Discurso de generación 30 años
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Mensaje de Generación en ceremonia de 30 aniversario de graduación.
3 de septiembre de 1979. Primer día de una gran aventura: Estudiar la carrera de Profesor de
Educación Primaria en la Escuela Normal No. 18 de Teotihuacán.
Éramos más de 50 adolescentes, con apenas 15, 16 o 17 años, pero con la madurez que te otorgaba
la educación familiar de esos tiempos. Recién salidos de la secundaria o retomando el camino luego
de un tiempo en otra escuela preparatoria. Con grandes expectativas hacia el futuro y que quizás nos
sentíamos dueños del mundo por haber superado los exámenes de admisión.
Ahí estaban Trinidad, Angélica Tovar, Rocío Álvarez y Rocío Rivero, Margarita, Dulce, Edith, Juan
Manuel, Santa, Blanca, Nico, Napoleón, Humberto, Álvaro, Eulalia, Bernardo, Lorena, Pablo, Isaías ….
La Profra. Melitona Martínez se encargaba de darnos la bienvenida y presentarnos a los primeros
maestros de esa aventura. Biología y Educ. Física: Profr. Carlos González Becerril (qepd). Matemáticas
y Física: Profr. Jaime; Lógica y Filosofía: Profr. Tom Olvera, Taller de Lectura y Redacción: Profr.
Gerardo Sánchez, Taller de Expresión Gráfica: Profra. Victoria Sánchez. Geografía: Profra. Eva Zavala.
Educación para la salud: Dra. Julia Norma.
Entonces tuve el gran honor de ser elegido por ustedes, mis entrañables compañeros, como su jefe
de grupo, auxiliado por mi compadre Hilario Bautista. Y con ese orgullo que siento desde entonces,
hoy, luego de más de 30 años, tengo el enorme placer de dirigirme a todos los amigos y familiares
que nos acompañan para ser el portavoz del sentir de esta generación 1979-1984 de la Escuela
Normal de Teotihuacán luego de 30 años de servicio a la Educación del estado de México.
Qué historias albergan nuestros corazones cuando recordamos los 5 años de preparación: A Sabina
que todo lo sabía en inglés; a José Alberto declamando el “Padre Nuestro Latinoamericano” de
Benedetti; a Hilario, Amado y José Luis cantando “El Venadito” y muchas melodías más que
enriquecieron la carga emocional de nuestras aulas y representaron a la escuela en el club de
estudiantina, a Bernabé en el futbol, a Arturo en el Basquetbol. A Karina, Celia, Tere y Margarita
actuando en la obra de teatro “Mujeres en la historia”, a Antolina y Ernesto, Paty y demás
compañeros bailando y representando dignamente al club de danza en una infinidad de eventos; a
Hilda, Maru y Rosalba jugando voleybol con toda la garra que se requería; a Pedro, bajo la asesoría
del Profr. Américo Morlán, dirigiendo discursos al candidato a la presidencia municipal de
Teotihuacán en los que el meollo compacto central del asunto eran mejoras para la escuela; A
Gregorio Lorenzo Pérez Viñas, ganando indiscutiblemente concursos de oratoria, a Lucy y Ernesto en
la Sociedad de alumnos, a Adrianita dándonos prácticas de clase ejemplares.
Jamás olvidaremos aquellas experiencias vividas en nuestra época de estudiantes: Las prácticas
docentes, la plantación de árboles en la escuela, los partidos de básquet o de futbol en contra de
compañeros de otras generaciones en los que con enorme pundonor defendimos el honor de nuestro
grupo con esfuerzo, con sudor y hasta con sangre cuando fue necesario; los días de campo en el cerro
gordo, en las cuevas o en el ojito… o aquella práctica de Actividades Agropecuarias con el Profr.
Juventino Vega (qepd), donde le pedimos a don Edmundo que fingiera una descompostura del
gavilán, ese autobús escolar que a tantos lugares nos llevó y trajo sin novedad, para quedarnos más
tiempo conviviendo. Nunca borraremos de nuestra mente aquellos viajes a Toluca, a Chalco, a
Cuautitlán, para representar a la escuela en deportes, en danza, en lo que fuera necesario. Cómo
olvidar aquella aventura con Hilario, Napoleón, Ernesto, Melecio y Bernardo, cuando saliendo de la
escuela nos fuimos hasta Huachinango, a cantar sones huastecos, una categoría musical que nos
acompañó desde entonces y para siempre.
Vivo en tiempos difíciles, de hambres, de envidias intelectuales, de compulsiones caóticas, de
hostilidades inaceptables, pero a la vez, en un mundo lleno de esperanza y de fe… Así expresábamos
nuestro Juramento Normalista aquel 6 de julio de 1984 cuando terminamos ilusionados nuestros
estudios en la Escuela Normal
Compañeros: un 3 de septiembre de 1984 empezamos oficialmente esta gran aventura de ser
profesionales de la educación. Indiscutiblemente nuestra alma mater, la Escuela Normal No. 18, nos
armó con un gran equipaje de conocimientos teóricos para salir a las primarias, a combatir la
ignorancia y enseñarles las primeras letras y las primeras lecciones de ciencias y artes a miles de
niños, de quienes tuvimos el privilegio de ser sus maestros.
Pero fue la práctica la que nos llevó a convertirnos en auténticos profesionales de la educación. Unos,
en las escuelas primarias, floreciendo como excelentes docentes de primero a sexto grado. Otros, en
las secundarias, especializándose en matemáticas, español, ciencias naturales, etc. Otros más en el
nivel bachillerato, creando y desarrollando escuelas preparatorias e inspirando a los jovencitos a
continuar estudios en la universidad. Y algunos más en las escuelas superiores, contribuyendo
directamente a la formación de nuevos profesionistas.
Y mientras algunos compañeros se convirtieron en expertos docentes frente al grupo, muchos otros
optamos por desarrollar nuevas habilidades en la administración de las instituciones,
convirtiéndonos en directivos de los planteles escolares que nos encargaron. Así, hoy con orgullo
podemos decir que en nuestra generación hay maestros de grupo, con uno o dos turnos de trabajo,
pero también hay Asesores metodológicos como Margarita, Asesores en centros de maestros como
Pedro, Pedagogos como Sabina, Secretarios Escolares como Hilda, Subdirectores Escolares como
Lucy, Bety y Alejandra, Directores escolares como Enriqueta, Francisco, Celia, Bernabé, Víctor Manuel
y hasta un supervisor escolar como lo es nuestro compañero Ernesto León. Y todos ellos, ocupando
esos puestos por méritos propios y con resultados excelentes.
Hoy, después de un poco más de 30 años de ser fieles a esta noble profesión, henos aquí, reunidos
para celebrar, entre otras cosas, la amistad. Sí, esa amistad que surgió en el aula, pero que se
consolidó a través del tiempo y ha perdurado hasta el día de hoy. Amistad que para unos se convirtió
en compromiso de pareja para siempre, como Lucy y Francisco, Antolina y Ernesto, Altagracia y
Lázaro; para otros, en compadrazgos reales que vincularon familias completas y para los más, en lazo
de hermandad que hoy nos permite compartir juntos esta fiesta y que indudablemente persistirá por
mucho tiempo más.
Un día, llenos de aplomo levantamos la mano derecha, ante un jurado de profesionales expertos en
la educación, para expresar nuestra protesta de ley como profesores titulados. Por eso hoy
celebramos también el valor del profesionalismo docente, porque ser maestro es mucho más que
ostentar un nombramiento. Hay que celebrar que obtuvimos un título luego de sustentar un examen
profesional; hay que celebrar que año tras año (30 ya), continuamos preparándonos para ser cada
día mejores; hay que festejar que con teoría y con práctica, nos volvimos expertos en nuestra
materia, incluso muchos estudiando otras licenciaturas y posgrados; Hay que aplaudir que tuvimos
el temple para superar las miles de vicisitudes que enfrenta un maestro: Los traslados, los horarios,
los alumnos inquietos, los padres de familia difíciles, las autoridades insensibles, los justos reclamos
de nuestros hijos, las enfermedades, el cansancio y el sueño que a veces parecían imponerse;
Desde luego hoy celebramos también el derecho al retiro, esa prerrogativa largamente esperada a la
que, pese a los embates de las reformas laborales, todavía podemos aspirar para dedicarnos
dignamente a nuestra familia y a nosotros mismos; porque ser maestro, al margen de una vida de
satisfacciones personales, también es una vida de deterioro físico y emocional, personal y familiar,
que se deja sin atender en aras de un profesionalismo que, a veces, nadie reconoce.
Y por supuesto, hoy también celebramos la vida. Hoy estamos de manteles largos simplemente
porque estamos aquí, porque tenemos la dicha de respirar y abrazar a nuestros familiares y amigos.
Porque la mayoría estamos superando los 50 años de edad, y es, por tanto, tiempo de hacer un alto
en el camino, mirar hacia todos los ángulos, evaluar quienes somos, dónde estamos, a dónde hemos
llegado, y confrontar nuestra realidad con aquellos sueños de infancia y juventud que dieron fuerza
a nuestro actuar. Es hora de fabricar nuevos recuerdos para el futuro. Es tiempo de dedicarse a
cultivar el alma, la salud, la familia. Es tiempo de viajar y hacer nuevos amigos. Es tiempo de tomar
el pincel y pintar nuevos horizontes hacia dónde mirar. Es tiempo de afinar una guitarra y cantarle a
la musa que nos dirigió 30 años por el buen camino.
Gracias a Ernesto, Antolina, Paty y Norma Angélica, que han dado mucho tiempo para esta
organización.
José Luis Gutiérrez Olvera. 30/nov/2014