Dictados De Eso 2 Primer Trimestre1

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Los dictados de 2º de ESO ( I ) Gabriela Zayas De Lille IES Leonardo da Vinci 2009-2010 Sant Cugat del Vallès

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Se trata de una actividad para llevar a cabo durante un trimestre a los estudiantes de 2º de ESO: se trata de dictar, al principio de la clase, un breve fragmento de un texto clásico, contextualizándolo con una brevísima biografía del autor y dando la referencia del libro, por su pudiera interesar a los estudiantes su lectura completa.

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Los dictados de 2º de ESO

( I )Gabriela Zayas De LilleIES Leonardo da Vinci

2009-2010Sant Cugat del Vallès

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Primer trimestre: 1. Gustave Flaubert, Un corazón sencillo.

(Cuento).

2. Edmundo D’Amicis, Corazón, diario de un niño. (Novela).

3. Hans Christian Andersen, Los zapatitos rojos. (Cuento).

Todos ellos divididos en tres sesiones (una semana de clases) y en cuatro entregas (un mes).

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Objetivos 1. Mejorar la ortografía de los estudiantes.

2. Interesar a los estudiantes en diversos textos clásicos.

3. Mejorar su vocabulario.

4. Presentar las últimas ediciones de estos textos.

5. Facilitar la preparación de los dictados haciéndolos más breves. El formato es de un mes por texto, dividido en tres sesiones semanales y en tres trimestres.

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Un corazón sencillo de Gustave Flaubert

Gustave Flaubert es un escritor francés del siglo XIX (1821-1880). Escribió dos de las novelas más importantes de su tiempo: Madame Bovary y Salambó.

Un corazón sencillo es un cuento que publicó en 1877 junto con otros dos cuentos.

Trata de una pobre sirvienta cuya vida se resume en tres palabras: trabajo, amor, entrega. Su amor nunca es correspondido: su novio, su señora, los niños que cuida, su hermana la utilizan, pero ella sigue amando, siempre. La suya es una vida de entrega.

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La película

Un coeur simple, (Francia, 2008), con Sandrine Bonnaire y Marina Foïs. Dirección: Marion Lane.

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Los textos dictados: 1 Día 1:Felicité, por cien francos al año, cocinaba y limpiaba la

casa, cosía, lavaba, planchaba, sabía cepillar un caballo, cebar a las gallinas, batir la mantequilla; y se mantuvo fiel a su ama que, sin embargo, no era una persona nada agradable. Ésta se había casado con un apuesto joven sin fortuna, que murió a principios de 1809 dejándole dos niños muy pequeños y una gran cantidad de deudas.Día 2:Entonces ella abandonó su casa y se compró una granja. Esta casa, cubierta de pizarra, se encontraba entre un pasadizo y un callejón que desembocaba en el río. Por dentro tenía unos desniveles que causaban no pocos tropiezos. Un estrecho vestíbulo separaba la cocina de la sala, en la que la señora Aubain se pasaba el día entero sentada cerca de la ventana en una butaca de paja.Día 3:Contra el entablado, pintado de blanco, se alineaban ocho sillas de caoba. Un viejo piano, colocado bajo un barómetro, soportaba un montón piramidal de cajas y cartones. Dos poltronas tapizadas flanqueaban la chimenea, de mármol amarillo y estilo Luis XV. El reloj del centro representaba un templo griego.

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2 Día 1 :En el primer piso estaban, en primer lugar, la

habitación de la señora, muy grande, forrada de un papel de flores pálidas y con el retrato del señor en traje de petrimetre. Se comunicaba con una habitación más pequeña en la que se distinguían dos literas infantiles, sin colchón. Después venía el salón, siempre cerrado y lleno de muebles cubiertos con una sábana.Día 2 :A continuación, un pasillo conducía a un gabinete de estudio; los libros y diversos papelajos ocupaban los estantes de una biblioteca que rodeaba por los tres lados un amplio despacho de madera negra. Las dos paredes en ángulo desaparecían bajo unos dibujos a plumilla, unas acuarelas y unos grabados, recuerdos de un tiempo más feliz y de un lujo evaporado.Día 3 :En el segundo piso, un tragaluz iluminaba la habitación de Felicité, que tenía vistas hacia las praderas y que parecía un cuarto desnudo, pues muy pocos muebles y trastos había en él.

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3 Día 1:Felicité se levantaba en cuanto amanecía, para no

perderse la misa, y trabajaba hasta la noche sin interrupción. Luego, una vez que había terminado con la cena, se dormía delante del fuego con el rosario en la mano. Al hacer la compra, nadie mostraba una terquedad mayor. En cuanto a la limpieza, el resplandor de sus cazuelas desesperaba a las demás criadas.Día 2:Su espíritu ahorrativo hacía que comiera despacio y, pasando el dedo por la mesa, iba recogiendo las miguitas de pan: un pan de doce libras cocido expresamente para ella y que duraba veinte días. Durante todo el año llevaba puesto el mismo pañuelo de india sujeto a la espalda con un alfiler.Día 3 :Llevaba medias grises, enaguas rojas y, por encima de la blusa, un delantal de peto, como las enfermeras de los hospitales. Tenía una cara flaca y voz aguda. A los veinticinco años, le echaban cuarenta. A partir de la cincuentena ya no mostró ninguna edad; siempre silenciosa, parecía una mujer de madera que funcionara de forma automática.

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4 Día 1:Como cualquier otra, había tenido su historia de

amor.Su padre, albañil, se había matado al caer de un andamio. Luego murió su madre y sus hermanas se dispersaron. A ella la recogió un granjero, y la empleó desde muy pequeña cuidando las vacas en el campo. Ella tiritaba bajo unos harapos, bebía tumbada en el suelo el agua de las charcas.Día 2:Le pegaban por cualquier nadería y al final la echaron por un robo de treinta céntimos que no había cometido. Entró en otra granja, la hicieron encargada del corral y, como les gustaba a sus patrones, las otras la envidiaban. Una noche del mes de agosto (entonces tenía dieciocho años), la llevaron a la feria.Día 3:De pronto se sintió confundida, estupefacta por el sonido de los violines, las luces en los árboles y toda aquella gente saltando de una vez. Ella estaba un poco alejada, cuando un joven de apariencia acomodada que fumaba en pipa la invitó a bailar.

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Lo podéis leer en:

Gustave Flaubert,Tres cuentos, Alianza editorial, Madrid, 1998O en la colección El club Diógenes de la ed. Valdemar, Madrid, 2000

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Corazón, diario de un niño, de Edmundo D’Amicis

Edmundo D’Amicis es un escritor italiano (1846-1908) cuya obra, Corazón, diario de un niño, se hizo inmediatamente famosa. En ella, D’Amicis muestra una Italia recién unificada, con una mezcla de personajes infantiles de diversas regiones italianas y de diversas clases sociales que conviven en ese pequeño universo que es la escuela. Llena de valores éticos y sentimentales, la obra sigue vigente.

En ella también destacan los cuentos intercalados, que han sido llevados al cine o a la televisión en forma de dibujos animados como el cuento De los Apeninos a los Andes

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Los textos dictados :1 Día 1Hoy hemos empezado el nuevo curso. Han pasado

como un sueño los tres meses de vacaciones transcurridos en el campo. Mi madre me llevó esta mañana al grupo escolar Baretti para matricularme como alumno de quinto. Mientras tanto pensaba en el campo e iba de bastante mala gana.Día 2Las calles adyacentes eran un hervidero de chiquillos, y las dos librerías próximas al grupo estaban llenas de padres y de madres que compraban carteras, cartillas, libros, estuches o plumieres con útiles de trabajo y cuadernos.Día 3Delante de la escuela se agolpaba tanta gente, que el bedel hubo de pedir la presencia de guardias municipales para que mantuviesen orden y quedase expedita la entrada. Cerca de la puerta sentí unos golpecitos en el hombro.

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2 Día 1: Me los dio mi anterior maestro de cuarto, alegre, jovial,

de pelo rubio, rizoso y encrespado, que me dijo: - ¿Qué, Enrico? ¿Nos separamos para siempre? Demasiado lo sabía yo, pero sus palabras me apenaron mucho. Entramos, por fin, a empellones. Día 2; Señoras, caballeros, mujeres del pueblo, obreros, militares, abuelas, criadas, todos con chicos de una mano y el material escolar en la otra, llenaban el vestíbulo y las escaleras, produciendo un rumor como al entrar al teatro después de larga espera en la cola. Volví a ver con alegría el amplio zaguán de la planta baja al que dan las puertas de siete aulas, por donde había pasado casi todos los días durante tres años. Día 3: Estaba repleto de gente. Las maestras de los pequeños iban y venían en todas direcciones. La que había sido mi profesora dos años antes me saludó desde la puerta de su clase, añadiéndome: - Enrico, este año vas al piso de arriba, y ni siquiera te veré pasar. Habló mirándome con aire entristecido.

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3 Día 1:El Director estaba rodeado por mujeres que le instaban a que

admitiera a sus hijos, no matriculados por falta de espacio. Me pareció que tenía la barba algo más canosa que el año pasado. Encontré a algunos chicos más altos y fuertes que al terminar el curso. Día 2:En la planta baja ya se había hecho la distribución de los escolares; había pequeñines que no querían entrar en el aula y se encabritaban como potrillas, debiéndoseles forzar para que pasasen al interior; pero algunos se escapaban de los bancos que les habían asignado y otros rompían a llorar en cuanto sus padres o acompañantes se marchaban, quienes volvían para consolarlos o hacerlos sentar nuevamente.Día 3:Con esto las maestras se desesperaban. Mi hermanito se quedó en la clase de la maestra Delcati, y yo en la del maestro Perboni, situada en el piso principal. A las diez todos estábamos en nuestros sitios respectivos. En mi clase éramos cincuenta y cuatro, pero apenas quince o dieciséis habían sido compañeros míos el curso anterior, figurando entre ellos Derossi, el que siempre obtenía las mejores notas y acaparaba el primer premio.

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4 Día 1: Pensando en los bosques y en las montañas por donde me

había solazado el verano, me parecía muy pequeño y triste el recinto escolar. También me acordaba con pena de mi anterior maestro, tan bueno y alegre y tan bajo que casi parecía uno de nosotros; sentía no verlo delante de mí con su cabeza rubia de pelo enmarañado. Nuestro actual maestro es alto. Día 2:No se deja la barba; tiene el pelo bastante largo y gris, aunque bien peinado, y una arruga recta en la frente; su voz es algo ronca. Nos mira fijamente uno a uno, como queriendo leer en nuestro interior. En ningún momento le he visto reír. Esta mañana decía para mí: Es el primer día. Tengo nueve meses por delante. Día 3: ¡Cuántos trabajos, cuántos exámenes mensuales he de realizar! Sentía verdadera necesidad de ver a mi madre y, al salir, he corrido a besarla. Ella, para tranquilizarme, me ha dicho: - No te apures, Enrico. Estudiaremos los dos juntos. Al entrar en casa ya estaba mucho más contento. Pero no tengo el mismo maestro, ese tan buenazo y siempre sonriente. Por eso no me ha gustado la escuela tanto como antes. Veremos lo que ocurre este año.

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Lo podéis leer en:D’AMICIS, EDMUNDO CORAZÓN, DIARIO DE UN NIÑO, ed. GADIR, MADRID, 2009. ISBN: 978-84-96974-15-9

(También en Alianza editorial)

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Las zapatillas rojas, de Hans Christian Andersen

Hans Christian Andersen, Dinamarca (1805-1875)recopiló y escribió cuentos populares europeos de la misma forma que lo hicieron los hermanos Grimm o Perrault.

Andersen tuvo una infancia pobre: llegó hasta mendigar. Fracasó como estudiante de canto y danza, pero como poeta y narrador logró un gran éxito. Cuentos como La vendedora de fósforos, El patito feo o La sirenita lo hicieron muy famoso, pero nunca olvidó sus orígenes.

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Texto dictado:1 Día 1: Érase una muchachita muy linda y graciosa en extremo,

pero tan pobre, que en verano tenía siempre que ir descalza y en invierno con grandes zuecos, lo que lastimaba horriblemente sus piececitos y los dejaba enrojecidos. En medio de la aldea vivía la vieja zapatera; se sentaba a coser lo mejor que sabía un par de zapatitos de tiras de un viejo trapo rojo. Día 2:Eran bastante toscos, pero la zapatera los hacía con el mejor fin, para dárselos a la muchachita. La muchachita se llamaba Karen.Tuvo los zapatos rojos y los estrenó precisamente el día que enterraron a su madre. No eran lo que se dice una prenda de luto, pero no tenía otros. Así es que se los puso en los pies desnudos, para seguir al pobre ataúd de paja. Día 3:Acertó en aquel momento a pasar un enorme y viejo carruaje en el que iba una enorme y vieja señora. Vio a la muchachita y le dio pena, por lo que dijo al sacerdote: -Oiga, si me entrega la niña, me encargaré de ella. Y Karen pensó que todo era debido a los zapatos rojos, pero la señora dijo que eran horrorosos y los mandó quemar.

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2 Día 1: Karen tuvo vestidos limpios y bonitos, aprendió a leer y

a coser y la gente dijo que era encantadora, pero el espejo le decía: -Eres más que encantadora. ¡Eres preciosa! Ocurrió que una vez la reina recorrió el país y llevó con ella a la princesa, su hija.Día 2: El pueblo se aglomeró ante el castillo y allí estaba también Karen y la princesita se asomó a una ventana con su vestido blanco. No llevaba cola ni corona, sino preciosos zapatos rojos de tafilete. Eran de verdad mucho más bonitos que los que la vieja zapatera había cosido para la pequeña Karen. ¡Nada en el mundo podía compararse con unos zapatos rojos! Día 3: Karen llegó a la edad de ser confirmada. Tuvo nuevos trajes, así como nuevos zapatos. El zapatero más caro de la ciudad tomó la medida de sus piececitos. Trabajaba en su propia casa, en la que había grandes vitrinas con elegantes zapatos y relucientes botas. Constituían un espléndido espectáculo, pero la vieja señora no veía bien, por lo que no le divirtió gran cosa.

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3 Día 1: Entre los zapatos había un par rojo, semejantes a los de la

princesa; ¡qué bellos eran! El zapatero también dijo que habían sido encargados para la hija de un conde, pero no le habían sentado. -No hay duda de que son de charol -dijo la señora-. ¡Cómo brillan! -¡Sí que brillan! -dijo Karen.Día 2: Le sentaban bien y los compraron; pero la vieja señora no se había dado cuenta de que eran rojos, porque nunca le hubiera permitido a Karen ir a la confirmación con zapatos rojos, pero esto es lo que ocurrió. Todos le miraban los pies y cuando pasó por la nave hasta el antealtar, pensó que incluso los viejos cuadros sobre las tumbas, los retratos de clérigos y sus esposas, con rígidos cuellos y largas hopalandas negras, fijaban los ojos en sus zapatos rojos.Día 3: Y sólo en ellos pensaba cuando el sacerdote le colocó su mano en la cabeza y habló sobre el santo bautizo, del pacto con el Señor y de que ahora debía convertirse en una cristiana entera y verdadera. Y el órgano sonó con toda solemnidad, sonaron las bellas voces de los niños y cantó el viejo cantante, pero Karen sólo pensaba en los zapatos rojos.

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4 Día 1: Por la tarde no hubo quien no le hubiera contado a la señora

que los zapatos eran rojos y ella dijo que estaba muy mal, que era altamente impropio y que, a partir de entonces, cuantas veces fuera Karen a la iglesia, debería ir siempre con zapatos negros, por viejos que fuesen. El próximo domingo había comunión y Karen miró los zapatos negros, miró los rojos -y volvió a mirar los rojos y se los puso. Día 2: Hacía un sol espléndido. Karen y la señora tomaron el sendero a través de los trigales, donde había un poco de polvo. A la puerta de la iglesia se encontraba un viejo soldado con una muleta y una barba asombrosamente larga, más roja que blanca, porque la verdad es que era roja. Día 3: Hizo una profunda reverencia y preguntó a la señora si le limpiaba los zapatos. Y Karen sacó también su piececito. -¡Qué preciosos zapatos de baile! -dijo el soldado-. ¡Sujetaos bien cuando bailéis! -y dio un golpe a las suelas con la mano. Y la vieja señora dio al soldado unos céntimos y entró con Karen en la iglesia. Y todos los que estaban en ella se quedaron mirando los zapatos rojos de Karen y todas las pinturas hicieron lo mismo y Karen sólo pensaba en los zapatos rojos, y olvidó cantar su himno, olvidó decir su padrenuestro.