Desromantizar. Lo político en el teatro actual

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Alain Badiou ha declarado que “la gran cuestión del arte contemporáneo es cómo no ser Romántico” (2010. Quince tesis sobre el arte”). “Es la gran cuestión, una cuestión muy difícil.” ¿Cómo fundamenta semejante afirmación el filósofo francés? Badiou, políticamente, es un radical, y se le considera, al mismo tiempo, uno de los filósofos contemporáneos que más lejos ha llegado en la construcción de un nuevo sistema para pensar los universales en el mundo (que es de lo que trata la filosofía). ¿Qué le reprocha Badiou al romanticismo? En el romanticismo del siglo XIX alcanza su apogeo una idea de libertad asociada al triunfo de una Identidad. En política y en arte, el Sujeto romántico encarna en una Identidad iluminada que se rebela apasionadamente contra el Mundo que quiere aplastarla. El sujeto romántico mira hacia el horizonte de redención. Aspira a lo infinito. La fuerza que lo posee, en arte, se llama “inspiración”. En política es fervor revolucionario casi divino. [la foto del Che]. El pulso romántico todavía se reconoce en las vanguardias estéticas de principios del siglo XX, que realizan las 1

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Cruzar la frontera sagrada de cualquier Sí Mismo.Actores y público en busca de “nuevas coordenadas de producción de la subjetividad” (F. Guattari). Al código que gobierna y controla le conviene que actuemos convencidos de que lo importante es ser Sí Mismo.Los sujetos mutantes de Suely Rolnik.La objeción de Alain Badiou: el romanticismo supone una distancia insalvable entre la intuición de infinito y la racionalidad calculadora

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Alain Badiou ha declarado que “la gran cuestión del arte contemporáneo es cómo no ser

Romántico” (2010. Quince tesis sobre el arte”). “Es la gran cuestión, una cuestión muy

difícil.”

¿Cómo fundamenta semejante afirmación el filósofo francés? Badiou, políticamente, es un

radical, y se le considera, al mismo tiempo, uno de los filósofos contemporáneos que más

lejos ha llegado en la construcción de un nuevo sistema para pensar los universales en el

mundo (que es de lo que trata la filosofía).

¿Qué le reprocha Badiou al romanticismo?

En el romanticismo del siglo XIX alcanza su apogeo una idea de libertad asociada al triunfo

de una Identidad. En política y en arte, el Sujeto romántico encarna en una Identidad

iluminada que se rebela apasionadamente contra el Mundo que quiere aplastarla. El

sujeto romántico mira hacia el horizonte de redención. Aspira a lo infinito. La fuerza que lo

posee, en arte, se llama “inspiración”. En política es fervor revolucionario casi divino. [la

foto del Che].

El pulso romántico todavía se reconoce en las vanguardias estéticas de principios del siglo

XX, que realizan las enormes revoluciones de la forma que sacan al arte del realismo

primario.

Miren actuaciones de Sujeto romántico en política:

https://laestirgaburlona.files.wordpress.com/2014/04/22.jpg

Delacroix, 1831- “La libertad guiando al pueblo”

Aquí se trata de una alegoría: la libertad encarna en esa mujer fuerte, semidesnuda,

medio griega, e inspirada. El pueblo que la sigue se abre paso hacia el Futuro, donde

cesará la opresión.

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En un relato marxista la figura podría ser el Proletariado guiando el asalto definitivo contra

el Capital.

https://tolstoiandgin.files.wordpress.com/2012/09/obrero-y-koljosiana-vera-mujina.jpg

El obrero y la koljoziana, 1937, Vera Mújina

Exaltación romántica de la Revolución, de la Forma Nueva o del Amor. El actor principal es

una Identidad, tocada por la gracia de la infinitud. My heart will go on, on Mi corazón

seguirá y seguirá. Todo will go on porque tú “abriste la puerta”.

Para Badiou, que ha escrito mucho sobre el Amor, lo que sucede sublime en el amor no es

el Uno (visión romántica, fusión), sino el Dos. Los dos amantes ceden su Sí Mismo y

reorganizan el mundo. Porque toda revolución – y el acontecimiento amoroso lo es − solo

puede realizarse fuera de la Identidad.

Yo podría citarles a algunos grandes latinoamericanos del pensamiento político que

anticiparon la idea de lo revolucionario como una superación de la Identidad o lo Uno.

Romántico suena José Martí cuando pronuncia el discurso Nuestra América en 1891.

Desde el título mismo allí está la idea, que podría parecer romántica, de proclamar un

“alma americana” (algo así como una Identidad americana que guiará la lucha).

Pero en ese mismo discurso podríamos seguirle la pista a otra idea: la de una movilidad

liberadora con muchos y contradictorios caminos. El sujeto múltiple que no tiene centro.

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente

de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco

parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio,

mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a

bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su

corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el

creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra

su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la

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alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en

hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores,

la vincha y la toga.

El visionario Martí decía el empobrecimiento que viene de explicar lo político como la

mera reivindicación de una Identidad. Su sorprendente discurso Nuestra América,

atravesado de emoción romántica, alertaba paradójicamente contra la parálisis que puede

significar, en tierra americana, proclamar lo Uno. (Sarmiento, civilización contra barbarie)

“Leer hoy el discurso Nuestra América”, se llamaría una tarea que me permito sugerirles.

Oigamos hablar ahora a un gran pensador peruano, Antonio Cornejo Polar. Antropólogo,

teórico del arte y la cultura.

[…] quiero escapar del legado romántico —o más genéricamente, moderno—,

que nos exige ser lo que no somos: sujetos fuertes, sólidos y estables, capaces

de configurar un yo que siempre es el mismo.” (1994)

¿Qué propone Cornejo Polar como alternativa a este romanticismo que él rechaza?

“Explorar”, “no sin temor”, un horizonte en el que el sujeto renuncia al “imantado poder”

identitario. Ese que “desactiva todas las disidencias y anomalías”. Ese imantado poder de

sujeto romántico no le interesa. Quiere el otro, que “se reconoce no en uno sino en varios

rostros, inclusive en transformismos más agudos”. (Cornejo,1994:20).

Cornejo Polar afirma la condición americana heterogénea. La idea de heterogeneidad es

legado de su radical pensamiento culturalista. Una y otra vez advierte contra ese legado

romántico “que exige de nosotros unidad, continuidad, solidez y fortaleza.”

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Una vez yo escribí un ensayo que se llama “El cuerpo cubano en los 90” y allí, en varias

ocasiones testimonio sobre lo que fue el “cuerpo de la Revolución Cubana”. Describo mi

propia experiencia de adolescente en la revolución cubana.

El cuerpo fue una fiesta

Hubo una vez en que Cuba fue una fiesta y el cuerpo cubano se proclamó

socialista. Al principio yo tenía trece años. Fidel y sus jóvenes tropas barbudas

atravesaron en caravana la isla desde las montañas del oriente hasta el otro

extremo, y entraron gloriosas en La Habana. Campesinos encandilados,

héroes y heroínas de la sierra se derramaron sobre la ciudad. El principal

cuartel de la tiranía se convirtió en escuela y se llamó Ciudad Libertad. Una

paloma blanca se posó sobre el hombro del líder. Pronto el pueblo (obreros,

intelectuales, campesinos, estudiantes, amas de casa) vistió de miliciano. En

largas madrugadas, muchachas y muchachos cuidábamos, con viejos máusers

al hombro, los espacios conquistados. Entonces sobrevino una invasión al

revés: desde la ciudad partieron hacia los campos decenas de miles de

adolescentes-maestros que escalaron montañas y anduvieron llanos

enseñando a leer y a escribir a los que no sabían; pero ellos, al mismo tiempo,

aprendieron y cambiaron con aquella entrada en territorio ajeno. Cuando un

año después regresaron a sus hogares, flacos y musculosos, con los uniformes

rojizos de tierra, guirnaldas de semillas al cuello y aires de seguridad

mezclados con lágrimas, los vecinos no los reconocieron. Enormes y variados

cruces de culturas engendraron, en la Cuba de los 60, un cuerpo democrático,

igualitario, digno, cooperador.

[…] Igual aprendimos en esa época, los citadinos, a trabajar la tierra y a

reconocer árboles, animales y costumbres extrañas. Apiñados y sudando en

transportes inverosímiles, al borde de la estricta asfixia, domingo tras domingo

partíamos a darle duros machetazos a la caña de azúcar, a arrancar la mala

yerba, y yo medía fuerzas –dieciséis años y pequeñoburguesa de abolengo-

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con mis amigos nuevos, alegres caballeros populares. Hicimos de estibadores

en los puertos y de albañiles en escuelas nuevas […] Y los estibadores,

albañiles, campesinos y guerrilleros pronto se instalaron en los pupitres de la

Universidad. Nos zambullimos todos en nuestro mundo al revés, donde los

“educados” éramos torpes y los “humildes” se movían como reyes.

[…]

Y así se fue armando el cuerpo socialista, en esta fricción y trasiego de

identidades muy variadas, en el conflicto y el entendimiento, en tensiones de

clases, razas, edades y sexos diversos que, mayoritariamente, compartíamos el

mismo proyecto. En la memoria profunda de nuestra cultura permanece, creo

yo, el tesoro de un cuerpo dúctil, experto en riesgos, solidario, dotado con el

don de Mackandal [que es la metamorfosis], y que fue tan loco que respiraba a

pleno pulmón en un camión sin ventanas, camión de los domingos, o tren

lechero o carreta abarrotados. Allí aprendimos lo que todo buen actor y

bailarín sabe: que la actuación orgánica, la que produce acción real (no

necesariamente realista), surge cuando se elige el camino más difícil; que la

coherencia profunda, la verdad en la actuación, se toca por uno de sus

extremos con algo que no es identidad sino presente, capacidad absoluta para

estar ahí. Eso no es identitario. La política de la revolución hoy no puedo verla

identitaria sino protagonizada en nombre de ese cuerpo dúctil que traté de

describir.

¿Saben cuándo y dónde escribí esto? “Santiago de Chile-Río de Janeiro-La Habana, junio-

julio de 2000”. Cruzando fronteras.

En los años 90 muchos miles de revolucionarios cubanos, en la crisis que sobrevino

cuando desapareció la Unión Soviética, en 1991, vimos desesperados cómo el discurso de

la Unidad, de la sagrada Unidad, le estaba pasando la aplanadora al Deseo de Revolución.

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Badiou prefiere no hablar de identidad sino de múltiples, como en matemáticas. Y ve al

sujeto no como Identidad sino como un proceso al que él llama subjetivación. La

subjetivación designa un proceso y no un estado. En vez de sujeto, pues, subjetivación: el

proceso de devenir otro. En arte, en política, en la ciencia y en el amor – los cuatro

“procedimientos de verdad”, los únicos que hay, dice Badiou – la subjetivación es ese

proceso donde un sujeto lleva adelante la huella de un acontecimiento revolucionario.

Acontecimiento, para Badiou, es traer al presente lo que no hay. Es una emergencia de lo

nuevo, una aparición que marca el punto de lo nuevo en nombre de una verdad. El

acontecimiento es lo que ya/todavía no tiene estructura. Una identidad tiene estructura.

El sujeto fiel ensaya su capacidad para desbordar lo UNO en nombre de una verdad (en

política, en arte, en ciencia, en amor). Trabaja para promover esa huella que dejado el

acontecimiento revolucionario.

El sujeto reactivo se resiste. Es reformista. El sujeto oscuro destruye lo nuevo

revolucionario, directamente.

Algo similar está en la filosofía de Gilles Deleuze y Félix Guattari. Deleuze decía que más

vale una salida a caminar esquizofrénica que una acostada neurótica en el diván del

psicoanalista. Eso es una crítica al freudismo, obsesionado con proteger la centralidad y

estabilidad, la “salud” del sujeto individual, uno que nace vive y muere sujeto a grandes

formaciones identitarias. La primera de ellas, la figura del Padre, la Autoridad…

El teatro hoy quiere algo más que psicología del individuo, algo más, en teatro, que hacer

visible para espectadores la coherencia “adentro” y “profunda” de un personaje

individual. Más vale, dice un teórico brasileño del teatro, José Da Costa, si intentamos

ocupar el lugar de la “profundidad sin fondo”. La psicología de herencia freudiana busca

un “fondo” de sujeto individual.

El teatro puede aplicar otra lógica. Una a la que no le interesa la raíz.

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Deleuze nos propuso una lógica, a mi modo de ver revolucionaria, que no es lógica de

árbol, sino de rizoma. Mejor salir del árbol, de la lógica que proclama la existencia de un

centro estable en una estructura que se reproduce, previsible. Quizá nos interesa más, y

muy especialmente en los cuerpos de actores y espectadores que el teatro moviliza,

ensayar una productividad revolucionaria como de rizoma, un tipo de radicalidad que no

busca el centro sino que se aventura en atrevidas caminatas de desidentificación.

La tarea es inventar, como diría Guattari, “nuevas coordenadas de producción de la

subjetividad”. Actores y público inventando nuevas coordenadas de producción de

subjetividad, contra el código que gobierna y controla, contra el orden, al que le conviene

que actuemos convencidos de que lo importante es ser Sí Mismo [“Mi ropa. Mi onda. Yo”,

como dice el último eslogan de Ripley. La más obediente de las fantasías identitarias: “Sé

tú mismo.” Susurra insinuante toda publicidad… “Date un gusto”.]

………………..

Al Orden le conviene la reproducción de los relatos previsibles. Los relatos previsibles son

dicotómicos. Allí lo Uno está claramente enfrentado contra lo Otro: el estado contra el

pueblo, el capitalista contra el obrero, el huincha contra el mapuche. Las cuentas claras y

las identidades en el sitio que les toca. Eso le conviene al poder.

Importantes aventuras del teatro contemporáneo prueban sobre los escenarios que es

posible resistir al sistema ejerciendo la capacidad de cruzar la frontera sagrada de

cualquier Sí Mismo. Y no se trata ya, como en tiempos del reinado de la semiología, de

una idea sobre la relatividad de la verdad (cada sujeto con su punto de vista, con su

“lectura” diferente). Ahora se trata de reconocer que la verdad es un múltiple luchador. La

desidentificación, en teatro y en política, es una potencia de cambio que cruza y altera las

fronteras.

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Miren lo que me sucedió en Brasil.

Vi en Sao Paulo El idiota, que es una versión de la novela de Dostoyevski del mismo

nombre. La jogadora Cibele Forjaz, con sus actores y colaboradores extraordinarios

organizan para el espectador siete horas en las que unos diez actores y ochenta

espectadores nos ocupamos distintos espacios de una casa [art déco] y sus exteriores. [es

la sede del Centro de Cultura Oswald de Andrade, en un barrio céntrico y populoso].

Una vez la actriz que se maquillaba en un intermedio me ofreció el lápiz para que pintara

sus labios. Otra vez seguimos al príncipe Myshkin al ritmo de una canción rusa legendaria

(Ojos negros) cantada en ruso. El ruso del brasileño era perfecto. Seguíamos detrás del

héroe ruso y a canción moviéndonos a ritmo de tambores brasileños y marchinha de

carnaval. Nadie se fue, de las 6 de la tarde a la madrugada. Saliendo y entrando de

espacios, cruzando las fronteras de varias culturas y tradiciones, no nos fuimos. Nos

sostenía, creo, la calidez y la verdad de los extraordinarios actores. La alegría de la forma

elegante. Y el compromiso de estar allí defendiendo la excentricidad generosa del príncipe

Mishkin, su revolucionaria incoherencia, enfrentada al mundo de la moral codificada, el

control y el materialismo mezquino. Puede sonar romántico. Pero era nuestra manera de

ser otros, de cruzar nuestras propias fronteras, fue una aventura de ejercer un cuerpo

múltiple y atreverse a la lealtad.

Sujetos mutantes, sujetos antropófagos, cuerpos inconstantes, dicen los brasileños.

Cuerpo vulnerable o vibrátil, dice Suely Rolnik la filósofa. Profundidad sin fondo, dice el

teórico del teatro José Da Costa.

Badiou---

Hoy luchamos contra algo así como un Imperio. […] no es sólo los Estados

Unidos, son finalmente los grandes mercados. [la globalización de hoy]. No

todo es posible, no todo es imposible. Pero siempre algo más es posible. Existe

la posibilidad de algo más.

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Entonces, tenemos que crear una nueva posibilidad. Pero crear una nueva

posibilidad no es lo mismo que realizar una nueva posibilidad. Es una

distinción muy fundamental, realizar una posibilidad es pensar que la

posibilidad está aquí.

El arte, así como la política, tienen la tarea de crear la nueva posibilidad. Lo que no hay.

Una nueva posibilidad de vida, una nueva posibilidad del mundo. Entonces, la

determinación política de la creación artística en la actualidad consiste en

averiguar si es posible, o imposible, crear una nueva posibilidad. En la

actualidad, la globalización lleva consigo la convicción de que es totalmente

imposible crear una nueva posibilidad. Y el final del comunismo, el final de la

política revolucionaria es, de hecho, la interpretación dominante de todo eso:

es imposible crear una nueva posibilidad. Hay que entender la diferencia. Y yo

creo que la pregunta sobre la creación artística se encuentra aquí. El arte

puede probar a todo el mundo, a la humanidad en general, que es posible

crear una nueva posibilidad.

Llegados al final por el día de hoy, me atrevo a leerles una definición que hace Badiou del

romanticismo, que quizás ahora nos resulte menos árida o abstracta:

Definición que hace Badiou del romanticismo:

Convengamos en llamar romanticismo (definición no histórica) a la teoría de

que existe una separación fundamental o un espacio entre la intuición de lo

infinito, la intuición poética, casi divina o sagrada del infinito, por un lado, y,

por el otro, las restricciones supuestamente finitas y en sí mismas estériles

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impuestas por la racionalidad calculadora. Llamamos romanticismo a una

teoría o una convicción de que existe una separación [una brecha] inllenada

e inllenable [écart incomblé et incomblable] entre la intuición de lo infinito y

el sistema de las restricciones impuestas por la racionalidad calculadora.

Convenons d'appeler romantisme (définition non historique) la théorie d'un

écart fondamental ou d'un espace entre l'intuition de l'infini, l'intuition

poétique, quasi divine ou sacrée de l'infini d'un côté, et de l'autre les

contraintes supposées finies et par elles-mêmes stériles de la rationalité

calculatrice. Nous appelons romantisme une théorie ou une conviction : il y a

un écart incomblé et incomblable entre l'intuition de l'infini et le système des

contraintes de la rationalité calculatrice.

Y por último, ¿por qué no? un momento de puro romanticismo

https://www.youtube.com/watch?v=zmbw8OycJrE

[My heart will go on]

“You open the door” and I feel thar my heart will go on… on…

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