Desencanto

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Desencanto EstebanGarcía Valdivia

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Relato

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  • Desencanto

    Esteban Garca Valdivia

  • Al anochecer te encontrar despierto, sabiendo que lo

    nico que esperas de m es el anhelo de tu falta. Sabr

    entonces que te miento, sabr que nuestra historia es tan

    falsa como mis sueos, que la flor seca que guardo en algn

    libro, es espejo del alma y de nuestra pasin muerta.

    Te dir que te quiero antes de apagar la luz, que tu

    falta es horrible. No te preocupes, tendrs mi anhelo. Me

    quieres como al principio, mi vida ? Claro que s, por

    qu lo preguntas, cielo ? Pero la noche ya ha llegado a

    nuestra cama, ocultando las verdades que reflejan tus

    preguntas, haciendo que te llame, al final de mi respuesta,

    con cualquiera de los nombres que utilizbamos cuando

    ramos novios. Hoy, cuando me preguntes, en espera de mi

    anhelo, te llamar cielo.

    Despertaremos maana, y me volvers a preguntar. Eres

    consciente de que ya no me acompaas ni en los sueos, de

    que el calor de tus abrazos ni siquiera me fortalece en el

    mundo onrico que, a fin de cuentas, cada da se parece ms

    a mi realidad. Qu tal has dormido, mi vida ? Muy bien,

    amor; deseando despertar para verte de nuevo.

    No s por qu, pero maana, cuando despiertes, te llamar

    amor.

    Parecer que nos amamos, que dependemos el uno del

    otro, pero nada ser real. Todo ser como cuando nos

    reflejbamos en los espejos de aquella feria, ignorantes de

  • que el espejo nos devolva la imagen de una realidad

    futura.

    Una realidad deforme, donde tus abrazos convexos intentan

    parecerse a los del pasado.

    S, cario (no s por qu, pero ahora mismo te llamar

    cario), esta noche volvers a ser consciente de que te

    anhelo.

    Quiz maana comeremos juntos, y nos miraremos a los

    ojos mientras esperamos el postre. Tus ojos buscarn mi

    amor y yo fingir, una vez ms, que te quiero. Tal vez

    llegue a besarte en los labios intentando acallar el rumor

    del desencanto. Sabes, cario ? (no s por qu, pero he

    vuelto a llamarte cario), el rumor del desencanto es

    terrible. Cada vez que te veo, alguien grita en mi

    interior.

    Esta noche volver a or los gritos, y ensordecer a

    tantas palabras vanas que nos dedicamos con presunto

    cario. Qu tal te ha ido el trabajo, mi amor ?

    Horrible ; hoy ha sido un da horrible, no encontraba el

    momento de volver a casa.

    Esta noche volver a mentirte y a escuchar tus mentiras.

    Mientras sigamos durmiendo juntos, no tendr la fuerza

    necesaria para decirte lo que siento, ese vaco tan amargo

    que intento rellenar con palabras de amor. Y t ?, de

  • veras me sigues amando ? A veces pienso que slo la rutina

    es la que te une a m.

    Casi puedo verte ahora, tumbado, viendo la televisin o

    escuchando la radio, esperando mi anhelo, intentando crear

    una mentira nueva que alimente nuestra farsa.

    Recuerdas aquella funcin de tteres que vimos en el

    Retiro ? Fue tan divertida que nunca podr olvidarla. Tal

    vez nuestra historia est llena, tambin, de princesas y de

    caballeros, de brujas y de hadas ; tal vez tus palabras

    conformen un cuento fantstico del que ya nunca podremos

    despertar. Una fbula triste, un cuento, quizs, inacabado.

    Esta noche me encontrar tu sonrisa, y me ver

    obligada a acompaarla hasta que la noche ocupe nuestra

    cama, y el rumor del desencanto me ensordezca por completo.

    Dormir intranquila, cario (no se por qu sigo llamndote

    as), presa de tu abrazo convexo, alargando nuestro cuento

    inacabado.

    Seguramente, me despertar a las tres de la madrugada,

    como tantas otras noches. Llorar durante una hora en el

    cuarto de bao, mirando impasible la flor seca que me

    regalaste aquella tarde, la del primer beso.

    Pero al despertar te dir lo bien que he dormido, sonriendo

    a tu sonrisa, ocultando mi mirada triste en los ojos de un

    ttere viejo y gastado.

  • No quiero llegar a casa, pero falta muy poco. En

    apenas cinco minutos volver a verte, y el rumor del

    desencanto comenzar a martirizarme. Y si diera media

    vuelta y me marchara ?, y si me atreviera a dejarte para

    siempre ? No, no, no puedo hacerlo, cario (tal vez porque

    an te llamo as), no puedo deshacerme de la flor que seca

    mis lgrimas, cada noche.

    Mientras abro la puerta de casa, siento un escalofro.

    No puedo evitar recordarte, tan joven, tan enamorado, en la

    puerta de nuestra recin comprada casa, la misma que ahora

    es escenario de la farsa. Y aquellas palabras que gritaste,

    feliz y algo nervioso : ste ser nuestro escondite

    diario. Cunta razn tenas, mi amor ! (perdname, pero

    no he podido referirme a t de otra manera), escondite

    diario, pero de ilusiones, pasiones, sonrisas sinceras y

    amor. Dnde se esconden ?, tras la puerta que ahora abro

    con recelo , o en nuestro corazones ?

    Ests en la cama, esperando mi anhelo, sonrindome.

    Qu tal te ha ido el trabajo, mi amor ? Parece que no ha

    pasado el tiempo, que la flor no est marchita (realmente

    no lo est, tan slo est seca), que la realidad, a tus

    ojos, es un mundo convexo donde se refleja el cario que ni

    siquiera s si existe.

    Horrible ; hoy ha sido un da horrible, no encontraba el

    momento de volver a casa. Parece que te agrada, como cada

  • noche, mi respuesta. Hay veces que pienso que, en realidad,

    te enorgullece orme decir eso. Amplas tu ego, y la flor

    marchita (que, en realidad, tan slo est seca), parece

    crecer sin agua, como en los cuentos de hadas.

    Dentro de muy poco, la noche ocupar nuestra cama, y,

    fingiendo, volver a decirte cunto te amo. El rumor del

    desencanto me despertar a las tres de la madrugada y

    llorar ante la flor de aquella tarde, la del primer beso.

    Ya casi estamos, mi vida (mi cielo, cario), ya casi nos

    cubre por completo esa oscuridad tan terrible a la que

    estamos acostumbrados. Apenas puedo ver tu sonrisa, pero s

    que me ests sonriendo ; ya casi estamos, falta muy poco

    para que cierres los ojos a mis mentiras.

    Espera, ya casi estamos.

    Me quieres como al principio, mi vida ? Tus

    palabras han roto el silencio que trae la noche. Ya no

    puedo ms, cielo (hoy, cuando me preguntes, en espera de mi

    anhelo, te llamar cielo), no resisto el rumor del

    desencanto. Siento que mi corazn se marchita (en realidad,

    se est secando), que mis lgrimas no cesan, pese a

    corresponder tu sonrisa, que nuestro cuento est en manos

    de un autor perturbado.

    Espera, ya casi estamos.

  • Por primera vez, las lgrimas han brotado antes de las

    tres de la madrugada. Amparada en la noche, me he permitido

    el lujo de llorar junto a ti.

    A travs de mis ojos llorosos, la realidad se distorsiona,

    como si te viera reflejado en un espejo convexo, salvo que

    ahora, el reflejo me devuelve lo que debera ser, o es lo

    que fue ? Veo tu sonrisa sincera, tu corazn, que me llama

    entre risas, veo a la duea del reflejo convexo, que es

    nuestra historia, igual que veo, a las tres de la

    madrugada, la flor maravillosa que me regalaste aquella

    tarde, la del primer beso.

    Espera, ya casi estamos. Es el momento de contarte lo que

    siento. Ahora, que te veo como te vea antes, ahora, que la

    noche ha llegado a nuestra cama. Ahora, mi vida (eres

    realmente mi vida, o slo parte de ella ?), que me has

    preguntado si te quiero como antes.

    Claro que s, por qu lo preguntas, cielo ? Las

    lgrimas han cesado ; deben haberse dado cuenta de que,

    hasta las tres de la madrugada, no estn autorizadas a

    salir a la luz.

    Me ha parecido orte llorar.

    Espera, ya casi estamos.

    No, no, llorar ?, por qu ? Soy tan feliz a tu lado !,

    debe ser mi resfriado, tengo la nariz taponada.

    Son las tres de la madrugada. Estoy llorando.

  • A travs de mis lgrimas, la flor marchita (que, en

    realidad, tan slo est seca), recupera la belleza de

    aquella tarde, la del primer beso.

    S, mi cielo (porque eres mo), tendrs tu anhelo de nuevo,

    y yo mis mentiras, pues nuestra historia no es ms que el

    reflejo de un espejo de feria, y ni siquiera tus besos

    podrn concederme, al fin, el perdn del desencanto.