DOCUMENTOS HISTÓRICOS. LA HERRAMIENTA DE LA MICROHISTORIA..docx

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Microhistoria,de lo pequeño a lo grande. Introducción. "¿Qué será la microhistoria?" me preguntaba antes de conocer a Luis González. Hoy día interpreto este término como una diminuta historia; algo pequeño que se centra en un marco limitado de territorio; es la historia del lugar de origen; es una historia local; la historia del terruño como lo indica González en su obra más popular.

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Microhistoria,de lo pequeo a lo grande.Introduccin.

"Qu ser la microhistoria?" me preguntaba antes de conocer a Luis Gonzlez. Hoy da interpreto este trmino como una diminuta historia; algo pequeo que se centra en un marco limitado de territorio; es la historia del lugar de origen; es una historia local; la historia del terruo como lo indica Gonzlez en su obra ms popular.

Dicho autor muestra a travs de su libro Pueblo en Vilo la forma de hacer la historia universal de nuestro lugar de procedencia; no es necesario decir que el autor es muy detallista a lo largo de su escrito, cuestin que termina por afectar la conceptualizacin ya que emplea situaciones que, al conocer la microhistoria italiana se quedan como una microhistoria de la problemtica que tiene un determinado lugar y no de la problemtica dentro del lugar como debera ser. Pues bien, dentro de la cronologa empleada por Gonzlez, me di a la tarea de analizar las etapas sealadas por l. En las tres partes en que su obra se divide.

En ella destaca un antes, un durante y un despus de las distintas revoluciones acaecidas en Mxico. En esta lnea, describe cmo surge San Jos de Gracia en Michoacn. Adems resalta su evolucin (no slo del pueblo en s, tambin de la sociedad josefina) en los procesos de guerra, de manera primordial; a qu me refiero con estos datos?. Ms que nada el autor menciona los cambios sociales polticos y econmicos en ese inicio, desarrollo y final, como lo mencion, se preocupa ms por dar relevancia a lo irrelevante. Sin embargo escribir sobre Pueblo en Vilo no es el punto central sino dar a conocer las diferencias entre las microhistorias citadas con anterioridad.

Luis Gonzlez y Gonzlez

UN BREVE REPASO A LAS DIFERENCIAS ENTRE LA MICROHISTORIA MEXICANA Y LA MICROHISTORIA ITALIANA

Por qu microhistoria mexicana?, (ya mencion mis trminos al inicio) antes que nada; a esta historia local; se le conoce tambin como historia matria o simplemente historia del terruo (sin rodeos este tipo de microhistoria se dedica a estudiar los lazos de sangre, el conocimiento mutuo y hasta los lazos econmicos). Qu factores intervienen en el estudio del terruo?. Son varios, figuran como base el pueblo, la familia, las tradiciones, el suelo, el clima, la economa, la organizacin social, la demografa, la vida diaria, las creencias comunes; en sntesis el entendimiento social.

Sin embargo la historia local de Gonzlez tiene sus defectos, La microhistoria mexicana es () un esfuerzo por dar cuenta de las realidades y de los fenmenos correspondientes al nivel de la historia local (como bien explaya Aguirre Rojas, tanto la microhistoria mexicana como la microhistoria local, son sinnimos por ser la misma circunstancia estudiada). Finalmente, en esta corriente no hay explicaciones macrohistricas, ni construcciones, es en s, una historia real sin una escala definida de investigacin desde mi humilde perspectiva. Adems Gonzlez trabaja algo as como una crnica y/o novela literaria con el rasgo simple de su veracidad.

Carlo Ginzburg

Por otro lado, la microhistoria italiana surge al mismo tiempo (quiero suponer) con la historia local mexicana. Por qu naci?. Se desarroll como una especie de crtica a una conceptualizacin de los anales y el marxismo (visin global) al finalizar los 60. A manera de sntesis, nace como una propuesta para complicar esa conceptualizacin; describe la realidad un tanto ms complicada de lo que las ideologas dominantes consideraban (visin particular). Antes de adentrarme en los puntos fundamentales de esta microhistoria, quiero recordar el lema de los fundadores de esta corriente historiogrfica (Levi, Ginzburg)la microhistoria italiana estudia problemas en los pueblos no del pueblo muy contrario a lo que realiz Gonzlez en su labor de historiador.

Tomando como base la entrevista hecha a Giovanni Levi destacar las particularidades primordiales de la ya muy mencionada microhistoria italiana:

1.-Reduccin en la escala de observacin para analizar los asuntos que vayan al tamao macrohistrico (algo que la historia local carece y se nota este defecto).

2.- Permite ver cosas que no se vean antes. Tener otra visin de la realidad social (grupos pequeos, contradicciones, anomalas, excepciones, casos individuales), por qu hacer las cosas simples, si las podemos hacer complicadas? 3.- Paradigma indiciario (hacerle caso a por menores dentro de un pueblo; ya que esto puede influir de forma general) ir pues, a datos cualitativos que brinden mucha informacin. Ya se ha mencionado que la microhistoria tiene como particularidad una visin ms compleja que global. 4.- Finalmente existe un anlisis de redes sociales (no facebook, twitter, etctera) para ubicar al individuo en su medio de vida concreto.

De los agentes anteriores, dejo esta pregunta abierta: la microhistoria de Luis Gonzlez tiene al menos dos factores idnticos a los ya citados?. Para concluir mi breve artculo me tom la libertad de indicar abajo a los exponentes de ambas microhistorias.

Microhistoria Mexicana: Luis Gonzlez Pueblo en ViloMicrohistoria Italiana: Carlo Ginzburg El queso y los gusanos & Giovanni Levi La herencia inmaterial.

N O T A SUna entrevista a Giovanni Levi en Prehistoria, 3, 1999. Pp. 187 191.Aguirre Rojas, Carlos A., en Hernndez Lpez, Conrado (Compilador); Mesa Redonda: microhistoria mexicana, microhistoria italiana e historia regional; Relaciones nmero 101; Colegio de Michoacn, Mxico, 2005. Pp. 196.

B I B L I O G R A F AArias, Patricia, Luis Gonzlez. Microhistoria e historia regional, Desacatos nmero 21, 2006. Pp. 177 186.Gonzlez, Luis, Otra invitacin a la microhistoria, Mxico, F.C.E., 1997.Gonzlez, Luis, Pueblo en Vilo, de la coleccin 59 lecturas mexicanas, Mxico, F.C.E., 1984.Gonzlez, Luis; Teora de la microhistoria en Todo es Historia, Mxico, Cal y Arena, 1989. Pp. 225 234. Gonzlez, Luis, Itinerario del microhistoriador en Todo es Historia, Mxico, Cal y Arena, 1989. Pp. 235 250.Gonzlez, Luis, Municipio en Vilo en Todo es Historia, Mxico, Cal y Arena, 1989. Pp. 251 261. Guerra, Francisco de la; Luis Gonzlez y Gonzlez: La historia como novela verdadera; Correo del maestro nmero 93; 2004. Pp. 01 06.Hernndez Lpez, Conrado (Compilador); Mesa Redonda: Microhistoria mexicana, microhistoria italiana e historia regional; Relaciones nmero 101, Colegio de Michoacn, Mxico, 2005. Pp. 193 224.Matute, lvaro, La teora de la Historia en Mxico (1940 1973), Mxico, SEP Diana, 1974. Pp. 24 25.Torre Villar, Ernesto de la; Luis Gonzlez y Gonzlez (1925 2003) In Memoriam en Anuario de Historia de la Iglesia Volumen XIII, Espaa, Universidad de Navarra, 2004. Pp. 414 417.

Una entrevista a Giovanni Levi en Prehistoria, 3, 1999. Pp. 187 191.- See more at: http://todaunaamalgama.blogspot.mx/2014/05/microhistoriade-lo-pequeno-lo-grande.html#sthash.cgGdtirq.dpuf.CORRIENTES HISTORIOGRFICAS VI: LAMICROHISTORIAPublicado porherodoto2014el6 marzo, 2014Publicado en:Historiografa. Etiquetado:conflictos sociales,crisis del petrleo,Ginzburg,historia-relato,Historiografa,historiografa invisible,individualismo,Levi,microhistoria,microhistoria espaola,pequea escala,regreso de Martin Guerre,Sotos contra Riquelme,vida cotidiana. 11 comentariosINTRODUCCINLa tendencia historiogrfica de la microhistoria nace en la dcada de los 70, una poca de desestabilizacin de los pases que conformaban los dos bloques de la Guerra Fra. Esta es una poca de crisis econmica, causada por la subida del precio del petrleo. Esta crisis econmica afectar a Espaa sobretodo a partir de la muerte de Franco y durante la larga transicin a la democracia.

La microhistoria nace en Italia, y de all logra expandirse a Europa y despus a EEUU, rompiendo con la tradicional forma de hacer historia de hasta ese momento.El objetivo fundamental de la tendencia historiogrfica de la microhistoria es estudiar los problemas histricos que hasta entonces eran invisibles desde un punto de vista general, aunque con una visin microscpica. Es decir, lo que trata de hacer la microhistoria es estudiar aquellos temas de la historiografa que haban sido marginados o no estudiados hasta el momento, pero desde una perspectiva bastante local para poder despus llegar a hacer un estudio ms global partiendo de los pequeos estudios locales. Podemos decir que la microhistoria es una historiarelato, ya que est muy influenciada por la literatura, que hace participar al historiador en los contenidos de la obra que escribe en ese momento. Es por este motivo por lo que tuvo gran aceptacin popular y de ventas, contando incluso con algunas adaptaciones al cine, como el libro de Natalie Zemons Davis, El regreso de Martn Guerre.

TEMTICAS Y NOVEDADESLa microhistoria cuenta con una temtica muy variada, que abarca desde temas acerca de la vida cotidiana en el mundo rural y urbano, hasta los problemas y consecuencias de la industrializacin, pasando por otros como las familias y los matrimonios, o la conflictividad social.Para la microhistoria, los estudios que deben llevarse a cabo deben ser a pequea escala, para as poder observar la mayor documentacin posible.Uno de los principales enfoques con los que cuenta es ver como se desarrollan los conflictos sociales, y sobretodo estudiar las causas que provocan los pequeos conflictos que luego desembocan en conflictos sociales mayores.La principal novedad que presenta la microhistoria frente a otras escuelas como la marxista o la de Annales es que apuesta por todo lo contrario que stas. Mientras que Annales y el marxismo apuestan por lo colectivo, la microhistoria apuesta por el individuo y el individualismo.CARLO GINZBURG y GIOVANNI LEVIDentro del marco italiano, algunos historiadores anteriores a Giovanni Levi o Carlo Ginzburg, ya plantearon conceptos de la microhistoria en los aos setenta como Grendi, cuando dominaba la historia econmica. Sin embargo, son Carlo Ginzburg y Giovanni Levi quienes van a llevar a cabo una historia ms narrativa vinculada a la literatura. Sus famosos libros El queso y los gusanos, o, La herencia inmaterial, respectivamente, supusieron un hito historiogrfico con gran difusin en la dcada de los 70 y 80.

Carlo Ginzburg va a realizar unos estudios centrados en analizar los comportamientos individuales que se mueven en contextos sociales diferentes. En algunos casos analiza a individuos concretos que le expliquen las redes del funcionamiento de la sociedad, es decir, que estudia los distintos comportamientos que tiene una persona ante un hecho dependiendo de su estatus social.Giovanni Levi es un historiador que plantea desarrollar un estudio que se centre en el anlisis del campesinado en Italia en el s. XVII; en busca de los elementos que vincula al campesinado entre si, actitudes ante cambios socioeconmicos Para ello, Levi hace un estudio de la herencia de bienes, dentro de una aldea donde hay una serie de elites, sectores sociales intermedios y clases bajas.

LA MICROHISTORIA EN ESPAAPosiblemente la historiografa espaola sea de las que tenga un mayor nmero de autores en el contexto europeo de la microhistoria. En el mbito espaol microhistrico se ha estudiado sobre todo aspectos relacionados con la Santa Inquisicin, y la Historia de la criminalidad.La Historiografa de la Inquisicin ha tenido un gran impacto y sus estudios han desarrollado algunas obras importantes como Sotos contra Riquelme. Incluso hoy en da, Espaa sigue siendo una de las potencias importantes en esta tendencia historiogrfica, debido a la gran riqueza de documentacin que no poseen otros territorios, sobre todo en la historia moderna.

Microhistoria del plagio.El plagio desagrada por ser una combinacin casi perfecta entre la inverecundia y la flojera que arroja justicieramente a quien lo comete, la gran mayora de las veces, a la muerte civil, estado del cual nunca sale. Plagiar en la actualidad es...El plagio desagrada por ser una combinacin casi perfecta entre la inverecundia y la flojera que arroja justicieramente a quien lo comete, la gran mayora de las veces, a la muerte civil, estado del cual nunca sale. Plagiar en la actualidad es una mana que, Google a la mano, es una temeridad rayana con la estupidez. As que no me referir, en particular, a la reciente epidemia de plagio en la academia mexicana, pues ya todo se ha dicho y los culpables se encuentran vagando en las tinieblas exteriores.

Es ms curioso informarse sobre la prctica del plagio, tarda en muchas dcadas en ingresar al dominio de la justicia pues a los artistas del siglo XVIII, sobre todo, no les pareca del todo delictivo el plagiarismo. Richard Terry, uno de los estudiosos del caso en el dominio anglosajn, afirma que molestaba entonces no tanto el acto de tomar como propio lo ajeno sino el hacerlo clandestinamente. A nadie sorprenda que Shakespeare se nutriese de Plutarco, pues slo hasta el romanticismo, cerca de 1800, se adue de los artistas la idea de su propia y divina originalidad. Son precisamente los aos que van de la muerte precoz de Mozart a los primeras grandes notas de la esforzada educacin de Beethoven, los decisivos en el asunto. Sin duda, Mozart amaba su oficio, pero se consideraba a s mismo un artesano de excelencia, no un creador bendecido por el genio como Beethoven, el primero en exigir silencio a sus distrados escuchas en los palacetes donde tocaba el teclado. A Mozart, en cambio, o a su industrioso padre, Leopold, no les sorprenda verse haciendo cola, junto al jardinero o al pinche de cocina, en las caballerizas del palacio arzobispal de Salzsburgo, para cobrar la quincena.

El plagio empez a indignar cuando se impuso la nocin de genio beethoveniana y aun as pasarn casi dos siglos, entre el estatuto de la Reina Ana, en 1710 y la convencin de Berna en 1886, para que el derecho de autor protegiese al creador. No poca consistencia le dio Balzac a esa lucha, al constituir en 1850 la sociedad de los hombres de letras, pues la costumbre francesa, rendida a la novedad revolucionaria, era ms bien pirata. La asamblea nacional en 1791 haba abolido los privilegios de la Comedia Francesa haciendo toda obra de teatro del eterno dominio pblico. Luego, como en otros atrevimientos, recularon y hasta lanzaron una declaracin universal de los derechos del genio dueo durante slo 10 aos de los frutos de su ingenio.

Escritores y artistas del Antiguo Rgimen ejercieron, con laxitud, el derecho a la adaptacin, siempre y cuando una pera o poema dijese con orgullo que era una imitacin o variacin de la obra de otro autor. Mozart poda rehacer alguna pieza de Handel que no le acomodase a l o a su pblico, siempre y cuando lo hiciese abiertamente, a manera de tributo. Ms poderes an tena el traductor, quien al vertir de una lengua a otra se apropiaba del texto ante la satisfaccin de su pblico. Famoso fue Le Tourneur al afrancesar toda la literatura inglesa, ponindola bajo el gusto neoclsico del hexgono o don Juan de Esciquiz, ayo del principito Fernando VII, quien retraduca al espaol los versiones de aquel francs, desechando lo que pareciera anticatlico, ante la gratitud del lector piadoso. As, ambos hicieron gran negocio con la poesa funeraria, entonces celebrrima, del doctor Young, quien hoy es polvo.

Pero plagio total, como en el que incurren los profes de humanidades sorprendidos en flagrancia, aqu y all, era ms bien raro o muy difcil de comprobar. Que Stendhal se plagiara en 1815 las biografas de Haydn, Mozart y Metastasio (otro olvidado, el poeta-argumentista de las peras ms exitosas), publicadas por Carpani apenas tres aos atrs, fue visto hasta con complacencia, tanto por sus enemigos (pobre hombre sin genio, decan) como por sus amigos (lo hace para divertirse, no lo oculta y adems no gana dinero con ello, etc.) en una poca en la cual Walter Scott no firmaba sus novelas porque todo el mundo saba quin era el autor.Todo es microhistoria.Por Juan Pedro Viqueira.Este mes Pueblo en vilo, el libro clsico de Luis Gonzlez y Gonzlez, cumple cuarenta aos. A propsito de este aniversario, Juan Pedro Viqueira vuelve a la obra, pionera de la microhistoria nacional, y al pueblo que le dio vida, San Jos de Gracia, tan local como universal.Mayo 2008.

En ms de una ocasin, en charlas informales, escuch a Luis Gonzlez y Gonzlez lanzar la provocadora afirmacin de que aquello que se presentaba como historia nacional de Mxico no era, en realidad, ms que una microhistoria de la ciudad de Mxico. Desde entonces no he dejado de interrogarme sobre el significado que tena para Luis Gonzlez esta idea, que presentaba como una graciosa ocurrencia, pero que a mi juicio tena importantes implicaciones en su manera de concebir y practicar el oficio de historiar. Sin duda, a travs de esa ingeniosa frase, Luis Gonzlez criticaba la estrecha visin centralista de los historiadores profesionales que se interesaban muy poco en lo que suceda fuera de los crculos polticos de la capital. Ms all de esta evidencia, pienso que buscaba darnos a entender que ninguna obra historiogrfica, por extensos que fueran los mbitos espaciales que se propusiera abarcar, dejaba de ser de alguna manera un trabajo de microhistoria. De ser cierto esto, no tendra ningn sentido oponer los trabajos de Luis Gonzlez que cubren todo el territorio nacional con aquellos que se limitan a un poblado o a una pequea regin del pas. Detrs de la diversidad de sus obras, se escondera en realidad una profunda unidad en cuanto a la manera en que abordaba los problemas historiogrficos, siempre a travs de un potente lente microhistrico.

Lo micro y lo macro

Para empezar, conviene recordar el complejo dilogo que construye Luis Gonzlez en sus trabajos de microhistoria con la llamada historia nacional. Hoy en da, en algunos crculos acadmicos, est de moda oponer la microhistoria gonzaliana a la nueva microhistoria italiana, como si se tratara de gneros tan distintos que, como el agua y el aceite, no pudieran combinarse de forma duradera. Sin duda es imposible confundir un libro de Luis Gonzlez con uno de microhistoria italiana. Nadie pone en duda que existan notables diferencias en la manera de abordar el gnero microhistrico entre el historiador michoacano y sus colegas italianos. El problema es que la distincin se utiliza a menudo para descalificar la microhistoria gonzaliana. Segn algunos, sta no sera ms que una forma de monografa local a la antigita, de inters muy limitado. En cambio, la microhistoria italiana supondra una profunda renovacin de la disciplina, al plantear nuevos problemas de investigacin, al cambiar la forma de pensar las relaciones entre lo local y lo general, y al inventar nuevas formas narrativas. Estos crticos no saben obviamente que Carlo Ginzburg le escribi a Luis Gonzlez una carta para contarle cmo Pueblo en vilo despert su inters por los fenmenos micro.1

Ciertamente es necesario aceptar que este malentendido el ver en las microhistorias gonzalianas tan slo simples monografas locales fue favorecido, en parte, por el propio Luis Gonzlez. As, sus artculos y ponencias recogidas en la nueva edicin de Invitacin a la microhistoria2 tienen como principal objetivo hacer una decidida defensa de las historias pueblerinas a menudo escritas por eruditos locales, que l llamaba historias matrias. Luis Gonzlez tambin particip con entusiasmo en el proyecto colectivo de escribir una monografa histrica para cada municipio de Michoacn: as nacieron sus libros Zamora y Sahuayo.3

Pero pienso que en este caso, como en muchos otros, hay que poner en prctica el sabio consejo de Paul Veyne, quien recomend no prestar demasiada atencin a lo que los historiadores dicen que hacen, sino ms bien fijarse en lo que de hecho hacen.4 Veamos, pues, cul fue la microhistoria que practic Luis Gonzlez, tejiendo complejas interacciones entre lo local, lo regional y lo nacional.

La microhistoria como monografa local universal

Es indudable que Pueblo en vilo, Zamora y Sahuayo tienen algo de monografa local. Para bien, a mi juicio. Estos libros son como lo dijo Luis Gonzlez historias universales, es decir, pretenden dar una visin general y unificada de los diversos mbitos que conforman la vida social, recogiendo las experiencias de sus pobladores presentes y pasados, pobladores que no separaban sus prcticas demogrficas de sus creencias religiosas, la economa de sus ideales de prestigio, la poltica de sus relaciones familiares y personales. En efecto, para las personas de carne y hueso todo aquello que los cientficos sociales distinguen sesudamente est indisolublemente unido.

Por otra parte, las monografas locales son, sin duda, el mejor espacio historiogrfico para comprender las relaciones concretas que se dan entre varios fenmenos. Mientras que las historias nacionales slo pueden establecer relaciones conjeturales a menudo errneas entre distintos fenmenos sociales, las microhistorias, en cambio, nos permiten comprender cmo las personas interpretan su momento histrico y cmo, a travs de esa interpretacin, responden a los problemas que se les plantean.

As, por dar un ejemplo, muchos historiadores del nazismo han sealado que la crisis econmica de 1929 contribuy decididamente al ascenso de Adolf Hitler. Pero, si bien pueden afirmar que existe una estrecha correlacin entre ambos fenmenos, no logran hacernos comprender la manera concreta en que la crisis econmica repercuti en los desplazamientos de las simpatas polticas de los alemanes. Es ms, estos estudios macrohistricos pueden resultar engaosos al hacernos creer que aquellos que ms padecieron los efectos de la crisis de 1929 fueron los que abrazaron la causa del nazismo con mayor entusiasmo. Tuvo que llegar un microhistoriador William Sheridan Allen, quien estudi a profundidad el pueblo en el que, en 1932, el porcentaje de votos en favor de los nazis fue el ms elevado de toda Alemania, para que pudiramos comprender en sus justos trminos la relacin entre ambos fenmenos.5 En efecto, Allen nos muestra que en ese pueblo los que resultaron ms afectados por la crisis econmica fueron los obreros que perdieron sus empleos. La clase media, en cambio, sali bastante bien librada de la recesin. Incluso, su capacidad de ahorro se increment, tal como lo revel el estudio de las cuentas bancarias del pueblo. Sin embargo, fueron sobre todo los miembros de esta clase media los que empezaron a votar en masa por el Partido Nacional Socialista, mientras que la gran mayora de los obreros mantuvo su apoyo al Partido Socialdemcrata o al Partido Comunista. Cmo se explica esto? La crisis no afect los bolsillos de los integrantes de la clase media, pero s les infundi miedo. Al ver cada mes las filas de obreros empobrecidos que acudan a la ciudad a cobrar sus seguros de desempleo, muchos comerciantes, artesanos, funcionarios y profesionistas empezaron a temer que pronto les tocara correr la misma suerte y quisieron creer que un gobierno fuerte y autoritario los salvara de la crisis econmica. Es decir que no fueron los hechos objetivos una disminucin en sus ingresos o la quiebra de sus negocios los que acercaron a las clases medias al nazismo; fue la interpretacin subjetiva que le dieron a la crisis los temores que despert en ellos la que las llev a arrojarse en los brazos de los nazis en busca de una ilusoria seguridad. Slo la microhistoria, que se interesa en los hombres concretos y no en fenmenos abstractos, puede dar cuenta de cmo se engarzan fenmenos distintos para conformar una realidad nica.

As, el enfoque microhistrico nos obliga a recordar que, entre un fenmeno objetivo y otro, siempre median lecturas subjetivas y que las personas no reaccionan ante la realidad sino ante lo que ellas creen que es la realidad y ante lo que piensan que esta puede llegar a convertirse el da de maana. Los hechos pasados se transforman en un presente que nos interpela y que nos exige una respuesta a travs del prisma de un futuro posible, deseado o temido. As, para regresar a Luis Gonzlez y a su obra clsica de microhistoria, Pueblo en vilo, una aurora boreal o el rumor de que el mundo se va a acabar el 1 de enero de 1900 pueden ser acontecimientos ms relevantes para San Jos de Gracia que la Intervencin francesa, por dar un ejemplo.6 De igual forma, muchos josefinos perdieron la oportunidad de hacerse de un pedazo de tierra tan slo porque no conceban que una hacienda pudiera desintegrarse y desaparecer.El microhistoriador como lector * Publicado en El siglo XX. Valencia, Asociacin de Historia Contempornea, 2000. Justo Serna / Anaclet Pons Universitat de Valncia " - No se asombre de verme siempre vagando con los ojos. En realidad este es mi modo de leer, y slo as la lectura me resulta fructfera. Si un libro me interesa realmente, no logro seguirlo ms que unas cuantas lneas sin que mi mente, captando un pensamiento que el texto le propone, o un sentimiento, o un interrogante, o una imagen, se salga por la tangente y salte de pensamiento en pensamiento, de imagen en imagen, por un itinerario de razonamientos y fantasas que siento la necesidad de recorrer hasta el final, alejndome del libro hasta perderlo de vista" Italo Calvino 1. En las ltimas dcadas hemos visto desarrollarse con xito diversas perspectivas historiogrficas, y entre ellas una de las ms celebradas ha sido la del microanlisis. No es extrao, pues, que muy a menudo se le dediquen congresos y seminarios o que, con igual asiduidad, aparezcan publicaciones sobre el tema. A finales del ao pasado, por ejemplo, la University of Connecticut y la Odense Universitet, por citar dos casos dispares, celebraron sendas reuniones para debatir el significado del concepto microhistoria y sus implicaciones. De igual modo, revistas como la danesa Den jyske Historiker o la argentina Prohistoria han destinado sus ltimos nmeros a abordar monogrficamente este mismo asunto. En ese sentido podramos mencionar tambin el libro del profesor finlands Matti Peltonen, el que est preparando el historiador mexicano Carlos Aguirre Rojas y otro del que nosotros mismos somos autores[1]. Pero si la microhistoria ha alcanzado gran difusin internacional, no menor trascendencia ha tenido quien mejor parece haberla encarnado: Carlo Ginzburg. Este autor se ha convertido en pocos aos en un referente indiscutible para historiadores de diversos campos y su nombre aparece citado profusamente en libros, ensayos y programas universitarios de todo el mundo de las ms diversas disciplinas. Adems, ha rebasado incluso las barreras acadmicas. En Italia, por ejemplo, fue nombrado a principios de 1998 ciudadano honorario de Montereale y su libro Occhiacci di legno distinguido con dos premios a lo largo del verano: el Mondello-Citt di Palermo, concedido tambin en la seccin de narrativa a Javier Maras; y el Viareggio, un clebre y tradicional galardn, cuya primera convocatoria se remonta a 1929, y que ha sancionado la obra de autores tales como Antonio Gramsci, Carlo Levi, Italo Calvino, Alberto Moravia, Primo Levi o Antonio Tabucchi. Asimismo, como profesor de historia de la University of California Los Angeles, su trabajo ha sido ampliamente difundido en Amrica y su persona requerida aqu y all para impartir todo tipo de seminarios y conferencias. Por eso no es de extraar que conceda entrevistas por doquier, que sus textos sean reeditados o recopilados continuamente en diversos pases y que su obra empiece tambin a ser estudiada[2].Pero si Carlo Ginzburg ha alcanzado tal resonancia y ha influido tanto en las ms variadas disciplinas, ese xito se debe en buena medida a la fortuna que ha tenido una de sus obras, un libro que sobresale y que, a la vez, compendia lo que el conjunto de su contribucin significa: El queso y los gusanos. En primer lugar, nos hallamos ante un autntico suceso de ventas pocas veces conocido entre historiadores: en el registro de fondos y novedades del editor italiano hasta 1997, el libro iba ya por la decimoquinta reimpresin. Adems, el eco de que ha gozado esa obra no obedece slo a una coyuntura especficamente local. As, ha sido traducido a trece idiomas, en ocasiones tambin con diversas reediciones, y ha tenido una notable incidencia en diversos mbitos editoriales y culturales. Como prueba adicional valga adems el hecho de que el protagonista de la obra --el molinero Menocchio-- ha alcanzado una celebridad inaudita: da nombre a un activo centro cultural ubicado en Montereale, ha sido motivo de programas emitidos por el Channel 4 ingls, por la televisin alemana WDR o por la cadena de radio KUHF de Houston, y ha sido objeto de una produccin teatral. 2. Lo que nos proponemos en este trabajo es ciertamente paradjico. Se puede analizar una escuela historiogrfica a partir de un nico autor, tomando como eje una sola de sus obras? Es lcito hacerlo si, adems, ese texto es anterior a la propia constitucin de la corriente? Es, en fin, razonable operar as cuando incluso la designacin de la escuela es posterior a la aparicin de aquel libro? Si, a pesar de todo, se nos concediera esta licencia, el problema no acabara de resolverse, puesto que los representantes de dicha corriente no slo decretan su muerte sino que tambin rechazan su misma existencia. En efecto, cuando los microhistoriadores son convocados a mediados de los noventa para evaluar la incidencia y la vigencia de su trabajo, coinciden en subrayar las diferencias que los separan y en descartar cualquier filiacin de escuela[3]. En ese sentido no les falta razn, al menos si por tal cosa, si por escuela, se entiende el conjunto de caracteres comunes que en una determinada disciplina distinguen unas obras de otras o la institucin que da cobijo a quienes comparten tales rasgos. Sin embargo, ms all de esas declaraciones, la voz microhistoria se ha emancipado de quienes la apadrinaron y sirve para rotular genricamente determinada forma de investigar y de escribir. De hecho, ha habido intentos ms o menos afortunados de hacer coherentes los rasgos que identificaran a cada uno de los microhistoriadores, rasgos que compartiran por ejemplo Carlo Ginzburg, Edoardo Grendi y Giovanni Levi. De todos esos esfuerzos, tal vez el ms equilibrado sea el que emprendiera Jacques Revel, que trata de hacer congruentes a todos esos investigadores por encima de sus diferencias, mirando cartesianamente una corriente caracterizada por la disparidad de sus voces. A pesar de todo, es bastante evidente, incluso para Revel, que la nica coincidencia clara entre todos aquellos que profesan la microhistoria es la de tomar la reduccin de la escala de observacin como divisa analtica[4].En nuestro caso, la propuesta que ofrecemos consiste en buscar su significado en sus orgenes, es decir, en el autor y en la obra que la mayora identifica como su mejor expresin. Si dispusiramos de textos programticos, enciclopdicos, sistemticos y metodolgicos, al modo de lo que ha sido habitual entre los historiadores franceses, podramos rastrear esa coherencia de otro modo. Sin embargo, la ausencia de todo eso y la disparidad de quienes se reconocen como microhistoriadores nos hacen optar por otra va. Si como ellos admiten, la microhistoria es una prctica, y menos una elaboracin terica acerca de la disciplina, si como ellos admiten, la microhistoria es un conjunto de textos que comparten un cierto aire de familia, tal vez el mejor camino sea enfrentarse al documento material, es decir, al libro. Y, en este caso, hay uno que se ha aupado sobre el resto. Lo primero que llama la atencin en El queso y los gusanos es que su autor jams haya retocado o modificado ninguna de las aseveraciones que contiene, es decir, que el libro se reedite y se reimprima una y otra vez tal y como fue publicado inicialmente. A diferencia de este modo de operar, lo comn cuando una obra permanece viva editorialmente durante un largo perodo y el conocimiento histrico ha invalidado algunas de sus afirmaciones es que su autor introduzca un paratexto al principio o al final que sirva para situar su trabajo y marcar las distancias que lo pudieran separar del original. En cualquier caso, podra pensarse que su libro Historia Nocturna (1989) es en algn sentido una actualizacin de ciertos temas que aparecan en el anterior, aunque uno y otro traten objetos distintos, pero eso no ha impedido que El queso siga vigente. Esta y otras razones son las que nos llevan a pensar que estamos ante una obra cerrada, con una arquitectura interna ensamblada hasta tal punto que no consiente la remocin de ninguna de sus partes. Si tal cosa es cierta, eso significa que nos hallamos frente a un texto que ha alcanzado el estatuto de la literariedad, es decir, a este libro le ocurrira lo mismo que a las obras literarias propiamente dichas, que el autor no las modifica ni las acompaa de paratextos explicativos.Esta conversin de la monografa histrica en obra literaria estaba ya anunciada en las instrucciones editoriales (Einaudi) que acompaaron la edicin original de 1976. Si el libro apareca en una coleccin de ensayo, "Paperbacks", y si sus vecinos eran autores como Adorno, Foucault o Lvi-Strauss, entre otros, eso mismo le confera unas caractersticas especiales que no eran las habituales de una investigacin histrica. Como sealara Hayden White a propsito de Foucault, hay ciertos libros de ensayo que no consienten el resumen, que no pueden abreviarse porque tal operacin les amputara su virtud. En efecto, son esos textos en los que el ensayo propiamente es un gnero literario y en los que la palabra expresa la subjetividad y la implicacin personal del autor. As, Giulio Einaudi reconoca que esa obra de Carlo Ginzburg forma parte del "libro cultural" que no admite correcciones, alteraciones o desmentidos, puesto que sus palabras contienen "pasajes secretos del pensamiento" y engendran otros libros[5]. Esa idea puede rastrearse en la edicin espaola del volumen en donde su condicin literaria se ha subrayado ms an si cabe. Entre nosotros, el libro fue publicado por Muchnik editores en 1981 dentro de una coleccin que acentuaba ciertos rasgos de la obra. Ms que su condicin ensaystica, "Archivos de la hereja", que as se llamaba la coleccin, subrayaba la estirpe cultural del volumen, la defensa del librepensamiento, y as este ejemplar vena acompaado por otros cuyo mayor valor no era la informacin o el dato sustantivo, sino su condicin de smbolos de la heterodoxia. Es decir, el libro no se publicaba tanto por ser una investigacin histrica cuanto por tratarse de un relato memorable de un hroe annimo. Transcurrido el tiempo, el volumen ha ido cambiando de coleccin y al final ha encontrado acomodo en un fondo en el que se renen obras propiamente literarias, de autores como Flaubert, Voltaire o Wilde.Todas estas son razones externas, son instrucciones de uso que los editores dan para emplear el libro de un modo u otro, de forma que aparece como un artefacto cultural que consiente pragmticas diversas de acuerdo con el envoltorio que lo presente. Todo lo cual no deja de ser irnico, puesto que, como se sabe, uno de los asuntos que en El queso se trata es precisamente el de la lectura: la libertad del lector, las formas de recepcin y las descodificaciones aberrantes o instruccionales. Ahora bien, dichos envoltorios editoriales siguen siendo razones externas y las hay tambin internas que justifican ese modo de presentacin y su xito. Desde nuestro punto de vista, al menos hay tres elementos que convendra sealar: su contenido historiogrfico, su valor sintctico-formal y la semntica que lo acompaa, todos ellos en estrecha relacin con los problemas que entonces y despus han estado en el centro del debate contemporneo. 3. El queso es un volumen en el que el objeto explcito de anlisis es un individuo, o mejor, nos hallamos ante un libro en el que su autor lleva a cabo la biografa parcial y posible de un sujeto marginal, basndose para ello en una serie de informaciones incompletas, fragmentarias o menores que proceden de una fuente inquisitorial. Esos datos le permiten narrar una vida y recuperar las ideas que defendi, unas ideas que le enfrentaron al sentido comn de su poca y al poder de la Iglesia. Dichas concepciones eran el producto de una desazn, la que proceda de una posicin racional y tolerante, atea y materialista, surgida de su resistencia a la verdad impuesta, oscurantista, contraria a la evidencia de las cosas. Esas lucubraciones eran, en fin, resultado de una elaboracin particular irrepetible, las de quien as se expres, pero tambin eran fruto de ciertas creencias populares, tomadas en prstamo y fertilizadas con la lectura y con la alta cultura.Que un libro actual trate acerca de estas cuestiones no nos sorprende hoy en da, porque todas ellas forman parte del discurso normal de la disciplina, pero veinticinco aos atrs las cosas eran muy distintas. A mediados de los setenta defender la legitimidad de una historia individual, y adems la de un sujeto marginal, poda tomarse como una provocacin o como una impugnacin de las verdades historiogrficas. A pesar de que el contexto de los aos sesenta y setenta pudiera favorecer investigaciones de este tipo, lo cierto es que la corporacin de los historiadores tard mucho ms en registrar esos cambios y en aceptar su normalidad. Es decir, las repercusiones de mayo del 68, de los ltimos procesos descolonizadores y de la crisis energtica no modificaron inmediatamente los paradigmas vigentes en la disciplina. En ese sentido, El queso forma parte de un reducido nmero de ttulos que en aquellos aos empezaron a mostrar los cambios que se avecinaban. Ahora bien, esos libros, y este volumen en particular, no eran el mero resultado de su contexto, sino que, sensibles a las nuevas demandas, vaticinaban y postulaban implcitamente los nuevos usos de la historia. En ese camino, la obra de Carlo Ginzburg resulta ejemplar porque rene mejor que cualquier otra todos esos elementos. Ante todo, pues, El queso recupera un tema hasta entonces poco o mal tratado por la historiografa dominante, el del sujeto. Tras dcadas de historia colectiva, annima, sin individuos reconocibles, la obra de Ginzburg les devuelve la visibilidad, acabando con una de las paradojas que la historia ha padecido en nuestro siglo. Deca Jacques Rancire que los historiadores habran trabajado con una paradoja referencial e inferencial, en la medida en que una disciplina, ms rigurosa, ms "cientfica", que aspira a ser ms verdadera, habra ido expulsando de su relato los ingredientes de verosimilitud que le haban sido caractersticos tradicionalmente[6]. Objetos de conocimiento construidos con series estadsticas y que no son inmediatamente perceptibles o evidentes habran convertido el referente histrico en un dato extrao, desprovisto de carnalidad, de visibilidad. En cambio, obras como El queso devuelven el protagonismo a los sujetos carnales, visibles, a los que les sucede algo, que se enfrentan bravamente a las restricciones y a los lmites de su propio tiempo, a sujetos, en fin, que tienen ideas. Ahora bien, la vuelta del individuo no es en este caso la mera recuperacin del modelo tradicional del hroe, del gran soldado o del gobernante ejemplar, ni tampoco el retorno del sujeto cartesiano, de aquel que, dotado de omnisciencia, se sabe trasparente y a la vez conocedor de lo externo. Es decir, no tenemos al hroe cartesiano, sino al individuo limitado, a aquel que ha ledo a Kant o a Freud, que ha registrado dentro de s los cambios culturales del siglo. As, el Menocchio de Ginzburg es efectivamente lector, lector de obras piadosas, pero quien lee lo que l dijo no puede ya devolvrnoslo ocultando las insuficiencias y la racionalidad limitada de la que estamos dotados. Por tanto, el personaje de El queso, como el de tantos protagonistas de la literatura de nuestro tiempo, duda, se equivoca, se desmiente, afirma y libra una batalla dialctica consigo mismo y con sus inquisidores.Ms an, el sujeto aqu exhumado pertenece a las clases populares, esto es, ni siquiera es un individuo conocido por sus ideas, su riqueza o sus obras. Y se es otro de los atractivos del personaje y de la obra, puesto que quien nos lo devuelve ha ledo a Marx y a Thompson. Es decir, no nos restituye la vida de un lder campesino o popular, sino los avatares de un hombre oscuro, de un molinero del Friuli que apenas ha dejado huella, como uno ms de esos personajes tolstoianos que hacen la historia sin saberlo y que son hroes annimos de una gesta colectiva. Sin embargo, el "humilde tejedor" del que nos hablara E.P. Thompson, que era uno ms dentro de la multitud de la que se ocupaba, se convierte ahora en protagonista, adoptando en este caso la efigie de un simple molinero y dando as un ltimo giro a esa pretensin comn de hacer una historia desde abajo.Ahora bien, del complejo universo histrico de las clases subalternas, Ginzburg escoge como objeto la cultura popular. Y lo hace habiendo ledo a Gramsci, a Bajtin y a los representantes del marxismo culturalista anglosajn. Esa congruencia de lecturas le permite distanciarse, por otro lado, de lo que haba sido uno de los referentes bsicos de su formacin acadmica: la escuela annalista. En ese sentido, en El queso se pregunta por la representatividad de las ideas de Menocchio, por la pertenencia o no de su cosmovisin a una mentalidad colectiva propia del mundo campesino o de los friulanos de aquel tiempo. Su respuesta es negativa, lo cual le permite alejarse del modelo que Febvre haba ofrecido en su anlisis de Rabelais, pero le permite adems subrayar la escasa o nula representatividad del caso. La investigacin en este campo no puede ser ni la mera bsqueda de lo general en lo particular ni el nfasis dado al aislamiento, a la incomunicacin, a lo irrepetible. Esto es, Ginzburg encuentra un nuevo equilibrio, entendiendo el contexto de los individuos de otro modo. Las circunstancias verdaderamente influyentes en Menocchio no son locales ni estrictamente sociales, sino que pertenecen a una dimensin mayor que lo vinculan con las respuestas culturales de otros grupos y otros tiempos. Las ideas de Menocchio, como tambin las de cualquiera de nosotros, no seran deudoras exclusiva ni principalmente de la poca en que vivimos, aunque nadie escape a ella, sino que son un registro que evoca muertos de pocas pasadas, experiencias pretritas y respuestas antiguas[7].Esa nocin de contexto, que viola las coordenadas espacio-temporales con las que habitualmente operamos, se adapta mejor a la mirada de los antroplogos que a la perspectiva tradicional de los historiadores. Tambin, pues, en este punto, El queso responde a un cambio profundo de enfoque que ya se estaba dando en la disciplina histrica en los aos setenta y que despus se va a acentuar: lo que Clifford Geertz ha llamado la historia etnografiada[8]. Si en el otro, o en nosotros mismos, resuenan las voces de la alteridad, de lo extrao, de lo milenario, nuestro contexto no es simplemente el de los convecinos, sino tambin el de un pasado que compartimos con otros a los que jams conoceremos. Todo esto introduce uno de las temas ms recurrentes en la obra de Ginzburg, el de la distancia y el del extraamiento que experimenta el observador[9]. En ese sentido, Ginzburg ha ledo a Lvi-Strauss y sabe que, al igual que el antroplogo, el historiador emprende un viaje de desarraigo para enfrentarse a objetos extraos y a individuos diferentes en los que, no obstante, encuentra afinidades, halla preguntas parecidas y obtiene respuestas que son a su vez interpelaciones. Pero Ginzburg ha experimentado tambin ese proceso de extraamiento, primero por sus vivencias infantiles, con el confinamiento familiar en los Abruzos, y ms tarde al reconocerse en Cristo se par en boli, la clebre obra de Carlo Levi. Al igual que el personaje de esta novela, el historiador se interroga sobre s mismo, sobre la evidencia de su mundo y sobre lo que comparte con esos seres extraos, los campesinos del Mezzogiorno: l mismo es un extrao. Y ese hallazgo es tarea propia de la antropologa, del psicoanlisis y de la perspectiva bajtiniana[10]. 4. Pero El queso es tambin un libro sobre la lectura. Menocchio dice y lee, Ginzburg lee lo que Menocchio dice ante los inquisidores y lee los libros que ste ley y finalmente nosotros leemos a Ginzburg y leemos al molinero a partir de lo que dice a los inquisidores[11]. Entre lo dicho y lo ledo est la escritura, est por un lado la "escripcin", un neologismo que alude al acto de transcribir una voz eliminando parte de la oralidad, y est por otro la narracin[12]. Podramos as admitir que esa "escripcin" se aproxima al ordo naturalis, al menos por lo que respeta a la sucesin cronolgica, mientras que la escritura de Ginzburg sera el ordo artificialis. Esto es, en los trminos de los formalistas rusos por los que l siente tanto aprecio, los hechos de Menocchio contenidos en el proceso son la fbula y la narracin del historiador constituye la trama. Es, pues, ese entramado, la disposicin de los incidentes que lo componen, aquello que hay que considerar.Tal vez al lector le sorprenda que identifiquemos el ordo naturalis con la fuente inquisitorial, pero cuando la calificamos as es porque las actas de esos procesos son el registro literal de intervenciones orales que siguen el orden cronolgico de los interrogatorios y las deposiciones. Sin embargo, como hemos dicho, quedan fuera numerosos elementos de la realidad externa y por tanto su ontologa no es idntica ni un calco del referente. Adems, la fuente es fruto de un acto de violencia, de una coercin que dura meses y que busca la condena del encausado. En este caso, no obstante, Menocchio parece proceder sin ningn tipo de cautela, tomando a los inquisidores como interlocutores y convirtiendo el documento en una fuente polifnica, de modo que sus respuestas van mucho ms all de lo que la prudencia dicta o de lo que los inquisidores demandan[13]. Nos hallamos, en fin, ante un reo a la vez manso y temerario, dispuesto a hablar profusamente, ensoberbecido por las palabras y por las imgenes con las que expresa su mundo.Cul es la tarea que Ginzburg se propone? Por qu trabajar con una fuente tan poco fiable? El historiador se plantea rastrear el mundo cultural de las clases populares y es consciente de que este objeto apenas ha dejado huellas en el pasado. Por esa razn, un nico testimonio, por extraordinario, sesgado o dudoso que sea, acaba siendo valiossimo. Pero el problema es cmo tratarlo, dadas su complejidad y la laboriosa reconstruccin del contexto en el que insertar aquel universo de imgenes. En ese sentido, Carlo Ginzburg ha de pelear con la opacidad de las palabras de Menocchio, con sus silencios y con lo que se deja implcito. Desde este punto de vista, su tarea es la del lector consciente, activo, que debe ajustar su interpretacin a la literalidad y que, a la vez, necesita rellenar los espacios vacos que hay en las declaraciones del molinero. Y lo hace en un contexto cultural en el que la pragmtica de la lectura se ha impuesto como referente analtico de los textos.As pues, si de lo que se trata es de interpretar palabras y silencios, de reconstruir sus contextos y sus fuentes, y para ello no cuenta con suficientes documentos, no parece tener otro remedio que la narracin conjetural. De se modo, lo que Ginzburg hace como historiador es algo muy semejante a lo que Lucien Febvre propona al final de sus Combates por la historia cuando reseaba el clebre "librito" introductorio a la disciplina de Marc Bloch. "Ser historiador --deca Febvre-- es no resignarse nunca. Intentarlo todo, intentar llenar los vacos de informacin. Ingenirselas, es la palabra exacta. Equivocarse o, mejor, lanzarse veinte veces por un camino lleno de promesas --y darse cuenta despus de que no conduce adonde deba conducir--. No importa, se vuelve a empezar. Vuelve a cogerse con paciencia la madeja de los cabos de hilos rotos, enmaraados, dispersos". Efectivamente, la forma de operar de Ginzburg se asemeja a la de Bloch, al de Los reyes taumaturgos, a aquel que plantendose objetos y preguntas de difcil respuesta debe aventurarse cautelosamente con conjeturas que den cuenta de su sentido, que los aclaren. Es decir, Ginzburg se las ingenia, en el sentido de Febvre, dndose sucesivas respuestas potenciales que l mismo critica y descarta, para al final llevarnos hacia el relato que l considera ms razonable y fundado. En este punto, pues, la clave son las conjeturas y El queso es un repertorio ordenado de ellas con las potencialidades que entraan.Cul es el resultado? Ginzburg parte de la constatacin de que siempre habr un residuo de indescifrabilidad en las palabras y en los actos humanos, y por tanto en las del molinero, y desde ah traza los perfiles de distintos Menocchios posibles, ya sea el delirante, el anabaptista, el lector o el representante de una cultura campesina de races milenarias. Por otra parte, esa sucesin de conjeturas no se apoya siempre en una base documental firme, sino que en muchas ocasiones ha de recurrir a indicios, a atisbos mnimos, pero reveladores. Esto es, el observador, en este caso el lector-Ginzburg, ha de estar atento al detalle para que, al modo de un detective, pueda relacionar ese pequeo hallazgo con otros, estableciendo as una cadena de significados. En realidad, este modo de operar constituye un mtodo analtico que, como se sabe, Ginzburg llamara paradigma indiciario, un procedimiento que compartiran Sherlock Holmes, Freud y Morelli, el mtodo abductivo de Peirce. En estos casos, el establecimiento de hiptesis se hace a partir de los ecos o las resonancias que un atisbo provoca en la mente del observador o, por decirlo con el Wittgenstein que leyera Ginzburg, a partir de los parentescos de familia que remotamente puedan establecerse entre hechos distantes o entre eslabones alejados de esa cadena asociativa[14]. Por eso, la cosmovisin de Menocchio es objeto de conjeturas a partir de los indicios que sus palabras aportan, pero el propio molinero es tomado como atisbo de una realidad ms extensa, extralocal, que lo empareja con otros que como l son expresin de una estructura ms profunda. En ese sentido, se entiende que la reduccin de la escala de observacin que los microhistoriadores proponen es un modo de interrogarse acerca de cuestiones universales a partir de objetos concretos. Justamente por eso, la historia individual que Ginzburg postula en El queso no es contradictoria con una profesin de fe que lo acerca al estructuralismo, tal como puede verse en Historia nocturna. 5. Si esa escritura histrica es sobre todo un despliegue de interpretaciones acerca de comportamientos y pensamientos de un ser humano, el anlisis parece muy falible y, en todo caso, esas interpretaciones, adems de estar bien fundamentadas, deben ser convincentes, seductoras. Esto es, a Ginzburg le sucedera lo que con frecuencia se ha dicho del psicoanlisis: que su verdad se basa en una respuesta esttica o que la conviccin depende de un buen relato. Acepta Ginzburg un diagnstico de la verdad planteado en estos trminos? Acepta que sus interpretaciones, y la verdad que contienen, slo dan como resultado un efecto esttico? Ni lo acepta cuando escribe El queso ni lo har despus, porque siempre se atiene a un concepto de verdad como correspondencia. Es decir, ah fuera se dieron unos hechos, de ellos quedaron huellas, yo relaciono esos indicios y lo hago de manera que se ajusten a aquellos hechos. Si se acepta que la investigacin funciona as, mi relato ser una narracin construida con materiales referenciales y no una produccin del signo. Justamente por eso es por lo que ya en el prefacio de El queso opona resistencia al escepticismo espistemolgico que por aquel entonces encarnaban Foucault o Derrida. Justamente por eso es por lo que aos despus tomar el narrativismo de Hayden White como principal adversario en este punto.La posicin de Ginzburg en este asunto retoma y desarrolla las enseanzas de uno de sus maestros, las de Arnaldo Momigliano. Para este historiador, nuestra disciplina se asocia a las tareas de la retrica y de la medicina. En el primer sentido, es convencimiento de que algo es verdad, la capacidad de transmitir de tal manera que el auditorio acepte la certeza de un enunciado. Pero, al modo de los galenos, la historia no sana al enfermo mediante la seduccin sino administrando soluciones adecuadas despus de un diagnstico acertado. Es decir, el enfermo no se cura slo por la palabra, sino porque la palabra describe el mal o la dolencia y permite su erradicacin. Sin embargo, en su polmica con White, Ginzburg no se va a conformar con estas aseveraciones, sino que va a precisar an ms la naturaleza misma del acto retrico. Convencer, nos dice, al modo ciceroniano es efectivamente seducir, pero convencer al modo aristotlico es hacerlo mediante pruebas que son testimonio de los hechos externos. Adems, este asunto es estratgico en alguien que, como Ginzburg o Momigliano, es judo y por tanto no puede resignarse a que la verdad de la Shoah sea simplemente resultado de la eficacia del relato[15].Podemos aceptar las posiciones de Ginzburg, podemos descartar que el hecho sea slo un producto lingstico, podemos obstinarnos en defender las barreras que separan la ficcin de la historia, podemos situar la nocin de prueba en el centro de la retrica, pero eso no resuelve el problema, porque una cosa es lo que hace y otra bien diferente lo que dice que hace. En realidad, Ginzburg ha de vrselas con objetos para los que contamos con escasas fuentes, con objetos que puede mostrar pero sobre los que no siempre puede demostrar lo que dice, por lo que ms que las pruebas en s es el relato que las hilvana lo que da al texto su gran poder de seduccin. Esto es, Ginzburg busca la verdad, esa verdad como correspondencia, pero teje su narracin con una serie de recursos que provocan un efecto esttico y es de ah de donde procede parte de su xito. Cul es el resultado de esta tensin entre el relato y la verdad? Cul es la semntica con la que inviste al protagonista? La elaboracin paso a paso, conjetura a conjetura, de un personaje pico, que pasa paradjicamente del anonimato a ser un hroe de nuestro tiempo, un defensor de la tolerancia, de la inmanencia, de la finitud, del materialismo y del racionalismo, como Montaigne o Bruno, dos contemporneos con los que Ginzburg lo compara. Pero los hroes de nuestro tiempo contienen un residuo de indescifrabilidad, se saben y los sabemos oscuros, opacos, extraos en parte para s mismos y para nosotros. Justamente por eso podemos ver a Menocchio como uno de los nuestros, como aquel personaje de Conrad del que no conseguimos averiguar del todo la culpa que lo oprime. De ese modo, Ginzburg logra convertir lo opaco, los silencios o lo indescifrable en parte del yo restituido. 6. Cmo enjuiciar las ignorancias que confiesa el historiador? Son o forman parte de un estilo democrtico de comunicacin? Deca Hayden White, uno de los adversarios intelectuales de Ginzburg, que por tal cosa ha de entenderse aquel estilo en el que el emisor muestra sus propias dudas en torno a la certeza del saber, dejando al receptor fragmentos de realidad y pidindole su colaboracin para que los rena. Los ejemplos que White nos propone son literarios: la novela del siglo XX fractura la voz narrativa y le arrebata su perspectiva omnisciente; las narraciones del novecientos, lejos de presentarse como una totalidad ordenada y coherente, se fragmentan y hasta la trama misma se resiente; los objetos y los personajes no llegamos a conocerlos del todo y su ensamblaje es deliberadamente imperfecto[16].Deca Ginzburg que desde fecha bien temprana, desde El queso, se plante incorporar las insuficiencias y los obstculos de la investigacin en la propia narracin[17]. Efectivamente, eso es lo que hace y se puede constatar en el relato que nos ofrece de Menocchio. As, tendramos a un investigador que confiesa sus dificultades, que aventura interpretaciones y que, una tras otra, las descarta; as, tendramos a un investigador que admite sus ignorancias y que, al final, habiendo aceptado una respuesta, nos advierte sobre otros casos que, como el de Menocchio, se han perdido. Hay sin embargo en estas declaraciones y en la sucesin de conjeturas algo incmodo para el lector. Este modo de operar no debilita la posicin dominante del autor, o mejor, de la voz narrativa que as se expresa. Por qu razn? Porque la interpretacin final, probablemente la ms fundada y razonable, es un ltimo gesto de autoridad. No es que su conjetura no sea falsable, sino que es la suya una solucin basada en descartes previos que el propio historiador nos ha presentado para afianzar mejor su posicin y su hiptesis. Es decir, las interpretaciones sucesivamente abandonadas no nos muestran a un investigador dubitativo, sino a un gua que con mano firme nos conduce al final al que quera llevarnos. Por tanto, las conjeturas relegadas, que anticipan los peros de aquellos lectores ms activos, incrdulos u hostiles, le sirven para simular un dilogo y para evitar el ments. Si mostrar dudas e ignorancias slo cumpliese una funcin retrica y autodefensiva; si la obra se cerrase ensamblando fragmentos y atando cabos sin permitir la cooperacin del lector, entonces estaramos ante un discurso autoritario o, al menos, ante un discurso alejado del estilo democrtico de comunicacin. Estaramos, en efecto, ante un acto de tutela y no de interlocucin. Cul es la respuesta adecuada? A qu debemos atenernos?Pero hay ms. Las arriesgadas interpretaciones que Ginzburg propone, acepta o descarta han sido objeto despus de comentarios, de alternativas y de desmentidos. Lejos de someter El queso y sus conjeturas al debate, el historiador enmudece[18]. A qu atribuirlo? Desde nuestro punto de vista caben tres posibilidades. La primera, al cierre de la obra y de su efecto esttico, que se arruinaran si se desmontara uno solo de los enunciados que la componen y que lo provocan. La segunda, a la fortsima presencia autorial, esto es, la presencia de quien no se siente obligado a revisarse. La tercera, a que el texto, por estar concebido como un jaln ms de una obra global, de una obra en progresin, es modificado e incluso desmentido por los libros posteriores del propio historiador. En el primer caso, no lo puedo corregir, porque de hacerlo invalidara la funcin potica de un discurso evidentemente literario. En el segundo, no lo quiero corregir, porque de hacerlo atentara contra el yo que se expresa, contra la funcin autorreferencial con que lo invisto. En el tercero, no vale la pena corregirlo, porque de hacerlo me obstinara en preservar un libro por encima de mi propio avance intelectual. Cul es la respuesta adecuada? A qu debemos atenernos?* Este trabajo se inscribe dentro de un proyecto de investigacin financiado por la Generalitat Valenciana del que ambos participamos (GV 99-130-1-09). [1] Vanse el nmero 85, en el caso de la revista danesa, y el nmero 3, en el de la publicacin argentina. Los volmenes citados son: M. PELTONEN, Mikrohistoriasta. Helsinki, Hanki ja J/Gaudeamus, 1999 y J. SERNA y A. PONS, Cmo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg, Madrid, Ctedra-Universitat de Valncia, 2000. En general, las ideas y las referencias que aparecen en esta comunicacin proceden de nuestro libro y all remitimos al lector salvo que se indique lo contrario.[2] Ejemplos recientes de lo que decimos pueden hallarse en: C. GINZBURG, SPOR. Om historie og historisk metode, Copenhague, Museum Tusculanum Press, 1999; Das Schwert und die Glhbirne, Francfort, Suhrkamp, 1999; y Holzaugen. ber Nhe und Distanz, Berln, Wagenbach, 1999; tambin A. BARBERI, Hayden White und Carlo Ginzburg. Eine Diskurs-Analyse, Viena, Turia + Kant, 2000. Al margen de todo ello, cabe citar tambin el proyecto de una versin en hipertexto de El queso y los gusanos presentada en el Center for History and New Media de la George Mason University:http://www.chnm.gmu.edu/courses/cliowired/students/Mark/Project/Pages/Home.html.[3] Vase nuestro artculo "El historiador como autor. xito y fracaso de la microhistoria", Prohistoria, nm. 3 (1999) y los trabajos de Ginzburg, Grendi y Revel recogidos en el nmero 86 (1994) de la revista Quaderni Storici.[4] J. REVEL, "L'histoire au ras du sol", en G. LEVI, Le pouvoir au village, Pars, Gallimard, 1989, pp. I-XXXIII; "Microanalisi e costruzione del sociale", Quaderni Storici, nm. 86 (1994), pp. 549-575; y (ed.), Jeux d'chelles. La micro-analyse l'exprience, Pars, Gallimard-Seuil, 1996.[5] H. WHITE, El contenido de la forma, Barcelona, Paids, 1992; G. EINAUDI, En dilogo con Severino Cesari, Madrid, Anaya & Maria Muchnik, 1994.[6] J. RANCIRE, Los nombres de la historia, Buenos Aires, Nueva Visin, 1993.[7] La expresin mxima de esta propuesta de Ginzburg se halla, no obstante, en una obra posterior: Historia nocturna, Barcelona, Muchnik eds., 1991.[8] C. GEERTZ, El antroplogo como autor, Barcelona, Paids, 1989.[9] Vanse, por ejemplo, de este autor "Anthropology and History in the 1980's. A Comment", Journal of Interdisciplinary History, nm. XII:2 (1981), pp. 277-278 y Occhiacci di legno. Nuove riflessioni sulla distanza, Miln, Feltrinelli, 1998.[10] El itinerario de este hallazgo y de la relacin entre psicoanlisis y antropologa puede verse, por ejemplo, en J. KRISTEVA, Extranjeros para nosotros mismos, Barcelona, Plaza y Jans, 1991. Adems: A.PONZIO, La revolucin bajtiniana, Madrid, Ctedra-Universitat de Valncia, 1998.[11] La transcripcin de este proceso inquisitorial se puede consultar en A. DEL COL, Domenico Scandella detto Menocchio. I processi dell'Inquisizione (1583-1599), Pordenone, Biblioteca dell'Imagine, 1990.[12] El trmino "escripcin" corresponde a R. BARTHES, El grano de la voz, Mxico, Siglo XXI, 1983.[13] La idea del polifonismo y la dialoga, muy presentes en Ginzburg, procede de M. BAJTIN, La potica de Dostoievski, Mxico, FCE, 1986. Vase tambin: C. GINZBURG, "L'inquisitore come antropologo", en R. POZZI y A. PROSPERI (eds.), Studi in onore di Armando Saitta dei suoi allievi pisani, Giardini, Pisa, 1989, pp. 23-33.[14] El maridaje entre Ginzburg, Peirce y los personajes citados puede seguirse en los textos reproducidos en U.ECO y T. SEBEOK (eds.), El signo de los tres, Barcelona, Lumen, 1989. Vase tambin L. WITTGENSTEIN, Observaciones a `La rama dorada de Frazer, Madrid, Tecnos, 1992.[15] A. MOMIGLIANO, Tra storia e storicismo, Pisa, Nistri-Lischi, 1985; C. GINZBURG, "Unus testis. Lo sterminio degli ebrei e il principio di realt", Quaderni Storici, nm. 80 (1992), pp. 529-548 y "Aristotele, la storia, la prova", Quaderni Storici, nm. 85 (1994), pp. 5-17. Asimismo, conviene citar la conferencia que diera Carlo Ginzburg en el coloquio internacional La ngation de la Shoah --Bruselas, 8-10 noviembre 1998-- y que llevaba por ttulo La preuve, la mmoire, loubli. Este texto puede consultarse en el nmero cuatro de la Artium Unitio Journal: http://www.artium.lt/4/journal.html. Finalmente, vase tambin su ltimo libro: History, Rhetoric and Proof, Hannover, University Press of New England, 1999.[16] H. WHITE, "La lgica figurativa en el discurso histrico moderno" (Entrevista realizada por Alfonso Mendiola), Historia y Grafa, nm. 12 (1999), pp. 219-246.[17] C. GIZBURG, "Microhistoria: dos o tres cosas que s de ella", Manuscrits, nm. 12 (1994), pp. 13-42.[18] Vase, por ejemplo, la respuesta evasiva que Ginzburg da en una entrevista publicada por el peridico mexicano La Jornada, 23 de marzo de 1999.

EL OJO DEL EXTRANJERO Carlo Ginzburg (Traduccin de Justo Serna y Anaclet Pons) Mi oficio es el de historiador, pero nunca me he dedicado a la historia americana1. Por eso, al hablar de mi itinerario intelectual, corro el riesgo de desviarme de lo que se me ha pedido. Creo, sin embargo, que interpreto bien la invitacin de que he sido objeto si abordo el tema de las relaciones entre la historiografa italiana y la historiografa americana desde un punto de vista muy limitado, el de mi experiencia personal. Mi primer viaje a los Estados Unidos fue exactamente hace veinte aos, en septiembre de 1973. Haba sido invitado a pasar tres meses en el Davis Center for Historical Studies de Princeton, entonces dirigido por Lawrence Stone. Tena treinta y cuatro aos. Recuerdo aquellos meses como un perodo de muchsima receptividad, estimulada por la novedad de las personas, de los paisajes y de las ideas con los que me tropezaba. El seminario del Davis Center era muy distinto de aquellos otros en los que haba participado en Italia. Me sorprendieron all sobre todo dos cosas: la heterogeneidad del grupo de participantes y el estilo que adoptaban las discusiones. Comenzar por esta segunda sorpresa. Las crticas eran frecuentemente speras, a veces incluso violentas, pero siempre estaban dirigidas a los argumentos, a las ideas, nunca a las personas. Ni antes ni despus he encontrado nada semejante, ni siquiera remotamente semejante, en los ambientes acadmicos italianos o franceses, en donde (aunque de manera distinta) la franqueza de la discusin est velada o sofocada por las ceremonias, por las relaciones jerrquicas, etctera. Slo con el tiempo he comprendido que aquella aspereza casi deportiva y el agonismo desinteresado de las discusiones que tenan lugar en el Davis Center eran caractersticas ms britnicas que americanas y que, sobre todo, estaban ligadas a la personalidad del que fue su fundador y primer director, Lawrence Stone. Aunque hubiera permanecido en Inglaterra, lo cierto es que Stone habra escrito igualmente sus libros (quiz de forma un tanto distinta), pero fue en los Estados Unidos y no en su pas natal en donde l ha podido llevar a cabo su pasin de organizador intelectual. El otro elemento que me haba sorprendido del Davis Center (la heterogeneidad del grupo de participantes en el seminario) era fruto tambin de una eleccin deliberada por parte de Lawrence Stone. Como se sabe, el modo de funcionamiento del Davis Center prev un seminario bianual dedicado a un tema muy amplio --en mi ao de estancia fue la "popular religion"-- sin limitacin cronolgica ni geogrfica. Dada la diversa formacin de los participantes, las discusiones tenan un cariz necesariamente comparado, que en principio acog con estupor, casi con sospecha. Para poder explicar los motivos de esta reaccin, deber decir algo de cmo era yo hace veinte aos, de las lecturas, de las orientaciones y de los prejuicios con que afrontaba aquella primera experiencia americana. En una ocasin, el gran fillogo romanista viens Leo Spitzer, que pas la ltima parte de su vida enseando en los Estados Unidos, en donde se haba afincado huyendo del nazismo, sustituy polmicamente la expresin aristotlico-escolstica individuum est ineffabile ("de lo que es individual no se puede hablar") por la de solum individuum est effabile ("slo se puede hablar de lo que es individual"). Esta idea es semejante a otra que expresara mi maestro, Delio Cantimori, quien mostraba su obstinada desconfianza hacia la sociologa y la propia historia comparada. En todo ello reconozco las races idealistas de mi inicial perplejidad frente a la eleccin del Davis Center de Princeton en relacin con la historia comparada. Creo que pertenezco a la ltima generacin que en Italia sinti a la necesidad de acercarse a los estudios humansticos (era entonces cuando se empezaba a hablar de "ciencias humanas") leyendo a Croce. Lo que a los dieciocho aos haba ledo con entusiasmo y, a la vez, con irritacin era sobre todo al Croce filsofo: al estudioso de la esttica y de la metodologa de la historiografa. Y, junto a Croce, Gramsci: ms en concreto Croce ledo a travs de Gramsci. Despus, los principales representantes de aquella forma de crtica literaria conocida como "crtica estilstica": Leo Spitzer, al que ya he citado, Erich Auberbach, Gianfranco Contini. Era sta un constelacin de autores cuya relacin crea haber construido por mi parte a finales de los aos cincuenta. Sin embargo, como ya entonces advert, la propona a la vez un grupo de intelectuales reunidos en torno a la revista boloesa Officina. Uno de ellos, Pier Paolo Passolini, sera despus muy conocido en los Estados Unidos, sobre todo gracias a sus pelculas. Uno cree deberse exclusivamente a s mismo y despus descubre, con la distancia que le dan los aos, que las elecciones que se hicimos estaban dictadas por la pertenencia a un ambiente social, a una comunidad lingstica, a una generacin. Digo "dictadas", no que sean inevitables: siempre hay un margen para la eleccin o para el azar, o incluso para ambos a la vez. Entre las cosas que me apasionaban cuando ingres en la universidad --la literatura, la pintura, el cine-- no se encontraba la historia. Los libros de historia que haba ledo me aburran. Pero entonces se me ocurri acudir a un seminario en el que Delio Cantimori lea y comentaba a lo largo de una semana las primeras quince lineas de las Consideraciones sobre la historia universal de Jakob Burckhardt. All descubr a Arsenio Frugoni, que me revel la existencia de Marc Bloch y de los Annales. Fue entonces cuando decid estudiar los procesos de brujera y fue Cantimori quien me sugiri que fuera a consultar los documentos inquisitoriales conservados en el Archivio di Stato de Mdena. Sin entrar a desentraarla ahora, he de decir que se trata de una trama de azares y de elecciones, de condicionamientos prximos y remotos, una trama que me enred y me llev rpidamente al oficio que despus he hecho propio. En ese camino hubo dos direcciones importantes. Por un lado, mi descubrimiento de los Annales a finales de los aos cincuenta, otro hecho previsible para mi generacin. Por otro, mi estancia durante todo el ao de 1968 en Warburg Institute de Londres. Ahora bien, a pesar de ello, cuando llegu a Princeton por primera vez en 1973 todava estaba fuertemente marcado por las lecturas que haba hecho antes de entrar en la universidad. A aquella primera ptina debo una formacin predominantemente literaria, a la que hay que aadir mucha historia del arte, un poco de filosofa, un poco de antropologa y nada de sociologa: en el fondo, una formacin muy italiana. Y, sin embargo, durante mucho tiempo me he sentido un tanto desplazado entre los historiadores italianos (una sensacin que, por otra parte, no es desagradable del todo). Me pareca que me ocupaba de cuestiones que poqusimos colegas estaban dispuestos a tomarse en serio. Entre estos pocos estaba Delio Cantimori. Es un gran pecado que el viejo proyecto de traducir al ingls Eretici italiani del Cinquecento, la obra ms importante de este gran historiador, no se haya materializado, al menos hasta hoy. Para hacerse una idea de la riqueza de los libros y de los ensayos de Cantimori, as como de la complejidad quiz casi insondable de su autor, deberamos extendernos ampliamente. Ahora, por el contrario, me limitar a exponer en pocas palabras mi deuda con l, una deuda que es enorme. Fue precisamente Cantimori quien me transmiti la pasin por la investigacin erudita; fue l quien me encamin hacia el estudio de la heterodoxia religiosa del siglo XVI, y fue l, en fin, quien me ense a leer y a releer un texto buscando entender cada palabra, cada matiz. Cantimori se ocupaba de textos muy variados: tratados teolgicos, opsculos propagandsticos, escritos polmicos, etctera. Casi siempre se trataba de textos cultos. Hasta mi primer libro --I benandanti--, aparecido en 1966, y traducido muchos aos despus al ingls con el ttulo de The Night Battles, haba intentado leer lentamente los procesos de la Inquisicin: documentos que llamaramos de "literatura involuntaria", puesto que implicaban, adems de a frailes expertos en derecho cannico y teologa, a hombres y mujeres posiblemente analfabetos, a menudo de origen campesino. En el texto que present al Davis Center aplicaba tambin a un material anmalo los instrumentos de la hermenutica literaria: dos procesos contra un desconocido molinero friulano, un tal Domenico Sacandella llamado Menocchio, llevado a presencia de la Inquisicin en el ao de 1600 por sus ideas herticas, como consecuencia de un intervencin directa del Papa Clemente VIII. Este texto, escrito en francs (puesto que mi ingls era entonces muy inseguro), se titulaba Le fromage et les vers: primera redaccin del libro que en italiano se llam Il formaggio e i vermi y en ingls The Cheese and the Worms2. Me haba tropezado con los procesos contra el molinero Menocchio mucho antes, en 1963, pero hasta que decid transcribirlos pasaron siete aos. El trabajo de la investigacin erudita (identificar, por ejemplo, los libros ledos por Menocchio) se mezcl muy pronto con dilemas de ndole literaria. Desde que empec a aprender este oficio comprend (en parte porque mi madre era escritora3) que escribir historia quera decir tambin contar historias. Pero fue precisamente el ao anterior a mi estancia en Princeton cuando logr ser ms consciente que nunca de las implicaciones cognoscitivas de la literatura. Fue gracias a las largas discusiones que mantuve con dos escritores, Italo Calvino y Gianni Celati, sobre un proyecto comn que luego no llegara a buen puerto: una revista que debera haber reunido la literatura, la filosofa, la antropologa y la historia. Aquellas discusiones se mezclaban en mi mente con la investigacin que haba comenzado sobre el molinero friulano Menocchio. Hasta qu punto --me preguntaba-- habra cambiado mi investigacin si hubiera decidido contarla de un modo distinto? Era sta una cuestin que estaba provocada por mi reciente lectura de los Exercices de Style de Raymond Quenau4, en los que un acontecimiento absolutamente banal se cuenta de noventa y nueve modos distintos, con efectos totalmente hilarantes. (Desde un punto de vista historiogrfico, las implicaciones del libro de Queneau no pasaron desapercibidas, algunos aos despus, a un estudioso como Richard Cobb, aunque sus preocupaciones fueran muy distintas de las mas). Durante cierto tiempo me entretuve con la idea de dividir mi libro en muchos capitulillos, cada uno escrito de forma diferente: variando los tiempos, los estilos, introduciendo incluso algunas parodias historiogrficas. Lo intent pero me pareci un juego insustancial, sobre todo un juego irrespetuoso para con mi personaje, el molinero Menocchio, y para con su trgica vicisitud. El material me impona sus leyes. Sin embargo, me parece que el volumen que finalmente escrib conserva todas las huellas de aquella voluntad de experimentacin narrativa. Dedicar todo un libro, aunque fuera breve, a un molinero del siglo XVI --que casi todos los historiadores que conoca habran ignorado tranquilamente o como mucho habran confinado a una nota a pie de pgina-- era una decisin que se la podra calificar de cualquier manera excepto de incuestionable. Pero la transgresin de las etiquetas historiogrficas en s misma o por s misma no me interesaba. Mientras transcriba los procesos contra Menocchio me atormentaba una duda: no saba si deba alegrarme por el hecho de haber tropezado con un caso (y con un individuo) tan extraordinario, o, por el contrario, si deba lamentarlo. Una pregunta de este gnero, bastante absurda para un novelista, era inevitable para un historiador. Solum individuum est effabile, "slo se puede hablar de lo que es individual", haba dicho Leo Spitzer aludiendo a la individualidad concreta de la obra de arte. Era lcito extender --me preguntaba-- la expresin de Spitzer a un individuo en sentido biolgico, por ejemplo al molinero Menocchio? Y si ste era el caso, la extrema singularidad del individuo en cuestin lo haca ms o menos relevante? La cosmogona de Menocchio se basaba en la comparacin entre el mundo y un queso putrefacto, lleno de gusanos "que eran los ngeles", pero debamos despacharla como si fuera una extravagancia irrelevante, slo porque lo era desde un punto de vista estadstico? Fue con esta clase de preocupaciones con las que me present al seminario de Davis Center. Mi investigacin sobre el molinero Menocchio surga del mbito cultural que he intentado describir: Gramsci (la historia de las clases subalternas); Cantimori (la historia de la heterodoxia religiosa en el siglo XVI); Spitzer, Auerbach, Contini (la hermenutica aplicada a textos no literarios); y despus citando sin orden de prelacin Marc Bloch, Lucien Febvre, Walter Benjamin, Raymond Quenau, etctera, etctera. Excepto Bloch y Febvre, los otros eran nombres absolutamente extraos a la atmsfera intelectual que se respiraba en el seminario del Davis Center. De todos modos, mi investigacin tambin poda ser catalogada, como la de los otros participantes, bajo la rbrica de "historia social" (y cultural). Pero con qu escala la haba realizado?, con qu instrumentos? La idea de someter el texto de un proceso inquisitorial contra un molinero a una hermenutica de este tipo --que llega a dedicar dos pginas al anlisis de un silencio del imputado, debidamente registrado por el escribano del Santo Oficio-- les debi de parecer bastante extravagante a muchos de los participantes, casi tanto como las ideas de Menocchio. La discusin sobre mi texto fue muy viva: era ste un testimonio de la libertad de investigacin y de la apertura intelectual con que Lawrence Stone haba caracterizado el seminario del Davis Center. Como era previsible, se habl sobre todo de la cuestin de la relevancia: por qu y de qu modo estudiar un caso como el de Menochio? Recuerdo vivamente que la forma en que repliqu a las objeciones que se me haban hecho me dej descontento. La larga introduccin que precede a Il formaggio e i vermi fue un intento, algunos aos despus, de dar una respuesta ms adecuada a m mismo y a mis interlocutores. Un ensayo de Franois Furet, aparecido en Annales, en el que sostena que las clases subalternas de la sociedad de la Europa preindustrial slo podan ser estudiadas desde una perspectiva cuantitativa, me aclar la distincin entre relevancia estadstica y relevancia histrica. Me plante la hiptesis de que tambin un caso no generalizable, un caso anmalo y marginal (y quiz precisamente por serlo), poda ser considerado revelador: una idea sobre la que intent profundizar en un ensayo posterior, Spie, traducido al ingls con el ttulo de Clues. Finalmente me vi obligado a tener en cuenta el anlisis comparativo: ste es uno de los temas sobre los que constru Storia notturna (en ingls Ecstasies), libro sobre el aquelarre de las brujas en el que trabaj durante ms de quince aos5. Sobre todo intent reflexionar sobre la idea misma de "relevancia". No me parece que se haya advertido suficientemente la diferencia que hay entre un estudio histrico que aborda un tema cuya importancia precede al investigador (es decir, la Revolucin francesa) y otro en el que deba ser demostrada, por as decir, sobre el terreno, sobre la base de los resultados alcanzados. En este segundo caso (del que la investigacin sobre Menocchio sera un ejemplo), las tcnicas de presentacin, de argumentacin y de autolegitimacin son completamente distintas.Las modas intelectuales cambian deprisa, los cnones historiogrficos no tanto, pero tambin cambian. Hoy en da, un libro sobre un molinero del siglo XVI no habra precisado tantas justificaciones. Tampoco quiero exagerar la novedad de Il formaggio e i vermi. El libro encontr pronto su pblico y encontr tambin, como era de esperar, sus crticos. Citar slo uno, un historiador de gran vala, tempranamente desaparecido: Rosario Romeo. En un artculo sobre la llamada "historia desde abajo", aparecido el doce de octubre de 1978 en Il Giornale, Romeo escriba lo siguiente: "ciertamente, podemos encontrar a varios Carlo Ginzburg, producto de un pastiche populista-erudito que poco tiene que ver con la cultura". Las ideas polticas e historiogrficas de Romeo no eran las mas. Su expresa repulsa de mi libro me alegr muchsimo, porque, entre otras cosas, jams me impuse como objetivo contentar a todos. En cuanto al populismo y a la erudicin, he de decir que no los considero en absoluto como tales insultos, y adems los acepto ambos. Ya he hablado de mi estancia en los Estados Unidos en 1973. Ahora, por el contrario, intentar imaginarme como si fuera Rip van Winkle, el personaje Washington Irving6. Encanecido y desmemoriado, me veo paseando por el campus de UCLA. Han pasado veinte aos, todo ha cambiado a mi alrededor, incluso el panorama historiogrfico. Entre los numerosos muros que han cado desde entonces est aquel que --como pude constatar en Princeton en 1973-- separaba en los Estados Unidos la literatura de las ciencias sociales. Ahora tengo la impresin de que hemos pasado de un extremo al otro. Antroplogos, historiadores, filsofos (aunque con importantes excepciones) se han obsesionado con la dimensin textual de su investigacin hasta el punto de rechazar la posibilidad de establecer alguna relacin entre texto y realidad extratextual, como si postularla fuera pecar de ingenuidad culpable. La palabra mgica "narracin", narrative, lo abarca todo: es sta una noche en que todos los gastos son pardos, en que toda distincin entre ficcin y realidad, fiction and reality, deviene indemostrable. Todo se ha convertido en self-referential. Los antroplogos se miran en el espejo, los filsofos escriben una historia de la historiografa sin historia, e incluso entre los historiadores la inmunda palabra "realidad" slo puede ser pronunciada tras haber sido desinfectada, tras haberla puesto entre comillas.Recuerdo haber profetizado que la moda del posmodernismo se habra agotado en un par de aos. Me equivoqu clamorosamente. Desde entonces ha pasado ms de una dcada. Y, sin embargo, a pesar de los signos de insatisfaccin que se manifiestan por doquier, la situacin no cambia, ms bien empeora: la joven generacin piensa que ha de convertirse al nuevo credo para no quedar excluida del mercado intelectual. Desde el punto de vista de la calidad del producto, los resultados son francamente desastrosos. Cmo hemos llegado a este punto? Los motivos son quiz muchos, pero entre ellos probablemente ha tenido un gran peso la presencia de una tradicin positivista seria, profundamente enraizada en la sociedad americana. Como el profesor Unrath de El ngel azul, la famosa pelcula de Joseph von Sternberg, basada sobre una novela de Heinrich Mann, muchos positivistas han querido sentir el escalofro transgresor de Lola-Lola. En cambio, en Italia, el canto de las sirenas del posmodernismo no ha tenido hasta ahora mucho xito. Creo que la razn es bien simple: el frgil positivismo italiano fue abatido desde principios de este siglo por la despiadada batalla intelectual que emprendieron Benedetto Croce y Giovanni Gentile. Parafraseando una expresin de Bertold Brecht referida a Walter Benjamin, podramos decir que las cosas malas y viejas nos han protegido en Italia de las cosas malas y nuevas7.Y, sin embargo, como deca Brecht, es necesario empezar precisamente desde las cosas malas y nuevas. Por esta razn, aunque coincido plenamente con el sentido de la alarma que hizo sonar Lawrence Stone en Past and Present8 hace unos aos, creo que deberamos intentar identificar las preguntas a las que los seguidores del posmodernismo han dado respuestas tan insatisfactorias, por no decir ftiles. A su desafo escptico no creo que se pueda contestar proponiendo de nuevo tales o cuales viejas certezas de los positivistas. Es necesario interrogarse otra vez sobre la relacin que hay entre los documentos y la realidad a la que se refieren. El desafo posmoderno se puede comparar (dejando aparte el nivel de los protagonistas) con aquel que lanzara el pirronismo histrico entre los siglos XVII y XVIII, y que Arnaldo Momigliano reconstruy en un artculo memorable. Tambin en esta ocasin una respuesta adecuada a la ofensiva de los escpticos podra transformar en profundidad, reforzndolo, el oficio de historiador. Comenc a trabajar sobre este tema hace una dcada. Es un desafo que procede del ambiente intelectual americano: incluso tratndose de un desafo distinto, por no decir opuesto, a aquel con el que me tropec hace veinte aos.Si alguien me preguntara qu es lo ms importante que he aprendido en mis estancias --ahora ya ms largas y estables-- en los Estados Unidos, le respondera: he aprendido a discutir una serie de jerarquas de relevancia que estaba habituado a to take for granted, es decir, a dar por descontadas. El hecho de haber enseado en los ltimos cinco aos a estudiantes como los de la UCLA, cultural y tnicamente heterogneos entre s y con una formacin muy lejana a la ma, me ha obligado a mirar de una manera distinta los temas de investigacin que me eran ms familiares9 Entendmonos: no tengo ninguna duda sobre la relevancia del humanismo italiano del siglo XV para un estudiante de Taiwan trasplantado a Los ngeles. Pero pienso que esa relevancia no puede ser taken for granted. Por eso, me gustara poder mirar siempre los objetos que me son familiares (incluidos los objetos de investigacin) con un ojo que los desfamiliarizara: el del antroplogo o simplemente el del extranjero.

1 Publicado originariamente en la revista italiana Passato e presente, nm. 33 (1994), vol. 12, pp. 97-103 y dentro de una "carpeta" dedicada a los "Itinerarios de historiadores entre Europa y Amrica" en donde varios de ellos eran convocados a pronunciarse sobre el particular. La publicacin en castellano se hace con la autorizacin expresa de Carlo Ginzburg. La traduccin es de Anaclet Pons y Justo Serna. Las notas que siguen --que completan, aclaran o aaden informacin al texto-- son de los traductores. Las tareas de traduccin y edicin forman parte del proyecto GV 99-130-1-09, del que ambos participan. 2 La versin castellana de este volumen apareci inicialmente en 1981: El queso y los gusanos. El cosmos segn un molinero del siglo XVI. Barcelona, Muchnik. Vese sobre este particular Justo Serna y Anaclet Pons, Cmo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg. Madrid, Ctedra-Universitat de Valncia, 2000. Remitimos al lector a este ltimo texto para cualquier ampliacin sobre el itinerario y los motivos intelectuales de Carlo Ginzburg. Las notas que siguen, pues, son escuetas y slo documentan datos imprescindibles. 3 Como se sabe, Carlo Ginzburg es hijo de Leone y Natalia Ginzburg (antes Levi). Esta ltima es la clebre novelista y autora, entre otros, de Lxico familiar. 4 Hay traduccin castellana de esta clebre obra, con el ttulo de Ejercicios de estilo. Madrid, Ctedra, 1991. 5 Los dos textos a los que se refiere Ginzburg son "Indicios. Races de un paradigma de inferencias indiciales", en Mitos, emblemas, indicios. Morfologa e historia. Barcelona, Gedisa, 1989, pp. 138-175. E Historia nocturna. Barcelona, Muchnik, 1991. 6 Esta obra cuenta en castellano con varias ediciones. Por ejemplo: Rip van Winkle. Palma de Mallorca, Olaeta, 1987. Como se sabe, relata la historia de un individuo que se durmi una tarde en las montaas de Catskill y que despert veinte aos despus en un mundo que haba cambiado, en un mundo en donde ya nada era familiar, en un mundo en donde todo le resultaba extrao, poco conocido. 7 Esta misma idea le haba servido a Ginzburg para dar ttulo a uno de sus textos, en este caso para responder a las crticas que le haba dirigido Perry Anderson en una larga resea despus recopilada en un libro. Vanse: Carlo Ginzburg, "Buone vecchie cose o cattive cose nuove", MicroMega, nm. 3 (1991), pp. 225-229; y Perry Anderson, Campos de batalla. Barcelona, Anagrama, 1998. 8 Se refiere a la crtica que lanzara Lawrence Stone en "History and Post-Modernism", Past and Present, nm. 131 (1991), pp. 217-218, y que origin una polmica en las pginas de esta revista durante varios nmeros. 9 Estas palabras e idnticos motivos son los que le sirven a Carlo Ginzburg para empezar Ojazos de madera. Nueve reflexiones sobre la distancia. Barcelona, Pennsula, 2000.

En su lugar Una reflexin sobre la historia local y el microanlisis Publicado en Fras, C. y Carnicer, M.A., (eds.), Nuevas tendencias historiogrficas e historia local en Espaa. Huesca, IEA-Universidad de Zaragoza, 2001, pgs. 73-91. Accesible tambin en la revista mexicana Contribuciones desde Coatepec, nm 004 (2003), vol. II, pgs. 35-56. Justo Serna / Anaclet Pons (Universitat de Valncia) "... El caso general, ese caso que sirve de medida a las formas y reglas jurdicas, y de base sobre la que se han escrito los libros, no existe en absoluto, por el mismo hecho de que toda causa, por ejemplo, todo crimen, en cuanto ocurre, se convierte en un caso por completo particular, a veces, en nada parecido a los anteriores" Fedor Dostoievski 1. En este texto nos proponemos reflexionar sobre el concepto y la prctica de historia local, abordando en particular algunas de las implicaciones que se derivan de su uso. Para ello, no encontramos mejor punto de partida que el de mostrarnos levemente escpticos, poniendo en discusin creencias compartidas, dudando de su evidencia incontrovertible. Y no porque nuestro objetivo sea iconoclasta, no porque nuestra meta sea desecharlas, sino para satisfacer de verdad un requisito deontolgico, el de ser conscientes de los conceptos que utilizamos. De ese modo, podremos observar de principio a fin de qu manera aceptamos y empleamos las categoras y las nociones de que nos servimos.

En su lugar. Por qu una reflexin historiogrfica lleva por ttulo un enunciado as? En primer trmino, porque tratamos de explicar los objetos de conocimiento "en su lugar", en el contexto local del que proceden los datos con que se construyeron. En segund