De bentili a gdeim izik

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De Bentili a Gdeim Izik Edición especial día de la unidad saharaui 12 de octubre de 2013

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Edición homenaje del blog Haiyu Sahara al día de la unidad saharaui.

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De Bentili a Gdeim Izik

Edición especial día de la unidad saharaui

12 de octubre de 2013

Haiyu

Sahara

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Fotografías de portada de:

María Rico Vázquez y Ana Pardo Martínez

Fotografías:

Núria Farré Fillat, Verónica López Almeida, Alba Martín Pérez y Lluís Rodriguez Capdevila

Escritos de los autores y autoras:

Nafi Brahim Salem, Lucía Sánchez Sotelo, Raül-Manel Corrales Flores, Ebbaba Hameida

Hafed, Iban Gorriti González, Carlos Gustavo Prats Marrero, Xavier Susperregi.

Dirección y maquetación del equipo de redacción del blog Haiyu Sahara

Barcelona, 12 de octubre de 2013

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Dedicado a todos los lectores del blog Haiyu Sahara

y a todos aquellos que decidieron aportar su

granito de arena, participando en nuestros

concursos y ayudando a hacer llegar el conflicto

saharaui un poco más lejos.

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PROLOGO

Han pasado 38 años desde aquel 12 de octubre en el cual todos los saharauis,

dejando de lado sus diferencias, decidieron unirse para alzar su voz contra el

enemigo. En Ain Bentili (Norte de Mauritania), todos los representantes de la

sociedad saharaui se reunieron y acordaron unirse para luchar contra cualquier

invasor de su tierra.

Es a raíz de esta unidad cuando comienzan los grandes logros del pueblo saharaui,

poniendo en jaque una de las grandes potencias del Magreb, Marruecos, además de

a sus aliados EEUU y Francia.

En tiempos de batalla, la unión fue clave para luchar frente a frente contra tantos

enemigos. La táctica saharaui consistía en una guerra de guerrillas, de norte a sur y

de este a oeste del país, durante la cual diversas acciones de grupos pequeños

coordinados y unidos bajo la bandera de una patria libre fueron capaces de

contrarrestar el intento de exterminio de los invasores. Es este tipo de lucha el que

quitó el sueño a Hassan II y a sus aliados y tambaleó la poca estabilidad del estado

mauritano en su intento de ocupar el sur del Sáhara Occidental.

Una ardua labor diplomática paralela a la lucha armada situó a la nación saharaui

en los mapamundis bajo la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática.

Para ello fue necesario recorrer un largo camino donde se consiguió pasar de que

en 1975 el rey de Marruecos Hassan II tachara a los saharauis de “cuatro nómadas

vándalos”, a que, cinco años más tarde, su ejército (con sus tanques y aviones de

última tecnología) fuera incapaz de dominar el territorio y veinte años más tarde no

le quedara más remedio que sentarse a negociar de igual a igual con aquellos que

tachaba de vándalos.

Desde la firma del alto al fuego, en 1991, la sociedad civil saharaui resiste unida,

tanto en los Campamentos de Refugiados Saharauis como en los Territorios

Ocupados por Marruecos. Desde entonces, los saharauis se comprometieron

firmemente con la paz, buscando nuevas formas de lucha pacífica, que han sido

ejemplo para el mundo en numerosas ocasiones, como es el caso de Gdeim Izik,

primer síntoma de la primera árabe.

De Bentili a Gdeiz Izik, es una compilación de los mejores escritos y fotografías que

han participado en los concursos organizados por el blog Haiyu Sahara y con la cual

se pretende realizar un homenaje al día de la unidad saharaui.

La voluntad del pueblo y el anhelo de libertad encendieron la llama, la unidad y la

resistencia la mantienen encendida.

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Paseaba el pueblo sus banderas rojas

y entre ellos en la piedra que tocaron

estuve, en la jornada fragorosa

y en las altas canciones de la lucha.

Vi cómo paso a paso conquistaban.

Solo su resistencia era camino,

y aislados eran como trozos rotos

de una estrella, sin bocas y sin brillo.

Juntos en la unidad hecha en silencio,

eran el fuego, el canto indestructible,

el lento paso del hombre en la tierra

hecho profundidades y batallas.

Eran la dignidad que combatía

lo que fue pisoteado, y despertaba

como un sistema, el orden de las vidas

que tocaban la puerta y se sentaban

en la sala central con sus banderas

El pueblo, Pablo Neruda

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POESÍA

En este poema, Nafi Brahim, ganador del primer concurso literario por un Sáhara Libre nos

deleita con sus versos. La poesía es un arte muy arraigado en la cultura saharaui, una forma de

expresión oral, con la que se busca contar los hechos con otras palabras que exigen una reflexión

profunda para acercarnos a lo que el autor nos quiere decir.

La cultura árabe y musulmana vive la poesía, un arte que se presenta en el libro sagrado del

Corán y que se encuentra en las conversaciones diarias. Los saharauis ven en la poesía una

nueva forma de luchar con la palabra, con astucia e inteligencia. En los grandes eventos

culturales y políticos que se celebran en los campamentos y los territorios liberados, los recitales

de poesía, siempre son imprescindibles.

La poesía hispanosaharaui es un nuevo género que cada día gana más adeptos. La Generación de

la Amistad, con Bahia Awah y Limam Boisha, entre otros, fue el germen de una poesía

reivindicativa llena de anhelos del regreso a la tierra soñada, de recuerdos de la infancia y de

homenajes a la causa del pueblo saharaui.

EL ROSTRO DE LAS HUELLAS

Hojas de pena perenne,

Sonrisas de hoja caduca.

¿De dónde viene la angustia

Que tiñe en rojo las dunas?

¿Qué monstruo invadió el camino

Que en vez de huellas dejó tumbas?

*

En las calles del Aaiún

Andan buitres carroñeros,

Con garras y sin plumaje

Venidos de otro desierto.

Una madre los ha visto

Corre y abraza a su pequeño:

-Que han llegado tantos buitres

Que te llevarán con ellos,

Busca algún negro refugio

Como son tus ojos negros

Que han llegado tantos buitres

Que te llevarán con ellos.

*

Y se estrangulan las voces

Entre secuestro y secuestro.

Sombras de buitres armados

Que empiezan su picoteo

Con sangre, balas y porras,

Pues se alimentan del miedo.

La angustia armada de buitres

Ya señala con el dedo

Que las calles del Aaiún

No están demasiado lejos.

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*

Buitres con cascos azules

Lamen con fingido beso

Rancio, amargo y con espinas

Las heridas que yo dejo.

Y buitres de verde estrella

Van llenando de agujeros

Ya veinte años de palomas

Que he lanzado por el cielo.

La tierra agita los brazos

En señal de sufrimiento

De dignidad indomable

De los indomables ecos,

Mas han llegado los buitres

Y los llevarán con ellos.

*

En las calles del Aaiún

Negra bóveda es el cielo,

No existen los ciudadanos,

Tan sólo existen los presos,

Mas ser libre o no ser nada,

Ser la ceniza o de fuego

La llama, solo depende

De la voluntad del pueblo:

Un joven con grandes piedras

Empieza su lanzamiento,

Se unen mujeres y niños

Y grita eufórico un viejo:

¿Ha de temer a la muerte

El que en vida vive muerto?

¿El muerto acaso no vive

Más que aquel que tiene miedo?

*

En nuestras vidas atadas,

¿Quién juzga quiénes son

Los que empuñan las espadas

Y los que empuñan la razón?

*

¿Quién impone los castigos,

Franceses o americanos?

Si no hay tiranos amigos

Que juzguen a otros tiranos.

*

¡Pues que el pueblo se libere!

Si de igual quieren juzgar

Al que mata porque muere

Y al que mata por matar.

Autor: Nafi Brahim Salem (Primer premio, I concurso Literario)

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El rostro de las huellas de Nafi Brahim y la fotografía de Ana Pardo (abajo presentada), combinan

de una forma misteriosa. La imagen, ganadora del primer concurso de fotografía, refleja un

momento de libertad en los territorios ocupados del Sáhara: un hombre, cautivo en sus recuerdos,

con su turbante blanco, mece con sumo cuidado un elemento tradicional saharaui. La postura que

adopta el personaje y los objetos presentados proyectan una imagen de tranquilidad, que puede ser

acompañada por un recital de versos en hassanía.

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PROSA

A pesar de la alegría que se encuentra en una jaima saharaui, la prosa relativa al tema

saharaui, destaca por su melancolía, reflejo de los problemas que surgen a raíz del

exilio, la separación, la lejanía de la familia, la pérdida de un familiar cercano. A

continuación se presentan las obras ganadoras de los concursos literarios.

EZGARIT, EN LAS PROFUNDIDADES DE LA NOCHE

He encontrado la solución para el conflicto de mi país: envuelta entre las mantas, suena

el despertador, es hora de levantarse. Enciendo la radio y del otro de la onda oigo: “…El

Frente Polisario hace un llamamiento urgente a todos los saharauis que residen en

Europa, para que vuelvan a los campamentos de refugiados en Tinduf…”, me quedo

incrédula, enciendo la televisión, una vez más oigo y veo la misma noticia. Me quedo en

blanco, llamo desde el móvil y me confirman la noticia, mi amiga me dice “¡Corre, que

nos están esperando en el aeropuerto de Barajas!”.

Aquella mañana cambió mi vida. Adiós España, adiós Universidad, sin saber por qué,

tenía la certeza que ir a los campamentos era la decisión correcta, mi corazón sentía que

mi pueblo me necesitaba. Así, sin despedirme fui directa al aeropuerto, la Terminal 4 de

Barajas estaba llena de colores de Banderas, Melfas (1) y Daraas (2); miles de saharauis

provenientes de toda España estaban esperando a los aviones argelinos que nos

trasladarían a los Campamentos. La gente vagaba de un lado a otro, entre nervios e

incertidumbre, por no saber lo que iba a ocurrir.

Decenas de aviones argelinos provenientes de todo el mundo tomaron tierra en el

aeropuerto de Tinduf; bajé del avión con una sensación nueva, a diferencia de otros

viajes, en esta ocasión no tenía las ansias de ver a mi familia, pues percibía a todos

aquellos compatriotas como miembros de una misma gran familia.

Al salir de aquel aeropuerto nos esperaban unos camiones y nos comunicaron que nos

trasladarían al campamento de Dajla con el resto de la población, tras horas de viaje

llegamos a la Wilaya, donde nos esperaba una muchedumbre inquieta y desconcertada,

a la vez que saludaban empezaron a cuestionar en busca de información sobre lo que

ocurría, sin embargo ninguno pudimos calmar sus incisivas preguntas dado que nadie

estaba al tanto de lo que estaba pasando.

Por la tarde, el presidente de la República Saharaui convocó a toda la población para

trasladar la necesidad de que todos apliquen la constancia, la responsabilidad y sobre

todo mucha, mucha paciencia. A continuación indicó el plan de actuación que consistía

en lo siguiente: los ancianos, las mujeres y los niños se debían quedarse en Dajla con

algunos médicos, los estudiantes y licenciados serían trasladados a Rabuni y por último

que todos los varones mayores de 20 años junto con el resto del personal sanitario se

debían dirigir a la segunda región militar (Tifariti).

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Entre la multitud, desde atrás alguien me tira de la Melfa y me pregunta: “¿Me trajiste

un juguete?”, era Hammad mi hermanito pequeño, me giro hacia él y me fundo en un

sentido abrazo, él, sin embargo, ajeno a todo aquello que estaba ocurriendo, me dice

“Yo quiero jugar”, a lo que yo respondí “si me llevas a ver a Mamá jugaré contigo” y así

fue que me condujo hasta mi madre; La vi destrozada junto a las demás mujeres,

aunque eran ellas quien vitoreaban a los hijos y les empujaban a emprender el camino a

la lucha por nuestra tierra, en sus corazones notaban el pesar de la separación y la

incertidumbre de no saber cuándo volverían o incluso si volverían.

Me vuelven a llamar, es la hora de marcharse a Rabuni, le doy un abrazo a mi madre,

mientras ella reza oraciones, la tranquilizo y le prometo que todo irá bien y que en breve

volveríamos a vernos.

Subí en el camión con el resto de jóvenes, estuvimos toda una noche sin dormir, ya que

teníamos que repartimos según las especialidades: arquitectos, médicos, periodistas,

historiadores, juristas, ingenieros, filólogos, traductores, etc. El gobierno nos informó de

que teníamos la responsabilidad de construir la base del futuro Estado independiente

saharaui. A mi grupo se le asignó la tarea de organizar la agenda de la Radio Nacional,

añadiendo nuevos programas y en la RASD-TV teníamos la misión de cambiar todo el

diseño a un nuevo formato etc.; los juristas recibieron el encargo de redactar una nueva

Constitución y un modelo de Administración para la organización del nuevo Estado; los

arquitectos e ingenieros, el diseño de las infraestructuras para las nuevas ciudades: el

transporte, los recursos, etc. y así en todos los campos.

En la segunda región militar, los hombres atravesaron el desierto, pasaron el muro hasta

encontrarse en la zona conocida como los Territorios Ocupados por Marruecos. Se

desplegaron por todas las ciudades: Aaiún, Dajla, Bujdur, Smara… Ayudaban a los

marroquíes a recoger sus enseres y veían como subían en los autobuses para marcharse

a un campamento improvisado al sur de Marruecos hasta que su Gobierno les diera otras

viviendas.

El Ejército junto a la población saharaui de los Territorios Ocupados retiraron todas las

banderas marroquíes, quitaron las fotos del Rey marroquí, derrumbaron todos los

cuarteles y las cárceles. ¡Los presos políticos saharauis estaban en libertad!

Empezaron a pescar y con los ingresos del pescado reconstruyeron las ciudades. Se

decidió construir una vivienda por cada familia. Emprendieron la limpieza de todas las

calles y a comenzaron a construir nuevos colegios, hospitales y demás edificios públicos.

Los inmuebles en buen estado se conservaron y fueron pintados para que desapareciera

el color rojo del reino alauita. Las ciudades saharauis en tres meses se convirtieron en

un paraíso lleno de colores para su pueblo: la bandera ondeaba soberana sobre sus

ciudades, en definitiva se respiraba armonía, paz y el fin a la ocupación con el fondo

de ezgarit (3) de las mujeres saharauis.

Los que nos quedamos en los campamentos no sabíamos nada de lo que ocurría en la

otra parte, los ancianos, mujeres y niños seguían en el Campamento de Dajla, todos

estaban muy preocupados por no saber nada de sus hijos, padres y maridos. Tenían la

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certeza de que estarían enfrentados a Marruecos en una dura guerra, dudaban si

volverían a verles.

Los estudiantes seguíamos en Rabuni, aunque de vez en cuando venía la orden de que

algún grupo de trabajo tenía que irse a donde estaba el Ejército. El grupo que iba no

volvía. No había tiempo para detenerse en preocupaciones, era inútil y estábamos

inmersos en la ilusión del futuro Estado, teníamos mucho trabajo… De repente, se dejó

de hablar de Zonas Ocupadas, Liberada e incluso de Campamentos de Refugiados. El

Ejército Saharaui estaba arrasando el Muro de la Vergüenza, ¡apenas había Minas

antipersona!, en pocos días consiguieron que dejara de existir esa cruel brecha que

dividía el territorio saharaui.

El Sahara Occidental era un Estado independiente, Marruecos dejó de ocupar el territorio

saharaui por orden de la Comunidad Internacional. El Frente Polisario consiguió su

victoria, la victoria del pueblo saharaui, a cambio de no resaltar nada en los medios de

comunicación internacional, esa era la razón del misterioso silencio que rodeaba lo que

estaba ocurriendo.

Después de la construcción de casas, comenzó a funcionar la economía con el exterior,

teníamos muchos recursos naturales, podíamos vivir por fin sin depender de la ayuda

humanitaria.

Tras tres meses de intenso trabajo, nos trasladaron a los estudiantes a la ciudades

saharauis, ¿Dónde está el ocupante? Ante nuestras atónitas miradas, nos indicaron que

teníamos que llevar a la práctica los proyectos estudiados Rabuni. Nos parecía un sueño,

era algo difícil de asimilar. Sin guerra conseguimos la independencia.

Al cabo de seis meses cuando todo estaba en orden y marchaba a la perfección,

pudieron entrar en la añorada tierra la población que se había quedado en el

campamento, allí les acogieron sus familiares de los que llevaban 38 años separados y

sus hijos ninguno estaba herido porque no habían ido a la guerra. Aquel día se proclamó

la independencia del Sahara Occidental, solo se oían gritos de alegría y muchos ezgarit.

Los saharauis por fin pudieron celebrar un sueño en su tierra tan anhelada. Acudió gente

de todo el mundo, pero especialmente los amigos españoles.

Los escalofríos me asaltan el cuerpo, me levanto exaltada y pronto descubrí que no

estaba en mi tierra. Parecía imposible. ¿Tenía que estar en el Sahara y estoy en España?

Me enfado conmigo misma ¿Por qué sueño? ¿Solo fue un sueño? ¿No era verdad?

Ninguna respuesta podía calmar la rabia que sentía. Desilusionada no podía conciliar el

sueño, tomé mi libro de cabecera “un día más con vida” de KAMPUSCINSKI, sobre la

guerra de independencia de Angola; al fin me serené y tuve claro que mi pueblo también

será libre e independiente, La Historia ha demostrado que ninguna ocupación ha durado

eternamente. ¡Han caído torres más altas!

Reflexioné más tarde, ¿fue un sueño?, ¿una premonición tal vez?, ¿qué fue…? no lo sé,

pero una conclusión me quedó clara, Marruecos tiene que salir del territorio que ocupa

de forma ilegal y los saharauis debemos volver a nuestra tierra libres. La solución la vi

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en el inolvidable sueño que plasmo en estas hojas y la sensación los ezgarit de

independencia aún suenan en mis oídos.(1) Melfa/as: vestimenta femenina saharaui.

(2) Daraa/as : vestimenta masculina saharaui.

(3) Ezgarit: sonido que emiten, las mujeres saharaui, con un movimiento de la lengua a

gran velocidad para manifestar su alegría.

Autora: Ebbaba Hameida Hafed (Primer premio, II Concurso Literario)

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La crueldad de la guerra, el paso de los años, la solución de no-solución impuesta.

Nacer con el olor a mar o bañado en arena, una identidad. El deseo de encontrar la

solución para un conflicto que se prolonga en el tiempo, pasando por encima de

generaciones que comparten un sueño, como el que se relata en Ezgarit. Un sueño con

el cual nace cualquier saharaui y que se integra en su mirada, desde niño, una mirada

de esperanza.

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MI PADRE HA MUERTO

Mi padre ha muerto. Ayer salió de la dahira y no ha vuelto como se fue; quiero decir que

lo trajeron en una camilla, no dando patadas al polvo como era su costumbre. Fue a

Auserd a visitar a su hermano, que está enfermo, que le falta la pierna y cuatro dedos

de la mano derecha. Pero de eso no tiene la culpa mi padre, ni sus hermanos, ni mis

abuelos. Tampoco yo, que soy un niño y apenas llego al borde del pozo. Cada mes mido

mi estatura con el fusil de padre; pronto lo sobrepasaré y podré ver el orificio del cañón

desde arriba, y eso para mí y para los míos es importante, aunque en casa nadie quiere

tenerlo porque dicen que es cosa del demonio….y de los marroquíes. Si no fuera por esa

gente que vive en nuestro país no tendríamos armas, los abuelos nos hablarían de las

leyendas del desierto y mi padre surcaría el mar en un pesquero.

Mi padre se perdió en la Hamada. El médico lo examina de arriba a abajo. Diagnostica la

gravedad de las quemaduras, le da agua a sorbos, le anima para que narre lo ocurrido,

pero mi padre solo habla del mar, de la brisa salada y de sus compañeros del pesquero,

casi todos muertos, uno en España. Estira los brazos para mostrarnos el tamaño de la

corvina que pescó cuando era casi niño. Medía dos metros. Se ríe, preguntada por

madre y todos nos miramos en silencio: madre está a quinientos metros de la jaima, en

el cementerio. Al poco se duerme y sueña con aquel compañero canario del pesquero,

que vuelve cada tres o cuatro años de visita, con medicinas, con un gran bizcocho y con

la tristeza en la comisura de los labios. Patea las piedras de alrededor de la jaima,

observa la acacia que crece junto al corral de cabras y musita “no lo hicimos, bien, no lo

hicimos bien…”. Mi padre le dice en sueños que no tiene importancia, que algún día su

pueblo volverá a admirar las olas del Atlántico, a introducir los pies en sus aguas, a

contemplar la puesta del sol desde el puerto de El Aaiún.

Mi padre ya no volverá a pasear por las calles de su infancia, tampoco mi madre. El

médico no le da más de tres días de vida. La hamada le ha vencido, la nostalgia

también. Ya no podrá plantar avena en el humedal ni apoyar su espalda en el tronco de

la higuera del patio de su casa abandonado hace muchos años. El médico me dice que la

tristeza le ha vencido, que las medicinas pueden curar pero cuando el alma decide

abandonar el cuerpo para no estar prisionera de los recuerdos, poco se puede hacer,

hay que dejarla marchar; seguro que sabrá encontrar el jardín de sus recreos.

Regreso con mis hermanas y hermanos del entierro. El fusil sigue apoyado en la pared.

Me mido con él. Sin duda he crecido varios centímetros en un día. Ya puedo mirar por el

orificio de la muerte. Mi hermana me besa en la mejilla y me susurra:¡has heredado el

fusil de padre!. Eres un hombre y algún día nos llevarás a la casa de padre para recoger

los frutos de la higuera y contemplar la puesta del sol. La miro y no sé qué decirle. Temo

perderme en la hamada, no encontrar el camino de regreso…han pasado tantos años,

que solo quedan los relatos de madre antes de mandarnos a la cama.

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Me llaman para practicar tiro con el fusil. Caminamos bajo un sol indolente, buscando un

lugar alejado del juego de los niños. El horizonte de piedras no tiene principio ni fin.

¿Cómo pudimos vivir aquí tantos años sin desfallecer como pueblo?- me pregunto

mientras intento reconstruir en un cielo de ceniza la sonrisa despreocupada de mi madre

ordeñando la cabra-. El último parto la mató pero ya casi no tuvo leche para mi hermana

menor. ¡En este pedregal los símbolos de la vida duran poco tiempo!.. Mi madre era lo

más vivo de este lugar, mi madre y la esperanza del retorno. Ella ya no está y mis

compañeros aseguran que la ONU obligará a Marruecos a aceptar su retirada del Sahara.

Debería creerles: tengo el fusil de padre, las manos con los dedos completos, se

orientarme por el desierto y comparto con mucha gente el secreto que las estrellas

ocultan a nuestros enemigos. Ellas me hablan, me señalan con su luz el camino a seguir,

me miran atentas y, a veces, me guiñan con sus voces verdosas; y cuando los

marroquíes las miran desde El Aaiún ellas se burlan y les dicen, dejando de brillar, que

son unos extraños en aquella ciudad y que pronto tan solo serán fantasmas

deambulando por los laberintos de su avaricioso rey.

Me hablan de padre. Defendió su casa hasta que ya no le quedó bala alguna. Antes de

marchar al exilio besó el tronco de la higuera que plantó su abuelo. Todavía guardamos

un libro en español con una hoja de higuera seca. Temo tocarla para que no se esparza

por la habitación como la arena del desierto. Mi hermana pequeña la quiere conservar

intacta, dice que es el mayor tesoro que ha heredado, que yo tengo el fusil y ella la

historia de nuestra familia, y que cuando volvamos a nuestra tierra serán más

importante los recuerdos que las balas. Yo nunca he visto el mar pero sé cómo es, mi

padre me lo describía con gran precisión: las olas, sus cabalgaduras de espuma, los

barcos al fondo sobre un horizonte de mermelada azul. A eso le llama mi hermana

recuerdos. No al fusil ni a los enemigos que abatimos en la hamada. La muerte no es un

atributo de los pueblos; la alegría sí, el vivir en la tierra de nuestros ancestros, comer las

frutas del mismo árbol que las comieron los abuelos, rezar en los mismos rincones y

buscar los mismos escondites cuando hacemos una travesura.

Mi padre ha muerto. Siempre me dijo que cuando el faltara debería regar la higuera de

la casa de El Aaiún. Pasarán muchos años pero volveré y la regaré, padre.

Autora: Lucía Sánchez Sotelo

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La cultura saharaui es una seña de identidad que se puede describir como sinónimo de

respeto. Este se puede respirar a todos los niveles, pero en especial entre las diferentes

generaciones. Como se puede comprobar en el relato “Mi padre ha muerto” y

observar en la imagen “Niño esperanza” además del respeto, los saharauis suelen

tener a los mayores como un referente incuestionable, un respeto que se lee en sus

miradas y que se demuestra con cada una de las decisiones que toman.

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GORA BIHOTZAK! (¡ARRIBA LOS CORAZONES!)

BESOS PARA EL MURO DEL SILENCIO

“He encontrado la solución para el conflicto del Sahara Occidental”, llegó el eco a una

casa nacida con los ingredientes de la tierra de los campamentos de refugiados. En la

wilaya de Smara se pudo leer: “La paciencia de los saharauis ha llegado al límite”. La

delgada línea roja del conflicto y la de la paciencia es la misma. Es un filo de navaja por

el que respira el pueblo de Fale. Sobre la cuchilla se seccionan las plantas de los pies

mientras caminan en buscar la solución. En su andar sangran rojo de la bandera de la

primera proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática de 1976.

Plantas de los pies que ven que no avanzan, como las curiosamente igual llamadas

plantas, en el desierto. Hay flores contadas en la resonancia de las últimas décadas, en

las dunas ásperas, aunque solidarias, del vilayato argelino de Tindouf. Pero igual que

ellas, de forma incomprensible, crecen, los saharauis se crecen ante la adversidad, ante

el muro del silencio, el acallado por la opinión internacional.

Y es que el conflicto es como un niño sordomudo.

-“Disculpe… (interrumpe un periodista al otro lado de la línea telefónica. A Abdati, se le

ha derramado el té. Lo trata de secar con su pequeña camiseta. Le ayudo con unas

servilletas de bar. ¿Qué me contaba de que el conflicto saharaui es como un niño

sordomudo? Ya le sigo escuchando. Aquí hay cobertura”.

“No se preocupe”, le respondo. Sí. Es como Bouseid. El saharaui escucha por los

ojos. Lee labios internacionales. Si besa es para hablar, para sentirse escuchado.

Bouseid ha marchado de su hogar solidario en Euskadi agradecido. Anónimo. Tiene 8

años, sin embargo sus labios toda una vida: plena de silencio, como el muro de los

suyos.

¿Y dónde reside entonces la solución para el conflicto del Sáhara Occidental?, me

preguntará ahora por el móvil. Échele lo que le echaría un jovenzuelo de su edad:

Lógica. La solución es como el pueblo de la RASD: se desplaza de un sitio a otro sin una

residencia permanente. Es nómada. Es trotamundos en busca de hondear paz y

derechos para sus ancestros. Su corazón y mente sí tiene residencia, patria, no vaga: es

la identidad saharaui. El pueblo de Fale, de Abdati, de Zahra, de Bouseid, de Noha…

viaja con ese conjunto de rasgos e informaciones que individualizan o distinguen a los

suyos. Ahí se asienta la hayma identitaria común.

Un pintor de Ausserd, cosecha del 77, me habló en una bonita ocasión sin citarlo de esa

identidad. Emigró a mis oídos con el propósito de que sus palabras gestaran óvulos

fértiles en más personas, en potenciales lectores de periódico con sensibilidad social,

política, solidaria hacia su pueblo en busca de redención. Así, él puso sus habilidades al

servicio de su causa noble.

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Me ilustró con la tradición de los libros de madera, aquellos que Bouseid puede leer en

sus labios de artista de soberanía atacada, invadida, desterrada, desplazada, refugiada…

La historia tiene su magia, su liturgia porque fueron (y deben seguir siendo) la voz de

su costumbre.

Sus ancestros no custodian nada escrito, todo lo han ido transmitiendo de generación en

generación de forma oral a través de los siglos nómadas. Sí, los siglos también lo son.

De oído en oído; de corazón en corazón. Estos libros de madera fueron cómplices del

principio de todo. En ellos se escribían con carboncillo, por ejemplo, el libro sagrado de

Paz, El Corán, capítulo por capítulo, o poesías y los saharauis los memorizaban de

principio a fin.

El niño sordomudo, a diferencia de quien habla desde donde lucen servilletas de ‘Gracias

por su visita’ en los bares, también sabe que luego se borraban con agua y esa agua se

beberá. De este modo lo escrito quedará en cuerpo y mente, tal y como explicaba el

guerrillero del pincel y la palabra.

Hasta el momento del exilio esto era así. Hasta los años 70 del siglo XX ese era el

método de enseñanza. A partir de entonces, “se ha ido cambiando por las libretas”,

lamenta. Y otras tecnologías de última generación creada por una sociedad global sorda

y muda. Por ende, ciega.

Heridos por la historia de Marruecos, herido por la de Mauritania, por España…, lanzan

un mensaje urgente a que se hable más de un muro de 2.700 kilómetros que ahoga a

un pueblo soberano histórico. Buscan una solución a la tragedia, a asesinatos, a minas.

La opinión mundial se encoge con la caída del muro de Berlín –hoy de obligada visita

turística crítica y multicolor-, del israelí sobre Palestina –cielo gris de odio y ambición-…

pero, el saharaui llora que nadie sepa nada del inhumano suyo. No aparece en las

noticias que está rodeado por 10 millones de minas antipersona, sin contabilizar las

anticarro, por 120.000 soldados marroquíes.

El muro divide a familias enteras desde hace 37 años. En su interior, se estima que

sobreviven con plantas de pies sangrantes medio millar de personas caminando sobre el

filo del cuchillo; refugiados, alrededor de 180.000. Es un crimen contra la humanidad.

También lo es que nadie sepa de él y de sus miles de víctimas: personas sin brazos, sin

piernas… Algunos muertos con labios que ya no hablan, pero comunican llanto. Que no

besan. A los que solo queda poder besar ya fríos y caducos.

En las wilayas, solo resta una forma de lograr el final, mediante la lógica del niño, de la

niña, de la mujer, del marido, de la abuela, del abuelo, del recién nacido…: un lenguaje

de besos para entendernos entre todos.

-”Disculpe, se ha cortado por un momento la llamada internacional… ¿Un lenguaje de

qué?”

Autor: Iban Gorriti González

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El enemigo construye muros de guerra, el sentir saharaui traza líneas de paz, eleva las

alas y toma impulso, con la fuerza que le da su identidad y armándose con su unidad,

persigue su libertad, surcan mares venciendo cualquier impedimento impuesto por el

enemigo.

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ADIÓS MUAJAYAM

Los baches cesaron; quietud. El motor del todoterreno se detuvo; silencio. Mantuve la

cabeza gacha. Casi podía ver los latidos de mi corazón a través de la ropa; se

perseguían. No me atrevía a moverme, ni siquiera a mirar a través de los cristales

agrietados de la ventanilla. Solo fui capaz de volver la cabeza el ángulo justo para mirar

de reojo mi único acompañante y conductor de ese vehículo. Asintió con la

cabeza. ”Puedes bajar a despedirte”. Su voz resonó en las profundidades de mi mente.

Abrí la puerta y salí como pude, procurando no pisarme la darra-a. No lo conseguí; la

pisé, como siempre, y caí de rodillas al suelo. No sentí ningún tipo de dolor. De soslayo,

vislumbré como mi acompañante hizo ademán de ayudarme, pero se detuvo. Por dicha,

ya no era consciente de que me acababa de caer; el roce de aquella arena tan fina en mi

piel absorbió mi atención al instante. A los pocos segundos, ya ardía como si se tratara

de brasas, pero eso no importaba. Perdí la mirada en un punto que no sabría decir cuál

era. Ni siquiera parpadeaba. Quedé deslumbrado por un reflejo que fue escondiendo

poco a poco aquel paisaje. Finalmente, en mi cabeza desapareció cualquier pensamiento

y solo quedó impregnado el negativo de la imagen de aquellas tierras. Aquellas tierras

que, aunque me habían visto nacer y crecer, no podía llamar mías. Aquellas tierras que,

aunque me habían visto nacer y crecer, solo eran prestadas…

Bajé la mirada y tomé un puñado de arena; con el puño cerrado, dejé que se deslizara

entre mis dedos. La sensación de esos pequeños granos acariciando mi piel era

comparable al tacto del mejor terciopelo. Aquella sensación me transmitía seguridad;

sabía que estaba en casa. Levanté la vista y la paseé por todo mi alrededor: arena y

piedras; neumáticos gastados marcando algunas de las calles; carrocerías sin motor que

antaño habían circulado sobre aquellos terrenos; desechos diversos completaban el

decorado de aquel triste escenario. Las viviendas, construidas con la misma arena que

ahora se escapaba de mis manos, se alzaban desafiantes por todas partes de forma

desordenada. Podía perder la vista en una explanada inmensa que terminaba en un

horizonte donde se fundían el triste marrón de aquel árido paisaje con el triste azul de

aquel cielo. Aquel era el único horizonte que yo conocía; nunca aún había podido ver el

mar de mi tierra, mi tierra anhelada…

Todos los coches habían salido ya, solo quedaba yo. Aquella era la primera vez que

pisaba el mujayam y me sentía solo. Soy hijo del desierto, he crecido en el desierto, pero

era la primera vez que sentía aquel lugar tan desértico. No había experimentado nunca,

hasta ese momento, la sensación de soledad que de golpe me invadía; nunca había

echado de menos, hasta ese momento, el sonido de un animal; nunca había echado de

menos, hasta ese momento, el ondeo de una planta; nunca había echado de menos,

hasta ese momento, algún indicio de vida. Incluso el viento parecía haberse alejado. La

angustia se me tragaba. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y los ojos se me

humedecieron, no sé si por pena o alegría, dado que estaba triste y contento a la

vez. Triste porque tenía que despedirme del lugar donde habían vivido mis ascendientes

durante los últimos treinta y cinco años, triste por el camino que dejaba atrás, pero

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contento porque, por fin, nuestra patria era libre, contento porque, por fin, podíamos

volver a nuestra patria…

Con la mirada perdida y la visión medio borrada por un velo que cubría mis ojos, divisé

la figura de un niño cubierto de polvo y con los mocos resecos en la nariz. Corría tras los

cooperantes llegados de otros países. Estiraba las manos con cara triste y la cabeza

gacha, pero aquella carita solo era una maniobra para conseguir su trofeo. Una vez tenía

los caramelos en sus manos, se dibujaba la sonrisa más grande que se haya podido ver

en la faz de la tierra, se dibujaba la sonrisa más pura y más sincera que nadie haya

expresado nunca. Aquellos caramelos eran el mejor regalo, porque aquellos caramelos

eran todo lo que él deseaba. No necesitaba nada más. Cerré los ojos y recordé el sabor

de aquellos caramelos…

Otra vez el mismo niño. Ahora, jugaba con su abuelo. En las miradas que cruzaban se

palpaba el amor que desprendían. Recuerdo que siempre me enseñaba orgulloso las

cicatrices que le había dejado la guerra. En un momento como el de ahora, le echo de

menos más que nunca. Pensar en mi abuelo me entristece, pero ahora es momento de

estar contento. Yo solo tenía once años, pero lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Mi

abuelo estaba tendido sobre las alfombras, con toda la familia a su lado. Me pidió que

me acercase y me cogió de la mano; su piel estaba fría. No podré olvidar nunca sus

palabras: “Esta es la última vez que mi pensamiento se materializará en palabras; son

todas para ti. Esta es la última vez que podré expresar mis sentimientos con una mirada;

fija tus ojos en los míos, porque estos sentimientos son de amor y son todos para

ti. Esta es la última vez que podré sonreír; esta sonrisa es toda para ti. Sé que un

fragmento de mí se quedará dentro de ti y es por eso que tengo que pedirte el favor

más grande que he pedido nunca. Me duele el corazón cuando pienso que yo no podré

ver mi tierra liberada, pero estoy seguro que tú sí lo harás. Cuando llegue ese día, solo

quiero que me recuerdes un instante, de esta forma, esta pequeña parte de mí que

ahora se queda contigo, podrá sentir también la sensación de la libertad”. Se lo

prometí. Estas fueron sus últimas palabras. Después de esto cerró los ojos y ya no los

abrió nunca más. Ojalá mi abuelo estuviera aquí a mi lado, ojalá pudiera acompañarme

de la mano en esta nueva etapa; ojalá supiera que nuestra tierra respira un nuevo aire,

ojalá pudiera sentir esa sensación de libertad que ahora nos envuelve y que él tanto

deseaba…

Todo está oscuro. La cabeza me da vueltas. No puedo pensar, tengo la mente

saturada. Siento todo mi cuerpo entumecido. Intento moverme, pero un cosquilleo

recorre hasta la punta de mis dedos. Intento ver cualquier cosa a mi alrededor, pero no

lo consigo. Creo que tengo los ojos cerrados. Intento abrirlos, pero me pesan mucho los

párpados. Los tengo prácticamente pegadas. Consigo ver una línea de luz. Me

deslumbra. Lo vuelvo a intentar. Esta vez sí, consigo abrir un poco más los ojos. Creo

que estoy acostado. Una mujer se me acerca, pronuncia unas palabras, pero no consigo

entenderla. Hace señas para que se acerque alguien más. Se acerca un hombre que

viene directamente hacia mí, me abre un ojo con dos dedos y me enfoca con una

linterna. ¿No ve que me molesta? Me hace lo mismo con el otro ojo. Intento decirle que

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no lo haga, pero no consigo articular palabra. Se mira a la mujer y niega con la

cabeza. ¿Que no qué? ¿Por qué no puedo oírlos? Consigo inclinar un poco la cabeza y

veo que hay mucha gente a mi alrededor. Son todos vecinos míos. Están manchados de

tinta roja. Estoy muy asustado, no sé qué pasa. Justo a mi lado, veo a mi hermano

pequeño. Intento gritar su nombre, pero no responde. No se mueve. Quiero decirle que

no tenga miedo, quiero abrazarlo, pero no me puedo mover, casi ya no siento mi

cuerpo…

De repente, aparecen dos recuerdos en mi cabeza. En uno, estoy de rodillas en el suelo,

con la arena deslizándose entre mis dedos y observando los campamentos desérticos. En

el otro, oigo una explosión y disparos; salgo de la jaima y veo que todo el mundo corre y

grita. Los dos se me mezclan, pero no me resulta difícil adivinar cuál es fruto de mi

fantasía. No me resulta difícil adivinar cuál es un pedacito de un deseo roto…

Tal vez me estoy muriendo y no me importa, pero tengo miedo. Tengo miedo de morir

en la incertidumbre de no saber qué será de mi tierra. Tengo miedo porque no podré

hacer realidad el último deseo de mi abuelo. Tengo miedo, porque mi hermano solo

tiene siete años…

Perdóname, abuelo, por no haber cumplido mi promesa.

Autor: Raül-Manel Corrales Flores

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Infancia, se entremezclan sentimientos, una sensación agridulce. Sonrisas, felicidad,

sonrisas, unidad familiar, sonrisas, vida, sonrisas…y de repente otra sensación abate a

la anterior, desgarradora, la realidad, un confinamiento, prisión, destierro, una larga

espera. Adiós Mujayam, ¿la vuelta a la lucha armada?

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Y VIVIREMOS POR LA LIBERTAD

He encontrado una solución para el conflicto saharaui. Más bien, hemos. Aunque sería

más justo decir que la solución siempre estuvo ahí. Que ya todos sabían que hacer, pero

les faltaba la voluntad para ello. Todo se basaba en un conjunto inexorable de intereses

económicos y políticos, dejando de lado el mayor interés del mundo. La vida de sus

habitantes.

Paseo por la enorme duna de arena que me permite ver todo aquello que ahora me hace

feliz. Entre otras cosas, la enorme dicha que me produce no cargar un arma, no temer

por mi vida ni la de mis hermanas y hermanos. Yo era una militante del Frente. Bueno,

lo sigo siendo. Pero por fin podemos dedicar nuestros esfuerzos a lo que siempre

habíamos querido: ayudar a nuestra gente a prosperar en un país libre, seguro e

independiente.

Miro hacia el este. Grupos de civiles y soldados marroquíes trabajan afanosamente a lo

largo del Muro. Se llevan piezas, desactivan minas. Ya hay varios pasos libres y muchas

familias han podido por fin reencontrarse tras años de sufrimiento. Para nosotros, es

como un sueño: ver como el causante de nuestras mayores desdichas desaparece

bloque a bloque, tramo a tramo. Fue lo único que exigimos al Gobierno Marroquí a

cambio de su perjurio, que ellos mismos desmontasen aquella aberración. A muchos les

pareció poco, pero creo que es lo mejor que podríamos haber pedido.

Me giro hacia el otro lado, hacia el mar lejano, donde barcos españoles atracan en los

puertos, trayendo a trabajadores y voluntarios que se han ofrecido con todo su amor a

ayudarnos a recuperar nuestra tierra. Eso me hace recordar los sucesos de los últimos

meses.

Todo empezó con las protestas. El mundo estaba, y sigue, sumido en una crisis

económica y política muy fuerte. Cada país tenía sus problemas y sus dificultades. Pero a

nuestro país lo estaban matando, día a día, hora a hora. Un grupo de activistas empezó

a organizarse a través de revistas y de forma virtual. Los diversos y variados grupos de

defensa del pueblo saharaui de cada región comenzaron a unirse con manifestaciones

cada vez más fuertes. Hacían visible nuestro problema a través de pancartas, de

panfletos y revistas. Salíamos en los medios de comunicación: radio, televisión, páginas

web… La gente tomó consciencia de lo que realmente estábamos pasando, y empezaron

la recogida de firmas.

Éstas tenían como primer destino los gobiernos de cada pueblo, pero su verdadero

objetivo era el único que podía, y debía, hacer algo en todo esto. La Organización de las

Naciones Unidas. Cartas, reclamaciones, firmas, críticas… Toda una avalancha de presión

llegó hasta la organización. El apoyo era tal que incluso sectores minoritarios de la

población marroquí nos apoyaron de forma clandestina. Finalmente, tras largo tiempo

esperando, la resolución de la ONU llegó.

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Esta vez actuaron de forma diferente, siguiendo el consejo de muchos de los grupos

activistas. El primer paso fue el bloqueo de Marruecos hacia Europa. Se rodeó toda la

costa, hasta la entrada al Sahara Occidental, de manera que no se podía comerciar ni

obtener recursos de ningún lado. El principal atractivo económico de la ocupación les fue

negado y la guerra para evitarlo era impensable. El bloqueo estaba perpetrado por

muchos países: España, Italia, Alemania… Incluso Estados Unidos, pese a no intervenir

directamente en el conflicto, lanzó un comunicado apoyando la acción en vías del

desarrollo de la libertad y la autogestión de un pueblo invadido. Curiosa misiva viniendo

de ellos, pero que claramente cortó las opciones a Marruecos.

Tras un par de meses de presión, la ONU lanzó una resolución en la que exigía el

desalojo de las fuerzas de seguridad invasoras, un pacto de paz y colaboración entre los

dos pueblos y una red de comercio entre Sahara y Europa. Al fin y al cabo lo que seguía

importando era dinero y política.

Para nosotros era más que suficiente. Poco a poco se fueron cumpliendo las exigencias.

El muro iba cayendo, cada día nos llegaban más ayudas y el ejército ya había desalojado

la región. Ahora, codo con codo, trabajábamos en reconstruir nuestro hogar.

Mi mente vuelve a la duna en la que me encuentro varada, con una sonrisa sincera en la

cara. Bajo lentamente hacia el mar, hacia el pueblo. Todavía nos quedan muchísimas

cosas por hacer. Sitios que arreglar, familias a las que alojar, recursos que recuperar…

Pero vamos por buen camino.

Hemos conseguido forjar nuestra independencia sin guerra. Tenemos mucho que

agradecer a tantos, pero no debemos olvidar nuestro propio mérito. Nuestra resistencia

y nuestra insistencia. El pueblo saharaui ahora debe defender lo que tanto le ha costado

conseguir. Debemos ayudar a los que sufren como nosotros ha salir como hemos salido.

Seguiremos con nuestros principios y nuestras ideas y lucharemos y viviremos por la

libertad.

Autor: Carlos Gustavo Prats Marrero

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Todo empieza con un sueño, encontrar una solución para este conflicto es complicado,

cualquier saharaui es consciente de esta triste realidad, no obstante todos están

preparados para cuando esta llegue. Siguen creciendo como nación, modernizándose a

niveles tanto políticos como sociales, pero siempre conservando la esencia de la

identidad saharaui, como bien describe la fotografía enviada por Lluís Rodríguez.

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No es una historia, son muchas, pero comparten el trasfondo, el conflicto del

Sahara Occidental. Una misma realidad contada desde perspectivas distintas, con

sentimientos distintos.

De Bentili a Gdeim Izik, es un libro que fusiona los escritos ganadores y las

mejores fotos que han participado en los concursos organizados por el blog

Haiyu Sahara.

Es una edición homenaje al día de la unidad saharaui, a la vez que agradecer de

alguna forma a los autores que han contribuido por su participación.

Haiyu Sahara