De Viana, Perez. Ser Persona, Cultura,Valores y Religión (2)

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Centro de Estudios en Línea – UCAB. RIF-J-00012255-5 Introducción al Estudio del Hombre. En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso respecto al hombre como en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en ésta. Ninguna época hasta la fecha ha sido capaz de hacer accesible este saber con la rapidez y facilidad de la nuestra. Y sin embargo, en ningún tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual. Martin Heidegger 1.1. La Universidad surge en la Alta Edad Media a la sombra y bajo la tutela de la Iglesia, en la convicción

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Etica y sociedad

Transcript of De Viana, Perez. Ser Persona, Cultura,Valores y Religión (2)

Centro de Estudios en Línea – UCAB. RIF-J-00012255-5

Introducción al Estudio del Hombre.

En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso respecto al hombre como en la nuestra.

En ninguna época se expuso el conocimiento acerca del hombre en forma más penetrante

ni más fascinante que en ésta. Ninguna época hasta la fecha ha sido capaz de hacer

accesible este saber con la rapidez y facilidad de la nuestra. Y sin embargo, en ningún

tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el

hombre tan problemático como en la actual.

Martin Heidegger

1.1. La Universidad surge en la Alta Edad Media a la sombra y bajo la tutela de la

Iglesia, en la convicción de que la búsqueda de la verdad culmina en el encuentro

con Dios mismo

"La Universidad es una creación del catolicismo. Ni Atenas, ni Tebas, ni Nínive, ni

Jerusalén conocieron la institución que llamamos Universidad. Esta nació de la Iglesia, y

creció alimentada y formada por el catolicismo"1. Como ha dicho M. de Wulf, "la antigüedad

y el Oriente no conocieron esas entidades corporativas, esas libres asociaciones de 1 MC GINLEY, Lawrence J., S.J. "La función de la Universidad Católica", en la Universidad en el Siglo XX, Ed. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1951.

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maestros y de alumnos -con sus privilegios, sus programas establecidos, sus diplomas, sus

grados- que constituyen las universidades medievales".

A diferencia de las universidades de nuestro tiempo, que se identifican

inmediatamente con una institución organizada por facultades o departamentos y dotada de

instalaciones y espacios físicos propios, en su origen medieval, la Universidad, la

Universitas, se identificaba con la comunidad de maestros y discípulos, una asociación

corporativa, o como diríamos hoy, un sindicato que tutelaba una determinada categoría de

personas que participaban, y en cierto sentido monopolizaban la enseñanza y la discusión

intelectual académica de una determinada ciudad. Desde el punto de vista sociológico, la

Universidad vino a institucionalizar todo el movimiento espontáneo de floración intelectual

que se desarrolló durante el s. XII como consecuencia de la creciente madurez cultural del

orden medieval. En efecto, durante el s. XII en los principales centros urbanos europeos

proliferaron los maestros y estudiantes itinerantes, que recorrían el continente en búsqueda

de un saber superior. La Universidad se convertirá en el espacio propio de ese saber.

1.1.1. La institución universitaria persigue la formación integral de sus miembros

La estructura de la Universidad, desde su origen, cristaliza en facultades que podrían

alcanzar el número de cinco: la facultad de artes -que impartía la formación básica centrada

en los aspectos filosóficos, que nunca faltan, y a la que accede todo universitario: esa

formación es precisamente lo específico universitario-, teología, medicina, derecho

canónico (eclesiástico) y derecho civil.

La generalidad de los estudiantes alcanza la licenciatura o grado de «maestro en

artes", magister artium, para el que son requeridos seis años de estudios y que es requisito

previo para el paso a las otras facultades. Otros ocho años de estudios son requeridos

posteriormente para obtener el grado de doctor en teología, medicina o derecho. La

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extensión de los estudios se evidencia, por ejemplo, en el hecho de que los estatutos de

1215 de la Universidad de Paris establecen como edad mínima para obtener un doctorado,

los treinta y cinco años del candidato.

La facultad de artes, esa especie de "Ciclo básico común" de la universidad

medieval, era el fundamento de la vida universitaria porque consideraba que las artes

liberales eran la base de cualquier aprendizaje especial, concediendo particular importancia

entre ellas, a la gramática, la lógica, la matemática, la física, la metafísica y la ética. Esto

significa que el maestro en artes era un universitario con una amplia cultura académica

básica, inspirada en la razón -recordemos que el estudio de la teología era objeto de otra

facultad y de un período posterior-, que alcanzaba una síntesis de los saberes filosóficos y

científicos.

Conviene tener presente, entonces, que desde sus inicios la institución universitaria

persigue la formación integral de los miembros de la comunidad: no se trata de que el

universitario "sepa todo", tarea por demás imposible, sino de que posea una perspectiva

integral básica desde la cual comprende los saberes particulares, que pueden ser

integrados así en una síntesis superior de sentido.

A esta intención responde precisamente la presencia de la facultad de "Artes" y su

orientación fundamental filosófica, en la estructura universitaria medieval.

1.1.2. En la primera mitad del s. XIII, en Europa occidental la institución universitaria

está sólidamente establecida, testimoniando un período de auténtico esplendor

intelectual

La primera Universitas medieval que se convirtió en una institución académica

semejante a nuestras universidades fue la de Boloña (Italia), a la que Federico I Barbarroja

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concedió privilegios especiales, seguida muy de cerca por la más prestigiosa de las

universidades medievales, la de París (que recibió sus primeros privilegios institucionales

del papa Celestino III en 1174, y del rey Felipe Augusto en 1200, así como sus primeros

estatutos propios en 1215 y la Bula Parens scientiarum del papa Gregorio IX en 1231 que

constituye su Charca o reconocimiento oficial definitivo), y por las de Oxford (cuyos

privilegios iniciales son de 1214), Cambridge (que surge como escisión de la de Oxford en

1209), Padua (que surge como escisión de la Universidad de Boloña en 1222), Nápoles

(fundada en 1224 por Federico II), Toulouse (fundada en 1229 con el propósito de formar

teólogos que hicieran frente a la herejía cátara), Coimbra (1288), Salamanca (fundada en

1220 por el rey Alfonso X y refundada en 1254 por el papa Alejandro IV y el rey Alfonso X),

y Montpellier (donde la facultad de medicina es de primer orden y cuyos estatutos datan de

1259). A este listado habría que añadir los studia de la Curia papal de Roma y los creados

por las órdenes religiosas, como el de los dominicos en Colonia. De este modo, en la

primera mitad del s. XIII, en Europa occidental la institución universitaria está sólidamente

establecida testimoniando un período de auténtico esplendor del patrimonio intelectual y

superando un movimiento escolar-intelectual itinerante y espontaneísta que se había

desarrollado un siglo antes.

Desde el momento en que la Universidad de Paris y las que sucesivamente

aparecieron, lo hicieron bajo la tutela del papado, quedaron institucionalmente sustraídas de

las autoridades locales -el rey, el obispo y su canciller- desarrollándose como espacios

abiertos de perspectiva universal. De este modo, las aspiraciones de libertad de enseñanza

a investigación -obstaculizadas por los poderes locales- encontraron en el poder papal su

apoyo fundamental.

La aparición de las Universidades en este contexto tuvo dos efectos de amplio

alcance:

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a. Apareció una comunidad de maestros a los que la Iglesia confió la función de

enseñar en el seno de la cristiandad medieval. Es un hecho notable, ya que hasta

entonces la función de enseñar era patrimonio exclusivo de la jerarquía eclesiástica.

Como lo ha expresado M. D. de Chenu,

los magistri están oficialmente cualificados para hablar de fe y de doctrina; tienen

poder de decisión, después de la disputa acerca de las cuestiones, y su solución

se halla revestida de autoridad.

Esto significa que al lado de los poderes tradicionales -el sacerdotium y el regnum-

surge un tercer poder, el studium, sustentado por un nuevo estamento, los intelectuales,

que a partir de la Edad Media ha ejercido una función apreciable en la vida social de

occidente.

b. La apertura de la Universidad a maestros y alumnos procedentes de todas las clases

o estamentos sociales. La Universidad medieval no conoce la discriminación social y

el estamento de intelectuales al que da lugar está compuesto por hombres de la más

heterogénea extracción social. Los hijos de campesinos y artesanos se ven

beneficiados por becas, exención de matrículas y alojamiento gratuito, lo que les

permite acceder a los prolongados estudios en pie de igualdad con los hijos de la

nobleza. El hecho es que la Universidad medieval permite la aparición de un nuevo

tipo de nobleza, la llamada gentileza, que se constituye a partir de la cultura

adquirida. G. Boccaccio dirá que

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es gentil quien ha estudiado por largo tiempo en París, no para vender luego su

ciencia al detal, como hacen muchos, sino para conocer la razón de las cosas y

su causal2 .

1.1.3. La Universidad es, desde el inicio, un espacio de libertad, discusión y creación

en el que se busca el conocimiento verdadero mediante el uso disciplinado de la

razón

Desde el punto de vista intelectual, la Universidad es desde el inicio un espacio de

libertad, discusión y creación en el que se busca el Conocimiento Verdadero mediante el

uso disciplinado de la razón. Estas características se evidencian en el método escolástico,

creación de la Universidad medieval, desarrollado como instrumento intelectual por

excelencia, que comprende cuatro momentos:

a. La lectio en la que se toma como punto de partida un texto de alguna autoridad

intelectual, que manifiesta el estado del saber hasta el momento.

b. La quaestio o planteamiento de un problema relevante que no queda resuelto con el

saber previo.

c. La disputatio o discusión, en la que se hacen intervenir todos los puntos de vista y

argumentaciones relevantes en orden al esclarecimiento del problema planteado.

d. Finalmente, la determinatio o solución del problema, a la que se llega mediante una

decisión intelectual, o toma de posición en favor de los argumentos de mayor calidad

racional.

2 Citado por REALE, G - ANTISERI, D., Historia del pensamiento filosófico), cientzfaco, t. 1, Herder, Barcelona 1988, 419.

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El universitario medieval no es un mero "comentador de textos de autoridad", sino un

auténtico creador intelectual, que plantea problemas no resueltos previamente, y con plena

libertad intelectual; sólo animado por el deseo de alcanzar la verdad, discute a fondo las

argumentaciones que excitan su pensamiento hasta llegar a diseñar respuestas o

soluciones ante las que se pliega el intelecto por la superior racionalidad alcanzada.

En contra de la imagen oscurantista y autoritaria de la sociedad medieval, que ha

sido interesadamente transmitida por la historiografía moderna, es preciso recordar que una

sociedad que crea un espacio de libertad y creatividad intelectual como la Universidad

medieval, ciertamente no puede ser oscurantista ni autoritaria. Piénsese por ejemplo, que la

Universidad medieval entiende que el avance del conocimiento es una consecuencia directa

de la abierta y libre discusión intelectual y que buena parte de la actividad universitaria se

centra precisamente en la disputatio. Cada maestro de la Universidad medieval, dos veces

al año, tenía que ponerse a disposición de la comunidad universitaria -maestros y

estudiantes- para discutir un problema "de cualquier tipo, planteado por cualquier

universitario" (de quodlibet ad voluntatem cuiuslibet). Este clima de libertad, de discusión y

de creatividad está en la base del proceso de iluminación de la cultura realizado por la

Universidad medieval. Más que una institución que "consagra y mantiene verdades", la

universidad es el laboratorio de las novedades al servicio de la humanización. De Tomás de

Aquino, uno de los más brillantes maestros de la de París, llegó a escribir su biógrafo

Guillermo de Tocco: "El hermano Tomás planteaba en sus cursos problemas nuevos,

descubría nuevos métodos, empleaba nuevos conjuntos de pruebas...".

1.1.4. La búsqueda de una perspectiva integradora, de una síntesis dotada de una

racionalidad superior a la de los saberes particulares o las disciplinas específicas

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Otro rasgo intelectual de la Universidad medieval es la búsqueda de una perspectiva

integradora, de una síntesis dotada de una racionalidad superior a la de los saberes

particulares o las disciplinas específicas. De Tomás de Aquino, también se dijo que en este

espíritu de síntesis e integración, rechazaba "la separación entre una razón ' superior'

entregada a la sabiduría y una razón ' inferior' consagrada a la ciencia". Es lo que en

nuestros días llamaríamos una auténtica "interdisciplinariedad", que no consiste en la mera

yuxtaposición de saberes particulares, sino en la adopción de una perspectiva superior a la

de las parcelas de conocimiento, y rica de enfoques. Lo propio del saber universitario

medieval es esa integridad interdisciplinaria que rendirá sus frutos maduros entre el

esplendor del s. XIII y el humanismo renacentista de los ss. XV y XVI.

1.1.5. La apertura de la razón a la trascendencia

Otro rasgo intelectual de la Universidad medieval es la "apertura de la razón a la

trascendencia". Esta "apertura a la trascendencia" significa al menos dos cosas:

a. La afirmación de que la experiencia humana no se reduce a lo perceptible mediante

los sentidos o a lo experimentable empíricamente (experiencia sensible-intuitiva).

Antes bien, el núcleo esencial de las cosas empíricamente experimentables y la

dimensión espiritual del hombre, son trascendentes -en el sentido de que

"trascienden", o están "más allá" de la experiencia sensible- pero no son

absolutamente in-experimentables, sino que forman parte de la experiencia humana

entendida en sentido amplio y no reductivo. La dimensión espiritual del hombre y el

núcleo esencial de la realidad si bien no son "experimentables" directamente

mediante los sentidos, pueden ser aprehendidos mediante la especulación, es decir

mediante el pensamiento creador que no es meramente pasivo ante los datos de la

experiencia, sino que asumiéndolos como punto de partida, penetra activamente

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hasta sus últimos fundamentos3. El pensamiento especulativo pretende, pues, captar

la esencia íntima o fundamento de la experiencia humana, que constituye lo que la

filosofía llama "Metafísica4".

b. La afirmación de que el ser del hombre no se reduce a su condición "mundana", sino

que por su espiritualidad trasciende el mundo visible, a pesar de estar plenamente

inserto en el mundo espacio-temporal mediante la corporeidad. Precisamente por su

"espiritualidad", en la esencia misma del hombre se establece su apertura a lo

trascendente (supramundano), de modo que el hombre no alcanza la respuesta

cabal a su propia existencia a menos que esa respuesta sea también ella

trascendente y espiritual, dando cuenta del fundamento último de todo lo real, que es

Dios.

1.1.6. La Universidad medieval se propone la tarea de establecer el diálogo entre la fe

y la razón

3 Esto significa, que si bien los resultados del pensamiento especulativo que se dirige a la captación de lo trascendente, no son directamente accesibles a la experiencia sensorial, indirectamente sí son confirmados o refutados por la experiencia. Se impone en cualquier caso una distinción de niveles de inteligibilidad de lo real: «entender algo significa penetrarlo con el intelecto hasta alcanzar su razón o su fundamento; para entender los fenómenos naturales se determinan sus causas y se da cuenta de las «leyes naturales» que regulan el fenómeno (esto es lo que llamamos «explicación»); para entender los fenómenos sociales o culturales, no basta el establecimiento de las «causas fenoménicas», sino que es preciso además captar la intencionalidad o el sentido que los hombres asignan a sus acciones (esto es lo que llamamos «comprender a «interpretar); para entender la dimensión espiritual y trascendente, se investiga el ser en general en cuanto se fundamenta en sí mismo y fundamenta los valores y fines de los cuales el hombre recaba su intencionalidad y el sentido que asigna a su existencia -porque la finalidad (sentido, intención) de las cosas no es independiente de lo que las cosas son, ya que la esencia de las cosas predetermina su finalidad y la finalidad es la perfección lograda de la cosa- (y esto es lo que llamamos «reflexión especulativa» propia de la metafísica)

4 «Metafísica» (lo que está más allá de lo físico, es decir, lo que trasciende la totalidad de la realidad empírica corpórea en cuanto está sujeta al devenir, al cambio) es entendida en este contexto como la reflexión acerca de los principios constitutivos y las causas de la experiencia humana posible. En este sentido, la metafísica incluye la reflexión sobre Dios como último fundamento de la conexión unitaria de todo lo real. Dicho de otro modo, lo metafísico es lo no experimentable sensorialmente, dotado de permanencia (Inmutabilidad) y de sex espiritual (trasciende la materia y la corporeidad), y sin embargo, cognoscible por el hombre mediante la reflexión especulativa

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La vinculación de la Universidad medieval con la Iglesia, determina su impronta

cristiana original, por la que se orienta fundamentalmente a la comprensión racional de la

doctrina y de la revelación. En este sentido, la razón se pone al servicio de la fe, o como se

suele decir, la filosofía se hace sierva de la teología.

Sin embargo, en un contexto más universal, la razón humana es realmente

autónoma: es la plataforma para la comunicación con los no cristianos, a quienes es preciso

presentar la doctrina cristiana apoyada en argumentos de la razón. En este sentido, la

afirmación cristiana tradicional de que no basta con creer, sino que es preciso comprender

lo que se cree, encuentra su espacio más propio. "Y esto no sólo se obtiene interpretando la

escritura sagrada o mostrando sus posibles implicaciones para la vida individual o colectiva

de los hombres, sino también demostrando mediante la Aura razón las verdades que se

aceptan por fe, o por lo menos, mostrando su carácter lógico y no contradictorio con los

principios fundamentales de la razón. Es un ejercicio de la razón que se lleva a cabo y se

perfecciona con objeto de aumentar el número de los creyentes. Se utilizan los principios

racionales... para demostrar que las verdades de la fe cristiana no son algo disconforme

con las exigencias de a razón humana o algo contrario a ésta. Por lo contrario, la plena

realización de la razón humana se halla precisamente en estas verdades... lo demuestra

que el pensamiento filosófico puede constituir un valioso colaborador para la mejor

comprensión de la doctrina cristiana"5.

1.1.7. La Universidad es la institución más representativa de la cultura académica

occidental

5 REALE, G. - ANTISERI, D., Historia del pensamiento filosófico y científico, t.1, Herder, Barcelona, 1988, 419-420.

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Por estos motivos, la Universidad es la institución más representativa de la cultura

académica occidental. Es una comunidad humana, espiritual y académica dedicada a la

búsqueda y difusión sistemáticas de la verdad a través de sus actividades investigativas y

docentes, y al servicio de la dignidad humana, de los derechos de la persona y del bien

común.

Dos características de la Universidad tutelan la búsqueda de la verdad a la que se

consagra:

a. La autonomía institucional, por la que el gobierno de la institución está y permanece

dentro de ella, evitando interferencias externas que la desviarían de su propósito.

b. La libertad académica, por la que todos los que se ocupan en la investigación y

docencia pueden indagar -en su propio campo de conocimiento, y conforme a los

métodos de tal área- la verdad por doquiera el análisis y la evidencia los conduzcan,

y pueden enseñar y publicar los resultados de su investigación.

1.1.8. La Universidad latinoamericana y la transformación social

En Latinoamérica, la institución universitaria creció a la sombra de la Iglesia,

conforme se iba estabilizando la situación colonial. Hacia el siglo XVIII, había ya

establecimientos de rango universitario en todas las grandes capitales del Continente,

incluso Caracas, que era apenas cabeza de una Capitanía General.

Los conflictos de índole social desatados a partir de la independencia, y la influencia

de ideologías europeas diversas -sobre todo del liberalismo y el positivismo franceses-

provocaron una separación de la institución universitaria latinoamericana respecto a la

Iglesia durante el siglo XIX. Pasó entonces a quedar cada vez más, bajo patrocinio del

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Estado. Siguiendo el modelo francés -la universidad "napoleónica"-, los pensa se

estructuraron rígidamente, la institución se organizó de manera enteramente vertical, para

servir al propósito principal de formar funcionarios públicos: las nacientes burocracias, la

clase política, el aparato de salud y educación públicas... hasta la carrera militar adquirirá

rango universitario. Esta universidad de finales del XIX y principios del XX se propone la

transformación social por la vía del avance científico tutelado por un Estado fuerte, que es

capaz de imponerlo frente a quienes se nieguen al "progreso". Llevar adelante ese progreso

es asunto de una elite ilustrada y vinculada al aparato estatal, que va a sacar al resto de la

población de las tinieblas en que viven, sin mayor necesidad de contar con ellos. Tal elite se

forma precisamente en las universidades.

Comenzando por Argentina -el manifiesto de Córdoba de 1918-, este modelo de

universidad rígida se va quebrando por todo el Continente. Los estudiantes piden la

asistencia libre a clases y la docencia libre, la extensión cultural y la creación de

universidades populares, la participación estudiantil en los consejos universitarios... Se

exige la reforma universitaria en dos direcciones: democratización interna y contacto directo

con la realidad social. La Universidad deja de ser primariamente el lugar de formación de

los funcionarios públicos, para convertirse en una suerte de "República" autónoma, donde

no alcanza la fuerza coercitiva del Estado. Una universidad así pone su capacidad

transformadora en los contactos de toda índole -culturales, políticos, educativos, técnicos-

que establece con los más diversos sectores sociales. Los estudiantes empiezan a salir de

las aulas al encuentro de la gente... llevan ideas nuevas y quieren ser factor de progreso,

pero al tiempo sienten la necesidad de descubrir el país que desconocían desde su

ubicación social de elites. Este descubrimiento les muestra las posibilidades -ocultas en

sectores populares que antes casi despreciaban y les proyecta a la acción política. No es

raro pues que en la primera mitad del siglo XX, los grandes partidos modernos -AD, Copei,

URD- sean fundados como expresión de la voluntad transformadora de jóvenes

profesionales que han conocido su país en la Universidad.

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La revolución cubana -1958- y la revolución universitaria de 1968 -el "Mayo" francés-

marcan un giro en la relación entre universidad y país en Latinoamérica. El protagonismo

social de los estudiantes toma ahora forma predominantemente política, revolucionaria, con

frecuencia violenta. La transformación que se pretende es un cambio radical en el orden

político, que modificará las estructuras económico-sociales drásticamente. Muchos grupos

universitarios -estudiantes y también profesores- se conciben a sí mismos como vanguardia

del pueblo para la toma del poder, que es la vía para el único verdadero cambio posible: la

revolución.

Con el paso de los años este modelo se ha agotado también, en parte porque a su

sombra se descuidaron aspectos muy importantes de la vida cotidiana de las universidades.

Se desequilibraron los presupuestos, se deterioró la calidad educativa, se inflaron las

nóminas, se llegó a identificar a la Universidad pública con lugar de disturbios... y

finalmente, no fue posible la transformación perseguida.

A la vista de este panorama, es claro que a toda universidad latinoamericana, y

especialmente a la Universidad Católica, le queda pendiente el desafío de desarrollar

modos válidos de incidencia transformadora en su sociedad. Se trata de que la acción

universitaria alcance y humanice a toda la sociedad, y no sólo a los estratos de ella que

tienen acceso al ámbito docente. Tras haber explorado varios modelos, y haber

experimentado sus posibilidades y sus limitaciones, vivimos ahora indudablemente un

nuevo tiempo de búsqueda que nos envuelve a todos: estudiantes, profesores y

autoridades.

1.2. Prioridades específicas del proceso formativo de la Universidad Católica

La Universidad Católica Andrés Bello es heredera de la tradición multisecular de la

vida universitaria iniciada y fomentada por la Iglesia. Sin embargo, el modo específico en

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que esa tradición se actualiza hoy, se cifra en el enfoque general de la actividad

universitaria, y no en vinculaciones institucionales ni en el carácter confesional de la

investigación o enseñanza. En el mundo moderno, donde la Universidad ha culminado un

proceso de autonomía respecto a la Iglesia, una Universidad Católica evidencia su

identidad propia y se caracteriza por las prioridades específicas que orientan sus

actividades de investigación, de docencia y de proyección a la sociedad.

1.2.1. La integración del saber: interdisciplinariedad integral

En primer lugar, la integración del saber, por la cual elabora y difunde un

conocimiento integral al que se incorporan los hallazgos e invenciones de todas las ramas

del saber científico y humanístico. Esa integración del saber es posible a partir de una

visión integral del hombre, lo que podríamos llamar "una perspectiva antropológica", que

cumple al menos con tres funciones:

a. Sirve como base para la integración de los diversos saberes o disciplinas

particulares.

b. Ofrece un enfoque de amplio alcance desde el que se plantean preguntas de

relevancia decisiva a cada disciplina particular.

c. Opera como condición necesaria para el planteamiento de las cuestiones éticas en

las que se pone en juego el servicio de la ciencia y de la técnica a la dignidad

humana, a los derechos de la persona y al bien común.

En contra de la tendencia generalizada hacia el fraccionamiento y especialización del

saber, una Universidad Católica considera prioritario que sus miembros posean una visión

amplia e integrada de la cultura académica, que se construye a partir de esa cosmovisión

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que incluye una visión del hombre abierto al cuestionamiento, a la responsabilidad ética y a

la trascendencia. Esa integración del saber, no sólo se corresponde con la dignidad de la

persona humana que es una unidad y requiere desarrollarse unitaria e integralmente, sino

que constituye la base de la "versatilidad intelectual" que da sentido, facilita y hace eficaz

cualquier especialización posterior.

1.2.2. El diálogo entre fe y razón

En segundo lugar, es propio de la Universidad Católica el desarrollo del diálogo entre

fe y razón. Ese diálogo se hace posible y necesario dado que una Universidad Católica

propone como base y fundamento integrador del saber, una visión del hombre abierto a la

trascendencia.

El núcleo integrador planteamiento de una visión antropológica abierta a la

trascendencia. Esta visión no es "confesional-religiosa", sino estrictamente filosófico-

humanística: se sostiene no por exigencias doctrinales religiosas, sino por la honestidad y

radicalidad fundamentales en el enfrentamiento de la riqueza y complejidad del fenómeno

humano. Sin embargo, a partir de esta Visión antropológica se puede comprender la fe, y

más particularmente el cristianismo, como una respuesta personal de adhesión del hombre

a Dios, el Otro-trascendente-absoluto, al modo o siguiendo el camino de Jesús de Nazaret.

En este sentido, se puede comprender la fe como respuesta consecuente y radical a la

apertura a la trascendencia que es esencial en el hombre.

Una Universidad Católica es plenamente consciente de que su misión específica no

es "confesional", "doctrinal" o "proselitista": en el seno de una cultura pluralista como la

contemporánea, la verdad no se «impone" confesionalmente, sino que ha de abrirse paso

entre las más diversas visiones del hombre, a través de la proposición de perspectivas y

alternativas existenciales más comprensivas y más humanas. El cristianismo no se impone

"

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doctrinalmente en una Universidad Católica, pero sí encuentra en ella un espacio

privilegiado para proponerse ante otras visiones del hombre y mostrar su radicalidad, su

profundidad comprensiva y su capacidad para inspirar modelos de existencia cada vez más

humanos y dignos.

En contra de una "visión" ya superada, que en el pasado opuso la fe y la razón como

dos fuentes contradictorias o paralelas de conocimiento, la Universidad Católica reconoce

una mutua relación entre ambas:

a. La razón, en cuanto se sujeta a los rigurosos métodos de investigación en los

campos de la ciencia y la filosofía, nada afirma contra los auténticos contenidos de la

fe; antes bien, contribuye a profundizarlos y a exponerlos con el rigor y la

exhaustividad exigidos por la naturaleza racional del hombre.

b. La fe, no sólo no contradice los descubrimientos a invenciones de la razón, sino que

aporta a la razón un horizonte de intenciones y motivaciones que aseguran que ella

misma, y el conocimiento que alcanza se ponen al servicio de la dignidad humana y

del bien común.

Fe y razón disfrutan de respectivas autonomías por las cuales no requieren de

fundamentación ni justificación recíproca; una y otra encuentran en sí mismas y en la

misma naturaleza del hombre sus fundamentos. Sin embargo, las respectivas autonomías

no consisten en independencias totales: se trata de autonomías relacionales, que se

traducen en una mutua circularidad hermenéutica: la razón contribuye a la investigación,

mostración y exposición de los contenidos y de la experiencia de la fe -no puede la razón

"demostrar" los contenidos de la fe, sino "mostrar" su razonabilidad. La fe por su parte,

plantea a la razón preguntas relevantes (desde la trascendencia de la existencia humana) e

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ilumina su búsqueda de respuestas al ofrecer un horizonte de sentido, motivaciones a

intenciones que traducen la visión del hombre que ella misma inspira.

1.2.3. La preocupación ética

En tercer lugar, la Universidad Católica tiene como prioridad el desarrollo e

integración de la preocupación ética en sus labores de investigación y docencia. En efecto,

en contra de la corriente que pretende reducir la discusión científica, técnica y humanística

al ámbito de los "medios", la Universidad Católica insiste en el carácter prioritario de la

discusión acerca de los "fines" de la ciencia, la técnica y las humanidades: ¿Para qué la

ciencia, la técnica y las humanidades?

La discusión acerca de los "fines" del saber académico, no se reduce a un problema

científico-técnico, sino que se coloca inmediatamente en el terreno de la ética, que es el de

los valores y su fundamentación. En este terreno se comprende el saber académico como

una actividad humana puesta al servicio de la dignidad humana y del bien común.

1.2.4. La perspectiva cristiana

En cuarto lugar, es propio de la Universidad Católica integrar a sus labores de

investigación y docencia los aportes y las exigencias de la visión cristiana del hombre y la

sociedad que se traduce en la afirmación de:

a. El sentido trascendente de la vida humana que se fundamenta en la experiencia de

Dios.

b. La dignidad inalienable de la persona humana que se fundamenta en la Creación y

en la Redención.

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c. La igualdad fundamental de todos los hombres que se fundamenta en la

Encarnación del Verbo.

d. La libertad de la persona humana, que se fundamenta en su dignidad y que impide

su subordinación al orden de los medios intrahistóricos.

e. El sentido de la historia humana que no queda anulado por el dolor ni el fracaso

intrahistórico, sino que encuentra en la cruz de Cristo una clave de interpretación y

de esperanza trascendente.

1.3. Los retos actuales

1.3.1. El reto de la racionalidad y la tecnología

Las prioridades formativas anteriores intentan responder a los retos que plantea el

desarrollo de la historia y la sociedad modernas. En primer lugar, el reto de la ciencia y la

tecnología que puede cifrarse en los siguientes aspectos:

a. La ciencia y la técnica modernas, se han desarrollado intensamente en la dirección

de la especialización y el fraccionamiento del conocimiento cuya última

consecuencia es el "hombre unidimensional", carente de horizontes y perspectivas, e

incapaz de dar un sentido trascendente a la propia existencia.

b. En el pasado, el desarrollo de la ciencia y la técnica era tan precario que no podía

resolver problemas fundamentales de la persona y de la sociedad. El hombre "debía"

hacer más de lo que "podía" hacer con los recursos científico- técnicos a su

disposición. En la actualidad, el desarrollo vertiginoso de los recursos científico-

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técnicos permite al hombre "poder hacer" más de lo que "debe hacer". En esta

perspectiva resulta decisiva e inevitable la discusión acerca de los "fines": ¿la ciencia

y la técnica se ponen al servicio de la dignidad humana y el bien común?

c. Todo el desarrollo de la ciencia y la técnica lejos de conducir a la construcción de un

mundo más igualitario, libre y solidario, ha puesto de manifiesto que las posibilidades

de hacer el bien se desarrollan simétricamente a las posibilidades de hacer el mal.

Después de dos siglos de revolución científico-técnica, el mundo sigue entrampado

en la guerra y la guerra y la miseria de pueblos enteros.

Este hecho evidencia que la ciencia y la tecnología por sí mismas no resuelven el

problema de los "fines", y hacen imperiosa la discusión ética.

1.3.2. La Universidad al servicio de la familia humana

Por todo lo dicho, es evidente que el horizonte de la vida universitaria no está dentro

de la Universidad, sino en la sociedad, en la comunidad humana: sus actividades de

investigación incluirán el estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la

dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de la vida

personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad

política, una distribución más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo

ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional

e internacional. La investigación universitaria se deberá orientar a estudiar en profundidad

las raíces y las causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especial

atención a sus dimensiones éticas y religiosas.

1.3.3. Compromiso de la Universidad con la historia de la sociedad

"

20

El servicio de la Universidad a la comunidad humana se traduce en un compromiso

manifiesto con la historia de la sociedad. Es central la preocupación por hacer aportes

eficaces al proceso de desarrollo de la sociedad. Esto significa que la Universidad tiene que

responder a los retos de la sociedad y formar al universitario como un agente de cambio de

las situaciones de atraso e injusticias sociales, mediante su actividad profesional. Esto

implica que el universitario supera el individualismo y las actitudes conformistas, y hace de

su profesión un proyecto de vida al servicio de la colectividad.

1.3.4. Diálogo con la cultura

Desde la unidad del saber, característica de la Universidad Católica, se alcanza una

visión antropológica que actúa como marco de referencia valorativo de la imagen de

hombre dominante en la sociedad contemporánea. Toca.a la Universidad Católica decir una

palabra de juicio sobre la concepción de hombre dominante, y traicionaría su propia

identidad si no pronuncia públicamente ese juicio. Una especial prioridad al examen y a la

evaluación, desde el punto de vista cristiano, de los valores y normas dominantes en la

sociedad y en la cultura modernas, y a la responsabilidad de comunicar a la sociedad de

hoy aquellos principios éticos y religiosos que dan pleno significado a la vida humana.

1.3.5. Al servicio de la justicia social: desarrollo, igualdad y libertad

No se trata de un aspecto ideológico opinable, sino de una exigencia dotada de

necesidad a partir de la identidad de la misma Universidad, que debe ser compartido por los

profesores y fomentado entre los estudiantes. El evangelio interpretado a través de la

doctrina social de la Iglesia llama urgentemente a promover el desarrollo de los pueblos. La

Universidad Católica se pone al servicio de la comunidad humana haciendo un aporte

"

21

cualificado al proceso del desarrollo integral del hombre y la sociedad, animado por los

valores de libertad, igualdad y solidaridad.

No menos importante es la integración de otro aspecto de la responsabilidad de la

Universidad ante la sociedad: el poner sus recursos intelectuales al servicio de personas e

iniciativas extrauniversitarias de desarrollo y humanización a través de la extensión

universitaria y los más variados tipos de asesoramiento y solidaridad efectiva.

1.4. Sentido y función de la reflexión antropológico-filosófica en el proceso formativo

del universitario

Los planteamientos anteriores evidencian la necesidad de integrar en la formación

universitaria una visión del hombre y de la sociedad en la que se fundamentan y se

articulan los valores expuestos. En el conjunto del saber académico universitario, tal visión

del hombre y de la sociedad no puede ser simplemente producto de las buenas intenciones

personales, sino necesariamente resultado de una reflexión rigurosa y sistemática acerca

del hombre y la sociedad. Sólo así estaría a la altura del rigor y sistematicidad del

conocimiento científico, técnico y humanístico universitario.

1.4.1. La pregunta antropológica

El punto de partida de la reflexión antropológica reside en que el hombre es el único

ente mundano autoconciente: sólo el hombre está en capacidad de dar cuenta de sí mismo

y de los demás entes en el mundo. En la existencia del hombre es radical el hecho de

hacerse preguntas y responderlas mediante la razón. Entre todas las preguntas que el

hombre se formula, hay una cualitativamente diversa de las restantes, es la pregunta por sí

mismo: ¿Qué soy?, ¿de dónde procedo?, ¿a dónde me dirijo?

"

22

La pregunta que el hombre se hace acerca de sí mismo surge de la distancia que

permanentemente descubre entre la finitud de su ser/acción y la infinitud de su

deseo/esperanza. Se trata de una tensión hacia la plenitud de su propia existencia que el

hombre por sí mismo no puede darse.

La pregunta acerca del hombre es la pregunta acerca del sentido de su existencia.

Una formulación universalizable es ésta: "¿avale la pena vivir?", "para qué vivir?". Así

formulada la pregunta, parece ser una pregunta acerca del destino futuro, pero si se mira

bien, se descubrirá que en ella está implícita la pregunta por el origen pasado.

Otro modo de plantear la pregunta es el del sentido: "¿qué sentido tiene la

existencia?". Planteada de este modo, la pregunta incluye dos aspectos:

a) que la existencia sea inteligible (que tenga una estructura inteligible); es decir,

que sea comprensible el por qué vale la pena vivir;

b) que la vida tenga un valor tal, que valga la pena comprometer la libertad

personal en ese sentido.

Parece claro que no se trata de una pregunta meramente intelectual, sino que se

dirige al intelecto y a la libertad, abarcando simultáneamente a la conciencia, a la capacidad

de opción y a la acción del hombre.

También es claro que no se trata de una pregunta sectorial o particular, sino que se

dirige a la dimensión más radical de la existencia humana y por eso la respuesta tiene que

ser interdisciplinaria y ofrecida desde la reflexión filosófica en una perspectiva de la máxima

amplitud. No es una respuesta que puede ser aportada por ninguna ciencia o disciplina

particular, porque por definición sus puntos de vista son sectoriales y parciales.

"

23

Otra característica de la pregunta radical acerca del hombre es que se plantea con

igual significación a cualquier hombre, independientemente de sus experiencias personales.

Esta independencia de las experiencias concretas determina el carácter apriorístico de la

pregunta: se trata de una cuestión constitutiva del mismo hombre, y a ese nivel constitutivo

o primario, el hombre se ve lanzado fuera de sí en busca de la respuesta. Es decir, estamos

ante la cuestión de la trascendencia del mismo hombre.

De igual manera, en esa pregunta vemos el punto de partida del pensamiento

filosófico, porque la respuesta a la cuestión del sentido trascendente de la existencia no se

encuentra rastreando la experiencia empírica ni es verificable empíricamente como las

hipótesis de la ciencia positiva.

Finalmente, la respuesta a la pregunta por el sentido de la existencia humana no

podrá ser evidente como lo son las demostraciones lógicas o la verificación empírica de la

ciencia. El sentido de la existencia implica la libertad humana. Si el sentido de la existencia

fuera evidente, no habría espacio para la libertad: ante la evidencia la libertad quedaría

atada y dejaría de ser libre. Por el contrario, en la cuestión del sentido de la existencia se

pone en juego riesgosamente la opción: sólo es posible "mostrar" el sentido; es imposible

"demostrarlo".

1.4.2. La pregunta teológica

La pregunta acerca de Dios es necesariamente posterior a la pregunta acerca del

hombre. La pregunta acerca de Dios es legítima sólo si se desprende necesariamente de la

pregunta sobre el hombre; es decir, si en la experiencia del hombre hay algo que apunte

más allá del mismo hombre. Esa experiencia no puede ser una más entre otras, sino que

tiene que ser una experiencia de la dimensión última y fundamental de la existencia

"

24

humana. Es decir, la pregunta acerca de Dios tendría que ser la pregunta por el sentido

último, definitivo y absoluto de la existencia humana. En este caso, la posibilidad de la

cuestión acerca de Dios depende de dos condiciones: a) que en la experiencia humana

haya señales de trascendencia; b) que en la reflexión sobre el hombre se evidencie el

carácter trascendental de esas señales.

Supuesto lo anterior, la pregunta sobre Dios se plantearía en estos términos:

a. ¿Es posible descubrir que en el hombre hay algo que se le impone

incondicionalmente?

b. ¿Es posible mostrar que eso que se impone incondicionalmente, es a su vez

absolutamente incondicionado?

c. ¿Es posible mostrar entonces que el hombre no se autofundamenta?

Es claro pues, que la deseada integración del saber, propia de la cultura universitaria

católica, se construye sobre una reflexión antropológica nutrida por la filosofía y la teología.

El presente programa es el primer momento de tal reflexión.

"

25

Bibliografía

ALFARO, J. (1988) De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios, Salamanca: Sígueme.

GILSON, E (1965) La filosofía en la Edad Media Madrid, (2a.), 366-373: Gredos.

JEREZ, C. Si, "El rol de las Universidades Católicas en la tarea de evangelizar las culturas

en América Latina", en SIC, Nº 529 (Nov. 1990), 422-426.

JUAN PABLO II (1990) Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas, Roma.

VIANA, M., S J. (1990) Identidad y misión de la Universidad Católica, Caracas:

Publicaciones UCAB.

"

26

EL ROL DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS EN LA TAREA DE EVANGELIZAR LAS

CULTURAS EN AMÉRICA LATINA

Cesar Jerez, S.J.

Introducción

El tema que se me ha asignado es sumamente amplio y no pretendo ser exhaustivo.

No entraré en la cuestión técnica de definir los conceptos, correlacionados pero diferentes,

de "universidad católica", "universidad eclesiástica" o "universidad pontificia" porque las

instituciones significadas mediante tales conceptos son, en realidad, modos posibles no

únicos ni definitivos de lo que actualmente llamamos, con más generalidad "universidades

de inspiración cristiana". Tampoco abordaré los delicados problemas de definir qué es

cultura ni qué es evangelizar una cultura, en abstracto. Mi perspectiva será histórica y

concreta.

Tengo la sospecha de que, al invitarme a este evento, ustedes están interesados en

conocer cómo, por qué y para qué trabaja una universidad de inspiración cristiana en la

situación concreta de un país centroamericano. Si éste no fuera el caso, lamento mi falta de

percepción. Pretendo hablar desde Centroamérica y teniendo como punto de partida el

caso de dos universidades de inspiración cristiana que alguna incidencia han tenido en la

En SIC, N' 529, Caracas Nov. 1990, pp. 422-426.

"

27

evangelización y el desarrollo cultural de Nicaragua y El Salvador. Me refiero a dos

pequeñas y modestas universidades: La Universidad Centroamericana (UCA) de Managua

y la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador.

La UCA de Managua fue creada oficialmente el 23 de Julio de 1960 y, con sus treinta

años de vida institucional recién cumplidos, es la pionera de las universidades privadas

centroamericanas. Su nombre original, que muy pocos recuerdan, fue "Universidad Católica

Centroamericana, sección de Nicaragua". Tanto ella como la UCA de San Salvador han

presenciado, acompañado y convivido los complejos y violentos conflictos actuales de los

pueblos a quienes sirven. Una y otra han sido piedra de escándalo en determinados

momentos y han suscitado las iras de los poderosos. Y la UCA de San Salvador fue testigo,

el pasado 16 de Noviembre de 1989, del cruel asesinato de dos empleadas domésticas y

seis profesores jesuitas, incluidos el Rector y Vice Rector Académico, por militares del

ejército salvadoreño, a causa precisamente de su contribución universitaria de inspiración

cristiana al advenimiento del Reino (de la paz, la justicia y el amor) en un país que lleva

once años desgarrado por la guerra civil.

I. Una nueva universidad para una nueva cultura

Hace cuarenta años escribía Lawrence J. Mc. Ginley, Si: "La Universidad es una

creación del catolicismo. Ni Atenas, ni Tebas, ni Nínive, ni Jerusalén conocieron la

institución que llamamos Universidad. Esta nació de la Iglesia y creció alimentada y

formada por el catolicismo"6. Y esto no sólo sucedió así en el Viejo Mundo. En el Nuevo

Mundo también las Universidades nacieron como parte de la acción de la iglesia católica, a

menos de 50 años después del Descubrimiento. En efecto, la primera universidad

americana fue la Universidad de Santo Tomás en La Española, fundada en 1538.

6 MC GINLEY, Lawrence J., S.J., "La función de la Universidad Católica", en La Universidad en el siglo XX, Ed. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1951.

"

28

Desde que fueron inventadas en la Europa medieval, hace diez u once siglos, hasta

ahora, después de muchas reformas, las universidades se han dedicado a producir

conocimiento y a enseñarlo de manera que, al menos intencionalmente, el studium es

autónomo del regnun (poder civil) y del sacerdotium (poder eclesiástico). Desde la

universidad llamada a la universalidad, pasando por la universidad profesionalizante, hasta

nuestra universidad latinoamericana «liberadora» la institución ha sufrido varias

metamorfosis que podemos describir a vuelo de pájaro.

I.1. El modelo medieval

La universidad medieval fue enciclopedia, simposium Universitas magistrorum la

universidad de los grandes maestros que hacían escuela y lograron una unificación

teológica del saber y del hacer. En ella, al servicio de la Teología, cobraron cuerpo la

Filosofía y el Derecho. En sus mejores momentos, la Universidad medieval fue eficaz

vehículo de evangelización, pero las doctrinas se fueron fosilizando mientras la sociedad

evolucionaba. Y, en cierto sentido, toda universidad, especialmente las universidades del

Tercer Mundo, siguen padeciendo análoga inercia histórica. Varias veces he repetido en la

OCA que "lo que más hacemos y peor hacemos es enseñar". Desgraciadamente sigue

siendo frecuente entre nosotros la actitud del profesor universitario que, después de hablar

ex-cáthedra, pide a sus alumnos cuenta exacta de lo que ha dictado.

I.2. El modelo moderno

Dos acontecimientos transformaron radicalmente la universidad medieval: la

Reforma protestante y la Revolución francesa, la cual personificada en Napoleón, logró lo

que la Reforma no pudo: separar definitivamente la religión de la vida pública,

restringiéndola a ser una más entre las funciones de la sociedad, dirigida por el déspota

"

29

llamado Estado. Sin embargo, el modelo más logrado de universidad moderna no fue el

napoleónico, sino el de la universidad alemana que investiga en laboratorios, publica el

resultado de las investigaciones y enseña mediante múltiples seminarios en los que se lee

mucho. Las universidades contemporáneas participan, en mayor o menor grado, de estas

características positivas.

La universidad moderna hizo posible la especialización de las ciencias y las

tecnologías y la formación de especialistas e investigadores, confinados cada uno en su

perspectiva de la realidad. El peligro de este modelo es la incomunicación de los saberes y

las técnicas, peligro grave para nuestras universidades latinoamericanas.

I.3. El modelo contemporáneo

La universidad contemporánea pretende recuperar la conexión entre las

especialidades, mediante el tratamiento cibernético de los enormes volúmenes de

información producida por los especialistas. Las posibilidades para la docencia y la

investigación crecen exponencialmente. Estamos presenciando un cambio cuyos alcances

desconocemos. Nuestras universidades latinoamericanas, unas más otras menos,

comienzan a incorporar el nuevo modelo. Tan nuevo, en verdad, que resulta sorprendente

que conserve algún rasgo hereditario de las universidades medievales o, en nuestro caso,

de las universidades del siglo XVI.

I.4. Un aporte latinoamericano

El elemento unificador (universitario, en el sentido estricto de la palabra) de los

saberes y los haceres en la edad media fue la Teología. En la edad moderna, la Filosofía. Y

"en la edad contemporánea, la Informática" y la Teoría de Sistemas. En América Latina, el

elemento unificante ha sido el recurso a la realidad, la tendencia a considerar que la

"

30

Universidad "no puede aislarse jamás, aunque lo intente, del contexto en que vive". Es una

institución que se pone al servicio (universitario) de la transformación de nuestras

sociedades o se convierte en un parásito social. Decía al inicio que el punto de partida y la

perspectiva de mi exposición lo constituyen dos pequeñas universidades centroamericanas.

Estas universidades se han propuesto como tarea fundamental el conocimiento de la

realidad nacional como contribución universitaria a la transformación de la sociedad. Decía

Ignacio Ellacuría S.I., el Rector mártir de la UCA de San Salvador, que el principal objeto de

estudio de la universidad debe ser la realidad nacional. Y ésta es una perspectiva

liberadora, porque, para la civilización occidental, el universo de referencia es Europa y son

los Estados Unidos de América.

En nuestras dos universidades de inspiración cristiana el estudio de la realidad

nacional se ha intentado desde una perspectiva particular, desde lo que la Iglesia

Latinoamericana llamó, en la III Conferencia General de su Episcopado, "la opción

preferencial por los pobres". Esta opción no es ciertamente exclusiva pero sí preferencial y

se convierte en elemento clave y decisivo en la concepción y orientación de la universidad

misma. Quizás hayamos hablado y escrito demasiado sobre "la opción preferencial por los

pobres". Lo principal, sin embargo, ha quedado escrito con las vidas de nuestros hermanos,

entregados en un martirio causado por el rechazo a la universidad que crearon. Sus

seguidores en la UCA de San Salvador y nosotros en la UCA de Managua tratamos de

realizar ese mismo modelo de servicio a la sociedad, mucho más modestamente porque

estamos aún metidos en el trabajo y nuestras vidas no han sido selladas para siempre por

la muerte que revela la verdad de la vida.

Para evangelizar las culturas de América Latina, una universidad de inspiración

cristiana tiene que guiarse por el modo de proceder de Dios en Jesús de Nazaret,

historizándolo para nuestro tiempo. El primer movimiento de este modo de proceder fue un

movimiento encarnatorio, una "inculturación de Dios en la historia humana". El Hijo de Dios

"

31

se hizo parte, tomó partido de una de tantas culturas de la época en que fue concebido y

nació. Indica ya esto que Dios, en su encarnación, asume la pluralidad de las culturas y el

valor de cada una de ellas, negándose a la absorción a invasión cultural que han sido la

permanente pretensión de las culturas dominantes o imperiales. Leído desde la fe, el hecho

de que Dios eligiera, al encarnarse, la inculturación en un pequeño pueblo sometido al

vaivén de los grandes imperios competidores, apunta ya a una preferencia de Dios por

realizar la salvación desde la perspectiva de lo pequeño y lo humilde, siempre amenazado

en su particularidad y en su supervivencia.

Dentro de esa cultura, la cultura de la sociedad hebrea, Jesús de Nazaret se

sumergió en la tradición cultural de los movimientos proféticos, síntesis de las esperanzas

de fraternidad y justicia de los empobrecidos, oprimidos y marginados, incluidas las mujeres

de su pueblo, siempre minusválidas en una sociedad patriarcal. Convertido en rabí,

maestro, no se incorporó a las escuelas rabínicas que achataban la Bran utopia del Reino

de Dios reduciéndola a la restauración de las instituciones etnocéntricas del pueblo hebreo

(reino, templo, sacerdocio) sino que, en su buena noticia del Reino, lo presenta como

recreación de las estructuras de la comunidad humana y como transformación de los

corazones convertidos, permanentemente abiertos.

En tales opciones de Jesús está la clave del avance fundamental que las primeras

comunidades de sus seguidores tuvieron que dar cuando se enfrentaron con el hecho de

que el mensaje del Mesías resucitado atraía a personas de diversas culturas. La

controversia sobre si la pertenencia a la identidad cultural hebrea (circuncisión, leyes de

pureza, etc.) era requisito para la conversión a la buena noticia del Reino se zanjó con un

triunfo de la libertad: reconocimiento de la libertad del Espíritu del Resucitado para suscitar

la memoria de Jesús en culturas diversas de la hebrea. Y reconocimiento de la libertad de

los hombres y pueblos de acercarse a la fe, afirmando a la vez su particular identidad

cultural, "en Cristo Jesús no hay judío ni griego".

"

32

Esta universalidad fue tan audaz como para señalar hacia una meta aún no lograda

a plenitud: la igual valoración de las identidades subculturales de hombre y mujer. Además,

fue una universalidad "sesgada" a favor de los marginados de la cultura dominante, de

acuerdo a las opciones fundamentales de Jesús. Los apóstoles judío-cristianos

reconocieron que Pablo enraizara su anuncio a los griegos en la cultura propia de éstos,

pero lo instaron continuamente a recordar a los pobres de las comunidades de Jerusalén.

Pablo acogió esta insistencia como fundamento de una solidaridad intercultural que postula

la defensa de la vida de los pobres como principio de universalidad.

Nuestras universidades centroamericanas de inspiración cristiana pretenden ser

consecuentes con este principio de universalidad. Lo decisivo no es la universalidad del

dogma de la iglesia católica (universal), como en la universitas medieval. Ni la universalidad

de la razón (europea), como en la universitas moderna. Ni la universalidad de la aldea

tecnológica global, como en la universidad contemporánea. Sino el imperativo categórico

universal de defender la vida de los pobres. Sin renunciar a la excelencia académica

posible, asumen como guía para la acción ese desafío cristiano (mesiánico) a la

autosuficiencia de las culturas dominantes.

Tanto al luchar universitariamente para que la historia salvadoreña pase de la

dominación y la injusticia a la libertad y la justicia, como al brindar un apoyo crítico al

proceso revolucionario en Nicaragua, nuestras universidades han pretendido desafiar la

ideología de la superioridad de la cultura occidental respecto de la cultura popular de

nuestros pueblos. A esa cultura occidental, eurocéntrica, cuya hegemonía ha justificado la

poca importancia real concedida a la vida de los pueblos del "oriente" y del "sur", Ignacio

Ellacuría la caracterizó como "civilización del capital".

"

33

Nuestras universidades intentan anunciar a nuestros pueblos que la vida de sus

multitudes humilladas y empobrecidas merecen y exigen una transformación radical para

que puedan sobrevivir y desarrollarse en su válida y valiosa identidad de pueblos distintos,

simbiosis de las culturas amerindias, afroamericanas y europeas. Tal anuncio es un desafío

al hábito cultural del silencio y la minusvalía que les ha sido impuesto. Y también un desafió

para aquellos grupos minoritarios que en nuestras sociedades centroamericanas se han

constituido en acumuladores de la riqueza producida por el trabajo de las mayorías y en

opresores y represores militares y policiales de las esperanzas de esas mayorías. Nuestras

universidades intentan ayudar al diseño y establecimiento de un proyecto alternativo: "la

civilización del trabajo".

Al plantear tales desafíos, sin embargo, han procurado hacerlo a la manera de

Jesús, que no fue un "universitario" académico sino el Principio mismo de una nueva

universalidad y universidad, de una nueva cultura universal que aún no se ha manifestado.

Han procurado creer en la capacidad de escucha no sólo de los dominados sino también de

los dominadores. Lo prueban los quizá ingenuos intentos de diálogo de la UCA de El

Salvador con los militares, para convencerlos de profesionalizar su institución y servir así a

la totalidad del país y no sólo a los proyectos de las minorías dominantes y de los Estados

Unidos imperiales. Lo prueba también el esfuerzo por descubrir los diferentes matices de

las tendencias del actual partido derechista gobernante, que permitan un diálogo con las

fuerzas populares. Lo prueban los llamados de atención de la UCA de Managua al gobierno

sandinista para que revisara sus políticas económicas y profundizara aún más sus

proyectos democráticos.

Ciertamente no todo en nuestro trabajo y en nuestros planteamientos ha sido

acertado ni eficaz. Tal vez haya faltado mayor coherencia entre lo que decimos y lo que

realmente hacemos. Si este fuera el caso, pienso que ello no invalida la perspectiva

general. Para el creyente el hecho de dar la vida por los amigos es el mayor signo de amor.

"

34

La universidad no tiene que ser una escuela de martirio pero no debe asustarse si se

convierte en una institución subversiva, desde el punto de vista de las minorías dominantes

y los ejércitos represivos, como fue y lo es la UCA de El Salvador, con su cuota de ocho

mártires.

II. Tareas fundamentales de la universidad católica

Una universidad católica, en nuestro caso una universidad de inspiración cristiana,

tiene tareas ineludibles de carácter general y otras de carácter particular, al pretender

encarnarse en una realidad concreta. Es posible que muy pocos pobres estudien en ella,

pero esto no ha de ser obstáculo para que la intencionalidad de la institución, su peso

específico como fuerza social, esté puesto al servicio de los pobres.

II.1 La tarea fundamental es "el servicio de la fe mediante la promoción de la

justicia", desde la funcionalidad universitaria.

II.2. Para que tal opción se haga realidad, profesores, estudiantes y

administrativos de alguna manera deben experimentar la vida de los pobres. De esa

experiencia vendrá la inspiración para la acción universitaria, para el pensamiento y la

investigación de la problemática social, económica, política, sanitaria, educacional,

cultural... con las ciencias en una mano y el Evangelio en la otra. Una universidad católica

puede hacer teología, y muy buena teología, al reflexionar sobre la fe, pero esto no basta

para poner la universidad al servicio de la fe. Más importante es lograr que la comunidad

universitaria viva la experiencia de compartir los problemas de los pobres, haga propia la

opción fundamental y haga ciencia y conciencia desde ella. La universidad debe proveer los

datos científicos sobre la realidad y puede también encontrar maneras de inspirar la fe.

"

35

II.3. En un contexto como el centroamericano (largos años de guerra civil en tres

países del área), la universidad debe convertirse en un lugar privilegiado para que el

diálogo y la negociación sean posibles y se realicen teniendo en cuenta los intereses de las

mayorías. En los esfuerzos de concertación, conciliación o reconciliación hacia la paz, la

democracia y el desarrollo, la universidad de inspiración cristiana tiene posibilidades muy

concretas de hacer presentes los signos del Reino. Puede ser el lugar de la conciliación de

contrarios, propia de toda reconciliación.

II4. Este tipo de tareas no le exime de las que tiene en común con cualquier

universidad: rescate de los valores de la cultura popular, protección de los intelectuales y

científicos en momentos de persecución, diseño de modelos alternativos de solución de los

problemas económicos, sociales, agrícolas, sanitarios, educacionales, etc.

II.5. La hora histórica que vivimos no es, al menos en una primera aproximación

propicia para los optimismos. Asistimos a un cambio de época, impredecible hace pocos

meses, o un año. En América Latina hemos vivido bajo la Doctrina Monroe, postulado

immutable de otras formulaciones que la quisieron dulcificar: "política de buen vecino",

"Alianza para el Progreso", "Apoyo a los Paladines de la libertad". La Unión Soviética ha

renunciado a la Doctrina Brezhnev pero la Doctrina Monroe permanece. Al terminar la

guerra fría el balance del poder en el mundo se ha descoyuntado. Los pueblos

latinoamericanos en una esfera de influencia donde no se han derribado los muros, están

más indefensos que nunca. Al diluirse el conflicto Este-Oeste emerge con toda claridad y

fuerza el conflicto Norte-Sur. La invasión a Panamá, legitimada como una operación de

lucha contra la dictadura y el narcotráfico, significó en realidad un mayor aislamiento para

los movimientos populares de El Salvador y Guatemala, una vuelta de tuerca en el cerco a

Cuba y un aviso a Japón de que en el hemisferio occidental los Estados Unidos no están

dispuestos a compartir hegemonías. La crisis iraquí golpeará fuertemente nuestras

economías en franco deterioro estructural y supondrá una nueva inflación de nuestra deuda

"

36

externa. La doble moral ha quedado al descubierto: la invasión norteamericana a Panamá

es legítima, no lo es la invasión de Irak a Kuwait.

Frente a esta situación radicalmente nueva, nuestras universidades tienen la tarea

de estudiar a fondo la nueva configuración del mundo y prever, hasta donde sea posible,

sus tendencias. Con el fin de ayudar a nuestros pueblos a superar la sensación de que

todos los cielos se derrumban y los males se agravan sin explicación clara. El desconcierto

engendra confusión, la confusión engendra terror y el terror un desesperado

conservadurismo o un radicalismo de cualquier signo. Nuestros pueblos tienen derecho al

saber que es poder. Poder para prever los márgenes de acción que dejan los

acontecimientos actuales.

Para ello las universidades habrán de entrar en el conflicto de las interpretaciones.

Desde nuestra opción preferencial por los pobres no podemos alegrarnos del fin de las

utopías sociales. Ni siquiera podemos proclamar dicho fin. Cuando nadie las defienda,

nosotros tendremos que seguirlas anunciando y estudiando. Porque la muerte de las

utopías sociales significa un duro golpe contra las esperanzas de nuestras mayorías

empobrecidas. Desde nuestras universidades habrá que recordarle siempre al capitalismo,

a la civilización del capital, que el fracaso de los modelos del socialismo real no significa el

éxito del capitalismo. El Tercer Mundo es un elemento decisivo para la sobrevivencia del

capitalismo mundial, al permitirle márgenes donde exportar sus crisis cíclicas. Un sistema

bueno sólo para menos de un tercio de la población del planeta no puede ser un buen

sistema. Al menos no puede serlo sin sufrir profundas transformaciones estructurales que

aún están por verse.

II.6. En tal contexto, las universidades han de contribuir a decir a nuestros pueblos

la verdad de su situación-limite. Y junto a ellos deberán formular propuestas que ayuden a

superar la mera rebeldía y la protesta estéril. Estas propuestas habrán de responder a una

"

37

dinámica de lo posible, de algo posible que parecerá y será pequeño en comparación con

nuestras necesidades y esperanzas. Si son necesarios los ajustes estructurales, las

universidades deberán contribuir al diálogo popular, a la búsqueda de alternativas y al

desenmascaramiento de las falsas políticas que permiten el continuo desangre del pago de

la deuda externa, la sobreacumulación en pocas manos y la exportación neta de capitales.

II.7. En terreno de lo político, las universidades deberán elevar la temperatura de

las aspiraciones a la democracia. Lo que es bueno para el Este europeo, la libertad

recobrada, no puede ser malo para nuestros pueblos latinoamericanos. La investigación y la

proyección social universitarias deberán descubrir y alentar todos los brotes organizativos

que amplíen y den consistencia a la sociedad civil. A fin de que la democracia, en vez de

restringirse al ejercicio electoral, se desarrolle desde las bases de nuestros pueblos, en

forma totalmente participativa. El conocimiento universitario, para ser legítimo y cristiano,

tendrá que irse haciendo pan de cada día en la mesa de más y más grupos populares.

II.8. Cada uno de nuestros países, en solitario, no irá muy lejos. En mi vida de

servidor de la justicia me he entusiasmado, por ejemplo, con la integración

centroamericana, hoy en ruinas. Si esa integración no resucita y se amplia, al menos a

México, no lograremos que el Primer Mundo nos trate de manera menos desigual. Nuestras

universidades pueden aportar mucho a esta integración, ya que los gobiernos se han

manifestado particularmente torpes al respecto.

II.9. Vivimos en una aldea global, pero desigual y desigualizante. Sin embargo, en

los países del Norte hay minorías que, en un nuevo amanecer de humanismo (muchas

veces explícitamente cristiano), desafían las políticas brutales de sus gobiernos frente al

Tercer Mundo y encuentran en la solidaridad internacional una herramienta para abrir

brechas en la civilización del capital. Nuestras universidades deberán apoyarse en esa

corriente de solidaridad y aumentar el justo intercambio entre minorías del Primer Mundo y

"

38

mayorías del Tercer Mundo. En Centroamérica y en toda América Latina vivimos esta

solidaridad. Ha sido una experiencia de gracia, de comunión de los honestos y de los

santos.

Ill. Conclusión

Comprendo que este aporte a un tema tan complejo y delicado, como el del rol de

las universidades católicas en la tarea de evangelizar las culturas en América Latina, está

pensado desde la muy particular situación centro-americana. No creo que haya recetas

universalmente válidas para todo tipo de situaciones históricas, pero sí es posible hacer

algunas generalizaciones válidas a partir de una realidad particular, en este caso una

realidad martirial.

Estamos preparando la IV Conferencia General del Episcopado Latino-americano y

es muy conveniente hacerlo con la calma necesaria. Me alegro sinceramente de que la

Pontificia Universidad Católica de Chile haya tomado la iniciativa de este encuentro y que

haya sido precisamente la Federación de Estudiantes su promotora.

En la preparación de cada una de las Conferencias Generales del Episcopado de

América Latina, nuestra Iglesia ha experimentado un "kairós''. No siempre han sido

momentos fáciles, porque también nosotros sufrimos en la Iglesia fuertes polarizaciones

ideológicas. Pero al final de las Conferencias, tinto en Medellín como en Puebla, vivimos

momentos de plenitud. El Espíritu del Señor es más fuerte que nuestras expectativas

ideológicas y que nuestras teorías sociales y políticas. La opción por la justicia y por la vida

de los pobres han generado Vida y Santidad en la Iglesia y en esas particulares

instituciones de la Iglesia que son las universidades católicas.

"

39

Pienso que el esfuerzo realizado durante estos días en Santiago de Chile será una

muy especial contribución al futuro de nuestra Iglesia. Concluyo agradeciendo a los

organizadores de este encuentro la oportunidad que me han concedido para hablar de

nuestra concreta experiencia centroamericana, junto al Señor Arzobispo de Santiago, Su

Excelencia Monseñor Carlos Oviedo, con la esperanza de enriquecer la reflexión sobre la

forma de evangelizar nuestras culturas desde nuestras universidades.