Doña Bárbara - Rómulo Gallegos

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Doña Bárbara desarrolla un tema paradigmático en la literatura hispanoamericana: el conflicto entre civilización y barbarie. Para el autor, dicha barbarie puede ser superada mediante la educación y el control del instinto. Al lado del colombiano Rivera, Gallegos explora esa intensa y compleja relación del ser humano con el paisaje, mostrando de qué manera los seres pueden llegar a la degradación, por la ambición, la avaricia y el ansia del poder. El escenario de este drama es el llano venezolano, que el autor pinta con una plasticidad magistral, tanto en sus descripciones como en la construcción de personajes. Esta novela refleja la cultura venezolana del vigésimo siglo temprano, de sus opiniones hacia americanos, y de la vida típica en los llanos venezolanos. El lenguaje utilizado en este libro mantiene verdad a los términos familiares usados en la región del país en donde la historia ocurre.

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DoñaBárbara es unanovela escrita por el venezolanoRómuloGallegos ypublicadaen1929.SelehaconsideradocomoelnovelistavenezolanomásrelevantedelsigloXXyunode losmásgrandes literarios latinoamericanosdetodoslostiempos.Esta novela supuso a Rómulo Gallegos la gloria literaria y la definitivaproyección política, constituye uno de los mejores exponentes del"mundinovismo". Los escritores que, entre 1920 y 1940, se sitúan en estalínea, abandonan en la narrativa los temas universales del modernismo yaspiranacrearunaliteraturadefuertesaboramericano.Doña Bárbara desarrolla un tema paradigmático en la literaturahispanoamericana: el conflicto entre civilización y barbarie. Para el autor,dicha barbarie puede ser superadamediante la educación y el control delinstinto. Al lado del colombiano Rivera, Gallegos explora esa intensa ycomplejarelacióndelserhumanoconelpaisaje,mostrandodequémaneralos seres pueden llegar a la degradación, por la ambición, la avaricia y elansiadelpoder.Elescenariodeestedramaesel llanovenezolano,queelautorpintaconunaplasticidadmagistral,tantoensusdescripcionescomoenlaconstruccióndepersonajes.Estanovelarefleja laculturavenezolanadelvigésimo siglo temprano, de sus opiniones hacia americanos, y de la vidatípicaenlosllanosvenezolanos.Ellenguajeutilizadoenestelibromantieneverdad a los términos familiares usados en la región del país en donde lahistoriaocurre.

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RÓMULOGALLEGOS

DOÑABÁRBARA

ePUBv1.0Horus0123.08.11

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Fechadepublicación:1929

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PRIMERAPARTE

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U

I.¿Conquiénvamos?

nbongoremontaelAraucabordeandolasbarrancasdelamargenderecha.Dos bogas lo hacen avanzar mediante una lenta y penosa maniobra de

galeotes. Insensibles al tórrido sol, los broncíneos cuerpos sudorosos, apenascubiertosporunosmugrientospantalonesremangadosalosmuslos,alternativamenteafincanenel limodel cauce largaspalancas, cuyoscabos superiores sujetancontralosduroscojinetesde los robustospectorales,y encorvadosporel esfuerzo, ledanimpulso a la embarcación, pasándoselabajo lospies deproa apopa, conpausadospasos laboriosos, como si marcharan por ella. Y mientras uno viene en silencio,jadeante sobre su pértiga, el otro vuelve al punto de partida reanudando la charlaintermitenteconqueentretienenlareciafaena,oentonando,trasunruidosorespirodealivio,algunaintencionadacoplaquealudaalostrabajosquepasaunbonguero,leguasyleguasdedurasremontadas,afuerzadepalancasocoleándose,atres,delasramasdelavegetaciónribereña.

Enlapanetagobiernaelpatrón,viejobaquianodelosríosycañosdelallanuraapureña,conladiestraenlahorquetadelaespadilla,atentoalriesgodelaschorrerasqueseformanporentreloscaramerosqueobstruyenelcauce,vigilantealaguajequedenunciarelapresenciadealgúncaimánenacecho.

A bordo van dos pasajeros. Bajo la toldilla, un joven a quien la contexturavigorosa, sin ser atlética, y las facciones enérgicas y expresivas prestante gallardíacasi altanera. Su aspecto y su indumentaria denuncian al hombre de la ciudad,cuidadoso del buen parecer. Como si en su espíritu combatieran dos sentimientoscontrariosacercadelascosasquelorodean,aratoslareposadaaltivezdesurostroseanima con una expresión de entusiasmo y le brilla la mirada vivaz en lacontemplación del paisaje; pero, en seguida, frunce el entrecejo, y la boca se lecontraeenungestodedesaliento.

Su compañero de viaje es uno de esos hombres inquietantes, de faccionesasiáticas, que hacen pensar en alguna semilla tártara caída enAmérica quién sabecuándo ni cómo. Un tipo de razas inferiores, crueles y sombrías, completamentediferentedeldelospobladoresdelallanura.Vatendidofueradelatoldilla,sobresucobija,yfingedormir;peronielpatrónnilospalanqueroslopierdendevista.

UnsolcegantedemediodíallanerocentelleaenlasaguasamarillasdelAraucaysobrelosárbolesquepueblansusmárgenes.Porentrelasventanas,que,aespacios,rompenlacontinuidaddelavegetación,divísanse,aladerecha,lascalcetasdelcajóndel Apure —pequeñas sabanas rodeadas de chaparrales y palmares—, y a laizquierda, los bancos del vasto cajón del Arauca —praderas tendidas hasta elhorizonte—, sobre la verdura de cuyos pastos apenas negrea una que otramanchaerrantedeganado.Enelprofundosilencioresuenan,monótonos,exasperantesya,los

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pasos de los palanqueros por la cubierta del bongo. A ratos, el patrón emboca uncaracolylearrancaunsonidoroncoyquejumbrosoquevaamorirenelfondodelasmudas soledades circundantes, y entonces se alza dentro del monte ribereño ladesapaciblealgarabíadelaschenchenas,oseescuchatraslosrecodoselrumordelasprecipitadaszambullidasdeloscaimanesquedormitanalsoldelasdesiertasplayas,dueñosterriblesdelancho,mudoysolitariorío.

Se acentúa el bochornodelmediodía; perturba los sentidos el olor a fangoqueexhalan lasaguascalientes,cortadasporelbongo.Ya lospalanquerosnocantannientonancoplas.Gravitasobreelespíritulaabrumadoraimpresióndeldesierto.

—Ya estamos llegando al palodeagua—dice por fin el patrón, dirigiéndose alpasajero de la toldilla y señalando un árbol gigante—. Bajo ese palo puede ustedalmorzarcómodoyecharunabuenasiestecita.

Elpasajeroinquietanteentreabrelospárpadosoblicuosymurmura:—De aquí al paso del Bramador es nada lo que falta, y allí sí que hay un

sesteadorsabroso.—Al señor, que es quien manda en el bongo, no le interesa el sesteadero del

Bramador—respondeásperamenteelpatrón,aludiendoalpasajerodelatoldilla.Elhombrelomiradesoslayoyluegoconcluye,conunavozqueparecíaadherirse

alsentido,blandaypegajosacomoellododelostremedalesdelallanura:—Puesentoncesnohedichonada,patrón.SantosLuzardovuelverápidamentelacabeza.Olvidadoyadequetalhombreiba

enelbongo,hareconocidoahora,depronto,aquellavozsingular.FueenSanFernandodondeporprimeravez laoyó,al atravesarel corredorde

unapulpería.Conversabanallídecosasdesuoficioalgunospeonesganaderosyelqueenesemomentollevabalapalabra,seinterrumpiódepronto,ydijo:

«—Éseeselhombre.»La segundavez fueenunade lasposadasdel camino.El calor sofocantede la

nochelohabíaobligadoasalirsealpatio.Enunodeloscorredores,doshombressemecíanensushamacas,yunodeellosconcluíadeestamaneraelrelatoquelehicieraalotro:

—Yoloquehicefuearrimarlelalanza.Lodemáslohizoeldifunto:élmismoselafueclavanditocomosilegustaraelfríodeljierro.

Finalmente,lanocheanterior.Porhabérseleatarrilladoelcaballo,llegandoyaalacasa del paso por donde esguazaría elArauca, se vio obligado a pernoctar en ella,paracontinuarelviajealdíasiguienteenunbongoquea la sazón tomabaallíunacarga de cueros para San Fernando. Contratada la embarcación y concertada lapartidaparaelamanecer,yaalcogerelsueñooyóquealguiendecíaporallá:

—Váyasealante,compañero,queyovoyaversiquepoenelbongo.Fueron tres imágenes claras, precisas, en un relámpago de memoria, y Santos

Luzardosacóestaconclusiónquehabíadedarorigenalcambiodelospropósitosque

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lollevabanalArauca:—Este hombre viene siguiéndome desde SanFernando.Lo de la fiebre no fue

sinounardid.¿Cómonosemeocurrióestamañana?Enefecto,alamanecerdeaqueldía,cuandoyaelbongosedisponíaaabandonar

laorilla,habíaaparecidoaquelindividuo,tiritandobajolacobijaconqueseabrigabayproponiéndolealpatrón:

—Amigo, ¿quiere hacerme el favor de alquilarme un puestecito? Necesito dirhastaelpasodelBramador,ylacalenturanomepermitesostenermeacaballo.Yolepagobien,¿sabe?

—Losiento,amigo—respondióelpatrón,llaneromalicioso,despuésdeecharleunarápidamiradaescrutadora—.Aquínohaypuestoqueyopuedaalquilarle,porqueelbongonavegaporlacuentadelseñor,quequiereirsolo.

PeroSantosLuzardo, sinmásprenday sin advertir la significativaguiñadadelbonguero,lepermitióembarcarse.

Ahoraloobservadesoslayoysepreguntamentalmente:«¿Quésepropondráesteindividuo?Paratendermeunacelada,siesqueaesolo

han mandado, ya se le han presentado oportunidades. Porque juraría que éstepertenecealapandilladeElMiedo.Yavamosasaberlo.»

Yponiendoporobralarepentinaocurrencia,enaltavoz,albonguero:—Dígame, patrón: ¿conoce usted a esa famosa doña Bárbara de quien tantas

cosassecuentanenApure?Los palanqueros cruzáronse una mirada recelosa, y el patrón respondió

evasivamente,alcabodeunrato,conlafraseconquecontestaelllanerotaimadolaspreguntasindiscretas:

—Voyadecirle,joven:yovivolejos.Luzardo sonrió comprensivo; pero, insistiendo en el propósito de sondear al

compañeroinquietante,agregósinperderlodevista:—Dicen que es una mujer terrible, capitana de una pandilla de bandoleros,

encargadosdeasesinaramansalvaacuantosintentenoponerseasusdesignios.Unbruscomovimientodeladiestraquemanejabaeltimónhizosaltarelbongo,a

tiempoqueunode lospalanqueros, indicandoalgoqueparecíaunhacinamientodetroncos de árboles encallados en la arena de la ribera derecha, exclamaba,dirigiéndoseaLuzardo:

—¡Aguaite!Ustedquequería tirarcaimanes.Mirecómoestánenaquellapuntadeplaya.

Otra vez apareció en el rostro de Luzardo la sonrisa de inteligencia de lasituación,y,poniéndosedepie,seechóalacaraunriflequellevabaconsigo.Perolabalanodioenelblanco,ylosenormessauriosseprecipitaronalagua,levantandounhervordeespumas.

Viéndolos zambullirse ilesos, el pasajero sospechoso, que había permanecido

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hermético mientras Luzardo tratara de sondearlo, murmuró, con una leve sonrisaentrelapelambredelrostro:

—Eranalgunoslosbichos,ytodossejueronvivitosycoleando.Perosóloelpatrónpudoentenderloquedecía,ylomiródepiesacabeza,como

siquisieramedirleencimadelcuerpolasiniestraintencióndeaquelcomentario.Élsehizo el desentendido, y después de haberse incorporado y desperezado con unosmovimientoslargosylentos,dijo:

—Bueno.Ya estamos llegando al palodeagua.Yya sudémi calentura.Lástimaquesemehayaquitado.¡Sabrositaqueestaba!

En cambio, Luzardo se había sumido en unmutismo sombrío, y entretanto, elbongoatracabaenelsitioelegidoporelpatrónparaeldescansodelmediodía.

Saltaron a tierra. Los palanqueros clavaron en la arena una estaca, a la cualamarraron el bongo. El desconocido se internó por entre la espesura delmonte, yLuzardo,viéndolealejarse,preguntóalpatrón:

—¿Conoceustedaesehombre?—Conocerlo,propiamente,no,porqueeslaprimeravezquemelotopo;pero,por

lasseñasquelesheescuchadoalosllanerosdeporestoslados,malicioquedebeserunoaquienmentanelBrujeador.

Aloqueintervinounodelospalanqueros:—Ynoseequivocausted,patrón.Éseeselhombre.—¿YeseBrujeador,quéespeciedepersonaes?—volvióainterrogarLuzardo.—Pienseustedlopeorquepuedapensardeunprójimoyagrégueletodavíauna

miajitamás, sinmiedodequese lepase lamano—respondióelbonguero—.Unoquenoesdeporestoslados.Unguate,comolesdecimosporaquí.Segúncuentan,era un salteador de lamontaña de San Camilo, y de allá bajó hace algunos años,descolgándosedehatoenhato,portodoelcajóndelArauca,hastavenirapararenlodedoñaBárbara,dondeahoratrabaja.Porque,comodiceeldicho:Diosloscríayeldiablolosjunta.Lomentanasinacomoselohementado,porquesuocupación,yqueesbrujearcaballos,comotambiénaseguranqueyquetieneoracionesquenomancanparasacarleselgusanoa lasbestiasya las reses.Peroparamíquesusverdaderasocupacionessonotras.Esasqueustedmentóendenantes,que,porcierto,porpoconomehaceusted trambucarelbongo.CondecirlequeeselespalderopreferidodedoñaBárbara...

—Luegonomehabíaequivocado.—En lo que sí se equivocó fue en haberle brindado puesto en el bongo a ese

individuo.Ypermítameunconsejo,porqueustedesjovenyforasteroporaquí,segúnparece:noaceptenuncacompañerodeviajeaquiennoconozcacomoasusmanos.Yyaquemehetomadolalicenciadedarleuno,voyadarleotrotambién,porquemehacaído en gracia. Tengamucho cuidado con doñaBárbara.Usted va paraAltamira,queescomodecirloscorredoresdeella.Ahorasípuedodecirlequelaconozco.Ésaes unamujer que ha fustaneado amuchos hombres, y al que no trambuca con sus

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carantoñas,locomponeconunbebedizooseloamarraalaspretinas,yhaceconélloqueseleantoje,porquetambiénesfacultaenbrujerías.Ysiesconelenemigo,noseleaguaelojoparamandaraquitarsedepordelanteaquienseleatraviese,yparaesotieneelBrujeador.Ustedmismolohadicho.Yonoséquévienebuscandoustedporestoslados;peronoestádemásquelorepita:váyasecontiento.Esamujertienesucementerio.

SantosLuzardosequedópensativo,yelpatrón,temerosodehaberdichomásdeloqueselepreguntaba,concluyó,tranquilizador:

—Perocomoledigoesto,tambiénledigolootro:esoesloquecuentalagente,peronohayquefiarsemucho,porqueelllaneroesmentirosodenación,aunquemeestémaleldecirlo,yhastacuandocuentaalgoqueesverdad,lodesageratanto,queescomosijueramentira.Además,porlodelahorapresentenohayquepreocuparse;aquíhabernoscuatrohombresyunrifle,yelViejitovieneconnosotros.

Mientras ellos hablan así, en la playa, el Brujeador, oculto tras unmogote, seenteraba de la conversación, a tiempo que comía, con la lentitud peculiar de susmovimientos,delaraciónquellevabaenelporsiacaso.

Entretanto, los palanqueros habían extendido bajo e) palodeagua la manta deLuzardoycolocadosobreellaelmaletíndondeéstellevabasusprovisionesdeboca.Luegosacarondelbongolassuyas.Elpatrónse lesreuniómientrashacíael frugalalmuerzoa lasombradeunparaguatányfuerefiriéndoleaSantosanécdotasdesuvidaporlosríosycañosdelallanura.

Alfin,vencidoporelbochornodelahora,guardósilencio,ydurantelargoratosóloseescuchóellevechasquidodelasondasdelríocontraelbongo.

Extenuadosporelcansancio,lospalanquerossetumbaronbocaarribaenlatierrayprontocomenzaronaroncar.Luzardosereclinócontraeltroncodelpalodeagua,ysu pensamiento, abrumado por la salvaje soledad que lo rodeaba, se abandonó alsopordelasiesta.

Cuandodespertóledijoelpatrónvigilante:—Subuensueñitoechóusté.Enefecto,yaempezabaadeclinarlatardeysobreelAraucacorríaunsoplode

brisa fresca.Centenares de puntos negros erizaban la ancha superficie: trompas debabas y caimanes que respiraban a flor de agua, inmóviles, adormitados a la tibiacariciadelasturbiasondas.Luegocomenzóaasomarenelcentrodelríolacrestadeuncaimánenorme.Seaboyóporcompleto,abriólentamentelospárpadosescamosos.

SantosLuzardoempuñóelrifleysepusodepie,dispuestoarepararelyerrodesupunteríamomentosantes.Peroelpatrónintervino:

—Nolotire.—¿Porqué,patrón?—Porque...Porqueotrodeellosnoslopuedecobrarsiustedaciertaapegarle,o

élmismosilopela.ÉseeseltuertodelBramador,alcualnoleentranbalas.

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YcomoLuzardoinsistiese,repitió:—Noletire,joven,hágamecasoamí.Al hablar así, sus miradas se habían dirigido, con un rápido movimiento de

advertencia, hacia algo que debía de estar detrás del palodeagua. Santos volvió lacabeza y descubrió al Brujeador, reclinado al tronco del árbol y aparentementedormido.

Dejó el rifle en el sitio de donde lo había tomado, rodeó el palodeagua, ydeteniéndoseanteelhombre,lointerpelósinhacercasodesuficcióndesueño:

—¿Conque es usted amigo de ponerse a escuchar lo que pueden hablar losdemás?

ElBrujeadorabriólosojoslentamente,talcomolohicieraelcaimán,yrespondióconunatranquilidadabsoluta:

—Amigodepensarmiscosascalladoesloquesoy.—Desearíasabercómosonlasqueustedpiensahaciéndoseeldormido.Sostuvolamiradaqueleclavabasuinterlocutor,ydijo:—Tienerazónelseñor.Estatierraesanchaytodoscabemosenellasinnecesidad

de estorbarnos los unos a los otros.Hágameel favor dedispensarmequemehayavenidoarecostaraestepalo.¿Sabe?

Yfueatumbarsemásallá,supinoyconlasmanosentrelazadasbajolanuca.Labreveescenafuepresenciadaconmiradasdeexpectativaporelpatrónypor

lospalanqueros,quesehabíandespertadoaloírvoces,conesarapidezconquepasadelsueñoprofundoalavigiliaelhombreacostumbradoadormirentrepeligros,yelprimeromurmuró:

—¡Umjú!Alpatiquíncomoquenoloasustanlosespantosdelasabana.InmediatamentepropusoLuzardo:—Cuandoustedquiera,patrón,podemoscontinuarelviaje.Yahemosdescansado

unpoco.—Puesenseguida.YalBrujeador,contonoimperioso:—¡Arriba,amigo!Yaestamosdemarcha.—Gracias, mi señor —respondió el hombre sin cambiar de posición—. Le

agradezcomucho que quiera llevarme hasta el fin; pero de aquí para alante puedoirmecaminandoalpíritu,comodicenlosllaneroscuandovandeapie.Noestoymuylejotedecasa.Ynolepreguntocuántoledeboporhabermetraídohastaaquí,porqueséquelaspersonasdesucategoríanoacostumbrancobrarlealpata—en—el—suelolos favores que le hacen. Pero sime le pongo a la orden, ¿sabe?Mi apelativo esMelquíadesGamarra, para servirle.Y le deseo buen viaje de aquí para alante. ¡Sí,señor!

YaSantossedirigíaalbongo,cuandoelpatrón,despuésdehabercruzadoalgunaspalabras en voz baja con los palanqueros, lo detuvo, resuelto a afrontar las

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emergencias.—Acuérdese. Yo no dejo a ese hombre por detrás de nosotros dentro de este

monte.Oélsevaprimero,onoslollevamosenelbongo.Dotadodeunoídosutilísimo,elBrujeadorseenteró.—No tenga miedo, patrón. Yo me voy primero que usted. Y le agradezco las

buenasrecomendacionesquehadadodemí.Porquelasheescuchadotodas,¿sabe?Ydiciendoasí,seincorporó,recogiósucobija,seechóalhombroelporsiacaso,

todo con una calma absoluta, y se puso en marcha por la sabana abierta que seextendíamásalládelbosqueribereño.

Embarcaron.Lospalanquerosdesamarraronelbongo,ydespuésdeempujarloalaguahonda,saltaronabordoyrequirieronsuspalancas,a tiempoqueelpatrón,yaempuñabalaespadilla,hizoaLuzardoestapreguntaintempestiva:

—¿Esustedbuentirador?Yperdónemelacuriosidad.—Porlamuestra,muymalo,patrón.Tanto,quenoquisousteddejarmerepetirla

experiencia.Sinembargo,otrasveceshesidomásafortunado.—¡Yave!—exclamóelbonguero—.Ustednoesmaltirador.Yolosabía.Enla

maneradeecharseelriflealacaraselodescubrí,yapesardeesolabalafueadarcomoatresbrazasdelrollodecaimanes.

—Almejorcazadorselevalaliebre,patrón.—Sí.Peroenelcasosuyohubootracosa:ustednodioenelblanco,contodoy

sermuybuentirador,porquejuntosuyohabíaalguienquenoquisoquelepegaraaloscaimanes.Ysiyolehubieradejadohacerelotrotiro,lopelatambién.

—¿ElBrujeador,noeseso?¿Creeusted,patrón,queesehombreposeapoderesextraordinarios?

—Ustedestámozoytodavíanohavistonada.Labrujeríaexiste.Siyolecontaraunpasajequemehanreferidodeestehombre...Selovoyaechar,porqueesbuenoquesepaaquéatenerse.

Escupiólamascadadetabacoyyaibaacomenzarsurelato,cuandounodelospalanqueroslointerrumpió,advirtiéndole:

—¡Vamossolos,patrón!—Es verdad,muchachos. Hasta eso es obra del condenado Brujeador. Boguen

paratierraotravuelta.—¿Quépasa?—inquirióLuzardo.—QuesenoshaquedadoelViejitoentierra.Regresóelbongoalpuntodepartida.Pusodenuevoelpatrón rumboafuera,a

tiempoquepreguntaba,alzandolavoz:—¿Conquiénvamos?—¡ConDios!—respondiéronlelospalanqueros.—¡YconlaVirgen!—agregóél.YluegoaLuzardo—:ÉseeraelViejitoquese

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noshabíaquedadoentierra.Porestosríosllaneros,cuandoseabandonalaorilla,hayquesalirsiempreconDios.Sonmuchoslospeligrosdetrambucarse,ysielViejitonovaenelbongo,elbongueronovatranquilo.Porqueelcaimánacechasinqueseleveanielaguaje,yeltembladorylarayaestánsiemprealaparada,yelcardumendeloszamuritosydeloscaribes,quedejanauncristianoenlospuroshuesos,antesdequesepuedanombrarlasTresDivinasPersonas.

¡Anchollano!¡Inmensidadbravía!Desiertaspraderassinlímites,hondos,muchosysolitariosríos.¡Cuaninútilresonaríalademandadeauxilio,alvuelcodelcoletazodel caimán, en la soledadde aquellosparajes!Sólo la fe sencilla de losbonguerospodíaseresperanzadeayuda,aunquefueselamismarudafequeloshacíaatribuirlepoderessobrenaturalesalsiniestroBrujeador.

YaSantosLuzardoconocíalapreguntasacramentaldelosbonguerosdelApure;peroahoratambiénpodíaaplicárselaasímismo,pueshabíaemprendidoaquelviajeconunpropósitoyyaestabaabrazándoseaotrocompletamenteopuesto.

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E

II.EldescendientedelCunavichero

nlapartemásdesiertaybravíadelcajóndelAraucaestabasituadoelhatodeAltamira, primitivamente unas doscientas leguas de sabanas feraces que

alimentabanlahaciendamásnumerosaqueporaquellassoledadespacíaydondeseencontrabaunodelosmásricosgarcerosdelaregión.

Lo fundó, en años ya remotos, donEvaristoLuzardo, uno de aquellos llanerosnómadasquerecorrían—ytodavíarecorren—consusrebañoslasinmensaspraderasdelcajóndelCunaviche,pasandodeéstealdelArauca,menosalejadodeloscentrosde población. Sus descendientes, llaneros genuinos de «pata—en—el—suelo ygarrasí»quenuncasalierondelostérminosdelafinca,lafomentaronyensancharonhasta convertirla en una de las más importantes de la región; pero multiplicada yenriquecida la familia, unos tiraron hacia las ciudades, otros se quedaron bajo lostechos de palma del hato, y a la apacible vida patriarcal de los primerosLuzardossucedióladesunión,yéstatrajoladiscordiaquehabíadedarlestrágicafama.

ElúltimopropietariodelprimitivoAltamirafuedonJosédelosSantos,quienporsalvar la finca de la ruina de una partición numerosa, compró los derechos de suscondueños,acostadeunalargavidadetrabajosyprivaciones;pero,asumuerte,sushijos José y Panchita —ésta ya casada con Sebastián Barquero— optaron por lapartición,yalantiguofundosucedierondos:unopropiedaddeJosé,queconservóladenominaciónoriginal,yelotro,que tomó ladeLaBarquereña,porelapellidodeSebastián.

Apartirdeallí,yacausadeunafraseambiguaeneldocumento,dondealtratarsede la líneadivisoriaponía:«hastaelpalmardeLaChusmita», surgióentre losdoshermanos ladiscordia,puescadacualpretendía,alegandopor losuyo,que la frasedebía interpretarse agregándosele el inclusive que omitiera el redactor, yemprendieronunodeesoslitigiosqueenriquecenavariasgeneracionesdeabogadosyquehabríaterminadoporarruinarlos,sicuandolespropusieronunatransacción,lamisma intransigencia que iba a hacerles gastar un dineral por un pedazo de tierraimproductiva,nolesdictara,enunarrebatosimultáneo:

—«Otodoonada.»Ycomonopodíasertodoparaambos,seconvinoenqueseríanada,ycadacual

secomprometióa levantarunacercaen tornoalpalmar,viniendoasíaquedaréstecerradoysindueñoentreambaspropiedades.

Masnoparó aquí la cosa.Había en el centrodelpalmarunamadreviejadeuncañoseco,queduranteelinviernoseconvertíaentremedal,bombadefangodondeperecíacuantoservivientelaatravesase,ycomoundíaaparecieraahogadaallíunaresbarquereña, JoséLuzardoprotestó anteSebastiánBarqueropor laviolacióndelrecinto vedado, se ofendieron en la disputa, Barquero blandió el chaparro para

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cruzarleelrostroalcuñado,sacóésteelrevólveryloderribódelcaballoconunabalaenlafrente.

Sobrevinieron las represalias, y matándose entre sí Luzardos y Barqueros,acabaron con una población compuesta en sumayor parte por las ramas de ambasfamilias.

Yenelsenomismodecadaunasepropagólaondatrágica.Fue cuando la guerra entre España y Estados Unidos. José Luzardo, fiel a su

sangre —decía—, simpatizaba con la Madre Patria, mientras que su primogénitoFélix, síntoma de los tiempos que ya empezaban a correr, se entusiasmaba por losyanquis.LlegaronalhatolosperiódicosdeCaracas,casoquesucedíademesames,ydesdelasprimerasnoticias,leídasporeljoven—porqueyadonJoséandabafallodelavista—setrabaronenunaacaloradadisputaqueterminóconestasvehementespalabrasdelviejo:

—SenecesitasermuyestúpidoparacreerquepuedanganárnoslalossalchicherosdeChicago.

Lívidoytartamudodeira,Félixseleencaró:—Puedequelosespañolestriunfen;peroloquenotoleroesqueustedmeinsulte

sinnecesidad.Don José lo midió de arriba abajo con una mirada despreciativa y soltó una

risotada. Acabó de perder la cabeza el hijo y tiró violentamente del revólver quellevabaalcinto.Elpadrecortóensecosucarcajadaysinqueselealteraralavoz,sinmoverseenelasiento,peroconunafieraexpresión,dijopausadamente:

—¡Tira!Peronomepeles,porqueteclavoenlapareddeunlanzazo.Esto sucedió en la casa del hato, poco después de la comida, congregada la

familiabajolalámparadelasala.DoñaAsunciónseprecipitóainterponerseentreelmarido y el hijo, y Santos, que a la sazón tendría unos catorce años, se quedóparalizadoporlabrutalimpresión.

Dominadopor la terrible serenidaddel padre, segurode que llevaría a cabo suamenaza si disparaba y erraba el tiro, o arrepentido quizá de su violencia, Félixvolvióelarmaasusitioyabandonólasala.

Pocodespuésensillabasucaballo,dispuestoaabandonartambiénlacasapaterna,yfueinútilcuantosuplicóylloródoñaAsunción.Entretanto,comosinadahubierasucedido, don José se había calado las gafas y leía, estoicamente, las noticias queterminabanconladeldesastredeCavite.

PeroFélixnoselimitóaabandonarelhogar,sinoquefueahacercausacomúncon los Barqueros contra los Luzardos, en aquella guerra a muerte cuya másencarnizadainstigadoraerasutíaPanchita,yantelacuallasautoridadessehacíandela vista gorda, pues eran tiempos de cacicazgos, y Luzardos y Barqueros secompartíaneldelArauca.

Ya habían caído en lances personales casi todos los hombres de una y otrafamilia,cuandounatardederiñadegallosenelpueblo,comosupieseFélix,bajola

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acción del alcohol, que su padre estaba en la gallera, se fue allá, instigado por suprimoLorenzoBarquero,ysearrojóalruedo,vociferando:

—Aquítraigoungallitoportorriqueño.¡Noesniyanquisiquiera!Aversihayporahíalgúnpatarucoespañolquequierapegarseconél.Lojuegoembotadoydoydealpartir.

Habíaterminadoyaconlavictoriadelosnorteamericanosladesigualcontienda,y decía aquello para provocar al padre. Don José saltó al ruedo blandiendo elchaparroparacastigarlainsolencia;peroFélixhizoarmas,aéltambiénselefuelamanoalasuyaypocodespuésregresabaasucasa,abatido,sombrío,envejecidoeninstantes,yconestanoticiaparasumujer:

—AcabodemataraFélix.Ahítelotraen.En seguida ensilló su caballo y cogió el camino del hato. Llegó a la casa, se

dirigió a la sala donde se había desarrollado la primera escena de la tragedia, seencerróallí,previaprohibiciónabsolutadequeselemolestara,sequitódelcintolalanzay lahundióhasta laempuñaduraen lapareddebahareque,enelmismositiodondelahabríaclavado,lanochedelafunestalectura,atravésdelcorazóndelhijo,pues fueallí, sedecía,yenelmomentodeproferir su tremendaamenaza,dondeycuando había dado muerte a Félix, y quería tener ante los ojos, hasta que se leapagasenparasiempre,lavisiónexpiatoriadelhierrofilicidahundidoenelmuro.

Y,enefecto,encerradoenaquellapieza,sinpanniagua,sinmoversedelasiento,sinpestañearcasi,conunpostigoabiertoalaluzydospupilasqueaprendieronanonecesitarladurantelanocheparaver,todovoluntadenlaexpiacióntremenda,estuvovarios días esperando la muerte a que se había condenado, y allí lo encontró lamuerte,sentado,rígidoya,mirandolalanzaclavadaenelmuro.

Cuando por fin llegaron las autoridades a representar la farsa acostumbrada encasosanálogos,yanohabíanecesidaddecastigoycostótrabajocerraraquellosojos.

***

Díasdespués,doñaAsunciónabandonabadefinitivamenteelLlanoparatrasladarseaCaracasconSantos,únicosupervivientedelahecatombe.Queríasalvarloeducándoloenotromedio,acentenaresdeleguasdeaquellostrágicossitios.

Los primeros años fueron tiempo perdido en la vida del joven. La bruscatrasplantación del medio llanero, rudo, pero lleno de intensas emocionesendurecedorasdelcarácter,alblandoysoporosoambienteciudadano,dentrode lascuatro paredes de una casa triste, al lado de unamadre aterrorizada, prodújole unsingular adormecimiento de las facultades. El muchacho animoso, de inteligenciadespiertaycorazónardiente—dequientanorgullososemostrabaelpadrecuandoloveíajinetearuncaballocerreroydesenvolversecondestrezayaplomoenmediodelospeligrosdeltrabajodesabanas,dignodeaquellarazadehombressinmiedoquehabíadadomásdeuncentauroalaepopeya,aunquetambiénmásdeuncaciquealallanura,yenquien,conotroconceptodelavida,cifrabatantasesperanzaslamadre,

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aloírloexpresarsentimientoseideasreveladorasdeunespíritufinoyreflexivo—sevolvióobtusoyabúlico,seconvirtióenunmisántropo.

—Te veo y no te conozco, hijo. Te has vuelto cimarrón—decíale la madre,llanerazatodavíaapesardetodo.

—Es el desarrollo—observábanle las amigas—. Los muchachos se ponen asícuandoestánenesaedad.

—Eselestragodeloshorroresquehemospresenciado—añadíaella.Eranambascosas;pero también la trasplantación.Lafaltadelhorizonteabierto

ante los ojos, del cálido viento libre contra el rostro, de la copla en los labios pordelante del rebaño, del fiero aislamiento en medio de la tierra ancha y muda. Lamacolladehierballaneralanguideciendoeneltiesto.

Aveces,doñaAsunciónlosorprendíaenelcorral,soñadordespierto,bocaarribaenlatierradentrodelaespesuradeunresedaldescuidado.Estaba«enmatado»,comodice el llanero del toro que busca el refugio de las matas y allí permanece díasenteros, echado, sin comer ni beber y lanzando de rato en rato sordosmugidos derabiaimpotente,cuandohasufridolamutilaciónquelocondenaaperdersufierezayelseñoríodelrebaño.

PeroalfinlaciudadconquistóelalmacimarronadeSantosLuzardo.Vueltoensídelembrujamientodelasnostalgias,seencontróconqueyateníamásdedieciochoañosyenpuntodeinstrucción,muypocacosasobrelaquetrajodelArauca;massepropusorecuperareltiempoperdidoyseentregóconahíncoalosestudios.

A pesar de los motivos que tenía para aborrecer Altamira, doña Asunción nohabíaqueridovenderelhato.Poseíaesaalmareciaeinmodificabledelllanero,paraquien nada hay como su tierra natal, y aunque nunca pensó en regresar alArauca,tampocosehabíadecididoaromperelvínculoquelauníaalterruño.Porlodemás,administrado por un mayordomo honrado y fiel, el hato le producía una rentasuficiente.

—QuelovendaSantos,cuandoyomuera—solíadecir.Peroalahorademorir,lerecomendó:

—Mientraspuedas,novendasAltamira.YSantosloconservó,porrespetarlapostreravoluntadmaternayporquesurenta

lepermitíacubrirholgadamentelasdiscretasexigenciasdesuvidamorigerada.Porlodemás, bienhabría podidoprescindir de la finca.La tierra natal yano lo atraía, niaquel pedazo de ella, ni toda entera, porque al perder los sentimientos regionaleshabíaperdidotambiéntodosentimientodepatria.Lavidadelaciudadyloshábitosintelectualeshabíanbarridodesuespíritulastendenciashacialavidalibreybárbaradelhato;pero,almismotiempo,habíanoriginadounaaspiraciónqueaquellamismaciudadnopodía satisfacerplenamente.Caracasnoera sinounpueblogrande—unpocomásgrandequeaquéldestruidopor losLuzardosaldestruirseentresí—,conmilpuertasespiritualesabiertasalasaltodeloshombresdepresa,algomuydistantetodavía de la ciudad ideal, complicada y perfecta como un cerebro, a donde toda

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excitaciónvaaconvertirseenideaydedondetodareacciónquepartellevaelsellode la eficacia consciente, y como este ideal sólo parecía realizado en la vieja ycivilizada Europa, acarició el propósito de expatriarse definitivamente, en cuantoconcluyerasusestudiosuniversitarios.

ParaestocontabaconelproductodeAltamira,ovendidaésta,conlarentaqueleprodujeraeldineroempleadoenfincasurbanas,yaquedesuprofesióndeabogadonopodíaesperarnadaporallá.Pero,entretanto,yaenAltamiranoestabaelhonradomayordomodelostiemposdesumadre,ymientrasSantossecontentabaapenasconecharleunaojeadaalascuentas,muyclarassiempresobreelpapel,quedetiempoentiempolerendíanlosadministradores,éstoshacíanpingüesnegociosconlahaciendaaltamireña.Además,dejabanqueloscuatrerossemetiesenasacoenellaytolerabanque los vecinos herrasen allí, como suyos, hasta los becerros que aún andabanpegadosalastetasdelasvacasluzarderas.

Luego comenzaron los litigios con la famosa doña Bárbara, a cuyos dominiosfueron pasando leguas y leguas de sabanas altamireñas, a fuerza de arbitrariosdeslindesordenadosporlostribunalesdelEstado.

Concluidossusestudios,SantossetrasladóaSanFernandoahojearexpedientespor si todavía fuese posible intentar acciones reivindicatorias; pero allá, hecho unminuciosoanálisisdelascausassentenciadasenfavordelamujerona,sicomprobóquetodo,soborno,cohecho,violenciaabierta,habíasidoasombrosamentefácilparalacacicadelArauca,tambiéndescubrióquecuantosehabíallevadoacabocontrasupropiedadpudosucederporquesusderechossobreAltamiraadolecíandelosviciosque siempre tienen las adquisiciones del hombre de presa, y no otra cosa fue suremotoabuelodonEvaristo,elcunavichero.

Decidió entonces vender la finca. Pero nadie quería tener de vecina a doñaBárbara,ycomo,porotraparte, las revolucioneshabíanarruinadoelLlano,perdiómuchotiempobuscandocomprador.Alfinselepresentóuno;peroledijo:

—Esenegocionolopodemoscerraraquí,doctor.Esmenesterqueustedvea,consuspropiosojos,cómoestáAltamira.Aquelloestáenelsuelo:unasparaparasesloquequedaen lassabanas.Yreses flacas toditas.Siquiere,váyasealláyespéreme.Ahora sigo para Caracas a vender un ganado; pero dentro de un mes pasaré porAltamirayentoncesconversaremossobreelterreno.

—Alláloesperaré—díjoleSantos,yaldíasiguientepartióparaAltamira.Por el trayecto, ante el espectáculo de la llanura desierta, pensómuchas cosas:

meterseenelhatoa lucharcontra losenemigos,adefendersuspropiosderechosytambién los ajenos, atropellados por los caciques de la llanura, puesto que doñaBárbaranoerasinounodetantosalucharcontralanaturaleza;contralainsalubridad,que estaba aniquilando la raza llanera; contra la inundación y la sequía, que sedisputanlatierratodoelaño;contraeldesierto,quenodejapenetrarlacivilización.

Pero no eran propósitos todavía, sino reflexiones puras, entretenimientos delrazonador,yaunaoptimista,sucedíainmediatamenteotracontradictoria.

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—Parallevaracabotodoestoserequierealgomásquelavoluntaddeunhombre.¿DequéserviríaacabarconelcacicazgodedoñaBárbaraenelArauca?Reapareceríamásallábajootronombre.Loqueurgeesmodificarlascircunstanciasqueproducenestosmales:poblar.Peroparapoblar,sanearprimero,yparasanear,poblarantes.¡Uncirculovicioso!

Mas, he aquí que un sencillo incidente: el encuentro con el Brujeador y laspalabrasconqueelbonguerolehizoverlospeligrosaqueseexpondríasiintentabaatravesárseleenelcaminoalatemibledoñaBárbara,ponendeprontoenlibertadalimpulsivopostergadoporelrazonador,yloapasionanteahoraeslalucha.

Era lamisma tendencia de irrefrenable acometividad que causó la ruina de losLuzardos;perocon ladiferenciadequeél la subordinabaaun ideal: lucharcontradoña Bárbara, criatura y personificación de los tiempos que corrían, no seríasolamentesalvarAltamira,sinocontribuiraladestruccióndelasfuerzasretardatariasdelaprosperidaddelLlano.

Y decidió lanzarse a la empresa con el ímpetu de los descendientes delcunavichero, hombres de una raza enérgica; pero también con los ideales delcivilizado,quefueloqueaaquélloslesfaltó.

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¡D

III.Ladevoradoradehombres

emásalládelCunaviche,demásalládelCinaruco,demásalládelMeta!Demás lejos quemás nunca—decían los llaneros delArauca, para quienes, sin

embargo, todoestásiempre:«ahímismito,detrásdeaquellamata».Deallávino latrágica guaricha. Fruto engendrado por la violencia del blanco aventurero en lasombríasensualidaddela india,suorigenseperdíaeneldramáticomisteriodelastierrasvírgenes.

Enlasprofundidadesdesustenebrosasmemorias,alosprimerosdestellosdelaconciencia,veíaseenunapiraguaquesurcabalosgrandesríosdelaselvaorinoqueña.Eranseishombresabordo,yalcapitánlollamaba«taita»,perotodos—exceptoelviejo piloto Eustaquio— la brutalizaban con idénticas caricias, rudas manotadas,besosquesabíanaaguardienteyachimó.

Piratería disimulada bajo patente de comercio lícito era la industria de aquellaembarcación, desde Ciudad Bolívar hasta Río Negro. Salía cargada de barriles deaguardienteyfardosdebaratijas,telasycomestiblesaveriados,yregresabaatestadade sarrapia y balatá. En algunas rancherías les cambiaban a los indios estas ricasespeciesporaquellasmercancías, limitándoseaembaucarlos;peroenotrosparajes,los tripulantes saltabana tierra sólocon sus rifles alhombro, se internabanpor losbosquesosabanasdelasriberasycuandovolvíanalapiragua,laolorosasarrapiaoelnegrobalatáveníanmanchadosdesangre.

Unatarde,yaalzarpardeCiudadBolívar,seacercóalaembarcaciónunjoven,cara de hambre y ropas demendigo, a quien yaBarbarita había visto varias vecesparadoalbordedelmalecón,contemplándolaconojosqueselesalíandesusórbitas,mientras ella, cocinera de la piragua, preparaba la comida de los piratas. DijollamarseAsdrúbal,asecas,ypropúsolealcapitán:

—Necesito iraManaosynotengoparaelpasaje.Siustedmehaceelfavordellevarme hasta RíoNegro, yo estoy dispuesto a corresponderle con trabajo.Desdecocinerohastacontador,enalgopuedoserleútil.

Insinuante, simpático, con esa simpatía subyugadora del vagabundo inteligente,prodújole buena impresión al capitán y fue enrolado como cocinero, a fin de quedescansara Barbarita. Ya el taita empezaba a mimarla: tenía quince años y erapreciosalamestiza.

Transcurrieron varias jornadas. En los ratos de descanso y por las noches, entornoalahogueraencendidaenlasplayasdondearranchaban,Asdrúbalanimabalatertuliaconanécdotasdivertidasdesuexistenciaandariega.Barbaritasedesternillabade risa; mas si él interrumpía su relato, complacido en aquellas frescas y sonorascarcajadas,ellalascortabaensecoybajabalavista,estremecidoendulcesahogoselpechovirginal.

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Undíaledeslizóaloído:—Nomemireasí,porqueyamitaitaseestáponiendomalicioso.En efecto, ya el capitán empezaba a arrepentirse de haber acoplado al joven,

cuyosserviciospodíanresultarlecaros,especialmenteaquellos,quenose loshabíaexigido,deenseñaraBarbaritaaleeryescribir.Duranteestaslecciones,enlascualesAsdrúbal ponía gran empeño, letras que ella hacia llevándole él la mano losacercabandemasiado.

Una tarde, concluidas las lecciones, comenzó a referirle Asdrúbal la partedolorosadesuhistoria: la tiraníadelpadrastro,que loobligóaabandonarelhogarmaterno,lasaventurastristes,elerrarsinrumbo,elhambreyeldesamparo,eldurotrabajodelasminasdelYuruari,laluchaconlamuerteenelcamastrodeunhospital.Finalmente, lehablódesusplanes: ibaaManaosenbuscade la fortuna,yaestabacansadodelavidaerrante,renunciaríaaella,seconsagraríaaltrabajo.

Ibaadeciralgomás;perodeprontosedetuvoysequedómirandoelríoquesedeslizaba en silencio frente a ellos, a través de un dramático paisaje de riberasboscosas.

Ellacomprendióquenoteníaenlosplanesdeljovenelsitioqueseimaginarayloshermososojosselecuajarondelágrimas.Permanecieronasílargorato.¡Nuncaseleolvidaríaaquellatarde!Lejos,enelprofundosilencio,seoíaelbroncomugidodelosraudalesAtures.

Depronto,Asdrúballamiróalosojosypreguntó:—¿Sabesloquepiensahacercontigoelcapitán?Estremecidaalgolpesubitáneodeunahorribleintuición,exclamó:—¡Mitaita!—Nomerecequelollamesasí.Piensavendertealturco.Referíaseaunsiriosádicoyleprosoenriquecidoenlaexplotacióndelbalate,que

habitabaenelcorazóndelaselvaorinoqueña,aisladodeloshombresporcausadelmal que lo devoraba, pero rodeado de un serrallo de indiecitas núbiles, raptadas ocompradasasuspadres,nosóloparahartazgodesulujuria,sinotambiénparasaciarsuodiodeenfermoincurableatodoloquealientasano,transmitiéndolesumal.

De conversaciones de los tripulantes de la piragua sorprendidas por Asdrúbal,había descubierto éste que en el viaje anterior aquelMoloch de la selva caucherahabíaofrecidoveinteonzasporBarbarita,yquesinose llevóacabo laventa, fueporque el capitán aspiraba amayorprecio, cosanodifícil de lograr ahora, pues enobradeunosmeseslamuchachasehabíaconvertidoenunamujerperturbadora.

No se le había escapado a ella que tal fuera la suerte a que la destinaran; perohastaentoncestodoelhorrorquelarodeabanohabíaalcanzadoaproducirlemásqueaquel sentimiento,miedo y gusto a la vez, originado de las torpesmiradas de loshombresqueconellacompartíanlaestrechavidadelapiragua.

Peroal enamorarsedeAsdrúbal se lehabíadespertadoel alma sepultada,y las

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palabrasqueacababadeoírselaestremecierondehorror.—¡Sálvame!¡Llévamecontigo!—ibaadecirle,cuandovioqueelcapitánseles

acercaba.Traíaunrifle,ydijo,dirigiéndoseaAsdrúbal:—Bueno, joven.Ya usted ha conversado bastante.Ahora vamos para que haga

algomásproductivo.ElSapovaabuscarunapocadesarrapiaquedebendetenernosporaquíyustedlovaaacompañar.—Yponiéndoleelrifleenlasmanos—:Estoesparaquesedefiendasilosatacanlosindios.

Asdrúbalmeditóuninstante.¿Habríaoídoelcapitánloqueélacababadedecirlealamuchacha?¿Estacomisiónqueahoraledaba?...Entodocaso,habíaqueafrontarlasituación.

Al ir a ponerse de pie,Barbarita trató de detenerlo dirigiéndole unamirada desúplica;peroéllehizounarápidaguiñadadeojosylevantándosedecidido,abandonóelcampamentoenposdeelSapo.Eraésteelsegundodeabordo,manoderechadelcapitán para cuantas fuesen comisiones siniestras, y Asdrúbal lo sabía; peroirremisiblemente perdido estaba, desde luego, si demostraba miedo y se resistía acumplirlaordenrecibida.Almenosllevabaunrifleycontraunhombresolamente,mientrasqueallíerancincocontraél.Barbaritalosiguióconlasmiradasy,duranteun buen rato, sus ojos permanecieron fijos en el boquete del monte por dondedesapareció.

Atodaséstas,lostripulanteshabíancambiadoentresímiradasdeinteligencia,ycuando, pocos momentos después, so pretexto de un posible ataque de los indiosribereños, el capitán les ordenó hacer una exploración playas arriba—ya le habíadadounaordenanálogaalviejoEustaquio—,comprendiendoquequeríaalejarlosdelcampamentoparaquedarsea solascon lamuchacha, respondiéronle, al cabodeuncortomurmulloderezongos:

—Dejeesoparamásdespués,capitán.Ahoraestamosdescansando.Eralarebeliónquehacíatiempoveníapreparándoseporcausadelaperturbadora

belleza de la guaricha; pero el capitán no se atrevió a sofocarla en el acto, puescomprendió que aquellos tres hombres estaban de acuerdo y resueltos a todo, yaplazó el escarmiento para cuando regresara el Sapo, con cuya ciega adhesióncontaba.

Barbarita, como se diese cuenta también de las siniestras intenciones del taita,miróalosrebeldescomoasussalvadoresycorrióhaciaellos;mas,aladvertircómolamiraban,sedetuvo,conelcorazónheladoporelterror,ymaquinalmentetornóalsitiodondeladejaraAsdrúbal.

Deprontocantóel«yacabó»,campanadasfuneralesenelsilenciodesoladordelcrepúsculodelaselva,quehielanelcorazóndelviajero.

—Ya-cabó...Ya-cabó...¿Fue el canto agorerodel aveo el propiogemidomortal deAsdrúbal? ¿Fue la

descarga repentina de la prolongada tensión nerviosa, o la sideración,

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misteriosamente transmitidaadistancia,deungolpemortalqueenaquelmomentorecibíaotrocuerpo:eltajodeelSapoenelcuellodeAsdrúbal?

Ella sólo recordaba que había caído de bruces, derribada por una conmociónsubitáneaylanzandoungritoqueledesgarrólagarganta.

Lodemássucediósinqueellasediesecuenta,yfue:elestallidodelarebelión,lamuerte del capitán y en seguida la de el Sapo, que había regresado solo alcampamento,yelfestíndesudoncellezparalosvengadoresdeAsdrúbal.

Cuando,ahogándoseenlasofocacióndelacarrera,elviejoEustaquiollegóensuauxilioalgritolanzadoporella,yatodosestabanhartos,yunodecía:

—Ahora podemos vendérsela al turco, aunque sea por las veinte onzas queofrecióenantes.

***

Reflejosdehoguerasempurpurabanlaoscuridaddelanoche;óyesesalvajegritería.Es lacazadelgaván.Los indiosenciendenfogatasdepajaen tornoa lospantanosinaccesibles;elavelevantaelvuelo,asustadaporlaalgarabía,ysusalassetiñenderosa al resplandor del fuego entre las tinieblas profundas; pero, de pronto, loscazadoresenmudecenyapaganrápidamentelashogueras,yelave,encandilada,caeindefensaalalcancedelasmanos.

AlgosemejantehaacontecidoenlavidadeBarbarita.ElamordeAsdrúbalfueunvuelo breve, un aletazo apenas, a los destellos del primer sentimiento puro que sealbergó en su corazón, brutalmente apagados para siempre por la violencia de loshombres,cazadoresdeplacer.

DesusmanoslarescatóaquellanocheEustaquio—viejoindiobanibaqueservíadepilotoen lapiragua,sóloporestarcercade lahijadeaquellamujerdesu tribu,que,a lahoradesucumbira loscrueles tratosdelcapitán, le recomendóqueno leabandonasealaguaricha—;peronieltiempo,nilaquietaexistenciadelarancheríadonde se refugiaron, ni el apacible fatalismo que el son de los tristes yapururosremovíapor instantesensualmaindia,habían logradoaplacar lasombría tormentadesucorazón:unceñoduroytenazlesurcabalafrente,unfuegomalignolebrillabaenlosojos.

Ya, sólo rencores podía abrigar su pecho, y nada la complacía tanto como elespectáculo del varón debatiéndose entre las garras de las fuerzas destructoras.MaleficiosdelCamajay—Minare—siniestradivinidadde laselvaorinoqueña—,eldiabólicopoderqueresideenlaspupilasdelosdañerosylasterriblesvirtudesdelashierbasyraícesconquelasindiasconfeccionanlapusanaparainflamarlalujuriayaniquilar la voluntad de los hombres renuentes a sus caricias, apasiónanla de talmanera, que no vive sino para apoderarse de los secretos que se relacionen con elhechizamientodelvarón.

Tambiénlainiciaronensutenebrosasabiduríatodalacatervadebrujosquecría

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la bárbara existencia de la indiada. Los ojeadores que pretenden producir lasenfermedadesmás extrañas y tremendas sólo con fijar sus ojosmaléficos sobre lavíctima;lossopladores,quedicencurarlasaplicandosumilagrosoalientoalapartedañadadelcuerpodelenfermo;losensalmadores,quetienenoracionescontratodoslosmalesylesbastamurmurarlasmirandohaciaelsitiodondesehallaelpaciente,asíseaaleguasdedistancia,todoslerevelaronsussecretos,yavueltadepoco,lasmásgroserasyextravagantessupersticionesreinabanenelalmadelamestiza.

Por otra parte, su belleza había perturbado ya la paz de la comunidad. Lacodiciaban los mozos, la vigilaban las hembras celosas, y los viejos prudentestuvieronqueaconsejarleaEustaquio:

—Llévatealaguaricha.Veteconelladeportodoesto.Yotravezfuelavidaerranteporlosgrandesríos,abordodeunbongo,condos

palanquerosindios.

***

ElOrinocoesunríodeondasleonadas;elGuainíalasarrastranegras.Enelcorazóndelaselva,aguasdeaquélsereúnenconlasdeéste;masporlargotrechocorrensinmezclarse, conservando cada cual su peculiar coloración. Así, en el alma de lamestiza tardaronvariosañosenconfundirse lahirviente sensualidadyel tenebrosoaborrecimientoalvarón.

LaprimeravíctimadeestahorriblemezcladepasionesfueLorenzoBarquero.EraésteelmenordeloshijosdedonSebastiánysehabíaeducadoenCaracas.Ya

estabaparaconcluirsusestudiosdederecho,ylesonreíaelporvenirenelamordeunamujer bella y distinguida y en las perspectivas de una profesión en la cual sutalento cosechaba triunfos, cuando, a tiempoque en elLlano estallaba la discordiaentre Luzardos y Barqueros, empezó a manifestarse en él un extraño caso deregresión moral. Acometido de un brusco acceso de misantropía, abandonaba deprontolasaulasuniversitariasyloshalagosdelavidadelacapital,parairameterseenunranchodeloscamposvecinos,donde,tumbadoenunchinchorro,pasábasedíasconsecutivossolo,mudoysombrío,comounafieraenfermadentrodesucubil.Hastaque, por fin, renunció definitivamente a cuanto pudiera hacerle apetecible laexistencia enCaracas: a su novia, a sus estudios y a la vida brillante de la buenasociedad,ytomóelcaminodelLlanoparaprecipitarseenlavoráginedeldramaquealláseestabadesarrollando.

Yallá se tropezó conBarbarita, una tarde, cuandode remontadapor elAraucaconuncargamentodevíveresparaLaBarquereña,elbongodeEustaquioatracóenelpasodelBramador,dondeélestabadirigiendolatiradadeunganado.

Una tormenta llanera,quesepreparaydesencadenaenobrade instantes,nosedesarrolla, sin embargo, con la violencia con que se desataron en el corazón de lamestizalosapetitosreprimidosporelodio;peroéstesubsistíayellanoloocultaba.

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—CuandoteviporprimeraveztemeparecisteaAsdrúbal—díjole,despuésdehaberlereferidoeltrágicoepisodio—.Peroahoramerepresentasalosotros;undíaereseltaita,otrodíaelSapo.

Ycomoélreplicara,poseedororgulloso:—Sí.Cadaunodeloshombresaborreciblesparati;pero,representándotelosuno

auno,yotehagoamarlosatodos,apesartuyo.Ellaconcluyó,rugiente:—Peroyolosdestruiréatodosenti.Yesteamorsalvaje,queenrealidadleimprimíaciertaoriginalidadalaaventura

conlabonguera,acabódepervertirelespírituyaperturbadodeLorenzoBarquero.Ni aun la maternidad aplacó el rencor de la devoradora de hombres; por el

contrario,se loexasperómás:unhijoensusentrañaseraparaellaunavictoriadelmacho,unanuevaviolenciasufrida,ybajoelimperiodeestesentimientoconcibióydio a luz una niña, que otros pechos tuvieron que amamantar, porque no quiso niverlasiquiera.

TampocoLorenzoseocupódelahija,súcubodelamujerinsaciableyvíctimadelbrebajeafrodisíacoquelehacíaingerir,mezclándoloconlascomidasybebidas,ynofue necesario que transcurrieramucho tiempo para que de la gallarda juventud deaquel que parecía destinado a un porvenir brillante, sólo quedara un organismodevorandopor losviciosmásruines,unavoluntadabolida,unespírituenregresiónbestial.

Ymientraseladormecimientoprogresivodelasfacultades—díasenterossumidoen un supor invencible— lo precipitaba a la horriblemiseria de las fuentes vitalesagotadas por el veneno de la pusana, la obra de la codicia lo despojó de supatrimonio.

LaidealasugirióuntalcoronelApolinar,queaparecióporallíenbuscadetierrasquecomprarconelproductodesusrapiñasenlaJefaturaCivildeunodelospueblosde la región. Ducho en argucias de rábulas, como advirtiese la ruina moral deLorenzoBarquero,ysedieserápidamentecuentadequelabarraganaeraconquistafácil,setrazórápidamentesuplany,atiempoqueempezabaaenamorarla,entreunrequiebroyotroleinsinuó:

—HayunprocedimientoinmancableymuysencilloparaqueustedsepongaenlapropiedaddeLaBarquereña,sinnecesidaddequesecasecondonLorenzo,yaque,comodice,lerepugnalaideadequeunhombrepuedallamarlasumujer.Unaventasimulada.Todoestáenqueélfirmeeldocumento;peroesonoesdifícilparausted.Siquiere, yo le redacto la escriturademaneraquenopuedahaber complicacionesconlosparientes.

Ylaideaencontrófácilasidero.—Convenido.Redáctemeesedocumento.Yoselohagofirmar.Así se hizo, sin que Lorenzo se resistiera al despojo; pero cuando ya se iba a

procederalregistrodeldocumento,descubrióBárbaraqueexistíaunacláusulaporla

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cualreconocíahaberrecibidodeApolinarlacantidadestipuladacomopreciodeLaBarquereñaycomprometíalafincaengarantíadetalobligación.

YApolinarexplicó:—Hasidomenesterponeresacláusulacomounatapacontralosparientesdedon

Lorenzo, que si descubren que es una venta simulada, pueden pedir su anulacióndeclarándoloentredicho.Paraquenohayadudas,yoleentregaréaustedesedineroen presencia del registrador. Pero no se preocupe. Es una comedia entre los dos.Luego ustedme devuelvemis reales y le entrego esta contraescritura que anula lacláusula.

Ylemostróundocumentoprivadocuyainvalidezcorríadesucuenta.Ya era tarde para retroceder, y, por otra parte, también ella se había trazado su

plan para apoderarse de aquel dinero que Apolinar quería invertir en fincas, y lerespondiódevolviéndoleelcontradocumento:

—Estábien.Seharácomotúquieras.Apolinarcomprendióquetambiénserendíaasuamorosoasedioysecomplació

ensusartes.Porelmomentolamujerqueseleentregabaconaqueltú;luegolafinca.Ysudinerointacto.

DíasdespuéslecomunicóaLorenzo:—Heresueltoreemplazarteconelcoronel.Demodoqueyaestásdemásenesta

casa.ALorenzoseleocurrióestamiseria:—Yoestoydispuestoacasarmecontigo.Peroellalerespondióconunacarcajada,yelexhombretuvoqueirarefugiarse

juntoconsuhija,yahoradeverasypara siempre, enun ranchodelpalmardeLaChusmita,quetampocoeratierrasuya,envirtuddeaquellatransacciónporlacualsumadreysu tíoJoséLuzardohabíanrenunciadoa lapropiedadque lesasistíasobreaquellaporcióndelaantiguaAltamira.

NielnombrequedódeLaBarquereña,puesBárbaraselocambióporElMiedo,denominacióndelpañodesabanadondeestabansituadaslascasasdelhato,yestefueelpuntodepartidadelfamosolatifundio.

Desatadalacodiciadentrodeltempestuosocorazón,sepropusoserdueñadetodoel cajón delArauca, y asesorada por las extraordinarias habilidades de litigante deApolinar,comenzóameterlespleitosalosvecinos,obteniendodelavenalidaddelosjuecesloquelajusticianopudierareconocerle,ycuandoyanadateníaqueaprenderdelnuevoamanteytodoeldinerodeéstehabíasidoempleadoenelfomentodelafinca, recuperó su fiera independencia haciendo desaparecer, de una maneramisteriosa,aaquelhombrequepodíajactarseenllamarlasuya.

Altamira, descuidada por su dueño en manos de administradores fácilmentesobornables, fue la presa predilecta de su ambición de dominio. Leguas y leguasdiéronle los litigios,yentreunoyotro, el linderodeElMiedo ibametiéndosepor

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tierras altamireñas,mediante una simplemudanza de los postes, favorecida por ladeliberadaimprecisiónyobscuridaddelostérminosconquelosjuecesredactabanlassentenciasyporlacomplicidaddelosmayordomosdeLuzardo,quesehacíandelavistagorda.

A cada noticia de una de estas bribonadas, Santos Luzardo cambiaba deadministrador,yasí,demanoenmano,fueAltamiraacaerenlasdeuntalBalbinoPaiba,antiguotratanteencaballosquehabíatenidolaoportunidaddeiracomprarlealgunosaladueñadeElMiedo,ylaaudaciadedirigirleunrequiebroenelprecisomomento en que ella estaba necesitando unmayordomo paraAltamira, sin que sesospechasequehubierainteligenciaentreambos.

FuearaízdelúltimopleitoganadoaSantosLuzardo,enamorándolealabogadoque,ademásdepocoescrupuloso,erablandoalamor.LasquinceleguasdesabanasaltamireñaspasaronaengrosarlasdeElMiedo;peroellanoseconformóconestoehizo que el abogado recomendase a Balbino Paiba para la mayordomía vacante.Desde entonces, y trabajando sin descanso, cuantos orejanos y mostrencos habíancaído por allá en rodeos y carreras fueronmarcados con el hierro de ElMiedo, yentretanto,ellinderoerranteavanzando,Altamiraadentro.

Ymientraslastierraslimítrofesibanincorporándosedeestemodoasufeudoylahacienda ajena engrosaba sus rebaños, todo el dinero que caía en sus manosdesaparecíade lacirculación.Hablábasedevariasbotijuelas repletasdemorocotas,sumonedapredilecta,queyateníaenterradas,yerafamaque,unavez,ciertodueñodehatomuyricoencabezasdeganado,sabedordequeellaparaapreciarsudineronolocontabasinolomedía,cualsisetratasedecereales,fueaproponerle:

—Préstemeunacuartillademorocotas,doña.Diceelcuentoqueellafue,yvinoconlamedidacolmadaporencimadelosbordes.

—¿Cómolaquiere,ño,conosincopete?—Rasita,doña.Porquealahoradepagar,elcopetemepuedesalirmuycaro.Ellaquitólasmonedasexcedentes,pasandoalrasdelosbordesdelamedidauna

reglaquealefectousaba,ydijo:—Fíjese,ño.Asílaquierocuandomelapague:descopetadadeunsolotoletazo.Estocontaban.Talvezhabríamuchodeleyendaencuantosedecíaapropósitode

sufortuna;perobastantericaymuyavarasíeradoñaBárbara.En cuanto a la conseja de sus poderes de hechicería, no todo era tampoco

invención de la fantasía llanera. Ella se creía realmente asistida de potenciassobrenaturalesyamenudohablabadeun«Socio»quelahabíalibradodelamuerte,unanoche,encendiéndolelavelaparaquesedespertaraatiempoquepenetrabaensuhabitación un peón pagado para asesinarla, y que desde entonces se le aparecía aaconsejarle lo que debiera hacer en las situaciones difíciles o a revelarle losacontecimientoslejanosofuturosqueleinteresaraconocer.Segúnella,eraelpropiomilagroso Nazareno de Achaguas; pero lo llamaba simplemente y con la mayornaturalidad:«ElSocio»,ydeaquíseoriginólaleyendadesupactoconeldiablo.

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Mas, Dios o demonio tutelar, era lo mismo para ella, ya que en su espíritu,hechicería y creencias religiosas, conjuros y oraciones, todo estaba revuelto yconfundido en una solamasa de superstición, así como sobre su pecho estaban enperfectaarmoníaescapulariosyamuletosde losbrujos indios,ysobre la repisadelcuartodelosmisteriososconciliábuloscon«elSocio»,estampaspiadosas,crucesdepalmabendita,colmillosdecaimán,piedrasdecurvinataydecentella,yfetichesquese trajo de las rancherías indígenas consumían el aceite de una común lamparillavotiva.

Tocanteaamores,yanisiquieraaquellamezclasalvajedeapetitosyodiodeladevoradora de hombres. Inhibida la sensualidad por la pasión de la codicia, yatrofiadashastalasúltimasfibrasfemenilesdesuserporloshábitosdelmarimacho—quedirigíapersonalmente laspeonadas,manejabael lazoyderribabaun toroenplenasabanacomoelmáshábildesusvaqueros,ynosequitabadelacinturalalanzayel revólver,ni loscargabaencimasólopara intimidar—, si alguna razóndepuraconveniencia—lanecesidaddeunmayordomoincondicionalenunmomentodado,o,comoenelcasodeBalbinoPaiba,deuninstrumentosuyoenelcampoenemigo—lamovíaaprodigarcaricias,máserahombrunotomarquefemeninoentregarse.Unprofundodesdénporelhombrehabíareemplazadoalrencorimplacable.

Noobstanteestegénerodevidayelhabertraspuestoyaloscuarenta,eratodavíauna mujer apetecible, pues si carecía en absoluto de delicadezas femeniles, encambio, el imponente aspecto del marimacho le imprimía un sello original a suhermosura:algodesalvaje,belloyterriblealavez.

TaleralafamosadoñaBárbara:lujuriaysuperstición,codiciaycrueldad,yalláen el fondo del alma sombría, una pequeña cosa pura y dolorosa: el recuerdo deAsdrúbal,elamor frustradoquepudohacerlabuena.Peroaunestomismoadquiríalos terribles caracteres de un culto bárbaro que exigiera sacrificios humanos: elrecuerdo de Asdrúbal la asaltaba siempre que se tropezaba en su camino con unhombreenquienvalieralapenahacerpresa.

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E

IV.Unosoloymilcaminosdistintos

lpasodelAlgarroboeralaentradadelhatodeAltamira.Lodeterminabandoscortes en rampa abiertos en los ribazos que allí encajonaban el cauce del

Arauca.Alsondelaguaruraqueanunciabalallegadadeunbongo,corrieronaasomarse

al borde de la barranca derecha unas cuantasmuchachas, y bajaron a la playa treschicosydoshombres.

Enunodeéstos,araucanobuenmozo,cararedondadecoloraceitunado,SantosLuzardoreconocióaAntonioSandoval,Antoñitoelbecerreroen los tiemposdesuinfancia en el hato, su camarada de expediciones en busca de panales de aricas ynidosdeparaulatas.

Saludódescubriéndoserespetuosamente;perocuandoLuzardoleechólosbrazos,tal como lo hiciera trece años antes para despedirse de él, el peón, emocionado,murmuró:

—¡Santos!—Nohascambiadodefisonomía,Antonio—dijoLuzardo,apoyadastodavíasus

manosenloshombrosdelpeón.Yéste,volviendoaltratamientorespetuoso:—Usted síqueesotrapersona.Tanto,que sinohubiera sidoporque sabíaque

veníaenelbongonolohabríareconocido.—¿Demodoquenotehecogidodesorpresa?¿Cómosupistequevenía?—ParecequelanoticialatrajoaElMiedoelpeónqueacompañabaalBrujeador.—¡Ah!Sí.Erandos,yunohadebidodevenirseanochemismoportierra.—AmímedioelpitazoJuanPrimita—concluyóAntonio—.Unbobodealláde

El Miedo, que todo lo descubre y es un telégrafo para transmitir novedades. Porcierto, que me he pasado todo el día preocupado por causa de ese empeño delBrujeadordevenirseconustedenelbongo.Deesoestábamoshablando,cuandosonólaguarura,yoymivaleCarmelito.

Referíasealcompañero,yenseguidalopresentó:—Arrímese,vale.CarmelitoLópez.Unhombreenquienpuedeconfiarseconlos

ojoscerrados.Esdelosnuevos;peroluzarderotambiénhastalostuétanos.—Asumandar—dijoelpresentado,lacónicamente,tocándoseapenaselaladel

sombrero. Un hombre de facciones cuadradas, cejijunto, nada simpático al primergolpedevista.Unodeesoshombresqueestán siempre«encuevados»dentrode símismos,comodiceelllanero,sobretodoenpresenciadeextraños.

Noobstante,yacausadelasrecomendacionesdeAntonio,aLuzardoleprodujobuenaimpresión;peroalmismotiempo,sediocuentadequenohabíasidorecíproca.

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Enefecto,eraCarmelitounodelostresocuatropeonesdelhatoconcuyalealtadpodíacontarSantosLuzardoenlaluchaquesehabíapropuestoemprendercontralosenemigos de su propiedad. Había llegado a Altamira hacía poco tiempo, y si aúnpermanecía allí, a pesar de lomal avenido que estaba con elmayordomoBalbinoPaiba,eraporcomplaceraAntonio,quien,extremandolatradicionalfidelidaddelosSandovalhacialosLuzardos,nosólosoportabaalmayordomotraicionero,sinoqueprocurabaretenerenAltamiraalospocospeoneshonradosqueporallíquedaran,enla esperanza de que algún día resolviera Santos ir a encargarse del hato. ComoAntonio,Carmelitosehabíaalegradocon lanoticiade la llegadadelamo:BalbinoPaiba sería destituido incontinenti y obligado a rendir cuenta de sus latrocinios; seacabaríanlosabusosdedoñaBárbaraytodomarcharíaenregla.

PerodelconceptoqueteníaCarmelitodelahombríaestabaexcluidotodoloquedescubrióenSantosLuzardo,apenaséstesaltódelbongo:lagallardía,quelepareciópetulancia;latersuradelrostro,ladelicadezadelcutis,yasollamadoporelresoldeunosdíasdeviaje,rasuradoelbigote,queesatributodemachos;losmodalesafables,queleparecieronamanerados;eldesusadotrajedemontar,aquelsacotanentallado,aquelloscalzonestalholgadosarribayenlasrodillastanceñidos,puñosestrechosenvezdepolainas,ycorbata,queerademasiadotrapo,parallevarencimaporaquellassoledades,dondeconlosdetaparsebasta,ysobratrapo.

—¡Hum! —murmuró entre dientes—. ¿Y éste es el hombre de quien tantoesperábamos?Conestepatiquincitopresumidocomoquenosevaaningunaparte.

Entretanto,elpadredeAntonio,unancianodepielcuarteada,peroconlacabezatodavíanegra,bajabalarampaqueconducíaalaplaya,rengueandoysonriente.

—¡ViejoMelesio!—exclamó Santos, saliéndole al encuentro—. ¡Sin una canatodavía!

—Indio no las pinta, niño Santos —y después de reír un rato, con una risasilenciosa,apenasmueca,quedejabaverlasencíasdesdentadasylanegrasalivadelamascadadetabaco—.¡ConquenosehabíaolvidadodemíelniñoSantos!Déjemeque lo mente asina, como desde pequeñito lo he mentado, hasta que me vayahaciendoallamarlodotol.Ustedsabequelosviejossernosdurosdebocaparacogerlospasosnuevos.

—Dígamecomomejorleparezca,viejo.—Siemprehabrá respeto, ¿verdad, niño?Vengopara que se repose en casa, un

salticoaunquesea,antesdeseguirparalasuya.A la derecha de la rampa se extendían, blanqueadas por la intemperie, las

palizadas de los corrales donde se reunía el ganado que por allí se sacaba, y a laizquierdaseagrupabanlasconstruccionestípicasdelaviviendallanera:doscasasdebaharequeypalma,queeranlashabitacionesdelafamiliadeMelesio,yentreambas,un caney de gruesa y baja techumbre pajiza, bajo el cual había una mesa larga,rodeadadebancos;otrocaney,másallá,altoyespacioso,acuyoshorconesestabanamarradas las bestias deAntonioyCarmelito y la que ellos habían traídodel hato

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paraSantos;otro,enfin,separadode lascasas,ydecuyas travesañasdemacanillapendíancuerosdevenadosydechigüires,reciéncurtidos,pestilentestodavía.

Detrás de este caney se alzaba una hilera de árboles: jobos, dividives y el altoalgarrobo que le daba nombre al esguazadero. Lo demás era llanura despejada, lainmensidadde lospastos, encuyo remotoconfíncircularycomosuspendidaenelaireporefectodelespejismo,divisábaselacejadeunaarboleda, la«mata»llanera,bosqueaisladoenmediodelassabanas.

—¡Altamira!—exclamóSantos—.¡Losañosquenoteveía!De las puertas de las casas desaparecieron las muchachas que poco antes se

habíanasomadoalbordedelribazo,yMelesiodijo:—Sonmis nietas.Muchachas cimarronas, como decimos por aquí. En toda la

tardenohanhechosinoaguaitarparaelrío,esperándoleausted,yahoraquellega,seesconden.

—¿Hijastuyas,Antonio?—preguntóSantos.—No,señor.Yotodavíaandoescotero,aDiosgracias.—Delosotroshijos—explicóMelesio—.Delosdifuntos,queenpazdescansen.Penetraron bajo el sombroso abrigo del caney pequeño. El piso de tierra había

sido barrido con esmero, y los bancos, colocados al hilo de la horconadura, comoparalasnochesdejoropo.Además,habíaunbutaque,lujodelrústicomobiliariodelllanero,puestoallíparaelhuéspedensitiodehonor.

—Salgan pa juera, muchachas —gritó Melesio—. No sean tan camperusas.Arrímenseparaquesaludenaldotol.

Ocultasdetrásdelaspuertas,yalmismotiempodeseosasdepresentarse,lasochonietasdeMelesiodisimulabansutimidezriendoyempujándoseunasaotras.

—Salítúprimero,chica.—¿Guá,yporquénosalístú?Porfinaparecieron,enhilera,comosimarcharanporunaveredaangosta,ycon

unamisma frase, pronunciada con un idéntico tono de voz cantarina, saludaron aLuzardo,tendiéndoleunasmanosescurridizas.

—¿Cómoestá?—¿Cómoestá?—¿Cómoestá?Atiempoqueelabueloibadiciendo:—Ésta es Gervasia, la deManuelito. Ésta es Francisca, la de Andrés Ramón,

Genoveva, Altagracia... Las novillas sandovaleras, como les dicen por aquí. Enmautesnotengosinoestostreszagalotesquelesacaronsusmacundosdelbongo.Laherenciaquemedejaronloshijos:oncebocasconsusdientescompletos.

Pasada la vergüenzadel saludoy de la presentación, se fueron sentando en losbancos,unaalladodelaotraenelmismoordenenquéhabíansalidodelacasa,sinhallar qué hacer con lasmanos ni dónde poner los ojos. Lamayor, Genoveva, nopasaría de diecisiete años, algunas eran buenas mozas, de tez arrosquetada, ojosnegrosybrillantes,ytodasdecarnesmacizasyaspectosaludable.

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—Tieneustedunafamiliaquedagusto,Melesio—dijoLuzardo—.Fuerteysana.Sevequeporaquínoreinaelpaludismo.

Elviejosecambiólamascadadeunoaotrocarrilloyrespondió:—Voyadecirle,niñoSantos.Esverdadqueporaquínoestanenfermizocomo

poresosotrosllanosqueustedhaatravesado;peroanosotrostambiénnosjeringaelpaludismo. Yo, que le estoy hablando, once hijos tuve y siete de ellos llegaron ahombres.Usteddeberecordarlos.PueshoysólomequedaAntonio.Yasinacomolehablo yo, le pueden hablar tambiénmuchos otros. Lo que sucede es que habernospersonasqueledamosfiebrealacalentura.Enbuenahoralohaigadicho,portodoslosqueestamospresentes,conelfavordeDios.Peroconlosdemáshacesujuegoelpaludismo.

Escupiólaamargasalivadelamascadayvolviendoasulenguajemetafóricodehombre criado entre reses, concluyó, con ese fatalismo bromista del pueblovenezolano:

—No tiene sino quemirar comeme he quedado con elmautaje solamente. Elganadogrande:loshijosylasmujeresdeloshijos,meloarrasóelgusano.

Yvolvióasoltarsurisasilenciosa.—Pero ¡cuántos abuelos no lo envidiarían,Melesio, al verlo rodeado de tantas

nietasbonitas!—dijoSantos,desechandoeltemaaflictivo.—Con sus favores —murmuró Genoveva, mientras las demás cuchicheaban

azoradas.—¡Hum!—hizoMelesio—.No seesté creyendoqueesoesunaventaja.Ojalá

me hubieran dejado con un hatajo de feas, porque éstas se pastorean sin muchotrabajo.Viciversa,nidormircompletopuedo.Todalanochetengoqueestarcomoelalcaraván:¡óidoalzorro!,yderatoenratometirodelchinchorroyvoyadarlesunarecorridacontándolasunaporuna,aversiestáncompletaslasocho.

Y la plácida mueca volvió a marcarle las mil arrugas del rostro, mientras lasmuchachas, rojas dé vergüenza y haciendo esfuerzo para contener la risa,refunfuñaban:

—¡Jesús,taita!Lascosassuyas.AllanándosealtonochancerodeMelesio,Santoscharlóunratodándolesbromas

alasmuchachas.Rebullíanellas,entrecomplacidasyazoradas,escuchábaloelviejoconlasilenciosarisadesplegadaenelrostroycontemplábaloensilencioAntonioconunamiradaleal.

Sepresentóluegounodelosmuchachosconlatazadecafé,quenuncalefaltaalllaneroparaobsequiarasushuéspedes.

—Vaustedabeberenlamismatazaenquebebíasupadre,aquienDiostengaensugloria—dijoMelesio—.Desdeentonces,nadiemáslahausado.

Yenseguida:—¡ConquenomemorísinveralniñoSantos!

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—Gracias,viejo.—Notienedequédarlas,niño.Luzarderonacíyenesaleytengoquemorir.Por

estos lados, cuando se habla de nosotros losSandovales, dicen que y que tenemosmarcadoenlasnalgaseljierrodeAltamira.¡Je!¡Je!

—Siemprehansidoustedesmuyconsecuentesconnosotros.Eslaverdad.—En buena hora lo diga, para que estos muchachos que lo están escuchando

sigan siempre por el mismo rumbo. Sí, señor. Consecuentes sernos y siempre lohemos sido: hablando como nos toca y callados cuando no nos preguntan; perocumpliendosiempreeldeberen loquenoscorresponde.¿Quéhaycosasdecosas?¡No,señor!;loquesiemprelehedichoaAntonio:losSandovalesconlosLuzardos,hastaqueellosnonosboten.

—Bueno,viejo—intervinoAntonio—.Ahoranoestánpreguntándonos.YSantoscomprendióloquequeríadecirMelesioconaquellode«calladocuando

no nos preguntan». Anticipábase a los reproches que él pudiera hacerles por nohaberlotenidoalcorrientedelasbribonadasdelosadministradoresydejabatraslucirel resentimiento de quienes, a pesar de la probada y tradicional lealtad, se vieronsubordinados a— advenedizos como Balbino Paiba, a quien ni siquiera de vistaconocíaLuzardo.

—Comprendo,viejo.Yreconozcoqueelverdaderoculpablesoyyo,puesestandoustedesaquí,nadiemejorparahaberlesconfiadomisintereses.PerolaverdadesquenuncameocupéniquiseocuparmedeAltamira.

—Susestudios,quenoledejabantiempo—dijoAntonio.—Yeldespegodeestatierra.—Esosíesmalo,niñoSantos—observóMelesio.—Yyamedoycuenta—prosiguióLuzardo—delotirantequehadebidodeser

lasituacióndeustedesenAltamira.—Sosteniendoelbarajuste,comodicen—manifestóAntonio.Yelviejo,apoyando,enelmismoestilometafóricodeganaderos:—Yque no han sido pocas las atropelladas.Antonio,mijo, principalmente, ha

tenido que dejarse supiritar, sobre todo por el don Balbino, y hasta aparentarseenemigodeustedparaquenolodespidiera.

—Contodoyeso,ayerquisoarreglarmemicuenta.—Pues ahora serás tú quien le arreglará la suya.Ha hecho bien en no venir a

recibirmeyojaláseleocurramarcharseantesdequellegue,porque,despuésdetodo,¿qué cuentas puede rendirme, que no sean de las que siempre me rindieron susantecesores, todas del Gran Capitán, ni qué cargo puedo hacerle, si de todas suspilleríaselverdaderoculpablesoyyo?

Aloíresto,Carmelito,queestabamásallá,apretándolelascinchasaloscaballosamarradosaloshorconesdelcaneygrande,murmuró:

—¿Noledije?Yaelhombreestádeseandoquenoselepresentendificultadescon

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elmayordomo.Lareglanomanca:conlospatiquinesnohayesperanza.Aquienvanatenerquearreglarlesucuenta,yestanochemismo,esamí,porquedemadrugadavoyaestarensillando.

YquizáshastaelmismoAntoniopensóalgosemejante,apesarde laafectuosaadhesiónqueleprofesabaaSantos,aloírlodispuestoatolerarqueelmayordomosefueratranquiloconelproductodesuspillerías,puesarrugóelceñoyguardósilenciodecontrariedad.

Santos continuó saboreando, sorbo a sorbo, el café tinto y oloroso, placerpredilectodelllanero,ymientrastanto,saboreótambiénunaolvidadaemoción.

Elhermosoespectáculode lacaídade la tarde sobre lamuda inmensidadde lasabana;elbuenabrigo,sombrayfrescuradelrústicotechoquelocobijaba;latímidapresenciadelasmuchachasquehabíanestadoesperándolotodalatarde,vestidasdelimpio y adornadas las cabezas con flores sabaneras, como para una fiesta; laemocionadaalegríadelviejoalcomprobarquenolohabíaolvidadoel«niñoSantos»,y lanoblediscreciónde la lealtad resentidadeAntonio, estabandiciéndolequenotodoeramaloyhostilenlallanura,tierrairredentadondeunarazabuenaama,sufreyespera.

Y con esta emoción que lo reconciliaba con su tierra abandonó la casa deMelesio,cuandoyael solempezabaaponerse, rumbodebaquianos,a travésde lasabana,quees,todaella,unosoloymilcaminosdistintos.

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D

V.Lalanzaenelmuro

el que seguían las bestias, sendero abierto por las pezuñas del ganado, selevantaban con silencioso vuelo las lechuzas y aguaitacaminos, encandilados

todavíaporlaclaridaddiurna,yalpasodelacabalgatalanzabansusásperosgritosdealertalosalcaravanesqueduermenalrasodelasabana.

Parejasdevenadoshuíanportodaspartes,hastaperdersedevista.Distante,enlacontraluzdeuncrepúsculodecolorescalientesysuntuosos,sedestacabalasiluetadeun jinete que iba arreando un rebaño. Reses señeras se engreían, aquí y allá,amenazantes,osedisparabanariscas,alavistadelhombre,alairelaspencas;otras,mansas, se encaminaban, paso a paso y por distintos rumbos, hacia el punto delhorizonte donde ya se elevaban las blancas humaredas de la boñiga seca que eracostumbrequemarenlasinmediacionesdelhato,alaproximarselanocheparaqueelganadodispersopor lasabanabuscase loscorrales.Lejosse levantaba lapolvaredadeuna«rochela»de caballos salvajes.Unbandodegarzas se alejabahacia elSur,unatrasotraenlaarmoniosaserenidaddelvuelo.

Peroerauncuadrodedesolacióndentrodelgrandiosomarcodelallanura.YalehabíandichoaSantosLuzardoqueenAltamiranoquedabansinounas«paraparas»y,enefecto,todaaquellahaciendaquesemovíaentreelinmensopañodesabana,seríaapenas un centenar entre bestias y reses, cuando, antes, hasta los tiempos de JoséLuzardo,eranyeguadasyrebañosnumerosos.

—¡Seacabóesto!—exclamóSantos—.¿Aquéhevenidosiaquínohaynadaquesalvar?

—Hágasecargo—dijoAntonio—,Porun lado,doñaBárbarayporelotrounarunflademayordomos,acualmásladrones,haciendodelassuyasconelganadodeacá. Y como si fuera poco, los cuatreros del Cunaviche metiéndose en Altamira,comoríoenconuco,cadavezquelesdalagana;losrevolucionariosporunlado,yporelotrolascomisionesdelGobiernoquevienenabuscarcaballos,ydeaquíesdedondeselosllevan,porquedoñaBárbara,paraquenolequitenlossuyos,lasendilgaparaacá.

—Eldesastre—concluyóSantos—.¡YyoenCaracastantranquilo!—Perotodavíaqueda,doctor.Purascimarroneras,yaDiosgracias,porquesino,

a estas horas también le habrían manoteado esas reses. En Altamira,afortunadamente,desdeel90paraacá,conlasoltadadelasqueseras,todoelganadoseestabaalzando.Lascimarroneras,quedeporsísonunaruina,hansidoaquíunasalvación, porque, como dan tanta brega, los mayordomos, conchabados con losvecinos,sehancontentadoconcogerseelganadomanso.Unadeestasnocheslovoya llevar al mastrantal deMata Luzardera para que se dé una idea de la plata quetodavíatienequedefender.Perosisehubieradilatadoenvenirunosdíasmás,nieso

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habríaencontrado,puesyaeldonBalbinoteníadispuestoempezaradarleschoquesalas cimarroneras para repartírselas con doñaBárbara. Por algo se ha enredado ellaconél.

—¡Cómo!¿DemodoquePaibaeselamantedeturnodedoñaBárbara?—Pero¿ustednolosabía,doctor?¡Ah,caramba!Siporesoesqueestáélaquí.A

lomenos, lamismadoñaBárbara dice que fue ella quienhizoponer aBalbino enAltamira.

Y fue entonces cuandoSantosvinoadarse cuentade la traicióndel apoderadoque le recomendara a Paiba, encima de haber dejado perderse la causa que él leconfiara.

Unalevesonrisa,quesólolamiradazahorídeAntoniopodíapercibir,cruzóporelrostrodeCarmelito,yyaaquélsearrepentíadelaspalabrasconquehabíapuestoen evidencia la desairada situación deLuzardo, cuando descubrió también en éste,porelfierogesto,elencabritamientodelahombríaqueCarmelito—claroestabaparaél—no le reconocía,yde lacualélmismohabía llegadoadudarporunmomentohacíapoco.

—Tenemoshombre—sedijoparasusadentros,complacidoenelhallazgo—.LarazadelosLuzardosnosehaacabadotodavía.

Guardó respetuoso silencio el peón leal; Carmelito continuó hermético, y porlargoratosóloseescucharonlaspisadasdeloscaballos.Luego,allálejos,pordondeiba,negraen lacontraluzdelcrepúsculo, lasiluetadel jineteenposdel rebaño,uncantardenotaslargas,tendidoenlamudainmensidad.

Ya la emoción apaciguante del paisaje natal volvió a apoderarse del ánimo deSantos. Dejó vagar la vista, desarrugando el ceño, por la ancha tierra, y fueronacudiendoasuslabioslosnombresfamiliaresdelossitiosquerecorríaaladistancia:

—MataOscura,Uveral,Corozalito.ElpalmardeLaChusmita.Cosadeuninstantenadamás,alpronunciarelnombredellugaraciago,causade

ladiscordiaquedestruyóasufamilia,sintióquesurgíanintempestivamentedelfondodesusertorvossentimientosqueleobscurecíanlarecuperadaserenidaddelánimo.¿Acaso el odio de los Luzardos por los Barqueros, la pasión de la cual se creíaexento?

Yatiempoqueselehacíalainterrogación,reveladoradeconcienciaalerta,oyóqueAntonio, fiel tambiénal rencorde«la familia»como,porantonomasia,decíanlosSandovales,murmuraba:

—¡El maldito palmar! Sí, señor. Allá está purgando en vida su crimen el queazuzóalhijocontraelpadre.

Referíase a Lorenzo Barquero, instigador de Félix Luzardo la tarde de lamonstruosa tragedia de la gallera, y parecía verdaderamente suyo el rencor que levibrabaenlavoz.

Encambio,trasunabrevepausa,Santossecomplacióencomprobarquesólouninteréscompasivolomovíayaahacerestapregunta:

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—¿VivetodavíaelpobreLorenzo?—Sisepuedellamarvidaelresuello,queesloquelequeda.El«espectrodeLa

Barquereña», lomentan por aquí. Es una piltrafa de hombre. Dicen que fue doñaBárbaraquienlopusoasí;peroparamíquefuecastigodeDios,porquecomenzóasecarse en vida desde la hora y punto en que el difunto don José lo clavó en elbahareque.

AunqueSantosnocomprendiótodoloquequeríadecirAntonioconlafrasefinal,lerepugnóquemezclaraasupadreenaquelasuntoycambióeltemahaciendounapreguntarelativaalganadoquepacíaporallí.

Seocultópor finel sol,peroquedó largo rato suspendido sobreelhorizonteellentocrepúsculollaneroenunafajadearrebolessombríos,cortadosporlalíneanetadeldiscode la llanura,mientrasenelconfínopuesto,al fondodeuna transparentelontananzade tierrasmudas,comenzabaa levantarse la luna llena.Se fuehaciendomásymásbrillanteelfulgorespectralqueplateabalospajonalesyflotabacomounvelo en las hondas lejanías, y ya era entrada la noche cuando llegaron a lasfundacionesdelhato.

Una casa grande, de bahareque y tejas, torcidas las paredes, despatarradas lastechumbres, de cinc las de los corredores que la rodeaban, con un palenque pordelante para defenderla del ganado y algunos árboles por detrás, en lo que sedenomina el patio, no muy altos, pues el llanero no los consiente cerca de susviviendasportemoralrayo;alfondolacocinayunaspiezasdestinadasaalmacenarlas yucas, topochos y fríjoles que producían los conucos para el consumo delpersonal;aladerecha,elcaneysilleroylosqueservíandedormitoriosdelapeonada,yentreéstosyaquél,latasajera,dondesesecabaalaireyalsol,pastodelasmoscas,lacarnesalada;alaizquierda,lastrojesdondesedepositabaelmaízenmazorcas,eltotumoyelmerecutedelgallinero,losbotalonesdetallarsogas,lasmajadas,mediasmajadasycorralejas,y,finalmente,elchiquerodelosmarranos,estoeraelhatodeAltamira, tal como lo fundara el cunavichero don Evaristo en años ya remotos,excepto las tejasyelcincde los techosde lacasadefamilia,mejoras introducidaspor el padre de Santos. Una fundación primitiva, asiento de una industriarudimentariayabrigodeunaexistenciasemibárbaraenmediodeldesierto.

Dosmujeres que se asomaron a la puerta de la cocina a fisgonear cómo era elamoytrespeonesqueacudieronarecibirloeratodalagentequehabíaallí.

Antonio los fuepresentandopor susnombres,oficiosy condiciones.Auno,decolorcetrinoytresocuatropeloslaciosporbigotes,conestaspalabras:

—Venancio,elamansador.HijodeÑoVenancio,elquesero.¿SeacuerdausteddeÑoVenancio?

—¡Cómo no voy a acordarme!—respondió Santos—.Gente de la casa, desdetiempoinmemorial.

—Puesnotengonadaquedecirle—manifestóelpresentado;peroSantosvolvióaverenaquel rostro lamismaexpresióndereceloqueyahabíadescubiertoen lade

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Carmelito.—ElcabestreroMaríaNieves—prosiguióAntonio,presentandoal segundo,un

catireretaco—.Llaneromarrajo,hastaelnombre,queparecedemujer.Yaustedseirádandocuentadelaclasedehombrequees.Yonolepresentosinolobueno.

—Sonfavoressuyos,Antonio—dijoelaludido,ydirigiéndoseaLuzardo,agregó—:Aquímetiene,pues,paralopocoquepuedaserleútil.

Encuantoal tercero,unzambocontento,canilludoydesgalichado,que todosevolvíamovimientos,notuvotiempodepresentarloAntonio.

—Consulicencia,doctor.Yomevoyapresentaryomismo,novayaasercosaque mi vale Antonio le dé malas recomendaciones, porque ya le estoy viendo labellaquería pintada en los ojos. Soy JuanPalacios; perome llamanPajarote, y asípuedementarme.Nosoydelacasadesdetiempoinmemorial,comoustedacabadedecir,peroconmigopuedecontarpara todo loquese leofrezca,porqueyonosoysino lo que seme ve por encima.Y con ésta, si no es abuso, le entrego al zamboPajarote.

Diciendo así, le tendió lamano, ySantos se la estrechó complacido en aquellarudafranqueza,tanllaneratambién.

—Asísehabla,Pajarote—murmuróAntonio,conagradecidalealtad.—¡Guá,zambo!Laspalabrassonparadecirlas.Cruzó algunas Santos con sus peones y luego se retiró a la casa, y entonces

Antonio hizo estas preguntas, que no le había parecido prudente formular enpresenciadeaquél:

—¿Porquéestáestotansolo?¿Quésehanhecholosdemásmuchachos?—Se fueron—respondióle Venancio—. Apenas habían partido ustedes para el

Paso,ensillaronycogieronrumboaElMiedo.—¿YdonBalbino?¿Nohaestadoporaquí?—No. Pero eso es plan combinado por él. Yo había maliciado ya que estaba

sonsacandoalosmuchachos.—No se ha perdido gran cosa, pues toda era gente balbinera, bellaca y

manguareadora—concluyóAntonio,despuésdeunabrevecavilación.Entretanto,molidoelcuerpopor las incomodidadesdel largoviaje,peroconel

espíritu excitado por las emociones de aquella jornada, decisiva en su existencia,SantosLuzardosehabíareclinadoenelchinchorroqueencontródispuestoparaélenunadelashabitacionesdelacasayanalizabasussentimientos.

Erandoscorrientescontrarias:propósitoseimpulsos,decisionesytemores.Por una parte, lo que había sido fruto de reflexiones ante el espectáculo de la

llanura: el deseo de consagrarse a la obra patriótica, a la lucha contra el malimperante,contralanaturalezayelhombre,alabúsquedadelosremedioseficaces,propósito desinteresadohasta cierto punto, pues lo quemenos contaba en él era elansiadereconquistarlariquezadedicándosearestaurarelhato.

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Pero en aquella decisión hubo también mucho del impulsivo escapado de ladisciplinadel razonador, al contacto conelmediopropicio: la llanura semibárbara,«tierra de los hombres machos», como solía decir su padre, pues bastó que elbongueroponderase los riesgosquecorríaquien intentaraoponersea losplanesdedoñaBárbaraparaqueéldesistiesedesupropósitodevenderelhato.

Finalmente,¿nofuedeaquelmismocontactoconelmediodedondeseoriginóelintempestivoaccesodelrencordefamilia,antelavisióndelpalmardeLaChusmita,ynoseríaestaregresiónalaviolencia,aunquemomentánea,unaadvertenciaquelepreveníacontrasímismo?LavidadelLlano,esafuerzairresistibleconqueatraesuimponenterudeza,eseexageradosentimientodelahombríaproducidoporelsimplehechodeiracaballoatravésdelasabanainmensa,pondríaenpeligrolaobradesusmejoresaños,consagradosalempeñodesofocarlasbárbarastendenciasdelhombredearmastomar,latenteenél.

Luegoloprudenteeravolveralpropósitoprimitivo:venderelhato.Además,eraloqueestabadeacuerdoconsusverdaderosplanesdevida,puestoquecuantopensóa bordo del bongo tal vez no fue sino momentánea exaltación. ¿Estaba acasopreparadoparalaobraqueseproponía?¿Sabíarealmenteloqueeraunhato,cómohabía quemanejarlo y de quémodo corregir las deficiencias de una industria quehabíavenidopasandoatravésdevariasgeneracionessinperdersuformaprimitiva?Las líneas generales del vasto plan civilizador no podían escapársele; pero losdetalles,¿podríaacasodominarlos?Desplazadadeunmomentoaotrosuinteligenciade aquel espacio ideal de las teorías, por donde hasta allí había discurrido, ¿daríaalgún resultado positivo aplicada a pormenores tan concretos y mezquinos comoteníanqueserlosdelaadministracióndeunafincadeaquelgénero?¿Noestabayabastante demostrada su incompetencia por la torpeza con que hasta allí habíaprocedidoentodolorelativoaAltamira?

Taleralafalladeaquelcarácter,tanbientempladoporlodemás:SantosLuzardonosentíalapresenciadelasenergíasquealentabanenél,seteníamiedoyexagerabalanecesidaddelaactitudvigilante.

LaaparicióndeAntonio,anunciándolequeyaestabaservidalamesa,losacódesuscavilaciones.

—Notengoapetito—respondió.—Elcansancio,quequita lasganas—observóAntonio—.Porestanoche tiene

queacomodarseadormirenestapiezaasícomoestá,puesnotuvimostiemposinodebarrerla.Mañanaseprocederáadarleunalechadaalasparedesyaasearlaunpocomás.Amenosqueusteddispongahacerleunareparacióngeneralalacasa,porque,verdaderamente,asícomoestánopuedehabitarla.

—Porelmomentodejémoslaasí.Quizávendaelhato.DentrodeunmespasaráporaquídonEncarnaciónMatute,aquienlehepropuestoquemecompreAltamira,ysimehaceunaofertaaceptable,cerraréelnegocioinmediatamente.

—¡Ah!¿ConquepiensausteddesprendersedeAltamira?

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—Creoqueeslomejorquepuedahacer.Antoniosequedópensativounosinstantes,yluegodijo:—Usted que lo ha resuelto, así le convendrá.—Y entregándole unmanojo de

llaves—:Aquítienelasllavesdelacasa.Ésta,másmohosa,esladelasala.Puedequeyanifuncione,porqueesapiezanosehavueltoaabrir.Ahítodoestácomolodejóeldifunto,queenpazdescanse.

«Talcomolodejóeldifunto.Desdelahoraypuntoenqueeldifuntoloclavóenelbahareque»...

YlarápidaasociacióndeaquellasdosfrasesdeAntoniofueuninstantedecisivoenlavidadeSantosLuzardo.

Se levantó de la hamaca, cogió la palmatoria donde ardía una vela y le dijo alpeón:

—Abrelasala.Antonio obedeció, y después de batallar un rato contra la resistencia de la

cerraduraoxidada,abriólapuerta,queestabacerradahaciatreceaños.UnafétidabocanadadeaireconfinadohizoretrocederaSantos:unacosanegray

asquerosaquesaliódelastinieblas,unmurciélago,leapagólaluzdeunaletazo.VolvióaencenderlaypenetróenlahabitaciónseguidoporAntonio.Enefecto,todoestabaallícomolodejaradonJoséLuzardo:lamecedoradonde

murió,lalanzahundidaenelmuro.Sin pronunciar una palabra, profundamente conmovido y con la conciencia de

querealizabaunactotrascendental,Santosseacercóalaparedy,conunmovimientotanenérgicocomoelquedebiódehacersupadreparaclavar la lanzahomicida, laretiródelbahareque.

Eracomosangrelaherrumbrequecubríalahojadeacero.Laarrojólejosdesí,atiempoqueledecíaaAntonio:

—Así como he hecho yo con esto, haz tú con ese rencor que hace poco te oíexpresar,quenoestuyo,porlodemás.UnLuzardoteleimpusocomoundeberdelealtad;perootroLuzardoterelevaenestemomentodeesamonstruosaobligación.Yaesbastanteconloquehanhecholosodiosenestatierra.

Y cuando Antonio, impresionado por estas palabras, se retiraba en silencio,agregó:

—Dispónlonecesarioparaquemañanaseprocedaalareparacióndelacasa.YanovenderéAltamira.

Volvióameterseenlahamaca,serenoelespíritu,llenodeconfianzaensímismo.Yentretanto,afuera,losrumoresdelallanuraarrullándoleelsueño,comoenlos

claros días de la infancia: el rasgueo del cuatro en el caney de los peones, losrebuznosdelosburrosqueveníanbuscandoelcalordelashumaredas,losmugidosdelganadoen loscorrales,elcroarde lossaposen lascharcasde loscontornos, lasinfonía persistente de los grillos sabaneros y aquel silencio hondo, de soledades

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infinitas,dellanodormidobajolaluna,queeratambiéncosaqueseoíamásalládetodosaquellosrumores...

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A

VI.ElrecuerdodeAsdrúbal

quellamismanoche,enElMiedo.Cerca de la obscurecida llegó el Brujeador. Dijéronle que doña Bárbara

acababadesentarsea lamesa;perocomo teníacuentasque rendirleynoticiasquecomunicarley,además,estabadeseosode tumbarseadescansar,noquisoesperaraqueellaconcluyesedecomerysedirigióalacasa,todavíaconsucobijaalbrazo.

Mas,yaalentrar,searrepintiódesuprisa.DoñaBárbaracomíaacompañadadeBalbinoPaiba,personaconquiennosimpatizaba.Tratóderevolverse,atiempoqueellaledecía:

—Entre,Melquíades.—Yovuelvomástarde.Sigacomiendotranquila.YBalbino,consorna,yalavezqueseenjugabaamanotadaslosgruesosbigotes

impregnadosdelcaldograsientodelassopas:—Entre,Melquíades.Notengamiedo,queaquínohayperros.ElBrujeadorlearrojóunamiradamuypocoamistosayreplicó,mordaz:—¿Estáseguro,donBalbino?PeroBalbino no entendió la reticencia, y el otro continuó, dirigiéndose a doña

Bárbara:—VinesolamenteadarlecuentadequelasbestiasllegaronbienaSanFrancisco,

yaentregarlelosuyo.Dejólacobijasobreunasilla,secorrióhaciaadelanteelbolsillodelafajaysacó

variasmonedasdeoroqueluegopusoapiladasenlamesadiciendo:—Cuenteaversiestácompleto.Balbino las miró de soslayo, y aludiendo a la costumbre de doña Bárbara de

enterrartodoeloroquelecaíaenlasmanos,exclamó:—¿Morocotas?¡Ojosquetevieron!Ysiguiómasticandoeltrozodecarnequelellenabalaboca;perosinapartarde

lasmonedaslacodiciosamirada.A la brusca contracción del ceño, las cejas de doña Bárbara se juntaron y se

separaron en seguida, con el rápido movimiento del aletazo del gavilán. Noacostumbrabatolerarlechanzasalamanteenpresenciadeterceros,comotampocoleconsentíaternezasninadaquepudieseponerlaencondicionesdeinferioridad,ynoprocedía así por espíritu de disimulo, porque en esto, como en todo lo demás, sudespreocupacióneraabsoluta,sinoporlanaturalezamismadelossentimientosqueleinspirabaaquelhombre.

Balbino Paiba no lo ignoraba; pero como era torpe y jactancioso, —no

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desperdiciaba ocasión de aparentar que tenía un ascendiente absoluto sobre ella,aunqueporcadaunodesusalardesyasehubierallevadounchasco.LachanzaqueacababadepermitirseeradelasquemenossolíatolerarlaavaradoñaBárbarayselacobróenseguida:

—Debe de estar completo—dijo, guardándose el dinero sin contarlo—.Ustednuncaseequivoca,Melquíades.Notieneesamalacostumbre.

Balbinosemanoteó losbigotes,nopara limpiárselossinocomomaquinalmentehacíacuandoalgolocontrariaba.Aélnuncalehabíadadounamuestradeconfianzasemejante;porelcontrario,siemprecontabaminuciosamenteeldineroqueéldebieraentregarle,ysialgofaltaba—cosaqueocurríaconalgunafrecuencia—,sequedabamirándolo sindecirpalabra,hastaqueél, fingiendocaer encuentade sudescuido,completaba la cantidad con lo que se había dejado en el bolsillo. Además, claroestaba que aquello de lamala costumbre se refería a él.A pesar de los excelentesservicios que le había prestado en su calidad demayordomo de Altamira, aún nohabíalogradocaptarsesuconfianza.Encuantoasucondicióndeamante,nisiquierapodíacuntarconlaprecariagarantíadeuncapricho;eraunempleadoasueldo:elquelepagabaLuzardoporlamayordomíadeAltamira.

—Bueno,Melquíades—prosiguiódoñaBárbara—.¿Quémásmecuentas?¿Porquémandasteadelantealpeón?

—¿No le contó él?—interrogó, a su vez, tratando de evadir la explicación enpresenciadeBalbino,anteelcualsiempreerasumamenteparcoenpalabras.

—Sí.Medijoalgo;peroquieroquemerefieraslosdetalles.Estaspalabras,asícomolasqueanteslehabíadirigido,laspronunciósinmirarlo

a la cara, atenta al plato que se servía. Recíprocamente, Melquíades también lehablaba sin verla. Brujos ambos, habían aprendido de los «dañeros» indios a nomirarsenuncaalosojos.

—Pues en San Fernando escuché decir que había llegado el doctor SantosLuzardoameterleausteddeatráspalantetodosesospleitosqueustedlehaganado.Mediocuriosidaddeconoceralhombre,yporfinlogréquemelomostraran.Peroluegoloperdídevista,hastaque,ayertarde,yoqueestoyensillandoparaseguirconla frescade lanocheyamaneceraquíconeldía,cuandooigoque llegaunviajerodiciendo que se le ha atarrillado la bestia, y contratando un bongo, que estaba allícogiendo una carga de cueros de chigüire, para que lo trajera hasta el paso delAlgarrobo.Éseesmihombre,medije,ydesensilléotravuelta,mecalélacobija,yfui a acurrucarme en el caney donde le iban a servir la comida a escuchar lo queconversara.

—Yoístemuchascosas,seguramente.Yamelasimagino.—Puesparaquevea:nadaquevalieralapenadeestarsudandocalenturasajenas,

comodiceeldicho.Pero,oyendoaldoctorcito,quedagustooírlocuandoseleaflojalalengua,porqueconversamuysabroso,pensé:Hombrequelegustaescucharse,nopuedeestarcalladomuchotiempo.Lacuestiónestenerpacienciaylaorejaparada.Y

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anochemismo le dije al peón:Llévatemi caballo arrabiatado, queyovoy a ver siquepoenelbongo.

Y refirió luego la escena del palodeagua, durante la siesta, pintando a SantosLuzardocomoahombrearriesgadoypeligroso.

EraelespalderodedoñaBárbaraunodeesossujetostortuososyagazapadosquesiempre necesitan manifestar todo lo contrario de lo que sienten. Sus ademanesblanduzcos, sus palabras calmosas y su costumbre de mostrarse siempre muyadmirado de la hombría de los demás, envolvían una maldad buida y fría quetraspasabaloslímitesdeloatroz.

—Noseagachetanto,zambo—díjoleBalbino,aloírloponderarlascondicionesvaroniles del dueño de Altamira—. Ya sabemos que usté no es hombre paraachicárseleapatiquines.

—Pues,mire,donBalbino.Voyadecirle.Noesquemeagacho,¿sabe?Esqueelhombreestalluditoy,además,seempinacuandohacefalta.

—Siesasí,mañanalorebajaremosunpoco,paraemparejarlo—concluyóPaiba,quien,porelcontrario,noacostumbrabaconcederlenadaalenemigo.

ElBrujeadorsonrió,yluego,sentencioso:—Acuérdese,donBalbino,dequesiempreesmejorrecogerquedevolver.—Notengacuidado,Melquíades.Yosabrérecogermañanaloquesembréhoy.Aludía al plan urdido para imponérsele a Luzardo: sonsacarle los peones,

ausentarsedeAltamiraaquellanoche,caeraldíasiguienteporallá,y,conunpretextocualquiera,provocarunaltercadoconelprimerpeónqueencontraseydespedirlodeltrabajo,todosinhacercasodelapresenciadeLuzardo.

Mas, como al tener una idea en la cabeza ya no podía estar tranquilo si no ladivulgaba, y, además, necesitabademostrarle aMelquíadesque él sí se atrevía conSantosLuzardo,nosecontentóconlavagaalusiónasusplanesy,tragandodeprisaelbocado,comenzóaexponerlos:

—MañanamuytempranovaasabereldoctorLuzardoquéclasedehombreessumayordomoBalbinoPaiba.

PeroseinterrumpióparaobservarloqueentretantohacíadoñaBárbara.Acababa de servirse un vaso de agua y se lo llevaba a los labios, cuando,

haciendoungestodesorpresa,echóatráslacaraysequedóluegomirandofijamenteelcontenidodelenvasesuspendidoalaalturadesusojos.Enseguidalaexpresióndeextrañezafuereemplazadaporotradeasombro.

—¿Quépasa?—interrogóBalbino.—Nada. El doctor Luzardo que ha querido dejarse ver —respondió, mirando

siempreelaguadelvaso.Balbinohizounmovimientoderecelo.Melquíadesdiounpasohacialamesa,y

apoyandoenésta ladiestra, se inclinóamirar tambiénelembrujadoenvase,yellaprosiguió,visionaria:

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—¡Simpático el catire! ¡Qué colorada tiene la cara! Se conoce que no estáacostumbradoalossolesllaneros.¡Yvistebien!

ElBrujeadorseretiródelamesaconestasfrasesmentales:—«Perronocomeperro.QuetecreaBalbino.Todoesotelodijoelpeón.»Era,enefecto,unadelasinnumerablestrácalasdequesolíavalersedoñaBárbara

paraadministrarsufamadebrujayeltemorqueconelloinspirabaalosdemás.AlgodeestosospechabaBalbino,pero,sinembargo,lacosaloimpresionó:

—¡TresDivinasPersonas!—invocóentredientes,agregandoenseguida—:¡Porsíacaso!

Entretanto,doñaBárbarahabíadepositadoelvasosobrelamesa,sinllevárseloaloslabios,asaltadaporunrecuerdorepentinoqueleensombreciólafaz:

«Era a bordo de una piragua... Lejos, en el profundo silencio, se oía el broncomugidodelosraudalesdeAtures...Deprontocantóelyacabó...»

Transcurrieronunosinstantes.—¿Novasaterminardecomer?—inquirióBalbino.Ylapreguntasequedósin

respuesta.—Sinotienenadamásquemandarme—dijoMelquíadesalcabodeunrato.Recogiósucobija,selaechóalhombroyesperóotroratoparaagregar:—Bueno.Consupermiso,yomeretiro.Quelapaseustedbien.Balbino siguió comiendo solo. Luego retiró dé pronto el plato, semanoteó los

bigotesyabandonólamesa.Comenzóaparpadearlalámpara.Seapagóporfin.DoñaBárbaraestabatodavía

juntoalamesa,ysupensamiento,inmóvil,torvo,sombrío,enaquelmomentoatrozdesupasado.

«...Lejos, en el profundo silencio, se oía el bronco mugido de los raudales deAtures...Deprontocantóelyacabó...»

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N

VII.Elfamiliar

ochedelunallena,propiciaparaloscuentosdeaparecidos.Bajolostechosdeloscaneyesoencaramadosenlostramosdelaspuertasdeloscorrales,siempre

hayentrelosvaquerosalgunoquehabledelosespantosquelehansalido.Laambiguaclaridaddelsatélite,trastornandolasperspectivas,puebladeduendes

lallanura.Sonlasnochesdelaspequeñascosasquedelejossevenenormes,delasdistancias incalculables, de las formas disparatadas. De las sombras blancasapostadasalpiedelosárboles,delosjinetesmisteriosos,inmóvilesenlosclarosdesabana,quedesaparecendeprontocuandoalguiensequedamirándolos.Nochesdeviajar «con el escalofrío de capotera y laMagnífica en los labios»—según decíaPajarote—.Nochesalucinantesenquehastalasbestiasduermeninquietas.

EnAltamira,siempreeraPajarotequiencontabaloscasosmásespeluznantes.Lavidaandariegadelencaminadordeganadosy la imaginaciónvivazsuministrábanlemilaventurasquenarrar,acualmásextraordinaria.

—¿Muertos?AtodoslosquesalendesdeelUribantehastaelOrinocoydesdeelApurehasta elMeta, les conozco suspelosy señales—solíadecir—.Y si son losotrosespantos,yanotienensustosquenomehayandado.

Lasalmasenpenaquerecorrensusmalospasosporlossitiosdondelosdieron;laLlorona, fantasmade lasorillasde losríos,cañosoremansos,ycuyos lamentosseoyenaleguasdedistancia;lasánimasquerezanacoro,conunrumordeenjambres,enlacalladasoledaddelasmatas,enlosclarosdelunadeloscalveros,yelÁnimaSola,quesilbaalcaminanteparaarrancarleunpadrenuestro,porqueeselalmamásnecesitada del Purgatorio; la Sayona, hermosa enlutada, escarmiento de losmujeriegostrasnochadores,quelessalealpaso,lesdice:«Sígueme»,ydeprontosevuelveylesmuestralahorribledentadurafosforescente,ylaspiarasdecerdosnegrosqueMandingaarreapordelantedelviajero,ylasotrasmilformasbajolascualessepresenta,todoselehabíaaparecidoaPajarote.

Nada tenía, pues, de sorprendente que aquella noche, abandonado de pronto elcuatroquepunteaba,anunciaraquehabíavistoal«familiar»deAltamira.

Segúnuna antigua superstición, demisteriosoorigen, bastantegeneralizadaporallí,cuandosefundabaunhatoseenterrabaunanimalvivoentrelostranquerosdelprimer corral construido, al fin de que su «espíritu», prisionero de la tierra queabarcaba la finca, velase por ésta y por sus dueños.De aquí veníale el nombre defamiliar,ysusaparicioneseranconsideradascomoauguriosdesucesosventurosos.El de Altamira era un toro araguato que, según la tradición, enterró don EvaristoLuzardoenlapuertadelamajada,ydecíanletambién«elCotizudo»poratribuírselegrandespezuñasdetoroviejovueltasflecos,comocotizasdeshilachadas.

ApesardequeallínoeracostumbretomarmuyenseriolasvisionesdePajarote,

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a un mismo tiempo dejaron de oírse las maracas que sacudíaMaría Nieves, y seenderezaron en sus chinchorros Antonio y Venancio. Sólo Carmelito permanecióindiferente.

Pero algo más que simple curiosidad revelaba la expresión de Antonio. Hacíamuchos años que no se aparecía «el Cotizudo», tantos cuantos eran los de laadversidadquesehabíaensañadoconlosLuzardos,demodoqueentreloshabitantesactualesdelhatosólosupadre—elviejoMelesio—recordabahaberoídohablar,alláen su infancia, de las frecuentes apariciones del familiar al propio don José de losSantos,quefueelúltimodelosLuzardosquedisfrutódeprosperidad.Deatenersealaleyenda,ysiPajarotenomentía,laapariciónanunciabala—vueltadelosbuenostiemposconlallegadadeSantos.

—Echaelcacho,Pajarote,aversitelopodemoscreer.¿Cómofuelacosa?—Alatardecita,cuandoveníarecogiendolosmautes,catédeverporelboquerón

deLaCarama,alláenMédanoElTigre,untoroaraguatoechándosetierraenmediodeunespejismodeagua.Eracomooromolidoelpolveroquelevantaba,ynopodíaserotrosino«elCotizudo»,porqueal lecoque lepeguédesapareciócomosi se lohubieratragadolasabana.

VenancioyMaríaNievescambiaronmiradas,conlascualescadaunoexplorabalacredulidaddelotro,yAntoniosequedópensativo:

—Nada le falta al cuento: entre dos luces, echándose tierra en medio de unespejismo de aguas. Así es como dice el viejo que y que siempre se aparecía elfamiliar... Pero este Pajarote no cobra por decir mentiras... Sin embargo, ¡quiénquita!... Además, las cosas son verdad de dosmaneras: cuando de veras lo son ycuando a uno le conviene creerlas o aparentar que las cree. Eso de que se hayaaparecido «el Cotizudo» viene como mandado a hacer para que esta gente cojaconfianza en Santos, sobre todoCarmelito, que es de los hombresmás necesariosaquí,contimásahoraquedoñaBárbarasevaaabrirenpelea,segúnlodaaentenderlasonsacadadelospeonesbalbineros.

YyaibaaponerporobraloqueselehabíaocurridoparaaprovecharelcuentodePajarote,cuandoMaríaNieves,incorporándoseensuchinchorro,lequitólapalabra:

—Diga,valePajarote:¿esoloviousted,oselohancontado?—Conestosojosquesehandecomerloszamuros—prorrumpióelinterpelado,

consuhablaragritos—.Porqueloqueesamínomeentraelgusanonidespuésdemuerto, ni tampoco soy de los que se van a pudrir, comoDiosmanda, quietecitosdentrodelhoyo,segúnmelotieneanunciadodonBalbino,queahoratambiénselasestáechandodebrujo,pornoquedarseatrásdelamujer,yaseguraquevoyamorirdemalamuerte, en un paso demata, y todo porque sabe que le estoy llevando lacuentadeloquemanotea,enunatarjaqueyaestácuajaditaderayas.

—¡Yaseleentabaronlosbichos!—exclamóVenancio,pordecirqueaPajarotese le alborotaban y se le iban las ideas en cuanto comenzaba a hablar, así comobarajustaysedisgregaelrebañocuandolaacosaeltábano—.NoeradedonBalbino

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queibasahablar.—Déjaloquieto—intervinoMaríaNieves—.Esqueestácorcoveandoaversise

quitalamarota.Aludía,asuvez,conestafrasellaneradesentidofigurado,alapuroenquehabía

puestoaPajarotealpedirletestimoniopersonal,puestodoloqueéstehabíacontadorespectoalfamiliarnoerasinoversióndesfiguradadealgoqueél lehabíareferidodíasantes.

—¿Demodo que no crees que sea verdad lo que cuentaPajarote?—interpelóAntonio:

—Voyadecirte.Amínomecogedesorpresa,porqueyotambiéncatédeveralaraguatohaceyaalgunosdías.Noentreespejismosdeaguaniechándosetierraconlaspezuñas,comocuentanlosviejosdeantesquesiempreseaparecíaycomoahoradicequelohamiradomivale,quesiemprevemásquelosdemás.

DijoestoúltimoconlasreservasmentalesquePajarotedebíaentenderehizounapausa para explorar el efecto que sus palabras le causaron; pero el aludido no seinmutó.

—Siga,pues,vale—ledijo—.Acabedeecharparaafueraelcacho.Cuéntenoscómofuequevioalfamiliar.Aunqueahoranadiequerráquedarsesinhaberlovisto,porqueenelmundotodopasacomoenlosviajes,quedetrásdeunpunterovanunaporcióndeculateros.

—Punterooculatero,yocomolovifueansina:paradoenlalomadelmédano.Ysequedómirándolo,paraqueentendieraloquenoqueríaagregar:—Ansinafuecomoteloconté.Túhasagregadolodelespejismoyelpolvoreo

paracolearmelaparada;peroyotelaganodemano.Luego,prosiguiendosuexplicación:—Unbigarroaraguato,bonitoybienplantado.Estuvoventeandoparaacáunrato

largo,yluegosevolteóparalosladosdeElMiedo,echóunpitidoquedebieronoírloen las casas de allá y desapareció de repente, como si se lo hubiera tragado elmédano.

Pajarotesonrió.Todoera,enefecto,invenciónsuya,abasedeloquelerefirieraMaríaNieves,yencaminadaaproducirenelánimodesuscompañeroslaconfianzaenque,conlallegadadelamo,vendríanbuenostiemposparaAltamira,puesLuzardolehabíacaídoengracia,quizásprecisamenteporhaberleproducidoalosotros—yaélnopodíaescapársele—laimpresiónopuesta.

—Delmédanoadondeyo lovinohaymucho trecho.Nada tienedeparticularque«elCotizudo»sehaigaaparecidounavezsobrelalomayotradentrodelaguadelencanto.Todoesoessuparadero.

AtiempoqueAntonio,yamásinteresado:—¿Porquénohabíascontadoeso,MaríaNieves?—Porquecomoasínoeselmododeaparecerseelfamiliardeacá,creíquefuera

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untoroaraguatocualquiera.—PeroesodeventearparaAltamiraydespuésecharunpitidoparalosladosde

ElMiedo,hadebidollamartelaatención,atiquesabeslascosas—insistióAntonio.—Notecreasquenocatédepensarlo,pero...Pajarotelequitólapalabra:—Peroesquehaypersonasqueentrepensaryhacerlesalencanas.—¡Arrea,catire,MaríaNieves!—exclamóVenancio—.Miraqueyaelzambote

vienepisandoloscorvejones.—Dealgunamanerateníayoquedesquitarmedelapuntatapadaquemezumbó

enantesmivale—concluyóPajarote.Amigosdispuestosentodomomentoadarlavidaelunoporelotro,Pajarotey

MaríaNievesnopodíancruzardospalabrassintrabarseenunaesgrimadesátirasymaliciasquedivertíaaloscircunstantes.YaVenanciohabíacomenzadoaazuzarlos,comoeracostumbre;peroAntonioteníaaquellanocheuninterésespecialenquenosedesviaralaconversación,yvolvióapreguntar:

—¿Cuántotiempohacedeeso,MaríaNieves?—¿Deeso...?yatelovoyadecir...Esofueellunesdelasemanapasada.—¡Aguárdate ahí! —exclamó Antonio—. Eso fue, precisamente, el día de la

llegadadeldoctoraSanFernando.—¡Andaviendo,pues!—exclamóPajarote.YVenancio,saltandodelchinchorro:—Puesyotambiénvoyaecharmicacho.—¿Nolodije?Ahoratodoshanmirado.—Noesahoraquelodigo.Hacetiempoquevengoconmitemadequeporaquí

estánsucediendocosasraras.—Esverdad—apoyóMaríaNieves.—Contá,pues.¿Quéhasmirado?—La verdad sea dicha, no he visto nada; pero sí he venteado. Aquello, por

ejemplo,quetodosvimosenlaúltimavaquería.—¿Elcabildeodelganado?—¡Eso!A ninguno de los que estábamos velando allí nos pareció que aquello

pudiera ser natural. ¡Ese animalaje arremolinado, llorando y forzando porbarajustarse toda la noche! Amí nadie me quita de la cabeza que allí había algodándole vuelta al paradero.Más les digo: yo escuché las pisadas y miré cómo lahierbaseapretabacontralatierra,sinquehubieranadiealavistacaminandoporallí.¿Yaquellodequenohubieraformadepararunrodeodeproporción?Mirabaunolasabana negrita de hacienda, y en cuanto se lemetían los caballos, se regaba comofrutademaraca.

—Esoesverdad—apoyóMaríaNieves—.Noquedabansinounasparaparas.Pero Pajarote quería decirlo todo él solo, y alzando todavía más la voz

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destemplada,desabaneroacostumbradoahacerseoíradistancia,volvióacoger lapalabra:

—¿Seacuerda,Carmelito,de lamañanaaquellaenquepartimosustedyyo,enjuntoconunoscuantosvaquerosdeElMiedo,acortaraquelojeoquesenosabrióenlasabanadeLaCulata?Allínofueposiblequelosfustanerosenlazaranunorejano,contodoysermuybuenassogas.Sedesvestíanloslazosmejorpuestos,lesboleabanlos caballosmásvaqueros, leshacíande cuantoDios crióparaburlarsedeldiablo.Connosotros, entre los de allá, iba el viejo donTorres, que es una de lasmejoressogasdelArauca,yenel repartoqueen lacarreranoshicimos, le tocóunbigarro,araguatopormásseñas.Ibaelviejocorriendopareadoentre lacostademonteyeltoro,yyaletremolabaellazo,cuandoderepenteelbigarroseleparóyseloquedómirando.Yóigameesto,compañeroAntonio.UstedsabequeelviejodonTorresesllanerobragadoyhombredehazañasconlacimarroneradeElCaribe,queesdelasmás bravas de Apure. Pues aquella mañana lo vide ponerse jipato, ¡él que es tancoloreado!Noseatrevióalargarlasoga,ahímismitorecogiósugente,yloescuchédecir:

—«Con las ganas que tenía de enguaralarlo, no me fijé en que era el propio“Cotizudo”deAltamira.Loquesoyyonoabromásunlazoenestasabana.»

A todas éstas, Carmelito permanecía encerrado en su mutismo, y Antonio sedecidióasondearlo,preguntándole:

—¿Quédecístúaeso,Carmelito?¿EsverdadloquecuentaPajarote?Peroélselimitóaresponderevasivamente:—Yoestabalejos,¿sabes?Ofijándomeenotracosa.—Todavíaelhombreestáencuevado—murmuróAntonio.AtiempoquePajarotedecía:—PermitaDiosquenopuedadecirmásembustessinoescomolohecontado.Y

lodel«Cotizudo»nome locreanamí, sinoquieren;pero tambiénmivaleMaríaNieves lo ha visto, y él tiene fama de no decir mentiras. Y eso de que estéapareciendootravueltaelfamiliarsignificaqueyaselevanacabarlospoderesalabruja y que ahora nos toca a nosotros los altamireños echar suertes. De modo ymaneraquedigatopo,valeCarmelito,porquesino,nolepaganlaparada.

Carmelitocambiólaposiciónenelchinchorroyreplicó,ásperamente:—¿HastacuándoiránaestarustedesconesodelospoderesdedoñaBárbara?Lo

quepasaesqueesamujeresdepeloenpecho,comotienenqueserlotodoslosquepretendenhacerserespetarenestatierra.

—¡Vaya!Yaelenfermoempiezaabotarparaafueralosmaloshumores—sedijoAntonio.

YPajarote,intencionadamente:—Enesodelpeloenpechotieneustedmucharazón,Carmelito;pero,óigamelo

quelevoyadecir:nosólolosqueandanenseñándolosonlosquelotienen,porquea

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muchospuedeserquelesconvengatapárselo,yparaesoestánlostrapos.Ahora,quedoña Bárbara es faculta en brujerías, eso nadie lo puede negar. Y si quiereconvencerse,óigametambiénesto,queconformemeloecharon,ansinaselovoyaechar.

Escupióporelcolmilloyprosiguió:—Hace cosa de unos siete días, de madrugadita, cuando ya unos cuantos

miedeños sepreparabanpara salir apararun rodeoen las sabanasdeCorozal,queusted sabe que son de las más cazadoras que hay por todo esto, se asomó doñaBárbaraalaventanadesucuarto,tambiénenpañosmenores,ylesdijo:«Nopierdansutiempo,porquehoynosecojeraniunmaute.»Apesardeeso,comoyaestabanacaballo,lospeonessalieron.Yresultócomoellalohabíadicho:niunmautepudieronarrear por delante. No había ni una res en aquellos comederos, que siempre estáncuajaditosdehacienda.

Hizounabrevepausaycontinuó:—Pero eso no es nada todavía. Ahora viene lo mejor. Días después, cosa de

trasanteayer,cuandoapenascomenzabanamenudearlosgallos,dispertóalospeonesdiciéndoles:«Ensillenligeroysalganahoramismo.EnlassabanasdeLagartijeraestáunarocheladecimarrones.Sonsetentaycincoreses,ytodasvanacaersuavecitas.»Y como lo dijo, asina sucedió. Explíqueme eso, Carmelito. ¿Cómo ha podido esamujercontardesdesucasaloscimarronesqueestabanenLagartijera?Sondosleguaslargas.

Carmelitonosedignóresponder,yMaríaNievesintervinoparaquenoquedaradesairadoelamigo.

—Que esta mujer aprendió entre los indios cosas que pueden más que loshombres,¿paraquénegarlosiellamismanolooculta?Yosé,porejemplo,queunavez una persona amiga suya le dijo que se avispara con el querido que la estabarobando,yellalerespondió:«Niesehombreninadiesacadeaquíunaressinqueyolopermita.Puedeamadrinar todoelganadoquequierayarrearlopordelante,perodel linderodelhatonolepasa.Se lebarajustayse lerevuelveparasuscomederosporqueyotengoquienmeayude.»

—Yalocreoquesitienequienlaayuda:elmismoMandinga,«ElSocio»,comolediceella.¿Paraquéson,pues,esasconversacionesquetienetodaslasnochesconélenesapiezadondenolepermitelaentradaanadie?—intervinoVenancio.

Y hubiera sido cuento de nunca acabar el de las brujerías de doña Bárbara, siPajarotenohubiesedesviadolacharladiciendo:

—Pero ya todo eso se va a acabar.El pitido del araguato que escuchómi valeMaríaNieveseselavisodequeyaselehallegadosuhora.Porlotanto,aquíhemosganadomucho conque, por la venidadel doctor, se le haya acabado el negocio alladronazodedonBalbino. ¡Ah,hombrebien lambidoparamanotear loajeno!CondecirqueharobadohastaalÁnimadeAjirelito,yaestátododicho.

AloqueacudióMaríaNieves,eneltonohabitualdesus«contrapunteos»:

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—Poresono,vale,porqueyosédeotroque tambiénhametidosumanoen lafortunadelÁnimaSanta.

ElÁnimadeAjirelito—muchasotrashayentodoelLlano—eraladevociónmáspopularentrelosmoradoresdelcajóndelArauca,quienesnuncaseponíanencaminosinencomendársele,nipasabancercadelamatadeAjirelitosinllegarsehastaalláaencenderle una vela o dejarle una limosna. Al efecto había al pie de uno de losárboles de lamata un techadillo de palma, bajo el cual ardían las velas votivas, yestabaunatotumadondeloscaminantesdepositabanlaslimosnas,quedecuandoencuandoibaarecogerelcuradelpuebloinmediatoparalasmisasqueselededicabanmensualmentealánima.Nadiecustodiabaestedinero,ydecíasequenoerararoverentreélonzasymorocotas,pagodepromesashechasengravestrances.Encuantoalaleyenda,nadadefantásticotenía:uncaminantequefueencontradomuertoalpiedeaquelárbol;otroaquienundía,enunmalpaso,se leocurriódecir:«ÁnimadeAjirelito, sácame con bien.» Y como saliera bien librado del peligro, al pasar porAjirelito,seapeódelcaballo,construyóaqueltechadilloyencendiólaprimeravela.Lodemáslohizoeltiempo.

ComooyeselaintencionadaalusióndeMaríaNieves,Pajarotereplicó:—Nome zumbe en lo oscuro, vale. Ese que metió su mano en la totuma del

Ánimafuiyo.Perocomolosdemásqueestánpresentesnoconocenlahistoria,selavoyaechar,paraquenocreanenloscuentosdeloslenguaslargas.Fuequeyoestabalimpioyconganasdetenerplata,quesondoscosasquecasisiempreandanjuntas,yalpasarporAjirelitosemeocurrió lamaneradeconseguirmeloscentavosquemeestaban haciendo falta.Me acerqué al palo, me bajé del caballo, nombré las TresDivinasPersonasysaludéalmuerto:«¿Quéhay,socio?¿Cómoestamosdefondos?»ElÁnimanomerespondió,perolatotumamelesdijoalosojos:«Aquítengounoscuatrofuertesentreestoscentavos.»Yyo,rascándomelacabeza,porquelaideameestabahaciendocosquillas:«Oiga,socio.Vamosatirarunaparaditaconesosfuertes.Semehametidoentrecejaycejaquevamosadesbancarelmonte—y—dadoenelprimerpuebloqueencuentreenmicamino.Vamosamedias:ustedponelaplatayyolamalicia.»Y elÁnimame respondió, como hablan ellas, sin que se les escuche:«¡Cómono,Pajarote!Cogeloquequieras.¿Hastacuándolovasaestarpensando?Sise pierden los fuertes, de todosmodos se iban a perder entre lasmanosdel cura.»Pues,bien:cogímiplata,yenllegandoaAchaguas,mefuialacasadejuegoytirélaparadita,fuerteafuerte.

—¿Ydesbancaste?—preguntóAntonio.—Tantocomoustedquenoestabaportodoaquello.Melosrasparonseguiditos,

porqueesosdemoniosdelascasasdejuegonialasánimasrespetan.Mefuiadormirsilbandoiguanas,yderegresoporAjirelito,ledijealmuerto:«Yaustedsabráquenosenosdiolaparada,socio.Otrodíaserá.Aquíletraigoesteregalito.»Yleencendíunavela—¡dea locha!—queera toda la luzque,cuandomás ibanadaraquelloscuatrofuertes,sihubierancaídoenmanosdelcura.

LargasrisotadascelebraronlabellaqueríadePajarote.Luegosecomentaronlos

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milagros recientes del Ánima y, finalmente, cada cual volvió a meterse en suchinchorro.

Reinaelsilencioenelcaney.Lanochehaavanzadobastante,ylalunaahondalaslejaníasde las sabanas.En las ramasdel totumoelgallo sueñacongavilanes,y suvozdealarmadespiertayalborotaelgallinero.Losperros,queduermenechadosenelpatio,levantanlascabezas,enderezanlasorejas;perocomosólooyenelvuelodelaslechuzasydelosmurciélagosentornoalhiguerón,vuelvenameterloshocicosentrelaspatas.Mugeunaresenlamajada.Distante,seoyeelbramidodeuntoroquetalvezhaventeadoeltigre.

Pajarote,queyaestabacogiendoelsueño,exclama:—¡Toroviejo!Faltodecaballoydesoga.¡Dehombreno,porqueyoestoyaquí!Unoríeyotrosepregunta:—¿Será«elCotizudo»?—Faltaqueestabahaciendo—respondióAntonio.Despuésnohablómás.

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L

VIII.Ladoma

allanuraesbellayterriblealavez;enellacaben,holgadamente,hermosavidaymuerteatroz.Éstaacechaportodaspartes;peroallínadiela teme.ElLlano

asusta;peroelmiedodelLlanonoenfríaelcorazón;escalientecomoelgranvientodesusoleadainmensidad,comolafiebredesusesteros.

ElLlanoenloquece,ylalocuradelhombredelatierraanchaylibreesserllanerosiempre.Enlaguerrabuena,esalocurafuelacargairresistibledelpajonalincendiadoenMucuritasyelretozoheroicodeQueserasdelMedio;eneltrabajo:ladomayelojeo,quenosontrabajos,sinotemeridades;eneldescanso: la llanuraenlamaliciadel«cacho»,enlabellaqueríadel«pasaje»,enlamelancolíasensualdelacopla;enelperezosoabandono:latierrainmensapordelanteynoandar,elhorizontetodoabiertoynobuscarnada;en laamistad: ladesconfianza,alprincipio,y luego la franquezaabsoluta;enelodio:laarremetidaimpetuosa;enelamor:«primeromicaballo».¡Lallanurasiempre!

Tierraabiertaytendida,buenaparaelesfuerzoyparalahazaña;todahorizontes,comolaesperanza,todacaminos,comolavoluntad.

—¡Alivántense,muchachos!Queyavienelaauroraconloslebrunosdeldía.EslavozdePajarote,quesiempreamanecedebuenhumor,ysonloslebrunos

deldía—metáforaingenuadeganaderopoeta—lasredondasnubecillasqueelalbavacoloreandoenelhorizonte,traslacejaobscuradeunamata.

Yaenlacocina,unmechodesebopendientedeltechoalumbra,entrelasparedescubiertasdehollín, lacoladadelcafé,yunoaunovanacercándosea lapuerta lospeonesmadrugadores.Casildalessirvelaaromáticainfusión,y,entresorboysorbo,elloshablandelasfaenasdeldía.

Todos parecen muy esperanzados; menos Carmelito, que ya tiene ensillado elcaballoparamarcharse.Antoniodice:

—Loprimeroquehayquehacer es jinetear elpotroalazano tostado,porqueeldoctornecesitaunabestiabuenaparasusilla,yesemostrencoesdelosmejores.

—¡Quesiesbueno!—apoyaVenancio,elamansador.YPajaroteagrega:—ComoqueeldonBalbino,quedeesosísabeynoselepuedequitar,yalotenía

visteadoparacogérselo.MientrasCarmelito,parasusadentros:—Lástimadebestia,hechaparallevarmáshombreencima.Ycuandolospeonessedirigieronalacorralejadondeestabaelpotro,detuvoa

Antonioyledijo:—SientotenerqueparticipartequeyohedecididonocontinuarenAltamira.No

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mepreguntesporqué.—Notelopregunto,porqueyaséloquetepasa,Carmelito—replicóAntonio—.

Ni tampoco tepidoqueno tevayas, aunque contigo contaba,másque conningúnotro;perositevoyahacerunaexigencia.Aguárdateunpoco.Unpardedíasnomás,mientrasyomeacomodoalafaltaquemevasahacer.

YCarmelito,comprendiendoqueAntoniolepedíaaquelplazoconlaesperanzadeverlorectificarelconceptoquesehabíaformadodelamo,accedió:

—Bueno.Voyacomplacerte.Porsercosatuya,mequedohastaqueteacomodes,comodices.Aunquehaycosasquenotienenacomodoenestatierra.

Avanzaelrápidoamanecerllanero.Comienzaamoversesobrelasabanalafrescabrisamatinal,quehueleamastrantoyaganados.Empiezanabajarlasgallinasdelasramasdel totumoydelmerecure;el talisayoinsaciable lesarrastraelmantodeorodelalaahuecada,yunaaunalashaceesponjarsedeamor.Silbanlasperdicesentrelos pastos. En el paloapique de la majada, una paraulata rompe su trino de plata.Pasan los voraces pericos, en bulliciosas bandadas;más arriba, la algarabía de losbandos de güiriríes, los rojos rosarios de coroceras;más arriba todavía, las garzasblancas,serenasysilenciosas.Ybajolasalvajealgarabíadelasavesquedoransusalasenlatiernaluzdelamanecer,sobrelaanchatierrapordondeyasedispersanlosrebaños bravíos y galopan las yeguadas cerriles saludando al día con el clarín delrelincho,palpitaconunritmoamplioypoderoso lavida libreyreciade la llanura.SantosLuzardocontemplaelespectáculodesdeelcorredordelacasaysientequeenlo íntimo de su ser olvidados sentimientos se le ponen al acorde de aquel bárbaroritmo.

Vocesalteradas,allájuntoalacorraleja,interrumpieronsucontemplación:—EsemostrencopertenecealdoctorLuzardo,porquefuecazadoensabanasde

Altamira, y a mí no me venga usted con cuentos de que es hijo de una yeguamiedeña.Yaaquíseacabaronlosmanotees.

EraAntonioSandoval,encaradoconunhombrachónqueacababadellegar,ylepedíacuentasporhabermandadoaenlazarelpotroalazano,delcualpocoantes lehablaraelamansador.

Santos comprendió que el recién llegado debía de ser su mayordomo BalbinoPaibaysedirigióalacorralejaaponerlefinalapendencia.

—¿Quépasa?—lespreguntó.Mas,comoniAntonio,por impedírseloelsofocóndelcoraje,nielotro,porno

dignarse dar explicaciones, respondían a sus palabras, insistió, autoritariamente yencarándoseconelreciénllegado:

—¿Quésucede?Pregunto.—Queestehombresemehainsolentado—respondióelhombretón.—¿Yustedquiénes?—inquirióLuzardo,comosinosospechasequiénpudiera

ser.

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—BalbinoPaiba.Paraservirle.—¡Ah! —exclamó Santos, continuando la ficción—. ¡Conque es usted el

mayordomo!¡Abuenahorasepresenta!Yllegabuscandopendenciasenvezdevenirapresentarmesusexcusaspornohaberestadoaquíanoche,comoerasudeber.

UnamanotadaalosbigotesyunarespuestaquenoestabaenelplanqueBalbinosehabíatrazadoparaimponérseleaLuzardodesdeelprimermomento.

—Yonosabíaqueustedveníaanoche.Ahoraesquevengoadarmecuentadequesehallabaaquí.Digo,porquesupongoquedebedeserustedelamo,parahablarmeasí.

—Hacebienensuponerlo.PeroyaPaibahabíareaccionadodelmomentáneodesconciertoqueleprodujerala

inesperada actitud enérgica deLuzardo, y tratandode recuperar el terrenoperdido,dijo:

—Bueno.Yahe presentadomis excusas.Ahorameparece que le toca a usted,porque el tono con que me ha hablado... Francamente... No es el que estoyacostumbradoaoírcuandoalguienmedirigelapalabra.

Sinperdersuaplomoyconunalevesonrisairónica,Santosreplicó:—Puesnoesustedmuyexigente.—Tenemosjefe—sedijoPajarote.Y ya no le quedaron a Balbino ganas de bravuconadas ni esperanzas de

mayordomías.—¿Quieredecirqueestoydadodebajayque,porconsiguiente,aquíseterminó

mipapel?—Todavíano.Aúnlefaltarendirmecuentasdesuadministración.Peroesoserá

mástarde.Ylediolaespalda,atiempoqueBalbinoconcluíaaregañadientes:—Cuandoustedlodisponga.Antonio buscó con la mirada a Carmelito, y Pajarote, dirigiéndose a María

NievesyaVenancio—queestabandentrodelacorralejaesperandoelresultadodelaescena y aparentemente ocupados en preparar los cabos de soga para maniatar elalazano—lesgritó,llenasdeintencioneslaspalabras:

—¡Bueno,muchachos!¿Quéhacenustedesquetodavíanohanmaroteadoaesemostrenco?Mírenlocomoestátemblandoderabiaqueparecemiedo.Yesoquesólolehandejadoverlamarota.¿Quéserácuandolotengamosplaneadocontraelsuelo?

—¡Yquevaa serya! ¡Vamosaver si sequita esasmarotas comosequitó lasotras! —añadieron María Nieves y Venancio, celebrando con risotadas la dobleintención de las palabras del compañero, que tanto se referían a Balbino como alalazano.

Brioso,finodelíneasydegallardaalzada,brillanteelpeloylamiradafogosa,elanimalindómitohabíareventado,enefecto,lasmaneasquelepusieronalcazarloy,

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avisadoporelinstintodequeeraelobjetodelaoperaciónquepreparabanlospeones,se defendía procurando estar siempre en medio de la madrina de mostrencos quecorreteabandeaquíparaalládentrodelacorraleja.

Al fin, Pajarote logró apoderarse del cabo de soga que llevaba a rastras, y,palanqueándose,conlospiesclavadosenelsueloyelcuerpoechadoatrás,resistióelenvióndelabestia,dandoconellaentierra.

—Guayuquéalo,catire—legritóMaríaNieves—.Nolodejesquesepare.Pero en seguida el alazano se enderezó sobre sus remos, tembloroso de coraje.

Pajarote lodejóque seapaciguaraycobraraconfianza,y luego fueacercándosele,pocoapoco,paraponerleeltapaojos.

Vibrante y con las pupilas inyectadas por la cólera, el potro lo dejabaaproximarse;peroAntonioleadivinólaintenciónygritóaPajarote:

—¡Tencuidado!Eseanimaltevaamanotear.Pajaroteadelantólentamenteelbrazo,masnollegóaponerleeltapaojos,puesen

cuantoletocólasorejas,elmostrencoseleabalanzó,tirándolealacara.Deunsaltoágil,elhombrelogróponersefueradesualcance,exclamando:

—¡Ahhijodepuyabienresabiao!Peroestebreveinstantefuesuficienteparaqueelpotrocorrieraadefenderseotra

vezdentrodelamadrinademostrencosquepresenciabanlaoperación,erguidoslospescuezos,derechaslasorejas.

—Enguaralalo—ordenóAntonio—.Échaleunlazogotero.Y allímismo estuvo el alazán atrincándose el nudo corredizo.MaríaNieves y

Venancio se precipitaron a echarle lasmarotas, y con esto y la asfixia del lazo, elmostrencoseplaneócontralatierraysequedódominadoyjadeante.

Puestos el tapaojos y la cabezada, y abrochadas las «sueltas», dejáronloenderezarse sobre sus remos, y en seguida Venancio procedió a ponerle el simpleapero que usa el amansador. El mostrenco se debatía encabritándose y lanzandococes, y cuando comprendió que era inútil defenderse, se quedó quieto, tetanizadoporlacóleraybañadoensudor,bajolainjuriadelaperoquenuncahabíansufridosuslomos.

TodoestolohabíapresenciadoSantosLuzardojuntoaltranquerodelcorral,conelánimoexcitadopor laevocacióndesu infancia,acaballoenpelocontraelgranvientodelallanura,cuando,atiempoqueVenanciosedisponíaaecharlelapiernaalalazán,oyóqueAntonioledecía,tuteándolo:

—Santos.¿Teacuerdasdecuando jineteabas, túmismo, lasbestiasqueelviejoescogíaparati?

Ynofuenecesariomásparaquecomprendieraloqueelpeónfielqueríadecirleconaquellapregunta.¡Ladoma!Lapruebamáximadellanería, lademostracióndevalor y de destreza que aquellos hombres esperaban para acatarlo.MaquinalmentebuscóconlamiradaaCarmelito,queestabadecodossobrelapalizada,alextremo

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opuestodelacorraleja,yconunadecisiónfulgurante,dijo:—Deje,Venancio.Seréyoquienlojineteará.Antoniosonrió,complacidoennohaberseequivocadorespectoalahombríadel

amo;VenancioyMaríaNievessemiraron,sorprendidosydesconfiados,yPajarote,consurudafranqueza:

—No hay necesidad de eso, doctor. Aquí todos sabemos que usted es hombreparaloquesenecesite.DejequeselojineteeVenancio.

PeroyaSantosnoatendíarazonesysaltósobrelabestiaindómita,quesearrasócasicontraelsueloalsentirlosobresuslomos.

Carmelito hizo un ademán de sorpresa y luego se quedó inmóvil, fijo en losmínimosmovimientosdeljinete,bajocuyaspiernasremachadasalasilla,elalazán,cohibido por el tapaojos y sostenido del bozal por Pajarote y María Nieves, seestremecíadecoraje,bañadoensudor,dilatadoslosbelfosardientes.

Y Balbino Paiba, que se había quedado por allí en espera de que se leproporcionara oportunidad de demostrarle a Luzardo, si éste volvía a dirigirle lapalabra,queaúnnohabíapasadoelpeligroaquesearriesgaraalhablarlecomolohiciera,sonriódespectivamenteysedijo:

—Yaeste...patiquincitovaaestarclavandolacabezaensupropiatierra.MientrasAntonioseafanabaendarlosinútilesconsejos, la teoríaquenopodía

habérseleolvidadoaSantos:—Déjalocorrertodoloquequieraalprincipio,yluegolovatrajinando,pocoa

poco,conlafalseta.Nolosobesinocuandoseamuynecesarioyacomódeseparaelarranque, porque este alazano es barajustador, de los que poco corcovean, pero sedisparancomoalmaquellevaeldiablo.Venancioyyoiremosdeamadrinadores.

PeroLuzardonoatendía sinoa suspropios sentimientos, ímpetusavasalladoresque lehacíanvibrar losnervios, comoal caballo salvaje los suyos,ydio lavoz, atiempoqueseinclinabaaalzareltapaojos:

—¡Denleelllano!—¡EnelnombredeDios!—exclamóAntonio.PajaroteyMaríaNievesdejaronlibrelabestia,abriéndoserápidamenteaunoy

otrolado.Retemblóelsuelobajoelcorcovearfurioso,unasolapiezajineteycaballo,se levantóunapolvareda,yaúnnosehabíadesvanecidocuando,yaelalazano ibalejos,bebiéndoselosairesdelasabanasinfin.

Detrás,tendidossobrelascrinesdelasbestiasamadrinadoras,peroacadatrancomásrezagados,corríanAntonioyVenancio.

Carmelitomurmuróemocionado:—Meequivoquéconelhombre.AtiempoquePajaroteexclamaba:—¿Noledije,Carmelito,quelacorbataeraparataparselospelosdelpecho,de

puroenmarañadosque los teníaelhombre?¡Mírenlocómoseagarra!Paraqueese

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caballolotumbetienequeaspearsepatasarriba.Yenseguida,paraBalbino,yafrancamenteprovocador:—Ya van a saber los fustaneros lo que son calzones bien puestos. Ahora es

cuandovamosaversiesverdadquetodoloqueroncaestigre.PeroBalbinosehizoeldesentendido,porquecuandoPajaroteseatrevíanuncase

quedabaenlaspalabras.«Haytiempoparatodo—pensó—.Bríostieneelpatiquincito;perotodavíanoha

regresadoelalazanoypuedequenivuelva.Lasabanaparecemuyllanita,vistaasíporencimadelpajonal;perotienesussaltanejasysusdesnucaderos.»

No obstante, después de haber dado unas vueltas por los caneyes, buscando loqueporallínotenía,volvióaecharlelapiernaasucaballoyabandonóAltamira,sinesperaraqueloobligaranarendircuentadesusbribonadas.

¡Ancha tierra, buenapara el esfuerzoypara lahazaña!El anillode espejismosquecircundalasabanasehapuestoagirarsobreelejedelvértigo.Elvientosilbaenlos oídos, el pajonal se abre y se cierra en seguida, el juncal chaparrea y corta lascarnes;peroelcuerponosientegolpesniheridas.Avecesnohaytierrabajolaspatasdelcaballo;perobombasysaltanejassonpeligrosdemuertesobreloscualessepasavolando.Elgalopeesunredoblantequellenaelámbitodelallanura.¡Anchatierraparacorrerdíasenteros!¡Siemprehabrámásllanopordelante!

Alfincomienzaacederlabravuradelabestia.Yaestácogiendountrotemásymássosegado.Yacaminaamediocascoyresopla,sacudiendolacabezabañadaensudor,cubiertadeespuma,dominada,perotodavíaarrogante.Yaseacercaalascasasentre laparejadeamadrinadores,yrelinchaengreída,porquesiyanoes libre,a lomenostraeunhombreencima.

YPajarotelarecibeconelelogiollanero:—¡Alazántostao,primeromuertoquecansao!

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B

IX.Laesfingedelasabana

uen negocio dejaba atrásBalbino Paiba, y lo perdía cuando iba a empezar asacarle verdadero provecho. Hasta entonces había sido doña Bárbara quien

realmentesebeneficióconsumayordomíadeAltamira,puesmientrasella sacódeallí orejanos a millares marcados con el hierro de El Miedo, él apenas había«manoteado» por cuenta propia unos trescientos «bichos» entre reses y bestias,númeroinsignificanteparasushabilidadesadministrativas.

Ahora sólo le quedaba la perspectiva de «mayordomear» enElMiedo—comoporallísellamabaelabigeatodelosmayordomos—,yaque,porprecariaquefuesesucondicióndeamantededoñaBárbara,éstateníaqueresarcirlodelapérdidadelasgangasdeAltamira,acausadelosbuenosserviciosquelehabíaprestado.

Pero, además de éstas, Balbino iba rumiando otras contrariedades. Su retiradaequivalía a reconocerle aSantosLuzardo las condicionesdehombríaquenohabíaqueridoconcederlelanocheanterior,ybienpudieraocurrírselealBrujeadorrecibirloconestaspalabras:

—¿Noledije,donBalbino?Mejoresrecogerquedevolver.LlegabayaalacasadeElMiedo,cuandoselereunierontreshombresquetraían

lamismadirección.—¿QuébuscanporaquílosMondragones?—lespreguntó.—¡Guá! ¿No sabe usted la novedad, donBalbino? La señora nos hamandado

desocuparlacasadeMacanillal.Parecequeyanonosnecesitaporallá.Eran losMondragones treshermanos,oriundosde las llanurasdeBarinas,a los

cuales, por su bravura y fechorías, apodaban Onza, Tigre y León. Fugitivos porcrímenescometidosenlosllanosdeaquelEstado,pasaronaldeApure,ydespuésdehabermerodeadoypracticadoelabigeatodurantealgúntiempo,entraronalserviciode doña Bárbara, en cuyos dominios hallaban— seguro asilo cuantos facinerososcayeranporelArauca.

LacasadeMacanillal estaba situadaenel linderoconAltamira, establecidodeacuerdocon laúltimasentenciaquehabíaobtenidodoñaBárbaraensufavor;perotanto la casa como los postes del lindero habían cambiado ya de sitio, Altamiraadentro,puesparaesoestabanallílosMondragonesconlaconsignadehaceravanzarde tiempo en tiempo la línea divisoria, cuyo punto de referencia, deliberadamentevagoenladecisióndeltribunal,erala«casaenpiernas»queelloshabitaban,fácildedesarmar y reconstruir en obra de horas, sin que del traslado quedaran muestrasperceptibles, a primera vista, en la uniformidad del inmenso paño de sabana.Mediante esta estratagema, ya doña Bárbara le había quitado a Altamira cerca demedialeguamásenellapsodeseismeses,conlocual,almismotiempo,preparabaotrolitigio.

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ABalbinolecayómal lanoticiaqueledioelOnza;perofuemássorprendentetodavíaloqueagregóelTigre:

—No fuera nada que nos hubieramandado a desocupar la casa, sino que estamañanallegóalláMelquíadesconlaordendequeladesbaratáramosestanocheylavolviéramos a poner, en junto con los postes del lindero, en donde estaba enantes.Comosiesodemudarunacasaycambiarunaposteadurafueracosadehacerseenunanoche.Además,anosotrosnuncanoshagustadoecharparaatrás,despuésquehemos empujado palante. Por eso venimos a decirle a la señora quemejor es quemandeaotrosahaceresetrabajito.

Balbinocavilaba,ceñudo,yelLeónconcluyó:—Yo loquedigo esquehay cosasqueno entiendo.Amenosque la señora la

vayaadarahoraportenerlemiedoalvecino.—Nodesbaratenlacasanimudenlospostes—díjolesBalbino—.Nohablencon

ella todavía, tampoco. Dejen eso de mi cuenta. Quédense por aquí mientras yoconversoconlaseñora.

LosMondragonesseentretuvieronconversandoconlosotrospeonesqueestabanporallí,yBalbinosedirigióalacasa.

Laprimeraimpresióndesagradablefueelcambioque,delanochealamañana,se había operado en el aspectode lamujerona.Yano llevaba aquella sencilla batablanca, cerrada hasta el cuello y con mangas que le cubrían completamente losbrazos,queeraelmáximodefemineidadqueseconsentíaeneltraje,sinootra,quenuncalehabíavistousarBalbino,descoladaysinmangas,yadornadaconcintasyencajes. Además, llevaba el cabello mejor peinado, hasta con cierta gracia que larejuvenecíaylahermoseaba.

Noobstante,aBalbinonolecayóbienlatransformación.Contrajoelceñoydejóescaparunlevegruñidodedesconfianza.

La segunda impresión desagradable fue la sonrisa mordaz con que ella lepreguntó,aludiendoa la fanfarronadaque leoyera lanocheanteriorapropósitodesusplanescontraLuzardo:

—¿Loemparejaste?Molesto y desconcertado por esta acogida burlona, el hombre respondió

bruscamente:—Delcaminomerevolvíaesperarqueélmellamearendirlecuentas.Ojaláse

atrevaapedírmelas,paraverquiéneselquevaatenerquedarlas.Ella sequedómirándolo, sindejarde sonreír, y él, despuésdedarsedoso tres

manotadasenlosbigotes:—Siyoestabaallá, eraporcomplacerte.Desapareció la sonrisade la fazde la

mujer;perosemantuvosudesconcertantesilencio.Balbinohizoungestodedesconfianzay,mentalmente:—«Yaestonomeestágustandomucho»—sedijo.

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En efecto, la superioridad de aquella mujer, su dominio sobre los demás y eltemorqueinspiraba,parecíanradicar,especialmente,ensusabercallaryguardar.Erainútilproponersearrebatarleunsecreto;desusplanesnadiesabíanuncaunapalabra;ensusverdaderossentimientosacercadeunapersonanadiepenetraba.Suprivanzalodabatodo,inclusolaincertidumbreperennedeposeerlarealmente;cuandoelfavoritoseacercabaaellanosabíanuncaconqué ibaaencontrarse.Quien laamara,comollegóaamarlaLorenzoBarquero,teníalavidaportormento.

MuydistanteestabaBalbinodeunapasióncomoaquelladeBarquero;pero losfavoresdedoñaBárbaranoerandespreciablestodavía,y,porañadidura,enriquecían.La leyenda de aquel poder sobrenatural que la asistía, haciendo imposible, porprocedimientos misteriosos, que no le quitasen una res o una bestia, era quizáinvención de la bellaquería de los mayordomos—amantes, que habían hecho susnegociosfraudulentosconlahaciendadeella,pues,sumamentesupersticiosacomoera,por creerseasistidaen realidaddeaquellospoderes, sedescuidabay sedejabarobar.

Decidió aprovechar lo de losMondragones para sondear los sentimientos de laenigmáticamujer.

—PorahíestánlosMondragones,queacabandellegardeMacanillal.—¿Aquéhanvenido?—inquirióella.—Parece que quieren hablar con usted.—Ahora le parecíamás prudente darle

tratamientorespetuoso—.Porquecomoquenoestánmuyconformescondesbaratartodoloquesehabíahechoporallá.

DoñaBárbaravolviólacabezaconunmovimientobruscoyungestoimperioso:—¡Cómo que no están conformes! ¿Y a ellos, quién les ha preguntado si les

agradaono?Llámalosacá.—Esdecir:noesquenoquieranhacerloqueseleshamandado,sinoque,como

sontreshombresnadamás,nopuedendarseabastoparamudarlacasaylospostesenunanoche.

—Que se lleven la gente que sea necesaria; pero que mañana amanezca tododondeestabaantes.

—Selodiréasí—respondióBalbino,encogiéndosedehombros.—Porahíhasdebidoempezar.Biensabesquenoconsientoquesediscutanmis

órdenes.Balbinosalióalpatio,llamóapartealosMondragonesylesdijo:—Ustedesestánequivocados.Noesmiedoalvecino,comoseimaginan,sinoun

peine que queremos ponerle para que se envalentone y se zumbe contra nosotros.Ándensealláyprocedanahacertodoloqueellalesmandó,yllévenselagentequenecesiten para que mañana mismo amanezca la casa en su puesto de antes y lospostesdellinderodondelosmandóponereljuez.

—Eseesotrocantar—dijoelOnza—.Siesasí,yavamosaestarmudándonos

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conlinderoytodo.YregresóconsushermanosaMacanillal, llevándoseademás lagentenecesaria

paraejecutarrápidamenteeltrabajo.Balbino volvió al lado de doñaBárbara, y después de haberle dirigido algunas

palabras que se quedaron sin respuesta, resolvió salir de dudas acerca de lossentimientosqueellaabrigabarespectoaLuzardo,diciendo:

—Ya Melquíades como que está perdiendo los libros. Miren que habérseleocurrido venirse en el bongo, donde nada podía hacer, habiendo en esa costa demontedelAraucatantoapostaderobuenoparanodejarpasaraldoctorLuzardo...Yun río tancaimanosocomoése,quecargacon todos losmuertosque se lequieranechar. Ahora la cosa va a ser más comprometida, porque aunque no sea sino porllenarlafórmula,lasautoridadestendránqueabriraveriguaciones.

Sin cambiar de actitud y con voz lenta y sombría, doña Bárbara replicó a lasiniestrainsinuación:

—DioslibrealqueseatrevacontraSantosLuzardo.Esehombremepertenece.

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E

X.ElespectrodeLaBarquereña

raunbosquedemaporas,profundoydiáfano,quecubríaunavastadepresióndelasabanayleveníaelnombredeldeunapequeñagarzaazul,que,segúnuna

antigua leyenda, solía encontrarse por ahí, único habitante del paraje.Era un lugarmaldito:unsilencioimpresionante,numerosaspalmerascarbonizadasporelrayo,yen el centro, un tremedal donde perecía sorbido por el lodo cuanto ser viviente seaventuraraaatravesarlo.

Lachusmitaqueledabanombre,aldecirdelaleyenda,seríaelalmaenpenadeuna india, hija del cacique de cierta comunidad yurura que habitaba allí cuandoEvaristo Luzardo pasó con sus rebaños al cajón del Arauca. Hombre de presa, elcunavichero les arrebató a los indígenas aquella propiedad de derecho natural, ycomoellos tratarandedefenderla, losexterminóa sangrey fuego;peroel cacique,cuandoviosurancheríareducidaaescombros,maldijoelpalmar,demodoqueenélsóloencontraranruinaydesgraciaelinvasorysusdescendientes,víctimasdelrayo,vaticinando al mismo tiempo que volvería al poder de los yaruros cuando uno deéstossacaradelatierralapiedradecentelladelamaldición.

Según la conseja, lamaldición se había cumplido, pues no solamente no hubonunca por allí tormenta que no se desgajara en rayos sobre el palmar,matando envariasocasionesrebañosenterosderesesluzarderas,sinoquetambiénfueaquelsitiolacausadeladiscordiaquedestruyóalosLuzardos.Encuantoalvaticinio,hastalostiempos del padre de Santos fue la voz corriente que después de aquellastempestades,siempreseveíaporallíalgúnindio—quiénsabedesdedóndevenía—escarbandolatierraenbuscadelapiedradecentella.

Hacíaañosquenoaparecíaporallíelyaruro.Talvez,alláensus rancheríassehabía perdido la tradición. En Altamira nadie confesaba creer en la leyenda; perotodospreferíanhacerunlargorodeoantesquepasarporelparajemaldito.

Santos bordeó el tremedal por un terreno de limo negro y pegajoso, peropracticablesinriesgo,queretumbababajoloscascosdelcaballo.Entornoalacharcamortífera la tierraestaba revestidadehierba tierna;mas,noobstante la frescuradeaquelverdorgratoa lavista,algosombríosecerníasobreelparaje,yenvezde lachusmitadelaleyenda,ungarzónsolitarioenunislotedeboralesacentuabalanotadefúnebrequietud.

IbaSantosensimismadoenelpropósitoquelollevabaporallí,cuandoalgoquese movió en la margen de su campo visual lo hizo volver la cabeza. Era unamuchacha,desgreñadaycubiertade inmundosharapos,queportabaunhazde leñasobrelacabezaytratabadeocultarsedetrásdeunapalmera.

—¡Muchacha!—la interpeló, refrenando labestia—.¿Dóndequedaporaquí lacasadeLorenzoBarquero?

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—¿No lo sabe,pues?—respondió lacampesina,despuésdehaberproferidoungruñidodebestiaarisca.

—Nolosé.Poresotelopregunto.—¡Guá!¿Yaqueltechoqueseaguaitaallá,dequées,pues?—Haspodidoempezarporahí—díjoleSantos,ycontinuósucamino.Una vivienda miserable, mitad caney, mitad choza, formada ésta por cuatro

paredesdebarroypajasinenlucido,conunapuertasinbatientes,yaquélporotrostantoshorconesquesosteníanel restode lanegrayyacasideshecha techumbredehojasdepalmera,ydedosdeloscualescolgabaunchinchorromugriento,taleralacasadel«EspectrodeLaBarquereña»,comoporallíseledecíaaLorenzoBarquero.

Dehaberlovistounavezensuinfancia,apenasSantosconservabadeélunvagorecuerdo;mas,porclaroqueéstehubierasido,tampocohabríapodidoreconocerloenaquelhombrequeseincorporóenelchinchorrocuandolosintióllegar.

Sumamenteflacoymacilento,unaverdaderaruinafisiológica,teníaloscabellosgrises y todo el aspecto de un viejo, aunque apenas pasaba de los cuarenta. Lasmanos, largas y descamadas, le temblaban continuamente, y en el fondo de laspupilas verdinegras le brillaba un fulgor de locura. Doblegaba la cabeza, cual sillevase un yugo a la cerviz; sus facciones, así como la actitud de todo su cuerpo,revelabanunprofundodesmadejamientode la voluntad, y tenía la bocadeformadapor el rictus de las borracheras sombrías. Con un esfuerzo visible sacó una vozcavernosaparapreguntar:

—¿Aquiéntengoelgusto?...Ya el visitante había bajado del caballo, y después de amarrarlo a uno de los

horcones,avanzabadiciendo.—SoySantosLuzardoyvengoaofrecertemiamistad.Perodentrodelescombrohumanoaúnardíaelodioimplacable:—¡UnLuzardoenlacasadeunBarquero!Y Santos lo vio ponerse trémulo y trastabillar, buscando, quizá, un arma; pero

avanzóatenderlelamano:—Seamosrazonables.Lorenzo.Seríaabsurdoquenosempeñáramosenmantener

esefunestorencordefamilia.Yo,porqueenrealidadnoloabrigo;tú...—¿Porqueyanosoyunhombre?¿Noesesoloqueibasadecir?—interrogó,con

eltartamudeodeuncerebroquefallaba.—No,Lorenzo.Nomehapasadoporlamentetalidea—respondióLuzardo,ya

con un comienzo de compasión verdadera, pues hasta allí sólo lo había guiado elpropósitodeponerletérminoaladiscordiadefamilia.

PeroLorenzoinsistió:—¡Sí!¡Sí!Esoeraloqueibasadecir.Yhastaaquíloacompañaronlavozbroncaylaactitudimpertinente.Depronto

volvió a desmadejarse, como si hubiera consumido en aquel alarde de energía las

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pocasque lequedaban,yprosiguióconotravoz,apagada,doloridaymás tartajosatodavía:

—Tienes razón. Santos Luzardo.Ya no soy un hombre. Soy el espectro de unhombrequeyanovive.Hazdemíloquequieras.

—Yatehedicho:vengoaofrecertemiamistad.Aponermeatusórdenesparaloquepuedaserteútil.HevenidoaencargarmedeAltamira,y...

PeroLorenzovolvióaquitarlelapalabra,exclamando,atiempoqueleapoyabasobreloshombrossusmanosesqueléticas:

—¡Tútambién,SantosLuzardo!¿Tútambiénoístelallamada?¡Todosteníamosqueoírla!

—Noentiendo.¿Aquéllamadapuedesreferirte?Y como Lorenzo no lo soltaba, fija la mirada delirante, y ya no era posible

tampocosoportarmáseltufodealcoholdigeridoqueleechabaencima,agregó:—Perotodavíanomehasbrindadoasiento.—Esverdad.Espérate.Voyasacarteunasilla.—Puedo tomarla yo mismo. No te molestes —díjole, viendo que vacilaba al

andar.—No.Quédatetúaquíafuera.Túnopuedesentrarahí.Noquieroqueentres.Esto

noesunacasa,estoeselcubildeunabestia.Ypenetró en la habitación, doblegándosemás todavía para poder pasar bajo el

umbral.Antesdecogerlasillaqueibaaofrecerlealhuésped,seacercóaunamesaque

estabaenelfondodelcuartoyenlacualseveíaunagarrafaconunvasoinvertidosobreelpico.

—Tesuplicoquenobebas,Lorenzo—intervinoSantos,acercándosealapuerta.—Un trago nada más. Déjame tomarme un trago. Me hace falta en estos

momentos.Noteofrezcoporqueesunlavagallos.Pero,siquieres...—Gracias.Noacostumbroabeber.—Yateacostumbrarás.Y una sonrisa horrible surcó la faz cavada del ex hombre,mientras susmanos

hacíanchocarelvasocontraelpicodelagarrafa.Alverlacantidaddeaguardientequeseservía,Santostratódeimpedírselo;pero

era tal la pestilencia del aire confinado allí dentro, que no pudo pasar del umbral.Además,yaLorenzoseempinabaelvasoyagrandestragosapurabaelcontenido.

Luego, haciendo un ademán de niño que todavía no sabe emplear lamano, seenjugólosbigotesrestregándoselosconelantebrazo,cogióunbutaqueyunasilladepringosoasientodecuerocrudo,ysaliódiciendo:

—¡ConqueunLuzardoenlacasadeunBarquero!Ytodavíavivenlosdos.¡Losúnicosquequedan!

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—Tesuplicoque...—No.Yamelohasdicho.Yalosé...ElLuzardonovieneamatar,yelBarquero

ofreceelmejorasientoquetiene:estasilla.Siéntate.Ysesientaélenestebutaque.Así.

Elasiento,sumamentebajo,loobligabaareplegarlaspiernasyapoyarlosbrazossobre las rodillas, péndulas las temblorosas manos, en una posición grotesca quehacíamás repulsiva aún lamiseria de su organismo, y por todo traje llevaba unosmugrientoscalzonesde losqueel llanero llama«deuñadepavo»,abiertospor losladoshastalasrodillas,yunacamisetadelistado,atravésdecuyosagujerossalíanlelosvellosdelpecho.

Anteelespectáculodeaquellarepugnanteruina.Santostuvouninstantedeterrorfatalista. Aquello que estaba por delante de él había sido un hombre en quien sehabíanpuestoorgullos,esperanzasyamores.

Porhaceralgoquejustificaraelhablarlesinmirarlo,sacóuncigarrillo,ymientrasloencendía,díjole:

—Eslasegundavezquenosvemos,Lorenzo.—¿Lasegunda?—repitióinterrogativamenteelexhombre,conunaexpresiónde

penosoesfuerzomental—.¿Quieresdecirquenosconocíamosya?—Sí. Hace ya algunos años. Yo tendría ocho, apenas. Lorenzo se enderezó

bruscamenteparareplicar:—¿Yoentucasa?Nohabríacomenzadotodavíala...—No—interrumpióSantos—.Aúnnohabíaestalladoladiscordiaentrenosotros.—Entonces,¿vivíamipadretodavía?—Sí.Yencasa,lomismoqueenlatuya,todoshacíangrandeselogiosdeti,detu

extraordinariainteligencia,queeraelorgullodelafamilia.—¿Miinteligencia?—interrogóLorenzo,comosilehablarandealgoquenunca

hubiera poseído—. ¡Mi inteligencia! —repitió exclamativamente una y otra vez,pasándoselasmanosporlacabezaconatormentadoademán,yfinalmente,clavandoenSantosunamiradasuplicante—:¿Porquévienesahablarmedeeso?

—Un recuerdo repentino que acaba de asaltarme —respondió Santos,disimulando la intención de provocar en aquel espíritu envilecido alguna reacciónsaludable—. Yo era un niño, pero a fuerza de oír cómo te elogiaban todos en lafamilia y, especialmente mamá, que no se quitaba de la boca un «aprende deLorenzo»cadavezquequeríaestimularme,mehabíaformadodetilamásaltaideaquepuedecaberenunacabezadeochoaños.Noteconocía,perovivíapensandoen«aquelprimoqueestudiabaenCaracasparadoctor»ynohabíapalabras,modalesogestos usuales tuyos de que oyera hablar sin que inmediatamente comenzara acopiártelos,nirecuerdohaberexperimentadoenminiñezunaemocióntanprofundacomolaqueexperimentécuandoundíamedijomimadre:«Venparaqueconozcasatu primo Lorenzo.» Podría reconstruir la escena: me dirigiste esas tres o cuatropreguntasqueselehacenalosmuchachoscuandonoslospresentan,yapropósitode

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quepapátedijo,seguramenteconunorgullomuyllanero,queyoeraya«buenodeacaballo»,lerespondisteconunlargodiscursoquemepareciómúsicacelestial,tantoporquenoloentendía—¡imagínate!—comoporquesiendotuyasaquellaspalabras,teníanqueserparamílaelocuenciamisma.Sinembargo,meimpresionóunadelasfrases:«Esnecesariomataralcentauroquetodoslosllanerosllevamospordentro»,dijiste.Yo,claroestá,nosabíaquépodíaseruncentauro,nimuchomenos lograbaexplicarmeporquélosllaneroslollevábamospordentro;perolafrasemegustótantoysemequedógrabadadetalmanera,que—tengoqueconfesártelo—misprimerosensayos de oratoria—todos los llaneros, hombres de una raza enfática, somos dealgún modo aficionados a la elocuencia— fueron hechos a base de aquel: «esnecesario matar al centauro», que declamaba yo, a solas conmigo mismo, sinentenderunajotadeloquedecía,naturalmente,ysinpoderpasardeallítampoco.Demásestarádecirtequeyahabíallegadoamisoídostufamadeorador.

Hizo una pausa, en apariencia para tumbarle la ceniza al cigarrillo, pero enrealidad para dejar que Lorenzo manifestase el efecto que aquellas palabras lehubieranproducido.

Alguno le habían causado, pues era grande la agitación de que dabamuestras,pasándoselasmanosdesdelafrentehastalanucaconatormentadosmovimientos,ySantos,satisfechodesuobra,prosiguió:

—Añosdespués, enCaracas, cayóenmismanosun folletodeundiscursoquehabías pronunciado en no sé qué fiesta patriótica, e imagínate mi impresión alencontrarallílacélebrefrase.¿Recuerdasesediscurso?Eltemaera:Elcentauroeslabarbariey,porconsiguiente,hayqueacabarconél.Supeentoncesqueconesateoría,queproclamabaunaorientaciónmásútildenuestrahistorianacional,habíasarmadoun escándalo entre los tradicionalistas de la epopeya, y tuve la satisfacción decomprobarquetusideashabíanmarcadoépocaenlamaneradeapreciarlahistoriadenuestra independencia. Yo estaba ya en capacidad de entender la tesis y sentía ypensaba de acuerdo contigo.Algo tenía que quedárseme de haberla repetido tanto,¿noteparece?

PeroLorenzonohacíasinopasarselastemblorosasmanosporelcráneo,bajoelcualselehabíadesencadenado,depronto,latormentadelosrecuerdos.

Su juventud brillante, el porvenir, todo promesas, las esperanzas puestas en él.Caracas... LaUniversidad... Los placeres, los halagos del éxito, los amigos que loadmiraban,unamujerqueloamaba,todoloquepuedehacerapeteciblelaexistencia.Losestudios,yaparacoronarlosconelgradodedoctor,unauradesimpatíapropiciapara el triunfo bienmerecido, la orgullosa posesiónde una inteligencia feliz, y, depronto: ¡la llamada! El reclamo fatal de la barbarie, escrito de puño y letra de sumadre:«Vente,JoséLuzardoasesinóayeratupadre.Venteavengarlo.»

—¿Te explicas ahora por qué no puedo sentirme enemigo tuyo? —concluyóSantos Luzardo, tendiéndole un apoyo a aquella alma que batallaba por surgir delabismo—.Tú fuisteobjetodemiadmiracióndeniño,meayudastedespuésdeunamanera indirecta pero muy eficaz, pues muchas de las facilidades con que me

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encontré enCaracas, enmi vida de estudiante y enmis relaciones sociales, fueronobradelaprecioydelassimpatíasquealládejastey,porúltimo,enpuntoadirecciónespiritual, tengo una deuda sagrada para contigo: por querer imitarte, adquiríaspiracionesnobles.

Yeltremendosarcasmoquelascircunstanciasledabanaestaspalabrasdesanaintención, acabó de exasperar al ex hombre. Se levantó bruscamente del asientodondeestabaencorvadobajoelpesodesusmiseriasydesustormentasyseprecipitóalapuertadelcuarto.

A poco se oyó el tintineo del pico del garrafón contra los bordes del vaso,sostenidoporlasmanostrémulas,ySantosmurmuró:

—Esinútil.Aesteinfeliznolequedayamásrecursosinolainconscienciadelaborrachera.

Yyasedisponíaaretirarse,cuandoreaparecióLorenzoconunpasomásfirmeyunairemásinteligenteenlafisonomía,galvanizadoporellatigazodelalcohol.

—¡No!Nopuedesirtetodavía;tienesqueescucharme.Yatúhablasteyahorametocaamí.Siéntateyóyemeloquetengoqueresponderte.

—Déjaloparaotrodía,Lorenzo.Volveréamenudoporaquíaconversarcontigo.—¡No!Hadeserahoramismo.Tesuplicoquemeoigas.Yenseguida,energúmeno:—¡Tesuplico,no! ¡Teordenoquemeoigas!Hasvenidoaprovocarmeyahora

tienesqueoírme.—¡Vaya, pues! Te complaceré—accedió Santos, tolerante—.Ya estoy sentado

otravez.Hablatodoloquequieras.—Sí.Hablaré. ¡Hablaré, por fin! ¡Qué cosa tan grande es poder hablar, Santos

Luzardo!—¿Esquenotienesconquién?¿Novivescontuhija?—Nomehablesahorademihija.Nohablestú.Oye.Oyenadamás.Así.¡Aja!...

¡Mírame bien, Santos Luzardo! ¡Este espectro de un hombre que fue, esta piltrafahumana,estacarroñaquetehabla,fuetuideal!Yoeraesoquehasdichohacepocoyahorasoyestoqueves.¿Notedamiedo,SantosLuzardo?

—¿Miedo,porqué?—¡No!No tepreguntoparaquecontestes, sinoparaquemeoigasestotro: este

LorenzoBarquerodequehashabladonofuesinounamentira;laverdadesestaqueves ahora. Tú también eres unamentira que se desvanecerá pronto. Esta tierra noperdona.Tútambiénhasoídoyalallamadadeladevoradoradehombres.Yateverécaer entre sus brazos. Cuando los abra, tú no serás sino una piltrafa... ¡Mírala!Espejismos por dondequiera: allí se ve uno; allá otro. La llanura está llena deespejismos.¿QuéculpatengodequetehayashechoilusionesdequeunLuzardo—un Luzardo, porque también lo soy, aunque me duela— podría ser un ideal dehombre? Pero no estamos solos, Santos. Es el consuelo que nos queda. Yo he

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conocidomuchoshombres—tú también,seguramente—quea losveinteypicodeañosprometenmucho.Déjalosquedoblenlostreinta:seacaban,sedesvanecen.Eranespejismosdel trópico.Peroóyemeesto:yonomeequivoquénunca respectoamímismo. Sabía que todo aquello que los demás admiraban en mí era mentira. Lodescubrí a raízdeunode los triunfosmáscelebradosdemividadeestudiante;unexamenparael cualnomehabíapreparadobien.Me tocódesarrollarun temaqueignoraba por completo, pero empecé a hablar, y las palabras, puras palabras, lohicierontodo.Nosolamentefuibiencalificado,sinohastaaplaudidoporlosmismosprofesoresquemeexaminaban.¡Bribones!Desdeentoncescomencéaobservarquemi inteligencia, lo que todos llamabanmi gran talento..., en cuantome callaba, sedesvanecía el espejismo y no entendía nada de nada. Sentí la mentira de miinteligenciaydemisinceridad,queeslopeorquepuedesucederleaunhombre.Lasentíagazapadaenelfondodemicorazón,comodebedesentirseenloíntimodelacarne aparentemente sana la úlcera latente del cáncer hereditario. Y comencé aaborrecer laUniversidad y la vida de la ciudad, los amigos queme admiraban, lanovia,todoloqueeracausaoefectodeaquellamixtificacióndemímismo.

Santos lo escuchaba vivamente interesado y con emoción optimista. Quien asípodíapensartodavíaycontallucidezexpresarse,noeraunhombreirremisiblementeperdido.

Peroestonopodíadurarmucho.Erael latigazodelalcohol,yaquelorganismohabituado sólo respondía a este estímulo durante cortos instantes, seguidos debrusca»caídasenlainconsciencia.Y,enefecto,bastólabrevepausaquehizoparaque,unavezmás,seledesvanecieraelespejismo.

—¡Mataralcentauro!¡Je!¡Je!¡Noseas idiota,SantosLuzardo!¿Creesqueesodelcentauroespuraretórica?Yoteaseguroqueexiste.Loheoídorelinchar.Todaslasnochespasaporaquí.Ynosolamenteaquí;allá,enCaracas,también.Ymáslejostodavía.Dondequieraqueestéunodenosotros,losquellevamosenlasvenassangredeLuzardos, oye relinchar al centauro. ¡Ya tú también lo has oídoy por eso estásaquí! ¿Quién ha dicho que es posible matar al centauro? ¿Yo? Escúpeme la cara.SantosLuzardo.El centauro esuna entelequia.Cien años llevagalopandopor estatierra y pasarán otros cien. Yo me creía un civilizado, el primer civilizado de mifamilia;perobastóquemedijeran:«Venteavengaratupadre»,paraqueaparecieraelbárbaroqueestabadentrodemí.Lomismotehapasadoati:oístelallamada.Yateverécaerentresusbrazosyenloquecerporunacariciasuya.Ytedaráconelpie,ycuandotúledigas:«Estoydispuestoacasarmecontigo»,sereirádetumiseriay...

Semesóloscabellos.Laideafija,queyapocoantessedeslizaraensudiscurso,habíalogradoporfinapoderarsedeél.Seledesmadejaronlosbrazos,conhebrasdecabellosentrelosdedos,yhundiendolacabezaenelpecho,sequedómurmurando:

—¡Ladevoradoradehombres!Santos Luzardo contempló un rato en silencio y con el corazón oprimido el

dramáticoespectáculodeaquella ruinahumana,y luego, tratandode reanimarlo, lepreguntó:

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—¿Ytuhija?PeroLorenzo,conlavistafijaenelhorizontedelallanura,seguíamurmurando:—¡Lallanura!¡Lamalditallanura,devoradoradehombres!YSantospensó:«Realmente,másquealasseduccionesdelafamosadoñaBárbara,esteinfelizha

sucumbidoalaacciónembrutecedoradeldesierto.»Unsúbitodestellodelucidezreanimóelrostrodelexhombre.Porunmomento

desaparecióelrictusdelaborracherasombría.—Marisela—llamó—.Venparaqueconozcasatuprimo.Perocomodentrodelranchonadierespondía,agregó:—Ésano saledeahínique la arrastrenpor los cabellos.Esmásariscaqueun

báquiro.Unbáquiro.Clavóotravezlacabezayempezaronamanarledelabocacontraídalentoshilos

desaliva.—Bien,Lorenzo—dijoSantosponiéndosedepie—.Volveréporaquíamenudo.Seincorporódeprontoelborrachoydandotraspiéspenetróenlahabitación.—Déjalatranquila—díjoleSantos,creyendoqueibaenbuscadesuhija—.Otro

díalaconoceré—ycomenzóadesamarrarsucaballo.Yaponíaelpieenelestribo,cuandovioqueLorenzoseempinabaelgarrafónde

aguardiente, derramándoselo encimaporno acertar a llevarse el pico a la boca.Seprecipitódentrodelahabitaciónaquitárselodelasmanos.

Masyaelborrachohabíabebidolosuficienteparacaerfulminado.SeasióalosbrazosdeLuzardoy,clavándoleunamiradadelirante,exclamó:

—¡SantosLuzardo!¡Mírateenmí!¡Estatierranoperdona!

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D

XI.Labelladurmiente

eregresoaAltamira,bajolapenosaimpresióndelespectáculoqueacababadepresenciar,Santosvolvióaencontrarseconlacampesinaaquienlepreguntara

porlacasaadondesedirigía.Sólodespuésdehabervistolamiseriaquereinabaenelrancho de Lorenzo Barquero podía sospecharse que fuera su hija aquella criaturamontaraz,greñuda,mugrienta,descalzaymalcubiertaporuntrajevueltojirones.

Habíadepositadoenelsueloelhazdechamizasyestabatendidajuntoaél, loscodoshundidosenlaarena,lacaraentrelasmanos,soñadoralamirada.

Santossedetuvoacontemplarla.Bajolosdelgadosygrasientosharaposqueseleadheríanalcuerpo,lacurvadelaespaldaylaslíneasdelascaderasydelosmusloserandeunabellezaestatuaria;perorompíanelencantolospiesanchosygruesos,depielendurecidaycuarteadaporelandardescalzo,y fueenesta fealdad lamentabledondesedetuvieronlasmiradascompasivas.

Un resoplidode labestiadeLuzardo la sacóde suabstracción,y al advertir lapresenciadelhombredetenidoapocospasosdeella,sehizounovilloparaocultarladesnudezdesuspiernas,ydespuésdehaberproferidoalgunosgruñidosdeprotesta,rompióareír,debrucessobreelarenal.

—¿ErestúMarisela?—interrogóSantos.Ellasehizorepetirlapreguntayluegorespondió,conlarudezadesucondición

silvestrereforzadaporelazoramiento:—Siyasabecómomemientan,¿paquépregunta,pues?—Nolosabía,propiamente.SospechabaquefueraslahijadeLorenzoBarquero,

llamadaasí;peroqueríacerciorarme.Arisca, como el animal salvaje con el cual la comparó su padre, al oír aquel

término,desconocidoparaella,replicó:—¿Cerciorarse?¡Hum!Ustéestámalfijao.Bienpuéseguísucamino.—Menosmalsilacerrilidadlecustodialainocencia—pensóSantos,yluego—:

¿Quéentiendestúporcerciorarse?—¡Umjú!¡Quépreguntónesusté!—exclamósoltandodenuevolarisa.—¿Ingenuidad o malicia? —se preguntó entonces Santos Luzardo

comprendiendo que, lejos de disgustarle, le agradaba que él se hubiese detenido ahablarle, y ya sin sonreír siguió contemplando compasivamente aquella masa degreñasyharapos.

—¿Hastacuándovaaestarahí,pues?—gruñóMarisela—.¿Porquénoseacabadedir?

—Esomismotepreguntoyo:¿hastacuándovasaestarahí?Yaestiempodequeregresesatucasa.¿Notedamiedoandarsolaporestoslugaresdesiertos?

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—¡Guá!¿Yporquévoya tenermiedo,pues?¿Mevana comer losbichosdelmonte?¿Yaustéquéleimportaqueyoandesolapordondemedégana?¿Esacaso,mitaita,pues,paraquevengaaregañarme?

—¡Quémaneras tan bruscas,muchacha! ¿Es que ni siquiera te han enseñado ahablarconlagente?

—¿Porquénomeenseñausté,pues?—yotravezlarisasacudiéndoleelcuerpo,echadodebrucessobrelatierra.

—Sí,teenseñaré—díjoleSantos,cuyacompasiónempezabaatransformarseensimpatía—.Perotienesquepagarmeporadelantadolaslecciones,mostrándomeesacaraquetantoteempeñasenocultar.

—¡Quémano!—exclamó ella, ovillándosemás—.Acábese de dir de una vez,quelovaacogelanocheporestosmontes.

—Nomemoverédeestesitiomientrasnomehayasdejadovertucara.Hevenidosóloaconocerte,porquemehandichoqueeresmuyfeaynoquierocreerlohastaqueloveaconmispropiosojos.Mecuestatrabajocreerquepuedaserfeaunaparientamía.Verdadquenotehabíadichotodavíaquesomosprimos.

—¡Zape!—exclamóella—.Yonotengomásfamiliaquemitaita,porqueniamimaepuedodecíquelaconozco.

LamenciónalamadredisipólajovialdisposicióndeánimoqueestabaponiendoSantos en la charla, y ella, como temiese haberlo disgustado de veras, después demirarlodesoslayopordebajodelbrazoconquesecubríaelrostro,insistió:

—¿Novequeusténoesnadamío,comodice?Sijuera,nosehabríaquedadotancallado.

—Sí, criatura —afirmó él, tornando a emplear el término compasivo—. SoySantos Luzardo, primo de tu padre. Pregúntaselo a él si quieres cerciorarte. Y novayasatomaramalotravezestapalabra.

—Bueno. Si es verdá que es primo mío... Aunque yo no se lo crea, ¿sabe?...¡Umjú!Ydespuésdicenquelasmujeressernoslascuriosas.Aguaite,pues,paqueseacabededirdeunavez.

YsinqueSantoshubierainsistidoenquesedejaraverelrostro,levantóybajóenseguidalacabeza;peroconlosojoscerradosyapretandolabocaparaquenoseleescaparalarisa,coqueteríadeazoramientoydeingenuidad.

Tendríaunosquinceaños,yaunquelacomidaescasa,elaguamala,eldesaliñoyla rustiquez le marchitaban la juventud, bajo aquella miseria de mugre y greñashirsutasseadivinabaunrostrodefaccionesperfectas.

PerobastóelbreveinstanteparaquelosojosdeSantosapresaranlarevelacióndebelleza.

—¡Québonita eres, criatura!—exclamó,y luego sequedócontemplándolaconuna forma de compasión diferente, mientras ella, ya no arisca, sino remilgada,humanizadaporelprimerdestellodeemocióndesímismaqueaquellaexclamación

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lehabíaproducido,decíale,conunavozdulceysuplicante:—Váyase,pues.—Todavíafalta—replicóSantos—.Nomehasmostradotusojos.Déjameverlos.

¡Ah! Ya comprendo por qué no te atreves a abrirlos en mi presencia. Eres bizca,seguramente.Lostendrásmuyfeos.

—¡Bizcayo!Aguaite.Eincorporándose,animosa,abrióloshermososojos,queeranlomásbellodesu

rostro,ysequedómirándolo,sinpestañear,mientrasélvolvíaaexclamar:—¡Espreciosaestacriatura!—Váyase,pues—repitióMarisela,cubiertaderuborbajo lapringuedel rostro,

perosindejardemirarlo.—Aguarda. Voy a decirte en seguida la primera de esas lecciones queme has

pagadoanticipadamente.Bajó del caballo, se acercó a lamuchacha, cuyos negros ojazos expresaron un

temorsuplicante,ylaobligóalevantarse,tomándolaporunbrazoydiciéndole:—Venacá, primita.Voy a enseñarte para qué sirve el agua.Eres linda, pero lo

seríasmuchomássinoteabandonarastanto.Repuesta de un instintivo temor, por el tono sin sombra demalicia con que le

hablara aquel hombre perteneciente a un mundo diferente del que ella conocía,Mariselasedejóconducirhastaelbordedeunacharcadeaguaclaraquehabíaenlaorilladeltremedal,ocultandoelrostrobajoelbrazolibreyriendo,entreavergonzadaycomplacida.

Llegados junto a la charca. Santos la hizo inclinarse, y tomando el agua en elhueco de susmanos, comenzó a lavarle los brazos y luego la cara, como hay quehacerconlosniños,mientrasledecía:

—Aprendeycógelecariñoalagua,queteharáparecermásbonitatodavía.Hacemaltupadreennoocuparsedeticomomereces;peroespecadocontralanaturaleza,que te ha hecho hermosa, el que cometes con ese abandono de tu persona. Por lomenos,limpiadeberíasestarsiempre,yaquelatierranoteniegaelagua.Haréquetetraiganropasdecentesparaque tecambiesesaquenisiquiera tecubre,yunpeinepara que te arregles el cabello, y zapatos para que no andes descalza. ¡Así! ¡Así!¿Cuántotiempoharíaquenotelavabaslacara?

Mariselaabandonabaelrostroalfrescordelagua,apretadosloslabios,cerradoslosojos,estremecidalacarnevirginalbajoelcontactodelasmanosvaroniles.LuegoSantos, a faltade toalla, sacóunpañuelopara en jugar fe la cara, yhechoesto, laobligóalevantarlacabeza,tomándoladelabarbilla.Ellaabriólosojosymirándolo,mirándolo,selefueroncuajandodelágrimas.

—Bien—díjoleSantos—.Ahorateregresasatucasa.Yoteacompañaré,porquenoesprudentequeandessolaporestoslugaresaestashoras.

—No.Yomeirésola—replicóella—.Váyaseustedprimero.

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Yeraotravozaquellaconqueahorahablaba.

***

Lasmanoslelavaronelrostroylaspalabrasledespertaronelalmadormida.Adviertequelascosashancambiadoderepente.Queellamismaesotrapersona.

Sientelalimpiezadesupielyoyequedicen:—¡Québonitaeres,criatura!—ylaasaltalacuriosidaddeconocerse.¿Cómoseránsusojosysubocayelmodeladodesus facciones? Se pasa lasmanos por la cara, se palpa lasmejillas, se acaricia, semoldeaasímisma,paraquelasmanosledigancómoesMarisela.

Perolasmanossóloledicen:—Somos ásperas y no sentimos nada. Las chamizas, las espinas, nos han

endurecidolapiel.¿Porquénosesentirálapropiabelleza,comosesientenlosdolores?Lehadejadodoscosastiernas.Lafrescuradelaguaenlasmejillas,queahoraleestánproduciendosensaciones

desconocidas.¡Sísesientelabelleza!Estassensacionesnuevasytiernasnopuedentenerotracausa.Asídebedesentirelárbol,en lacortezaendurecidayrugosa.Asídebe de estremecerse la sabana, cuando, un día, después de las quemas demarzo,sientequehaamanecidotodaverde.

Lehadejado también la emocióndeunaspalabrasnuncaoídashasta entonces.Lasrepiteyoyequeleresuenanenelfondodelcorazón,ysedacuenta,alavez,dequesucorazóneraalgonegro,hondo,mudoyvacío.Peroalgosonoro,tambiéncomoel pozo que está junto a su casa, obscuro, profundo y con un espejo de agua alláadentro. ¡Es preciosa esta criatura!... Y la voz resuena, honda, como en el pozocuandosehablasobreelbrocal.

Tambiénfueradeella,yaelmundonoesloquehastaallíhabíasido:unmonteintrincadodonderecogerchamizas,unpalmarsolitariodondeeraposibleestarhorasy horas tendida en la arena, inmóvil hasta el fondo del alma, sin emociones nipensamientos.Ahoralospájaroscantanydagustooírlos,ahoraeltremedalreflejaelpaisajeyesbonitoaquelpalmarinvertido,aquelfondodecieloqueselehaformadoal remanso,ahora trasciendede losbejucosquesevinieronenredadosenelhazdechamizas de silvestre aroma de las flores del monte y es agradable aspirarlo. Labelleza no está en ella solamente; está en todas partes: en el trino que trae en lagarganta la paraulata llanera, en la charca y su orla de hierba tierna, en el palmarprofundoydiáfano,enlasabanainmensayenlatardequecaedulcemente,doradaysilenciosa. ¡Yellano sehabíadadocuentadeque todoexistía, creadoparaque locontemplaransusojos!

Por primera vez,Marisela no se duerme al tenderse sobre la estera. Extraña elinmundocamastrodeásperashojas,cualsisehubieseacostadoenélconuncuerponuevo, no acostumbrado a las incomodidades; se resiente del contacto de aquellos

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pringosos harapos que no se quitaba ni para dormir, como si fuese ahora cuandoempezabaallevarlosencima;sussentidostodosrepudianlashabitualessensaciones,que de pronto se le han vuelto intolerables, como si acabase de nacerle unasensibilidadmásfina.

Además,ladesvelaelalmademujerqueacabadedespertársele,complicándolelavida,queerasimplecomoladelviento,quenosabesinocorretearporlasabana.Sentimientosconfusosempiezanamoversedentrodesucorazón:hayunaalegríaquetienemuchodesufrimiento,unaesperanzaestremecidadetemores,unanecesidaddesacudir lacabezaparaahuyentaruna idea,yunquedarse inmóvil, enseguida,paraquelaideavuelva.Haymuchascosasmásqueellanoalcanzaadiscernir.

Yaestácantandoelcarrao,queanuncialaproximidaddeldía:—¡Arriba,Marisela!Estáfrescaelaguadelpozo.Laenfriaronlasestrellas,que

estuvieron pasando toda la noche sobre el brocal. Todavía quedan algunas en elfondo.Anda.Sácalasconelcántaroyderrámatelasencima.Tedejaránlimpia,comosiempreestánellas.

Aunmismo tiempoestabasaliendoel solyponiéndose la luna,yelpalmar seestremecíacomounbosquesagradoenelsilenciodelalba.

El cántaro del pozo baja y sube sin descanso, y el agua subterránea que noconocíalaluz,correencandiladaporelnúbilcuerpodesnudo.

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XII.Algúndíaseráverdad

rande fue la sorpresa de Antonio, cuando al día siguiente—como llevase aSantos a Macanillal para que viera cómo venía avanzando el lindero de El

Miedo—descubrióquelacasadelosMondragoneshabíaretrocedidoasuprimitivoasiento.

—La mudaron anoche —exclamó—. Miren por dónde venía ya el poste dellindero.Ahíestáelhoyotodavía.

—Bien—dijoLuzardo—.Ahoraestáensusitioyporesterespectonotendremosdificultades, a lomenos por elmomento. Para evitar que en lo sucesivo pueda sertrasladadadelanochealamañanaecharemosunacercaporesteviento.

—¿Quieredecirquevaaaceptareselindero?¿VaaquedarseconlospleitosquetanmalamentelehaganadodoñaBárbara?

—Sonhechosconsumadosquetienenyaautoridaddecosajuzgada.Demuchas,si node todas esas decisionesde los tribunales, se habría podido apelar con éxito;peronomesupeocupardemisintereses...Además, tierrastodavíahaybastantes,apesardetodo.Haciendaesloquenoveo.Apenasunaqueotramanchadeganado.

—Hacienda tampoco falta —replicó Antonio—. Lo que sucede es que se haalzadocasi toda.Sonmuchas lascimarronerasquehayenAltamira,comoya lehedicho,porquenosotros,lospoquitosamigossuyosquehemosquedadoporaquí,envez de procurar que se acabaran las hemos fomentado. Era la única manera desalvarle el ganado: dejarlo que se alzara todo. Aquí lo que hacía falta era amo, yahoraloquesenecesitaesgenteparatrabajar.

—Efectivamente, veo queAltamira se ha convertido en un verdadero desierto.Antes,pordondequierahabíacasas.

—A los poquitos colonos que quedaban los mandó desocupar don Balbino alencargarsedelamayordomía,paraque,nohabiendoenloslinderosgenteluzarderaque vigilara, los vecinos se pudieranmeter a la hora y punto que les diera gana yarrearpordelantetodoelmautajeconquesetropezaran.

—¿DemodoqueelenemigonoerasolamentedoñaBárbara?—Ellahahechoconlodeustedtodoloquelehapedidoelcuerpo,comodicen;

perolosotrostambiénhanmanoteadoasugusto.Así,porejemplo,hanacabadoconlosbebederosdeAltamirayloshanpuestodondemejorleshaparecido,demodoqueelganadodeacávayaporsuspropiospasosacaerenmanosdeellos,porqueencadabebedero de éstos encuentra usted al mediodía cuatro o cinco peones del hatorespectivo cazando a lazo el ganado luzardero. Eche la vista para allá. ¿Aguaitaaquella mancha de hacienda? Todo ese animalaje va buscando los bebederos delBramadorentierrasquefuerondeaquíyhoypertenecenaElMiedo,yorejanoquepiselaorilladelcañoyasepuedecontarcomoperdido.Losmismospeonesdedoña

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Bárbarahanpicadoelganadoenesadirecciónhastaacostumbrarlo,sinquenosotroshayamospodidoimpedírselo.YsieselmusiúdellambederodeLaBarquereña,¡nosediga!ElmisterDangerdequienlehabléestamañana.Éselehacogidotodoslostirosalllanerobellaco,yresquepaseelboqueróndeCorozalitonoregresamásparaacá.Yocreoque loprimeroquehayquehaceresvolveraponer los tapicesen losbebederosdeantesyacostumbrarelganadoaquenobusquelosdelvecino,yecharotravezlapalizadaquehastaentiemposdesupadredeustedtapabaelboqueróndeCorozalito,paraimpedirqueelganadopaseaarrochelarseenloslambederosdeLaBarquereña.Siustedquiere,hoymismosepuedeprocederaabrirloshoyosparalaposteadura.

—Nohayqueprecipitarse.AntesnecesitoestudiarlasescriturasdeAltamiraparadeterminarellinderoyconsultarlaLeydelLlano.

—¿LaLeydelLlano?—replicóAntoniosocarronamente—.¿Sabeustedcómoselamientaporaquí?LeydedoñaBárbara.Porquedicenqueellapagóparaqueselahicieranalamedida.

—No tendríanadadeextraño, segúnandan lascosasporaquí—dijoSantos—.Peromientrassealey,hayqueatenerseaella.Yaseprocuraráreformarla.

Aquella tarde,previoel estudiode los títulosdepropiedaddeAltamirayde laLeydelLlano,SantosenvióavisoporescritoadoñaBárbarayamisterDangerdequehabíaresueltocercarelhato,afindequeprocedieseneneltérminolegalasacarlosrespectivosganadosquepastasenensabanasaltamireñas,pidiéndoles,almismotiempo,permisopararetirarlossuyosdelasdeElMiedoydelLambedero.

ElmismoAntoniollevólascartasyporelcaminosehizoestasreflexiones:—AdoñaBárbaracomoquelerobaronsusreales.Estodelacerca,queestáensu

ley,nomegustamucho;peromenoslevaagustaraella.Algúndíateníaquevenirquienlemetieralosbichosenelcorral.

***

AlanochecerdelsiguientedíapartióSantosencompañíadeAntonio,rumboaMataLuzardera,ydespuésdehaber cabalgadodurantedoshoraspor sabanas trajinadas,comenzaron a atravesar un campo intrincado de mastrantales secos y escobaresamargos,pordondenohabíahuellasdeganado.

Traselmonteobscurodelamataseelevabaeldiscodelalunaesparciendounamelancólicaclaridadsobreelvastocampoenmarañado.

Antoniopusosubestiaalpaso,ydespuésderecomendarleaLuzardosilencioycautela,subieronalalomadeunmédano.

—Ponga cuidado—díjole el caporal—. Ya va a escuchar lo que no se habráimaginadosiquiera.

Yhaciendodesusmanosportavoz,lanzódesdeloaltodelmédanoungritoagudoquebarrenóelsilenciodelanoche.

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Inmediatamenteselevantóunvastorumorcreciente,ytodoelamplioespacioquedesde aquella altura se dominaba se agitó y retembló bajo el tropel de numerososrebañossalvajes.

—¡Escuche!—exclamóelpeón—.Estossonmillaresymillaresdeorejanosquenoconocenalhombre.Hacemásdesieteañosquenoentrancaballosenestepañodesabana.Yestoqueestáoyendoesnadacomparadoconotrascimarronerasquehaymás adentro, hacia el Cunaviche A pesar de todo, Altamira aguanta todavía. Lascimarroneras han sido la salvación; pero ahora hayque acabar con ellas.Yo tengoganasdeempezaradarleunoschoquesaestarochela,sileparece.Porelmomentonoshacenfaltasoguerosespeciales,porquenotodossabentrabajarcimarrones;peroyo sé dónde los hay y los puedo hacer venir. Además, me parece que seríaconveniente volver a fundar las queseras, que antes las hubo y dabanmuy buenosresultados.Laquesera es conveniente no sólo porque es una entrada de platamás,sinoporquesirveparaelamansamientodelganado,queeldeaquíesdemásdebravoyesmuchalabestiaquemataeneltrabajo.

Estas razones prácticas eran motivo suficiente para que se procediese a lafundaciónde lasqueseras;peroSantosLuzardovio tambiénalgomás,deunordendiferente y tan interesante para él como el económico; todo lo que contribuyese asuprimirferocidadteníaunaimportanciagrandeparasuespíritu.

Finalmente, de otra conversación con elmismoAntonio, al día siguiente se leocurriólaidea,yamásdeacuerdoconelplancivilizadordelallanura.

—Hoy cachilapiamos unos cincuenta orejanos en una sola pasadita de lazo—díjoleSandoval.

Cachilapear,esdecir,cazaralazoelganadonoherradoqueseencuentredentrodelostérminosdelhato,eslapasiónfavoritadelllaneroapureño.Comoenaquellassabanas sin límite las fincas no están cercadas, los rebaños vagan libremente, y lapropiedadsobrelahaciendaesunaadquisiciónquecadadueñodehatovieneahacer,oenlasvaqueríasqueseefectúandeconciertoentrelosvecinos,yenlascualesaquélrecoge y marca con su hierro cuanto becerro desmadrado y orejano caiga en losrodeos,ofueradeellas,entodomomento,porderechonaturaldebrazoarmadodelazo. Esta forma primitiva de adquirir—única que puede prevalecer dentro de lascondicionesdelmedio,yquelasmismasleyessancionan,conlasolalimitacióndelaextensióndetierrasynúmerodecabezasqueparaelefectosedebenposeer—tiene,sinembargo,algodelabigeatooriginario.Ydeaquíquenoseasolamenteuntrabajo,sinoundeportepredilectodelhombredelallanuraabierta,dondelafuerzaestodavíaderecho.

Haciéndoseestasreflexiones,SantosLuzardoconcluyó:—Todoesoperjudicael fomentode lacríaporquedestruyeel estímulo,y todo

eso desaparecería con la obligación que las leyes de llano les impusieran a lospropietariosdecercarsushatos.

Antonioobjetó:

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—Puede que usted tenga razón, pero para eso sería menester cambiarprimeramente elmodo de ser del llanero. El llanero no acepta la cerca.Quiere susabana abierta como se la ha dadoDios, y la quiere, precisamente, para eso: paracachilapiar cuanto bicho le caiga en el lazo. Si se le quita ese gusto, semuere detristeza.Unllaneroestácontentocuandopuededecir:hoycachilapiétantasreses,yno le importaquesuvecinoestédiciendoallá lomismo,porqueel llanerosiemprecreequesusbichosestánsegurosyquelosquesecogeelvecinosondeotro.

No obstante, Luzardo se quedó pensando en la necesidad de implantar lacostumbredelacerca.Porellaempezaríalacivilizacióndelallanura;lacercaseríael derecho contra la acción todopoderosa de la fuerza, la necesaria limitación delhombreantelosprincipios.

Ya tenía,pues,unaverdaderaobrapropiadeuncivilizador:hacer introducirenlasleyesdellanolaobligacióndelacerca.

Mientrastanto,yateníatambiénunospensamientosqueerancomoiralomosdeuncaballosalvajeenlavertiginosacarreradeladoma,haciendogirarlosespejismosdelallanura.Elhilodelosalambrados,lalínearectadelhombredentrodelalíneacurva de la naturaleza, demarcaría en la tierra de los innumerables caminos, pordonde hace tiempo se pierden, rumbeando, las esperanzas errantes, uno solo yderechohaciaelporvenir.

Todosestospropósitos losformulóenaltavoz,hablandoasolas,entusiasmado.En verdad, eramuy hermosa aquella visión del Llano futuro civilizado y prósperoqueseextendíaantesuimaginación.

Eraunatardedesolyvientorecio.Ondulabanlospastosdentrodeltemblorosoanillodeaguasilusoriasdelespejismoyatravésdelosmédanosdistantes,yporelcarril del horizonte corrían, como penachos de humo, las trombas de tierra, lastolvanerasquearrastrabaelventarrón.

Deprontoelsoñador,ilusionadodeverasenunmomentáneoolvidodelarealidadcircundante,ojugandoconlafantasía,exclamó:

—¡Elferrocarril!Allávieneelferrocarril.Luegosonriótristemente,comosesonríealengañocuandoseacabandeacariciar

esperanzastalvezirrealizables;perodespuésdehabercontempladounratoelalegrejuegodelvientoenlosmédanos,murmuróoptimista:

—Algún día será verdad. El progreso penetrará en la llanura y la barbarieretrocederávencida.Talveznosotrosnoalcanzaremosaverlo;pero sangrenuestrapalpitaráenlaemocióndequienlovea.

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XIII.Losderechosde«MísterPeligro»

ra una larga masa de músculos, bajo una piel roja, con un par de ojos muyazulesyunoscabelloscolordelino.

Había llegado por allí hacía algunos años con un rifle al hombro, cazador detigresycaimanes.Leagradólaregión,porqueerabárbaracomosualma,tierrabuenade conquistar, habitada por gentes que él consideraba inferiores por no tener loscabellos claros y los ojos azules.No obstante el rifle, se creyó que venía a fundaralgúnhatoyatraerideasnuevas,sepusieronenélmuchasesperanzasyseleacogióconsimpatía;peroél se limitóaplantarcuatrohorcones,enun terrenoajenoysinpedirpermiso,aecharlesencimauntechodehojasdepalmera,yunavezconstruidaestacabaña,colgósuchinchorroysurifle,semetióenaquél,encendiósupipa,estirólosbrazos,distendiendolospotentesmúsculos,yexclamó:

—Allright!Yaestoyenmicasa.Decía llamarseGuillermoDangery ser americanodelNorte,nativodeAlaska,

hijo de un irlandés y de una danesa buscadores de oro; pero se dudaba de que elapellido que se ponía fuera realmente el suyo, pues en seguida añadía: «MisterPeligro», y como era humorista, a su manera, con la ingenuidad de un niño, sesospechabaqueseapellidabaasísóloporañadirlainquietantetraducción.

Porotraparte,habíaciertomisterioen tornoasupersona.Referíasequeen losprimeros tiempos de su establecimiento en la región, varias veces había mostradogacetillasdeperiódicosneoyorquinostituladassiempreThemanwithoutcountry,enlascualesseprotestabacontraciertainjusticiacometidaconunciudadanoaquiennose nombraba, y que, a su decir, era él; y aunque nunca explicó de modo claro ysatisfactoriocuálhabíasidoaquellainjusticia,niporquéocultabasunombrebajotaldenominación, se le abrieron todas laspuertas enesperade los ríosdedólaresqueibanacorrerporlallanura.

Entretanto, míster Danger, por industria no hacía sino cazar caimanes, cuyaspieles exportaba anualmente en grandes cantidades, y por afición, tigres, leones ycuantas fieras le pasasen al alcance de su rifle. Un día, como diesemuerte a unacunaguarareciénparida,seapoderódeloscachorrosylogrócriarydomesticaruno,conelcualretozaba,ejercitandosuperennebuenhumordeniñograndeybrutal.Yael cunaguaro lo había acariciado con algunos zarpazos; pero él se divertía muchomostrandolascicatrices,yéstasledierontantoprestigiocomolasgacetillas.

Poco después, la cabaña del cazador se convirtió en una casa dotada de unainstalacióninteriorbastanteconfortableyrodeadadeextensoscorralesdeganado.Lahistoriadeestatransformaciónqueparecíaindicarqueel«hombresinpatria»habíaechadoraícesenlatierra,teníapuntosdecontactoconladedoñaBárbara.

FueenlostiemposdelcoronelApolinar,yseestabanhaciendofundacionesenel

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hatodeElMiedo,reciénbautizadoasí.MísterDanger,enteradodelaleyendadelos«familiares», quiso presenciar el bárbaro rito, que no podía dejar de practicar lasupersticiosamujerona,ycontalobjetofueahacerleunavisita,queporotraparteledebía,yaqueerapropiedaddeellaaquelpalmode tierradondehabía levantadosucabaña.

Ver al extranjero, oírlo expresar el deseo que lo animaba, enamorarse de él ytrazarsesuplan,todofueparadoñaBárbaraobradeuninstante.HizoqueApolinarloinvitaraacomerconellos,lecargólamanoalservirleslabebida,aqueamboseranmuyaficionados,ycomoelcriolloeramásdébilyteníalaborracheraidiota,nosediocuentadelasguiñadasdeojosconqueelinvitadoysumujerconcertarondurantelacomidalatraiciónqueleharían.

Entretanto los peones abrían de prisa la zanja donde sería enterradoun caballoviejoyderrengado,quesóloparafamiliarpodíayaservir.

—Loenterraremosapuntodemedianoche,queeslahoraindicada—habíadichoBárbara—. Y nosotros tres solamente, porque los peones no deben presenciar laoperación.Asíescómodebehacerse,segúnlacostumbre.

—¡Bonito! —exclamó el extranjero—. Las estrellas arriba y nosotros abajo,echandotierraencimadelcaballovivo.¡Bonito!¡Pintoresco!

EncuantoaApolinar,niestabaenteradodelacostumbre,nierayapersonacapazde hacer objeciones, y fue necesario quemíster Danger lo cargara en brazos paramontarlo a caballo, cuando llegó la hora de partir, camino de las fundacionesdistantesdelascasasdelhato.

Yaestabaabiertalazanjayamarradoaunpostedeloscorralesenconstrucciónelcaballoderrengado,víctimadelbárbarorito.Juntoalazanjahabíatrespalasparalosenterradores.Lanocheestrelladaenvolvíaensombrasdensaselparajedesierto.

Míster Danger desamarró el caballo y lo condujo hasta el borde de la zanja,dirigiéndole palabras compasivas, entre ruidosas risotadas que provocaban lahilaridad idiota de Apolinar, y luego lo arrojó dentro del hoyo de un enviónformidable.

—Ahora, receusted,doñaBárbara, lasoracionesque sabeparaque losdiablosamigossuyosnodejenqueseescapeelespíritudelcaballo,yustedapúrese,coronel.Ahorasomosenterradoresyhayquehacerlascosasbien.

YaApolinarsehabíaapoderadodeunadelaspalasybatallabaconlasleyesdelagravedad para poder inclinarse a llenarla con la tierra amontonada al borde de lazanja,murmurandoentretantofrasesobscenasqueparecíancausarlegracia,puessedesmigajaba de risa a cada atrocidad que soltaba. Por fin logró llenar la pala y labalanceótorpemente,yéndosedetrásdeellaencadavaivén.

—¡Qué borracho estás, coronelito! —acababa de exclamar míster Danger,afanado en su papel de enterrador, paletada sobre paletada, con una rapidezextraordinaria,cuandoadvirtióqueApolinarsoltaba laherramientayse llevaba lasmanosa los riñones, cimbreándoseyexhalandoungemidomortal,paracaer luego

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dentrodelazanja,consupropialanzahundidaenlaespalda.—¡Oh!—exclamóelextranjero,interrumpiendosutarea—.Noestabaestacosa

enelprograma.¡Pobrecitocoronel!—Nolocompadezca,donGuillermo.Éltambiénmeteníasentenciada.Yoloque

hehechoes andarle adelante—dijodoñaBárbara, y tomando lapalaque sehabíaescapadodelasmanosdelcoronel,agregó—:Ayúdeme.Ustedtampocoeshombreaquienseleagüeelojoporestascosas.Peoreslashabráhechoustedensutierra.

—¡Caramba! Usted no tiene pepitas en la lengua.Míster Danger no aguárselenuncaelojo;peromísterDangernohacecosasquenoestánenelprograma.Yosoyvenidoaquíparaenterrarfamiliarsolamente.

Ydiciendoasí,soltólapala,montóacaballoyregresóasucabañaaretozarconelcunaguaro.

Peroguardóelsecreto,primeramente,pornoverseenvueltoenunembrolloquepodríacomplicarseconelmisteriodel«hombresinpatria»,yluegoporqueparaél,extranjerodespreciativo,nohabíagrandiferenciaentreApolinaryelcaballoqueloacompañaba en su sepultura, y dejó prevalecer la versión de que el coronel habíaperecidoahogadoenelcañoBramador,altratardeatravesarloanado,yenapoyodelacual,laúnicapruebafueelhaberencontradoenelestómagodeuncaimáncazadoen dicho caño, días después, una sortija que doña Bárbara reconoció comopertenecienteaaquél.

Enpagodesuencubrimientotransformóencasalacabañayconstruyócorralesen tierra deLaBarquereña, y de cazador de caimanes se convirtió en ganadero, omejor dicho, en cazador de ganados, pues eran mautes ajenos, altamireños omiedeños, los que él herraba como suyos, y así pasó algún tiempo sin que doñaBárbaralomolestaraniélseocuparamásdeella,hastaqueundíasepresentóenElMiedoconestealegato:

—He sabido que usted piensa quitarle a don Lorenzo Barquero el pedacito detierra que le dejó junto al palmar deLaChusmita, y vengo a decirle que usted nopuedehaceresaarbitrariedad,porqueyodefiendolosderechosdeestehombre.Voyaadministrarle esa tierrita, que es lo único que le queda, y usted no puede tampocometergentesuyaparasacarganadosquecaminenencimadeella.

MaslosderechosdeLorenzoBarqueronohicieronsinopasardelasmanosdeunusurpadora lasdeotro,puesdelproductodeaquellas tierrasnovionuncasino lasbotellasdewhiskyquelemandabamísterDangercuandoregresabadeSanFernandoodeCaracas,conunabuenaprovisióndesubebidapredilecta,o losgarrafonesdeaguardiente que le hacía enviar de la pulpería de El Miedo, y esto mismo sinpagárseloadoñaBárbara.

Encambio,elextranjeroseenriquecíacachilapiandoasugusto.Eraelrestodelantiguo fundo de La Barquereña apenas un rincón de sabanas atravesadas por uncaño, seco durante el verano, denominado Lambedero, cuyas barrancas salitrosasatraíanelganadode loshatosvecinos.Numerosos rebañosveíanseconstantemente

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por allí, lamiendo la tierra del caño, y gracias a esto era sumamente fácil cazarorejanosdentrode los límitesdeaquelpedazode tierra,queno teníaelmínimodeextensión que establecían las leyes del llano para tener derechos al común de lasgreyesnoherradasquevaganporunallanuraabierta;peromísterDangerpodíasaltarporencimadelasrestriccioneslegalesyapoderarsedelganadodelosvecinosporquelos administradores de Luzardo siempre eran sobornados y porque la dueña de ElMiedonoseatreveríaaprotestar.

Recogidaasísucosecha,marchábaseavenderlaencuantoentrabaelinvierno,ycomodurantelaépocadelluvias,llenoelcañodelLambedero,elganadonoacudíaallí, sequedabaenSanFranciscooenCaracas,hasta la salidadeaguas, tirandoeldinero en borracheras gigantescas, porque no le tenía apego, propiamente, y no lealcanzabanlasmanazasparadespilfarrarlo.

***

Ya había resuelto darse aquella escapada anual, cuando recibió la carta dondeLuzardo le participaba su determinación de restablecer la antigua palizada deCorozalito,sitiopordondepasabanlasresesaltamireñasaperderseenelLambedero.

—¡Oh!¡Caramba!—exclamóal leer lacarta—.¿Quécosaquiereestehombre?Digausted,Antonio,aldoctorLuzardoquemísterDangerleyósucartaydijoesto.Fíjeseustedbien.QuemísterDangernecesitaabiertoboqueróndeCorozalitoytienederechoparaimpedirqueéllevanteningunapalizada.

No lo creyó así Santos Luzardo, y al día siguiente se fue allá a esclarecer elasunto.

Al ladridode losperrosaparecióenelcorredor la imponentefiguradelyanqui,congrandesdemostracionesdeafabilidad:

—Adelante,midoctor.Adelante.Yasabíayoqueustedibaavenirporaquí.Yosoy sumamente apenado por haber tenido que decir a usted que no puede taparboqueróndeCorozalito.Hágameelfavordepasaradelante.

E introdujo a Luzardo en una pieza cuyas paredes estaban tapizadas con lostrofeosdesuaficióncinegética;caramerasdevenados,pielesdetigres,pumasyosospalmerosyelcuerpodeuncaimánenorme:

—Siéntese,doctor.Notengaustedmiedo;elcunaguaritoestámetidodentrodesujaula.

Yacercándosealamesadondehabíaunabotelladewhisky:—Vamosatomarlamañana,doctor.—Gracias—repusoSantos,rechazandoelobsequio.—¡Oh!Nodigaustedqueno.Yo—soymuycontentodeverloaustedenmicasa

yquieroquemecomplazcapegándoleunpalitoconmigo,comodicenustedes.Molestoporlainsistencia,Santosaceptó,sinembargo,elobsequioy,enseguida,

entrandoenmateriadijo:

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—Puescreoqueustedestáequivocado,señorDanger,respectoalinderosdeLaBarquereña.

—¡Oh!No,doctor—replicóelextranjero—.Yonosoynuncaequivocadocuandodigo alguna cosa. Yo tengo mi plano y puedo mostrárselo a usted. Aguarde unmomento.

Pasóalahabitacióncontigua,delacualsalióenseguidaguardándosedentrodelbolsillodelpantalónunospapeles,paraextenderotroqueveníaarrollado.

—Aquí tiene, doctor, Corozalito y Alcornocal de Abajo están dentro de mipropiedad,yustedpuedeverloconsusojos.

Era un plano, dibujado por él, en el cual aparecían como pertenecientes a LaBarquereñalossitiosaquesehabíareferido.

Luzardolotomóentresusmanos,porcortesía;peroreplicó:—Permítamequelehagaobservarqueesteplanonoespruebafehaciente.Sería

necesario cotejarlo con los títulos de propiedad de La Barquereña y con los deAltamira,quelamentonohabérmelostraídoconmigo.

Sindejardesonreír,elyanquiprotestó:—¡Oh!¡Malo!¿Creeeldoctorqueyodibujocosasquenoestánsinodentrodemi

cabeza?Yonuncadigosinoloquesoycompletamenteseguro.—Nodebeusteddarleesainterpretaciónamispalabras.Mehelimitadoadecirle

que estono es unaprueba.Noniegoqueustedposeaotras queverdaderamente losean,yyaquequieremostrármelas,lesuplicoquelohaga.

Y como la actitud del extranjero, atento al humo de su pipa, era francamenteimpertinente,añadió,conuntonomásenérgico:

—Le advierto que antes de dar este paso he estudiado bien el asunto, conmistítulosdepropiedadpordelante,ymepermitoobservarlequetambiénestoysegurode lo que digo cuando afirmo queCorozalito yAlcornocal deAbajo pertenecen aAltamira,yque,porconsiguiente,measisteunderechoindiscutibleparalevantarlapalizada en el boquerón.Más aún: hasta en tiempos demi padre, no hacemuchosaños,existíaallíuna,delacualtodavíaquedanalgunoshorcones.

—¡Entiemposdesupadre!—exclamómísterDanger—.Yonoquisieradeciraustedquenosabeloquedicecuandoasegurateneresosderechostodavía.

—¿Creeustedquehayanprescrito?—interrogóSantos, sinhacercasodel tonoconquelehabíadichoaquello.

—¡Oh!Yonoquieroseguirhablandopalabrasenelaire—ysacandolospapelesque se había guardado en el bolsillo, agregó—:Aquí están escritas, y usted podráleerlas.Yosoymuycontentodequeustedseconvenzaconsusojosdequenopuedelevantarlapalizada.

Ylepusoenlasmanosundocumento,suscritoporLorenzoBarqueroyporunode los administradores que había tenido Altamira después de la muerte de JoséLuzardo,segúnelcualelpropietariodeLaBarquereñahabíaadquirido,porcompra,

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lasmontañuelasdeCorozalitoyAlcornocaldeAbajo,comprometiéndoseademáseldeAltamiraanolevantarcercasniestorbarconningunaotraclasedeconstruccionesellibrepasodelosganadosporaquellindero.

Elobjetivodetaloperaciónfue,precisamente,hacerdesaparecerelobstáculodeaquellapalizadaaqueserefirióLuzardo,yque,cerrandoelboquerón,impedíaquelahaciendaaltamireñapasaseaarrochelarseenloslambederosdelafincavecina;peroSantosnohabíatenidonoticiasdeaquellaventayobligaciónconsiguiente,asícomotalvezignorabaquiénsabecuántosotrosmenoscabosygravámenesdesupropiedad,conloscualesselucraronsusapoderadosydecuyosdocumentosnohabíacopiasenellegajoqueélconservabaensupoder.

El quemostrabamísterDanger estaba debidamente autenticado y registrado, ySantosseavergonzódehaberdadoaquelpasoenfalsoydetenerqueconfesarahoraque desconocía la verdadera situación de Altamira; pero lo acompañaba otrodocumentodelcualconstabalaventahechaporLorenzoBarqueroalnorteamericanodelassabanasdelLambedero,yalverlafirmadelvendedor,escritaconcaracteresininteligibles,desigualesytortuosos,quedabanlaimpresióndehabersidotrazadosporunanalfabetoaquienlellevasenlamano,leparecióqueteníaantelosojosunapruebamaterialdelacoacciónejercidaporelextranjerosobrelaabolidavoluntaddeLorenzo,puespodíaasegurarsesinriesgodeincurrirencalumniaquelatalcompranohabía sidosinoundespojo, llevadoacaboa lamaneradeaquellasotrasventassimuladasquelehabíahechofirmardoñaBárbara.

«Me he olvidado de mis propósitos —pensó, mientras contemplaba la firmailegible—.Medijequeveníaaconstituirmeendefensordelosderechosatropellados,ynisiquierasemehaocurridotodavíaaveriguarsisondefendibleslosdeestepobrehombre. Nada de extraño tendría que las tales ventas adoleciesen de defectos quepermitieranintentaraccionesreivindicatorias.»

Entretanto, mister Danger se había acercado a la mesa y servía dos copas dewhiskyparacelebrarsutriunfosobreelvecinoquehabíavenidoareclamarderechosperdidos.Unaaltanerasatisfaccióndesímismoleimpulsabaahumillaralhombredelarazainferiorquesehabíaatrevidoadiscutirlelossuyos.

—¿Otropalito,doctor?Santos saltó del asiento y le clavó una mirada de dignidad ofendida; pero el

yanqui no le concedió ninguna importancia a aquella actitud y siguió llenando sucopatranquilamente.

Luzardoledevolviólasescrituras,diciéndole:—Ignoraba laexistenciadeesaventadeCorozalitoyAlcornocaldeAbajo.De

otromodonohubieravenidoareclamarloquenomecorresponde.Tengalabondaddeexcusarme.

—¡Oh!No se preocupe usted, doctor Luzardo.Yo sabía que usted hablaba sinconocimientodecausa.Perovamosatomarnosotropoquitodewhiskyparahacerlaspaces,porqueyoquieroseramigosuyo,yelwhiskyesbuenoparaestascosas.

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Recobrandoeldominiodesímismo,Luzardorepuso:—Perdónemequenoseloacepte.MísterDangercomprendióquetampocoaceptabalaamistadqueélleofrecía,y

cuandoLuzardoseretiró,viéndoloalejarse,sedijo:—¡Oh!Estoshombrecitos.Nuncasabennadadeloquehablan.

***

Camino de Altamira, como pasara cerca de la casa de Lorenzo Barquero, Santosdecidióaprovechar laoportunidadparapedirleexplicacionesprecisasde lapérdidadeLaBarquereña.

Hundidodentrodelmugrientochinchorro,Barquerodormíatodavíasuborracherade lavísperayestabasoloen lacasa.Unronquidodeestertoresseescapabadesugarganta,unasalivaviscosalefluíadelabocaentreabierta,ybajoelsueñoprofundode la intoxicación alcohólica, la miseria del rostro tenía una expresión agónica.Alarmadoporaquelaspecto,Santosseacercóatomarleelpulsoenelbrazopéndulofuera del chinchorro y sintió bajo sus dedos elmartillazo de la tensión arterial. Sequedóunratocontemplándolocompasivamente.

—Pocavidalequedayaaesteinfeliz;peroesnecesariohaceralgoporél.Bajoelchinchorrohabíaunacarnaza,yenelfondodeellaunapichagua,vasijay

cuchararústicasdecortezadetotuma.Consóloalargarelbrazoyconlaayudadelasegunda,Lorenzohabíaconsumidotodoellicorquellenaralaprimera,echándoselodentrode laboca, sorboa sorbo,«meleadito», comopor allí decíande estabestialmaneradeemborracharse.

De un puntapié, Luzardo arrojó de allí la vasija, y apoderándose luego de lagarrafacolocadasobrelamesayqueconteníaunabuenacantidaddeaguardiente,lalanzófueradelacasa.Hechoesto,yenvistadequeseríainútildespertaraLorenzo,se disponía ya a marcharse, cuando apareció la mole roja y risueña delnorteamericano.

FingiósorprendersedehallarallíaLuzardo;perocomoaéstenoseleescapóquese había venido siguiéndolo, e hiciera un gesto poco afable, interrogó, indicando aLorenzoconunmovimientodecabeza:

—¿Borracho,eh?Seguramentesehabebidoyatodoelaguardientequelemandéayer.

—Haceustedmalenproporcionarlebebidaaestehombre—repusoSantos.—Estonotieneremedio,doctor.Déjeloustedqueseacabedematar.Élnoquiere

vivir.EstáenamoradotodavíadelalindaBarbarita.Terriblementeenamorado,ybebeybebeparaolvidarsedeella.Yoselohedichomuchasveces:donLorenzo,teestásmatando.Peroélnoquierehacercasodemíynosequitalapichagüitadelaboca.

Yacercándosealchinchorroysacudiéndoloporlascabuyeras:—¡Eh! ¡Don Lorenzo! Que tienes visita, chico. ¿Hasta cuándo vas a estar

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roncando ahí, metido dentro de ese chinchorro? Aquí está el doctor Luzardo, quevieneasaludarte.

—Déjelotranquilo—dijoSantos,disponiéndoseamarcharse.Lorenzo entreabrió los párpados y murmuró unas palabras ininteligibles. El

yanquilediounacachetadabrutalysoltólarisa:—¡Quérascatienes,chico!Y al volverse se quedó un instantemirando hacia el palmar, luego se encogió,

crispólosdedoscomoparaarañar,mostrólosdientesydejóescaparunbufido,cualsiimitaraalcunaguarocuandoretozabaconél.

—¿Quélepasaaestehombre?—sepreguntabayaSantos,extrañadodeaquellosdesplantes,cuandoélsoltólarisayexplicó:

—Lamuchacha,nombrebonitodejoropo.EraMarisela, que venia con un haz de leña, como la tarde del encuentro en el

palmar;peroeraunapersonayadiferentedeaquellasuciaydesgreñada.Vestíaunode los trajes que Santos le había hecho mandar, confeccionados por las nietas deMelesioSandoval,ytodoenelladabamuestrasdeaseoyhastadeacicalamiento,apesardelbajooficioaquesededicaba.

Santos se complació en esta transformación, que era obra de unas cuantaspalabrassuyas,y fueentoncescuandovinoa fijarseenque lacasa tampocoerayaaquelcubilinmundoymaloliente.Elpisoestababarrido,ysitodavíareinabaallílamiseria,yalaincuriahabíadesaparecido.

Entretanto,místerDangercontinuó:—AhoraeslaseñoritaMarisela,perotodavíabravacomounacunaguara.Ymoviendoelíndiceenademándeamonestaciones:—Ayermesacastesangrecontusuñas.—¡Guá!¿Paquémevieneaatocá,pues?—respondióMarisela.—Ella seponebravaconmigoporqueyodigo:yo tehecompradoa tupapá,y

cuandoélsemuera,tevoyallevarconmigo;yotengoencasauncunaguaromachoyquierotenertambiénunacunaguarahembraparasacarcunaguaritos.

YmientrasmísterDanger celebraba subrutalidad con estentóreas carcajadas, yMarisela refunfuñaba enojada, Santos se dio cuenta del peligro que corría lamuchachabajolaproteccióndeaquelhombresinpiedad,yexperimentóunavezmáslaprofundaanimadversiónqueleinspiraba.

—Yaes demasiado—exclamó sinpoder contenerse—.Le emborrachausted alpadre, ladespojadesupatrimonio,y,porañadidura,notieneusteddelicadezaparatratarla.

MisterDangercortóensecosuscarcajadas,seleobscurecieronlosojosazules,ylasangrehuyódesurostro.Sinembargo,noselealterólavozalreplicar:

—¡Malo! ¡Malo! Usted quiere ponerse enemigo mío, y yo puedo prohibirle austedquepiseestatierradondeestáparado.Yotengoderechosparaprohibírselo.

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—Yyoconozcolahistoriadelosderechosdeusted—replicóSantos,confogosadecisión.

El yanqui meditó un momento. Luego, desentendiéndose de Santos, sacó sucachimba, lacargó,ymientraschupaba,aplicándolela llamadelfósforo,defendidaentresusenormesyvelludasmanos,repuso:

—Ustednoconocenada,hombre.Ustednisiquieraconocesusderechos.Ysemarchó,haciendoresonarelsueloduroysequizobajosusanchasplantasde

conquistadordetierrasmaldefendidas.Santos sintió que la indignación se le convertía en vergüenza, pero en seguida

reaccionó:—Prontoseconvenceráusteddequesilosconozco,ysabrédefenderlos.Y decidió llevarse consigo a Lorenzo y su hija, para librarlos de la humillante

tuteladelextranjero.

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SEGUNDAPARTE

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A

I.Unacontecimientoinsólito

rtera fue la táctica empleada por doña Bárbara cuando recibió aquella cartadondeLuzardoleparticipabasudeterminacióndecercarAltamira.Nadapodía

agradarlemenos que esta noticia de un límite, a quien, cuando se le ponderaba suambicióndedominio,solíareplicarsocarronamente:

—Pero si yo no soy tan ambiciosa comomepintan...Yome conformo con unpedacito de tierra nada más: el necesario para estar siempre en el centro de misposesionesdondequieraquemeencuentre.

Sinembargo,enconcluyendodeleerlacarta,exclamóconunaentonacióndevozdemujerbonachonaysencillota:

—¡Bueno, pues! Por fin se van a acabar los pleitos por causa de ese benditolindero conAltamira, porque el doctorLuzardova a cercar suhato, yde ahora enadelantenohabrámásequivocaciones.Esoeslomejor:lacerca.¡Sí,señor!Asícadacualsabehastadóndellegalosuyoypuedeestarcomodiceeldicho:cadacualensucasayDiosen lade todos. ¡Esoes!Hace tiempoquevengopensandoen lacerca;perotodavíanohepodidodarmeesegustoporqueesmuchalaplataquecuesta.Eldoctorsípuededarseesegustoporqueéltiene,yhacebienengastarseunapocadeplataeneso.

BalbinoPaiba,quealavozdecartadeLuzardoselehabíaacercado,porsideélsetratara,sequedómirándoladehitoenhito,sincomprenderquetodoaquelloeranpuras marrajerías encaminadas a que Antonio Sandoval, que estaba esperando larespuesta, llevase a Altamira el cuento de la buena disposición de ánimo con quehabíaacogidolanoticia.

Pero como ya Antonio había oído decir que aquella entonación de voz no laempleabaellasinocuandoseproponíaunplanartero,sehizoestareflexión:

—Ahoraescuandoestápeligrosalamujer.—Dígale,pues,aldoctorLuzardo—concluyóella—,quequedoencuentadelo

quesepropone;peroque,respectiveamedianería,porahoranoestoyencondiciones

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decostearla.Quesiélquiereytienemuchaprisa—puesyaveoqueeldoctoresdelos que llegan tumbando y capando, como dicen vulgarmente—, puede proceder aplantarlospostesdeunavez,quedespuésnosentenderemos.Élmediráloquehayagastadoynopelearemosporeso.

—Y,respectivealtrabajoquelepideeldoctor—inquirióAntonio,dándole,unaentonaciónespecialaltérminoempleadoporella—,¿quélecontesta?

—¡Ah!Semeolvidabaquetambiénmehabladeeso.Dígalequeporahoramissabanasnoestánencondicionesdepermitirtrabajos;peroqueyoleavisaréencuantonomáspuedadárselos.Mientras tanto,quevayaechando laposteadura.Deaquí acuandovayamosaecharelalambrehaytiempodesobraparaqueélrecojasuganadodeporaquíyyolosmautesmíosqueandenporallá.Dígaleeso.Ydémeleunsaludodemiparte.

Apenas hubo partido Antonio, Balbino Paiba expresó la idea siniestra que nopodíapormenosdeatribuirleadoñaBárbara:

—Porsupuesto,eldoctorLuzardonovaatenertiempodeecharesacerca.—¿Porquéno?—replicóella,mientrasdoblabalacartaparameterladenuevoen

el sobre—. Eso es cuestión de unas semanas no más. Pero, como no vaya aequivocarseyecharlamásacádellindero.

Yvolviendoasutononaturaldevoz,sinsocarroneríasqueyanoteníanobjeto:—LlámateacáalosMondragones.Al día siguiente amanecieron trasplantados el poste del lindero y la casa de

Macanillal; pero noAltamira adentro, como antes solíanmoverse, sino en sentidoinverso,cediendoterreno,yaunsitiocuyasseñalesnopudierancorresponderalasdelademarcaciónúltimavigente.

La estratagema tenía por objeto queLuzardo se extralimitara al echar la cerca,ateniéndose sólo al poste y a la casa, que eran los puntos de referencia másostensibles dentro de la vaguedad de los términos del deslinde. Luego, sería fácildemostrarquelamudanzahabíasidoobradeél,valiéndosedequenohabíaporallíquienseloimpidiera,pueshacíatresdíasquelosMondragones,únicoshabitadoresdeldesiertodeMacanillal,habíandesocupado lacasaenpiernas.Poralgo lohabíadispuestoellaasí.

YhastaBalbinoPaiba,quenosolíaconcederlenadaanadie,tuvoquereconocer:—¡Nohaycuestión!Estamujerve elgusanodondeunonove la res.No sé si

seránconsejosdel«Socio»,perolociertoesqueelplanhaestadobiencombinado.LaverdaderaquetalordendedesocupacióndeMacanillal,dadajustoconlade

restituir el lindero al sitio donde lo pusiera la ejecución de la sentencia del últimolitigio, no había sido encaminada a la estratagema de ocurrencia posterior, puesentoncesnisiquieralehabíacruzadoporlamenteadoñaBárbaralaposibilidaddequeSantosLuzardoquisiesecercar;perocomovinoaresultarútilparaelardidreciénconcebido,ellaseengañóasímismaconsiderándolacomopasopreviodesuplan,cual si tal se hubiese trazado desde el primer momento, adelantándose a los

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propósitos del enemigo, por obra y milagro de aquel don de adivinación de losacontecimientosfuturosqueestabaconvencidadeposeer,graciasal«Socio».Así,pormomentáneos impulsos aislados, que luego circunstancias fortuitas encadenaban,habíaprocedidosiempre,ycomocasisiemprelahabíaayudadolafortuna,vistoporfuera—yeraasícomoellamismaloveía—,aquelloparecíaefectivayextraordinariaprevisión: mas, visto por dentro, doña Bárbara resultaba incapaz de concebir unverdaderoplan.Suhabilidadestabaúnicamenteensabersacarleenseguidaelmayorprovechoalosresultadosaleatoriosdesusimpulsos.

Peroestaveznoacudieronensuayudalascircunstancias.Avisadoporelreceloque a Antonio le había causado la falsa actitud conciliadora de la mujerona yaleccionado por lo que acababa de ocurrirle con míster Danger, Santos estudiócuidadosamente el asunto antes de proceder a plantar la posteadura de la cerca, ycuandoaquéllavioquelaplantabajustamentedondedebía,sincaerenelardid,tuvolaintuicióndequealgonuevocomenzabaparaelladesdeaquelmomento.

Noobstante,ensoberbecidaporladesairadasituaciónenquehabíaquedado,optópor la violencia abierta, y cuando Luzardo, días después, le reiteró la petición delpermisoparasacarsusganadosdelassabanasdeElMiedo,selonegórotundamente.

—Y ahora, doctor —insinuó Antonio Sandoval—. Usted, por supuesto, va apagarle con la misma moneda echando la cerca sin permitirle que ella saque suganadodeaquí.¿Noesasí?

—No.Porahoraacudiréalaautoridadinmediataparaquelaobligueacumplirloque le ordena la ley. Al mismo tiempo haré citar ante la Jefatura Civil a místerDanger,yasíquedaránzanjadasdeunavezlasdosdificultades.

—¿Y cree usted que Ño Pernalete le hará caso? —objeto todavía Antonio,refiriéndosealJefeCivil,dentrodecuyajurisdicciónestabanubicadasAltamirayElMiedo—.ÑoPernaleteydoñaBárbarasonuñaycarne.

—Yaveremossiseniegaahacermejusticia.ConcluyóSantos.YaldíasiguientepartióparaelpueblocabeceradelDistrito.

***

Escombrosentrematorrales,vestigiosdeunaantiguapoblaciónpróspera:ranchosdebarro y palma esparcidos por la sabana; otros,más allá, alineados a orillas de unacalle sin acerasy sembradadebaches;unaplaza, campodeyerbajos rastreros a lasombradetiñosossamanescentenarios;auncostadodeella,lafábricainconclusa—quemás parecía ruina—de un templo que hubiera sido demasiado grande para lapoblaciónactual,yen losrestantes,algunascasasdeantiguaysólidaconstrucción,lasmásdeellasdeshabitadas,algunassindueñoconocido,ysobreunadelascuales,hundidoslostechosydesplomadoslosmuros,aúnseapoyabaeltroncogigantedeunjabillo derribado por el huracán hacía ya muchos años; una población cuyasprincipalesfamiliashabíandesaparecidooemigradoenteras,sintráficonimuestradeactividadalguna;unodeesosmuchospueblosvenezolanos,queguerras,paludismo,

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anquilostomiasisyotrascalamidadesmáshanidodejandoconvertidosenescombrosa las orillas de los caminos: esto era el pueblo cabecera delDistrito, teatro de lassangrientascontiendasentreLuzardosyBarqueros.

YaSantoslohabíarecorridocasitodosintropezarseconuntranseúnte,cuando,porfin,viounoshombresenelcorredordeunapulpería,silenciosos,desocupados,pero como si esperasen algo que debiera ocurrir de un momento a otro. Unoshombresventrudos,decarasmacilentas,bigoteslaciosymiradasmustias.

—¿PuedendecirmedóndequedaporaquílaJefaturaCivil?—lespreguntó.Semiraronentre sí, comodisgustadosdeque losobligasenahablar,y,por fin,

convozquejumbrosa,unodeelloscomenzabaadarlaindicaciónpedida,cuandodelapulperíasalióalguienexclamando:

—¡Luzardo!¡SantosLuzardo!¿Túporaquí,chico?Mas, como Santos no correspondiese a sus amistosas demostraciones, ya para

abrazarlo,sedetuvofrenteaélylointerpeló:—¿Nomeconoces?—Pues,francamente..—Recuerda, chico. Procura recordar.. ¡Mujiquita, chico! ¿No te acuerdas de

Mujiquita?CondiscípulosenlaUniversidad,enelprimerañodeDerecho.Nolorecordaba;perohabríasidounacrueldaddejarloconlosbrazosabiertos:—¡Cómono,Mujiquita,sí!Como loshombresqueestabanenelcorredorde lapulpería,Mujiquitaparecía

pertenecer a una raza distinta de la que poblaba las sabanas, hombres fuertes yalegres,generalmente.Encambio,estosdelpueblollaneroerantristes,melancólicos,aniquilados por la leucemia palúdica.Mujiquita, especialmente, era una verdaderalástima: losbigotes, el cabello, laspupilas, la piel, todoparecía tenerlo empolvadocon aquel polvo amarillo que alfombraba las calles del pueblo, todo en él daba laimpresióndeesospobresárbolesdeorillasdecaminos,quenosesabedequécolorson. No era desaseo propiamente; era pátina, marchitez palúdica y soflama dealcohol.

Hasta cuando quería demostrar contento, sólo se le escapaban exclamacionesquejumbrosas:

—¡Sí, hombre! Condiscípulo tuyo. ¡Qué tiempos aquellos, Santos! ¡Ortolán, eldoctor Urbaneja!... ¡Mujiquita, chico! Así me llamaban ustedes y así todavía medicenlosamigos.Túeraselalumnomásaprovechadodelcurso.¡Cómono!Yyonomeheolvidadodeti.¿TeacuerdasdecuandomeayudabasaestudiarlasleccionesdeDerecho romano,paseándonospor los claustrosde laUniversidad?Pater est quemnuptiaedemonstrant.¡Cómoselequedanaunograbadasciertascosas!Amínomeentraba elDerecho romano, y tú te calentabas conmigo porque no entendía... ¡Ah,SantosLuzardo! ¡Qué tiemposaquéllos!Mepareceestaroyendoaquellasperoratastuyasquenosdejabana todosconlabocaabierta.¿Quiénmeibaadecirqueibaavolveraverte?¿Tu tegraduasteya,porsupuesto? ¡Cómono!Túeraselmejordel

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curso.¿Yquébuscasporaquí?—LaJefaturaCivil.—Acabas de dejarla atrás. No te has fijado porque está cerrada. Como hoy el

generalnoestáenelpueblo—hasalidoparaunodesushatos—,no laheabierto.Hasdesaberqueestáshablandoconelsecretario.

—¡Ah! ¿Sí? Pues celebro haberme tropezado contigo —díjole Santos, y enseguidaleexplicóelfindesuviaje.

Mujiquitasequedóunratocaviloso,yluego:—Has tenido suerte, chico, de no encontrar al coronel, porque con él hubieras

perdidotutiempo.EsmuyamigodedoñaBárbara,ysiesmísterDanger,yatúsabesquemusiútienegarantíasenestatierra.Peroyotevoyaarreglarlacosa.¡Cómono,Santos!Paraalgohemossidoamigos.VoyacitaradoñaBárbarayamísterDangerennombredelJefeCivil,haciéndomeelquenosélascosasquemedianentreellos,demodoque cuando se presenten en la Jefatura, ya nohaya remedio, y tú puedasexponertusquejas.

—¿Demaneraquesinomeencuentrocontigo?...—Te habrías ido con las cajas destempladas. ¡Ay, Santos Luzardo! Tú estás

acabandodesalirdelaUniversidadycreesqueesodereclamarderechosestanfácilcomopareceenloslibros.Peronotengascuidado;loprincipalestálogradoya:quese haga comparecer ante la Jefatura a doña Bárbara y a míster Danger.Aprovechándomedequeelcoronelnoestáaquíyhaciéndomeelmogollón,yavoyamandarunpropioconlasboletasdecitación.Eneltérminodeladistancia,lesvoyaponer.Demodoquepasadomañanaaestashorasdebendeestaraquí.Mientrastanto,tútequedasporahí,sindejartever,novayaainformarseelcoronelaquéhasvenido,yteneryoqueexplicarleantesdetiempo.

—Tendríaqueencerrarmeenlaposada.Siesquealgunahayenestepueblo.—Noesmuy recomendable la quehay, pero... Si no fueraporqueno conviene

queelgeneralsedécuentadequesomosbuenosamigos,yotediríaquetequedarasencasa.

—Gracias,Mujica.—¡Mujiquita, chico! Dime como me decías antes. Yo siempre soy y seré el

mismoparati.Noteimaginaselplacerquemehasproporcionado.¡Aquellostiemposde la Universidad! ¿Y el viejo Lira, chico? ¿Vive todavía? ¿Y Modesto, siemprerezando?¡QuébuenhombreaquelModesto!¿Verdad,chico?

—Muybueno.Pues,oye,Mujiquita;yoteagradezcolabuenavoluntaddesermeútilquehasmostrado;perocomoloquevengoareclamaresperfectamentelegal,notengo por qué andar con tantos tapujos. El Jefe Civil, ése que todavía no sé si esgeneral o coronel, pues le das los dos tratamientos alternativamente, tendrá queatendermisolicitud..

PeroMujiquitanolodejóconcluir:

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—Mira,Santos:síguetepormí.Tútraeslateoría,peroyotengolapráctica.Hazloqueteaconsejo:méteteenlaposada,fíngeteenfermoynosalgasalacallehastaqueyoteavise.

***

Separecíaacasitodoslosdesuoficio,comountoroaotrodelmismopelo,puesnoposeía nimás nimenos de lo que se necesita para ser JefeCivil de pueblos comoaquél:unaignoranciaabsoluta,untemperamentodespóticoyungradoadquiridoencorreríasmilitares.Decoronel eraelquehabíaganadoen lasde su juventud;peroaunquesusamigosyservidores tendíanadarleaveceseldegeneral,el restode lapoblacióndelDistritopreferíallamarlo:ÑoPernalete.

Estaba despachando conMujiquita, bajo la égida de un sable pendiente de lapared, envainado, pero conmuestras de un uso frecuente en el desniquelado de latarama,cuandosesintieronenlacallepisadasdecaballos.

Empalideciendodepronto,aunqueyatodoloteníapreparadoparaaquelprecisomomento.Mujiquitaexclamó:

—¡Ah,caramba!¡Semeolvidabadecirle,general!...Yechóelcuento,aduciendoenjustificacióndelaprisaquesehabíatomadopara

citar a los vecinos de Santos el temor de que éste—Luzardo al fin— se hicierajusticiaporsímismosinoencontrabaalaautoridadprontaaimpartírsela.

—ComoustedsehabíaidoparaLasMaporassindecirmecuántotiempoestaríaporallá—concluyó—,yocreíquelomejoreraprocederenseguida.

ÑoPernaletelomiródearribaabajo:—Yasabíayoqueustedteníaalgúnembolado,Mujiquita.Porquedesdeayerestá

comoperrocongusano,yenloquevadehoy,sinosehaasomadocienvecesalapuertaesporquehabránsidomás.¿Conquelomejoreraprocederenseguida?Mire,Mujiquita,¿ustedcreequeyonoséqueesedoctorcitoqueestáahíenlaposadaesamigosuyo?

Peroyasedeteníanenlapuertade laJefaturadoñaBárbaraymísterDanger,yÑoPernalete se reservóparadespués loque todavía teníaquedecirleal secretario.Noleconveníaquelaspersonascitadasseenterasendequeallísepodíahacernadasin consentimiento suyo, y salió a recibirlas, aceptando el papel que lo obligaba arepresentarMujiquita;pero,¡esosí!,dispuestoacobrárselocaro.

—Adelante,mi señora. ¡Caramba! Si no es así, no la vemos a usted por aquí.Siéntese,doñaBárbara.Aquíestarámáscómoda.¡Mujiquita!QuitesusombrerodeesasillaparaquesesientemísterDanger.Yalehedichovariasvecesquenopongaelsombrerosobrelassillas.

Mujiquita obedeció solicito. Era el precio, el inevitable vejamen que tenía quesufrirleaÑoPernaletecadavezqueseatrevíaameter lamanoenayudadealgúnsolicitante de justicia; su corona de martirio, hecha de reprimendas insolentes en

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público, a voz en cuello, paramayor escarnio de su dignidad de hombre.Ya teníacallosenlosoídosdetantorecibirlas;peroenaquelpueblonosedabancuentadeloqueledebíanaMujiquita.

—¿Hastacuándoteestarásmetiendoaredentor?—solíadecirlesumujercuandolo veía llegar a casa, después de aquellos regaños, deprimido, con lágrimas en losojos.

Peroélrespondíainvariablemente:—Pero¡chica!Sinomemeto,¿quiénaguantaalcoronel?Y, atolondrado por la vergüenza, estuvo largo rato buscando dónde poner el

sombrero.—Bueno.Aquíestamosalaordendeusted—dijomísterDanger.YdoñaBárbara,sindisimularelenojoquetodoaquellolecausaba,agregó:—Pocohafaltadoparaquesenosatarrillaranloscaballos,porestaraquí,como

ustedmandaba,altérminodeladistancia.ÑoPernaleteleechóunamiradafuriosaaMujiquitayenseguidaledijo:—AndeybúsquesealdoctorLuzardo.Dígalequenosehagaesperarmucho,que

yaestánaquílosseñores.YMujiquitasaliódelaJefatura,diciéndose,bajoelpesodelmalpresentimiento:—Lo que soy yo, de ésta pierdo el puesto. Tiene razón mi mujer: ¿quién me

mandametermearedentor?

***

Momentosdespués,cuandoregresóencompañíadeLuzardo,ya laactituddedoñaBárbaraeraotra:había recobradosuhabitualexpresiónde impasibilidad,ysólounojo muy zahorí habría podido descubrir en aquel rostro un indicio de pérfidasatisfacción,reveladoradequeyasehabíaentendidoconÑoPernalete.

Sin embargo, tuvo un instante de desconcierto al ver a Luzardo: la intuiciónfulminantedeldramafinaldesuvida.

—Bien—dijoÑoPernalete,sinresponderalsaludodeLuzardo—.Aquíestánlosseñores,quehanvenidoaoírlasquejasqueustedtienequeformularcontraellos.

—Perfectamente—dijoLuzardo,tomándoseelasientoquenolebrindaban,puesni Pernalete estaba para cortesías, niMujiquita para demostraciones amistosas queacabaran de comprometerlo—. En primer lugar, y perdóneme la señora que laposponga,elcasodelseñorDanger.

Y como advirtiese la rápida guiñada de ojos que con el aludido cruzó el JefeCivil,comprendióqueyasehabíanentendidoentresíehizounapausaparadejarlosgozarseensupicardía.

—Es el caso que el señor Danger tiene en sus corrales —y me sería fácilcomprobarlo—,resesmarcadasconsuhierro,que,sinembargo,llevanlasseñalesde

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Altamira.—¿Yesoquéquieredecir?—interpelóelextranjero,sorprendidodeaqueltema

quenoeraelqueesperabaoírleplantear.—Quenolepertenecen.Simplemente.—¡Oh!¡Caramba!Comoseconocequeustedestátiernitoehcosasdellano.¿No

sabeustedque lasseñalesno tienen importancianinguna,yque loúnicoquedafesobre la propiedad de una res es el hierro, siempre que esté debidamenteempadronado?

—¿Demodoquepuedeustedcazarorejanosmarcadosconseñalesajenas?—¿Yporquéno?Yoestoycansadodehacerlo,yusted también loestaríasise

hubieraocupadoantesdesuhato.¿Noesasí,coronel?PeroantesdequeéstehubieseapoyadolaafirmacióndemisterDanger,Luzardo

dijo:—Basta.LoquemeinteresabaeraqueustedconfesaraquecazaorejanosenLa

Barquereña.—¿YnoesmíaLaBarquereña?Aquítengoencimademipecholostítulosdemi

propiedad. ¿Pretende usted prohibirme que yo haga en mi posesión lo que ustedpuedehacerenlasuya?

—Algodeesomepropongo,realmente.Coronel, tengalabondaddeexigirlealseñorDangerquelemuestreesostítulosdepropiedad:

—Pero,bien—replicóÑoPernalete—.¿Quéesloqueustedsepropone,doctorLuzardo?

—Demostrar que el señor Danger está fuera de la ley, porque no posee laextensiónde tierrasque laLeydeLlanoseñalacomomínimopara tenerderechoacazarorejanos.

—¡Oh!—hizomisterDanger,a tiempoquepalidecíade ira,sinhallarobjeciónquehacer,pueseraciertoloqueafirmabaLuzardo.

Yéste,sindarletiempoarecobrarsedeaquellasorpresa,concluyó:—¿Ve usted cómo sí conozco mis derechos y estoy dispuesto a defenderlos?

¿Creía usted que yo venía a tratar de la palizada de Corozalito?Ahora será ustedquien tendrá que levantarla, porque no teniendo derecho a cazar orejanos, supropiedaddebeestarcercada.

—¡Perobien!—volvióaexclamarÑoPernalete,descargandounpuñetazosobrelamesadedespachoantelacualestabasentado—.¿Yquépapelhagoyoaquí,doctorLuzardo?Porqueustedhablaenuntonoqueparecequefueralaautoridad.

—Enabsoluto, coronel.Hablo en el tonodequien reclamaante la autoridadelcumplimientodeunaley.YcomoyaheexpuestoelcasodelseñorDanger,pasemosaldelaseñora.Usteddecidiráluegoloqueabientenga.

Entretanto, doña Bárbara, sin mezclarse en la querella, había demostrado uninteréscrecienteamedidaqueSantoshablaba.Yabienimpresionada—ymuyapesar

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suyo— desde que lo vio aparecer en la puerta de la Jefatura, acabó de hacérselosimpático la habilidad con que él le había arrancado al extranjero despreciativo laconfesiónquenecesitaba.Enparte,por laastuciamisma,queera loquemáspodíaadmirarenalguiendoñaBárbara;enparte,porquesetratabademisterDanger,ynadapodíaserlemásgratoqueladerrotadeaquelhombre,elúnicoquepodíajactarsedehaberladespreciadoyelúnicotambiénquehastaallílehabíaimpuestosuvoluntad,valido del secreto que de ella poseía, y, finalmente, porque se trataba de unextranjero,ydoñaBárbaralosodiabadetodocorazón.

PerolasúltimaspalabrasdeSantoshicierondesaparecerdesurostrolaexpresiónde complacencia, y aquél volvió a convertirse para ella en el enemigo de guerrajurada.

—Setratadequelaseñora—prosiguióSantos—seniegaadarmetrabajoensussabanas.Trabajoquenecesitourgentemente,yquelaLeydeLlanolaobligaadarme.

—Esciertoloquediceeldoctor—manifestódoñaBárbara—.Selohenegadoyseloniegootravez.

—¡Másclaronocantaungallo!—exclamóelJefeCivil.—Perolaleytambiénesclarayterminante—replicóLuzardo—.Ypidoquela

señoraseatengaaella.—Aellameatengo,sí,señor.Sonriendo de la picardía ya concertada entre ambos,ÑoPernalete se dirigió al

secretario,quehastaallíhabíaestadocomosisóloatendieraaloqueescribíaenunodeloslibrosqueestabansobresumesa.

—Aver,Mujiquita.TráigameacálaLeydeLlanovigente.Cogióel folletode lasmanosdeMujiquita,arrebatándoselocasi, loabrió,pasó

unashojasmojándosedesalivaelíndiceyfinamientoexclamó:—¡Anjá! ¡Aquíestá!Vamosaverquédice la leysoberana.Pues, sí, señora.El

doctortienerazón:laleyesterminante.Escuchecómodice:«Tododueñodehatoofundaciónestáobligadoa...»

—Sí—interrumpiódoñaBárbara—.Mesédememoriaelartículoese.—Entonces—rearguyóÑoPernalete,farsaadelante.—¿Entonces,qué?—Quedebeatenersealaley.—Aellameatengo,yalohedicho.Meniegoadarlealdoctoreltrabajoqueme

pide.Impóngameustedelcastigoqueseñalelaley.—¿El castigo? Vamos a ver qué dice la ley soberana. Pero Luzardo lo

interrumpió,diciendo,atiempoqueseponíadepie:—Nosemoleste, coronel.No loencontrará.La leynoestableceparaeste caso

penasdemultasniarrestos,quesonlasúnicasquepuedeimponerlaautoridadcivildequeestáinvestidousted.

—¿Yentonces?Lepreguntoyoahoraausted:¿quépretendequeyohagasilaley

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nomeautoriza?—Yanopretendonada.Enunprincipiosípretendí:queustedhicieracomprender

alaseñoraque,aunquelaleynodeterminepenasdemultasoarrestos,ellaobligadepor sí. Obliga a su cumplimiento, pura y simplemente. Y si la señora, por noentenderlo así, no se aviene a lo que exijo, dentro del término de ocho días lademandaré por ante un tribunal.Como demandaré también al señorDanger por loquelecorresponde.Ybastadeexplicaciones.

Dichoesto,abandonólaJefatura.Hubounmomentodesilencio,duranteelcualMujiquitasedijomentalmente:—¡Ah,SantosLuzardo!Elmismodesiempre.DeprontoestallóelJefeCivil:—¡Estonosequedaasí!Algunovaapagarlaaltaneríadeldoctorcitoese.¡Venir

ahablarmeamídeleyes!Especialmente, de leyes que obligasen por sí solas, sin necesidad de lamanu

militari,queeraloqueélsolíametercuandodeleyessetratase.Nopodíaperdonarlea Luzardo que le hubiera hablado como lo hizo; pero como además de celos deautoridad,a lamaneracomolaentiendeelbárbaro,omejordicho,acausadeesosmismos celos, Ño Pernalete teníale cierta ojeriza a la dueña de El Miedo por eltratamientodepotenciaapotenciaqueseveíaobligadoadarle,enseguidareaccionócontraella,yasíquesehuboconvencidodequeyaMujiquita—paraquienfuerondichas sus anteriores palabras—no teníamás sangrequepudiera afluirle al rostro,agregó,cambiandodetono:

—Ahora.Ledigounacosa,doñaBárbara.Yaustedtambién,místerDanger.Esoquehadichoeldoctorcitoeslapuraverdad:lasleyestienenquecumplirseporquesí,pues, si no, no serían leyes, que quiere decir mandatos, órdenes del Gobierno dehacer o no hacer tal o cual cosa.Y comoparece que ese doctorcito sabe dónde laaprietaelzapato,yolesaconsejoaustedesquesetransenconél.Demodoque,echesucerca,místerDanger,porqueusted,verdaderamente,noestáenley.Aunquenoseasino para llenar la fórmula.Después, un palo que se cae hoy y otromañana, y elganado,queparapasaralLambederononecesitaboquetesmuygrandes,¿quiénvaafijarseeneso?Vuelveustedapararlospalos,sielvecinoreclama,yellossevolveránacaer,porqueesatierrasuyacomoquenoesmuyfirme.¿Verdad?

YdescargandosumanazaenloshombrosdelJefeCivil,conlafamiliaridadaqueledabaderecholabribonadaqueacababadeoír,agregó:

—¡Estecoroneltienemásvueltasqueuncacho!Porallátengodosvacaslecherasmuybuenas.Undíadeéstosvoyamandárselas.

—Seránbienrecibidas,místerDanger.—¡Ah,coronelbiencompetente!¿Quiereiraecharseuntragoconmigo?—Dentro de un rato. Yo pasaré más tarde por la posada a buscarlo, porque

supongoqueustednosevaairahoramismo.

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—Convenido.Alláloespero.¿Ytú,Mujiquita,quieresacompañarme?—Gracias,místerDanger.—¡Oh!¡Estacosasíqueesrara!¡Mujiquitanoquierebeberhoy!Bueno.Hasta

más luego, como dicen ustedes. Hasta más lueguito, doña Bárbara. ¡Ja, ja! DoñaBárbarasehaquedadomuypensativaestavez.

Enefecto,ceñudaypensativa,conlamanoextendidasobrelaLeydeLlano,queÑo Pernalete acababa de consultar representando la farsa concertada entre ambosparaburlarsedelaspretensionesdeLuzardosobrela«LeydedoñaBárbara»,comoporallíselallamaba,porqueafuerzadedinerohabíaobtenidoqueselaelaborasenalamedidadesusdesmanes,lamujeronasehabíaquedadorumiandoelenconoquelehabíanproducidolaspalabrasdeSantosLuzardo.

Por primera vez había oído amenaza semejante, y lo quemás le encrespaba lacóleraeraquefuereprecisamenteaquella leysuya,pagadaconsudinero, loque laobligaseaotorgarcuandosehabíapropuestonegar.Estrujórabiosamentelahojadelfolleto,murmurando:

—¡Que este papel, este pedazo de papel que yo puedo arrugar y volver trizas,tengafuerzaparaobligarmeahacerloquenomedalagana!

Peroestasrabiosaspalabras,ademásdeencono,expresabantambiénotracosa:unacontecimientoinsólito,unrespetoquedoñaBárbaranuncahabíasentido.

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V

II.Losamansadores

ariosdíashabíaestadoCarmelitoponiéndoleunveladeroalaCatira,delhatajodelCabosNegros, No había en Altamira padrote más rijoso que este bayo

salvaje,yporesoeratancélebreyteníanombrepropio:nopodíaveryeguabonitaenhatajoajenosinquetrataraderobársela,niparaimpedírseloleserafácilalosdemássementalesresistirlacargaimpetuosadesuscocesydentelladas.Porotraparte,loshombres no habían encontrado todavía manera de capturarlo. Varias carreras lehabían dado;mas por bien disimulados que estuvieran entre elmonte los corralesfalsos,siemprelosdescubríayescapabaatiempo.

LaCatira,blancayesbeltacomounagarza,era lapotrancamáshermosadesuyeguada;perollegóeltiempoenque,vedadalahijaparaelamordelcaballosalvaje,debíadeserexpulsadadelhatajo.ElCabosNegros leamusgó lasorejas, lemostrólosdientes,haciéndolaentenderquedeallíenadelantenopodíancontinuarjuntos,yellasequedóplantadaenmediodelasabana,viendoalejarselafamiliadelacualyanoformabaparte, juntoslosdelgadosremos, temblorososlosrosadosbelfos, tristeslosojosclaros.

Vagósola,desganadaylenta,porlosacostumbradossitios,yderegresoalhato,Carmelito la divisó a distancia contemplando la dorada polvareda que allá en elhorizontelevantabaelalegreretozodelperdidohatajo.

A la mañana siguiente fue Carmelito a apostar en el bebedero, encaramado yocultoentrelasramasdeunjobo,apercibidoellazo;perolapotrancaeratanbellacacomoelpadreyfuenecesariovelarlaporespaciodeunasemana.

Alfincayóenelengaño.Almarotearla,Carmelitolaconsolódiciéndole:—Notepesará.Catira.Estatequieta.Comovieseelhermosoanimalqueelpeóntraíaarrebiatado,Mariselaexclamó:—¡Québestiatanbonita!¡Quiéntuvieraunaasí!—Telacompro,Carmelito—propúsoleSantos.Peroelpeónhurañolerespondiósecamente:—Noestádeventa,doctor.En el Llano —donde, según el proverbio, propiedad que se mueve no es

propiedad—, el dueño de una bestia salvaje es quien la captura, y la costumbreestablecequesielpropietariodelhato laquiereparasí,debecomprársela,porunacantidadqueenrealidadnoessinoelpagodeltrabajodecazarlayamansarla;perobienpuedeaquélnegarseavenderla,siemprequeladestineasuusopersonal.

Laboriosofueelamansamiento,porque laCatira teníaun«corcoveo jacheado»que había que ser muy de a caballo para mantenérsele encima; pero bestia queamansaraCarmelito,porbellacaquefuese,quedabacomounaseda,suaveyblanda

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deboca.—¿CómovalaCatira,Carmelito?—solíapreguntarleLuzardo.—¡Ahí,doctor!Yaestácogienditoelpaso.¿Yausted,cómolevaenlosuyo?SereferíaalatareadelaeducacióndeMarisela,emprendidaporSantos.TambiénMarisela tenía su «corcoveo jacheado». No porque le costase trabajo

aprender,sinoporquedeprontoseenfurruñabaconelmaestro.—Déjemeirparamimonteotravez.—Vete,pues.Perohastaalláteperseguirédiciéndotenosedicejallé,sinohalléo

encontré;nosediceaguaite,sinomire,vea.—Es que se me sale sin darme cuenta. Mire, pues, lo que me encontré,

curucuteando...,registrandoporahí.¿Noleparecebonitoparaponerloconfloresenlamesa?

—Elfloreronoesbonitopropiamente.—¿Nove?Yasabíayoqueibaaencontrarlealgúndefecto.—Aguarda,criatura.Nomehasdejadoterminar.Quenoseabonitoelflorerono

es culpa tuya.En cambio, síme agrada que se te haya ocurrido poner flores en lamesa.

—Yave,pues,quenosoytanbruta.Esonomelohabíaenseñadousted.—Nuncahecreídoqueloseas.Porelcontrario,siempretehedichoqueeresuna

muchachainteligente.—Sí.Yaesomelohadichobastante.—Parecequenoteagradaraoírlo.¿Quémásquieresquetediga?—¡Guá!¿Quévoyaquereryo?¿Acasoestoypidiendomás,pues?—¡Elguá,otravez!—¡Umjú!—Noteimpacientes—concluyóél—.Tellevolacuentadelosguás,ytodoslos

díaslacifravadisminuyendo.Entodoeldehoyunasolavezsetehaescapado.Esto en cuanto al vocabulario, corrigiéndoselo a cadamomento.Las lecciones,

propiamente,eranporlasnoches.Yadellargoolvidoestabansaliendobastantebienlalecturaylaescritura,quefueloúnicoquedepequeñitalehabíaenseñadosupadre.Lodemás,todoeranuevoeinteresanteparaellaylocomprendíaconunafacilidadextraordinaria. En cuanto a maneras y costumbres, los modelos eran señoritas deCaracas,todasbieneducadasyexquisitas,amigasdeSantos,siempreoportunamenterecordadasenlasconversacionesconqueélanimabalassobremesas.

Marisela sonreía, pues no se le escapaba a su despierta imaginación que todoaquel largo hablar de las amigas de Caracas era para proponerle a ella algo quedebieraimitar.Tambiénseenfurruñaba,aveces,siSantossecomplacíademasiadoenla pintura de losmodelos, como generalmente sucedía que empezaran lecciones yterminaran nostalgias de la vida de la ciudad; pero entonces era cuandoMarisela

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aprendíamás,porquesielmaestrosedistraía,suinstintovigilaba.Limpia, presumida ya, todavía silvestre, pero como la flor del paraguatán, que

embalsama el aire de lamata y perfuma lamiel de las aricas, nada quedaba en elaspecto deMarisela de aquellamuchacha que portaba el haz de chamizas sobre lagreñainmunda.

Lomejorquetraíaensupacotillaelturcoquetodoslosañosporaquellaépocarecorría los hatos del cajón del Arauca, se lo compró Santos para que anduviesecalzadayvestidacondecencia.EnlaconfeccióndelosprimerostrajeslasacarondelpasolasnietasdeMelesioSandoval;paraotroshizodemodistoSantos,dibujándolemodelos,yestodioorigenaregocijadasescenas,puessilosdibujosnoerandeltodomalos,lospatronesresultaronsiempreinimitablesydeungustodeplorableaveces.

—¡Hum!Yonomepongoestamojiganga—protestabaella.—Tienes razón—concedía él—. Esto me ha resultado un poco sobrecargado.

Tienedetodo,alforzas,faralás.Quitémosleesto.—Yestotambién.Esegarrufíoporelpescuezonomelopongoyo.—Convengamosenlodegarrufío,perodimásbien:cuello.Yquítaselotambién.

En esto como enmuchas otras cosas tu instinto te dirige rápida y certeramente—concluíaSantos,complacidoenlasfelicesdisposicionesdeaquellanaturaleza,reciaydúctilalavez,yviendoenMariselaunapersonificacióndelalmadelaraza,abierta,comoelpaisaje,atodaacciónmejoradora.

Tambiénleproporcionabaocupaciónespiritual,compensadoradelasrudasfaenasdelhato,laempresadelaregeneracióndeLorenzoBarquero.Dosificándolelabebidayprocurándoleocupacionesfísicasymentales,yacomenzabaalograrqueélmismoseempeñaseenquitarseelvicio.Duranteeldíaselollevabaconsigoasabanear,yenlastertuliasdesobremesaseempeñabaeninteresarlocontemasquedespertasensualetargadainteligencia,quehacíaañosnofuncionabasinobajolaaccióndelalcohol.

Pero,ademásdeproducirlelasincomparablessatisfaccionesdetodaobralograda,Marisela le alegraba la casay le llenabaunanecesidaddeordenpersonal.Cuandoella entró en la de Altamira, ya ésta no era aquella inmunda madriguera demurciélagos donde días antes se metiera él, pues ya había hecho blanquear lasparedes, manchadas por las horruras de las asquerosas bestias, y fregar los pisos,cubiertos por una capa de barro endurecido, que durante quién sabe cuántos añoshabían depositado en ellos las plantas de los peones; pero era todavía la casa sinmujer.Enlomaterial:laagujaquenosesabemanejarparazurcirlaropa,lacomidaservida por un peón; en lo espiritual —que para Santos Luzardo era lo másimportante—:lacasasinrespeto,elpoderestardentrodeelladecualquiermodo,elnoimportarqueensusilencioretumbaralapalabraobscenadelpeón,eldescuidodelapersonayelendurecimientodelascostumbres.

Ahora, por el contrario, después de las rudas faenas de ojeos y carreras, eranecesarioregresarconunramodefloressabanerasparalaniñadelacasa,cambiarse,quitarseelásperoolordecaballoydetoroquetraíaadheridoalapiel,ysentarseala

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mesadandoejemplodebuenosmodalesymanteniendounaconversaciónagradableyescogida.

Así, pues,mientras él la iba desbastando de su condición silvestre,Marisela leservíadedefensacontralaadaptaciónalarustiquezdelmedio,fuerzaincontrastableconquelavidasimpleybravíadeldesiertoleimprimesuselloaquienseabandonaaella.

Pormomentos, ladiscípula se le encabritaba, se le revolvían las sangres, comodecíaella,ysenegabaarecibirlasleccionesorespondíaasusadvertenciasconaquelbrusco:

—«Déjemeirparamimonteotravez.»Peroeranarrebatospasajeros,manifestacionesdecarácterqueproveníande los

mismossentimientosqueSantosestabadespertandoensuespíritu.Enseguidavolvíaespontáneamenteporloquehabíarechazado:

—Bueno.¿Estanochenovoyadarlecciones?LomismoquelaCatira,quedespuésdeunoscorcovoscogíaelpasoporsísola.PeroCarmelito terminóprimero.Con lapotrancadeldiestro se lepresentóuna

tardeaSantos,diciéndole:—Mevoyapermitirunalicencia,doctor.Comoaquínohaybestiafinaquepueda

montarlaseñoritaMarisela,leheamansadolaCatiraparasusilla.Aquílatiene,siquiere probarla usted mismo antes de que ella la monte. Por eso no se la traigoaperada;peroporahíletengotambiénelgalápagoysuaperocompleto.

Por elmomento, Santos no vio en esto sino unamanifestación del carácter deCarmelito, quien, en vez de haberle respondido, cuando le propuso comprarle lapotranca,quenoselavendíaporquepensabaregalárselaparaMarisela,ledioaquellarespuestabrusca.PerodespuéspensóqueelhaberescogidoCarmelitolapersonadeMariselaparahacerleaélunademostracióndesimpatía,endesagravioporlaactitudreservadaconquelohabíaacogido,podíasignificartambiénquetalvezalláentrelospeones se le juzgaba enamorado de la prima, y aunque esto nada agregaba a lossentimientos,completamentedesinteresados,queella le inspiraba,no leagradóquepudieranserinterpretadosdeaquelmodo.

LlamóaMariselaparaquefueseellamismaquienledieralasgracias.—¡Québueno!—exclamó,palmeteandodealegría—.¡Conqueeraparamí!¿Y

porquénomelohabíadichoantes,Carmelito?Mehatenidoustedenvidiándoleesabestiatodosestosdías.Ensíllelaparadarunpaseo.

Yenseguida:—La cosa es que papá está hoy de mírame y no me toques y que no querrá

acompañarme.—Poresono—díjoleSantos—.Puedoacompañarteyo.YCarmelito:—Permítame que yo también vaya, doctor. Quiero ver cómo se desempeña la

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Catira con la señorita. Porque una cosa son las bestias con uno, y otra con lasmujeres.

Larazóneraaceptable;peronolaqueverdaderamentemovíaaCarmelito.Por el camino, dándole conversación. Santos se empeñó en que acabara de

franqueársele.AntonioSandovalnosecansabaderecomendarleaquelhombre,yaélleinspirabaconfianza;perodurantelargoratosólologróarrancarlerespuestasbrevesysecas.Porfin,aunapreguntadeSantosseresolvióalaconfidenciaquehacíadíasqueríahacerle:

—Yononacípeón,doctorLuzardo.MifamiliaeraunadelasmejoresdelpueblodeAchaguas, y enSanFernandoy enCaracasmismo tengomuchosparientesquequizásconozcausted—ycitóvarios,gentedecalidad,enefecto—.Mipadre,sinserrico, teníadequévivir.ElhatodelAveMaría era suyo.Undía—tendríayounosquinceaños,cuandomás—asaltaronelhatounapandilladecuatreros,delasmuchasque, por entradasy salidas de aguas, andabanpor todo este llano arrasando con loajeno. Venían buscando caballos; pero mi viejo los divisó a tiempo y me dijo:«Carmelito: Hay que sacar de carrera esos cuarenta mostrencos que están en lacorraleja y esconderlos en el monte. Llévese los peones que están por ahí y noregresenhastaqueyonolesmandeaviso.»Sacamoslasbestias,despuésdehaberlesamarradoalascolasunasramas,paraqueellasmismasfueranborrandosushuellas,ynosinternamosenelmonte,trespeonesyyo.Pastoreandoelbestiajeduranteeldíay velando en la noche, con el agua a la coraza de la sillamuchas veces—porqueaquel año fue bravo el invierno, y casi todos los montes estaban anegados—,estuvimosdurantemásdeunasemanapasandohambre.Nospególacalentura,ylaspicadasde losbuyonesnospusieronquenonos conocíamosunosaotros,depurohinchadas que teníamos las caras, y ya las bestias estaban flacas y cubiertas demataduras,porquelasmordióelvampiroylescayóelgusano,cuandoenvistadequeelviejonomemandabaavisodequepodíamosregresar,resolvíirhastalacasa,yosolo,averquéestabapasandoallá.¿Pasando?Yatodohabíapasadohacíadías.Unzamuradavolódelacasacuandoyopiséelcorredor.Losesqueletos,solamente,eraloquequedabademipadreymimadre,yenunrincónRafaelito,esehermanodequienledijeelotrodíaquelohemandadoallamarparaquesevengaatrabajarconusted.Entoncesestabagateando,demesesnomásdenacido.Muriéndosedehambre,lorecogídelsuelo.

Yalcabodeunabrevepausa:—EsequemontanÑoPernaleteestabaentreaquelloscuatrerosasesinos.Todavía

vive,porque,aunqueandabaconlosotros,fueelúnicoquenopusosumanosobremisviejos,segúnsupedespués.Losdemás,yamelapagaron,unoauno.Yoséquelavenganzanoesbuena;peroesloúnicoquetenemosporaquíparacobrardeudasdesangre.Demásestádecirlecómoesquehevenidoapararenpeón.Aunquedeusted,losoycongusto.

Yvolvióaencerrarseensumutismo,mientrasLuzardohacíaloscomentariosdelcaso, con el cálido lenguaje que empleaba cuando se trataba de algo que tuviese

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relacionesconlaviolenciaenseñoreadadelallanura.Entretanto,Marisela escuchaba; pero como el tema en que se había engolfado

Santoserapocointeresanteparaella,y,además,nopodíaperdonarlequeduranteunahoralarga,todavíanolehubiesedirigidolapalabraunasolavez,taloneólosijaresdelaCatira, haciéndola coger un trote más animado, y rompió a cantar una de esascoplasqueparacadasentimientotieneelcantadorllanero.Laletranoseleoía;perolavozagradablemodulabacongracialatonada.Santosinterrumpiósudiscursoparaprestarle atención, y Carmelito, disipada ya la amargura del recuerdo, se deleitótambiénenelcantobienentonado,ycuandoMariselaterminólacopla,dijo:

—¡Ah,doctor!Cómoquenosomos tanmalosamansadores.Véaleelpasoa laCatira.

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P

III.Losrebullones

aralaspuñaladas,Melquíades;paralasbribonadas,Balbino;paralosmandados,JuanPrimito.SóloquealgunosmandadosdeJuanPrimitoerancomopuñaladas.Greñudo,piojosoyconunabarbahirsutaquenohabíamaneradequeconviniese

enrecortársela,eraelrecaderodedoñaBárbaraunboboconalternativasdelunáticofurioso, aunquenodesprovisto de atisbos demalicia, cuyasmaníasmás singularesconsistían en no beber el agua de las casas de ElMiedo, así tuviese que caminarleguasporbuscarlaenotras,yencolocar sobre los techosde loscaneyescazuelasllenasde losmásextraños líquidos,paraquebebiesenunospájaros fantásticosquedenominabarebullones.

Aloquesepodíacolegirdesusdisparatadosdiscursos, losrebulloneseranunaespeciedematerializacióndelosmalosinstintosdedoñaBárbara,pueshabíaciertarelaciónentreelgénerodeperversaactividadaqueéstaseentregarayellíquidoqueél lesponíaa aquéllosparaqueaplacaran su sed: sangre, si fraguabaunasesinato;aceiteyvinagre,sipreparabaunlitigio;mieldearicasybilisdeganadomezcladas,sitendíalasredesdesushechizosaalgunafuturavíctima.

—¡Beban, bichos!—rezongaba Juan Primito al colocar las cazuelas sobre lostechos—.Jártenseparaquedejenquietoalcristiano.

Ycomolosrebullonescasisiempre teníanalgunased,JuanPrimitonobebíaelaguadeElMiedo,nofuerana trocarse lassuertes,puesasegurabaqueaguadondeaquellos pájaros diabólicos metiesen el pico se transformaba en el líquido queapetecieran, y cristiano —quería decir humano— que luego la bebiese,inmediatamenterecibíaeldañoaqueotroestuvierasentenciado.

—Yavanaalborotarseotravueltalosrebullones—sehabíadichoelboboaraízde la noticia de la llegada del dueño de Altamira, y desde aquel día se le vio amenudoexplorandoelcieloenesperadeladiabólicabandadayyaconsuscazuelaslistasparallenarlasconloquefuesemenester.

—¿Quéhubo,JuanPrimito?—solíanpreguntarlelospeonesdelamujerona,queconaquellosedivertían—.¿Todavíanoaparecen?

—Allá comoquevieneuno—respondíales, poniéndose lamanoextendidaa laalturadelascejas,comosirealmentehubiesealgoqueverenaquelpuntodelcieloresplandecientehaciadondemiraba.

No obstante, entre los peones de El Miedo, más que por bobo, Juan Primitopasabaporbellaco.SólodoñaBárbara,queeralaúnicaquenoestabaenelsecreto,loteníaportontoderemate.

Porfin,unatarde,JuanPrimitoexclamó:—¡Ya están aquí los rebullones! ¡Ave María Purísima! Aguaiten, muchachos,

cómovieneesabandadadebichosnegrososcureciendoelcielo.

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Pero los que estaban en el secreto comprendieron que no era al cielo a dondehabíaquemirar,sinoalrostrodedoñaBárbara,queregresabadelpuebloconeltajoverticaldelceñobravíoenlafrente.

Desdeaquelmomentoydurantevariosdías,JuanPrimitoselospasó,augurdesulocuraodesubellaquería—élmismonohabríapodidodeterminardóndeconcluíalaunaycomenzabalaotra—,observandoelvuelodelosfantásticospájarossiniestrosparadescubrirquéclasedesedtraían,enidiota,exploracióndelcieloentreunayotramaliciosamiradadereojoalrostrodedoñaBárbara.

—¿Seráaceiteyvinagre loquequierenbeber estosbichos?Noparece.Porquecuandohaypleitoentremanos,ahímismohayregistradoradepapeles.Esevueloesmuyconocido...¿Serámielybilisloquevienenbuscando?Perosijueraansina,seríaunrevoloteocontento,yestosrebullonesestánvolandomuycallados...¡Hum!¡Cómonovayaasersangreloquevenganbuscando!

Yasípasaronvariosdías,sinquetuvieranreposolascazuelaspropiciatorias,delacharcadesangrequedejabanlasresesbeneficiadasparaelconsumodelhato,alospanalesdearicasoalapulperíaporelaceiteyvinagre,yamedidaquepasabanlosdíassinqueelfieroceñodesapareciesedelafrentededoñaBárbara,laidiotamaníadeJuanPrimitoseibaconvirtiendoenlocurafrenética.

ParejofrenesíseibaapoderandodelánimodedoñaBárbara,rabiosodespechodenohaberpodidosilenciarparasiempreaquellabocaquehabíaproferido laprimeraamenaza que ella escuchara: «y si la señora no se aviene a lo que le exijo en eltérminodeochodías,lademandaréporanteuntribunal».

Durante las jornadas se entregaba a una actividad febril, a horcajadas sobre elcaballo, amazona repugnante de pantalones hombrunos hasta los tobillos, bajo lafaldarecogidaalarzón,lazoenmano,detrásdelganadoaltamireñoquepacieseporsussabanas,insultandoalospeonesporelmenordescuidoydestrozándolelosijaresa la bestia con las espuelas, y por las noches se encerraba en el cuarto de lasconferenciascon«elSocio»,yallípermanecíaenvelahastaelprimermenudeodelosgallos.

—Veremos si se atreve —decíase a menudo durante el largo soliloquio,paseándosedeunextremoalotrodelahabitación,detrásdecuyapuertacasisiempreestabaJuanPrimitoescuchando,yésteasegurabahaberoídovariasveceselestribilloconquerespondía«elSocio»:

—¡Seatreverá!Eralaíntimaconvicción,sentidaapesarsuyoyformuladaconroncavozdeira

inútil,dequeSantosLuzardocumpliríasupalabra.Yafinalizabaelúltimodíadelplazo,cuandollamóalrecadero.—Mande, señora—dijo Juan Primito, plantándosele por delante con la sonrisa

queensufazdeidiotaponíanelpavorsupersticiosoylasumisiónincondicional,yatiempoquesehurgabanerviosamentelainmundabarbaconelnegrogarabatodelauña.

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—VasairaAltamiraahoramismo.PreguntasporeldoctorLuzardoyledicesdemiparte quepuedeproceder cuandoquiera al trabajoquemehapedidoyquemeavisehoraypuntoparamandarmigente.

JuanPrimitoleviofulgurarenlasnegraspupilaslasiniestraintención,yantesdeponerseenmarcha, llenódeprisatodassuscazuelasenlacharcadeldegolladeroylascolocósobrelostechosdeloscaneyes,murmurando:

—¡Era sangre lo que querían! ¡Beban, bichos! ¡Jártense y dejen quieto alcristiano!

Nadie como Juan Primito para tragarse las leguas al tranco precipitado de sumarcha, volviendo a cada momento la cabeza, cual si se sintiera perseguido, ymurmurando:

—¡Estasmujeresdeldemonio!PeronosereferíaespecialmenteadoñaBárbara,niporelencargoqueacababade

darle,sinoalamujerengeneral,temadeunaextrañamaníapersecutoriaqueseleibadesarrollandoamedidaquecaminabaporlasabanadesierta.

Aquellatarde,además,espoleábaloeldeseodeveraMarisela.Únicoafectodesuespíritu simple,nuncahubopara JuanPrimitomayorplacer

que el de conversar con Marisela; sólo a ella le mostraba la pequeña porciónrazonabledesualma:lasamargurasdelhombrequehabíadentrodelbobo.Lahabíavistonacer;ocurrenciasuya fueelnombrequeaella lepusieron;entre susbrazos,repudiada por la madre y aborrecida del padre, la había acunado, aya solícita portiernaambigüedaddebebería,ysialgunaspalabrasdulceshabíaescuchadoMarisela,eran lasdeaquel llamarla:«Niñademisojos»,quesalíande los labiosbelfos,porentrelapelambreasquerosa,comodelosnegrospanaleslamieldelasaricas.Dineroquecayeraen lasmanosde JuanPrimito fue siemprepara regalar a laniñade susojosconcuantabaratijavistosallevaranensuspacotillaslosbuhonerosquepasabanporelhato,ydespués,cuando,lanzadodesucasaLorenzoBarqueroyrefugiadoenel rancho del palmar, se abandonó por completo a la borrachera, si ella no habíapasadohambrelamayorpartedelosdías,eraporqueaquéllellevabadiariamentelassobrasdelacomidadelapeonadadeElMiedo.

—Aquí traigo tus retallones, niña de mis ojos —decíale, mostrándole elporsiacasolleno,quiénsabeconcuántaamargurabajolarisaidiota.

Luego:elcúmulodedisparatesqueél ibaensartandoensucharlaatropelladaylasrisotadasconqueellase loscelebraba.Yelgustoqueélponíaenoírselas,yelplacer que ella encontraba en hacérselos decir; pero almas adentro, el afectorecíproco,luzdelavidadelsimple.

Santos Luzardo lo había privado de este placer al llevarse a Marisela paraAltamira. Hasta allí habría ido a verla diariamente, porque para él no existíandistancias;perolospeonesdeElMiedo,entregroseraschanzas,lehabíandicho:

—Tequitaronlanovia,JuanPrimito.Yesto,enfureciéndolo,fuecomorevolverunacharcadormida:celosbestialesy

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pensamientosruines,fangodelalmaancestral,turbáronleelpuroafecto,yMariselase le convirtió de pronto en una de aquellasmujeres de sumanía persecutoria quecorríandesnudasdetrásdeél,visionario,porlasabanadesierta.

Atormentado por esta visión cruel tuvo su paso de luna, y poco faltó para quedoñaBárbaraordenaraponerlelachaquetadefuerza.

Pasado el acceso de furia, no volvió a nombrar a Marisela, y cuando lepreguntabanporella,respondía:

—¡Guá!¿Nosabequesemurió?EsaqueestáenAltamiraesotrapersona.Noobstante,aquellatardenoledabanabastolaspiernastragaleguasparalaprisa

quellevabaporverla.Realmente,parecíaotrapersonaaquellaMariselaquelesalióalencuentro.—¡Niñademisojos!—exclamódeteniéndose,alelado—.¿Erestú?—¿Quiénvoyaser,JuanPrimito?—replicóella,soltandolarisaentreazoraday

complacida.—¡Pero si estás rebuenamoza, muchacha! ¡Y hasta has engordado! Cómo se

conocequeahoracomescompleto.¿Yesecamisóntanbonito,quiéntelocompró?¿Yesoszapatos?¡Túconzapatos,niñademisojos!

—¡Umjú! —hizo Marisela, enrojeciendo de la vergüenza que aquellasexclamacioneslesacabanalacara—.¡Quépreguntónyquéantipáticotehaspuesto,JuanPrimito!

—Esquemedagustoverteansina.Estásmás lindaque la florde lamaravilla.¡Loquepuedenlostrapos!

—Ya lo sabes, pues, para que te cambies esos que llevas encima, que ya dangrima.

—¿Vestirmeyodelimpio?Esoestábuenoparati,quetienesaquiénlucirte.¿Tequieremucho?Dimelaverdad.

—Noseaspajuato,JuanPrimito—replicóenrojeciendodenuevo.Peroeraotroruborelqueahoralereventabaenlasmejillasyleaterciopelabalos

hermososojos.—¡Hum!—hizoelboboconentonaciónmaliciosa—.Nomeloniegues,quelosé

toitico.Mariselaibaaprotestarparaquelaagradablebromasiguiera;peroJuanPrimito

agregó:—Melocontóunpajaritoquevasiempreporallá.Yaellaseleocurrióreplicar:—¿Unrebullón?Y la palabra maquinalmente pronunciada trajo consigo pensamientos graves.

Enseriándosedepronto,interrogó:—¿Estánalborotadoslosrebullonesporallá?

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Allá era el términoque solía emplear cuandonecesitaba referirse a lamadre, aquiennuncanombraba.

—¡Nomedigas,chica!—repusoJuanPrimito—.SienElMiedoyanosepuedevivir... Ese alboroto que forman esos bichos, revoloteando todo el santo día porencimadeloscaneyes.¡AveMaríaPurísima!Yaestoyaborrecidodetantobregarconesospájarosdelinfierno.Debuenaganamevendríayoparaacá,paraestaralaveratuya;peronopuedo,chica.Yotengoqueestarallá,pendientedelosrebullones,paraponerleslabebidaatiempo,porquesino...¡Ah,caramba!Túnosabesloquesonlosrebullones.Esosbichossonmuymalucos,niñademisojos.Malosdeverdad.

—¿Yenestosdías,quéleshaspuestoparaquebeban?—inquirióMarisela,conacentointencionadoporlapreocupaciónqueacababadeasaltarla.

—Sangre,chica—respondió,muysonreído—.Esosrebullonestienenunascosas,¡chica!Mirenqueyquegustarles beber sangre, quedebe ser tanmaluca, ¿verdad,chica?Endenantemismo les llené lasperolitas, antesde salir para acá.Yaa estashorasdebendeestarjartos.

Yenseguida:—Antes de que se me olvide. ¿Por dónde anda el dotol Luzardo? Traigo un

recadodelaseñoraparaél.Y esto, dicho a continuación de aquello, ardid socorrido de Juan Primito para

advertiraquienlellevasealgúnrecadodedoñaBárbaradelasintencionesqueaellaleatribuyera,hizoestremecerseaMarisela.

—¿Hastacuándovasaestareneseoficio,idiota?—lointerpelócolérica—.Vasacondenarteporestartrayendoyllevando.¡Saldeaquíinmediatamente!

PeroenestointervinoSantosLuzardo,quehacíaratoestabaporallí,atentoalaconversacióndelboboconlamuchacha.

—Déjalo,Marisela.Diga,JuanPrimito,¿quérecadoesesequemetrae?Se volvió con fingida sorpresa—ya sospechaba que fuera Luzardo aquel que

estabaobservándolodesdeelcorredor—,yatiempoquelaemprendíaauñazosconla maraña de la barba, despachó su comisión con las mismas palabras de doñaBárbara.

—DígalequeenMataOscura,mañanaalamanecerestaréconmigente—repusoLuzardo,yenseguidapenetróenlacasa.

Mariselaesperóaquenopudieseoírlaparadecirle a JuanPrimito loque teníamenester, y éste, viendo la consternación en que ella había quedado, Se adelantó,tranquilizador:

—No te asustes, chica.Ya esos rebullones nohacennada.A estas horas debenestarjartosdesangre.

Peroella,agarrándoloporlosbrazosysacudiéndoloconfuria:—Oyeloquetevoyadecir:comovuelvasavenirporaquíconrecadosdeallá,te

voyaecharlosperros.

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—¿Amí,niñademisojos?—exclamóélentreaterrorizadoyresentido.—Sí,ati.Yahoraquítatemedepordelante.¡Anda,veteyadeportodoesto!YJuanPrimitoregresóaElMiedoconlatristezadequelohubiesedespedidoasí

la niña de sus ojos, cuando él había ido tan contento sólo porquevolvería a verla.Además,¿noeraunbienloquehabíahecho,diciendoaquellodelasangreparaqueLuzardosupieraaquéatenerse?

PerocuandollegóaElMiedo,yaselehabíadisipadoelresentimiento,ydespuésde repetirle a doña Bárbara las palabras de Santos Luzardo, rompió a hablar deMarisela:

—¡Siustedlaviera,doña!Nolaconocería.¡Ah,muchachaparahabersepuestobuenamozadeverdad! ¡Esosojotes tanrequetelindos!Másbonitosque losdeusté,doña.Yaseaditaquedagustoverla.Bienvestidaquelatieneeldotol,desdezapatosparriba.¡Sabrosoquedebedeserparaunhombre—¿ah,doña?—teneralaverasuyaunamujertanbonitacomoestáesamuchacha!

NadaqueserefirieraaMariselalehabíainteresadonuncaadoñaBárbara,puesrespecto a ella, ni siquiera había experimentado el amoroso instinto de la bestiamadreporelhijomamantón;perodedondenoexistíansentimientosmaternales,laspalabrasdeJuanPrimitohicieronsaltardeprontoimpetuososcelosdemujer.

—Bueno. Eso no me interesa —díjole al mandadero impertinente—. Puedesretirarte.

PeroJuanPrimito,sisehubiesefijadounpoco,habríadescubiertoenseguidaquésedteníanentonceslosrebullones.

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A

IV.Elrodeo

quellanoche secomentómuchoel casoentre lospeonesdeAltamira.Era laprimeravezqueseteníannoticiasdequedoñaBárbaradiesesubrazoatorcer,

y a la madrugada siguiente, cuando ya aquéllos estaban ensillando, Antonio lesrecomendó:

—No sería malo que llevaran sus revólveres los que los tengan, porque bienpuedeserquenoseaconganadosolamentequetengamoshoyquebregar.

AloquereplicóPajarote:—Yo,revólvernollevoporqueelmíolotengoempeñado;pero,alacasualidad,

aquíestoymetiendobajo lacorazaestecabitode lanza.Noesmuylargote,perolavainadelhierromideunacuartacorridita,ylodemásloponelaestiradadelbrazo.

Yconestadisposicióndeánimospartieronantesdeclareareldía,rumboaMataOscura,conSantosLuzardoalacabeza.

Eran apenas los cincopeones fieles que a su llegada encontraraLuzardoy tressabanerosmás,que, amucho instar, había logradoconseguirAntonio,pues toda lagente de trabajo que por allí podía encontrarse había sido contratada por doñaBárbaraa findequenofuesenaengrosar lapeonadadeAltamira;pero todoserangentemuyllanera,bienmontadaydispuestaamultiplicarseenobsequiodeaquelquehabíavenidoaenfrentárselealacacicadelArauca.

La sabana dormía aún, negra y silenciosa bajo el chisporroteo de lasconstelaciones, y a medida que la cabalgata se alejaba de las casas, la marcharepercutíaadistanciasencarrerasatropelladasdehatajosydecimarronesquehuíanasusesconditesalventearalhombre.Eranapenasenmasasmásobscurasquelanochequesemovíanporentrelospajonales,oleverumordeéstos,agitadosporlafugadelas reses; pero los sentidos sutilísimos del llanero no necesitaban indicios mássegurosparapermitirlesafirmar:

—EsaeslarocheladelbarrosodeUverito.Ahívanmásdecienreseshuyendo.—AllávaelhatajodelCabosNegros,rumbeandohaciaCorozalito.Con el alba llegaron al sitio de la reunión. Ya los de El Miedo estaban allí,

capitaneadospordoñaBárbarayaleccionadosparatrabajardemododeahuyentarelganadoqueLuzardo se proponía recoger, pues entre la hacienda altamireñaque semajadeaba por allí había gran cantidad de vacas, cuyos becerros, todavíamamantones,yateníanmarcadoelhierrodeElMiedo,procedimientopredilectodedoña Bárbara para robarse las reses ajenas, al amparo de la complicidad de losmayordomosdelasfincasdescuidadasporsusdueños.

PerolaastuciadeAntonioseadelantóalabellaqueríadelamujerona.Viendoelgrannúmerodevaquerosqueconellaestaban,díjoleaSantos:

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—Ha traído tanta gente para que usted se confíe y se abra con un levante engrande,yluegoellosespantarelganado,picandoparaafuera,comoyalohanhechootrasveces.

YalainsinuacióndeAntonio,unavezmás,Santossetrazórápidamentesuplan.Saludóalavecinadescubriéndose,perosinacercársele.Ellaavanzóatenderlela

manoconunasonrisaalevosa,yélhizoungestodeextrañeza;eracasiotramujer,distintadeaquelladedesagradableaspectohombruno,quedíasanteshabíavistoporprimeravezenlaJefaturaCivil.

Brillanteslosojosturbadoresdehembrasensual;recogidos,comoparabesar,loscarnososlabiosconunenigmáticopliegueenlascomisuras;latezcálida;endrinoylacioelcabelloabundante.Llevabaunpañueloazuldeaeda,anudadoalcuelloconlaspuntassobreeldescotedelablusa;usabaunafaldaamazona,yhastaelsombrero«pelodeguama», típico del llanero, única prendamasculina en su atavío, llevábalocon cierta gracia femenil. Finalmente, montaba a mujeriegas, cosa que noacostumbrabaeneltrabajo,ytodoesohaciaolvidaralafamosamarimacho.

Nopodía escapársele aSantosque la femineidadqueahoraostentaba teníaporobjetoproducirleunaimpresiónagradable;mas,pormuyprevenidoqueestuviese,nopudomenosqueadmirarla.

Porsuparte,almirarloalosojos,aellatambiénseleborródeprontolasonrisaalevosaquetraíaenelrostro,ysintió,unavezmás,peroahoracontodalafuerzadelas intuicionespropiasde losespíritus fatalistas,quedesdeaquelmomento suvidatomaba un rumbo imprevisto. Se le olvidaron las actitudes zalameras que llevabaestudiadas, se le atropellaronydispersaronpor el tenebrosocorazón lospropósitosinspiradosenlapasiónfundamentaldesuvida—elodioalvarón—;perosólosediocuenta de que sus sentimientos habituales la abandonaban de pronto. ¿Cuáles losreemplazaron?Eracosaqueporelmomentonopodíadiscernir.

Cambiaron algunas palabras. Santos Luzardo parecía esmerarse en ser cortés,comosihablaraenunsalónconunadamaderespeto,yella,aloíraquellaspalabrascorrectas,peroalmismotiemposecas,casinosedabacuentadeloquerespondía.Lasubyugabaaquelinsólitoaspectovaronil,aquellamezcladedignidadydedelicadezaque nunca había encontrado en los hombres que la trataran, aquella impresión defortalezaydedominiodesímismoquetrascendíadelfuegoreposadodelasmiradasdeljoven,desusademanesjustos,desuspalabrasnetamentepronunciadas,yaunqueélapenas ledirigía las imprescindibles, relativasal trabajo,aella leparecíaquesecomplacieraenhablarle,sóloporelgustoqueencontrabaenoírlo.

Entretanto, Balbino Paiba no les quitaba la vista y disimulaba su contrariedadhaciendoburlasdeLuzardoquehacíansonreíra lospeonesdeElMiedo,mientras,másallá,losdeAltamirasecambiabansusimpresionesacercadetodoaquello.

Luego,Santos comenzó a dar las órdenes relativas al trabajo; peroBalbino, encuyacabezaningunaideaperversapodíaestarsequieta,seprecipitóainterrumpirlo:

—Somostreintaytreshombres,ysepuedehacerunbuenlevantepicandobien

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abierto.Satisfecho de su perspicacia, Antonio cruzó una mirada con Santos, y éste

replicó:—Nohaynecesidaddeeso.Además,vamosatrabajarporgruposproporcionales:

unvaquerodelosmíosparatresdeustedes,yaquenosllevantriplicadosennúmero.—¿Y ese entreveramiento, para qué?—objetó Balbino—. Aquí siempre se ha

trabajadoporseparado,cadahatoporsuhierro.—Sí.Perohoysetrabajarádeotromodo.—¿Esquetienedesconfianzadenosotros?—insistióPaiba,protestandocontrael

procedimientoquefrustrabalosplanesdedoñaBárbara,pues,controladosporlosdeAltamira, los vaqueros de El Miedo no podrían manejarse conforme a lasinstruccionesrecibidas.

PeroantesdequeLuzardorespondiesealaaltanerainterrogación,intervinodoñaBárbara:

—Seharácomousteddisponga,doctor.Ysileparecequesobragentedelamía,puedohacerlaretirarseenseguida.

—Noesnecesario,señora—repusoSantossecamente.Sorprendidos por aquella ocurrencia intempestiva, los de ElMiedo semiraron

entresí,unosconvisibledisgustoyotrosconexpresiónmaliciosa,segúnelgradodeadhesión a doña Bárbara, a tiempo que Balbino Paiba se daba las característicasmanotadasalosbigotes,y,enelbandocontrario,Pajarote,aparentementedistraído,canturreabaentredienteslosdosprimerosversosdelamaliciosacopla:

Eltoropitaalavaca,yelnovillogeretira...Conlocualexpresabaelpensamientoqueatodosseleshabíaocurrido:—Yalamujerseenamoródeldoctor.YaBalbinopuedeirdespidiéndosedesus

comederos.Entretanto,Luzardohabíadicho:—Encárgatetú,Antonio,dedirigirlaoperación.Yéste,asumiendoelcarácterdecaporaldesabana,comenzóadictarsusórdenes:—Salga de allá el del caballo marmoleado, con cinco compañeros más para

Carmelito yPajarote, a picar por detrás de aquel jarizal. Todo el ganado que semajadeaporahícorreparaarriba,yasíhayquelevantarlo.Esconusted,amigo.

Dirigíase alMondragón, apodadoOnza. Lo dejaba en libertad de acompañarseconsushermanos;pero losobligabaaentendérselasconCarmelitoyPajarote,queerantanhombronescomoellos.

—Tengomiapelativo—replicó,amoscadoysinmoverseacumplirlaordenquele daban, y entonces fueron los altamireños quienes se cruzaronmiradas de alerta,comodiciéndose:

—Yavaareventarlacosa.

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PerovolvióaintervenirdoñaBárbara:—Hagaloqueledicen,ysino,retírese.Obedeció el Mondragón, aunque sin dejar de refunfuñar, y después de haber

escogidocomocompañerosasusdoshermanos,dijo:—Haydospuestosmásparalosquequieranvenirse.A tiempo que Carmelito y Pajarote se cruzaban una mirada rápida, que el

segundoacompañóconestafraseentredientes:—Ahoravamosaversisonbraguetasopretinas.Antonio siguiódistribuyendo losvaquerosengrupos,quepartieronendistintas

direcciones,yluegoinvitóaBalbino:—Siustedquierevenirseconmigo...ConestoleguardabalasconsideracionesdecaporalomayordomodeElMiedo,

parsuyoentodocaso;peroalavezseprocurabaasímismounaoportunidadanálogaa la que les deparaba a Carmelito y Pajarote, pues entre él y Balbino se habíanquedado pendientes las altaneras palabras del segundo la mañana de la doma delalazán.

PeroBalbinorechazólainvitación,diciendosocarronamente:—Gracias,donAntonio.Yomequedoporaquíconelblancaje.Denomina así el llanero a la reunión de los dueños de hatos que asisten a los

rodeossin tomarparteen los trabajosysóloparavigilarsus interesesa lahoradelrepartodelganadorecogido.EntiemposdeJoséLuzardo,ydurantelasvaquerías,el«blancaje» locomponíanmásdeveintepropietariosdeaquellaporcióndelArauca,decuyasfincas,englobadasahoraenellatifundiodedoñaBárbara,sóloquedabanlosnombresparadesignarmatasysabanasdeElMiedo.

Haciéndosereflexionesapropósitodeesto,Santospermaneciólargoratoajenoalcharloteoconquesuvecinatratabadeiniciarlaconversaciónamistosa,dirigiéndoseaparentemente a Balbino, pero con temas que a fuer de cortés, lo obligaban aintervenir.

Porfinsedecidióadirigirlelapalabrafrancamente:—¿Nohavistonuncaunrodeo,doctorLuzardo?—Cuandomuchacho—respondió, sinvolverseamirarla—.Ahora todoestoes

casinuevoparamí.—¿Deveras?¿Selehanolvidadolascostumbresdesutierra?—Imagínese.Tantosañosfueradeella.Sequedómirándolounbuenrato,conojosacariciadores,yluegodijo:—Sin embargo, ya he oído contar su hazaña con el alazano, apenas recién

llegado.Comoquenoesustedtanolvidadizocomosequierepintar.LavozdedoñaBárbara,flautadeldemonioandróginoquealentabaenella,grave

rumordeselvayagudo lamentode llanura, teníaunmatiz singular,hechizode los

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hombresque laoían;peroSantosLuzardono sehabíaquedadoallí paradeleitarsecon ella. Cierto era que por un momento había experimentado la curiosidad,meramente intelectual,deasomarsesobreelabismodeaquellaalma,desondearelenigmadeaquellamezcladeloagradableyloatroz,interesante,sinduda,comoloson todas las monstruosidades de la naturaleza; pero, en seguida, lo asaltó unsubitáneosentimientoderepulsiónporlacompañíadeaquellamujer,noporquefuerasu enemiga, sino por algomuchomás íntimo y profundo, que por elmomento nopudodiscernir,peroquelohizocortarbruscamentelaabsurdacharlayalejarsedeallíen dirección al paraje donde unos peones de El Miedo vigilaban los novillosmadrineros,núcleodelrodeo.

Balbino Paiba sonrió y se atusó los bigotes, pero, aunque estuvo largo ratoobservándoladesoslayo,novioaparecerenaquelrostroelaletazodelascejasquesejuntabanyseseparabanrápidamente,signodelarrebatodecólera,sinounaexpresiónqueélnoleconocía,unairedepensamientoslejanos.

Entretanto,levantadaporlosvaqueros,lahaciendaempezabaapoblaryaanimarlasabana,aparentementedesiertahastaentonces.Numerososrebañossurgíandelasmatasydelosbajíosdistantes;enalegrestropeles, losqueestabancompuestosporreses acostumbradas al pique; adelante, los padrotes, y retozando en torno a lasmadres, los becerros mamantones; otros, más ariscos, abriéndose en puntas ylanzandomugidosdemiedo.

Oíanselosgritosdelosvaqueros.Correteabanyaportodaspartesresesseñeras,tratandodesalirsedelcercoqueestrechabanloscaballos,seengrillabanaquíyallálostorosbravos,ganososdearremeter,perolasatropelladassehacíanirresistiblespormomentos, repercutían a distancia lanzando en tropeles lasmadrinas demansos, yéstos se llevaban por delante las reses bravas que intentaban defenderse,convirtiéndoleslafuriaenmiedo.

Ya algunas puntas empezaban a reunirse en el sitio donde estaban los novillosmadrineros; pero otras se resistían, y los jinetes, que ya venían picando de cerca,tenían que multiplicarse para atropellarlas por distintos puntos, caracoleando loscaballos, haciéndolos sentarse sobre los corvejones a la refrenada violenta, en labruscaenmiendadelacarrera.

El rodeo crecía por momentos, alborotándose más y más con los torrentes debravura, que por todas partes convergían hacia el paradero. Se levantaban laspolvaredas,seencrespabalagriteríadelosvaqueros:

—¡Jilloo!¡Jilloo!—Sujetaporahí,¡oh!—¡Apretá!¡Apretá!SantosLuzardocontemplabaelanimadoespectáculoconmiradaenardecidapor

lastufaradasdelosrecuerdosdelaniñez,cuandoalladodelpadrecompartíaconlospeones los peligros del levante. Sus nervios, que ya habían olvidado la bárbaraemoción, volvían a experimentarla, vibrando acordes con el estremecimiento decoraje conque hombres y bestias sacudían la llanura, y ésta le parecíamás ancha,másimponenteyhermosaquenunca,porquedentrodesusdilatadostérminosibaelhombredominandolabestiayhabíasitiodesobraparamuchos.

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Yaestabaparadoelrodeo.Erancentenareslasresescongregadas.Lafaenahabíasido recia, los caballos jadeaban bañados en sudor, cubiertos de espuma,ensangrentadoslosijaresymuchoshabíansidoheridosporlascornadasdelostoros;pero aún no se había concluido, pues eran muchas las reses bravas y estabaninquietas,correteandoporlasorillasdelamadrinaoabriéndosepasoentreellaconfuriosas arremetidas, venteando la sabana libre, ganosas de barajustarse, sin darletreguaa lossujetadores.Unclamoreoensordecedor llenabaelámbitode la llanura:los mugidos de las vacas que llamaban a sus becerros extraviados, y los balidoslastimerosdeellos,buscándolasporentrelabarahúnda;losbramidosdelospadrotesque habían perdido el gobierno de sus rebaños, y el cabildeo con que éstos lescontestaban; el entrechocar de los cuernos, los crujidos de los recios costillares, lagriteríadelosvaquerosenronquecidos.

Ya parecía que el ganado empezaba a darse. Comenzaban a reconocerse lospadrotesdelosdistintosrebaños,yamedidaqueéstosseibancongregandoentornoa aquellos, se arremansaban los torbellinos de bravura y disminuía el cabildeo,dejandooírelcantoapaciguadordelossostenedores.Yaéstossehabíanacomodadoen sus puestos, formando un gran círculo en torno al rodeo, mientras aquellosvaqueros que traían los caballos heridos se encaminaban a una mata cercana acambiarlos por sus remontas, y ya Antonio iba a dar la orden de sacar los torosmadrineros para proceder al aparte, cuando, de pronto, un descuido de uno de lossostenedores,quesehabíaapeadoparaapretarle lacinchaa labestia,a tiempoqueun, toro se abría paso en el centro de la madrina con una arremetida impetuosa,precipitólaavalanchadelbarajuste.

—¡Apretá!—gritaronaunasolavoztodoslosquesedieroncuentadelpeligro,ymuchosvaquerosacudieronentropelacontenerladispersióninminente.

Peroyaeratarde.Conunempujeformidable,elganadosehabíaprecipitadoporlabrechaenposdeltoroquelaabriera,ysedisgregaronenjuntasporlacabeza.

—¡Malditabruja!—exclamaronlospeonesdeAltamira,atribuyendoelsucesoamaleficiosdedoñaBárbara.PeroaAntonionoseleescapóqueelaparentedescuidodelsostenedor—queeraelMondragón,apodadoOnza—habíasidoactodeliberado.

Enefecto,comoadvirtieseelOnza,queeranmuchaslasvacasaltamireñascuyosbecerrosmamantonesostentabanyaelhierro fraudulentodeElMiedo,sevaliódelpretexto de apretarle la cincha a su caballo en el precisomomento en que el toro,abriéndosepasoporentrelamadrina,amenazaballevárselaenposdesí.

CaraleresultólaadhesiónadoñaBárbara,pueselbarajusteloarrollóconcaballoytodo,ycuandosedisipólapolvaredalevantadaporlaspezuñas,losqueacudieronalsitiodondeélhabíacaído,sóloencontraronunamasainerte,cubiertadesangreytierra.

Entretanto, Santos Luzardo, arrebatado por el instinto llanero, le había dadoriendasueltaasucaballo,sumándosealtropeldelosvaqueros.

Alguienlegritó:

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—Poraquellapuntadematavaareventarlahacienda,yalantevieneuntorodecuidado.

EraPajarote,quecorríaareunírsele.Hacia él acudían también Antonio y Carmelito y dos vaqueros de El Miedo.

Todos traían la sogaen ladiestrapreparadosparaenlazaral toroquehabía sidoelcausantedeldesbarajuste.

Santos se dio cuenta de que se le había olvidado aquella precaución yrápidamente desarmó los tientos que sujetaban el rollo de la suya al arzón de sumontura,yabrióellazo,buscandoelclarodelapuntademataqueindicaraPajarote.

Inmediatamente comenzó a desembocar por allí el tropel de la hacienda.A losgritosdelosvaqueros,rumbeóhaciaarriba,buscandoelvadodeuncañoquecortabalasabana:perodeltumultoderesessedesprendióofreciendopeleauntorograndeybienarmado.

—Ése es elmelao frontino que hace dos años nos está dando brega—advirtióPajarote—.Peroestaveznosenosescapará.

El animal sedetuvoun instante, correteó luegode aquípara allá, con el cuelloengrilladoylamiradazigzagueandosobreloshombresqueloacosabanpordistintospuntos, y al cabo se disparó a lo largo de la orilla delmonte que venía costeandoLuzardo.

—Ábraleellazoligero,queyalotieneencima—gritóPajarote.AtiempoqueCarmelitoyAntonio,viéndoleenpeligroentrelamatayeltoro,le

aconsejaban,mientrascorríanensuauxilio:—Despéguesedelacostademonte,queelbicholovaacosando.—Sáqueleelcaballodeunavez.Santos Luzardo no oía las advertencias; pero tampoco las necesitaba: no se le

habíanolvidadodeltodolashabilidadesdelosquinceaños.Conunarápidamaniobradejinetaexperimentadohurtóelencontronazo,cortándoleelterrenoaltoro,ylanzóla sogaporencimadelancadelcaballo.Elorejanose la llevóentre loscuernos,yPajaroteexclamóentusiasmado:

—¡Ydemediacabeza,porsihayexigentesporaquí!Enseguida,Santosparóensecoelcaballoparaquetemplara;perosetratabade

untorodegranpoder,quenecesitabamásdeunasogaparaserderribado,ycuandoéstasetensó,vibrante,alformidableenvíodelorejano,labestiabrutalmentetiradadelacola,sesentósobreloscorvejones,lanzandoungemidoestrangulado,yyaeltoroserevolvíacontraella,cuandoAntonio,CarmelitoyPajarotelanzaronsuslazosaunmismotiempo,yuntriplegritoalverloscaersobreloscuernos:

—¡Lovestimos!Templaronloscaballos,cimbraronlassogas,yelorejanoseaspeósobrelatierra,

levantandounapolvareda.Apenashabíacaído,yyateníaencimaalospeones.

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—Guayuquéalotú,Pajarote—ordenóAntonio—,queyolomancorno,mientrasCarmelitolobarrea.

YLuzardo,acordándosedesustiempos:—Naricéenloycápenloahímismo.Pajarote se apoderódel rabodel toro, se lopasópor entre laspatas traseras, y

tirandodeélcontodassusfuerzas,selesentóenloscostillares,mientrasAntoniolomancornaba contra el suelo. Inutilizado así el orejano, antes dequehubiese tenidotiempode reponersedel aturdimientode la caída,Carmelito le ataladró lanariz, lepasóporlaheridaelcabodelasoganariceadora,locastródeuntajorápidoysabio,ylemarcólasorejasconlasseñalesdeAltamira.

—Yaéstenonosdarámásguerra—dijo,alconcluir laoperación—.Porahora,peguémoslealapatadeunpalo.

—Esqueestebigarroesluzarderoconsecuenteynoqueríaquelefueranaponerotro hierro que el que llevó sumae—agregóPajarote—.Estaba esperandoque elamo viniera para entregársele en susmanos. Por eso no lo pudimos enguaralar lavaqueríapasada.

—Y lo enguaralaron con lujo —concluyó Carmelito—. Si así enlazan losdesacostumbrados,¿quénosdejaránparanosotros?

YAntonioSandoval,complacidoenlaproezadelamo:—Llaneroesllanerohastalaquintageneración.Entretanto,doñaBárbaraseacercaba,conlasonrisaenelrostroydiciendo:—¡Ah,llanerobellacoqueesusted!Yqueselehabíanolvidadolascostumbres

desutierra.Al hablar así, ni recordaba el desastre sufrido pocosmomentos antes, ni tenía

presente que ella también sabía, y mucho mejor que Luzardo, enlazar un toro ycastrarloenplena sabana.Era solamenteunamujerque lehabíavistoejecutarunaproezaaunhombreinteresante.

—Estonolohehechoyosolo;porlotanto,notienemérito—replicóSantos—.Encambio,usted,segúnyaheoídodecir,tumbacomoelmáshábildesusvaqueros.

Fuebrutallaréplicay,sinembargo,doñaBárbaralaoyósonriente.—Yaveoquelehanhabladodemí.¿Cuántascosaslehabrándicho?Yotambién

podríacontarleotras,quetalveznolehabránreferidoyquenodejandetenerinterés.Peroyahabrátiempo,¿verdad?

—Tiempono faltará, seguramente—repusoLuzardo, enun tonoque la hicieracomprenderelpocogustoqueponíaenhablarle.

Sinembargo,doñaBárbaranolointerpretóasíysedijo:—Yaéstetambiéncayóenelrodeo.PeroLuzardo,aplicandoespuelasparareunirseasuspeones,queyasealejaban,

despuésdehaberamarradoelorejanoalpiedeunodelosárbolesdelamata,ladejóplantadaotravezenmediodelasabana.

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Permaneció un buen rato en el sitio, viendo alejarse al hombre esquivo, con lailusionadasonrisadetriunfoenelrostro,ymurmurando:

—Déjaloquesevaya.Yaéstellevalasogaarastras.Más allá, humillada la testuz contra el pie del árbol, el toromutilado bramaba

sordamente.DoñaBárbarasonriódeotramanera.

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L

V.LasmudanzasdedoñaBárbara

as singulares transformacionesquedesdeaqueldía comenzaronaoperarseendoña Bárbara provocaban entre la peonada de El Miedo comentarios

socarrones:—¡Ah,compañero!¿Quéleestarápasandoalaseñoraqueyanollegaporaquí

comoantes,cuandoselerevolvíanlassangresdelblancoydelaindia,esponjadaygritona como una chenchena? Ni tampoco viene a tocar la bandurria y acontrapuntearse con nosotros, como le gustaba hacerlo cuando estaba de buenas.Ahorase lapasametidaen loscorotos,hechaunaverdaderaseñora,yhastaconelmismodonBalbino,sitehevisto,nomeacuerdo.

—¡Ah, caramba, compañero! ¿No sabe usted que a conforme es el pez, asinatienequeserelguaral?Éstedeahoranoesdelosqueandanenribazonesycaendeuntarrayazozumbadodecualquiermodo.Hayquetrabajarlofinodeguaral,paraquemuerdalacarnada.

Peropasabanlosdías,yLuzardonoaparecíaportodoaquello.—¡Ah,compañero!Yaesepezcomoquenoajila.Nielaguajeseleveportodo

esto.—Ése como que es de los que no se emborrachan ni que les embarbasquen el

agua—respondíaelinterpelado,aludiendoalbebedizoembrujadorquedoñaBárbaralesdabaaloshombresqueenamoraba,paradestruirleslavoluntad.

Nofaltótampocolaalusióndelasmisteriosasveladasdelcuartodelasbrujerías:—Yesoque«elSocio»nohatenidodescansoentodasestasnoches.Hastatarde

lohanentretenidofueradesusinfiernos.Cualquiernochedeéstaslocogeelcaminoelmenudeodelosgallos.

—¿Seráquedelladodeallátienenlacontra?—Oquedelladodeacáseestánacabandolospoderes,afuerzadetantousarlos.—¡Hum!Notecreas—replicoJuanPrimito—.Laseñoraledejóallásusojosla

mañana del rodeo enMataOscura, y él, pormás que se resista, tiene que venir atraérselos.

Todoestoeraloqueselespodíaocurriralospeonesdelamujerona,sinmenguadel respetoque les inspirabayde la lealtad conque le servían, para explicarse lasmudanzasoperadasenella.

Ellamisma tampoco podría explicárselas, pues todo venía siendo obra de unossentimientosnuevosensuvida,sobreloscualesaúnnoteníadominio.

Porprimeravezsehabíasentidomujerenpresenciadeunhombre.HabíaidoalrodeodeMataOscuradispuestaaenvolveraSantosLuzardoenlamallafataldesusseducciones a fin de que se repitiese en él la historia de Lorenzo Barquero: mas,

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aunquecreíaquesólolaanimabanlacodiciayel implacableodioalvarón,llevabatambién,enlavehemenciadelalmaatormentadaporesesentimientoyenlosapetitosde su naturaleza, hecha para el amor, el ansia insaciada de una verdadera pasión.Hastaallí todossusamantes,victimasdesucodiciao instrumentosdesucrueldad,habíansidosuyoscomolasbestiasquellevabanlamarcadesuhierro;peroalversedesairadaunayotravezpor aquelhombrequeni la temíani ladeseaba, sintió—comolamismafuerzaavasalladoradelosímpetusquesiemprelahabíanlanzadoalaniquilamiento del varón aborrecido—que quería pertenecerle, aunque tuviera quesercomolepertenecíanaéllasresesquellevabangrabadoafuegoenloscostillareselhierroaltamireño.

Al principio fue una tumultuosa necesidad de agitación, mas no de aquélla,atormentadaysombría,queanteslaimpulsabaaejercitarsusinstintosrapaces,sinounansiaardientedegozardesímismaconaquellaregióndesconocidadesualma,que, inesperadamente, la había mostrado su faz. Los días enteros se los pasabacorreteando por las sabanas, sin objeto ni rumbo, sólo por gastar el exceso deenergíasquedesarrollabasusensualidadenardecidaporeldeseodeamorverdaderoenlacrisisdeloscuarenta,ebriadesol,vientolibreyespacioabierto.

Al mismo tiempo, sin ser todavía, ni con mucho, la bondad, la alegría laimpulsaba a actos generosos.Una vez repartió entre sus peones dinero a puñados,paraquelogastaranendivertirse.Ellossequedaronviendolasmonedasquellenabansusmanos,lesclavaronelcolmillo,lashicieronsonarcontraunapiedraytodavíanoseconvencierondequefueseplatadeley.ConloavaraqueeradoñaBárbara,¿quiénibaacreerensulargueza?

Preparó un verdadero festín para agasajar a Santos Luzardo cuando ésteconcurrierealturnodevaqueríaenElMiedo.Queríaabrumarloaobsequios,echarlacasaporlaventana,paraqueélysusvaquerossaliesendeallícontentosyseacabaradeunavezaquellaenemistadqueseparabaadueñosypeonesdelosdoshatos.

Latrastornabalaideadellegaraseramadaporaquelhombre,quenoteníanadade común con los que había conocido: ni la sensualidad repugnante que desde elprimermomentovioenlasmiradasdeLorenzoBarquero,ni lamasculinidadbrutaldelosotros,yalhacerestacomparación,seavergonzabadehabersebrutalizadoasímismaenbrazosdeamantestorpesygroseros,cuandoenelmundohabíaotroscomoaquél,quenopodíanserperturbadosconlaprimerasonrisaqueselesdirigiera.

Porunmomentoseleocurrióvalersedesus«poderes»dehechicería,conjurarlosespíritusmaléficos, obedientes a la voluntad del dañero, pedirle al «Socio» que letrajeraalhombreesquivo;peroinmediatamenterechazólaideaconunarepugnanciainexplicable.LamujerquehabíaaparecidoenellalamañanadeMataOscuraqueríaobtenerlotodoporartesdemujer.

Pero como Santos Luzardo no aparecía por allá, ella andaba cavilosa, aunquesiempreadornadaycompuesta,paseándoseporloscorredoresdelacasa,conlavistafijaenelsueloylosbrazoscruzadossobreelpecho,oseleibanlashorasjuntoalpalenque,lamiradaenelhorizontehacialosladosdeAltamira,osesalíaavagarpor

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la sabana. Pero ya el caballo no regresaba como antes, cubierto de espuma yensangrentadoslosijares.Todohabíasidounasosegadoerrarpensativa.

A veces, no era la sabana el objeto de sus miradas, ni Altamira el de susimaginaciones, sino aquel río y aquella piragua donde las palabras deAsdrúbal lahicieron sentir el primer estremecimiento de esta ansia de bien, que ahora queríaadueñárseledelcorazón,hastiadodeviolencias.

***

Porfin,unamañana,vioaSantosLuzardodirigirsehaciaallá.—Asíteníaquesuceder—sedijo.Yalformularestafrase—talcomolapronunció,saturadadelossentimientosde

lamujeronasupersticiosaquesecreíaasistidadepoderessobrenaturales—,laverdadíntimayprofundadesusersesobrepusoalansianacientederenovación.

Santosseapeódelcaballobajoelcañafístoloplantadofrentealacasayavanzóhaciaelcorredor,sombreroenmano.

Una mirada debió bastarle a doña Bárbara para comprender que no eran defundarse muchas esperanzas en aquella visita, pues la actitud de Luzardo sólorevelabadominiodesímismo;peroellanoatendíasinoasuspropiossentimientosylorecibióconagasajos:

—Lo bueno siempre se hace desear. ¡Dichosos los ojos que lo ven, doctorLuzardo!Paseadelante.Tengalabondaddesentarse.Porfinmeproporcionaustedelplacerdeverloenmicasa.

—Gracias, señora. Es usted muy amable —repuso Santos con entonaciónsarcástica,yenseguida,sindarletiempoparamászalamerías—:Vengoahacerleunaexigenciayunasúplica.Laprimera,relativaalacercadequeyaleheescrito.

—¿Sigueustedpensandoeneso,doctor?Creíaqueyasehubieraconvencidodequeesonoesposibleniconvenienteporaquí.

—Encuantoalaposibilidad,dependedelosrecursosdecadacual.Losmíossonpor ahora sumamente escasos y por fuerza tendré que esperar algún tiempo paracercarAltamira.Encuantoalaconveniencia,cadacualtienesucriterio.Pero,porelmomento,loquemeinteresasaberessiestáusteddispuestaacostearamedias,comolecorresponde, lacercadivisoriadenuestroshatos.Antesdetomarotrocaminohequeridotrataresteasunto...

—¡Acabededecirlo,hombre!—acudióellaconunasonrisa—:Amistosamente.Santoshizoungestodedignidadofendidayreplicó:—Conpocodineroqueaustednolefalta...—Esodeldineroquehayadegastareslodemenos,doctorLuzardo.Yalehabrán

dichoquesoyinmensamenterica.Aunquetambiénlehabránhabladodemiavaricia,¿noesverdad?Perosiunofueraaatenersealasmurmuraciones...

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—Señora—repusoSantos,vivamente—.Lesuplicoqueseatengaalasuntoqueleheexpuesto.Nomeinteresaenabsolutonisabersiustedesricaono,niaveriguarsi tiene los defectos que se le atribuyen o carece de ellos.He venido solamente ahacerleunapreguntayesperosurespuesta.

—¡Caramba, doctor! ¡Qué hombre tan dominante es usted! —exclamó lamujerona, recuperando suexpresión risueña,noporadornarseconzalamerías, sinoporque realmente experimentaba placer en hallar autoritario a aquel hombre—.Nopermiteustedqueunosesalgadelasuntoniporunmomento.

Santos,reconociéndoleundominiodelasituaciónqueélempezabaaperder,obradecinismoodeloquefuere,peroentodocasomanifestacióndeunanaturalezabientemplada,sereprochólaexcesivaseveridadadoptadayrepuso,sonriente:

—Nohaytal,señora.Perolesuplicoquevolvamosanuestroasunto.—Puesbien.Meparecebuena la ideade lacerca.Asíquedaríasolucionada,de

una vez por todas, esa desagradable cuestión de nuestros linderos, que ha sidosiempretanobscura.

Ysubrayólasúltimaspalabrasconunaentonaciónquevolvióaponerapruebaeldominiodesímismodesuinterlocutor.

—Exacto—repusoéste—.Estableceríamosunasituacióndehecho,yaquenodederecho.

—Deesodebedesabermásqueyousted,queesabogado.—Peropocoamigodelitigar,comoyairácomprendiendo.—Sí. Ya veo que es usted un hombre raro. Le confieso que nunca me había

tropezadoconuno tan interesantecomousted.Nose impaciente.Novoyasalirmedel asunto otra vez. ¡Dios me libre! Pero antes de poderle responder tengo quehacerleunapregunta.¿Pordóndeecharíamosesacerca?¿PorlacasadeMacanillal?

—¿Aquévieneesapregunta?¿Nosabeustedpordóndehecomenzadoaplantarlospostes?Amenosquepretendaquetodavíaeselinderonoestáensusitio.

—Noestá,doctor.Ysequedómirándolofijamentealosojos.—¿Es decir que usted no quiere situarse en el terreno... amistoso, como usted

mismahadichohacepoco?Peroella,dándoleasuvozunainflexiónacariciadora:—¿Por qué agrega: como yo he dicho? ¿Por qué no lo dice usted? Amistoso,

simplemente.—Señora—protestóLuzardo—.Biensabeustedquenopodemosseramigos.Yo

podrésercontemporizadorhastaelpuntodehabervenidoatratarconusted;peronomecreaolvidadizo.

La energía reposada con que fueron pronunciadas estas palabras acabó desubyugar a lamujerona.Desapareció de su rostro la sonrisa insinuante,mezcla decinismo y de sagacidad, y se quedómirando a quien así era osado a hablarle, con

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miradasrespetuosasyalmismotiempoapasionadas.—¿Si yo le dijera, doctor Luzardo, que esa cerca habría que levantarlamucho

másalládeMacanillal?EndondeeraellinderodeAltamiraantesdeesoslitigiosquenoledejanaustedconsiderarmecomoamiga.

Santosfruncióelceño;pero,unavezmás,logróconservarsuaplomo.—Oustedseburlademí,oyoestoysoñando—díjole,pausadamente,perosin

aspereza—.Entiendoquemeprometeunarestitución;masnoveocómopuedaustedhacerlasinofendermisusceptibilidad.

—Nimeburlodeustedniestáustedsoñando.Loquesucedeesqueustednomeconocebientodavía,doctorLuzardo.Ustedsabeloqueleconsta,ylecuesta:queyolehequitadomalamenteesastierrasdequeahorahablamos;peroóigameunacosa,doctorLuzardo:quientienelaculpadeesoesusted.

—Estamosdeacuerdo.Masyaesotieneautoridaddecosajuzgada,ylomejoresnohablardeello.

—Todavía no le ha dicho todo lo que tengo que decirle. Hágame el favor deoírmeesto:siyomehubieraencontradoenmicaminoconhombrescomousted,otraseríamihistoria.

SantosLuzardovolvióaexperimentaraquelimpulsodecuriosidadintelectualqueenelrodeodeMataOscuraestuvoapuntodemoverloasondearelabismodeaquellaalma,reciaybravacomolallanuradondeseagitaba,peroquetalveztenía,tambiéncomo la llanura, sus frescos refugios de sombra y sus plácidos remansos, algunaescondida región incontaminadadedonde salieran, de improviso, aquellaspalabrasqueeranalavezunaconfesiónyunaprotesta.

En efecto, sinceridad y rebeldía de un alma fuerte ante su destino era cuantohabíanexpresadoaquellaspalabrasdedoñaBárbara,puesalpronunciarlasnohabíaensuánimointencióndeengaño,nitampocoblandurassentimentalesensucorazón.Enaquelmomentohabíadesaparecido lamujerenamoradaynecesitadadecariciasverdaderas;sebastabaasímismayseencarabafieramenteconsuverdadinterior.

YSantosLuzardoexperimentólaemocióndehaberoídoaunalmaenunafrase.Peroellarecobróenseguidasuaspectovulgarparadecir:—Yoledevuelvoesastierrasmedianteunaventasimulada.Dígamequeacepta,y

enseguidaredactaremoseldocumento.Esdecir, loredactausted.Aquítengopapelselladoyestampillas.Laautenticaciónyregistroloharemoscuandousteddisponga.¿Quierequebusqueelpapel?

Entretanto,Luzardohabíajuzgadopropicioelmomentoparaabordarelsegundoobjetodesuvisitayrepuso:

—Espere un instante. Le agradezco esa buena disposición que me demuestra,porque la ha precedido usted de unas palabras que, sinceramente, me hanimpresionado;peroyalehabíaanunciadoqueerandoslosobjetosqueperseguíaalvenir a su casa. En vez de restituirme esas tierras, que ya las doy por restituidasmoralmente,hagaotracosaqueyoleagradeceríamás:devuélvaleasuhijalasdeLa

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Barquereña.Pero la verdad intima y profunda hizo fracasar el ansia de renovación. Doña

Bárbaravolvióaarrellanarseenlamecedoradedondeyaselevantaba,yconunavozdesagradableyatiempoqueseponíaacontemplarselasuñas,dijo:

—¡Hombre!Ahoraquelanombra.MehandichoqueMariselaestámuybonita.Queesotrapersonadesdequeviveconusted.

Yeltorpeycalumniosopensamientoqueseamparababajoeldoblesentidodelapalabra «vive», pronunciada con una entonación malévola, hizo ponerse de pie aSantosLuzardoconunmovimientomaquinal.

—Viveenmicasa,bajomiprotección,queesunacosamuydistintade loqueustedhaqueridodecir—rectificó,convozvibrantedeindignación—.Yvivebajomiprotección porque carece de pan,mientras usted es inmensamente rica, como hacepocomehadicho.Peroyomeheequivocadoalvenirapedirleaustedloqueustednopuededar:sentimientosmaternales.Hágaseelcargodequenohemoshabladounapalabra,nideestonidenada.

Yseretirósindespedirse.Doña Bárbara se precipitó al escritorio, en cuya gaveta guardaba el revólver

cuandonolollevabaencima;peroalguienlecontuvolamanoyledijo:—Nomatarás.Yatúnoereslamisma.

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J

VI.ElespantodelBramador

uevesSanto.Díadeabstinenciadecarnedeanimalesterrestres,porquelatierraeselcuerpodelSeñorqueestáagonizandoenlaCruz,yquiencomelascarnes

quedeellasenutren,profanaymartirizaconsusdienteselpropiocuerpodeDios.Díadeno trabajar;nien la sabana,nielcorral;porqueestoarrumaríapara toda lavida;díadesoltar lasqueseras,porque la lechebatidaendíassantosnocuajayseconvierte en sangre. Día solamente de pescar galápagos, cazar caimanes y castrarcolmenares.

LoprimeroteníaporobjetoprocurarselacomidapredilectadelllaneroporJuevesyViernesSanto,y losegundoobedecíaa la tradicionalcostumbredeaprovechareldescansodeaquellosdíasparahacerbatidasenloscañospobladosdecaimanes,tantoporlimpiarlosdeelloscuantoporqueelalmizcleyloscolmillosdecaimán,tomadosentalesdías,poseíanmayoresvirtudescurativasyeranmáseficacescomoamuletos.

Yaestaba tendida lapalizadaque,disimuladacon ramas, atravesabael cañodeuna a otra orilla, dejando en el centro un espacio abierto o «puerta», y ya estabanapostadosjuntoaellalos«porteros»,conelaguaalacintura,mientras,caucearriba,losapaleadores,provistosdelargasvarillasygritandohastadesgañitarse,azotabanlasuperficiedelcaño,afindeahuyentarcursoabajocuantoservivienteocultasenlasturbiasondas.

Agazapadosdetrásdelasramasyconlasmanosdentrodelagua,preparadasparajuntarlas rápidamente,unasobre laotra,alsentirqueentreellas lespasara lapresacodiciada,los«porteros»acechabanensilencio,yavecesunarepentinacontraccióndelosmúsculosdelacaraounfugazempalidecimientoeracuantoindicabaqueuncaimánlespasabaporentrelasmanosinmóviles.

Santossedetuvoapresenciareltemerariodeporte,yenobradepocosmomentosvio llenarse de galápagos un jagüey que al efecto había sido abierto en la playaarenosa del caño. Luego se dirigió hacia donde estaba el resto de la peonada,entregadaalacaceríadecaimanes.

Como todos los de la llanura, era aquel caño un criadero de caimanes a cuyastarascadashabíanperecidovariasresesporaquellosdías,porlocualAntoniolohabíaelegidoparalatradicionalbatidadelJuevesSanto.

Loscazabanatirosolosarponeabandesdelaorilla,perocuandoLuzardollegó,hacíaratoquehabíancesadolosdisparos,yunagrancantidaddeaquellos terribleshabitantesdelcañoesterabanlaplaya,panzaarriba.

—¿Se acabóya la fiesta?—preguntóAntonio—.El doctor venía conganasdeecharuntirito.

Loscazadores,silenciosostodosyretiradosdelaorilla,peroatentosaalgoquesucedía dentro del caño, hiciéronle señas en silencio, yAntonio, después de haber

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echadounamiradaen ladirecciónque indicabaaquellaactitudexpectante,díjoleaLuzardo:

—¿Veaquellasdostaparasqueestánflotandoenmediodelcaño?Debajodeellasestándoshombresesperandoqueseaboyeuncaimánparaalancearloporelcodillo,bajoelagua.Ésaeslacaceríaquetienemásmérito,ydeseguroquesonPajaroteyMaríaNievesesosqueahíestánentaparados.

—Ellos son —repuso Carmelito—. Y nada menos que contra el Tuerto delBramador,quesehadejadochusiarhastaporaquí.

EraaquelcaimáncontraelcualLuzardohabíaintentadodispararenelsesteaderodelpalodeaguaeldíadesullegada.TerrordelospasosdelArauca,desusvíctimas—gentesyreses—sehabíaperdidolacuenta.Seleatribuíansiglosdevida,ycomosiempre saliera ileso de los proyectiles, que rebotaban en su recio dorso, se habíaformadolaleyendadequenoleentrabanbalasporqueerauncaimánencantado.SuapostaderohabitualeralabocadelcañoBramador,ahoraentérminosdeElMiedo,pero desde allí dominaba el Arauca y sus afluentes, haciendo por ellos largasincursiones, de las cuales regresaba con la panza repleta a hacer su laboriosadigestión adormitado al sol de las playas del Bramador, que eran para él seguroabrigo a causa de que doña Bárbara, supersticiosa del embrujamiento que se leatribuía,teníaprohibidoqueseleatacara,tantomáscuantoqueremontandoelcaño,eranresesdeAltamirasuraciónpreferida.

—NohadebidoconsentirCarmelitoenquePajaroteyMaríaNievesarriesguenasílavida—dijoSantos—.Hágalesseñasdequesesalgandeahí.

—Seríainútilenestemomento—intervinoAntonio—,porquelosagujerosdelastaparas, que es por donde ellospuedenver, estánpara el otro lado.Además, ya estarde.Ahoranosepuedeunonimoversiquiera.Cerquitadeellosvieneaboyándoseelcaimán.Míreleelaguaje.

Enefecto,apocosmetrosdelastaparas,latersasuperficiedelcañocomenzabaarizarselevemente.

—¡Sh!—hicierontodosloscircunstantesauntiempo,agachándoseparaquenolosdescubrieraelcaimán,ylaangustiosaexpectativaeternizóelminutodesilencio.

Con lamajestad de su vejez y de su ferocidad, el caimán sacó a flor de agua,lentamente, la horrible cabeza y el dorso enorme, blindado de recias escamas encresta.

Lastaparassemovieronlentamentehacialaorillaopuestadelcaño,comosilasarrastraseunasuavecorriente,yseoyóeldesahogodelarespiracióncontenidadelosespectadores,atiempoqueAntoniomurmuró.quedo:

—Yaselepusieronalladodelojotuerto.Lastaparascontinuarondeslizándosehaciaelcaimán,yaunqueéstenolasveía

porestarcompletamenteaboyadoyconelojosanoatentohacialaplaya,todavíanohabíapasadoelpeligro,puesyaloshombresestabanalalcancedelatarascadaylamásleveimprudencialescostaríalavida.

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Enefecto,deprontoelsauriovolvió lacabezaysequedómirandoaquelloqueflotabaaflordeagua.Tresriflesapuntarondesdelaplaya,poniendoalazardeunamalapunteríalavidadeloshombrespróximosalafiera,yyaéstaibaasumergirsedenuevo,cuandounbruscovaivéndelastaparasindicóquePajaroteyMaríaNieveslasabandonaban,jugandoeltodoporeltodo,paralanzarsealasalto,queeralaúnicaesperanzadesalvaciónqueyalesquedaba.

Seprodujounborbollóndeaguas fangosas, se agitó enconvulsionesunamasaenorme, se levantó varias veces en el aire una cauda formidable, produciendo unestruendoalcaersobreelagua,y,finalmente,elcaimánsevolteóysequedóinmóvil,aflotelablancapanzadescomunal,sangrantesloscodillosalanceados,atiempoquePajaroteyMaríaNievessacabanporallílascabezas,exclamando:

—¡Diosyhombre!Yunclamorunánimeenlaorillacelebrandolaproeza:—¡SeacabóelespantodelBramador!—Así se irán acabando todas las brujerías de El Miedo, porque ahora aquí

tenemoslacontra.

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E

VII.Mieldearicas

l algarrobo del paso vibra como un arpa melodiosa entre el zumbido de lasaricas.

Encaramadasen las ramasdondeellashan formadosuscolmenas, lasnietasdeMelesio las ahuyentan con el humo pestilente de unos mechones de sebo, y losmorenospanalesvanpasandodelasmanosdelosmuchachosalasdesushermanas,reunidasalpiedelárbol.

Huyen todas lanzandoagudoschillidossiaalgunase leenredaentreelcabellouna abeja furiosa; pero luego vuelven muertas de risa y disputándose la golosinadulceypicante:

—Yatúcogiste.Ahorametocaamí.—No.¡Amí!¡Amí!Sonsietelasqueestándisputándoselospanales,porqueGenoveva,lamayor,se

haquedadoconversandoconMariselaenelcaneydondeestánlosbancosentornoala mesa. Mejor dicho, con los codos sobre ésta y la cara entre las manos, se haquedadooyendoloquelecuentaMarisela.

—De mañanita me levanto a bañarme. ¡Sabrosa esa agua friita! Si oyeras elalborotoquese forma,porquemientraselaguamecaeencima,yoestoycantaquecanta,yjuntoconmigo,losgallosylasgallinas,ylospatosylasguacharacas,queseparanenelsamán.Despuésmevoyalacocinaaversiyahancoladoelcafé,yencuantoSantossaledesucuarto,yaleestoyllevandounatazadelmástinto,cerrero,porque así es cómo le gusta. Después a arreglar la casa. Las manos me quedanardiendo de tanto darle a la escoba. Si hay que remendar, remiendo, y luego mepongo a estudiar las lecciones.Ya cuando va a ser la hora de que él regrese de lasabana,memetootravezalacocinaaprepararlesucomida,porqueletieneascoalacocineraynocomesinoloqueyolepreparo.Esmaniáticoconla limpieza.Tengoqueestar todoeldíadetrásde lasmoscasyespantando lasgallinasparaquenosemetanen la casa.Ya las tengoacostumbradasaponeren susnidales.Siempre traeflores de la sabana; peroya los floreros están llenos con las queyo recojopor losalrededoresdelacasa.Alprincipioyoqueríaponerfloreshastaenel techo.¡Yeseabajerodentrode lacasa! ¡Lacarcajadaquesoltócuandovioaquello!Yomepusebrava, pero después comprendí que tenía razón. ¡Ah! ¿Qué te cuento, chica? ¿Nosabesqueayersememetieronlosindiosenlacasa?Yoestabaíngrimaysolaenesemomento,porqueélsehabía idoconpapáy lospeones,y lasmujeresde lacocinaestaban lavandoenel cañito.Cuandodeprontooigoquedicen:«Comadre, amarratusperros.»Measomo,yveoquesoncomounosveinteyarurosquesehanmetidoenlasala,muysiseñores.Ya teníansus flechasen los rinconesyparadentroeraqueiban.

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—¿Ynotediomiedo,mujer?—¿Miedo? Les salí al encuentro, gritándoles: «¡Fuera de aquí, atrevidos! ¿Por

quésemetensinpedirpermiso?Yalesvoyasoltarlosperros.»¡Lospobrecitos!Eranunosindiosmansosqueandabanrecogiendochanguangoporlasabanayseacercaronalacasaapedirsalypapelón.Túsabesqueparaellosnohaymejorregaloqueunpedazo de papelón. Pero ¡ay si se le da a uno más que a otro! Es necesariorepartírselopor igual.Peroyohaciéndome labrava:«¡Cochinos! ¡Atrevidos!Ojalávinieranloscuibasqueandanporahí.»Fuecomosileshubieranombradoeldiablo.Pelaronlosojosymepreguntaron:«¿Comadre,túhasvistocuibas?»Pero...¿Porquéte cuento esto? ¡Ah! Ya sé. Si hubieras visto lo preocupado que se puso Santoscuandosupoquelos indiosmehabíansorprendidosolaencasa.Hastaenlanoche,tomándomelaslecciones,todavíaestabapensativo.

Genovevaselaquedamirandoensilencio.Ellaseazoraysonríe.—No.Noesloqueteimaginas.Nohaynadadeeso.¡Jesús!¿Quémevestanto,

mujer?—Queestásmuybonita.Aunquenotecogerádesorpresa,porqueyatelohabrán

dichobastante.—Pues,paraqueveas:niporahítepudras.—Nolocreo.Hoy,porlomenos,algunaflortehanechado.—Lasqueacabasdeecharmetú.Loquemediceesquesoymuyinteligente.Ya

metienefastidiadadeoírselo.Avecesmedanganasdenoestudiarlaslecciones,aversiasícambiaeltono.Pero¿quétantomeves,chica?

—Elcamisón,quetequedamuybien.—Contusfavores.Peronotecreasquenoséloqueestáspensando.EnseguidacuentalodelosdibujosdeSantos,yambasríendurantelargoratodel

«garrufíoque teníaenel cuello lamuñecaqueélpintó».Luego,Genovevabaja lavista,tamborileaconlosdedossobrelamesayalcabodeunratodice:

—Quéafortunadaeres,apesardetodo.—¡Hum!—haceMarisela—.¡Cuidado,pues!—¿Cuidadodequé?—Túsabesloquequierodecirte.—Yo,¿quévoyasaber,mujer?—Noseashipócrita.Confiésame.Tútambiénestásenamoradadeél.—¡Enamoradadeldoctorunapercusiacomoyo!—exclamaGenoveva—.¿Estás

loca,mujer?Esunmozomuysimpático,peronosehahecholamielparaelburro.YMarisela, preguntando lo que le handicho, sólopor el placer dedecirlo ella

también:—¿Verdadqueesmuysimpático?Peroinvoluntariamentesuspalabrashantenidolaentonaciónconquesehabladel

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bienimposible,yaloírse,adviertequeellatambiénsehaestadohaciendoilusiones,puestodo,menosamor,podíarevelarlaconductadeSantosparaconella:severidaddepadreomaestro,cuandoledabaconsejosolehacíaadvertencias,ocamaraderíade hermano mayor cuando estaba de humor chancero, y si a veces, por quedarsemirándoloellaensilencio,éltambiéncallabaylamirabaalosojos,lasonrisaquesedibujabaensurostroteníatalairedesuperioridad,queladulcezozobradeamorseleconvertía a ella en vergüenza. Además, y especialmente durante aquellos últimosdías, Santos no hablaba en la mesa sino de sus amigas de Caracas, ya no paraproponérselascomoejemplos, sinoparadeleitarse recordándolas, sobre todoauna,Luisana Lujan, cuyo nombre no pronunciaba sin que en seguida no se quedarapensativo.

—Yotambiéndigocomotú,Genoveva:nosehahecholamielparaelburro.Y ahora son dos quienes tamborilean sobre la mesa, mientras las aricas que

revoloteanporallí sevanapoderandode lospanales, a cuyapicantedulzurayanoacudenlosdedosgolosos.

CarraspeaMarisela,disimulandonudosdellanto,yGenovevapregunta:—¿Quétepasa,mujer?—Quemeardelagargantadetantopanalquehecomido.YGenovevaconcluye:—Esomalotienelamieldelasaricas.Esmuydulce,peroabrasacomounfuego.

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Y

VIII.Candelasyretoños

asehabíaescuchado,alláenel fondode lasmudassoledades,el truenoqueanuncialaproximidaddelinvierno;yaestabanpasandohaciaelOccidentelas

rumazonesdenubesquevanacondensarsesobrelaCordillera,dondecomienzanlaslluviasqueluegodesciendenalallanura,yyaestabaelfusilazodelrelámpagoalrasdelhorizonteenlasprimerashorasdelanoche.Elveranoempezabaadespedirseconelcantodelaschicharrasentreloschaparralesresecos,amarilleabanlospastoshastaperderse de vista, y bajo el sol ardoroso se rajaban como fauces sedientas lasterroneras de los esteros. La atmósfera, saturada del humo de las quemas quecomenzaban a propagarse por las sabanas, se inmovilizaba en calmas sofocantesdurante días enteros, y sólo a ratos, como anhelosos resuellos de fiebre, soplabanbrevesráfagasardientes.

Aquella tarde había llegado a su apogeo la modorra de la canícula. Lareverberaciónsolarpoblabadeespejismoslasabana,yenlaabrumadoraquietuddeldesiertosólosemovíalavibracióndelaireenrarecido,cuando,depronto,yatiempoquelospastosseabatieronalsoplodeunarachahuracanada,empezóasucederalgoextraño: bandadas de aves palustres que volaban hacia el sotavento lanzandograznidosdepánico,numerosasyeguadas,resessueltasoenmadrinasquecorríanenla misma dirección, unas, rumbo a los corrales del hato, otras, hacia el horizonteabierto,enprecipitadafuga.

Yaparaabandonarsealsopordelasiestaalasombradelcorredordelanterodelacasa,comoadvirtieseaquelraromovimientodelbestiaje,SantosLuzardosepreguntóenaltavoz:

—¿Porquévendráelganadobuscandoloscorralesaestashoras?Y Carmelito, que ya por dos veces se había acercado hasta allí a explorar la

sabanacomosiesperasealgo,explicó:—Esquehaventeadolacandela.Mire.Porallá,detrásdeaquellapuntademata

vienereventandoelfuego.Poraquídetrásyaseve tambiénlahumareda.TodoesovieneardiendodeMacanillalparaacá.

Ideas rudimentarias, profundamente arraigadas en el hombre de los camposvenezolanos,eimpotenciadelosescasospobladoresdelallanuraantelaenormidaddelastierrasquereclamansusesfuerzos,aconsejanelempleodelfuego,cuandoyase avecinan los primeros aguaceros del año, como único medio eficaz para querenazcanvigorososlospastosagotadosporlasequíayparadestruirelgusanoylosgarrapatalesarruinadoresdelganado,yescostumbre,casiobligacióndesolidaridad,quetodollanerolepeguecandelaalospajonalessecosqueencuentreasupaso,asípertenezcanafincasajenas.

Pero Santos no había permitido que se hicieran tales quemas enAltamira, por

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considerarperjudicialelrudimentarioprocedimientodelfuego,ycontralasopinionesdeAntonioSandovalseempeñóenhacerlaexperienciaderecurriralarotacióndelos rebaños, para acabar con los garrapatales, y de esperar a que los pastos serenovasenporsísoloscuandocomenzaranlaslluvias,paracompararlosresultados,mientras estudiaba la manera de introducir un sistema racional de cultivos de laspraderas.

Debidoaesto,secotodoAltamira,elfuegoteníaquepropagarseconviolencia,y,en efecto, a poco, el rojo anillo se corrió por el horizonte, y cundió en obra demomentosportodoelvastopañodesabana.Loschaparralesoponíanacáyalláunadesesperadaresistencia;peroseprecipitabansobreelloslasllamasgirandoysilbandoenfurecidas, se encrespaban en la refriega, se empenachaban de negras humaredas,resonaba el tiroteo del estallido de los bejucos, y cuando ya aquel núcleo deresistenciahabíadesaparecido,elfuegovictoriosovolvíaacerrarfilasyproseguíaelavance rápido,amenazando rodear lascasas.Éstasnocorríanpeligro,graciasa loscontrafuegosnaturalesdelosmedanalesyparaderosdeganadoquelascircundaban;peroelaireardientequesoplabasobreellassehacíairrespirablepormomentos.

—Parecequeestohubierasidohechodepropósito—observóSantos.—Sí,señor—murmuróCarmelito—.Estascandelascomoquenovienenparaacá

porcuentadeellassolas.Eraelúnicopeónqueestabaporallí.Losdemás, inclusoAntonioSandoval,se

habían ido después del almuerzo a continuar la batida de los caños poblados decaimanes,ysehabíaquedadorondandoentornoalacasa,comosimontaraguardia,porque un veguero, con quien se encontró de camino la noche anterior, le habíacomunicado que, estando en la pulpería de El Miedo, oyó conversar a losMondragonesdealgoqueporallásefraguabacontraAltamiraparaeldíasiguiente.SereservólanoticiaporquequeríadarleaSantos,élsolo,unapruebainequívocadesulealtad.Perosinhacerostentacióndeella.

—Pormuchosqueseanlosquevengandeallá—sehabíadicho—entreeldoctoryyo,élconsurifleyyoconmirecortado,nolosdejaremosacercarse.

PeroahoraacababadecomprenderqueeranaquellascandelasloquedebíavenirdeElMiedo,ysedijo:

—Menosmal,porqueaéstaslasatajanlospeladerosdelasabana.Lasatajaron,enefecto,perocuandorotoenlenguaserrantesporlosmedanalesy

abandonadodelvientoenlacalmadelatardecerseextinguióporfinel incendio,elvastopañodesabanacarbonizado,queseextendíahastaelhorizontebajouncielofuliginoso,eraunpaisajefúnebreiluminadoporunahileradeantorchasagonizantes,allá en Macanillal, donde habían sido plantados los postes para la cerca. Fue larebelión de la llanura, la obra del indómito viento de la tierra ilímite contra lainnovación civilizadora. Ya la había destruido y ahora reposaba como un gigantesatisfecho,resollandoarachas,quelevantabantorbellinosdecenizas.

Pero, al día siguiente y durante varios consecutivos, el incendio reapareció por

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distintospuntos.Lascimarroneras,desalojadasdesusbreñales,seregaronportodaspartes,aumentandoelpeligroaqueseexponíanlossabanerosenelapresuradopiquedelosrebañosparaconducirlosacomederosinaccesiblesalfuego;sedioelcasodequeseatarrillaranhatajosenterosdebestiassalvajesenlahuidacontinua,yelganadomanso que no se alzó al contagio de los cimarrones regresaba por las tardes a loscorrales extenuado y hambriento. Sólo se salvaron del fuego aquellos paños desabana que estaban defendidos por los caños que surcaban la finca; pero costótrabajos inauditos lograr que se refugiara en ellas la hacienda que no se hubieradispersadoporloshatosvecinos.

—Esto es obra de doña Bárbara—afirmaban los peones de Altamira—. Aquínuncasehabíanvistoquemazonescomoésta.

YPajarotepropuso:—Dénospermiso,doctorLuzardo,yunpardecajasdefósforos,queestodolo

quenecesitamosyoymivaleMaríaNievesparapegarle fuegoaElMiedopor loscuatrocostados.

Pero,unavezmás,elenemigodelasrepresaliasreplicó:—No,Pajarote. Procuremos capturar a los culpables si realmente los hay, para

remitírselosalasautoridadesafindequeselesapliqueelcastigoconsiguiente.YhastaLorenzoBarquero,saliéndosedesuhabitualensimismamiento,aconsejó

lasrepresalias:—¿Siesque loshay,dices?¿Dudas todavíadeque todoestonoseaobrade tu

enemiga?¿NoesdelosladosdeElMiedodedondevieneelfuego?—Sí. Pero para hacer una acusación de esa naturaleza necesito estar seguro y

hastaahoranotengosinosimplespresunciones.—¿Acusación?¿Yquiénhadichoquesenecesitaacudiralasautoridades?¿No

eresunLuzardo?HazloquesiemprehicierontodoslosLuzardos:mataatuenemigo.Laleydeestatierraeslabravuraarmada;hazterespetarconella.Mataaesamujerquetehajuradolaguerra.¿Quéesperasparamatarla?

Eralabruscarebelióndelhombre,elrencordelargosañossepultadosdentrodelalma envilecida, algo viril, por fin, brutal; pero con todo, menos innoble, menosabyectoqueaquellarelajacióndeladignidadquelohabíahechoentregarsealalcoholpara olvidar su miseria. Ya esta saludable reacción había comenzado desde losprimerosdíasde suestadaenAltamira,perohastaentoncesno sehabíaatrevidoahacerlamásremotaalusiónadoñaBárbara.Suconversacióngirabaexclusivamentedentrodelosrecuerdosdesuépocadeestudianteyenlaminuciosidadqueponíaenestas evocaciones, citando nombres y señales fisonómicas de sus enemigos deentonces y puntualizando los mínimos detalles de las cosas o sucesos a que serefiriera,seadvertíaciertoangustiosoempeño.Avecesseleibandeprontolasideashaciael temaquenodebíaser tratado;perocortabaa tiempolasfrases,yparaqueSantos no advirtiese la solución de continuidad, se perdía en divagacionesdesconcertantesyencircunloquiosplagadosdecontrasentidos,dandocontodoesto

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laimpresióndequelasideascorrieranporentrelosescombrosdesucerebro,comosombras locas, buscándose y evitándose almismo tiempo.Ahora, por primera vezaludía a la mujer causante de su ruina, y Santos le vio brillar en las pupilas unaferocidaddelirante.

—No es para tanto, Lorenzo —díjole, y en seguida, para desviar el enojosoasunto—:CiertoesqueelfuegovienedeElMiedo,perotambiénesverdadquedealgún modo soy culpable, pues si no me hubiera opuesto a las quemas parcialesestablecidasporlacostumbre,todaslassabanasnohabríanardidoalavez.Elensayode rotación de los pastos ha sido una innovación que había de resultarme cara: lallanurahacampadoporlosfuerosdelarutina.

PeroyaLorenzoBarquero teníaunapasióncuyaenardecedora intensidadpodíasuplirlafaltadellatigazodelalcoholcuandolefallaralavoluntaddereconstruirsuvidayleparpadearalaluzdelainteligencia,produciendoaquelladanzadesombraslocasquesebuscabanyseevitabanalavezporentrelosescombrosdesucerebro,yfueinútilqueSantosseempeñaraendisuadirlodeaquellaideahomicida.

—No.Déjatedefrases.Aquínohaysinodoscaminos,matarosucumbir.Túeresfuerte y animoso y podrías hacerte temible.Mátala y conviértete en el cacique delArauca.LosLuzardosnofueronsinocaciques,ytúnopuedesserotracosa,pormásquequieras.Enestatierranoserespetasinoaquienhamatado.Noletengasgrimaalagloriarojadelhomicida.

Entretanto, enElMiedo, también retoñaban lasviejas raíces.Despuésde aquelfracasadointentodereconstruccióndesuvida,latardedelaentrevistaconLuzardo,doñaBárbarahabíapasadodíasdehumorsombrío,entregadaamaquinarvenganzasterribles,ynochesenterasenelcuartodelasconferenciascon«elSocio»;perocomoéstenoacudieraalconjuro,suirascibilidaderatal,quenadieseatrevíaaacercársele.

InterpretandoestocomosignodeunaguerradefinitivamentedeclaradaaSantosLuzardo,BalbinoPaibafraguóelplandelasquemasdeAltamirapararecuperarlosperdidos favores de la amante, anticipándose a los designios que le atribuía, yencargó la ejecución a losMondragones supervivientes, que otra vez habitaban lacasa deMacanillal y eran las únicas personas que enElMiedo obedecían órdenessuyas;perocomomantuvoensecretosuiniciativaporaquellodel«Dioslibreaquiense atreva contra SantosLuzardo», doñaBárbara, a su vez, interpretó los incendiosque asolaban Altamira como obra de los «poderes» que la asistían, puesto que ladestruccióndelacercaconqueLuzardopretendíaponerlelimitesasusdesmanesnohabíasido realizacióndeundeseosuyo,yseapaciguócon laconfianzadequeasícaerían,asudebidotiempo,lasotrasvallasquelaseparabandelhombredeseado,yque,cuandoellaloquisiese,éseiríaaentregárseleconsuspasoscontados.

Realmente,parecíacomosiunainfluenciamalignareinaraenAltamira.Despuésdelaafanosabregadeldía,picandolosganadossedientosparaacostumbrarlosalosbebederos que no se hubieran secado, exponiendo la vida entre las cimarronerasesparcidas, aúnhabíaqueestar alertapor lasnoches contra el ataquede los zorrosrabiososquerecorríanenmanadaslassabanasysemetíanenlascasas,ycontralas

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serpientes,que también las invadíanhuyendodel fuego.Ycomosi todoesto fuesepoco,alentraren lacasa, tenerquesoportareldesagradableespectáculoqueahoradabaLorenzoBarquero,consu rencor impotente,vibrándoleen lavoz trabajosa,yconsuempeñodequeél se lanzaraporelcaminode—las represaliascontradoñaBárbara,paraquepusierasubrazoalserviciodeldeseovengativoqueahoralehervíaenelpecho.

Finalmente, y para colmo,Marisela. Despechos de su ilusionado amor estabanconvirtiéndolaenunacriaturadesagradable.Ensulenguajehabíanreaparecidotodaslas exclamaciones vulgares y las palabras incorrectamente pronunciadas, que tantotrabajohabíacostadohacérselasabandonar,yeraunchaparróndegruñidossoltadosdepropósitoencuantoabría labocapararesponderaalgoqueél lepreguntara,unplanpremeditadodehacertodoloquepudiesedesagradarle,unmalhumorperenneyunchocantereplicarencuantoélinsinuabaalgunaadvertencia.

—¿Yporquénomedejadirotravueltaparamimonte,pues?Pero,entretanto,seguíanpasandolasrumazonesdenubes,cadavezmásespesas,

seibahaciendomásfrecuenteelfusilazodelrelámpagonocturnoalrasdelhorizonte,y todas las madrugadas se las pasaba cantando el carrao, que anuncia la estaciónlluviosa.

Observandolasseñalesdeltiempo,dijoporfinAntonio:—YaestálloviendoenlaCordillera.Ahoritacambiaelrelámpagoynotardaen

venirelbarinés.Enefecto,aldíasiguiente,despuésdeunacalmasofocante,empezóasoplarel

desagradablevientoquebajadelaltollanobarinés,anunciosegurodelaentradadeaguas. Cambió el relámpago, se oyó el mugido del trueno hacia el bajo Apure, ypronto empezaron a verse plumas de aguaceros lejanos que corrían por la sabana,allá, hacia elCunaviche, donde se iban condensando y convirtiendo en chubascos,acompañados de violentas tempestades. Nubarrones plomizos cubrían de unmomento a otro todo el cielo, un viento huracanado los abatía sobre la sabana, sedesgajabaentreelloselárboldelrayoconuncontinuadoestruendoensordecedor,yenobradeinstantes,todalasabanasellenabadecharcas.

Yundíaamaneciótodaverde.—No haymal que por bien no venga—dijoAntonio—. Las candelas dejaron

nuevecitaaAltamira.Ahoraretornaránlospastosconfuerza,porque,dígaseloquesequiera,paraesonohaycomolasquemas,ycuandoempiecelavaqueríageneral,todoestoestarácuajaditodehacienda,porquelapropiavolveráasuscomederos,ylaajenavendráapagarlasresesquemataronlascandelas.

Volvieron las cimarroneras a sus acostumbrados refugios; lasgreyesmansas, alsosegadoerrarporsuscomederoshabituales,ylasyeguadas,alosalegresretozosdesus rochelas. Volvió el cuatro a las manos de los peones, por las noches, bajo elcaney,yMarisela,alosbuenosmodalesyalasleccionesbajolalámparadelasala.

Ytodofuecomolosretoñosdespuésdelascandelas.

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Y

IX.Lasveladasdelavaquería

a era tiempo de proceder a la vaquería general de entrada de aguas. Lacostumbre,creadaporfaltadelímitescercadosyconsagradapor las leyesde

llano,establecequeloshatoscolindantestrabajasenlahaciendaencomunidadunaodosvecesalaño.Consistenestasfaenasenunabatidadetodalaregiónpararecogerlosrebañosesparcidosporellayprocederalahierradeorejanos,ysevanhaciendoporturnoenlasdistintasfincas,bajoladireccióndeunjefedevaquerías,queseeligepreviamenteenunaasambleacompuestaporlasdistintasagrupacionesdevaqueros.Duranvariosdíasconsecutivos,yconstituyenverdaderos torneosde llanerías,puescada hato se esmera en enviar a aquél donde se haga la batida sus peones másdiestros,yellosllevansusbestiasmásvaqueras,ostentandosusmejoresaperosyseesfuerzanenlucirtodassushabilidadesdecentauros.

Empezabanamenudearlosgallos,cuandocomenzóenAltamiraelbulliciodelospreparativos.Pasabandetreintalospeonesconquecontabaahoraelhato,y,además,estabanallíotrosvaquerosdeJoberoPandoyElAveMaría.

Ensillabandeprisa,pueshabíaquecaerlealganadoensusdormiderosantesqueempezara a disgregarse, y, entretanto, se reclamaba a gritos los trebejos que noencontrabanamano.

—¡Mimandador! ¿Dónde está que no lo encuentro?Vaya soltándolo el que lotenga porque esmuy conocido: tiene una jachuela en la punta, y si se la pican, loconozcoporelcortao.

—¿Quéhubodelcafecito?—voceabaPajarote—.Yaeldíavienerompiendoporlapunta,ynosotrostodavíadandovueltasporaquí.

Yasucaballo,mientrasleapretabalacincha:—Vamosaver,castaño—lucero,cómoteportashoy.Misogaestámástiesaque

peloenegro;perono la engraso,porque lanarizdeun salencoviejoquevamosaaspearentre losdosencuanto rompael levante,me lavaadejar suavecita,quenipeloeblanco.

—Apuren, muchachos —reclamaba Antonio—. Y los que tengan caballoschucutos,crinejeendeunavez,porquevamosa«legarpicando.

—Ch’acáelcafecito,señoraCasilda—decían,acudiendoalacocina,losqueyahabíanensillado.

Unfuegoalegre,de leñasresinosas,chisporroteabaenel fogónentre lasnegrastopiasquesosteníanlaolla.Cantabadentrodeéstaelhervordelaaromáticainfusión,yenlasmanosdeCasildanodescansabalapichaguaconquelatrasegabaalcoladorde bayeta, pendiente del techo por un alambre, mientras las otras mujeres seocupaban en enjuagar los pocillos y en llenarlos y ofrecérselos a los peonesimpacientes, y durante un rato reinó en la cocina la animación de las frases

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maliciosas,delosrequiebroscrudosypicantesdeloshombres,delasrisasyréplicasdelasmujeres.

Bebido el café —después de lo cual no caería en los estómagos de aquelloshombres,hastalacomidadelatardealregresoalhato,sinoelcachodeaguaturbiayla amarga saliva de lamascada de tabaco—, partió el escuadrón de vaqueros, conSantos Luzardo a la cabeza, alegres, excitados por las perspectivas de la jornadaapasionante, cruzándose chistes y reticenciasmaliciosas, recordándosemutuamentepercancesdeanterioresvaqueríasdondearriesgaronlavidaentrelasastasdeuntorooestuvieronapuntodemorirdespanzurradosbajoelcaballo,estimulándoseunosaotrosconhazañososdesafíos.

—Vamosaverquiénsepegaconmigo—decíaPajarote—.Hehecholaapuestadeaspearveintebichosyosolo,ylasgandumbasseránlaprueba.

***

Reciafuelabregayduróhastaelmediodía.Loslazosnodescansabanenlasmanosde los vaqueros, muchos caballos quedaron muertos y los que no sucumbieron,apenas podían sostenerse sobre sus remos calambreados; pero ya el rodeo estabaparadoyquieto,porquetambiénlasresesestabandespeadasdetantocorretear.Sóloloshombresestabanenterostodavía,derechossobrelasbestiasjadeantes,insensiblesal hambrey a la sed, roncos de gritar, pero aún cantando, alegres, las tonadas queapaciguanelrebaño.

Promediaba la tarde cuandoAntonio dio orden de que se procediera al aparte.MaríaNievespenetróenelrodeogritandoalosnovillosmadrineros,yéstos,queyaconocíanlavozdelcabestreroyestabanacostumbradosalaoperación,salierondelrebañoadetenerseenelsitiodondeseformaríalamadrinadelhato,queeraelprimerlotequeseseparaba.

Ycomosinadahubierasidoaquellareciabregadellevante,todavíaelapartedioocasiónparalucirhabilidadesllaneras,coleandoytumbandolostorosentremadrinaymadrina.

Luegoseprocedióaapartar las resesdeElMiedoydelhatode JoberoPando,formandoasí lasmadrinas llamadasde losvaqueros.Finalmente,comoaparecieranalgunosnovillosyvacasparidasmarcadosconelhierrodelhatodeLaAmareña,quenohabíatomadoparteenlavaqueríaporestarsituadoagrandistanciadeAltamira,BalbinoPaibacomenzóaapartarlos.

SantosLuzardopresenciabalaoperación,sinproferirunapalabra;perocadavezque pasaba una res amareña, lemiraba el hierro y, en seguida, el que ostentaba elcaballoquemontabaPaiba.Ésteseimpacientóalcaboylointerpeló:

—¿Porquécadavezquepasaunbichomelemiraeldoctorelancaalcaballo?—Porqueesecaballohavenidoacorrerporsuhierroynomeparecequeéstesea

elquetienentodoslosbichosqueestáapartandousted.

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Mas al oír sus propias palabras, le parecieron ajenas. Así se habría expresadoAntonioocualquierotrollanerogenuino;asínohablabaelhombredelaciudad.

Balbinotuvoquedarunaexplicación:—EstoyautorizadoparallevarmelasresesdeLaAmareña.Yentoncessíreplicóelhombredelaciudad:—Muéstreme esa autorización, pues mientras no compruebe que procede en

derecho,nopodrásacardeaquíunaresajena.—¿Sepiensaustedquedarconellas,entonces?—No debería darle explicaciones a un insolente como usted—le respondió—.

Pero, sin embargo, se las daré: errando libres por la sabanahan llegadohasta aquíesasreses,yasíseiránhastaLaAmareñasideallánovienenabuscarlas.

—¡Caramba! —exclamó Paiba—. ¿Usted como que piensa cambiar lascostumbresdelLlano?

—Justamente.Esomepropongo.AcabarconciertascostumbresdelLlano.YBalbinoPaibatuvoqueconformarseaqueSantos,despuésdehaberlequitado

elnegocioquepensabahacercon las resesaltamireñas,no lodejaraahora llevarseaquellas otras, que no eran muchas, pero algo le habrían producido, una vez«cachapeados»loshierroscomoélsabíahacerlo.

***

Yavenía entrando en lamanga lamadrinay era elmomentomás emocionante.Elanimalajebravíosearremolinabadentrodelaspalizadas,queseibanestrechandoenembudo hasta caer en la puerta de la majada, acosado por los caballos, quecompartían el ardor del jinete en el dominio de la res, y entre la polvareda quelevantaban loscascosy laspezuñas,yporencimadelestruendodelentrechocardeloscuernos,delosbalidosdelosmautes,delosbramidosdelospadrotes,delpiafaryde las repechadaspujantesde lasbestias, sealzaba lagriteríaensordecedorade losvaqueros.

Atropellaban de cerca, empujando el ganado renuente a entrar en el corral,metiéndoleelancadeloscaballos,sindarleespacioparalasarremetidas,sosteniendoelempujedelasrevueltas,lanzandoelgritoenelesfuerzodelchaparrazo:

—¡Jilloo!Terminó el encierro, corriéndose los tranqueros del corral, quedáronse los

vigilantesentonandosuscoplas,ylosdemássedirigieronalascasasadesensillarybañarsuscaballos.

—¡Te portaste, castaño—lucero! —díjole al suyo Pajarote, palmeándole elpescuezo—.Portubandanopasóniunbichoquenosellevarasumerecido.YesoqueestamañanatellamaronmatalónlosenvidiososdeElMiedo.Yoloquesientoesnohaberpodidodescubrirquiénfueelquelodijo,paracobrárseloentunombre.

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***

La vuelta del trabajo animaba el patio de los caneyes. Al atardecer llegaban losvaqueros en grupos bulliciosos, empezaban a decirse algo entre sí y terminabancantándoloencoplas,puesparacadacosaquesenecesitedecirhayenelLlanounacoplaqueyalotienedichoyloexpresamejor,porquelavidaessimpleydesprovistade novedades, y porque los espíritus son propensos a las formas pintorescas de laimaginación.

Despuésdebañarloscaballosyacomodarlosdondehubierabuenpasto,volvíanalpatio,dondeyaestabaprendidoelfogónylaterneraenlosasadores,exhalandosuapetitosoolor.Enlacocinaseproveíandeunpocode«ajídeleche»,unostopochosyunas yucas sancochadas, y con esto y con la carne asada, de pie o acuclillados entorno al fogón, saciaban el hambrede sus estómagos sobrios, después de nohaberprobadodurantetodoeldíasinolatazadecafédelamadrugada.

Yentreunbocadoyotro,episodiosdelafaena,maliciasyfanfarronadas,eldichohirientedelabromacordialylarespuestaprontayaguda,elpasajedelapintorescavidadelvaqueroydelencaminador,delhombredelosrudostrabajosylasmarchaspacientes,conlacoplaenloslabios.

Luego, mientras allá en torno a los corrales rondan por turnos los veladores,cantandoysilbandocontinuamenteporquetodavíaelganadoestáinquieto,venteandolasabana libre,yunbarajuste repentinopuede llevarse laspalizadas,aquí,bajo loscaneyes,laotraveladabulliciosa:elcuatroylasmaracas,elcorridoyladécima.Lapoesíanaciendo.

GeneralmentesonPajarote yMaríaNieves, éste con el cuatro, y aquél con lasmaracas,quienesimprovisanalternativamente:

CuandoCristovinoalmundofueenuncaballoalazano.Ibaperdiendolavidaporcogerunorejano.CuandoCristovinoalmundofueporelmesdeagosto.¡CómosepondríaeseCristodemaniritoyjojoto!

Yasí,cadacualapoyándoseenunversodelotro,yencadacopla la llanura, lamusaingenuaychispeantedelhombre,encontactoconlanaturaleza,saltaba,enlaagilidad de las réplicas, de lo tierno a lo picaresco, de lo risueño a lo trágico, sinpausasnititubeosmientrashubieracuerdasenelcuatroycapachosenlasmaracas,puessielingenioseagotabaonoveníaprontolaocurrencia,parasalirdelapuroseechabamanodeFlorentino.Florentinoelaraucano,elgrancantadorllaneroquetodolo dijo en coplas, y a quien ni elmismo diablo pudo ganarle la apuesta de a cuál

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improvisabamás,queunanochevinoahacerledisfrazadodecristiano,porqueaquél,cuandoyanolealcanzabalavoz,sobrándoletodavíaelingenio,yfaltandopocoparaque los gallos comenzasen a menudear, le nombró en una copla las Tres DivinasPersonasylohizovolverseasusinfiernosdecabezaconmaracasytodo.

YloscuentosdePajarote.—Candela fea la que vi una noche navegando por el Meta. Asina, sobre un

ribazo,miramosdeprontounasluces,ycreyendoqueerancasas,nosacercamosalaorilla a ver si se encontraba algo que comer, porque se nos había acabado elbastimento,yelhambrenosllevabatrozados.Elribazoeraunmédano,ylasluces,¿qué creen ustedes que eran? Un solo rollo como de mil culebras —¡Ave MaríaPurísima!— que se estaban restregando unas contra otras en el arenal. Era ansinacomocuandosefrotaunfósforoentrelosdedos.

—Noseaponderativo,vale—díceleMaríaNieves.—¡Ah,caramba!¡Esqueustednohavistonada,indio!Métaseporesosríospara

queveacosasraras.Esoeslomismoqueelpasajequeleshecontadootrasveces,decuandoestuvetrabajandoenlapescadelatortugaenelOrinoco.

—¿Cómoeseso?—preguntóunodelospeonesnuevos.—¡Guá!Que un día del año, ahora no recuerdo cuál, al punto demedianoche,

pasaunviejitoenunacuriara,íngrimoysolo,ysinquenadiehayapodidodescubrirtodavíaquiénesnidedóndesale.AlgunosdicenqueesNuestroSeñorJesucristoenpersona.Lociertoesqueseparaenunapuntadeplayaypegaunleco,quelooyentodaslastortugasdelOrinoco,desdelascabeceras,allámásarribadelRoraima,hastalasBocas.Esaeslaseñalqueesperanlastortugasparasaliraponersushuevosenlaarena de las playas. Ahí mismito se empieza a oír el trueno de los millones decarapachostropezandounoscontraotros.Yesaestambiénlaseñalqueesperanlosquesabenparasaliracazarlasmansitas.

Yantesdequeserompieseenrisaselmomentáneosilenciodelacredulidad:—¿Y lo del Dorado que vieron los españoles? Yo también lo he mirado. Ese

resplandor que algunas noches se distingue desde aquí, por los lados donde cae elMeta.

—Ésassonquemazonesdelasabana.Pajarote.—No, señor, vale Antonio. Yo le aseguro a usted que ese es el Dorado que

mentanesoslibrosqueustedmeleyóunavez.SobreelMetaseveclaritoygrande,comounaciudaddeoro.

—EstePajarotelohamiradotodo—comentauno,ylosdemássueltanlarisa.—¿Cómo fue, vale, que se salvó usted de que lo fusilaran?—preguntaMaría

Nieves.—¡Éseesbueno!—exclamanlosqueconocenelcacho—.Échalo,Pajarote,que

aquíhaymuchosquenotelohanoído.—Pues que habíamos caído en manos de los revolucionarios del Gobierno, y

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como nosotros les habíamos dado mucho que hacer en dondequiera que nos lostropezábamos—yPajarotecargalafama—,amímehabíancolgadolasmíasylasajenas, y ya estaba resuelto queme iban a fusilar. Eso fue cerca de las bocas delApure, y estaba el río demonte amonte. La gente queme cargaba preso se llegóhastalaorillaparaquebebieranlasbestias.Todosíbamoscubiertosdebarrohastalasnarices,yal capitánde lacompañía ledieronganasdebañarse;peroen laorillita,porque no era bueno de aguas. Seme ocurriómi idea y dije, demodo que élmeescuchara:

«—¡Ah,capitán,paratenerbríos!Yoenelpellejodeélnomeestaríabañandoahítantranquilo,conlacaimanadaquehayeneserío.»

Meoyóelhombre,ycomocuandounoempiezaahacerladiligenciaparasalirdeun mal paso, ahí mismo está Dios haciéndose cargo de lo demás, se le ocurriótambiénalcapitánsuidea,quenoeramuybendita,ymepreguntó:

«—¿Yustednoesllanero,pues?»«—Sí,señor,micapitán—lerespondímansito—.Llanerosoy,perodeacaballo,

quenoes lamismacosa.Amíbúsquemeusteden la tierra,peroenelaguanomeencontraránuncanienlaorillita.»

Melocreyóelhombre,porqueestabadeDiosqueasísucediera,yparadivertirseconmigooparanotenerquepasarelmalratodefusilarme,mandóquemequitaranelcabodesogaconquemeteníanamarradoymeecharanalaguaparaquemebañara,diciéndome:

«—Acérquese,amigo,paraquese lave laspatas,novayamañanaaensuciarelCielocuandoSanPedrolomandepasaradelante.»

Lossoldadosecharonareírse,yyomedije:«—Tesalvaste,Pajarote.»Yseguíhaciendomipapel:«—¡No, mi capitán! ¡Por vía suyita! Yo prefiero que me fusilen, si esa es mi

suerte,antesquemorircomidoporuncaimán.»Peroéllesgritóalossoldados:«—Echenalaguaesecobarde.»Ymezumbaronalríoparaquemeahogara.EsofuedelladodealládelApure.

Hicecomosimehubieraidodecabeza...Pajarotedejaensuspensoelcuento,yunodelauditorioreclama:—¿Quéhubo,pues,vale?¿Vaadejarelcachosinpunta?—¿Peronomeestáviendodelladodeacá?Vineasacarlacabezaenlaotraorilla

y lesgrité:«Nodejendehacermepasarunsustocomoésteotrodía.»Mehicieronqué sé yo cuantos tiros; pero, ¿quién alcanza aPajarote, cuando es hora de decir:«¡Pata!,¿paquétequiero?»

—¿Ytú,porquéestabasalzado?—preguntaCarmelito.—Pordescansardelabregaconlacimarronerayporqueyalastotumasestaban

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llenasdetantapazquehabíahabido,yerahoraderepartirloscentavos.Las totumas, es decir, la hucha del llanero. A propósito de la guerra y de la

distribucióndelariqueza,Pajaroteteníaideasmuyllaneras.

***

Sábadoporlanoche.Veladadeamanecerbailando.Sedesocupóelcaneysillero,seabrióyseregóconvenientementeelpiso,yencadahorcónsepusouncandil.Yaseestabanfriendoloschicharrones,yCasilda teníapreparadoselcaratodeacupeyeldulce de ciruelas. Había, además, un cuarterón de aguardiente. Ya había llegadoRamónNolasco,eldeLasPinas,queeraelmejorarpistadetodoelcajóndelArauca;demaraqueroycantadorsetrajoaltuertoAmbrosio,quedespuésdeFlorentinoeraelimprovisadormáscompetentequeporallíseconocía.

Llegaron las alegres cabalgatas demuchachas del paso delAlgarrobo, delAveMaría y de Jobero Pando. Los bancos, colocados al hilo de la horconadura delespaciosocaney,nodieronabastoparaelmujerío.

Mariselahaceloshonoresdelacasa.Vayvienedeaquíparaallá.Todastienenalgoquedecirleytodasselodicenaloído.Ellasesonroja,sueltalarisa,yreplica:

—¿Perodedóndesacanustedeseso?Ydegrupoengrupovarecogiendobromasylisonjas.—¿Deveras?—insisteGenoveva—.¿Nada?—Nada.Yahoramenosquenunca.Enestosdíassehapuestomuyantipático.—Nopuedocreértelo.Conlobonitaqueestás.—Yatecontaré.Yaelarpistaestáafinando,yeltuertoAmbrosiolehadadodosotressacudidasa

lasmaracas.—¡Oiga,compañero!—exclamaPajarote—.Esehombreesunanovedadconlos

capachos.—¿Yquémedicesdelarpa?¡Escuchacómocantanesasprimas!RamónNolascolehaceunaseñaalmaraquero.Éstetose,paraaclararseelpecho,

escupeporelcolmilloy:—AhívaelsondelaChipola—anuncia.Y rompea cantar, a tiempoque loshombres seprecipitan a losbancos a sacar

parejas:

Chipolita,dameelsenoqueyomequieroensená.Antesqueotroseacomodeyomequieroacomodá.

Ycomienza el joropo, con un paso animado que hace revolar las faldas de las

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mujeres.SóloMariselasehaquedadosentada.Santos,queeraelúnicoquepodíasacarla,

porquea tantonoseatrevían lospeones,ni se lehaacercadosiquiera.Él tampocobaila.

Cantan lasprimasentreel roncogemidode losbordones,y lasobscurasmanosdel arpista al recorrer las cuerdas, son como dos negras arañas que tejenpersiguiéndose.Pocoapocoelgolpesevaasentandoenunacadenciamelancólicademúsicavoluptuosa.Losbailadoresnosemuevendeunpalmodetierra,marcandoelcompás con la cintura. El chischear de las maracas milagrosas tiene pausas deangustiayunavezyotravezelcantadorinsiste:

SielSantoPadresupieralarevueltadeChipola,sequitaríaelbalandrán,dejaríalaiglesiasola.

Eselanunciodela«revuelta»queyaestápreparandoelarpista.Porfin,losdedosvirtuosos saltan de las primas a los bordones, y de éstos a aquéllas, los bailadoreslanzanungritodeplacersatisfecho,yeljoropovuelvealmovimientoprimitivo.Latierraretumbabajoelescobilleadofrenético,y lasparejas,sueltasenlasfiguras,sepersiguenporentrelaconfusión.Seenlazandenuevoyotravezrevuelvenlasfaldasenlosgirosfinalesdelgolpe.

Lasmujeresa losbancos,y loshombresalcuarteróndeaguardiente.Labebidaaumentalaanimación,yPajarotepide:

—Elsondelzamuro.RamónNolasco.Yavaavercosabuena,doctor. ¡SeñoraCasilda! ¿Dónde está la señoraCasilda?Venga acá.Hágase lamuerta para que laconcurrenciaveacómoestezamurolecomelosplazos.

Eraelsondelzamuro—unodelosmuchosquellevannombresdeanimales—unbaile con pantomima, que se toca cuando hay algún gracioso que quiere hacer dehazmerreír.Consiste lapantomimaen imitar,alcompásde lamúsica, losgrotescosmovimientos que hace el zamuro antes de lanzarse al festín que le depara la resmuerta en la sabana.Pajarote tenía fama de ser el mejor bailador de zamuros detodosaquelloscontornos,y,enefecto,loayudabamucholocanilludoydesgalichadoqueera.EncuantoaCasilda,queenlapantomimahacíaelpapeldemuerto,era laúnica pareja que para ello podía prestarse. Siempre dispuesta a secundar lashumoradasdePajarote, no había baile donde ellos estuvierany no se tocara aquelgolpe.

Lesdespejaronelcaney,yelarpistarompióelson:

ZamurosdelabarrosadelalcornocaldeAbajo.Ahoraverán,señores,

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aldiablopasatrabajo.ZamurosdelabarrosadelalcornocaldelFrío.Albriciaspido,señores,queyaFlorentinoesmío.

Eran las coplas del legendario desafío entre el diablo y el famoso cantadoraraucano.

Plantada en el centro del caney, rígido el cuerpo y cerrados los ojos, Casildallevabaelcompásconmovimientosdeloshombros,mientrasPajarotelebailabaentornocongrotescosmovimientosdelosbrazosygrandeszancadas,queimitabanelbatirdealasylossaltosrecelososdelaveinmundaalrededordelacarroña.

Losespectadoressedesternillabanderisa;peroSantosnosedivertíayalcabodeunratodijo:

—Basta,Pajarote.Yanoshashechoreírbastante.Elarpistacambiódeson,yelbailecontinuó.OtravezMariselasehabíaquedado

sentada.Santosoíaelcuento,queleechabaAntonio,deciertafamosaocurrenciadePajarote, y éste se había acercado a ellos, cuando de pronto, irrumpió Marisela,proponiéndole:

—¿Quierebailarconmigo,Pajarote?—Muerto, ¿quieresmisa?—exclamó el peón, amanera de respuesta; pero, en

seguida,alamiradadeAntonio,agregó—:Esomequedagrande,niñaMarisela.—Baila—díjoleSantos—.Bailaconella.Mariselasemordióloslabios,yPajaroteselallevóentrelosbrazos,gritándole

depasoalarpista:—Apréciese,RamónNolasco,ysacudabienloscapachos,tuertoAmbrosio,que

deorodebieranser.AquívaPajaroteconlaflordeAltamira,sintenérselomerecido.¡Abrancampo,muchachos,abrancampo!

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G

X.Lapasiónsinnombre

enoveva.¡Chica!¡Loquesemehaocurrido!—¿Qué,mujerdeDios?

—Venparacontarte.Allí, juntoalpalenque,dondenadienosoiga.Tócame lasmanos,óyemeelcorazón.

—¡Ah!Yasé:quetehadichoporfin..—No.Niunapalabra.¡Telojuro!Fuiyoquienmeledeclaré.—¡Mujer!¿Losvenadoscorriendodetrásdelosperros?—Lohicesinpensarlo,óyeme.Yoestabamuybravaconélporquenomesacaba

abailar.—Y para darle celos fuiste a convidar a Pajarote. Sí. Todas nos fijamos. Y

despuéseldoctorlepidióunapalomitaaPajaroteybailócontigo.—Pero,déjamecontártelo.Yoestabamuybrava,comotedigo,tanbravaquese

mesalíanlaslágrimas.Depronto,élsemequedaviendo,yyo,paradisimular,paraquenofueraacreerqueestabaresentida,mesonreí.Peronocomoqueríasonreírme.¿Comprendes?

—Sí.Yamefigurocómotesonreirías.—Pues, bien. ¿Sabes lo que se me ocurrió entonces para remediar la cosa?

Echarlaaperdermásdeloqueyaestaba:meloquedémirandoyledije:¡Antipático!Sesonrojayagrega:—¿Quéteparece,chica?¿Hasvistomujermáslisaqueyo?La exclamación revela ingenuidad; pero a Genoveva le ha cruzado por el

pensamientootraidea.—¡Cómonovayaaresultarloquedicemitaita!«Quienloheredanolohurta.»—¿Qué te pasa,Genoveva? ¿Por qué te has quedadopensativa? ¿Crees quehe

hechomal?—No,chica.Esperabaquemesiguierascontando.—¿Quémás?¿Teparecepoco?¡Siselohabíadichotodoconesasolapalabra!—¿Yél,locomprenderíaasí?—Condecirtequeperdióelcompás,él,quetienetantooídoparaelbaile.Nome

respondióunapalabra,novolvióamirarmelosojos..Esdecir:yonosésivolvióamirarme,porquedespuésdeaquellonomeatrevíaalevantarmáslosmíos.

Vuelve a quedarse pensativa Genoveva. Marisela guarda silencio también,mientrassusmiradassehundenen lasclaras lejaníasde lasabana,dormidabajoelfulgorlunar.Depronto,palmeteayexclama:

—¡Se lo dije! ¡Se lo dije todo!Ya pormí no será.A tiempo queGenoveva le

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pregunta:—¿Yahora,Marisela?—¿Ahoraqué?—inquiere,comosinoentendiera,y,enseguida—:¡Pero,chica!

¿Quéibaahaceryo?Ponteenmicaso:todoeldíaheestadoconlailusióndeestebaile,pensando:hoymedice.Además,ya te repito: semeescapósinquererlo.Túmisma tienes la culpa, pues cada vez que nos encontramos me preguntabas:«¿Todavíanotehadicho?»Y,últimamente,túloqueestásescelosa.

—No,Marisela.Esqueestoypensandoenti.—¿Conesacaratanpreocupada,cuandoyoestoytancontenta?Pajarote,queveníaenbuscadeGenoveva,porqueyahabíancomenzadoatocar

lapiezaquebailaríaconella,interrumpiólaconfidencia.Mariselasequedójuntoalpalenqueesperandoaquetambiénviniesenainvitarla;

perocomonovenían,laspalabrasdeGenovevaaprovecharonlaocasión.—¿Yahora,Marisela?¿Creesquetodopuedeseguircomovenía,despuésdelo

queha sucedido?¿Te imaginasquehas resuelto la situaciónconhaberte lanzadoadecir lo que no se atrevían a declararte? ¿No ves que, por el contrario, la hascomplicado?¿ConquécaratelepresentarásmañanaaSantossiestanochemismanoseteacercaélaconfesartequeteama?

«Ynoviene.Novendráentodalanoche.¡Quéchascotehasllevado!Ytodoporno saber disimular lo que sientes. Imagínate lo quehabrá pensadode ti.Él que estan..,¡antipático!»

—Yaséquelosoy.Yamelohasdichootravez.—¡Ah!¿Estabaustedahí?—Sí.Aquíestoy.¿Nomeves?—¿Porquévieneenpuntadepieaoírloqueunaestépensando?—Ni he venido así, ni tampoco tengo el don de oír lo que los demás piensen.

Ahora,cuandosepiensaenaltavoz,secorreelriesgodequelosdemásseenteren.—Yonohedichonada.—Puesentonces,yotampocoheoído.Pausa. Pero ¿hasta cuándo irá a estar callado? ¿No parecía tímido? ¿Será

necesariosacarlelaspalabras?—Bueno.—¿Qué?—Nada.—Puesnada—ysesonríe.—¿Dequéseríe?—Denada—ysigueriendo.—¡Guá!Seráloco,pues.—Dicenquelaslunasllanerasperturbaneljuicio.

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—Alláusted.Yoelmíolotengomuysano.—Sinembargo,esodeenamorarsedePajarote,asísinreflexionar,nodejadeser

unalocura.BienestáPajaroteparaloquees;masparanoviotuyo...—¡Guá!¿Yporquéno,pues?¿Noerayounbichodelmontecuandoustedme

recogió?«Paquienessupae,buenaestásumae»,comodiceeldicho.—Ya sabía yo que esta noche sería de guás y de refranes vulgares; pero se te

descubreala leguaquelohacesdepropósito.Demodoque,siquieresengañarme,inventaalgomásingenioso.

—¿YustedporquénohainventadotambiénalgomásingeniosoqueesodequeyoestéenamoradadePajarote?Ahorasoyyoquienseríe.¡Ladiscípulacogiéndolelascaídasalmaestro!

—Nodigas«caídas».—Losgazapos,pues...¿Estámaldichotambién?...—No—respondióél,ysequedacontemplándola,yluegolepregunta:—¿Hasterminadodereírte?—Porahorasí.Digaotracosa,deesastaningeniosasqueaustedseleocurren,a

versimevuelvenlasganas.Diga,porejemplo,quehavenidoapararseaquí,juntoalpalenque, a pensar en una de esas amigas que dejó en Caracas, que no erapropiamenteamiga,sinonovia.

—Puessivasareírtedemí...—Aunquenolodiga.Yameestoyriendootravez.¿Nooye?—Sigue.Sigue.Meagradaturisa.—Puesentoncesmepongoseriaotravez.Yonosoymonodenadie.—Yyomeacercomásatiytepregunto:¿Mequieres,Marisela?—¡Teidolatro,antipático!PeroestonosucediósinoenlaimaginacióndeMarisela.Quizáshabríasucedido

realmente, si Santos se hubiera acercado al palenque; mas no apareció por todoaquello.

—Pero¿quiénhadichoqueseanecesarioqueélsemedeclare?¿Nopuedoseguirqueriéndolopormicuenta?¿Yporquéhadellamarseamorelcariñoqueletengo?¿Cariño? No, Marisela. Cariño se le puede tener a todo el mundo y a muchaspersonasalavez.¿Adoración?...Pero¿porquérazóntodaslascosasdebendetenerunnombre?

Yenlacomplicadasimplicidaddesuespírituasíquedóresueltaladificultad.Porlodemás,podíaserelamordeMariselaalgoqueestuvieraaigualdistancia

delosimple,material,delapetito,comodelosimple,espiritual,delaadoración.Lavida, inclinándolo a uno u otro lado, determinaría la forma futura; pero en aquelpuntodeequilibrioentrelarealidadyelsueñoeratodavíalapasiónsinnombre.

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L

XI.Solucionesimaginarias

o extraño fue que a Santos Luzardo también se le ocurrieron solucionesimaginarias.

Con la fría imparcialidad de que se revestía para analizar sentimientos suyos ysituaciones difíciles que de ellos dependiesen, se planteó el caso, sentándose alescritorio,despejándolodelabarahúndadepapelesylibrosquesobreélhabíadejadopocoantes,poniéndolosenorden,unosobreotroyseparadoséstosdeaquéllos,comosi se tratase de distinguir y analizar lo que eran y contenían, libros de derecho ypapelesdelacontabilidaddelhato,yapoyandolasmanossobreunosyotros,cualsinecesitaraexteriorizaryconvertirencosas inertes lossentimientossobre loscualeseramenesterreflexionar,dijo,mirandoloqueteníabajolaizquierda:

—QueMariselasehaenamoradodemíesevidente,yperdónesemelavanidad.Eralógicoqueasísucediera:«losaños,laocasión»...Esbonita,unverdaderotipodebellezacriolla,simpática,interesantecomoalma,compañerarisueña,ysindudaútilpara un hombre que haya de llevar indefinidamente esta vida de soledad y deasperezas entre peones y ganados. Hacendosa, valiente para afrontar situacionesdifíciles.Pero...¡Peroestonopuedeser!

Ymovió lamano sobre el papel comoparaborrar loque allí estuviese escrito.Luego,asentandomásladiestrasobreloslibros:

—Aquínohaynadamássinounasimpatía,muynatural,yeldeseodesinteresadodesalvarunapobremuchachacondenadaaunatristesuerte.Acaso,cuandomás,unanecesidad, puramente espiritual, de compañero femenino. Pero si esto puede darorigenmástardeacomplicacionessentimentales,loprudenteesponerleremedioenseguida.

Retirólasmanosdelibrosypapeles,yreclinándoseenelasiento,conlacabezaechadahaciaatrás,prosiguiósumonólogomental:

—Mariselanodebecontinuarencasa.Claroquevolveralranchodelpalmar,niporunmomento.Sería entregárselaamísterDanger. ¿Si eseparde tíasviejasquetengoenSanFranciscoconsintieranenrecibirla?Mariselalesseríamuyútil,yellas,en cambio, le harían un gran favor. Acabarían de educarla, completarían la obraemprendidapormí, con esos toquesque aun almademujer sólomanosdemujerpuedendarle: esa ternuraque le falta, ese fondodel corazónhastadondeyonohepodidollegar.EncuantoaLorenzo,claroestáquenovoyaexigirleamistíasquelorecibantambién.Sequedaráaquí,conmigo.Yaquemeloheechadoencima,conéltengo que cargar hasta el fin. Que no estará muy distante, por lo demás. Por esotambién hay que ir buscándole soluciones al problema deMarisela.VivoLorenzo,aunqueseametidodentrodeesecuartodedondeyanoquieresalirniparasentarsealamesa, laconvivenciadeMariselaconmigoestájustificada;peromuertoelpadre,

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lascosascambiarándeaspecto.Además,Mariselaseráparamíunaimpedimentaquenomedejarádisponerdemividalibremente.Siresuelvo,porejemplo,regresarmeaCaracas o irme a Europa, como antes lo pensaba y ya vuelve a ocurrírseme pormomentos, ¿qué hago conMarisela? Abandonarla así como así no sería humano.Hasta cierto punto, yo he contraído un deber moral al emprender la obra de sueducación,hecambiadoeldestinodeunalma.EllaeralapresaqueyamísterDangerhabíaelegido,ypor esecamino ibaa seguir lospasosde lamadre. ¿Voyadecirleahora:revuélvete,siguepordondeibas?

Enciendeelcigarrillo.Gratoespensarmirandodesvanecerseelhumoenelaire,sobre todo cuando los pensamientos se van desvaneciendo a medida que sonformulados.

—¡Nada!LaúnicasoluciónesquelastíasconsientanenrecibiraMarisela.Peroanteshayqueprepararelterreno.Yameimaginolaexclamaciónalterminarlacarta:«¡UnahijadelaDañeraencasa!»Explicarleselcasoypersuadirlasdequepuedenrecibirlasinescrúpulosdeconciencianitemordemaleficios.

Tiraelcigarrillo,quehadadodeprontounhumoamargo,yconmovimientosdeatenciónausentedeellosseponeaarreglarlospapelesdemodoquenosobresalganunodelotro,mientrassedice,yanomentalmente,sinoconpalabrasemitidas:

—Pero,para ir aSanFranciscoesnecesario esperar aque termine lavaquería.Por ahora no puedomoverme de aquí. Entretanto, si a la casa deElBruscal se lepudieranhacerreparaciones,allípodríavivirLorenzoconsuhija.

Llama:—¡Antonio!—Antonionoestáporaquí—respondeporalláMarisela.Y—¡cosaextraña!—elproblemahadesaparecidodepronto,oporlomenos,la

necesidadapremiantederesolverloenseguida.¿Acaso, con lo que había descubierto la noche anterior, al sacar a Marisela a

bailar,habíancambiadorealmentelascosas?¿Laingenuidadmismadeaquellatácitaconfesión de amor que ella hiciera al decirle «¡antipático!» no le daba al amor deMarisela un carácter especial, cierta diafanidad de sentimientos infantiles, ante loscualesresultabandesproporcionadossusescrúpulos?

Quizá,también,laclaravozquelehabíarespondidoporalládentro,hízolepensarinvoluntariamenteendíasveniderosdecasasolaysilenciosa.

Estooaquello,oambascosasalavez,lociertofuequeSantosLuzardoconcluyóasísusreflexiones:

—¡Hombre!Bienestáquemeocupeenbuscarleunasoluciónalproblema,perono con tanta prisa. Un poco más, y resulto tan timorato como mis tías. ¿Quéinconveniente hay en que Marisela viva bajo el mismo techo que yo, próxima ylejana, comohasta ahorahavivido?Hasta ciertopunto esto le añadiríaun encantomayoralavida:unamorquenoexijasinolamutuaconcienciadequeexiste,quenocambielascosasniéltampocopuedasermodificadoporellas.Algosuficienteporsí

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solo,quenonecesiteconvertirsenienpalabrasnienobras.Algoasícomolamonedade oro del avaro, que es quizá el más idealista de los hombres. La riqueza todasueños,laseguridaddequenuncasecompraráconellaunadesilusión.

***

Pero, en la realidad, cuando no se tiene el alma sencilla, como la deMarisela, odemasiado complicada, como no la tenía SantosLuzardo, las soluciones deben sersiempre positivas.De lo contrario, acontece como le aconteció a él, que perdió eldominiodesussentimientosyseconvirtióenjuguetedeimpulsoscontradictorios.

—¿PróximaylejanaMarisela?Cadavezmáspróxima,hastaelpuntodequeyanohabíamaneradeestardentrodeaquellacasasinsentirsupresencia.¿Estáen lacocina,preparándolelacomidacomoaélleagrada?Perodesdeaquíseleoyelavozolarisaolacopla.¿Sehaquedadoensilenciolacasa,ylamiradasefijaenunsitiocualquiera?Escasiseguroqueporallícercaestéunaflorqueellahapuesto.Vasasentarte y tienes que quitar el libro o la labor que dejó en la silla. Buscas algo, yapenasmueveselbrazo,allímismoloencuentras,porque todoestáensusitioyalalcancedetumano.Entras,yyapuedescontarconqueenlapuertatelatropezarás,porqueenesemomentosale.Vasasalir,ytienesquehacerteaunlado,otellevapordelante en su carrera. ¿Quieres reposar la siesta? Ni el vuelo de las moscas temolestará,porqueestallaguerraqueleshadeclaradoMarisela,queyanoseatrevenameterseenlacasa,ymientrastúduermes,ellaandarádepuntillasysemorderálalenguaparaquenose leescape lacopla.Esosí:apenasyano tengasnecesidaddesilencio,romperáacantar,comolaspropiasparaulatasllaneras,queparecetuvierandeplatalagarganta,ytodoloquevayahaciendoselodiráasímisma,enaltavoz,ytúnonecesitarásverlaparasaberenquéseocupa.

—Ahoramepongoa remendar.Ahorabarro la sala.Ahora riego lasplantas.Yahora,aestudiarmislecciones.

Mas, por estomismo, era conveniente poner distancias pormedio, y olvidandoaquelproyectodellevaraMariselaalacasadelastías.Santosplanteaundíaenlamesaestaconversación:

—Bien, Lorenzo. La Marisela ha adquirido los rudimentos necesarios paracomenzararecibirunaverdaderaeducación,yesconvenienteponerlaenuncolegio.EnCaracashaybuenoscolegiosdeseñoritas,ycreoquedebemosmandarlacuantoantes.

—¿Conquévoyapagarlelapensión?—preguntaLorenzo.—Esocorredemicuenta.Loquetepidoestuautorizaciónparaproceder.—Hazloqueteparezca.Entretanto, Marisela se mordía los labios y ya iba a levantarse de la mesa,

enojada, cuando le vino «su idea». Siguió comiendo tranquila, y Santos creyó quetambiénaceptabasuproyecto.

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Peroalregresaralacasa,aquellamismatarde,encontrósobrelapuertauntrozodepapeldondeMariselahabíapuesto:

«ColegiodeSeñoritas.ElmejordelaRepública.»Celebrólaocurrencia,quitóelpapelynovolvióahablarmásdeaquello.

***

Solos en la mesa. Cierto que era más grata, así, sin la repugnante presencia deLorenzoBarquero.Ellaleservíaelplato,leestimulabaelapetito,diciéndole:

—¡Estoestárico!Le vertía el agua en el vaso, sin darle tiempo a que él lo hiciera, y entretanto,

charlaba,charlaba,charlabasintregua.Agradable la voz, delicioso el reír, pintoresca la conversación, graciosos los

gestosyademanes,¡yunaanimaciónyunchisporroteodeluzenlosojos!—¡Chica,yametienesmareado!—Perohableustedtambién,hombredeDios.—¿Almismo tiempoque tú?Verdaderamente, tendréque resignarme a hacerlo

así.—¡Exagerado!Estamañana,enelalmuerzo,fueustedsoloquienhabló.—Perocomosi tal cosa,porque túenotrasmuydistintasestabaspensando.Te

pondríaenunapurositepreguntaraquétedije.—¡Miren qué gracia! ¿A que usted tampoco puede repetir lo que yo he dicho

ahora?—Tambiénescierto.Peronoporquenotehayaprestadoatención,sinoporquees

imposible seguir el hilo de tu discurso. Saltas de un tema a otro con una rapidezvertiginosa.

—¿Entonces,todoloqueunohabledebenserdiscursos?—Verdaderamente,resultaríafastidioso.Comoloestuveyoestamañana.—Nohequeridodecirleeso,sinoquecadaunotienesumaneradepensar,yasí

como piensa, habla. Usted puede estar hablando dos horas seguidas, como unaguaceritoblanco.

—Graciasporelsímil.Nomehasdichofastidioso.—No es eso, señor. Quise decir: sin que hable de lamisma cosa, y al mismo

tiemposinqueseveaquevacambiandoelasunto.Mimaneraesotra.—Sí. Tu conversación podría compararse a una serie de chaparrones, uno tras

otro.Peroaguacerosconsol.Paradevolvertelametáforaconunagalantería.—¿El diablo y su mujer peleando? Pero nosotros no peleamos. ¡Ay! ¿Qué he

dicho?Sesonrojaysueltalarisa.

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—Claroestá—díceleSantos,mientraslacontemplasonriente—.Comoqueniyosoyeldiablo...

Peroellanolodejaconcluir:—¿Sabe?—¿Qué?—Yasemeolvidóloqueibaacontarle.YcomoSantossiguecontemplándola,exclama:—¡Ah, sí!—pero en seguida vuelve a hacer el gesto de olvido, que era pura

ficción,recursodedisimulo.Santoslaimita,exclamando:—¡Ah!No.¡Quélindaseestabaponiendo!¡Todoslosdíasmás!Noobstante,élseengolfade

prontoenunodeaquellosdiscursosdeliberadamentefundadossobretemasáridosoabstrusos que tenían por objeto aburrirla o interesarla intelectualmente, remediosheroicos,ambos,contraelamor.

Peroella,niseaburríanitampocopodíainteresarsedeaquellamanera.Mientrasélhablabanolequitabalavista:mas,entretanto,ibapensandotodoqueselevinieraalamente.

Alomejor,interrumpió:—¿Sabe? ¿La venadita que me regaló? No era ninguna bendita: va a tener

venaditos.Santos responde cualquier cosa y sigue comiendo en silencio; mas, de pronto,

sueltalarisa.Ellanoseexplicaaquellahilaridadyseloquedamirandoextrañada.Alfin cae enmalicia y lasmejillas se le enrojecen,mientras, por disimular, busca deprisa algoqueobligue apensar enotra cosa; pero loque se le viene a la boca, degolpe, también es la risa, y ya no hay manera de que Santos logre cambiar lasituación,puesencuantocomienzaadeciralgo,ellasueltalacarcajada,yélconcluyeimitándola.

PeroelreírmaliciosodeMariselaeraalgotandiáfanocomolohabíasidolafraseinocente,tanajenoalamoralcomoelpecadodelavenadita.

Eralanaturalezamisma,sinbiennimal;peroasínopodíatomarlaelhombredelaciudad.

Por una parte, las reflexiones que otro cualquiera, dotado de unmediano buenjuicio,sehabríahecho:Marisela,frutodeunaunióninmoralyacasoherederadelasfunestascondicionespaternasymaternas,nopodíaserlamujerenquienpusierasuamorunhombre sensato,yporotraparte, las reflexionesque teníaquehacerseunSantosLuzardo.Sencillacomolanaturaleza,peroaratosinquietantetambién,comolasmonstruosidadesdelanaturaleza,Mariselaparecíatenerselladasenelcorazónlasfuentesdelaternura.Alegre,jovialyexpansiva;sinembargo,ensusrelacionesconelpadrenuncalehabíavistounmovimientodeamorfilial.Generalmentemostrábase

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indiferente a los sufrimientos paternos o, cuandomás, al pasar junto a Lorenzo ledirigía una frase juguetona, aniñando la voz, pero sin que las palabras dejarantraslucirverdaderaternura.

—Esta muchacha no tiene corazón —decíase a menudo Santos—. No tendrátodavíalacrueldadsombríadelamadre,perotienelacrueldadretozonadelcachorro,ydeestoaaquello,conunpocoqueintervenganlascircunstancias,nohaysinounpaso. Tal vez por falta de la educación conveniente, por falta de esos toques a lasensibilidaddormidaquesólomanosdemujerpuedendarle.

Pero Santos Luzardo se veía obligado a confesarse que estas reflexionespesimistasleproducíanundisgustoespecial.Lashallabademasiadoseveras,crueles,decrueldadconsigomismo.Encambio,postergandoalrazonador,leeragratoponerdecuandoencuandounpocopoetaelcorazónyrepetiraquellodelamonedadeorodelavaro.

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XII.Coplasypasajes

erocontodoesto,lassolucionesimaginariasnohabíanhechosinocomplicarelproblema, pues ya para Santos Luzardo la vida se había vuelto insoportable

dentrodeaquellacasa.Afortunadamente,fueradeellatodavíahabíamuchoquehacer.Concluidalarecolectadelahacienda,comenzólahierra.Conelalbaempezabala

algarabíadeldesmontrencaje,osea,laseparación,endoscorralescontiguos,delasvacasylosbecerros.

Mugían aquéllas, y lanzaban éstos balidos lastimeros, cual si presintiesen latortura. Ya estaba candente el hierro que manejaría Pajarote. Con una copla loanunciaba,ylospeonesprocedíanabarrearlosmautes.Lostumbabanenelsuelo,lescortaban en las orejas las señales del hato y les pisaban las cabezas parainmovilizarlos, mientras Pajarote, les aplicaba el hierro candente, dedicándolescoplasde acuerdo con suspelosy señales: el comederohabitual, lamadrina aquepertenecían,ellevantedondecayeron.Lahistoriadecadares,queelllaneroconocecomolapropia.

Yacadapasadadehierrotrazabaunamarca,apuntadecuchillo,enuntrozodecuerodondesellevabalacuenta,porquetodoenAltamirasehacíatodavíacomoenlosremotostiemposdedonEvaristoelcunavichero.

Haciéndoseestareflexión,SantosLuzardosedijoqueyaerahoradeempezaraponer enpráctica los animososproyectos de reformasdel civilizador de la llanura,aplazadostodavía.

Concluida la hierra, que duró varios días consecutivos, Antonio le dijo,mostrándolelastarjasdelherrador:

—Lacosaharesultadomuchomejordeloqueesperábamos.Tresmilbecerrosymásdeseiscientoscachilapos.Ahorasepuedeprocederalodelasqueseras.

ApenasfueclavarunoscuantoshorconesenlacostadelcañoBramador,echarlesencima un techo de paja sabanera, fabricar con un cuero de res el bote donde secuajaríalaleche,yconhojasdepalmatejidaloscinchosdondeseprensaríaelqueso,reforzar lospaloapiquesdeunoscorralesabandonados,meterenellosunascuantasvacasmansasyotrastodavíabravas,recogidasenelrodeodeMataOscura,ydejartodoaquelloalcuidadodelviejoRemigio,queseroguariqueño,que,alacasualidad,habíallegadoporallíbuscandotrabajo,acompañadodesunietoelbecerreroJesusito.

CuandoSantosvioquelaobrasereducíaalorudimentariodeaquella«casaenpiernas»,aisladaenmediodeunextensobancodesabanas,enelmismositiodondehacíamásdeveinteañoshabíaexistidootraconstrucciónidénticadestinadaalmismouso,ysediocuentadequeenlaqueseraactualtodoibaahacersecomoenlaantigua,mediantelosrutinariosprocedimientosdeunaindustriaprimitiva,seavergonzódesí

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mismo. ¿Sería acaso así como Altamira se convertiría en un fundo moderno —palabrassuyascuandodecidiódedicarsealhato—,dotadodetodoslosadelantosdelaindustriapecuariaenlospaísescivilizados?

—Asíescomosetrabajadequeserasporaquí—replicóAntonio—.Conloquedaelmismollano:palosdecaramacateomacanilla,hojasdepalma,cuerosderes.

—Y rutina de siglos—agregóSantos—.Milagro que todavía exista el ganado,quefueinnovaciónintroducidaporloscolonizadoresespañoles.Duroesdecirlo,peroelllaneronohahechonadapormejorarlaindustria.Suidealesconvertirenorotodoeldineroquelecaigaenlasmanos,meterloenunamucurayesconderlobajotierra.Asíhicieronmisantepasados,yasíharéyotambién,porqueestatierraesunmollejónqueleembotaelfiloalavoluntadmástemplada.Conestodelaquesera,yasípasacon todo, otra vez empezaremos por donde mismo estábamos hace veinte años.Entretanto,lacríadegeneraporfaltadecruzamientosyporexcesodeplagasqueladiezman. Todavía se pretende curar el gusano con oraciones, y como los brujosabundanyhastalosinteligentesterminancreyendoenellos,noseprocuranremedios.

—Todo eso debe de ser como usted lo dice, doctor—repusoAntonio—. Peropóngaseacruzarganado,yaquementalodelcruzamiento,quedesdechiquitoestoyoyendo decir que se necesita. ¿Para que se lo coman los revolucionarios? Déjelocriollopurito, doctor, porque entonces, como la carne serámás sabrosa, habrámásrevoluciones. Y otras cosas que no son la guerra; pero que se le parecen mucho,verbigracialasautoridades,quetodoseloquierencoger.

—Sofismas —replicó Santos—. Justificaciones de la indolencia del indio quellevamosen la sangre.Por todoeso,precisamente,esnecesariocivilizar la llanura:acabarconelempíricoyconelcacique,ponerletérminoalcruzarsedebrazosantelanaturalezayelhombre.

—Yahabrátiempoparatodo—concluyóAntonio—.Porahora,asícomoestá,laqueseradarásus resultados.Sóloconqueseamanseelganado,yavamosganandobastante.Eltodoesquelogremosempadronarlaligero.

Muy práctico en fundaciones de este género era el guariqueño Remigio, peroempadronar una quesera con ganado tan salvaje como el deAltamira era empresamuyardua.

—Maravilla.Maravilla.Maravilla.—PuntoNegro.PuntoNegro.PuntoNegro.Y así todo el día, manoseando las vacas bravas pegadas a los botalones y sin

apearleslosnombresreciénpuestos,paraquesefueranacostumbrandoaellos.Yen loscorralesyenelpastoreo, cadavezqueélo Jesusitopasabancercade

alguna:—Botóndeoro.Botóndeoro.Botóndeoro.Algunascomenzabanaaprenderlos,yselesadivinabaenlamansedumbredelos

ojosmientras los escuchaban; pero lamayor parte del rebaño tenía todavía en laspupilasinyectadalabravuraintacta.

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Ymientras allá en la quesera comenzaba así la civilización de la barbarie delganado,enlascimarronerasnodescansabanloslazos.

Alchoquedelosvaquerosretemblabaelmastrantalbajoeltropeldelosrebañossorprendidos;peroaveceslarochelaseencrespaba,serevolvíacontralasbestias,yapesar de la destreza de los jinetes, muchas perecían en los encontronazos o caíanfulminadasporeldolordelformidableenvióndelorejano.

También fueron muchos los toros que murieron calambreados por el furor alsentirse dominados por el hombre, o sucumbieron a la tristeza de la mutilación,echadosdentrodelaespesuradelasmatas,esperandolamuerteporhambreysed,ylanzandoderatoenratomugidossordos,alpensarenelperdidoseñoríodelrebañosalvajeyenlavidalibreyfueradelarochela,dentrodelmastrantalinaccesible.

SantosLuzardocompartióconlospeoneslospeligrosdeaquelloschoques,ylasintensasemocioneslohicieronolvidarseotravezdelosproyectoscivilizadores.Bienestabala llanura,así, rudaybravía.Era labarbarie;massiparaacabarconéstanobastabalavidadeunhombre,¿aquégastarlasuyaencombatirla?Despuésdetodo—sedecía—,labarbarietienesusencantos,esalgohermosoquevalelapenavivirlo,eslaplenituddelhombrerebeldeatodalimitación.

***

EsMaríaNieves agigantándose en la empresa de la esguazada de los grandes ríosdondeacechalamuerte.Vaaexponersealatarascadamortaldeloscaimanes,ysólollevaunchaparroenlamanoyunacoplaenloslabios.

Yaestán llenos loscorralesdelpasodelAlgarrobo.Sevaa tiraralAraucaunapunta de ganado, y los jinetes ya están colocados a lo largo de la manga paradefenderladelempujedeltropeldereses.YMaríaNievessedisponeaconducirlaalaotraorilla,acabestrearlaanado.Eselmejor«hombredeagua»detodoelApureynuncaselevetancontentocomocuandolallevaalcuello,enposdesíloscuernos,apenas,delosmadrinerosqueguíanlaesguazadapordelante,allálejos,porqueyaelríoestádemonteamontelaorillaopuesta.

Yaestáenelaguasobresucaballoenpeloyconversaagritosconloscanoerosquenavegaránalcostadodelapuntaparanodejarlaregarseríoabajo.

Enloscorralesseoyelagriteríadelospeonesquearreanelrebaño.Yalosbueyesmadrineros vienenmanga abajo, y en pos de ellos, el tropel de las reses bisoñas.MaríaNievesrompeelcantoysearrojaalagua,porqueelcaballoapenasleserviráde apoyo para la mano izquierda, mientras con la derecha bracea, empuñando elchaparro para defenderse del caimán. Detrás de él se arrojan al agua los bueyesmadrinerosycomienzananadar,apenasloscuernosyelhocicoaflote.

—¡Apretá!¡Apretá!—gritanlosvaqueros.Loscaballosempujan,ylasresesvancayendoalrío.Bramanasustadas,algunas

tiendenarevolverse,yaotrasselasllevalacorriente;peroenlaorillavanvaqueros,

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yaloanchodelríolosbogasdelascanoaslascontienenylasenfilan.Uncaramerodecuernosseñalaelrumbosesgadodelaesguazada.AdelantevalacabezadeMaríaNieves junto a lade su caballo.Seoye su canto enmediodel ancho río, en cuyasturbiasaguasacechanelcaimántraicionero,yeltembladorylaraya,yelcardumendevoradordeloszamuritosydeloscaribes.

Al fin, la punta gana la ribera opuesta, a centenares demetros.Una a una vansaliendo del agua las reses, lanzando mugidos lastimeros, y así están largo ratoagrupadasenlaplaya,mientraselcabestrerovuelveaecharsealríoapasarotrolote.

Yaloscorralesdelpasosehanvaciadoporlamanga,yenlamargenopuestadelArauca, en una playa árida y triste, bajo un cielo de pizarra, se eleva el cabildeoplañiderodecentenaresderesesqueseránconducidascaminodeCaracas,atravésdeleguas y leguas de sabanas anegadas, paso a paso, al son de las tonadas de losencaminadores:

Ajilá,ajilá,novillo,porlahuellaelcabestrero,paracontartelospasosdelcorralalmatadero.

Mientras otras tantas, por distinto rumbo, han sido despachadas hacia laCordillera,comoenlosbuenostiemposdelosviejosLuzardos,cuandoAltamiraeraelhatomásricodelcajóndelArauca.

Eslavidahermosayfuertedelosgrandesríosylassabanasinmensas,pordondeel hombre va siempre cantando entre el peligro. Es la epopeya misma. El Llanobárbaro,bajosuaspectomásimportante:elinvierno,queexigemáspacienciaymásaudacia,lainundación,quecentuplicalosriesgosyhacesentirenelpedazodetierraenjuta la enormidad del desierto; pero también la enormidad del hombre y lo bienacompañadoquesehalla,cuando,nopudiendoesperarnadadenadie,estáresueltoaafrontarlotodo.

***

¡Llueve,llueve,llueve!...Hacedíasnosucedeotracosa.Yalosllanerosqueestabanfueradesuscasashanregresadoaellas,porqueloscañosylosríossedesbordaránporlassabanas,yprontonohabrácaminostransitables.¡Ninecesidadderecorrerlos!Yaestiempode«mascada,taparaychinchorro»,yconestastrescosas,bajoeltechodepalma,elllanerosesientefeliz,mientrasafuerasevandesgajandolasnubesenunlloverobstinadoycopioso.

Conlasprimeraslluviascomenzóelretornodelasgarzas.AparecieronporelSur—haciadondeemigranduranteelverano,sinquenadiesepahastadóndevan—,ytodavíaestabanllegandolasinnumerablesbandadas.

Fatigadasporellargovuelo,sedetenían,balanceándose,sobrelasramasflexibles

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delmontedelgarcero,ollegaban,sedientas,hastaelbordedelaciénaga,yelmonteyelaguaibancubriéndosedeblancura.

Parecía haber reconocimientos y cambios de impresiones de viaje. Las de estebandomirabanalasdelotro,quehabíanemigradoadistintasregiones,alargabanloscuellos, batían las alas, lanzaban ásperos graznidos y luego quedábanse quietasobservándosemutuamente, redondas e inmóviles las ágatasde laspupilas.Aveceshabíariñaporunaramadeldormitorio,porunrestodenidodelaestaciónanterior;pero después se iban acomodando todas en los mismos sitios que siempre habíanocupado.

Los patos salvajes, las coroceras, las chusmitas, las cotúas, los gavanes y losgallitos azules, que no habían emigrado, acudían a saludar a las viajeras, y erantambiénbandadasinnumerablesqueibanllegandodesdeloscuatropuntosdelcielo.Tambiénhabíanregresadoloschicuacosycontabansusimpresionesdeviaje.

Yaelesteroestálleno,porqueelinviernosehametidoconfuerza.Undíaasomaaflordeagualatrompanegradeunababa.Yaaparecerántambiénloscaimanes,pueslos caños se están llenandodeprisa, y en la llanurapor todaspartes seva a todaspartes.Loscaimanestambiénvienendesdelejos,delOrinocomuchosdeellos;peronadacuentan,porquetodoeldíaselopasandurmiendoohaciéndoselosdormidos.Ymejoresqueseesténcallados.Nopodríancontarsinocrímenes.

Comienza la muda. El garcero es un monte nevado al amanecer. Sobre losárboles, en los nidos colgados de ellos y en torno al remanso: la blancura de lasgarzasamillares,ypordondequiera:enlasramasdelosdormitorios,enlosboralesque flotan sobre el agua fangosa de la ciénaga, la escarcha de la pluma soltadadurantelanoche.

Con el alba comienza la recolecta. Los recogedores salen en curiaras, peroterminanechándoseal agua,yconella a la cintura, entrebabasycaimanes, rayas,tembladores y caribes, desafían la muerte gritando o cantando, porque el llaneronuncatrabajaensilencio.Sinogrita,canta.

¡Llueve, llueve, llueve! Y se desbordan los caños, y se inundan los esteros, yempiezan a caer los hombres, fulminados por la «calentura», tiritando de frío,castañeteandolosdientes,yseponenpálidosysevanvolviendoverdes,yempiezana nacerle cruces al cementerio de Altamira, que es apenas un pequeño rectángulocercadodealambredepúasenmediodelasabana,porquealllanero,hastadespuésdemuerto,lebastaconestarenmediodesusabana.

Pero,alfin,comienzanacabecearlosríosyaescurrirselosrebalsesribereños,yloscaimanesempiezanaabandonarloscaños,haciaelArauca,haciaelOrinoco,losquedeallávinieronahartarseconresesaltamireñas,ysevanalejandolasfiebres,yotra vez el cuatro y las maracas, el corrido y el pasaje, el alma recia y risueñacantandoencoplassusamores,sustrabajosysusbellaquerías.

—¿Quededóndelevienealllanerosufuerza,asítanjipatocomoes,pararesistirtodoundíasobreelcaballo,detrásdelganadooconelaguaalacintura,ysualegría

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para ponerle buena cara al mal tiempo? Ya se lo voy a explicar, doctor—díceleAntonio Sandoval—.De lamoraleja de este pasaje que le voy a echar.Un día sepresentó por aquí buscando trabajo uno de por los lados deCunaviche. Se ofrecíacomocimarronero,nadamenos,yveníamuymalmontado:elmatalónnopodíaconsualma,yelaperoeraunatereca.Meloquedémirandoyledije:

«—Bueno,amigo.Bestia leofrezco:unodeesosmostrencosqueandanalzadosporlasabana.Póngaleunveladeroalquemásleguste,yaluegoloamansaparasusilla;perodeaperarloseencargausted.»

«—Yo tengo apero—me contestó el hombre, poniéndole lamano encima a sutereca—.Mefaltaelarrices,elguardabastossemeperdió,elfustemelorobaron,ylacorazanoséquésemehizo,peromequedaelsufridor.»

YAntonioconcluyó,sentencioso:—Así me contestó el hombre, que es nada menos que Pajarote. Lo que le

quedaba era el sufridor, y él decía que tenía apero. Conque, aplique el cuento. Elsufridor,esdecir,lavoluntaddepasartrabajos.Deahílevienealllanerosufuerza.

En efecto, así los vio vivir Santos Luzardo, al vaquero triste y bruto junto alpalmode tierradesuconuco,yalpastoralegreyfanfarrónenmediodesusabanainmensa, luchandocon lanaturaleza, compartiendoel tasajodecarneyel trozodeyucadesusobriedad,quesóloseregalaconlatazadecaféylamascadadetabaco,conformándose con el chinchorro y la cobija—¡eso sí!, siempre que fuera fino elcaballoybonitoelapero—,punteandolabandurria,rasqueandoelcuatro,cantandohastadesgañitarse,porlasnoches,despuésdelasrudasfaenasdelevantesycarreras,y destornillándose en el joropo hasta el amanecer, en las casas donde hubiesemuchachascuyosatractivosmereciesenlamaliciosacoplaquedice:

Deltorolavueltaalcacho,delcaballolacarrera,delasmuchachasbonitaslacinchaylagurupera.

Yvioqueelhombredelallanuraera,antelavida,indómitoysufridor,indolenteeinfatigable;enlalucha, impulsivoyastuto;anteelsuperior, indisciplinadoyleal;con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer, voluptuoso y áspero; consigomismo, sensual y sobrio. En sus conversaciones,malicioso e ingenuo, incrédulo ysupersticioso;entodocaso,alegreymelancólico,positivistayfantaseador.Humildeapie,ysoberbioacaballo.Todoalavezysinestorbarse,comoestánlosdefectosylasvirtudesenlasalmasnuevas.

Algo de esto lo dejaban traslucir las coplas donde el cantador llanero vierte laalegríajactanciosadelandaluz,elfatalismosonrientedelnegrosumisoylarebeldíamelancólicadelindio,todoslosrasgospeculiaresdelasalmasquehancontribuidoaformarlasuya,yloquenoestuvieseclaroenlascoplasySantosLuzardolohubieseolvidado,se loenseñaron lospasajesque les fueoyendocontarmientrascompartía

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conelloslosdurostrabajosylosbulliciososreposos.Y de todo esto y por todas las potencias de su alma abiertas a la fuerza, a la

bellezayaldolordelallanura,leentróeldeseodeamarlatalcomoera,bárbaraperohermosa, y de entregarse y dejarsemoldear por ella, abandonando aquella perenneactitudvigilantecontralaadaptaciónalavidasimpleyrudadelpastoreo.

CiertoesqueenelLlanonosedomaunpotroniseenlazauntoroimpunemente:quien lo haya llevado a cabo pertenece desde luego a la llanura.Además, ésta nohacía sino recuperarlo. Ya lo había dicho Antonio Sandoval: «¡Llanero es llanerohasta laquintageneración!»Perohabía tambiénalgomás,algosobre locualnosereflexionaba; pero que estaba allí, en el fondo del alma, transformando lossentimientosdelhombredelaciudad,derribandolosobstáculos:¡Marisela,cantodelarpallanera,ladelalmaingenuaytraviesa,silvestrecomolaflordelparaguatán,queembalsamaelairedelamatayperfumalamieldelasaricas!

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C

XIII.LaDañeraysusombra

erca de la anochecida, al dirigirse a la cocina para prepararle la comida aSantos,yaalentrar,MariselaoyóquelaindiaEufrasialedecíaaCasilda.

—¿Para qué iba a ser, pues, ese empeño de Juan Primito en que el doctor sedejaramedir?¿AquiénpuedeinteresarleesamedidasinoesadoñaBárbara,queesvozcorrientequesehaenamoradoyadeldoctor?

—¿Ytúcreesenesodelamedida,mujer?—replicoCasilda.—¿Quesicreo?¿Acasonohevistopruebas?Mujerqueseamarreenlacinturala

medidadeunhombre,haceconélloquequiera.ADominguito,eldeChicuacal,loamarró la indiaJustinay lopusonefato.Enunacabuya lecogió laestaturayse laamarróalapretina.¡YseacabóDominguito!

—¡Mujer!—exclamóCasilda—.Ysitúcreeseso,¿cómonoledijistealdoctorquenosedejaramedirporJuanPrimito?

—Sí,lopensé;perocomoeldoctornocreeenesascosasyestabatandivertidocon los disparates del bobo, no me atreví. Mi idea era quitarle a Juan Primito lacabuya,peromeechótierraenlosojos,comodicen,ycuandofuiabuscarlo,¡nielpolvo!Lejosdebedeirya,aunqueesofueahorita.Porquecuandoéldiceacaminar,nohayquienlosiga.

Aquelloeradelomásburdoyprimitivoqueenmateriadesupersticiónpudieradarse; peroMarisela se estremeció al oírlo.Apesar del empeño que había tomadoSantosencombatirlelacreenciaensupercherías,yaunqueellamismaasegurabaqueyanoleprestabacrédito,lasupersticiónestabaasentadaenelfondodesualma.Porotraparte,laspalabrasdelascocineras,oídasconteniendoelalientoyconelcorazónporsalírseledelpecho,habíanconvertidoencertidumbrelashorriblessospechasqueya le habían cruzado por lamente: sumadre, enamorada del hombre a quien ellaamaba.

Ahogólaexclamacióndehorrorqueibaaescapársele,tapándoselabocaconlamanotrémulayseleolvidóelpropósitoquelahabíallevadoalacocina.Atravesóelpatio en dirección a la casa, se revolvió una y otra vez anduvo y desanduvo eltrayecto,cualsilashorriblesideas,repudiadasdelaconciencia,seconvirtierantodasenmovimientosautomáticos.

EnestoviollegaraPajarote.Lesalióalencuentropreguntándole:—¿NohavistoporelcaminoaJuanPrimito?—Mecrucéconélmásalládelalcornocal.YadebedeestarllegandoaElMiedo,

porqueibacomoalmaquellevaeldiablo.Pensóuninstante,yenseguidadijo:—NecesitoirahoramismoaElMiedo.¿Quiereacompañarme?

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—¿Yeldoctor?—objetóPajarote—.¿Noestáaquí?—Sí. En la casa está. Pero él no debe saberlo.Me iré escondida. Ensílleme la

Catirasinquenadiesedécuenta.—Pero,niñaMarisela...—objetóPajarote.—No.Es inútil,Pajarote.Nopierdasu tiempo tratandodehacermedesistir.Es

necesario que yo vaya a El Miedo ahora mismo. Si usted no se atreve aacompañarme...

—Nomedigamásnada.YavoyaestarensillandolaCatira.Espéremedetrásdeltopochalyasínolaveránsalir.

AlgomuchomásgraveseimaginóPajarote,yporesoyporqueMariselahabíadicho: «si usted no se atreve», se decidió a acompañarla sin más averiguaciones.Todavíanohabíanacidoquienpudieradecir:aestonoseatrevePajarote.

Alabrigodeltopochalsealejarondelascasassinservistos,cuandoyaempezabaa cerrar la noche.El deseodeno tener que encararse con lamadre le hizodecir aMarisela:

—¿CreeustedquesiapuramosalcanzaremosaJuanPrimitoantesdequellegue?—Aunquetrocemoslasbestiasnoloalcanzaremos—respondióPajarote—.Con

laventajaquenos llevayel tamañode laszancadas,sinoha llegado todavía,serámuypocoloquelefalte.

Enefecto,enaquelmomentollegabaJuanPrimitoaElMiedo.EncontróadoñaBárbara sentada a lamesa. Estaba sola, pues hacía varios días queBalbino Paiba,temerosodeprovocarconsupresencialarupturayainminente,nosedejabaverporallí.

—Aquítieneloquemeencargó—dijoJuanPrimitosacándosedelafaltriqueraelovillodecordelyponiéndoseloenlamesa—.Nilefaltanilesobraunpelito.

En seguida refirió las mañas que tuvo que darse para tomarle la medida aLuzardo.

—Bien —díjole doña Bárbara—. Puedes retirarte. Pide en la pulpería lo quequieras.

Ysequedópensativa,contemplandoaquelpedazodecordelpringosoque teníaalgodeSantosLuzardoyquedebíatraerloacaerentresusbrazos,segúnunadelasconviccionesmásprofundamentearraigadasensuespíritu.Yalosapetitossehabíanconvertidoenpasión,ypuestoqueelhombredeseadoquedebíadeiraentregársele«con sus pasos contados» no los encaminaba hacia ella, de la tiniebla del almasupersticiosaybrujahabíasurgidolatorvaresolucióndeapoderarsedeélporartesdeensalmadora.

***

Entretanto,yaMariselaseacercabaalacasa.Rompiendoporfinelcavilososilencioenquehizoeltrayecto,díjoleaPajarote:

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—Necesitohablarconmimadre.Llegaré solahasta lacasa.Usted sequedaunpocomásacá,demodoquesimeveoenunapuro,oigacuandologrite.

—Siasílodisponeusted,asíserá—respondióelpeóncomplacidoenelcorajedelamuchacha—.Ynotengacuidadoquenotendráquegritarmedosveces.

Se detuvieron al abrigo de unos árboles. Marisela bajó del caballo y avanzóresueltaalhilodelpaloapiquedelamajada.

Uninstante,apenas,leflaqueólavoluntadalatravesarelcorredordeaquellacasaqueporprimeravezvisitaba.Elcorazónparecíahabérseleparalizado,ylaspiernaslevacilaban.EstuvoapuntodequeseleescaparaelgritoconvenidoconPajarote;peroyaestabaenelumbraldeaquellapieza,salaycomedoralavez.

DoñaBárbara acababade levantarsede lamesayhabíapasado a la habitacióncontigua.

Repuestadesuturbación,Mariselaadelantólacabeza.Diounpasoyotroyotro,sigilosamenteymirandoenderredor.Elgolpedelcorazón le retumbabadentrodelcráneo,peroyanoteníamiedo.

Enlahabitacióndelosconjuros,antelarepisadelasimágenespiadosasydelosgroserosamuletos,dondeardíaunavelaacabadadeencender,doñaBárbara,depieymirando el guaral que medía la estatura de Luzardo; musitaba la oración delensalmamiento:

—Condos temiro, con tres te ato: con elPadre, con elHijo y con elEspírituSanto»¡Hombre!QueyoteveamáshumildeantemíqueCristoantePilatos.

Ydeshaciendoel ovillo, sedisponía a ceñirse el cordel a la cintura, cuandodeprontoseloarrebatarondelasmanos.

Sevolvióbruscamenteysequedóparalizadaporlasorpresa.Era la primera vez que se encontraban frente a frente madre e hija desde que

LorenzoBarquerofueobligadoaabandonaraquellacasa.YasabíadoñaBárbaraqueMarisela era otra persona desde que estaba en Altamira, pero a la sorpresa de laapariciónintempestivaseañadiólaqueleprodujolahermosuradelahija,yestonolepermitióprecipitarsesobreellaarecuperarelcordel.

Yaibaahacerlo,pasadoelmomentáneodesconcierto,cuandoMariselavolvióadetenerla,exclamando:

—¡Bruja!Tal como dos masas que chocan, saltan en el encontronazo y caen luego

desmoronadas, confundiendo sus fragmentos, así sucedió en el corazón de doñaBárbara cuando en los labios de la hija estalló el epíteto infame, que nadie fueraosadoapronunciarensupresencia.Elhábitodelmalyelansiadelbien,loqueellaera y lo que anhelaba ser para que pudiese amarla Santos Luzardo, chocaron, seencresparon y se confundieron, deshechos, en una masa informe de sentimientoselementales.

Entretanto,Mariselasehabíaprecipitadoalarepisayechadoalsuelodeunasola

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manotada toda la horriblemezcla que allí campaba: imágenes piadosas, fetiches yamuletos de los indios, la lamparilla que ardía ante la estampa delGran Poder deDiosy lavelade laalumbradora,mientrasconunavoz ronca,de indignaciónydellantocontenido,rugía:

—¡Bruja!¡Bruja!Enfurecida,rugiente,doñaBárbaraselearrojóencima,lesujetólosbrazosytrató

dearrebatarlelacuerda.La muchacha se defendió, debatiéndose bajo la presión de aquellas manos

hombrunas que ya le desgarraban la blusa, desnudándole el pecho virginal, paraapoderarsedelacuerdaquehabíaocultadoenelregazo,cuandounavozreposadayenérgicaordenó:

—¡Déjela!EraSantosLuzardo,queacababadeaparecerenelumbraldelapuerta.ObedeciódoñaBárbarayconunsobrehumanoesfuerzodedisimulacióntratóde

transformarenafablesufazsiniestra;peroenvezdeunasonrisaaparecióensurostrounamuecafeaytristedepropósitofallido.

***

Y fue tan profundo el trastorno de su espíritu, que ni aun con «el Socio» pudoentenderseaquellanoche.

Ya había recogido del suelo y vuelto a colocar sobre la repisa las imágenespiadosasylosgroserosfetichesyamuletosquederribólamanotadadeMarisela;otravezardíalalamparillavotiva,aunqueconunchisporroteocontinuo,deaceiteyaguamezclados en la mecha, y una llama vacilante, sin que dentro del cuarto,herméticamente cerrado, se moviera ni el más leve soplo de aire, y ya por variasveces había formulado el conjuro a que tan obediente se mostraba siempre eldemoniofamiliar;peroéstenoacudíaapresentársele,porque,comoenlamechadelalamparilla,tambiénhabíainconciliablescosasmezcladasenelpensamientoqueloinvocaba.

—¡Calma!—serecomendómentalmente—.Calma.Y en seguida la impresión de haber oído una frase que ella no había llegado a

pronunciar:—Lascosasvuelvenallugardedondesalieron.Eran las palabras que había pensado decirse para apaciguar su excitación; pero

«elSocio»selasarrebatódeloslabiosylaspronuncióconesaentonaciónfamiliaryextrañaalavezquetienelapropiavozdevueltaporeleco.

DoñaBárbaralevantólamiradayadvirtióqueenelsitioquehastaallíocuparasusombra,proyectadaenlaparedporlaluztemblorosadelalamparilla,estabaahoralanegrasiluetadel«Socio».Comodecostumbre,nopudodistinguirleelrostro,peroselosintiócontraídoporaquellamuecafeaytristedesonrisafrustrada.

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Convencida de haberlas percibido como emanadas de aquel fantasma, volvió aformular, ahora interrogativamente, las mismas palabras que, de tranquilizadorascuandoellalaspensó,sehabíantrocadoencabalísticasalserpronunciadasporaquél.

Luego, ¿debía desistir de aquellos sentimientos que se trajo de Mata Oscura,sentimientospostizosquenunca llegaríana serverdaderamente suyos,y envezdeprocurar conquistarse el amor de Santos Luzardo sólo por artes lícitas de mujerenamorada,apoderarsedesualbedrío,comoseapoderódeldeLorenzoBarquero,osuprimirlo a mano armada, como había hecho con todos los hombres que seatrevieronaoponerseasusdesignios?

Pero ¿eran realmente postizas aquellas ansias de vida nueva que se habíanprecipitado dentro de su corazón con la misma vehemencia avasalladora con quesiempreseledesataronlosperversosinstintos?¿Noestabaella,talcualera,contodoel vigor de su naturaleza en aquel anhelo de sepultar para siempre a la mujeronasiniestradelamanotintaensangre,alabruja,comoacababadellamarlaMarisela?

Y de las dos porciones del alma desdoblada, de lo que era ella y de lo queanhelaba ser—loque tal vezhabría sido si el tajodelSopono troncha la vidadeAsdrúbal—,delaregióntenebrosadondesealzabaelespectrovivientedeunhombreenvilecidoporsushechizos,yotroqueseibadebrucesdentrodeunazanja,conunalanzahundidaenlaespalda,nochecerradasinunparpadeodeestrellas,ydelaqueaún recibía el resplandor intermitente de aquella luz de buen amor que brilló uninstante en la piragua de los sarrapieros; de las dos porciones irreconciliableslevantáronselasréplicas.

—¿Vuelveacasolaculebraasuconchanielríoasucabecera?—Vuelvelaresalamajadayelperdidoalaencrucijadadondeerróelcamino.—¿EnelrodeodeMataOscura?—¿Entrelosbrazosdelossarrapieros?Ynosepodríadecircuándointerrogabaellayreplicaba«elSocio»,porqueella

mismanosabíadóndehabíaperdidoelcamino.Se buscaba y, sin dejar de hallarse, no se encontraba. Quería oír lo que le

aconsejara«elSocio»;masapenascomenzabaéste,yaellateníaformuladalaréplica,ylasdosfrasesseencabalgabanyseatropellaban,yambaseranpercibidasporsusoídos como ajenas, siendo sentidas como propias, cual si su pensamiento fueraarrastrado,enunflujoyreflujodemareastormentosas,deellaalfantasma,ydeésteaella.

Erainsólitaestaconductadeldemoniofamiliar,cuyosconsejosypremonicionessiempreloshabíapercibidodoñaBárbaraclarosydistintos,comooriginadosdeunpensamientoqueno tuvieracomunicación inmediataconelsuyo,palabrasqueotropronunciabayqueellapercibía,ideasqueaellanolehabíancruzadoporlamente;mientrasqueahorasentíaquetodoloquedecíayloqueescuchabaestabayaenella,poseía el calor de intimidad de su espíritu; no obstante lo cual, se le volvíaincomprensible,comosiperdieratodoloquedesuyoteníaalserformuladopor«el

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Socio».—¡Calma!Asínopodremosentendernos.Hundiólafrenteardorosaentrelasmanosateridasyasípermaneciólargoratoen

silencioysinpensamientos.Chisporroteóconmásfuerzalallamadelalamparilla,yaparaextinguirse,yalos

oídosalucinadosdedoñaBárbarallegóclaraydistintaestafrase:—Siquieresqueélvengaati,entregatusobras.Alzódenuevo lamiradahacia la sombraquepor fin le decía algoque ellano

hubierapensado;pero la lamparillasehabíaextinguidoy todoerasombraen tornosuyo.

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TERCERAPARTE

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A

I.Elespantodelasabana

Melquíadespodíantenerlotrabajandotodoelañosinpaga,siemprequefueraen hacerle daño a alguien; pero en cualquiera otra actividad, por bien

recompensadaquefuese,seaburríamuypronto.LamásinocentedelasocupacionesaquelodestinabadoñaBárbaraeraladetrasnocharcaballos.

Consistía esto en sorprender las yeguas dormidas al raso de la sabana yperseguirlas durante la noche, y a veces durante días y noches consecutivos, demaneraqueseencaminasenhaciauncorralfalso,disimuladoalefectoentreelmonte.De su condición de brujo y por haber sido él quien introdujo en la región esteprocedimientoquesimplificabalasfaenasdelacazademostrencos,decíasedeesteoficio,indiferentemente,trasnocharobrujearcaballos.

Conestetrabajonocturnoeraademásmuyfácilsacarloshatajosdelfundoajenosinriesgodeserdescubierto.

LosdeAltamiradescansabandelapersecucióndelBrujeadordesdelallegadadeLuzardo, a causade la treguaquedoñaBárbara juzgóconveniente a susplanesdeseducción,yyaMelquíades,envistadelomuchoqueseprolongabaestapaz,enlacualseenmohecía,estabapensandoenirsedeElMiedo,cuandoBalbinolecomunicólaordendeponersedenuevoenactividad.

—Laseñoralemandadecirqueseprepareparaquesalgaatrabajarestamismanoche.QueenlasabanadeRincónHondovaaencontrarunbuenhatajo.

—¿Yellavienedeporesos lados?—preguntóMelquíades,quiennuncarecibíadebuengradoórdenesqueletransmitieraBalbino.

—No.Peroustedsabequeellanonecesitaverlascosasconlosojosparasaberdóndeestán.

Era élmismo quien había visto hacía poco el hatajo a que se refería; pero dioaquellaexplicaciónporqueasíprocedíansiemprelosmayordomosdedoñaBárbara,afindequenodecayeseunmomentoenelánimodelosservidoreslacreenciaensusfacultadesdebruja.

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Mas,enmateriadebrujería,aMelquíadesnopodían«irleconcuentos,porqueélconocíalahistoria».Nonegabaquelaseñorafuesehábilenalgodetodoaquelloqueleatribuían,perodeahíaqueBalbinoloconfundieraconJuanPrimitohabíaalgunadistancia.Ni necesitaba tampoco creer en aquellos poderes para servirle fielmente,porqueélteníaelalmadelespalderogenuino,quenoesunhombrecualquiera,sinouno muy especial, en quien tienen que encontrarse reunidas dos condiciones queparecenexcluirse:inconcienciaabsolutaylealtadatodaprueba.AsíleserviaadoñaBárbara,nosóloparaaquellodebrujearcaballos,oficioquepodíadesempeñarotrocualquiera,sinoparacosasmásgraves,ysirviéndoleasínoloanimaba,propiamente,laideadelucro,porquelaespaldaríanoesuntrabajo,sinounafunciónnatural.

BalbinoPaiba,encambio,podríaser todomenosesto,puesnopensabasinoensacarprovecho, y era traidorpor naturaleza.Otra clasedehombres, por los cualesMelquíadessentíaelmásprofundodesprecio.

—Estábien.Siesordendelaseñora,nosprepararemosparatrabajarestanoche.YcomodeaquíaRincón—Hondohayunbuen trechoy lahoraesnona,vamosaensillardeunavez.

Cuandoyaseponíaencamino,Balbinolesalióalpasodiciéndole:—Vea,Melquíades,sipuedemetermeunosmostrencosenelcorraldeLaMatica.

EsparaponerleunpeinealdoctorLuzardo.Peronolediganadaalaseñora.Quierodarleunasorpresa.

ElcorraldeLaMaticaeraelsitiodondeBalbinoencerrabalasresesobestiasquelerobaraadoñaBárbara,yaestoshurtos,porseractosdemayordomo,llamábanlosenElMiedo:mayordomear.

Nunca se había atrevidoBalbino a hacerle tales proposiciones aMelquíades, yéstelerespondió:

—Usted comoque se ha equivocado, donBalbino.Amí nuncameha gustadomayordomear.

***

EnRincónHondo,enunarepresióndelasabana,encontróelBrujeadorelhatajoqueindicara el mayordomo. Eramuy numeroso y dormía al raso, confiado en el oídovigilantedelpadrote.

Éste lanzó un relincho al sentir la proximidad del hombre, y las yeguas y lospotros se enderezaron rápidamente. Melquíades lo espantó de manera que huyesehacialosladosdeElMiedo.

Excitadas por el fulgor alucinante con que las lunas llaneras perturban lossentidos,desveladasyperseguidasporeljinetesilenciosoquelesinspirabaterrorconsu insistenciade sombra, lasbestias comenzaronagaloparpor la llanura,mientrasMelquíades,caladalamantaparaabrigarsedelrelente,lasseguíaaltrotesosegadodela suya, seguro de que más adelante iban a detenerse, creyéndose libres ya de la

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persecución.Enefecto,así sucedía.Alprincipio,cuando lesdabaalcance, lasencontrabaya

echadasotravez;peroacadaunodeestosencuentrosibaaumentandoelterrordelayeguada,yyanoseatrevíanaecharse,sinosedeteníansimplemente.Lasyeguasylospotrosenungrupoinmóvildetrásdelpadrote,yconlospescuezosestiradosylasorejaserectas, todosmirabanhaciaaquellasombraqueveníaacercándosedespacio,silenciosa,enorme.Yasídurantetodalanoche.

Ya empezaba a despuntar el día, cuandoMelquíades logró encaminar el hatajoporunrincóndesabana,encuyoextremo,disimuladaentrelasorillasdelmontedelboquete, que parecía ser la salida de la angosta culata, estaba lamanga del corralfalso. Para que se precipitara por aquella única salida sin recelar el engaño, loatropellocorriéndoloygritándolo.

Yaelhatajohabíacaídodentrodelamangaenposdelpadrote;peroéste,comoadvirtieseuntrozodepalizadamaldisimuladoentreelmonte,sedetuvodepronto,ylanzando un relincho corto que la yeguada entendió, se revolvió hacia la sabanaabierta.MasyaelBrujeadorestabaencimaypudoatravesarladesbandada.Sóloelpadroteydospotrancaslograronescaparse.Melquíadescorrióeltranqueroysealejódeallíparaquelasbestiasaprisionadaseinquietasfueransosegándose.

Cuando ya se marchaba vio al padrote en el extremo opuesto del rincón desabana,conelcuelloerguido,mirándolo,desafiador.EraelCabosNegros.

—¡Bonito animal! —exclamó Melquíades, deteniéndose a contemplarlo—. Ybuen padrote. Es el hatajo más grande que hasta ahora me he traído de por allá.Vamosaversilopuedocogerenamorándoloconsusmismasyeguas,porquecomoquetieneganasdevenirabuscarlas.

Pero el Cobos Negros no se había detenido sino para que se le grabara en lamemoria la imagen del espanto de la sabana, y, en habiéndolo mirado un rato,trémulodecorajeelhazdenerviosbajolapiel luciente,rojaslaspupilas,dilatadoslosbelfos,volviógrupaysefueconlaspotrancasqueloacompañaban.

—Ésevuelve—sedijoMelquíades—.Peroquevengaotrodealláaponerleelveladero.Yohiceyaloquemecorrespondíayahorametocadormir.

ElcorralfalsoestabaentierrasdeElMiedoynomuylejosdelascasas.Llegandoa ellas,Melquíades se encontró con Balbino, que estaba esperándolo para hacerleolvidar la imprudenteproposiciónde lavíspera,antesdeque le llevaseelcuentoadoña Bárbara. Lo recibió con demostraciones de una afabilidad inusitada entreambos.

PeroMelquíades le respondió con la sequedad habitual de las escasas palabrasquesedignabadirigirle.

—Mandeunospeonesparaqueleponganunlazoalpadrote,quelogróescaparse,ycomoquetieneganasdevenirabuscarsusyeguas.Valelapenatratardeponerseenélporqueesuncaballomuybonitoquealaseñoralegustaráparasusilla.

Más le estaba gustando ya a Balbino para la suya, sin conocerlo todavía. E

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inmediatamenteseencaminóalcorralfalsoaarmarleellazo.PeroelCabosNegrosyahabíaencontradomaneradeejercerrepresalias.Apoco

andar, todavía en tierras deElMiedo, divisó un hatajo tan numeroso como el quehabíaperdido,queveníapaciendoyretozandobajolatiernaluzdelamanecer.

Corrióhaciaél,anunciándolealpadrote,consutrémulorelincho,queibaensonde conquista. Congregó el otro rápidamente sus yeguas y potros, que se habíandispersado por el comedero, y plantándose luego a la cabeza de ellos, esperó elataque.Eraunruciomosqueado.

ElCabosNegros cargó impetuoso. Le llevaba las ventajas de la alzada y delcoraje duplicado por la rabia del despojo que acababa de sufrir. Se manotearonlevantandounapolvareda,vibraronlosrelinchosysonóelmartillazodeladentelladadelrucioenelaire;ladelCobosNegroslohabíaalcanzadoenlatabladelpescuezo.Una segunda arremetida, buscando la nuca, y otra encima sin darle tiempo derehacerse. Ya el rucio comenzaba a despernancarse en las atropelladas, y por finalcanzadodondeelotroqueríamorderlo.Losacudióconfuria.Alfinelruciologrózafarseyemprendiólafuga.

El Cabos Negros lo persiguió un buen trecho y luego se revolvió contra layeguada, que había presenciado la lucha sin moverse del sitio. Cargó sobre ellas,rodeándolas y mostrándoles los dientes y así las fue arreando hasta donde habíadejadosuspotrancas,eincorporadaséstasalnuevohatajo,rumbeóhacialaquerenciadeloscomederosdeAltamira.

El rucio lo fue siguiendo un rato desde lejos; pero al fin se quedó parado enmediodelasabanahastaqueviodisiparseenelhorizontelapolvaredaquelevantabasuperdidohatajo.

Algunasnochesdespués,ensutareadellevarsetodaslasyeguadasdeAltamira,elBrujeadortrasnochóunaquelediomuchoquehacer,porqueelpadroteguiabaporlallanuraabierta,evitandolaproximidaddelasmatas,agalopeslargos,yademássehabíametido una niebla espesa que no permitía ver aun a corta distancia.Cuandoempezóaclareareldía,elhatajosehallabaenelmismositiodedondehabíasidolevantado,yMelquíadessediocuentadequeelpadroteeraelCabosNegros,queyasehabía«bellaqueado».

Era la primera vez que al Brujeador lo engañaba un caballo, y como esto lepareciesedemalaugurio,fueareferírseloadoñaBárbara.

Ella también lo interpretó así: «Las cosas vuelven al lugar de donde salieron»,habíadicho«elSocio».

Sinembargo,replicóencolerizada:—¿Usted también,Melquíades? ¿Que el hatajo se le revolvió sin que se diera

cuenta?¡CómoseconocequeenAltamiraestáahoraunhombrequenoletemealosespantosdelasabana!

Estaspalabrastraslucíanlaconfusióndesentimientosquereinabaensuespíritu.Melquíadeslasoyósinalterarseyluegoreplicó:

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—Cuando usted se quiera convencer de que Melquíades Gamarra no le tienemiedoaotrohombre,notienesinoquedecirle:Tráigamelo,vivoomuerto.

Ylevolviólaespalda.Doña Bárbara se quedó pensativa, como si tratara de hacerle sitio a un nuevo

designiodentrodesustempestuosossentimientos.

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N

II.Lastolvaneras

o aquéllas, retozo del viento en los médanos, que una vez le arrancaron aSantosLuzardounaexclamaciónilusionada,sinootras,lasmalastrombas,las

quesellevanlasesperanzas.YaMariselanoeselalmatraviesayrisueñadelacasa.CabizbajaregresódeEl

Miedoaquellanoche,yfueinútilqueSantos,despuésdehaberlareprendido,trataradereanimarladiciéndole:

—Bueno.Seacabóelregaño.Levantaesacabeza.Anímate.Enloúnicoenqueverdaderamentehashechomalhasidoendarlecréditoasupercherías tanburdasygrotescas—Ningúndañomepodíasobrevenirporcausadeesepedazodecabuyaquetraes ahí. Por lo demás, te has portado noble y valientemente, y tengo que estarteagradecido.Siasídefiendeslamedidademiestatura,¡cómodefenderíasmividasilavierasenpeligro!

Peroellapermaneciócabizbajaysilenciosa,porqueenElMiedohabíaadquiridounaexperienciaquedesvanecíaelencantosobreelcualestabaconstruidasuvida.

Primero,enlainconscienciadelacerrilidad,negruradelalmasepultada,yluego,en el deslumbramiento de la nueva forma de existencia y de la posesión de aquelamor, que bien podía ser la pasión sin nombre, pues se apoyaba en un punto deequilibrioentrelarealidadyelsueño;nuncasehabíadetenidoareflexionarenloquesignificaba ser hija de laDañera. Si tenía que referirse a ella, cosa quemuy rarasvecesleocurría,lanombraba,simplemente,«ella»,yestapalabranodespertabaensucorazón ni amor, ni odio, ni vergüenza. Fue al proponerle a Pajarote que laacompañara,cuandoporprimeravez la llamómadre,y tuvoquehacerunesfuerzopara que sus labios emitieran el vocablo desusado y desnudo de todo sentimiento,comosicareciesedesentido.

Encambio,ahorahaadquiridounoatroz,yacadamomentoselevienealaboca.Loacompañaungestoinstintivoderepulsión.Eselalmaincontaminada—peroqueya no es como la naturaleza, que no sabe ni de bien ni de mal—, que rechazaviolentamente todo lo que hay de monstruoso en ser hija de la embrujadora dehombres,que,paracolmo,estabaenamoradadeaquelaquienellaamaba.

Pocoapoco,yafuerzadeestarsiemprepresenteenelpensamientosinmancilla,la ideaodiosafuecubriéndosedesentimientoscompasivos.¿Acasonofue tambiénvíctimasumadre?Pero,detodosmodos,elencantosehabíadesvanecido;elpuntodeequilibrioyanoexistía.Ahoranoeraelsueño,sinolacrueleimplacablerealidad.

Entretanto,tambiénSantosandabaabismadoenreflexiones,yalcabodeellasledijoundía:

—Tenemosquehablarformalmente,Marisela.Ellacreyóqueibaadecirleloqueanteshabíadeseadoescucharyseapresuróa

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interrumpirlo,tuteándolo—yapodíahacerlosinruborizarse:—¡Quécasualidad!Yotambién teníaquehablarcontigo.Estoymuyagradecida

portodoloquehashechopornosotros,peroyapapádeseavolversealpalmar...,yyotambiénquieroquemedejesir.

Santoslamiróunratoensilencioyluegoreplicósonriente:—¿Ysinotedejo?—Detodosmodosmeiré.Yrompióallorar.Santoscomprendió,ytomándolelasmanos:—Venacá—díjole—.Háblameconfranqueza.¿Quétesucede?—¡QuesoyhijadelaDañera!Laprotesta, justa, pero exentadepiedad, prodújole aSantos el disgustoque le

causabanlasnegacionesdelaternuraenelcorazóndeMarisela,ymaquinalmentelesoltólasmanos.Ellacorrióameterseensucuartoyseencerróbajollave.

Y fue inútil que él llamara a aquella puerta para concluir la conversacióninterrumpida,niqueprocurarareanudarlamástarde,puesellanovolvióasalirdesuencierromientrasélestabaenlacasa.

Incluso que la amaba, nada podía ya decirle Santos que no fuera tardíacompensación de la injusticia del destino, que la había engendrado en el vientremalditodelaembrujadoradehombres.

Mientras tanto, fuera de la casa, también las tolvaneras se estaban llevando lasesperanzaspuestasenlascosasmateriales.

Ya estaba empadronándose la quesera. Todavía el ganado iba por pique a loscorrales, pero cada día eramás numeroso el rebaño que se dejaba arrear, y ya lasvacasatendíanasusnombresylabravuranolesescondíalalecheenlasubres.

Conelprimermenudeodelosgalloscomenzabaelordeño.Jesusitoseapostabafriolentoenlapuertadelcorraldelosbecerros,ylosordeñadoresentrabaneneldelasvacas,rejoycarnazaenmanoyconlacoplayaprontaenloslabios:

Luceritoelamañanapréstametuclaridadparaalumbrarlelospasosamiamantequeseva

Yelbecerrero,consuvozniñaenelairetierno:—¡Claridad,Claridad,Claridad!Bramaba la vaca del nombre mentado, acudía al reclamo materno el becerro,

metiendo la cabeza por entre las trancas de la puerta, las corría elmuchacho paradejarlopasarycomenzabaelapoyo,agolosastrompadascontralaubrequeescondíalaleche,mientraselordeñador,pasándolelamanoalavaca,leibadiciendo:

—Ponte,Claridad,ponte—reclamaelordeñador.

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Y cuando ya la ubre se hinchaba, enrejado el becerro a la pata de la madre,mientras ésta lo acariciaba lamiéndolo, comenzaba el ordeño hasta llenar lascarnazas.

Yotracopla:

Elquebebeaguaentaparaysecasaentierraajenanosabesielaguaesclaranisilamujeresbuena

Yelbecerrero,guiándoseporelconsonante:—Azucena,Azucena.Yotravacaqueacudíaaponerse.Lafríamadrugada,olordeboñigaycantardeordeñodentrodelvastosilenciode

lasabana,amedidaqueelairesemovíayelalbaempezabaarayar,seibapoblandodeoloresyrumoresdiversos:aromadelosmastrantalesenternecidosporelrelente,perfume de los paraguatanes floridos, áspero canto del carrao en el monte de lasorillasdelcaño,lejanoclaríndeungallo,trinodelosturpialesydelasparaulatas.

Y en la tarde, la vuelta de los rebaños a los corrales. Vienen con los tendidosrayosdelsolsobrelasabanayconelcantodelospastores.Traenlasubresrepletas,yen el tranquero de la corraleja, donde se agolpan los becerros, hay tiernos belfosansiosos.Remigiomira las ubres y calcula las arrobas de queso; Jesusito, sobre eltranquero, contempla la sabana y escucha las tonadas. Cantares de notas largas,músicadetierrasanchasysolas...

Pero un día se presentó Remigio en Altamira. Llegó sombrío y se sentó ensilencio.

—¿Quélotraeporaquí,viejo?—preguntóleSantos.Yelqueserorespondióconpalabraslentasygraves:—Vengo a ponerlo en cuenta de que anoche el tigrememató al nietecito.Los

ordeñadoressehabíanidoparaunjoropo,yestábamossolosenlaqueseraJesusitoyyo.Cuandomedispertéalgritodelmuchachito,yaeltigremelohabíadegolladodeunzarpazo.Pudealancearlo,yalláamanecieronmuertoslosdos:Jesusitoyeltigre.Vengoaponerloencuentadequeyanotengoparaquiéntrabajar.

—Sueltelaquesera,Remigio.Aquínohayquienpuedaencargarsedeella.Quesequedesalvajeelganado.

***

Terminólarecolectadelapluma,yAntoniolecomunicóelresultado.—Dosarrobas.Ahorasípodrádarseelgustodelacerca.Conelprecioquehoy

tienelapluma,másdeveintemilpesoslevanaentrar.Siustednodisponeotracosa,

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lavoyamandarconCarmelito.ÉlmismopuedecomprarenSanFernandoelalambrede púas que se necesita para la cerca, que ya lo tengo calculado. En el ínterinpodemos proceder a plantar otra vez la posteadura que destruyeron las candelas.Digo,sitodavíapiensaeneso.

Eralaideadelcivilizador,germinandoyaenelcerebrodelhombredelarutina.AntonioSandoval,convencidodelanecesidaddelacerca,erauncomienzodeobra,ySantosvolvióasusanimososproyectos,postergadosporlaperentoriaatencióndelasfaenascotidianas.

Díasdespuésaparecieronalavistadosjinetes.—Esanoesgentedeporestoslados—observóPajarote——¿Quiénesserán?—sepreguntóVenancio.—Elloslodiráncuandolleguen,porqueparaacávienenrumbeando—concluyó

Antonio.Llegaronlosforasteros.Unodeellostraíaunabestiaarrebiatada.—EsabestiaesladeCarmelito—sedijeronlosaltamireños,atiempoqueSantos

salíaalcorredor.—¿EsustedeldoctorLuzardo?—inquirióunodelosreciénllegados—.Venimos

a traerle una noticia desagradable de parte del general Pernalete, Jefe Civil delDistrito. Allá, por los lados del hato de El Totumo, en un chaparral, fue halladomuertounhombrequeparecequeeradeaquí.Nose lepudoreconocer,porqueyaestabacorrompidoymediocomidoporloszamuros,peromásdespuésfuevistoporla sabana este caballo aperado que tiene el hierro de usted. El general nos hamandadoatraérseloyadarleelparte.

—¡AsesinaronaCarmelito!—exclamóAntonio,conrabiosodolor.—¿Yelcompañerodelamodeesabestia,queerahermanodeél?¿Ylasplumas

degarzaquellevaban,quésehicieron?—interrogóPajarote.Losmensajerossemiraronlascaras.—Por allá no se sabe que el difunto fuera acompañado ni que llevara nada de

robar.Allásecreequefueunmalqueledioenmediodelasabana.Perosiustedesdicenqueeldifuntollevabacosasderobar,selocomunicaremosalgeneral,porqueentonceshabráquehaceraveriguaciones.

—¿Luegoaúnnolashanhecho?—preguntóLuzardo.—Yaledigo.Allásecree...—Sí.Nocontinúe.Allásecreesiempretodoloquecontribuyaaqueelcrimense

quedeimpune—dijoSantos—.Peroestaveznosequedará.Y al día siguiente partió para el pueblo cabecera del Distrito. Ya era hora de

emprender la luchaparaqueenelancho feudode laviolencia reinasealgúndía lajusticia.

***

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Apenas supo Marisela que Santos se había ausentado, decidió llevar a cabo supropósito de abandonar aquella casa donde ya no le era posible permanecer, pararegresaralranchodelpalmardeLaChusmitayalavidaquealláhicieraantes,únicadignadeella,segúnlasentenciaqueyanoselecaíadeloslabios:

—Másvalerotoqueremendado.LorenzoBarquero acogió la idea con una decisión delirante.Ya era tiempo de

ponerle fin a aquella mentira de su regeneración moral. Su vida estabairremediablementedestruida.Allíenelranchodelpalmarvolveríaaentregarsealaborrachera,alláestabaeltremedalquedebíatragárselo.

—Sí.Mañanamismonosvamos.Y al amanecer siguiente, aprovechando la ausencia de Antonio, que no los

hubieradejadoescaparse,padreehijacabalgabanrumboalpalmardeLaChusmita.Ensilenciohicieroneltrayecto,bamboleandoLorenzoalpasodesucabalgadura,

sombríaMarisela,ysólocuandollegaronalalindedelpalmar,volvióellalacabeza,yalverqueyanosedistinguíanlascasasdeAltamira,murmuró:

—Meharéelcargodequehasidounsueño.Llegadoquehuboalrancho,cuyosórdidoaspectoahorarepugnabaconlosdelicadosgustosycostumbresadquiridosenla casa deLuzardo,mientras su padre se iba a contemplar el tremedal, como solíahacerloantesenlosintervalosdelasborracheras,desensillólasbestias,queestaríanallíhastaquedeAltamirafueranporellas,yyaibaaamarrarlasuya,cuando—comorecordasequeCarmelitohabía comparado su tareadeamansarla con laqueSantoshabíaemprendidoparadesbastarlaaelladesucerrilidad—seleocurrióquetambiénlaCatiradebíavolverasucondiciónprimitiva.

Lequitóelbozal,laacaricióllorosa,diciéndole:—Seacabóesto,Catira.Tú,atusabana,yyoamimonteotravez.Yenhabiendoespantadolabestia,sesentóenelbrocaldelpozoydiolibrecurso

alllanto.LaCatira correteó un poco, ensayando su libertad con prudentes escarceos, no

muyseguratodavíadehaberlarecuperado,serevolvióenlaarena,selasacudiódelblancopeloconunestremecimientodegozo,lanzóunrelincho,correteóunpocomásparadetenerse luegoporallá,erguidoelcuello, lasorejas juntasy lacabezavueltahacia Marisela, hasta que por fin se convenció de que realmente era libre, ydespidiéndosedeladueñaconotrorelincho,seperdiódevistaporlasabanainmensa.

—Bien—se dijo Marisela—. Ahora, a recoger chamizas, como antes. El quenacióparatriste,niquelecantencanciones.

Mas si laCatira podía volver a la libre vida del hatajo, no así Marisela a lasimplicidad de su antigua condiciónmontaraz.Las necesidades delmomento y laspreocupacionesporelporvenirlehabíancomplicadolavida.

Lasprimeraserantantasytanimperiosas,quealencontrarseenpresenciadeellasseasustódeloquehabíahechoalregresaralranchodelpalmar.Noeranchamizas

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solamenteloquehabíaqueprocurarse,sinolamaneradehacerfuegoconellasyloquedebíacocerseenese fuegopara lahorade lacomida,y todo loque faltabaenaquellavivienda,sitalnombrepudieradárselealamiserablezahúrdadelespectrodeLaBarquereña.Obstruidalaimaginaciónporlaideafijaqueeldespechoalimentaba:abandonarlacasadeLuzardo,noprevioqueenelranchodeLaChusmitallegaríalahoradecomerynohabríaqué,y ladedormirsinquehubieredónde,puesyaparaellalaesteranopodíasercama.Nieratampocoestera,detandeshechacomoestaba.

EncuantoaLorenzo,haciatantotiempoquevivíafueradelarealidad,quenoeraposiblequeprevieseelapremiodeaquellosmenesteres.Porotraparte,siemprequenolefaltaraaguardiente—yparaesoestabaporallímísterDanger—,delodemáspodíacarecerse.

Ciertoque,ahoracomoantes,chigasyquereveresdelmontedaríanleselsilvestrepande su harina, y escarbandopor los rastrojos se encontrarían yucas y topochos;pero ya el paladar rechazaba aquellos groseros alimentos, y para procurárselos, yaellanoeraaquellacriaturabravíacomounbáquiro,quenoletemíaalasoledaddelmonteyseinternabaensuespesura,haciendocrujirlosbrojalesbajosusanchospiesdescalzos, y se trepaba a los árboles, disputándoles a los araguatos el silvestresustento.Ánimonolefaltaba,peroenAltamirahabíaaprendidoaemplearlomejor.Yanoeracasodeescarbarrastrojoso«monearpalos»paraaplacarelhambre,sinodeprocurarsemediosdesubsistenciasegurosypermanentes,puesahoralaimaginacióntrabajaba,yacausadeello,laincertidumbredelporvenirhacíamásangustiosaslasprivacionesdelmomento.Porlotanto,eranecesariocrearseunafuentederecursos,ylaprimeraocurrenciafueésta:

—Papá¿tengoderechoa reclamarle amimadrequeveapormí?Mientras ellaentierrabotijuelasdeonzasdeoro,nosotrosnotenemosquécomer...

LorenzoBarquerohizounesfuerzosobrehumanoparacoordinarlasideasdeestarespuesta:

—Derechos, ningunos, porque en la partida de registro civil no apareces comohijasuya.Ellanoquisoquelamencionaran,yyotepresenté...

Peroellanolodejóconcluir:—¿Quieredecirquenisiquieratengoelderechodeprobarquesoylahijadela

Dañera?Elpadresequedómirándolalargorato,yluegobalbució:—Nisiquiera.Sin que estas palabras, simple repetición mecánica de las que ella había

empleado, fuesen acompañadas delmás leve sentimiento de responsabilidad.Y enhabiéndolaspronunciado,sealejódelrancho,caminodelacasademísterDanger.

Arrepentidadelacrueldaddeaquellainterrogaciónacusadora,Mariselasequedómurmurando: «¡Pobrepapá!»,mientras él se alejaba, incierto el paso, péndulos losbrazosalolargodeaquelcuerpo«sinarmadura»,comosolíadecirqueselosentía.

PeroaldarsecuentadequeelpadreseencaminabadondemísterDanger,corrióa

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detenerlo,diciéndole:—No,papá.Novayasacasadeesehombre.Telosuplico.¿Eslicorloquevasa

pedirle?Espera.YoiréabuscárteloaAltamira.Yaestaréaquíderegreso.PeromientrasellaensillabalabestiadondehabíavenidodonLorenzo,éstesefue

a aplacar la imperiosa necesidad de alcohol, sin pensar que para pagarle a místerDangerlabebidaqueibaapedirle,yanolequedabasinolahija.

¡Yalastolvanerassehabíanllevadotodaslasesperanzas!

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M

III.ÑoPernaleteyotrascalamidades

otivos, que no razones, tenía Mujiquita para querer esconderse bajo elmostrador de su pulpería cuando vio aparecer a Santos Luzardo. Primero,

porque aquella amistosa injerencia suya en la querella que contra doña Bárbarallevaraaquélporcausade los trabajospedidosynegados, lehabíacostadoqueÑoPernalete le quitara la secretaría de la Jefatura Civil, y luego, porque no se leescapabaloqueahorapudierallevarentremanossuantiguocondiscípulo,yyaveíaen peligro el sueldito con que por fin había vuelto a favorecerlo Ño Pernalete,despuésdemuchosruegossuyosydesumujer,ydemuchaspromesasdenovolveraincurrirenquijotadas.

PeroSantos no le había dado tiempo a ocultarse y tuvo que fingir contento deverlo:

—¡Dichosos los ojos que te ven! ¡Qué caro te vendes, chico! ¿En qué puedoservirte?

—Sinomehaninformadomal,yasabrásaloquevengo.MehandichoqueereselJuezdelDistrito.

—¡Sí,chico!—dijoMujiquita,alcabodeunapausa—.Yaséloquetraesentremanos.Elasuntodelamuertedelpeón,¿noeseso?

—Delospeones—rectificóLuzardo—.Porquefuerondoslosasesinados.—¡Asesinados!¡Nomedigas,Santos!Mira,venteconmigoaljuzgadoparaque

mecuentescómofueeso.—¿Paraquetelocuenteyo?—No.Dispénsame. Para queme des unas luces. Para queme indiques lo que

debohacer.—Pero,Mujiquita,¿aestashorastodavíanolosabes?—¡Pero,chico!Y el gesto deMujiquita, al replicar así, suplicó con una elocuencia aplastante

estaspalabrasinútiles:—¿Nosabesdóndeestamos?Llegaronaljuzgado.Mujicaabriódeunempellónlapuerta,simplementecerrada,

y defendida por su propio desnivel, y entraron en una sala de techumbre pajiza yparedes encaladas, donde había un escritorio, un armario, tres sillas y una cluecaechada en un rincón. Para brindarle asiento a Santos,Mujiquita llenó de polvo elrecintoalsacudirelqueestabadepositadosobreunadelassillas.Secomprendíaqueallínadieteníacostumbredeacudiraaqueltribunal.

Santossesentórendido,másquedecansanciodedesaliento,porlaimpresiónqueproducíanaquelpueblo,aqueljuzgadoyaqueljuez.

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Sinembargo,reaccionó,yprocurandosacartodoelpartidoposibledeMujiquita,leexplicócómoveníaCarmelito,acompañadodesuhermanoRafael,yquécantidaddeplumasllevabaparaSanFernando.

Mujiquita se rascó la cabeza, y luego, tomando su sombrero, disponiéndose asalir,dijo:

—Espérameaquí unmomento.Déjame ir a contarle eso al general.Él debedeestarenlaJefaturaCivil.Noteharéaguardarmucho.

—Pero ¿qué tienequever el jefe civil en este asunto?—objetóSantos—. ¿Nohan transcurrido ya los días que la ley establece para que el sumario pase al juezcompetente?

—¡Ah, caramba, chico!—exclamóMujiquita, y en seguida—:Mira: el generalno esmalo; pero, aquí entre nos, en todo quiere llevar la batuta. Tanto en lo civilcomoenlojudicial,aquínosehacesinoloqueéldispone.Algeneralseleatravesóentrecejaycejaqueelhombrehabíamuertodeunmal,comodiceél.Esdecir,deunsíncopecardíaco.Y,apropósito,porquetodopuedesuceder,¿túhabíasobservadosielpeóneracardíaco?

—¡Qué cardíaco de los demonios! —exclamó Santos, poniéndose de pieviolentamente—.Quienvaaresultarlomuypronto,siyanoloestás,afuerzadetenermiedo,erestú.

YMujiquita,sonriente:—Notecalientes,chico.Ponteenmicaso.Yeneldelgeneral,porqueenlavida

hay que tenerlo todo en cuenta.Días antes se había recibido aquí una circular delpresidentedelEstadoalosjefescivilesdesujurisdicción,dándolesunaenjabonadaconmotivo de varios crímenes que se habían cometido en despoblado, sin que sehubiese podido capturar a los autores, y exhortándolos a cumplir mejor con susdeberes, y el general contestó que eso no era con él, porque en el Distrito de sumando no existía la criminalidad. Yo mismo le redacté el oficio, y quedó tansatisfecho,quelomandóapublicarenunahojasuelta,queyahabrásvistoporahí.Todoestoloconversocontigoengrado33,porsupuesto.Comocomprenderás,enelcaso de tu peón, o tus peones, mejor dicho, yo no he dejado de pasearme por lapresunción del asesinato; pero en estos momentos acabada de salir la hoja, esimpolíticodecirquesetratadeuncrimen,y...

—Y como tú, estás aquí para complacer aÑo Pernalete y no para administrarjusticia...—atajóSantos.

YMujiquita,encogiéndosedehombros:—Yoestoyaquíparacompletarleslaarepaamishijos,quelapulperíanomela

da completa—y tomando la salida—:Aguárdame unmomento. Todavía no se haperdidotodo.Déjameiratorearmitoro.

Minutosdespuésregresabaconcajasdestempladas.—¿Notelodije?Yoconozcomuybienmitercio.Algeneralnolehagustadoque

tehayasdirigidoamíynoaél.Demodoqueteaconsejoquevayasalláytelemetas

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bajoelala.Asíescomoseconsiguenlascosasconél.Pero antes de queLuzardo pudiera protestar contra el consejo, apareció el jefe

civil.ComodijoMujiquita,nolehabíaagradadoqueSantoshubieseacudidoaljuezy

no a él, con la agravante de venir a suministrar datos que desvirtuaran la cómodapresuncióndemuertenatural aqueél sehabíaacogido, cosasque, si anadie solíatolerárselas,quiennopodíaconcebirlaautoridadsinoalamaneradespóticacomolaentiende el bárbaro, mucho menos se las toleraría a quien ya se había atrevido ainvocarcontrasusdesmaneselimperiodelaley.

Entró en el juzgado con el sombrero puesto y ambas manos ocupadas: en laizquierda, el tabaco, que se le había apagado; en la derecha, la caja de fósforos.Además, portaba bajo el brazo izquierdo aquella espada con vaina de cuero quesiemprellevabaconsigosinnecesidadnirazón.

NosedignósaludaraLuzardoyseacercóalamesa,pusosobreellasumachete,ymientrasraspabaelfósforoyloaplicabaaltabaco,dijo:

—Yalehedicho,Mujiquita,queamínomegustaquesemeatraviesenenmisasuntos.Enesequetraeentremanoselseñor,estoytrabajandoyoyséloquedebohacer.

—Permítameque le observe que este asunto ya es de la jurisdicción del PoderJudicial —manifestó Santos Luzardo, haciendo todo lo contrario de lo que leaconsejaraMujiquita,puesnombrarleaÑoPernaletejurisdicciónquenofuerasuyaequivalíaadeclararlelaguerra.

—Sinembargo,Santos—intervinoeljuez,tartamudeandocasi—,túsabesque...PeroÑoPernaletenonecesitabaayudas.—Sí.Algo de eso como que he oídomentar por ahí—replicó socarronamente

entreunayotrachupetadaaltabaco—.Peroloqueyohevistosiempreesquedondesemetenunjuezyunabogado,siunolosdejadesucuenta,loqueantesestabaclaroseponeturbio,yloqueibaadurarundíanoseacabaenunaño.Poresoyo,cuandosepresentaporaquíunlitigio,comodicenustedes,porqueyolosllamotejemanejes,me informopor la calle quién es el que tiene razón, ymevengo aquí y le digo alseñor:«BachillerMujica,quien tiene la razónes fulano.Sentencieahoramismoenfavorsuyo.»

Yaldecirasí,descargóelpesodesudictatorialmachetesobreelescritoriodeljuez,dedondelohabíatomadopreviamenteparareproducircontodossusdetalleslaescenaquerefería.

Perdiendopormomentoseldominiodesímismo,Santosrepuso:—Aunqueyonohevenidoa litigar, sino apedirque se cumpla la justicia,me

interesaríasabercómolallamaustedcuandodeesemodolatrata.—Aeso llamoyoponer lospuntos sobre lashaches—respondióÑoPernalete,

que en el fondo era un guasón—. ¿Usted no conoce el cuento?Se lo voy a echar,porqueescortito.Eraunodeesoshombresaquienesllamanbrutos,peroqueteníael

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tontomuy lejos.Noconocía laortografíaynodecíahalar, sino jalar, ni hediondo,sino jediondo, y cuando su secretario —porque era jefe el hombre y tenía susecretario—leponíaconhacheunadeesaspalabrasqueaélnolesonabansinoconjota,ledecía:«Estábueno,pero.,¡póngaleunpuntoaesahache!»

AlocualreplicóSantos,mientrasMujiquitalereíalaocurrenciaalgeneral.—Si esa es laortografía que se usa por aquí, he perdidomi tiempo al venir a

impetrarjusticia.SeenriscómásÑoPernalete.—Selehará—díjoleenuntonoquemásbienparecíadeamenazas.Déspota por naturaleza, pero taimado al mismo tiempo, si Ño Pernalete no

aceptabaqueserebatiesensusopinionesoprocedimientos,tambiéneraciertoquesiencontraba convincentes las razones contrarias, en seguida buscaba la manera deadoptarlas,cuandoalgúninterés tuvieraenello,perosiempredejandoentenderqueyaselehabíanocurrido,ypresentándolasbajolaoriginalísimaformaqueteníanlassuyas.Enelcasoencuestión,yporaquellodelacirculardelpresidente,suinterésleaconsejaba desistir de la presunción demuerte natural, que hasta allí había hechoprevalecer,ydeaquíqueenseguidaagregara,peroconelmismotonoinsolente:

—Noera necesario queustedviniera desde tan lejos para que aquí supiéramosqueelhombreveníaacompañado.Yesaeslapistaqueestamossiguiendo.

PeroSantos,comprendiendoqueahoraibaaatrincherarseenlapresuncióndequehubierasidoRafaelelasesinodeCarmelito,seapresuróareplicar:

—ElcompañeroerahermanodeCarmelito,ambaspersonasdetodamiconfianza,yyonovaciloenafirmarquetambiénfueasesinado.

—Unacosaesqueustedlodiga,yotraqueresulteverdad—repusoÑoPernalete,sintiéndoseacorraladoenelnuevodesacierto,ydespuésderepetirlealcariacontecidojuez: «Ya lo sabe, bachiller Mujica. ¡No me alborote el avispero!», abandonó eljuzgado,dejandoenposdesíunsilencioqueeraindignaciónenLuzardoymiedoenMujiquita,perotanabsoluto,quepermitíapercibirlossuavesgolpecitosconquelospollos que estaba sacando la clueca echada en el rincón comenzaban a romper lascáscarasparalanzarseadisfrutardeaquelmundodedelicias.

LuegoMujiquita,previounvistazoalacalleparacerciorarsedesiÑoPernaletesehabíamarchadodeveras:

—¿Dosarrobasdices túqueeranlasplumasquetraíanlospeones?Comounosveintemil pesos, ¿verdad?... Pero eso no está perdido, Santos. El que tenga en supoder esas plumas tratará de salir de ellas ligero por lo que le den, y por ahí sedescubrirálacosa.

Pero Santos no atendía sino a sus propias reflexiones y las expresó así,poniéndosedepiepararetirarse:

—Si en vez de llevarme a Caracas, mi madre me hubiera dejado por aquí,aprendiendolaortografíadelcuentodeÑoPernalete,yonoseríahoyeldoctor,sinoel coronel Santos Luzardo por lo menos, par de este bárbaro, y él no se habríaatrevidoahablarmeconlainsolenciaquelohahecho.

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—Tevoyadecir,chico—insinuóMujiquita—.Elgeneralnoestan...Peronoseatrevióacontinuar,talfuelamiradaqueledirigióSantosLuzardo,y

concluyó:—Bueno, chico.Vamos a pegarnos un palo, que la otra vez ni tiempo tuve de

invitarte.Talproposición,enaquellosmomentos,revelabauncinismoabsoluto,ySantos,

despuésdemirarlodearribaabajo,dijo:—TambiénesverdadquenoexistiríanÑoPernaletessinoexistieran...Iba a decir: Mujiquitas, pero comprendió que aquel infeliz era también una

víctimadelabarbariedevoradoradehombres,yconlairayatrocadaencompasiónlerespondióasuinvitacióndeinconsciente:

—No,Mujiquita.Todavíanoempezaréabeberaguardiente.El antiguo condiscípulo se le quedó mirando con aquel mismo aire de

incomprensióndecuandoéltratabadeexplicarlelasleccionesdeDerechoRomano,yluego,sonriendodeunamaneraincierta:

—¡Ah,SantosLuzardo!Túnohascambiadoennada,chico.Tengotantasganasdeecharunaconversaciónlargacontigo...Pararecordaraquellostiempos,chico.¿Noteirástodavía,porsupuesto?No,chico.Novayasacogercaminoahora.Déjaloparamañana.Descansaahoraunratoyluegovoyabuscartealaposada.Noteacompañohastaallíporquetengoquedespacharunasuntourgente.

Y cuandoLuzardo cruzó la esquina, cerró el Juzgado y se dirigió a la JefaturaCivilaexplorarelánimodeÑoPernaleterespectoaél.

Loencontrósoloymuyagitado,paseándosedeunextremoaotrodeldespachoymonologando:

—Poralgonomegustóeldoctorcitoesedesdequeloviporprimeravez.¡Esospicapleitos!Enlacárcellostendríayoatoditos.

—Mujiquita —díjole al verlo aparecer—. Tráigame acá el sumario de la...berenjenaesadelmuertodelTotumo.

Mujiquitafueyvinoconellegajo.TodavíaÑoPernaletesepaseaba.—Léameesoavercómosucedió.Saltelospreámbuloshastadondedicecómose

encontróelcadáver.Mujiquitaleyó:«—Elcadáverpresentabasíntomasdedescomposiciónavanzada.»—¿Síntomas?—interrumpióÑoPernalete—.Siestabapodridodebola...Usted

siempreestáponiéndoleversosatodoparaenredarlomás.Bueno.Sigaleyendo.«—Yanosepudieronapreciarheridasnicontusiones.»—¡No le digo!—YÑo Pernalete se quitó y se volvió a poner el sombrero y

aceleró sus pasos, dando bufidos—. ¿No se le pudieron apreciar? ¿Y para qué fueusted,entonces,sinoparaapreciarloquehubiere?¿Cómosaleahoraconquenosepudo?

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—General—balbuceóMujiquita—.Acuérdese de que ustedme dijo... Pero eljefenoledejóconcluir:

—Nomevengaahoraconqueusteddijo.¿Quénecesidadtieneusteddequelediganloquedebehacerenelcumplimientodesuobligación?Paraesoselepagaunsueldo.¿Oesqueustedpretendequeyolehagaeltrabajoquelecorrespondecomojuez? Para que después venga el doctorcito ese a hablarme de jurisdicciones. ¿NoleyóustedeloficioqueledirigíendíaspasadosalpresidentedelEstado?Muyclarasestánexpuestaseneseoficiolasreglasdemiconductacomofuncionario,porqueenmis escritos yo no ando con zoquetadas de palabras bonitas, pero digo las cosasclaras.Yquedespuésdehaberrecibidoesepapelmíovayaasaberelpresidentequehemosqueridoecharle tierraalmuertodelTotumo, sinhaberaveriguadobiensielhombresemurióporquesemurióoporqueloasesinaronpararobarlo...¡Aver!Echeacáelsumarioese.

Seloarrebatódelasmanosycomenzóaleer,acompañandoeltrabajodelosojoscon movimientos de deglución, y Mujiquita, que de todo aquello coligió que ÑoPernaleteestaba«tendiéndoseunpuente»,seanimóaadvertirle:

—Fíjese,general,enqueahínodicequehayasidomuertenatural.Mas,enestodeabandonarunaopiniónquehubiesesustentado,ÑoPernaleteera

como las bestias, que luego de derribar al jinete lo cocean en el suelo, y al oírmencionar la explicación que hasta allí había hecho prevalecer, se revolvió contraMujiquita:

—¿Cómo iba a decirlo? ¿Acaso puede usted asegurar que el hombre no fueasesinado?¿Niquétienequemeterseenesosparticularesunjuezdeinstrucción,quenoestáobligadosinoaponerenelsumarioloquevioconsuspropiosojos?¿Oesqueustedsehametidoadaropinionessobrelacausadelamuerte?

—Enabsoluto,general.—Entonces, pues, ¿a qué viene todo este embrollo?Si usted hizo lo suyo bien

hecho,quédese tranquilo.Ya ledije también a su amigo el doctorcitoque se fueratranquilo,porquelajusticiasecumpliría.Váyaseallá,usteddebedesaberdóndesehaalojado,ycomocosasuya,repítaleeso,quelajusticiasecumplirá,porqueyomeestoyocupandodelasunto.Asíélseirátranquiloparasucasaynonosjeringarámáslapaciencia.

—Siustedquiere,general,puedotambiénpreguntarlecuálessonlaspersonasdequiensospecha—propusoMujiquita.

—¡No,señor!Hagaloqueledigoynadamás.—Comocosamía,decíayo.—¿Hasta cuándo será usted pendejo, Mujiquita? ¿No se le ocurre que si nos

ponemosajeringar,nosvamosaencontrarconlamanodedoñaBárbara?—Yodecíaporlodelacirculardelpresidente—balbuceóMujiquita.—¿No le digo?A usted lo van a enterrar con urna blanca,Mujiquita, de puro

inocente.¿NosabeustedqueaElMiedono llegancirculares,porqueelpresidente

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del Estado es amigo de doña Bárbara? Le debe favores que no se olvidan: unmuchachoquelesalvódelamuerteconunashierbas,delasqueellaconoce,yotrascosasmás,quenosonhierbaspropiamente.Andeahacer loque lemando.Vayaadarleun caldode substancia a su amigo, paraque se largue tranquilopara su casamientrasaquíbrujuleamoslacosa.

YMujiquita salió de la Jefatura convencidode que, pormuchos «tiros»que lehubiera cogido el general para estar bien conDios y con el diablo, a él lo iban aenterrarconurnablanca.

—¡ElpobreSantosLuzardo!De esosveintemil pesosque iba a coger por susplumas, como que no va a ver ni un real. ¡Y tener yo que decirle que se vayatranquilo!

Perocuandollegóalaposada,yaSantosestabaconelpieenelestribo.—¿Esaprisachico?Dejaeseviajeparamañana.Tengomuchascosasquedecirte.—Melasdiráscuandovolvamosavernos—lerespondióSantosyaacaballo—.

Que será cuando pueda venir con un machete en la mano, y poniéndolo sobre tuescritoriodecirte:«BachillerMujica,quientienelarazónesfulano.Sentencieahoramismoenfavorsuyo.»

Comosiporprimeravezoyeracosasemejante,Mujiquitapreguntó:—¿Quéquieresdecirmeconeso,SantosLuzardo?—Queelatropellomelanzaalaviolenciayqueaceptoelcamino.Hastalavista,

Mujiquita.Puedequeprontovolvamosavernos.Ypartió,levantandounapolvaredabajolaspatasdesucaballo.

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U

IV.Opuestosrumbosbuscaban

no de aquellos mensajeros que le llevaron a Santos Luzardo la noticia delsucesodeElTotumohabíarecibidodeÑoPernaleteestaconsignaprivada:

—Depaso,acérquensealascasasdeElMiedo,conunpretextocualquiera,yenconversación como cosa suya, échele el cuento a doñaBárbara.Es bueno que ellatambiénlosepa.Peroaellasola,¿sabe?

Loprimeroque leocurrióadoñaBárbaraal recibir lanoticia fuealegrarsedeldañoqueconaquellohabíasufridoLuzardo.

HorasdespuéslleváronlelanoticiadequeMariselahabíaregresadoconsupadreal rancho del palmar de La Chusmita, y al recibirla acudieron a su mente lascabalísticaspalabrasdel«Socio»,peroconunainterpretaciónesperanzada;Marisela,larivalquelequitabaelamordeSantosLuzardo,regresandoalranchodelpalmar,eranlascosasquedebíanvolverallugardedondesalieron.Vioenestounsignodequeaúnnosehabíaapagadosubuenaestrellaysedijo:

—Diosteníaqueseguirayudándome.Yyasedisponíaatrazarseelplanadecuadoalasnuevascircunstancias,cuando

seleacercóBalbinoPaiba,diciéndole:—¿Sabelanoticia?Rápidacomolacentellafuelaocurrenciadeinterrumpirlo:—QueenelchaparraldeElTotumoasesinaronaCarmelitoLópez.Balbinohizounextrañogestoyenseguidaexclamó,lisonjero:—¡Caramba! A usted no hay manera de venderle noticias frescas. ¿Cómo lo

supo?—Anoche me lo dijeron —respondió, dejando entender con el impersonal

empleadoyconeltonomisteriosoquehabíasido«elSocio»quienselocomunicara.—Pero la informaron mal —repuso Balbino, al cabo de una breve pausa—,

porque,segúnparece,Carmelitonomurióasesinado,sinodemuertenatural.—¿Yunapuñaladaporlaespalda,ountiropormampuesto,enunlugarcomoel

chaparraldeElTotumo,noestambiénunamaneranaturaldemorirseuncristiano?Fue tal el desconcierto de Balbino al oír estas palabras, acompañadas de una

sonrisa socarrona,que,pareciéndoleúnicamaneradesalirdelapurohacercomosicreyeraqueella ledabaa entenderqueel crimenhabía sidoobra suya, cometió latorpezadedecir:

—Nohaycuestión;austedlaayudancosasquepuedenmásqueloshombres.BruscoyamenazantefueeljuntarseysepararsedelascejasdedoñaBárbaraal

oíraquellaalusiónasuspoderesdebruja;peroyaBalbinohabíacomenzadoyteníaqueconcluir:

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—EldoctorLuzardoseproponeacabarconelcachilapeoasabanaabierta,yenelchaparraldeElTotumosemuereCarmelito,yelvientosellevalasplumasqueibanaproducirlaplatanecesariaparalacercadeAltamira.

—Así es —repuso ella, asumiendo de nuevo la actitud socarrona—. En esassabanasdeElTotumosiempresoplamuchoviento.

—Ycomolasplumassonlivianitas—agregóPaiba,enelmismotonosarcástico.—Meparece—concluyóella.Seloquedómirandounrato,sonriendo,yluegosoltóunacarcajada.Balbinose

dejótraicionarporelcaracterísticoademáninvoluntariodelamanotadaalosbigotes,y como esto hiciera reír a doña Bárbara con mayores ganas, acabó de perder losestribosypreguntóamoscado:

—¿Dequéseríe?—Delobellacoqueeres.Vienesacontarmelodelchaparral,queyadebíassaber

que no era noticia fresca para mí, pero tienes buen cuidado de no mentar tusfechorías.¿Porquénomecuentasloquehashechoduranteestosdíasquehasestadosindejarteverlacaraporacá?

Dijo esto entre pausas y sin perder de vista los cambios de color y losmovimientosirreprimiblesquepasabanporelrostrodeBalbino,ycuandoyaéstesedisponía a dar la explicación del empleo de su tiempo que tenía preparada parajustificarsuausenciadelhato,ellaconcluyóapresuradamente:

—Yamedijeron tambiénque tienesunarochelitaconunade lasmuchachasdePasoReal.Séquehasestadoallíponiendojoroposyempatandolasnochesconlasnochesenunasolaparranda.¿Porquénomehablasdeeso,grandísimobribón,envezdeveniradarmenoticiasquenomeinteresan?

ABalbinolevolvióelalmaalcuerpo;peroalrecuperarlaserenidad,nohizosinovolversemásobtusodeloqueordinariamenteera,puescreyóque,enrealidad,loqueleinteresabaalabarraganaerasusdevaneosconlamuchachadePasoReal.

—Eso es una calumnia inventada por mis enemigos. Seguramente porMelquíades,queyamehefijadoenqueandaespiándomelospasos.YosíestuvedosdíasenunjoropoenPasoReal,peronilopuseyoniesverdadqueandeenamoradode ninguna de las muchachas de allá. Lo que pasa es que como uno no podíaacercárseleenestosdíassin llevarseunboche, lomejorquepodíahaceryoeranodejarmevercontigo.

Se interrumpióunmomentoparaexplorarel efectoque lecausabael túquesehabíaaventuradoadarle,tratamientoquesóloenraptosdeamorsolíatolerarella,ycomonolaviesemanifestardisgusto,seanimómás.

—Tanesasí,queyaestabapensando irmedepor todoesto,porquenoha sidomuy bonito el papel queme has hecho representar desde que ha venido el doctorLuzardo.

Impenetrable el designio y con un perfecto arte de simulación, doña Bárbaraasumióunaactituddeenamoradacelosayreplicó:

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—Pretextos. Bien sabes tú qué es lo queme propongo con el doctor Luzardo.Peroestánmuyequivocados, túy lamuchachadePasoReal,sicreenquesevanaburlardemí.Yalemandéadeciraellaquesisiguehaciéndotecarantoñas,lavoyaalumbrar.

—Teaseguroqueesoesunacalumnia—protestóBalbino.—Calumnia,o loque sea,ya tehedicho loque teníaquedecirte:demíno se

burlanadie.DemodoquenoseteocurravolverporPasoReal.Ylediolaespalda,diciéndosementalmente:—Yaéste noverá el hoyodondeva a caer.En efecto,BalbinoPaiba se quedó

haciéndoseestasreflexiones:—Yohicemuybienlascosas.Conunasolapiedramatédospájaros.Losjoropos

dePasoRealmesirvieronparairyvenirhastaElTotumosindespertarsospechasyparaqueéstavolvieraalcomederoempujadaporloscelos.AhoravuelvoaseryoelgalloquecantaenelpatiodeElMiedo;perosiellasevaadarsusartesparahacerserogar,yotambiénmevoyadarlasmías.Yohicemuybienlascosas:deRafaelitonoquedó ni rastro, porque lo que no le gustó al caimán le gustó a la caribera delChenchenal,yahoraélesquienvaacargarconlamuertedelhermanoyconelrobodelasplumas.Mientrastanto,ahíbajolatierraestánseguras,ypuedoesperaraquepaseeltiempoparairvendiéndolasapitosyflautas,ymientrastanto,elnegociodeElMiedoandando.

Alavez,doñaBárbaradiciéndoseporallá:—Dios teníaqueayudarme.Apenasmehabíaempezadoapreguntarme:¿quién

habrá sido el asesino?, viene este vagabundo a contarme el cuento con el crimenpintado en la cara. Ahora lo vajeo hasta que descubra dónde tiene escondidas lasplumas,yunavezqueesténenmismanos laspruebas suficientes, loamarrócodoconcodoyseloentregoaldoctorLuzardo,paraquehagaconélloqueledégana.

Atodoestoestabadispuesta:aentregarsusobrasyacambiardevida,porqueyano la impulsaba un capricho momentáneo, sino una pasión, vehemente como lofueronsiemprelassuyasycomonaturalmentelosonlaspasionesotoñales,peroenlacualnotodoeraseddeamor,sinotambiénansiaderenovación,curiosidaddenuevasformas de vida, tendencias de una naturaleza vigorosa a realizar recónditasposibilidadespostergadas.

—Seréotramujer—decíaseunayotravez—.Yaestoycansadademímisma,yquiero ser otra y conocer otra vida. Todavía me siento joven y puedo volver aempezar.

Taleraladisposicióndesuánimo,cuandodosdíasdespués,deregresoalacasa,yalatardecer,divisóaSantosLuzardo,quevolvíadelpueblo.

—Espérame aquí—dijo a Balbino, en cuya compañía siempre procuraba estarahora,yatravesandoungamelotalqueleseparabadelcaminoquetraíaLuzardo,lesalióalpaso.

Lo saludó con una leve inclinación de cabeza, sin sonrisas ni zalamerías, y lo

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interpeló:—¿Es cierto que han asesinado a dos peones de usted que llevaban para San

Fernandolacosechadelapluma?Despuésdehaberledirigidounamiradadespectiva,Santoslerespondió:—Absolutamenteciertoymuyestratégicasupregunta.Peroellanoatendióalfinaldelafraseporformularyaotrainterrogación:—¿Yustedquéhahecho?Mirándolafijamentealosojosymartilleandolaspalabras,aquéllecontestó:—Perder mi tiempo pretendiendo que la justicia podría cumplirse; pero puede

ustedestartranquilaporloquerespectaalasvíaslegales.—¡Yo!—exclamó doñaBárbara, enrojeciendo súbitamente, cual si la hubiesen

abofeteado—.¿Quieredecirqueusted?..—Quierodecirlequeahoraestamosenotrocamino.Yespoleandoelcaballoprosiguiósumarcha,dejándolaplantadaenmediodela

sabana.

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M

V.Lahoradelhombre

omentosdespuésSantosLuzardoirrumpíaenlacasadeMacanillal,revólverenmano.

EstabalacasaenelmismositiodondemandaraareponerladoñaBárbara,perono donde en estricta justicia debería estar, pues también había sido arbitraria ladecisióndeljuezalestableceraquellindero.

Hallábanse los dosMondragones, supervivientes de aquella temible trinidad dehermanos, entretenidos en apacibleplática,meciéndose en sus chinchorros, cuandoSantos,sindarlestiempoaquesearmasen,lesintimólarendición.Cruzaronentresíunamiradadeinteligencia,yelapodadoTigredijoconalevosamansedumbre:

—Estábien,doctorLuzardo.Yaestamosrendidos.¿Quéhacemosahora?—Pegarle fuego a la casa —y arrojándole a los pies una caja de fósforos—.

¡Vamos!Laordeneraimperiosa,yalosMondragonesnoselesescapópensarquequiense

ladabaeraunLuzardo,hombresquenuncahabíanesgrimidounarmaparaamenazasquenosecumplieran.

—¡Caramba,doctor!—exclamóelLeón—.Estacasanoesdenosotros,y si lepegamosfuego,noslavaacobrardoñaBárbaracondañosyperjuicios.

—Esocorredemicuenta—respondióSantos—.Procedansinchistar.Enesto,elTigrehabíalogradoescurrirsehaciaelsitiodondeestabaunrifle,yya

seabalanzabaacogerlo,cuandoundisparocerterodeLuzardo,alcanzándoloenunmuslo,loderribóportierra,profiriendounamaldición.

Conunarrebatoimpetuoso,elhermanointentóabalanzarsesobreLuzardo,perolo contuvo el revólver que lo apuntaba al pecho, en la diestra cuya eficiencia yahabíanexperimentado,yvolviéndosealhermano,lívidodeiraimpotente,díjole:

—Yasenospresentarálaoportunidaddecobrarnosésta,hermano.Levántesedelsueloyayúdemeapegarle fuegoa lacasa.Cadahombre tienesuhora,yeldoctorLuzardo está desgastando la suya.Luego vendrá la de nosotros. Tome lamitad deestosfósforos,yustedporesapuntayyoporesta,hagamosloquenosmandan.Quebienmerecidolotenemosporhabernosdejadocogerdesprevenidos.

Aplicadoelfuegoa lasbarbasde la techumbrepajiza,elvientode lasabanaloconvirtióprontoenunallamaradarabiosaquedestruyóeninstantesaquellacasa,quenoerasinountechosobrecuatrohorcones.

—Bueno —volvió a hablar el León—. Ya la casa está ardiendo como ustedquería.Ahora,¿quémásseleocurre?

—Ahora se echa usted encima a su hermano ymarcha por delante de mí. LodemásselodiréenAltamira.

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VolvieronamirarselosMondragones,ycomoaningunodelosdosleparecíaqueel otro estuviese dispuesto a jugarse la vida con una temeraria resistencia, puesademás de queLuzardo les llevaba las ventajas de estar a caballo y armado, teníapintadoenelrostroelairedelasresolucionesextremas,elheridodijo:

—Nohaynecesidaddequemecargue,hermano.Yovoyapie,asímesangroporelcamino.

Oriundosdelosllanosbarineses,endondehabíancometidocrímenesquelafugaalAraucay el amparoque les brindódoñaBárbaradejaron impunes, ahora iban apurgarlos,puesSantosseproponíaremitírselosalasautoridadesdeaquellaregión,yasíselomanifestócuandollegaronaAltamira.

—Ustedsabráloquehace—repusoelLeón—.Yaledigo,estáensuhora.Y como Santos, sin hacer caso de la altanería de tales palabras, le ordenase a

Antonioquecuraraalherido,éstereplicó:—Nosemoleste,doctor.Lasangrequehebotadonoerasinolaquemesobraba.

Ahoraesqueestoyenmipeso.AlocualintervinoPajarote.—Puesasínohabráquearrearlomuchoporelcamino.Y,bravuconadaporbravuconada,dirigiéndoseaLuzardo:—Déjemeamíesacomisioncita,doctor.Yolerespondodeestoshombres.Dos

piazosdesogasparaamarrarloscodoconcodoesloquenecesito.Lodemáslopongoyo.Y,¡ah,malhaya!,estéelhombretanlivianitocomodice,paraversiseleocurrecorrer. Supongo que usted los va a mandar con un papel, y si es así, vayaescribiéndolodeunavez,porqueesyaquelosvoyaestararreandopordelante.Noesbuenodejarloparamañana.Aunquenocreoqueseatrevanlosotrosfustanerosavenir esta noche por estos dos. ¡Nimalo que sería! Si yo pudiera partirme en dospiazos, con la mitad me llevaba por delante a estos faramalleros y con la otraesperaba aquí a los que vinieran por ellos de ElMiedo. Pero aquí no hago falta,porqueyaustedhademostradoqueconunaltamireñobastaysobraparaarrearpordelanteadosmiedosos,yaesetonovanacantartodoslosdelladodeacá.

***

Hacía rato que había entrado en la casa y todavía no se había dado cuenta de queMariselaysupadrenoestabanallí.

—Sefueronencuantoustedpartióparaelpueblo—explicóAntonio—.LaideafuedeMarisela,yperdímitiempoyendoabuscarla.Pornadaquisovenirse.

—Eslomejorquehapodidoocurrírsele—dijoSantos—.Ahoraestamosenotrocamino.

Y en seguida ordenó proceder, al día siguiente, a levantar la palizada deCorozalito,quemísterDangerveníaaplazando,validodelardidqueleaconsejaraÑoPernalete.

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—¿A pesar de aquel documento que le mostró míster Danger? —inquirióAntonio,alcabodeunacortapausa.

—Apesardetodo,ycontratodoloqueseoponga.Alatropello,conelatropello.Esaeslaleydeestatierra.

Antoniovolvióaquedarsepensativo.Luegodijo:—No tengonadaquedecirle, doctor.Por el caminoqueusted se eche,ya sabe

quedetrásvoyyo.Peroseretiró,diciéndosementalmente:«NomegustaveraSantosenesetono.Ojaláseanaguacerosdeverano.»Aquellanoche,mientraslosperrosraboteabanentornoalamesa,unamujerque

apestabaapringuedecocinafuequienlesirviólacomidaaSantosLuzardo.Apenasprobó unos bocados de los feos guisos de Casilda, y como no podía permanecerdentrodeaquellacasa,donde,alostristesreflejosdelalámpara,lascosasqueantesbrillaban limpias tenían ya una pátina de polvo y estaban cubiertas demoscas, sesalióalcorredor.

Lasabanareposaba,fosca,bajolanocheencapotada.Nielcuatro,nilacopla,nielpaisaje.Lospeones,silenciosos,pensabanenelcompañerotaciturnoasesinadoenel chaparral de El Totumo; en el hombre «encuevado», con quien, sin embargo,siempre se podía contar, pues a nadie dejaba nunca en un apuro, así arriesgase lavida;enelhombrebuenoquetuvoquehacersejusticiaporsímismoyniaundespuésdemuertoselehacía.

Piensan también en el amo, despojado de aquel dinero que iba a invertir en laobra en la cual fundaba tantas esperanzas y que ha regresado convertido en otrohombrefieroysombrío.

Óyese, a distancia, el áspero grito de los alcaravanes que dan las horas, yVenanciorompeelsilencio.

—LejosdebendeiryaPajaroteyMaríaNieves,consuarrebiato.Yotro,refiriéndosealasvíasdehechopordondeahorasehalanzadoelamo:—Así es comohayquehacer las cosas en esta tierra, porque a conforme es el

mal,asítienequeserelremedio.EnelLlano,elhombredebesaberhacertodoloquehaceelhombre.Que sedeje eldoctor,deunavezpor todas,deestarpensandoencercasyencosasquesehacenenotrospaísesdellanos,yhagaloquetodoelmundohahechosiempreporaquí:cachilapiar,desdemamantónparaarriba,todoelganadosinhierroquelepisesuposesión.

—Ymeterseenlasajenas—agregauntercero—yarreardealláparaacácuantobichodecascoypezuñaseencuentrepordelante.Asinaestánhaciendoconlodeél,yloqueesigualnoestrampa.

—Pues yo no soy del parecer de ustedes—intervieneAntonioSandoval—.Yoestoyporloquemehizocomprendereldoctor.Lacercaentodaspartes,ycadacualcriandolosuyodentrodelosuyo.

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Comooyeseestaspalabras,Santosexperimentóunaimpresiónsemejantealaqueacababan de producirle los melancólicos reflejos de la lámpara sobre las cosasabandonadas porMarisela.Aquella convicción deAntonio era obra de un hombrequeyanoexistía:aquelque llegóde laciudadacariciandoproyectoscivilizadores,respetuosode losprocedimientos legales, aunqueéstos sustentasensancionescomoaquellasconlascualesdoñaBárbaraveníaarrebatándolesupropiedad;enemigodelas represalias —cuyas insinuaciones rechazaba su conciencia vigilante, con unsagrado horror de la catástrofe espiritual a que pudieran inducirlo, poniendo enlibertadalimpulsivoquealentabaenél—aunariesgodeconvertirseenvíctimadelaviolenciaenseñoreadadeaquellatierra.

Estequeahoraescuchabalaconversacióndesuspeones,pensabaysentíacomoaquel que acababa de decir: «el hombre debe saber hacer todo lo que hace elhombre».

Yaélhabíademostradoquesabíahacerlo:lacasadeMacanillalyanoexistía,ylosMondragonesibanarendircuentadesuscrímenesantelajusticia,porobradesumanoarmada.AldíasiguienteletocaríaamísterDanger.Puestoqueeralahoradelhombreynotodavíaladelosprincipios,yaqueparalaarbitrariedadylaviolenciaeldesiertonooponíalímitesalaacciónindividual,elhombreseimpondría.Ungolpeaquí, otro allá, en seguida una afirmación de fuerza en cada oportunidadque se ledeparara, y el ancho feudo sería suyo para la futura obra civilizadora. Era elcomienzodelbuencacicazgo.Lahoradelhombrebienaprovechada.

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F

VI.Elinefablehallazgo

uerontreslosdíasqueSantosestuvoausentedelhato,ymientrastanto,Mariselaalimentó la secreta esperanza de verlo ir en busca suya en cuanto regresara a

Altamirayno la encontrase allí.Empecinada en el sombríodespechoque la habíaimpulsado a retornar al rancho del palmar, no quería confesarse que abrigaba talesperanza,peronoseapersonabatampocodelanuevasituación.Apenasatendíaalosmenesteresdelmomento,comosiestuvieraallídepaso,yel restodeldíase le ibasentadaenelbrocaldelpozoovagandoporelpalmar,mirandosiemprehaciadondepodíaaparecergentequeviniesedeAltamira.

AratosdisipábaselanegramelancolíaysoltabalarisaalpensarenelenojodeSantos cuando no la encontrara en su casa, pareciéndole entonces que no habíaqueridohacersinounachiquilladaparacobrarleaquelásperoregañoquedioenpagodelamorosoempeñoqueellahabíapuestoenlibrarlodelosmaleficiosdelamadre;peroenllegandoaestepuntodesusoliloquio,lasodiosasimágenesdeaquellaescenavolvíanaabatirleyensombrecerleelánimo.

Finalmente, supo que Santos había llegado, y transcurrieron dos días, y seextinguió totalmente aquella lucecita de esperanza que a ratos parpadeaba en sucorazón.

—Biensabíayoqueélnovendríaabuscarme,niseocuparíamásdemí—sedijo—.Ahorasíesverdadqueaquellonofuesinounsueño.

En cambio, míster Danger caía a cada rato por allí. Menos audaz que antes,contenidoporlaactitudseriaydignaqueellaobservabaensupresencia,yanoeraosadoaponerleencimasusmanazas;peroestrechabacadavezmáselasediode lapresa que había vuelto a ponerse al alcance de sus garras,más codiciable ahora, yalternabalashabitualesbromasdesuperennebuenhumorconaltanerasactitudesdecompradorquehapagado.

Pormomentos, eldespecho inducía aMarisela a complacerse enpensarque sudestino sería caer, tarde o temprano, entre los brazos de aquel hombre; pero enseguida la repugnante perspectiva la impulsaba a buscarle remedios eficaces yrápidosalasituación.

UndíavioaJuanPrimito,quemerodeabaporallísinatreverseallegarsehastaelrancho,temerosodequeellanolehubieseperdonadolainjerenciaquetuvoenlodelamedidadelaestaturadeLuzardo.Lollamóyledioesteencargo:

—Dilea...Bueno.Túsabesaquiénme refiero:a la señora,como tú la llamas.Dilequelemandoadeciryoqueaquíestamosotravezenelpalmar,peroquequieroirmedeportodoesto.Quememandedinero;peronounamiseriadecuatrocentavos,porque no es una limosna lo que le pido, sino dinero suficiente para irme a SanFernandoconpapá.¿Cómolevasadecir?Repiteloquetehedicho.Bien.Asímismo

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selodices;delocontrario,noseteocurravolverporacá.JuanPrimitosefuerepitiendoelrecado,paraquenoseleolvidaraunasoladelas

palabrasdelaniñaMarisela,yasíselodioadoñaBárbara.Enelprimermomento,ésta pensó dar la callada por respuesta o contestar con una violencia; perorecapacitándolomejor,comprendióqueleconveníaqueMariselasemarchaseaSanFernando, y cogiendo de su armario un puñado de monedas de oro, de las queacababaderecibirenpagodeunlotedeganado,selasentregóaJuanPrimito.

—Toma.Llévale esto.Que ahí van trescientos pesos.Que se vaya de por todoestoconsupadreyquehagatodoloposibleparaqueyonovuelvaasaberdeella.

Ahogándose en la sofocación de la prisa con que recorrió el trayecto y de laalegríaque lecausabaeléxitodesucometido,JuanPrimitosacóelpañuelodondehabíaenvueltolasmonedas,diciendo:

—Atoca, niña Marisela. ¡Eso es oro! ¡Trescientos pesos te manda la señora!Cuéntalosaversiestáncompletos.

—Ponlo en esamesa—díjoleMarisela, sintiéndosehumilladaporhaber tenidoquerecurriraaquelexpedienteparalibrarsedemísterDangerypararenunciaralaslimosnasdeprovisionesqueAntonioseguíaenviándolesdeAltamira.

—¿Es que te da asco el pañuelo, niña Marisela? Aguárdate que te las voy aentregarlimpiecitas—dijoJuanPrimito,dirigiéndosealavarlasmonedasconaguadelaljibe.

—Pormásque las laves, siempremedará asco tomarlas.Déjalas ahí.Noes tupañueloloquemedagrima.

—No seas zoqueta, niñaMarisela—replicó el bobo—.Oro es oro, yvengadedonde venga, siempre está que brilla. ¡Son trescientos pesos! Con estos centavospuedesponerunnegocio.EnelpasodelBramador,delotroladodelArauca,hayunapulpería que están vendiendo. Si tú quieres, yo me acerco allá en un saltito apreguntarqueporcuánto te lavenden.Esunbuennegocio,niñaMarisela.Todoelquevieneparaacáseparaenesapulpería,yporlomenosunpalodecañasepega.Sitú la compras, yo me voy para allá a servirte de dependiente, sin que tengas quepagarmenada.Déjameirhastaalláapreguntar.

—No.No.Déjamepensarloprimero,yporahora,vete.Hoynoestoydehumorparaconversarcontigo.Cogeparatiunadeesasmonedasydéjamelasotrassobrelamesa.

—¿Atocar yo una de esasmonedas paramí? ¡Quémano, niñaMarisela! ¡AveMaríaPurísima!Déjamedirmemásbien.¡Ah!Semeolvidabaquetemandaadecirlaseñoraque.Nada,nada.Hazloquetedigo:compra lapulperíadelotro ladodelpasoytevasdeunavezdeportodoesto.

Se fue Juan Primito, se quedaron lasmonedas donde él las había puesto, y sequedóMariselapensandoenloquelepropusieraaquél.

—¡Pulpería! Pero ¿a quémás puedo aspirar sino a ganarme la vida detrás delmostradordeunapulpería?¡Pulpería!Alfinmecasaré,omepondréavivirconun

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peón, y undía pasará por allí el doctorSantosLuzardoymepedirá que le venda,aguardienteno,porqueélnobebe,perocualquierotracosa,yyoselavenderé,yélnisiquierasefijaráenqueesMarisela,aquellaMarisela,quienledespachará.

HorasdespuéssepresentóporallímísterDanger.Bromeóunpocoapropósitodeaquellasmonedasque todavíapermanecíanen lamesa,ycuandoya ibaa retirarse,sacódelbolsillounpapeldondehabíaalgoescritoypresentándoseloadonLorenzo,ledijo:

—Firmaaquí,chico.Ésteeseldocumentodelcontraticoquehicimosayer.Lorenzolevantóaduraspenaslacabezaysequedómirándolodesdeelabismode

suborrachera,sinentenderloqueledecía;peromísterDangerlepusolaplumaentrelos dedos, y llevándole la mano, lo obligó a estampar su firma al pie del escrito,aunqueconunaletraquenoteníadesuyasinoeltemblordeladiestrapormediodelacualescribíaelextranjero:

—Allright!—exclamóéste,guardándoselaplumaenelbolsillodelpecho,yenseguidadiolecturaalescritoenaltavoz—:«PorelpresentedeclaroquehevendidoalseñorGuillermoDangermihijaMariselaporcincobotellasdewhisky.»

Eraunadeaquellasbrutalesbromasqueacostumbraba,peroMariselalatomóenserio y se precipitó a arrebatarle aquel documento,mientras don Lorenzo volvía asumirseensuletargo,conunasonrisadeinconscienteyunhilodesalivamanándoledelaboca.

DonGuillermosedejóarrebatarelpapel,echándoseareírmientrasMarisela lohacíaañicos;peroaquellarisanohizosinoexasperarlelaindignación.

—¡Salga de aquí, insolente! —rugió, con voz ronca, llameantes los ojos yencendidoelrostro.YcomodonGuillermo,perniabiertoyconlosbrazosenjarras,seguía lanzando sus robustas carcajadas, se le abalanzó encima a echarlo de allí, aempujones.

Pero sus fuerzas no eran suficientes para mover aquella mole sólidamenteplantadaenelsuelo,yestoacabódeenfurecerla,embelleciéndolamás.Descargóunalluvia de golpes sobre el sonoro pecho atlético de don Guillermo sin que ésteinterrumpiera sus carcajadas ni cambiara de actitud, y como no lograba sinomagullarse los puños contra los recios pectorales, ya con lágrimas en los ojos, seapoderóde lapluma—fuentequeaquél sehabíaguardadoenelbolsillodelpecho,dispuestaaclavárselaenelcuello;peroéllainmovilizó,sujetándolaporlosbrazos,riendo siempre la levantó en el aire, y girando sobre sus talones, la hizo describircírculos vertiginosos. Luego, atontada por el mareo y deshecha por el llanto, ladepositóenelsueloyvolvióaplantárselepordelanteconlosbrazosenjarras,peroya sin reír, resollando fuertemente y contemplándola con miradas inflamadas dedeseo.

Entretanto, despertado por aquellas carcajadas y por los gritos de la hija, donLorenzo se había incorporado a duras penas en el chinchorro, y habiendo logradoapoderarsedeunapuntademachetequeestabaclavadaenelbaharequedelrancho,

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searrojabasobremísterDanger,conunaexpresióndelirante.PeroMariselalanzóungritodehorror,místerDangersevolviórápidamenteyde

unacachetadalehizoperderelvacilanteequilibrioalborracho,quefueadarconsushuesosenelsuelodelrancho,lanzandounrugidodedolorydeiraimpotente.

MísterDanger sacóy encendió tranquilamente su cachimba, y entre unayotrabocanadadehumo,ydándolelaespaldaaMarisela,díjole:

—Haestadounjuegomío,Marisela.MísterDangernogustatomarlascosasporlafuerza,peroyatúsabesquemísterDangertequiereparaél.

Yyaalsalir:—Y no vuelvas a coger machete para míster Danger, don Lorenzo, porque

entoncesseacabówhiskyyaguardienteytodo.Así que se hubo marchado el extranjero, Lorenzo se levantó del suelo,

trastabillando, se acercó al rincón donde sollozaba Marisela, y tomándola por unbrazo,díjole,conunavozdeinsensatezydedolor:

—Vámonos,hija.Vámonosdeaquí.PorunmomentocreyóMariselaquesetratabaderegresaraAltamira,ysedejó

levantardelsueloymarchóenjugándoselosojos;perodonLorenzocontinuó:—Allí..., allí está el tremedal donde se acaba todo. Vamos a terminar allí esta

malditavida.Entoncesella,sobreponiéndoseasupenaytratandodesonreír,repuso:—No, papá.Tranquilízate.Ha sido un juego demísterDanger. ¿No se lo oíste

decir?Cálmate.Acuéstateotravez.Hasidounjuego.Peroofrécemequenobeberásmás,quenovolverásapedirlebebidaaesehombre.

—No. No volveré, pero yo lomataré. . No ha sido un juego... No ha sido unjuego...Aver...Dame...¡Dameacáesabotella!

—No.Yamehasofrecidoquenobeberásmás.Acuéstate.DuérmeteHasidounjuego..

Ypasándolelamanoporlafrente,cubiertadeunsudorpegajoso,yacariciándolesuavemente los cabellos, mientras le mecía la hamaca, estuvo sentada en el suelojuntoaélhastaquelovioprofundamentedormido.Luegolesecólasalivaespumosaquelemanabadelaboca,lobesóenlafrente,yalhaceresto,sintióqueunanuevatransformaciónsehabíaoperadoensualma.

YanoeralamuchachadespreocupadayávidadefelicidadqueenAltamirahabíapodidovivirconlarisaenelrostroyunacoplaenloslabiosatodahora,indiferenteanteelespectáculodeaquellarepugnanteydolorosamiseriafísicaymoral,ajenaalas tormentas de aquel espíritu, porque ante el suyo se abría unmundo luminoso,pobladodeformasrisueñas,resplandecientehastadeslumbrarla.Estemundo,queerasupropiocorazónilusionado,fueSantosquienselomostró,ysóloéllollenaba.Éllequitóconsusmanoslamugredelrostro,consuspalabraslerevelólapropiabellezaignorada,consusleccionesyconsejosladesbastódelarustiquez,ylahizoadquirir

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buenosmodales,yhábitosygustosdeunespíritufino;peroenelfondodeestagrutaresplandecientequeerasucorazóndichoso,sehabíaquedadoentinieblasunpequeñorincón: lafuentedela ternura,ysehabíaquedadoentinieblasporquesóloeldolorpodíarevelárselo.

Ya le había sido dado conocerlo, y de allí surgía ahora una nueva Marisela,deslumbradaporelhallazgodesímisma,conladivinaluzdelabondadenelrostroyconlasuavidaddelaternuraenlasmanosquehabíanacariciado,porprimeravezconverdaderoamorfilial,lafrenteatormentadadelpadre.

YadonLorenzosehabíasumergidoensusmiseriasenelsueñoapaciguadorquele provocaron las caricias de la hija, y aún ella seguía pasándole lamano por loscabellos, mientras sus ojos se posaban distraídos sobre las monedas de oro quebrillabanenelángulodelamesa,dondelascolocóJuanPrimita,cuandoaparecióenelumbraldelapuertaAntonioSandoval.

Mariselalerecomendósilencioponiéndoseel índicesobreloslabios,cuidadosadelplácidosueñodesupadre,yluegoselevantódelsueloysalióarecibirloafuera,donde la conversación no turbara aquel reposo. Trascendía de la expresión de surostroyde la calmade susmovimientosel cambioespiritualyprofundo, enciertagravedadquellamólaatencióndeAntonio:

—¿Quétieneustedhoy,niñaMarisela?Lenotoalgoraroenlacara.—Siustedsupiera,Antonio;yotambiénmesientodeunamaneradistinta.—Comonovayaahabercogidolafiebredeltremedal...—No.Esotracosa.Queporcierto tambiénla tieneel tremedal. ¡Unapaz!Una

tranquilidad sabrosa. Me siento tranquila hasta el fondo, como debe sentirse eltremedalcuandoseponeareflejarelpalmar,yelcieloconsusnubes,y lasgarzasqueesténparadasenlaorilla.

—NiñaMarisela—dijoAntonio,másextrañadotodavía—.Déjemequeselodigacomolosiento:yonuncalahabíaoídoexpresarsedeesamanera.Ymegustahallarlaen ese tonoporque ahora síme atrevomás adecirle loqueme traehoy a casadeusted.UstedestáhaciendofaltaenAltamira,niñaMarisela.Eldoctorsehaechadoporuncaminoquenoeseldeélyquenollevaabuenfin.Antes,ustedlosabe,sepasabadeamigoderespetarlosderechosajenos,aunquefueranmalhabidos,yqueríaquetodosehicieraporlasvíaslegales,yahora,porelcontrario,nohayarbitrariedadquenoloprovoquehacerla.Esometienepreocupado,porquelasangreesunacosaseriacuandodiceadarlosuyo,ymedoleríaverloterminarcomoterminarontodoslos Luzardos. Yo no digo que no haga respetar sus derechos, pero tampoco haynecesidaddeandaratropellandocon todo.Todas lascosasdeestemundo tienensumásysumenos,yaldoctorlehadadoahoraporelmás.EsocondonGuillermo,contodoyserdonGuillermounamalaficha,francamenteestuvofeo.Austednadamásse lodigo, pero es la verdad.Quehubieramandado tirar la palizada, aunque la deCorozalitonolepertenece,erayamucho;perolodedecirle:«¿Vieneusteddispuestoaimpedírmeloatiros?»,esonoestabahechoparalabocadeunSantosLuzardo.No

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es nada los malos resultados que pueda traerle, porque extranjero siempre tienegarantíasquelefaltanalcriollo;esloquesignificanunaspalabrascomoesasquelehementadoenbocadeldoctor.¿Nopiensaustedcomoyo?Yluego,yavandosvecesconestadeahorapoco,quesemeteapararrodeosenlodedoñaBárbarasincumplirel requisitodepedirle trabajoprimero.Fueron resesde él lasque se llevó;pero lonaturaleraquelehubierapedidopermisocomoescostumbrequelohagatodoelquevaarecogerganadosuyoensabanasdeotro.Noesqueyolesaqueelcaballo,porqueya se lodije: pordondeustedzumbe, cuentequeyovoydetrás suyo.Esquecadapalo debe dar sus frutos, y no es natural que un Santos Luzardo se empeñe enprocedercomoprocederíadoñaBárbara.

—¿Ycreeusted,Antonio,quesiyohubieraestadoallánohabríasucedidoeso?—interrogó Marisela, sonrojándose, pero sin perder aquella grave serenidad delinefablehallazgo.

—Mire,niñaMarisela—repusoSandoval—.Unonotendráilustración,peronole faltamaliciaparacatarciertascosas.Aparte loquepuedahaberentreustedyélquenomeincumbeaveriguarsiexisteono,loquesipuedodecirleesque...¿Cómose lo diré?... Bueno. Se lo voy a decir a mi manera. Usted es para el doctor,mejorandolopresente,comolatonadaparaelganado,quesinolaescuchacantar,acadaratoestáqueriendobarajustarse.¿Meexplico?

—Sí,comprendo—respondióMarisela,cubriéndosede rubor,complacidaen lametáforadeAntonio.

—Puesbien.Terminopordondeempecé:ustedestáhaciendofaltaenAltamira.Mariselareflexionóunratoyluegodijo:—Lo siento mucho, Antonio; pero por el momento no puedo volverme a

Altamira.Papánoconvendríaenregresar,y,además, tengootrodeberquecumplir.Quiero llevarme a papá para San Fernando, a ver si allá los médicos le hacenremediosquelequitenelvicioyquelorepongan,porqueestámuyaniquilado.

—Noveoqueunacosaestorbealaotra—observóAntonio.—Sí.PapánoquierevolveraAltamira,yyonoquierocontrariarlo.Además,ya

enAltamirasehizolaprueba,yyaveustedquenodioresultado.Véalocómoestá.Puedequeyohagafaltaallá,comousteddice,peromásfaltahagoaquí.

—Eso es verdad. Su padre, primero que todo. Pero ¿con qué recursos cuentausted para irse para San Fernando y hacerlo ver con losmédicos? ¿Quiere que lehabledeesoaldoctor?

—No.No le diga nada.Yo tengo dinero suficiente. Se lo pedí a quien tenía eldeberdedármelo.

—Bien—dijoAntonio, poniéndose de pie—. Se quedará Santos sin la tonada;perousted tienerazón:supadreantesque todo.Ojaláqueencuentreesos remediosquevaabuscarparadonLorenzo.Peroparahacereseviajeleharánfaltabestiasyunapersonaquelaacompañe.Sinoquierequelehabledeesoaldoctor,yopormicuentapuedomandarleunpeóndeconfianzacondosbestiasbuenasparaustedysu

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viejo.Aunqueserámejorqueselolleveenunbongo,porquenomeparecequedonLorenzoestéencondicionesderesistirunviajetanlargo.

—Esverdad.Estámuyaniquilado.—Entoncesdeje esodemi cuenta.Dehoyamañanadebepasarunbongoque

viene de Arauca arriba. Creo que viene en lastre, y en él pueden irse hasta SanFernando.

Se fueAntonio.Marisela volvió a entrar en la casa, se detuvo un rato ante elchinchorrodondedormíadonLorenzo,contemplóconlosojosamorososaquellafazcavada, que nunca había contemplado como ahora lo hacía, y luego recogió de lamesalasmonedasdeoroquelepermitiríanllevaracabosupropósito,yaltomarlasensusmanosnoexperimentórepugnanciaalguna.NohabíallegadoalavarlasJuanPrimito, pero de la recóndita fuente de ternura recién hallada, también sobre aqueldinerodesumadrecaíanlinfaspurificaderas.

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L

VII.Elinescrutabledesignio

osrayos tendidosdelsolde losaraguatosdoranlos troncosde losárbolesdelpatio, el paloapique de los corrales y la horconadura de los caneyes bajo la

sombravioláceadelaspardastechumbres,ycuandoyaeldiscorutilantedelastrosehaocultadotraselhorizonte,quédansesobreelinmensodiscomásymásoscurodela sabana, largas nubes cual barras de metal fundido, arreboles de entonacionescalientes,yeltrazofirmeynegrodelasiluetadeunalejanapalmerasolitariacontraelresplandordelocaso.

HaciaallácaeAltamira,yhaciaallásehundenenlalejaníalasmiradasdedoñaBárbara.

Tresdíashacíaquehabía llegadoaElMiedo lanoticiade ladestrucciónde lacasadeMacanillalyprisiónde losMondragones:yaéstosestabanenpoderde lasautoridadesadondelosremitieraSantosLuzardo,yyaéstesehabíametidodosvecescon sus peones en tierras de ElMiedo a parar rodeos sin cumplir el requisito depedirlepermiso,yaún lospeonesdeellaesperabansusórdenespara lanzarsea lasrepresalias.

Viendoquenoseanimabaadarlas,BalbinoPaibasedecidióporfinapedírselas,a fuer de mayordomo, y se acercó al palenque donde ella estaba abismada en susilenciosacontemplacióndelpaisaje.

Pero antes de abordarla, gastó un buen rato en pretextos de conversación. Ellasólolerespondíaconmonosílabos,ylaspausassefueronhaciendomásymáslargas.

Entretanto,unrebañoavanzabahacialoscorrales.Oíaseelcantodelospastorestendidoenlainmensidadsilenciosa.

Llegaronlasprimerasreses.Elmadrinero,un toro lebruno,sedetuvodeprontoante el higuerón plantado cerca de la puerta de la majada y lanzó un bramidoimpresionante.Habíaolidolasangredeunaresquefuebeneficiadaallíenlamañana.Elrebañosearremolinóycomenzóacabildear,mientraselmadrinerodabavueltasen torno al árbol, escarbando la tierra, olfateándola, cerciorándose de aquella cosaatrozquehabíasucedidoenaquelsitio,ycuandoyanolequedarondudas,lanzóotrobramido,queyanoerademiedonidedolor,yse llevóelrebañoencarrerapor lasabana.

—¿Quién fue el de la ocurrencia de escoger la puerta de la majada parabeneficiar?—gritóBalbino,alardeandodesumayordomía,mientraslospastoreslesdabanriendaasuscaballosyselanzabanacabecearlapuntaqueseabríaalborotada.

Porfinlaredujeron,yotravezlaarrearonhacialacorraleja,situadamásalládelhiguerón.

Yaestabaencerradoel rebaño,peroaúnmugía lastimeramente,ydoñaBárbaradijodepronto:

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—Hastaelganadoletienegrimaalasangredesussemejantes.Balbino la miró de soslayo, con un gesto de extrañeza, y se interrogó

mentalmente:—¿Yesellaquienlodice?Transcurrieronunosinstantes,yBalbinosehizoestareflexión:—¡Hum!Con estamujer no hay brújula.Hasta al caballo, que es bestia, se le

descubreloqueestápensando,sóloconmirarlocuáldelasorejasamuga;peroconestamujersiempreestáunobailandoenuntusero.

Yselequitódellado.Mas, no solamente Balbino Paiba, que ya era bastante torpe, ni ella misma

hubierapodidodecircuáleseransuspropiosdesignios.Una vez más, sus obras le habían salido al paso, cerrándole el camino que

insistieraenbuscar.Aún resonabanensusoídos las fieraspalabrasconqueSantosLuzardo le había arrojado a la cara su sospecha, precisamente cuando ella iba adecirlequecreíahaberdescubiertoalautordelcrimenyquedeunmomentoaotroiría a entregárselo personalmente, en cuanto estuviese en posesión del cuerpo deldelito. Sospecha injusta y calumniosa, pero en el fondo de la cual se cumplía lajusticiamisma,puestoque,¿acasosóloenElTotumo,matasychaparralesguardabansecretos de emboscadas asesinas, y si allí fue Balbino Paiba obrando por cuentapropia, nohabía sido, enotros sitios,Melquíadesquiendescargó sobre caminantesdesprevenidoselgolpehomicidafraguadoporella?¿YnoeratambiénBalbinoPaibainstrumentodesustortuosasobras,suobramisma,cerrándoleelpasohaciaelbuencamino?

Ramalazos de cólera azotáronle el corazón, uno tras otro, durante aquellos tresdías: contra el barragán, cuyo delito le atribuía a ella Santos Luzardo; contra elespalderosiniestro,queguardabaelsecretodelosquehabíacometidomandadoporella; contra las mismas víctimas de su codicia y de su crueldad que se le habíanatravesado en el camino, poniéndola en el caso de tener que suprimirlos, y contratodoslosque,comosinohubieseyabastanteconlasobrascumplidas,veníanahoraaproponerle represalias: Balbino, Melquíades, cada uno de sus peones, gavilla deasesinos,cómplicesyhechurassuyas,cuyasmiradasfijasenellaestabandiciéndoleacadarato:

—¿QuéesperaustedparamandarnosmataraldoctorLuzardo?¿Noestamosaquípara eso? ¿No ha adquirido con nosotros el compromiso de darnos sangre quederramar?

Y Juan Primito se puso enmarcha, camino de Altamira, con este recado paraLuzardo:

—Queestanoche,alasalidadelaluna,estaráesperándoloenRincónHondounapersonaquetienequédecirleapropósitodelcrimendeElTotumo.Quesiustedseatreve,vayasoloaoírloqueledirá.

JuanPrimitofueyvinoconlarespuestadeLuzardo:

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—Dígalequeestábien.Queirésolo.Estofueenlamañana,yhacíapocoquehabíallamadoaMelquíadesparadecirle:—¿Recuerdasloquemedijistehaceunosdías?—Todavíalotengopresente,señora.—Puesbien.Estanoche,alasalidadelaluna,estaráenRincónHondoeldoctor

Luzardo.—Yoselotraeréaquí,vivoomuerto.Yaseaproximalanoche.Prontosepondráencaminoelespalderosiniestro;pero

todavía doña Bárbara no ha logrado descubrir cuáles son los propósitos que conaquellaemboscadapersigue,niconquésentimientosesperalaaparicióndelalunaenelhorizonte.

Hastaallí,siemprehabíasidoparalosdemáslaesfingedelasabana;ahoraloestambiénparasímisma:suspropiosdesigniosselehanvueltoimpenetrables.

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N

VIII.Lagloriaroja

odejódeocurrírseleaSantosLuzardoquesóloenunacabezaofuscadapodíahaberbrotadolaideadeinvitarlo,demaneratanabsurda,acaerenunacelada;

peroéltambiéndabamuestrasdehaberperdidolacorduraaldecidirseaaprovecharaquella ocasión para demostrarle a doña Bárbara que no ganaría nada conamedrentarlo,puessinopudovindicarantelajusticiasubordinadaalaviolenciasusderechos atropellados, sí sabría defenderlos en lo sucesivo con la fiera ley de labarbarie:labravuraarmada.Yconestetemerarioempeño,alatardecerdeaqueldíaseaventurósolo,caminodeRincónHondo,adelantándosea lahorade lacitaparaburlarelgolpealevosoalamparodelanoche.

Pero,en llegandoa lavistadelsitio,distinguióun jineteparadoen laorilladelmontequebordeabaelsolitariorincóndesabanaysedijo:

—Siempresemeadelantó.LuegodescubrióqueeljineteeraPajarote.—¿Quéhacesaquí?—lepreguntóalreunírsele,autoritariamente.—Voy a explicarle, doctor—respondió el peón—. Esta mañana, cuando se le

arrimóJuanPrimitoadarleelrecado,maliciéquenopodíasernadabuenoymelefui detrás, dejándolo que se alejara de la vista de usted, y luego le di alcance yponiéndoleelrevólverenelpecho,nadamásqueparaasustarlo,porqueséqueélseechaamorircuandoveun revólver, loobliguéaqueme repitierael recadoque lehabíandadoparausted.Porélsupequeustedhabíaprometidoveniryestuvetentadodedecirle:Déjesedeeso,doctor.Perolevipintadaenlacaralaresoluciónymedije:Loúnicoquehayesírselealanteytirarlaparadajuntoconél.

—Hashechomaleninmiscuirteenmisasuntos—repusoSantossecamente.—Noledigolocontrario,perotampocomearrepiento.Porquesiaustedlesobra

arrojo,creoque todavía le faltamalicia.¿Sabesiesunhombresoloelquevieneahablarconusted?

—Aunqueseanvarios.Retírate.—Mire, doctor—replicóPajarote, rascándose la cabeza—. Peón es peón y le

tocaobedecercuandoelamomanda;peropermítamequeselorecuerde:elllaneronoespeónsinoeneltrabajo.Aquí,enlahoraypuntoenqueestamos,nohabernosunamoyunpeón,sinounhombre,queesusted,yotrohombre,quequieredemostrarlequeestádispuestoadarsuvidaporlasuya,yqueporesonohabuscadocompañerosparaveniratirarlaparadaconusted.Esehombresoyyoydeaquínomemuevo.

Conmovidoporaquellarudademostracióndelealtad,SantosLuzardosedijoqueno era cierto que sólo la bravura armada fuese la ley de la llanura y aceptó lacompañíadePajaroteestrechándoleensilenciolamano.

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Pajaroteconcluyó:—Ysírvale estode experiencia, doctor: llaneropuede ir solo adonde ledicen:

«Vengaacompañado»;perolaviciversa,nunca.Ylapicadaalante.Yaheregistradotodos estos montes. Todavía no han venido, pero no deben demorar mucho. Laentrada de ellos debe de ser por esta dirección adonde estamos mirando. Nosemboscaremos detrás de estos saladillos, y cuando aparezcan, a conforme sepresenten,asílessaldremos,perotumbandoycapando,porqueelquepegaprimero,pegadosveces.

Se emboscaron en el sitio elegido por Pajarote y allí estuvieron largo ratovigilando el boquerón demonte por donde debían aparecer quienes vinieran deElMiedo, silenciosos bajo el impresionante ulular de los araguatos que acudían enmanadasa susdormideros.Cerróporcompleto lanoche,yyaempezabaa rayarelortolunarenelconfíndelasabana,cuandosurgióenelclarolasiluetadelBrujeadoracaballo.

—Viene solo, efectivamente, y yo estoy acompañado —murmuró Luzardo,haciendounademándecontrariedad.

YPajaroteparadisiparlelosescrúpulos:—Acuérdese,doctor,deloqueleacabodedecir: lapicadaalante,siempre.Ese

hombrevienesolo,siesqueloscompañerosnoestánemboscadosporahí;peroeseeselBrujeador,aquiennuncalomandanaconversar.Ysivienesolo,peorquepeor,porque ése no anda nunca acompañado cuando lo mandan a desempeñar ciertascomisiones. Déjelo que coja confianza y se salga al claro de sabana, para salirlenosotros.Aunque estoypor decirle queme lo deje demi cuenta.A ese espanto lodesvisto yo solo, con todo y la fama que tiene, porque otrosmás grandesme handejadolacamisolaentrelasmanos.

—No—protestó Luzardo—. Ese hombre viene por mí y es a mí solamente aquiendebeencontrar.Quédatetúaquí.

Yseprecipitófueradelamataalasabanadespejada.El Brujeador avanzó, al trote sosegado de su cabalgadura, pero de pronto se

detuvo.Luzardo lo imitó, y así estuvieronunbreve rato, observándose adistancia,hasta que, como aquél parecía dispuesto a no proseguir, enardecido Santos por laexpectativa,espoleóelcaballoysalvóelespacioquelosseparaba.

YacercadelBrujeador,leoyódecir:—¿Luegoamímehanmandadoparaqueustedysugentemematencomoaun

perro?Siesasí,salgandeesodeunavez.SantoscomprendióquePajarotesehabíaidodetrásdeélapesardequelehabía

ordenadopermaneceroculto,yyavolvía lacabezaparamandarlo retirarse,cuandovio brillar el revólver que el Brujeador sacaba de la cobija atravesada sobre lamontura.

Con un rápido movimiento esgrimió el suyo. Sonaron disparos simultáneos,Melquíadessedesplomósobreelcuellodelabestia,yésta,espantándose,loderribó

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portierra,inerte,debrucessobrelahierba.YparaSantosLuzardo, la fulgurantenociónfuecomounmacetazoen lanuca:

¡habíadadomuerteaunhombre!Pajaroteselereunió,ydespuésdehabercontempladounratoelcuerpoyacente,

murmuró:—Bien,doctor,¿quéhacemosahoraconestemuerto?Largorato invirtieronestaspalabras,claramentepercibidas,enpenetrarhasta la

sumidad donde se había refugiado la conciencia de SantosLuzardo, yPajarote berespondióasímismo:

—Loatravesamossobresubestia,yaloarrebiatoalamía,yenllegandocercadelascasasdeElMiedo,lasuelto,laespantoparaalláypegounleco:¡ahívaloquelesmandandeRincónHondo!

Saliendodeprontodesuestupor,SantosLuzardoseapeódelcaballo.—Tráeteacálabestiadeestebandido.Seréyoquienlellevarásucadáveraquien

lomandócontramí.Pajarotelomiródehitoenhito.Elacentoconquehabíansidopronunciadasestas

palabrashacíaextrañalavozdeSantosLuzardo,asícomotampocoparecíasuyalasombríaexpresióndefierezaqueteníapintadaenlafaz.

—Haz lo que te ordeno. Tráete acá la bestia.Pajarote obedeció, pero cuandoLuzardoseinclinabaparalevantardelsueloelcadáver,seinterpuso,diciendo:

—No,doctor.Esonolecorrespondeausted.LléveseloadoñaBárbara,siquierehacerleeseregalo;peroquienseechaencimaestemuertoesPajarote.Sujeteustedlabestiamientrasyoloatraviesoencima.

Hechoesto,arrebiatadalabestiadelBrujeadoraladeLuzardo,Pajarotepropuso,valiéndosedesubaquianía,paraquenosenegaseaqueloacompañara:

—Por aquímismo debe de haber una huella de ganado que lleva ligerito a lascasasdeElMiedo.Vamosairnosporella.

Santosconvinoenqueloacompañara;pero,enllegandoalavistadelacasadedoñaBárbara,díjolealpeón:

—Espérameaquí.Porfinyporencimadesuvoluntadempezabaarealizarseaquelpresentimiento

deunaintempestivaregresiónalabarbariequeatormentósuprimerajuventud.Todoslos esfuerzoshechospor librarsedeaquella amenazaqueveía suspendida sobre suvida, por reprimir los impulsos de su sangre hacia las violentas ejecutorias de losLuzardos,quehabíansido,todos,hombresfierossinmásleyquelabravuraarmada,yporadquirir,encambio,laactitudpropiadelcivilizado,enquienlosinstintosestánsubordinados a la disciplinade losprincipios, todo cuantohabía sidoobra arduaytesoneradelosmejoresañosdesuvidadesaparecíaahoraarrolladoporeltemerarioalardedehombríaquelomovieraaacudiralaceladadeRincónHondo.

Noerasolamenteelnaturalescrúpulodehabertenidoquedefendersematando,el

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horror de la situación brutal que lo pusiera en el trance de cometer un acto querepugnaba con los principiosmás profundamente arraigados en su espíritu, sino elhorror de haber perdido para siempre esos principios, de haber adquirido unaexperienciadefinitiva,depertenecerya,para toda lavida,al trágiconúmerode loshombresmanchados.Lo primero, el hechomismo, aunque en susmanos estuvo elevitarlo, tenía sus atenuaciones: fue un acto de legítima defensa, pues había sidoMelquíadeselprimeroenhacerarmas;pero losegundo, loqueno fueactodeunavoluntad ni arrebato de un impulso, sino confabulación de unas circunstancias quesólo podían darse en el seno de la barbarie a que estaba abandonada la llanura: elingresoenlafatídicacifradeloshombresquehantenidoquehacersejusticiaamanoarmada, esoyanopodía tener remediosni atenuaciones.Por elArauca correría sunombre envuelto en la aureola rojaque ledaba lamuertedel temible espalderodedoña Bárbara, y de allí en adelante toda su vida quedaba comprometida con esagloria, porque la barbarie no perdona a quien intenta dominarla adaptándose a susprocedimientos.Inexorable,desusmanoshayqueaceptarlotodocuandoselepidensusarmas.

Pero ¿no se había propuesto, acaso, cuando resolvió internarse en el hato,renunciando a sus sueños de existencia civilizada, convertirse en el caudillo de lallanuraparareprimirelbárbaroseñoríodeloscaciques,ynoeraconelbrazoarmadoy la gloria roja de la hazaña sangrienta como tenía que luchar con ellos paraexterminarlos?¿Nohabíadichoyaqueaceptabaelcaminopordondeelatropellololanzabaalaviolencia?Ahoranopodíavolverse.

Yavanzósoloconeltrágicoarrebiato.Soloyconvertidoenotrohombre.

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Y

IX.LosretozosdemísterDanger

amisterDangersedisponíaarecogerseadormir,cuandoladraronlosperrosyseoyeronlaspisadasdeuncaballo.

—¿Quiénvendráparaacáaestashoras?—sepreguntóasomándosealapuerta.Comenzabaasalirlaluna,perosobrelassabanasdelLambederoaúnreposaban

densastinieblas,bajouncieloanubarrado,enunaatmósferasofocante.—¡Oh!DonBalbino—exclamóporfinmisterDanger,alreconoceralinoportuno

visitante—.¿Quélotraeporaquíaestashoras?—A saludarlo, don Guillermo. Como pasaba cerca de aquí, me dije: Déjeme

llegarmehastaalláasaludaradonGuillermo,quenolohevistodespuésqueregresódeSanFernando.

NopodíacreermisterDangerenlasinceridaddetalesdemostracionesdeamistadde Balbino Paiba, ni se las estimaba tampoco, pues, aparte ciertas complicidades,Balbinonoerasinounodelosqueélllamabaamigosdesuwhisky,ylorecibióconexclamacionessarcásticas:

—¡Oh!¡Caramba!¡Quéhonorparamíqueustedhayavenidoasaludarmecuandoyo iba a dormirme! Muchas gracias, don Balbino. Eso merece un palito. Entre ysiéntesemientrasselosirvo.Yanohaypeligrodelcunaguaro,porquesememurió,¡elpobrecito!

—¿De veras? ¡Qué lástima! —exclamó Balbino, tomando asiento—. Era unbonitoanimalaquelcachorroyustedestabamuyencariñadoconél.Debedehacerlemuchafalta.

—¡Oh!Usted piense: todas las noches, antes de acostarme, retozaba con él unbuenrato—repusomisterDanger,mientrasservíadoscopasdewhiskydelabotellareciéndescorchadaqueteníasobreelescritorio.

Vaciaronlascopas,Balbinoseenjugólosbigotazosydijo:—Gracias,donGuillermo.Queseleconviertaensalud—yenseguida—:¿Yqué

era de su vida? Esta vez se quedó usted mucho tiempo en San Fernando. ¿Paraolvidarsedelcunaguarito?Yaseestabadiciendoporaquíqueustedsehabíaidoparasutierra.Peroyodije:LoqueesdonGuillermonosevamásdeesta tierra;éseesmáscriolloquenosotrosyleharíafaltalaguachafita.

—¡Eso, donBalbino! ¡Eso es lo sabroso de esta tierra!Yo siempre digo comoaquelgeneraldeustedes,nomerecuerdoelnombre...Unoquedecía:«Siseacabalaguachafita,mevoy.»

Ysoltólarisa,anchacomosufazrubicunda.—¿Noledigo?Ustedesmáscriolloquelaguasacaca.—Tambiénesmuysabrosalaguasacaca.Todaslascosasqueempiezanporguá

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son muy sabrosas: guachafita, guasacaca, guaricha bonita... ¡Guá, míster Danger!Vamos a pegarnos un palo, comome dicen los amigos siempre que se encuentranconmigo.

—¡Ah,místerDanger!Ojalá todos los extranjerosquevinieranpor aquí fuerancomousted—dijoBalbino,lisonjero,preparandoyaelterreno.

—¿Y usted, qué tal, don Balbino? ¿Cómo marchan los negocios? —preguntómísterDanger,sacandosucachimbaydándolelasprimeraschupetadas—.¿Siempretan buena moza doña Bárbara? Eso no empieza por guá, pero también es muysabroso,¿verdad,donBalbino?¡EstedonBalbinobribón!

Rieron a dúo, como es uso de picaros celebrar picardías, y Balbino abordó suasunto,previaslascaracterísticasmanotadasalosbigotes:

—Los negocios no han estado del todomalos este año. Pero, usted sabe, donGuillermo,pobreespobreynuncalefaltanapurosdeplata.

—¡Oh!Nosepongallorón,donBalbino.Ustedtieneplataguardadabajotierra.¡Muchaplata!MísterDangerlosabe.

Balbinohizounmovimientoinvoluntarioyseapresuróareplicar:—¡Ojalá!Sevive,nadamás.Connegociosdeacuatrocentavos,quesonlosque

yo puedo hacer, no hay para guardar dinero. Eso está bueno para Bárbara y parausted,quetienentierrasycogenbastanteganado.Yoapenashepodidorecogeresteaño unos cuarenta cachilapos. Y ya que hablamos de esto: cómpremelos, donGuillermo.Tengounapurodeunoscentavosyselosdaríabaratos.

—¿Estánbiencachapeadosloshierros?Cachapear, o sea, hacer desaparecer el hierro original de una res para venderla

comopropia, eraunade lashabilidadesmayoresdeBalbinoPaiba,y aunqueentreamigosnolemolestabaquesehablaradeello,estaveznolecayóbienlapreguntademisterDanger.

—Sonmíosportodoelcañón—afirmóconaltivez.—Eso es otra cosa —repuso míster Danger—. Porque si fueran luzarderos,

aunquenoselesvieraelhierro,yonomemeteríaenesenegocio.AloquereplicóBalbino:—¿Yeseresuello,donGuillermo?Ustedsiemprehacompradoganadoluzardero

cachapeado sin ponerle inconvenientes. ¿Es que también a usted le ha metido losbichosenelcorralelpatinquicitodeAltamira?

—Yonotengoqueexplicaraustedsimehanmetidobichosenelcorral,comousteddice—protestómísterDangeramoscado—.Hedichoquenocomproganados,nicaballos,niplumasaltamireñas.Esoestodoloquetengoquedecir.

—Plumasnoleestoyofreciendo—seprecipitóaobservarleBalbino.Iba míster Danger a replicar, cuando sucedió algo que llamó su atención: los

perros,queestabanechadosenelcorredorfrentealapuertadelapiezadondeteníalugarlaentrevista,selevantaronydesaparecieron,singruñiryraboteando,comosi

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salieranalencuentrodealguienquelesfueraconocido.Balbinonoreparóenestoporhallarsedeespaldasalapuerta,ymísterDanger,

paracerciorarsedeloquepudieraseraquello,dijo:—¿Otropalito,amigoPaiba?Ytomandolascopasdondeyahabíanbebido,conelpretextodearrojarelresto

de licor que en ellas quedaba, se asomó al corredor y echó una rápidamirada deexploración,quelepermitiódescubrirquequienporallíandabaeraJuanPrimito,maltapadodetrásdeunárbolyrodeadodelosperrosamigos,comoloerantodoslosdelascasasdeporallí.

Rápida la ocurrencia: «A éste lo han mandado a espiar a don Balbino» —yperversoeldesignio—:«Vamosahacerhablaraestevagabundo.»Sinquepasaradeganasdedivertirselaintención,volvióaentrarenlasala,sirviólascopas,apurólasuya, se sentó frente a Balbino, permaneció un rato en silencio, dándole repetidaschupetadasasucachimba,yluegodijo,reanudandolaconversacióninterrumpida:

—He nombrado plumas porque el año pasado me vendió usted algunas. ¿Serecuerda?

—Sí.Pero,afortunadamente,esteañonopudecomprar.Yaledigo,unoscuarentamautesestodomicapital.

—Y dice usted bien: afortunadamente, porque después de lo de El Totumo, ymientrasno seaverigüebienqué fue loquepasóallí, espeligrosoofrecerplumas.¿Noesverdad,donBalbino?

—¡Quesiespeligroso!Míster Danger se arrellanó en el asiento, estiró las piernas, y sin quitarse la

cachimbadelaboca,dijo,comoocurrenciasúbita:—Yaqueesohavenidoa laconversación,dígamedonBalbino:¿nohapasado

nuncaustedporelchaparraldeElTotumo?Haciendodetripascorazón,Balbinorespondió,coneltonoconquesehablade

cosassinimportancia:—Porelchaparralpropiamenteno.Cercasíhepasadocuandohetenidoqueira

SanFernando.—Esextraño—dijomísterDanger,rascándoselacabeza.—¿Porquéleextraña?—interrogóBalbino,clavándoleunamiradapenetrante.Perolarespuestafueésta:—Yo sí he pasado. Ahora cuando venía de San Fernando, al día siguiente de

haberestadoallí lasautoridades.Registrétodoelchaparralymeconvencí,unavezmás,dequelosjuecesdeestepaístienenlosojosporadorno,comodiceunodemisamigosdeSanFernando.

Mientras así hablaba, con la cabeza reclinada en el alto respaldarde la silla deextensión donde se había arrellanado, aparentemente mirando el humo de sucachimba, pero sin perder de vista el rostro de Balbino, abrió la gaveta de su

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escritorioysacóalgoquesuinterlocutornopudover,puesloocultabadentrodesumanazaapuñada.

Balbino perdió la noción del tiempo, y le pareció que había dejado transcurrirlargoratoparareplicar,cuando,porelcontrario,lohizoapenasterminaradehablarmísterDanger.

—¿Quéfueloqueustedvioquenohubieranmiradolasautoridades?—Vi...Pero se interrumpió en seguida para observar el objeto que había sacado del

escritorio,conelairedequienseencuentradeprontoentre lasmanosalgoquenocreetener.

—¿Estonoessuyo,donBalbino?Creoqueesdeustedestecoroticodechimó.Ymostróunadeesascajitastalladasenmaderanegradecorazón,dondellevanel

chimólosqueacostumbransaborearestainmundicia.Conunmovimientomaquinal,Balbinosepalpó losbolsillosdel liquiliquí,para

cerciorarsedesi llevabaallíaquel«corotico»,sinacordarsedequehacia tiempolohabíaperdido.

—Sí—concluyómísterDanger,despuésdehaberobservadoelmonogramaqueostentabalatapadelartefacto—.Estoesdeusted,donBalbino.

Perdido ya el dominio de sí mismo, Balbino se llevó la diestra al revólver,poniéndosedepie,peromísterDangerreplicóburlón:

—¡Oh!Nohaynecesidaddeeso,donBalbino.Tomesucorotico.Yonopensabaquedarmeconél.

Haciendounesfuerzovisibleporserenarse,Balbinointerrogó:—¿Quésignificatodoesto,místerDanger?—¡Esmuyclaro,hombre!Queusteddejóesecoroticoolvidado,yqueyomelo

encontréymedije:estoesdedonBalbino,élvendráporaquíabuscarlo.Vamosaguardárselo.Peroyaveoqueustedsehaimaginadootracosa.No,donBalbino,notenga usted cuidado. No fue en el chaparral de El Totumo donde encontré estecorotico,nitampocoalpiedelparaguatándeLaMatica.

—Yohicemuybienmiscosas—sehabíadichoéste—.Niunrastromíodejéenel chaparral, y si son las plumas, ni brujos que fueran podrían descubrir dónde lastengoescondidas.

Masheaquíqueahora,aunquecreíanohaberllevadoconsigoalchaparralaquelutensilioqueledevolvíamísterDanger,tampocopodíaasegurarsifuerealmentealládonde loperdió,y,porotraparte, la alusiónalparaguatándeLaMaticanodejabalugar a dudas:mister Danger estaba en el secreto del crimen y sabía dónde habíaocultadoelcuerpodeldelito.

—¡Maldición!—exclamómentalmente—.¿Quiénmemandóveniraproponerleaestehombrequemecompraralosmautes?¡Lacodicia,quesiemprerompeelsaco!

Enefecto,yaBalbino,alsepararsededoñaBárbara,momentosantes,despuésde

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haberla oído decir aquello de: «Hasta el ganado le tiene grima a la sangre dé sussemejantes», había decidido fugarse del hato con su botín, camino de la fronteracolombiana,ysóloesperabalaobscuridadpropiciadelanocheparairaLaMaticaadesenterrarlasplumas;perocomoallítambiénteníaalgunosmautes,productodelarapacidadincruentaenbienesdelabarragana,lacodicialedictóiraproponérselosenventaamisterDanger.

Comprendiendo que, ya descubierto, lo mejor era abordar descaradamente elasunto,interrogó:

—Dígame una cosa, don Guillermo, ¿qué me quiere decir usted con eso delparaguatándeLaMatica?

—¡Oh!Muysencillo.Unacasualidadpuramente.Yoestabaesanochehaciéndoleel tiro a un tigre, queme habían dicho que estaba cebado por allí, y lo vi a ustedenterraruncajónalpiedelparaguatán.Yonoséquéhaydentrodeesecajón.

—Usted sí sabe, don Guillermo. Déjese de disimulaciones conmigo—replicóBalbino,decidido—.Eslahoraypuntoenqueestoyyoyconlaclasedehombreconquienestoyhablando,alpan,pan,yalvino,vino.Yonohevenidoaofrecerlemautessinoplumasdegarza.Dosarrobascompletasydeprimera.Póngaseenproporciónysonsuyas.Noseránlasprimerasplumasmanoteadasqueustedhacomprado.

Suplaneracaptarselacomplicidaddelextranjero,aceptarelprecioquequisieraofrecerle,porirrisorioquefuese,cerrarelnegocioparaeldíasiguienteymarcharseenseguidaconsubotín.Lointeresante,loapremiante,erasalirdelatolladeroenquesehabíametido.

PeromisterDangersoltóunacarcajadayluegodijo:—Ustedseequivoca,donBalbino.MisterDangernohacenegociosquenoestén

dentrodesusplanes.Yonohequeridosinodivertirmeunratoconusted.Esecoroticodechimólohadejadoustedaquí,sobremiescritorio,haceunaporcióndetiempo.YonoheestadoenelchaparraldeElTotumo.Todohaestadounjuegomío,menoslodelparaguatándeLaMatica,¿eh?

Demudadoporlaira,Balbinoreplicó:—¿Quiere decir que usted me ha escogido para que le hiciera las veces del

cunaguaro?¿Nosabeustedqueesosretozossonmuypeligrosos?Peroenestogruñeron losperros, y aBalbino se le fuedel rostro la sangredel

coraje.Seasomóalapuerta,explorólaobscuridad,yaunquenadavio,dijo:—Deaquíseacabadeiralgunoqueestabaoyendoloqueconversábamos.Volvió

areírmisterDangeryconcluyó:—¿Veusted,donBalbino, comohoynoestábuenoparametermiedo?Lomás

peligroso que hay ahora es ofrecer plumas.Mister Danger no habla, no porque letengamiedoasusamenazas,sinoporqueamisterDangernole importanadadeloquehayasucedidoenelchaparraldeElTotumo.Yahora...

Ycastañeteandolosdedoslemostrólasalida.

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NootracosaqueríaBalbino;peronosemarchósinhaberleechadoencimaunamirada terrible, con el imprescindible acompañamiento de las manotadas a losbigotes,yunavezfuera,leechólapiernaalcaballoycogióelcaminodelsitiodeLaMatica,diciéndosementalmente:

—Ahora si que no hay tiempo que perder. Ya voy a estar desenterrando misplumas,y¡ojosquetevieron,palomaturca!Viajandodenocheyescondiéndomededíaenlasmatas,antesdequepuedanponérsemesobrelashuellas,yahabrépasadolarayadeColombia.

Entretanto,misterDanger,asolasyentrecarcajadas:—YaJuanPrimitoestará llegandoaElMiedoconelcuentode loquehaoído.

Ahora doñaBárbara va a querer queBalbino parta con ella las plumas. ¡PobrecitoBalbino!

Y después de este saludable ejercicio de buen humor, se durmió tranquila yprofundamente,comoenvidadelcunaguaro,despuésdelosretozossobrelaestera.

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H

X.Entregandolasobras

acia rato que se habían escuchado en el profundo silencio de la noche lasdetonacionesde losdisparosdeRincónHondo,y todavíaBárbara,pendiente

deloqueallíhubierasucedidoyechandodemenosaquellaextraordinariafacultaddeintuicióndelossucesoslejanosqueseleatribuía,sepaseabasumamenteagitadadeun extremo al otro del corredor, explorando a cada momento las tinieblas de lasabana,cuando llegóJuanPrimitocon lanoticia,entreahogosdehaberla traídoencarrera:

—EnlaMatica,alpiedeunparaguatán,estánenterradaslasplumas.Y en seguida pasó a explicar cómo lo había descubierto; pero apenas hubo

comenzado, cuando doña Bárbara, que ya le prestaba poca atención, se precipitófueradelcorredor,atiempoquelosperrossalíantambién,ladrando,alencuentrodeunjinetequetraíaunabestiaarrebiatadaalasuya.

—¿Melquíades?—inquirió.—No es Melquíades —respondió Santos Luzardo, y deteniendo su caballo,

comenzóadesamarrarelarrebiateconlamismacalmatrágicaconque,trocadaslassuertes,lohubierahechoelBrujeador.

Bárbaraavanzóhastareunírsele,ydespuésdehaberechadounarápidamiradaalcadáverdelespaldero,comoacosasinimportancia,lafijóenaquel,quesóloatendíaa la operación que ejecutaban sus manos. Aquella mirada expresaba estupor yadmiraciónalavez.Lanuevafazimprevistadelapersonalidaddelhombredeseado,revolvíaymezclabaenunsolosentimientomonstruoso todoloqueenellapudierahaberdeamorydeanhelosdebien.

—Yasabíaqueustedvendríaatraerlo—murmuró.Santosvolvióbruscamentelacabeza.Acababadeexplicarseeltortuosodesignio

delamujerona:habíaqueridodeshacersedelespaldero,cómplicedesuscrímenes,ylohabíamandadoaRincónHondoparaqueéllediesemuerte;lohabíaconvertido,pues, en instrumento suyo y ahora tenía la avilantez de hacérselo comprender.Moralmente,yaélpertenecíaalagavilladeasesinosdelacacicadelArauca.

Porunmomentoloasaltóelimpulsodeprecipitarsesobreella,tirándoleencimalabestiaparaquelaarrollaraylapisotearaenelsuelo;peroenseguidaseledeshizoenbruscoabatimientolafierezaquelehervíaenelpecho,yarrojándolealospieslafalseta del caballo del Brujeador, tiró de la rienda del suyo y partió, sombrío,repitiéndoselareflexiónqueacababadehacerse:nolagloriarojadelosdominadoresa sangre y fuego habíale dado el suceso de RincónHondo, sino la triste fama deasesinoejecutordelosdesigniosdelamujerona.

LargoratoestuvoelcaballodelBrujeadorconsucargamacabraatravesadasobrela montura, quieto y con la cabeza vuelta hacia doña Bárbara cual si esperase la

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determinaciónqueelladebíatomar.Asimismo,losperros,despuésdehaberolfateadolos pies ymanos péndulos del cadáver, se habían quedado inmóviles, en un grupoexpectante, pendientes del rostro del ama. Pero como ésta permaneciera absorta,mirandohaciadondeyasehabíahundidoenlanochelasombradeSantosLuzardo,la bestia decidió encaminarse al caney sillero, paso a paso, comopara no sentir eltrágicopénduloquellevabaencima,ylosperrossefuerondetrásgruñendo.

DoñaBárbara continuó inmóvil, pero ya había desaparecido de su rostro aquelairedeestuporydeadmiraciónconquesequedaramirandoaLuzardo,yahorasufrenteceñudadenunciabaunsombríotrabajodelpensamiento.

Unavezmásparecíacomosisuinstintolahubieraguiadocerteramente,pues,apesar de la manera absurda con que fue urdido el plan de Rincón Hondo, habíaresultadoloquemásconvinieraasusdesignios.Noporqueaquellasoluciónfuese,enrealidad,laqueellahubieseperseguido,puesenéste,comoencasitodossusplanes,nohubosinosimplementeprovocaciónimpulsivadeunresultadocualquiera,golpeasalga lo que saliere, para ponerle término a una situación complicada. Pero, comosiempre le acontecía, en presencia del resultado fortuito se engañaba a sí mismadiciéndosequeasílohabíaprevisto,queesoeraloquebuscaba.

Porunaparte, presade sentimientos contradictorios respecto aLuzardo:pasiónamorosaydeseosdevenganza,yporotra,rabiosodespechoantelafatalidaddelasobrascumplidasquepordondequieralesalíanalpaso,cerrándoleelcamino,urdiólaceladadeRincónHondosóloporprovocarlosacontecimientosfortuitos:muertedeLuzardoodelBrujeador,soluciones,ambas,delascualesdependíasusuerte.

CiertoeraqueahorateníaensusmanosladeSantosLuzardo,puesconacusarlodehaberdadomuerteaMelquíadesyconponerenjuegounpocodesuascendienteentre jueces y autoridades de la región, bastábale para arruinarlo y llevarlo a unpresidio;peroestosería la renunciadefinitivaalbuencamino, lavueltaa lasobrascumplidas,decuyafatalidadqueríalibrarse.

Ya había comenzado a entregarlas: losMondragones, abandonados a su suerte;Melquíades,atravesadosobreaquelcaballo...

Elalborotodelapeonadainterrumpiósuscavilaciones.Delplandeloscaneyesveniaunodelosvaquerosadarlelanoticia.

Al volverse vio a Juan Primito, que había presenciado todo aquello desde elcorredor,horrorizado,haciéndosecruces,yconunasúbitaocurrencialedijo:

—Túnohasvistonada.¿Sabes?Vetedeaquíinmediatamenteycuidadocomoseteocurrahablardeloquehasvisto.

A grandes zancadas el bobo se perdió en la obscuridad de la sabana, y doñaBárbara,comosiignoraseelacontecimientoyconlahabitualimpasibilidadconquesabíaocultar sus impresiones,oyó loque le refirióelvaqueroy luegosedirigióalcaney.

Despertados por las voces del peón que había visto llegar el caballo con elBrujeador muerto encima, los demás vaqueros, las mujeres de la cocina y los

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muchachos de unos y otras, éstos medio adormilados todavía, formaban rueda entorno a la bestia, haciendo comentarios y profiriendo exclamaciones; pero alreunírseles doña Bárbara, enmudecieron y se quedaron mirándola, pendientes delmínimogestodesurostroenigmático.

Se acercó al cadáver, y después de haber visto que tenía una herida en la sienizquierda,delacualmanabaunhilodesangrenegrayespesa,dijo:

—Apéenloypónganloenelsueloparaversitieneotrasheridas.Así sehizo;peromientrasunode lospeones registrabael cadáver, ellaparecía

atender,másquealaoperación,aldesignioqueleensombrecíalafaz.—Ladelasiensolamente—dijo,porfin,elpeónenderezándose—.Unaherida

muynoblequeseguramentelomatóenseco.Yotrocomentó:—Buenojotieneelquelotiró,peroseconocequenoestabacaraacaraconél.

Seguramenteloestabacazandodetrásdealgúnpalo.—Obienal ladosuyo—repusodoñaBárbara,volviéndoseamiraralpeónque

habíaformuladoelcomentario.—Tambiénsirve—murmuróelvaquero,aceptandoaquellainterpretaciónquele

imponía quien no necesitaba haber presenciado las cosas para saber cómo habíansucedido.

DoñaBárbaravolvióafijarlavistasobreelcadáver,encuyorostroexangüesemezclabanlalívidaluzdelalunaylosreflejoscárdenosdeuncandilqueunadelasmujeres sostenía entre sus manos trémulas. Entretanto, el mudo círculo deespectadoresesperabaelresultadodeaquellacavilación.

Deprontolevantólosojosymiróenderredor,comosibuscaseaalguien.—¿DóndeestáBalbino?Aunque todos sabían que Balbino no estaba entre ellos, todas las miradas lo

buscaron en el grupo, con simultáneo movimiento maquinal, y luego, con unasospecha unánime, suscitada en los ánimos hostiles al mayordomo por aquellacapciosapregunta,cruzáronselasmiradasqueinterrogaban:

—¿HabrásidoBalbino?—¡Ya está!—se dijo mentalmente doña Bárbara, al advertir que sus palabras

habíansurtidoelefectobuscado,yenseguida,con laentonacióndevisionariaconque administraba su fama de bruja, y dirigiéndose a dos de sus peones entre loscualesyapodíaireligiendoelsustitutodeMelquíadesGamarra:

—EnLaMatica,alpiedeunparaguatán,estánenterradaslasplumasdegarzadeldoctor Luzardo. Allí debe de estar Balbino desenterrándolas. Ándense allá, ligero.Llévensedoswinchestersy…,tráiganmelasplumas.¿Comprenden?—Yenseguidaalosdemás—:Yapuedenlevantarelcadáver.Llévenloasucasa,yvélenloallá.

Y se retiró a sus habitaciones, dejándole a la peonada un fecundo motivo decomentariosparalatertuliadelveloriodeMelquíades.

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—Yoloqueaseguro,esquesifueBalbino,porahíhabíapalosgruesosconquetaparse,porquedehombreahombrelequedabagrandeeldifunto.

Yluego:—Vamosaversitambiénselesmetedetrásdelospalosaéstosquehansalidoa

prenderlo.Ydurantelargoratolaexpectativalosmantuvoensilencio,atentosalosrumores

lejanos.PorfinoyéronsedetonacioneshacialosladosdeLaMatica.—Yaempezaronatrabajarlosgüinchestes—dijouno.—Hay un revólver contestando —añadió otro—. ¿No sería bueno que nos

llegáramoshastaalláaayudaralosmuchachos?Y ya algunos se disponían a encaminarse a La Matica, cuando apareció doña

Bárbara,diciéndoles:—Nohaynecesidad.YaBalbinocayó.Volvieron amirarse las caras los vaqueros, con el supersticioso recelo que les

inspirabala«doblevista»delamujerona,ycuandoyaellahabíaentradodenuevoenlacasa,unoinsinuólaexplicación:

—¿Nosefijaronenqueelrevólversecallóprimero?Losúltimostirosfueronlosgüinchestes.

Pero¿quiénlesquitabayadelascabezasalosservidoresdelabrujadelAraucaqueellahabía«visto»loqueestabasucediendoenLaMatica?

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E

XI.Luzenlacaverna

rayamedianocheyhacíamásdeunahoraquecabalgabanensilencio,cuando,alavistadelpalmardeLaChusmita,observóPajarote:

—¿Luz en estas horas en la casadedonLorenzo?Algodebede estar pasandoallá.

Santos,quedesdeElMiedoveníacabizbajoyajenoacuantolorodeaba,levantólacabeza,cualsisaliesedeunsueño.

Tres días habían pasado desde aquella otra noche cuandoAntonio Sandoval ledijeraqueMarisela sehabía idoparael ranchodelpalmar,yniunsolo instante lehabíacruzadoporlamente,ofuscadoporlospropósitosdeviolenciaqueacababandehacercrisisenelabatimientoqueahorale traíasilenciosoysombrío, la ideadelasprivaciones y peligros a que pudiera estar expuesta aquella muchacha que, sinembargo, había llegado a ser la ocupación dominante de su pensamiento durantevariosmeses.

Reconocióquehabíahechomalenabandonarlaasusuerte,yencontrandoalivioasustormentosaldarledenuevocabidaensupechoalosbondadosossentimientos,torcióelcaminohaciaelpalmar.

Momentos después se detenía en el umbral de la puerta del rancho, ante eldoloroso cuadro iluminado por la luz ya agonizante de un candil: hundido en suchinchorro, desencajado y con el sello de la muerte en el rostro, yacía LorenzoBarquero,yjuntoaél,Marisela,sentadaenelsuelo,acariciándolelafrente,fijosenélloshermososojos,fuentesdeunllantosilenciosoquelebañabalafaz.

Acariciándolo así lo había ayudado a bienmorir, con tierno sostén de amor, yaunquehacíaratoquelafrentehabíadejadodesentirelsuavecontactodelamano,todavíaéstaprodigabalafilialcaricia.

Másquelodoloroso,ladramáticavidaqueacababadeextinguirse,lamiseriadelcuadro,yelllantodelafazatribulada,loquetocóelcorazóndeLuzardofueloqueallíhabíade tierno: lamanoacariciadora, laexpresióndeamorque tenían losojosbañadosenlágrimas,laternuraparalacualcreyeraincapacitadaaMarisela.

—¡Sememuriópapá!—exclamó,conunacentodesgarrador,alveraSantos,ycubriéndoseelrostroconlasmanos,seechódebrucesenelsuelo.

DespuésdehabersecercioradodequerealmenteLorenzoestabamuerto.SantoslevantóaMariselaparahacerlasentarseenunasilla;peroellase learrojósobreelpecho,gimiendoyllorando.

Largo ratopermanecieron en silencio, y luegoMarisela, desatada la locuacidaddeldolor,comenzóaexplicar:

—Yopensaba llevármelomañanamismoparaSanFernandoparaque lovieran

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losmédicos.Yocreíaquepudieracurarseyqueríallevármelo.SelodijeaAntonio,queestuvoesta tardeporaquí,yélmeofreciócontratarmeunbongoqueveníadearriba.AcababadeirseAntonio,yyohabíaentradoadarleunavueltaapapá,antesde ir a prepararle la comida, porque desde estamañana estabamuy hundido ymedaba miedo dejarlo solo mucho tiempo, cuando de pronto hizo un esfuerzo parasentarseenelchinchorroysemequedóviendoconlosojospelados,ygritó:

«—¡Eltremedal!¡Metraga!¡Sosténme,nomedejeshundir!»—Fue un grito espantoso, que me parece estar oyéndolo todavía, y empezó a

morirse,diciendoacadarato:«¡Mehundo!¡Mehundo!¡Mehundo!»Ymeapretabalamanoconunaangustiahorrible.

—Erasutema—comentóPajarote—.Queselotragaríaeltremedal.Santos permaneció en silencio, haciéndose reproches por el injustificable

abandono en que había dejado aLorenzo y aMarisela, y ésta reanudó el nerviosocharloteo,repitiendo:

—Yopensaba llevármelomañanamismoparaSanFernando.Antoniomehabíaofrecidoconseguirnospuestoenunbongoqueibaparaallá.

PeroSantoslainterrumpió,atrayéndolasobresupecho,paternalmente:—Basta.Nohablesmás.—Perosiheestadotodalanochesufriendocallada,íngrimaysolatodalanoche

viéndolo hundirse y hundirse y hundirse... Porque era como si verdaderamente seestuvierahundiendoeneltremedal.¡Diosmío!¡Quécosatanhorribleeslamuerte!Yyo, íngrimay sola, ayudándolo abienmorir.Yahora, ¡íngrimay solapara toda lavida!¿Quémehagoyoahora,Diosmío?

—AhoranosvolvemosaAltamira,yluegoseveráquésehace.Nohasquedadotan completamente desamparada como crees. Anda, Pajarote. Ándate a buscar lagente necesaria y una bestia aperada para Marisela. Y tú, acuéstate un rato adescansaryprocuradormirte.

Pero Marisela no quiso moverse de junto al padre y fue a sentarse en aquelbutaque donde tomara asiento Lorenzo la tarde de la primera visita de Santos,dejándole a éste la silla que entonces había ocupado, y así, separados por elchinchorrodondeyacíaaquél,permanecieronlargoratoensilencio.

Afuera, la luna brillaba sobre el palmar silencioso que se extendía en torno alrancho, inmóvil en lacalmade lanoche,ymásallá se reflejabaenel remansodeltremedal. Era honda y transparente la paz del paisaje lunar; pero los corazonesestabanatormentadosylasentíanabrumadoraysiniestra.

Marisela sollozaba entre ratos,Santos cavilaba, ceñudoy sombrío, repitiéndosementalmenteaquellaspalabrasdeLorenzolatardedesuprimeravisitaalranchodeLaBarquereña:

«—¡Tútambién,SantosLuzardo!¿Tútambiénhasoídolallamada?»YaLorenzohabíasucumbido,víctimade ladevoradoradehombres,quenofue

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quizátantodoñaBárbaracuantolatierraimplacable,latierrabrava,consusoledadembrutecedora, tremedal donde se había encenagado aquel que fue orgullo de losBarqueros,yyaéltambiénhabíacomenzadoahundirseenaquelotrotremedaldelabarbarie,quenoperdonaaquienessearrojanaella.Yaéltambiéneraunavíctimadeladevoradoradehombres.Lorenzohabíaterminado;ahoracomenzabaél.

«—¡SantosLuzardo!¡Mírateenmí!¡Estatierranoperdona!»Ycontemplabaelrostrodesencajadoycubiertoporlapátinaterrosadelamuerte,

suplantandoimaginativamentelasfaccionesdeLorenzoporlassuyas,ydiciéndose:—Pronto empezaré a emborracharme para olvidar, y pronto estaré así, con la

muertefeapintadaenlacara:lamuertedelespectrodeunhombre,lamuertedeuncadáver.

Y suplantándose así a Lorenzo Barquero le causó sorpresa que Marisela lehablasecomoaserviviente.

—Mehandichoquehasestadomuyraroenestosdías,haciendocosasquenosonpropiasdeti.

—Yaúnnotehandichonada.Estanochehedadomuerteaunhombre.—¿Tú?...¡No!Nopuedeser.—¿Quétienederaro?TodoslosLuzardoshansidohomicidas.—Noesposible—replicóMarisela—.Cuéntame.Cuéntame.YasíqueLuzardolehuboreferidoelmalsuceso,talcomoselorepresentabasu

imaginaciónexaltada,queeracualhabíasucedido,peromalinterpretadoacausadelaofuscacióndelánimo,aquéllarepitió:

—¿Novescomonoeraposible?Silacosasucediócomolacuentas,fuePajarotequienmatóalBrujeador.¿NodicesqueelBrujeadortequedabaaladerecha,caraacara contigo, y que la herida fue en la sien izquierda?Pues por ese lado no podíaherirlosinoPajarote.

Horas de presencia continua del cuadro ante la imaginación, y de reflexionesobstinadasen la reconstrucciónde todos losdetallesdel suceso,nohabíanbastadoparaqueSantoscayeraencuentadeloqueMariselahabíainferidoenuninstante,yasí fue que se la quedó mirando con el esperanzado deslumbramiento de quien,perdidoenelfondodetenebrosacaverna,veacercarselaluzsalvadora.

EralaluzqueélmismohabíaencendidoenelalmadeMarisela,laclaridaddelaintuiciónenlainteligenciadesbastadaporél,lacentelladelabondadiluminandoeljuicio para llevar la palabra tranquilizadora al ánimo atormentado, la obra —suverdaderaobra,porquelasuyanopodíaserexterminarelmalasangreyfuego,sinodescubrir,aquíyallá,lasfuentesocultasdelabondaddesutierraydesugente—,suobra,inconclusayabandonadaenunmomentodedespecho,queledevolvíaelbienrecibido,restituyéndoloalaestimacióndesímismo,noporqueelhechomaterialdequehubiesesido labaladePajaroteyno lasuya laquedieramuertealBrujeadormodificase la situación, de un orden puramente ideal, con que su espíritu habíareaccionado contra las ofuscaciones de la violencia, sino porque, viniendo de

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Marisela, la tranquilizadora persuasión de aquellas palabras había brotado de laconfianzaqueellateníaenél,yestaconfianzaeraalgosuyo,lomejordesímismo,puestoenotrocorazón.

Aceptóeldondepazydio,encambio,unapalabradeamor.Yaquellanoche,tambiénparaMariselabajólaluzalfondodelacaverna.

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E

XII.Lospuntossobrelashaches

stabancortandosogasenelpatiodeloscaneyes,yaalcaerdelatarde,cuandoPajarote,despuésdehaberdirigidounamiradaalasabana,dijo:

—Yo no sé cómo puede haber cristianos que les guste vivir entre cerros o enpueblos de casas tapadas. El Llano es la tierra de Dios para el hombre de losdemonios.

Interrumpieronlosdemáseltrabajoquehacíansuscuchillosenelcuerocrudoypestilente de donde sacaban tiras, y se quedaron mirando interrogativamente alvaquerodelasgraciosasocurrencias.Ésteconcluyó:

—Perosiestáclarito,comojagüeydemedanal.Enelllanoseaguaitadesdelejosy se sabe lo que viene antes de que llegue, tan y mientras que en las tierras decerrajones va uno siempre encunado entre las vueltas del camino, que son comopuntasdecachos,ysiesenlascasastapadas,estáelcristianocomolosciegos,quepreguntanquiénesdespuésqueloshantropezado.

Conunamismasuspicaciatodosdirigieronsimultáneamentelasmiradashacialasabanaydivisaronunjinetequetraíarumboalascasas.

Enterados del suceso de Rincón Hondo, los peones de Altamira habían estadoesperando por momentos ver aparecer en el horizonte la comisión que viniera apracticarelarrestodeldoctorLuzardo,yaunquenoerapresumiblequeaellovinieseunhombresolo,laaparicióndegenteforasterateníaqueinspirarlesrecelos.

Encambio,Pajarotedabamuestrasdeunadespreocupaciónabsoluta,entregadode nuevo a su trabajo y riéndose para sus adentros del esfuerzo que les estabacostandoaloscompañerosdistinguirquiéneralapersonaqueseacercaba.Desdequeapareció en el horizonte aquel jinete lo había estado observando de cuando encuando, sinque losdemássedierancuenta,dispuestoamarcharsealesconditedelmontetupidoencuantodescubrieseindiciosdequefueragentesospechosa;peroyasus ojos, acostumbrados a las largas distancias de la sabana, habían reconocido enaquelforasteroaunpeónamigo,deunodeloshatosdelAraucaarriba,quedíasanteshabíapasadoporallíhaciaelpueblocabeceradeldistrito.

—EselmochoEncarnación—dijeronporfinaquéllos.YPajarote,consuhablaragritos:—Abuena hora lo descubren.Buenos para vigías están ustedes.Y eso quemi

valeMaríaNievesselasechadeanteojodelargavista.—LosmilagrosquehaceSanMiedo—replicaMaríaNieves—.Hastalosciegos

vencuandodebenalgunayestánesperandoquevenganacobrársela.—Tápateesapunta,zamboPajarote.Miraqueelcatireteestátirandoalbulto—

díjoleVenancio,excitándoloa la réplica,comosolíahacerloparadivertirsecon las

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sátirasconqueellosacostumbrabanzaherirse.PeroPajarotenonecesitabaqueloanimaran:—DequeesmilagrosoSanMiedo,esonadie loduda;peroqueestezambosea

tancegato,esotodavíaestáporverse.Porlomenosamínomehapasadoloquelesucedió a un amigomío, cabrestero y catire, pormás señas, que por encender untabaco,unanoche,locogieronencandiladocomoalcachicamo.No,no,porfaltademiedo, porque llevaba bastante el catire, según él mismo me lo ha contado, sinoporquelefaltólamaliciadelzamboPajarote,quecuandoviajadenocheytienequeprenderuntabaco,dejaabiertounojosolamente,paracuandoseleencandile,poderseguirsintropiezoconlaremontadelqueteníacerradoyverclaritoenloobscuro.

—¡Arrea, María Nieves! Mira que el zambo te va echando tierra —volvió aintervenirVenancio, aludiendo con tales palabras a lamaña que se dabaPajarote,cuandoviajabaenverano,paraponersea lacabezade lacabalgata,ydeesemodolibrarsedelaspolvaredasquelevantaranlasbestiasdelosdemás.

Encambio,duranteelinviernoprocurabasiemprequedarseatrásafindeque,alesguazarloscañoscrecidos,fueranlosquemarchabanadelantequienespasasenlostrabajos,buscandolosvados,yaesteardidserefirióMaríaNieves,alreplicar:

—Ahoraélvaenlaculata,esperandoqueotroencuentreelpaso.PerolaréplicadeMaríaNievesteníaunsentidoquesóloPajarotepodíaentender.

DelaexplicaciónqueésteledieradelsucesodeRincónHondohabíadeducidoaquélquenofuelabaladeldisparodeLuzardolaquehabíadadomuertealBrujeador,peroque siPajarote no reclamaba esta gloria, por una delicadeza de bárbara hidalguía,pues se tratabadeunahazañaquemuchoscodiciaban,ynoquerían regateárselaaldoctor, también se la cedíaporque a la horade las responsabilidades ante la ley, aLuzardoleseríamásfácilsalirimpune.

Ambosestabanacostumbradosazaherirsesinconsideraciones;peroPajarotenoesperabaqueMaríaNieveslesalieseconaquelloysequedódesconcertado,locualhizoexclamaraloscircunstantes:

—¡Seaspeóelzambo!Aprovéchalo,catire.Naricéaloahímismo,queyaéseestuyo.

Pero María Nieves, comprendiendo que el juego había resultado pesado,respondió:

—Mivalesabequeyoyélnonostiramos.Pajarotesonrió.Paralosdemás,MaríaNieveslohabíaderrotado;mas,paraellos

dos,elamigosabíaquehabíasidoélquien«sepegó»alespantodelasabana,yconserelmáshombrónentrelosqueestabanallí,loadmirabayloenvidiaba.

Momentos después llegaba el mocho Encarnación al patio de los caneyes.PajaroteyMaríaNievessaliéronlealencuentro,preguntandoéste:

—¿Quélotraeporaquí,amigo?—Lasganasdedormirbajotecho,siaquímelopermiten,yunaencomiendaque

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medieronparaeldoctor.Unacartadeljuez.—¡Ah, caramba! —exclamó Pajarote—. ¿De cuándo acá ha tenido usted

necesidaddepedirpermisoenestacasaparacolgarsuchinchorrodondeledégana?Apéese y acomódese dondemás le guste y écheme acá esa carta que trae para eldoctor.

ConellaenlamanosepresentóanteLuzardo,diciéndole:—Yacomoquereventólacosa,doctor.Estoesdeljuezparausted.EradeMujiquita,yreferíaacontecimientosinsólitos.«AyersepresentóporaquídoñaBárbaraconlasdosarrobasdeplumasdegarza

que te fueron robadas enElTotumoydeclaró lo siguiente: quehabiendo caído ensospechas de que el autor del crimen fuera un tal Balbino Paiba, mayordomo deAltamira,alcualdespedisteatullegadaaésa,ordenóavariosdesuspeonesquelovigilaran; que dos de éstos, cumpliendo aquella orden, lo siguieron hasta el sitiodenominadodeLaMaticayallí losorprendieron infragantidesenterrandouncajónqueresultócontenerlasplumasdereferencia;quelointimaronsedierapreso,ycomohicieraarmascontraellos,dispararonsobreély ledieronmuerte,enseguidade locual, ella sepusoencaminoparaésta, conel cuerpodeldelitoyadarcuentaa laautoridaddelosucedido,asícomotambiéndelamuertedeMelquíadesGamarra(a)elBrujeador,asesinadoporelmencionadoPaiba,pocosmomentosantesdelsucesodeLaMaticayacausadelamismavigilanciaaquemásarribahagomención.»

TerminabaMujiquitaanunciándolequeyadoñaBárbara,deseosadehacerlotodoella misma, había seguido viaje para San Fernando a entregar las plumas alcomercianteaquienselasllevaraCarmelito,yfelicitándoloporlasoluciónquehabíatenido el asunto, tan peliagudo días antes. La posdata era de puño y letra de ÑoPernalete:

«¿Noselodije,doctorLuzardo?Yaestánlospuntossobrelashaches.Susplumasestánenbuenasmanos:enlasdesuamigadeusted,quelellevarálaplata.Esoesloqueustedhadebidohacerdesdeunprincipio.Suamigo,Pernalete.»

La lectura de esta carta dejó a Santos sumido en perplejidades. ¡Las plumasrecuperadas,BalbinomatadordeMelquíades,ytodoestohechopordoñaBárbara!

—¡Ya ve, doctor, que no había que calentarse tanto la cabeza! —exclamóPajarote—.Ahoraquetodosehaarreglado,puedodecirle:míafuelabalaquematóalBrujeador, porque, comousted debe recordar, usted se le arrimópor el lado dellazo, y yo por el demontar, y era por este lado donde tenía la herida. En la sienizquierda¿Seacuerda?Puesbueno,fuiyoquienacabóconelespantajo;peroahoraeljuezdicequedonBalbino,ydedonBalbinoseráelmuerto.

—Peroesoesunainiquidad,Pajarote—protestóLuzardo—.Nuestroderechoadefendernoseralegítimo,puestoqueMelquíadesfueelprimeroenhacerarmas,yyo,o tú, como ahora puedo decirlo, ya que lo reconoces, podíamos estar con laconcienciatranquila.PerodeahoraenadelantelainjusticiacometidaconBalbinonosquitaelderechoaesa tranquilidad,sienseguidanonospresentamosanteel jueza

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deponerlaverdaddelhecho,aponerlospuntossobrelasíesynosobrelashaches,comoestánpuestosenestacarta.

—Mire,doctor—repusoPajarote,despuésdeunapausadubitativa—.Siustedsepresentaaconfesarlaverdadcontraloquealláhansentenciado,seleponebravoÑoPernalete,yescapazdemandarloacondenarparaqueotrodíanoseataninocente.Yúltimamente, todoestoquehasucedido,yqueausted leparece tan feo,no lohanhechonidoñaBárbara,ni el juez,ni el jefe civil, sinoDiosmismo,que sabemuybienloquehace.Fíjeseenesto,doctor:nosotrosnospegamosalBrujeador,ustedoyo—ahora no le convenía insistir en que había sido él—, porque, ¿quién puedeasegurarsieldifuntonovolteólacabezaenelmomentodedispararnosotros?Peromuybienpegado,detodosmodos,yquiencargaconlamuerteesBalbino,quequiénsabecuántasdebía.DiostienesumododeÉlparaarreglarsuscosasyesundemonioparacastigar.

Apesardelagravedaddelasunto,Santosnopudomenosquesonreír;alDiosdePajarote,comoalamigodelcuentodeÑoPernalete,noleproducíanescrúpuloslospuntossobrelashaches.

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XIII.Lahijadelosríos

iempohacíaquedoñaBárbaranovisitabaSanFernando.Como siempre, en cuanto corrió la noticia de su llegada, pusiéronse en

movimiento los abogados, vislumbrando ya uno de aquellos litigios largos ylaboriosos que entablaba contra sus vecinos la famosa acaparadora del cajón delArauca,yen loscuales, si lospicaroshacíansucosecha—puesparaquedarseellaconlastierrasajenasteníaquedejar,encambio,entrecostasyhonorarios,susbuenasmorocotasenmanosdejuecesydefensoresdelapartecontrariaoenlosbolsillosdelos prohombres políticos que le hubieran prestado su influencia—, también losprofesionales honrados salían ganandomucho con el acopio de jurisprudencia y elejerciciodesutilezasqueserequeríanparadefender,contralasarguciasybribonadasde aquéllos, los derechos evidentes de las víctimas. Pero esta vez se quedaronchasqueados los rábulas: doña Bárbara no venía a entablar querellas, sino, por elcontrario,allevaracaboreparacionesinsólitas.

Mas,nosóloentrelagentedeleyessealborotaronlosánimos.Ya,alsabersequeestabaenlapoblación,habíancomenzadoarebullirloscomentariosdesiempreyaser contadas, una vezmás, lasmil historias de sus amores y crímenes,muchas deellas pura invención de la fantasía popular, a través de cuyas ponderaciones lamujeronaadquiríacaracteresdeheroínasombría,peroalmismotiempofascinadora,comosilafierezabajolacualselarepresentaban,másqueodioyrepulsa,tradujeraunaíntimadevocióndesuspaisanos.Habitantedeunaregiónlejanayperdidaenelfondodevastassoledades,ysólodejándoseverdetiempoentiempoyparaejerciciodelmal,eracasiunpersonajedeleyendaqueexcitabalaimaginacióndelaciudad.

Dadaestaya favorabledisposicióndeánimos, lanoticiadequehabíavenidoaentregarpersonalmente loque suamante le robóa suenemigo,yque representabauna suma considerable, y el rumor de que intentaba devolver aLuzardo las tierrasarrebatadasaAltamira,teníaqueconmoverlapoblación.Espíritusimpresionablesypropensosa lassugestionesde loextraordinario,como loson losde la imaginativagente llanera, inmediatamentecomenzaronabuscarleatenuacionesa las truculentasanécdotasquelapintabancomounsersiniestroyodioso.

E inventando cada cual lo que se le antojara, pero contra la corriente de lasantiguasversiones,empezaronacircularporlapoblaciónnovísimosepisodiosdelavidadedoñaBárbara,edificantescasitodos.Nosehablódeotracosadurantetodalatarde: lasmujeres, allá en sus casas, en animados conciliábulos de vecindario; loshombres,enloscorrillosqueseformabanentornoalasmesasdelosbotiquines,yenlasnoches,lacalledelhoteldondeellasehabíaalojadoestuvomuyconcurrida.

Eraelhotelunacasadecorredorhacialacalle,situadafrenteaunadelasplazasde lapoblación.DoñaBárbarareposabaenunamecedora,al frescode labrisaque

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soplabadelrío,distantedeallíuncentenardemetros,sola,reclinadalacabezaenelrespaldo del asiento, en una actitud lánguida y con una expresión de absolutaindiferenciaportodoloquelarodeaba.

Y lo que la rodeaba era la curiosidad de la ciudad. En la acera de enfrente,hombresdelpueblosehabíandetenidoacontemplarla,yya,eranumerosoelgrupomudoyextático,ybajoloscorredoresdelhotelycasasdecomerciovecinas,queseprolongabanhasta laorilladelApure,pasabanacadaratogruposdeseñoritasydeseñorasjóvenesquehabíansalidodesuscasassóloparaverla.Lasprimeras,alponersobre ella sus ojos honestos, se ruborizaban, azoradas por el temor de que loshombres que estaban por allí cerca las sorprendiesen satisfaciendo la maliciosacuriosidad;lassegundaslaexaminabanasusanchasysecambiabansusimpresionesentresonrisasmalévolas.

Vestía una bata blanca, adornada con encajes, que dejaba al descubierto sushombrosybrazosbientorneados,ycomonuncalahabíanvistoconunaspectotanfemenino,hastalasmásintransigentesconcedían:

—Todavíadaelgatazo.Encambio,lasmásespontáneasexclamaban:—¡Esestupenda!¡Quéojostiene!Ysialgunacomentaba:—DicenqueestáperdidamenteenamoradadeldoctorLuzardo.Nopasabadeamarguradehonestidaddesilusionadaestoqueotraagregara:—Ysecasaráconél.Esasmujeres logran todo loque seproponen,porque los

hombressontodosidiotas.Alfinsecansarondeadmirarydemurmurar,ylacallesefuequedandosola.Lalunabrillabadébilmentesobrelascopasdelosárbolesdelaplaza,lavadaspor

un aguacero reciente, y se reflejaba en las charcas que se habían formado en lascalles.Aintervalos,unsoplodebrisaagitabalasramasyrefrescabalaatmósfera.Yalos transeúntessehabíanrecogidoasuscasas,y losvecinosque tomabanel frescofuera de las suyas, obstruyendo las aceras, en mecedoras y sillas de extensión,empezaban a despedirse de un grupo al otro con lentas voces y lánguidasentonaciones:

—Hastamañana,pues.¡Adormir,queyaestoseacabó!Y en el silencio que se iba extendiendo por la población, aquellas palabras

sencillas,aquellalánguidainvitaciónalsueño,teníanlamansagravedaddeldramadelospueblostristes,dondeesalgosolemneelhechoderecogersealacama,alcabodeun día sin obras, que era sólo un día menos en la esperanza, pero murmurandosiempre:

—Mañanaseráotrodía.AsípensabadoñaBárbara.Yahabíaentregadolasobrasquelecerrabanelpasoy

ahora veía despejado el camino. Soñaba, comouna jovencita ante su primer amor,

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haciéndose la ilusióndehabernacidoaunavidanuevaydiferente,olvidadade supasado, cual si éste hubiera desaparecido con el espaldero siniestro de la manoarmada y tinta en sangre, y con el amante de grosero amor. ¿Cuáles serían sussentimientosparalascosasquevendríanconaquelmañana?Sepreparabaparaellascomo para un espectáculomaravilloso: el espectáculo de símisma por un caminodiferente del que hasta allí había recorrido, de su corazón abierto a las emocionesdesconocidas, y esta espera ya era luz sobre la región de su almaque empezaba arevelárseleypordondediscurrían formas serenas, sombras errantesdel buen amorfrustradode lamuchachaquevislumbrara,a travésde laspalabrasdeAsdrúbal,unmundodesentimientosdiversosdelosquereinabanenlapiraguadelospiratasdelrío.

Masheaquíqueenlomejordesusdesmemoriadosfantaseos,unadeesasideasque se deslizan furtivas; una impresión, tal vez de una palabra inconscientementepercibida, un minúsculo cuerpo extraño en el engranaje de la máquina, altera depronto su funcionamientoy la hacedetenerse. ¿Dedóndehavenido esta amargurarepentinaquelehahechocontraerelceñoinvoluntariamente,estesaborconocidodeolvidadosrencores?¿Porquélehaasaltadoelintempestivorecuerdodeunavequecaeencandilada,alapagarsedeprontounashogueras?Asísucorazón,deslumbradoyaporlasluminosasilusiones,selehaquedadorepentinamenteciegoparaelvuelodelsueño¿Nobastaba,pues,haberentregadolasobras?

Fue la contemplacióndelpopulachoagrupadoen la aceradeenfrente,yel iryvenirdelasseñorasyseñoritasdelaciudad.Laadmiracióningenuaylacuriosidadmaliciosa;laciudad,quequeríahacerlarecordarlahistoriaqueellaseempeñabaenolvidar. Parecíale que le hubieran dicho al oído: «Para ser amada por un hombrecomoSantosLuzardoesnecesarionotenerhistoria.»

Ylasuyaselevinoalamente,comosiempre,porsupuntodepartida:«Eraenunapiragua,quesurcabalosgrandesríosdelaselvacauchera...»

Abandonó el corredor del hotel, y lentamente se fue alejando por los de lasvecinas casas de comercio que llegaban hasta la ribera del Apure. Una necesidadinvencibleyobscuralallevabahaciaelpaisajefluvial;lahijadelosríosempezabaasentirlamisteriosaatracción.

Uncielobrumosocerníasinbrillolaluzdelalunasobrelasfachadasdelascasasribereñas, sobre los techos de palma de los ranchos esparcidos más allá, sobre elmonte de las costas, sobre la quieta superficie del turbio Apure, cuyas aguas, enmáximabajanteporefectodelasequía,habíandejadoaldescubiertoanchasplayasarenosas.En lade lamargenderecha,alpiedelmalecón,estabanvaradosdesde lacrecienteanteriorunalanchayunalijo,yenlaorillaflotaban,amarradosaestacas:labalsadelpasoconstruidasobrecanoas,unaspiraguasnegras,cargadasdeleñaydeplátanos,yunbongoenlastre,reciénbarnizadodeblanco,sobrecuyapanetadormíaunmuchachoextendidobocaarriba.

Ya se habían retirado a sus casas los hombres que habían estado bebiendo ycharlandobajolosárbolesdelaribera,frentealosbotiquines,ylosdependientesde

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éstosrecogíanlassillasylasmesas,ycerrabanlaspuertas,apagandoasílosreflejosdelaslámparassobreelrío.

DoñaBárbaracomenzóapasearseporlaavenidasolitaria.Enlabalsaconversabanlosbogasdelaspiraguasconlospalanquerosdelbongo,

y su charla es algo tan lento como la corriente del río por la horizontalidad de latierra, como lamarcha de la noche soñolienta de brumas, como los pasos de doñaBárbara,sombraerranteysilenciosaalolargodelribazo.

La costa demonte, quieta y obscura bajo la noche serena; el río, que viene dearriba, desde las remotas montañas, deslizándose en silencio; el graznido de unchicuacoqueseacercavolandosobreelaguadormida,ylaconversacióndelosbogasconlospalanqueros:cosas terriblesquehansucedidoen losríosqueatraviesan losllanos.

Esto,cuandodoñaBárbaraviene,lenta,bajolatenuesombraazulqueproyectanlosárboles.Yestomismocuandoserevuelve:lacostademonte,lanochecallada,elríoquesedeslizasinruidohaciaotroríolejano,elgraznidodelpájaroinsomnequeya sehaperdidodevista, y la charla soñolientade lospalanqueros con losbogas:cosasgravesquehanacontecidoen las tierrasbárbarasde losanchosymisteriososríos...

DoñaBárbara nomira ni escucha nadamás, porque para su conciencia y a noexiste la ciudad que duerme sobre la margen derecha; sólo atiende a lo que, depronto,selehaadueñadodelalma:lafascinacióndelpaisajefluvial,laintempestivaatraccióndelosmisteriososríosdondecomenzósuhistoria...¡ElamarilloOrinoco,elrojoAtabapo,elnegroGuainía!...

Medianocheporfilo.Cantanlosgallos,ladranlosperrosdelapoblación.Luegoserestableceelsilencio,yseoyenvolarlaslechuzas.Yanosehablaenlabalsa.Peroelríosehapuestoacuchichearconlasnegraspiraguas.

DoñaBárbarasedetieneyescucha:—Lascosasvuelvenallugardedondesalieron.

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E

XIV.Laestrellaenlamira

raladecadenciaqueyahabíacomenzado.Lamujerindomablequeantenadasehabíadetenido,seencontrabaahoraenpresenciadealgocontralocualnosabía

luchar.EltortuosodesigniodeRincónHondoyahabíasidotirarzarpazosaciegas,yelimpulsoquelamovióahacerrecaersobreBalbinoPaibalamuertedelBrujeadorfueelpuntodepartidadelacapitulacióndefinitiva.

Presentía el fracaso de las esperanzas puestas en la entrega de sus obras, y elfatalismodelindioquellevabaenlasangrelahaciamirarya,apesarsuyo,hacialoscaminosde renunciación.Las evocacionesdel pasado, de su infancia salvaje sobrelos grandes ríos de la selva, fueron formas veladas de una idea nueva en ella: laretirada.

No obstante, sobreponiéndose almomentáneo desaliento, decidió emprender elregresoalhato,conlacartaenlacualelcomercianteaquienleentrególasplumasennombredeSantosLuzardo,leparticipabaaéstehaberlasrecibidoycotizadoalpreciodeldía,másaltoqueelqueteníalaespeciecuandoCarmelitolahubieraentregado,yconlaescritura,redactadaporsuabogado,delaventasimuladaqueibaaproponerle,unavezmás,aLuzardo,delastierrasaltamireñasquelearrebatóenpleitosdemalaley. Cifraba en estos papeles las últimas esperanzas que le quedaban, aunque eranesperanzas sin forma determinada, pues ya no aspiraba al amor que a tanto lamoviera.Deunmomentoaotro,anteelpaisajefluvial,laimagendeSantossehabíaconfundido en su mente con aquella borrosa, que conservaba de Asdrúbal, y tanlejanocomoaésteveíaahoraaaquél,sombraquesealejabadesvaneciéndoseenlaluzinciertadeunmundoirreal.

Pero quería llevar a cabo lo que se había propuesto. Lo necesitaba,imperiosamente,porqueunpropósitotruncoenaquellosmomentosseríaelgolpedegraciaparasurazóndeexistir,yavacilante.

Comenzabaareinarlasequía.Yaeratiempodepicarlosrebañosqueignorabanelcaminode losbebederoso loolvidabanenel tormentode la sed.Cangilonesdecañosyaenjutosatravesabanaquíyallálospardosgamelotes,yalosrayosardientesdel sol, bajo las costras blanquecinas de las terroneras, las pútridas ciénagas erancomoúlceraspestilentesquesecicatrizabansincurarse.Enalgunasquedabatodavíaunaguacalienteyespesa,dentrodelacualsepudríanresesque,enloquecidasporlased, se habían precipitado a lomás hondo del bebedero, y allí, ahítas, infladas detanto beber, se atascaron y sucumbieron.Grandes bandadas de zamuros, ávidos decarroña,revoloteabansobreaquellascharcas.¡Lamuerteesunpénduloquesemuevesobrelallanura,delainundaciónalasequía,ydelasequíaalainundación!

Crujían los chaparrales retostados, reverberaba la sabana dentro del anillo deespejismos que daban la ilusión de remansos azules, aguas desesperadas para el

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sediento que marchara hacia ellas, siempre a la misma distancia, en el ruedo delhorizonte.DoñaBárbaracabalgaba,amarchasforzadashaciaelespejismodelamorimposible.

Llegadaalhato,dondeapesardelasfatigasdelviajeyaunqueyaseaproximabala noche, no se detendría sino los momentos necesarios para cambiar la bestiacansada,mudarseyadecentarseparalaentrevistaconLuzardo,quelaimpaciencianole permitía aplazar para el día siguiente, vio que los caneyes estaban desiertos,cerradalacocinayvacíosloscorrales.SóloJuanPrimitoandabaporallí.

—¿Quépasaaquí?—preguntó—.¿Quésehahechodelagente?—Se escabulleron todos —respondió el bobo, sin atreverse a acercársele,

temerosodelarrebatodecóleraquesuspalabrasibanaprovocar—.Dijeronquenoqueríanservirlemásausted,porqueyaustedyquenoeslamismadeantes,yeldíamenospensadolosibaairentregando,atadoscodoconcodo.

Relampaguearonlasmiradascoléricasdelamujerona,yJuanPrimitoseapresuróadarlasotrasnoticias:

—¿SabequesemuriódonLorenzo?—Yaeratiempo.Muchohabíadurado.¿Yella?¿Dóndeestá?—¿LaniñaMarisela?OtravueltaenAltamira.Selallevóeldoctorparasucasa,

ysegúnheoídodecir,sevaacasarconellaenestosmismosdías.Reapareció por completo en doña Bárbara la mujerona de los ímpetus

avasalladores y, sin decir una palabra, con un arrebato preñado de intencionessiniestras,volvióamontaracaballoyseencaminóaAltamira.

JuanPrimitosequedóhaciéndosecruces,yluego,asaltadoporsumanía,corrióen busca de las cazuelas donde acostumbraba ponerles de beber a los rebullones.Entretanto, al galope con que la bestia despeada, sacando fuerzas de flaquezas,respondía al sanguinario apremio de los acicates, doña Bárbara, desvariando,también,monologabaenaltavoz:

—¿Quieredecirqueheperdidoeltiempoalentregarmisobras?Pueslasrecojootra vez, y con ellas, ¡hasta la tumba! Pero veremos quién triunfa. Todavía no hanacido quien pueda arrebatarme lo que ya he dicho queme pertenecerá. ¡Primeromuertaquederrotada!

AsíllegóhastalasfundacionesdeAltamira.Alfavordelaobscuridaddelanochese acercó a la casa, y por la puerta que daba al corredor delantero vio a LuzardosentadoalamesaconMarisela.

Ya habían concluido de comer; él hablaba y ella escuchaba, mirándoloembelesada,loscodossobrelamesa,lasmejillasentrelasmanos.

DoñaBárbaraavanzóhastaelalcancedeuntiroderevólver.Detuvoelcaballo.Despacioyconfruiciónasesina,sacóelarmadelacañoneradelamonturayapuntóalpechodelahija,quehacíablancoalaluzdelalámpara.

De pura luz de estrellas era la chispa que brillaba en lamira, entre la tiniebla

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alevosa, ayudando al ojo torvo a buscar el corazón deMarisela; mas, como si enaqueldiminutodestellogravitara todoelpesodelastrodedonde irradiaba,elarmabajósinhaberdisparado,ylentamentevolvióalacañoneradelamontura.Puestoelojoenlamiraqueapuntabaalcorazóndelamuchachaembelesada,doñaBárbarasehabíavistodeprontoasímismabañadaenelresplandordeunahogueraqueardíaenuna playa desierta y salvaje, pendiente de las palabras deAsdrúbal, y el dolorosorecuerdoleamansólafiereza.

Sequedócontemplandolargoratoalahijafeliz,yaquellaansiadeformasnuevasquetantolahabíaatormentadotomócuerpoenunaemociónmaternal,desconocidaparasucorazón.

—Estuyo.Quetehagafeliz.¡PorfinelamordeAsdrúbal,purasombraerranteatravésdelalmatenebrosa,se

reposabaenunsentimientonoble!

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A

XV.Todahorizontes,todacaminos...

quellanochenoestuvolaluzencendidaenelcuartodelasentrevistascon«elSocio»,perocuandodoñaBárbarasalióalpatio,JuanPrimitoylosdospeones

que la habían escoltado en el viaje a San Fernando —aquellos que habían dadomuerteaBalbino,losúnicostodavíafieles—nolaconocieron.Habíaenvejecidoenunanoche,teníalafazcavadaporlashuellasdelinsomnio,peromostrabatambién,impresaenelrostroyenlamirada,lacalmatrágicadelasdeterminacionessupremas.

—Aquí tienen lo que les debo —díjole a los servidores, pendientes de suspalabras,poniéndolesenlasmanosunasmonedas—.Loquesobreesparamientrasnoencuentrentrabajo.Yaaquínohaynadaquehacer.Puedenirse.Tú,JuanPrimita,llévale esta carta al doctor Luzardo. Y no vuelvas por aquí. Quédate allá si te lopermiten.

Horas más tarde, mister Danger la vio pasar, Lambedero abajo. La saludó adistancia,peronoobtuvorespuesta.Ibaabsorta, fijahaciaadelante lavista,alpasososegadodesubestia,lasbridasflojasentrelasmanosabandonadassobrelaspiernas.

Tierrasáridas,quebradasporbarrancasysurcadasdeterroneras.Resesflacas,demiradasmustias, lamían aquí y allá, en una obsesión impresionante, los taludes ypeladeros del triste paraje. Blanqueaban al sol las osamentas de las que ya habíansucumbido,víctimasde la tierra salitrosaque lasenviciabahastahacerlasmorirdehambre, olvidadas del pasto, y grandes bandadas de zamuros se cernían sobre lapestilenciadelacarroña.

DoñaBárbara se detuvo a contemplar la porfiada aberracióndel ganado, y conpensamientos de sí misma materializados en sensación, sintió en la sequedadsaburrosadesulengua,ardidadefiebreydesed,laasperezaylaamarguradeaquellatierraque lamían lasobstinadas lenguasbestiales.Asíellaensuempeñosoafándesaborearledulzurasaaquelamorquelaconsumía.

Luego,haciendounesfuerzopor librarsede lafascinaciónqueaquellossitiosyaquelespectáculoejercían sobre suespíritu, espoleóel caballoyprosiguió suerrarsombrío.

Algoextraño sucedía enel tremedal,dondedeordinario reinabaun silenciodemuerte. Numerosas bandadas de patos, cotúas, garzas y otras aves acuáticas devariadoscoloresvolabandescribiendocírculosatormentadosen tornoa lacharcaylanzando gritos de un pánico impresionante. Pormomentos, las demás remontadovuelo desaparecían detrás del palmar, las otras bajaban a posarse en las orillas deltrágico remanso, y al restablecerse el silencio, daba la impresión de una pausaangustiosa;peroenseguida,reemprendiendounaselvuelo,yreapareciendolasotras,volvíanagirarentornoalcentrodesubestialterror.

No obstante el profundo ensimismamiento en que iba sumida, doña Bárbara

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refrenódeprontolabestia:unaresjovensedebatíabramandoalbordedeltremedalapresada por el belfo por una culebra de aguas cuya cabeza apenas sobresalía delpantano.

Rígidos los remos temblorosos, hundidas las pezuñas en la blanda tierra de laribera,contraídoelcuelloporelesfuerzodesesperado,blancosdeterrorlosojos,elanimalcautivoagotabasuvigorcontralaformidablecontraccióndelosanillosdelaserpienteysebañabaensudormortal.

—Yaésanoseescapa—murmuródoñaBárbara—.Hoycomeeltremedal.Por fin la culebra comenzó a distenderse sacando el robusto cuerpo fuera del

agua,ylanovillaempezóaretrocederbatallandopordesprendérseladelbelfo,peroluegoaquéllavolvióacontraerselentamente,ylavíctima,yaextenuada,cedióysedejó arrastrar, y empezó a hundirse en el tremedal lanzando horribles bramidos ydesapareció dentro del agua pútrida, que se cerró sobre ella con un chasquido delenguagolosa.

Lasaves, aterrorizadas,volabanygritaban sincesar.DoñaBárbarapermanecióimpasible.Huyerondefinitivamenteaquéllas,volvióareinarelsilencio,yeltremedalagitado recuperó su habitual calma trágica. Apenas una leve ondulación rizaba lasuperficie,yallídondelasverdesmatasdeboralessehabíanrotobajoelpesodelares,reventaronpequeñasburbujasdegasesdelpantano.

Una, más grande, se quedó a flor de agua dentro de una ampolla amarillenta,comounojoteñidoporlaictericiadelacólera.

Yaquelojoiracundoparecíamiraralamujercavilosa...

***

Lanoticiacorredebocaenboca:hadesaparecidolacacicadelArauca.Sesuponequesehayaarrojadoaltremedal,porquehaciaallálavierondirigirse,

con la sombra de una trágica resolución en el rostro; pero también se habla de unbongoquebajabaporelArauca,yenelcualalguiencreyóverunamujer.

Lociertoeraquehabíadesaparecido,dejandosusúltimasvoluntadesenunacartaparaeldoctorLuzardo,ylacartadecía:

«NotengomásherederasinomihijaMarisela,yasílareconozcoporésta,anteDiosyloshombres.Encárgueseusteddearreglarletodoslosasuntosdelaherencia.»

Perocomoeracosasabidaqueteníamuchooroenterrado,ydeestonadadecíalacarta, y, además, en el cuarto de las brujerías se encontraron señales dedesenterramientos,alapresuncióndesuicidioseopusoladesimpledesaparición,ysehablómuchodeaquelbongoque,navegandodenoche,yaeranvariaslaspersonasquelohabíansentidopasar,Araucaabajo...

***

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Llegó el alambre de púas comprado con el producto de las plumas de garza, ycomenzaron los trabajos.Ya estabanplantados los postes, de los rollos de alambreiban saliendo los hilos, y en la tierra de los innumerables caminospor dondehacetiempo se pierden, rumbeando, las esperanzas errantes, el alambrado comenzaba atrazarunosoloyderechohaciaelporvenir.

MísterDanger,comoviesequesuslambederosibanaquedarencerradosyyanopodríanlasresesajenasveniracaerbajosuslazosporlamerelamargosalitredesusbarrancas,seencogiódehombrosysedijo:

—¡Seacabóesto,místerDanger!Cogiósurifle,selotercióalaespalda,montóacaballoy,depaso,lesgritóalos

peonesquetrabajabanenlacerca:—Nogastentantoalambreencercarloslambederitos.DíganlealdoctorLuzardo

quemísterDangersevatambién.

***

TranscurreeltiempoprescritoporlaleyparaqueMariselapuedaentrarenposesióndelaherenciadelamadre,dequiennosehanvueltoatenernoticias,ydesaparecedelAraucaelnombredeElMiedoytodovuelveaserAltamira.

¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña,tierradehorizontesabiertosdondeunarazabuenaama,sufreyespera!...

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VocabulariodevenezolanismosquenofiguranenlosúltimosdiccionariosdelaLenguaEspañola

Acupe:Bebidafermentadademaíz.

Ajilarse:Ahilarse,marcharunodetrásdeotro.Morderelpezelanzuelo.

Amadrinador:Jinetequeacompañaaldomador.

Araguato:Colorleonadoobscuro.Nombredeunaespeciedemonosdeestecolor.

Arica:Abejasilvestre.

Arrosquetado:Colortrigueñosonrosado.

Asperar:Derribarunabestiapatasarriba.

Atarrillamiento:Tabardillodelasbestias.

Atrincarse:Ahorcarse.

Atropellada:Atropello.

Banco:Laparteprominentedemayoromenorextensiónquesobresaledelasabana.

Baniba:UnadelasnacionesindígenasmásimportantesdelTerritorioAmazonas.

Barajustar:Embestir,arremeter.

Barajuste:Desbandada.

Barrear:Maniatar.

Bigarro:Torograndeysalvaje.

Bolerear:Hacer caer una bestia enlazándole las patas delanteras.Aplícase tambiéncuandolacaídaesproducida,enelactodeenlazarunares,porelestiróndelasogaamarradaalacoladelabestia.

Bote:Depósitodondesecuajalalecheparafabricarelqueso.

Brujeador:Personaprácticaencazarbestiasbravías,persiguiéndolasdíaynochesin

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dejarlasnipacernidormir.

Cabecear (los ríos): Dícese cuando éstos empiezan a aumentar o a disminuir elcaudaldesusaguas.

Cabildear:Hacercabildo.LlámaseasíenelAltoLlanoalasreunionesespontáneas,queejecutaelganadobajolaaccióndelmiedo,bramandoyescarbandolatierra.

Cabildeo:Bramidodelganadoquehacecabildo.

Cabrestear (unapuntadegranado):Guiarlaal esguazarun río,nadandodelantedeella.

Cabrestero:Peónqueguíaelganado.(Derivasedecabresto,barbarismodecabestro.)

Cachapear(unhierro):Desfigurarlo,aplicándoleotroencima.

Cachilapiar:Cazarcachilapos.

Cachilapo:Resdesmadradaysinherrar.

Cacho:Pequeñocuentoanecdótico.

Cajón: Faja de llanura entre dos grandes ríos, por donde corren los principalesafluentesdeaquelqueledanombre.

Calceta:Sabanadepequeñadimensión,rodeadadeárbolesomatorrales.

Camperuso:Campesino.

Capachos: Semillas de la planta del mismo nombre que sirven de sonajas en lasmaracas.

Caracamate:Árbolmaderable.

Carama:Cornamentadelvenado.Aplícaseatodoloquepresentetalaspecto.

Caramero:Hacinamientodetroncosyramajesdeárbolesquearrastranlosríosenlaépocadelasinundacionesdelasabana.

Caribes:Pecespequeñosysumamentevoraces,quepueblanlosríosdelosLlanos.

Carrao:Avezancuda.

Casabe:Pandeyuca.

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Castaño—lucero: Aplícase a las bestias de color castaño que tienen una manchablancaenlacabeza.

Corocora:Avezancudadecolorgranate.

Coroto:Trasto,trebejo.

Corrido:Romancepopularquesecantaacompañadodecuatroymaracas.

Crinejear: Tejer en forma de criznejas las cerdas de la cola de un caballo paraamarraraellalasogadelenlazador.

Cuibas:IndígenasmuybelicososquehabitanenlasriberasdelMeta.

Culatero:Peóntraseroqueacompañaunapuntadeganado.

Changuango:Plantaherbáceaderizomacomestible.

Chenchena:Avedelafamiliadelasgallináceas,muyvocinglera.

Chicuaca:Avezancuda.

Chiga:Substanciafeculentaextraídadelassemillasdelchigo,árboldelafamiliadelasleguminosas.

Chigüire:Carpincho.

Chinchorro:Hamacatejidaenpuntodemalla.

Chischeo:Onomatopeyadelsonidodelasmaracas.

Chucuto:Sinrabo.

Chusmita:Garzapequeñadecolorazul.

Dañero, ra: Persona que, según la superstición popular, causa daños por arte debrujería.

Desmontrencar:Separarlasvacasdesusbecerros.

Embarbascar: Echar barbasco (barbarismo por verbasco) al agua donde se va apescar,paraadormecerlospeces.

Empadronarse(unaquesera):Amansarseelganadohastaacostumbrarseabuscarporsísololoscorralesdelaquesera.

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Enguaralar:Enlazar.

Entabanares:Alborotarseelganadoacosadoporeltábano.Fig.Aplícasealapersonaquepadeceofuscacióndeljuicio.

Fuerte:Lamonedadeplatade5bolívares,semejantealduroespañol.

Gandumbas:Testículos.

Gotero(lazo):Lazoquesearrojasinbracearlasoga.

¡Guá!:Interjección.

Guachafita:Embrollo,desorden.

Guaral:Cuerdaparapescar.Tambiénsedicedelasoga.

Guasacaca:Salsapicantehechaabasedeajíes(pimiento).

Guate:CalificativodespectivoquesedaenelLlanoaloshombresde,laCordilleraandinayaloscolombianos.

Guayuquear: Sujetar una res o bestia derribada, tirándola de la cola, previamentepasadaporentrelaspatastraseras.

Güiriri:Patopequeñoqueemiteunsonidosemejantealdeestapalabra.

Irporpique:Serconducidoelganadoporpastores.

Jarisar:Lugardondeabundaeljarillo.

Jipato:Colorcetrino.

Jojoto:Mazorcademaíztierno.

Lambedero:Sitiodeterrenosalitrosoquebuscaelganadoparalamerlo.

Leco:Gritolanzadoparallamardesdelejos.

Levante:Acción y efecto de levantar el ganado de sus comederos para reunirlo enrodeos.

Locha:Piezadeníquelequivalenteaunoctavodebolívar.

Macanilla:Palmeradelacualseextraeunamaderamuydura.

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Macundos:Trastosycosasdeusopersonal.

Madrevieja:Lechoantiguodeunríoqueavecestieneaguaestancada.

Mancha:Reuniónderesesquesemuevenenlasabana.

Manguarear:Robarletiempoaltrabajoaparentandohacerlo.

Manirito:Anona.

Maraca: Instrumento musical de percusión, hecho con un calabazo redondo, consemillasdecapachodentro.

Marmoleado:Colorblancoynegrodelasbestias.

Marota: Soga conque se enlazan las patas delanteras de unabestia para impedirlecorrer.

Mascada:Porcióndetabacoquesetomaenlabocaparamascar.

Mautaje:Reunióndemautes(becerrosdeunoodosaños).

Mediocasco:Pasointermedioentreelnaturalyelpasollanodelasbestias.

Melaofrontino:Caballodecolorcastañoclaroquetienelacarablanca.

Merecure:ÁrbolfrondosodelAltoLlano.

Monearpalos:Treparalosárbolesalamaneradelosmonos.

Moracota,:Lapiezadeorode20dólares.

Naricear:Pasarunasogaaunaresporunagujeroqueselehaceenlanariz.

Nefato:Entontecido.Idiotizado.

Ñaragato:Plantasarmentosa.

Palito(tomarseun):Beberunacopa.

Paloapique:Cercahechadetroncos.

Palodeagua:Árbolaltoyfrondosoquecreceenlasorillasdelosríos.

Paraguatán:Árboldelafamiliadelasrubiáceas,cuyamaderatienegranprecio.

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Pasaje:Cuentoanecdótico.

Peine:Piezaconquesearmanciertastrampas.

Pelodeguama:Sombrerodefieltroaterciopelado.

Percusio:Sucio,insignificante.

Picar(elganado):Conducirloporunavía.

Porsiacaso:Alforja,morralpequeño.

Puntero:Peónqueguíaunapuntadeganado.

Pusana:Brebajeafrodisíacodelosindígenas.

Querevere:ÁrboldecuyasemillahacenpanlosindiosdeApureyGuayana.

¡Quiénquita!:Frasequeequivalea:Bienpuedeser.¿Porquéno?,etcétera.

Regarse como fruta de maraca: Dispersarse el ganado por la sabana como sedispersanlassonajasdeunamaracacuandoéstaserompealagitarla.

Remonta:Labestiaquecadajinetellevaparareemplazaraquellaquemonta.

Retallones:Sobrasdelacomida.

Rochela:Reunióndeganadoinquieto,ytambiénelsitiodondeseefectúa.

Saltanejas:Surcosybacheaformadosporeltráficodecarrosobestias.

Silbariguanas:Producirunsilbidosuaveypersistentecomoelqueseempleaparaatraer y cazar cierta especie de lagartos, llamados iguanas, cuyos huevos sonmuyapreciadosporelllanero.Fig.Distraersecontalsilbidodealgunapreocupación.

Sufridor:Sudadero.

Suspiritar:Supeditar.

Tapices:Presasparaconservarllenoslosabrevaderosdeaguacorriente.

Temblador:Pezsinescamas,decoloraceituna,que tienecuatroórganoseléctricos.Gimnotuselectricus.

Tiros:Argucias.

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Topacho:Acciónyefectodetrambucarse.

Topo:Aceptaciónplenadelaapuestaeneljuegodedados.

Trambucarse:Volcarseunaembarcación.Trastornarse,perdereljuicio.

Vajear (Vahear):Acción que se atribuye a ciertos reptiles de adormecer la victimaarrojándoleencimaelvahooaliento.Fig.Perturbaraalguienconmalasartes.

Vale:Camarada.

Vaquería:Conjuntodelostrabajosderecolecciónyhierradelganado.

Ventana:Espaciodespejado,abiertoenlavegetaciónquebordeaunríoorodeaunasabana.

Ventear:Olfatearelviento.

Yacabó:Nombreonomatopéyicoycontractode«yaacabó»queseledaaunavedemalauguriodelasselvasdelOrinoco.

Yapururo: Flauta de bambú con que acompañan sus canciones los indígenas deGuayana.

Yaruro: Tribu indígena que habita en las márgenes de los ríos Guapanaporo,Cunaviche,AraucayCinaruco.

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