Decálogo de La Anomia Argentina

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  • 7/21/2019 Declogo de La Anomia Argentina

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    lanacion.com | Opinin

    Entre nosotros se ha abusado de la palabra anomia -un trmino acuado por la sociologa

    clsica- hasta convertirla en un tpico. Anomia significa ausencia de normas para regular la

    vida social. Sin duda su popularizacin -las palabras no son neutrales- es un sntoma de

    nuestra sociedad, que con sus comportamientos nos obliga a recaer una y otra vez en ella.

    Sobre la anomia argentina escribi pginas ya clsicas Carlos Nino, cuyo concepto de "anomia boba"

    designa un tipo de inobservancia de la ley que no favorece a nadie y genera altos niveles de

    ineficiencia. La anomia que me interesa destacar, no obstante, es la que se produce por una falla

    estructural de la clase dirigente. Se manifiesta como un fracaso en el ejercicio de la autoridad y afecta

    las percepciones y los comportamientos. Se trata de una patologa que se contagia del poder y se

    transmite a los grupos sociales. Su vctima es la gente comn. Los victimarios, aquellos que ocupan

    posiciones de poder. La anomia boba perjudica a todos, la anomia a la que me refiero somete a la

    sociedad en beneficio de sus elites.

    Mi descripcin de la anomia argentina consta de diez rasgos o factores. El primero, y acaso el ms

    grave, lo defini Tulio Halpern Donghi, uno de nuestros mejores historiadores, cuando concluy: "Si

    hay un rasgo que caracteriza la vida poltica argentina es la recproca denegacin de legitimidad de

    las fuerzas que en ella se enfrentan, agravada porque stas no coinciden ni aun en los criterios

    aplicables para reconocer esa legitimidad".

    Denegar legitimidad significa descalificar por completo al que piensa distinto. Y suponer que si

    prevaleciera, slo atendera a sus intereses y daara al conjunto. No caben aqu la contraposicin de

    ideas ni el intento de establecer acuerdos mnimos. La razn es un trgico leitmotiv de la cultura

    poltica argentina: cada uno percibe al que piensa distinto como un enemigo, no como un adversario.

    El segundo factor, que es consecuencia del anterior, lo llamar demarcacin de territorios. Las elites

    argentinas, como los animales domsticos, fijan obsesivamente los lmites de sus espacios de accin y

    pretenden reinar all sin intromisiones ni lmites. Amos de sus cotos, los lderes sectoriales construyen

    una leyenda edificante destinada a encubrir sus intereses. Lo que, hasta cierto punto, podra

    considerarse un efecto normal de la divisin del trabajo adquiere en la Argentina un carcter

    sofocante: la demarcacin de territorios anula cualquier espacio compartido. Nuestras elitespretenden apropiarse de toda la renta, simblica o material, sin contribuir al patrimonio comn.

    Jueves 19 de noviembre de 2009 | Publicado en edicin impresa

    Cuando una democracia se desorganiza

    Declogo de la anomia argentina

    Eduardo Fidanza

    Para LA NACION

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    El tercer rasgo es el desacople entre poder y autoridad. Como nadie le reconoce legitimidad al otro,

    en la Argentina cada sector se dedica a ejercer el poder. El poder sin legitimidad se reduce a la pura

    fuerza. Hay que ser prepotente, avanzar, apretar, atropellar, ocupar espacios, depredar. La barra

    brava, el piquete y la patota simbolizan esas conductas, pero no hay que engaarse: existen en las

    canchas de ftbol y en las calles como en los salones y despachos ms influyentes. Con cuidados

    argumentos o con palos, los argentinos buscan imponerse unos a otros por la fuerza. Pocas veces

    prevalecen la moderacin y la autoridad.

    El cuarto factor es la falta de consenso respecto del perfil institucional del pas. La clase dirigenteargentina no se pone de acuerdo acerca de qu tipo de instituciones habrn de regir la sociedad.

    Aqu se manifiesta la ausencia de criterios de la que hablaba Halpern. Desde hace 25 aos acatamos

    formalmente la democracia, pero no deja de corroernos la disputa acerca de cules debern ser sus

    caractersticas y acentos. Esa divergencia, que involucra aspectos econmicos y polticos, puede

    rastrearse ya en los siglos XIX y XX, cuando unos plantearon la contradiccin entre civilizacin y

    barbarie, y otros, entre pueblo y oligarqua.

    El quinto rasgo es la utilizacin del Estado para fines partidarios. Este fenmeno, que es una tentacin

    irresistible en cualquier sistema poltico, alcanz en la Argentina niveles intolerables. Implica, como

    tantas veces se ha repetido, una confusin entre Estado, gobierno y partido. Llegar al gobierno

    supone apropiarse del Estado y usarlo como instrumento arbitrario de acumulacin de poder. Esta

    malversacin de la funcin estatal, convertida en costumbre y fuera de todo control, tiene efectos

    devastadores para la cultura pblica. Tratemos de convencer a un votante comn de que los polticos

    que debe elegir cumplirn su papel atendiendo al inters general y no al de su propio sector. Nadie

    nos va a creer.

    El sexto rasgo deriva del anterior. Es la desercin del Estado de sus funciones bsicas. Hace 20 aos

    que nuestra clase dirigente discute si el Estado debe intervenir activamente en la economa o debe

    limitarse a garantizar servicios esenciales, como salud, educacin, seguridad, justicia y defensa. Pues

    bien: tuvimos una dcada para cada posicin; al cabo, el Estado sigue demostrando ser un psimo

    administrador de empresas y un ente fracasado para asegurar los bienes pblicos.

    La gente sufre cada da la ausencia del Estado. Se siente desprotegida. Intentemos convencerla de

    que no se repliegue, de que no se enfurezca, de que no se deprima, de que no se asuste o de que no

    recurra a medios ilegales para alcanzar sus objetivos. Ser intil: dirn, como se dice en la calle, "no

    nos queda otra".

    La sptima caracterstica es la fragmentacin y prdida de identidad de las fuerzas polticas. La

    decadencia de los partidos, el uso arbitrario del poder estatal, las mscaras del peronismo, los

    problemas del radicalismo para gobernar, la inexistencia de una derecha y una izquierda

    presentables, entre otros infortunios, produjeron a la vez la atomizacin y la disolucin de las

    identidades polticas.

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    Como escribi Carlos Pagni hace unos das en este diario, la poltica argentina se organiza hoy en

    torno a ejes temticos de coyuntura, no segn la pertenencia a organizaciones con programas y

    proyectos. Esto es fuente de una enorme confusin. Y un campo propicio para manipular las

    voluntades. La gente no entiende este desbarajuste ni quiere hacer el esfuerzo para comprender,

    porque ya no le importa.

    El octavo factor es el autismo. Las elites argentinas, enfrascadas en sus luchas facciosas, perdieron

    la nocin de que viven en una regin del mundo que, aun con sus graves problemas, considera una

    prdida de tiempo (si no una imbecilidad) vivir dilapidando oportunidades, debatiendo temas delpasado, practicando la desunin y dando la espalda a la realidad internacional. El resultado es

    deplorable: nuestros vecinos progresan y maduran, respetan y apoyan a sus presidentes, preservan

    consensos bsicos, ganan prestigio. Nosotros ya no somos un socio confiable para ellos. Participamos

    del protocolo, pero cada vez menos de la confianza y los negocios. La anomia poltica es una

    extravagancia que el mundo no est en condiciones de tolerar.

    La novena caracterstica es la desigualdad. Es cierto que trata de un problema mundial de difcil

    solucin, pero la Argentina es el pas de la regin que se volvi ms desigual en menos tiempo.

    Conserva an altos ndices relativos de desarrollo humano, aunque pierde terreno con rapidez. Y

    muestra un aumento notable de la mortalidad infantil y de otros indicadores similares. Cuando las

    elites se desentienden de la desigualdad o se acuerdan de ella en ocasiones, se generan

    resentimiento, frustracin y violencia. Las clases sociales se separan por muros invisibles pero

    infranqueables. Cada grupo con sus cdigos, sus recelos y sus estrategias. De un lado, los que

    pueden darse una vida entre digna y ostentosa; del otro, los que no poseen nada y no tienen

    perspectivas de mejorar. Es una caldera de odio.

    Las invocaciones al rol del Estado y de la iniciativa privada, la retrica populista, las pulcras recetas

    liberales se proclaman en las plazas y en los simposios, pero, como se dice en el lenguaje comn, "no

    pasa nada". Los argentinos siguen murindose cada da de pobreza o de violencia.

    El ltimo rasgo es un signo de los gobiernos irresponsables. Lo denomino la excitacin de lasapetencias individuales. Qu quiere decir? Significa, dicho rpido y con sencillez, que, cuando la

    economa marcha bien, se reparte o se promete repartir sin prever los malos tiempos. Se induce a

    creer que no hay lmites. Que siempre se vivir en la abundancia. Cuando sta cesa, cada sector se

    cree con el derecho de seguir reclamando la cuota prometida. La irresponsabilidad consiste en ocultar

    que las necesidades se atienden segn los recursos disponibles y que stos son por naturaleza

    fluctuantes. Los buenos gobiernos dependieron siempre de las ecuaciones, no de la demagogia.

    La sociedad argentina vive momentos de crispacin. La gente est harta de sus dirigentes. Hay

    esfuerzos sensatos para cambiar el rumbo, pero no alcanzan. Se impone la intolerancia. Parece que

    caminramos, para usar la expresin del poeta Csar Vallejo, por el "borde clebre de la violencia".

    Es una sensacin desagradable, amenazadora. Emile Durkheim, el socilogo que describi la anomia,

    pensaba que la desorganizacin social abre la puerta a todas las aventuras. Yo agregara: cuando las

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    TEMAS DE HOY

    democracias se desorganizan, suelen engendrar aventuras totalitarias.

    Acaso no est de ms recordarlo en estos das de furia. LA NACION .

    Paro nacional Hugo Moyano Luis Barrionuevo Cristina Kirchner

    http://www.lanacion.com.ar/cristina-kirchner-t988http://www.lanacion.com.ar/luis-barrionuevo-t48797http://www.lanacion.com.ar/hugo-moyano-t826http://www.lanacion.com.ar/paro-nacional-t51006