Derecho Penal cuadernillos infojus

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Derecho penal argenitno - Cuadernillo infojus

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AO II - NMERO 5PRESIDENCIA DE LA NACINDra. Cristina Fernndez de KirchnerMINISTERIO DE JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOSDr. Julio AlakSECRETARA DE JUSTICIADr. Julin lvarezSUBSECRETARA DE RELACIONES CON EL PODER JUDICIALDr. Franco PicardiDIRECCIN NACIONAL DEL SISTEMA ARGENTINODE INFORMACIN JURDICADra. Mara Paula PontorieroDerechoPenalISSN 2250-7558Revista Derecho PenalAo II - N 5 - Julio 2013Editorial Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin, Sarmiento 329, C.P. 1041AFF, C.A.B.A.Editado por la Direccin Nacional del Sistema Argentino de Informacin Jurdica.Directora: Mara Paula PontorieroDirectores Editoriales: Alejandro Alagia - Javier De Luca - Alejandro Slokar Correo electrnico: [email protected] revista Derecho Penal y sus contenidos son propiedad del Ministerio de Justi-cia y Derechos Humanos de la Nacin.La legislacin, la jurisprudencia y los artculos de doctrina que integran esta pu-blicacin se encuentran disponibles en forma libre y gratuita en: www.infojus.gov.arEl contenido de la revista expresa la opinin de sus autores y no necesariamente la del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin.Todos los derechos reservados. Prohibida su venta. Distribucin gratuita. Se permi-te la reproduccin total o parcial de este libro, su almacenamiento en un sistema informtico, su transmisin en cualquier forma, o por cualquier medio, electrnico, mecnico, fotocopia u otros mtodos, con la previa autorizacin del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin.Alejandro Alagia - Javier De LucaAlejandro SlokarDirectoresMartn Gerardo Degoumois - Ernesto KreplakFranco Picardi - Renato Vannelli VielSecretarios de RedaccinMariela Barresi - Francisco FigueroaAntonela C. Ghezzi - Mara ngeles RamosColaboradoresDiego Garca Yomha - Juan Pablo Iriarte Santiago Martnez - Nahuel Martn PerlingerColaboradoresSeccin Organizacin JudicialIXConsejo AcadmicoEduardo AguirreRicardo lvarezGustavo BergesioAlberto BinderCristian CabralCarlos CaramutiMariano CiafardiniMara Graciela CortzarCarlos CruzGabriel Di GiulioDaniel ErbettaMartn Garca DazAdriana Gigena de HaarEdmundo HendlerLucila LarrandartStella Maris MartnezLuis NioCarlos OchoaOmar PalermoLucila PampilloDaniel PastorJorge Perano Gabriel Prez BarberAlfredo Prez GalimbertiMarcelo RiquertNorberto SpolanskyFernando Valsangiacomo BlancoGustavo VitaleRal ZaaroniConsejo AcadmicoXIEditorialEl olvido hace que el encierro de enfermos mentales institucionalizados bajo el exclusivo dominio del poder punitivo se convierta en pozo de detencin. Psiquiatras, psiclogos, asistentes sociales y enfermeros, llevan hoy alivio al sufrimientopsquicodondeanteshabacadenasycastigo.Eltrabajoque se lleva adelante en el Hospital Penitenciario de la crcel de Ezeiza merece reconocimiento y difusin por su importancia en la contribucin al mejora-miento de la calidad de vida de grupos de extrema vulnerabilidad. En razn de ello, la primera parte de la revista est consagrada al conocimiento pbli-co de esta experiencia asistencial y, lo que es ms importante, a la reexin terica que produjo esa prctica nica en el pas. Este es un nmero dedicado a la inimputabilidad. La idea surgi de un en-cuentro e intercambio de experiencias entre la salud mental y el discurso y la prctica jurdica orientadas por un trato que quiere erradicar la imagen del enfermo mental como un ente peligroso.La inimputabilidad bajo el discurso jurdico no agota el tema de la culpa pe-nal. La categora ms general de responsabilidad se presenta en el derecho penal como el mismo fundamento poltico de la economa del castigo en sociedad. Slo se castiga por un injusto penal si el sujeto es culpable. Pero, qu es la culpabilidad?Desde la antigedad clsica, niez, enfermedad, coaccin e ignorancia fue-ron razones que cancelan castigo. La tica sirvi de cobertura para justicar larenunciadelEstadoalapenaporque,deotromodo,laimposicinde sufrimiento deliberado se vivencia como agravio innecesario, acto de pura crueldad, injusticia.La teora poltica de la obediencia punitiva consider a la responsabilidad como un hecho evidente de la naturaleza humana. Salvo excepciones que permanecen invariables desde tiempos remotos, todos somos responsa-EditorialEDITORIALXIIblesantelanormapenaldedeterminacinmotivacional,seaqueimpon-gaunaabstencindeconductaomandehaceralgodebido.Sinsujetos responsablesalaobediencia,lasociedaddeclasesresultainimaginable. Lo contrario es caos o guerra de todos contra todos. A raz de ello, la atri-bucin de responsabilidad en la doctrina jurdica se consider un elemento presupuesto del injusto, un a priori por fuera de toda experiencia sensible que sirve de base para que una antijuridicidad civil o penal tenga su conse-cuencia: reparar o hacer sufrir.Mientrasaquelpensamientosemantuvo,laideadeculpabilidadpenal pudo llenarse con las formas de la voluntad criminal (dolo e imprudencia) conelagregadodelaconscienciadelaantijuridicidad.Culpabilidadera, como en su origen etimolgico, causar algo con voluntad y mala intencin o imprudencia, de lo cual emerga una deuda que deba ser saldada con repa-racin o sufrimiento. En este orden de cosas, los locos no eran considerados capaces de voluntad ni de intencin, lo que para muchos era inaceptable. La bsqueda dogmtica de un sistema perfecto y sin contradiccin para la doctrina del delito resolvi ste y otros problemas graves para la coherencia del discurso sobre el injusto culpable. Gradualmente, se llega a una trans-formacindelconceptodeculpabilidadbajolaimprontanormativadela exigibilidad. Lo que antes estaba presupuesto, ocupa ahora el centro de la escena. El fundamento poltico de la obediencia punitiva sale de la opaci-dad a la que estaba connada por una culpabilidad reducida a formas de voluntad. Sin embargo, la idea de responsabilidad tico-normativa queda, en adelante, expuesta frontalmente a las crticas de las ciencias naturales, sociales y humanas.La crtica positivista de la criminologa y de la ciencia general tambin de una parte de la losofa que tienen por principio que no hay evento en la naturaleza sin razn suciente, son las responsables de haber mantenido a raya y a la defensiva un concepto de culpabilidad normativa fundado en el principio de libre albedro. Nunca fue de fcil legitimacin sostener que el fundamento poltico para el castigo de un injusto supone siempre, salvo contadas excepciones, un poder en el hombre de obrar de otro modo.PartedelpenalismodelsigloXX,detodoelarcoideolgicoimaginable, opt por una culpabilidad cuyo ncleo est conformado por la idea de su-EDITORIALXIIIEditorialjeto peligroso por su determinacin al crimen y, en lugar de penas, estable-cieron medidas de seguridad. Por qu penar en base a una responsabilidad inexistente? Bastaba un pronstico poltico-jurdico de peligrosidad para jus-ticar un encierro teraputico o la eliminacin fsica frente a los incorregibles. Conceptoscomoculpabilidadporlaconduccindevida,culpabilidadde carcter,culpabilidadporenemistadodesprecioalderechofueronideas que normativizaban la responsabilidad bajo criterios mdico-policiales. Por esta va el poder punitivo se convirti en una mquina de matar enfermos, reincidentes, grupos vulnerables por razones culturales, polticas o religiosas.Frente a aquella barbarie punitiva, se sigui el camino de volver sobre el malmenoryseinsistienfundarunaculpabilidadenlaideadequeel hombre siempre puede otra cosa distinta a la que hace, que puede elegir entreinjustoyobediencia.Cuandoelpsicoanlisisdescubreelincons-cientecomodeterminacinpsquica,quebrandolaideakantianadeun acto de voluntad incausado (puedes porque debes), una parte del de-recho penal opt por el camino de justicar la responsabilidad como una ccin necesaria para la obediencia punitiva. La libertad de accin no exis-te pero hay que creer en ella para que la sociedad punitiva pueda existir. Esta fantasa humanista result menos destructiva de poblacin vulnerable que la fantasa racionalista del criminlogo positivista, porque al menos la idea de autodeterminacin humana siempre permite y abre espacios para demostrargravescondicionamientosdetodotipo,permitiendoreducir castigos.Losavancesenlascienciascognitivasdelasltimasdcadas tambin ponen a los penalistas en estado de pnico. Los estudios del ce-rebro que demostraran la inexistencia de una libertad incondicionada en la conducta humana forz una racionalizacin de la experiencia verdadera de libertad slo porque as lo cree la persona que acta.En las ltimas dcadas, tambin avanzan en el derecho penal nubes oscu-ras que amenazan nuevamente hacer de la culpabilidad el reservorio de energa sacricial bajo la idea de que la culpabilidad es necesidad estatal de pena. En este orden locura, necesidad o ignorancia no son castigadas porque no habra inters poltico en la obediencia punitiva de estos gru-pos vulnerables. No son capaces ni portadores de enemistad al poder.En todas sus variantes, a lo largo de dos siglos de construccin jurdico-penal, la idea de culpabilidad est al servicio de una funcin legitimante EDITORIALXIVde poder sacricial bajo la impronta del mito que dice que sin obediencia punitiva la sociedad desaparece por efecto de la violencia mimtica que obra en las pasiones humanas, como en la vieja idea hobbesiana que fun-d la losofa poltica moderna.Sin embargo, la culpabilidad no es un camino sin salida, ni las nicas solu-ciones imaginables tienen por qu rendirse a los imperativos de una auto-ridad sacricial. Hace ya ms de dos dcadas que en el pas se trabaja con una idea de culpabilidad diferente a toda otra conocida y que tiene como directriz datos de realidad que aportan las ciencias sociales. Si la causa de la pena no es el injusto ni la responsabilidad entendida como autodeter-minacin, sino la condicin de vulnerabilidad de grupos identicados con estereotipos de persecucin que dan lugar a lo que se conoce como se-lectividad punitiva, la culpabilidad no puede no dar cuenta de este fen-meno que atraviesa toda la historia conocida del poder punitivo. Reducir solucin sacricial sobre grupos vulnerables es la enorme tarea que tiene para aportar, en el presente y en el futuro, un concepto de culpabilidad al que atraviesa la selectividad por la vulnerabilidad.Los trabajos que integran este nmero recuperan un dilogo malogrado durantemuchotiempoentrelacienciayelderecho,porquecreemos que esta vez lo que domina este encuentro es la desconanza por el mal trato punitivo.Los directoresXVndice GeneralDoctrinap. 1Introduccin: El PRISMApor JESSICA MUNIELLO y PABLO VITALICH ........................................................................................ p. 3Tampoco son tan pobrecitos. Alternativas tico-polticas frentea la hegemona del modelo asistencialista-peligrosistapor FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI y PABLO VITALICH ..................................................................... p. 7Teraputica y crmenes de lesa humanidad por DARO LEICACH ..................................................................................................................... p. 25Algunos desarrollos sobre el psiquismo en un mbito carcelariopor JESSICA BISTUER .....................................................................................................................p. 31Implicancias de la ausencia de sanciones en las unidades psiquitricas del SPFpor ANA C. IZAGUIRRE y M. VICTORIA ALCOBA .............................................................................. p. 41Estrategias y polticas frente al aguantar en la crcelpor CAROLINA ANAYA y JESSICA MUNIELLO ....................................................................................p. 49Es posible una crcel respetuosa de los derechos humanos? Unidad 20: una experiencia de cambio en el seno del Sistema Penitenciarioa la luz del concepto de representacin socialpor CRISTIAN DEL CARLO ............................................................................................................. p. 61La naturaleza desmedida de la medida de seguridad.Acerca de la inimputabilidad, la peligrosidad y la vulnerabilidad socialpor NICOLS FARJI TRUBBA .......................................................................................................... p. 77Antes de rmarte la libertad a vos, me corto la mano. Dos testimonios de la inimputabilidadpor PABLO VITALICH .....................................................................................................................p. 87Culpabilidad y exclusin social por JOS ANTONIO BUTELER .......................................................................................................p. 123NDICE GENERALXVILa paranoia ante la Ley. Un caso de homicidio reiterado por JAVIER OSVALDO CABELLO ..................................................................................................... p. 133Medidas de seguridad, derechos de las personas internadas y Ley de Salud Mentalpor MIGUEL CARLOS CARIDE ........................................................................................................ p. 155Enrique Mar. Aportes de la teora crtica del derechoen la encrucijada de los discursos acerca de la locura y el delito por DBORAH EGLE DAMONTE ................................................................................................... p. 179La capacidad procesal para estar en juicio,el derecho de defensa y las medidas de seguridadpor MARA FLORENCIA HEGGLIN ...................................................................................................p. 191Un fantasma recorre el Cdigo Penal.Signicantes lacanianos en el estrato de la culpabilidadpor PABLO ERNESTO LACHENER .................................................................................................. p. 217Medidas de seguridad y derecho penal.El caso de Rodolfo desde una perspectiva antropolgicapor ANDREA N. LOMBRAA .........................................................................................................p. 233Vientos de cambio. Comentarios en torno al Proyecto de modicacindel art. 34, inc. 1 del Cdigo Penal Argentinopor EZEQUIEL N. MERCURIO y VIVIANA A. SCHWEIZER ................................................................... p. 259Hacia un proceso de transformacin de la salud mental de las personasen situacin de encierro penal y de su atencin postinstitucionalpor LUIS OHMAN ....................................................................................................................... p. 285Nios, nias y adolescentes no puniblesy su diferencia con la hiptesis de inimputabilidadpor PABLO ERNESTO ROSSI ..........................................................................................................p. 325Valoracin probatoria y capacidad de culpabilidad. Necesidad de la deconstruccin judicial de los dictmenes periciales y de la penetracin del anlisis epistemolgico y de las garantas en esos medios de prueba (a propsito de la supervivencia del alienismo positivista)por JUAN CARLOS SECO PON ......................................................................................................p. 333NDICE GENERALXVIIndice GeneralEsta publicacin se encuentra disponible en forma libre y gratuita en: www.infojus.gov.arSadismo sexual, fantasa y crimen en el agresor sdicopor MIGUEL NGEL SORIA VERDE y SERGIO MORA MONTSERRAT ....................................................p. 369El consentimiento informado y derecho a la saluden la atencin de personas privadas de libertadpor VALERIA VEIGH WEIS ............................................................................................................p. 401Proyectos de investigacinp. 463Protocolo de preguntas para relevar investigaciones en las ctedras.Criminalizacin de la infancia y delincuencia juvenilpor DANIEL A. ERBETTA y GUILLERMO LLAUDET ............................................................................p. 465Organizacin judicialp. 473Introduccin ........................................................................................................................ p. 475Capacitacin en oralidad. Desafos y lmites para la mejora en la gestin del sistemapor LETICIA LORENZO .................................................................................................................p. 477La gestin judicial en el marco de la reforma procesal penal.Su necesaria consolidacinpor MARCELO NIETO DI BIASE....................................................................................................p. 487Fuentes citadasp. 495ndice temticop. 507Doctrina3DoctrinaEl PRISMALostrabajosquesepresentanacontinuacinhansidoelaboradosenel marco de la actividad que se realiza en el Dispositivo de Tratamiento del Programa Interministerial de Salud Mental Argentino. El PRISMA fue lanzado en el mes de julio del 2011 por la presidenta Cristina Fernndez de Kirchner, y se enmarca en la Ley Nacional de Salud Mental. Esa iniciativa se ajusta a los parmetros internacionales que desaconsejan laatencindelasaludmentalatravsdemtodosquefomenteneles-tigma y el aislamiento. El programa depende de la Secretara del Justicia Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin y fue creado en el marco de una poltica de Estado que, comprometida de manera seria e in-teligente con los Derechos Humanos, se propone avanzar en la produccin decondicionesquegaranticenlapromocin,proteccin,preservaciny mejoramiento de la salud mental de las personas privadas de su libertad.El programa asume que la cuestin general de la Salud Mental debe ser tratada contemplando su complejidad fenomnica y las mltiples dimen-siones que se encuentran implicadas en su produccin: histricas, socio-econmicas, biolgicas, psicolgicas, culturales e institucionales. Por eso entendemos que el fenmeno del padecimiento mental al interior del m-bito penitenciario, reclama y conjuga de modo ejemplar la problemtica de los Derechos Humanos, la participacin activa del Estado en la gestin, regulacin de los derechos y limitacin de la violencia con las problem-ticasclnicas.Yesestaconcepcinqueasumeladimensinjurdicadel sufrimiento mental la que puede modicar y transformar la tendencia his-trica que ha criminalizado la pobreza al tiempo que ha patologizado la trasgresin de la ley. Estoenpartedeneelgrandesafodenuestroproyecto:habitamosun escenario que funciona, en cada una de sus estructuras, subtendido por la creencia de que el campo de las ciencias mdicas est destinado a triunfar INTRODUCCIN4all donde los dems mecanismos de normalizacin y disciplinamiento han fracasado. Es esta expectativa, esta demanda insistente la que debemos deconstruir una y otra vez en nuestra labor cotidiana. En este sentido una de las tareas ms importantes y urgentes para nosotros consiste en revisar el conjunto de alianzas que histricamente se han establecido entre el dis-curso punitivo, el jurdico y el asistencialista y que tienden a producir, de modosistemtico,aquelloquesupuestamentecreencombatir.Cuando las ciencias psi abandonan el imperativo de remodelar al individuo en nombre de ideales normativos y ven, no desviaciones que hay que acallar sinosntomasmulti-determinados,eldesafoesinventarycrearposibili-dadesquerecorranlascausasytrastoquenloqueyaaparecacerrado. Como poltica clnica se trata de seguir y recorrer las lneas de los sntomas antes que emparchar las suras. Desde esta perspectiva se entiende que la prisin designa menos un em-plazamiento espacial que una cierta lgica que pone en juego, cuestiona y vuelve sobre la totalidad de la poltica social. Tambin se entiende que la cuestin de la salud mental excede por mucho el dominio del individuo. En la prctica esto implica brindar atencin a los cuadros de sufrimiento mentaleintervenirsimultneamentesobrelascondicionesestructurales delainstitucinylaculturapenitenciariaquetiendenaproducirlosde modo sistemtico e inevitable. Entendemos por prisin la totalidad de los mecanismos, procedimientos, normativas, hbitos, disposiciones morales y afectivas y expectativas que la denen as como el conjunto de organismos administrativos que le es-tn asociados. Si en el 2005 varios organismos haban detectado una serie de deciencias estructurales que vulneraban atrozmente los derechos de las personas alojadas en la Unidad 20 y denunciaban la total ausencia de unmbitosujetoaderecho,enlaactualidadllevamosadelanteunapo-ltica de restitucin de derecho, que pretende avanzar promoviendo que las distintas agencias del Estado encargadas de resguardar esos derechos efectivamentelohagan.Enestesentidoavanzarsobrelacuestindela salud mental es simultnea y necesariamente construir y velar por la cues-tindelosDerechosHumanos,yextendereldominiodelaciudadana. ElPRISMAcontinaconunalneadetrabajoqueinaugurElPrograma deAtencinalInternoconEnfermedadMentalGraveenel2007conla primera intervencin de civiles en el mbito penitenciario. El carcter civil denuestraidentidadesdeunaenormeimportancia.Enefecto,dotaal EL PRISMA5Doctrinaequipodeprofesionalesdeunaautonomayunaexterioridaddecisiva a la hora de producir transformaciones de la lgica disciplinar, punitiva y verticalista que dene a la prisin. Por supuesto estas transformaciones no se realizan en soledad, son parte deunmovimientomayorquelograencontraryconectarfuerzasinstitu-yentes que provienen de las regiones ms heterogneas. Si tomamos en seriolaLeydeSaludMental,comprenderemosquesetratamenosde atender individuos que de ensayar nuevas formas de construir y de habitar en comunidad.1 | Sobre el espritu de los trabajosNuestros hbitos intelectuales estn todava demasiado acostumbrados a distinguir entre la actividad terica y la prctica. Como si fueran mbitos diferenciados de la experiencia. Es sta una ms de las formas en las que seguimos siendo platnicos. Se nota en los congresos, las publicaciones cientcas y las presentaciones de proyectos: se oscila entre la problemati-zacin de tal o cual concepto, sus derivaciones, en tal o cual tradicin inte-lectual y las presentaciones vacas de programas y proyectos que cuentan loquehacenyqueadornadosdeslogansacadmicosnolograntrans-mitir el sentido, la razn y el valor de su actividad. Es comn que detrs detalocualproblemaprcticoreencontremosdemasiadorpidamente las respuestas prefabricadas en la teora. Faltan, por el contrario, trabajos que muestren cmo los focos del pensamiento trabajan internamente la accin: ni en lo alto, como principios, ni en lo bajo como condiciones: en el medio mismo de lo que se est haciendo. En la perspectiva que se adopte se juega toda la diferencia que existe entre poner la teora tendenciosa-mente al servicio de cualquier cosa, y el ejercicio de mostrar la naturaleza profundamente paradjica y problemtica de lo real. Estos trabajos, cada uno en su estilo, y en su momento intentan describir y desarrollar la caute-la que debe acompaar todo movimiento de posicionarse. La cautela con la que deberamos poder recibir las propias ideas y creencias, los propios sentimientos, la cautela que debera regir sobre el modo en que recibimos tales y cuales demandas. Para decirlo ms sencillamente: no alcanza con saber que uno es uno o nosotros somos nosotros para saber con cer-teza para quin y para qu trabajamos. INTRODUCCIN6Avecesesevidentequactitudhabraqueadoptar,ysinembargo,no importa cun obvio sea, sentimos miedo de decir ciertas cosas. El caso de la inimputabilidad es ejemplar: tememos todava denunciar lo que pasa, an cuando lo que pasa muestra su miseria sin que haga falta que alguien la seale. A veces pensar lo que pasa exige de un pensamiento topolgico y relacional que muestre que lo instituyente y lo instituido no se correspon-denrpidaeinmediatamentecontalesycualesactores.Enotroscasos se trata de mostrar la diferencia en el pequeo gesto, en las impresiones de nuestra sensibilidad, en el modo de interpretar tal o cual cuadro de la vida cotidiana, en los que detectamos rpidamente el surgimiento de una novedad. Por ms pequea que sea.Loslocosyloscriminalesestnactualmentecondenadosaunavidade asxia,peronohacemosestosloporellos.Loquehacemosconellos dicemuchodequinessomosnosotros,losquepensamosyhacemos tales o cuales cosas con ellos. Por eso, hacer algo distinto con ellos implica necesariamente dejar de ser eso que somos. Lic. Jessica MunielloCoordinadora Programa PRISMALic. Pablo VitalichCoordinador rea Docencia e Investigacin7DoctrinaTampoco son tan pobrecitosAlternativas tico-polticas frente a la hegemona del modelo asistencialista-peligrosistapor FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI (1) y PABLO VITALICH (2)Por dura que fuera la palabra sirviente a los odos de Morel cuyo padre lo haba sido, y justamente por serlo, la explicacin de todas las desventuras sociales por la envidia, explicacin simplista y absurda, pero inagotable y que, en cierta clase, prende siempre de una manera tan infalible como los viejos trucos en el pblico teatral o la amenaza del peligro clerical enlas asambleas, encontr en l una creencia casi tan fuerte como en Franoise o los criados de madame t Guermantes, para los cuales la envidia era la nica causa de los malesde la humanidad. Marcel Proust (3) (1) Lic. en Psicologa (UBA). Ex Residente y Jefe de residentes del Hospital Moyano. Psiclo-go clnico Psicoanalista. Psiclogo de Guardia del Hospital Moyano. Docente y coordinador de espacios de Discusin Clnica de la Residencia del Hospital Moyano. Integrante Dispositi-vo de Tratamiento PRISMA Mujeres. (2)Lic.enPsicologa(UBA).ExBecarioCONICET.ExBecarioUBACyT.Docentedela FacultaddePsicologadelaUBA.CoordinacindelreaDocenciaeInvestigacindel PRISMA. (3) PROUST, MARCEL, Sodoma y Gomorra, Madrid, Alianza, 1998.FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICHFERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH81 | IntroduccinEl presente trabajo intenta desarrollar los principios conceptuales de una po-ltica clnica y jurdica que, segn creemos, propone una alternativa a la lgi-ca de la peligrosidad. Se propone un anlisis de nuestras propias prcticas que revela la complejidad de la discusin que anima internamente nuestro proyecto. Si esto nos parece importante, si despus de todo lo que se ha di-cho al respecto creemos que esta reexin posee actualidad, es porque en-tendemos que el peligrosismo no se desarticula simplemente adoptando la determinacin de abandonar ese modo de pensar y reprochando con indig-nacin a quienes an lo mantienen. La profundidad y complejidad histrico-social del diagrama peligrosista excede por mucho la representacin de pe-ligro que habita en la mente de los distintos actores sociales: se trata de un entramado consolidado histricamente que se despliega a travs de un con-junto de prcticas, disposiciones afectivas y conceptos, hbitos discursivos einstitucionales,normativas,emplazamientosespacialesyordenamientos deltiempoquecaracterizanciertaspolticasenmateriadeadministracin de la justicia as como tambin ciertas polticas en materia de salud mental. Y sobre todo cierta relacin, cierta asociacin hegemnica, que se ha esta-blecido entre estos dos discursos, el de la justicia y el de la salud mental y el campo de prcticas que ambos instituyen. Es por esto que la transformacin de este gran conglomerado que es la peligrosidad no depende de un discur-so o mbito particular, sino de una reconguracin de la lgica que vincula el conjunto de los discursos y prcticas en los cuales se determina su realidad.No es muy difcil identicar, y consecuentemente denunciar, las grandes zonas, los bastiones del peligrosismo. Mucho ms complejo, delicado y trabajoso es identicar esa lgica operando en nuestras propias afeccio-nes, en nuestros propios comentarios, en nuestros hbitos mentales, en nuestras pequeas decisiones operativas. Y es ah, en estas zonas poco visibles, donde el peligrosismo persiste y mantiene su ecacia: all don-decreemosquenuestrosentidocomnynuestrasbuenasintenciones nosinmunizandeantemanodeserproductoresyreproductoresdela lgica de la defensa de lo social y la poltica del otro como enemigo. (4) (4) Lo cual explica que tanto organismos que se limitan a enunciar una serie de imperativos acerca de lo que estara bien que suceda sean totalmente inoperantes a la hora de efectuar una prctica que modique los resortes materiales y discursivos que perpetan la lgica del peligrosismo.TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...9DoctrinaEntodocasoestoesclaro:lalgicadelapeligrosidadeselescenario sobre el cual nos movemos, desfondarla es una meta y aun cuando eso yaestsucediendoenpequeosgestosoimportantesdecisionesque se organizan por otros principios, el peligrosismo no es algo que quede saldadodeunavezyparasiempre.Eseejercicioconstantequeexige detenerse sobre las propias tendencias, muchas veces espontneas, es eldesafosobreelcualavanzamosquienesestamosenlainterseccin de la justicia y la salud mental desde una perspectiva clnico-crtica.El peligrosismo es algo ms que una cierta representacin estigmatizan-te que ejerceran quienes confunden a las vctimas de la sociedad con la causa de los males sociales. Si slo fuera eso bastara con dejar de verlos as, como causas del mal, como peligrosos, para que las cosas se ordenen. Sin duda ese movimiento es necesario ya que es imprescindi-ble no confundir un sntoma con una causa. Al mismo tiempo, es nece-sario pensar cada uno de los niveles en los que se determina un sntoma. Yestantomsimperiosoconstruirlgicasdelaintervencinenesos mltiples niveles, lgicas de la intervencin que avancen en la direccin deseada.Ahorabien,alosfinesdepensarintervencioneslocales,que atiendanaljuegodefuerzasquesostienenciertascondicionesde existencia, las buenas intenciones no bastan como tampoco alcanza con dejar de pensar que se est tratando con individuos o grupos peligro-sos. Los juegos de fuerzas conguran situaciones delicadas, prontas a verse sacudidas por los movimientos ms sutiles y es entonces necesario saber de qu modo, en nombre de qu, para qu y a qu costo uno es-tar dispuesto a intervenir. Esto es, grosso modo, lo que quisiramos transmitir en este trabajo: el es-cenario de problemas al interior del cual debemos pensar nuestra prctica cotidiana y el modo en que un mbito de problemas extensos y complejos queda expresado en gestos mnimos.2 | CrticaNuestro trabajo se propone partir de la frase tampoco son tan pobre-citos, enunciada en una de las reuniones de equipo, a n de analizar y valorar tanto el universo conceptual al interior del cual sta existe y se actualiza con su enunciacin como la lgica de su funcionamiento en su FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH10carcterdeprcticadiscursiva.Esdecir,porunlado,reexionarsobre loquelafraseestdiciendo,susignicacin,elmbitodeinteligibili-dadalinteriordelcualellaesposible;porelotro,captarlalgicade lo que ella hace e instituye al momento de enunciarse. En denitiva, se trata de analizar el enunciado desde una doble perspectiva: semntica y pragmtica. La frase fue dicha en un pase de guardia. Momento en el que la guardia comunicaalosequipostratantesenparticularperosetratadeuna comunicacindirigidaatodoelequipodeprofesionalesculeshan sido los sucesos del da y la noche anterior. Esto es, quin ha demanda-doatencinporguardia,quhapedido,cmoseharesueltolasitua-cin, etc. A partir de ello, se intenta realizar alguna lectura en relacin a lasignicacindeesademandadeatencin.Enestecontexto,lafrase aparece como una suerte de conclusin, una sentencia que pretende dar una clave para comprender la situacin de esa demanda. La intuicin, al momentodeescucharla,fuequeenellaseexpresabaelhilodeconti-nuidad, la complicidad entre una poltica asistencialista y la lgica de la peligrosidad y que, por lo tanto, su relevancia excede en mucho el mbito en que fue pronunciada revelando una posicin tico-poltica y una for-ma de acercamiento a ciertas problemticas que se encuentra presente yoperanteenlosmbitosmsdismiles.Nuestraexposicinpretende desarrollar analticamente esa intuicin, pero tambin plantear una suerte de zona de indenicin y de indeterminacin que nos permitir abrir otra lnea de sentido que no se organiza por los principios de asistencia y peli-gro. Esta segunda instancia de la exposicin ser para nosotros la ocasin para exponer el mbito conceptual desde donde entendemos se perla otra poltica de intervencin posible en salud mental. Otra poltica que, a su vez, redenira el tipo de relacin que se establece entre los discursos de la salud mental y el mbito jurdico y penal.2.1 | SemnticaComencemos, entonces, desarrollando la dimensin semntica del enun-ciadotampocosontanpobrecitos.Enunaprimerainstancia,podra querer decir: son menos pobrecitos de lo que podran parecer a primera vista. Sin embargo, y si bien la frase se reere explcitamente a la cantidad depobrecitud(tampocosontanpobrecitos),podraalmismotiempo TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...11Doctrinainsinuarquesonotracosaademsdepobrecitos.Esaotraposibilidad queda aludida, pero no dicha y la clave de su inteleccin creemos reside en cmo se entienda al pobrecito. Por lo tanto, comenzaremos nuestro anlisis intentando discernir qu estara siendo efectivamente dicho en el son tan pobrecitos. Frase que sera la instancia necesaria y lgica con la cual tampoco son tan pobrecitos parecera querer polemizar.La denicin de pobre tal como aparece en el diccionario de la Real AcademiaEspaolaasumelassiguientesacepciones:1.(...)Necesita-do, que no tiene lo necesario para vivir. (...) ; 2. (...) Escaso, insuciente. Estalenguaespobredevoces;3.(...)Humilde,depocovaloroenti-dad; 4. (...) Infeliz, desdichado y triste; 5. (...) Pacco, quieto y de buen genioeintencin;6.(...)Cortodenimoyespritu;7.(...)Mendigo. Elrecursodeldiccionariotienenicamentelafuncindeorientarla discusin,puestoquelasactuacionesdiscursivasdelimitanunrango de dispersin semntica difcilmente determinable. Pero, en todo caso, sirve para revelar que la palabra pobre implica y conjuga una valora-cin material y moral.Ladeclinacinapobrecitotieneelefecto,ensucualidaddiminutiva, de acentuar la dimensin moral y peyorativa que ya en parte se insina en pobre: ese vector que va desde la buena intencin, la humildad, la inde-fensin y, pasando por la carencia, la inocencia, llega hasta la desdicha y, cuando no, a la estupidez; este movimiento instala a los pobrecitos en la funcin de vctimas. (5) Teniendo en cuenta que en nuestro caso se trata de pacientes que, simultneamente, se encuentran detenidos, se puede cernir de distintas maneras el campo de carencias: partiendo de un menos delibertad,podratratarsedemenosdinerooposibilidadesmateriales, menos contencin afectiva o familiar, educacin, etc. Podra tambin re-ferirse a un menos de facultades, por ejemplo, inteligencia, memoria, co-herencia, cognicin social, etc. O, nalmente, tratarse de una conjuncin de todos esos elementos. En denitiva, su carencia ha implicado que han tenidomenosoportunidadesyqueposeenmenospotencialidades,fa- (5) En el presente artculo, el concepto de vctima no ser analizado crticamente. En este sentido, entendemos que hay actualmente esfuerzos conceptuales importantes por restituir un concepto de vctima que no implique una atribucin sobre la condicin permanente de alguien. Al interior deestetrabajo,laideadevctimapermanecertalcomolahemosintroducido,directamente ligada al de pobrecito.FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH12cultades. Imaginario que se encuentra bien vigente en ciertos mbitos de los derechos humanos y que, a no dudarlo, es en parte cierto. Pero en el desplazamiento de pobre a pobrecito queda indicado un movimiento ms profundo: se produce un deslizamiento desde la consideracin sobre las posibilidades que alguien ha tenido hacia quin es esa persona moral-mente. Se pasa de una consideracin que, hasta cierto punto, podra con-siderarse objetiva que alguien ha tenido menos oportunidades a una construccinsegnlacualalguienesenspobrecito,contodalacarga moral que recin enumerbamos, por efecto de las carencias que ha su-frido. (6) En este mismo movimiento, se produce una atribucin sustancial, una suerte de determinacin sobre su condicin: son pobrecitos.Esta construccin contiene en s una cierta constelacin afectiva. En efecto, hay un afecto propio de quien mira a otro como un pobrecito. Estar viendo a alguien como un carenciado, un indefenso, una vctima, va acompaado por un cierto sentimiento de compasin o, peor an, de lstima. Entende-mos que la dimensin afectiva es un elemento interior del pobrecito y no un sentimiento que vendra a adosrsele exterior y circunstancialmen-te.Podraentendersecomounaformadesensibilidadaesteesquema que conjuga una conceptualizacin en este caso sobre los otros con los que trata y un cierto afecto que es solidario de esa conceptualizacin. Ms an, en la prctica, la consideracin intelectual acerca de qu signica ser un pobrecito podra faltar absolutamente y ser el sentimiento de lsti-ma lo nico efectivamente sentido. Incluso, se podra aventurar que dicho afecto es tanto ms efectivo al momento de conducir una situacin cuanto menos explicitada est la conceptualizacin correspondiente.Introduzcamos un tercer elemento. Estar viendo un conjunto de pobreci-tos implica, adems de cierta disposicin afectiva, todo un universo orga-nizado alrededor de la lgica del tener; implica lgicamente que hay otros que tienen ms, y la frase reclama alguna ratio, medida, segn la cual se evalan los ms y los menos. Esto signica (no importa si de hecho no se (6)Conalgunadiferencia,lacristalizacindealguienentornoaalgunaformadecarencia operjuicioquehabrasufridoascomolasposiblesconsecuenciasenelcarcteryahaba sido ubicada por Freud en el artculo Las excepciones. All se identica esta posicin en el siguiente enunciado: La vida me debe un resarcimiento que yo me tomar. Tengo derecho a ser una excepcin, a pasar por encima de los reparos que detienen a otros. Y an me es lcito ejercer la injusticia pues conmigo se la ha cometido. Algunos tipos de carcter dilucidados por el trabajo psicoanaltico. Tambin puede revisarse el captulo IV de Nietzsche y la losofa de Gilles Deleuze, donde se efecta una profunda caracterizacin del tipo del resentimiento. TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...13Doctrinaha efectuado) haber proyectado una grilla sobre el conjunto de la pobla-cin que distingue y distribuye a los individuos segn su nivel de pose-sin. Ante esa grilla que organiza la serie de los individuos en la escala de los que tienen ms y menos, habra algunos que necesariamente estaran endesventaja.Siestoesimportanteesporqueintroduceladimensin dequequiennotiene,notieneenrelacinaotrosquetienenms.Lo cual sugiere la cualidad de las relaciones que se establecen entre quienes se denen por tener ms y quienes se denen por tener menos. Al inte-rior de este universo, no importa cunto se tenga o no efectivamente, lo conjuradosersiemprelacarenciaquecadaquienvivenciarcomouna amenaza que insiste y acecha, interior y/o exteriormente. Y consiguiente-mente, cualquiera que se perciba en menos podra sentir que ya no tiene demasiado que perder. En estas condiciones, se presupone a la vez que se construye un sujeto que, en su desesperacin, podra estar dispuesto a cualquier cosa. (7) Estar dispuesto a cualquier cosa, carecer de lmite y, por ende, de cierta calculabilidad en la accin es casi la denicin mis-madelapeligrosidad. (8)Porlotanto,lamismalgicadelacarenciase expresa tanto en el sentimiento de lstima como en la cautela que habra que tener frente a los pobrecitos. El librepensador dir, con las mejores intenciones, quizs no sean malos, quizs slo estn desesperados y, a partir de su propia relacin con la carencia que se le presenta en el otro, permanecer cauteloso.Si volvemos ahora sobre el enunciado tampoco son tan pobrecitos, pa-rece al menos verosmil que ste refuerce, intensique una direccin que subterrneamente ya existe en la consideracin de que los pacientes son pobrecitos. Se puede sentir la irona que habita la expresin. Tampo-cosontanpobrecitospodraensuindeterminacin,ensuvaguedad, querer insinuar no son pobrecitos, todo lo contrario. Y ah, donde po-brecitosignicabavctima,seleervictimario;ah,dondesesignicaba indefenso, se leer peligroso; ah, donde se lea inocencia, se encontrarn (7)Inmersoenestalgica,unmillonarioviviraanticipandosupropiaprdidayalper-cibirsecomonoaseguradoynoteniendosucientepodraestardispuestoacualquier cosa para conjurar la carencia por la que ya est afectado y que vive imaginando como un accidente posible. (8) Entre los guardavidas, existe la precaucin de que alguien pronto a ahogarse, o que al menos as lo siente, puede en su desesperacin atentar o poner en peligro la vida de quien est por salvarlo. Esta situacin que expresa ejemplarmente la conjuncin vctima-peligroso revela un imaginario frecuente tambin en otros mbitos.FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH14lasintenciones,yah,dondelacarenciaylapasividadnosorientabana ayudarlos, ahora nos orientarn a protegernos, resguardarnos, y de ser ne-cesario, hasta abandonar nuestra funcin o permutarla casi imperceptible-mente por alguna otra. Este desplazamiento tambin se refuerza cuando en algn momento alguien recuerda que se trata de pacientes que se en-cuentran detenidos en una institucin penitenciaria: rpidamente se aca-bar entendiendo, obviando el anlisis de la funcin y la selectividad del sistema penal, que por algo algunos terminaron all.Solidariamente a la mutacin representacional, la lstima mutar en des-conanza y as subrepticiamente nos desplazamos de la disposicin a ayu-dar, a la retirada, a protegernos y asegurarnos de que nadie saque prove-cho de nosotros. En denitiva, nadie quiere ser una vctima. Y si son ellos los victimarios, las vctimas seremos nosotros o algn otro con el que no tardaremos en identicarnos. Y as como en el rostro del soberano se pue-de presentir al lobo y en el lobo al soberano, en el corazn del pobrecito estar tambin inscripta la amenaza siempre latente en los desposedos. A la luz de esta interpretacin que hemos realizado creemos que hay otrasposiblesyvolveremossobreesto,sostenemosqueeluniverso implicadoenpobrecitopresuponeinternamentesucontrariocomo dosmomentosquesesucedenycoexistenpaccamente,contraria-mente a lo que una impresin supercial podra hacer parecer. De paso, cabra hacer notar que la modalidad bajo la cual se produce la relacin conelotro,todalalneadecontinuidadquehayentrelosinocentesy los culpables, las vctimas y los victimarios, estar siempre mediada por representaciones y valoraciones morales que pretenden decir la verdad y jar la identidad de cada quien.2.2 | PragmticaSitumonos ahora desde el punto de vista, no ya de lo que el enunciado diceysignica,sinodeloquestehaceyloquereveladelaposicin desde la cual se lo enuncia. La frase pretende advertir que los pacientes nosontanpobrecitos.Seaquelospacientessepresentenas,sere-presenten as, sea que los profesionales que los tratan se engaen sobre el tema (por su moral burguesa, por tener ideales ingenuos), la frase pretende denunciar que no habra que dejarse engaar por esta aparien-TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...15Doctrinacia.Sidenunciaunaaparienciaesparainsinuarquehabraunarealidad msrealqueestenjuegoyquepodraperdersedevista,quepodra quedar oculta por el hecho de creer algo que en realidad no es. Entonces, y en la medida en que el enunciado quiere ser una advertencia, un llamado a no engaarnos, a lo que se dirige es a una creencia, a una representa-cinfalsaquesepuedetenerdelarealidad.Enestesentido,sepodra decir que su motivacin es esencialmente epistemolgica: juzgara como falsa una determinada manera de acercarnos a la realidad. Al interior de este universo que vamos deniendo no habra nada ms condenable, ms reprochable, que pecar de ingenuidad. Ingenuidad en dos sentidos: por un lado, se estara siendo ingenuo al ver a los pacientes como pobrecitos cuando en realidad son otra cosa, y, por el otro, en el trato con ellos es-taramos expuestos a que saquen provecho de nosotros, de nuestra con-adaposicin.Elenunciadoquierequesalgamosdelastinieblas,dela caverna y refuerza, en este movimiento, la lnea de sentido que venamos analizando. En denitiva, se trata de que no nos engaemos y que veamos que detrs del pobrecito, el padeciente, est el culpable, el victimario, el agente. Partiendo de esto, todo esfuerzo o movimiento de los inocentes para cambiar estar, para quienes se dan cuenta de la realidad de las cosas, condenado como ftil de antemano.Siserepiensaelvnculoqueessusceptibledeestablecerseconlospa-cientes bajo estas coordenadas que vamos recorriendo, salta a la vista que entre quien engaa y quien puede ser engaado slo puede establecerse una relacin agonstica que no puede producir otra cosa ms que un gana-dor y un perdedor.Por otra parte, pensamos que, en el campo de la salud mental, el ejercicio por antonomasia del poder est en darse la habilitacin para decir la verdad sobre alguien, para establecer y determinar la serie de las cualidades morales y afectivas que denen la identidad y la esencia de la que alguien est hecho. Y a la luz de este conglomerado afectivo conceptual no tardaremos en des-cubrir al psicpata detrs de la oveja. Y consiguientemente, no tardaremos en llenar hojas y hojas de informes con lenguaje tcnico (y esto ya es bastan-te benevolente) donde diremos que alguien es manipulador y vaya uno a saber cuntas cosas ms. En este sentido, observamos que de la funcin de ayudar y brindar atencin hemos, casi inadvertidamente, empezado a con-denarlos y llenarlos de eptetos sobre lo que ellos seran verdaderamente. Difcilmente la lgica del juicio, el ejercicio de enjuiciar, que subyace tanto FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH16al creer que son pobrecitos como que son peligrosos, no conduzca a otra cosa ms que a un dictamen y una condena. Por eso, este ejercicio de hacer el compendio moral de alguien sera totalmente inocuo si no fuera acompa-ada de la potestad social de decidir sobre el destino de estos individuos.Esto trae a la hora de la prctica una serie de interesantes consecuencias quenodebenpasarseporalto,consecuenciasqueseencuentranmu-tuamente implicadas y son manifestaciones del movimiento que venimos describiendo. Mencionaremos tres de ellas:1.Aniveldelapolticadeltratamiento,seestableceunasuertedepactot-cito,segnelcualseaccedeatrataralospacientes,brindarlesasistencia, mientras ellos demuestren que quieren cambiar. Y la prueba de querer cam-biar consiste en que puedan comportarse como se espera que se compor-ten. De paso, se crea as la idea de que si no se comportan como se espera, y por ende acaban por ser expulsados del tratamiento, es por su culpa y ex-clusivamente por su culpa, lo cual implica, en principio, desconocer o borrar elconjuntodefuerzasqueoperanincidiendoenlamanifestacindetodo fenmeno humano (biolgicas, subjetivas/inconscientes, sociales, polticas, culturales, histricas, relacionales) para ceirse exclusivamente al campo de la voluntad y a la prueba de docilidad a la cual se la somete. Por otra parte, esto tambin implica de hecho sostener una posicin, cuestionada ya des-de hace tiempo an en el campo de la ciencia: situarse en la escena como observadoresobjetivosrenegandoasdelaincidenciaquehayanpodido tenernuestraspropiasintervencionesenlaproduccindelosfenmenos que supuestamente slo identicamos.2.Asuvez,seesperaquelavoluntadmodiquelaformaenlaquealguienha venido existiendo y congurando su mundo de relaciones, pero es algo que la voluntad difcilmente puede dar, esta expectativa de transformacin est nece-sariamente condenada al fracaso. (9) Es una expectativa destinada a decepcionar no slo porque se espera de la voluntad algo para lo cual ella es impotente, sino porqueademsseesperauncambioenunadireccinparticulardeterminada de antemano: que alguien viva sin meterse en problemas; se espera en denitiva que viva una vida lo ms parecida a la que uno querra para s, proyectando as sobre ellos un ideal de felicidad que, como es sabido, difcilmente funcione muy bien, incluso para nosotros mismos. Entonces, al interior de este entramado que (9) El lugar que la institucin le otorga a la voluntad es ledo as crticamente por Goffman: Es preciso lograr que los internos se autoconduzcan de un modo manejable y, para propen-der a ese n, tanto el comportamiento deseable como el indeseable deben denirse como surgidos de la voluntad y el carcter personal de cada interno, y sometidos a su decisin. GOFFMAN,ERVING,Internados.Ensayossobrelasituacinsocialdelosenfermosmentales, trad. de M. Antonia Oyuela de Grant, Buenos Aires, Amorrortu, 2001.TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...17Doctrinadene a los individuos segn una lgica de la tenencia, que acaba haciendo del tener la medida, la regla de la cual se deducir la moralidad de las personas, lo que se construye es una imagen del hombre esencialmente conformista cuando noresignada.Aunas,ymsalldeloquetodaestaconguracintengade criticable, el asunto es que por su entramado interno est destinada al fracaso.3.Esta veloz y casi inmediata mutacin de la inocencia a la culpa es solidaria de un proceso de desencantamiento de quienes trabajan con poblaciones vulne-rables: originalmente motivados por el nimo de ayudar, llamados revertir las situaciones de injusticia, en un mundo de vctimas y victimarios y de grandes valores distribuidos algo esquemticamente entre buenos y malos, acaban en-frentndose lentamente a una serie de desafos que culminan en la decepcin yenlamedidaquevanadquiriendounaexperienciaquelesdictaquelos buenos, los inocentes, las vctimas no lo son tanto terminan por llegar a pen-sar que si estn en esa situacin es por algo o, al menos, que su trabajo est condenadoalsinsentido.Noespocohabitualenelcampodelosproyectos que se destinan a producir transformaciones sociales que, erosionados por la aridez y la complejidad de los factores en juego, todo el asunto se reduzca al n y al cabo a que la gente no quiere cambiar. Insistimos en que se trata de un planteo que no slo reduce la complejidad del fenmeno tratado a una nica dimensin, sino que aparta a las personas de la nica pregunta factible de ha-cerse en estos escenarios: Qu hacer?. (10) Pero esta pregunta debe hacerse bajo determinada condicin para ser efectivamente portadora de una posibi-lidad que no se condene al fracaso, a la desilusin, a la repeticin vaca de un engranaje burocratizado y mecanizado que sostiene de hecho el statu quo. 3 | ClnicaPodra haber un nal alternativo. Tampoco son tan pobrecitos podra no signicar que hay que desconar de los pacientes, sino que habra que sos-pechar del sentimiento que nos los presenta como pobrecitos para evi-tar volverlos o volvernos vctimas, pero de nuestra compasin. (11) Y si hay razones para sospechar de dicho sentimiento es porque la perspectiva de (10) Es lo que Ignacio Lewkowicz plantea, en Pensar sin Estado..., diferenciando dos posiciones: La primera versin es una pregunta moral exterior: qu hacer con las crceles?; la segunda in-tenta singularizar la pregunta: qu hacer en las crceles? La diferencia no es menor. LEWKOWICZ, IGNACIO, Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la uidez, Bs. As., Paids, 2006. (11)Estoabreunaperspectivaque,sibienestsugeridaalolargodeltexto,nopodemos desarrollar en toda su complejidad: cmo una parte fundamental de la construccin de al-ternativas se sostiene en la posibilidad de operar modicaciones sobre la materia misma de nuestras propias afecciones y creencias? Hasta qu punto la experiencia debiera modicar la forma misma de nuestras intuiciones, la certeza y la evidencia con la que se nos presenta la realidad? FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH18la pobrecitud, como hemos venido analizando, es un esquema ideo-afec-tivo que contiene e implica como contracara la misma lgica peligrosista. Y bajo dicha lgica lo que alguien puede ser, hacer, y la significacin de su conducta slo puede desplazarse por el vector que va de la docilidad a la transgresin quedando las condiciones singulares de su caso, de su situa-cin, anuladas de antemano. Lo que, por otra parte, sucede casi de modo necesario cuando:a.La aplicacin de las clasicaciones psicolgicas y psiquitricas no se utilizan a los nes de orientar (y nicamente orientar) las lneas singulares que determinan el sufrimiento que alguien padece, sino con el nico n de hacer una evalua-cin que determine quin es.b.Los objetivos de un tratamiento se estipulan de antemano, obedecen a un n prejado, por ejemplo, hacer que alguien no vuelva a delinquir. Esto nos con-duce directamente a un punto nuclear de la discusin: el n de un dispositivo desaludmentalestratarelsufrimientodealguien,noeltratamientodelas personas. Y como en cualquier campo mdico determinar la naturaleza de un padecimiento es un punto de llegada al que se arriba luego de una serie de estudios y exmenes. Determinar en qu consiste el sufrimiento mental de al-guien, de qu se padece y cules son las lneas y las posibilidades de interven-cin, es tambin un punto de llegada. Pero el trabajo de permitir que haya un despliegue del sufrimiento exige como condicin una cierta apertura de quien sedisponeadarleunlugaraesepadecer,locualsignicaestardispuestoa que de ese intercambio surja una posibilidad que no estaba dada de antema-no, y que era imposible prever o pensar antes de que se hayan desplegado los elementos que constituyen ese dolor. Primera mutacin y operacin sobre el diagrama peligrosista: sustitucin de la lgica del juicio (vctima-peligroso) por una lgica del sufrimiento singular.Partiendo de este punto, es posible ir deduciendo el conjunto de inver-siones que habrn de efectuarse para que surja un diagrama, un escena-rio de conceptos y afectos distinto al que hemos venido caracterizando. Laperspectivadelsufrimientoimplicaquesetrabajasobreuncampo problemtico cuyas condiciones de resolucin sern inmanentes al pro-blema mismo y, por lo tanto, los elementos y estrategias que apunten a su resolucin debern nacer de la necesidad impuesta por el problema y por ningn elemento exterior a l. La primera consecuencia es que la tarea jams puede consistir en decir la verdad de alguien, en descubrir lo oculto que podra haber en l, en hacer el listado de sus cualidades morales. El lugar del profesional tratante no puede ser la del detentor del saber sobre la identidad. Si se logra despejar esta cuestin, el acen-TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...19Doctrinato estar entonces no en lo que se conozca o no de alguien, en lo que sesepadel,sinoenlaseriedelasposibilidadesqueseabranenla conexinconlalneaproblemticaqueseexpresaensusufrimiento. Esto es: no se trata de determinar lo que alguien es, se trata justamente dedarlugaraqueserealiceunaposibilidad,unapotencialidad,una virtualidad.Lafuncindelasaludmentalnoesladedecirquines alguien y ser as sabios de la identidad, sino la de permitir, habilitar, hacer posible una modicacin de la forma de sentir y vivir. Volveremos sobre esto.Pero as como la funcin del equipo de salud mental no se confunde con la del sabio de la identidad, tampoco debe confundirse con la del Juez, el Confesor, el Pedagogo-Torturador o el Padre-Madre. Esto es, la funcin del equipo de salud mental:no es juzgar, dictaminar, condenar y proveer.no es brindar un espacio de confesin y esperar signos del arrepentimiento y aceptacin de que tales o cuales cosas que le han pasado a alguien las tiene merecidasosonelresultadodesuspecadosyque,consecuentemente,en-tienda y acepte pagar lo que est pagando.noesejercerelcastigo,moralofsicoy/oesperarquealguienaprendasu leccin.no es brindar una serie de cuidados afectivos y materiales que infantilicen a las personas en cuestin y hagan consistir su carencia.Siefectivamentecumplieracualquieradeesasfuncionesestasque decimosnodebieraocuparestarasufuncinenfrancasintonacon elsistemapenal,talcomostehaexistidohistricamente:unsistema selectivo, que perpeta y fortalece el sistema de los ilegalismos y la de-lincuencia ms que combatirla, y que lejos de favorecer la rehabilitacin construyeunaorganizacinquerefuerzaelresentimientoytiendeasa jar la subjetividad alrededor de sus carencias.Undispositivoensaludmentalqueconfundeeltratamientodelsufri-miento con el tratamiento de las personas acaba funcionando como una tcnicaalserviciodeesegranobjetivodelaprisin:lanormalizacin ylaeliminacindeladelincuencia.Y,enesemovimientoporelcual confundeelobjetivo,acabasiendounaherramientamsalserviciode FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH20unejerciciodenormalizacinquefracasasistemticamenteporcreer que el problema de la delincuencia se agota en la existencia del delin-cuente y pierde de vista el vasto entramado social y econmico que da sentidoalagestindelosilegalismos.Porelcontrario,siseasumela lneadelsufrimiento,yestoesespecialmenteciertoparaelcasodela crcelperosindudaesgeneralizable,yseasumequelasaludmental, talcomosedeneenlanuevaLeydeSaludMental,estdeterminada por ...componentes histricos, socioeconmicos, culturales, biolgicos y psicolgicos, cuya preservacin y mejoramiento implica una dinmica de construccin social vinculada a la concrecin de los derechos huma-nos y sociales de toda persona..., (12) entonces, la intervencin apuntar a transformar, entre muchas otras variables, las propias condiciones ins-titucionales, administrativas y culturales (adems de subjetivas) y, por lo tanto,implicarunvectorinstituyenteydetransformacinqueesten lasantpodasdelanormalizacin.Esms,unaprcticaconsistenteen esesentidodebieraapuntaraensayarnuevasformasdevidasocialy comunitaria caracterizadas por formas de vinculacin distintas a las pre-sentes en la lgica del peligrosismo.4 | PrcticaQuizs haya quien piense que se trata de una discusin terica, una mera disquisicinentreintelectuales.Sinembargo,entendemosquelapers-pectivaasistencialista-peligrosistaeslavafacilitadaquetenemosalal-cance de la mano en lo que reere a la resolucin de los habitualmente llamados problemas prcticos. En este mismo sentido, es algo a desmar-car clnicamente en cada situacin. Es por eso que quisiramos ilustrar lo trabajado a partir de una situacin singular:Conocemos a D. a sus 35 aos en su internacin en el mbito institucional de entrecruzamiento de lo jurdico y la salud men-tal.Enestaoportunidad,fuedetenidoporlesionesyposte-riormente declarado inimputable permaneciendo en el mbito penal durante casi tres aos. Tiene detenciones previas y tam-binalgunainternacinenSaludMentaldelaqueguardaun recuerdosumamentetraumtico.Luegodeunprimertiempo (12) Ley 26.657 de Salud Mental, art. 3.TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...21Doctrinadeprueba,lmismodecidecomunicarlascoordenadasen lasqueseencuentrasubjetivamente:trabajaparaunorganis-mo de Estados Unidos de Norteamrica, en una misin especial que le fue encomendada a sus 22 aos y que implica una serie dedenunciasdeviolacionesdelosderechoshumanosenlas queseencontraraninvolucradosdesdedistintosfuncionarios de fuerzas de seguridad hasta ex presidentes, jueces, legislado-res, etc. Esta situacin tiene como horizonte el momento en que la ONU nalmente intervenga el pas y vuelva a poner orden en unmbitoque,asloplantea,haperdidosulegalidadenun sinfn de excesos.Toda su existencia se orienta por esta temtica aunque duran-te su perodo de detencin y an en el tratamiento psicolgi-co y psiquitrico implementado en otras oportunidades supo ocultarestascuestionesymostrarseadaptadoalosmbitos institucionales.Almomentoderecuperarsulibertad,queda ensituacindecalle,haperdidoelcontactoconsupadrey hermano desde hace aos (y no tiene intencin de retomarlo), no cuenta con recursos econmicos para mantenerse. Cuenta que, en oportunidades anteriores, enfrascado absolutamente en sus temas ha llegado a estar en situaciones de abandono y riesgo de su propia vida. Es necesario que la informacin que poseellegueaimportantesdestinatarios:senadores,diputa-dos, jueces, Corte Suprema de Justicia, ministros, organismos, etc.Luegoserntambingobernacionesdelasprovinciasy embajadas, llegando a entregar su documentacin en ms de veintedelegacionesociales.Sumisinincidedirectamente enlaconcepcinyvaloracindesupersona:soycomoJe-sucristo,landabasinunpeso,peroeraimportanteigual. Dice sobre su propio relato: yo s que es muy difcil de creer, pero es as. Ah donde la tentacin podra ser coagularlo en un diagnstico, que se encuentra al alcance de la mano, juzgar la veracidad de sus dichos o la realidad de la situacin o inten-tar normalizar (cundo vuelve a pensar como nosotros?, preguntalguienenunaclaseinmediatamentedespusde habersecuestionadolaideadenormalizacin),nuestradeci-sinfueabrirnosaescucharloquelmismoubicacomosu sufrimiento:nopuededescansardesuactividad,hace14 FERNANDO MATTEO BERTOLOZZI - PABLO VITALICH22aosquenotienevacacionesy,pormomentos,tieneque pensar en estos temas durante todo el da. La elaboracin y el poder hablar con alguien que lo acompae sin juzgarlo alivia esa compulsin a pensar; la puesta por escrito y las constancias de entrega de sus materiales en distintas oci-nas pblicas (con sus correspondientes sellos ociales) inscriben una existencia que de otro modo amenaza con desvanecerse si no es pensada permanentemente. La traduccin de esto mismo es, en otro nivel, el dejar de sentir que su vida est en riesgo: sus propios movimientos han logrado protegerlo. Sostenemos el lu-gar de testigos de su trabajo en otra institucin pblica a la que concurre semanalmente con toda regularidad, avisa y se discul-pa cuando falta, se preocupa por concurrir en buenas condicio-nes de presentacin para que no pasen vergenza por m. Desde ah, algo ms aliviado, avanza l mismo con el tratamien-todeotrascuestionesdesuvida.Setomaunasvacaciones despus de 14 aos concurriendo al lugar donde pasaba los ve-ranos con su familia y abre as nuevos circuitos de circulacin que se encontraban clausurados (aunque cuenta que mientras des-cansaba no logr sacarse del todo el trabajo de la cabeza, pue-depasarleacualquiera).Consultahospitalespblicossobre temasclnicosy,cuidandosualimentacin,aumentadepeso. Decide, superando experiencias previas, consultar a un psiquia-trayaceptarunplanfarmacolgico:necesitaestartranquiloy poder pensar bien para llevar adelante su trabajo. Junto con una trabajadora social obtiene un subsidio habitacional: en invierno deja la calle y alquila una habitacin o concurre a paradores (esto ltimo le resulta menos cmodo porque el mbito no le permite avanzar con sus escritos manteniendo su privacidad). Reaparece unprimoyreconstituyeunncleofamiliarqueloacepta;por su parte, D. decide no involucrarlo mantenindolo bastante al margen de su problemtica. Surge, en esos encuentros, el hori-zonte de lo que para l es la posibilidad de curacin: terminar consutrabajoyserrecompensadoporello,tenerunamujer, una familia, cambiar de vida. l mismo consiente que relatemos parte su experiencia, lee y aprueba este fragmento del artculo.TAMPOCO SON TAN POBRECITOS ALTERNATIVAS TICO-POLTICAS FRENTE A LA...23Doctrina5 | CierreNuestro objetivo ha sido analizar cmo una frase, en apariencia anodina, expresaunconjuntodefuerzasquehareducidoanticipadamentelas respuestaseintervencionesposibles,lasqueresultanfuncionalesala perpetuacin del estado de cosas. Es en este sentido que apostamos a que la perspectiva clnica de suspender la actualizacin automtica de lo instituido abra un espacio de libertad para el surgimiento de lo posible:Laenfermedadesunasituacin.Laposicinticanorenun-ciar jams a buscar en esa situacin una posibilidad hasta en-tonces inadvertida. Aunque esa posibilidad sea nma, lo tico esmovilizar,paraactivaresaposibilidadminscula,todoslos medios intelectuales y tcnicos disponibles. Slo hay tica si el psiquiatra da tras da, confrontado a las apariencias de lo impo-sible, no deja de ser un creador de posibilidades. (13)Donde dice psiquiatra puede leerse profesional de la salud mental; un paso ms y esta orientacin podra incluir, sin por eso desdibujar las diferencias de funcin, otros actores (jueces, defensores, representantes polticos, fuer-zas de seguridad, organismo de Derechos Humanos, organismos no guber-namentales, etc.) que por su lugar y posibilidad de intervencin se encuen-tren llamados a dar una respuesta en y a situaciones de inercia institucional.Slo cultivando una relacin con lo virtual, en cada situacin concreta po-dremos rescatarnos del desnimo, recuperar el sentido de nuestras prc-ticasycrearotrosmodosdevida.Esto,enparte,exigedarseunacierta libertad para ensayar y experimentar. Pero esta libertad no es sinnimo de espontaneidadoimprovisacin.Ambasestnsucientementepredeter-minadas, por razones que no siempre conocemos, como para no desper-tar sospechas. Todo lo contrario, entendemos por libertad un ejercicio que arma y se sostiene en un orden de razones distinto a aquel que tenemos disponibles, al alcance de la mano. (13) BADIOU, ALAIN, tica y psiquiatra, en Conferencias en Brasil: tica, poltica, globaliza-cin, Bs. As., Del Cifrado, 2006, p. 43.25DoctrinaTeraputica y crmenes de lesa humanidad por DARO LEICACH (1)No son slo los perversos los que cometen atrocidades con otras personas. Jean Allouch (2)1 | Nota preliminarTmesealpresentetrabajo,comounaprimeraelaboracindenuestra experienciafrentealdesafodebrindartratamientoapersonasligadas con el terrorismo de Estado. Es posible que, con el deseable avance de los juicios y condenas de estos individuos, cada vez sea una experiencia ms comn encontrarlos en nuestros consultorios dentro del penal. Es, por lo tanto, necesario poner sobre la mesa esta problemtica para que no nos tome desprevenidos. Partimos de la base de que en un estado de Dere-cho es inadmisible volver a la poltica del enemigo, y que toda persona, no importa sus actos, cuenta con ciertos derechos de naturaleza inalienable.ComoterapeutascivilesensaludmentaldelPRISMAtratamosdiaria-mente con pacientes imputados o condenados por delitos de todo tipo, desde pequeos hurtos hasta violaciones y homicidios. Los detalles de los episodios que han llevado a algunos de nuestros pacientes a perder su libertad y terminar en nuestros consultorios y talleres, son en ocasio-nesdeunaatrocidadyviolenciaextremas.Lospsiquiatras,psiclogos (1)Lic. en Psicologa (UBA). Docente Facultad de Psicologa de la UBA. Integrante Disposi-tivo de Tratamiento PRISMA (2) ALLOUCH, JEAN, La eticacin del psicoanlisis. Calamidad., Buenos Aires, Edelp,1997.Teraputica y crmenes de lesa humanidadDARO LEICACHDARO LEICACH26ytrabajadoressocialesquevenimosdelmbitocivilnoestamosfami-liarizadosconestascuestiones.Bastaconvernuestracurrculaforma-tivaparadarsecuentaqueestetematiene,enelmejordeloscasos, unlugarmnimoymarginal.Esparanosotrosundesafodiariopoder integraranuestraprcticasinreducirlanidegradarlaestetipode violencia. Entendemos que uno de los mayores obstculos radica en los efectos de corrimiento de la funcin de terapeutas, en tanto lo violento, sobre todo en sus presentaciones ms descarnadas impacta en la sensi-bilidad del profesional.Es fundamental trabajar sobre esta problemtica elemento propio de la especicidad de nuestro mbito ya que en la medida en que esto es na-turalizado e invisibilizado conlleva efectos infortunados en nuestra labor. Analizar todas las vertientes de esto excede la ambicin de este trabajo, as que nos centraremos en la problemtica particular de atender a perso-nas imputadas por crmenes de lesa humanidad.2 | La novedadCuandoelprimerodeestospacientesfuederivadoanuestrasinsta-laciones,hubounasensacindenovedad,deexcepcionalidadyuna consecuente inquietud se instal en nuestro grupo de profesionales. Se manifestaron distintas formas de rechazo, desde la renuencia de varios atomarentratamientoalapersonaencuestin,hastaciertorecelo: Vamos a alojar a esta gente en nuestro dispositivo?, merecen trata-miento?.Las situaciones novedosas tienen como mnimo un doble inters: por un ladonosobliganapensarcmoseramsadecuadoabordarunnuevo problema,yalmismotiempo,develanaspectosdenuestrotrabajoque en la cotidianeidad pasan desapercibidos. En este caso en particular, los mecanismos que parecan aceitados comenzaron a hacer ruido.3 | Algo no marchabaCuleseranlosargumentosquesostenanesterechazogeneralizado? Los obstculos que se aducan eran variados, pero de una manera u otra caan dentro de dos polos.TERAPUTICA Y CRMENES DE LESA HUMANIDAD27Doctrina1.La esencia del paciente: Indudablemente se trataba de un perverso y esto im-plicaba serias dicultades en la posibilidad de establecer un tratamiento. (3)2.La sensibilidad de los terapeutas: stos consideraban que no contaban con la templanzaparamantenerlaescuchaneutralydesprejuiciadanecesariapara poder trabajar.Ambos supuestos escollos merecen un anlisis detallado, as que nos to-maremoseltiemponecesarioparatrabajarlos.Enrelacinalprimero,la supuestaperversindelpaciente,tenemosquecomprenderantesque nadaaqunosreferimos,yaqueelcalicativoperversonotieneun signicado unvoco ni para el lego ni para el profesional de la salud.4 | De la perversin Enelsenodelapsiquiatraclsicaelconceptodeperversinfueacu-ado hacia nales del siglo XIX. Dentro de esta categora psiquitrica se intent agrupar el conjunto de prcticas sexuales que eran consideradas como aberrantes frente a los criterios sociales establecidos. Se pretendi darle a este trmino un estatuto cientco en tanto fuera descriptivo y mo-ralmente neutro, pero nunca perdi estas connotaciones. (4) Si tuviramos que ubicar al torturador en esta categora, lo encontraramos dentro de la subcategora de los sdicos, es decir, personas que extraen un placer de carcter sexual causando dolor fsico, psicolgico o humillacin a otros. En el campo del psicoanlisis actual, el trmino perversin supone una ca-tegora clnica opuesta y excluyente a la de neurosis como a la de psicosis. Es mucho lo que se ha escrito en psicoanlisis sobre la perversin como estructura clnica, lo que resulta signicativo para este trabajo es que su-pone la liquidacin de la transferencia, fenmeno necesario para que se desarrolle el proceso psicoteraputico. (5) (3) Hago uso del trmino esencia y no diagnstico por lo precipitado de la caracterizacin de este sujeto como perverso. Esto da cuenta de un corrimiento del campo de la clnica al campo de la atribucin esencialista. (4) Quiz por esto en 1987 la American Psychiatric Association decidi renombrar, dentro del DSM, al grupo con un nombre mas polite como el de paralias. (5) Con respecto a este punto, dentro del mbito psicoanaltico hay diferentes posturas te-ricas.Bastadecirquesiesposibleunaclnicapsicoanalticadelasperversionesyenqu condiciones es una cuestin en la que, hasta la fecha no se ha logrado un consenso. DARO LEICACH28Larapidezconlaqueseestablecequeunapersonaesperversaessor-prendente. Si tomamos la acepcin psiquitrica clsica, no se contaba con los elementos sucientes que nos indicaran que el paciente extrajo algn tipo de placer (sea de ndole sexual o no) en su presunta prctica. Dos pun-tos fundamentales nos eran escatimados en lo precipitado del diagnstico, la palabra del paciente y el espacio de las entrevistas preliminares a todo tratamiento posible. La falta de estos dos pilares de la clnica nos da ya un indicio de que quien se apresuraba a calicar de perverso a este sujeto lo haca desde una posicin que no tiene que ver con la teraputica. (6)Algo similar podemos decir si suponemos que el calicativo de perverso haca referencia al trmino en su acepcin psicoanaltica. El diagnstico en este caso se establece en transferencia, que es un proceso particular que se da en el transcurso del trabajo analtico. Todo esto no es muy no-vedoso para un psiquiatra o psiclogo. En este punto nos diferenciamos de otras especialidades del campo de la salud. No podemos establecer un diagnstico sincrnico, atemporal y sin el elemento que es el ncleo denuestraprctica,laexperienciasingular,irrepetibleeirreproducible del encuentro entre paciente y terapeuta. El psicoanalista se abstiene de calicarcomoperversoaalguienporloquedice,haceorelatahaber hecho.Elprocesodelatransferenciasuponelareedicin,lapuestaen escena en sesin de los complejos psquicos y las particularidades de la economa libidinal de ese sujeto. Cualquier a priori sobre las caractersti-cas de quin se sienta en frente nuestro, delimitadas a partir de hechos (7) objetivos,nosapartaradicalmentedenuestrafuncincomoterapeutas y evidencia en esa premura por endosarle un calicativo al sujeto un acto de violencia diagnstica. Se hace uso del acervo terico con nes conde-natorios y no teraputicos. Mientras que el trabajo de la justicia consiste en gran medida en ubicar al sujeto dentro de una gura legal (inimputable, responsable, culpable, etc.), el psicoanlisis o cualquier teraputica criteriosa no encuentra en la ca- (6)Entendemosqueeljurista,elciudadano,elsocilogo,etc.,tambintendrncosasim-portantesqudecirrespectoalostorturadores.Elproblemaescuandoelterapeutadeja de ser terapeuta y desde este lugar, usurpado a la clnica y a su saber, hace ejercicio de una violencia diagnstica. (7) No le corresponde al juez validar y valorar hechos? Por qu tendramos y bajo qu pa-siones nos habilitaramos a redoblar el juicio de alguien ya enjuiciado?TERAPUTICA Y CRMENES DE LESA HUMANIDAD29Doctrinategora o en el diagnstico del paciente su n, sino un medio para cuestio-nar y teorizar su prctica. En el momento en que la teora se impone sobre la experiencia, en cuanto la subjetividad del paciente queda velada por la valoracin diagnstica clausuramos el campo de la escucha y por ende no hay paciente ni teraputica posible.5 | Del lado del terapeuta Es razonable pensar que una persona, incluso en su mbito profesional, tie-nelimitacionesensucampodeaccin.Notodosestamosdispuestoso tenemos la aptitud para afrontar cualquier situacin que se nos pueda pre-sentar. Sin embargo, creemos que vale la pena pensar por qu la mayora de los terapeutas pusieron en duda su aptitud para atender a este paciente.Como mencionamos anteriormente, muchos de los pacientes alojados en elPRISMAhanlesionadogravementeoterminadoconlavidadeotros seres humanos. Pese a esto, no se producen grandes sobresaltos, y los pa-cientes reciben la atencin que es nuestra funcin brindarles. El obstculo a la hora de atender a un presunto torturador, entonces, no radica en el hecho de daar o asesinar. Entonces, dnde radica la diferencia.Por ello por primera vez dmosle la palabra a estos pacientes y quiz ellos nos puedan orientar. Los profesionales no son los nicos en diferenciar a los tortu-radores de los dems criminales, sino que ellos mismos marcan una diferencia tajante. Ellos no se consideran criminales en tanto entienden la criminalidad como un hecho moral, social y/o desencadenado por una patologa: el pobre, elestafador,elasesinodesequilibrado,eladicto,sonloscriminalespara ellos. Los militares torturadores y secuestradores se denen, en oposicin a stos, como presos polticos. Y aunque todos los presos son producto de una poltica, quizs haya una verdad en su autoarcacterizacin: sus crmenes se enmarcan en su labor como siervos de un estado de polticas terroristas, en tantosteatentsistemticamentecontrasuspropiosciudadanos.Resulta irnico que el mismo elemento que genera la renuencia de los profesionales sea el que ellos esgrimen para limpiarse de toda culpa y, al mismo tiempo, dar cuenta de cierto tipo de superioridad moral sobre otro tipo de detenidos. Se hace patente en las entrevistas con muchos de ellos que mantienen con orgullo su posicin como actores de una poltica del enemigo. Se guardan sus temores, sus dudas y su cansancio.DARO LEICACH30Podemos pensar entonces que la resistencia de los profesionales aparece no ante la violencia, sino frente al hecho de que estos pacientes ubican a estaviolenciaenlascoordenadasdeunhechoheroico,unactopoltico en pos de alguna abstraccin como el orden nacional, el cuidado de las instituciones o el estado. Lo que el profesional no advierte, es que termina reproduciendo, como frente a un espejo esta lgica del adversario o el colaborador, el hroe y el adversario. De ningn modo se debe pensar que estamos planteando un imperativo del orden del atindase a todos y bajo cualquier condicin ni tampoco creemos que es posible armar un dispositivo teraputico con toda la humanidad. Lo que advertimos es que enestarapidezensuponercomoimposibleuntratamientoestamosal mismotiemporeproduciendounaviolenciadeordenpolticopoltica que niega el padecer subjetivo y en el mismo movimiento validando la posicin sacricial y heroica de estas personas.6 | Hacia un tratamiento posibleEs en la medida en que el psicoanlisis nos ensea que la realidad humana es esencialmente dialctica, que podemos pensar que vctima y victimario son dos caras de una misma moneda. As como corremos el riesgo, com-padecindonos de la vctima, de revalidarla en esa posicin totalizadora de sufrimiento vedndole la posibilidad de ser algo ms (8); tambin corre-mos el riesgo de que en la medida en que asumamos que un torturador es slo un torturador, reeditemos la poltica del enemigo en un gesto de venganza social. Una teraputica puede acontecer en el pasaje de la unidi-mensionalidad del monopolio de una categora (siempre moralizante) a la pluridimensionalidad de lo humano como inherentemente indeterminable y contradictorio. En tanto como terapeutas podamos deconstruir pero siempre sin negar este abigarrado dualismo de la vctima y el victimario, y pensar que un torturador puede no ser en todo aspecto de su subjetivi-dad un torturador, podremos pensar un tratamiento posible del individuo yerosionarunarepeticinmorticantequees,enciertomodo,tambin parte de nuestra historia de padecimiento como pueblo. (8) Cabe preguntarse hasta dnde, al raticar a la vctima, no es uno el que se vuelve, simb-licamente, victimario. Desde ya, que negara la vctima, nos llevara al mismo lugar.31DoctrinaAlgunos desarrollos sobre el psiquismo en un mbito carcelariopor JESSICA BISTUER (1)Lo malo llega a parecer bueno a aqul cuya mente conduce una divinidad hacia el infortunio. Sfocles (2)1 | IntroduccinElpresenteescritointentarcircunscribirdosconceptosextradosdela teora psicoanaltica para poder repensarlos a la luz o, mejor dicho, en laspenumbrasdelsistemacarcelario.Masoquismoehipermoralidad sern las palabras claves del siguiente desarrollo.Pensar lo ya pensado Tal vez sea esta frase de espritu heideggeriano el puntapi que d inicio al siguiente texto. Un texto que necesariamente ser pensado desde la experiencia. Una experiencia inquietante.Pensarloyapensadodesdeotrolugar,perostavez,desdeunlugar de encierro. Y no cualquier encierro: la crcel. Que sea desde otro lugar armaradiferencia.Queeliniciodeltextoplanteeelarmadodealguna diferencia incide en la prctica concreta que el psicoanlisis propone en un determinado escenario. Al menos sa es la apuesta.Unhospitalpsiquitricoalinteriordeunacrceldemximaseguridad es el escenario de este escrito. El encuentro sostenido a lo largo de dos (1) Licenciada en psicologa. Actual psicloga del programa PRISMA. (2) SFOCLES, Antgona, Bs. As., Losada, 2003.JESSICA BISTUER32aosconsujetosensudoblecondicindepacientesypresossuscita diferentes interrogantes. Uno en particular va tomando volumen y se ins-tala para ya no querer irse...2 | La mudez de la culpaSujetos que muestran el inerno al que son arrastrados, sujetos desborda-dos de angustia, inundados de dolor, avasallados por las repeticiones, in-vadidos por lo pulsional que toma sus cuerpos, por los impulsos adictivos y las auto-agresiones mltiples. Sujetos con sentimientos que se agolpan y se superponen, con retazos de historias difusas que no hallan ningn lugar.Una pregunta se repite, insiste en cada encuentro con estos sujetos, por tanto debo hacerle lugar: cmo situar conceptual y clnicamente lo que llamar la tendencia masoquista presente en algunos sujetos privados de su libertad, tendencia que los arroja al inerno una y otra vez? Digamos rpidamente que no hay perspectiva alguna que pueda respon-der acabadamente a esta pregunta; dicho de otro modo, no hay manera deagotarlacuestindesdeunsolopuntodemira.Msbienmecon-formarconestableceralgunoslineamientosposiblesdesdeeldiscurso del psicoanlisis. Discurso que no posee la pretensin de denir, de asir resultados. Pura apertura. Disposicin a lo abierto. Despleguemos brevemente el concepto de culpa y su relacin con el en-cierro carcelario, concebido como castigo. La culpa para el mundo occi-dental, como todos sabemos, es un concepto que hunde sus races en el pensamiento judeo-cristiano. Culpa, segn el diccionario, es con respec-to al autor de un delito o falta, circunstancia de haberlo cometido, que le estigmatiza moralmente y le hace responsable de l ante la justicia, ante los dems o ante su conciencia. (3)Sentir culpa, de manera explcita y consciente, sera lo esperado para todo aquel que comete un acto fuera de la ley, para aquel que viola alguna (o muchas) de las normas de convivencia que rigen el funcionamiento de una (3)MOLINER,MARA,Diccionariodeusodelespaol,1ed.,vol.I,Madrid,GredosEditores, 2007, p. 881.ALGUNOS DESARROLLOS SOBRE EL PSIQUISMO EN UN MBITO CARCELARIO33Doctrinasociedad. En ese sentido, se espera que la persona declare el mal cometi-do y, en razn de ello, sienta remordimiento, el que a su vez podra exte-riorizarse verbalmente. Si hubiera alguna persona que en un primer tiem-po no lograra sentir culpa, se espera que en el transcurso de su condena lo haga por efecto de la resocializacin facilitada por el sistema carcelario, para luego estar en condiciones de insertarse nuevamente en la sociedad, sta vez s, respetando sus normas.Queda claricado que el concepto y la prctica de la culpa hacen consistir una posicin. Por un lado, subrayamos el valor consciente que, desde esta perspectivabasadaenelarrepentimiento,asumeelentendimientoque podemosobtenerdelsentimientodeculpa,yporotro,elquedebera adquirir dicho sentimiento en caso de faltar.Estemodeloidealderesocializacin,centradoenunasuertedeprc-ticaconfesionaria,claramenteseencuentraencrisisypadecedeltra-ciones por donde se lo mire. El escenario se conforma, entre otros, por lossiguientesfactores:elclamordeunasociedadquepidedemanera incesante el endurecimiento de las penas que el sintagma mano dura cristaliza proverbialmente ante la creciente ola de inseguridad, un sis-temacarcelarioquehistricamentehapretendidohacerseecodeesa clasedepedidosyunPoderJudicialarbitrandolavidaquetienelugar entrelosindividuosconloslmitespropiosqueatodosistemajurdico debemos asignarle.Insisto: este texto no tiene la intencin de abarcar dicha problemtica de lleno,problemticastaqueinvolucraunmodelojurdico-penitenciario de ndole punitorio que, a todas luces, se encuentra en crisis, sino de plan-tear el modo en que para algunos sujetos el castigo y los malos tratos son funcionales a un posicionamiento masoquista, lo que en este texto llamaremoslamudezdelaculpa.Yaveremosdequsetrataestoque podemos nombrar la culpa silente, es decir, una culpa no consciente.Para poder abordar esta problemtica en juego apelar a lo investiga-doporelpadredelpsicoanlisis,SigmundFreud.Cabedestacarque losfenmenosdeautocastigoocuparonunlugarconsiderableensu teora.Elmismoseocupadeellosdadasciertasevidenciasclnicas: reaccinteraputicanegativa,resistenciasalacura;esdecir,sujetos que en el trascurso de sus tratamientos, contrariamente a su expresin JESSICA BISTUER34de deseo de mejorar, empeoran decididamente y se aferran a la enfer-medad, al padecimiento. (4)Sureferenciaconceptualmsinmediataparailustrarlosfenmenoscl-nicos de autocastigo es el sentimiento inconsciente de culpa que luego sustituye por la necesidad de castigo, dada la paradoja con que se con-fronta al sostener dicha nocin, debido al hecho que los sentimientos son por denicin conscientes.Tantoalautocastigo,comoalsentimientoinconscientedeculpayala necesidad de castigo los emparenta con el masoquismo moral, (5) lo que aqudenominamosculpasilente.Todosestosconceptosaludenaalgo irreductible.Designalapresenciaindiscutible(eimposibledeeliminar por completo) de lo mortfero en toda estructuracin subjetiva. (6) Un sen-timientodeculpanoconsciente,mudo,quehallasusatisfaccinenel padecimientoydemandainexorablecastigo.Sentimientorespectodel cual en principio el sujeto no sabe nada, dado que no siente culpa y slo se anoticia de l por sus efectos, los que a su vez requerirn, en la mayora de los casos, ser sealados por alguien.Sujetos que viven al lmite, y llevan al lmite la vida biolgica; vidas en las que nada es ms arduo que soportar el vaco inherente a toda existencia sinapelaralconsumodesustanciasdediversandole;yenloscualesse inere que aqul (el Otro) que, en los inicios del sujeto, deba asumir a su cargolaresponsabilidaddesuscuidados,abdicdedichocompromiso (desestim la ley), haciendo del sujeto un objeto de sus satisfacciones, ob-jeto de sus caprichos, objeto de sus descuidos y hasta de sus abandonos. La palabra capricho del Otro ubica las cosas en su lugar: pues si hay capricho, no hay ley. Incluimos aqu a la gura del Estado y de la sociedad en su conjunto. Ms tarde, habiendo entrando en la segunda dcada de su vida, podemos concebirlo como un sujeto que ha pasado de todo y por (4)ApartirdeestosdescubrimientosSigmundFreuddejadesostenerlacreenciaqueel acontecer psquico es gobernado exclusivamente por la bsqueda de placer. (5) Freud en su texto El problema econmico del masoquismo propone la expresin ma-soquismo moral para aquellos sujetos que no buscan el placer en el dolor corporal que se inigen sino en la humillacin y en la morticacin psquica. Le extrae de este modo el senti-do netamente sexual que posea dicho trmino. (6) Sigmund Freud, al nal de su obra, y de su vida, debi postular la existencia de lo que llam pulsin de muerte o Thnatos.ALGUNOS DESARROLLOS SOBRE EL PSIQUISMO EN UN MBITO CARCELARIO35Doctrinatodo, pasado de vuelta incluso. Muchos de ellos son los que sobreviven hoyennuestrascrceles.Endenitiva,sujetosqueignoranensentido grueso los modos diversos que se pueden engendrar con el n de cal-mareldolor,yquedesconocenelmodoenqueesposiblerecurriraun otro que los mire (que los tome) ni ms ni menos que como a un semejante.No es inusual que ante tamaa indiferencia a la que ha sido sometido, el su-jeto acabe apelando al otro en el registro de la violencia. El n, siempre y en todos los casos, es convocar a alguien. Es all donde diversidad de escenas semontanpropositivamenteydejanalsujetoencuestinenposicinde ser castigado, agredido, insultado y hasta incluso maniatado o contenido fsicamente en nombre de la medicina. Sucede que dichos sujetos desco-nocen por completo otros modos de recurrir a la asistencia ajena, como lo llamaba Freud otros modos de no ser indiferente ante la mirada del otro. Detengmonos en la indiferencia como proceso de desubjetivacin en el cual el sujeto queda anulado en su condicin de semejante, convertido en extrao. Lo que caracteriza a quien ingresa en este proceso es la inclusin en la no pertenencia y la reduccin a la inmediatez del cuerpo biolgico. La indiferencia, entonces, como un modo de violencia en donde se establece la conviccin de no signicar nada para el otro, de no interesar al otro, con-duce a que el sujeto quede sometido a una imagen de s mismo en la cual se instala la certeza de que la vida propia y ajena no tienen ningn sentido.Clariquemos la vinculacin entre el masoquismo y la culpa silente. Habla-mos de un masoquismo moral que mantiene en posicin inconsciente al sentimientodeculpayqueseexpresacomonecesidaddecastigo.Se trata de una necesidad que se satisface por la va de determinadas accio-nes: ser maltratado (en cualquiera de sus formas) podra ser una de esas vas. Vale aclarar que al hablar de satisfaccin no nos referimos en modo alguno a lo que el sentido comn seala como sentimiento de placer (aso-ciado a toda idea de cumplimiento de una necesidad): en efecto, no habr sujeto alguno que admita sentir placer por habitar este tipo de situacio-nes; una aclaracin que sirve a los nes de construir la tan escuchada frase se les pega porque les gusta. En verdad, se trata de sujetos impulsados a ello sin ninguna posibilidad de encontrar un freno, un lmite. (7) (7) Cabra en este punto desarrollar el concepto de goce, presente en la obra del psicoana-lista francs Jacques Lacan, pero el mismo excede los lmites de este trabajo.JESSICA BISTUER36Cmoentenderdichosentimientoinconscientedeculpa?Digamoslo siguiente: ese sentimiento requiere ser ligado con un hecho tangible, real, concretoyactualcomomodoposibleparaelsujetodedefenderse delmismo.EsalldondeFreudexponecomoparadigmticalaposicin deaquellossujetosquedelinquenporsentimientodeculpa.Ynoalre-vs. Crmenes o delitos que emanan del autocastigo. Ntese que lo que aliviara al sujeto atormentado no es tanto la posibilidad de ligadura, sino el hecho mismo de ser castigado. Recordemos que el castigo es uno de los nombres con que en psicoanlisis podemos llamar al poder paterno. Entre ellos, las instituciones totales como por ejemplo, la crcel ocupan un lugar central. El castigo sera un modo por el que el sujeto nalmente lo-grara anudarse a la ley paterna.La pregunta, que como analista debo formularme, se reere al modo de establecer algn abordaje diferente a este sentimiento mudo. Se trata de establecer un abordaje distinto al que actualmente solicita la sociedad y brinda el sistema carcelario bajo las prcticas de humillacin, puesto que dichoabordajeesmihiptesisredoblalanecesidaddecastigo,la engrandece y, en todo caso, la desatiende como problema.Cmo repensar y establecer un dispositivo carcelario que pueda estar al servicio de la inclusin social del sujeto anudamiento a la ley del padre sin que ello implique un reforzamiento, mediante algn mecanismo puni-torio,delasconductasdelossujetosteidasporlamentadatendencia masoquista, lo que aqu denominamos la mudez de la culpa?Lapropuestaque,desdeeldiscursodelpsicoanlisis,sostengoesel armadodeundispositivoquehacelugaralpadecimientovividode los sobrevivientes, en donde se ampla el espacio del automatismo de repeticinmortfera (8)hacindoloentraralcampodellenguajeyala funcin de la palabra, con el n de, lentamente, dejar atrs el registro de la accin, el reinado de las impulsiones. Acaso se parta de un prejui-cio, o de una suposicin: la de que todo sujeto humano, por tratarse de un sujeto hablante, es capaz de producir diferencias, de construir nuevos sentidos. (8) Es decir, el crear situaciones, a puro desconocimiento, donde terminan siendo humillados, violentados, etc., como previamente he explicado.ALGUNOS DESARROLLOS SOBRE EL PSIQUISMO EN UN MBITO CARCELARIO37DoctrinaDicho de otro modo: crear condiciones para que lo mudo hable. Producir tramas, ilaciones, historias en lo disperso. Alojar lo q