Diez rincones de donostia

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DIEZ RINCONES DE...

Donostia, la bella del Cantábrico

Diez paradas imprescindibles para empaparse, a veces literalmente, de la belleza

marítima de San Sebastián

ELI ZUBIRIA - 05/05/2009

De capricho real, a destino mundialmente

conocido. La ciudad de San Sebastián, y su

fotogénica bahía en forma de concha, son hoy uno

de los símbolos del Cantábrico. Y especialmente

gracias a su hospitalaria actitud de villa abierta al

mundo.

No es broma lo del capricho, pues fue la Reina

Isabel II quien la llenó de fama y glamour. Ante la

recomendación de su médico de tomar baños de

mar en el Cantábrico para curar la infección

cutánea que padecía, la monarca eligió San

Sebastián. Mucho ha llovido desde entonces, claro,

tanto que actualmente uno de sus principales

reclamos internacionales pasa por el Festival de

Cine que se celebra cada mes de septiembre en el

estético Palacio del Kursaal.

Lo que no ha cambiado un ápice es su marcado carácter de villa ligada al mar, hoy

engalanada por su limpieza y orden. Conocida también como la Bella Easo, este

calificativo casi se queda corto para quienes, con mirada ingenua, pisan por primera vez

sus calles. EL VIAJERO quiere acompañar ese iniciático recorrido con un decálogo de

propuestas para descubrir y deleitarse con los placeres de esta ciudad.

1. Peinar el viento.

La emblemática obra del escultor vasco Eduardo Chillida, el Peine de los vientos,

situada en el paseo de la playa de Ondarreta, puede ser un buen punto de partida para

conocer la ciudad, ya que es, hoy por hoy, uno de sus símbolos. Las olas juegan un

importante papel en las esculturas al romper constantemente sobre ellas, y proporcionan

al viajero la mejor de las estampas del mar Cantábrico, su verdadera naturaleza.

2. Palacio de Miramar

Siguiendo a pie en línea recta, hay que rodear la playa de Ondarreta para contemplar

con tranquilidad y ojo detallista el Palacio de Miramar, que fue durante muchos años

alojamiento de la realeza española. No sólo la majestuosidad del edificio cautivó a la

monarquía, pues es su emplazamiento la clave de su magia. Desde aquí se puede

disfrutar de una de las mejores vistas de la bahía de San Sebastián, además de sus

verdes jardines.

Playa de Ondarreta, una de las joyas de San Sebastián

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3. Icono donostiarra

Dejando a un lado el Palacio, el paseo continúa hasta la conocida, y glamurosa, playa de

la Concha, que se despliega imponente ante el visitante. La bahía hace honor a su

nombre, dibujando una media luna jalonada por dos colinas, Igueldo y Urgull. En el

centro, la isla de Santa Clara completa el perfecto equilibrio de este singular escenario,

tan mágico como transitad, especialmente cuando el buen tiempo hace posible un

chapuzón en las frías aguas del Cantábrico.

Eso sí, pese a su fama, la Concha no es la más recomendable para pasar un día de playa

en Donostia, especialmente cuando sube la marea la arena se queda en una escueta

franja.

4. Parte vieja

El paseo por la costa, la incursión playera, quizá un pequeño baño en la bahía... Con el

centro y corazón de San Sebastián a nuestras espaldas, y guiados por el olfato, llega la

hora de descubrir y paladear uno de los mejores atractivos de la ciudad, tierra de

especial sensibilidad gastronómica: los pintxos donostiarras. El mejor recorrido para

ello es adentrarse y discurrir, sin prisa y con hambre, por la más popular calle 31 agosto.

Acompañar estas delicatesen con cerveza o vino, esto es, un zurito o un txikito, ya es

cuestión de cada uno. Buen provecho.

5. Manjares del mar

El olfato guía de nuevo al viajero hacia el casi hipnótico aroma del un buen pescado

cocinado con gusto y sabia mano, en los alrededores del Puerto de San Sebastián.

Rodeado de restaurantes especializados en semejantes manjares, en verano se convierte

además en el punto de embarque hacia la isla de Santa Clara. Mediante el barco Ciudad

de San Sebastián, que realiza microcruceros y paseos por la Bahía de la Concha, o a

bordo de un pequeño bote, merece la pena conocer también la ciudad a través del mar.

6. La bravura del Cantábrico

Igual que en el rincón del Peine de los Vientos, y tras dejar a un lado el Aquarium, el

Paseo Nuevo nos deleitará con un delicioso y marítimo recorrido que además permite

contemplar y sentir en carne propia la bravura del Cantábrico. Tanto que las olas que

rompen sobre la barandilla suelen salpicar a los caminantes.

7. Urgull

Desde el Paseo Nuevo, una ruta permite iniciar la subid al monte Urgull, que alberga

varios puntos históricos de la ciudad. Por ejemplo, el cementerio de los ingleses, el

castillo de La Mota y la estatua del Sagrado Corazón.

8. Jazz, cine y mucho surf

Una alternativa a la caminata a Urgull, también desde el Paseo Nuevo, es Zurriola, uno

de los tres puentes de la ciudad. Desde este punto se puede contempla como el río

Urumea se funde con el Cantábrico. Al atravesar el puente completamente, podremos

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divisar la playa de la Zurriola, terreno de los del surf, ésta es su playa. Y a su espalda se

levanta elegante el Kursaal, escenario de los grandes eventos culturales de la ciudad,

como el Festival Internacional de Cine o el Jazzaldia.

9. Queda la noche...

Cae la noche sobre San Sebastián, cambian los escenarios protagonistas, pero el

ambiente no decae un ápice. Basta con acercarse hasta la zona de Reyes Católicos para

comprobarlo, un excelente lugar para tomarse las primeras copas. Después se puede

continuar en el bar Etxekalde, en la Parte Vieja, y terminar la noche en el Be Bop, un

bar donde se puede escuchar jazz, soul y blues hasta las seis de la mañana. Si uno

prefiere las discotecas tiene donde elegir: Bataplan, la Rotonda y la Kabuxa, todas en el

centro.

10. Un amanecer, un parque de atracciones

Si a estas alturas continuamos en pie, nada mejor que subirse al Monte Igueldo para

rematar con las primeras luces del día pintando el cielo de San Sebastián. Después, con

los nocturnos en retirada llega la hora de los más pequeños, puesto que el Parque de

Atracciones de San Sebastián es una visita imprescindible.

Y especialmente recomendable es llegar a él en el funicular. En el Parque, las

atracciones son tanto para niños, como para mayores. Los primeros disfrutarán con las

ferias y los algodones de azúcar, mientras los mayores pueden aprovechar para

contemplar y llevarse en la retina una espectacular panorámica de la ciudad.

Después, se puede continuar el ascenso y, atravesando el municipio de Igueldo, alcanzar

el pintoresco pueblo costero de Orio. Pero esa ya es otra historia...

Artículo extraído del periódico El País.