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INTRODUCCIN A LA ANTROPOLOGA FILOSFICA

INTRODUCCIN A LA ANTROPOLOGA FILOSFICAAutor: Toms MelendoI. Una antropologa adulta

a) Las antropologas

Desde el punto de vista etimolgico, no resulta difcil determinar en qu consiste la antropologa.

El trmino castellano que ha venido a sustituir al clsico de psicologa, dotado de otras connotaciones deriva de dos vocablos griegos: a) nthropos, que significa hombre; y b) lgos, que equivale ms o menos a razn o entendimiento y a palabra, locucin o expresin.

La antropologa vendra a ser, entonces, el estudio, la comprensin y la exposicin de lo que es el hombre, de las realidades propiamente humanas.

Pero esta especie de descripcin universal y relativamente uniforme se modifica en cuanto la situamos en un contexto histrico, geogrfico o cultural concreto. Al menos por dos razones:

i) En primer trmino, porque los diversos seres humanos varones y mujeres, en parte motivados por el desarrollo prioritario y la importancia concedida a aspectos muy dispares de su humanidad, se han entendido y se siguen comprendiendo a s mismos de maneras muy distintas segn las diferentes pocas, lugares, culturas y dems circunstancias, incluidas las de la propia biografa estrictamente individual: el cmo le ha ido a uno en la vida.

Los ejemplos son numerosos e irn viendo la luz a lo largo de este escrito. Baste ahora apuntar dos o tres especialmente relevadores o chocantes:

Los griegos no consideraban seres humanos, en su sentido ms fuerte y cabal, a los esclavos (y, en cierto modo, a las mujeres y a los nios).

Los romanos adoptaban una actitud similar, entre otros, con quienes no eran ciudadanos del Imperio: los llamados brbaros.

Y a lo largo del siglo pasado, sin ir ms lejos, muchas personas de color, por la simple diferencia de pigmentacin de la piel, se conceptuaban a s mismas distintas y en cierto modo inferiores a los blancos.

La pelcula Adivina quin viene esta noche lo muestra con bastante acierto: la mujer que se ocupa del cuidado y limpieza de la casa acta en todo momento como si los negros, comenzando por ella misma, no tuvieran los mismos derechos que los blancos y, en particular, que los componentes de la familia que la ha acogido sin reservas como uno de sus miembros; y el protagonista, Sidney Poitiers, se lo hace ver a su padre, neta y rotundamente, ya cerca del desenlace del film: la diferencia entre t y yo viene a decirle estriba en que t te consideras un hombre negro y yo, simplemente, un hombre.

ii) En clara relacin con lo anterior, los textos y dems expresiones culturales donde se recoge o manifiesta lo que es el ser humano el derecho, las distintas instituciones, la propia disposicin de las aldeas o ciudades y de sus enterramientos, la pintura, la escultura, la literatura, el arte en general y, por lo que a nosotros se refiere, la filosofa ofrecen tambin diferencias notables y, por seguir en la lnea de los prrafos anteriores, muchas veces injustas.

Centrndonos en el mbito del pensamiento, no es raro encontrar tratados de autores de relieve,

donde quienes desarrollan trabajos manuales o que requieren un respetable esfuerzo fsico son considerados esclavos y se les equipara a los animales, calificndolos como simples instrumentos vivos;

donde la mujer es declarada positiva y ostensiblemente inferior al varn e incluso como un varn defectuoso o mal engendrado;

donde se pregunta si los indios o las razas no europeas tienen alma y, en caso afirmativo, si cada uno de esos individuos goza de una para s solo o esta es comn para un conjunto de ellos

Y si atendemos a pensadores concretos ya sean de pocas diversas, ya de la misma, ya de etapas heterogneas dentro de la evolucin de idntica persona, las divergencias se tornan abismales.

Aunque en ocasiones nos subleve, nada de esto debera extraarnos si consideramos:

que el entendimiento humano no es perfecto;

que en l influyen otros muchos factores de la personalidad de quien conoce y del ambiente y la cultura en que se inscribe;

que todo ello, y otros motivos que iremos reseando, hace que ese saber, adems de encontrarse condicionado por las perspectivas derivadas de cuanto acabo de referir, sea gradual y est sometido al tiempo.

Y esto, no slo en el sentido de que nunca llegar a agotar absolutamente en qu consiste una realidad establecida menos todava si se trata de algo tan rico y complejo como el ser humano, sino tambin porque semejante conocer es progresivo y tantas veces regresivo: avanza y se hace ms hondo y, en determinadas circunstancias histricas, culturales o biogrficas, retrocede o incluso se esfuma. Y, como consecuencia, admite una multiplicidad de percepciones, ms o menos certeras, que es lo que da origen a esa variedad de antropologas, que ofrecen visiones del hombre muy dispares entre s.

(Aprovecho para recordar que tambin en este escrito la exposicin de los temas, y el conocimiento que con ellos se adquiera, sern graduales. No es posible actuar de otro modo. Por eso, en los inicios se apuntarn bastantes cuestiones que slo ms tarde gozarn del desarrollo adecuado. No hay que desanimarse si de entrada no se acaban de entender; es lo normal. Pero resulta muy positivo que vayan sonando, porque la familiaridad con temas y modos de decir facilita su futura comprensin.)

b) Y la Antropologa!

En cualquier caso, lo que ahora casi exclusivamente me interesa es dejar claro que la antropologa cambia de rostro, alcanza su mayora de edad, cuando entra en juego la categora de persona. La antropologa adulta sera aquella que analiza y considera al hombre, varn y mujer, precisamente como personas.

Semejante Antropologa podra definirse como el estudio de la persona humana varn y mujer y de las caractersticas que en cuanto tales les corresponden.

Para los odos actuales del hombre corriente, esta afirmacin tal vez carezca de relieve: en la cultura de hoy, hombre (varn y mujer) y persona resultan prcticamente intercambiables, al menos en teora. Para el ciudadano de a pie, el que se orienta por un sano sentido comn no viciado, cualquier ser humano es una persona. Sin embargo, ni esto es aceptado por algunos pretendidos especialistas contemporneos ni, sobre todo, siempre lo fue a lo largo de los tiempos. Y el cambio de planteamiento, con la introduccin explcita de la ndole de persona, supuso uno de los mayores logros en la historia de la humanidad y en la consideracin terica de lo que es el hombre.

Para comenzar a intuir esta revolucin basta traer a la mente que el trmino persona lo empleamos muy a menudo de forma enftica y ponderativa: para realzar la grandeza o defender los derechos de aquel a quien nos referimos. No son infrecuentes, ante situaciones lesivas para algn ser humano o para un conjunto de ellos, consideraciones o afirmaciones del tipo: Que no son animales (o cosas), que son personas!.

Por eso, y descendiendo a un detalle muy concreto, el hecho de que un determinado grupo cultural no disponga de un trmino equivalente al castellano persona, con el que expresar la vala de los seres humanos, resulta tan significativo: indica que falta la conciencia colectiva de la distancia insalvable que existe entre los hombres (varones y mujeres) y los animales, las plantas, las realidades inertes o artificiales La distincin entre el hombre y los restantes seres enumerados suele advertirse de un modo u otro tambin en estos casos; pero no es lo bastante neta: no supone un autntico salto cualitativo, una distancia tan abismal que Pascal lleg a definirla como infinitamente infinita.

Desde este punto de vista, y simplificando pero sin falsificar la cuestin, podramos hablar de tres situaciones histrico-sociales claramente distintas y significativas:

i) Las culturas que no apreciaban o no aprecian al ser humano de forma rotunda y universal suelen carecer de vocablos equivalentes al de persona, o estos no se utilizan (o no en exclusiva) para designar y caracterizar al varn y a la mujer en cualquiera de sus edades y condiciones.

Los griegos del perodo clsico, por ejemplo, empleaban el trmino prsopon, al que luego aludiremos como una de las fuentes del significado de persona, para referirse al rostro humano, pero tambin al aspecto que ofrecan la faz de algunos animales o la misma Luna.

ii) Segn reconoce Hegel nada sospechoso en este punto, lo mismo que Kierkegaard y un nutrido grupo de otros autores, la voz persona hace su entrada solemne en la historia con la llegada del cristianismo. Solo desde ese momento comienza a utilizarse profusamente y con una valencia decididamente positiva y ensalzadora: justo porque entonces se empieza a tomar conciencia del valor eminente de todos y cada uno de los seres humanos por el mero hecho de serlo, con independencia de cualquier otra consideracin.

Lo que no quita, de acuerdo con lo apuntado, que, aunque semejante vala se afirme de forma clara, rotunda y repetida en el Nuevo Testamento, y con alcance indiscriminado, hayan tenido que pasar muchos siglos para que esa adquisicin vaya impregnando, en la teora y en la prctica, la casi totalidad de los pases en los que, de forma ms o menos directa e inmediata, el cristianismo ha dejado sentir su influjo.

iii) La tercera etapa, dentro de este bosquejo estilizado, resulta tremendamente reveladora y la tenemos ante la vista. Precisamente porque la mayora ms significativa de las civilizaciones presentes reconoce y afirma la dignidad de la persona y, por ende, su carcter intangible e inviolable, cuando se pretende legitimar cualquier tipo de atentado contra un ser humano no queda ms remedio que negarle terica o incluso jurdicamente su condicin personal.

Algunos de los ejemplos ms claros y actuales los hallamos en los dominios de la biotica. Y as, para legalizar el aborto voluntario, la instrumentacin gentica o el uso de clulas-madre embrionarias, se afirma empecinadamente que el embrin no es sino un mero agregado de clulas, ms o menos cualificado y peculiar, pero en ningn caso una persona. Y, en contextos anlogos no idnticos, dejan de considerarse personas a quienes temporalmente o de por vida no pueden hacer uso de su inteligencia o voluntad, a quienes estn dormidos o sin conciencia o en coma o a quienes no pertenecen a determinada raza o resultan incapaces de ejercer funcin productiva alguna en la sociedad.

Tal es el poder evocador y las exigencias unidas al trmino-realidad de persona!

(Y aqu resulta oportuno introducir un parntesis para aludir a algo de capital importancia, que conviene esbozar ya desde ahora. Si tenemos en cuenta los intereses econmicos o ideolgicos aparejados a las situaciones que acabo de enunciar, se advierte hasta qu punto realidades no teorticas las ingentes sumas de dinero unidas a la experimentacin con embriones, por poner un solo caso influyen o incluso determinan en ocasiones lo que se piensa sobre el ser humano. Con otras palabras: nunca debera asombrarnos que la concepcin de las realidades ms comprometedoras la naturaleza de la familia o del matrimonio, por aludir a otro ejemplo candente, o del sexo humano resulte modificada o incluso condicionada, a menudo sin conciencia y sin culpa, por factores no propiamente cognoscitivos, sino ms bien vitales, ajenos a la pura y simple consideracin de la verdad.)

Volviendo a nuestro tema, y a la luz de lo dicho, no es difcil entender que la aparicin del concepto-realidad de persona haya supuesto un salto de cualidad para aquel saber que intenta explicarnos lo que es el hombre (la antropologa madura o adulta, por retomar la metfora recin aludida), as como tambin para el conjunto de la vida humana en la Tierra:

antes o al margen del descubrimiento de que todo ser humano es persona, los atentados contra algunos de ellos no necesitaban justificacin (como, por ejemplo, no la requiere normalmente el sacrificio de una res para alimentar a una familia o un pueblo);

al contrario, una vez que la ndole personal de todos los componentes de la humanidad se advierte y afirma sin discusin, las afrentas contra la persona (aunque se sigan cometiendo y, en ocasiones, de forma ms cruel y violenta o ms ladina y sofisticada que en otras circunstancias o momentos de la historia) provocan un rechazo que por fuerza ha de ser compensado con alegatos no siempre convincentes ni para aquellos mismos que los esgrimen, o con la ocultacin de que tales violaciones estn teniendo lugar.

Estimo que cuanto he esbozado ofrece motivos ms que vlidos para comenzar el estudio de la antropologa intentando aclarar lo que significa ser persona.

Calma, tambin ahora. El tipo de saber que corresponde a lo que hoy conocemos normalmente como ciencias (y, en particular, las matemticas) podra representarse grficamente como una lnea recta: una vez que se conoce bien algo (el teorema de Tales, por ejemplo), se pasa a lo siguiente (el de Pitgoras, pongo por caso), y as se va avanzando, de modo que lo ya visto puede darse por definitivamente aprendido.

El diagrama del saber filosfico, al contrario, sera ms bien el de la espiral, que retorna una y otra vez al mismo punto, pero siempre en un nivel ms alto que el anterior. Igual que sucede en la vida ordinaria, normalmente nada se comprende del todo al toparnos con ello por primera vez.

Quienes llevamos bastantes aos casados, por acudir a una experiencia comn, tenemos un conocimiento relativamente claro de nuestro cnyuge, pero sera falso afirmar que lo conocemos perfectamente, de modo que podemos siempre prever sus reacciones o sus modos de obrar: mi mujer, sin ir ms lejos, a quien quiero apasionadamente y es el ser humano que me resulta ms prximo es una constante fuente de sorpresas! (aclaro que esto me parece maravilloso, entre otros motivos, porque me sumerge a diario en una aventura fantstica: nunca terminar de conocerla: no hay lugar para el aburrimiento!).

De forma similar, en filosofa, hay que volver una y otra vez sobre lo mismo. Lo medio-entendido en una primera fase prepara para estudiar lo que sigue, y las nuevas adquisiciones aclaran lo ya sabido (a medias). Es necesario un constante ir y venir, leer varias veces lo mismo, profundizar ms en ello. Pero el resultado que se va logrando provoca una notable satisfaccin solo superable por el gozo inefable que engendra el buen amor.

Por eso, aunque no comprendamos del todo nunca deberamos dar cabida al desnimo!