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PROGRAMA DE FORMACIÓN DE DIRIGENTES EN GESTIÓN PÚBLICA Y SOCIAL Universidad Nacional de Lanús / Vicerrectorado / Campus Virtual UNLa / 2018 Autor: Lic. Guido Bonano y Lic. Consuelo García Colaboradora: Lic. Clarisa Calzoni MÓDULO 2 DESARROLLO ECONÓMICO Y DESARROLLO EMPRENDEDOR DESARROLLO EMPRENDEDOR

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PROGRAMA DE FORMACIÓN DE DIRIGENTES EN GESTIÓN PÚBLICA Y SOCIAL

Universidad Nacional de Lanús / Vicerrectorado / Campus Virtual UNLa / 2018

Autor: Lic. Guido Bonano y Lic. Consuelo GarcíaColaboradora: Lic. Clarisa Calzoni

MÓDULO 2 DESARROLLO ECONÓMICO Y DESARROLLO EMPRENDEDOR

DESARROLLO EMPRENDEDOR

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Universidad Nacional de Lanús

Rectora Dra. Ana Jaramillo

Vicerrector

Dr. Nerio Neirotti

Secretaría de Ciencia y Técnica

Secretario D. I. Roberto De Rose

Dirección de Innovación y Vinculación Tecnológica

Director Lic. Juan Scolarici

© Universidad Nacional de Lanús

Campus Virtual UNLa

Dirección Campus Virtual UNLa

Prof. Laura Virginia Garbarini

Diseño gráfico

Equipo del Campus Virtual UNLa

Mayo 2018

Director General

Dr. Nerio Neirotti

Responsable Académico

Lic. Ezequiel Ivanis

Responsable de Comunicación

Nicolás Canosa

Responsable Administrativo

Vanesa Mlot

Equipo de Formarnos en Desarrollo Emprendedor

Coordinador: Lic. Juan Scolarici

Docentes: Dr. Oscar Tangelson e Ing. Oscar Galante

Coord. Contenidos: Lic. Guido Bonano

Talleristas: Lic. Soledad Pont, Lic. Paloma Márquez,

Lic. Clarisa Calzoni, Tec. Javier Fresneda y Lic.

Guido Bonano.

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Índice de íconos 4

1. Presentación 5

2. Introducción a las principales teorías económicas 7

2.1. Teoría clásica: el liberalismo 8

2.2. Crítica a los clásicos: Marx 8

2.3. Economistas neoclásicos 11

2.4. Intervencionismo y proteccionismo: Keynes 12

3. El mito del libre comercio 13

4. Dependencia y desarrollo en América Latina y modelos de Estado 15

5. Modelos de Estado en Argentina 20

6. Sobre el concepto de “innovación” 28

7. A modo de cierre: desarrollo emprendedor, innovación y modelos de Estado 30

Para seguir pensando 36

ÍNDICE

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Tarea

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Importante

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Multimedia

ÍNDICE DE ÍCONOS

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MÓDULO 2DESARROLLO ECONÓMICO Y DESARROLLO EMPRENDEDOR

1. Presentación

Para poder comprender dentro de qué marco se inscriben las distintas políticas de desarrollo emprendedor es necesario analizar sucintamente qué es la econo-mía política y cuáles son sus principales teorías, qué es el desarrollo económico y cómo se inscriben las acciones emprendedoras en los distintos modelos de Esta-do que adopta un país.

A lo largo de la historia nos encontramos con diferentes maneras de entender cómo funciona la economía y cómo deben actuar los Estados para administrarla. La eco-nomía no es una actividad tan complicada como muchas veces nos hacen creer. En su definición más sencilla, la economía se trata de una ciencia cuya función prin-cipal es administrar los bienes, tierras, ingresos y egresos de un Estado municipal, provincial o de un Estado nacional. Lo verdaderamente importante es poder dilu-cidar cuáles son los sectores de la población que tras ella se encuentran, y a qué intereses responden los gobernantes1. En ese sentido es fundamental pensar si, más allá de ciertas prédicas vacías e hipócritas, los gobernantes administran la res-publica2 a favor del bien común o si dominan al conjunto de la sociedad para seguir fortaleciendo a los sectores dominantes (terratenientes, grandes empresa-rios, financieras, mineras, etc.).

1. Cierto enfoque de la Sociología económica apunta en esta dirección. Por ejemplo,

Castellani (2009).

2 . Es una expresión del latín, que significa literalmente “cosa pública”, lo que se conoce

modernamente como esfera pública. Etimológicamente, es el origen de la palabra “repúbli-

ca”. Su uso se vincula generalmente con los conceptos actuales de sector público y Estado,

y con los conceptos tradicionales de bien común.

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Los especialistas en la problemática sostienen que el Estado, además de ser un instrumento de dominación política (la entidad que posee el monopolio de la vio-lencia física legítima3), es un ordenador de la sociedad; un articulador social, un estructurante que impone determinado tipo de orden.

El Estado moderno (políticamente orientado por los pensadores de la Revolución Francesa de 1789 y su tríptico “Libertad, Igualdad y Fraternidad”) surge cuando emerge y se consolida el sistema capitalista (impulsado gracias a los avances cien-tífico-tecnológicos de la Revolución Industrial4). El Estado adopta, así, distintas for-mas y favorece diversos intereses, según el patrón de acumulación y el ejercicio de hegemonía5 de la fracción del capital dominante6. Cuando hablamos de la cri-sis de una forma de Estado se hace referencia a un punto de inflexión, implica una transformación; lo que cambia es la forma, manteniéndose invariable la relación fundamental de dominación, sea capitalista o socialista real (en sus distintas varian-tes). Teniendo en cuenta que el Estado no es algo inmutable, es un producto his-tórico, se repasarán en el presente Módulo diversas formas que ha adquirido el Estado en la historia reciente, fruto de distintos tipos de articulación Estado-Socie-dad. En particular, a continuación vamos a analizar la relación Estado - economía planteada por las distintas corrientes económicas a lo largo de la historia: la teoría clásica, la crítica marxista, la teoría neoclásica y el keynesianismo.

3. “Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio reclama

(con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo

es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la vio-

lencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del ‘dere-

cho’ a la violencia.” (Weber, 2009: 83-84).

4. Para profundizar sobre este tema, en Hobsbawm (2011) se puede encontrar una visión

global de las transformaciones que tuvieron lugar entre 1789 y 1848, desde la Revolución

Francesa (transformaciones políticas e ideológicas de la Modernidad) y el despegue de la

industrialización británica hasta la revolución de 1848 (transformaciones económicas y pro-

ductivas profundas).

5. Según el filósofo marxista Antonio Gramsci (2013), el poder de las clases dominantes

(burguesía) sobre la clase trabajadora y sobre todas las clases subalternas (campesinos, etc.),

en el modo de producción capitalista, no está dado simplemente por el control de los aparatos

represivos del Estado sino que se sustenta en la “hegemonía” que logran ejercer en el campo

cultural, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los

medios de comunicación. Cuando la hegemonía se consolida la clase dominante se convierte

en clase dirigente: los subalternos adoptan como propios los intereses y discursos de los

dominantes.

6. El concepto de “patrón de acumulación de capital” se trata una herramienta analítica que

permite identificar con claridad las diferentes etapas históricas de nuestro país, en función a

la articulación y comportamiento que exhiben el grupo de variables económicas de análisis,

encontrándose la evolución de las mismas sujetas al bloque social imperante y a los conflictos

entre e intra bloques, que en su conjunto a su vez determinan la existencia de una estructu-

ra económica particular, y que en última instancia dan cuenta de la forma que asume el

Estado (Basualdo, 2007).

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2. Introducción a las principales teorías económicas

La economía, como ciencia moderna (independiente de la filosofía y de la política), se comienza a constituir con la publicación de la obra “Investigación sobre la natu-raleza y causas de la riqueza de las naciones” (1776) del filósofo y economista escocés Adam Smith. Pero existieron corrientes previas, como el mercantilismo7

y los fisiócratas8 cuyos aportes fueron importantes para comprender a los clási-cos.

Adam Smith: Conociendo al capital, canal Encuentro

7. El mercantilismo fue una corriente originada en Inglaterra. Describe la tendencia central del

pensamiento económico desde fines del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. Se trata

entonces del conjunto de ideas que prevalecieron entre el fin del feudalismo y el principio del

capitalismo. El desarrollo de los modernos nacionalismos a lo largo del siglo XVI desvió la

atención de los pensadores de la época hacia cómo incrementar la riqueza y el poder de las

naciones, caracterizándose esta corriente por un interés por el mundo real, en contraposición

a los valores religiosos del período medieval. En este sentido el mercantilismo, fomentaba el

autoabastecimiento de las naciones, siendo el comercio y las finanzas internacionales los

medios para lograrlo. Una población numerosa y mal paga produciría muchos bienes a un

precio lo suficiente bajo como para poder venderlos en el exterior. De este modo se obligaba

a trabajar jornadas largas.

8. Los fisiócratas estuvieron en boga en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII y

surgieron como una reacción ante las políticas restrictivas del mercantilismo. El fundador de

la escuela fue François Quesnay con su libro más conocido, Tableau Économique (Cuadro

económico, 1758), intentaba establecer los flujos de ingresos en una economía, anticipándo-

se a la contabilidad nacional, creada en el siglo XX. Según los fisiócratas, toda la riqueza era

generada por la agricultura; gracias al comercio, esta riqueza pasaba de los agricultores al

resto de la sociedad. Los fisiócratas eran partidarios del libre comercio y del laissez-faire

(doctrina que defiende que los gobiernos no deben intervenir en la economía). También sos-

tenían que los ingresos del Estado tenían que provenir de un único impuesto que debía gravar

a los propietarios de la tierra, que eran considerados como la clase estéril. El fin primordial de

los fisiócratas era preservar mediante una antigua sociedad en la que los propietarios rurales

gozaban de superioridad social y privilegios, y rechazar las pretensiones e intromisiones del

capital mercantilista y las fuerzas industriales.

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2.1. Teoría clásica: el liberalismo

Durante el siglo XVIII surge la teoría clásica de la economía. Uno de sus fundado-res fue, como se mencionó, Adam Smith. El autor afirmaba que el Estado no debe regular al Mercado ya que existe una “mano invisible” que equilibra la oferta (los que venden) y la demanda (los que compran). El concepto de mano invisible de Smith está vinculado a los incentivos y al esfuerzo económico. Según el autor, el incentivo fundamental de la actividad económica es el interés individual. Según esta teoría, los individuos se comportan racionalmente: buscan maximizar ganan-cias y disminuir costos. Su consecución privada y competitiva es la fuente del máxi-mo bien público, esto es, maximizando su propio bienestar, los individuos maximi-zan el bienestar de la sociedad. La tesis básica detrás es que el interés de la comu-nidad es simplemente la suma de los intereses de los miembros que la componen: cada hombre, abandonado a sus fuerzas tratará de maximizar su propia riqueza; por lo tanto, todos los hombres maximizarán la riqueza agregada si no se ven obs-truidos. “El sistema obvio y simple de la libertad natural”9, que según se dice, con-cilia los intereses privados y la eficiencia económica, resulta ser, idéntico al con-cepto de la competencia perfecta. La “mano invisible” entonces, no es más que el mecanismo de equilibrio automático del mercado competitivo.

Para otros clásicos herederos de Smith (Ricardo, Malthus, Mill) las transacciones también se regulan naturalmente. Cada individuo, al ser racional, toma la decisión adecuada: comprar o vender a precios razonables. Es interesante remarcar que los precios razonables, para esta teoría, son los precios que fija el Mercado y no los precios que son adecuados para el bien común. Estos teóricos pensaban en una sociedad en donde algunos individuos vendían productos en una supuesta libre competencia (oferta) y otros individuos tenían el poder adquisitivo para elegir comprar cada producto (demanda). Defendían la propiedad privada, el libre comer-cio y la competencia. El Mercado regularía, bajo esta teoría, los precios autónoma-mente. Esta teoría económica fundamental, como veremos más adelante, sentará las bases del Estado liberal moderno.

2.2. Crítica a los clásicos: Marx

Por su parte, Karl Marx realizó en el siglo XIX una crítica fundamental a la teoría clásica convirtiéndose en la doctrina más importante de las teorías económicas heterodoxas o socialistas. Marx sentó las bases teóricas del “materialismo histórico”10. Tal como sostiene Engels, “la historia parte de la tesis de que la pro-

9. De esta tesis proviene el nombre que se le asigna a esta teoría (“liberalismo”): la libertad

natural es la libertad del mercado.

10. “(…) en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones

necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a

una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de

estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real

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ducción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos” (Engels, 1880).

En sus libros primordiales Marx explicó que en la sociedad existen diferentes cla-ses sociales en conflicto: los burgueses, dueños de los medios de producción (fábricas, máquinas, equipos) que habían podido acumular riquezas; y los traba-jadores (obreros o proletariado) que ponían su fuerza de trabajo (mano de obra) y recibían un salario que solo alcanzaba para subsistir y reproducirse. Esta teoría explicó que a la riqueza la produce el trabajo; es decir, la mano de obra. Por ende, el dueño de la fábrica estaba apropiándose de lo que Marx llamó la “plusvalía”: el valor adicional que se generaba al convertir la materia prima en un producto (el empresario se enriquece con el trabajo ajeno, el trabajo del proletariado), la dife-rencia entre los salarios pagados y los precios de venta de los bienes en los mer-cados.

La explotación fue, entonces, uno de los ejes de la doctrina de Marx, quien seña-ló que el mercado no se regula solo y nunca será justo, sino que crea desigualda-des e inequidades, y una permanente lucha de clases entre unos pocos empre-sarios excesivamente ricos, que tienden a acumular riqueza, y muchísimos obreros sumamente empobrecidos.

Según Marx, las crisis del capitalismo se reflejarían en un desplome de los bene-ficios, una mayor conflictividad entre trabajadores y empresarios e importantes depresiones económicas. El resultado de esta lucha de clases culminaría en la Revolución proletaria y en el avance hacia el socialismo, para luego lograr la imple-mentación gradual del comunismo. En una primera etapa todavía sería necesario tener un Estado que eliminara la resistencia de los capitalistas. Cada trabajador sería remunerado en función de su aporte a la sociedad. Cuando se instituyera el comunismo, el Estado, cuyo objetivo principal consiste, según Marx, en oprimir a las clases sociales subalternas, desaparecería, y cada individuo percibiría, en ese porvenir utópico, en razón de sus necesidades.

Por lo tanto, para Marx es necesario que el Estado, dirigido por el proletariado orga-nizado, sea quien se ocupe de centralizar la producción. Este Estado proletario debe eliminar la propiedad privada de los medios de producción, colectivizar las tierras y abolir la explotación de los hombres y de las mujeres trabajadores por los hombres y mujeres burgueses.

sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determi-

nadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el

proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la

que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”

Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859).

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Karl Marx, Manifiesto comunista, canal Encuentro

Siguiendo las ideas revolucionarias de Marx, los Bolcheviques, grupo de militantes dirigidos por Lenin11, llevaron adelante la primera Revolución proletaria y campe-sina del mundo en octubre de 1917 en Rusia. Posteriormente, se llevaron a cabo otras Revoluciones tomando las ideas de Marx y Engels (con distintas variaciones). Caben ser destacadas la Revolución China de Mao (1949) y la Revolución Cubana de 1959 encabezada por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara.

Revolución Rusa, canal Encuentro

Revolución Cubana, canal Encuentro

11. Lenin fue un político, filósofo, revolucionario, teórico político y comunista ruso. Líder del

sector bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, se convirtió en el principal

dirigente de la Revolución de Octubre de 1917. En 1917 fue nombrado presidente del

Consejo de Comisarios del Pueblo, convirtiéndose en el primer y máximo dirigente de la Unión

de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922.

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Revolución China, canal Encuentro

2.3. Economistas neoclásicos

Los economistas neoclásicos van a rechazar las ideas marxistas y van a actualizar la teoría de los economistas clásicos (Smith y Ricardo, principalmente). A partir de la década de 1870, exponentes de esta corriente12, imprimieron un giro a la eco-nomía, abandonaron el estudio de la causa de la riqueza de las naciones y la lucha de clases, para centrarse en el estudio de los precios y del concepto de equlibrio general. Estos equilibrios se alcanzarían en los mercados de dinero y de trabajo a partir de los movimientos de la tasa de interés y del salario.

Conociendo al capital, canal Encuentro

Otro exponente de esta corriente, Friedrich August von Hayek, defendió ferviente-mente al liberalismo y criticó a la economía planificada y al socialismo que, según sus ideas, eran un grave peligro para la libertad individual. Estos fundamentos serán centrales para la consolidación del Estado Neoliberal de la década de ‘70. La doctrina neoclásica es políticamente conservadora. Los defensores de esta doc-trina prefieren que operen los mercados competitivos a que haya una intervención pública del Estado. Al menos hasta la Gran Depresión de la década de 1930, en muchos países se defendía que la mejor política era la que reflejaba el pensamien-to de Adam Smith: bajos impuestos, ahorro en el gasto público y presupuestos equilibrados. Por lo tanto, el éxito de cada individuo depende de sus característi-cas individuales.

12. Como William Stanley Jevons y Alfred Marshall en Gran Bretaña, Léon Walras en Francia,

y Karl Menger en Austria.

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Luego del crack de 1929, durante la década del ’30, aconteció una gran Crisis Mundial donde la ortodoxia económica no podía explicar ninguno de los fenóme-nos característicos que se estaban sucediendo: caída de los gastos personales, alto desempleo, desplome de la bolsa, etc. En Estados Unidos, la victoria en las elec-ciones presidenciales de Franklin D. Roosevelt (1932) marcó el final político de las doctrinas del laissez-faire (dejar hacer en francés). La Gran Depresión exigía nue-vas políticas y nuevas explicaciones, que fue lo que en ese momento proporcionó John Maynard Keynes en su obra Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero (1936).

2.4. Intervencionismo y proteccionismo: Keynes

Keynes, pensaba que el Estado sí tiene que intervenir en la economía, que el mer-cado de competencia perfecta nunca va a existir y que los empresarios por sí solos no van a buscar el bienestar general y tampoco se va a llegar a ello cuando cada uno quiera aumentar sus beneficios.

Por eso Keynes explicó que el Estado debe generar restricciones a las acciones de los empresarios y que se debe fomentar el consumo interno tendiendo al pleno empleo a través de políticas económicas activas de redistribución del ingreso, ayu-dando a la población a que mejore su calidad de vida. Es decir, que la población pueda comprar para fortalecer el mercado interno y para que así se reactive la economía que estaba saliendo de una situación crítica.

Conociendo al capital: modelo keynesiano, canal Encuentro

Siguiendo estas ideas, EEUU se recuperó de la Crisis y generó el denominado “New Deal” o “Nuevo trato”. Este fue el nombre dado por el presidente de los EEUU, Roosevelt, a su política intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la Gran Depresión. Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de sostener a las capas más pobres de la población, reformar los mer-cados financieros y redinamizar una economía estadounidense herida desde el crack de 1929 por el desempleo y las quiebras en cadena. Keynes sugirió que los gobiernos se hicieran cargo del déficit invirtiendo en obras públicas y otros proyec-tos para incrementar la demanda y el consumo, incluídas las oficinas de empleo, que crearon trabajos en obras públicas para los desempleados. Otros países tam-bién adoptaron medidas proteccionistas similares.

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De hecho, se podría afirmar que ningún país que profesa el libre comercio lo prac-ticó realmente en su etapa de desarrollo y consolidación. El “libre comercio” suele ser aplicado únicamente cuando los países ya se encuentran desarrollados. Estas políticas suelen ser, más bien, una ideología, que posee efectos prácticos y con-cretos para que los países emergentes sigan siendo dependientes de los países centrales. El liberalismo económico (en cualquiera de sus versiones) es una forma que tienen los países dominantes y los grandes organismos multilaterales de cré-dito para imponer sus ideas y seguir favoreciéndose en el intercambio. De este modo dominan, controlan y endeudan a los países y a las sociedades periféricas. Explicaremos estas ideas a continuación.

3. El mito del libre comercio

La historia económica revela que las potencias económicas siempre se han hecho fuertes gracias a Estados fuertes, activos e intervencionistas, nunca a Estados débi-les. Independientemente de las propiedades místicas que se le reclaman, la mano invisible del Mercado depende de la mano visible: el Estado.

Gran Bretaña, por ejemplo, era proteccionista antes de ser una nación que profe-se el libre de comercio. Estados Unidos fue, mientras se industrializaba (siglo XIX), el principal bastión del proteccionismo moderno, según el historiador económico Paul Bairoch (1993).

Muchos años antes de Keynes, el padre filosófico del proteccionismo económico que analizamos más arriba, Alexander Hamilton fundó el sistema financiero esta-dounidense. Sus alumnos incluían a los alemanes, a los japoneses e, indirecta-mente, a los chinos. Hamilton era muy consciente de cómo los británicos practi-caban el proteccionismo: evitar que las colonias compitan mientras venden sus propios productos en todo el mundo. En su opinión, las naciones nacientes nece-sitaban espacio para maniobrar antes de poder competir con las potencias indus-triales establecidas. Los Estados Unidos aceptaron muchas de las recomendacio-nes de Hamilton; los beneficiarios fueron, primero, las industrias textiles y de hie-rro y luego el acero. Es decir, el Estado norteamericano, en su etapa emergente, priorizó el desarrollo estratégico protegiendo a determinados sectores. Fue la fórmula de Hamilton la que convirtió a Estados Unidos en la economía de más rápido crecimiento del mundo en el siglo XIX y en la década de 1920 gracias a los aranceles a las importaciones (proteccionismo) y fomento de las industrias estratégicas (intervencionismo). Esa misma fórmula fue adoptada luego por otras naciones que llegaron tarde a la competencia económica internacional.

El estudiante más influyente de Hamilton fue un economista alemán llamado Frie-drich List, que vivió en Estados Unidos. A su regreso a Alemania, List atacó los principios del libre mercado predicado por Gran Bretaña como puro oportunismo. En su opinión, los británicos podían darse el lujo de abandonar la escala del pro-teccionismo solamente porque habían escalado a la cumbre de la industria y fabri-cación mundial. El libre comercio puede adoptarse sólo después de que las indus-

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trias jóvenes se hubieran nutrido en un ambiente protector. Aplicando las lecciones de List, Alemania se movió con una velocidad espectacular desde una economía agraria a una industrial sólida.

En Asia, los japoneses son posiblemente los mejores discípulos de Hamilton. Des-pués de 1945, Japón precedió a China como el centro de las redes comerciales regionales e intercontinentales. Poco después de su desastrosa participación en la Segunda Guerra Mundial, Japón, a mediados de los ‘90, era el mayor inversor y exportador en la mayoría de los países de Asia oriental. Además, ofrecía un modelo de desarrollo que combinaba una economía de mercado con la intervención estatal, una experiencia de la que China estaba empezando a aprender. La mano visible, el Estado en lugar del mercado, era necesario para guiar el desarrollo. Siguiendo de cerca el ejemplo de Alemania, Japón subsidió fuertemente sus primeras fábricas, copió el diseño británico e importó maquinaria e ingenieros extranjeros.

Dado el poder ilimitado de sus ocupantes estadounidenses para que el país vuel-va a funcionar, los burócratas del Ministerio de Comercio Internacional e Industria de Japón sentaron las bases de una economía manufacturera de clase mundial. El nacionalismo fue un gran estímulo. Pero Japón probablemente no hubiera logra-do este propósito si la guerra de la península de Corea no hubiera estallado en 1950. Pues Japón se convirtió en la principal fuente de adquisiciones estadouni-denses. En la década de 1950, Corea del Sur y Taiwán, ambas antiguas colonias japonesas, heredaron las instituciones de Japón y las prácticas proteccionistas. Esto fue más llamativo en Corea, que era intensamente pobre a principios de los años ‘50; sus pocas industrias fueron construidas por Japón durante la década de 1930. Corea del Sur también encontró soluciones para sus problemas en Friedrich List en lugar de Adam Smith. El líder del país, Park Chung-hee, alimentó a los gru-pos empresariales chaebol (grandes corporaciones) de Corea del Sur (Hyundai, Daewoo y Samsung, entre otros) y se aventuró, primero, a la fabricación de acero.

Debido a que Estados Unidos vio a Corea, Taiwán y Japón como un amortiguador contra el comunismo, ayudó a promover tales estrategias: una combinación de sustitución de importaciones e industrialización orientada a la exportación. Los estadounidenses también dieron acceso a sus aliados estratégicos a los mercados de EE.UU. Y toleraron el achicamiento de las importaciones estadounidenses en la región. Para cuando los Estados Unidos se dieron cuenta de que sus aliados asiáticos habían crecido demasiado, ya era tarde. Japón había tomado muchos productos inventados en los Estados Unidos (automóviles, productos electrónicos de consumo) y los fabricaba de forma más económica y con una calidad superior.

Hamilton y List alcanzaron su mayor influencia en la China posterior a Mao (1976). Deng Xiaoping presidió la República Popular China y emprendió las reformas eco-nómicas de liberalización de la economía socialista que permitieron a este país alcan-zar unos impresionantes resultados de crecimiento económico. Pero la finalización de la intervención estatal en la economía nunca estuvo en agenda. Los líderes chi-nos miraron a los japoneses y a otros países desarrollados del este de Asia, al igual que los asiáticos orientales una vez miraron a Alemania. China se benefició de las

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redes de mercado, la gestión y los conocimientos técnicos que acompañaron estas inversiones. China ingresó en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 y rápidamente aprovechó la oportunidad (mercados de exportación ilimitados) abier-ta por la insistencia estadounidense en el libre comercio.

Un sistema de comercio regional dominado por China está logrando que los países asiáticos sean menos propensos a alistarse en los objetivos geopolíticos estadou-nidenses. Estos intentos de ganarse a los principales aliados estadounidenses en Asia complementan la ambiciosa iniciativa “Un Cinturón, Un Camino” del Presi-dente Xi, que busca poner a China en el centro de los asuntos mundiales a través de una red de vínculos comerciales y proyectos de infraestructura que se extien-den desde Asia hasta Oriente Medio hasta África y Europa.

En suma, EEUU, Alemania, Japón, China, Corea del Sur y todos los países que se ubican dentro del grupo de los altamente desarrollados llevaron adelante políticas proteccionistas de sus industrias. Es decir, todos los Estados centrales ejecutaron una fuerte intervención en la economía para lograr un desarrollo tecnológico y pro-ductivo que pudiera competir en el mercado mundial. Ahora bien, ¿qué caminos adoptó Latinoamérica? ¿Y qué pasó en nuestro país?

4. Dependencia y desarrollo en América Latina y modelos de Estado

Es sabido que los intentos de explicar los fenómenos del desarrollo y subdesarro-llo por parte de la economía ortodoxa no han tenido argumentación ni fundamen-tación aceptada por la mayoría de los expertos en el tema. Estos postulados enun-cian que cada país debe especializarse según sus ventajas comparativas, median-te una apertura irrestricta del mercado externo. No cabe duda que lo anterior es un eufemismo que condena a los países en desarrollo, queriendo transmitir la fe en una pronta convergencia con los países ricos, a perpetuarse en condiciones de pobreza produciendo y comercializando materias primas.

También es conocido que del lado de los economistas heterodoxos hay una vasta variedad de teorías que intentan explicar los problemas ligados al desarrollo de los países atrasados. La cuestión del desarrollo ha sido una temática recurrente y fun-dadora del pensamiento social latinoamericano. Desde la CEPAL (Comisión Econó-mica para América Latina y el Caribe de la ONU)13 en adelante, intelectuales como Raúl Prebisch o Celso Furtado, entre tantos otros, realizaron valiosas contribucio-nes acerca del carácter estructural del subdesarrollo latinoamericano, así como apuntaron a diseñar estrategias de desarrollo “hacia adentro” creando así una heterodoxia latinoamericana propia.

13. La CEPAL fue creada en 1948 con el objetivo de estudiar los problemas regionales y

proponer políticas de desarrollo y comisiones económicas dependientes del Consejo

Económico y Social de las Naciones Unidas con asiento en Europa, Asia, el Lejano Oriente y

América Latina. https://www.cepal.org/es

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La teoría de la dependencia fue ideada en las décadas del 1960 y 1970, por Car-doso y Faletto (1967), entre otros. Esta teoría afirma que existe una diferencia de carácter cualitativo entre países desarrollados y subdesarrollados y supone que las relaciones de América Latina con los centros capitalistas se insertan en una estructura definida: la división internacional del trabajo. En base a ella, se configu-rará la dependencia entendida como una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la mencionada dependencia.

De este modo, se explica cómo en la distribución del Comercio Mundial, los países de América Latina producen, en general, materias primas sin agregarle valor en origen (productos agropecuarios como soja y maíz, ganadería, café, azúcar, etc.). Estos son bienes primarios son los que exporta Latinoamérica. En contrapartida, nuestros países importan bienes manufacturados: máquinas y equipos industria-les, productos químicos, alta tecnología, autos, aviones, etc.

Para la teoría de la dependencia, los precios de los bienes primarios tienden a ser proporcionalmente más bajos y los países centrales nos venden productos con alto valor agregado y sus precios tienden a subir. En consecuencia, los países en vías de desarrollo tienden a empobrecerse, por lo que debe protegerse la industria nacional y tener una política de industrialización. Esta política puede ser por sus-titución de importaciones (ISI), como se implementó en argentina desde fines de la década del ’30 hasta el ’76, logrando así generar mayor riqueza.

El grupo de economistas cepalinos desarrollan una metodología de análisis común identificada como estructuralismo. Octavio Rodríguez destaca que los alcances de la CEPAL “dependen de su naturaleza estructuralista, pues ese tipo de enfoque per-mite poner de manifiesto una serie de problemas y fenómenos específicos del sub-desarrollo, y alcanzar de ese modo una interpretación sui generis del mismo, diver-sa y más compleja que las directamente derivadas de la economía convencional” (Rodríguez, 1983). Para este autor, la concepción inicial del pensamiento cepalino es la estructura centro-periferia. Estos dos polos están diferenciados en cuanto el centro tiene una estructura productiva homogénea y diversificada, mientras que los países periféricos poseen una estructura productiva heterogénea y especializada, es decir, existen diferentes productividades según la rama económica (alta en el sector agropecuario y baja en la industria o agricultura de subsistencia) y se exportan pocos bienes primarios, además de existir escasa integración vertical u horizontal de la pro-ducción. La disparidad dinámica entre el grado de avance de las estructuras pro-ductivas de los dos polos sostiene la diferenciación de sus ingresos medios.

Detrás de los grandes diferenciales de productividad de los sectores que conviven en las economías subdesarrolladas subyacen diferencias de carácter cualitativo14.

14. Aníbal Pinto desarrolla un modelo conformado por tres sectores: el “primitivo” cuyos

niveles de productividad son semejantes a los que primaban en la economía colonial; en el

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Es decir, diferentes modos sociales de producción y la consiguiente variedad de formas de propiedad. Pero la heterogeneidad no sólo tiene lugar a nivel de modos de producción (coexistencia del capitalismo con formas precapitalistas) sino tam-bién al interior de la forma capitalista.

Pinto señala que los efectos de la heterogeneidad se traducen en consecuencias económicas, sociales y políticas, la más relevante la constituyen las transferencias de ingresos desde sectores más atrasados hacia los más avanzados, y a su vez, de éstos al exterior. Los mecanismos que precipitan las transferencias son de dos tipos: a) políticos: las palancas del poder estatal se utilizan en favor de determina-dos grupos o sectores; b) económicos: se trata aquí de los mecanismos de forma-ción de precios como consecuencias de la presencia de estructuras oligopólicas que obtienen transferencias, las cuales son mayores cuanto más grandes son las diferencias de productividad.

Sin embargo, este paradigma del desarrollo postulado en las décadas del ’50 y ’60 por la CEPAL, e ilustrado por las experiencias nacional-desarrollistas, que coloca-ban al Estado como un actor central (en términos de productor y regulador de las relaciones sociales), fue criticado, desde diferentes vertientes y posicionamientos político-ideológicos. Desde el marxismo, tanto la corriente de la dependencia como los teóricos de la marginalidad, no sólo cuestionaron el carácter reformista de dichos modelos sino también los límites de su capacidad de integración, al tiempo que señalaban como horizonte la alternativa revolucionaria. Así, por encima de las diferencias político-ideológicas, se tratase de la perspectiva desarrollista o de la izquierda revolucionaria, al volver sobre aquellos tiempos es posible rescatar la dis-posición a pensar modelos de desarrollo, concebidos en términos de proyectos alternativos de sociedad.

En las últimas décadas el escenario regional y global cambió claramente. En nue-vos contextos y debates internacionales, se fue ampliando el arco temático y se fueron incorporando otras dimensiones ligadas al desarrollo, como el tema ambien-tal, la cultura, la dimensión humana y social, entre otras.

Por un lado, la crisis de la idea de modernización (y por ende, del desarrollo como progreso industrial), en su versión hegemónica, abrió un nuevo espacio en el cual se fue cristalizando el rechazo y la revisión del paradigma del progreso y la socie-dad industrial de consumo. En esta óptica, y pese a la fuerte desconfianza de las izquierdas clásicas, los movimientos ecologistas que se desarrollaron a partir de los años ´60, especialmente en Europa y Estados Unidos, lograron alcanzar un carácter altamente precursor, desarrollando una respetable influencia en sus socie-dades. Paralelamente, en América Latina, las críticas indigenistas respecto del

otro extremo un “polo moderno”, dedicado a la exportación, industriales y de servicios que

funcionan a niveles de productividad semejantes a los promedios de las economías desarro-

lladas y, finalmente, el “intermedio” que, corresponde más cercanamente a la productividad

media del sistema nacional.

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carácter lineal, monocultural de las teorías dominantes del desarrollo (y la Moder-nidad) fueron horadando su solidez simbólica, haciendo lugar al disenso y al reco-nocimiento de su dimensión excluyente.

Recordemos que hasta bien entrado el siglo XX, no existía lugar político e ideoló-gico desde el cual oponerse al irresistible credo del progreso, ya que se descono-cían o se desestimaban las consecuencias destructivas que podía generar una modernización sin freno. En rigor, había un único paradigma de la modernización, al cual adherían incluso las diferentes corrientes del marxismo, cuya visión pro-ductivista y homogeneizante del progreso fue puesta a prueba en varias oportuni-dades y contextos históricos.

En este sentido, América Latina no fue una excepción, pues esta visión fue soste-nida tanto por los Estados desarrollistas como por las diferentes experiencias de carácter nacional-popular. Quizá mucho más que en otras latitudes, las izquierdas se mostraron sumamente refractarias a las corrientes indigenistas y ecologistas que se iban pergeñando a la luz de las diferentes críticas del paradigma productivista.

Por otro lado, la crisis del ideario emancipatorio (fracasos de las izquierdas y dic-taduras militares mediante) y el posterior desmantelamiento del Estado nacional-desarrollista, produjeron un eclipse de esta línea del pensamiento social latinoa-mericano. Ciertamente, entre los años ‘80 y ´90 estas temáticas desaparecieron por completo de la agenda política, tanto en nuestras sociedades latinoamericanas, como en otras latitudes. Para el caso del desarrollo, en las últimas décadas hemos asistido al ocaso de una visión macrosocial, que enfatizaba enfoques y planifica-ciones más centralizadas, hacia una concepción más micro-social, que sitúan la cuestión del desarrollo en una escala local, territorial y regional.

Sin embargo, en los últimos años, la emergencia de un nuevo escenario económi-co, político y social en América Latina parece haber impulsado una vuelta hacia las “grandes preguntas”, particularmente visible en el retorno de aquellos concep-tos límites que alguna vez trazaron las líneas directrices del pensamiento crítico latinoamericano. En este sentido, la idea de desarrollo ha vuelto a incorporarse al vocabulario político y económico (Svampa, 2015). Sin embargo, este concepto-límite no ha retornado intacto o como simple fantasma del pasado; antes bien, sobre él se van yuxtaponiendo nuevas narrativas, operando trastocamientos y resig-nificaciones mayores, ligadas tanto a la dinámica del poder (nacional y global) y su entrelazamiento con las fuerzas del Estado, como a la acción contestataria de los sectores subalternos.

En rigor, en Argentina el retorno de la idea de desarrollo sigue asociada a un para-digma productivista, vinculado en gran medida a la expansión vertiginosa del mode-lo agro-exportador, centrado para el caso argentino en la expansión de los agrone-gocios en la generalización del modelo extractivo-exportador (hidrocarburos, mine-ría); y en la reactivación de la industria, a partir de 2004. Este conjunto de condi-ciones parecen haber traído consigo el retorno de un imaginario desarrollista, habi-da cuenta que, a diferencia de los años ´90, la economía argentina –al igual que

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otros países de la región- se vio enormemente favorecida por los altos precios inter-nacionales de los productos primarios (llamados commodities), tal como se refleja en las balanzas comerciales y el superávit fiscal. En esta coyuntura favorable, no es casual que los propios gobiernos enfaticen una visión productivista. Traducir en meros términos de “modelo de desarrollo” las contradicciones y los puntos ciegos que hoy presentan estos diferentes proyectos forma parte, justamente, de este anclaje ideológico que construye la cuestión como puramente productivista.

Para analizar los distintos tipos de articulación Estado-sociedad que se han confor-mado desde la constitución del estado moderno en la Argentina nos lleva a situar-nos en un proceso que comienza en el siglo XIX. Desde entonces se han sucedido distintas formas de esta relación. Al mismo tiempo, Basualdo (2012) propone la posibilidad de identificar un determinado patrón de acumulación del capital15. Este patrón de acumulación también define la dotación tecnológica, la especificidad de los procesos productivos y el fruto de la puja entre capital y trabajo por la apropia-ción del ingreso, que se corresponden con una estructura económica imperante, al mismo tiempo que cada patrón de acumulación de capital se condice con un blo-que de poder, que lo comanda y que resuelve las jerarquías, intereses y disputas originadas en el seno de las fracciones del capital. Dentro de estas fracciones, algu-nas de ellas tendrán “predominio económico” en relación a la estructura económi-ca; mientras que otras adquirirán la potestad de ejercer la “hegemonía política” en línea con la subordinación del Estado. Es de este modo como cada patrón de acu-mulación del capital, configura un tipo de Estado con aparatos específicos y con el control de recursos coactivos, funcionales a su reproducción material. En este marco, O´Donnell afirma que el Estado capitalista actúa de garante en la reproduc-ción de las relaciones de producción entre capitalista y obrero, relaciones que encar-nan la contraposición de clases sociales con intereses antagónicos, en donde se materializa la contradicción inherente al sistema.

Entendemos entonces que el Estado posibilita la reproducción material de las cla-ses como tales, y el proceso de acumulación del capitalista, y en esto se encierra que el Estado se convierte en el organizador y garante de esas relaciones de domi-nación social. “El Estado entraña la expresión de un interés más general (…), ese interés no es neutral o igualitario; es el de la reproducción de una relación social que articula desigual y contradictoriamente a la sociedad” (O´Donnell, 1984).

Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué modelos de desarrollo adoptó Argentina en el siglo XX?

15. Dado por el conjunto de variables económicas que lo caracterizan y por el funcionamien-

to específico que presenten las mismas.

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5. Modelos de Estado en Argentina

Se podrían reconocer, de manera sintética, seis grandes modelos de Estado en Argentina:

A. El modelo constituido a mediados del siglo XIX, que sería identificado como el oligárquico conservador (en términos políticos) y liberal agroexportador (en términos económicos). En términos del patrón de acumulación se obser-va que en función a la necesidad de importación de alimentos de los países industriales con núcleo en Inglaterra, durante el período 1880-1930, el patrón de acumulación con centro en los productos agropecuarios de la pampa húmeda, impuso como bloque dominante a la oligarquía terrate-niente, mientras que las industrias nacientes resultaban accesorias y refor-zaban del crecimiento del agro.

B. A partir de la década del ’40, el Estado nacional-popular, de bienestar o social. Con la crisis internacional y luego del estallido de la segunda Guerra Mundial (1939), a partir de la segunda mitad de la década del ‘30 y hasta 1958, se instala un nuevo patrón de acumulación basado en la primera etapa de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). La industria textil es quien ocupa el papel de rama dinámica de la actividad industrial durante la primera mitad de este período. A partir de 1943, y de la mano de la administración de Perón es que la burguesía nacional logra cobrar mayor visibilidad. A fines del período es la industria metalúrgica la rama dinámica.

El nombre de Estado social proviene de su objetivo que es: garantizar el bienestar material mínimo a todos los individuos, por ser ciudadanos porta-dores de derechos. Ello implica el conocimiento estatal de que todos los ciudadanos tienen derechos y el Estado debe garantizarlos más allá de sus ingresos. El Estado social se encarga de actividades que no tenía en el modelo liberal, de modo que se amplían los derechos y se universaliza su ejercicio.

El Estado social profundiza la democracia pasando de lo formal a lo sustan-tivo, pues no sólo garantiza derechos sino que avanza en la redistribución de la riqueza para asegurar a todos los habitantes condiciones de vida dig-nas asegurando la protección social, entendida ésta mediante derechos a servicios de salud, vivienda, educación, jubilaciones y pensiones y la pro-tección del empleo y/o del empleado. Algunas de sus características son:

- Llevar adelante una fuerte intervención en la economía a partir de una polí-tica fiscal activa que busca regular el mercado y corregir sus fallas, reapa-reciendo la economía política como forma de neutralizar y colocar bajo el control político al sistema económico.

- Poner el énfasis en la justicia social mediante la redistribución de las rique-zas para el desarrollo integral del país.

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- En referencia a la cultura, se observa una valorización de la producción nacional y la adopción de medidas para su desarrollo, así como un fuerte énfasis puesto en la educación pública y gratuita, en todos los niveles.

- Promover el desarrollo de la industria y de la infraestructura nacional, y lle-var a cabo una transferencia de ingresos del sector agropecuario al sector industrial, para así reducir al mínimo la tasa de desempleo.

Respecto a la economía, el Estado Social implementó la denominada ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones). Este modelo de desarro-llo industrial fue adoptado por Argentina desde fines de 1930 hasta 1976 (con algunas diferencias, avances y retrocesos durante esos años).

Video sobre la ISI

La falta de productos elaborados provenientes de las naciones europeas industrializadas durante la segunda Guerra Mundial y los efectos de la Gran Depresión, fue un estímulo para esta política, que también se puede definir como el dejar de importar productos extranjeros y comenzar a consumir los producidos en el país de origen. De acuerdo con este modelo, los países se van a desarrollar a partir de la producción local de bienes que sustituyan aquellos que son importados, teniendo principalmente dos estadíos dentro el proceso (1ro. Sustitución fácil: manufactura ligera; 2do Sustitución com-pleja: industria pesada, bienes de alto valor agregado). Se basa en los siguientes postulados: subsidios y dirección del Estado para la producción de bienes manufacturados en los países en desarrollo; aranceles a la impor-tación; y tipo de cambio elevado.

C. El Estado desarrollista, en la década del ‘60. Entre 1958 y 1976 tiene lugar la segunda etapa de sustitución de importaciones, donde la protagonista fue la industria automotriz.

D. El tipo de Estado burocrático-autoritario que se ubican en la segunda mitad de la década del ’60 (Dictadura de Onganía). Tal como señala Oszlak (1980): “El carácter tecnoburocrático de estos regímenes se manifiesta en una orientación eficientista que impregna el estilo dominante de gestión estatal. Una manifestación de ello es el fuerte énfasis otorgado a los progra-mas de racionalización y organización del sector público”.

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E. El modelo que comienza a delinearse en la década del ’70, a partir de la destrucción del Estado de bienestar, y queda configurado a fines de los ’80 y comienzos de los ’90 con las políticas de ajuste y la nueva integración al mercado mundial: el estado Neoliberal. La dictadura cívico-militar argentina de 1976 impuso como patrón de acumulación al régimen de valorización financiera, caracterizado por un fuerte incremento de la deuda externa y fuga de capitales. Este período se caracterizó por la retirada del Estado en cuanto a su rol motorizador de la industria y se suprimieron las garantías constitucionales. Una de las rupturas de este patrón con los anteriores radi-ca en que el eje ya no radica en la concentración económica, sino en la centralización del capital16. Esta transformación funda a los conglomerados económicos como nueva unidad económica. De este modo condicionan y dirigen a todas sus empresas parte que pertenecen a diversos sectores económicos pero que operan bajo la lógica del conglomerado. Estos conglo-merados se logran instalar como los conductores del proceso económico, subordinando al resto de los actores sociales.

De este modo, se destruyó el modelo del Estado Social priorizando la valo-rización financiera, diezmando fábricas, PyMEs y atacando a los trabajado-res industriales. La Dictadura contó con el decisivo respaldo de los grandes grupos económicos nacionales y el financiamiento permanente de los gran-des bancos internacionales y los organismos internacionales de crédito como el Banco Mundial y el FMI. La Junta Militar llevó a cabo acciones represivas en la línea del terrorismo de Estado (práctica social genocida) conocida mundialmente como la Guerra Sucia, coordinada con otras dicta-duras instaladas en los países sudamericanos mediante el Plan Cóndor, que contó con la protección del gobierno de los EEUU y la pasividad de la comu-nidad internacional. El gobierno de facto secuestró, torturó y ejecutó clan-destinamente a 30.000 personas, que luego serían denominados deteni-dos-desaparecidos, sospechados de ser militantes, guerrilleros o activistas civiles (artistas, periodistas, sacerdotes, etc.) en centros clandestinos de detención establecidos al efecto. Gran cantidad de ellos fueron ejecutados y enterrados en fosas comunes o arrojados al mar desde aviones militares. Además, el “Proceso de Reorganización Nacional” dejó como saldo la cifra estimada de 200.000 exiliados, la derrota del Ejército argentino en Malvinas, la multiplicación de la deuda externa por cinco, la destrucción de gran parte del aparato productivo nacional y la quiebra y el vaciamiento de la totalidad de las empresas públicas a causa de la corrupción de sus directivos.

16. Proceso por el cual un grupo de capitalistas expanden a diversas actividades económicas

la propiedad de sus medios de producción, y en consecuencia el control de la economía.

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Video El quiebre de la ISI

Durante la década del ’90 este proceso de destrucción de la Industria Nacional se profundizó. Los antecedentes internacionales se ubican tam-bién en la década del ‘70 con la llegada de M. Thatcher al poder de Inglaterra en 1979, R. Reagan a EEUU en 1982, H. Kohl en Alemania en 1984. De todos ellos, el gobierno inglés fue quizás el más ortodoxo o extre-mo en su aplicación.

América Latina, como sabemos, vivió un proceso similar aunque, se inició anticipadamente a lo que pasaría en los países desarrollados. No son pocos los economistas del mundo que sostienen que nuestra región fue el ensayo de lo que vendría en el resto del mundo. En Chile, primero, y en Argentina después, se implementaron recetas neoliberales antes que los países cen-trales. En ambos casos, el desempleo masivo y la represión fueron el marco político que posibilitó la destrucción progresiva del Estado de Bienestar (especialmente en Argentina) y el inicio de un proceso de privatizaciones que comenzaba y que en conjunto le daba forma al modelo neoliberal.

El Estado neoliberal se caracteriza por reducir las capacidades del Estado en todos sus frentes, esto quiere decir que el mercado comienza a ocupar-se de las tareas que antes realizaba el Estado. La problemática que esto presenta es que el mercado busca minimizar los costos y aumentar los beneficios, mientras que el fin del Estado no es aumentar beneficios sino satisfacer las necesidades de la población.

Las creencias de fondo que impulsan estas medidas son que el Mercado tiene la capacidad de movilizar los recursos de la sociedad para garantizar los derechos individuales y que la presencia del Estado genera obstáculos e ineficiencias. Al mismo tiempo se fomenta un Estado que solo tenga el rol de asegurar las condiciones para el funcionamiento libre del mercado. Se procura subsumir lo estatal a la competencia mercantil, donde la economía se separa de la política. Concretamente, esto implica: abstenerse de aplicar una política fiscal progresiva; eliminar las barreras arancelarias que prote-gen a la producción nacional, es decir, eliminar impuestos que se cobran a los productos que ingresan del exterior; abandonar o reducir políticas públi-cas de carácter redistributivo; privatizar empresas públicas; lograr un marco jurídico flexible para favorecer la inversión extranjera (principalmente la especulativa); incrementar la tasa de interés; aumento del desempleo; pro-

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mulgación de leyes antisindicales; supresión de controles sobre flujos finan-cieros (entrada y salida libre de capitales); ajuste de gastos sociales; pre-carización y flexibilización de las relaciones laborales.

En muchos casos, en el Estado Neoliberal los productos son vendidos por oligopolios o monopolios, es decir, empresas que son únicas proveedoras del producto a nivel local o transnacional. Esto permite que puedan estable-cer los precios sin competencia ni controles del Estado. Mientras que la apertura de importaciones destruye la industrialización local y ahoga a las pequeñas y medianas empresas ya que no pueden competir con los precios de los productos de otros países.

F. El proceso histórico que se llevó a cabo de 200317 hasta 201518 suele ser

17. En 2003 fue elegido presidente Néstor Kirchner quien asumió el mandato hasta 2007.

Kirchner confirmó como ministro de economía a Roberto Lavagna, manteniendo la devaluación

de la moneda mediante una fuerte participación del Banco Central en la compra de divisas,

impulsando mediante las exportaciones un crecimiento económico con tasas del PBI cercanas

al 10%. Por otro lado, logró sacar al país de la cesación de pagos, canjeando deuda por nuevos

bonos indexados por la inflación y el índice de crecimiento económico. Los índices de pobreza

y de desempleo disminuyeron notoriamente. Durante el gobierno de Kirchner, se canceló por

anticipado la totalidad de la deuda con el FMI, con el objetivo de terminar con la sujeción que

este organismo imponía. Kirchner llevó adelante una activa política para promover los derechos

humanos, incorporando a su gobierno a reconocidos integrantes de organizaciones que lucha-

ban contra la impunidad de los responsables del golpe cívico-militar. Además, impulsó los jui-

cios a los responsables por crímenes de lesa humanidad ocurridos durante los años 70, reali-

zados por la Triple A y por el gobierno del Proceso de Reorganización Nacional. Para conseguir-

lo, fueron anuladas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las cuales mantenían frenados

los juicios. Por decreto presidencial, se estableció el proceso para renovar la Corte Suprema de

Justicia, sumamente criticada por su accionar durante los ’90.

18. En 2007 asumió la primera mujer elegida democráticamente de la historia argentina:

Cristina Fernández. En 2008 su gobierno puso fin al sistema privado de AFJP y se organizó la

administración de reparto estatal de jubilaciones y pensiones de gestión estatal (ANSES). El

gobierno enfrentó la Crisis económica mundial de 2008 con una serie de medidas, impulsando,

entre otras, a la industria automotriz (que batió el récord de producción en 2011) y dando cré-

ditos a trabajadores y empresas. En 2009 se dispuso, por decreto, la creación de la Asignación

Universal por Hijo (AUH): un ingreso fijo para todos los menores de 18 años que no recibieran

ingresos familiares de origen salarial. En un proceso iniciado por Néstor Kirchner desde el 2003

hasta el 2009, se duplicó la clase media en la Argentina, que pasó desde los 9,3 millones a los

18,6 millones en ese último año. Esto transformó a la Argentina en el país con mayor crecimien-

to de dicho segmento de la población en toda América Latina. También en 2010 se crearon las

denominadas Universidades del Bicentenario radicadas en el conurbano bonaerense. Este

proceso ratificó el compromiso del Estado Nacional con la Educación, según lo establece la Ley

Nacional de 2006, que alcanza el 6,47% del PBI, el nivel más alto de Latinoamérica y similar

al de los países centrales. Durante 2010 se celebró el Bicentenario de la Revolución de Mayo

con eventos masivos en varias partes del país. El 27 de octubre (día en el que se realizó el

último Censo) de ese mismo año falleció el ex presidente Néstor Kirchner de un paro cardiores-

piratorio, lo que produjo una gigantesca manifestación popular que salió a las calles a despedir-

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denominado de desarrollo productivo con inclusión social que originó un crecimiento económico sin precedentes. Se consolidaron cerca de 1.000.000 de PYMES en todo el país, según datos de la SEPYME. Se crea-ron más de 5 millones de puestos de trabajo y el desempleo disminuyó del 20,4% en 2003 al 6,9% en 2012 (según estadísticas del Ministerio de Trabajo de la Nación19). El presupuesto educativo casi se triplicó: pasó del 2,4% en 2003 al 6,47% del PBI en 2011 (según cifras del Ministerio de Educación), entre otros indicadores relevantes. Argentina contaba con el salario mínimo más alto de América Latina (alcanzando en 2013 la cifra de casi US$ 609).

Sin embargo, otros autores, como Svampa (2015), afirman que en este proceso coexistieron diferentes modelos de desarrollo, vehiculizados por actores ligados a sectores e intereses con historias, discursos, prácticas productivas y proyectos de sociedad específicos, que en ciertos casos, dis-putan los mismos recursos naturales, humanos y públicos:

I. El nuevo modelo de agronegocios, basado en un paquete socio-tec-nológico que asocia biotecnología y un nueva gestión de recursos humanos y cognitivos;

II. El modelo extractivo-exportador, que comporta la explotación de los recursos naturales, y aparece asociado a los grandes proyectos ener-géticos y de infraestructura (modelo minero).

III. El modelo industrial, el cual se halla centrado en los sectores de la construcción, la automotriz, textil, metalurgia, cuyo proceso de recomposición post-convertibilidad ha abierto nuevamente a la puja distributiva, en un contexto de crecimiento y, a la vez, de precariza-ción de las condiciones de trabajo. Mientras estos modelos convivie-ron durante estos años, se puede observar que el proceso de concen-tración y extranjerización iniciado durante el período de valorización

financiera se profundizó durante la década posconvertible, dando como resultado que un conjunto de pocas grandes empresas logra-ran ocupar un lugar clave en la oferta de bienes exportables y por lo tanto en la incidencia sobre la oferta de divisas.

lo. También en 2010, el Congreso Nacional aprobó el matrimonio entre personas del mismo

sexo. De esta forma, el país se convirtió en el primero de América Latina en reconocer este

derecho en todo su territorio nacional. Además, fue el décimo país en legalizar este tipo de unión

a nivel mundial. El 23 de octubre de 2011, Cristina Fernández fue reelecta para el cargo de

presidente con el 54% de los sufragios, y recuperó la mayoría parlamentaria que había perdido

en los comicios legislativos de 2009. Bajo su gobierno se recuperó la mayoría accionaria de la

anteriormente privatizada Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).

19. Ministerio de Trabajo de la Nación, 2011, “Dinámica del empleo y rotación de empresas”:

http://www.trabajo.gov.ar/left/estadisticas/descargas/oede/INF_dinamica201101.pdf

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En lo que respecta a la restricción externa este hecho lo afecta de manera directa, por un lado, eleva los niveles de importación por la lógica misma de producción que poseen las empresas trasnacionales importando bienes de capital, insumos, entre otros, y por otro lado, en períodos de crecimiento las filiales incrementan las remesas de utilidades enviadas al exterior, lo que implica un mayor riesgo para la cuenta corriente por los elevados montos que éstas manejan, dado que gran parte de la cúpula empresarial del país que tienen un peso predominante en las exportaciones son de capital extranjero.

Por su parte, Azpiazu, Manzanelli y Schorr20 muestran que la participación la cúpula empresarial en el valor bruto de producción total pasó de 20,4% durante la Convertibilidad a 28% en la etapa posterior. Es decir que el pro-ceso de concentración económica se incrementó durante las administracio-nes de los gobiernos del ciclo 2003-2015. La nueva estructura de precios relativos benefició mayormente a los sectores vinculados a la explotación de minas y canteras y a los exportadores de productos agropecuarios que tam-bién se vieron favorecidos por la suba de los precios internacionales de estos commodities y el incremento de la demanda externa.

Mientras sigan existiendo elevados niveles de concentración (la cúpula empresarial poseen el mayor peso en la generación de divisas), además de que parte de las mismas sean de capital extranjero, no se podrá superar la restricción externa. Por tanto, se debe trabajar en el cambio de dicho perfil obteniendo un mayor peso de las exportaciones industriales de alto conte-nido tecnológico, que permitirán generar un crecimiento sostenido e inclu-sivo, sin dependencia del resto del mundo en lo que respecta a bienes de capital, evitando los problemas de estrangulamiento externo en un mundo altamente globalizado.

Por último, si bien es un proceso reciente, se puede adelantar que la gestión que se inició en 2015 retoma los preceptos económicos previos a 2003: ajuste económico, devaluación, eliminación de las retenciones a las expor-taciones, apertura comercial, aumento desmedido de tarifas a los servicios públicos, suba de la tasa de interés, liberalización del mercado de capitales, desregulación de mercados, achicamiento del Estado, fuga de capitales y endeudamiento externo. Las políticas implementadas hasta el momento, de carácter ortodoxo y con el objeto explícito de disciplinar a la clase trabajado-ra a través de una relevante pérdida del poder adquisitivo y de la disminu-ción en los niveles de ocupación, parecen ser ya conocidas, deviniendo en importantes niveles de conflictividad social en pos de recuperar las conquis-tas y mantener los derechos que se supieron conseguir en los años previos.

En este sentido, es posible afirmar que el actual Gobierno Nacional está totalmente inspirado en los principios del famoso Consenso de Washington. Esta vez con un fuerte privilegio al sector financiero y particularmente per-siguiendo los intereses de las multinacionales. Los investigadores de CIFRA (2016) enuncian como hecho novedoso de esta nueva gestión que por

20. Concentración y extranjerización, la Argentina en la posconvertibilidad (2011).

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primera vez en la historia, los sectores dominantes lograron acceder de forma legítima a través del voto popular y bajo un partido propio al control del Estado y en consecuencia a la definición de la política económica del país. La naturaleza del gobierno tiene sus cimientos en, por un lado, corromper la estructura estatal regulacioncita instaurada por la gestión anterior de modo de consolidar una en la que vuelvan a primar los criterios del “mercado”; y por el otro, en un brutal ajuste económico fundado en la reducción de la actividad y en la transferencia de ingresos del trabajo al capital. Este partido propio se encuentra compuesto principalmente por funcionarios que tienen una representación directa con diversas fracciones del capital y que ejercían cargos directivos en bancos transnacionales y empresas extranjeras. Es decir, que la fracción hegemónica se constituye por estos segmentos, acompañando al bloque de poder los grupos econó-micos locales y el agro pampeano, pero con mucha menor intensidad y representación, y resultando ello una novedad en la historia Argentina, entendiendo esta tensión como una alarma de futuras contradicciones y conflictos a los que el gobierno deberá atender.

El Centro de Economía Política Argentina (CEPA) identifica los ganadores y perdedores de este nuevo modelo a partir de un análisis de la participación de los diferentes sectores de la economía en el PBI. Entre los ganadores se encuentra, en primer lugar, la intermediación financiera21 posicionándose sig-nificativamente por encima de los demás sectores. Le sigue electricidad, gas y agua, sectores que se vieron notablemente favorecidos por los aumentos en las tarifas. El agro se lleva el tercer lugar en el podio de privilegiados. En cuanto a los perdedores, la actividad más afectada de toda la economía es la industria manufacturera, seguida del comercio dado por la caída en los niveles de con-sumo de la población. Particularmente las pymes han resultado fuertemente castigadas puesto que dependen casi en su totalidad del mercado interno.

En suma, hay un claro retroceso del apoyo y fomento de la industria nacio-nal. Se instala así una agenda neoliberal de una pobreza extrema. No exis-te en ese mundo la expresión equidad social, no existe la palabra desarrollo, en sentido estricto, ni tampoco ciencia y tecnología. Menos aún se discuten las características centrales de la inversión productiva y el riesgo empresario para asumirla. Aunque sí se suele enaltecer, en diversas esferas políticas y medios de comunicación, a ciertos emprendedores innovadores que triun-fan en un mundo hostil con poco dinero y buenas ideas. ¿Por qué sucede esto? Para poder ensayar una respuesta que vincule los temas analizados hasta ahora (desarrollo económico, modelos de estado y perspectivas de desarrollo emprendedor), consideramos que es pertinente, primero, anali-zar el concepto de “innovación” ya que se encuentra íntimamente ligado con la temática en cuestión.

21. Es posible asociar este crecimiento a una serie de medidas adoptadas por la gestión de

Cambiemos favorables al sector: la suba de la tasa de interés, la desregulación del sistema

financiero, el acuerdo con los fondos buitres, y la libre disponibilidad de divisas, entre otros.

Estas medidas permitieron recrear las condiciones necesarias para la bicicleta financiera.

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6. Sobre el concepto de “innovación”

La definición tecnocrática de innovación, tradicionalmente adoptada por los Orga-nismos Internacionales y aceptada en diversos ámbitos académicos, es la del Manual de Oslo (2005) que “define cuatro tipos de innovaciones que abarcan una amplia gama de cambios en las actividades de las empresas: innovaciones de pro-ductos, innovaciones de procesos, innovaciones organizacionales e innovaciones de marketing" (OCDE 2005: 16-17).

Al respecto, diversos expertos argumentan que existe una correlación importante entre las inversiones en I+D (Investigación y Desarrollo) y la sostenibilidad de las nuevas empresas. Las inversiones en I+D constituyen uno de los principales pila-res de la innovación y acompañan los distintos tipos de vinculaciones existentes entre actores públicos, actores privados, lógicas de usuario-producto, y lógicas de gestor-usuario.

Ahora bien, existen otras visiones sobre esta cuestión. Para Albornoz (2009), la innovación no es un concepto puro y unidimensional sino que es un término poli-sémico (adopta distintos sentidos). La innovación “entraña el propósito de mejorar la posición competitiva de las empresas mediante la incorporación de nuevas tec-nologías y conocimientos” (Albornoz, 2009: 11). Esto quiere decir que incluye acti-vidades organizacionales, financieras y comerciales.

Diego Hurtado (2017), por su parte, plantea un debate en torno al término “inno-vación”. El autor sostiene que existen ciertas definiciones que no toman en cuen-ta las características específicas de los países emergentes o en vías de desarrollo (como Argentina). Algunos autores europeos no toman en cuenta, en sus análisis, que los principios de la “economía de la innovación” funcionan mejor en las socie-dades más desarrolladas, donde la equidad social y jurídica y un Estado escrupu-loso son condiciones de posibilidad de un sistema nacional de innovación. Con el foco puesto en Dinamarca, Bengt-Åke Lundvall, por ejemplo, enfatiza que en los sistemas nacionales de innovación, las instituciones juegan roles claves como antí-dotos para la incertidumbre propia de la economía mundial.

Una segunda cuestión, que no suele ser explícitamente pensada por los autores de los países centrales que intentan imponer sus visiones en América Latina, es la autonomía económica y política de los países desarrollados. Las teorías de la depen-dencia económica (analizadas anteriormente), son ideas generalmente ausentes en estos enfoques. Es decir, para Hurtado (2017) es importante tener en cuenta ciertas mediaciones teóricas sustanciales para pensar las teorías de la innovación, generalmente construidas desde los países centrales. No hay que adoptar estas ideas unidireccionalmente y de manera acrítica. En esta línea de pensamiento, Thomas y Santos (2016) plantean que las tecnologías mantienen necesariamente un comportamiento situado tanto social, política como económicamente, y que la Innovación es el proceso dinámico de cambio tecnológico que da lugar a desarro-llos multilineales.

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La innovación, desde la perspectiva de Hurtado, no siempre es favorable para los países en vías de desarrollo, como comúnmente se cree. A veces puede tomar sentidos contrarios a las metas políticas de los países. David Harvey, por ejemplo, señala que la innovación apunta hacia el “decrecimiento de las oportunidades de empleo para los trabajadores y de la creciente importancia de las rentas extraídas de los derechos de propiedad intelectual para el capital”. Para este autor la cultu-ra capitalista “está obsesionada con el poder de la innovación” y, por esto mismo, “la innovación tecnológica se transformó en un objeto fetiche22 del deseo capita-lista”. En ese sentido, Hurtado afirma que es necesario “desnaturalizar los sende-ros de evolución tecnológica e institucional del capitalismo financiero, y domesticar un nuevo sentido a través del diseño de políticas tecnológicas específicas y orien-tar los procesos de innovación en la dirección de un proyecto de país sustentado en valores colectivos y democráticos” (Hurtado, 2014).

Es decir, el proceso innovador puede implicar procesos negativos para la sociedad. Tal como sostiene Albornoz, la denominada destrucción creadora de Schumpeter (1912), que perturba las estructuras existentes, involucra “una auténtica destruc-ción de puestos de trabajo y de capital instalado. (…) muchos trabajadores que-dan marginados del mercado de trabajo y muchas regiones padecen los efectos de la desindustrialización” (Albornoz, 2009: 19). Esta destrucción masiva de empleos que implica la innovación no es, como comúnmente se cree, reemplaza-da por puestos de trabajo en el sector servicios ya que quedan amplios sectores sociales, trabajadores y trabajadoras excluidos/as de los procesos de innovación.

Es evidente que existen otros autores que resaltan únicamente el costado positivo de la innovación: “ciudades limpias, tecnópolis y parques de la ciencia. Pero el reverso del nuevo urbanismo es la triste realidad de los barrios y las ciudades des-industrializadas.” (Albornoz, 2009: 20). Distintos académicos y hacedores de polí-ticas públicas pensaron que las innovaciones tecnológicas iban a ofrecer posibili-dades extraordinarias para los países en vías de desarrollo pero, en concreto, estos no están aprovechando plenamente las ventajas en este campo. De hecho, el abis-mo entre los países desarrollados y los no desarrollados tiende a aumentar.

En suma, tanto para Hurtado como para Albornoz, entre otros, es necesario y urgente generar un nuevo sentido a través del diseño de políticas tecnológicas específicas para los países en vías de desarrollo y orientar los procesos de innova-ción en la dirección de un proyecto de país sustentado en valores colectivos y democráticos que generen justicia e inclusión social y disminuyan la brecha entre

22. El fetichismo es la devoción hacia objetos materiales o simbólicos. Se puede trazar un para-

lelismo entre el fetichismo de la innovación, que señalan Harvey y Hurtado, y el fetichismo de

la mercancía (y su secreto). Esta última tesis clásica de Karl Marx sostiene que en un la sociedad

capitalista, las mercancías aparentan tener una voluntad independiente los sujetos, es decir,

fantasmagórica. Lo que se oculta es la explotación de los obreros, al presentarse las mercancías

ante los consumidores sin que ellos vean cómo fueron producidas. Para seguir pensando ver:

Karl Marx, El Capital, tomo I, capítulo I, apartado 4.

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países ricos y pobres. Consideramos que no se puede pensar la innovación sin vincularla con el principio básico del bienestar social. Asimismo coincidimos con la visión de Thomas y Santos (2016) quienes afirman que ninguna tecnología resul-tante de cualquier innovación es neutral, sino que se debe atender a una perspec-tiva socio-técnica, y que todas las tecnologías son políticas y tienen el poder de ejercer agencia. Es posible ver esto en tanto las tecnologías definen espacios y conductas, regulan procesos de distribución social, condicionan tramas de acu-mulación y poder, generan y solucionan problemas ambientales, pueden compor-tarse de forma excluyente o inclusiva. Los autores definen que la existencia de múltiples opciones tecnológicas constituye diferentes opciones para construir vías de desarrollo económico y social y que además las tecnologías se vuelven prota-gonistas de los procesos sociales.

Además, tal como sostiene la Red Iberoamericana de Indicadores en Ciencia y Tecnología (RICYT), es fundamental contar con indicadores propios (Manual de Bogotá, 2001) para medir la innovación en la América Latina y no simplemente importar los formatos construidos en los países centrales. El Manual de Bogotá se esfuerza por determinar un territorio de convergencia aceptando el núcleo duro de las categorías de la OCDE (Albornoz, 2009: 21). Por último, compartimos la visión de Albornoz que sugiere incluir en las mediciones de innovación a la producción primaria y a los servicios; y considerar el impacto social de los avances de la cien-cia y la tecnología.

En síntesis, consideramos que es preciso tener en cuenta la evaluación ambiental y los costos sociales de las innovaciones porque, tal como se mencionó más arri-ba, no toda innovación es positiva para el tejido social y el bienestar de la pobla-ción. Los emprendedores, bajo esta perspectiva, deben poseer un espíritu inno-vador pero, a la vez, ejecutar sus proyectos a través de una ética que defienda el comercio justo, el bienestar social y el cuidado del medioambiente.

7. A modo de cierre: desarrollo emprendedor, innovación y modelos de Estado

¿Cómo vinculamos los temas analizados hasta ahora: modelos de Estado, innova-ción y desarrollo emprendedor? A continuación esbozamos algunas ideas para seguir pensando.

Las distintas fases históricas son encarnadas por actores sociales que priman fren-te a los demás. Durante el Estado Social, que fue analizado previamente, se gene-ró un proceso de ampliación de derechos, desarrollo industrial y compromiso de clases. Los burgueses aceptaron, gracias a la presión popular centralizada por Juan Domingo Perón, establecer la jornada laboral de 40 horas semanales. La clase obrera conquistó, además importantes derechos laborales como las vacaciones pagas, aguinaldo y los salarios fueron creciendo hasta casi equiparar en un 50% - 50% la relación Capital-Trabajo. De este modo, los trabajadores podían comprar los autos y otros bienes industriales que ellos mismos fabricaban. Este modelo de

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patrón benévolo eclipsó al empresario explotador de los inicios de la Revolución Industrial que mantenía a los obreros en condiciones cercanas a la esclavitud. Obviamente no todos los empresarios fueron benévolos, durante este proceso, en muchos casos, tuvieron que aceptar los acuerdos que impulsaban los sindicatos y arbitraba el Gobierno Nacional.

El héroe capitalista del siglo XXI es, en cambio, el emprendedor. Nacido en un mundo Neoliberal (ver sección 5) y dotado de la agilidad necesaria para adaptarse a las condiciones despiadadamente cambiantes de la economía globalizada, el empren-dedor no es un simple empresario sino un innovador que encuentra soluciones audaces a viejos problemas. En su formulación idealizada, el emprendedor no dis-pone de un gran capital inicial ni necesita una gigantesca organización de miles de personas: posee talento, le alcanza con un garaje, un préstamo de sus escépticos padres y una serie de atributos que están más relacionados con la inteligencia emo-cional que con conocimientos duros de finanzas o economía: las marcas del emprendedor son la creatividad, la motivación, la flexibilidad y el liderazgo, atribu-tos plásticos que contrastan con la solidez de roca de la vieja economía.

El mito del emprendedor exitoso (que siempre es joven) introduce una ruptura en la línea de tiempo, una discontinuidad que parte de una fe cuasi-suicida en el valor de sus ideas, lo que lo dota de una dimensión: la capacidad extra-cotidiana de lograr lo imposible. Sus encarnaciones más emblemáticas son, por supuesto, Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, y Steve Jobs, fundador de Apple, cada uno de los cuales cuenta con su respectiva película biográfica23. Estos emprendedores icónicos (Natanson, 2016) fueron formados en la cultura norteamericana del gana-dor, en donde el enfoque meritocrático se convierte en la piedra angular del siste-ma de innovación. Se validan permanente a través de sus triunfos: pueden traicio-nar a sus amigos (las biografías concuerdan en esto), puede ser desplazado de su empresa y puede incluso permitirse quebrar (momentáneamente). Lo que no pue-den, bajo ninguna circunstancia, es fracasar. Es su éxito, más que el valor de mer-cado del producto o del servicio que administra, aquello que los convierte en lo que son.

Ahora bien, no todos los emprendedores responden a esta lógica despiadada del ganador sin escrúpulos. Sí, es cierto, existe una visión hegemónica del “empren-dedorismo” que es, fundamentalmente, individualista y afín al neoliberalismo como modo de vida24 que profesa el individualismo acérrimo. Pero el “emprendedoris-

23. “Steve Jobs” es una película estadounidense de 2015, basada en la vida del cofundador de

Apple, Steve Jobs; ficha: https://www.imdb.com/title/tt2080374/. Por su parte, “The Social

Network” (Red social) es una película sobre Zuckerberg dirigida por David Fincher que fue estre-

nada el 1 de octubre de 2010 en Estados Unidos; ficha: https://www.imdb.com/title/tt1285016/.

24. El neoliberalismo es mucho más que un tipo de capitalismo. Es una forma de sociedad y un

modo de existencia. Lo que pone en juego es la manera de vivir, las relaciones con los demás y

cómo nos representamos a nosotros mismos. No es solamente una doctrina ideológica con una

política económica, sino también con un verdadero proyecto de sociedad y una cierta fabricación

de la subjetividad del ser humano. Para seguir pensando, ver, entre otros, Gago (2014).

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mo”, en la actualidad, es un término en disputa. Tal como señalamos en el Módu-lo 1, existen otros emprendedores, tanto tecnológicos, productivos y populares, que construyen y persiguen una ética asociativa, social, solidaria, democrática (en algunos casos) y responsable con el medioambiente.

Por otro lado, y esto puede resultar bien llamativo, el término “emprendedor” no es reciente sino que tiene cientos de años. Podemos rastrear la primera aparición conceptual del “emprendedorismo” en 1755, cuando se utilizó para hacer refe-rencia a una persona que compraba productos a precios conocidos para vender-los en el mercado a precios desconocidos (Pereyra, 2013). Así, el emprendedor comenzó a estar asociado a las nociones de uso racional de los recursos y a la toma de decisiones en situaciones de riesgo, situando a los emprendedores en un rol de empresarios e inversores.

Más tarde, se comienza a asociar la actividad emprendedora a la innovación, comienza a hablarse del cambio productivo. Aquí el emprendedor cobra una importancia central introduciendo alteraciones radicales y ofreciendo nuevas com-binaciones en la relación capital trabajo. Se conceptualiza al emprendedor como un destructor creativo que rompe los ciclos del mercado mediante una innova-ción. Al respecto Pereyra señala que: “(…) la asociación entre la actividad empren-dedora y la innovación será más tardía y habrá que esperar la obra de Joseph Schumpeter (Historia del desarrollo económico, 1911). Este autor creía posible el éxito de un cambio productivo (ya sea un nuevo producto, proceso, medio de comercialización o recurso energético) sólo en la medida que podía reducir los costos y aumentar la productividad, lo que tendería a incrementar el excedente y garantizar la ganancia empresaria. Según la visión de Schumpeter, el emprende-dor cobra una importancia central en la introducción de alteraciones radicales y abruptas dentro del funcionamiento de la corriente circular del sistema económi-co capitalista. Así, el emprendedor ofrece nuevas combinaciones en la relación entre capital y trabajo.” (Pereyra, 2013: 16). A diferencia de Marshall, Schumpe-ter no habla sólo de invento sino también de innovación e inversión. Haciendo referencia al rol fundamental del emprendedor que busca a través de su invento ganar nuevos mercados y rentas (no queda sólo en el laboratorio, sino que busca un negocio). Estos nuevos productos surgen para crear mercados y destruir a la competencia. Así, es una característica fundamental del capitalismo, destruir lo viejo para crear algo nuevo a través de la competencia entre empresas, a esta característica Shumpeter le llama destrucción creadora.De este modo, los emprendedores son motivados a innovar ya que obtienen ganan-cias extraordinarias por ser los primeros en ganar el mercado, hasta que a través de la inversión alguien más, copia al innovador y así desaparece la cuasi-renta (ganancias extraordinarias). A lo largo de este lapso, la economía crece. Luego, la demanda se satura porque existe una gran ola de inversiones que provoca que se agote el proceso de copia y surge una competencia basada en la eficiencia. Bajo la visión de Shumpeter entonces la innovación emprendedora es el único impul-sor de la actividad económica que genera un crecimiento abrupto en el marco de un sistema capitalista.

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Siguiendo la visión de Schumpeter señalada por Pereyra (2013), el emprendedor es una persona audaz y creativa que destruye para construir. Luego, en la microecono-mía se comienza a debatir el rol del emprendedor separándolo del rol del inventor, el gerente, el administrador y el financista. Una característica importante es la fun-ción que cumplen los emprendedores en el cambio social. La acción emprendedo-ra aparece como una ruptura con el pasado que impacta en los resultados futuros. Sin embargo, el cambio social no solo se da por una ruptura con las formas de pro-ducción o comercialización, las transformaciones positivas pueden darse de diversas formas (radicales, adaptativas, imitativas, reformistas u obstaculizadoras).

En estas concepciones aparece la idea de que son los emprendedores los que crean soluciones para un mundo plagado de incertidumbres. Es decir, se les otor-ga un rol importante en la solución de las problemáticas relacionadas al mundo del trabajo y la producción cobrando especial importancia una serie de caracte-rísticas subjetivas propias del emprendedor tales como el liderazgo. Según esta noción, el emprendedor tiene una habilidad para guiar las acciones de los demás. Se le otorga también la capacidad de convencimiento, disuasión y seducción, capacidad de gestión y comunicación. Entonces se construye un imaginario de un emprendedor que tiene un conjunto de características y atributos de un tipo idea weberiano25 de individuo que introduce innovaciones y maximiza resultados inclu-yendo dimensiones psicológicas y sociales, carisma, confianza, optimismo, orga-nización, creatividad, etc.

Pero, claro está, es casi imposible encontrar todas estas características en una sola persona. Este “tipo ideal de emprendedor” en la realidad no existe, aunque puede encontrarse en un conjunto de individuos que deciden organizarse y llevar adelante un emprendimiento de manera colectiva. Es francamente llamativo que el empren-dedorismo asociativo o colectivo no suele ser un tema central en la literatura espe-cializada, salvo algunas excepciones relevantes (Coraggio y Pastore, por ejemplo).

Por ende, nos encontramos con una construcción de un sujeto ideal individual, que al llevarlo a la realidad, se torna imposible de encontrar o construir. Sin embar-go, esta visión romántica del emprendedor resultó ser atractiva y fue adoptada acríticamente en América Latina.

Una de estas perspectivas defiende la idea de que cualquier economía depende de un sector dinámico emprendedor y que la capacidad emprendedora de una economía requiere de la existencia de individuos con habilidad y motivación para comenzar un negocio. Es decir, que se resalta la capacidad individual y la existen-cia de un entorno social o clima cultural capaz de valorar las innovaciones. Tal es

25. Según Weber, un tipo ideal es una construcción mental que tiene “el carácter de una utopía

en sí, que es obtenida a partir de la exageración mental de determinados elementos de la realidad.

(…) un tipo ideal es un concepto o representación mental (situado en la mente del historiador, del

sociólogo o del teórico económico) cuya descripción describe un estado de hechos lógicamente

posible, pero que es difícil encontrar en el mundo real” (De Donato, 2006).

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la perspectiva de Kantis (2014) que construye un “Índice de condiciones sistémi-cas para el emprendimiento dinámico”. Esto se inscribe dentro de un cambio cul-tural que vuelve a reclamar el lugar del individuo dentro de la sociedad, relacio-nado a la vuelta de las recetas pos-neoliberales (mencionadas más arriba) que buscaban superar la crisis promoviendo políticas de innovación, que apliquen soluciones creativas al permanente cambio tecnológico.

Es decir, se busca solucionar el problema del empleo y la marginación de una enorme capa de la sociedad, incentivando que cada uno individualmente resuel-va su situación creando su propio trabajo, corriendo al Estado del rol de garante de derechos fundamentales (salud, empleo, educación, etc.).

Una visión alternativa es la interpretación del discurso emprendedor en tanto pro-ductor de sentido de las condiciones económicas actuales, e incluso como pro-ductor de ciertas prácticas económicas. El capitalismo, para resucitar nuevamen-te, pone en práctica un conjunto de dispositivos morales orientados a motivar a los diferentes actores intervinientes en el proceso productivo y legitimar el capita-lismo postfordista o financiero. En esta línea se encuentran los autores que pien-san al Estado, no sólo como la mano visible que limita al Mercado, sino como la principal entidad emprendedora (Mazzucato, 2014).

El discurso emprendedor se transforma, entonces, no sólo en una guía individual para autoemplearse sino en un dispositivo moral que otorga sentido a las prácti-cas económicas individuales en términos de “asunción de riesgos”. En este marco surgen nuevas formas de legitimación del sistema y de motivación individual que repercuten directamente sobre el modo de organizar el trabajo y la innovación tec-nológica y sobre el total de la organización social. También aparecen nuevos pará-metros normativos en función de los cuales medir el éxito, el fracaso, lo justo y lo injusto, lo que se cristaliza como sentido común de una época.

Se ha desarrollado, en consecuencia, una nueva organización en red, fundada sobre la iniciativa de los actores y la autonomía relativa de su trabajo. Este giro hacia el riesgo y la flexibilidad implica profundas consecuencias personales y socia-les. Este proyecto se contrapone a la visión de la economía social y solidaria sobre asociativismo y cooperativismo, que plantea una construcción horizontal y demo-crática con organización social, y se contrapone al planteo de los objetivos de éxito empresario en torno a una ganancia exponencial.Hoy en día no hay un consenso teórico con respecto a la formación de emprende-dores si bien la perspectiva individualista y meritocrática es hegemónica. La defini-ción de emprendedorismo asociada a la innovación y al trabajo libre, deviene, en un contexto de crisis del mercado de trabajo, en un discurso que pone el acento en la potencialidad que poseen los programas emprendedores de generar una mentali-dad de “empleadores” antes que “empleados”, ya que ahora se debe educar para ser empresario, es necesario fomentar las virtudes del emprendedor. Desde nuestro punto de vista, no se puede perder de vista que esta perspectiva es el resultado de una política económica dirigida por empresarios, grandes financieras y gobernantes que destruyen masivamente empleos para generar un ejército de trabajadores de

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reserva y así abaratar costos (el Neoliberalismo opera así, en todas sus versiones). Sin embargo, esta responsabilidad (¡que es del Estado y del Mercado!) se le traslada al individuo. He aquí la clave del triunfo de la hegemonía cultural neoliberal.

Es necesario aclarar, en este punto, que hay una diferencia entre quien encara un proyecto propio por oportunidad e innovación y quien lo hace por necesidad, para subsistir. Con respecto al problema del empleo, el debate pasa por resolver si el trabajo asalariado ha dejado de ser realmente el centro de la producción capita-lista o si la economía se basará en el futuro inmediato en el trabajo libre e inde-pendiente. Por lo general, en el debate sobre el emprendedorismo se defiende la noción de que el trabajo asalariado es una realidad que debe ser superada, el emprendedor deja de buscar la obediencia del personal para trabajar en fortale-cer las capacidades individuales, lo que grafica la intención de hacer foco en el proyecto como un fin utópico, pero esto es asociado a ideas y proyectos individua-les. La ideología emprendedora (Pereyra, 2013) se nutre así de una utopía indi-vidualista que interpreta los cambios culturales del capitalismo en el nuevo siglo.

En conclusión, es preciso analizar y poner en cuestión esta visión hegemónica sobre el emprendedorismo ya que su matriz individualista la despega del rol fundamental del Estado (como garante de derechos primordiales y como entidad en sí misma emprendedora) y del debate sobre el derecho al trabajo digno. También queremos discutir la idea de la economía de mercado, como garante del emprendedorismo, en un contexto en donde los individuos no tienen libertad de elección ni reglas de competencia de mercado, pues priman en nuestras sociedades los monopolios y los oligopolios que no persiguen el bien común sino el lucro ilimitado. Es decir, muy pocas empresas (y muy grandes) controlan la mayor parte de la economía nacional. A la mayoría de los trabajadores le quedan las siguientes opciones: competir en un mercado de trabajo cada vez más pequeño y competitivo o elegir el camino empren-dedor que, lejos de ser una utopía, está definido por un capitalismo salvaje donde los que logran triunfar y sostenerse suelen ser los que parten desde un piso muy elevado de capital económico, académico y social (redes de contactos) que poseen únicamente las, cada vez más concentradas, elites26 de nuestro país.

26. Grupo muy reducido de personas con amplios privilegios económicos, políticos y sociales.

Para un análisis exhaustivo de las elites argentinas ingresar al Observatorio de la UNSAM: http://

www.unsam.edu.ar/institutos/idaes/observatorio-elites-argentinas/

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Para seguir pensando

ALBORNOZ, Mario. “Indicadores de innovación: las dificultades de un concepto en evolución”, Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. v.5 n.13 Ciudad Autónoma de Buenos Aires sep. 2009, versión On-line ISSN 1850-0013 disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1850-00132009000200002.

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