Dom ord 14 b

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El evangelio de este domingo nos cuenta el hecho de ir Jesús a su pueblo, a Nazaret.

Es continuación de lo que veíamos el domingo pasado; pero con una gran diferencia: allí Jesús encontró fe, aquí no la encuentra.

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El domingo pasado veíamos la gran fe de la mujer que sufría flujos de sangre. El solo tocar el vestido de Jesús, con mucha fe, la hizo sanar.

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También la fe de Jairo, que, aunque al principio no era muy firme, mereció la resurrección de su hija.

Hoy no es lo mismo.

Veamos lo que nos dice el evangelio de este día, Mc 6, 1-6.

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En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa." No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

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Comienza diciendo cómo Jesús iba caminando por aquellas regiones de Galilea. Estaría cerca de su pueblo, Nazaret, y pensó ir allí. Es natural que quisiera estar con su madre María, aunque no lo diga el evangelio. Iba acompañado de sus discípulos.

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Ahora ya era Maestro, en cuanto que le seguían sus discípulos; pero allí no encuentra fe. Hoy también el hombre o el Cristo de Galilea pasa entre nosotros. Dejémosle que nos toque con su bendición.

En alguna otra ocasión había pasado ya por Nazaret desde que era predicador ambulante, cuando aún no había comenzado a hacer milagros.

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El Cristo de Galilea

va pasando

ya.

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Y déjalo que te toque

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Y déjalo que te

toque y recibe la

bendición.

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Y déjalo que te

toque y recibe la

bendición.

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El sábado va a la sinagoga a predicar. Quizá había predicado alguna otra vez como buen israelita y como lo hacían los letrados o maestros de la ley. Ahora lo va a hacer ya con autoridad propia, como enviado de Dios, como Mesías. Y aquí viene una gran dificultad en Nazaret.

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Resulta que la gente de Nazaret conocía a Jesús desde que era niño y toda la juventud. Era una persona buena, pero sencillo y trabajador. Era el ayudante de su padre José y al final quien se encargaba de la carpintería o arreglos que había que hacer por el pueblo. Nunca había hecho allí algún milagro Jesús.

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Ahora le oyen hablar con la autoridad de un maestro. Es posible que en algunos brotase la envidia. Y comienzan las preguntas entre ellos: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero?” En realidad no le conocían.

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Nosotros en este día debemos esforzarnos por conocer más a Jesús. Quizá le conocemos de manera externa, algo de su historia. Cada vez más debemos conocerle en lo interno, para poderle amar más. Nada se puede amar mucho si no se lo conoce mucho.

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Y luego las personas de Nazaret le ponen otro título a Jesús. Éste sí que es honroso: “El hijo de María”.

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Parece ser que aún estaba muy vivo su recuerdo como jefe de esa santa familia y en tantos trabajos que habría realizado por el pueblo.

Cuando fue Jesús a

Nazaret la primera

vez, después de

su “bautismo”, le llamaban “el hijo de

José”.

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Ahora ya, después de varios meses, llaman a Jesús: “el hijo de María”. Seguro que Jesús tendría que sentirse orgulloso y feliz por tener tal madre. Jesús es Dios y hombre a la vez. María es la madre de tan excelsa persona, que es Dios y hombre.

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Jesús está en medio de nosotros de muchas maneras: Está en el sagrario, pero está también en los pobres, en medio de nuestras sufrimientos y alegrías; pero siempre como “hijo de María”.

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Viene a

morir,

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Viene a

servir,

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Jesús no sólo nació de la Virgen María, sino que vivió con ella. Y, cuando estaba en la cruz, nos la dio como madre a nosotros para que la invoquemos. Aunque a Jesús vamos directamente, en la práctica para muchos se ha hecho realidad lo de: “A Jesús por María”.

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Nosotros sí que podemos llamar hermano a Jesús por varios motivos: Él mismo nos enseñó a llamar padre a Dios. Y nos instó a llamar madre a su misma madre.

La gente de Nazaret conocía a los familiares cercanos de Jesús. Les solían llamar “hermanos”.

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Dice el evangelio que muchos en Nazaret desconfiaban de Jesús, porque no le conocían en su interior. No todos eran lo mismo. Allí tendría una oyente muy especial que era su madre. Ella guardaría todas esas palabras para meditarlas en su corazón.

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También había gente sencilla que acudía a Jesús para que les impusiera las manos. Es verdad que no hizo milagros ostentosos; pero sí hizo algunas curaciones. Son curaciones casi psicológicas, que provienen del amor y que Dios también querría realizar hoy a través de nosotros.

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Dificultades para predicar la palabra de Dios siempre ha habido. Hoy en la 1ª lectura nos habla de las dificultades que tenía el profeta Ezequiel para poder dar el mensaje de Dios;

Ezequiel 2,2-5

pero él va a hacer la voluntad de Dios, le hagan caso o no le hagan caso.

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En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: "Hijo

de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han

ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto

dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo

rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos."

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Es difícil el ministerio de alguien que sabe que debe decir algo de parte de Dios contra los pecados de un pueblo que vive rebelde a los ojos de Dios. Sin embargo Ezequiel siguió y pudo ver el cambio: el pueblo dejó de ser una comunidad política para ser una comunidad más religiosa.

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Como verdaderamente cuesta, debemos clamar a Dios para que la ayuda venga desde lo alto. Por eso, como meditación de esa primera lectura, el salmo responsorial nos indica la actitud de levantar los ojos hacia lo alto, hacia Dios.

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a Ti que habitas

en el cielo.

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A Ti levanto

mis ojos,

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porque espero tu

misericordia

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Dios confía a una persona alguna misión, que suele ir unida a dificultades. Si uno se pone al lado de Dios es porque sabe que Dios está al lado del ser humano. A veces parece que no se da el fruto; pero el hecho de cumplir la voluntad de Dios, oigan o no oigan los demás, ya es un fruto muy grande.

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A veces las dificultades son externas, pero otras veces son internas. Hoy en la 2ª lectura san Pablo nos habla de una dificultad que él sentía: “la espina en la carne”. Dice así en 2Cor 12,7b-10.

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Hermanos: Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: "Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad." Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.

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Esta “espina” parece que era alguna enfermedad. Alguno dice que también podían ser tentaciones del demonio. Y san Pablo acudía al Señor. La oración siempre es efectiva. Por lo tanto, si Dios no se lo quita, es porque le está dando algo mejor. Se nota por lo menos que san Pablo, por ello, tiene una mayor firmeza en su fe.

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A san Pablo le ha servido para quitar más su soberbia, tener humildad y buscar el bien. Dios lo que busca es que podamos arrojarnos en sus brazos y podamos encontrar una mayor paz y mayor alegría.

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Hemos comenzado diciendo que Jesús de Nazaret pasa junto a nosotros y quiere tocarnos, abrazarnos, darnos a experimentar su amor. Terminamos diciendo que, aunque creamos que nos pide algún sacrificio, nos quiere dar mucha mayor alegría.

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Jesús de

Nazaret alegró

mi vida.

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Jesús de

Nazaret alegró

mi vida.

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Jesús es la

rosa de Sarón.

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El lirio de los valles

me vistió

de fiesta

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Jesús es el lirio

de los valles.

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Jesús de

Nazaret alegró

mi vida.

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Jesús de

Nazaret alegró

mi vida.

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Jesús de

Nazaret

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Con María,

la Madre.

AMÉN