Descubrir la riqueza de la vida - verbodivino.es

Anselm Grün

Descubrir la riqueza

de la vida

verbo divino

Descubrir la riqueza de la vida

RIQUEZA VIDA (texto) 4ª edición 20/10/05 12:15 Página 3

Anselm Grün

Descubrir lariqueza de la vida

Índice

INTRODUCCIÓN............................................. 7

I. LA TAREA DE LA LABOR PASTORAL ...... 91. Vivir de imágenes ........................................ 9

2. Hablar al anhelo........................................... 17

II. IMÁGENES DE LA LABOR PASTORAL.... 25

1. Historias de curación.................................... 25a) El discernimiento de espíritus (Mc 1,23-28) ................................................ 26

b) Enfriar los ánimos ardientes (Mc 1,29-31) ................................................ 28

c) La aceptación de lo inaceptable (Mc 1,40-45) ................................................ 29

d) Los paralíticos se levantan (Mc 2,1-12) .................................................. 33

e) Relaja lo que está rígido (Mc 3,1-6) ................................................... 36

f) Aplica la cura allá donde la enfermedad atormenta (Mc 5,1-20) 29 ............................................. 40

g) Paz para aquel que agota sus recursos (Mc 5,21-43) 31 ........................................... 43

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h) Enseñar a hablar y a oír (Mc 7,31-37) ................................................ 46

i) Abrir los ojos a los ciegos (Mc 8,22-26) ................................................ 51

j) Enderezad a los encorvados (Lc 13.10-17)................................................ 56

2. Historias de encuentro ................................. 62a) Convertirse en ángel para otros (1 Re 19,1-13) .............................................. 63

b) Desprenderse (Mc 10,17-22) .............................................. 66

c) Encontrarse mutuamente (Lc 1,39-47).................................................. 68

d) Hospitalidad (Lc 10,38-42)................................................ 71

e) Creer en lo bueno que hay en el otro (Lc 19,1-10).................................................. 74

f) Reinterpretar la vida(Lc 24,13-15)................................................ 79

g) ¡Es el Señor!(Jn 21,1-14) .................................................. 85

3. Las parábolas ............................................... 88a) Ser misericordiosos unos con otros (Lc 10,30-35)................................................ 89

b) Dejar crecer (Mt 13) ......................................................... 92

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c) Redescubrir la propia dignidad (Lc 15,8-10).................................................. 99

4. Conversaciones con Jesús ............................ 102a) Una conversación en la noche (Jn 3,1-13) .................................................... 102

b) Hablar sobre nuestro anhelo (Jn 4,1-26) .................................................... 106

5. El médico herido (Jn 19,31-37) .................................................... 112

III. IMÁGENES DE LA RIQUEZA DEL ENCUENTRO HUMANO............................ 119

BIBLIOGRAFÍA................................................... 123

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Introducción

La Sagrada Escritura describe con multitud de imá-genes el misterio de nuestra redención. Son imáge-

nes tomadas de nuestra vida, imágenes de nuestras heri-das y dificultades, imágenes de salvación e imágenes delamor de Dios hacia los hombres. Ahora bien, estas imá-genes podríamos entenderlas también como imágenesde la labor pastoral (o “cura de almas”).

Por labor pastoral entendemos la totalidad delministerio pastoral, es decir, la celebración de los sacra-mentos, la predicación, el diálogo pastoral y, en gene-ral, el trato con las personas que buscan a Dios. La laborpastoral no es primordialmente una acción, sino unamanera de vivir y de creer. En esta obra no se describenmétodos de pastoral ni se dilucidan campos concretosde la labor pastoral, sino que se estudia, más bien, elpresupuesto fundamental en que se basa la labor pasto-ral. ¿Qué tipo de personas son las que nos buscan parael diálogo o las que acuden a nuestros actos de cultodivino? ¿Cuál es su situación, cuál es su secreto? ¿Cómopodemos atenderlas? ¿Cómo podemos hablarles al cora-zón o llegar hasta sus fibras íntimas?

La idea de escribir esta obra se me ocurrió cuandoatendía a un sacerdote en unos ejercicios que le estabadando a él solo. Él se había tomado libres unos cuantosmeses para refrescar su teología, antes de comenzar a

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desempeñar su cargo como superintendente regional. Yandaba dándole vueltas a la idea de lo que significa hoyla labor pastoral, la “cura de almas”. Pensaba cómo sepodría salir de una mera actividad, de la simple preocu-pación por organizar y administrar. Y reflexionabaacerca de cómo sería posible llegar hasta la dimensiónespiritual de la labor pastoral. Yo le daba siempre comotema de meditación algunos textos de la Biblia, y éltenía que reflexionar sobre ellos, meditándolos precisa-mente bajo el aspecto de que eran imágenes de la laborpastoral. El diálogo mutuo sobre su manera de ver lostextos me impulsó a buscar yo mismo en la Biblia másimágenes que describieran lo que es realmente la laborpastoral, la “cura de almas”. Se trata de una pequeñaselección de imágenes bíblicas. Escogí las que mehablaban directamente al corazón. Podríamos conside-rar toda la Biblia como una imagen de la labor pastoral,y esbozar a base de ella una teología de la labor pasto-ral. Pero estas imágenes bastarán para impulsar al lectora que también él lea y medite la Biblia bajo esteaspecto.

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I. La tarea de la labor pastoral

1. Vivir de imágenes

Las imágenes de la Biblia no pretenden darnos ins-trucciones concretas para la acción ni se proponen

hacernos llamamientos morales sobre la manera con-creta en que tenemos que obrar. Las imágenes no sontampoco ideales de cómo tendría que ser la labor pas-toral. No pretenden mostrarnos ninguna solución utó-pica. Las utopías y los ideales generan a menudo inquie-tudes de conciencia. Uno se sumerge en contempla-ciones ideales, pero al mismo tiempo siente el granabismo que hay entre la vida concreta y las exigenciasideales. No, las imágenes pretenden más bien abrir unaventana para que fluya una nueva luz a todos los actosde nuestra vida. Si en nuestros diálogos o en nuestrosactos de culto tenemos siempre en el fondo de nuestramente las imágenes de la Biblia, entonces se abriránpara nosotros nuevas posibilidades de hablar y de cele-brar actos de culto. Las imágenes nos ponen en con-tacto con las posibilidades que existen ya en nosotros,pero que con harta frecuencia se hallan soterradas.

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Nuestra vida se reduce muchas veces a unas cuantascapacidades que necesitamos para hacer frente a nues-tra vida cotidiana. Pero a menudo queda en barbechotoda la riqueza de nuestra convivencia humana. Lasimágenes quieren evocar en nuestra conciencia esariqueza. No lo hacen como una exigencia, sino invi-tándonos a que, sobre el telón de fondo de la imagen,nos atrevamos a cosas nuevas.

Rolf Zerfass, teólogo de pastoral en Würzburgo,escribe en su artículo sobre la imagen del pastor dealmas como médico lastimado por heridas: “La capaci-tación necesita imágenes. Mejor que un extenso catá-logo de cualificaciones académicas, las imágenes pue-den dar una orientación a nuestros actos en el quehacercotidiano” (Zerfass, 107). En este sentido, debemoscontemplar las historias bíblicas de curación y deencuentro, las parábolas y los diálogos con Jesús comoimágenes de lo que debe ser nuestra actividad pastoral.Ha de quedar claro que la actividad pastoral y la activi-dad cristiana son idénticas en buena medida. “Laacción pastoral, cualquiera que sea, no es algo que tras-ciende y está más allá de la acción cristiana, sino que sehalla al servicio de la acción cristiana” (Zerfass, 85).Por eso, los textos bíblicos están destinados a todas laspersonas. Describen la salvación que Dios nos ha con-cedido gratuitamente en Jesucristo. Pero también esplenamente legítimo interpretar esos textos en orden ala labor pastoral, entenderlos como imágenes de lalabor pastoral.

Las imágenes no pretenden conseguir una nuevaconducta, sino que dan a nuestros actos una profundi-dad nueva, abren nuevas dimensiones para nuestros

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actos. Las imágenes interpretan nuestra acción y le danun significado que pueda ser comprensible tambiénpara otros. Sin imágenes, nuestra acción estará vacía ycarecerá de sentido. Tan sólo las imágenes abren y reve-lan el verdadero significado de nuestra acción. Y tansólo las imágenes hacen que resplandezca en nuestraacción algo del misterio de nuestra vida y, suprema-mente, algo del misterio de Dios. La mera acciónexterna –por ejemplo en una celebración eucarística–produce la impresión de ser una cosa vacía si no estáimpregnada de la imagen de la Última Cena o de laimagen de la muerte y la resurrección de Jesús. Los ri-tos del bautismo, el derramar agua sobre alguien o elungirle con óleo son acciones sumamente sencillas ensí mismas. Su significación profunda la adquieren sólopor las imágenes, tal como la Biblia nos las transmite en relación con esos ritos: la imagen del paso del mar Rojo, la imagen de la unción de reyes y de la curaciónungiendo con aceite. Lo que se aplica a los ritos seaplica también a nuestra convivencia humana. Un diá-logo con una persona adquiere una dimensión distintasi lo desarrollamos sobre el trasfondo de una historiabíblica de curación o de encuentro. Entonces el diálogono es ya un mero hablar, sino que en la conversación sehace visible algo del misterio de Dios en nuestra convi-vencia mutua.

Si echamos una mirada a nuestra sociedad, veremosque los grupos que trabajan con imágenes tieneninfluencia. Esto se aplica en primer lugar a la política.Si la política no es más que un diligente negocio coti-diano, entonces nada dimana de ella. La política nosólo necesita diligencia y sentido práctico, sino tam-

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bién fantasía y visiones, imágenes que descubran algonuevo y que hagan que irrumpa algo nuevo. El misteriode los grandes políticos es que piensan en imágenes.Esto se aplica, por ejemplo, a los discursos de Franz JosefStrauss, que lograban su efecto gracias a las numerosasimágenes originales. Esto se aplica a los gestos impre-sionantes; por ejemplo, al gesto de que Willy Brandt sehincara de rodillas en Varsovia. También las empresascomerciales han entendido que uno necesita imágenes.Hoy ya no basta trabajar con la idea de intensificar almáximo las ganancias. Para tener éxito y atraer buenoscolaboradores, hace falta lo que se ha dado en llamar la“cultura de la empresa”, de la que forman parte ideasfilosóficas y teológicas, pero también imágenes: imáge-nes que traten de hacer ver gráficamente a los colabo-radores la tarea y el significado de la empresa.

El ser humano vive de imágenes. Sin imágenes nopercibimos en absoluto qué es lo que constituye nuestravida. Sólo las imágenes nos revelan la riqueza de nues-tro existir. Esto comienza en las imágenes oníricas. Lamanera en que experimentamos nuestra cotidianeidaddepende a menudo de las imágenes inconscientes que,durante los sueños, emergen en nuestro interior. Confrecuencia nos preguntamos en ciertas situaciones: ¿nohe visto ya esto alguna vez? ¿No he soñado con ello? Lasimágenes oníricas anticipan a menudo nuestra vida ynos permiten experimentar de manera plenamenteconsciente y despierta determinadas situaciones. Lasimágenes “abren nuevas dimensiones de la realidadque, de otro modo, permanecerían cerradas, y no sólodimensiones de nuestro propio ser, de nuestra alma,sino también dimensiones de la realidad objetiva que

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está fuera de nosotros” (Lengsfeld, 214ss). Las imágenesnos muestran el verdadero significado de lo experimen-tado, nos conducen a la dimensión profunda. Sin imá-genes nos quedamos estancados a menudo en lo super-ficial. Actuamos, pero no plasmamos nada. Trabajamos,pero no surge nada. Hablamos, pero no se retiene nada.Las imágenes son las que dan profundidad a nuestraacción, a nuestros trabajos, a nuestras palabras. Hacenque brille en todas las cosas algo del verdadero signifi-cado y, en último término, algo de Dios. En la imagenresplandece siempre el todo, resplandece siempre Dioscomo el misterio supremo.

Lo que Erhart Kästner escribe sobre las imágenes delos iconos se aplica también a las imágenes de labor pas-toral que encontramos en la Biblia: “La verdad habi-tará. Y ésta no puede habitar sino en la imagen, en lapalabra, en el poema. También ella tiene que hacersecarne. Sólo entonces se halla unida a la tierra; sóloentonces tiene un destino, sufre, se alegra, se transfi-gura en sus grandes instantes”; sólo entonces la verdadpuede crecer y florecer” (Kästner, 104ss).

“Las imágenes son ventanas... En las imágenes sehalla el llamamiento que hacen todas las cosas de arriba.En la imagen, en el símil, todo tiene cohesión, por estarunido con doradas cadenas radiantes. La metáfora es elamor entre las cosas, por medio de la representaciónplástica se halla unido todo” (Kästner, 105).

Las imágenes –como piensa Kästner– modifican lascosas de este mundo; hacen que trasluzcan a Dios. Lasimágenes bíblicas de la pastoral hacen que experimen-temos a una nueva luz nuestros encuentros y conversa-

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ciones. Las imágenes tienen una fuerza transformadora.El encuentro no es ya un mero contacto; el diálogo noes ya una simple sucesión de palabras. Por medio de lasimágenes de la pastoral se nos revela lo que puede suce-der realmente en el encuentro. Las imágenes transfor-man todo lo que experimentamos. Dice Kästner: “Si lacosecha representó una vez la obtención de la plenitud,si la curación representó una vez la salvación, si las cosasde este mundo fueron capaces realmente una vez de pro-porcionar imágenes de la salvación sin desbaratarse conello, entonces eso no puede dejar de tener consecuen-cias, no puede carecer de significación. Por medio delsímil tiene que brotar una exaltación sacramental sobrelas cosas evocadas, sobre la vid y los sarmientos, sobrelos campos maduros para la siega, sobre la boda, el pan,la piedra angular, los céntimos y el criado: una transfor-mación que posee seguramente su expresión suprema,pero no única, en la conversión del pan y del vino”(Kästner, 107).

Si meditamos constantemente las imágenes de la pas-toral, entonces ellas darán una calidad distinta a nuestrosactos de culto, a nuestras conversaciones, a nuestras fies-tas. Entonces se transparentará en ellas algo de Dios, delmisterio de su gloria, de la salvación y redención, de labondad de Dios y de su amor hacia los hombres. Nuestraacción hará que Dios esté presente. Será una acciónsacramental no sólo en los siete sacramentos, sino tam-bién en toda nuestra actividad pastoral.

Las imágenes no sólo revelan, sino que también pro-ducen algo. Esto lo señaló C. G. Jung en su teoría de losarquetipos. Las imágenes arquetípicas desencadenan enel hombre un proceso. Cuando el hombre, por medio de

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imágenes externas, entra en contacto con los arquetiposque tiene en su inconsciente, entonces hay algo en él quellega a ser íntegro y sano, entonces se pone en marchael proceso de individuación, del llegar a ser él mismo.

Las historias bíblicas que describimos en este librocomo imágenes pastorales tienen en sí mismas –por serimágenes primordiales– algo del efecto que C. G. Jungatribuye a los arquetipos. No son modelos que nosotrostenemos que imitar, sino imágenes primordiales que seforman en nuestro interior y suscitan en nosotros lasposibilidades que Dios nos ha concedido gratuitamente.Si entramos en contacto con las imágenes bíblicas, ellasobran en nosotros algo y transforman nuestro ser y nues-tra conducta sin que tengamos que hacer propósitosconcretos. Actúan a través del inconsciente. Transfor-man los presupuestos de nuestra acción. Sin que nosdemos cuenta, marcan su impronta en nuestra manerade pensar, de hablar y de obrar. Nos dan una irradiaciónnueva, pues hacen que se claree el misterio mismo deDios. El efecto de nuestra acción pastoral estará deter-minado primordialmente por esa irradiación, no por losmétodos acertados o equivocados que utilicemos.

Una de mis sobrinas –que sólo tiene once años– medecía con toda espontaneidad en una conversación: “Nome gusta el profesor de religión. No tiene irradiaciónalguna”. Evidentemente, la niña había sentido algo de loque irradia de una persona. La irradiación no puedegenerarse sencillamente por medio de técnicas o méto-dos; es algo que sucede cuando todo nuestro ser transpa-renta lo que es el misterio de Dios. Las imágenes son uncamino para hacer que transparentemos el Espíritu deDios. Si meditamos con suficiente asiduidad, partirá de

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nosotros una irradiación que tendrá algo de la irradiaciónmisma que brotaba de Jesús. De Jesús dimanaba algo quehacía que las personas que se hallaban cerca de él encon-traran el valor para decir “sí” a su vida; que hacía que loencorvado se enderezara; que hacía que los enfermos que-daran sanos y que los que estaban cerrados se abrieran.

Una teología que piense en imágenes no se encasi-llará en innecesarias controversias en torno a palabras yconceptos. Una teología con imágenes será siempre lamás abierta y la más actual, pues las imágenes no enve-jecen nunca. El lenguaje puede caer en desuso muy rápi-damente. El lenguaje de los tratados de teología de losaños sesenta nos parece hoy extraño. Las imágenes no segastan tan fácilmente, pues son siempre una puerta deacceso al misterio. En la imagen resplandece siempretoda la verdad. Un velo se levanta y el ser mismo se hacevisible. Cada imagen tiene una clave distinta para esaverdad y hace que aparezca un aspecto distinto de la ver-dad, pero siempre se trata de la verdad entera. Cuandocontemplo con suficiente profundidad una imagen,entonces doy siempre con Dios y le veo como la razónúltima. Y las numerosas imágenes me hacen presentiralgo de la riqueza del Dios infinito. La teología de la Igle-sia antigua pensaba todavía en imágenes, y por eso siguesiendo una teología moderna. Las imágenes no fijan, sinoque desvelan. Lo terreno se convierte en la imagen de locelestial. Pero esto no se aplica sólo a nuestro encuentrocon Dios, sino también al encuentro con los hombres.También en este caso las imágenes podrían revelarnos lariqueza de la convivencia. Podrían abrir nuestra miradapara captar el misterio del encuentro humano: el miste-rio de que allí, en la otra persona, encontremos también

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siempre el misterio de Dios. Las imágenes quieren hacer-nos sensibles al misterio de la otra persona. Los métodoscorren peligro de convertirse en un fin en sí mismos. Losmétodos de la pastoral se desarrollaron, sí, para ajustarseal hombre de hoy, pero con demasiada facilidad se con-vierten en un fin en sí mismos. Y entonces hacen casoomiso del hombre. Las imágenes no pasan nunca por altoal hombre: ven las cosas penetrando hasta el fondo, venen lo visible lo invisible.

En este sentido vamos a contemplar imágenes bíbli-cas que permitan reconocer en su verdadero significadola acción pastoral. Darán una nueva profundidad a nues-tra acción: harán que en nuestra acción resplandezcaalgo de la labor pastoral de Dios. Se orientan hacia ladimensión profunda de la labor pastoral para impedirque ésta se convierta equivocadamente en una ejercicioprofesional. Hoy se llevan a cabo muchas actividades enmateria de labor pastoral, pero apenas resplandece elverdadero misterio, el efecto sanador e integrador de lapastoral apenas se experimenta, y no se habla al anheloprofundísimo del hombre. Sin embargo, la labor pasto-ral consiste precisamente en que lleguemos hasta elhombre hablando a su anhelo.

2. Hablar al anhelo

“Levantad la vista y mirad los sembrados, queestán ya maduros para la siega... Yo os envío a

segar en un campo que vosotros no sembrasteis; otros

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lo trabajaron y vosotros recogéis el fruto de su trabajo”(Jn 4,35-38).

Dios ha sembrado ya en los hombres, antes de quenosotros comenzáramos nuestra labor pastoral. La laborpastoral no significa que nosotros tengamos que conse-guir a fuerza de trabajo que en los hombres exista la fey la salvación; que tengamos que educarlos en algo; quedebamos convencerles de algo. No; la labor pastoralsignifica creer que Dios ha sembrado su semilla en loshombres. Lo único que tenemos que hacer es cosecharlo que Dios sembró ya antes de intervenir nosotros. Lasemilla que Dios depositó en los hombres, es –según sanAgustín– el anhelo. En todo hombre se encierra unprofundo anhelo de Dios, de seguridad, de amor, de ver-dadero hogar, de autenticidad y de libertad. Para sanAgustín, el anhelo es un existencial básico del hombre.No es la preocupación que, para Heidegger, representael existencial básico del hombre, sino el anhelo quemarca su impronta en el alma humana. Dios mismodepositó en el corazón del hombre el anhelo de comu-nión eterna con Él. Cada persona –como afirma sanAgustín– anhela en su corazón a Dios, anhela el reposo,el amor, la comunión con el Creador.

“De manera no refleja, de manera inconsciente, elanhelo de Dios constituye ya desde siempre la esenciamás íntima del hombre. El hombre está henchido deincontenible deseo, de hambre insaciable de su Creadory Redentor, incluso cuando este anhelo se dirige haciaotros fines y de este modo se extravía. Más aún: inclusoen el completo alejamiento de Dios, en la desdichadadisipación del hombre que le lanza al ajetreo de estemundo, palpita el anhelo de Aquel que sólo puede

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satisfacerle. Aun en la más profunda lejanía de Dios,una voz interior nos llama para que salgamos de la mise-ria y nos encaminemos hacia Dios. Por tanto, ésta es lavocación humana fundamental: mirar de frente eseanhelo interior, dejarse llevar y conducir por él; esdecir, levantarse y ponerse en camino hacia la metasuprema de la existencia humana: hacia Dios mismo”(Rosenberger, 40).

Y la tarea suprema de la labor pastoral es recordar alhombre el anhelo que tiene sus raíces en lo profundo desu corazón y despertar ese anhelo.

El anhelo de Dios se muestra también en la tenden-cia del hombre a la riqueza, al reconocimiento por partede los demás, al éxito, al amor de otra persona. Si pen-samos en lo que es la vida humana en sus actos funda-mentales, encontraremos en ella siempre la presenciade un profundo anhelo de Dios. Por ejemplo, podemospreguntarnos por qué una persona trata de conseguirtan apasionadamente riquezas. ¿Será, en realidad, elsimple deseo de amontonar mucho dinero o el senti-miento de llegar a ser, como acaudalado, una personaimportante? En el fondo, el hombre anhela más quetodo eso: anhela descanso, seguridad, estima, sentidopara su vida. Por tanto, en la tendencia a la riqueza, elhombre tiende supremamente, aunque de manerainconsciente, hacia algo que sólo Dios es capaz de satis-facer.

Pero la labor pastoral no significa que yo deba echaren cara a esa persona su riqueza, que tenga que demos-trarle que es una mala persona, que debe dar todo sudinero a los pobres y que sólo entonces será un buen

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cristiano. Es verdad que Jesús mismo puede cuestionartambién muy radicalmente la riqueza. Y tal vez la sal-vación de una persona pase por la renuncia a sus bienesexternos, para que así encuentre el acceso a la riquezade su alma. Pero el camino que sigue el anhelo nosobliga a pensar hasta el fin lo que significa la tendenciaa la riqueza. Si pienso lo que significan todos esosesfuerzos por conseguir más y más dinero, entonces tro-piezo finalmente con un anhelo religioso. Porque elposeer más y más dinero no satisface el anhelo del hom-bre. El hombre quiere conseguir más y más dinero toda-vía, y él sabe muy bien que el dinero no puede ser pro-piamente lo que él busca en realidad. Lo que él busca esDios, es el tesoro escondido en el campo, la perla pre-ciosa por la que el comerciante vende todo lo que tienea fin de adquirirla. La labor pastoral quiere ayudar a loshombres a pensar hasta el fin en qué consiste su anhelo.Y a orientar así ese anhelo hacia Dios.

Este tipo de labor pastoral se expresa en aquella his-toria del jasidismo en la que unas personas se quejanante el rabí de unos jóvenes que se pasan toda la nochejugando a las cartas y no tienen tiempo para estudiar laTorá ni para orar. Sin embargo, el rabí no se une a losimproperios contra aquella juventud corrompida, sinoque da la siguiente respuesta: es asombroso que jueguentan apasionadamente a las cartas. Lo único que necesi-tan es que gire en redondo su apasionamiento. ¡Quémaravillosos adoradores de Dios serían entonces! Todolo que el hombre hace con pasión lo hace suprema-mente para buscar lo auténtico, la perla que le fascina,el amor y la seguridad, la vitalidad: para buscar a Dios.La labor pastoral consistiría en descubrir primeramente

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ese anhelo que hay en el hombre y, después, en hablarlea ese anhelo. Esto exige que yo me introduzca en elinterior de una persona y trate de sentir lo que ellasiente, que desarrolle mi imaginación y me pregunte sincesar: ¿qué es lo que esa persona anhela realmente?¿Qué es lo que anhela el hombre que es infiel a sumatrimonio y se siente fascinado por otras mujeres?¿Qué es lo que anhela el que lucha tan apasionada-mente por su partido político, por su club deportivo,por el movimiento en el que está integrado?

En la parábola sobre el administrador injusto (Lc16,1-8), Jesús tiene a la vista este tipo de labor pastoral.En su parábola, Jesús no condena al administradorinjusto que con tanto refinamiento y pasión se preo-cupa por su propia seguridad económica, sino que alabasu sagacidad. La sagacidad significa –para Jesús– pensarhasta el fin cuál es el sentido de los propios apasiona-mientos, hasta que éstos nos conduzcan a Dios, que esel único capaz de satisfacerlos. Al que no haga más quecercenar su pasión, para presentarse sin defectos, a esetal le faltará una fuente importante de energía para supiedad. La pasión tiene que transformarse: hay queadmitir el anhelo que se encierra en ella y orientarlohacia Dios. Entonces comprenderán “los hijos de la luz”lo que es el misterio de su vida; entonces habrán encau-zado la energía que se encierra en su apasionamiento yla habrán integrado en su vida espiritual.

Me encontraba una vez de visita en una prisión parajóvenes. Jugábamos, con el equipo de balonmano denuestro monasterio, contra un equipo de reclusos. Des-pués del partido nos pusimos a conversar. Uno me con-taba que el Bayern de Múnich iba a jugar aquella tarde

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contra el Hamburgo. Si ganaban, él gritaría, bailaría yse rodaría por el suelo de alegría. Me di cuenta de cómotoda la vitalidad de ese joven, todo su valor, dependíade que ganara o no su equipo de fútbol favorito. Sinembargo, en vez de reírme de él, traté de penetrar en suinterior y de sentir lo que él sentía: ¿cómo tiene que serel interior de una persona que necesita la victoria de suequipo favorito para experimentar su propio valor ysentirse feliz? Ese joven tenía anhelo de ser valioso;quería sentir que él era fuerte, que era capaz de vencer;quería, finalmente, ser una persona que vale para algo,que no está siempre del lado de los perdedores: una per-sona que obtiene ganancias, en vez de representar siem-pre el papel de perdedor. Se trata supremamente de unanhelo religioso que le agita, que le lleva a engancharsetan apasionadamente a su equipo favorito. No está biencondenarle; lejos de eso, hay que introducirse en suinterior, tratar de sentir lo que él siente, experimentarcuál es su anhelo y hablarle a ese anhelo suyo. En otrasocasiones como ésta, me siento a menudo impotente,pero me doy cuenta de que ése sería el camino. Por eso intento, primero, reproducir en mí ese anhelo, sen-tirlo hondamente, y luego me pregunto cómo podríahablarle a él. Expresar en palabras el anhelo no engen-dra en la otra persona remordimientos de conciencia,sino que es una manera de tomar en serio a la otra per-sona y de hacerla avanzar de tal manera que su corazónse ensanche y sienta. ¡Sí! ¡Eso me hace bien! ¡Si esrealmente lo que yo andaba buscando...! Cuando logrohablar al anhelo de otra persona, entonces ella se sientecomprendida y ve que la toman en serio. No se sienteconvencida por razones extrínsecas, sino entendida en

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su interior. Es la experiencia del “¡Sí, eso es!”. Se des-vela ante ella el misterio de su propia búsqueda y de supropio anhelo. Y asiente en su interior. Pero no siempreresulta fácil tocar al otro en la fibra intima de suanhelo, porque quizás él no quiera sentir cuál es suanhelo, y mucho menos pensar en él hasta el fin. Talvez no quiera en absoluto dar un giro a su pasión, sinoque prefiera seguir pasando toda la noche jugando a lascartas. Quizás necesite desfogarse aún durante algúntiempo para darse cuenta al fin de que su anhelo conti-núa y no se acalla. Entonces habrá llegado el momentode que él pueda orientar su pasión hacia Dios. En esecaso, yo necesito mucha paciencia, y debo confiar enque él dé finalmente con Dios cuando sienta y viva supasión hasta el fin.

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