Doctrina científica de Santo Tomás - Alejandro Pidal y Món

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LA DOCTRINA CIENTIFICA DE SANTO TOMS Es una gloria del pasado o es adems una necesidad del presente y hasta una esperanza del porvernir?Alejandro Pidal y Mn

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"Eres t el que has de venir, o esperamos a otro?" (San Mateo, cap. XI, V. 3.) La prueba de que Santo Toms no pas es que hay que volver a l. Decimos esto porque todava hay catlicos que, admirando de buena fe la doctrina cientfica de Santo Toms, ajenos a los tristes prejuicios y preocupaciones de los escritores antiescolsticos de los siglos XVII y XVIII y aun de comienzos del XIX, si creen que el Doctor Anglico fue un sabio, dado el estado de la ciencia en su poca, que prest grandes servicios en la crisis filosfica de su edad, no vacilan en asegurar que hoy en da no es cosa de resucitar, para valerse de ellos en el combate cientfico con la impiedad, ni la doctrina filosfica, ni el mtodo escolstico, ni, por supuesto, el lenguaje tcnico y abstracto del ngel de las Escuelas. Contribuyen a esta manera de ver las tmidas e incompletas defensas de los primeros apologistas del Santo, pasado el primer mpetu de la barbarie cartesiana; las inexactas y deficientes restauraciones parciales de algunos puntos de su doctrina; el afn de crtica y de innovacin, aun entre los catlicos muy probados, y el deseo de oponer a los errores modernsimos algo modernsimo tambin, que no trascienda en modo alguna a tiempos mandados ya recoger, como curiosidades arqueolgicas, en los archivos de la Historia. Todo esto, a nuestro parecer, entraa errores muy graves sobre la doctrina y la misin de Santo Toms y sobre el carcter y trascendencia de los errores contemporneos. Estos errores, vstanse como se quieran vestir, con todo gnero de arreos cientficos modernistas, no son en su substancia filosfica otra cosa que errores aejos exhumados con gran aparato de novedad; y reducidos por la lgica a sus premisas metafsicas, salta a los ojos del concienzudo observador que slo consisten en deficiencias de la filosofa, de la razn y de la lgica, o sea de la verdad cientficamente demostrada. Lejos, pues, de necesitar nuevas armas para ser vencidos en el terreno de la filosofa, lo que procede es aplicarles la regla inalterable y normal de la eterna sabidura para poner en evidencia, dnde empiezan a flaquear, al apartarse de la recta (en lo que consiste su error), y cmo se corrige su falsedad, volvindoles lgicamente al camino real en el punto en que lo abandonaron. Si las doctrinas filosficas fueran objeto adecuado a las veleidades de la moda, concebiramos otro modo de proceder, al comps de como proceden los sofistas, que pasan con la ms imperturbable seriedad, en pocos das de vagancia, del idealismo ms subjetivo y quimrico al ms grosero positivismo. Pero si la ciencia es la demostracin por las causas, no se concibe otra variedad que la de la forma accidental de la exposicin, y sa por deficiencia intelectual del agente o ignorancia del instrumento de la exposicin. La naturaleza propia de cada ciencia determina lgicamente por s el procedimiento ms propio. Al que propusiera explicar en verso la trigonometra, por razn de estar en moda la rima, sera cosa de mandarlo encerrar en el manicomio ms prximo. Por lo que hace a Santo Toms, lo primero es considerarlo tal como es, tal como lo evidencia la Historia, tal como lo venera la Iglesia y tal como lo adora la Cristiandad. San Vicente Ferrer, el ngel del Apocalpsis, el salvador de la humanidad en la ms tremenda crisis de sus destinos, nos consign la frmula definitiva y total de su providencialsima misin: "Santo Toms --nos dej

escrito el Taumaturgo insuperable-- fue enviado por Dios pro hujus mundi illuminatione" Y en esta obra que le reconoce la humanidad no se anduvo el Santo por las ramas: cogi al ente por la esencia, y por la existencia lo elev a su ms inalterable unidad; lo estudi en su mayor profundidad y grandeza; descendi, analizando todos los grados de su participacin, a toda la escala de las realidades creadas, y, aprisionando el universo entre los polos inmutables de su Primera Causa y de ltimo Fin, nos fij para siempre la maravillosa y sublime explicacin de todas las armonas del ser destacndose luminosas sobre todas las deficiencias caticas de la nada. Qu hizo para esto Santo Toms? Casi nada, como quien dice: junt en uno la luz divina de la razn con la luz celeste de la revelacin y form la antorcha inextinguible de la ciencia cristiana: con una mano recogi todo el tesoro de la tradicin acendrado y depurado por ella; con la otra, todas las riquezas de la observacin, de la indagacin, del estudio, de la induccin, de la experiencia y el raciocinio, ordenndolas con lgica severidad y con artstica grandeza, e, indiferente a todo estmulo de notoriedad, a toda tentacin humana de vanagloria y a toda necia aspiracin de originalidad, les di la forma propia natural de las especulaciones cientficas y lanz al mundo una doctrina que es la expresin cientfica de la verdad y la frmula insuperable de la sabidura. Esto fue lo que hizo Santo Toms; y cuanto ms se le mutila o se le niega, ms claramente se confirma esta verdad innegable. Si se encuentra en sus obras (v. gr.) algn sedimento de metal procedente de la mina de otros autores, lejos de acusar su penuria, su falta de originalidad o su plagio, se demuestra y se confirma ms con ello que todo lo recogi, depurndolo, ordenndolo y organizndolo despus, en el acerbo comn de su unificada doctrina. Si se le clasifica por razn del fondo o de la forma de su enseanza como discpulo de Aristteles, a pesar de su alto y profundo aprovechamiento de Platn y de las veces que corrige, interpreta y mejora al filsofo de Estagira, se proclama su altsima y serena compenetracin con las eternas disposiciones de la sabidura divina, que, si provey a la clsica antigedad del Sabio, del Historiador, del Poeta, como modelos ideales de cada disciplina en el mundo, no quiso dejar de proveerle del Filsofo, ponindole, no all, entre las visiones intuitivas de la Academia, ni entre las sistemticas e implacables austeridades del Prtico, sino entre los anlisis concienzudos, severos y comprensivos de la realidad, del Liceo, que constituyen el fondo y los procedimientos inalterables de la perenne filosofa de la verdad transcendental y de las leyes invariables del pensamiento. Desde ese cauce imperecedero de la razn, por donde corre por ley constitutiva de la naturaleza intelectual el ancho y profundo ro de la investigacin filosfica, el filsofo de la Edad Cristiana y el telogo de la Edad Moderna, recogiendo todas las aguas tributarias de la tradicin, tanto gentlica como creyente; todos los datos de la realidad, interpelada por la observacin y contrastados por la lgica; todas las enseanzas de la razn, y todas las revelaciones del Cielo, construy el inexpugnable Alczar de la Escolstica, donde se firm el testamento indestructible de la fe y la razn; opulento y magnfico palacio de la verdad, en cuya torre del homenaje dan su guardia de honor las ciencias, y en cuyo centro alza su cpula luminosa al cielo el templo vivo del Seor! Ah est, en pie, augusto, formidable, sereno, indestructible, ese monumento, desafiando las edades, los elementos, la saa implacable del mal y del error, como la pirmide del desierto, insumergible a las aguas de todos los diluvios de la impiedad, en todas las pocas de la Historia! y cada vez ms grande! cada vez ms firme! cada vez ms alto! Por su frente volvieron a pasar todos los errores antiguos y todos los sistemas aejos, ataviados a la moda de las edades modernas, y todos le saludaron con el homenaje de su alabanza o su injuria, acreciendo su pedestal con los despojos de su ruina. Por su frente pasaron las sutilezas de la hereja, las irreverencias del cisma, las seducciones del Renacimiento, las furias de la Protesta, las inepcias de la Enciclopedia, la petulancia cartesiana, las torpezas del sensualismo, las fantasmagoras del idealismo, el criticismo de Kant, el panlogismo de Hegel, el positivismo de Comte y el agnosticismo de Mill, y todo cuanto revuelve, teje y enmaraa la anarqua de la sofistera novsima en su afn de construir la Babel de las indisciplinas humanas, edificndola del revs, contra todas las leyes cientficas, morales y matemticas que rigen el arte de la construccin y la naturaleza propia del ser en todas las

esferas de la actividad y en todos los rdenes de la vida. Y lo ms curioso del caso es que a cada nueva invasin, a cada nueva oleada de la barbarie cientfica, que por algo permite Dios que azote los cimientos de la verdad, la autoridad de Santo Toms y de su doctrina se acrece, pues, arrollados por las aguas turbias del aluvin los sistemas espiritualistas incompletos, los idealismos fantsticos o los positivismos quimricos, el espritu, en busca de firme e inconmovible realidad a que asirse y en que sostenerse, se halla con la filosofa perenne de Santo Toms, que, depurada y reconocida mejor entre los embates de las aguas del ltimo asolador diluvio, se ofrece como el nico slido baluarte, como el arca santa, en fin, que nicamente sobrenada sin anegarse sobre las aguas desbordadas que se levantan con furor. As sucede hoy ms que nunca. Santo Toms, vencido el ataque de la ignorancia pseudoespiritualista, idealista y eclctica, que le tach de sensualista en su sistema de conocimiento, y despus de presenciar con lstima y compasin cmo estas escuelas, que se juzgaban imperecederas, se suicidaron impotentes, abdicando en una hora de vergonzosa cobarda en el seno del materialismo ms sensualista y ms grosero, como la evolucin ms legtima y ms consecuente del mundo, se halla hoy enfrente del monismo materialista contemporneo, al revs de como se hallaba hace poqusimos aos enfrente del monismo idealista de los sistemas modernos. Entonces se le acusaba de sensualista, con menosprecio y compasin. Hoy se le acusa, con odio y con saa, de idealista! Lo mismo da! Y todo prueba lo parcial y lo incompleto y lo mudable del error en frente de la unidad ntegra, armnica, serena y completa de la verdad absoluta, que est permanente y fija y radiante como el sol en el centro mismo de las nubes que giran en torno de l haciendo gala y ostentacin de la inconsistencia de sus tinieblas! Porque este es el signo caracterstico distintivo de la doctrina cientfica de Santo Toms: la integridad de su unidad, la serenidad de su armona, la inmortalidad de su realidad, la inalterabilidad de su forma. Parece como el reflejo de la inmutabilidad divina de la esencia del ser alumbrada por la perfeccin insuperable del celeste conocimiento. El tiempo se desliza y corre veloz a sus pies de bronce enclavados sobre el granito, como las ondas aceleradas de un ro huye a precipitarse en el mar. El espacio se muda a su alrededor como una decoracin de teatro, sin conmover la mole inmvil de su masa, que se yergue impasible como el centro fijo de una circunferencia que circula con vertiginosa rapidez. Parece como la personificacin escultrica de la verdad entre los simulacros y las sombras aparentes y fugaces de la mentira; y la voz que fluye incesante de sus labios de oro, dominando todos los ruidos de la pasin, del error y de la ignorancia tiene algo de la voz cristalina del manantial que brota inextinguible del seno marmreo de la roca para apagar la sed de la multitud errante y peregrina de la humanidad, rendida y fatigada de sed, de cansancio y de calor en las interminables y ardientes arenas del desierto. Por eso no parece que pueda pasar, que deje de alumbrar y de fluir sobre la humanidad, vida de luz y de saber, de ciencia, de verdad y de vida, ese faro encendido por la providencia misericordiosa de Dios para que los espritus ms altivos, ms exigentes, ms severos, vean y palpen los senderos eternos de la verdad, los escalones de piedra que ascienden firmes y seguros, de razn en razn, hasta el vestbulo del templo en que se vela, oculta entre los pliegues del misterio, la Excelsa Divinidad y a los rayos esplendorosos de cuya luz se distinguen ordenadas todas las cosas, como sujetos obedientes a la voz de su Seor, que las esparci por los mbitos del universo, para reflejar la unidad en la multitud subyugada por los lazos celestes de la armona. Tal parece la obra cientfica de Santo Toms, y no es cosa de detenernos a exponer de nuevo los elogios sublimes que la tribut en este sentido la humanidad en lo que tiene de ms grande, de ms ilustre y de ms culto. Pero por si alguien se sintiese tentado a dudar si estos elogios, justos y merecidos en su tiempo y aun en pocas posteriores, pero ajenas a los adelantos y conocimientos de hoy, se le pueden seguir tributando, recordaremos solamente el carcter de imperecedero en cuestin que le atribuyen los ms sabios contemporneos en sus mltiples disciplinas. Todava resuena en la Iglesia la voz augusta del gran Pontfice Len XIII ensendonos que "la doctrina de Santo Toms es de una tal plenitud que abarca, a semejanza de un mar, toda la sabidura de la antigedad. Todo lo que ha sido dicho de verdadero o discutido sabiamente por los filsofos paganos, por los Padres y los Doctores de la Iglesia, por los hombres eminentes que florecieron antes que l, no solamente ha sido conocido a fondo por Santo Toms, sino que ha sido

acrecido, perfeccionado, dispuesto y ordenado por l, con una claridad tan perfecta de lenguaje, con un arte tan consumado en la discusin, con tal profundidad en los trminos, que, si bien ha dejado a los que vengan en pos de l la facultad de imitarle, parece que les ha privado de toda posibilidad de sobrepujarlo". "El vuelo del pensamiento humano --aade en otro lugar el mismo sabio Pontfice-- iba a levantarse tanto sobre las alas de Santo Toms, que hay que desesperar de verle nunca subir ya ms alto." "A Santo Toms --acaba de escribir un ilustre discpulo y hermano suyo, que ha consumido su vida en su estudio-- parece que Dios le haba preparado todo, disponindolo a su alrededor, antes y despus, para que su poderoso genio llevase a cabo la sntesis doctrinal definitiva en que vendrn a iluminarse hasta el fin todas las generaciones venideras." Y otro telogo espaol, que ha profundizado en su doctrina como muy pocos hasta ahora, ha proclamado muy alto: "La filosofa de Santo Toms atraviesa las edades con la majestad imponente de una sabidura venida del cielo, porque ha acertado a imprimir a sus doctrinas un reflejo de la inmutabilidad misma de los pensamientos de Dios. Por lo cual sus enseanzas no pasan, sino que permanecen siempre nuevas; no son opiniones de un da o teoras que reinan durante un siglo, sino afirmaciones dogmticas que, cimentadas sobre principios universalsimos y de eterna verdad, sobrepujan en duracin al tiempo y constituyen la doctrina de todos los siglos y la nica a propsito para triunfar de los errores que van continuamente renaciendo." "El Doctor Anglico --concluye por fin Len XIII-- vi las conclusiones filosficas en las esencias y los principios mismos de las cosas, que son grandemente trascendentales y encierran como en su seno las semillas de casi infinitas verdades, que los maestros posteriores haban de desarrollar a su tiempo y con fruto abundantsimo. Habiendo empleado este medio de filosofar en la refutacin de los errores, consigui deshacer l solo los errores de los tiempos pasados y suministrar armas invencibles para refutar los que perpetuamente surgiran en los siglos venideros." No es esto, sin duda, limitar el poder de Dios, ni marcar leyes a su generosidad y misericordia, ni negar el carcter progresivo de los descubrimientos de la ciencia y de la razn, es simplemente estudiar la economa de la admirable Providencia Divina y no menoscabar la grandeza y la fecundidad de sus dones. Por profundas e irresistibles que se presenten y aparezcan las corrientes de la opinin impresionada e impresionable, no vara la naturaleza de las cosas. Podr, y aun deber, el poltico tener en cuenta sus fuerzas para encaminar su direccin; pero el filsofo especulativo, aun aprecindolas y tenindolas en cuenta para orientar su conducta, no las puede por eso dar importancia cientfica que no tengan; y, sin negar nosotros la finalidad que rige la divina permisin del mal; sin desconocer la causalidad ocasional del error; sin olvidar el oportet haeresses esse del Apstol; sin poner en duda la entidad de los razonamientos sutiles, alambicados o deslumbrantes, y a pesar de los grandes males espirituales, materiales y sociales que han acarreado y acarrean los errores cientficos, la verdad es que, limitndonos al puro campo de la especulacin, al orden meramente lgico y ontolgico, la supuesta sabidura de los sistemas ms clebres de la impiedad, enemigos de la perenne filosofa, no nos parecen ms que una broma dada al sentido comn de la humanidad por unos cuantos maleantes de oficio que se han expedido, en un momento de buen humor, patentes esplendorosas de sabios para embromar a la multitud. Ya Humboldt, fatigado de lo cansado de la chanza, hubo de llamar al trascendentalismo alemn "el carnaval de la ciencia alemana"; y si eso dijo de los juicios sintticos de Kant, del subjetivismo de Fichte, de la identidad de Schelling, del werden evolutivo de Hegel, qu no hubiera podido decir del agnosticismo positivista de los monismos contemporneos, incluso del psiquismo de Haekel, por ejemplo! y todas esas fantasmagoras quimricas con que insultan al sentido comn y al sentido moral de la humanidad de los autores de esos nuevos libros de caballera en que se hace gala de adornar sistemticamente el absurdo, poniendo siempre la evidencia a sus pies, para erigir en dogma la infabilidad de la razn en su empeo de no dar nunca con la verdad! El pensador filosfico que oy con asombro a Descartes negar la inmutabilidad de las esencias metafsicas no puede ya asombrarse, sino reir, al ver negado el principio de causalidad, el principio de contradiccin, los axiomas mismos matemticos, la existencia misma de la razn, el testimonio de los hechos mismos de conciencia, para afirmar, tan gratuita como infaliblemente despus, las hiptesis imposibles de una imaginacin desenfrenada, incapaz de crear otra cosa

que vestigos que no aciertan a tenerse en pie, ms all de unas cuantas horas, en la mente de su propio autor, como toda esa divertida serie de fantasmas ridculos que constituyen la procesin de los descubrimientos cientficos que enriquecen los cristales de la linterna mgica de la Filosofa del Porvenir. Pase que no niegue nadie la trascendencia cientfica de estos errores, y, aun por eso, consideramos como un deber de polmica y de apologtica su estudio y su cabal conocimiento; pero jams alabaremos el valor substancial que quiere drseles, aceptndolos como rumbos definitivos en la marcha progresiva del saber, de la razn y de la ciencia. Uno de los errores ms comunes es confundir lo accidental con lo substancial en las disciplinas humanas, y esto, que puede a veces no pasar de achaque venial en las disciplinas primarias. No hay cosa ms comn que escuchar el vano deseo de que Dios enve un genio cientfico que haga con la filosofa de Kant lo que Santo Toms hizo con la filosofa de Aristteles, suponiendo que slo por ser la filosofa reinante en las escuelas de la Edad Media la utiliz Santo Toms, como sin duda hubiera hecho con la filosofa kantiana de haber vivido en la Moderna. Olvidan los que esto dicen que Aristteles, sabio por virtud de una observacin infatigable, lgico de una rigidez tan perfecta que descubri y nos fij sus leyes naturales, metafsico verdaderamente sin par, moralista ilustrado y poltico prudentsimo, aparece a los ojos de la humanidad como el genio ms poderoso y ms vasto, como el ms equilibrado y ms recto, como el ms apto para forjar los caminos reales del saber y los alczares magnficos de la verdad. Cristianizar a Aristteles, como hizo Santo Toms, fue utilizar los eternos fundamentos del conocimiento de la realidad para levantar sobre ellos los templos serenos de la sabidura. Cmo hubiera sido posible hacer esto mismo con Kant sin aniquilar toda su obra y sepultar bajo sus escombros el nombre y la gloria de Kant? Se necesita ignorar los ms sencillos elementos de filosofa y lo que son y significan estos dos nombres en su historia para dar por sentado como cosa corriente y sin dificultad fundar la ciencia racional y la teologa cristiana, lo mismo sobre la lgica y la ontologa aristotlicas, que sobre la crtica de la razn pura del sofista de Knisberg. La filosofa de Aristteles, con sus errores y todo, es una filosofa inmortal y eterna por su construccin slida, imperecedera, admirable; la filosofa de Kant es el suicidio total de la razn, de la verdad y de la ciencia. La una fue un soberano don de la Providencia Divina; la otra fue tan slo una permisin: la permisin del mal de la filosofa moderna, reproduccin empeorada de la antigua sofistera. No negamos nosotros qu hemos de negar! que estas inundaciones peridicas de errores contrapuestos, desenterrados, que son ante la historia de las almas una calamidad y ante la historia de las ciencias una vergenza, puedan ser causas ocasionales de progresos cientficos ante la Historia total de la humanidad (lo que sin duda es la causa de su divina permisin); pero siempre se di, se da y se dar seguramente el caso, para el concienzudo y estudioso pensador que observe atentamente el resultado de estas conmociones cientficas, que cada ataque y cada golpe, por decirlo as, asestado contra la realidad del conocimiento cientfico de la doctrina tomista slo ha dado por resultado, hasta ahora, el que se ostente con mayor relieve, a ms luz, la plancha blindada que le protege contra los tiros del error. Este, no se puede negar, es un benfico progreso ocasionado por el mal, que cae dentro de la doctrina tomista sobre su origen primitivo y sus resultados finales. No es menester aducir ejemplos. Los hay variados: desde la doctrina substancial sobre la santificacin de la Virgen hasta la doctrina transcendental de la identidad y distincin de la esencia y de la existencia; desde la tan discutida sobre la gracia eficaz y la premocin fsica hasta la tan mal interpretada de la participacin de la luz increada en el entendimiento agente; desde los anlisis psicolgicos ms acendrados a las teoras estticas ms acabadas. En realidad todo est en l; slo faltaba estudiarlo, comprenderlo y hacerlo ver, y para esto es conveniente el error, oportet haeresses esse, lo volvemos a repetir. Hasta el modernismo exegtico, que pareca tomar rumbos ajenos a la escolstica y hasta distintos de la controversia escrituraria del propio siglo XVI y aun de la escuela de Tubinga, ha repercutido en honra y gloria de Santo Toms. Slo con la doctrina filosfica y exegtica de Santo Toms se puede aniquilar el modernismo, forzndole a suicidarse impotente. Como el protestantismo clamaba en pleno siglo dcimosexto: "tolle Tomam et disipabo Ecclesiam Dei", as el modernismo, acorralado por la ciencia de Santo Toms, tiene que humillarse, vencido, ante la frrea mano de la verdad de la

doctrina grande, abierta, razonable y lgica de la crtica de la escolstica transcendental del Angel de las Escuelas. Este espectculo, que slo nos permitimos indicar y que tanto se presta a desarrollos y pruebas de lucimiento erudito, pone el sello a esta gran verdad: "Santo Toms no ha podido pasar; slo volviendo a l se cien los laureles de la victoria en las controversias contemporneas" Y permtasenos saludar esta hermosa paz de la polmica reinante. Por una parte la noche no puede ser ms obscura; las tinieblas no pueden espesarse ms. El atesmo ha llegado a su colmo, as como la insensatez del ignorante que lo afirma. La sociedad se disuelve, herida en su centro vital y en sus bases fundamentales por el error absoluto. El absurdo es la lgica de la impiedad; y la Nada usurpa el solio del Ser a se. Es verdad; pero por la otra, la filosofa perenne se ostenta lgica, completa y radiante; la teologa reverbera ntegra, cientfica, esplendente; la ciencia ideal de la humanidad se identifica con el ser real en el seno divino del conocimiento. Enfrente de la Suma atea, agnstica, positivista, anarquista de la impiedad se alza la Suma teista, espiritualista, cristiana del Catolicismo imperante. Ni les falta la ostentacin de sus frutos ms naturales. La sociologa anarquista de la masonera mundial ha proclamado su ideal en Ferrer, deificado por el atesmo imperante como su programa viviente en el credo de la destruccin social por el crimen contra s mismo, contra el prjimo y contra Dios. La religin y la Iglesia siguen demostrando la aplicacin viva de sus mximas en las Hermanitas de la Caridad, que dan sus vidas en los hospitales por los asesinos, que las pagan la sublime y heroica asistencia de sus propios hijos arrancndolas la vida en los deshonrosos martirios de la violencia brutal, secuestrndolas en las casas de prostitucin y en la profanacin, bestial y satnica a la vez, de sus cadveres desenterrados. Verdaderamente, si los rboles han de conocerse por sus frutos, no se pueden evidencias mejor las consecuencias prcticas de ambas doctrinas. La Religin hace de los hombres ngeles. La impiedad hace, ms an que bestias a manera de hienas, demonios capaces de horrorizar al mismo Satans en persona. El arcngel del mal, en los abismos de su profunda cada, ha conservado algo de anglico que le preserva de las inmundas perversidades del Maestro de la Escuela Moderna. En esta sntesis antittica de las tinieblas y de la luz, del bien y el mal, del error y de la verdad, de la deformidad y de la belleza; en una palabra, de la Nada y del Ser, recibe la doctrina y figura de Santo Toms de Aquino en pleno ser toda la luz que ilumina toda la opulenta integridad de su organismo cientfico, desarrollado al calor de la llama de su inteligencia angelical, y es gozo supremo y soberano, por el que nunca podrmos rendir satisfactorias gracias a Dios, el que inunda las almas y los corazones cristianos, llamados por la voz generosa de Dios al espectculo inenarrable de la una, ntegra, armnica y esplendente visin de la verdad evidente, lgica, dogmtica, metafsica, artstica y social, cientficamente organizada, que despliega ante nuestros ojos arrobados la evolucin serena y progresiva de sus soluciones satisfactorias. Ante esta vista s que se comprende bien lo que tiene de transcendentalmente definitivo la obra de Santo Toms; entonces se ve bien lo que fue el sabio por antonomasia de la humanidad y lo que significa su depuracin, su perfeccin y su desarrollo. Entonces s que se aprecia todo el valor de los tesoros de la tradicin, acarreados, cribados y fundidos en el crisol de la inteligencia y de la razn lgicamente dirigidas; entonces s que brilla esplendorosa la luz divina del Verbo iluminador de la inteligencia de todo hombre que viene a este mundo; entonces s que se mide todo el poder intuitivo del genio, toda la labor de la erudicin, toda la colosal potencia del estudio, toda la transcendencia de la misin providencia, toda la economa del Cristianismo en la Cristiandad y en la Historia, toda la pujanza del grito de admiracin y de amor de los Papas y los Concilios, de las Universidades y de las Ordenes, de los Sabios y de los Santos, de los Reyes y de los Pueblos ante la aparicin del astro que se llam El Sol de la Iglesia en los horizontes de la ciencia de la humanidad; y entonces s que se comprenden en toda su transcendencia cientfica las hermosas palabras poticas del gran orador de Nuestra Seora, exclamando en honor de Santo Toms: "Prncipe, monje, discpulo, Santo Toms poda subir al trono de la ciencia divina; subi, en efecto, y desde hace seis siglos que est sentado en l, la Providencia no le ha enviado sucesor ni rival. Ha quedado prncipe como haba nacido, solitario como se haba hecho, y slo la cualidad de discpulo ha desaparecido en l, porque se ha convertido en el Maestro de todos." S; si la ciencia es el conocimiento de la realidad; si la realidad y la inteligencia que la conoce se identifican por alta y soberana manera en el verbo mismo de Dios: si la luz intelectual es un

reflejo de la luz divina del Verbo; si al esplendor clarsimo de esta luz se verifica el prodigio del conocimiento, los genios creados por Dios en servicio de la humanidad son los Maestros de la Ciencia; y si la historia de la Ciencia nos seala como Maestro Providencial al Filsofo por antonomasia en el mundo, que desentra como nadie la realidad y fij definitivamente las leyes del conocimiento; el Sabio que sobre los eternos fundamentos de estas imperecederas disciplinas coloc la antorcha refulgente de la revelacin y derram la luz de la razn divina y humana, sabia y armnicamente combinadas, sobre todo el orden de la creacin y sobre la misma naturaleza increada, ostentando a los esplendores clarsimos de esta luz la unidad ntegra, armnica y radiante del ser en todas sus varias manifestaciones, sin que los siglos, en su rpido desfilar por delante de este augusto monumento, hayan podido aadir ni mutilar nada lgico ni ontolgico en l, nada demostrado ni revelado en el orden metafsico de sus enseanzas, claro est que el poder creador del Altsimo no sufre lmite a su poder; pero claro est tambin que su fuerza no crea nada por dems, y las necesidades cientficas del presente y las que se auguran en el porvenir estn muy lejos de agotar los rayos de vivsima luz que esplende el foco inextinguible de una doctrina vasta y profunda como los abismos del mar, elevada como las alturas del cielo, que se asienta firme sobre los inmutables cimientos de la tierra y que pone en manos del hombre el espejo clarsimo del conocimiento ideal, en que se retrata con todos sus primores la realidad a la luz celeste de la inteligencia. Con razn y por algo la Cristiandad ha hecho suyas aquellas palabras de Santiago de Viterbo: "Creo firmemente que nuestro Salvador ha enviado a los fieles, para ilustrarlos y para iluminar a la Iglesia universal, primero, a San Pablo; despus, a San Agustn, y por ltimo, a Santo Toms de Aquino; despus del cual no creo que aparezca otro doctor semejante hasta el fin de los siglos." Y si esto se pudo decir respecto a las ms altas enseanzas de la fe, repujadas por las demostraciones de la razn, cuando se abarca todo el orden intelectual filosfico, ha parecido poco las iluminaciones intuitivas de la inteligencia de las substancias separadas que constituyen el proceso de las visiones anglicas para ensalzar el entendimiento de Santo Toms, y la humanidad, asombrada ante aquellas epifanas refulgentes de la verdad, brillando luminosas entre las espesas sombras de la noche de la ignorancia como entre las sagradas penumbras del tabernculo en que se adora el Misterio, ha podido exclamar, con el genio cristiano de Pereire, estas formidables palabras, con que ponemos trmino a estos apuntes: "Si el Verbo encarnado es el esplendor del Padre, me atrevo a decir que el gran Santo Toms es el esplendor del Verbo encarnado." Con lo que dicho se est que no hay ocaso posible para este sol, que slo puede ponerse en el horizonte de las inteligencias sumidas en las voluntarias tinieblas del error con que los hervores del corazn suelen empaar las serenidades del alma. Alejandro PIDAL y MON