Democracia

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  • LA DEMOCRACIA Y EL SISTEMA POLTICO EN MXICO

    | Pensar el futuro de Mxico |COLECCIN CONMEMORATIVA DE LAS REVOLUCIONES CENTENARIAS

  • Primera edicin, 6 de junio de 2010

    DR 2010 UNIVERSIDAD AUTNOMA METROPOLITANA

    Universidad Autnoma MetropolitanaUnidad XochimilcoCalzada del Hueso 1100Colonia Villa Quietud, Coyoacn04960, Mxico, D. F.

    ISBN: 978-607-477-295-1ISBN de la coleccin: 978-607-477-287-6Impreso en Mxico / Printed in Mexico

  • LA DEMOCRACIA Y EL SISTEMA POLTICO EN MXICO

    Ernesto Soto Reyes GarmendiaCoordinador

  • UNIVERSIDAD AUTNOMA METROPOLITANARector general, Jos Lema LabadieSecretario general, Javier Melgoza Valdivia

    UNIVERSIDAD AUTNOMA METROPOLITANA-XOCHIMILCORector, Cuauhtmoc V. Prez LlanasSecretaria, Hilda Rosario Dvila Ibez

    DIVISIN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADESDirector, Alberto Padilla AriasSecretario acadmico, Jorge Alsina Valds y CapoteJefe de publicaciones, Miguel ngel Hinojosa Carranza

    PENSAR EL FUTURO DE MXICOCOLECCIN CONMEMORATIVA DE LAS REVOLUCIONES CENTENARIAS

    CONSEJO EDITORIALCoordinador General, Jos Luis Cepeda Dovala Secretario, Miguel ngel Hinojosa Carranza

    Ramn Alvarado Jimnez / Roberto Constantino Toto / Sofa de la Mora CamposArturo Glvez Medrano / Fernando Sancn Contreras

    Irais Hernndez Gereca / Yaritza Lpez Bez

    COMIT EDITORIAL / PENSAR EL FUTUROColeccin conmemorativa de las Revoluciones Centenarias

    Ramn Alvarado Jimnez / Jorge Ivn Andrade Narvez / Jos Luis CisnerosFrancisco Luciano Concheiro Brquez / Roberto Eibenschutz HartmanFrancisco Javier Esteinou Madrid / Luis Adolfo Esparza Oteo TorresJos Flores Salgado / Alejandro Glvez Cancino / Arturo Glvez MedranoRaquel Adriana Garca Gutirrez / Patricia Gascn Muro / Etelberto Ortiz CruzMario Ortega Olivares / Silvia Radosh Corkidi / Ernesto Soto Reyes GarmendiaSalvador Vega y Len / Luis Miguel Valdivia Santa Mara

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    N D I C E

    PresentacinCuauhtmoc Vladimir Prez Llanas, Alberto Padilla Ariasy Jos Luis Cepeda Dovala . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    IntroduccinErnesto Soto Reyes Garmendia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

    La geopoltica y el federalismo en MxicoArturo Glvez Medrano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

    Federalismo, Independencia y RevolucinErnesto Soto Reyes Garmendia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

    Poderes centrales y poderes regionales: una tensin permanenteen los procesos crticos de la historia de MxicoMario Alejandro Carrillo Luvianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

    La construccin de la ciudadana en MxicoJoel Flores Rentera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

    Dos siglos de participacin electoral y el irresuelto clivaje poltico centro-periferiaGuadalupe Pacheco Mndez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .101

    Doscientos aos de partidos y elecciones en MxicoJuan Reyes del Campillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .129

  • Los ciclos del presidencialismo mexicanolvaro F. Lpez Lara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .157

    La dinmica histrica del proceso de formacin y consolidacindel poder Legislativo en MxicoLaura Valencia Escamilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .195

    Los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .231

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    P R E S E N TA C I N

    Presentamos al lector la Coleccin Conmemorativa de las Revolucio-nes Centenarias como parte de la celebracin del bicentenario de la Independencia de Mxico y del centenario de la Revolucin Mexi-cana. En reconocimiento de la trascendencia de aquellos dos hechos his-tricos para la determinacin de la realidad contempornea de nuestro pas; los volmenes que integran esta Coleccin abordan diversos aspec-tos sociales, econmicos, polticos, culturales e institucionales considera-dos centrales en el desempeo de la sociedad mexicana actual.

    El objetivo de la obra en su conjunto es la elaboracin de un anlisis crtico que permita la mejor comprensin de la realidad contempornea y facilite un balance de lo que hasta el momento se ha logrado y de cmo debern afrontarse los nuevos desafos previstos en el futuro.

    Cada volumen de la Coleccin ofrece la visin histrica de un tema, trata de explicar las circunstancias actuales de nuestra Nacin sirvindose de los hechos pasados considerados relevantes en la conformacin del Mxico de hoy y presenta alternativas para superar los retos del presente y de aquellos que ya pueden ser avizorados en el desarrollo histrico de nuestro pas. Es por ello que la Coleccin pretende ser no slo una revisin descriptiva del pasado, sino una reflexin equilibrada acerca de las fortalezas que posee nuestra sociedad, y de aquellas que debe propiciar para esbozar un proyecto de Nacin en el que se privilegie el bien comn en un rgimen de respeto a las libertades, las diferencias y los derechos civiles de los ciudadanos.

    Cuauhtmoc Vladimir Prez LlanasRector de la Unidad

    Alberto Padilla Arias Director de la DCSH

    Jos Luis Cepeda DovalaCoordinador de la Coleccin

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    I N T R O D U C C I N

    Pensar el futuro del sistema poltico y la democracia en Mxico a la luz del resultado de dos revoluciones centenarias implica la elabo-racin de un riguroso anlisis crtico retrospectivo que permita ha-cer un balance de lo logrado, de los rezagos y de cmo enfrentar los nuevos desafos en el futuro. De lo que se trata es de explicar el presente del sistema poltico y de la democracia en Mxico sirvindonos de los hechos del pasado, aprehendindolos y proyectndolos como nuevas uto-pas, como aquellas que se plantearon las fuerzas sociales y polticas du-rante la Independencia, la Reforma y la Revolucin.

    El volumen que presentamos es producto de la reflexin de muchos proyectos acadmicos y polticos y de no menos anhelos y utopas conte-nidas. Refleja una discusin necesaria, iniciada en la Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades de la UAM-Xochimilco y en todos los crculos intelectuales, acadmicos y polticos del pas. Los ejes que dan unidad a la obra que presentamos son la pluralidad de pensamiento, el anlisis crti-co y el rigor en su elaboracin. Los autores comparten tambin la nece-sidad de reflexionar, antes que celebrar, los resultados de nuestras revoluciones centenarias.

    El libro consta de ocho captulos que abordan diversos temas como el liberalismo, el federalismo, los poderes locales y central, la construccin de la ciudadana, la participacin electoral, los partidos polticos, el pre-sidencialismo y la formacin y consolidacin del poder Legislativo; en fin, diversos aspectos de una sola tarea: pensar a futuro el sistema polti-co y la democracia en Mxico.

    En su artculo La geopoltica y el federalismo en Mxico, Arturo Glvez Medrano aborda el desafo que signific para los intelectuales y polticos mexicanos la aplicacin del liberalismo durante el siglo XIX en Mxico. Es as que el autor reflexiona en cmo en la revolucin de Inde-

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    pendencia, sus dirigentes caminaron sobre los planteamientos del libera-lismo y les fue preciso impulsar un movimiento que, en primera instancia, lograra la emancipacin de Espaa, para luego, iniciar la construccin de instituciones democrticas de corte liberal. El autor tambin discute so-bre otros obstculos que debieron afrontarse en el mbito de la geografa poltica y en la difcil vecindad con Estados Unidos de Amrica y su in-cursin beligerante de 1846: sin duda, una de las sacudidas que ms afec-taron a los mexicanos, no slo por la prdida de una porcin importante de su patrimonio territorial, sino por el mrbido sentimiento de rencor e inferioridad, asegura Glvez. Frente a estos resabios, y derivada de los cambios no realizados por la Independencia, surgi la generacin llama-da los puros: un pequeo grupo que decidi abolir todos los obstcu-los para instalar a Mxico en la modernidad. Es decir, con las herramientas tericas del liberalismo, reformar al pas y su gente. No obstante lo anterior, al concluir el siglo XIX, era una realidad el relaja-miento de los principios liberales en aras de hacer efectiva la divisa de Paz, Orden y Progreso, por lo que emergi un pequeo grupo de inte-lectuales que resolvi volver sobre los pasos andados por los hombres de la Reforma y regenerar la sociedad. A lo largo de su exposicin, Arturo Glvez hace nfasis en que en todo momento, por increble que parezca, fue un puado de hombres el que con su inteligencia y un gran desafo al orden establecido dio sentido, mediante la palabra escrita y su accin, a los senderos que conduciran a la transformacin de la realidad nacional. Siempre, sobre la base de los planteamientos liberales.

    Por su parte, Ernesto Soto Reyes Garmendia en su artculo Federalis-mo, Independencia y Revolucin asegura que un elemento fundador de la identidad poltica y social de Mxico es la epopeya por establecer un rgimen de gobierno federal que garantizara simultneamente la unidad nacional, respetando las particularidades de los estados, regiones y muni-cipios que la conforman. En este proceso fundacional, el autor destaca dos componentes: el federalismo poltico y el federalismo fiscal. De aqu, Soto Reyes elabora un recuento histrico acerca de estos dos elementos sobre los que en su opinin reposa el andamiaje institucional del Mxico independiente y posrevolucionario.

    El profesor Soto Reyes enfatiza que la adopcin del federalismo como forma de gobierno en Mxico, desde 1824, es el producto de mltiples fenmenos, entre los que se encuentran la creacin del modelo federal norteamericano, la formacin del parlamentarismo ingls, la Cons titucin

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    francesa de la restauracin borbnica y la del imperio austrohngaro, as como otros heredados de la Colonia; sin embargo, afirma el autor que la adopcin de un gobierno federal, as como la de su frmula fiscal, se en-cuentran principalmente vinculadas a las demandas de los gobiernos y comunidades locales, que desde la consumacin de la Independencia exi-gen mayor autonoma, libertad y atribuciones para el ejercicio de sus fa-cultades constitucionales.

    El autor seala que la resultante federal en Mxico, en particular des-pus de la Revolucin de 1910-1917, encierra una gran paradoja: una Constitucin federal que formula la existencia de estados soberanos y municipios libres, acompaada de una gran centralizacin de las decisio-nes polticas y econmicas. Soto Reyes advierte que a partir de la dcada de los ochenta del siglo anterior, el pas vive el trnsito hacia formas ms competitivas y de alternancia electoral, primero en los espacios municipa-les, y posteriormente en los estatales y el federal. Esta alternancia electoral y el fenmeno de los gobiernos divididos han devuelto paulatinamente parte del poder a los espacios locales. Quiz fuera ms preciso afirmar, como lo hace el autor, que el autoritarismo y la centralizacin se han des-plazado hacia los espacios locales en la figura de los gobernadores, los caciques locales y otros poderes fcticos. Soto Reyes concluye que esta transicin poltica conforma un nuevo escenario en Mxico que segura-mente tensar al mximo las fuerzas centrfugas del sistema federal y que lo pondrn frente a su mayor prueba histrica, en la vspera de la conme-moracin bicentenaria de nuestra Independencia y centenaria de nuestra Revolucin.

    En el artculo Poderes centrales y poderes regionales: una tensin per-manente en los procesos crticos de la historia de Mxico, Mario Alejan-dro Carrillo Luvianos discute cmo el rgimen colonial novohispano presenta marcadas caractersticas autoritarias de acuerdo con una lgica externa impuesta por la metrpoli. Es as que el rgimen colonial se desa-rrollaba en nuestro pas a partir de una integracin regional sostenida por acuerdos, entre los poderes locales y las autoridades metropolitanas representadas por el virrey y las dems autoridades impuestas por la co-rona, que eran ejecutados y supervisados por una endeble burocracia vi-rreinal regional.

    El rgimen independiente se caracteriza durante la mayor parte del si-glo XIX por su inestabilidad poltica y por continuos golpes de Estado y conflictos regionales. El final de este periodo de incertidumbre lo consti-

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    tuir, en opinin del autor, el triunfo de las fuerzas liberales y su consoli-dacin durante el periodo de Porfirio Daz, quien logra un modelo estatal estable regionalmente; Daz pacifica al pas, e integra territorialmente a la nacin. Este rgimen sobrellev las contradicciones regionales durante 30 aos hasta su derrota por la Revolucin.

    Nos relata Alejandro Carrillo que con la promulgacin de la Constitu-cin en 1917 se dio un gran paso para la instauracin del nuevo rgimen, cuya conformacin plena se realiz en el sexenio de Lzaro Crdenas (1934-1940), cuando la figura del presidente de la Repblica se convirti en el elemento predominante del sistema poltico mexicano y de la uni-dad nacional. En opinin del autor, este rgimen funcion establemente hasta fines de los aos sesenta; a partir de ese momento se ve precisado a liberalizarse, para sobrevivir hasta el ao 2000, cuando capitula a favor de la oposicin el ltimo bastin del rgimen posrevolucionario (la presi-dencia de la Repblica).

    En este proceso de transformacin poltica, una de las tensiones ms importantes que resolver se presenta cuando se rompe o debilita el poder central. Es entonces que comienza una lucha, en ocasiones encarnizada, entre dos facciones de poder: por un lado las fuerzas estatales, regionales y locales que se proponen asumir plenamente el control de sus respectivas comunidades polticas, y por otro, una contraria, predominantemente centrpeta, que pretende asimilar a los diferentes espacios territoriales dentro de una lgica de interrelacin nacional, en la que la instancia cen-tral sea predominante.

    En otro orden de ideas, Joel Flores Rentera nos transporta en su ar-tculo La construccin de la ciudadana en Mxico a los derechos polticos y civiles, a una identidad cultural cuyo valor ms caro es la li-bertad. Una identidad que se construye a travs de largos procesos cul-turales, polticos, sociales y econmicos. En el caso de Mxico, el autor nos remite a tres procesos principalmente: la Independencia, la Refor-ma y la Revolucin. Entre los aos 1808 y 1812 las mentalidades de los individuos que integran a las diferentes castas que componen a la po-blacin de la Nueva Espaa sufren una transformacin que marcara el inicio del proceso de formacin de la ciudadana y de la nacin mexicana. Estas transformaciones quedan plasmadas, de acuerdo con Joel Flores, en la Constitucin de Apatzingn de 1814, donde aparece claramente la idea de pueblo soberano y la conceptualizacin de las libertades y dere-chos ciudadanos, a excepcin de la libertad de conciencia, puntualiza el

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    autor, ya que la religin catlica es concebida como la religin de Estado y la hereja como un delito que se castiga con la privacin de los derechos de ciudadana. Es en 1857 cuando se conquistan las libertades de con-ciencia y de enseanza; ambas sern garantizadas en la Constitucin. Sin embargo, el pueblo, en todos los ordenamientos constitucionales, es concebido como un conjunto de ciudadanos propietarios, pues para ser acreedor de los derechos de ciudadana se requiere tener un modo de vida honesto, es decir, propiedades o un empleo bien remunerado. De esta manera, los pobres son excluidos de la ciudadana, tanto de facto como jurdicamente. De acuerdo con Joel Flores, es hasta la Revolucin y la Constitucin de 1917 que el pueblo adquiere el ttulo de ciudada-no. En la Revolucin se crean las bases de la justicia social y poltica; es decir, una educacin de carcter nacional, laica y gratuita, la distribu-cin de tierras entre los campesinos pobres, la creacin del salario mni-mo y de las instituciones pblicas de salud; asimismo, concluye el autor, se garantiza a los asalariados el ejercicio de la libertad de asociacin en defensa de sus propios intereses.

    Dentro de los derechos ciudadanos, los derechos electorales adquieren especial relevancia para Guadalupe Pacheco Mndez, quien en su artcu-lo Dos siglos de participacin electoral y el irresuelto clivaje poltico centro-periferia seala que la historia de la participacin electoral en Mxico ha caminado de la mano con la extensin de la ciudadana y a la par de la forma en que los grandes clivajes sociales y polticos que defi-nieron el rumbo de Mxico se tradujeron en representacin poltica. La autora afirma que en el transcurso de los siglos XIX y XX, en la vida pol-tica mexicana se distinguen dos grandes periodos en las formas de orga-nizar la participacin electoral de la ciudadana. El primero, de 1808 a 1916, se caracteriz por los mecanismos de eleccin indirecta; el segundo periodo parte de 1917 y abarca hasta nuestros das, caracterizado por la organizacin de elecciones directas.

    La autora seala que la mecnica poltica que domin al siglo XIX pue-de simplificarse en un acuerdo entre las lites locales y las nacionales para imponer en la prctica fuertes filtros a la participacin poltica directa de las clases subalternas a travs del voto indirecto y un profundo clivaje entre aqullas respecto a dos cuestiones cruciales: una en donde residira el poder, en el centro o en los estados, y otra sobre la relacin entre Iglesia y Estado.

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    La mecnica poltica del siglo XX se distingui por el tipo de mecanis-mos utilizados para subordinar a las lites polticas locales a la autoridad central nacional. La eliminacin de la eleccin indirecta y la instauracin de las elecciones directas en 1917 tuvo como consecuencia el traslado del conflicto centro-periferia hacia una nueva arena de confrontacin polti-ca ubicada en el sufragio universal pleno; de ah que los ejes del conflicto poltico del siglo XX fuesen la participacin de las clases subalternas en el proyecto nacional y la determinacin de la autoridad responsable de or-ganizar las elecciones federales.

    En el momento fundador del Estado-nacin mexicano, el clivaje cen-tro-periferia fue el primero que se plante pero no pudo resolverse de modo satisfactorio, de ah la lucha entre centralismo y federalismo, entre monarqua y repblica y, an hoy en da, entre presidencialismo y federa-lismo. Las condiciones prevalecientes, concluye la autora, fueron desde el principio adversas para la construccin de un rgimen democrtico.

    Por otra parte, Juan Reyes del Campillo, en su texto Doscientos aos de partidos y elecciones en Mxico, discute la manera en que fueron en-trecruzndose las elecciones y las fuerzas polticas en Mxico desde las Cortes de Cdiz, hasta alcanzar un rgimen democrtico y un sistema plu-ralista de partidos. El trabajo asume la idea de que durante los primeros cien aos del Mxico independiente hubo muchas reformas y proyectos electorales, pero no hubo el desarrollo de partidos polticos cohesionados e integrados sino meramente grupos y tendencias polticas que se enfren-taron por el poder. Con el inicio de la Revolucin mexicana, sostiene el autor, se formaliz la lucha por el poder a travs de partidos polticos. No obstante, la formacin de un partido de la Revolucin limit la de-mocracia electoral y la consolidacin de un sistema de partidos plural, lo cual, segn Reyes del Campillo, nicamente empez a construirse a partir de la reforma electoral de 1977.

    lvaro F. Lpez Lara en su artculo Los ciclos del presidencialismo mexicano sostiene la tesis central de que el sistema presidencial, aun bajo la propia Constitucin de 1917, ha transitado por ciclos de presi-dencialismo dbil, presidencialismo hegemnico y presidencialismo de-mocrtico.

    De acuerdo con Lpez Lara, el concepto de ciclos presidenciales per-mite captar las diversas formas del poder presidencial y su relacin con las estructuras horizontales de los poderes Legislativo y Judicial, as como con las estructuras verticales de los poderes federal y local. El autor afir-

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    ma que el primer ciclo de presidencialismo se desenvolvi bajo la lgica poltica del periodo posrevolucionario, en un pas predominantemente agrario, fragmentado, dominado por lites regionales y estatales. En la escena nacional se manifestaron las tensiones entre el centro y los esta-dos, el presidente y el Congreso, en una etapa en la que los intereses re-gionales estructuraban los partidos y los liderazgos parlamentarios. Este ciclo alcanza su periodo de institucionalizacin con la creacin del Parti-do Nacional Revolucionario (PNR) en 1929. El segundo ciclo que define el autor, de 1934 a 1964, se distingue por la imposicin de la hegemona de un solo partido, que con distintas denominaciones (PNR, PRM, PRI) logr penetrar el conjunto de instituciones hasta consolidar un gobierno indivi-so y unitario. El presidencialismo hegemnico se bas en la instituciona-lizacin del control electoral, en la hegemona del Partido Revolucionario Institucional (PRI) sobre el Congreso de la Unin y en la neutralizacin de los poderes regionales, mediante la injerencia presidencial en el nombra-miento y remocin de los gobernadores.

    Para finalizar, Lpez Lara afirma que el tercer ciclo del presidencialis-mo tiene como una de sus pautas el progresivo debilitamiento de la presi-dencia. A partir de 1988, y sobre todo desde 1997, los presidentes han cogobernado en escenarios multipartidistas en diversas arenas institucio-nales. Fox y Caldern han gobernado bajo un escenario indito de des-concentracin del poder, en el que su partido es minora tanto en el Congreso de la Unin, en las gubernaturas, en las legislaturas locales como en los gobiernos municipales. Esta circunstancia, afirma el autor, favorece las tendencias democratizadoras de la presidencia, pero tambin el crecimiento de otros factores de poder ante una institucin presidencial dbil y limitada en su capacidad de impulsar el cambio poltico.

    Para la construccin de cualquier rgimen democrtico, una institu-cin central es el poder Legislativo. En el artculo La dinmica histrica del proceso de formacin y consolidacin del poder Legislativo en Mxi-co, Laura Valencia Escamilla seala que durante la mayor parte del si-glo XX y para fines prcticos, el presidente de la Repblica era el nico legislador. La ausencia de equilibrios y la total dependencia a la que esta-ban sujetos los legisladores vinculados al partido del rgimen provocaron el abandono de la investigacin sobre la actividad legislativa.

    En este sentido, la visin que se tiene sobre el poder Legislativo en Mxico es marginal, ya que desde un punto de vista histrico, el Congre-so no ha tenido el suficiente peso para ser un ente de anlisis y reflexin.

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    Sin embargo, de acuerdo con la autora, esta situacin se ha ido desdibu-jando en la medida en que la evolucin histrica del sistema poltico mexicano ha empezado a enmendar los desequilibrios y a restituir el pa-pel real del Congreso en la vida del sistema poltico mexicano.

    Actualmente el Congreso es un actor central de las decisiones polticas, econmicas y sociales del pas. Es por ello que de acuerdo con Laura Va-lencia, hoy da tiene sentido analizar a la institucin legislativa desde una doble mirada: desde la retrospectiva, as como desde la prospectiva, dada la importancia que ha adquirido y que se ha traducido en centralidad. De ah que el texto de Laura Valencia divida el anlisis histrico del poder Legislativo en tres grandes momentos: la formacin del diseo constitu-cional en medio de la inestabilidad poltica; la etapa de gobiernos unita-rios y con ello la marginalidad legislativa; y una tercera etapa de gobiernos divididos que restituye el equilibrio de poderes y con ello el proceso de reinstitucionalizacin del Congreso mexicano. En esta tercera etapa del rediseo institucional, la autora afirma que en conjunto podemos decir que se han producido variaciones positivas respecto a la competencia sana entre las fuerzas polticas. Sin embargo, los problemas de institucionali-dad se ubican en la informalidad de las negociaciones entre los grupos, ya que no existe un sistema formal de coaliciones legislativas y permanece el enfrentamiento entre poderes, lo que refuerza la parlisis legislativa y des-motiva la cooperacin Ejecutivo-Legislativo. En opinin de Laura Valen-cia, el nuevo arreglo institucional es inconcluso e ineficiente.

    Como corolario de esta informacin, es importante insistir en que este li-bro fue elaborado con una doble intencin. Por un lado, contribuir al debate y reflexin crtica de nuestras revoluciones centenarias y, por otro, pensar y construir un mejor futuro del sistema poltico y la democracia en Mxico.

    No podemos cerrar esta introduccin sin agradecer al director de la Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades, Dr. Alberto Padilla, por el apoyo para la edicin del presente volumen. De igual manera, quere-mos reconocer al Dr. Jos Luis Cepeda por su entusiasmo, diligencia y profesionalismo dedicados a la publicacin de la coleccin Pensar el Futuro de Mxico. Finalmente, es necesario destacar la colaboracin y el apoyo de Alejandro Carrillo, Arturo Glvez y Juan Reyes en la cons-truccin temtica de este libro y por la lectura previa de los materiales. A todos ellos nuestro sincero agradecimiento.

    Ernesto Soto Reyes Garmendia

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    La geopoltica y el federalismo en Mxico

    Arturo Glvez Medrano*

    INTRODUCCIN

    A partir del siglo XVIII, la Nueva Espaa experiment un desarrollo econmico extraordinario que se manifest en obras de infraes-tructura, arquitectura, ciencia y artes en sus principales localida-des. La censura a la literatura proveniente de Europa fue desde los orgenes de la Conquista, pero perdur y se acentu previo a la revolu-cin de Independencia. De cualquier manera, los libros prohibidos siguie-ron llegando y constituyeron el asidero ideolgico de los principales caudillos de la emancipacin y de la intelectualidad mexicana. Despus de consumarse la Independencia, ciertos autores nunca dejaron de ser estigmatizados, inhibindose la divulgacin de sus obras as como su lec-tura. Por otro lado, quienes construyeron Mxico, por un buen lapso, fueron un pequeo grupo de intelectuales, polticos y patriotas.

    El liberalismo ocup un lugar privilegiado, en tanto que sus plantea-mientos tenan que ver con las nuevas formas en que las sociedades se or-ganizaban para gobernarse. En el nuevo mundo, los espacios en los que se dilataban los Estados nacionales eran inmensos, por lo que la adopcin de un rgimen federal fue la propuesta ms idnea para mantenerlos uni-dos. Adems, de esa manera, se poda respetar una porcin considerable de las costumbres de los diversos pueblos, incluidos los que permanecan casi aislados. Pues bien, la faccin que logr la emancipacin en Mxico

    * Profesor-investigador en el Departamento de Poltica y Cultura de la UAM-Xochi-milco.

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    siempre estuvo muy cercana a las dos instituciones que tenan presencia nacional: la Iglesia y el Ejrcito. Desligarse de los intereses de ambas, les llev casi medio siglo a los mexicanos; por otro lado, su debilidad, a con-secuencia de conflictos internos, fue aprovechada por Estados Unidos al apoderarse de poco ms de la mitad de su patrimonio territorial, legiti-mando el despojo mediante un pago disfrazado de un contrato de compra-venta. En suma, en este texto se vern algunas de las vicisitudes del arribo de las ideas liberales y la implantacin de un rgimen federal.

    VICISITUDES DE LA DIVULGACIN DEL PENSAMIENTO LIBERAL

    Los intelectuales suelen expresar frases lapidarias que catapultan plantea-mientos diversos. ste fue el caso de Alfonso Reyes, cuando dijo: quien no conoce la historia del siglo XIX mexicano, difcilmente podr explicar-se al Mxico contemporneo. Pues bien, para entender cabalmente aquella sentencia de hace poco ms de medio siglo, quiz sea conveniente traer a la memoria la informacin ms general que, por elemental, preci-sa de ponerse en primer plano para cualquier anlisis. Hacia 1810, la Nueva Espaa era la colonia espaola ms importante de ultramar en Amrica, y pese a tener una extensin menor al virreinato del Ro de la Plata, posea una numerosa poblacin y sus aportaciones en rentas para la metrpoli eran mayores a las de cualquier otra colonia (Lemoine, 1969:3-4). Su territorio se dilataba en cuatro millones de kilmetros cua-drados ms del doble del territorio en el que actualmente se ensancha la Repblica, su poblacin sumaba los siete millones de habitantes, sus recursos naturales parecan inagotables, y la extraccin minera y los me-tales preciosos eran altamente apreciados (Lemoine, 1969:3-4).1

    La riqueza novohispana se reflejaba en algunas de sus ciudades ms importantes, tanto en sus edificaciones como en sus expresiones cultura-les; por ejemplo, cuando Humboldt lleg a la capital novohispana en 1803, escribi en su clebre Ensayo poltico sobre el Reino de la Nueva Espaa lo siguiente:

    1 A modo de ejemplo, se cita que cuando Felipe V mand pedir con urgencia la cantidad de dos millones de pesos para los gastos de construccin del Palacio Real de Madrid, puntualmente le fueron enviados al rey 14 635 015 pesos, fuera de oro acuado, plata, oro labrado y dems mercaderas.

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    Ninguna ciudad del Nuevo Mundo, sin exceptuar a las de los Estados Unidos, posee establecimientos cientficos tan grandes y slidos como los de la capital mexicana. Citar slo la Escuela de Minas [] el Jardn Bo-tnico y la Academia de las Nobles Artes. La Escuela de Minas, posee un laboratorio de qumica, una coleccin geolgica arreglada segn el sistema de Werner, un gabinete de fsica en el que no slo hay instrumentos magnficos de Ramsden, de Adams, de Le-noir y de Luis Berthound, sino modelos ejecutados en esta misma capital con la mayor precisin y las maderas ms preciosas del pas. En Mxico se ha impreso la mejor obra de mineralgica que posee la literatura espaola, el Manual de Oritognacia dispuesto por Del Rio de acuerdo con los prin-cipios de la escuela de Freinberg, en el que se form el autor. En Mxico se ha publicado la primera traduccin de los Elementos de Qumica de La-voasier. Cito estos hechos aislados, porque nos dan la medida del ardor con que se comienza abrazar el estudio de las ciencias exactas en la capital de la Nueva Espaa (Humboldt, 1978:79-80).

    Las autoridades novohispanas brindaron al barn de Humboldt todo gnero de facilidades para realizar sus investigaciones. Como a ningn otro estudioso, le dieron acceso a informacin reservada y ste pudo consultar memorias, manuscritos, impresos, planos y estudios cartogrficos. Todos esos materiales fueron elaborados por novohispanos, tanto los que se en-contraban en el colegio como aquellos resguardados en los archivos admi-nistrativos del virreinato. Su informacin era valiossima, pues constitua el inventario humano y material de la Nueva Espaa. Humboldt tuvo la ge-nialidad de conjuntarlos y, con la ayuda de los jvenes ms destacados del colegio, copi de aquellos acervos lo ms importante en los escasos 14 me-ses que dur su estancia. Es decir, su genialidad est fuera de duda as como que aprovech con fidelidad inaudita los estudios novohispanos. Por cier-to, en ninguna otra de las regiones que visit tuvo la oportunidad de elabo-rar una obra semejante, entre otros motivos, por la inexistencia de anlisis tan precisos como los que encontr y revis en Mxico.

    En los 14 meses que Humboldt permaneci en la Nueva Espaa, fue-ron muy pocos los lugares que conoci por las dificultades que ofrecan los caminos y las limitaciones de los transportes, as como por el poco tiempo del cual dispona en virtud de su dedicacin al estudio de gabine-te. As como su obra fue un fiel reflejo de los avances cientficos en Nueva Espaa, tambin represent la audacia indiscutible del ilustre viajero para

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    presentar ante el mundo la colonia espaola ms importante de ultramar. Conoci y recorri la mayor parte del territorio novohispano a travs de los estudios geogrficos, cartogrficos, econmicos y sociales realizados por la intelectualidad mexicana ms destacada. Por cierto, ello no obst para percatarse cun orgullosos se sentan los novohispanos de recono-cerse como mexicanos. De tal suerte que si los trescientos aos de domi-nacin colonial no hubiesen sido suficientes para mantener a la Nueva Espaa como una unidad administrativa, la obra de Humboldt, al paso del tiempo, se convirti en un referente indiscutible del Estado nacional al que aspiraron consolidar sus mejores hombres y mujeres: se fue su empeo tan pronto como se consum la emancipacin de Mxico.

    En 1779 el obispo electo de Michoacn, Abad y Queipo, gran intelec-tual y a quien Humboldt agradeci la orientacin y valiosa informacin que le proporcion a principios del siglo XIX, deca que la poblacin novohispana poda

    [...] dividirse en tres clases: espaoles, indios y castas. Los espaoles com-prenden un dcimo de la poblacin, y ellos solos tienen casi toda la pro-piedad y riqueza del reino. Las otras dos clases, que comprenden los nueve dcimos, se pueden dividir en dos tercios, los dos de castas y uno de indios puros que se hallan en el mayor abatimiento y degradacin. El color, la ignorancia y la miseria de los indios los coloca a una distancia infinita de un espaol (Abad y Queipo, 1799:61).

    Estos importantes datos poco pudieron haber variado hacia 1810, de considerarse que la poblacin slo alcanz a duplicarse hasta despus de un siglo; o sea, en 1910 sumaban quince millones de almas. Como bien puede suponerse, de aquel universo resulta casi incuantificable cuntos hablaban el castellano y quines eran capaces de leerlo y/o escribirlo. Adems, en un rgimen colonialista, ninguna persona poda sentirse con la obligacin moral o social de educar a quienes sentan inferiores o vean como menores de edad permanentemente. A esta circunstancia se so-brepondran muchas personas abocadas al estudio de las ciencias y las artes, pero seran unos cuantos los ledos e instruidos que participaran en poltica. El testimonio de sus obras deja entrever que no eran indiferentes a los asuntos pblicos, pero s eran ajenos a los intereses de la Iglesia y el Ejrcito, las instituciones ms poderosas y que monopolizaban la activi-dad pblica.

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    La enseanza de la lectura y la escritura se impartan separadas y en procesos distintos, por lo cual eran costosas las lecciones y excepcionales las personas que podan aspirar a tales conocimientos. Ahora, por las condiciones de vida en el siglo XIX, dedicar tiempo a tales menesteres fue visto por el comn de la gente como oneroso y poco til. Por lo tanto, quienes aprendan a leer y a escribir eran los que tenan recursos suficien-tes para sufragar su costo, o bien, aquellos que mostraban habilidades y tuvieran la fortuna de contar con el apoyo de una institucin o un mece-nas. En estas circunstancias, resulta comprensible cmo fue que despus del levantamiento de Hidalgo el 16 de septiembre de 1810, slo fuera un puado de hombres y mujeres el que hiciera posible, mediante escritos que se reprodujeron en forma manuscrita e impresos, construir un idea-rio para la emancipacin de Mxico. Algunos de aquellos documentos fundamentales, tan ambiciosos y radicales en su momento, prcticamente fueron sepultados por aquellos que no queran la emancipacin. Es decir, el Ejrcito, el alto clero y los grandes propietarios que promovieron y sostenan a Agustn de Iturbide. De hecho, cuando decidieron detener los enfrentamientos con los insurgentes para pactar la independencia de la Nueva Espaa, tuvieron por objetivo evitar la aplicacin de la Constitu-cin de Cdiz y sacudirse el envo de rentas a la otrora metrpoli espao-la. Entonces, preservar el orden establecido convena a sus intereses, mientras que la reivindicacin de los indios, de los desposedos y analfa-betas, nunca se consider entre sus prioridades.

    Durante la poca colonial, tanto a impresores como a lectores les fue preciso solicitar un permiso especial en las instancias gubernamentales para realizar tales menesteres. En el primer caso, los empresarios saban cules eran los lmites para no transgredir el orden establecido, el cual tena que ver con los postulados de sometimiento colonial y las directri-ces trazadas por los prelados de la Iglesia catlica. En cuanto a los segun-dos, el monopolio de la lectura lo detentaron los funcionarios de gobierno, inquisidores y altos ministros eclesiales. En aquel escenario, antes de 1810, Miguel Hidalgo fue sujeto a dos juicios por la Santa Inquisicin con motivo de sendas denuncias por realizar lecturas prohibidas, pero nunca pudieron probarle tal acusacin. Su domicilio fue revisado para encontrar los ttulos de libros prohibidos, pero tras una revisin exhaus-tiva, nada encontraron. Aunque debe tenerse en cuenta que un libro ledo no necesariamente es posedo, pero tampoco un libro posedo necesaria-mente es ledo. Adems, uno de sus bigrafos sostiene que si bien estaba

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    muy lejos de los enciclopedistas, era muy probable que hubiese ledo a Rousseau y el Cdigo napolenico (Herrejn, 1986:34-35). Pues bien, ambos estaban proscritos y perseguidos por los inquisidores, quienes des-calificaban a sus autores como raza de filsofos, hombres de espritu corrompido, que bajo el especioso ttulo de defensores de la libertad, ma-quinan realmente contra ella, destruyendo de esta suerte el orden poltico y social, y la jerarqua de la religin cristiana (De Flores, 1815). Aquellas sentencias eran de temerse y efectivas para disuadir la lectura; por su par-te, a menos de cuatro aos del fusilamiento de Hidalgo, Jos Mara Mo-relos con base en ellas no slo ya haba construido un ideario, sino que ya se haba elaborado la Constitucin de Apatzingn.

    En la clasificacin de libros prohibidos, como es de suponerse, se in-cluan las cinco obras que se publicaron entre los siglos XVI y XVIII y transformaron el pensamiento poltico moderno. En ese orden, estaban se-alados: El prncipe de Maquiavelo, el Leviatn de Hobbes, el segundo Ensayo sobre el gobierno civil de Locke; el Espritu de las leyes de Montes-quieu, y El contrato social de Rousseau (Gaos, 1983:245). A todos estos autores, los edictos inquisitoriales prohibicioncitas los sealaban como charlatanes que se han erigido en maestros de la mentira, o doctores de pestilenciales doctrinas. Esos eptetos perduraran por mucho tiempo, in-cluso aos despus de haberse consumado la Independencia. Es decir, bajo la creencia de que atentaban contra los valores ms sagrados de la religin catlica y la jerarqua eclesistica, estas lecturas siguieron siendo estigmati-zadas. Tampoco fueron prohibidas, pero quienes las lean abiertamente fueron sealados como herejes y rebeldes potenciales. No poda ser de otra manera, dado que el contenido de tales textos subverta un orden estableci-do por la alta oficialidad del Ejrcito y la jerarqua eclesistica, todos ellos grandes personajes de las nicas instituciones con presencia en toda la na-cin. En ese sentido, tanto para los personeros de los gobiernos y el nacien-te Estado, as como para los grandes propietarios y dueos de las ms grandes fortunas, todos ellos conocedores de tales textos, fue prioritario no desunir lo unido, sino mantener ligado lo que estaba desunido (Re-yes, 1972:83). Tenan conocimiento de cmo organizar polticamente el pas mediante esos textos, pero actuaban como si no tuvieran inters de enterar al vulgo que las cosas haban cambiado, que tenan nuevas obliga-ciones pero tambin muchos ms derechos. Por ltimo, tampoco se empe-aron en borrar la estigmatizacin de la que fueron objeto tales escritos y que fue decisiva para inhibir su reproduccin y lectura.

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    En consecuencia, seran pocos los intelectuales que desde los postula-dos tericos del liberalismo, en el terreno de la poltica, trazaran los sen-deros por donde habra de caminar el pas. El extremo de aquella situacin sera el lapso que transcurre entre las dos primeras constituciones que ri-gieron la nacin, porque a pesar de los tantos planteamientos que se rea-lizaron para mejorar la salud pblica, hay quienes distinguen a slo una o dos figuras (Hale, 1982).2 Por cierto, haba unos ms ortodoxos que otros, pero la mayor parte bordaba en los ribetes de los propsitos esen-ciales de las libertades que se plantearon las revoluciones burguesas. As puede probarse en sus documentos fundamentales, como la Constitucin de Apatzingn, pese a no haber tenido aplicacin prctica porque fue sancionada en octubre de 1814, durante plena revolucin de Independen-cia. Lo mismo que en las constituciones de 1824 y 1857; estas ltimas, que s tuvieron observancia y rigieron la nacin, se caracterizaron por declarar a Mxico como repblica. Por otro lado, los representantes de sus principales provincias aceptaron ceder parte de su soberana y mante-nerse juntos mediante un pacto de unin, organizndose en una federa-cin. Sin embargo, discrepaban en uno de los preceptos ms representativos del pensamiento liberal: la tolerancia religiosa. Esto era comprensible en la Constitucin de 1824, en la que nadie se atreva a modificar un factor inigualable de unin cultural en el vasto territorio, y tampoco desafiar la jerarqua eclesistica que cogobern con eficiencia durante trescientos aos con las polticas colonialistas. En la Carta Magna de 1857 que sur-gi a raz de una revolucin, se hizo caso omiso de que la Iglesia era un obstculo para la modernizacin econmica, particularmente por ser una gran propietaria de grandes extensiones de tierras ociosas. Con stas, se vala para ejercer la usura bajo el pretexto del financiamiento a particula-res, que les ofreca para sus faenas del campo. Entonces, por mantener los privilegios a militares y clrigos, estall una nueva guerra que se prolon-g tres aos, y durante la conflagracin, se expidieron las leyes para na-cionalizar las tierras del clero, y otra para declarar la tolerancia religiosa

    2 Un ejemplo puede ser el ttulo del libro de Charles Hale, El liberalismo mexicano en la poca de Mora, Mxico, Siglo XXI, 1982. No analiza el pensamiento de Jos Mara Luis Mora, por el contrario, aborda los planteamientos de aquel periodo, pero no deja de des-tacar la fuerza y brillantez con que lo hiciera aquel hombre. En contraparte est la obra de Jess Reyes Heroles, El liberalismo en Mxico, Mxico, FCE, 1988, en donde aborda, a lo largo de tres gruesos volmenes, el liberalismo del siglo XIX.

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    y establecer la igualdad sin excepcin de todos los ciudadanos ante la ley (Glvez, 2000:243-259).3

    Debe tenerse en cuenta que no obstante la pobreza y el analfabetismo en que permaneci la mayor parte de la poblacin, haba expresiones en la ciencia, las artes y las letras que demostraban la fuerza de esos peque-os grupos que, desde diversas localidades, hacan ver el potencial inte-lectual de Mxico. Con anterioridad, hubo circunstancias que as lo evidenciaban; quiz el caso ms clebre fue el de Juan Jos Eguiara y Egu-ren, quien, animado por un grupo de intelectuales novohispanos, a fina-les del siglo XVIII decidi realizar la obra titulada Biblioteca Mexicana. El objetivo de esa investigacin tuvo su origen en dar respuesta a una expre-sin del den de Alicante, Espaa, pues trascendi en una nota periods-tica que desanimaba a uno de sus alumnos a embarcarse a Amrica por la barbarie en la que aqu se viva. Para mostrar la gran produccin libresca en la Nueva Espaa, se dio a la tarea de elaborar una amplia bibliografa en latn para demostrar a los ignaros crticos de Amrica que escriban en latn, que aqu los criollos conocan la lengua de Virgilio y la domina-ban a la perfeccin (De la Torre, 1998:XXXIV). A pesar de que slo escri-bi dos volmenes y el segundo qued inconcluso, esto fue suficiente para hacer notar que

    [] el caudal fue enorme por su valor y cantidad, que integra la Biblioteca Mexicana, representa el primer gran inventario de la cultura nacional [] y realizado a travs de la minuciosa investigacin, de muchos aos de bs-queda en archivos, bibliotecas y lectura cuidadosa y selectiva de amplsi-ma bibliografa (De la Torre, 1998:XXXIV).

    El caso de Eguiara y Eguren bien puede compararse con la grata im-presin que plasm Humboldt en su ensayo respecto al colegio Real de Minas. O bien, otro caso, que sera excepcional, fue el de la generacin de la Reforma, ya que una reserva importante de intelectuales se involu-cr en los problemas de la vida nacional y el resultado fue inmejorable, porque dignificaron la poltica y transformaron el pas. A partir de 1867, despus de la restauracin de la Repblica, pese al atraso de la nacin,

    3 Vase Arturo Glvez Medrano (investigacin y textos), Ideario del liberalismo, Mxi-co, Varia Grfica y Comunicacin, 2000, pp. 243-259.

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    aunque tuvo un crecimiento moderado en el nmero de escuelas, se hizo posible que accediera un mayor nmero de gente a la educacin formal. Nada que pudiera celebrarse, pero que permiti seguir nutriendo a la inteligencia mexicana. Incluso muchos de los inversionistas extranjeros privilegiaban la contratacin de sus connacionales slo por motivos es-tratgicos, porque ellos mismos evidenciaban la gran capacidad y la com-petencia de los profesionales mexicanos.

    Por cierto, tras la derrota al pretendido imperio de Maximiliano y des-pus de restaurarse la Repblica, comenzaron a plantearse las ideas cen-trales de Augusto Comte y su propuesta filosfica positivista. Gabino Barreda, alumno de aquel intelectual francs, fue quien el 16 de septiem-bre de 1867 pronunci el discurso para celebrar el inicio de la revolucin de Independencia, en el cual hizo referencia a algunos de los motivos del atraso nacional. Entre stos, evidenciaba a la Iglesia catlica y al Ejrcito como obstculos para el desarrollo. Es decir, pona al Estado como un instrumento de la reforma y propona como divisa para mejorar el pas el lema de Libertad, Orden y Progreso. Slo cambi la primera palabra del lema original del positivismo de Amor por el de Libertad, para conciliarlo con el liberalismo. Con el arribo de Porfirio Daz a la presi-dencia en 1876, se asumi el positivismo desde el punto de vista ideolgi-co tanto para legitimar la permanencia de Daz en el poder como para impulsar la educacin y la procuracin del desarrollo econmico. Bajo el postulado de que la seleccin de los naturales era aplicable a las sociedad, se justific la injusticia social; al paso de los aos, ante el anquilosamien-to de la dictadura de Porfirio Daz, los precursores intelectuales de la Revolucin tambin hicieron planteamientos radicales del pensamiento liberal, nutridos por las luchas obreras europeas as como por la literatu-ra socialista y anarquista que circulaba en el pas. De ah la virulencia con la que fueron perseguidos los liberales exaltados, porque si con anteriori-dad fueron acusados de herejes, en el Porfiriato fueron perseguidos por socialistas.

    EL TERRITORIO MEXICANO, EL FEDERALISMO Y SUS RIESGOS

    En cuanto a la organizacin espacial de la naciente Repblica, resulta evidente la influencia de Rousseau, en particular con su propuesta de crear gobiernos para ciudades pequeas. Es el mismo caso para la Cons-

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    titucin de Apatzingan4 y para la de 1824, aunque tambin fue patente la presencia de Montesquieu y la influencia de la experiencia norteamerica-na de darle un sesgo a la analoga entre el pacto federal y el pacto social, no se habla de sociedades enteras o vastos territorios, sino de los indivi-duos, como unidades de las masas sociales. Por otro lado, los plantea-mientos entre federalistas y centralistas, en el fondo, partan de la misma preocupacin y pretendan el mismo objetivo: mantener unidas todas las provincias de la otrora unidad administrativa colonial novohispana. As, por ejemplo, en la Constitucin de 1824 el territorio qued dividido en 20 estados y tres territorios, incluida Chiapas que en septiembre de ese ao se haba separado de Guatemala para incorporarse a Mxico (OGorman, 1979:55-62).5 Es decir, preservar el patrimonio territorial heredado al Mxico independiente fue una obsesin. Por ello, cuando la invasin nor-teamericana derrot al Ejrcito mexicano en 1847 y oblig al gobierno interino a ceder en venta ms de la mitad del territorio, result traum-tico para las personas que fueron conscientes de tal despojo. Entonces, el Tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848 no slo fue el documento con el cual se legitim aquella accin tan alevosa, sino tambin el detonador para que emergiera una nueva generacin de polticos sin ms pretensio-nes que las de reivindicar y redimensionar los cargos pblicos que ocupa-ron, por modestos que fueran. se fue el motivo por el cual pudieron autonombrarse puros, porque se sentan limpios de toda mancha de las viejas formas de hacer poltica. sos eran los antecedentes de quienes as se mostraban y posteriormente asumiran la responsabilidad de refor-mar al pas.

    Uno de los orgenes de esa prdida territorial tuvo que ver con la divi-sin de la sociedad en dos partidos: liberales y conservadores. Pese a que este ultimo trmino apareci por primera ocasin en Mxico en el peri-

    4 Sin que exista una explicacin convincente, en la Constitucin de Apatzingan slo consideraron 17 entidades, dejando de lado la divisin poltica de la Colonia. Las partes que dejaban fuera eran Texas, Nuevo Mxico, Nuevo Santander y las Californias.

    5 Las entidades reconocidas como integrantes de la Repblica eran: Chiapas, Chihua hua, Coahuila con Tejas, Durango, Guanajuato, Interno de Occidente (Sonora y Sinaloa), Mxi-co, Michoacn, Nuevo Len, Oajaca, Puebla de los ngeles, Quertaro, San Luis Potos, Tamaulipas (antes Santander), Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, Xalisco, Yucatn y Zacatecas (De los). Los territorios eran: las Californias (Alta y Baja, o Nueva y Antigua), el Partido de Colima (sin el pueblo de Tonila) y Nuevo Mxico. Vase Edmundo OGorman, Historia de las divisiones territoriales de Mxico, Mxico, Porra, 1979, pp. 55-62.

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    dico El Tiempo de Lucas Alamn, ya desde antes se manifestaban dichas posiciones antagnicas. En el nmero de presentacin de esta publica-cin, que apareci el 24 de enero de 1846, se proclam que nuestros principios son esencialmente conservadores, pero el trmino no se ge-neraliz hasta la aparicin de El Universal en noviembre de 1848. Ala-mn, para llegar a ese punto, recuper la historia para demostrar que para preservar el orden establecido lo ms parecido al que prevaleci antes de la Independencia, era imprescindible que se recuperara el pas y creciera la economa. As tambin, en contraposicin al federalismo, el cual se conceptualizaba como sinnimo de dispersin y anarqua, se pen-s que el gobierno deba centralizar las funciones administrativas, como sucedi en la poca colonial. En ese sentido, se pronunci una Repblica Centralista en 1836 y, en principio, se expidi la Constitucin de las Siete Leyes. Los estados, con facultades muy limitadas, pasaron a llamarse De-partamentos; mientras que los poderes Legislativo y Judicial prctica-mente quedaron nulificados. La reincidencia de aquella disputa se sucedi en 1843, cuando los liberales ganaron ms escaos y propugnaron volver al federalismo, para lo cual dieron a conocer en 1846 las Bases de la Or-ganizacin Poltica de la Repblica Mexicana (Hale, 1982:23-25). Cuan-do ms suba de tono esa confrontacin, la invasin de las tropas norteamericanas avanzaba casi sin resistencia. Tras la derrota, una y otra parte se culpaban, pero los conservadores empujaron con ms fuerza el establecimiento de una monarqua catlica y europea que detuviera el avance del protestantismo norteamericano.

    Con la revolucin de Ayutla, que inici un puado de hombres en marzo de 1854 bajo un plan del mismo nombre y que luego modific Ignacio Comonfort en Acapulco, comenz una serie de cambios profun-dos en el pas entre 1857 y 1867, y bien puede denominrsele a ese lapso como la gran dcada nacional (Galindo, 1987).6 La experiencia de la prdida de ms de la mitad del territorio nacional ante Estados Unidos y el regreso de Antonio Lpez de Santa Anna con patrocinio de los conser-vadores, hicieron temer a un gran nmero de mexicanos. Muchos de ellos, seguramente, tenan fresco el recuerdo de aquel personaje que, sien-do an presidente, en plena invasin norteamericana, huy en 1847 ca-mino a Veracruz y casi se cruz con las tropas yanquis cuando avanzaban

    6 A lo largo de tres volmenes, este autor relata con detalle los acontecimientos ms relevantes, secuelas de la revolucin de Ayutla y la Constitucin de 1857.

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    hacia la ciudad de Mxico. Era un hecho: la situacin de la nacin era tan delicada que ninguno de los viejos liberales o conservadores se anim a asumir el riesgo de dirigir los destinos del pas. Con 24 aos, el joven e influyente periodista Francisco Zarco escribi en una de sus editoriales en el peridico El Siglo XIX:

    En Mxico existe vivo y poderoso el espritu de nacionalidad e indepen-dencia; no hay anexionistas: el primer deseo de todos los partidos por va-rias que sean sus pretensiones es conservar la nacionalidad mexicana [] Esa guerra [la de 1847] ha dejado profundos resentimientos que jams podran olvidarse. Conocen los mexicanos la necesidad de la paz; pero nunca podrn borrarse de su memoria la injusticia, la mala fe y el espritu de usurpacin con que se condujeron los Estados Unidos (Glvez, 1982:235).

    El escrito de Zarco pareca exorcizar las ansias expansionistas y anexionistas de dentro y fuera del pas, pues una y otra idea haba cobra-do fuerza, aunque en menor medida al encendido nacionalismo que flua en amplios sectores de la poblacin mexicana.

    En aquel escenario se sucedieron varias invasiones de filibusteros que desembarcaron en Baja California, Sonora y otros puntos de la Repblica con el propsito de apoderarse de una porcin del territorio mexicano. Todas esas expediciones fueron patrocinadas por empresarios norteameri-canos, pero las ms clebres fueron las de James Walker y Rousset de Boulbon (Glvez, 1993:23). Sin embargo, de nueva cuenta, el nico acto de expansionismo exitoso fue el de Estados Unidos, el que pudo concre-tarse cuando Lpez de Santa Anna acept venderles el territorio de La Mesilla en diciembre 1853, al norte de Sonora y Chihuahua. Se deca que el embajador estadounidense, James Gadsden, le plante que construi-ran un ferrocarril que correra por la frontera y necesitaban que les vendie-ran esa porcin territorial, o bien, la tomaran. El argumento fue ms que persuasivo y Lpez de Santa Anna acept, pues la oferta ascenda a siete millones de pesos y negarse implicara otra invasin. Su extensin, segn se calcul, era semejante a Chiapas y Puebla juntos (Gastn, 1965:256). La inconciencia, el desconocimiento y la ignorancia de las verdaderas dimen-siones del territorio llegaban al absurdo: Cmo podan imaginar el te-rritorio nacional ocho millones de mexicanos?....

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    Plena de sentido ha quedado la ancdota que relata Antonio Garca Cubas cuando presenta a Antonio Lpez de Santa Anna su gran mapa, la Carta de la Repblica: El omnipotente personaje examin con detenimiento la carta que se le present, y al observar en ella la grande extensin del territorio que injustamente nos arrebataron nuestros vecinos, dijo no s qu palabras llenas de amargura, lo que no dej de causarme grande extraeza pues advert que antes de la presentacin de aquella carta, no se tena la menor idea de la importancia del territorio perdido (Zertuche, 1982:XXIX).

    Esto vena a demostrar, por un lado, que aquellos viejos polticos en poco o nada reparaban frente a cuestiones tan trascendentales; la abs-traccin de Mxico en los planos de Humboldt y la riqueza promisoria de su territorio, que a su vez fue el referente de la nacin al cual aspiraron polticos e intelectuales para construir como morada de los mexicanos, pareca desdibujarse en sus manos. Sin embargo, visto desde el lado del expansionismo norteamericano, cuando el barn austriaco fue a Estados Unidos y le mostr al presidente Jefferson parte de las riquezas del terri-torio mexicano, despert en ste un inters mayor por ensanchar sus do-minios ms al sur. Un eminente historiador dira:

    Los pobres dibujantes y jvenes alumnos de Minera jams pudieron sos-pechar para quienes haban ay! gratuitamente trabajado; los informado-res novohispanos y sudamericanos de Humboldt tampoco pudieron saber a quienes haban realmente informado: lo cierto fue que las primeras re-clamaciones, primero contra Espaa y posteriormente contra Mxico co-menzaron a tomar cuerpo en aquellas interesadas vacaciones que le brind Jefferson a su admirador Humboldt: que la hospitalidad obliga [] Jeffer-son quera ms y mejores datos, pues tena que informar al Congreso so-bre la compra y extensin de la Louisiana y tenan l y sus consejeros que proyectar sus planes expansivos hacia el sur y el oeste sobre una base car-togrfica cientfica (Humboldt/Ortega, 1978:XVII).7

    Es decir, despus de la debacle que signific la prdida de una parte considerable del patrimonio territorial ante Estados Unidos, no slo de-ba reorganizarse internamente la nacin en lo poltico con su nueva faz,

    7 El trabajo de Juan A. Ortega y Medina, Estudio preliminar, revisin del texto, cote-jos, notas y anexos de Alejandro de Humboldt, en... Ensayo poltico sobre el reino de la Nueva Espaa, Mxico, Porra, 1978, p. XVII, es muy riguroso y crtico. Hay, sin embar-go, autores posteriores incapaces de discutirlo que desmienten lo dicho en ese estudio.

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    sino tambin resistir el acecho de las grandes potencias, desde donde se seguan financiando empresas de piratera en la bsqueda de nuevos en-claves coloniales.

    El temor de que la Repblica se convirtiera en pequeas repblicas lo tenan mucho ms claro los liberales, casi todos ellos identificados con la organizacin federal, a sabiendas de que la parte de soberana cedida a las provincias en el pacto de unin era un riesgo, aunque fuese mucho menor de lo que poda establecerse en una confederacin. As, podran traerse a la memoria algunos ejemplos, como el de Chiapas, que fue una provincia guatemalteca y en un momento dado podra decidir ser inde-pendiente o regresar a su antiguo origen. Honduras Britnicas, actual-mente Belice, bajo el dominio de la corona inglesa amenazaba con expandir su territorio a Yucatn; entre tanto, alentaban la guerra de castas vendindoles armas a los indios mayas. O bien, el caso del nores-te del pas, en donde se hablaba de la existencia de un movimiento sepa-ratista que pretenda crear la Repblica de la Sierra Madre. As surgi el Ejercito Restaurador de la Libertad, creado y dirigido por Santiago Vidaurri en Nuevo Len: aunque tuviese una filiacin liberal y expresara planteamientos extremadamente radicales, cuando decidi pasar por en-cima del Congreso Constituyente de 1856 al anexarse Coahuila y formar una sola entidad federativa, surgieron expresiones que lo condenaron como separatista (Glvez, 1993).8 Fue Vidaurri precisamente el mejor ejemplo de los riesgos del federalismo, pues confront militarmente al gobierno federal (tanto el de Juan lvarez como los de Ignacio Comon-fort y Benito Jurez) con motivo de mantener el control y rentas de las aduanas coahuilense y tamaulipeca, so pretexto de defender la frontera nororiental de los ataques filibusteros. Finalmente, cuando persisti en aquella actitud y la defensa nacional reclamaba recursos para repeler la intervencin francesa, la ruptura con el gobierno juarista fue inminente. El cacique nuevoleons evit, como fue su propsito, que la guerra llega-ra a Monterrey y destruyera la infraestructura que posea, pero l termi-n por reconocer a Maximiliano como emperador y se asumi como su asesor, pese a que luego se fuera el motivo de su fusilamiento al derrotar-se el pretendido imperio.

    8 En el texto de Arturo Glvez, previamente citado, se plantean algunas de las vicisitu-des del federalismo, en particular las del noreste de la Repblica y el caso de Nuevo Len y Coahuila.

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    Pues bien, Vidaurri es un caso representativo del periodo de la Refor-ma, por la importancia de Nuevo Len y las rentas de las aduanas que controlaba. Sin embargo, hubo otros casos ms, como el de Manuel Loza-da en el sptimo cantn de Jalisco (actualmente Nayarit), quien mostr reticencia a cooperar con el gobierno federal durante la intervencin fran-cesa y reconocer a Maximiliano como emperador. Sin embargo, Lozada se hizo clebre porque nunca fue enjuiciado por tal motivo, y conserv mu-chos aos ms su liderazgo entre los indios coras y sus demandas agrarias. Por otro lado, pese a ser protector de contrabandistas en el puerto de San Blas, no poda compararse con Tampico o Nuevo Laredo. Ahora era una realidad que por la escasa poblacin con que contaban, muchas entidades federativas tenan pocas posibilidades de subsistir con autonoma mien-tras no fueran apoyadas por alguna potencia extranjera y remitirse a pro-barlo sera un desafo. La doctrina Monroe fue tambin un disuasivo para las ansias de los pases europeos, no obstante la coyuntura que se dio con la intervencin francesa, la cual coincidi con la guerra de secesin en Amrica del Norte. Lucas Alamn, uno de los conservadores ms destaca-dos, despus de la experiencia de Texas, deca que Estados Unidos promo-va independencias como la texana, para despus convertirla en su protectorado o asimilar esos territorios como propios. El joven Francisco Zarco, desde otro mirador, tan influyente con sus notas periodsticas en El Siglo XIX porque se reproducan en otros peridicos de la provincia, haca la advertencia del riesgo permanente en que estaba la Repblica de quedar fragmentada, como sucedi con Centroamrica (Glvez, 1993:58).

    Con todas esas consideraciones, los diputados constituyentes de 1856 debatieron la divisin geopoltica de la Repblica. Aquellas disputas no estuvieron exentas de los personeros que promovan los intereses caciqui-les regionales. La caprichosa geografa que divida de manera natural al pas serva a tales propsitos, pese a que fuera ajena a los lmites estable-cidos por los gobiernos de las entidades federativas. Por cierto, un punto que fue relevante y abord un gran nmero de congresistas fue la remo-cin del asiento de los poderes federales de la ciudad de Mxico. La Co-misin de Divisin Territorial present cuatro proposiciones para llevar a cabo la mudanza, de las cuales las dos primeras eran esenciales:

    La ciudad de Aguascalientes, con un radio de una legua, formara el Dis-trito Federal que servira de residencia a los supremos poderes de la na-cin [...] Cuando se establezca all el Distrito Federal, las dems

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    poblaciones que hoy forman el estado de Aguascalientes, se reunirn a los estados limtrofes que elijan, previa la aprobacin del Soberano Congreso General (Zarco, 1957:1115).9

    Entre los muchos argumentos que se vertieron al respecto, prevaleci una preocupacin en cuanto a la sede: la ciudad de Mxico tena muchos distractores para los diputados y stos estaban propensos a ocuparse de menesteres ajenos a su ministerio. Despus de largas deliberaciones, sin argumentos slidos y objetivos, la otrora Tenochtitlan seguira siendo la capital de la Repblica. Dicho sea de paso, a diferencia de muchos otros Estados nacionales en el mundo que se edificaron cercanos al mar, el de Mxico se estableci tierra adentro por la insalubridad de Veracruz y por-que durante ocho meses al ao se corra el riesgo de contraer el vmito prieto; por otro lado, los conquistadores espaoles decidieron crear una metrpoli tan esplendorosa como la indgena que destruyeron y construir una Espaa nueva y hermosa.

    Para la elaboracin de la nueva Constitucin, por primera ocasin que-daban fuera los territorios perdidos en 1848: Texas, Nuevo Mxico y la Alta California, as como La Mesilla. Por cierto, la ignorancia de la geogra-fa no fue privativa de Santa Anna: la comisin encargada de analizar la divisin poltica fue instalada en el verano de 1856. No obstante que la de-cisin para integrar cada grupo de trabajo se realiz bajo un perfil de ido-neidad, en su primera propuesta omitieron los estados de Oaxaca y Puebla (OGorman, 1979:132-133). Finalmente, tras la deliberacin, en el Aparta-do V de los Estados de la Federacin fueron considerados 24 estados, a sa-ber: Aguascalientes, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Mxico, Michoacn, Nuevo Len y Coahuila, Oaxaca, Puebla, Quertaro, San Luis Potos, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Valle de Mxico, Veracruz, Yucatn, Zacatecas y el territorio de Baja California (OGorman, 1979:133). Sin una justificacin convincente y al margen de la ley, dejaron de mencionar el Distrito Federal y, en su lugar, se incluy el Estado del Valle de Mxico. La configuracin geopoltica de la Repblica tomaba una nueva forma, pero quedaba pendiente el estableci-miento de los lmites. Fueron los moderados quienes dominaron la compo-

    9 Fueron varios los debates que quedaron registrados en las diversas obras de Francisco Zarco, aunque para el caso se cita la Historia del Congreso Extraordinario Constituyente, 1856-1857, Mxico, El Colegio de Mxico, 1957, p. 1115.

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    sicin del Congreso, motivo por el cual su expedicin se hizo en nombre de Dios y con la autoridad del pueblo mexicano. No obstante sus limitaciones, aquella Carta Magna significaba el triunfo del liberalismo y de su organiza-cin federada. Si se comparaba la densidad poblacional con el territorio, segua siendo un espacio enorme, y el federalismo era la nica forma de darles a las comunidades aisladas un margen de autonoma.

    Previo a la intervencin francesa, los conflictos sociales se haban incre-mentado en algunas regiones, por lo que mediante un decreto del 7 de ju-nio de 1862 se crearon algunos distritos militares en el Estado de Mxico. Dos de ellos, al restaurarse la Repblica, fueron erigidos como entidades federativas: el 15 de enero de 1869, el de Hidalgo; luego, el 16 de abril del mismo ao, el de Morelos (OGorman, 1979:140). De igual forma, surgi Campeche como estado el 29 de abril de 1863; y restablecida la paz, fue revocada la decisin de Santiago Vidaurri, y separada Coahuila de Nuevo Len. Por otro lado, mucho tiempo despus, derivados de largas conver-saciones diplomticas, se dieron pasos decisivos para que Mxico y Gua-temala arreglaran definitivamente sus lmites territoriales. El principio de aquellos arreglos consisti en crear comisiones para establecer la lnea di-visoria y que los guatemaltecos desistieran de reclamar derechos sobre Chiapas y en particular del distrito del Soconusco. Tras cinco aos de tra-bajos, el primero de mayo de 1883 ambas repblicas finiquitaron los tra-bajos y de conformidad. En diciembre de 1884 se reconoci el Sptimo Cantn de Jalisco como territorio de Tepic; mientras que en noviembre de 1902 se erigi el territorio de Quintana Roo. Este ltimo caso, precisa mencionarse, fue derivado de la presin inglesa para establecer la lnea divisoria con Honduras Britnicas. De esa forma, la administracin de Porfirio Daz cedi una porcin mnima de territorio nacional a favor de Belice, pero detuvo la venta ilegal de armas a los indios mayas y baj la tensin a la guerra de castas (OGorman, 1979:140-142).10

    Con la restauracin de la Repblica en 1867 comenzaron los trabajos de la reconstruccin nacional con recursos muy limitados, pero los pro-blemas derivados de la guerra, como el bandidaje y la inseguridad en los caminos, dificultaban un avance ms acelerado de la economa. Cuando

    10 Vase tambin, tanto para la divisin territorial como para el conflicto de la gue-

    rra de castas en Yucatn, Arturo Glvez M., Prolegmenos de la, en Zertuche Muoz, Fernando (coord.), El territorio mexicano, 2 tomos, Mxico, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1982, op. cit.

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    Porfirio Daz arrib al poder en 1876, tuvo elementos y pretextos para establecer un orden dictatorial, y lo logr porque los resultados que ofre-ci fueron tangibles y rpidos. Esto le vali elogios y estuvo en condicio-nes de garantizar la seguridad en los caminos y restablecer la confianza de propios y extraos. Otro de sus propsitos fue restablecer las relacio-nes diplomticas con Inglaterra y Francia, e incrementar la actividad co-mercial con Estados Unidos, de tal suerte que logr crear un pas anfitrin de grandes inversiones. Tal fue el caso de los ferrocarriles, que sin duda coadyuvaron a la integracin nacional, pese a que la traza de las lneas f-rreas corran de los centros de produccin a los principales puertos marti-mos o terrestres. Las medidas extremas para preservar el orden, privilegiar las negociaciones diplomticas y las grandes facilidades legales otorgadas a inversionistas extranjeros fueron decisivas para que Mxico no siguiera siendo un objetivo ms de filibusteros. En lo sucesivo, los piratas vestiran de smoking y frac, cobijados bajo el manto de la legalidad facilitado por el poder dictatorial. De ah que el estallido social de 1910 se incubara con la fuerza del nacionalismo inherente a uno de principios originales del libera-lismo en las revoluciones burguesas.

    No obstante el frreo control que ejerci la dictadura para mantener bajo su poder las rentas de todas las aduanas, el caciquismo pervivi a instancias del federalismo y a conveniencia de la dictadura. Es decir, to-dos aquellos hombres fuertes regionales, mientras actuaran en comunin con los intereses del rgimen y su ideologa, seran favorecidos y sosteni-dos por el dictador. Por otro lado, en lo social, aquellos personajes que se organizaran para denunciar cualquier agravio o manifestar sus de-mandas, seran considerados contrarios a la dictadura. Incluso aquellos que lo hacan desde los principios de la Constitucin o los postulados ms ortodoxos a la doctrina liberal fueron declarados como opositores o comunistas. Clebre se hizo aquel episodio, en el ltimo cuarto del si-glo XIX, cuando tras una huelga de la fbrica textil queretana Hrcules, en un boletn se preguntaban los trabajadores y, entre otras cosas, cues-tionaban:

    Somos comunistas cuando apoyados en la ley pedimos que no nos des-truyan nuestros hogares? [] Somos comunistas cuando denunciamos el punible abuso de que el jornalero se le paga su miserable salario por la tercera parte del que se le seala, haciendo por fuerza que reciba a precios exorbitantes efectos que a veces no necesita, robndole de este modo el

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    sustento de su familia? Somos, en fin, comunistas, cuando proclamamos la igualdad ante la Ley?Si ste es el comunismo, viva una y mil veces! (De la Torre, 1974:367-368).11

    En suma, no obstante los riesgos que vivi la organizacin federal, cuando tuvo expresiones mediante las cuales exiga la porcin de sobera-na que le corresponda, de no convenirle al gobierno general en turno, era tachada de separatista. De ah la entronizacin de liderazgos caciqui-les que no se identificaban o se comprometan con su gente y sus proble-mas, sino con el presidente en funciones. Por otro lado, la demanda de reivindicaciones sociales mnimas, desde la perspectiva de los campesi-nos, jornaleros u obreros, fueron reprimidas con brutalidad. Tal fue el caso de los supuestos sublevados lerdistas que detuvo en 1879 el gober-nador de Veracruz, Luis Mier y Tern, y Daz le orden Mtelos en ca-liente. Asimismo, las protestas espontneas de trabajadores para obtener mejores condiciones laborales nunca fueron aceptadas al margen de mo-vimientos socialistas o anarquistas como los que se sucedan en Europa. Los planteamientos ms ortodoxos e inherentes a cualquier rgimen libe-ral siempre fueron estigmatizados: en un tiempo por ser ideas herejes y a fines del siglo XIX por ser comunistas.

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    11 Existen otros textos, incluso una carta de Daz en la cual ordena la persecucin de los obreros, por tratarse de comunistas. Muy semejante a la citada en El hijo del trabajo, 15 de abril de 1877. Citado en Ernesto de la Torre Villar et al., Historia documental de Mxi-co, Mxico, UNAM/Instituto de Investigaciones Histricas, 1974, pp. 367-368.

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    Federalismo, independencia y revolucin

    Ernesto Soto Reyes Garmendia*

    INTRODUCCIN

    Un elemento fundador de la identidad poltica y social de Mxico es la epopeya por establecer un rgimen de gobierno federal que garantizara simultneamente la unidad nacional respetando las particularidades de los estados, regiones y municipios que la conforman. En este proceso fundacional destacan dos componentes: el federalismo poltico y el federalismo fiscal. Este trabajo nos introduce en un recuento histrico acerca de estos dos elementos sobre los que reposa el andamiaje institucional de Mxico, a doscientos aos de su Independencia y cien de la Revolucin.

    EL FEDERALISMO COMO RGIMEN DE GOBIERNO

    Etimolgicamente, el vocablo federal proviene del latn foadus-oris: pac-to, alianza, y hace referencia a la distribucin funcional y territorial del poder. La prctica del federalismo se remonta a la antigedad grecolati-na, siendo las ligas entre las ciudades en los foedus, para formar las Koi-na o las Sympolities, su antecedente ms remoto. Estos tratados entre ciudades se realizaban formando instituciones para defender sus intereses

    * Profesor-investigador en el Departamento de Poltica y Cultura de la UAM-Xochimilco.

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    comunes y para arbitrar los conflictos entre sus asociados. La liga latina, por ejemplo, antes de disolverse asociaba una treintena de pueblos roma-nos (Keller, 1998). En un contexto diferente, en el ao 1235 encontramos los orgenes de la Confederacin Helvtica con la unin de tres cantones con propsitos de paz y defensa. Otras sociedades antiguas como los iro-ques en Amrica del Norte forman la liga de cinco naciones. En la zona que hoy comprende Mxico y Guatemala, otro ejemplos es la liga maya quich entre los pueblos mayas y la mal lograda del imperio azteca en el centro de Mxico durante los siglos XV y XVI.

    A pesar de la temprana prctica federativa, hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVI para encontrar una explicacin terica global a la forma de organizacin federal. Los historiadores de las ideas polti-cas le atribuyen, en general, a Althusius (1562-1638) la calidad de primer terico del federalismo. En su contribucin sobre el Estado, trata de transformar la jerarqua feudal en una forma moderna de federalismo constitucional. sta reposaba sobre la autonoma de las comunidades y su asociacin en un conjunto extendido de familias, de corporaciones, de oficios, de las villas, provincias y estados, para formar un Estado (Croisat, 1999:13). Montesquieu, por su parte, describa una repblica federal como una convencin mediante la cual varios cuerpos polticos consien-ten convertirse ciudadanos de un Estado ms grande que quieren formar. Esta es una sociedad de sociedades que encuentran otra nueva que puede agrandarse por nuevos socios que se unen (Montesquieu, 1961, t. I:137).1

    Ser con la revolucin de Independencia de Estados Unidos de Amri-ca cuando se inicia la historia moderna del Estado federal. La Constitu-cin fundadora de Estados Unidos de Amrica de 1787 establece que las 13 colonias independizadas de Inglaterra se organizaran en un sistema federal, en el que cada colonia tendra su Constitucin, su parlamento, su gobierno y sus tribunales; a ellos, se superpuso un parla mento, un gobier-no y un tribunal supremo federales, comunes a todos los estados. La federacin decidira sobre los problemas comunes (defensa, relaciones in-ternacionales, moneda, comercio exterior, etc.) y cada Estado seguira gobernando sus problemas particulares (comercio interior, educacin, fa-milia, etc.) (Aja, 2003:25).

    1 A pesar de las elaboraciones tericas acumuladas, la Revolucin Francesa no instaur el federalismo moderno; su resultante fue un gobierno unitario.

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    El federalismo es un arreglo poltico-institucional que implica una dis-tribucin funcional y territorial y que a pesar de las diferencias entre los estados federales tiene en comn:

    1) la existencia de un pacto o arre glo institucional entre mbitos o poderes (por lo general, estatal y fede ral), 2) la subordinacin de poderes y entida-des a una ley suprema, la Constitucin, cuya modificacin slo puede ha-cerse con la intervencin de representantes especiales de los pueblos que integran el Estado y 3) el garantizar la autonoma y el equilibrio entre mbitos de gobierno, fede ral y estatal, en el que ningn poder est por encima de otro (Zicardi, 2004:125).

    La expansin del federalismo moderno fue lenta y apareci entre esta-dos previamente independientes que deseaban unirse para alcan zar ma-yor potencia sin perder sus formas especficas de gobierno. De esta forma, Suiza super las guerras entre Cantones, en la Constitucin de 1848, per-feccionada en 1874, y Alemania alcanz en 1871 la unidad a la que aspi-raban los diferentes estados desde principios de siglo. Despus, el federalismo demostr su utilidad en situaciones distintas, como la forma-cin de Canad en 1867, a partir de dos ex colonias ya federadas, con el doble propsito de la integracin bicultural y para defenderse de la expan-siva revolucin de Independencia de Estados Unidos. En su multiplica-cin, el sistema federal incorpor pases de muy diverso desarrollo econmico y rgimen poltico como Australia, Rusia, Sudfrica, India, etc. En particular, durante el siglo XX, el Estado federal se convirti en una forma de organizacin poltica muy extendida entre las naciones del mun-do. En 1986, Frenkel estima que existan 20 pases federados ocupando 51.8% de la superficie terrestre, con 39.6% de la poblacin mundial (Frenkel, 1986:389). Diez aos despus, Watts report que 23 federacio-nes representaban 40% de la poblacin mundial (Watts, 1996:4).

    EL FEDERALISMO EN MXICO

    En el caso de Mxico, el rgimen poltico federal se construy central-mente, basado en un presidencialismo autoritario. La historia del federa-lismo mexicano puede caracterizarse por el trnsito de la centralizacin colonial a la federacin centralista del Mxico independiente. La Colonia

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    se signific por una acentuada concentracin de los asuntos polticos y administrativos. El absolutismo monrquico espaol someti a sus colo-nias a un frreo control, no solamente en las decisiones polticas, sino tambin en los flujos de mercancas, impuestos y herencias. El rey y su representante en las colonias, el virrey, ejercan un riguroso control de la vida econmica, poltica y social de la Nueva Espaa.

    Con motivo de la promulgacin de la Constitucin Poltica de la Mo-narqua Espaola en 1812, las Cortes de Cdiz crean en cada provincia una diputacin, responsable entre otras cosas de la administracin del espacio territorial, de la dotacin de terrenos baldos, de la vigilancia de los fondos y obras pblicas, el fomento de la educacin, la agricultura, la industria y el comercio y de asegurar la dotacin de algunos servicios como el correo, el funcionamiento de las instituciones de beneficencia, la elaboracin de los censos y la conversin de los indios.

    La creacin del Consejo de Indias y la tarda formacin de las Cortes de Cdiz en 1810 tras la abdicacin de Fernando VII y Carlos IV no pa-liaron el centralismo, entre otras razones por la distancia con la metrpo-li, lo que converta a los representantes civiles y militares reales en la ms alta e indiscutible autoridad local, todo ello a pesar de la existencia for-mal de los ayuntamientos o cuerpos municipales, cuyas atribuciones se encaminaban principalmente a la recaudacin fiscal para la corona.

    Para explicarnos el surgimiento del federalismo en Mxico es obligado comprender la nocin de regin y de su proceso: la regionalizacin. Como seala Josefina Zoraida, la adopcin del federalismo fue una solucin natural al re gionalismo novohispano (Zoraida, 2004:387).

    Por regionalismo se suele entender

    [...] el proceso polticamente in tencionado y activamente emprendido en aras de aumentar la cohesin entre un grupo de entidades polticas [] la regionalizacin frecuentemente se fomenta conscientemente, por voluntad, como un instrumento en teora apto para permitir la realizacin de ciertos bene ficios (aunque, por supuesto, no necesariamente la voluntad ni el bene-ficio de todos los afectados por un proceso tal) (Zimmerling, 2004:26).

    La caracterizacin de lo regional pasa por expresiones de libertad, de defensa de los derechos, de igualdad, de redistribucin de cargas y be-neficios con equilibrio entre los Estados y la federacin (Assad, 2004:213).

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    Es interesante la sntesis propuesta por Alicia Zicardi cuando afirma que hoy interesa poner especial atencin a las relaciones que existen en-tre las regiones y el federalismo: Ante el debilitamiento del Estado mo-derno, burocrtico-autoritario, se promueve la recuperacin y la revalo rizacin de las identidades culturales y las formas de gobierno que se han dado los ciudadanos en sus regiones o ciudades en las que habi-tan de acuerdo con sus tradiciones e historia local (Zicardi, 2004:132).2

    En el caso de Mxico, el absolutismo debilit la autonoma del muni-cipio y simultneamente favoreci los poderes fcticos locales, ori gen de las oligarquas hereditarias regionales, que se fortalecieron con la compra de empleos y el arrendamiento del cobro de impuestos (Zoraida, 2004:388).3

    En la formacin del federalismo en Mxico coinciden varios fenme-nos, entre ellos la creacin del modelo federal norteamericano; sin em-bargo, contrario a ciertas interpretaciones, el modelo federal mexicano no es una copia del norteamericano: en su creacin fueron fundamentales fenmenos regionales de la naciente nacin mexicana y otros externos como la formacin del parlamentarismo ingls, la Cons titucin francesa de la restauracin borbnica y la del imperio austrohngaro; as como otros heredados de la Colonia.

    Como vemos, mientras la lucha de independencia tena lugar en Mxi-co, en las cortes espaolas de Cdiz que formulaban una nueva Consti-tucin espaola los diputados novohispanos tenan una participacin importante. Su regionalismo los llev a proponer que el Imperio se con-virtiera en un Estado multinacio nal. Esta proposicin federalista fue re-chazada por la mayora peninsu lar, empeada en mantener el esquema centralista borbn (Zoraida, 2004:390). A pesar de aquel rechazo, en la Constitucin de Cdiz pueden encontrarse los grmenes coloniales del federalismo mexicano, en particular en su captulo 11 llamado Del Go-bierno Poltico de las Provincias y de las Diputaciones Provinciales,

    2 Es importante sealar que el concepto de regin no implica necesariamente la colin-dancia territorial de sus componentes, ya que puede definirse por otras caractersticas, como las polticas, econmicas o culturales. De aqu que los gegrafos de hoy se aventu-ran, sin complejos, a recono cer que el dibujo de lmites regionales no es ms el objeto de su investi gacin (Negrete, 2004:46).

    3 El Ayuntamiento de la Ciudad de Mxico sostena que ste deba depender directa-mente de la corona, al igual que los reinos peninsulares (Zoraida, 2004:387).

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    donde su artculo 335 enunciaba, por ejemplo, las facultades de las dipu-taciones en materias econmicas y de prestaciones sociales.4 Como resul-tado de la Constitucin de Cdiz, en Mxico se forman seis diputaciones: Mxico, San Luis Potos, Monterrey, Guadalajara, Durango y Mrida; a stas se agregaron posteriormente las de las provincias internas de Orien-te y Occidente y la de Chiapas.

    Cabe observar, como lo hace Jacinto Faya, que las tendencias polticas de la insurgencia, al menos en su ltima etapa, no buscaban la im-plantacin del Estado federal. Esto resulta evidente en los documentos y sucesos polticos que se expidieron y desa rrollaron inmediatamente antes de la consumacin de nuestra Independencia en 1821. Durante este pe-riodo, las Diputaciones Provinciales buscaron afanosamente que el Go-bierno Nacional, de tipo centralista, reco nociese su existencia y autonoma (Faya, 2004:42).

    El regreso de Fernando VII y la suspensin de la Constitucin de Cdiz de 1812 cimbraron lealtades y alianzas en la Nueva Espaa, provocando el colapso de la administracin colonial; esto, sumado a la prolongacin de la lucha de independencia, fortaleci el regionalismo y la influencia de los gobiernos locales, en particular aquellos con fuerzas militares regio-nales. As, los comandantes de los ejrcitos, tanto insurgentes como rea-listas, se atribuyeron poderes judi ciales y fiscales y ejercieron un amplio poder en sus regiones (Zoraida, 2004:391). Este vaco coadyuv al triunfo de los insurgentes y a la fundacin del imperio mexicano en 182l con Agustn de Iturbide al frente.

    Iturbide convoc a elecciones para constituir el Congreso que se insta-l en febrero de 1822, desatndose de inmediato pugnas por la represen-tacin provincial entre borbonistas y republicanos. La crisis poltica

    4 Dichas facultades eran las siguientes: Primero: Intervenir y aprobar el repartimiento hecho a los pueblo de las contribuciones que hubieren cabido a la provincia. Segundo: Velar sobre la buena inversin de los fondos pblicos de los pueblos, y examinar sus cuen-tas, para que con su visto bueno recaiga la aprobacin superior, cuidando d