Desmantelamiento social

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE TLAXCALA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN LICENCIATURA EN COMUNICACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA Estudiante: Verónica Fernández Montiel 5° Reporte de lectura El Desmantelamiento Social Si hubiéramos sabido que las reformas de hace unos cuanros años nos iban a afectar a tal grado mejor ni nacíamos, porque desde al menos cincuenta años que han pasado desde que se redactó dicha declaración universal, los derechos se han reducido a las libertades civiles. Los derechos sociales ya no son tales derechos, se reconvierten en bienes que pueden ser comprados y vendidos en el mercado. Ahora los consumidores tienen la libertad de comprar esos bienes y servicios ofrecidos por compañías privadas, esta es la verdadera libertad. La rescisión del contrato social Los gobiernos intentan reducir sus políticas redistributivas y sus compromisos sociales y para sufragarlos, gravan los salarios y el consumo de sus propios ciudadanos para compensar de forma indirecta la pérdida de peso de los impuestos directos provocada por las exenciones fiscales de las grandes multinacionales. El programa es el mismo en todo el mundo: recorte de los gastos del Estado para prestaciones sociales. Se trata de que ahora pague quien pueda: planes de pensiones privados, porque es insostenible mantener el sistema de seguridad social pública, colegios privados, porque la educación pública no es competitiva; hospitales e investigación sanitaria privada porque la sanidad pública es muy costosa. Todo lo anterior se considera un despilfarro. Surge una justificación que dice que los pobres no quieren dejar de serlo o se encuentran muy a gusto siéndolo o no hacen ningún esfuerzo por dejar de serlo y la intervención del

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE TLAXCALAFACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

LICENCIATURA EN COMUNICACIÓN E INNOVACIÓN EDUCATIVA

Estudiante: Verónica Fernández Montiel

5° Reporte de lectura

El Desmantelamiento Social

Si hubiéramos sabido que las reformas de hace unos cuanros años nos iban a afectar a tal grado mejor ni nacíamos, porque desde al menos cincuenta años que han pasado desde que se redactó dicha declaración universal, los derechos se han reducido a las libertades civiles. Los derechos sociales ya no son tales derechos, se reconvierten en bienes que pueden ser comprados y vendidos en el mercado. Ahora los consumidores tienen la libertad de comprar esos bienes y servicios ofrecidos por compañías privadas, esta es la verdadera libertad. La rescisión del contrato social Los gobiernos intentan reducir sus políticas redistributivas y sus compromisos sociales y para sufragarlos, gravan los salarios y el consumo de sus propios ciudadanos para compensar de forma indirecta la pérdida de peso de los impuestos directos provocada por las exenciones fiscales de las grandes multinacionales. El programa es el mismo en todo el mundo: recorte de los gastos del Estado para prestaciones sociales. Se trata de que ahora pague quien pueda: planes de pensiones privados, porque es insostenible mantener el sistema de seguridad social pública, colegios privados, porque la educación pública no es competitiva; hospitales e investigación sanitaria privada porque la sanidad pública es muy costosa. Todo lo anterior se considera un despilfarro. Surge una justificación que dice que los pobres no quieren dejar de serlo o se encuentran muy a gusto siéndolo o no hacen ningún esfuerzo por dejar de serlo y la intervención del Estado les ayuda a seguir siéndolo. Los políticos neoliberales consideran a todos nosotros como sanguijuelas. Por lo tanto lo que se debe hacer con los pobres es cortar los servicios sociales, la educación, la formación profesional, la ayuda para estudios universitarios y la asistencia social. En el trasfondo del discurso neoliberal se encuentra la idea de que las políticas sociales no pueden resolver los problemas sociales porque en realidad esos problemas no son de orden estrictamente social, sino problemas personales vinculados al esfuerzo personal y a los talentos y capacidades individuales. Cada uno tiene en esta vida lo que se merece.

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Hacia el “Estado de Malestar” El Estado de Bienestar que pretendía redistribuir los beneficios sociales a partir de los impuestos y que cobró cuerpo en una parte muy reducida del planeta (el Norte), siendo desconocida para la inmensa mayoría de la población mundial, se ha perdido. Y su desmantelamiento no ha sido a favor de los países más desfavorecidos sino al contrario, parece extenderse pero para otras partes del mundo. Las consecuencias son obvias: deterioro de las condiciones laborales de los profesionales que conduce a la frustración profesional, el predominio de los criterios económicos sobre los asistenciales en la atención a los pacientes, que conduce a la discriminación de los grupos de población más vulnerables y que más necesidad tienen de utilizar los servicios sanitarios. El beneficio es lo que cuenta Las compañías farmacéuticas pueden ahora impedir legalmente que la triple terapia del SIDA, que venden en buena parte del planeta al “módico” precio de 11.300 euros por paciente y año. El mercado de medicamentos deja claro de este modo que el derecho al negocio está por encima del derecho a la vida. Es decir, un reducido grupo se enriquece respaldado por la legalidad atentando de manera flagrante contra el derecho a la vida y la salud, que deberían ser universales. En este criterio moral de nuestras normas sociales: lo que cuenta es el beneficio. De hecho, para la industria farmacéutica la investigación y el desarrollo de nuevos tratamientos se orientan en función del mercado potencial del producto y no de las necesidades de salud de las poblaciones con menos recursos. La prioridad sobre qué inventar y qué investigar está totalmente basada en las ganancias. Está dirigida a consumidores ricos y no a las necesidades de la gente empobrecida. Una sociedad enferma Parece que vivimos en una sociedad enferma cuyos síntomas no son capaces de hacernos despertar de nuestro prolongado letargo. Ni siquiera cuando se ciernen sobre nuestras cabezas. Inseguridad vital y fragmentación social

El miedo al futuro basado en permanente posibilidad de un despido súbito y a que te sustituyan está siempre presente. El fuerte sentimiento de ser vulnerable, prescindible y mal pagado crea inseguridad personal y falta de autoestima. La inestabilidad laboral y vital no te permite hacer amigos íntimos en el trabajo y planes para el futuro. La consecuencia es una sociedad insegura, repleta de gente que no cree en el sistema, que siente que no va a ganar nada con las promesas de prosperidad. Quienes se encuentran en el papel de perdedores en el libre juego de la dura competencia económica, los que sufren la desigualdad, la discriminación y la exclusión del sistema sufren de forma añadida los efectos del desamparo y la impotencia de la soledad, la imposibilidad de convertirse junto a otros en un germen de influencia y presión reivindicativa. La sociedad del consumo El consumo se ha convertido en indicador de normalidad y pertenencia, para quien se lo puede permitir. Parece

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ser la principal y casi única ideología cultural del capitalismo postmoderno. En una sociedad de consumo que funciona bien las personas consumidoras van de tentación en tentación. Para el consumidor cabal y maduro, actuar de esa forma es una obligación. Los espacios públicos tradicionales son reemplazados cada vez más por los nuevos santuarios, espacios construidos y poseídos por entidades privadas destinados al consumo. Crece simultáneamente una cultura de expectativas de consumo y una cultura de frustración o sublimación de aquellas. Los habitantes de las sociedades empobrecidas se ven obligados a disociar entre un amplio menú de consumo simbólico y otro mucho más restringido, de acceso real al progreso material. El chivo expiatorio de la migración El ser humano por naturaleza es migrante. Sin embargo a duras penas podemos hablar de un planeta en el que se producen formidables e incontrolables flujos migratorios. Pero para el habitante del mundo enriquecido, se desmantelan las fronteras nacionales tal como sucedió para las mercancías, el capital y las finanzas mundiales. Mientras que para el habitante empobrecido, los muros de controles migratorios y leyes de residencia, se vuelven cada vez más altos.

Migrando hacía la “nueva esclavitud” Muchas personas se sienten impulsadas a huir de su tierra devastada, atraídos por la llamada del mercado laboral y por el consumo del norte, para acabar siendo sobreexplotados, obligados a vivir en situación irregular, criminalizados y acusados de quitar los puestos de trabajo a las personas autóctonas o de pervertir su identidad cultural. Los esclavos no son exigentes en cuanto a salarios y otras condiciones como lo serían los trabajadores locales y aplaca además sus exigencias el hecho de que no tienen los derechos de ciudadanía, especialmente no pueden participar en decidir sobre la organización de la sociedad en la que trabajan, pues no pueden votar. Migrando hacía los “nuevos paraísos” La clase turista se desplaza o permanece en un lugar según sus deseos. La clase migrante sabe que no se quedará mucho tiempo en un lugar por más que lo desee, ya que no es bienvenida en ninguna parte. Los turistas viajan porque quieren; los migrantes porque no tienen otra elección. El migrante es el otro yo del turista. Si se le pregunta al migrante qué clase de vida quisiera llevar, en caso de poder elegir libremente, la respuesta sería un retrato bastante exacto del turista. Los migrantes no tienen otras imágenes de la buena vida, utopías alternativas no programa político propio. Su única aspiración es que se les permita ser turistas como nosotros. El patriarcado: sustento de la globalización El patriarcado y la globalización se articula, en un proceso simbólico que incrementa las desigualdades de género: las mujeres sustentan una economía sumergida e invisible, no reconocida ni pagada, en el ámbito familiar y mantienen esta situación de dependencia cuando quieren acceder a la esfera laboral pública pues siguen llevando la casa a cuestas, siguen siendo la mano de obra barata, al tener que aceptar cualquier empleo para sostener la economía familiar que

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sigue recayendo sobre ellas. El patriarcado es un sistema milenario que ha ido adaptándose a cada nueva estructura económica y política y en la actualidad, capitalismo neoliberal y patriarcado son sistemas entrelazados que conviven, se adaptan y se sostienen mutuamente. El producto de toda esta socialización en la cultura patriarcal es que asumimos como algo normal y natural la situación de opresión que sufren las mujeres en la vida cotidiana o se pospone su reivindicación y lucha como algo secundario, una maría de la que tienen que ocuparse fundamentalmente las propias mujeres pues siempre parece haber otras prioridades más importantes.