Democracia tutelada, inmadura y dependiente - 02 de diciembre de 2011

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Democracia tutelada, inmadura y dependiente Nunca dejará de sorprendernos la democracia hondureña tanto por sus incongruencias como por su carácter cíclico de repetir la historia mirando hacia el pasado y no hacia el futuro. Nos referimos a la aprobación por parte del Congreso Nacional interpretando el artículo constitucional 274 mediante el cual se autoriza a las Fuerzas Armadas para ejercer funciones policíacas. Como la memoria es corta olvidamos que en junio del 2009 fue el Partido Liberal quien acudió a los militares para destituir a Mel Zelaya y dar el golpe de estado. Ahora es el Partido Nacional quién mediante un decreto del Congreso Nacional vuelve a dar “poder político” a las FF AA. El Partido Liberal cometió el gran error de poner como “presidente de facto” a Roberto Micheletti cuando había sido rechazado y derrotado en las urnas tanto a nivel local, como regional y nacional. Ahora el Partido Nacional hace otro tanto con el estamento castrense al darle un poder más allá de sus límites constitucionales olvidando el rechazo y clamor ciudadano que llevó a una desmilitarización de la sociedad en los años noventa. ¿Qué significado tendrá que la vida política y democrática del país recurra nuevamente a los militares y a la imposición constitucional en una coyuntura donde la institucionalidad democrática y la seguridad ciudadana brillan por su ausencia y el binomio policía-militares atraviesan una crisis sin precedentes?. Aunque los medios han dicho que se trata de una medida populista para ganarse a la población en este tiempo de navidad no parece, sin embargo, ser la razón de fondo y mayor peso. No deja de ser un signo de que tenemos una “democracia tutelada, inmadura y dependiente” que siempre necesita acompañarse de un “poder fuerte” y en el que poder apoyarse para sentirse segura a la hora de tomar decisiones, rodearse de legitimidad y lograr reconocimiento tanto interno como externo. Es una constante de nuestra vida política, y no solamente desde junio del 2009. Más que recurrir a una solución de fuerza y poder a lo que se tenía que haber recurrido son a unos datos y unas estadísticas que hicieran ver claramente que vamos avanzando en democracia y ciudadanía, en seguridad y justicia, en respeto a los derechos humanos y legalidad, en trasparencia e institucionalidad, en empleo y distribución de la riqueza, en vida digna para todos y superación de la desigualdad, en una sociedad del pleno empleo y de disminución de la pobreza, en una sociedad de consensos y acuerdos, de inclusión y no de exclusión. Cuando nuestra política y nuestros políticos no confían en sí mismos, en la democracia, en la ciudadanía, en sus potencialidades, en sus leyes e instituciones, es cuando se recurre a la imposición de modelos autoritarios cuyo reverso son la corrupción política y la perversión de la sociedad. Es decir, se produce un “retroceso democrático” dado que, al final, lo determinante son las mayorías parlamentarias, las alianzas partidarias, los acuerdos de bancadas y los manoseos constitucionales. En definitiva, este no es el camino para consolidar una democracia participativa, la “búsqueda común del bien común” o la “plaza pública” construida a base de consensos, acuerdos y pactos sociales. ¿Aceptaremos el reto de una democracia madura, independiente y con visión de futuro?. Nuestra Palabra | 02 DICIEMBRE 2011

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Editorial radioprogreso-ericsj

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Democracia tutelada, inmadura y dependiente

Nunca dejará de sorprendernos la democracia hondureña tanto por sus incongruencias como por su carácter cíclico de repetir la historia mirando hacia el pasado y no hacia el futuro. Nos referimos a la aprobación por parte del Congreso Nacional interpretando el artículo constitucional 274 mediante el cual se autoriza a las Fuerzas Armadas para ejercer funciones policíacas. Como la memoria es corta olvidamos que en junio del 2009 fue el Partido Liberal quien acudió a los militares para destituir a Mel Zelaya y dar el golpe de estado. Ahora es el Partido Nacional quién mediante un decreto del Congreso Nacional vuelve a dar “poder político” a las FF AA. El Partido Liberal cometió el gran error de poner como “presidente de facto” a Roberto Micheletti cuando había sido rechazado y derrotado en las urnas tanto a nivel local, como regional y nacional. Ahora el Partido Nacional hace otro tanto con el estamento castrense al darle un poder más allá de sus límites constitucionales olvidando el rechazo y clamor ciudadano que llevó a una desmilitarización de la sociedad en los años noventa. ¿Qué significado tendrá que la vida política y democrática del país recurra nuevamente a los militares y a la imposición constitucional en una coyuntura donde la institucionalidad democrática y la seguridad ciudadana brillan por su ausencia y el binomio policía-militares atraviesan una crisis sin precedentes?. Aunque los medios han dicho que se trata de una medida populista para ganarse a la población en este tiempo de navidad no parece, sin embargo, ser la razón de fondo y mayor peso. No deja de ser un signo de que tenemos una “democracia tutelada, inmadura y dependiente” que siempre necesita acompañarse de un “poder fuerte” y en el que poder apoyarse para sentirse segura a la hora de tomar decisiones, rodearse de legitimidad y lograr reconocimiento tanto interno como externo. Es una constante de nuestra vida política, y no solamente desde junio del 2009. Más que recurrir a una solución de fuerza y poder a lo que se tenía que haber recurrido son a unos datos y unas estadísticas que hicieran ver claramente que vamos avanzando en democracia y ciudadanía, en seguridad y justicia, en respeto a los derechos humanos y legalidad, en trasparencia e institucionalidad, en empleo y distribución de la riqueza, en vida digna para todos y superación de la desigualdad, en una sociedad del pleno empleo y de disminución de la pobreza, en una sociedad de consensos y acuerdos, de inclusión y no de exclusión. Cuando nuestra política y nuestros políticos no confían en sí mismos, en la democracia, en la ciudadanía, en sus potencialidades, en sus leyes e instituciones, es cuando se recurre a la imposición de modelos autoritarios cuyo reverso son la corrupción política y la perversión de la sociedad. Es decir, se produce un “retroceso democrático” dado que, al final, lo determinante son las mayorías parlamentarias, las alianzas partidarias, los acuerdos de bancadas y los manoseos constitucionales. En definitiva, este no es el camino para consolidar una democracia participativa, la “búsqueda común del bien común” o la “plaza pública” construida a base de consensos, acuerdos y pactos sociales. ¿Aceptaremos el reto de una democracia madura, independiente y con visión de

futuro?.

Nuestra Palabra | 02 DICIEMBRE 2011