Deja que la bendición de Dios, te ilumine el corazón, para que sepas bendecir. Nadie prescinde del...
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Deja que la bendición de Dios, te ilumine el corazón, para que sepas bendecir.Nadie prescinde del amor
para poder vivir.Observa a los que marchan desdeñosos, ignorando tu presencia, habituados a la convicción de que el oro
puede comprar la felicidad.Bendícelos y pasa.
Nadie conoce la roca en el cual el barco de la ilusión les inflingirá
el desesperado vestigio de la angustia.Ves inquieto a los que se desmandan en el
poder.Bendícelos y pasa.
Muchos de ellos, simplemente cargan las
pasiones que los arrastrarán hacia los hielos del ostracismo o hacia las cenizas del olvido.
Contemplas, espantado, a los que son portadores de títulos
preciosos, que te exigen consideraciones y tributos
especiales.Bendícelos y pasa.
El tiempo les
cobrará aflictivo impuesto del alma, por
las distinciones que les confirió.
Escuchas, triste, a los que injurian y
maldicen.Bendícelos y pasa.
Son ellos tan infelices, que aún no pueden señalar
sus propias debilidadesObservas, admirado, a los que hacen caso omiso a
los más altos deberes, para disfrutar de los placeres
locos, mientras la vitalidadrobustece el cuerpo joven.
Bendícelos y pasa.
Mañana surgirán
despiertos, en un nivel más elevado del entendimiento.
Sí alguien te hiere, bendícelo. Y si ese
alguien vuelve a herirte, bendícelo otra
vez.
No hagas prevalecer en ti la
crueldad, para mostrar la justicia, porque la justicia integral es de Dios y todos vivirán
para conocerla.
Sí tu hijo es rebelde e insensato, bendice a tu hijo,
porque él vivirá.Sí tus padres son irresponsables y
deshumanos, bendice a tus padres, porque ellos vivirán.
Sí el compañero se presenta ingrato y
desleal, bendice a tu compañero, porque él
continuará vinculado a la existencia.
Sí hay alguien que te
calumnia y persigue, bendice a los que
persiguen y calumnian, porque todos ellos vivirán. Humillado, abatido, olvidado o insultado, bendice
siempre. Basta la vida para rectificar los errores
de la consciencia.
Indagado, cierta vez, por el Apóstol
referente al comportamiento que debía observar delante de la ofensa, afirmó Jesús: “Perdonarás no siete veces, más, setenta
veces siete...”
Con eso, el Divino Maestro deseaba decir que nadie precisa vengarse,
porque el autor de cualquier crueldad la tendrá como fuego, en las propias
manos.