Dios no vive sólo en el cerebro. Respuesta al libro Las Neuronas de Dios. LLamazares, Ana María

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 lanacion.com Viernes 12 de diciembre de 2014 | Neurociencias y espiritualidad Dios no vive sólo en el cerebro Contra lo que parecen sostener ciertas tendencias en boga, la base neuronal es condición necesaria pero no suficiente para entender la experiencia religios a Por  Ana María Llama zares | Aunque hay meritorios acercamie ntos, como el que desde hace más de 20 años ha emprendido el Dalai Lama con un notable grupo de biólogos e investigadores de la conciencia a través de las conferencias sobre Mente y Vida, la batalla entre la ciencia y la religión no ha concluido. Con esa tendencia tan occidental, moderna y cartesiana de enfrentar las diferentes miradas sobre las cosas como contrincantes en un cuadrilátero de boxeo, el nuevo gladiador del siglo XXI que ahora parece dispuesto a dejar a su oponente fuera de combate con los argumentos aparentemente más irrefutables son las neurociencias. Una de sus más recientes especialidades -la neuroteología- viene enarbolando experimentos, estadísticas y mapeos cerebrales para concluir que todo ese milenario trajín por dirimir si Dios existe ha quedado finalmente resuelto. Parece que Dios se esconde en nuestro cerebro y la neurociencia cree haberlo encontrado: lo tiene atrapado entre los pliegues del cerebro humano. Se acabaron los espaciosos y olímpicos altares. Ahora le toca mudarse a un monoambiente neuronal . Desde comienzos del siglo XX se c onoce la relación de los ataques epilépticos con los estados místicos y las experiencias espirituales. El filósofo y precursor de la psicología moderna William James ya da cuenta de esto en su obra liminar Las variedades de la experiencia religiosa (1901). Con el tiempo, la neurociencia ha llegado a determinar que durante este tipo de vivencias -incluso en personas sanas- se activan ciertas zonas neuronales en asociación con el sistema límbico, centro emocional y mnemotécnico del cerebro. En la década del 90, neurobiólogos como M. Persinger y V.S. Ramachandran encontraron el punto divino en los lóbulos temporales. Según la evidencia experimental, la sola enunciación de palabras como paz, dios, amor y otras parecidas es suficiente para desencadenar la actividad electromagnética del punto divino. Y las personas estimuladas de esta manera también demuestran una mayor propensión a la solidaridad, la cooperación y la creatividad. No es poca cosa semejante descubrimiento, sobre todo si lo ponemos junto a otros desarrollos recientes de la biología molecular, como la epigenética, que demuestran el efecto transformador de las creencias incluso en el retrazado de estructuras como el ADN, que se creían inconmovibles . Estos conocimientos también han enriquecido el estudio de los estados ampliados de la conciencia, donde convergen desde la antropología y el chamanismo hasta la bioquímica, la etnobotánica y la psicología. Sin embargo, el uso de los resultados de estas nuevas disciplinas científicas no siempre parece tan renovador, especialmente cuando con ellos se pretende dar una explicación reductiva y concluyente de fenómenos cuya magnitud es, a todas luces, bastante más compleja. Esto ya lo advertía el mismo William James cuando observaba que algunos "médicos materialistas", como ya los denominaba, pecaban de "ingenuidad" al no distinguir el origen y la naturaleza de la experiencia religiosa de su importancia social, moral y teológica, rebajando el sentido psicológico y existencial del sentimiento espiritual a una mera c uestión neurológ ica. Ha pasado más de un siglo y mucha agua bajo el puente de las ciencias contemporáneas. Varias teorías ya consagradas removieron los fundamentos del materialismo -el supuesto de que la realidad es sólo

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Una reflexión oportuna frente a un "renovado" cientismo positivista

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lanacion.comViernes 12 de diciembre de 2014|Neurociencias y espiritualidadDios no vive slo en el cerebroContra lo que parecen sostener ciertas tendencias en boga, la base neuronal es condicin necesaria pero no suficiente para entender la experiencia religiosaPorAna Mara Llamazares |Aunque hay meritorios acercamientos, como el que desde hace ms de 20 aos ha emprendido el Dalai Lama con un notable grupo de bilogos e investigadores de la conciencia a travs de las conferencias sobre Mente y Vida, la batalla entre la ciencia y la religin no ha concluido. Con esa tendencia tan occidental, moderna y cartesiana de enfrentar las diferentes miradas sobre las cosas como contrincantes en un cuadriltero de boxeo, el nuevo gladiador del siglo XXI que ahora parece dispuesto a dejar a su oponente fuera de combate con los argumentos aparentemente ms irrefutables son las neurociencias.Una de sus ms recientes especialidades -la neuroteologa- viene enarbolando experimentos, estadsticas y mapeos cerebrales para concluir que todo ese milenario trajn por dirimir si Dios existe ha quedado finalmente resuelto. Parece que Dios se esconde en nuestro cerebro y la neurociencia cree haberlo encontrado: lo tiene atrapado entre los pliegues del cerebro humano. Se acabaron los espaciosos y olmpicos altares. Ahora le toca mudarse a un monoambiente neuronal.Desde comienzos del siglo XX se conoce la relacin de los ataques epilpticos con los estados msticos y las experiencias espirituales.El filsofo y precursor de la psicologa moderna William James ya da cuenta de esto en su obra liminar Las variedades de la experiencia religiosa (1901). Con el tiempo, la neurociencia ha llegado a determinar que durante este tipo de vivencias -incluso en personas sanas- se activan ciertas zonas neuronales en asociacin con el sistema lmbico, centro emocional y mnemotcnico del cerebro. En la dcada del 90, neurobilogos como M. Persinger y V.S. Ramachandran encontraron el punto divino en los lbulos temporales. Segn la evidencia experimental, la sola enunciacin de palabras como paz, dios, amor y otras parecidas es suficiente para desencadenar la actividad electromagntica del punto divino. Y las personas estimuladas de esta manera tambin demuestran una mayor propensin a la solidaridad, la cooperacin y la creatividad. No es poca cosa semejante descubrimiento, sobre todo si lo ponemos junto a otros desarrollos recientes de la biologa molecular, como la epigentica, que demuestran el efecto transformador de las creencias incluso en el retrazado de estructuras como el ADN, que se crean inconmovibles. Estos conocimientos tambin han enriquecido el estudio de los estados ampliados de la conciencia, donde convergen desde la antropologa y el chamanismo hasta la bioqumica, la etnobotnica y la psicologa.Sin embargo, el uso de los resultados de estas nuevas disciplinas cientficas no siempre parece tan renovador, especialmente cuando con ellos se pretende dar una explicacin reductiva y concluyente de fenmenos cuya magnitud es, a todas luces, bastante ms compleja. Esto ya lo adverta el mismo William James cuando observaba que algunos "mdicos materialistas", como ya los denominaba, pecaban de "ingenuidad" al no distinguir el origen y la naturaleza de la experiencia religiosa de su importancia social, moral y teolgica, rebajando el sentido psicolgico y existencial del sentimiento espiritual a una mera cuestin neurolgica.Ha pasado ms de un siglo y mucha agua bajo el puente de las ciencias contemporneas. Varias teoras ya consagradas removieron los fundamentos del materialismo -el supuesto de que la realidad es slo materia-, y la crtica epistemolgica ha cuestionado seriamente su mtodo cannico, el racionalismo reduccionista, que supone que la mejor explicacin es la que logra reducir los fenmenos a sus estructuras ms pequeas. Por eso sorprende ver que algunas de las ltimas tendencias de la neurociencia sigan operando bajo los mismos principios, al tiempo que se presentan -no sin cierta arrogancia- como de extrema vanguardia.Dios es slo una cuestin de cableado interno de nuestro cerebro, parece sugerir Diego Golombek en su ltima obra de divulgacin, Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religin, la espiritualidad y la luz al final de tnel. "Est claro que nuestra biologa trae implcita la tendencia a buscar causas, a ver lo que no necesariamente est all, a creer sin reventar. Esto no quiere decir que esa credulidad sirva para algo, pero desde un punto de vista evolutivo, seguramente ha conferido alguna ventaja adaptativa." Su estilo descontracturado no lo exime de una mirada rgidamente pragmtica. "Esto alcanza para estar vivitos y cerebrando -agrega-, ya que somos, en el fondo, una mquina de supervivencia." Una visin bastante devaluada del ser humano que tambin recurre a la lgica tradicional de equiparar la creencia en lo sobrenatural con la supersticin: "Es posible que la tendencia innata a la supersticin est muy relacionada con la creencia en un dios sobrenatural", sostiene Golombek. Su conclusin nos deja con un cierto sinsabor, tal vez por su marcado sesgo reduccionista. "Quiz las creencias en lo sobrenatural sean una especie de azcar evolutivo, los restos diurnos del sueo de la humanidad."Es un gran avance conocer el fundamento biolgico de las conductas humanas, incluidas las creencias religiosas, los sentimientos espirituales y la bsqueda de trascendencia. Tambin es muy significativo que las ciencias naturales se estn formulando preguntas antes excluidas de su agenda. Esto es un indicio de apertura conceptual y de la necesidad de los enfoques transdisciplinarios. El problema se plantea a la hora de interpretar, cuando las conclusiones parecen insistir en que la realidad es slo materia y, por tanto, la conciencia y todas sus facultades son un predecible epifenmeno del cerebro. Claramente, la base neuronal es una condicin necesaria pero no suficiente para comprender la experiencia espiritual y religiosa en su multidimensionalidad.Suponer que todo se reduce a una cuestin de cableado neuronal parece un poco exagerado, pero lo cierto es que ms de una mandbula cae boquiabierta frente a las posibles aplicaciones de esta ciencia. Explicar racionalmente que Dios era tan slo una ilusin de nuestras mentes desasosegadas, que su presencia es tan antigua y universal porque signific una ventaja adaptativa en la ancestral lucha por la supervivencia de la especie, y que por sus demostrables efectos sobre el bienestar de las personas hasta sera posible "programar" experiencias espirituales "a la carta", todo esto suena a un nuevo exceso del materialismo, a secreta ambicin de poder. En el mejor de los casos, a otra moda de una sociedad consumista, desesperada por la falta de sentido existencial, que slo se le ocurre seguir llenndose de "cacharros" para tapar ese vaco, como tan enfticamente nos deca hace unos das el presidente Mujica.Mientras tanto, las cifras de la espiritualidad siguen creciendo (ver nota de Nora Br en la edicin de la nacion del 21 de noviembre "Las neurociencias de la fe: en busca de respuestas"), y no parece razonable explicarlo como una mera obstinacin de las creencias. Frente a estas evidencias, la ciencia podra intentar ampliar sus parmetros cognoscitivos. Es tambin un deber de los cientficos reflexionar sobre el poder de seduccin que ejerce lo que anuncian como una nueva verdad legitimada por la ciencia. El fundamentalismo es siempre peligroso, sea religioso o cientificista.La persistencia de la bsqueda espiritual es un tema cuya comprensin seguramente requiere la complementacin de ms de una mirada. Slo cuando la ciencia y la espiritualidad se bajen del ring y se acerquen respetuosamente, con una genuina intencin de trascender sus diferencias, podrn atisbar en conjunto algo de este resistente misterio. Su aceptacin bien puede formar parte de una nueva actitud cientfica. Para detenerse reverentemente frente a l sin dejar de impulsar nuestra necesidad de seguir explorando, pero bsicamente para incentivar la bsqueda de sentido, aquello que nos ha hecho descender de los rboles hace milenios, y no slo en busca de comida.La autora, antroploga y epistemloga, es investigadora del Conicet y docente universitaria