,antiguo agente consular que, después de haberhecho fortuna, fijó su residencia en Nueva Zelandia,habitando en una de esas lindas villas esparcidas enlas alturas, cerca del pueblecillo de Moun-San-John.

    Los dos franceses, Briant y su hermanoSantiago, son hijos de un distinguido ingenierollegado hacía dos años y medio para dirigir lostrabajos de desecación de los pantanos deIka-Na-Mawi. El mayor tiene trece años; es pocoamante del estudio, aunque muy inteligente; lesucede muchas veces ser uno de los últimos de ladivisión. Sin embargo, cuando quiere, con sufacilidad de asimilación y su notable memoria, seeleva al primer rango, con lo que excita la envidia deDoniphan, siendo éste el motivo de que no estánnunca en buena inteligencia, como lo hemos visto yaa bordo del Sloughi. Además, Briant es audaz,

  • J U L I O V E R N E

    64

    emprendedor, diestro en los ejercicios corporales,vivo en las contestaciones, servicial, buenmuchacho, no teniendo nada del orgullo deDoniphan, y algo descuidado de su persona; en unapalabra, muy francés, y por tanto muy diferente desus compañeros, de origen inglés. Protegía muchasveces a los débiles contra el abuso que los mayoreshacían de su fuerza, y nunca quiso someterse a lasobligaciones del faggisme. Hubo resistencias, luchas,batallas, de las que salió casi siempre vencedor,gracias a su valor y a sus bríos. Era generalmentequerido; así es que cuando se trató de la direccióndel Sloughi, la mayoría de sus compañeros no titubeóen obedecerle; teniendo en cuenta que, como lohemos dicho ya, había adquirido algunosconocimientos de náutica durante su travesía deEuropa a Nueva Zelandia.

    Santiago había sido considerado hasta entoncescomo el más travieso de la tercera división, ya queno del colegio entero, sin exceptuar a Service, que loera mucho también. Inventaba siempre nuevas dia-bluras, no dejando en paz a ninguno de suscompañeros, y originándose de eso que la castigasencon muchísima frecuencia; pero, a pesar de todoesto, su carácter, como tendremos ocasión de

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    65

    notarlo, se había modificado en absoluto, sin saborpor qué, desde la salida del yate del puerto deAuckland.

    Ya nos son conocidos cada uno de losmuchachos que la tempestad acababa de arrojar auna de las tierras del Océano Pacífico.

    Durante este paseo de algunas semanas a lolargo de las costas de la Nueva Zelandia, el Sloughidebía ser mandado por su dueño, el padre deGarnett, uno de los más atrevidos yactmen deAustralasia. Muchas veces el schooner había arribadoal litoral de Nueva Caledonia y de Nueva Holanda,había navegado por el estrecho de Torres hasta laspuntas meridionales de Tasmania, y hasta aquellosmares de las islas Molucas, Filipinas y Celebes, tanfunestos, a veces, aun para los buques de mayortonelaje; pero no infundía temores, porque era unyate sólidamente construido, muy veloz, y que podíaresistir los más fuertes temporales.

    La tripulación se componía de un contramaestrey seis marineros, un cocinero y un grumete, Mokó,negrito de doce años de edad, y cuya familia servíadesde hacía mucho tiempo a un colono de NuevaZelandia. Tenemos también que hacer mención deun hermoso perro de caza, Phann, de raza americana,

  • J U L I O V E R N E

    66

    que pertenecía a Gordon y que no dejaba nunca a suamo.

    La marcha había sido fijada para el 15 deFebrero. Mientras tanto, el Sloughi quedó amarradopor la popa a la extremidad del Commercial-pier, y, porconsiguiente, bien dentro del puerto.

    Cuando el 14 por la noche los jóvenes pasajerosfueron a embarcarse, la tripulación no se encontrabaa bordo.

    El capitán Garnett no debía llegar hasta elmomento de aparejar.

    Solo el contramaestre y el grumete, recibieron aGordon y a sus compañeros; los marineros habíanido a beber su última copa de wisky, como ellosdecían.

    Después de haber instalado cómodamente atodos los niños, el contramaestre creyó poderreunirse a su tripulación en una de las tabernas delpuerto, en la que se estuvo ¡falta imperdonable!hasta una hora bastante avanzada de la noche.

    El grumete se quedó dormido.¿Qué sucedió entonces?Es muy probable que no se sepa jamás.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    67

    Lo cierto es que la amarra del yate se desató,bien por descuido o por malevolencia, sin que abordo lo notaran.

    La noche estaba muy oscura y las tinieblasenvolvían el puerto y el golfo de Hauraki. El vientode tierra se hacía sentir con fuerza, y el schooner,cogido en la quilla por una corriente del reflujo, fuellevado a alta mar.

    Cuando el grumete despertó, el Sloughi andabacomo mecido por una ola y con un movimiento queno se podía confundir con el producido por lasaguas del puerto.

    Mokó se apresuró a subir a la toldilla. ¡El yateseguía la corriente!

    A los gritos del grumete, Gordon, Doniphan,Briant y algunos otros saltaron de la cama,lanzándose fuera. ¡Inútil fue que llamaran en suayuda! No se veía ya ni una luz de la ciudad o delpuerto; el schooner se encontraba en medio del golfo,a tres millas de la costa.

    En los primeros momentos, por consejo deBriant, al que se unió el grumete, los muchachosprocuraron colocar una vela para volver al puertocorriendo una bordada; pero demasiado pesada paraellos, no pudieron orientarla bien y no produjo otro

  • J U L I O V E R N E

    68

    efecto que el de arrastrarlos más lejos, por la presaque daba al viento Oeste.

    El S1oughi dobló el cabo Colville, atravesó elestrecho que lo separa de la isla de la Grande Barriére,y se halló pronto a varias millas de Nueva Zelandia.

    Fácilmente comprenderán nuestros lectores lagravedad de semejante situación. Briant y suscompañeros no podían ya esperar ningún socorro detierra. En el caso de que algún buque saliera delpuerto a buscarlos, muchas horas tenían que pasarantes de que fuesen encontrados, admitiendo quepudiesen ver al schooner en medio de aquellaoscuridad tan profunda. Y aun de día, ¿sería posibledivisar un buque tan pequeño en alta mar? Encuanto a salvarse, entregados a sus propias fuerzas,¿cómo podrían hacerlo? Si el viento no cambiaba,tendrían que renunciar a volver a tierra.

    Quedábales, es verdad, la esperanza de encontraralgún buque con rumbo a alguno de los puertos deNueva Zelandia; y previendo esta eventualidad,Mokó se apresuró a izar un farol en la punta del palode mesana, hasta el amanecer.

    Hecho esto, y como los infantiles viajeros no sehabían despertado por el ruido de las maniobras, losmayores convinieron en dejarlos dormir, porque su

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    69

    espanto no hubiera producido más que desorden abordo.

    Varias tentativas se hicieron para dar la proa delSloughi al viento; pero fueron inútiles, porque lagoleta se volvía en seguida, corriendo hacia el Este.

    De repente, divisaron una luz a distancia de tresmillas. Esta luz, blanca y colocada en el extremo deun mástil, era el distintivo de los steamers en marcha.Bien pronto se distinguieron también las luces de loscostados, encarnada y verde; y como ambasaparecían visibles a la vez, era de suponer que dichosteamer se dirigía en línea recta sobre el yate.

    Nuestros pobres muchachos gritaron en vano; elruido de las olas, el silbido del vapor al salir por lostubos de escape, y el viento, más violento cada vez,todo contribuía a que las voces de los niños seperdieran en el espacio.

    Pero si los marineros de cuarto no podían oírlos,les quedaba la esperanza de que los vigilantes veríanla luz que Mokó había colocado en el palo demesana. Mas ¡oh desgracia! en aquel instante, unmovimiento del buque hizo que se rompiera la driza,y el farol cayó el mar.

  • J U L I O V E R N E

    70

    Nada quedaba ya que indicase la presencia delSloughi, sobre el que el steamer corría con unavelocidad de doce millas por hora.

    Algunos segundos después, el yate fue abordado,y se hubiera ido a pique irremisiblemente si el buquele hubiera cogido de costado; pero felizmenterecibió el choque por la popa, no sufriendo másavería que la pérdida de parte del cuadro, sinperjudicar el casco.

    El golpe fue tan débil, que los tripulantes delsteamer apenas si pararon mientes en ello, ycontinuaron su ruta sin preocuparse lo más mínimodel Sloughi, que desgraciadamente quedaba a mercedde una próxima borrasca.

    Sucede con demasiada frecuencia que loscapitanes se cuidan poco de socorrer a los buquescon quienes chocan los suyos. Es un crimen del queexisten numerosos ejemplos; mas por lo que hace aeste caso, es admisible que a bordo del steamer no sehubiera notado el encuentro con aquel ligero yate, aquien no habían entrevisto siquiera en la sombra.

    Entonces ya, empujados por el viento, lospobres niños debieron creerse perdidos. Cuandoamaneció, la inmensidad del agua estaba desierta. Enaquella parte, poco frecuentada, del Pacífico, los

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    71

    buques que van de Australia o a América, y vice-versa, corren más al Sur o más al Norte. Ni unopasó al alcance del yate. La noche llegó, peor que eldía aun, y si bien hubo alguna calma, el viento Oesteno cesó de soplar.

    ¿Cuánto duraría aquella travesía? Ni Briant nisus compañeros podían formarse una idea exacta deello. En vano quisieron maniobrar para llevar al yatea los parajes neo-zelandeses; faltábanles losconocimientos necesarios para modificar su marcha,y carecían de la fuerza suficiente para colocar lasvelas.

    En esas críticas circunstancias, Briant,desplegando una energía muy superior a su edad,empezó a tomar ascendiente sobre sus compañeros;ascendiente que sufrió Doniphan como los demás.Y la verdad es que si ayudado por Mokó no llegó aconseguir que el yate tomara rumbo al Oeste,empleó al menos lo poco que sabía para mantenerlaen condiciones de navegación. Olvidado de símismo, velaba noche y día, y sus miradas recorríansin cesar el espacio buscando la salvación, sin dejarde echar al mar algunas botellas encerrando undocumento relativo al Sloughi, que, aunque débil

  • J U L I O V E R N E

    72

    recurso, sin duda no quiso descuidar por si dabaresultado.

    Los vientos del Oeste empujaban siempre al yatea través del Pacífico, sin que fuera posible arreglar sumarcha ni disminuir su velocidad.

    Ya saben nuestros lectores lo que sucedió.Algunos días después que el schooner salió del golfoHauraki, se levantó una recia tempestad, que durantedos semanas aumentó extraordinariamente enímpetu y dio por efecto que, asaltada la goleta porolas monstruosas y expuesta al peligro dedestrozaras muchas veces si no hubiera estadosólidamente construida, encalló en una tierradesconocida del Pacífico.

    Y ahora, ¿cuál sería la suerte de aquelloscolegiales náufragos, a mil ochocientas leguas deNueva Zelandia? ¿Por dónde les llegarían lossocorros de que tanto habían menester? Porque susfamilias no los buscarían, en atención a creerlos hun-didos en el fondo del mar, juntamente con el yate.

    He aquí la razón.Tan luego como en Auckland notaron en la

    noche del 14 al 15 de Febrero la desaparición delSloughi, se avisó al capitán Garnett y a los parientesde aquellos desgraciados niños, siendo inútil

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    73

    describir el efecto que tal noticia produjo en la ciu-dad, en donde fue general la consternación.

    Al pronto pensaron que, si bien la amarra sehabía desatado o estaba rota, era posible que lacorriente no hubiese empujado aun al buque haciaalta mar, no siendo difícil encontrarlo, a pesar deque el viento Oeste, cada vez más fuerte, inspirabaseria inquietud.

    En tal creencia, y sin pérdida de tiempo, elcomandante del puerto tomó sus medidas parasocorrer al Sloughi, haciendo que dos vaporcitossaliesen a recorrer muchas millas hacia afuera,empleando toda la noche en andar por aquel marque empezaba a enfurecerse. Su vuelta quitó todaesperanza a las familias, heridas por tan espantosacatástrofe; pues si esos vapores no habíanencontrado al yate, habían hallado, en cambio, losrestos del cuadro de popa caídos al mar después delchoque con el steamer peruano Quito, choque del que,como hemos indicado antes, ni siquiera se dieroncuenta los tripulantes del steamer. En aquellos restosse leían aun tres o cuatro letras del nombre Sloughi.La pérdida, pues, del buque, era segura. El schooner sehabía sumergido a unas doce millas de NuevaZelandia.

  • J U L I O V E R N E

    74

    IV

    Primera exploración del litoral. -Briant yGordon a través de los bosques. -Vana tentativa

    para descubrir una gruta. -Inventario del ma-terial. -Provisiones, armas, vestidos, camas,utensilios, instrumentos. -Primer almuerzo.

    -Primera noche.

    Ya hemos dicho que dejado lo alto del palo demesana había observado Briant que la costa estabadesierta.

    Hacía lo menos una hora que el schooner yacíaen su lecho de arena, y ningún indicio se habíadejado ver: debajo de los árboles, al pie delacantilado, ni en las orillas del río, se divisaba casa nichoza alguna. En la playa no se encontraba la menorseñal que diera a conocer la presencia del hombre,no viéndose tampoco humo en todo el perímetro dela bahía comprendido entre los dos promontoriosdel Sur y del Norte.

    Briant y Gordon tuvieron, en primer lugar, elpensamiento de penetrar entre los árboles para llegaral acantilado y subir por allí, si era posible.

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    75

    -Ya estamos en tierra ¡Esto es algo! dijo Gordon.Pero ¿qué tierra es ésta, que parece no estarhabitada?...

    -Lo importante es que no sea inhabitable,respondió Briant. Tenemos provisiones ymuniciones para algún tiempo... No nos falta másque una vivienda, y es menester encontrarla, aunqueno sea más que para los pequeños... ¡Ellos antes quenada!

    -Sí, tienes razón, replicó Gordon.-En cuanto a saber en dónde nos encontramos,

    repuso Briant, tiempo tendremos de ocuparnos deello cuando hayamos atendido a lo más preciso. Sifuera un continente, tendríamos alguna probabilidadde ser socorridos. Si es una isla... una islainhabitada... pero ya veremos... ¡Ven, Gordon;vamos a la descubierta!...

    Ambos alcanzaron rápidamente el límite de losárboles, que se desarrollaban en línea oblicua entre elacantilado y la orilla derecha del río, como unostrescientos o cuatrocientos pasos más arriba de laembocadura.

    Ninguna huella se veía en aquella selva queenunciara la existencia del ser humano; ora unbosque completamente virgen, sin sendero ni paso

  • J U L I O V E R N E

    76

    alguno. Algunos troncos, vencidos por lapesadumbre de la vejez, yacían en el suelo, y Gordony Briant se hundían hasta la rodilla en la alfombra dehojas caídas. Sin embargo, los pájaros huían como sihubiesen aprendido a desconfiar de los hombres, yesto hacía pensar que si aquella costa no erahabitada, la visitaban ciertamente indígenas de algúnterritorio próximo. En diez minutos nuestrosmuchachos atravesaron el bosque, cuya espesura eramayor al lado del acantilado, que se levantaba encorte perpendicular con una altura media de cientoochenta pies.

    ¿Presentaría el basamento alguna hendidura endonde encontrar abrigo?

    Era de desear.Allí, en efecto, una caverna, protegida por los

    árboles contra los vientos y fuera del alcance delmar, hubiera ofrecido, aun en el peor tiempo, unexcelente refugio en donde los jóvenes náufragospudieran instalarse provisionalmente, hasta tantoque una exploración más extensa de la costa lespermitiera aventurarse con seguridad hacia elinterior del país.

    Desgraciadamente, Gordon y Briant nodescubrieron ninguna ruta, ni siquiera una cortadura

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    77

    que facilitase la ascensión del acantilado. Seríapreciso, probablemente, para internarse en elterritorio, dar la vuelta a aquel promontorio de pie-dra, cuyas disposiciones había examinado Briantdesde la cubierta del Sloughi.

    Durante media hora, ambos jóvenes bajaronhacia el Sur, siguiendo la base de las rocas, y llegarona la margen derecha del río, que se dirigía, llena desinuosidades, en dirección al Oriente. Esta margenrecibía la sombra de hermosos árboles, mientras laotra, por el contrario, presentaba un aspectocompletamente distinto, pues sin verdura y sinaccidentes en el terreno, parecía un vasto pantano,desarrollándose hasta el horizonte del Sur. Antesemejante perspectiva, y burlados Briant y Gordonen su esperanza de poder subir al acantilado paraobservar el país en un radio de varias millas, regre-saron al Sloughi.

    Doniphan y algunos otros iban y venían sobrelas rocas de la playa, mientras Jenkins, Iverson, Doley Costar se entretenían en buscar conchas.

    Como es de suponer; nuestros dos exploradoresapenas llegaron adonde estaban los demás, dieroncuenta del resultado de su excursión, y convinieronno abandonar la embarcación hasta que investi-

  • J U L I O V E R N E

    78

    gaciones más detenidas y extensas lesproporcionaran conveniente albergue; pues la goleta,si bien tenía algún desperfecto en la cala y se hallabainclinada hacia babor, podía servir de viviendainterina en el sitio mismo en que había encallado, ysi el puente se había abierto hacia proa encima delpuesto de la tripulación, el salón y los camarotesofrecían suficiente abrigo en caso de tormenta. Lacocina no había experimentado la más mínima alte-ración, con gran alegría de los pequeñuelos, aquienes la cuestión de las comidas interesaba en altogrado.

    En medio de todo, hemos de convenir en queera una suerte que aquellos pobres muchachos no seviesen obligados a transportar a la playa todos losobjetos indispensables a su instalación; porque, aunadmitido que hubiesen salido bien, ¡a cuántasdificultades y a cuántas fatigas se hubieran vistoexpuestos! Y si el yate hubiera encallado entre losarrecifes, ¿cómo salvar el material? Las aguashubieran indefectiblemente destrozado en pocotiempo la goleta, con pérdida de muchas cosas quehabían de serles muy útiles con el tiempo.Felizmente, la marea alta había empujado el buquehacia la playa; y si bien es cierto que se encontraba

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    79

    impedido para volver a navegar, podía servir demorada, puesto que nada podría arrancarle da laarena, en la que estaba hundida su quilla. Eraevidente que, por efecto del sol y de la lluvia, llegaríaa quedar inservible; pero cuando esto sucediera, yalos náufragos habrían encontrado alguna ciudad opueblo, y si la tempestad los había relegado a unaisla desierta, no dejarían de hallar, para sustituir albarco, alguna gruta en las rocas del litoral.

    Lo mejor era, pues, quedarse provisionalmente abordo, y convencidos de ello, tomaron susdisposiciones al efecto, siendo la primera la decolocar a estribor una escala de cuerdas que lesfacilitase la bajada a la playa.

    En el ínterin, Mokó, que entendía algo decocina, ayudado por Service, a quien gustaba guisar,se ocupó en preparar la comida, que, una vezcondimentada, sirvió para amortiguar en todos elgran apetito que tenían, y Jenkins, Iverson, Dole yCostar se entregaron a la alegría y a los juegospropios de su edad.

  • J U L I O V E R N E

    80

    Sólo Santiago Briant, que era antes el diablillodel colegio Chairmán, continuó triste y aislado desus compañeros.

    Semejante cambio en su carácter y en suscostumbres no pudo menos de sorprenderextraordinariamente a los demás, quienes le

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    81

    interrogaban la causa de tal mudanza; pero elmuchacho, cada vez más taciturno, no respondía asus preguntas.

    En fin, cansadísimos de tantos días y tantasnoches pasadas en medio de los mil peligros de latormenta, no pensaron ya más que en dormir.

    Sin embargo, Briant, Gordon y Doniphanquisieron velar algunas horas cada uno, por temor alas fieras; pero la noche pasó sin ninguna alarma, ycuando salió el sol, después de una oración a Diosen acción de gracias, se ocuparon de las faenas queexigían las circunstancias.

    En primer lugar, procedieron a inventariar lasprovisiones que encerraba el yate; luego el material,incluso las armas, instrumentos, utensilios, ropas ydemás útiles.

    La cuestión de alimento era la más grave, puestoque pareciendo aquella costa desierta, los recursos selimitaban a los productos de la pesca y de la caza, sies que ésta última se presentaba realizable.Doniphan no había visto más que numerosasbandadas de ciertos volátiles en los arrecifes y lasrocas de la playa; pero verse reducidos a alimentarsesólo de aves marinas era cosa triste, y de aquí lanecesidad de saber cuánto tiempo podían durar,

  • J U L I O V E R N E

    82

    economizando, las provisiones encerradas en elschooner.

    A parte de la galleta, que tenían en cantidadconsiderable, había varias conservas de legumbres,jamones, empanadas de carne, compuestas de harina

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    83

    de primera calidad, picadillo de cerdo y especias,cornbeef, salazones y otros víveres y sustanciasalimenticias; pero, sin embargo, todo eso no podíadurar más allá de dos meses, aun gastándolo conparquedad. Así es que desde un principio se hacíanecesario recurrir a los productos del país,economizando las provisiones para el caso de quetuviesen que andar algunos centenares de millas enbusca de los puertos del litoral o de las ciudades delinterior.

    -¡Con tal de que parte de esas conservas no esténechadas a perder! observó Baxter. Si el agua del marha entrado en la cala después de encallar...

    -Ya lo veremos abriendo las cajas que nosparezcan averiadas, respondió Gordon. Tal vezvolviendo a cocer el contenido pudieranaprovecharse...

    -Me encargo de ello, dijo Mokó.-Pues no tardes en ponerte a la faena, repuso

    Briant, porque en estos primeros días tendremosque vivir con las provisiones del Sloughi.

    -¿Y por qué desde hoy mismo, replicó Wilcox,no nos ponemos a buscar huevos en las rocas que seelevan al Norte?

    -¡Sí... sí...! exclamaron Dole y Costar.

  • J U L I O V E R N E

    84

    -También podemos pescar, añadió Webb. ¿Nohay cañas a bordo y pescado en el mar? ¿Quiénquiere pescar?

    -¡Yo... yo!...exclamaron a una los pequeños.-¡Bien!... ¡Bien!... respondió Briant; pero no se

    trata de jugar, y no daremos cañas sino a lospescadores formales.

    -Tranquilízate, Briant, repuso Iverson;cumpliremos nuestro cometido como se cumple conun deber.

    -Bien: empecemos por el inventario de lo queencierra nuestro yate, dijo Gordon. Tenemos quepensar también en otras cosas tan necesarias comoel alimento...

    -¿Podríamos recoger algunos mariscos paraalmorzar? advirtió Service.

    -Sea, pues, respondió Gordon. Id tres o cuatrode los pequeños. Mokó, acompáñalos.

    -Sí, señor Gordon.-¡Cuida bien de ellos! añadió Briant.-No temáis.El grumete, en quien se podía tener confianza,

    era un muchacho muy servicial muy diestro yvaleroso, y estaba llamado a prestar grandes serviciosa los jóvenes náufragos. Era asimismo muy adicto a

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    85

    Briant, quien a su vez no ocultaba la simpatía que leinspiraba Mokó; simpatía que hubiera avergonzado asus compañeros anglosajones.

    -Vamos, exclamó Jenkins.-¿No vas con ellos, Santiago? preguntó Briant a

    su hermanito.Santiago respondió negativamente.Jenkins, Dole, Costar e Iverson, bajo la tutela de

    Mokó, partieron hacia los arrecifes, que el maracababa de abandonar, esperando encontrar en losintersticios de las piedras una buena cosecha demariscos, especialmente ostras y cangrejos, que,crudos o cocidos, serían un componente agradable ynutritivo del almuerzo.

    Como buenos chicos, saltaban y brincaban,viendo en esta excursión más placer que utilidad.Era cosa propia de sus pocos años, pues apenas lesquedaba ya el recuerdo de las duras pruebas queacababan de pasar, ni se cuidaban tampoco de lospeligros que les amenazaban en lo porvenir.

    Desde el momento en que los pequeños sealejaron, los mayores emprendieron la tarea delinventario. Por una parte, Doniphan, Cross, Wilcoxy Webb hicieron el censo de las armas, de las mu-niciones, de las ropas, de los objetos de cama y

  • J U L I O V E R N E

    86

    demás utensilios de a bordo; por otra, Briant,Garnett, Baxter y Service inventariaron los vinos,cerveza, brandy, wisky y demás bebidas encerradasen el fondo de la cala, en barriles de diez a cuarentagaleones cada uno.

    Gordon tomaba nota de todo ello en una carterade bolsillo. El metódico americano poseía ya unestado completo del material de a bordo, resultandode él que poseían un velamen de repuesto, y tambiénaparejos, muchas cuerdas, cables y otros enseres. Siel yate estuviese en estado de navegar, nada hubierafaltado para aparejarle bien; y si aquellas lonas nohabían de servir más para el buque, podíanaprovecharlas para otras cosas cuando se tratase dela instalación de nuestros náufragos. Algunosutensilios de pesca, redes y cañas de fondo u otras,figuraron también en el inventario; preciososartefactos si abundaba el pescado en aquellosparajes.

    En cuanto a las armas, he aquí la nota queGordon escribió en su cartera: ocho escopetas depercusión central, utilizables para caza, y una docenade revólvers; las municiones se componían detrescientos cartuchos para las armas que se cargabanpor la culata, dos toneles de pólvora, de veinticinco

  • D O S A Ñ O S D E V A C A C I O N E S

    87

    libras cada uno, y bastante cantidad de plomo enperdigones y en balas. Estas municiones,embarcadas con el fin de proporcionar el recreo dela caza a los expedicionarios durante las paradas delSlo