Dios

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DIOS En una hora muy avanzada la fiesta se hallaba en su apogeo. ¡Nunca, nunca vacías las copas! Los hombres se portaban pícaros, ruidosos y galantes. Las muchachas se desabotonaban, se abandonaban al vértigo del momento. Chispeaban los ojos entornados por el placer. Volaban canciones ritmadas por los tintineos del cristal y por las risas cristalinas. Súbitamente, el reloj del comedor interrumpió su tictac monótono y rechinó como acostumbraba antes de dar la hora. Las doce campanadas cayeron lentas, solemnes. Parecían querer recordaros las innumerables ocasiones en que habían sonado para vuestros abuelos y anunciaros que seguirían sonando cuando vosotros ya no estuvieseis en el mundo. Sin darse cuenta, ellos bajaban su jolgorio y ellas reían menos alto.

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Cuento de alphonse allais

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DIOS

En una hora muy avanzada la fiesta se hallaba en su apogeo.

Nunca, nunca vacas las copas!

Los hombres se portaban pcaros, ruidosos y galantes.

Las muchachas se desabotonaban, se abandonaban al vrtigo del momento.

Chispeaban los ojos entornados por el placer.

Volaban canciones ritmadas por los tintineos del cristal y por las risas cristalinas.

Sbitamente, el reloj del comedor interrumpi su tictac montono y rechin como acostumbraba antes de dar la hora.

Las doce campanadas cayeron lentas, solemnes. Parecan querer recordaros las innumerables ocasiones en que haban sonado para vuestros abuelos y anunciaros que seguiran sonando cuando vosotros ya no estuvieseis en

el mundo.

Sin darse cuenta, ellos bajaban su jolgorio y ellas rean menos alto.

Alberico, el ms loco de la pandilla, alz la copa y dijo con solemnidad irnica:

Seores, la medianoche! La hora es llegada de proclamar que Dios no existe.

Toc toc toc!

Tocaban a la puerta.

Quin ser? No esperamos a nadie ms y he dado la noche libre a los sirvientes.

La puerta se abri y all se vio a un alto anciano de larga barba plateada y de blanqusima tnica.

Quin es usted, buen hombre?

El viejo susurr:

Soy Dios.

Todos se sintieron algo incmodos, pero Alberico dijo con su habitual sangre fra:

Bien, pero confo en que eso no le impedir brindar con nosotros.

En su infinita bondad, Dios acept la invitacin y muy pronto todos se tranquilizaron.

Volvieron a beber, a rer, a cantar, y Dios lo haca con ellos.

Por fin en el alba lvida palidecieron las estrellas y los invitados empezaron a marcharse.

En el momento de despedirse del anfitrin, Dios, comprensivo y sintindose con el mejor de los talantes, admiti que no exista.

Alphonse Allais