Dimensión Estética-Apunte de Cátedra
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8/20/2019 Dimensión Estética-Apunte de Cátedra
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Apunte de Cátedra
La palabra: su dimensión estética
Que la palabra tiene una dimensión comunicativa es una
afirmación que, a rasgos generales, nadie dejaría de sostener. Esa
dimensión puede definirse en pocas líneas: se emplean palabras para
compartir con otros todo tipo de información respecto del mundo y de
nosotros mismos. Cada cosa tiene un nombre y ese nombre nos permite
entendernos cuando nos referimos a ellas: decimos mesa cuando
queremos indicar un objeto en particular; llamamos verde a un color
que luce de un modo particular; nos imaginamos un gesto específicocuando decimos risa y otro muy distinto cuando decimos correr.
Sin embargo, la palabra no se reduce a su dimensión
comunicativa. También tiene una dimensión estética, cuya definición es
mucho más compleja. Habitualmente se cree que algunos términos son
más poéticos que otros; los primeros tendrían una dimensión estética
que estaría ausente en los segundos. Un ejemplo puede ilustrar la
cuestión: el sentido común afirmaría que “radiante” es una palabra más
estética que “horno” , y rechazaría taxativamente que “podrido” tuviera
algún atributo distinto a indicar un estado de putrefacción. Lo
interesante será empezar a problematizar que no es caprichosa esa
forma de pensar la palabra. Entender de modo exclusivo y excluyente la
dimensión estética, implica definirla en términos de belleza, y esta
concepción está íntimamente relacionada con la creencia de que la
estética del lenguaje sólo habita en la literatura.
A lo largo de las próximas líneas, se abordará una definición más
amplia de la dimensión estética, cuyo punto de partida es que ninguna
palabra puede carecer de ella. Por eso, será necesario distinguir dosaspectos del lenguaje: la denotación y la connotación. La denotación
alude a aquella cualidad que vincula un signo lingüístico, por ejemplo la
palabra “horno”, con su referente, en este caso “dispositivo que permite
generar calor y mantenerlo dentro de un cierto compartimiento”.
Cuando se habla de denotación, nos referimos al significado en un
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sentido explícito, literal, de la definición que encontramos en el
diccionario. La connotación en cambio, alude a la capacidad de un
término de correr los márgenes de su literalidad y referirse a sentidos
que escapan a la relación entre cierto nombre y cierto objeto. Cuandoestamos con poca paciencia y alguien insiste en desafiarnos, le decimos
que “el horno no está para bollos” no porque nos queramos referir a un
horno, ni a unos cuantos bollos; esas palabras connotan, es decir
expresan, un sentido que se escapa de los límites de sus referentes. Ahí
radica la dimensión estética del lenguaje: en determinadas
circunstancias, las palabras no significan, sino que re-significan, vuelven
a significar por sobre su sentido explícito, para indagar en un sentido
figurado; es decir, un sentido que figura algo distinto a lo que se define
en términos literales. Su función no es meramente utilitaria,informativa, sino que se extiende a un uso completamente asentado en
la capacidad expresiva.
La vida diaria está llena de ejemplos donde el lenguaje se articula
en función de su dimensión estética. Anteriormente se indicaba que el
sentido común reprobaría el carácter estético de la palabra “podrido”.
Desde esta nueva concepción de la dimensión estética, podría decirse
que esa reprobación sólo tiene en cuenta lo que el término denota.
Ahora bien, lo que connota dependerá de cómo se lo utilice. Por
ejemplo, la frase “me tenés podrido”, connota hartazgo; en cambio, lafrase “nuestra relación está podrida” connota un vínculo cuyos
problemas son profundos. Lo mismo ocurre con las expresiones “sos un
perro”, o “sos un gato”, que denotan ciertos animales y connotan, en el
primer caso, un desempeño poco satisfactorio y en el segundo, una
conducta histérica.
Recapitulando, no existen palabras que en sí mismas sean más
estéticas, más poéticas, más bellas que otras. La dimensión estética
atraviesa el lenguaje y se manifiesta en la capacidad de emplear losvocablos de diferentes modos, de generar amalgamas de términos que
al converger construyan realidades distintas a las que define el
diccionario.
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Al inicio de estas líneas se sostenía que entender de modo
exclusivo y excluyente la dimensión estética, implica definirla en
términos de belleza, y esta concepción está íntimamente relacionada
con la creencia de que la estética del lenguaje sólo habita la literatura.Luego de haber redefinido la dimensión estética, no caben dudas de que
ésta desborda la literatura y aparece en cada acto de comunicación, oral
o escrita. Será ahora necesario despojar la definición de su condición de
belleza: un término puede exponerse por completo en su aspecto
connotativo sin resultar “bello”, ni siquiera “adecuado”. El espectador
de una película que al salir del cine anuncia que la trama le pareció “una
mierda” , se expresa de un modo que nadie calificaría en términos de
belleza, ni tampoco en términos de adecuación. No obstante, ello no
significa que la dimensión estética de la palabra mierda haya sidoanulada.
Hasta aquí, se ha definido el carácter estético de toda palabra,
permitiendo incorporar así aquellas que habitualmente se consideran
inadecuadas. Por último, cabría referirse a los otros términos, los que se
creen intrínsecamente poéticos.
El sentido común delimita lo que socialmente se considera escribir
bien. Y esa delimitación, cuando de indagar la expresividad de la palabra
se trata, suele asociarse a emplear ciertas fórmulas que “embellezcan”que den “vuelo poético” a las expresiones.
Así, frente a una infancia a secas, se prefiere una “tierna infancia”;
frente a la espuma de mar, se prefiere la “blanca y suave espuma de las
olas que rompen”. Nada hay de problemático en estas frases. El
problema radica en creer que es en ellas donde se apuntala el carácter
connotativo. Si “tierna infancia” connota una etapa prematura de la vida
de una persona, podría decirse “infancia con chupete” o “infancia
gateada”, sin hacer uso de la frase hecha. En todo caso, la dimensión
estética seguiría presente. Según Marcelo Di Marco, el clishé es un
molde fijo que sustituye nuestra voz por una cualquiera, que es en
realidad la de todo el mundo.1 Es decir, uniforma los modos de
expresar, porque se ha naturalizado tanto que la mayoría de las veces
1 DI Marco, Marcelo. Hacer el verso. Editorial De Bolsillo, Buenos Aires, 2009.
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se lo reproduce sin pensar hasta dónde se adecúa al sentido que se le
pretende atribuir.
El conflicto no está en qué decir, sino en cómo hacerlo. ¿Cómo
decir que la mañana es radiante? Si se hace un recorrido por las frases
hechas, diríamos que el sol irrumpe por la ventana con su cálido fulgor.
Algo muy distinto ocurre si se asume como punto de partida un conjunto
de términos que descontextualizados no se asocien a “radiante”, para
mezclarlos en su contenido, en su sonoridad y trasladarlos a un nuevo
lugar de significación. Si los términos fueran, por ejemplo, taza-café-
salir, podría decirse que “la mañana parecía salirse de mi taza de café”.
Dos formas distintas de referirse a un mismo contenido, que generan
dos efectos diferenciados. Lo central está en saber que el efecto no
siempre se genera de modo efectista. Usar frases hechas garantiza una
recepción efectista, en tanto quien las percibe las conoce. La
singularidad de generar nuevas asociaciones garantiza explorar efectos
de lectura que no descansan en el conocimiento previo de las frases.
Esta distinción que parece menor, puede devenir una cuestión
central. Pretender garantizar el “vuelo poético” a través del clishé lleva
la mayoría de las veces a reproducir recetas que acotan la capacidad de
expresión, en tanto no articulan nuevos sentidos.
Tal como se ha indicado a lo largo de estas líneas, la posibilidad de
explorar la dimensión estética de la palabra, radica precisamente en
desarticular la red de asociaciones a las que estamos acostumbrados,
generando nuevas convergencias y con ellas, nuevas formas de decir.