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DISCURSO DE ANGOSTURAUN PROYECTO DE PATRIA

PARA LA VENEZUELA DEL SIGLO XXI

Edición conmemorativa del Bicentenario del Discurso de Angostura

1819-2019

Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario del Congreso de Angostura

Coordinación de la colección Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario del Congreso de Angostura Coordinación editorial Simón Andrés SánchezYessica La Cruz Asistencia editorial Alexander Zambrano

CompilaciónManuel E. Carrero Murillo Investigación documental Iliana Galea Javier Escala Diseño de portada y diagramación Orión Hernández Corrección Miguel Raúl Gómez Discurso de Angostura. Un proyecto de patria para la Venezuela del siglo XXI © Centro Nacional de Historia, 2019 Final Av. Panteón, Foro Libertador, edificio Archivo General de la Nación, P.B. Caracas, República Bolivariana de Venezuela Depósito Legal: DC2019000051 ISBN: 978-980-419-055-1 Impreso en la República Bolivariana de Venezuela

Nicolás Maduro Moros Presidente de la República Bolivariana de Venezuela

Delcy Rodríguez Vicepresidenta Ejecutiva de la República Bolivariana

de Venezuela

Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario del Congreso de Angostura

GJ Vladimir Padrino López Ministro del Poder Popular para la Defensa

Jorge Rodríguez Ministro del Poder Popular para la Comunicación y la Información

Ernesto Villegas Ministro del Poder Popular para la Cultura

Aristóbulo Istúriz Ministro del Poder Popular para la Educación

Justo Noguera Gobernador del Estado Bolívar

Ramón Carrizales Gobernador del Estado Apure

MG Alexis Rodríguez Cabello Comandante de la REDI Capital

César Trómpiz Rector de la Universidad Bolivariana de Venezuela

GD Félix Ramón Osorio Rector de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela

Sergio Hernández Alcalde del Municipio Heres del Estado Bolívar

Richard Roa Constituyentista

Rubén Pinto Constituyentista

Pedro Calzadilla Presidente de la Fundación Centro Nacional de Historia

Desireé Santos Amaral Directora del Correo del Orinoco

DISCURSO DE ANGOSTURAUN PROYECTO DE PATRIA

PARA LA VENEZUELA DEL SIGLO XXI

Manuel E. Carrero Murillo (comp.)Alí Ramón Rojas Olaya

Emma MartínezRicardo Alberto Mata

Argenis Méndez EcheniqueAlexander Torres Iriarte

Noemí Frías DuránJosé Gregorio LinaresEnrique Viñoles Peña

Carlos Franco GilOmar Galíndez ColmenaresMaría Elena del Valle Mejías

Omar Hurtado RayugsenNelson GuzmánOldman Botello

Belín Vázquez

PresentaciónManuel E. Carrero Murillo 11

Discurso ante el Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819Simón Bolívar 15

Angostura geográfica, anchura libertariaAlí Ramón Rojas Olaya 47

El Poder Moral: un proyecto civilizatorio del Libertador Simón BolívarManuel E. Carrero Murillo 81

Discurso del Libertador en Angostura: Una propuesta para la formación de la conciencia de un pueblo para la libertadEmma Martínez 119

Carácter nacional y diversidad étnica en el Discurso de AngosturaRicardo Alberto Mata 143

Contemporaneidad sociohistórica de los llaneros apureños con el discurso bolivariano de Angostura en vísperas de su bicentenarioArgenis Méndez Echenique 161

Los votos de mi corazón: paternalismo político liberador en el Discurso ante el Congreso de AngosturaAlexander Torres Iriarte 197

El Discurso de Angostura: su perspectiva pedagógica en el siglo XXINoemí Frías Durán 229

ÍNDICE

1818: Bolívar contra Irvine. Venezuela y Estados Unidos: dignidad versus injerencismoJosé Gregorio Linares 251

Décimas nuestramericanas y prosa al Discurso de AngosturaEnrique Viñoles Peña 283

El justo celo de la libertad republicana: Reenfoque del modelo político de Estado liberal a partir de los planteamientos sobre la ciudadanía en el Discurso de AngosturaCarlos Franco Gil 301

El Discurso de Angostura: Simón Bolívar y su proyecto de Estado-NaciónOmar Galíndez Colmenares 333

La arquitectura emocional del Discurso de Angostura: Una aproximación desde el análisis crítico del discursoMaría Elena del Valle Mejías 373

La investigación y la docencia geohistóricas apoyadas en el Congreso y en el Discurso de AngosturaOmar Hurtado Rayugsen 399

El Congreso de Angostura, América y la utopía libertariaNelson Guzmán 431

El Congreso de Angostura: los fundamentos de un pueblo nacienteOldman Botello 449

El Congreso de Angostura:La bisagra histórica del proyecto republicano bolivarianoBelín Vázquez 471

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PRESENTACIÓN

Han transcurrido dos siglos desde el 19 de febrero de 1819, cuando el Libertador leyó el célebre Discurso ante los diputados reunidos en Angostura –Ciudad Bolívar desde 1846–, y aun así su contenido sigue interesando a los estudiosos de las ciencias socia-les y de otros ámbitos científicos.

La profunda y extensa reflexión que articuló Simón Bolívar a sus 35 años, para dirigirse a los congresistas, lo llevó a repasar y re-pensar las experiencias políticas de la China ancestral, de la Persia antigua, la Grecia clásica y la Roma imperial, con el propósito de definir la forma de gobierno que podía armonizar libertad con obediencia a la ley y democracia con virtud y estabilidad; a ellas integró los aportes políticos que obtuvo de sociedades cercanas a su tiempo, como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, y hasta pre-ceptos que habían regido en las sociedades aborígenes de “nuestra América”.

El Libertador exploró en los anales de naciones antiguas y modernas los modelos políticos que pudieran contribuir a la idea de Estado más conveniente para Venezuela. Penetró en tiempos remotos interrogando a otras naciones sobre la organización po-lítica adoptada mientras continuaban su desarrollo civilizatorio, y obtuvo juicios que fijó en el proyecto de Constitución dispuesto para ser discutido.

Durante la exposición de sus argumentos, invitó a los diputa-dos a echar una mirada al pasado, a razonar sobre cuáles debían ser las bases de la República de Venezuela; él lo había hecho, y se adelantó a la tarea que pudiera emprender cualquiera de los congresistas, a quienes recordó que la ruptura de las antiguas co-lonias con la metrópoli española originó una situación similar a la de Europa cuando el Imperio romano se desintegró. En aquellos inmensos dominios cada provincia formó una nación indepen-diente reproduciendo sus primitivas formas de convivencia. En nuestro caso, no sucedería igual porque “apenas –dijo el Liber-tador– conservamos vestigios de lo que en otros tiempos fue”, y además ya no éramos ni “indios, ni europeos, sino una especie

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media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles”.

El juicio era cierto y advertía los riesgos para nuestros pueblos por el peligro de caer en la anarquía y ser recolonizados, como pretendía la propia España, o pasar a manos de otra metrópolis. La suerte de los antiguos dominios que luchaban por la indepen-dencia debía delinearse antes que la agitación de intereses perso-nales tomara espacio y fueran víctimas del desconcierto.

Bolívar era consciente de la enorme responsabilidad que tenía sobre sus hombros para fundar la República, cuyo texto supremo colocó en manos de los congresistas, pero no confiaba en que todos estuvieran a la altura del problema y se extendió hilvanando argumentos como pocos de nuestros próceres podían hacerlo.

El texto es una pieza finamente hilada que muestra suficiencia en conocimientos históricos y cultura política, además de persua-siva elocuencia y cohesión en el propósito explicativo para con-vencer a los diputados de las bondades contenidas en el proyecto constitucional.

En la extensa alocución se aprecia la metódica seguida para ex-traer de aquellas sociedades y civilizaciones las respuestas útiles al pueblo venezolano en sus relaciones Estado-Gobierno, Gobierno-ciudadano/a y ciudadano/a-ciudadano/a.

Si se intenta penetrar en la hondura de sus ideas, pudiera evocarse la disertación de un sabio proclamando desde una altura los caracteres espirituales y morales que debían definir a la nación venezolana; pero más que un coloquio con el tiempo y los genios de la naturaleza, el Discurso pone de manifiesto que el Libertador pensaba en las dimensiones mestizas de ese “pequeño género humano”, para quienes, finalmente, pidió al Congreso un “gobierno eminentemente popular, eminentemente justo y emi-nentemente moral (…) que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”.

A doscientos años de la instalación del Congreso y del Discurso de Angostura, el Centro Nacional de Historia rinde homenaje al restablecimiento de la República en 1819, a la perseverancia del Libertador y a uno de sus documentos políticos fundamentales.

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Dieciséis investigadores del tema bolivariano  abordaron el texto de aquella brillante pieza oratoria para indagar en la palabra del Libertador la universalidad libertaria de su pensamiento, lo raizal venezolano en el pasado y el presente, así como los anhelos de un estadista en la difícil tarea de instituir una República demo-crática y popular.

Son dieciséis ensayos para conocer mejor lo que hemos sido como nación independiente desde los momentos fundacionales y la incesante búsqueda de la ruta para consolidar nuestra soberanía.

Manuel E. Carrero Murillo

DISCURSO DE ANGOSTURA PRONUNCIADO POR EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR

EL 15 DE FEBRERO DE 1819 EN EL ACTO DE INSTALACIÓN

DEL SEGUNDO CONGRESO DE VENEZUELA1

1 Tomado del original que reposa en el Archivo General de la Nación, en la colección del Archivo del Libertador, volumen 100-B, folios 1-32, letra del escribano Jacinto Martel. Esta transcripción fue cotejada con el documento original, se incluyeron las enmendaduras del mismo y fue actualizada en cuanto a ortografía y la grafía de algunas voces.

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Señor:¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su

mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Providencia Divina, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación.

Cuando transmito a los representantes del pueblo el Poder Su-premo que se me había confiado colmo los votos de mi corazón, los de mis conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones que todo lo esperan de nuestra sabiduría, rectitud y prudencia. Al cumplir con este dulce deber, me liberto de la inmensa auto-ridad que me agobiaba; como de la responsabilidad ilimitada que pesaba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad forzosa, unida a una voluntad imperiosa por parte del Pueblo, me habría sometido al terrible y peligroso encargo de Dictador Jefe Supremo de la República. Pero ya respiro, devolviéndoos esta Au-toridad, que con tanto riesgo, dificultad y pena he logrado man-tener en medio de las tribulaciones más horrorosas que pueden afligir a un cuerpo social.

No ha sido la época de la República que he presidido una mera tempestad política, ni una guerra sangrienta, ni una anarquía popular; ha sido, sí, el desarrollo de todos los elementos desorga-nizadores; ha sido la explosión de un torrente infernal que ha su-mergido la tierra de Venezuela. ¡Un hombre! ¡Y un hombre como yo! ¿Qué diques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones? En medio de este piélago de angustias no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresis-tibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos; atribuírmelos no sería justo, y sería darme una importancia que no merezco. ¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y del orden actual? Consultad los anales de España, de América, de Ve-nezuela; examinad las Leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios; la influencia de la religión y el dominio extranjero;

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observad los primeros actos del Gobierno Republicano; la feroci-dad de nuestros enemigos; y el carácter nacional. No me pregun-téis sobre los efectos de estos trastornos para siempre lamentables: apenas se me puede suponer simple instrumento de los grandes móviles que han obrado sobre Venezuela. Sin embargo, mi vida, mi conducta, todas mis acciones públicas y privadas son del do-minio del pueblo. ¡Representantes!, vosotros debéis juzgarlas. Yo someto la historia de mi mando a vuestra imparcial decisión y nada añadiré para excusarla; ya he dicho cuanto puede hacer mi apología. Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el subli-me título de buen ciudadano, preferible para mí al de Libertador que me dio Venezuela, al de Pacificador que me dio Cundinamar-ca y a los que el mundo entero me puede dar.

Legisladores, yo deposito en vuestras manos el mando supre-mo de Venezuela. Vuestro es ahora el sublime deber de consagra-ros a la felicidad de la República, en vuestras manos está la balanza de nuestro destino, la medida de nuestra gloria, ellas sellarán los Decretos que fijen nuestra libertad. En este momento el Jefe Su-premo no es más que un simple ciudadano, y tal quiere quedar hasta la muerte. Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos en Venezuela. Multitud de beneméritos hijos tiene la Patria capaces de dirigirla: talentos, virtudes, expe-riencia y cuanto se requiere para mandar a hombres libres son el patrimonio de muchos de los que aquí representan al pueblo; y fuera de este augusto cuerpo se encuentran ciudadanos que en todas épocas han mostrado valor para arrostrar los peligros, pru-dencia para evitarlos, y el arte en fin de gobernarse y de gobernar a otros. Estos ilustres varones merecerán sin duda los sufragios del Congreso, y a ellos se encargará del gobierno que tan cordial y sinceramente acabo de renunciar para siempre.

La continuación de la autoridad en un mismo individuo fre-cuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas popula-res, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un ciudadano el poder: el pueblo se acostumbra a obedecerlo y él se acostumbra a mandarlo, de donde se originan

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la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada jus-ticia que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo los mande perpetuamente.

Ya, pues, que por este acto de mi adhesión a la libertad de Venezuela puedo aspirar a la gloria de ser contado entre sus más fieles amantes, permitidme Señor que exponga con la franqueza de un verdadero republicano mi respetuoso dictamen en este proyecto de Constitución que me tomo la libertad de ofreceros en testimonio de la sinceridad y del candor de mis sentimientos. Como se trata de la salud de todos, me atrevo a creer que tengo derecho para ser oído por los representantes del pueblo. Yo sé muy bien que vuestra Sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi proyecto debe pareceros erróneo, impracticable. Pero, Señor, acepta con benignidad este trabajo que más bien es el tributo de mi sincera sumisión al Congreso, que el efecto de una levedad presuntuosa. Por otra parte, siendo vuestras funciones la creación de un cuerpo político y, aun se podría decir, la creación de una sociedad entera, rodeados de todos los inconvenientes que presenta una situación la más singular y difícil, quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubier-to o desconocido.

Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál es la base de la República de Venezuela.

Al desprenderse la América de la Monarquía española, se ha encontrado semejante al Imperio Romano cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente conforme a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo: no somos europeos, no somos indios sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. America-nos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de

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mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y compli-cado.

Todavía hay más; nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos ha-llamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidum-bre; porque no solamente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía activa y dominante. Permítaseme explicar esta paradoja.

En el régimen absoluto el Poder autorizado no admite límites. La voluntad del déspota es la ley suprema ejecutada arbitraria-mente por los subalternos que participan de la opresión organiza-da en razón de la autoridad de que gozan. Ellos están encargados de las funciones civiles, políticas, militares, y religiosas; pero al fin son persas los zátrapas de Persia, son turcos los bajaes del gran Señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscar mandarines a la cuna del Gengiskán que la conquistó. Por el contrario, la América todo lo recibía de España que real-mente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía activa; no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos, tam-poco gozábamos de la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de una vez, estábamos abs-traídos, ausentes, del universo en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno.

Uncido el pueblo americano con el triple yugo de la ignoran-cia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudia-do son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinie-blas, un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia

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destrucción; la ambición, la intriga abusan de la credulidad y la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilu-siones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotis-mo, la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que instigado por el sentimiento de sus fuerzas marcha con la seguri-dad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos.

Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano las luces de la experiencia se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las Leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las colum-nas de las Leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad. Así, legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba, cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error, y por incentivos nocivos. Vuestra obra, por im-perfecta que sea, sin duda será superior a todas las fuerzas huma-nas. La libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que en-robustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad. Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras y aniquiladas por las pestilencias serviles, ¿serán capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto Templo de la Libertad?, ¿serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina?

Meditad bien vuestra elección, legisladores. No olvidéis que vais a echar los fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de gobierno que vais a adoptar para la felicidad del pueblo; si no

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acertáis, repito, la esclavitud será el término de nuestra transfor-mación.

Los anales de los tiempos pasados os presentarán millares de gobiernos. Traed a la imaginación las naciones que han brillado sobre la tierra y contemplaréis afligidos que casi toda la tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos. Observaréis muchos sistemas de manejar hombres, mas todos para oprimirlos; y si la costumbre de mirar al género humano conducido por pastores de pueblos no disminuyese el horror de tan chocante espectáculo, nos pasmaríamos al ver nuestra dócil especie pacer sobre la super-ficie del globo como viles rebaños destinados alimentar a sus crue-les conductores. La naturaleza a la verdad nos dota al nacer del in-centivo de la libertad, mas sea pereza, sea propensión inherente a la humanidad, lo cierto es que ella reposa tranquila, aunque ligada con las trabas que le imponen. Al contemplarla en este estado de prostitución parece que tenemos razón para persuadirnos, que los más de los hombres tienen por verdadera aquella humillante máxima, que más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía. Ojalá que esta máxima contraria a la moral de la naturaleza fuese falsa. ¡Ojalá que esta máxima no estuviese sancionada por la indolencia de los hombres con respeto a sus derechos más sagrados!

Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opre-sión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos: porque son los pueblos más bien que los gobiernos los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación los hace insensibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional, y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad.

Solo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad; pero ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo poder, prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el contrario la aristocracia, la monarquía, cimentar

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grandes y poderosos Imperios por siglos y siglos? ¿Qué gobierno más antiguo que el de China? ¿Qué República ha excedido en du-ración a la de Esparta, a la de Venecia? ¿El Imperio Romano no conquistó la tierra? ¿No tiene la Francia catorce siglos de monar-quía? ¿Quién es más grande que la Inglaterra? Estas naciones, sin embargo, han sido o son aristocracias y monarquías.

A pesar de tan crueles reflexiones, yo me siento arrebatado de gozo por los grandes pasos que ha dado nuestra República al entrar en su noble carrera. Amando lo más útil, animada de lo más justo, y aspirando a lo más perfecto al separarse Venezuela de la nación española, ha recobrado su independencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional constituyéndose en una Repúbli-ca Democrática, proscribió la monarquía las distinciones, la no-bleza, los fueros, los privilegios: declaró los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir. Estos actos inminentemente liberales jamás serán demasiado admirados por la pureza que los ha dictado. El primer Congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra legislación con caracteres indelebles la majestad del pueblo dignamente expresada al sellar el acto social más capaz de formar la dicha de una nación.

Necesito de recoger todas mis fuerzas para sentir con toda la vehemencia de que soy susceptible, el Supremo bien que encierra en sí este código inmortal de nuestros derechos y de nuestras leyes. ¡Pero cómo osaré decirlo! ¿Me atreveré yo a profanar con mi censura las tablas sagradas de nuestras Leyes…? Hay sentimientos que no se pueden contener en el pecho de un amante de la Patria, ellos rebosan agitados por su propia violencia; y a pesar del mismo que los abriga, una fuerza imperiosa los comunica. Estoy herido de la idea de que el Gobierno de Venezuela debe reformarse, y aunque muchos ilustres ciudadanos piensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario para profesar públicamente la adopción de nuevos principios. Esta consideración me insta a tomar la ini-ciativa en un asunto de la mayor gravedad, y en que hay sobrada audacia en dar avisos a los consejeros del Pueblo.

Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución federal de Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su

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aplicación a nuestro Estado. Y según mi modo de ver es un prodi-gio que su modelo en el Norte de América subsista tan próspera-mente y no se trastorne al aspecto del primer embarazo o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral, no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en libertad, y se alimenta de pura libertad; lo diré todo, aunque bajo de muchos respectos: este pueblo es único en la historia del género humano, es prodigio repito que un siste-ma tan débil y complicado como el Federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las pasadas. Pero sea lo que fuere, de este Gobierno con respecto a la Nación Ame-ricana debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asi-milar la situación y naturaleza de dos estados tan distintos como el inglés americano y el americano español. ¿No sería muy difícil aplicar a España el código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aún es más difícil adaptar en Venezuela las leyes del Norte de América. ¿No dice el Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la cali-dad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los Pueblos? ¿Referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la Religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el código que debíamos consultar y no el de Washington!

La Constitución venezolana sin embargo de haber tomado sus bases de la más perfecta, si se atiende a la corrección de los principios y a los efectos benéficos de su administración, difirió esencialmente de la americana en un punto cardinal, y sin duda el más importante. El Congreso de Venezuela como el americano participa de algunas de las atribuciones del Poder Ejecutivo. No-sotros además subdividimos este Poder habiéndolo cometido a un cuerpo colectivo sujeto por consiguiente a los inconvenientes de hacer periódica la existencia del Gobierno, de suspenderla y disol-verla siempre que se separan sus miembros. Nuestro triunvirato

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carece, por decirlo así, de unidad, de continuación y de respon-sabilidad individual; está privado de acción momentánea, de vida continua, de uniformidad real, de responsabilidad inmediata; y un Gobierno que no posee cuanto constituye su moralidad, debe llamarse nulo.

Aunque las facultades del Presidente de los Estados Unidos están limitadas con restricciones excesivas, ejerce por sí solo todas las funciones gubernativas que la Constitución le atribuye, y es indubitable que su administración debe ser más uniforme, constante y verdaderamente propia que la de un poder disemina-do entre varios individuos, cuyo compuesto no puede ser menos que monstruoso. El Poder Judiciario en Venezuela es semejante al americano, indefinido en duración, temporal y no vitalicio: goza de toda la independencia que le corresponde.

El primer Congreso en su Constitución federal más consultó el espíritu de las provincias, que idea sólida de formar una Re-pública indivisible y central. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado de aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la felicidad del pueblo americano, pensando que las bendiciones de que goza son debidas exclu-sivamente a la forma de gobierno, y no al carácter y costumbres de los ciudadanos. Y en efecto, el ejemplo de los Estados Unidos por su peregrina prosperidad era demasiado lisonjero para que no fuese seguido. ¿Quién puede resistir el atractivo victorioso del goce pleno y absoluto de la soberanía, de la independencia, de la libertad? ¿Quién puede resistir el amor que inspira un gobierno inteligente que liga a un mismo tiempo los derechos particulares a los derechos generales, que forma de la voluntad común la Ley Suprema de la voluntad individual? ¿Quién puede resistir al im-perio de un Gobierno bienhechor que con una mano hábil, activa y poderosa, dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social que es el fin único de las instituciones humanas?

Mas por halagüeña que parezca y sea en efecto este magnífico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repen-tinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para

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tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra Constitución Moral no tenía todavía la consis-tencia necesaria para recibir el beneficio de un Gobierno com-pletamente representativo, y tan sublime cuanto que podía ser adaptado a una República de Santos.

¡Representantes del pueblo!, vosotros estáis llamados para consagrar o suprimir cuanto os parezca digno de ser conservado, reformado o desechado a nuestro pacto social. A vosotros pertenece el corregir la obra de nuestros primeros legisladores; yo querría decir que a vosotros toca cubrir una parte de las bellezas que contiene nuestro Código político; porque no todos los corazones están formados para amar a todas las beldades, ni todos los ojos son capaces de soportar la luz celestial de la perfección. El libro de los Apóstoles, la moral de Jesús, la obra divina que nos ha enviado la Providencia para mejorar a los hombres, tan sublime, tan santa, es un diluvio de fuego en Constantinopla, y el Asia entera ardería en vivas llamas si este libro de paz se le impusiese repentinamente por Código de religión, de leyes y de costumbres.

Séame permitido llamar la atención del Congreso sobre una materia que puede ser de una importancia vital. Tengamos pre-sentes que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte; que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa; que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones, por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniqui-lado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africa-no, y este se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres diferentes en origen en sangre son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de mayor trascenden-cia.

Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución, intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América, deberíamos nosotros consagrarlo para

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corregir la diferencia que aparentemente existe. Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la prac-tican; todos deben ser valerosos y todos no lo son; todos debéis poseer talentos y todos no los poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. Es una ilusión, es un absurdo, suponer lo contrario. La naturaleza hace a los hombres desiguales en genio, tempe-ramento, fuerzas y caracteres. Las Leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igual-dad ficticia propiamente llamada política y social. Es una inspira-ción eminentemente benéfica la reunión de todas las clases en un estado en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propa-gación de la especie. Por este solo paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡Cuántos celos, rivalidades y odios se han evitado!

Habiendo ya cumplido con la justicia, con la humanidad, cumplamos ahora con la política, con la sociedad, allanando las dificultades que opone un sistema tan sencillo y natural, mas tan débil que el menor tropiezo lo trastorna, lo arruina. La diversidad de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infini-tamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración.

El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Por las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho de esperar que la dicha sea el dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos lisonjearnos que

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la seguridad y la estabilidad eternizarán esta dicha. A vosotros toca resolver el problema. ¿Cómo, después de haber roto todas las trabas de nuestra antigua opresión, podemos hacer la obra maravillosa de evitar que los restos de nuestros duros hierros no se cambien en armas liberticidas? Las reliquias de la dominación española permanecerán largo tiempo antes de que lleguemos a anonadarlas; el contagio del despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra ni el específico de nuestras saludables leyes han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos ya están libres y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre. El hombre, al perder la libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu.

Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Vene-zuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar. Que la historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenas la primera nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta, y al instante la misma Atenas nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su República diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la demo-cracia absoluta para regir ninguna especie de sociedad, ni aun la más culta, morigena y limitada, porque solo brilla con relámpagos de libertad. Reconozcamos, pues, que Solom ha desengañado al mundo; y le ha enseñado cuán difícil es dirigir por simples leyes a los hombres.

La República de Esparta, que parecía una invención quimé-rica, produjo más efectos reales que la obra ingeniosa de Solom. Gloria, virtud, moral y por consiguiente la felicidad nacional fue el resultado de la legislación de Licurgo. Aunque dos reyes en un Estado son dos monstruos para devorarlo, Esparta poco tuvo que

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sentir su doble trono; en tanto que Atenas se prometía la suerte más esplendida, con una soberanía absoluta, libre elección de magistrados frecuentemente renovados, leyes suaves, sabias y po-líticas. Pisístrato, usurpador y tirano, fue más saludable a Atenas que sus leyes; y Pericles, aunque también usurpador, fue el más útil ciudadano. La República de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epaminondas; porque a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos; los códigos, los sistemas, los estatutos, por sabios que sean, son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades; hombres virtuosos, hombres patrio-tas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas.

La Constitución Romana es la que mayor poder y fortuna ha producido a ningún Pueblo del mundo; allí no había una exacta distribución de los poderes. Los cónsules, el Senado, el pueblo ya eran legisladores, ya magistrados, ya jueces; todos participaban de todos los poderes. El Ejecutivo compuesto de dos cónsules padecía el mismo inconveniente que el de Esparta. A pesar de su disformidad, no sufrió la República la desastrosa discordancia que toda previsión había supuesto inseparable, de una magistratura compuesta de dos individuos, igualmente autorizados, con las facultades de un monarca. Un gobierno cuya única inclinación era la guerra y la conquista no parecía destinado a cimentar la felicidad de su Nación; un Gobierno monstruoso y puramente guerrero elevó a Roma al más alto esplendor de virtud y de gloria; y formó de la tierra un dominio romano, para mostrar a los hom-bres de cuanto son capaces las virtudes políticas, y cuán diferentes suelen ser las instituciones.

Y pasando de los tiempos antiguos a los modernos encontra-remos la Inglaterra y la Francia llamando la atención de todas las naciones; y dándoles lecciones elocuentes, de todas especies en materias de gobierno. La Revolución de estos dos grandes pueblos como un radiante meteoro ha inundado el mundo con tal profusión de luces políticas, ya que todos los seres que piensan han aprendido cuáles son los derechos del hombre y cuáles sus deberes, en qué consiste la excelencia de los gobiernos y en qué consisten sus vicios. Todos saben apreciar el valor intrínseco de

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las teorías especulativas de los filósofos y legisladores modernos. En fin, este astro, en su luminosa carrera, aún ha encendido los pechos de los apáticos españoles, que también se han lanzado en el torbellino político, han hecho sus efímeras pruebas de libertad, han reconocido su incapacidad para vivir bajo el dulce dominio de las leyes y han vuelto a sepultarse en sus prisiones y hogueras inmemoriales.

Aquí es el lugar de repetiros, legisladores, lo que os dice el elo-cuente Volney en la Dedicatoria de sus Ruinas de Palmira: “A los pueblos nacientes de las Indias castellanas, a los jefes generosos que los guían a la libertad: que los errores e infortunio del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo”. Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia, y que las es-cuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas, legítimas y sobre todo útiles. No olvi-dando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye.

Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más han sobresa-lido entre las antiguas y modernas, ambas nacieron para mandar y ser libres, pero ambas se constituyeron no con brillantes formas de libertad, sino con establecimientos sólidos. Así, pues, os reco-miendo, representantes, el estudio de la Constitución británica que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a los pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea estoy muy lejos de proponeros su imitación servil. Cuando hablo del Go-bierno británico solo me refiero a lo que tiene de Republicano, y a la verdad ¿puede llamarse monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de Imprenta, y cuanto es sublime en la política?, ¿puede haber más libertad en ninguna especie de República?, ¿y puede pretenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo esta Constitución como la más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del

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hombre, y toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza.

En nada alteraríamos nuestras leyes fundamentales, si adop-tásemos un Poder Legislativo semejante al Parlamento británico. Hemos dividido como los americanos la representación nacional en dos cámaras: la de Representantes y el Senado. La primera está compuesta muy sabiamente, goza de todas las atribuciones que le corresponde y no es susceptible de una reforma esencial, porque la Constitución le ha dado el origen, la forma y las facultades que requiere la voluntad del pueblo para ser legítima y compe-tentemente representada. Si el Senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma, de nuestra República. Este cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del Gobierno y rechazaría las olas populares. Adicto al Gobierno por el justo interés de su propia conserva-ción, se opondría siempre a las invasiones que el Pueblo intenta contra la jurisdicción y la autoridad de sus magistrados. Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos in-tereses, y constantemente procuran asaltarlo en las manos de sus depositarios; el individuo pugna contra la masa y la masa contra la autoridad. Por tanto, es preciso que en todos los Gobiernos exista un cuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor. Este cuerpo neutro para que pueda ser tal no ha de deber su origen a la elección del gobierno, ni a la del pueblo, de modo que goce de una plenitud de independencia que ni tema, ni espere nada de estas dos fuentes de autoridad. El Senado he-reditario como parte del pueblo participa de sus intereses, de sus sentimientos y de su espíritu. Por esta causa no se debe presumir que un Senado hereditario se desprenda de los intereses popula-res, ni olvide sus deberes legislativos. Los senadores en Roma y los lores en Londres han sido las columnas más firmes sobre que se ha fundado el edificio de la libertad política y civil.

Estos senadores serán elegidos la primera vez por el Congreso. Los sucesores al Senado llaman la primera atención del gobier-no, que debe educarlo en un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores y legisladores futuros de la Patria.

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Aprenderían las artes, las ciencias, y las letras, que adornan el es-píritu de un hombre público; desde su infancia ellos sabrían a qué carrera la Providencia los destinaba y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera.

De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación de un Senado hereditario; no es una nobleza la que pretendo establecer porque, como ha dicho un célebre republi-cano, sería destruir a la vez la igualdad y la libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige mucho saber y los medios proporcionados para adquirir su instrucción. Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones; el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdad que estos senado-res no saldrían del seno de las virtudes, también es verdad que saldrían del seno de una educación ilustrada. Por otra parte, los libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la República que les debe su existencia. Creo que la posteridad vería con sentimiento anonadados los nombres ilustres de sus primeros bienhechores: digo más, es del interés público, es de la gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados que superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de los más heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre y no lo será jamás.

Un Senado hereditario, repito, será la base fundamental del Poder Legislativo, y por consiguiente será la base de todo el Go-bierno. Igualmente servirá de contrapeso para el Gobierno y para el pueblo: será una Potestad intermedia que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos rivales. En todas las luchas la calma de un tercero, viene a ser el órgano de la reconciliación; así el Senado de Venezuela será la traba de este Edificio delicado y arte susceptible de impresiones violentas: será el Iris que calmará las tempestades y mantendrá la armonía entre los miembros y la cabeza de este cuerpo político.

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Ningún estímulo podrá adulterar un Cuerpo Legislativo inves-tido de los primeros honores, dependiente de sí mismo sin temer nada del pueblo, ni esperar nada del Gobierno; que no tiene otro objeto que el de reprimir todo principio de mal y propagar todo principio de bien; y que está altamente interesado en la existencia de una sociedad en la cual participa de sus efectos funestos o fa-vorables. Se ha dicho con demasiada razón que la Cámara Alta de Inglaterra es preciosa para la nación porque ofrece un baluarte a la libertad y yo añado que el Senado de Venezuela, no solo sería un baluarte de la libertad, sino un apoyo para eternizar la República.

El Poder Ejecutivo británico está revestido de toda la autoridad soberana que le pertenece, pero también está circunvalado de una triple línea de diques, barreras, y estacadas. Es jefe del Gobierno, pero sus ministros y subalternos dependen más de las leyes que de su autoridad, porque son personalmente responsables, y ni aun las mismas órdenes de la autoridad Real los exime de esta responsa-bilidad. Es Generalísimo del Ejercito y de la Marina; hace la paz y declara la guerra; pero el Parlamento es el que decreta anualmente las sumas con que deben pagarse estas fuerzas militares. Si los Tri-bunales y Jueces dependen de él, las leyes emanan del Parlamento que las ha consagrado. Con el objeto de neutralizar su poder, es inviolable y sagrada la persona del Rey; al mismo tiempo que le dejan libre la cabeza, ligan las manos con que debe obrar. El Sobe-rano de Inglaterra tiene tres formidables rivales: su Gabinete que debe responder al pueblo y al Parlamento; el Senado que defiende los intereses del pueblo, como Representante de la Nobleza de que se compone; y la Cámara de los Comunes que sirve de órgano y de tribuna al pueblo británico. Además, como los jueces son res-ponsables del cumplimiento de las leyes, no se separan de ellas; y los administradores del erario siendo perseguidos no solamente por sus propias infracciones, sino aun por las que hace el mismo gobierno, se guardan bien de malversar los fondos públicos. Por más que se examine la naturaleza del Poder Ejecutivo en Inglate-rra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más perfecto modelo, sea para un reino, sea para una aristocracia, sea para una democracia. Aplíquese a Venezuela este Poder Ejecutivo

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en la persona de un Presidente nombrado por el pueblo o por sus representantes, y habremos dado un gran paso hacia la felicidad nacional.

Cualquiera que sea el ciudadano que llene estas funciones, se encontrará auxiliado por la Constitución autorizado para hacer bien, no podrá hacer mal, porque siempre que se someta a las leyes, sus ministros cooperarán con él; si por el contrario pretende infringirlas, sus propios ministros lo dejarán aislado en medio de la República, y aun lo acusarán delante del Senado. Siendo los ministros los responsables de las transgresiones que se cometen, ellos son los que gobiernan porque ellos son los que pagan. No es la menor ventaja de este sistema la obligación en que pone a los funcionarios inmediatos del Poder Ejecutivo a tomar la parte más interesada y activa en las deliberaciones del Gobierno, y a tomar como propio este Departamento. Puede suceder que no sea el Presidente un hombre de grandes talentos ni de grandes virtudes, y no obstante la carencia de estas cualidades esenciales, el Presi-dente desempeñará sus deberes de un modo satisfactorio, pues en tales casos, el Ministerio haciendo todo por sí mismo lleva la carga del Estado.

Por exorbitante que parezca la autoridad del Poder Ejecutivo de Inglaterra, quizás no es excesiva en la República de Venezue-la. Aquí el Congreso ha ligado las manos y hasta la cabeza a los magistrados. Este cuerpo deliberante ha asumido una parte de las funciones Ejecutivas contra la máxima de Montesquieu que dice que un Cuerpo Representante no debe tomar ninguna resolución activa: debe hacer Leyes y ver si se ejecutan las que hacen. Nada es tan contrario a la armonía entre los poderes como su mezcla. Nada es tan peligroso con respecto al pueblo como la debilidad del Ejecutivo; y si en un reino se ha juzgado necesario concederle tantas facultades, en una república son estas infinitamente más indispensables.

Fijemos nuestra atención sobre esta diferencia, y hallaremos que el equilibrio de los poderes debe distribuirse de dos modos. En la república el Ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira contra él; en tanto que en las monarquías el más fuerte

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debe ser el Legislativo, porque todo conspira en favor del monar-ca. La veneración que profesan los pueblos a la magistratura real es un prestigio que influye poderosamente a aumentar el respeto supersticioso que se tributa a esta autoridad. El esplendor del trono, de la corona, de la púrpura, el apoyo formidable que le presta la nobleza; las inmensas riquezas de generaciones enteras acumulan en una misma dinastía; la protección fraternal que recíprocamente reciben todos los Reyes, son ventajas muy consi-derables que limitan en favor de la autoridad real y la hacen casi ilimitada. Estas mismas ventajas son, por consiguiente, las que deben confirmar la necesidad de atribuir a un magistrado republi-cano una suma mayor de autoridad que la que posee un príncipe constitucional.

Un magistrado republicano es un individuo aislado en medio de una sociedad, encargado de contener el ímpetu del pueblo hacia la licencia; la propensión de los jueces y administradores hacia el abuso de las leyes. Está sujeto inmediatamente al Cuerpo Legislativo, al Senado, al pueblo; es un hombre solo resistiendo el ataque combinado de las opiniones, de los intereses y de las pa-siones del estado Social que, como dice Carnot, no hace más que luchar continuamente entre el deseo de dominar y el deseo de substraerse a la dominación. Es, en fin, un atleta lanzado contra otra multitud de atletas.

Solo puede servir de correctivo a esta debilidad el vigor bien cimentado y más bien proporcionado a la resistencia, que nece-sariamente le oponen al Poder Ejecutivo el Legislativo, el Judi-ciario y el pueblo de una república. Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso, quiero decir, en la muerte del Gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpación, y la tiranía. Se quiere contener la autoridad ejecutiva con restricciones y trabas, nada es más justo; pero que se advierta que los lazos que se pretenden conservar se fortifican, sí, mas no se estrechan.

Que se fortifique, pues, todo el sistema de gobierno, y que el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, y de modo

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que no sea su propia delicadeza una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de Gobierno es tan débil como la de-mocrática, su estructura debe ser la mayor solidez, y sus institu-ciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de Gobierno y no un sistema perma-nente, contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárqui-ca, y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia.

No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha lo-grado el género humano, lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones. La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas. Echad una mirada sobre las repúblicas antiguas, sobre las repúblicas modernas, sobre las repúblicas nacientes, casi todas han pretendido establecerse absolutamente democráticas, y a casi todas se les han frustrado sus justas aspiraciones. Son lauda-bles ciertamente hombres que anhelan por instituciones legítimas y por una perfección social; pero ¿quién ha dicho a los hombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practican toda la virtud, que exigen imperiosamente la liga del poder con la justicia? Án-geles, no hombres, pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo todos la potestad soberana.

Ya disfruta el pueblo de Venezuela de los derechos que legíti-ma y fácilmente puede gozar, moderemos ahora el ímpetu de las inmoderadas pretensiones que quizás le suscitaría la forma de un gobierno incompetente para él; abandonemos las formas federa-les que no nos convienen; abandonemos el triunvirato del Poder Ejecutivo, y concentrándolo en un presidente, confiémosle la autoridad suficiente para que logre mantenerse luchando contra los inconvenientes anexos a nuestra reciente situación, al estado de guerra que sufrimos y a la especie de los enemigos externos y domésticos, contra quienes tendremos largo tiempo que combatir. Que el Poder Legislativo se desprenda de las atribuciones que co-rresponden al Ejecutivo y adquiera no obstante nueva consisten-cia, nueva influencia en el equilibrio de las autoridades. Que los

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tribunales sean reforzados por la estabilidad y la independencia de los jueces, por el establecimiento de jurados, de códigos civiles y criminales que no sean dictados por la antigüedad, ni por reyes conquistadores, sino por la voz de la naturaleza, por el grito de la justicia, y por el genio de la sabiduría.

Mi deseo es que todas las partes del gobierno y administración adquieran el grado de vigor que únicamente puede mantener el equilibrio, no solo entre los miembros que componen el gobierno sino entre las diferentes fracciones de que se compone nuestra sociedad. Nada importaría que los resortes de un sistema polí-tico se relajasen por su debilidad, si esta relajación no arrastrase consigo la disolución del cuerpo social y la ruina de los asociados. Los gritos del género humano en los campos de batalla, o en los campos tumultuarios, claman al cielo contra los inconsiderados y ciegos legisladores que han pensado que se puede hacer impu-nemente ensayos de quiméricas instituciones. Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad, los unos por las armas, los otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquía al des-potismo, o del despotismo a la anarquía: muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu y a sus circunstan-cias. No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben; que la voluntad na-cional se contenga en los límites que un justo poder le señala; que una Legislación civil y criminal análoga a nuestra actual Constitu-ción domine imperiosamente sobre el Poder Judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado; y no habrá esa complicación que traba, en vez de ligar, la sociedad.

Para formar un Gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme

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hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación, pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración recíproca, a fin de que haya la menor frotación posible entre la voluntad, y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensible-mente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el progreso de las luces.

El amor a la patria, el amor a las leyes, el amor a los magistra-dos, son las nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un republicano. Los venezolanos aman la patria, pero no aman sus leyes; porque estas han sido nocivas y eran la fuente del mal; tampoco han podido amar a sus magistrados porque eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes, por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo; es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo.

Para sacar de este caos nuestra reciente República, todas nues-tras facultades morales no serán bastantes si no fundimos la masa del pueblo en un todo; la composición del Gobierno en un todo; la legislación en un todo; y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciu-dadanos es diferente, mezclémosla para unirla, nuestra Constitu-ción ha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos; nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga; y, apar-tando hasta sus ruinas, elevemos un templo a la justicia; y bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un código de leyes venezolanas. Si queremos consultar monumentos y modelos de legislación, la Gran Bretaña, la Francia, la América septentrional los ofrecen admirables.

La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de un República, moral y luces son nuestras primeras necesidades.

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Tomemos de Atenas su Areópago y los guardianes de las costum-bres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos, y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tome-mos de Esparta sus austeros establecimientos y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana. Constituyamos este Areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos. Debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos, con penas aflictivas, no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debi-lita, y no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción de este tribunal verdaderamen-te santo deberá ser efectiva con respecto a la educación y a la ins-trucción, y de opinión solamente en las penas y castigos. Pero sus anales o registros donde se consignen sus actas y deliberaciones, los principios morales y las acciones de los ciudadanos serán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consultará el pueblo para sus elecciones, los magistrados para sus resoluciones y los jueces para sus juicios. Una institución semejante por más que parezca quimérica es infinitamente más realizable que otras que algunos legisladores antiguos y modernos han establecido con menos uti-lidad del espíritu humano.

Legisladores, por el proyecto de Constitución que reverente-mente someto a vuestra sabiduría, observaréis el espíritu que la ha dictado. Al proponeros la división de los ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Esti-mulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza

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lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices. Po-niendo restricciones justas y prudentes en las asambleas primarias y electorales, ponemos el primer dique a la licencia popular, evi-tando la concurrencia tumultuaria y ciega que en todos tiempos ha imprimido el desacierto en las elecciones y ha ligado por consi-guiente el desacierto a los magistrados y a la marcha del Gobierno; pues este acto primordial es el acto generativo de la libertad o de la esclavitud de un pueblo.

Aumentando en la balanza de los poderes el peso del Congreso por el número de los legisladores, y por la naturaleza del Senado, he procurado darle una base fija a este primer cuerpo de la nación, y revestirlo de una consideración importantísima para el éxito de sus funciones soberanas.

Separando con límites bien señalados la Jurisdicción Ejecutiva, de la Jurisdicción Legislativa, no me he propuesto dividir sino enlazar con los vínculos de la armonía que nace de la independen-cia, estas potestades supremas cuyo choque prolongado jamás ha dejado de aterrar a uno de los contendientes. Cuando deseo atri-buir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas, en que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia. Al pedir la estabilidad de los jueces, la creación de jurados y un nuevo código, he pedido al Congreso la garantía de la libertad civil, la más preciosa, la más justa, la más necesaria, en una palabra, la única libertad, pues que sin ella las demás son nulas. He pedido la corrección de los más lamentables abusos que sufre nuestra judicatura, por su origen vicioso de este piélago de legislación española que semejante al tiempo recoge de todas las edades y de todos los hombres; así las obras de la demencia, como las de talento, así las producciones sensatas, como las extravagan-tes, así los monumentos del ingenio, como los del capricho. Esta enciclopedia judiciaria, monstruo de diez mil cabezas, que hasta ahora ha sido el azote de los pueblos españoles, es el suplicio más

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refinado que la cólera del cielo ha permitido descargar sobre este desdichado Imperio.

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos ha dado, me he sentido la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la oscura antigüedad, y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron algún tiempo la virtud, entre los griegos y romanos. Y bien puede ser tenido por un cándido delirio; mas no es posible; y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz.

Horrorizado por la divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al gobierno federativo, he sido arrastrado a rogaros para que adoptéis el cen-tralismo y la reunión de todos los estados de Venezuela en una Re-pública sola o indivisible. Esta medida, en mi opinión, es urgente, es vital, es redentora; es de tal naturaleza que sin ella el fruto de nuestra regeneración será la muerte.

Mi deber es, legisladores, presentaros un cuadro prolijo y fiel de mi administración política, civil, y militar, mas sería cansar de-masiado vuestra importante atención, y privaros en este momento de un tiempo tan precioso como urgente. En consecuencia, los secretarios de Estado darán cuenta al Congreso de sus diferentes departamentos exhibiendo al mismo tiempo los documentos y archivos que servirán de ilustración para tomar un exacto conoci-miento del estado real y positivo de la República.

Yo no os hablaría de los actos más notables de mi mando, si estos no incumbiesen a la mayoría de los venezolanos. Se trata, Señor, de las resoluciones más importantes de este último perío-do. La atroz e impía esclavitud cubría con su negro manto la tierra de Venezuela, y nuestro cielo se hallaba recargado de tempestuo-sas nubes. que amenazaban un diluvio de fuego. Yo imploré la protección del Dios de la humanidad, y luego la redención disipó las tempestades. La esclavitud rompió sus grillos, y Venezuela se ha visto rodeada de nuevos hijos, de hijos agradecidos que han convertido los instrumentos de su cautiverio en armas de libertad. Sí, los que antes eran esclavos, ya son libres: los que antes eran

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enemigos de una madrasta, ya son defensores de una Patria. En-careceros la justicia, la necesidad, y la beneficencia de esta medida es superfluo cuando vosotros sabéis la historia de los helotas, de Espartaco y de Haití: cuando vosotros sabéis que no se puede ser libre y esclavo a la vez, sino violando a la vez las leyes naturales, las leyes políticas y las leyes civiles. Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis estatutos y decre-tos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la Republica.

Representaros la historia militar de Venezuela sería recordaros la historia del heroísmo republicano entre los antiguos, sería deci-ros que Venezuela ha entrado en el gran cuadro de los sacrificios hechos sobre el altar de la libertad. Nada ha podido llenar los nobles pechos de nuestros generosos guerreros, sino los honores sublimes que se tributan a los bienhechores del género humano. No combatiendo por el poder, ni por la fortuna, ni aún por la gloria, sino tan solo por la libertad, títulos de Libertadores de la República son sus dignos galardones. Yo, pues, fundado una so-ciedad sagrada con estos ínclitos barones, he instituido el orden de los Libertadores de Venezuela. Legisladores, a vosotros pertene-cen las facultades de conceder honores y condecoraciones, vuestro es el deber de ejercer este acto augusto de la gratitud nacional.

Hombres que se han desprendido de todos los goces, de todos los bienes que antes poseían, como el producto de su virtud y talentos: hombres que han experimentado cuanto es cruel en una guerra horrorosa, padeciendo las privaciones más dolorosas y los tormentos más acerbos; hombres tan beneméritos de la patria, han debido llamar la atención del Gobierno. En consecuencia, he mandado recompensarlos con los bienes de la nación. Si he contraído para con el pueblo alguna especie de mérito, pido a sus representantes oigan mi súplica como el premio de mis débiles servicios. Que el Congreso ordene la distribución de los bienes nacionales conforme a la ley que a nombre de la República he de-cretado a beneficio de los militares venezolanos.

Ya que por infinitos triunfos hemos logrado anonadar las huestes españolas, desesperada la Corte de Madrid ha pretendido

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

sorprender vanamente la conciencia de los magnánimos sobera-nos que acaban de extirpar la usurpación y la tiranía en Europa; y deben ser los protectores de la legitimidad y de la justicia de la causa americana. Incapaz de alcanzar con sus armas nuestra sumisión, recurre la España a su política insidiosa: no pudiendo vencernos, ha querido emplear sus artes suspicaces. Fernando se ha humillado hasta confesar que ha menester de la protección extranjera para retornarnos a su ignominioso yugo ¡a un yugo que todo poder es nulo para imponerlo! Convencida Venezuela de poseer las fuerzas suficientes para repelar a sus opresores, ha pronunciado por el órgano del Gobierno su última voluntad de combatir hasta espirar por defender su vida política, no solo contra la España sino contra todos los hombres, si todos los hombres se hubiesen degradado tanto que abrazasen la defensa de un gobierno devorador, cuyos únicos móviles son una espada exterminadora, y las llamas de la Inquisición. Un gobierno que ya no quiere dominios sino desiertos; ciudades, sino ruinas; vasallos, sino tumbas. La Declaración de la República de Venezuela es el Acta más gloriosa, más heroica, más digna de un pueblo libre; es la que con mayor satisfacción tengo el honor de ofrecer al Congreso, ya sancionada por la expresión unánime del pueblo libre de Vene-zuela.

Desde la segunda época de la República nuestro ejército care-cía de elementos militares: siempre ha estado desarmado; siempre le ha faltado municiones; siempre ha estado mal equipado. Ahora los soldados defensores de la Independencia no solamente están armados de la justicia, sino también de la fuerza. Nuestras tropas pueden medirse con las más selectas de Europa, ya que no hay desigualdad en los medios destructores. Tan grandes ventajas las debemos a la liberalidad sin límites de algunos generosos extran-jeros que han visto gemir la humanidad y sucumbir la causa de la razón, y no la han visto tranquilos espectadores; sino que han volado con sus auxilios protectores y han prestado a la República cuanto ella necesitaba para hacer triunfar sus principios filantró-picos. Estos amigos de la humanidad son los genios custodios de la América y a ellos somos deudores de un eterno reconocimiento,

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como igualmente de un cumplimiento religioso a las Sagradas obligaciones que con ellos hemos contraído. La deuda nacional, legisladores, es el depósito de la fe, del honor y de la gratitud de Venezuela. Respetadla, como la Arca Santa, que encierra no tanto los derechos de nuestros bienhechores, cuanto la gloria de nuestra fidelidad. Perezcamos primero que quebrantar un empeño que ha salvado la Patria y la vida de sus hijos.

La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho, estamos incor-porados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intere-ses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal, que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros y observando desde allá, con admiración y pasmo, la pros-peridad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del uni-verso, extendiéndose sobre sus dilatadas costas entre esos océa-nos que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana. Ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro. Ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo. Ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno.

Dignaos, legisladores, acoger con indulgencia, la profesión de mi conciencia política; los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la

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culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio de las leyes inexorables, la igualdad y la libertad.

Señor, empezad vuestras funciones, yo he terminado las mías.El Congreso de la República de Venezuela está instalado: en

él reside desde este momento la soberanía nacional: todos le debemos obediencia y fidelidad: mi espada y la de mis ilustres compañeros de armas sostendrán su augusta autoridad. ¡Viva el Congreso!

Simón Bolívar

ANGOSTURA GEOGRÁFICA, ANCHURA LIBERTARIA

Alí Ramón Rojas Olaya

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A “Chepina” Santamaría, heroína anónima, aunque nacida en Tumeremo, hizo toda su vida en Ciudad Bolívar,

de donde partió a la eternidad a los 91 años. Fue una vendedora de hallacas, sapoaras fritas y empanadas

en el mercado La Fortuna, alumbradora y fundadora del antiguo cine Guayana de La Sabanita, madre de 14 hijos,

abuela de 45 nietos, bisabuela de 60 biznietos y tatarabuela de 30 tataranietos

(más dos que vienen en camino).

ANGOSTURA: TRINCHERA Y TRIBUNA DE LA PATRIA

“Entre paisajes, matices, primores y hermosura”1 se yergue en la conciencia de América una ciudad libertadora que ocupó un rol preponderante en la gesta independentista.

Antonio de Berrío (1527-1597), militar, gobernador y explora-dor español en la América colonial, llega de la Nueva Granada a la primera de tres localidades al margen del Orinoco con la misión de poblar la Guayana. El 21 de diciembre de 1595 dice él que funda Santo Tomás de Guayana, aunque ya vivían allí personas originarias. Bajo sus órdenes, los españoles construyen un puerto fortificado que debió mudarse de emplazamiento en tres ocasio-nes, ya que era blanco de constantes asaltos por parte de corsarios europeos, entre los que destaca sir Walter Raleigh en 1617.

El nombre de Angostura nace el 22 de mayo de 1764 cuando la ciudad es ubicada por tercera y definitiva vez en el sector más angosto de la ribera sur del Orinoco, razón por la cual los espa-ñoles la rebautizan como Santo Tomás de la Nueva Guayana de la Angostura del Orinoco. Sobre este río dice Andrés Eloy Blanco: “Río Indio, inconfundible, en el salto, en la bandada, en la garza

1 José “el Pollo” Sifontes, vals interpretado por Serenata Guayanesa, 1972, Ciudad Bolívar, LP, London-Palacio.

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en un pie, que casi vuela y en tu último caimán en cuyo bostezo se refugió toda tu tradición con silenciosa desembocadura”2.

El 18 de septiembre de 1795 nace en Angostura el prócer de la independencia hispanoamericana Tomás de Heres, quien partici-pará en la campaña final de la independencia librada en el Perú, en calidad de jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador.

En el año 1800, el barón Alexánder von Humboldt y Aimé Bonpland la visitan y desde allí se dirigen por El Pao a Barcelona y luego a Cumaná, terminando así el recorrido por el territorio de la Capitanía General de Venezuela.

En el año 1816, Simón Bolívar organiza una campaña militar para conquistar las provincias de Guayana, cuyas riquezas, produ-cidas en las misiones capuchinas catalanas, le permitieron crear una base económica estable desde la cual emprender la liberación de la Nueva Granada y, finalmente, lograr la independencia de Venezuela en 1821.

El 5 de abril de 1817, Bolívar se entrevista con Piar. Luego sale de Angostura, cruza el Orinoco por Angosturita y antes de llegar a El Pao se entera del caos reinante en la Casa Fuerte de Barcelona y por ende de la pérdida de este importante bastión. Allí conoce la cruenta forma en que familias enteras fueron masacradas. En El Pao habla con Francisco de Paula Santander. Bolívar prosigue a El Chaparro para arengar a las tropas del general José Francisco Ber-múdez y hablar con los oficiales Juan Bautista Arismendi, Agustín Armario, Manuel Valdés y Pedro Zaraza. De este pueblo oriental sale a San Diego de Cabrutica, donde se entera de la victoria de Piar en la decisiva batalla de San Félix. De acá termina su periplo en el cuartel de El Juncal y toma la decisión de regresar a Guayana para fijar en Angostura, o cerca de esta ciudad, el Cuartel General y asumir el mando total del Ejército Libertador. El 24 de abril, Piar, que se ha trasladado a la Mesa de Angostura con un porcentaje significativo de su ejército victorioso, hace un nuevo intento de

2 Este poema, “El río de las siete estrellas (Canto al Orinoco)”, forma parte del poemario Poda escrito por el poeta Andrés Eloy Blanco y publicado en Caracas por la editorial Élite.

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ataque por dos frentes para indagar la calidad de la respuesta, con-venciéndose de la imposibilidad de ocuparla mientras el sitio mili-tar no se extienda estratégicamente hasta el Orinoco y así impedir toda comunicación de los sitiados con las Fortalezas y las fuerzas de Morillo en San Fernando. El 25 de abril de 1817, Bolívar llega con Arismendi, Bermúdez, Valdés, Armario, Carlos Soublette, Fernando Galindo, Jacinto Lara, Rafael de Guevara, Francisco Vi-cente Parejo, entre otros, a la margen izquierda del Orinoco. Para-lelamente, mientras Piar instala baterías tácticas en varios puntos del Orinoco, recibe una estafeta que le informa la presencia de Bolívar frente a la Boca del Pao. Hasta allá se dirige con suficiente tropa de resguardo. Bolívar instala el Cuartel General a un poco más de ocho kilómetros de Angostura. Acá, Bolívar y Piar con-versan sobre la Batalla de San Félix y del plan militar para la toma de Angostura y Fortalezas de Guayana. Bolívar confirma el grado de general en jefe de Piar con el que fue designado después de la Batalla del Juncal y lo comisiona para que se encargue del sitio de la Antigua Guayana, y a Bermúdez y a Cedeño de Angostura.

ACOMUNARSE

Es en esta ciudad donde el concepto de comuna adquiere una dimensión de utopía posible cuando el 10 de octubre de 1817 Bolívar decreta la Ley de Repartición de Bienes Nacionales entre los milita-res del Ejército Libertador, que no era otro que el pueblo en armas. Un significativo antecedente de este hecho lo constituye la Comuna de los Andes del año 1781, noventa años antes que la Comuna de París. Esta insurrección de los comuneros de Venezuela fue un movimiento revolucionario que buscaba liberar a Venezuela del colonialismo del Imperio español, bajo la búsqueda de la rebaja de los impuestos decretados por el intendente general José Abalos que apoyaba el monopolio comercial de la Real Compañía Guipuzcoana.

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En este instrumento de proyección social el Libertador del Me-diodía de América3, en su artículo 7 pide que:

… cuando las propiedades partibles sean de un valor más considera-ble que las cantidades asignadas a los diferentes grados, el Gobierno cuidará de que las particiones se hagan del modo más conforme a los intereses de todos, para lo cual podrán acomunarse o acompañarse muchos, y solicitar se les conceda tal finca4.

FUSILAMIENTO DE PIAR

La historia de las grandes ciudades tiene sus bemoles. Angos-tura no es la excepción. El jueves 16 de octubre de 1817, a las cinco de la tarde, es fusilado el Libertador de Guayana, Manuel Piar. Es complejo entender las decisiones de un comandante de la liber-tad del inconmensurable tamaño de Bolívar, quien con este acto de fuerza y autoridad quiso demostrar a los distintos caudillos regionales que su autoridad como jefe máximo de la revolución republicana no era algo negociable. Meses antes, en mayo de 1817, se había reunido en Cariaco un Congreso conformado por jefes republicanos disidentes de Bolívar, en donde Mariño desconoció la autoridad del Libertador. Si bien Piar había logrado el triunfo en la decisiva batalla de San Félix el 11 de abril de 1817 en la mesa de Chirica y su prestigio se había acrecentado, Bolívar no podía per-mitir que la unidad en el frente republicano siguiese erosionán-dose por las rivalidades e insubordinaciones llevadas a cabo por Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez, José Antonio Páez y Manuel Piar. Arturo Úslar Pietri detalla el clima adverso:

3 Así lo llama Simón Rodríguez en el libro El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social (Arequipa, 1830), también conocido como Defensa de Bolívar.

4 Simón Bolívar, Doctrina del Libertador, Caracas, 1976, Biblioteca Aya-cucho, p. 102. Las negritas son nuestras.

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Es la época de las pugnas sordas o abiertas con hombres agresivos y po-derosos como Mariño, como Arismendi, como Piar, como Páez, como Bermúdez. Tendrá que lograr imponerse a ellos por los medios más elementales de la autoridad, sin vacilar siquiera ante el fusilamiento, ratificar su derecho al mando con victorias incontrastables, y elevar las mentes de aquellos hombres de acción a la altura del estado de derecho5.

Cuenta Francisco Herrera Luque que Bolívar: “Una vez que restalla la descarga, con voz sacudida por el llanto, exclama des-garrado ‘¡He derramado mi sangre!’”6. El historiador Vinicio Romero Martínez, en su artículo ¿Qué celebramos hoy?, formula varias preguntas:

¿Se justificaba esta ejecución? ¿Era Piar el único sedicioso? ¿Por qué no ejecutaron a los otros conspiradores que habían desacatado la autoridad del Libertador y hasta humillado, como Ribas, Mariño, Bermúdez, etc.? Bolívar, al parecer, necesitaba un escarmiento, uno solo. Luego, irían los demás por el riel7.

Bolívar escribirá el 16 de noviembre de 1828 a Pedro Briceño Méndez y a José Antonio Páez:

Las cosas han llegado a un punto que me tienen en lucha conmigo mismo, con mis opiniones y con mi gloria. Ya estoy arrepentido de

5 Arturo Úslar Pietri, El mensaje de Angostura, Puerto Ordaz, 1993, Al-sur, p. 51. El trabajo de este escritor venezolano es fechado el 15 de febrero de 1969.

6 Francisco Herrera Luque, Manuel Piar, caudillo de dos colores, 1987. Ca-racas, Pomaire.

7 Después del fusilamiento de Piar, Mariño se plegó a sus órdenes al igual que Páez (Bolívar y Páez se conocieron en el hato de Cañafístola el 30 de enero de 1818). Desde el fusilamiento, tanto rebeldes como realistas entendieron que Bolívar estaba decidido a ganar la guerra en todos los frentes. Para tal fin, se trazó la estrategia de aglutinar en tor-no a sí a Cedeño, Bermúdez y Brion, que le reconocieron como Jefe Supremo. Mariño se plegó a sus órdenes y Páez fue el otro importante reto que tuvo que enfrentar Bolívar a lo largo de todo el año 1818.

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la muerte de Piar, de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa; en adelante no habrá justicia para castigar el más atroz asesino, porque la vida de Santander es el perdón de las impunidades más escandalosas… Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejaran los de la clase de Piar y Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino a favor de ese infame blanco que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria8.

En la placa de mármol adosada a la pared de la Catedral donde fue fusilado Piar se leen las siguientes palabras de Bolívar: “La victoria que ha obtenido el general Piar en San Félix es el más bri-llante suceso que hayan alcanzado nuestras armas en Venezuela”. Es en esa batalla donde Venezuela cobra forma y desde donde se avizora la libertad de América.

LAS GOLETAS TIGRE Y LIBERTAD

En el año 1818, Estados Unidos violó el acuerdo de neutralidad y vendió armas a los realistas que las transportaban en las goletas Tigre y Libertad. El Ejército Libertador, al agarrarlas in fraganti, las confiscó. Entonces el presidente de Estados Unidos, James Monroe, envió a Angostura a su agente diplomático, John Baptist Irvine, quien con el tono característico de la “supremacía” angloa-mericana exigió que las naves le fueran devueltas. Bolívar le res-pondió categóricamente el 7 de octubre de 1818 desde Angostura:

No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por mere-cer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende.

8 Tomado de José María Cordovez Moure. Reminiscencias de Santafé y Bogotá, 1997, Bogotá, Gerardo Rivas Moreno Editor.

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ANGOSTURA, CAPITAL DE VENEZUELA

Por razones estratégicas, Simón Bolívar la hace capital de Ve-nezuela el 15 de febrero de 1819 al instalar allí el Congreso con-virtiéndola en el centro de control para la movilización de grandes cantidades de alimentos, reses y pertrechos que necesitó el Ejérci-to Libertador para las campañas independentistas. Un año antes, el 27 de junio, sale a la luz pública desde Angostura el primer número del periódico Correo del Orinoco, que circulará hasta el 23 de marzo de 1822 y con el que Bolívar convierte a Angostura, además de trinchera, en tribuna de la Patria. Esta artillería del pensamiento escrita por espadas libertarias combate y derrota a la Gazeta de Caracas.

Tras la guerra de independencia, Angostura sirvió durante más de 80 años como un importante centro de comercio entre Vene-zuela y Europa, aprovechando el río Orinoco como canal para el ingreso y salida de goletas, mercantes y barcos a vapor repletos de todo tipo de mercancía.

ANGOSTURA ES CIUDAD BOLÍVAR

Durante la presidencia del general Carlos Soublette, en 1846, se decreta el cambio de nombre de Angostura a Ciudad Bolívar, en honor al Libertador, quien estableció en la capital de Venezuela el 15 de febrero de 1819 las bases de la acción que le permitió liberar a Venezuela, Nueva Granada, Ecuador y Perú, y crear Colombia y Bolivia desde sus profundos conocimientos sociológicos, políti-cos, históricos y jurídicos para ofrecer su visión sobre lo que debía ser el futuro de América, libre del yugo español.

Angostura parió en 1780 a Ascensión Farreras, hijo de dos esclavizados del Esequibo y quien siendo soldado al servicio de la Corona se incorporó a las tropas patriotas; y en 1826 al peda-gogo y abogado Ramón Isidro Montes, autor de los libros de texto Aritmética práctica para escuelas primarias y Arte de hablar i escribir correctamente la lengua castellana. Ciudad Bolívar es el terruño de músicos de la talla de Antonio Lauro, Telmo Almada,

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José Antonio Ramírez, Julio Áñez, Alejandro Vargas, Carmito Gamboa, Eduardo Barreto, Asdrúbal “Cheo” Hurtado, Manuel Yánez, Edith Salcedo y del cuarteto vocal Serenata Guayanesa; poetas como Héctor Guillermo Villalobos y José Manuel Agosto Méndez, también médico; artistas plásticos como Jesús Soto, líde-res revolucionarios de la dimensión política de Manuel Arciniega y heroínas de la cotidianidad como “Chepina” Santamaría.

El 21 de abril de 1881 nace en Ciudad Bolívar el meteorólogo, pedagogo, cronista, ambientalista y observador hidrográfico del Orinoco, Ernesto Sifontes, el primero en realizar y registrar ob-servaciones diarias y minuciosas que permiten hacer predicciones sobre las grandes crecidas del río Orinoco.

El 24 de noviembre de 1884 llega a La Guaira el naturalista francés Jean Chaffanjon (1854-1913). En Caracas lo recibe el presidente Joaquín Crespo. De Caracas viaja hasta Angostura para desde allí hacer entre enero y abril de 1885 la primera expedición en la cual exploró el Bajo Orinoco, remontó el Caura hasta el Ca-naracuni y la desembocadura del Erebato. En 1888, Chaffanjon publica el libro Viaje a las fuentes del Orinoco.

En 1887, Auguste Morisot (1857-1951), quien acompañó a Chaffanjon en la segunda expedición por el Alto Orinoco, escribe el diario Un pintor en el Orinoco9. En 1890, la Sociedad Antropoló-gica de Lyon publica en su boletín las Notas recogidas en la cuenca del Orinoco de Morisot.

Entre el 1.° de enero y el 15 de diciembre de 1898, el escritor francés Julio Verne (1828-1905), impresionado por la aventura de Chaffanjon, publica en la Revista de ilustración y recreo10 su libro El soberbio Orinoco, en el que escribe que se construirá un puente sobre el Orinoco en la parte más angosta del río y que Ciudad Bo-lívar y Caracas estarán unidas por un ferrocarril.

9 Este diario, Un peintre sur l’Orénoque, fue entregado en 1949 al poeta Fernando Paz Castillo, quien lo entrega al Gobierno nacional.

10 En francés, Magasin d’Éducation et de Récréation.

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En 1903, esta “sublime capital de viejas callecitas que lucen tan bonitas junto a la catedral”11 quedó nuevamente registrada en la historia por ser el lugar donde se libró la última batalla y derrota definitiva de la llamada Revolución Libertadora el 21 de julio. En este enfrentamiento, las tropas de Cipriano Castro, comandadas por su primer vicepresidente Juan Vicente Gómez, vencieron a las del general Nicolás Rolando, con lo que se estableció un gobierno central que puso fin a una larga etapa de luchas internas entre los venezolanos.

En el año 1973 se inaugura el primer museo dedicado al cine-tismo en el mundo: el Museo de Arte Moderno Jesús Soto, dise-ñado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva, en honor al artista plástico nacido en Ciudad Bolívar.

DISCURSO DE ANGOSTURA

El discurso de Angostura fue redactado por el hombre cuyo corazón fue formado por Simón Rodríguez “para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”, como le escribirá a su maestro desde Pativilca el 19 de enero de 1824. Bolívar sabe que para lograr tan nobles propósitos humanos era vital “un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa”12.

Bolívar dirige su discurso a Juan Germán Roscio, José España, Luis Tomás Peraza, Onofre Basalo y Francisco Antonio Zea, dipu-tados de la Provincia de Caracas; a Diego Antonio Alcalá, Diego Bautista Urbaneja, Eduardo Hurtado, Francisco Parejo y Ramón García Cádiz, de la Provincia de Barcelona; a Santiago Mariño, Tomás Montilla, Juan Martínez y Diego Vallenilla de la Provincia de Cumaná; a Rafael Urdaneta, Ramón Ignacio Méndez, Miguel Guerrero y Antonio María Briceño de la Provincia de Barinas; a

11 José “El Pollo” Sifontes, vals interpretado por Serenata Guayanesa, 1972, Ciudad Bolívar, LP, London-Palacio.

12 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 147.

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Fernando Peñalver, Eusebio Afanador, Juan Vicente Cardozo y Pedro León Torres de la Provincia de Guayana; y a Manuel Pala-cio Fajardo, José de Jesús Guevara, Gaspar Marcano y Domingo Alzuru de la Provincia de Margarita13.

El contexto en el que Bolívar escribe su discurso es adverso. Arturo Úslar Pietri lo detalla:

El panorama no era favorable. La Nueva Granada parecía pacificada y asegurada por el poder español. En Caracas, el general Pablo Mori-llo representaba, con castellana sobriedad y energía, la autoridad de Fernando VII. Apenas quedaban a los hombres de la revolución Mar-garita, algunos pedazos de la costa oriental y cuerpos móviles en la inmensidad de la llanura. La República y el porvenir de la Indepen-dencia se han reducido a Simón Bolívar y su puñado de hombres14.

A pesar de esta adversidad, la visión de Bolívar está preñada de humildad y esperanza: “… en medio de este piélago de angustias no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja”15. En esta alocución, brúju-la de la Revolución Bolivariana, Bolívar esboza el Proyecto de Constitución, define las bases de la República, critica la esclavitud, nos dice que no imitemos el código de Washington, nos define culturalmente: “Nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte”16. Delinea el sistema de gobierno más perfecto, recom-pensa a las mujeres y hombres que luchan contra el yugo español con “la Orden de los Libertadores”17 y de ellos dice: “… nada ha

13 Posteriormente se incorporaron los diputados por la Provincia de Ca-sanare: José María Vergara, Vicente Uribe y José Ignacio Muñoz. Fran-cisco Antonio Zea pasó a ser un diputado por Casanare y Manuel Ce-deño se incorporó luego como diputado por la Provincia de Guayana.

14 Arturo Úslar Pietri, El mensaje de Angostura, 1993, Puerto Ordaz, Al-sur, p. 51.

15 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. 120 y 121.

16 Ibidem, p. 129.17 Ibidem, p. 144.

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podido llenar los nobles pechos de nuestros generosos guerreros, sino los honores sublimes que se tributan a los bienhechores del género humano”18. Habla del “equilibrio de los poderes”19, vincula a la educación popular dos pares de conceptos: “Moral y Luces” y “Saber y Trabajo”. Diserta sobre el Poder Moral, nos habla de “la historia de los Helotas, de Espartaco y de Haití”20 y bosqueja su ideario libertario integracionista, anticapitalista, antieurocéntrico y socioproductivo con la creación de la República de Colombia que se concretará el 17 de diciembre de 1819 en Angostura. Allí vislumbra lo que debe ser la Colombia que el jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748-1798) diseña en su “Carta a los españoles americanos”, documento publicado por primera vez en 1799 gracias a Francisco de Miranda (1750-1816), quien había delineado en 1798, una vez leída la carta de Viscardo, su “Proyecto de Constitución para las Colonias Hispanoamericanas”. Bolívar, seguro de hacer realidad su utopía, dice:

Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio, a la familia humana; ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra, los tesoros que abrigan sus montañas de plata y oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo; ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas, que le ha prodigado la naturaleza; ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno.

18 Idem.19 Ibidem, p. 137.20 Ibidem, p. 144. Los helotas eran originarios de la ciudad griega de He-

los, esclavizados por los lacedemonios (gentilicio de los nacidos en La-cedemonia o Laconia, región del Peloponeso de la antigua Grecia, cuya ciudad más importante fue Esparta).

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Bolívar, en un acto de justicia para saldar una deuda histórica, propone que la capital de Colombia lleve el nombre de Bartolomé de Las Casas, para que su memoria siempre fuere enaltecida21.

LA GAZETA DE CARACAS

Cuando el Libertador Simón Bolívar pronuncia el discurso, la Gazeta de Caracas calumniaba todas las acciones bolivarianas porque representaban un peligro para el gran capital europeo que, en manos de los Borbón, los Austria de la dinastía Habsburgo y demás oligopolios, seguían aferrados cual sanguijuelas a las venas abiertas que le proporcionaban los elementos de la tabla periódica en estas tierras.

Este periódico traía Apertura de la Imprenta a manera de nota editorial, en la cual se lee:

Se solicita la asistencia de todas las personas instruidas en las Ciencias y Artes, se da al público la seguridad de que nada saldrá de la prensa sin la previa inspección de las personas que al intento comisione el Gobierno, y que por consiguiente en nada de cuanto se publique se hallará la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica, a las leyes que gobiernan al país, a las buenas costumbres, ni que pueda turbar el reposo o dañar la reputación de ningún individuo de la sociedad, a que los propietarios de la prensa tienen en el día el honor de pertenecer.

José Domingo Díaz, el redactor de la Gazeta de Caracas, sema-nario que habían fundado Mateo Gallagher y Jaime Lamb el 24 de octubre de 1808, al hablar del Libertador confiesa con malevo-lencia y nerviosismo: “La imprenta es la primera arma de Simón Bolívar, de ella ha salido el incendio que devora a América, y por ella se ha comunicado con el extranjero”.

21 Ibidem, p. 146.

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BOLÍVAR DESCOLONIAL

La definición cultural que maneja Bolívar en el plano geopolíti-co tiene la altura analítica de un hombre de sus dimensiones:

Al desprenderse la América de la monarquía española, se ha encon-trado semejante al imperio romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente conforme a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aun con-servamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo; no somos euro-peos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado22.

Y es tal su concepción cultural que el Libertador asume la emancipación desde una perspectiva antieurocéntrica:

Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa (…) ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¿Referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus moda-les? ¡He aquí el Código que debíamos consultar y no el de Washing-ton! (…) Que los errores e infortunios del mundo antiguo enseñen la

22 Ibidem, p. 123.

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sabiduría y la felicidad al mundo nuevo. Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y que las escuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas, legítimas y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un gobier-no no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye23.

EDUCACIÓN POPULAR: MORAL Y LUCES

Bolívar habla de la importancia de la educación popular ya que esta “debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del congreso”24. La educación popular para Bolívar gira en torno a dos conceptos, de los cuales dice: “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”25. Ambos conceptos van a cobrar significado dependiendo del lugar de enunciación. Desde el 12 de octubre de 1492 tanto la moral como las luces se sustentan en una economía esclavista. Desde la óptica del colonizador, moral es tener mujeres y hombres esclavizados, servir al rey, descuartizar a quienes luchen contra la Corona, freír sus cabezas y exhibirlas en las entradas de las ciudades, empalar indios, mutilar esclavizados en la picota26. A través de las luces se estudia teología para justificar que los blancos europeos son seres superiores, que las mujeres son seres inferio-res al igual que los africanos y los originarios. Desde esta óptica, inmoral es no ir a misa los domingos, ser bolivariano, abolir la esclavitud, acomunarse, colaborar con Gual y España, llorar el ahorcamiento de José Leonardo Chirino, formar parte del Ejército Libertador. La oscuridad, como antónimo de luces para los colo-

23 Ibidem, p. 129.24 Ibidem, p. 141.25 Idem.26 La picota era una columna donde se exponía a los reos y las cabezas o

cuerpos de los asesinados.

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nizadores es que los esclavizados y originarios se alfabetizaran, conocer el mundo a través de la lectura, ilustrarse a través de los libros que llegaban vía contrabando. El Consejo del rey Carlos IV del Reino de España habla por sí solo: “No conviene que se ilustre a los americanos”.

El Libertador propone en su discurso otra moral y otras luces cónsonas con otro mundo posible. Su ejemplo es garantía impoluta de tal perspectiva: en 1816 decretó la libertad absoluta a todos los esclavos, primero el 2 de junio desde Carúpano y el luego el 6 de julio desde Ocumare de la Costa. No puede haber educación popular con la moral y las luces de la cultura colonial. La esclavitud es contraria a la educación popular; de hecho, esta la combate. Bolívar en su discurso hablará en extenso de la esclavitud: “La esclavitud es la hija de las tinieblas”27, dice en un primer momento. Luego concluye: “La esclavitud será el término de nuestra transformación”28. Después explica que las bases de un gobierno republicano “deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la es-clavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”29. Más adelante, en un análisis de la situación sociopolítica, afirma que “la atroz e impía esclavitud cubría con su negro manto la tierra de Venezuela”30. Por último, Bolívar expresa a los legisladores: “Yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”31.

Para Bolívar, “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”32 porque “la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil”33. Estas personas ena-jenadas “adoptan como realidades las que son puras ilusiones;

27 Ibidem, p. 124.28 Ibidem, p. 125.29 Ibidem, p. 131.30 Ibidem, p. 143.31 Ibidem, p. 144.32 Ibidem, p. 124.33 Idem.

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toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”34. Para Bolívar “un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla”35 porque le es ajena la otra moral, es decir, “la práctica de la virtud”36; “el impe-rio de las leyes”37; “las buenas costumbres”38 y “el ejercicio de la justicia”39.

Explica el profesor venezolano José Marcial Ramos Guédez que:

Después de la Batalla de Carabobo (1821), Bolívar otorgó la libertad a sus esclavos y luego, en el Congreso de Cúcuta (1821), trató de ob-tener apoyo para abolir la esclavitud y los representantes y senadores aprobaron una Ley de Manumisión, la cual contempló entre otras resoluciones, la “libertad de vientres” y la prohibición del comercio de esclavos. Durante los últimos años de su vida, Simón Bolívar no abandonó su interés por abolir la esclavitud, a pesar de los temores que ocasionaban en la República de Colombia el posible estallido de una “guerra de castas” o “guerra de color”, tal como ocurrió en Haití y otras islas del Caribe40.

Bolívar pide dar a nuestra República “una potestad cuyo domi-nio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana”41.

34 Idem.35 Idem.36 Idem.37 Idem.38 Idem.39 Idem.40 José Marcial Ramos Guédez, Simón Bolívar y la abolición de la escla-

vitud en Venezuela 1810-1830. Problemas y frustración de una causa, Revista de Historia de América, (1999), N.° 125 (julio-diciembre). 7-20.

41 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 141.

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EDUCACIÓN POPULAR: SABER Y TRABAJO

Simón Bolívar entiende que la educación popular, además de proponer una nueva moral y unas nuevas luces, debe vincular in-divisiblemente el saber y el trabajo, es decir, debe ser socioproduc-tiva. Solo así garantiza el crecimiento moral, económico, cultural y social del pueblo:

He pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más gran-des palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices42.

Tales filosofías: pedagógica (moral y luces) y metodológi-ca (saber y trabajo), son heredadas, sin duda, de su formador Simón Rodríguez, quien, al llegar a Bogotá en 1823 procedente de Europa, donde formó la conciencia de clase del adolescente mantuano entre 1804 y 1805, emprende la labor de organizar una Escuela Industrial Pública de Artes y Oficios en la que se formaba a las muchachas y muchachos humildes en y para el trabajo, en y para la ciudadanía.

En el proyecto invierte todo su dinero: los 64000 duros que ha traído del viejo continente. Sobre esta experiencia pedagógica, Miguel Peña, quien fuera ministro de la Alta Corte de Justicia en Bogotá y que había tenido una notable participación en la primera guerra independentista, le escribe a Simón Bolívar el 21 de marzo de 1824 esta carta:

Ahora me mueve a escribirle otro asunto de importancia, y es la Casa de Industria Pública que se ha propuesto en esta ciudad el señor Simón Rodríguez o Carreño. Nada digo a usted de su persona, carác-ter o constancia y conocimiento para el caso, porque usted lo conoce bajo todos estos aspectos mejor que yo.

42 Ibidem, p. 142.

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De lo que usted tal vez no está informado es que una Casa con ese fin, donde se da educación a los jóvenes y se les hace aprender un oficio mecánico, fuera de los primeros indispensables conocimientos para vivir en sociedad, como escribir, contar, la gramática de su lengua, etc., es todo el objeto de sus más ardientes deseos.

Mucho ha trabajado desde que llegó aquí para establecerla, y sólo a su infatigable constancia se debe el que le hayan concedido el edificio público comúnmente llamado Hospicio, donde ha hecho algunos reparos y tiene algunos muchachos; pero le faltan fondos para montar su proyecto como quisiera, y según tengo entendido, éstos no exceden de dos o tres mil pesos; él suspira constantemente por usted, persuadido de que si estuviera aquí, él llenaría su objeto.

Tal vez sería una obra digna de usted el que tomase el establecimiento de esta Casa bajo su dirección. Si el señor Rodríguez hubiese querido escoger otro modo de vivir, le hubieran sobrado acomodos de donde sacar utilidad; pero él quiere servir a la Patria con sus conocimientos que ha adquirido en Europa y cree que no puede aplicarlos mejor que empleándolos en instruir y formar miembros que después de algunos años sean útiles a la sociedad.

Él goza de buena salud, tiene robustez y una actividad muy superior a sus años. Si este hombre se pierde por falta de protección, no halla-remos otro.

LOS NUEVE PUNTOS DE LA CONSTITUYENTE

Los nueve puntos propuestos para el debate por el presidente Nicolás Maduro: paz, economía, bienestar, justicia, democracia, defensa, cultura, juventud y ambiente, tienen asidero político en el discurso pronunciado por el Libertador en Angostura el 15 de febrero de 1819. Es allí, en la entonces capital, donde Bolívar bosqueja para la eternidad su ideario político que hoy conocemos como Bolivarianismo.

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CONSTITUYENTE DE PAZ

La paz es la razón de ser del Bolivarianismo: “un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz”43.

Los constituyentistas [dice Bolívar] están llamados para consagrar, o suprimir cuanto les parezca digno de ser conservado, reformado, o desechado en nuestro pacto social. A ustedes pertenece el corregir la obra de nuestros primeros legisladores; yo querría decir, que a uste-des toca cubrir una parte de la belleza que contiene nuestro Código político; porque no todos los corazones están formados para amar a todas las beldades; ni todos los ojos, son capaces de soportar la luz celestial de la perfección44.

La independencia de España y la transición de la cuarta a la quinta República guardan una estrecha relación. Sobre esto expre-sa Bolívar:

Yo me siento arrebatado de gozo por los grandes pasos que ha dado nuestra República al entrar en su noble carrera. Amando lo más útil, animada de lo más justo, y aspirando a lo más perfecto al separarse Venezuela de la nación española, ha recobrado su independencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional. Constituyéndose en una República democrática, proscribió la monarquía, las distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios; declaró los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir. Estos actos eminentemente liberales jamás serán demasiado admirados por la pureza que los ha dictado. El primer Congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra legislación, con caracteres inde-lebles, la majestad del pueblo dignamente expresada, al sellar el acto social más capaz de formar la dicha de una nación45.

43 Ibidem, p. 147.44 Ibidem, p. 129.45 Ibidem, p. 126.

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La Asamblea Nacional Constituyente es el espacio para que:

… se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno, y que el equili-brio se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia delicadeza, una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democracia, su es-tructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimien-to social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia46.

CONSTITUYENTE ECONÓMICA Y DE BIENESTAR SOCIAL

Solo un nuevo sistema económico pospetrolero garantiza que produzcamos alimentos, ciencia y dignidad47. Por ello es vital constitucionalizar las Misiones y Grandes Misiones. Todo esto allana el camino de la construcción colectiva del Estado Comunal, el de la Toparquía, el que es posible a través del “sistema de gobier-no más perfecto”48, es decir, “aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”49.

CONSTITUYENTE DE DEFENSA INTEGRAL DE LA PATRIA

Sobre potenciar el funcionamiento del sistema de justicia, se-guridad y protección del pueblo e impulsar la política exterior so-berana de defensa de nuestra integridad, Bolívar es claro: “Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos en

46 Ibidem, p. 138.47 “Producir alimentos, ciencia y dignidad” es la propuesta de Kléber Ra-

mírez Rojas.48 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-

trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 130.49 Idem.

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Venezuela”50. El conocimiento de un futuro enemigo lo deja entre-ver cuando dice:

Pero sea lo que fuere de este gobierno con respecto a la nación nor-teamericana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de los Estados tan distintos como el inglés americano y el americano español51.

Hay analogía entre la Venezuela de 1999 y 2017 con aquella de 1813 y 1819. Explica Bolívar:

Desde la segunda época de la República nuestro ejército carecía de elementos militares, siempre ha estado desarmado; siempre le han faltado municiones; siempre ha estado mal equipado. Ahora los sol-dados defensores de la independencia no solamente están armados de la justicia, sino también de la fuerza52.

CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICA

En un análisis exhaustivo de la realidad geopolítica, Bolívar, dice:

Por más que se examine la naturaleza del Poder ejecutivo en Inglaterra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar que es el más perfec-to modelo, sea para un reino, sea para una aristocracia, sea para una democracia. Aplíquese a Venezuela este Poder ejecutivo en la persona de un Presidente, nombrado por el pueblo o por sus representantes, y habremos dado un gran paso hacia la felicidad nacional53.

Con claridad meridiana, Bolívar, reconociendo las limitacio-nes, expone:

50 Ibidem, p. 121.51 Ibidem, p. 127.52 Ibidem, p. 145.53 Ibidem, p. 136.

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No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados en nues-tras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha logrado el género humano; lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones. La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los es-collos a donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas. Echad una mirada sobre las repúblicas antiguas, sobre las repúblicas modernas, sobre las repúblicas nacientes; casi todas han pretendido establecerse absolutamente democráticas y a casi todas se les han frustrado sus justas aspiraciones. Son laudables ciertamente hombres que anhelan por instituciones legítimas y por una perfección social54.

CONSTITUYENTE CULTURAL

Cuando el presidente Maduro pide “impulsar la identidad cultural, la nueva venezolanidad, la nueva espiritualidad del país”, se hace necesario analizar la visión cultural del Libertador cuando nos dice:

Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el ame-ricano del norte, que más bien es un compuesto de África y de Amé-rica, que una emanación de Europa, pues que hasta España misma, deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquila-do, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epider-mis; esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia55.

54 Ibidem, p. 138.55 Ibidem, p. 129.

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CONSTITUYENTE DE JUSTICIA

La esclavitud es el más claro ejemplo de la injusticia. Signi-ficaba para los imperios europeos la fuerza de trabajo que incre-mentaba una enfermedad producida por una “sed insaciable de riqueza”56, como define Simón Rodríguez al capitalismo. El Libertador era enemigo de la injusticia. “Nuestras leyes son fu-nestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos”57. Su propuesta era clara: “Elevemos un Templo a la Justicia; y bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un Código de leyes venezolanas”58.

CONSTITUYENTE PARA LA JUVENTUD

En el proyecto para instituir un Poder Moral, presentado por el Libertador al Congreso de Angostura como una parte de su proyecto de constitución, Bolívar dedica un alto porcentaje a la juventud, sobre todo en relación con su educación. El congreso lo consideró “como de muy difícil establecimiento, y en los tiem-pos presentes absolutamente impracticable”59 y “acordó que se imprimiese como un apéndice a la Constitución, invitando a los sabios del mundo entero a emitir opinión sobre el tema”60. Allí vemos artículos como el 8 de la sección tercera sobre las atribu-ciones de la cámara de educación, en la que, consciente de la rea-lidad, expone que “nuestros colegios actuales” son “incapaces de servir para un gran plan de educación”, propone delinear y hacer

56 Simón Rodríguez. (1842). Sociedades americanas en 1828. En Simón Rodríguez, Obras completas, 2016, Caracas, Universidad Nacional Ex-perimental Simón Rodríguez, p. 467.

57 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, pp. 140-141.

58 Idem.59 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-

trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 148.60 Idem.

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establecimientos con “la solidez y extensión, la elegancia, el aseo, la comodidad y el recreo de la juventud”61.

Para Bolívar la juventud es un pueblo naciente “que podrá ele-varse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado”62. Juventud y esclavitud deben repelerse: “la esclavitud rompió sus grillos, y Ve-nezuela se ha visto rodeada de nuevos hijos, de hijos agradecidos que han convertido los instrumentos de su cautiverio en armas de libertad”63. Por ello es vital, que los constituyentistas proporcionen las bases para tal fin. Bajo ningún concepto se podrá permitir que la juventud sea víctima de sistemas que manejan hombres y muje-res para oprimirlos,

… y si la costumbre de mirar al género humano conducido por pastores de pueblos, no disminuyese el horror de tan chocante espec-táculo, nos pasmaríamos al ver nuestra dócil especie pacer sobre la superficie del globo como viles rebaños destinados a alimentar a sus crueles conductores64.

CONSTITUYENTE AMBIENTALISTA

Bolívar, al igual que Rodríguez, es por excelencia un amante de la naturaleza. El 19 de enero de 1824 le escribe al hombre más extraordinario del mundo desde Pativilca sobre la naturaleza de nuestra América:

Amigo de la naturaleza, venga usted a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; usted no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre. Allá está encorvado con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí está doncella, inmaculada, hermosa,

61 Ibidem, p. 154.62 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-

trina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 124.63 Ibidem, pp. 143-144.64 Ibidem, p. 125.

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adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas65.

Bolívar dicta una serie de decretos en defensa del ambiente. En algunos de ellos propone la creación de canales de irrigación para la agricultura, plantea el control de las minas por parte del Estado para evitar daños ambientalistas y la creación de una in-fraestructura vial para poder transitar los productos. Para Bolívar las riquezas minerales deben ser patrimonio del pueblo, razón por la cual el Gobierno se encargará de repartirlas atendiendo a un fin social. En el Discurso de Angostura, avizorando la futura Repúbli-ca de Colombia, dice Bolívar:

Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océa-nos, que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales66.

Y recomienda a los constituyentistas:

… esta constitución como la más digna de servir de modelo a cuan-tos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza67.

REPÚBLICA DE COLOMBIA

El 12 de junio de 1818, Simón Bolívar escribe desde Angostura:

65 Simón Bolívar. Doctrina del Libertador, 1976. Caracas, Biblioteca Aya-cucho, pp. 205-206.

66 Ibidem, p. 146.67 Ibidem, p. 133.

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¡Habitantes del Río de la Plata! La República de Venezuela, aunque cubierta de luto, os ofrece su hermandad; y cuando cubierta de laureles haya extinguido los últimos tiranos que profanan su suelo, entonces os convidará a una sola sociedad, para que nuestra divisa sea Unidad en la América meridional68.

Esta unidad a la que se refiere el Libertador es Colombia, pala-bra que nace como utopía de integración latinoamericana y cari-beña en la visión de Francisco de Miranda quien, el 15 de marzo de 1810, publica en Londres el periódico El Colombiano, realizado en la imprenta de R. Juigné. La primera Constitución de Venezue-la (1811) en su artículo 228 alude al “Continente colombiano”, “los pueblos de Colombia” y “Congreso general de Colombia”. En la Carta de Jamaica (1815) Bolívar escribirá:

Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo69.

En el discurso de Angostura, Bolívar utiliza el gentilicio de co-lombianos en el sentido de hispanoamericanos:

La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas Repú-blicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi

68 Ibidem, pp. 115-116.69 Simón Bolívar. (1815). Carta de Jamaica. En Simón Bolívar. Doctrina

del Libertador, 1976, Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 86.

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alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal que ofrece un cuadro tan asombroso70.

Bolívar concretará el sueño mirandino cuando el 17 de diciem-bre de 1819, a través de la Ley Fundamental de la República dis-cutida por el congreso reunido en Angostura, une a las anteriores entidades coloniales del Virreinato de la Nueva Granada y la Capi-tanía General de Venezuela, y más tarde la presidencia de Quito y la Provincia Libre de Guayaquil, bajo el nombre de República de Co-lombia. Esta ley será ratificada por el Congreso de Cúcuta en 1821. Simón Rodríguez dirá en 1828 que “Colombia debería ser el patro-nímico, y el gentilicio colombiano, no América ni americano”71.

Lamentablemente el Libertador no pudo bajar tranquilo al se-pulcro, porque no cesaron los partidos ni se consolidó la unión. Al desmembrarse Colombia cada país retomó su nombre: Venezuela, Ecuador y Nueva Granada. Este se denominó oficialmente Repú-blica de la Nueva Granada entre 1831 y 1858 y Confederación Gra-nadina entre 1858 y 1863. En este último año se hace del nombre mirandino en la convención de Rionegro, población de Antio-quia, pasándose a llamar Estados Unidos de Colombia hasta 1886 y desde este año usurpará oficialmente el nombre bolivariano de República de Colombia. No hubo quejas por parte de Venezuela y Ecuador. Para diferenciarlo del nombre original los historiadores violaron el nombre nacido en Angostura y lo sustituyeron por el de la Gran Colombia, nombre que nunca existió.

DESINTEGRACIÓN DE COLOMBIA

Después de establecida la República de Colombia, Bolívar se encuentra en una bifurcación. La decisión es compleja: o se queda

70 Simón Bolívar. (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar. Doc-trina del Libertador, 1976, Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 146.

71 Simón Rodríguez. (1828). Pródromo de Sociedades americanas en 1828. En Simón Rodríguez, Obras completas, 2016, Caracas, Universi-dad Nacional Experimental Simón Rodríguez, p. 89.

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en Colombia hasta consolidarla, o baja al sur para acabar con el Virreinato de Perú. La estabilidad de Colombia dependerá de la cimentación de un polo de naciones que equilibrara la geopolítica mundial. Bolívar sabe que las naciones aisladas caerán en manos de imperios europeos o del naciente imperio angloamericano. Pero del otro lado de la balanza, Bolívar sabe que Colombia re-clamaba sus esfuerzos, había tareas inconclusas, la impureza del alma de Santander hace peligrar la novísima república. Sobre la autoritas de Bolívar, explica Rodríguez:

En Europa pelean soldados contra soldados, y los generales, fuera del campo de batalla, van en coche: en América, el ejército ha combatido contra los elementos y contra los imposibles –abrasándose en las llanuras y helándose en las montañas… ¡sin caminos, sin puentes, y, las más veces, sin caballos!… ¡sin víveres, sin vestido, sin hospital, y, en los poblados, ¡sin sueldo! … Los jefes, padeciendo como el último soldado, trazaban los planes en la arena, y al ejecutarlos, les faltaban pertrechos y, a veces, subordinación. Pero, todo lo vencía la presen-cia de Bolívar en el combate, y de lejos, su nombre reunía todos los ánimos, y conciliaba todos los intereses72.

La decisión es emprender la Campaña del Sur. Triunfará con su Ejército Libertador en Bomboná, Quito, Junín. Paralelamente en Colombia venteaba el hedor de la mezquindad. Bolívar ordena a Sucre para que sea el comandante de Ayacucho y, a los pocos años que el Abel de América se cubre de gloria, en Valencia organizan La cosiata, en Bogotá planifican asesinar a Bolívar, toda la oligar-quía de Colombia muestra su virreinal vileza. El Congreso tuvo la osadía de ordenarle a Bolívar que dejara la jefatura del ejército. Bolívar sucumbió frente a la ruindad que pululaba a sus espaldas. La felonía concluye en San Pedro Alejandrino y Colombia, la que

72 Simón Rodríguez. (1830). El Libertador del mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social. En Simón Rodríguez, Obras completas, 2016, Caracas, Universidad Nacio-nal Experimental Simón Rodríguez, p. 127.

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fuera “labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores” es disuelta. En 1830 nacerán republiquetas am-putadas.

LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE

La Asamblea Nacional Constituyente de 2017, al igual que aquella de 1819, es el órgano plenipotenciario encargado de redactar una nueva Constitución para la República Bolivariana de Venezuela. Fue promovida por el presidente constitucional Nicolás Maduro el 1.° de mayo de ese año mediante decreto presi-dencial N.° 2830, el cual contempla la convocatoria y las bases co-miciales. En las elecciones del 30 de julio salieron electas y electos 545 constituyentistas que se instalaron el 4 de agosto en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo en Caracas (también sede de la Asamblea Nacional).

Ambos órganos, el de 1819 y el de 2017, coinciden en que fueron instalados en tiempos de guerra. Los constituyentistas, el poder constituido y el poder constituyente con sus cimarronas y cimarrones sentipensantes deben abonar el terreno cultural para la construcción colectiva del Estado Comunal. Tal tarea consiste en la siembra de cuatro valores: (1) Defender la Revolución, porque sin ella todo está perdido. (2) Defender al comandante Ni-colás Maduro porque la relación amorosa del líder con el pueblo es insustituible. (3) Desarrollar la conciencia del deber social como lo dice Simón Rodríguez: “La mayor fatalidad del hombre y la mujer en el estado social es no tener con sus semejantes un común sentir de lo que conviene a todos”. (4) Avivar el amor a la Patria y a la humanidad.

En toda revolución conviven las contradicciones. Debemos verla como una balanza que tiene en el platillo derecho los intere-ses particulares y en el izquierdo el bien común. Unos se disfrazan de gatopardos para que los cambios sean tan tibios que no afecten sus ganancias. Otros no necesitan disfraces y atacarán frontal-mente. La mayoría, históricamente excluida, tiene la obligación de formar su conciencia de clase, de instruirse para que haya

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quien sepa y educarse para que haya quien haga73; solo así podrá apropiarse de los medios de producción, no antes. Para tal fin cuenta con cimarronas y cimarrones sentipensantes (intelectuales orgánicos) que en distintas escuelas de formación política y uni-versidades deben asumir esa tarea. El pueblo debe entender que al enemigo explotador no se le envidia, se le combate para aniqui-larlo, no para sustituirlo. Quienes llevaron a Bolívar a San Pedro Alejandrino son los mismos que llevaron a Sucre a Berruecos. Son heraldos sombríos que infestan las utopías. El poder constituyen-te debe estar presto para derrotarlos. Esto es posible solo con la unidad. Una persona puede dirigir una gesta libertaria, pero su consolidación se logra si los pueblos superan el egoísmo, el descla-samiento, la contracultura que la enajena.

Los constituyentistas deben tomar conciencia de que fue en Angostura, el altar de la Patria, donde se tejió el manto de la li-bertad americana. Así que ¡Constituyentistas!, dígnense conceder a Venezuela: “un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”74.

Recuerden la lección que nos da Simón Rodríguez:

El hombre de la América del Sur es Bolívar. Se empeñan sus enemi-gos en hacerlo odioso o despreciable, y arrastran la opinión de los que no lo conocen. Si se les permite desacreditar el modelo, no habrá quien quiera imitarlo; y si los Directores de las nuevas Repúblicas no imitan a Bolívar, la causa de la libertad es perdida75.

73 Simón Rodríguez. (1847). Carta a Anselmo Pineda. En Simón Rodrí-guez. Obras completas, 2016, Caracas, Universidad Nacional Experi-mental Simón Rodríguez, p. 705.

74 Simón Bolívar (1818). Discurso de Angostura. En Simón Bolívar, Doc-trina del Libertador, 1976, Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 147.

75 Simón Rodríguez. (1830). El Libertador del mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social. En Simón Rodríguez, Obras completas, 2016, Caracas, Universidad Nacio-nal Experimental Simón Rodríguez, p. 132.

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Empiecen sus funciones, ya el presidente Nicolás Maduro les ha dejado el testigo. ¡Bolívar vive!

BIBLIOGRAFÍA

Bolívar, Simón. (1976). Doctrina del Libertador. Caracas, Vene-zuela: Biblioteca Ayacucho.

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Úslar Pietri, Arturo. (1993). El mensaje de Angostura. Puerto Ordaz, Venezuela: Alsur.

EL PODER MORAL:

UN PROYECTO CIVILIZATORIO DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR

Manuel E. Carrero Murillo

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… Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral,

que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz.

Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.

Simón Bolívar

Discurso ante el Congreso de Angostura, febrero de 1819

EL PROBLEMA MORAL Y LA CREACIÓN DE LA REPÚBLICA

La inopia moral heredada por los pueblos de “nuestra Améri-ca” cuando terminaban los tres siglos de coloniaje hacía pensar en los obstáculos para el funcionamiento del modelo republicano en los nacientes Estados, por el nulo conocimiento que tenían sobre los deberes y derechos requeridos para cumplir y compartir ese modelo. Una gran parte del pueblo próximo a ser independizado era analfabeto y desconocía las normas públicas que el Estado y la sociedad exigían para convivir en la reipublicae, ofrecida como novedad frente a las desgastadas formas monárquicas que aún prevalecían en Europa.

Aquellos pueblos raramente habían oído sobre la cosa pública en el modelo republicano que ahora advenía a nuestra realidad sin tener la preparación de rigor; solo habían conocido la norma monárquica durante tres siglos de ignominia, barbarie y genoci-dio que había arrasado gran parte de la población originaria y la original riqueza cultural de esta parte del mundo. El rey, a quien solo conocían por la perpetua difusión de ese título, proyectaba su imagen en el imaginario común y colmado lo que pudiera llamarse “paisaje público”, los usos, costumbres, protocolos y sím-bolos oficiales en lo pocos asuntos de gobierno que conocían, y muy poco espacio dejaba a la pauta republicana y su influencia en nuestro territorio.

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La carencia de virtudes cívicas y morales en las llamadas “clases viles y baxas” –así se llamaba al mestizaje–, quedó al descubier-to cuando terminó la guerra de independencia. Excluida de la política, poco o nada sabía de negocios ni de moral pública, en gran medida porque la educación formal estuvo controlada por la clase blanca dueña de la riqueza material, bienes y privilegios que además monopolizó las relaciones y tratos de gobierno du-rante el tiempo colonial; atesoró esas funciones, como privilegio exclusivo y excluyente que tenía con la corona. Y cuando asomó triunfante la causa patriota –desde la toma de Angostura–, con los subsiguientes cambios de la realidad política y con ella los símbo-los del poder, esa clase se ajustó a la forma política republicana, acomodándola a sus necesidades e intereses para mantener los privilegios y dispensas de clase.

La lucha que desde 1811 condujo a la guerra por la indepen-dencia y a la reinvención de la vida política y social, hizo aflorar grandes problemas sociales y económicos cuando “las clases viles y baxas” se convirtieron en protagonistas de la guerra. Los nuevos actores reclamaron espacios en la vida pública, que para el modelo republicano proclamado resultaron categóricos, pero las escasas condiciones morales los hacían ineficientes. Las virtudes públicas de probidad, honradez, integridad, dignidad y decoro se tradu-cían en altos valores públicos necesarios para la convivencia en el Estado republicano; eran cualidades garantes de la fortaleza social y de la soberanía nacional unidas a la praxis del buen obrar.

Aquella sociedad, descompuesta por las desigualdades que durante tres siglos de segregacionismo ejerció España en “nuestra América”, fue agitada por la guerra que develó la urgente necesi-dad de educación para las clases desposeídas. No se podía aplazar la enseñanza de normas de equilibrio para la relación entre ciuda-danos y el acato a la ley, ilustrar al pueblo en la mesura y el equili-brio que ayudara a establecer la medida de las cosas en la relación social y en lo pertinente a la cosa pública. No era tarea fácil ense-ñar hábitos solo a través de la educación formal, y se debía recurrir al estímulo de las virtudes públicas y la ponderación, considerar la sanción de la ley para obligar el respeto a la norma expresa y a

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todo lo que no respondiera a la lógica de la razón aunque no lo estableciera la ley escrita.

La enorme responsabilidad de crear la República con un pueblo mayormente analfabeto, al que también se le había negado el conocimiento y ejercicio de los negocios públicos, requería de un extraordinario esfuerzo dirigido al aprendizaje de valores in-dispensables para el desempeño en la vida pública en condición de ciudadano. Se habría de comenzar imponiendo el orden y someter los excesos causados por la guerra, mientras se le instruía en las habilidades de la prudencia –que los griegos llamaban sofrosi-ne–, para el equilibrio de su personal desempeño cotidiano. Era necesario educar al pueblo mediante una cuidadosa ilustración política y social que le diera formación en su propia responsabi-lidad como sujeto y objeto de un sistema político frágil como la democracia, que dependía en mucho de la honestidad en la admi-nistración y el respeto al patrimonio de la nación, pero también de los valores cívicos de cada ciudadano.

Poca confianza tenía el Libertador en la moral de aquellos pue-blos que la opresión y el desprecio de la clase privilegiada había obligado a vivir entre la ignorancia y la picardía, entre la incultura de la ley escrita y la pillería ocasional. De sus temores le escribía el Libertador a don Guillermo White el 26 de mayo de 1820, a poco menos de un año para culminar en Carabobo el triunfo de la causa patriota, y cuando ya el sueño de Colombia estaba en la fragua de su lucha: “Tenga Vd. la atención de leer con atención mí discurso sin atender a sus partes, sino al todo de él. Su conjunto prueba, que yo tengo muy poca confianza en la moral de nuestros conciudadanos, y sin moral republicana no puede haber gobierno libre. Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto poder que críe los hombres en la virtud y los mantenga en ella”1.

Tras esos propósitos, en 1819 el Libertador propuso a los di-putados del Congreso un proyecto de constitución formado por cuatro poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, como lo habían

1 Simón Bolívar a Carlos White, San Cristóbal (Venezuela), 26 de mayo de 1820. En: Simón Bolívar, Obras completas, tomo I, pp. 442-443.

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propuesto John Locke y el barón de Montesquieu, pero agregó el Poder Moral con “autoridad plena e independiente sobre las costumbres públicas y sobre la primera educación”, con el fin de promover la formación de ciudadanos respetuosos de lo público, conscientes de los valores de la libertad, útiles a la sociedad y res-petuosos del decoro, del pundonor y la decencia en público.

Para superar las carencias de la moral en la población, el Liber-tador concibió un modelo de educación sistemática para formar republicanos y transmitir conocimientos a los futuros ciudadanos, de modo que aprendieran a desenvolverse en los laberintos de la política cotidiana respetando los preceptos legales, las institucio-nes y el acato al rigor de la ley. Venezuela recién comenzaba a salir de la opresión en condiciones que el propio Simón Bolívar había expresado a Henry Cullen en la “Carta de Jamaica”, en la cual le expresó que los habitantes de estas colonias “… no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aún esta parte coarta-da con restricciones chocantes (…), en fin ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación [España] avarienta”2.

De modo que el aprendizaje de valores ciudadanos era urgen-te para estos pueblos. No podía transcurrir un largo tiempo en el tránsito de la colonia a la República; se requería una armazón jurídica propia y la instrucción y juicio para responder a las obli-gaciones republicanas. El Libertador conocía las dimensiones del problema y en el Discurso de Angostura lo planteó recurriendo a situaciones similares que registra la historia griega y romana, como solía hacerlo para argumentar decisiones de esa naturaleza, pero ese razonamiento –se debe entender– lo hacía porque le daba

2 Simón Bolívar, “Contestación de un americano meridional a un ca-ballero de esta isla”, Kingston, 6 de noviembre de 1815 (Carta de Jamaica). En: Ibidem, pp. 159-175.

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avales de juicio, de razón para discurrir los valores de la libertad y el modelo político que la garantizaba.

La razón, como facultad para discernir, fue establecida por la Ilustración como fundamento que podía impulsar las grandes transformaciones en su tiempo, y por ese cauce se desplazaron las ideas que dieron al traste con las monarquías absolutistas y los rezagos del feudalismo medieval, pero en “nuestra América” los pueblos que recién comenzaban a salir del dominio colonial apenas comenzaban a proyectarse como ciudadanos de una Re-pública dejando atrás la condición de siervos de un rey. La razón resultaba fundamental para formar ciudadanos virtuosos y así lo entendió el Libertador, cuyos principios filosóficos y sociales se apoyaban en las tesis del raciocinio que sostenían los filósofos del siglo de las luces.

DE LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SIMÓN BOLÍVAR

La solución segura, perdurable y de continuidad en el tiempo obligaba a plantear medidas firmes, de resultados ciertos aunque fuesen lejanos; debía ser un proyecto estable y promisorio, más por los resultados de estabilidad cívica y racional social, que por el rigor de la ley para hacerla cumplir. El Libertador buscó en la historia de la Grecia antigua y la Roma republicana –que conocía con solvencia–, y encontró en ellas algunas corporaciones, tradi-ciones, leyes y costumbres para crear un cuarto poder público que incluyó en el proyecto de Constitución con el nombre de Poder Moral.

El joven Simón Bolívar había conocido durante sus años de formación intelectual los procesos históricos de civilizaciones an-tiguas: China, Persia, Turquía, Grecia, Roma, el universo indígena de América y escritos de autores modernos. En la Europa de su tiempo estudió a los pensadores de la modernidad y se identificó con ellos: Maleblanch, Voltaire, Rousseau, Diderot, Condillac, Locke, D’Alembert y sobre todo Montesquieu, cuyas lecturas lo introdujeron en las ideas del liberalismo, el enciclopedismo y en los principios que debían regir los pueblos según planteaban los

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filósofos de la ilustración. Leyendo aquellos autores y sus obras comprendió la permeabilidad de las sociedades cuando aban-donan el cumplimiento de las reglas fundamentales para la recta convivencia en sus relaciones político-sociales y el consecuente debilitamiento del Estado, pero también los medios para cultivar valores y fortaleza moral.

La Biblioteca de su padre don Juan Vicente Bolívar contaba no menos de trescientas obras con las cuales probablemente tuvo contacto el adolescente Simón en Caracas, entre cuyos rótulos re-feridos se hallaban volúmenes de filosofía, medicina, misticismo, historia, geografía, comercio, economía, medicina, narraciones, exploradores, teología, religión, teoría política, navegación, crónicas, relatos de cortesanos, agricultura, técnicas militares, escritos de consejeros, diccionarios, etc., solo posible de localizar en el hogar de una familia acaudalada, tanto por el costo de los ejemplares como por la aprobación requerida de las autoridades coloniales. Era parte de los privilegios reservados a las clases propietarias que en el caso de la familia Bolívar contaba más de trescientos títulos del pensamiento clásico antiguo, medieval y moderno, así como textos narrativos del mundo indígena anterior a la invasión euro-hispana, libros en varios idiomas que pudieron servir de abrevadero al joven Simón3.

Los estudios de historia y cultura clásica adquiridos en Europa le permitieron tener conocimientos generales sobre las sociedades antiguas y modernas, pero también las excursiones que realizó por países europeos ilustrados con los diálogos de su maestro don Simón Rodríguez, a lo que se añadían los inevitables sobre el triunfo de la Revolución francesa. Seguramente dialogaron acerca de las ideas liberales, la crisis del reino español y las interrogan-tes del sistema político-social recién establecido en Francia; allí donde la República había liberado al siervo de las ataduras me-dievales y dado protagonismo al pueblo con derechos políticos, y sobre cómo en “nuestra América”, sin la raigambre de la nobleza

3 Manuel Pérez Vila, La formación intelectual del Libertador, pp. 193-215.

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peninsular, se podía avanzar a ese modelo si se educaba al pueblo y se transformaba con símbolos, normas y usos republicanos.

El Libertador solía referir en cartas, documentos y discursos nombres y obras de grandes gobernantes, pensadores, legisladores y sabios de la antigüedad griega y romana, así como de clásicos modernos; de ellos probablemente fueron Rousseau con sus obras Emilio, o la educación y El contrato social, y el barón de Montes-quieu con Del espíritu de las leyes, quienes más lo influyeron para la creación de leyes destinadas a los pueblos de “nuestra Améri-ca”; en ellas encontró ideas para el proyecto constitucional que presentó al Congreso de 1819, en cuyo texto propuso un cuarto poder público con el propósito de estimular los valores y virtudes públicas que fortalecieran las relaciones de respeto y convivencia de nuevos republicanos. Montesquieu planteaba en una de sus ideas sobre la democracia como principio político: “No hace falta mucha probidad para que se mantengan un poder monárquico o un poder despótico. La fuerza de las leyes en el uno, el brazo del príncipe en el otro, lo ordena y lo contienen todo. Pero en un Estado popular no basta la vigencia de las leyes ni el brazo del príncipe siempre levantado; se necesita un resorte más, que es la virtud”4.

La virtud fue postulada por Bolívar a través del Poder Moral. La propuso como una de las bases fundamentales de su proyec-to republicano y en ella depositó la confianza para promover en el pueblo elevados valores de civilidad para el buen proceder y el cumplimiento de deberes, aunque este no fuera grato ni estuviera previsto en la ley escrita; la virtud como mecanismo capaz de esti-mular en el individuo los valores de responsabilidad, respeto, sen-sibilidad y solidaridad necesarios para la convivencia social. Pero debía hacerlo ahora cuando comenzaba a organizarse la Repú-blica, era este el momento para impulsar nuevas cualidades para consolidar las bases sociojurídicas de la naciente República. Así lo recomendaba Juan Jacobo Rousseau: “… La mayoría de los pue-blos, como ocurre con los hombres, son dóciles en su juventud;

4 Barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes, tomo 1, p. 28.

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en la vejez conviértense en algo incorregible. Una vez adquiridas las costumbres y arraigados los prejuicios, es empresa peligrosa y pueril querer reformarlas…”5.

La transición política era difícil, igual que en otros órdenes, sobre todo en lo social porque los antiguos siervos del rey se con-vertirían muy pronto en ciudadanos de la República con derechos y deberes, para lo cual la población no tenía el juicio consistente ni la madurez requerida. En ese propósito era necesario atemperar las ansias seculares de los beneficiarios del sistema que estaba lle-gando a su fin, y al mismo tiempo encauzar las nuevas relaciones con los ciudadanos, como demandaba la norma republicana. El problema adquiría mayores dimensiones por la arraigada sober-bia de la clase esclavista-propietaria y por la sumisión que el látigo del amo había infundido en la población, no obstante la resisten-cia sostenida durante tres siglos de dominio colonial.

En la referida obra de Montesquieu encontró el Libertador de-finiciones importantes:

Hay tres especies de gobiernos: el republicano, el monárquico y el despótico. Para distinguirlos, basta la idea de que ellos tienen las personas menos instruidas. Supongamos tres definiciones, mejor dicho, tres hechos: uno, que “el gobierno republicano es aquel en el que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano; otro, que el gobierno monárquico es aquel en que uno solo gobierna, pero con sujeción a leyes fijas y preestablecidas; y por último, que en el gobierno despótico, el poder también está en uno solo, pero sin ley ni regla, pues gobierna el soberano según su voluntad y sus caprichos”6.

Desde esa perspectiva, en un gobierno republicano y demo-crático el pueblo hecho poder político soberano debe ser objeto y sujeto de esa forma de gobierno. Pero ese sistema exige cono-cimientos sobre su funcionamiento y la obediencia necesaria a la ley, porque al mismo tiempo que otorga derechos, exige

5 J. J. Rousseau, El contrato social, pp. 92-93. 6 Barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes, tomo 1, p. 11.

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obligaciones y ambos eran desconocidos por la mayoría de la po-blación. Fue para ese cuadro de circunstancias que Montesquieu planteó la virtud como necesidad ineludible, así como la adverten-cia de que un pueblo sin virtud haría fracasar la República:

Cuando la virtud desaparece, la ambición entra en los corazones que pueden recibirla y la avaricia en todos los corazones. Los deseos cam-bian de objeto: se deja de amar lo que se amó, no se apetece lo que se apetecía; se había sido libre con las leyes y se quiere serlo contra ellas; cada ciudadano es como un esclavo prófugo; cambia hasta el sentido y el valor de las palabras; a lo que era respeto se le llama miedo, avari-cia a la frugalidad. En otros tiempos, las riquezas de los particulares formaban el tesoro público; ahora es el tesoro público patrimonio de los particulares. La república es un despojo, y su fuerza no es ya más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos7.

De ese modo el propio ciudadano debía ser vigilante de la recti-tud y promotor de las virtudes cívicas para consolidar la República y vivir en las condiciones provechosas que esa forma política y social ofrecía.

EL PROYECTO DEL PODER MORAL Y LA POBLACIÓN

El Libertador redactó el proyecto de Constitución para la nueva realidad político-social que comenzaba a perfilarse cuando la lucha por la independencia anunciaba el fin de la dominación colonial. Asumió la tarea de estadista planteando la organización institucional con soluciones al complejo problema de ensamblar grupos minoritarios cultos y opulentos con las grandes mayorías míseras o escasas de bienes, bisoñas en el ejercicio de la libertad, la igualdad ante la ley y otros derechos civiles republicanos.

La organización política de la nación era requisito insoslayable para el proyecto constitucional que el Libertador proponía a los diputados y al pueblo venezolano. La población venezolana era

7 Montesquieu, op. cit., pp. 30-31.

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étnica y socialmente heterogénea en elevados porcentajes, según datos que muestran la estructura social de clases y castas en la primera década del siglo XIX: el 1% era blanca criolla, 10% penin-sulares, blancos criollos, canarios y pardos; 22% pardos, mulatos, zambos, blancos de orilla, negros libres y mestizos, 49% manu-misos, negros libres, mulatos, zambos, mestizos, indios libres e indios tributarios, y 18% negros esclavos, esclavos mulatos y zambos, negros cimarrones, indios y peones mestizos ilegalmente esclavizados8.

La gran mayoría de esa población era iletrada, carecía de la instrucción que se requiere para el desempeño en la vida pública con las obligaciones que impone la condición de ciudadano; igno-raba la necesidad y beneficios de la ley para convivir en sociedad, poco o nada sabía de los derechos políticos y civiles, ni de deberes y obligaciones con la República. Su vida se había resumido hasta ahora al trabajo recio de la agricultura o la minería y debía ser for-mada y acreditada para desenvolverse en la vida con los derechos y deberes que pautaban las leyes.

Sobre esa condición de la población venezolana, escribió al editor de la Gaceta Real de Jamaica en septiembre de 1815:

Los más de los políticos europeos y americanos que han pre-visto la independencia del Nuevo Mundo, han presentido que la mayor dificultad para obtenerla, consiste en la diferencia de las castas que componen la población de este inmenso país. Yo me aventuro a examinar esta cuestión, aplicando reglas diferentes, de-ducidas de los conocimientos positivos, de la experiencia que nos ha suministrado el curso de nuestra revolución9.

Creía en las posibilidades de formar ciudadanos mediante una sistemática educación dirigida a las mayorías, atendiendo a sus propias especificidades, tal como lo aseguró en cartas y discursos.

8 Federico Brito Figueroa, Historia económica y social de Venezuela, tomo IV, p. 1220.

9 Simón Bolívar. Señor Redactor o Editor de la Gaceta Real de Jamaica. En: Simón Bolívar, Obras completas, tomo I, p. 178.

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Tras la búsqueda de soluciones exploró en los anales históri-cos la organización de instituciones creadas por civilizaciones antiguas y modernas, de las cuales extrajo ideas que expuso como argumento del proyecto constitucional presentado a los congre-sistas de 1819. Consciente de la enorme heterogeneidad social y las diferencias económico-culturales, ajustó el proyecto del nuevo código de leyes a lo sustancial de aquellos venezolanos, tal como lo expresó en el afamado Discurso de 1819:

Para sacar de este caos nuestra naciente República, todas nuestras facultades morales no serán bastantes, si no fundimos la masa del pueblo en un todo: la composición del pueblo en un todo; la legis-lación en un todo; y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros Ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla; nuestra Constitución ha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos; nuestras Leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemos un Templo a la Justicia; y bajo los auspicios de su Santa ins-piración, dictemos un Código de Leyes Venezolanas…10.

Creía el Libertador que la firmeza de la República estaría en la inclusión de toda la nación venezolana, pero aquel pueblo –es necesario repetirlo–, que carecía de los valores cívicos, debía ser amalgamado para compactarlo y superar prejuicios de origen racial:

Séame permitido llamar la atención del Congreso sobre una mate-ria que puede ser de una importancia vital. Tengamos presente que nuestro Pueblo no es el Europeo, ni el Americano del Norte: que más

10 Simón Bolívar. Discurso pronunciado por el Libertador ante el Con-greso de Angostura el 15 de febrero, día de su instalación, en op. cit., tomo III, pp. 691-692.

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bien es un compuesto de África y América que una emanación de Europa…11.

Establecer un proyecto republicano moderno era difícil por las exigencias de madurez política y ciudadana que requería la nación entera. A comienzos del siglo XIX, ya en tiempos modernos, solo se conocía la experiencia republicana de Francia y el modelo de Estados Unidos; en África prevalecían las formas tribales y en Asia los despotismos; en Europa las rémoras medievales monár-quicas continuaban enfrentando los avances históricos. Bolívar planteó la forma republicana para los Estados que surgían y aspi-raban organizarse en el modelo más avanzado cuando concluyera el dominio colonial, y a esos fines consideró necesaria aunque insuficiente la educación formal; por ello decidió complementar la formación ciudadana con la instrucción moral que fomentara las virtudes públicas, así como le manifestó a don Guillermo White:

… yo tengo muy poca confianza en la moral de nuestros ciudadanos, y sin moral republicana, no puede haber gobierno libre. Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto poder que críe los hombres en la virtud y los mantenga en ella…12.

Convencido de esas necesidades para la naciente República, se propuso subsanar la carencia de valores ciudadanos y de otros valores vinculados a la relación entre los seres humanos (solida-ridad, gratitud, respeto, fraternidad, educación, etc.), mediante el aprendizaje de vigorosos valores morales que fortalecieran la conciencia respecto a deberes y derechos. Sin embargo, Bolívar presentía los recelos al establecimiento de normas morales por la severidad que implicaban, pero animado por las experiencias históricas se decidió a proponer sus ideas convencido que tal

11 Ibidem, p. 682.12 “Simón Bolívar a Don Guillermo White”, San Cristóbal, 26 de mayo de

1820, en: Ibidem, tomo I. pp. 442-443.

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rigor era necesario. Esperaba la aceptación como una cuestión de tiempo y praxis:

… Los establecimientos de los antiguos nos prueban que los hombres pueden ser regidos por los preceptos más severos. Todo el cuerpo de la historia manifiesta, que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de ellos, y a cuanto una fuerte magistratura les aplique…13.

La República ideada debía ser sólida por sus virtudes, y sus instituciones la harían respetable ante las demás naciones libres por la conciencia de sus valores que la harían merecedora de esos reconocimientos. Así aspiraba que la población se formara con un carácter consistente al tiempo que fortalecía la República a través de medios rigurosos y severos, tal como lo expuso en el Discurso de Angostura:

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido con la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la obscura antigüedad, y de aquellas olvidadas Leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los Griegos y Romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio, mas no es imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz14.

En su Discurso de 1819 dijo a los diputados que el Poder Moral sería importante en el éxito de la nueva República, que se encarga-ría de impulsar y desarrollar la virtud entre los ciudadanos y pro-mover el bien común, el orden y el respeto entre la gente. Se refería a ilustrados, es decir: ciudadanos educados y con conocimientos

13 Ibidem, p. 443.14 Simón Bolívar, “Discurso pronunciado por el Libertador ante el Con-

greso de Angostura el 15 de febrero, día de su instalación”, en Ibidem, tomo III, p. 693.

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para mejorar el estado social de aquella nueva realidad política y social: “… Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados cons-tituyen las Repúblicas!”15.

La República a fundarse tenía que incluir a las “clases viles y baxas” que eran los más necesitados de esos valores. Pardos, negros libres, indios y mestizos en general habían estado someti-dos a la ignorancia y al aislamiento moral y espiritual:

No tiene noción de lo que puede ser la patria, la familia o la religión. Es un grupo que en teoría es humano, pero en la práctica se conside-ra como animal, o como intermedio entre la bestia y el hombre. Ven al blanco con el odio de la inferioridad forzada. Por generaciones han tenido que doblegarse a los caprichos más pequeños de sus amos y al látigo, material o moral de sus capataces…16.

Formaban la gran mayoría de la población que el Libertador había reconocido como sujetos del nuevo orden político en el modelo republicano, y para ellos pedía a los congresistas:

Meditad bien vuestra elección Legisladores. No olvidéis que vais a echar los fundamentos a un Pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que le espera…17.

Los luchadores por la independencia debían consolidar la República implantando valores republicanos para ilustrar a “las clases viles y baxas” y para amortiguar las bravezas de la aristocra-cia territorial ansiosa de tener bajo control el poder. Solo educan-do a las mayorías habría posibilidad de consolidar una nación de

15 Ibidem, p. 684.16 Juan Úslar Pietri, Historia de la rebelión popular de 1814, p. 17.17 Simón Bolívar, op. cit., tomo III, p. 678.

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repúblicos que sirviera a todos. Así lo recordó a los representantes en el referido Discurso de Angostura:

Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores…18.

Había llegado a esas conclusiones durante su exilio en Jamaica, persuadido ya de que la inmensa mayoría de nuestros pueblos se encontraban desprovistos del entendimiento cívico, y que poco útil sería la independencia si no se cultivaban valores patrióticos para administrar gobierno, potestades y responsabilidades de manera recta y justa. En la célebre Carta enviada en Jamaica a su editor le había informado:

… así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrática y federal para nuestros nacientes estados. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte [de Estados Unidos], los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina…19.

A los congresistas de 1819 les recordó que algunas causas de la confusión dominante desde el comienzo del proyecto republicano se debían a que:

… nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra exis-tencia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanta más

18 Ibidem, p. 677.19 Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla.

En: Simón Bolívar, op. cit., tomo I, p. 168.

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dificultad para alcanzar la Libertad cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la Libertad, sino también la tiranía activa y domés-tica…20.

En este sentido planteaba que el gobierno de Venezuela debía ser republicano, pero advertía que las debilidades de ese sistema se debían equilibrar con instituciones fuertes. Recordaba como ejemplos el modelo de la antigua República de Atenas, donde surgió la forma política democrática y la estableció de manera absoluta, pero apenas duró unos diez años. Y Solón, su creador, reconoció la fragilidad de ese modelo así como la dificultad para dirigir a los hombres a través de simples leyes; mientras que Esparta, legislada con severa rigurosidad por Licurgo, alcanzó gloria, virtud y relevante moral.

Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero, son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de Libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos: porque son los Pueblos más bien que los Gobiernos los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación, los hace insen-sibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la Libertad, bajo la tutela de las Leyes dictadas por su propia voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad21.

De esas opiniones y criterios se puede deducir que el Liberta-dor quería el modelo democrático y republicano como sistema para nuestra nación, aunque desconfiaba de su firmeza si solo se iba a sostener en leyes ordinarias, porque la historia mostraba fracasos desde la antigüedad. Se requerían otros factores más

20 Simón Bolívar, “Discurso pronunciado por el Libertador ante el Con-greso de Angostura el 15 de febrero, día de su instalación”, en Ibidem, tomo III, p. 697.

21 Ibidem, p. 679.

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eficientes y vigorosos que formaran parte del razonamiento de cada persona, como anudado a su ser personal, más allá de toda ley.

VALORES SOCIALES EN LA ANTIGÜEDAD GRIEGA Y ROMANA

El Poder Moral del Libertador estaba dirigido principalmente al problema de “la cosa pública”, aunque también lo ideó para orientar la rectitud personal en la vida cotidiana. La virtud para el respeto escrupuloso de toda pertenencia del patrimonio republi-cano y la honestidad en la administración de lo público colocado en manos de un funcionario. Esa responsabilidad en mucho se articulaba con los valores personales de cada individuo que se ex-tendía a las relaciones humanas y en lo cotidiano y familiar.

No proponía una moral pacata para invadir la intimidad, sino para cuidar lo público y la conducta personal que pudiera afectar la solidaridad humana y las relaciones fraternales. No se trataba de pruritos ridículos que impusieran normas triviales o pretensiones de santificar la sociedad, sino de compactar en un todo los valores de honestidad y dignidad; era la moral como norma de pulcritud en la ética del administrador y del gobernante y al desarrollo de virtudes y valores para la convivencia, que en mucho dependía de la fortaleza moral, el decoro y la decencia de la persona.

De ese modo la nación venezolana podría mostrar a las demás naciones que su lucha por la independencia se sustentaba también en los propósitos de una nación que se disponía a practicar valores cívicos como en las más avanzadas, en la posibilidad para formar parte de las naciones cultas y que podía establecer trato con otros pueblos en condición de nación independiente y Estado soberano.

El Libertador ideó el Poder Moral formado por dos cámaras reunidas en un solo cuerpo denominado Areópago, como parte de una novedosa propuesta constitucional de cuatro poderes que su-peraba el modelo del barón de Montesquieu. Introducía como in-novación para nuestras realidades hispanoamericanas la Cámara de Moral y la Cámara de Educación reunidas en el Areópago, cada

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Discurso de Angostura

una con trece artículos que establecían sus funciones. Lo propuso en los siguientes términos:

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la obscura antigüedad, y de aquellas olvidadas Leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los Griegos y Romanos…22.

Sabía que los diputados podían considerarla una fantasía con pocas posibilidades de ser aplicada en aquellas condiciones, pero él, que conocía la historia y lo que en otras civilizaciones habían vivido los pueblos, propuso el Poder Moral como una posibilidad para el nuevo Estado:

… Tomemos de Atenas su Areópago, y los guardianes de las costum-bres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos y haciendo una santa alianza de estas instituciones mora-les, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso (…). Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos, y formando de estos tres ma-nantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral Republicana…23.

Y adelantándose al pesimismo de los congresistas les advirtió: “… Bien puede ser tenido por un cándido delirio mas no es impo-sible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensa-miento que mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz”24.

22 Ibidem, p. 693.23 Ibidem, p. 692.24 Ibidem, p. 693.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

CATÓN “EL VIEJO”: CENSOR EN LA REPÚBLICA ROMANA

También encontró el Libertador causa y razón para el Poder Moral en la República oligárquica de Roma. En sus tiempos exis-tió la figura del censor, entre los cuales fue célebre Marco Poncio Catón, llamado Catón el Viejo, político y militar recordado por el celo de moral puesto en la cosa pública, por su defensa estricta de las tradiciones romanas ante los excesos de las clases ricas ro-manas, empeñadas en ostentar modas y usos foráneos, principal-mente helenísticos, persas y asiáticos que desde finales del siglo IV habían introducido cambios en el vestido, vajillas, sobrenombres, utilería doméstica, arquitectura, idioma griego, corte de barba, ca-bello, y en la pintura y la escultura realizadas a la manera griega, y hasta algunas figuras mítico-religiosas adoptadas para los rituales.

Esas novedades fueron adoptadas por las clases acomodadas, pero en poco tiempo se extendieron a los sectores bajos de la sociedad, y repercutieron nocivamente en el carácter natural del romano, hasta alcanzar los hábitos culinarios tradicionales. Los nobles romanos se rodearon de artistas, músicos y actores griegos; libros, vestidos, decoraciones, esculturas, muebles y vocablos tenían el mismo origen, igual que las festividades en honor a Apolo. Se practicaban orgías con desmesurado consumo de vino y juegos, bailes con danzas y bailarinas griegas.

Las antiguas tradiciones de modestia, recato, honestidad y respeto, y otras de carácter familiar y social, se deformaron hasta arruinar el pudor y la decencia que habían caracterizado los va-lores de alta estimación en el patriciado romano. Esos cambios originaron modificaciones sustanciales en la sicología global de la sociedad expresada en el advenimiento de una nueva época que ponía en riesgo la autenticidad y soberanía de Roma. En el seno de la familia surgieron fenómenos extraños y singulares con el de-bilitamiento de la autoridad que ejercía el pater familias, haciendo aumentar los divorcios y disminuir los matrimonios. Las bases sociales se debilitaron en medio de una tenaz lucha entre las viejas tradiciones y las nuevas modalidades.

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Discurso de Angostura

Esos conflictos fueron estudiados y calculados por el Liberta-dor para prevenir situaciones similares en las nuevas realidades sociopolíticas de los nacientes Estados. Por esa razón extendió los principios de la virtud, la instrucción ciudadana, la formación personal y la rectitud en la relación familiar en la Cámara de Edu-cación.

EL AREÓPAGO Y LAS CÁMARAS DE MORAL Y EDUCACIÓN

El presidente del Areópago sería nombrado por el Senado de entre doce candidatos “de los más virtuosos ciudadanos de la República” (art. 4.o), que contaran treinta y cinco años de edad cumplidos. Quienes de ellos ejercieren como areopagita durante veinticinco años, se jubilarían con el título de Padre Benemérito de la Patria. Sus personas serían sagradas y “las autoridades de la República, los Tribunales y corporaciones les tributarán un res-peto filial” (art. 7.o). El cargo de presidente y los demás miembros solo se perdía por muerte o destitución; en este último caso solo podía sancionarlo el mismo Areópago, caso en el cual la corpora-ción se vestiría de luto durante tres días y el asiento del destituido se cubriría durante cincuenta años con un paño negro que llevaría escrito su nombre en letras blancas.

Como función suya (arts. 16.o-1.o), el Areópago en Cámara conjunta designaría los veinte miembros de cada Cámara, y elegiría de entre ellos al presidente cuando no lo hiciere el presi-dente del Areópago; a su cargo estaría anunciar la destitución y nombramiento de nuevos miembros; la distribución de premios a ciudadanos distinguidos por las virtudes y patriotismo, así como el despojo a quienes se hicieren indignos de poseerlos. Declara-ría virtuoso héroe a quienes merecieran ese reconocimiento, que sería condición determinante para que el Congreso pudiera de-cretar estatuas o monumentos a toda persona.

La Cámara de Moral se encargaría de orientar la opinión pú-blica moral, castigar los vicios y premiar las virtudes públicas con honores y gloria. “Los actos singulares no son de su inspección, a

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

menos que sean tan extraordinarios, que puedan influir en bien o en mal sobre la moral pública” (art. 2.o). Sus juicios no tendrían apelación y quedaban dependiendo de la opinión y la posteridad; “no admite en sus juicios otro acusador que el escándalo, ni otro abogado que el buen crédito” (art. 3.o). La familia, los departamen-tos, las provincias, las corporaciones, los tribunales, las autori-dades y la misma República, pero también el Gobierno quedaba sometido a su autoridad y podría declararlo indigno “si quebranta los tratados o los tergiversa, si viola alguna capitulación o falta a algún empeño o promesa” (art. 4.o). Igualmente quedaban sujetos las obras morales, periódicos y escritos: “La política no le concier-ne sino en sus relaciones con la moral” (art. 5.o), y su jurisdicción también se extendía a lo expresado oralmente, a la declamación y al canto en público. Cuando censuraba no se dirigía nunca a per-sonas o corporaciones sino al público. En el artículo 8.o ordenaba que tanto la gratitud pública, los tratados internacionales las capi-tulaciones y la legalidad en el comercio, debían ser de escrupulosa vigilancia de esta Cámara. Y que la ingratitud, el desacato a los padres, maridos, ancianos, institutores, magistrados y ciudadanos virtuosos, o faltas a la palabra y la insensibilidad, fueran materia de esta Cámara según preveía el artículo 9.o; y el 10.o preveía la creación de una “policía moral” formada por censores a quienes por su eficacia se les otorgaría el título de “Catón”.

Esas referencias sobre virtudes y vicios que anualmente serían registradas y publicadas por la Cámara de Moral, serían consulta-das para elecciones y nombramientos de Colegios Electorales, el presidente de la República y el Congreso, así como para descartar a los viciosos; y finalmente, las mujeres quedaban sujetas a la com-petencia de la Cámara y recibirían premios o castigos según sus cualidades.

La Cámara de Educación, según establecían los artículos 1.o, 2.o, 3.o y 4.o, se encargaría de la educación física y moral de los niños hasta cumplir doce años, para lo cual se requeriría del auxilio de las madres, y bajo sus instrucciones estaría la recomen-dación de las obras extranjeras más apropiadas a esos propósitos; igualmente tendría a su cargo estimular la publicación de obras

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Discurso de Angostura

adecuadas a los usos y costumbres. “Al efecto de adquirirlos –dice el artículo 6.o–, comisionará, pues, hombres celosos, instruidos y despreocupados que viajen, inquieran por todo el mundo y ateso-ren toda especie de conocimientos sobre la materia”. El artículo 7.o disponía que la organización de las escuelas primarias de niños y niñas estaría a cargo de esta Cámara, “cuidando que se les enseñe a pronunciar, leer y escribir correctamente, las reglas más usuales de la aritmética y los principios de la gramática”, así como en los derechos y deberes del ciudadano, y que les inspiren sentimientos de honor, probidad y amor a la Patria. También fijaría los colegios que se debían construir y en cuáles provincias, departamentos y parroquias, cuyo director sería un institutor nombrado por la Cámara y su mujer sería la institutriz de las niñas. Formaría el reglamento de organización y policía. La Cámara publicaría cada año los nacidos y muertos, sus características físicas recurriendo a información de institutores, curas, médicos, agentes departamen-tales y autoridades; además “dirigirá la opinión pública en las ma-terias literarias mientras se establece el Instituto Filosófico y hará examinar las obras publicadas sobre cualquier aspecto, cuyo juicio se publicará en el Monitor del Areópago.

DESAPROBADO EL PODER MORAL POR EL CONGRESO

El Congreso no aprobó la propuesta del Poder Moral. Algu-nos diputados lo consideraron “como la idea más feliz y la más propia a influir en la perfección de las Instituciones Sociales”; otros lo vieron “… como una inquisición moral no menos funes-ta ni menos horrible que la religiosa, y por todos como de muy difícil establecimiento y en los tiempos presentes absolutamente impracticable. Prevaleció después de largos debates el parecer de que en la infancia de nuestra Política, y tratándose de objetos tan interesantes al Estado y aun a la humanidad, no debíamos formar de nuestras teorías y raciocinios en pro ni en contra del Proyec-to –que convenía consultar la opinión de los sabios de todos los países por medio de la imprenta– hacer algunos ensayos parciales y reunir hechos, que comprobasen las ventajas ó los perjuicios de

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

esta nueva Institución, para en su vista proceder a la ejecución y rechazarla”.

Las Actas del Congreso de Angostura no registran debates sobre el Poder Moral; la materia aparentemente no fue discutida con el interés de otros aspectos de la Constitución. Solo en el Acta 125 de la sesión del 23 de julio de 1819, se refiere la asistencia del presidente Roscio y diecinueve diputados más que acordaron lo siguiente: “Considerada la utilidad del establecimiento del Poder Moral de que trata el proyecto de Constitución bajo el título 9°, se deliberó quede por apéndice para que se verifique en circunstan-cias más favorables, como lo desea el Congreso”.

Algunas opiniones expresadas por importantes autores que se mencionan a continuación pueden contribuir a comprender mejor el proyecto moral. Ramón Díaz Sánchez –historiador venezolano– apreció rasgos socialistas en el proyecto moral del Libertador y consideró que la anarquía y la falta de apoyo fueron las causas del rechazo por los congresistas de Angostura:

Su intención, su finalidad es la misma del socialismo de nuestros días al atribuir al Estado todo el ordenamiento cultural y un severo control de la producción económica. Solo que en su tiempo, deba-tiéndose en el oleaje de las fuerzas disgregativas, su concepción ca-recía de elementos cualitativos en qué apoyarse y del poder material necesario para darle forma concreta.

Novedosa luce la opinión de Díaz Sánchez por la relación con las ideas socialistas de nuestro tiempo, aunque debe recordarse que el socialismo como doctrina política no fue propósito del Li-bertador. Por lo demás es comprensible que la escasez de diversos elementos cualitativos y recursos materiales dificultaran en sumo grado la implantación del Poder Moral. Díaz Sánchez agrega que más allá de una conducta educativa y administrativa, en esta idea el Libertador sintetizó “todo un programa de proyección sociológica”.

Rufino Blanco-Fombona, historiador bolivariano, quien daba por seguro que el Libertador solo empleaba el rigor si era política-mente necesario, dejó la siguiente opinión del malogrado proyecto:

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Discurso de Angostura

Bolívar había ascendido, en el osado vuelo de su espíritu, a lo más alto a donde puede aspirar un filósofo: a crear una nueva moral o a dar nuevos fundamentos a la moral existente. Trató de introducir un vigoroso deber de Patria y fuertes sanciones colaterales en la nueva moral. / Su proyecto del Poder Moral, expuesto caudalosa y clara-mente muchos años atrás, no obedece a otra cosa; pero se encontró con que sus compatriotas, archiconservadores, se opusieron rotun-dos y el proyecto no pasó en el Congreso. Lo que el Libertador había querido ir sustituyendo de espíritu religioso en la moral antigua, con un espíritu de patriotismo y exigentes deberes en la nueva moral, sus compatriotas adscritos a la tradición, aunque ellos se creyesen tre-mendos y radicales revolucionarios, no lo aceptaron…

La inspirada opinión de Blanco-Fombona expresa en el fondo lo que Bolívar planteaba: una vigorosa y patriótica moral republi-cana; y advierte que con ello trataba de crear un nuevo concepto de este valor, así como fortalecer la noción moral existente, lo cual induce a reflexionar sobre la permisiva moral pública de la alta sociedad colonial, la cual conocía muy bien Bolívar por ser uno de ellos.

Armando Rojas afirma que el Libertador proponía aplicar en nuestros países las experiencias de sociedades antiguas que habían corregido fallas de sus leyes, pero, en nuestro caso, Bolívar tomaba en cuenta las condiciones de nuestra sociedad:

Quería Bolívar dotar a Venezuela de un código en el que se fundiera la sabiduría y las experiencias de otras naciones. De una Constitu-ción que tuviera en cuenta los principios formulados por la Ciencia Política de los más avanzados y contemplara al mismo tiempo, como premisa fundamental, las condiciones específicas de nuestros medios…

Rojas confiere al proyecto bolivariano un sabio propósito al intentar ensayar y ensamblar experiencias antiguas con principios

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

de los países más adelantados en las nuevas repúblicas, tomando en cuenta los caracteres y las condiciones de nuestras realidades.

Para el historiador José Luis Salcedo Bastardo, apasionado bo-livariano, el Poder Moral luce como producto de un superhombre:

… La idea de semejante estructura se comprende por la tendencia organizadora y centralista de Bolívar; su afán aquí es reunir y unifor-mar lo que existe fragmentado en la sociedad: toda sociedad posee tácitamente un Poder Moral; (…) su utopía es querer colocar la acción moral bajo la inspiración nacional, y fundir en un solo cuerpo de categoría pública suprema las diversas instituciones en las cuales existe y siempre ha estado disuelto este Poder, tales como las leyes sobre instrucción, institutos educacionales, fomento de la cultura, castigo del vicio y del delito, premio y estímulo al mérito, así como la opinión pública y otros controles sociales convergentes.

Salcedo Bastardo considera al Libertador como máximo idea-lista por la creación del proyecto moral: “propio de un poeta de platónica estirpe ese fruto, inaccesible para la sindéresis barata del común”, afirma que su deseo era colocar el comportamiento moral bajo la inspiración nacional, y agrega que:

El Poder Moral desmiente a quienes han querido hacer de Bolívar un ordinario positivista sometido a las peores determinaciones his-tóricas, despreciador y negador de todo ideal de excelencia política, incapaz de soñar y de levantarse sobre su circunstancia, heraldo de autocracias y tiranías, escéptico ante las obras más perfectas del inte-lectualismo político…

Para el escritor francés Marius André –quien parece ser alu-dido por el historiador Salcedo Bastardo en la cita anterior–, el Poder Moral fue el “gran error político de Bolívar”, y reclama que el Estado “no es quién para legislar sobre cuestiones morales ni decretar la virtud y obligar a sus contribuyentes a que la cum-plan…”. André adversó el proyecto y juzgó innecesario que Bolívar buscara paradigmas en la antigüedad, ya que, a su entender, tanto

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Discurso de Angostura

el régimen de Calvino en Ginebra, como el establecido por los pu-ritanos ingleses –cuáqueros– en Norteamérica al huir de la perse-cución religiosa, fueron modelos de formas despóticas, y critica a Bolívar haberse propuesto restaurar un orden inquisitorial recién derogado por la Iglesia:

Con la mejor intención del mundo y sin más deseos que proteger el reinado de la virtud y de la libertad en toda América, Bolívar acaba de forjar el peor instrumento de opresión; cree pisar las sendas del progreso y consagra una represión; para elaborar un porvenir dicho-so vuelve la vista a un pasado que el cristianismo acaba de abolir.

André rechaza el Poder Moral porque aprecia en sus propósi-tos una especie de tribunal inquisidor, una idea regresiva, “… un salto hacia atrás en más de veinte siglos: el sistema teológico mi-litar que dominó con toda la antigüedad, pero sin las ventajas de organización de esas sociedades antiguas”.

El mismo Libertador Simón Bolívar opinó sobre los objetivos de su proyecto moral, en carta enviada desde Guayaquil el 15 de junio de 1823 a don Rafael Arboleda, director del periódico El Fósforo, en el cual se criticaba la decisión de los congresistas de Angostura y el juicio que emitían en el Apéndice de la Constitu-ción sancionada:

Ha dicho muy bien “El Fósforo”, número 16, que no hay inquisición en aquel establecimiento porque es el escándalo el que acusa, y el escándalo es la voz pública horrorizada del crimen, y por lo mismo, no hay tal inquisición. Defienda Ud., mi querido amigo, mi Poder Moral: yo mismo que soy su autor no espero para ser bueno sino que haya un tribunal que condene lo que las leyes no pueden impedir; quiero decir, que mis propias flaquezas no esperan para corregirse sino un tribunal que me avergüence. Este móvil de la vergüenza es el infierno de los despreocupados y de los que se llaman filósofos y hombres de mundo. La religión ha perdido mucho su imperio, y quizá no lo recobrará en mucho tiempo, porque las costumbres están en oposición con las doctrinas sagradas…

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

De ese modo defendía el Libertador la idea ofrecida en el pro-yecto de 1819. Grandes debían ser sus temores acerca del estado moral de la sociedad de la época y sobre todo de quienes des-puntaban como futuros dirigentes, porque al mismo destinatario agregó de manera pesimista:

… si un nuevo sistema de penas y castigos, de culpas y delitos, no se establece en la sociedad para mejorar nuestra moral, probablemente marcharemos al galope hacia la disolución universal (…). La religión tiene mil indulgencias con el malvado, la filosofía ofrece muchos sistemas encontrados que favorecen alternativamente los vicios: la una tiene leyes y tribunales estables; pero la otra no tiene más que profesores sin códigos y sin establecimientos fijos y autorizados por ninguna institución política. De aquí deduzco yo que debemos buscar un medio entre dos extremos creando un instituto autorizado por las leyes fundamentales y por la fuerza irresistible de la opinión.

Más que paternalista, Bolívar luce como un orfebre de ideas novedosas, y para llevar las a cabo en beneficio de la consolidación del proyecto republicano podía acudir a recursos extremos, tal como le dice a don Guillermo White en la carta referida en párra-fos anteriores:

Todo el cuerpo de la historia manifiesta, que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de ellos, y a cuanto una fuerte magistratura les aplique (…). ¡A qué no se han so-metido los hombres! ¿A qué no se someterán aún? Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y, por consiguiente, felices…

Basta revisar los documentos epistolares del Libertador para constatar su insistencia en la idea moral, entendida como probi-dad en el manejo de los asuntos públicos y en el recto proceder del ciudadano. En ese sentido la moral era fundamental para el éxito de las nuevas relaciones políticas y sociales.

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Discurso de Angostura

EL PODER MORAL

SECCIÓN 1.a

De la composición, elección, duración,Prerrogativas y funciones de este Poder

Art. 1.o El Poder Moral de la República reside en un cuerpo compuesto de un presidente y cuarenta miembros, que bajo la de-nominación de Areópago, ejerce una autoridad plena e indepen-diente sobre las costumbres públicas y sobre la primera educación.

Art. 2.o El Areópago se compone de dos Cámaras:Primera: De MoralSegunda: De EducaciónArt. 3.o El Congreso nombra a pluralidad de votos por esta

primera vez, los miembros que deben componer el Areópago, escogiéndolos entre los padres de familia que más se hayan dis-tinguido en la educación de sus hijos, y muy particularmente en el ejercicio de las virtudes públicas. Constituido una vez el Areópa-go, provee él mismo las plazas que vaquen.

Art. 4.o El presidente del Areópago será nombrado siempre por el Senado, en dos listas, cada una de doce candidatos de los más virtuosos ciudadanos de la República, una presentada por la Cámara de Representantes y otra por el Presidente de la Repúbli-ca. Se necesita una mayoría de las dos terceras partes de los miem-bros presentes en el Senado para esta elección.

Art. 5.o Para ser miembro del Areópago se necesita, además de las virtudes públicas, la edad de treinta y cinco años cumplidos.

Art. 6.o El que ejerciere por veinticinco años las funciones de areopagita, se publicará con el título de padre benemérito de la patria, conservando hasta su muerte el derecho y no la obligación de asistir y votar.

Art. 7.o Los miembros del Areópago se titularán padres de la patria, sus personas son sagradas, y todas las autoridades de la República, los tribunales y corporaciones les tributarán un respeto filial.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Art. 8.o La instalación del Areópago se hará con una celebridad extraordinaria, con ceremonias y demostraciones propias para inspirar la más alta y religiosa idea de su institución, y con fiestas en toda la República.

Art. 9.o El Congreso reglará por una acta especial los honores que deben hacerse al Areópago, la presencia que le corresponda en las fiestas y actos públicos, su traje, sus insignias y cuanto con-cierne al esplendor de que debe estar revestido este Poder Moral.

Art. 10.o La dignidad del Presidente y miembros del Areópago no se pierde sino por muerte o destitución.

Art. 11.o Ningún miembro del Areópago puede ser destituido sino por el mismo cuerpo.

Art. 12.o Siendo el Areópago un cuerpo esencialmente irre-prensible y santo, todo buen ciudadano debe manifestarle los defectos que se notaren en sus miembros, y el Areópago deberá destituirlos por cualquiera causa que les haga desmerecer la vene-ración pública.

Art. 13.o Cuando algún miembro del Areópago se hubiere hecho reprensible, y el cuerpo se descuidase en destituirlo, el Go-bierno deberá invitarlo hasta por segunda vez a que lo haga, y no verificándolo, informará al Senado. Si el Senado no reconoce en el acusado las virtudes necesarias a un padre de la patria, pronuncia-rá que el Areópago debe destituirlo.

Art. 14.o Cuando el Areópago destituyere a alguno de sus miembros, se vestirá de luto por tres días y el asiento que ocupaba el destituido permanecerá cincuenta años cubierto de un paño negro, con su nombre escrito en grandes caracteres blancos.

Art. 15.o Si en un período de doce años diese motivo el Areó-pago para que el Senado intervenga tres veces en la destitución de sus miembros, procederá el Congreso, de oficio, a la renovación del cuerpo como en su primera instalación, y la República entera se vestirá de luto por un mes. Pero en este caso, el Congreso exa-minará las actas y reelegirá necesariamente a aquellos miembros que todas tres veces se hubieren opuesto a la depravación del Areópago.

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Discurso de Angostura

Art. 16.o Las funciones que debe ejercer el Areópago, reunidas sus dos Cámaras en una sola, son:

Primera. Designar los veinte miembros que deben componer cada Cámara, y nombrar de entre éstos el que deba presidirla, cuando no lo haga el presidente del Areópago, que tiene derecho de concurrir y votar en cualquiera de ellas.

Segunda. Pronunciar la destitución de alguno de sus miem-bros, conforme queda establecido, y nombrar los que deben suce-der en las plazas vacantes por muerte o destitución.

Tercera. Nombrar dentro de su seno el secretario o secretarios que juzgue necesarios para sus trabajos y para los de cada Cámara.

Cuarta. Pedir al Congreso los fondos que anualmente sean necesarios para sus gastos y establecimientos, exigir cuentas a sus agentes o empleados de la inversión de ellos, y darla al Congreso.

Quinta. Distribuir premios o coronas cívicas cada año a los ciudadanos que más se hayan distinguido por rasgos eminentes de virtud y patriotismo, y despojar de estos mismos premios a los que después de haberlos obtenido se hayan hecho indignos de llevarlos. Estos se celebrarán en una junta pública con la mayor solemnidad.

Sexta. Declarar eminentemente virtuoso, héroe o grande hombre a los que se hayan hecho dignos de tanta recompensa. Sin que haya precedido esta declaratoria, el Congreso no podrá decretar ni erigir ninguna estatua ni otros monumentos públicos en memoria de nadie.

Séptima. Proclamar con aplausos en las juntas de que se ha ha-blado arriba los nombres de los ciudadanos virtuosos, y las obras maestras de moral y educación. Pregonar con oprobio e ignomi-nia los de los viciosos, y las obras de corrupción y de indecencia; y designar a la veneración pública los institutores e institutrices que hayan hecho mayores adelantamientos en sus colegios.

SECCIÓN 2.a

De las atribuciones especiales de la Cámara de MoralArt. 1.o La Cámara de Moral dirige la opinión moral de toda la

República, castiga los vicios con el oprobio y la infamia, y premia

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

las virtudes públicas con los honores y las glorias. La imprenta es el órgano de sus decisiones.

Art. 2.o Los actos singulares no son de su inspección, a menos que sean tan extraordinarios que puedan influir en bien o en mal sobre la moral pública. Los actos repetidos, que constituyen hábito o costumbre, son los que inmediatamente le competen.

Art. 3.o Su autoridad es independiente y absoluta. No hay ape-lación de sus juicios sino a la opinión y a la posteridad: no admite en sus juicios otro acusador que el escándalo, ni otro abogado que el buen crédito.

Art. 4.o Su jurisdicción se extiende no solamente a los indivi-duos sino a las familias, a los departamentos, a las corporaciones, a los tribunales, a todas las autoridades y aun a la República en cuerpo. Si llegan a desmoralizarse debe delatarlas al mundo entero. El Gobierno mismo le está sujeto, y ella pondrá sobre él una marca de infamia, y lo declarará indigno de la República, si quebranta los tratados o los tergiversa, si viola alguna capitulación o falta a algún empeño o promesa.

Art. 5.o Las obras morales o políticas, los papeles periódicos y cualesquiera otros escritos están sujetos a su censura, que no será sino posterior a su publicación. La política no le concierne sino en sus relaciones con la moral. Su juicio recaerá sobre el aprecio o des-precio que merecen las obras, y se extenderá a declarar si el autor es buen ciudadano, benemérito de la moral o enemigo de ella, y como tal, digno o indigno de pertenecer a una República virtuosa.

Art. 6.o Su jurisdicción abraza no solamente lo que se escribe sobre moral o concerniente a ella, sino también lo que se habla, se declama o se canta en público, siempre para censurarlo y castigar-lo con penas morales, jamás para impedirlo.

Art. 7.o En sus censuras y amonestaciones se dirige siempre al Público, y sólo se entiende con él. No habla ni contesta jamás a los individuos y corporaciones.

Art. 8.o La gratitud pública, la deuda nacional, los tratados, las capitulaciones, la fe del comercio no sólo en sus relaciones, sino en cuanto a la calidad y legitimidad de las mercancías, son objetos

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Discurso de Angostura

especiales sobre que la Cámara debe ejercer la más activa y escru-pulosa vigilancia. En estos ramos cualquiera falta u omisión debe castigarse con un rigor inexorable.

Art. 9.o La ingratitud, el desacato a los padres, a los maridos, a los ancianos, a los institutores, a los magistrados y a los ciuda-danos reconocidos y declarados virtuosos, la falta de palabra en cualquiera materia, la insensibilidad en las desgracias públicas o de los amigos y parientes inmediatos, se recomienda especial-mente a la vigilancia de la Cámara, que podrá castigarlos hasta por un solo acto.

Art. 10.o La Cámara organizará la policía moral, nombrando al efecto cuantos censores juzgue conveniente. Como una recom-pensa de su celo y trabajo recibirá el honroso título de Catón el censor que por sus servicios y virtudes se hiciese digno de él.

Art. 11.o Cada año publicará la Cámara tablas estadísticas de las virtudes y de los vicios, para lo cual todos los tribunales superiores e inferiores le presentarán cuentas exactas y prolijas de todos los pleitos y causas criminales. También publicará cada año listas comparativas de los hombres que se distinguen en el ejercicio de las virtudes públicas, o en la práctica de los vicios públicos.

Art. 12.o El pueblo, los colegios electorales, las municipalida-des, los gobiernos de provincia, el Presidente de la República y el Congreso consultarán estas listas para hacer sus elecciones y nombramientos, y para decretar los honores y recompensas. El ciudadano cuyo nombre se halle inscrito en la lista de los viciosos no podrá ser empleado en ningún ramo del servicio público, ni de ningún modo, y no podrá obtener ninguna recompensa nacio-nal, ningún honor especial, y ni aun una decoración, aquel cuyo nombre no se halle inserto en las listas de los virtuosos, aunque sí podrá ser empleado por el Gobierno.

Art. 13.o Las mujeres, igualmente que los hombres, están sujetas a la jurisdicción de la Cámara y reciben de ella premios o castigos, según su mérito.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

SECCIÓN 3.a

Atribuciones de la Cámara de EducaciónArt. 1.o La Cámara de Educación está encargada de la educa-

ción física y moral de los niños, desde su nacimiento hasta la edad de doce años cumplidos.

Art. 2.o Siendo absolutamente indispensable la cooperación de las madres para la educación de los niños en sus primeros años, y siendo estos los más preciosos para infundirles las primeras ideas y los más expuestos por la delicadeza de sus órganos, la Cámara cuidará muy particularmente de publicar y hacer comu-nes y vulgares en toda la República algunas instrucciones breves y sencillas, acomodadas a la inteligencia de todas las madres de familia sobre uno y otro objeto. Los curas y agentes departamen-tales serán los instrumentos de que se valdrá para esparcir estas instrucciones de modo que no haya una madre que las ignore, de-biendo cada una presentar la que haya recibido y manifestar que la sabe el día que se bautice su hijo o se inscriba en el registro de nacimiento.

Art. 3.o Además de estas instrucciones, la Cámara cuidará de publicar en nuestro idioma las lenguas extranjeras más propias para ilustrar la nación sobre este asunto, haciendo juicio de ellas, y las observaciones o correcciones que convengan.

Art. 4.o Estimará a los sabios y a todos los que escriban y publi-quen obras originales sobre lo mismo, conforme a nuestros usos, costumbres y gobierno.

Art. 5.o Como la Cámara misma recogerá dentro de poco tiempo mejor que nadie todos los datos y conocimientos nece-sarios para semejantes obras, compondrá y publicará alguna que sirva a la vez de estímulo para que se ocupen otros de este trabajo, y de ilustración para todos.

Art. 6.o No perdonará medio ni ahorrará gasto ni sacrificio que pueda proporcionarle estos conocimientos. Al efecto de adqui-rirlos comisionará, pues, hombres celosos, instruidos y despreo-cupados que viajen, inquieran por todo el mundo y atesoren toda especie de conocimiento sobre la materia.

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Discurso de Angostura

Art. 7.o Pertenece exclusivamente a la Cámara establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de niñas, cuidando que se les enseñe a pronunciar, leer y escribir co-rrectamente las reglas más usuales de la aritmética y los principios de la gramática, que se les instruya en los derechos y deberes del hombre y del ciudadano, se les inspiren ideas de honor y probidad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto a los padres, a los ancianos, a los magistrados, y adhesión al Gobierno.

Art. 8.o Siendo nuestros colegios actuales incapaces de servir para un gran plan de educación, será un cuidado muy especial de la Cámara delinear y hacer construir los que se necesitan en toda la República, tanto para niños como para niñas, que deben estar separados por lo menos desde que la razón empieza a obrar en ambos. La forma, proporción y situación de estos establecimien-tos será la más conveniente con su objeto, y se consultará en ellos no solamente la solidez y extensión, sino la elegancia, el aseo, la comodidad y el recreo de la juventud.

Art. 9.o La Cámara determina el número de colegios que deben construirse, señala la provincia y si es posible la posición que pre-cisamente debe ocupar cada uno, calculando para esto las ventajas del lugar, por su facilidad para reunir allí todos los niños, por la salubridad del terreno, por la abundancia y bondad de los alimen-tos, etc.

Art. 10.o Cada colegio estará bajo la dirección inmediata de un institutor que será nombrado por la Cámara, escogiéndolo entre los hombres más virtuosos y sabios, cualquiera que sea el lugar de nacimiento. La mujer del institutor será la institutriz inme-diata del de las niñas, aunque bajo la dirección de su marido. Este empleo será el más considerado, y los que lo ejerzan serán hon-rados, respetados y amados como los primeros y más preciosos ciudadanos de la República.

Art. 11.o La Cámara formará el reglamento de organización y policía general de estos establecimientos, según sus clases, especificando la educación que respectivamente conviene a los niños para que adquieran desde su niñez ideas útiles y exactas nociones fundamentales, las más adaptadas a su estado y fortuna,

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

sentimientos nobles y morales, principios de sociabilidad y pa-triotismo. Este plan se presentará al Congreso, para que siendo examinado y aprobado se convierta en ley de la República.

Art. 12.o Todos los años publicará la Cámara tablas o estados exactos y circunstancias de los niños nacidos y muertos, de su constitución física, de su salud y enfermedades, de sus adelanta-mientos, inclinaciones, cualidades y talentos particulares. Para hacer todas estas observaciones se servirá de los institutores, de los curas, de los médicos, de los agentes departamentales, de los ciudadanos ilustrados y de todas las autoridades, que empezando por el mismo presidente, le obedecen todas en materia de educa-ción.

Art. 13.o Además de estas atribuciones, la Cámara de Educa-ción dirigirá la opinión pública en las materias literarias, mientras se establece el instituto filosófico. Ella examinará o hará examinar y analizar las obras que se publicaren sobre cualquier asunto, for-mando juicio de ellas en el Monitor del Areópago25.

Nota: Se ha tomado la versión impresa en Angostura en 1820 por Andrés Roderick, impresor del Supremo Gobierno: fue reproducida por el Congre-so de Venezuela tomada de un ejemplar que reposa en la Biblioteca Nacional de Bogotá. Otras ediciones existentes presentan ligeras variaciones ortográ-ficas sin modificar su contenido.

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DISCURSO DEL LIBERTADOR EN ANGOSTURA:

UNA PROPUESTA PARA LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA DE UN PUEBLO

PARA LA LIBERTAD

Emma Martínez

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… las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación.

Ellas vuelan, si esta vuela; retrogradan, si retrograda; se precipitan y hunden en la oscuridad, si se corrompe,

o absolutamente se abandona. Estos principios dictados por la experiencia,

e incalculados por los filósofos y políticos antiguos, y modernos, hacen hoy un dogma tan conocido

que no se hallará tal vez individuo alguno que no se sienta penetrado de su verdad.

Simón BolívarInstrucción Pública, 1825

El Discurso de Angostura pronunciado por nuestro Libertador Simón Bolívar en Angostura el 15 de febrero de 1819, en el acto de la instalación del Senado del Segundo Congreso Nacional de Venezuela, es uno de los ejemplos más claros en la relación entre ética y política, entre política y educación, entre moral y civilidad, entre lo viejo y lo nuevo, entre las cadenas o la libertad. El Discurso de Bolívar en 1819 nos alcanza en el presente: la radiografía que su autor hizo hace ya casi 200 años es la imagen que aún hoy conser-vamos… para bien o para mal. Él palpó esa realidad y reconoció sus más profundas intimidades, sus tejidos y sus conexiones tisu-lares y nerviosas, su química, su manera de pensar. El Discurso es un proyecto, pero también pone de manifiesto las dificultades para ponerlo en ejecución. Con el Discurso, el Libertador inaugura una nueva fase en la vía republicana, constitucionalista y democrática de la política venezolana, aun cuando los tambores de la guerra seguirían resonando, y dirigiéndose a los legisladores, en quienes deposita la tarea de dirigir a la naciente nación, les comunica:

Legisladores: Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la fe-licidad de la república; en vuestras manos está la balanza de nuestros

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Discurso de Angostura

destinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán los decretos que fijen nuestra libertad1.

El Discurso de Angostura es fundacional y entre los objetivos políticos estuvo el de la creación de las bases constitucionales de la nación. Bolívar propone en este encuentro un cuerpo de leyes:

Ya, pues, que por este acto de mi adhesión a la Libertad de Venezuela puedo aspirar a la gloria de ser contado entre sus más fieles amantes, permitidme, Señor, que exponga con la franqueza de un verdadero republicano mi respetuoso dictamen en este Proyecto de Constitución, que me tomo la libertad de ofreceros en testimonio de sinceridad y del candor de mis sentimientos. Como se trata de la salud de todos, me atrevo a creer que tengo derecho para ser oído por los Representantes del Pueblo. Yo sé muy bien que vuestra sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi Proyecto acaso os parecerá erróneo, impracticable. Pero, Señor, aceptad con benignidad este trabajo, que más bien es el tributo de mi sincera sumisión al Congreso, que el efecto de una levedad presuntuosa. Por otra parte, siendo vuestras funciones la creación de un cuerpo político, y aún se podría decir, la creación de una sociedad entera, rodeada de todos los inconvenientes que presenta una situación la más singular y difícil, quizá el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido.

Uno de los temas cruciales en el Discurso de Angostura es la educación: la educación del pueblo, la educación para la moral, para la justicia y para la libertad. El tema de la educación sería esencial para romper con el adoctrinamiento colonial, con la sumisión es-perada y con la descalificación machacada hasta quedar impresa en

1 Simón Bolívar. Doctrina del Libertador, tomo 1. 2009. Prólogo de Au-gusto Mijares. Compilación, notas y cronología de Manuel Pérez Vila. Bibliografía de Gladys García Riera. El Discurso de Angostura ha sido publicado en diversas ocasiones, entre ellas, en: Edgardo Mondolfi (comp.). Bolívar, ideas de un espíritu visionario, 1990, pp. 49-75; José Gil Fortoul (1942). Historia constitucional de Venezuela, tomo II, apéndice 6.º, pp. 307-334.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

la médula. El tema es nuevo porque a su vez busca crear una nueva estructura política que al mismo tiempo recogiera las huestes, las redimiera y las hiciera pacíficas y cultas, dignas de vivir y convivir en una sociedad libre e igualitaria. Tras más de trescientos años de dominio colonial y más de nueve de guerra sin cuartel, era necesa-rio educar, era necesario construir una nueva mentalidad, sacar de la mente las formas coloniales, pero también la violencia instaurada por las cruentas y largas guerras, y trabajar dura y conscientemente en la formación de seres nuevos, con esperanza en el porvenir. Para ello, la educación, el saber, los conocimientos, la ciencia, la técnica, el trabajo, pero también, la dirección política, la organización del Estado. Todos esos elementos eran sustantivos en el proyecto polí-tico de una república independiente, libre y soberana. Ese proyecto incluía la formación para la vida republicana, para la libertad y la plenitud humana. Eso sería parte del proyecto ético y político en-carnado en la educación. Bolívar no abandonaría su preocupación por la Educación, tema sobre el cual volvería a escribir, legislar, opinar. Lo haría en un trabajo no muy conocido que se llamó la Instrucción Pública (1825). También en Los Estatutos Republicanos (1828), o el Método que se debe seguir en la Educación de mi sobrino Fernando Bolívar (memorial dirigido al director de un Colegio en Norteamérica donde estudiaba su sobrino), o en el proyecto educa-tivo expuesto en la Constitución de Bolivia en 1826, y por supuesto sus ideas educativas que armaron el proyecto constitucional del Discurso de Angostura. Pero antes de todo eso, Bolívar conocería la idea de una educación de masas con el método de enseñanza mutua, predicado por Joseph Lancaster, quien vendría años después a Caracas invitado por la Municipalidad y por el propio Bolívar. Sin embargo, ese proyecto fracasó y el principal tropiezo se enmarcó en las diferencias religiosas entre Lancaster, cuáquero protestante, y la población caraqueña cristiano-católica.

Luis Beltrán Prieto Figueroa entendería esta vocación hacia la educación en Bolívar como el sentido que tendría que asumir la revolución ya no por las armas, sino una más difícil, la revolución de las ideas, de las mentalidades y que desde allí logre impulsar el

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Discurso de Angostura

amor al conocimiento. Diría el Maestro en El magisterio americano de Bolívar:

¿Desde cuándo comienza Bolívar a preocuparse por los problemas educativos? Acaso era preocupación consubstancial a su pensamien-to político, porque no podía concebir la democracia sin la educación, ni el uso de la libertad por hombres que venían de la esclavitud con una absoluta ignorancia de sus deberes de ciudadano, lo que les in-capacitaba para medir el alcance de sus derechos enfrentados a los derechos de los demás. “Educador del patriotismo” lo declara Manci-ni. Parra Pérez afirma que en Bolívar “su concepto de la democracia y su temperamento le arrastran a asumir el carácter de conductor y educador de los pueblos”2.

En el desarrollo de ese trabajo del maestro Prieto Figueroa sobre Bolívar (vid. Supra), y explicando esa disposición hacia el tema educativo y la importancia que le otorgaba al hecho de educar en el contexto de esta nuevas naciones, el Maestro dibuja con claridad las características de educador y de líder que era Bolí-var. Coincidimos plenamente con él. Dice:

En el educador auténtico y en el líder eficaz concurren cuatro carac-terísticas fundamentales:Confianza en la educación como fuerza de transformación de la vida humana y como instrumento para el cambio de las estructuras sociales. Fe en el porvenir, hacia el cual se proyecta la obra educativa.Confianza en las posibilidades educativas, en la posibilidad de cam-bios del ser que recibe la educación y de la sociedad donde se actúa, y Capacidad creadora y habilidad para poner al servicio de la obra educativa todos los recursos materiales y espirituales3.

Estas cuatro cualidades las poseía Bolívar en grado sumo, y se expresan tanto en sus actitudes como en sus escritos.

2 Luis Beltrán Prieto Figueroa. El magisterio americano de Bolívar, 2006.3 Ibidem, p. 101.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Toda su obra es trasunto y expresión de esas cualidades de ductor4.

Entre las frases más conocidas y expandidas del Discurso de Angostura y que forman parte sustantiva de la mentalidad vene-zolana, está la de “La educación popular debe ser el cuidado pri-mogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República. Moral y luces son nuestras primeras nece-sidades”. Esas largas y profundas frases han sido reducidas apenas a Moral y luces. Esta reducción, a mi juicio, no es casual. Tiene que ver con la idea de descontextualizar, fraccionar y cosificar el pensamiento del Libertador; y tiene que ver también con la tarea del antibolivarianismo empeñado en cercar, mutilar e ir alejando y borrando la comprensión del ideario de quien fuera su autor.

La frase completa tiene un alto sentido ético y de compromiso político y es compromiso formativo y orientador: educar no es solo instruir; es formar en todo. Por esas razones Bolívar le asigna esta tarea al Congreso, al constituyente. Es formar con propósito, esta vez con el de fundar una nación desde sus cimientos, reco-nociéndose en sus logros alcanzados tras la lucha; reconociéndose diferente pero igual; reconociéndose mestiza. Para ello era nece-sario aprender a gobernar o, como lo diría Bolívar en el Discurso, refiriéndose al poder colonial: “estábamos abstraídos, ausentes del universo, en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno”. Más adelante dice:

… nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existen-cia política ha sido siempre nula, y nos hallamos en tanta más difi-cultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía activa y doméstica.

El argumento del Libertador se basa en la carencia de for-mación política del pueblo a lo largo del período colonial, que vivió sometido a fuerzas represivas, a la coerción espiritual, a la

4 Ibidem, p. 77.

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Discurso de Angostura

ausencia de información y de educación, a ser considerado de menor jerarquía, a tener menos derechos, menos privilegios5. Asunto que se agravaba dependiendo del nacimiento, de los bienes de fortuna, del color de la piel, del sexo, etc. Con toda razón Bolívar, tratando de explicar el proceso histórico y sus responsa-bles, dice:

¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y el orden actual? Consultad los anales de España, de América, de Venezuela; examinad las leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión y del dominio extranjero;

5 Miguel José Sanz: Exposición de motivos sobre la instrucción públi-ca del proyecto de “Ordenanzas para el gobierno y policía de la muy ilustre ciudad de Santiago León de Caracas, cabeza de la Provincia de Venezuela”, en 1805. En: Francisco Depons, Viaje a la parte oriental de tierra firme. Traducción de Enrique Planchart. Tipografía Americana Caracas, 1930, pp. 57-70. Allí decía Sanz: “La falta de ideas y conoci-mientos retiene a los pueblos en errores perjudiciales a su felicidad. Si supieran que la obra más grata al Señor es la que tiende a la con-servación del culto de nosotros mismos y del prójimo, se aplicarían al establecimiento de escuelas, al pago de buenos maestros que edu-quen la juventud y le inculquen máximas cristianas y positivas, lo que hoy se invierte en fundaciones de misas, legados para fiestas de santos con tambores y luminarias, limosnas para malas procesiones y esce-nas ruidosas, gastos para blasonar las armas e insignias para entierros pomposos y en otras larguezas que, aunque religiosas e hijas de la bue-na intención, sin embargo no son indispensables. Por este medio se obtendría de la juventud magistrados prudentes, sacerdotes ilustrados y ciudadanos virtuosos que no abusen de la autoridad para satisfacer sus pasiones, de la religión para disimular su ignorancia bajo el velo de la hipocresía, ni de la superstición, el poder y la riqueza para oprimir al pobre y sean gala del país y agentes de la prosperidad pública”. Las ideas expuestas por Miguel José Sanz en el Semanario de Caracas, de José Domingo Díaz, entre 1810 y 1811, muestran las ideas del mo-vimiento revolucionario e independentista venezolano en el contexto de un tiempo histórico marcado por las ideas ilustradas, las luces, la ciencia, la educación masiva y sus beneficios. Muchas de ellas, sobre todo en relación con la autoridad de la ley, la escuela, la educación, qué enseñar y para qué las encontraremos en el ideario bolivariano.

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observad los primeros actos del Gobierno Republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacional.

Este Congreso en su conformación –decía el Libertador en su Discurso– no solo tendría en cuenta a los guardianes de las costumbres y las leyes del ateniense; o los censores y tribunales domésticos del romano; o la austeridad del espartano; tendría este Congreso potestad sobre “la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana”.

El Congreso de la naciente República tendría la tarea de velar:

… sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la república, que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor de la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos, debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola la constitución, sino lo que viola el respeto público.

Estas ideas abren un espacio de legislación en materia edu-cativa que incluye lo escolar, pero va más allá de la escuela, las proyecta hacia la sociedad, hacia el comportamiento social-civil, en la manifestación de alguna conducta desviada de las buenas costumbres, que intente burlarlas o debilitarlas o que dañe el res-peto público. No se trata solo de educar en las escuelas y otras ins-tituciones educativas, se trata de educar integralmente para la vida republicana y constitucionalista, para la civilidad, lo cual pudiera entenderse como buen vivir o felicidad6.

6 En el escrito sobre la instrucción pública, elaborado años más tarde, Bolívar diría: “No es mi intención hablar del plan de estudios, creación de escuelas, fomento de las artes y ciencias, estímulo y precio de los literatos, y reglamentos útiles. El público ha visto con sus propios ojos,

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Discurso de Angostura

El modo de legislar que propone en relación con la educación y la instrucción es una idea de fondo y plantea que sea efectiva y se pronuncie en cuanto a las maneras de penalizar y castigar, y pro-pone, además, que estos casos se documenten para conformar lo que llamó libros de la virtud y del vicio, los cuales podrían ser con-sultados por los legisladores y especialmente por el pueblo. (Véase la Sección Segunda. De las atribuciones especiales de la Cámara de Moral). Estas preocupaciones de Bolívar no estuvieron aisladas del estremecimiento de la guerra. Al contrario, quedan claras en esta frase:

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las cos-tumbres que la guerra y la tiranía nos han dado, me he sentido con la audacia de inventar un poder moral, sacado del fondo de la obscura antigüedad y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron algún tiempo la virtud entre los griegos y los romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio, mas no es imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que, mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser eficaz.

Esto muestra, desde nuestra perspectiva, que Bolívar y el sus-trato fundamental de su pensamiento ético y político puso por encima de todos los beneficios de la independencia, de la consoli-dación del poder del Estado naciente, de la libertad para ejercer la tiranía, activa y doméstica, aquel de asegurar en la población ame-ricana, grancolombiana, venezolana, la formación para alcanzar los altos ideales de una nación. Esto se lograría con una educación para todos, profunda, organizada; con la civilidad impulsada por un vigoroso aparato escolar, que se abriera a los caminos del co-nocimiento científico y humanístico, acompañado por un claro

que se practica ya este sistema de regeneración moral, y no hay quien no sienta los efectos saludables de sus desvelos”. En: Ministerio del Po-der Popular para la Comunicación y la Información, Antología Simón Bolívar, 2009, Caracas, p. 25.

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poder de las leyes. Estas ideas confluían con las del maestro Simón Rodríguez. Ambos compartieron muchas de estas ideas de base.

Rodríguez, quien en 1823 regresa a América, funda en Co-lombia, en 1824, una primera escuela-taller. Bolívar lo llama desde Perú, para conformar el gobierno y lo nombra director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas y después director de Minas, Agricultura y Vías Públicas de Bolivia, donde funda en 1826 una segunda escuela-taller, que sería parte del proyecto para toda la nación del altiplano. Rodríguez tuvo desacuerdos con el mariscal Antonio José de Sucre, quien en ese momento era el presidente de Bolivia. En ese clima, Rodríguez re-nuncia y dedicará el resto de su vida a la educación y a escribir una importante obra política, educativa, pedagógica, revolucionaria, aún bastante desconocida y sobre todo silenciada por la academia. Entre ellas Sociedades americanas, escrita entre 1828 y 1842. En ella pueden encontrarse valiosas reflexiones sobre estas naciones recién nacidas en América y la impostergable necesidad de buscar respuestas nuevas, innovadoras, que se adapten a los intereses de estas naciones, con el fin de resolver sus problemas. De allí su frase: “La América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos, o erramos”7.

Alrededor de 1823, Rodríguez regresa a América, la cual aún no ha salido de la guerra. Venía pensando en seres con princi-pios y con formación para los asuntos económicos, con amor al conocimiento, al trabajo, a la tierra; seres con ética y proclives al sistema social republicano, el cual representaba el triunfo sobre la monarquía en América. Rodríguez estaba convencido de que no hay República sin republicanos. En su discurso Extracto sucinto de mi obra sobre la Educación Republicana8, de 1849, Rodríguez expresa la importancia de formar seres útiles para producir y para trabajar y hace una fuerte crítica a los políticos en su inacción

7 Simón Rodríguez, Extracto sucinto de mi obra sobre la Educación Re-publicana, de 1849, Obras completas, 2016, p. 459.

8 Idem.

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Discurso de Angostura

frente a los problemas de la realidad, que él ve relacionados con la inexistencia de los mecanismos necesarios para formar una men-talidad republicana:

Su inacción desmiente los unos y su importancia ridiculiza las otras. Si el tiempo que pierden en hacer Torres de viento, y en echar leyes como coplas de repente, lo emplearan en hacer, con los hijos de los monarquistas, hombres para la República, en el corto tiempo de 10 años tendrían un Pueblo Republicano… esto es… un Pueblo que sabría lo que es cosa pública, un Pueblo que entendería a su Go-bierno… Enseñen, y tendrán quien sepa, Eduquen, y tendrán quien haga. La diferencia que más distingue la Monarquía de la República y que debe tomarse por característica es que en la monarquía las cos-tumbres reposan sobre la autoridad (y) en la república la autoridad reposa sobre las costumbres9.

Para Bolívar el Libertador, y para Rodríguez, el maestro, la educación sería un eje y un pivote para el aparato legislativo. Era necesario educar y organizar un sistema para ello: la educación era la sustancia del proceso de independencia, era el inicio de un nuevo comienzo en la construcción de una patria, de una gran patria. La patria para ellos no sería una entelequia; estaba confor-mada por seres humanos, a quienes debía formarse en el espíritu de una nación libre y soberana. Para fundar la patria hacía falta avanzar y para ello había que formar. Simón Rodríguez (1828) en el Pródromo dice: “En la América del Sur las Repúblicas están Establecidas pero no Fundadas”10. Más adelante dice: “La causa pública está en ocasión de hacer época, y esta la de pensar en un gobierno verdaderamente republicano. La América es (en el día) el único lugar donde sea permitido establecerlo. Así lo cree el autor; y sostendrá su opinión, mientras el estado de los pueblos no varíe”11.

9 Ibidem, p. 549.10 Simón Rodríguez, Pródromo, Obras completas, 2016, p. 49.11 Ibidem, p. 50.

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Salcedo Bastardo lo dirá de la siguiente manera:

La independencia en Bolívar tiene un mayor alcance del que ordina-riamente se le ha reconocido. Insistimos en que para Bolívar, inde-pendencia es un vocablo socio-histórico que resume toda la tarea de creación y libertad de América. Independencia para él: es separación del imperio español, edificación jurídica de un continente libre, ab-soluta soberanía económica, realización integral de la justicia, inspi-ración constante en la moral12.

Bolívar diría que, con la guerra, habíamos avanzado en la bús-queda y conquista de la independencia, pero lo fundamental, la esencia de la nación, estaba en ciernes y había que construirla, re-firiéndose justamente a la mentalidad y conducta de la población.

Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu na-cional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración recíproca, a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el progreso de las luces13.

Un gobierno estable del que habla Bolívar requiere el apoyo de la voluntad general, que radica en el pueblo. Pero ese apoyo, ese reconocimiento, debe formarse, y será la educación la que podrá realizar esa tarea de cambio en las mentalidades que iría del des-gobierno y del caos provocado por la guerra a la construcción de

12 José Luis Salcedo Bastardo, Visión y Revisión de Bolívar, 1999, pp. 104-105.

13 Simón Bolívar, Discurso de Angostura (1818), Doctrina del Libertador, 2009, p. 140.

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una república educada y pacífica. Eso lo comprende Bolívar y lo explica claramente en la frase que incluimos a continuación:

El amor a la patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados, son las nobles pasiones que debe absorber exclusivamente el alma de un republicano. Los venezolanos aman la patria, pero no aman sus leyes, porque estas han sido nocivas y eran la fuente del mal; tampoco han podido amar a sus magistrados, porque eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo.

Como estadista, como conductor de masas, Bolívar propone en el proyecto constitucional del Discurso de Angostura lo que llamó el Poder Moral, constituido por dos cámaras: la Cámara de Moral y la de Educación, organizadas en areópago con el fin de “ejercer una autoridad plena e independiente sobre las costumbres públi-cas y sobre la primera educación”14. Aunque no está claramente expresado, el fin de las Cámaras del Poder Moral era esencial-mente educativo más que punitivo. Se afianzó sobre todo en la enseñanza moral, en el ejemplo y en el premio a las conductas rectas, limpias, aceptadas, o en el señalamiento de lo incorrecto o inaceptable. Tendría una policía moral y censores, quienes recibi-rían el nombre de Catón, aludiendo al censor romano15. Mientras que la Cámara de Educación vigilaría y organizaría la educación de niñas y niños.

14 Poder Moral. Sección Primera. De la composición, elección, duración, prerrogativas y funciones de este poder (1818). En: Simón Bolívar, Doc-trina del Libertador, 2009, p. 148.

15 Hace alusión al personaje de Catón, el censor romano, “pasado a la his-toria por su labor en defensa de las antiguas tradiciones romanas, que él creía amenazadas por el contacto con el mundo helenístico”. Biogra-fía en línea. Fecha de consulta: 10 de septiembre de 2018] Disponible en: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/caton.htm.

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Las atribuciones de la Cámara de Moral están contempladas en su Sección Segunda, compuesta por trece artículos. Entre las más importantes estarían la de dirigir la opinión moral de toda la República, castigar los vicios con el oprobio y la infamia, y pre-miar las virtudes públicas con los honores y la gloria, pero además comunicar sus decisiones a través de medios impresos16.

La autoridad de la Cámara era “independiente y absoluta”, tal como lo establecía en su artículo 3.o y sus decisiones serían ina-peables: “No hay apelación de sus juicios sino a la opinión y a la posteridad: no admite en sus juicios otro acusador que el escánda-lo, ni otro abogado que el buen crédito”17.

Los dictámenes de la Cámara eran aplicables a todas las perso-nas, tal como lo prescribía el artículo 4.o:

Su jurisdicción se extiende no solamente a los individuos sino a las familias, a los departamentos, a las provincias, a las corporaciones, a los tribunales, a todas las autoridades y aun a la República en cuerpo. Si llegan a desmoralizarse debe delatarlas al mundo entero. El Gobierno mismo le está sujeto, y ella pondrá sobre él una marca de infamia, y lo declarará indigno de la República, si quebranta los tratados o los tergiversa, si viola alguna capitulación o falta a algún empeño o promesa18.

Todo lo dicho (hablado, declamado, cantado), hecho, escri-to que implicara o afectara la moral pública, se hacía objeto de aplicación de censura, sanciones, repudio19. Pero su objetivo es la moral pública y hacer públicas las censuras y amonestaciones, y para ello establece con claridad en el artículo 7.o que no entablaría diálogos con individuos ni corporaciones20.

16 Artículo 1.º Doctrina del Libertador, p. 151.17 Artículo 3.º Idem.18 Artículo 4.º Idem.19 Artículos 5.º y 6.º Ibidem, pp. 151 y 152.20 Artículo 7.º Idem.

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Discurso de Angostura

Uno de los objetivos de la Cámara de Moral sería la lucha en contra de la corrupción en todos sus niveles y el artículo 8.o, lo expresa sin ambages:

La gratitud pública, la deuda nacional, los tratados, las capitulacio-nes, la fe del comercio, no sólo en sus relaciones, sino en cuanto a la calidad y legitimidad de las mercancías, son objetos especiales sobre que la cámara debe ejercer la más activa y escrupulosa vigilancia. En estos ramos cualquiera falta u omisión debe castigarse con un rigor inexorable21.

El artículo 9.o legisla en cuestiones más intangibles como la ingratitud, el desacato a los padres, a los maridos (no a las muje-res, no a las esposas), a los ancianos, a los institutores, a los ma-gistrados y a los ciudadanos reconocidos y declarados virtuosos; igualmente en la falta a la palabra empeñada; a la insensibilidad en las desgracias públicas o a no socorrer a personas en desgracia.

La información recogida en libros destinados para ello podía ser consultada por “el pueblo, los colegios electorales, las muni-cipalidades, los gobiernos de provincia, el Presidente de la Repú-blica y el Congreso para hacer sus elecciones y nombramientos, y para decretar los honores y recompensas”. Pero los libros con-tendrían también listas de indeseables y viciosos, y quienes no podrían ser empleados o votados “en ningún ramo del servicio público”; tampoco podría “obtener ninguna recompensa nacional, ningún honor especial, y ni aun una decoración”, “aunque sí podrá ser empleado por el Gobierno”22.

A pesar de ser poco nombradas y tampoco lo serían de manera directa, las mujeres estarían, igualmente, sujetas a la jurisdic-ción de la Cámara y reciben de ella premios o castigos, según su mérito23.

21 Artículo 8.º Idem.22 Artículo 12.º Ibidem, pp. 152 y 153.23 Artículo 13.º Ibidem, p. 153.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Las atribuciones de la Cámara de Educación están contempla-das en la Sección Tercera, compuesta por trece artículos: la más importantes de ellas es la de ser la encargada de la educación física y moral de los niños, desde su nacimiento hasta la edad de doce años cumplidos24.

El artículo 2.o 25 contempla el rol adjudicado a las mujeres: la crianza de los niños y niñas, el cual sería el fin de la educación de las mujeres en los planes y programas estatales hasta bien entrado el siglo XX: mujeres para el hogar, para el matrimonio y para la maternidad. No era extraña esta orientación en los tiempos de Bolívar. Dice:

Siendo absolutamente indispensable la cooperación de las madres para la educación de los niños en sus primeros años, y siendo estos los más preciosos para infundirles las primeras ideas y los más expuestos por la delicadeza de sus órganos, la cámara cuidará muy particularmente de publicar y hacer comunes y vulgares en toda la República algunas instrucciones breves y sencillas, acomodadas a la inteligencia de todas las madres de familia sobre uno y otro objeto. Los curas y los agentes departamentales serán los instrumentos de que se valdrá para esparcir estas instrucciones, de modo que no haya una madre que las ignore, debiendo cada una presentar la que haya recibido y manifestar que la sabe el día que se bautice su hijo o se ins-criba en el registro de nacimiento26.

El artículo 3.o en consonancia con el 2.o ordenaba la publica-ción de estas instrucciones en idioma castellano, además “de las obras extranjeras más propias para ilustrar la nación sobre este asunto, haciendo juicio de ellas, y las observaciones o correcciones que convengan”27.

24 Artículo 1.º Idem.25 Artículo 2.º Idem.26 Artículo 2.º Idem.27 Artículo 3.º Idem.

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Discurso de Angostura

El artículo 7.o sobre las atribuciones de la Cámara de Educa-ción ordenaba sobre las siguientes tareas:

establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de niñas, cuidando de que se les enseñe a pronunciar, leer y escribir correctamente, las reglas más usuales de la aritmética y los principios de la gramática, que se les inspire ideas y sentimientos de honor y probidad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto a los padres, a los ancianos, a los magistrados, y adhesión al Gobierno28.

El artículo 8.o legislaba sobre los planes de educación. Dice:

Siendo nuestros colegios actuales incapaces de servir para un gran plan de educación, será un cuidado muy especial de la cámara deli-near y hacer construir los que se necesitan en toda la República, tanto para niños como para niñas, que deben estar separados por lo menos desde que la razón empieza a obrar en ambos. La forma, proporción y situación de estos establecimientos será la más conveniente con su objeto, y se consultará en ellos no solamente la solidez y extensión, sino la elegancia, el aseo, la comodidad y el recreo de la juventud29.

El artículo 9.o 30 dictaminó en materia de los locales escolares y puede notarse en su redacción la idea de una educación para un colectivo y la reminiscencia de la obra del gran maestro Jan Amos Comenio, Didáctica magna31, donde hablaba de la escuela para el pueblo en los mismos términos que ahora utilizaría Bolívar, sobre todo en aseo, comodidad y recreo de la juventud, temas a los cuales se referiría más explícitamente en su obra Instrucción pú-blica, de 1825. La cámara determinaría el número de colegios que habría de construirse, la provincia y la posición que ocuparía cada

28 Artículo7.º Ibidem, p. 154.29 Artículo 8.º Idem.30 Artículo 9.º Idem.31 Juan Amos Comenio, Didáctica magna, 1971, Editorial Reus, Madrid.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

uno, las ventajas de fácil acceso al lugar, la salubridad del terreno, la abundancia y bondad de los alimentos, etc.32.

La Cámara de Educación tendría atribuciones para el nom-bramiento de los institutores y directores de planteles, que en los tiempos que corrían, recaería en los hombres “más virtuosos y sabios”33. Años más tarde, diría en Instrucción pública:

El director de una escuela, es decir, el hombre generoso y amante de la patria, que sacrificando su reposo y su libertad se consagra al penoso ejercicio de crearle ciudadanos al Estado que le defiendan, le ilustren, le santifiquen, le embellezcan, y le engendren otros tan dignos como él, es sin duda benemérito de la patria: merece la veneración del pueblo y el aprecio del gobierno. Él debe alentarle, y concederle distinciones honrosas. Claro está, que no hablo de los que llaman maestros de escuela: es decir, de aquellos hombres comunes, que armados del azote, de un ceño tétrico, y de una declamación perpetua, ofrecen más bien la imagen de Plutón que la de un filósofo benigno. Aquí se enseñan más preocupaciones que verdades: es la escuela de los espíritus serviles, donde se aprende con otros vicios el disimulo y la hipocresía, y donde el miedo no permite al corazón el goce de otra sensación. Fuera semejantes tiranos: que vayan a Sala-manca que allí tendrán un lugar. El Gobierno debe proceder como hasta aquí: elegir entre la multitud, no un sabio, pero sí un hombre distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco, en fin, en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir. Formar el espíritu y el corazón de la juventud, he aquí la ciencia del director: este es su fin. Cuando su prudencia y habilidad llegaron a grabar en el alma de los niños los principios cardinales de la virtud, y del honor.

La esposa del director se convertiría “en la institutriz inmediata de las niñas, aunque bajo la dirección de su marido”. El cargo de director suponía además el reconocimiento de la población y “será

32 Artículo 9.º Idem.33 Minci. Antología Simón Bolívar. Instrucción pública, pp. 25, 26 y 27.

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Discurso de Angostura

el más considerado, y los que lo ejerzan serán honrados, respeta-dos y amados como los primeros y más preciosos ciudadanos de la República”. Algunos años después en el contexto del decreto de Antonio Guzmán Blanco sobre la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza en 1870, y en medio de complejas circunstancias políti-cas, demográficas y económicas, las mujeres invadirían, desde en-tonces y hasta hoy, los espacios escolares, con una representación que supera el 70% en todos los niveles y modalidades34.

La cámara debía elaborar el reglamento de organización y po-licía de los establecimientos escolares, “especificando la educación que respectivamente conviene a los niños para que adquieran desde su niñez ideas útiles y exactas nociones fundamentales, las más adaptadas a su estado y fortuna, sentimientos nobles y mora-les, principios de sociabilidad y patriotismo”. Este plan debía ser aprobado por el Congreso, y así convertirse en ley de la Repúbli-ca35. Esta idea continuaría desarrollándola aún más:

La enseñanza no es más, digámoslo así, que la disciplina de un cuerpo de tropas, con la diferencia que a los soldados se les disciplina físicamente, y a los niños física y moralmente. Mas así como a los primeros se les instruye desde que se levantan hasta que se acuestan dándoles a todos sus movimientos y trabajos regularidad, tiempo, orden y duración, para que resulte un todo bello; así al niño debe instruirle siguiéndole en todas horas del día36.

Aclara:

Los premios y castigos morales, deben ser el estímulo de racionales tiernos; el rigor y el azote, el de las bestias. Este sistema produce la elevación del espíritu, nobleza y dignidad en los sentimientos, decencia en las acciones. Constituye en grande manera a formar la moral del hombre, creando en su interior este tesoro inestimable, por

34 Artículo 10.º Ibidem, pp. 154 y 155.35 Artículo 11.º Idem.36 Minci. Antología Simón Bolívar. Instrucción Pública, p. 28.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

lo cual es justo, generoso, humano, dócil, moderado, en una palabra hombre de bien. […] La juventud va a hacer progresos inauditos en las artes y ciencias. Así como director, el discípulo debe tener ciertas cualidades al tiempo de entrar en la sociedad: tales son disposición física y moral para ser enseñadas, dos vestidos por lo menos, un cor-batín, sombrero y libro37.

La Cámara de Educación tendría, entre sus tareas, elaborar un censo, el cual recogería información sobre la infancia: niños nacidos y muertos, su constitución física, salud y enfermedades. Censaría también a los escolares: progreso, avances, inclinaciones, cualidades y talentos particulares.

Para hacer todas estas observaciones se servirá de los institutores, de los curas, de los médicos, de los agentes departamentales, de los ciudadanos ilustrados y de todas las autoridades, que empezando por el mismo Presidente, le obedecen todas en materia de educación38.

Además, preocupado por la expansión de la cultura, encargaría a la Cámara de Educación la dirección de “la opinión pública en las materias literarias, mientras se establece el instituto filosófico; examinaría y analizaría las obras que se publicaren sobre cual-quiera asunto, formando juicio de ellas en el Monitor 5039 del areópago”40.

Al cierre de estas líneas, podemos concluir que la obra de Bo-lívar tuvo como fin fundar una nación libre, republicana, donde sus habitantes, educados, pudieran vivir digna y pacíficamente y acorde con el mandato de las leyes de la República, en las cuales debían ser formados. El nudo central de la obra de Bolívar es pe-dagógico, es educativo, es redentor, es regenerador; es, en primer

37 Ibidem, p. 27.38 Artículo 12.º Idem.39 Periódico del Areópago.40 Artículo 13.º Idem.

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Discurso de Angostura

término, una revolución en las ideas, en las mentalidades. Sigue en pie…

Nuestro Libertador Simón Bolívar cierra su Discurso ante los legisladores de Angostura, con las siguientes palabras que hoy, más que nunca, deben resonar en nuestros cerebros:

Dignaos, Legisladores, acoger con indulgencia la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, emi-nentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.Señor: empezad vuestras funciones; yo he terminado las mías.

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CARÁCTER NACIONAL Y DIVERSIDAD ÉTNICA

EN EL DISCURSO DE ANGOSTURA

Ricardo Alberto Mata

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Que la historia nos sirva de guía en esta carrera

Simón Bolívar

Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819

JUSTIFICACIÓN

Más allá del calendario celebrativo del Bicentenario de la fecha luminosa del brillante Discurso de Angostura, pronunciado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819, nos hemos propuesto traer a la palestra pública algunas discusiones sobre la significación de dicho documento, intentando una relectura de sus aportes sociales, educativos, étnicos y humanísticos. Nuestro objetivo es eminentemente pedagógico y en ese mismo sentido intentaremos recrear, comparar, actualizar y encender el debate público, parti-cularmente entre comunidades y organizaciones populares, la escuela y los distintos niveles académicos, sobre la significación de dicho documento en el marco de la realidad crítica por la que atraviesa el país en los actuales momentos.

Es ahora cuando la madre Patria, herida, sofocada y amenazada por el poder imperial y sus aliados, necesita de sus mejores hijos para aclarar dudas, alumbrando con meridianas luces el duro camino que le ha tocado vivir y resistir a la Venezuela revolucionaria del siglo XXI. No tenemos dudas de la magnanimidad de dicho documento y su vigencia actual. Creemos que el mensaje de nuestro Libertador trasciende los tiempos y hoy nos coloca ante la obligación de revisar el pasado y tomar grandes decisiones en materia económica, social y cambio de conciencia que estremezca a cada venezolano.

Revisar nos permite dar apropiada y justa lectura a las ideas y proyectos del Libertador sobre la estructuración del nuevo Estado postindependentista, donde propone refundar el aparato administrativo, jurídico, político, étnico y sociocultural nacio-nal. Adaptarlo y actualizarlo es reconocer su valor histórico, ético y moral. Es reconstruir el ideal bolivariano en tiempos de

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Discurso de Angostura

transformaciones revolucionarias. También es, de manera peda-gógica, recoger la siembra del Libertador en tan vasto y aleccio-nador documento; agrandando su potencial de semillero, sentir democrático y republicano.

Ello señala la urgente necesidad de resembrarlo en un marco de futuro más inmediato, es decir, ponerlo a la disposición de nuestra juventud, de los niños de la patria, crecidos a veces en espacios escolares y territorios comunitarios lejanos a la figura y la obra del Libertador Simón Bolívar. Asimismo, es validar el heroísmo patrio y la gesta bolivariana, sucrense, urdaneteana y chavista, en mo-mentos en que la patria así lo reclama. En este sentido, es propósito destacar en el presente ensayo aspectos que seguramente han sido tocados en magníficas obras dedicadas a estudiar la impronta dis-cursiva y la herencia historiográfica de Simón Bolívar.

En el presente estudio queremos destacar aspectos sociales y étnicos que integran el ideal bolivariano, pocas veces menciona-dos, pero que fundan las bases de la concepción bolivariana de ciudadanía, aparato jurídico, educación, ética y moral ciudadanas; ampliadas posteriormente en el proyecto de Educación Popular del maestro Simón Rodríguez. Es en este sentido que intentamos abrir nuevos horizontes discursivos sobre la importancia de re-coger para las aulas y los colectivos sociales las polémicas frases del Libertador y su incipiente grado de historicidad en la visua-lización y concepción geohistórica, sociológica y antropológica; explícitas en apreciaciones, frecuente uso y convicción conceptual bolivariana que define la comprensión y significación en el Dis-curso de Angostura de categorías como: carácter nacional, pueblo, americano, ciudadanía, nacionalidad, diversidad y muchas otras.

Cada término, cada concepción y cuerpo discursivo tienen en el Discurso sus argumentos, los cuales utiliza Bolívar para reivin-dicar y justificar la defensa del pueblo, de las nacionalidades, de los grupos esclavizados (afrodescendientes), indígenas y pueblo llano, amasijo de sujetos históricos entendidos desde la visión de mesti-zaje como criollo o criollidad decimonónica. Significativos temas asoman en el Discurso de Angostura junto al laberíntico análisis histórico de las estructuras jurídicas de estado antiguo: el mundo

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

occidental, las leyes de la nación, los nuevos poderes, los cuales se entrecruzan y otorgan vitalidad y fuerza epocal a tan importante y esclarecido documento.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

El sistema colonial que impone España a las posesiones de sus colonias de Ultramar, lleva implícita la exclusión de los habitan-tes de territorios que eran utilizados para la expoliación de sus recursos y explotación de la mano de obra esclavizada. Venezuela no queda excluida de tan inhumanas relaciones de producción, modos de explotación y trato a la población nativa. El nuevo siste-ma tiene como fundamento el aniquilamiento y destrucción de la cultura, memoria y cosmovisión de sus habitantes.

Desde sus inicios los estamentos del sistema de dominación condenaron al indígena, luego a los grupos étnicos provenientes de África y las islas Canarias, a la esclavitud y trabajos forzados en encomiendas, minas, haciendas y plantaciones agrícolas. El mundo moderno, en los comienzos del siglo XIX, mantuvo la misma es-tructura económica, sociopolítica y jurídica del Estado colonial. A través de leyes que propiciaban la exclusión, esclavización, discrimi-nación y racismo, condenaron a los sujetos sociales y comunidades autóctonas a la invisibilidad y al “olvido”. Asumido el “mestizaje” como teoría y discurso epocal, se tergiversó la comprensión del “ca-rácter nacional” y su comprensión de diversidad étnica. La concep-ción de lo “criollo” como “mayoría” y fruto conciliador de las clases sociales, derivó en los campesinos e indígenas. Los pardos, zambos y morenos no fueron tomados en cuenta por la legislación, las es-tructuras de Estado, los sectores dirigentes, ni en las Constituciones de la época de la emancipación. Al respecto dice Bolívar:

Los americanos en el sistema español que está en vigor y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el

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Discurso de Angostura

de siervos propios para el trabajo y, cuando más, el de simples consu-midores1.

La legislación y las estructuras de Estado, las clases sociales en los siglos posteriores, XIX y XX, copiarían modelos, relaciones y visiones sobre los componentes de la población condenados al “olvido” por el racismo y la exclusión de los sectores dominantes.

ANGOSTURA, CORAZÓN DE VENEZUELA

¿Por qué Guayana? nos preguntamos los venezolanos. Guaya-na fue siempre un emporio económico, biocultural y estratégico que, bien temprano el proceso colonizador, llamó la atención de las potencias extranjeras europeas, especialmente Inglaterra, Holanda y Francia. Desde 1812, la región que bordea el gran río Orinoco, limita con el Esequibo y desemboca en el Delta había sido, en gran parte, asiento de enconadas luchas. Fue locación estratégica para que un significativo grupo de realistas, apoyados fundamentalmente por grupos religiosos, dominara la región en contra de la causa patriota.

La abundancia y salud económica de la región otorgaron atrac-tivos importantes al sur de Venezuela. Esto lo sabían la Iglesia, los curas Capuchinos y los sectores dominantes instalados en las orillas del gran río Orinoco y su delta. El comercio internacional, los recur-sos agrícolas, ganado y otros atractivos sirvieron a realistas y comer-ciantes hispanos y extranjeros, como salvoconducto y plaza comer-cial al sur. Su fortaleza económica se fundamentaba en que fue:

a) Centro del comercio proveniente de los llanos y Andes ve-nezolanos

b) Importante vía fluvial que penetraba la región guayanesa y el sur.

c) Puerto de embarque y desembarque del comercio del Caribe y el Atlántico, proveniente de Europa.

1 Simón Bolívar. Carta de Jamaica. 1815. Revista Memorias de Venezuela, Nº 11, diciembre de 2009. p. 29.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Por estas y otras razones, desde los inicios de la independencia, 1810, y especialmente desde 1817, el Libertador dirige todos sus esfuerzos militares, estratégicos y mirada penetrante hacia el sur del país. Analiza su importancia y evalúa la necesidad de su pose-sión para emprender desde allí la reconquista del país. Debido a su importancia económica y fluvial, era una necesidad desde 1811 su ocupación y anexión a la causa independentista. Estratégicamente Guayana representaba la vía natural al mar de las Antillas, la rela-ción permanente con los llanos a través del comercio de ganado con las provincias llaneras (Barinas y Apure). Militarmente, era la base de recepción de armas, comercio exterior, infiltración y apoyo de los realistas desde el exterior.

Desde los lamentables sucesos de Carúpano, Ocumare de la Costa en 1816, los líderes del movimiento de liberación del orien-te, J. B. Bideau, M. Cedeño, J. T. Monagas y M. Piar, conociendo el potencial económico y estratégico de la región, intentaron planes para su toma militar. Fue Manuel Piar, en el año 1817, quien logra establecerse, y desde la población de Upata procede a organizar el ejército, los poderes municipales, el comercio, los servicios y sus autoridades locales. Así lo expresa M. A. Saignes (1997): “… procedió a nombrar funcionarios y a labores administrativas y militares destinadas a una organización permanente y al aprove-chamiento de las ventajas de la región” (pp. 194-195)2.

Con la victoria militar de Manuel Piar sobre el realista De la Torre, en la batalla de San Félix, el año 1817, gran parte de Gua-yana pasa a manos de los patriotas. Simón Bolívar, considerando la importancia del momento (liberación de Margarita, casi todo el oriente y parte de Guayana), emprende gestiones entre el ejér-cito que lo acompaña para tomar militarmente Angostura. El 4 de abril de 1817 se instala en tierras del Orinoco, frente a la histórica Angostura. Allí mismo, conoce de los acontecimientos en Cariaco ocurridos el 20 de mayo de ese año. Sin la anuencia de Simón Bo-lívar, una junta, convocada por el canónico Cortés de Madariaga y

2 Miguel Acosta Saignes, Bolívar, acción y utopía del hombre de las dificul-tades. Ediciones de la. Biblioteca UCV, Caracas.

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Discurso de Angostura

presidida por Santiago Mariño, instala el conocido “Congreso de Cariaco”. El mismo debía tomar como sede y capital a La Asun-ción, isla de Margarita. Entre los resultados más evidentes del Congreso se encuentran:

a) Desconocimiento de la autoridad de Simón Bolívar,b) Creación de un triunvirato, con la participación de Bolívar,c) Otras medidas, lesivas a la autoridad y a la estructura de

Estado centralizado.En este sentido, cabe destacar los motivos y tendencias que

animaron dicha reunión. Desacuerdos y dolencias no saldadas del primer Congreso Constituyente del año 1811 y las rencillas perso-nales no resueltas de los años 1814 y 1816, en Carúpano, influye-ron seguramente en el ánimo y los resultados de dicho Congreso:

1) La asunción del federalismo contra la visión centralista de Bolívar,

2) Instalación y organización de un nuevo Estado que desco-nociese la jefatura de Simón Bolívar,

3) La Tercera República nace huérfana, sin el Libertador.Al enterarse en Angostura de sus deliberaciones, Bolívar des-

conoce y escribe al respecto: “Se diluyó como casabe en el caldo caliente”. El 30 de octubre del año 1817, el Libertador decreta la creación del Consejo de Estado para la organización del Poder Legislativo. Además, organiza las cuestiones relacionadas con la Administración del Estado, el Ejército y pasa a dictar la nueva Constitución de la República. El Consejo de Estado se instala el 10 de noviembre de 1817, declarando a Angostura capital de la Tercera República.

BOLÍVAR: PERSONALIDAD Y LIDERAZGO

EL PROYECTO BOLIVARIANO DE ESTADO NACE EN EL SUR

Estudiosos y biógrafos de Simón Bolívar han hecho notar la siempre constante y contradictoria actuación del Libertador en los acontecimientos de la epopeya libertaria. Entre victorias y

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

resultados adversos agota su juventud y fuerza de gigante en la cruenta guerra de emancipación (1810-1830). En su ínterin se manifiestan las razones, la lógica, las contradicciones y los pro-yectos de la personalidad en la historia. Una de sus fortalezas, el liderazgo, lo ejerció con voluntad y disposición al realismo de la vida que le tocó vivir.

Esa disposición innata a vencer obstáculos y sobreponerse a las dificultades, ya sea para pronosticar los acontecimientos o para imprimir un halo de voluntad premonitora a los hechos, lo persi-guió durante toda su corta y trajinada existencia. Para el acontecer o para el porvenir, Simón Bolívar demostró poseer energías y fuerza extraña, pasión y calor en frio de los acontecimientos vi-vidos o por nacer. Cierto es que hay en él una inclinación innata a sobreponerse a los difíciles momentos y situaciones conflictivas. Esto llevó a Miguel Acosta Saignes a calificarlo como el “Hombre de las utopías y las dificultades”3.

A estos elementos demostrados en el escenario de guerra, la revolución de Independencia unió otros muy importantes. Esa misma fuerza vital, pre-visionaria y firme en las experiencias y momentos cruciales, lo llevó a mostrarse como individuo dotado de talento y destrezas para desempeñar diversas funciones y ofi-cios a los que se entregó con pasión inusitada: soldado, estratega militar, estadista, constitucionalista, periodista, diplomático, his-toriador, entre otras facultades.

Una vez maceradas sus convicciones teóricas y proyectos de vida el año de 1815, en la isla de Jamaica, se lanza a la construcción del destino final de lo que habían sido proyectos inacabados ex-puestos en Cúcuta (1812), en El Manifiesto de Carúpano (1814), en la Carta de Jamaica, en 1815 y en el Discurso de Angostura, en 1819. Su confección y obra final es la creación de la Gran Colom-bia. Para la construcción de este importante documento, el Liber-tador debía volcar su sabiduría, sus conocimientos históricos, sus lecturas y experiencias propias sobre el naciente estado postinde-pendentista.

3 Miguel Acosta Saignes, Bolívar, acción y utopía... op. cit.

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Discurso de Angostura

Angostura representa para Bolívar la concreción y actuación del sereno y experimentado estadista que responsablemente ve el momento de reformular y transformar el Estado burgués de comienzos del siglo XIX. Habiéndose paseado por diversos esce-narios de guerra, de enconado divorcio y ataques por parte de sus congéneres patriotas, asedio a través de largos y peligrosos cami-nos de las regiones de Venezuela y parte de Suramérica.

En los primeros días de mayo de 1817, está ahora a orillas del gran río Orinoco, listo para exponer sus experiencias, sus sueños y sus desvelos en el proyecto que presentará ante el Magno Con-greso de Angostura. En el mismo no solo se pasea por las expe-riencias constitucionales y parlamentarias del Mundo Antiguo y el Medio Oriente; sino que revisa también las contemporáneas; se inclina por la Constitución inglesa, pero también ofrece loas, cré-dito y admiración a la democracia norteamericana.

Bolívar recomienda no copiarlas textualmente y advierte sobre sus virtudes, ventajas y errores. Por otro lado, con pie de gigante avanza y se adelanta a ellas al proponer un cuarto poder: el Poder Moral. El mismo abarca estos principales aspectos:

• Formación ciudadana para el cultivo de las virtudes, los va-lores, la educación y las costumbres conforman el proyecto de formación del nuevo republicano.

• Humanismo, con atención centrada en el ser social y la ciu-dadanía. Alerta al problema de las nacionalidades, sobre la importancia de la diversidad étnica (pueblos indígenas, es-clavizados y pueblo americano). Clama por los derechos de la población esclavizada, participante en la independencia nacional.

• Soberanía y paz. Destinos finales del proyecto republicano.• Unión latinoamericana y pensamiento antiimperialista.

Visión y anfictionía de la unidad de los países de Suramérica. • Concepción del Estado de acuerdo con el carácter y la

diversidad nacionales (inclusión de las clases sociales) y grupos étnicos.

Desde nuestra apreciación personal, destacamos en el Dis-curso una visión y convicción amplia: formativa, histórica y

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

antropológica del ser social. Con respecto al Estado, cree que las leyes y las buenas costumbres, las tradiciones, entre otras, son la fórmula para la lucha contra la corrupción y por el saneamiento del Estado. De allí, debe nacer la nueva sociedad, el nuevo republicano.

CARÁCTER NACIONAL Y DIVERSIDAD ÉTNICA

Nos preguntamos: ¿Cuál es la concepción del Estado nacional, de ciudadanía y engranaje del carácter nacional, cuál la equidad y calidad de individuo, de ciudadano idóneo a la naciente repúbli-ca? Al respecto dice Simón Bolívar:

… Nos hallamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servi-dumbre porque no solamente se nos había robado la libertad, sino la tiranía activa y doméstica4.

En ocasiones, el Libertador asume la vocería de la clase social dominante que aspira deslastrarse del poder hispano para asumir las riendas de la nueva sociedad, un nuevo Estado que establez-ca nuevas reglas del Estado nacional. Para Bolívar, el ciudadano común fue colocado en una escala social muy baja, alejado total-mente de las esferas del poder gubernamental, sin derecho cons-titucional, sin educación, ni derecho al trabajo. Eso sí, serviles al Estado opresor que les exprime hasta el cansancio físico y mental su fuerza de trabajo. Al analizar la situación de Venezuela Bolívar, no solo descarna los tipos de regímenes vividos en América, sino también el comportamiento del Estado español del cual se expre-sa: “Unido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia de la tiranía y de vicios no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud”5.

4 Simón Bolívar, Discurso de Angostura: Poder Ciudadano, 2010, Caracas, p. 6.

5 Ibidem, p. 7.

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Discurso de Angostura

En el Discurso de Angostura, el Libertador da un salto prodi-gioso en la visualización del individuo-masa-pueblo sin derechos constitucionales, pero explotado por el Estado colonial y postco-lonial. Es a partir de aquí (propuesta fundamental del Discurso de Angostura), que escruta y expone el tema de la emancipación e independencia. Su verdadero sostén son los estratos sociales más bajos; el pueblo llano que él denomina de distintas manera: pueblo, ciudadano, americano. La idea y concreción de la inde-pendencia, la libertad, la igualdad de todos sus miembros, además de la defensa y la soberanía nacional, conforman en Bolívar la ver-dadera emancipación nacional del yugo y la opresión de potencias extranjeras.

El fundamento filosófico y político social del sistema republi-cano propuesto por Simón Bolívar en el trascendental documento histórico conocido como Discurso de Angostura (1819) se afianza hoy, en nuestra realidad –tal como lo afirmamos en la lectura de los gráficos ubicados al final del ensayo–, en los aspectos siguien-tes:

• Arquitectura jurídica de la nación venezolana en todos sus niveles.

• Novedosa concepción de ciudadanía.• Poder Moral para la justa aplicación de las leyes y la lucha

contra la corrupción dentro de las estructuras del Estado.• Educación integradora: vinculada al poder ciudadano, la

creación de conciencia y valores patrios.• Propuesta humanística de Estado con reconocimiento de la

diversidad climática, étnica, territorial y cultural.Otros aspectos significativos en dicho documento son las

aportaciones de Bolívar a la concepción de “Estado” o República democrática: La misma se afinca en la idea central de “ciudadanía”, Al respecto dice: “… la majestad de un pueblo, capaz de formar la dicha de una nación”. Para el Libertador, la nación no solo son leyes, estructuras administrativas, gobierno, negocios e inversio-nes. También son: los territorios, la diversidad étnica y climática, las costumbres, su religiosidad y tradiciones. Conocedor de esos pueblos que lucharon en la independencia, Simón Bolívar intentó

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

advertir al Ilustre Congreso sobre la necesidad de conocer las identidades étnicas y la diversidad cultural que les asistía. Sobre este respecto, al sugerir las nuevas leyes y estructura de Estado, Bolívar opinaba que: “… Deben ser relativos a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos”6.

Bolívar previó la creación de un cuarto poder o Poder Moral, donde reivindica la importancia del Parlamento (Areópago), las leyes y los jueces, su perpetuidad, la educación y la lucha contra la corrupción. A pesar de que no fueron aprobados sus postulados, los venezolanos debemos reconocer los sustanciales aportes diri-gidos a sanear el aparato burocrático e intento de estructuración y arquitectura del Estado decimonónico, hacia el nuevo Estado republicano.

CONCLUSIONES FINALES

Al revisar lo expuesto en este modesto trabajo quiero resumir aspectos que en el mismo consideramos vitales para la compren-sión de los aportes del Libertador, en los cuales resalta su condi-ción de estadista visionario y en mucho se adelanta a los teóricos y estadistas contemporáneos. Primero, los conceptos como: ciuda-dano, ciudadanía, carácter nacional y diversidad. Con los mismos construye una visión antropológica inmersa en la nueva arquitec-tura del Estado republicano.

Para postular esta tesis, nos basamos en la insistente aprecia-ción y definición de “pueblo soberano” como sujeto del sistema republicano. También es significativo subrayar la tesis bolivariana sobre la cuestión étnica y la diversidad cultural, lo cual sintetiza en aspectos como: la diversidad territorial, el carácter nacional, las costumbres, las tradiciones familiares. Esto no es otra cosa que una alta comprensión por parte de Simón Bolívar del tema de la diversidad cultural y étnica.

6 Ibidem, p. 12.

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Discurso de Angostura

En diferentes momentos del discurso, menciona, de manera reiterada, el cuidado, la atención y especial preocupación por los indígenas y los pueblos esclavizados (afrodescendientes). Para ellos decretó la “abolición de la esclavitud” (Carúpano y Ocumare, 1816). Nuestro Libertador entendió perfectamente que de la inte-gración de los estamentos criollos (esclavizados, campesinos, mo-renos y pardos, en fin, lo binacional) al Estado nacional dependía la paz, la igualdad y la tranquilidad del país.

Poco tiempo después, el valiente y revolucionario Ezequiel Zamora, levantando las masas campesinas “olvidadas” por los legisladores del año 1819, concedía la razón a Bolívar. El pueblo salió a reclamar sus derechos a terratenientes y sectores dominan-tes. Implícito y explícito en el Discurso de Angostura está el tema de la comprensión de la diversidad. Doscientos años después, aún sigue vigente, pese a los aportes de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. En tiempos actuales, es un importante aporte humanitario a la correlación étnica y cultural existente en Venezuela y algunos países de Suramérica.

Finalmente, no se trata, en ningún caso, de reeditar estudios y polémicas sobre las “razas”, como lo han planteado algunos auto-res. Entendemos que nuestro Libertador estuvo claro en relación con el sufrimiento, luchas, extinción y expoliación a la que han sido sometidos los pueblos originarios nuestramericanos: indíge-nas, afrodescendientes y canarios en Suramérica. A nuestro juicio, sus tesis y apreciaciones sobre la diversidad étnica no han sido objeto de la debida atención y juiciosa interpretación pedagógica y humanística que permita su traspolación a la etapa de desarrollo y comprensión de la dinámica sociocultural de la Venezuela con-temporánea.

Como síntesis de nuestras ideas, incluimos este mapa y estos gráficos que resumen las ideas que hemos planteado:

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Mapa 1. La región guayanesa

Fuente: https://prensaguayanes.files.wordpress.com/2017/11/bolivarciudades1.gif

Gráfico 1. Discurso de Angostura

Fuente: elaboración propia.

Gráfico 2. Discurso de Angostura: concepción de ciudadanía y conciencia social

Fuente: elaboración propia.

Gráfico 3. Vigencia del Discurso de Angostura

Fuente: elaboración propia.

BIBLIOGRAFÍA

Acosta Saignes, Miguel. (1983). Bolívar: Acción y utopía del hombre de las dificultades. Caracas: Ediciones de la Biblioteca UCV.

Asamblea Nacional de Venezuela. (1999). Constitución de la Repú-blica Bolivariana de Venezuela. Gaceta Oficial n.o 5908 extraor-dinario, de fecha 19 de febrero de 2009.

Asamblea Nacional de Venezuela (2013). Plan de la Patria 2013-2019. Gaceta Oficial  n.o 6118 extraordinario.

Bolívar, Simón. Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819.Bolívar, Simón. (2010). Discurso de Angostura: Poder Ciudadano,

Caracas, p. 6.Bolívar, Simón. (2009). Carta de Jamaica. Revista Memorias de

Venezuela, Nº 11, diciembre, p. 29.

CONTEMPORANEIDAD SOCIOHISTÓRICA DE LOS LLANEROS APUREÑOS CON

EL DISCURSO BOLIVARIANO DE ANGOSTURA EN VÍSPERAS DE SU BICENTENARIO

Argenis Méndez Echenique

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El eterno fluir político hizo fundamentar a Platón la ciencia política,

pues “si deseamos cambiar la vida ética de los hombres… el primer problema y el más urgente es encontrar

el verdadero orden político”

Enrique González Pedrero

Hoy, y en cualquier otra circunstancia, constituye un reto elaborar un ensayo sobre la contemporaneidad de los llaneros de Apure en su propio devenir con los sucesos que condujeron al Li-bertador Simón Bolívar a convocar el segundo Congreso Nacional de nuestro país, que se instaló en la ciudad guayanesa de Angostu-ra, el 15 de febrero de 1819, con la lectura del magistral documen-to conocido como Discurso de Angostura, pieza fundamental en el forjamiento ideológico, político y constitucional de nuestra actual República Bolivariana de Venezuela.

Existe abundante material bibliográfico sobre la obra bolivaria-na, hasta el extremo de hacerse alérgico a algunos destacados in-telectuales venezolanos que ven en esta proliferación de estudios históricos un exagerado culto a la personalidad y, además, como una “ideología de reemplazo” al socialismo vigente antes de la caída del Muro de Berlín1.

Esta contemporaneidad debe establecerse atendiendo a la segun-da acepción de la definición que da el Diccionario de la Real Acade-mia Española2 para el vocablo “contemporáneo”: “relativo al tiempo o época en que se vive”. Ahora se refiere al paralelismo temporal de los hechos acaecidos en la sociedad llanera apureña y las vivencias para esa misma época de un personaje tan relevante en la historia

1 Tomás Straka, ¿Hartos de Bolívar? La rebelión de los historiadores contra el culto fundacional. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Nº 365, tomo XCII, Caracas, enero-marzo de 2009, pp. 51 -91.

2 Real Academia de la Lengua, Diccionario de la lengua española, tomo I, 22.ª edición, México, 2009, p. 636.

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Discurso de Angostura

patria como fue el Libertador Simón Bolívar. Como es de suponer, el presente texto no es ni debe considerarse un estudio exhaustivo del tema, más cuando no constituye, ni se pretende lo sea, un análi-sis a profundidad. Es un somero ensayo de aproximación.

El mismo proceso político de Apure explica las condiciones so-cioculturales favorables a la Independencia que encontró Bolívar en su gente, producto de una idiosincracia de pueblo muy parti-cular, forjada a golpes de aventuras y desventuras sociopolíticas, muchas de ellas contra la formalidad institucional española.

Adolfo Rodríguez3 da una posible explicación a esa rebeldía del llanero ante el poder real instituido:

De la invasión hispana del territorio de los actuales llanos colombo venezolanos, en el siglo XVI, a la proclama del Libertador Simón Bo-lívar en 1818 reconociendo a sus habitantes llaneros como “indepen-dientes a pesar del imperio español”, median casi tres siglos, en que el paisaje y la cultura local experimentan una notoria transfiguración… de la ganadería mayor proveniente de Europa (bovinos, equinos y otros). Y, particularmente, la llanerización del caballo traído para oprimir, invistiéndose, a un tiempo, de energía liberadora. Que al asumirlo, etnias y demás grupos sociales perseguidos, para montar, configuran una cultura que acrecienta así, el conocimiento y control del nuevo hábitat…

La dirigencia política de la revolución emancipadora no cali-brará, oportunamente, la fortaleza de una cultura con poderío su-ficiente como para incidir determinantemente en la caída de dos proyectos republicanos (1812 y 1814). De manera tal que, adver-tido Bolívar de ello, los asuntos comienzan a favorecer su causa, como apunta en 1817: “Ahora más que nunca debemos confiar en

3 Adolfo Rodríguez. Condiciones que favorecieron un clima emancipatorio en los llanos colombo-venezolanos. Ponencia presentada en el XI Sim-posio Internacional de Historia de los Llanos Colombo-Venezolanos: Bicentenario de la Independencia, 20 de julio de 1810 - 20 de julio de 2010. Támara, Casanare, República de Colombia, julio 17 al 20 de 2010; jueves, 5 de agosto de 2010.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

la fortuna, ya que empezamos la restauración de Venezuela por donde debemos: por el Orinoco y por los Llanos”

Ahora, bien, aun cuando la existencia de estos llanos del sur era conocida por los europeos desde los primeros tiempos de los Welsers en el siglo XVI en sus incansables excursiones tras el sueño del Dorado y la incursión fluvial “descubridora” de Miguel de Ochogavia a mediados del siglo XVII, que no fue más allá de la efímera fundación de San Miguel del Castillo de la Nueva Cala-tayud en 16514 , a mediados del XVIII, más de cien años después, todavía se le menciona como “la Otra Banda del Apure”, tierra ignota y misteriosa, poblada solo por belicosos y trashumantes in-dígenas, fieras, serpientes y numerosos rebaños de reses realengas.

La presencia invasora del europeo depredador comienza a sentirse con mayor intensidad cuando los hijos de Loyola son expulsados de todo el imperio español (1767) y los pocos pueblos misionales llaneros de Apure, a orillas del Capanaparo, Sinaruco y Meta, quedan abandonados y a la deriva5. Luego los Capuchinos andaluces, con sus famosas “entradas”, ocupan el vacío dejado por los jesuitas y reinician, oficialmente, en la segunda mitad del mismo siglo XVIII (1769), la labor evangelizadora en estas inhós-pitas regiones, comenzando prácticamente desde cero.

Sin embargo, el indígena llanero, acostumbrado a actuar libre-mente y sin rendir pleitesía alguna a las autoridades reales o reli-giosas, en su contacto con entes foráneos, legales o no, recibe otros aportes étnicos (blancos desarraigados de sus comunidades norte-ñas o contrabandistas y negros esclavos escapados de las hacien-das cacaoteras e ingenios azucareros del centro del país), aprende un nuevo modus vivendi. Se familiariza con nuevos instrumentos de trabajo y de solaz entretenimiento, con las aves de corral, los cerdos, los asnos, las vacas y el caballo, haciéndose diestro jinete

4 Adelina Rodríguez Mirabal, Latifundio ganadero y conflictos sociales en los Llanos de Apure 1700-1800. Caracas, Fundación Editorial Tropykos, Universidad Central de Venezuela, 1995, pp. 29-31.

5 Edda Samudio y José del Rey Fajardo. Jesuitas, haciendas y promoción social en la Orinoquia, Mérida-Venezuela, Universidad de Los Andes. Ediciones del Rectorado, 2006, pp. 43, 68, 69, 111.

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Discurso de Angostura

vaquero, e inspirado en el paisaje se trasluce poeta y trovador, además de hábil en el manejo de la lanza, que le sirve de útil ins-trumento pastoril en su faena cotidiana y para defenderse de las fieras en constante acecho. Analfabeto en las letras de molde, pero sapientísimo en el conocimiento de su virginal y cerril naturaleza. En este nuevo ente humano está el germen del Centauro Llanero de la Independencia.

Se da por sentado que la historia la construye el pueblo a través del tiempo, como lo señalan los especialistas de esta disciplina científica (Marc Bloch, por ejemplo). Los líderes, los caudillos, los dirigentes, son solo expresión de necesidades colectivas en un determinado momento del devenir histórico de una comunidad. Ya lo señalaba José Martí, como lo recoge Miguel Acosta Saignes en epígrafe de entrada al libro Bolívar: Acción y utopía del hombre de las dificultades6: “No es que los hombres hacen los pueblos, sino que los pueblos, en su hora de génesis, suelen ponerse vibrantes y triunfantes, en un hombre”. Y este excelente exégeta bolivariano, Acosta Saignes, señala que “Bolívar sintetiza históricamente el es-fuerzo de miles y miles de combatientes a quienes él condujo, pero de quienes aprendió y sin los cuales nada hubiera podido hacer”7.

Así también el mexicano Miguel León Portilla8 señala otra de sus múltiples facetas cuando llama a Bolívar “Historiador del Futuro”, basándose en los planteamientos del Manifiesto de Carta-gena y de la Carta de Jamaica, en su ensayo “Visión invencible de la historia”.

Por ello, consideramos que el presente proceso revolucionario venezolano iniciado por el comandante Chávez hinca sus raíces en lo más profundo de esa recóndita historia del pueblo indoa-mericano, y él supo sacarlo a flote magistralmente, poniéndolo en indetenible marcha hacia un mañana promisor. El pueblo ansiaba

6 Miguel Acosta Saignes, Bolívar: Acción y utopía del hombre de las dificul-tades, Casa de las Américas, La Habana, 1977 (Premio Extraordinario Bolívar en Nuestra América. Ensayo).

7 Ibidem, p. 11.8 Miguel León Portilla. Revista Memorias de Venezuela, Nº 2. Caracas,

Centro Nacional de Historia, marzo-abril de 2008, pp. 42-45.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

justicia social, libertad y soberanía, y en esa lucha están todos los genuinos venezolanos que quieren a su país.

La elemental historia aprendida en la escuela primaria, una historia episódica, diríase que coyuntural, se reducía general-mente a la vida y actuación de determinados personajes (héroes, caudillos o santos), autores y actores de altisonantes sucesos nacionales e internaciones (en deslumbrantes textos a los ojos infantiles, de Historia Universal, Historia de América, Historia de Venezuela); estudios posteriores han ampliado esa concepción inicial y hoy se la concibe como una potente arma ideológica que debe utilizarse en la lucha por la reivindicación de los derechos humanos y ciudadanos de cualquier habitante de este planeta Tierra. Esta posición concuerda con la propuesta de L. Althusser, en su libro La filosofía como arma de la Revolución, al hablar sobre la “teoría de la producción del conocimiento”.

Es necesario crear conciencia histórica y revolucionaria. Por tanto, la historia hay que estudiarla, con pleno sentido de perte-nencia, no solo desde el aspecto económico, como señalaban los teóricos materialistas pioneros, sino también utilizando criterios de totalidad o integralidad gestáltica, con visión caleidoscópica, desde todos los ángulos posibles: filosófico, social, político, eco-nómico, militar, geográfico, religioso, psicológico, educativo… Y por ello, se necesita aprender del quehacer haciendo del pueblo en marcha, como enseñaba el maestro Brito Figueroa9.

Ahora los mecanismos para combatir el permanente, ato-sigante y alienante ataque a nuestra identidad e idiosincracia latinoamericana y venezolana, amante de la paz, la concordia y la solidaridad continental, deben estar encaminados a crear una clara conciencia patriótica, bolivariana y revolucionaria, que haga comprender el peligro en que se está de perder la libertad, la soberanía y la independencia, si caemos bajo la férula del neoco-lonialismo imperial y capitalista yanqui, que aliado con nefastos

9 Federico Brito Figueroa, Historia disidente y militante, Problemas de mé-todo y métodos en historia económica y social. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, Universidad Rómulo Gallegos, Venezuela, 2000.

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y serviles lacayos internos, o solapados en organismos internacio-nales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y el llamado “Club” de Lima, solo persigue apoderarse de las riquezas del subsuelo de estos países. Ellos, los grandes magnates del capi-tal, hasta ahora, han venido saqueando impune y criminalmente los recursos naturales de todo el mundo, masacrando pueblos, y pretenden seguir haciéndolo. A ellos lo menos que les interesa es defender los derechos de los pueblos, la “democracia”, y reivindi-car los derechos humanos y ciudadanos de la gente. En su criterio, eso es pura basura.

Luego de este breve preámbulo, se trata el tema de la sociedad apureña y su contemporaneidad con el Discurso de Bolívar en la inauguración del Congreso de Angostura. Sin poseer la maes-tría de un experto como Fernando Braudel, autor, entre otras magníficas obras historiográficas, de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949), todo un portento de sabiduría en la materia, pero se hace modestamente el intento.

Para hablar de los momentos históricos iniciales de la presen-cia europea en Apure hay que comenzar aludiendo necesaria-mente a la íntima vinculación de esta región con la de Barinas. La Provincia de Barinas había sido creada por Real Cédula de Carlos III, el 15 de febrero de 1786, en jurisdicción de la Capitanía Gene-ral de Venezuela (existente desde septiembre de 1777); sus antece-dentes históricos están en que “… en 1742, una Real Cédula del 12 de febrero relevó a la Provincia de Caracas de toda dependencia virreinal (…). Las otras circunscripciones (Maracaibo –que com-prendía los Andes, el territorio barinés y el apureño–, Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad) permanecieron bajo la jurisdic-ción militar del virrey de Santa Fe hasta 1777”10.

La descripción que hace Fray Jacinto de Carvajal11, capellán de la expedición que partió de Barinas en 1647, sobre los habitantes

10 Bernardo Briceño Monsillo. La Provincia de Barinas. Creación y límites, 1786. Mérida, ULA, 1987, p. 16.

11 Fray Jacinto de Carvajal. Descubrimiento del río Apure. Caracas, Ma-drid, Ediciones EDIME, Grandes Libros Venezolanos, 1956, p. 80.

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indígenas de la región apureña, de los caudalosos ríos y otros amplios espacios acuáticos, de una flora multicolor y de una rica y variada fauna, con abundancia de reses vacunas en estado silves-tre, hacen pensar en un inagotable manantial de riqueza natural, parecido al Paraíso Terrenal. El cronista Carvajal estaba imbuido de un inmenso caudal de fantasías medievales y veía las cosas con ojos de beatífico ensueño bíblico.

Con todo y lo fabuloso de sus relatos, consideramos que Fray Jacinto de Carvajal debe ser catalogado como el primer cronista de la región llanera, y, muy especialmente, de la apureña.

Se infiere que esas reses que poblaban las regiones llanas de “la otra banda del Apure”, llegaron algunas escapadas de los estable-cimientos ganaderos ubicados en las zonas de pastos del centro y norte de Venezuela; y otras, escapadas de los rebaños que condu-cían los grupos expedicionarios para su abastecimiento, que, en diferentes épocas, buscaban el Dorado. También pudo ser de las que llevaba, a mediados del siglo XVI, por ejemplo, Cristóbal Ro-dríguez, desde El Tocuyo hasta Tunja, por el primer camino gana-dero del que se tiene referencias12. Y ese ganado salvaje era cazado inicialmente por los indígenas al igual que cualquiera otra pieza de cacería. Ese fue el principal atractivo que vieron los codiciosos invasores en estas tierras de infinitos horizontes, por cuanto valían más las reses que los terrenos ocupados.

Con la creación de la Provincia de Barinas, en 1786, y la fun-dación de la villa de San Fernando de Apure, en 1788, con 200 avecindados de origen europeo, como lo establecían las Leyes de Indias, recogidos en los campos aledaños, por el gobernador y comandante militar de la misma, don Fernando Miyares González (nunca firmó de otra manera), se puso freno a esa penetración ilegal saqueadora de la riqueza pecuaria regional.

Se deduce que el territorio apureño había quedado desguarne-cido luego de la expulsión de los jesuitas y sin muestras notorias de presencia europea para ese momento; por ello en 1769 (carta

12 Nieves Avellán de Tamayo: En la ciudad de El Tocuyo, 1545-1600. Aca-demia Nacional de la Historia. Caracas, 1997, 477 y ss.

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Discurso de Angostura

del 16 de diciembre), Fray Jerónimo de Gibraltar, misionero apostólico capuchino en la Provincia de Venezuela, solicita al gobernador de la misma, José Solano y Bote, que lo autorice para iniciar la reducción de los indígenas existentes entre el Meta y el Apure, como se refleja en documento que se conserva en el Archi-vo General de la Nación (Caracas, 222), según referencia de Fray Buenaventura de Carrocera13:

… para proceder con acierto al caso de fundaciones como también de camino tratar con las naciones de indios de su reducción y po-blación, para lo que se hacen indispensables varias gratificaciones de rescates y herramientas para agradar y habilitar a dichos indios a que se funden en su propio país, lo que considero harán gustosos, respecto a que ya van poblados en dicho terreno tres pueblos de indios [probablemente San José de Leonisa de Cunaviche, San Juan de Payara y San Rafael de Atamaica] sus circunvecinos, que de dos años a esta parte tienen fundados mis hermanos misioneros de esta provincia…

Como ya se mencionó, es en este tiempo cuando se comenza-ría a conformar étnica y culturalmente un nuevo ente humano, una neoetnia, en el decir del llanerólogo Adolfo Rodríguez14, originado en el cruce de genes e intercambio de valores culturales aportados por blancos aventureros, indígenas seminómadas y cimarrones africanos, acompañados del caballo y las reses vacu-nas realengas. El resultado fue el llanero, “hombre a caballo y de sabana abierta”.

“El Llano nuestro se dio el lujo de fabricar hombres a su imagen y semejanza y los difuminó luego con la soledad y las sequías para que sus nombres se olvidaran para siempre”, según el intelectual

13 Fray Buenaventura de Carrocera, Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, pp. 141-143.

14 A. Rodríguez, Los llaneros. La utopía que cabalga entre Venezuela y Co-lombia. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2012, pp. 171-172.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

araucano Hugo Mantilla Trejos15. Existe, en pocas palabras, una firme consustanciación del hombre con el ambiente, con la madre naturaleza, con una gran fuerza telúrica.

Algunos autores, al analizar la presencia europea en esta zona llanera, expresan que

… en Apure no puede hablarse propiamente de penetraciones de conquista por cuenta del recién llegado y sí solo de mera ocupa-ción. Los indígenas, poco abundantes en el territorio estatal, bien se mezclaron rápidamente con el español o bien, al tratarse de pueblos aborígenes de vida muy primitiva, se aislaron en las inmensas y poco codiciadas tierras que se extienden entre los ríos Capanaparo y Meta o entre el Sarare y el Arauca16.

De allí la hispanización tardía, o somera, de la sociedad apure-ña, que la diferencia de otras comunidades llaneras. Apenas unos cuarenta años de colonización (1770-1810).

Miguel Izard17, al estudiar los orígenes de la comunidad llanera apureña, señala:

En estos territorios había numerosas naciones indígenas, cada una de ellas de pocos habitantes, y durante el período colonial huyeron al Llano una cantidad de personas para refugiarse, porque no toleraban su situación en el norte, el grupo más evidente fue el de los esclavos traídos del África que querían dejar de ser siervos y recuperar su libertad, trabajaban y eran considerados como bestias. El acoso la-boral era muy fuerte, otros escapaban de la Inquisición. En esa época era mucho más sensato tratar de fugarse hacia el sur que rebelarse. Había un aparato represivo muy eficaz. No solamente huyeron afri-canos, sino también indios, mestizos, mulatos y blancos…

15 Hugo Mantilla Trejos. Este es el Llano que hace a los hombres y luego los desbasta. Memoria del Primer Encuentro Colombo-Venezolano de Escritores Llaneros, 1987, p. 33.

16 Marco Aurelio Vila. Aspectos geográficos del estado Apure. Caracas, Cor-poración Venezolana de Fomento, 1955, p. 142.

17 Entrevista. Todos Adentro, Nº 276. Caracas, febrero de 2009.

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Este mismo autor, Izard, precisa muy bien, en el mismo texto, las características de la sociedad llanera de esos tiempos:

Los cimarrones llaneros formaron una sociedad muy libre que tenía una forma de organización que a nosotros nos parece inexistente, pero ahora sabemos que estaban organizados. Cada persona era muy autónoma, cada quien vivía a su manera en una especie de he-donismo, constituyeron un tejido social que a nuestra vista parecía invisible. Tenían una forma de relacionarse sutil, en momentos de necesidad se organizaban de una forma extraordinaria, para cada actividad escogían un responsable, al más capaz, que solo dirigía ese evento concreto. Si querían cazar caballos se agrupaban y escogían al más hábil para coordinar la faena; si eran atacados desde el norte, cosa que ocurría a veces porque venían a cazar esclavos, ellos se organizaban para enfrentar al enemigo (…). Creo que es un hecho fundamental, me gusta utilizar la misma expresión de los conquista-dores castellanos cuando se encontraron con ellos: “Son gente sin ley, sin dios”.

Como se observa, el historiador catalán piensa que la sociedad llanera estaba en esos momentos al margen de la sociedad colonial española y, por supuesto, era contraria a los intereses políticos, ju-rídicos, sociales y económicos de los todopoderosos señores de la oligarquía criolla, asunto que concuerda con lo que hemos venido sosteniendo.

Manuel Abrizo18, en su ensayo “Apure, pasión por la libertad, y el más allá de más nunca”, citando a un historiador regional (AME), dice que:

… esta zona siempre fue vista como tierra de libertad. Los negros esclavos escapados del Norte se venían para acá y aquí eran recibidos casi con los brazos abiertos. Nosotros vamos a ver que los apureños

18 Apure Adentro. Caracas, Ministerio para el Poder de la Planificación y el Desarrollo, 2007, pp. 54-55.

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son gente reacia a aceptar cualquier autoridad. El negro escapado del Norte es un rebelde; viene con toda su amargura. Y el indígena de aquí, aunque mucha gente lo ha calificado de flojo, habría que ver por qué es flojo. Si se le examina desde la concepción europea, en donde todo es manejado con una idea mercantilista, él no te va a producir para ir a vender al mercado. El indígena prácticamente vivía en un paraíso. Simplemente con estirar la mano conseguía una fruta. Iba al río y con tirar un anzuelo sacaba un coporo. No necesitaba sacrifi-carse por otro para vivir. Aquí también en el indio vamos a ver esa rebeldía. Y el español que viene para acá, en mayor grado el andaluz, en cierto modo es un rebelde en España. Por ello, la gente de aquí se acostumbró a vivir libremente, sin atender ni respetar ninguna ley; entonces eso implica que si le vas a imponer normas, no te las va a respetar.

Los terratenientes y ganaderos catalogaban a los llaneros de “vagos, ladrones, cuatreros y malentretenidos”. La vinculación y posible nivelación sociocultural entre la entidad rural y pecuaria del Llano y la sociedad urbana del norte venezolano se da en dos ciclos: inicialmente con la irrupción violenta del llanero en la historia de nuestro país, durante el siglo XIX; primero con José Tomás Boves, luego con José Antonio Páez, después con Ezequiel Zamora, y, posteriormente, en una segunda etapa, en el siglo XX, mediante un largo proceso de captación y adaptación (¿asimila-ción o aculturación?) que todavía no termina de cuajar.

De aquí que “… muchos centrales pensaron en la necesidad de irse a graduar de héroes y a bañarse de libertad en el Llano. En-cender la chispa. Llevárselos otra vez con el señuelo de la libertad en las narices calientes de los caballos de la rebeldía”, señala José Vicente Abreu19.

Apure durante mucho tiempo (siglos XVIII, XIX y parte del XX) se mantuvo aislado del resto del país, siguiendo un lento y

19 José Vicente Abreu. “Entre Ovalles y Gallegos: El llanero”. Prólogo a la segunda edición del libro El llanero, de Víctor Manuel Ovalles, Edicio-nes de la Presidencia de la República, 1990.

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propio ritmo de desarrollo sociocultural. Un destacado intelec-tual apureño ya desaparecido hablaba, en plena vigencia de la IV República y con gran objetividad, que Apure estaba sumido en un profundo “sub-subdesarrollo” (si es que vale el uso del término), por lo que se debía adoptar una sana y progresista política de “regionalismo agresivo”, para nivelarlo culturalmente al resto de Venezuela20.

Buscando una posible explicación a este fenómeno geohistóri-co, se llega a la siguiente conclusión: A este aislamiento contribuyó en mucho la carencia de vías de comunicación transitables duran-te todo el año y una disposición real del 15 de marzo de 1686, que prohibía la navegación por el río Apure, emitida con el propósito de combatir el contrabando de mercancías que hacían los holan-deses del Demerara, penetrando por el Orinoco; y, también, la Real Cédula aprobada el 17 de enero de 1771 por Carlos III, donde se prohibía el asentamiento de gente de origen europeo en la región comprendida entre los ríos Apure y Meta, otorgada “a per-petuidad” a los indígenas, por gestiones del misionero capuchino Fray Jerónimo de Gibraltar, según consta en el Archivo General de Indias, en Sevilla (Caracas, legajo 399)21. Todo lo dicho sobre el aislamiento regional, por supuesto, son simples conjeturas.

Pero es evidente que la medida proteccionista del rey fue violentada infinidad de veces (siguiendo la norma tradicional indiana: “Se acata pero no se cumple”), puesto que, cuando se fue a fundar la villa de San Fernando de Apure, a finales del siglo XVIII (1788), don Fernando Miyares no trajo a nadie de otra parte del país; y, sin embargo, reunió a más de doscientas personas de origen hispano para asentarlos como vecinos de la nueva comu-nidad urbana. ¿De dónde salieron? De los campos aledaños a la naciente urbe.

20 Pedro Elías Hernández Figueredo, presidente de la Fundación “Rómu-lo Gallegos”, de San Fernando de Apure.

21 Adelina Rodríguez. Latifundio ganadero y conflictos sociales en los Lla-nos de Apure 1700-1800. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, Universi-dad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, 1995, p. 167.

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Además de existir ya en la región varios hateros (alrededor de 28, todos sin títulos legales o fraudulentos), entre los cuales se contaban los poderosos aristócratas y terratenientes Sebastián de Mier y Terán y Fernando Domínguez de Rojas, quienes se opusie-ron tenazmente a la mencionada fundación (caso parecido había sucedido años antes con la Villa de Todos los Santos de Calabozo) porque, supuestamente, tan indeseada presencia perjudicaba sus ganados y se estaba realizando en tierras de su propiedad (el pleito judicial lo resolvió favorablemente para San Fernando su oportuno pronunciamiento por la Independencia en 1810, pues estos señores pretendían pasar por encima de las decisiones reales, valiéndose de sus influencias políticas y económicas con las auto-ridades gubernamentales caraqueñas.

Sin embargo, este tipo de comportamiento no era compartido ni aceptado por otros propietarios (u ocupantes) de tierras y ga-naderos criollos, isleños (canarios) y peninsulares, pues la mayor parte de los estudiosos del tema, como el historiador Luis García Müller, aseguran que “el Hato fue una unidad económica propi-ciadora para que se crearan los pueblos en torno a la actividad pecuaria”22.

Como se deduce, los poderosos “hateros” del centro y norte del país se establecieron en Apure atendiendo a dos motivos claves: uno, saciar sus ansias terrófagas (que dieron origen al latifundio ganadero colonial); y otro, los grandes propietarios calaboceños, sancarleños, guanareños, barineses, caraqueños y valencianos vieron en Apure la tierra prometida, porque ofrecía la posibi-lidad de apoderarse gratuitamente de la gran cantidad de reses mostrencas existente en sus dehesas y, también, la abundancia de pastos de este lado del río, ideales para el pastoreo y engorde de sus ganados en el “verano” (época seca). La trashumancia hacia las

22 Luis García Müller. La formación colonial barinesa…, Barinas, Unellez, 1996, p. 66.

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islas del delta apureño, cantada por el poeta de la “Silva Criolla”, viene de esa época23. Sobran, pues, explicaciones.

La exaltación del llanero como héroe épico durante el proceso emancipador, según Víctor Rago24, atendió a:

… la intención de promover un estereotipo –del mundo natural y del hombre que lo puebla– con miras a alimentar un proyecto ideológico de consolidación del Estado nacional hegemonizado por las fuerzas sociales, económicas, políticas y militares que resultaron victoriosas en la guerra de independencia, fuerzas a las que el llanero, en cuanto tal, no pertenecía más que en condición de subalternabilidad, pero en cuyo nombre se tejió la rimbombante retórica de la historia oficial.

Pero es innegable que la participación de la gente del Llano fue decisiva para lograr la victoria bolivariana durante la Guerra de Independencia. Sus aportes en jinetes lanceros, caballos y reses fueron los que hicieron posible alcanzar los laureles de la libertad. Y como indica un versado historiador colombiano: “Al evocar la gesta (…), no podemos dejar que el héroe se apee de su caballo humeante y espumoso, porque la batalla la ganaron juntos. Es el Centauro el protagonista de la epopeya”25.

El comandante Páez inicia su heroica carrera militar, como máximo jefe de las tropas patriotas, a partir del pronunciamiento de una junta militar constituida por comandantes de escuadrones de jinetes llaneros, el día 16 de septiembre de 1816, en la pobla-ción altoapureña de La Trinidad de Orichuna (no Arichuna, que es otro pueblo del Bajo Apure: Parroquia Peñalver, Municipio

23 Alberto Arvelo Torrealba. Lazo Martí, vigencia en lejanía. Ensayo estilís-tico sobre la silva criolla. Caracas, Biblioteca Popular Nacional, 1971.

24 V. Rago. “Llano y llanero: Contribución al estudio del forjamiento de una imagen”. Boletín Antropológico, Nº 45. Mérida, Venezuela. Univer-sidad de Los Andes. Centro de Investigaciones Etnológicas. Museo Ar-queológico, 1999, abril, 36.

25 Enrique Caballero. Historia económica de Colombia. Bogotá, Oveja Ne-gra Editores, 1986, p. 245.

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San Fernando), que lo pone al frente del ejército y lo asciende a General de Brigada. Esta asonada fue contra las autoridades gu-bernamentales que se habían constituido en el mes de junio en Arauca o Guasdualito, con los emigrados civiles y restos de las tropas republicanas salvadas, tanto en Venezuela como en Nueva Granada, primero de la acción devastadora de Boves y luego de la “pacificación” de Pablo Morillo, enviado desde España con un gran contingente militar veterano de las guerras napoleónicas para acabar con cualquier movimiento sedicioso en Tierra Firme; es decir, Venezuela y Nueva Granada, la futura Colombia Boliva-riana.

Al frente de este fugaz intento llanero de organizar un Estado se nombraron personajes de reconocida fe patriótica y desvelos por la causa republicana, algunos de los cuales lograron alcanzar posteriormente merecido renombre internacional: doctor Fer-nando Serrano, antiguo gobernador de Pamplona (neogranadi-no), como Presidente; generales Rafael Urdaneta (venezolano) y Manuel Roergas de Serviez (francés mirandino), ambos como Consejeros de Estado (ministros); y el doctor Francisco Javier Yánez (jurisconsulto de origen cubano), como Secretario; para comandar el ejército fue nombrado el coronel Francisco de Paula Santander (neogranadino). Ninguno llanero. Esta nueva entidad carecía de un territorio específico, de texto constitucional alguno y no tenía rentas propias; solo los pocos bienes (vestidos, armas, monedas, joyas, aperos y enseres domésticos) de la población mi-grante que acompañaba a las tropas en su constante peregrinaje por el Llano colombo-venezolano, huyendo del acoso realista, y los fugaces recursos del medio que pisaban en ese momento.

Se desconoce cuál fue la denominación jurídica dada al nuevo Estado (hasta el momento presente no se ha localizado documen-to original alguno que respalde tal creación institucional; todo se basa en referencias de algunos de sus protagonistas); por ello, se ha señalado, atrevidamente, que con todas esas deficiencias formales, puede hablarse de una “República del Llano”, contradi-ciendo la opinión de algunos historiadores que la califican despec-tivamente como “republiqueta”, ”república etérea” o “república de

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pacotillas”, feudo de ficción, a lo Sancho Panza; pues, cuando se instaló este nuevo gobierno no se aludió por ninguna parte a un nombre específico del Estado que se constituía: ni República de Venezuela ni tampoco República de Nueva Granada26.

Se deduce que no había tiempo para cumplir formalismos ju-rídicos y solo se aspiraba en el momento constituir un comando unificado para el ejército patriota, con miras a ofrecer al enemigo un frente mejor organizado y con posibilidades de éxito. Se vivían momentos de angustia, debido, fundamentalmente, a que también debían proteger al numeroso contingente civil emigrado de Nueva Granada y Venezuela, que seguía a las tropas, integrado por sacer-dotes, magistrados, mujeres, niños y ancianos.

Las tropas combatientes, en su gran mayoría llaneras, no acep-taban la jefatura de un oficial extraño al medio, como era el caso del coronel Santander. Querían que fuese alguien con prestigio y habilidad para enfrentar los peligrosos y rudos avatares de la guerra. Allí estuvo, en parte, el origen del motín de La Trinidad de Orichuna, cuya Junta nombró a José Antonio Páez como Co-mandante General de la Tropas Patriotas en Apure, sobrepasando a oficiales de más alta jerarquía militar… pero patiquines. Era el 16 de septiembre de 1816. Ese día comenzó la hegemonía del “Catire” Páez y terminó la efímera vigencia de la “República del Llano” (apenas cuatro meses de existencia). No era tiempo de “plumarios”, sino de actuar con las armas en la mano.

En opinión de algunos autores, la elección que recayó en el co-mandante Páez fue la más acertada:

“Páez era dueño de un valor a toda prueba, estaba dotado de una fortaleza física extraordinaria y sus hazañas estaban destina-das a tornarse mitológicas. Era, indudablemente, el caudillo ideal para conducir las huestes llaneras”, en la apreciación de la historia-dora colombiana Pilar Moreno de Ángel27.

26 Argenis Méndez Echenique. La República del Llano. Una utopía a caba-llo. San Fernando de Apure, 2016.

27 Santander. Bogotá, Editorial Planeta, 1989.

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De aquí en adelante es conocida la epopeya del inmarcesible “Centauro del Llano”28: El Yagual, Mantecal, El Frío, Mucuritas, Paso del Diamante, Queseras del Medio, Carabobo… lo elevan a la fama inmortal.

El reconocimiento de la autoridad suprema de Bolívar que hace el general Páez en su cuartel de El Yagual en junio de 1817, ante los coroneles Manuel Manrique y Vicente Parejo, comisiona-dos al efecto, y jurado ante el sacerdote Ramón Ignacio Méndez, va a constituir un invalorable elemento estratégico y logístico para los futuros planes bélicos del Libertador. El comandante militar de Casanare, en la Nueva Granada, coronel Ramón Nonato Pérez, envía también sus comisionados (Fray Ignacio Mariño, Antonio Arredondo y Agustín R. Rodríguez) a Angostura para participarle al Libertador la resolución de los llaneros de esta provincia en aceptar su autoridad como Jefe Supremo del Ejército (carta fecha-da en Angostura, el 17 de diciembre de 181729). Como se observa, cada día se fortalece más el fervor patriótico llanero por la causa de la libertad e independencia hispanoamericana.

Estos hechos posibilitaron enormemente los futuros planes de Bolívar: realizar la llamada Campaña del Centro (1818), que, par-tiendo de Angostura, se inicia por Apure y termina fatalmente en La Puerta. Luego, al año siguiente, Bolívar planifica y emprende, desde el inmarcesible Apure, la Campaña de Liberación de Nueva Granada, que culminó en los decisivos laureles de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Esa victoria le abrió las puertas de la gloria al Libertador. De aquí que los llaneros apureños consideren siempre que la cuna de la libertad suramericana estuvo en sus sabanas.

En la asamblea realizada en la aldea de Setenta, cercana a Mantecal, el 23 de mayo de 1819, con asistencia de personeros de diferentes confines de la naciente patria, Bolívar decidió realizar la mencionada campaña de Nueva Granada, que, contra todos

28 José Antonio Páez. Autobiografía. Caracas, Academia Nacional de la Historia. Fuentes para Historia Republicana de Venezuela, 1, 1973: I.

29 Vicente Lecuna. Bolívar y el arte de la guerra. The Colonial Press Inc, New York, 1955, pp. 370-374.

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los pronósticos, fue el inicio de un periplo libertario que culminó cinco años más tarde en Ayacucho. Tres días después, antes de partir de Mantecal, envía el Libertador un Informe al vicepresi-dente de la República, asentado en Angostura: “Por fin, después de las serias meditaciones, habiendo consultado antes a los Jefes del Ejército, me he determinado a ejecutar la más importante opera-ción que en nuestro presente estado puede emplearse…”30.

El texto “… en la desierta aldea de Setenta se decidió el desti-no de América”, con todo orgullo patriótico reza en el escudo de armas regional apureño, diseñado en 1932 (concurso) por el artis-ta plástico sanfernandino, formado en Caracas y París, Francisco Fernández Rodríguez. De aquí que en nuestra entidad territorial, no por capricho, se tome esa gloriosa fecha, el 23 de mayo, como Día del Llanero Apureño.

Ahora, ¿cómo explicar la conformación de la autoridad polí-tico-militar de Bolívar ante ese rebelde e insubordinado contin-gente de tropas que no están acostumbradas a obedecer a ninguna autoridad? Algunos intérpretes de la personalidad y carácter del Libertador opinan al respecto; así, se mencionan algunos autores.

El historiador cumanés Arturo Guevara31 da una excelente explicación de las cualidades de conductor ideológico y militar de Bolívar:

Muy pocos grandes capitanes han dado más reiteradas demostracio-nes de osadía de carácter y de voluntad que el Libertador, y mucho menos de desinterés. ¡Ninguno de ellos tropezó con la hostilidad obstinada de sus compañeros como la que a Bolívar opusieron varios de los suyos. Bolívar no nació monarca como Alejandro y Aníbal, lo que ponía ejércitos sumisos en sus manos, ni estudió previamente el arte de la guerra, como César y Napoleón, lo que facultaba a éstos para comandar tropas sin que se dudara de su competencia. El

30 Ibidem, pp. 370-374.31 A. Guevara. Boyacá. El genio militar del Libertador. Caracas, Biblioteca

de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Diversos, 1993, pp. 20-21.

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coronel de las Milicias de Aragua, sin entrenamiento y sin prueba de fuego, recibe su bautismo de sangre en Puerto Cabello, con la traición de un subalterno que ocasionó la pérdida de la plaza. Y es desde entonces cuando comienza, entre derrotas y victorias, una de las epopeyas más raras y difíciles de cuantas en la Historia se registra (…) Lo menos que contó para la gloria de las campañas y victorias de Bolívar fue la infinidad de encuentros bárbaros, escaramuzas o bata-llas a lo Pirro, donde la ferocidad de los beligerantes equilibraba en agotamiento al vencedor y al vencido: lo más horrendo de esa guerra consiste en el rigor de la Naturaleza, del hambre y de las marchas. Bolívar estuvo marchando veinte años…

Jacinto Pérez Arcay, reconocida autoridad militar venezolana, opina32 que:

Un Gran Capitán no es copiador de nadie; es un creador dentro de la disciplina científica referida al fenómeno guerra, que implica, para comprenderlo y resolverlo, dominio del conocimiento, no en términos parciales sino enciclopédicos. Así, en un ambiente como el hispanoamericano, cuya superestructura cultural estaba naciendo y, por tanto, todo estaba por hacer; en una geografía absolutamente desconocida, virgen y acomplejante, poblada de una raza mestiza producto de otras tres que llegaron a la historia más tarde que la an-glosajona; requería de hombres que tuviesen visión futurista, coraje, espíritu de sacrificio y suerte; pero sobre todo, que fuesen creadores, de geniales empujes con que pudiesen sacar recursos de la nada; que pudiesen transformar montoneras en batallones, unidades homogé-neas, organizadas y espiritualizadas; que pudiesen deducir corolarios de las leyes aplicables a la guerra e inducir nuevos conocimientos para resolverla favorablemente…

Lo que asombra en el Libertador es su extraordinaria imaginación creadora; su gran capacidad para adaptarse a las situaciones nuevas

32 Jacinto Pérez Arcay. El fuego sagrado. Bolívar hoy. Caracas, Edición Es-pecial CLI-PER, 1980, pp. 68-69.

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campeantes en Hispanoamérica, resolviendo sus problemas inhe-rentes, contra los cuales se estrellaba España, Inglaterra y la Santa Alianza. Esto plantea que en América la doctrina, la táctica y la es-trategia habrían de observarse desde puntos de vista distintos a los europeos…

Tomás Polanco Alcántara33 cita la costumbre del presbítero y general José Félix Blanco de hacerle acotaciones a algunos docu-mentos que él recopiló para su libro Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, comentando hechos de los cuales fue testigo presencial o protagonista, y retrata la esencia de Bolívar de manera clara y precisa:

Muchos otros sucesos de la vida militar del General Bolívar, que aparecen como errores militares, impericia, debilidad o falta de cálculo, provinieron de la poca subordinación de sus Generales. Acostumbrados éstos, primero como Jefes de Guerrillas y después como Generales, a obrar con absoluta independencia, se sometieron muy lentamente y con fuerte repugnancia a la autoridad del Jefe Su-premo… Esas frases [dice el autor citado] describen, con precisión, el problema que, en forma especial, deberá enfrentar Bolívar, desde que llega a Barcelona, al comenzar enero de 1817, hasta la reunión del Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819.

Tendrá que manejar personajes, que ganaron su generalato con intensa y valiosa acción, pero estaban acostumbrados por el tipo de guerra que se hacía, a una libre movilidad sin tener que someterse a nadie. Un Jefe Supremo les era sentimentalmente grato y necesario, pero no entendían ni esperaban que la autoridad de ese Jefe sobre ellos llegase a ser real y efectiva y en manifestaciones concretas.

33 T. Polanco Alcántara. Simón Bolívar. Ensayo de una interpretación bio-gráfica a través de sus documentos. 5.ª edición. Caracas, Ediciones GE, 2000, pp. 301-302.

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Se necesitó un proceso de convencimiento, en parte impuesto por las circunstancias de la guerra, pero que, al ser observado con aten-ción, enseña la forma como Bolívar se fue imponiendo hasta que, a la larga, resulta obedecido, no solamente por una necesidad militar o política sino por el reconocimiento y admisión de su jefatura y superioridad… En tres Generales la actitud revistió características particulares alrededor de las cuales gira, de hecho, todo lo que va su-cediendo durante el período que hemos determinado (enero de 1817 a febrero de 1819). Se trata de Piar, Mariño y Páez.

El inigualable y universal Miguel de Unamuno34, en su estudio sobre el Bolívar Padre de la Patria Hispanoamericana, lo presenta como una admirable emanación del ingenio español insertado en América:

Era un hombre, todo un hombre, un hombre entero y verdadero, que vale más que ser sobrehombre, que ser semidios –todo semi o a medias es malo y ser semidios equivale a ser semihombre–; era un hombre este maestro en el arte de la guerra, en el de crear patrias y en hablar al corazón de sus hermanos, que no catedrático de la cien-cia de la milicia, ni de la ciencia política, ni de la literatura. Era un hombre; era el hombre encarnado. Tenía un alma y su alma era de todos y su alma creó patrias y enriqueció el alma española, el alma eterna de la España inmortal y de la humanidad con ella.

Recuérdese que los llaneros son mestizos, con una carga gené-tica llena de virtudes y defectos provenientes de sus triples raíces étnicas, sin cabida en el cerrado mundo social de esa oligarquía criolla dominante, y participan en la guerra aspirando la con-quista de un buen caballo, un cuantioso botín y una bella y her-mosa mujer blanca (recuérdese lo que le confiesa Pedro Camejo,

34 Miguel de Unamuno. “Don Quijote Bolívar”. En: Juvenal Herrera To-rres. Bolívar Quijote de América. Antología de ensayos, Caracas, Funda-ción Editorial El Perro y la Rana. Biblioteca Popular para los Consejos Comunales. Serie Libertador de la Palabra, 2007, p. 88.

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el “Negro Primero” a Bolívar cuando este le pregunta por qué había luchado al lado de los realistas). Y por esa dura y espartana escuela, de reveses y victorias, tuvo que pasar el Libertador en el forjamiento de su acerado temple como guerrero y paladín de una noble y redentora causa. Pero lo paradójico del destino es que de esos despiadados guerreros que seguían al asturiano van a surgir los futuros forjadores de la Patria Bolivariana: Farfán, Infante, Rondón…

De allí que un ilustre historiador venezolano (José Gil Fortoul, en su valiosa Historia constitucional de Venezuela35), sentencie: “La República es madre, y de sus hijos no recuerda en este día sino las acciones nobles y heroicas”.

Así, cuando Bolívar regresa de su periplo por las Antillas (Jamaica-Haití) y logra conquistar a Guayana, en 1817, tras la brillante victoria de Manuel Piar en San Félix, contra el general Miguel de la Torre, segundo en el mando del ejército de Morillo, obtiene también el dominio de las misiones del Caroní y sus cuantiosos recursos, además del control de la navegación por el Orinoco, llave de la comunicación con los Llanos de Apure y con las Antillas, ejercido por la escuadrilla del almirante Luis Brion y otros corsarios a su servicio. Angostura cae en poder de Bolívar y se convierte en capital provisional de la República. Sus sueños se van haciendo realidad y cada día se asientan en hechos concretos.

Desde allí, desde Angostura, planifica la conquista de Caracas en 1818, contando con los llaneros, que no logra coronar exitosa-mente por diferentes circunstancias, pero la experiencia militar adquirida es inmensa. Por primera vez un ejército patriota orga-nizado y unificado bajo un mando único se enfrenta y comprueba que al soberbio León Hispano se le puede humillar haciéndolo morder el polvo de la derrota.

Y como el combate al enemigo no solo se debía hacer en el campo de batalla, sino también en el de las ideas, crea un periódi-co: el Correo del Orinoco, el 27 de junio de 1818, que se convierte

35 José Gil Fortoul. Historia constitucional de Venezuela. 5.ª edición. Cara-cas, Librería Piñango, 1967, p. 392.

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en su principal instrumento político de divulgación y proselitismo en el extranjero sobre los triunfos alcanzados por la revolución, llamándolo su “artillería del pensamiento”.

La situación internacional de ese momento va aclarándose, tras la caída de Napoleón en Europa: la actitud de los Estados Unidos, de supuesta neutralidad, es simplemente mantenerse al acecho, hipócritamente, para sacar provecho de las necesidades comercia-les y bélicas de los contendientes; Gran Bretaña tampoco se expre-sa abiertamente a favor de los independentistas, porque se supone aliada de España, y su apoyo a la revolución consiste en dejar que en su territorio se organicen cuerpos militares voluntarios para que vengan a luchar a favor de la emancipación americana. Fran-cia está en pleno proceso de reorganización y restablecimiento del antiguo régimen borbónico y no presta ningún apoyo. Rusia se mantiene lejos del conflicto. Y España, como es de esperarse, ansía someter a sus sublevadas colonias, buscando el apoyo de las potencias integrantes de la Santa Alianza, que no terminan de decidirse a proceder según sus deseos y restituirle su dominio imperial en las Indias.

Bolívar no estaba ocioso y en su mente elucubra sobre la res-titución del Estado de Derecho Republicano en su lucha por la autonomía soberana de Venezuela, por lo que el 10 de octubre de ese año 18 convoca a la instalación de un Consejo Provisional de Estado.

Polanco Alcántara36 señala que el Consejo de Estado iba a llenar parcialmente las funciones del Poder Legislativo y sería además un cuerpo de consulta. Ese Consejo de Gobierno se insta-la el 5 de noviembre de 1818, teniendo como propósito inmediato convocar a elecciones para la instalación del Segundo Congreso Nacional de la República de Venezuela.

Todos estos acontecimientos van a propiciar la conformación de nuevas instituciones republicanas; y con la convocatoria de este segundo Congreso se le daría sustentación jurídica al nuevo

36 T. Polanco Alcántara. Simón Bolívar. Ensayo de una interpretación bio-gráfica a través de sus documentos... op. cit.

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Estado. El discurso de Bolívar en la instalación de este magno parlamento marca el punto fundamental de la gestación de la Co-lombia Bolivariana.

Según Germán Carrera Damas37:

… la determinación del alcance que debe reconocérsele a la influen-cia de las doctrinas constitucionales, y demás postulados generales derivados del liberalismo, sobre todo en lo político y social, en relación con la demolición de la Monarquía y el establecimiento pri-mario del Estado nacional en la República de Colombia, denominada Gran Colombia por la historiografía, es la expresión más significativa de la controversia que envolvió el restablecimiento de la estructura de poder interna de las sociedades que la formaron.

Aun cuando el propósito del autor del presente texto no va más allá de referirse a la vital vinculación del Libertador con el Llano, se han tomado algunas notas de interés relacionadas con la impor-tancia literaria, jurídica, política e histórica del aludido documen-to fundacional.

Ahora, habría que preguntarse: ¿cómo fue posible que Simón Bolívar pudiese redactar un documento de tan alto calibre intelectual y filosófico como el Discurso de Angostura?

La respuesta estaría en la formación educativa del Libertador, que, según creencia general, se caracterizó por una gran infor-malidad académica. A continuación se dan algunos criterios al respecto.

En opinión de Pérez Arcay38, “es evidente que una obra intelec-tual de tal envergadura requiere el concurso de distintas áreas del conocimiento y gran penetración filosófica”. Un solo párrafo de su estructura discursiva confirma la aserción…

37 Germán Carrera Damas. Colombia, 1821-1827: Aprender a edificar una República moderna. Demolición selectiva de la Monarquía, instauración de la República y reanudación política de la disputa de la Independencia. Caracas, Universidad Central de Venezuela - Academia Nacional de Historia, 2010, p. 23.

38 Jacinto Pérez Arcay, El fuego sagrado..., op. cit.

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Pérez Arcay cita al mismo Bolívar para ratificar sus palabras39:

Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigi-do la marcha de nuestros sucesos: atribuírmelos no sería justo, y será darme una importancia que no merezco. ¿Queréis conocer los au-tores de los acontecimientos pasados y del orden actual? Consultad los anales de España, de América, de Venezuela: examinad las leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión y del dominio extranjero: observad los primeros actos del gobierno republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacional.

Para el erudito constituyentista Hermann Escarrá Malavé40,

Este Discurso es considerado como el documento fundamental del Derecho Político Americano. Técnicamente es la “exposición de mo-tivos” de la Constitución de 1819 y constituye un profundo análisis sobre la realidad del Estado, su organización, las Instituciones Jurí-dicas y Políticas, los Derechos de los Ciudadanos, la originalidad del Poder Moral, las bases sociológicas de la democracia y su adecuación al cuerpo social del Nuevo Mundo. En este Documento el Libertador reitera lo que en el orden político internacional ha expresado en Ja-maica y en otros documentos…

El enjundioso profesor Manuel Pérez Vila41 dice:

… aquel genio militar, estadista, político, pensador y escritor que se llamó Simón Bolívar, dedicó horas y horas a la formación de sí mismo a través de la lectura desde que tuvo uso de razón en su

39 Idem.40 Hermann Escarrá Malavé. El pensamiento geopolítico de Simón Bolívar y

el Sistema de Seguridad Colectivo Latinoamericano. Caracas, Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional. XII Curso Superior de Defensa Nacional, 1983, p. 24.

41 Manuel Pérez Vila. La formación intelectual del Libertador. Caracas, Mi-nisterio de Educación, 1971, p. 28.

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Caracas natal hasta que, enfermo y adolorido, halló un refugio para morir en las costas de Santa Marta…

Este hombre, que de un modo tan armónico conjugaba las cualidades del pensador y del guerrero, sentíase atraído por el mundo fascinante de los libros con fuerza poco común en seres de su temple. El suyo fue un espíritu en verdad “ilustrado” provisto de un vasto y bien asimilado bagaje intelectual, que puso enteramente al servicio de la causa libertadora, razón y norte de su existencia. Muy lejos se hallaba Bolívar de ser un erudito, un teórico de gabinete.

No es de dudar la benéfica y temprana influencia ideológica del rousseauniano Simón Rodríguez sobre su distinguido discípulo Bolívar. Esa influencia se puede constatar en el texto de la carta que Simón Bolívar42 le envía a su apreciado maestro, fechada en Pativilca, el 19 de enero de 1824, donde le da la bienvenida a Amé-rica, después de su larga ausencia en Europa; donde en un emo-tivo párrafo el ilustre alumno, a quien no veía desde sus tiempos parisinos, le reconoce la gran fuerza moral y ética que recibió para la conformación de su carácter y en la ideología revolucionaria:

Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles…

Y en carta al vicepresidente Santander (Arequipa, 20 de mayo de 1825), el mismo Libertador le escribe sobre su formación in-telectual, hablándole sobre sus lecturas parisinas de los clásicos

42 Simón Bolívar, Escritos fundamentales. Caracas, Monte Ávila Editores, 1983, pp. 252-253.

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grecorromanos, franceses e ingleses, para refutar la opinión dada por un viajero francés sobre las posibles deficiencias en su forma-ción académica43:

Ciertamente que no aprendí ni la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. De Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon, D’Alembert, Helvetius, Montesquieu, Mably Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot (sic) y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todo esto lo digo muy confidencialmente a Ud, para que no se crea que su pobre presidente ha recibido tan mala educación como dice Mr. De Mollien; aunque por otra parte, yo no sé nada, no he dejado, sin embargo, de ser educado como un niño de distinción puede ser en América bajo el régimen español.

Ahora, en cuanto al acrisolamiento del ideario bolivariano que hizo posible la elaboración con alta calidad literaria y filosófica del Discurso, el doctor Mario Briceño Perozo44, bolivariano de prime-ra línea, opina:

… por la médula de su contenido y las excelencias del estilo ha de considerarse, más que un mensaje, más que un manifiesto político, como la obra maestra de un pensador, de un conductor de pueblos; y esto es, precisamente, el Discurso de Angostura. En medio de los ajetreos de la campaña, Bolívar apartó tiempo para reflexionar hondamente, para evocar el pasado y extraerle toda su experiencia aleccionante, para evaluar el presente y derivar de éste todo lo posi-tivo que se había logrado al término de tantos años de lucha y para avizorar el futuro y darle forma concreta a la gran obra que hasta allá se proyectaba con caracteres precisos y bien definidos.

43 Manuel Pérez Vila. La formación intelectual del Libertador... op. cit., p. 17.44 Mario Briceño Perozo. “El Discurso de Angostura”. Diccionario de His-

toria de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1988, tomo I, p. 1080.

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Discurso de Angostura

De esas profundas reflexiones nace el Discurso de Angostura. Es un escrito bien meditado; aplicado a la situación que vive Venezuela a fines de 1818, pero en el cual condensa Bolívar ideas que venía ma-durando desde años atrás. El proceso de elaboración final lo llevó a cabo principalmente en su residencia de Angostura durante los últimos meses de 1818, dictándole a su amanuense Jacinto Martel, a su secretario militar Pedro Briceño Méndez y excepcionalmente un párrafo al funcionario Manuel Echeandía; pero después del dictado revisaba el texto, haciéndole correcciones autógrafas, leyéndolo y re-leyéndolo con el cuidado del orfebre que se empeña en la perfección de la obra. De esta manera agrega o elimina vocablos.

No vacila en confiar los originales a Manuel Palacio Fajardo, estadista dotado de talento y erudición, para que opine sobre el texto. Palacio Fajardo formula algunas observaciones, que Bolívar, en general, acepta…

Gil Fortoul45 refiere que este espléndido y documentado texto comenzó a redactarlo Bolívar en San Juan de Payara, cuando en diciembre de 1818 andaba en sus preparativos para la campaña del año 19; pero es posible que desde mucho antes viniese meditando y madurando su genial obra.

En un ensayo anterior, el autor del presente texto (AME)46, señaló:

Bolívar, apenas Palacio Fajardo pisa tierra guayanesa, lo incorpora a su gabinete gubernamental, nombrándolo Secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, le hace llegar el borrador de su conocido Dis-curso que presentaría ante el Congreso el 15 de febrero de 1819 para que corrigiese cualquier frase salida de tono. La respuesta de Palacio Fajardo estuvo llena de respeto, delicadeza y cortesía:

45 José Gil Fortoul. Historia constitucional de Venezuela... op. cit.46 Argenis Méndez Echenique. “Aproximación a un análisis de la obra

Bosquejo de la Revolución en la América española, de Manuel Palacio Fajardo”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, tomo LXXXII, Nº 326, Caracas, abril-mayo-junio de 1999, pp. 27-49.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

“Me honra mucho V. E. al confiarme la revisión de su hermoso y original discurso al Congreso, confianza de que hace uso, del modo que corresponda a la alta distinción que se me hace, sometiendo a mi examen la obra del talento. Franqueza tan estable, es un nuevo mérito del discurso, por haber dado lugar a ella. Consagraré por tanto, toda mi atención a corregirlo, es decir, dejaré los pensamien-tos, porque son bellos todos, pero omitiré algunas cláusulas repeti-das, o cuya sustancia se contiene en otras, que están expresadas con más calor o con mayor propiedad…”.

El analista Polanco Alcántara47 reseña:

El concurso de ciudadanos y de extranjeros de distinción, como se anotó en el acta de la sesión, era extraordinario. Ante todos ellos inició Bolívar su discurso con una nota de optimismo y confianza:

“¡Señor! Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su vo-luntad absoluta…”. El Libertador, frente a la realidad de su tiempo y buen alumno de Samuel Robinson, piensa que las instituciones deben surgir en América del propio medio, respondiendo a las necesidades y posibi-lidades de estas sociedades, sin copiar modelos de tierras extrañas: “Inventamos o erramos”.

En su discurso se evidencian fácilmente reminiscencias de sus lecturas sobre la historia y filosofía de antigüedad grecolatina y examina las instituciones políticas modernas de Gran Bretaña y Estados Unidos. Cita a los filósofos y políticos franceses de la Enciclopedia y de la Revolución, para desembocar en la necesidad del sistema republicano democrático, con proscripción de la no-bleza, con todos sus títulos, fueros y privilegios, y la abolición de la esclavitud, que recomienda encarecidamente.

47 T. Polanco Alcántara. Simón Bolívar. Ensayo de una interpretación bio-gráfica a través de sus documentos... op. cit.

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Discurso de Angostura

Bolívar, muy protocolar y ceremonioso, hizo entrega formal de un proyecto de Constitución al presidente del Congreso, así como del proyecto sobre el Poder Moral, a fin de que fueran estudiados por los diputados y añadió:

El Congreso de Venezuela está instalado; en él reside, desde este momento, la Soberanía Nacional. Mi espada y las de mis ínclitos compañeros de armas están siempre prontas a sostener su augusta autoridad. ¡Viva el Congreso de Venezuela!

Todo lo planificado en su mente, como consumado estratega que era, fue realizándose paulatinamente, según las circunstancias de la realidad política del momento:

La instalación de Bolívar en Angostura trajo consigo la atención simultánea de dos necesidades, muy relacionadas entre sí, pero de distinta naturaleza: el inevitable enfrentamiento con Morillo y la organización de los mecanismos políticos, diplomáticos y jurídicos elementales para que el Gobierno pudiese funcionar. Organizar un nuevo gobierno resultaría inútil si no se le daba suficiente apoyo militar que lo respaldara. Pero, los triunfos militares podían perder su eficacia de no estar acompañados por la acción de un sistema ad-ministrativo y político. Por tanto, había que atender a la vez la gestión militar y la de gobierno.

Como señala este mismo biógrafo y prolífico investigador, Po-lanco Alcántara48:

Los fundamentos políticos se estaban consolidando y ocurrieron pa-ralelos a los militares, de esa manera Bolívar adquirió una visión más concreta del problema que estaba en sus manos… Tenía como fines militares, dos propósitos inmediatos y que mencionó a Páez: equipar las divisiones que estaban a cargo de Bermúdez, Monagas y Zaraza y atacar a Morillo en sus atrincheramientos y destruir su flotilla. Para

48 Idem.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

todos esos fines le fueron necesarios “inmensos medios, mucha cons-tancia y gran número de operarios, pero en fin tengo la satisfacción de ver que no he trabajado en vano y que casi todo está listo para mi marcha”.

Bolívar, como se puede comprobar, fue desarrollando en su Discurso otros importantes conceptos políticos, para presentar al final una visión de la grandeza y el poderío de la América libre y unida en el concurso universal de las naciones, cuando termine exitosamente el conflicto bélico y se logre la paz.

Para finalizar nuestro ensayo, cerramos con la exhortación que hace el Libertador al presidente del Congreso:

Señor, empezad vuestra funciones: yo he terminado las mías.

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LOS VOTOS DE MI CORAZÓN: PATERNALISMO POLÍTICO LIBERADOR EN EL

DISCURSO ANTE EL CONGRESO DE ANGOSTURA

Alexander Torres Iriarte

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Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir

a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito

de la voluntad soberana y árbitro del destino de la nación. Al trasmitir a los representantes del pueblo el Poder Supremo

que se me había confiado, colmo los votos de mi corazón, los de mis conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones,

que todo lo esperan de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia.

Simón Bolívar, 1819

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Una amarga convicción aquejaba el alma del inquieto mantua-no: la hidra de la guerra civil fue generada por la incomprensión de los sectores sociales y étnicos a quienes se buscaba redimir. Esa obsesión de que fueron vuestros hermanos y no los españoles los que zambulleron en sangre la Segunda República debió generar un trauma no del todo resuelto en Simón Bolívar, trauma que se convirtió en una amenaza constante.

Después de la experiencia de Jamaica en 1815 la situación iba a cambiar en tres contundentes orientaciones: no son los británicos los aliados emergentes para el partido independentista, sino, a despecho de algunos, los haitianos; no es una empresa exclusiva de los criollos comandar la acción liberadora contra la España fer-nandina, sino hay que contar con el concurso de las clases baxas; y por el último, el centro de gravedad para la retoma del territorio venezolano para el relanzamiento del proyecto republicano no es Caracas, sino Santo Tomas de Angostura1.

Era Guayana el lugar estratégico para abrir los cauces de la patria nueva. Sus bondadosos ríos, sus fecundos recursos, su ubicación geográfica, le hacían la región indicada. Pero había

1 Hoy Ciudad Bolívar.

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Discurso de Angostura

que poner la primera piedra. Un Congreso era imperativo para mandar una señal clara de legalidad. Se tenía, igualmente, que superar las diferencias de los liderazgos, más cuando los tribunos invitados a este magno evento eran los inconformes actores del año de 1811 y los díscolos orientales de 18172. También la apro-bación internacional para la noble causa de la emancipación era su propósito. Ese Congreso, como espacio necesario para discutir el patrón a seguir, arrancaría a principios de 1819 y cerraría sus deliberaciones a comienzos del año siguiente3. Pero esa instancia no surgió por generación espontánea4. Recordemos que una vez asegurada la liberación de la Provincia de Guayana, Bolívar está consciente de la infraestructura urgente por levantar. La faena hercúlea era toda la organización del Estado venezolano. Enton-ces, era perentorio erigir un sistema de gobierno, fuerza armada,

2 Decimos esto con toda la intencionalidad del caso. Entre los conter-tulios de Simón Bolívar asisten siete de los conspiradores de ese año, los del Congresillo de Cariaco, sin soslayar que aún están abiertas las heridas por el fusilamiento de Manuel Piar.

3 La última sesión ordinaria del Congreso está fechada el 20 de enero de 1820. Vendrían luego las sesiones de la Diputación permanente hasta el 10 de julio del mismo año. El Congreso fue convocado a sesiones extraordinarias debido a la reacción española en la región de Angos-tura. El 19 de julio de 1820 vuelve a entrar en receso y la Diputación permanente toma sus labores hasta su asamblea final del 31 de julio de 1821. Para ahondar sobre los temas tratados y las resoluciones defini-tivas, véase: Actas del Congreso de Angostura (15 de febrero de 1819-31 de julio de 1821) (Pedro Grases (comp.), prólogo de Belín Vásquez. Fundación Biblioteca Ayacucho. Caracas, 2011.

4 “El desenlace de la I República hace pensar al sector republicano en una aplicación más ajustada a los principios de la teoría política clásica en las colonias españolas. Esta preocupación la expone Simón Bolívar durante los años que ocurren entre 1811 y 1819, y se caracteriza por procurar salidas conciliatorias para el ejercicio del poder por parte de los distintos sectores políticos surgidos al socaire de la declaración in-dependentista. Dicha orientación presenta a su vez, el requerimiento de un sector social capaz de sostener y orientar la organización del novísimo Estado republicano”. Caballero y otros. “De la antimonarquía patriótica a la virtud armada…”, p. 38.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

tribunales, Consejo de Gobierno, Consejo de Estado y un Congre-so. Este último fue convocado el 24 de octubre de 1818, cuando el Jefe Supremo promulgó el reglamento respectivo, aprobado dos días antes por el Consejo de Estado. Es en este marco que fueron elegidos una treintena de diputados, representantes de las provin-cias de Caracas, Barcelona, Barinas, Guayana, Margarita, Mérida y Trujillo, respectivamente. La Provincia de Casanare, ya sin ata-dura colonial alguna, adscrita a Nueva Granada, fue convidada para que enviase a sus representantes. El Congreso se reunió en Angostura el 15 de febrero de 1819, con la asistencia de 26 de los 30 representantes electos5.

Quisiéramos aproximarnos a algunos aspectos puntuales del Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819, haciendo la salvedad de que es un texto polifónico contentivo de un conjunto de decisiones, verdades y medias verdades, sugerente cantera para decodificar la radiografía de un ideario universal. Todo esto sin obviar que celebérrimo texto ejerce un influjo in-dudable en la conciencia nacional y en el imaginario cultural del

5 Una alocución magistral dada por el Libertador abría fuego. Un dis-curso lo percibimos como una práctica indivisible de unas condiciones sociales específicas y la elaboración de sentidos de quien emite dicho mensaje. Los enunciados presentados por distintas vías —general-mente oral o escrita— buscan convencer o conmover al interlocutor echando mano a un conjunto de recursos expresivos. Existe una re-lación estrecha entre el hablante, lo que dice, y quien lo oye, dando matices a un conjunto de voces y planos muchas veces imperceptibles en la audiencia. Esos referentes y símbolos pronunciados o leídos son susceptibles de ser comunicados de diversas maneras. Ya esto nos hace inferir de la complejidad de la tarea, más cuando del Discurso ante el Congreso de Angostura se trata, y del cual se ha vertido mucha tinta, que casi nos imposibilita decir algo que implique una relativa innova-ción interpretativa. No obstante, si algo caracteriza a un ensayo es el acercamiento personal y a veces irreverente de quien escribe, generan-do más problema que plausibles soluciones.

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Discurso de Angostura

pueblo venezolano, como estrategia retórica que tiene como fina-lidad la adopción colectiva de un enunciado político6.

Sostenemos que el Libertador es un paternalista, pero un paternalista de nuevo cuño, que supera la carga peyorativa del vocablo que la tradición política moderna ha sostenido7. Solo de-seamos llamar la atención, en el marco de la celebración del bicen-

6 “Como tal, el discurso político es un discurso de persuasión, caracte-rizado por los seis topoi siguientes: (a) Necesidad: Existe una situación presente que debe ser cambiada para la obtención de un beneficio. (b) Inherencia: La situación presente es inherentemente negativa y no pue-de superarse con cambios menores. (c) Política: Existe un plan espe-cífico para superar una necesidad inherente, colectivamente aceptada o aceptable. (d) Practicalidad: Se cree razonadamente que la política propuesta puede ser ejecutada. (e) Ventajas: La política propuesta im-plica el logro de más ventajas que desventajas. (f) Contra-política: Exis-te la posibilidad de que haya una política alternativa que pueda ser implementada para superar una necesidad inherente”. Páez, El discurso político del Libertador, pp. 232-233.

7 “Si se entiende que el gobernado —el pueblo, el colonizado— sufre de una minoría de edad mental congénita e irredimible, si se entiende que el gobernante, por el contrario, ha nacido ya con la mayoría de edad y poder reflexivo, la forma en que este conduzca a aquel será la del pa-ternalismo, lo cual implica la idea del ‘amor del fuerte por el débil´, se-gún su principal definidor, el vizconde Luis de Bonald. El paternalismo responderá, por lo tanto, a la idea mítica del padre en las sociedades patriarcales: indulgente, benévolo, sentimental, pero también capaz de castigar y reprimir, aun con la fórmula ‘a mí me duele más que a ti’, de la que el paternalizado tiene razones muy fuertes para dudar. Es inhe-rente al paternalismo la idea de que el así gobernado carece de juicio suficiente para discriminar su propia conveniencia, y por lo tanto el juicio del gobernante ha de sustituir esa carencia proyectando general-mente la imagen de un esfuerzo considerable para realizar esta tarea (´me sacrifico por ti’); de la misma forma, sus actos y sus decisiones no necesitan explicación, o apenas una somera, porque de todas las formas ‘no podría ser comprendido’. El paternalismo encubre muchas veces formas de opresión, y en cualquier caso, un desprecio disfrazado de amor. El paternalismo excede de un estilo de gobernar para con-vertirse en un problema social, al invadir todas las formas de vida…”. Haro, Diccionario político, pp. 206-207.

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tenario del Discurso ante el Congreso de Angostura, de aristas que desentrañadas nos puedan dar pistas para comprendernos desde lo que denominamos paternalismo político liberador, sin obliga-toriamente hacer concesión con la automática extrapolación al presente, y no por ello menos valioso, críticamente hablando, en estos días tan enrevesados.

Paternalismo político liberador lo conceptualizamos como la propensión a implementar pautas de autoridad o protección a un pueblo desprovisto de reglas eficaces que normen su conducta para alcanzar modelos políticos y sociales caracterizados por la inclusión, la democratización y la mejora colectiva. Superando la carga despectiva del término paternalismo, nos atrevemos a ensayar un concepto en el cual priva la posibilidad de un Estado fuerte que no disminuye la libertad y la autonomía del grupo. Es la manera de “empoderar” a sectores socialmente vulnerables, partiendo de la conciencia política ciudadana, propiciada, en gran medida, por el aparato estatal. Su premisa mayor es que con una asistencia positiva y constructiva de un Estado robusto y respon-sable el pueblo consciente puede codirigir su propio proceso de avance social.

“EL TORRENTE INFERNAL”

El Discurso ante el Congreso de Angostura fue leído por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819, con el plan firme de instalar el segundo Congreso Constituyente de la República de Venezuela en Santo Tomás de Angostura. Las huellas de Juan Germán Roscio, Fernando de Peñalver y Manuel Palacio Fajardo se dejaron sentir en esta pieza capital del pensamiento del Hombre de las dificulta-des. De tal modo, el Discurso ante el Congreso de Angostura “re-presenta el esfuerzo más importante realizado por Bolívar para exponer, en forma sistemática, su concepción de la sociedad ve-nezolana y de la forma de gobierno que a esa sociedad convenía. No es un texto circunstancial, no es un texto preparado a la ligera,

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Discurso de Angostura

no es un texto preparado en condiciones precarias”8. Al ser un texto sopesado y bien asesorado, con una gran carga ideológica, nos indica de las desbordantes implicaciones analíticas de la obra mencionada.

De entrada el elemento más llamativo del Discurso ante el Congreso de Angostura es el verbo triunfante de un Libertador que se arroga haber resistido en sus hombros el peso mismo de la República; de aquí que explote un yo-heroico, de quien se entiende como el guía indiscutible, honrado por retribuir un mando que dice haber recibido de la voluntad de las mayorías. Una aguda ob-servación nos puede indicar que no hubo tal delegación del poder, recordando que el Primer Congreso de Venezuela confirió tal responsabilidad en Francisco de Miranda, quien nunca lo delegó en el mantuano caraqueño. Si bien es un señalamiento oportuno, a nuestro entender le da más mérito a la capacidad de liderazgo del Libertador9. Por eso se puede decir que el Discurso ante el Congre-so de Angostura podría ser más bien un mensaje propositivo, valga

8 Carrera, “El Discurso de Bolívar en Angostura…”. p. 90. En este escrito cardinal el Libertador recomienda no calcar modelos extranjeros, por muy exitosos que estos fueran en otras latitudes, en este sentido no le resta importancia al régimen federal, pero ajustado a otras naciones con elementos sociohistóricos muy específicos. Invita a la adopción del centralismo, fundamentado en un Poder Público tripartito: Ejecu-tivo, Legislativo y Judicial; enfatizando la solidez del Poder Ejecutivo y planteando una cuarta potestad, denominada Poder Moral. Propone el senado hereditario y la presidencia vitalicia. De igual manera defien-de el sistema republicano-democrático como la fórmula política para nuestras jóvenes naciones, con la eliminación de la nobleza, los fueros y privilegios, además de la abolición de la esclavitud, como condicio-nes básicas.

9 “Al consignar el mando supremo, Bolívar quiso dar ejemplo de acata-miento a la soberanía popular. Él tenía en realidad en su mano la fuer-za. Era el jefe indiscutido en este momento del ejército. Podía mandar, podía prolongar el ejercicio de la autoridad suprema, pues aún duraba la guerra, pero se apresura a despojarse de ella y a dar una demos-tración de respeto a las instituciones republicanas, al someterse a esa autoridad del Congreso que representa la soberanía del pueblo y que él puso empeño en reunir”. Acosta, R., Bolívar para todos, tomo II, p. 422.

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el término, porque si bien hace un balance unilateral de quien di-rimió –no sin objeción– los destinos de la República, recomienda asimismo una estructura de Estado concreta. Se trata de política en época de guerra, no lo olvidemos.

Se autopondera Simón Bolívar como un Dictador Jefe Supre-mo de la República, hijo de las circunstancias dificilísimas, verda-dero “torrente infernal” que desafió todas sus flacas capacidades: “Un hombre, ¡y un hombre como yo!, ¿qué diques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones?”, “un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja”, para en reglón seguido evaluarse: “Yo no he podido hacer ni bien ni mal; fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos; atribuírmelos no sería justo y sería darme una importancia que no merezco”10.

A primera vista el Libertador utiliza una argumentación muy sugerente: a ratos se autoproclama como el adalid de la gesta que se está haciendo y a la vez nos proporciona una imagen de sí mismo como especie de víctima del contexto, lo que nos dice de una hábil manera de situarnos en un razonamiento contradicto-rio, en esa díada hombre-circunstancia que generará una disputa álgida, con gran viso de romanticismo, años después a la hora de justipreciar su obra11. Pero su consideración no se queda corta, se

10 Bolívar, “Discurso de Angostura”, p. 96.11 “Esa perspectiva es la que tratamos de plantear con respecto a uno de

los temas centrales de nuestra historia. Bolívar y su tiempo. Se trata en este caso de acercarse a un individuo, pero también a su tiempo, a su época, a los diversos contextos que lo rodean. Mucho se ha escrito sobre el papel del individuo en la historia, mucho se ha discutido sobre la trascendencia del ‘héroe’ y su función transformadora de la realidad que lo rodea, pero también se ha analizado y discutido cómo el héroe no es más que el producto de la realidad que lo rodea. Sin retomar esa larga como bizantina discusión, es evidente que la acción del individuo se desarrolla al interior de una situación concreta, siendo expresión de ella, pero a la vez la intervención del individuo ejerce una presión sobre dicha realidad que se expresa en cambios y transformaciones que tienen su propia dinámica y que se expresan asociados a la acción de dicha individualidad. En ese sentido, ambos elementos están en una

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Discurso de Angostura

defiende como quien encarna en ese momento los altos fines de la revolución:

¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y del orden actual? Consultad los anales de España, de América, de Ve-nezuela; examinad las Leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión y del dominio extranjero; observad los primeros actos del gobierno republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacional. No me preguntéis sobre los efectos de estos trastornos para siempre lamentables; apenas se me puede suponer simple instrumento de los grandes móviles que han obrado sobre Venezuela; sin embargo, mi vida, mi conducta, todas mis acciones públicas y privadas están sujetas a la censura del pueblo. ¡Representantes! Vosotros debéis juzgarlas12.

Comenta Bolívar anhelar la anuencia de sus hermanos de causa para alcanzar el excelso título de buen ciudadano, superior al de mismísimo Libertador o Pacificador conferido por Vene-zuela y Cundinamarca, respectivamente. En su disertación ese traspaso del mando supremo al Congreso lo convierte en acto seguido en un ciudadano más, nunca indiferente a la demanda de la Patria. Esto sin desconocer la “multitud de beneméritos hijos”, verdadera reserva moral y política para gobernar un país que ha decido derroteros soberanos. Se sitúa Bolívar enfáticamente como uno más13.

permanente interacción, explicándose y alimentándose mutuamente, por lo que el excluir uno de estos contextos no facilita el conocimiento de la realidad en sus múltiples manifestaciones”. Rosas, Bolívar y las tendencias actuales de investigación histórica, p. 186.

12 Bolívar, op. cit., p. 96.13 “Este despersonalizarse como individuo para individualizarse como

anónimo signo de la temporalidad histórica en la que le toca actuar, tanto en el pasado, el presente, incluso el futuro, es un recurso al que Bolívar recurre con frecuencia. Es así como el que a fines de 1812 lle-ga a Cartagena y dicta su primer gran documento político es un hijo de la infeliz Caracas. Allí realiza un tenaz análisis de las causas de tan

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Ahora bien, vemos que el paternalismo político liberador de Simón Bolívar reconoce que la autoridad debe democratizarse para cerrar el paso a cualquier poder unipersonalizado14. De allí que es menester regímenes más abiertos y respetuosos de las li-bertades públicas. En este sentido, no es de extrañar la defensa de Bolívar a las repetidas elecciones como verdadera garantía de que uno solo no se perpetúe en el poder15. Es curioso ver que tal prin-cipio liberal que hace a Bolívar un recalcitrante republicano, sea

lúgubre infelicidad. En 1815, el exiliado en Kingston es un americano meridional que, cuando todo se ha perdido, aún se atreve a pensar en la liberación de un continente. Posteriormente, el estadista de 1819, en Angostura, luego de someter a su control militar la plaza que a la postre inclinará el curso de la guerra en su favor y de someterse por sí mismo al juicio del pueblo y de la historia, solo aspira ser buen ciu-dadano; título que, asegura, es superior al de Libertador que le otorga-ron en Caracas, al de Pacificador que le otorgaran en Cundinamarca, o cualesquiera otros que el mundo entero le pudiera otorgar. Este tipo de metáfora sugiere el sutil desdén del héroe por lo grande, que lo torna aún más grande; el sobrio clamor por la sencillez ordinaria del paisano, pero a lo que solo puede acceder quien, como él, transita el arduo ca-mino de la gloria”. León, Carta de Jamaica. Historia, semántica y geopo-lítica. pp. 178-179.

14 “La Filosofía Política concebida por el Libertador se inspiró en los si-guientes principios: Justicia-Igualdad-Libertad. El tipo de relación que debe existir entre estas nociones fundamentales, lo estableció de la si-guiente manera: la justicia toma la categoría de virtud regidora y sobre ella se sostienen la igualdad y la libertad. La suprema libertad social consiste en un justo medio entre la libertad absoluta y poder absoluto. La soberanía reside en el pueblo. Los gobernantes que reciben su man-dato del pueblo deben alternarse en el ejercicio del gobierno. El poder público no debe estar concentrado en un solo gobernante, por lo que se impone la división de poderes”. Albornoz, Bolívar y la filosofía de su tiempo, pp. 108-109.

15 No negamos que subyace en esta apreciación política de Bolívar toda una configuración “contractualista” que considera la soberanía —ese poder supremo por antonomasia— como producto de un pacto vo-luntario por la preservación de “los derechos y la propiedad” a lo que llegan los hombres. En el Libertador está de fondo parcialmente la idea represiva o persuasiva del poder, verdadera mirada en parte pesimista

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burdamente distorsionado por fracciones reaccionarias antipopu-lares para acusar gobiernos de inspiración bolivariana de falsos y dictatoriales. Una nota de interés es que esta conocida afirmación del Libertador sobre el sufragio continuo, por contrapartida, nos induce a deducir lo contrario: el gobernante que actúe bien debe ser ratificado por las mayorías como premio al deber cumplido. Que si bien es cierto que la ciega obediencia del pueblo fortalece al tirano y usurpador denunciado por Bolívar, este juicio asimismo nos abre la puerta para ratificar a los ecuánimes, de reconocer a los virtuosos cuando el pueblo es enaltecido por su gobernante. ¡Toda una resemantización del principio de la alternabilidad re-publicana! De esta sinergia maravillosa: un pueblo consciente es elevado por la pedagogía política del gobierno16 y este crece con las justas demandas de los más.

de la condición humana, lectura objetada por la filosofía política de las últimas décadas.

16 Un señalamiento de Salcedo-Bastardo en su clásico trabajo desde ya despoja parte de los equívocos conceptuales entre Nación, Estado y Gobierno en la verba del Libertador, aclaratoria muy funcional para el objetivo de este ensayo: “La Teoría Política en nuestros días precisa el contenido privativo de cada uno de los tres grandes conceptos. Así se han hecho visibles sus similitudes y sus diferencias; aunque pertenecen a distintos niveles del conocimiento científico, si fuerza mentalmente colocados en forma superpuesta mostrarían sus desiguales extensio-nes. El término Nación, que corresponde al plano social, es el de mayor extensión; se le usa para nombrar la población y sus vínculos cultu-rales: cierta comunidad de tradición, lenguaje, religión, costumbres, ideales, etc., a tales vínculos puede añadirse en algunos casos, otros de tipo natural: vecindad geográfica, similitud étnica. El concepto de Nación alude la institución de mayor permanencia; prácticamente la nación es perpetua. El vocablo Estado pertenece al plano jurídico-polí-tico. Es la organización legal, o personalidad jurídica, de la nación; no obstante, que la nación es uno de sus elementos, tiene el Estado menor extensión en cuanto que puede concebirse una nación sin Estado pero no lo contrario. En el tiempo la duración del Estado es media; cambia más que la nación y menos que el gobierno. El concepto de Gobierno, muy afín al de Estado, podría ser situado en un plano casi idéntico al de este aunque más acentuadamente político. Es de extensión mínima

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ENTRE PUEBLO Y CIUDADANO

El Libertador apunta en el Discurso ante el Congreso de An-gostura una idea que ya había sostenido con iguales palabras en la Carta de Jamaica de 1815, la noción del “pequeño género humano”:

… No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado17.

Esta interesantísima autodefinición la complementará más adelante Bolívar con las expresiones: “un compuesto de África y de América”, “más que una emanación de Europa”; para rematar con una admonición que lo pone hoy en la cresta de la discusión antieuropocéntrica: “pues que hasta España misma, deja de ser Europa por su sangre africana, por sus instituciones y por su ca-rácter”. Todo esto sin dejar de aludir el genocidio de los invasores hispanos contra los indo-originarios18. En este aspecto en especí-

en relación con los otros, ya que se refiere al conjunto de los personeros del Estado, es decir, a sus gestores. Es de menor duración —también relativamente— por cuanto cambia con facilidad superior a la usada para los cambios de Estado”. Salcedo-Bastardo, Visión y revisión de Bo-lívar. p. 125.

17 Bolívar, op. cit., p. 98.18 Ibidem, p. 106. “Es de notar cómo Bolívar se fija antes que nadie entre

los teóricos y pensadores del tiempo en el panorama racial hispanoa-mericano y en las dificultades que presentaba la compleja constitución étnica para la organización política presente y futura. Lo que afloró tímidamente en la Carta de Jamaica aparece ahora en el Discurso de Angostura con gran nitidez. Consciente del peligro que entrañaba el mosaico racial para el porvenir de América es que aconseja consagrar en la constitución la igualdad política y social para corregir mediante las leyes las diferencias naturales”. Hurtado, Ensayo de un método…, p. 27.

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fico radica, a nuestro entender, parte de la valía de un documento histórico recurrentemente reelecto. En sus conceptos resuena lo que nos atrevemos a calificar como el núcleo de la identidad latinoamericana, base de la particularidad que le da una relativa personalidad histórica a lo construido societalmente después de tres siglos de sujeción hispana. Decimos esto respetando las especificidades en cada caso, sin omitir las herencias culturales de comunidades y territorios en los que lo indígena y negroide terminaron siendo predominantes. Insistamos: pero así como encontramos aquí un aliento ontológico (lo identitario), este as-pecto no lo divorcia el Libertador de la dimensión del poder (lo político), y esto es altamente significativo19. ¿Cómo es divisible lo que somos con lo que debemos construir? En este sentido agrega Bolívar:

Todavía hay más: nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no sola-mente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía activa y doméstica20.

19 “En esta concepción, la identidad se desprende del proyecto. De ahí que aquel pequeño género humano se identifique consigo mismo y con otro mediante el proyecto. En este contexto, el proyecto se llama inde-pendencia de América, es en realidad la objetivación de la teoría de la independencia. A este proyecto, Bolívar lo llamó partido de la patria, lo cual presupone un Estado soberano, uno que conciba y lleve adelante sus propios proyectos sin pedirle permiso a nadie. Entonces, la identi-dad no es el color de la piel, ni el bailecito citadino, sino especialmente el proyecto concebido de acuerdo a cierta manera de leer el mundo. Dicho de otro modo, no es un plan de acción, ni táctico ni estratégico, sino praxis, esto es acción y pensamiento que se desenvuelven, que dis-putan, se critican y reconcilian, donde ni siquiera los propósitos finales son intocables”. Rivadeneyra, Los enemigos invisibles, p. 46.

20 Bolívar, op. cit., pp. 98-99.

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Partiendo de este cuadro se lanza el Libertador a explicar lo que considera una “paradoja”. Hasta en los regímenes más absolu-tos del mundo asiático –tenidos como bárbaros por los ilustrados modernos– los déspotas fueron generalmente oriundos de esos mismos territorios, igual que sus funcionarios y subalternos. En el caso americano, apunta Bolívar, no fue así. España impedía el ejercicio del gobierno doméstico mínimo. “Lo diré de una vez, estábamos abstraídos, ausentes del universo, en cuanto era re-lativo a la ciencia del gobierno”21. Véase que este es el reclamo de un criollo que en la pirámide social de entonces goza, en compa-ración con otros grupos sociales, de ciertas prerrogativas nadas despreciables22. Y aquí distinguimos uno de las habilidades argu-mentativas más trascendentes del Libertador en su Discurso ante el Congreso de Angostura, cuando llega a equiparar el criollo con pueblo americano, operación expuesta en su afamada Carta de Jamaica de 1815 y que ahora la hacía verdaderamente pública ante los congresistas. Es decir, Bolívar iguala por encima la condición americana, cuando incluye en su propuesta política al ”pequeño género” –mezcla del negro, el indio, el blanco–, que, por ser dis-tinto, requiere un futuro también distinto, bajo el estandarte de la unidad para la libertad. Pero advertimos que en la mencionada igualación por encima entraña una denuncia y una tarea.

La denuncia: existe un estado secular de postración. Un “triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio” al cual histórica-mente ha sido expuesto el mencionado gentilicio, ahora pueblo americano. La mentira, el vicio y la superstición han sido más potentes que la fuerza física, por lo que aduce el Libertador, que “la esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un

21 Ibidem, p. 99.22 “Otra vez, como en la Carta de Jamaica, por su voz habló su clase so-

cial, en sus palabras estuvieron las quejas de los mantuanos, en sus proposiciones la búsqueda de una estabilidad que los criollos no sabían todavía cómo se podría obtener, en vista de las duras contradicciones que venían enfrentando desde 1810”. Acosta S., Bolívar, acción y uto-pía… p. 212.

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instrumento ciego de su propia destrucción”23; premisas mayores para exponer sus ideas educativas y morales que en este ensayo no vamos a tratar24. De tal forma, los enemigos a vencer son la am-bición, la intriga y la perversión. Aunque en honor a la verdad esa larga noche también tuvo estrellas, hubo una “legión extraordina-ria”:

El orador parece ante sus coterráneos con apreciables cono-cimientos sobre política, historia de Venezuela y de Europa, y literatura universal, a lo cual se agrega la sólida formación moral y la buena información acerca de los múltiples problemas socia-les y económicos. Y entonces surge la pregunta: ¿Dónde obtuvo todo ese acervo? Y la respuesta es una. Del sistema repudiado por él con tanta vehemencia. Pero Bolívar no es el único beneficiario de la época anterior a la lucha por la emancipación, pues con él están todos aquellos hombres de quienes la Venezuela del siglo XIX obtuvo lustre. Simón Rodríguez, Andrés Bello, Juan Germán Roscio, Miguel José Sanz, Juan Antonio Rodríguez Domínguez, Antonio José de Sucre, Manuel Palacio Fajardo, José Antonio Páez, solo por citar algunos de esa legión extraordinaria. Pero, aparte de los hombres nacidos durante aquel siglo, a quienes se les negó ´saber, poder y virtud’, vinieron no pocas instituciones descollantes por sus bondades. Con seguridad, el Libertador ha expresado este sentimiento, obligado como estaba por su condi-ción de líder máximo de una revolución y, por lo tanto, no podía romper lanzas en favor de un sistema combatido por él, como lo era el español. Resulta indiscutible que la buena calidad de los ciudadanos antes nombrados y muchos más, dimanó del sistema español, pero también es innegable que los beneficios del sistema no fueron extensivos a toda la población sometida al poder ex-tranjero; quizás esta circunstancia fue lo que inspiró en Bolívar las reflexiones ya citas25.

23 Bolívar, op. cit., p. 99. 24 Sabemos que en el libro colectivo donde va inserto nuestro escrito,

otros investigadores abordarán estas temáticas con gran propiedad. 25 Bencomo, Bolívar ante la política, p. 100.

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La tarea, por otro lado, está más especificada: la práctica de la virtud:

Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad26.

En este sentido, detectamos en el Libertador una mudanza muy notoria de la noción de pueblo, sin excluir la honda impre-sión que generó en él, en casa, el terrible año 1814, y fuera de nuestras fronteras, las vivencias antillanas. Bolívar fue testigo de excepción de la carencia de facultades y tradición política repu-blicana en una masa hija de trescientos años de colonialismo extranjero. Observamos que mientras en el Manifiesto de Carta-gena de 1812 alude a la noción de pueblo como un aglutinado de “estúpidos que desconocen el valor de sus derechos”, el desmoro-namiento de la Segunda República lo hace considerar sus ásperas palabras. Ya en la Carta de Jamaica de 1815, al estimar la situación de Caracas y Nueva Granada, Bolívar patenta la separación entre las instituciones representativas y nuestras costumbres. Las lides políticas, la toma del federalismo para iniciales Estados, la excesi-va fuerza de los gobiernos provinciales, el menoscabo de centralis-mo, entre otros factores, nos han incapacitado para fundar recias organizaciones. Después de Jamaica, por lo imprevisto de los días ulteriores, Bolívar asume una postura distinta sobre negros, pardos e indios, lo que nos habla de un Libertador más defensor que displicente. En Angostura, para 1819, ya se autodefinía como un instrumento de las peticiones de los menos asistidos.

Lo que queremos resaltar es el poder argumentativo del paternalismo político liberador en Bolívar a la hora de dar

26 Bolívar, op. cit., p. 100.

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Discurso de Angostura

sustancialidad a la noción pueblo, siempre y cuando esta mayoría alcance el nivel político-moral para ser entendido como tal. No le interesa a Bolívar el habitante, le importa el ciudadano.

SIN IMITACIÓN SERVIL

Una de las preocupaciones más importantes de Bolívar, que pone en evidencia su paternalismo político liberador en su Discurso ante el Congreso de Angostura, fue la apología de la democracia como forma de gobierno. Si bien convenía el Libertador en que era un sistema de vanguardia por cuanto de libertad implica, no se llamaba a engaños: era una fórmula muy exigente para un pueblo inmaduro políticamente hablando. Tomaba ejemplos concretos de la historia antigua y moderna para fundamentar su criterio, a primera vista poco alentador. Quienes se han quitado de encima la fatídica opresión, salvo honrosas excepciones, no han podido consolidar un régimen de libertades efectivas, asienta. Los “anti-guos vicios políticos” paridores de tiranías, muchas veces han sido más poderosos que el afán de vivir sin lastres. Las costumbres de la atadura imposibilitan la autonomía que da una voluntad deci-dida a caminar sola. De allí su alegato que permanentemente se tergiversa: la democracia puramente química no basta, la libertad absoluta es una quimera peligrosa que engendra el desorden y el vicio. Existen medidas que si bien son de procedencias aristocráti-cas o monárquicas, le pueden hacer bien al ensayo republicano que ahora da sus primeros pasos. Aun cuando el Libertador califica sus reflexiones como “crueles”, no desconoce las metas alcanzadas por el proceso revolucionario independentista. Sacudirse a España, desconocer las distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios, proclamar a viva voz los derechos del hombre, y muchas garantías, actos eminentemente liberales, es una verdadera proeza que no se puede ignorar. Sin embargo, y allí lo lleva su crítica, pese a los agi-gantados pasos que dimos en la Primera República, desde el punto de vista constitucional no tenemos que errar nuevamente.

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El primer Congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra legislación, con caracteres indelebles, la majestad del pueblo dignamente expresada, al sellar el acto social más capaz de formar la dicha de una nación. Necesito de recoger todas mis fuerzas para sentir con toda la vehemencia de que soy susceptible, el supremo bien que encierra en sí este Código inmortal de nuestros derechos y de nuestras leyes. ¡Pero cómo osaré decirlo! ¿Me atreveré yo a pro-fanar, con mi censura las tablas sagradas de nuestras leyes?… Hay sentimientos que no se pueden contener en el pecho de un amante de la patria; ellos rebosan agitados por su propia violencia, y a pesar del mismo que los abriga, una fuerza imperiosa los comunica27.

En este juicio es patente un asunto que no debemos perder de vista cuando en nuestros análisis nos empeñamos en hablar de un solo Bolívar, como si la realidad no es múltiple y contradictoria, y los hombres fueran rígidos personajes, inamovibles ante el venda-val de los acontecimientos. Simón Bolívar despliega en este razo-namiento –”¡Pero, cómo osaré decirlo!”– una veteranía de quien en siete años se había curtido de los sinsabores de la guerra y su amargo exilio, experticia que adquiere quien ha calibrado perso-nas tan diversas en horas tan aciagas. Su frontalidad e ímpetu de 1812 es taimado con un juego semántico de exaltar para criticar. Los absolutos se van relativizando en su verbo y ve el “vaso medio lleno”, que da señal de ser un espíritu más avezado. ¿Mas, qué podría hacer quien convoca para el consenso, de quien invita para reconstruir? Por eso en gran medida nos encontramos parcial-mente con otro Bolívar, que es más realista, conoce los intereses de su audiencia y busca no herir susceptibilidades.

Si bien su recuento es políticamente positivo, sugiere una re-forma profunda que supere la desacertada Constitución Federal de un poco más de un lustro. Emular el modelo norteño derivado de una gente distinta –con virtudes políticas e ilustración moral– es equivocado, imitar el federalismo estadounidense, verdadera

27 Bolívar, op. cit., p. 102.

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planta exótica para nuestra idiosincrasia como pueblo, es contra-producente. Enfatiza:

¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar en Ve-nezuela las leyes de Norteamérica. ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pue-blos? ¿Referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!28.

Desde su punto de vista dicho calco al patrón estadounidense fue doblemente perjudicial, porque tomó lo menos favorable en cada caso. En lugar de apuntar a un Poder Ejecutivo más fuerte para la coyuntura que vivía la causa emancipadora, se terminó tomando un blandengue triunvirato que le hizo una flaca ayuda a la opción independentista. Ese “cuerpo colectivo sujeto, por consiguiente, a los inconvenientes de hacer periódica la existencia del gobierno, de suspenderla y disolverla siempre que se separan sus miembros” fue ciertamente dañina. Fue lamentable, sigue el Libertador, que el mencionado Congreso de 1811 decidiera por el federalismo en lugar de formar una República indivisible y central. Una decisión infortunada fue obviar el carácter y costumbres de los ciudadanos. La ausencia de una condición moral que no teníamos,

28 Bolívar, op. cit., p. 103. Se apoya en la voz autorizada del socio-filósofo Montesquieu (1689-1755). Para el pensador francés el gobierno brota de la naturaleza propia de su organización social, y se fortifica por la obediencia de sus respectivos principios de gobierno. Siendo los hom-bres especie de artesanos políticos, están capacitados de procurarse mediante cuerpos jurídicos más prosperidad individual y social. Para Montesquieu, es deber del gobierno republicano hacer leyes de acuer-do con el temperamento de los pueblos.

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nos llevó al más estruendoso fracaso. Para ser más diáfano apela el Libertador al sarcasmo: “la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime que podía ser adaptado a una república de santos”29.

Por todo esto señala que es imperioso rectificar el rumbo. A quienes ahora les toca la sensible misión de redactar un nuevo cuerpo de leyes no pueden ser indiferentes a su lamentación. La igualdad política, en su percepción, es el principio fundamental del sistema por establecer, sustentada sobre la virtud, valor que debemos adquirir todos los individuos para ser considerados au-ténticos ciudadanos. Per se somos desiguales30, siendo el talento, el valor y las buenas costumbres, con leyes efectivas, el verdadero factor nivelador:

29 Bolívar, op. cit., p. 105. 30 Otra vez Rousseau (1712-1778) glosado por el Libertador, en especí-

fico su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (1755). Desde los albores de la civilización, la convivencia humana generó desencuentros. La necesidad fue el móvil fundamental de de-fectos y virtudes que marcaron las distinciones en las comunidades. Ante tan notorias diferenciaciones, la misma sociedad se vio obligada a regular las asimetrías, estipulando derechos y deberes que terminaron confiscando su mismísima libertad. En su análisis sobre la desigual-dad, Rousseau estableció las discrepancias entre el hombre civilizado y el hombre salvaje, llevando el primero de los mencionados la peor parte. El hombre civilizado, impelido por un afán de ser superior a los demás, engendró un artificio pernicioso sobre la vana idea de dominio. Si bien el hombre salvaje vivía para sí mismo, el llamado civilizado vivía buscando la aprobación de los demás. No obstante, el hombre sal-vaje fue decayendo, siendo el motivo principal de la desigualdad entre los hombres. “Lo que Rousseau plantea el edificio como el problema del libro es esto: ¿qué hay de realmente natural y qué de artificial en la naturaleza humana? En términos generales, su respuesta consiste en que por encima del egoísmo y más allá de ir, los hombres sienten una reacción innata ante el sufrimiento de los demás. La base común de la sociabilidad es el sentimiento y no la razón; salvo por un hombre per-verso, el sufrimiento, donde quiera que se produzca, es directamente doloroso. En este sentido los hombres son ‘naturalmente’ buenos”. Sa-bine, Historia de la teoría política, p. 445.

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La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamen-to, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la indus-tria, las artes, los servicios, las virtudes, les den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social31.

Este exhorto de Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura, pese a inspirarse en el pensamiento más adelantado de su momento32, es también una inferencia de quien sufrió las desgracias de “repúblicas aéreas”. Instituir un sistema político más simple y apegado a nuestra realidad y mantener a raya las natura-les diferencias en una sociedad tan heterogénea como la nuestra es de suyo problemático. Por eso “el sistema de gobierno más perfec-to es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”33.

31 Bolívar, op. cit., p. 106. Sobre el contenido de estas palabras, Mijares es agudo: “La idea de Bolívar no es solamente generosa, sino más acer-tada; la ley, cuando organiza la sociedad y establece normas de justi-cia, de pacífica convivencia y aun de moral, está corrigiendo en cierto sentido a la Naturaleza; por consiguiente, la igualdad política entre los hombres debe proclamarse, no para obedecer al orden natural, sino para reducirlo a un orden legal más adecuado al buen desarrollo de la colectividad. Con el cual, un argumento que por sus premisas es reaccionario en la mente de la mayoría, se convierte en Bolívar en una afirmación democrática profunda”. Mijares, La evolución política de Ve-nezuela, pp. 54-55.

32 “Bolívar tiene una clara conciencia acerca de los límites de la acción, sustentada en una concepción de la política como tarea humana y por lo tanto imperfecta, tarea entregada no obstante a un propósito hon-damente humanista: la creación de un orden de convivencia para el desarrollo pacífico de la vida común (…) En este orden de ideas, cree-mos efectivamente que los escritos del Libertador, y su acción históri-ca concreta, ponen de manifiesto una visión de la política como área perfectible de la actividad humana, en la que el desafío central consiste en reconciliar equilibradamente intereses encontrados y conflictivos”. Romero, Aproximación a la política, p. 222.

33 Bolívar, op. cit., p. 107. Es posible que sea principalmente Jeremy Bentham (1748-1832) su soporte teórico, por excelencia, en esta afir-

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Que es decir, gobiernos sencillos con normas realistas y fuertes que contrarresten modelos ajenos a nuestra cultura y que acaben del mismo modo con los remanentes del colonialismo, pese a vivir un tiempo social diferente.

Haciendo un uso oportuno de la recursividad dialéctica, Bo-lívar confiere al Congreso la felicidad de la República, que no es cualquier cosa. Redunda el Libertador en una postura protectora que admite que generar cambios cualitativos en una Venezuela cruzada por una guerra de liberación, sin el concurso de una sobe-ranía popular bien entendida y una división de poderes verdade-ramente funcionales, es un objetivo titánico, es el drama de Sísifo. Todos los pensadores modernos por él citados en su Discurso ante el Congreso de Angostura reman hacia el mismo lugar, hacia esa sincronización entre comunidad y Estado, que como organismos vivientes deben hacer una simbiosis casi perfecta. Lo otro sería pensar que las transformaciones históricas se dan por un aluvión o que ilusamente se decretan.

UN GOBIERNO ENÉRGICO

En el paternalismo político liberador de Bolívar, la mirada retrospectiva es un mecanismo muy recurrente. De un modo ca-tegórico el Libertador se esfuerza en demostrar cómo los hechos pretéritos son los factores causales del presente, siendo su preo-cupación más obvia registrar la simiente misma de la República

mación. Es casi imposible no remitir esa sentencia a la visión del uti-litarismo británico. El principio de que toda acción humana –desde las leyes hasta las instituciones– deben ser juzgadas por la cantidad de placer que le proporciona al pueblo es extremadamente progresista para el siglo XVIII. Es casi una solución generalizante y ambigua en que todo sea medido por lo placentero o no de los resultados obteni-dos. En el campo político en particular calzaba muy bien esta máxima para desechar lo oprobioso que fue el régimen colonial, régimen que no soportaba la idea de una mayor felicidad para el mayor número de personas. Aquí late el carácter democrático y revolucionario moderno de la proposición.

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Discurso de Angostura

de Venezuela. Para explicar la génesis de su proyecto convoca la fuerza de Clío, citando experiencias antiguas y modernas en cada caso34. La historicidad es vertebral en el Discurso ante el Congreso de Angostura, aspecto que nos conecta con una heren-cia rescatable: cómo los argumentos que hablan críticamente de lo remoto nos ponen rápidamente en sintonía con la inmediatez que vivimos, y sin caer en automatismo unicausalista, con el futuro por construir. Pero dicha historicidad no es in vacuo. La conceptualización histórica de Bolívar es claramente pragmática sin renunciar a la dimensión didáctico-moralizante: aprender del pasado como brújula del porvenir, haciendo la salvedad de que son innumerables moralejas que de sus anales podemos sacar, siendo el universo jurídico inapreciable35. Visto así, las leyes deben ser paridas por la realidad y no viceversa. Su súplica es para obte-ner lecciones de hechos acaecidos tan emblemáticos que nos “ins-truyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles”. Porque, a fin de cuentas, la eficacia de un gobierno no radica en su decálogo de

34 “Bolívar, aun cuando conociera la historia y supiera aprovechar sus enseñanzas y aducir sus ejemplos, no olvidaba sin embargo que muy distintas eran las realidades prevalecientes en la Atenas clásica, en Es-parta, en los antiguos imperios orientales o en la Roma republicana e imperial y la situación concreta de Venezuela y de la Gran Colombia (…) Como hemos visto, la historia antigua le ofrece a Bolívar elemen-tos de comparación y posibilidades de comprensión de lo que ocurre a su alrededor, en su propia época”. Pérez Vila, La formación intelectual del Libertador, pp. 148-149.

35 “Todo el pasado del hombre es el inmenso teatro de su reflexión. Mira sucederse en los anales de los tiempos los más hipócritas y los más descarados sistemas de opresión. La libertad ha sido un milagro tran-sitorio, perecedero y difícil, ‘porque son los pueblos más bien que los gobiernos los que arrastran tras de sí la tiranía’. Por eso estudia y se-ñala el rezago negativo del pasado, la herencia activa de un sistema de legitimidad autoritaria y de sociedad de castas, pero no para ne-gar la posibilidad de un régimen democrático o para renunciar a ella, sino para afirmarla, como posibilidad histórica, realizable mediante la aceptación de los hechos ciertos y la modificación de las circunstancias sociales”. Úslar, Discurso de orden… p. 318.

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buenas intenciones, sino en ser acorde a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye.

Para Bolívar la responsabilidad de un buen gobierno, en gran medida, ahora descansa en los legisladores, en invertir la ecua-ción, en transformar el agua en vino, en permutar la materia bruta en materia elaborada sin perder la máxima del ginebrino radical: “La libertad –dice Rousseau– es un alimento suculento, pero de difícil digestión”. Así, ese “saludable nutritivo de la libertad”36 es un arma de doble filo si no se está a la altura de las circunstancias. ¿Cuánta razón no encuentra el Libertador en el autor del Contrato social al tantear a un pueblo impedido de ejercer una conciencia ciudadana de ruptura? Lynch señala:

Pero la libertad en sí misma no es la clave de su sistema político. En efecto, él desconfió de los conceptos teóricos de la libertad, y su odio hacia la tiranía no le llevó a una glorificación de la anarquía. Sostu-vo que las teorías abstractas crean una idea perniciosa de libertad ilimitada, y estuvo convencido de que la libertad absoluta invaria-blemente degenera en poder absoluto. Por lo tanto, su búsqueda de la libertad fue una búsqueda del equilibrio y por lo que él llamo la libertad práctica, o libertad social, una medida entre los derechos de los individuos y las necesidades de la sociedad. Ello consistía esen-cialmente en la administración de justicia y el imperio de la ley, de manera que el justo y el débil pudiesen vivir sin temor, y el mérito y la virtud pudiesen recibir su adecuada recompensa. Creía, con Rousseau, que sólo la ley podía ser soberana, y que la ley era el resul-tado no de una autoridad divina o despótica, pero sí de la voluntad humana y la soberanía del pueblo37.

En tal sentido, para superar las cadenas, las sombras de las mazmorras, son imperativos procedimientos políticos edificantes para dar como respuesta a un pueblo naciente. La naturaleza y la forma de gobierno deben proporcionar mejoras populares, para

36 Bolívar, op. cit., p. 100.37 Lynch, El pensamiento de Simón Bolívar… pp. 134-135.

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no ser viles rebaños destinados a alimentar a sus crueles conduc-tores, para poder trascender aquella humillante máxima, que más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía, reitera. En esta dirección Salcedo-Bastardo redunda en esta tesis:

La expresión “gobierno fuerte” no alude a gobierno de césares criollos. Se orienta hacia una distinta realidad: se encamina al problema de la eficacia y de la autoridad moral. Bolívar solicita un gobierno compe-tente en la solución de los problemas públicos, fuerte desde el punto de vista administrativo y moral, que posea la fortaleza ética, patrió-tica, técnica y política, suficiente para completar la revolución y me-recer respeto, que todos los ciudadanos y todos los partidos políticos lo vean como artífice del bienestar general y baluarte de la seguridad común (…) Gobierno fuerte para él –formalmente– es el gobierno centralista; no el despótico, sino el estable y firme del magistrado res-petado, del administrador idóneo y del político honrado38.

La guía oportuna y protectora de un gobierno enérgico en el proceso reconstructivo de un pueblo históricamente expoliado es determinante en el Discurso ante el Congreso de Angostura, señala-miento oportuno que hace Bolívar desde su mirador paternalista liberador y humanista39 para descalificar la inopia administra-tiva, el burocratismo, la demagogia y, sobre todo, la falta de una

38 Salcedo-Bastardo, op. cit., p. 139. 39 “Una política humanista o humanismo político deberá reconocer y

favorecer la realización del arquetipo humano que cada época tiene que formular en función de las circunstancias pasajeras y sus caracte-res eternos (…) Una auténtica política humanista no puede desdeñar aquello que depende del cuerpo, de las pasiones, de los instintos y de la vida del hombre, pero tampoco puede desconocer lo que depende de la inteligencia (…) El valor de los Estados se aquilata por la facilidad que brindan al perfeccionamiento del homo spiritualis estimulando la realización de la vocación personal en conexión con la del destino na-cional”. Basave, Teoría del Estado. p. 221.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

organización robusta que demanda un pueblo en un tránsito his-tórico definitivo.

UN COMENTARIO DE CIERRE

Quisimos experimentar un concepto de nuestra propia cose-cha, paternalismo político liberador, para acercarnos al Discurso ante el Congreso de Angostura del 15 de febrero de 1819. Nuestra intención fue, tomando algunos aspectos puntuales de este texto capital, llamar la atención sobre claves para un análisis más dete-nido de una pieza magistral, sin obviar que es un discurso político siempre circunscrito a una época muy específica hace dos siglos, pero que nos suministra elementos para leernos hoy. No obviamos que es un texto que tiene un propósito de poder, y esto es de gran importancia. Había que edificar República como expresión de un bien común, brega que ameritaba un esfuerzo extrahumano, labor que bien direccionada podía alcanzar tan significativo propósito, con el cual todos ganaríamos el don más preciado: la Independen-cia. Pero además, no es solo diagnostico derrotista de una hora tan menguada; en su disertación Bolívar se potencia –con sinceridad, recursos retóricos y también con medias verdades, ¡hombre al fin!– como el portavoz ideológico de la salida de tres centurias de dominación.

No dudamos de que Bolívar sea aquí un paternalista, pero paternalista diferente. Conociendo el caldo de cultivo de un conglomerado sumiso ante la monarquía española, era socio-lógicamente explicable por qué un pueblo idiosincráticamente súbdito, abruptamente no se podía transformar en ciudadano. En el Discurso ante el Congreso de Angostura, Bolívar rescata una con-ceptualización política y discursiva distinta, que le quita, a nuestro parecer, el sentido negativo que se le ha adjudicado al término paternalismo. Bolívar hizo ejercicio de un paternalismo político liberador. Bolívar sí fue defensor de la participación política. Plan-teó un sistema democrático a favor de la acción virtuosa de la ciu-dadanía. Sin negar lo atrasado del pueblo por razones históricas mensurables, Bolívar creyó en las potencialidades de la mayoría,

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Discurso de Angostura

individuos sensibles, conscientes y responsables para la toma de decisiones políticas. Apela el Libertador al deber moral de los go-bernantes, que consiste en regir constructivamente la vida de los otrora vasallos.

Interrogarnos sobre el paternalismo del Libertador, general-mente satanizado, nos puede conducir a comprenderlo como “una de las actitudes humanitarias de la clase terrateniente crio-lla”, aspecto no necesariamente negativo. Sobre este asunto Roig pregunta: “¿Y por qué no afirmar luego que ese humanitarismo le impidió en más de un caso a nuestro Bolívar una posición política verdaderamente revolucionaria frente a los agudos procesos que le toco vivir?”, para autoresponderse: “Lógicamente que ese paterna-lismo y esa liberalidad tenían para esa misma clase sus códigos es-tablecidos y con ello sus sentidos y límites. Un paternalismo y una liberalidad excesivos se aproximan peligrosamente a los márgenes de lo permitido y podían presentarse, por tanto, como una amena-za contra la estabilidad de los propios sistemas codales vigentes”40.

Muchas conjeturas podemos hacer hoy de esta mina inagota-ble de insinuaciones políticas, algunas superadas por un tiempo menos optimista de la promesa tecnorracional moderna. Solo resaltemos la demanda de un gobierno fuerte y francamente hu-manista que contribuya a elevar moral, cultural y políticamente al pueblo, sin convertir a sus mayorías en perezosos pedigüeños. ¡Una verdadera cultura del trabajo y del esfuerzo se pide a gritos! Parte del reto es el imperativo de un Estado que proteja, cosatisfa-ga las necesidades colectivas y eduque al pueblo, y este responsa-blemente –no como un infante perpetuo– se vaya haciendo tam-bién cargo de su existencia social y económica. De otra manera el paternalismo no será ni político ni liberador –ni horizontal, ni inclusivo–, sino un maquinaria corruptora, burocratizante e inoperante que terminará asfixiando al ciudadano de a pie. De un todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

40 Roig, Simón Bolívar y las dos revoluciones del proceso de la Independen-cia, p. 105.

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EL DISCURSO DE ANGOSTURA: SU PERSPECTIVA PEDAGÓGICA

EN EL SIGLO XXI

Noemí Frías Durán

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¡Oh mi Maestro! ¡Oh mi amigo!¡Oh mi Robinson! (…) Sin duda es V. el hombre más extraordinario del mundo (…)

V. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso.

Yo he seguido el sendero que V. me señaló. V. fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa.

No puede V. figurarse cuan honradamente se han grabado en mi corazón

las lecciones que V. me ha dado.

Simón Bolívar

Nos aproximamos los venezolanos y venezolanas a conmemo-rar en febrero de 2019 doscientos años de uno de los documentos más completos, integrales y visionarios brotados de la profunda y certera pluma de Simón Bolívar; nos referimos al Discurso de Angostura. Su relectura e interpretación consciente en el contex-to de las primeras dos décadas del siglo XXI es imperativo para los maestros y maestras del país y, de manera muy especial, para quienes abrazamos una significativa inclinación por la historia, la geografía, la cultura y las ciencias sociales en toda su amplitud.

Bajo esta premisa asumimos compartir algunas reflexiones que tienen como hilo conductor la génesis pedagógica, en la que tran-sitamos un poco más allá de treinta años, fundamentalmente en el nivel de Educación Media General. Ámbito educativo en el cual desarrollamos nuestra praxis didáctica sustentada en el método retrospectivo, por influencia de uno de nuestros mentores, el pro-fesor Freddy Domínguez en el Instituto Pedagógico de Caracas.

Destacamos la praxis del método retrospectivo por cuanto desde esa perspectiva se irán estructurando nuestras reflexiones con el propósito de develar la pertinencia del tejido sociológico contextualizado, promotor de concepciones de soberanía, iden-tidad, interculturalidad, ciudadanía, ética, entre otros aspectos que emergen del Discurso de Angostura; y por ende, estamos

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Discurso de Angostura

convencidos, deberían constituir, a nuestro juicio, el permanente anclaje de la Educación Bolivariana hoy, mañana y siempre.

En coherencia con lo señalado, en agosto de 2011 se suscitó un relevante acontecimiento que se convertiría en un hito histó-rico en la vida educativa del país, cuya génesis está vinculada a múltiples de las aristas del Discurso de Angostura. Nos referimos a la emisión de millones de libros pertenecientes a la Colección Bicentenario1.

Posiblemente surjan al respecto algunas interrogantes: ¿Qué relación tiene la publicación de la Colección Bicentenario con el Discurso de Angostura? ¿Qué aspectos del Discurso de Angostura hacen referencia a la educación y generación de recursos peda-gógicos? ¿Qué elementos reivindica Simón Bolívar en el Discurso de Angostura vinculados al papel preponderante de la educación, para la formación de republicanos y la consolidación de la In-dependencia? Contribuir a develar estas interrogantes desde la dinámica de presente-pasado-presente será el punto de partida de nuestras reflexiones.

Al comenzar a dilucidar la primera interrogante necesaria-mente nos apoyarnos en la ponencia “Libros de la Colección Bicentenario. Un logro de la Revolución Bolivariana”, presentada por la profesora América Bracho2, en el marco de jornada de En-señanza de la Historia llevada a cabo por el Centro Nacional de Historia en junio de 2013. Entre los aspectos relevantes sobre los que disertó la profesora Bracho vinculados al Discurso de Angostu-ra se encuentra:

1 Política educativa del Gobierno Bolivariano que a partir de 2011 esta-bleció un sistema de recursos pedagógicos para niños, niñas y adoles-centes, constituido por los libros de la Colección Bicentenario y com-putadoras Canaima, cuya distribución gratuita abarca los niveles de primaria y de media general.

2 América Bracho, Libros de la Colección Bicentenario. Un logro de la Re-volución Bolivariana. Mimeo, 2013. Bracho es una docente venezolana. Ganadora del Premio Nacional de Historia 2017. Autora y editora de los libros de la Colección Bicentenario del área de Ciencias Sociales para los niveles de Educación Primaria y Media General.

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El Libertador Simón Bolívar fue el primero que ideó la publicación de libros para ser distribuidos gratuitamente entre las madres de las y los escolares. La idea está contenida en el Poder Moral, proyecto entregado al Congreso de Angostura en 1819, que fue rechazado por los legisladores. Uno de los aspectos relevantes de ese Poder es que estaría conformado por la Cámara de Moral y la Cámara de Educación3.

Recordemos la vehemencia con la que el Libertador presenta su propuesta a los legisladores:

La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una Repú-blica, moral y luces son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su areópago y los guardianes de las costumbres y de las Leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una Santa alianza de estas instituciones morales, renove-mos en el Mundo la idea de un Pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos, y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una quarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la Moral republicana. Constituya-mos este Areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República, que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la Patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos, que juzgue de los principios de corrupción (…)4.

La profesora Bracho respalda estas ideas bolivarianas, citando al ilustre maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa5, quien refiere:

3 Ibidem, p. 1.4 Simón Bolívar. Discurso de Angostura. Ideario político del Libertador,

Caracas, p. 94.5 Luis Beltrán Prieto Figueroa: El magisterio americano de Bolívar, s/f,

Fundación Luis Beltrán Prieto Figueroa, Caracas.

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Discurso de Angostura

Para los momentos de su creación, ésta representaba no solamente una estructura apropiada para dirigir la educación pública, sino que su concepción respondía al propósito perseguido de hacer de la educación popular el remedio adecuado para fomentar la moralidad y para crear, junto con una conciencia de nacionalidad, una actitud de respeto a la Ley.

El artículo aludido por Prieto Figueroa planteaba lo siguiente:

Siendo absolutamente indispensable la cooperación de las madres para la educación de sus hijos en los primeros años, y siendo estos los más preciosos para infundirles las primeras ideas y los más expuestos por la delicadeza de sus órganos, la Cámara cuidará muy particular-mente de publicar y de hacer comunes en toda la República, algunas instrucciones breves y sencillas, acomodadas a la inteligencia de todas las madres de familia sobre uno y otro objeto.

Opina el maestro Prieto Figueroa, que con esta idea Bolívar quiso “compensar la falta de maestros con las inspiraciones sabias contenidas en los manuales” entregados a las madres de familia. Más adelante expresa que, sin lugar a dudas, “el pensamiento de Simón Bolívar sigue en esta materia, no solamente actual, sino claramente de perentoria aplicación, con las correcciones aconse-jables propias de este contexto histórico”.

En esa dinámica presente-pasado-presente, que ya aludíamos anteriormente, se va develando una significativa preocupación del Libertador por comenzar a concretar acciones coadyuvantes a la equidad, a combatir la ignorancia que permanentemente le pre-ocupó al concebirla como terreno fértil para la manipulación, ve-jación y hasta de parálisis de ideas, tan necesarias su construcción y obtención de las mismas con el aporte de todos los venezolanos sin ningún tipo de distinción. Simón Bolívar, en este sentido, estaba consciente de lo fundamental que era alcanzar la Indepen-dencia, y en ese andar todos los ciudadanos sin ningún tipo de distinción eran necesarios.

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Al proseguir la lectura de la obra El magisterio americano de Bolívar, citada por la profesora Bracho en su disertación, nos encontramos con el decreto número 567 emitido en 1966 por el entonces presidente de Venezuela doctor Raúl Leoni, en el cual se ordenaba la elaboración de textos para la escuela primaria por comisiones técnicas que se ajustaran a las normas científicas de la época. Señala la profesora que todo ese esfuerzo se quedó en los archivos de la Escuela Normal Mácaro, por cuanto nunca fueron distribuidos. Refiere, igualmente, que en siglo XIX, durante la primera presidencia de Guzmán Blanco cuando decretó la Educa-ción Pública Obligatoria, esta fue acompañada por la distribución gratuita de cartillas, a lo que posteriormente no se dio continui-dad.

El reconocimiento de estos intentos por hacer realidad la pro-puesta de Simón Bolívar ante el Congreso de Angostura en 1819 impulsa simultáneamente a la profesora Bracho a aseverar, con gran regocijo, que “nada impide asumir abiertamente la distribu-ción gratuita de libros escolares iniciada a partir de 2011 a través de la Colección Bicentenario, como eco de las ideas del Libertador planteadas en el Discurso de Angostura”.

Incorporamos al investigador Enrique Ayala Mora6 a este amplio diálogo en pro de conocer e interpretar el pensamiento educativo de Simón Bolívar, aunado a dilucidar cuanto del mismo tiene la huella pedagógica de su insigne y siempre recordado maestro Simón Rodríguez. Al respecto nos señala:

… la educación que planteaba Bolívar no podía ser elitista, limitada a unos pocos gobernantes. Debía dirigirse al conjunto de los ciuda-danos. Por ello, al contrario que muchos de sus contemporáneos, promovió fundamentalmente la educación básica, alejándose en este aspecto de la opinión ilustrada prevaleciente. Creó muchos colegios, pero sus propuestas apuntaron a la generalización de la primaria.

6 Enrique Ayala Mora fue rector de la Universidad Andina Simón Bolí-var, con sede en Quito, Ecuador.

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Discurso de Angostura

En coherencia con lo expresado por Ayala, no cabe la menor duda de cuánta incidencia tiene esta postura del libertador, con respecto a sus vivencias en la niñez y adolescencia a través de las prácticas educativas con su Robinson. Ideas que, mucho más desarrolladas y profundas, debatieron y compartieron posterior-mente en sus encuentros.

En este sentido, el papel más relevante que le atribuye Simón Rodríguez a la educación en el ámbito de la escuela primaria es la acción social, el formar republicanos como garantes de la so-ciabilidad, con miras progresivas al arraigo de la solidaridad, del trabajo colectivo y no individualista. Aspectos que sustentan la educación para la emancipación, una idea permanente del accio-nar del “ser” y el “hacer” en el que centró su postulado el Sócrates de Caracas.

Para ampliar estas reflexiones, consideramos oportuno com-partir algunos de los artículos que conforman la propuesta de la Cámara de Educación inherente al Poder Moral, que con gran vehemencia Simón Bolívar presentó en Angostura para que fuera considerado y aprobado por los congresistas:

Artículo 3. Además de estas instrucciones, la cámara cuidará de publicar en nuestro idioma las obras extranjeras más propias para ilustrar a la nación sobre este asunto, haciendo juicio de ellas, y las observaciones o correcciones que convenga.

Artículo 4: Estimulará a los sabios y a todos a que escriban y publi-quen obras originales sobre lo mismo, conforme a nuestros usos, costumbres y gobiernos.

Cuánto de equidad e inclusión progresiva sustentada en una práctica de ciudadanía que nace en la escuela, con el apoyo y ase-soramiento de un maestro que asume su rol para trascender más allá del aula de clase. En palabras de Simón Bolívar, se interpreta en su propuesta la relevancia de estar a tono con ese tiempo histó-rico y se demandaba, en consecuencia, que la educación fuese al mismo ritmo.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Con respecto a los artículos 7 y 8:

Artículo 7. Pertenece exclusivamente a la Cámara, establecer, orga-nizar y dirigir las escuelas primarias, las de niños, como de niñas, cuidando de que se les enseñe a pronunciar, leer y escribir correcta-mente, las reglas más usuales de la Aritmética, y los principios de la Gramática; que se les instruya en los derechos y deberes del hombre y del ciudadano, se les inspiren ideas y sentimientos de honor, probi-dad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto a los padres, a los ancianos, a los Magistrados y adhesión al gobierno.

Artículo 8. Siendo nuestros colegios actuales incapaces de servir para un gran plan de educación, será un cuidado muy especial de la Cámara delinear y hacer construir los que se necesitan en toda la República, tanto para niños como para niñas, que deben estar sepa-rados por lo menos desde que la razón empieza a obrar en ambos. La forma, proporción y situación de estos establecimientos será la más conveniente con su objeto, y se consultará en ellos no solamente su solidez y extensión sino la elegancia, el aseo, la comodidad y el recreo de la juventud.

Al dar lectura al articulado anterior, no se puede evitar compa-rar con la cotidianidad actual. Sorprende que subyazga la misma inquietudes y necesidades con las diferencias propias de otro contexto histórico, reconociendo igualmente, como gran parte de estas preocupaciones del Libertador, han sido asumidas como parte inherente a las políticas de Estado en el ámbito de construc-ción de los espacios físicos para la praxis educativa.

Nos amplía su perspectiva a través de estos artículos:

Artículo 9. La Cámara determina el número de colegios que deben construirse (…) y si es posible la posición que debe ocupar cada uno, calculando para esto todas las ventajas del lugar, por su facilidad para reunir allí a todos los niños, por la salubridad del terreno, por la abundancia y bondad de los alimentos, etcétera.

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Artículo 11. La Cámara formará el reglamento de organización y po-licía general de estos establecimientos según sus clases, especificando la educación que respectivamente conviene a los niños para que adquieran desde su niñez, ideas útiles y exactas nociones fundamen-tales las más adaptadas a su estado y fortuna, sentimientos nobles y morales principios de sociabilidad y patriotismo. Este plan se presen-tará al Congreso para que siendo examinado y aprobado se convierta en Ley de la República.

El Sistema Educativo Bolivariano, cuya génesis se ha venido construyendo desde la llegada a la Presidencia de Hugo Chávez Frías, ha venido concretando estas propuestas realizadas por el Libertador en 1819 a través de uno de los documentos más com-pletos e impactantes por su proyección, como lo constituye el Dis-curso de Angostura. Y tiene una razón de ser sin lugar a dudas: la diligente y profunda lectura que siempre prodigó nuestro eterno comandante al Ideario Bolivariano.

Y en este proceso de dilucidar la pertinencia y fortaleza de la propuesta de la Cámara de Educación en permanente interco-nexión con el Poder Moral, Simón Bolívar concede un espacio relevante a la comunicación y producción literaria, como garante de la adquisición de conocimientos para la consolidación de la ciudadanía en un permanente ambiente republicano, sueño com-partido, como ya hemos referenciado, con el Sócrates de Caracas, como lo podemos interpretar a través del artículo 13, donde nos señala:

Artículo 13. (…) la Cámara de Educación dirigirá la opinión pública en las materias literarias, mientras se establece el instituto filosófico. Ella examinará o hará examinar y analizar las obras que se publicaren sobre cualquiera asunto (…).

Se deja entrever que el hecho de la producción de recursos pedagógicos, y en especial, libros para nuestros niños, niñas y adolescentes, es prácticamente un dictamen que ya avizoraba el

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Libertador a través de la Cámara de Educación. Y debía ser un “deber”, una “potestad” de la República.

Pertinente es dilucidar, en este sentido, cómo surge la Colec-ción Bicentenario. El equipo que elaboró los libros “Viva Ve-nezuela” (1.er, 2.o y 3.er grados) y “Venezuela y su Gente” (4.o, 5.o y 6.o grados) requirió de un tiempo considerable para adecuar a la edad promedio del grupo de cada grado, la nueva visión de los conocimientos de las Ciencias Sociales y la didáctica particular de cada una de las tres disciplinas que la integran. Lo que exigió más estudio y paciencia fue la necesidad de reflexionar y decidir cómo lograr que niños y niñas de tan corta edad capten la noción de tiempo y de espacio geográfico que, como sabemos, entre los 6 y 8 años de edad está limitada a lo inmediato y vivenciado. La idea central era paso a paso ir construyendo la capacidad de compren-sión, de criticidad y de conciencia de los futuros republicanos y republicanas.

El pensamiento pedagógico del sabio Simón Rodríguez fue el punto de partida en la búsqueda de respuestas al decir: “Hay tres clases de maestros. Unos que se proponen ostentar sabiduría, no enseñar. Otros que quieren enseñar tanto que confunden a sus discípulos, y otros que se ponen al alcance de todos, consultando sus capacidades”; quisimos ponernos a tono con estos últimos. Y una de sus frases sirvió de impulso: “¿Dónde iremos a buscar modelos? O inventamos o erramos”. Así, no deseando “errar”, ne-cesario fue “inventar”7.

Coherente con este pensamiento robinsoneano, nos inser-tamos en la obra del profesor Armando Rojas8, Simbiosis de los Simones. Socialismo desde el Alba. En ella nos plantea la educación como categoría de desarrollo social para la integración de los Pueblos de la Patria Americana en el contexto que le crea la Revo-lución para que el “inventar o errar permita al pueblo marchar al paso de su educación”.

7 América Bracho, op. cit., p. 3.8 Docente e investigador venezolano, viceministro de Educación entre

2004 y 2007.

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Discurso de Angostura

Concibe su señalamiento de Simbiosis de los Simones como el sendero para descubrir en ella la esencia originaria de una cultura y lógica desde América al interpretar la libertad, la República, la educación y el desarrollo en el pensamiento de Rodríguez y Bo-lívar, cuando en ellos converge; asumir la educación como punto de partida para el accionar y concreción de la libertad, la justicia, la soberanía y la igualdad. En este mismo orden de ideas, percibir cómo emerge una nueva cultura a partir del proyecto político-pedagógico revolucionario de los Simones sustentado en la origi-nalidad no occidental.

A lo largo de gran parte de su obra, Rojas reitera la Simbiosis de los Simones anclada en la educación como categoría social para la República de Moral y Luces; y en tal sentido, se hace imperativo comprender la relación maestro-discípulo, que nos permite ubi-carla desde la presencia bolivariana de Moral y Luces para avanzar en la grandeza de las naciones al paso de la educación.

Al profundizar la lectura del Discurso de Angostura y entrelazar con gran parte de los señalamientos que convergen en la Simbiosis de los Simones, percibimos en el texto la huella pedagógica cons-truida desde las interacciones dialógicas entre Simón Rodríguez y Simón Bolívar, con especial incidencia en la progresiva toma de conciencia sobre la génesis sociocultural del americano, marcan-do significativo distanciamiento de la América del Norte.

Consideramos la pertinencia de resaltar esta arista intercul-tural, que deja entrever Simón Bolívar en el Discurso de Angos-tura, como relevante contribución para la praxis pedagógica del pensamiento descolonizador en el siglo XXI, sobre el cual insistió permanentemente en sus obras Luis Bigott9, consciente de que en ese andar de la naciones al paso de la educación era imperativo romper con todos aquellos elementos ideológicos que

9 Luis Bigott fue un maestro e investigador venezolano, con una pro-lífera producción intelectual referida al proceso descolonizador de la praxis e investigación docente, garante de la defensa de la soberanía del país.

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amenazaran la consolidación de la independencia, la soberanía y la identidad cultural.

Bajo estas premisas, los libros de la Colección Bicentenario en el nivel de primaria, en cuanto a las Ciencias Sociales como objeto de conocimiento, enfatizan categorías fundamentales del área (espacio, tiempo y sociabilidad) en secuencias del espacio-tiempo vivido (escuela-familia) al espacio-tiempo local inmediato (la casa, el vecindario, el barrio o la urbanización, la localidad), hasta avanzar a espacios más amplios (regional, nacional, latinoameri-cano, mundial).

Se acogen principios que facilitan al docente iniciar la aplica-ción del enfoque geohistórico; cada libro tiene en la contraportada una breve explicación al respecto en el entendido de que debe enseñarse en conjunto: “La unidad del hombre y la naturaleza, la interacción de ambos elementos dentro de condiciones históricas determinadas y la interdisciplinariedad del saber social” (Tovar, 1996)10; por lo tanto, son libros que rompen con la tradicional historia lineal-cronológica y el parcelamiento de la realidad social.

En las lecturas se intenta fortalecer el sentimiento de orgullo por nuestro pasado indígena y por las luchas de resistencia indí-gena y afrodescendientes; la valoración de nuestra diversidad étnico-cultural; el respeto y admiración por los símbolos patrios y en especial por el ideario bolivariano junto a los demás héroes y heroínas de la patria; e igualmente los valores como el amor, el respeto, el trabajo creador, la solidaridad, la identidad personal, familiar, local, regional, nacional y latinoamericana; el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes; y la formación de hábitos para la convivencia armónica. Aspectos que guardan sen-tido a la luz interpretativa de lo referido por Bolívar en el Discurso de Angostura al señalar:

10 Ramón Tovar: docente e investigador venezolano, Premio Nacional de la Historia 2017, autor de El enfoque geohistórico. Academia Nacional de la Historia. Caracas 1986.

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… Nosotros ni aún conservamos los vestigios de lo que fuimos en otro tiempo: no somos Europeos, no somos Indios, sino una especie media entre los Aborígenes y los Españoles. Americanos por naci-miento y Europeos por derechos11.

Es imperativo, en consecuencia, que las nuevas generaciones de venezolanos y venezolanas posean claridad sobre los procesos históricos que aportan y contribuyen a precisar la complejidad de donde venimos, de nuestra ancestralidad y múltiples aristas de la interculturalidad que nos caracteriza, hoy evidenciado en el Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Ve-nezuela (1999), con miras a respaldar jurídicamente la formación del republicano y republicana que tanto insistió Simón Rodríguez para que se consolidara la independencia y la soberanía, aspectos que se constituyeron en permanentes líneas de acción de Simón Bolívar a lo largo de la gesta libertadora:

El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invo-cando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Liberta-dor Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y so-berana, con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones…

Bajo esta proposición se asumió la necesidad de avanzar en la concreción del sueño de los Simones, donde la equidad del cono-cimiento se adjudica como estandarte preponderante. En este pro-ceso que conlleva al “hacer” en permanente armonía con la teoría para concretar acciones de relevancia es pertinente el aporte que una vez más proporciona el maestro Simón Rodríguez al señalar:

11 Simón Bolívar, op. cit., p. 94.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Asuma el gobierno las funciones de padre común en la educación; generalice la instrucción, y el arte social progresará, como progresan todas las artes que se cultivan con esmero. Esta indicación no es de consejo: ella encierra el primer precepto que impone el honroso en-cargo que representa al pueblo en el Congreso12.

Nos planteamos en tal sentido, con miras a contribuir con el protagonismo certero del Estado Educador que tiene una oportu-nidad de oro de la mano de la consigna robinsoniana, generado de ese pacto cómplice entre mentor y pupilo por consolidar la educación popular, dar continuidad al proceso de producción de libros para el estudiantado de Educación Media. Aceptamos el reto de proseguir el compromiso bajo las mismas perspectivas pedagógicas: enfoque geohistórico (ahora con más rigurosidad), integración de saberes, realce de la pluriculturalidad y multietni-cidad, entre otros aspectos que se constituyeron en comunes para todas las áreas de estudio.

En coherencia con estas directrices, se elaboraron 43 libros referidos a todas las áreas de estudio presentes en el currículo y que fueron distribuidos de manera gratuita a comienzos del año escolar 2012-2013, correspondiendo al Área Ciencias Sociales la autoría de 9 libros para Educación Media General.

Oportuno es destacar que todos los libros de la Colección Bi-centenario reflejan las características inherentes a la Educación Bolivariana, entre ellas “La educación liberadora como espacio de diálogo socializado de saberes, de búsqueda, de creación e innovación: intelectual, científica, humanística, tecnológica y productiva, con sentido de pertenencia social, cultural y geohistó-rica…” (MPPE).

La educación liberadora fue acogida en la Ley Orgánica de Educación (2009) al introducir especificaciones, entre ellas: edu-cación integral e integradora, desarrollo del pensamiento reflexivo y crítico, formación en y para el trabajo liberador, una didáctica y

12 Simón Rodríguez. Luces y virtudes sociales. En: Obras completas, tomo II, p. 131.

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Discurso de Angostura

una metodología activas que tienen como eje la democratización del saber y la investigación.

En coherencia con los aspectos que destacamos, vinculado a la educación emancipadora desde una praxis integradora, Manuel Carvajal13 nos aporta desde el pensamiento de Simón Rodríguez lo siguiente:

Forjar (…) la novedad en el espíritu de los niños, dará como resul-tado la República que se busca (…) El fundamento del sistema re-publicano (…) está en la opinión del pueblo y este no se forma sino instruyéndolo. Nadie hace bien lo que no sabe hacer. Por consiguien-te nunca se hará República con gente ignorante (…).

Conscientes de la profunda necesidad de forjar el conocimien-to, construido de la convergencia de formación y vivencias, los libros para secundaria tienen como fundamento legal la obliga-toriedad de la enseñanza de la historia y la geografía de Venezuela, así como los principios del ideario bolivariano, consagrada en el artículo 107 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; y se reitera esta obligatoriedad en la Ley Orgánica de Educación en su artículo 6, inciso c en busca de

… la formación de nuevos republicanos y republicanas para la par-ticipación activa, consciente y solidaria en los procesos de transfor-mación individual y social, consustanciada con los valores de la iden-tidad nacional, con una visión latinoamericana, caribeña, indígena, afrodescendiente y universal.

Reiterar la interculturalidad, puesta de manifiesto en el Dis-curso de Angostura por el Libertador Simón Bolívar, como ya lo referimos, lo consideramos clave y pertinente desde la perspectiva generacional.

13 Tomado de Simón Rodríguez: El Libertador del Mediodía de América, p. 141, por Manuel Carvajal en Simón Rodríguez. Selección de Documentos. Biblioteca Familiar.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

En cuanto a los fines de la educación, la LOE propone en su artículo 15:

A. Desarrollar una nueva cultura política fundamentada en la par-ticipación protagónica y el fortalecimiento del Poder Popular, en la democratización del saber y en la promoción de la escuela como espacio de formación de ciudadanía y de participación comunitaria, para la reconstrucción del espíritu público en los nuevos republica-nos y en las nuevas republicanas con profunda conciencia del deber social (Numeral 2).

B. Formar ciudadanos y ciudadanas a partir del enfoque geohistórico con conciencia de nacionalidad y soberanía, aprecio por los valores patrios, valorización de los espacios geográficos y de las tradiciones, saberes populares, ancestrales, artesanales y particularidades cultu-rales de las diversas regiones del país y desarrollar en los ciudadanos y ciudadanas la conciencia de Venezuela como país energético y es-pecialmente hidrocarburífero, en el marco de la conformación de un nuevo modelo productivo endógeno (Numeral 3).

C. Desarrollar un proceso educativo que eleve la conciencia para alcanzar la suprema felicidad social a través de una estructura socioe-conómica incluyente y un nuevo modelo productivo social, huma-nista y endógeno (Numeral 9).

Los fines de la educación, establecidos en la LOE, exigen tener presente (implícita o explícitamente) en cada uno de los temas la formación de valores y actitudes, como la solidaridad, la coope-ración y el colectivismo practicados en las comunidades indígenas del pasado y de hoy, así como en las actuales organizaciones del Poder Popular; la valoración del saber popular y de las potencia-lidades creadoras del pueblo, la igualdad, la equidad y la justicia social acompañados por el amor a la humanidad para el logro de la paz, el respeto a la diversidad, el trabajo creador para la satis-facción de necesidades, la identidad local, regional, nacional y latinoamericana; la defensa de la autodeterminación, la actitud de

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Discurso de Angostura

lucha para el ejercicio de los derechos, conciencia del deber social y la armonía con la naturaleza, entre otros.

Nos aporta en estas reflexiones Iluska Salazar14, desde la pers-pectiva robinsoniana:

… la educación popular es nutrida por Simón Rodríguez, con la teoría y praxis, para sistematizar una visión política y filosófica que trasciende en el tiempo, con pertinencia y vigencia, en nuestros días, al encarnar un proyecto educativo emancipador, necesario en el fortalecimiento de un pueblo que hace más de doscientos años se elevó en la lucha libertaria contra la opresión y explotación colonial, y ahora, al igual que en el pasado, se eleva por la conquista de su se-gunda independencia.

Por ello, en nuestra insistencia de impregnar la Colección Bi-centenario con los postulados de Simón Rodríguez, no se les pide que memoricen conceptos y definiciones. Estas deben surgir de la realidad estudiada. Las apropiaciones o asimilaciones conceptua-les de cada estudiante son producto de sus propias elaboraciones, que aunque parezcan incompletas y aproximativas se deben valo-rar como creaciones y recreaciones auténticas, suyas.

Asumimos que solo así se deja la libertad para el pensamien-to creativo, reflexivo, consciente, que al paso de los años podrán valorar adquirieron de sus maestros, tal y como lo reconoce el Libertador Simón Bolívar del Robinson de América, referido en el epígrafe y que en carta enviada a Teresa Laisnay15 comenta: “Yo esperaba mucho de la sociedad de un amigo, del compañero de la infancia, del confidente, del mentor cuyos consejos han tenido para mí, siempre tanto imperio (…)”.

Referencia que potencia las reflexiones del profesor Armando Rojas en la Simbiosis de los Simones y que compartimos, sin lugar a

14 Iluska Coromoto Salazar. Simón Rodríguez: Educador militante por la emancipación de los pueblos, p.100.

15 Cartas de Bolívar a Teresa Lisnay de Tristán. CE. Marcos Falcón Brice-ño: Teresa la confidente de Bolívar.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

dudas, en el entendido de la demanda de docentes que no asuman el Discurso de Angostura como algo del pasado. Cuánto riesgo se corre si prevalece una concepción trivial de “efemérides” que derive en elaboración de carteleras, sin menoscabo de este recurso didáctico.

Se ha dejado entrever en este sencillo ensayo la riqueza ideo-lógica del ideario bolivariano en los numerosos párrafos del Discurso de Angostura y, siguiendo este hilo conductor, la mentora de la Colección Bicentenario, América Bracho, formada en los postulados de la Escuela Activa en las primeras décadas del siglo pasado, aunado a constituir parte del profesorado que acompañó a Belén San Juan en la potenciación de la Escuela Integral, ingenio del Sócrates de Caracas, impregnó y direccionó la producción in-telectual del equipo de docentes venezolanos que la acompañó en la aventura por reivindicar la permanente Simbiosis de los Simones.

Con el hecho cumbre de haber impreso en solo siete años más de 42 millones de libros, el Ministerio del Poder Popular para la Educación, representante del Estado Docente, puede asumir con orgullo que ha cumplido el ideario educativo de Simón Bolívar evidenciado en el Discurso de Angostura, que no es otro que el concepto de Educación Popular de Simón Rodríguez.

Como se trata de un avance gigantesco, no solo a nivel nacional sino que trasciende hacia el continente, Federico Villalba, coautor de la Colección Bicentenario, nos señala: “Las transnacionales del negocio editorial han reaccionado al ver afectados sus intereses por los procesos de masificación de la enseñanza, la inclusión de las mayorías y la democratización del libro”16.

Es tal la fuerza ideológica y el compromiso social proporcio-nado por la profesora América Bracho al equipo de docentes que la ha acompañado en contribuir a concretar ese sueño de los Simones, que no han desmayado en la permanente revisión de los contenidos, en especial en lo referente al área de las Ciencias

16 Federico Villalba, La Venezuela capitalista. Contribución a la historia de las totalidades: La Colección Bicentenario frente al pensamiento único transnacional, Caracas, 2017. No publicado.

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Discurso de Angostura

Sociales e ir diseñando un profundo proceso de formación para los docentes de los diversos niveles y modalidades, para que si-guiendo la máxima de Simón Rodríguez, no se conformen con ser receptores sino analistas y críticos, aspecto que solo en permanen-te acción dialógica de saberes puede ser empoderado y, por ende, asumirse como sendero emancipador para una praxis pedagógica contextualizada.

A manera de cierre para seguir debatiendo en torno a la pers-pectiva pedagógica del Discurso de Angostura, que cobra una sin igual vigencia en el presente, compartimos parte de la disertación realizada por el profesor Ramón Tovar, formado al igual que la profesora América Bracho en los preceptos de la Educación Ro-binsoniana y Escuela Activa en el Primer Congreso Bolivariano de Pedagogía, reseñada por el profesor Armando Rojas en su obra Simbiosis de los Simones. Socialismo desde el Alba17:

Una Pedagogía Nacional se impone como único recurso de defensa, garantía de la conservación de identidades, de los países definidos como subdesarrollados, de bajo o débil desarrollo. El actual espacio geohistórico, a escala mundial, gracias a la “informática”, ignora las fronteras. Asimismo al Ciberespacio reproductor de la “Globaliza-ción”, controlado en forma indiscutible por las grandes potencias económicas cuyos agentes son los grandes consorcios internacionales.

Domina una Economía de Redes causante de este nuevo espacio geohistórico… El proceso de mundialización que se iniciara a fines del siglo XV con la expansión Europea ha llegado a su clímax (…) Justicia es defenderse, pueblos como los nuestros claro y firme, deben mantenerse sin dobleces, en su discurso en todas las instancias que sean necesarias, en especial las Naciones Unidas. Las instituciones educativas, sin discriminación, deben velar por la formación, que reclama, en este momento histórico, nuestra supervivencia como Estado Nación.

17 Ibidem, p. 34.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Una Pedagogía Nacional se hace más indispensable, cuando se han asomado síntomas “desnacionalizadores”, amén de anticonstitucio-nales. Uno la difusión de la Doctrina de la injerencia que antepone los Derechos Humanos por encima de la Soberanía Nacional.

El tejido de acción sociológica que tratamos de hilvanar a partir de nuestras reflexiones iníciales, se encuentran impregna-das del ideario de los Simones, cuya convergencia ideológica en las ideas centrales del Discurso de Angostura, particularmente lo referente a las categorías educación, República, soberanía, iden-tidad, integración, solidaridad, independencia, entre otras, cons-tituyen premisas avizoradas en otros documentos del Libertador. La integralidad y trascendencia que se evidencia constantemente en el presentado ante los congresistas a orillas del río Orinoco, sin temor a equivocarme, marca significativa pauta pedagógica no solo por su contenido en sí, sino por las interconexiones que siguen direccionando intrínseca y explícitamente en estas prime-ras décadas del siglo XXI.

BIBLIOGRAFÍA

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Bracho, A. (2013). “Libros de la Colección Bicentenario. Un logro de la Revolución Bolivariana”. Ponencia presentada en Jornada de Historia del Centro Nacional de Historia. Caracas.

Carvajal, M. (s/f). Simón Rodríguez. Selección de documentos. Bi-blioteca Familiar. Caracas.

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Discurso de Angostura

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Tovar, R. (1986). El enfoque geohistórico. Academia Nacional de la Historia. Caracas.

Villalba, F. (2017): “La Venezuela capitalista. Contribución a la historia de las totalidades: La Colección Bicentenario frente al pensamiento único transnacional”. Caracas. No publicado.

1818: BOLÍVAR CONTRA IRVINE VENEZUELA Y ESTADOS UNIDOS:

DIGNIDAD VERSUS INJERENCISMO1

José Gregorio Linares

1 Este artículo fue publicado como parte del volumen Pueblos libres ven-cen a imperios poderosos. Epistolario entre el Libertador Simón Bolívar y un agente estadounidense, publicado por el Centro Nacional de Historia y Ediciones Minci en 2018.

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Estados Unidos, desde su nacimiento como nación, manifiesta sus ansias imperialistas y su rechazo a apoyar la independencia de las naciones suramericanas. En 1786, solo tres años después de que Gran Bretaña reconociera la independencia de Estados Unidos, uno de sus “padres fundadores”, Thomas Jefferson, sen-tenció:

Nuestra Confederación debe ser considerada como el nido desde el cual toda América, así la del Norte como la del Sur, habrá de ser po-blada. Mas cuidémonos de creer que interesa a este gran Continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuen-tran en las mejores manos, y solo temo que estas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo2.

Es de destacar que este “padre fundador” siendo presidente de EE. UU. “rechazó toda posibilidad de concederle cualquier ayuda estatal a la organización de la expedición revolucionaria con la que el Precursor Francisco de Miranda inició, en 1806, las luchas por la independencia de Hispanoamérica”3.

ESTADOS UNIDOS: ¿NEUTRALIDAD O PARCIALIDAD?

Las relaciones entre Simón Bolívar y el Gobierno de Estados Unidos fueron en general tensas debido a la sistemática animad-versión de la Casa Blanca hacia los movimientos independentistas suramericanos. Al principio de la guerra de independencia, EE. UU. asumió una postura de dudosa neutralidad. James Monroe, siendo secretario de Estado en 1812 (luego fue presidente entre 1817 y 1825) declaró: “Los Estados Unidos se encuentran en paz

2 Adalberto Pérez, Las mentiras del Tío Sam o los mitos del imperio. Fun-dación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2007, p. 193.

3 Luis Suárez Salazar, Las relaciones interamericanas desde la Revo-lución Haitiana hasta la Guerra de Secesión en EE. UU., p. 34. Dis-ponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/formacion-vir-tual/20160315045202/lec2.pdf

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Discurso de Angostura

con España y no pueden, con ocasión de la lucha que esta mantie-ne con sus diferentes posesiones, dar ningún paso que comprome-ta su neutralidad”4.

Esta sospechosa neutralidad fue denunciada por el Liberta-dor, que esperaba beligerancia y parcialidad de parte de EE. UU. a favor de los patriotas suramericanos, pues recientemente esta nación había alcanzado la independencia con respecto a Gran Bretaña, entre otras cosas, gracias al apoyo de Estados e indi-viduos que se involucraron abiertamente en la lucha a favor de Norteamérica5; como fue el caso de Francisco de Miranda, quien luchó en la estratégica Batalla de Pensacola (1781), al final de la cual fue ascendido a teniente coronel en reconocimiento a su bri-llante desempeño al lado de los patriotas norteamericanos. Nada parecido a esto se hizo en EE. UU. en favor de la causa indepen-dentista suramericana.

Al respecto, en la Carta de Jamaica (28 de septiembre de 1815), Bolívar sostiene:

Fuimos abandonados por el mundo entero, ninguna nación extranje-ra nos ha guiado con su sabiduría y experiencia, ni defendido con sus armas, ni protegido con sus recursos. No sucedió lo mismo, a la Amé-rica del Norte durante su lucha de emancipación. Aunque poseyendo sobre nosotros toda suerte de ventajas, las tres más poderosas nacio-nes europeas, dueñas de colonias, la auxiliaron en su independencia; y sin embargo la Gran Bretaña no ha usado de represalias contra aquella misma España que le había hecho la guerra para privarla de sus colonias. Todos los recursos militares y políticos que nos han negado a nosotros se han dado con profusión a nuestros enemigos…

4 En Juvenal Herrera Torres, Bolívar, el hombre de América, p. 292.5 De acuerdo con Francisco Pividal: “… tres expediciones partieron de

los puertos galos (1778, 1780 y 1781), para ayudar a la independencia de los Estados Unidos. La segunda trajo 6.000 veteranos franceses para engrosar las filas del ejército de Washington. En la última, 22 navíos de guerra componían la escuadra que hizo frente a la armada inglesa. En todo momento la ayuda económica fue cuantiosa”. Bolívar, precursor del antiimperialismo, p. 68.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Los Estados Unidos del Norte que, por su comercio, pudieron haber suministrado elementos de guerra, nos privaron de ellos.

A pesar del tono diplomático con que se expresa, Bolívar no logra esconder la indignación que esto le causa. Reclama: “… nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espec-tadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han susci-tado en los siglos antiguos y modernos” (Carta de Jamaica, 1815).

En realidad, Bolívar era generoso en sus apreciaciones. Los “hermanos del Norte” no se habían mantenido “inmóviles espec-tadores”; en la práctica se habían parcializado a favor de España. Esto lo sabía Bolívar de primera mano, porque lo había sufrido personalmente. En 1810 su hermano mayor, Juan Vicente Bolívar (1781-1811), fue enviado a Washington (junto con Telésforo de Orea y José Rafael Revenga) por la Junta Suprema de Caracas en representación del movimiento insurgente para demandar el reconocimiento oficial de parte de los EE. UU., y para comprar un lote de armas que permitiera continuar la lucha. Su misión fracasa porque: 1.o) los Estados Unidos se declararon neutrales y, en consecuencia, no reconocieron a las nuevas naciones; 2.o) las armas que le habían prometido vender a la comisión que presidía Juan Vicente Bolívar (que aportó 70.000 pesos de su propio pecu-lio para la transacción) fueron vendidas a los españoles, quienes ofrecieron algo más de dinero por el armamento, que luego sería empleado en los campos de batalla en contra de la causa indepen-dentista; 3.o) de vuelta a Venezuela, sin haber conseguido nada de lo que había ido a buscar en Norteamérica, y decepcionado por la postura mercantilista y por la falta de apoyo político de EE. UU., muere ahogado en el naufragio del bergantín San Felipe Neri, entre Florida y Las Bahamas en 1811. Tenía apenas treinta años de edad.

EE. UU. A FAVOR DE ESPAÑA

Con el paso del tiempo, EE. UU. no se conformó con el rol de supuesto observador neutral que tras bastidores apoyaba a

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Discurso de Angostura

España, sino que en los hechos se parcializó abiertamente a favor de los realistas, impidiendo mediante una primera ley que en su territorio se desarrollara cualquier acto de solidaridad o de apoyo logístico-militar hacia los patriotas, así como penalizando con cárcel o sanciones pecuniarias a quienes violaran esta legislación.

Luego James Madison (1751-1836), cuarto presidente de EE. UU. (1809-1817) propuso una nueva “ley de neutralidad”, apro-bada por el Congreso de EE. UU. el 3 de marzo de 1817, donde se establecía que toda persona descubierta transportando armas hacia un Estado de América del Sur en favor de los patriotas, sería castigada con 10 años de cárcel y 10.000 dólares de multa.

Esta política exterior estadounidense obedece a razones impe-riales. En efecto, este Estado se había liberado recientemente de la Corona británica, pero su pragmatismo geopolítico no lo impulsa-ba a convertirse en promotor de las independencias de las nacio-nes suramericanas. Tenía otros planes: someterlas y explotarlas.

La negativa de vender armas a los patriotas venezolanos y la aceptación de los pedidos de España no eran, pues, una actitud casual de las autoridades norteamericanas. Obedecía al desarrollo de una política expansionista, que entraba en contradicción con el movimiento de independencia nacional de las colonias españolas. Los gobernantes norteamericanos aspiraban a suceder a los espa-ñoles en el dominio colonial. (…) La política exterior norteameri-cana estaba embargada en aquellos años por la idea de la expansión de sus fronteras, a costa de los territorios vecinos, pero querían hacerlo sin provocar demasiado a las potencias europeas6.

LA REPÚBLICA DE LA FLORIDA (1817)

Otro suceso importante que caldea los ánimos entre Bolívar y el Gobierno estadounidense es el relativo a la conducta asumida por los norteamericanos en ocasión de la proclamación de la República de La Florida como territorio patriota arrebatado al

6 Guillermo García Ponce, Bolívar y las armas en la Guerra de Indepen-dencia, p. 80.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Imperio español. La misma limitaba al norte con Estados Unidos, al sur con la Capitanía General de Cuba a través del mar y al este con la colonia británica de las Bahamas. El 29 de junio 1817, en una osada acción militar, un grupo de 150 hombres de la máxima confianza del Libertador (Pedro Gual, Lino de Clemente, Juan Germán Roscio, Agustín Codazzi, Vicente Pazos, entre otros)7, liderados por el revolucionario escocés al servicio de Venezuela, Gregorio Mac Gregor, desembarcan y ocupan la isla Amelia, en la costa atlántica de América del Norte. Después de someter a las fuerzas militares españolas atrincheradas en el Fuerte San Carlos al mando del brigadier Francisco Morales, proclaman la Repúbli-ca de Florida, con capital en Fernandina.

Esto no fue una acción aislada ni improvisada, liderada por unos patriotas irreflexivos y asumida por cuenta propia por Gre-gorio Mac Gregor. Fue una acción cuidadosamente pensada, pla-nificada y organizada por insurgentes suramericanos residentes en EE. UU. que se organizaron para tal fin. Fue un “procedimiento avalado por Venezuela, Nueva Granada, México y Río de la Plata, a través de sus representantes en Estados Unidos”8.

Entre los comisionados estaban Lino de Clemente, que actuaba como comisionado de Venezuela, designado por Simón Bolívar como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República de Venezuela ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, cargo que no asumió; el futuro Canciller de la Gran Colombia, Pedro Gual, comisionado por Nueva Granada y apo-derado de F. de Zárate, comisionado de México; y el comisionado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el norteamericano Martin Thompson. Mac Gregor tuvo reuniones con ellos en la

7 MacGregor, casado con Josefa Aristeguieta y Lovera, prima del Liber-tador; Pedro Gual, quien estudió con él en la Casa de las Primeras Letras donde recibieron clases de Simón Rodríguez; Lino de Clemente y Palacios, quien era cuñado de Bolívar; y Juan Germán Roscio, mano derecha civil del Libertador, entre otros.

8 Patricio Núñez Henríquez, “La república de las dos Floridas: Amelia”. Disponible en: https://www.lemondediplomatique.cl/La-republica-de-las-dos-Floridas.html

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Discurso de Angostura

ciudad de Filadelfia, donde aprobaron el plan presentado y “ex-tendieron en Filadelfia el 15 de febrero de 1817 una carta poder a Gregory Mac Gregor para que tomara posesión de la Florida, y por tanto de la isla Amelia”9.

Tomar el control de la Florida Oriental, para ese entonces una posesión española, era una acción estratégica clave en la lucha por conquistar la victoria contra España. La Florida era un puerto vital para abastecimientos de tropas y controlaba el acceso al Caribe. Desde allí se podía vigilar la zona de tránsito marino que lleva a los principales puertos de Estados Unidos, desde donde salen y entran barcos con pertrechos y municiones para los españoles que combaten en el continente; pero, además, la Florida constituía un punto geopolítico fundamental en los futuros planes del Liberta-dor de liberar Cuba, las Bahamas, Puerto Rico y brindar apoyo en la independencia de las naciones de Tierra Firme.

Al tomar Florida, los oficiales designados por Simón Bolívar convocan una Asamblea Constituyente y llaman a elecciones libres para legitimar el nuevo gobierno revolucionario que se instala en Florida. Conforme a los planes, designan a las autori-dades civiles y militares; de inmediato se organizan para elaborar la Constitución, acuñar la moneda y crear una bandera propia. Lino de Clemente es designado como representante diplomáti-co de la nueva República ante el Gobierno de Washington, para hacer valer los derechos de la nueva nación. “Su misión era dar a conocer las acciones de la nueva República, que Amelia no era una amenaza para los Estados Unidos y que la declaración indepen-dentista era el proceder conjunto de países como Buenos Aires, Venezuela, Nueva Granada y México en su lucha contra de Impe-rio español. Por la acción emancipadora había surgido la Repúbli-ca de La Florida como nación libre e independiente”10. Dice Pedro Gual: “Aquí estamos haciendo algo en beneficio de Suramérica.

9 Patricio Núñez Henríquez, “La república de las dos Floridas: Amelia”. Disponible en: https://www.lemondediplomatique.cl/La-republica-de-las-dos-Floridas.htm

10 Idem.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Este es el único y exclusivo objeto que nos une a todos. (…) El es-tablecimiento de una República en La Florida reclama la atención y el apoyo de todos los verdaderos amigos de Suramérica”11.

Pero la respuesta adversa de los Estados Unidos, que codi-ciaban apropiarse de La Florida no se hizo esperar. El presidente James Monroe (quinto presidente de EE. UU., entre 1817 y 1825) arremete contra la presencia en La Florida de “personas que pre-tendiendo actuar bajo la autoridad de algunas colonias” habían convertido esa zona en un espacio libre para el comercio ilícito de esclavos, refugio de cimarrones y contrabando de todo tipo12. Ex-presa lo siguiente en el Congreso: “Los fundadores de la nueva Re-pública son unos bandoleros, aventureros, fugitivos internaciona-les, piratas y esclavos fugados, que no habían establecido un nuevo gobierno, sino un centro de piratería que propicia el contrabando y la rebelión de los indios Seminolas contra los Estados Unidos”13. Dio la orden de captura al “pirata” Gregorio Mac Gregor y soli-citó además al Congreso de Estados Unidos, autorización para intervenir militarmente en La Florida14. Simultáneamente, el cru-cero de guerra estadounidense Saranac, al mando de John Elton, aborda e incendia el buque venezolano Tentativa, afirmando que ha violado las aguas territoriales de Estados Unidos.

De inmediato, por orden del presidente Monroe, tropas esta-dounidenses al mando de Andrew Jackson (un conocido genocida

11 J. Salcedo-Bastardo. Bolívar: un continente y un destino, 1982, p. 168. 12 En Ana Joana Vergara Sierra, República pirática. Los diputados de la

América Libre y la Republica de Las Floridas. Trabajo de grado para op-tar al título de Magíster en Historia de las Américas, 2013, p. 175.

13 En Patricio Núñez Henríquez, “La república de las dos Floridas: Ame-lia”. Disponible en: https://www.lemondediplomatique.cl/La-republi-ca-de-las-dos-Floridas.htm

14 En la Florida Louis Aury sucedía en el poder a Gregorio MacGregor. Este, “conocedor de los problemas políticos internacionales que se es-taban produciendo; de las infundadas, pero graves acusaciones del go-bierno norteamericano; y la fuerte presión del grupo encabezado por el norteamericano Huban, decidió abandonar la república de Amelia con su escuadrilla” (4-IX-1817). Patricio Núñez Henríquez, “La repú-blica de las dos Floridas: Amelia”, Idem.

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de indios de La Florida apodado “Cuchillo afilado”, quien en 1829 llegaría a ser el séptimo presidente de EE. UU. y mostraría siempre una gran animadversión hacia Bolívar) desembarcan y, en diciem-bre de 1817, se apoderan de la isla que tan útil era al Libertador en sus planes por liberar el continente americano y a la fuerza expul-saron a los patriotas.

Esto fue una clara violación del derecho internacional y de la soberanía nacional del nuevo Estado. Los patriotas intentan hacer valer sus derechos. Envían notas diplomáticas al Gobierno esta-dounidense donde expresan que ni la República de la Florida

… ni ninguna otra de Suramérica estaba en guerra con los Estados Unidos. Desde el momento en que tomamos a Fernandina por la fuerza de nuestras armas entramos en posesión de todos los derechos pertenecientes a nuestro enemigo [España] a riesgo de nuestras vidas y fortuna. Profesamos muchísima veneración a vuestra Constitución para creer siquiera por un instante que ustedes, supuesto que ya estu-vieran en posesión de esta isla, que nunca ha sido cedida por el Rey de España, ni por sus habitantes, a los Estados Unidos, puedan traer un tribunal competente para decidir sobre este asunto. La única ley que ustedes pueden aducir es la de la fuerza15.

IRVINE VERSUS BOLÍVAR (1818)

15 En Harold Bierck, Vida pública de don Pedro Gual, pp. 95-96. Posterior-mente, para evitar la retaliación del Gobierno español por ese acto de arbitrariedad, ilegalidad e ilegitimidad, hicieron un contrato de com-pra-venta por la cantidad de 15 millones de dólares que enviaron a las autoridades españolas, para que se finiquitara el asunto de la posesión de Florida, lo cual quedó “resuelto” en 1819 con la firma del Tratado de Adams-Onís entre Estados Unidos y España. A los patriotas su-ramericanos a quienes se les había arrebatado su naciente República, simplemente los ignoraron. La anexión estadounidense del territorio se concretó finalmente en 1821 cuando el gobierno liberal que había derrocado a Fernando VII ratificó el tratado Adams-Onís. El 3 de mar-zo de 1845, Florida se convirtió en el estado número 27 de los Estados Unidos de América.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

A pesar de estos negativos antecedentes, Bolívar albergaba la esperanza de que Estados Unidos finalmente respaldaría la lucha independentista suramericana. Por esa razón, cuando en julio de 1818 llegó a Venezuela Juan Bautista Irvine como representante oficial de EE. UU., el alborozo fue general. En la edición del Correo del Orinoco del 18 de julio de este año se habla de la “satisfacción de ver entre nosotros a un agente de los Estados Unidos de Norte-América. Este es el señor Juan Bautista Irvine, ventajosamente conocido por sus principios filantrópicos y republicanos”. Al principio informaron que este emisario “traía despachos muy im-portantes de su Gobierno para el de Venezuela”. Luego las noticias se hicieron más claras y promisorias. A Bolívar le informaron que el agente diplomático “viene a tratar con el gobierno de Venezuela sobre el reconocimiento de nuestra independencia, y nos asegura la declaratoria de guerra entre los Estados Unidos y España”.

Esto era música para los oídos de Bolívar. Irvine llega a nuestro país cuando la causa patriota vivía momentos críticos. La nación, en palabras de Bolívar, estaba “cubierta de luto tras ocho años de combates, de sacrificios y de ruinas”, y “la fatalidad, anexa a Vene-zuela, la ha hecho sucumbir dos veces, y su tercer período se dis-puta con un encarnizamiento de que únicamente nuestra historia suministra ejemplo”16. El Libertador expresa que para entonces era Venezuela

… un monumento solitario que recordará a la América el precio de la Libertad, y renovará la memoria de un Pueblo magnánimo e inco-rruptible. Sin duda Venezuela consagrada toda a la santa Libertad ha considerado sus sacrificios como triunfos. Sus torrentes de sangre, el incendio de sus poblaciones, la ruina absoluta de todas las creaciones del hombre, y aun de la naturaleza, todo lo ha ofrecido en aras de la Patria (1 de junio de 1818)17.

16 Simón Bolívar, Correo del Orinoco, 12 de junio de 1818. 17 Simón Bolívar a Juan Martín Pueyrredón. 1 de junio de 1818. En Co-

rreo del Orinoco, 27 de junio de 1818.

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Discurso de Angostura

Pues bien, en esas circunstancias los independentistas buscan activamente el apoyo de otras naciones. Pero solo llegan algunos mensajes de solidaridad y pocos refuerzos.

Sí, permanecía vivo el recuerdo del apoyo del presidente de Haití, Alejandro Petión, que en 1816 armó dos expediciones pa-triotas, con la ayuda de Juan Bautista Bideau de Santa Lucía; y en aguas del Orinoco el almirante Luis Brion, de nacionalidad cura-zoleña, se batía contra los realistas. Por esa época llega también la solicitud del oficial español Mariano Renovales de incorporarse a la lucha por la independencia de Venezuela. Bolívar le respon-de: “Ud. nos hace un verdadero servicio ofreciéndonos su activa cooperación al restablecimiento de la independencia de América” (20 de mayo de 1818). Sin embargo, nada de esto era suficiente. Se necesitaba el apoyo de una poderosa nación para equilibrar las fuerzas en el desigual combate contra España. Bolívar busca el respaldo de Gran Bretaña, pero esta gran potencia, a la que el Li-bertador llamaba la “Señora del Universo”, se mantuvo vacilante y no apoyó la lucha por la independencia. De modo que estábamos solos. Rodeados de indiferencia y recelo.

En esa difícil circunstancia aparece en Venezuela el “agente de los Estados Unidos de la América del Norte”, Juan Bautista Irvine, quien había sido nombrado para desempeñar el cargo desde enero de 1818. Llegó en junio a Margarita, donde recibió el más caluroso recibimiento y de allí pasó en julio a Angostura, donde lo aguardaba el Libertador, que siempre estuvo informado de los pormenores del itinerario del emisario estadounidense.

Como hemos dicho, en el complejo escenario donde nos en-contrábamos, la visita del estadounidense causó una gran expec-tativa. Bolívar, emocionado, escribe al general Páez (1.o de julio de 1818): “… un Embajador de los Estados Unidos del Norte de América cerca del Gobierno Supremo de Venezuela que viene a tratar sobre su reconocimiento y que nos asegura la declaratoria de guerra entre el Norte y la España, es cuanto podíamos apetecer y la Divina Providencia se ha dignado concedérnoslo todo”. Al día siguiente asienta:

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Yo no dudo que la escuadra norteamericana se empleará en arrojar a los españoles lejos de nuestros mares, y que sus tesoros, sus armas, municiones y aun sus tropas se nos franquearán para extinguirlos en el Continente. La libertad e independencia de la América hallan al fin un protector (2 de julio de 1818).

El mismo día le escribe a los generales José Tadeo Monagas y Pedro Zaraza:

Tenemos por fin, cuanto necesitábamos en armas y municiones de guerra, y tenemos, sobre todo, un Embajador de los Estados Unidos del Norte de América que viene a tratar con el gobierno de Venezuela sobre el reconocimiento de nuestra independencia, y que nos asegu-ra la declaratoria de guerra entre los Estados Unidos y la España; así es que nuestros negocios se hallan bajo el pie más brillante y presen-tan un aspecto el más lisonjero.

Días más tarde le escribe a su primo José Leandro Palacios: “… el Enviado Americano viene comisionado por su gobierno a tratar con el nuestro sobre el reconocimiento y aun sobre la guerra contra España” (11 de julio de 1818).

Pero pronto vino el desengaño. Tales proyectos no estaban en la agenda del representante gringo. Él venía a otras cosas: en primer lugar, el gobierno de EE. UU. quería conocer de fuentes confiables la correlación de fuerzas entre los bandos en disputa, los realistas y los patriotas, para así preparar la estrategia geopolí-tica a seguir de acuerdo con sus intereses. El secretario de Estado, John Quincy Adams (1817-1825), quien llegaría a ser el sexto pre-sidente de los Estados Unidos (1825- 1829) le ordena:

… recogerá y remitirá a esta Secretaría de Estado, la más correcta in-formación que usted pueda obtener respecto al estado real del país, la situación relativa de las fuerzas patriotas y realistas y su perspectiva futura; los presentes efectos y probables consecuencias que en el por-venir tenga la emancipación de los esclavos; recursos con que cuen-tan las Provincias de la Confederación Venezolana; sus miras y es-peranzas en relación con otras Provincias sudamericanas; situación

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Discurso de Angostura

comercial y proyectos especialmente en lo que se refiere a los Estados Unidos y a su comercio e intercambio con ellos; y en general noticias sobre todo aquello que llame su atención y cuyo conocimiento pueda ser de interés para nuestro proceder18.

Irvine cumplió cabalmente con esta misión. Escribió:

… utilizando seguramente numerosas notas tomadas en Angostura, un trabajo que tituló Notas sobre Venezuela, que fechó en Baltimore y dirigió al secretario de Estado el 25 de setiembre de 1819. Es una interesante relación, y contiene noticias sobre Venezuela desde su descubrimiento hasta 1819. Historia, estadística, comercio, costum-bres, naturaleza del país, economía, población, vida política y social, descripción de ciudades, de todo se trata en esta relación. Está escrito en papel tamaño oficio, por ambas caras, con pequeños márgenes y numerosas adiciones. La numeración es de 1 a 441, por páginas, no por folios. Parece que Irvine tenía una magnífica información histó-rica obtenida en buenas bibliotecas, a juzgar por las citas que hace en su trabajo del famoso jurista Solórzano Pereira, de los viajeros Humboldt y Depons, de los historiadores López de Gomara, Acosta, Bernal Díaz del Castillo, Acevedo, Garcilaso de la Vega, Herrera, Raynal, Jorge Juan y Antonio Ulloa, Bonecastle y Walton19. Valdría la pena localizar, traducir y divulgar esta obra, para que

sea del conocimiento de los venezolanos. Pero Irvine no solo vino a hacer un diagnóstico de la realidad

venezolana y a escribir libros sobre nuestro país. Venía, sobre todo, con la orden expresa del Gobierno de James Monroe, de exigir al Gobierno patriota asentado en Angostura y diri-gido por Bolívar, que le devolvieran unas goletas mercantes

18 Héctor García Chuecos, Discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia. “Concepto que a Bolívar merecieron los deberes y derechos de los neutrales en caso de guerra internacional”, 7 de junio de 1951, p. 4. Disponible en: Fuente: http://www.anhvene-zuela.org.ve/content/concepto-que-bol%C3%ADvar-merecieron-los-deberes-y-derechos-de-los-neutrales-en-caso-de-guerra

19 Ibidem, p. 15.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

estadounidenses, la Tigre y la Libertad, que fueron incautadas por las fuerzas patriotas en el río Orinoco y cuya mercancía fue con-fiscada. El hecho es que unos negociantes gringos transportaban armas, pertrechos y víveres destinados a los realistas que estu-vieron sitiados en Guayana y Angostura, violando de este modo el decreto de bloqueo de la costa oriental y central de Venezuela del 6 de enero de 1817, emitido por las autoridades patriotas, que establecía:

Como es necesario que las fuerzas de la República deban operar por tierra como por mar contra las ciudades de Guayana, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello, hemos tenido a bien declarar dichas ciu-dades y son por esta declaradas en el estado de un riguroso bloqueo (…) En consecuencia de esta resolución todo buque sin excepción de Nación, que después de cuarenta días de la fecha, sea tomado a tres millas de dichos puertos de Guayana, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello, será buena presa, sin admitir excusa alguna o pretexto20.

Estos eran los términos, ajustados al derecho internacional pú-blico en lo que concierne a situaciones de guerra; sin embargo, en palabras de Bolívar, los estadounidenses

… olvidando lo que se debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios liberales que seguimos, han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana, ¡la sangre de sus propios hermanos! (29 de julio de 1818)21.

20 Héctor García Chuecos, Discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia. “Concepto que a Bolívar merecieron los deberes y derechos de los neutrales en caso de guerra internacional”, 7 de junio de 1951, p. 3.

21 Las cartas que se citan a continuación, salvo que se indique otra cosa, forman parte del Cruce epistolario Bolívar-Irvine. En cada caso indicaré la fecha de su envío y su remitente.

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Discurso de Angostura

Con esta acción, insiste Bolívar, violaron las cláusulas de neutralidad, y se involucraron directamente en el conflicto entre España y los independentistas; lo que les acarreó la incautación de las fragatas y la confiscación de la mercancía, ejecutadas por los republicanos al capturarlos infraganti en aguas del Orinoco.

A pesar de los argumentos, el diplomático de EE. UU. exigía: 1) que los patriotas reconocieran que los contrabandistas eran ciudadanos neutrales, imparciales y pacíficos; 2) que debían ser indemnizados; 3) que las naves confiscadas debían serles devuel-tas; 4) que el bloqueo patriota no era materialmente posible dada la extensión del territorio que comprendía y lo escaso de nuestras fuerzas; y, por tanto, 5) que las penas impuestas por las autorida-des navales venezolanas contra los estadounidenses eran ilegales y “tienen derecho a una reparación total”.

El Libertador se opone a tales pretensiones. Por cortesía di-plomática y con el fin de garantizar el respaldo norteamericano a nuestras luchas, acepta devolver las naves gringas e indemnizar a los dueños de las goletas por el daño que presuntamente re-cibieron en sus intereses; pero esto se haría siempre y cuando el enviado estadounidense se convenciera y así lo hiciera saber a su Gobierno, de que los patriotas que incautaron las naves estadou-nidenses y sancionado a los infractores, habían actuado apegados a la ley, e informara que estaba “plenamente convencido de la jus-ticia con que hemos apresado los dos buques en cuestión” (29 de julio de 1818).

A partir de entonces se desarrolla un duelo epistolar entre Bolívar e Irvine que dura alrededor de cuatro meses, entre julio y octubre de 1818. El Libertador enarbola las banderas de la verdad, la justicia y la soberanía; el norteamericano las del sofisma, la arbi-trariedad y el injerencismo. El Padre de la Patria alega:

Desde los primeros días de enero de 1817, las plazas de Guayana y Angostura fueron sitiadas hasta el mes de agosto del mismo año. En este tiempo las goletas Tigre y Libertad han venido a traer armas y pertrechos a los sitiados, y por esto cesan de ser neutrales, se con-vierten en beligerantes, y nosotros hemos adquirido el derecho de

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

apresarlas por cualquier medio que pudiésemos ejecutarlo (6 de agosto de 1818).

Con base en la doctrina del derecho público internacional y de acuerdo a lo establecido en el mencionado decreto, subraya Bolívar:

… el río estaba bloqueado por nuestras fuerzas y ningún neutro podía auxiliar con armas y municiones las plazas sitiadas y bloquea-das sin ejecutar actos hostiles que le harían perder los derechos de neutralidad, si fuese apresado por los sitiadores y bloqueadores en su entrada o salida, pues que contra ambas operaciones se oponen las fuerzas enemigas. Tanto se contraviene en entrar como en salir de un puerto bloqueado, donde se ha entrado después de establecido bloqueo, y por consiguiente ni la Tigre ni la Libertad tienen legítimos reclamos que hacer contra el Almirantazgo de Venezuela (6 de agosto de 1818).

Bolívar refuta la opinión de que el bloqueo del Orinoco era pura ficción debido a que las fuerzas marítimas republicanas no estaban en capacidad de hacerlo efectivo, que era el argumento que adelantaba el representante Irvine para inhabilitar cualquier medida judicial contra las naves infractoras. El Libertador, ha-ciendo uso de los registros oficiales, demuestra que el bloqueo fue bien efectivo y lograron contener al enemigo. Nuestros buques, dice Bolívar, “apresaron en los meses de marzo, abril y mayo un bergantín, una goleta, un guairo mercante y el apostadero militar de la isla de Fajardo” (6 de agosto de 1818).

El Libertador desmonta toda la argumentación tendenciosa esgrimida por Irvine sobre la supuesta neutralidad e imparciali-dad de las naves involucradas y acerca de los derechos de Estados neutrales y sus ciudadanos en las contiendas bélicas, en especial en la guerra por la independencia en Suramérica. Explica:

Si las naciones neutrales hubiesen obligado a nuestros enemigos a respetar estrictamente el derecho público, y de gentes, nuestras ventajas habrían sido infinitas, y menos tendríamos que quejarnos

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Discurso de Angostura

de los neutros. Pero ha sucedido lo contrario en todo el curso de la presente guerra. La España ha extendido el derecho de bloqueo mucho más allá que la Nación Británica: ha hecho confiscar cuantos buques neutrales han podido apresar sus corsarios por cualquier causa o pretexto. En la plaza de Cartagena el General Morillo  ha prolongado el bloqueo después de tomada por las armas del rey, y ha tratado como prisioneros de guerra a cuantos neutrales cayeron en sus manos, haciendo de este modo una innovación tan escandalosa en las leyes públicas de las Naciones. No se ha visto, sin embargo, que ninguna potencia marítima haya reprimido este abuso tiránico y atroz, cuando todas las naciones marítimas son más fuertes que la España. Pretender, pues, que las leyes sean aplicables a nosotros, y que pertenezcan a nuestros enemigos las prácticas abusivas, no es ciertamente justo, ni es la pretensión de un verdadero neutral, es, sí, condenarnos a las más destructivas desventajas. ¿No sería muy sen-sible que las leyes las practicase el débil y los abusos los practicase el fuerte? Tal sería nuestro destino si nosotros solos respetásemos los principios y nuestros enemigos nos destruyesen violándolos (6 de agosto de 1818).

El Padre de la Patria busca alternativas decorosas ante el con-flicto. Seguro como está de que a nuestra República la asisten la justicia y la razón, propone que se desarrolle un nuevo juicio, para revisar la sentencia con base en las pruebas que puedan ofrecer las partes en conflicto. Expresa: “… el único derecho que podría reclamar el extranjero que se cree ofendido, es que vuelva a seguir el juicio conforme a los trámites ordinarios. La cuestión se debe reducir a examinar escrupulosamente si el Almirantazgo de Venezuela ha tenido derecho para condenar las goletas Tigre y Libertad” (6 de agosto de 1818). Va más allá, propone diplomáti-camente que el mismo Irvine asuma la condición de árbitro en la disputa. Lo invita:

Yo vuelvo a someter al juicio de Ud. la decisión de esta cuestión, refiriéndome confiadamente a la rectitud del discernimiento que tan eminentemente distingue a Ud.; bien convencido de que el Gobierno

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de Venezuela está pronto, por generosidad, a la devolución de los intereses confiscados a los dueños de las goletas Tigre y Libertad, siempre que Ud. se persuada íntimamente de la justicia con que ha obrado el Almirantazgo de esta República (6 de agosto de 1818).

El Libertador insiste en que ninguna potencia puede obligar a los patriotas venezolanos a aceptar la injerencia extranjera en contra de nuestra lucha por la independencia; mucho menos:

Estados Unidos, donde no se permite que se hagan armamentos de ninguna especie por los independientes contra los países españoles, donde han sido detenidos y aprisionados algunos oficiales ingleses que venían para Venezuela, y donde se ha impedido la extracción de las armas y municiones que podrían venir para el Gobierno de Vene-zuela (6 de agosto de 1818).

Para el momento cuando Bolívar escribe esta última carta, la situación política y militar va cambiando a favor de la causa pa-triota. Según expresa el Libertador el 7 de agosto de 1818, la cam-paña militar llevada a cabo durante los meses previos:

… nos han dado por resultado final la posesión de todos los Llanos, la parte de Barinas que ocupaban los españoles, y sobre todo la ruina del ejército español, que ha quedado reducido a cero (…) En una palabra, nuestra situación es la más ventajosa. El enemigo destruido, como está, no puede emprender nada contra nosotros y debe ser ata-cado en todas sus posiciones22.

La base de toda la argumentación de Irvine para formular sus exigencias era la supuesta neutralidad de las goletas incautadas, las cuales a su juicio tenían perfecto derecho de comercializar libremente en un escenario de guerra sin que su participa-ción a favor de uno de los bandos deba ser interpretada como

22 Bolívar al coronel José Leandro Palacios, Angostura 7 de agosto de 1818, Archivo del Libertador. Documento 3135.

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Discurso de Angostura

parcialidad, pues “un neutral puede ejercer sus derechos, pasiva o activamente (exceptuando convenios privados), puede vender toda clase de mercancías a beligerantes en su propio territorio, o conducirla al de partes en guerra, siempre que lo haga de manera imparcial” (17 de agosto de 1818). Todo esto podía hacerse porque según él es imperativo respetar el libre comercio y a los comer-ciantes que lo ejercen, independientemente del contexto donde realicen sus negocios y obtengan sus ganancias, e independiente-mente de los perjuicios que puedan causar a algunas de las partes involucradas, ya que

… el comercio es el cambio mutuo o intercambio entre las diversas regiones del globo, o entre diversas partes de un mismo país, es el comodín de la civilización, y como es el mayor incentivo para la industria, es el patrono de la virtud. Si a veces surgen de él daños particulares, ello no puede negar, en consecuencia, el beneficio del público en general (17 de agosto de 1818).

El emisario norteamericano argumenta de ese modo sus opi-niones, pero se niega a aceptar la gentil propuesta de Bolívar de constituirse en árbitro en el conflicto, “aunque le estoy agradecido por los términos encomiásticos en los cuales habla Ud. de mí y por la confianza con la cual desea Ud. someter a mi arbitrio el fondo de la querella”. Con arrogancia mal disimulada le responde: “Que la Ley se convierta en árbitro entre nosotros dos” (17 de agosto de 1818).

Posteriormente, el 19 de agosto de 1818, Irvine expone las ra-zones que animan al Gobierno de EE. UU. a aprobar las leyes que penalizan a los ciudadanos estadounidenses o extranjeros que se involucran a favor de los patriotas suramericanos. Dice que son leyes contra el contrabando y la piratería. Alega que:

… al promulgar las leyes restrictivas en cuestión, el gobierno de los Estados Unidos tuvo especialmente en mente el reprimir las expe-diciones o empresas ilegales emanadas de sus puertos, mediante las cuales podría verse comprometido con potencias extranjeras. El

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principal objetivo fue el de privar a los cruceros deshonestos de los medios de cometer arbitrariedades contra la bandera o el comercio de cualquier nación con la cual estuviésemos en paz. Habían ocurri-do muchas capturas ilícitas, varias de ellas en nombre y bajo la presun-ta autoridad del Gobierno de Venezuela. La carretera de las naciones ⦋los mares⦌ estaban infestadas por sus correspondientes salteadores de camino ⦋los piratas⦌ (19 de agosto de 1818).

De modo que los buques que comerciaban a favor de los espa-ñoles eran “neutrales” y los que lo hacían en favor de los patriotas eran “salteadores de camino”. Al gobierno de EE. UU. le incomoda que las goletas hayan sido incautadas, su mercancía confiscada y que, además, en Venezuela los insurgentes hayan dispuesto de las naves incautadas y las pusieran al servicio de la causa patriota. Irvine cuestiona “la conversión del buque”, que de nave mercante fue convertido en nave de guerra, con los peligros que para la pro-piedad entraña tal transformación.

A pesar de las evidencias expuestas por Bolívar, Irvine insiste (19 de agosto de 1818) en primer lugar, en que el bloqueo del Orinoco no existió, porque los republicanos no contaban con suficientes fuerzas militares para ejecutarlo; incluso agrega que este bloqueo no fue debidamente publicitado. Expresa: “… ¿en qué términos se publicó la noticia del bloqueo? No lo sé. Hasta el actual momento yo jamás la vi” (19 de agosto de 1818). En segun-do lugar, asegura que los estadounidenses que comercializaban con las goletas no cometieron ningún delito: “… si los dueños o sobrecargos cometieron o pensaron cometer alguna infracción (lo que me resisto a creer, dada la fuerza del testimonio, de sus protes-tas y del carácter de los dueños) esto parece ahora haber quedado oculto”, expone. En tercer lugar, y como lanzando indirectas, cues-tiona la sentencia del juez de la Marina venezolana en contra de las goletas norteamericanas, pues “ha habido jueces mercenarios dispuestos a apoyar a los tiranos de los mares (…) Mientras mayor fuese el número de silogismos falsos que pudiera fraguar un juez (en ciertos países) mayor sería su fama, de profunda sabiduría y perspicacia; siendo de mucho mayor trascendencia defender los

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errores y paradojas que el impartir justicia”. Irvine, además, cues-tiona que se castigue a una de las embarcaciones por delitos co-metidos en el pasado. “Esto sería casi tan razonable como seguirle juicio al inquilino actual de una casa por el crimen cometido por uno anterior”, dice (19 de agosto de 1818).

Bolívar toma nuevamente la pluma y le refuta el 20 de agosto de 1818. Primero, en relación con la supuesta neutralidad e im-parcialidad de las naves que llevaban armas y víveres a españoles, le riposta: “La imparcialidad que es la gran base de la neutralidad desaparece en el acto en que se socorre a una parte contra la vo-luntad bien expresada de la otra, que se opone justamente y que además no exige ser ella socorrida”.

Si es libre el comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿por qué se prohíbe en el Norte? ¿Por qué a la prohibición se añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. Los españoles tenían cuanto necesitaban o podían proveerse en otras partes. Nosotros solo estábamos obligados a ocurrir al Norte así por ser nuestros vecinos y hermanos, como porque nos faltaban los medios y relaciones para dirigirnos a otras potencias.

Segundo, con respecto a la política exterior de EE. UU., cla-ramente sesgada en pro de España y en contra de los patriotas, Bolívar denuncia:

Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la de muerte, contra los virtuosos ciudadanos que qui-siesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia, y de la libertad, la causa de la América.

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Al norteamericano Irvine le incomodó la acusación de Bolívar contra EE. UU. Escribe airado el 25 de agosto de 1818:

No existe ningún estatuto en los Estados Unidos para la desagradable finalidad que Ud. menciona. Existe (sí) una ley para mantener la neu-tralidad de los Estados Unidos entre los dos beligerantes y para evitar que el país se vea embrollado con naciones extranjeras por ⦋culpa de⦌ cruceros ilegales equipados en sus puertos (…) El pensar o hablar de la parcialización de los Estados Unidos en favor de España, me parece una insigne monstruosidad, una violación contra toda probabilidad y razón! Ningún idioma es adecuado para expresar las ideas que con-cibo con respecto a semejante suposición.

Y no obstante toda la argumentación jurídica y las pruebas dadas por el Libertador, el enviado norteamericano continúa preguntándose una y otra vez: “… si el bloqueo era efectivo, si las goletas americanas lo violaron; si se les siguió un juicio regular, y si este gobierno podía con justicia apresar y confiscar el producto de diversos cargamentos, largo tiempo después de ocurrida la pre-sunta ofensa” (25 de agosto de 1818). Haciendo uso de un lenguaje poco respetuoso le reclama a Bolívar: “Es quizás de lamentarse que en su última comunicación haya Ud. ampliado el campo de discusión tan extensamente, y (de acuerdo con mi estimación) tan innecesariamente” (25 de agosto de 1818).

En la siguiente carta (29 de agosto de 1818), ante la condescen-diente propuesta de Bolívar de hacer un nuevo juicio para revisar las condenas de que fueron objeto las goletas Tigre y Libertad, le responde con una frase destemplada: “A decir verdad, si este recurso no hubiera sido propuesto y reiterado con seriedad (de provenir de cualquier otra parte), yo lo habría considerado como una burla sangrienta”. Critica, en tono provocador, a aquellos “que aspiran a la absoluta soberanía sobre los mares”. Aprovecha para cuestionarle “respecto a los motivos de la política americana, sobre los cuales Ud. presenta diversas soluciones conjeturadas, pero ninguna basada en los hechos”.

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Bolívar no capitula ante las bravatas del comisionado nor-teamericano ni ante sus evidentes faltas de tacto en el trato con él como representante del Gobierno de Venezuela en la insur-gencia. Tampoco cede Irvine ante los argumentos doctrinarios y las pruebas que expone el Libertador. A partir de allí el clima se ensombrece y los ánimos se caldean aún más. Es un duelo entre la verdad, la soberanía, la justicia y la nobleza representadas por el Libertador, contra las argucias, el injerencismo, la arbitrariedad y la medianía encarnadas en el representante de EE. UU.

Las siguientes epístolas no agregan nada nuevo en lo sustantivo a la controversia, salvo nuevas frases destempladas y otros sofis-mas esgrimidos por el emisario estadounidense. En la carta del 6 de setiembre de 1818, se burla del bloqueo del Orinoco ejercido por las fuerzas navales republicanas y omite las evidencias propor-cionadas por Bolívar. Es “un bloqueo en papel”, dice. Agrega: “Lo que unas cuantas canoas, etc., etc., hubieran podido lograr, apenas merece comentario. Eran la sombra de un espectro”23. También critica, sin el menor sentido del recato, que la tripulación de vene-zolanos que abordó las goletas norteamericanas mostrara “avidez al abrir los barriles de provisiones” e hiciera inmediato uso de los víveres. Deplora que “gente con ansias de comer” se dedicara a

23 Esa fue la simple respuesta a los siguientes argumentos y a los hechos expuestos por Bolívar en epístolas anteriores y en la carta enviada el mismo día, donde le escribe: “Si Ud. no se convence de que el bloqueo marítimo de los puertos del Orinoco era efectivo basta que lo haya sido el de tierra. Esta ley española, única que puede regir nuestra conducta, así porque no conocemos otra, como porque la represalia nos obliga a aplicarla, fue promulgada en 1796, y desde entonces ha estado en uso en presencia de toda la Europa y de los mismos Estados Unidos del Norte. Ninguna potencia la ha reclamado y todas han sufrido y visto con indiferencia las escandalosas transgresiones del derecho público en nuestra lucha actual. Las intenciones de los neutros han sido adivi-nadas y las adivinaciones han sido bastante causa para pronunciar con-fiscación contra los buques y efectos, y prisión contra las tripulaciones de los buques apresados en el bloqueo de Cartagena. La conducta de Venezuela ha sido incomparable más regular: no se le puede atribuir un acto semejante”. Bolívar a Irvine, 6 de septiembre de 1818.

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abordar naves que transportaban alimentos y ejecutara un “rapaz apresamiento” (6 de septiembre de 1818).

Posteriormente, en la carta del 10 de septiembre, Irvine le asegura a Bolívar que los comerciantes estadounidenses invo-lucrados, que traficaban armas y víveres en favor de los realistas, no solo eran neutrales sino que “eran partidarios de Sur América más bien que de España”. Le invita a reflexionar serenamente, en especial “ahora, cuando Ud. se halla en vísperas de cosechar los ricos premios de sus sangrientas tareas”. Y como para incomodar al Libertador, que enfrentaba para entonces a otros líderes repu-blicanos, alude a “la perplejidad en que se halló el gobierno de los Estados Unidos al darse cuenta de la aparición de dos gobiernos patriotas en Venezuela” (el de Cariaco dirigido por Santiago Mariño y el de Angostura presidido por Bolívar).

Días después, en la carta del 26 de septiembre de 1818 y en las siguientes, ya irrespeta abiertamente al Libertador y descalifica sus juicios en relación con el tema en litigio. Le recrimina: “En realidad, no existe fundamento para su doctrina. Ningún jurista de los tiempos antiguos ni de los modernos la citó jamás. Su ar-gumento está encaminado a disolver los vínculos del derecho internacional”. Le invalida: “El libro americano que Ud. cita, solo prueba la ignorancia del escritor o compilador”. Le rebate por “asumir una posición insostenible de acuerdo con la ley de las naciones”. Se burla de todo lo dicho hasta el momento por el Li-bertador: “Pretender pues, confiscar un buque por la violación de un bloqueo imaginario, y a otro por la intención de violar lo que no tenía existencia legal, y de lo que no había recibido una amo-nestación regular, es asumir una posición insostenible de acuerdo con la ley de las naciones”.

Llega al colmo de la desconsideración, la mezquindad y la falta de sutileza en su comunicación del 1.o de octubre de 1818, cuando acusa a la tripulación patriota que abordó una de las naves estadounidenses de “consumir las provisiones”, de haber sacado “3 barriles de pan, 2 y 1/2 idem de carne de res y un cuñete de mantequilla”. Allí descalifica petulantemente al Libertador: “Si Ud. pudiera citar tan solo un autor respetable en respaldo de su

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paradoja, yo le cedería a Ud. el argumento; pero eso, me consta, es imposible”. Asimismo, le reclama a Bolívar que como máxima autoridad respalde “procedimientos ‘monstruosos’, que yo no habría imaginado jamás pudieran ser contemplados, y mucho menos defendidos, por este Gobierno”. Remata diciéndole: “es una lástima que la correspondencia no se haya descontinuado antes de que degenerara en una farsa”.

A sabiendas de que las diferencias entre Piar y Bolívar se habían hecho públicas e irreconciliables, y que el primero estaba preso, era enjuiciado y estaba a punto de ser condenado a la pena capital, le dice como para provocarlo: “Su Excelencia no llegó aquí hasta que la batalla de San Félix había sido dada y ganada por los patriotas al mando del General Piar (…) Una batalla que afortunadamente decidió el destino de Angostura” (8 de octubre de 1818).

Bolívar no se deja intimidar ni mucho menos convencer por los débiles alegatos y las desagradables palabras del representante de EE. UU. J. B. Irvine. Entonces este recomienda confidencial-mente a la Casa Blanca procurar la suplantación del Libertador por un gobernante dócil. Pide en carta dirigida al secretario de Estado, J. Q. Adams: “Un cambio de gobierno restauraría la ley en este país más perjudicado por los daños de un Don Quijote que por las crueldades de un inexorable y salvaje enemigo” (1.o de oc-tubre de 1818). En otra comunicación, le dice que “Bolívar había tenido más cambios que una mariposa; pasando sucesivamente por todos los grados de la complacencia, de la queja, de la puerili-dad y del reproche; y que la sofistería, falsos ascensos e infundadas aserciones constituían su guía, o sus únicas armas” (10 de octubre de 1818). También le expresa: “El régimen del Dictador Bolívar ha producido desórdenes que necesitarán mucho tiempo para repa-rar” (2 de noviembre de 1818)24. En el mismo estilo, escribe al Dr.

24 Héctor García Chuecos, Discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia. “Concepto que a Bolívar merecieron los deberes y derechos de los neutrales en caso de guerra internacional”, 7 de junio de 1951, p. 12.

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Forsyth: “La dictadura de Bolívar debe tener un fin, las ruedas de su gobierno están ya obstruidas por la imbecilidad” (6 de octubre de 1818)25. Tiempo después, ya en su país, calificó a Bolívar de “ge-neral charlatán y político truhan”.

El representante Irvine, con “soberbia luciferina”, escribe al Li-bertador otras comunicaciones soeces y amenazantes instándole a hacer lo que le demandaba. Emplea un lenguaje “en extremo cho-cante e injurioso”. Además, se atreve a amenazar indirectamente al Libertador con tomar represalias si no se hace lo que él demanda.

LAS CARTAS DE LA DIGNIDAD (OCTUBRE DE 1818)

El Libertador le contesta con las Cartas de la Dignidad. Cartas que debemos divulgar para que todos los venezolanos conozca-mos cómo se responde ante la impertinencia y el acoso de una potencia. Cartas que expresan lo que significa defender la patria ante un poderoso enemigo.

En una de ellas Bolívar dice:

No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por mere-cer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende (7 de octubre de 1818).

En otra, el Libertador afirma:

El valor y la habilidad, señor Agente, suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aun superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos (12 de octubre de 1818).

25 Ibidem, p. 12.

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Este año 2018 se cumplen doscientos años de que estas dos cartas fueron escritas. ¡Que nadie se quede sin leerlas y sin con-memorar! Este año aniversario estas cartas deben convertirse en pancartas que ondeen en cada plaza Bolívar del país; en murales que cubran muros y paredes en toda Venezuela; en monólogos, canciones y obras de teatro interpretadas en centros de enseñanza y espacios de trabajo y lucha; en encartados que circulen con cada periódico y revista; en tuits que vuelen y promuevan la resistencia antimperial; en documentales que aviven la venezolanidad, en manifiestos que inspiren patriotismo en los consejos comunales y comunas; en arma ética dentro de la fuerza armada; en verbo que entonemos en desfiles, fiestas y marchas.

En estas cartas está el verbo refulgente que nos anima a seguir luchando y a no rendirnos ante ningún agresor. Han pasado doscientos años. Pareciera que las cosas no cambian. Continúa el duelo entre Venezuela soberana y Estados Unidos imperialista. Entre la verdad, la soberanía, la justicia y la nobleza representadas por el Libertador y sus herederos bolivarianos; contra los sofis-mas, el injerencismo, la arbitrariedad y la soberbia, encarnadas en el embajador de Estados Unidos Juan Bautista Irvine y sus sucesores monroístas. Afortunadamente, como enfatiza Bolívar, “se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”.

ANEXO

Contestación de don José Nucete Sardi al discurso de incor-poración a la Academia Nacional de la Historia del Dr. Héctor García Chuecos (6-7-1951)26

26 Héctor García Chuecos, Discurso de incorporación a la Academia Na-cional de la Historia. “Concepto que a Bolívar merecieron los deberes y derechos de los neutrales en caso de guerra internacional”, 7 de junio de 1951, p. 4. Disponible en: Fuente: http://www.anhvenezuela.org.ve/content/concepto-que-bol%C3%ADvar-merecieron-los-deberes-y-derechos-de-los-neutrales-en-caso-de-guerra

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El famoso decreto de enero de 1817, por el cual se declara el estado de sitio y bloqueo en la costa oriental y central de Vene-zuela, tiene gran importancia intrínseca por su doctrina y por las consecuencias de orden internacional en aquella hora de prefigu-ración de la República.

Es una medida de guerra tomada en completo acuerdo con el derecho de gentes. Y aún más: se practicó con tolerancia, pues uno de los barcos extranjeros –a pesar del aviso– no se apresó inmediatamente, se le ordenó regresar y se le ayudó con los conocimientos de un práctico y sólo cuando realizó el segundo intento para burlar el bloqueo, fue apresado. Establece con cla-ridad, el Libertador, en sus refutaciones al Agente del Gobierno de los Estados Unidos que hacía la reclamación, la diferencia al tratarse de un buque del gobierno o de un buque de particulares, pero sostiene que todo buque que viola las leyes de la neutrali-dad está incapacitado para acogerse a ellas. Para aclarar más aún sus puntos de vista, señala la diferencia entre sitio y bloqueo, que parecía olvidar el reclamante norteamericano, y propone que se someta el asunto a árbitros, con lo cual no sólo comprueba su buena fe, sino su decidido espíritu de justicia. Y cuando el agente diplomático pretende probar la nulidad del bloqueo por insufi-ciencia de las fuerzas patriotas, Bolívar asienta con palabra indo-mable su doctrina y sostiene con razones irrefutables, que cada pueblo en guerra es arbitro absoluto para decidir sobre la especie y número de tropas que debe emplear en sus operaciones milita-res, sin que ningún neutro pueda mezclarse en definir las que se necesitan para la empresa bélica, porque sería dictar leyes fuera de su jurisdicción. Y agrega que tiene, en apoyo de su opinión, el resultado del bloqueo y el conocimiento de las fuerzas bloquea-das, que es la regla más cierta. Defiende pues, la independencia de juicio de su Suprema Jefatura militar, la más autorizada para conocer de los acontecimientos, y la proyección internacional de esa independencia, toda vez que el agente diplomático no podía tener jurisdicción sobre sus decisiones de Jefe Supremo en cam-paña. Se acoge Bolívar a las leyes españolas, reconocidas, y que

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para el caso de las relaciones externas estaban aún en vigencia, pues mal podía un Estado naciente, en plena lucha, haber tenido tiempo para modificarlas, y arguye: “Si esta Ley es injusta, si es contra los derechos de la neutralidad, la nación española que la ha promulgado y cumplido desde el siglo pasado, debe ser la responsable y no Venezuela”.

Los hechos estaban desmintiendo al Agente diplomático y esos hechos que Bolívar defendía, basado en la más precisa doctrina, estaban en acuerdo con el derecho internacional. No es única-mente un espíritu de justicia el que revela el Libertador en estos documentos y en todos los que después, como Jefe de Estado, ofreció en relación con la vida internacional, sino un pleno cono-cimiento de los derechos de las naciones y un instinto sagaz para defender la justicia entre los pueblos. Ese espíritu de justicia es el que ha faltado y falta, muchas veces, en la política internacional de ayer y de hoy, y el Libertador sigue siendo, a través de sus hechos y de sus documentos, un internacionalista que con espíritu de equi-dad nos dejó lección y mensaje que en nuestro tiempo mantienen su vigencia.

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ARTÍCULOS RECOMENDADOS

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DÉCIMAS NUESTRAMERICANAS Y PROSA AL DISCURSO DE ANGOSTURA

Enrique Viñoles Peña

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A MANERA DE INTRODUCCIÓN: MI ADMIRACIÓN POR EL LIBERTADOR

Las señeras enseñanzas de Simón Bolívar han de tocar las fibras del alma de los seres consustanciados con el amor patrio; especialmente los nacidos en las cinco Patrias bolivarianas. Sus discursos, correspondencias, proclamas, documentos, arengas y decretos, además de las innumerables opiniones acerca de su magna obra, impactan la porosidad de los espíritus sensibles a las causas, motivos y circunstancias que lo elevaron a la cúspide de la historia; expeditas razones por las que hoy –a doscientos treinta y cinco años de su nacimiento– su extraordinaria y apoteósica epopeya libertaria continúe siendo motivo de admiración gene-racional, y en consecuencia, objeto de estudio por eruditos de las ciencias sociales, geohistóricas y políticas de los cinco continentes.

Bolívar ha enriquecido la cultura general y la cualidad humana del orbe. No hay pueblo en el mundo que no se haya hecho eco de su obelística hazaña visionaria, pensante, guerrera y libertaria; por ello, del presente al pasado y viceversa del devenir nuestrameri-cano y caribeño, sigue firme y desafiante su monolítica estampa de preclaro humanista; su pedagoga enciclopedia rodrigueana; su perenne magistratura y aún húmeda su pluma amanuense sobre el papel de su racionalidad de sabio, estratega y conciso estadista. Dechado de integridad y excelsa condición ciudadana.

Ahora quizá más que antes, pálpase vigente su altiva figura solidaria, emancipadora; desenfundadas sendas espadas sobre el brioso corcel de su ideario a galope tendido vigilando los territo-rios meritoriamente liberados del otrora imperio colonial; hoy en la “modernidad” amenazados por las fauces falaces del neolibera-lismo salvaje: agorera carroña aniquilante de la Pacha Mama. Bo-lívar es sangre indígena, afrocaribeña y mantuana, hacia el palpi-tante corazón de la paz y del amor por la vida. Gracias a Él, la libre, digna y soberana Patria venezolana –asediada por sus cuantiosos recursos naturales– se ha convertido en ejemplo y ápice para las luchas presentes y futuras –de los pueblos del mundo– en pro de

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Discurso de Angostura

autodeterminación, respeto, justicia, felicidad y convivencia pací-fica, al cobijo de la aún mancillada, pródiga naturaleza.

Mi admiración por Bolívar,viene desde la niñez,cuando por primera vez,libé su embriagante almíbar.Porque combatió el acíbar,del otrora coloniaje,dando a la Patria un viraje,y a la Historia un raudo giro;razones por las que admiro,a tan digno Personaje

Decidí experimentar este ejercicio poético en “Décimas nues-tramericanas” al Discurso de Angostura, por considerar necesario –como cultor popular y cantor militante– mi modesto aporte a la promoción, difusión, interpretación y sobre todo el abordaje práctico de la mayoría de las premisas, variables y clamores que el Padre Bolívar –desde su profética visión emancipadora– propone en tan célebre e histórica pieza oratoria, de la que se cumplirán doscientos años el 15 de febrero del venidero 2019.

Al intentar interpretar el Discurso de Angostura –reitero– en “Décimas nuestramericanas” –denominación propuesta para di-ferenciar nuestra décima de la espinela ibérica originaria– se cir-cunscribe mi inquietud de motivar a la ciudadanía y en especial a la población estudiantil junto a sus formadores, hacia la lectura interpretativa y el debate permanente acerca de tan valioso do-cumento para mayor comprensión y valoración de nuestra his-toria. Al mismo tiempo nos convocamos a analizar las lecciones de Bolívar en dicho documento y readaptarlas a la realidad de hoy, en cuanto a la reafirmación de soberanía e independencia y la reivindicación del Poder Moral para la salud de la Venezuela Bolivariana.

Por experiencia personal, los conceptos sobre cultura general aprendidos en décimas, son inolvidables; y ahora más que nunca

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se hace necesario retomar el análisis de los papeles de Bolívar –en este caso a través de la poética popular tradicional decimal– porque la pertinencia de sus orientaciones aplican en la actual coyuntura geopolítica en la que la República Bolivariana de Vene-zuela requiere del concurso de sus hijos e hijas para conformar el ejército de nuevos libertadores, ante las amenazas reiteradas de las potencias imperiales con el apátrida concurso de lacayos locales, regionales; quienes a pesar de ser oriundos de naciones liberadas por el Libertador, se han “hermanado” a las infames pretensiones imperiales hegemónicas.

Este ejercicio poético,sobre el texto de Angostura,reivindica la figura,de Bolívar, cual profético.Nos convoca al tema ético,y a practicar los valores;a vivificar clamores,por la Patria y su defensa;y hacerla a la paz, propensa;digna y libre de invasores.

El Discurso de Bolívar en Angostura está lleno de sabias reflexiones, de un insuperable contenido político y filosófico. Es difícil concebir que pieza tan sesuda pudo haber sido creada en medio del estruendo de la guerra, los viajes a caballo o embarcaciones, los sacrificios, las intrigas de los mismos conciudadanos. Es el poder de concentración lo que asombra de Bolívar, demostrado cuando dictaba hasta tres y cuatro cartas a la vez… (Romero, 2000-2017, P.108-109).

Ciertamente, ni las confabulaciones ni los complots, de los que conocía el Padre Libertador, ni las largas y agotadores jornadas por las intrincadas selvas grancolombianas, las preocupaciones y noches en vela en tan disímil escenario, fueron obstáculos para la concepción de tan lúcidas propuestas hacia el encaminamiento y consolidación definitivas de la moral, la paz y la integración.

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El Discurso de Angostura,es una Pieza Oratoria,que ha trascendido en la historia,por el nivel de su altura,reivindica la cultura,la política y su esencia,donde la clarividencia,de Bolívar se agiganta,y por la Patria adelanta,la humanística conciencia.

El Discurso de Angostura,es un Proyecto político,de un espíritu autocrítico,y moralista estructura.En él Bolívar procura,unir poder y deber,previendo el buen proceder,en pro de una Patria estable;por el dueto impostergabledel trabajo y el saber.

El discernimiento de Bolívar en el Discurso de Angostura acerca de las categorías que transversalizan su lucidez y su obra, son indicadores de una inteligencia superiorísima propia de genios, de seres redimensionados en su tiempo y espacios exis-tenciales, en los que el valor y la consideración por el ser humano y, en su caso, por su Patria, adquieren características humanistas incomparables; son, pues, cerebros pensantes adelantados a sus épocas.

He allí la multifacética personalidad de Bolívar en las líneas de tan juiciosa redacción:

En él se funden el conductor intuitivo, el estadista capaz de abarcar como ninguno el movedizo campo de la política, el general ilustrado,

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el orador de encendida elocuencia, el polemista de la palabra escrita, el ser humano de formidables dimensiones (Valencia, 2010, p. 156).

Bolívar fue un prodigioso,ser humano y humanista,en su ser no hay una arista,que no toque lo virtuoso.Múltiple en lo talentoso,y forjador de naciones,muy firme en sus decisiones,fue un adelantado etnólogo,y un “visionario sociólogo”,tenaz en sus convicciones.

Fue “escritor excepcional”,“periodista, pensador”,“de masas gran conductor”,Líder a carta cabal.estratega sin igual,en su obra de libertad,donde su tenacidad,amarró a la diplomacia;y dio su impetuosa audacia,en pro de la humanidad.

En cuanto a los antecedentes del Discurso de Angostura, se puede afirmar que en la vasta, rica y diversa obra escrita testimo-nial de Simón Bolívar se expresa un asomo o una referencia a los contenidos de dicha alocución. Entre otros documentos son cita-bles –por ejemplo– el Manifiesto de Carúpano del 7 de septiembre de 1814 y el Decreto de Abolición de la Esclavitud del 2 de junio de 1816, también firmado en Carúpano.

En el primero, enfatiza su carácter analítico y autocrítico: va-riable extraordinaria presente en la mayoría de sus documentos, en los que evalúa las causas y efectos, los pro y los contra de las vicisitudes del escenario de la guerra, las circunstancias y sus

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Discurso de Angostura

protagonistas; es allí donde deja a la posteridad su lapidaria frase: “Dios concede la victoria a la constancia”. Y en el segundo, escue-tamente otorga la liberación de los esclavos… Antes de la Expe-dición de Los Cayos, Bolívar se había comprometido con Petión a hacer realidad tan justa añoranza por el goce de igualdad del derecho a ser libres a nuestros hermanos afrodescendientes, uno de sus más caros anhelos.

Como ya es sabido, “Alejandro Petión es el gobernante negro de la minúscula Haití, que rompió los eslabones de esclavitud que la condenaban a Francia y proclamó la independencia” (Valencia, 2010, pp. 144-145). Ambas aristas están circunscritas al texto de Angostura.

No obstante tales circunstancias, la intención de este modesto trabajo es el de motivar a nuestros jóvenes hacia la investigación de la gesta bolivariana, y en consecuencia a emularla en sus diarias acciones:

Desde el año dieciséis,sugiere el ordenamiento,por el normal cumplimiento,de la Justicia y la Ley.Dijo: “olvidad si podéis,a los que os han libertado”;desprendido y despojado,de cualquier personalismo;dejando el protagonismo,al virtuoso Magistrado.

Octubre día veintidós,el año dieciocho fue,cuando Bolívar dio fe,de su libertaria voz.de un gran Congreso fue en pos,que en el año venidero,se instalaría en febrero,por voluntad popular;

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y, la Patria refundar,hacia un mejor derrotero.

INTERPRETACIÓN EN DÉCIMAS NUESTRAMERICANAS DEL DISCURSO DE ANGOSTURA

Aquel quince de febrero,del año mil ochocientos,diecinueve, eran momentos,de un acontecer guerrero.Inspirado en el Pionero,miranda el Gran Precursor,el Padre Libertador,el Congreso convocó,y en Angostura abogó,por un futuro mejor.

Allí llamó a revertir,de la Gran Patria el camino,con firmeza en su destino,y un nuevo orden crear.La Gran Colombia enlazar,en una unión de naciones,de acuerdo a sus convicciones,de Líder y visionario;planteando en su ideario,noveles instituciones.

Fue su gran preocupación,evitar el falso juicio,desterrar el mal del vicio,que crea la corrupción.De cada Legislación,tomó lo más pertinente,y enriqueció la simiente,

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Discurso de Angostura

de su propuesta oportuna,que presentó a la tribuna,del Gremio Constituyente.

Otro objetivo propuesto,en Angostura, además,era el de buscar la paz,junto al pueblo siempre presto.Que éste asumiera su puesto,constituyente y gestor;de un futuro promisor;como premisa ideal;fue el alma fundacional,que inspiró al Libertador.

Aún bajo el poderío,del cruel imperio español,la “Gran Colombia” es un sol,de independentista brío.Bolívar por su albedrío,convoca a una reunión,en pro de la creación,de un Congreso Federal;y una Ley fundamental,o sea su Constitución.

Bolívar creó los pilares,para el Poder ciudadano,la Moral va de la mano,de sus ideas ejemplares.En aquellos avatares,por la patriótica estancia,su inquietud se hizo constancia,porque el gobierno expedito,debiese estar circunscrito,a la cruda circunstancia.

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La Ley pondrá la primicia,según el bien natural.con la ética imparcial,escuchando a la Justicia.El ciudadano se inicia,con noble moralidad,otorgando prioridad,a un convivir moderado,conteste con el Estado,y éste con la Sociedad.

El Estado debe actuar,acorde con la Justicia,la Ley procesa y enjuicia,procurando el bienestar.La voluntad, moderar;con límite autoritario,en el social escenario,en pro de armoniosos cruces,entre la praxis, las luces,y el estudio voluntario.

“Voluntad integradora”,fortificada en la acción”,conformaban la visión,De la idea innovadora.pero, llegada hora,nunca faltan los traidores,se confirman los temores;y aquel “sueño inalcanzado”,resultó ser “abortado”.Por “parte de sus actores”.

Gustavo Pereira opina,que el Discurso desentraña,

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la otrora social maraña,de contramarchas e inquinas.Y Bolívar determina,con juicio avizorador,lo que sería a posterior,del pueblo su redención,salvarlo de la opresión,y ser su Libertador.

Extrapolando el momento,de aquel Discurso Geohistórico,el presente es alegórico,de tan magno documento.Nuestra Patria es fundamento,de un sentimiento humanista,donde el bolivarianista,pensamiento prevalece,y ante el mundo se enaltece,con su perfil socialista.

Esa virtud visionaria,del Padre Libertadorhoy se crece en esplendor,con luz revolucionaria.Venezuela es signataria,ahora en la modernidad,de un Pliego de libertad,justicia y soberanía;como luz, ejemplo y guía,de toda la Humanidad.

El pensar bolivariano,recorre el cuerpo social,de la Venezuela actual,con su perfil soberano.Quien se sienta ciudadano,

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debe a Bolívar, leer;estudiarlo y comprender,que en su palabra revive,el amor que circunscribe,por ver la Patria crecer.

Requiere nueva lectura,desde una visión didáctica,a fin de poner en práctica,el Discurso de Angostura.Hoy, en la actual coyuntura,cuando el neoliberalismo,unido al capitalismo,afinca sus pretensiones,caben nuestras reflexiones,sobre el Bolivarianismo.

Hoy la Patria como ayer,a pesar de las conquistas,por las ideas socialistas,requiere un retroaprender:además del “deber ser”,conciencia bolivariana,voluntad republicana,y sentir de pertenencia;cultivar con suma urgencia,Patria Nuestramericana.

Bolívar quiso hermanar,Colombia con Venezuela,como el buen padre que anhela,consolidar un hogar.Unidos para luchar,codo a codo en la faena;Alí el de la Patria Buena,captó ese encuentro soñado,

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nuestro Orinoco abrazado,a su hermano el Magdalena.

El que lea el Documento,del Discurso de Angostura,asimilará en su hechura,la mano de un gran talento.Bolívar pintó el momento,extrapolando el pasado,yelogia lo bien logrado,por otras legislaciones;sugiriendo sus lecciones,para el proyecto planteado.

“El clamor de Venezuela”,es por paz y libertad,más la solidaridad,siendo la Patria una escuela.Aunque este logro revela,mejoras inobjetables,y progresos sustentables,según nuestra realidad;vivir en conformidad,es práctica inaceptable.

Priva un criterio autocrítico,de nuestra ciudadanía,y analizar el día a día,el tema sociopolítico.Basta del silencio mítico,que amarra la corruptela,si Bolívar dejó escuela,del administrar honroso;que se aplique el ser juicioso,ante el vicio en Venezuela.

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La estrategia de la actualAsamblea Constituyente,en cierto modo hace frente,a la apetencia imperial.La guerra convencional,en nuestro Patrio escenario,nos convoca al ideario,del Discurso de Angostura,que rescata en su estructura,el Poder originario.

Se debe armar un manual,para el corrupto confeso,y además de hacerlo preso,reformarlo en lo moral.Instruirlo en lo conductual,fortalecer su aptitud,para que la rectitud,sea el norte de su verdad;y torne a la sociedad,como un hombre de virtud

En donde se halle el delito,de algún ente del Estado,raudo ha de ser aplicado,El sancionar expedito.el vicio ha de ser proscrito,desterrado el clientelismo;romper con el nepotismo,que corrompe al funcionario;y sembrar el ideario,de luz, moral y humanismo.

Urge el Bolívar pensante,en la mente del civil,que éste se amolde al perfil,

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de superación constante.En este histórico instante,se hace “justo y necesario”,que el actuar del funcionario,de la Patria de Bolívarlibe en el honrado almíbar,de su humanista ideario.

Aplica una revisión,y a tiempo rectificar,para luego reimpulsar,la eficacia en la gestión.No vaya la corrupción,con su paso degradante,a colocar tambaleante,la Patria que defendemos;las tres “erres”, apliquemos,que sugirió el Comandante.

Parte de la juventud,debe ser consustanciada,a cuidar la Patria amada,con su ejemplo y rectitud.Asumir con plenitud,el coraje de quererla,cultivarla y mantenerla,sin neocolonizadores;ser nuevos libertadores,dispuestos a defenderla.

Es menester que docentes,padres y representantes,revivan con sus infantes,de Angostura, sus simientesrememorar las vertientes.Del Genio, su directriz;

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indagar en la raíz,de aquel glorioso pasado;que reivindica al Estado,a la Patria y al País.

Es hoy cuando ese Discurso,reviste más pertinencia;preservar la independencia,es nuestro mayor concurso.Es un notorio recurso,pedagógico y enseña,que si la Patria se preña,del ímpetu por amarla;habrá entonces que cuidarla,como a una niña pequeña.

Hemos hecho una revisión de estos temas, la situación del país… Hemos hecho un ejercicio autocrítico, transparente y profundo, de las causas verdaderas que enfrentamos y seguiremos enfrentando… con el Gobierno de Calle, vamos a una rectificación a fondo, retomar las 3-R con fuerza: revisión, rectificación y reimpulso, 3-R históricas lanzadas por el Comandante Chávez en el año 2007… (Maduro, 2013. Juramentación…).

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Las enseñanzas del Discurso de Angostura constituyen un arse-nal de contenidos programáticos para la formación y reformación ciudadanas. Bolívar representa, como su mentor, Simón Rodrí-guez, el faro inextinguible de luces para iluminar las sendas por donde habremos de transitar los niños, jóvenes y adultos de hoy, para ir reconstruyendo, creando y recreando la Patria: nuestra Re-pública Bolivariana de Venezuela. Es pertinente una transforma-ción social a la luz de las ideas de Bolívar y a tono con los tiempos y circunstancias que permean la vida.

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Cada cual desde su trinchera y en amplia concordancia con el otro y las otras, Constitución en mano y haciendo nuestras las obras de Bolívar, estar dispuestos a orientar las nuevas simientes hacia la consolidación de la “Patria Buena”. No podemos seguir siendo militantes de sueños sino de realidades concretas. Existe suficiente bibliografía para el reaprendizaje, la discusión, el debate y la lucha permanentes por la felicidad de la Patria. Nosotros y no-sotras debemos estar conscientes e internalizar la certeza de ser y del “deber ser”, que somos los eslabones inseparables de la cadena histórica legada por Simón Rodríguez, Miranda, Sucre, Bolívar, Chávez y ahora Nicolás Maduro.

Los documentos de Bolívar y las propuestas o líneas del Eterno Comandante esbozadas en el Plan de la Patria 2013-2019, además de los escritos de formación sociopolítica, educativa y cultural, han de convertirse en nuestra cartilla para el accionar junto al Poder Popular.

En mi caso particular, como cantautor militante y poeta popu-lar comprometido, procuro, en el día a día, canturrear mis versos en “Décimas Nuestramericanas” y lanzarlas a mí amado pueblo bolivariano, caribeño y del Sur. El barrio, el campo, las aulas de clase, los conucos, las universidades, las Comunas, los sitios de encuentro y los Clap –entre otros escenarios– son colectivos de permanentes compartires.

Finalmente, invitémonos a estudiar, además del Discurso de Angostura, las ideas del Padre Bolívar. Sintámonos privilegiados por la Providencia al continuar y consolidar la obra del Liber-tador. Él cumplió con nosotros(as), cumplamos ahora con él. ¡Seamos protagonistas de la defensa, la protección y el auténtico amor por nuestra Patria Bolivariana!

¡Nuestras hijas y nuestros hijos de la Patria Nuestramericana cuentan con nosotros; no los defraudemos!

EL JUSTO CELO DE LA LIBERTAD REPUBLICANA:

REENFOQUE DEL MODELO POLÍTICO DE ESTADO LIBERAL A PARTIR

DE LOS PLANTEAMIENTOS SOBRE LA CIUDADANÍA

EN EL DISCURSO DE ANGOSTURA

Carlos Franco Gil

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UNA IDEA PRIMORDIAL

La madurez del pensamiento del Libertador Simón Bolívar estuvo en franca transformación a partir de los acontecimientos políticos y militares que desde 1814 se desencadenaron en la fragua de la lucha emancipatoria hispanoamericana. Así pues, a partir de su exilio en el variopinto Caribe de la segunda década del siglo XIX, Bolívar se acercó a la comprensión de las complejidades sociales de la América Meridional, conllevando a la reflexión críti-ca del sistema liberal burgués como base política para el proyecto independentista y la propuesta republicana, y que a su vez trajo como consecuencia que el prócer venezolano formulase ideas que ampliaban y adaptaban la matriz liberal a las realidades complejas e intestinas de la sociedad americana.

Como uno de los documentos fundamentales del pensamien-to bolivariano, el Discurso de Angostura fue eminentemente un tratado político que utilizó parte de los debates sociales abiertos en la Carta de Jamaica1 sobre las diversas dimensiones de la complejidad americana para llevarlos al pragmatismo exigido en la cimentación del sistema republicano, tratándose no de un simple acoplamiento de la matriz liberal a los entramados de la América Hispana, sino un repensar de la enunciación2 burguesa en torno a una entonación amplia de la ciudadanía como eje del sistema de libertades promulgado. De esta manera, trataremos de acercarnos al trasfondo de la función ciudadana en medio de una propuesta en que este concepto dinámico es eje fundamental del entramado de contrapoderes que se emana en la República, lle-

1 Se conoce como Carta de Jamaica al documento “Contestación de un Americano Meridional a un caballero de esta Isla”, escrito por Simón Bolívar y que fue dirigido a Henry Cullen con fecha 6 de septiembre de 1815 en Kingston.

2 Al referirnos a enunciación utilizamos la categoría lugar de enuncia-ción, la cual se define como los puntos de construcción epistemológica que se reflejan en la argumentación narrativa del conocimiento. Para profundizar en ello recomendamos la obra de Michel Foucault, La ar-queología del saber. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1988.

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Discurso de Angostura

vándonos en cierto sentido a la percepción del sentido inmanente de la soberanía, el cual acerca al pensamiento político bolivariano a las ideas federalistas estadounidenses, entendiendo la necesaria reformulación de la filosofía política ilustrada, la cual extiende y complejiza en aras de una composición demográfica y cultural distinta a la europea. En este sentido, Bolívar (que es un sujeto his-tórico) navegó dentro de una postura eminentemente liberal re-pensando las bases filosóficas y pragmáticas, en lo que podríamos indagar como la construcción de un sistema liberal ciudadano que avanzara sobre los postulados del liberalismo burgués europeo:

En este sentido el aporte de Bolívar no se limitaba a observaciones críticas a la instrumentación de las formas liberales en América, ni tampoco a una simple versión local del liberalismo moderado, sino esencialmente era una reflexión histórica y prospectiva, fundamenta-da en el estudio y la experiencia política, aportes entre los que destaca su contribución pionera a la teoría de la emancipación americana, que nos abrió el camino hacia la comprensión de la evolución de nuestras sociedades de los siglos siguientes3.

Tomando en consideración estos aspectos, el siguiente arti-culo busca ahondar en la reflexión y análisis desde herramientas politológicas del Discurso de Angostura a partir del abordaje de la formula Pueblo–Ciudadanía–Institucionalidad, como eje de la construcción del modelo republicano venezolano desde una matriz liberal ciudadana, la que a su vez fungió como base del pro-yecto político y constitucional del Libertador en 1819.

ALGUNAS DEFINICIONES PREVIAS

Como hemos propuesto, haremos un acercamiento analítico al Discurso de Angostura a partir de tres elementos fundamentales:

3 Alberto Navas, “La Carta de Jamaica: una visión crítica del proyecto liberal”, en La Carta de Jamaica en el siglo XXI. Centro Nacional de His-toria, 2016, Caracas, p. 105.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

pueblo, ciudadanía e institucionalidad. Estos conceptos fueron utilizados recurrentemente por el Libertador en la elaboración del documento en cuestión, y a su vez son fundamentales para la construcción liberal-ilustrada de los modelos republicanos du-rante el siglo XVIII, principalmente anclados a las características emanadas desde los postulados políticos maquiavélicos del siglo XVI. Debido a esto, es menester aclarar algunas definiciones con las que abarcaremos en gran medida nuestro análisis, aplicando este acercamiento conceptual a la raíz del momento en que se sus-cribe el documento, y su proyección prospectiva posterior.

De esta manera, la base del modelo republicano ilustrado se sustenta en el Pueblo como ente donde reposa la soberanía, por lo que Pueblo como categoría política es el origen concreto y te-rreno del poder; del Pueblo emanan los poderes políticos que se constituyen basados en él, aunque legitimados por una instancia distinta: el Ciudadano. El Pueblo a su vez, en una lectura desde el visor actual, es una construcción ideológica moderna que se le opone a la idea de multitud, siendo igualmente eje del poder cons-tituyente jurídico en tanto el sistema que se estructura lo valide y reconozca como tal: “(…) si el pueblo es el sujeto del poder cons-tituyente, solo puede serlo en la medida en que se someta a una organización preliminar que sepa expresar su esencia”4. En la idea liberal-ilustrada, y esto lo señaló Bolívar constantemente en el Discurso de Angostura, el mencionado reconocimiento del Pueblo como fuente de los poderes constituidos no desconoce el carácter azaroso, desprovisto e incluso ingenuo de este sujeto, traducién-dose en una especie de fuerza neta sobre la que encauzar por la vía civil de las leyes al sujeto complejo del Ciudadano y a la libertad como principio neurálgico del sistema.

Con esto en consideración, el Ciudadano es al igual que el Pueblo un sujeto político activo, pero con un grado distinto de interacción con respecto al sistema liberal. Si del Pueblo emana la fuerza real del poder que constituye del sistema liberal, el Ciuda-dano es el garante del sostenimiento del sistema liberal, ya que es

4 Antonio Negri, El poder constituyente. Senescyt, Madrid, 2015, p. 59.

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Discurso de Angostura

consciente de su responsabilidad y de sus derechos dentro de la estructura estatal:

El ciudadano es un actor socio-político, y en cuanto tal protagonista de una actuación libre, una acción productora de libertad (…) siendo también a partir de la acción ciudadana, que se pueden definir políti-camente, y en la práctica, sus derechos y atributos; siempre pensados en libertades (…) La principal actuación de los ciudadanos se cifra en su participación en el gobierno, y nada define mejor la condición de ciudadanía que dicha participación política5.

El Ciudadano es por lo tanto el ente de confluencia política, ya que es garante y validador del sistema, y cuyo desenvolvimiento tiene un real impacto en la dinámica del Estado, donde el Ciuda-dano puede ser tanto participe del gobierno como ente supervisor del mismo, todo esto enmarcado en la acción ciudadana y en un nivel más amplio en la ciudadanía como estructura mental.

Todo el encauce de la ruta que lleva a la fuente del poder constituido a ser garante de la estructura creada se da fundamen-talmente por el cuerpo institucional como el plano que permite la trascendencia del modelo constituido sobre la principal caracte-rística humana: la finitud de la vida. Así pues, el Estado a través de sus instituciones es lo que permite según el pensamiento liberal-ilustrado tanto la formación del binomio Ciudadanía-Ciudadano como elementos que permiten la supervivencia de los poderes creados, y la transcendencia del sistema de libertades en sí mismo. Aquí vemos entonces una de las principales dinámicas del manejo político en el Estado liberal sobre las que Bolívar se abocó en el Discurso de Angostura, complejizando en el sistema de contrape-sos entre los diversos poderes constituidos en la República, lo cual permitirá avanzar el explícito principio de igualdad y en el tácito objetivo del equilibrio.

5 José Sánchez-Parga: Poder y política en Maquiavelo. Homo Sapiens Edi-ciones, Rosario, 2005, pp. 419-420.

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Partiendo de estas aclaratorias, puntualizaremos en las necesi-dades del Libertador de reflexionar y reconsiderar políticamente el sistema liberal burgués, proponiendo una mayor amplitud en la construcción del Pueblo como sujeto político, abriendo la concep-ción ciudadana en comparación con los sistemas republicanos li-berales experimentados para la época de la redacción del Discurso de Angostura.

EL ESTADO LIBERAL EN LA PERSPECTIVA BURGUESA

Entre los años 1776 y 1898 se concibió un proceso estructural que transformó las formas políticas fundamentales en el mundo occidental, particularmente en América; un tiempo histórico al que denominamos la era de las revoluciones liberales burgue-sas, y que tuvo como punto de inicio la Revolución americana tras la proclamación de independencia de los Estados Unidos el 4 de julio de 1776, y su epílogo con la independencia cubana de 1898 que determinó la expulsión definitiva del antiguo régimen español del continente. En medio de estos hitos destacaron prin-cipalmente la Revolución francesa de 1789 y las Revoluciones hispanoamericanas dinamizadas primordialmente luego de 1810 con el establecimiento de la Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII en Caracas. Este marco inicial nos permite ver dos dimensiones fundamentales para entender los principales rasgos que caracterizaron la época en la que Bolívar expresó sus ideas políticas. En primer lugar notar que el entramado ideológico que deviene de la ilustración europea determinó un punto culminan-te en la formulación de las ideas liberales en el campo político y económico, principios en progresiva transformación desde el inicio de la expansión de la modernidad europea a comienzos del siglo XVI. Por otro lado, destacamos que en los procesos econó-micos productivos el mundo occidental estaba en pleno tránsito de consolidación del capitalismo en su fase industrial y los rasgos iniciales de la dinámica financiera que se expandió durante el siglo XIX global, y cuya matriz fue el capital inglés. Estos elementos que expresamos sintetizan:

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Discurso de Angostura

… recordar que el modelo de Estado soberano que se inauguró con las independencias emergió en el contexto del Estado liberal burgués de Occidente. Como una sucinta explicación, juzgamos de interés comenzar por afirmar que, en esencia, se derivó del poder que surgió con el capitalismo industrial6.

Partiendo de lo expresado, es necesario plantear de forma refe-rencial cuáles eran los principales rasgos del liberalismo burgués para la época, y como este fue la matriz para la conformación de los sistemas republicanos en el marco de las mencionadas revolu-ciones, particularmente en la América Meridional.

El liberalismo en su forma moderna deviene de los plantea-mientos de John Locke, los cuales avanzan en la formación de un Estado que garantice lo que se considera el elemento primordial para la humanidad: la propiedad privada. Ahora, esta propiedad privada no se limita al hecho exclusivo de un bien material bajo posesión, sino a elementos personales que se pueden desglosar en tres entes principales: la vida, la propiedad y los bienes. Estos han de conforman los derechos naturales, que anteceden a los derechos constitucionales. En función a estos planteamientos ideales, es necesaria la creación de un Estado y una economía que permitiesen la viabilidad de una sociedad de libertades. Para lo económico fundamentalmente se apuntaló en la construcción de una economía liberal, y sobre esto apuntarán los aportes de Adam Smith en su obra primordial Una investigación sobre la naturaleza y causas de riqueza de las naciones (1776), en la que se planteó los principios fundamentales de la autorregulación del mercado por medio de reglas internas.

En el plano político, se fomentó la construcción de un Estado liberal sobre los planteamientos iniciales de Locke, en donde parte de la intelectualidad ilustrada del siglo XVIII avanzó en ideas que expandieron pragmáticamente las bases concretas para la

6 Belín Vázquez y César Pérez Jiménez: Estado liberal y gubernamentali-dad en Venezuela. Caracas, Centro Nacional de Historia, Caracas, 2012, p. 24.

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formulación de estos modelos políticos. En primer lugar la idea del pacto como base fundamental de convivencia para la sociedad, lo que Thomas Hobbes definió desde la formulación de la “maldad natural humana”, y Jean Jacques Rousseau7 en torno a la necesidad de regular la corrupción del hombre por parte de la sociedad; el pacto social a través de la carta constitucional como base del Estado que es, al menos idealmente, resultado del consenso social. El segundo eje del Estado liberal es la dispersión del poder en pro-cura de evitar las dinámicas absolutistas; de allí el aporte del barón de Montesquieu al promover la creación de tres grandes poderes públicos que se autorregulen entre ellos, creando la sinergia nece-saria para que el entramado político a su vez sea reflejo del pacto social establecido en una constitución. Estos elementos inicial-mente apuntaron a una visión individualista, en lo que el efecto primordial del sistema es el desarrollo individual sobre el Estado; posteriormente se planteó la necesidad democrática en función al Estado liberal, ampliando la presencia y responsabilidad del ciu-dadano en la dinámica política, y abriendo mayores márgenes de interacción entre el Estado y la sociedad civil en pro de fomentar la ciudadanía; es lo que varios estudiosos del liberalismo político definen en dos etapas del desarrollo del Estado liberal: la fase libe-ral (siglo XVIII) y la fase democrática (siglos XIX y XX).

Este sucinto esbozo nos conlleva a mencionar que las ideas planteadas a su vez son reflejo de la construcción de una mentali-dad burguesa8, que como grupo social desde la segunda mitad del siglo XVIII se posicionó como clase pujante de la economía occi-dental, por lo que su transcendencia al control del poder estatal se notó en la formulación de un sistema de poder desconcentrado, de garantías individuales, libertad económica y convivencia de los actores dinámicos de la sociedad representados en institu-

7 Los planteamientos en torno al pacto constitucional son tratados por Thomas Hobbes en su obra Leviathan (1651), y por Jean Jacques Rous-seau en El contrato social (1762).

8 Referimos para el acercamiento de la teoría de la mentalidad burguesa la obra de José Luis Romero, Estudio de la mentalidad burguesa. Alianza Editorial, Buenos Aires, 1999.

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Discurso de Angostura

ciones. Críticas importantes en este sentido son emanadas por notables analistas del Estado liberal, como Hannah Arentd9, quien argumentó la ausencia real del sentido amplio de libertad por el de liberación, el cual limitó a la libertad como un marco de concesio-nes que el Estado le brinda al Ciudadano. Ahora, para nuestros in-tereses de análisis, referimos que a partir de estos planteamientos se formuló el lugar de enunciación sobre el que se construyó dicho Estado liberal, que no es más que la burguesía. Desde esta idea logramos cimentar por qué hablamos de Estado liberal burgués y de Revoluciones liberales Burguesas; los planteamientos filosóficos, políticos y económicos del sistema propuesto fueron emanados por la clase social en expansión y dinamizadora de los procesos económicos: la burguesía.

Ahora, hemos notado una amplia presencia de ideas pro-venientes de Europa; sin embargo los hitos de inicio y cierre del tiempo de las revoluciones liberales burguesas son americanos. Esto nos hace preguntarnos ¿por qué en nuestro continente estas ideas tuvieron mejor desarrollo?, o si ¿al oeste del Atlántico se de-sarrollaron igualmente propuestas que complejizaron el entrama-do del Estado liberal?, y ¿cómo en este marco fue influenciado un personaje promotor de la emancipación y la creación de repúbli-cas como lo fue Simón Bolívar? En primer lugar, es menester se-ñalar los aportes que para la filosofía y la praxis política se dieron en la revolución estadounidense de finales del siglo XVIII, donde se concentró fundamentalmente el desarrollo del sistema federal de gobierno10, una clara definición del sujeto Pueblo en el marco de su constitución, y una nueva formulación de la soberanía desde

9 Hannah Arendt, Sobre las revoluciones. Alianza Editorial, Buenos Aires, 2000, p. 30: “… ha llegado a ser casi un axioma, incluso en la teoría política, entender por libertad política no un fenómeno político, sino, por el contrario, la serie más o menos amplia de actividades no polí-ticas que son permitidas y garantizadas por el cuerpo político a sus miembros”.

10 Para profundizar en los debates en función a la formulación del siste-ma federal estadounidense referimos la compilación de artículos The Federal Papers, de James Madison, Alexander Hamilton y John Jay.

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un enfoque inmanente, expansivo y de mayor participación ciu-dadana:

La soberanía de los Estados Unidos no consiste pues en regular a la multitud, sino que antes bien, surge como el resultado de las sinergias productivas de esta (…) El poder no es algo que nos manda despóti-camente, sino algo que creamos. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos ensalza esta nueva idea del poder en los tér-minos más claros. La emancipación de la humanidad de todo poder trascendente se funda en el poder de la multitud para construir sus propias instituciones políticas y constituir la sociedad11.

Como notamos, aquí se avanzó en la conformación de ins-tituciones ciudadanas que se construyen desde la inmanencia social, a diferencia de instituciones que direccionen la ciuda-danía. Es importante acotar que, según parte de los teóricos e historiadores políticos, esta dicotomía Estados Unidos-Europa determinó que la influencia de las ideas americanas sobre las europeas fuera limitada, dándose mayor predominancia al sen-tido utópico del escenario americano con respecto a las liberta-des para la inspiración de los pensadores del viejo continente: “No fue la Revolución americana, sino las condiciones exis-tentes en América, que eran bien conocidas en Europa mucho antes de que se produjese la Declaración de Independencia lo que alimentó el espíritu revolucionario en Europa“12.

Tomando todos estos factores en cuenta, nos abocaremos a desglosar el cómo Simón Bolívar desde los planteamientos sur-gidos en el Discurso de Angostura manejó este caudal de ideas, proponiendo a su vez nuevos elementos que buscaron ampliar los propósitos del Estado liberal a las dinámicas sociales y cul-turales de Venezuela y la América Meridional.

11 Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio. Paidós, Barcelona, 2002, pp. 158-159.

12 Hannah Arendt, op. cit. p. 25.

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Discurso de Angostura

EL PUEBLO Y EL CIUDADANO PARA EL BOLÍVAR DE ANGOSTURA: LA SINGULARIDAD AMERICANA

El Discurso de Angostura fue pronunciado el 15 de febrero de 1819 en el acto de instalación del Senado que conformó el II Congreso Nacional de Venezuela en la ciudad de Angostura (actual Ciudad Bolívar, Venezuela), con los objetivos de generar el cuerpo constitucional para la nueva República venezolana. En este contexto entendemos por qué el mencionado discurso se enfocó en ser un tratado político, pragmático e incluso sintético de las diversas dimensiones de la realidad americana. Estas particula-ridades nos permiten ver la vanguardia del pensamiento político del Libertador. Las diversas visiones que sobre la figura de Bolívar se han desarrollado, tanto en la historiografía venezolana como americana y mundial, ofrecen varios elementos para adentrarnos a atender las preguntas que nos permiten enfocarnos en lo que consideramos parte de los aportes más importantes que para la política se legaron en el pensamiento bolivariano.

Es necesario definir que el Bolívar de 1819 es una persona muy distinta al sujeto de inicios de la lucha emancipadora, especial-mente tras las pérdidas republicanas entre los años 1812 y 1814 que lo obligaron a tratar de encauzar un conflicto bélico dinami-zado por los actores sociales a lo interno (de allí la caracterización de la guerra de independencia en una primera etapa como una guerra civil), esforzándose inicialmente en constituir una guerra con un enemigo externo13, aunque posteriormente las circunstan-cias del fracaso lo conllevaron a la reflexión de una de las raíces más importantes del conflicto por la independencia: la realidad socio-étnica americana14. Este Bolívar distinto:

13 El Decreto de Guerra a Muerte del 15 de junio de 1813 proclamó el objetivo de guerra a actores extranjeros: “Españoles y canarios, contad con la muerte”; sin embargo, para la época el conflicto se dinamizó preponderantemente por los componentes sociales internos.

14 La Carta de Jamaica profundiza en la realidad sociocultural america-na a partir de la construcción de un actor social propio, el “pequeño género humano” que refirió notables descripciones de heterogeneidad.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

… No es el caraqueño hijo de la infeliz Caracas que se dirige a los ciudadanos de la Nueva Granada después de la caída de la Primera República en 1812. Ni es un español americano como se identifica-ban a los blancos criollos. Ha ensanchado su horizonte geográfico, histórico y cultural15.

Este redefinir de la mentalidad del enunciador en el trasfon-do sostiene los principios antimonárquicos y liberales, pero los conduce a un reenfoque de modelo extrasocial a las dinámicas intrasociales16 por la vía de la reacción17 a lo aséptico del modelo de Estado liberal, sosteniendo esto en la creciente experiencia y conocimiento político; a la par nos encontramos con el Discurso de Angostura ante el primer ejercicio realmente estadista del Li-bertador y, como afirmó Manuel Caballero, la trasmutación de guerrero a creador de repúblicas.

Subsiguiente con el Decreto de Abolición de la Esclavitud del 2 de ju-nio de 1816, Bolívar profundizó en comprender los matices sociales del continente para encauzar dichas diferencias en pro de la independen-cia política, abogando posteriormente en el Discurso de Angostura por la creación de mecanismos que fomentaran la igualdad.

15 Luis Felipe Pellicer, “Un oprimido americano meridional” en La Carta de Jamaica en el siglo XXI. Caracas, Centro Nacional de Historia, 2016, p. 389.

16 Al tratar los sistemas políticos intrasociales y extrasociales, nos plega-mos a la teoría del politólogo David Easton, quien define a estos como “La primera consta de todos aquellos sistemas que pertenecen a la mis-ma sociedad que el sistema político pero que no son sistemas políticos, en virtud de nuestra definición de la naturaleza de las interacciones políticas (…) La segunda parte del ambiente, la extrasocial, comprende todos los sistemas que están fuera de la sociedad dada. Son componen-tes funcionales de una sociedad internacional, supra sistema del que forma parte toda sociedad individual”. David Easton, “Some Funda-mental Categories of Analysis”, en A Framework for Political Analysis. Chicago, University of Chicago Press, 1965, pp. 20-21.

17 Para comprender el uso en politología de la categoría reacción, referi-mos la obra de Fernando Vallespín, Historia de la teoría política, Alian-za Editorial, Madrid, 2002, quien define esta actitud política como la delimitación de la postura propia a la del contrario.

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Discurso de Angostura

Así pues, si hablamos de una transformación del pensamiento de Bolívar como enunciador de una idea, a su vez cambió lo que se enunció. Basados en esto, y quizás adentrándonos en uno de los puntos más polémicos que se han abordado historiográficamente, es menester enfocarnos a lo que el autor del Discurso de Angostura definió como Pueblo, particularmente a dicha categoría en fun-ción al pragmatismo político del documento en cuestión.

Uno de los puntos más interesantes del Discurso de Angostura es que su invocación no es popular sino ciudadana. “Señores: ¡Di-choso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional, para que ejerza su voluntad absoluta!”, lo que ya nos permite indagar sobre el interés de Bolí-var de anclar progresivamente la prosa en torno a la formulación estatal. Sin embargo, en un punto subsiguiente define claramente que se somete a los representantes del pueblo y que sus acciones se edificaron en función al sometimiento al mismo:

Al trasmitir á los Representantes del Pueblo el Poder Supremo que se me había confiado (…) Solamente una necesidad forzosa, unida a la voluntad imperiosa del Pueblo, me habría sometido al terrible y peligroso encargo de Dictador Jefe Supremo de la República. Pero ya respiro devolviéndoles esta autoridad, que con tanto riesgo, dificul-tad y pena he logrado mantener en medio de las tribulaciones más horrorosas que puedan afligir a un cuerpo social.

Como notamos, las referencias al Pueblo nos conllevan a un plano políticamente más inteligible, menos concreto en cuanto una funcionalidad pragmática dentro del Estado. El Pueblo se enfoca como una fuerza real a la que el sujeto se subordina, pero a la que se le encauza a través de la representación. De la misma manera, y sostenido como principio clave de la política moderna, se evoca al Pueblo como fuente de la soberanía sobre la cual se construye el Estado bajo ideales liberales:

Constituyéndose en una República Democrática, proscribió la Monarquía, las distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios:

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

declaró los derechos del hombre, la Libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir. Estos actos eminentemente liberales jamás serán demasiado admirados por la pureza que los ha dictado. El primer Congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra lejis-latura con caracteres indelebles, la Majestad del Pueblo dignamente expresada al sellar el acto social más capaz de formar la dicha de una Nación.

Así pues, el Estado de Libertades se edifica, según lo expresa el Libertador, a través de la Majestad del Pueblo, expresado en la signatura del acto social, o mejor dicho de la necesidad del pacto, elemento que es factor clave en la política liberal.

Como mencionamos con anterioridad, Bolívar entendió cla-ramente que el Pueblo es origen real del poder, e incluso planteó muy tácitamente que es desde los adentros del Pueblo donde realmente se emana la soberanía, insinuación que reta en cierto sentido la idea trascendente de la soberanía moderna europea, y nos conlleva a las influencias del pensamiento norteamericano:

El primer Congreso en su constitución federal más consultó el es-píritu de las provincias, que la idea sólida de formar una República indivisible y central. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado de aquellos provinciales seducidos por el deslum-brante brillo de la felicidad del pueblo americano, pensando que las bendiciones de que goza son debidas exclusivamente a la forma de gobierno, y no al carácter y costumbres de los ciudadanos.

Es un planteamiento muy implícito y que necesita de varias relecturas y de reflexión aguda para captar la insinuación de que las bondades del sistema se dan desde el Pueblo-Ciudadano y no viceversa, dando a entrever que la ciudadanía forma al Estado, al menos en su espíritu sustantivo; sin embargo, lo expresado no es un elemento realmente claro en el discurso.

Igualmente, en dicha caracterización del Pueblo como ener-gía que permite el real poder constitutivo avanzó en tal vez uno de los puntos más controversiales, por así decirlo, en función a la

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Discurso de Angostura

caracterización del mencionado actor colectivo bajo parámetros sobre los que se pueden desviar los objetivos liberales del sistema, describiendo al mismo como:

Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que han recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destruc-tores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. (…) Un pueblo pervertido, si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud, que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes.

Posteriormente señaló: “(…) porque son los pueblos, más bien que los gobiernos, los que arrastran tras si la tiranía”. Estas carac-terísticas “negativas” que se exponen constantemente en el docu-mento encierran una necesidad clara de exponer los temores y las vías para la pérdida de la libertad y la República como objetos más valiosos y ejes del cuerpo jurídico sobre el cual reposa el sistema, y en las que el Estado en construcción debe fomentar las herra-mientas que permitan un sostenimiento del modelo constituido, tomando en cuenta:

La libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que robustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutrimento de la libertad. Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras, y aniquilados por las pestilencias serviles, ¿serán capaces de marchar con paso firme hacia el augusto templo de la libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus esplén-didos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina?

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Es interesante que en la anterior cita ya no se menciona al sujeto político Pueblo como el actor sino al Ciudadano, a quien se le “reta” a tomar la batuta de la libertad, a digerirla. No es que Bolívar demerite o desvalore al Pueblo como categoría, sino que la liberación del yugo que somete al Pueblo es mediante la ciuda-danía; comprende así que el Ciudadano es el actor político y diná-mico, que sus acciones y sobre todo su conciencia son las garantes del resguardo, idealmente, de la libertad. Visto así, el Pueblo como sujeto sociopolítico es la base del Ciudadano; convertir al Pueblo en Ciudadano es necesario, ya que a su vez el Ciudadano es el eje del Estado liberal.

Ahora, en el marco de la época las personas que son considera-das Pueblo son limitadas, ya que para los cánones del liberalismo del momento, fundamentalmente el Pueblo se relaciona con la posesión integral de los derechos naturales: vida, libertad y bienes. Este último renglón hizo que al referirse al Pueblo en los proyec-tos constitucionales de inicios del siglo XIX, frecuentemente se le relacionase con el requerimiento de poseer propiedades, y en el caso de la América Hispana ser sujeto de derecho. Partiendo de eso existen historiográficamente posturas que nos refieren:

Para él, en ese texto [Discurso de Angostura], existen tres escalones para acceder al rellano del pueblo: la guerra, la propiedad y la ilus-tración. De los tres, es el primero el principal, el que priva sobre los otros y en cierto modo es no solo necesario, sino suficiente. (…) El Libertador emplea el argumento que luego será corriente entre los liberales según el cual no puede haber un mejor defensor de la patria que quien posea en propiedad un trozo de su tierra18.

Esta idea un tanto ortodoxa nos señala el presunto estatismo de la figura de Bolívar en función de los planteamientos que este viene construyendo tras el colapso de 1814, lo que no significa que deje de verse dentro de la corriente liberal, pero sí desde un

18 Manuel Caballero, Por qué no soy bolivariano: una reflexión antipatrióti-ca. Caracas, Alfadil, 2006, pp. 147-148.

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Discurso de Angostura

enfoque de reacción que amplió parámetros. Así pues, en el Dis-curso de Angostura se señala explícitamente a cuáles personas considera como Pueblo:

Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el ameri-cano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de Améri-ca, que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquila-do, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y este se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epider-mis: esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia.

Estos parámetros puntualizan la discusión abierta en la Carta de Jamaica de 1815, y nos orientan hacia una ampliación significa-tiva no del Pueblo como ente emanante de la soberanía, pero sí de los sujetos sociales que componen dicha categoría:

Bolívar no habla de 16 millones de blancos criollos. ¿Entonces? ¿Quiénes son esos americanos? Si su cantidad es esa, su cualidad es la de ser un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Criador y la naturaleza le han dotado. Al decir de los sabios: la liber-tad y la igualdad19.

Existen elementos que hemos referenciando que son criticables en torno a la igualdad, pero sobre ellos nos enfocaremos en un punto subsiguiente. Lo destacable de la premisa de ampliar la base “poblacional” del concepto Pueblo en los márgenes del liberalis-mo nos permite ver, a nuestro parecer, el factor innovador de la propuesta bolivariana en la formulación del Estado liberal: ensan-char la base ciudadana.

19 Luis Felipe Pellicer, op. cit., p. 390.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

En el desarrollo del Discurso de Angostura las acotaciones referidas al Ciudadano cumplen la función de meta del sistema; una forma de objetivo a la que el Libertador se subordina: “(…) Si merezco vuestra aprobación habré alcanzado el sublime título de buen ciudadano, preferible para mí al de Libertador que me dio Venezuela (…)”, y a su vez se enfatiza como real sujeto poseedor de derechos: “Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución, intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política”. Notamos pues tanto la importancia que para el Estado tiene el Ciudadano, y como a contraparte de los derechos se le adecúan tanto sus deberes y sus acciones:

Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración recíproca, a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemente por la práctica y por el estu-dio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la prácti-ca, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el progreso de las luces.

Las dinámicas ciudadanas son simbióticas ya que generan un efecto sinérgico con el Estado: el Ciudadano es el creador del modelo y a su vez la ciudadanía se reproduce por el sistema. Lo señalado genera un sentido amplísimo de vinculación del Ciu-dadano con el Estado, rozando una descripción (ideal) de virtud ciudadana:

… La república de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epa-minondas; porque a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos. Los códigos, los sistemas, los estatutos, por sabios que sean, son obras muertas que poco influyen sobre las so-ciedades: hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las repúblicas.

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Discurso de Angostura

Como notamos, el esbozo de Bolívar tiene rasgos claros del liberalismo democrático al darle mayor presencia al ciudadano, con un sentido más amplio en cuanto a la base popular que com-pone ese sujeto. Tener esto aclarado nos permitirá avanzar en la idea de la construcción de un sistema liberal ciudadano, en el que el patrón de enunciación es distinto a los parámetros establecidos hasta el momento en otras experiencias republicanas coetáneas.

UN LIBERALISMO CIUDADANO

Para inicios del siglo XIX las ideas liberales se encontraban en plena transición en la formulación de las mismas con respecto a la funcionalidad cierta en la construcción del Estado, estable-ciéndose progresivamente los elementos que propulsaran a los sistemas democráticos, en donde la participación ciudadana fuese más activa, siendo esto contraparte del establecimiento de un Estado que otorgase mayor preponderancia al desarrollo de las libertades individuales20. Es importante destacar que para la época las criticas fundamentales a la democracia se sostuvieron en la inviabilidad de este modelo en torno a su evocación proveniente del mundo grecorromano, que no era a vista de algunos teóricos aplicable a la modernidad, argumento sostenido por el contem-poráneo de Simón Bolívar, Benjamín Constant. En síntesis, se consideraba que “(…) el perjuicio para los individuos se deriva de que el Estado democrático, que interviene en la sociedad como sujeto económicamente activo, no permite el pleno, libre, total y

20 Las ideas en torno al individualismo como eje de la construcción del Estado liberal se centraron para la época en los aportes del filósofo y político francés Benjamín Constant, quien formuló: “La independen-cia individual es la primera necesidad de los modernos, por lo tanto no hay que exigir nunca su sacrificio para establecer la libertad política. En consecuencia, ninguna de las numerosas y muy alabadas institucio-nes que perjudicaban la libertad individual en las antiguas repúblicas, resulta admisible en los tiempos modernos”, en su obra De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, publicada en 1819.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

absoluto juego del principio de la autonomía de la voluntad”21. A pesar de esto, en la mencionada fase de transición de la formula-ción del Estado liberal, confluyen las naturalezas de las propuestas individualistas y democráticas:

… tienen las mismas raíces en la historia de las ideas, y, ante todo, reconocen como base común la teoría del contrato social. En el contrato social se expresa la idea del individuo, medida de todas las cosas, anterior a la asociación y que ésta sólo surge por el acuerdo entre los individuos, y que, por tanto, todo Derecho y todo Poder de la asociación política es un conjunto de derechos individuales y de factores individuales, aislados y compuestos. De aquí que el Estado sólo exista para el individuo, a favor de “sus derechos”, que, siendo in-suficiente el individuo para defenderlos el Estado los ha de amparar con su fuerza22.

Tomando estos elementos, consideramos que el Bolívar de Angostura al nivel de la propuesta política es representante de la coyuntura del tránsito ideológico liberal, ya que expresa tanto las bondades y lo necesario de la democracia: “Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad (…)”; a la par de proclamar una estructura de gobierno sustentada en la dis-persión del poder político, no en su concentración, o mejor dicho: una república.

Ahora, el Libertador constantemente hace referencia en el Dis-curso de Angostura al vínculo del sujeto ciudadano y su importan-cia fundamental para el sostenimiento de la República, y esta es una idea neurálgica para el liberalismo democrático de la época, y que si nos plegamos a los cánones del momento, son a su vez refle-jo de la enunciación liberal-burguesa:

21 Javier Ruiperéz Jaramillo, “El trasfondo ideológico de la Libertad Civil y su eficacia”, en Teoría y realidad constitucional. Madrid, UNED, 2007, Nº 20, p. 197.

22 Ibidem, p. 195.

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Discurso de Angostura

El ciudadano moderno representa ya la aparición en la escena políti-ca del individualismo burgués, y con él la estrecha pero tensa corres-pondencia entre individuo y ciudadano, entre un individualismo aun incorporado a la categoría pueblo y un nuevo individualismo que tiende a independizarse de la dimensión colectiva; al mismo tiempo que el individualismo se refuerza con la condición de ciudadanía, las nuevas formas que irán adoptando pondrán en crisis los presupues-tos y valores de la ciudadanía política23.

A partir de esto, nos preguntamos: ¿Bolívar se remite única-mente a promover al ciudadano en su dimensión individual, lo que lo aleja como categoría sustentada en un ensanchamiento del ente emanante de poder, o sea del pueblo? ¿Es la ciudadanía un coto cerrado en la idea bolivariana de Angostura, o un fenómeno estamentario?

Responder esto obliga a dejar claro que para los preceptos liberales la ciudadanía no es homogénea, sino que existen dimen-siones en el ciudadano, y es algo que Bolívar expresa y propone sin ningún resquemor:

¡Legisladores! Por el proyecto de Constitución que reverentemente someto a vuestra sabiduría, observaréis el espíritu que lo ha dictado. Al proponeros la división de los ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber.

Este parámetro nos habla de uno de los principios funda-mentales en las ideas político-liberales con la existencia de una ciudadanía política (activa) y una ciudadanía civil (pasiva). Estos términos suelen prestarse a confusión, porque si bien es cierto que la ciudadanía activa o política refiere a los sujetos ciudadanos que interactúan con el Estado, siendo parte de los gobiernos y de la elección de los representantes, y que la ciudadanía pasiva o civil son los individuos de derecho bajo el marco de un Estado, no

23 José Sánchez-Parga, op. cit., pp. 423-424.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

significa que estos últimos sean entes inertes para con la sociedad, ya que al percibir derechos que garanticen sus libertades, estas, de ser resquebrajadas, laceradas o restringidas, generan la actitud de reacción, la cual indirectamente se trasmitirá al Estado, ya que el Ciudadano es supervisor de este al ser portador de derechos y libertades, pero no libertades en bruto sino libertad civil, la liber-tad de las leyes; ese es el poder real de este sujeto político. Dicho precepto lo entenderá Bolívar y sobre ello hará uno de sus más importantes aportes, el cual abordaremos más adelante.

Consideramos que el Libertador enuncia al ciudadano desde una óptica no individualista, sino como ente constitutivo (mien-tras el Pueblo es la fuerza del poder, el Ciudadano es el constructor del sistema de manejo del poder):

Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración recíproca, a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo.

Pero a su vez, hace profundas críticas al carácter de los ciuda-danos venezolanos, a quienes señala de ser asiduos del sentimien-to y goce de la libertad, pero ajenos a las leyes:

… Los venezolanos aman la patria, pero no aman sus leyes, porque éstas han sido nocivas y eran la fuente del mal; tampoco han podido amar a sus magistrados, porque eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo.

Es menester para Bolívar reconducir el Estado de leyes, pero no por vía única sino dual; tanto el Estado debe legislar a favor

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Discurso de Angostura

del ciudadano, y este acatar el cuerpo de leyes de los gobiernos. Dichos parámetros refuerzan la idea de ver a la ciudadanía como poder sinérgico, y no mero actor rígido: “(…) Constitutivo del Estado, el ciudadano también es constituido por el Estado-nación, puesto que solo la igualdad ante una ley común permite la libera-ción de cada individuo de las redes de solidaridad y de domina-ción particulares propias de la sociedad comunal”24.

Ahora, ¿es la ciudadanía un coto cerrado? Pues en los plantea-mientos bolivarianos dados en el Discurso de Angostura no lo es. Lo que sí nos aduce es que es un elemento al que se debe acceder, sobre el que existen rutas de llegada, y que el Estado debe tomar responsabilidades para conducir a los habitantes a la ciudadanía. En la cita realizada con anterioridad de Manuel Caballero, este importante intelectual venezolano señala que para ser ciudadano Bolívar estableció tres vías: la guerra, la propiedad y la ilustra-ción. Sobre los dos parámetros iniciales se sostienen principios elementales tanto del liberalismo como de la complicada etapa de conflictos bélicos que condujeron a Venezuela hasta 1819, pero es la tercera idea, la de la ilustración, donde el Libertador conju-ga abiertamente con el planteamiento de ensanchamiento del concepto pueblo como innovador para la propuesta liberal suge-rida. Así pues, surge el plantearnos si todos los sujetos realmente pueden acceder a la educación como vía a la ciudadanía, ya que, como dice igualmente Manuel Caballero, son los sujetos con pro-piedades los que realmente tenían acceso a la ilustración25.

Este escenario nos conlleva a uno de los puntos que se trata en el bicentenario documento: la igualdad. El Libertador está al tanto de los altos niveles de diferencias existentes en la sociedad venezo-lana; sin embargo, cree que la ley equiparará a los sujetos:

24 Ibidem, p. 423.25 Según el profesor Manuel Caballero: “… hay el hecho de que, quienes

podían con mayor sino exclusiva facilidad llegar a ser ilustrados, eran los propietarios”, op. cit., p. 149.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

… Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales en genio, temperamento, fuerzas y caracte-res. Las leyes corrigen esta diferencia, porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada políti-ca y social. Es una inspiración eminentemente benéfica la reunión de todas las clases en un estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie.

Una de las desigualdades es la educación, que también es una las rutas a la ciudadanía. Basado en ello, Bolívar abogó por una educación popular, en la que los educados aprendan, en síntesis, a ser ciudadanos:

La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república, moral y luces son nuestras primeras necesidades (…) Constituyamos este areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción; para que purifique lo que se haya corrompido en la república, que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos, debiendo co-rregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público.

Así pues, el camino de la ilustración es un mecanismo popu-lar, recordando que nos referimos al Pueblo en un concepto más amplio. Esta educación propuesta tiene unos fines formativos que buscan crear en el ciudadano en construcción un sentido partici-pativo para con la República, una interacción de supervisión sobre el Estado, ya que el ciudadano tanto activo como pasivo es un ente

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Discurso de Angostura

dinámico, y para Bolívar no es solamente un actor sociopolítico, sino un poder dentro del sistema de contrarregulación público.

EL PODER CIUDADANO

La República como modelo de gobierno es uno de los llamados prioritarios que realiza Bolívar durante el Discurso de Angostura, fundamentalmente por los principios políticos que se establecen en ella como garante de los derechos y libertades a partir de la dis-persión del poder, el cual no se concentra en una persona o autori-dad, sino que se desglosa en distintos entes que atienden ámbitos específicos, los que a su vez trascienden los regímenes personales, estableciéndose a partir de instituciones. Así pues, el orden repu-blicano representa a los ojos de la época de enunciación el mejor ambiente para el desarrollo de una institucionalidad política. El Libertador, al “someterse” a los legisladores, se subordina real-mente a la propuesta de una República. Es interesante que su evo-cación de este sistema para Venezuela lo sustente en la confluencia de los elementos canónicos del pensamiento liberal y su propuesta de ampliar la base de la categoría Pueblo: “Un gobierno republica-no ha sido, es, y deber ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”. Notamos cómo reafirma al Pueblo como fuente del poder soberano, los principios de libertad civil y división de poderes. Sin embargo, es la acotación de la libertad de los escla-vos (elemento que defenderá profundamente) lo que extiende el parámetro liberal moderno, posiblemente como consecuencia de su reciente contacto con el Caribe y la República de Haití en 1816.

Es necesario, a consideración de Bolívar, que el sistema al crearse profundice en el real equilibrio de los poderes públicos, lo que se acometerá en cuanto se cimienten instituciones con responsabilidades y límites definidos, que una vez sostenidos generen los contrapesos institucionales que permiten el fortaleci-miento tanto del Estado como del Ciudadano republicano. Esto lo expresa criticando las experiencias políticas previas de Venezuela:

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

… Que el Poder Legislativo se desprenda de las atribuciones que corresponden al Ejecutivo y adquiera, no obstante, nueva consis-tencia, nueva influencia en el equilibrio de las autoridades. Que los tribunales sean reforzados por la estabilidad y la independencia de los jueces, por el establecimiento de jurados, de códigos civiles y criminales que no sean dictados por la antigüedad, ni por reyes con-quistadores, sino por la voz de la naturaleza, por el grito de la justicia y por el genio de la sabiduría.

Mi deseo es que todas las partes del gobierno y administración, ad-quieran el grado de vigor que únicamente puede mantener el equi-librio, no sólo entre los miembros que componen el gobierno, sino entre las diferentes fracciones de que se compone nuestra sociedad.

Como notamos, las acotaciones son puntuales y profundas, en primer lugar por desechar formas que según su criterio no han funcionado (especialmente en el documento señala al federalis-mo26), pero por otro lado sugiere el “deseo” de forjar una sociedad de equilibrio tanto para los que forman parte del gobierno como los otros componentes de la sociedad, o en otras palabras en la ciudadanía activa y pasiva.

Así pues, en un primer acercamiento pareciera que nos encon-tramos ante una propuesta limitada por los principios liberales de la época, en donde los vínculos entre la institucionalidad republi-cana y la ciudadanía se dinamizan en función a la construcción de una cultura política en los ciudadanos, y este elemento ciertamen-te queda establecido (de allí la necesidad de formar ciudadanos republicanos); sin embargo, consideramos que el Libertador está atento a considerar las potenciales dinámicas de la ciudada-nía en relación con el manejo de los gobiernos, surgiendo así la

26 Simón Bolívar señalo en el Discurso de Angostura: “Ya disfruta el pueblo de Venezuela de los derechos que legítima y fácilmente puede gozar; moderemos ahora el ímpetu de las pretensiones excesivas que quizás le suscitará la forma de un gobierno incompetente para él; aban-donemos las formas federales que no nos convienen”.

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Discurso de Angostura

innovación propuesta: la consideración de un cuarto poder, el de la ciudadanía. Para ello, al igual que lo hace al referirse a la demo-cracia, se sustentó en retomar ideas del mundo clásico europeo:

… Tomemos de Atenas su areópago, y los guardianes de las costum-bres y de las leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones mo-rales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se conten-ta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso.

De forma subsiguiente, expresa esta idea claramente al formu-lar la propuesta de un cuarto poder público para el sistema repu-blicano:

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la oscura antigüedad y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los griegos y romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio, mas no es imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que, mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz.

Sobre esta idea, a la cual el autor considera como un punto que necesita mayor desarrollo para ser realmente aplicable y fun-cional, reposa la atribución ciudadana de la supervisión sobre el aparato republicano, tomando en consideración que para llegar a tal grado de interacción es necesario un desarrollo pleno y conso-lidado de la conciencia ciudadana, o el llamado virtuosismo al que refiere Bolívar. Se avanza en esta propuesta del poder moral en transformar a la acción ciudadana en institucionalidad ciudadana, ingresando así a la sinergia de los poderes públicos:

Aunque algunas instituciones republicanas parecen defender más es-pecíficamente los derechos y libertades ciudadanos frente al Estado (el orden tribunicio, la apelación al pueblo), y otras instituciones parecen

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

más bien proteger la libertad del Estado republicano de las ambiciones, en el fondo se trata del mismo movimiento institucional, cuyas lógicas y fuerzas atraviesan ambos estadios o aspectos de la libertad27.

Es la estructura de contrapoderes republicanos, donde los ámbitos se autorregulan entre sí, tomando una nueva escala dentro del manejo del poder político en el régimen democrático: legislar, ejecutar, juzgar y supervisar. Con un sentido de ciuda-danía ampliado en su base popular, toma este cuerpo social unas proporciones novedosas en los márgenes del sistema liberal, con el efecto intrínseco de trastocar el sentido burgués del modelo a un enfoque ciudadano.

CONCLUSIONES

No podemos hacer una lectura aislada del Discurso de Angos-tura, sino atarla a una evolución del pensamiento bolivariano que para 1819 llegó a expresarse en el plano político como un vaciado de ideas que vislumbraron el perfil estadista del Liber-tador. Quizás este documento bicentenario vendría a ser la pieza angular de la propuesta estadista bolivariana, y que avanzara con otras piezas como la Constitución de Bolivia de 1826, por lo que es menester continuar adentrándose en los contenidos legados por el prócer venezolano.

Enfocándonos en los aspectos que hemos argumentado a lo largo del artículo presentado, consideramos los siguientes puntos conclusivos en relación con nuestra reflexión en torno a las ideas presentadas en el Discurso de Angostura:

1. Se reconoce al Pueblo como fuente del poder político real que permite la constitución de un Estado liberal. Este aspec-to no rompe enunciativamente con los parámetros liberales de la época, pero Bolívar avanzó en ampliar la base demo-gráfica de la categoría Pueblo, reconociendo los diversos

27 José Sánchez-Parga, op. cit., p. 457.

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grupos étnico-sociales del territorio como componentes del mencionado entramado popular.

2. El Pueblo debe transformarse en Ciudadano, ya que este es un actor dinámico de derechos y responsabilidades. Existen varias vías para llegar a ser Ciudadano, siendo una de ellas la educación, a la cual propone y aboga desde un enfoque popular y abierto a la diversidad de los componentes so-ciales, generando así la posibilidad de ciudadanía a mayor cantidad de habitantes, en pro del reconocimiento sinérgico del Estado y la institucionalidad, y viceversa.

3. El Ciudadano es un ente dinámico en la sociedad y sus ac-ciones tienen impacto en el Estado. Por ello la ciudadanía es el sujeto político que supervisa a los gobiernos a través de la acción política, la cual debe de transformarse en institu-cionalidad, proponiendo así un poder moral que genere un contrapeso ciudadano en la estructura de poderes públicos.

4. Al tener como parte del entramado de poder a la ciudadanía con una base popular ampliada, se trastoca la preponde-rancia burguesa en el mencionado sujeto político, trans-formando la matriz del Estado liberal burgués en una de carácter amplio basada en el Ciudadano.

Varias de la ideas planteadas y que hemos puesto en la mesa para la discusión no fueron aplicables para el momento, e incluso parte de ellas desechadas al visor de las constituciones posterior-mente aprobadas (Angostura del 15 de agosto de 1819 y Cúcuta del 12 de julio de 1821), como la mencionada abolición de la escla-vitud. Sin embargo, son elementos que enriquecen tanto la teoría y la filosofía política del liberalismo a partir de propuestas hispano-americanas, y que han servido como referencia prospectiva que ha influenciado el modelo republicano a la luz del siglo XXI.

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BIBLIOGRAFÍA

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EL DISCURSO DE ANGOSTURA: SIMÓN BOLÍVAR Y SU PROYECTO

DE ESTADO-NACIÓN

Omar Galíndez Colmenares

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La magistral pieza oratoria y mejor expresada del pensamiento político de Simón Bolívar es, sin lugar a dudas, el Discurso dado por el Libertador ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819. A los doscientos años de esta memorable fecha, sirva la conmemoración de ese magno hecho de la forja de nuestra nacio-nalidad –instalación del Congreso Constituyente y el Discurso de Simón Bolívar presentando su Proyecto de Constitución– para re-memorar la significación histórica de las ideas geniales del Padre Libertador y el magnífico legado que tal proyecto involucra para el porvenir de los pueblos no solo de Venezuela y Colombia, sino de la América Latina toda y el Caribe.

Un homenaje que debe valorarse y enaltecerse con mayor sen-tido de responsabilidad histórica y política, cuando hoy asistimos los venezolanos y las venezolanas a la construcción de un nuevo destino, guiado por una Revolución llamada “Bolivariana”, que trata de modelar –salvando la temporalidad– y orientar la patria bajo el ideario del Libertador; lo cual compromete cada vez más. Y, si a ello agregamos que fue el comandante-presidente Hugo Chávez quien trajo el pensamiento de Simón Bolívar al siglo XXI, y asume su proyecto como el fundamento para construir el “socia-lismo bolivariano” o del “siglo XXI”, el compromiso es aún mayor, y la corresponsabilidad por el destino de la patria es inherente para todos los venezolanos y las venezolanas. Y la responsabilidad y el compromiso patrio son aún mayores para las altas autoridades de dirección de los asuntos públicos nacionales.

En homenaje al Libertador y a la instalación del Congreso Constituyente, se propone una revisión histórico-política de las ideas que esboza lo que podemos llamar el proyecto de Estado-nación de Simón Bolívar. El objetivo es elaborar un análisis histórico-político de las ideas que sirven de referentes estructu-rantes de la nación venezolana y el modelo de Estado que proyectó Bolívar para la edificación y consolidación de un Estado-nación. En esa dirección, se toma como propósito lo siguiente: un examen de la idea de nación en Bolívar, una caracterización de la sociedad colonial y la crisis de una dominación decadente; el proyecto de Estado, sus poderes y los equilibrios intrainstitucionales para una

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Discurso de Angostura

sociedad democrática, estable y justa; así como esbozar la formu-lación teórica de un gran Estado-nación sintetizado en la Repúbli-ca de Colombia que sirviera de eje integrador de una hermandad confederada en la región de la América Meridional y el Caribe ante los poderes externos y su estrategia de dominación continen-tal. Esos contenidos constituyen los ejes temáticos para analizar el Discurso de Angostura y el proyecto nacional que de él se deriva.

LA IDEA DE NACIÓN EN BOLÍVAR

Desde 1816, con la derrota del realista Morales en El Juncal, se deja el camino expedito para el control patriota de Barcelona; y así, en 1817, el general Piar asegura la toma de Guayana, que se va a convertir, desde entonces, en epicentro de la Revolución de Independencia. Los triunfos militares del general Manuel Carlos Piar hicieron de esta región la base firme para consolidar la Re-pública. Desde entonces, Bolívar se propone la convocatoria a un Congreso para dar institucionalidad a la República, lo que –desde su perspectiva revolucionaria– servía como fundamento político institucional y legítimo para integrar la Nueva Granada y Vene-zuela, a la cual se habría de adherir Ecuador. Era la creación de la República de Colombia.

El 15 de febrero de 1819 es la fecha en que se ha de realizar la instalación del Congreso Constituyente, pese al interés del Liber-tador de realizarlo meses antes. En esta idea, Bolívar trataba de ganar espacio político interno, frente a disonantes posiciones polí-ticas adversas en el seno de la dirigencia revolucionaria, contrarios al proyecto de construir grandes naciones. Y de allí deviene, tam-bién, el proyecto integracionista de constituir un Pacto de Unión, Liga y Confederación Perpetua con las excolonias españolas que se habían liberado del dominio español. Esta era la visión del Li-bertador que denotaba, en términos geopolíticos y estratégicos, una nueva dimensión de la Revolución nacional de Independen-cia, en primera instancia, proyectada hacia el logro definitivo de la Independencia de Nueva Granada y Venezuela, unirlas, conjun-tamente con Ecuador; y, en una segunda dimensión, emprender

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

la Campaña del Sur hasta llegar al Alto Perú, liquidando el último bastión de dominio virreinal de España en América. Con ello pre-tendía construir un proyecto de dimensión continental que diera estabilidad a las excolonias españolas… “Ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y gran-deza que por su libertad y gloria” (Carta de Jamaica).

Bolívar, ya instalado el Congreso, ofrece el cargo de General en Jefe de los Ejércitos y Jefe Supremo (Dictador Jefe Supremo de la República) que había ejercido hasta esa fecha al Congreso y al despojarse quedó investido como señala el Libertador, con “… el sublime título de buen ciudadano, preferible al de Libertador que me dio Venezuela, al de Pacificador que me dio Cundinamarca”1.

Sobre el origen de nuestras naciones, Bolívar compara –el proceso ulterior a la Independencia de España– con la desmem-bración del Imperio romano producida una vez que se desplomó el mismo, pero “las regiones que lo integraron restablecieron sus formas de asociación anteriores”, admite el Libertador. Nosotros, los hispanoamericanos “… no somos europeos, no somos indios, sino una especie entre aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos”2. En la Carta de Jamai-ca (1815) había apuntado, en este mismo orden, que “nosotros somos un pequeño género humano”. Enfatizaba que “… nuestros derechos los de Europa” debíamos disputárselos a los invasores: la España monárquica.

De allí arranca un punto de discusión importante: nuestro origen. Nuestra procedencia, que es la base primigenia de la po-blación venezolana. En tal sentido, Mario Sanoja e Iraida Vargas afirman lo siguiente:

Los grupos humanos que habrían entrado a Suramérica a través del istmo de Panamá hace unos 13.000 años, encontraron el territorio ya ocupado por los descendientes de los antiguos paleoasiáticos. Una rama de aquéllos se dirigió al sur, a lo largo de la costa pacífica hasta

1 Discurso de Bolívar ante el Congreso de Angostura.2 Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Kingston, 1815.

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Discurso de Angostura

llegar al norte de Chile y el noroeste de Argentina; otra se dirigió al norte siguiendo la costa caribe hasta aposentarse en los valles coste-ros y subandinos de los actuales estados Falcón, Lara y Carabobo…3.

Esos grupos –exponen los autores– 7.000 a 6.000 años de nuestra era, se dedicaban a la caza y la pesca como descendientes de los antiguos paleomongoloides o cenoamerindios alojados en las montañas de los estados Lara y Falcón. Se distinguen otros habitantes de las selvas y sabanas del Alto y Medio Orinoco, del Caroní-Parguaza, extendiéndose al noreste del litoral del Caribe venezolano, isla de Margarita y el área del noroeste de Maracaibo. Así se agrupan en culturas y lenguas caribes con diversos matices Geno-Pano, por ejemplo, los Arawak y los Chibchas, que son los generadores étnicos-culturales que penetraron inicialmente por el oriente venezolano, en los valles del gran Orinoco y sus afluentes; otra rama se esparció a las costas del Caribe llegando al piedemon-te andino y las montañas del noroeste de Suramérica y los Andes venezolanos4. Ello configuró el mapa geohistórico que expresa la fusión del medio geográfico, la cultura y lo étnico-societario de la nacionalidad venezolana. Ellos se agrupan en siete regiones geohistóricas –indican Mario Sanoja e Iraida Vargas–, que se constituyen en 15.000 años de desarrollo productivo, cultural y social, en ese transcurso construyeron relaciones productivas y formaciones sociales que van desde la caza, la pesca y la reco-lección y con jerarquías cacicales en el orden político-societario predominante en las zonas caribeñas, hasta sociedades jerárqui-cas con estructuras muy complejas e igualitarias y desarrollos de núcleos de abastecimiento interno comunitarios e igualitarios; algunos lograron prefigurar estatus jerárquicos que simulan rela-ciones sociopolíticas de tipo estatal sobre el núcleo poblacional, que varían en la región andina con desarrollos agrícolas de impor-

3 Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas, La Revolución Bolivariana. Historia, cultura y socialismo, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A., Caracas, p. 6.

4 Ibidem, p. 6.

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tancia hasta la región del suroeste –llanos de Apure y Barinas y su extensión hacia Cojedes y Portuguesa5.

Valga esa tesis de los eminentes autores citados para valorarla en su justa dimensión; es decir, se trata de una concepción histo-riográfica acerca de la conformación de la nación venezolana que parte de su base primigenia incorporando el legado histórico an-terior al dominio imperial hispánico del siglo XVI. Se fundamenta en que hay, pues, 14.000 años de historia precolonial que asentó la base constitutiva inicial de la nación venezolana.

Desestimar esa valoración histórica no es de rigor científico –tal como la concibe la tesis de los eurocéntricos (criollos y ex-tranjeros), cuyo punto focal es concebir nuestro origen nacional desde la colonización hispánica exclusivamente– y se prescinde interesadamente de un proceso histórico que en sus contenidos étnico-cultural, sociopolítico y endógeno productivo es legítimo incorporarlo como inicio inobjetable de la construcción nacio-nal venezolana. Compartir la tesis de que el origen de la nación parte desde el poblamiento del territorio previo a la colonización hispana, es consustanciarse con una nueva concepción de nuestra historia. Una visión de “historia insurgente”, podríamos decir, para reescribir la historia nacional tomando ese largo período de formación como parte del proceso histórico de formación de la nación. Esa es una tesis a la que nos adscribimos6.

Cuando Bolívar alude al origen de la nación, parte de la afir-mación de que somos un nuevo “género humano”. Y se refería a la particularidad de nuestra conformación indoamericana, europea y africana; admitía esa formación inicial de nuestra historia como una herencia inestimable en la multiculturalidad y la policromía étnico-social y a las comunidades socioproductivas que expresa-ban el bagaje heredado del ser venezolano prehispánico: “… no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles”.

5 Iraida Vargas y Mario Sanoja Obediente, Historia, identidad y poder, 2.a edición, Galac, Caracas, pp.26-27.

6 Ibidem, pp.16-18.

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De allí deviene el gentilicio y la conciencia de la colectividad nacional de lo genuinamente venezolano. De tal manera, ¿no es acaso válido preguntarse si una mente lúcida como la de Simón Bolívar, de tal agudeza, no concibió esa noción sobre nuestra his-toria anterior a la imposición hispánica como base de nuestra for-mación nacional? Sus observaciones sobre la nación, planteadas en la Carta de Jamaica (1815) y el Discurso de Angostura (1819) –explicitadas anteriormente– parecen advertir que no ignoraba ese extenso proceso histórico y su determinación en la construc-ción de nuestra nación.

Ahora bien, la comprensión histórica de la cuestión nacional en el pensamiento bolivariano, que es nuestro centro de atención, supone enfocarlo de manera dialéctica, tanto en el proceso histó-rico, que llamamos primario, puesto que le correspondió a Bolívar actuar políticamente, como en sentido revolucionario, creando las condiciones políticas para la construcción nacional, o sea, supone –strictu sensu– liberar a la nación de un Estado dominante opre-sor que la subyuga. Para consumar ese objetivo, asume la guerra revolucionaria como mecanismo viable y expedito para la libera-ción nacional. Y, secundariamente, en el marco de esa Revolución nacional de Independencia, lograr que su ideal de nación se ins-titucionalice y establezca, o sea, se conforme en un Estado que le dé corporeidad y arquitectura a esa nación y posibilite la creación de un Estado-nación. Ello supone el impulso y desarrollo de un proyecto nacional concreto que materialice la realización histórica de la nación.

Se entiende, entonces, que la especificidad del fenómeno nacional está imbricado con la totalidad de la formación econó-mico-social que le sirve de alojamiento. La nación como categoría histórica se “… específica en condiciones particulares para cada experiencia histórica conocida, sin repetirse y, probablemente, sin completarse”7. Esta acotación es acertada y válida para la

7 Federico Brito Figueroa, Historia económica y social de Venezuela, tomo I. Publicaciones de la Biblioteca de la UCV, 1973, p. 101.

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comprensión histórica del problema nacional en Venezuela en el período colonial y en el decurso histórico de la Independencia.

Sobre ese asiento geohistórico inicial, la invasión española, llegada durante el siglo XVI, intentó arrasar con la cultura y los modos de producción primitivos de las comunidades tribales pre-coloniales, muy arraigadas en las sociedades cacicales jerárquicas y otras formas de subsistencia o de desarrollo agrícola comunal incipientes –como se refirió anteriormente– esparcidos en el espacio venezolano, e imponer – “a sangre y fuego”– su domina-ción y sometimiento sobre la población aborigen. Seguido, claro está, “del rosario y la cruz” para colonizar las mentes del ingenuo indígena e imponer nuevos estereotipos de conducta y valores ideológicos del tiempo de la Inquisición y el dominio clerical de la España de los reyes católicos. Las relaciones de producción indígenas fueron sustituidas por las encomiendas, repartimientos o misiones, trocando aquellas relaciones de base comunitarias en relaciones semiserviles o de “enfeudamiento”, esta última catego-ría empleada por el historiador Federico Brito Figueroa.

Al igual, las plantaciones organizadas a mediados del siglo XVII requirieron la incorporación de la mano de obra esclava; y con ello, el comercio negrero y la trata de esclavos se convirtió en un lucrativo negocio que adhirió a las costas venezolanas y, también, a los comerciantes y terratenientes mantuanos –clase originaria de la burguesía nacional– al proceso de acumulación originaria desarrollado en Europa. La región de Venezuela y su incipiente economía funcionaban como apéndice del capitalismo mundial; y como corolario, tal inserción la convierte en “periferia colonial capitalista”8. Los elementos estructurales y clasistas de ese proceso histórico explican los contenidos que van modelando a la nación venezolana durante los trescientos años coloniales. Bolívar da cuenta de ese proceso.

El Libertador había sido muy claro y contundente en los ale-gatos que expuso antes en la Carta de Jamaica en reclamo de los derechos legítimos de los hispanoamericanos:

8 Simón Bolívar, Carta de Jamaica.

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Discurso de Angostura

… somos […] una especie media entre los legítimos propietarios del país (los indígenas) y los usurpadores españoles […] y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país, y mantenernos en él contra la invasión de los invasores [los españoles].

Y nos situaba muy bien en el sistema colonial impuesto por España: “Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad.” Expresaba el papel que nos correspondió en la economía mundial, ya en plena formación con la expansión europea, en lo que se denomina división internacional del trabajo:

Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizás con más fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos para el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores.

Refiere el monopolio irrestricto aplicado por España y el blo-queo económico a que nos exponía sobre el consumo:

… y aun en esta parte coartada con restricciones chocantes; tales como son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estan-co de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias para que no se traten, entiendan, ni negocien.

Y concluye exponiendo que “es destino de los países cultivar el añil, la grana, el café, el cacao, la caña de azúcar y el algodón; las llanuras para trabajar el ganado; el oro para extraerlo y, todo ello, para saciar a esa nación [España] avarienta”.

Sobre esas relaciones de producción que se desarrollan a lo in-terno de la colonia, se pueden describir las estructuras del preca-pitalismo y el monopolio colonial impuesto por España; se perfila –de tal modo– una sociedad nacional donde coexisten relaciones

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productivas semiserviles y esclavistas articuladas al proceso de acumulación capitalista mundial.

A esa formación social en desarrollo, la metrópoli adosa tam-bién un ordenamiento jurídico que modela el Estado metropolita-no español para legitimar su dominación sobre Hispanoamérica. La legislación castellana devino en Derecho Indiano; para ello echó mano de las tesis del Derecho Divino, primero, y luego, el mismo legitimaba de facto la ocupación y el sometimiento de la pobla-ción aborigen. No obstante, el proceso de poblamiento aborigen y la ocupación territorial en Venezuela fue particularmente lento y desestructurado. No logró la metrópoli española compactar las regiones que conformarían la región colonial venezolana, sino a lo largo de un proceso complejo.

En efecto, el proceso histórico de estructuración del marco nacional en Venezuela tiene antecedentes muy particulares, porque el modelo del mercantilismo español (bullonista) vio con mayor interés a las regiones que ofrecían riquezas en oro y plata. La instauración político-administrativa de virreinatos estaba pre-cisamente ligada a la tenencia de esos recursos. De tal modo que la integración político-territorial de Venezuela fue un proceso muy lento en la colonia y se extendió a lo largo de tres siglos. La po-blación fue abandonada casi a su suerte. Laureano Vallenilla Lanz destaca que las provincias fueron:

… dejadas de la mano del gobierno. Las poblaciones dependían casi de los recursos que a duras penas podían arbitrar los Cabildos (…) tal era la indiferencia con que la Metrópoli veía sus dominios en esta parte de América, que durante siglos se desconoció por completo su situación geográfica, la extensión de sus territorios y hasta sus ricas producciones agrícolas9.

9 Laureano Vallenilla Lanz, Disgregación e integración (Ensayo sobre la formación de la nacionalidad venezolana), p. 114. Caracas, Tipografía Universal, 1933.

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Así, predominó una división territorial muy contradictoria, y España, intentó someter desde tan lejana distancia a las autorida-des residenciales o vincularlas a dependencias administrativas tan distantes como la Audiencia de Santo Domingo y otras adscritas al Virreinato de Nueva Granada.

No es sino con los cambios administrativos impuestos por la reformulación borbónica cuando se dan progresos de significa-ción en la integración territorial de Venezuela. La instauración de una entidad político-administrativa que integrara el territorio de la Venezuela colonial solo vino a ocurrir en el último tercio del siglo XVIII; en lo jurídico-político, con la creación de institucio-nes como la Intendencia de Ejercito y Real Hacienda (1776), la Capitanía General de las Provincias Unidas de Venezuela (1777), la Real Audiencia de Caracas (1786), del Real Consulado de Ca-racas (1793); y en lo ideológico-religioso, con el Arzobispado de Caracas (1804). Con estas instituciones se impone el dominio político-jurídico e ideológico-religioso y se reafirma el poder dominante del Estado metropolitano sobre lo que históricamente constituye el territorio de Venezuela. Así, es con la creación de la Capitanía General de Venezuela que se cierra el circuito de la integración territorial en el siglo XVIII. Y ello coincide con lo in-dicado anteriormente, en términos económicos: se da una evolu-ción y tendencia hacia la unificación y desarrollo económico –en términos precapitalistas– de las diferentes provincias y regiones que integran el territorio”10.

Pero hay que concluir, por una parte, que se configuraban con esa institucionalización política borbónica las bases de la integra-ción geopolítica de la nación venezolana en el plano de la moder-nización institucional y adquirían mayor perfeccionamiento el marco espacial y la comunidad nacional venezolana; y con la crea-ción de la Real Audiencia, el Real Consulado y el Arzobispado de Caracas se institucionaliza y legitima, pues, el dominio político del

10 Federico Brito Figueroa, “Laureano y la comprensión histórica de la Venezuela colonial (estudio preliminar)”. En: Laureano Vallenilla Lanz, Obras completas, 1987. pp. 17-18.

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Estado metropolitano español sobre el territorio colonial venezo-lano. Empero, por otra parte, ello supone la implantación de una estructura interna de poder que domina social y políticamente a través del régimen burocrático metropolitano y su funcionariado peninsular. En tanto, en lo económico-social, por el peso de la es-tructura socioeconómica, ejercida por la oligarquía terrateniente, los comerciantes peninsulares y la burguesía comercial-usuraria, que se fue conformando a lo largo de los tres siglos de coloniaje y para comienzos del siglo XIX, esa estructura social de dominación entra en contradicciones y pone en jaque el sistema social implan-tado. Y ello se da en la Venezuela colonial, donde se constata que el proceso de integración para la dominación colonial implantado también significó echar las bases del futuro proceso de formación de la nación Venezuela, cuyas raíces provienen del período preco-lonial y se conforman con sentido nacional en la propia colonia. Ahora bien, ese marco ce conflictos y contradicciones aviva los ímpetus autonomistas y las intentonas anticoloniales eclosionan con mayor frecuencia.

LA SOCIEDAD COLONIAL Y LA CRISIS DEL SISTEMA DE DOMINACIÓN COLONIAL

En la evolución económico-social de la Colonia, los sectores dominantes, donde sobresalen los hacendados y latifundistas provenientes del mantuanaje (blancos criollos), habían impuesto para 1800, en su mejor estilo aristocrático, una formación eco-nómico-social particularmente precapitalista que presentaba los siguientes rasgos: relaciones esclavistas de producción donde pre-dominaban, como fuerza de trabajo, los esclavos negros, quienes laboraban para los hacendados de las plantaciones y eran el sector explotado con mayor intensidad; sus excedentes de producción iban al mercado externo; además, cuentan con los campesinos en condición de mano de obra semiservil, pequeños y medianos productores agrícolas ligados a la producción interna y externa, dependientes de los dueños de latifundios, plantaciones y hatos, controlados por la burguesía comercial para la exportación de

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sus frutos. Su producción estaba vinculada al mercado capitalista mundial en proceso de acumulación. Así se explica por qué de-viene la estructura económica en extrovertida; ello es, fusionada como apéndice del mercado capitalista mundial. En ese modelo emerge una clase de comerciantes ligados a ese mercado de expor-tación de los productos coloniales básicos: cacao, caña de azúcar, café, añil, tabaco. Se convierten en los productos que incrementan el capital y las transacciones de los comerciantes que se erigen en burguesía comercial.

Esa relación permite definir la estructura económica colonial como de contextura heterogénea: con predominancia de relaciones esclavistas y semiserviles en lo interno; generadores del excedente de producción controlado por hacendados y terratenientes. Y buena parte de esa producción, sobre todo la de mayor cotización en el mercado capitalista, es controlada por intereses comerciales capitalistas que se instalan en los puertos y se articulan al comercio mundial. Se trata de una estructura periférica con elementos capi-talistas que coexisten en una nueva combinación estructural con relaciones precapitalistas11.

11 Federico Brito Figueroa, 1973, op. cit., p. 101. Historia económica y so-cial de Venezuela, t. IV, p. 1218, UCV, 1987.

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Cuadro 1. Estructura étnico-social de la población de Venezuela en 1800

Categorías étnicas y sociales Población Porcentaje

(%)Población total (%)

Blancos peninsulares y canarios 12.000 1,3%

20,3%Blancos criollos 172.727 19,0%

Pardos 407.000 45,0%

61,3%Negros libres y manumisos 33.362 4,0%

Negros esclavos 87.800 9,7%

Negros cimarrones 24.000 2,6%

Indios tributarios 75.564 8,4%

18,4%Indios no tributarios 25.590 3,3%

Población indígena marginal 60.000 6,7%

898.043 100,0% 100,0%

Fuente: Federico Brito Figueroa, Historia económica y social de Venezuela, tomo I, 1973, pp. 160-161.

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La estructura económica de la Colonia expresa claramente la sociedad que se genera, donde se agrupan las diferentes clases de la comunidad nacional, según la actividad económica que ocupan. Y se puede apreciar el particular grupo étnico al que pertenece cada clase social, como se expresa en el gráfico de la Estructura Étnico Social de la población de Venezuela para 1800, que presentamos.

La composición era la siguiente: los blancos peninsulares representaban el 1,3 % y eran los que detentaban los cargos de la estructura burocrático-administrativa y de las Milicias designados por el Estado metropolitano español, y entre ellos, una población de medianos y pequeños comerciantes o el funcionariado menor de la Colonia. Los llamados blancos criollos sumaban alrededor de 172.727 habitantes y entre ellos se encontraban los hacendados y dueños de las plantaciones, que dominaban el comercio; de ellos surge la burguesía mercantil. Constituían el patriciado criollo y eran descendientes de los primeros pobladores ya devenidos en nativos y contrastaban sus intereses con los peninsulares por su exclusión del aparato político y los cargos de gobierno o de alta jerarquía eclesiástica. No alcanzaban el 20 % de la población, pero detentaban el control de las fuentes económicas de la Colonia; abogaban por el “libre comercio” para zafarse del monopolio co-mercial impuesto por la metrópoli y la Compañía Guipuzcoana a la cual cedió el control del comercio de exportación e importación en Venezuela desde 1728. Los pardos, en número de 407.000, representaban el sector más numeroso (45%) y se dedicaban a diversas actividades: al comercio y al tráfico comercial interno no legal, agricultura y oficios menores, vinculados a la Monarquía o a los mantuanos, según los intereses que le ofrecieran y de acuer-do con las circunstancias políticas. Estos, agregados a los negros libres y manumisos (4%), a los negros cimarrones en las cumbes y rochelas (2.6%) y con los negros esclavos que montaban casi el 10%, constituían el contingente más numeroso (61,30%) y de mayor complejidad política en la sociedad colonial. La población indígena (18,4%) –tributarios, no tributarios y marginal–, con esas distintas categorías, se esparcía en todo el territorio, unos

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integrados al aparato productivo en calidad de peones y trabaja-dores semiserviles; otros controlados por las misiones religiosas y dispersos en sus comunidades12.

Este cuadro complejo explica las contrariedades que para fines del siglo XVIII comienzan a expresarse en la Colonia y generan permanentes rencillas, rivalidades y pugnas, unas de poca monta otras más intensas, pero progresivamente empiezan a agrietar la estabilidad del orden colonial implantado, y los intereses y disen-timientos antimonárquicos y antimantuanos se manifiestan con mayor frecuencia.

Las rivalidades internas confrontadas por el patriciado criollo contra los diversos sectores sociales –canarios, pardos y otros grupos étnicos– dominaban y agrietaban seriamente la sociedad caraqueña; razones étnico-sociales y otros anacronismos concita-ban intereses adversos y pugnacidades feroces entre los hombres de esta Colonia. El empeño de la aristocracia criolla contra los canarios excluyó, por ejemplo, a la familia de Miranda. El padre del prócer fue execrado como oficial de blancos de la milicia de la ciudad de Caracas, a solicitud de los blancos criollos, quienes des-estimaban a don Sebastián por su carencia de linaje y por ser “un individuo de inferior calidad”, de oficio de mercader y casado con una panadera. Esta impronta de la sociedad colonial venezolana, determinada por “la expresión de conflictos étnicos-sociales gene-rados por la singular estructura global de la sociedad implantada, por derecho de conquista al norte de la América española por el Estado metropolitano español”, hubo de marcar el desencuentro entre nacionales de origen canario y los criollos. De ese conflicto y las rivalidades generadas a lo interno de la sociedad colonial, da cuenta la crisis derivada entre 1810-1812. Una vez declarada la Independencia, y proclamada la Primera República, afloraron los conflictos sociales y de raza que terminaron afectando a Miranda en 1812, al caer el intento republicano producto de las rivalidades enconadas.

12 Ibidem.

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Discurso de Angostura

Las contradicciones sociorraciales y económicas de la sociedad colonial pervivían en las mentes y los corazones de los mantuanos. Ese encono de clase lo expresa nítidamente Laureano Vallenilla Lanz, en estos términos:

… los blancos habían sido siempre amos, los propietarios, los domi-nadores, los privilegiados por las leyes y las costumbres. Ejecutores de la justicia y administradores perpetuos de los bienes del común (…) Esta situación explica con claridad por qué contra esa casta debían desatarse, naturalmente, los odios de las clases populares, contra sus intereses13.

Son esos intereses los que primaron para que Miranda en 1812 fuese condenado por haber firmado la Capitulación ante Domin-go Monteverde. Y era un caso que para Bolívar hubo de tener una significación muy particular en relación con la sociedad venezola-na y las desavenencias de clases y entre los grupos étnicos.

PROYECTO DE ESTADO Y LA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA

A Bolívar, un aristócrata de cuna, pero liberal por convicción, se le hacía insoslayable desde su visión revolucionaria la firme determinación de transformar aquella sociedad precapitalista y construir un Estado nacional adaptado a las condiciones deter-minadas de la América Hispana, y de Venezuela en particular. Su posición liberal era de avanzada y de corte jacobino. Entendía que ante el cuadro social de unas clases dirigentes débiles y espolea-dos por sus ambiciones particulares, con masas convulsionadas y rebeldes de mestizos, negros e indios explotados; pardos que odia-ban a los mantuanos y ambicionaban sus tierras y privilegios de clase, se requería un orden político sólido y una estabilidad social que ofreciera un cambio profundo sobre una sociedad escindida por conflictos étnicos, sociales y políticos.

13 Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático, Caracas, Eduven. C.A, 2000, p. 55.

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Entrando al siglo XIX, como se precisó anteriormente, al cuadro étnico-social que se había creado desde mediados del siglo XVIII (1750) se agregaban las relaciones económicas de Vene-zuela colonial y en interés de la aristocracia criolla y la burguesía mercantil por la libertad de comercio.

La comprensión del momento histórico expresada por esa realidad fue la que le tocó vivir a Bolívar, por lo que –indubita-blemente– llega a la conclusión de la imposibilidad de una “Revo-lución Democrática Popular”, si no se superaban la exclusión y la explotación esclavista que se heredaba de la sociedad colonial. Esa política la emprendió ya en Carúpano. Expresaba desde entonces la clara decisión de legislar con sentido revolucionario en materia social; y en tal sentido, en el año 1816, había concedido la liber-tad a los esclavos, lo que ratificó el 6 de junio del mismo año en la proclama de Ocumare a los habitantes de Caracas. En Angostura lo expresó con mayor decisión libertaria y enérgica: “… pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”.

Por ello, con una visión clarividente y progresista, abogaba por romper las cadenas de la dominación esclavista; y con frecuente indignación por esa rémora social y gran sensibilidad social decla-raba: “la esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.

No desperdició la oportunidad a lo largo de los siete cruentos años que van desde la caída de la Primera República hasta la insta-lación de la Constituyente de Angostura, de trabajar por crear las condiciones para edificar un orden social democrático con justicia y equidad, que aminorara las desigualdades sociales y étnicas. En su pensamiento concebía que la libertad era el estatus legítimo de todo ser humano. Los venezolanos eran todos a partir de ahora ciudadanos. Aspiraba construir una sociedad de iguales: “los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución (…) de una perfecta igualdad política”. Sobre ese principio –en su con-cepto– dependía la estabilidad del sistema político en Venezuela. Ello denota la imperiosa obligación de “hacer efectiva la igualdad política de las razas y trabajar sin descanso para obtener (…) la

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Discurso de Angostura

nivelación de los profundos desequilibrios políticos y económicos que la colonia había dejado como pesada herencia a la República”, reseña el escritor Liévano Aguirre14. Esa era la piedra angular para una profunda revolución en aquella sociedad de esclavócratas y burgueses usurarios.

En el mismo orden, auspiciaba una radical transformación social para conseguir un estable orden político. Y de manera ra-dical y con sentido revolucionario desde 1816, la Revolución de Independencia había mutado de una guerra social, una guerra fratricida, como asienta Laureano Vallenilla Lanz, para devenir en guerra internacional. Y haciendo justicia con el ejército po-pular promulgó “los decretos de Secuestro y Confiscación de los Bienes de los realistas peninsulares o criollos, para ser entregados en propiedades a los oficiales, clases y soldados republicanos; es decir, al pueblo en armas, como constantemente lo pregonaba el Libertador”15. Se trataba de hacer justicia social y generar estabili-dad en los campos venezolanos. Crear una sociedad de agriculto-res y comerciantes pequeños y medianos era propiciar el estable-cimiento de una economía de abastecimiento interno que habría de impulsar las fuerzas productivas y relaciones de producción y de intercambio más cónsonas con la equidad social y la emancipa-ción que en doctrina Bolívar proyectaba.

Así, Bolívar hace de “la Libertad y la Igualdad” los pilares de su fundamento político, lo cual distancia su pensamiento de los liberales burgueses y de la democracia occidental burguesa. Su propósito estribaba en establecer una sociedad democrática. Afirma que “solo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad”. Y en su discurso enfatiza que al separase Venezuela de la metrópoli española “… ha recobrado su indepen-dencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional. Constitu-yéndose en una República democrática”, concluye Bolívar “pros-cribió la monarquía, las distinciones, la nobleza, los privilegios”. En sustitución se reafirman los principios liberales en Venezuela:

14 Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Caracas, Italgráfica, 1988, p. 243.15 Federico Brito Figueroa, 1987, op. cit., pp. 1310-1311.

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“declaración de los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir”. Su posición, como se aprecia, es contraria a la monarquía y a la opresión, lo que lo convierte, de hecho, en un avanzado demócrata.

Era contrario a cualquier forma de despotismo monárquico, porque conocía claramente que a la América Hispana le “habían robado su libertad” y anulado su capacidad política y el ejercicio de autogobierno.

Decía enfáticamente, en todos sus documentos públicos y en su ilustrado y penetrante discurso en Angostura, que la Monar-quía española “canceló los derechos políticos de los americanos, colocándonos en un grado de inferioridad similar al de la servi-dumbre y nos había excluido del ejercicio de la tiranía activa y doméstica” (derecho a ejercer nuestro propio gobierno; a formarse como una clase política).

Contra el despotismo y la monarquía era implacable y no cedía un ápice; demostrando su talante democrático y como político avanzado marchó a pasos de siete leguas ante los liberales de la Europa occidental. Afirmaba: “en el régimen absoluto, el poder autorizado, no admite límites. La voluntad del déspota es la ley suprema ejecutada arbitrariamente por los subalternos que parti-cipan en la opresión organizada en razón de la autoridad…”.

Bolívar justifica la Revolución de Independencia como una lucha por la libertad y la emancipación plena para liquidar los nefastos males que hunden al pueblo en la ignorancia y la des-trucción como consecuencia de su propensión a caer en los vicios políticos. De tal manera fustigaba:

… son los pueblos, más que los gobiernos, los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación los hace insensibles a los cantos del honor y de la prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad.

Su admiración por los sistemas liberales basados en la jus-ticia social y en la libertad del individuo lo consagra y exalta en sus convicciones de profunda raigambre político social: “Que el

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Discurso de Angostura

imperio de las leyes es el más poderoso de los tiranos”. Una plena creencia en la libertad constituye el andamiaje básico de su idea-rio: “Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía”. Y su acendrado espíritu democrático no tiene parangón como ideólogo de un liberalismo social progresista entre el liderato decimonónico americano, poco dado a ir más allá de los clásicos de la Ilustración. Bolívar, al contrario, se inclinó por posiciones de una democracia de avanzada: “… solo la democra-cia (…) es susceptible de una absoluta libertad”.

Los principios republicanos bolivarianos los consagra de manera inconfundible en su proyecto de Angostura, al subrayar, entre ellos: “la base de la soberanía del pueblo, la división de los poderes, el goce de las libertades públicas y civiles, la liquidación de la esclavitud y la abolición de los privilegios aristocráticos”.

Estaba plenamente consciente de que la independencia debía producir una profunda transformación de aquella sociedad atra-sada semiservil y esclavista; era de la idea de que la Independencia debía generar una nueva sociedad, una conciencia pública nacio-nal que desarraigara la explotación y la dominación dentro de la nueva República. La independencia no era para lucrar a un sector social y sostener la exclusión y el dominio clasista; debía evitarse caer en “anarquías demagógicas, o tiranías monócratas”. Abogaba –en ese sentido– por un sistema político donde reinara la justicia, la equidad y la igualdad entre los ciudadanos, como garantes de la libertad y la justicia. Para él la democracia debía realizarse en una república: “Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela”, y agregaba que “necesitamos de la igualdad para refundir (…) en un todo, la especie de los hombres, las opiniones públicas y las costumbres públicas”.

El Libertador conocía de las veleidades y dobleces de la natu-raleza humana y confiaba a la educación la gran tarea de la for-mación de la conciencia pública, pues “los códigos, los sistemas, los estatutos, por sabios que sean, son obras muertas que poco influyen en las sociedades”, y resaltaba con entusiasmo: “¡Hom-bres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las repúblicas!”. Solo así se forjaría una nueva sociedad que dejara

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

atrás los estigmas del origen heterogéneo y se lograría un orden gubernamental que allanara las contradicciones sociales. Y lo mo-delaba expresando:

El sistema de gobierno más perfecto es aquel que proporciona la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.

Su visión política revolucionaria destaca como una avanzada concepción que se puede catalogar de democracia social boliva-riana. Su penetrante intuición política de análisis profundo de la realidad histórica concreta y sus relaciones sociales lo coloca en las tesis del realismo social que, teóricamente y en la praxis, es una aproximación epistemológica a los fundamentos del materialismo histórico.

En su concepción de avanzada social y política, el Libertador se diferencia de la intelectualidad de los prohombres de la edad de la Razón, pues en Inglaterra con la Revolución Gloriosa se de-fenestró del poder a los tories; adviene la oligarquía de los whigs que reordena el poder con la Monarquía y recompone el sistema burgués-aristocrático. En tanto en Francia, la fase girondina de la Revolución se impuso sobre el pueblo cuando toma las banderas del jacobinismo; empero la reacción termidoriana retoma el poder y bloquea el progreso social. En Estados Unidos de Norte-américa, las enseñanzas de John Locke sirven de ariete ideológico para conformar un orden político basado en el libre albedrio y la propiedad individual. Sin embargo, quedó como corolario que se conformaron los Estados-nación modernos, pero el montaje del proyecto burgués bloqueó en sí mismo el propio avance democrá-tico y las conquistas populares.

En Venezuela, como bien destaca Vallenilla Lanz:

… las clases elevadas de la Colonia no solo fueron las que iniciaron la revolución, sino que al mismo tiempo proclamaban los derechos del hombre y pretendieron fundar la República de 1811 sobre las bases de la democracia y del federalismo.

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Discurso de Angostura

Pero el autor destaca cómo:

… los revolucionarios del 19 de abril y los constituyentes de 1811, salidos de la más rancia aristocracia colonial, “criollos indolentes y engreídos”, que gozaban para con el populacho de una consideración tan elevada cual jamás la tuvieron los grandes de España (…) procla-maron, sin embargo, el dogma de la soberanía popular, llamando al ejercicio de los derechos ciudadanos al mismo pueblo por ellos des-preciado. Sobre la dignidad social en que fundaban su poder, sobre la heterogeneidad de razas que daba sustento a sus preocupaciones de casta, pretendieron levantar el edificio de la República democrática16.

Allí estriba el problema esencial que percibió Bolívar del rol que debió desempeñar su clase, los criollos; lo advirtió tempranamente: aquellas contrariedades de las razas generadas por grupos tan di-símiles social y económicamente nos distanciaba por el estado en que España nos privó del ejercicio político. Nos condenó a:

… un estado tan negativo (…) que no encuentro otro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la huma-nidad? (Carta de Jamaica).

Y resalta que estábamos excluidos del ejercicio de la política y la economía “… abstraídos y digámoslo así, ausentes del universo en cuanto a la ciencia del gobierno y administración del Estado” (Carta de Jamaica). Expresaba que la Monarquía española violaba los dere-chos de la humanidad al mantener a Venezuela e Hispanoamérica ausente del ejercicio sobre sus propios asuntos americanos.

El realismo del Libertador se pone de manifiesto, también, en el proyecto de Estado en el cual presenta un tipo de gobierno para estructurar las ramas fundamentales del andamiaje del Estado.

16 Laureano Vallenilla Lanz, op. cit., 2000, p. 55.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Deja muy clara su adhesión al centralismo, a la democracia y a las tendencias liberales republicanas más avanzadas de su época. Y advierte que “las lecciones de la experiencia; y las secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con leyes propias, justas y legítimas, y sobre todo útiles”, e insiste… “sino en ser apro-piado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se insti-tuye”. En tal sentido, Bolívar admiraba el sistema político inglés, en cuanto concierne a su esencia republicana y “no por imitación servil”.

Diferenciaba y proponía el Parlamento británico en cuanto a su sistema bicameral: la de los Comunes de libre elección; o sea, la Cámara de Representantes del Parlamento estadounidense, que sería la representación del pueblo; y un Senado, que optaba porque fuera hereditario. Planteaba que sería elegido por prime-ra vez por el Congreso. Su adhesión a este Senado hereditario lo justifica porque se debía convertir en el centro del equilibrio entre los poderes: no va a depender de la elección del gobierno ni del pueblo; contendría las turbulencias del pueblo. Gozaría de plena independencia y no habría de hipotecarse a parcelas e intereses subalternos. Su misión no era otra que la estabilidad de la nación. Por ello justifica como “la base, el lazo, el alma de nuestra Repúbli-ca”. No era una casta burocrática ni una nobleza la que pretendía, sino una clase de connacionales preparados para la completa tarea de velar por el equilibrio y la buena conducción de la República; e insistía: “no sería una violación de la igualdad política”. Bolívar consideraba que esa tarea nacional de tan alta responsabilidad debía adjudicársele a “los nombres ilustres de sus primeros bien-hechores”, aquella generación de venezolanos (y colombianos) que se habían esforzado y sacrificado por la patria. En relación al Ejecutivo, considera que en las “repúblicas el Ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira contra él con vehemencia”. In-sistió tercamente en el abandono del sistema federal de gobierno, como lo hizo en el Manifiesto de Cartagena (1812), donde con-denó la anarquía y la inestabilidad que generó por sí mismo ese sistema adoptado a imitación del de Estados Unidos y que tanta

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Discurso de Angostura

anarquía propició. Aconsejó el establecimiento de tribunales por jurados, con estabilidad e independencia de los jueces; con códi-gos civiles y criminales apegados a la naturaleza, dominados por “el grito de la justicia y por el genio de la sabiduría”. Consciente del estado de anarquía que se desató en medio de la guerra, además porque se violaban con frecuencia las leyes imperiales y “los ma-gistrados eran inicuos”; y si no existía un “… respeto por la patria, por las leyes, por las instituciones”, devenía en una sociedad hecha “… una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo”. Y exclamaba como necesidad nacional para fundir el pueblo, el gobierno, la legislación y “el espíritu nacional en un todo”: “Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa”.

Bolívar solicita que “elevemos un templo a la justicia” y “dicte-mos un Código de leyes venezolanas”. En ese cometido establece que la educación “debe ser el cuidado primogénito del amor pater-nal del Congreso”. Y fijó como preceptos de doctrina bolivariana: “Moral y luces son los polos de la República. Moral y luces nues-tras primeras necesidades”. Y exhorta a constituir un tribunal que velara por la moral pública, por la educación, por las leyes y por la aplicación de las penas y castigos. Era la solicitud de crear un poder que llamo moral para ocuparse de la educación y la moral pública.

Su conclusión del Discurso es la expresión cabal del sistema de gobierno que aspiraba:

Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opre-sión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el impe-rio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.

El pensamiento político del Libertador, en aquel momento estelar de su carrera política y militar, denotaba una profunda ma-durez intelectual y una visión social progresista. En ese sentido, su concepción –en teoría y en la praxis– era propia del realismo

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

social que se aproximaba a las tesis del Materialismo histórico que surgirá en años posteriores del siglo XIX. Su sabiduría del aconte-cer político social de Venezuela y de la América Hispana, lo llevó a hacer formulaciones avanzadas que dejan atrás la visión euro-céntrica del pensamiento de la Ilustración y la concepción liberal burguesa clásica.

EL ESTADO NACIONAL Y LA REPÚBLICA DE COLOMBIA

El proceso de formación de la nación en Venezuela tiene una continuidad histórica que datan de 14.000 años de herencia de las comunidades aborígenes precoloniales que poblaron inicialmente la geografía de Venezuela. Su legado es la expresión de diversos grados de desarrollo de sus modos de producción y de variadas formas socioculturales que forjaron las estructuras primigenias de las comunidades nacionales que para el siglo XVI fueran inte-gradas a la dominación española. Pero es solo en el último tercio del siglo XVIII, con la creación de la Capitanía General de las Pro-vincias Unidas de Venezuela (1777), cuando en el plano espacial se constituye lo que sería el territorio de Venezuela. Ahora bien, con la creación de otros organismos del poder español, como la Intendencia de Ejército y Real Hacienda (1776), la Real Audien-cia de Caracas (1786), el Real Consulado de Caracas (1793) y el Arzobispado de Caracas (1804), se configura el dominio político-ideológico y burocrático-administrativo del sistema colonial español. Es así como esa modernización borbónica va a permitir la legitimación del dominio político por el Estado metropolitano español; empero, contradictoriamente al dominio colonial, al mismo tiempo creaba e incentivaba en las clases nacionales de blancos criollos, pardos, mestizos, negros libres, el sentido de identidad y de comunidad nacional, cuya raíz estaba en la colonia. Así, en la medida en que el dominio ideológico-cultural y políti-co-económico se moderniza, acentúa y profundiza, igualmente, se echan las bases del futuro proceso de formación de la nación Venezuela.

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Discurso de Angostura

La crisis del orden colonial y el sistema de dominación implan-tado que se desencadena durante el último tercio de siglo XVIII –de distintos signos y con pronunciamientos de las diversas clases sociales– trae aparejado hechos fundamentales en la formación de la nación en Venezuela. Ya alumbrando el siglo XIX, con la invasión de Napoleón a España, en los hechos que se desatan a partir de 1808 se crean condiciones objetivas muy particulares que conducen a la comunidad nacional de Venezuela, representada por los cabildantes de Caracas, en su mayoría blancos mantuanos, a asumirse como representantes del rey en cautiverio, Fernando VII, y crean la Junta Conservadora de los Derechos del Rey; des-conocen la usurpación y el asalto al poder español por parte de Francia; desalojando así del poder político a España al defenestrar a su representante, el capitán general y gobernador Vicente Em-paran; y asumir el control político. Se trataba de aplicar la tesis de la Reversión de la Soberanía, reclamada por Bolívar en su misiva de Kingston y en su Discurso de Angostura, la cual cobra realiza-ción plena. Ese es el curso del movimiento de ruptura del vínculo colonial cuyos acontecimientos conducen y culminan el 19 de abril de 1810. Una coyuntura internacional facilitó el movimien-to que en esencia apuntaba a la Independencia. Un movimiento autonomista que asumió el rescate de la comunidad nacional y deviene orientado a la toma de la dirección política, haciéndose por decisión propia una nación soberana, libre e independiente, posición realizada el 5 de julio de 1811 por el Congreso Nacional en representación de aquella comunidad. El 21 de diciembre del mismo año de la Declaración se da una Constitución y con ello se establece como Estado independiente y autodeterminado.

Así surge Venezuela como una nación independiente que políticamente, a la que se dota de un instrumento jurídico –una Constitución– para realizar la vida de los habitantes de esa nación, cuyo desiderátum era que todos los habitantes gozaran de los mismos deberes y derechos. Pero la realidad concreta implicaba, en primer lugar, que una vez separada de España, esa sociedad dividida en clases y grupos étnicos diferentes y contradictorios, debían asumirse como integrantes de una comunidad donde no

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

todas las clases estaban catalogadas como iguales y la libertad de los esclavos también estaba condicionada por la Constitución. Es decir, esa realidad de una nación escindida socialmente por la herencia colonial determinaba el curso histórico de la misma.

Retomando la definición de nación como una categoría históri-ca que, tal como se cita de Edelberto Torres Rivas:

… es específica, se desarrolla en condiciones particulares para cada caso, no se repite, y con probabilidades de no completarse. La “incompletitud” se refiere más bien a las dificultades del desarrollo capitalista o a las que atañen al funcionamiento de la integración política17.

Esta acotación parece acertada, para la comprensión histórica del problema nacional en Venezuela, toda vez que existía para entonces una formación precapitalista, como se ha expuesto en apartes anteriores. Ello implicaba que esta condición en el plano de las relaciones de producción dominantes y de las clases sociales de la colonia no van a ser otras con el proceso de Independencia, y los nuevos factores expresados en nuevas fracciones de clases y grupos que emergen con la Independencia van a involucrarse e impactar significativamente el nuevo contexto sociopolítico.

En efecto, la especificidad del fenómeno nacional está anclada en la totalidad de la formación económico-social donde se da, con la Independencia, un cambio político, porque la nación asume su autonomía, y a partir de la Declaración de Independencia y la promulgación de la Constitución se conforma un Estado. Lo cual tiene determinaciones particulares en la formación del Estado-nación. Así, en una primera dimensión, ello implica la implanta-ción de un Estado como ente institucional para la organización de la comunidad política nacional: el Estado como institucionalidad jurídico-política. Y en una segunda dimensión, la atinente al rol

17 Edelberto Torres Rivas, “La nación: Problemas teóricos e históricos”, en El Estado y la política en América Latina, 3.ª edición, 1989, Siglo XXI Editores, México, p. 90.

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desempeñado por el sector socialmente dominante (o bloque social dominante, en el control del poder) no como ente estatal, sino ya como factor motorizador o vehiculizante para la reali-zación histórica de la nación; ello en la concreción y desarrollo –valga decir– de la idea nacional, de un proyecto nacional. Ese es el papel de la clase nacional. El movimiento autonomista del 19 de abril y el 5 de julio cumplieron ese papel en la transposición del orden político de la metrópoli a la comunidad que se asumía independiente y soberana en la construcción como nación.

El fenómeno nacional se enmarca también dentro de un entra-mado complejo de clases sociales, en luchas antagónicas y conflic-tos; es decir, “comprende una estructura compleja de relaciones de clases reciprocas-asimétricas, que encuentran, no obstante, un te-rreno común de solidaridad en función de la cual desarrollan una forma particular de identidad”18. La pertinencia de que el fenóme-no nacional comprende una puja de luchas y contradicciones de clases sociales diferentes, confrontadas, sin duda, por relaciones de explotación, expresa la singularidad que hace más compleja la comprensión de ese hecho. Y, como apunta el citado autor, que es “justamente esa base clasista compleja lo que otorga su caracterís-tica específica a la cuestión nacional”19. En nuestro tema, se apre-cia cómo el bloque político de los blancos criollos o mantuanos fueron la expresión de esa identidad nacional que se constituyeron en la clase o el bloque de clases en su rol hegemónico, y afirmaron su función dirigente al proponer al conjunto de las otras clases o a la comunidad nacional un proyecto político de construcción de un Estado nacional propio. Pero en las circunstancias históricas de Venezuela, el proyecto planteado en la Constitución de 1811, en esa fase inicial, se desvanece por los conflictos étnico-sociales y la complejidad de una formación social excluyente, esclavista y explotadora que exacerbaba las contradicciones interclasistas he-redadas de la Colonia.

18 Héctor Díaz-Polanco, La cuestión étnico-nacional, Siglo XXI Editores, México, 1988. p. 26.

19 Idem.

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En el curso histórico del proceso de Independencia, la caída de la Primera República tempranamente en 1812 y el fallido intento de Francisco de Miranda de salvar la República recién instalada, dejó en el vacío el proyecto independentista. Es Simón Bolívar quien asume el reto de llevar adelante la construcción de la nación y el restablecimiento de la República. Es entonces Simón Bolívar quien cumple el rol histórico como vanguardia o “clase nacional”. Y en tal sentido, hace fuertes críticas al modelo federal de Repú-blica instaurada y a la conducción de la misma. En el Manifiesto de Cartagena expresó el 15 de diciembre de 1812 que se pretendió dirigir el país “imaginándose repúblicas aéreas”, y de los dirigentes no “tuvimos más que filósofos por jefes; filantropía por legisla-ción, dialéctica por táctica y sofistas por soldados”. Desde ese mo-mento Bolívar asumió la dirección del proceso de Independencia con plena conciencia de que se trataba de la construcción de una nación, no solo la instalación de un orden político republicano, sino echar las bases para unir a los venezolanos, para una rege-neración que hiciera una sociedad de hombres y mujeres justos, libres e iguales. Si bien Bolívar se asume como representante de su clase, los blancos criollos, el mantuanaje, estaba consciente de la transformación profunda que debía operarse en aquella espoleada sociedad; en esa dirección hubo de dictar medidas para repartir tierras entre los soldados y eliminar las discriminaciones sociales; procuraba crear una sociedad de pequeños y medianos produc-tores libres del campo. La liquidación del latifundio era una tarea inaplazable, pues era una rémora que retardaba los cambios; abolir la esclavitud y liquidar la ignorancia fueron asumidos como política de Estado; en fin, superar las desigualdades heredadas del orden colonial.

Como se explicitó anteriormente, su proyecto de Estado estaba orientado a crear unos poderes institucionales que permitieran centralizar el Estado y garantizar mediante equilibrios institucio-nales la emergencia de una sociedad democrática, estable y justa, donde prevaleciera la igualdad y la libertad: pilares de su ideario político. Fue en Angostura donde concretó su proyecto de Estado nacional.

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Discurso de Angostura

Bolívar hace de la identidad nacional el elemento integra-dor para la vinculación entre las distintas clases sociales que se adhieran e impregnen solidariamente a la nación; tal función la cumple –strictu sensu– la clase que hace de vanguardia del proceso histórico de autodeterminación de la nación. En ese proceso del fenómeno nacional, la clase nacional como clase dirigente propo-ne al resto de las otras clases un proyecto político nacional para construir un Estado propio, para consolidar su autodetermina-ción: realizarse históricamente como nación consolidada y como Estado nacional en un proyecto nacional. Es en esa dimensión donde se desarrolla nacionalmente la clase o la alianza clasista en el poder, pues promueve a un nivel de estadio superior a la nación como fuerza histórica. Se consolida como Estado nacional sobre la base de un proyecto nacional concreto. Bolívar desempeño histórica y clasistamente ese rol en la construcción de la nación en Venezuela, pero hay que hacer la salvedad de que, como líder, asumió un papel vanguardista destacado y se sobrepuso a su clase, pues entendía las limitaciones de su clase y la necesidad de avan-zar socialmente para liquidar las limitaciones y los prejuicios y reservas sociales de su clase. En esta dirección, V. I. Lenin definió con lucidez el proceso histórico de formación de los Estados na-cionales:

… todo movimiento nacional tiende a la formación de Estados nacionales, que son los que mejor responden a las exigencias del capitalismo moderno. Impulsan a ellos los factores económicos más profundos, y para toda Europa Occidental, es más, para todo el mundo civilizado, el Estado nacional es por ello lo típico, lo normal en el periodo capitalista20.

En el caso de Venezuela, la formación del Estado nacional está definido por el proceso de autodeterminación más que por su

20 V. I. Lenin, “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, en El marxismo y la cuestión nacional, 2.a edición, Editorial Avance, Barcelona, España, 1977, p. 214.

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anclaje en una formación social capitalista, pero indudablemente, desde una visión histórica, se entiende que los rasgos nacionales son anteriores a la aparición de la Nación. En todo caso, la incom-pletitud de la formación nacional en Venezuela y en resto de Amé-rica Hispana obedece a las dificultades en el desarrollo capitalista, y su inserción al sistema entraña consecuencias deformantes. No obstante, se comprende que en el decurso histórico la elevación de una comunidad de colonia a nación depende del proceso de auto-determinación. Movimiento desarrollado por algún grupo hege-mónico o dirigente que con sentido histórico nacional promueve –por necesidad económica o por razones políticas– el proyecto de autodeterminación.

… si queremos entender lo que significa la autodeterminación de las naciones, sin jugar a definiciones jurídicas ni “inventar” definiciones abstractas, sino examinando las condiciones histórico-económicas de los movimientos nacionales, llegaremos inevitablemente a la con-clusión siguiente: por autodeterminación se entiende su separación como Estado de las colectividades nacionales extrañas, se entiende la formación del Estado nacional Independiente21.

Esta función como dirigente y como representante de su clase la cumplió cabalmente Bolívar. Fue nuestro Libertador quien edi-ficó la nación y promovió un Estado centralizado.

Ahora bien, donde el Libertador presentó su proyecto nacional de Estado en toda su extensión y profundidad fue en el Discurso de Angostura, como lo presentamos anteriormente, pero plantea la reunión de Nueva Granada y Venezuela en un gran Estado, que se habría de constituir en la República de Colombia, ratificada en el Congreso de Cúcuta en 1821. Este es el otro tema que pretende-mos analizar.

En el proyecto de Estado-nación ideado en Angostura por el Libertador para 1819, cuando aún no había logrado sellar defi-nitivamente en el campo militar la independencia en Venezuela

21 Ibidem, p. 215.

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Discurso de Angostura

y en Nueva Granada, visionaba, en términos estratégicos y hasta geopolíticos, su nueva línea de acción que era formar grandes Estados para nuevas comunidades integradas de nacionalidades con el mismo origen indígena-afro e hispano. Se trataba de una concepción militar y política redimensionada que implicaba crear Estados fuertes y unidos, que permitieran construir unidades territoriales extensas y bien estructuradas. Una vez afirmada la República que habría de unir a Nueva Granada y Venezuela, plan-teaba un objetivo de mayor alcance: procurar la liquidación de las huestes españolas hasta llevar la libertad a los confines del Alto Perú. Toda una estrategia que implicaba un despliegue de tácticas militares y políticas. Esfuerzo centrado en ganar el frente interno con una concientización firme sobre la necesidad inquebrantable de darnos una nación soberana por sobre cualquier diferencia personal subalterna; coordinar el apoyo logístico y desarrollar en el frente externo una campaña de información y convencimiento sobre la inminencia de la Independencia en Venezuela, en Nueva Granada y posteriormente en Guayaquil y Quito.

Adicionalmente, concebía la grande idea continental de una Confederación o Liga de Repúblicas que hiciera frente ante las ame-nazas disolventes propiciadas por Estados Unidos o la unión de países de Europa en lo que se llamó la Santa Alianza. Una visión futurista para el establecimiento de lazos y mecanismos de unión a perpetuidad de las Repúblicas de origen hispanoamericano. Desde 1815 en su memorable Carta de Kingston escribía su con-cepción:

Es una idea grandiosa pretender formar de todo este mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por tanto tener un solo gobierno que confede-rase los diversos Estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, o caracteres desemejantes dividen la América. ¡Qué bello seria que el Istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el Corintio para los griegos!

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

En esa línea de acción de unir las Repúblicas en una Liga de Naciones que fomentara la gobernanza suprema de una sociedad hispanoamericana, expresaba a Hipólito Unanúe:

Nuestras Repúblicas se ligarán de tal modo que no parezca en calidad de naciones sino de hermanas unidas por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que enton-ces obedecían a una sola tiranía y ahora van a abrazar la misma liber-tad con leyes diferentes y aun gobiernos diversos, pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia22.

Pero, en buena medida, pesó mucho la estructura económico-social y la composición étnica de la sociedad colonial que desga-rraba a la propia nación en construcción y estaba profundamente aguijoneada por las apetencias de los diversos sectores económi-cos y políticos-militares que surgían con nuevos ingredientes. Valga decir que esa situación no era extraña a Nueva Granada o Ecuador. En realidad, la integración entonces de los vastos terri-torios que durante la Colonia formaron la Capitanía General de las Provincias de Venezuela y el Virreinato de Santa Fe de Bogotá (Nueva Granada, Guayaquil, Quito), o que constituyeron las hoy Repúblicas de Venezuela, Colombia y Ecuador, no fue sino una consecuencia de la misma guerra nacional de Independencia. La República de Colombia era una visión geoestratégica concebida por Bolívar como una línea político-militar y condicionada por el escenario de la contienda bélica. Planteaba un proyecto de dimensiones geopolíticas, de seguridad estratégica para las na-cientes repúblicas, que puede admitirse como positivo en el plano defensivo y estratégico militar; adecuado, en efecto, para el tiempo de guerra, cuando era imperativo articular los recursos materiales y humanos en una sola jefatura; así, con las fuerzas del ejército

22 Cartas del Libertador. Recopilación de Vicente Lecuna, Caracas, 1929, en Indalecio Liévano Aguirre, Bolivarianismo y monroísmo, Caracas, Random House-Mondadori, S.A, 2007, pp.103-105.

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como piedra angular y la guerra como el objetivo común, se podía mantener de manera precaria la unidad política entre aquellas re-giones tan diferentes. Solo el liderazgo y el prestigio del Libertador pudieron mantener la frágil unión de la República de Colombia. No existieron bases de integración ni elementos de identidad que ligara aquel proyecto o idea de una gran República, presente solo en la mente de Bolívar. Era una idea superior de una gran nación unida por lazos de solidaridad e identidad común. Era la gran visión de Bolívar; de un estratega.

De la Gran Colombia si puede decirse, en cierto modo, que fue una creación del Libertador Simón Bolívar.

Pero aquel Estado-militar constituido por las necesidades de la guerra, ¿llegó a ser jamás una verdadera nacionalidad?

Todo el poder deslumbrador y absorbente del caudillo, todas las glorias conquistadas por los ejércitos de (Gran Colombia) Gran República fuera de su territorio, fueron ineficaces para estrechar con los lazos de la unidad nacional a pueblos profundamente separados por la tradición y por la naturaleza. La nación colombiana no fue verdad un solo instante; los constituyentes del Rosario de Cúcuta no obtuvieron otro resultado sino el de ahondar la división y ahondar la división y fomentar las rivalidades que de antemano existían entre los pueblos que habían pretendido unificar23.

23 Laureano Vallenilla Lanz, 1933, op. cit., p. 100 (destacado nuestro). El autor resalta, con profunda visión histórica, cómo para la compren-sión histórica del problema hay que analizarlo deslastrándose de “sen-timentalismos Gran Colombianos”, el cual es mantenido por cierta his-toriografía que juzga la disolución de la República de Colombia como “obra del maquiavelismo de Santander, o el “odio de Miguel Peña”, o a la “deslealtad de Páez”. Esta concepción esquemática y simplista no hace sino prescindir de los hechos históricos ajustados a la realidad concreta que la generan. No se puede pretender adjudicarle a un indi-viduo la fuerza que mueve los acontecimientos históricos hasta llegar a determinarlos.

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Todos los esfuerzos militares y políticos emprendidos por Bolí-var resultaron infructuosos para organizar una unidad en pueblos cuyas tradiciones, cultura e idiosincrasia diferentes los separaba profundamente.

Pero además de las razones específicas y singulares de las dis-tintas nacionalidades que se pretendían integrar en aquella preca-ria unidad política, las contradicciones de mayor peso estaban en las aspiraciones igualitarias y libertarias de los pueblos oprimidos por relaciones de producción que mantenían intactas las estruc-turas económico-sociales de la Colonia. Y ello era válido para Venezuela, Ecuador o Colombia. A pesar de que eran sus clases dominantes las que instigaban con mayor fuerza la disolución de aquel “monstruo político”, como lo ironizaba el propio general José Antonio Páez. Pero el ingrediente mayor en aquel cuadro nacional era la composición del bloque de clases dominantes, que en las tres regiones se había conformado con un nuevo compo-nente social nacido al calor de la guerra: la emergente clase militar galardonada por sus triunfos militares, que aspiraba a posiciones políticas y proventos económicos, confrontándose de hecho con la rancia aristocracia terrateniente esclavista y la recién llegada bur-guesía comercial, con sus cada vez más intensas pugnacidades por el control político de la naciente República. Las diferencias y con-frontaciones entre ellos no se hicieron esperar; así, los antagonis-mos más críticos ya generaban frecuentes roces entre la jerarquía militar de venezolanos y neogranadinos, y, más concretamente, entre los partidarios de Bolívar y los venezolanos separatistas; entre los santanderistas y los fieles al Libertador. Por ello, con razón el general Carlos Soublette decía en 1827: “el nombre de colombiano entre nosotros es la cosa más destituida de significa-ción, porque nos hemos quedado tan venezolanos, granadinos y quiteños como lo éramos antes y quizás con mayores enconos”24.

Las profundas rencillas y pugnas cotidianas entre los dirigentes de la alta jerarquía en el gobierno de la República de Colombia

24 José Antonio Páez, Autobiografía, tomo I, p. 154, Editorial Piñango, Caracas, 1987.

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–Santander y Páez– denotan las dificultades para cualquier pro-pósito superior de identidad entre las regiones y los pueblos de aquella hipotética unión. El antagonismo de las clases dominantes venezolanas contra el poder bogotano y sus dirigentes –con su reciprocidad y asimetría hacia Venezuela por los neogranadinos y su dirigencia– se había filtrado a los gobiernos locales y departa-mentos en que había sido fracturada la región de Venezuela. Con protestas de las municipalidades de Valencia y Apure que corren a lo largo de junio de 1826 y se convierten en disentimientos contra la estructura organizativa de la República de Colombia y la Cons-titución de la Villa del Rosario de Cúcuta de 1821. De ello derivó una fuerte corriente antibolivariana y anticolombiana atizada por los máximos dirigentes –Páez, Santander y Juan José Flores– en cada departamento de la gran República de Colombia que desin-tegró el proyecto de Estado de Simón Bolívar.

En suma, la desintegración del proyecto de unidad colombiana de Bolívar significó, en sentido político, la instauración en el poder de un bloque de clases socialmente dominante que se adueña de la dirección del Estado venezolano. Se reinstalan en el poder los hacendados –propietarios de tierras y esclavos–, los comerciantes, especuladores y prestamistas (burguesía comercial-usuraria); y conjuntamente con los militares enriquecidos en virtud de la Ley de Haberes Militares, los nuevos terratenientes venidos del campo realista y otros conversos de diversos signos, se configuraba un acuerdo o “pacto político” que legitimara sus intereses de clase en lo político y económico-social; es decir, se arrogaban el derecho a gobernar conforme a la formación social de las últimas décadas de la Colonia. Se dan en ese contexto dos subprocesos con un tronco común: la explotación, que delinea el carácter y el contenido de la transición histórica de la ruptura con la República de Colombia al montaje o implantación de un Estado oligárquico. El primero lo explica el entendimiento de las clases dominantes para asegurarse el restablecimiento de la estructura de poder interna, esto es: como clases usufructuarias del poder, atenúan o disminuyen la contradic-ción básica mediante la distribución de sus “cuotas de poder” en el cuadro socioeconómico y político de una República oligárquica.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Y segundo, establecen los mecanismos de control social y político para excluir a las clases dominadas de participación democrática en su derecho al ascenso social y político; de ese modo perpetúan la es-clavitud y las relaciones precapitalistas. Esta marginación impuesta a los sectores populares –carne, sangre y pasión de la guerra nacio-nal de Independencia– es legitimada en la Constitución de 1830 y prolonga en el poder a la oligarquía.

En conclusión, con la separación de la República de Colombia, Venezuela, por ejercicio de soberanía, se restablece en nación porque se autonomiza en su unidad político-territorial y se rees-tructura en el plano estatal al conformar un Estado independiente; pero las clases dominantes configuran un Estado oligárquico que impone las condiciones precapitalistas de explotación de las últimas décadas de la Colonia. Se comprende en el curso histórico venezo-lano cómo esa República oligárquica y su bloque social dominante suplantan su papel histórico como “clase-nacional” por el de clase opresora explotadora; desdeña el objetivo histórico y la función estratégica de asumir el progreso y el desarrollo de la nación, pero se atasca en el precapitalismo. No emergió, en consecuencia, una bur-guesía nacional de su seno que proyectara una sociedad democráti-ca. Pero en el decurso histórico, por el rumbo asumido, ese bloque social que toma la dirección quedó atrapado en su rol de clase explotadora y bloqueó su rol de clase nacional y progresista. Aban-donó la realización histórica de la nación, pues no se produjo el desarrollo de la nación en su consolidación histórica como Estado nacional, por la carencia de un proyecto nacional que profundizara los niveles de soberanía del Estado-nación, lo que significaba un enfrentamiento a las formas de dominación del capitalismo liberal inglés de entonces: el desarrollo o montaje de una economía interna protegida para el abastecimiento interno que garantizara la vida de la comunidad, basada en el proteccionismo y defensa del mercado interno. En el proceso político iniciado a partir de 1830, abandonó el camino histórico trazado por el Libertador de una sociedad de-mocrática fundada en la libertad y la igualdad, puntos cardinales del código político bolivariano, y se bloqueó a sí misma como clase nacional y a la nación en su desarrollo.

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Discurso de Angostura

La siembra y el camino para un Estado nacional dentro del ideario bolivariano están por construirse. El Discurso de Angos-tura del Libertador es la idea política más acabada de Bolívar y encarna las bases de nuestra nacionalidad.

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LA ARQUITECTURA EMOCIONAL DEL DISCURSO DE ANGOSTURA:

UNA APROXIMACIÓN DESDE EL ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO

María Elena del Valle Mejías

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INTRODUCCIÓN

El discurso político venezolano se caracteriza actualmente por una preocupante fragilidad. Las palabras parecen haberse vacia-do del significado y la formalidad, consistencia y contundencia que en otros tiempos lo caracterizó; hoy es tan solo un recuerdo. Ordinarieces, vulgaridad, violaciones flagrantes al protocolo más elemental parece ser la práctica legitimada por audiencias poco críticas. En este especial contexto leer a Simón Bolívar es un au-téntico deleite. No solo por la perfecta estructura que caracteriza sus escritos, sino por la densidad de todos sus argumentos. Para aproximarnos a esta joya seguiremos la siguiente ruta:

- Análisis crítico del Discurso: ¿para qué?- Discurso de Angostura- Construcción- Ideas fundamentales- Contexto de su construcción- Teoría de las emociones- Herramientas retóricas- Conclusiones

ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO: ¿PARA QUÉ?

A la pregunta ¿Por qué o para qué hacer análisis del Discurso?, Pedro Santander responde1: Analizar discursos es una tendencia que como indicábamos en la introducción ha logrado importante aceptación en las Ciencias Humanas y Sociales. En lingüística se trata de un movimiento que en su origen establece relación con la necesidad de estudiar el lenguaje en uso, es decir, emisiones realmente emitidas por lo hablantes, superando interesado en el sistema formal del lenguaje (llamado lengua), antes que en su uso real (el habla). A ello se suma la valoración de lo que Verón (1998) y otros autores de la llamada segunda semiología denominan

1 Pedro Santander. Por qué y cómo hacer análisis de discurso, Cinta de Moebio. 2011. 41: 207-224 www.moebio.uchile.cl/41/santander.html

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Discurso de Angostura

la materialidad de los signos, o sea, los efectos sobre la realidad social que tienen los discursos (constituidos por signos de dife-rente naturaleza, no solo lingüísticos).

El uso del lenguaje en Simón Bolívar responde a las caracte-rísticas de los discursos de su tiempo. Su formación, sus lecturas, sus maestros pueden leerse como una marca de agua. De una ex-tensión importante, cada discurso de Simón Bolívar, como los de sus coetáneos, es concebido como una oportunidad para influir a través de la lengua en las audiencias que son objeto del mismo.

En relación con los principios que operan el ACD, Fairclough y Wodak2 señalan que:

1. El ACD trata de problemas sociales. 2. Las relaciones de poder son discursivas. 3. El discurso constituye la sociedad y la cultura.4. El discurso hace un trabajo ideológico. 5. El discurso es histórico.6. El enlace entre el texto y la sociedad es mediato.El ACD trata de problemas sociales; los discursos se constru-

yen desde una problemática y para una problemática. Aluden siempre a realidades sociales que los llenan y vacían de diferentes significados. El Discurso de Angostura no es la excepción. Como se explicará en líneas siguientes, la mencionada construcción aborda casi todas las situaciones y nodos temáticos emergentes en la reali-dad del momento; ninguno de ellos queda por fuera.

Todo discurso se construye desde específicas y delimitadas relaciones de poder. No todos podemos decir todo, no todos pode-mos hablar en específicos escenarios. Solo hablan los que pueden y hablan dónde pueden. La noción de poder involucra sobre todo el concepto de control sobre dos instancias: los actos de las personas y la mente de las personas; es decir, hablar de poder es hablar de

2 Norman Fairclough, Critical Discourse Analysis: The Critical Study of Language, Harlow: Longman. 1995. Ruth Wodak, Critical discourse analysis, en T.A. van Dijk (ed.), Discourse Studies. A multidisciplinary introduction. Vol. 2, Discourse as social interaction, Londres: Sage, 1997, 258-284.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

control. El control remite a la limitación de la libertad de acción de otros3. El discurso es poder y la persuasión es el mayor controla-dor de actos lingüísticos en la modernidad. Como estudiosa de la comunicación, como analista del discurso, observo que el control mental se da generalmente, a través del discurso, es decir, el con-trol mental es discursivo.

De lo anterior se desprende que existen élites, y estas tienen acceso activo controlado a muchos elementos del evento de la comunicación. Establecen las limitaciones de los tópicos determi-nando quién debe hablar, sobre qué y en qué momento. Los otros, los grupos dominados tienen acceso activo solamente a conver-saciones privadas, acceso pasivo a los medios de comunicación y un acceso parcialmente controlado a los diálogos institucionales4. El Discurso de Angostura fue proclamado en la provincia de Gua-yana, con motivo de la instalación del segundo Congreso Consti-tuyente de la República de Venezuela en San Tomé de Angostura (hoy Ciudad Bolívar) y fue dirigido a los congresistas del país.

Sería un poco temerario asumir que el nivel intelectual de quienes reciben el Discurso de Bolívar era el suyo propio, o asumir que el común de la gente, esa masa popular en su mayoría analfa-beta y marginada de todos los acontecimientos que aludieran a la vida política, tuviera la capacidad de comprender su contenido o siquiera escucharlo. De esta forma, asumir que el Discurso es evi-dencia de una condición de la audiencia estandarizada, no sería ajustado a la realidad.

Ahora bien, ¿a quién le habla Bolívar? Es ahora cuando la ideo-logía entra en la ecuación. Los discursos son, desde antiguo, una de las herramientas más eficaces para influir en las masas. Las fi-guras retóricas, el manejo de las emociones, la argumentación uti-lizada forman parte de las artes que desde la Antigüedad se hacía aprender a los jóvenes destinados a grandes destinos. Todas ellas

3 Teun Van Dijk. Discurso, poder y cognición social. Cuadernos. N.º 2, Año 2. Octubre de 1994. Maestría en Lingüística. Escuela de Ciencias del Lenguaje y Literatura.

4 Ibidem, p. 12.

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Discurso de Angostura

pueden usarse para dirigir u orientar el pensamiento de quien escucha, persuadiendo, buscando de manera declarada o implícita orientar las opiniones de la audiencia.

El Discurso es histórico. Este, que ocupa nuestro análisis, lo es en grado máximo. Aborda problemas, atiende a causas, procesos y personajes, y en función de llegar a los receptores adecuados estructura una estrategia clara y contundente.

Por último, haciendo alusión a los principios mencionados, el enlace entre el texto y la sociedad es mediato. En el contexto actual esta sentencia es fundamental. No son pocas las prácticas que intentan extraer con pinzas las afirmaciones de Simón Bolívar, pretendiendo usarlas en la actualidad como si fueran piezas inter-cambiables de un rompecabezas. Cada afirmación responde a un entramado contextual que es el que le da sentido y es temerario e irresponsable pretender que sean “sentencias genéricas reutiliza-bles” a discreción.

EL DISCURSO DE ANGOSTURA

El Discurso de Angostura está organizado en cinco partes: • Introducción: en la que plantea la devolución del poder al

pueblo. • Segunda parte: en la que describe prolijamente el compli-

cado tiempo histórico que le ha tocado vivir.• Tercera parte: en la que esboza el diseño de la Constitución

que propone rija los destinos de la naciente República.• Cuarta parte: en la que aborda la esclavitud y su posición

al respecto, el reparto de las tierras y la institución de la Orden de los Libertadores.

• Quinta parte: en la que expone su parecer en relación con la deuda nacional y su proyección emocionada de la Gran Colombia.

Puede afirmarse sin rubor que el Discurso de Angostura, siendo extenso si lo miramos desde una perspectiva más actual en la que las construcciones apuestan por la brevedad, es un ensayo

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

perfecto cuya estructura responde a la concepción tradicional de los discursos políticos y académicos de la época.

El Discurso se introduce desde una muy determinante pri-mera persona, lo que luego se constituirá en una declaración de principios. Llama poderosamente la atención el uso de la primera persona; expliquemos un poco por qué. Sobre este particular, María Jesús Fernández García5 afirma que la enunciación supone un acto individual; la implicación del locutor en su propio discur-so, de una forma u otra, es inevitable; sin embargo las marcas de esa presencia pueden ser más o menos abundantes dependiendo de las intenciones discursivas. En el caso del Discurso que nos ocupa, la primera persona es predominante, pero acerca de este punto ahondaremos en líneas siguientes.

Compuesto por 10.303 palabras en su cuerpo, las emociones representadas en etiquetas lingüísticas concretas resumen su pre-sencia como sigue:

5 María Jesús Fernández García. Enunciación y discurso político. Anuario de estudios filológicos, vol. 16, 1993, pp. 91-104.

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Discurso de Angostura

IDEAS FUNDAMENTALES

PLANTEA LA IDEA DE UN GOBIERNO REPUBLICANO

En el Discurso, Bolívar renuncia al mando supremo, propone un gobierno republicano, en el que se reconozca la soberanía del pueblo; que haya libertad civil y libertad de los esclavos; que además de los poderes Ejecutivo y Judicial, haya también un Poder Moral que sea la base de la moralidad y la educación. En relación con la necesidad de un Poder Moral, muchos estudiosos lo ven como un ascendiente de la obra de Rousseau y del Emilio, específicamente. Mirémoslo:

Los 42 artículos que conforman el proyecto del Poder Moral desarrollan minuciosamente una de las ideas más caras a la pe-dagogía política jacobina, tomada a su vez del capítulo 7 del libro IV de El contrato social, a saber, la institución de una instancia de control de la moralidad pública, que actúe en nombre del sobera-no y garantice la pureza, la transparencia, de las prácticas sociales. La imposición de esta moral, formal puesto que viene definida por el poder político y se expresa en el hierático lenguaje de la ley, está justificada por razones de Estado. Es la virtud sancionada por la coerción. “Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y, por consiguiente, felices”6.

En relación con el republicanismo de Simón Bolívar, Miguel Malagón Pinzón7 asevera que: Nosotros tenemos otros argumen-tos que nos llevan a plantear que la ideología de Simón Bolívar perteneció al pensamiento republicano, y no a las ideas liberales. Republicanismo que se origina en Roma, que será exaltado por Maquiavelo y que tendrá en Rousseau y en Robespierre a algunos

6 Hernando Valencia Villa, La Constitución de la quimera: Rousseau y la república jacobina en el pensamiento constitucional de Bolívar (pp. 41-60). Bogotá: La Caja de Herramientas, 1982, p. 78.

7 Miguel Malagón Pinzón. El pensamiento republicano de bolívar en el proyecto constitucional de Angostura de 1819 y en la Constitución bo-liviana de 1826. Revista de Derecho, Universidad del Norte, 2007, 27: 98-133.

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de sus más grandes representantes. Es por esto que estos últimos pensadores serán solo algunos de los exponentes de esta ideolo-gía y no unos filósofos liberales, como erradamente han pensado otros analistas.

Bolívar es determinante en la necesidad del gobierno republica-no, y para su justificación echa mano de la historia. Atenas, Grecia, China, Esparta, Venecia, Roma, Francia e Inglaterra apuntalan su Discurso y sirven de evidencia empírica para su argumentación. Como ejemplo, la siguiente alusión:

Atenas nos da el ejemplo más brillante de una Democracia Absoluta, y al instante, la misma Atenas, nos ofrece el ejemplo más melan-cólico de la extrema debilidad de esta especie de Gobierno. El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su República diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la Democracia absoluta, para regir ninguna especie de sociedad, ni aun la más culta, morigera y limitada, porque sólo brilla con relámpagos de Libertad. Reconozcamos, pues, que Solón ha desengañado al mundo; y le ha enseñado, cuán difícil es dirigir por simples leyes a los hombres8.

Con respecto a esta idea afirma Malagón Pinzón9 que basándo-se entonces en estos dos modelos republicanos, Bolívar propuso el establecimiento de un Senado hereditario, que vendría a consti-tuirse en un cuerpo que oficiaría de árbitro en los enfrentamientos políticos entre el gobierno y el pueblo. Este cuerpo sería el aliado del primero, evitando las invasiones del pueblo contra la jurisdic-ción y sus magistrados. Y con respecto al segundo, se constituiría en un fiel seguidor de sus intereses y de sus sentimientos. Insti-tuido como poder neutral, la elección de sus miembros no podía quedar en manos de ninguno de estos dos poderes políticos.

8 Simón Bolívar. Escritos políticos (pp. 61-62). 1989, Bogotá (s/e).9 Miguel Malagón Pinzón. El pensamiento republicano de Bolívar en

el proyecto constitucional de Angostura de 1819 y en la Constitución boliviana de 1826. Revista de Derecho, Universidad del Norte, 2007 27: 98-133.

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Discurso de Angostura

LA AUTORIDAD Y SUS IMPLICACIONES

Piar gana la Batalla de San Félix, se sitia Angostura y los patrio-tas salen victoriosos. Bolívar lo ve como una oportunidad única de reunir fuerzas y desde una sabiduría añeja renuncia al mando supremo; propone un gobierno republicano, en el que se reconoz-ca la soberanía del pueblo, que haya libertad civil y libertad para los esclavos; que además de los poderes Ejecutivo y Judicial, haya también un Poder Moral que sea la base de la moralidad y la edu-cación. Sostiene Bolívar que “moral y luces son nuestras primeras necesidades”.

Afirma la necesidad de la oxigenación de las figuras de autori-dad, señala que la idea de que se gobierne por demasiado tiempo puede anquilosar la capacidad de respuesta y el espíritu crítico de las masas, así como también hacer sentir demasiado cómodo a quien gobierna en posiciones determinantes. Su apuesta es por una sólida moral, innata o adquirida. Una moral que oriente de manera clara la conducta de los ciudadanos.

La moral es un conjunto de normas que se respetan, general-mente en forma espontánea, como buenas costumbres; su aplica-ción no suele suscitar ninguna reflexión teórica crítica susceptible de cuestionarla en su fundamento10. Esta –la moral– deriva en la capacidad de hacer juicios morales para distinguir claramente entre lo reprochable y lo que no lo es. Y las luces, asumidas en este contexto como el quiebre de lanza del Libertador por la necesidad de la educación, como práctica y espacio para la formación de estos nuevos republicanos.

LA FELICIDAD

Es interesante la presencia de los argumentos emocionales en el Discurso de Angostura. La palabra felicidad aparece en once oca-siones representada como un bien y un derecho al que todos, sin

10 Adela Cortina. Ética sin moral. 3.a edición. Madrid, Tecnos, 1990, pp. 29-30.

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distinción, debemos tener acceso. El sistema político –y su efec-tividad– será determinado, desde esta construcción, como aquel que pueda garantizar la mayor suma de felicidad posible para quienes decidan abrazarlo.

Esta felicidad está abisagrada con la igualdad, una a la que se accede por derecho y de la que debe disfrutarse sin más limitacio-nes que aquellas derivadas del derecho ajeno. Su postura ante la esclavitud está alineada con este concepto. En el Discurso plantea la libertad de partos o vientres, por lo cual todo hijo de esclava, a partir de aquel año, nacía libre.

El Discurso de Angostura, pronunciado el 15 de febrero de 1819 ante el Congreso recién instalado en la ciudad homónima venezolana, es la pieza oratoria más importante del principal conductor de la emancipación suramericana respecto del dominio colonial español. De esa asamblea habría de derivarse la creación de la Gran Colombia. En él, el Libertador se pronuncia a favor de la democracia, mantiene su preferencia por el centralismo y se inclina por un poder ejecutivo al estilo británico en el territorio nacional.

CONTEXTO DE SU CONSTRUCCIÓN

El contexto del Discurso son las guerras de Independencia de Venezuela y de la Nueva Granada. Carlos Pereira11 lo descri-be como sigue: En ese momento el actual territorio del Ecuador estaba totalmente bajo el dominio español, y Nueva Granada tenía una representación puramente nominal en el Congreso. Sin em-bargo en lo que tiene que ver con Venezuela y Nueva Granada, la unión ya era un hecho cumplido, por la forma en que la lucha por la independencia se había librado, con ejércitos compuestos in-discriminadamente por venezolanos y neogranadinos yendo y vi-niendo a través de los límites de los dos países y con la aceptación

11 Carlos Pereira. Historia de América española. Tomo VI. Madrid, 1925, p. 245 y ss.

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Discurso de Angostura

por parte de ambos del comando supremo del Libertador venezo-lano Simón Bolívar […].

El primero de octubre del año anterior el Libertador Simón Bolívar, jefe supremo de la República, se dirige desde Angostura a los miembros del Consejo de Estado proponiéndoles convocar al Congreso de la República de Venezuela. Consideraba Bolívar que de esta forma se restauraría la institucionalidad republicana, aunque el país, decía, no gozaba todavía de la necesaria tranquili-dad para deliberar con inteligencia y acierto. Guerreros y ciudada-nos pacíficos, afirmó, todos debemos ocuparnos de la salud de la patria.

El 19 del mismo mes el capitán general de Venezuela, Salvador Moxó, desde Caracas, ordena a los tenientes de gobernador de las provincias suscribirse a la Gaceta de Caracas, a fin de que los habitantes de las mismas sepan y entiendan las noticias públicas, conozcan el verdadero estado de sus intereses, y no puedan ser fascinados por los papeles que hacen correr los revolucionarios.

Es el 20 de noviembre del año 1818 cuando Simón Bolívar, jefe supremo de la República de Venezuela, lanza en Angostura su Declaración de Angostura en la que afirma que Venezuela es, por derecho divino, un Estado independiente, libre y soberano.

De este tema opina Aníbal Romero12 señalando que conviene recordar las circunstancias en que Bolívar escribió y luego pro-nunció su Discurso, el 15 de febrero de 1819. Faltaban todavía –puntualiza– más de cinco años para que tuviese lugar la batalla de Carabobo, y no habían acontecido aún el paso de los Andes y la batalla de Boyacá. Las regiones más significativas de Venezuela en los planos político y económico, así como las más pobladas, se-guían bajo dominio español, y Morillo tenía razones para sentirse confiado acerca de la estabilidad de su control. Para ese momento, Bolívar era un general que acumulaba en su haber derrotas im-portantes. Había sido testigo del fin de dos Repúblicas, la primera en 1812 con la capitulación patriota, y la segunda en 1814, arras-

12 Aníbal Romero. “La Venezuela que quería Bolívar”. En: Revista Zeta. 2004 (4-8).

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trada por el huracán de la guerra social encabezada por Boves. La ayuda haitiana y las expediciones de los Cayos, entre 1815 y 1816, lo habían conducido a establecer su presencia de nuevo en Venezuela, y una mezcla de circunstancias y de talento estratégico lo llevaron a mover el centro de gravedad geográfico de la acción patriota hacia la zona de Guayana en 1817.

Todo esto y la necesidad de dar forma concreta al modelo de naciente nación sirven de contexto para que en febrero del año siguiente, en la misma ciudad, proclame el Discurso que ocupa nuestro estudio.

TEORÍA DE LAS EMOCIONES

El vínculo entre el Discurso y las emociones es de longevo origen. En este sentido, y en relación con el concepto –teoría de las emociones– afirma Nicolás Bermúdez13 que la teoría de las emociones registra una existencia de larga data en el interior de la filosofía, al punto que los desarrollos que el tópico encontró en diferentes disciplinas resultan impensables sin la remisión a los estudios de Aristóteles, Santo Tomás, Descartes, Leibniz, Hume, Spinoza y otros. Del Arte de la Retórica de Aristóteles, señala: agrupa las pruebas obtenidas por medio del discurso en tres tipos, cada uno correspondiente a distintos polos (locutor/ethos, alocutario/pathos, discurso/logos) de la actividad pragmática: “… las primeras están en el carácter moral del orador; las segundas en disponer de alguna manera al oyente, y las últimas se refieren al discurso mismo, a saber, que demuestre, o parezca que demues-tra” (L1, 1356 a). Es decir, el orador debe reflexionar sobre las emociones capaces de afectar al auditorio que tiene enfrente.

Como se infiere, las emociones como elemento subjetivo se im-brican con el discurso sea la naturaleza de este –la que correspon-da– tan antigua como el desarrollo de la retórica como práctica.

13 Nicolás Bermúdez. “Las emociones en el discurso”. Acta Poética 35. Enero-junio 2014 (11-43).

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Discurso de Angostura

Christian Plantin establece un concepto importante para comprender la teoría de las emociones14: La pasión: “la pasión es una categoría explicativa [dice], se reconstruye y presupone necesariamente a partir de sus manifestaciones. La pasión en el discurso es solo posible cuando esta construcción y reconstruc-ción se basa en emociones compartidas”. Pilar Medina afirma que entre los individuos pertenecientes a un mismo (o similar) marco cultural, el implícito de compartir dicho marco facilita la posibili-dad de cierta semejanza en un conjunto de referentes emocionales compartidos, que se traduce, a un nivel inmediato, en un similar vocabulario emocional. También la cultura proporciona las bases para un vocabulario emocional, es decir, el conjunto de vocablos que traducen en palabras el conjunto de emociones, sentimientos y pasiones que aquella cultura considera relevantes y necesarios para la elaboración del sentir en aquella sociedad. Disponer de palabras que traducen mi emoción y captar la comprensión de mi sentir en la mirada del otro viene facilitado si uno y otro compar-timos unos mínimos referentes emocionales15.

Ahora, ¿cuáles son los referentes emocionales compartidos a los que alude Simón Bolívar? ¿Cuál es el vocabulario emocional utilizado? ¿Quiénes eran la audiencia de Bolívar? ¿Compartían estos referentes?

Para escuchar su Discurso se reunieron 26 representantes de los 30 electos, quienes representaban las provincias de Caracas, Cumaná, Trujillo, Margarita, Barinas, Barcelona y Guayana, por el Estado de Venezuela (actual República Bolivariana de Venezuela), y la provincia del Casanare por las Provincias Unidas de la Nueva Granada llamado Estado de la Nueva Granada (actual República de Colombia). Francisco José Zea, Diego Bautista Urbaneja, Luís Tomás Peraza, Rafael Urdaneta, Santiago Mariño figuran entre los

14 Christian Plantin. Les bonnes raisons des émotions. Principes et méthode pour l’étude du discoursmotionné, Berna, Peter Lang, 2011.

15 Pilar Medina. Las emociones como barreras y como accesos a la diversi-dad cultural. Congreso: Comunicación y Diversidad Cultural. 2004.

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nombres de los representantes de las provincias que sirvieron de público al Discurso.

Todos ellos personajes destacados del momento y de las cir-cunstancias que después se desencadenarían; sin embargo, el marco cultural en el que cada uno de ellos se forma y vive no es el mismo. La emoción en el Discurso es una herramienta discursiva efectiva si el marco de emociones es compartido; si no lo es, no pasa de ser una hermosa construcción que no cumple con su pro-pósito. Lo mismo ocurrirá con los conceptos complejos, a los que también se hace alusión en el Discurso.

Siendo receptores de un discurso –cualquiera que este sea–, en primer lugar, queremos entender; luego, podemos comprender y, en ocasiones, somos capaces de compartir. Pero entender sin comprender y comprender sin compartir puede ser uno de los obstáculos más fuertes en el logro de los propósitos de un discur-so. El compartir el marco de las emociones y su significado es de importancia capital para el logro de los propósitos de quien diseña un discurso. Difícil, utópico, ciertamente, pero estar conscientes de esta complejidad hará de la selección de nuestras construccio-nes argumentativas un proceso más efectivo.

Pilar Medina ilustra de manera muy efectiva el papel de las emociones compartidas y el marco que ellas proporcionan al manejo de las mismas en un discurso:

Hace poco recibimos una de estas historias que circulan por el cibe-respacio. Dice así: “Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de un pariente, cuando ve a un chino poniendo un plato con arroz en la tumba vecina. El hombre se dirige al chino y le pregunta:

“—Disculpe señor, pero ¿cree usted que, de verdad, el difunto vendrá a comer el arroz?

“—Sí –responde el chino–, cuando el suyo venga a oler sus flores…”

Más allá de la falta de entendimiento y comprensión, lo que com-parten ambos protagonistas de este breve cuento es el homenaje que

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Discurso de Angostura

cada uno, a su manera y con sus formas, ofrece a sus muertos. Cam-bian los escenarios, pero no las tramas16.

Del mismo modo que cada protagonista de la historia asumía de manera distinta el homenaje que quería rendir al ser querido, y de la misma forma en que cada uno de ellos coincide en el hecho de querer rendirlo, se pone en evidencia cómo al usar las emocio-nes como herramienta argumentativa tal vez se conecte con algún referente; pero este no tiene necesariamente que tener las mismas implicaciones. Ambos piensan y comparten la necesidad de rendir homenaje a quienes no están, pero sin duda cada uno lo asume de manera muy distinta.

El compartir los referentes emocionales hace legítimo el dis-curso. En este sentido Foucault17 afirma que

… en el discurso no es el sistema de su lengua, ni en general las reglas formales de su construcción, (…) [la preocupación radica en] saber lo que lo hace legítimo, o le confiere inteligibilidad permitiéndole servir en la comunicación. La cuestión que [se plantea] no es la de los códigos sino la de los sucesos: la ley de existencia de los enunciados, lo que los ha hecho posibles, las condiciones de su singular emergen-cia, su correlación con otros sucesos anteriores o simultáneos discur-sivos o no.

La carga emocional puede ser una poderosa catalizadora para transmitir el mensaje del orador o escritor. Es la emoción lo que permite generar empatía entre individuos, pues no hay nada más común a los seres humanos que la cualidad de poder sentir ira, alegría, tristeza, miedo o asco. Luego, a través de dicha empatía se

16 Ibidem, p. 6. 17 Claudia Möller. “Entre Foucault y Chartier: Hacia la construcción del

concepto de apropiación”. Tiempos Modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna, 2 (3). 2001. Disponible en: http://www.tiemposmo-dernos.org/include/getdoc.php?id=69article=14mode=pdf

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genera lo que Bolívar18 llama “comunidad de sentimiento”, pues intenta generalizar las emociones por medio del discurso, aso-ciándolas con un contexto específico.

En efecto, la psicología social de la emoción ha demostrado que los procesos, los determinantes y las consecuencias de las emociones se desarrollan en la interacción a través del lenguaje. La utilidad de examinar cuidadosamente el lenguaje ordinario, estriba en que por lo general le proporciona una pista de las distin-ciones que desde el punto de vista teórico es importante tener en cuenta. Sabemos bastante de los seres humanos y tal conocimien-to está implícitamente incorporado a nuestro lenguaje, afirma Richard Peters19.

El Discurso de Angostura dice todo de Simón Bolívar. No solo el manejo que hace de las emociones, sino todo lo que pensó para su proyecto de nación. El uso específico que hace del lenguaje, vinculándose en primera persona con todo lo que afirma y senten-cia, es profundamente revelador. Sus emociones son, sin duda, el catalizador que permite llegar más rápido y mejor a la audiencia.

A diferencia de otros discursos en los que se hace uso de los referentes emocionales para no profundizar en los temas medu-lares e importantes, este Discurso se caracteriza por la presencia ineludible de las emociones y también por un andamiaje teórico y de evidencias empíricas contundente. En él hace un uso consciente e intencionado de las emociones y, como señala Patrick Charau-deau20, las emociones se inscriben en un marco de racionalidad por

18 Íngrid Bolívar. Discursos emocionales y experiencias de la política. Las Farc y las AUC en los procesos de negociación del conflicto (1998-2005). 2012, Bogotá D.C.: Universidad del Externado.

19 Richard Peters. The Concept of Motivation. Routledge & Kegan Paul. 1958, p. 89.

20 Patrick Charaudeau. “Las emociones como efectos de discurso”. Revis-ta Versión, n.° 26, junio 2011, La experiencia emocional y sus razones, pp. 97-118, UAM, México.

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el hecho de que “contienen en sí mismas una orientación hacia un objeto”21, del cual toman su propiedad de intencionalidad.

Es porque las emociones se manifiestan en un sujeto “en fun-ción” de alguna cosa que él se imagina que ellas pueden denomi-narse intencionales. La lástima o el odio que se manifiesta en un sujeto no es el simple resultado de una pulsión; no se mide úni-camente en relación con una sensación de enardecimiento debido a un acceso de adrenalina, sino que está vinculada a la represen-tación de un objeto hacia el cual se dirige el sujeto o al que busca combatir.

El objetivo de Bolívar está más que claro; se trata de dibujar frente a los representantes de las provincias el proyecto de nación desde el principio hasta el final. Charaudeau agrega en este senti-do que:

• El cómo imponer su persona de sujeto hablante al otro res-ponde a la necesidad que el sujeto hablante tiene de que se le reconozca como una persona digna de ser escuchada (o leída), ya sea porque se le considera creíble, ya sea porque se le puede otorgar confianza, o bien porque representa un modelo carismático que convoca al sujeto receptor a que se identifique con el sujeto hablante. Eso supone que este último tiene que construir una imagen de sí mismo que tenga un cierto poder de atracción sobre el interlocutor o su auditorio. Se trata de la problemática del ethos.

• El cómo conmover al otro es el objetivo que se plantea el sujeto hablante para hacer que ese otro no piense y se deje llevar por los movimientos de su afecto. El sujeto hablante se vale, entonces, de estrategias discursivas que tienden a provocar la emoción, los sentimientos, del interlocutor o del público con el fin de seducirlo o, por el contrario, hacerle sentir miedo. Se trata de un proceso de dramatización que

21 Martha Nussbaum. Les émotions commejugement de valeur. La cou-leur des pensées. Sentiments, émotions, intentions. Raisons pratiques, EHESS, París, 1995, p. 24.

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consiste en provocar la adhesión pasional del otro alcanzan-do sus pulsiones emocionales. Es la problemática del pathos.

HERRAMIENTAS RETÓRICAS

Javier de Santiago22 define a la retórica como sigue:

La retórica se basa en la conjugación del estudio de la sociedad de su tiempo, de aquellos argumentos que tocan las ideas sociales del individuo, de aquellos otros que mueven los sentimientos sociales y universales para aplicarlos al discurso. Y, una vez que estudian por qué los discursos alcanzan el éxito, teniendo en cuenta esos condi-cionamientos genéticos y sociales, se crean discursos, con diversas técnicas lingüísticas, adecuados a cada situación.

La selección de esos argumentos que llegan de manera efectiva a la audiencia y la efectividad que se estima que estos tendrán, son las herramientas retóricas. Estas son múltiples y variables depen-diendo de las propiedades del receptor. Conmover, generar empa-tía, emocionar, despertar solidaridad, admiración, puede lograrse haciendo un uso consciente de estas herramientas.

EL USO DE LA PRIMERA PERSONA

Las personas en el discurso denotan la relación existente entre lo escrito y quien lo ha generado. Los textos de orientación ma-gistral o académica como el que ocupa nuestro análisis usan –por tradición no declarada– la tercera persona.

Tusón y Calsamiglia23 definen a la tercera persona, como la persona ausente, como la no persona. En este particular señalan

22 Javier de Santiago. Entre Olózaga y Sagasta: Retórica, prensa y poder. Instituto de Estudios Riojanos. N.o 14, de la Colección Quintiliano de Retórica y Comunicación, Logroño, 2011.

23 Helena Calsamiglia y Amparo Tusón. Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Barcelona, Ariel Lingüística, 2001, p. 136.

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Discurso de Angostura

que cuando se usa la tercera persona, no hay alusión al prota-gonista de la enunciación. Se genera de manera inmediata una distancia o ausencia de sentido de pertenencia con lo declarado en el texto, hasta el punto de que quien lo lee podría ser perfecta-mente eso, solo un lector. Desde este punto de vista, al borrarse los protagonistas de la enunciación, esta aparece huérfana de padre y madre, sin nadie a quien imputar los efectos de su acción.

Generalmente, los discursos como el de Angostura tienen este tenor; podrían ser definidos como neutros, persiguen informar, formar, aseverar, describir y de allí no pasan. Se supone que este tratamiento coadyuva en la objetividad de lo abordado, dando mayor rigurosidad a lo declarado. Ese no es el caso de esta cons-trucción discursiva. Simón Bolívar comienza y termina con una contundente e ineludible primera persona.

Benveniste24 llama a la inclusión del Yo en el discurso la sub-jetividad del lenguaje. En este caso el acto enunciativo sí tiene protagonista. La persona que lee o habla en este caso no es un ente intangible, sabes su nombre y de qué declaraciones se apropia. Existe en este caso un sujeto discursivo concreto, delimitado y au-torreferencial. Bolívar en el Discurso de Angostura usa de manera predominante la primera persona, delimitando de esta forma que cada una de sus afirmaciones le pertenecen a él y que además no requiere que nadie lo acompañe o valide en ellas.

El uso de la primera persona en este caso es comprometido y arriesgado. No solamente se adueña de lo que dice, sino que se lo impone a los demás. Está presente el uso del nosotros y del posesi-vo nuestro, pero solo cuando habla en relación con las necesidades del país, utiliza un “nosotros inclusivo”.

LIBERTAD

Los modos de decir o expresar tienen el propósito de resultar atractivos y persuadir a quien escucha o lee. Hay enunciaciones

24 Emile Benveniste. Problèmes de linguistique générale I, París, Galli-mard, 1966, p. 78.

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que se realizan con ese específico propósito: fascinar, persuadir. De los conceptos, en este caso el sustantivo abstracto más usado en el Discurso de Angostura, es la polisémica libertad. Asumien-do la comunidad de referentes emocionales, abordar un concepto tan complejo desde antiguo como este deriva en complicaciones que describiremos a continuación.

Jacobson25 afirma que el uso de este tipo de enunciados cumple una función poética en el lenguaje. Lo que se persigue en este caso es manipular al que lee y embellecer el lenguaje utilizado.

¿Existía la posibilidad de que los asistentes a la declamación del Discurso, o quienes lo hemos leído décadas después, concibamos la Libertad de la misma forma? ¿A qué aludía Simón Bolívar al repetir tantas veces este polisémico concepto? Cada vez que esta palabra era pronunciada funcionaba, y funciona, como un búme-ran que se llena y se vacía de diferentes significados. Cada persona que escucha esta palabra usará sus particulares preconceptos para darle significación: su edad, su formación, su condición social, su ideología; cada uno de estos elementos teñirá de referentes su interpretación.

Existen numerosos estudios que abordan la definición del tér-mino libertad a lo largo del tiempo: Heráclito, Aristóteles, Platón, Rousseau, Kant y pare usted de contar; cada uno de ellos se apro-xima preñándolo de condicionantes diferentes en cada contexto; de allí lo temerario de su uso tan repetido. ¿A qué libertad alude Bolívar? ¿La libertad de quién? ¿La libertad para hacer qué cosas? ¿Está este concepto imbricado con la igualdad? Y si es así, ¿hay alguna posibilidad de que existiera en ese contexto?

EL PUEBLO / REPÚBLICA

Las palabras pueblo y república son metacolectivos singulares. Los denominados “metacolectivos singulares” son –para Eliseo

25 Roman Jakobson. Linguistics and Poetics. T. Sebeok (ed.), Style in Lan-guage, 1960, pp. 350-377, MIT Press, Cambridge.

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Discurso de Angostura

Verón26– aquellas entidades usadas en el discurso político que fundan la identidad de los enunciadores, no admiten cuantificación y difícilmente la fragmentación. Este pueblo del que habla Bolívar, ¿a quién incluye?, ¿cómo es definido este pueblo? Y esta República de la que habla Bolívar, ¿cómo está definida?, ¿coinciden todos en la misma concepción de República a la que alude Bolívar?

En este caso ambos se resignifican como metacolectivos amplios. Ambas entidades tienen como función primordial la inclusión, es decir, figurativizan un “nosotros inclusivo”, un yo que envuelve al tú como sujeto de la enunciación.

Verón27 sostiene que el discurso político se caracteriza por hacer presente no solo a un destinatario al que se busca persuadir o al que se lo considera parte del colectivo de identificación del enunciador, sino también a un adversario con el que se polemiza.

En la audiencia que escucha al Libertador de seguro se encuen-tran entonces y ahora los siguientes tipos de destinatarios:

Prodestinatario: el partidario, aquel con quien el enunciador comparte sus creencias e ideas. El lazo entre ambos reposa en lo que se ha llamado la creencia presupuesta.

Contradestinatario: el destinatario negativo. El lazo entre el contradestinatario y el enunciador reposa en la hipótesis de una inversión de la creencia.

Paradestinatario: el indeciso, aquel que, si decide, decide a último momento y permanece en posición de escucha. El lazo entre ambos reposa en la hipótesis de una suspensión de la creencia.

CONCLUSIONES

El recorrido que hemos hecho nos permite extraer las siguien-tes reflexiones:

26 Eliseo Verón. La palabra adversativa. Observaciones sobre la enun-ciación política. En Eliseo Verón, Leonor Arfuch y otros. El discurso político. Lenguajes y acontecimientos, Buenos Aires, Hachette, 1987.

27 Ibidem, p. 78.

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1. El análisis del Discurso de Angostura muestra cómo Simón Bolívar se preocupa por la consolidación de una idea de Repú-blica, aun cuando sabe que no cuenta con el apoyo de todos. El empleo, en el plano del enunciado, de los distintos componentes (descriptivo, didáctico, programático e interpelativo o pres-criptivo) construye una red de relaciones con las entidades del imaginario, a saber: el colectivo de identificación, marcado por el “nosotros” del discurso seleccionado; entidades más amplias de identificación que menciona el enunciador al decir Venezuela; el empleo de metacolectivos singulares al dirigirse al “pueblo” y el uso de formas nominales como imperio, patria o ciudadano para explicar no solo el presente sino también el pasado, lanzando además su proyección de República al futuro.

2. Todo ese conjunto de expresiones configuran un ethos o figura discursiva que identifica a Simón Bolívar como un ciudada-no más. Alguien, como la mayoría, que desea no solo consolidar las instituciones democráticas sino también hacer colectiva y compartida esa idea de República en la que se detiene explicando prolijamente sus características.

3. La finalidad argumentativa del disertante es demostrar que una República es posible si se abrazan esas condiciones de cohe-rencia, formación, desapego al poder y la moralidad que describe en el texto.

4. La apelación al componente prescriptivo por el cual entreteje el orden del deber y, en este caso, de cada ciudadano venezolano, dibuja como “necesario” acompañar el programa de gobierno establecido, puesto que solo aspira consolidar la democracia y el modelo de República, y ¿quién no quiere eso para el país? Esa construcción argumentativa no deja a nadie por fuera puesto que el prodestinatario es el partidario de la democracia. De la misma manera, persuade al paradestinatario –aquel que ha suspendido su creencia y que duda en apoyarlo– de que el camino emprendi-do es el correcto puesto que –como todo buen ciudadano– piensa en el futuro de sus hijos en un contexto óptimo.

Asimismo para contrarrestar las críticas del contradestinatario, el discurso de Bolívar lo incluye en el colectivo de identificación;

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Discurso de Angostura

ellos, como él y todos los presentes en el acto, son “pueblo” y, por lo tanto, defienden o defenderán el sueño común. Se neutraliza el Otro negativo, a través del uso preponderante de la primera perso-na, lo cual le permite al discurso mantenerse hegemónico.

5. La lectura del pasado que realiza es en función de un presen-te, explica el presente y permite proyectar el futuro. La mirada al pasado es promesa que se dibuja en forma constante en su discur-so y hasta el final del mismo.

6. Finalmente, el análisis de este discurso, aun con sus limita-ciones, nos invita a pensar en la fuerza de los discursos políticos para mantener la hegemonía de un proyecto de gobierno; así tam-bién moviliza ciertos interrogantes como los siguientes: ¿Hasta qué punto el discurso político logró en su momento los objetivos que sin duda Bolívar se planteó? En consecuencia, ¿qué relación hay entre el proyecto de República planteado por Bolívar y lo que se concreta después? ¿Fracasó Simón Bolívar con su discurso o su palabra no supo llegar de manera asertiva a hacerse uno con ese pueblo que tanto menciona?

Concluimos con las brillantes palabras de Aníbal Romero28 en su análisis del Discurso de Angostura que encapsulan también nuestras preocupaciones: Bolívar impulsó decisivamente la In-dependencia, pero las estructuras de legitimidad derribadas no volvieron a brotar en una dirección renovada y estable. Lo que se fue se perdió para siempre, y lo que nació vino envuelto en los conflictos e iniquidades de una Historia Patria que todavía hoy experimenta los dolores de parto de una Libertad que no parece germinar plenamente en nuestra tierra, asolada de desencantos.

Hoy más que nunca, las palabras de Bolívar requieren de quien las lleve a una esperanzadora realidad. No basta con usar sus frases como anestesia de la criticidad, no basta sacarlas de contex-to haciendo uso del más patético fundamentalismo. Es hoy urgen-te, como nunca, hacer introspección de sus adelantadas denuncias y despertar.

28 Aníbal Romero, La Venezuela que quería Bolívar, Revista Zeta, 2004, 4-8.

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LA INVESTIGACIÓN Y LA DOCENCIA GEOHISTÓRICAS APOYADAS EN EL CONGRESO

Y EL DISCURSO DE ANGOSTURA

Omar Hurtado Rayugsen

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Bolívar si concibe el espacio desde una perspectivasociopolítica, al nuestro lo incluye dentro de la tipología

de un espacio republicano, igualitario, realista y democrático popular.

Ramón A. Tovar Lo geográfico

La República Bolivariana de Venezuela se encuentra, desde el año 2010, celebrando la década del Bicentenario, dedicada a exal-tar los doscientos años de la magna gesta que nos llevó a alcanzar la independencia política. De esta manera estamos conmemo-rado el luminoso amanecer que nos instaló entre las naciones soberanas del mundo. En esta oportunidad queremos enaltecer lo correspondiente a la instalación del Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819, y la emisión del Discurso de apertura pro-nunciado por el Libertador. Tal efeméride constituye una ocasión propicia para que propugnemos la utilización de tales eventos como recurso pedagógico para la aplicación del método geohis-tórico, tanto para el inquerimiento como para la enseñanza en los diferentes niveles del sistema educativo nacional.

Con esta propuesta buscamos confrontar el tradicional manejo de las disciplinas relacionadas con la formación de la conciencia patria. Tal es la finalidad central avanzada por nuestro Maestro, identificada en el epígrafe inicial, desde comienzos de la década de los sesenta del pasado siglo. Con ella propone que desmontemos la estructuración parcelada, desconectada de la realidad, asumida desde nociones negadoras de la articulación del conocimiento, descontextualizada con respecto al acontecer a diversas escalas, centralizadora del abordaje del enfoque historiográfico, negadora de los aportes de los espacios interioranos, afincada en la secuen-cia en perspectiva, deficitaria en cuanto a vocabulario propio, y carente de suficientes propósitos cuestionadores de la realidad que vivimos y, a la vez, formativos de los futuros ciudadanos.

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Discurso de Angostura

Los asertos anteriores constituyen los ejes transversales del pensamiento de Ramón Tovar, tanto en su vertiente geohistórica como en la pedagógica, desde sus producciones iniciales hasta los momentos culminantes de su brillante existencia. En efecto, el primer libro que nos regala, aunque es el informe de un trabajo de campo adelantado con sus alumnos del Seminario de Geografía de Venezuela del año lectivo 1957-1958, nos permite identificar las tempranas notas indicativas de una técnica de comprensión de la espacialidad con un criterio diferenciado del dominantemente fisiográfico que primaba para el momento. Así lo destacan los par-ticipantes, en lo que podemos considerar la parte conclusiva de la comentada actividad, cuando asientan: “… no podría marginarse el enfoque del elemento humano, el agente modificador del paisaje natural, el parcelero”1.

Transcurridas seis décadas del trabajo anterior, encontramos al Maestro ratificando las referidas directrices, con la sedimentada convicción de haber establecido las líneas clave de una innovadora propuesta metodológica. En esta nueva oportunidad nos dice:

Estamos obligados a crear nuestra propia ciencia. Ella debe respetar nuestra especificidad; reconocer nuestra individualidad zonal y [estar] orientada desde las directrices que se extraigan con nuestra ciencia social. El papel histórico del saber científico está cambiado, en nuestro tiempo es el “saber social” al que corresponde el rol fun-damental. Justo es reconocer lo que ya andamos por estos senderos; pero la realidad, al rebasar al conocimiento científico, lo ha puesto en indudable estado de crisis2.

En función de los postulados anteriores hemos de colegir que estamos ante la coyuntural obligación de repensar los

1 Contribución para un Estudio de la geografía del Guárico occidental. Ca-racas, Publicación del Instituto Pedagógico, 1959. Cursivas en el texto.

2 “La Nueva Ciencia”, en Trascendencia del pensamiento de Ramón Adolfo Tovar López: La geohistoria y lo pedagógico. Caracas, Ediciones de la Fundación Escuela Venezolana de Planificación, 2018.

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procedimientos que usamos para la indagación, enseñanza y extrapolación de la geografía y la historia, así como de las otras ciencias humanas. Ante la innegable obsolescencia de los que ve-nimos utilizando desde inmemoriales etapas, estamos ante la obli-gante disyuntiva de pergeñar propuestas mucho más renovadoras. Cuando el profesor Tovar nos invita para que desechemos el viejo conocimiento, nos está exhortando para que creemos una ciencia nueva; tanto en la visualización de la realidad social, como en los objetivos que se le asignen, pasando por las vías para alcanzar el conocimiento, sin dejar de lado la incorporación del léxico propio y la implementación de las técnicas que les sean propicias. No es posible, en esta búsqueda, soslayar que la implementación de la al-ternativa aconsejada parte de una reconceptualización de la cien-cia, que ha de superar la barda de la fragmentación del conoci-miento, sustituyéndola por la imbricación noosférica; para la que no hay noción aislada, vacía ni infuncional. En síntesis, la realidad es una sola, abordable a escala, con una concepción que convierta a la ciencia en instrumento correctivo de las disfuncionalidades asimétricas e inequitativas y que la dote del anhelado principio de equidad, a todos los niveles, tan soñado por la humanidad.

Las aseveraciones incorporadas constituyen el soporte meto-dológico en el que pivotearemos la lectura de los acontecimientos señalados; enfoque que intentamos recomendar a los estudiosos de las ciencias sociales; sugerencia que orientaremos en tres ejes: (a) la espacialidad de los sucesos que nos ocupan, (b) el direccio-namiento de estos en el tiempo y (c) la visualización de ambos desde nuestra contemporaneidad. Del Maestro logramos captar que, en materia de recomendaciones sistematizadoras, la vía más expedita es la confrontación de criterios; con ese ánimo hilvana-mos los párrafos siguientes.

Numerosos escritos se han elaborado acerca del devenir de la promisoria Guayana. En los cuales, desde diversos ángulos, se ha intentado develar cuál ha sido el desenvolvimiento de esta sección del territorio nacional, cuya evolución cubierta, desde la imposición del temprano capitalismo en nuestras tierras hasta los tiempos actuales, ha sido bastante notoria. En los acontecimientos

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Discurso de Angostura

que nos ocupan se ha insistido en la sustancial manera como la campaña desarrollada al sur del padre río, en los años finales del segundo término del siglo XIX, contribuyó a variar la óptica con que las otras naciones veían la guerra nacional de Independencia, especialmente Gran Bretaña y los Estados Unidos de América.

Verbigracia, el presidente de este país, en su mensaje al Congreso de la Unión, como ellos denominan a tal acto, el 2 de diciembre de 1817, el mismo año de la catalizadora Batalla de San Félix, señaló que miraban “la confrontación bélica, no como una insurrección o rebelión ordinaria, sino como una guerra civil entre contendores casi iguales, con iguales derechos de beligerantes”3. Por lo que respecta al citado reino, el agente re-publicano Luis López Méndez encontró menos obstáculos para contratar empréstitos, organizar expediciones de voluntarios y realizar envíos de pertrechos y uniformes.

Tal cambio de actitud es explicable porque, a los ojos avizores de las referidas potencias, no se difuminó la favorable circuns-tancia que representó el triunfo patriota en la austral provincia, el consecuente control por estos de esos ricos predios y, sobremane-ra, el apoderamiento de la inmensa autopista fluvial representada por el Orinoco. La visión, esencialmente política, del Libertador no dejó escapar esta favorable coyuntura; por lo que febrilmente se dedicó a organizar el incipiente Estado, decretar la octava estre-lla para el pabellón tricolor, diseñar el paso de los Andes, liberar la Nueva Granada, fundar imprescindibles instrumentos de lucha en el campo de las ideas, cuyo mayor fruto es el Correo del Ori-noco, y convocar un Congreso de todas la provincias liberadas, para que se reuniera en la, a partir de entonces, capital provisional de la naciente República. Condición política que le fue recono-cida el primero de noviembre, “mientras los poderes públicos se

3 José Gil Fortoul, Historia constitucional de Venezuela. Tomo I. Caracas, Ediciones Sales, 1964.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

trasladaran a Caracas, todavía ocupada por las fuerzas militares de los monárquicos absolutistas españoles”4.

El primero de octubre de 1818, recién arribado de una no muy afortunada incursión en la región centro-sur del país, se dirige al Consejo de Estado diciéndole:

Llamo muy particularmente la atención sobre la inmediata convoca-ción del Congreso nacional: yo no me he atrevido a resolverla sin oír su dictamen, no sintiéndome capaz de tomar sobre mí tal responsa-bilidad o el mérito de tan importante medida. El Consejo, si lo juzga conveniente, puede nombrar una comisión especial, encargada de la formación del proyecto y modo de llevar a efecto las elecciones po-pulares5.

La sugerencia fue tomada muy en cuenta por el órgano con-sultado, que nombró una comisión integrada por: Juan Germán Roscio, Fernando Peñalver, Juan Martínez, Ramón García Cádiz, Luis Peraza y Diego Bautista Urbaneja; la que formuló y aprobó el requerido instrumento y lo sometió a la autoridad del Presidente, quien le colocó el ejecútese el 24 del mismo mes.

La convocatoria del Congreso, en medio de las circunstancias reinantes, la entendemos como una medida de alta política, ase-veración que puede ser refrendada con el estudio de la coyuntura que condujo a su citación y las consecuencias que de su actuación se derivaron. En efecto, para el último tercio del año 18, las únicas provincias completamente liberadas eran las ubicadas al sur y en el espacio insular, mientras que en las otras los patriotas no conta-ban sino con las poblaciones ocupadas por sus tropas. Obviando esta situación, luego de declarar disuelto el primer Congreso dada la educación ostensible de los mandatos de sus representantes y aduciendo la ausencia de condiciones que permitiesen adelantar

4 Santos Rodulfo Cortés. Cronología de Guayana. Caracas, Talleres Es-cuela Técnica Don Bosco, 2010.

5 Archivo del Libertador. Documentos en línea. Consultados el 17 de agosto de 2018. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve

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Discurso de Angostura

elecciones de dos grados; se establece la elección directa de treinta diputados venezolanos, distribuidos en partes iguales entre las provincias de Margarita, Guayana, Caracas, Barcelona, Cumaná, y Barinas, dejándose abierta la posibilidad para que Trujillo y Mérida, cuando estuvieren en aptitud de hacerlo, nombraran sus correspondientes diputados, e igual número Casanare, que aunque era neogranadina se consideraba unida con los venezo-lanos en la guerra. Como manifestación del afloramiento del, previamente enunciado, proyecto bolivariano de formar un solo Estado con Venezuela y la Nueva Granada, se invitó a las provin-cias de esta para que nombrasen sus diputados en la medida que recobrasen su libertad.

Las elecciones se efectuaron imperfectamente, atendiendo a las características del momento que se vivía; en muchas de las mencionadas circunscripciones solo votaron los jefes militares. En suma, resultaron nombrados como representantes de sus en-tidades los siguientes diputados provinciales. Guayana: Eusebio Afanador, Juan Vicente Cardoso, Fernando Peñalver y Pedro León Torres (posteriormente Manuel Cedeño se incorporó como dipu-tado por esta sección); Margarita: León Gaspar Marcano, Manuel Palacio Fajardo, Domingo Alzuru y José Jesús Guevara; Cumaná: Santiago Mariño, Tomás Montilla, Juan Martínez y Diego de Vallenilla; Barcelona: Francisco Parejo, Diego Bautista Urbaneja, Ramón García Cádiz, Eduardo Hurtado y Diego Antonio Alcalá; Caracas: Juan Germán Roscio, Luis Tomás Peraza, Onofre Basalo, José España y Francisco Antonio Zea; Barinas: Ramón Ignacio Méndez, Rafael Urdaneta, Miguel Guerrero y Antonio María Briceño; Casanare: Zea (este, que inicialmente resultó electo por Caracas, fue incorporado a la delegación de esta provincia por ser natural de la Nueva Granada), José María Vergara, José María Salazar, Vicente Uribe y Antonio Morales6. Al final los electos se distribuyeron entre veinte civiles y trece militares.

6 Bartolomé Tavera Acosta. Anales de Guayana, tomo II. Ciudad Bolívar: Tipografía La Empresa, Hermanos Suegart, 1913.

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Al haber extendido la representación de los respectivos diputa-dos a las diferentes porciones de la neonata República, la intención del consejo redactor del reglamento fue la de quitarles a aquellos su esencia provincial, con lo que buscó “fortificar los lazos que unían las provincias con la República, respondían [así] los patricios de Angostura a la necesidad de solidarizar a todos los pueblos de América en la empresa libertadora”7. Percepción que les permitió asociar, solidaria e identitariamente, la causa de Buenos Aires, México, Chile y Nueva Granada con la de Venezuela.

Dos visiones, separadas por unos treinta y seis lustros, nos permiten refirmar esta conceptualización; expresada en la convo-catoria recomendada por el Libertador y en el accionar de los co-misionados. Veamos cómo un joven historiador actual, cuando se interna en el proyecto adelantado por Bolívar al convocar el nuevo congreso, nos dice:

En febrero de 1819… retoma su propuesta de crear una gran nación colombiana y profetiza el mejor porvenir para este país…

… expone de forma más explícita su proyecto de crear Colombia “la Grande”. Ha regresado victorioso de dar libertad e independencia a la Nueva Granada, después de las batallas de Pantano de Vargas… y Boyacá… Considera indispensable integrar en una sola gran nación a Venezuela con la Nueva Granada8.

Encontramos en esta afirmación la clara manifestación del motivo central que, dentro de los avatares que significaba la com-pleja conducción de la guerra en el plano militar, llevó a Bolívar a privilegiar el establecimiento de la institucionalidad fundamental que reclamaban las relaciones internacionales. De manera que el

7 Caracciolo Parra Pérez (s/f). Bolívar: Contribución al estudio de sus ideas políticas. Caracas, Academia Nacional de la Historia - Fundación BanCaribe.

8 José Gregorio Linares, ¡Bolívar vive! Caracas, Ediciones conjuntas Unearte - Alcaldía de Caracas, 2018.

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Libertador, quien hasta entonces había actuado como jefe supre-mo de la República de Venezuela, rango del que lo había investido la Asamblea de Notables realizada en Santa Ana del Norte el 16 de mayo de 1816, comprendió la necesidad perentoria en que se en-contraba el naciente Estado de restablecer los órganos correspon-dientes a las otras ramas del poder público. El accionar que puso en marcha incluso desarmó los afanes conspirativos que habían aflorado en Cariaco, cerca de un año después del cónclave, y en el llano, aproximadamente en el mismo tiempo. En función de lo cual procedió a nombrar el Consejo de Estado, para que fungiera de ente legislativo, y desdibujase la pesada noción del poder per-sonal que recaía sobre él.

El 10 de noviembre se constituyó el consejo, de la siguiente manera:

Luis Brión, Jefe del Estado Mayor; Francisco Antonio Zea, Inten-dente General de Hacienda; José Antonio Anzoátegui, Comandante de la Guardia de Honor; Tomás Montilla, Gobernador; Fernando Peñalver, Intendente de la Provincia; Antonio Díaz, Comandante general de las fuerzas; Pedro Hernández, Comandante de la Caballe-ría; Mateo Salcedo, Juan Francisco Sánchez, José Ucrós, José Manuel Olivares; Fernando Galindo y Francisco Conde, Coroneles en servi-cio activo; José España, Fernando Serrano, y Luis Peraza, Ministros y Fiscales del Tribunal de Secuestros; Manuel Bremont, Comisario del Ejército; Pedro Betancourt, Administrador de la renta del Tabaco y José María Ossa y Vicente Lecuna, funcionarios principales9.

Sus integrantes, a partir de la normativa que regulaba sus fun-ciones y atribuciones, que fueron ratificadas por Bolívar mediante la exposición que les dirigió, asumieron la responsabilidad de proponer, discutir y aprobar las leyes, reglamentos e instrucciones necesarias para la organización y administración de las provincias libres o que se libertasen, dejando a salvo el poder del veto para

9 Vicente Lecuna. Crónica razonada de las guerras de Bolívar. Tomo II. Nueva York, The Colonial Books, 1960. V.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

el Jefe Supremo. Este en su disertación resumió la marcha de la República, una e indivisible desde la asamblea de Margarita; ex-plicó, por la naturaleza de la guerra, la imposición de la dictadura y concluyó exaltando el momento favorable que se vivía, que hacía indispensable la conformación de un cuerpo, como el que se estaba instalando, que llenase, aunque parcialmente, las funciones del poder legislativo. A través de la mencionada explicación, tam-bién les encomendó la conformación de la Alta Corte de Justicia, que no pudo integrarse en su totalidad por la falta de suficientes abogados en la sureña localidad.

Los pasos anteriores fueron adelantados para avanzar en la conformación de la nación ideada, la que integraría a los dos pueblos que se alojan en la parte septentrional de la América del Sur. El diseño de Colombia, nombre que ulteriormente ha sido maniqueístamente amañado para justificar supuestos propósitos bolivarianos, respondió al enunciado proyecto de organizar un ente nacional que, superando los estrechos linderos de la añeja división territorial que signó a la colonia, sirviese de muro de con-tención ante las ambiciones imperiales que, originadas en Europa y al norte del golfo de México, amenazaban el futuro de la libertad en el continente. Este direccionamiento también es resaltado por el autor de Bolívar vive, cuando nos dice:

Para el Libertador, independencia, anticolonialismo e integración son nociones indisolubles. Dos razones fundamentales justifican la puesta en práctica de la unidad e integración suramericanas… es la mejor manera de garantizar la consolidación interna de la Patria mediante la aplicación de programas que garanticen el buen uso de su riqueza y la formación de gobiernos estables…. desde el punto de vista internacio-nal se hace necesario presentarnos como una nación fuerte, de modo de hacer retroceder los planes imperiales de cualquier metrópoli ex-tranjera… y… convertirnos en un polo de poder alternativo.

Este atisbo, que trasciende indefectiblemente el alindera-miento localista, ubicándonos en una órbita mucho más interna-cional, y que choca fuertemente con los intereses que de aquel se

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beneficiaban, fue relievada por el autor de la primera historia de la Venezuela independiente, quien nos informa:

Un adversario más formidable aún… preparaba en tanto Bolívar a la causa española en el Congreso de Guayana; más formidable en sí, porque sus pacíficos triunfos debían cimentar el gobierno en la opi-nión, reina del mundo… Una asamblea de hombres buenos, emanci-pados de la tutela colonial, iba a reunirse por segunda vez, no a crear la república, como ya lo hiciera el memorable congreso de Caracas, sino a fijar… su fortuna incierta y vacilante, a dar fin a su peregri-nación y a curar las heridas de la guerra al abrigo de instituciones generosas y fuertes…

Bolívar deseaba en extremo la unión política de Venezuela, Nueva Granada y Quito, para formar la gran república que él se proponía llamar Colombia; pero a este proyecto se oponía la sujeción de aquellos territorios y también la repugnancia de muchos granadinos que… no querían ligar su patria con vínculos que reprobaría acaso cuando se viera libre. Jamás ha obrado el general Bolívar [dice el autor mencionando citando a un respetado oficial británico] más acertadamente, ni dado un golpe tan decisivo al gobierno español, como reuniendo la representación nacional. Ésta es en efecto una medida de grande hombre y de virtuoso ciudadano, que fija para siempre su reputación y que vigorando el carácter nacional, asegura muy pronto a Venezuela su completa independencia10.

La vital trascendencia que el Libertador le asignó a la magna asamblea ha sido corroborada por tratadistas de diversos signos y épocas. Como muestra, citaremos lo que el cronista de Ciudad Bolívar menciona en su página:

El propósito del Jefe Supremo era despertar la confianza y atraer la simpatía de las naciones extranjeras que dudaban de las ideas de los

10 Rafael María Baralt y Ramón Díaz. Resumen de la historia de Venezuela. Tomo II. Brujas-París, Desclée, de Brouwer, 1939.

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patriotas y al mismo tiempo echar las bases de una estructura política que sirviese de apoyo a las futuras campañas que habrían de venir para librar a Venezuela y al resto de América del coloniaje peninsular11.

Debe quedarnos claro que el Libertador pensó en dos planos que, surgiendo desde un mismo punto del territorio nacional, coetáneamente sirviesen a una finalidad coincidente. Mientras en el interno dotaban de un consolidado pivote al poder central, en el externo extrapolaban la imagen de una república suficientemente sólida que estaba dotada de congruente solvencia y capacidad como para tratar, de tú a tú, con las demás naciones. La sucesión de los acontecimientos que se produjeron, después del 19, demos-tró la asertividad del diseño planificado.

El Simón Bolívar que encontramos en 1819 es un ciudadano consciente de su papel de líder en franco proceso de conso-lidación. Hacía mucho tiempo que había dejado de ser el en-cumbrado adolescente de sus años mozos, pudiendo superar al emotivo joven que intervino ante la Sociedad Patriótica en 1811; así mismo, ya no era el bisoño soldado de 1812; también pudo exceder al optimista conductor de 1813; hubo de labrar sobre su propia condición humana el terrible año de 1814; se había tenido que comer el duro pan del exilio en 1815; en 1816 estuvo en capacidad de conjurar las disidencias; le correspondió aplicar duros correctivos en 1817; hubo de hilar fino para poder abortar potenciales asonadas en 1818. No obstante, si bien esos episodios no formaban parte de su presente en el momento que procuramos analizar, sí estaban conformando la esencia de su ascendente pensamiento emancipador y, por lo tanto, fueron los que le sumi-nistraron el plafón indispensable para su magistral intervención

11 Américo Fernández, “Congreso de Angostura: Génesis del Poder Mo-ral y subordinación militar”, 2016 [Documento en línea] Disponible: http://www.correodelcaroni.com/index.php/nacional/item/42085-congreso-de-angostura-genesis-del-poder-moral-y-la-subordina-cion-de-militar-a-lo-ciudadano/crónicasangostureñas.blogspot.com/2015/12el-parlamento-y-el-mensaje-al-congreso-de-angostura.html [Consultado: 2018, agosto, 19].

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ante la augusta asamblea que, atendiendo sus recomendaciones, se instaló frente al tramo más angosto del mayor de nuestros ríos.

Este Bolívar sigue creyendo en la valía de las instituciones pri-mordiales, como exclamó en la esquina de Sociedad, pero ahora está más convencido de la imprescindibilidad de la masa popular, como señaló desde el puerto del oriente venezolano donde casi fue ajusticiado por las mismas acusaciones que él pregonó contra el Precursor en el litoral central. Está convencido de la necesidad de adaptar la aplicación de las leyes a las características dictadas por la guerra, como ejemplificó en la fulgurante campaña sobre el cen-trooccidente, pero entiende que aquellas tienen que suplir nues-tros claros y oscuros, tal y como lo avizoró desde el Caribe insular. Comprende que tenemos que superar las confusiones filosóficas, como denunció desde el litoral caribeño granadino, pero asume que hemos de aplicar las lecciones de las culturas clásicas, como avanzó cuando llegó hasta ponderar una fatal decisión final. Pen-saba en la necesidad de hermanarnos como seres iguales, como decretó desde las costas venezolanas, pero intuía que era menester impulsar movimientos más precisos, como tuvo que admitir en las constantes disquisiciones con sus compañeros de armas. En síntesis, a la vieja residencia angostureña llegó un ser adelantado a su tiempo, pero consciente de las complejidades que aún nos es-peraban para poder obtener la meta de la liberación definitiva de la patria. Y se dispuso a confeccionar los aspectos indispensables para alcanzarla.

La pieza oratoria mencionada, que ha sido calificada como “la expresión más amplia y precisa de su pensamiento político”12, es menester estudiarla como el resultado de la evolución de un pensamiento que se había forjado al fragor de las más disímiles y difíciles condiciones, pero que, en medio de la tormenta, logró preservar los lineamientos centrales de su estructuración en fun-ción de objetivos clave. Propósitos que aun hoy, transcurridas dos centurias desde su hilvanación, continúan impactándonos por: (a) su pertinencia, es decir, la absoluta correspondencia con el tiempo

12 Mijares, Augusto (1998). El Libertador. Caracas: Monte Ávila Editores.

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que se vivía cuando fue leída; (b) su vigencia, digamos la validez en el momento actual de las premisas fundamentales que explanó; y (c) su proyección, entendiendo por esta la plena claridad con la que se contextualiza hacia el porvenir.

Dejaremos claramente establecido que no pretendemos reali-zar un análisis exhaustivo de la intervención que nos ocupa, por cuanto ello requeriría una extensión mucho mayor que la sugerida para estas notas, debería ser materia de especialistas en el ámbito constitucional y porque lo que nos interesa, en esta ocasión, es dejar establecidas unas líneas centrales para la aplicación sistémi-ca que nos define e identifica en nuestra cotidianidad. En función de lo anterior nos constreñiremos a sus primeros componentes, donde creemos encontrar los aspectos conceptuales básicos a los que nos referimos en las siguientes líneas.

Comenzaremos este tratamiento resaltando cómo uno de los biógrafos del Libertador nos retrata el momento de la instalación con estas palabras:

El día 15 de febrero, a las 10 de la mañana, en el salón de una vieja casona española, se reunieron, además de los invitados especiales –como el gobernador del Obispado, el… representante de los Estados Unidos en misión especial ante Bolívar, y… el observador británico– los 23 miembros del Congreso, representantes de las provincias…

Pocos minutos después, el toque de los clarines y las salvas de arti-llería, anunciaron la llegada del Libertador al recinto… La majestad de su porte, la seriedad de su fisonomía, donde ya se marcaban las huellas de los terribles padecimientos de los últimos años, encajaban perfectamente con aquel ambiente austero y lleno de expectación… por la ansiedad de escuchar sus palabras…13.

13 Liévano Aguirre, Indalecio (1974) Bolívar. Caracas: Edición especial patrocinada por el Sector Agrícola del Gobierno Nacional.

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Comienza Bolívar su Discurso14 con el memorable reconoci-miento de la majestad del poder popular y del sometimiento de toda instancia a este:

¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas a su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos por la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los Repre-sentantes del Pueblo de Venezuela en este Augusto Congreso, fuente de la Autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del Destino de la Nación.

No deja lugar a dudas en cuanto al suprapoder que representa el concilio que se estaba instalando, ni acerca de su personal res-ponsabilidad en la organización del acto del que formaba parte. De seguidas define las diferencias entre los momentos que se habían vivido y aquel en que estaba participando. Volverá sobre esta idea varias veces durante la disertación, por ejemplo al depo-sitar en el Congreso el mando que se le había confiado y al presen-tar el proyecto de Constitución:

Al transmitir a los Representantes del Pueblo el Poder Supremo que se me había confiado, colmo los votos de mi corazón, los de mis Con-ciudadanos y los de nuestras futuras generaciones, que todo lo espe-ran de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia. Cuando cumpla con este dulce deber, me liberto de la inmensa autoridad que me agobiaba como de la responsabilidad ilimitada que pesaba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad forzosa unida a la voluntad impe-riosa del Pueblo me habría sometido al terrible y peligroso encargo de Dictador Jefe Supremo de la República. Pero ya respiro devolvién-doos esta autoridad, que con tanto riego, dificultad y pena he logrado

14 Bolívar, Simón (1818, febrero, 20 y 27 y marzo, 6 y 13). “Discurso pro-nunciado por el General Bolívar al Congreso General de Venezuela en el acto de Instalación”. En el Correo del Orinoco. Angostura: Impresión facsimilar editada por el Centro Nacional de Historia.

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mantener en medio de las tribulaciones más horrorosas que pueden afligir a un cuerpo social.

Comienza a presentar una idea que no ha estado ausente de sus ilaciones previas y que, más adelante, desarrollará de manera más exhaustiva. Sostiene que la guerra en curso fue estableciendo unas condiciones en las que se hizo indispensable una sola y fuerte autoridad central, pero ese panorama estaba variando y por eso él, que era el primero en reconocerlo, privilegiaba a los órganos superiores del poder público y, al resignar ante este las omnímo-das facultades con las que se le había investido, se reubicaba en la sencilla condición de ciudadano con las limitadas atribuciones que el soberano órgano tuviese a bien darle. Más adelante hace un recorrido por las características de la guerra y la manera como, afectándolo, lo colocaron al frente de los acontecimientos:

No ha sido la época de la República que he presidido una mera tem-pestad política, ni una guerra sangrienta, ni una anarquía popular… Ha sido la inundación de un torrente infernal que ha sumergido la tierra de Venezuela.

Frente a esa cascada de acontecimientos, aparece el conspicuo conductor que responde a las exigencias del momento, pero sin perder la racionalidad de sus limitadas capacidades:

Un hombre ¡y un hombre como yo! ¿Qué diques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones? En medio de este piélago de angustias no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacer bien ni mal…

Tales afirmaciones las utiliza para invitar al análisis de las im-placables variables que han incidido en el desenvolvimiento de la conflagración:

¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y del orden actual? Consultad los anales de España, América, de

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Venezuela; examinad las leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión y del dominio extranjero: observad los primeros actos del Gobierno Republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacional…

Fiel a su manera argumentativa entra en la presentación de su propuesta, pero, consciente de lo delicado de la materia y conocedor de las reservas que sus planteamientos tienen entre los congresistas y en muchos cuadros patriotas, recurre al uso de la historia como ejemplo y a la comparación de países e ins-tituciones. Asumiendo que se está superando la etapa de la con-frontación armada y que, progresivamente, el país se adentrará en la consolidación de las instituciones, se decanta por el sistema electoral, como la manera más expedita de la delegación del poder soberano:

Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo Ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a obe-decerle y este se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y a tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad Re-publicana…

Se muestra prolijo al comparar la suerte corrida por las exco-lonias de los grandes imperios preexistentes, con la que les corres-ponderá a los otrora territorios españoles de ultramar:

Al desprenderse América de la Monarquía Española, se ha encontra-do semejante al Imperio Romano, cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una Nación Independiente… pero con la diferencia que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones.

Hecha esta disquisición, se dispuso a diseccionar cómo la om-nímoda concentración del poder en la figura imperial desconoció la potestad del pueblo:

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Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo; no somos Europeos, ni somos Indios, sino una especie media entre los Aborígenes y los Españoles. Americanos por na-cimiento y Europeos por derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores…

De seguidas explana una idea que ya ha aparecido en otros de sus documentos clave, permitiéndose destacar aún más las caren-cias que la limitaban:

… nuestra suerte siempre ha sido puramente pasiva, nuestra existen-cia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanta más dificul-tad para alcanzar la Libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente nos habían robado la Libertad, sino también la tiranía doméstica.

Incuestionablemente, encuentra las razones de tal privación en el monopolio absoluto que el Imperio ejercía sobre las colonias:

… la América todo lo recibía de España que realmente la había pri-vado del goce del ejercicio de la tiranía activa; no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y administración interior. Esta negación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos; tampoco gozábamos de la considera-ción personal que inspira el brillo del poder… que es de tanta impor-tancia en las grandes Revoluciones… estábamos abstraídos, ausentes del universo en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno.

Ese control total se proyectaba, de manera integral, sobre las condiciones de vida de los habitantes del continente:

Uncido el Pueblo Americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud… las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha

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dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición.

El condicionamiento que la Corona ejercía sobre el pueblo, produjo una obnubilación en la visión que se pudiese tener acerca de las condiciones de vida:

La esclavitud es hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga abundan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento… adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la Libertad, la traición por el patrio-tismo, la venganza, por la justicia.

La cortedad propiciada por las formas de dominación, hizo que se perdiesen de vista las formas de superación y que se divaga-ra, prácticamente sin sentido, en torno a ellas:

Semejante a un robusto ciego que instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo per-vertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las Leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor…

Se muestra claramente consciente, en cuanto a la trascendencia que tendrá, para el futuro de la naciente República, el órgano que está instalando y el novedoso contenido del instrumento que so-meterá a su consideración:

… Legisladores. No olvidéis que vais a echar los fundamentos de un Pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que les espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar

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de Venezuela que debe inspiraros el acierto… la Esclavitud será el término de nuestra transformación.

Una vez más, expresa su absoluta convicción en cuanto a que la guerra es apenas el inicio de la etapa más importante para la con-solidación del nuevo Estado:

Los anales de los tiempos pasados os presentarán millares de gobier-nos. Traed a la imaginación las naciones que han brillado sobre la tierra y contemplaréis afligidos que casi toda la tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos. Observaréis muchos sistemas de mane-jar hombres, mas todos para oprimirlos.

Privilegia la entronización de la Libertad, como el más impor-tante logro a alcanzar:

La naturaleza a la verdad nos dota al nacer del incentivo de la Liber-tad; mas sea pereza, sea propensión inherente a la humanidad, lo cierto es que ella reposa tranquila aunque ligada con las trabas que le imponen… los más de los hombres tienen por verdadera aquella humillante máxima que más cuesta mantener el equilibrio de la Li-bertad que soportar el peso de la tiranía.

Sostiene que no basta con alcanzarla, sino que, lo más impor-tante, es consolidarla:

Muchas naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de Libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos; porque son los pueblos más bien que los gobiernos los que arrastran tras sí la tiranía.

Durante toda la intervención rubrica la importancia de la de-mocracia, como la mejor forma de gobierno. Sin perder de vista lo delicado de su sostenimiento:

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Solo la Democracia en mi concepto, es susceptible de una absoluta Libertad; pero ¿cuál es el Gobierno Democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad y permanencia? ¿No se ha visto por el contrario la Aristocracia, la Monarquía cimentar grandes y podero-sos imperios?

Defiende, sin dudarlo, cómo los logros que la guerra nacional de independencia y las instituciones que de ella han venido sur-giendo constituyen garantía de la nueva relación entre el pueblo, su gobierno y las demás naciones:

A pesar de esta crueles reflexiones [así las denomina], yo me siento arrebatado de gozo por los grandes pasos que ha dado nuestra Repú-blica al entrar en su noble carrera. Amando lo más útil, animada de los más justo y aspirando a lo más perfecto al separarse Venezuela de la Nación Española, ha recobrado su independencia, su Libertad, su igualdad, su Soberanía Nacional.

Se mantiene firme en la crítica que, desde Cartagena en 1812, viene formulando a la institucionalidad que surgió durante la pri-mera forma de gobierno que nos dimos:

Estoy penetrado de la idea de que el Gobierno de Venezuela debe reformarse; y aunque muchos ilustres ciudadanos piensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario para profesar públicamente la adopción de nuevos principios…

Sin negar las virtudes del sistema que se aplicó, considera que no es apto para nuestra deficiente cultura política:

Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Ve-nezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado. Y según mí modo de ver es un prodigio que su modelo en el Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al primer embarazo.

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Aunque no duda acerca de las excelencias del sistema que rige en los Estados Unidos, no ceja en sus reservas con respecto a él:

El régimen de gobierno [dice uno de los estudiosos de su pensamiento]15, de los países americanos no puede ser ni una monar-quía ni una democracia absoluta. Menester es inventar un sistema es-pecial, temperado en política, libérrimo e igualitario desde el punto de vista civil, que se compadezca con el atraso de aquellas sociedades y tenga en cuenta, al mismo tiempo, las conquistas del pensamiento revolucionario. Este régimen debe ser central, en lo administrativo, para que la autoridad suprema esté en capacidad de ejercer su inter-vención y su influencia de modo eficaz y directo. La Constitución americana resulta a Bolívar excelente para los yanquis pero (advier-te) “mejor sería para la América adoptar el Corán que el gobierno de los Estados Unidos”.

Reconoce las fortalezas del sistema estadounidense, pero no deja de alertar acerca de sus debilidades intrínsecas:

A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes po-líticas y de ilustración moral; no obstante que la Libertad ha sido su cuna, se ha criado en la Libertad, y se alimenta de pura Libertad: lo diré todo, aunque bajo muchos respectos, este pueblo es único en la historia del género humano, es un prodigio… que un sistema tan débil y complicado como el Federal haya podido regirlo en circuns-tancias tan difíciles y complicadas como las pasadas.

Tajantemente deja establecidas las diferencias que tenemos como pueblos y como gobiernos:

Pero sea lo que fuere, de este Gobierno con respecto a la Nación Americana, debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos estados tan distintos como el inglés americano y el español americano.

15 Parra Pérez, Caracciolo (s/f). Bolívar…

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Apoyándose en los tratadistas más socorridos de ese momento, reafirma su absoluta seguridad en cuanto a que los cuerpos legales deben responder a nuestra idiosincrasia:

¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de Libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aún es más difícil adaptar en Venezuela las Leyes del Norte de América. ¿No dice el Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el Pueblo que se hacen? ¿Que es una gran casualidad que las de una Nación puedan convenir a otra? ¿Que las Leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la cali-dad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los Pueblos? ¿Referirse al grado de Libertad que la Constitución puede sufrir, a la Religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus rique-zas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He allí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!

Permanente y claramente se muestra identificado con la es-pecificidad de nuestro mundo con respecto al del norte, al que varias veces ha denominado indiferente y aun interesado solo en nuestras potencialidades. Este criterio lo maneja con tal contun-dencia que tratadistas como José Martí, Jorge Abelardo Ramos y Francisco Pividal lo han definido como un sólido pensador anti-imperialista16. En la secuencia que nos interesa dice:

Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el ameri-cano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de Améri-ca, que una emanación de la Europa, pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones, y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos.

16 Para hacernos una idea la enorme influencia que el pensamiento bo-livariano tuvo entre muchos luchadores latinoamericanos recomenda-mos que, entre otros, se revise a: José Martí, Nuestra América; Jorge Abelardo Ramos, Historia de la Nación Latinoamericana; y Francisco Pividal, Bolívar: Pensamiento precursor del antiimperialismo.

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Insiste en lo que constituye uno de los pivotes fundamentales de su accionar:

Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer fijemos la aten-ción sobre los privilegios que debemos evitar.

Exhorta a los congresistas para que se conceda la libertad de los esclavos, al decir:

Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis Estatutos y Decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República.

Nos contentaremos con esa selección, sin duda hecha al voleo y de manera incompleta, de esta magistral alocución. Asumimos, como un pecado de lesa majestad, que estamos dejando fuera aspectos tan vertebrales como el Proyecto de Constitución y, dentro de este, nociones clave como la división, características y permanencia de los órganos de poder que en él se recomiendan. Igualmente bordearemos lo inherente al poder moral y a la edu-cación, tanto de los gobernantes como del pueblo. Lo hacemos a conciencia, porque –de otra manera– esta vertebración correría el riesgo de superar en extensión al objeto de análisis y nosotros perderíamos de vista el acimut que nos ha guiado.

Probablemente por desconocimiento de las características de la conflagración, o temiendo a una hiperconcentración de poderes en el Libertador, para fortalecer esta aseveración pedimos a nues-tros lectores que recuerden el momento en que se reúne el cóncla-ve estudiado: los legisladores angostureños optaron por descartar

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los aspectos más novedosos del documento que aquel sometió a su consideración. De manera que se inclinaron por estructurar unos órganos que, en buena medida, copiaban los que ya se en-sayaban en otras latitudes, reproduciendo muchas de las fallas de ellos; no admitieron la estabilidad de los funcionarios a elegir, fuesen representantes del ejecutivo, del judicial o del legislativo; se inclinaron por calcar las atribuciones de instituciones que estaba sometidas a cuestión en diversas partes del mundo libre; e, inclu-so, descartaron el Poder Moral. No pudieron captar que:

Principios fundamentales de la república eran esas enseñanzas ele-mentales de la escuela primaria o de primeras letras que en el mismo Congreso de Angostura ratificaba Bolívar ante los legisladores…

De su observancia para edificar la república libre y virtuosa con la ilustración y las facultades morales emanadas el espíritu público y las buenas costumbres, la moral republicana en los infantes aspi-raba formarse con la educación popular nacional sus dos pilares [la Moral y las Luces]. Apelando a estas necesidades, con su proyecto de Poder Moral aspiraba… que el Estado velase por la educación de los niños17.

Tal vez la propuesta más valiosa de todo el documento fue des-cartada con el subterfugio de:

… que se publicase como por apéndice de la constitución, invitando a todos los sabios, que por el mismo hecho de serlo deben ser consi-derados como los ciudadanos del mundo que comuniquen sus luces a esta porción hermosa de su inmensa patria18.

17 Vázquez, Belín y César Pérez Jiménez (2012). Estado liberal y guberna-mentabilidad en Venezuela. Caracas: Ediciones de la Fundación Centro Nacional de Historia.

18 Siso Martínez, José Manuel (1963). Ciento cincuenta años de vida repu-blicana. Caracas: Edición de la Presidencia de la República.

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Del escrito sometido al escrutinio de la cámara, solo lograron sobrevivir las instancias menos comprometedoras, para el sentir de la mayoría, que indudablemente, como lo señaló el orador, se sentían alienados por los efectos de lo pautado por el primer Con-greso constituyente. De tal guisa es lo que concluye un analista de nuestros tiempos:

El Proyecto de Constitución para la República de Venezuela presen-tado por el Libertador al Congreso fue discutido por dicho cuerpo y sirvió de base, con numerosas modificaciones, algunas de ellas sus-tanciales, para la Constitución en agosto del propio año19.

No podía el Libertador concluir su exposición sin solicitar a los asambleístas lo que consideraba la joya más preciada de su aspi-ración. Otro de los estudiosos de su ideal, nos lo presenta de esta manera:

Antes de terminar su brillante discurso, Bolívar anuncia la idea para la creación de la República de Colombia, proyecto que, a manera de un hermoso sueño, embarga su espíritu y su mente desde los albores de la revolución20.

Los tiempos que corren, en nuestros días, abundan en escri-tores que pretenden desconocer el alto vuelo del pensamiento integracionista del Libertador, por razones ajenas a este modesto ensayo. Pero una rápida ojeada de lo que escribieron en años no tan lejanos deja al garete sus actuales intenciones. Veamos un caso; al estudiar la trascendencia de esos ideales, según la visión de don Augusto Mijares, encontramos que uno de aquellos señala:

19 Ortiz Bruzual, Carlos (2015). “El hombre que escribía para adelantar los hechos. Prólogo”, en Simón Bolívar: Carta de Jamaica y otros textos. Caracas: Ediciones conjuntas Fundación Biblioteca Ayacucho – Banco Central de Venezuela.

20 Bencomo Barrios, Héctor (1994). Lecciones de Cátedra Bolivariana. Ca-racas: Grijalbo.

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Mientras los patriotas diseñaban la república en Angostura, en Europa conspiraba la Santa Alianza. En 1818 había llegado a Cádiz una flota rusa para cooperar con Fernando VII en la reconquista de América. Pero, con decepción y prontitud los españoles descubrieron que aquellos barcos no podían atravesar el Atlántico… Bolívar reite-ró entonces que con España, se hablaría de igual a igual o no se habla-ría. El ajedrez con que jugaba iba más allá del Atlántico, y tenía que moverse paralelamente entre la política y la guerra: echar las bases de un Estado republicano y conquistar su independencia21.

El Libertador demostró a todo lo largo de su fecundo accionar que nunca improvisó ni una acción ni un documento. Esto es evidenciable, por ejemplo, con seguir algunas de las ideas más resaltadas en su desenvolvimiento. Verbigracia, el llamado Decreto de Guerra a Muerte puede ser rastreado en su producción escri-ta desde el territorio neogranadino hasta San Carlos, lo que nos permitirá concluir que, más que un decreto circunstancialmente explicable, fue toda una política, diseñada como respuesta ante la sangrienta y cruel represalia desatada por los realistas ante las actuaciones de los primeros republicanos.

Del mismo modo sucede con su intervención ante el Congreso de 1819. Las ideas que explanó ante el parlamento las había venido hilvanando desde los meses previos y, cuando las tuvo organiza-das coherentemente, las sometió al riguroso escrutinio de uno de sus más brillantes amanuenses. Este, al anunciarle su revisión, le notifica su parecer mediante una concienzuda interpretación, que nos permite darle un mentís a quienes pretenden argüirle ausen-cia de criterios de estadista en su ilación.

Consagraré toda mi atención a corregirlo; es decir dejaré los pen-samientos, porque son bellos todos, pero omitiré algunas cláusulas repetidas, o cuya sustancia se halla expresada en otras con más calor

21 Consalvi, Simón Alberto (2003). “Simón Bolívar, el hombre en la his-toria”, en Augusto Mijares. El pensador y su tiempo. Caracas. Ediciones conjuntas Academia Nacional de la Historia – La Oriental de Seguros.

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o propiedad… La traducción inglesa… es excelente. El discurso de V. E. no ha perdido… nada de su fuerza; antes bien gana en algunos puntos, en los que el traductor ha sabido aprovecharse de las ventajas de expresión que ofrece la lengua inglesa… El español de V. E., no siempre es puro, aunque siempre escogido, cadencioso y elegante. Hay pensamientos atrevidos en el discurso; pero dependen de la originalidad con que V. E. juzga nuestra situación política y esta ori-ginalidad será religiosamente respetada22.

Nunca hemos compartido la presentación del Libertador como si hubiese discernido en funciones de profeta, porque tales actuaciones aparecen llenas de misticismo y de aproximaciones colmadas de nociones sobrenaturales. Pero la lectura del Discurso de Angostura nos permite hablar de un conductor de pueblos que, habiendo superado a sus predecesores y colocándose por encima de sus compañeros etarios, nos ofrece un claro oteamiento de las circunstancias que vivía la República para finales de la segunda década decimonónica, así como de las líneas tendenciales que podrían signar su porvenir.

Para ello se apoyó en el diagnóstico político, económico y social, en el análisis del desenvolvimiento de la guerra, en la proyección de las variables económicas, en la estimación del comportamiento de los centros metropolitanos de poder, en la proyección del papel que las nacientes repúblicas desempeñarían para las apetencias de los imperios, tanto los decadentes como los emergentes, en la comprensión del comportamiento de la pobla-ción y en el establecimiento de nuevas estructuras que estuviesen en capacidad de responder a las peculiaridades del mosaico que definiría al mundo en ciernes. Para nosotros, el general Simón Bo-lívar, al dirigirse al honorable parlamento reunido en Angostura, nos ofrece un sólido enfoque geohistórico. Lo cual hace porque

22 Palacios Fajardo, Manuel [Documento en línea] Disponible: https://www.scribd.com/document36358379/Actas-del-Congreso-de-Angos-tura.html. [Consultado: 2018, agosto, 20]. Confróntese igualmente a: Gil Fortoul, José: Obra citada.

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“… entiende al espacio como un producto concreto de los grupos humanos sobre su medio circundante, para su conservación y re-producción, dentro de condiciones históricas dadas”23.

Quienes nos identificamos como continuadores de la obra del maestro Tovar, seguimos con atención la manera coherente como él logró superar la práctica ahumana como se abordaban las ciencias, sobre todo las disciplinas sociales y, específicamente, la historia y la geografía, para comienzos de la sexta década de la centuria próximo pasada. La propuesta que, desde esos años, él propugnó representa un quiebre epistemológico con esa práctica pedagógica.

Para hacernos una idea de cuál ha sido el aporte del profesor Ramón Tovar a la enseñanza de la historia y de la geografía recor-daremos cómo, para mediados de la centuria del veinte, el énfasis en las disciplinas estaba colocado en lo más lejano, las primeras culturas universales y el espacio sideral. Él y quienes lo acompa-ñaron en los esfuerzos pioneros, se dedicaron a implosionar los parámetros dominantes, invirtiendo las antípodas del quehacer educativo. Se empezó a enseñar desde lo más cercano hacia lo más distante, desde lo concreto hacia lo abstruso24. Se convirtió al ser humano, y en especial al nacional, al regional y al local, en el centro de la actuación didáctica.

A partir de entonces empezamos a hablar de la población como el punto de partida de cualquier análisis; se valorizaron los recursos para la enseñanza: cartogramas, cortes topográficos, ilustraciones y gráficos de diverso signo; se incorporaron los tra-bajos de campo, incluyendo los que recorrían las rutas históricas, e incluso por los espacios aledaños a las instituciones educativas; se redescubrió la literatura, en sus diferentes vertientes, incluyendo a los clásicos de la historia y la geografía continental; se revaloriza-ron las aportaciones de las elaboraciones artísticas, destacando a los creadores de este lado de la mar océana, y sus, hasta entonces,

23 Tovar L., Ramón A. (s/f). “El enfoque geohistórico”, en El enfoque…24 Taborda, Maruja (1999). Antología geodidáctica. Caracas: Fondo Edito-

rial de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

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negadas o maniqueadas aportaciones a la comprensión de nuestra espacio-temporalidad. Sin ninguna intención de utilizar pleo-nasmos, diremos que, en función de la escuela de pensamiento que nuestros maestros reconceptualizaron, no solo se comenzó a enseñar las ciencias patrias de otra manera; sino que se empezó a investigar hacia ellas y desde ellas de una forma radicalmente distinta. Para nosotros, allí está la génesis de la geohistoria. Sin esguince de ningún tipo, reafirmamos que, desde esa perspectiva, Venezuela abrió sendas para la indagación y la formación en las ciencias sociales.

Hoy, felizmente, en nuestras principales regulaciones superes-tructurales están plasmados esos imperativos educativos. Aspira-mos que el somero e incompleto recorrido que hemos realizado en torno a los dos acontecimientos que nos congregan sirva de acicate para aplicar lo que la metodología recomendada sugiere. En ambos afloran suficientes elementos que así lo recomiendan.

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EL CONGRESO DE ANGOSTURA, AMÉRICA Y LA UTOPÍA LIBERTARIA

Nelson Guzmán

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BOLÍVAR Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA NACIÓN

El presupuesto cardinal de Simón Bolívar para la constitución de la patria era la unión. América debía coaligarse en un proyecto común que le confiriera la fuerza necesaria para poder hacerle frente a la España imperial. El propósito fue construir una Repú-blica indivisible, unitaria y centralista. Se reclamaba el derecho de que los Estados nacientes de América tuvieran la capacidad de negociar a la par con España; esa probidad le había sido arrebata-da a estas tierras mediante el terror. Simón Bolívar se estaba opo-niendo a un Imperio español afiliado al Medievo. Europa había discriminado y descalificado por todas las vías a los habitantes de estas tierras. Acá se aplicó el terror en nombre de la civilidad.

Bolívar quería instaurar un República levantada sobre las leyes; sabía de las dificultades por las cuales había transitado Venezuela desde hacía 300 años. Los hijos de los mantuanos que reclamaban presencia en aquel entramado social habían sido segregados; siempre oficiaban como segundones; no ejercían como virreyes, gobernadores, obispos, y pocas veces como arzobispos; su presen-cia en las instituciones era precaria. Es por ello que el Libertador destacará en la Carta de Jamaica de 1815 que los americanos eran segregados por las leyes españolas. España imponía obediencia total y ciega a su autoridad. Aquel viejo Imperio no era añorado por las nuevas Repúblicas. La violencia que ejerció la metrópoli hacia el Nuevo Mundo no mostraba otra cosa que el racismo y el desprecio cultural. El flagelo que conduciría a las almas a la independencia se venía incubando desde hacía mucho tiempo; la vuelta atrás era imposible.

Venezuela era un hervidero de pasiones y de visiones del mundo. El derecho a tener razón se ostentaba con vehemencia. Las almas de los venezolanos fueron mancilladas y pisoteadas por la voluntad colonialista de someterlos. Los realistas nunca se plantearon una América libre y con autodeterminación. Nuestras tierras eran un cementerio donde indígenas y africanos habían caído víctimas del exterminio. Avanzada la colonia, hombres

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Discurso de Angostura

como Francisco de Miranda fueron víctimas de la mirada de la desconfianza de los peninsulares y de los propios mantuanos, que consideraban que su padre no poseía limpieza de sangre para ser el conductor de los ejércitos de blancos de la Capitanía General de Venezuela. Para ellos constituía un severo peligro darles poder a las clases inferiores. Cada vez que un hombre de otra casta desco-llaba por sus ideas, el bloque de poder dominante y ultramontano arremetía contra él. Era urgente detener aquellas pasiones que podrían aferrar el poder conservador.

Bolívar no comulgó con la idea de imponer el federalismo en Venezuela; ese sistema de gobierno convocaba al desorden, sobre todo por la inmadurez que imponía la cultura. El federalismo daba pie al poder ilimitado de las provincias y de las capitales. En Estados Unidos funcionó –según nos dice el Libertador– por ra-zones atribuidas a la madurez de espíritu. Bolívar estaba evitando el dispendio y el personalismo de las malas acciones en esta parte del mundo. Lo más adecuado sería la instauración de un orden político centralista con reglas claras que nuclearan la diversidad de propuestas. Sabía con claridad que los sistemas políticos debían apelar a la mesura; de esa manera se contrarrestarían los odios políticos y los pases de facturas.

Bolívar sabía de la responsabilidad y del peso que tenía como conductor de la República; es por ello que en el Discurso de Angos-tura le devuelve el mando al soberano. Las dificultades que habían sufrido los pueblos en el camino de la libertad eran espantosas. Conducir el propio ejército republicano era un camino lleno de dificultades y contratiempos; las facciones eran diversas, entre los propios patriotas los acuerdos se dificultaban. Bolívar tenía bien claro que debía imperar la unión para que se mantuviera el pro-yecto independentista.

La existencia política de Venezuela era ninguna; los venezola-nos no contábamos con el reconocimiento de todos los derechos que tenían los peninsulares. No podíamos comerciar nuestros pro-ductos con otras naciones sino utilizando las sordinas e interme-diaciones que nos había impuesto la Monarquía de los Borbones.

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… nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existen-cia política ha sido puramente nula y nos hallamos en tanta más di-ficultad para alcanzar la libertad cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la Libertad sino también la tiranía activa y doméstica.

En el Discurso de Angostura se manifiesta una crítica profunda al absolutismo monárquico por considerar que ese orden no co-nocía los límites, imponía de manera unidireccional la voluntad del gobernante; esto daba pie al abuso y tiranicidio del aparato burocrático del Estado. Todo esto no propiciaba sino la sumisión ante una metrópoli que la mayoría de los hombres de estas tierras no conocía. En la conducta del Libertador del año 1817 hay una postura claramente anticolonialista. Bolívar señala que el camino para salir de la barbarie no era otro que el de las Luces. En aquella Capitanía General solo existían unas pocas escuelas públicas. El analfabetismo marcaba la pauta. Las leyes que instrumentaban los españoles sometían a los insurrectos a castigos despiadados e insostenibles.

Contra aquel universo intolerante nos habíamos revelado como pueblo; vivíamos en un mundo de profunda complejidad que debíamos pensar; al entender del Libertador, éramos un nuevo género humano. Sabía Bolívar que los pueblos nacientes no contaban con el mando, ni el saber ni el poder. El menosprecio de España hacia América era sin igual; desde allí no podíamos aspirar a enrumbar naciones prósperas. Las riquezas de América habían sido dilapidadas por una cultura que se dedicó a la os-tentación y a regirse por un catolicismo cerrado que no se había percatado de que la pervivencia de los pueblos necesitaba de la industria y de la técnica. A los ojos de las autoridades españolas, América solo era un simple proveedor de sus riquezas.

El norte del discurso de Bolívar se inspiraba en las leyes; solo a través de ellas se podía evitar caer en los desajustes a que nos conduciría la ignorancia. La virtud sería el verdadero camino que nos permitiría no extraviarnos ante los vicios y abusos a que lleva directamente la ambición. El discurso de la Ilustración se opuso

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Discurso de Angostura

a las voliciones de las pasiones desenfrenadas; para evitarlas in-vocaban la fronesis, sin moderación no se podría construir una sociedad fundamentada en la justicia y en la equidad. La reacción de Bolívar era contra aquella Europa etnocéntrica que a cada paso descalificaba a nuestras naciones. El camino de Venezuela y de América debía enrumbarse a la conquista de la libertad. Estaba consciente Bolívar de que no se podían equivocar; la amenaza de la Santa Alianza (Austria, Rusia, Prusia) preparaba sus espadas para apoyar a España y someternos a la esclavitud.

Bolívar fue un hombre de rupturas extraordinarias. En 1803 había jurado en el Monte Sacro la libertad de estos pueblos. Aquel hombre de profundas desgarraduras en el alma, que venía de perder a su esposa en San Mateo víctima de la fiebre amarilla, había emprendido un viaje sin retorno, el de la gloria que le de-pararía la historia como fundador de mundos. Simón Rodríguez lo había encontrado de nuevo en aquellos años en Europa. Asis-tió a la coronación de Napoleón; bien pronto comprendió que su camino no podía ser el de la monarquía, sino el de instaurar la República y desde allí, con todas las dificultades que pudo implicar aquella larga travesía, se inclinó hacia el republicanis-mo, resaltando las coyunturas y especificidades que existían en aquellos pueblos que fueron tiranizados por trescientos años de dictadura. Muchas de las ideas de Bolívar, en su proyecto cons-titucional del Congreso de Angostura, fueron señaladas de mo-nárquicas; sin embargo, levantaba el Libertador los estandartes de la democracia.

Los lemas de Bolívar eran la igualdad, la soberanía nacional, la libertad. Lo fundamental era el libre ejercicio de la conciencia; no había dogmas que pudiesen imperar sobre la libertad. El peor ene-migo sería el de la esclavitud; solo una mirada miope podía con-descender a los halagos de la corrupción con el fin de mantener la monarquía. Una sociedad sana no podía ceder ante las ofertas de los fueros, de los privilegios; debíamos por el contrario contar con la libertad de prensa. Los hombres no podían ser reprimidos por gozar de la libre expresión oral y escrita.

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LA IDENTIDAD CULTURAL DEL PUEBLO VENEZOLANO

A diferencia de la América inglesa, Bolívar se refiere a Estados Unidos y dirá que la realidad cultural del pueblo venezolano es su integración racial. A pesar de los prejuicios de castas y de la exclusión racial española, es de hacer notar que los colonizadores se apersonaron solos a este continente; los ingleses, en cambio, marcharon a Norteamérica con sus familias. Los vaivenes de la historia hicieron posible que – aquellos presidiarios salidos de las ergástulas de Cádiz y que por fuerza mayor aceptaron convertirse en nómadas y venir en las carabelas de Colón a cambio de su liber-tad– echaran raíces en estas tierras. No era exactamente la pros-pección futura lo que los impulsaba en sus motivos de vida, sino la aventura, el riesgo, el oro, la comodidad. Esos hombres vinieron escapando de sus vidas maltrechas. Desde un comienzo impusie-ron la única lógica que conocían: la violencia y el sometimiento.

Los fundadores de las colonias inglesas, a diferencia de los españoles, vinieron apertrechados en su religión y en el puritanis-mo. El protestantismo les decía que la solución de su vida estaba en el trabajo y en la construcción de una familia estable. La mezcla racial no se dio en Estados Unidos en las proporciones que se observó en las colonias españolas. La colonización británica con-fiaba en las leyes; su constitución, por más sesgada que fuera, era la única garantía de orden y de equilibrio para aquella sociedad naciente. Los nuevos territorios norteamericanos necesitaban fomentar el comercio; desarrollaron sus empresas, pero no se dio la integración cultural ni racial. Venezuela y Estados Unidos eran dos realidades irreconciliables; por eso Bolívar creía un error establecer el sistema federal en nuestras provincias. Había que dis-ciplinar, controlar el pillaje y la insubordinación en nuestra tierra aguerrida. Nosotros nacimos como República en el sobresalto de la diáspora. En esta sociedad imperó el cacicazgo, la rebelión; la integración se hizo difícil por la diversidad de orígenes y culturas.

El Libertador consideraba que debíamos superar en nuestros suelos patrios el contagio del despotismo; había que vencer la mentalidad totalitaria; eso implicaba fortalecer las instituciones

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públicas; se debía emprender el camino de la sanación de las almas que aún habitaban en la oscuridad. Como lo dirían Platón en La República –en el mito de la caverna–, los hombres que vivían largo tiempo entre las sombras de la caverna no eran capa-ces de observar las luces del conocimiento; saber era un ejercicio de liberación de la doxa hasta conquistar las cimas de la episte-me, y esto se lograba mediante la razón; para hacerlo había que romper con el ethos aristocrático. La explanación lingüística a la cual apelaba Bolívar en su Discurso de Angostura era la histórica; los paradigmas deben descender del topusuranus a las coyuntu-ras históricas concretas.

Aunque Bolívar otorgaba un plano extraordinario a las leyes en sus funciones, no por ello dejó de examinar el papel del individuo en la historia. Consideraba que esos hombres excepcionales, des-plegados sobre bases sólidas y realistas, estaban sostenidos por la luminosidad que tenían sus ideas respecto a la República a la cual aspiraban. Detrás de estos personajes estaba la idea de virtud, de patria. Las instituciones no serían nada sin una filosofía:

Así, pues, os recomiendo, representantes, el estudio de la Constitu-ción británica que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a los pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea, estoy muy lejos de proponeros su imitación servil. Cuando hablo del go-bierno británico sólo me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los pode-res, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política: ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de repú-blica? ¿Y puede pretenderse a más en el orden social?

Bolívar consideraba que el senado de la República debía ser hereditario; confiaba en que esta sería la única garantía de inco-rruptibilidad de nuestras instituciones, serviría de muro de con-tención a la disputa política de los diputados y pararía las suspica-cias que pudiesen darse en el pueblo. Esta apreciación política de Bolívar –muchos sectores la vieron con escepticismo– parte de un

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presupuesto epistemológico que en la historia se ha demostrado poco fiable: el de la neutralidad axiológica. Siempre los actores po-líticos tendrán sus causas que defender, bien que no estén, como presume el Libertador, mediados por intereses económicos. Un siglo después de Bolívar, sobre este aspecto se disputarían positi-vistas y marxistas; posteriormente en el curso de la historia se le atribuirían otras variables, en el caso de la filosofía alemana, al concepto de Ser.

El Libertador defenderá con vehemencia la existencia de ese cuerpo colegiado en la virtud de que serían los futuros senadores quienes encarnarían la honradez. Bolívar no los considerará una nobleza; dirá: “Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre y no lo será jamás”. Bo-lívar tratará mediante su Constitución de blindar el orden social; se trata de instalar un Estado de equilibrio. El ejecutivo debe tener poder suficiente como para que el gobierno sea eficiente, pero ese ejecutivo debe tener la vigilancia de las leyes. A toda costa hay que evitar la anarquía y la dilapidación de los dineros públicos. Los principios de la filosofía bolivariana están construidos sobre pre-supuestos de un realismo político. “¡Ángeles, no hombres pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo todos la potestad soberana!”.

LA NECESIDAD DE UN GOBIERNO CENTRALISTA

Bolívar anotaba en el Discurso de Angostura la urgente necesi-dad que tenía la República de Venezuela de aferrarse a las decisio-nes del Poder Ejecutivo. El gobierno centralista permitiría tomar las decisiones requeridas de manera inmediata. El mismo Poder Legislativo necesitaba de decisiones inmediatas que nos libraran del retraso procesal debido a la lejanía de las autoridades. Bolívar clamaba por la justicia inmediata en aquel mundo consumido por la barbarie de las insolentes leyes de un imperio decadente al que solo le interesaban las riquezas de la América naciente. Procla-maba la necesidad de mantener el equilibrio de los poderes y el respeto hacia los otros.

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La sociedad que estaba proponiendo construir el Libertador debía desmarcarse de la idea quimérica de que era posible la liber-tad absoluta; para él ese proyecto corría el riesgo de sucumbir en la anarquía o en el despotismo. Había que crear un Estado funda-mentado en las leyes y en las normas de la sana convivencia. La Constitución federal podía retrogradar las costumbres alimentan-do el individualismo y los privilegios de grupos. Estas creencias del Libertador lo llevan a pensar que lo más importante en aquella naciente República era establecer un Poder Ejecutivo fuerte, que centralizara el orden en torno al presidente, y un Senado heredita-rio incorruptible, que fuera garante de la probidad del Estado.

La libertad ilimitada no era posible para este caraqueño, pues en estos estados no están bien establecidos los límites que tienen el ciudadano y los pueblos. Bolívar rescata la idea de ciudadanía propia de la filosofía de la Ilustración, puesto que allí todos los hombres son iguales ante la ley. La philosophie des lumières echa a un lado las diferencias biológicas, de castas y de razas que podrían horadar el camino dándole privilegios a una élite. Los contentivos que prescribe Bolívar son los que la razón debe poner a la volun-tad general y a la autoridad pública.

Bolívar conocía con claridad los excesos que podían imprimir-le a los cambios sociales las pasiones de ciudadanos exaltados por la conquista de nuevas libertades. Se trataba de morigerar y reglar la imaginación que en plena creación, después de trescientos años de sometimiento, podría errar con el entusiasmo. Así mismo se debía ser preventivo con el uso indebido de la fuerza que podrían llevar adelante las autoridades públicas:

Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración reciproca a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo.

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Bolívar partía de la idea de la modernidad de que lo fundamen-tal era el amor a la patria. En el Discurso de Angostura observa que la actitud de los venezolanos ha sido de descreencia perpetua en las leyes, y lo atribuye al mal uso que los magistrados han hecho de estas, pues se han utilizado para castigar al pueblo. A pesar de que sus connacionales aman la patria, se mantiene en su espíritu la impronta negativa de un poder extranjero que los ha manteni-do en el ostracismo. España nunca pretendió fomentar en estos territorios la unidad nacional. Ese país era víctima del fariseísmo de sus reyes. Los americanos fueron tratados con minusvalía. La penetración de Bolívar a este respecto es de gran profundidad; hombres como Domingo Monteverde y Pablo Morillo habían sido lesivos para el país.

Morillo entendió la pacificación como sometimiento. La reali-dad le mostraría una tendencia distinta; a pesar de las jerarquías y las diferencias de castas y de clases el discurso de los libertadores apuntaba hacia el entendimiento nacional. Bolívar había com-prendido que éramos hechura de distintas razas; en aquel caldero extraordinario se manifestaban varias maneras de entender y de ejecutar el mundo en que vivíamos. Bolívar, en su encendido Dis-curso de Angostura, propone la unidad nacional:

… La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla; nuestra Constitución ha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos; nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despo-tismos antiguos y modernos; que este edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemos un templo a la justicia.

Bolívar pide dictar un código de leyes venezolanas; esa audacia del Libertador fue extraordinaria pues nos estaba invitando a que nos pensáramos como pueblo. La inspiración del Libertador fue dar al traste con las viejas tradiciones legales que eran el recuerdo de la servidumbre a que habíamos sido sometidos por el coloniaje. Con un sentido realista de lo que estaba ocurriendo en el mundo de aquel momento, nos invita a examinar las legislaciones de la Gran Bretaña, de Francia y de América septentrional; se trataba de

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encontrar el camino de la tolerancia y de la libertad. El punto neu-rálgico de nuestros pueblos estaba en las distintas maneras como comprendíamos el proceso social de cambio.

La idea de un hombre como el Libertador era fomentar el res-peto público; de allí que dijera que el camino de construcción de la República fuese más plausible de lo que pensáramos: nos unían las costumbres, una lengua común, tradiciones de lucha y un sinfín de elementos que no harían posible nuestra disolución. Nuestro estadista temía al leguleyismo de la Asamblea Nacional; ello podía conllevar al despotismo o a la monocracia. Ningún provecho tendría sustituir la anarquía parlamentaria por un cuerpo oligár-quico todopoderoso que retuviera o hiciera de difícil ejecución las decisiones del Poder Ejecutivo. El discurso del Padre de la Patria se levanta desde la comprensión de la tiranía que ha ejercido un Poder Judicial corrompido; desde esa simiente se haría imposible sedimentar la idea de patria. Para contrarrestar los impactos de los vicios propuso el Poder Moral como una especie de superego que permitiese a la República corregir sus propios errores.

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA REPÚBLICA

La idea fue construir una República sólida e indivisible; esto permitiría atenuar las luchas intestinas y el caudillismo en que podía hundirse el país. Un signo importante de nuestra historia política han sido los levantamientos y las pequeñas guerras por controlar el poder. Bolívar sabía que había que integrar a la patria, a la población esclava; de hecho su pensamiento distaba mucho de la ideología del mantuanaje que quería mantener aquellos privi-legios propios de la servidumbre. Hay que recordar que en 1815 había acordado con el presidente de Haití Alejandro Petión abolir la esclavitud en Venezuela.

El Discurso de Angostura es una pieza teórica e histórica donde se apela no solo a la integración nacional como un factor esencial para conformar la República, sino a la necesidad de constituir y fundamentar los imaginarios; allí hay una acción recordatoria de la función capital que ha jugado en la historia el pueblo; este

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se ha batido en cada rincón soñando con la libertad y la felicidad. Bolívar recuerda la gloria y el tributo que la República debe rendir a los lanceros de la patria y a los esclavos. Bolívar no solo fue un gran tribuno, sino un hombre que supo apreciar el poder de la fuerza de cambio que tiene la conciencia política. La gloria no era el dinero tan solo, sino las máximas virtudes y los grandes idea-les. La paz de la nación estaba en la necesidad de reunir aquellas ansias redentoras. El lenguaje de Bolívar es de sentencias y de fe en la revolución, en la honradez, en las Luces y en el futuro.

En las primeras sesiones del Congreso de Angostura se acordó que la religión oficial fuese la católica; también se tomó la previ-sión de otorgar beneficios a extranjeros que habían luchado por la causa de la libertad nacional: se les concedieron tierras como compensaciones. La República muchas veces confirió tierras como contraprestación de los empréstitos recibidos de Londres. La República se reglamentó sobre una base amplia que permitiera la inserción de los extranjeros que estaban en el país. Se tomaron disposiciones que permitieran a los comerciantes sentirse cómo-dos y protegidos por la nueva República. Eso implicaba la exo-neración del pago de impuestos para los productos exportados e importados. Todas aquellas garantías eran necesarias para hacer atractiva la convivencia humana en la República naciente.

Bolívar le exigió al Congreso que comenzara sus deliberacio-nes inmediatamente, luego de que él finalice su discurso; debía otorgarse el reconocimiento a los hombres que se habían batido por la dignidad de la patria, se debía instituir una declaración so-lemne para con estos hombres, quienes debían ser premiados por sus servicios a la patria. Bolívar en acto oficial entrega el poder de Primer Magistrado de la República y declara que será fiel servidor de las líneas que establezca aquel Congreso de 1819 y estará presto a cumplir, como un soldado más, las disposiciones que se tomasen con respecto a su destino como servidor público.

El Discurso de Angostura predice lo que será Venezuela o Colom-bia la Grande, como se han dado en llamarla algunos historiadores para diferenciarla de Colombia. La decisión de unir a estos países se debe a una vida histórica común, pueblos que derrocharon valor

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y sacrificios por mantener la libertad. No sospechaba Bolívar, igual que no lo hizo Sócrates, que las almas reaccionarias interpondrían todos sus recursos para que este proyecto hecho realidad se de-rrumbara. Para Bolívar el buen gobierno debería ser la suma de feli-cidad de la República; esto implicaba la autonomía de los jueces y la fortaleza del Poder Judicial; esta independencia relativa mantendría el equilibrio del poder y evitaría la venalidad.

Aquella República que soñaba Bolívar se fraguó desde las di-ficultades del hacer. El camino recorrido estuvo lleno de baches, de contratiempos, de disputas. España quería seguir entronizada en el poder. En 1812 Domingo Monteverde tuvo sus aliados entre los criollos; había ensamblado la artillería de su acciones con base en las patrañas que a diario fabricaba José Domingo Díaz en la Gaceta de Caracas; este atacaba a los patriotas, los tipificaba como “señoritos sin oficio” que no hacían otra cosa que sembrar la anarquía entre la población. Aquel orden político peninsular equidistaba años luz de las razones que esgrimían los patriotas venezolanos para llevar a cabo la libertad.

El Discurso de Angostura exhibe una ruptura rotunda con los ideales políticos de los mantuanos; el giro lingüístico de Bolívar solicita a las comisiones que se van a instalar para discutir su modelo de gobierno, que le otorgue prioridad al tema de la situa-ción de esclavitud que aún persistía en Venezuela. El 11 de enero de 1820 el Congreso aprobó el proyecto que decretaba la libertad de los esclavos. A partir del exhorto de Bolívar se le reconocen a los soldados de la patria sus sueldos; asimismo se instrumentan los mecanismos para auxiliar a sus viudas, todo esto para fortale-cer a los que venían luchando desde 1816. Se trataba de honrar a quienes corrieron peligros por defender el país.

LA IMPRONTA DE LA EDUCACIÓN

A la base del pensamiento de Bolívar subsistía su proyecto edu-cativo. El camino de la integración del país debía comenzar por la instrucción de sus ciudadanos. Más de la mitad de la población en 1819 era analfabeta. Las pocas escuelas estaban en manos de

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la Iglesia, la educación había olvidado la instrucción en los oficios artesanales. La igualdad debía construirse en términos pragmáti-cos, enseñando a leer y escribir a la población, lo cual le confería el derecho de elegir a sus representantes. Como lo señala Tomás Polanco Alcántara en el prólogo al libro El Libertador y la Consti-tución de Angostura, había que formar hombres virtuosos dispues-tos a servir a la nación. Las madres debían ser estimuladas con consejos –provenientes del Estado– donde se las instruyese sobre la atención escolar que debían estimular y promover en sus proles. La excelencia debía comenzar a cultivarse desde la infancia.

El proyecto bolivariano apuntaba a la necesidad de estimular y de reconocer las labores de los maestros; estos debían propulsar la moral y las buenas costumbres. Distaba largo rato su ideario, de una quimérica democracia imperfecta que pretendiera ho-mogeneizar la moral pública y desconocer los rangos obtenidos mediante el estudio sesudo de sus materias y áreas de especialidad. Se trataba de fomentar la educación popular; los niños debían ser atendidos en fonética, en la lectura, en la higiene, en la modera-ción. Sin duda, Bolívar había asimilado las enseñanzas aristotéli-cas: el primado debía estar en la fronesis y en la ética.

El ethos social debía ser atendido desde la primera infancia; los valores fundamentales eran la honradez, la valentía y el amor a la patria. El docente –como profesional y ductor de la reserva humana del pueblo– debía ocupar un puesto privilegiado en el todo social. Los docentes eran los encargados de formar naciones.

En la concepción del Libertador, la familia tenía un papel pri-mordial. Los padres debían inculcar a su descendencia los ideales de la virtud, la libertad, la igualdad y el trabajo. Los hijos de la patria debían a empujar su terruño hacia el desarrollo y el éxito. Los ciudadanos de aquella República debían ser entes activos, vi-gilantes del destino de sus conciudadanos. El amor al suelo sería fuente y garantía de formación de una ética fuerte donde prima-ran los principios del bienestar público. Bolívar pretendía desmar-carnos con esto de siglos de corrupción y tiranía. El sistema social y de poderes debía ser regulado por la vida ética y moral del espíri-tu encarnado en la Cámara de Representantes de la República.

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Discurso de Angostura

Las reflexiones de los representantes de la vida pública debían encaminarse a promover el estudio realizado por investigado-res de las normas morales y tradiciones del país. Se trataba de fortalecer y regular las instituciones del Estado. Sugería también Bolívar contar permanentemente con el concurso y cooperación de doctos educadores internacionales; esto a los fines de dar con-tinuidad a las medidas que se tomasen a favor de los ciudadanos; esto evitaría la improvisación y permitiría instrumentar una for-mación levantada sobre principios sostenibles.

En el Discurso de Angostura Bolívar exhibe una pedagogía política de alto nivel. Lo que verdaderamente debería reclamar un Estado es el equilibrio de sus poderes. A pesar de la autonomía del Poder Judicial que le ha concedido Bolívar a esta instancia, el pre-sidente de la República estaría facultado para intervenir en algunas de sus decisiones cuando las considerase injustas; esto daría paso a la revisión de la materia juzgada, y de no haber acuerdo correspon-dería a la Cámara de Senadores la última palabra; lo que se buscaba era impulsar el respeto y la convivencia plena de felicidad. La sobe-ranía del pueblo era imprescriptible; el pueblo venezolano –desde los sucesos de 1810 y 1811– con la declaración de la Independencia había tomado conciencia de su papel en la historia: nunca más iba a retrogradarse retornando a la tiranía. El vehículo democrático que proponía Bolívar –para validar su concepción– eran las elecciones y la promulgación de la segunda Constitución del país.

La Constitución emanada del Discurso de Angostura y discu-tida por los representantes de las provincias, establecía en el artí-culo 4 el derecho democrático a la libre expresión; el ciudadano podía con libertad reclamar sus derechos estableciendo grupos siempre y cuando lo hiciese por escrito y estuviese claramente estipulado que el interés era común a todos los ciudadanos. Quien reclamara sus derechos debía firmar el documento como tal; no se podían tolerar estilos licenciosos que ofendieran la moral y la virtud del otro. La Constitución venezolana de 1819 era taxativa cuando decía que estaba prohibido el abuso emanado del Estado; nadie podía suspender la libertad de otro ciudadano por simple capricho, o por el uso de la fuerza y del poder.

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Ninguno puede ser acusado, preso, ni detenido, sino en los casos que la ley haya determinado, y según las formas que haya prescrito. Todo acto ejercido contra un hombre fuera de los casos y formas de la ley, es un acto arbitrario, opresivo y tiránico, y cualquiera que lo haya solicitado, expedido, firmado, ejecutado, o hecho expedir, firmar o ejecutar es culpable, y debe ser castigado conforme a la ley.

En la Constitución de 1819, tal como nos lo muestra Pedro Grases, el Poder Moral se imprimió como apéndice por los par-lamentarios que revisaron el proyecto de Constitución propuesto por el Libertador. El poder no se aprueba; se dejó para una época posterior; se debía consultar a los eruditos de todos los países de la época para establecer si esta figura añadía bondades o perjuicios a la República naciente; de acuerdo con esto, su aprobación o re-chazo dependía de la experiencia de otros pueblos que siguieron ese camino. Posiblemente los magistrados que evaluaron el pro-yecto bolivariano lo consideraron quimérico. Bolívar consideró su utopía constitucional –en relación cobl Poder Moral– extraída de la experiencia de Repúblicas antiguas y de su sueño por encami-nar a la patria a la conquista de un mundo mejor.

El Congreso de Angostura da el paso decisivo para la Cons-titución de la Gran Colombia. Vencer al poder español requería la unidad de los pueblos; este Congreso elige a Bolívar como presidente del naciente país y a Francisco de Paula Santander como vicepresidente. Bolívar, en su carácter supremo de jefe del Ejército Libertador, necesitaba desplazarse al sur: a Ecuador y a Perú. Su ausencia sería suplida por Santander. Estábamos ante dos concepciones ideológicas distintas: Bolívar quería el centralismo y Santander fundar una sociedad liberal donde coexistieran los antiguos vicios que el Libertador había criticado. A esa fatalidad debían sumársele las ambiciones de Juan José Flores en Ecuador y de José Antonio Páez en Venezuela, que se encaminaron a inde-pendizar los departamentos de Colombia la Grande que dirigían como vicepresidentes.

A lo interno de la naciente Colombia se habían comenzado a fortalecer las fuerzas del personalismo y de la ambición. En 1828,

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Discurso de Angostura

en una fatídica noche septembrina, se intenta asesinar al Liberta-dor; milagrosamente lo salva Manuela Sáenz. Allí participa Pedro Carujo, y en el asalto al palacio mueren varios custodios del Li-bertador. Santander es condenado a muerte por ser considerado ideólogo de aquella salvajada; la vida le es perdonada por Bolívar, su camino sería el exilio. En el Departamento de Venezuela Páez y Miguel Peña preparan la liquidación de la utopía bolivariana; igual sucede en Quito con el general Flores, quien en franca cons-piración contra el Libertador prepara la separación de Quito de la Gran Colombia. El desenlace de Colombia la Grande termina en una tragedia: muere Bolívar diezmado por su enfermedad pulmonar según el dictamen de Alejandro Próspero Révérend. En febrero había sido liquidado el mariscal Sucre en la montaña de Berruecos. Los sueños de unión para la construcción de ese gran país que sería Colombia la Grande –compuesta por Venezuela, Cundinamarca, Ecuador, Panamá y otros países que como Puerto Rico y Cuba querían anexarse como protectorado– expiran.

BIBLIOGRAFÍA

Agosto Méndez, J. M. (comp.). (1920). Libro del Centenario del Congreso de Angostura. Compilación ordenada por el Ejecutivo del Estado Bolívar. Ciudad Bolívar: Tipografía La Empresa.

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Grases, Pedro (comp.). (2011). Actas del Congreso de Angostura 15 de febrero de 1819-31 de julio de 1821. Caracas: Biblioteca Ayacucho / Banco Central de Venezuela.

Grases, Pedro. (1970). El Libertador y la Constitución de Angostura de 1819. Caracas: Banco Hipotecario de Crédito Urbano.

EL CONGRESO DE ANGOSTURA: LOS FUNDAMENTOS

DE UN PUEBLO NACIENTE

Oldman Botello

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LA DESPEDIDA FORZADA DE LOS ESPAÑOLES EN GUAYANA

A las ocho de la mañana del 18 de julio de 1817 zarpó del puerto de Angostura (hoy Ciudad Bolívar) un convoy integrado por dos fragatas, cuatro bergantines, nueve goletas y varias lanchas, fleche-ras y otras de menor calado. Iban a bordo el comandante general de la provincia Miguel de la Torre y Pando, el vicario encargado del Obispado de Guayana, el intendente provincial Lorenzo Fitzgerald y otros altos y medios funcionarios, oficiales, tropa y casi todos los vecinos de la ciudad, salvo doce que se quedaron escondidos en el monte pues no quisieron viajar. Iban por el Orinoco buscando su desembocadura para viajar a las colonias europeas del Caribe. Eran los últimos españoles y varios venezolanos que se marchaban luego de la caída de Guayana que siguió a la aplastante derrota de los rea-listas en San Félix, por las tropas independentistas comandadas por el bizarro general Manuel Carlos Piar.

El convoy que emigraba tuvo varios encuentros con las fuer-zas de la libertad a través de su viaje por el Orinoco, más otros contratiempos por el desconocimiento de la ruta que debían seguir para salir al mar. Habían padecido seis meses y siete días de sitio por las fuerzas que operaban sobre Guayana. Se agotaron las provisiones y en los últimos días soportaban por todo alimento cuero de ganado guisado con pira y otras hierbas. El acta levantada el 15 de julio para justificar la desocupación y entrega a regañadientes de Angostura dice:

… no es menos cierta una notoria y absoluta falta de víveres con que se halla la plaza, en términos que sus habitantes se ven reducidos a la infeliz suerte de haberse de alimentar de cueros, faltando de algunos días a esta parte la ración a la tropa sin esperanza de ningún auxilio1.

El 8 de agosto de 1817, las tropas españolas recalaron en la isla de Granada; el mismo día que salieron, el 18 de julio, la infantería

1 Tomás Surroca y de Montó, La provincia de Guayana en la Independencia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2003, p. 257.

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patriota se adueñó de Angostura y de toda Guayana, expulsando de un vez y para siempre las tropas de la monarquía.

TEMORES Y DESESPERANZA DE MORILLO Y OTROS

A partir de 1817, aun ganando pero también perdiendo bata-llas, tanto él como sus demás oficiales en los diversos escenarios de la guerra, el general Morillo observa muy trágica la situación de las tropas españolas y en ello le iba la pérdida del territorio ve-nezolano y neogranadino al reino. Estas reflexiones que no solo eran cuitas íntimas con sus oficiales más cercanos, también las hacía llegar a la Secretaría de Guerra en Madrid. El 4 de agosto de 1820 escribe desde Valencia el “Pacificador” a su subalterno real sobre una delegación realista llegada a Angostura para tratar con el Congreso, pero estaba plenamente consciente de que lo que deseaban “(…) es la independencia de España y que así lo tienen jurado, y todo lo que no sea tratar bajo de estas bases es escusa-do (sic) perder tiempo en valde (sic)”2. El 26 de julio del mismo año, Morillo envía una comunicación al secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación de Ultramar manifestando “(…) la firme convicción en que está de que el Gobierno de Colombia solo desea la Independencia” y hace una extensa relación de la guerra a la que se enfrentaba a diario. En iguales términos le remite otra el 6 de agosto y le agrega la urgencia: “(…) de tomar una resolución que ponga a salvo los muchísimos intereses que hay amenazados”3. El 24 de abril de 1821 ya Morillo está de vuelta en Madrid después que se aprobara la restitución a su país que había solicitado en nueve oportunidades luego de cinco años de aguda lucha en Venezuela. No olvida a sus compañeros que permanecían en dificultades y en vísperas de la decisiva batalla de Carabobo: “(…) llamando la atención del Gobierno sobre esto y sobre los

2 Remedios Contreras, Catálogo de la colección Pablo Morillo, Conde de Cartagena. Madrid, Real Academia de la Historia, II Vol., 1988.

3 Remedios Contreras, Catálogo de la colección Pablo Morillo... op. cit, p. 223.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

últimos partes del general de La Torre para que se atienda a la des-graciada suerte de aquellos dignos militares y la de los habitantes comprometidos”4.

BOLÍVAR CONVOCA A UN CONGRESO

Al año siguiente de aquellos sucesos, el 22 de octubre de 1818, el Libertador llamó a la instalación de un Congreso Nacional para lo cual debían elegirse en las provincias venezolanas y las neogranadinas que estuvieran libres los diputados representantes que no serían de cada provincia exclusivamente sino de rango nacional, como para no perderse en diatribas de campanario. No hubo mucho aparato para designar a los componentes de dicho Congreso. Allí estuvieron muchos militares, pero también aboga-dos, agricultores, latifundistas y dos sacerdotes, barineses ambos. Fueron 27 con sus respectivos suplentes. De la provincia granadi-na de Casanare vinieron tres5.

LA REPRESENTACIÓN ELECTA

La distribución de los honorables representantes electos fue la siguiente: Provincia de Caracas: Dr. Juan Germán Roscio, nacido en 1763, de 56 años; de San Francisco de Tiznados, Guárico; Dr. Luis Tomás Peraza6, 54 años, abogado graduado en ambos

4 Ibidem, p. 245.5 Actas del Congreso de Angostura. Pedro Grases (comp.). Caracas, Bi-

blioteca Ayacucho, 2011, pp. 33-34.6 El doctor Luis Tomás Peraza y Rodríguez nació en Villa de Cura el

13 de marzo de 1765 y murió en la misma ciudad de Aragua el 31 de diciembre de 1822. Fue hijo del canario sargento mayor Fernando Peraza y Ayala y doña Juana Rodríguez. Abogado graduado en am-bos derechos, civil y eclesiástico. En 1797, cuando se desempeña como defensor en el Juzgado de Difuntos de Caracas, se vio envuelto en la conspiración de Gual y España. No corrió la misma suerte de los jefes de la asonada en ciernes, pero fue enviado a La Habana, donde pur-gó condena de seis años. Allí lo visitó Alejandro de Humboldt, quien conoció a su familia en Villa de Cura en febrero de 1800 y le enviaron

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Discurso de Angostura

derechos, de Villa de Cura, Aragua; licenciado José España; Onofre Basalo y Francisco Antonio Zea, de Medellín, que fue vi-cepresidente; vino por Casanare aunque representaba a Caracas. Por la Provincia de Barcelona: coronel Francisco Parejo, coronel Eduardo Antonio Hurtado; licenciado Diego Bautista Urbaneja; licenciado Ramón García Cádiz; y Diego Antonio Alcalá y Figue-ra, de 58 años aproximadamente. Provincia de Cumaná: general en jefe Santiago Mariño, de 31 años, margariteño; general de bri-gada Tomás Montilla, caraqueño; doctor y general Juan Martínez Alemán, cumanés, de 46 años y coronel Diego Vallenilla, de 46 años, secretario del Congreso la mayor parte del tiempo, además de diputado. Provincia de Barinas: presbítero (luego obispo) Ramón Ignacio Méndez, de 46 años; coronel Miguel Guerrero, de Guanare; general de división Rafael Urdaneta; Pbro. doctor An-tonio María Briceño y Dr. Nicolás Pumar. Provincia de Guayana: Eusebio Afanador, de Angostura; Juan Vicente Cardozo, de An-gostura; Fernando Peñalver, intendente del Ejército, de 54 años; general de brigada Pedro León Torres, caroreño, 28 años, el más joven del grupo; José Tomás Machado, general Manuel Sedeño o Cedeño. Provincia de Margarita: licenciado Gaspar Marcano, Dr. Manuel Palacio Fajardo, nacido en Mijagual, Barinas en 1754 y

con él un puñado de dinero. Sufrió en total catorce años de prisiones y regresó al país por Barcelona en 1811; se incorporó inmediatamente al movimiento independentista en Barcelona, donde fundó la Sociedad Patriótica local. Al caer la Primera República, el doctor Peraza fue nue-vamente investigado y juzgado por causa de infidencia, por la supuesta connivencia con el generalísimo Francisco de Miranda en La Victoria y Villa de Cura. Fue miembro por su ciudad natal de la Cámara de Representantes de la provincia de Caracas y más tarde electo diputado al Congreso de Angostura. En Guayana colaboró con el sacerdote y coronel José Félix Blanco en las Misiones del Caroní; fiscal del Tribunal de Secuestros designado por el Libertador. Suscribió la Constitución de Venezuela y la Ley Fundamental de la República de Colombia. Al concluir las sesiones del Congreso en Angostura, fue presidente del Tribunal del Almirantazgo y finalmente regresó a Villa de Cura, donde murió en 1822. Sus restos se perdieron en el cementerio viejo de la ciudad.

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fallecido en Angostura en mayo de 1789 en pleno Congreso, por fiebre palúdica; licenciado Domingo Alzuru, José de Jesús Gue-vara. Provincia de Casanare: Vicente Uribe, José Ignacio Muñoz y José María Vergara. Los de mayor edad eran Alcalá con 58; Roscio con 56, Peraza y Peñalver con 54, Antonio María Briceño, 49; Va-llenilla con 46 al igual que Martínez Alemán y el padre Méndez. Los más jóvenes fueron Pedro León Torres con 28 y Mariño con 31. Solo faltaron Maracaibo, Coro y los Andes, todos en poder de los realistas.

INCIDENCIAS EN EL CONGRESO. ODIOS, CHISMES, DISIDENCIAS

No fue un lecho de rosas el desarrollo del Congreso de Angos-tura. El 11 de noviembre de 1818 en la noche arribó el Libertador a la ciudad guayanesa procedente de Maturín. Estaba pendiente de todo lo que tuviera que ver con el anhelado Congreso donde tenía previsto entregar el mando y aprobar una Constitución para la República de Colombia, escogida para la unión de Venezuela y Nueva Granada.

El expedicionario inglés Richard Longfield Vowell describe en su libro Memorias de un oficial de la Legión Británica, las caracte-rísticas de la pequeña población guayanesa que albergaría durante un tiempo al Congreso y a los organizadores de la nueva patria. La insalubridad, la fuerte temperatura, la propia conformación de Angostura con subidas y bajadas que afectaban a los de mayor edad para desplazarse a la sede donde se reuniría el Congreso. Co-piamos in extenso lo que escribió Vowell en su país y que publicó a mediados de los años veinte del siglo XIX en inglés y en 1828 se tradujo al francés causando notable impacto:

La ciudad de Angostura está construida sobre una roca que tiene su base a orillas del río y se eleva al nivel de una colina donde hay un pequeño fuerte (…) Las calles de la ciudad son todas muy rudas, excepto la que se extiende a lo largo del río. Es sin duda la calle más

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Discurso de Angostura

agradable por el delicioso paisaje que domina y por la refrescante brisa que se alza del agua. Casi todas las casas están muy limpias y vistas desde el río ofrecen un lindísimo aspecto. (…) La plaza se halla torpemente situada en mitad de la cuesta de una colina. Con-tiene el armazón de una Catedral empezada con grandes vuelos, pero cuya terminación han impedido la guerra y la pobreza que siempre la acompaña. (…) En la parte superior de la plaza están la cárcel y los cuarteles. (…) El palacio, que está situado enfrente, es una sencilla construcción de ladrillos que no tiene más que un piso. No hace mucho que en el salón de este palacio se reunió el Con-greso de la República y continuó funcionando hasta 1819, en que el Estado de Venezuela se unió con el de Nueva Granada (…) Este edificio, por su situación en una rápida pendiente, es de forma muy irregular y parece en peligro de desplomarse a la primera sacudida de un temblor de tierra7.

Bastante se quejaron los diputados de la insalubridad de An-gostura, lo malsano de las lagunas que se hallaban en el centro y aledaños de la comunidad guayanesa. Allí se lanzaban animales muertos y hasta cuerpos humanos, por no llevarlos hasta el ce-menterio local por las subidas, según escribe Vowell. Las fiebres palúdicas, la disentería asolaban el pueblo y como consecuencia de aquellas falleció el diputado por Margarita Manuel Palacio Fa-jardo en mayo de 1819.

BOLÍVAR EN SAN JUAN DE PAYARA

Desde el 16 de enero de 1819 se hallaba Bolívar en San Juan de Payara, pequeño pueblo apureño a la izquierda y a pocos ki-lómetros del río Arauca. Allí pasó revista a las tropas llaneras que comandaba el general Páez. Los arengó de esta manera:

7 Richard Longfield Vowell, Memorias de un oficial de la Legión Británica. Madrid, Editorial América [Biblioteca Ayacucho], 1916, pp. 38-40.

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Llaneros, vosotros seréis independientes aunque se oponga el mundo todo. Vuestras lanzas y estos desiertos os libran de la tiranía (…) Preparaos al combate, vuestros hermanos de Guayana, de Barce-lona y Caracas estarán a vuestro lado. El impertérrito general Páez os conducirá a la victoria y el genio de la libertad escribirá vuestros nombres en los fastos de la gloria8.

Al día siguiente ascendió a Páez al grado de general de División y le asigna el mando de la caballería del ejército unificado. Eran 3400 infantes y 1000 jinetes.

El Congreso originalmente fue planificado para el primero de enero de 1819, pero las distancias, lo dificultoso de las comunica-ciones y las movilizaciones de tropas embarazaron tal posibilidad. Los diputados de Barcelona, al mando del general José Tadeo Mo-nagas, estuvieron el día fijado. Luego llegó el general Zaraza con los representantes de la provincia de Caracas. Estaban electos los de Margarita, Barinas y Cumaná. Los de Guayana permanecían todos en Angostura9. Por su parte, el Consejo de Gobierno, en su sesión del 19 de enero, acordó que se cambiara la letra de los latines en las misas de los territorios libres de Venezuela. Una nota del Correo del Orinoco indicó que se omitía rogar a Dios por la República o su Gobierno “(…) y siendo más digno de esta conme-moración un pueblo en lucha por recuperar sus derechos usurpa-dos por el mismo usurpador de ellos, acordaron el Apóstol en su primera carta a Timoteo, Cap. 2, quiere y suplica se hagan preces por todos los hombres, señaladamente aquellos que se hayan constituido en plazas sublimes” y se rogaba y encargaba al Provi-sor que todos los eclesiásticos de su jurisdicción sustituyeran en la oración correspondiente las palabras Republicam nostram Venezo-lanam en vez del suprimido nombre del rey de los españoles y que no se omita la oración que la Iglesia acostumbra pro tempore belli y

8 Daniel Florencio O’Leary. Memorias del General O’Leary. Vol. 27. Cara-cas, Ministerio de la Defensa, Vol. 27, p. 128.

9 Correo del Orinoco, N° 17, sábado 6 de febrero de 1819, p. 4.

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comienza Deus, qui conteris bella10. Estuvieron todos los diputados presentes en la capital guayanesa, informa el Correo:

… ha dispuesto el jefe supremo se verifique su instalación el lunes 15 del corriente. Este es el grande y memorable día en que Venezuela va a presentar al Mundo civilizado el espectáculo más propio a fijar la atención y conmover a todos los hombres virtuosos y sensibles11. El 22 de enero, el Libertador emprende viaje desde San Juan de

Payara por el río Arauca con su Estado Mayor y el secretario de Guerra. Llega en las embarcaciones a la boca del Orinoco y por allí, rumbo noreste, se dirige a Angostura, adonde llega el 8 de febrero de 1819. Cuenta O’Leary que el Libertador:

… en su premura por llegar pasó con su Estado Mayor a una embar-cación más ligera para adelantarse al grueso de la tropa. Había sido informado que 2.000 ingleses desembarcaron en Angostura y otro tanto venía en camino. Bolívar había bosquejado su extenso discurso ante el Congreso y a bordo (…) reclinándose en la hamaca durante las horas del calor opresivo del día, o en la flechera que lo conducía a bordo, sobre las aguas del majestuoso Orinoco, o bien en sus márge-nes, bajo la sombra de árboles gigantescos, en las horas frescas de la noche, con una mano en el cuello de su casaca y el dedo pulgar sobre el labio superior dictaba a su secretario en los momentos propicios, la constitución que preparaba para la república y la célebre alocución que ha merecido tan justa admiración de los oradores y estadistas12.

Es poco sabido que quien revisó y corrigió in extenso y hasta agregó lo propio al texto, con orden de imprimirlo a petición del propio Bolívar, fue el abogado, diplomático, políglota y pensador patriota Manuel Palacio Fajardo, diputado por Margarita, pero nacido en Mijagual, pueblecito del llano barinés. En una carta en

10 Idem.11 Correo del Orinoco, N° 18, p. 4.12 Correo del Orinoco, N° 24, p. 4.

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francés, idioma que Bolívar dominaba muy bien, le dice Palacio al Libertador el 19 de marzo de 1818:

… Me honra mucho vuestra excelencia al confiarme la revisión de su hermoso y original discurso al Congreso (…) Consagraré toda mi atención a corregirlo; es decir, dejaré los pensamientos porque son todos bellos, pero omitiré algunas cláusulas repetidas, o cuya sustan-cia se haya expresado en otras con más calor o propiedad (…) El es-pañol de usted de V. E. no siempre es puro, aunque siempre escogido, cadencioso y elegante. Hay pensamientos atrevidos en el discurso; pero dependen de la originalidad con que V. E. juzga nuestra situa-ción política y esta originalidad será religiosamente respetada13.

Como se ve, el doctor Palacio Fajardo le enmendó la plana al Libertador, pero este confiaba en su fiel amigo a quien tenía de asesor, como también lo tuvo en Fernando Peñalver en muchos aspectos políticos, literarios y personales. Fue el texto más extenso de los que escribió Simón Bolívar en los más de 10.000 documen-tos salidos de su pluma o de amanuenses bajo sus órdenes.

LA INSTALACIÓN DEL CONGRESO

El 15 de febrero de 1819, tal como lo había sugerido el Liber-tador, se instaló frente a la plaza Mayor de Santo Tomás de An-gostura el Congreso que llevó el nombre de la ciudad. Faltaron cuatro diputados que venían en camino; y como había quórum, con los presentes se cumplió la ceremonia protocolar, una vez que el Libertador fue invitado a pasar al edificio por una comisión designada al efecto y recibido con una salva de tres cañonazos; llegó a las once de la mañana con aquel sol candente; estaban presentes numerosos ciudadanos nacionales y extranjeros. A las

13 José Gil Fortoul, José. Historia constitucional de Venezuela. Caracas, Mi-nisterio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, Comisión de las Obras Completas de José Gil Fortoul, 1967, (Obras Completas, Vol. 1), Tomo.1, p. 407.

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Discurso de Angostura

11:30 comenzó la sesión y se le dio la palabra a Bolívar, quien pro-nunció “… un largo discurso, cuyo objeto principal era exponer los fundamentos de un proyecto de Constitución que presentaba al Congreso y hacer ver que era la más adaptable a nuestro país”, señala la primera Acta del Congreso14.

El discurso constó de 84 largos párrafos que angustiaron a los circunstantes abrasados por el calor imperante en el período seco del país. Tardó Bolívar 40 minutos aproximadamente en leer más de cuarenta cuartillas manuscritas. El texto fue publicado por partes en el Correo del Orinoco en siete páginas mezcladas con otros asuntos, en sus ediciones desde el número 19 al 22. Asegura el Correo que fue un discurso tan lleno de interés y tan patético,

… que ni ciudadanos ni extranjeros pudieron contener las lágrimas. Su acción, su acento, la expresión de su semblante, todo acreditaba la verdad de sus planteamientos y su íntima adhesión a los principios filantrópicos y liberales de que hacía en aquel acto la más patética y solemne profesión15.

Inmediatamente después del discurso, siguieron los aplausos y los cañonazos de salva en la plaza Mayor; fue elegido y se jura-mentó como presidente interino del Congreso Francisco Antonio Zea, y como secretario interino también, Diego Bautista Urbaneja.

Desde las columnas de la Gaceta de Caracas, dirigida por el médico realista José Domingo Díaz, se tildaba a la augusta reunión de “farsa congresal” y a la provincia de Guayana la mo-tejaba despectivamente de “una isla de seis miserables pueblos y de seis varas de extensión”16. Se ve a las claras que el doctor Díaz desconocía la geografía de Guayana y a los pueblos de españoles y misiones existentes allí.

Contemporáneamente ha sido juzgado de diversas maneras y puntos de vista el discurso del Libertador. El positivista José Gil

14 Actas del Congreso de Angostura... op. cit., p. 35.15 Correo del Orinoco, N° 19, sábado 20 de febrero de 1819, p. 4.16 Gaceta de Caracas, N° 253, 23 de junio de 1819, p. 1.952.

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Fortoul escribió en su Historia constitucional de Venezuela: “… Su mensaje, más que discurso puramente político, es una como diser-tación filosófica, de máxima importancia así por su forma cuanto por la variedad y riqueza de su fondo”17. Por su parte, el abogado, educador y fervoroso bolivariano Luis José Acosta Rodríguez in-terpreta la forma y fondo de la pieza oratoria y define:

El Libertador, al actuar como legislador, revela un esfuerzo insistente por hacer un texto constitucional que contenga lo mejor de las ins-tituciones probadas ya en otros ambientes, con la índole peculiar de la población, con la naturaleza de nuestra naciente república y con la experiencia derivada de la Historia para que resultara aplicable, práctico y conveniente el sistema de gobierno que se adoptase para regir un pueblo naciente que salía del despotismo colonial y entraba a la vía independiente y republicana sin mayor experiencia política.

Y se queja de los legisladores de 1811 que escribieron el primer texto constitucional “… trayendo a nuestra república los rasgos constitucionales de Estados Unidos y de Francia y lo han repetido tanto en Venezuela como en el resto de América Hispana los legis-ladores posteriores, con una que otra honrosa excepción”18.

El escritor y poeta emeritense Humberto Tejera también se refirió al discurso bolivariano y escribió:

El complejo servil hacia lo europeo y lo norteamericano no ha podido ganarle. Es un legislador con ímpetu interno que propone so-luciones nuevas. Esto solo hace para Bolívar lugar entre los pensado-res americanos, entre los pocos pensadores originales de América19.

17 José Gil Fortoul, Historia constitucional de Venezuela, Caracas, Ministe-rio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, Comisión de las Obras Completas de José Gil Fortoul, 1953, (Obras Completas, Vol. 1), Tomo.1, p. 406.

18 Luis José Acosta Rodríguez, Bolívar para todos. Visión didáctica del Li-bertador... op. cit.

19 Humberto Tejera, Bolívar, guía democrático de América. Caracas, Bi-blioteca Popular Venezolana, 1962, pp. 89: 115.

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El ensayista villacurano Augusto Mijares comenta también el discurso:

(…) si por algo peca la amplísima y original estructura legislativa que proponía, es por su extrema complejidad. Dijérase que angustiado en exceso, porque no creía que la sociedad de su tiempo podía darle una base estable para la reorganización del Estado, quiso invertir audaz-mente los términos y forjar un Estado que fuera la base de una nueva sociedad. Es lo que expresa cuando fiel al racionalismo revoluciona-rio, sugiere al Congreso de Angostura que su misión será “echar los fundamentos a un pueblo naciente”20.

CONTENIDOS Y ALGUNAS INCIDENCIAS EN EL SENO DEL CONGRESO

LA ESCASEZ DE RECURSOS PARA EL EJÉRCITO

Entre las cuestiones de mayor interés con las que tuvo que lidiar el Congreso reunido en Angostura, una de las prioritarias fue la escasez de recursos logísticos: alimentos, armas, caballos y mulas, para poder operar en las sabanas de los actuales estados Anzoátegui, Monagas y Sucre que en mayor suma permanecían en poder del ejército patriota al mando de Arismendi, Urdaneta, Sedeño o Cedeño, Mariño y otros.

Planteada la situación en el seno del Congreso, el 23 de octubre de 1819 se informó que los gastos dispuestos para la formación del ejército hasta ese momento alcanzaban a más de 50.000 pesos y el ministro del Interior estimaba que se necesitaban no menos de 150.000 pesos “para ponerlo en aquel ventajoso que debe tener”. En la misma sesión se aprobó “imponer, como se impone, un impuesto del 10% sobre el valor o producto de los alquileres de las casas de Angostura mientras sea capital del Estado”, lo que se comunicaría al Poder Ejecutivo. Pero el Gobierno o el Estado

20 Augusto Mijares, “Bolívar como político y reformador social”. En: Doc-trina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979.

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tenían fama de maula. El ciudadano Felipe Carrega reclamó la casa de su propiedad donde vivía el comandante general de la Provincia de Guayana, general Manuel Cedeño y exigía que se cancelara la deuda atrasada. La diputación aprobó que se pasara la información a la Corte de Justicia y que se averiguara si el Estado o Cedeño debía pagar los alquileres. El 26 de noviembre siguiente se aprobó que se cancelaran por el Estado y se incorporara en lo sucesivo el pago de los alquileres a los funcionarios21.

El 10 de septiembre, el diputado Domingo Alzuru planteó al Congreso “el estado crítico en que se hallaba la República”, los ejércitos y la necesidad de destinar a la reorganización del de Oriente al general Santiago Mariño y a Guayana o Margarita al general Juan Bautista Arismendi, medida que era urgente que tomara el cónclave y no dejarla a la consideración del Poder Eje-cutivo, pues había procedimientos abiertos contra los dos oficiales por indisciplina y problemas personales entre ambos jefes. En torno a este problema, escribió Parra Pérez:

El señor Zea acusará luego a Mariño de haber lanzado o hecho lanzar aquellos rumores alarmantes sobre la situación militar, acusación que no pudo probar y que era, por lo menos, osada, si se considera que el general en jefe no ocultó al Libertador ni al gobierno las noti-cias que creía tener22.

El Congreso acordó dejar pendiente la resolución de que pa-sasen al Ejecutivo “todos los medios o arbitrios de defensa que se propusiesen”. El 13 de septiembre el diputado Alzuru pidió que solo se discutiera lo relativo a “la salvación de la Patria” y recomen-daba que el Congreso reasumiese el Poder Ejecutivo, y el general Montilla lo rebatió expresando que de acuerdo con la Constitución aprobada, los poderes públicos estaban perfectamente divididos. Alzuru insistió en su posición “porque en la marcha que llevan

21 Actas del Congreso de Angostura... op. cit., pp. 297-298.22 Caracciolo Parra Pérez, Mariño y la Independencia de Venezuela. El

Ilustre General, T. III, Obras completas, 2014.

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los negocios en nuestra situación es de esperarse la ruina de la Re-pública”. El diputado José Luis Guevara lo apoyó, pero finalmente fue desechada definitivamente la proposición de Alzuru23. Mas no andaba descaminado el insistente Alzuru, porque los ejércitos patriotas en el oriente carecían de recursos para seguir la guerra y de allí lo cambiante de la situación. En la misma sesión se aprobó solicitar ejecutivamente un informe del estado de la fuerza de los ejércitos, incluyendo a la marina, y clasificando los elementos de guerra y otros recursos destinados a la defensa. Se aprobó la pro-hibición de extracción del ganado vacuno de esos territorios y so-licitar un informe del número de reses con las que se contaba para proveer a las fuerzas del interior24.

En la tarde del mismo día continuó la deliberación y el diputa-do Alzurú expresó que el pueblo estaba temeroso de la noticia de que 2000 hombres entraron a San Diego de Cabrutica (Anzoáte-gui), y exigía al vicepresidente Zea que informara de las noveda-des traídas por el ciudadano Diego Morales; y así se dispuso que el secretario-diputado Diego de Vallenilla solicitara la información, pero objetó por estar ocupado que se le reiteró la orden y debió acceder porque el tiempo apremiaba y podía acarrear males. Zea entregó dos comunicaciones: una del general Monagas sobre la división limítrofe entre las provincias de Cumaná y Barcelona, pero no era el momento propicio para estudiarlas; y en la otra, el general Cedeño informaba a Monagas que el enemigo se aproxi-maba al pueblo de Suata. Alzuru manifestó que se confirmaban las informaciones que tenía “y que el Gobierno no tomaba ninguna providencia ni presentaba los partes [que] debía tener sobre el particular”25. Los diputados cayeron en disputas y dimes y diretes entre Alzuru y Urbaneja por lo que el presidente llamó la aten-ción. En ese estado llegó una representación del coronel Torres asegurando que los realistas estaban en San Diego, a algunos kilómetros de Angostura, mientras que las fuerzas republicanas

23 Actas del Congreso de Angostura... op. cit., p. 243.24 Ibidem, pp. 242-243.25 Ibidem, p. 245.

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estaban dispersas, sin organización. Luego de divergencias sobre si el Congreso debía reasumir las funciones del Ejecutivo y solici-tar la renuncia del vicepresidente Zea, entró al recinto el general Santiago Mariño, y actuando como diputado informó al Congreso “… sobre la fatalidad del estado del ejército y que era necesario nombrar un jefe que salvase la República, pues el enemigo estaba a la vista”. Mariño insistió, aun contra la opinión de la mayoría, que debía admitirse la renuncia de Zea y no hacer otra cosa26. Estaban de bulto las maniobras de varios de los altos oficiales en contra de Zea, quien tuvo que renunciar bajo presión. Explica Parra Pérez:

Desarróllase la tortuosa política del vicepresidente. Y el Congreso por otra parte, acaso a instigación suya [de Zea] y de los que como él se han convertido en enemigos de Mariño, no toma para nada en cuenta la solicitud que este renueva de que le auxilie, y compuesto como está en su gran mayoría de hombres “civiles”, absolutamente inexpertos en cuestiones militares, adopta una actitud de convención francesa y dicta a uno de los mejores generales de la República, a distancia y sin saber con exactitud la realidad de las cosas, las opera-ciones que debe hacer el ejército27.

De estos tejemanejes calificados por los historiadores como una conspiración e insubordinación no tenía ningún conoci-miento el Libertador, que estaba en Apure con Páez y consultando aprestos operacionales para dirigirse a Nueva Granada por la vía de Casanare y no por la de Cúcuta como había pensado al princi-pio. Después de deliberar en el sitio de hato de El Setenta (a orillas del Apure, al este del actual Bruzual y norte de Mantecal, pueblo este de donde salió el 27 de mayo de 1820).

El Congreso acordó aceptar la renuncia y que se eligiese al su-cesor. Obtuvo el general Arismendi 9 votos, Urdaneta 7 y Roscio 1. Acto seguido se fue en búsqueda de Arismendi, quien se jura-mentó y entró a ejercer las funciones de vicepresidente. Zea, antes

26 Ibidem, pp. 245-246.27 Caracciolo Parra Pérez, Mariño y la Independencia... op. cit., p. 53.

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de aceptarse su renuncia, recordó los servicios prestados como republicano, la antigüedad y notoriedad de sus opiniones, los sa-crificios que había hecho por Venezuela y su resolución de servir en cualquier clase28. Roscio respondió manifestando su gratitud a Zea a nombre del Congreso y luego se retiró del recinto. En la sesión del 8 de noviembre estuvo el vicepresidente Juan Bautista Arismendi, a quien se permitió ocupar puesto preferente. Aris-mendi informó que tenía noticias de haber arribado a Puerto Rico una fuerza de 3000 hombres al mando del mariscal Juan Manuel de Cajigal, antiguo gobernador de la provincia de Cumaná, des-conociéndose su destino final. Sugería que se le permitiese pasar a Maturín, donde estaban reunidas las tropas inglesas llegadas de Margarita y que conformarían la parte principal del ejército, y se acordó que podía marchar adonde lo exigieran las circunstancias. También consultó Arismendi sobre la libertad de los esclavos y se le informó que había un proyecto que se estudiaría en próximas sesiones.

LAS AUSENCIAS DE LOS DIPUTADOS

Las enfermedades, la temperatura, la estructura del área cen-tral de Angostura, con subidas y bajadas, tomando en cuenta la edad y la salud de los representantes del Congreso, obligan a los congresistas a permanecer en sus casas. Peñalver escribía al Liber-tador que no podía calzarse por una lesión en un pie. Ante tantas ausencias que obligaban a suspender algunas sesiones, el diputado Alzuru propuso una moción previa para que se oficiase a los di-putados que estaban presentes para “que asistan o renuncien a sus empleos”, y así fue aprobada la primera proposición29.

Esta es una secuencia de la inasistencia y suspensiones en el último tramo del Congreso de Angostura: El 26 de noviembre de 1819 no hubo sesión por falta de quórum; tampoco el 27. Escri-bió el secretario Vallenilla: “no habiéndose podido reunir para la

28 Actas del Congreso de Angostura... op. cit., p. 246.29 Ibidem, p. 273.

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sesión ordinaria de hoy el número señalado, por la enfermedad de algunos señores diputados, quedó sin celebrarse”30. El 28 de octubre José Luis Ramos declina la invitación para ser secretario del cuerpo en sustitución de Vallenilla que debía viajar, “por su estado insalubre (sic)”. El 10 de noviembre tampoco hubo sesión por enfermedad de algunos de los diputados. Igual el 17 “por ha-llarse indispuestos algunos diputados”. El 22 de noviembre solo asistieron a la sesión, que no se verificó, los diputados Roscio, Peraza, Basalo, García Cádiz, Martínez, Conde, Vallenilla, Car-doso, Machado y Muñoz. El 23 tampoco hubo reunión, pues solo asistieron nueve diputados. El 2 de diciembre de 1819 asistieron solo diez; al día siguiente comparecieron solamente cuatro y no estaba ni el presidente Zea; el 4 de diciembre igual. La situación llegó a niveles dramáticos y obligó al presidente Zea a exponer que se trajera la lista de los diputados presentes y ausentes “de lo cual debía resultar como resultó que el Congreso era de necesi-dad absoluta y que su dignidad desaparecería si no se llenase la representación como correspondía” y se acordó oficiar al Ejecu-tivo para que el 15 de enero del venidero año 1820 permanezcan ocupadas las vacantes31.

El 11 de diciembre se anunció el arribo del Libertador y se acordó recibirlo protocolarmente y no hubo más materia por tratar “(…) por las ocupaciones que deben tener varios de los señores diputados militares a la entrada de aquel jefe”. Pero aun en presencia del Libertador en la ciudad, el 13 de diciembre no pudieron reunirse por falta de quórum; solo asistieron diez repre-sentantes. Tampoco hubo el 15; el 17 se reunieron 17 diputados y se aprobó en tercera discusión la Ley Fundamental de la República de Colombia, donde se hermanaban Venezuela y Nueva Granada. No hubo más ausencias en las sesiones posteriores y se trabajó hasta el 24 de diciembre y no el 25 de Navidad “por reverencia del

30 Ibidem, p. 273.31 Ibidem, p. 276.

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nacimiento del Salvador del Mundo”32. Se reanudaron las sesiones el 30 de diciembre y luego el primero de enero de 1820.

El sábado 22 de enero se instaló la Diputación Permanente que integraron los diputados doctor y general Juan Martínez, quien la presidió; el presbítero Antonio María Briceño, García Cádiz, Peraza, España y Afanador, y como secretario el angostureño An-tonio Delepiani. El Congreso pleno se reinstaló el 10 de julio de 1820. Terminó sus sesiones el trascendental cónclave de Angostu-ra el 31 de julio de 1820, al tener conocimiento la Cámara de que se había instalado en Colombia en la Villa del Rosario de Cúcuta el Congreso de la nueva República de Colombia.

Así dio sus frutos el Congreso de Angostura, con una Ley Fundamental y una Constitución creando una nueva República independiente en territorio de Nuestra América, luego dividida en dos naciones autónomas. Venezuela está hoy amenazada por im-perialismos que dragonean de policías del mundo y que ponen en peligro la auténtica libertad y emancipación de la tierra de Simón Bolívar y de los grandes Padres de la Patria que son su orgullo.

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32 Ibidem, p. 330.

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EL CONGRESO DE ANGOSTURA: LA BISAGRA HISTÓRICA DEL PROYECTO

REPUBLICANO BOLIVARIANO1

Belín Vázquez

1 Con este título se ofrece una versión modificada del Prólogo de nues-tra autoría, Actas del Congreso de Angostura (15 de febrero de 1819-31 de julio de 1821, Pedro Grases (comp.), Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho / Banco Central de Venezuela, Colección Claves Políticas de Venezuela, Nº 7, 2011, 697 p. Reedición de Actas del Congreso de An-gostura (15 de febrero de 1819-31 de julio de 1821), prólogo de Ángel Francisco Brice, edición al cuidado de Pedro Grases con transcripción, notas y advertencia editorial, Caracas, Universidad Central Venezuela, Facultad de Derecho, Instituto de Derecho Público, Colección Historia Constitucional de Venezuela, 1969, 709 p. También publicadas en la obra Congreso de Angostura 1819-1821. Actas de los Congresos de Ciclo Boli-variano, prólogo de Ángel Francisco Brice, Caracas, Ediciones Conme-morativas del Bicentenario del Natalicio del Libertador Simón Bolívar, tomos I-II, 1983.

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El año 1819 encarna una bisagra histórica instituida por los alumbramientos de la Tercera República de Venezuela y de la Re-pública de Colombia. No podría entenderse la relevancia y com-plejidad de este proceso histórico, sin destacar que lo acontecido durante este año denota la maduración del proyecto republicano del Libertador, impregnado de su ideario doctrinario sobre la República, el Estado, la soberanía, la unidad continental y otros no menos importantes pensamientos que inspiraron su genial mirada estratégica y geopolítica para asegurar la libertad contra el despotismo y la dominación.

El despliegue de este ideario bolivariano y de los acuerdos in-herentes a este tiempo histórico que se movilizaba entre guerras, tuvo como magistral escenario el Segundo Congreso Nacional de Venezuela, convocado por el Libertador el día 22 de octubre de 1818 para designar las representaciones ciudadanas por los territorios liberados y exponerles su proyecto constitucional. Mientras las campañas libertadoras seguían su marcha y, cele-bradas las elecciones, el 15 de febrero de 1819 fue instalado este Congreso Constituyente de Venezuela o Congreso de Angostura, en la ciudad ribereña de Santo Tomás de Angostura (hoy Ciudad Bolívar).

Dos hitos históricos, emanados de los soberanos principios de autodeterminación que Bolívar se propuso materializar durante este año, le confieren una singular importancia al discurso inau-gural bolivariano, así como a lo discutido y acordado en las nu-merosas sesiones. De una parte, oficializa este Segundo Congreso Constituyente la refundación de la República de Venezuela y su ordenamiento constitucional, al firmarse el 15 de agosto la Cons-titución del Estado de Venezuela. De la otra, después del triunfo patriótico en Boyacá y libertada Cundinamarca, sanciona el 17 de diciembre la Ley Fundamental de Colombia para oficializar el na-cimiento de la República de Colombia, constitucionalizada el 30 de agosto de 1821 por el Congreso General en la Villa del Rosario de Cúcuta.

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Ambos proyectos bolivarianos, de refundar el Estado de Ve-nezuela y la alianza de repúblicas para crear un Estado unitario2, estaban sembrados en el espíritu de su plan geopolítico de instituir la unidad de los pueblos para enfrentar con fuerza la liberación de toda opresión y dominación. Forjado este principio bolivaria-no en la idea que “solo el pueblo unido es soberano”, después del año 1817, con la ocupación de Guayana por el Ejército patriótico y, durante el posterior desarrollo de las guerras libertadoras, su atención se dirigió a fortalecer los vínculos entre neogranadinos y venezolanos.

I

No podría entenderse lo legislado por los diputados electos para este Segundo Congreso Nacional de Venezuela, sin atender al hecho cierto de que su proyecto político republicano lo comenza-ba a anunciar nuestro Libertador el 15 de diciembre de 1812 desde la ciudad portuaria de Cartagena de Indias, en su primer docu-mento público como fue la Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, conocida como Manifiesto de Cartagena3. Al analizar el fracaso de la Primera República de Venezuela y proponer medidas para su restauración, entre otros motivos, juzgaba como error político haber adoptado el sistema federal establecido en 1811 por la Constitución de los Estados Fe-derados de Venezuela. Era su opinión que “El sistema federal, bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad

2 Véase, Belín Vázquez, Entre libertades soberanas transitó la confedera-ción bolivariana (1819-1830), Universidad del Atlántico, Revista Histo-ria Caribe, Nº 14, Barranquilla, 2009; Derechos contractuales y constitu-cionalismo liberal entre la refundación del Estado en Venezuela y la unión pactada de repúblicas, 1819-1826, Universidad de los Andes, Procesos Históricos, Revista de Historia y Ciencias Sociales, Nº 30, Mérida, 2016.

3 Simón Bolívar, Doctrina del Libertador, prólogo de Augusto Mijares; compilación, notas y cronología de Manuel Pérez Vila, Caracas, Funda-ción Biblioteca Ayacucho/Banco Central de Venezuela, Colección Clási-ca Nº 1, 2009, Vol. 1, doc. 4, pp. 10-19.

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humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intere-ses de nuestros nacientes estados”4.

Exponía como resultado de esta confederación de estados con gobiernos federativos, que además de verse envuelta Caracas entre las conflictivas competencias del poder federal y el provincial: “… dio lugar a que los enemigos llegasen al corazón del Estado, antes que se resolviese la cuestión de si deberían salir las tropas fede-rales o provinciales, o rechazarlos cuando ya tenían ocupada una gran porción de la provincia”5. Con los siguientes argumentos, exponía las razones que más debilitaron a la primera experiencia constitucional de Venezuela:

… fue la forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exagera-das de los derechos del hombre, que autorizándolo para que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales y constituye a las naciones en anarquía. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada pro-vincia se gobernaba independientemente; y a ejemplo de estas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquellas6.

En este mismo escenario del fracaso fundacional republica-no, argumentaba Bolívar que al declarar el Congreso federal a la ciudad subalterna de Coro insurgente y hostilizarla como enemiga por desconocer la legitimidad del gobierno de Caracas, se “des-pertó y fomentó una enconada rivalidad en las ciudades y lugares subalternos, contra la capital”7. Con estos y otros argumentos, cimentaba sus esfuerzos por salvar la república de estos males y evitar que los enemigos obtuvieran ventajas. Para reconquistar a Caracas, veía la solución en la inminente medida de liberar a la Nueva Granada, marchando en campaña a Venezuela, específica-mente a Maracaibo por Santa Marta y a Barinas por Cúcuta.

4 Ibidem, p. 14.5 Idem.6 Ibidem, pp. 13-14.7 Ibidem, p. 13.

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Por otro manifiesto público, fechado el 7 de septiembre de 1814 en la ciudad oriental de Carúpano, se dirigía a los ciudadanos de Venezuela y, entre sentimientos de frustración y esperanza, hallaba las calamidades del fracaso de la Segunda República de Venezuela en las ciegas ambiciones, la codicia, la anarquía y el fa-natismo religioso. Orientaba sus razonamientos, no en juzgar con indignación a los mártires granadinos y venezolanos que habían luchado contra los tiránicos opresores, sino en dirigir la atención hacia “… esos ciegos esclavos que pretenden ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran”8. Con las frases, “libertador o muerto” y “Dios concede la victoria a la constancia”, juraba retomar la campaña libertadora por occidente con los auxilios de los pueblos neogranadinos.

Con este espíritu de lucha sembrado en la idea de la unión pac-tada entre neogranadinos y venezolanos, el 23 de enero de 1815 pronunciaba en Bogotá un discurso en ocasión de la instalación del Gobierno de las Provincias Unidas de la Nueva Granada y se preguntaba: “¿Qué razón ilustrada, qué virtud política, qué moral pura podríamos hallar entre nosotros para romper el cetro de la opresión y sustituir de repente el de las leyes, que debían esta-blecer los derechos e imponer los deberes a los ciudadanos en la nueva república?”9.

Ante estos planteamientos, alertaba que durante tres siglos habíamos sido instrumentos dóciles de la opresión y pasivamente esclavizados, pues “todo era extranjero en este suelo. Religión, leyes, costumbres, alimentos, vestidos, eran de Europa”10. Enten-día que romper con estas cadenas y alcanzar la libertad, solo era posible mediante la unidad de la América, porque: “… si desastres horrorosos han afligido las más bellas provincias y aun repúblicas enteras, ha sido por culpa nuestra y no por el poder de nuestros enemigos”11.

8 Ibidem, p. 51.9 Ibidem, pp. 56-56.10 Ibidem, p. 56.11 Ibidem, p. 57.

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Exhortaba Bolívar al recién instalado Gobierno de la unión neogranadina para que dirigiera sus esfuerzos contra quienes: “Pretenden convertir la América en desierto y soledad (…) porque sus armas son las viles pasiones, que nos han trasmitido por herencia, la cruel ambición, la miserable codicia, las preocu-paciones religiosas y los errores políticos”12. En este sentido, plan-teaba que aisladas, separadas y divididas las hermanas Repúblicas de la Nueva Granada y Venezuela, por estar representadas estas por sí mismas, solamente reportaba beneficios a sus comunes enemigos. Para enfrentar esta situación, le proponía al nuevo Go-bierno “… entrar en la gran familia, que ligada con los vínculos fraternales, es más fuerte que nuestros opresores”13.

Este proyecto unitario lo ratificaba desde Kingston el 6 de sep-tiembre de 1815 en la Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla (Henry Cullen), conocida como Carta de Jamaica14, cuando expresaba que solamente la unión fundaría un gobierno libre, con el perfeccionamiento del Estado republicano de Venezuela y la formación en América de una gran república. Cuando meditaba sobre el porvenir del Nuevo Mundo y del sistema de gobierno a adoptar, reiteraba que la América estaba dominada por la tiranía y privada de libertad, porque “los estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella. Luego un pueblo es esclavo cuando el gobierno por su esen-cia o por sus vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito”15.

Aplicando estos principios a nuestra experiencia americana, afirmaba que las juntas habían decidido por el Gobierno inde-pendiente de Venezuela, acordaron un Gobierno democrático y federal con equilibrio de poderes, declararon los derechos del hombre y estatuyeron leyes en favor de las libertades y, al ser imi-tados estos establecimientos políticos y sus reformas por la Nueva

12 Idem. 13 Ibidem, p. 58.14 Ibidem, doc. 18, pp. 66-87.15 Ibidem, p. 74.

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Granada, lejos de favorecer la libertad, estas excesivas facultades de los nacientes Estados, el espíritu de partidos y la falta de centra-lización, habían sido las causas de la ruina republicana.

Contrario a convenir el sistema federal y representativo “… por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros”16, pensaba este porvenir republicano en la asociación confederativa de Estados con un solo Gobierno central, para lo cual proponía:

La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo (…) Esta nación se llamaría Colombia (…) Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario, si se quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un Cuerpo Legislativo, de libre elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra. Esta cons-titución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios17. Cifraba sus esperanzas en: “… formar de todo el Mundo Nuevo

una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo”18. Ese “todo” lo representaban las alianzas políticas entre los Estados soberanos-las partes-, de manera que unidos lograsen liquidar las relaciones litigiosas. Así entendía que la re-pública indivisible, unitaria y central debía poseer: “… un solo Gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse”19. Aspiraba con este pacto confederativo entre Esta-dos el reconocimiento y trato justo por los Gobiernos europeos y norteamericanos, y porque la nación española era opuesta a

16 Ibidem, p. 81.17 Ibidem, pp. 82-83.18 Ibidem, p. 84.19 Idem.

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esta lógica política del trato igualitario entre naciones soberanas, advertía: “… lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un Gobierno libre: es la unión, ciertamen-te; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos”20. Para ello, refería al principio republicano de la comunidad política, esto es, la igualdad entre los ciudadanos que asumían la libertad en la cor-poración de Estados para ejercer su soberanía e independencia respecto a otras naciones.

Entre otras razones, estos planes fueron frustrados por el Ejér-cito expedicionario de Pablo Morillo quien, investido como Capi-tán General de las Provincias de Venezuela, había logrado forta-lecer la moral realista al ocupar Oriente y Caracas. Después de la Expedición de los Cayos, trasladado Bolívar a la isla de Margarita y reunidos los estados liberados de Venezuela en asamblea, el 6 y 7 de mayo de 1816, respectivamente, fue decretada la República de Venezuela y proclamado Simón Bolívar Jefe Supremo del Ejército y de la República.

La proclama bolivariana del siguiente día en el cuartel general de la Villa de Santa Ana del Norte (isla de Margarita), refería que para terminar con el tiránico dominio era menester instalar nue-vamente el Congreso de Venezuela, “… donde y cuando sea vues-tra voluntad. Como los pueblos independientes me han hecho el honor de encargarme de la autoridad suprema, yo os autorizo para que nombréis vuestros diputados en Congreso, sin otra convoca-toria que la presente, confiándoles las mismas facultades sobera-nas que en la primera época de la República”21. Esta convocatoria para reunir el Congreso fue reiterada en su proclama del 28 de diciembre desde Ocumare, cuando al dirigirse a los venezolanos les recordaba:

20 Ibidem, p. 86.21 José Gil Fortoul, Historia constitucional de Venezuela, Caracas, Ministe-

rio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, Comisión de las Obras Completas de José Gil Fortoul, 1953, (Obras Completas, Vol. 1), Tomo.1, p. 374.

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Vosotros habéis sido convocados por mí desde el mes de mayo para constituir el cuerpo legislativo, sin prescribirles restricción alguna, autorizándoos para escoger la época y el lugar. No lo habéis hecho: los sucesos de la guerra os lo han impedido; pero ahora debéis apre-suraros a ejecutarlo como las circunstancias lo dicten (…) Nombrad vuestros diputados al Congreso. La isla de Margarita está completa-mente libre22. No se equivocaba Bolívar cuando desde la isla de Trinidad le

escribía al Marqués del Toro sobre la importancia estratégica de la provincia de Guayana: “… es un punto capital, muy propio para ser defendido y más aún para ofender. Tomamos la espalda al ene-migo desde aquí hasta Santa Fe y poseemos un inmenso territorio en una y otra ribera del Orinoco, Apure, Meta y Arauca (…) el que logre esta ventaja será el vencedor”23.

El interés bolivariano se dirigía a restaurar las instituciones republicanas, aunque exceptuando a Guayana y Margarita, el resto del territorio seguía ocupado por los ejércitos realistas; por estas razones, la necesidad forzaba a instituir el Cuerpo Legislativo para decidir sobre la constitucionalidad republicana y los órganos judiciales. La liberación e incorporación de la provincia de Gua-yana y la declaración de Angostura como capital provisional del Gobierno de la Tercera República, fueron decisivas en la estrategia geopolítica bolivariana de conciliar conflictos e intereses con sus lógicas antagónicas: asumir la potestad soberana como Jefe Supre-mo y ser reconocido el nuevo Estado soberano por los Gobiernos americanos y europeos, en condiciones de trato igualitario según lo establecía el derecho público o derecho natural de gentes.

Creado el Poder Ejecutivo por la asamblea reunida en la isla de Margarita, la dificultad para instalar el Poder Legislativo que debía dictaminar sobre la Constitución, las leyes, los reglamentos y las instituciones, tuvo su respuesta táctica en el decreto de creación del Consejo de Estado, emitido por Bolívar el 30 de octubre de

22 Ibidem, p. 376.23 Ibidem, p. 379.

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1817 en el Cuartel General de Angostura. Justifica su funciona-miento, lo expresado en el Considerando:

… que es imposible establecer por ahora un buen Gobierno repre-sentativo y una Constitución eminentemente liberal, a cuyo objeto se dirigen todos mis esfuerzos y los votos más ardientes de mi corazón, mientras no se halle libre y tranquila la mayor parte del territorio de la República, especialmente la capital, y deseando que las providen-cias importantes, las leyes, reglamentos e instituciones saludables que deben entretanto publicarse para la administración y organización de las provincias ya libres o que se liberten, sean propuestas, dis-cutidas y acordadas en una Asamblea, que por su número y por la dignidad de los que la compongan merezcan la confianza pública24.

En opinión de Ángel Francisco Brice25, aun cuando en la le-gislación universal los Consejos de Estado tenían atribuciones funcionales de expedir proyectos de leyes y reglamentos para la administración pública, a su creación le extendía Bolívar otras potestades provisorias mientras se elegía y constituía el Congreso Nacional, como eran la defensa y aprobación de leyes. De allí que en el discurso pronunciado al instalar este Consejo de Estado el 10 de noviembre de 181726, además de defender el equilibrio de las autoridades constituidas y el equilibrio de los poderes fundamen-tales del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a favor de ello declaraba:

La ciudad de Angostura será provisoriamente la residencia del Go-bierno de Venezuela. Permanecerán, pues, en ella hasta que la capital de Caracas sea libertada, los Consejos de Gobierno y de Estado, la

24 S. Bolívar, op. cit., doc. 22, p. 104; A. F. Brice, “Prólogo”, Actas del Congre-so…, op. cit., p. 15.

25 A. F. Brice, “Prólogo”, Actas del Congreso… op. cit., p. 14.26 S. Bolívar, op. cit., doc. 23, pp. 107-112.

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Alta Corte de Justicia y la comisión especial para la repartición de los bienes nacionales entre los militares del Ejército Libertador27.

Convocado y presidido este Consejo provisional por el Jefe Supremo de la República e integrado por militares, magistrados, jueces y administradores, se le destinaba a suplir provisoriamente parte de las funciones del Cuerpo Legislativo, en cuanto a las leyes, reglamentos e instituciones para la salud republicana y, además de órgano consultivo del Poder Ejecutivo antes de decretar su ejecu-ción, sus dictámenes eran decisivos.

Si, como afirmaba Bolívar ante los miembros del Consejo de Estado, la instalación de este cuerpo “será el más firme escudo del Gobierno”28, también preveía en el mismo discurso de su creación, dejar establecido el Consejo de Gobierno facultado para reempla-zarlo provisionalmente, en caso de fallecimiento al emprender la campaña libertadora; además de “fijar un centro de autoridad para las relaciones exteriores, recibir cónsules y enviados extranjeros, entablar, concluir negociaciones de comercio, comprar y contra-tar armas, municiones, vestuarios y toda especie de elementos de guerra”29.

Sin una Constitución que instaurara el estado de derecho para una república que se oficializaba en Angostura y se negociaba entre las guerras libertadoras, eran tácticas y oportunas estas deci-siones del Alto Gobierno que aspiraba legitimarse con la designa-ción provisoria del Consejo de Estado, el Consejo de Gobierno y los poderes para instituir la refundación del Estado.

Al lado de estas decisiones, otras medidas estaba dirigidas a garantizar las bases que fundamentaban la gestión del nuevo Estado, como reglamentaciones sobre corso, reparto de presas, confiscación y secuestro de bienes con tribunales especiales, orga-nización del ejército, creación de la Municipalidad de Angostura, tribunales mercantiles, modificación de la bandera nacional con

27 Ibidem, p. 111.28 Ibidem, p. 112.29 Ibidem, p. 111.

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incorporación de la Provincia de Guayana, amnistías, decretos sobre libertad de esclavos, moneda, contrabando, atribuciones a gobernadores políticos y militares, exoneración de tributos a extranjeros nacionalizados, impuesto de alcabala para las ventas de buques y Ley de Repartición de Bienes Nacionales entre los militares del ejército republicano30.

Si la capital provisional de Angostura fue teatro de operaciones para dictaminar sobre leyes, reglamentos, proclamas, decretos y otras disposiciones necesarias “para la salud de la República”, también fue el escenario táctico para mostrar los principios de autodeterminación soberana del Gobierno, ante las amenazas in-tervencionistas del Gobierno español y los aliados gobiernos de la Santa Alianza31. Los propósitos revolucionarios del pensar boliva-riano que anunciaban la refundación del Estado soberano, sirvie-ron de fundamentos políticos y estratégicos para la Declaración de la República de la República de Venezuela emitida en Angostura el 20 de noviembre de 181832.

30 A. F. Brice, “Prólogo”, Actas del Congreso…, op. cit., p. 25.31 En 1815, fue creada la Santa Alianza, en nombre de Dios, inicialmente

por los reinados poderosos de Europa (Austria, Prusia y Rusia) para asegurar el absolutismo europeo,erecho se la ley y Natural,7) ,ma de po-deresiernos reaccionaban contra el ideario republicano luego formaron la Cuádruple Alianza con la adhesión de Inglaterra, después de la de-rrota de Napoleón en Waterloo. Reunidos en el Congreso de Aquisgrán (1818), acordaron restituir el absolutismo y reprimir las amenazas de Francia con la propagación en Europa del ideario republicano de la Re-volución Francesa. En coincidencia con ello, estaban las pretensiones de Fernando VII, de allí que solicitara la mediación de estos gobiernos alia-dos para reponer su gobierno absolutista sobre los Estados declarados independientes en la América. Esta solicitud fue rechazada, debido a los fallidos intentos ingleses de mediar con el gobierno español negociacio-nes sobre comercio y pacificación americana.

32 S. Bolívar, op. cit., doc. 26, pp. 117-119; Correo del Orinoco (Angostura, Venezuela) Nº 16 (30 de enero de 1819). Así lo acordaba el Considerando:1º Que la idea de una reconciliación cordial jamás ha entrado en las

miras del Gobierno Español.

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Investido Bolívar como Jefe Supremo de la República de Venezuela y reunidos los poderes constituidos en el Consejo de Estado, la Alta Corte de Justicia, el gobernador vicario general del obispado y el Estado Mayor General fijaron sus criterios en el Considerando que reiteraba como actos de soberanía la legalidad de los sentimientos y decisiones soberanas de la República de Ve-nezuela, manifiestas desde el 5 de julio de1811. Para ello, acordaba

2º Que habiéndosela propuesto la Gran Bretaña por dos veces, desde los primeros días de las desavenencias, la ha desechado con desprecio de todos.

3º Que al mismo tiempo que se trataba de reconciliación, ella bloquea-ba nuestros Puertos, mandaba Ejércitos contra nosotros, y tramaba conspiraciones para destruirnos.

4º Que habiéndose sometido Venezuela bajo una Capitulación solem-ne; apenas ésta depuso sus armas, cuando ella la violó en todas sus partes, sacrificando millares de Ciudadanos, cuyos derechos había jurado respetar.

5º Que haciéndonos una guerra de exterminio sin respetar el sexo, la edad ni la condición, ha roto los vínculos sociales, y ha excitado un odio justo e implacable.

6º Que este odio se ha exaltado por las atrocidades que ha cometido, y por la mala fe con que nos mira bajo de todos aspectos.

7º Que toda América, y muy particularmente Venezuela, está íntima-mente convencida de la imposibilidad absoluta en que se halla la Es-paña de restablecer de ningún modo su autoridad en este Continente.

8º Que toda la América está ya satisfecha de sus fuerzas y de sus recursos: conoce sus ventajas naturales y medios de defensa, y está segura que no hay sobre la tierra poder bastante para ligarla otra vez a España.

9º Que cuando lo hubiese, está resuelta a perecer primero que someterse de nuevo a un Gobierno de sangre, de fuego, y de exterminio.

10º Que hallándonos en posesión de la Libertad e Independencia que la naturaleza nos había concedido, y que las leyes mismas de España, y los ejemplos de su historia, nos autorizaban a recobrar por las armas, como efectivamente lo hemos ejecutado; sería un acto de demencia y estolidez someternos bajo cualesquiera condiciones que sean al Go-bierno Español. (S. Bolívar, op.cit, pp.117-118).

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esta Declaración del Gobierno de Venezuela y legitimada por el soberano derecho público o derecho natural de gentes:

1º Que la República de Venezuela, por derecho divino y humano, está emancipada de la nación española y constituida en un estado inde-pendiente, libre y soberano.2º Que la España no tiene justicia para reclamar su dominación, ni la Europa derecho para intentar someterla al gobierno español.3º Que no ha solicitado, ni solicitará jamás, su incorporación a la nación española.4º Que no ha solicitado la mediación de las potencias extranjeras para reconciliarse con la España.5ºÚnicamente desea esta mediación extranjera para que interpongan sus buenos oficios invitando a la España a ejecutar y concluir un tratado de paz y amistad con la nación venezolana, reconociéndola y tratándola como una nación libre, independiente y soberana.6º No tratará jamás con la España sino de igual a igual, en paz y en guerra, como lo hacen recíprocamente todas las naciones.7º-Ultimamente declara la República de Venezuela que desde el 19 de abril de 1810 está combatiendo por sus Derechos: que ha derramado la mayor parte de la sangre de sus hijos: que ha sacrificado todos sus bienes, todos sus goces, y cuanto es caro y sagrado entre los hombre por recobrar sus Derechos Soberanos, y que por mantenerlos ilesos, como la Divina Providencia se los ha concedido, está resuelto el Pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa, y el Mundo se empeñan en encorbarla bajo el yugo Español. (Destacado en el original)33. Por esta declaración que determinaba para Venezuela la condi-

ción de república independiente, libre y soberana, la ruptura con la nación española y la negación de toda intervención de potencias ex-tranjeras, salvo para interponer sus oficios donde fuese reconocida y tratada la soberanía venezolana para negociar la paz o la guerra

33 Ibidem, pp. 118-119.

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entre naciones iguales34, era lógico suponer que estos principios de autodeterminación fuesen contrarios al absolutismo europeo liderado por la Santa Alianza; posición que favorecía a la pretensión realista y para lo cual “el Gobierno español solicitaba la mediación de estas potencias para restablecer su autoridad a título de reconci-liación con los pueblos libres e independientes de América”35.

Era de esperarse que estas soberanas decisiones del Gobierno presidido por Bolívar, exaltaran “aún más el sentimiento patrióti-co y sirvió de presente o doctrina para rechazar las condicionales proposiciones de paz que más tarde presentara España”36; por tanto, no quedaba más que convocar de nuevo al Congreso de Ve-nezuela para ejercer, por la representación del pueblo, la voluntad general de la soberanía nacional.

Designada por el Consejo de Estado una comisión especial presidida por Juan Germán Roscio, redactó el “Reglamento para la segunda convocatoria del Congreso de Venezuela”, que estipu-laba: “… todos los ciudadanos libres gozarán del derecho de sufra-gio, siempre que fueran mayores de veintiún años si eran solteros, o menores si eran casados y si además, tuviesen una propiedad de cualquier clase de bienes raíces o profesaren alguna ciencia o arte liberal o mecánica”37. Tanto en la exposición de motivos como en el articulado, este reglamento se dirigía a argumentar la necesidad de la ordenación legislativa del Estado y fijar los fines del Congre-so que colocaba como atención prioritaria: “Tratar de Gobierno y Constitución”38.

34 Sobre el trato igualitario entre naciones, véase Emmer de Vattel, El De-recho de Gentes o principios de la Ley Natural, aplicado a la conducta, y a los negocios de las naciones y de los soberanos, Madrid, Ibarra, impresor de cámara de S.M., 1822.

35 A. F. Brice, “Prólogo”, Actas del Congreso…, op.cit., p. 31.36 Gil Fortoul, op. cit., p. 410.37 A. F. Brice, “Prólogo”, Actas del Congreso…, op. cit., p. 37.38 Los proyectos constitucionales de Simón Bolívar el Libertador, 1813-1830,

José Agustín Catalá (Editor), Caracas, Fondo Editorial Nacional, 1999, p. 18.

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II

Previo cumplimiento de las formalidades ceremoniales, el 15 de febrero de 1819 se reunieron en el Palacio de Gobierno vein-tiséis de los treinta diputados electos por las provincias liberadas de Caracas, Barcelona, Cumaná, Barinas, Guayana y Margarita para la instalación del Segundo Congreso Nacional de Venezue-la. Abierta la sesión con el discurso inaugural de Simón Bolívar, conocido como Discurso de Angostura39, explicitaba sus ideas políticas republicanas para exponerles su dictamen del proyecto de Constitución y refundar el Estado de Venezuela, como máxima autoridad que depositaba la voluntad soberana en estos legisla-dores, con las argumentativas lógicas políticas a regir en la nueva experiencia republicana que fue madurando años atrás en sus documentos públicos de Cartagena, Carúpano y Jamaica.

Persuadido que el nuevo Gobierno de Venezuela debía for-marse abrazando los principios doctrinarios de una república democrática que proscribía la monarquía, las distinciones, los fueros, los privilegios y declaraba como actos eminentemente liberales, los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar y de escribir, exhortaba a los legisladores a sancionar su proyecto constitucional, sembrado en el pensamiento político nutrido de los principios que transitaban entre la antigua república moral y la moderna república liberal.

Acopiando el pensamiento igualitarista del ilustrado Rousseau y el pensamiento político de Montesquieu en el Espíritu de las Leyes, respecto a que las leyes deben ser propias para los pueblos que se hacen, exponía Bolívar ante los legisladores que si por la Constitución sancionada en 1811 todos los ciudadanos de Vene-zuela debían gozar de una igualdad política, esta no se practicaba como tampoco la igualdad social, pues las leyes no habían servido para corregir la desigualdad entre los hombres producidas por la

39 Discurso publicado en el Correo del Orinoco (Angostura, Venezuela) Nº 19, 20, 21 y 22 (20 de febrero, 27 de febrero, 6 de marzo y 13 de marzo de 1819); S. Bolívar, op.cit., doc.27, pp. 120-147.

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naturaleza en la sociedad liberalmente establecida. Y aducía: “Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servi-cios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llama-da política y social”40.

Para ello exponía a los congresistas que si por la ley divina del estado de naturaleza todos los hombres nacían libres e iguales y, como tal, eran poseedores de derechos soberanos inalienables e indivisibles, el gobierno civil debía asegurarles y garantizarles el disfrute y preservación de las libertades políticas y civiles. Estas libertades estaban inscritas en la naturaleza del pacto o contrato social que regía la razón moral de la voluntad general de los De-rechos del hombre, reconocidos en “una igualdad tal que todos se comprometen bajo las mismas condiciones, y deben gozar todos de los mismos derechos”41. Asimismo, en los Derechos del ciuda-dano que producían un cuerpo moral y colectivo de compromiso recíproco entre el hombre público o ciudadano y los particulares, a partir de una doble relación “primero: como miembro del so-berano para con los particulares; y segundo, como miembro del Estado para con el soberano”42.

Investido del principio republicano que dictaminaba: “El siste-ma de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”43, argumentaba para su materialización que las bases del Gobierno republicano en Venezuela debían sos-tenerse en la soberanía del pueblo con la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, la prohibición de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios, así como la igualdad para refundir en un todo la naturaleza humana, las opiniones políticas y las costumbres públicas44. Para ello, debían

40 S. Bolívar, op. cit., p. 130.41 J. J. Rousseau, El Contrato Social o Principios de derecho político, Bogotá,

Panamericana Editorial, 1996, p. 5.42 Ibidem, p. 25.43 S. Bolívar, op. cit., doc. 27, p. 130.44 Ibidem, p. 131.

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inspirarse en las lecciones y errores de las experiencias legislativas y constitucionales de las antiguas Roma y Grecia, de la América Septentrional, colocando su atención en las modernas leyes de Francia e Inglaterra porque “la Revolución de estos dos grandes pueblos, como un radiante meteoro, ha inundado al mundo con tal profusión de luces políticas, que ya todos los seres que piensan han aprendido cuáles son los derechos del hombre y cuáles sus deberes; en qué consiste la excelencia de los gobiernos y en qué consisten sus vicios”45.

Al proponer fijar la mirada en los peligros que debían evitarse, reiteraba su crítica a la Constitución federal del año 1811, adu-ciendo que sus legisladores más se ocuparon de recoger el espíritu federativo de las provincias siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos,

… que [de] la idea sólida de formar una República indivisible y cen-tral. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado de aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la felicidad del Pueblo Americano; pensando que las bendiciones de que goza son debidas exclusivamente a la forma de Gobierno, y no al carácter y costumbres de los ciudadanos46.

Como acto de legitimación política para restablecer el Go-bierno republicano, llamaba la atención del Congreso en lo que también consideraba materia de vital importancia: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa”47. De allí que juzgaba imprescindi-ble para garantizar la seguridad y estabilidad política, resolver el problema del contagio del despotismo con saludables decisiones orientadas a legislar con leyes propias, justas, legítimas y útiles: “No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no con-

45 Ibidem, p. 132.46 Ibidem, p. 128.47 Ibidem, p. 129.

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siste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y el carácter de la nación para quien se instituye”48.

Al plantear que el goce de los derechos del hombre y la felici-dad política debían ser compatibles con estas particulares condi-ciones, proponía un equilibrio entre los poderes para fortalecer el sistema de gobierno, sin excesivas pretensiones. Este equilibrio lo reflexionaba a partir de lo expresado en su proyecto constitucio-nal, respecto a la organización del Gobierno:

1. Forma republicana de Estado central y unitario, con aban-dono del Gobierno federal y Poder Ejecutivo concentrado en la autoridad de un Presidente vitalicio.

2. Un Poder Legislativo bicameral que, desprendido de las atribuciones del Ejecutivo y semejante a la Cámara Alta del Par-lamento Británico y dividido como el de los americanos del Norte en la Representación Nacional y el Senado Electivo, se conformara por una Cámara con elección de ciudadanos en representación de la soberanía nacional y un Senado, vitalicio y hereditario con una sola elección, que tendría influencia en el equilibrio de poderes y “(…) no solo sería un baluarte de la libertad, sino un apoyo para eternizar la República”49.

3. Un Poder Judicial, con tribunales reforzados por la estabi-lidad e independencia de los jueces, por el establecimiento de jurados y por códigos civiles y criminales50.

4. Un cuarto poder –el Poder Moral– para consagrar estas as-piraciones de formar un Gobierno estable y fundando sus bases en el espíritu nacional que debía tener “por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública”51. De allí su propuesta en el proyec-to constitucional del Poder Moral con dos Cámaras: de Moral y de Educación.

48 Ibidem, p. 133.49 Ibidem, p. 135.50 Ibidem, p. 139.51 Ibidem, p. 140.

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Los constituyentes no acogieron la propuesta hereditaria del Senado52, como tampoco la creación del cuarto poder con funciones definidas “para asegurar una fundamental educación cívica a los ciudadanos, a la manera de la propuesta de Platón en su diálogo de ‘Las Leyes’, o de los censores de la República Romana”53. Apenas colocado el Poder Moral como Apéndice de la Constitución política promulgada por el Congreso, aspiraba Bo-lívar a formar el espíritu nacional y la moral republicana para que el pueblo, además de libre y fuerte, fuese virtuoso con educación popular, sembrada en su fundamental principio: “El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud

52 Esta decisión fue aprobada en la sesión del 24 de mayo de 1819, Acta No 79 de la edición de 2011, Actas del Congreso de Angostura…, op. cit., pp. 118-119:

… se procedió a la discusión de la Sección 3ª, Título 6º del proyecto de Constitución, que trata del Senado, su duración, elección y atribuciones, y después de varios debates y discursos producidos en virtud del artículo 2º, que determina que las funciones del Senador sean vitalicias y hereditarias, declaró el Congreso que la ma-teria estaba bastante discutida, y por tanto en estado de exigirse la votación. Entonces el señor Presidente la propuso en estos términos: Primera: Senado absoluta-mente hereditario y exclusivo de todo acto de elección y otras modificaciones. Resultó excluido tal Senado, por unanimidad de votos. Segunda: Senado hereditario mo-derado por la elección en la familia y por la regularidad de las sucesiones, u otras modificaciones. Tampoco tuvo lugar por la mayoría absoluta. Tercera: Senado vitalicio. Se admitió, resultando la mayoría de diez y seis votos contra diez, y el Congreso acordó que corregido el ci-tado artículo 2º, según queda votado, continúe bajo de esta forma el examen de los demás que contiene dicha sesión. Asimismo que los señores diputados que gusten den a la Gaceta sus opiniones si quieren manifestarlas al público. Y se levantó la sesión. (Cursivas en el original).

53 Eduardo Rozo Acuña, Bolívar, pensamiento constitucional, Bogotá, Uni-versidad del Externado de Colombia, 1983, p. 15.

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del espíritu es la que ensancha el progreso de las luces”54; “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestra primeras necesidades”55.

Si las nobles pasiones de todo republicano eran el amor a la patria, a las leyes y a los magistrados, al entender que en el Poder Moral reposaba el espíritu de las leyes de los griegos y romanos56,

54 S. Bolívar, op. cit., p. 140.55 Ibidem, p. 141.56 Argumentaba Bolívar para legislar sobre este cuarto poder, el Moral:

Tomemos de Atenas su Areópago, y los guardianes de las costumbres y de las Leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. To-memos de Esparta sus austeros establecimientos y for-mando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral re-publicana. Constituyamos este Areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la Patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue de los principios de corrup-ción, de los ejemplos perniciosos. Debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos, con penas aflictivas, no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino que las debilita; no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto pú-blico. La jurisdicción de este Tribunal verdaderamente santo, deberá ser efectiva con respecto a la educación, y a la instrucción, y de opinión solamente en las penas y castigos. Pero sus anales o registros donde se consignen sus actas y deliberaciones; los principios morales y las acciones de los ciudadanos, serán los libros de la vir-tud y del vicio. Libros que consultará el Pueblo para sus

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para el pensar político bolivariano esta república moral que ema-naba de la voluntad unitaria y contractual de los ciudadanos, era posible si se fundían en un todo pueblo soberano y gobierno con la legislación y el espíritu nacional para el bien común. Por ello, ante los congresistas, afirmaba con elocuencia:

Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla; nuestra Constitución ha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos; nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos anti-guos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemos un templo a la justicia; y bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un Código de Leyes venezolanas. Si queremos consultar monumentos y modelos de le-gislación, la Gran Bretaña, la Francia, la América Septentrional los ofrecen admirables57.

Estas ideas centrales del proyecto constitucional de Estado bolivariano sembrado en el republicanismo unitario, pueden re-sumirse en las siguientes: rechazo al sistema federal de gobierno; concentración del Poder Ejecutivo en el Presidente; disciplina para combatir la guerra y los enemigos externos e internos; equi-librio de los poderes; soberanía incardinada en la universalidad de los ciudadanos; gobierno centralizado con reunión de todos los Estados en una república unitaria e indivisible; igualdad como derechos del hombre en sociedad y moralidad con educación po-pular y pública para el progreso de la luces y la rectitud del espíritu nacional, consagrado al amor a la patria, a las leyes y a los magis-trados.

Si la república debía emanar de la independencia y de la libertad de todo despotismo, el sostener la institucionalidad republicana en la moral del voluntarismo de los ciudadanos, se

elecciones, los magistrados para sus resoluciones, y los jueces para sus juicios. (Ibíd.).

57 Ibidem, pp. 140-141.

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obstaculizaba por la falta de virtud, los vicios, la tiranía, la anar-quía y la intriga que habían tomado “la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”58. A nuestro entender, su idea de Gobierno fuerte para enfrentar estos males republicanos, devino del pensamiento de Bodin [1576] para quien “el dictador no era príncipe ni magistrado soberano, sino simple comisario para conducir la guerra, reprimir la sedición, reformar el Estado, o instituir nuevos oficiales”59.

Teniendo muy en cuenta el cuadro político-militar para la administración del Gobierno constitucional, además de ofrecer al Congreso la Declaración de la República de Venezuela, por ser “el Acta más gloriosa, más heroica, más digna de un pueblo libre; es la que con mayor satisfacción tengo el honor de ofrecer al Congreso ya sancionada por la expresión unánime del pueblo de Venezuela”60, prescribía a los legisladores que habiendo instituido la Orden de los Libertadores de Venezuela, a ellos correspondía gratificar a los beneméritos de la patria ordenando la distribución de los bienes nacionales, “conforme a la Ley que a nombre de la República he decretado a beneficio de los militares venezolanos”61.

Anudadas estas ideas constitucionales bolivarianas en los propósitos de liberar del despotismo y unir a los pueblos, advertía a los legisladores no ser pretenciosos, pero sí moderados ante el ímpetu de tomar decisiones excesivas, porque “la libertad in-definida, la democracia absoluta, son escollos a donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas”62. Y agregaba: “No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la liber-tad absoluta se desciende siempre al poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la suprema libertad social. Teorías

58 S. Bolívar, op. cit., p. 124.59 Jean Bodin, Los seis libros de la Republica, Madrid, Editorial Tecnos,

2000, p. 49.60 S. Bolívar, op. cit., doc. 27, p. 145.61 Idem.62 Ibidem, p. 138.

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abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada”63.

No podía dar por concluido su discurso ante los legisladores del Congreso, sin llamar la atención sobre su plan geopolítico de reunir a los pueblos y Gobiernos de las repúblicas de la Nueva Granada y Venezuela. Aducía a favor de esta unión gran republi-cana: “La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos”64.

Liberada Cundinamarca con el triunfo republicano en Boyacá y, juzgando “que más ventajas produciría a la República la libertad de la Nueva Granada, que completar la de Venezuela”65, el 14 de diciembre del mismo año de 1819 ratificaba Bolívar ante el Cuerpo Legislativo en la ciudad de Angostura, la necesidad de crear la nueva República reuniendo en un solo Gobierno a las dos naciones de Venezuela y la Nueva Granada66. Con estos propó-sitos dirigió su “Proclama a los colombianos” del 8 de marzo de 1820, emitida desde el Cuartel General en la ciudad de Bogotá, para anunciarles: “La República de Colombia, proclamada por el Congreso General, y sancionada por los pueblos libres de Cun-dinamarca y Venezuela, es el sello de vuestra independencia, de vuestra prosperidad, de vuestra gloria nacional”67. Exaltaba el significado de esta creación republicana con “la formación de la República libre e independiente de Colombia entre dos pueblos hermanos [Venezuela y Cundinamarca (Nueva Granada)]”68, para dejar establecido que solamente unidas estarían en condiciones de ser reconocidas y respetadas como naciones soberanas por las po-tencias extranjeras y la “España misma, al veros montados sobre

63 Ibidem, pp. 139-140.64 Ibidem, p. 146.65 Ibidem, p. 156.66 Ibidem, p. 157; véase en la edición de 2011, Actas del Congreso de Angos-

tura, op. cit., Acta No 226, pp.309-315. 67 S. Bolívar, op. cit., doc. 31, pp. 159-160.68 Correo del Orinoco (Angostura, Venezuela) Nº 60 (29 de abril de 1820).

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las inmensas ruinas que ella ha aglomerado en el ámbito de Co-lombia, conocerá que sois hombres capaces de gozar de vuestros propios derechos”69.

Esta alianza de confederación unitaria y central con la reunión de los Estados asociados, se orientaba a instituir el estado de de-recho que presuponía la condición soberana de los ciudadanos armados y libres en las repúblicas independientes que llamó “la nación americana” y fundamentó el idealizado republicanismo liberal bolivariano para las provincias liberadas, después de los triunfos militares de Boyacá en 1819. No obstante, las aspiraciones de cristalizar el poder moral, las luces ciudadanas y un gobierno unitario que garantizara el equilibrio republicano, en buena medida, fueron obstaculizadas por el espíritu de libertades y de partidos entre las facciones lideradas por las añejas y emergentes élites civiles y militares, amalgamadas a intereses que circulaban entre tácticas alianzas y redes de poder impulsadas y apoyadas por Gobiernos e inversionistas foráneos.

III

Con diez Títulos70 había sido presentado ante el Congreso el proyecto de Constitución para la República de Venezuela. Aun

69 S. Bolívar, op. cit., doc. 31, p. 159.70 Al proyecto original bolivariano le fueron incorporados los dos últimos:

Título I: Derechos y deberes del hombre y del ciudadano; Título II: De la República y la división de su territorio; Título III: De los ciudadanos; Título IV: De las asambleas parroquiales y departamentales; Título V: Del soberano y del ejercicio de la soberanía; Título VI: Del Poder Legis-lativo; Título VII: Del Poder Ejecutivo; Título VIII: Del Poder Judicial; Título IX: Organización interior; Título X: Revisión de la Constitución, Título XI: Disposiciones generales y Título XII: Modo de sancionar la Constitución. Véase, Los proyectos constitucionales de Simón Bolívar… op. cit., pp. 279-337, la versión original del “Proyecto de Constitución para la República de Venezuela formado por el Jefe Supremo, y presenta-do al Segundo Congreso Constituyente para su examen” y su cotejo con las respectivas modificaciones de la Constitución Política de Venezuela, sancionada por el Congreso de Angostura el 15 de agosto de 1819.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

cuando aspiraba Bolívar que fuese discutida y aprobada tan pronto se estableciera el cuerpo ejecutivo, después de transcu-rridos seis meses, el 15 de agosto de 1819, fue firmada la Cons-titución Política de Venezuela con numerosas modificaciones y sustanciales varias de ellas. Hacía constar el Soberano Congreso, reunido en sesión ordinaria del 11 de agosto en la capital de Gua-yana, que leída la Constitución su texto fue aprobado en todas sus partes71, aunque el 13 de agosto resolvieron los diputados “que la fecha de dicha Constitución sea la del día en que se firme”72. Buena parte de lo discutido en las sesiones del Congreso Constituyente no se recogen en las Actas, como tampoco lo acontecido en la sesión extraordinaria del 15 de agosto, salvo lo que describe el tes-timonio del Correo del Orinoco (Angostura, Venezuela) Nº 37 (21 de agosto de 1819):

El día 15 del corriente, previa citación especial, se reunió el Congreso en la sala de sus sesiones para leer por última vez sus tareas constitu-cionales y firmarlas. Dos horas fueron consumidas en este acto (…) Declarada en estado de firmarse, lo hicieron todos los concurrentes, y en seguida dijo el Presidente: -Está firmada la Constitución políti-ca de Venezuela; los Diputados han concluido el encargo principal de la confianza del pueblo. ¡Pueda esta Constitución asegurar los derechos que ha proclamado Venezuela¡ -¡derechos por los cuales ha combatido, y aún está combatiendo! -¡Pueda ella, en fin, hacer la felicidad de los venezolanos, de todos los americanos, y del mundo entero!73.

Cualquiera que fueran las particulares circunstancias para postergar la firma del acta constitucional, las doscientas ochenta y una sesiones durante los nueves meses y diez días de delibera-ciones del Congreso, son reveladoras de que durante este tiempo

71 Véase en la edición de 2011, la Constitución aprobada en el Acta No 139, pp. 178-215.

72 Ibidem, Acta No 142, pp. 217-218.73 Los proyectos… op. cit., p. 19.

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Discurso de Angostura

histórico se multiplicaban apremiantes razones que daban lugar a medidas legislativas dirigidas a asegurar, mediante leyes, decretos y reglamentos, la gobernabilidad del naciente Estado de Vene-zuela, pero también la certificación de decisiones acordadas que implicaban derechos de soberanía y libertades republicanas co-nectadas al proyecto revolucionario bolivariano de libertar y unir a los pueblos, consagrado en la unidad de repúblicas para luchar contra los enemigos de las libertades conquistadas: la dominación y el despotismo.

Ocuparon la atención de lo discutido y sancionado por los di-putados durante los días 10 y 6 de febrero al 1 de marzo de 1819, la renuncia, elección y juramento ante el Soberano Congreso del Excelentísimo Capitán General Simón Bolívar, como Presidente del Estado de Venezuela y del diputado neogranadino Francisco Antonio Zea como Vicepresidente; el reglamento provisional para las funciones y el artículo 5º sobre atribuciones de la Presidencia de la República; el reglamento sobre funciones y facultades del Vicepresidente; el proyecto del reglamento del Poder Judicial; el reglamento económico y de la policía interior del Congreso; la designación del Procurador General; la elección de Juan Germán Roscio como Presidente y el diputado Francisco A. Zea como Vi-cepresidente del Congreso y la promulgación del indulto general para el territorio libre de Venezuela74.

74 El acta suscrita en la ciudad de Guayana, a 25 de febrero de 1819, recoge los artículos aprobados al respecto:

1º Gozarán de este indulto todos los que al tiempo de su publicación e encontraren presos o arrestados en las cárceles públicas o cuarteles, siempre que la causa de su prisión no sea alguno de los delitos que se excep-tuarán.

2º Todos los desertores del Ejército de la República de cualquiera clase que sea, bien se hallen en nuestro territorio, bien en territorio enemigo, con tal que aquéllos se presenten en el término de dos meses y los segundos en el de cuatro, ante una autoridad civil o militar.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Ante la consulta del Vicepresidente de la República, a solicitud del Tribunal del Consulado sobre la demanda contra uno de los congresistas, respecto a cómo debía entenderse la inmunidad

3º Los que habiendo seguido constantemente el estandar-te de la tiranía y opresión vengan en el término de cuatro meses a tomar servicio a favor de la República.

4º Los que en la evacuación de esta provincia y otros pun-tos han seguido al Gobierno español, caso que vuel-van a cualquier parte del territorio de la República en el mismo término del anterior artículo.

5º Los que habiendo abrazado antes el sistema republi-cano se hayan incorporado al Gobierno español des-pués de la emigración de Venezuela sin duda engaña-dos y seducidos por sus alevosas promesas, siempre que vuelvan al seno de la República en el mencionado término de cuatro meses.

6º Todos los que como desertores o como criminales de otra especie se encuentren refugiados en los montes, perturbando con sus hechos la seguridad y sosiego público; con tal que no hayan cometido asesinatos, y se presenten en el término de dos meses ante cual-quiera de las justicias territoriales, denuncien los per-tinaces que continúan en su depravación y se presente al servicio a que fueren destinados.

7º Los españoles europeos gozarán igualmente del pre-sente indulto, en todos y cada uno de los artículos ex-presados, cualesquiera que hayan sido sus hechos en daño de la República, y cualesquiera que sean sus gra-dos, distinciones y clases, en que serán conservados.

8º No serán comprendidos en este indulto los delitos de espionaje, conspiración contra la patria cometida en el territorio libre, el homicidio voluntario y sodomía, ni ningún otro que se cometa después de su publica-ción.

9º El mismo Soberano Congreso es el garante del exacto y religioso cumplimiento de estas gracias, que para su publicación, circulación y ejecución se comunicarán al Excelentísimo Señor Presidente de la República. (Véase en la edición de 2011 el Acta No 10, pp. 47-48).

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Discurso de Angostura

concedida, en la sesión del dos del marzo fue taxativamente de-clarado: “… los Diputados del Soberano Congreso, en cuanto tales, no tienen fuero privilegiado en lo civil, con tal que no se ofenda su inmunidad personal ni se interrumpa el ejercicio de sus funciones”75.

En la misma sesión, Fernando Peñalver, intendente del Ejército y diputado por la provincia de Guayana, hizo la moción ante el Congreso de que se tomasen en consideración las leyes dictadas por el Presidente del Estado cuando fue Jefe Supremo de la Repú-blica, “para examinarlas y darles su aprobación o desaprobación, y con especialidad la que por una proclama se hizo a favor de la libertad de los esclavos, y estimándola como urgente, pidió que se discutiese en la primera sesión”76. Esta urgencia la planteaba ante la inminente ocupación del Ejército Libertador en la provincia de Caracas y el Congreso no había reglamentado sobre el modo que los esclavos harían uso de la libertad para alistarse en las armas. Fue acordada su remisión a la misma comisión encargada de exa-minar el proyecto de Constitución.

Ante una nueva moción del diputado Peñalver, en la sesión del 6 de marzo, fue planteada y acordada la urgente necesidad de dar cumplimiento a los procedimientos judiciales del almirantazgo y su jurisdicción de tribunal marítimo. Designados en comisión los diputados Fernando Peñalver (provincia de Guayana), el Dr. Manuel Palacio (provincia de Margarita), el licenciado Domingo Alzuru (provincia de Margarita), el licenciado Ramón García Cádiz (provincia de Barcelona) y Juan Germán Roscio (provincia de Caracas), fue redactado y aprobado el reglamento para la orga-nización y creación de la Corte Tribunal del Almirantazgo.

Durante varias sesiones ordinarias del Congreso, los diputados se ocuparon de atender la propuesta del diputado García Cádiz, respecto a determinar que la religión católica fuese incorporada como la oficial en la Constitución. Fue una de las materias más de-batidas, debido a que la tolerancia de cultos era impulsada por la

75 Ibidem, Acta No 14, p. 55.76 Idem.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

presencia e influencia de extranjeros y, por decisión mayoritaria, finalmente deliberó el Congreso sobre tan delicado asunto:

… que no profesando el pueblo de Venezuela otra religión que la Ca-tólica como única y exclusiva que hemos recibido de nuestros mayo-res y la misma que siempre sostendrá el Gobierno, estaba demás esta declaratoria, que por otra parte es impolítica en las circunstancias en que estamos, siendo socorridos de toda clase de extranjeros para asegurar nuestra libertad e independencia77.

Al lado de esta decisión, por demás legítima pero también “im-política”, los legisladores debieron atender las numerosas deman-das de extranjeros, respecto a recibir los beneficios del reparto de tierras en compensaciones por pago de deudas o por los servicios militares prestados en los campos de batalla. De estas solicitudes se ocupaba la comisión encargada del “Reglamento para mejorar el estado de las Misiones y sus naturales”.

Adquisición de tierras a cambio de préstamos en Londres para atender el Ejecutivo los gastos de las guerras y satisfacer la falta de erario público, en buena parte, explica por qué el Congreso debía recibir y decidir en muchas de sus sesiones sobre las peticiones de extranjeros. Entre las primeras solicitudes, destacan la de Tomás Noulan, Carlos Herving, Ricardo Sufray y Guillermo Walton, agentes encargados de crear una Compañía dirigida a establecer colonos para poblar y cultivar las tierras aledañas al río Orino-co78; también, la solicitud de un coronel prusiano al servicio de la República que negociaba un empréstito de tres millones de pesos “para el progreso de la causa de la independencia, en cambio de tierras”79.

Aun cuando fue apoyada la moción del diputado Domingo Alzuru, por la cual llamaba la atención que previamente, antes de tratar el repartimiento de tierras a extranjeros, debía formarse

77 Ibidem, Acta No 56, p. 97.78 Ibidem, Acta No 59, p. 99.79 Ibidem, Acta No 66, p. 105.

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Discurso de Angostura

una ley agraria a favor de los venezolanos, “pues que los más de ellos carecían de una propiedad raíz que les exige la Constitución como una de las calidades precisas para ciudadano”80. Acogiendo esta moción, el Congreso dispuso decretar sobre las extracciones y matanza del ganado vacuno81 y reglamentar sobre enajenación de tierras de la República y autorizaciones al Ejecutivo para gestiones de empréstitos82.

80 Ibidem, Acta No 60, p. 100.81 La redacción del decreto fue encomendada a Francisco Antonio Zea por

acta del 22 de abril de 1819, con lo cual el Soberano Congreso decretó el 28 de abril:

1º La exportación de ganados sólo es permitida al Gobier-no supremo y a los propietarios de hatos reconocidos por tales.

2º A éstos mismos les es prohibida la exportación de vacas y terneras.

3º El vendedor que contraviniere a esta disposición paga-rá el doble del precio que haya contratado, y lo mismo el comprador, sin perjuicio de lo que está dispuesto en materia de contrabando.

4º El Gobierno determinará el puerto o puertos por donde sólo pueda exportarse ganado.

5º El Gobierno establecerá la más severa policía en la ma-tanza de ganados, cuidando mucho de su aumento y conservación. (Ibidem, Acta No 60, pp. 100-101).

82 Conforme a lo anteriormente discutido y acordado en la sesión cele-brada el 12 de mayo de 1819, en el Acta No 71 fueron publicados los artículos aprobados sobre la enajenación de tierras y autorizaciones al Ejecutivo para gestionar empréstitos:

1º El Supremo Poder Ejecutivo podrá disponer de qui-nientas leguas cuadradas de tierra pertenecientes a la República en beneficio de su independencia y libertad.

2º La legua será compuesta de cinco mil varas castellanas. 3º El precio de la tierra será el mayor que pueda convenir-

se entre las partes contratantes, con tal que sea menos de un peso fuerte la medida de ciento cincuenta varas

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Con la aprobación que autorizaba al Ejecutivo para gestionar empréstitos “en beneficio de su independencia y libertad”, acordó el Congreso solicitar el envío de comisionados a Londres, “en virtud de que las noticias venidas de los sucesos del Ejército de Ca-sanare y el de Occidente que dirige el señor Presidente del Estado manifestaban un aspecto muy brillante para nuestras armas, como que hacen concebir la ocupación de Venezuela y Nueva Granada muy pronto”83.

Ante estas circunstancias, no solo fueron acogidas por el Sobe-rano Congreso las peticiones de extranjeros, también contratos o convenios que concedían a los colonos autorización para poblar la provincia de Guayana y otros territorios, gozando de todos los derechos constitucionales en calidad de ciudadanos de Venezuela; además, los beneficios de la posesión y explotación de tierras, exo-neración por diez años de derechos de importación, extracción de frutos y cultivos por cinco años y exención del servicio militar por diez años84.

castellanas en cuadro. Este ínfimo precio tendrá lugar por sólo el término de dos años.

4º El Supremo Poder Ejecutivo está autorizado para to-mar en empréstito tres millones de pesos fuertes sobre el crédito del Estado, con el interés que conviniere y bajo un plazo que no sea menor de seis años.

5º y último. Las negociaciones, contratos o comisiones que librare el Supremo Poder Ejecutivo, serán some-tidas al Soberano Congreso para su aprobación. (Ibi-dem, p. 110).

83 Ibidem, Acta No 82, p. 122.84 A efectos de formar la solicitada Compañía propuesta por los extranje-

ros Tomás Noulan, Carlos Herving, Ricardo Sufray y Guillermo Walton, acordaba el Soberano Congreso en la sesión ordinaria del 1º de junio de 1819:

1º Con el objeto de poblar, se concederán a la Compañía en la Provincia de Guayana, o cualquiera de las otras de Venezuela, doscientas leguas cuadradas de tierra en la parte o lugar que elija, con tal que no esté enajenado

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Discurso de Angostura

Asimismo, para el disfrute pleno de estos derechos ciudada-nos entre los extranjeros, aprobó el Congreso su admisión a la dignidad senatoria, porque la Constitución Política de Venezuela les garantizaba el ejercicio activo de las altas funciones públicas,

o reservado por el gobierno como importante para la seguridad y defensa del Estado.

2º Cada legua de tierra constará de cinco mil varas caste-llanas cuadradas, y será dividida en fanegadas de ciento cincuenta varas en cuadro y cada una de éstas se pagará por la compañía a un peso fuerte.

3º Los términos en que se hayan e pagar las doscientas le-guas de tierra se convendrán con el gobierno.

4º La población que se funde en dicho territorio será parte de la Provincia en cuyo territorio se sitúe y será gober-nada según la Constitución que va a publicarse.

5º Los pobladores padres de familia, desde el momento mismo en que principien sus establecimientos, gozarán de los derechos de ciudadanos de Venezuela, y los de-más conforme a la Constitución.

6º Por diez años los pobladores estarán libres de derechos de importación de artículos que sean necesarios a sus alimentos, vestido, provisión de hospitales y estableci-mientos.

7º Los pobladores estarán exentos de todo servicio militar por el término de diez años, y sólo serán encargados de la defensa del territorio en que se establezcan.

8º Los pobladores gozarán de una absoluta exención de los derechos de extracción de los frutos de su industria y cultivo por cinco años.

9º El Gobierno cuidará de que los pobladores cumplan re-ligiosamente los pactos que celebren con la Compañía.

10º Cuando la nueva población llegue a un estado en que pueda obrar por sí misma, cesará la dependencia co-mercial en que haya estado con la Compañía.

11º Luego que se forme la Compañía será un deber del Go-bierno concluir con ella este negocio bajo las bases esta-blecidas. (Ibidem, Acta No 84, pp. 124-126).

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

como ser elegidos Senadores de la República. Previo cumplimien-to de lo que disponía el Artículo 6º85, establecía el Artículo 8: “Los extranjeros, para ser elegidos Senadores, además de las cualidades personales que se exigen de los ciudadanos de Venezuela, deberán ser casados, tener su familia en el país, treinta mil pesos en bienes raíces y haber hecho servicios muy importantes a la República”86.

Si este escenario aseguraba a los inmigrantes europeos obtener jugosos beneficios las campañas libertadoras, como prestamistas, propietarios y pobladores de grandes extensiones de tierra, de su interés no escapaban las misiones indígenas y sus bienes, como lo confirman las reiteradas peticiones de Elías Santacruz, capitán de Artillería al servicio de la Legión Británica, para adquirir la Misión del Caroní con el compromiso de su poblamiento por co-lonos europeos. Para estos propósitos, solicitaba se le concediera la facultad de reedificar su iglesia, “con el objeto de que no llegue a su total ruina, y de que las familias católicas que debe conducir para la ejecución del proyecto que el Soberano Congreso aprobó, tengan dónde ofrecer su culto y adoración, para lo cual pedía se le computase aquel terreno en parte del que se le ha concedido”87.

85 El Artículo 6º de la Sección 3ª del “Senado-Su duración, elección y atribuciones”, establecía las siguientes calidades de ciudadano activo para ser Senador:

1º Treinta años de edad. 2º Diez años de residencia en el territorio de la Repú-

blica inmediatamente antes de la elección, a menos que su ausencia haya sido en comisión, o servicio de ella. Hasta en el año 1825 bastará haber emprendido la campaña de 1816 y haber continuado sus servicios hasta el día de la elección.

3º Una propiedad e ochos mil pesos en bienes raíces, o la renta correspondiente a este capital.

4º Y haberse distinguido en el ejercicio de algún destino público (Ibidem, Acta No 139, p. 192).

86 Idem.87 Ibidem, Acta No 90, p. 131.

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Discurso de Angostura

Ante esta petición, referida a la venta a un particular de la Misión del Caroní, respondía el diputado Peñalver en la sesión del 8 de junio de 1819, “que las iglesias, así como otras cosas que se llaman públicas, no son ni pueden ser propiedad de nadie” y añadía el diputado Pumar: “… que era una fortuna encontrar quien reedificara la iglesia y casas ruinosas, y formase un pueblo en circunstancias que nuestra población se ve tan disminuida y debemos aumentarla”88, varios meses más tarde, el 20 de octubre, el Congreso acordó aprobar la contrata por diez años89.

88 Idem.89 El acta de 30 de octubre de 1819, suscribe los once artículos de la contrata

del Gobierno con el extranjero Santacruz como propietario de tierras de indígenas de la Misión del Caroní:

1º Se conceden al extranjero Elías Santacruz mil setecientas setenta y siete y medias fanegas continuas de tierra de ciento cincuenta varas en cuadro en el territorio de la Misión denominada Caroní.

2º No se comprende en el territorio de que el señor Santa-cruz es propietario el que ocupa el lugar de Caroní, ni una legua en cuadro a los cuatro vientos del pueblo por estar destinado para huertas de los habitantes.

3º Comprendiendo el terreno demarcado (…) mil setecien-tas setenta y siete y media fanegas de a ciento cincuenta varas en cuadro, el señor Santacruz pagará conforme al Decreto del Congreso un peso fuerte de a diez reales del país por cada fanega, en el término de diez años. (…)

4º Los indios que actualmente hay en el pueblo y los que habiéndose ausentado por cualquier causa volvieren a él conservarán sus casas, y conucos, aun cuando éstos se hallen el terreno propio del referido Santacruz.

5º Las casas desocupadas serán cedidas en toda propiedad a cualquiera que venga a establecerse en el lugar, ya sea por su elección, ya atraído por el señor Santacruz, y a unos y otros se les designará terreno para una huerta con proporción a su familia. Toca al Teniente Corregi-dor hacer estas adjudicaciones y la admisión de los que por su propia elección vengan a establecerse en el lugar.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Los que fueren atraídos por el señor Santacruz tiene la preferencia.

6º El dicho terreno y sus moradores gozarán de una perfec-ta exención de toda clase de impuesto, contribución o tributo por el espacio de seis años. (...)

7º Se eximirán de todo servicio militar durante el mismo término a todos los europeos empleados en los diversos ramos de agricultura y fábricas que se pusieren en pie, y ninguna autoridad podrá disponer de los ganados que se criaren en dicho terreno, sin el previo consentimien-to del propietario. (…)

8º Se permitirá al señor Santacruz la libre introducción y sin derechos de todos los instrumentos y utensilios necesarios para el cultivo de las tierras y el estableci-miento de las fábricas enunciadas, como también de todos los muebles y efectos de su uso y del de aque-llos individuos que vinieren a concurrir a la empresa; concediéndosele igualmente licencia para desembarcar las personas y efectos sobre algún punto que habilite el Gobierno inmediato al lugar del establecimiento, a fin de ahorrar los crecidos gastos y mayores inconvenientes de llegar hasta Angostura.

9ºComo estas ventajas se conceden al señor Santacruz para que pueda con semejante aliciente, como se expresa él mismo, atraer gente de Europa y formar los estableci-mientos de agricultura y fábricas que ha ofrecido, y con cuyo objeto tiene el territorio expresado, si dentro del término de cuatro años no ha cumplido con estas con-diciones de la contrata el estado volverá a tomar pose-sión de las tierras sin pagar ninguna mejora.

10º Las franquicias y derechos que el Soberano Congreso ha concedido a los extranjeros que vengan a estable-cerse en la Guayana, se extenderán a los que atrajere y condujere el señor Santacruz.

11º Habiéndose suprimido en las Misiones toda autoridad militar, no hay necesidad del grado que solicitaba el se-ñor Santacruz para no estar expuesto a alguna tropelía; sin embargo no hay reparo en concedérselo luego que presente su despacho de Capitán de Artillería en el ser-

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Discurso de Angostura

Esta decisión fue calificada de perjudicial por el diputado Alzuru, por considerar que al concederle a un solo propietario grandes cantidades de tierra, además de estancarse en una sola mano, podía venderla a otros y “la causa principal que movía al gobierno para la venta de estos terrenos era el salir del apuro actual de la escasez de numerario, y que no se conseguía dando unos plazos tan dilatados a dichos propietarios, como el de diez años convenido con el extranjero Santacruz”90.

IV

La sesión ordinaria del 12 de junio selló el otro hito histórico en los acontecimientos del año 1819. Ese día el Soberano Congre-so daba cuenta de dos oficios que consignaban los señores coronel José María Vergara y teniente coronel Vicente de Uribe, ambos diputados de la recién liberada provincia de Casanare, quienes so-licitaban incorporarse al Congreso en representación de la Nueva Granada.

Concedida la petición, después de los respectivos juramentos y habiendo planteado el presidente del Congreso que esta incorpo-ración se hacía “en orden a la necesidad de la unión que antes de ahora hubo y debe haber en lo sucesivo entre Venezuela y Nueva Granada”91, proponía el diputado Vergara como medio para con-solidar esta unión: “… que se suspenda la Constitución hasta que puedan tomar parte de ella los pueblos de la Nueva Granada; a que se restablezca el Gobierno provincial que se estableció cuando se vieron libres del yugo español; y se recomiende a los jefes y tropas de ambos Estados la moderación y recíproca armonía que deben observar”92.

vicio de Su Majestad Británica (Ibidem, Acta No 197, pp. 279-280).

90 Ibidem, Acta Nº 190, p. 271.91 Ibidem, Acta Nº 93, p. 135.92 Idem.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Escuchada y discutida esta petición durante las sucesivas sesio-nes ordinarias, era perentorio para el Congreso tomar medidas de urgencia reglamentaria conducentes a que fuesen acogidas por los jefes y tropas en los territorios liberados de la Nueva Granada y Venezuela, las disposiciones sobre el secuestro y confiscación de bienes a los enemigos y desafectos a la causa de la libertad en los territorios liberados93. Asimismo, un proyecto de ley para estimu-

93 En la sesión ordinaria del 16 de junio fue aprobado el “Proyecto de Ley sobre los bienes que deben secuestrase y confiscarse en los países que ocupen las armas de la República”, elaborado y presentado por los di-putados que integraban el Tribunal de Secuestros con los siguientes ar-tículos:

Art. 1º Libertada cualquiera plaza, ciudad o lugar, por las armas de la República, deberán ser secuestradas y confiscadas todas las propiedades que se encuentren en el territorio libertado, correspondientes al Gobierno español.

2. En la misma confiscación caerán todos los bienes mue-bles e inmuebles de cualquiera especie, y los créditos, acciones y derechos que pertenezcan a los españoles que emigren del país siendo amenazado o atacado por las tropas de la República.

3º Se exceptúan de esta pena los americanos que en el espa-cio de tres meses se hubieren restituido al mismo país de donde emigraron, o a otro que se encuentre libre en el territorio de la República, con calidad de que hayan de permanecer en él.

4º También se exceptúan los bienes de todo individuo bien sea americano, bien español, que al acto de entrar las tropas de la República en un país libertado, se presen-ten a sus Jefes y abracen el sistema de independencia. 5º Quedan exceptuados de la confiscación de los bienes las mujeres e hijos de los emigrados que permanecieren en el territorio libre; pero se reservarán para el Estado el tercio y quinto de los que aquéllos habrán de heredar del padre emigrado.

6º También están libres de dicha pena los menores de diez y seis años, aunque hayan emigrado, siempre que cum-

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Discurso de Angostura

lar a americanos y españoles que abrasaren el partido republicano con la protección de sus vidas y bienes94.

plida esta edad al cabo de un año se presenten a incor-porarse en la República, corriendo entretanto la con-servación de sus bienes por cuenta del Estado.

7º Los bienes de las mujeres están exentos de la ley de con-fiscación. Las que hayan emigrado y tenido una con-ducta positivamente hostil, acreditada con actos de es-pionaje, persecución declarada contra los patriotas, u otros atentados de igual naturaleza contra la República, si no vuelven a entrar en su territorio un año después de haber sido libertado, incurrirán en la pena de confis-cación de bienes.

8º Todas las propiedades confiscadas por el Gobierno espa-ñol a los patriotas serán administradas igualmente por cuenta del Estado, hasta que se presenten a reclamarlas legítimos interesados.

9º Todas las cargas inherentes a las propiedades confisca-das, ya sean por deudas escrituradas con hipoteca o sin ella, ya por fundaciones piadosas, vínculos o cape-llanías a que algún particular tenga legítimo derecho, le serán adjudicadas y reservadas a sus señoríos en la misma finca.

10º y último. Se derogan desde luego cualesquiera orde-nanzas, leyes, órdenes y disposiciones que se hayan dado y publicado en contrario. (Ibidem, Acta No 96, pp. 138-139).

94 Fundamentado en el deseo del Soberano Congreso de adherir voluntades ante los males inevitables de la guerra debían abrirse las puertas para atraer a americanos y numerosos españoles que abrazaban la causa del Rey y combatían contra la causa republicana, decretaba este proyecto de ley aprobado el 18 de junio:

Art. 1º Ninguna persona americano o español que de buen fe presente a los Jefes de las tropas de la República al tiempo que sea libertado un país, será molestado en su persona o en sus bienes de cualesquiera clase y con-dición que se a la persona presentada y sea cual fuere su conducta anterior.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Habiendo dirigido instrucciones el Congreso para su publica-ción, impresión y circulación, después de incorporados los dipu-tados de la provincia de Casanare, las discusiones se orientaban a atender las reiteradas peticiones del neogranadino Vergara, en el sentido de que el Soberano Congreso fuese reconocido por las tropas al mando del general MacGregor en Portobelo. Esta solici-tud fue aprobaba con un decreto95,“deseando poner las bases que consoliden la importante unión de aquel país con el de Venezuela, identificados como están sus intereses, y cuyas ventajas son tan conocidas, que los Gobiernos de ambas Repúblicas han propendi-do a ella”96.

Para elaborar un manifiesto sobre la importancia de la unión entre Venezuela y Nueva Granada y las bases para este pacto asociativo entre Estados soberanos, en la sesión del 22 de junio fueron comisionados los diputados Dr. Ramón Ignacio Méndez (provincia de Barinas), el Lic. Ramón García Cádiz (provincia

2º Cualquiera individuo americano o español al servicio del Rey que abrazare el partido de la República será conservado en su grado, distinción y clase.

3ºLas vidas y propiedades de los habitantes de cualquiera país libertado, lo mismo que las cosas sagradas, monu-mentos y establecimientos púbicos, archivos, etc., serán respetados y protegidos.

4º Los Jefes de las Divisiones que ocupen el territorio li-bertado, son responsables del religioso y exacto cumpli-miento de esta Ley. (Ibidem., Acta No 98, p. 141).

95 El decreto fue emitido con el siguiente texto: “(…) que el Su-premo Poder Ejecutivo tome las medidas conducentes, para que las fuerzas que obran en el istmo de Panamá (territorio perteneciente a la Nueva Granada), y a las órdenes del gene-ral Mac Gregor y comandante Aury, reconozcan al Gobierno, entendiéndose esto mismo con cualquiera jefe de otras fuer-zas que se dirijan a facilitar la libertad de los pueblos oprimi-dos en dicho territorio por la dominación española. Lo que tendrá entendido el Supremo Poder Ejecutivo y dispondrá lo conveniente a su cumplimiento”. (Ibidem, p. 142).

96 Ibidem, p. 142.

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Discurso de Angostura

de Barcelona) y el teniente coronel Vicente de Uribe (provincia de Casanare). Aun cuando transcurridos pocos días la comisión presentó una proclama sobre la importancia de la unión, que esti-maban fuese publicada, fue durante los días 16 y 17 de diciembre que se procedió a examinar, discutir y aprobar entre acalorados debates el Proyecto de Ley para la unión de los Estados de Vene-zuela y Nueva Granada.

En la sesión extraordinaria del 14 de diciembre, fue recibido el presidente del Estado por una comisión de diputados y conducido con altos honores por el Congreso, para dar cuenta de la campaña libertadora de Nueva Granada que selló el triunfo sobre Boyacá. Ante el cuerpo legislativo, puntualizaba Bolívar como meritoria ofrenda la doble victoria de haber triunfado las armas republica-nas y logrado su anhelo de la reunión de las provincias liberadas de la Nueva Granada y de estas con las de Venezuela. Argumenta-ba a los legisladores sobre la nueva unión republicana:

Los granadinos están íntimamente penetrados de la inmensa ventaja que resulta a uno y otro pueblo de la creación de una nueva Repú-blica, compuesta de estas dos naciones. La reunión de la Nueva Gra-nada y Venezuela es el objeto único que me he propuesto desde mis primeras armas: es el voto de los ciudadanos de ambos países y es la garantía de la libertad de la América del Sur97.

Previa aprobación de la solicitud del diputado Alzuru para que el Congreso declarase el reconocimiento a tan benemérito ciuda-dano con la distinción de Libertador de Venezuela y la Nueva Gra-nada98, en la sesión del 17 de diciembre, entre acalorados debates, fue aprobado el proyecto sobre la reunión de Venezuela y la Nueva Granada como Ley Fundamental de la República de Colombia. Acordando el Soberano Congreso de Venezuela, “a cuya autoridad han querido voluntariamente sujetarse los pueblos de la Nueva

97 Ibidem, Acta No 226, p. 311.98 Ibidem, Acta No 227, pp. 316.

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Un proyecto de Patria para la Venezuela del siglo XXI

Granada, recientemente libertados por las armas de la República”, instituía el Considerando99:

1º Que reunidas en una sola República las Provincias de Venezuela y de la Nueva Granada tienen todas las proporciones y medios de elevarse al más alto grado de poder y prosperidad.2º Que constituidas en Repúblicas separadas, por más estrechos que sean los lazos que las unan, bien lejos de aprovechar tantas ventajas, llegarían difícilmente a consolidar y hacer respetar su soberanía.3º Que estas verdades altamente penetradas por todos los hombres de talentos superiores, y de un ilustrado patriotismo, habían movido los Gobiernos de las dos Repúblicas a convenir en su reunión, que las vicisitudes de la guerra impidieron verificar100.

99 Ibidem, Acta No 229, pp. 317-318. 100 Por todas estas consideraciones de necesidad y de interés recípro-

co y con arreglo al informe de una Comisión Especial de Diputados de la Nueva Granada y de Venezuela, en el nombre y bajo los auspicios del Ser Supremo, ha decretado y decreta la siguiente Ley Fundamental de la República de Colombia:

Art. 1. Las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola bajo el tí-tulo glorioso de República de Colombia.

Art. 2. Su territorio será el que comprendían la antigua Capitanía General de Venezuela y el Virreinato del Nuevo Reino de Granada, abrazando una extensión de 115.000 leguas cuadradas, cuyos términos precisos se fijarán en mejores circunstancias.

Art. 3. Las deudas que las dos Repúblicas han contraído separadamente son reconocidas in sólidum por esta Ley como Deuda Nacional de Colombia, a cuyo pago quedan vinculados todos los bienes y propiedades del Estado, y se destinarán los ramos más productivos de las Rentas Públicas.

Art. 4. El Poder Ejecutivo de la República será ejercido por un Presidente y, en su defecto, por un Vicepresi-dente, nombrados ambos interinamente por el actual Congreso.

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Discurso de Angostura

Como quedó demostrado, desde años atrás y durante el dis-curso de instalación del Segundo Congreso de Venezuela en el

Art.5.La República de Colombia se dividirá en tres gran-des Departamentos: Venezuela, Quito y Cundina-marca, que comprenderá las provincias de la Nueva Granada, cuyo nombre queda desde hoy suprimido. Las capitales de estos Departamentos serán las ciuda-des de Caracas, Quito y Bogotá, quitada la adición de Santa Fe.

Art.6.Cada Departamento tendrá una Administración superior y un Jefe, nombrado por ahora por este Con-greso con título de Vicepresidente.

Art.7.Una nueva ciudad, que llevará el nombre del Liber-tador Bolívar, será la capital de la República de Co-lombia. Su plan y situación se determinarán por el Primer Congreso General bajo el principio de propor-cionarla a las necesidades de los tres Departamentos y a la grandeza a que este opulento país está destinado por la Naturaleza.

Art. 8. El Congreso General de Colombia se reunirá el 1°de enero de 1821 en la villa del Rosario de Cúcuta, que por todas circunstancias se considera el lugar más bien proporcionado. Su convocatoria se hará por el Presidente de la República el 1° de enero de 1820, con comunicación del Reglamento para las elecciones, que será formado por una Comisión especial y aprobado por el Congreso actual.

Art. 9. La Constitución de la República de Colombia será formada por su Congreso General, a quien se presen-tará en clase de Proyecto la que ha decretado el actual, y que con las leyes dadas por él mismo se pondrá, des-de luego, por vía de ensayo, en ejecución.

Art. 10. Las armas y el pabellón de Colombia se decreta-rán por el Congreso General, sirviéndose entretanto de las Armas y Pabellón de Venezuela, por ser más conocido.

Art. 11. El actual Congreso se pondrá en receso el 15 de enero de 1820, debiendo procederse a nuevas eleccio-nes para el Congreso General de Colombia.

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territorio libre de Guayana, delineaba Bolívar las bases políticas de esta nueva república colombiana que nacía coronada con los laureles de Boyacá ante la táctica, estratégica y oportuna decisión de irrumpir con su Ejército popular que mezclaba indistintamente a todos los sectores sociales entre neogranadinos, venezolanos e ingleses, para tomar los Andes desde los llanos de Casanare.

Había propuesto Bolívar en su discurso inaugural, la creación de este gran Estado republicano y al aprobarlo este Congreso de Venezuela por la Ley Fundamental de la República de Colombia, quedaban reunidas las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Gra-nada en una sola, bajo el título de República de Colombia, con el territorio de la antigua Capitanía General de Venezuela y el Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Con una administración superior y un jefe con el título de Vicepresidente, la nueva repú-blica quedaba dividida en tres grandes departamentos, Venezuela,

Art. 12. Una Comisión de seis miembros y un Presidente quedará, en lugar del Congreso, con atribuciones es-peciales que se determinarán por un Decreto.

Art. 13. La República de Colombia será solemnemente proclamada en los Pueblos y en los Ejércitos, con fies-tas y regocijos públicos, verificándose en esta capital el 25 del corriente diciembre en celebridad del naci-miento del Salvador del Mundo, bajo cuyo patrocinio se ha logrado esta deseada reunión, por la cual se re-genera el Estado.

Art. 14. El aniversario de esta regeneración política se celebrará perpetuamente con una Fiesta Nacional, en que se premiarán como en las de Olimpia las virtudes y las luces.

La presente Ley Fundamental de la República de Colom-bia será promulgada solemnemente en los pueblos y en los Ejércitos, inscrita en todos los registros públicos y depositados en todos los archivos de los Cabildos, Municipalidades y Corporaciones, así Eclesiásticas como Seculares y depositada en todos los Archivos de los Cabildos, Municipalidades y corporaciones, así eclesiásticas como seculares. (Ibidem, pp. 318-320)

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Cundinamarca y Quito, con capitales en las ciudades de Caracas, Bogotá y el Reino de Quito, incorporado a partir de 1822. Se acor-daba por esta ley la aspiración bolivariana de convenir esta alianza política los Gobiernos de ambas repúblicas, pues “constituidas en Repúblicas separadas, por más estrechos que sean los lazos que las unan, bien lejos de aprovechar tantas ventajas, llegarían difícil-mente a consolidar y hacer respetar su soberanía”101.

101 Ratificada esta Ley Fundamental de Colombia por el Congreso General de Colombia reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta y en su sesión del 12 de julio de 1821 fue homologada a la Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia e invocando la necesidad y el interés recíproco del ilustrado patriotismo, acordaron sus diputados decretar sus bases en 14 artículos, de los cuales destacamos:

Art.1º. Los pueblos de la Nueva Granada y Venezuela quedan reunidos en un solo cuerpo de nación, bajo el pacto expresado de que su Gobierno será ahora y siempre popular y representativo.

Art. 2º. Esta nueva nación será conocida y denominada con el título de República de Colombia.

Art.3º. La Nación colombiana es para siempre e irrevo-cablemente libre e independiente de la Monarquía española y de cualquier otra potencia o dominación extranjera. Tampoco es, ni será nunca, el patrimonio de ninguna familia ni persona.

Art. 4º. El Poder Supremo Nacional estará siempre divi-dido para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Ju-dicial.

Art. 5º. El territorio de la República de Colombia será el comprendido dentro de los límites de la antigua Capi-tanía General de Venezuela y el Virreinato del Nuevo Reino de Granada.

Art. 6º. Para la más ventajosa administración de la Repú-blica, se dividirá su territorio en seis o más Departa-mentos, teniendo cada uno su denominación particu-lar y una Administración subalterna dependiente del Gobierno Nacional.

Art. 7º. El presente Congreso de Colombia formará la constitución de la República, conforme a las bases ex-

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Con las disposiciones expresadas por este cuerpo jurídico sobre la elección de los funcionarios para integrar el Poder Ejecutivo de la República de Colombia, resultando el Libertador para presidente del Estado y Francisco Antonio Zea como vicepresidente, Fran-cisco de Paula Santander, vicepresidente de Cundinamarca y Juan Germán Roscio vicepresidente de Venezuela y “por lo que respecta a la Vicepresidencia de Quito se eligiese en aquella capital luego que entrasen en ella las armas libertadoras”102, se iniciaba el año 1820 entre las debilitadas sesiones ordinarias del Congreso, para dar paso a las decisiones acordadas de convocar el primer Congre-so General de Colombia y celebrar nuevas elecciones de diputados que debían reunirse en Cúcuta el 1º de enero de 1821 para sancio-nar la nueva Constitución republicana colombiana.

El 6 de enero de 1820, el Soberano Congreso dejaba testimonio del reconocimiento nacional al Jefe del Estado y al Ejército Liber-tador de Cundinamarca, con el siguiente decreto103:

Art. 1º. El General Bolívar queda condecorado con el título de Li-bertador, de que usará en todos los despachos y actos del Gobierno, anteponiéndolo al de Presidente, y lo conservará como una propie-dad de gloria en cualquiera otro destino, y en el retiro mismo de los negocios públicos.Art. 2º. Su retrato será colocado bajo el solio del Congreso, con esta inscripción en letras de otro: “BOLÍVAR, LIBERTADOR DE

presadas y a todos los principios liberales que ha con-sagrado la sana práctica de otras naciones. Artículo 8º Son reconocidas in sólidum como deuda nacional de Colombia las deudas que los pueblos han contraído separadamente; y quedan responsables a su satisfac-ción todos los bienes de la República. (Véase, Con-greso de Cúcuta 1821. Actas de los Congresos del Ciclo Bolivariano. Caracas, Ediciones Conmemorativas del Bicentenario del Natalicio del Libertador Simón Bolí-var, 1983, Tomo I, p.240).

102 Véase en la edición de 2001, op. cit., Acta No 229, p. 320.103 Ibidem, Acta No 245, pp. 345-346.

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COLOMBIA, PADRE DE LA PATRIA, TERROR DEL DESPOTIS-MO”, y más abajo, en pequeños caracteres: “Decreto del Congreso de Angostura a 6 de enero de 1820”.Art. 3º. No solamente los vencedores de Boyacá, sino todos los individuos del ejército que emprendió esta campaña memorable, incluyendo los que perdió en el paso de los Andes, los patriotas que se le reunieron y las personas que se han distinguido extraordinaria-mente en favorecerlo, sean hombres o mujeres, quedan declarados y serán reconocidos por libertadores de Cundinamarca. Sus nombres se inscribirán con la separación y clasificación correspondiente en la columna del triunfo de Boyacá, decretada por la asamblea de Bogotá.Art.4º.Los libertadores de Cundinamarca llevarán la decoración de una medalla en que esté grabado y esmaltado de rojo su nombre, y debajo de estas palabras: Cundinamarca libertada, 1819. Esta mella-da orlada de una corona de laurel, es maltada de verde, será de otro guarnecida de esmeraldas para los Generales, de otro sin guarni-ción para los Oficiales y ciudadanos empleados, y de plata para los soldados y ciudadanos sin destino público. Los militares la llevarán pendiente de una cinta roja en el segundo ojal de la casaca, y los ciu-dadanos, de una cinta azul celeste.Art. 5º. Las viudas de los militares muertos en la campaña llevarán pendiente del cuello la decoración correspondiente a sus maridos, como partícipes de sus trabajos y de patriotismo.Art. 6º. Los nombres de los libertadores de Cundinamarca se pro-clamarán por bando con música militar y salva de artillería en las capitales del Departamento y plazas fuertes, y en las demás ciudades con la posible solemnidad en todas las fiestas del aniversario del es-tablecimiento de la República, quedando desde ahora inscrito en los libros municipales y en todos los registros públicos. (Destacado en el original)

En adelante, y sin dejar de atender problemas atinentes a la seguridad política y económica del Estado de Venezuela, aun cuando había sido declarado el receso del Congreso que pocos días más tarde funcionó con una Diputación Permanente con siete miembros, los esfuerzos de los diputados se dirigían a las

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urgentes decisiones y aquellas pendientes que garantizan al Poder Ejecutivo poner en marcha las garantías de los derechos ciudada-nos para asegurar la felicidad pública y la unidad gran republicana que nacía coronada con los laureles del triunfo patriótico en Boyacá.

En este sentido, “atendiendo a las privaciones a que se han sujetado todos los servidores de la Patria, sacrificios que han hecho y peligros a que se han expuesto”104 y, tomando en consi-deración la Ley de 10 de octubre 1817 sobre Repartimientos de Bienes Nacionales entre los militares, el mismo 6 de enero decretó el Congreso que teniendo en cuenta, principalmente, la deuda del Estado y establecimientos de interés común, todos los bienes nacionales fuesen repartidos entre los servidores de la patria con asignaciones proporcionales de sueldos para quienes hubiesen luchado por la República desde la campaña de 1816 hasta la insta-lación del Congreso el 15 de febrero de 1819, así como beneficios con la mitad de estos haberes militares para las viudas, “por haber participado de sus privaciones, riesgos y trabajos durante la época prefijada”105.

Como ningún hombre quedaba excluido de los derechos ciudadanos y de alistarse al Ejército republicano, el Soberano Congreso, ya con la denominación de República de Colombia, en consideración a lo anteriormente proclamado por el Jefe Supre-mo de la República de Venezuela el 6 de julio de 1816, respecto a conceder la libertad de los esclavos porque en Venezuela todos hombres serían ciudadanos, en su sesión del 11 de enero de 1820 aprobó el proyecto de “Decreto sobre la libertad de esclavos”106.

Por este decreto, fundamentado en el precepto constitucional de “que el hombre no puede ser la propiedad de otro hombre”, además de prohibirse la introducción de nuevos esclavos y mantener en libertad a los que la hubieran obtenido, entraban en posesión de la libertad los que se alistaban en las milicias,

104 Ibidem, p. 347.105 Ibidem, p. 348.106 Ibidem, Acta Nº 252, pp. 357-359.

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“supieren algún arte u oficio, manifestaren alguna habilidad o talento particular, o se distinguieran por su honradez, conducta y patriotismo”107; así como formar un fondo de indemnización a favor de los propietarios “que no hubiesen perdido derecho a ella, por haber tomado las armas contra su país o por otra causa justa”108. Asimismo, por estar cimentado este decreto en el dere-cho natural que “todos los hombres nacen libres”, se acordaba la libertad de los esclavos con civilización “por medio de diversas instituciones, enseñando a leer y escribir a los niños, dando a todos en general alguna idea de los deberes sociales, inspirándoles amor al trabajo y a las virtudes públicas”109.

Por razones obvias, estas decisiones perjudicaban a los amos de los esclavos y propietarios de tierras, entre los cuales se conta-ban diputados del Congreso. Era de esperarse que los debates se dirigieran a legislar un Estado liberal, pero también a crear el am-biente propicio para mantener la paz republicana con milicianos para asegurar tropas leales y establecer acuerdos que no afectasen los intereses de los propietarios terratenientes. De allí que, pese a estas disposiciones, quedaba abolida por derecho la abolición de la esclavitud en los tres departamentos de la nueva República, aunque por otro decreto de la misma fecha su ejecución fue pos-tergada para futuras tareas legislativas de la Representación Na-cional de Colombia; los diputados objetaban que “este plan exigía diversos establecimientos, instituciones, medios y recursos”110. Por el nuevo decreto, quedaban en posesión de la libertad con las indemnizaciones a que hubiere lugar, los esclavos “que fueren llamados a las armas por el Presidente de la República o hicieren algún servicio distinguido”111.

Otra de las tareas pendientes fue la aprobación el once de enero de 1820, del proyecto de “Decreto sobre la liquidación y

107 Ibidem, p. 358.108 Idem.109 Ibidem, pp. 357-358110 Ibidem, p. 358.111 Ibidem p. 359.

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reconocimiento de la deuda nacional”. Para este cometido, la Co-misión designada daría cuenta, cada cuatro meses, al Congreso o Diputación permanente sobre los acreedores y créditos contraídos por agentes del gobierno en el extranjero, para la causa libertadora de Colombia112.

Otro proyecto aprobado al siguiente día fue el “Decreto de in-dulto general para celebrar la reunión de los pueblos de Venezuela y Cundinamarca”, que disponía el goce de indulto para los presos a arrestados en las cárceles públicas, siempre que su prisión no fuera por delitos exceptuados; los desertores del ejército; los que en el término de los últimos cuatros meses habían tomado servi-cio a favor de la República; los que habiendo seguido al Gobierno español retornaron al territorio de la República; los que habiendo abrazado el sistema republicano con engañosas y seducidas pro-mesas es incorporaron al gobierno español; los desertores y crimi-nales refugiados en los montes perturbando la seguridad y sosiego público, con tal que no hayan cometido asesinatos y se presenten al servicio. Por este mismo decreto, quedaban excluidos del indul-to los delitos de espionaje y conspiración en el territorio libre, así como el homicidio voluntario y sodomía113.

A estas disposiciones, le siguieron otras no menos importantes, para dar cumplimiento a lo acordado en procura de los intereses del gran Estado colombiano. En este sentido, iba el decreto que facultaba al Libertador Presidente de la República para nombrar un Capitán General, con miras a sucederle en su ausencia en el mando de todos ejércitos; el decreto que estipulaba las funciones a ejercer por el Vicepresidente de Venezuela, en ausencia del Vice-presidente de Colombia; el decreto sobre asignaciones de sueldos a los servidores del estado, en lo civil, militar y administrativo; el Reglamento sobre elecciones de diputados para el Congreso Ge-neral de Colombia y el decreto por el cual se anunciaba haberse terminado los trabajos del Congreso de Angostura para instalar la Diputación permanente, que velaría sobre la inversión de caudales

112 Ibidem, Acta No 253, pp. 360-361.113 Ibidem, Acta No 255, pp. 363-365.

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públicos y con atribuciones para conceder tierras baldías a nacio-nales y extranjeros; enajenar tierras u otras fincas de la Repúblicas para sostener la guerra; recibir informes del estado de la deuda nacional; poder natural de una Corte de Justicia para admitir acusaciones, oír, juzgar y sentenciar, así como reunir al Congreso, en casos extraordinarios o muy graves, como la muerte del Presi-dente o el reconocimiento de nuestra Independencia por alguna potencia extranjera114.

En la sesión ordinaria del siete de enero de 1820, se aprobaba el informe de la Comisión de Misiones y tierras del Estado que, por los haberes militares o deudas, privilegiaba con franquicias y gra-cias a los extranjeros para establecerse en las tierras de Guayana. Como muchas otras, fueron aprobadas las solicitudes de contratos a los militares extranjeros del ejército libertador, coronel Needhan y capitán de Artillería Francisco Juan Pierre, para adquirir en propie-dad fanegadas de tierras en la Misión de San Miguel en las riberas del Orinoco, con las siguientes consideraciones: al primero, le fue otorgada en propiedad tres mil fanegas a libre elección con el pago de durante siete años de un peso fuerte de a diez reales por fanega; traer colonos exentos de pago de contribuciones y de servicio militar por seis años; disponer de las casas desocupadas y libre introducción de instrumentos necesarios para cultivos agrícolas, establecimiento de fábricas e industrias. Al segundo, con similares beneficios, por el contrato suscrito se le concedieron en propiedad ochenta fanegadas de terreno contiguas para establecimientos agrícolas115.

Después del 22 de enero de 1820, las sesiones de la Diputación Permanente eran confirmatorias de los beneficios que reportaron las guerras libertadoras y los haberes militares a mercenarios particulares y de la Legión Británica por servicios a la República. Con similares condiciones a las antes indicadas, entre otros, se le concedió la propiedad a Edmundo Kerby, pero ahora con el otor-gamiento de dos mil fanegadas de tierras indígenas de la Misión

114 Véase Acta (Reservada) de 14 de enero de 1820, pp. 370-371 y las Actas 261, p. 373; 266, pp. 378-380; 267, pp. 380-386; 268, pp. 386-389.

115 Ibidem, Acta No 246, pp. 349-351.

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Cupapuy; al señor Alejandro Smith, tres leguas cuadradas de tierras continuas en la Misión de Puga y al teniente coronel de la Legión Británica, Tomás Harrison, para comprar tierras en las Misiones de Socaopana y San Félix, a orillas del Orinoco y varios meses más tarde, cuatro leguas cuadradas de tierra de cultivo en la Misión de Puga116.

En vista de los apoyos militares y el otorgamiento de emprés-titos para la campaña libertadora, parte de las deudas nacionales contraídas por comisionados del Gobierno en Estados Unidos y Londres, eran cobradas por Mr. Hamilton, quien prestaba ser-vicios a causa republicana y solicitaba en propiedad como pago de deuda, las tierras que le dieron en arrendamiento con todo el terreno de las Misiones de Palmar, Cumiamo, Miamo, Carapo, Tupuquen, Tumeremo, Cura y Guasipati117.

Ante las circunstancias del pliego dirigido por Pablo Morillo, general en jefe del Ejército español, y reasumido el mando de las armas, el 10 de julio del mismo año fue reinstalado el Soberano Congreso en Angostura. Declarado al siguiente día suficiente-mente discutido el destino que debería darse al pliego, se acordó por unanimidad responderle “que no se admitirán proposiciones algunas que no lleven por base el reconocimiento de la soberanía e independencia de la República de Colombia”118. Con este acuerdo, tres días más tarde, fue emitido el siguiente decreto:

El Soberano Congreso de Colombia, deseoso de establecer la paz, oirá con gusto todas las proposiciones que se hagan de parte del Go-bierno español, siempre que tengan por base el reconocimiento de la soberanía e independencia de Colombia, y no admitirá ninguna que se separe de este principio, muchas veces proclamado por el Gobier-no y los pueblos de la República119.

116 Véase en la edición de 2011, las sesiones 78, de 12 de septiembre de 1820, pp. 571-573; 106, de 10 de 20 de enero de 1821, pp. 617-618; 113, de 17 de febrero de 1821, pp. 624-626.

117 Ibidem, sesión 20 de 9 de marzo, pp. 427-428.118 Ibidem., Acta 2ª, pp. 524-525.119 Ibidem, Acta 4ª, pp.527-528.

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V

Son por demás pertinentes unas reflexiones finales sobre el coloso y virtuoso hombre que fue el Libertador Simón Bolívar, ganado a las guerras libertadoras para asegurar la unidad de nues-tra América del Sur. Su figura y su emblemático discurso ante los nuevos legisladores del Congreso, simbolizan la enseñanza ejem-plarizante de un accionar político que, desde esta liberada tierra sureña de Venezuela, desplegaba sus esfuerzos de guerrero y esta-dista entre refundar el Estado de Venezuela y la visión geopolítica de confederar las repúblicas para fundar un gran Estado unitario. Así entendía que con gobiernos separados y sin pueblos libres, no era posible luchar contra las amenazas de las potencias imperiales y del despotismo monárquico, ni ser reconocida ni respetada la independencia y la libertad, incardinadas ambas en los derechos soberanos conquistados.

Si esta epopeya emplazada desde Angostura tuvo como sus fundamentos los principios políticos soberanos de autodetermi-nación, cabe valorar por qué fue devuelta por el Gobierno Boliva-riano de Venezuela la octava estrella a nuestra bandera nacional, la cual había sido incorporada por el decreto emitido en el Palacio de Gobierno del 20 de noviembre de 1817. Además de saldar esta deuda histórica con el decreto bolivariano de agregar la estrella luego de liberada provincia de Guayana, a nuestro entender, su reposición también simboliza para venezolanos y venezolanas, el meritorio y necesario reconocimiento de su significación histórica en la revolución independentista.

No solamente fue Santo Tomás de Angostura capital provi-sional de la República de Venezuela, allí también nació el nuevo Estado de Venezuela constitucionalizado en 1819 y en este mismo año, la República de Colombia constitucionalizada en 1821. Confió Bolívar en estas tierras ribereñas del Orinoco, sus aspira-ciones de oficializar la segunda Constitución del Estado de Vene-zuela para dar nacimiento a la Tercera República y, después de los laureles triunfantes sobre los campos de Boyacá, sellar la alianza

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unitaria entre neogranadinos y venezolanos consagrada por la Ley Fundamental de Colombia.

Oportuno, por demás, es haber revisado el camino transitado durante este tiempo histórico, para llamar la atención en la nece-sidad de revertir en una segunda independencia esta inconclusa revolución de la primera independencia. Precisamente, en el escenario de las celebraciones bicentenarias, este nuevo tiempo histórico ha anunciado su llegada en Nuestra América y los pre-supuestos básicos del proyecto continental bolivariano de liberar y unir a los pueblos para defender con fuerza la dominación y opre-sión, hacen parte de acciones geopolíticas dirigidas a consolidar la unidad y restituir los derechos soberanos.

Aparte de otras no menos importantes decisiones bilaterales y multilaterales, concretadas durante los últimos años por Gobier-nos alineados e inspirados en el principio “el norte es el sur”, con estas aspiraciones fue creada la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), vertebrada por nuestras raíces his-tóricas y el respeto a la soberanía de los pueblos. Una medida fue el “Manifiesto Bicentenario de Caracas”, con la firme voluntad de dejar declarado el histórico día 19 de abril de 2010 y suscrita por los Jefes de Estado y de Gobierno de Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y Las Grana-dinas y Venezuela, la ratificación del compromiso de esta alianza política estratégica inspirada en nuestro libertadores “Bartolina Sisa, Tupac Amarú, Tupac Katari, Guaicaipuro, Miranda, Bolívar, Sucre, Manuela Sáenz, San Martín, O’Higgins, Petión, Hidalgo, Morazán, Artigas, Alfaro, Toussaint L’Ouverture y Martí, (…) para que nuestros pueblos, con su firmeza, voluntad e incansable capacidad de lucha, completen la tarea iniciada hace 200 años, retomando la senda libertaria”120.

120 Manifiesto Bicentenario de Caracas. Declaración de la IX Cumbre del ALBA. Caracas, Teatro Teresa Carreño, 19 de abril de 2010. http://www.bicentenario.gob.ve/noticias/2010/04/mandatarios-del-alba-tcp-firma-ron-manifiesto-bicentenario-de-caracas/.

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Manifiesto Bicentenario de Caracas. Declaración de la IX Cumbre del ALBA. Caracas, Teatro Teresa Carreño, 19 de abril de 2010. http://www.bicentenario.gob.ve/noticias/2010/04/mandatarios-del-alba-tcp-firmaron-manifiesto-bicentenario-de-caracas/.

COLABORADORES

Manuel E. Carrero MurilloProfesor de Historia y Geografía egresado del Instituto Peda-

gógico de Caracas, especialista en Historia. Magíster Scientiarum en Historia, doctor en Historia, PhD en Historia y Educación. Profesor titular jubilado de la UPEL. Coordinador de Investiga-ción en la Escuela Nacional de Administración y Hacienda Públi-ca (Enahp-IUT). Coordinador de la Cátedra de Historia Insurgen-te Federico Brito Figueroa. Profesor en la Maestría del Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual y en el Doctorado del Centro Nacional de Estudios Históricos.

Alí Ramón Rojas OlayaRector fundador de la Universidad Nacional Experimental

de Caracas. Presidente del Centro Rodrigueano de Investigación Social para Latinoamérica (Crisol). Coordinador general de la Escuela de Defensa Integral Comandante Eliécer Otaiza (Ediceo).

Emma MartínezProfesora titular de la UCV. Profesora de Historia de las Ideas

Pedagógicas en Venezuela. Profesora de Historia de las Mujeres. Doctora en Historia. Investigadora PEII Nivel C. Licenciada en Ciencias de la Educación.

Ricardo A. MataHistoriador, antropólogo y docente (UDO-Sucre), fundador

del Museo Histórico de Carúpano. Cronista Municipal. Diploma-do en Investigación, Comunicación y Activación Socio Comu-nitaria (UNERS-Misión Cultura). Diplomado en Herramientas Metodológicas GPS (Unearte-Fundación Misión Cultura).

Argenis Méndez EcheniqueDocente universitario. Licenciado en Historia egresado de la

ULA. Miembro de la Academia Nacional de la Historia. Cronis-ta de San Fernando de Apure. Director del Centro de Estudios

Históricos de los Llanos Venezolanos. Presidente de la Sociedad Bolivariana del Estado Apure. Reportero gráfico; columnista.

Alexander Torres IriarteProfesor de Historia (IPC-UPEL). Magíster en Historia de

Venezuela Republicana (UCV). Doctor en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe (IPC-UPEL). Profesor universitario. Director de la revista Tierra Firme. Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca, 2016. Múltiples publicaciones. Director de Post-grado del Centro Nacional de Estudios Históricos.

Noemí Frías DuránProfesora de Geografía e Historia. Magíster Scientiarum en

Enseñanza de la Historia y doctora en Cultura y Arte para Améri-ca Latina y el Caribe. Coautora de la Colección Bicentenario, Área Ciencias Sociales. Integrante del Colectivo de Tutores Nacionales de la Micromisión Simón Rodríguez, Área Geografía, Historia y Ciudadanía.

José Gregorio LinaresLicenciado en Historia, UCV (1983). Profesor de la Universidad

Bolivariana de Venezuela. Profesor-investigador de la Fundación Escuela Venezolana de Planificación (postgrado). Articulista en prensa nacional. Coordinador de la Cátedra Itinerante ¡Bolívar vive!

Enrique Viñoles PeñaPoeta popular militante. Decimista-galeronista. Creador del

Método de Enseñanza de la “Décima Nuestramericana”. Licen-ciado en Educación Integral, UNA. Maestría en Enseñanza de la Geohistoria. Cronista Parroquial. Diplomado en Investigación, Comunicación y Activación de la Cultura Comunal. Diplomado en Herramientas Metodológicas GPS. MPP.

Carlos A. Franco GilLicenciado en Historia (UCV). Magíster Scientiarum en His-

toria de las Américas (UCAB). Doctorando en Historia (UCAB).

Investigador-docente (Unearte-Cneh). Interesado en historia de los Estados Unidos e historia política y económica venezolana de los siglos XIX y XX.

Omar Galíndez ColmenaresProfesor jubilado de la UCV y de la UPEL (Pedagógico de Ca-

racas). Maestría en Historia en American University de Estados Unidos. Profesor en la Maestría del Instituto de Altos Estudios Diplo-máticos Pedro Gual y en el Centro Nacional de Estudios Históricos.

María Elena del Valle MejíasLicenciada en Ciencias Sociales, especialista en Historia.

Magíster Scientiarum en Historia. Doctora en Ciencias de la Edu-cación. Estudios posdoctorales en Semiótica y Pragmática en la UCM-Madrid. Investigadora acreditada de la UCM-Madrid, con proyectos financiados por la Universidad de Málaga. Quince años de investigación en Análisis del Discurso.

Omar Hurtado RayugsenProfesor de Geografía e Historia, egresado del Instituto Peda-

gógico de Caracas. Docente e Investigador del IPC/UPEL, Centro Internacional Miranda, Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual, Centro Nacional de Estudios Históricos y Escuela Venezolana de Planificación.

Nelson GuzmánProfesor titular en la UCV y en Uneartes. Antropólogo, UCV.

Licenciado en Filosofía, UCV. Doctor en Ciencias Sociales, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París, 2000. Doctor en Fi-losofía, Université de París 8, 2001, París. Postdoctor en Filosofía, Université de París 8, París, 2008. Ensayista y filósofo con 18 libros publicados.

Oldman BotelloProfesor, periodista, cronista de Maracay. Autor de 175 libros

de historia, biografía, crónica. Premio Nacional de Historia 2018

por su trayectoria. Premio en la Bienal Ramón Palomares, Premio en la Explosión Bicentenaria. Premio Nacional del Libro en 2006. Premio de Crónicas de Fundarte por su historia de Chaguaramas.

Belín VázquezLicenciada en Educación con Doctorado en Historia de

América y Posdoctorado en Ciencias Humanas. Profesora titular jubilada de la Universidad del Zulia. Docente en los programas de Maestría en Historia de Venezuela, Doctorado en Ciencias Humanas y Doctorado en Ciencias Sociales. Acreditada Programa PEII, Investigadora C. Investigadora del Centro Experimental de Estudios Latinoamericanos (Ceela). Autora y coautora de libros, ensayos y artículos.

Este libro se terminó de editar en el mes de enero de 2019.

En su diseño se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro y Albertus Mt Std.