Dimensión Estética-Apunte de Cátedra

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UNLP Facultad de Bellas Artes Producción de Textos Cátedra B  1 2013  Apunte de Cátedra La palabra: su dimensión estética Que la palabra tiene una dimensión comunicativa es una afirmación que, a rasgos generales, nadie dejaría de sostener. Esa dimensión puede definirse en pocas líneas: se emplean palabras para compartir con otros todo tipo de información respecto del mundo y de nosotros mismos. Cada cosa tiene un nombre y ese nombre nos permite entendernos cuando nos referimos a ellas: decimos mesa cuando queremos indicar un objeto en particular; llamamos verde a un color que luce de un modo particular; nos imaginamos un gesto específico cuando decimos risa y otro muy distinto cuando decimos correr. Sin embargo, la palabra no se reduce a su dimensión comunicativa. También tiene una dimensión estética, cuya definición es mucho más compleja. Habitualmente se cree que algunos términos son más poéticos que otros; los primeros tendrían una dimensión estética que estaría ausente en los segundos. Un ejemplo puede ilustrar la cuestión: el sentido común afirmaría que “radiante” es una palabra más estética que “horno” , y rechazaría taxativamente que “podrido” tuviera algún atributo distinto a indicar un estado de putrefacción. Lo interesante será empezar a problematizar que no es caprichosa esa forma de pensar la palabra. Entender de modo exclusivo y excluyente la dimensión estética, implica definirla en términos de belleza, y esta concepción está íntimamente relacionada con la creencia de que la estética del lenguaje sólo habita en la literatura. A lo largo de las próximas líneas, se abordará una definición más amplia de la dimensión estética, cuyo punto de partida es que ninguna palabra puede carecer de ella. Por eso, será necesario distinguir dos aspectos del leng uaje: la denotación y la connotación. La denot ación alude a aquella cualidad que vincula un signo lingüístico, por ejemplo la palabra “horno”, con su referente, en este caso “dispositivo que permite generar calor y mantenerlo dentro de un cierto compartimiento ”. Cuando se habla de denotación, nos referimos al significado en un

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2013 

 Apunte de Cátedra

La palabra: su dimensión estética

Que la palabra tiene una dimensión comunicativa es una

afirmación que, a rasgos generales, nadie dejaría de sostener. Esa

dimensión puede definirse en pocas líneas: se emplean palabras para

compartir con otros todo tipo de información respecto del mundo y de

nosotros mismos. Cada cosa tiene un nombre y ese nombre nos permite

entendernos cuando nos referimos a ellas: decimos mesa cuando

queremos indicar un objeto en particular; llamamos verde a un color

que luce de un modo particular; nos imaginamos un gesto específicocuando decimos risa y otro muy distinto cuando decimos correr.

Sin embargo, la palabra no se reduce a su dimensión

comunicativa. También tiene una dimensión estética, cuya definición es

mucho más compleja. Habitualmente se cree que algunos términos son

más poéticos que otros; los primeros tendrían una dimensión estética

que estaría ausente en los segundos. Un ejemplo puede ilustrar la

cuestión: el sentido común afirmaría que “radiante” es una palabra más

estética que “horno” , y rechazaría taxativamente que “podrido” tuviera

algún atributo distinto a indicar un estado de putrefacción. Lo

interesante será empezar a problematizar que no es caprichosa esa

forma de pensar la palabra. Entender de modo exclusivo y excluyente la

dimensión estética, implica definirla en términos de belleza, y esta

concepción está íntimamente relacionada con la creencia de que la

estética del lenguaje sólo habita en la literatura.

A lo largo de las próximas líneas, se abordará una definición más

amplia de la dimensión estética, cuyo punto de partida es que ninguna

palabra puede carecer de ella. Por eso, será necesario distinguir dosaspectos del lenguaje: la denotación y la connotación. La denotación

alude a aquella cualidad que vincula un signo lingüístico, por ejemplo la

palabra “horno”, con su referente, en este caso “dispositivo que permite

generar calor y mantenerlo dentro de un cierto compartimiento”.

Cuando se habla de denotación, nos referimos al significado en un

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sentido explícito, literal, de la definición que encontramos en el

diccionario. La connotación en cambio, alude a la capacidad de un

término de correr los márgenes de su literalidad y referirse a sentidos

que escapan a la relación entre cierto nombre y cierto objeto. Cuandoestamos con poca paciencia y alguien insiste en desafiarnos, le decimos

que “el horno no está para bollos” no porque nos queramos referir a un

horno, ni a unos cuantos bollos; esas palabras connotan, es decir

expresan, un sentido que se escapa de los límites de sus referentes. Ahí

radica la dimensión estética del lenguaje: en determinadas

circunstancias, las palabras no significan, sino que re-significan, vuelven

a significar por sobre su sentido explícito, para indagar en un sentido

figurado; es decir, un sentido que figura algo distinto a lo que se define

en términos literales. Su función no es meramente utilitaria,informativa, sino que se extiende a un uso completamente asentado en

la capacidad expresiva.

La vida diaria está llena de ejemplos donde el lenguaje se articula

en función de su dimensión estética. Anteriormente se indicaba que el

sentido común reprobaría el carácter estético de la palabra “podrido”.

Desde esta nueva concepción de la dimensión estética, podría decirse

que esa reprobación sólo tiene en cuenta lo que el término denota.

Ahora bien, lo que connota dependerá de cómo se lo utilice. Por

ejemplo, la frase “me tenés podrido”, connota hartazgo; en cambio, lafrase “nuestra relación está podrida” connota un vínculo cuyos

problemas son profundos. Lo mismo ocurre con las expresiones “sos un

perro”, o “sos un gato”, que denotan ciertos animales y connotan, en el

primer caso, un desempeño poco satisfactorio y en el segundo, una

conducta histérica.

Recapitulando, no existen palabras que en sí mismas sean más

estéticas, más poéticas, más bellas que otras. La dimensión estética

atraviesa el lenguaje y se manifiesta en la capacidad de emplear losvocablos de diferentes modos, de generar amalgamas de términos que

al converger construyan realidades distintas a las que define el

diccionario.

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Al inicio de estas líneas se sostenía que entender de modo

exclusivo y excluyente la dimensión estética, implica definirla en

términos de belleza, y esta concepción está íntimamente relacionada

con la creencia de que la estética del lenguaje sólo habita la literatura.Luego de haber redefinido la dimensión estética, no caben dudas de que

ésta desborda la literatura y aparece en cada acto de comunicación, oral

o escrita. Será ahora necesario despojar la definición de su condición de

belleza: un término puede exponerse por completo en su aspecto

connotativo sin resultar “bello”, ni siquiera “adecuado”. El espectador

de una película que al salir del cine anuncia que la trama le pareció “una 

mierda” , se expresa de un modo que nadie calificaría en términos de

belleza, ni tampoco en términos de adecuación. No obstante, ello no

significa que la dimensión estética de la palabra mierda haya sidoanulada.

Hasta aquí, se ha definido el carácter estético de toda palabra,

permitiendo incorporar así aquellas que habitualmente se consideran

inadecuadas. Por último, cabría referirse a los otros términos, los que se

creen intrínsecamente poéticos.

El sentido común delimita lo que socialmente se considera escribir

bien. Y esa delimitación, cuando de indagar la expresividad de la palabra

se trata, suele asociarse a emplear ciertas fórmulas que “embellezcan”que den “vuelo poético” a las expresiones.

Así, frente a una infancia a secas, se prefiere una “tierna infancia”;

frente a la espuma de mar, se prefiere la “blanca y suave espuma de las

olas que rompen”. Nada hay de problemático en estas frases. El

problema radica en creer que es en ellas donde se apuntala el carácter

connotativo. Si “tierna infancia” connota una etapa prematura de la vida

de una persona, podría decirse  “infancia con chupete” o “infancia 

gateada”, sin hacer uso de la frase hecha. En todo caso, la dimensión

estética seguiría presente. Según Marcelo Di Marco, el clishé es un

molde fijo que sustituye nuestra voz por una cualquiera, que es en

realidad la de todo el mundo.1  Es decir, uniforma los modos de

expresar, porque se ha naturalizado tanto que la mayoría de las veces

1 DI Marco, Marcelo. Hacer el verso. Editorial De Bolsillo, Buenos Aires, 2009.

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se lo reproduce sin pensar hasta dónde se adecúa al sentido que se le

pretende atribuir.

El conflicto no está en qué decir, sino en cómo hacerlo. ¿Cómo

decir que la mañana es radiante? Si se hace un recorrido por las frases

hechas, diríamos que el sol irrumpe por la ventana con su cálido fulgor.

Algo muy distinto ocurre si se asume como punto de partida un conjunto

de términos que descontextualizados no se asocien a “radiante”, para

mezclarlos en su contenido, en su sonoridad y trasladarlos a un nuevo

lugar de significación. Si los términos fueran, por ejemplo, taza-café-

salir, podría decirse que “la mañana parecía salirse de mi taza de café”.  

Dos formas distintas de referirse a un mismo contenido, que generan

dos efectos diferenciados. Lo central está en saber que el efecto no

siempre se genera de modo efectista. Usar frases hechas garantiza una

recepción efectista, en tanto quien las percibe las conoce. La

singularidad de generar nuevas asociaciones garantiza explorar efectos

de lectura que no descansan en el conocimiento previo de las frases.

Esta distinción que parece menor, puede devenir una cuestión

central. Pretender garantizar el “vuelo poético” a través del clishé lleva

la mayoría de las veces a reproducir recetas que acotan la capacidad de

expresión, en tanto no articulan nuevos sentidos.

Tal como se ha indicado a lo largo de estas líneas, la posibilidad de

explorar la dimensión estética de la palabra, radica precisamente en

desarticular la red de asociaciones a las que estamos acostumbrados,

generando nuevas convergencias y con ellas, nuevas formas de decir.