Daniel Sada El Lenguaje Como Juego

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El lenguaje como juego Daniel Sada: El lenguaje del juego- Anagrama. Barcelona. 2012. 198 págs. En tiempos en que la novela busca refugio en la historia o el cine, fuera de sí misma, de lo que deber ser el arte, el hallazgo de una expresión nueva y no el éxito inmediato y la recompensa de la popularidad o las ventas, este escritor mexicano nos ha dejado una obra breve y compacta, inalienable, que además de otros méritos tiene el descaro de mirar el enigma del presente. El valor impagable de las novelas de Sada es no huir, ni de la encomiable tarea de perseguir la expresión artística, ni de la obligación que el escritor tiene de dialogar con su tiempo. Nada más fácil para definir su personalísimo estilo, la cadencia musical y retórica de una prosa en que se aprecian las vibraciones y los ecos del verso, que la inversión del título de esta su última y póstuma novela, para definirlo como el juego del lenguaje. Un juego que consiste en experimentar con la palabra más allá de sus fronteras gramaticales mediante ingredientes tan contradictorios como la oralidad de un idioma que él aprendió en Mexicali, al norte de México, y las elaboradísimas expresiones barrocas de un estilo culto, elusivo y alusivo que pone en tensión la lectura como si se tratase de una gimnasia conceptual. El universo literario de Sada está habitado por personajes humildes, prontos a abolir las fronteras, en una geografía que comparten con los seres más representativos de las ficciones de Roberto Bolaño, por citar uno de sus más ilustres moradores. En ese territorio en que los Estados Unidos son asaltados por el constante flujo migratorio de mexicanos dispuestos a encontrar el otro lado que les descubra la cara de la gracia, y no de las desdichas. Pero el mundo de los narcos y el abismo de la violencia apenas permiten un corto vuelo a la esperanza.

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El lenguaje como juegoDaniel Sada: El lenguaje del juego-Anagrama. Barcelona. 2012. 198 págs.

En tiempos en que la novela busca refugio en la historia o el cine, fuera de sí misma, de lo que deber ser el arte, el hallazgo de una expresión nueva y no el éxito inmediato y la recompensa de la popularidad o las ventas, este escritor mexicano nos ha dejado una obra breve y compacta, inalienable, que además de otros méritos tiene el descaro de mirar el enigma del presente. El valor impagable de las novelas de Sada es no huir, ni de la encomiable tarea de perseguir la expresión artística, ni de la obligación que el escritor tiene de dialogar con su tiempo.Nada más fácil para definir su personalísimo estilo, la cadencia musical y retórica de una prosa en que se aprecian las vibraciones y los ecos del verso, que la inversión del título de esta su última y póstuma novela, para definirlo como el juego del lenguaje. Un juego que consiste en experimentar con la palabra más allá de sus fronteras gramaticales mediante ingredientes tan contradictorios como la oralidad de un idioma que él aprendió en Mexicali, al norte de México, y las elaboradísimas expresiones barrocas de un estilo culto, elusivo y alusivo que pone en tensión la lectura como si se tratase de una gimnasia conceptual.  El universo literario de Sada está habitado por personajes humildes, prontos a abolir las fronteras, en una geografía que comparten con los seres más representativos de las ficciones de Roberto Bolaño, por citar uno de sus más ilustres moradores. En ese territorio en que los Estados Unidos son asaltados por el constante flujo migratorio de mexicanos dispuestos a encontrar el otro lado que les descubra la cara de la gracia, y no de las desdichas. Pero el mundo de los narcos y el abismo de la violencia apenas permiten un corto vuelo a la esperanza.