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Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales

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Declaración sobre la raza

y los prejuicios raciales

aprobada por la Conferencia General en su vigésima reunión

París, 27 de noviembre de 1978

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Publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,

la Ciencia y la Cultura 7, Place de Fontenoy, 75007 Paris

Composición : Paris Comp0 Impresión: Imprimerie de la Manutention, Mayeune (Francia)

ISBN 92-3-301723-o

0 Uncsco, 1979

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Prefacio

Se reproducen en este folleto el texto de la Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales adoptada por aclamación el 27 de noviembre de 1978 por la Conferencia General de la Unesco, reu- nida en París en su vigésima sesión, así como la resolución de apli- cación de esta Declaración.

Con el fin de indicar la continuidad de las iniciativas toma- das por la Unesco en este campo, este texto está seguido, en anexo, por cuatro declaraciones preparadas en 1950, 1951, 1964 y 1967 por expertos reunidos por la Unesco a título individual.

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Índice

Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales, París, noviembre de 19 7 8

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1. Declaración sobre la raza, París, julio de 1950

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II. Declaración sobre la naturaleza de la raza y las diferencias raciales, París, junid de 195 1

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III. Propuestas sobre los aspectos biológicos de la cuestión racial, Moscú, agosto de 1964

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IV. Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales, París, septiembre de 1967

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Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales

París. noviembre de 1978

La Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, reunida en París en su 20.areunión, el 27 de noviembre de 1978, aprobó unánimemente y por aclamación la siguiente Declaración:

Preámbulo

La Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, reunida en París, en su 20: reunión, del 24 de octubre al 28 de noviembre de 1978, Recordando que en el Preámbulo de la Constitución de la Unesco,

aprobada el 16 de noviembre de 1945, se dice que “la grande y terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido po- sible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los hombres y de las razas”, y que según el artículo 1 de dicha Constitución, la Unesco “se propone contribuir a la paz y a la seguridad estrechando, mediante la educación, la ciencia y la cultura, la colaboración entre las naciones, a fin de asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales que sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de la Na- ciones Unidas reconoce a todos los pueblos del mundo”,

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Reconociendo que, más de tres decenios después de fundarse la Unesco, esos principios siguen siendo tan importantes como en la época en que se inscribieron en su Constitución,

Consciente del proceso de descolonización y de otros cambios his- tóricos que han conducido a la mayor parte de los pueblos otrora dominados a recobrar la soberanía, haciendo de la comunidad internacional un conjunto a la vez universal y diversificado y creando nuevas posibilidades de eliminar la plaga del racismo y de poner fin a sus manifestaciones odio- sas en todos los planos de la vida social y política en el mar- co nacional y en el internacional,

Persuadida de que la unidad intrínseca de la especie humana y, por consiguiente, la igualdad fundamental de todos los seres hu- manos y todos los pueblos, reconocidas por la más elevadas manifestaciones de la filosofía& de la moral y de la religión, reflejan un ideal hacia el cual convergen hoy día la ética y la ciencia,

Persuadida de que todos los pueblos y todos los grupos humanos, sea cual sea su composición y origen étnico, contribuyen con arreglo a su propio genio al progreso de las civilizaciones y de las culturas que, en su pluralidad y gracias a su interpe- netración, constituyen el patrimonio común de la huma- nidad,

Confirmando su adhesión a los principios proclamados por la Carta de las Naciones Unidas y por la Declaración Universal de De- rechos Humanos, así como su voluntad de promover la apli- cación de los pactos internacionales relativos a los derechos humanos y de la Declaración sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional,

Resuelta a promover asimismo la aplicación de la Declaración y de la Convención internacional de las Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial,

Tomando nota de la Convención internacional para la prevención y la sanción del delito de genocidio, la Convención intema- cional sobre la represión y el castigo del crimen de apartheid y la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad,

Recordando también los instrumentos internacionales ya aproba- dos por la Unesco, y en particular la Convención y la Reco-

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mendación relativas a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza, la Recomendación relativa a la situación del personal docente, la Declaración de los princi- pios de la cooperación cultural internacional, la Recomen- dación sobre la educación para la comprensión, la coopera- ción y la paz internacionales y la educación relativa a los derechos humanos y las libertades fundamentales, la Reco- mendación relativa a la situación de los investigadores cien- tíficos y la Recomendación relativa a la participación y la contribución de las masas populares en la vida cultural,

Teniendo presente las cuatro declaraciones sobre el problema de la raza aprobadas por expertos reunidos por la Unesco,

Reafirmando su deseo de participar de módo enérgico y construc- tivo en la aplicación del Programa del Decenio de la Lucha contra el Racismo y la Discriminación Racial, definido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su vigésimo octavo periodo de sesiones,

Observando con la más viva preocupación que el racismo, la discri- minación racial, el colonialismo y el apartheid siguen cau- sando estragos en el mundo bajo formas siempre renovadas, tanto por el mantenimiento de disposiciones legislativas y de prácticas de gobierno y de administración contrarias a los principios de los derechos humanos, como por la permanen- cia de estructuras políticas y sociales y de relaciones y acti- tudes caracterizadas por la injusticia y el desprecio de la persona humana y que engendran la exclusión, la humilla- ción y la explotación, o la asimilación forzada de los miem- bros de grupos desfavorecidos,

Manifestando su indipación ante estos atentados contra la digni- dad del hombre, deplorando los obstáculos que oponen a la comprensión mutua entre los pueblos y alarmada ante el pe- ligro que entrañan de perturbar seriamente la paz y la segu- ridad internacionales,

Aprueba y proclama solemnemente la presente Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales:

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Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales

Artículo primero

1. Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y tienen el mismo origen. Nacen iguales en dignidad y dere- chos y todos forman parte integrante de la humanidad.

2. Todos los individuos y los grupos tienen derecho a ser dife- rentes, a considerarse y ser considerados como tales. Sin em- bargo, la diversidad de las formas de vida y el derecho a la diferencia no pueden en ningún caso servir de pretexto a los prejuicios raciales; no pueden legitimar ni en derecho ni de hecho ninguna práctica discriminatoria, ni fundar la política de apartheid que constituye la forma extrema del racismo.

3. La identidad de origen no afecta en modo alguno la facultad que tienen los seres humanos de vivir diferentemente, ni las diferencias fundadas en la diversidad de las culturas, del me- dio ambiente y de la historia, ni el derecho de conservar la identidad cultural.

4. Todos los pueblos del mundo están dotados de las mismas fa- cultades que les permiten alcanzar la plenitud del desarrollo intelectual, técnico, social, económico, cultural y político.

5. Las diferencias entre las realizaciones de los diferentes pueblos se explican enteramente por factores geográficos, históricos, políticos, económicos, sociales y culturales. Estas diferen- cias no pueden en ningún caso servir de pretexto a cualquier clasificación jerarquizada de las naciones y los pueblos.

Artículo 2

1. Toda teoría que invoque una superioridad o inferioridad in- trínseca de grupos raciales o étnicos que dé a unos el dere- cho de dominar o eliminar a los demás, presuntos inferiores, o que haga juicios de valor basados en una diferencia racial, carece de fundamento científico y es contraria a los princi- pios morales y éticos de la humanidad.

2. El racismo engloba las ideologías racistas, las actitudes funda- das en los prejuicios raciales, los comportamientos discrimi- natorios, las disposiciones estructurales y las prácticas insti- tucionalizadas que provocan la desigualdad racial, así como la idea falaz de que las relaciones discriminatorias entre gru-

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pos son moral y científicamente justificables; se manifiesta por medio de disposiciones legislativas o reglamentarias y prácticas discriminatorias, así como por medio de creencias y actos antisociales; obstaculiza el desenvolvimiento de sus víctimas, pervierte a quienes lo ponen en práctica, divide a las naciones en su propio seno, constituye un obstáculo para la cooperación internacional y crea tensiones políticas entre los pueblos; es contrario a los principios fundamentales del derecho internacional y, por consiguiente, perturba grave- mente la paz y la seguridad internacionales.

3. El prejuicio racial, históricamente vinculado a las desigualdades de poder, que tiende a agudizarse a causa de las diferencias económicas y sociales entre los individuos y los grupos hu- manos y a justificar, todavía hoy, esas desigualdades, está totalmente desprovisto de fundamento.

Artículo 3

Es incompatible con las exigencias de un orden internacional justo y que garantice el respeto de los derechos humanos, toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la raza, el color, el origen étnico 0 nacional, 0 la intolerancia religiosa motivada por consideraciones racistas, que destruye o compromete la igualdad soberana de los Estados y el de- recho de los pueblos a la libre determinación o que limita de un modo arbitrario o discriminatorio el derecho al desarrollo integral de todos los seres y grupos humanos; este derecho implica un acceso en plena igualdad a los medios de progre- so y de realización colectiva e individual en un clima de res- peto por los valores de la civilización y las culturas nacio- nales y universales.

Artículo 4

1. Toda traba a la libre realización de los seres humanos y a la libre comunicación entre ellos, fundada en consideraciones raciales o étnicas, es contraria al principio de igualdad en dignidad y derechos, y es inadmisible.

2. El apartheid es una de las violaciones más graves de ese princi-

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pio y, como el genocidio, constituye un crimen contra la humanidad que perturba gravemente la paz y la seguridad internacionales.

3. Hay otras políticas y prácticas de segregación y discriminación raciales que constituyen crímenes contra la conciencia y la dignidad de la humanidad y pueden crear tensiones políticas y perturbar gravemente la paz y la seguridad internacionales.

Artículo 5

1. La cultura, obra de todos los seres humanos y patrimonio co- mún de la humanidad, y la educación, en el sentido más amplio de la palabra, proporcionan a los hombres y a las mujeres medios cada vez más eficaces de adaptación, que no sólo les permiten afirmar que nacen iguales en dignidad y derechos, sino también reconocer que deben respetar el de- recho de todos los grupos humanos a la identidad cultural y al desarrollo de su propia vida cultural en el marco nacional e internacional, en la inteligencia de que corresponde a cada grupo el decidir con toda libertad si desea mantener y, lle- gado el caso, adaptar o enriquecer los valores que considere esenciales para su identidad.

2. El Estado, de conformidad con sus principios y procedimientos

constitucionales, así como todas las autoridades competen- tes y todo el cuerpo docente, tienen la responsabilidad de procurar que los recursos en materia de educación de todos los países se utilicen para combatir el racismo, en particular haciendo que los programas y los libros de texto den cabida a nociones científicas y éticas sobre la unidad y la diversidad humanas y estén exentos de distinciones odiosas respecto de algún pueblo; asegurando la formación del personal docente con esos fines; poniendo los recursos del sistema escolar a disposición de todos los grupos de población sin restricción ni discriminación alguna de carácter racial y tomando las medidas adecuadas para remediar las restricciones impuestas a determinados grupos raciales ,o étnicos en lo que respecta al nivel de educación y al nivel de vida y con el fin de evitar en particular que sean transmitidas a los niños.

3. Se exhorta a los grandes medios de información y a quienes los

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controlan o están a su servicio, así como a todo grupo orga- nizado en el seno de las comunidades nacionales -teniendo debidamente en cuenta los principios formulados en la De- claración Universal de Derechos Humanos, en especial el principio de la libertad de expresión- a que promuevan la comprensión, la tolerancia y la amistad entre las personas y los grupos humanos, y a que contribuyan a erradicar el ra- cismo, la discriminación y los prejuicios raciales, evitando en particular que se presente a las personas y a los diferentes grupos humanos de manera estereotipada, parcial, unilateral 0 capciosa. La comunicación entre los grupos raciales y étnicos deberá constituir un proceso recíproco que les per- mita manifestarse y hacerse entender plenamente y con toda libertad. En consecuencia, los grandes medios de infor- mación deberían abrirse a las ideas de las personas y de los grupos que facilitan esa comunicación.

Artículo 6

1. El Estado asume responsabilidades primordiales en la aplicación de los derechos humanos y de las libertades fundamentales por todos los individuos y todos los grupos humanos en con- diciones de plena igualdad de dignidad y derechos.

2. En el marco de su competencia y de conformidad con sus dis- posiciones constitucionales, el Estado debería tomar todas las medidas adecuadas, incluso por vía legislativa, sobre todo en las esferas de la educación, la cultura y la información, con el fin de prevenir, prohibir y eliminar el racismo, la pro- paganda racista, la segregación racial y el apartheid, así co- mo de fomentar la difusión de conocimientos y de los resul- tados de investigaciones pertinentes en materia de ciencias naturales y sociales sobre las causas y la prevención de los prejuicios raciales y de las actitudes racistas, teniendo debi- damente en cuenta los principios formulados en la Declara- ción Universal de Derechos Humanos y en el Pacto Interna- cional de Derechos Civiles y Políticos.

3. Dado que la legislación que proscribe la discriminación racial puede no bastar por sí sola para lograr tales fines, correspon- derá también al Estado completarla mediante un aparato ad-

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ministrativo encargado de investigar sistemáticamente los casos de discriminación racial, mediante una gama completa de recursos jurídicos contra los actos de discriminación ra- cial y por medio de programas de educación y de investi- gación de gran alcance destinados a luchar contra los pre- juicios raciales y la discriminación racial, así como mediante programas de medidas positivas de orden político, social, educativo y cultural adecuadas para promover un verdadero respeto mutuo entre los grupos humanos. Cuando las cir- cunstancias lo justifiquen, deberán aplicarse programas espe- ciales para promover la mejora de la situación de los grupos menos favorecidos y, cuando se trate de nacionales, para lograr su participación eficaz en los procesos decisorios de la comunidad.

Articulo 7

Junto a las medidas políticas, económicas y sociales, el derecho constituye uno de los principales medios de conseguir la igualdad, en dignidad y en derechos, entre los individuos, y de reprimir toda propaganda, toda organización y toda prác- tica que se inspiren en ideas o teorías basadas en la pretendi- da superioridad de grupos raciales o étnicos o que pretendan justificar o estimular cualquier forma de odio y de discrimi- nación raciales. Los Estados deberían tomar medidas jurídi- cas apropiadas y velar por que todos sus servicios las cum- plan y apliquen, teniendo debidamente en cuenta los prin- cipios formulados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Esas medidas jurídicas deben insertarse en un marco político, económico y social adecuado para favorecer su aplicación. Los individuos y las demás entidades jurídicas, públicas o privadas, deberán observarlas y contribuir por to- dos los medios adecuados a su comprensión y puesta en práctica por toda la población.

Artículo 8

1. Los individuos, habida cuenta del derecho que tienen a que reine en los planos nacional e internacional un orden econó-

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mico, social, cultural y jurídico tal que les permita ejercer todas sus facultades con plena igualdad de derechos y opor- tunidades, tienen los deberes correspondientes respecto de sus semejantes, de la sociedad en que viven y de la comuni- dad internacional. Tienen, por consiguiente, el deber de pro- mover la armonía entre los pueblos, de luchar contra el ra- cismo y los prejuicios raciales y de contribuir con todos los medios de que dispongan a la eliminación de todas las formas de discriminación racial.

2. En lo que respecta a los prejuicios, los comportamientos y las prácticas racistas, los especialistas de las ciencias naturales, las ciencias sociales y los estudios culturales, así como las organizaciones y asociaciones científicas, están llamados a realizar investigaciones objetivas sobre unas bases amplia- mente interdisciplinarias; todos los Estados deben alentarles a ello.

3. Incumbe, en particular, a los especialistas procurar por todos los medios de que dispongan que sus trabajos no sean pre- sentados de una manera fraudulenta y ayudar al público a comprender sus resultados.

Artículo 9

1. El principio de la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos y de todos los pueblos, cualquiera que sea su raza, su color y su origen, es un principio generalmente acep- tado y reconocido por el derecho internacional. En conse- cuencia, toda forma de discriminación racial practicada por el Estado constituye una violación del derecho internacional que entraña su responsabilidad internacional.

2. Deben tomarse medidas especiales a fin de garantizar la igual- dad en dignidad y derechos de los individuos y los grupos humanos, dondequiera que ello sea necesario, evitando dar a esas medidas un carácter que pudiera parecer discriminato- rio en el plano racial. A este respecto, se deberá prestar una atención particular a los grupos raciales 0 étnicos social 0 económicamente desfavorecidos, a fin de garantizarles, en un plano de total igualdad y sin discriminaciones ni restric- ciones, la protección de las leyes y los reglamentos, así

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como los beneficios de las medidas sociales en vigor, en par-

ticular en lo que respecta al alojamiento, al empleo y a la salud, de respetar la autenticidad de su cultura y de sus va- lores, y de facilitar, especialmente por medio de la educa- ción, su promoción social y profesional.

3. Los grupos de población de origen extranjero, en particular los trabajadores migrantes y sus familias, que contribuyen al desarrollo del país que los acoge, deberán beneficiar de medidas adecuadas destinadas a garantizarles la seguridad y el respeto de su dignidad y de sus valores culturales, y a faci- litarles la adaptación en el medio ambiente que les acoge y la promoción profesional, con miras a su reintegración ul- terior a su país de origen y a que contribuyan a su desarrollo; también debería favorecerse la posibilidad de que se enseñe a los ninos su lengua materna.

4. Los desequilibrios existentes en las relaciones económicas inter- nacionales contribuyen a exacerbar el racismo y los prejui- cios raciales; en consecuencia, todos los Estados deberían .es- forzarse en contribuir a reestructurar la economía intema- cional sobre la base de una mayor equidad.

Artículo 10

Se invita a las organizaciones internacionales, universales y regio- nales, gubernamentales y no gubernamentales, a que presten su cooperación y ayuda dentro de los límites de sus compe- tencias respectivas y de sus medios, a la aplicación plena y entera de los principios enunciados en la presente Declara- ción, contribuyendo así a la lucha legítima de todos los se- res humanos, nacidos iguales en dignidad y en derechos, contra la tiranía y la opresión del racismo, de la segregación racial, del apartheid y del genocidio, a fin de que todo; los pueblos del mundo se libren para siempre de esos azotes.

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Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales

Resolución de aplicación de la Declaración

La Conferencia General, en su 20: reunión,

Considerando que, en virtud de su misión constitucional en las es- feras de la educación, la ciencia, la cultura y la información, la Unesco está llamada a señalar a la atención de los Estados y los pueblos los problemas vinculados a todos los aspectos de la cuestión racial y de los prejuicios raciales,

Considerando la Declaración de la Unesco sobre la raza y los prejuicios raciales aprobada el día 27 de noviembre de 1978,

1. Insta a los Estados Miembros a: Considerar la posibilidad de ratificar, de no haberlo hecho todavía, los instrumentos internacionales que tienen por ob- jeto contribuir a la lucha contra la discriminación racial y a eliminarla y, en particular, la Convención internacional so- bre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, la Convención internacional sobre la represión y el castigo del crimen de apartheid, así como la Convención de la Unesco relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza; Tomar, inspirándose a ese efecto en las disposiciones de los artículos 4 y 6 de 1a’Convención internacional sobre la eli- minación de todas las formas de discriminación racial, las medidas adecuadas, comprendidas medidas legislativas, con miras esencialmente a prevenir y reprimir los actos de discri- minación racial y lograr que las víctimas de la discrimina- ción reciban una reparación justa y adecuada; Comunicar al Director General todas las informaciones per- tinentes sobre las medidas que hayan tomado con el propó- sito de poner en práctica los principios enunciados en la De- claración;

2. Pide al Director General: a) Que basándose en las informaciones facilitadas por los Esta-

dos Miembros y las demás informaciones que haya recogido según los métodos que juzgue adecuados, y sobre las que tenga pruebas fehacientes, establezca un informe global de la situación en el mundo en lo que respecta a las materias re-

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b)

lacionadas con la Declaración y que, a ese efecto, se haga ayudar, si lo juzga oportuno, por uno o varios expertos inde- pendientes de competencia reconocida en esas materias; Que al preparar su informe, en el que formulará cuantas ob- servaciones juzgue apropiadas, tenga debidamente en cuenta los trabajos de los diversos órganos internacionales creados para poner en práctica los instrumentos jurídicos relativos a la lucha contra el racismo y la discriminación racial o que contribuyan con sus actividades a esa lucha en la esfera ge- neral de los derechos humanos;

c) Que presente a la Conferencia General su informe y le someta para decisión y con la debida antelación, tomando como base el informe mencionado y el debate que haya tenido lu- gar sobre los problemas de la raza y de los prejuicios raciales, cuantas observaciones generales y recomendaciones se con- sideren necesarias para promover la aplicación de la Decla- ración;

d) Que asegure la más amplia difur%n posible del texto tie la Declaración y, con este fin, que publique y haga distribuir el texto no sólo en los idiomas oficiales sino también, hasta donde lo permitan sus recursos, en todos los idiomas po- sibles;

e) Que comunique la Declaración al Secretario General de las Naciones Unidas, rogándole que someta a la Asamblea Gene- ral de las Naciones Unidas las propuestas pertinentes para reforzar los métodos de solución pacífica de las controver- sias relativas a la eliminación de la discriminación racial.

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Anexos

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1 Declaración sobre la raza

París, julio de 1950

1. Los sabios están generalmente de acuerdo en reconocer que la humanidad es una y que todos los hombres pertenecen a la misma especie Horno sapiens. Además, se admite comúnmente que todos los hombres proceden del mismo tronco: las diferencias que exis- ten entre los diversos grupos humanos se deben a factores evoluti- vos de diferenciación, tales como la modificación en la situación respectiva de las partículas materiales que determinan la herencia (genes), el cambio de estructura de estas mismas partículas, la hi- bridación y la selección natural. De este modo se han formado grupos más o menos estables y más o menos diferenciados que han sido clasificados de diversas formas con intenciones diferentes.

2. Desde el punto de vista biológico, la especie Horno sapiens se compone de un cierto número de grupos, que difieren entre sí por la frecuencia de uno o de varios genes particulares. Pero estos mismos genes, a los cuales debe imputarse las diferen- cias hereditarias que existen entre los hombres, son siempre en número reducido si se considera el conjunto de la constitución ge- nética del hombre y la gran cantidad de genes comunes a todos los seres humanos, cualquiera que sea el grupo al que pertenezcan. En resumen, las semejanzas entre los hombres son mucho mayores que sus diferencias.

3. Una raza, biológicamente hablando, puede, pues, definir- se como un grupo entre los que constituyen la especie Horno sa- piens. Estos grupos son susceptibles de cruzamientos entre sí. Pero, a causa de los obstáculos que les han mantenido más o menos

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Declaración de 1950

aislados en el pasado, ofrecen ciertas diferencias físicas que resul- tan de las particularidades de su historia biológica. Representan las variaciones de un mismo tema.

4. En resumen, la palabra “raza” designa un grupo o una población caracterizada por ciertas concentraciones, relativas en cuanto a la frecuencia y a la distribución de genes o de caracteres físicos que, en el transcurso del tiempo, aparecen, varían e incluso desaparecen con frecuencia bajo la influencia de factores geográ- ficos o culturales que favorecen el aislamiento. Cada grupo percibe diferentemente las manifestaciones variables de estos caracteres en poblaciones distintas. Dado que snuestras observaciones están, en gran parte, afectadas por nuestros prejuicios, nos inclinamos a in- terpretar, arbitraria e inexactamente, toda variabilidad que se pro- duce en un grupo dado como una diferencia fundamental que les separa de los demás de manera decisiva.

5. Tales son los hechos científicos. Por desgracia, en la ma- yor parte de los casos, el término “raza” no se emplea en el senti- do que hemos definido. Mucha gente llama “raza” a todo grupo humano arbitrariamente designado como tal. Así ocurre que muchas colectividades nacionales, religiosas, geográficas o cultu- rales, debido a la acepción tan amplia que se da a esta palabra, han sido consideradas como “razas”, siendo así que, evidentemente, los americanos no constituyen una raza, como tampoco lo son los franceses, los ingleses o los habitantes de cualquier otra nación: igualmente, ni los católicos, ni los protestantes, ni los musulmanes, ni los judíos representan razas: no puede definirse como grupos “raciales” a los pueblos que hablan inglés o cualquier otra lengua; los habitantes de Islandia, Inglaterra o de la India no forman una raza; tampoco podría considerarse como miembros de una raza particular a los individuos que participan en la cultura turca, china, 0 en cualquier otra cultura.

6. Los grupos nacionales, religiosos, geográficos, lingüísti- cos o culturales no tienen por qué coincidir necesariamente con los grupos raciales y los aspectos culturales de estos grupos no tienen ninguna relación genética demostrable con los caracteres propios de la raza. Los graves errores ocasionados por el empleo de la pa- labra “raza” en el lenguaje corriente hacen desear que se renuncie por completo a emplear este término cuando haya que aplicarlo a la especie humana y que se adopte la expresión “grupos étnicos”.

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Declaración de 1950

7. iCuál es la opinión de los sabios con respecto a los grandes grupos de la estiecie humana que se reconocen actualmen- te? Las razas humanas han sido clasificadas -y lo son todavía- de distinto modo según los antropólogos, pero en la actualidad, la mayor parte de ellos están de acuerdo en dividir a casi toda la es- pecie humana en tres grandes grupos, a saber: el grupo mongoloide; el grupo negroide; el grupo caucasoide.

Sin embargo, los fenómenos biológicos que, hasta cierto punto, han sido cristalizados en esta clasificación tienen un carác- ter dinámico y no estático. Estos grupos no eran en otro tiempo lo que son actualmente y hay motivos para creer que cambiaran to- davía en el futuro.

8. Con frecuencia se ha pretendido introducir subgrupos étnicos en esta clasificación. Se está muy lejos de llegar a un acuer- do sobre el número de estas subdivisiones y, de todos modos, la mayor parte de ellas no han sido estudiadas ni descritas.

9. Cualquiera que sea la clasificación que proponga un an- tropólogo, jamás puede hacer intervenir en ella los caracteres mentales. En la actualidad se admite generalmente que los tests psicológicos no permiten, por sí mismos, distinguir las aptitudes innatas, por una parte, y las influencias del ambiente, de la educa- ción y de la enseñanza, por otra. Todas las veces que ha sido po- sible eliminar las diferencias debidas a las condiciones del ambiente físico y social, los tests han demostrado la semejanza fundamental de los caracteres intelectuales entre los diferentes grupos humanos. En otros términos, si el medio cultural da a los miembros de dife- rentes grupos étnicos iguales probabilidades para demostrar sus ap- titudes, dichos grupos alcanzan, por término medio, resultados comparables. Las investigaciones científicas de los últimos años confirman, pues, las palabras de Confucio (551-478 a. J.C.): “La naturaleza de los hombres es idéntica; son sus costumbres las que los separan”.

10. Los datos científicos de que se dispone actualmente no corroboran la teoría según la cual las diferencias genéticas heredi- tarias constituirían un factor de importancia primordial en las causas de las diferencias que se manifiestan entre las culturas y los modos de obrar de la civilización de los diversos pueblos o grupos étnicos. Nos enseñan, por el contrario, que estas diferencias se explican, ante todo, por la historia cultural de cada grupo. Los

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Declaración de 1950

factores que han desempeñando un papel preponderante en la evo- lución intelectual del hombre son su facultad de aprender y su plasticidad. Esta doble aptitud es patrimonio de todos los seres hu- manos. Constituye, realmente, uno de los caracteres específicos del Horno sapiens.

ll. Jamás se ha podido demostrar de manera decisiva la existencia de formas innatas de temperamento entre grupos huma- nos. Es cierto, en cambio, que, cualquiera que sea la naturaleza, éstas son en gran parte atenuadas por la diferencias individuales y por las que provienen del ambiente.

12. Ni la personalidad ni el carácter proceden de la raza. En todos los grupos humanos, se encuentran tipos muy variados de personalidad y de carácter, y no hay ninguna razón para creer que algunos grupos humanos estén, a este respecto, mejor dotados que otros.

13. Todos los hechos que han podido reunirse referentes a los cruzamientos de razas comprueban que no han cesado de pro- ducirse desde los tiempos más remotos. A decir verdad, uno de los principales mecanismos de la formación, de la extinción, o de la fusión de razas es precisamente la hibridación entre “razas” o gru- pos étnicos. Además, jamás ha podido comprobarse que los cru- zamientos de razas lleven consigo efectos biológicos nefastos. La teoría según la cual caracteres físicos y mentales desfavorables (falta de armonía física y degeneración mental) se manifestarían en los mestizos, jamás ha podido ser comprobada con hechos. No existe, pues, justificación “biológica” para prohibir el matrimonio entre individuos pertenecientes a grupos raciales diferentes.

14. Conviene distinguir entre la “raza” hecho biológico y el “mito de la raza”. En realidad, la “raza” no es tanto un fenómeno biológico como un mito social. Este mito ha originado un mal enorme en los aspectos social y moral; aún no hace mucho, ha cos- tado innumerables vidas y causado sufrimientos incalculables. Im- pide el desarrollo normal de millones de seres humanos y priva a la civilización de la colaboración efectiva de espíritus creadores. No sería posible hacer prevalecer diferencias biológicas entre grupos étnicos para practicar el ostracismo o para tomar medidas colecti- vas. Lo esencial es la unidad de la humanidad, tanto desde el punto de vista biológico como desde el punto de vista social. Reconocer este hecho y conducirse en consecuencia es el deber de todo

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Declaración de 1950

hombre moderno. Además, esto supone admitir simplemente lo que un célebre biólogo escribía en 1873: “A medida que la civi- lización humana se desarrolle y que las pequeñas tribus se reúnan en colectividades más vastas, el simple buen sentido hará compren- der a cada individuo que sus instintos sociales y su buena volun- tad deben extenderse a todos los miembros de la nación, incluso aunque le sean desconocidos personalmente. Una vez vencida esta etapa, tan sólo obstáculos artificiales impedirán al individuo obrar de buena voluntad con respecto a los hombres de todas las nacio- nes y de todas las razas”. Así se expresó Charles Darwin, en The descent of man (2.a edición, 1875, pág. 187-188). En realidad, toda la historia de la humanidad prueba que el instinto de coope- ración es no solamente una tendencia natural en el hombre, sino que tiene raíces más profundas que cualquiera otra tendencia ego- céntrica. Además, si fuera de otro modo, kómo sería posible que siglos y milenios fueran testigos de este desarrollo de las comuni- dades humanas en el sentido de una integración y de una organi- zación siempre mayores?

15. Examinemos ahora las incidencias de todas estas conside- raciones sobre el problema de la igualdad entre los hombres. Hay que afirmar primeramente, y del modo más categórico, que la igualdad, en cuanto a principio moral, no se basa en la tesis según la cual todos los seres humanos están igualmente dotados. Es evi- dente, en efecto, que en el seno de cualquier grupo étnico los in- dividuos difieren considerablemente entre sí por sus aptitudes. Sin embargo, se han exagerado los caracteres diferenciales entre grupos humanos y se han utilizado para negar el valor del principio ético de igualdad. Es por esto por lo que creemos útil exponer de mane- ra formal lo que, científicamente, se ha establecido sobre la cues- tión de las diferencias entre individuos y entre grupos: a) Los antropólogos no pueden establecer clasificación racial más

que sobre caracteres puramente físicos y fisiológicos. 6) En el estado actual de nuestros conocimientos, el fundamento

de la tesis según la cual los grupos humanos difieren unos de otros por rasgos psicológicamente innatos, ya se trate de la inteligencia o del temperamento, no ha sido probado todavía. Las investigaciones científicas revelan que el nivel de las ap- titudes mentales es casi el mismo en todos los grupos étnicos.

c) Los estudios históricos y sociológicos corroboran la opinión

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Declaración de 1950

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e)

según la cual las diferencias genéticas no tienen importancia en la determinación de las diferencias sociales y culturales que existen entre diferentes grupos de Horno sapiens, y los cambios sociales y culturales en el seno de los diferentes grupos han sido, en conjunto, independientes de las modificaciones en su constitución hereditaria. Han podido comprobarse transfor- maciones sociales considerables que no coinciden con las alte- raciones del tipo racial. Nada prueba que el mestizaje, por sí mismo, produzca malos resultados en el aspecto biológico. En el aspecto social, los re- sultados, buenos o malos, a los cuales conduce, se deben a fac- tores de orden social. Todo individuo normal es capaz de participar de la vida en co- mún, de comprender la naturaleza de los deberes recíprocos y de respetar las obligaciones y los compromisos mutuos. Las diferencias biológicas que existen entre los miembros de los diversos grupos étnicos no afectan en modo alguno a la organi- zación política o social, a la vida moral o a las relaciones sociales.

Finalmente, las investigaciones biológicas vienen a corroborar la ética de la fraternidad universal; porque el hombre es, por tenden- cia innata, un ser inclinado a la cooperación y, si este instinto no encuentra el modo de satisfacerse, individuos y naciones sufren igualmente sus consecuencias. El hombre es, por naturaleza, un ser social que no llega al pleno desarrollo de su personalidad más que por intercambios con sus semejantes. Todo intento de negar este lazo social entre los hombres es causa de desintegración. En este sentido resulta que todo hombre es guardián de su semejante. Ca- da ser humano no es más que una porción de la humanidad, a la cual está indisolublemente ligado.

Declaración redactada en la Sede de la Unesco en París, por los expertos cuyos nombres figuran a continuación: Profesor Ernest Beaglehole (Nueva Zelandia) Profesor Juan Comas (México) Profesor L. A. Costa Pinto (Brasil) Profesor E. Franklin Frazier (Estados Unidos de América) Profesor Monis Ginsberg (Reino Unido) Profesor Humayun Kabir (India)

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Declaración de 1950

Profesor Claude Lévi-Strauss (Francia) Profesor M. F. Ashley Montagu (Estados Unidos de América),

relator.

Texto revisado por el profesor Ashley Montagu, según sugerencias procedentes de las siguientes personalidades Sres. Hadley Cantril, E. G. Conklin, Gunnar Dahlberg, Theodosius Dobzhansky, L. C. Dunn, Donald Hager, Julian Huxley, Otto Klineberg, Wilbert Moore, H. J. Muller, Gunnar Myrdal, Joseph Needham, Curt Stern.

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II Declaración sobre la naturaleza de la raza

y las diferencias raciales París, junio de 195 1

1

Los sabios reconocen, generalmente, que todos los hombres ac- tuales pertenecen a una misma especie llamada Horno sapiens, y que tienen el mismo origen. No se sabe con certeza cuándo y cómo los diferentes grupos humanos se separaron del tronco común.

Los antropólogos están todos de acuerdo al considerar que la noción de raza permite clasificar a los diferentes grupos huma- nos en un cuadro zoológico propio para facilitar el estudio de los fenómenos de evolución. En el sentido antropológico el término “raza” no debe aplicarse más que a los grupos humanos que se dis- tinguen por rasgos físicos claramente caracterizados y esencial- mente transmisibles. De este modo pueden clasificarse nuevas po- blaciones, pero la complejidad de la historia humana es tal que muchos otros se prestan difícilmente a una clasificación racial.

Las diferencias físicas entre los grupos humanos se deben: unas a diferencias de constitución hereditarias, otras a diferencias de medio, la mayor parte a las dos cosas. La genética induce a pensar que las diferencias hereditarias dentro de una misma especie se de- ben a dos clases de causas: por una parte, la composición genética de una población aislada se modifica continuamente, pero progre- sivamente, bajo los efectos de la selección natural, de modifica- ciones fortuitas (mutaciones) de partículas materiales (genes) que rigen la herencia, de modificaciones accidentales de la frecuencia

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Declaración de 1951

de los genes, y, finalmente, de costumbres relativas al matrimonio; por otra parte, los cruzamientos tienden sin cesar a borrar las dife- renciaciones así creadas. Las nuevas poblaciones procedentes de estos cruzamientos, cuando se encuentran a su vez aisladas, sufren las mismas influencias, que pueden dar lugar a nuevas transforma- ciones. Las razas actuales no son más que el resultado, observado en un momento dado de la historia, de la suma de las acciones que se han ejercido sobre la especie humana. Es, pues, normal que los caracteres hereditarios empleados para clasificar a los grupos hu- manos difieran según la finalidad científica que se proponga; lo mismo ocurre con la extensión de las variaciones -y, por consi- guiente, del número de subdivisiones- admitidas dentro de un mismo grupo.

3

Los grupos nacionales, religiosos, geográficos, lingüísticos y cul- turales no coinciden necesariamente con los grupos raciales, y los aspectos culturales de estos grupos no tienen ninguna relación de- mostrable con los caracteres propios de la raza. Los americanos no constituyen una raza, como tampoco los franceses 0 los alemanes. Ningún grupo nacional constituye una raza ipso facto. Los musul- manes y los judíos no forman ninguna raza, como tampoco los católicos o los protestantes, los habitantes de Islandia, de Gran Bretaña o de la India, los pueblos que hablan inglés o cualquier otra lengua, los individuos que pertenecen a la cultura turca o china, etc. El empleo de la palabra “raza” para designar uno de estos grupos puede constituir un grave error; sin embargo, este error se comete con frecuencia.

4

Las razas humanas han sido clasificadas -y lo son todavía- di- ferentemente según los antropólogos. La mayor parte de éstos están de acuerdo en dividir a casi toda la especie humana en tres grandes grupos, por lo menos (en inglés: major racial groups, en francés: grand-races, en alemán: Hauptrassen). Esta clasificación no se basa en ningún carácter físico único: el color de la piel, por ejemplo, no basta para distinguir una gran raza de otra. A esto hay

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Declaración de 1951

que añadir que, en la medida en que ha sido posible analizarlas, las diferencias de estructura física que distinguen a una gran raza de otra no aportan ningún argumento en favor de sus ideas corrientes de una “superioridad” o de una “inferioridad” general de cual- quiera de los dos grupos.

En conjunto, los miembros de cada gran raza se ‘distinguen por ciertos caracteres físicos; pero los individuos -0 los pequeños grupos- pertenecientes a varias subdivisiones de una misma gran raza no se diferencian tan fácilmente entre sí. Incluso, de una gran raza a otra, existen transiciones insensibles y algunos caracteres físicos propios de las grandes razas o de las razas secundarias di- ferentes pueden coexistir en gran parte. En lo que respecta a la mayor parte -si no a la totalidad- de los caracteres mensurables, las diferencias observadas dentro de una misma raza sobrepasan las que se observan entre la media de dos o varias razas que forman parte de una misma gran raza.

5

La mayor parte de los antropólogos no tienen en cuenta los carac- teres mentales en sus clasificaciones de las razas humanas. Las ex- periencias realizadas sobre los miembros de una misma raza mues- tran que los resultados de los tests de inteligencia y de los teste de personalidad dependen a la vez de las aptitudes innatas y de las condiciones del ambiente físico y social, pero no se está de acuer- do sobre la importancia relativa de estos dos factores.

Los resultados de un test psicológico -incluso no verbal- son generalmente peores en el caso de individuos iletrados que en el de sujetos más instruidos. Los tests de este orden pueden dar re- sultados sumamente variables en el caso de grupos diferentes de una misma raza y de un nivel cultural equivalente. Pero si los dos grupos comparados han vivido desde su infancia en medios análo- gos, las diferencias son generalmente mínimas. Todo lo mas, hay motivos para pensar que, para dos grupos situados en idénticas condiciones de ambiente, el nivel medio (es decir, el resultado con- siderado como representativo porque se observan tantos resultados mejores como resultados menos buenos) y las variaciones por enci- ma y por debajo de dicho nivel no difieren sensiblemente de una raza a otra.

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Declaración de 1951

Incluso los psicólogos que declaran haber encontrado las mayores diferencias de inteligencia entre grupos de origen racial di- ferente, y que sostienen que estas diferencias son hereditarias, han comprobado siempre que algunos miembros de un grupo inferior sobrepasan no solamente el nivel más bajo, sino el nivel medio de un grupo superior. De todos modos, nunca se ha podido distinguir dos grupos por sus aptitudes mentales, mientras que puede hacerse frecuentemente ateniéndose a su religión, su lengua, el color de su piel o la naturaleza de sus cabellos. Es posible -pero no está de- mostrado- que algunas categorías de aptitudes innatas, de orden intelectual 0 afectivo, sean más frecuentes en un grupo que en otro; en todo caso, es cierto que estas aptitudes varían tanto, si no más, dentro de un grupo dado que de un grupo a otro.

El estudio de la herencia de los caracteres psicológicos pre- senta múltiples dificultades. Sabemos que algunas enfermedades o deficiencias mentales se transmiten de una generación a otra, conocemos mal el papel de la herencia en la vida psíquica de indi- viduos normales. El individuo normal, cualquiera que sea su raza, es completamente educable. La vida intelectual y moral está, pues, en una gran parte, condicionada por su formación y por su am- biente físico y social.

Con frecuencia, un grupo nacional parece caracterizado por particularidades psicológicas especiales. Para el observador super- ficial, estas particularidades se explican por la raza. Desde el punto de vista científico, sin embargo, cualquiera de estas particularida- des puede muy bien ser el resultado de influencias históricas y sociales sufridas en común, y su existencia no debe hacemos olvi- dar que en el seno de poblaciones diferentes, representativas de un gran número de tipos humanos, se encuentra, aproximadamente, la misma gama de temperamentos y el mismo grado intelectual.

6

Los datos científicos disponibles hasta la fecha no corroboran la teoría según la cual las diferencias genéticas hereditarias serían un factor primordial para determinar las diferencias entre las culturas y sus realizaciones en los diversos pueblos o grupos étnicos. Nos enseñan, por el contrario, que estas diferencias se explican, ante todo, por la historia cultural de cada grupo.

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Declaración de 1951

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No se posee prueba alguna de la existencia de las llamadas razas “puras”. Los esqueletos fósiles nos proporcionan lo esencial de lo poco que sabemos de las razas desaparecidas. En lo que respecta a las mezclas de razas, hay motivos para pensar que el proceso de la hibridación humana se ha efectuado desde hace un tiempo inde- terminado, pero considerable. A decir verdad, uno de los mecanis- mos de la formación, de la extinción y de la fusión de razas es pre- cisamente la hibridación de éstas. Jamás se ha establecido por medio de pruebas válidas que esta hibridación haya tenido efectos desfavorables; no existe, pues, ninguna razón biológica para pro- hibir el matrimonio entre individuos de razas diferentes.

8

Consideremos ahora la aplicación de todos estos datos en el pro- blema de la igualdad entre los hombres. Conviene afirmar que la igualdad de derechos y la igualdad ante la ley, en cuanto a princi- pios morales, no se fundan en modo alguno en el postulado según el cual todos los seres humanos están igualmente dotados.

9

Juzgamos útil exponer de manera formal lo que ha sido estableci- do científicamente sobre las diferencias entre individuos y entre @upos:

‘Los únicos caracteres sobre los cuales los antropólogos han po- dido establecer hasta la fecha clasificaciones raciales son carac- teres físicos (anatómicos y fisiológicos). En el estado actual de la ciencia, nada justifica la creencia de que los grupos humanos difieren por sus aptitudes de orden in- telectual 0 afectivo. Algunas diferencias biológicas pueden ser grandes o mayores dentro de una misma raza que de una raza a otra. Se han observado transformaciones sociales considerables que no coinciden en modo alguno con cambios de tipo racial. Los estudios históricos y sociológicos corroboran así la opinión según la cual las diferencias genéticas apenas intervienen

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Declaración de 1951

en la determinación de las diferencias sociales y culturales entre grupos humanos.

e) Nada prueba que la mezcla de razas tenga efectos desfavorables desde el punto de vista biológico. Los resultados, buenos o ma- los, a los cuales conduce, se explican lo mismo por factores so- ciales.

Declaracion redactada el 8 de junio de 1951 en la Sede de la Unesco, en París, por:

Profesor R. A. M. Bergman, del Instituto Real Tropical de Amster- dam (Países Bajos)

Profesor Gunnar Dahlberg, director del Instituto del Estado de Genética Humana y de Biología de las Razas, de la Universi- dad de Upsala (Suecia)

Profesor L. C. Dunn, del Departamento de Zoología de Columbia University, Nueva York (Estados Unidos de América)

Profesor J. B. S. Haldane, jefe del Departamento de Biometría, University College, Londres (Reino Unido)

Profesor M. F. Ashley Montagu, jefe del Departamento de Antro- pologia, Rutgers University, New Brunswick, N. J. (Estados Unidos de América)

Doctor A. E. Mourant, director del Blood Group Referente Labo- rato y, Lister Institute, Londres (Reino Unido)

Profesor Hans Nachtsheim, director del Instituto de Genética, Freie Universität, Berlín

Doctor Eugène Schreider, director adjunto del laboratorio de an- tropología física de la Escuela de Altos Estudios de París (Francia)

Profesor Harry L. Shdpiro, jefe del Departamento de Antropología del Ameritan Museum of Natural Histoy, Nueva York (Es- tados Unidos de América)

Doctor J. C. Trevor, profesor en la Facultad de Arqueología y Antropología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido)

Doctor V. Vallois, profesor en el Museo de Historia Natural, di- rector del Museo del Hombre, París (Francia)

Profesor S. Zukerman, jefe del Departamento de Anatomía de la Escuela de Medicina de la Universidad de Birmingham

El profesor Th. Dobzhansky, del Departamento de Zoología de la Universidad de Columbia, y el doctor Julian Huxley han participado en la redacción definitiva.

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III Propuestas sobre los aspec tos biológicos

de la cuestión racial Moscú, agosto de 1964

Los expertos cuyos nombres se indican al pie de estas páginas, reu- nidos por la Unesco para expresar su criterio sobre los aspectos biológicos de la cuestión racial y especialmente para determinar los elementos biológicos de una declaración sobre la raza y los prejui- cios raciales prevista para 1966 y destinada a poner al día y com- pletar la declaración sobre la raza y las diferencias raciales redacta- da en 1951, han llegado a un acuerdo unánime sobre las proposi- ciones siguientes:

1. Todos los seres humanos hoy vivientes pertenecen a una misma especie llamada Horno sapiens y proceden de un mismo tronco. La cuestión de cómo y cuándo se han ido diversificando los diversos grupos humanos sigue siendo controvertible.

2. Las diferencias biológicas entre los seres humanos están determinadas por diferencias de constitución hereditaria y por la acción del medio sobre el potencial genético. La mayoría de ellas se deben a la interacción de esas dos clases de factores.

3. En cada población humana hay una amplia diversidad genética. No existe en la especie humana una raza pura, por lo me- nos en el sentido de población genéticamente homogénea.

4. Existen manifiestas diferencias físicas de aspecto medio entre las poblaciones que viven en distintos grupos del globo. Muchas de estas diferencias tienen un componente genético. Estos últimos consisten a menudo en diferencias de frecuencia de los mismos caracteres hereditarios.

5. A base de los rasgos físicos hereditarios, se han propues-

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Propuestas de 1964

to diversas subdivisiones de la humanidad en grandes grupos étni- cos y, a su vez, cada uno de éstos en categorías más restringidas (las razas, que son grupos de poblaciones o incluso las poblaciones). Casi todas las clasificaciones reconocen, por lo menos, tres grandes grupos étnicos. Como la variación geográfica de los caracteres em- pleados en las clasificaciones raciales es muy compleja, y no pre- senta ninguna discontinuidad importante, tales clasificaciones, cualesquiera que sean, no pueden aspirar a dividir la humanidad en categorías rigurosamente distintas; además, dada la complejidad de la historia humana, resulta difícil precisar el lugar que deben ocu- par ciertos grupos en una clasificación racial, sobre todo cuando se trata de poblaciones que ocupan una posición intermedia.

Son muchos los antropólogos que, aun subrayando la impor- tancia de la variabilidad humana, consideran que el interés cientí- fico de estas clasificaciones es limitado, e incluso que presentan el riesgo de incitar a generalizaciones abusivas.

Las diferencias entre individuos de una misma raza o de una misma población son, a menudo, ,mayores que las diferencias me- dias existentes entre razas.0 entre poblaciones.

Los rasgos distintivos variables elegidos para caracterizar una raza, o bien se heredan con independencia unos de otros, o bien presentan un grado variable de asociación dentro de cada po- blación. Por lo tanto, la combinación de caracteres en la mayoría de los individuos no corresponde a la caracterización tipológica de la raza.

6. Lo mismo en el hombre que en los animales, la composi- ción genética de cada población está sujeta a la acción de diversos factores que la modifican: la selección natural, que tiende hacia una adaptación al medio; las mutaciones fortuitas, que consisten en modificaciones de las moléculas de ácido desoxirribonucleico que determinan la herencia; modificaciones casuales de la frecuen- cia de caracteres hereditarios cualitativos, cuyo grado de probabi- lidad depende de la magnitud de la población y de la composición de las uniones en el seno de la misma.

Algunos caracteres físicos poseen valor biológico universal y fundamental para la superviviencia del hombre, independiente- mente de su medio. Las diferencias en las que se basan las clasifi- caciones raciales no afectan a esos caracteres y, por lo tanto, en términos biológicos, no puede hablarse en relación con ellos de

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Propuestas de 1964

una superioridad o inferioridad generales de tal o cual raza. 7. La evolución humana ofrece modalidades de capital im-

portancia que le son propias. La especie humana, que hoy se extiende por toda la superfi-

cie de la tierra, tiene un pasado rico en migraciones y en expan- siones y reducciones territoriales.

Como consecuencia de ello, la adaptabilidad general a los medios más diversos es más pronunciada en el hombre que sus adaptaciones a ciertos medios específicos.

Los progresos realizados por el hombre en todos los órdenes parecen lograrse desde hace muchos milenios, sobre todo -si no únicamente- en el plano de las conquistas culturales y no en los patrimonios genéticos. Ello implica una modificación del papel de la selección natural en el hombre actual.

Debido a la movilidad de las poblaciones y de los factores sociales, las uniones entre miembros de diversos grupos humanos, que tienden a borrar las diferenciaciones adquiridas, han desempe- ñado un papel mucho más importante en la historia de la especie humana que en la historia de las especies animales. En el pasado de toda población, de toda raza humana, figuran múltiples mestizajes que tienden a intensificarse.

En el hombre, los obstáculos a los cruzamientos son de ca- rácter social y cultural tanto como geográfico.

8. En todo tiempo, las características hereditarias de las poblaciones humanas representan un equilibrio inestable, como consecuencia de los mestizajes y de los mecanismos de diferencia- ción ya mencionados. En cuanto entidades definidas por un con- junto de rasgos distintivos propios, las razas humanas están cons- tantemente en trance de formarse y de disolverse.

Las razas humanas presentan en términos generales caracte- rísticas menos netas que muchas razas animales y no pueden asimi- larse, en modo alguno, a las razas de los animales domésticos resul- tantes de una profunda selección realizada con propósitos bien determinados.

9. No se ha demostrado nunca que el mestizaje presente in- convenientes biológicos para la humanidad en general.

Por el contrario, contribuye mucho a que se mantengan vín- tufos biológicos entre grupos humanos y, por lo tanto, a la unidad de la especie humana dentro de su diversidad.

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Propuestas de 1964

Desde el punto de vista biológico, las consecuencias de un matrimonio dependen de la constitución genética individual de los cónyuges y no de su raza.

No existe, pues, justificación biológica alguna para prohibir los matrimonios interraciales, ni para desaconsejarlos.

10. Desde su origen, el hombre dispone de medios cultu- rales cada vez más eficaces de adaptación no genética.

ll. Los factores culturales, que rompen las barreras sociales y geográficas, ensanchan los límites dentro de los cuales se efec- túan las uniones y actúan, por lo tanto, sobre la estructura gené- tica de las poblaciones, disminuyendo las fluctuaciones aleatorias (deriva genética).

12. Como regla general, los grandes grupos étnicos se ex- tienden por vastos territorios que engloban pueblos diversos por su lengua, su economía, su cultura, etc.

Ningún grupo nacional, religioso, geográfico, lingüístico o cultural, constituye ipso facto una raza; el concepto de raza entra- ña únicamente factores biológicos.

Sin embargo, los seres humanos que hablan la misma lengua y comparten la misma cultura tienen tendencia a unirse entre ellos, lo que puede producir un cierto grado de coincidencia entre rasgos físicos, por un lado, y lingüísticos y culturales, por otro. Pero no se sabe que exista relación causal entre éstos y aquéllos y nada au- toriza a atribuir las particularidades culturales a características del patrimonio genético.

13. La mayoría de las clasificaciones raciales de la humani- dad que se han propuesto no incluyen a los rasgos mentales entre sus criterios taxonómicos.

La herencia puede influir en la variabilidad que presentan los resultados de los individuos de una misma población sometidos a determinados tests psicológicos actualmente empleados. Sin em- bargo, no se ha demostrado nunca la existencia de diferencias entre los patrimonios hereditarios de grupos de población con res- pecto a lo que se trata de medir con dichos tests, mientras que la influencia del medio físico, cultural y social en los resultados de los mismos está ampliamente comprobada.

Complican el estudio de esta cuestión las grandes dificulta- des con que se tropieza para aislar la parte que pueda eventual- mente corresponder a la herencia en las diferencias medias que se

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Propuestas de 1964

han observado entre los resultados de los tests llamados de inteli- gencia global en poblaciones culturalmente diferentes.

Al igual que ciertos grandes rasgos anatómicos de la especie humana, la capacidad genética de desarrollo intelectual depende de características biológicas que son de valor universal, dada su im- portancia para la supervivencia de la especie en cualquier medio natural y cultural.

Los diversos pueblos de la tierra parecen poseer hoy iguales potencialidades biológicas para alcanzar cualquier nivel de civili- zación. Las diferencias entre los resultados logrados por los dis- tintos pueblos parecen deberse enteramente a su historia cultural.

A veces se atribuyen a un pueblo determinado ciertas parti- cularidades psicológicas. Tanto si tales afirmaciones son fundadas como si no lo son, mientras no se demuestre lo contrario, esas particularidades no deben atribuirse a la herencia.

No existe ninguna justificación de los conceptos “razas su- periores” y “razas inferiores”, ni desde el punto de vista de las po- tencialidades hereditarias, en lo relativo a la inteligencia global y a las capacidades para el desarrollo cultural, ni desde el de los ca- racteres físicos.

Los datos biológicos anteriormente expuestos constituyen una contradicción absoluta de las tesis racistas. Estas no pueden, en modo alguno, reivindicar una justificación científica y constituye un deber para los antropólogos hacer lo posible para impedir que los resultados de sus investigaciones sean deformados por la uti- lización que podría hacerse de los mismos con fines no científicos.

Moscú, 18 de agosto de 1964

Profesor Nigel Barnicot, Departamento de Antropología, Univer- sity College, Londres (Reino Unido)

Profesor Jean Benoist, director del Departamento de Antropo- logía, Universidad de Montreal (Canadá)

Profesor Tadeusz Bielicki; Instituto de Antropología, Academia de Ciencias de Polonia, Wrocluw (Polonia)

Doctor A. E. Boyo, jefe del Instituto Federal de Investigaciones sobre la Malaria, Departamento de Patología y Hematología, Escuela de Medicina de la Universidad de Lagos (Nigeria)

Profesor V. V. Bunak, Instituto de Etnografía, Academia de Cien- cias, Moscú (URSS)

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Propuestas de 1964

Profesor Carleton S. Coon, conservador del Museo de la Universi- dad, Universidad de Pensilvania, Filadelfia, Pa. (Estados Unidos de América)

Profesor G. F. Debetr, Instituto de Etnografia, Academia de Cien- cias, Moscú (URSS)

Sra. Adelaida G. de Díar Ungría, conservadora del Museo de Cien- cias Naturales, Caracas (Venezuela)

Profesor Santiago Genovés, Instituto de Investigaciones Históricas, Facultad de Ciencias, Universidad de México (México)

Profesor Robert Gessain, director del Centro de Investigaciones Antropológicas, Museo del Hombre, París (Francia)

Profesor Jean Hiernaux, Laboratorio de Antropología, Facultad de Ciencias, Universidad de París; Instituto de Sociología, Uni- versidad libre de Bruselas (Bélgica)

Doctor Yaya Kane, director del Centro Nacional de Transfusión de Sangre del Senegal, Dakar (Senegal)

Profesor Ramakhrishna Mukherjee, jefe del Servicio de Investiga- ción Sociológica, Instituto de Estadística de la India, Calcu- ta (India)

Profesor Bernard Rensch, Instituto de Zoología, Westfalische Wilhelms-Universität, Münster (República Federal de Ale- manta)

Profesor Y. Y. Roguinski, catedrático de antropología, Universi- dad de Moscú (URSS)

Profesor Francisco M. Salzano, Instituto de Ciencias Naturales, Porto Alegre, Río Grande del Sur (Brasil)

Profesor Alf Sommerfelt, prorrector honorario de la Universidad de Oslo (Nomega)

Profesor James N. Spuhler, Departamento de Antropología, Uni- versidad de Michigan, Ann Arbor, Mich. (Estados Unidos de América)

Profesor Hisashi Suruki, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias, Universidad de Tokio (Japón)

Profesor J. A. Valsik, Departamendo de Antropología y Genética, Universidad J. A. Komensky, Bratislava (Checoslovaquia)

Doctor Joseph S. Weiner, Escuela de Medicina Tropical y de Hi- giene, Universidad de Londres (Reino Unido)

Doctor W. P. Yakimov, Instituto de Antropología, Universidad de Moscú (URSS).

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IV Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales

París, septiembre de 1967

1. “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos.” Este principio democrático, universalmente proclama- do, se encuentra amenazado dondequiera que las relaciones entre grupos humanos estén influidas por desigualdades políticas, econó- micas, sociales o culturales. Uno de los obstáculos más importantes que se oponen al reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos es el racismo. El racismo sigue amenazando al mundo. Como fenómeno social de primera importancia, requiere la aten- ción de todos los que estudian las ciencias del hombre.

2. El racismo constituye una rémora para el desarrollo de quienes son sus víctimas, pervierte a quienes lo aplican, divide in- teriormente a las naciones, agrava la tensión internacional y ame- naza la paz mundial.

3. Los expertos reunidos en París en septiembre de 1967 han estado de acuerdo en que las doctrinas racistas carecen entera- mente de base científica; han ratificado los propuestas aprobadas en la reunión internacional celebrada en Moscú en 1964 para vol- ver a examinar los aspectos biológicos de las declaraciones sobre la raza y la diferencias raciales formuladas en 1950 y 1951; y de modo especial, han subrayado los puntos siguientes: a) Todos los hombres que viven hoy día pertenecen a la misma es-

pecie y descienden del mismo tronco. b) La división de la especie humana en “razas” es, en parte, con-

vencional y, en parte, arbitraria, y no implica en modo alguno una jerarquía. Muchos antropólogos subrayan la importancia

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Declaración de 196 7

de la variabilidad humana, pero estiman que las divisiones ‘ka- ciales” no presentan sino un interés científico limitado y en- trañan el peligro de llevar a generalizaciones abusivas.

c) En el estado actual de los conocimientos biológicos, no es po- sible imputar las realizaciones culturales de los pueblos a dife- rencias dc potencial genético. Las diferencias entre los resulta- dos logrados por los diversos pueblos deben atribuirse única- mente a su historia cultural. Los pueblos del mundo parecen poseer hoy día las mismas potencialidades biológicas para alcanzar cualquier nivel de civilización.

El racismo deforma burdamente los conocimientos relativos a la biología humana.

4. Los problemas humanos derivados de las relaciones lla- madas “raciales” son de origen social y no biológico. En particular, constituye un problema fundamental el racismo, es decir, creencias y actos antisociales basados en la falacia de que las relaciones dis- criminatorias entre grupos pueden justificarse por motivos bioló- gicos.

5. Los grupos evalúan habitualmente sus características por comparación con las de otros grupos. El racismo sostiene sin razón que hay una base científica para la jerarquización de los grupos en función de características psicológicas y culturales, consideradas como inmutables e innatas. Trata así de presentar como inviolables las diferencias existentes, con objeto de perpetuar las relaciones actuales entre grupos.

6. Enfrentado con la demostración de la falsedad de sus doctrinas biológicas, el racismo encuentra siempre nuevas estrata- gemas para justificar la desigualdad de los grupos. Subraya el hecho de que no se celebran matrimonios entre personas de los diferentes grupos, hecho que se debe, en parte, a las divisiones creadas por el propio racismo. Defiende, basándose en ese dato, la tesis de que si no se celebran tales matrimonios, ello se debe a diferencias de or- den biológico. Cuando no consigue probar que el origen de las di- ferencias entre los grupos es biológico, recurre a otras justifica- ciones: intención divina, diferencias culturales, disparidad entre los niveles de instrucción o cualquier otra doctrina que pueda servir para enmascarar la persistencia de las creencias racistas. Así, mu- chos de los problemas que plantea el racismo en el mundo actual no derivan únicamente de sus manifestaciones francas, sino tam-

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Declaración de 196 7

bién de las actividades de quienes practican la discriminación por motivos raciales sin querer reconocer que así lo hacen.

7. El racismo tiene raíces históricas. No ha sido un fenóme- no universal. Son numerosas las sociedades y las culturas contem- poráneas que apenas presentan huellas de él. No ha sido percep- tible durante largos periodos de la historia mundial. Muchas for- mas del racismo han derivado de las condiciones creadas por conquistas, del deseo de justificar la esclavitud de los negros y sus consecuencias de desigualdad racial en Occidente, y de las rela- ciones coloniales. Entre otros ejemplos, figura el antisemitismo, que ha desempeñado un papel particular en la historia, haciendo que los judíos sirviesen de víctimas propiciatorias a las que se cargaba la responsabilidad de los problemas y las crisis a que se enfrentaban numerosas sociedades.

8. La revolución anticolonial del siglo XX ha abierto nuevas posibilidades de eliminar el azote del racismo. En algunos países antes dependientes, personas consideradas hasta entonces como

inferiores han obtenido por primera vez la plenitud de sus dere- chos políticos. Por otra parte, la participación, en pie de igualdad, en la labor de las organizaciones internacionales de países que antes eran dependientes ha contribuido mucho a socavar las bases del racismo.

9. No obstante, hay en algunas sociedades casos de grupos que, habiendo sido víctimas de prácticas racistas, han aplicado en su lucha por la libertad, doctrinas de resonancias racistas. Tal acti- tud es un fenómeno secundario, una reacción que deriva de la búsqueda por el hombre de una identidad que la teoría y las prác- ticas racistas le negaban hasta entonces. En cualquier caso, las nuevas formas de ideología racista que resultan de esta explo- tación anterior no tienen tampoco justificación biológica alguna. Son producto de una lucha política y carecen de fundamento científico.

10. Para socavar las bases del racismo no basta con que los biólogos demuestren su falsedad. Es también necesario que los psi- cólogos y los sociólogos pongan de manifiesto sus causas. La es- tructura social es siempre un factor importante. No obstante, den- tro de la misma estructura social, puede ocurrir que el grado de racismo que caracteriza el comportamiento de los individuos varíe mucho según su personalidad y sus circunstancias particulares.

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ll. El Comité de Expertos llegó a las siguientes conclusio- nes respecto a las causas sociales de los prejuicios raciales: a) Las causas económicas y sociales del racismo son especial-

mente perceptibles en las sociedades de colonos, caracterizadas por una gran desigualdad de poder y propiedad, en ciertas zo- nas urbanas donde han surgido “ghettos” cuyos habitantes se ven privados de la igualdad de acceso al empleo, a la vivienda, a la vida política, a la educación y a la administración de justicia, y en muchas sociedades en las cuales se asignan determinadas funciones económicas y sociales, consideradas incompatibles con la ética o indignas de sus miembros, a un grupo de origen diferente,que es objeto de menosprecio, censuras y sanciones por el hecho de desempeñarlas.

6) Puede observarse una particular propensión a adoptar y mani- festar prejuicios raciales en individuos que padecen ciertos tras- tomos de la personalidad. Pequeños grupos, asociaciones y mo- vimientos sociales de ciertos tipos conservan y transmiten a veces los prejuicios raciales. Pero las raíces de esos prejuicios se encuentran en el sistema económico y social de la comunidad de que se trate.

c) El racismo tiende a tener efecto acumulativo. La discrimina- ción priva a un grupo de la igualdad de derechos y presenta después a ese grupo como problema. Se tiende entonces a re- prochar al grupo su propia situación, lo que conduce a una nueva ampliación de la teoría racista.

12. Las principales técnicas que pueden utilizarse para hacer frente al racismo consisten en modificar la situación social que da origen a los prejuicios, impedir que quienes los abrigan actúen de conformidad con sus erróneas convicciones y combatir esas falsas creencias.

13. Es evidente que las modificaciones esenciales de la es- tructura social que pueden llevar a la eliminación de los prejuicios raciales exigen a veces decisiones de orden político. Pero es igual- mente claro que pueden ponerse en juego, de manera inmediata y eficaz, para contribuir a esa eliminación, ciertos instrumentos de progreso tales como la enseñanza y otros medios de desarrollo eco- nómico y social, los órganos de información y la legislación.

14. La escuela y otros instrumentos de progreso económico y social pueden ser algunos de los medios más eficaces para lograr

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una mejor comprensión y la realización cabal de las posibilidades del hombre. Pueden asimismo ser utilizados para perpetuar la dis-

criminación y la desigualdad. Por consiguiente, es esencial que los recursos en materia de educación y de acción económica y social de todos los países se empleen de las dos maneras siguientes: a) Las escuelas deben velar por que en sus planes de estudios

tengan cabida nociones científicas sobre la raza y la unidad del género humano, y por que no se hagan distinciones denigrantes para ningún pueblo en los libros de texto ni en las aulas.

b) i. Puesto que los conocimientos que deben adquirirse median- te la instrucción de t.ipo clásico y la enseñanza profesional tienen una importancia creciente a medida que avanza el proceso de desarrollo tecnológico, los recursos de las es- cuelas y los demás recursos deben ponerse íntegramente a disposición de todos los grupos de la población sin restric- ción ni discriminación.

ii. Además, en los casos que, por razones históricas, determi- nados grupos tengan un nivel inferior de educación y de vida, corresponde a la sociedad adoptar medidas para reme- diar esa situación. Tales medidas deben tender, dentro de lo posible, a evitar que se transmitan a los niños las limita- ciones de que sufren los medios menos favorecidos por la fortuna.

Dada la importancia del papel de los maestros en todo programa de enseñanza, debe tenerse especial cuidado en la formación del personal docente. Hay que enseñar a los maestros a darse cuenta del grado en que están imbuidos de los prejuicios corrientes en su sociedad y alerltarles a desechar tales prejuicios.

15. Los servicios oficiales y las demás organizaciones inte- resadas deben poner especial cuidado en mejorar las condiciones de la vivienda y las posibilidades de trabajo de las víctimas del racismo. Estas medidas no sólo contrarrestarán los efectos del ra- cismo, sino que podrán ser en sí mismas un medio eficaz para mo- dificar las actitudes y comportamientos racistas.

16. Los grandes medios de información tienen una impor- tancia cada vez mayor para favorecer la difusión de conocimientos y la comprtnsión, pero no se conocen todavía exactamente sus posibilidades. Es necesario seguir haciendo investigaciones sobre la utilización social de esos medios para medir su influencia en la for-

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Declaración de 196 7

mación de actitudes y pautas de comportamiento en lo que se re- fiere a prejuicios raciales y discriminación racial. Como los grandes medios de información llegan a una gran masa de personas, de gra- dos de instrucción y nivel social muy diversos, pueden desempeñar un papel decisivo en la agravación o la eliminación de los prejui- cios raciales. Los profesionales de la información deben mantener una actitud favorable a la comprensión entre los grupos y las po- blaciones. Deben evitarse las imágenes estereotipadas de los pue- blos y la ridiculización de los mismos. Debe evitarse también que en la redacción de las noticias se ponga de relieve el origen racial de las personas de que se habla cuando ello no sea esencial para el relato de los hechos.

17. El derecho es uno de los principales medios de lograr la igualdad entre los individuos y uno de los instrumentos más efi- caces de lucha contra el racismo.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada el 10 de diciembre de 1948, junto con los acuerdos y las conven- ciones internacionales que han entrado en vigor en esa materia desde entonces, puede contribuir eficazmente, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, a la lucha contra toda injus-

ticia de origen racista. La legislación nacional es un medio de proscribir eficazmen-

te la propaganda racista y los actos basados en la discriminación racial. Además, la política general expresada en esa legislación debe ser obligatoria no sólo para los tribunales y los jueces encar- gados de hacerla respetar, sino también para todos los servicios oficiales, cualquiera que sea su nivel 0 su carácter.

No cabe pretender que la legislación pueda eliminar inme- diatamente los prejuicios. No obstante, al proteger a las víctimas de actos basados en prejuicios y al presentar un ejemplo moral res- paldado por el prestigio de los tribunales, puede llegar a la larga incluso a modificar las actitudes.

18. Los grupos étnicos que son objeto de ciertas formas de discriminación son a veces aceptados y tolerados por los grupos dominantes, a condición de que renuncien totalmente a su identi- dad cultural. Debe subrayarse que los esfuerzos de esos grupos ét- nicos para preservar sus valores culturales son dignos de encomio, ya que les permitirán estar en mejores condiciones de contribuir a enriquecer la cultura total de la humanidad.

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Declaración de 1967

19. En el mundo de hoy, los prejuicios y la discriminación raciales proceden de fenómenos históricos y sociales, y pretenden en vano contar con la sanción de la ciencia. Por consiguiente, todos los especialistas de las ciencias biológicas y sociales, los filó- sofos y los investigadores que trabajan en disciplinas conexas están obligados a velar por que los resultados de sus investigaciones no sean utilizados abusivamente por quienes deseen propagar los pre- juicios raciales y fomentar la discriminación.

Esta declaración fue redactada por un comité de expertos en el tema de la raza y los prejuicios raciales, que se reunió en la Casa de la Unesco, en París, del 18 al 26 de septiembre de 1967. Partici- paron en los trabajos del Comité las siguientes personalidades:

Doctor Muddathir Abdel Rahim, Universidad de Jartum (Sudán) Profesor Georges Balandier, Universidad de París (Francia) Profesor Celio de Oliveira Borja, Universidad de Guanabara (Brasil) Profesor Lloyd Braithwaite, Universidad de las Antillas (Jamaica) Profesor Leonard Broom, Universidad de Texas (Estados Unidos

de Amérka) Profesor G. F. Debetz, Instituto de Etnografía, Moscú (URSS) Profesor J. Djordjevic, Universidad de Belgrado (Yugoslavia) Decano Clarence Clyde Ferguson, Howard University (Estados

Unidos de América) Doctor Dharam P. Ghai, University College (Kenya) Doctor Louis Guttman, Universidad Hebrea (Israel) Profesor Jean Hiernaux, Universidad Libre de Bruselas (Bélgica) Profesora A. Kloskowaska, Universidad de Lodz (Polonia) Kéba M’Baye, primer presidente del Tribunal Supremo (Senegal) Profesor John Rex, Universidad de Durham (Reino Unido) Profesor Mariano R. Solveira, Universidad de La Habana (Cuba) Profesor Hishasi Suzuki, Universidad de Tokio (Japón) Doctora Romila Thapar, Universidad de Delhi (India) Profesor C. H. Waddington, Universidad de Edimburgo (Reino

Unido).

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