Democracia y Pluralismo Político

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JUNIO 2014 DEMOCRACIA Y PLURALISMO POLÍTICO HOMENAJE A ROBERT DAHL

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Revista política con una serie de artículoscon énfasis en obras de Robert Dahl.

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  • JUNIO 2014

    DEMOCRACIA Y PLURALISMO POLTICOHOMENAJE A ROBERT DAHL

  • Revista Anlisis e Investigaciones N 3

    Director Fundacin Hanns Seidel Philipp Fleischhauer

    Director Carrera Ciencia Poltica y Gestin Pblica - UMSA Diego Murillo Bernardis

    Director Carrera Derecho - UMSA Javier Tapia Gutierrez

    Consejo Editorial Franklin Pareja Aliaga Justino Avendao Renedo

    Diseo de tapa: 3K kamaleon Impresin Grfica

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    Impresin: SOIPA Ltda. http://imprentasoipa.blogspot.com/

    Depsito Legal: 4 - 1 - 1423 - 13

    La Paz - Bolivia, 2014

    Esta publicacin se distribuyo sin fines de lucro, en el marco de la cooperacin internacional de la Fundacin Hanns Seidel con la UMSA.

    Los artculos que se publican a continuacin, son de exclusiva responsabilidad de los autores y no expresan necesariamente el pensamiento de las carreras de Derecho y Ciencia Poltica y Gestin Pblica de la UMSA y de la Fundacin Hanns Seidel.

    Se autoriza la reproduccin total o parcial del contenido con la inclusin de las fuentes, siempre y cuando su utilizacin sea sin fines de lucro.

  • ndice

    Presentacin ...........................................................................................................................................................5

    Introduccin ..........................................................................................................................................................7

    Los dilemas del enfoque institucionalista en torno a la democracia contempornea ....................................................................................................................................................9

    1. Preliminares............................................................................................................................................................... 9

    2. Las ventajas de la democracia moderna ............................................................................................. 11

    3. Las insuficiencias de los enfoques institucionalistas ................................................................ 13

    4. La terca realidad de la cultura poltica .................................................................................................. 17

    5. Un ejemplo claro: lo deplorable de las lites polticas .............................................................. 18

    6. La apata poltica de la poblacin como factor recurrente ..................................................... 21

    7. La necesidad de un enfoque basado en la nocin del bien comn ................................. 25

    8. Las causas profundas por el abandono de temas humanistas ............................................. 29

    La filosofa poltica de Robert Dahl ....................................................................................................331. Democracia directa y democracia representativa ........................................................................ 36

    2. Democracia de la mayora ........................................................................................................................... 44

    3. Democracia igualitaria y de equidad .................................................................................................... 54

    4. Democracia y poliarqua ............................................................................................................................... 63

    Bibliografa ....................................................................................................................................................................... 71

    Democracia y pluralismo El legado terico de Robert Dahl para la Ciencia Poltica ..................................................73

    1. Introduccin .......................................................................................................................................................... 73

    2. La Democracia .................................................................................................................................................... 74

  • 3. Pluralismo ............................................................................................................................................................... 83

    4. A modo de cierre ................................................................................................................................................ 86

    Bibliografa ....................................................................................................................................................................... 87

    La teora democrtica de Robert Dahl .............................................................................................891. Dos tipos de igualdad poltica ................................................................................................................... 91

    2. El gobierno de quines? .............................................................................................................................. 96

    3. La representacin ............................................................................................................................................... 97

    4. El mtodo de Dahl ......................................................................................................................................... 101

    Bibliografa .................................................................................................................................................................... 110

  • 5Presentacin

    Las carreras de Derecho y Ciencia Poltica y Gestin Pblica de la Facultad de Derecho y Ciencias Polticas de la Universidad Mayor de San Andrs, y la Fundacin Hanns Seidel Bolivia, tienen el grato placer de presentar al pblico el tercer nmero de la Revista Anlisis e Investigaciones. En esta ocasin, la revista ofrece un homenaje al legado a la teora de la democracia de Robert Dahl, prestigioso politlogo estadounidense fallecido el pasado 5 de febrero de 2014 y probablemente uno de los ms ilustres representantes de los estudios de teora de la democracia de la segunda mitad del siglo XX. Por esta razn, este nmero de Anlisis e Investigaciones lleva por ttulo Democracia y pluralismo poltico: El legado de Robert Dahl a la teora poltica democrtica.

    Como politlogo, Robert Dahl saba muy bien que una de las tareas de la ciencia poltica para la democracia es establecer sus condiciones y sus lmites, a travs del desarrollo de su teorizacin. En la introduccin a uno de sus libros ms conocidos, La democracia y sus crticos (1989), Dahl estableca con claridad su objetivo: exponer una interpretacin de la teora y la prctica democrtica, incluidos sus lmites y posibilidades, que sea pertinente para el mundo en que vivimos, o para el mundo en que es probable que vivamos en un futuro inmediato. A continuacin aada: ninguna interpretacin de esta ndole ser satisfactoria a menos que aborde ecunimemente los principales problemas planteados tanto por los crticos opositores como por los benevolentes.

    Con el fin de establecer un dilogo con el pensamiento de Robert Dahl, se ha invitado a cuatro figuras acadmicas destacadas en nuestro medio,

  • 6que gentilmente han accedido a escribir para esta tercera entrega. En esta ocasin nos acompaan H. C. F. Mansilla, Blithz Lozada, Marcelo Varnoux y Fernando Molina. En cada uno de los artculos, el lector podr encontrar una reflexin crtica en torno a Robert Dahl: los dos primeros autores trabajan desde una perspectiva que viene de la filosofa poltica y los dos ltimos desde una perspectiva que viene de la ciencia poltica. Y es que Robert Dahl, como todos aquellos grandes que se han ocupado de la teora democrtica, ofrecen posibilidades interesantes tanto para filsofos como cientficos de la poltica, en su perenne afn de comprender y proyectar la democracia.

    Es indudable que el gran aporte de Robert Dahl a la ciencia poltica contempornea es la propuesta de su teora democrtica. De esta manera, Dahl ha pasado a formar parte de los grandes pensadores polticos del siglo XX. La propuesta del terico se asienta en pensar la teora democrtica como en una gran red tridimensional, demasiado grande como para abarcarla en una sola mirada, y compuesta de hebras interconectadas de distinta elasticidad [] Al igual que un conocido modelo del universo, la red parece ser finita, pero ilimitada. Como consecuencia de ello, cuando uno avanza por una de las hebras argumentales, no llega a un final neto, que establezca un lmite delimitado y concluyente para el universo ilimitado de la teora democrtica. Si se sigue una argumentacin hasta lo que parece ser su punto final, se comprueba que uno ha comenzado a recorrer otra hebra, y as sucesiva e indefinidamente, segn temo.

    Con esta breve reflexin del profesor Dahl, invitamos a los lectores a compartir este homenaje, que con toda seguridad enriquecer la gran leccin que deja Dahl a la teora de la democracia y a todos los que creemos en ella: concebir la democracia como un ideal y como una realidad efectiva y alcanzable.

    Diego Murillo Bernardis Director

    Carrera de Ciencia Poltica UMSA

    Javier Tapia Gutirrez Director

    Carrera de Derecho UMSA

    Philipp Fleischhauer Director

    Fundacin Hanns Seidel

  • 7Introduccin

    El tercer nmero de la Revista Cientfica Anlisis e Investigaciones, producido por la Facultad de Derecho y Ciencias Polticas a travs de las carreras de Derecho, y Ciencias Polticas y Gestin Pblica, y la Fundacin Hanns Seidel, constituye un merecido homenaje a la contribucin y produccin intelectual de uno de los politlogos fundamentales en los estudios sobre democracia: de Robert Dahl, fallecido en febrero de este ao. Dahl deja un vaco difcil de llenar, dada su gran talla como investigador y acadmico, con una prolfica produccin intelectual en el complejo mundo de la ciencia poltica.

    Hacer una rememoracin de su vida dedicada al estudio e investigacin no es tarea sencilla; sin embargo, su legado ha quedado plasmado para la posteridad en ms de 20 libros escritos e innumerables artculos cientficos que, sin lugar a dudas, lo sitan como uno de los exponentes ms importantes de la ciencia poltica contempornea. En la actualidad, los estudios que ha realizado en su fecunda vida acadmica e intelectual constituyen lectura obligada para politlogos, socilogos e investigadores de las ciencias sociales, jurdicas y polticas, que desean profundizar en el anlisis de la teora de la democracia.

    Respondiendo a este contexto, la Carrera de Ciencia Poltica y Gestin Pblica de la Universidad Mayor de San Andrs y la Fundacin Hanns Seidel han invitado a cuatro destacados intelectuales y acadmicos de nuestro medio a escribir un artculo en torno a la temtica de la democracia y pluralismo poltico, en base a los estudios de Robert Dahl.

  • 8Uno de los ms destacados cientistas polticos de nuestro pas, el Dr. H. C. F. Mansilla, nos propone un agudo y siempre provocador estilo en sus anlisis, abordando conceptos y reflexiones en torno a los enfoques institucionalistas, las ventajas de la democracia moderna, la realidad de la cultura poltica y las lites circunstanciales, haciendo una tangencial pero interesante referencia a Robert Dahl. As mismo, otro destacado intelectual filsofo, Blithz Lozada, nos ofrece un anlisis de extraordinaria calidad que se enmarca estrictamente en la produccin y conceptualizacin de Dahl, a partir de cuatro elaboraciones tericas que articulan el pensamiento filosfico del profesor estadounidense. En un primer momento, expone el proceso de articulacin democrtica y detalla el proceso de construccin de la democracia ateniense; en un segundo momento, partiendo de la igualdad y de la soberana popular como aspectos centrales de la democracia, muestra que en la sociedad civil sera recurrente la aversin a la desigualdad y, en el mundo poltico, se habra constituido la nocin de ciudadana; en un tercer momento, Lozada explica la democracia madisoniana; finalmente, en el cuarto momento, valora la sistematizacin filosfica de Dahl y su aporte a la teora poltica. El tercer autor es el conocido cientista poltico Marcelo Varnoux, que brinda un trabajo analtico y descriptivo muy detallado acerca de la produccin de Dahl; con una estructura muy ordenada y pulcra, el artculo es imperdible para los lectores. El cuarto y ltimo autor es Fernando Molina, reconocido periodista y escritor ganador de varios premios periodsticos y literarios, que nos presenta un enfoque completo, bastante crtico y muy reflexivo sobre las ideas de la visin terica de Dahl acerca de la democracia.

    Con estos cuatro trabajos de gran factura, el lector podr elaborar sus propias conclusiones acerca de uno de los ms interesantes intelectuales contemporneos de la ciencia poltica, alabado por muchos y criticado por otros, pero nunca relegado a la indiferencia.

  • 9H. C. F. Mansilla

    Los dilemas del enfoque institucionalista en torno a la democracia contempornea

    Un aporte a la historia de las ideas en la politologa 1980-2000

    H. C. F. Mansilla1

    1. Preliminares

    Contrariamente a una opinin muy difundida, la historia de las ideas no es una ocupacin marginal y secundaria acerca de los fenmenos sociales y polticos de nuestro tiempo. En este caso especfico, su relevancia radica

    1 Nacido en 1942 en Buenos Aires. Ciudadanas argentina y boliviana de origen. Maestra en ciencias polticas y doctorado en filosofa por la Universidad Libre de Berlin. Concesin de la venia legendi por la misma universidad. Miembro de nmero de la Academia Boliviana de la Lengua y de la Academia de Ciencias de Bolivia. Fue profesor visitante en la Universidad de Zurich (Suiza), en la de Queensland (Brisbane / Australia), en la Complutense de Madrid y en UNISINOS (Brasil). Autor de varios libros sobre teoras del desarrollo, ecologa poltica y tradiciones poltico-culturales latinoamericanas. ltimas publicaciones: El desencanto con el desarrollo actual. Las ilusiones y las trampas de la modernizacin (Santa Cruz de la Sierra: El Pas 2006); Evitando los extremos sin claudicar en la intencin crtica. La filosofa de la historia y el sentido comn (La Paz: FUNDEMOS 2008); Problemas de la democracia y avances del populismo (Santa Cruz: El Pas 2011); Las flores del mal en la poltica: autoritarismo, populismo y totalitarismo (Santa Cruz: El Pas 2012).

  • 10 Los dilemas del enfoque institucionalista en torno a la democracia contempornea

    en las luces que nos puede brindar sobre las insuficiencias tericas y las carencias prcticas de ciertos enfoques muy difundidos en la politologa contempornea. El periodo 1980-2000 en Amrica Latina coincide aproximadamente con la predominancia de polticas pblicas inspiradas por el neoliberalismo. En las ciencias polticas esta etapa exhibi una fuerte influencia de los enfoques (neo-)institucionalistas2, que, a su vez, fueron inspirados parcialmente por Robert A. Dahl (1915-2014)3. Se debe subrayar, por supuesto, el valor positivo de estas teoras para dar cuenta de hechos histricos de primera magnitud, como la transicin de regmenes autoritarios en Europa Oriental y Amrica Latina hacia regmenes democrticos en un lapso de tiempo excepcionalmente breve4.

    Por otra parte, no existe una relacin permanente y nica entre las doctrinas institucionalistas y la praxis del neoliberalismo, pero no hay duda en torno a notables paralelismos entre ambos fenmenos. La importancia del anlisis y de la crtica de los mismos est vinculada, entre otros aspectos, a una visin desencantada y hasta negativa que los enfoques institucionalistas y las polticas neoliberales han dejado en gran parte de la opinin pblica latinoamericana.

    2 Las diferencias entre institucionalismo y neo-institucionalismo son relativamente reducidas y se refieren a cuestiones formales y temporales. Por ello aqu se utiliza slo el trmino institucionalista. Sobre esta temtica cf. Bruce J. Perlman, Nuevo institucionalismo e institucionalidad en Mxico: ensayos sobre la administracin pblica mexicana, Mxico: Universidad Autnoma del Estado de Mxico 2006; y la notable obra de Martin Lauga, Demokratietheorie in Lateinamerika. Die Debatte in den Sozialwissenschaften (La teora sobre la democracia en Amrica Latina. El debate en las ciencias sociales), Opladen: Leske + Budrich 1999.- Martin Lauga ha examinado con precisin y exhaustividad una masa impresionante de material publicado, relativo a esta problemtica. Pero tampoco este libro, de inclinacin institucionalista, analiza los lmites de la democracia contempornea ni cuestiona a fondo las limitaciones de las teoras institucionalistas.

    3 Sobre este autor cf. el ensayo de homenaje: Fernando Vallespn, Robert Dahl, terico de la democracia, en: EL PAS (Madrid) del 11 de febrero de 2014, suplemento cultural.

    4 Cf. entre muchos otros: Adam Przeworski, Democracy and the Market. Political and Economic Reforms in Eastern Europe and Latin America, Cambridge: Cambridge U.P. 1991; Juan J. Linz / Alfred Stepan, Problems of Democratic Transition and Consolidation: Southern Europe, South America and Postcommunist Europe, Baltimore etc.: Johns Hopkins U.P. 1996; Guillermo A. ODonnell / Philippe Schmitter / Laurence Whitehead (comps.), Transitions from Authoritarian Rule: Prospects for Democracy, Baltimore etc.: Johns Hopkins U.P. 1986 (2 vols.); Scott Mainwaring / Guillermo A. ODonnell / J. Samuel Valenzuela (comps.), Issues in Democratic Consolidation: The New South American Democracies in Comparative Perspective, Notre Dame: Notre Dame U.P. 1992.

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    Una porcin considerable de esta desilusin est basada en los vigorosos prejuicios antiliberales de las tradiciones populares latinoamericanas, cuyo factor estructurante es el organicismo antiliberal, que, a su vez, favorece aspectos tradicional-autoritarios de la mentalidad popular5. Se trata, por lo tanto, de posiciones ideolgico-culturales de carcter previsible, que no afectan el ncleo conceptual de las teoras institucionalistas porque su contenido est fijado dogmticamente a priori. Pero, al mismo tiempo, hay que enfatizar que las teoras institucionalistas han mostrado algunas carencias bsicas6 que son el tema del presente texto. La obra de Robert A. Dahl no est exenta de ellas, aunque ha sido un puente indispensable entre las teoras normativas de la filosofa poltica tradicionalista y los numerosos estudios emprico-documentales que conciernen aspectos especficos de casos concretos. Dahl realiz un aporte muy valioso para comprender adecuadamente las peculiaridades del pluralismo poltico norteamericano contra voces crticas de ndole demasiado general y pesimista. Y nos record, por otro lado, que ningn rgimen puede llegar a construir una democracia perfecta, la cual permanece como la idea regulativa por excelencia7.

    2. Las ventajas de la democracia moderna

    Para explicar esta compleja temtica hay que remontarse someramente a unos de los debates centrales del siglo XX: la disputa entre la llamada democracia occidental y los modelos socialistas de ordenamiento poltico-

    5 Loris Zanatta, El populismo, entre religin y poltica. Sobre las races histricas del antiliberalismo en Amrica Latina, en: ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMRICA LATINA Y EL CARIBE (Tel Aviv), vol. 19, N 2, julio-diciembre de 2008, pp. 29-44.

    6 Para comprender la evolucin de esta temtica cf. los textos tempranos que han mantenido una clara vigencia conceptual: Marcelo Cavarozzi, Ms all de las transiciones a la democracia en Amrica Latina, en: REVISTA DE ESTUDIOS POLITICOS (Madrid), N 74, octubre / diciembre de 1991, pp. 85-111; Juan Carlos Portantiero, Revisando el camino: las apuestas de la democracia en Sudamrica, en: SOCIEDAD (Buenos Aires), N 2, mayo de 1993, pp. 17-34; William C. Smith, Reestructuracin neoliberal y escenarios polticos en Amrica Latina, en: NUEVA SOCIEDAD (Caracas), N 126, julio / agosto de 1993, pp. 25-39.

    7 Cf. sus obras principales: Robert A. Dahl, Polyarchy. Participation and Opposition, New Haven: Yale U. P. 1971; Robert A. Dahl, Democracy and Its Critics, New Haven: Yale U. P. 1991; Robert A. Dahl, On Democracy, New Haven: Yale U. P. 1998.

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    institucional. Despus del colapso del sistema socialista a nivel mundial (1989-1991), hoy podemos afirmar que no hay grandes dudas acerca de las ventajas de la democracia pluralista moderna en comparacin con regmenes autoritarios y totalitarios, especialmente si se toma en cuenta el punto de vista de los intereses y la vida cotidiana de las poblaciones involucradas. Y tambin desde una perspectiva de largo aliento es indispensable contar con una sociedad que sea ms o menos consciente de s misma, aunque esa autoconsciencia crtica sea detentada por una porcin reducida de la poblacin y pese a que las grandes masas son reacias a aceptar, por ejemplo, las consecuencias prcticas de polticas pblicas destinadas a proteger la naturaleza. Sistemas sociales opuestos a la democracia pluralista, como los modelos armonicistas derivados del corpus del marxismo, que crean poder integrar todas las contradicciones en una gran armona utpica, han resultado ser poco flexibles y se adaptan difcilmente a entornos cambiantes. Adems se puede aseverar que los gobernantes de regmenes armonicistas y autoritarios no han sido en absoluto mejores que los liberales y conservadores: las tentaciones del poder han terminado siempre por corromperles, si es que alguna vez tuvieron intenciones rectas. Como estos sistemas no han tenido ni instituciones ni procedimientos de autorreforma, estos ordenamientos sociales se hallaban expuestos a formas fcticamente incorregibles de abusos, burocratizacin, deficiente asignacin de recursos y corrupcin en gran escala.

    Los regmenes ms perdurables y resistentes son los que admiten conflictos en un marco de libre expresin y competencia: considerando la dimensin del largo plazo los mejores gobiernos han resultado ser aquellos de ndole liberal-democrtica, que legalmente admiten en su seno tendencias contrapuestas y que poseen un escaso carcter doctrinario. Entre otras razones para este relativo xito, hay que mencionar que este modelo pluralista se basa en una visin sobria, realista y hasta escptica del Hombre, visin que toma en cuenta sus disparidades, vicios, ambiciones y desavenencias perennes. Despus de numerosos ensayos de socialismo y debilitado el encanto mgico del marxismo, hoy podemos afirmar de modo provisional que la democracia moderna, vinculada a la propiedad privada de los medios de produccin y a la economa de libre mercado, parece encarnar una forma histricamente

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    adecuada de racionalidad en la esfera de la produccin y la distribucin y de mecanismos ms o menos efectivos para mitigar los excesos del aparato estatal-burocrtico y de lites egostas.

    Paralelamente a esta esfera de la praxis real que, por supuesto, no est exenta de crticas , se halla el mbito de la teora, al que est consagrado este breve texto. Y all encontramos carencias notables, que tienen que ver con el ncleo conceptual de las doctrinas en cuestin.

    3. Las insuficiencias de los enfoques institucionalistas

    Una dilatada produccin politolgica ha puesto el nfasis en aspectos generalizables del pluralismo democrtico8, en las estructuras formales y repetitivas del trnsito del autoritarismo a la democracia, en el anlisis de instituciones y partidos9, en el examen comparativo del presidencialismo y el parlamentarismo10, en elecciones y reformas electorales y finalmente en la llamada ingeniera poltica. La calidad, necesidad y pertinencia de estas investigaciones, en las cuales se han distinguido Arend Lijphart, Scott Mainwaring, Guillermo A. ODonnell, Adam Przeworski, Philippe Schmitter y Arturo Valenzuela as como muchos discpulos de los tres precursores

    8 Cf. entre muchos otros: Giovanni Sartori, Teora de la democracia, Madrid: Alianza 1987; Larry Diamond / Juan J. Linz / Seymour Martin Lipset (comps.), Democracy in Developing Countries. Latin America, Boulder: Lynne Rienner 1989; Juan J. Linz, La quiebra de las democracias, Madrid: Alianza 1987; William C. Smith / Carlos Acua / Eduardo Gamarra (comps.), Democracy, Market, and Structural Reform in Latin America, New Brunswick: Transaction Books 1993.

    9 Liliana De Riz / Dieter Nohlen (comps.), Reforma institucional y cambio poltico, Buenos Aires: Legasa 1991; Scott Mainwaring / Timothy R. Scully (comps.), Building Democratic Institutions: Party Systems in Latin America, Stanford: Stanford U.P. 1995; Carina Perelli / Sonia Picado / Daniel Zovatto (comps.), Partidos y clase poltica en Amrica Latina en los 90, San Jos: IIDH/CAPEL 1995.- Estas obras se hallan bajo la influencia del estudio clsico de Giovanni Sartori, Parties and Party System. A Framework for Analysis, Cambridge: Cambridge U.P. 1976.

    10 Arend Lijphart (comp.), Parliamentary versus Presidential Go vernment, Oxford: Oxford U.P. 1992; Juan J. Linz, Democracy: Presidential or Parliamentary. Does it a Difference?, New Haven: Yale U. P. 1992; Juan J. Linz / Arturo Valenzuela (comps.), The Failure of Presidential Democracy. Comparative Perspectives, Baltimore etc.: Johns Hopkins U.P. 1994.

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    Robert A. Dahl, Juan J. Linz y Giovanni Sartori, est fuera de toda duda11. Estos enfoques tericos han contribuido eficazmente a comprender la problemtica latinoamericana (y del Tercer Mundo en general) de las ltimas dcadas, a disear reformas constitucionales y legales de considerable relevancia y a atenuar la cultura poltica del autoritarismo. Hay que reconocer, por otra parte, que esta gran corriente de pensamiento exhibe notables matices y diferenciaciones internas, las que exigen obviamente un tratamiento cuidadoso y detallado; la crtica esbozada en este artculo se refiere bsicamente a algunos principios generales de las teoras asociadas al institucionalismo.

    La mayor parte de la literatura aqu mencionada posee una inclinacin a sobreestimar los aspectos institucionales (es decir segn los marxistas: los formal-legales), lo que constituye, por otra parte, un enfoque imprescindible y legtimo en cuanto especializacin y delimitacin temticas dentro de una inmensa rea del saber. Pero esta propensin puede conllevar una distorsin del anlisis sociopoltico si permanece como la ltima palabra del quehacer terico y si por privilegiar la esfera institucional se descuidan otros campos igualmente importantes. Muchas ilusiones desautorizadas por los acontecimientos de los ltimos aos (en Amrica Latina a partir aproximadamente de 2000) se deben a la creencia de que la ingeniera poltica, los cambios institucionales y la instauracin de una economa de libre mercado bastaran para generar democracias duraderas y bienestar colectivo. Considerables expectativas ligadas a los procesos de modernizacin, globalizacin y democratizacin en vastas reas del Tercer Mundo han resultado una desilusin porque la inmensa mayora de los cambios institucionales, los esfuerzos de la ingeniera poltica, las reformas electorales y hasta la reduccin del aparato administrativo-burocrtico han modificado el pas legal, pero han dejado bastante inclume el pas real de la respectiva sociedad12. El llamado mnimo procedimental (basado en una

    11 Cf. una de las obras de conjunto ms importantes sobre esta temtica: Roberto Garca Jurado, La teora de la democracia en Estados Unidos. Almond, Lipset, Dahl, Huntington y Rawls, Mxico: Siglo XXI 2009.

    12 De los autores aqu nombrados Guillermo A. ODonnell es el que despleg un espritu crtico-filosfico que lo diferencia de los otros autores, de quienes l mencion tempranamente sus puntos flacos. Cf. su brillante

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    concepcin de Robert A. Dahl) no toma en cuenta las realidades histricas, sociales, econmicas y culturales de la sociedad en cuestin, que, en general, tienen una resistencia al cambio mucho mayor que la esfera legal-institucional. En tierras latinoamericanas uno de los resultados finales (el populismo en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela) puede ser descrito como la transformacin de la tradicional desconfianza con respecto a la poltica en general en una nueva desconfianza hacia la democracia moderna pluralista en particular.

    Pero lo grave es que estas teoras institucionalistas no han sido crticas consigo mismas, y esto en dos planos distintos: uno filosfico (1) y otro prctico-poltico (2).

    (1) Por un lado, casi todas ellas parten a limine de la presunta bondad intrnseca de la democracia y la modernizacin en cuanto metas normativas y hasta obligatorias de la evolucin histrica. No cuestionan, por lo tanto, la positividad de sus propios valores de orientacin, a los que de este modo se les atribuye una validez a priori: los pensadores de estas corrientes no relativizan sus conceptos fundamentales de modernidad, democracia, pluralismo, mercado libre y globalizacin. Una parte de esta literatura confunde a menudo premeditadamente medios y fines: la senda de la democratizacin, ciertamente indispensable, es identificada con la consecucin de una sociedad razonable. Adems esta concepcin pasa por alto una serie de importantes factores y pautas evolutivas del mundo contemporneo que no son favorables a objetivos razonables de largo aliento. En algunos casos esta carencia de un genuino espritu crtico se debe parcialmente a que muchos de los propagandistas de la democracia representativa y pluralista exhiben

    ensayo Ilusiones sobre la consolidacin, en: NUEVA SOCIEDAD (Caracas), N 144, julio / agosto de 1996, pp. 70-89; Guillermo A. ODonnell, Rendicin de cuentas horizontal y nuevas poliarquas, en: NUEVA SOCIEDAD, N 152, noviembre / diciembre de 1997, pp. 153-161; Guillermo A. ODonnell, Estado, democratizacin y ciudadana, en: NUEVA SOCIEDAD, N 128, noviembre / diciembre de 1993, pp. 62-87.- Cf. tambin: Sandra Carreras, Quince aos en el laberinto democrtico. Itinerarios y aporas de un debate sobre Amrica Latina, en: NUEVA SOCIEDAD, N 160, marzo/abril de 1999, pp. 29-46, especialmente p. 30, 32; Jorge I. Domnguez / Abraham F. Lowenthal (comps.), Constructing Democratic Governance. Latin America and the Caribbean in the 1990s, Baltimore etc.: Johns Hopkins U.P. 1996 (3 tomos); David Collier / Stepen Levitsky, Democracy with Adjectives: Conceptual Innovation in Comparative Research, Notre Dame: The Helen Kellogg Institute 1996.

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    ante esta ltima la misma actitud apologtica y laudatoria que demostraron ante los regmenes socialistas cuando estaban en dcadas pasadas bajo la influencia casi mgica del marxismo. Sobre todo en Amrica Latina se desat, a partir de aproximadamente 1980, una ola acrtica de defensa de la democracia moderna de corte occidental y de la economa de libre mercado, que olvid un punto esencial: por ms perfecto que sea, el modelo democrtico basado en el liberalismo econmico es, en el fondo, slo un medio para alcanzar fines ulteriores, un camino para lograr metas realmente importantes a largo plazo. Entre ellas se hallan, por ejemplo, el bienestar de la poblacin, su perfeccionamiento tico y la reconciliacin con la naturaleza.

    Lo que se requiere, en cambio, es un anlisis ms profundo que ponga en cuestionamiento la validez de las metas normativas de estas teoras: un estudio que ponga en evidencia los lmites y las insuficiencias de los modelos democrticos, las aspectos negativos concomitantes de toda modernizacin, el carcter superfluo de tantos fenmenos vinculados a la globalizacin y a la edificacin de un mercado mundial supuestamente inescapable. Todos estos fenmenos son, en s mismos, extraordinariamente importantes, pero, como toda obra humana, no estn situados por encima de la crtica. Lo que podramos llamar la calamidad del presente estriba en que es tericamente posible construir una sociedad ms justa y razonable en base a los logros tecnolgicos y organizativos pre-existentes, pero esta posibilidad se ve coartada por factores que se hallan allende el horizonte terico-conceptual de las doctrinas de la ingeniera poltica y la transicin democrtica. La desventura contempornea reside en el hecho de que, por ejemplo, la evolucin de la humanidad a largo plazo, la convivencia razonable de los mortales y los problemas ecolgico-demogrficos pueden ser comprendidos cabal y eficazmente slo por medio de esfuerzos tericos y hermenuticos que vayan ms all de la compilacin confiable de datos empricos, del examen de instituciones polticas y comportamientos electorales y de especulaciones sobre la globalizacin econmica. Para acercarnos a esta compleja problemtica es menester, por ejemplo, la capacidad de atribuir sentido a nuestras acciones globales y de poder elegir entre varias opciones de futuro y, por consiguiente, la facultad de emitir juicios valorativos.

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    (2) El otro grupo de temas descuidados por las teoras institucionalistas tiene que ver con la realidad histrico-cultural donde ocurren los procesos de transicin y donde se aplican las recetas de la ingeniera poltica. Estos enfoques pueden ser calificados de generalistas porque tienden a abstraer de las numerosas y variadas realidades socio-culturales, histricas y antropolgicas inherentes a los pases en los que suceden los ensayos de democratizacin junto con las aplicaciones de las nuevas tecnologas en el terreno institucional, electoral y organizativo. Estas teoras, por ejemplo, han descuidado los estrechos vnculos entre la religiosidad popular y los valores populistas de orientacin y los nexos entre los prejuicios que provienen del pasado prerracional y las exitosas consignas de las prcticas autoritarias. Es decir: a pesar de manejar masas notables de conocimientos empricos y emplear generosamente la comparatstica (a veces de forma muy refinada y heurstica), estas teoras se inclinan por diagnsticos y soluciones de ndole universalista. Los fenmenos concretos las naciones y las sociedades reales aparecen a menudo como meros casos especficos de aplicacin de las doctrinas generales.

    4. La terca realidad de la cultura poltica

    Anticipando el resultado de esta crtica se puede aseverar que despus de largos aos de transicin a la democracia y de un trabajoso ingreso a la mal llamada globalizacin, en tierras de Amrica Latina el proceso de democratizacin ha generado notables edificios institucionales, legales y electorales que coexisten en curiosa simbiosis con estatutos normativos, costumbres ancestrales y prcticas cotidianas premodernas, particularistas y hasta irracionales. Muchas veces la democratizacin y la modernizacin han servido para revigorizar tradiciones premodernas y, de este modo, hacerlas ms resistentes frente a impugnaciones realmente crticas. En la mayora de los pases latinoamericanos hay una clara brecha entre la esfera legal-institucional y la praxis poltica cotidiana: las leyes, los estatutos y las instituciones (desde la seguridad ciudadana hasta aspectos indudablemente innovadores, como el voto programtico, los mecanismos alternativos de participacin poltica y la definicin popular de los planes de desarrollo)

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    poseen un carcter ciertamente modernizador, pero los comportamientos de la vida diaria son los mismos de antes de las reformas.

    Una porcin notable de estos esfuerzos en ciencias polticas adolece de un optimismo acrtico y algo ingenuo. Bajo la influencia de una tradicin pragmtico-tecnicista, estas concepciones suponen que modificaciones inducidas desde arriba y dirigidas por lites de iluminados pueden producir democracias slidas y comportamientos altamente racionales. Estas tendencias construyen sus edificios tericos como si viviramos en un gran laboratorio social, en un mundo de posibilidades irrestrictas y potencialidades bsicamente promisorias, como si no existiesen limitaciones ecolgico-demogrficas, y, en el caso latinoamericano, como si no prevaleciera aun la tradicin del autoritarismo y patrimonialismo (de profundas races populares y anclado desde el catolicismo barroco, tan celebrado actualmente por pensadores progresistas13). Esto implica, al mismo tiempo, ignorar el peso de la historia, de la herencia cultural y de la religiosidad popular, los aspectos inmersos en la psicologa social de masas y la calidad de las lites polticas superficialmente modernizadas.

    5. Un ejemplo claro: lo deplorable de las lites polticas

    En el mencionado periodo 1980-2000 la democracia representativa latinoamericana, unida a la economa de libre mercado, fue conducida por lites y partidos polticos, cuya competencia tcnica, cualidades morales y hasta common sense resultaron ser bienes notablemente escasos. No parece que esta situacin vaya a cambiar en el futuro inmediato. Las teoras institucionalistas, por un lado, y los reformadores polticos inspirados por ellas, por otro, partieron a priori de la ya mencionada constelacin de laboratorio social: creyeron que la aplicacin correcta de sus principios doctrinales bastaba para que el resultado de sus reformas sea exitoso.

    13 Cf. Pedro Morand, Cultura y modernizacin en Amrica Latina, Santiago de Chile: PUC 1984; Bolvar Echeverra (comp.), Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco, Mxico: UNAM / El equilibrista 1994; Cecilia Salazar de la Torre, Ethos barroco o herencia clsica? En torno a las hiptesis de Sousa Santos, en: Luis Tapia (comp.), Pluralismo epistemolgico, La Paz: CIDES / CLACSO / Muela del Diablo 2009, pp. 85-166, aqu p. 99.

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    Uno de los problemas poco estudiados por los enfoques institucionalistas, pero de importancia esencial, se refiere a la calidad intelectual y tica de los grupos dirigentes que estuvieron encargados de implementar las reformas modernizadoras, introducir la economa de libre mercado, consolidar las democracias y asumir los gobiernos respectivos. A lo ancho y a lo largo del Tercer Mundo (alrededor de 1980-1990) se pudo observar que estos grupos, consagrados repentinamente a la ideologa neoliberal, eran fragmentos de las antiguas lites pro-estatistas, antidemocrticas e iliberales. Cambiaron ciertamente su discurso ideolgico, sus hbitos ante la opinin pblica y sus alianzas externas, pero continuaron siendo la misma capa privilegiada de antao con su mentalidad inextirpable de servirse eficazmente de los fondos fiscales, pero entonces con una mejor educacin cosmopolita y con inclinaciones tecnocrticas y anti-humanistas (y con un tinte intelectual afn al postmodernismo). Estas lites polticas, legitimadas democrticamente durante el periodo 1980-2000, resultaron ser grupos remarcablemente autosatisfechos, arrogantes y cnicos, lo cual no sera tan grave si estos grupos hubieran ostentado un mnimo de competencia administrativa, honradez en el desempeo de sus funciones y algo de inters por la esttica pblica. Lo que lograron en la esfera de la cultura cotidiana, y esto sin duda alguna, fue la separacin entre tica y poltica. La gente que manejaba lo cosa pblica se pareca cada vez ms a los tecncratas y se alejaba de los intelectuales humanistas: estos ltimos se consagraban a un saber problemtico-crtico (la iluminacin de los fenmenos) con resultados inciertos mediante mtodos cualitativos, mientras que los primeros se dedicaban a acumular datos seguros ganados por medio de procedimientos cuantitativos, destinados a medir, controlar y explotar la realidad.

    Aparte del aspecto tico, esta cuestin est signada asimismo por una dimensin cognoscitiva intrincada y multifactica, lo cual hace aun ms improbable que funcionarios influidos por el institucionalismo puedan estar en condicin de entender y solucionar los desafos de nuestra era. Algunos procesos del presente y los del futuro estarn plagados de incertidumbre y complejidad fundamentales. Ejemplos de ello son el impacto de la accin humana sobre el clima y la brecha entre el tiempo poltico y el tiempo de los problemas. Las preocupaciones de estos funcionarios

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    y de los expertos institucionalistas y su horizonte temporal, determinado precisamente por factores democrticos tales como las elecciones y las exigencias de los votantes, son de plazo breve; las masas de los ciudadanos piensan en dimensiones de corto aliento y en soluciones simples, fcilmente comprensibles. Al carcter de estas demandas se amolda la programtica simplista de los partidos y las propuestas demaggicas y falaces de los polticos. Pero aun dejando de lados estas prcticas detestables, las lites gubernamentales no tenan y no tienen opciones para los grandes retos de largo plazo. Las consecuencias son conocidas: la apata poltico-electoral de la poblacin, la inclinacin por soluciones populistas y neototalitarias, la exclusin de dilatados sectores sociales de la vida poltico-cultural y la prdida de legitimidad de casi todas las reformas modernizantes.

    Los enfoques institucionalistas no nos pueden dar luces cuando la problemtica poltica se entremezcla con la dimensin tica, que, como se sabe, en las pocas clsicas era parte integrante de toda reflexin en torno a los asuntos pblicos. Dilatados sectores de las lites contemporneas han aprendido a celebrar elecciones totalmente limpias y correctas y simultneamente a apropiarse de fondos pblicos mediante mecanismos ms refinados que en tiempos de dictadura; en innumerables casos los mismos polticos, que por un lado propician reformas institucionales de indudable calidad y necesidad, se consagran, por otro, a aligerar el erario fiscal por medio de instrumentos genuinamente innovadores y endiabladamente eficaces. En el periodo 1980-2000 las privatizaciones en Amrica Latina favorecieron a los grupos que contaban con fuerte respaldo poltico; contratos superfluos, pero legales, asesoras sobrevaluadas, trabajos prescindibles para el reducido Estado neoliberal enflaquecido, pero aun jugoso para aquellos que lo saban manipular y muchos otros instrumentos de enriquecimiento rpido fueron usados por los mismos funcionarios que implementaban la indispensable modernizacin del aparato burocrtico y la urgente reforma del Poder Judicial. La misma clase poltica que propugnaba las reformas institucionales despleg una envidiable destreza para que estas ltimas no modificasen esencialmente sus prcticas consuetudinarias en el marco de sus viejos privilegios. En Amrica Latina la creacin de nuevos rganos dentro del Poder Judicial, como la corte constitucional, el defensor del pueblo,

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    el consejo de la magistratura y tribunales contencioso-administrativos o la introduccin de nuevos cdigos y estatutos legales, no logr desterrar o siquiera aminorar los vicios clsicos de esta institucin: la extrema lentitud de los juicios, la corrupcin proverbial de jueces y funcionarios de los tribunales, el carcter innecesariamente enrevesado y tortuoso de los procedimientos y la subordinacin del Poder judicial al Poder Ejecutivo. Las reformas institucionales no pudieron alterar sustancialmente las prcticas clientelsticas, la ineficiencia y corrupcin de todas las instancias estatales y la concepcin bsicamente prebendataria de distribucin de cargos pblicos.

    6. La apata poltica de la poblacin como factor recurrente

    Las teoras institucionalistas pasan por alto algunos hechos socio-polticos que apuntan a una apata e indiferencia muy difundidas entre la poblacin. Ya se vio en los aos de gloria del socialismo, mucho antes de su colapso, que el ciudadano comn y corriente quera ante todo empleos cmodos, con prestigio social, capacidad de mando y buenos ingresos (empleos rurales ya entonces eran los menos favorecidos por la opinin pblica) y, al mismo tiempo, un Estado paternalista dotado de amplios poderes, pero exento de impulsos demasiado arbitrarios. La carencia de virtudes cvicas y la apata de la poblacin con respecto a temas socio-polticos parecen representar aun hoy pautas de comportamiento cultural-poltico muy difundidas en casi todo el mundo, y a largo plazo esta constelacin no parece ser favorable a la instauracin de una democracia slida y duradera.

    Pero hay otras causas ms profundas y permanentes para este fenmeno. Como se sabe mediante el psicoanlisis social, la apata viene de la mano del comportamiento autoritario y de la debilidad del yo individual en la actual sociedad altamente desarrollada, la cual no ha reducido, sino que slo ha modificado el patrn general de algunos prejuicios, dirigidos habitualmente contra el otro: los disidentes, los que se atreven a pensar de manera diferente. La agresividad se vuelca contra los dbiles y las minoras, la sumisin hacia los fuertes se hace patente y surge el anhelo de gobiernos relativamente autoritarios. Precisamente las personas con un yo dbil como

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    se da tambin a causa de las tendencias tecnicistas y antihumanistas de la educacin contempornea cultivan un considerable narcisismo colectivo y creen que la realidad del momento dado es el horizonte insuperable e inescapable de todo pensamiento y proyecto. La cultura contempornea de masas, con sus propensiones anti-intelectuales y anti-histricas, ha debilitado al espritu crtico, que ha sido una especie de barrera contra los peligros del totalitarismo14. El tipo predominante del autoritario actual combina cualidades que slo a primera vista parecen antagnicas: posee simultneamente destrezas tcnicas y prejuicios retrgrados, es celoso de su independencia y tiene miedo de no ser igual a los dems, se viste de manera extravagante y sigue devotamente las convenciones de su grupo, se cree progresista y es cnico, se considera individualista y se somete fcil y gustosamente a las modas y a la autoridad del momento. No se puede pedir, evidentemente, a las teoras institucionalistas que se preocupen por las patologas sociales de las comunidades estudiadas, pero no se puede pasar por alto su marcado desinters por los fenmenos asociados a la cultura poltica de la sociedad respectiva.

    Un fenmeno similar y recurrente es la llamada antipoltica, que tampoco puede ser comprendida adecuadamente dentro de los esquemas institucionalistas. La importancia excesiva atribuida al factor institucional qued patente cuando el representante boliviano ms importante de esta tendencia, Ren Antonio Mayorga, afirm que [...] el marco institucional es el que ha permitido o impedido la emergencia del fenmeno de la antipoltica15. Mayorga asever tambin en 1995 que los avances de la antipoltica en Per y Brasil remiten a mecanismos y condiciones institucionales propicias: sistemas de partidos en descomposicin, multipartidismo fragmentado, gobiernos divididos [...]16, lo que, como se sabe, tuvo y tiene poco que ver con la realidad del pas respectivo. Este autor construy una relacin de causa y efecto entre el sistema presidencialista de gobierno, proclive a la personalizacin de

    14 Grupos sociales de bajos ingresos, educacin incompleta y exposicin masiva a los medios de comunicacin contemporneos son los ms proclives a exhibir pautas autoritarias de comportamiento.

    15 Ren Antonio Mayorga, Antipoltica y neopopulismo, La Paz: CEBEM 1995, p. 73.

    16 Ibid., p. 18.

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    la poltica, y el surgimiento de corrientes populistas17. En un buen nmero de regmenes latinoamericanos el sistema presidencialista de gobierno no ha fomentado claramente actitudes masivas antipolticas. Aqu se perciben los estrechos lmites de los enfoques institucionalistas en lo que respecta a facultades prospectivas. Lo que s se puede constatar a comienzos del siglo XXI es un hasto de muy extensa base, casi mundial, que exhibe la ciudadana con respecto a los partidos, el Estado y la poltica en general; el ciudadano comn y corriente pierde la (poca) confianza que tena en la dimensin de la poltica y en sus actores principales. La consecuencia de todo esto de enorme relevancia para el futuro de la democracia consiste en una clara prdida de legitimidad del sistema de partidos y hasta del Estado, por una parte, y en la disminuida facultad de los partidos para captar y articular los anhelos y las exigencias de la poblacin, por otra. Por ello se puede hablar de una democracia defectuosa o defectiva, cuyo destino es altamente problemtico y sombro18.

    En contraposicin a los enfoques institucionalistas se puede aseverar que entre las mltiples causas de la antipoltica se hallan (a) la complejidad cada da mayor de las estructuras estatales y de los estatutos legales, (b) la conviccin de que la poltica ya no puede solucionar los problemas apremiantes de la gente sencilla, (c) la desconfianza en todo lo colectivo y social como es la poltica per definitionem y la revalorizacin concomitante de lo grupal e individual y (d) la corrupcin y corruptibilidad de los polticos y funcionarios. Se trata, evidentemente, de un clima socio-cultural donde se ha desvalorizado la poltica: esta ya no se manifiesta como el esfuerzo colectivo por antonomasia, sino como una actividad de importancia relativa, que ya no contribuye esencialmente a inducir cambios sociales relevantes y menos aun a transformar la sociedad. La complejidad de las polticas pblicas, de los cdigos legales y, en general, de las estructuras sociales ha alcanzado tal grado que ni los expertos ms notables pueden ofrecer una descripcin coherente y una explicacin plausible del conjunto. Es arduo

    17 Ibid., p. 35.

    18 Wolfgang Merkel, Defekte Demokratien (Democracias defectivas), en: W. Merkel / Andreas Busch (comps.), Demokratie in Ost und West (Democracia en Oriente y Ocidente), Frankfurt: Suhrkamp 1999, pp. 361-381.

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    identificarse con un orden configurado de esta manera; en numerosos pases el pblico tiene adems la impresin bsicamente correcta de que la formulacin de polticas pblicas es la consecuencia fortuita de conflictos oscuros que se prestan a manipulaciones extralegales de mafias que entre tanto han tomado el lugar de los partidos convencionales19. Es claro que este ambiente, donde se vislumbran tambin las limitaciones de toda democracia, es proclive al surgimiento de vigorosas corrientes populistas, mxime si otros movimientos, como los ecologistas, los informales, los regionales y municipales, acaparan una parte del antiguo inters poltico. Lo peligroso de este desenvolvimiento estriba en las demandas imprevisibles (y fcticamente imposibles de satisfacer) de una democracia directa y plebiscitaria, en el retorno de caudillos carismticos y autoritarios y en la proliferacin de movimientos populistas, los cuales reivindican hbilmente las formas de ser y vivir de los pobres y de los excluidos, quienes de ser considerados como obstculos parta la modernidad y el progreso, pasan a ser la esencia de la nacin20. Esto ocurre en el marco de proyectos civilizatorios opuestos aparentemente a la modernidad elitaria de las clases altas tradicionales, aunque, como es lo corriente, todos estos fenmenos tienen una porcin enorme de astutas manipulaciones de la consciencia pblica. En ltima instancia, el florecimiento de estas tendencias irracionales expresa la prdida de sentido que acompaa a los procesos intensos de globalizacin y modernizacin y la necesidad de retornar a una concepcin razonable del bien comn.

    19 En el mejor de los casos persiste la muy difundida opinin de que la poltica contina siendo un asunto de lites privilegiadas, una democracia de oligarquas competitivas. Ezequiel Raimondo / Fabin Echegaray, Repensando la democracia desde el ajuste: una perspectiva crtica, en: NUEVA SOCIEDAD, N 113, mayo / junio de 1991, pp. 84-90.

    20 Carlos de la Torre, Por qu los populismos latinoamericanos se niegan a desaparecer?, en: ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMRICA LATINA Y EL CARIBE (Tel Aviv), vol. 19, N 2, julio-diciembre de 2008, pp. 7-28, aqu p. 23.

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    7. La necesidad de un enfoque basado en la nocin del bien comn

    Contra el optimismo algo ingenuo de los institucionalistas puede aseverarse que los estatutos y las prcticas democrticas no garantizan que las polticas pblicas resultantes sean razonables o siquiera practicables. Todo rgimen concreto depende no slo de orientaciones universalistas de ndole racional y de instituciones bien construidas, sino de elementos aleatorios y contingentes, de decisiones y visiones particularistas y de intereses predeterminados por las condiciones del tiempo y el lugar. El nfasis en las instituciones y las reglas de juego puede y suele ir de la mano de la indiferencia ante las grandes metas normativas de la sociedad y ante la dimensin tico-pblica. Esto se manifiesta en buena parte de la produccin intelectual de Dahl, Linz, Przeworski, Sartori, Schmitter y Valenzuela. Por todo ello el relativismo normativo y la abstinencia de juicios valorativos acerca de programas polticos as como la reduccin de la legitimidad a la mera legalidad y el rechazo de los valores transcendentes de orientacin, constituyen los aspectos ms cuestionables de las teoras institucionalistas sobre la democracia21.

    Los anlisis institucionalistas no estn, por lo general, exentos de un pluralismo acrtico y un relativismo valorativo. Estas corrientes, en el fondo, se pliegan a un enaltecimiento acrtico de la competencia irrestricta, a veces en detrimento de la necesaria cooperacin entre los actores sociales. Estos elementos, tambin celebrados ahora por las corrientes postmodernistas, contribuyen, sin embargo, a la desatencin de uno de los objetivos ms nobles y ms caros de la evolucin humana: la convivencia razonable de los mortales. Las teoras relativistas fundamentan y celebran la decadencia de los valores axiolgicos porque se basan en un desencanto radical, tpico de la modernidad: se apoyan en una concepcin de la actividad cientfica como si esta fuese una mera herramienta para implementar polticas pblicas (la ciencia en cuanto tcnica para mejor disponer de recursos), en la relatividad

    21 Posibilidades tempranamente detectadas por Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y poltica, Santiago de Chile: FCE 1990.

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    de los valores sociopolticos, en una antropologa del conflicto perenne, en una nocin restringida de racionalidad y, ante todo, en una visin de la vida que niega explcitamente el bien comn discernible mediante la argumentacin pblico-poltica. Se trata, obviamente, de una opcin terica entre otras, tan proclive al error como una instituida sobre principios teolgicos, tradicionales o metafsicos.

    Los enfoques institucionalistas se basan sin una problematizacin adecuada de sus propios fundamentos en un liberalismo contractualista relativamente simple, que remite a los comienzos de la tradicin liberal. En la concepcin de Thomas Hobbes coexistan algunos principios ahora muy en boga: la legitimacin del poder y el Estado estaba dispensada de la reflexin tica; el ser humano era considerado como un mero portador de intereses egostas y visiones individualistas; lo negativo por excelencia resida en el desmoronamiento del orden pblico; y la solucin consista en la elaboracin de un marco contractual-institucional que pudiese resistir la guerra perenne que es la muy humana competencia por bienes materiales, prestigio y seguridad22. El orden socio-poltico deja de tener conexiones vitales con el derecho natural y se transforma en una construccin precaria, amenazada siempre de disolucin violenta: ya no se busca el bien comn, sino evitar males mayores. Este es el talante general de las teoras postmodernistas en torno a la democracia, que ha teido tambin las doctrinas institucionalistas.

    Precisamente en medio de una modernidad con inclinaciones anmicas23 y autodestructivas debemos retornar al concepto aristotlico del bien comn definido ticamente. La clarividencia que brinda el miedo (como en la teora de Hobbes) tiene sus lmites en cuanto concepto y praxis: no sirve ni para comprender ni para resolver todos los problemas que emergen de la sociabilidad. La vida poltica es algo ms que la canalizacin del miedo mediante conflictos regulados; la cohesin social es algo ms que una ficcin

    22 Cf. la brillante obra, pese a su modesto ttulo: Wolfgang Kersting, Thomas Hobbes zur Einfhrung (Introduccin a Thomas Hobbes), Hamburgo: Junius 1992, pp. 17-18, 25-31, 101, 110-111, 115-116.

    23 Peter Waldmann, El Estado anmico. Derecho, seguridad pblica y vida cotidiana en Amrica Latina, Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert 2006, pp. 11-25.

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    institucional que reduce los riesgos de la anomia y la incertidumbre. El temor no es la nica causa de las sociedades organizadas y de su perdurabilidad y estabilidad: las creencias religiosas, las convicciones morales y las opiniones ideolgicas son tambin fundamentales para cimentar un orden perdurable. El ser humano es algo ms que el animal exento de vnculos morales y emotivos, sediento de poder e insaciable de ste, como lo vieron Hobbes y sus discpulos: no todos perciben en el prjimo un medio para la satisfaccin de sus intereses y fines. En general muchas concepciones contractualistas se restringen a un tipo de racionalidad: la instrumental. sta emerge como la consejera privilegiada de un egosta inteligente que acta dentro de un programa de meros intereses materiales, calculables y profanos, y se conforma con el orden establecido y coopera con las autoridades establecidas porque esta estrategia le trae ms ganancias que la confrontacin permanente. Este individuo libre de ataduras, asocial y ateo intenta a lo sumo corregir con astucia las deficiencias que la naturaleza y su individualidad le han impuesto.

    Este largo prrafo puede parecer superfluo y, sobre todo, anacrnico (en el sentido original del trmino), porque, a primera vista, no tiene conexin con las teoras institucionalistas de la politologa actual. Pero estos enfoques carecen, precisamente, de un impulso autocrtico que ponga en relieve la estrecha vinculacin del institucionalismo con el contractualismo clsico, y ello en la base poco discutida de los fundamentos filosfico-antropolgicos de las concepciones aqu criticadas. Por todo ello necesitamos una razn humanista que vaya allende el anlisis de los medios y cuestione tambin los fines de la organizacin social. Precisamos una razn que transcienda el instrumentalismo el clculo de estrategias y que se preocupe por objetivos no cuantificables como el bien comn, la conservacin de los ecosistemas a largo plazo, la vida bien lograda, la moralidad social y la esttica pblica. El conocido politlogo Herfried Mnkler ha propuesto una fundamentacin tica de la democracia despus de demostrar las aporas e insuficiencias de teoras contractualistas basadas en el puro clculo estratgico del inters egosta. De acuerdo a su concepcin, la virtud poltica la intencin no coercitiva de orientarnos por el bien comn constituye la auto-explicacin de la sociedad; en ella confluyen los ideales de libertad y tolerancia con el imperativo de poder regenerar y adaptar la sociedad

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    segn desenvolvimientos tecnolgicos que pueden ser tanto positivos como negativos. De acuerdo a esta nocin de reminiscencia kantiana, no se trata de mejorar moralmente a la humanidad, sino, ms modestamente, de neutralizar mutuamente los designios egostas, de modo que pierdan su efecto destructivo24. La consecuencia positiva es una idea del bien comn, asentada sobre elementos prctico-pragmticos, que se apoya en el respeto a los derechos de terceros: de este respeto a algo que uno exige para s mismo de modo egosta y de su expansin y aplicacin a muchos casos, nace una concepcin del bien comn que abstrae de la moralidad especfica de cada sujeto. Aquellos que persiguen su propia ventaja de manera egosta, pero de modo razonable, es decir a largo plazo, terminan por reconocer los derechos de terceros. Esta hiptesis se combina con el ncleo de la teora de la accin comunicativa expuesta por Jrgen Habermas: las ideas de verdad, libertad y justicia estn inmersas de forma constitutiva en la estructura lingstica de la comunicacin humana y no pueden ser diluidas por los efectos de las propuestas relativizadoras de las ciencias sociales contemporneas. El discurso argumentativo sin coerciones recoge las opiniones diferentes y divergentes de los sujetos y las conduce a un consenso racional intersubjetivo aceptable para la comunidad25. La racionalidad comunicativa es el cimiento de la autodeterminacin de los sujetos polticos y de sus derechos libertarios.

    Por ello lo conveniente parece ser un pluralismo moderado que se mueva dentro de parmetros apreciados y respetados por todos, como son o deberan ser los derechos humanos26. El individuo en sociedad requiere necesariamente de una moral que modere y canalice sus exigencias siempre crecientes: las instituciones restringen ciertamente sus instintos e intereses,

    24 Herfried Mnkler, Politische Tugend. Bedarf die Demokratie einer sozio-moralischen Grundlegung? (La virtud poltica. Requiere la democracia de una fundamentacin socio-moral?), en: H. Mnkler (comp.), Die Chancen der Freiheit. Grundprobleme der Demokratie (Las oportunidades de la libertad. Problemas bsicos de la democracia), Munich: Piper 1992, pp. 28, 36-38.

    25 Jrgen Habermas, Theorie des kommunikativen Handelns (Teora de la accin comunicativa), Frankfurt: Suhrkamp 1981, vol. I, p. 28.- Cf. tambin J. Habermas, Der philosophische Diskurs der Moderne (El discurso filosfico de la modernidad), Frankfurt: Suhrkamp 1985, pp. 137-140.

    26 Desde una perspectiva liberal similar a la de Robert A. Dahl cf. Michael Ignatieff, Derechos humanos como poltica e idolatra, Buenos Aires: Paids 2003.

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    pero enriquecen su vida cultural y social y, ante todo, preservan los derechos de terceros, que tienen la misma dignidad ontolgica que los primeros. Tenemos necesidad de leyes y estatutos de alguna manera imbuidos por la nocin del bien comn, para evitar la cada del ser humano en la anomia y la destruccin: la democracia pluralista y el mercado libre, en cuanto la encarnacin de la necesaria autonoma de las instituciones humanas, deben funcionar en el marco de valores generalmente admitidos y practicados. Sobre estos valores las teoras institucionalistas nos dicen muy poco27.

    8. Las causas profundas por el abandono de temas humanistas

    Finalmente hay que mencionar un aspecto importante que nos puede dar luces en torno al desinters de las teoras institucionalistas por la esfera tica y la dimensin humanista. Adam Przeworski es el exponente ms conspicuo de esta nueva inclinacin por la formalizacin y matematizacin de la politologa. Desde pocas inmemoriales los cientistas sociales y polticos han sentido nostalgia y envidia por los mtodos de investigacin y los valores normativos de las ciencias naturales, y han tratado, en consecuencia, de elaborar procedimientos que brinden la seguridad y la precisin que ellos atribuyen, quiz apresuradamente, a las disciplinas exactas. En la actualidad notables representantes de la sociologa y la politologa han propuestos sistemas de medicin fenomenolgica y teoremas explicativos para construir correlaciones fidedignas entre el desarrollo econmico y la evolucin poltica y, concretamente, entre la prevalencia de la pobreza y la instauracin de una democracia slida. Algunas de estas teoras que establecen nexos medibles entre variables econmicas y dilemas polticos han salido de necesidades burocrticas de organizaciones supranacionales y tambin sintomticamente de los sistemas previsionales de seguro social

    27 Para comprender los matices y los avances de los nuevos enfoques institucionalistas cf. Agustn Ferraro (comp.), En busca del buen gobierno. Nuevas perspectivas sobre poltica y gestin del Estado en Amrica Latina, Barcelona: Bellaterra 2007; Frances Hagopian / Scott Mainwaring (comps.), The Third Wave of Democratization in Latin America, Cambridge: Cambridge U. P. 2006; Carlos Waisman / Raanan Rein (comps.), Spanish and Latin American Transitions to Democracy, Brighton / Portland: Sussex Academic Press 2005.

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    y jubilaciones28. Una conceptualizacin precisa y una medicin confiable de datos socio-econmicos brinda por supuesto mejores pistas acerca de las potencialidades de la accin estatal; en este marco es comprensible la popularidad adquirida por la teora del poder infraestructural de Michael Mann y otros enfoques afines29. En lo relativo a las relaciones entre pobreza crnica y democracia consolidada, Adam Przeworski la presentado la teora ms conocida, basada en series histricas de amplio alcance y en datos socio-econmicos de carcter estadstico, referidos sobre todo al nivel de ingresos. Como conclusin principal Przeworski asevera que la pobreza persistente trae consigo inestabilidad poltica y que sociedades con ndices bajos en el nivel de ingresos no logran conformar regmenes democrticos de larga duracin30. Este enfoque tiene hoy en da una considerable divulgacin en el mbito acadmico y ha recibido la atencin de numerosas conferencias internacionales.

    No hay duda de la pertinencia y la necesidad de obtener datos empricos asegurados mediante procedimientos intachables y de establecer relaciones de causa y efecto que posean una utilidad prctica, pero dentro del marco de las ciencias sociales este esfuerzo, como muchos afanes humanos, tiene lmites bastante estrechos. Pese a su propsito de objetividad, confiabilidad e imparcialidad, estos mtodos asignan valores numricos a variables culturales y a fenmenos polticos, y esta asignacin trae consigno una

    28 Cf. Fernando Filgueira, Welfare and Democracy in Latin America: The Development, Crises, and Aftermath of Universal, Dual and Exclusionary Social States, Ginebra: UNRISD 2005; cf. tambin Lawrence R. Jacobs / Theda Skocpol (comps.), Inequality and American Democracy. What We Know and What We Need to Learn, New York: Russell Sage Foundation 2005; Marcus J. Kurtz, The Dilemmas of Democracy in the Open Economy. Lessons from Latin America, en: WORLD POLITICS, N 56, enero de 2004, pp. 262-302.

    29 Michael Mann, The Autonomous Power of the State, Oxford: Blackwell 1984; Hillel D. Soifer, State Infrastructural Power: Approaches to Conceptualization and Measurement, en: STUDIES IN COMPARATIVE INTERNATIONAL DEVELOPMENT, vol. 43, N 3, diciembre de 2008, pp. 231-251.

    30 Adam Przeworski, The Mechanics of Regime Instability in Latin America, en: JOURNAL OF POLITICS IN LATIN AMERICA (Hamburgo), vol. 1 (2009), N 1, pp. 5-36; Adam Przeworski, Democracy and Economic Development, en: Edward D. Mansfield / Richard Sisson (comps.), Political Science and the Public Interest, Columbus: Ohio State University Press 2007, pp. 1-27; Adam Przeworski / Jos Antonio Cheibub / Michael E. Alvarez / Fernando Limongi, Democracy and Development: Political Institutions and Well-Being in the World, 1950-1990, New York: Cambridge University Press 2000.

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    fuente inevitable de arbitrariedad y subjetivismo, que no puede ser evitada mediante la utilizacin del lgebra booleana y de los procedimientos altamente formalizados que ahora se han expandido en las ciencias sociales. El comportamiento de los seres humanos no puede, por suerte, ser reducido a datos cuantificables que, en cuanto conocimientos cientficamente consolidados, puedan ser aplicados de modo ms o menos fcil a otros contextos sociales y polticos.

    Adems: diferentes datos histrico-empricos parecen contradecir la hiptesis central de Przeworski. Sociedades relativamente educadas y con un nivel de vida aceptable como la Alemania de 1933 y la Argentina de 1946 se entregaron sin ninguna reserva en brazos de dictaduras rigurosas. Por otra parte comunidades bastante pobres, como los cantones suizos en la Edad Media o algunos estados en Oceana y frica (Samoa, Tonga, Fiji, Botswana y la Isla Mauricio), lograron construir un ordenamiento ms o menos democrtico y estable que ha resistido numerosos cuestionamientos. Pese a su alto grado de refinamiento tcnico, enfoques como el que Przeworski y las teoras institucionalistas suelen pasar por alto los aspectos centrales de la cultura poltica existente y, como corolario paradjico, desconocen el clima socio-histrico que ha posibilitado la pervivencia del autoritarismo cotidiano y, por ende, del populismo actual. Estos teoremas desatienden temas centrales como hbitos colectivos, valores sociales de orientacin, estilos de vida y mbitos de interaccin.

    Por todo ello debemos considerar ms detenidamente la siguiente hiptesis. Es probable que la pervivencia de ciertas tradiciones culturales, consideradas por las poblaciones respectivas como positivas y favorables a una fuerte identidad colectiva, impida, dentro de ciertos lmites, el advenimiento de un orden moderno, basado en la racionalidad de los nexos humanos, el Estado de derecho y las prcticas democrticas. Y justamente esta carencia de una modernidad poltico-cultural debe ser vista como la causa de una mentalidad todava muy expandida que dificulta el establecimiento de una democracia pluralista efectiva. Si el resultado de los regmenes neoliberales puede ser calificado como una considerable desilusin colectiva, la situacin de los modelos populistas, nacionalistas y socialistas, que a comienzos

  • 32 Los dilemas del enfoque institucionalista en torno a la democracia contempornea

    del siglo XXI han ganado marcadamente en importancia, es igualmente decepcionante. Estos ltimos no conllevan un designio profundo y serio de subsanar deficiencias y vicios que vienen de muy atrs. En suma: los enfoques institucionalistas no estn equivocados, pero resultan insuficientes para comprender la actualidad latinoamericana31.

    31 Una autojustificacin temprana de la corriente institucionalista: Dieter Nohlen, Introduccin: democracia y neocrtica. Un ejercicio de evaluacin del desarrollo democrtico reciente en Amrica Latina, en: Dieter Nohlen (comp.), Democracia y neocrtica en Amrica Latina. En defensa de la transicin, Frankfurt: Vervuert 1995, pp. 7-27. Para una crtica a esta posicin cf. Nelly Arenas, La condicin global: el Estado-nacin en la encrucijada. Notas para una discusin, en: POLITEIA (Caracas), N 31, julio-diciembre de 2003, pp. 79-95.

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    La filosofa poltica de Robert Dahl

    Blithz Lozada Pereira1

    Bolivia es una democracia o, siguiendo la elaboracin terica realizada por Robert Dahl, habra que afirmar que se trata ms bien de una poliarqua? El presente artculo cientfico orienta al lector a responder esta y otras preguntas; explicita la filosofa poltica del profesor estadounidense con el propsito de sistematizar sus conceptos fundamentales. La lectura de tal sistematizacin motiva a formularse otras preguntas, tanto de Bolivia como las concernientes a cualquier pas democrtico de hoy da. Aunque el texto no asume posicin sobre ningn pas, en cada pgina resuenan las preguntas y sobre esto qu?, cmo es la situacin aqu y ahora?

    Elaborar tericamente la filosofa poltica de un autor no implica el imperativo de tratar temas ticos o metafsicos, prescindiendo de la descripcin emprica. Adems, concebir de cierta manera lo poltico, muestra cierta filosofa que aparece intempestivamente, con tesis, por ejemplo, sobre la naturaleza o la

    1 Miembro de la Academia Boliviana de la Lengua asociada a la Real Academia Espaola. Docente emrito de la Carrera de Ciencia Poltica y Gestin Pblica de la Universidad Mayor de San Andrs y docente titular e investigador en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin. Ha publicado 19 libros y escrito 75 artculos para revistas especializadas incluidos artculos periodsticos en formato fsico y electrnico. Licenciado en filosofa con estudios de economa. Maestra en gestin de la investigacin cientfica y tecnolgica, y Maestra en Filosofa y Ciencia Poltica. Diplomado en Educacin Superior y en Ciencias Sociales. Obtuvo varios premios y fue miembro del Comit Ejecutivo de la Confederacin Universitaria Boliviana y de la Central Obrera Boliviana. Las personas que deseen acceder gratuitamente a textos del autor pueden recurrir al sitio web www.cienciasyletras.edu.bo. Encontrarn publicaciones sobre ciencia poltica, filosofa, historia, educacin, estudios culturales, y gestin de la ciencia y la tecnologa, difundidas como libros y artculos en revistas especializadas.

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    esencia humana; asigna algn estatus epistemolgico a la ciencia poltica, e infiere axiomticamente, contenidos determinados creando nuevos conceptos. Tal es el caso de Dahl.

    Su filosofa poltica es un estmulo intelectual para criticar y reflexionar sobre la democracia actual, motiva a analizar en cualquier realidad contempornea, las limitaciones y posibilidades de esta forma de vida poltica fundada en el albor de la cultura occidental2. De este modo, el presente texto ofrece cuatro elaboraciones tericas que articulan el pensamiento filosfico del profesor estadounidense, mostrando su aporte a la discusin de temas de innegable importancia y actualidad.

    El primer punto expone el proceso histrico de articulacin democrtica, refiere la tendencia natural del hombre a dicha forma de organizacin poltica, y detalla el proceso de construccin de la democracia ateniense en la antigedad. Expone tambin la crtica de Dahl a la idea de que en dicho contexto se habra realizado la democracia directa, presentndola en la polis griega como una forma especial de democracia representativa.

    El segundo punto del texto, partiendo de la igualdad y de la soberana popular como aspectos centrales de la democracia, muestra que en la sociedad civil sera recurrente la aversin a la desigualdad y, en el mundo poltico, se habra constituido la nocin de ciudadana. No obstante, los fundamentos de la democracia habran dado lugar a graves distorsiones segn la regla de la mayora. Dahl efecta varias crticas a esta regla que establece que las decisiones mayoritarias tienen carcter absoluto en todas sus consecuencias. Refirindose a los tericos clsicos y a importantes estadistas modernos, el profesor estadounidense asevera que por razones tcnicas, ticas y lgicas la justificacin que realiza la democracia populista defendiendo a rajatabla la asuncin de la decisin mayoritaria, es falaz, tendenciosa y errada.

    2 Robert Dahl dice que la palabra democracia deriva del griego demokrati, acuada a partir de demos (pueblo) y kratos (gobierno) a mediados del siglo V a.C. para denotar los sistemas polticos entonces existentes en algunas ciudades-Estado griegas, sobre todo Atenas. Vase el artculo Democracia escrito por Dahl para la Enciclopedia britnica publicada en 2004. La reproduccin de la entrada fue autorizada para Postdata: Revista de reflexin y anlisis poltico N 10. Pg. 11.

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    Racionalmente, no es admisible que en democracia, a ttulo de opcin de la mayora, se aplasten los derechos minoritarios o se reprima a las facciones minoritarias. Para mayor solidez, Dahl recurre a argumentos empricos y enfatiza consideraciones histricas que tambin aparecieron en su crtica precedente.

    Entendiendo que la democracia directa y la democracia de la mayora desarrolladas en los puntos anteriores son dos tipos ideales; el tercer punto del artculo explica la democracia madisoniana como el tercer tipo ideal. Se trata de la concepcin maximalista, insurgente e iusnaturalista forjada en el fragor de la revolucin norteamericana de 1774 por, entre otros, James Madison. Pese a que Dahl critica el enfoque iusnaturalista porque funda una igualdad trascendental y originaria, relieva tambin que el enfoque madisoniano focaliza como principal peligro de todo rgimen democrtico, la tirana de las facciones; sea que se trate de alguna faccin minoritaria o sea la mayoritaria, ocasionando, irremisiblemente, la perversin de la forma democrtica de vida poltica. As, en los Estados nacionales grandes y modernos donde la democracia representativa se constituira en la nica forma viable de organizacin colectiva -entendiendo que la poltica es el reino de la antropologa negativa- los contrapesos, las sanciones y los controles externos se hacen imprescindibles; la divisin de poderes, ineludible; y las condiciones pro-tempore y la remocin de los gobernantes, imperativas y absolutas. Y esas condiciones para alcanzar una democracia de verdad, que imposibilite radicalmente la dictadura de la mayora, notablemente, fueron las drsticas exigencias tericas de la revolucin democrtica de Estados Unidos de Norteamrica.

    El cuarto punto, por ltimo, valora la sistematizacin filosfica de Dahl y su aporte a la teora poltica, uniendo en una trama orgnica y coherente, lo terico con lo histrico, lo abstracto con lo emprico, y lo conceptual con lo fctico. A este respecto, posiblemente, lo ms conspicuo sea la nocin de poliarqua y la visin de la democracia actual como un tipo ideal. El texto presenta la elaboracin rectificada y complementada por el propio Dahl a lo largo de su obra, de los principios de la democracia contempornea como ideal. A veces, los presenta como criterios o como normas; pero en todo

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    caso, aparecen como condiciones polticas ineludibles para determinada vida poltica. La igualdad de votos, la participacin efectiva, la autonoma, el control de la agenda del gobierno y la inclusin fueron enfatizados por Dahl como principios de la democracia; se trata de pautas tericas que en la realidad efectiva, solo se cumplieron parcialmente desde el siglo XVIII hasta el presente en regmenes polirquicos, entre los que, como las ms valiosas concreciones, aparecen las sociedades modernas, dinmicas y plurales de hoy da.

    1. Democracia directa y democracia representativa

    El primer contenido relevante es el que afirma la imposibilidad de la democracia directa no solo en los grandes Estados nacionales, sino inclusive en la Atenas clsica. La posicin de Dahl va a contrahlo de la valoracin de la democracia ateniense del siglo V a.C., como modelo de participacin ciudadana plena en el escenario poltico.

    Si bien existira una natural tendencia democrtica del ser humano, tanto en lo concerniente, por ejemplo, para dirigir ciertos asuntos y para asumir una posicin de igualdad de participacin en la toma de decisiones -situaciones que se habran dado desde muy temprano en la historia de sociedades tribales analfabetas- las caractersticas de la tendencia a la democracia espontnea se disiparon rpidamente, en especial despus del periodo histrico de la humanidad signado por la caza y recoleccin de alimentos. Con los asentamientos en comunidades fijas dedicadas a la agricultura, la pecuaria y el comercio -la democracia natural de antao, segn Dahl, se disip3. El incremento de la escala de las asociaciones- adems del fortalecimiento econmico y militar de ciertas facciones, introdujeron en el entramado social antiguo, sistemas jerrquicos y autoritarios de organizacin, precipitndose formas monrquicas, despticas, aristocrticas y oligrquicas de gobierno, asumidas en cada caso como naturales. Fue alrededor del ao 500 a.C. que concurrieron de nuevo las condiciones favorables para que se cristalizara el

    3 Cfr. Democracia en Postdata: Revista de reflexin y anlisis poltico N 10. Pg. 13-14.

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    gobierno popular, de modo que se remoz la primitiva democracia, en los contextos histricos que corresponden a Grecia y Roma en la antigedad.

    En su libro La democracia y sus crticos4, Dahl expone varios argumentos que muestran que en torno al sistema poltico que se estableci desde fines del siglo VII en Atenas y que tuvo varias vicisitudes histricas hasta consolidarse inmediatamente antes de la poca clsica, se habra forjado el mito de la participacin universal de los ciudadanos, la deliberacin irrestricta e igualitaria, el intercambio pleno de ideas en un plano de participacin directa y equitativa, y el ejercicio inobjetable de los derechos democrticos del ciudadano, tanto en lo concerniente al planteamiento, como a la discusin y la resolucin de los asuntos pblicos. Sin embargo, en sustitucin de este mito, correspondera considerar la democracia ateniense como una forma especial de concrecin histrica tambin de la democracia delegada; es decir, como una variante del sistema representativo. Es necesario un recuento histrico de las particularidades del proceso histrico correspondiente, que aparece en la teora poltica y en el devenir de Occidente como el umbral en el que la democracia adquiri una slida fundamentacin y la humanidad capitaliz una experiencia sustantiva.

    La revuelta popular producida el ao 508 a.C. en Atenas en contra de Isgoras, aliado con los espartanos -esto es, la revolucin protagonizada por el pueblo y que marc el inicio poltico hacia un cambio democrtico- fue la movilizacin ms antigua en la historia occidental que otorg al pueblo insurgente el papel de artfice de su propio gobierno. Si bien Soln, uno de los siete sabios de Grecia, haba establecido casi un siglo antes, varios logros democrticos, fueron diluidos abruptamente, de manera que hacia mediados del siglo VI a.C. -estando en el gobierno la clase de los euptridas primero, y posteriormente, el tirano Pisstrato y su hijo, Hipias- se restablecieron los privilegios excluyentes que la oligarqua haba perdido, en detrimento de los importantes progresos democrticos.

    4 Vase, en especial, el captulo 15 titulado por Robert Dahl, Democracia, poliarqua y participacin. La democracia y sus crticos. Pg. 271 ss. (Democracy and its critics, Yale University, 1989).

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    Entre los logros de Soln referidos a la concrecin de los principios de la participacin democrtica, se cuenta el establecimiento del sistema timocrtico o censitario5; la restriccin estricta de competencias del Arepago para que dilucidara solo temas graves de justicia y de opinin sobre el gobierno; la asignacin a la Asamblea Popular de tareas administrativas y legislativas creando el Consejo de los Cuatrocientos6; adems de las reformas sociales que favorecieron a los pobres, por ejemplo, en lo concerniente al embargo de sus tierras,

    5 Soln en el ao 594 a.C. promulg una nueva Constitucin que favoreca especialmente a los estratos medios de la sociedad ateniense, los agricultores que tenan una pequea propiedad, y a los artesanos sin tierra, en contra de los intereses de los euptridas. Estos ltimos fueron los miembros de la oligarqua que se conceban a s mismos y se denominaban como los bien nacidos. El rgimen de Soln, conocido como timocracia, subvirti la tradicin de linaje que restringa los derechos polticos a favor de la aristocracia. La timocracia (de , tim, que en griego se traduce por evaluacin, estima, valor y precio; aunque tambin significa honor, consideracin, dignidad, magistratura y autoridad), llamada tambin sistema censitario, es una forma de gobierno que discrimina la participacin popular de acuerdo a la clase econmica a la que pertenece cada individuo. Los hombres participaran en la eleccin para funcionarios de gobierno o tendran derecho a ser elegidos magistrados de acuerdo a los recursos pecuniarios que dispusieran, riqueza medida en volumen de produccin agrcola o en el equivalente monetario o de propiedad. El rgimen espartano de carcter militar, se ha considerado un sistema timocrtico tpico. Cfr. Diccionario griego-espaol ilustrado, Vol. I. Pg. 532.

    6 Antes de que Soln creara la Asamblea Popular (llamada en Atenas , ekklesa, trmino empleado tambin, en primer lugar, para referir el lugar donde se llevaba a cabo la asamblea; y, en segundo lugar, las reuniones de soldados o de pueblos de la Liga en Delos); el poder se concentraba en el Arepago. Los nueve arcontes que lo conformaban tenan amplias prerrogativas polticas y eran elegidos exclusivamente entre y por los nobles: los euptridas. Con la creacin de la ekklesa, los miembros de las cuatro clases sociales que existan en Atenas participaban en la eleccin de los arcontes, teniendo varias atribuciones, que, aunque deban ser sancionadas por el Consejo y por el Arepago, les permitan realizar propuestas sobre temas de poltica interior y exterior, polticas de gobierno, legislacin y ejercicio judicial (Diccionario griego-espaol ilustrado, Vol. I. Pg. 160). Respecto del Consejo de los Cuatrocientos, Soln lo estableci como una instancia operativa donde participaran cien miembros de cada clase social de Atenas, elegidos por sorteo en la ekklesa. Su funcin era ordenar las reuniones de la Asamblea Popular y proponer leyes, siendo considerado tambin Consejo del Arepago. Se lo denominaba (boul, que del griego se traduce como voluntad, determinacin, deliberacin, parecer y plan; refiriendo tambin Asamblea Deliberativa dem. Pg. 105). Despus de las reformas de Soln, para los casos judiciales que no sean graves y que no fuesen juzgados por el Arepago; se estableci un tribunal ciudadano llamado Heliea ( que se traduce por reunin dem. Pg. 238), donde participaban seis mil griegos para juzgar delitos corrientes distribuidos en diez tribunales de nmero variable de miembros, con una reserva de mil ciudadanos llamados heliastas.

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    la esclavizacin por deudas, las condiciones del matrimonio, las prohibiciones a la sexualidad y los deberes paternales.

    La insurreccin popular del ao 508 a.C. busc a Clstenes que se haba refugiado en el exilio para que dirigiera el proceso popular emergente, porque pese a que el poltico provena de una familia aristocrtica, haba probado su valor al destronar al tirano Hipias del gobierno de Atenas. As, Clstenes expresaba los ideales heroicos forjados en la literatura homrica y, quedando imposibilitado de declararse a s mismo como tirano -puesto que haba luchado contra la tirana- debiendo, a rengln seguido, enfrentar a la oligarqua de la que tambin era parte -pero que lo haba exilado despus de la muerte de Hipias- soliviantado por el clamor popular, dirigi en Atenas, la revolucin democrtica ms relevante que sentara las bases de la Grecia clsica y que se constituira en modelo para el desarrollo poltico de Occidente.

    El Arepago, tradicional bastin aristocrtico, no haba perdido su poder elitista ni siquiera en poca de Soln quien instituy el llamado Consejo de los Cuatrocientos. Tampoco la Ekklesa que Soln cre permita acceso irrestricto al pueblo ni fortaleca la posibilidad de que se eligieran arcontes que no perteneciesen a las clases superiores. Ante tal cuadro, Clstenes forj un cambio revolucionario de envergadura basndose en una nueva distribucin de las tribus y los demos7; y

    7 La palabra griega (demos) ha dado lugar a la palabra democracia. Originalmente signific en primer lugar, regin, pas y tierra; en segundo, poblacin y pueblo; en tercero, democracia y Asamblea Popular; en cuarto, raza y gente; y, finalmente en quinto lugar, en Atenas, refera una subdivisin de la tribu, un cantn o un demo, es decir, una faccin. Por (demokrata) se entenda democracia o gobierno popular; y por (demokratiks), partidario de la democracia o democrtico. Respecto de la palabra (kratos) significaba, en primera instancia, fuerza, robustez, solidez y vigor; en segunda, dominio, podero e imperio; y, finalmente, mentaba tambin victoria. Al trmino (kratyno) correspondi en primer lugar, los significados de fortificar, consolidar y afirmar; en segundo, hacerse dueo y poseer; en tercero, dominar, dirigir y gobernar; y, finalmente, corroborar y confirmar. Cfr. Diccionario griego-espaol ilustrado. Vol. I. Pg. 121, 312. Es posible que dicho trmino (entendido tambin como faccin, barrio, una parte de la ciudad o un conglomerado por vecindad); haya tenido el siguiente origen: Provendra, posiblemente, de la palabra demiurgs, (, que se traduce por artesano, quien ejerce una profesin, productor, creador y magistrado de los Estados dorios dem. Pg. 121); unida a la palabra geomros (, que se traduce como poseedor de tierra, rico o noble dem. Pg. 109).

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    gracias al concepto de isonoma que l mismo forj, permitiendo que cualquier ciudadano asistiera a la Asamblea Popular.

    Tradicionalmente, hubo cuatro tribus que constituyeron el pilar de la aristocracia ateniense8. Habiendo sido formada por lazos de parentesco, cada tribu inclua tres tritias o distritos, y estaba liderada por un jefe que reforzaba su poder con atribuciones de culto y prerrogativas navales. Clstenes aument el nmero de cuatro tribu